Arcadio Castillejo Benavente
LA IMPRENTA EN SEVILLA
EN EL SIGLO XVI
(1521-1600)
I
Edición y prólogo a cargo de
Cipriano López Lorenzo
La imprenta en Sevilla en el siglo XVI
(1521-1600)
Esta edición se ha financiado con la colaboración de las siguientes personas y entidades:
Biblioteca General Histórica (Universidad de Salamanca)
Pedro M. Cátedra García
Pablo Castillejo Pons
Carlos M. Collantes Sánchez
Lola Cortés Meyniel
Alexander Cramwinckel
Anne Cramwinckel
Joppe Cramwinckel y Maricel Pons Prats
Sonia Díaz Zapata
María Mercedes Fernández Valladares
Jaime Galbarro García
Ignacio García Aguilar
Lola Gómez Cortés
Clive Griffin
María Jesús Lacarra Ducay
Óscar Lilao Franca
María Eugenia López Varea
Jose Manuel Lucía Megías
Juan Montero Delgado
Jane Ogilvie
José Antonio Ollero Pina
Eduardo Peñalver Gómez
Fermín de los Reyes Gómez
Angels Rius Bou
Pedro Carlos Rojo Alique
Julián Solana Pujalte
José Solís de los Santos
Antje Thiel
Marco Thiel
Esteban Veiga Chacón
Javier Vila Rodríguez
Arcadio Castillejo Benavente
La imprenta en Sevilla en el siglo XVI
(1521-1600)
–Volumen I–
Edición y prólogo a cargo de
Cipriano López Lorenzo
Sevilla 2019
Colección Biblioteca Universitaria
Núm.: 26
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Manuel Padilla Cruz
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Impreso en papel ecológico
Impreso en España-Printed in Spain
ISBN de Editorial Universidad de Sevilla
De la obra completa: 978-84-472-1913-1
Del volumen I: 978-84-472-2821-8
Del volumen II: 978-84-472-2822-5
ISBN de UcoPress. Editorial Universidad de Córdoba
De la obra completa: 978-84-9927-434-8
Del volumen I: 978-84-9927-435-5
Del volumen II: 978-84-9927-436-2
Depósito Legal: SE 153-2019
Diseño de cubierta y maquetación:
Juan Diego Bazán Gallego
Impresión: Tórculo Comunicación Gráfica, S.A.
Cuando Arcadio estaba ya al tanto del cáncer que se lo llevó pocas semanas después de
que se lo diagnosticaran, no dudó en decirnos quiénes debían hacerse cargo de “rematar”
el proyecto en el que llevaba trabajando más de 15 años: Juan Montero y Eduardo Peñalver, compañeros ambos de la Universidad de Sevilla. En estas líneas queremos agradecerles a
ellos, especialmente, su dedicación desinteresada que ha hecho posible que el trabajo de Arcadio haya podido ser publicado. Sabemos que el trabajo no ha sido fácil, dada la complejidad de la investigación y la ausencia del autor, pero creemos, sabemos, que se ha conseguido
llegar a buen puerto, con una publicación con la calidad adecuada al nivel de la obra. Y era
una persona que no se conformaba con poco. Juan, Eduardo, muchísimas gracias por vuestra paciencia y vuestro apoyo. Y por hacernos de lazarillos en el complicado mundo de la investigación universitaria.
Nos gustaría también agradecer su colaboración a todos los compañeros del “gremio”
con los que Arcadio contactó y consultó las múltiples dudas que le fueron surgiendo durante
la investigación.
Y, cómo no, gracias, papá, por compartir con nosotros los hallazgos y descubrimientos
con los que ibas encontrándote todos estos años. Y por hacernos partícipes de un trabajo del
que nos sentimos muy orgullosos. Gracias, allá donde estés.
Mayna, Andrés, Daniel y Pablo
Familia de Arcadio Castillejo Benavente
Cuando llegó el día de su jubilación, Arcadio Castillejo llevaba ya varios años acariciando la idea de redactar una bibliografía de libros impresos en Sevilla en el siglo XVI. El
amor de Arcadio por los libros antiguos venía de lejos. Aunque desde que en 1977 se incorporara como miembro del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos
a la plantilla de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, había desempeñado hasta casi el
final de su carrera profesional el cargo de director de la Biblioteca de la Facultad de Derecho,
en todos aquellos años desarrolló una parte de su trabajo en la Biblioteca General, colaborando con la entonces directora, Rocío Caracuel, en la redacción del suplemento al Catálogo
de incunables de la Biblioteca Universitaria, que vio la luz en 1982, y sobre todo en la del catálogo Manuscritos jurídicos de la Biblioteca Universitaria de Sevilla, que editó la Universidad en 1986. Arcadio volcó en el catálogo de manuscritos jurídicos la dedicación, el rigor y
la meticulosidad que animan cada una de las páginas que ahora presentamos. Su labor en el
mundo del libro antiguo no terminaba aquí, porque en 1998 dejaría la dirección de la Biblioteca de Derecho para ocupar la plaza de Jefe de Sección de Fondo Antiguo y Archivo
Histórico. En esta última fase de su larguísima carrera profesional Arcadio tuvo tiempo de
preparar el catálogo de Manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Sevilla que tratan de
temas relacionados con Sevilla y su provincia, que publicó en el libro homenaje de Rocío Caracuel, pero sobre todo se dedicó a poner en marcha el proyecto de catalogación retrospectiva del fondo antiguo de la BUS, que sólo recientemente hemos podido ver terminado, y a
integrar a nuestra institución en los proyectos cooperativos más relevantes en España relacionados con el patrimonio histórico, y nos referimos especialmente a la integración en el
Grupo de Patrimonio de la Red Española de Bibliotecas Universitarias.
En el año 2000, muy próxima ya su jubilación, se ocupó de la participación de la BUS
en Exlibris Universitatis, una magna exposición que el Grupo de REBIUN organizó en la
Universidad de Santiago de Compostela, y que supuso un auténtico punto de inflexión en
el esfuerzo histórico de difusión del patrimonio bibliográfico a que se han entregado en los
últimos lustros las bibliotecas españolas. La participación de Arcadio en la redacción de alguno de los estudios, en los comentarios de las obras aportadas por Sevilla, y en la coordinación general del proyecto, fueron el punto final de su carrera funcionarial.
La dedicación de Arcadio a la tipobibliografía sevillana del XVI, permitió que en los
años que siguieron a su despedida profesional sus compañeros en la Biblioteca General y
sobre todo en la Sección de Fondo Antiguo y Archivo Histórico siguieran disfrutando de
su compañía, pues buena parte de sus pesquisas las hizo en la Sala de Investigación de la Biblioteca. Ello nos dio la oportunidad de aprovecharnos de sus amplísimos conocimientos en
el campo del libro antiguo, que a menudo nos ayudaban a salir de los aprietos a que a veces
conducen los trabajos bibliográficos, pero también de seguir disfrutando de su extraordinario sentido del humor, y de otros campos del saber en los que destacaba y de los que disfrutaba. Siempre he pensado que las búsquedas bibliográficas que tanto le apasionaron tenían
mucho que ver con las pesquisas micológicas, a las que en más de una ocasión nos invitó a
que nos uniéramos.
Han sido muchas las bibliotecas en España y fuera de España que Arcadio visitó en los
tres lustros que dedicó a esta obra, y han sido muchos miles de ejemplares de libros sevillanos del Quinientos los que han sido objeto de su escrutinio bibliográfico. Un instrumento de
esta naturaleza es un trabajo ingente que agradecerán sin duda los investigadores en los ámbitos de la historia de Sevilla y de la historia del libro. El libro que hoy finalmente ve la luz es
la justa recompensa a una dedicación de la que hemos sido testigos.
Juan Montero Delgado
Eduardo Peñalver Gómez
ÍNDICE
–Volumen I–
PRÓLOGO ....................................................................................................................................... 15
INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................... 23
I. Tipografía hispalense. Antecedentes bibliográficos de la imprenta en Sevilla.
Status quaestionis ....................................................................................................................... 25
I.1. Prolegómenos ................................................................................................................ 25
I.2. Semblanza de la Sevilla quinientista .......................................................................... 26
I.3. Llegada de la imprenta a Sevilla ................................................................................. 27
I.4. Movimientos religiosos. La Inquisición ................................................................... 30
I.5. La tipobibliografía hispalense: estado de la cuestión ............................................. 33
II. Talleres de imprenta. Esbozo histórico ................................................................................. 51
II.1. Álvarez, Antón (fl. 1544-1551) ................................................................................. 54
II.2. Álvarez, Catalina, viuda de Alonso Escribano (fl. 1577) ...................................... 57
II.3. Álvarez, Cristóbal (fl. 1550-1551) ............................................................................ 57
II.4. Álvarez, Pedro (fl. 14??-1536) .................................................................................... 60
II.5. Barrera, Alonso de la (fl. 1568-1599) ....................................................................... 60
II.6. Burgos, Andrés de (fl. 1541-1548) ............................................................................ 68
II.7. Cabrera, Rodrigo de (fl. 1594-1599) ........................................................................ 76
II.8. Canalla, Juan (fl. 1548-1555) ..................................................................................... 78
II.9. Carpintero, Estacio (fl. 1545-1550) .......................................................................... 83
II.10. Carpintero, Simón (fl. 1560-1563) ........................................................................... 87
II.11. Chaves, Jerónimo (fl. 1575) ........................................................................................ 90
II.12. Coca, Alonso de (fl. 1559-1565) ............................................................................... 90
II.13. Cromberger, Taller de los: Jacobo (fl. 1504-1528), Juan (fl. 1529-1540
y Jácome (fl. 1540-1560) ............................................................................................ 92
II.14. Díaz, Fernando (fl. 1567-1588) ................................................................................. 92
II.15. Díaz, Tomás (fl. 1590-1598) ................................................................................... 100
II.16. Escribano, Alonso (fl. 1567-1577) ......................................................................... 102
II.17. Fernández, Juan (fl. 1579) ........................................................................................ 105
II.18. García, Francisco (fl. 1578-1587?) ......................................................................... 106
II.19. Gómez, Juan (fl. 1559) .............................................................................................. 108
II.20. González, Bartolomé (fl. 1575-1580) ................................................................... 109
II.21. Gutiérrez, Juan (fl. 1559-1575?) ............................................................................. 109
II.22. Hidalgo, Clemente (fl. 1598-1615) ....................................................................... 114
II.23. Herrera, Juan de (fl. c. 1563-c. 1569) ..................................................................... 117
II.24. Lara, Cosme de (fl. 1587-1590) .............................................................................. 117
II.25. Lara, Fernando de (fl. 1592-1611) ......................................................................... 118
II.26. León (I), Juan de (fl. 1545-1549) ........................................................................... 120
II.27. León (II), Juan de (fl. 1585-1617) .......................................................................... 126
II.28. López, Benito (fl. 1559-1575) ................................................................................ 130
II.29. Luján, Pedro de (fl. 1550-1554) .............................................................................. 131
II.30. Maldonado, Fernando (fl. 1580-1586) ................................................................. 136
II.31. Martínez de Bañares, Pedro (fl. 1564-1565) ........................................................ 137
II.32. Montesdoca, Martín de (fl. 1553-1558) ............................................................... 140
II.33. Peña, Ana de la, viuda de Trujillo (fl. 1567-1574?) ............................................ 140
II.34. Pérez, Bartolomé (fl. 1529-1543) ........................................................................... 142
II.35. Pérez, Francisco (fl. 1584-1607) ............................................................................. 146
II.36. Pescioni, Andrea (fl. 1580-1587) ............................................................................ 150
II.37. Picardo, Alonso (fl. 1572-1577) ............................................................................. 156
II.38. René, Juan (fl. 1598) .................................................................................................. 157
II.39. Robertis, Dominico de (fl. 1533-1549) ................................................................ 157
II.40. Sánchez, Benito (fl. 1594) ........................................................................................ 164
II.41. Torre, Gregorio de la (fl. 1550-1558) .................................................................... 164
II.42. Trujillo, Sebastián (fl. 1549-1569) ......................................................................... 166
II.43. Varela de Salamanca, Juan (fl. 1509-1539) ........................................................... 172
II.44. Vázquez de Ávila, Juan (fl. 1550) ............................................................................ 186
II.45. Zapata, Gaspar (fl. 1544) .......................................................................................... 187
III. El presente catálogo ............................................................................................................... 191
III.1. Advertencia preliminar ............................................................................................. 191
III.2. Noticia bibliográfica: elementos de las noticias contenidas en el catálogo .... 193
III.3. Abreviaturas y símbolos usados en la obra ............................................................ 197
IV. Bibliografía citada .................................................................................................................. 201
CATÁLOGO ................................................................................................................................. 211
V.1. Obras impresas en Sevilla (1521-1552) ................................................................ 213
–Volumen II–
V.2. Obras impresas en Sevilla (1553-1600) ................................................................ 877
V.3. Apéndice de obras impresas en Osuna (1549-1555) ........................................ 1507
ÍNDICES ...................................................................................................................................... 1517
VI.1. Índice de las ediciones descritas ............................................................................ 1519
VI.2. Índice onomástico .................................................................................................... 1615
VI.3. Índice de referencias bibliográficas usadas en el catálogo ................................ 1649
VI.3.1. Otras fuentes consultadas ......................................................................... 1709
VI.4. Índice de referencias de las bibliotecas y archivos citados en el catálogo ...... 1731
PRÓLOGO
Cuando el profesor Juan Montero me mostró en su despacho los dos gruesos volúmenes de la obra inédita de Arcadio Castillejo, yo acababa de depositar mi tesis doctoral, después de cuatro años y medio de duro trabajo. Como se comprenderá, tras esos años de lidiar
con impresos poéticos de la Sevilla del siglo XVII, la propuesta de que yo me encargara de
editar tamaña tipobibliografía no resultó precisamente tentadora. Al echarle un vistazo, en
cambio, comprendí que todos esos datos me hubieran sido utilísimos para contrastar la producción poética del Seiscientos con la del siglo anterior. La bibliografía con la que se contaba hasta el momento se basaba en datos desactualizados, enmarcados a veces en tramos
cronológicos más o menos dispersos, y había salido de la pluma de autores como Francisco
Escudero y Perosso, Joaquín Hazañas y la Rúa, Aurora Domínguez Guzmán y Frederick J.
Norton. También eran de obligada consulta las monografías de Clive Griffin en torno a los
Cromberger, o la de Klaus Wagner sobre Martín de Montesdoca. Pero nada comparado con
la proeza hercúlea de Arcadio, quien ofrecía por ahora tanta información, contemplando
casi todo el siglo XVI sevillano (1521-1600). Y si es “casi todo” es por justicia y respeto a la
Imprenta en España 1501-1520 de Norton, a la que Arcadio calificaba de insuperable por
haber agotado la materia. Por admiración a Norton, por consejo del ilustre Julián Martín
Abad –quien editara al británico con tino y maestría–, y por falta de tiempo y recursos se
omitieron los veinte primeros años de la centuria, sin deslucirse, así y todo, el valor del conjunto. Si haber leído esas páginas meses antes me hubiera allanado mucho el camino, era patente que su lectura iba a ser también de mucho provecho para otros especialistas. Aquella
obra debía editarse lo antes posible.
Arcadio Castillejo Benavente (La Granjuela, Córdoba, 1935- Gines, Sevilla, 2015) se licenció en Filología Moderna (inglés y alemán) en la Universidad de Barcelona. Ingresa en
el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 20 de septiembre de
1969 mediante oposición pública. Desde ese año, desarrolla su labor en la Biblioteca de la
Universidad de Barcelona, donde alcanzó el puesto de Vicedirector entre 1970 y 1976. En
ella se encargó de tareas tan diversas como la remodelación completa de la Biblioteca de la
Facultad de Medicina, revisión de las secciones de revistas, la catalogación de publicaciones
periódicas antiguas, la reorganización de fondos y catálogos, la fundación de boletines con
información bibliográfica y un largo etcétera que da cuenta de su intensa actividad y pasión
LA IMPRENTA EN SEVILLA EN EL SIGLO XVI (1521-1600)
16
por su profesión. Fue pionero de la informatización de bibliotecas, como demuestra la beca
que le concedió la Fundación Juan March para la especialización de archiveros y bibliotecarios
en técnicas modernas en 1971. Durante el disfrute de dicha beca, visitó diversos centros de
Estados Unidos y Reino Unido. Fue también profesor de biblioteconomía y clasificación en
la antigua Escuela de Bibliotecarias, entre los años 1972 y 1976. El 15 de mayo de 1976 tomó
posesión del cargo de Director de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Barcelona,
siendo el responsable de su organización, dado que dicha universidad acababa de empezar a
andar. El 14 de julio de 1977 se traslada a la Universidad de Sevilla, donde rápidamente vuelve
a desempeñar un alto cargo; esta vez como Director de la Biblioteca de la Facultad de Derecho entre 1977 y 1985. Allí vuelve a dejar constancia de su empeño y capacidad de trabajo
con una remodelación completa de la Biblioteca y la publicación de catálogos de revistas, al
mismo tiempo que supervisaba la Biblioteca de Ciencias Económicas y Empresariales. Fue en
la Biblioteca General de la Universidad de Sevilla y en colaboración con la entonces directora
Dª Rocío Caracuel Moyano donde revisó e identificó numerosas obras del siglo XVI sin datar,
entre las que aparecieron, además, 30 incunables, descritos en el suplemento que ambos publicaron bajo el título Catálogo de incunables de la biblioteca universitaria: suplemento (1982).
En 1986 publica otro catálogo, el de los Manuscritos jurídicos de la Biblioteca Universitaria de
Sevilla, en el que se recogen numerosos textos de mano de profesores de la Universidad de Salamanca durante los siglos XVI y XVII. Desde ese mismo año y hasta su jubilación en 2000,
pasa a ser Jefe de Sección de Fondo Antiguo y Archivo Histórico de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Será precisamente al acercarse a su edad de jubilación cuando decida llevar a término la tipobibliografía de Sevilla en el siglo XVI, proyecto que, tras más de 15 años,
ve ahora la luz de forma póstuma.
Animado en parte por los resultados que el macroproyecto liderado por José Simón
Díaz, Tipobibliografía Española, estaba dando por entonces, Arcadio arranca su investigación en el verano de 1999, con el objetivo de poder describir todo el siglo XVI, desde
1501, y publicar sus frutos en 2005, coincidiendo con el Quinto Centenario de la Universidad Hispalense. La obra pretendía, así, sumarse al conjunto de publicaciones que iban a
difundir y promocionar la labor de la institución a lo largo de ese año. Hay que reconocer
que el ímpetu inicial se saldó con excelentes resultados, pues si en julio de 2000 ya había
incorporado a su catálogo 605 registros, en marzo de 2001 ya eran 1670. Nuestro bibliógrafo estimó entonces que la producción total rondaría las 1800 ediciones, incluyendo potenciales emisiones y estados. El sendero que se abría ante él no pudo ser tan transitable
durante mucho tiempo y rápidamente aparecieron dos obstáculos esenciales: la descripción de todos los registros iba a tomarle más tiempo del que inicialmente había calculado;
y en segundo lugar, el cotejo de los ejemplares –al menos 3 de cada edición para detectar
emisiones y estados– requería una sustanciosa financiación. El primer escollo se atenuó
iniciando las descripciones en 1521, tal y como ya hemos mencionado. Para superar el segundo, trazó unas previsiones económicas de sus viajes, dietas y alojamientos y las desglosó
en solicitudes de financiación que presentó a varias entidades bancarias. En 2001, consideraba necesaria la visita a bibliotecas de España (Madrid, Valencia y Barcelona, entre otras),
de Portugal (Lisboa, Évora, Oporto y Coímbra), Alemania (Múnich), Austria (Viena),
Francia (París), Italia (Milán y Roma), Inglaterra (Londres, Oxford y Cambridge), y Estados Unidos (Nueva York). El monto final rondaba los cuatro millones y medio de pesetas.
17
PRÓLOGO
Sabemos con seguridad que la Fundación El Monte aceptó financiar uno de estos viajes y
que finalmente cumplió con el itinerario descrito, pero ignoramos si hubo otros patrocinadores involucrados. Desafortunadamente, son muy pocos los papeles que la familia ha podido rescatar sobre la cuestión. Hubiera o no otras entidades partícipes en el desarrollo de
su empresa a las que agradecer desde aquí su colaboración, es notable la pronta y acertada
metodología con que Arcadio había dado para sus asientos bibliográficos, lo que también
rebajó mucho sus gastos. Tanto es así, que el modelo que ahora se ofrece al lector estaba
prácticamente definido y ultimado en estas primeras etapas de trabajo. Y es que las relaciones personales que supo tender con bibliógrafos de primera talla, como Griffin, Martín
Abad, o Fernández Valladares, también dejaron una impronta en su rigor científico, además de un buen puñado de transcripciones que pudieron facilitarle cuando él mismo se
hallaba lejos de la fuente. Todos le recuerdan hoy día con cariño y reconocen la importancia de su hazaña, que aguardan leer con entusiasmo; así me lo han expresado en ocasiones.
El 7 de mayo de 2015 fallece Arcadio, dejando su tipobibliografía sin pulir, aunque con
toda la información recogida, más o menos organizada, y con el estudio histórico preliminar sobre los talleres de imprenta hispalenses muy perfilado. Se advierten rastros de unas últimas prisas en una redacción poco cuidada quizá, pero afortunadamente puede dejar un
manuscrito muy próximo a su estado definitivo. Su viuda e hijos pelean por hacerlo público
y muestran una encomiable paciencia y constancia de las que soy testigo, buscando a través
del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla y del actual Jefe del Fondo Antiguo y Archivo Histórico de la Biblioteca Universitaria
la orientación y medios necesarios para cumplir con la voluntad de Arcadio. Cuando llega
a mis manos el texto, este ya ha sido revisado por Juan Montero, José Solís de los Santos y
Eduardo Peñalver, a los que tengo que agradecer no solo sus anotaciones y enmiendas al manuscrito, que tanto me han servido, sino toda su ayuda y apoyo durante los meses que dediqué a editar la obra. Ellos se convirtieron en un felicísimo “sanedrín” al que pude acudir cada
vez que surgían dificultades; sin ellos yo jamás hubiera podido salir del paso.
Como se podrá deducir de una obra que se ha extendido en el tiempo a lo largo de más
de 15 años, las principales acciones que tuve que desarrollar fueron la homogeneización y
aplicación sistemática de criterios. Es cierto que Arcadio planteó su metodología y convenciones desde muy pronto, pero a lo largo del tiempo hubo cambios en esos planes, pasando
a recoger a veces datos que antes no pensaba tener en cuenta o viceversa; o bien incurrió en
despistes totalmente lógicos en mitad de aquel torrente de aguas que cursó. De hecho, una
lectura atenta del manuscrito permitía ver la evolución de su trabajo en el tiempo, simplemente poniendo atención a pequeños detalles de puntuación, disposición textual, modos de
abreviar y otras convenciones varias, como por ejemplo el hecho de cómo a partir de 1550
redujo notablemente el cotejo parcial de las obras [+] y apostó definitivamente por un cotejo completo, bien mediante reproducciones [†] o de visu [*]. Todo eso necesitó de una profunda revisión y normalización para que el lector pudiera recorrer la obra como un trabajo
equilibrado y coherente; o en otras palabras, para ocultar la carga del tiempo que pesaba
sobre ella. Lo que se alzaba ante mí, en suma, era un reto que me miraba incrédulo desde
una erudición inalcanzable. Vino a mi mente en esos momentos la “montaña desafiante en
el horizonte” que Infantes y Askins –salvando las distancias– habían tenido que “excavar”
para la edición corregida y aumentada del Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos
LA IMPRENTA EN SEVILLA EN EL SIGLO XVI (1521-1600)
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poéticos del siglo XVI, de Rodríguez-Moñino. Me tocaba a mí ahora penetrar en otra cumbre
tortuosa, pues no cabía la menor duda de que el legado de Arcadio iba a ser otro coloso accidente geográfico en mitad de la llanura de la tipobibliografía sevillana.
La introducción necesitó de una reorganización de las secciones que la componían, de
forma que los estudios sobre los impresores y sus talleres fueron ordenados por orden alfabético de los apellidos, acompañados de una orientación sobre las fechas de la actividad laboral. En algunos casos hubo que corregir esas fechas, como en los Cromberger. Reordenadas
sus secciones, decidí pulir el estilo de algunos párrafos, que reescribí para hacerlos más accesibles. En ese proceso dominó siempre la idea de que la lectura fuera ligera y por eso eliminé
comentarios o digresiones personales que el autor incluía a menudo interrumpiendo el discurso principal, pero que poco o nada aportaban a los datos que se exponían. Asimismo, terminé de recolectar las imágenes de marcas tipográficas que habían quedado pendientes y las
inserté en sus correspondientes pasajes, renombrándolas como «figuras» (fig.). Caso más laborioso en este apartado fue el de las citas bibliográficas. He optado por una citación más
acorde a la tradición filológica peninsular, y en base a ella cotejé y completé los datos para no
dejar errores y omisiones en el camino. Entre esas citas recuerdo que los papeles manuscritos
de Hazañas y la Rúa para La imprenta en Sevilla que se custodian en el Archivo de la Universidad Hispalense no disponían aún de signatura topográfica en el catálogo Fama, si bien las
consultas y las menciones de Arcadio aceleraron su catalogación y su ficha definitiva. Quiero
decir que está el lector ante un trabajo que maneja una amplia documentación, y que desempolva, incluso, papeles que hasta la fecha habían pasado inadvertidos a especialistas en la materia. Asimismo, las referencias bibliográficas las listé al final de la introducción (punto IV)
para diferenciarlas de las referencias usadas a lo largo del catálogo, descritas en los índices finales. Otro aspecto que tuve que modificar en la introducción fueron los criterios de descripción del punto III.2. Noticia bibliográfica: elementos de las noticias contenidas en el catálogo,
y algunas abreviaturas generales usadas en el III.3. Abreviaturas y símbolos usados en la obra.
Si bien los criterios básicos adoptados por Arcadio pudieron mantenerse en esas líneas, otros
como la numeración de los registros o el emplazamiento del apéndice con obras impresas
en Osuna tuvieron que ser sustituidos por mis propias propuestas –siempre discutibles–,
de modo que en esas declaraciones se entremezclan la metodología del bibliógrafo y mis intervenciones como editor. Por contra, y a modo de testimonio de las intenciones del autor,
decidí dejar el nota bene final, en el que Arcadio explicaba que las descripciones de los materiales tipográficos empleados en las obras catalogadas –elementos comúnmente omitidos en
repertorios análogos– serían recopiladas más adelante en un CD independiente. El plan de
Arcadio, no obstante, no pudo llevarse a término y la publicación de ese CD quedará como
una labor pendiente para quienes osen, con valor y entrega, colaborar en la radiografía de la
industria editorial sevillana del Quinientos.
La sección que se llevó la mayor parte del trabajo no podía ser otra que la del mismísimo catálogo. Meses atrás, Mercedes Fernández Valladares había respondido por email al
profesor Juan Montero sugiriendo algunas correcciones en el modelo descriptivo de Arcadio. Todavía hoy me veo leyendo ese email y pensando en que la labor iba a ser disparatadamente larga, muy larga. Afortunadamente, esas sugerencias me sirvieron como punto de
partida y comencé trabajando en la modificación de la puntuación, que seguía unos criterios
que, eventualmente, ponían en riesgo la correcta interpretación de lo transcrito. Corregir
19
PRÓLOGO
la puntuación, uniformar las barras de saltos de líneas, agrupar la información en cómodos
párrafos independientes, trabajar el estilo de las descripciones de grabados, retrasar el Apéndice de obras impresas en Osuna (1549-1555) al final, reordenar las fichas dentro de cada año
en base a lo planteado por el autor –de mayor a menor fiabilidad en los datos de edición y en
cronología ascendente–, e incorporar las enmiendas al texto que nuestro “sanedrín” ya había
anotado en el manuscrito fueron las primeras y más urgentes intervenciones que llevé a cabo.
Lo siguiente, ya con el listado definitivo y ordenado de los registros, fue renumerar las fichas
para sustituir el sistema genuino del autor por uno más sencillo y tradicional mediante números correlativos. El método del autor consistía en un juego doble de cifras que surgía del
año de publicación de la obra más el lugar que ocupaba la ficha dentro de su listado anual.
Por ejemplo, la quinta ficha de 1533 se identificaría como “33-5”. Aunque el método permitía dejar cada año abierto a hipotéticas incorporaciones o supresiones durante el proceso de
trabajo sin que se viese alterado el resto, la simplificación en la numeración me pareció más
recomendable, máxime cuando el trabajo se daba ya por concluido. Con esto resuelto, pasé
a homogeneizar el contenido de los distintos apartados de cada ficha:
– Dentro del encabezamiento, hubo que aplicar con rigor la sintaxis de los datos de edición –[Lugar. Impresor, año]– y cotejar la fecha con la descrita en el colofón, cuando
lo había. Ya encontré algunos casos en los que no existía correspondencia entre una información y otra y tuve que acudir a la propia obra para dictaminar la verdadera fecha
de publicación. Un contratiempo que ponía en jaque la metodología bibliográfica y,
adicionalmente, deshacía el orden que acababa de fijar.
– En relación con la descripción analítica debo alertar de que fui especialmente cauto
y respetuoso, pues cualquier cambio indebido en las descripciones tiraba por tierra la
labor de Arcadio. Además, cerciorarse de que lo puesto en papel concordaba con las
fuentes consultadas era una faena costosa y suponía prácticamente rehacer la obra entera; y no era mi papel el de coautor, precisamente. Por ello, solo he actuado cuando
la errata era evidente o había sospechas fundadas de haberla. Una excepción se hizo
con las transcripciones de cinco obras que Griffin consultó en la Houghton Library
(Massachusetts) y en la John Carter Brown Library (Rhode Island) a petición de Arcadio, y que reenvió a Juan Montero cuando tuvo noticia del fallecimiento de nuestro
autor. Las integré de forma póstuma porque entendí que se respetaba la voluntad autorial y porque redundaba en beneficio de los lectores. Ahora bien, las descripciones físicas sí pasaron por un proceso de homogeneización tipográfica y secuencial que ayudó
a leerlas con mayor claridad. Aquí hubo que poner especial empeño en no pasar por
alto ninguna flecha –[Þ]–, signo que Arcadio decidió usar para remitir a descripciones
previas de otros bibliógrafos, e intenté aligerar algunas hipótesis de atribución con un
estilo más sucinto y conciso, suprimiendo detalles farragosos o algunas referencias internas que usaban una paginación no definitiva. Las transcripciones facsimilares apenas se tocaron más allá de las cuestiones formales que ya se habían aplicado pasos atrás
(ajustar alineaciones, sangrados, etc.). Se quedó en el tintero la cuestión de las letras capitulares, que Fernández Valladares aconsejaba revisar para marcar las lombardas con
paréntesis. No fue posible esa revisión por motivos ya comentados, así que las capitulares no llevan distinción en su tipología.
LA IMPRENTA EN SEVILLA EN EL SIGLO XVI (1521-1600)
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– En las referencias bibliográficas y estudios tuve que asegurarme de que se cumplía el
orden alfabético y de que se ajustaba a lo que se recogía en el índice de referencias bibliográficas. Hubo que sustituir las comillas altas por las bajas o angulares, ajustar la ortografía a las normas de la RAE, desplazar los ocasionales comentarios sobre atribuciones
a la descripción física, añadir el epígrafe “Estudios” a las referencias bibliográficas extras
que trataban un aspecto concreto de la obra (artículos de investigación, ediciones facsimilares modernas...) y separarlas del resto tipográficamente.
– La localización de ejemplares tuvo un proceso de homogeneización similar al anterior:
estricto orden alfabético para los lugares, letra cursiva para las bibliotecas y archivos, y
corchetes para toda la información relativa a cada ejemplar. Los símbolos que indicaban
el tipo de cotejo se desplazaron hasta el final de la secuencia informativa de cada ejemplar, de modo que se confundieran lo menos posible con las signaturas topográficas.
De los varios índices que dejó Arcadio para su obra, decidí apostar por los más imprescindibles en cualquier tipobibliografía y desechar otros como el Índice de libros de caballerías
e historias caballerescas, que aunque no dejaba de ser útil, ponía el foco de atención en un
género editorial específico en detrimento de otros tantos cultivados esos mismo años. Había
que ser pragmático y diligente con los plazos a esas alturas, por lo que los índices seleccionados para la publicación fueron el de ediciones descritas, el onomástico, el de referencias
bibliográficas y el de referencias de bibliotecas y archivos citados. Todos ellos requirieron
un par de meses de trabajo para poder sustituir, en primer lugar, las antiguas numeraciones
por las nuevas y definitivas. En segundo lugar, tuve que cerciorarme de que no se había pasado
ninguna entrada por alto y cuando así fue, la incorporé y ordené como correspondía. En el
índice onomástico, Arcadio había decidido suprimir los nombres de autores que encabezaban
los registros, pues al fin y al cabo estos ya aparecían listados en el índice de ediciones. No
obstante, opté por añadirlos para no despistar al lector que acudiese a ese índice con independencia del anterior. En el índice de referencias bibliográficas, hubo que adaptar las citas al
modelo de citación más propio de la filología peninsular que ya empleé en la introducción, y
se completaron aquellas referencias mútilas o que presentaban datos erróneos. Por último, el
índice de referencias de bibliotecas requirió básica y exclusivamente una ordenación y regularización tipográfica en la que decidí sustituir el orden según continentes por uno de países,
sencillamente. Requirió alguna que otra corrección en las formas toponímicas y la rectificación de alguna entrada, pero poco más.
Por último, también alteré ligeramente el título de la obra cuando puntualicé entre
paréntesis el período real que abarcaba la cosecha bibliográfica: (1521-1600).
En todo lo que intervine intenté esmerarme pensando en que sería del gusto y agrado de
Arcadio, a veces escindiéndome entre los datos y la recepción lectora, pero siempre fiel a los
objetivos del libro y a su espíritu. Soy consciente de que no siempre me granjearé la aprobación de los especialistas en mi tarea; lo más que puedo solicitar es que se me disculpen las
torpezas y se separe la maleza del verdadero grano que nos ha transmitido el autor. No se le
pueden negar ni el aplauso ni la admiración de todos los que contemplamos sus resultados
ya juntos y en limpio. Así, fascina ver cómo la producción del siglo XVI pasa de las doce ediciones de 1521 a las cuarenta y siete de 1599, en una curva titubeante pero claramente ascendente a lo largo de la centuria, convirtiendo en números la cada vez mayor y mejor acogida
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PRÓLOGO
entre los lectores de la época. En esa curva se atestiguan 1347 ediciones, más las siete salidas de la imprenta en Osuna y las decenas de emisiones y estados, todo lo cual incrementa
notablemente el total de registros. Son destacables las trece ediciones de La Celestina, desde
1525 hasta 1599, que hacen ver el incontestable éxito de la tragicomedia; las más de diez ediciones del Contemptus mundi romanzado por san Juan de Ávila; el centenar de novelas de
caballerías e historias caballerescas editadas entre 1521 y 1550 –Amadís, Palmerín de Oliva,
Lepolemo, la doncella Teodor, Lisuarte de Grecia, las crónicas populares del Cid...–, frente a
la veintena de ellas impresas en la segunda mitad del siglo, lo que advertía ya del cambio de
rumbo editorial tras la Contrarreforma; la celebridad que alcanzó a finales de siglo la Antorcha para alumbrar herejes y desviarlos de su error, de Ludovico Blosio (O.S.B.); la fama
de la Cronografía del sevillano Jerónimo de Chaves, que se convirtió en libro de cabecera de
navegantes aún décadas después de muerto su autor; y, cómo no, la popularidad de la que gozaron los Proverbios del Marqués de Santillana y algunos géneros menores como las horas
romanas y las relaciones de sucesos. A la luz de la ingente cantidad de impresos firmados
por los Cromberger, especialmente por Juan, apabulla igualmente la actividad que debió de
darse en su taller hasta 1554-1555. No es de extrañar que a ellos y a la calidad de sus estampaciones se dirigieran los primeros trabajos sobre la imprenta sevillana del siglo XVI, sin desmerecer, claro está, el caudal salido de los tórculos de Dominico de Robertis, Juan Varela de
Salamanca o Fernando Díaz. Todos estos nombres y títulos dan cuenta de la heterogeneidad
del mercado sevillano, de su importancia en las redes de comercio nacional e internacional
y del sustancioso dinero que movió el sector en la ciudad.
Desdichadamente, no llegué a conocer a Arcadio en persona, aunque ambos tuvimos
que coincidir en la Sala de Investigación de la Biblioteca General Universitaria. Por más que su
hijo Daniel se esfuerza en describirme su fisonomía, su pelo y estatura, no consigo recordar
al hombre que ahora nos habla. Su personalidad, en cambio, se trasluce bastante bien en el
tesón depositado en estas fecundas páginas. Arcadio fue aguerrido y tenaz en sus propósitos
y gracias a ello creo que La imprenta en Sevilla en el siglo XVI (1521-1600) salda hoy una
deuda pendiente en la tipobibliografía española. Tengo el convencimiento de que su generosidad y su obra, tanto por su propio carácter como por su reconocimiento, vivirán entre nosotros al ritmo del Universo: en una constante expansión acelerada.
Cipriano López Lorenzo
Sevilla, 7 de marzo de 2017
Este libro se terminó de imprimir
el día 28 de enero de 2019,
festividad de Santo Tomás Aquino.