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Turismo, patrimonio y representaciones espaciales Ilia Alvarado-Sizzo Álvaro López López (Editores) María de Lourdes Godínez Calderón José María Casado Izquierdo (Editores Cartográficos) Colección PASOS edita, n° 22 www.pasosonline.org Turismo, patrimonio y representaciones espaciales/ Ilia Alvarado-Sizzo y Álvaro López López (Eds.) / Tenerife: PASOS, RTPC/ 2018/ 328 p. incluida bibliografía. 1. Turismo 2. Patrimonio 3. Imagen 4. Territorios turísticos. I Ilia Alvarado-Sizzo y Álvaro López López. II “Turismo, patrimonio y representaciones espaciales”. III PASOS, Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. IV Colección PASOS Edita Sistema de Clasificación Decimal Dewey: 300 - 301 Edita: PASOS, Revista de Turismo y Patrimonio Cultural info@pasosonline.org Tenerife (España) Director de la colección: Agustín Santana Talavera www.pasosonline.org - Colección PASOS Edita, No. 22 Diseño de la portada: Ivonne Alejandra Bigode Alvarez Fotografía de cubierta: Everaldo Batista da Costa Editores cartográficos: Ma. Lourdes Godínez Calderón y José María Casado Izquierdo ISBN: 978-84-88429-38-4 La presente obra es resultado de una investigación científica y contó con dictámenes de expertos externos. Está publicación ha recibido el apoyo del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Proyecto de Investigación: “Turismo cultural en Ciudades del Patrimonio Mundial y Pueblos Mágicos: una perspectiva de análisis desde las representaciones espaciales” 2016-2018 (Clave: IA301116; responsable: Ilia Alvarado-Sizzo; corresponsable: Álvaro López López). El contenido de este libro es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente la opinión de esa institución. E periencia visual y turístico recreativa de los visitantes del olino de lores, é ico afael ern nde Espinosa uan Carlos onterru io Cordero Introducción Los lugares para el ocio y la recreación tienen importancia para las sociedades en general y para las personas que les dan uso en particular. Existe una amplia diversidad de espacios que cumplen una función recreativa, desde aquéllos a los que se asiste por algunos minutos hasta que constituyen verdaderos resorts, generalmente en los destinos turísticos. Hall y Page (2002) han hecho énfasis en que los investigadores necesitan diferenciar cuidadosamente los espacios recreativos de los turísticos. Sin embargo, esto no siempre es posible; existen algunos lugares que reúnen una serie de características que permitirían clasificarlos como una especie de lugares híbridos en los cuales coexisten actividades de recreación para visitantes locales y atracciones con componentes turísticos. El Parque Nacional Molino de Flores es un caso de este tipo. Ubicado en el municipio de Texcoco, Estado de México (Figura 1), este lugar alberga las ruinas de una hacienda colonial, cuya decadencia en la época de la Revolución Mexicana derivó en su expropiación y, años más tarde, en su declaración como Parque Nacional. A partir de entonces, este lugar ha constituido un importante espacio recreativo de fin de semana para habitantes de la región oriente del Estado de México (Fernández y Vázquez, 2014). La dinámica social establecida en este transcurso, aunada a las Alvarado-Sizzo, I. y López, Á. (2018). Turismo, patrimonio y representaciones espaciales. La Laguna (Tenerife): PASOS: RTPC. www.pasosonline.org. Colección PASOS Edita N° 22. 290 Experiencia visual y turístico-recreativa ... características físicas y paisajísticas, ha permitido el desarrollo de prácticas del espacio que dan sentidos específicamente recreativos y turísticos al lugar. El argumento central de este texto es que la experiencia recreativa en lugares con características similares a las del Molino de Flores está directamente asociada con la vivencia de su dimensión visual, la cual, a partir de su construcción social, contribuye de manera significativa a la producción del espacio como lugar recreativo-turístico. Figura 1. Localización del Parque Nacional Molino de Flores Nezahualcóyotl Fuente: elaboración propia a partir de OpenStreetMap. Cartografía: M. L. Godínez Calderón y J. M. Casado Izquierdo, 2018. Espacio, visualidad y recreación En años recientes asistimos al llamado giro espacial en ciencias sociales (Warf y Arias, 2009), es decir la convergencia creciente de la idea de que el espacio constituye el ámbito del comportamiento, pues, aunque no determina Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 291 las interacciones, éstas no pueden darse independientemente de él. Con ello se ha recuperado ampliamente el trabajo de Henri Lefebvre (1992) sobre el proceso de producción del espacio. Uno de los aspectos que destaca en la propuesta de este filósofo es la contraposición entre algunos aspectos de dicha producción, es decir, entre, la representación del espacio (espacios conceptualizados, concebidos y diseñados), por una y, por la otra, la práctica espacial (el espacio percibido en la cotidianidad) y los espacios de representación (el espacio vivido a través de sus simbolismos asociados). De esta propuesta deriva la distinción entre un espacio concebido (proyectado por los diseñadores) y un espacio vivido (el de los usuarios), la cual obliga a tomar en cuenta las creatividades y actividades significantes de las personas (Lefebvre, 1992). La significación del espacio es un elemento que se asocia al segundo aspecto, y es lo que permite codificar y decodificar los signos que le imprimen valor simbólico. De esta manera, Lefebvre promovió un cambio de énfasis que se traslada desde los objetos del espacio hacia la producción del espacio y propició que productos y discursos se incluyan como testimonio del proceso productivo (Ramírez, 2003). Este cambio abre una vertiente de tipo fenomenológica que dirige su atención hacia el estudio de las formas en que se producen el paisaje y el “aura” del lugar. Dentro de esta corriente se incluyen, además de la dimensión geográfica, el interés por realizar etnografías de la percepción y de la experiencia de lugares y de paisajes particulares, en los que se busca describir e interpretar las formas en que las personas los revisten de memoria y de sentido, subrayando además las relaciones sociales que los producen (Serje y Salcedo, 2008). En esta perspectiva, el espacio adquiere una significación que se halla condicionada por factores culturales, de clase, historias de vida, entre otras variables, y forma parte del reservorio disponible para el desarrollo de ciertas acciones e interacciones sociales (Losada, 2001). Así, las actividades que se realizan en cada espacio tienen una característica definitoria inherente a él. Un claro ejemplo son los espacios recreativos. A partir de que la recreación en las sociedades modernas puede entenderse como un conjunto de prácticas de índole social que otorgan un disfrute transitorio a sus practicantes, puede decirse que dichas prácticas se sustentan, junto con los elementos psicológicos y materiales, en el valor social otorgado a los elementos simbólicos (Gerlero, 2006). La recreación puede entenderse como una práctica social en el sentido de que, por un lado, involucra al menos la existencia de actividades del cuerpo, actividades mentales (sentidos, emociones, motivaciones, saberes prácticos y significados) y materialidades físicas (Ariztía, 2017) y, por el otro, porque es una actividad que funge como nodo entre acciones que contribuyen al ordenamiento social. Vale la pena resaltar esta segunda 292 Experiencia visual y turístico-recreativa ... cualidad, pues el ordenamiento social, como propone Harold Garfinkel (2006), puede entenderse como un logro práctico de las interacciones entre los miembros de una sociedad. De tal suerte, la recreación es una práctica social que requiere del entendimiento mutuo entre los presentes para una eficaz definición de la situación y, por añadidura, del espacio que se practica. Además de elementos como el consumo, la aventura y el azar, la recreación moderna tiene una dimensión mimética derivada de la actividad de presenciar diversos espectáculos, exposiciones de arte o museos, entre otras expresiones, en las que los participantes se abandonan a la ficción propuesta como una segunda realidad (Gerlero, 2006). Para Gerlero (2006) la vivencia recreativa deriva de una ruptura con lo habitual o cotidiano que permite una experiencia de novedad. Desde esta perspectiva, un espacio recreativo puede tener características miméticas que brindan a los usuarios la posibilidad de jugar con la ilusión de una realidad alterna a partir de los procesos simbólicos que median en su vivencia. Es el caso de los teatros, los museos o los lugares turísticos. Las prácticas recreativas en este tipo de espacios se sustentan en el conjunto de acciones que implican una experiencia de ruptura con la rutina diaria y la realidad cotidiana (Gerlero, 2006). Uno de los aspectos que destacan en los estudios hermenéuticos del espacio es el énfasis en la dimensión sensorial, dado que la percepción de los lugares y espacios está mediada por sensaciones corpóreas (Aguilar, 2006). Sin embargo, no se presupone que esas sensaciones del espacio sean directas, sino que son susceptibles de múltiples lecturas mediadas por la experiencia para situarlos en un sistema de significaciones y dotarlos de sentido (Hernández, 2017). La experiencia de un espacio recreativo, como cualquier otro espacio, es así un proceso mediado por la dimensión sensible, es decir, vivida a partir del abanico de significados que se producen en los actos de oler, degustar, tocar, oír y ver. Por ello, se puede sostener que los espacios se transforman en lugares para el ocio y la recreación en la medida en que el sujeto y su corporeidad sensorial los practican y viven como tales (Crouch, 2000). Los espacios recreativos que despliegan una vocación turística o museística, por ejemplo, tienen la particularidad de ostentar cualidades visuales. En la experiencia de los viajes turísticos, la ruptura con lo cotidiano tiene en gran medida una dimensión visual. No es casual que las prácticas de la fotografía y del turismo hayan evolucionado de forma paralela e interdependiente (Urry, 2004), pues el punto de confluencia de ambas se halla en la búsqueda de la experiencia recreativa a partir de mirar-retratar lo inusual e inusitado. De tal suerte, la experiencia recreativa al interior de un espacio recreativo y turístico, como el caso que aquí se analiza, supone necesariamente un grado de búsqueda de experiencias visuales inusitadas. Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 293 La experiencia visual puede entenderse como la descripción e interpretación de las vivencias del sujeto relacionadas con el sentido de la vista, es decir, las sensaciones visuales (Hernández, 2006). No obstante, el aspecto interpretativo de la experiencia visual no se determina única y exclusivamente por el mundo material, sino especialmente por la capacidad de dar sentido a la diversidad de objetos con cualidades visuales, es decir susceptibles de verse, percibirse y describirse (Hernández, 2006). En resumen, los espacios recreativos, y aquéllos con vocación turística, merecen un abordaje desde su dimensión subjetiva y sensible que retome lo que Pinassi (2015) denomina una geografía cotidiana del turismo. Un enfoque tradicionalista, dice el autor, describiría los espacios de ocio consumidos, la frecuencia de visita y los impactos generados, entre otros aspectos, pero ello quedaría en una visión superficial de lo acontecido en el destino, mientras que una geografía cotidiana otorga valor al sujeto, a su ser interno y al simbolismo que induce su práctica (Pinassi, 2015). En ese sentido, se puede decir que un espacio recreativo y turístico invariablemente brinda a sus usuarios experiencias recreativas, a partir de la experiencia de su corporeidad, como un lugar que ostenta elementos susceptibles de observarse, verse, mirarse y darles significado. El Molino de Flores, de hacienda colonial a parque recreativo El lugar que constituye el caso de estudio lleva por nombre oficial Parque Nacional Molino de Flores Nezahualcóyotl, decretado como tal en 1937 en los restos de una próspera hacienda colonial del Valle de México que entre los siglos XVII y XIX estuvo dedicada a diversas actividades productivas. Entre sus primeras y principales destacan el obraje de textiles y la molienda de cereales; ambas con el aprovechamiento del río Coxcacuaco (Espinosa, 2012). Otra de sus actividades en su última fase fue la producción de pulque, bebida artesanal prehispánica a base de agave que fue muy popular en la región centro de México hasta principios del siglo XX. De su faceta como molino de cereales deriva parte de su nombre, la palabra “Flores” proveniente del apellido de una de las familias que a lo largo de sus más de tres siglos de existencia la poseyeron (Espinosa, 2012; Figuras 2 y 3). En sus momentos de esplendor, además de los dueños y su familia, la hacienda llegó a albergar una gran cantidad de personas, incluyendo servidumbre, administradores, capataces y algunos peones. El lugar fue transformándose físicamente para adaptarse a la expansión y al cambio de actividades, lo cual quedó reflejado en las construcciones que paulatinamente se fueron 294 Experiencia visual y turístico-recreativa ... sumando al casco original. A fines del siglo XIX, la hacienda había quedado ampliamente embellecida con jardines, paseos e iglesias además de la casa principal, las de huéspedes, grandes trojes, macheros y un colegio, entre otros edificios (Cruces y Campos, 2001). Algo que ha llamado la atención de cronistas y estudiosos del lugar es el estilo arquitectónico barroco popular (Flores, 1956) que adorna sus construcciones más representativas (Fernández y Vázquez, 2014; Figuras 2 y 5). Figuras 2 y 3. Aspecto actual del casco de la hacienda Molino de Flores Arriba: pórtico de la hacienda (Julio de 2017). Abajo: muros derruidos de una troje de la hacienda (Julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Actualmente, algunas construcciones están en ruinas (Figuras 3 y 4). A principios del siglo XX, las revueltas asociadas a la Revolución Mexicana alcanzaron también a esta hacienda, que fue saqueada e incendiada. Tras ser Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 295 abandonada por sus dueños, fue vendida a una extranjera, quien no pudo rehabilitarla, pues las condiciones sociales y políticas ya no eran aptas para este tipo de empresas. Finalmente, acorde con las políticas revolucionarias de expropiaciones y reparto de tierras, el inmueble fue adquirido por el gobierno de la República y varios años después se decidió que el casco y parte de sus tierras fueran declaradas Parque Nacional (Departamento Forestal y de Caza y Pesca, 1937). Actualmente, el parque nacional posee una superficie de 55 hectáreas, lo que representa una trigésima pate de las 1 745 hectáreas que alguna vez conformaron la hacienda (Fernández y Vázquez, 2014). Figuras 4 y 5. Aspecto actual del casco de la hacienda Molino de Flores Arriba: muros en ruinas de una casa de huéspedes (julio de 2017). Abajo: atrio y fachada de la Capilla del Señor de la Presa (agosto de 2016). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. 296 Experiencia visual y turístico-recreativa ... Con el paso del tiempo, el lugar se ha convertido en un importante espacio recreativo para los habitantes de la zona oriente del Valle de México y de la misma Ciudad de México, y ha sido rehabilitado y adaptado paulatinamente para las actividades recreativas por las administraciones responsables. Según datos de estudios recientes se estima que anualmente recibe entre 208 mil (Tudela, et al., 2011) y 250 mil visitantes (Fernández y Vázquez, 2014). Su transformación ha incluido principalmente el mantenimiento y restauración de algunos edificios, además de capillas y jardines, y la habilitación de algunos espacios para oficinas, salas de exhibiciones, instalaciones para estancias de día de campo y sanitarios para los visitantes. Entre otros aspectos, se ha establecido también la venta de alimentos y productos de la región, así como la oferta de servicios para actividades recreativas, a cargo de los habitantes de las comunidades cercanas. Cabe señalar que a partir de 1995 el gobierno municipal de Texcoco es quien ha estado a cargo de la administración del parque (Tudela, et al., 2011), y que cada tres años se nombra nuevo personal administrativo, lo cual ha contribuido a dificultar una gestión programada y sostenible. La distribución actual del espacio comprende cuatro tipos principales que corresponden tanto a sus características físicas como a las principales actividades que se realizan (Figura 6): 1. El área arquitectónica. Es la parte que abarca desde el pórtico y la entrada principal al casco de la hacienda, hasta el extremo opuesto donde se encuentra la Capilla del Señor de la Presa. Algunos espacios representativos de esta parte han fungido como locación para diversas películas mexicanas y extranjeras, series de televisión y videoclips musicales de artistas latinos1 (Figuras 7 y 8). La actividad principal de los visitantes a este espacio es el recorrido entre las ruinas arquitectónicas de la hacienda. 2. El área comercial. Está integrada por pequeños establecimientos anexos al área arquitectónica, donde se comercian a modo de souvenir algunos objetos como juguetes de madera, cazuelas de barro y dulces tradicionales (Figuras 9 y 10). También forma parte de este espacio una zona de alimentos y bebidas. 1 Entre las películas para las que se rodaron escenas en el Molino de Flores se encuentran Sobre las olas, de Miguel Zacarías (1950); Vera Cruz de Robert Aldrich (1954) y El tigre de Santa Julia de Alejandro Gamboa (2002). También fue locación para series mexicanas de televisión como El Mariachi, producida por AXN en 2014 y El Capitán Camacho producida por Estudios TeleMéxico en 2015. Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero Figura 6. Plano de las áreas por actividad en el Molino de Flores Fuente: elaboración propia a partir de OpenStreetMap. Cartografía: M. L. Godínez Calderón y J. M. Casado Izquierdo, 2018. Figuras 7 y 8. Espacios representativos del área arquitectónica en el Molino de Flores Izquierda: calle principal del casco de la hacienda (junio de 2017). Derecha: plazuela y capilla de San Joaquín (julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. 297 298 Experiencia visual y turístico-recreativa ... Figuras 9 y 10. Aspectos del área comercial en el Molino de Flores Establecimiento de souvenirs (mayo de 2015). Corredor comercial y visitantes (julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. 3. El área de diversiones. Se halla en la periferia sur del parque e incluye la oferta de servicios para la diversión de los visitantes, como paseos a caballo, cuatrimotos, juegos mecánicos, juegos infantiles y un par de establecimientos de diversiones (Figura 11). 4. El área de descanso. Entre la entrada de la hacienda y la de diversiones hay un espacio arbolado por donde aún corre un breve hilo de agua del río Coxcacuaco. Se encuentran ahí algunos asadores y mesabancos que las familias emplean para establecerse y tomar algunos alimentos o descansar por un rato, generalmente después de dar el paseo por las demás áreas (Figura 12). Figuras 11 y 12. Aspectos del área de descanso y de diversiones Perspectiva de los juegos mecánicos en el área de diversiones (agosto de 2015). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. En primer plano parte del área de descanso, al fondo los caballos para paseos recreativos (julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 299 Los usuarios del Molino de Flores son casi en su totalidad excursionistas, es decir, visitantes de un día sin necesidad de pernocta (OMT, 1998) que normalmente llegan antes del mediodía y abandonan el lugar aproximadamente cinco horas después. Sin embargo, en algunas ocasiones llegan también turistas extranjeros o nacionales que en su paso de la Ciudad de México hacia Teotihuacán (Estado de México) visitan otros lugares. Aproximación metodológica El estudio de los espacios públicos o semipúblicos representa un reto interesante para las ciencias sociales, dado que no se trata de lugares que tengan una dinámica estructurada por una comunidad que lo habite y que haya establecido relaciones sociales estables. Por el contrario, se trata de espacios en los que la dinámica se define precisamente por la ausencia de una estructura social, pues las relaciones se desarrollan entre desconocidos (Delgado, 1999, 2002). El Molino de Flores reúne elementos que permiten categorizarlo como espacio semipúblico; particularmente el hecho de que, aunque no es una plaza urbana o una vialidad, es un lugar que permite el libre acceso a cualquiera de sus visitantes y que por eso mismo, reúne a personas que no tienen una relación o un vínculo biográfico previo más allá de la razón que les motiva a visitar el mismo lugar. Por esa razón, y con el propósito de analizar el papel de las experiencias visuales de los visitantes en la construcción social del lugar, se decidió adoptar un enfoque cualitativo que combina los métodos etnográfico y fenomenológico (Mayan, 2001; Taylor y Bogdan, 1986). En el caso del primero, se trata específicamente de lo que Manuel Delgado denomina etnografía del espacio público (2002), caracterizada por la práctica de la observación participante (Valles, 1999) en sentido estricto, ya que el investigador puede presentarse sin dificultad como un usuario más, como un visitante anónimo, sin intervenir en la dinámica del lugar. Con base en ello se realizó un conjunto de observaciones sistemáticas acerca de la disposición de los espacios y su relación con las actividades y prácticas de los usuarios visitantes, especialmente los fines de semana, entre los meses de marzo de 2015 y abril de 2016. Además, como parte de esta aproximación metodológica visual en torno a un espacio recreativo-turístico, se realizó un registro fotográfico del lugar, de algunas perspectivas comunes y de aspectos que reflejan la dinámica social y las actividades de los usuarios. Pese a su carácter reciente, los métodos de investigación visual del turismo son cada vez más aceptados, y pueden emplearse desde distintos enfoques interdisciplinarios, filosóficos y epistemo- 300 Experiencia visual y turístico-recreativa ... lógicos (Rakic y Chambers, 2012). En este caso, se parte de una aproximación constructivista (Rakic, 2012), en el sentido de que los registros fotográficos no se toman como copias fieles de la realidad, sino como una forma más de realizar descripciones de un aspecto de la realidad, en el entendido de que la elección de la perspectiva y de los objetos o elementos retratados está determinada por la subjetividad del investigador. Así pues, estas imágenes sirvieron para explorar y aproximarse interpretativamente a la experiencia visual de los visitantes, sin pretender que esa experiencia sea directa, sino construida subjetiva e intersubjetivamente. De tal suerte, las imágenes obtenidas que aquí se presentan tienen un propósito a la vez ilustrativo e interpretativo. Ello implica adoptar un enfoque epistémico, en el sentido de que se indaga en las formas en que ciertas maneras de ver (es decir, interpretar la información visual) están ancladas a un proceso histórico y social de construcción de significados (Hernández, 2006). Por otro lado, se debe hacer hincapié en el hecho de que aunque los espacios públicos sean neutrales y altamente desestructurados en términos sociales (Delgado, 1999), es posible identificar ciertas prácticas recurrentes significativas que permiten precisamente darle una cualidad a un espacio, en este caso de recreación. Se trata precisamente del elemento que permite la transformación del espacio en un lugar: la adquisición de una definición y una significación (Tuan, 2001; Selanniemi, 2003). Por ello, la investigación también se apoyó en un abordaje sociofenomenológico centrado en la indagación de las experiencias de los informantes (Mayan, 2001), en este caso de los visitantes. A fin de obtener una amplia variedad de experiencias y opiniones, entre abril de 2015 y junio de 2016 se realizaron, mediante muestreo intencional por bola de nieve, 25 entrevistas semiestructuradas con visitantes de diversas localidades de la zona oriente del Valle de México, hombres y mujeres de diversas edades. El cuestionario incluye un conjunto de preguntas sobre los espacios del Molino de Flores que los visitantes consideran más significativos, los aspectos y elementos visualmente atractivos, y las narrativas y explicaciones sobre sus prácticas fotográficas. A partir del análisis general de las entrevistas, se identificaron ciertos elementos centrales para comprender la relación entre la experiencia recreativa y la experiencia visual en espacios como el Molino de Flores, mismos que a continuación se presentan. Las experiencias recreativo-visuales Como primer punto se presenta una descripción general y a la vez sintética de la dinámica social conformada por el conjunto de prácticas y actividades de los visitantes al Molino de Flores. Cada sábado y domingo, aproximadamente Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 301 a las 10 de la mañana, comienzan a llegar, ya sea en automóvil o en transporte público, familias, parejas o grupos de amigos con la intención de pasar un día de fin de semana divertido en un lugar que les habían recomendado visitar y que conocen por primera vez o que ya habían conocido anteriormente, “lejos de la ciudad” y su cotidianidad. Estos visitantes generalmente inician sus actividades con un recorrido por la entrada principal al casco de la ex hacienda; cruzan el pórtico que en lo alto ostenta con grandes letras las palabras “Molino de Flores” (Figura 2). En los costados de la entrada también se observan diversos carteles con información del lugar o anuncios acerca de las actividades que la administración programa, como recorridos guiados o talleres infantiles, por ejemplo. Ahí también se ofrecen ocasionalmente retratos al momento, para el recuerdo de la visita, con el escenario de la entrada como fondo y con algún atuendo añadido para aparentar estar en una época pasada. Al ingresar al casco de la ex hacienda, los visitantes se encuentran con el corredor principal flanqueado por algunas construcciones que aún se conservan en pie (Figura 7). Ahí, el recorrido continúa por el andador durante unos doscientos metros entre edificios, hasta llegar a una pequeña plazuela situada en la parte media del casco y circundada por las fachadas de lo que fue la casa principal y una pequeña iglesia que lleva el nombre de Capilla de San Joaquín (Figura 8). En este lugar convergen varios pasillos, arcos, escaleras y accesos hacia otros espacios, como bodegones en ruinas y las estructuras de canales y ductos por los que circulaba el agua del río para hacer funcionar el molino de granos. Posteriormente, el recorrido continúa por el área comercial (Figuras 9 y 10), donde algunas personas aprovechan para comprar alimentos, bebidas, dulces o algún otro recuerdo de su visita, mientras otros deciden tomar la ruta hacia la iglesia del Señor de la Presa (Figura 13), ubicada unos trescientos metros más allá del río, pasando por jardines y corredores hasta llegar a un llamativo puente de hierro que permite atravesar el río casi extinto para ingresar por un costado a la capilla (Figura 14), adosada a una gran ladera de piedra. Los visitantes de este lugar aprovechan para meditar, orar y observar por varios minutos la imagen de un Cristo impreso en la pared de piedra, considerado como una aparición milagrosa. Anexo al costado de la capilla, los visitantes encuentran el mausoleo familiar de los dueños de la hacienda con una estructura de arcos y rejas que resguardan las lápidas de los difuntos. Al término de este recorrido, la gran mayoría de los visitantes se dispone a comer, ya sea en alguno los pequeños restaurantes del área arbolada, donde se consigue comida y bebidas tradicionales de la región o, en su defecto, quienes traen alimentos previamente preparados o los preparan en los asadores disponibles en el lugar (o en un anafre portátil), en los mesabancos o sobre un 302 Experiencia visual y turístico-recreativa ... mantel extendido en el suelo. Después de la alimentación, es el momento de aprovechar la charla con familiares o amigos para tomar una bebida mientras los niños se divierten en sus juegos, o de hacer un recorrido por el área de diversiones, o dar un paseo a caballo y, también, hacer un segundo recorrido por algún lugar de interés antes de abandonar el lugar cerca de la puesta del sol. Figuras 13 y 14. Capilla del Señor de la Presa Izquierda: Perspectiva de la fachada de la capilla y el panteón familiar (Agosto de 2015). Derecha: Puente para ingresar a la capilla por el costado del río Coxcacuaco (Julio de 2017). Fuente: Acervo personal de Rafael Hernández. Esta dinámica, sumamente sintetizada aquí, se presenta solo los fines de semana, que son los días de descanso de estos visitantes. Es importante señalar que éstos son esencialmente habitantes de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y que presentan cierta homogeneidad en sus comportamientos y sus prácticas recreativas. Entre semana, la dinámica es muy distinta, ya que el número de visitantes es mucho menor, y como no se ofrecen todos los servicios recreativos ni de alimentos, bebidas ni souvenires, lo que predomina es un ambiente silencioso y de tranquilidad. Por otro lado, los escasos visitantes suelen ser personas del propio municipio o de municipios aledaños, especialmente jóvenes que acuden en parejas o con amigos. Este tipo de visitas son más breves, pues la actividad básica es caminar por los diversos espacios y descansar unos minutos en algunos de ellos antes de retirarse. Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 303 En ocasiones hay actividades especiales, fuera de la dinámica normal de fines de semana, como son la celebración religiosa del lugar, en honor a San Joaquín y al Señor de la Presa, entre el 13 y 15 de mayo, y los recorridos nocturnos el Día de Muertos (Figuras 15 y 16). Estos últimos se han vuelto tradición debido a la gran demanda que tiene el lugar por la colorida iluminación que se instala sobre los edificios y las visitas guiadas que incluyen dramatizaciones de algunas leyendas locales. Así pues, entre las actividades descritas se cuentan aquellas prácticas que brindan experiencias recreativas a partir de la acción de mirar objetos y paisajes; analizarlos, explorar perspectivas e interactuar con ellos, ya sea con la imaginación, con el cuerpo, o con la cámara fotográfica. A partir de los testimonios de los visitantes se identificaron las siguientes prácticas recurrentes que están directamente relacionadas con experiencias visuales del lugar y con su construcción como lugar recreativo y turístico. Figuras 15 y 16. Recorridos nocturnos en Día de Muertos Grupo de visitantes en una visita guiada nocturna (noviembre de 2016). Representación de una leyenda de muertos en un recorrido nocturno (noviembre de 2016). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Mirar: la interpelación visual del lugar Con este tema se destaca un tipo de comportamiento que los visitantes realizan en su interacción con el lugar, que incluye tanto el mirar (la conducta corporal explícita), como el ver u observar (operación subjetiva interpretativa). El análisis de este comportamiento permite, en primer lugar, profundizar sobre las formas de interacción de los visitantes con los distintos espacios del parque. Se observaron conductas visuales peculiares, de escrutinio y contemplación, desplegadas particularmente en el recorrido por diversos espacios del área 304 Experiencia visual y turístico-recreativa ... arquitectónica. Más allá de la observación, se exploró la dimensión subjetiva de esos comportamientos, tomando en cuenta las opiniones y explicaciones de las personas que los despliegan. Se identificaron los principales aspectos visuales del lugar que llaman la atención de los visitantes. Los lugares y aspectos de interés visual destacan rápidamente en las narrativas y descripciones de las vivencias de los visitantes, pues ocurren en las primeras fases de sus recorridos. Aunque hubo informantes que ya habían visitado con anterioridad el lugar, todos comentaron algo acerca de lo que capturó visualmente su atención la primera vez que estuvieron en El Molino, como muchos lo identifican. Las opiniones, altamente homogéneas, se refieren a los elementos arquitectónicos reconocidos como representativos: el pórtico de la hacienda, la plazuela, las dos iglesias y los muros en ruinas. Los siguientes testimonios ejemplifican lo señalado: “Lo que más me llama la atención a mí es eso, la construcción. Sí, exactamente, sus lugares, espacios que tiene, son como laberintos porque a veces hay lugares muy pequeños. De repente cruzas un pasillo y ya está, ya son espacios grandes. Entonces eso como que sí llama la atención.” (Oscar, 39 años de edad, habitante de Texcoco). “Su empedrado. Si entras por la puerta principal, vas así como que subiendo, como que en escalones. Eso lo reconstruyeron porque estaba pura terracería. Ya llegaba uno a donde está la iglesia esa y a donde está nada más el puro cascarón de las ventanas, de los arcos.” (María, 63 años, habitante de Texcoco, México). “Es muy extraño ver una capilla abierta, así abierta a un río, a lo que fue un río, y aparte, pues su clima es muy fresco. Es muy bonita la arquitectura de la capilla. Incluso hay un cementerio, entonces lo hace aún más interesante.” (Martha, 21 años, habitante de Chiconcuac, México). El otro elemento que llama la atención de los visitantes es la naturaleza, es decir, la vegetación presente en el lugar. Específicamente destacaron en las menciones los grandes árboles, el campo abierto, el pasto y el remanente del río que atraviesa el parque (Figuras 17 y 18). “Es un paraíso, mucha vegetación, unos árboles viejos, así, bien impresionantes. Y la entrada de la hacienda es algo muy, como entrar a otra dimensión.”(Alfredo, 50 años, habitante de Chimalhuacán, México). Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 305 “Me gusta lo que está rodeado de vegetación, ese puentecito que conecta el camino con la iglesia. Obviamente en temporada de lluvias se ve más bonito, ¿no? Hay más colorido, es más verde. Y bueno, la perspectiva del casco me evoca, pues, tiempos antiguos.” (Mireya, 44 años, habitante de Texcoco, México). Figuras 17 y 18. Vegetación en torno al rio Coxcacuaco Izquierda: remanente del río, vegetación y rocas en torno a la Capilla del Señor de la Presa (julio de 2017). Derecha: andador sobre el costado del río, del lado opuesto a la capilla (julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Estos dos aspectos, que en conjunto son de la mayor relevancia para estos visitantes, tienen una forma particular de mostrárseles, pues generan en ellos un efecto contrastante en relación con el aspecto visual de los espacios y lugares de sus vidas cotidianas en las áreas urbanas populares, dominados por el gris del concreto y el asfalto, el hacinamiento, el ruido y la ausencia de espacios verdes. De tal suerte, las primeras impresiones de las que hablan los informantes están marcadas por el asombro y la atención que suscita lo extracotidiano, quizá sí reconocible, pero no habitual. La dimensión simbólica del lugar está, así pues, marcada por estos dos aspectos de lo que Daniel Hiernaux (2002) señala como producto de los idearios turísticos: el descubrimiento del otro y el regreso a la naturaleza; los cuales dan la pauta para que los visitantes se abandonen momentáneamente a su imaginación y evoquen imágenes del pasado glorioso de la hacienda, de 306 Experiencia visual y turístico-recreativa ... la armonía y autorrealización con la naturaleza y su vegetación, con lo cual el espacio adopta una función recreativa mimética (Gerlero, 2006). Lo anterior se relaciona con la otra práctica relevante en la constitución de las experiencias visuales del Molino de Flores: tomar fotografías. Fotografiar: el registro de la experiencia visual El desarrollo tecnológico y su democratización han permitido el acceso generalizado a las cámaras personales como dispositivos que acompañan a los individuos en su vida cotidiana. En este sentido, el tomar fotografías acompaña a las actividades recreativas contemporáneas, y para los visitantes al Molino de Flores es parte esencial de la experiencia recreativa. De acuerdo con los reportes de los informantes, esta práctica está determinada especialmente por la interpelación, la “llamada de atención” que los distintos aspectos del lugar reclaman frente a sus miradas. En general, los elementos que se prefieren retratar son aquéllos ya señalados (entrada, plazuela, iglesias, cascada, etc.). En ellos se advierte que los aspectos observados, y las perspectivas indagadas provocan, a partir del desencadenamiento de un imaginario y una experiencia recreativa mimética, la idea de conservar un registro visual. Tomar fotografías ahí adquiere una dimensión de práctica social en el sentido en que su recurrencia constituye una acción normalizada y natural, adecuada al espacio (Figuras 19 y 20). Por ello, la observación de dicha actividad por otros visitantes es percibida ya como parte de lo que es obligado hacer ahí. “La cascada …ahí había mucha gente que estaba viendo y tomándose fotos. Pero yo, como había mucha gente, ya no me detuve a tomarme fotos.” (Chantal, 19 años, Chicoloapan, México). Así como que ocurre durante una visita turística, en este lugar los visitantes también encuentran escenas y escenarios que representan oportunidades para el fotógrafo (Urry, 2004). En este sentido, resultan interesantes las descripciones de los informantes sobre la forma en que han retratado algo, o les gustaría retratar, del Molino de Flores: “El altar de la iglesia, porque como ese está en una roca, se ve muy bonito. Esa parte también me gustaría mucho. Pues a lo mejor también, en las rocas que hay ahí, en lo que era el río, porque son rocas grandísimas ahí, que a lo mejor se han ido deslavando con el agua y como que están muy Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 307 grandes. ¿Quién movería una roca de ésas? Entonces, eso como que llama la atención .” (Carmela, 51 años, habitante de Chicoloapan, México). Figuras 19 y 20. Visitantes del Molino de Flores registrando imágenes fotográficas Arriba: dos visitantes en la Plazuela de San Joaquín retratando distintos ángulos (julio de 2015). Abajo: visitantes retratando la fachada de la Capilla del Señor de la Presa a través de la vegetación sobre el río (julio de 2015). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. “El portón de la entrada y así a trasfondo, donde está empedrado, todo el pasillo principal que da pie al fondo del Molino. Me llama lo integrado del fondo … y la entrada principal, me llama la atención el portón, por cómo está y está su letrero, <Molino de Flores>” (Juan, 55 años, habitante de Chicoloapan, México). 308 Experiencia visual y turístico-recreativa ... Así pues, el acto de mirar un objeto o un paisaje desencadena una experiencia estética que se pone de manifiesto en la intención de retenerlo en una instantánea fotográfica. Retratar esos paisajes, objetos o lugares, permite a los usuarios visitantes obtener un registro material de su experiencia visual sobre algo que se presenta como extraordinario. La fotografía permite que esa mirada se reproduzca y recapture sin cesar (Gerlero, 2006). Además de reproducir la experiencia visual de los lugares visitados, el tener fotografías abre también la posibilidad de compartirla con otros. Esto por supuesto mediante la exhibición directa en un álbum físico o, como es cada vez más frecuente, en un dispositivo electrónico o por internet, mediante una plataforma social. Así, mostrar a otros una fotografía que se ha tomado es finalmente un acto que busca dar la certeza irrefutable de que ese lugar existe y que efectivamente se ha visitado (Sidun, 2008). Retratarse: la visita testificada Como señala Urry (2004), la necesidad de tomar una fotografía en determinado lugar proviene de la necesidad de evidenciar la experiencia obtenida durante la visita, y lo que ésta lleva implícito, pues además de tomar fotografías meramente paisajísticas los visitantes querrán también tomarse al menos una fotografía en el lugar. Para los visitantes al Molino de Flores, en efecto, uno de los elementos que se incluyen en las narrativas de las experiencias de su visita son las fotografías donde ellos mismos aparecen (Figuras 21 y 22), por ejemplo en el siguiente testimonio: Figuras 21 y 22. Visitantes retratándose en el Molino de Flores Un visitante retratando con tablet a un familiar montado en un caballo (julio de 2015). Visitantes retratando con teléfono móvil a familiar en la cruz de la Plazuela de San Joaquín (julio de 2017). Fuente: acervo personal de Rafael Hernández. Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 309 “A mi hija le tomamos una foto ahí, en un caballo. Ella escogió el caballo así, negro, grandísimo, y quería su foto ahí con el caballo. Primero su paseadita y luego ya su foto.” (Cristina, 51 años, habitante de Chicoloapan, México). En este ejemplo, el tomar la fotografía de la persona montada en el caballo forma parte también del recorrido, pues permite completarlo. Es decir, se tendrá la certeza de que las circunstancias del mismo quedarán registradas no solo en la propia vivencia personal sino también en una imagen, y ello podrá en algún momento formar parte de un relato más detallado y completo de la visita. Por otro lado, la elección de los lugares tiene especial relevancia, pues muestra aquello que más atrae a los visitantes del lugar y que consideran digno de aparecer como escenario de su retrato personal. Cuando a los visitantes se les pregunta acerca de cómo y dónde se tomarían una fotografía en el Molino de Flores, los lugares preferidos son los de mayor atracción por su aspecto visual y los más representativos para ellos, como en el siguiente ejemplo: “Mi foto perfecta … en la cruz, sería ahí sentada. Cada que paso por ahí me dan ganas de tomar una foto así, no sé qué me llame, o sea, veo la capilla y sí está bonita, pero ese es el lugar perfecto, es como profundo.” (Juana, 19 años, habitante de Ixtapaluca, México). Incluir estos paisajes en un retrato personal significa, en primer lugar, que se consideran dignos de una postal fotográfica; en segundo lugar, la posibilidad de testimoniar que efectivamente se visitó el lugar y, finalmente, un acto que completa la experiencia recreativa de la visita. En síntesis, el Molino de Flores constituye un lugar recreativo familiar en el que parte importante de los visitantes, más que valorar sus características históricas y arquitectónicas, lo entienden como un espacio para diversión y días de campo. Sin embargo, todos los visitantes sin excepción adoptan una actitud contemplativa durante sus recorridos por el área arquitectónica y donde las construcciones convergen con la vegetación y el remanente del río. En este sentido, aunque las actividades recreativas durante la visita a este espacio son diversas, las experiencias visuales guardan un lugar central en la experiencia recreativa total. La experiencia visual de estas actividades constituye una vivencia recreativa generada por el hecho de mirar y observar objetos que contrastan con los objetos que cotidianamente están a la vista en los espacios cotidianos. Por otro lado, la fotografía es una práctica y un elemento importante en la experiencia de los visitantes al Molino de Flores que completa la visita, eviden- 310 Experiencia visual y turístico-recreativa ... cia su presencia en el lugar y permite conservar un recuerdo de la experiencia. Así, en el acto de la contemplación y el registro fotográfico, que forman parte de la búsqueda recreativa, estos visitantes adoptan una actitud turística, en la medida en que al disfrutar de las vistas que ofrece el lugar, ponen de manifiesto algunos imaginarios orientados por los idearios del turismo. Conclusiones Los estudios y reflexiones contemporáneos sobre el espacio, la visualidad y la recreación aportan elementos relevantes para la investigación y la comprensión de los lugares de importancia para las actividades recreativas en las sociedades contemporáneas. Estas actividades, entendidas como prácticas sociales orientadas a la búsqueda de experiencias de ruptura y contraste con las estructuras de la vida cotidiana, encuentran cabida en lugares concretos. El Molino de Flores es uno de esos lugares, y es de gran importancia para los habitantes del oriente de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Los resultados obtenidos abonan en favor de la aplicación de un enfoque hermenéutico fenomenológico para el abordaje de los espacios turísticorecreativos, ya que permiten considerar la dimensión significativa de las experiencias de sus visitantes. La dimensión del espacio vivido, propuesta por Lefebvre (1992), y la perspectiva constructivista sobre el espacio, proporcionan un marco epistemológico para comprender y explicar la producción del lugar. Los lugares turísticos albergan ciertos hábitos y comportamientos, los cuales, como ha señalado Almirón (2004) desde una perspectiva cercana a Lefebvre, más que ser reflejo del lugar, son prácticas que contribuyen a producirlo y reproducirlo continuamente como tal. En este sentido, el enfoque epistemológico aquí abordado contribuye a reforzar la teoría de la construcción social de lugares híbridos con cualidades recreativas y turísticas. En el caso del Molino de Flores, que transita desde lo recreativo de un día de campo a lo turístico de los paisajes inusitados, son las prácticas y las vivencias del espacio lo que permiten ese tránsito. Es decir, más allá del día de campo, las visitas a este lugar se desarrollan como una actividad propia de los lugares turísticos, con prácticas imprescindibles como los recorridos de exploración e interacción con los paisajes, y su registro fotográfico. En este aspecto, la dimensión sensorial del espacio aparece como una de las más importantes para este tipo de estudios, en cuanto que es en la dimensión visual donde se fundan los imaginarios del turismo. Los hallazgos mostrados permiten identificar las ventajas del enfoque constructivista en los estudios Rafael Hernández Espinosa y Juan Carlos Monterrubio Cordero 311 de la dimensión visual y espacial de la experiencia recreativa y turística de un lugar. Bibliografía Aguilar, M. A. (2006). Recorridos e itinerarios urbanos: de la mirada a las prácticas. En P. Ramírez Kuri y M. Á. Aguilar Díaz (Coords.). Pensar y habitar la ciudad. Afectividad, memoria y significado en el espacio urbano contemporáneo (p. 131-144). 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