Revista de Geografía Norte Grande
ISSN: 0379-8682
hidalgo@geo.puc.cl
Pontificia Universidad Católica de Chile
Chile
Aguirre Munizaga, Claudio; Díaz Araya, Alberto
El espejismo de los lugares. La construcción del espacio en el desierto tarapaqueño. Huara, siglos
XIX-XX
Revista de Geografía Norte Grande, núm. 44, 2009, pp. 29-48
Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago, Chile
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30012208002
Cómo citar el artículo
Número completo
Más información del artículo
Página de la revista en redalyc.org
Sistema de Información Científica
Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
Revista de Geografía Norte Grande, 44: 29-48 (2009)
29
XIX-XX
El espejismo de los lugares. La
construcción del espacio en el desierto
tarapaqueño. Huara, siglos XIX-XX1
Claudio Aguirre Munizaga2 y Alberto Díaz Araya3
RESUMEN
Este artículo discute los formatos socioculturales e históricos de construcción
de los espacios en el poblado de Huara, en la provincia del Tamarugal, Región
de Tarapacá. El objetivo es analizar, desde las disciplinas de la historia, la
antropología y la geografía cultural, cómo el espacio y los lugares públicos y
privados han generado una impronta cultural que caracteriza a esta localidad
del desierto de Atacama, para diferenciarlas de otros asentamientos humanos en
una serie de contextos históricos que arrancan con el ciclo salitrero, para posteriormente reconfigurarse en un sitio aledaño a la carretera Panamericana Norte.
Palabras clave: Huara, espacios, lugares, desierto, identidad.
ABSTRACT
This article discusses the sociocultural and historical forms of the construction
of spaces in the town of Huara in the province of Tamarugal Tarapacá Region.
The aim is to analyze from the disciplines of history, anthropology and cultural
geography such as space and public and private places have created a cultural
imprint that characterizes this region of the Atacama Desert, to differentiate
them from other human settlements in a series of historical contexts that iniciate
the saltpetre cycle, then reconfigured into a site adjacent to the North Panamerican Highway.
Key words: Huara, spaces, places, desert, identity.
“Los lugares son historias plegadas y
fragmentadas, de pasados robados a una legibilidad otra, tiempo amontonado que se
puede desatar, pero que está allí, como relatos a la espera que resisten el estado de
desecho, como una simbolización enquistada en el dolor o el placer del cuerpo” (De
Certeau, 1990: 163).
1
2
Artículo recibido el 3 de septiembre de 2008 y
aceptado el 27 de abril de 2009.
Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R. P. Gustavo Le Paige, Universidad Católica
del Norte (Chile). E-mail: claudio.aguirre@ucn.cl
Este trabajo, con cierta sonoridad de ensayo, intenta reflexionar sobre la construcción del espacio que se elaboró en la desértica pampa. No es un recuento histórico, ni
tampoco pretende ser una etnografía de la
vida en las salitreras. Interesa dar cuenta de
que ciertos asentamientos humanos operaron no solo en el formato industrial durante
el ciclo salitrero, sino que al mismo tiempo
permitieron articular una serie de vínculos y
3
Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas, Universidad de Tarapacá (Chile). E-mail:
albertodiaz@uta.cl
30
redes sociales entre la pampa y los valles tarapaqueños, siendo en tal sentido el poblado de Huara un nodo que redireccionó las
actividades regionales, permitiendo fluir espacios locales que se reconfiguraron en diferentes ejes, siguiendo siempre el ritmo de
los contextos históricos que vivenciaron, sobre todo hacia la segunda mitad del siglo
XX4.
Los inicios de la comunidad
El origen de Huara es incierto en cuanto
a una fecha precisa de su fundación, al igual
que Iquique, Tarapacá o Pisagua, lugares
que no precisan su partida fundacional
(Díaz, 2007; Donoso, 2003). Pero este obstáculo vinculado al dato descriptivo no puede impedir levantar algunas hipótesis. El
análisis de mapas coloniales y republicanos,
puntualmente del periodo peruano (18211883), no arroja ni ilustra algún tipo de
asentamiento localizado en la pampa adyacente al oriente de la cordillera de la costa
tarapaqueña donde hoy se erige Huara. Asimismo, no existen referencias documentales
sobre lugares que se encuentren distribuidos
en la gradiente occidental altiplano-precordillera-quebradas-pampa-litoral, o que registren tambos, posadas, paskanas, pukara u
otro sitio con una posible data precolombina, vinculando a este circuito a un antiguo
recinto en el perímetro de Huara.
4
El poblado de Huara se localiza 75 km al noreste
del puerto de Iquique, en la depresión intermedia
del Norte Grande de Chile, entidad geográfica reconocida localmente como la pampa del Tamarugal, debido a antiguos bosques de prosopis que
existieron en la zona (algarrobos y tamarugos). El
terremoto del 13 de junio del año 2005 dañó notoriamente la infraestructura del pueblo, siendo
uno de los sitios más azotados por este evento telúrico que diezmó al norte chileno. A partir de
aquel año, diferentes discursos tanto de autoridades locales como de entidades estatales hicieron
referencia hacia el valor patrimonial del lugar y a
una serie de propuestas reconstructivas. A la fecha
aún no se ha materializado ningún proyecto habitacional, ni estudios sistemáticos sobre el patrimonio material de este pueblo y otras localidades de
la precordillera tarapaqueña. Como nota aparte, se
debe agradecer al licenciado en Historia Paulo Lanas Castillo por su aporte en la revisión, ordenamiento y comentarios del material bibliográfico
aquí expuesto.
R E V I S TA
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
Como es sabido, en el plano de Antonio
O’Brien (1765) no se menciona a Huara,
solo existen referencias generales sobre un
camino que baja de la quebrada de Tarapacá
llamado Cataumano y otro sendero ubicado
al sur denominado camino de Cruz de Piedra (O’Brien, 1765; Bermúdez, 1975;
Núñez, 1989). Estas rutas solo describen
parcialmente sectores adyacentes a lo que
hoy es Huara, lo que presumiblemente podría constituir un sitio eriazo inhabitado
donde se desprendían caminos troperos y
senderos que disectaban la llanura salitrosa
de la pampa del Tamarugal.
En los mapas del siglo XIX de Carey y
Mathew en 1814, Carey en 1822, Colton en
1856, Bollaert & Smtih en 1851 y Beltrand
en 1979 no se identifica un asentamiento o
un sitio de descanso, tambo o aguada en el
área de Huara. Solamente en el mapa y perfil topográfico de Bollaert & Smtih del año
1851 se advierte un promontorio que recibe
la denominación de Huara, localizado en
las serranías contiguas a la actual localidad,
posiblemente en el cerro donde hoy se ubican las antenas de comunicación radial y televisión (Silva, 1977). Ahí podría encontrarse la relación denominativa con Huara.
El vínculo nominativo con una entidad
geográfica cercana parece ser la apuesta
más plausible que fundamenta la relación
identitaria entre paisaje y sociedad, la cual,
desde la perspectiva de la geografía cultural,
supone la construcción del medio ambiente
a imagen y semejanza de los grupos humanos que inciden en el entorno natural, transformándolo en un paisaje cultural (Díaz y
Mondaca, 1999).
Pensar que Huara podría estar correlacionada con un sistema de postas precolombinas sin evidencias parece una hipótesis prematura, carente de antecedentes que
justifiquen dichas aseveraciones. En suma,
creemos que la alternativa va por redireccionar la discusión hacia épocas tardías,
principalmente al periodo salitrero (18801930), sosteniendo que la antigüedad no
supone necesariamente valoración patrimonial, sino que son los vestigios que dan
cuenta de manifestaciones sociales complejas los que deben valorarse de acuerdo a
los contextos y significancias comunitarias,
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
y no restringir el argumento a la mera temporalidad de las ruinas.
Teóricamente, no es satisfactorio el argumento que busca lo milenario, lo remoto, lo
pretérito como factor fundante de una aparente riqueza histórica de una localidad, aldea o barrio, como discurso ideológico,
identitario o étnico en una cierta plataforma
de una matriz cultural como puede advertirse en algunos estudios esencialistas (Chipana, 1996; Van Kessel, 1992; Larraín, 1987);
o también como empresa o una política manipuladora del pasado con fines de mercado
o de piezas museográficas o patrimoniales,
tal como ha problematizado en profundidad
Pablo Aravena en sus análisis en torno al
puerto de Valparaíso y su denominación
como patrimonio de la Humanidad (Aravena, 2003; Aravena et al., 2006).
Se entiende que no existe problema en
valorar los edificios y las prácticas sociales
que poseen una corta temporalidad, y que
dan cuenta de una dinámica red social, forjadora de sistemas de vidas particularizados
en zonas desérticas como es el norte chileno. Lo relevante de aquel supuesto lo constituyen las formas de vida o habitus 5 elaborados por los hombres y mujeres que hace
un poco más de 100 años reinventaron la
tradición en el desierto, identificándose bajo
la categoría social de pampinos, amén de
una multiplicidad de sujetos y de culturas
que articularon durante la época salitrera
(González, 2002a; González, 2002b).
Por ahora, se conjetura que Huara está
directamente vinculada al auge del ciclo salitrero, principalmente bajo la presencia de
la administración chilena tras la Guerra del
Pacífico (1879-1883). El factor que gatilla el
asentamiento en el poblado de Huara lo
constituye la construcción de la línea férrea.
Dicha red ferroviaria, que se extendía por la
5
31
XIX-XX
Para Pierre Bourdieu el habitus “es lo que se ha
adquirido, pero que se ha encarnado de forma duradera en el cuerpo en forma de disposiciones permanentes. La noción recuerda así constantemente
que se refiera a algo histórico, que está vinculado
a la historia individual, y que se inscribe en un
modo de pensamiento genético, en oposición a
modos de pensamientos esencialistas” (Bourdieu,
2000: 133).
pampa colindante con la cordillera costera,
permitió intercomunicar a todas las oficinas
y paradas salitreras en una multidireccionalidad de puntos, generando un epicentro
donde confluían (y también partían) diversas
rutas, tanto de zonas bajas (vías costeras o
de calicheras ubicadas al interior de las serranías costeñas) como de sitios dispersos en
la pampa o alrededores.
Es ahí donde se levanta espontáneamente Huara, al lado del camino; o mejor dicho:
adosado a la línea del ferrocarril. Dicho
pueblo debía acoger a los trabajadores en
infinidad de servicios, así como desplegar la
burocracia pública y atraer al comercio privado, permitiendo que funcionara un sistema nodal de intercomunicación bajo la lógica industrial.
Huara, desierto y ferrocarril
Volviendo a la temporalidad fundacional, tentativamente es probable que Huara
surgiera hacia fines del periodo republicano
peruano (1877-1880) como un asentamiento
precario de cateadores o arrieros, incitado
por el boom industrial salitrero que eclosiona neurálgicamente la vida en el desierto.
Pero el punto de inflexión lo constituye el
día 31 de octubre de 1884, fecha en la cual,
por decreto de Ley Nº 2.261, se crea la provincia de Tarapacá, inaugurando una estructura política y limítrofe que asegurara la presencia del Estado nación chileno en los
nuevos territorios conquistados. A saber, la
provincia de Tarapacá se dividió en dos departamentos denominados Pisagua y Tarapacá, además de subdelegaciones y distritos.
En tal orden administrativo, la localidad de
Huara pasa ahora a formar parte del territorio chileno como un poblado con reconocimiento estatal y una estructura departamental particular (Cuadro Nº 1).
Bajo este formato burocrático, Huara formaliza su asentamiento para dar vida a diferentes actividades que permitían la interacción
de diferentes individuos y grupos que trabajaban en los cantones salitreros. Es lógico argumentar que existiendo varias calicheras y paradas diseminadas en la pampa, entonces es
dable contar con un nodo que las abasteciera,
ya sea en víveres, en servicios públicos (co-
32
R E V I S TA
rreos, telégrafos, registro civil), así como en
espacios lúdicos dedicados a la compra-venta
de productos y también a la diversión.
Para fines de la década de 1880, Francisco Riso Patrón describía que Huara era un
“pueblo nuevo, a orillas de la línea férrea,
en donde se ha formado una población, ve-
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
cina al paradero o estación de ferrocarril,
está en el cantón de su nombre; departamento y provincia de Tarapacá. Huara es el
tercer distrito de la 7ª subdelegación de
Pozo Almonte y tiene en el cantón de su
nombre las oficinas salitreras más valiosas
en explotación (las de su contorno) denominadas: Ramírez, Constancia, Santa Rosa, Ro-
Cuadro Nº 1
Departamento de Tarapacá, subdivisión administrativa, 1884
Subdelegación
Subdelegación Nº 1
Urbana Iquique
Subdelegación Nº 2
Urbana de la Aduana
Subdelegación Nº 3
Urbana de la Escuela
Subdelegación Nº 4
Urbana de la Avenida Cavancha
Subdelegación Nº 5
Huantajaya (rural)
Subdelegación Nº 6
Caleta Buena (rural)
Subdelegación Nº 7
Pozo Almonte (rural)
Subdelegación Nº 8
La Noria (rural)
Subdelegación Nº 9
Salitreras del Sur (rural)
Subdelegación Nº 10
Guaneras (rural)
Subdelegación Nº 11
Tarapacá (rural)
Subdelegación Nº 12
Pica (rural)
Subdelegación Nº 13
Challacollo (rural)
Fuente: Silva, 1913.
Distritos
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Distrito
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
Nº
1 Hospital
2 Parroquia
1 La Puntilla
2 del Muelle
1 Plaza Montt
2 Plaza Condell
1 Cárcel
2 Morro
1 Mineral
2 Santa Rosa
1 Caleta
2 Alto
1 La Tirana
2 del Pueblo (Pozo)
3 Huara
1 Yungay
2 Cocina
3 Soledad
1 Patillos
2 Pampa
1 Pabellón
2 Guanillos
1 Quebrada Tarapacá
2 Mocha
3 Sibaya
4 Cariquima
5 Sotoca
6 Mamiña
1 Matilla
2 Canchones
1 Cerro Gordo
2 Guatacondo
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
33
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
XIX-XX
sario de Huara, San Jorge, Tres Marías y Primitiva. Este pueblo está llamado a prosperar
rápidamente, por tener en sus alrededores
las oficinas más valiosas de la Pampa, así
como la mayor población que tienen las
mencionadas oficinas, que no baja de 6.000
habitantes” (Riso Patrón, 1890: 74).
Tal como lo expresa Riso Patrón (1890),
Huara se despliega tempranamente como un
nodo articulador en la pampa tarapaqueña,
cobijando a distintas oficinas que se encontraban a sus alrededores, insertándolas en la
estructura política, comunicacional y comercial. Para dicho efecto se organizó el cantón
de Huara. De acuerdo con González (1991),
los cantones salitreros eran divisiones geográficas de los terrenos salitrales que estaban vinculados a un mismo puerto de embarque; por tanto, las oficinas (Figura Nº 1)
que en ellos emergían tenían una identidad
territorial común. Generalmente se ubicaba
un pueblo en medio del cantón, asignándoles el nombre. Los cantones salitreros para
fines del siglo XIX eran el de Zapiga, Sal de
Obispo, Pampa Negra, San Francisco, Ne-
Figura Nº 1
Oficinas salitreras de Tarapacá
Fuente: Espinoza, 1897.
34
greiros, La Peña, San Antonio, Yungay, La
Noria, Cocina y Nueva Soledad. Bajo estos
parámetros, los cantones en definitiva son
entidades geográficas que permiten organizar la actividad industrial, pero también es
necesario agregar, de acuerdo a propias reflexiones, que los cantones al unísono, son
entidades culturales que permiten generar
redes sociales, prácticas locales diversas e
identidades colectivas, constituyéndose
como un “cantón cultural”.
El cantón de Huara 6, y el pueblo central
que estimula este artículo, como estación de
ferrocarril paulatinamente comenzó a trans-
6
El cantón de Huara, de acuerdo a Silva (1913), tenía bajo su administración las siguientes oficinas
salitreras:
- Constancia: oficina de la compañía salitrera
Constancia, representada por Gildemeister y Cía.,
con domicilio en Iquique; embarca por Caleta
Buena. Administrador, don E. Von Schmeling; ingeniero, señor Fritz Weinert; contador, don J. Eduardo V. Wood; fichero, don Manuel Villena Castro;
pasatiempo, señor Walter Krais; bodeguero, don
Manuel Torres A.; ensayador, don Rodulfo Matis;
corrector, don Leonidas Noumenn; jefe de máquina, don Fidel Gálvez; jefe de maestranza, don Liborio Alday. La pulpería era arrendada a don Julián Pérez Herreros.
- Maroussia: oficina de Peretti, Jeffery y Cía., representados por ellos mismos, con domicilio y gerencia en Iquique; embarcan por Caleta Buena.
Administrador, don Antonio B. Vernal R.; contador,
don Rogelio Gensollen; pasatiempo, don Arturo
Merami; bodeguero, don Elías Cáceres; apuntador,
don Juan Ossa Ossa; jefe de pulpería, don Juan
Brusacá.
- Mapocho: oficina de la The Liverpool Nitrate Cº
Ltda., representada por Lockett BROS y Cía., con
domicilio y gerencia en Iquique; embarca por este
puerto. Administrador, don A. H. Hoey; contador y
cajero, don E. Jefferson; pasatiempo, fichero y bodeguero, don M. Quiroga A.; ingeniero, don C.
Damon; jefe de pulpería, don Benito Casas B.;
pulpero. Don Emilio Borrás; corrector, don Mariano Cevallos; jefe de maestranza, don Adrián Barrios; jefe de máquinas, don Lucindo Díaz. Médico
de la oficina, doctor Gordon Fowler. Estacamento:
38 estacas peruanas.
- Puntilla de Huara: oficina de la The Rosario Nitrate Cº Ltda., representada por Gildemeister y
Cía., con domicilio en Iquique; embarca por Caleta Buena. Administrador, don Guillermo Schroder;
contador y cajero, don Eduardo Romero; fichero y
pasatiempo, don Godofredo Vidal H.; bodeguero,
don Santiago Zavala; jefe de pulpería, don Antonio
Petric; pulpero, don Simón Jiménez; jefe de pampa, don Ladislao Vernal; ingeniero, don Matías Véliz; jefe de elaboración, don Anuario Órdenes.
Médico de la oficina, doctor don Arturo Araos La-
R E V I S TA
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
formarse en un pueblo y estación obligada
para quienes venían desde Negreiros por el
norte, Pozo Almonte por el sur, Iquique por
el poniente y de los pueblos de las quebradas de Aroma y Tarapacá, además del altiplano andino.
Todas estas oficinas hicieron prosperar a
este pueblo y fueron delimitando su planta
urbana siempre en torno a la actividad salitrera. Entrado el siglo XX, como bien lo indica Sergio González (1991), importantes negocios se instalaron en Huara, además de
venir de distintas nacionalidades (asiáticos,
yugoslavos, italianos, peruanos, bolivianos,
rraín, que hace sus visitas los días lunes, miércoles
y viernes. La máquina tiene 12 cachuchos de 30
pies de largo por 8 y por 7, cinco calderos por 28
pies de largo por 8 de diámetro, 5 acendraderas y
2 ascensores para el caliche y el ripio. Se usa únicamente petróleo y el agua para todo el consumo
la da un pozo de la pampa servido por tracción
eléctrica de la oficina Rosario de Huara.
- Ramírez: oficina de la The Liverpool Nitrate Cº
Ltda., representada por Lockett BROS y Cía., con
domicilio en Iquique; embarca por este puerto.
Administrador, don R. T. Love; contador, don E.
Fergusson; bodeguero, don A. Meléndez; pasatiempo, don A. Watkins; fichero, don E. Saill; jefe
de pulpería, don E. de Castro; corrector, don M.
Zamorano; jefe de maestranza, don R. Ríos; jefe
de máquina, don F. Durán.
- Rosario de Huara: oficina de la The Rosario Nitrate Cº Ltda., representada por Gildemeister y
Cía., con domicilio en Iquique; embarca por Caleta Buena. Administrador, don T. Farquharson; contador, don A. E. Nutter; pasatiempo, don V. Lema;
bodeguero, don G. E. Malcolm; fichero, don J.
Arredondo; jefe de pulpería, don Juan Petric. La
máquina tiene 18 cachuchos, 7 calderos y 143 bateas. Estacamento: 260 estacas peruanas.
- Santa Rosa: oficina de don Jorge Jeffery, representada por él mismo, con domicilio y gerencia en
Iquique; embarca por este puerto. Administrador,
don Juan Hernández; contador, don H. B. Comber;
pasatiempo y cajero, don Carlos Arce C.; bodeguero, don Carlos Rosas; fichero, don Luis Bradanovich; jefe de maestranza, don Santiago Macbride; corrector, don César Angulo; jefe de máquinas,
don J. F. Lecaros. Estacamento: 964 estacas peruanas.
- San Jorge: oficina de Moldes, Gajo y Cía., representada por ellos mismo, con domicilio en Iquique; embarcan por Caleta Buena. Administrador,
don Francisco de A. Camino; contador, don Horacio Fernández; fichero, don Cayetano Alvarellos;
bodeguero don Atilano Beltrán; químico, don
Maximino Pizarro; jefe de pulpería, don Arturo
Sanjurjo; pulperos, señores Gaspar Lamas y José
Viña; corrector, don Froilán Ayala; jefe de maestranza, don Abelardo González; jefe de máquinas,
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
35
XIX-XX
entre otros), para dedicar su vida al comercio: corresponsales de prensa, botica, panaderías, lavanderías, carnicería, restoranes,
matadero, salas de diversión y un cementerio de los más grandes de la pampa.
Sobre el ferrocarril, se puede agregar que
con el estallido de la guerra de 1879 los
cambios que experimentó el casi monopolio
de los Hermanos Montero sobre los ferrocarriles de Tarapacá fueron determinantes. La
deuda que contrajo la compañía Montero
Hermanos obligó a estos a perder terreno en
el ámbito del transporte férreo. Para el año
1891 esta firma solo registraba una ruta
poco rentable, como era la que unía Patillos
por la costa con Lagunas en casi el extremo
sur de la ahora provincia chilena de Tarapacá (Blakemore, 1977).
la comunicación de trenes en la pampa. La
llegada a la sociedad del inglés Thomas
North acumula aún más entradas favorables
para The Nitrate Railway Company Limited.
Solo la compañía de ferrocarriles de Agua
Santa, controlada por la firma Campbell,
Outram y Cía., podía disputarle cierto sector
del monopolio de la empresa integrada por
North (Blakemore, 1977).
Las tarifas por el concepto de flete que
pagaban algunas de las oficinas salitreras a
The Nitrate Railway Company Limited , en
peniques por quintal español de carga, se
expresan en el Cuadro Nº 2.
En 1882 se organizó la sociedad inglesa
The Nitrate Railway Company Limited, refinanciando mediante un cuarto empréstito
los tres anteriores pedidos cuando existían
solo los Hermanos Montero; ello significó
asentar en sus libros, como pasivo global,
£1.950.000, mientras declara como capital
£1.200.000 (Blakemore, 1977). Esta firma
comenzó rápidamente a apoderarse del movimiento y transporte vinculado al salitre.
Según Blakemore, a principios de 1888 la
situación se vuelca a favor de los ingleses al
comenzar facturando dividendos cada vez
mayores, controlando así la casi totalidad de
Hacia fines del siglo XIX la circulación
de trenes, vagones y carros había aumentado considerablemente en la pampa. En la
provincia de Tarapacá ya existían tres líneas
férreas. La principal, era la de los ferrocarriles salitreros que unían Iquique con Pisagua
y recorría las oficinas salitreras que circundaban el área oriental de la cordillera de la
Costa. Esta línea, sin contar diversos ramales
que partían para diferentes oficinas inmediatas a la línea principal, recorría de Iquique a
Pisagua 124 1/2 millas (Espinoza, 1897). La
ruta iba desde de Pisagua a la salitrera Tres
Marías (cantón de Huara), que simbolizaba
el punto de división entre el departamento
de Pisagua y el de Tarapacá, durante este
trayecto se visitaban las estaciones indicadas en el Cuadro Nº 3.
don Idelfonso López; boletero, don Leonardo Delgadillo. La máquina tiene 16 cachuchos y 78 bateas. Estacamento: 85 estacas peruanas.
- Santiago: oficina de la The Santiago Nitrate Cº
Ltda., con domicilio en Iquique; embarca por Caleta Buena. Administrador, don S. P. Lowe; contador, don G. R. Watson; pasatiempo, don C. A.
Rigden; bodeguero, don E. A. Colvin; ingeniero,
don J. B. Coull; jefe de maestranza, don L. Collins;
jefe de máquina, don Arturo Cáceres; jefe de pulpería, don J. Perón. La oficina dispone de 3 motores Diesel de 95 caballos de fuerza cada uno y
tres generadores eléctricos de corriente alternada
de 220 volts, los cuales dan la fuerza necesaria
para mover toda la maquinaria de la oficina. Tiene
seis acendraderas con plano inclinado para el acarreo hasta la máquina. Para el transporte de material desde la pampa, cuenta con cuatro locomotoras y setenta y cinco carros Lyons. La casa de Yodo
consta de seis bateas y su respectiva retorta. Para
el abastecimiento de agua a la oficina, hay un
pozo de 84 m de profundidad, con bombas movidas por fuerza eléctrica, que es transmitida desde
la oficina por medio de una corriente de 3.000
volts. Estacamento: 250 estacas peruanas.
- Tres Marías: oficina de Perfetti, Jeffery y Cía., representada por ellos mismos, con domicilio en
Iquique; embarca por Caleta Buena. Administrador,
don Tomás Hawieson; inspector e ingeniero, don
Pilade Ferro; contador, don Ricardo Arce; bodeguero, don Alcides Meriggio; jefe de pulpería, don Juan
Catanzaro; jefe de maestranza, don Emilio Catalán;
jefe de máquinas, don Cornelio Lecaros.
- Valparaíso: oficina de la Compañía de Salitres y
Ferrocarril de Agua Santa, representada por ella
misma, con domicilio en Valparaíso y gerencia en
Agua Santa; embarcan por Caleta Buena. Administrador, don F. W. Corthorn; cajero, don C. Zavala;
pasatiempo, don Juan Narea; pagador, don Jorge
Zavala; bodeguero, señor Harry Humberstone;
ayudante de bodega, Francisco Clavijo; jefe de
pulpería, don Ismael Fernández. Profesor de la escuela de niños, don Juan Pérez, profesora de la escuela de niñas, señora Isolina C. de Pérez. Médico
de la oficina, doctor don José Quintana, residente
en Agua Santa.
36
R E V I S TA
31,78
33,82
Nombre de
oficinas
48,06
49,31
51,02
Yungay
Santa Beatriz
(Noria)
Paposo
Peruana
Sacramento
San Carlos
San Fernando (1)
Argentina
Solferino
San Pablo
Esmeralda
Serena
(Pozo Almonte)
Tegethoff
Normandía
San Juan
Buen Retiro
Cala-Cala
San Lorenzo
Virginia
Santa Elena
(Virginia)
La Palma
Peña Chica
San José
55,30
59,45
63,34
68,49
68,56
(de Aguirre)
San Donato
Ramírez
Constancia
San Jorge
Tres Marías
36,00
36,13
36,36
37,02
37,45
40,50
40,50
40,50
43,60
43,65
43,65
43,65
43,75
44,15
46,12
47,00
48,00
48,00
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
Cuadro Nº 3
Estaciones recorridas de Pisagua a salitrera
Tres Marías
Cuadro Nº 2
Tarifa del ferrocarril de Iquique
Distancia
(millas)
DE
Tarifa
(peniques)
Estaciones
7,74637500
8,24362500
8,775000
8,80668750
8,86275000
9,02362500
“
9,75000
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
“
(1) Cuando esté concluido el ramal de esta oficina,
el millaje será 39 y el flete de 9,506250 peniques.
Fuente: Billinghurst, 1886.
En un sentido inverso, es decir, de sur a
norte, el mismo troncal partía desde el puerto de Iquique. Su recorrido comenzaba faldeando los cerros hacia el norte de la ciudad formando un ángulo, siguiendo después
al sur hasta el Alto del Molle, donde partía
al norte hasta Tres Marías (Cuadro Nº 4).
Pisagua
Hospicio
Arenal
San Roberto
Nivel
Jazpampa
Zapiga
Dolores
San Francisco
Porvenir
Camiña
Santa Catalina
Aurora
Abra de Ugarte
Abra de Quiroga
Tres Marías
Distancia (millas)
Parciales
Totales
0
7
4
5
2
6
5
2
2
1
1
1
9
1
2
4
0
7
11
16
18
24
29
31
33
34
35
36
45
50
52
56
Fuente: Espinoza, 1897.
A este recorrido se debe considerar una
bifurcación en la milla 29, donde estaba la
estación central, punto donde partía un ramal hacia el sur llegando a la oficina La Noria, dividiéndose en otros ramales para comunicar diversas salitreras del cantón
principal.
Otras líneas de menor importancia recorrían el desierto para que los carros planos
pudiesen transportar el mineral. Principalmente destacaba la línea que exportaba por
el puerto de Junín, la que recorrería 35 km y
su principal característica era que desde el
Alto de Junín existía un andarivel de 1.250
m de longitud, con una altura de 650
m.s.n.m., el que bajaba a la pequeña planicie litoral que existe en ese lugar, donde se
encontraba habilitado un embarcadero de
salitre (Espinoza, 1897).
Aprovechaban estas líneas las siguientes
oficinas: Carolina, Santa Rita, Unión, San
Patricio, San Francisco, San Antonio, Cruz
de Zapiga, Patria, Reducto, Bearnes, Compañía, entre otras (Figura Nº 2).
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
HUARA,
SIGLOS
XIX-XX
Cuadro Nº 4
Estaciones recorridas de Iquique a salitrera
Tres Marías
Estaciones
Distancia (millas)
Parciales
Totales
Iquique
0
0
Alto del Molle
9
9
Santa Rosa
7
16
Las Carpas
4
20
San Juan
3
23
La Central
6
29
Laura
2
31
Montevideo
6
37
Pozo Almonte
6
43
Independencia
2
45
La Peña Chica
4
49
La Peña Grande
2
51
San Donato
4
55
Ramírez
4
59
Huara
5
64
San Jorge
Tres Marías
37
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
3
67
1 1/2
68 1/2
Fuente: Espinoza, 1897.
Otro lugar de exportación en la costa pacífica de Tarapacá era la localidad de Caleta
Buena, la que se conectaba principalmente
con la salitrera de Agua Santa. Esta línea recorría 39 km, comunicando a Caleta Buena
con Agua Santa y realizando el servicio a las
oficinas Rosario de Huara, Mercedes, Progreso, Amelia, Aurora, Democracia, Rosario
de Negreiros, Putunchara, Constancia, entre
otras. También era posible que se acoplaran
a este ramal las oficinas Jazpampa, Primitiva, Paccha, Aguada, Ángela, Sacramento,
San Jorge y Tres Marías (Figura Nº 2).
Para 1897, existió un proyecto para la
construcción de un ferrocarril entre Huara e
Iquique. Esta línea podría ser el servicio de las
siguientes oficinas, entre otras: Buen Retiro,
Ramírez, Cala-Cala, La Palma, Peña Chica,
San Donato, San Jorge, Santa Rosa de Huara.
Lo que se intentaba era conectar el floreciente
pueblo de Huara con el puerto de Iquique.
Pasando a otro punto, Huara atraía no solo
a los capitales ferroviarios, sino que también a
diferentes pobladores que deseaban residir en
las inmediaciones de este pueblo-estación. La
idea de construir a un costado de las líneas férreas como práctica social para cimentar espacios de convivencia continuó hacia comienzos del siglo XX, como es posible advertirlo en
la documentación:
Figura Nº 2
Distribución de oficinas y conexiones ferroviarias, fines del siglo XIX
Fuente: Espinoza, 1897.
38
R E V I S TA
“Iquique, febrero 10 de 1904
Señor intendente:
El señor Silvestre Palacios, solicita que se
le conceda en arrendamiento un terreno
fiscal ubicado en pueblo de Huara, terreno que mide cuarenta metros de frente,
por treinta de fondo y lo solicita para
construir habitaciones.
En atención al lugar que ocupan los terrenos solicitados, entre las líneas de los
dos ferrocarriles, y distante a la vez del
pueblo de Huara, nos es posible que acceda a esta solicitud.
Entre las dos líneas férreas no se debe
hacer concesión alguna de arrendamiento, a causa de las dificultades que se presentarían a esas líneas para su explotación, como por los peligros que ofrecería
a los habitantes de casas que se construyeran.
Estando por otra parte distante del pueblo de Huara haría mas difícil la vijilancia y acción de la policía, siempre escasa en ese pueblo” (AIT, 1904).
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
Se constata en la anterior solicitud de
arrendamiento, que no es cualquier terreno
al que se desea acceder, sino un retazo adyacente a la línea férrea, es decir, un lugar
predilecto para encontrar pasajeros en busca
de alojamiento, como obreros, comerciantes
o arrieros. La negativa de la autoridad para
entregar este tipo de concesiones apunta a
la seguridad, debido a los peligros a los que
se expondrían los posibles inquilinos, y asimismo, la lejanía del lugar permitiría que
comerciantes, ociosos, prostitutas, borrachos, entre otros, estuviesen alejados de la
vigilancia y castigo de la autoridad, que el
perímetro del pueblo podía dar.
Al mismo tiempo, pero en otro plano histórico, el establecimiento de Huara trajo
consigo que una tradicional ruta se vinculara con las redes ferroviarias (Figuras Nº 3 y
Nº 4), como lo fueron los senderos y caminos troperos de arrieros y agricultores que
influenciados por la actividad salitrera reorientaron sus producciones para abastecer
de alfalfa, frutas, verduras, carne, charqui,
pan y también mano de obra a las oficinas.
A Huara llegaron arrieros a posadas o
“tambos” (Figuras Nº 5 y Nº 6) para refugiar-
Figura Nº 3
Estación del ferrocarril, Huara, inicios del siglo XX
Fuente: Colección personal de los autores.
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
39
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
XIX-XX
se, alimentar a mulares y camélidos y guarecerlos en corrales, expendiendo los productos que traían desde los valles y altiplanicies
a comerciantes locales en la calle Arturo
Prat o como ambulantes en el sector de la
estación del ferrocarril salitrero, vendiendo
frutas y otras especies a los pasajeros (Figura
Nº 7).
Figura Nº 4
Estación del ferrocarril, Huara, alrededor de 1920
Fuente: Colección personal de los autores.
Figura Nº 5
Ubicación de antiguos tambos insertos en la trama urbana
Fuente: Esquivel, Sepúlveda y Toledo, 2005.
40
R E V I S TA
Al escudriñar el pasado del pueblo, es
imperioso una aproximación a las formas de
vida de los que habitaron esta localidad; sus
representaciones en el espacio que residie-
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
ron y cómo van cargando con sentido cada
centímetro de los lugares en los cuales se
desenvuelven en su quehacer cotidiano, ya
sea al alero del ferrocarril pampino, como
Figura Nº 6
Tambo “San Juan”, década de 1920
Fuente: Colección personal de los autores.
Figura Nº 7
Plano de Huara hacia 1920
Fuente: Esquivel, Sepúlveda y Toledo, 2005.
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
41
XIX-XX
en la actividad comercial o las redes de
mercadeo que Huara fue promoviendo
como un asentamiento que dinamizó como
vector tanto a obreros, ferroviarios, profesores, comerciantes, arrieros y campesinos de
las quebradas adyacentes a la pampa del Tamarugal. A decir de Elizabeth Jelin y Victoria
Langland (2003), “lo que intentamos comprender no es solamente la multiplicidad de
sentidos que diversos actores otorgan a espacios físicos en función de sus memorias,
sino los procesos sociales y políticos a través de los cuales estos actores (o sus antecesores) inscribieron los sentidos en esos espacios, o sea, los procesos que llevan a que un
espacio se convierta en un lugar” (Jelin y
Langland, 2003: 3).
La percepción y los mapas
mentales en la pampa
“Los lugares que vivimos, y frecuentamos jamás desaparecerán completamente,
los dejamos sin dejarlos; ellos viven dentro
nuestro, a veces invisibles y a veces presentes, ocultados en nuestra memoria; las imágenes reunidas aquí son la prueba de que
debemos redescubrirlos constantemente”
(Perec, 2000: 179).
La percepción que tienen los pobladores
sobre su entorno está sujeta a los espacios,
colores, manifestaciones artísticas y expresiones comunicacionales que conviven en
esta. Vale matizar que cada sujeto explica
de distinta manera los fenómenos que acontecen en su entorno, pero existen semejanzas al momento de construir un mapa mental del espacio en el cual desarrollan sus
actividades.
A partir de esa concepción se ha llegado
a hablar de los “imaginarios urbanos”. Esta
categoría de análisis se refiere a la asociación que hacen los lugareños de las locaciones de su entorno, es decir, la importancia
que tienen los lugares, como por ejemplo:
los centros comerciales, el casco antiguo,
las avenidas más transitadas, las edificaciones cargadas de historia, los puntos de encuentro para personas de distinto sexo, género, edad y condición socioeconómica.
Bajo estos parámetros, los protagonistas de
la vida urbana relacionan los lugares de
acuerdo a sus características y a lo que estas
comunican al instante. Baudrillard (1981)
habla de colores, muebles y edificaciones
cálidas y frías cuando explica el grado de
sensibilidad que perciben los sujetos por determinadas cosas. Hace referencia a objetos
cargados de historia e identidad, denominándolos cálidos; mientras que llama fríos a
los que se producen en serie por la lógica
del mercado. En otras palabras, lo ligero,
desechable y de moda.
Una reflexión similar propuso el antropólogo Marc Augé (2002), al señalar una serie de explicaciones para entender el tránsito y ocupación de los espacios. Denominó
como “no lugares” a los “espacios que no
poseen identidad, no tienen relación con localismos, sitios característicos y reconocibles o referencias históricas o temporales,
no son registrados como lugares memorables por la memoria colectiva, son algo visto
pero no registrado” (Augé, 2002: 57). Así se
logra entender que los lugares son los espacios en los cuales la persona se reconoce,
otorgándole a la vez sentidos, debido a que
poseen una carga histórica que los identifica, quedando como parte de la memoria de
las relaciones que ellos establecen como colectivo.
Para Bachelard (1992), el “hábitat, la
casa y los lugares donde uno vive son impresiones generales de algo simbólico, donde la razón y las sensaciones operan juntas”
(Bachelard, 1992: 214); entonces, el lugar
está ligado a una situación concreta, pero
también a actitudes y a diversas relaciones
que mantenemos con los espacios que habitamos y/o circulamos, siendo modificados
para su diario vivir. En cierto modo, algunas
notas periodísticas ilustran lo anterior:
“Es indudable que el nuevo jefe comunal
visitará pronto Huara; sería muy oportuno pedirle en esa visita que consiguiendo con el F. C. Salitrero el permiso necesario para ocupar el terreno de la
ex-recoba, hacer trasladar ahí, mejorándolos por cierto, los juegos infantiles que
se encuentran en pésimo estado. Esta
medida la agradecería la población infantil y embellecería nuestro pueblo”
(Diario La Defensa, Huara, 7 de junio de
1935).
42
R E V I S TA
Más adelante se agrega:
“Este paseo es nuestro orgullo, sin embargo en muchas partes centrales la tierra la está cubriendo. Hace falta recoger
esa tierra y hoy que el agua salada es baratísima, hacerla regar siquiera una vez a
la semana. Pedir esto y ser atendido, ¿sería más fructífero pedir peras al olmo?”
(Diario La Defensa, Huara, 7 de junio de
1935).
Las anteriores citas describen cómo los
espacios de convivencia se tornan significativos del quehacer cotidiano de la población. Las avenidas donde circulan diariamente los habitantes, las plazas, los juegos
infantiles, las estaciones de ferrocarriles, entre otros sitios, son espacios cotidianos a los
que los mismos habitantes le dan un sentido
de pertenencia, elaborando categorías según
la importancia y significación que ellos mismos saben otorgarle. El arreglo de edificios,
inmuebles o pintado de fachadas puede ser
un recurso utilizado por la autoridad para
impregnar cierto compromiso con los intereses del Estado y el orden público, y que
paulatinamente se convertirá en compromisos comunitarios en la construcción de espacios:
“Huara, 6 de Septiembre de 1928
En el pueblo de Huara, todos los vecinos
han accedido a pintar las fachadas de
sus propiedades, en obsequio a 118 Aniversario de Nuestra independencia Nacional. La escuela Nº 28 de Niñas, propiedad fiscal, se encuentra su fachada
exterior bastante en desacuerdo con las
propiedades vecinas que la rodean.
En consecuencia, a US. Ruego se digne
autorizar se pinte la fachada exterior de
este establecimiento que con 15 a 20 tarros de pintura, de 25 libras quedaría
hermoseado el edificio en referencia.
Saluda mui atte a US” (AIT, 1928).
Sobre esto, De Certeau (1990) plantea
que los lugares son “un cruce de elementos
en movimiento: los caminantes son los que
transforman en espacio la calle geométricamente, definida como lugar por el urbanis-
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
mo. A este paralelo entre el lugar como conjunto de elementos que coexisten en un
cierto orden y el espacio como animación
de estos lugares por el desplazamiento de
un elemento móvil le corresponden varias
referencias que los mismos tiempos precisan” (De Certeau, 1990: 164).
En definitiva, son los seres humanos (lugar antropológico) los que asignan el sentido al lugar. Cada persona se reconoce en el
idioma del otro incluyendo sus silencios. En
otros términos, el lugar antropológico sería
un universo de reconocimiento en el que
cada uno sabe cuál es su sitio y el de los demás, así como también distingue los puntos
de referencia espaciales, sociales e históricos que comparte con sus pares, pese a diversas situaciones.
Huara como lugar o el lugar
de Huara
En una transecta de larga duración, los
sujetos (los huarinos en este caso) le dan
vida al lugar como “espacios vividos”; espacios con sentido inscritos o simbolizados,
transformando los lugares en espacios o los
espacios en lugares según sea la calificación
que se les puede otorgar. De esta manera,
“los procesos sociales involucrados en ‘marcar’ espacios implican siempre la presencia
de emprendedores de memoria de sujetos
activos en un escenario político del presente, que ligan en su accionar el pasado (rendir homenaje a víctimas) y el futuro (transmitir mensajes a las nuevas generaciones)”
(Jelin y Langland, 2003: 4).
Los lugares manifiestan experiencias vividas con significados similares. Hacen posible la comunicación entre prácticas sociales desiguales, orientando las acciones de
los individuos; buscan regular el uso y apropiación del territorio de manera legítima. El
sentido que los individuos le otorgan a un
lugar está dado por las representaciones que
le atribuyen a esos espacios, es decir, por
las imágenes, atributos, significados y usos
determinados por la cultura.
Por lo tanto, se puede esbozar la idea
de que el espacio es fundamentalmente
social, siendo construido a través de la
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
43
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
XIX-XX
participación que hacen de él los individuos mediante prácticas sociales específicas. En definitiva, se intenta comprender
la vida cotidiana a partir de aquellas formas de sociabilidad que crean y dan forma al lugar.
Consideraciones finales
“El espacio captado por la imaginación
no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida del geómetra. Es
Vivido. Y es vivido, no en su positividad,
sino con todas las parcialidades de la Imaginación” (Bachelard, 1992: 175)
El concepto de espacio es definido y
utilizado por diversas disciplinas y en distintos contextos. Desde una connotación
convencional, ha sido comprendido como
un “algo” que contiene objetos, como un
soporte de la naturaleza física sobre la que
el hombre interactúa. También desde el
sentido común, el espacio es tomado como
un hecho de la naturaleza, como si fuera
una característica objetiva de las cosas,
medible y cuantificable (Harvey, 1990). Al
hablar de espacio, estamos haciendo referencia a algo que se produce, que es creado. No es algo que exista anteriormente o
algo natural; en tanto, es una construcción
humana. Lo interesante que se puede plantear es que el espacio social es un correlato
en el espacio físico, es decir, se puede ver
la posición de los agentes sociales en el lugar que ocupan en el espacio físico (Jelin y
Langland, 2003).
Partiendo de la base de que el espacio
debe ser leído más allá de sus características
físicas y que se presenta como un texto en el
cual podemos leer lo que sucede en la estructura social, es fundamental considerarlo
como algo que está en constante construcción, significación y resignificación en la
medida que las posiciones diferenciales de
los sujetos se van transformando, considerando los distintos agentes que en él intervienen.
El uso que se hace del concepto de espacio tiene más relación con el concepto de
lugar antropológico que plantea Augé
(2002), en tanto está asociado con la historia, la identidad y se sustenta básicamente
en las relaciones sociales que se dan en su
interior, que son las tres características que
el autor le atribuye a este concepto. Augé
(2002) retoma la dicotomía lugar/no lugar y,
posteriormente, realiza una nueva reflexión,
en tanto que muchos espacios que podían
ser considerados como no lugares se transforman en lugares para las personas que los
usan cotidianamente. Del mismo modo,
aquellos lugares se pueden trasformar en no
lugares en la medida que las relaciones sociales, la identidad y la historia que los conforman se vayan debilitando.
De acuerdo a estas ideas, son las calles
o esos lugares de sociabilidad donde el
huarino, ya sea de origen chino, austriaco,
italiano, chileno, peruano o boliviano,
construye la percepción de sí mismo en las
plazas, la iglesia, las calles principales, los
sitios de ocio o de diversión. Su propio hogar es para él significativo, ya que en ellos
están impregnadas su historia o las historias
de sus pares, como en el negocio de la esquina, la panadería, la botica, entre otros.
Es el espacio vivido tanto real como imaginado.
Pasando a otro punto, el terremoto de
2005 dejó en evidencia no solo las precarias
condiciones en las cuales vivían algunas familias en Huara, sino que de igual forma ha
permitido visualizar los grados de compromiso que las familias huarinas de continuidad histórica poseen con el espacio social
en Huara, hoy antiguas viviendas que son
consideradas por las autoridades y las empresas turísticas como patrimoniales.
La comunidad histórica de Huara se ha
conformado a lo largo del tiempo, integrando a nuevos huarinos que han ampliado el
universo de componentes sociales 7 . Hay
nuevos integrantes de Huara, pero estos son
considerados afuerinos, ya que no participan del círculo que encierra socializar o
compatibilizar con las huellas del tiempo.
7
Como puede ser el caso de ex carabineros que se
han quedado viviendo en Huara una vez que pasaron a retiro, y que componen un nuevo segmento, dedicados algunos de ellos a la recolección de
materiales dispersos o materiales antiguos como
diarios y botellas.
44
La comunidad de Huara reconoce ciertos
edificios como lugares colmados de tradición. Se podría decir que aquellos recintos
poseen “marcas o sellos de historicidad”,
entendiendo la historicidad como la capacidad que poseen los actores sociales de reflexionar y reevaluar su historia, recomponerla, dramatizarla y dinámicamente
reconstituirla, impregnando el relato con
emociones que surgen al recordar, no importando si ellos fueron testigos o no. La
historicidad se reinventa de generación en
generación en los lugares que poseen nichos
memorísticos o mnemotécnicos del pasado,
como verdaderos bolsones o relictos donde
se puede aún embriagar de lo remoto, y saciar la sed desértica con epopeyas del ayer
(desfiles, fiestas patronales, entre otros).
Evaluando la historia de Huara en cuanto
a su conformación, se pueden apreciar tres
claros momentos que hipotéticamente grafican el largo siglo XX que ha vivido la comunidad.
Primeramente, está la formación del espacio social de Huara, que se circunscribe
al ciclo salitrero. Es el momento donde la
población se va asentando, construyendo los
sitios y lugares destinados al trabajo, a la recreación, a la venta y a las proclamas políticas. Esta etapa dura hasta 1930 aproximadamente, cuando se inaugura un declive en las
actividades laborales que la gente de Huara
desarrollaba en torno a la industria salitrera.
En teoría, los efectos nocivos para la comunidad se pueden resumir en una migración
permanente hacia centros urbanos atractivos
económicamente, como Arica y su puerto libre, Iquique y la industria pesquera y minera, Calama y su porvenir minero u otras oficinas que siguieron operando hasta la
década del 70, como lo fue Victoria. Pero la
gente puede abandonar Huara no solo por
motivos económicos; algunos buscarán en
los puertos nortinos una amplia gama de
oportunidades para continuar los estudios.
Es este momento, “el segundo”, que metafóricamente hablando, se puede visualizar
como el cambio de eje articulador de la sociabilidad en Huara.
Antes, Huara se había constituido como
un centro poblado que interactuaba con el
ferrocarril. Toda la vida de Huara miraba ha-
R E V I S TA
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
cia el occidente, ya que las serranías costeras no impedían a la gente disfrutar de un
devenir económico auspicioso, aunque con
mucho sudor y esfuerzo, en cuanto a la
construcción de su comunidad. La vida social giraba en torno a ese escenario, porque
un número no menor de población flotante
transitaba por las calles polvorientas de
Huara, por las líneas de los tres ferrocarriles,
tanto para Zapiga o Pozo Almonte, para
Iquique o hacia el sur del país, o para la
costa hacia Caleta Buena.
De igual forma, el camino fiscal, adyacente a la línea férrea, se localizaba al oeste
del pueblo, por lo tanto, la vía moderna por
donde circularon los automóviles, entre calaminas y chusca por doquier, fue entre
Huara y otros lugares; incluso, hubo carreras de automóviles que desde Buenos Aires
venían compitiendo para alcanzar la meta
en Caracas, Venezuela, hacia la década de
1940, donde los niños y la juventud de Huara, incluido los curas franciscanos, se agolparon a ver los bólidos, que eran más de
100, pasar raudos frente a ellos, cuando la
tarde recién caía.
Pero el tercer momento marca un punto
de inflexión. Para 1962 se comienza a construir la Carretera Panamericana (ruta 5 norte), la cual une in extenso infinitos territorios de norte a sur del continente. Para
entonces, Huara ya ha sufrido los embates
de la migración, pero ahora su eje de sociabilidad se alterará. Ya no será más la calle
Arturo Prat (Figuras Nº 8 y Nº 9) la que dé
vida al poblado, o las estaciones de trenes
atiborradas de gentío. Ahora son el ruido de
los camiones, de camionetas, buses y autos
los que llamarán la atención de los huarinos, girando el eje ahora al este, mirando la
cordillera andina, volteando a su centro fundante. En definitiva, dando la espalda a los
edificios y vías que la vieron nacer y crecer
en el pasado.
Actualmente, Huara posee este eje social
(Figura Nº 10), donde la carretera influyó
para que se trasladaran algunos locales que
antes estaban en calle Prat, pero ahora miran como posadas la circulación carretera,
como es el caso del restaurante La flor de
Huara. Hay nuevas viviendas, incluida la tenencia de carabineros, que se puede reco-
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
45
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
XIX-XX
nocer como no lugares, ya que derivan de la
administración estatal, con fachadas que alteran significativamente las formas, colores
y estilos que en Huara existían. Es por eso
que las ruinas, los viejos edificios que aún
permanecen indemnes, son lugares cargados
de historicidad, que permiten ritualmente,
mediante la memoria, conectarse con la
gente que ya se marchó, cuando Huara se
imponía mirando, paradójicamente, el desarrollo en occidente.
Por ahora, Huara, su comunidad y su pasado es más que un espejismo del desierto.
Figura Nº 8
Calle Arturo Prat, Huara, 1942
Fuente: Colección personal de los autores.
Figura Nº 9
Calle Arturo Prat, Huara, 2007
Fuente: Colección personal de los autores.
46
R E V I S TA
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
Figura Nº 10
Plano de etapa salitrera y ruta 5, Huara
Fuente: Esquivel, Sepúlveda y Toledo, 2005.
Referencias bibliográficas
ARAVENA, P. Patrimonio, memoria e historicidad: el contenido político de nuestra
relación con el pasado. En: GÁLVEZ, M. et
al . (comp.). Tarapacá, un desierto de historias. Historia, cultura y memoria en el norte
chileno, siglos XIX y XX. Iquique: Taller de
Investigaciones Culturales, Universidad de
Tarapacá, 2003, p. 163-174.
ARAVENA,
P.;
CATALDO,
B.;
CONTRERAS, N. y VILLANUEVA, A. Trabajo,
memoria y experiencia. Fuentes para la
historia de la modernización del puerto de
Valparaíso . Valparaíso: Universidad ARCIS,
Consejo de la Cultura y las Artes, y CEIP,
2006.
ARCHIVO DE LA INTENDENCIA DE
TARAPACÁ (AIT). Libro de solicitudes. Vol.
1, Nº 45. Iquique, AIT, 1904.
ARCHIVO DE LA INTENDENCIA DE
TARAPACÁ (AIT). Libro subdelegados. Vol.
28, Nº 138. Iquique: AIT, 1928.
AUGÉ, M. Los “no lugares” espacios del
anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad . Barcelona: Gedisa
Editorial, 2002.
BACHELARD, G. La poesía del espacio .
París: Editorial Presses Universitaires de
France, 1992.
BAUDRILLARD, J. El sistema de los
objetos. Ciudad de México: Siglo XXI, 1981.
EL
ESPEJISMO DE LOS LUGARES .
LA
E N E L D E S I E RTO TA R A PAQ U E Ñ O .
CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO
HUARA,
SIGLOS
47
XIX-XX
BERMÚDEZ, Ó. Estudios de Antonio
O’Brien sobre Tarapacá. Cartografía y
labores
administrativas
1763-1971 .
Antofagasta: Ediciones Universitarias
Antofagasta, Universidad del Norte, 1975.
BILLINGHURST, G. Estudio sobre la
geografía de Tarapacá. Santiago: Imprenta El
Progreso, 1886.
BLAKEMORE, H. Gobierno chileno y
salitre inglés 1886-1896: Balmaceda y
North . Santiago: Editorial Andrés Bello,
1977.
BOURDIEU, P. Cuestiones de sociología .
Madrid: Ediciones Istmo, 2000.
CHIPANA, C. Hacia un Pachakuti. En:
ALBÓ, X. et al. (comp.). La integración
Surandina,
cinco
siglos
después .
Antofagasta: Centro de Estudios Regionales
Andinos Bartolomé de Las Casas,
Corporación Norte Grande, Taller de
Estudios Andinos, Universidad Católica del
Norte, 1996.
DE CERTEAU, M. La invención de lo
cotidiano. Tomo I. París: Editorial Gallimard,
1990.
DÍAZ, A. Huara, de ruinas y memorias.
Historia, patrimonio y sociabilidad en las
arenas del desierto tarapaqueño . Informe
técnico, inédito, 2007.
DÍAZ, A. y MONDACA, C. Geografía y
geoglifos de la pampa del Tamarugal.
Geografía cultural y arte rupestre andino .
Tesis Licenciatura en Pedagogía en Historia.
Arica:
Facultad
de
Educación
y
Humanidades, Universidad de Tarapacá,
Chile, 1999.
DONOSO, C. El puerto de Iquique en
tiempos de administración peruana. Revista
Historia, 2003, vol. 36, p. 123-158.
integral de un poblado con identidad
pampina. Criterios propositivos para el
ordenamiento urbano patrimonial en
función de la revitalización de la imagen de
Huara. Seminario de investigación. Iquique:
Escuela de Arquitectura, Universidad Arturo
Prat, Chile, 2005.
GONZÁLEZ, S. Hombres y mujeres de la
pampa. Tarapacá en el ciclo de expansión
del salitre. Iquique: Taller de Estudios
Ediciones
Especiales
Regionales,
Camanchaca Nº 92, 1991.
GONZÁLEZ, S. Chilenizando Tunupa. La
escuela pública en el Tarapacá Andino .
Santiago: Ediciones Dibam, 2002a.
GONZÁLEZ, S. Hombres y mujeres de
l a p a m p a . Ta ra p a c á e n e l c i c l o d e
expansión del salitre. Santiago: LOM
Ediciones, 2002b.
HARVEY, D. La condición de la
posmodernidad. Investigación sobre los
orígenes del cambio cultural. Buenos Aires:
Amorrortu, 1990.
JELIN, E. y LANGLAND, V. Monumentos,
memoriales y marcas territoriales . Madrid:
Siglo XXI Editores, 2003.
La Defensa. Publicación periódica de
Huara, Chile, Periódico, Huara, 1900-1940,
7 de junio 1935, Nº 339.
LARRAÍN, H. Etnogeografía. En:
INSTITUTO GEOGRÁFICO MILITAR.
Geografía de Chile . Tomo XVI. Santiago:
IGM, 1987.
NÚÑEZ, L. La Tirana, del misterio al
sacramento . Antofagasta: Departamento de
Teología, Universidad del Norte, 1989.
O’BRIEN, A. Reproducción del plano del
tenientazgo de Tarapacá . Santiago:
Biblioteca Nacional, 1765.
ESPINOZA, E. Geografía descriptiva de
la República de Chile. Santiago: Imprenta y
encuadernación Barcelona, 1897.
PEREC, G. Especies de espacios . París:
Editorial Galilee, 2000.
ESQUIVEL, S.; SEPÚLVEDA, A. y
TOLEDO, M. Relación hombre-territorio
para la comprensión de la imagen urbana
RISO PATRÓN, F. Diccionario geográfico
de las provincias de Tacna y Tarapacá .
Iquique: Imprenta de la Industria, 1890.
48
SILVA, D. Guía administrativa y
comercial de las provincias de Tacna,
Tarapacá y Antofagasta. Santiago: Imprenta y
encuadernación Chilena, 1913.
R E V I S TA
DE
GEOGRAFÍA NORTE GRANDE
SILVA, L. Carta geológica de Chile. Hojas
Piragua y Zapiga. I Región. Santiago: Instituto
de Investigaciones Geológicas, 1977.
VAN KESSEL, J. Cuando arde el tiempo
sagrado . La Paz: Ediciones Hisbol, Bolivia,
1992.