MITO Y REALIDAD
DEL ESTILO EPICLÁSICO COYOTLATELCO
PATRICIA FOURNIER G.
JUAN CERVANTES ROSADO
M. JAMES BLACKMAN
ESCUELA NACIONAL DE
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA, INAH
DIRECCIÓN DE SALVAMENTO
ARQUEOLÓGICO, INAH
SMITHSONIAN INSTITUTION,
WASHINGTON DC
A
Ó
An te ce d e n te s
J im énez Moreno (1959:10 63-10 64) acuñó el
térm ino “Epiclásico” para denom inar lo que
entendía como un fenómeno panm esoam ericano asociado con “la desintegración del
Mundo Clásico [...] y el advenimiento de los
Im perios Olm eca [Xicalanca] y Tolteca”,
fechable entre 60 0 / 70 0 y 90 0 / 10 0 0 d.C. El
uso del térm ino se ha hecho cada vez m ás
frecuente en la literatura arqueológica,
cuando se trata de describir fenómenos
socioculturales ocurridos durante la transición del Clásico al Posclásico Tem prano.
El Epiclásico puede definirse desde
diferentes perspectivas, de las cuales la m ás
com ún entre diversos investigadores que
realizan estudios en Mesoam érica refiere a
aspectos de índole cronológica. No obstante,
en el Altiplano Central m exicano este periodo representa la época posterior al ocaso
de Teotihuacan y anterior al surgim iento de
Tula, es decir, que sea im plícita o explícitam ente refiere a cierta clase de procesos de
desarrollo cultural en el ámbito de influencia
teotihuacana.
A partir de este planteam iento, en diversas investigaciones se retom ó crítica o
acríticamente el térm ino para distintas
regiones, con la finalidad de contar con un
m arco tanto tem poral com o interpretativo,
para tratar de entender qué sucede después
del Clásico y por qué se observan cam bios
en el registro arqueológico. De hecho, a lo
largo del desarrollo de la arqueología en
México durante cuatro décadas, se ha venido
discutiendo el significado preciso del Epiclásico y polem izando al respecto (cf. Diehl
y Berlo 1989).
Al conceptualizar el Epiclásico fundamentalmente com o un referente cronológico
con un rango tem poral lim itado —que no
necesariam ente abarca todo el m undo
m esoamericano—, ya que com únmente se
ubica después del periodo Clásico, su adscripción temporal varía en diferentes áreas.
Incluso el periodo en cuestión —o partes de
él— ha recibido otras designaciones, que de
hecho prevalecen en diversos estudios pues,
por ejem plo, se han aplicado divisiones
com o la de Clásico Tardío y una etapa final
de éste denom inada Clásico Term inal (cf.
Arnauld et al. 1993, Benavides 1995:119,
Culbert 1973, Daneels 1995:85-86, Kepecs et
al. 1994:142, Pool 1995:46, Sabloff 1975:9,
Stark 1989:10 1).
El prim er obstáculo que se presenta
im plica la ubicación cronológica precisa del
fenómeno de expansión teotihuacana, así
com o la naturaleza m ism a del im pacto de
ese centro de poder fuera del centro de
México. En realidad, la periodización pre-
56 •
hispánica en diversas áreas ha respondido
en gran m edida a la manera en que se
han interpretado las dinám icas de distintas
regiones, con procesos de desarrollo durante
el Clásico que parecen rem itir a relaciones
indirectas o nexos de trascendencia limitada
con Teotihuacan, com o en el caso de zonas
del Occidente de México (Weigand 1974:
127-130 , William s 1994:23-24) y el centro
de Veracruz (Daneels 1996:145).
El problem a m ás grave en la conceptualización del Epiclásico em ana del manejo
de las secuencias fundam entadas en tipologías cerámicas, es decir, del estudio de
sim ilitudes y diferencias de rasgos sin un
control adecuado de la dimensión tem poral.
La secuencia tradicional (Millon 1981:20 7,
Rattray 1981, fig. 2) se ha basado en el faseo
propuesto para Teotihuacan, cuyo colapso
quedó ubicado a mediados del siglo VIII de
nuestra era. Así, se consideró que el Epiclásico iniciaba hacia 750 d.C. aun cuando su
término era ambiguo, hacia 950 o 10 00 d.C.,
pero, de cualquier m anera, la com paración
con rasgos culturales del periodo de florecim iento de Teotihuacan y los cambios
posteriores a su ocaso proporcionaron un
m arco general para proponer secuencias
aplicables a am plios territorios del México
prehispánico.
A partir de investigaciones recientes,
todo parece indicar que los ejes principales
del Epiclásico quedan situados fundamentalm ente en el Altiplano Central m exicano, es
decir, en lo que fuera la esfera de influencia
teotihuacana m ás inm ediata, aun cuando
pueden incluirse algunas circunvecinas o
alejadas. Pueden citarse sitios com o Teotenango, una serie de asentam ientos de la
región de Tula y de la zona de San J uan
del Río así com o del noroeste del estado de
Hidalgo, Huapalcalco, varios sitios de la
Cuenca de México y otros de Oaxaca, además
de Xochicalco, Cacaxtla, Xochitecatl, Cantona, El Tajín, Chichén Itzá y las principales
ciudades Puuc de Yucatán (Figura 1) (Cedeño
1998, Cervantes y Fournier 1994, García
Cook y Merino 1998, Gaxiola 1999, López
Austin y López Lujan 1996, Mastache y
Cobean 1989, Parsons, Brum field y Hodge
1996, Piña Chán 1998, Polgar 1998, Ringle
et al. 1998, Serra y Lazcano 1997).
En esos puntos, cercanos o distantes
entre sí, se asum e que ocurrieron una serie
de procesos o transform aciones socioculturales después de la caída de Teotihuacan, en
particular en el Altiplano Central, aunque
hay fenómenos análogos en el Occidente de
México, Oaxaca y costa del Golfo. Es decir,
se ha interpretado —sea o no con fundamentos em píricos sólidos— que hay cam bios en
m últiples secuencias regionales, que se
m anifiestan principalmente en m odificaciones en el patrón de asentam iento (Curet
et al. 1994: 13, 28; Parsons 1976:89-93,
1987; Sugiura 20 0 5a, 20 0 5b:178; Weigand
1996:20 6), la conform ación de sistem as de
Ciudades-Estado independientes a partir de
centros nucleados urbanos (Charlton y
Nichols 1997:193, Marcus 1989:20 6, García
et al. en este volumen), el despoblamiento
de las principales ciudades (Blanton 1978:
10 3, Mountjoy 1987:247-248, Rattray 1996:
215, Winter 1998:176), una fragm entación
sociopolítica (Sanders et al. 1979), así com o,
en algunos casos, la aparición de un bagaje
m aterial poco relacionado con etapas
previas (sobre todo en las tradiciones
cerám icas, la distribución de obsidiana, las
técnicas y estilos arquitectónicos, así com o
en la iconografía) que llega a atribuirse a
invasiones, m igraciones o m ovim ientos
de grupos de elite (Ball y Taschek 1989:
191, Beekm an 1996:260 , Branniff 1972,
Cobean 1990 :499-50 0 , Manzanilla 20 0 5:
269, Mastache y Cobean 1989:55, Mastache
• 57
Figura 1. Principales localidades y sitios arqueológicos del centro de México m encion ados en el texto
(adaptado de Gaxiola 1999).
et al. 20 0 2:30 2, McCafferty 20 0 2:350 , Piña
Chán 1998:10 1-122, Rattray 1996:214, 1998:
1646-1647, 1660 ). Se habla también de tendencias al m ilitarism o (Cohodas 1989:223,
Hirth 1995:243, 248; Piña Chán 1998:122),
adem ás del surgim iento o consolidación de
elem entos particulares en el culto y la
cosm ovisión (Ringle et al. 1998).
El elemento aglutinante de estas interpretaciones es que los cam bios descritos se
vinculan de m anera directa o indirecta con
el colapso teotihuacano. El área de influencia
teotihuacana durante su periodo de apogeo
abarcó am plios territorios m esoamericanos,
fuera a través de m ecanism os de expansión
im periales incluyendo el establecim iento de
enclaves, de com ercio, m ediante alianzas de
elite y relaciones políticas (Brown 1977:286365, J im énez Betts 1989:30 , Sanders 1977:
399-40 8, Stark 1989:142-143), o debido a la
sim ple em ulación de los estilos de la urbe en
regiones distantes (Cohodas 1989:224, 237;
Nalda 1997:10 9, Stark 1989:141-146).
58 •
Independientem ente de cuáles fueron las
variables que incidieron en el ocaso de
Teotihuacan (Cohodas 1989:225, Manzanilla
1995:162-163, 20 0 4: 228; Millon 1967:7778, 1981:235-238; Rattray 1987a: 451), se ha
considerado que el vacío de poder propició,
en parte, que centros nuevos o preexistentes
cobraran im portancia con bases militaristas
e incluso controlaran los sistem as com erciales sobre todo de bienes de consum o
suntuario (es decir, m arcadores de estatus),
adem ás de que tuvieron un papel preponderante en el nivel religioso (Ball y Taschek
1989:197, García Cook y Merino 1998:210 ,
González Crespo et al. 1995, Sanders 1989:
217, Ringle et al. 1998).
El Ep iclás ico e n e l ce n tro n o rte d e l
Altip lan o Ce n tral
En el centro norte del Altiplano Central,
desde finales de la década de los años
sesenta el Epiclásico se ha entendido com o
un periodo de grandes transform aciones,
caracterizado por el decrem ento poblacional
en Teotihuacan, así com o por cam bios en el
patrón de asentam iento con tendencias a la
nucleación en zonas antes vacantes, o bien
donde existían com unidades ya establecidas (Millon 1967, Sanders et al. 1979), la
fragm entación política (Sugiura 1996:234),
adem ás de la llegada de poblaciones procedentes de alguna parte del norte del área
portadoras de nuevas tradiciones (Braniff
1972, Cobean 1990 , Mastache 1996, Rattray
1996). En térm inos estrictos, el Epiclásico se
asocia con la aparición de un conjunto de
m anifestaciones m ateriales que perm iten
definir una serie de culturas arqueológicas 1
1
Ret om am os la definición de cult uras arqueológicas de
los plant eam ient os de Clarke ( 1984: 441) , es decir, que
se t rat a de ent idades definidas por el invest igador con
en extrem o sim ilares en varias regiones,
donde se observa que ocurrió la dispersión
de un estilo cerám ico, que recibe la designación de Coyotlatelco, y que ha logrado
ubicarse cronológicam ente entre el colapso
de Teotihuacan y el surgim iento de Tula.
En térm inos generales, esta cerám ica se
caracteriza por ser una tradición de m ateriales bruñidos, pintados en rojo sobre bayo,
crem a o café, con elementos de diseño sobre
todo geom étricos relativam ente com plejos,
incluyendo grecas, “s”, cruces, en ocasiones
enm arcados en paneles, adem ás de otros
m ás sencillos com o triángulos y círculos
com binados con bandas horizontales o
verticales (Figuras 1-4). Las formas con estos
atributos fundam entalm ente corresponden
a la vajilla de servicio, mientras que para
ollas y sahum adores los diseños son poco
elaborados.
Tozzer (1921:51, lám s. 18 y 19) fue el
prim ero en definir este estilo decorativo
com o una clase de cerám ica específica que
denom inó “tipo Coyotlatelco”; la designación se tomó de un sitio del norte de la
Cuenca de México (Santiago Ahuitzotla,
Azcapotzalco), donde dicho investigador
asum ió se producían estas vasijas que, a su
parecer, eran de filiación “claram ente tolteca”. A partir de esta propuesta, varios
autores (Acosta 1940 , 1945; Arm illas 1991
[1950 ], Noguera 1935, 1950 ) com enzaron a
em plear el nom bre para referir a m ateriales
aparentem ente análogos que aparecían en
num erosos asentam ientos de la Cuenca de
México y otras zonas com o el valle de
Toluca, la región de Tula y el bloque PueblaTlaxcala, cubriendo un área de m ás de doce
mil kilómetros cuadrados (Sanders 1989:215).
base en una serie de at ribut os o rasgos que t ienen una
dist ribución espacial dada. Es im port ant e hacer énfasis
en el hecho de que es equívoco hacer equivalent es las
cult uras arqueológicas a grupos o ent idades ét nicos
( Jones 1997: 106) .
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Figura 2. Coyotlatelco Rojo sobre Café. Form as
com unes en los com plejos cerám icos de la
Cuenca de México. 1 y 2) Teotihuacan (Séjourné
1966, figs. 179 y 180 ); 3 y 4) Cerro de la Estrella
(Séjourné 1983, fig. 32).
H ip ó te s is ace rca d e lo s o ríge n e s d e l
e s tilo Co yo tlate lco
La am plia distribución espacial de esta clase
particular de estilo cerámico ha dado pie a
num erosas discusiones respecto a su origen
y cronología, así como a los procesos sociales
involucrados en su dispersión hacia fin ales
Figura 3. Coyotlatelco Rojo sobre Café. Tiestos
procedentes de asentam ientos localizados en
la porción norte de la Cuen ca de México. 1 y 3)
Ecatepec; 2, 6, 7 y 8) Azcapotzalco (Du Solier
1949, lám . 10 ); 4, 5 y 9) Tenayuca (Noguera
1935, lám s. XX y XXIII ).
del Clásico teotihuacano. Algunos autores
(Rattray 1987b:84) rem arcaron el hecho de
que el estilo Coyotlatelco establecía una
clara ruptura con la tradición cerám ica
teotihuacana, lo que desde su perspectiva
indicaba que se trataba de una tradición
introducida en el centro de México por
poblaciones m igrantes, m ovilizadas a raíz
del declive del sistem a estatal. Tal hipótesis
no era nueva, pues ya había sido enunciada
por J im énez Moreno desde la década de los
años cincuenta. La dem arcación de la nueva
tradición Coyotlatelco, no obstante, tendía a
justificarla desde la perspectiva arqueológica.
Sobre esta base y tom ando en consideración
fun dam en talm en te an alogías estilísticas,
otros investigadores (Braniff 1972, 1995:189;
60 • PATRICIA FOURNIER – JUAN CERVANTES – JAMES BLACKMAN
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Figura 4. Coyotlatelco Rojo sobre Café. Tiestos
procedentes de asentam ientos localizados en la
porción norte de la Cuenca de México. 1, 2, 4 y
5) Tenayuca (Noguera 1935, lám s. XXIII , XXIV y
XXVII ); 3) Azcapotzalco (Tozzer 1921, lám . 19).
Cobean 1982:66-67, Mastache et al. 20 0 2:
70 -71) han propuesto que tal estilo decorativo se originó en alguna región al norte del
Altiplano Central (donde la cerám ica decorada en rojo sobre café es una tradición
arraigada desde el Form ativo), penetrando
en la meseta central a partir de la m igración
de poblaciones procedentes de aquellos
lugares, durante el periodo de decadencia de
Teotihuacan.
El rastreo de los tipos rojo sobre café ha
llevado hasta territorios septentrionales del
México prehispánico y a interpretaciones
que ahora son difíciles de sustentar:
[...] en época Clásica, en todos los lugares del
Altiplano [Guanajuato, Querétaro, San Luis
Potosí, zonas de Aguascalientes, Durango y
Zacatecas] existió una gam a de form as y esti-
los decorativos en la alfarería derivados de la
tradición Chupícuaro, y allí debió iniciarse el
estilo que penetró en la Cuenca de México
hacia los fines del Clásico, el cual contribuyó
al Complejo Coyotlatelco e influyó en Michoacán con sobrevivencia hasta el periodo de los
tarascos (Braniff 1975:245).
De las zonas guanajuatenses y vecinas
provinieron grupos que participaron del fin
de Teotihuacán (Fases Oxtotipac y Xom etla)
y aportaron ciertos elem entos propios como
es el estilo Coyotlatelco. Dichos grupos, o por
lo menos aquellos elementos propios, parecen
haberse unido con la tradición y cultura
teotihuacana dando por resultado una mezcla
que aún conservaba m ucho de lo teotihuacano (Braniff 1972:274).
De hecho, desde principios de la década
de los sesenta se habían detectado ciertas
sim ilitudes entre la cerám ica de Chalchihuites y la Coyotlatelco (Kelley 1960 :560 ).
Siguiendo este argumento, Braniff (1972:
282, 284) considera que entre los m ateriales
de la fase Altavista de Chalchihuites —originalmente fechada entre 350 y 550 d.C.—
hay una gran variedad de diseños en vasijas
rojo sobre bayo que son afines a m ateriales
del periodo Clásico en Guanajuato, así com o
al Coyotlatelco y al Mazapa.
No obstante, en las revisiones recientes
de las secuencias afinadas para Zacatecas
—cuya demarcación precisa ha variado
considerablem ente de 1971 a la actualidad a
la luz de fecham ientos de radiocarbono y
reevaluaciones de la secuencia estratigráfica
(Góm ez Gastélum 1999:30 4-366, J im énez
Betts 20 0 5:68 y en este volum en)—, resulta
que el tipo Súchil Rojo sobre Café al que se
asem eja el material de Guanajuato según las
lám inas de Braniff (1972, lám. 10 m y n, 1995,
fig. 3) y los planteam ientos originales de
Kelley (1960 ), se ubicaría fundam entalm ente en el Epiclásico [fase Altavista, 550 -
MITO Y REALIDAD DEL ESTILO EPICLÁSICO COYOTLATELCO • 61
90 0 d.C. (Kelley y Abbot Kelley 1987:173,
Góm ez Gastélum 1999:30 9)] y n o en el
periodo Clásico como Braniff perfiló. En
consecuencia, serían tradiciones contem poráneas, sin que pueda fundamentarse
de m anera sólida la dispersión desde el
septentrión del estilo que supuestamente
derivaría en lo Coyotlatelco.
Respecto a los faseos de las ocupaciones
en Guanajuato, hay evidencias de tradiciones en rojo sobre café com o las de la fase
San Miguel, que se caracteriza por la
presencia de Blanco Levantado y el tipo San
Miguel Rojo sobre Bayo, que presenta
diseños geom étricos análogos a los del
Coyotlatelco (Braniff 1972:282, lám . 4, 1975:
248). Por añadidura, recientemente Braniff
(1992:147, 162) hace énfasis en que las tradiciones de San Luis Potosí y del Bajío que, en
su opinión, se derivan de las Ticom ánChupícuaro, son de las que surge la Coyotlatelco, siendo su probable lugar de origen
Guanajuato.
Los planteam ientos generales del faseo
de Guanajuato y San Luis Potosí, derivados
de los prim eros estudios de Braniff (1972,
1975, 1992) y Crespo (1976:56-60 ), repercutieron en la secuencia de la región de Tula
(Cobean 1990 , Mastache 1996, Mastache et
al. 20 0 2), y aun en interpretaciones para la
Cuenca de México (Rattray 1996). Incluso
parte de la problem ática interpretativa
em ana de com paraciones basadas fundam entalm ente en los complejos cerám icos
—lo cual Nalda (1975:129) considera poco
fructífero— y, en m enor m edida, en las
características arquitectónicas de amplios
territorios del área conocida como Mesoamérica Marginal (Hers 1989:190 ), en particular
del valle de Malpaso y de la cultura
Chalchihuites (Mastache 1996, Mastache et
al. 20 0 2:70 ) cuyas fases, com o ya se señaló,
han suscitado polémicas (J iménez Betts 1998,
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Figura 5. Vasijas del com plejo Coyotlatelco de
la región de Tula (Acosta 1943, figs. 33 y 34).
Fases Prado y Corral. 1) Ana María Rojo sobre
Café; 2 y 3) Guadalupe Rojo sobre Café
Esgrafiado; 4) Coyotlatelco Rojo sobre Café.
20 0 5 y en este volumen) y se han reajustado
en m últiples ocasiones.
Para el caso de la región de Tula, Mastache y Cobean (Mastache 1996, Mastache y
Cobean 1989:50 ) han tratado de fundam entar en m ayor detalle la hipótesis del origen
norteño de la tradición Coyotlatelco así
como de otros elementos de cultura material
asociados con aquélla, en particular estilos
arquitectónicos, técnicas constructivas e
industrias líticas.
Respecto a la cerám ica, Cobean (1990 :
499-50 1) m enciona la presencia de sim ilitudes estilísticas entre los m ateriales de los
com plejos Prado (70 0 -80 0 d.C.) y Corral
(80 0 -90 0 d.C.) (Figuras 5, 6 y 7) y cerám ica
del Bajío y sur de Querétaro; en particular
rem arca las afinidades existentes entre
Coyotlatelco Rojo sobre Café y ciertos tipos
cerám icos de San Luis Potosí y el sur de
62 •
Figura 6. Coyotlateco Rojo sobre Café. Tiestos
procedentes de Chapantongo, asentam iento
epiclásico de la región de Tula.
Querétaro, com o San J uan Rojo sobre
Bayo y Rojo sobre Bayo El Mogote (Figura
8), este último fechado por Nalda (1975:129)
entre 40 0 y 80 0 d.C. De acuerdo con Cobean
(ibid.:50 1), de ser correcto el faseo temprano
de estos m ateriales, podría fundamentarse
la hipótesis de que algunos de los grupos
portadores de la cerám ica Coyotlatelco de
Tula eran posiblem ente originarios de zonas
de la periferia norte de Mesoam érica.
Asim ism o, Mastache (1996:48-49) considera posible que el foco de dispersión de lo
Coyotlatelco en la región de Tula se ubique
en Zacatecas y Durango, dado que encuentra
ciertas semejanzas con la cerám ica de las
fases Canutillo y Vesuvio, que ubica entre
20 0 y 50 0 d.C. y 50 0 y 950 d.C. respectivam ente; de cualquier m anera, en su opinión
son m ás fuertes las similitudes con tipos
rojo sobre café potosinos, de Guanajuato y
el sur de Querétaro. Cabe hacer notar que
en el faseo final propuesto por Kelley para
la cultura Chalchihuites (Góm ez Gastélum
1999:30 6) la segunda de las fases m encionadas desapareció de la secuencia, en tanto
que la prim era se consideró que cubría entre
20 0 y 550 d.C.
Para reforzar la hipótesis del origen
septentrional de lo Coyotlatelco, resultan de
interés para Mastache (1996) estilos arquitectónicos com o la presencia de patios o
plazas hundidas, pórticos con columnas,
estructuras de planta circular, la técnica
constructiva de lajillas, así com o las industrias líticas de riolita y basalto con
abundancia de raspadores y cepillos.
Adem ás, Mastache y Cobean (1989:5556) apoyan el m odelo que proponen con
base en las características del patrón de
asentam iento y la asignación cronológica
que dan a las ocupaciones. Desde su perspectiva, hacia el periodo Xolalpan-Metepec
ocurre un proceso paulatino de contracción
poblacional, asociado con el colapso del
Estado teotihuacano que posibilitó la entrada
de m igrantes a la región de Tula, quienes
en un prim er m om ento se asentarían en
m esas o zonas altas para, posteriormente,
ocupar las planicies y valles fértiles, vacantes
después de que la población afiliada con
Teotihuacan los abandonara.
Figura 7. Coyotlateco Rojo sobre Café. Tiestos
procedentes de Chapantongo, asentam iento
epiclásico de la región de Tula.
• 63
Figura 8. El Mogote Rojo sobre Bayo (Nalda 1991, fig. 10 ). Form as y decoraciones principales.
Recientemente se han propuesto hipótesis alternas acerca de los desarrollos
epiclásicos en la región de Tula, con base en
estudios realizados en el centro oeste del
estado de Hidalgo. Por ejem plo, en la zona
de Huichapan, se detectan ocupaciones de
la llam ada cultura de las Mesas, donde se
identifica un com plejo cerám ico que incluye
tipos rojo sobre café así com o Rojo
Esgrafiado Xajay [tipo definido por Nalda
(1975:95-98) para sitios de la subregión de
San J uan del Río] (Figura 9). López et al.
(1998:29-31) postulan que estos asentam ientos fueron fundados por grupos que tal
vez procedían del sur de Querétaro, supuestam ente desde el siglo IV d.C., aun cuando
reportan evidencias de ocupación continua
a partir del siglo V d.n.e. La cultura Xajay
constituyó, en su opinión, un freno a la
expansión teotihuacana hacia el norte,
generándose una especie de frontera de
interacción excluyente, lo cual difiere de la
interpretación de Polgar (1998:47), quien
fundamenta nexos entre poblaciones Xajay
y grupos que se afilian a Teotihuacan
asentados en las proxim idades del valle de
Tula.
López et al. (ibid.:32) concuerdan con
Braniff (1972:274) respecto al origen de la
tradición Coyotlatelco en Guanajuato y Querétaro, desde donde se dispersaría hacia los
valles centrales de México, aun cuando para
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Figura 9. Xajay Rojo Esgrafiado. 1-3) Chapantongo; 4-9) región del río San J uan (Nalda 1991, fig. 11).
el caso del valle del Mezquital el proceso
pudo haberse debido a la interacción de las
poblaciones posteotihuacanas del centro del
estado de Hidalgo con el sistem a preexistente Xajay, vinculado con el Bajío. Polgar
(idem ), por el contrario, sostiene que la
aparición de las prim eras ocupaciones Coyotlatelco se debe a m igraciones paulatinas
de los grupos Xajay, iniciadas cuando
m enos desde el siglo VII d.C., hacia la región
de Tula.
En gran m edida las interpretaciones
anteriores se fundam entan en la secuencia
de Nalda para el sur de Querétaro, mism a
que ha sufrido m odificaciones relevantes de
acuerdo con investigaciones posteriores. En
un prim er estudio, Nalda (1975:99-114)
propuso la dem arcación de cinco fases (que
abarcaban desde el Preclásico Superior
hasta el Posclásico Tem prano) caracterizadas, en térm inos cerám icos, por un conjunto
de tipos, la m ayoría de ellos decorados en
• 65
rojo sobre café. En dicha secuencia, el lapso
com prendido entre el Clásico y el Posclásico
Temprano estaría caracterizado por dos tipos
cerám icos fundamentales: Rojo sobre Bayo
El Mogote (Figura 8) y Rojo Inciso Postcocción Xajay (Figura 9), el prim ero fechado,
com o ya se dijo, entre 40 0 y 80 0 d.C. y el
segundo entre 80 0 y 110 0 / 120 0 d.C. (Nalda
1975:95-98, 10 8).
Años después, el m ism o investigador
(Nalda 1987:178, 1991:38-41, 1996:269) propuso una corrección a la secuencia anterior,
definiendo una cronología de entre 60 0 y
80 0 d.C. para el Rojo sobre Bayo El Mogote
(ver adem ás las contribuciones de J im énez
Betts y Saint-Charles y Enríquez en este
volum en) y de 90 0 a 10 0 0 / 110 0 d.C. para el
Rojo Xajay. El intervalo de cien años
com prendido entre ambos tipos cerám icos
sería ocupado ahora por una nueva entidad
denom inada Rojo sobre Bayo La Trinidad,
variante tardía del prim ero de ellos fechada
entre 80 0 y 10 0 0 d.C. y que en el estudio de
1975 había sido incluida dentro de aquel
tipo cerám ico. Así, el tipo Rojo sobre Bayo
el Mogote se ubicaría, según el autor,
en tiem pos correspondientes a las fases
Xolalpan, Metepec y Oxtotipac del valle de
Teotihuacan y estaría asociado con m ateriales “teotihuacanoides”. Por su parte, el
Rojo Inciso Postcocción Xajay abarcaría una
parte del Posclásico Tem prano y sería
parcialm ente contem poráneo del Rojo sobre
Bayo La Trinidad.
Cabe adem ás m encionar que a principios
de la década de los noventa se llevó a cabo
un rescate arqueológico en el sitio de Cerro
de la Cruz, ubicado en las proxim idades de
San J uan del Río, donde se recuperaron
num erosos entierros y ofrendas (Crespo y
Saint-Charles 1996). Destaca entre ellas un
entierro en cista entre cuyos elementos se
encontraban cajetes trípodes Rojo Xajay,
cajetes trípodes decorados al negativo y
ollas estilísticam ente analógas a Cañones
Rojo sobre Café, tipo característico de la
fase Corral de la región de Tula (ver SaintCharles y Enríquez en este volum en).
Vasijas al negativo, sim ilares a las m encionadas, han sido también encontradas en
Chapantongo y otros sitios Coyotlatelco de
la región de Tula, donde reciben la denom inación de Cañada Café al Negativo (Fournier
y Cervantes 1998).
Otro de los entierros de Cerro de la Cruz
(Crespo y Saint-Charles ibid.:130 -132 y fig.
10 ) contenía vasijas Rojo Xajay, adem ás de
una placa de piedra verde sim ilar a varias
que se recuperaron en la Pirám ide de
las Serpientes Em plum adas de Xochicalco
(Sáenz 1963, lám s. III d y e, lám . IVa, 1975,
fig. 50 ), en Tula (Acosta 1956-1957:10 0 , fig.
25), el noroeste del valle del Mezquital
(Solar 20 0 2) así com o en Xochitécatl y
Cacaxtla. 2 Ringle, Gallareta y Bey (1998:
20 3-20 8, fig. 20 ) hacen referencia a esta
clase de jades figurativos mayoides, tam bién
presentes en Monte Albán (fase III b/ IV, o
Xoo si se prefiere, que corresponden al
Epiclásico), adem ás de que hay algunos que
guardan cierta sem ejanza con los encontrados en el cenote de Chichén Itzá. De acuerdo
con las evidencias, todo parece indicar que
esta clase de artefactos estuvieron en uso
entre el siglo VIII y el IX de nuestra era.
Las ofrendas del Cerro de la Cruz se
encontraban dentro del relleno de una gran
plaza, fechada entre 650 y 750 d.C. por
radiocarbono. La cista, en particular, parece
haber sido construida durante la edificación
de la plaza (Saint-Charles 1998:340 -342).
Los m ateriales cerám icos recuperados en
los rellenos incluyen tipos com o San Bartolo
2
Est os obj et os se encuent ran en exhibición en los
m useos de am bos sit ios.
66 •
Rojo sobre Bayo, Cañones Rojo sobre Café
y Rojo sobre Bayo El Mogote, aislados de
Rojo Xajay, el cual se recuperó solam ente en
los estratos superiores de la secuencia estratigráfica registrada.
Es necesario señalar que las características de los depósitos excavados en Cerro
de la Cruz, así com o los fecham ientos de
radiocarbono, perm iten suponer que los
tipos cerám icos encontrados en los rellenos
citados pertenecen al Epiclásico. Esto es
particularm ente im portante en el caso del
tipo Rojo sobre Bayo El Mogote, considerado por Cobean (1990 ) com o un probable
antecesor del Coyotlatelco Rojo sobre Café
en la región de Tula. Adem ás, según SaintCharles (1998), el Rojo Xajay sería un tipo
tardío dentro de la secuencia ocupacional.
No obstante, su asociación en ofrendas con
vasijas trípodes al negativo y otras afines a
Cañones Rojo sobre Café indican que esta
peculiar cerám ica se adscribe tam bién al
Epiclásico. Los fecham ientos obtenidos para
com plejos Xajay en el noroeste del valle del
Mezquital (Polgar 1998), así com o la asociación del tipo con m ateriales Coyotlatelco
en sitios de la región de Tula (Fournier y
Cervantes 1998), confirman esa proposición
(ver también Bonfil en este volumen).
En el caso de la Cuenca de México, la
hipótesis del origen norteño de la tradición
Coyotlatelco ha sido desarrollada por investigadores como Rattray (1966:191, 1972:202,
1996:214, 1998), a partir de planteam ientos
fundamentados en evidencias m ateriales
com o los ya citados de Braniff (1972) y los
derivados del análisis de fuentes etnohistóricas propuestos por J im énez Moreno
(1959). En diversos estudios (Acosta 1972:
152, García et al. 1998:74) se ha aplicado
esta interpretación. De hecho, se ha propuesto que fue a través de m igrantes tal vez
provenientes de Querétaro, Guanajuato, o
Zacatecas y J alisco, que se asentaron en
sitios como Teotihuacan (Manzanilla 20 0 5:
269, Piña Chán 1967, Rattray 1996:214).
No obstante, Sanders (1989:215) rebate la
hipótesis difusionista de las m igraciones por
su sim plicidad y considera que, en términos
dem ográficos, los asentamientos Coyotlatelco de la Cuenca de México se desarrollaron
en toda el área debido a la m ovilización de
grupos de agricultores desde Teotihuacan,
a raíz de la desintegración política y económ ica de la urbe, resaltando en particular la
porción septentrional m ás vinculada con lo
teotihuacano (Cuauhtitlan y Tacuba), donde
es evidente la continuidad ocupacional en
sitios del Clásico y del Epiclásico. Adem ás,
con base en el faseo derivado de las investigaciones que coordinó el m ism o Sanders
(1986a) en Oxtotipac, sostiene que la tradición
cerám ica surgió de pautas preexistentes en
la fase Metepec y, por lo tanto, aboga por un
desarrollo endógeno del estilo Coyotlatelco.
Desde la perspectiva de Sugiura (1996:
240 -241, 20 0 5a, 200 5b), quien realiza investigaciones en el valle de Toluca, el com plejo
Coyotlatelco se consolida en el valle de
México, aun cuando no rechaza la posibilidad
de que integrara elem entos norteños. Resalta en particular la propuesta que maneja
respecto a que en un principio el estilo se
vincula con grupos otom ianos asentados en
la zona norcentral de la Cuenca de México,
que m antenían contactos con poblaciones
de la periferia, tam bién otom ianas.
Recientemente y a partir de excavaciones
estratigráficas efectuadas en la porción
sureste de la Cuenca de México, se han
aportado datos relevantes para evaluar la
secuencia cronológica y ocupacional del
Epiclásico. Se cuenta, así, con abundantes
fecham ientos de radiocarbono (con dos
sigma o desviaciones estándar) para lo Coyotlatelco, con un rango entre aproximada-
• 67
m ente 60 0 y 90 0 d.C. (Parsons et al. 1996);
de esta m anera, se afina la secuencia y se
am plían los lím ites tem porales, lo cual
resulta en parte consistente con fechamientos independientes para otros asentamientos,
en particular para el caso de la región de
Tula (Tabla 1).
Por su parte Cowgill (1996:327) plantea
que, si bien el inicio de la tradición Coyotlatelco en la Cuenca de México resulta
ser m ás tem prano que lo hasta ahora
considerado en la secuencia de Teotihuacan,
posiblem ente en la urbe se m antenían las
pautas Mepetec m ientras que, a resultas de
la retracción del poderío teotihuacano, en
otras zonas se producía y consumía cerámica
Coyotlatelco.
Prin cip ale s co m p le jo s arte factu ale s
e p iclás ico s e n e l ce n tro n o rte d e l
Altip lan o Ce n tral
El énfasis en el seguim iento de la tradición
decorativa en rojo sobre café (que supuestam ente perm itiría explicar el origen de las
com unidades que la “introdujeron” en el
Altiplano Central), ha dejado de lado, en
m uchos casos, el estudio global de los
diversos componentes de la cultura m aterial
de las comunidades de la época y sus
relaciones estilísticas y contextuales, lo cual
reviste particular im portancia aun para
intentar sustentar las hipótesis previamente
planteadas. Vista com o un todo, la cultura
m aterial epiclásica, incluyendo aquella presente en asentam ientos donde no se registra
cerám ica Coyotlatelco Rojo sobre Café,
muestra una serie de afinidades y diferencias
a nivel regional que denotan la existencia de
vínculos complejos entre las poblaciones de
la época (y con aquellas del periodo Clásico),
difíciles de explicar inclusive partiendo de
una perspectiva histórico-cultural. Múltiples
“rasgos culturales” de origen potencialm ente diverso form an parte de la cultura
m aterial del Epiclásico en el centro norte del
Altiplano Central.
En térm inos generales, los com plejos
cerám icos de la época m uestran sim ilitudes
relevantes a nivel form al, técnico y decorativo, aunque es un hecho la existencia de
num erosas variaciones en el plano regional
o subregional. Si de alguna m anera hubiera
que definir los atributos estilísticos de la
tradición cerámica epiclásica en esta porción
de Mesoamérica, habría que mencionar
cuando m enos los siguientes elem entos:
a) vasijas decoradas en rojo sobre café, aun
cuando no sean de “estilo” Coyotlatelco;
b) vasijas monocrom as bruñidas no decoradas, con una am plia diversidad form al;
c) vasijas con decoración sellada, incisa o
esgrafiada, de color café; d) form as trípodes
con soportes cónicos sólidos, otras con
soporte anular, adem ás de una abundancia
relativa de objetos con silueta com puesta así
como hemisféricos; e) decoración al negativo
para vasijas de la vajilla de servicio. Son
com unes tam bién los com ales (en algunos
casos de pared elevada, denom inados
“sartén”), así com o braseros con aplicaciones al pastillaje, adem ás de ollas o jarras
con asas dobles o trenzadas, sahum adores
con m ango hueco, cucharones y figurillas
elaboradas en m olde.
Las vasijas en cerám ica m onocrom a
bruñida son m uy abundantes en los com plejos cerámicos de la época e incluyen
form as asociadas con prácticam ente todo el
espectro de actividades cotidianas, como el
alm acenam iento, preparación y servicio de
alimentos. De hecho, Gaxiola (1999) sostiene
que se trata de la tradición alfarera m ás
im portante en esta zona del Altiplano
durante el Epiclásico, aunque los estudios
68 •
Tabla 1. Fecham ientos para sitios epiclásicos del Altiplano Central afiliados a la
esfera cerám ica Coyotlatelco.
________________________________________________________________________________________
Sur de la Cuenca de México1 ca. 600-880 d.C. (Parsons et al. 1996:221, 223, 227)
COYOTLATELCO
COYOTLATELCO Y AZTECA I
400-720, 740-760 (610) d.C.
645-995 (785) d.C.
410-710 (620) d.C.
685-1005 (880) d.C.
220-1010 (640) d.C.
420-870 (640) d.C.
460-480, 520-880 (660) d.C.
530-820, 830-860 (670) d.C.
600-820, 830-860 (670) d.C.
560-765 (674) d.C.
660-942 (778, 801) d.C.
660-980 (790) d.C.
660-980 (790) d.C.
640-1020 (830, 840) d.C.
________________________________________________________________________________________
Tlalpizáhuac pre 745-800 d.C. (Tovalín 1998:124,155-156)
776-924 d.C.2
________________________________________________________________________________________
Teotihuacan1 650/750-950 d.C. (Manzanilla et al. 1996:260)
Yayahuala (Rattray 1996:216)
COYOTLATELCO
XOLALPAN Y COYOTLATELCO
660-900 (770) d.C.
650 d.C. 2
660-1030 (870) d.C.
700 d.C. 2
TRANSICIONAL COYOTLATELCO/MAZAPA
690-970 (730) d.C.
875-1195 (920) d.C.
________________________________________________________________________________________
Valle de Toluca 650-900 d.C. (Sugiura 1996:236; comunicación personal, 1999)
600-700 d.C.3
________________________________________________________________________________________
Teotenango 750-900 d.C.4 (Vargas 1975:231)
________________________________________________________________________________________
Región de Tula 3
La Mesa (Mastache 1996:29) Tula Chico (Mastache 1996:50) Tula, La Malinche y otros (Paredes 1998)
560-600 d.C.
560-600 d.C.
650-750 d.C.
670-700 d.C.
705-765 d.C.
720-780 d.C.
705-805 d.C.
730-790 d.C.
Chapantongo ca. 600-936 d.C.
433-660 (600) d.C.1
343-772 (600) d.C.1
1
475-1022 (693, 699, 715, 749, 764) d.C.
643-936 (693, 699, 715, 749, 764) d.C.1
770-840 d.C.2
________________________________________________________________________________________
Región de Huichapan, Hgo., 450-950 d.C. (Cedeño 1998:56)
Sitio de El Zethé2 (Polgar 1998:47; Moret et al. 1994)
510-690 d.C.
600-770 d.C.
776-996 d.C.
________________________________________________________________________________________
1
C14: Edad calibrada con segunda desviación y punto medio calibrado; 2 rango C14; 3 C14; 4 Sin fechamientos
disponibles de C14
• 69
específicos sobre esta clase de cerám ica son
m uy escasos y no se cuenta con elem entos
suficientes para evaluar sus variaciones de
una a otra región. No obstante, es m uy
probable que se trate de conjuntos de
artefactos m anufacturados y consum idos en
diferentes regiones del Altiplano.
Las vasijas con decoración sellada (Figura
10 ) que presentan principalmente elementos
ornam entales geométricos, han sido reportadas en sitios de la Cuenca de México
(Gam io, Best y Boas 1921, lám . 61; García et
al. 1998, láms. VIII y IX; Good y Obermeyer
1986, Hicks y Nicholson 1964:498, Piña
Chán 1967, lám . 10 ; Rattray 1966, fig. 4;
Sejourné 1983, figs. 31 y 40 ; Tolstoy 1958,
figs. 8 v y m; Tozzer 1921:49), el valle de
Toluca (Sugiura 20 0 5b:135), Huapalcalco
(Gaxiola 1999:49), Xochitécatl-Cacaxtla (Serra y Lazcano 1997:90 ), Xochicalco (Hirth y
Cyphers 1988:72) y Tula (Cobean 1990 :19420 1). En la mayoría de los casos, se trata de
piezas m uy sim ilares entre sí, principalm ente con silueta hem isférica y diseños
sellados con form a de grecas. Es posible
que, com o tradición decorativa, haya sido
de uso común en las distintas unidades
alfareras de la época, aunque no puede
descartarse la posibilidad de que en algunos
sitios se trate de una cerám ica llegada por
com ercio. Una variante consiste en decoración incisa o esgrafiada, que reproduce
diseños geométricos sim ilares.
Otro aspecto que es de im portancia
señalar es la presencia en varios asentam ientos del Altiplano Central de una clase
peculiar de cerám ica anaranjada de pasta
fina, de buena cocción y relativamente dura,
al parecer del tipo Amoladeras Fino (Gaxiola
1999, Michelet 1996:223; véase, adem ás, la
contribución de Gaxiola en este volumen).
Estos m ateriales probablem ente se m anufacturaron en la zon a m edia de San Luis
Figura 10 . Vasijas con decoración sellada
frecuentes en los com plejos cerám icos epiclásicos del centro de México (Gam io, Best y Boas
1921, lám . 61).
Potosí (Patricio Dávila y Diana Zaragoza,
com unicación personal 20 0 0 ), desde donde
se redistribuyen a asentam ientos cuya
adscripción cronológica es coetánea de los
sitios donde aparece cerám ica Coyotlatelco
(Gaxiola 1999:55-59), así com o de ocupaciones afiliadas a esta tradición incluyendo la
región de Huichapan-Río San J uan, la de
Tula (Cervantes y Fournier 1994:112, 118) y la
70 •
Cuenca de México (Evelyn Rattray y Linda
Manzanilla, com unicación personal 1997).
Adem ás, se ha identificado un núm ero
reducido aunque significativo de vasijas
efigie antropom orfas decoradas al pastillaje
(Figura 11) en sitios de la región de Tula
(Bonfil 1998, fig. 24; Cobean 1990 :472,
Fournier y Cervantes 1998), de la Cuenca
de México com o Ecatepec, Cuicuilco, El
Risco y Teotihuacan (Du Solier 1949, lám . 1;
Fournier 1997, Mayer-Oaks 1959, fig. 10 ;
Sejourné 1984, fig.129) así com o en Xochitécatl (Serra 1998:74 y 82, Serra et al. 20 0 4,
lám . 15). Se desconoce si esta clase de piezas
se produjeron en distintos centros alfareros,
pero evidencian pautas análogas en la concepción. En el caso de la Cuenca de México
estas vasijas se asocian con m ateriales
Mazapa, en tanto que para la región de Tula
y Xochitécatl en definitiva corresponden a
contextos del Epiclásico.
Com o parte de la cerám ica de uso ritual,
los sahum adores con mango, que según
Ringle et al. (1998:215-216) podrían vincularse con el culto a Quetzalcoatl que se inicia
hacia el Epiclásico entre las elites, aparentem ente están presentes durante el Clásico
en Teotihuacan, pero no son claras las
evidencias (Rattray 1966:123). No obstante,
para ocupaciones epiclásicas queretanas
(Nalda 1975, 1991, tabla 3), de la región de
Tula (Cervantes y Fournier 1994, Cobean
1990 :257-260 ), en Xochicalco (Hirth y
Cyphers 1988:63-64), Xochitécatl (Serra et
al. 20 0 4:148) y la Cuenca de México (Hicks
y Nicholson 1964:498 y figs. 2 y 6) son
com unes. Las form as características presentan cazoletas hem isféricas o de paredes
curvas divergentes, con o sin soportes
cónicos sólidos y generalm ente tienen
diseños geom étricos pintados en blanco en
la parte interior del recipiente. Este tipo de
vasijas, al igual que los cucharones, parecen
ser artefactos innovadores en el inventario
cerám ico si se les com para con los antecedentes del Clásico.
1
2
Figura 11. Vasijas efigie de tem poralidad epiclásica. 1) Cuicuilco (Fournier 1997); 2) El Risco
(Mayer-Oaks 1959, fig. 10 ).
Por otra parte, una revisión general
de los com plejos cerám icos afiliados a la
tradición Coyotlatelco perm ite reconocer
variaciones im portantes que ocurren en el
plano regional y que tal vez se encuentren
relacionadas con la existencia de diferentes
áreas de m anufactura. En la Cuenca de México, Xochicalco y el valle de Toluca (García
et al. 1998, Good y Oberm ayer 1986, Hirth
y Cyphers 1988:74, Sugiura 1996:243,
Vargas 1975), por ejem plo, se presentan con
frecuencia vasijas trípodes con soportes
cónicos sólidos (Figura 2.1), así com o otras
con soporte anular y cuerpo hem isférico
• 71
(Figura 2.2), cuya silueta general tiene claros
antecedentes en los com plejos cerám icos
teotihuacanos. La decoración, además, puede
ser interna o externa dependiendo de la
silueta de las piezas.
En la cerám ica Coyotlatelco de la región
de Tula las vasijas trípodes con soporte
anular son extrem adamente escasas o inexistentes, registrándose una franca predom inancia de artefactos hem isféricos y con
silueta com puesta. Además, si bien una
buena parte de la cerám ica decorada en rojo
sobre café así como la m onocrom a acusa
sim ilitudes relevantes con la registrada en la
Cuenca de México, otros grupos cerám icos
se encuentran relacionados aparentem ente
con tradiciones coetáneas de la región del
río San J uan, con la que aparentem ente se
establecen relaciones de intercambio durante
el Epiclásico (Cervantes y Fournier 1994).
Tal es el caso de las vasijas trípodes
decoradas al negativo, así com o de las ollas
o cántaros del tipo Cañones Rojo sobre Café,
cuya decoración lineal es poco frecuente en
los com plejos cerám icos contem poráneos de
la Cuenca de México y el valle de Toluca.
Adem ás, el com plejo Coyotlatelco de la
región de Tula, específicam ente el definido
por Cobean (1990 :75-126, 499-50 0 ) para la
fase Prado, incluye com o elem entos característicos un conjunto de vasijas trípodes,
con soportes cilíndricos sólidos o huecos y
decoración pintada, así com o esgrafiada
(Figuras 5.1, 5.2 y 5.3). Esta clase peculiar
de vasijas no parece tener vínculos
estilísticos relevantes con m ateriales de
com plejos cerám icos de las áreas circunvecinas y, casi con seguridad, fueron
m anufacturadas dentro de la región. Sin
em bargo, Cobean (idem ) sostiene que los
tipos del com plejo Prado m uestran afinidades con ciertas cerámicas del periodo
Clásico del Bajío y que, probablem ente,
fueron introducidas en la región de Tula por
una elite invasora procedente del Norte.
Por otra parte, hay que señalar que el
com plejo Coyotlatelco de Tula incluye tam bién pipas acodadas, que se encuentran con
relativa frecuencia en los sitios del área.
Aparentem ente, estos artefactos tuvieron
una am plia distribución y uso durante el
Epiclásico en la región de Tula (Cervantes y
Fournier 1994), la porción noroccidental del
valle del Mezquital (Solar 20 0 2) y el sur de
Querétaro (Nalda 1991, tabla 3); en estas
dos últim as zonas se presentan en asociación con m ateriales cerám icos del complejo
Xajay. Al parecer, las pipas acodadas en
cerám ica son un elemento innovador en los
com plejos cerám icos del Epiclásico en estas
regiones pues, cuando menos en la región
de Tula, no se presentan en sitios afiliados a
la esfera teotihuacana. Su origen resulta
poco claro, aunque existen pipas rectas en
San Luis Potosí y en la sierra de Tam aulipas
desde el periodo Clásico (Braniff 1992:61,
Crespo 1976:56, Michelet 1996:343, StresserPean 1977:229-232). Esta clase de objetos
puede denotar cam bios en los sistem as
rituales o bien en las vías de socialización
entre los integrantes de diversas unidades
sociales epiclásicas, aunque no puede descartarse la posibilidad del uso de cañas para
fum ar desde épocas anteriores.
Partiendo de una caracterización de los
atributos estilísticos propios del com plejo
cerámico Coyotlatelco, autores como Rattray
(1987b:80 ) propusieron que dicho conjunto
establecía una clara ruptura con las tradiciones alfareras del periodo Clásico. No
obstante, si bien el com plejo es en sí m ism o distinto e incluye num erosos atributos
ausentes o escasos en la cerám ica teotihuacana, hay que decir que tam bién
se presentan elem entos que acusan una
continuidad estilística relevante. Tal es el
72 •
caso, por ejemplo, de las vasijas hemisféricas
con soporte anular, m uy frecuentes en
colecciones de la Cuenca de México y el valle
de Toluca, adem ás de vasijas sim ilares a los
“floreros” teotihuacanos que han sido
reportadas tanto en sitios de la Cuenca de
México com o en Teotenango y Xochicalco
(Hicks y Nicholson 1964:498-499, Hirth y
Cyphers 1988:74, Vargas 1975). Sin embargo,
tal vez el patrón de continuidad estilística
m ás evidente se encuentre en las figurillas
(ver tam bién las contribuciones de Gaxiola y
Sugiura en este volum en). Stocker (1983) ha
señalado las afinidades presentes entre
figurillas Coyotlatelco y teotihuacanas, a
partir de una com paración con las que son
características de los periodos Posclásico
Tem prano y Tardío. Hay que rem arcar que
dichas sim ilitudes no se reducen al ámbito
m eram ente técnico y form al, sino que, en
m uchos casos, incluyen el estilo general, los
tocados, atuendos, ornamentos personales y
diversos elementos iconográficos.
Por otra parte, durante el Epiclásico la
industria de obsidiana sufre transform aciones im portantes, que indican de m anera
clara que el sum inistro del vidrio volcánico
de la sierra de las Navajas se interrum pe en
gran medida a raíz del colapso teotihuacano.
En las ocupaciones Coyotlatelco y otras
contem poráneas del centro de México
predom ina obsidiana gris de distintas fuentes (com o Otum ba, Ucareo y Zinapécuaro),
adem ás de que se observa una tendencia a
la especialización en la m anufactura de
artefactos sobre navajas (Fournier 1995;
García et al. 1990 :228; J ackson 1990 a:173,
175 y 178, 1990 b:253-255; Serra 1998:9599). En el valle de Teotihuacan, Rattray
(1989:251) realizó estudios en Hacienda
Metepec, donde ubicó un taller en el que se
m anufacturaban bifaciales, básicamente en
vidrio volcánico de Otum ba (ver Rattray en
este volum en). Para Azcapotzalco, mediante
identificaciones visuales se planteó que 51%
de la obsidiana asociada con m ateriales
Coyotlatelco correspondía a las fuentes de
Ucareo-Zinapécuaro (García et al. 1990 :
387); no obstante, con base en análisis de
activación neutrónica se determ inó que se
trata de m ateriales procedentes tanto de
Ucareo como de Otum ba (García et al.
ibid.:231, 269-270 ). En la región de Tula
hay distintas clases de obsidiana y de
artefactos m anufacturados con esta m ateria
prim a, tanto en La Mesa com o en Atitalaquia y, aunque proporcionalm ente son poco
frecuentes, hay puntas sobre navajillas de
obsidiana gris, que es la industria predom inante en Chapantongo, donde la m ateria
prim a proviene de Ucareo, Michoacán y de
Fuentezuela, Querétaro (Fournier y Pastrana
1999), situación análoga a la de sitios
epiclásicos localizados en los alrededores
de Xochicalco, donde la m ayoría de los
especim enes analizados por florescencia de
rayos X provienen de Zinapécuaro; cabe
hacer notar que la obsidiana del asentamiento epiclásico de Cerro Portezuelo también
procede de este yacim iento m ichoacano
(Spence 1977:297).
Las afinidades y diferencias entre los
com ponentes epiclásicos de diferentes
regiones del centro de México, difícilmente
pueden comprenderse argumentando que
grupos m igrantes de la periferia norte de
Mesoamérica lograron, por una parte, que
im perara el estilo crom ático rojo sobre café
y, por otra, que se m antuvieran tradiciones
anteriores adicionando otros bienes de
consumo cotidiano o de uso ritual. Los
elem entos com partidos pueden evidenciar:
a) un subestrato parcialm ente com ún de las
poblaciones del Epiclásico, debido a la
continuidad de pautas preexistentes durante
el Clásico, b) m ecanism os económ icos am -
• 73
plios de índole com ercial y c) dadas las
necesidades sociales, la sustitución de
m aterias prim as o instrum entos de trabajo
cuyo flujo se corta a raíz del colapso de
Teotihuacan, en particular la obsidiana.
Co n s id e racio n e s fin ale s
La perspectiva culturalista que durante años
ha guiado la discusión acerca de los
procesos sociales ocurridos en el Altiplano
Central en la transición del Clásico al
Epiclásico, ha reducido el problem a a una
m era cuestión de estilo. Partiendo de una
hipótesis simplista donde el estilo decorativo de elementos aislados de la cultura
m aterial global reflejaría los contenidos
“culturales” y, por ende, sociales, de un
grupo particular se ha llegado a la conclusión
inevitable de que la cerám ica Coyotlatelco
fue introducida en el centro de México por
grupos procedentes del norte de esta región,
que en un tiem po relativamente breve
habrían desplazado a las tradiciones estilísticas que estuvieron en boga durante
alrededor de quinientos años, contribuyendo,
adem ás, al colapso del sistem a teotihuacano.
De hecho, im plícita o explícitam ente
se parte de principios difusionistas de
migración-invasión-conquista para proponer
una explicación de los cam bios m anifiestos
en la cultura m aterial (cf. Cobos 1998,
Gándara 1981). Cabe destacar que la mayoría
de las interpretaciones se fundamentan en
un punto de vista ceram océntrico (Weigand
1996:194), es decir, que las provincias
cerám icas se hacen equivalentes a culturas,
buscando puntos de difusión o de influencia
con base en rasgos de la alfarería. Las
afinidades estilísticas de diversas tradiciones
epiclásicas rojo sobre café son indiscutibles,
sin em bargo, su significado en térm inos de
procesos socio históricos queda sin resolver,
m ás allá de cam bios poblacionales, llegando
al extremo de sustituciones.
Este enfoque presenta num erosos problem as que ya han sido señalados por
investigadores com o Sanders (1989:215) y
Nalda (1975:129). De esta m anera, la
hipótesis difusionista no logra en absoluto
explicar las causales de los procesos de
cam bio, lim itándose a una búsqueda de
puntos probables de origen de elementos
aislados de cultura m aterial, que se asocian
m ecánicamente con m ovim ientos poblacionales de grupos que, a pesar de ser hasta
cierto punto m arginales y periféricos a los
desarrollos vinculados con Teotihuacan,
tuvieron la capacidad de provocar drásticos
cam bios sociales en el centro de México. De
hecho, queda sin fundam entar cuál es
la relación de los “rasgos culturales” con
procesos sociopolíticos, económ icos y religiosos.
Cabe señalar que, con esa clase de
especulaciones, no queda claro cómo es
posible segregar uno o m ás rasgos culturales
para justificar la coherencia de construcciones teóricas basadas en m igraciones; si
se conjuntan m ás líneas de evidencia, el
surgim iento de tradiciones m anifiestas en
la cultura m aterial (por ejem plo el ya citado
caso de las pipas o de los sahum adores
con m ango) puede remitir en términos
interpretativos a oleadas poblacionales de
distintos puntos o bien, si se prefiere otra
clase de m odelos, a recurrir a hipótesis
fundamentadas en la com plejidad de los
m ecanism os de interacción social, vigentes desde el Clásico, que seguramente se
transform aron y/ o reforzaron a raíz del
ocaso teotihuacano (ver por ejem plo las
contribuciones de Solar y Sugiura en este
volumen).
74 •
Por lo tanto, aun partiendo de m odelos
difusionistas, un acercam iento general a
algunas de las características de la cultura m aterial asociada con las ocupaciones
afiliadas a la tradición Coyotlatelco en el
Altiplano Central perm ite apreciar que la
transición estilística del Clásico al Epiclásico
es un problem a m ucho más com plejo de lo
que se ha supuesto.
Uno de los puntos problem áticos para
fundamentar las propuestas tradicionales
refiere a los fecham ientos recientes de los
m ateriales rojo sobre café afines o
identificados com o Coyotlatelco en distintas
regiones m esoam ericanas o de la periferia
norte de Mesoam érica (Tablas 2 y 3), que
indican su contem poraneidad relativa sin
que puedan trazarse espacial y cronológica-
m ente las supuestas rutas de los migrantes
procedentes del Norte (ver J im énez en este
volumen). Es decir, bajo el argumento
difusionista, si su asiento m ás tem prano
corresponde a la región de Tula o m ás al
norte, en el septentrión debería contarse
con fechas anteriores a las del sur de la
Cuenca de México. Si bien existen tradiciones
cerám icas afines a lo Coyotlatelco y al
parecer anteriores en Guanajuato y San Luis
Potosí (Braniff 1992), no es posible determ inar de m anera adecuada si existió una
relación filogenética entre las poblaciones
de esas regiones, las del sur de Querétaro y
las que desarrollaron la cultura Coyotlatelco
en la región de Tula, el valle de Toluca y la
Cuenca de México.
Tabla 2. Fecham ientos para ocupaciones epiclásicas con presen cia de m ateriales
análogos al Coyotlatelco .
________________________________________________________________________________________
Cacaxtla/Xochitécatl 1 650-950 d.C. (Serra y Lazcano 1997)
632-774 d.C.
Cacaxtla (López de Molina 1981)
603-692 d.C. 2
653-845 d.C. 2
________________________________________________________________________________________
Cholula 1 700-950 d.C. (Cerro Zapotecas) (McCafferty 1996:302)
348-1026 (670, 685) d.C.
544-980 (689) d.C.
________________________________________________________________________________________
Xochicalco: 700-850 d.C. (González Crespo et al. 1995:235; Hirth y Cyphers 1988:44-46) 650-900 d.C.
475-605 d.C.2
605-705 d.C.2
645-815 d.C.2
770-970 d.C.2
875 d.C.3
________________________________________________________________________________________
Valle de Ucareo, Michoacán (Healan 1998)
600-900 d.C. 4
________________________________________________________________________________________
1
C14: Edad calibrada con segunda desviación y punto medio calibrado; 2 rango C14 ; 3 C14; 4 Sin fechamientos
disponibles de C14
• 75
Tabla 3. Fecham ientos de radiocarbono para ocupaciones epiclásicas.
________________________________________________________________________________________
Cantona 600-900/950 d.C.1 (García Cook y Merino 1998:214)
560-(646)-765 d.C.
654-799 d.C.
664-(675)-775 d.C.
776-994 d.C.
________________________________________________________________________________________
Tajin 700-1000 d.C. (Brueggemann y Ortega 1989:168; Ringle et al. 1998:188)
906-982 d.C.2
887 d.C.3
________________________________________________________________________________________
Monte Albán/Lambityeco, fase Xoo 600-800 d.C. 3 (Lind 1991-1992:180, 188)
690 d.C.
700 d.C.
720 d.C.
730 d.C.
740 d.C.
755 d.C.
________________________________________________________________________________________
Chichén Itza4 700/750-950/1000 d.C. (Ringle et al. 1998:191);
636-690 (663) d.C.
776-961 (883) d.C.
780-969 (886) d.C.
670-1040 (891) d.C.
________________________________________________________________________________________
La Quemada: 600/650-900 d.C. (Jiménez Betts 1998:299); 600-800/850 d.C. (Trombold 1988:392, 397); 600-900
d.C. (Nelson et al. 1992:298, 301)
604-776 d.C.5
600-840 d.C.2
696-898 d.C.5
780-1020 d.C. 5
660-880 d.C. 5
660-870 d.C. 5
680-980 d.C. 5
770-990 d.C. 5
680-910 y 920-950 d.C. 5
________________________________________________________________________________________
Chalchihuites: 750-850 d.C. 5 (Gómez Gastélum 1999:309)
________________________________________________________________________________________
1
C14: Edad calibrada con segunda desviación y punto medio calibrado; 2 rango C14; 3 C14; 4 C14:Edad calibrada con
primera desviación y punto medio calibrado; 5 C14 : Edad calibrada con segunda desviación
76 •
El rastreo de cualquier clase de rasgos
que se m anifiestan en la cultura m aterial del
Epiclásico indicaría, bajo una perspectiva
histórico-cultural, que las regiones donde
aparece la cerámica Coyotlatelco en el centro
de México percibieron, recibieron, adoptaron
y adaptaron toda clase de elementos de
m últiples fuentes. Estos procesos seguram ente no ocurrieron de m anera acrítica,
en caso de que en efecto se dieran. Las
m anifestaciones fenoménicas m ás bien
pueden evidenciar los vínculos entre grupos
posiblem ente del tronco lingüístico otom angue en m uchas de las zonas (cf. Sugiura
20 0 5b, Wright 20 0 4).
Adem ás, para entender no sólo el origen
sino cóm o se dispersa el estilo Coyotlatelco,
se requiere com prender cóm o se estructuran las poblaciones epiclásicas en diferentes
regiones, propiciándose la com unicación y
los vínculos sociales que se reflejarían en la
cultura m aterial. Los planteam ientos ya
citados de Sugiura (1996, 20 0 5a, 20 0 5b)
representan una alternativa interpretativa,
dado que podría considerarse que los
m ecanism os de interacción social se dieron
entre grupos de linaje, con un posible
subestrato biolingüístico 3 com ún y estructuras organizativas que bien podrían
rem ontarse no sólo al Clásico sino incluso al
Form ativo, en am plias zonas del centro de
México. De cualquier m anera, la identificación de grupos étnicos y lingüísticos a nivel
arqueológico es un tem a de difícil resolución, a excepción de casos especiales com o
Teotihuacan.
Es obvio que durante el Epiclásico
ocurrieron una serie de reacom odos y
probables reubicaciones poblacionales en
3
Recient es análisis de biología m olecular para las
colecciones ost eológicas de la región de Tula ( Fournier
y Vargas Sanders 2002) así com o del valle de Toluca
( Yoko Sugiura, com unicación personal 2004) , evidencian que genét icam ent e las poblaciones eran ot om íes.
am plios territorios del centro de México
debidos al decline teotihuacano; de ninguna
m anera se pretende negar que se dieran
influjos desde zonas de la periferia mesoam ericana hacia el centro, pero, de igual
form a y con base en Sanders (1986 y en este
volum en) y Sugiura (20 0 5a, 20 0 5b), es m ás
que probable que los m ovim ientos se dieran
en paralelo desde la Cuenca de México hacia
territorios com o la región de Tula, dados los
nexos preexistentes con Teotihuacan (ver
tam bién Solar en este volum en). De cualquier m anera, las m igraciones de grupos tal
vez de linaje no perm iten dar cuenta de las
transform aciones globales en la cultura
m aterial epiclásica.
Por últim o, cabe hacer notar que lo que
en térm inos estilísticos genéricam ente se ha
denom inado Coyotlatelco, en realidad corresponde a un conjunto de subtradiciones
regionales, es decir, que se trata de distintos
com plejos cerám icos afiliados a una m ism a
tradición. Existen variaciones posiblemente
debidas a que existieron m últiples centros
productores, por lo que resulta difícil aglutinar lo Coyotlatelco en un bloque homogéneo,
equiparable a lo que originalmente se propuso para esta tradición en la Cuenca de
México (Cervantes y Fournier 1994, Cobean
1990 , Mountjoy 1987, Rattray 1996, Sugiura
1996, Vargas 1975).
El Epiclásico y la cerám ica Coyotlatelco
han sido m itificados en la literatura, apenas em pieza a dilucidarse la realidad de
los procesos sociales de gran envergadura
ocurridos después de la caída de Teotihuacan en Mesoamérica. Es de esperarse
que futuros estudios aporten inform ación
para clarificar, m ás allá del difusionism o,
los m otores de los procesos de cam bio
cultural y su relación con trasform aciones
▣
estilísticas.
• 77
Agrad e cim ie n to s
Las investigaciones realizadas en la región de Tula,
fueron posibles gracias al financiam iento aportado por
el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (incluyendo el sistem a Ignacio Zaragoza) así com o por el
Instituto Nacion al de Antropología e Historia. Gracias
m il a los colaboradores de siem pre en cam po y gabinete
del Proy ecto Distrito Alfarero del Valle del Mezquital,
Víctor Hugo Bolaños, Laura Elena Chávez, Arnoldo
Rom ero y Tobías García Vilchis, adem ás de a los
asesores e interlocutores para el Epiclásico, el noroeste
de México y la lítica, Yoko Sugiura, Linda Manzanilla,
Mari Carm en Serra, Peter J im énez, Laura Solar y
Alejandro Pastrana.
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