A la sombra de las
ciudades en flor
In the shadow of blossoming cities
Resumen
a ciudad contemporánea está informada por una habitabilidad
dividida entre los modos impuestos por los dispositivos de la
“democracia biopolítica” y las elaboraciones compartidas de las
“comunidades terribles”; ello produce un cizallamiento en su configuración,
con el que se espacializan comportamientos que tratan de articular ese vacío
insoportable presente en nuestras vidas. En cuatro movimientos, se quiere
dar cuenta de “lugares comunes, armas, temporalidades, dinamizaciones”
que tratan de que un mundo advenga. Estamos en presencia de un tránsito
repetido a lo largo de la construcción de la urbanidad moderna que ahora ha
alcanzado –de manera definitiva– en la realización completa de su modelo
originario transformarse en un gran “interior”. Tal como celebra ese
momento de gozo y asombro el título del artículo, ahora los “nómadas
prisioneros” estarían comprometidos en la construcción de su narrativa y
argumentos.
L
Autores:
José Ramón Moreno Pérez
joseram@us.es
Félix de la Iglesia Salgado
fis@us.es
Universidad de Sevilla
España
Recibido: 21 Ago 2016
Aceptado: 27 Dic 2016
Palabras clave: argumentos, habitabilidad, movimientos, narrativas, señales
Abstract:
The contemporary city is informed by a habitability divided between the
modes imposed by the devices of "biopolitical democracy" and the shared
elaborations of "terrible communities". This produces a shear in its
configuration, which install behaviors that try to articulate this unbearable
present emptiness in our lives. In four movements, we want to report of
“common places, weapon, temporalities, dynamizations…” that treat of that
a world appears. We are in the presence of a repeated transit along the
construction of modern urbanity, which now has definitely reached -in the
complete realization of its original model- become a great "interior". As
celebrates that moment of joy and amazement the title of the article, the
"prisoner nomads" would now be engaged in the construction of their
narrative and arguments.
Keywords: Arguments, Habitability, Movements, Narratives, Signs
19
Estoa N°11 / Vol. 6 / Julio – Diciembre 2017
ISSN: 1390-7263
e-ISSN: 1390-9274
DOI: 10.18537/est.v006.n011.a02
José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
1. Introducción
Sí, sí, pero tú haces que sí exista. Eres tú,
forzándolos a existir. Es pura voluntad humana.
Alteramos la ciudad cada vez que la contemplamos.
Es un camino de dos direcciones. No sólo recoges
impulsos, sino que constantemente estás
proyectándolos (Sinclair, 2015, p.5).
Sloterdijk (2002) afirma que “para la sociedad
moderna […] toda distinción no es más que la
expresión de quien diferencia” (p.79), la ciudad
contemporánea –como escenario y contenedor
donde acontece la vida humana– está recorrida
por una contienda en la que por la voluntad de
quien la contempla, viene a ser considerada de
forma diversa y cambiante, dando lugar a una
historia eficaz como nunca antes se había
producido; una consecuencia que acaba
convirtiéndose en una aureola de ciudades
invisibles, tan sólo presente en la expresión
imaginada de los que la proyectan, frente a
aquella impuesta por quien la domina. Un
conflicto que analiza con sagacidad Cacciari
(2002) en “Nómadas prisioneros” y que
podríamos rastrear a lo largo de la segunda mitad
del siglo pasado a través de autores y de distintos
enfoques como Lewis Mumford, Marshall
McLuhan o Edward Soja.1
Como sostiene Sinclair (2015), muchas de esas
ciudades
permanecen
“desaparecidas”,
pertenecen a los sueños, a la intimidad o sólo se
repliegan en una existencia al margen de la
imagen pública de la misma; se zafan de los
medios de comunicación y aposentan una vida
marginal: están allí pero son invisibles,
necesitadas de buscadores –o quizás magos– que,
por su voluntad política y olfato temporal, la
puedan traer en presencia de quienes la habitan o
la visitan. Hubo un tiempo en el que la
Arquitectura, el Cine o la Literatura se nutrían de
ellas, alimentaban un imaginario capaz de
proyectar posibilidades muy distintas de la
realidad urbana y, con ello, se convertían en
adelantados del porvenir de las mismas.
La palabra “desaparecidas” es un buen calificativo
para describir contemporáneamente el papel de
esas ciudades en el juego moderno de sus
apariencias; lo es porque la mutación que la
representación ha sufrido en las últimas décadas
20
1
Pueden ser significativos para esta búsqueda los textos de:
Mumford (1966); McLuhan (1996); Soja (2004). En cualquier
caso, nos referimos a un contexto de investigación que abarca y
comprende los planteamientos parciales e históricos de los
autores anteriores, cuyo desarrollo apenas tiene veinte años y
que estaría sintetizado extensamente en la trilogía sobre un
ya no nos permite manejar tiempo o espacios
alternativos, pues ella ha sido capaz de subsumir
lo real como un componente propio. Las
categorías o los soportes capaces de engullir un
número
interminable
de
componentes
heterogéneos celebran su fortuna y se comportan
como nubes anestesiantes en las que permanecen
entretenidas la vida de todos, convirtiéndose
finalmente en enormes contenedores, a los que
Sloterdijk (2010) les asigna un denominador
común: el del mundo interior del capital.
2. Señales
2.1 Secuenciación
Nos dice Cragnolini (2009), quien introduce a Cacciari,
que “Estamos siempre en tensión: tendemos a lo
Invisible, a lo divino, a lo Irrepresentable, pero nos vemos
obligados a movernos en el ámbito de lo visible, de lo
limitado, de lo fenoménico” (p.9).
Un descomunal proceso de reorganización del territorio,
nunca acabado, siempre abierto, resuelto por las
instrumentalizaciones de una razón técnica que lo
coloniza o aparatiza de forma cambiante, que dibuja los
escenarios de una habitabilidad, siempre desplazada
hasta agotarlo, cubrirlo, anestesiarlo y decantarlo en un
espacio continuo y excluyente. Este proceso, atravesado
por una movilidad incontenible que desdibuja y disuelve
sus configuraciones estables, para luego volverlas a
recuperar parcialmente, completamente artificializadas,
que termina tan solo como una imagen-paisaje
cualquiera –disponible para su postproducción– del
“atlas”2 de la globalización electrónica.
La ciudad –cualquier ciudad– como franquicia del
mercado global, como puerto receptor de los flujos
culturales –objetos simbólicos acelerados y formateados
por los lenguajes de la sincronización– donde todo se
hace disponible, pues ella canaliza la inmanencia del
poder adquisitivo para hacerlo presente en la atmósfera
del consumo; interior de otro interior abarcativo que
como un postmoderno palacio de cristal alberga fetiches,
reconocimientos y desprecios. Con ello, se alcanza una
ruptura completa de lo necesario, de tal manera que
permite el triunfo de una imaginación perversa –
¿ilusión?– que nos permite creer que todo es posible: la
ciudad como factoría de lo mágico, como simulacro de
una realidad banal.
enfoque espacial de la Civilización de las dos Globalizaciones en
Sloterdijk (2007).
2
Sobre las consecuencias espacio-temporales y topológicas que
este nuevo “Atlas de las imágenes” tiene para nuestra
interpretación del mundo, véase Atlas. Serres (1995).
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A la sombra de las ciudades en flor
Figura 1: Instalaciones: Conectividad ciudad 1.0 - ciudad 2.0
Fuente: Montaje realizado a partir de la Propuesta CiudAd Abierta 3.0 y trazado de la instalación para la Exposición
Heaven. Miralles y Tagliabue. “Arquitecturas del tiempo”, (R. Gallegos y A. Lancharro, 2013)
El proceso que nos ha conducido aquí –con monstruosos
efectos colaterales que se incorporan como un material
productivo a sus sucesivas y continuadas revisiones–
proyecta una sombra alargada y extensa. Una sombra
llena de espacios abandonados, olvidados o a la espera
de una actividad que lo recupere, de marginales o
extinguidas formas de vida, de los rastros, ruinas o
residuos de ocupaciones que han quedado orillados por
la vía ancha del progreso.
Una sombra –entendida como situación que acoge a una
imaginación emergente– donde se juega buena parte de
los encuentros, envites, ocasiones o partidas que pueden
hacer posible que a esas ciudades en flor se les reconozca
su potencialidad; las otras vidas urbanas que atesoran
como semillero de un nuevo círculo antropológico, aún
por enunciar. Para ello, en primer lugar, será necesario
utilizar la técnica de la instalación,3 el único modo de
promover una habitabilidad contemporánea en esas
sombras.
Todos nos hemos convertidos en instaladores, así lo
diagnostica Sloterdijk (2005): “cada uno de nosotros […]
se ha convertido o ha sido forzado a convertirse en una
suerte de planificador de su propio espacio” (p.230). Con
ello quiere explicar la necesidad del interfaz con un
medio muy alejado del acogimiento o el aposentamiento
para cualquiera que no se adapte a sus dispositivos;
3
Una técnica ejercitada por el arte de la segunda parte del siglo
XX, como medio para hacer explícito el tránsito de un mundo
inclusivo a otro exclusivo, de la sumersión a la inmersión. Véase
Estoa N°11 / Vol. 6 / Julio – Diciembre 2017
incluso en ese caso, por la complejidad de las
interacciones que producen los aparatos a los que está
encomendada su funcionamiento, necesitaremos de la
competencia en el manejo de sus lenguajes, o de la
habituación a sus rutinas, o disposiciones, o las tácticas
del explorador.
Instalarse como primera acción, nunca definitiva,
siempre mejorable, siguiendo los modos tradicionales de
la guerra o de los nómadas, de los descubridores o los
emprendedores, pero ahora entendida como
componente de un software compartido por una red de
actores que continuamente asumen roles o
representaciones. Entonces, interiorizada la voluntad de
este proceder, será necesario un saber capaz de conocer
los lugares, las situaciones con las que debemos negociar
nuestra inserción y, por ello, un sentido de cuáles son
aquellas atmósferas en las que podamos sentir la
presencia doble, al identificar su tonalidad emocional
como afín y cuáles son aquellos sistemas capaces de
inmunizarnos contra las amenazas del medio en el que
nos instalamos, hasta entenderlos como comunidad para
una habitabilidad.
Todo ello supone entender ese medio ya-no-urbano a la
sombra de la ciudad, como un continuo de amenazas y
oportunidades –recogidas por aquella metáfora ilustrada
de la ciudad como bosque– que nos obligan
para una visión completa de lo que ello ha supuesto Groys
(2015).
21
José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
reiteradamente a urdir estrategias de desregularización
–similares a las puestas en obra por el capital para los
derechos ciudadanos– de sus dispositivos de control,
frente a las rutinas, a la resistencia del consumo creativo,
las artimañas y la formulación de redes de
intersubjetividad. Una habitabilidad que se registra en
sus manifestaciones y propuestas, desde la mitad de siglo
XX, por parte de una ciencia del comportamiento, que
solo a final del siglo está en condiciones de reconocerla y
establecerla como tal. Desde las propuestas
vanguardistas de la Internacional Letrista, pasando por
los Situacionistas, las agitaciones de J. Beuys o Fluxus
hasta los estudios sociales de M. De Certeau, conforman
una trama sobre la que la arquitectura moderna ha
comenzado a entender la relevancia de este cambio.
Pero, también, esa situación es producto de la
confrontación entre lo real y lo virtual, cuya interacción
no regulada determina los presupuestos técnicos y
antropológicos de su habitabilidad, pues ahora sabemos
que cualquier simulacro es más potente que el faceteado
de lo real; lo imaginado o proyectado actúa como una
oportunidad que desafía a cada instante la experiencia,
guiada por una voluntad individual que tan sólo alcanza
lo colectivo al imaginarse residenciada en una
comunidad que viene. Así pues, esa habitabilidad está
necesitada de la imaginación y la conciencia, de lo
prospectivo del paralaje,4 de lo proyectado
instantáneamente, como instrumentos capaces de
ritmar tiempos y oportunidades, sin posesión, tan solo
como uso ecológico. Una situación que trascurre en los
futuros lugares del 3.0, frutos de una conectividad, aún
irreal pero muy avanzada de los topos del 1.0 y los
ángeles del 2.0.,5 allí se residencia cualquier imaginario
de lo porvenir.
2.2. Desplazamientos hacia lo informal
Proust narra en el segundo libro de su obra “A la
búsqueda del tiempo perdido”, una experiencia de
aprendizaje, un descubrimiento de dimensiones –antes
sagradas– de lo humano, como el erotismo o el arte; una
experiencia que marca irremisiblemente la existencia de
todos y que se hace significativa con su título: “A la
sombra de las muchachas en flor”. En el balneario de
Balbec, el lugar apartado de Paris donde transcurre la
segunda parte de la novela, destino de la primera
escapada de la ciudad de su protagonista. Una vez
abandonado el amor de Gilbert Swann, Proust (1997)
descubre un grupo de muchachas sonrientes
correteando por el paseo, él las ve como una masa
informe de belleza y espontaneidad: “una fluctuación
armoniosa, la constante traslación de una belleza fluida,
colectiva y móvil” (p.245).
4
22
Para una conceptualización arquitectónica de ese proceder
como existencia contemporánea, véase Žižek (2012).
5
Flusser (2002) y Flusser (2015).
6
El término proyecto y el alcance y significado del mismo ha sido
reiteradamente analizado por Cacciari (2011) como un producto
de la lógica calculante de la modernidad.
Ese modo de enfrentarse al mundo que lo rodea,
describiéndolo a partir de una particular mirada,
continúa y dilata una actitud que podemos encontrar
inaugurada por la visiones de Baudelaire. Su
enfrentamiento con la realidad caótica de París se salda
–hacia mitad del siglo XIX– con una visión en la que el
bullicio y la agitación vivida se abre en una profundidad
capaz de revelar el reverso de la superficie aparente de
una realidad urbana apabullante; una superficie que
Guys –aquel pintor de la vida moderna– tratara como
superficialidad pictórica evanescente, depositada con
tintas transparentes de colores desleídos, sobre los
soportes profanos del periódico o del cuaderno de
apuntes. Como Calasso (2011) nos propone, esa mirada
que es un sueño, habita en una folie, La Folie Baudelaire,
que a modo de cabaña se instala en la geografía
imaginaria de una península extrema –la de Kamchatka–
, un lugar apartado donde puedan materializarse los
ideales del Romanticismo.
Ese plegado del mundo moderno que se constituye
según dicotomías irreductibles, también informa a la
metrópolis y a los sucesivos proyectos urbanísticos y
arquitectónicos que se suceden en su diagnóstico,
formulación y configuración, marcados todos ellos por
un debe ser que se quiere tan certero como lo acontecido
en el pasado. Proyectar6 significará añadir al desafío del
arrojo, de lo aún no sucedido pero si previsto, la
confianza en la seguridad de su predicción, tal como
correspondería a una antropotécnica largamente
ensayada por la globalización terrestre.7
Entonces, la aparente huida de la ciudad, como en el
sueño, no es sino una representación del ambiente
escindido donde transcurre la vida moderna, una
metrópolis que bien pudiera asumir la metáfora del
título: ciudad en flor; en sus pétalos semiabiertos se
guarda un sueño que necesita de la protección de los
lugares del deseo y erotismo. Esa interiorización permite
una mirada distinta, profunda y banal, como aquella
profundidad que, de vez en cuando, su realidad
desbordante se caracteriza como emergencia; es una
mirada que atesora las impresiones cambiantes y
fugaces, para que se decanten constituyendo un mundo
que aguarda un nuevo aparato capaz de registrar
formalmente su aparecer.8 Según desarrolla Sloterdijk
(2011) en “La domesticación del ser”, en el círculo
antropotécnico de las primitivas hordas humanas se hace
explícita una habitabilidad –aún muy alejada de un
medio– que no es sino bullicio urbano.
El encaje entre esa naturaleza emergente de lo
metropolitano –de un medio plenamente artificial bajo el
control de una razón técnica– y aquel aparato capaz de
su presentación, desarrollo y gestión, encontrará un nivel
de síntesis provisional en la formulación arquitectónica y
Para una descripción de su “cultura material”, véase Sloterdijk
(2010).
8
Nos remitimos a la definición de aparato ensayada por Déotte
(2007).
7
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José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
cinematográfica de una existencia como estancia.9 Una
corporeidad complementada de manera progresiva por
la tecnología –ella no será sino uno de sus objetivos a
batir–, una ambientación emotiva capaz de integrar y
superar a la biológica, una individualidad atómica que
asegure la irreductible potencia de la multiplicidad sin
convocar ningún común –al menos por el momento–
serán los fragmentos de la cadena del ADN moderno, uno
de cuyos laboratorios se encuentra de forma irremisible
en los territorios de la Arquitectura.
La petición no es sino la de constituir la estructura del
genoma completo de la habitabilidad moderna –una
especie de simulacro monstruoso– que necesita tanto de
la megalomanía como del misterio de la Trinidad. Frente
a ese desafío queda corto cualquier logo o cualquier
manifiesto, sea Arquitectura o Revolución, The Power of
Tem o S, M, L, XL; se hace necesaria una imaginación que
la aguarda.10 Un episodio particular del largo y conflictivo
encuentro entre baja y alta cultura, saldado con el
reconocimiento o el desprecio del contrario, que
conduce finalmente a la constatación tecnológica de una
inteligencia general, de un código fuente, capaz de
asumir cualquier formatividad.
En este contexto, en el que se enlazan los efectos de la
doble mutación: la del sistema de representación y de la
ciudad, la Arquitectura asiste al debate abierto sobre lo
que acontece como el miembro hegemónico de una
clase que ahora debe compartir sus privilegios con un
colectivo amplio de expertos, movimientos, iniciativas y
organizaciones que mantienen entre todos ellos una
discursividad alternativa, frente al dictado de cualquier
disciplina, de cualquier técnica cultural en la que forma y
modo de vida –como dos caras de una misma moneda–
mantengan una conformación, hasta ahora intocable.
Una controversia larga que viene saldándose –como en
el debate sobre el significado de las palabras en Alicia: ¡lo
importante es quien manda! – que depende de quién
lleve la voz cantante.11
2.3. Espacios de esperanza
Aquellos que aún reclaman una teoría del sujeto, como un
último aplazamiento ofrecido a su pasividad, harían mejor
en comprender que, en la era del Bloom, una teoría del
sujeto ya sólo es posible como teoría de los dispositivos
(Tiqqun, 2015).
9
En Esferas III, de Sloterdijk (2007), hay un razonamiento sobre
la aportación de ambas técnicas a este existir que concluye: “De
aquí se sigue la definición de la arquitectura de la Modernidad:
es el medio en el que se articula procesualmente la explicación de
la estancia humana en interiores construidos por el ser humano”
(pp. 383-385).
10
Se recomienda la investigación de Manfredo Tafuri, como
paralaje de esta navegación de lo clásico-moderno, quedaría
patente la naturaleza de esa imaginación. Véase Tafuri (1995),
Investigaciones sobre el Renacimiento.
11
Y quien lleva la voz cantante es siempre el mismo, disfrazado
con muchas máscaras: el capital y su valor adquisitivo. Bufones,
acróbatas, funambulistas, trapecistas, cínicos, desesperados;
todos interpretan sus provocaciones o desprecios con el ánimo
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Una sombra alargada, la de la post-ciudad, que
queremos entender como la ocasión en la que se
albergan los potenciales espacios de esperanza de
Harvey (2003) –espacios de lo posible, los llamará
Cacciari– por construir y aprovechar como soportes en
los que se desplieguen nuevos procesos de subjetivación.
Como los laboratorios negativos de las favelas, donde
según Bauman (2005), se genera una muy distinta
sociabilidad o los laboratorios positivos de Agamben, en
los que la marginalidad dibuja la oportunidad de
constituir una comunidad.
La arista que permitía la doblez del pensamiento: lo real
/ lo imaginado, lo alto / lo bajo se ha roto y los planos
flotan libres a la espera de una relación en la que se
disuelvan o reconfiguren las anteriores oposiciones. En
este sentido, una larga cadena de tentativas precede
este final de la escapada de la ciudad moderna; ahora
forman parte de un legado que nos permiten pensar esa
sombra de manera muy diferente: como topos de una
potencialidad liberadora de lo cotidiano, el exterior
interiorizado de la sumersión.12
En esa sombra tiene que instalarse cualquier reflexión
que pretenda una narración suficiente de este acontecer,
como antes lo hicieron una multiplicidad de acciones
culturales –musicales, corporales, pictóricas, virtuales,
participativas, celebrativas– que diagnosticaron,
describieron, imaginaron o rutinizaron sus componentes
y consecuencias, sus entornos y gentes, las ideologías y
sociabilidades que allí se gestaban, su estética y
formatividad, sus lógicas o modos de vida, conformando
una trayectoria –aún por describirse– que atraviesa la
frontera entre dos de las fases de la civilización humana;
en una de ellas, se generan los desarrollos técnicos y
culturales de la Arquitectura y el Urbanismo moderno.13
Como el alegre tropel de las muchachas que por el paseo
marítimo de Balbec atraen la atención del joven Proust,
las diversas manifestaciones de esa trayectoria cultural y
mediática ha centrado la investigación sobre el alcance y
las consecuencias que todo ello tiene para configurar una
nueva situación inclusiva para la ciudad; a partir de las
aportaciones de una lista interminable de músicos,
escritores, sociólogos, economistas, antropólogos,
filósofos, cineastas que han encontrado en la sumersión
de las ciudades contemporáneas el material sobre el cual
construir una discursividad cultural compleja, capaz de
hacernos concientes del medio en que habitamos; ellos
de escandalizar al valor abstracto del mercado. Recordar alguna
fecha, como la del 2000, cuando Zevi (2000) publica un ensayo
que es un umbral: Después de 5000 años: la revolución, en él se
agolpan tantas otras posteriores.
12
Una posibilidad aprovechada por el Arte las últimas décadas,
cuyas realizaciones bien podría estar representada por las
instalaciones de Ilya Kavakov. Véase el esclarecedor análisis de
Sloterdiik (2007).
13
Nos referimos a dos de las fases de la globalización que plantea
Sloterdijk: la terrestre y la electrónica, aunque la arquitectura y
el urbanismo moderno pertenecen por el momento de la
formulación de su proyecto a la Terrestre, ha alcanzado su
desarrollo en la Electrónica.
23
José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
Figura 2: Sistema de orientación e interpretación
Fuente: Montaje realizado a partir de una fotografía aérea de la ciudad de Caracas
(https://favelissues.com/2014/02/03/super-bloques-pasados-de-moda-in-spanish/) Fragmento del trazado de la
instalación para la Exposición Heaven. Miralles y Tagliabue. “Arquitecturas del tiempo”, (R. Gallegos y A. Lancharro,
2013)
son el alegre tropel de las muchachas de nuestras
ciudades.
Aun así, si queremos comprender la apertura que ello
supone en la visión y entendimiento de nuestra
condición post-ciudadana –hasta transformar la
sumersión en una inmersión– será necesario recorrer
una genealogía compleja, cuyas trazas están aún por
reunir e identificar de manera complexiva, ahora que el
camino de la ciudad alcanza el final del viaje, condición
calificada así por Lippolis (2015) en su “Viaje al final de la
ciudad”.
Al partir de la desmesurada reacción –cultural,
ideológica, social, política, celebrativa– que comienza a
hacerse presente en las primeras décadas del siglo XX,
proviene del impacto y posterior diagnóstico que la
monstruosa mutación de las ciudades europeas y
norteamericanas ha producido en la vida urbana: su
prolongado crecimiento, la acumulación de gentes
procedentes de ninguna parte, la superposición de
actividades hasta entonces desconocidas, la movilidad y
sus tiempos acelerados, el cambio en la organización
productiva, objetos; todo aquello que modifica –
14
24
Entendemos que una de las consecuencias de esa mutación de
la habitabilidad urbana es la explicitación del habitar –por parte
de la cultura contemporánea- como una componente
fundamental de la vida de sus habitantes. Véase Sloterdijk
(2007).
superponiéndose caóticamente a la ciudad existente–
sus condiciones de habitabilidad.14 Inmerso en esta
reacción, se gesta un proyecto que hace explícita la
condición de existencia de los habitantes de esa nueva
ciudad: la existencia como estancia, la indefectible
pertenencia de cada individuo a un interior15 cambiante
pero siempre presente en su determinación y, con ello,
la ejercitación de la que viene acompañada, una
domesticación hecha de autoplasticidad corporal y
mental, de una identidad no por pertenencia sino por
reconocimientos, de la absoluta identificación de
producción de subjetividad y funcionamiento del
dispositivo. Estas son las condiciones del nuevo topos en
el que florecerá la imaginación moderna y luego
contemporánea de la habitabilidad. Un tránsito largo,
como bien atestigua la carta que Negri (2000) dirige a
Raúl sobre el cuerpo.
Años después, el urbanista italiano Bernardo Secchi –en
un diagnóstico que tiene que partir del alcance de esa
mutación, como precedente de la que le sigue en los
años sesenta– escribe desde el observatorio de la revista
Casabella:
15
La estructura de ese interior viene prontamente detectada por
la cultura moderna y su permanencia en el tiempo es una
consecuencia de la que hoy nos hacemos conscientes; véase
Sloterdijk (2004), El Palacio de Cristal.
Estoa N°11 / Vol. 6 / Julio – Diciembre 2017
José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
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La experiencia a partir de la cual la arquitectura y sobre todo
el urbanismo se han dado una constitución es una
experiencia de crecimiento, quizás la única o principal
hipótesis fundamental de la modernidad: de crecimiento de
la ciudad, del suelo edificado en torno a ella, de algo nuevo
que continuamente se añade a lo preexistente, hasta
sumergirlo, sustituirlo, transformarlo, y eventualmente
negarlo. El crecimiento ha sido durante mucho tiempo
concentración: en el espacio físico, en el del poder y en el
de la justicia. Concentración del trabajo en la fábrica, de la
población en la ciudad, del dominio de una clase, de
premios y castigos en grupos sociales diversos. Aparece
sobre todo ligado a la manifestación de una nueva
estructura de relaciones sociales, determinada incluso en
cada detalle (Secchi, 1984, p.8).
Más abajo, después de haber descrito de manera prolija
este primer cambio, añade:
La interrupción del crecimiento urbano, de la ocupación de
suelo en torno a las grandes ciudades, la dispersión espacial
de la producción, no pueden ser interpretadas como
debidas simplemente a crisis cíclicas de la producción. Son
la connotación principal de una nueva era, el resultado de
nuevas relaciones entre los grupos sociales, de nuevas
estrategias (Secchi, 1984, p.10).
Desde el momento de su observación y al mirar hacia
atrás y hacia delante podemos rastrear en la cultura
arquitectónica dos líneas de investigación –sobre la
ciudad y la habitabilidad– que terminan por converger
hacia las últimas décadas del siglo XX, para en su
entrelazamiento, dar un lugar a un imaginario que
alimenta nuestra visión del fenómeno de la ciudad
contemporánea. Un camino que ahora podemos
recorrer plácidamente hacia atrás, desde el final de su
trayecto, deteniéndonos en los accidentes de su
configuración, desplegando sus contenidos y explicando
la relevancia y trascendencia de sus propuestas, sin
perder de vista que su abrirse fue transitado con
urgencia, premura y miedo por sus caminantes.16
3. Movimientos
3.1. Eppur si vede... en el borde difuso de la
sombra
Los extensos límites de la ciudad contemporánea exigen
sintetizar nuevas composiciones espaciales. […] Las
viviendas, los lugares de trabajo y las instalaciones
recreativas y culturales se yuxtaponen en nuevos sectores
peatonales que podrían actuar como condensadores
sociales para las nuevas comunidades. […] El borde de una
ciudad es una región filosófica’ (Holl, 2003, p.73).
Nadie puede pasar por estas historias –de gentes, de
cosas, de palabras– sin más. Hoy, con otras maneras de
hacer la ciudad, más o menos conscientes y racionales,
cargadas o no de intenciones de posesión, las ponemos
16
Una parte sustancial de la obra de J. Berger está dedicada al
tránsito del campo a la ciudad, por parte de grandes masas de
individuos, y lo que ello supuso cultural y vitalmente. Véase su
trilogía: Berger (1995).
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de manifiesto e interpelamos haciendo explicita nuestra
condición de actores –ciudadanos, técnicos o agentes–
para posibilitar escenarios en el mundo. Vivimos e
interactuamos con estos relatos y narraciones en un
movimiento que, por último, procura establecer un
orden provisional para el mundo. Algo que, si bien es
cierto que ya no nos viene del pasado, tiene aún que ver
con la organización y disposición de los objetos
encontrados en el sitio; es decir, con el lenguaje de la
habitabilidad.
En el siglo pasado, la vivienda y sus agrupaciones, el
espacio público y de trabajo, la ciudad y sus territorios
han sido, en la mayoría de los casos, espacios de una
habitabilidad sustraída a quienes deberían ser sus
ejercitadores17 y responsables últimos. La distancia entre
soporte y vida es ahora mayor que nunca, cuando las
disfunciones son tan evidentes, el desapego con la clase
y el desarraigo es de tantos o el sinsentido de los diversos
espacios habitacionales desocupados que aparecen en la
ciudad empiezan a ser el lugar común de un desafectado
imaginario – ¿mediterráneo, europeo, global?–
heredado de una historia de la “infamia” urbana.
Agamben decía –quien parafrasea una cita del Benjamin–
que la diferencia entre nuestro mundo y el venidero
consistía tan solo en un pequeño movimiento, que bien
pudiera estribar en tomar un punto de vista distinto,
incardinado en la vida de la gente, comprensivo con su
realidad, capaz de visualizar los elementos
potencialmente operativos para que su montaje pueda
ser ofrecido como nuevas configuraciones de los
escenarios para una habitabilidad contemporánea presa
aún de los dispositivos del espectáculo. Montajes
abiertos a la acción, al acompañamiento o a la gestión de
las voluntades ciudadanas con un límite claro en la
flexibilidad de lo institucional; sólo así podremos
identificar sensibilidades y espacios de habitación
asociados a ellas o, en su ausencia, ensayar
configuraciones que lo posibiliten.18
Un sentido humano del ejercicio de habitar que se refleja
en otro modus vivendi: en un buen vivir, saludable,
tranquilo, estable, inmune recogido en un proyecto vital
gestado y gestionado individualmente, bajo el paraguas
del consumo. Un modus vivendi que necesita de otros
lugares de cohabitación cargados de simbolismo, de
materialidad y proyección participada, lugares de
memoria como lo formula Pierre Nora que –presentes en
nuestros territorios pero ocultos a lo normalizado–
precisamos desvelar, caracterizar y activar con nuevos
sentidos, protocolos e instrumentos porque “lo que
importa es el tipo de relación con el pasado y cómo el
presente lo utiliza y reconstruye; no son los objetos, que
no son más que indicadores y señales de pista” (Nora,
1993, p.10).
17
Entendemos ejercicio y ejercitación tal como lo hace Sloterdijk
(2011).
18
Véase Agamben (2015).
25
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A la sombra de las ciudades en flor
Figura 3: Desvelamientos y activaciones
Fuente: Montaje realizado a partir de una Fotografía de Liu Bolin. (http://ibytes.es/blog_liu_bolin.html, sept. 2015)
Fragmento del trazado de la instalación para la Exposición Heaven. Miralles y Tagliabue. “Arquitecturas del tiempo”,
(R. Gallegos y A. Lancharro, 2013)
Y sin embargo, se ve...: manifestación del instante en el
que, como consecuencia de la incertidumbre del camino,
se nos descubre otra posible realidad tan oculta como
cercana. Entonces, ¿elogio de la ceguera o epifanía de la
visibilidad?
Entre la manifestación absoluta de ese viejo sueño de
dominio y la inquietante oscuridad de lo imprevisible,
entre ambas cegueras, existen territorios localizados en
aquellos mundos no visibles de nuestra realidad
cotidiana donde es posible actuar: sitios que parecen
despertar de un letargo, vacíos interiores y espacios
públicos que han permanecido como resquicios entre
edificios y manzanas de nuestras ciudades. ¿Qué hace
que estos sitios nos resulten tan singulares y atrayentes?
Quizás, el que con su silencio, sentido temporal y
carencia de formalidad espacial aparezcan como
situaciones en donde es posible otro encuentro para los
ciudadanos y la aparición de nuevas comunidades, para
la creación de nuevas actividades y oportunidades.
26
Al intuirlos, provocan el deseo de participar de ellos
porque perteneciendo a nuestro entorno cultural, se
interrelacionan con las experiencias más íntimas y más
colectivas tanto de lo necesario y placentero como de lo
contingente, constituyendo una intermediación activa
entre individuos y soportes del habitar, caracterizada no
por el enfrentamiento y el contraste derivado del
hombre frente a su medio, sino por la coparticipación en
un sentido comunitario, social e individual.
¿Cómo activarlos cuando pertenecen tanto al ámbito de
lo físico como de lo mental y simbólico? Su valor
potencial habría que plantearlo y reconducirlo en una
doble dirección, la de la preservación de su carácter
propio y único partícipe de una tradición urbana y
territorial y la de la potenciación con un desarrollo lógico
y sostenible, insertándolos en procesos culturales y
promoviendo la programación de estrategias de
conocimiento, producción y difusión de los mismos como
nodos significativos de una red urbana de naturaleza y de
complejidad distinta a la que se ha estructurado en el
último siglo.
Entonces, ¿elogio de la ceguera o epifanía de la
visibilidad? Ante la manifestación absoluta de ese viejo
sueño de dominio y la inquietante oscuridad de lo
imprevisible, entre ambas cegueras, ¿es posible actuar?
Creemos que sí, pero precisamos de sistemas de
orientación que como argumentos de visibilidad,
insinúen caminos y aposenten lugares; una continuidad,
así establecida, a la que sigue aventurar, imaginar, intuir,
virtualizar, ejercitar a partir de otros sentidos, de otros
relatos de voluntades y deseos, de necesidades y
esperanzas. Una ejercitación abierta enviada a las
potenciales comunidades –aún por constituirse– en las
que lo propio y la subjetividad se pliegan en lo impropio
y la afinidad, en las que el género y la edad sustituyen a
otros dispositivos biopolíticos, en las que la gestión del
ocio, la salud, el consumo o la valoración del sitio
multiplican la energía productiva y cohesionan su
vivencia.
Estoa N°11 / Vol. 6 / Julio – Diciembre 2017
José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
Un proceder que retoma una estrategia desarrollada por
múltiples iniciativas culturales en las últimas décadas,
que siguen los pasos ligeros del acróbata sobre las
cuerdas de los bordes difusos de la sombra urbana o se
instalan en contenedores espaciales que nacen desde la
apropiación del deseo, para trazar una mapalogía
alternativa de nodos o comunidades excéntricas que
producen incursiones o, tan solo, intrusiones en otras
configuraciones
más
complejas,
aunque
no
necesariamente más estables. Al final de esta nueva
situación de búsqueda e innovación –ahora tenemos la
suficiente distancia para así verlo– probablemente se
encuentre una eficaz respuesta al diagnóstico de J-L.
Déotte sobre la falta de funcionalidad de una ciudad
regulada por la concurrencia de varios aparatos: la
progresiva puesta en relación de algunas de sus piezas
sobre un soporte urbano participado.
Así, se convocará al mundo y al juego en una pequeña
esfera definida y abierta a cualquier transferencia,
disponible para un habitar centrado en ella o proyectado
hacia alguna parte: mediante aproximaciones con visión
de paralaje, considerando comunidades provisionales
adheridas a una red eficiente, desarrollando sentidos
globales para los movimientos locales. En este proceder,
lo visible y lo que oculto, se desvela; lo íntimo y lo
externo, lo menudo y lo extenso serán componentes de
un soporte para la instalación.
3.2. Instalaciones para el deseo
Cuando Zarza (1998) presentaba en los Cuadernos de
Investigación Urbanística los trabajos del curso 1995-96
de Urbanística II de la Escuela Técnica Superior de
Arquitectura de Madrid como una nueva manera de
abordar el desarrollo de nuestras ciudades, los
caracterizaba como proyectos urbanos. Se hacía explícito
un deseo de incorporar a los procesos de construcción de
la ciudad otros procedimientos y maneras de hacer
acordes con la complejidad del hecho urbano a esas
alturas de fin de siglo. Un ensayo colectivo –en el que
intervienen desde los propios estudiantes a José Fariña–
sobre la acción, la investigación y la docencia y que para
muchos centros formativos aún sigue vigente.
Casi veinte años después, bien entrado el siglo y
habiendo soportado los altos y bajos envites del
monocultivo económico de la construcción y sus
consiguientes avatares de la especulación inmobiliaria,
podemos decir que esa complejidad instalada en
nuestros territorios ha ido en aumento, al mismo ritmo
que las disfunciones y desacuerdos con la ciudadanía, a
la par de destinatarios últimos de ese proceso. Además,
el desajuste se ha hecho aún más visible a causa de una
distinta conciencia social, que introduce su habitabilidad
–y la de los lugares que la posibilitan en todas sus
facetas– como único garante de funcionalidad.
19
A lo que nos referimos sería a algo que Bruno Latour ha
definido alternativamente como “red de actores”.
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Aquellos vectores que se insertaban impostados en el
paisaje, tienen que ser ahora reformulados hasta
convertirlos en la razón de ser de los nuevos paisajes
practicados. Los puntos de vista y las consecuentes
miradas, sus interpretaciones compartidas, la
consideración sobre la utilidad y el daño de antiguas
infraestructuras, la reutilización como horizonte
configurador de esas realidades, la imagen negociada de
lo urbano y territorial en un nuevo proyecto iconográfico
actúan como hilos que configuran una urdimbre o red en
el territorio a la que se adhieren los nuevos y viejos
escenarios habitables, instalaciones espacio-temporales
que dan pie a una figura alternativa para la construcción
de la ciudad y a otros instrumentos operativos de gestión
y desarrollo formal. Hilos o itinerarios que como relatos
urbanos habilitan sentidos parciales (valores) para
comunidades provisionales, desvelan y señalan
acontecimientos, actores y escenarios (objetos
patrimoniales),
identifican
procedimientos
e
instrumentos para la intervención. Nos serviría como
imagen de lo que se dice, la instalación “Galaxies Forming
along Filaments, Like Droplets along the Strands of a
Spider’s Web“, del artista Tomas Saraceno para la Bienal
de Venecia de 2009 y la reflexión que, a propósito de ella,
realiza Latour (2011) en “Some Experiments in Art and
Politics”.
Malla espacial –de sensaciones, vindicaciones,
comportamientos propios de cada sitio– donde cada
nodo-instalación presenta la virtualidad de estar
conectado con otros con los que comparte un sentido
común. Unas instalaciones, tan propias y autónomas
como flexibles, para acoger provisionalmente el
desplazamiento de un habitar nómada, tan polifacético
como para alojar en múltiples roles vitales un deseo que
no tiene fin.19 Instalaciones, también, donde el
recibimiento, la llegada o el encuentro –como nos
indicaran Miralles y Tagliabue en su propuesta para
Tesalónica– pueden acontecer. Puertos de una aldea
global que se significan en los sitios con un sentido
patrimonial y social más complejo, metafóricos
pantalanes o embarcaderos abiertos a la acogida de lo
que proviene del más allá, de regiones que localizan y
caracterizan una habitabilidad emergente; cuya
recepción por lo local supone una revisión de sus
estrategias de ordenación e instrumentación para
garantizar la inmunidad de su medio.
Con una gran carga narrativa nos cuentan los
argumentos de la propuesta: el encuentro personal con
el sitio, su tradición y representación; su determinante
temporalidad y espacialidad fluctuante, lo incierto del
lugar, la necesidad de una ejercitación que de soporte a
los posibles comportamientos de quienes lo vivan.
Existe aún la playa. / Existe aún el ritmo cambiante de las
mareas… / Existe aún la indeterminación de unos perfiles. /
Existe la bahía de Tesalónica. / Existe la silueta lejana del
Monte Olimpo… / Existe, y es real y justificada, una total
desconfianza sobre el planeamiento… / El ‘thema’ debe ser
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José Ramón Moreno / Félix de la Iglesia
A la sombra de las ciudades en flor
Figura 3: Ensayo de la ciudad puerto
Fuente: EMBT. Embarcadero en Tesalónica, 1997
Montaje de la propuesta para Embarcadero en Tesalónica, Grecia. Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, 1997. El
croquis, 2000
el equivalente a una acción, una ‘praxis’ reflexiva… /
Comprometer ese chora… / En la turbulencia del agua
siempre aparecen nociones mitológicas… / Así surgen estas
islas, que se acercan a la llegada de las naves… / Aún no
existe la ‘Polis’ (Miralles y Tagliabue, 2000, p.58).
Así pues, instalarse para vivir con otros, para esperar,
para recibir, para encontrarse, para compartir, en el
descansillo de una escalera, en una nave abandonada de
un polígono, en la plaza pública convertida ahora en
parlamento. Entonces, su configuración busca
aprovechar y equilibrar su encuentro con el sitio,
implementando su significación, complementando su
carencia: pantalanes tan estables como frágiles, potentes
como llamadas a una convocatoria en espera, siempre
latente; plurales en sus tiempos y horizontes de
encuentros; versátiles en su uso, instrumento para ritmar
tiempos. Un futuro aparato, en elaboración aunque ya
ensayado en la segunda mitad del siglo XX, que no viene
a completar nada, más bien se centra en conectar
expectativas. Ello, en un medio que aglutina la densa
atmósfera de las distintas piezas del territorio,
anclándose en puntos donde recomponer memorias y
convocar ángeles.
28
Intervenir en el marco de lo ‘glocal’ –que atiende la
complejidad de la situación, a la emergencia de nuevas
comunidades de individuos, y con ellas, de deseos y
comportamientos– supone un esfuerzo continuado de
conocimiento y aprendizaje, de interpretación de las
cosas que son convocadas, de intuiciones encaminadas a
una acción plural, poliédrica, compartida, que llena de
acciones, efectos, sintonías y amistades la sombra de
ciudad, haciéndola transitar hacia atmósferas capaces de
acoger pulsiones compartidas de una comunidad que
viene. Nunca como ahora –que ha sido repetido
sucesivamente por un pensamiento alternativo– se
cumple aquella esperanza formulada por Rilke: en el
mayor peligro habita la salvación.
Las atmósferas planteadas como plasmación del hacer de
laboratorios urbanos –positivos o negativos, por
abundancia o por carencia– en los que todos estamos
comprometidos por participación, noticia o efecto, cuya
acción –propositiva o creativa– implica a múltiples
decisiones que se sitúan, enfrentan y toman partido
sobre la habitabilidad, sobre lo ambiental o virtual de los
sitios, o de las geografías del atlas, que recurren a la
intertextualidad o al interfaz para referenciarse; que se
manejan tanto con la materialidad de la arquitectura y
los lugares como con los comportamientos del individuo,
que se anticipan con el discurso de la imagen, de la
literatura o del arte al de la mera funcionalidad o el
emprendimiento. Estos son ensayos que se apoyan y
crean redes sociales y en la convocatoria de la
participación, en las experiencias vitales, en la memoria
y en la nada del arte como dispositivo innovador.
Pensemos en hacer ciudad con lo puesto: con una caja
de herramientas que alberga la programación y los
instrumentos necesarios para los primeros pasos del
montaje. Una acción, propositiva que dé traslado o haga
la transferencia responsable del conocimiento a la
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A la sombra de las ciudades en flor
realidad, con los grados de innovación que se nos
demandan por los agentes sociales. La creatividad no es
una invención que parte de cero: disponemos de una
gran experiencia –mal enfocada– desarrollada a lo largo
del siglo pasado. Esto supone tomar decisiones que se
sitúan, enfrentan y toman partido sobre la habitabilidad,
sobre lo ambiental y atmosférico del sitio, de las
geografías que recurren a la intertextualidad para
referenciarse; se manejan tanto con la materialidad de la
arquitectura y los lugares como con los
comportamientos del individuo que se anticipan con el
discurso de la imagen, de la literatura o del arte al de la
mera funcionalidad.
Al rodear la inteligencia general de una habitabilidad
contemporánea, como en el borde que resplandece el
abstracto sol rojo del “Ad marginem” de Paul Klee o los
elementos fugados de su Casa Giratoria, podrían
entreverse en escenas como en Nueva York, zona cero,
el Plató cinematográfico de Dogville o en la Ciudad 3.0, el
interfaz entre la 1.0 y la 2.0. Que sea el sol rojo o el
torbellino que ellas pueden envolver, será obra del
trabajo de una coinmunidad terrestre futura.
4. Conclusiones
Amplitud de miras para la construcción de
narrativas y argumentos
¿Buscamos el lugar o dejamos que aparezca en una visión
de paralaje? Estancias, territorios y mundos que como
puertos exteriores e interiores, se manifiestan como
lugares de intercambio de un interior configurado por
cada individuo (culturas) y un exterior sobrevenido a
cada situación (naturalezas). Habitaciones de la
presencia y la ausencia, del olvido, siempre vacantes para
la vida; de lo cotidiano o la celebración en territorios y
ciudades superpuestos. Ya no sólo será la valoración
espacial del sitio, sino las condiciones psicológicas,
sociales, ambientales, del mismo las que terminan por
caracterizar los lugares y los hacen útiles para esas
comunidades que hoy circulan. Para desvelarlos,
alentemos movimientos por situaciones que no son las
habituales para una manera reglada de producirse. Un
aliento que supone el deseo de abrir otras vías y una
toma de conciencia sobre la distancia abierta entre lo
que nos acontece y el mundo normalizado del capital, el
mercado y la gestión de lo público.
Requerimos de lecturas y actitudes que hagan visibles –
para ser utilizadas en todo su potencial– otras ciudades
tapadas a la experiencia; con ello, para nosotros, como
arquitectos, como técnicos, supone enfoques e
instrumentaciones que en nada se parecen al diseño de
la imagen-modelo espacial de la ciudad vista a cinco años
y que se aproximaría más a una manera de hacer y una
actitud vindicativa al formular nuevos escenarios de
habitabilidad: en cualquier parte, a cualquier escala, con
cualquier significado; tanto para lo necesario como para
lo contingente de los comportamientos, a partir de la
sociabilidad de los lugares corrientes y en consideración
a lo atmosférico y sus efectos.
Pensar en ciudades del tiempo, parafraseando a las
Arquitecturas del tiempo de EMBT nos lleva a cambiar el
punto de vista como técnicos: se trata de intervenir y
activar
cualquier
situación
de
la
ciudad,
independientemente de su localización, escala o
significado, desde una componente temporal más que
espacial: trabajar con la gente en sus tiempos. En primera
instancia, es la temporalidad y no la espacialidad, quien
lo determina; los lugares corrientes, peatonales, remiten
a lo circadiano, a lo estacional, soleado o lluvioso, a lo
festivo o al ocio. La sola mirada espacial conduce al
control de la medida, a la distancia y su tránsito corto o
rápido del individuo. Pensemos en lugares para transitar
de un sitio a otro, para andar por distracción o por
ejercicio; pasear los fragmentos, entre fragmentos
urbanos dimensionados por el poder de convocatoria
(sociabilidades) y los múltiples tiempos: los del desayuno
en el mercado con vecinos, el juego estático del niño, la
compra deseada o la bebida compartida; nos interesa la
conciencia de los amaneceres solitarios o las mañanas
bulliciosas, de las tardes dilatadas o las noches cómplices.
Como citar este artículo/How to cite this article:
Moreno, J. & De la Iglesia, F. (2017). A la sombra de
las ciudades en flor. Estoa, Revista de la Facultad de
Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de
Cuenca,
6(11),
19-30.
doi:10.18537/est.v006.n011.a02
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