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Trump vs Harry

2024, TRUMP VS. HARRIS: LA PERSPECTIVA CHINA EN LA RIVALIDAD CON LOS ESTADOS UNIDOS

Un Debate de Tres Lados Observado desde lejos, los estrategas estadounidenses sobre China se pueden dividir en tres escuelas. La primera podría llamarse los Nuevos Guerreros Fríos. Las personas en este grupo creen que la rivalidad entre Estados Unidos y China es un juego de suma cero y que Washington y Beijing están involucrados en una guerra fría que requiere tácticas aún más agresivas por parte de Estados Unidos. Como argumentaron el exasesor adjunto de seguridad nacional de Estados Unidos, Matt Pottinger, y el excongresista Mike Gallagher en Foreign Affairs, la competencia con China “debe ganarse, no gestionarse”. Al hacer este argumento, ellos y otros han recurrido al ejemplo del presidente Ronald Reagan de establecer la amenaza soviética como una prioridad máxima, para perseguir la victoria en la Guerra Fría. La segunda escuela podría describirse como los Gestores de la Competencia. Contrariamente a los Nuevos Guerreros Fríos, los de este campamento sostienen que la rivalidad entre Estados Unidos y China no es un juego de suma cero y, en consecuencia, que es esencial tener una estrategia para coexistir con China. Los orígenes intelectuales de este enfoque se pueden rastrear hasta un artículo que Kurt Campbell y Jake Sullivan escribieron para Foreign Affairs en 2019, antes de unirse a la administración Biden. Como argumentaron, el concurso con China es “una condición a ser gestionada en lugar de un problema a ser resuelto”. Junto con Rush Doshi, quien fue subdirector principal para Asuntos de China y Taiwán en el Consejo de Seguridad Nacional, de 2021 a principios de 2024, y otros, sugieren que el mejor enfoque de Washington hacia China es liderar con la competencia, seguido de ofertas de cooperación. El tercero podría llamarse los Acomodacionistas. Aunque comparten el desagrado por el sistema político de China y su influencia global con las otras escuelas, tienden a estar más preocupados que sus contrapartes de que la competencia pueda degenerar en confrontación. Como figuras prominentes en este campamento, los académicos de relaciones internacionales Jessica Chen Weiss y James Steinberg están en contra de librar una guerra fría con China porque las guerras frías son inherentemente peligrosas. En su opinión, Pottinger y Gallagher ofrecen un atractivo ilusorio a la victoria, porque “los esfuerzos de Estados Unidos por lograr cambios mediante la presión tienen tantas probabilidades de consolidar el gobierno autoritario como de socavarlo”. Weiss y Steinberg argumentan que, por lo tanto, es del interés de tanto Beijing como Washington reducir el riesgo de guerra y cooperar en temas de interés mutuo, como el cambio climático y la salud pública. A pesar de esta diversidad de opiniones, las tres escuelas coinciden en que China representa un desafío significativo para Estados Unidos. También coinciden en que la política estadounidense hacia China necesita bases bipartidistas para tener éxito. Sin embargo, no parece haber una visión predominante en Washington sobre qué enfoque es el mejor o sobre qué aspecto del desafío político, militar, económico o de gobernanza global es el más serio. Para Beijing, este debate no resuelto ha significado que es crucial entender cómo estos diferentes enfoques están influyendo en las políticas estadounidenses y, específicamente, cómo podrían moldear la administración estadounidense entrante.

TRUMP VS. HARRIS: LA PERSPECTIVA CHINA EN LA RIVALIDAD CON LOS ESTADOS UNIDOS Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara Sociólogo, MBA Marketing En las últimas semanas, los trastornos en la temporada electoral presidencial de Estados Unidos han atraído una enorme atención global. Incluso antes de que comenzara el verano, los países estaban sopesando las implicaciones del posible regreso del expresidente Donald Trump a la Casa Blanca y, por el contrario, lo que podría traer un segundo mandato del presidente Joe Biden. Para muchos países, estas dos posibilidades presentaban perspectivas marcadamente diferentes para la geopolítica y el futuro papel de Estados Unidos en los asuntos de hegemonía mundial. Luego vinieron nueve días notables en julio, durante los cuales Trump casi fue asesinado y Biden anunció luego de enfermarse de Covid-19 que no buscaría la reelección. Al trastocar la carrera presidencial estadounidense para ambos partidos, estos eventos han creado más incertidumbre sobre la dirección futura de Estados Unidos. Muchos países ven una divergencia cada vez más marcada entre la anticipada continuación de la política exterior internacionalista de Biden bajo una futura presidenta Kamala Harris y un enfoque mucho más aislacionista y proteccionista bajo un reelegido presidente Trump y su compañero de fórmula, J. D. Vance. Sin embargo, desde China, la perspectiva es algo diferente. Hace ocho años, la primera administración Trump inauguró un enfoque mucho más confrontacional en las relaciones con Beijing, lo que muchos observadores chinos encontraron desconcertante. En lugar de tratar a China como un socio comercial y, a veces, un rival, Estados Unidos comenzó a llamarla un “poder revisionista”, un competidor estratégico e incluso una amenaza. Más sorprendente aún, a pesar de los cambios en el tono, la administración Biden ha reforzado 1 ese cambio e incluso lo ha llevado más lejos en algunos temas. De hecho, parece haber un consenso bipartidista en Washington de que ahora se debe tratar a China como un adversario importante, con un contingente creciente de analistas que argumentan a favor de un marco de guerra fría. Para los observadores chinos, en lugar de ofrecer enfoques alternativos hacia su país y el mundo, los dos principales partidos estadounidenses reflejan un enfoque general hacia China que ha surgido en los últimos años, uno que está fuertemente influenciado por las preocupaciones políticas internas de Estados Unidos. Lo que es más importante que las opiniones de cualquiera de los partidos son los varios matices del análisis estadounidense de China y lo que podrían significar en la práctica. La mayoría de los observadores chinos no esperan cambios significativos en la política estadounidense hacia China. Pero están tratando de entender qué corrientes del pensamiento actual en Washington pueden finalmente dominar. Jugando para la Multitud Local Debido a la estructura política de China y la estrecha gestión gubernamental de la opinión pública china, es difícil comprender cómo el liderazgo en Beijing ve y reacciona al debate estadounidense sobre China. No obstante, se pueden hacer algunos puntos generales sobre las fuerzas que muchos en China ven como impulsoras de ese debate. En primer lugar, las acciones externas de un país tienden a reflejar su política interna. Este fenómeno parece ser especialmente cierto en Estados Unidos, donde los grandes debates internos pueden fácilmente desbordarse en asuntos exteriores. Y ha llegado a jugar un papel particular en cómo Washington se acerca a China. Así, tanto el mantra de “Estados Unidos primero” de Trump como la frase “política exterior para la clase media” de Biden demuestran vívidamente la estrecha relación entre la política interna y la política exterior en Estados Unidos. Después de que Trump asumiera el cargo, polarizado clima político en Estados Unidos dio forma a su política exterior, particularmente hacia China. El enfoque de “Estados Unidos primero” fue en gran parte una respuesta a las preocupaciones de los votantes estadounidenses sobre la globalización y la inmigración. Como resultado, la administración Trump elevó las barreras comerciales, restringió la inmigración y limitó la participación de Estados Unidos en organizaciones internacionales, priorizando los intereses económicos y su la seguridad nacional. La política exterior de Biden comparte consideraciones políticas similares con la de Trump. No obstante, la administración Biden también ha dejado claro que sus decisiones de política exterior están destinadas a alinearse con los intereses de los votantes en casa y que la prosperidad de los estadounidenses comunes también tiene una dimensión internacional. Así, la política exterior de Biden comparte consideraciones políticas similares con las de Trump, ya que busca reequilibrar las políticas industriales nacionales y las reglas económicas internacionales para promover los intereses nacionales. 2 Algunos problemas de Estados Unidos tienen tanto componentes nacionales como extranjeros. Un flujo continuo de inmigrantes no solo es una fuerza impulsora detrás de la prosperidad de Estados Unidos, sino que también afecta su seguridad fronteriza y sus relaciones con el mundo exterior. Desde la administración Trump, la crisis de fentanilo en Estados Unidos ha requerido cooperación con China, mientras este país y China ha respondido positivamente. No obstante, los miembros del Congreso continúan culpando a China por el fentanilo que ingresa a los Estados Unidos, vía México. Una segunda característica de la política exterior de Estados Unidos en los últimos años es el creciente papel que juega China en ella. Aunque el conflicto bélico armado de Rusia vs Ucrania -financiada por los Estados Unidos. y Europa- y la guerra de Israel contra Hamas en Gaza atraen mucha atención; China sigue siendo la máxima prioridad en la pronunciada estrategia global de Washington. En este momento crítico, muchos ideólogos, académicos y estrategas estadounidenses están renovando los llamados para que Washington acelere su giro hacia Asia. Por ejemplo, en su nuevo libro Lost Decade, los analistas de política exterior Robert Blackwill y Richard Fontaine sostienen que las administraciones de Obama, Trump y Biden han fallado, de diversas maneras, en desarrollar políticas fuertes y coherentes hacia China y el resto de Asia. A pesar de los continuos desafíos para Estados Unidos en Europa y Oriente Medio, argumentan, es crucial que los responsables de la política estadounidense aceleren el cambio hacia Asia. La importancia de la política hacia China ya se ha hecho evidente en el concurso presidencial de Estados Unidos. Ambos partidos están compitiendo para producir la retórica más fuerte sobre endurecerse contra Beijing y restringir su papel global. Y esto apunta a otra característica del debate estadounidense sobre aquella nación: en el contexto político actual de los Estados Unidos, el binario tradicional de “palomas” y “halcones” no puede capturar las complejidades de las percepciones estadounidenses sobre China. Dado el amplio consenso bipartidista de que China representa un desafío importante, es más significativo examinar la gama de perspectivas políticas que ha surgido dentro de esta visión general. Un Debate de Tres Lados Observado desde lejos, los estrategas estadounidenses sobre China se pueden dividir en tres escuelas. La primera podría llamarse los Nuevos Guerreros Fríos. Las personas en este grupo creen que la rivalidad entre Estados Unidos y China es un juego de suma cero y que Washington y Beijing están involucrados en una guerra fría que requiere tácticas aún más agresivas por parte de Estados Unidos. Como argumentaron el exasesor adjunto de seguridad nacional de Estados Unidos, Matt Pottinger, y el excongresista Mike Gallagher en Foreign Affairs, la competencia con China “debe ganarse, no gestionarse”. Al hacer este argumento, ellos y otros han recurrido al ejemplo del presidente Ronald 3 Reagan de establecer la amenaza soviética como una prioridad máxima, para perseguir la victoria en la Guerra Fría. La segunda escuela podría describirse como los Gestores de la Competencia. Contrariamente a los Nuevos Guerreros Fríos, los de este campamento sostienen que la rivalidad entre Estados Unidos y China no es un juego de suma cero y, en consecuencia, que es esencial tener una estrategia para coexistir con China. Los orígenes intelectuales de este enfoque se pueden rastrear hasta un artículo que Kurt Campbell y Jake Sullivan escribieron para Foreign Affairs en 2019, antes de unirse a la administración Biden. Como argumentaron, el concurso con China es “una condición a ser gestionada en lugar de un problema a ser resuelto”. Junto con Rush Doshi, quien fue subdirector principal para Asuntos de China y Taiwán en el Consejo de Seguridad Nacional, de 2021 a principios de 2024, y otros, sugieren que el mejor enfoque de Washington hacia China es liderar con la competencia, seguido de ofertas de cooperación. El tercero podría llamarse los Acomodacionistas. Aunque comparten el desagrado por el sistema político de China y su influencia global con las otras escuelas, tienden a estar más preocupados que sus contrapartes de que la competencia pueda degenerar en confrontación. Como figuras prominentes en este campamento, los académicos de relaciones internacionales Jessica Chen Weiss y James Steinberg están en contra de librar una guerra fría con China porque las guerras frías son inherentemente peligrosas. En su opinión, Pottinger y Gallagher ofrecen un atractivo ilusorio a la victoria, porque “los esfuerzos de Estados Unidos por lograr cambios mediante la presión tienen tantas probabilidades de consolidar el gobierno autoritario como de socavarlo”. Weiss y Steinberg argumentan que, por lo tanto, es del interés de tanto Beijing como Washington reducir el riesgo de guerra y cooperar en temas de interés mutuo, como el cambio climático y la salud pública. A pesar de esta diversidad de opiniones, las tres escuelas coinciden en que China representa un desafío significativo para Estados Unidos. También coinciden en que la política estadounidense hacia China necesita bases bipartidistas para tener éxito. Sin embargo, no parece haber una visión predominante en Washington sobre qué enfoque es el mejor o sobre qué aspecto del desafío político, militar, económico o de gobernanza global es el más serio. Para Beijing, este debate no resuelto ha significado que es crucial entender cómo estos diferentes enfoques están influyendo en las políticas estadounidenses y, específicamente, cómo podrían moldear la administración estadounidense entrante. Diferentes Tácticas, Mismos Objetivos ¿Los estadounidenses pueden sentirse tentados a preguntar si La guerra entre Israel e Irán un impacto devastador en la seguridad mundial, los mercados internacionales y las migraciones? En un mundo cada vez más interconectado, los conflictos regionales tienen el potencial de desencadenar repercusiones globales. La escalada de tensiones entre Israel e Irán, dos potencias con profundas raíces históricas y religiosas en conflicto, no 4 solo amenaza la estabilidad en el Medio Oriente, sino que también plantea graves consecuencias para la seguridad mundial, los mercados internacionales, y en los flujos migratorios. Seguridad mundial en jaque La rivalidad entre Israel e Irán ha sido una constante en la geopolítica del Medio Oriente. Sin embargo, una guerra abierta entre estos dos países llevaría la tensión a un nivel sin precedentes. El reciente ataque aéreo sin precedentes de Irán contra Israel ha intensificado aún más la situación. En respuesta, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha coordinado con aliados y socios, incluidos los países del G7, así como con líderes bipartidistas en el Congreso, una respuesta integral. Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, destacó en un comunicado que, en los próximos días, Estados Unidos impondrá nuevas sanciones dirigidas contra Irán, incluyendo su programa de misiles y drones, y contra entidades vinculadas al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) y al Ministerio de Defensa de Irán. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, añadió que las sanciones buscan interrumpir la actividad desestabilizadora del régimen iraní. Además de las nuevas sanciones, el Gobierno de los Estados Unidos trabajará a través del Departamento de Defensa y el Mando Central para fortalecer y ampliar la integración de la defensa aérea y antimisiles y los sistemas de alerta temprana en todo Medio Oriente, con el fin de erosionar la eficacia de las capacidades de misiles y vehículos aéreos no tripulados de Irán. El uso potencial de armas de destrucción masiva ya sea convencionales o nucleares, incrementaría exponencialmente el riesgo para la seguridad mundial, por mayor responsabilidad de los Estados Unidos. La comunidad internacional, incluyendo potencias como Rusia y China, se vería obligada a intervenir de alguna manera, lo que podría desencadenar un conflicto de proporciones globales. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras entidades multilaterales enfrentarían uno de sus mayores desafíos para prevenir una catástrofe humanitaria y política; también hay que advertir de que los Estados Unidos en los hechos desconozca el papel de la ONU, como sucedió en la invasión de Irak, llevando tras de sí a Inglaterra y España; instándole a no instalar armas pesadas y misiles en Europa y particularmente en Israel. Impacto en los mercados internacionales La economía global está intrínsecamente vinculada a la estabilidad en el Medio Oriente, una región rica en materias primas y recursos energéticos, necesarios para la gran industria de los países desarrollados. Un conflicto entre Israel e Irán podría provocar una interrupción significativa en la producción y distribución de petróleo, lo que a su vez impactaría los precios a nivel mundial. La incertidumbre y la volatilidad del mercado 5 energético tendrían efectos en cadena, afectando a diversas industrias y elevando los costos para consumidores y empresas. Además, las sanciones económicas y comerciales que probablemente se impondrían a las partes involucradas en el conflicto generarían una disrupción en las cadenas de suministro globales. La inflación, la escasez de productos y la pérdida de confianza en los mercados internacionales podrían llevar a una recesión económica que afectaría tanto a economías desarrolladas como en desarrollo. Migraciones y crisis humanitaria La guerra entre Israel e Irán provocaría una crisis humanitaria de gran magnitud. La población civil de ambos países y de las naciones vecinas se vería atrapada en el fuego cruzado, obligando a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de seguridad. Los países vecinos, muchos de los cuales ya enfrentan desafíos económicos y sociales, se verían abrumados por un nuevo flujo de refugiados. Europa, ya ha experimentado olas migratorias significativas en la última década, enfrentaría una agravación de la nueva crisis migratoria. La capacidad de los países para absorber y proporcionar refugio a los desplazados sería puesta a prueba, exacerbando las tensiones políticas internas y alimentando la xenofobia y el nacionalismo. Conclusión La guerra Israel e Irán no es solo un conflicto regional; es una amenaza potencial para la estabilidad y la paz mundial, ahora a medias. Las repercusiones se sentirían en todos los rincones del planeta -menos en los Estados Unidos, afectando la seguridad global, los mercados internacionales y provocando una crisis humanitaria sin precedentes, con consecuencias devastadoras. Es imperativo que la comunidad internacional redoble sus esfuerzos diplomáticos para desescalar las tensiones y encontrar una solución pacífica a esta peligrosa confrontación, en paralelo sobre todo las grandes potencias, limitar la producción y entregar de armas para detener en algo las guerras focalizadas. La historia nos ha mostrado repetidamente que los conflictos armados en el Medio Oriente tienen consecuencias globales, y este no sería la excepción. Miami, agosto 2, 2024. 6