Danza
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RESUMEN
Los términos para aludir la multiplicidad de formas del hecho teatral se vuelven cada vez
más complejos. Autores de las nuevas corrientes de la teoría teatral como Jorge Dubatti, Hans Thies-
Lehmann, Erika Fischer-Lichte, André Lepecki, Patrice Pavis o Roberto Fratini, observan como
actualmente la investigación de las artes escénicas se encuentra en una expansión, diversificación y
reformulación de sus definiciones. Este artículo plantea una reflexión crítica sobre la actual comprensión
y definición del término Danza Contemporánea, invitando a la búsqueda de formas más apropiadas
que recontextualicen este término, a la vez que propone el uso de la “metáfora terminológica” como
herramienta epistemológica para su estudio.
a la vez que se direccionan hacia territorios cada vez más complejos de definir. Esta constante
Concretar lo que a día de hoy se puede o no considerar como Danza Contemporánea o tratar de
establecer lo que se incluye o se excluye dentro de este término, es posiblemente intentar concretar algo
sobre una superficie altamente inestable. Un terreno en el que se cruzan categorías estéticas y poéticas,
influencias, tendencias, conceptos filosóficos, contextos sociales, formas culturales, diferentes escrituras
de movimiento y un largo etcétera, desde donde numerosas coreografías, reflexiones o debates que
intentan identificarla, no consiguen encontrar una respuesta lineal, sino más bien seguir ampliando las
ideas, en relación a la gran multiplicidad de posibilidades que hay en torno a la Danza Contemporánea.
Realizar esta tarea de “definición” con la danza anterior a la Danza Contemporánea, resulta
una labor más realizable, especialmente en Europa y Norteamérica, si atendemos a criterios puramente
estéticos, cronológicos o de corrientes artísticas. Desde las pioneras de la danza moderna como Isadora
Duncan, Loïe Fuller o Martha Graham, pasando por la corriente expresionista encabezada por Rudolf
Pina Bausch y llegando a las danzas posmodernas iniciadas por coreógrafos como Merce Cunningham,
Anna Halprin, Trisha Brown, Yvonne Rainer o todo el movimiento alrededor de la Judson Church,
podemos ver una clara relación rupturista tanto de las formas “antiguas”, como del rechazo hacia las
ideas del pasado. Pero a partir de la década de los 80 y los 90 vemos una nueva corriente de coreógrafos
como Jan Lauwers, Jerome Bel, Xavier Le Roy, Anne Teresa Keersmaeker, Wim Vandekeybus, Alain
Platel, Jam Fabre, Lloyd Newson y un largo etcétera, que si nos detuviésemos a analizar bajo un punto
de vista meramente estético, no alcanzaríamos a catalogar de ninguna forma homogénea ya que de
ninguna manera comparten un patrón estético preestablecido. Se trata de una nueva generación que no
está en la búsqueda de lo más novedoso, ni defiende o excluye ningún tipo de “escritura coreográfica”
en sí, sino que más bien se preocupa por las posibilidades de reorganización y articulación del cuerpo y
del movimiento en función del “discurso coreográfico” (R. Sommer et al., 2015).
Según la RAE la palabra “contemporáneo” alude a aquel o aquello que existe en el mismo tiempo
que otra persona o cosa. También se refiere a lo que está vinculado a la época vigente. Si atendemos a un
nivel estrictamente etimológico, en su origen en la lengua latina contemporaneus, se trata de una palabra
que es fruto de la suma de tres componentes (prefijo, sustantivo y sufijo) que se encuentran claramente
determinados:
Por lo tanto, siguiendo una lógica tradicional, la Danza Contemporánea sería toda aquella danza
relativa a su época, o dicho de otra manera, toda danza ha sido en su momento Contemporánea de “su
tiempo”.
Pero este tipo de razonamiento, carece del necesario sentido metalingüístico para clasificar lo
relacionado con la práctica teatral contemporánea, teniendo en cuenta que esta se encuentra siempre
En el mismo sentido Eco (2012) apunta en un ensayo sobre el signo, que el uso de determinadas
palabras para designar el hecho teatral, y por lo tanto de su estudio, pueden encerrar diferentes
conceptualizaciones:
(...) no es casual que para indicar la acción teatral usemos, al menos en italiano, el
término representación, el mismo que se usa para el signo. Llamar a una representación teatral
show acentúa sólo sus características de exhibición de determinada realidad; llamarla play
acentúa sus características lúdicas y ficticias; llamarla performance acentúa sus características
de ejecución: pero llamarla representación acentúa el carácter sígnico de toda acción teatral,
donde algo, ficticio o no, se exhibe, mediante alguna forma de ejecución, para fines lúdicos,
pero sobre todo para que esté en lugar de otra cosa. (p.43)
generación de la Non Danse francesa, la Danza Belga, Teatro Físico, Teatro Danza, Danza Teatro,
Danza Abstracta, Danza Minimalista, Danza Conceptual, Danza Butoh, Teatro Energético, Danza Pura,
Danza Bastarda, Danza Performativa, etcétera, que siendo heterogéneas en su estética, coinciden en
el modo de repensar el hecho teatral y de confrontar la tensión existente entre la “representación” y la
“presentación” heredadas o iniciadas por el Performing Art y el Happening (Butterworth et al., 2011).
Le Breton (2010) califica la Danza Contemporánea como una existencia pura que desmaterializa
los gestos. Cada coreografía puede construir autónomamente su propia necesidad. Pero debido a su
autonomía en relación a otras esferas del arte también tiene una responsabilidad que cumplir: evitar
caer en un mero desarrollo personal que fomente quedarse en un entorno privado, o ensimismado, ni
tampoco abrazar la homogeneización cultural del espectáculo globalizado. Lo primero puede provocar
una falta de comprensión del discurso y no llegar a la esfera pública. Mientras que lo segundo aniquila
Así mismo Maxwell (2015) “des-define” la Danza Contemporánea, más allá de un deseo de
identificarse y de un intento de entender su propia práctica, de la siguiente manera:
(…) por eso es posible leer o escuchar descripciones infinitamente variadas sobre la
danza contemporánea: Como sinónimo de creación perpetua y ya no una acumulación de
repertorio, de investigación corporal y escénica, muchas veces acompañada o fusionada
con la investigación teórica (...) como creación ya no separada de otras disciplinas artísticas
y de producción de conocimiento (multi/ pluri/ trans/ inter/ anti/ in/ disciplina), como arte
experimental, como conformación de relaciones horizontales con el espectador y entre
artistas (…) como experiencia somática transformadora, como teatralidad, como conciencia
del espacio común de la experiencia estética escénica, como búsqueda permanente, como
cuestionamientos hacia la propia disciplina de la danza, etc. (p.30)
Parece así invitarnos a concretar que las formas de la Danza Contemporánea, al igual que las
ideas y el pensamiento, tienen únicamente un inicio pero no tienen un final, solo tienen continuidad,
Por lo tanto, podríamos decir que, a día de hoy, el intento de catalogar cronológicamente la
Danza Contemporánea o pensar en su evolución deja de ser útil. Más bien, podríamos pensar que la
Danza Contemporánea no es “aquí y ahora” sino que “pasa en este tiempo” y que tampoco evoluciona
Pero, ¿cuál es la dimensión actual de esta “expansión”? y, ¿dónde se encuentra o incide con
dice”?
Para poder atender estas preguntas, valdría con analizar de manera comparativa las tan alejadas
formas de entender de un conjunto de obras de la actualidad como Sutra (2003) de Sidi Larbi, C(h)oreous
(2012) de Alain Platel, Last Work (2015) de Ohad Naharin, Political Mother (2010) de Hofesh Shechter,
Dark Matters (2009) de Crystal Pite, Ludum (2019) de Anton Lachky, Impromptus (2004) de Sasha
Waltz, Yes We Can’t (2010) de William Forsythe, La casa de la fuerza (2009) de Angélica Liddell, John
(2014) de Lloyd Newson - DV8, Sideways (2010) de Guilherme Botelho, Mount Olympus (2015) de Jan
Fabre, Omphalos (2018) de Damien Jalet, Fortune Cookies (2014) de Jirí Kylián, Le Salon (2014) de
Gabriela Carrizo y Franck Chartier, Nowhere (2009) de Dimitris Papaioannou y un extensísimo etcétera,
y esto si sólo mencionáramos una parte de las obras que tienen repercusión en el ámbito internacional,
sin menospreciar por ello a las que se pueden encontrar al margen del reconocimiento convencional y
que también son responsables de la expansión de la Danza Contemporánea.
que entran escrituras coreográficas que van desde lo puramente cotidiano al movimiento más estilizado.
Analizadas diferentes obras comparativamente y de una manera descriptiva, se observan multitud de
maneras de entender las formas de la danza. Desde los movimientos de dinámica vertiginosa de Anton
Lachky que desestabilizan la idea del equilibrio del tiempo, pasando por el concepto de técnica estética y
armonía compacta que esgrime Jirí Kylián, la fisicalidad extrema y catártica de Jan Fabre, la sofisticación
de la parte animal propia y genuina de cada cuerpo que desarrolla Ohad Naharin, el ilusionismo poético-
visual que consigue Dimitris Papaioannou, pasando por el minimalismo abstracto de Guilherme Botelho,
hasta la interconexión del movimiento que trabaja Lloyd Newson en sus últimas creaciones entre cuerpo
y palabra, una de las conclusiones que de una manera epistemológica e inequívoca podríamos afirmar
es que dentro del heterogéneo concepto de Danza Contemporánea, se circunscriben una gran diversidad
de formas de escritura de movimiento, además de que todas ellas empoderan una permisividad y sana
libertad de maneras de ser y entender el cuerpo.
(...) los planteamiento del quehacer dancístico contemporáneo no anuncian una nueva
manera de moverse sino una experiencia que invita a desbordar las cuadraturas de las técnicas
de formación disciplinar y a la mirada prohibitiva del cuerpo como exceso y exuberancia, con
lo que se plantea una nueva sensibilidad: al final tenemos que la danza contemporánea abre un
espacio al movimiento que se alimenta de la indisciplina y de la multiplicidad del cuerpo que,
aunque nunca es totalmente libre, encuentra un lugar para experimentarse sin recato. (p.145)
Atendiendo a lo “qué se dice” y a lo “qué hay detrás” de lo que se dice, se puede advertir que
desde un espacio inclusivo y no rupturista, la Danza Contemporánea realiza una apertura del concepto
de “discurso coreográfico” para poder pensar y pensarse a través del hecho teatral. Podemos observar
múltiples variables dentro de las creaciones recientes. Desde propuestas de carácter puramente conceptual
como los trabajos visuales desarrollados por Dimitris Papaioannou, los discursos neoexpresionistas que
crea Sasha Waltz, el género Verbatim y político que trabaja Lloyd Newson en piezas como Can We Talk
About This? (2011), la ceremonia ritual en piezas como Vessel (2016) de Damien Jalet, el discurso de
corte autobiográfico y de estética performativa que se puede ver en Te haré invencible con mi derrota
(2009) de Angélica Liddell, propuestas de línea reivindicativa como las que desarrolla la artista Zireja,
de carácter inclusivo como el desarrollado por la compañía anglosajona Candoco Dance company o
de carácter puramente abstracto, como los renovadores pensamientos que experimentan desde una
abstracción del cuerpo alejado de la fisicalidad y la humanidad como en la obra Contra-Mondes (2017)
de Guilherme Botelho, o desde la abstracción del movimiento y la kinestesia en trabajos como “4”
(2012) de Tao Ye. Realizando un análisis comparativo, es observable que todos estos creadores están
lejos de realizar un discurso coreográfico narrativo y formal con una relación causa-efecto que apunte
hacia un supuesto sentido definido de la obra.
Toda formulación de una poética (con minúscula) es, en realidad, una aproximación al
secreto jeroglífico de la poíesis (...) cuya razón de existencia no se agota en su posible capacidad
comunicativa, generadora de sentidos o simbolizadora: la poíesis no existe para producir
sentido, sólo existe, sin por qué ni para qué. Su razón de existencia está en su ofrecerse como
ampliación, complemento ontológico de este mundo. Un ejemplo puede hallarse en la danza
En el mismo sentido, la canadiense Michèle Febvre afirma “Mostrar sin demostrar, sin decir,
hacer que la cosa exista sin justificar su existencia (...) Hacer y no re-hacer el mundo. Existir como
mueve entre el representar “visiones del mundo”, reorganizando los elementos de la escena para ser
mirado, escuchado y pensado, y el presentar “metáforas epistemológicas” donde la obra de arte se
la energética presencia de la dinámica del movimiento y de lo subjetivo que se esconde detrás del
gesto, entre la percepción semiótica y la experiencia performativa. Alejándose de la linealidad
narrativa para virar hacia otros principios de estructura, como la multiplicidad, la fragmentación o la
estudio. No obstante, esta misma complejidad que nos empuja a no pretender reducirla, es la misma que
nos invita a entenderlo de una manera que asuma que no puede ser reconocida de una manera acabada.
Se requiere por tanto de una reflexión crítica sobre la validez científica de la terminología utilizada hasta
ahora y de buscar formas más apropiadas que impulsen y recontextualicen el modo de trasmisión de
conocimiento e investigación que existe dentro del ámbito artístico de la Danza Contemporánea.
perturbador en los términos de las ciencias tradicionales. Sin embargo podría resultar alentador si se
piensa en términos más relacionados con la Nueva Ciencia, las nuevas corrientes del estudio de la
lingüística como la Poética Cognitiva o como apuntan las aportaciones del filósofo Edgar Morin en
términos del Pensamiento Complejo. “Se dice cada vez más a menudo ‘eso es complejo’ para evitar
explicar. Es necesario proponer una verdadera ruptura y poner de manifiesto que la complejidad es un
Este artículo propone el uso de la “metáfora terminológica” como una herramienta para analizar
el objeto de estudio. A continuación, se intenta plasmar como una utilización adecuada de la “metáfora
terminológica” podría tener validez científica para comprender ciertas controversias existentes en la
teoría y análisis coreográfico cuando se hace un uso reduccionista del término Danza Contemporánea.
Controversias tales como: ¿Por qué formas de movimiento tan eclécticas y divergentes de la Danza
Contemporánea se engloban dentro del mismo término, mientras que obras coreográficas que comparten
características de mayor similitud en lo referente al movimiento se engloban en contenedores de la danza
claramente contrapuestos?
Para ejemplificar y atender a esta controversia que se acaba de exponer, se examinan dos casos
dramática (1903-1913), con una pieza como Sheherezade del coreógrafo Michel Fokine estrenada en
1910. Para el segundo caso se analizan dos obras de inicios del siglo XXI. La obra Naharin’s Virus
(2001) de Ohad Naharin con Impregnaciones de la señorita nieve y guitarra (2011) de la coreógrafa
- En el primer caso se observa que la obra de Isadora Duncan pertenece a la corriente artística
denominada danza moderna mientras que Sherezade forma parte del repertorio del ballet
clásico. Ambas formas o contenedores de la danza se posicionan históricamente en la antítesis
artística. La danza moderna liderada por Duncan surge como una rebelión contra el teatro
naturalista, que había llevado desde la idea de perfección formal de la estética visual y corporal
de la danza hacia términos meramente técnicos y académicos (R. Sommer et al., 2015).
- En el segundo caso, se observa que ambas piezas son consideradas obras de Danza
Sin embargo, si atendemos solamente a la forma del baile o a la escritura coreográfica, desde
un punto de vista meramente descriptivo, se puede concluir que hay muchas más similitudes entre
los bailes de Duncan y Fokine que entre las propuestas de Naharin y Valenciano. En el primer caso
podemos observar cómo en ambas propuestas, existe una dependencia entre el tempo musical y el
baile. Igualmente, aunque Isadora Duncan rehúye de la técnica académica estricta del ballet clásico
que domina Fokine, se observa como en sus coreografías se podrían nombrar muchos de sus pasos
con la terminología propia del ballet clásico, como el Tombé pas de bourrée, el Passé retiré o el
Arabesque. Atendiendo a la escritura coreográfica del segundo caso, se observa que aunque ambas son
obras de creadores considerados contemporáneos, existe un gran distanciamiento entre la escritura de
ambos. Mientras Naharin trabaja el movimiento desde una búsqueda de las máximas posibilidades de
los bailarines desde la creatividad y la conexión de su lado más animal e intuitivo, Valenciano construye sus
formas de la danza desde el concepto, la expresividad y el gesto. Este distanciamiento y gran divergencia
entre las formas de escritura de los coreógrafos de la Danza Contemporánea es muy común. Nada tiene
que ver la manera de entender la escritura de la danza del coreógrafo español Alejandro Cerrudo con
la del francés Olivier Dubois, ambos considerados, figuras relevantes de la Danza Contemporánea en
la actualidad. Igualmente, se pueden ver más similitudes en términos dancísticos entre la obra de danza
moderna The moor’s pavane (1949) del coreógrafo José Limón y el ballet del repertorio clásico Romeo
y Julieta (1958) de John Cranko. Así como de la misma manera podríamos observar dos casos de obras
Para estudiar académicamente las razones por las que ocurre esta paradoja, vamos a hacer uso de la
“metáfora terminológica” realizando un paralelismo entre la teoría del Big Bang y la idea de “la expansión
de la danza”. Queremos remarcar aquí que el uso de la “metáfora terminológica” al que se hace referencia,
se distancia de la metáfora clásica subjetiva y desvinculada del rigor científico, la cual tiene claramente
solo fines puramente retóricos o de adorno poético. Se trata de manejar un tipo de metáfora, que sin
buscar un ideal de precisión terminológica, contenga una sistematización conceptual y una neutralidad de
interpretación que ayude a la comprensión del sentido de las experiencias sensoriales del campo artístico
De una manera muy simplificada la teoría del Big Bang expone que el universo estaba
inicialmente en un estado de una altísima densidad y que a partir de un momento singular comenzó a
Si establecemos una analogía del Big Bang por un lado para el universo del ballet clásico y por
otro lado para el universo de las danzas que han surgido como respuestas rupturistas de los cánones
que se establecían desde el ballet clásico, obtendríamos unos diagramas como los que se muestran
en la Figura 2, donde se observa como la expansión del ballet clásico en relación a la escritura y
luminotécnicos y de escenografía que han ido evolucionando hasta la actualidad. Sin embargo,
observando el diagrama de la danza “no clásica”, vemos como las maneras de entender el cuerpo y
el movimiento en relación a la danza y la coreografía son, cada vez, más amplias. Si superponemos
ballet clásico, veríamos que sería una línea mucho menor que la que se puede trazar entre dos puntos
entre Michel Fokine e Isadora Duncan es mucho menor que la que hay entre Ohad Naharin y Mónica
Valenciano, aún perteneciendo estos últimos creadores al mismo “universo” que abarca la Danza
Contemporánea en la actualidad.
A través de estos diagramas y a partir de la “metáfora terminológica” del Big Bang, podemos
sino que más bien se expande. Y que esta expansión en términos de análisis coreográfico, requiere de
herramientas que no sean de carácter reduccionista, de carácter meramente formal o que concurran
únicamente en cuestiones de estilo de movimiento.
CONCLUSIÓN
Si entendemos la palabra postular como una tarea teórica para abrir conceptos y no para
proponer normas y teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora, podríamos empezar a postular la idea
de la imposibilidad de definir la Danza Contemporánea como tal, o al menos dejar de hacerlo dentro
de una definición en su sentido estricto. Se trataría más bien, de comenzar a pensar en la idea de
proceso teórico de deconstrucción, sino también el acto práctico de poner las cosas en su lugar.
trata con ello de validar la Danza Contemporánea como una entidad con características que más allá
de enmarcar, elimina barreras, más allá de fijar, se encuentra en constante movimiento, y más allá de
limitar, acepta las diferencias. En definitiva, una entidad que se expande aceptando la divergencia.
Por último, se percibe que la investigación coreográfica no cuenta con una tradición científica
tan consolidada como otras manifestaciones artísticas. Para contribuir al desarrollo del conocimiento
perceptiva, creativa y teórica, se hace necesario el desarrollo de métodos que, en lugar de disponer
únicamente de una terminología unificada, supiesen igualmente usar con rigurosidad una terminología
subjetiva o “indefinible”. Se trataría por ello de empezar a complementar y configurar un nuevo
campo ontológico desde donde poder recoger la cultura viviente y expansiva que surge de la Danza
Contemporánea.
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