UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL
Harold Andrés Castañeda Pena1
DISENTIMIENTO:
DISCURSO2
LA
CONDICIÓN
POSTMODERNA
DEL
LIMINAR
El predominio instrumentalizado de principios como la racionalidad
(comunicativa) y la subjetividad, propician nuestra argumentación de un
tercer principio: el de la intersubjetividad. Este último, visto al amparo de los
presupuestos de la teoría de la acción comunicativa, cuenta como un
mecanismo y recurso que responde al ejercicio auténtico de voluntades.
Estas se colocan en escena para conseguir un mutuo acuerdo o
entendimiento lingüístico (consenso), entre sujetos hablantes, a partir del
ejercicio de preacuerdos denominados “disentimiento”.
Este proceso de “ponerse de acuerdo con “, lo verificamos usando
categorías superestructurales como las de la narrativa y el argumento
cotidianos. Dicho proceso sustenta una posición, una condición o manera
de ser propia de “saber” discursivo, a la que consideramos “postmoderna”.
No imputamos los planteamientos habermasianos, nos orientó el deseo de
recobrarlos desde la reflexión discursiva misma.
1. VOLUNTADES EN ESCENA: LA RELACIÓN ÁLTER-EGO
En términos de la construcción discursiva que supone la interacción de sujetos
hablantes, cabría aducir que la actividad comunicacional sólo ha sido aprehendida
mediante el concepto de «acción comunicativa», por estar orientada al
entendimiento; pero no se ha dicho, y consideramos que esa es la carencia, que
puede constar de diversas acciones mediadas lingüísticamente con carácter
estratégico, sin que ello redunde en una anárquica y deliberada instrumentalización,
las cuales están instituidas efectivamente con la función de hacer dinámico y
permitir la continui dad del proceso comunicativo, para el cual cobraría una
oportunidad de existencia el «diferendo».
Tener en cuenta al otro no significa ni unilateralizar la «subjetividad» que daría
relevancia egoísta al «YO», ni jugar a la complacencia del «TU» en favor del
oportunismo; ya que ambas maneras no harían otra cosa sino develar discursos
acabados o aproblemáticos. El hombre ya no tendría más que decir porque no se
contemplaría la opción de «manifestar algo diferente» sobre el mundo. No se
1
Profesor Departamento de Lenguas. Universidad Pedagógica Nacional. Pontificia Universidad iaveriana
Este ensayo es parte de otro mayor, finalista en 1995 de los Premios Nacionales de Cultura “Colcultura” en el área de
Lingüística. Su objetivo es estudiar el ejercicio de la racionalidad comunicativa. Se sitúa en una idea de Jean François
Lyotard, quien admite en La condición postmoderna, como un principio, que ‘hablar es combatir, en el sentido de jugar, y
que los actos de lenguaje se derivan de una agonística general”.
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plantearía entonces, como lo hace Habermas 3, una trans formación de las esferas,
suscitada a través de su interrelación mediada por el lenguaje.
Es justo en la interacción alter-ego (relación de tipo intersubjetivo), donde se
definen identidades, relaciones de poder y saberes constituidos en el devenir de
acciones comunicativas propias. El ser individual supone así la diferencia con el
otro, sin que ello impli que absolutez, ya que dicho autoreconocimiento provoca
(moviliza) al sujeto, a la persona, a establecer una interacción comunicativa basada
en supuestos (motivaciones) que revitaliza condiciones de socialización al discutirse
la pretensión. Tal hecho, mantiene y a su vez promueve el establecimiento de lazos
solidarios (lealtades) que culminan con una efectiva integración (podría llamarse
empatía) entre las figuras sujetos alter-ego. Se propende, por lo tanto, por una
interpretación del mundo por parte de dos sujetos, la cual 0pta por repetir o discutir
(innovar) el acervo de saber compartido desde donde se propició también el
entendimiento. Consecuentemente, tener en cuenta al otro es pretender aunar
esfuerzos para un consenso a partir de un proceso transaccional y negociado de
sentidos que se pueden allegar de muy variadas formas. El acuerdo puede
verificarse de inmediato; pero no siempre se cumple esta situación ideal;
en un mundo como el nuestro donde lo real es constituido a partir de los juegos del lenguaje, no
existe, no puede existir el acuerdo universal. Lo que hay son diferendos. Y diferendo quiere decir
disentimiento permanente. Diferendo no es conflicto, ni desacuerdo, ni contradicción. Porque en el
diferendo no existe una imagen de pensamiento común entre «las partes». Se trata de un
disentimiento no sobre algo o sobre las maneras de enunciar un problema sino de un
4
desencuentro entre juegos del lenguaje que construyen realidades irreductibles entre si
El desencuentro tiene su máxima expresión en lo ideológico. Resulta indudable
que lo ideológico esta blezca vínculos con la teoría del lenguaje en tanto se
concentra específicamente en dos aspectos. En primer lugar, la condición real de
sus usos y de cómo lo usan quienes lo usan. En segundo término, le compete el
tratamiento de la práctica social del lenguaje mismo que vehícula conflictos,
intereses, estructuras, etc. Ese es su punto de articulación frente a la esfera ínter
subjetiva que plantea Habermas como categoría filosófica en su modelo
comunicativo.
Lo que nosotros argumentamos en consonancia con su propuesta y en oposición
a la misma (quizá oposición pueda asumirse como continuidad renova da), es que en
la definición de la situación de una acción comunicativa, los hablantes pueden optar
por ejecutar planes de acción orientados primariamente al propio éxito, al fin
individual, que frente a la actitud y acción de la «otra parte», cuenta como un proceso volitivo de disposición que determina la total configuración de una actividad
comunicacional cuyo resultado sería vertido en una efectiva y positiva acción
comunicativa. Dicha acción comunicativa comporta, entonces, «pre-acuerdos»
negociados sobre un senti do particular, sobre una idea de mundo. Esos preacuerdos constituyen niveles secundarios de consenso que a nuestro juicio hemos
denominado disenti miento. Sin embargo, frente a nuestro punto de vista, Habermas
insiste en que
3
HABERMAS. El pensamiento postmetafisico. Madrid. Taurus, 1990.
E. GARAVITO. «Lyotard: salir del romanticismo» en Magazín Dominical. El Espectador. #566. 06 de marzo de 1994.
pág. 04. El subrayado es nuestro.
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cuando hablo de «estratégico» y de «comunicativo» no solamente pretendo designar dos
aspectos analíticos bajo los que una misma acción pudiera describirse como un proceso de
recíproca influencia por parte de oponentes que actúan estratégicamente, de un lado, y como
proceso de entendimiento entre miembros de un mismo mundo de la vida, de otro. Sino que son
las acciones sociales concretas las que pueden distinguirse según que los participantes adopten,
o bien una actitud orientada al éxito, o bien una actitud orientada al entendimiento; debiendo
estas actitudes, en las circunstancias apropiadas, poder ser identifi cadas a base del saber
intuitivo de los participantes mismos. Por tanto, es menester ante todo un análisis conceptual de
5
esas dos actitudes
Cualquiera de estas dos actitudes, vistas como procesos y productos finales de la
actividad social del hombre, constituyen un avance sobre la propuesta fundacional
de la lingüística teórica, atribuida al lingüista ginebrino, Ferdinand de Saussure. No
es un secreto, hoy día, afirmar que los diversos grupos sociales «declaran» y fijan
improntas de sentido social en el lenguaje que utilizan; debido a que la interacción
verbal -oral y escrita- se interpreta ahora como praxis social que participa en la
«reproducción, cohesión interna y delimitación externa de unidades sociales tanto
mayores como menores». Tal y como lo manifiesta T. Eagleton, el lenguaje no
puede ser para Saussure lo que es en realidad para V. Voloshinov o para Bájtin: un
terreno de lucha ideológica. Dicho reconocimiento involucra, de hecho, el
desplazamiento y rearticulación de la dife rencia lingüística a nivel de otras prácticas
teóricas.Si un diccionario nos señala que el concepto opuesto a capitalismo es
totalitarismo, necesitaríamos más que un Curso de lingüística general para
iluminar esa formulación particularmente diacrítica 6
Podría interpretarse lo anterior como la razón pri mordial por la cual Valentin
Voloshinov emprende una profunda reflexión cuyo resultado arroja una clara
distinción entre tema y significado. El primero sólo es el «límite real más alto de la
significación lingüística»; a diferencia del segundo que se presupone en ese plan
como una oferta potencial; un área confinante asumida como el punto más bajo de
la propia significación lingüística. Sin embargo, dicha distinción se argumenta de
manera más propia al ser especificada mediante un principio de comprensión
basado en un fundamento intersubjetivo al cual se incorpora un énfasis valorativo
Comprender un enunciado de otra persona significa orientarse con respecto a él, encontrar su
lugar correcto en el correspondiente contexto. Para cada palabra del enunciado que estamos en
proceso de comprender, proponemos, por así decir, un conjunto de palabras nuestras como
respuesta. Cuanto mayor sea su número e importancia, más profunda y sustancial ha de ser
nuestra comprensión... Toda comprensión tiene naturaleza dialogal... El significado no reside en
la palabra o en el alma del hablante o la del oyente. El significado es el efecto de la interacción
entre el hablante y el oyente producida por medio de la materia de un particular sonido complejo...
Cualquier palabra usada en el habla real no solo posee tema y significado en el sentido
referencial, o de contenido, de estas palabras, sino también juicio de valor, es decir, todos los
contenidos referenciales producidos en el habla viva se dicen o se escriben en conjunción con un
7
especifico acento valorativo. No existe la palabra sin acento valorativo .
5
J. HABERMAS. Op. cit., T. 1. págs. 367-368.
T. EAGLETON. «Text, ideology. realism» en E. W. SAID
(Edit.). Literature and society. Baltimore. John Hopkins University Press. 1980. pág. 165. Citado por G. KRESS.
«ldeological Structures in Discourse» en Handbook of Discourse Analysis. 1985. Academic Press. pág. 30.
7
V. VOLOSHINOV. El signo ideológico y la filosofia del lenguaje. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión. 1976. págs.
128-129.
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Entonces, ya no se trata de rescatar un subjetivismo individualista o de defender
a toda costa un habla m3nologal. Precisamente, en el intento por comprender el
proceso comunicativo y la generación de sentido, se apela a un modo de ser
discursivo dialéctico que con respecto a los interlocutores significa fijar identidades
que retoman al mundo subjetivo y al mundo social (intersubjetivo).
Esta perspectiva integrada de la intersubjetividad caracteriza, desde nuestro
punto de vista, un estatuto de discurso al cual identificamos como postmoderno y
que en la propuesta de la acción comunicativa habermasiana podría asumirse como
moderno por predominar, en él sólo dos principios: la racionalidad y el subjetivismo
«unilateralizado». Es decir, habla mos de esa condición discursiva en la que se
aúnan tres principios (racionalización, subjetivización e intersubjetivización) para
«negociar» pre-acuerdos de sentido (disentimiento) y aducir, finalmente, un posible,
no fijo sino momentáneo, «consenso».
La idea de postmodernismo presupone en el hori zonte del discurso una
agonística de los juegos del lenguaje que permite una elaboración mancomunada
de sentido. Ese carácter agonal se produce en razón a un plan que atestigua el
complemento de la tarea de la era «moderna» y que, además, integra en su inte rior
una profunda comprensión de ésta última. Así, lo postmoderno hace parte de la
moderno si se tiene en cuenta que
los objetos y los pensamientos salidos del conocimiento científico y de la economía capitalista
pregonan, propagan con ellos una de las reglas a las que está sometida su propia posibilidad de
ser, la regla según la cual no hay realidad si no es atestiguada por un consenso entre socios
8
sobre conocimientos y compromisos
Sólo es posible activar el diferendo si se señala, en cuanto al lenguaje, su
«acontecimiento», para sumarIo a aquella opción en la que se termina por constatar
que en ninguna medida la naturaleza se reconciliará de manera definitiva con un
estado liberal, por cuanto no se tiene en mente un fin racionalizado de la historia, en
ella sólo nos conducimos; sino mejor un encuentro de «disentimientos» que orienten
la consecución de un nuevo y legítimo hacer ético. La era «moderna» disolvió su
razón de ser, su concepción inicial, al no dar respuesta efectiva a lo que el ser
humano espera. Se propende, en realidad, por otro camino; quizá conducido por el
principio de la intersubjetividad, puesto que
En el uso ordinario del discurso, en una discusión entre dos amigos, por ejemplo, los
interlocutores recurren a lo que sea, cambian de juego de un enunciado a otro: la interrogación, el
ruego, la afirmación, la narración se lanzan en desorden durante la batalla. Esta no carece de
9
reglas, pero sus reglas autorizan y alientan la mayor flexibilidad de los enunciados
Creemos justo, por lo tanto, abordar el discurso para mostrar cómo funciona allí
el principio de tener en cuenta al otro, creando pre-acuerdos para generar un
sentido que represente la auténtica conciliación de voluntades, ya que
8
9
J.F. LYOTARD. la posmodernidad (explicada a los niños). Barcelona. Gedisa. 3a . edición 1994. pág. 19.
J.F. Lyotard. La condición postmoderna. México. Rei. 1993. págs. 39-40.
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en una sociedad donde el componente comunicacional se hace cada día más evidente a la vez
como realidad y como problema, es seguro que el aspecto lingüístico adquiere nueva importancia,
y sería superficial reducirlo a la alternativa tradicional de la palabra manipuladora o de la
transmisión unilateral de mensajes por un lado, o bien de la libre expresión o del diálogo por el
10
otro .
2. SUPERESTRUCTURAS NARRATIVA Y ARGUMENTATIVA
Utilizaremos como recurso de prueba dos tipos de superestructura, la narrativa y
la argumentativa. El estudio de la narrativa posee un claro antecedente en la figura
de William Labov11 . Sus aportes significan una ruptura, continuada en algún grado,
con la tradicional visión positiva y estructuralista que la lingüística de antaño le
impugnó a los relatos narrados oralmente. Estos últimos poseen una aguda
orientación a ser considerados como textos fijos por dos razones, principalmente.
En primer lugar, como argumentan Bauman y Sherzer 12 se trata de unidades
textuales que se han estudiado en calidad de entidades auto-contenidas, lo cual
permite apreciarlas como representaciones colectivas que, en segundo lugar, se van
transmitiendo de generación en generación a partir de la oralidad. Esa
conceptualización que incluye el reconocimiento y la previsibi lidad del ítem textual
propicia el hecho de que éste pierda su carácter no cotidiano porque se encuentra
en una dimensión opuesta: la cotidiana.
Así que, la ruptura que encontramos en la propuesta laboviana de análisis
narrativo, radica en que él se aparta de las unidades textuales que hemos mencionado para dirigir su atención a relatos orales más variables, en términos de sus
contenidos, y que de otra parte fuesen más espontáneos. Sin embargo, la
continuidad toma raíces en aquello de la «espontaneidad» porque conocemos la
razón de ser de los contextos seudo-naturales de Labov. Su manera de obtener las
narrativas para sus análisis derivaba en preguntas específicas con detalles precisos,
lo cual acababa, convirtiéndose, en una simulación prefabricada que artificializa la
naturaleza de las narrativas, si se entiende a secas, como el mismo Labov lo hace,
que narrativa es un
método para recapitular experiencias pasadas apareando una secuencia de cláusulas verbales
13
con una secuencia de eventos que en realidad ocurrieron .
En primera instancia, hay que relativizar el hecho de que los eventos hayan
ocurrido de manera efecti va, ya que, pueden ser producto de la fantasía o de la
invención del sujeto. En segundo término, las experiencias pasadas contarían como
lo excepcional, aque llo no cotidiano que es digno de ser contado. Sin embargo hay
que entender que la no cotidianidad y su opuesto, se definen desde la interrelación
de los tres complejos o mundos habermasianos, que se vinculan por medio del
lenguaje utilizado a través de la estruc turación interactiva de la narrativa, a la cual
10
lbidem., pág. 38.
W. LABOV. «La transformación de la experiencia en sintaxis narrativa» en Cuadernos de traducción. # 1. Centro de
traducciones de la Universidad del Valle. Cali. 1988. (1972). La consideración de la narrativa es de un estudio previo
BELLO ANDRES (1993).
12
R. BAUMAN & J. SHERZER. «The shaping of artistic structures and performance» en lbidem., Explorations in the
Etnography of Speaking. Camhridge. Camhridge University Press. 1974. pág..311.
13
W. LABOV. Op. cit., pág. 10.
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consideramos fundamentalmente como conversacional; porque no es que la
narrativa cuente por sí misma algo fuera de lo común y ello la defina como narrativa,
sino que la narrativa misma elabora vínculos entre lo que no es corriente y lo que sí
lo es, a partir de los planes de acción instaurados por los interlocutores.
Es posible pensar, como lo hace Jerome Bruner en el marco de la construcción
de una ciencia de lo mental, basada en el concepto de «significado» y en aque llos
procesos a los cuales se apela para crear y negociar sentidos dentro de un grupo,
que la narrativa es una forma para que lo que se considera inusual, poco corriente o
totalmente fuera de lo común, adopte una forma «comprensible o por lo menos
explicable»; y ello, naturalmente representa una manera de negociación de sentido
en la que intervienen mínimo dos sujetos. Podemos afirmar, consecuentemente, que
la narratividad coloca en relación no sólo el lenguaje sino el mundo objetivo, el subjetivo y el intersubjetivo, debido a que
una de las formas más poderosas de estabilidad social radica en la tendencia de los seres humanos a compartir historias [narrativizar su experiencia] que versan sobre la diversidad de lo
humano, y a proporcionar interpretaciones congruentes con los distintos compromisos morales y
14
obligaciones institucionales que imperan en la cultura .
Porque es precisamente en la «diversidad de lo humano» donde reposa aquello
que, con algún moti vo, merece desarrollarse en una forma de discurso, para el caso
la narrativa. Nos referimos a élla en sí misma como recurso pero sólo es preciso
conservar la idea de que se trata de hechos discursivos que adquieren formas
narrativas. En el plan de una pragmática del saber «narrativo». Lyotard encuentra
que la forma narrativa define criterios de competencia en el grupo social en el que
se desarrolla; así como su propia valoración. También, la forma narrativa admite una
pluralidad de juegos de lenguaje y aunque su producción efectiva pueda obedecer a
reglas prefijadas por la pragmática, los actos de habla que la realizan se imputan
tanto al interpelado como al emisor efectivo y a ese «otro» del cual se habla.
Quisiéramos demostrar esto planteando una posible superestructura narrativa que
definiría una propia manera de contextualizarse a partir de los intereses que
manifiesten los sujetos interlocutores; en últimas, a partir de la negociación
intersubjetiva de sentido. No se debe olvidar, sin embargo, que la narrativa de
Lyotard hace más alusión a modalidades de tradición oral.
En el contexto de una narración conversacional. cuya conceptualización
formularemos más adelante, lo novedoso cuenta, frente a lo no novedoso, según el
tipo de interlocutores, el tema de la charla (tabú o no, por ejemplo), la situación de
habla, el evento de habla y los actos de habla 15 utilizados para edificar la situa ción
comunicativa misma, en términos de las acciones programáticas de cada uno de los
hablantes.
Por lo tanto, en la narrativa de tipo conversacional se media entre lo canónico y
entre otra porción del mundo de la vida contemplada desde un punto de vista más
14
J. BRUNER. Actos de significado: más allá de la revolución cognitiva. Madrid. Alianza Editorial. 1990. pág. 76.
Véase para el caso de estos conceptos D.HYMES. «Models of the nteraction of language and Social life» en lbidem.,
Directions in sociolinguistics: The ethnography of communication. New York. HoIt Rinehart & Winston. 1972. pág. 56 y A.
DURANTY «Sociocultural dimensions of discourse» en T.A. Van DIJK. Handbook of Discourse Analysis. # 4. London.
Academic Press. 1985. pág. 200.
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particularizado, más idiosincrático (porque se trata de vivencias propias) en la cual
quien narra inscribe sus creencias, expectativas, juicios, etc. Podría aducirse que se
comporta un discurso plenamente subjetivo en tanto el interlocutor cumple el rol de
testigo frente a lo que se narra; sin embargo, el sujeto narrador no puede hacerlo
mientras no haya negociado un espacio para su narrativa y hecho valer sus
pretensiones de verdad frente a su interlocutor de que lo que va a ser contado
cuenta como sensacional. Esto no genera «tensión» sobre lo contado en sí mismo,
mostramos un nivel entendido como base textual que construye una estructura de
significación a la que aporta (el sujeto) un pre-saber cultural que se comparte. Como
sujeto narrador se apela a la narrativa para impregnar de sentido eso no cotidiano.
Lo cotidiano, inscrito en un mundo referencial, se experimenta como canónico y
puede ser aproblemático; en las ideas de Husserl se puede conservar, entonces, la
apreciación geertziana en la que se afirma sobre la cultura que
no es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera casual acontecimientos sociales,
modos de conducta, institucionales o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual
16
pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa .
Así, puede entenderse la narrativa conversacional, no de una forma tan simple
como lo hace Silva Corvalán17 al afirmar que surgen espontáneamente en la
interacción,«sin que el investigador lo solicite directamente», sino de una manera
más argumenta da, como aquella modalidad del discurso hablado en el que se
reportan acontecimientos no cotidianos, a manera de ejemplo o de tema de
conversación -pue den inscribirse más funciones-, según las expectati vas de los
interlocutores, frente a lo cotidiano, las cuales se definen contextualmente. Esa
definición de la cotidianidad versus la no cotidianidad es de hecho culturalmente
específica y se constituye en un acto de negociación de un sentido entre los
virtuales interlocutores. La anterior particularidad de la narrativa conversacional extendible a otras modalidades o tipos de discurso- implica, para su manifestación,
la interrelación de elementos de diversa índole: lingüísticos, semánticos,
pragmáticos y sociales.
Un prototipo de narrativa conversacional podría constar de tres componentes en
los que los límites no pueden establecerse como precisos, ya que unos suponen e
intersectan a otros durante la tarea de presentarse por parte de un ego para un
alter. Esas partes son el preámbulo conversacional, el entable y el cuerpo de la
narrativa.
En el preámbulo conversacional se comienza a realizar una selección temática
que se sostendrá durante la subsiguiente conversación, pero dicha selección se
negocia a partir de un hacer pragmático de turnos que, por ejemplo, pueden
establecerse a través de preguntas y respuestas con las que se trata un significado
cotidiano. Todo el preámbulo constituye también una manera de negociar un
espacio mayor para la subsiguiente expresión narrativa específica en la que se deja
de lado la cotidianidad para desplazarse hacia lo no cotidiano, pero sólo se hace
efectivo si ese sentido cuenta de igual forma para los sujetos de la interacción.
16
C. GEERTZ. «Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura» en lbidem., La interpretación de las
culturas. Madrid. Gedisa Lditorial. 1987. pág. 27.
17
C. SILVA. CORVALAN. Sociolingüística. Madrid. Alhambra. 1989. pág. 43.
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El entable designa aquella parte que durante la conversación precede a la
narrativa y sigue a la «charla» previa que liemos denominado preámbulo. Además
de anunciar que lo que sigue es una historia implica la aceptación del interlocutor
frente a la intención de su «oponente». Ubica al primero en situación para que
escuche y evita hacer difuso el sentido de lo no cotidiano que se va a comenzar a
transmitir.
Finalmente, la narrativa donde se identifican en un nivel integrado de estructura
función las partes que postula Labov en el trabajo que citamos y que, como opción
para ilustrar una subjetividad que tiene en cuenta otras, resultan justas: síntesis,
orientación, acción complicante, coda y evaluación.
Pese a la caracterización previa, igual que en cualquier evento discursivo este
proceso se genera así, debido a la capacidad de los sujetos que lo propician; esa
razón hace que el interlocutor (alter) mantenga un rol de virtual testigo de lo que
cuenta otro testigo (ego).
De manera contraria, opera el discurso argumentativo 18. Consideremos,
entonces, si existen dos modos distintos de discurso argumentativo; de una parte,
como monólogo y, de otra, como diálogo. El primer modo argumentativo compartiría
rasgos con otros discursos expositivos, tales como las explicaciones, pero el
segundo modo argumentativo compartiría rasgos con discursos de desacuerdo,
como por ejemplo, debates, quejas, enfrentamientos. Aunque la distinción monólogo
/ diálogo es muy útil para muchos análisis discursivos, parece que no se aplica fácilmente al análisis del argumento. Muchos estudios que se centran en el argumento
como monólogo asumen que el punto de vista que se establece no se ha aceptado
abiertamente o que ya se ha debatido. Sin embargo, el preguntarse por la recepción
del oyente implica pasar al dominio del diálogo. De otra parte, los estudios que
parecen ubicarse en el argumento como diálogo describen la manera cómo los
hablantes sustentan o defienden puntos de vista a través de un razonamiento lógico
y con testimonios personales. Sin embargo, estudiar cómo los hablantes sustentan
un parecer implica retomar al ámbito del monólogo. Por lo tanto, parece ser que el
argumento no es un modo de discurso con forma sólo de diálogo o monólogo.
¿Cómo podemos definir el argumento de tal forma que se capturen sus
propiedades textuales como monólogo y sus propiedades interactivas como diálogo? Se ha definido el argumento como un discurso a través del cual los hablantes
sustentan puntos de vista controvertibles (discutibles). En esta definición se
incorporan propiedades tanto del monólogo como del diálogo: las relaciones
textuales entre el punto de vista y la sustentación, lo mismo que su combinación
pertenecen al monólogo ya la organización interactiva del debate (poner en duda,
defenderse, refutar) es del diálogo.
El estudio de las tres partes centrales del argumento -punto de vista, debate,
sustentación- sugiere que para el entendimiento de los argumentos es necesario
estudiar tantos aspectos de la organización discursiva como aquellos a los que nos
18
La consideración del punto de vista, el debate y la sustentación pertenecen al estudio realizado por D.SCHIFFRIN.
Discourse Markers. Cambridge 1 University Press. 1987. págs. 17-19. Traducción del autor.
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vemos obligados a atender cuando se estudian narrativas. Empecemos con el
punto de vista. Aunque la parte clave del punto de vista es una idea, es decir, la
información descriptiva sobre situaciones, estados, eventos y acciones en el mundo;
otra parte importante está en el compromiso del hablante con dicha idea. La demostración más simple de compromiso se produce a través de la afirmación, es
decir, se trata del derecho a la verdad de una proposición. En demostraciones más
complejas los hablantes muestran seguridad en sí mismos por medio de dicha
veracidad, por ejemplo, ocultando o intensificando lo que dicen. Los puntos de vista
se presentan frecuentemente en forma verbal lo cual Lavob ha denominado estilo
oratorio: el hablante utiliza un volumen incrementado, se sostiene en el uso de la
palabra por un período extenso y parece dirigirse a una audiencia mayor que
aquella que conforman los que están en su presencia inmediata. A pesar de que los
puntos de vista defienden usualmente la forma en que se cree que el mundo es;
también son creencias sobre la forma en que el mundo debería ser. Por lo tanto, no
es sorprendente que los hablantes adopten un estilo verbal con el cual parezcan
dirigirse a una audiencia tan grande como sea posible. Tampoco sorprende que la
presentación de dichas apreciaciones puedan revelar no sólo las ideas sino también
valores morales y reclamos tanto del personaje corno de su competencia.
En el debate de un punto de vista los individuos pueden dirigir su desacuerdo
hacia una (o varias) de sus partes: un debate se puede centrar alrededor de un
contenido proposicional (la exactitud con la cual un punto de vista representa un
estado de asuntos), sobre la orientación del hablante (colocando en duda la postura
del hablante frente a los hechos) o alrededor de las implicaciones morales o
personales que porta la actuación verbal (el tipo de persona que el hablante revela
ser). Los desacuerdos también se ocultan porque sólo son definibles cuando se
hace referencia a un marco o antecedente del conocimiento, el cual traen los
hablantes para su entendimiento del discurso; se trata de la referencia a la información en curso más allá de los significados superficiales del texto mismo. Algunos
textos de conversación se definen culturalmente como materia de discusión
(política, religión, etc.); otros, en cambio, sirven como recurso para el debate sólo
dentro de relaciones particulares. En cualquiera de estos casos, el entendimiento de
la fuente de un desacuerdo requiere hacer referencia al conocimiento previo que no
está explícitamente presente dentro del texto.
El componente final del argumento es la sustentación. Un hablante puede
apoyar un punto de vista en cualquiera de los niveles en que éste sea controvertible:
uno puede explicar una idea, justificar un compromiso o defender una presentación.
La sustentación en cada uno de estos niveles se puede denominar de acuerdo con
diferentes actos de habla; por ejemplo, uno podría hablar de una explicación, una
justificación (información) o una defensa (pero ninguno de estos actos de habla se
pueden restringir a los argumentos: las explicaciones pueden usarse para clarificar y
las justificaciones para disculparse). Sin embargo, cada uno de dichos actos se
produce según el suministro de información a través del cual un hablante induce a
su interlocutor a formular una conclusión sobre la credibilidad de su punto de vista.
El análisis de la sustentación, en el argumento, atañe no sólo al acto de habla
sino también a las relaciones inferenciales entre las ideas. Aunque el análisis lógico
del argumento ha sido el recurso principal para entender la relación semántica entre
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la sustentación (premisas) y el punto de vista (conclusión), otro tipo de
aproximaciones ponen en tela de juicio la aplicabilidad de dicho análisis a los
argumentos del discurso cotidiano. Algunos autores mencionan varios proble mas
generales producto de aplicar la lógica al estudio del argumento cotidiano, entre
ellos están las premisas «disimuladas» y la necesidad de información sobre los
antecedentes. Otros, rechazan un modelo silogístico formal, al postular que un
modelo jurídico de argumentación proporciona una estructura menos ambigua por
cuanto las unidades tradicionales de premisas y la conclusión complican las
unidades más diferenciadas de datos, órdenes, sustentaciones, restricciones,
peticiones y refutaciones. Además, en muchos de los argumentos estudiados, tanto
el conteni do de la sustentación como la relación inferencial son bastante variables:
modos de sustentación tan diversos como la evidencia personal, la analogía y la
apelación precisan de modos de razonamiento diferentes si van a ser interpretados
como elementos que validan un punto de vista. Algunos opinan que son las
diferencias culturales las responsables del uso de dos modos diferentes de
sustentación, es decir, la evidencia empírica frente a las pruebas silogísticas. Además, es firme al localizar el problema de «aprender a hablar en silogismos» dentro
de la competencia comunicativa, ya que sabemos muy poco acerca de las
condiciones sociales y culturales que provocan el género lógico: y tampoco se sabe
cómo las culturas determinan en qué ocasiones se utiliza.
La diferencia con la narración es que aquí, en la argumentación, es plenamente
«efectivo» el «hacer» del otro (alter) frente al objeto discursivo mismo, tal y como se
plantea en la teoría ducroniana de la polifonía y la argumentación19 , la cual posee
una visión algo divergente a la de poder «hablar en silo gismos». Todo parte de una
apreciación diferenciada sobre lo que se puede considerar como argumentar. Desde
un punto de vista retórico, argumentar implica reglas o procedimientos que
conforman un «bien» decir de los discursos con un fin persuasivo. Desde lo
filosófico tradicional se trata de la exposición de un razonamiento que comporta la
demostración lógica para conseguir la adhesión o aprobación del interlocutor. Para
Ducrot en realidad hablamos de orientaciones argumentativas del discurso que
operan sobre el destinatario algún tipo de interpretación sin que se implique de
hecho la aceptación de los argumentos que conducen a dicha conclusión. El
fundamento conceptual que permite la anterior relación intersub jetiva es el topoi, el
cual, según su naturaleza, propicia el establecimiento de una escala argumentativa.
Los topoi pueden ser refutados o no según el conocimiento intuitivo del interlocutor y
la correspondencia del mismo con los mundos referenciales.
De cualquier manera, preámbulo, entable y narrativa (para la narrativa
conversacional); punto de vista, debate, sustentación y topoi (para la argumentación), regulan la negociación de sentido para producir el entendimiento lingüístico a
partir de la intersección de las subjetividades de los virtuales interlocutores.
Constituyen ellos mismos procesos de «disentimiento». Los elementos qué
intervienen en la elaboración del sentido reposan finalmente en la aproxi mación al
principio de la intersubjetividad que argumentamos como el hito más importante
19
O. DUCROT. Polifonía y argumentación. Cali. Universidad del Valle. 1988. Véase también M. V. FSCANDELL.
«Anscombre y Ducrot y la teoría de la argumentación» en Ibidem., Introducción a la pragmática. Barcelona, Anthropos,
1993. págs..108- 128.
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para el desarrollo de la condición postmoderna, al menos en lo tocante a lo
discursivo.
Con el espíritu de la orientación postmoderna, hemos pretendido cualificar de
otra manera lo no expresado en la versión «moderna» de la propuesta
habermasiana con respecto a la acción comunicativa. Queremos hacer manifiesto
un sobreentendido que acontece en la realidad: el disenso. Los discursos sobre el
discurso, han terminado por probarse como puntos desterritorializados,
comportando una condición no sólo postmoderna sino deleuziana; hablamos,
entonces, de un saber constituido nómada, transito rio, que le ha forjado una nueva
opción a la filosofía en relación con el lenguaje: la garantía de dudar.
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