2022 ISSN 0014-1453 18 €
Manuscritos griegos y latinos:
cuestiones abiertas, nuevas perspectivas
ÁLVARO CANCELA CILLERUELO Y FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ (EDS.)
Álvaro Cancela Cilleruelo y Felipe G. Hernández Muñoz Prólogo · Antonio Moreno Hernández La
transmisión manuscrita de los Commentarii de César · Felipe G. Hernández Muñoz Veinticinco años de
proyectos sobre manuscritos griegos en España · Isabel Velázquez Soriano Algunas notas sobre la relación
entre transmisión manuscrita y carácter literario de las regulae monachorum de la Hispania visigoda · Ángel
Escobar Iter Aristotelicum: en torno a la circulación de manuscritos aristotélicos en la España medieval ·
Álvaro Cancela Cilleruelo Testimonios perdidos: códices desaparecidos de un corpus anónimo latino tardío ·
Inmaculada Pérez Martín Luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos: una reflexión al hilo de
la escritura de Gregorio de Chipre · Tomás González Rolán Sobre la versión al castellano de textos latinos en
la primera mitad del siglo XV: las variantes de traductor como expresión de su conciencia textual · Teresa
Martínez Manzano Reescribiendo la historia de un manuscrito: el Escur. Σ II 7, un siglo después de Revilla ·
Guillermo Galán Vioque Los escolios de la Antología Planudea en España · Carlos A. Martins de Jesus Still
on the Sources of the Complutensian Septuagint: Old Certainties, New Approaches
162
Estudios Clásicos – 162
Estudios Clásicos (EClás), con ISSN 0014-1453, es una revista de periodicidad semestral
que fue fundada en 1950 y es el órgano de difusión de la Sociedad Española de
Estudios Clásicos (SEEC). Consta de dos secciones: Artículos y Reseñas. La revista
recibe contribuciones relacionadas con el mundo grecolatino y su pervivencia, que se
pueden inscribir dentro de los apartados temáticos de Investigación y Didáctica de
las lenguas clásicas. Además de estas secciones, la revista ha creado la sección
Investigador invitado, destinada a la publicación de un artículo traducido al
castellano de un investigador extranjero que ofrezca nuevas aproximaciones
o aspectos relevantes sobre temas de interés de la SEEC.
Edición
Sociedad Española de Estudios Clásicos
Redacción y Correspondencia
Estudios Clásicos
Sociedad Española de Estudios Clásicos
c/ Serrano, 107
28006 Madrid (España)
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La revista EClás se distribuye en formato digital y en formato impreso. Si desea
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Estudios Clásicos se encuentra en las siguientes bases de datos: ISOC, L’Année
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ISSN: 0014-1453
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Histórica «Marqués de Valdecilla», códice 23 (Salterio griego con glosas latinas,
inicios del s. xvi, ¿Venecia?), f. 5v (detalle)
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revista de la sociedad española de estudios clásicos
Estudios
Clásicos
VOLUMEN 162
MADRID 2022
Estudios Clásicos
Revista de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC)
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CONSEJO ASESOR
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Catedrática de Filología Latina
Universidad de Santiago
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Universidad Complutense de Madrid
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Expresidente de la SEEC
Sofía Torallas Tovar
Profesora de Clásicas y de lenguas y civilizaciones
del Próximo Oriente. Instituto Oriental
Universidad de Chicago
Presidenta de la Sociedad Española de Papirología
Índice
Contents
13
Prólogo
Foreword
Investigación
Research
25–56
ANTONIO MORENO HERNÁNDEZ.—La transmisión
manuscrita de los Commentarii de César / Manuscript
Transmission of Caesar’s Commentarii
57–84
FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ.—Veinticinco años de
proyectos sobre manuscritos griegos en España
/ Twenty-five Years of Projects on Greek Manuscripts in
Spain
85–107
ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO.—Algunas notas sobre la
relación entre transmisión manuscrita y carácter literario
de las regulae monachorum de la Hispania visigoda / Some
Notes on the Relationship between Manuscript
Transmission and the Literary Character of the Regulae
Monachorum of Visigothic Hispania
109–127
ÁNGEL ESCOBAR.—Iter Aristotelicum: en torno a la
circulación de manuscritos aristotélicos en la España
medieval / Iter Aristotelicum: about the Circulation of
Aristotelian Manuscripts in Medieval Spain
129–155
ÁLVARO CANCELA CILLERUELO.—Testimonios perdidos:
códices desaparecidos de un corpus anónimo latino tardío
/ Lost Witnesses: Missing Manuscripts of a Late Latin
Anonymous Corpus
157–179
INMACULADA PÉREZ MARTÍN.—Luces y sombras en la
identificación de copistas bizantinos: una reflexión al hilo
de la escritura de Gregorio de Chipre / Lights and Shadows
in the Identification of Byzantine Copyists: a Discussion of
the Handwriting of Gregory of Cyprus
Estudios Clásicos – 162
10
índice
181–201
TOMÁS GONZÁLEZ ROLÁN.—Sobre la versión al castellano
de textos latinos en la primera mitad del siglo XV: las
variantes de traductor como expresión de su conciencia
textual / On Castilian Translation of Latin Texts in the First
Half of the Fifteen Century: Translation Variants as
Expression of Textual Conscience
203–236
TERESA MARTÍNEZ MANZANO.—Reescribiendo la historia
de un manuscrito: el Escur. Σ II 7, un siglo después de
Revilla / Rewriting the History of a Manuscript: Escur. Σ II
7, a Century after Revilla
237–260
GUILLERMO GALÁN VIOQUE.—Los escolios a la Antología
Planudea en España / The Scholia to the Planudean
Anthology in Spain
261–271
CARLOS A. MARTINS DE JESUS.—Still on the Sources of the
Complutensian Septuagint: Old Certainties, New
Approaches / Más sobre las fuentes de la Septuaginta
Complutense: viejas certezas y nuevos planteamientos
273–279
Índice de manuscritos citados / Index of cited manuscripts
Reseñas de libros
Book Review
283
Sergio Brillante (2020) Il Periplo di Pseudo-Scilace.
L’oggettività del potere (Spudasmata 189) (FRANCISCO
JAVIER GONZÁLEZ MORA)
285
Jorge L. Wic (2021) Estudios sobre Cicerón (PEDRO
MANUEL SUÁREZ-MARTÍNEZ)
288
J. L. Navarro & R. Martínez (eds.) (2021) Euroclassica
1991–2021. Thirty years Defending and Promoting Classical
Languages in Europe (ROSA M.ª MARIÑO SÁNCHEZ-ELVIRA)
291
José Miguel Baños Baños (coord. ed.) (2021) Sintaxis
latina (JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ)
294
Antonio Ramón Navarrete Orcera (2021) La mitología en
los palacios portugueses: siglos XVI a XX (MARÍA DEL MAR
TORRES RICO Y EVA PEULA PÉREZ)
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
índice
11
297
Marco Antonio Coronel Ramos & Ricardo Hernández
Pérez (eds.) (2021) Priscorum interpres. Homenaje al
profesor Jaime Siles (MARÍA ADELAIDA ANDRÉS SANZ)
300
David Solé Gimeno et al. (eds.) (2021) Anuari de filologia.
Antiqua et Medieualia. Dedicado a ARDVA QVAE
PVLCHRA: Contribucions d’estudis clàssics presentades al
VII Congrés Nacional Ganimedes (MARTA DE SEVILLA
GARCÍA)
303
Santiago Auserón (2022) Arte sonora. En las fuentes del
pensamiento heleno (LUIS CALERO)
306
Barbara Cassin (2022) La nostalgia: Ulises, Eneas, Arendt
(JAIME SILES)
308
Fernando García Romero (2022) Lechuzas a Atenas.
Pervivencia hoy del refranero griego antiguo (ALEJANDRO
MARTÍN BOLAÑOS)
313
Normas de publicación
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
Author Guidelines
Prólogo
ÁLVARO CANCELA CILLERUELO
Universidad Complutense de Madrid
alvarocancela@ucm.es
FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ
Universidad Complutense de Madrid
fhmunoz@filol.ucm.es
Hace aproximadamente dos años, el Presidente de la Sociedad Española
de Estudios Clásicos, el Prof. Jesús de la Villa, encargó a quien habría de
ser uno de los editores (Felipe G. Hernández Muñoz) la coordinación
de un volumen extraordinario de la revista Estudios Clásicos, que se dedicaría monográficamente al estudio de los manuscritos griegos y latinos en
España. La idea era que gracias a la lectura del volumen los socios y lectores de la revista, no necesariamente especialistas en la materia, pudieran
contemplar un panorama suficientemente amplio y representativo de cómo se ha trabajado —y se trabaja—, y con qué resultados, en este campo,
esencial para la preservación de nuestro rico patrimonio clásico.
Casi de inmediato se empezó a trabajar en el volumen bajo un principio
rector: el equilibrio. Equilibrio entre las dos principales áreas concernidas:
la Filología Griega y la Latina; equilibrio también entre los enfoques de
estudio sobre estos manuscritos: el paleográfico-codicológico y el críticotextual; y equilibrio, en fin, en la procedencia de los posibles colaboradores
del volumen. En aras de ese mismo equilibrio se invitó también a un colaborador (Álvaro Cancela Cilleruelo), procedente del área de la Filología
Latina, para que también se convirtiera en coeditor del volumen.
Teniendo en cuenta la extensión establecida por la revista para un volumen de este tipo, se fijó en diez el límite de los colaboradores, repartidos
equilibradamente, en la medida de lo posible, entre la Filología Griega y la
Latina, y con ámbitos de especialización, temáticos y cronológicos, también complementarios. Para establecer los primeros contactos se partió de
la red de investigadores y colaboradores relacionados, directa o indirectamente, con el proyecto, ya de largo recorrido, «Manuscritos griegos en
España y su contexto europeo», y de esos contactos resultó una primera
Estudios Clásicos – 162
14
prólogo
nómina, que sería también la definitiva, de colaboradores: los diez que
integran el presente volumen, incluidos los dos editores.
Somos conscientes de que los investigadores que podrían haber colaborado en el volumen habrían podido ser muchos más, o diferentes, y de que
el lector quizá eche en falta, con razón, tal o cual nombre. De antemano
pedimos disculpas por ello: el primer editor del volumen, cronológicamente hablando, asume toda la responsabilidad por la posible omisión,
pero téngase en cuenta que, como ya queda apuntado, el propósito de un
volumen como éste no era la exhaustividad, sino la representatividad de
los enfoques y colaboraciones.
El resultado es el que se ofrece a continuación: especialistas de diferentes
centros e instituciones (Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Salamanca, Universidad de Zaragoza, Universidad de Granada,
Universidad de Huelva y CSIC) se adentran en el apasionante campo de
los manuscritos griegos y latinos desde diferentes perspectivas de estudio.
Mucho de lo que se presenta aquí es el fruto maduro de la semilla que en su
día sembraron, con su magisterio y su estímulo, maestros como Antonio
Bravo, Manuel Díaz y Díaz, José Lasso de la Vega, Luis y Juan Gil o Lisardo
Rubio, entre otros. Como en otras disciplinas, también ellos sentaron las
bases de los estudios sobre tradiciones manuscritas de los autores griegos
y latinos en España.
Por lo que se refiere a su estructura, la organización del monográfico
sigue un hilo conductor que intenta guiar al lector desde la Antigüedad a la
época tardía y, desde ella, al Medievo y al Renacimiento, desembocando
en la transmisión impresa, difundida con la Biblia de Gutenberg desde
mediados del siglo XV. Tal recorrido afecta a la cronología de las obras
estudiadas y, a la vez, a las fases abordadas de su transmisión, por las
características intrínsecas de este último proceso: recuérdese que, salvo
por los papiros (a menudo, fragmentarios) y los códices tardoantiguos
(comparativamente escasos), el grueso de obras antiguas ha sobrevivido
en ejemplares medievales y renacentistas, por lo que el estudio de la
transmisión de los clásicos reposa sobre el conocimiento de la lengua
y literatura clásicas y, al mismo tiempo, sobre la paleografía, codicología
e historia cultural del Medievo y del Humanismo.
Como representación panorámica de este proceso en un texto antiguo
y como ilustración de una tradición compleja y de algunos problemas concretos en su investigación actual, el monográfico se inicia con un trabajo
de Antonio Moreno Hernández, dedicado a un clásico de la historiografía latina: los Commentarii de Julio César. En efecto, los lectores menos
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familiarizados con la edición y la historia de los textos se sorprenden en
ocasiones de que, pese a la larga tradición filológica que se ha ocupado
de ellas, no son pocas las obras grecolatinas —en ocasiones, de autores de
primera entidad—, cuya transmisión manuscrita e impresa requiere todavía de amplias investigaciones, críticas e históricas, y cuyo texto, lejos
de estar fijado, sigue en numerosos pasajes abierto, sometido a profundas discusiones. Uno de tales autores es precisamente Julio César. En su
contribución, Moreno Hernández ofrece, en primer lugar, un status quaestionis de la tradición manuscrita de los Commentarii y de los progresos
realizados en las ediciones de los siglos XIX–XXI. Tras ello, el núcleo del
trabajo aborda tres cuestiones de primera entidad, que subrayan hasta qué
punto, pese al interés que ha despertado y a la sucesión de tantas ediciones
célebres, el texto de César y, en especial, sus aparatos críticos deben ser
objeto de una profunda revisión: en primer lugar, la necesidad de releer
los códices antiguos, cuya colación en ocasiones se toma de ediciones
precedentes (heredando sus errores); en segundo lugar, el interés de colacionar y estudiar también los testimonios no relevantes desde el punto de
vista del stemma codicum, que, sin embargo, permiten una comprensión
más exacta de la historia textual de la obra; en tercer lugar, la necesidad
de revisar las atribuciones de las conjeturas que tratan de sanar pasajes
corruptos y que en los aparatos modernos tienen a veces atribuciones
incoherentes o inexactas, bien porque, aunque atribuidas a humanistas
y editores antiguos, en realidad proceden de códices recentiores menos
conocidos, bien porque no siempre se han examinado, de forma directa
y detenida, las ediciones de los siglos XV–XIX.
Por su parte, como muestra de la transmisión de textos antiguos griegos
y de su herencia medieval y renacentista, el trabajo de Felipe G. Hernández Muñoz intenta ofrecer una panorámica de un cuarto de siglo de
estudios sobre manuscritos griegos en proyectos dirigidos, en cuyo núcleo
ha estado la edición y transmisión de los oradores y rétores griegos de
época clásica e imperial (Demóstenes, Esquines, Hiperides, Menandro,
Alejandro, etc.), que en las últimas décadas ha experimentado avances
relevantes. De los diversos aspectos abordados, el trabajo sintetiza uno
de los debates candentes en las últimas décadas: el valor textual de los
códices recentiores, secularmente menospreciados por una tendencia crítica imperante que suele excluirlos sin una collatio previa. La panorámica
se ocupa —principal, aunque no exclusivamente— de manuscritos conservados en bibliotecas españolas, que no habían sido colacionados para
las principales ediciones al uso o lo habían sido de forma muy parcial.
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prólogo
Los resultados muestran que su filiación textual es a menudo compleja,
por la contaminatio existente, y que en ellos a menudo se hallan lecciones
de interés, conjeturas posteriormente excogitadas por filólogos modernos y variantes que concurren en papiros. Igualmente, el estudio de la
tradición manuscrita más reciente permite una comprensión más precisa
del estado y fuentes textuales de las primeras impresiones de los textos
clásicos y, en el caso que nos ocupa, de las ediciones Aldinas. La síntesis
presentada aborda también estudios sobre una institución del siglo XVIII
que puede considerase precedente de la SEEC (la Academia Greco-Latina
Matritense), la Biblia Políglota Complutense (que hoy día vuelve a concitar
notable interés por recientes novedades en el estudio de sus fuentes y sobre
la que volveremos más adelante) junto con los códices griegos del fondo
histórico de esta institución, el Álbum de copistas de manuscritos griegos
en España y un problema clásico en la literatura antigua: los criterios de
autenticidad sobre obras trasmitidas de dudosa autoría.
El período tardoantiguo y altomedieval marcó un hito en la transmisión
de los textos, tanto por motivos materiales como por cambios culturales,
que afectaron al gusto estético, a los intereses intelectuales y a la educación.
En el Occidente latino, el monacato, ampliamente desarrollado en los
siglos sucesivos, es un fenómeno central en la transmisión textual de la
literatura antigua, tardía y medieval, por el conjunto de redes culturales
que establece y su vinculación a otros fenómenos históricos. De este ámbito
cultural se ocupa el trabajo de Isabel Velázquez Soriano, que aborda un
tipo de texto particularmente complejo: las llamadas reglas monásticas. El
trabajo, centrado en las reglas de la Hispania visigoda y otros textos afines
(los pactos monásticos), plantea cómo estos textos, en origen normas de
conducta, se transformaron en productos literarios de cariz didáctico,
instructivo o exhortativo, pero no necesaria o exclusivamente normativos.
Tal transformación se refleja en la forma en la que se transmiten, incluidos
en compilaciones de reglas: los llamados codices regularum. Con tales
recopilaciones se ilustra una modalidad de transmisión bien conocida en el
Medievo grecolatino y unida a las posibilidades que permite el formato, ya
impuesto, del codex: la transmisión conjunta de obras diversas agrupadas
en corpora, que presentan la característica adicional de que los textos
agrupados en ellos ofrecen numerosas conexiones intertextuales.
Caído en un olvido casi unánime el conocimiento del griego, los textos
escritos en esta lengua que circularon en el Medievo latino —incluyendo
significativas obras tardías y patrísticas— lo hicieron bajo la forma de
traducciones. En esta modalidad de la transmisión de los textos, sobre el
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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que tanto trabajo es todavía necesario, ocupan un lugar preeminente las
versiones latinas de las obras de Aristóteles, que tanto influjo ejercieron en
la filosofía, la teología y la educación medieval y renacentista. En el marco
de su estudio del aristotelismo peninsular, Ángel Escobar dedica a este
fenómeno una contribución, enfocada en dos períodos capitales para la
transmisión de textos en la Península Ibérica: la Hispania visigoda en
tiempos de S. Isidoro de Sevilla († 636) y el Toledo de la segunda mitad del
siglo XII, que enfrentan al estudioso con problemas diversos. El primero,
con la existencia de fuentes intermedias como Casiodoro (ca. 485–580),
cuyo libro II de las Institutiones aportó al autor de las Etimologías un
material aristotélico difundido por la enciclopedia isidoriana con enorme
influencia en todo el Medievo: Isidoro tuvo que haber manejado un códice,
hoy perdido, de la obra de Casiodoro, aunque su filiación y reconstrucción
son problemáticas. El segundo ámbito aborda la difusión de Aristóteles
a través de traducciones al latín realizadas en el entorno de Toledo, no
desde el texto griego, sino desde las versiones árabes, y difundidas desde
Toledo a Francia, Inglaterra e Italia.
El citado caso de S. Isidoro es un buen ejemplo de que la investigación
de fuentes es, implícitamente, una reconstrucción de bibliotecas que una
vez existieron y de los códices que autores posteriores manejaron y que,
como en el caso de Isidoro, tantas veces han desaparecido. Pero la investigación sobre estos testimonios perdidos puede realizarse también
desde otra perspectiva. El editor de un texto, preparando el elenco de
códices que lo transmiten, topa en ocasiones con inventarios y noticias
de bibliotecas que hoy ya no existen o que contenían copias de la obra
editada que han desaparecido. ¿Qué supone su pérdida? Este es el problema que aborda Álvaro Cancela Cilleruelo en su trabajo. Partiendo de la
edición de unos textos del siglo VIII transmitidos en más de treinta copias,
el artículo examina un buen número de noticias sobre manuscritos antaño
conservados en las bibliotecas inglesas, francesas, suizas y españolas que,
por no poderse identificar con testimonios conservados, hoy se consideran desaparecidos. El trabajo plantea que la pregunta anterior debe
desdoblarse en dos aspectos, en puridad independientes: los efectos de
su pérdida para la edición del texto y las consecuencias para la historia
del mismo. Cuando las evidencias conservadas son, como en el caso que
nos ocupa, suficientes, es posible sugerir una respuesta verosímil a ambas
preguntas; en el caso citado, con toda probabilidad, la merma para nuestra
comprensión de la difusión del texto es considerablemente mayor que
para su edición crítica actual.
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Por lo que respecta al Medievo griego, el trabajo de Inmaculada Pérez
Martín ofrece buena muestra del papel central desempeñado por la paleografía griega en los estudios helénicos de las últimas décadas, de los
progresos alcanzados, los desarrollos en curso y de la obligada reflexión
metodológica a la que invita la investigación en las últimas décadas. El
trabajo ofrece una revisión crítica de los códices en los que se ha identificado la mano del patriarca Gregorio de Chipre (1241–1290), a cuya
figura Pérez Martín dedicó su tesis doctoral. Treinta años después, las
reproducciones digitales de manuscritos han cambiado de raíz el acceso
a los materiales de los que se nutre el análisis paleográfico, que ya no
puede centrarse en una o dos láminas o en un conjunto de formas de
letras más o menos arbitrario. Aplicando la reflexión metodológica previa,
se ofrece un elenco revisado críticamente de los trece códices en los que
la mano de Gregorio es visible y se examina la influencia de su escritura
en sendos códices preservados en la Universidad de Salamanca y en la
Biblioteca Apostólica Vaticana, figuras anónimas todavía, a la espera de
una identificación histórica.
En la transmisión de los textos, tanto griegos como latinos, el período
renacentista, con su multiforme renovación en los studia humanitatis,
supone un período clave en el que tanto la lectura de las obras antiguas
y medievales como su producción literaria original quedan profundamente marcadas por unos intereses propios y una mentalidad renovada, así
como por acontecimientos capitales para la transmisión de la cultura y,
por tanto, de los textos: el desarrollo en la Italia de los siglos XIV y XV del
Humanismo y su difusión por Europa, la revitalización de la lectura de
los clásicos latinos, el despertar del interés por el griego y su literatura en
lengua original en el Occidente latino, el diálogo entre las letras latinas y la
creciente producción en romance, el descubrimiento de textos ignorados
total o mayoritariamente en el Medievo, la vinculación de los humanistas
con las autoridades y círculos de poder, el flujo de manuscritos griegos
desde Bizancio —particularmente tras su conquista otomana y la huida
de tantos refugiados que portaban sus libros—, la producción de apógrafos de tales códices ya en Italia y otras ubicaciones, o la invención de la
imprenta, contemporánea de los últimos estertores del Imperio Bizantino
y protagonista de la historia textual posterior, hasta la eclosión del actual
período del texto digital.
En este panorama humanístico, Tomás González Rolán examina la
transmisión de un discurso latino compuesto por un humanista francés,
Jean Jouffoy (ca. 1412–1473), que desempeñó importantes labores diploEstudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
prólogo
máticas. Entre otras copias, el texto de esta oratio se transmite en una
copia corregida por el propio autor, pero, significativamente, en una copia
en el Burgo de Osma consta una versión distinta del mismo discurso:
una primera redacción. La existencia de múltiples recensiones de un texto es conocida desde la Antigüedad: Pasquali les dedicó íntegramente
un capítulo en su clásico Storia della tradizione e critica del testo, pero,
a diferencia de los casos antiguos (donde a menudo la evidencia es muy
limitada), los textos grecolatinos medievales y, sobre todo, humanísticos
permiten abordar problemas a menudo comunes con los textos romances:
la supervivencia completa de múltiples versiones (a menudo, originales)
y la existencia de autógrafos o de «idiógrafos» (copias ratificadas, corregidas o revisadas por el autor). A ambos aspectos se suma un rasgo más,
ya medieval y, sobre todo, humanístico: la existencia de traducciones al
romance, como la que un personaje del siglo XV vinculado al marqués de
Santillana, Martín de Ávila, realizó del citado discurso de Jouffoy; de tal
traducción, significativamente, nos quedan también dos redacciones, que
permiten analizar la conciencia del traductor y de decisiones textuales, en
función de los fines perseguidos en cada versión.
De la translatio studiorum desde Bizancio al occidente latino que marca
el período humanístico, y de sus avatares —a menudo, ligados a biografías de personajes muy concretos—, da una muestra muy ilustrativa el
trabajo de Teresa Martínez Manzano, que sigue las huellas históricas de
un códice de El Escorial, el manuscrito Σ.II.7, una copia de la Ilíada, Jenofonte y Libanio, entre otros textos, de cuya historia apenas tenemos
información en el benemérito catálogo de Alejo Revilla, publicado en
1936. Los avances en historia de los textos permiten conocer los modelos
de buena parte de sus contenidos, y su escriba, que antes era un anonymus cuya mano aparecía en otros manuscritos, tiene ya, gracias a David
Speranzi y Ciro Giacomelli, un nombre propio: Dionisio Sinates. De la
mano de las evidencias históricas disponibles, Martínez Manzano reconstruye la historia de este manuscrito y de su escriba, que tras la toma de
Constantinopla viajó por Morea, el Epiro y Corfú, donde el códice pasó
a la familia de los Eparco. De allí Antonio Eparco, célebre marchante de
manuscritos griegos, se lo llevó a Venecia, hasta que sus hijos lo vendieron
a Felipe II, engrosando los fondos de El Escorial.
En el período humanístico y renacentista, marcado por el redescubrimiento del griego en la Europa latina, entre otras circunstancias, tiene
lugar también la invención de la imprenta, que inicia la fase final de la
transmisión manuscrita de los textos grecolatinos. El período que inaugura
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prólogo
esta nueva tecnología presenta problemas propios, pero su comprensión,
particularmente en sus fases más antiguas, es indisociable del estudio de la
tradición manuscrita. Esta interrelación, ya visible en el trabajo de Antonio Moreno, es particularmente patente en la contribución de Guillermo
Galán Vioque, en la que se combina con otra faceta del renacer de los
estudios helénicos: la enseñanza de lengua y literatura griegas. El artículo
examina la transmisión de un conjunto de anotaciones explicativas surgidas, en origen, a partir de la enseñanza que el copista y filólogo cretense
Marco Musuro (1475–1517) desarrolló en la Universidad de Padua en
1505–1506; a tal fin, Musuro compuso un conjunto de notas eruditas
(escolios), destinadas a explicar una antología de epigramas griegos elaborada por Máximo Planudes (1260–1330) y conocida, por tanto, como
Antología Planudea. De estas importantes notas conservamos una redacción autógrafa del propio Musuro: se halla en los márgenes de un ejemplar,
conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana, de la primera edición de
la Antología Planudea, impresa por Jano Láscaris en Florencia en 1494. El
trabajo muestra cómo la tradición manuscrita de estos escolios es mucho
más rica y relevante, no solo porque las notas autógrafas de Musuro están
muy dañadas, sino porque se han conservado abundantes testimonios
manuscritos e impresos que transmiten numerosos escolios a la misma
obra. De estos testimonios, Galán Vioque examina en particular el texto
de los cuatro ejemplares conservados actualmente en bibliotecas hispánicas: un incunable custodiado en la Catedral de Toledo y tres manuscritos,
de los cuales uno, preservado en la Biblioteca Nacional, tiene un interés
textual particular.
Por la amplitud de sus textos, la riqueza de lenguas, el resultado obtenido y la factura de su elaboración, la admirable Biblia Políglota Complutense
(1514–1517), impulsada en la Universidad de Alcalá por el cardenal Cisneros (1436–1517) ocupa un lugar de honor en el desarrollo de la imprenta
en Europa en general y en España en particular. De ella, y especialmente
de su texto griego, se ocupa Carlos A. Martins de Jesus en un trabajo que
repasa el estado de la cuestión y las últimas novedades sobre el texto del
Antiguo Testamento y sus fuentes manuscritas; en particular, se analiza
el papel del actual códice 22 de la Biblioteca Histórica de la Universidad
Complutense de Madrid, un manuscrito enviado a Cisneros desde Venecia que, como otros códices de esta sede, quedó profundamente destruido
durante la Guerra Civil, y cuyos fragmentos han sido recientemente ordenados y digitalizados en un proyecto, desarrollado por el propio autor
y Felipe G. Hernández Muñoz, que ha permitido recuperar prácticamenEstudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
prólogo
te tres cuartas partes de un códice que hasta hace no mucho se creía
destruido. El empleo de este manuscrito resulta muy relevante para la
composición de la Políglota, e, incluso, para establecer una relación entre
esta fuente textual y el círculo veneciano de Aldo Manuzio que compuso
e imprimió la Biblia en 1518, particularmente en relación con una figura
ya citada: la de Marco Musuro, colaborador de Aldo entre 1493–1516
y anotador también del citado códice complutense.
El lector que se acerque a estas páginas verá convivir en ellas textos griegos y latinos, cuya edición es tarea nuclear en nuestra disciplina; autores
clásicos, medievales y renacentistas; obras originales, piezas traducidas,
composiciones transmitidas en varias versiones; códices conservados —y,
a menudo, citados en los aparatos críticos de nuestras ediciones—, manuscritos perdidos, ediciones impresas; copistas, lectores y anotadores, laicos
o religiosos, anónimos o célebres; cortes reales, monasterios y universidades; expediciones militares, órdenes religiosas, viajeros que emigraron
con sus lecturas; bibliotecas conservadas, dispersadas y perdidas; eruditos,
coleccionistas, comerciantes y herederos; codicología, paleografía, crítica
textual e historia de los textos; preguntas clásicas, problemas reabiertos,
nuevas perspectivas. Calas, sin duda, concretas, pero, en conjunto, representativas —creemos— de aspectos clave en la historia de la transmisión de
los textos griegos y latinos. La historia de los textos, desde esta perspectiva,
permite advertir que los códices que los recorren en, a menudo, complicadas peripecias («habent sua fata libelli»), son valiosos depositarios de
textos en copias plagadas de variantes que editores y filólogos debemos
ponderar, pero, a la vez, son también testigos vivos y excepcionales de una
historia que late bajo cada sigla y cada signatura. Lo advierte con acierto
Teresa Martínez Manzano en el bello final con que concluye su trabajo:
«La historia de los textos no puede entenderse como una disciplina cuyo
único objetivo sea la construcción de árboles genealógicos de cuyas ramas
penden entidades abstractas representadas mediante siglas. La historia de
los textos es también una historia de ideas, de gustos, de sensibilidades.
Y de libros muy concretos. Y de hombres que los han llevado a cuestas».
De tal historia, tales textos, tales libros y tales hombres, tiene el lector una
muestra escogida en las páginas que siguen.
Un volumen así no podría haber visto la luz sin la colaboración de
personas e instituciones, a los que los editores, desde estas páginas, rinden
tributo de sincero agradecimiento: a la SEEC, personificada en el ya citado
D. Jesús de la Villa, impulsor del proyecto; a la Secretaria de la revista
Estudios Clásicos, D.ª Belén Gala, que tan eficientemente ha organizado la
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
21
22
prólogo
recepción y evaluación de los trabajos, como disponen los estatutos de
la revista, por pares anónimos —a quienes también queremos testimoniar nuestro reconocimiento por su callada, pero utilísima labor—; por
supuesto, a los colaboradores del volumen, que con tanta generosidad
y esfuerzo han intentado dejar lo mejor de sí en ellos, siempre receptivos a las sugerencias de los revisores y editores; y también, y no menos,
al responsable, con su reconocida competencia, de la maquetación del
volumen y otros detalles técnicos, D. Juan Manuel Macías. A todos ellos,
muchas gracias.
Al llegar al final de estas líneas, y con la vista puesta en el volumen, por
fin concluido y editado, no podemos menos que repetir aquellas emotivas
palabras del copista al final de su viejo manuscrito:
Como los viajeros se alegran al ver su patria,
así también los copistas al ver el final de su libro.
(ms. Matrit. BN 4580, f. 70)
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
Investigación
La transmisión manuscrita de los
Commentarii de César1
Manuscript Transmission of Caesar’s Commentarii
ANTONIO MORENO HERNÁNDEZ
Universidad Nacional de Educación a Distancia
anmoreno@flog.uned.es
doi: 10.48232/eclas.162.01
Recibido: 19/10/2022 — Aceptado: 10/11/2022
Resumen.— La transmisión manuscrita de los Commentarii de César sigue planteando algunas incógnitas, desde diversas perspectivas, que afectan a cuestiones sustanciales y todavía
controvertidas de la historia del texto. Tras ofrecer un panorama de la tradición manuscrita
y de las ediciones actuales, este artículo centra la atención en tres aspectos que revelan
que la investigación en este campo sigue siendo necesaria: a) la lectura (y relectura) de los
manuscritos; b) el tratamiento de los manuscritos descartados para la reconstrucción del
arquetipo; y c) las innovaciones y la crítica conjetural en la tradición manuscrita e impresa:
la revisión de los aparatos críticos.
Palabras clave.— Julio César; Commentarii; transmisión manuscrita.
Abstract.— The manuscript transmission of Caesar’s Commentarii continues raising some
questions which affect controversial issues in the history of the text from different perspectives. This article offers an overview of the manuscript tradition and current critical
editions and deals with three aspects that reveal research in this field is still necessary: a) the
revision of the reading of the manuscripts; b) the treatment of the manuscripts discarded
for the reconstruction of the archetype; and c) innovations and conjectural criticism in the
manuscript and printed tradition: the review of critical apparatus.
Keywords.— Julius Caesar; Commentarii; manuscript transmission.
«Even in the worst text one can see that the Bellum Gallicum was a great
book»2 . Estas palabras, aparentemente paradójicas, de un gran conocedor
de la obra de César como Thomas Rice Holmes, ponen de manifiesto, todavía hoy, el valor filológico del bagaje de variantes que ofrece la transmisión
1
Este artículo forma parte de los Proyectos de Investigación PGC 2018-094609-B-100 (Ministerio de
Ciencia e Innovación y Fondo Europeo de Desarrollo Regional) y PR[19]_CLA_0084 (Programa
Logos, Fundación BBVA de ayudas a la investigación en el área de Estudios Clásicos).
2
Holmes 1914: 165.
Estudios Clásicos – 162
26
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
de los Commentarii, pues, a pesar de las dificultades que en ocasiones
plantea la constitución del texto, las lecturas de los manuscritos dejan
traslucir indicios de la calidad de la obra cesariana, incluso a través de
aquellas que resultan menos satisfactorias.
¿Qué puede aportar hoy el estudio de los mss. de César? A pesar de
la extensa nómina de ediciones y estudios que jalonan la crítica de los
Commentarii, el proceso de transmisión de estas obras sigue planteando algunas incógnitas, desde muy diversos puntos de vista, que afectan
a cuestiones todavía controvertidas de la historia del texto en aspectos
como la reconstrucción de las fases más antiguas, la tradición indirecta,
o los avatares de la transmisión en época humanística y las implicaciones
del paso de la copia manuscrita al libro impreso.
No es posible abordar aquí estas cuestiones en toda su amplitud, por
lo que vamos a centrar la atención en algunas de las líneas de trabajo
de las que nos venimos ocupando, dentro del estudio de la tradición
manuscrita e impresa de la obra de César que estamos desarrollando, y que
pueden contribuir a esclarecer aspectos significativos de la transmisión
del texto de los dos Commentarii de César de autoría contrastada, el
Bellum Gallicum (Gall.) y el Bellum Ciuile (Ciu.)3 , sobre los que versará
este trabajo.
Así pues, tras ofrecer un panorama de la tradición manuscrita y de las
ediciones actuales, centraré la atención en tres aspectos esenciales de la
investigación en la transmisión del texto de César:
a) La necesidad de lectura (y relectura) de los manuscritos.
b) ¿Qué hacer con los manuscritos descartados para la reconstrucción
del arquetipo?
c) Las innovaciones y la crítica conjetural en la tradición manuscrita
e impresa: la revisión de los aparatos críticos.
1. De los Commentarii a los manuscritos de César
Desde la composición de los Commentarii hasta los primeros manuscritos
conservados transcurren en torno a 900 años. Este intervalo temporal no
refleja, en realidad, una situación excepcional en la transmisión de las
obras clásicas latinas, si tenemos en cuenta que una gran cantidad de estos
3
Para referirnos al conjunto de los dos Commentarii de César y a los tria Bella pseudocesarianos
(Bellum Alexandrinum, Bellum Africum y Bellum Hispaniense), cuya transmisión está vinculada con
Gall. y Ciu., utilizaremos la denominación de Corpus Caesarianum (CC).
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
antonio moreno hernández
textos antiguos se documentan por primera vez en testimonios datados
en el s. IX en el contexto del renacimiento carolingio4 , por lo que no es
de extrañar que algunos de los problemas que presenta la tradición manuscrita cesariana sean similares a los que encontramos en otros autores
clásicos.
Pero hay un rasgo que otorga una mayor relevancia a los manuscritos
conservados como testimonio de la transmisión de los Commentarii: la
escasez de indicios, tanto textuales como históricos, que permitan conocer
la situación de estas obras en las primeras etapas de su historia. Esta
carencia de noticias afecta a aspectos tan sustanciales como estos:
a) La penuria de información sobre la génesis de la escritura de los
Comm. y de su circulación en la Roma de mediados del s. I a.C.5
b) La exigua penetración de estas obras en la literatura latina de época
augústea e imperial, en contraste con la proyección de la figura
política de César6 .
c) La ausencia de la obra de César del canon escolar tardoantiguo
y medieval, pues no forma parte de las obras habituales en el triuium
de las artes liberales ni de las lecturas de las escuelas catedralicias7 .
Estas circunstancias contribuyen a explicar no solo la escasa circulación
de los Commentarii y la inexistencia de introducciones y accessus durante
todo este periodo, sino un fenómeno que a mi entender caracteriza la
tradición antigua de estos textos: la tendencia a la disociación entre la obra
literaria y la figura histórica de César, conocida hasta el Renacimiento
gracias a las Vitae de Suetonio y de Plutarco y a través de los testimonios
de autores como Cicerón, Lucano, Plinio el Viejo, Apiano o Dión Casio,
pero no a través de su propia obra. Esta disociación se manifiesta en las
discrepancias sobre la autoría y el título que se advierten en la tradición
manuscrita y en las referencias en testimonios tardíos y medievales8 . De
4
Como demuestra la relación de obras que señala Reynolds 1983: XXVII–XVIII. Sobre la transmisión de
los clásicos en este período, cf. Chiesa 2019: 28–34.
Nos hemos ocupado de esta cuestión en Moreno 2016: 103–123. Cf. Wiseman 1998: 1–10; Canfora
2000: 419–428; Gaertner y Hasburg 2013: 15–30.
6
Sobre esta falta de popularidad de las obras de César que parece desprenderse de la escasez de
referencias textuales y sobre la damnatio memoriae que rodea a los Commentarii, cf. Sihler 1887:
19–29; Beeson 1940: 113–114; Geiger 1975: 444–453; Zecchini 2010: 47–62. En la Antigüedad Tardía,
se documentan pasajes procedentes, de forma directa o indirecta, de Gall. (pero no de Ciu.) en Orosio
(Hist. 6) y en Prisciano, a través de una cita aislada de Inst. GL 2, 352, 6 (Moreno 2016: 119).
7
Suerbaum 2009: 318; Brown 2010: 325–340.
8
Gall. se atribuye a Suetonio en buena parte de la tradición manuscrita antigua (a partir del ms. A y en
5
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27
28
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
hecho, hay que esperar a las décadas finales del s. XIV para disipar las
dudas y reafirmar la autoría de Julio César, gracias a Coluccio Salutati9 ,
y unos años después a Pier Candido Decembrio10 .
Por otro lado, el estudio de los manuscritos contribuye a esclarecer la
situación de las obras antiguas desde diversas perspectivas de análisis,
pues no solamente constituyen un vestigio de la transmisión del texto, sino
un testimonio material de las condiciones históricas y culturales en las que
esa obra se copia, de la forma en que se lee en cada época y de la recepción
de que ha sido objeto a través de su circulación y de las huellas de lectura
que han dejado sus poseedores. De hecho, los estudios de los mss. de
César reflejan nítidamente estas dos vertientes de la investigación:
a) Estudios propiamente textuales, basados sustancialmente en la línea
de estudios estemáticos, que ha dejado su huella en las ediciones
críticas que en la actualidad tienen como referencia, para Gall.,
el estudio y la edición de Hering (1963; 1987)11 , y para Ciu., los
trabajos de Damon (2015a; 2015b)12 .
b) Los estudios que profundizan en la vertiente material de los mss.
y sus implicaciones culturales, entre los cuales son fundamentales
toda la línea procedente de él), y en autores como Orosio (Hist. 6.7.2), o bien a un Julio Celso, a partir,
presumiblemente, de uno de los correctores mencionados en las subscriptiones de esta misma obra,
Julio Celso Constantino, atribución extendida en la tradición manuscrita y en obras como el Speculum
Historiale de Vicente de Beauvois (6.2–5), cf. Kelsey 1905: 211–238; Brown 1976: 90–93; Billanovich
1990: 278–280; Crevatin 2000; 131, 147.
9
En una carta a Juan Fernández de Heredia, datada entre 1492 y 1494, escribe Salutati: «Non Commentarios C. Cesaris de bello gallico, quos multi, non mediocriter errantes, ut arbitror, Iulio Celso
tribuunt; non etiam communes illos de bello ciuili» (Novati, 1893, ep. 7.11, 299–300). Unos años
antes el propio Salutati había aludido a la autoría de César en una carta de 1376 a Carlos V de Francia:
«cum sciamus tres fore Gallias, prout in principio commentariorum belli Gallici testatur Iulius Cesar».
Cf. Langkabel 1981: 125; Schadee 2015: 287–288; Ponzù Donato 2017: XLII–XLIII.
10
En la carta dirigida en 1423 a Bartolomeo Cappa, Arzobispo de Milán (Vaticano, BAV, Chig. Lat. H
V 140) y posteriormente en su traducción de los Comm. con dedicatoria de Gall. al duque de Milán,
Filippo Maria Visconti, datada en 1438, y con dos dedicatorias del resto del CC a Íñigo de Ávalos.
Cf. Schadee 2015: 277–304; Ponzù 2017: XLII–XLVIII.
11
A partir sobre todo de los trabajos críticos que, desde la perspectiva lachmanniana, arrancan con la
edición de Nipperdey 1847, a la que siguen algunas aportaciones destacadas como las de Holder 1882,
Schneider 1885: 151–173 y Kübler 1893, y sobre todo los estudios y edición de Meusel 1885, 1893,
1894. Las contribuciones de más calado a lo largo del s. XX proceden de Du Pontet 1900a, Klotz 1910
y 1927a, Constans 1926, Holmes 2014b, Beeson 1940: 113–125 y Seel 1968, hasta llegar a los trabajos
de Hering 1963 y 1987.
12
Las contribuciones del s. XX más significativas en la edición de Ciu. son los las de Du Pontet 1900b,
Fabre 1936 y Klotz 1950 (ed. altera). La edición de Mariner 1956: LVII es deudora de las ediciones
de Fabre y de Klotz y en menor medida de la propuesta de Du Pontet. La edición de los tria Bella
restantes y de los fragmentos sigue teniendo como referencia a Du Pontet 1900b y a Klotz 1927b,
así como las ediciones del Bellum Alexandrinum a cargo de Andrieu 1954 y de Schneider 1962a; las
ediciones del Bellum Africum debidas a Bouvet y Richard 1997 y a Schneider 1962b, cf. también Cioffi
2022; y las ediciones del Bellum Hispaniense preparadas por Pascucci 1965 y por Diouron 1999.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
antonio moreno hernández
las aportaciones de Brown sobre el corpus completo de manuscritos conservados tanto de Ciu. (Brown 1972) y como de Gall.
(Brown 1979), los estudios sobre la génesis y transmisión antigua
de Billanovich (1990), Canfora (2000), Crevatin (2000) y Pecere
(2003).
Aunque en este artículo nos vamos a centrar en las cuestiones estrictamente textuales de la transmisión, es preciso subrayar que estas dos vías
de acercamiento a los manuscritos están estrechamente relacionadas en
las distintas etapas de la transmisión del texto cesariano, como ilustran
estos ejemplos:
a) El análisis estemático ha evidenciado la escisión de la tradición
textual en dos grandes clases correspondiendo, en la fase más antigua, con el contenido de los mss. carolingios, una clase portadora
únicamente de Gall. y otra del conjunto del CC. Pues bien, esta
escisión se ha visto en buena medida corroborada por los indicios
que proporciona la filología material y la persistencia diacrónica de
elementos paratextuales que ha identificado Pecere para reconstruir
las condiciones materiales del modelo tardoantiguo que estaría en
la base de la tradición conservada, un modelo conformado por un
códice dividido en dos tomos o unidades librarias, uno de ellos
con Gall. y el otro con el resto de los commentarii (Pecere 2003:
187–227).
b) Así mismo, el fenómeno de recuperación y copia del texto de Gall.
(s. IX) y del resto de obras del CC (s. X) que tiene lugar en el entorno carolingio refleja la continuidad del interés por la historia
y la identidad de la Galia que se advierte en el mundo galorromano
tardoantiguo13 .
c) Otra muestra de las implicaciones entre la historia del texto y la
recepción cultural de la obra de César se advierte en la fase final
de la transmisión manuscrita, con la eclosión de copias de la obra de
César que se constata en el s. XV. Esta proliferación de manuscritos
no es fenómeno casual, sino que responde al interés creciente por
la figura y la obra del dictador una vez que se ha superado la disociación entre el autor de los Commentarii y el personaje histórico
de César al disiparse las dudas sobre la autoría de sus obras. Este
13
Billanovich 1990: 270–272; Woolf 1996: 362–366.
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29
30
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
interés no se limita a la atracción por los aspectos históricos y literarios que despierta su lectura entre los humanistas, sino que está
relacionado con la relevancia que adquiere César en la controversia
entre libertad y tiranía y sus referentes antiguos en el pensamiento
político del humanismo italiano del Quattrocento (Canfora 2001),
y la difusión que recibe la obra cesariana en centros cortesanos
como el Ducado de Milán, a través de los Visconti y los Sforza14 .
2. Los manuscritos conservados
Los manuscritos conservados de los Commentarii de César y de los tria
Bella conforman un corpus de 247 ejemplares, datados entre el s. IX y el
s. XVI. Entre los rasgos que a mi entender caracterizan a esta tradición
destacan los siguientes15 :
a) La bifurcación de la tradición antigua en dos clases.
b) La transmisión horizontal entre ambas clases desde fecha muy
temprana.
c) La proliferación de recentiores.
2.1. La bifurcación de la tradición antigua en dos clases
Es sabido que el rasgo que caracteriza la transmisión de los Commentarii es la bifurcación de los manuscritos, a partir de un único ejemplar,
en dos tradiciones, denominadas tradicionalmente «clases», atendiendo
a dos criterios: el contenido que transmiten y las diferencias textuales
entre ellas. Una de estas clases transmite únicamente Gall. (clase α, de
la que se conservan 73 mss., cf. Brown 1979: 105–157) y otra transmite
el conjunto del CC, es decir, Gall. junto con Ciu. y los tria Bella (clase β,
integrada por 174 mss.)16 .
Esta agrupación de mss. en virtud del contenido afecta sustancialmente
a la reconstrucción textual de Gall., toda vez que los mss. que se sitúan en
la cabeza de la tradición de ambas transmiten un texto sustancialmente
14
Billanovich 1990: 311–318; Isidro 2012.
Sobre los problemas de la transmisión de Gall., cf. Hering 1963; 1987: V–XIII; Brown 1979: 105–157;
Moreno 2005a: 217–219. Sobre la transmisión de Ciu., Brown 1972; Damon 2015a: IX–LXXIII: Damon
2015b; Moreno 2017: 161–174; 2018. Un estudio muy penetrante sobre la transmisión del CC es el de
Beeson 1940: 113–125. Para una síntesis de la tradición manuscrita de la obra, cf. Winterbotton 1983:
35–36; Ramírez de Verger 2017: 67–78; sobre la obra de César de la antigüedad al Renacimiento, sigue
siendo básico Brown 1976: 87–139.
16
171 ms. en Brown 1972: 42–65, más otros tres en Brown 1979: 106, n. 3.
15
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antonio moreno hernández
distinto de esta obra y representan para Pasquali dos ediciones tardoantiguas (1934: 391). La idea compartida por la crítica actual es que toda
la tradición procede de un único arquetipo que Hering sitúa en torno al
s. VI y que la división en las dos líneas de la tradición que representan α
y β a través de los mss. carolingios se situaría después del s. VII (Hering
1963: 95–9617 ) o en torno al s. VIII, en el caso del arquetipo de β, en el
entorno de lo que hoy es Francia y con una escritura precarolingia o incluso con minúscula carolingia, de acuerdo con Damon (2015a: XXII–XXIII)
y Brown (1972: 36–39).
La historia de la transmisión de los Comm. se encuentra eminentemente ligada al renacimiento carolingio, y tiene su punto de partida en el
s. IX, concretamente en el interés por la copia del Bellum Gallicum, como
acreditan los primeros testimonios de la clase α, cuatro mss. de este siglo,
con indicios sólidos de proceder de los scriptoria de los monasterios de
Fleury18 y de Corbie19 , así como buena parte de los mss. de los ss. XI y
XII, que proceden igualmente de scriptoria franceses20 . Por otra parte, los
mss. más antiguos que recogen el CC completo, pertenecientes a la clase β,
tienen igualmente un origen francés en su mayoría21 pero se datan a partir
de la segunda mitad del s. X, por lo tanto son posteriores, en torno a un
siglo, a los mss. del Bellum Gallicum.
17
Esta cronología implicaría un arquetipo escrito probablemente en mayúscula, circunstancia que es
desestimada por Brown 1972: 36–39, la cual defiende que este estaba en minúscula. De la dificultad
que entraña precisar la cronología del arquetipo da cuenta el hecho de que, años después, Hering,
en la Praefatio de su edición de 1987, se limita a señalar los indicios que caracterizan al arquetipo
(abreviaturas de Nostri, nostra…; la abreviatura p.R. para populus Romanus; y dobles lecciones presentes
tanto en α como en β), pero se abstiene de dar una cronología (Hering 1987: XIII).
18
Los mss. Ámsterdam, Bibliotheek der Rijksuniversiteit 73 (A), París, BNF, Lat. 5763 (B) —cuya
escritura, todavía hoy controvertida, se sitúa en el entorno de Loup de Ferrières (ca. 805–862)—, y los
excerpta de París, BNF, Lat. 6842 B (E).
19
Vaticano, BAV, Lat. 3864 (M).
20
Así el ms. París, BNF, Lat. 5056 (Q), s. XI, procede de Moissac, y el ms. Leiden, Voss. Q 53 (s. XI), copia
de B, procede de Beauvais (Munk Olsen 1982: 41).
21
Así sucede con los mss. S (Florencia, BML, Ashburnahm 33, s. X2–3 , con indicios de haber sido copiado
en Beauvais (cf. Brown 1972: 84–95; Munk Olsen 1982: 38–39), T (París, BNF, Lat. 5764, s. XI3–4 )
de origen probablemente francés (cf. Brown 1972: 85–86) y U (Vaticano, BAV, Lat. 3324, s. X4 –XI1 ,
procedente posiblemente de Saint-Martin de Massay, cf. Brown 1972: 86). Menos claro es el origen del
ms. W (Florencia, BML, Plut. Lat. 68.8, s. X / XI, códice que en la tradición de Ciu. se designa con la sigla
M, que evitamos aquí para no confundirlo con el Vaticano, BAV, Lat. 3864), de procedencia francesa,
según Munk Olsen (1982: 40), si bien Brown ha apuntado un posible origen italiano (Brown 1972: 83),
así como una copia relevante de W, el ms. m (Florencia, BML, Plut. Lat. 68.6, s. XII4 –XIII1 ), en escritura
beneventana y originario del sur de Italia (Brown 1972: 83; Munk Olsen 1982: 49). De origen italiano
es el ms. Vall. (Roma, Bibl. Vallicelliana, B.45, ca. 1100), con influencia igualmente beneventana (Munk
Olsen 1982: 46). El ms. L (Londres, BL, Add. 10084, s. XI) fue copiado probablemente en Gembloux
(Brown 1972: 82), pero Munk Olsen no descarta que proceda de Francia o Alemania (Munk Olsen
1982: 41). Otro ms. destacado de la clase β es el V (Viena, ÖNB, 95, s. XII) cuyo origen se sitúa en Trier
(Brown 1972: 87), copia de U a través de algún ms. intermedio (Hering 1987: XVIII).
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31
32
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
Un rasgo destacado de la tradición manuscrita antigua es la inclusión
de subscriptiones22 en los mss. de la clase α23 que dan cuenta de la intervención de dos revisores tardoantiguos: Julio Celso Constantino (documentado en los libros 1 a 8), sobre el que carecemos de referencia histórica
alguna24 , y de Flavio Licerio Firmino Lupicino (únicamente en el libro
2), identificado muy plausiblemente con el hijo de Euprepia, la hermana
del aristócrata galo Ennodio (473–521), bien conocido por su condición
de poeta y obispo de Pavía, lo que sitúa a Lupicino en las primeras décadas del s. VI. No hay indicios definitivos para precisar el alcance de la
intervención de estos correctores y el papel de cada uno de ellos, aunque
es verosímil pensar que estas subscriptiones revelan una emendatio de
Gall.25
2.2. La transmisión horizontal entre ambas clases desde fecha muy
temprana
Como es sabido, el texto de Gall. transmitido por la tradición presenta un
elevado grado de transmisión horizontal —o de contaminación, término
de «sinister connotations», como apunta Tarrant (2016: 15)— desde los
más antiguos testimonios que conservamos: así el códice París, BNF, Lat.
5763 (B), del s. IX, perteneciente a la clase α, fue corregido antes del s. XI
en los dos primeros libros y comienzo del tercero con un ejemplar de
la clase β; en sentido inverso, el códice París, BNF, Lat. 5764 (T), del
s. XI, correspondiente a la clase β, fue corregido con un ms. de la clase α
procedente del ms. B.
Así mismo, desde época muy temprana, en el mismo entorno carolingio,
se documentan mss. que por su contenido pertenecerían a la clase β pero
que presentan un texto α. Se trata de los llamados codices mixti, que
identificó inicialmente Meusel (1885: 174) y que reconocemos como un
vector de transmisión antigua del texto muy extendido (Hering 1963: 3).
22
Seel 1868: XXV–XXVI; Brown 1979: 112–116; Cameron 2011: 460–461 y 476–477. Entre las aproximaciones recientes a las subscriptiones de la tradición manuscrita latina, además del trabajo citado de
Cameron, hay que destacar la reciente aproximación de González Marín 2016: 9–25.
23
Y en algunos mss. de la clase β (mss. T, y en el explicit de Gall. 7 en los mss. R y U), cf. Seel 1968: XXVII;
Pecere 2003: 226.
24
Aunque en ocasiones se ha tendido a situar a Julio Celso en el s. IV (Friedlander), sin ninguna base
histórica, no puede descartarse que fuera coetáneo de Lupicino (Pecere 2003: 184; Cameron 2011:
476–477).
25
Esta revisión, que no sabemos a ciencia cierta si estaba en la base de la clase α, se habría realizado,
atendiendo a la cronología de Julio Celso Constantino, en torno al s. VI sobre un ejemplar tardoantiguo,
compuesto por dos códices (uno con el texto de Gall. y otro con el resto de CC) de manera que los
correctores habrían limitado su labor a la enmienda del primero de ellos (Pecere 2003: 186–187).
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Así ocurre con el ms. S, copiado en Beauvais en el s. X2–3 , que deriva
del ms. B a partir de un códice intermedio (Hering 1987: VII–VIII), si
bien presenta lecturas en los libros 7 y 8 que dependen de un manuscrito
desconocido de la clase β. Así mismo el ms. W (s. XI), depende, para el
texto de Gall., del ms. B tras la corrección de este a partir de un ms. de la
clase β (Hering 1963: 78–80). Esta línea concreta de la tradición alcanza
una gran proyección, dado que puede trazarse su presencia en una serie
de recentiores del XV (García Villena 2005, 2010a y 2010b).
2.3. La proliferación de recentiores
El proceso de transmisión del texto cesariano entre los ss. XI y XIV, es decir,
en la etapa que va del estadio más antiguo de la tradición conservada (los
mss. del s. IX y X) y los testimonios del s. XV, dista de estar plenamente
aclarado, habida cuenta de que algunos de los principales manuscritos
de este periodo no han sido objeto de un análisis crítico que permita
determinar su valor crítico y su vinculación con los principales testimonios
de la tradición cesariana de acuerdo con las propuestas estemáticas de las
ediciones del s. XX.
La transmisión de los mss. de la clase α cuenta en conjunto con escasos
testimonios hasta el s. XV, momento en el que se aprecia un incremento
notable de ejemplares, cuando proliferan las copias en el humanismo
italiano26 , fruto, como ya hemos indicado, de la atención creciente que
recibe la figura y la obra de César en este periodo. Brown ha trazado
una aproximación a este corpus de recentiores, ofreciendo una primera
clasificación en cinco grupos a partir de la colación no del texto cesariano,
sino de los tituli y colofones (Brown 1979: 116–120).
En el caso de los mss. que transmiten la clase β, el conjunto del CC, el volumen de testimonios aumenta hasta los 162 recentiores. Brown (1972: 42)
distingue, a través de una colación selectiva, diversas líneas dentro de
esta tradición manuscrita, en la que se pueden identificar, además de
los mss. copiados de un solo manuscrito (Brown 1972: 43–48), en torno
a tres grupos de mss.: el tipo W-N (Brown 1972: 48–53), constituido por
el grupo de manuscritos contaminados a partir de un texto derivado de W
(Florencia, BML, Plut. Lat. 68.8) y de N (Nápoles, Biblioteca Nazionale,
IV C 11); los mss. que contienen la transposición de Ciu. 2.18.5 (Brown
1972: 53–62); y el tipo φ-χ, que incluye los mss. contaminados a partir de
26
Brown identifica 4 mss. del s. IX, 2 del XI, 9 del XII, 4 del XIII, 3 del XIV; en el s. XV se documentan 54
ms. (Brown 1979: 107).
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la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
una combinación de las familias φ y χ. Esta colación selectiva es ilustrativa
de algunas de las líneas de la transmisión que siguió el texto entre los ss. XII
y XV, si bien la propia Brown constata el intenso grado de contaminación
que afecta a estos recentiores, que tiene su foco principal en la Italia del
s. XV (Brown 1972: 49).
3. La aportación de las ediciones críticas actuales
La división tan nítida entre las clases α y β, postulada inicialmente por
Nipperdey (1847: 37–38), uno de los primeros críticos en aplicar la recensio y la emendatio a partir del planteamiento de Karl Lachmann, ha
estado en la base de todos los análisis críticos hasta actualidad, con matices, en algunos casos sustanciales, sobre las relaciones entre los testimonios
conservados.
Fruto de esta clara escisión de la tradición antigua, la historia del texto de
Gall. fue concebida por Hall como una muestra de una «relación simple»
entre los mss. pertinentes para la reconstrucción del texto cesariano (Hall
1913: 131–132). La divergencia textual entre las dos tradiciones de α y β
que muestran los antiguos manuscritos carolingios se ve corroborada por
la entidad de las omisiones y errores separativos entre los mss. A y B (α)
y los mss. T y U (β), con un volumen de cerca de 1500 variantes entre
las dos clases. Aunque la crítica ha oscilado a la hora de establecer el
valor crítico de las lecturas de una y otra clase, el análisis crítico de estas
variantes revela que no pueden aplicarse apriorismos ante la evidencia de
que ambas clases aportan lecturas valiosas que hay que ponderar en cada
caso para la reconstrucción del arquetipo27 .
27
Nipperdey, que identificó por vez primera dos genera codicum, que la tradición crítica posterior ha
denominado «clases», ya calificó a los mss. de la clase α como integri vel optimi (1847: 37) frente a los
interpolati de la clase β, a la que consideraba inferior. Aunque críticos del XIX como Meusel (1885:
173–204), Schneider (1885: 151–173) y Kübler (1983: VI–X) aportaron evidencias del valor crítico de
β, la presunción de la superior calidad de α se advierte en muchas de las ediciones posteriores como
en las de Du Pontet 1900, Constans 1926 y Seel 1968. Du Pontet (1900: Praef.) afirma: «Itaque apud
nos ita ualuit Caroli Nipperdey auctoritas ut a codicibus familiae α nisi in apertis eorum mendis non
discederemus, familia β supplementi loco uteremur»). Constans, a pesar de reconocer la necesidad de
desechar cualquier criterio de autoridad que haga primar una clase sobre la otra (1926: XXIII–XXVII),
sin embargo termina concluyendo que «chaque fois que nous nous sommes trouvé [sic] en présence
de deux leçons entre lesquelles rien ne permettait de décider, nous avons suivi α, parce qu’il existe en
faveur de cette classe une présomption de plus stricte fidélité à l’archétype» (Constans 1926: XXVII).
Por su parte Seel muestra un sesgo decidido en favor de las lecturas de α: «ego quoque non plane
negem, si alteram classem penitus e manibus dimittere, alteram solam retinere debeamus, classem α
potius optandam quam β» (Seel 1968: XXXVII).
Sin embargo, el análisis de las variantes de ambas clases no arroja dudas, a nuestro juicio, de la
necesidad de tener en consideración las lecturas de ambas clases. De hecho, Klotz y Hering han
reconocido el valor de ambas clases para la reconstrucción del texto cesariano. El propio Hering
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Las ediciones críticas más recientes tanto de Gall. (Hering 1987) como
de Ciu. (Damon 2015a) muestran una aproximación a la transmisión del
texto que podríamos calificar de «minimalista», siguiendo la expresión de
Tarrant (2016: 124–140), con una reducción de los mss. relevantes para
la constitutio textus y con un aparato que prescinde de variantes que no
sean estrictamente pertinentes desde el punto de vista estemático.
En el caso del Gall. el último editor de Teubner, tras una recensio minuciosa de los doce mss. utilizados hasta entonces habitualmente en las
ediciones (Hering 1963), llevó a cabo su edición a partir únicamente de
5 mss. Hering (1987: XVIII): A y B —con los excerpta de E— para reconstruir el subarquetipo de la clase α; y T y U para el de la clase β, y solo
utiliza otros cuatro mss. de manera puntual para suplir deficiencias de
los principales (Q, M, S y V ). Hering se distingue además de la tradición
crítica anterior por el hecho de prescindir de subarquetipos intermedios
entre las clases α y β y los mss. conservados, y lleva a cabo una eliminatio
(calificada de «drastica» por Pecere 2003: 183, n. 3) del resto de testimonios considerados hasta entonces (en particular de los mss. N, L y R, como
hizo Brown, así como de V ).
En cuanto a Ciu., la reciente edición de Damon (2015a: XV–XXII) se
apoya en 5 mss. para la constitución del texto28 , recuperando un estema
bífido, conformado por el subarquetipo µ (postulado a partir de W y U),
y el subarquetipo ν, reconstruido a partir de S y de un subarquetipo π
(a partir de T y V ), y solo recurre a otros tres manuscritos ocasionalmente:
a N para resolver lagunas de S, a m para las partes perdidas de W y a Vall.
cuando m es ilegible (Damon, 2015a: CVIII)29 .
Conviene señalar que la eliminatio que se observa en estas ediciones
responde a una supresión de los manuscritos descripti en términos maasianos, a partir de una nueva colación presumiblemente más fiable de los
manuscritos implicados. No obstante, quiero subrayar que esta operación
no significa necesariamente una reducción del número de manuscritos
usados en las ediciones críticas precedentes: de hecho, en algunas de las
ediciones de Gall. elaboradas en las décadas finales del s. XIX, bajo el influjo de la doctrina lachmanniana, el número de manuscritos a los que
se atribuye valor estemático es bastante reducido: así Holder (1882) se
declara en su edición: «meo quidem iudicio neque classis α neque classis β “melior” esse uidetur»
(Hering 1987: XII).
28
Una consideración detenida de la propuesta estemática de Damon puede verse en Moreno 2017:
161–174 y 2018.
29
En cuanto a la relación entre estos mss., Oakley ha mostrado recientemente que en realidad Vall. (ca.
1100) es una copia directa del ms. m (Oakley 2017: 393–398).
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la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
apoya en 7 mss.30 ; Kübler (1893), a partir de Holder, se basa en 6 mss.31
y Du Pontet, quien en realidad asume la propuesta de estema de Kübler,
utiliza esos mismos seis mss. en su edición oxoniense32 . Sobre esta base,
Hering aplica la eliminatio de los mss. Q y M y recurre a los mss. A y B
para la reconstrucción de α, y a los mss. T y U para la de β.
Para la reconstrucción del texto de Ciu., cuya tradición está vinculada
con los tres Bella del CC, los mss. aptos para la reconstrucción estemática
de Ciu. son solo 7 para Holder (1898)33 , cuya propuesta de estema dicotómico ha sido asumida, con diversos matices, por buena parte de la crítica
posterior (Damon 2015a: XVI–XVII). Por su parte Fabre (1936) recurrió
a 8 mss.34 , mientras Hering (1963) propuso un estema bífido profundamente revisado, que reduce a 5 los mss. pertinentes35 , los mismos que
Brown (1972: 33) tuvo en cuenta, pero articulados en un estema tripartito36 , mientras que Damon se basa en esos mismos mss. pero recupera,
como ya hemos indicado, un estema binario (Damon, 2015a: CVIII).
Vamos a abordar a continuación tres cuestiones en las que se revela
cómo el estudio de los mss. sigue siendo necesario.
4. Lectura y relectura de los manuscritos: la colación de los
testimonios más antiguos
La base de una edición se sustenta en la calidad de la lectura de las fuentes
primarias, por lo que el hecho de leer de primera mano los manuscritos
30
Holder 1882: V–VI toma en efecto 7 mss. como primarios, y se apoya en tres más para suplir carencias
de los primeros: así este crítico vienés reconstruye α a partir de dos subarquetipos: el denominado
A’ (mss. A y Q, más el París, BNF, Lat. 5766, copia de A), y el llamado B’ (mss. B —y un descriptus
de este, Leiden, Voss. Q 53, s. XI—, el ms. E, y el ms. M); mientras que para β no postula ningún
subarquetipo intermedio, sino que reconstruye esta clase directamente a partir de los mss. T y U
(como ha demostrado modernamente Hering 1987: IX), y toma en cuenta un descriptus de este, el ms.
Copenhague, Det Kongelige Bibliotek, Thott 543 (s. XV).
31
Kübler para la clase α postula un subarquetipo A’ a partir de los mss. A y Q, y un subarquetipo B’ para
los mss ss. B y M; para la clase β se basa en los mss. T y U (Kübler 1893: VI).
32
De Pontet (1900: Praef.) se basa en 6 mss.: para la clase α se apoya en los mss. AQ y en BM; para
la clase β se recurre a los mss. T y U; de manera secundaria recurre a otros 4 mss: E, S, el llamado
Gottorpiensis (Copenhague, Det Kongelige Bibliotek, GL. Kgs. S. 497, s. XV) y París, BNF, Lat. 6106.
33
Holder identificó dos ramas de la tradición aptas para la reconstrucción del arquetipo de Ciu.: el
subarquetipo que denominó σ (del que descenderían los mss. S y L), y el subarquetipo llamado β,
postulado a partir de otros dos estadios reconstruidos: μ (mss. M, U y R) y π (mss. T y V ) (Holder
1898: VI).
34
Fabre añadió el ms. L, manteniendo, como Holder, las dos ramas σ (a partir, de los mss. S, L, y N), y β
(mss. M, R, T, U, V ).
35
Hering (1963: 87) postuló dos subarquetipos: ν (reconstruido a partir de los mss. S, T y V ) y μ (a partir
de los mss. M y U), considerando descripti a los mss. N y L (copias de S), y R (copia de U).
36
Con tres subarquetipos: θ (del que descendería el ms. S); π (a partir de los mss. T y V ) y µ (postulado
a partir de los mss. M y U).
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nunca se debe obviar, ni debe darse por supuesto, a pesar de la larga
tradición de críticos y editores de una obra como la César.
La lectura detenida de los mss. es una necesidad en la que el propio
Reeve ha vuelto a insistir no hace mucho (Reeve 2011: 150, n. 17) y sigue
constituyendo una operación esencial para la historia y la crítica de textos.
Sin embargo, en tradiciones de obras extensas y atestiguada en numerosos
testimonios, como ocurre en nuestro caso, es práctica extendida entre los
editores la utilización de colaciones de sus predecesores, a veces de forma
declarada37 y otros de manera tácita, por lo que, como señala Brown, «the
possibility of error is obviously increased when so many second-hand
sources are involved» (Brown 1972: 9, n. 1).
Esta lectura cuidadosa que como principio general debería abarcar
toda la tradición manuscrita conservada, se hace más necesaria en el
caso de los manuscritos de mayor peso estemático. Vamos a ilustrar esta
necesidad con un ejemplo a partir de uno de los mss. fundamentales para
la reconstrucción del texto de Gall. cuya relectura hemos llevado a cabo
recientemente, el ms. A, procedente del escriptorio carolingio de Fleury,
datado en s. IX2–4 .
El valor crítico de A es bien conocido y fue reconocido ya por Nipperdey
(1847; 37, 48) y corroborado en las ediciones críticas posteriores, hasta
formar parte de los cuatro manuscritos sobre los que Hering basa su
reconstrucción de Gall. (Hering 1987: IX).
Veamos un ejemplo de la importancia de la lectura de primera mano
de un manuscrito como A. El pasaje de Gall. 5.47.3 reza así:
Fabius, ut imperatum erat, non ita multum moratus in itinere cum legione
occurrit.
Las cuatro últimas ediciones críticas publicadas de Gall. coinciden en
señalar que este texto está omitido en A 38 , junto con la primera mano
de Q, el otro manuscrito de la misma familia (χ), que Hering considera
descendiente de A.
Sin embargo, la lectura del ms. A permite comprobar que el texto
está presente en este manuscrito (f. 52r, líneas 1–3, fig. 1 en la página
siguiente).
El texto, como puede apreciarse, no está omitido en A. En realidad
donde se produce la omisión es en la primera mano de un manuscrito
37
38
Como hace Constans (1926: XXVIII).
Constans (1926: 164): om. AQ; Klotz (1927: 140): om. χ (AQ); Seel (1968: 163): om. χ; Hering (1987: 85):
om. A (Q1 ) suppl. Qc in marg.
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la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
FIGURA 1: Ms. A (Ámsterdam, Bibliotheek der Rijksuniversiteit 73), f. 52r.
FIGURA 2: Ms. Q (París, BNF, Lat. 5056), f. 110v a.
descendiente de A, el ms. Q, omisión que Qc ha corregido al margen (f. 110v
a, fig. 2).
Se trata de un error evidente de las ediciones, pero ¿de dónde procede?
Si rastreamos el tratamiento que ha recibido este pasaje, podemos comprobar que una buena parte de la crítica del XIX hizo una lectura correcta
de este pasaje en A: el propio Nipperdey (1847), a pesar de no contar con
colaciones precisas de muchos de los testimonios que utilizó, hizo una
lectura acertada en este caso, y no registró esta falsa omisión de A en su
edición (Nipperdey 1847: 374), como tampoco lo hicieron muchos de los
editores de la segunda mitad del XIX39 , y de hecho, en la última edición
oxoniense, Du Pontet preserva la lectura correcta (Du Pontet 1900b: Ciu.
5.47.3).
En realidad, la lectura errónea del ms. A se documenta en la edición
—por lo demás muy valiosa— de Holder (1882: 117), el cual consigna
en su aparato que la omisión está en el subarquetipo que denomina A’
(postulado a partir de los mss. A y Q). Es interesante advertir que editores
posteriores como Meusel y Du Pontet se sustraen al influjo de Holder
y mantienen la lectura correcta de A, pero en cambio las ediciones más
recientes (Constans, Klotz, Seel y Hering) parecen arrastrar el error de
Holder. De hecho, Constans declara que se ha basado en la colación de A
que había hecho, precisamente, Holder (Constans 1926: XXVIII).
39
Como Kraner (1853: 162), Dübner (1867: 165) o Meusel (1894: 126).
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La recuperación de la lectura correcta de A tiene repercusión estemática
en varias direcciones: en cuanto a la relación entre A y Q, si A hubiera
presentado esta omisión y Q la hubiera reproducido, entonces podría
sumarse a los dos errores conjuntivos aducidos por Hering para justificar la dependencia (a través de algún códice interpuesto) de Q respecto
a A 40 . Así mismo, en relación con la tradición posterior derivada de esta
línea de la tradición, el hecho de que la omisión proceda no de A sino de
la primera mano de Q puede contribuir a esclarecer algunos matices de la
dependencia concreta de un ms. respecto a ambos: así en el caso del ms.
París, BNF, Lat. 5767 (s. XIII), el hecho de presentar errores separativos
compartidos con Q frente a A y a la vez introducir correcciones procedentes de Qc , como este texto de Gall. 5.47.3, revelan que este manuscrito
depende de la línea de Q post correctionem (Moreno 2005: 224–229).
Pero la necesidad de leer y colacionar los manuscritos no se limita, por
supuesto, a los manuscritos relevantes del estema, sino que debe ampliarse
al resto de la tradición conservada, cuestión de la que nos ocupamos
a continuación.
5. Los manuscritos descartados para la reconstrucción del
arquetipo
Las propuestas de reconstrucción del texto de los Commentarii que encontramos en las ediciones críticas se basan, como ya hemos señalado, en
un pequeño número de mss. que se encuentran, a juicio de los editores,
en la base de la tradición conservada. Estos mss. se sitúan en las primeras
etapas de la transmisión, correspondientes a los ss. IX–XI en el caso de
Gall. y a los ss. X–XII en el caso de Ciu. y del resto de los Bella.
Este hecho, consecuencia del método estemático, plantea, en el caso de
una tradición supuestamente derivada de un único arquetipo como la de
los Commentarii, dos cuestiones:
1. ¿Qué hacer con los manuscritos no considerados relevantes para la
reconstrucción del arquetipo?
2. ¿Qué sucede cuando la reconstrucción del arquetipo a partir de estos
manuscritos relevantes no proporciona lecturas satisfactorias?
Ambas interrogantes, objeto de recurrentes y fructíferos debates entre
40
5.17.4 neque consistendi aut ex essedis desiliendi om. AQ; 7.46.3 omni spatio uacuo relicto superiore(m)
om. AQ.
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40
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
los críticos de textos, han de responderse en cada tradición concreta
atendiendo a las peculiaridades que la caracterizan.
En cuanto a la primera cuestión, la lectura de los manuscritos «descartados» para la reconstrucción de las partes altas del estema sigue constituyendo hoy uno de los grandes retos en los estudios críticos de una gran
cantidad de textos antiguos, tanto en tradiciones consideradas abiertas
como en tradiciones cerradas.
Es claro que cuando estamos ante tradiciones abiertas, en el sentido que
le otorga Tarrant, es decir, tradiciones que no pueden reducirse a un análisis estemático (Tarrant 2016: 54; 61–64), como ocurre con la Farsalia de
Lucano, una recensio completa de los testimonios resulta necesaria, pues
la exploración de toda la tradición, incluyendo los mss. tardíos, resulta
pertinente dado que eventualmente pueden contener variantes heredadas
de un estadio antiguo que no puede reconstruirse por vía estemática.
Para las tradiciones en las que se ha definido, a través de un estema, un
grupo de manuscritos relevantes para reconstruir las lecturas genuinas del
arquetipo, estaríamos, en términos de Tarrant, ante tradiciones cerradas
(Tarrant 2016: 54–55). Esta es la situación que la crítica reconoce para
los Comm. de César y es la que se admite para textos como los de Quintiliano, Cornelio Nepote, o la Apocolocyntosis de Séneca. En estos casos el
análisis estemático tendería a minimizar el valor crítico de los testimonios
derivados de los manuscritos primarios y por lo tanto a excluirlos de la
reconstrucción del arquetipo.
Sin embargo, la consideración de una tradición como abierta o cerrada
tiene un carácter provisional hasta que no se cuente con una colación completa de toda la tradición, y esto incluye por tanto todos los manuscritos,
incluso los tardíos.41
En el caso de los Comm. de Cesar, la realidad es que estamos lejos de
contar con una recensio completa de los manuscritos, incluso de muchos
de los testimonios de los primeros siglos de la transmisión, y esta tarea
resulta a nuestro juicio imprescindible. Las razones para tener en cuenta el conjunto del bagaje manuscrito —y añadiría, la tradición impresa
antigua—, son bien conocidas42 , y requieren por lo tanto buscar la ma41
Así lo reconoce el propio Tarrant: «In a fully closed tradition, no reading not attested in the oldest strata
of the tradition should be archetypal. But that conclusion can only be reached after investigating the
later manuscripts to determine whether they contain readings probably inherited form the archetype
that cannot be accounted for on stemmatics grounds» (Tarrant 2016: 55).
42
Pasquali 1934: 22–40, 41–108; Timpanaro 1985: 164–192; Reeve 2011: 145–174; Hernández Muñoz
2009: 355–376.
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nera más adecuada de ampliar la colación de los mss. a toda la tradición
conservada.
Los estudios estemáticos, ante tradiciones de obras extensas y conformadas por un amplio volumen de manuscritos, como la de los Comm.,
recurren a menudo a colaciones parciales, a través de sondeos, como
apuntaba Maas (2012: 57), mediante algunos loci critici, para establecer
una aproximación a su filiación y en su caso proceder a su eliminatio.
Brown intentó aplicar este planteamiento mediante una suerte de recensio
selectiva de la totalidad de los testimonios cesarianos y una tentativa del
análisis del texto a partir de colaciones parciales de la otra (en el caso
de Ciu., cf. Brown 1972) o incluso a partir de la clasificación de los paratextos (para los mss. portadores únicamente de Gall., cf. Brown 1979).
La conclusión de esta eminente paleógrafa es que este amplio acervo de
testimonios manuscritos deriva, directa o indirectamente, de la tradición
textual de los mss. primarios, y pone en cuestión la pertinencia de llevar
una colación masiva de todos los testimonios ante las escasas expectativas
de obtener lecturas valiosas.
A pesar del enorme valor de los trabajos de Brown, muchos de los
códices —no solo los recentiores— requieren una exploración mucho
más profunda, bien porque se han colacionado muy parcialmente, bien
porque en realidad no han sido colacionados en absoluto. Si no se ha
examinado de manera fiable y extensa un testimonio completo, ¿cómo
podemos saber que los mss. que no han sido leídos en su integridad no
son valiosos estemáticamente o no tienen ningún valor textual? De hecho,
como reconoce el propio Maas, la eliminación no debería realizarse sin
que «se hayan valorado todas las lecciones particulares» (Maas 2012:
57), pues son muchas las circunstancias que han podido influir en la
transmisión y en el proceso de copia43 .
En el caso de la tradición cesariana, a nuestro entender resulta necesario
acometer, en primer lugar, la colación de conjunto de la tradición de los
testimonios datados entre los s. IX y XII (30 mss. cf. Munk Olsen 1982:
38–49]), que estamos realizando en estos momentos, así como los de los
ss. XIII y XIV, muchos de los cuales han quedado fuera de la consideración
estemática de las ediciones de referencia, y ampliar posteriormente la
colación al amplio volumen de mss. del s. XV.
¿Pero cómo llevar a cabo estas colaciones? Metodológicamente, con43
Citamos por la versión española de R. Bonilla Cerezo y A. Baldissera. Una síntesis y valoración muy
ponderada de las principales aportaciones metodológicas de Maas puede verse en Cancela 2015:
247–255.
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42
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
viene atender a dos elementos: los paratextos, en particular tituli y colofones44 , y, de otra parte, la colación y análisis interno de las variantes en
relación con la historia del texto, que suministra por supuesto la información más fiable para establecer los vínculos textuales. La consideración
de estos dos parámetros, paratextos y textos, resulta necesaria tanto por
su carácter complementario como por la congruencia de los datos de
filiación.
Hemos explorado las posibilidades de esta doble colación en dos manuscritos de la clase α no estudiados previamente:
a) El ms. París, BNF, Lat. 5767, uno de los cuatro manuscritos conservados del s. XIII que transmite únicamente Gall., que nos permitió
demostrar, a partir de la congruencia de los datos desprendidos de
la colación de los paratextos y de Gall., la estrecha relación de este
ms. con la familia χ (mss. A y Q) de la clase α, y en concreto con
uno de ellos, el ms. Q, del s. XI (Moreno 2005a: 220–221).
b) El ms. El Escorial, M.III.10, uno de los tres únicos mss. del s. XIV
que portan exclusivamente Gall. En este caso, es interesante advertir que la colación de los paratextos y del texto arroja resultados
divergentes: la consideración de los tituli y colofones del ms. El
Escorial, M.III.10 había llevado a Brown a situar este manuscrito
en la estela de B y de M; sin embargo, el análisis interno de las
variantes de este ms. con la tradición textual de Gall. permite comprobar (Moreno 2005b: 5–25) que este forma parte, efectivamente,
de la clase α, cuyas variantes conjuntivas sigue habitualmente frente
a la clase β; pero, dentro del ámbito de α, el ms. escurialense no
presenta afinidades textuales con BM sino que depende de forma
nítida de la familia χ, que tradicionalmente agrupa a los ms. A y Q y,
en concreto, está estrechamente con un ms. del s. XIII descendiente
de esta misma familia, el ms. París, BNF, Lat. 5767. Las lecturas
presentes en el manuscrito escurialense remontan a un estrato de
gran valor crítico en la historia del texto cesariano, toda vez que el
hiparquetipo del ms. escurialense entronca directamente con el ms.
Q, códice de los ss. XI–XII procedente, tras la eliminatio de Hering,
del ms. A, pero con variantes valiosas para la reconstrucción del
texto de Gall. Este análisis ofrece, en fin, elementos decisivos para
44
Cuya colación para las partes altas del estema de Gall. fue realizada por Seel 1968: CXIV–CXX y Brown
1979: 116–120.
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la reconstrucción de una rama de la tradición del texto cesariano
de gran calidad para la constitución de este texto.
Así mismo resultan de gran interés crítico los fragmentos de César del
conocido como Florilegium Gallicum, que Munk Olsen (1979: 75–76)
califica como «le plus important et le plus riche des florilèges classiques
antérieurs au XIIIe siècle» y cuyo testimonio resulta pertinente para la constitutio textus de algunas obras clásicas. Se trata del único de los grandes
Florilegia medievales que transmite pasajes del texto de Gall. y de Ciu. Hemos editado y estudiado críticamente uno de sus principales testimonios,
conservado en España, el ms. El Escorial, Q.I.14, s. XIV (ff. 187v –189v ),
junto con el resto de testimonios de este florilegio (Moreno 2008a, 82–101)
y el análisis de sus lecturas ha permitido detectar su vinculación con la
clase β y algunos indicios de contaminación con la clase α, pero sobre
todo la presencia de algunas correcciones de estimable valor crítico:
– superauerunt (Gall. 6.17.3), corrección adoptada por editores modernos como Meusel, Constans, Klotz o Seel, los cuales la atribuyen
a las primeras ediciones impresas, si bien en realidad la conjetura
remonta al Florilegium Gallicum.
– studio libertatis incitari (Gall. 3.10.3), corrección documentada en
este florilegio, asumida por Seel (1968: 83) pero atribuida a una
conjetura de Lange.
En cuanto a los recentiores de César del s. XV, además del evidente interés
que despiertan desde la perspectiva de la tradición humanística de recepción de los textos clásicos, el sentido de la colación de los mismos se ha
visto cuestionado, desde el punto de vista de la historia del texto, por la
presunción del alto nivel de contaminación que se advierte desde fechas
muy tempranas en la tradición manuscrita antigua. Este fenómeno podría
inducir a pensar en la imposibilidad de establecer una filiación precisa,
o la menos aproximada, de los testimonios más recientes.
Sin embargo no siempre es así: nuestra indagación en el conjunto de los
mss. del XV conservados en España nos ha permitido comprobar cómo,
a pesar de las dificultades para determinar el modelo inmediato de un ms.,
la colación de estos testimonios muestra que las líneas dominantes de la
tradición antigua, articulada en torno a las dos grandes clases α y β, se han
mantenido, en buena medida, a lo largo del proceso de transmisión, con
niveles diversos de transmisión horizontal, y con indicios del predominio
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44
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
de la tradición derivada del ms. B (s. IX) tras su corrección en los primeros
libros (Bc , corrección datada en los ss. IX–XI).
Respecto a los seis mss. conservados en España que transmiten el conjunto del CC, todos ellos de origen italiano y datados en el s. XV, el estudio
de filiación realizado por García Villena (2006: 17–36)45 ha revelado que
transmiten un texto de la clase α, derivado del ms. B, y que en concreto
entroncan con la tradición del códice Leiden, Voss. F 90, testimonio que
evidencia la actividad correcta del texto de Gall. en el s. XIV46 .
En cuanto a los mss. que transmiten únicamente Gall., además del
ya mencionado El Escorial, M.III.10, del s. XIV (Moreno 2005b: 5–25),
conservamos otros cuatro mss. del s. XV cuya situación en la historia de la
transmisión ha quedado esclarecida47 :
a) Dos mss. conservados en España (Valladolid, Biblioteca del Colegio de Santa Cruz, ms. 301 y Madrid, Biblioteca Histórica Marqués
de Valdecilla, ms. 142) forman parte de una serie de manuscritos
copiados en el Norte de Italia en el s. XV, cuya gestación se produce
en el contexto humanístico de la corte de los Visconti y de los Sforza
de Milán. Estos dos mss.48 proceden de un hiparquetipo derivado
del manuscrito M (s. IX) —por lo tanto derivado de B— tras su
corrección, con escasas contaminaciones de otras familias de la
tradición cesariana. Es interesante advertir que un segundo grupo
de mss. procedentes del mismo entorno milanés49 deriva de los
manuscritos que están en la biblioteca del castillo de Pavía en ese
momento50 .
b) El ms. El Escorial, ç.IV.18, transmite un texto de cuyo análisis se
deduce que está vinculado estrechamente con el manuscrito M
corregido, del s. IX, a través de un códice interpuesto y se halla en
45
Escorial, N.III.22; Granada, Biblioteca de la Universidad, Caja B-17; Madrid, BN, Ms 10054, BN Ms
12867 (García Villena 2010b: 2501–2517) y BN, Ms Res 242; Valencia, Biblioteca de la Universidad,
Ms 396.
46
García Villena 2018: 99–113; 2010a: 153–165.
47
Valladolid, Biblioteca del Colegio de Santa Cruz, 301, a. 1411 (Isidro 2007: 111–29; 2010: 167–196);
Madrid, Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, 142 (Isidro 2010: 171–188); El Escorial, ç.IV.18
(Gall. 1–7) s. XV (Pardo, 2006: 1–21); Toledo, Biblioteca Capitular, 49-4, s. XV (Regueira 2009: 297–306).
48
Junto con otros dos, el ms. Vaticano, BAV, Chig. Lat. HV 140, y el ms. Viena, Österreichische
Nationalbibliothek, ms. 248.
49
Los mss. Vaticano, BAV, Lat. 5824; Vaticano, BAV, Reg. Lat. 832; Troyes, Bibliothèque Municipale, ms.
1211.
50
Nápoles, Biblioteca Nazionale, IV C 11 (N, s. XI), Leiden, BPL 16 A y con toda probabilidad el ms.
Vaticano, BAV, Lat. 11582, en sus siete primeros libros. Sin embargo, el libro octavo procede de una
familia emparentada con los manuscritos París, BNF, Lat. 5768 y Leiden, Voss. F. 90.
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un nivel estemático paralelo al del ms. N, del s. XI (Pardo 2006:
657–676).
c) El ms. Toledo, Bib. Cap. 49-4 se encuentra igualmente vinculado a la
clase α, y dentro de ella a la familia ϕ, pudiéndose incluso precisar
que el manuscrito que es su base de lecturas es B (s. IX) corregido
en los primeros libros, Bc .
En realidad, nuestra visión de la transmisión ha de entenderse como
provisional, mientras no se haya explorado a fondo toda la tradición
(Tarrant 2016: 55). De hecho, la necesidad de colaciones completas nunca
ha dejado de ser reclamada, a pesar de los inconvenientes que se aducen
para llevarla a cabo en toda su extensión, tanto por la dificultad de realizar
las colaciones como por las limitaciones del formato de las ediciones
tradicionales51 , basadas en aparatos muy selectivos y que difícilmente
pueden hacer manejable un ingente volumen de variantes: no cabe duda de
que las herramientas digitales facilitarán considerablemente la posibilidad
de acometer colaciones completas y de gestionar el bagaje de lecturas de
la tradición manuscrita52 .
6. Las innovaciones y la crítica conjetural en la tradición manuscrita
e impresa: la necesidad de revisar los aparatos críticos
La tradición manuscrita de Ciu. 1.44.4 transmite el siguiente pasaje:
Itaque pertubatis antesignanis legio quae in eo cornu constiterat locum
continuit atque in proximum collem sese recepit.
La lectura continuit, compartida por los mss., remonta verosímilmente al
arquetipo de esta tradición (ω), como admiten todos los editores, pero da
lugar a una clara incoherencia narrativa, por lo que dista de ofrecer un
sentido satisfactorio. El pasaje se leyó así hasta la edición aldina de 1513
preparada por Giovanni Giocondo, edición en la cual se introduce, por
primera vez, la corrección non tenuit en lugar de continuit, corrección asu-
51
Recordemos las palabras del propio Tarrant al respecto: «From a logical standpoint, complete collation
is the only defensible approach, but in most cases that is a counsel of perfection rather than a feasible
policy» (Tarrant 2016: 55).
52
Sobre la revisión de los postulados tradicionales de la crítica de textos a la luz de las nuevas posibilidades
que ofrecen los instrumentos digitales, cf. Velaza 2015: 749–760; Malaspina 2019: 35–60.
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la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
mida desde las ediciones humanísticas y refrendada por la crítica moderna
de manera unánime, dotando al texto congruencia en el relato53 .
Este ejemplo pone de manifiesto otro de los problemas de más calado
asociados a la transmisión y edición de los textos de César: la presencia de
lecturas deturpadas en el propio arquetipo. A pesar de que la crítica estemática suministra una herramienta bastante consistente para reconstruir
el arquetipo de la tradición conservada, sin embargo las lecturas de éste no
resultan en ocasiones satisfactorias, a causa de corrupciones presentes ya
en el mismo. En el caso de Gall. son muchos los indicios del alto grado de
corrupción del arquetipo (Holmes 1914a: 160) y la necesidad por tanto de
intervenir en el texto, como reconoce Hering: «Permultis corruptelis in archetypo extantibus et librarii et viri docti textum Caesaris restituere conati
sunt» (Hering 1987: XIII). En Ciu., obra que cuenta con el agravante de
su probable carácter inacabado, basta con repasar al aparato crítico de la
edición de Damon (2015a) para comprobar la constante necesidad de
apelar a correcciones para enmendar el texto del arquetipo.
Para paliar esta situación, uno de los instrumentos más utilizados por
la crítica ha sido la elaboración de repertorios de conjeturas, que en el
caso de César tiene todavía como referencia la Tabula coniecturarum de
Meusel (1893), a la que todavía el propio Hering recurre (1987: XIII). La
Tabula de Meusel, además de mostrar el sutil juicio crítico de este gran
filólogo alemán, es una herramienta muy útil, pero resulta en nuestros días
insuficiente para detectar y esclarecer el origen de muchas correcciones.
Este es posiblemente uno de los aspectos que requieren a mi entender una
mayor atención a la hora de estudiar la transmisión de los textos antiguos:
la detección de las innovaciones con valor crítico relevante que se han ido
introduciendo a lo largo de la tradición, innovaciones a las que hay que
recurrir para enmendar el texto o al menos que conviene consignar por
su brillantez o plausibilidad, y que deberían quedar registradas con precisión en los aparatos críticos. Para ello se requiere contar con colaciones
solventes a fin de identificar y valorar las correcciones introducidas por la
tradición manuscrita e impresa, así como las aportaciones de los estudios
críticos.
En nuestro caso, la ausencia de colaciones de buena parte de la tradición manuscrita, como ya hemos señalado, ha limitado nuestro conocimiento de la historia del texto entre los ss. XI y XVI, y afecta a la
53
«Así pues, desordenados los soldados que precedían a las enseñas, la legión que estaba en aquella ala
no pudo mantener su puesto y se retiró a la próxima colina» (Quetglas y Calonge 2005: 103).
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procedencia de las conjeturas, lo que ha provocado no solamente muchas atribuciones incorrectas que se perpetúan en los aparatos críticos,
sino un desconocimiento que desfigura la forma de leer el texto a lo largo de la historia, pues la práctica conjetural no solo nos proporciona
material eventualmente valioso para enmendar un texto, sino que pone de manifiesto la sensibilidad hacia la cultura clásica de los copistas
y editores.
De hecho, la realización de colaciones de la tradición manuscrita nos
ha permitido comprobar que muchas correcciones plausibles atribuidas
al genio de los humanistas y a la tradición impresa54 son, en realidad,
mucho más antiguas, pues proceden de mss. medievales: es el caso de la
edición aldina mencionada (Venecia 1513, Ald.), que representa un punto
de inflexión en la historia del texto, toda vez que contribuye a establecer
un texto de los Commentarii de gran penetración en el s. XVI y que además introduce un gran número de correcciones que en muchas ocasiones
consideramos críticamente estimables, tanto de pequeñas intervenciones gramaticales, perfectamente esperables, como de correcciones de más
envergadura.
Pues bien, una amplia colección de conjeturas atribuidas tradicionalmente por la crítica a esta edición aldina tiene una antigüedad mucho
mayor, pues se documentan en la tradición manuscrita medieval, en concreto en el ms. Oxford, Merton College, ms. 307 (O), datado en el s. XII2–3
como muestran, entre otras, estas lecturas de entidad55 :
Gall. 1.53.2 reppererunt ω edd. pr. : petierunt O Ald., edd. post.
Gall. 3.4.3 quod diuturnitate pugnae hostes defessi proelio excedebant ω edd.
pr. : quod diuturnitate pugnae hostes defessi cum proelio excedebant O Ald.,
edd. post.
Gall. 4.23.6 circiter milia passuum septem ω : circiter milia passuum centum
edd. pr. : circiter milia passuum octo O Ald., edd. post.
Gall. 5.28.2 inter eos existit controuersia αρ edd. pr. : inter eos controuersia
orta est π : inter eos ex his tot causis controuersia orta est O Ald., edd. post.
Gall. 6.5.5 bello lacesseret ω edd. pr. : bello lacessendum O Ald., edd. post.
Gall. 8.36.1 a milibus non amplius XII β : a milibus non longe amplius XII α
edd. pr. : intra milia passuum decem O Ald., edd. post.
Gall. 8.27.2 transeundum ω edd. pr. : constratum O Ald., edd. post.
54
A este respecto resulta fundamental establecer la filiación de las ediciones de la tradición impresa
cesariana del s. XV y del s. XVI (cf. Moreno 2002; 2004–2005; 2006; 2010b; 2014). Sobre la importancia
de analizar la puntuación de estas ediciones, cf. Moreno 2008b.
55
Un tratamiento detenido sobre el origen de estas correcciones puede verse en Moreno (2009a: 223–245).
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47
48
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
Dentro de la propia tradición impresa humanística queda todavía mucho
por hacer. Es preciso vaciar con cuidado las ediciones para extraer las
lecturas y correcciones que presentan. Así, volviendo a la edición aldina
de 1513 a cargo de Giocondo, la atención se ha concentrado en el texto de
los Commentarii de la misma, cuyas conjeturas vació inicialmente Meusel
(1893) y que aportan un extraordinario volumen de correcciones asumidas
por las ediciones actuales; sin embargo la crítica ha pasado por alto uno
de los paratextos que preceden a la edición, una relación de Errata56 , en
la cual, como hemos tenido ocasión de comprobar, subyace en realidad
un volumen muy estimable de correcciones, presumiblemente recogidas
por el propio Aldo (que identificamos como «Ald. corr.») y reproducidas
posteriormente en la segunda edición aldina (1519), a partir de la cual
alcanzaron gran difusión en las ediciones del s. XVI.
La falta de atención a esta colección de correcciones de la edición aldina
ha provocado igualmente problemas en el reconocimiento y atribución
de estas conjeturas procedentes de las Errata de la edición aldina:
a) Los editores, en Ciu. 2.32.11, frente a la lectura del arquetipo (praeiudicaturus ω), no dudan en seguir la corrección praedicaturus, que
atribuyen precisamente a Aldo, cuando en realidad esta enmienda
no se encuentra en el texto de la edición de 1513 de Ciu., preparada por Giocondo (en la que se de hecho se lee praeiudicaturus),
sino que se ha introducido en las correcciones iniciales incluidas
en las Errata, adoptadas precisamente en las ediciones posteriores
(Florencia, 1514) y en la segunda aldina (Venecia 1519, 155r), desde donde se generaliza como la lectura habitual de las ediciones
humanísticas.
b) Damon (2015a) atribuye a Robert Stephanus (París 1544) algunas
correcciones significativas a Ciu., que sin embargo remontan a las
enmiendas incorporadas en Ald. corr., reproducidas en la segunda
edición aldina (1519). Por lo tanto, la manera más adecuada de
registrar estas correcciones en el aparato crítico sería esta:
Ciu. 1.61.5
Ciu. 1.82.1
Ciu. 1.85.8
Ciu. 1.87.1
56
miliaque Ald. corr. : milia ω
educunt Ald. corr. : ducunt ω
praesideat Ald. corr. : praesidia ω
restituatur Ald. corr. : restituat ω
Errata, quae uel inter impressionem contigerunt, uel impresso uolumine deprehendimus, Venecia 1513
(sobre estas correcciones, cf. Moreno 2010c: 33–50).
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
antonio moreno hernández
c) Se atribuye a Aldo Manucio el joven (Venecia 1571, 1597) la corrección hic de Ciu. 3.28.4 (frente a his ω), corrección que en realidad
remonta a Ald. corr. que sigue la edición veneciana de 1519.
Así mismo, en otro estrato cronológico, la práctica conjetural de los editores y críticos de los ss. XVII y XVIIII no se escapa de la necesidad de una
revisión cuidadosa, como muestra este ejemplo de Gall. 7.29.5, donde
la tradición editorial mayoritaria, antes de Klotz y Hering, propone la
siguiente lectura:
Id tamen se celeriter maioribus commodis sanaturum.
Se trata de un pasaje en estilo indirecto en el cual sanaturum es la variante
transmitida por el ms. B y por la clase β, y es adoptada desde la tradición
humanística por Aldo Manuzio en su edición de 1513 y por la crítica
lachmanniana desde Nipperdey (1847), frente a la variante senaturum,
documentada en el ms. A y en algunos de sus descendientes, como el ms.
Leiden, Voss. Q. 53.
Sin embargo, Klotz y Hering, por primera vez en la tradición crítica
moderna, adoptan, en lugar de sanaturum, la conjetura sarturum57 , una
lectio dificilior, frente a la lectura de los mss. Estos editores atribuyen
sarturum a Thomas Bentley (Londres 1742), pero no parece que ninguno
de ellos haya consultado la edición de este, pues lo que en realidad se lee
en ella, en una nota crítica que acompañan al texto de Gall. 7.29.5, no es
sarturum, sino sarciturum58 , otra variante de la forma en -urus del verbo
sarcio59 , interesante desde la perspectiva morfológica, toda vez que en
latín clásico no se documenta ninguna de estas dos formas60 .
57
«Con todo, él (sc. Vercingétorix) rápidamente les compensaría con ganancias más significativas».
Bentley 1742: 171: «Vox sarcire hoc sensu frecuentior: maioribus commodis sarciturum», y refuerza
la preferencia por la conjetura con una construcción con la que guarda cierto paralelismo con Ciu.
3.73.5 «acceptum incommodum uirtute sarciretur». La edición de 1742, en cuyo prefacio Bentley
reconoce que ha seguido el texto latino de Oudendorp, contó con un segundo colaborador, James
Jurin (Jacobus Jurinus, 1684–1750), al que se deben algunas enmiendas, como se indica en la portada
de la edición («accessere coniecturae et emendationes Jacobi Jurini») y que se marcan como «JJ» tras
las anotaciones que le son atribuibles, dato por el que podemos concluir que la propuesta sarciturum
corresponde al propio Bentley y no de Jurin.
59
Grammatici Latini 4, 486–565, Ps. Sergius, Explanationes in artes Donati, De participio: «quaeritur, ab
eo quod est sarcio utrum sarsurus, an sarturus, an sarciturus» (515, lin. 15–16).
60
La propuesta sarciturum de la edición de 1742 desaparece de la edición que Bentley y Jurin publican en
Venecia 1783 en las prensas de Thomas Bettinelli (1783: 282, 399–440). En realidad la conjetura no pasó
totalmente inadvertida, pues se recupera en los Mantissa Observationum ad Bellum Gallicum recogidos
en la edición de Oberlin (1805: 822: «sanaturum forsan sarciturum Bentl.») y que se imprime en
diversas ocasiones en las primeras décadas del s. XIX.
58
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49
50
la transmisión manuscrita de los commentarii de césar
¿De dónde procede en realidad la propuesta sarturum? Se trata de una
conjetura que propone C.E.C. Schneider en el aparato de su edición de
185561 , en la cual cuestiona la pertinencia de sanare en este contexto
y se apoya en el paralelismo con Ciu. 3.73.5, pasaje que ya había mencionado la edición de Bentley de 1742 1742, por lo que es posible que
Schneider la conociera. Por lo tanto, en el aparato crítico convendría identificar correctamente las conjeturas sarturum (Schneider) y sarciturum
(Bentley).
Como apuntan estos ejemplos, la indagación en la transmisión manuscrita e impresa de los Commentarii todavía puede contribuir significativamente a desentrañar los problemas que subyacen en el establecimiento
del texto, así como a la identificación de variantes y correcciones y a una
detección más fiable del origen y trazabilidad de las mismas, algo que
no solo permite comprender mejor la historia del texto y los avatares de
la práctica conjetural que lo ha acompañado, sino que redundará en la
precisión de una herramienta esencial como es el aparato crítico.
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61
C.E.C. Schneider 1855: 419: «fortasse Caesar sarturum scripsit». R. Schneider 1895: 1327 reconoce la
atribución a este editor.
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Veinticinco años de proyectos sobre manuscritos
griegos en España
Twenty-five Years of Projects on Greek Manuscripts in Spain
FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ
Universidad Complutense de Madrid
fhmunoz@ucm.es
doi: 10.48232/eclas.162.02
Recibido: 21/07/2022 — Aceptado: 07/09/2022
Resumen.— Se repasan los principales resultados de unos 25 años de proyectos de investigación sobre manuscritos griegos en España. Temas: Demóstenes, Esquines, Hiperides
(y otros oradores), el rétor Menandro (y otros rétores y gramáticos), la Academia GrecoLatina Matritense, la génesis de la Biblia Políglota Complutense, el «Álbum de copistas de
manuscritos griegos en España» y los criterios de autenticidad literaria.
Palabras clave.— Resultados; 25 años; proyectos; investigación; manuscritos griegos; España
Abstract.— The main results of some 25 years of research projects on Greek manuscripts in
Spain are reviewed. Topics: Demosthenes, Aeschines, Hyperides (and other orators), Menander Rhetor (and other rhetors and grammarians), the Academia Greco-Latina Matritense,
the genesis of the Biblia Políglota Complutense, the “Álbum de copistas de manuscritos
griegos en España” and the criteria of literary authenticity.
Keywords.— Results; 25 years; projects; research; Greek manuscripts; Spain
Agradezco a la SEEC la oportunidad que me ofrece para exponer en este
volumen monográfico algunos de los resultados obtenidos en proyectos
sobre manuscritos griegos en España en los que he intervenido1 . Intentaremos hacerlo de manera razonablemente sintética, en una especie de
1
Como IP en los siguientes: «La Real Academia Greco-Latina Matritense (1755–1849)», PR219/945599, Universidad Complutense de Madrid; «Repertorio de copistas de los manuscritos griegos de
Madrid», N.º 06/0051/2000, Comunidad de Madrid; «Repertorio de copistas de los manuscritos
griegos de España», N.º PR78/02-10986, Universidad Complutense de Madrid; «Los oradores griegos
en los manuscritos españoles (I)», N.º BFF2002-03250, Ministerio de Ciencia y Tecnología; «Los
oradores griegos en los manuscritos españoles (II): ediciones críticas», HUM2005-02415, Ministerio
de Educación y Ciencia; «Los oradores griegos en los manuscritos españoles (III): oratoria epidíctica,
apócrifa y epistolar», FFI2008-01807, Ministerio de Ciencia e Innovación; «Manuscritos griegos
en España y su contexto europeo (I)», FFI2011-25805, Ministerio de Economía y Competitividad;
«Manuscritos griegos en España y su contexto europeo (II): recentiores, papiros, conjeturas y ediciones
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
balance o panorámica de años de trabajo intensivo sobre un tema apasionante, muchos de ellos compartidos con maestros, colegas y estudiantes2 ,
a los que desde estas páginas rindo tributo de sincero agradecimiento.
Pido de antemano disculpas por las numerosas citas «reflejas» que aparezcan, casi obligadas por el enfoque de nuestra contribución, centrada en las
investigaciones propias, y muestro mi reconocimiento a todos los colegas
aldinas», FFI2015-67475-C2-2-P, Ministerio de Economía y Competitividad y «Manuscritos griegos en
España y su contexto europeo (III): Estudios históricos, filológicos y crítico-textuales» (con T. Martínez
Manzano), PID2019-105733GB-I00, Ministerio de Ciencia e Innovación. Los primeros proyectos
oficiales del Ministerio tuvieron a J. Lasso de la Vega como director y también colaboraba en ellos
F. García Romero: «Estudios de crítica textual e historia de los textos griegos y latinos», PB 900253, Ministerio de Ciencia y Tecnología; «Transmisión y tradición de la literatura clásica», PS-930027, Ministerio de Ciencia y Tecnología. Quede constancia de nuestro agradecimiento a todas las
instituciones que los hicieron posibles.
2
Principalmente a través de becas de excelencia, de colaboración y de introducción a la investigación:
C. Martínez Gómez: «El texto del discurso Contra Neera (I)»; S. Fuentes Alés: «El texto del discurso
Contra Neera (II)» y «La Antología de Francisco de Vergara: fuentes del texto griego del A Demónico
de Isócrates»; J. Muñoz Flórez: «Los manuscritos demosténicos de la Biblioteca Malatestiana de
Cesena y la Ambrosiana de Milán»; P. Guijarro Ruano: «El texto de la Primera Filípica en las ediciones
aldinas»; A Martínez Zapatero: «El Matrit. 4611 y el discurso de Lisias Contra Simonem»; G. Marín:
«El texto del discurso Contra Neera y el manuscrito Hispalensis 330-155-1»; A. Tutor de Ureta:
«Indicios de colometría en el manuscrito Paris. 2934»; S. Morales Acevedo: «El texto del pseudolisiaco Pro milite en el Tolet. 101-116, (I) y (II)»; Á. Cancela Cilleruelo: «Colación del discurso Sobre
la falsa embajada de Esquines en el manuscrito Matrit. 4693» y «Colación del discurso Sobre la
falsa embajada de Esquines en el manuscrito Salm. 223 (I)», y J. Lara Astiaso: «Menandro Rétor
en la Biblioteca Ambrosiana» y «Colación del discurso Sobre la falsa embajada de Esquines en el
manuscrito Salm. 223 (II)»; S. Fornás Riesco: «El texto de Menandro Rétor en el ms. Paris. 1163».
También a través de becas o contratos pre- y postdoctorales tutelados: L. San Mingote: «Copistas de los
manuscritos griegos matritenses»; J. Muñoz Flórez : «El nuevo Hiperides»; P. Scattolin: «Manuscritos
griegos en España de contenido retórico»; B. Muruzábal Rodríguez: «Una nueva edición crítica de
Menandro Rétor»; C.A. Martin de Jesus: «La Appendix Planudea en los manuscritos griegos de la
Biblioteca Nacional» y «Un manuscrito griego recuperado: el UCM 22». Sin olvidar los Trabajos
finales de Grado (o similares), de Máster y Tesis doctorales: E. Ares Mateos: «Los recentiores del rétor
Menandro»; P. Leganés Moya: «El texto de Demóstenes en los manuscritos españoles: los discursos In
Midiam y De falsa Legatione»; C. Paz Obligado: «La(s) fuente(s) de la(s) aldina(s) de Demóstenes»;
F. Castejón Luque «Valoración textual del manuscrito Matrit. 4647»; D. Sanz Villanueva: «El texto
de las Filípicas demosténicas en las ediciones de Butcher, Fuhr y Dilts»; J. Muñoz Flórez: «Hiperides
In Diondam: texto, traducción y comentario»; B. Muruzábal Rodríguez: «El discurso demosténico
Sobre la libertad de los Rodios en los manuscritos españoles: edición crítica» y «Una nueva edición
crítica de Menandro Rétor»; J. Aguilar Miquel: «El texto de la Primera Filípica de Demóstenes en el
manuscrito Monac. 172»; P. Fernández-Sordo Vila-Belda: «Los manuscritos Ambrosianos 755 y 889
y la Segunda Filípica demosténica»; F. J. González Torroba: «El texto de los papiros de los discursos
Olintíacos de Demóstenes» y «El texto de Ranas en dos manuscritos griegos de Salamanca»; C. Ruiz
Mena: «El texto de la Primera Olintíaca de Demóstenes en el manuscrito Hauniensis GkS 415 a»;
E. Moreno Jusdado «Pepli Epitaphia: Epitafios para héroes homéricos»; E. Caçao: «O texto do discurso
Contra Ctesifonte de Esquines a partir do ms. Res. 463 da BNP. Introdução, edição crítica, tradução
e notas»; E. Aguilera Manjón, «El Epitalamio atribuido al rétor Menandro: introducción, traducción
y comentario»; H. Martín Isabel: «El Pluto de Aristófanes en el manuscrito 4697 de la Biblioteca
Nacional de España». Algunos de estos trabajos posteriormente dieron lugar a publicaciones: Ares 2002,
Leganés 2003, Cancela 2012, 2016, Muruzábal 2016 y 2018, Muñoz Flórez 2010, 2011, 2012a y 2012b,
Aguilar y Fernández-Sordo 2016, González Torroba 2019 y Caçao 2019. Pido excusas por las posibles
omisiones, pero me ha parecido oportuno citar aquí a todos esos estudiantes e investigadores que, de
una u otra manera, colaboraron en los proyectos anteriormente citados, porque de esas generaciones
jóvenes depende en gran medida la pervivencia de nuestros estudios.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
felipe g. hernández muñoz
que durante estos años se han ocupado, de manera puntual o más sistemática, del estudio de los manuscritos griegos en España, cuyos resultados
no podemos desgranar aquí.
Desde un principio, nuestra andadura por este tema de los manuscritos
griegos conservados en nuestro país, y su relación con otros foráneos,
pretendió no dedicarse en exclusiva a tal o cual tarea de la crítica textual,
sino, en la medida de lo posible, abrirse a todas, es decir, tanto a la recensio, como a la collatio, la emendatio y la propia editio critica, sin olvidar
otras no propiamente «ecdóticas», sino más paleográficas y codicológicas, dentro de un estudio de amplias miras que quería acercarse con un
enfoque integrador al fenómeno de los manuscritos griegos antiguos, especialmente de los conservados en nuestro país, y que tampoco se cerraba
a otras cuestiones en principio más ajenas, como la discusión sobre los
criterios de autenticidad de los corpora literarios transmitidos por esos
manuscritos3 . Esta «singladura» para nosotros comenzaría a finales de los
años ochenta del pasado siglo. Todavía en ese momento, pese a la no suficientemente reconocida labor de filólogos como, por mencionar algunos
nombres, A. Revilla. G. de Andrés, A. Bravo, o de nuestro maestro en estas
lides, J. Lasso de la Vega, seguía pesando sobre los manuscritos griegos de
nuestro país un espeso silencio, como años después denunciaría Bernabé
(1994: 49)4 , omitidos casi sistemáticamente en las principales ediciones
críticas al uso. Acabábamos entonces de concluir una tesis doctoral sobre
la lengua de Demóstenes y era hasta cierto punto natural que nuestro
interés se centrara, aunque no de manera exclusiva, sobre los oradores
y rétores griegos5 .
A la hora de ir desgranando los resultados de nuestras investigaciones,
parece adecuado ordenarlas, más que de manera estrictamente cronológica, según los principales autores y temas tratados:
1. Demóstenes
2. Esquines
3
Y que también se abría a las cuestiones didácticas con la presentación de propuestas y metodologías
para la enseñanza y la práctica de estas materias en clase (2010b).
4
«Un aspecto importante de la aportación española a la crítica textual es la descripción y valoración de los manuscritos de nuestras bibliotecas, a menudo desconocidos o infrautilizados, cuando
no simplemente desconocidos por editores extranjeros, por una larga tradición de abandono en la
descripción y utilización de nuestros códices». Puede verse también el capítulo «Recentiores non
deteriores» de su conocido Manual (1992: 69–70), en cuya redición, corregida y ampliada, tuvimos el
honor de participar (2010: 64–65).
5
Pueden verse los volúmenes de conjunto editados en 2012b, 2016c y, en colaboración con T. Martínez
Manzano 2019, con los resultados de varios de estos proyectos de investigación y de los encuentros
científicos a los que dieron lugar.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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60
veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Hiperides (y otros oradores)
El rétor Menandro (y otros rétores y gramáticos)
La Academia Greco-Latina Matritense
La génesis de la Biblia Políglota Complutense
El «Álbum de copistas de manuscritos griegos en España»
Los criterios de autenticidad literaria
1. Demóstenes
Tras concluir en 1988 mi tesis doctoral sobre la lengua de Demóstenes,
dirigida por el prof. Lasso de la Vega, nuestra atención sobre el orador se
amplió de manera casi natural hacia sus manuscritos, especialmente hacia
los custodiados en España, pues a pesar de conservarse en nuestro país en
número no desdeñable, apenas podría encontrarse su mención en las principales ediciones publicadas hasta ese momento —y que se publicarían
después— hasta que, ya entrado el siglo siguiente, la oxoniense de M. Dilts
vendría, en parte, a corregir tal lacuna. Recién comenzado el s. XXI, una
alumna, P. Leganés, tuvo a bien aceptar la sugerencia de abordar el estudio
del texto de los «recentiores hispánicos» de Demóstenes, ya emprendida
por nosotros en 19906 y 2000, que transmitían dos importantes discursos
demosténicos de contenido político-judicial, el número XXI (Contra Midias) y el XIX (Sobre la embajada fraudulenta), que habían sido editados
recientemente por MacDowell (Oxford 1990 y 2000, respectivamente),
aunque con el acostumbrado descuido sobre los manuscritos hispánicos.
Pues bien, Leganés pudo demostrar en su Tesis, defendida en 2003, que
en la media docena de manuscritos españoles, entre los que destacan
los Matritenses BN 4647 y 4620, ambos copiados, total o parcialmente,
por el destacado humanista griego Constantino Láscaris (1434–1501),
se podían distinguir varios grupos según su vinculación con los veteres
demosténicos S A F Y, y que, además de coincidir a veces con lecturas
antiguas —de papiros o de citas—, en algunos pasajes ofrecían también
variantes textuales dignas de consideración, que, en algunos casos, llegaban a anticipar conjeturas posteriores de filólogos a pasajes discutidos
6
Cuando sólo aparezca el año, sin nombre, se entenderá que se refiere a nuestra propia bibliografía. Al
final del capítulo puede encontrarse la cita completa de cada título, primero de la nuestra y, después,
de la de otros autores. Se nos disculpará que no mencionemos toda la bibliografía pertinente para cada
una de las cuestiones aquí tratadas, porque desbordaría la extensión impuesta a nuestra contribución
y su carácter eminentemente sinóptico. En todo caso, en nuestra bibliografía también se cita otra más
específica y a ella se remite en caso de que se desee recabar más información en cualquiera de las
cuestiones suscitadas.
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felipe g. hernández muñoz
de ambos discursos (puede verse nuestro balance para el conjunto de
discursos demosténicos en 2021a: 289–290), de lo que el propio Dilts se
hizo eco luego en varios volúmenes de su edición oxoniense (2002: XII,
n. 16; 2005: IX, n. 11). También Leganés demostraba que era inexacto
hablar, como solía hacerse entonces, de una sola edición Aldina de Demóstenes, sino de dos (designadas, respectivamente, como Al1, año 1504,
y Al2, ca. 1520), con diferencias textuales entre ambas, y ofrecía un rico
material de coincidencias textuales a la hora de intentar aclarar el debatido
problema de su(s) fuente(s). Cada una de estas cuestiones merecerían, sin
duda, un estudio más detallado que, por el carácter fundamentalmente
sinóptico de nuestra contribución, no podemos abordar aquí. Años más
tarde, en 2008, todos estos resultados cuajaron en nuestra edición del discurso Contra Midias, en la que pudimos trascender de las meras recensio
y collatio de los manuscritos a su emendatio, hasta culminar en la editio
critica publicada7 .
Y es que la labor ecdótica, a través de la preparación de ediciones críticas
que incorporen el testimonio de estos manuscritos hispánicos, ha sido una
constante a lo largo de todos estos años. Primero se optó por la publicación
de discursos concretos (Contra Midias, 2008; Primera Filípica, 2012a;
Segunda Filípica, 2013d; Tercera Filípica, 2014e; Cuarta Filípica, 2015a;
Primera Olintíaca, 2015b), para después culminar en grupos más amplios,
primero sólo en forma de traducción que incorporase los nuevos manuscritos (Discursos ante la Asamblea, 2008b) y después también en forma de
edición biblingüe (Las cuatro Filípicas, 2016), en este último caso con la
colaboración de García Romero. De 2016 es también la edición, primero
sólo griega y después bilingüe, acompañada de introducción y comentario, de las Cartas atribuidas a Demóstenes, realizada en colaboración con
García Ruiz (2022)8 . No han faltado en este tiempo estudios concretos
sobre tal o cual recentior demosténico, como el Matrit. BN 4647 (2000),
el Caesaraug. Gr. 17 (2013a) o el Hispal. 330-155-1 (en colaboración con
Conde Moreno 2012; 2017c), que en algunos casos han podido demostrar
la existencia de vínculos entre ellos, como la del ya citado Matrit. BN
4647 (siglado como Μ), el Scorial. Σ.III.12 (d) y el Malatest. 29.3 (C),
los tres con interesantes conexiones textuales (2014c, d) con el vetus Mo7
8
Maquetada espléndidamente por S. Romano.
Casi todas estas ediciones fueron maquetadas, dentro de los proyectos antes citados, por J. M. Macías,
a quien también desde aquí expreso mi más sincero agradecimiento, porque las complejas ediciones
críticas de los autores greco-latinos no serían posibles sin la indispensable y callada labor técnica de
los maquetadores.
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
nac. Gr. 485, del s. IX–X (siglado como A), que es uno de los manuscritos
demosténicos más antiguos y que en las últimas décadas parece haber
ganado terreno en la valoración de los críticos frente al contemporáneo S
(Paris. Gr. 2934), que hasta entonces venía siendo el más apreciado (Irmer
1961). En este cambio estimativo ha pesado, sin duda, la constatación de
que A parece coincidir más veces que S con los papiros que se han ido
publicando (2007c), indicio quizá de su mayor valor y antigüedad (Muñoz
2012b). El otro grupo de recentiores hispánicos, en el que se encontrarían
el Salm. M 231 (b), el Scorial. R.I.20 (E), el Scorial. Φ.II.1 (G) y el Hispal.
330-155-1 (H), presenta, como cabía esperar, estrecha conexión con los
veteres Y (Paris. Gr. 2935) F (Marc. Gr. 416), ambos del s. X, y con las dos
ediciones Aldinas, cuyo texto se nutre mayoritariamente de este grupo.
No obstante, a veces ambos grupos convergen y, en este caso, decidimos
aludir por comodidad con una sigla nueva (ñ)9 a este «consensus codicum
Hispanorum» (bEGHMd).
Uno de los hechos más sorprendentes que en conjunto presentan estos
recentiores es su capacidad de mirar, como si fueran un Jano bifronte, al
pasado y al futuro. Al pasado, cuando una determinada variante la vemos
documentada también en la de un papiro recientemente publicado, indicio quizá de la antigüedad de una lectura que en principio se sospechaba
reciente; pero también hacia el futuro, cuando otra variante coincide con
la corrección que siglos después propondrá un filólogo, que no los había
consultado, para solucionar un problema crítico. Por lo tanto, metodológicamente habrá que proceder con cautela, sin descartar ningún manuscrito
a priori, porque recentiores non semper deteriores (2008a: 110; 2009b:
356; 2015c, 2019a). En 2014f: 145–164 pudimos ofrecer un status quaestionis sobre la transmisión del texto demosténico, destacando aquellas
cuestiones que todavía permanecían —y permanecen— «abiertas». Entre
ellas está la denominada «scriptio plena / elisa» (2008c), es decir, de qué
manera la lectura concordante de los principales veteres demosténicos,
especialmente si coinciden también con la de los papiros, a propósito de
la no elisión de vocal final de palabra ante la inicial de la siguiente, nos
invitaba a reconsiderar, como años antes ya lo había sugerido Dilts (2002:
XVII–XVIII) el fenómeno y plantearnos que quizá no sea siempre de aplica9
Y es que en algunos casos tuvimos que asignar nuevas siglas, que antes no se hubieran empleado, para
aludir a estos manuscritos que hasta entonces apenas habían sido utilizados en las ediciones críticas,
cosa que a veces topó con la incomprensión de algún crítico foráneo, por ejemplo, a propósito de
la ñ. Dentro de nuestros proyectos, estimables aportaciones sobre los recentiores demosténicos se
encuentran también en Aguilar y Fernández-Sordo 2016 y Cancela Cilleruelo 2016.
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ción el principio de elisión casi mecánica, con lo que ello implica para las
cuestiones de ritmo y algunos principios tradicionalmente mantenidos,
como la supuesta evitación por parte de Demóstenes de tres o más vocales
breves seguidas (Blass 1897; Adams 1917).
La investigación en archivos y bibliotecas sobre los manuscritos demosténicos griegos a veces nos ha deparado el contacto con otro tipo
de manuscritos, también muy valiosos. Nos referimos a traducciones, en
latín o en castellano, hasta entonces inéditas, como la de Pedro Rúa (ca.
1580, en el manuscrito Matrit. BN 7806), la de Pedro de Valencia (en el
año 1606, en el manuscrito Matrit. BN 12968-20) o la de Luis de Castro
(2008 con González Vázquez) en el Salm. 91, o los primeros textos del
orador impresos en nuestro país, como ocurre con las Olintíacas, editadas
por Franscisco de Vergara en Alcalá, 1524, cuyo ejemplar depositado en
la Universidad de Salamanca se encuentra anotado por el Brocense. Todo
ello nos han permitido conocer mejor los avatares de la pervivencia de
Demóstenes en España (2002a, 2002b, 2003b y 2006), un capítulo que
todavía puede depararnos interesantes sorpresas en el futuro10 , porque
resulta extraño, especialmente si lo comparamos con lo ocurrido con
otros países de Europa, que la primera traducción latina publicada en
nuestro país sea la de J. Juvencius en 1754 para el Seminario de Villagarcía
de Campos, y que la primera española, del discurso Sobre la corona, se
retrase en Madrid hasta 1823: sin duda, existieron otras traducciones que
por diferentes razones (como las dificultades materiales o, incluso, la censura política en tiempos no muy proclives para la democracia defendida
por el orador en épocas de monarcas que, además, llevaban el mismo
nombre, «Felipe», que el antagonista rey macedonio —Filipo— contra el
que luchaba nuestro orador en sus célebres Filípicas) nunca llegaron a la
imprenta: habent fata sua libelli.
Y en este apartado reservado al orador por antonomasia debemos, por
último, mencionar un valioso, aunque hasta hace poco también descuidado manuscrito, localizado, además, muy cerca, en nuestra alma mater, la
Universidad Complutense de Madrid. Nos referimos al UCM 30, conocido tradicionalmente como «Léxico de S. Cirilo», un manuscrito griego
muy antiguo —de los más antiguos no sólo conservados en la Complutense, sino en toda España—, copiado, al parecer, hacia el año 1000 d.C. en
el S. de Italia, que contiene un rico y todavía no bien conocido material
10
Por ejemplo, la traducción decimonónica de la Primera Filípica por José Musso y Valiente (Molina
2004: II, 345–353).
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
lexicográfico (2019b), en el que destacan varios glosarios que hemos podido identificar como pertenecientes a autores cristianos, pero también
a profanos, como Homero, Aristófanes y el propio Demóstenes, que nos
ofrecen una interesante facies del texto que podía leerse en la Alejandría
del s. V d.C., cuando quizá se compilaron estos léxicos (2017a, 2018b).
2. Esquines
Era hasta cierto punto también natural que nuestra atención hacia Demóstenes en algún momento se desplazara hacia su gran rival político en
Atenas, el también orador Esquines. Y es que, en relación con sus manuscritos, también resultaba de aplicación —y casi de manera más clara— lo
que antes comentábamos a propósito de Demóstenes: el secular olvido
sobre unos manuscritos, los hispánicos, que apenas habían sido utilizados
en las ediciones críticas al uso. Aunque aquí más que hablar de manuscritos «hispánicos» habría que decir «ibéricos», porque uno de los que
más ha centrado nuestro interés se halla en Lisboa: el que «bautizamos»
como «Olissiponensis 463», protagonista también de una curiosa historia,
pues es un manuscrito griego copiado, según parece, a principios del
s. XVI y que se encontraba todavía disponible en la Biblioteca Nacional
de Lisboa en 1892, cuando lo manejó Graux (1892: 304–305), el último
filólogo que parece haberlo consultado directamente, pero que luego pareció perderse hasta que en fecha relativamente reciente (2009a: 258–269)
pudo «reaparecer» gracias al encomiable celo de una bibliotecaria portuguesa ante las solicitudes y peticiones de quien esto suscribe. La razón, por
simple, no deja de ser curiosa: como el manuscrito contiene el discurso
Contra Ctesifonte, de Esquines, muy relacionado temáticamente con el
proceso y discurso Sobre la corona, de Demóstenes, alguien, en algún
momento, puso a lápiz, en el encabezamiento del manuscrito, el título
erróneo «Oraçao da Corôa», lo que probablemente provocó que después
se encuadernara junto a la primera edición Aldina de Demóstenes (1504)
y así se le perdiera el rastro hasta esa «reaparición» en 2009. Aunque se
trata de un manuscrito griego de copista todavía no identificado, pero
de claro perfil humanístico, por la multitud de glosas que intercala, su
testimonio presenta valor para la constitutio textus del texto de Esquines,
con relaciones con la edición Aldina e, incluso, con algún manuscrito
hispánico, como el Matrit. BN 4693. Por ello, una investigadora portuguesa, E. Caçao, tuvo a bien aceptar nuestra sugerencia para que dedicara al
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manuscrito Olissiponensis 463, siglado por ella como U, una Tesis doctoral,
defendida en la Universidad de Coimbra en 2019.
Además de presentar el «recuperado Olissiponensis», en nuestro trabajo
de 2009 dábamos cuenta de otros dos recentiores, esta vez hispánicos,
también hasta entonces muy descuidados, aunque valiosos desde el punto de vista textual: los Matritenses BN 4693 (copiado por Constantino
Láscaris, ca. 1462, siglado como Z)11 y BN 4809 (M, copiado por Juan
Escutariotes en fecha aproximadamente contemporánea al anterior). Como hicimos en Demóstenes, de la recensio y collatio intentamos después
pasar a la emendatio de algunos pasajes esquineos (2010a) y a la propia
editio critica, concretamente de las Cartas atribuidas al orador (2012),
contando esta vez con la imprescindible colaboración de García Ruiz, un
gran conocedor en nuestro país de los oradores griegos (2000). En el momento de redactar estas líneas acaba de aparecer nuestra edición bilingüe
de ambos corpora epistolográficos atribuidos a Demóstenes y Esquines
—la primera de este tipo de la que tenemos constancia—, muy interesantes
por su contenido, aunque con dudas razonables sobre su autenticidad,
al menos en lo que se refiere a Esquines. En ella se ha incorporado el
testimonio de varios manuscritos hispánicos: Scorial. R.I.20, s. XIV (E),
Matrit. BN 4637, ca. 1480 (T), para las atribuidas a Demóstenes; y Matrit.
BN 4809, s. XV (M), Matrit. BN 4693, ca. a. 1462 (Z), para las atribuidas
a Esquines. También hemos contribuido a rescatar (2009a: 249) del olvido
una de las primera y más bellas ediciones de este Epistolario, la de Ch.
Wechel (París, 1550).
Líneas arriba aludíamos a cómo a veces desde las cuestiones de crítica
textual uno debe deslizarse a las de autenticidad literaria de los corpora
transmitidos, como en el conjunto de Cartas atribuidas a Demóstenes
y Esquines (2016). En el caso de este último, ello nos ocurrió al colacionar
un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, el ya citado Matrit.
BN 4693. Pues bien, al final de la Carta III12 atribuida a Esquines, en
este manuscrito y una parte minoritaria del resto de la tradición aparece
un curioso epigrama holodactílico en el que el orador parece quejarse de
la situación en la que se encuentra Atenas, dominada entonces por los
11
12
Puede verse también Cancela Cilleruelo 2012.
En las atribuidas al rival, Demóstenes, puede encontrarse un buen ejemplo de cómo, a veces, puntuales
cuestiones paleográficas pueden alterar ideas tradicionalmente asentadas sobre la transmisión de un
autor. Clavaud 1987: 73 consideraba que el texto del manuscrito Matrit. BN 4637 «a visiblement été
écrit très vite, avec d’autres modèles sous les yeux, en particulier l’A ldine», pero razones paleográficas
aconsejarían invertir esta relación, porque la copia del manuscrito por Constantino Láscaris parece
realizada ca. 1480, algunos años antes que la publicación de la edición Aldina de las Cartas (1499).
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
partidarios de Demóstenes, cuando Esquines tuvo que exiliarse. Teniendo en cuenta que del orador se conservan, al parecer, varios epigramas
hexamétricos más, sopesamos (2009a: 256–258) la posibilidad de atribuirle también éste, aunque sin excluir tampoco que fuera una cita de un
fragmento literario (quizá épico) hasta entonces desconocido, o incluso
un producto humanístico más tardío.
3. Hiperides (y otros oradores)
El caso de Hiperides es verdaderamente singular en el panorama de la
crítica textual griega contemporánea, pues es uno de los pocos autores
clásicos griegos cuyo corpus ha aumentado considerablemente en los
últimos años gracias a la transmisión parcial de dos nuevos discursos en el
llamado «Palimpsesto de Arquímedes», esto es, en el códice medieval con
autores griegos que fue borrado para copiar en él obras cristianas. Entre
los primeros se encuentra Arquímedes, pero también dos discursos del
orador Hiperides, contemporáneo de Demóstenes, que los filólogos están
—porque la labor todavía continúa— intentando leer en el texto primitivo
o inferior, borrado de manera incompleta, y que puede recuperarse, no sin
dificultades, gracias a novedosas técnicas de lectura: es el llamado «Nuevo
Hiperides». J. Muñoz, estudiante entonces del máster de Filología Clásica,
aceptó en 2010 el reto de publicar la primera traducción española de todo
lo que se había recuperado del discurso Contra Diondas —temáticamente
relacionado con el demosténico Sobre la corona—, acompañada de amplio
comentario y algunas propuestas críticas (2011 y 2012a), anticipándose
así en algunos años a la monografía de Horváth (2014); y nosotros, más
recientemente, hemos intentado hacer los mismo con el fragmento, menor
en extensión, del otro discurso de Hiperides, esta vez de carácter judicial,
el Contra Timandro (2021b)13 .
13
También habría que hacer en este apartado mención de otros oradores distintos de los anteriores, como
Lisias, del que se ha podido recuperar un corto fragmento, traducido por Pedro de Valencia (2008a),
o el Ad Demonicum de Isócrates (2013, en colaboración con García Ruiz), editado por Francisco de
Vergara (Alcalá de Henares, 1526), que guarda una interesante relación textual con otros recentiores
hispánicos (Scorial. Σ.I.14, copiado por Miguel Apostolios en Creta post 1453 y Tolet. 101-13, de la 2.ª
mitad del s. XV, quizá copia del Laur. 58.15, con letra parecida a la de Demetrio Calcondilas) y con la
edición Aldina (Venecia, 1513, al cuidado de Marcos Musuros).
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4. El rétor Menandro (y otros rétores y gramáticos)
El caso del influyente rétor griego Menandro de Laodicea (s. III d.C.), al
que se atribuyen dos Tratados sobre cómo componer distintos discursos
de ocasión, puede considerarse también paradigmático sobre el secular
descuido sobre los manuscritos recentiores en general e hispánicos en
particular. En 1981 D.A. Russell y N.G. Wilson sacaron a la luz en Oxford
una edición bilingüe comentada, que todavía hoy resulta imprescindible.
Sin embargo, en la edición del texto griego decidieron no contar apenas
con los manuscritos recentiores, en la idea de que todos derivarían directa
o indirectamente del manuscrito P (Paris. Gr. 1741, del s. X) y aportarían
«a los sumo, triviales correciones al texto». Unos años después recibimos
el encargo para publicar la que habría sido la primera traducción española de este rétor. Cuando ya la teníamos prácticamente concluida, el
prof. Lasso de la Vega nos sugirió que aprovechásemos la circunstancia
para consultar el manuscrito Matrit. BN 4738, copiado por Jorge Crívelli
en la segunda mitad del s. XVI, cosa que hicimos. Y, para nuestra sorpresa,
comprobamos que divergía en no pocas ocasiones de P para ofrecernos un
texto digno, por lo menos, de ser considerado como alternativa en algunos
pasajes especialmente controvertidos, así como un número relativamente
alto de variantes que, en ocasiones, anticipaban conjeturas y correcciones
posteriores de filólogos, e invitaban, en algunos casos, a proponer diferentes soluciones textuales (1992 y 1993b). Lo ocurrido con el manuscrito
Matritense lo vimos después corroborado en otro manuscrito hispánico, el Scorial. Σ.III.15, aproximadamente contemporáneo del anterior
y copiado, según pudimos corroborar luego, por el importante copista
cretense Aristóbulo Apostolios (1994, 1997a). Lo ocurrido con los dos
manuscritos hispánicos de Menandro asentó en nosotros la sospecha de
que también pudiera ocurrir lo mismo con otros manuscritos menandreos
conservados en distintas bibliotecas europeas y descuidados por Russell
y Wilson, y nos disuadió de llevar aquella traducción, ya concluida, a la
imprenta, permaneciendo aún manuscrita. Nuestra conclusión de conjunto fue que estos recentiores no deberían haber sido excluidos en bloque
de la recensio y collatio por Russell y Wilson, porque un grupo de ellos
podría, incluso, ser testimonio de una nueva familia textual hasta entonces
desconocida que anticipaba a veces soluciones textuales a pasajes en los
que la lectura de P y sus descendientes no era satisfactoria (2001, 2013b
y 2021a: 292–295): de nuevo, pues, recentiores non semper deteriores, como recientemente comprobó B. Muruzábal en su tesis doctoral (2018), en
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
la que se presentaba un texto griego de Menandro enriquecido por todos
esos recentiores14 y discrepante, en no pocas ocasiones, del ofrecido por
Russell y Wilson y que, pese a todo, ha seguido manteniendo Race (2019)
en una edición posterior, prácticamente una reproducción de aquella. En
algunos de estos recentiores podría situarse también la discutida fuente de
la edición Aldina del rétor (2017d). También en el caso del rétor Menandro hemos intentado que los nuevos datos se reflejen en alguna edición
crítica, concretamente en la de su espléndido e influyente Lógos Basilikós
(2013c, e, 2014b)
Y como a veces ocurre cuando se rastrean manuscritos por las bibliotecas, en ocasiones aparecen también otros testimonios que, en principio,
no se buscaban, como un epigrama casi desconocido, en forma de dísticos
elegíacos, con el nombre del célebre escultor Praxíteles, en el manuscrito Riccard. 29 (1998), o unas notas críticas anónimas en latín a casi
un centenar de pasajes de Menandro, conservadas en el manuscrito Sinner 39, ff. 9–26, de la Biblioteca Nacional Central de Florencia, y que
nosotros atribuimos (2007a y 2016d) al conocido filólogo alemán Federico Jacobs (1764–1847), o una copia autógrafa del humanista italiano
A. Poliziano (1481) del texto griego de unos de los capítulos (el «Epitalamio») del Tratado II menandreo (Harsting 1997: 13–32; 2001: 19–21),
así como las primeras traducciones publicadas (A. Londano, Padua 1553,
y N. Conti, Venecia 1558), cuyas fuentes estamos intentando actualmente
dilucidar.
Y, además, como entre los dos Tratados atribuidos a Menandro se intercala en casi toda la tradición manuscrita el opúsculo griego conocido
como De materiis rhetoricis, atribuido al también rétor Alejandro de Numenio (s. II d.C.), todo lo concluido a propósito de la transmisión de aquél
también sería de aplicación en éste, como pudimos comprobar al ofrecer
un estudio (2007b) y nueva edición crítica (2016b), precedida años antes
(1999) de la que creemos primera traducción en una lengua moderna.
Lo sucedido con los rétores Menandro y Alejandro también, en cierto modo, ocurrió con el gramático y crítico griego tardío Platonio y el
14
En 2020a hemos podido elevar su número añadiendo el Vat. Gr. 1405, copiado a finales del s. XV por
Bartolomeo Comparini y Scipione Forteguerri, que Muruzábal no pudo estudiar, así como el Vat.
Gr. 1890, códice facticio copiado a mediados del s. XVI que trasmite, además de algunos párrafos del
Tratado I de Menandro, algunas «excerptas retóricas» anónimas. Mención especial merece el autor
medieval José Rhakendytes (1280–1330), autor de una Enciclopedia que incorpora fragmentos de otras
obras y autores, entre ellas el capítulo del Logos Basilikós del rétor Menandro. Los manuscritos que lo
transmiten, como el Vat. Gr. 899, el Par. Gr. 3031 o los Marc. Gr. 8.18 y 444, aunque no aparezcan
mencionados en «Pínakes», deben ser tenidos en cuenta para la constitutio textus de este influyente
capítulo menandreo.
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manuscrito Salm. 233 (S), de mediados del s. XV, de la Universidad de
Salamanca, que no había sido tenido en cuenta por reconocidos editores
de Platonio, como Koster (1975) y Perusino (1989), pese a ser depositario,
como pude comprobar con García Romero (2000), de algunas lecciones
nuevas que deberían, aparecer, si no como texto genuino, sí al menos
dentro del aparato crítico de ediciones futuras15 .
5. La Academia Greco-Latina Matritense
Antes nos hemos referido a las sorpresas que a veces nos proporcionan
las pesquisas en los fondos manuscritos de las bibliotecas. Al «excavar
papeles», como diría nuestro colega F. García Jurado, a veces se hallan
cosas que quizá ni se esperaban ni buscaban. Ya lo hemos visto a propósito
de Demóstenes, Esquines y Menandro (2011a), y nos ocurrió también en
los fondos de la Biblioteca de Filología de la Universidad Complutense
con los documentos de una institución poco conocida hasta entonces,
pese a ser el germen en el s. XVIII de lo que luego sería la actual Sociedad
Española de Estudios Clásicos, anfitriona precisamente de este volumen
sobre manuscritos. En efecto, en una de esas «inmersiones» por los fondos
manuscritos de la Complutense me encontré con una riquísima documentación que había pertenecido a una poco conocida «Real Academia Latina
Matritense» (1755), refundada en 1831 como «Academia Greco-Latina»
española. Inmediatamente pude darme cuenta de que lo allí custodiado
(actas de reuniones, disertaciones, informes científicos, listas de socios
y académicos, etc.) desbordaba las fuerzas —y las competencias— de una
sola persona, pero en este apasionante viaje pude contar también, además
del ya citado García Jurado, con la colaboración entusiasta de C. González Vázquez y P. Hualde Pascual; con esta última pude editar, traducir
y comentar (2000) un documento muy interesante: el discurso en griego
clásico de elogio a la lengua griega de uno de los académicos, Saturnino
Lozano, pronunciado en 1831, en la sesión solemne del Ayuntamiento de
Madrid en la que se refundó la Academia.
15
En este apartado también podrían incluirse las notas textuales a Juan Estobeo (1989) y a Máximo de
Tiro (2005b).
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
6. La génesis de la Biblia Políglota Complutense
Estas maravillosas sorpresas que a veces deparan los fondos manuscritos
también han afectado a la que pasa por ser una de las cumbres «ecdóticas»
no sólo de la Universidad Complutense, sino de todo el Humanismo
español: la edición (1514–1517) de la célebre Biblia Políglota Complutense,
magna obra filológica alentada por el cardenal Cisneros.
Se sabía que para la elaboración de la columna griega de la Políglota
los editores complutenses, entre los que se hallaba el cretense Demetrio
Ducas —llamado por Cisneros para ser el primer catedrático de griego de
la nueva Universidad (2018a)— contaron con varios manuscritos prestados por la biblioteca Vaticana (el Vat. Gr. 330, del s. XIII, y el Vat. Gr.
346, algo posterior) y quizá también con un manuscrito enviado a Cisneros desde Venecia, el actual UCM 22 (= 442 Rahlfs), códice en fino
pergamino que pareció destruirse hacia 1938 en los combates de la guerra
civil española en torno a la Facultad de Filosofía y Letras. Todavía en el
catálogo de los manuscritos griegos de la Complutense que G. de Andrés
elabora en 1974 el manuscrito se daba por deperditus16 , pero unos años
después ya aparecen algunos fragmentos, muy dañados, que personas
cualificadas de la Biblioteca Histórica intentan recuperar y restaurar, lo
que permite que poco después algunos especialistas como N. Fernández Marcos (2005), A. Bravo (2008) y J. Ángel Espinós (2009) puedan
realizar los primeros estudios directamente sobre esos fragmentos del
manuscrito. Posteriormente, en 2017, con motivo del inicio de una nueva
catalogación, impulsada por A. López Fonseca y concluida en 2019, de los
fondos manuscritos de la Complutense, a la que fui invitado, pude comprobar que eran muchísimos más —centenares— los fragmentos que, casi
milagrosamente, se habían conservado, muchos de ellos muy pequeños
y deteriorados, porque el manuscrito al parecer ardió, tras recibir el impacto de un proyectil, durante aquellos combates en Ciudad Universitaria.
Por esos mismos años, un investigador portugués, C. Martins de Jesus, se
incorpora con un contrato postdoctoral a la Complutense, al proyecto que
yo entonces dirigía17 , para trabajar sobre manuscritos griegos, y acepta
generosamente dedicarse conmigo a la tarea de intentar recuperar y poner
a disposición de los investigadores todos los fragmentos conservados en
16
17
Como todavía bastante después en la monografía de O’Connell 2006: 82, n. 29; 89, n. 53.
En 2015 ya había trabajado con varios manuscritos griegos hispánicos para editar la pseudo-aristotélica
recopilación de epigramas Pepli Epitaphia, que en 2021 E. Moreno tradujo por primera vez al español
en su Trabajo final de Grado.
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un documento digital en acceso libre, cosa que finalmente se consigue
a finales de 2018, tras haber realizado más de seiscientas fotografías en
total de los fragmentos, e intentar identificar el texto trasmitido por cada
uno y ordenarlos en su secuencia más cercana al original. Llegamos, pues,
al «recuperado» UCM 2218 , la «Biblia perdida de Cisneros», como lo
llamó un periodista que se hizo eco de la noticia19 , y que ya nos ha permitido comprobar o matizar algunas cosas que hasta entonces, cuando no se
podía acceder al documento digital, eran más hipótesis que conclusiones
contrastadas. Por ejemplo, hoy sabemos (2020b, c y Martins 2020a, b)
que, en efecto, el manuscrito UCM 22 fue modelo de la columna griega
del texto de los Setenta en la Políglota, pero no de la misma manera en
todos los volúmenes: fuente secundaria en los vol. II y III de la Políglota, se convierte en principal en el vol. IV, sobre todo en Macabeos, texto
que precisamente estaba ausente en los dos manuscritos prestados por
la Vaticana. O que, en efecto, como ya aventuró A. Bravo (2008: 34–35),
el manuscrito fue anotado por el humanista cretense Marcos Musuros
(1470–1517), pero en mayor medida de lo que se creía, como ocurrió
también con el otro manuscrito bíblico anotado por Musuros, el Lond.
10968, que se considera fuente de la edición Aldina de la Biblia. O que
en sus anotaciones Musuros, ya al final de su trayectoria, parece haber
consultado otros manuscritos de la Biblioteca Marciana de Venecia, en
especial el vetustissimus Marc. Gr. 1 —uno de los principales de la Biblia—,
con lo que el manuscrito complutense, pese a ser cronológicamente un
recentior, presenta también una valiosa veta de texto antiquior, nueva
evidencia de lo que viene siendo casi «Leitmotiv» de este estudio: que los
recentiores no necesariamente deben ser deteriores, pues todo depende
de la calidad de su modelo (2022). O que las anotaciones de Musuros,
estrecho colaborador de Aldo, parecen sugerir que el manuscrito UCM 22
pudo estar destinado originariamente a la elaboración de la Aldina de la Biblia, una edición que cronológicamente suele figurar como anterior a la
Políglota, pero que en realidad se imprimió poco después (1518), aunque
la Políglota (1514–1517) recibió después que ella la autorización papal,
hacia 1520, para su distribución. Como ya hemos recordado, habent sua
fata libelli, cada libro tiene su particular historia azarosa y éste de la Complutense no podía ser menos: probablemente se recuperó de las trincheras
o parapetos del campo de batalla por alguien anónimo, quizá L. López
18
Que se puede consultar en: http://dioscorides.ucm.es/proyecto_digitalizacion/index.php
19
Diario «La Razón», 24-12-2018, pp. 10–12.
?doc=5309456614&y=2011&p=1#_blank
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
Castro, conserje bibliófilo de la Facultad en aquellos turbulentos años de
la guerra civil española y del que sabemos que también rescató, a veces,
incluso, con riesgo personal, un rico patrimonio bibliográfico del que hoy
podemos seguir disfrutando en la Complutense; y gracias a la estancia
en ella, muchos años después, del prof. Martins de Jesus —colaborador
también de este volumen con una contribución precisamente sobre las
fuentes griegas de la Políglota, a la que remitimos para ahondar sobre esta
cuestión—, con la eficaz colaboración de todo el personal de la Biblioteca
Histórica, con los precedentes, también imprescindibles, de investigadores
como los antes citados, hoy podemos disfrutar de nuevo del «recuperado»
UCM 22. A todos ellos, desde estas páginas, el testimonio sincero de mi
reconocimiento y gratitud20 .
Pero con esta «recuperación» no se agota, ni mucho menos, ese misterio
que parece envolver la génesis de la Políglota, porque hay lecturas que
no coinciden ni con los Vaticanos prestados por el Papa ni con el UCM
22 enviado desde Venecia. ¿De dónde, pues, proceden? Por ejemplo, en
el caso de los Salmos, líbro bíblico no transmitido por esos manuscritos,
se sospechaba que su fuente principal era el UCM 23, un manuscrito
griego en papel, al parecer también de comienzos del s. XVI y origen
veneciano, que trajo a Alcalá precisamente Demetrio Ducas, y que sólo
trasmite esta parte de la Biblia, así como unas oraciones que recientemente
(2019b) hemos podido editar y traducir, pues parecen muy antiguas al
contener ecos de los primeros padres de la Iglesia e incluso una de ellas
(la oración a la Virgen) algunas coincidencias con un papiro del s. III
d.C. (Rylands 470)21 .
Pues bien, el cotejo de ambos testimonios, Políglota y UCM 23, confirma, en efecto, este parentesco textual, pero no agota todas las preguntas,
pues también hay pasajes discrepantes. ¿De dónde tomaron los editores complutenses estas variantes? ¿Fueron conjeturas propias? Estudios
recientes (Martínez 2021: 311–321) y en curso22 parecen sugerir como
fuente secundaria otro libro de la antigua Biblioteca de Alcalá: la edición
20
21
22
Con motivo de la celebración de las dos últimas Semanas de la Ciencia en Madrid hemos podido
elaborar dos cortos vídeos divulgativos, sobre la «recuperación» del UCM 22 y sobre el fondo griego
manuscrito de la Complutense, que se pueden consultar, respectivamente, en estos enlaces:
https://www.youtube.com/watch?v=QeY5VLChq4c
https://www.youtube.com/watch?v=9068NUExzLc
Diario «La Razón», 5-2-2023, pp. 52–53.
Como los que Lorena Molina está desarrollando actualmente en Oviedo.
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Aldina de los Salmos, ca. 1496–1498, anterior a la Aldina del resto de la
Biblia (1518)23 .
7. El «Álbum de copistas de manuscritos griegos en España»
Esta iniciativa nació hace más de veinte años en el Seminario 37 de la
Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid con unas
motivaciones muy concretas y con el soporte de uno de los proyectos de
investigación antes aludidos. En 1983 (204 y 221–222) el prof. A. Bravo
había sugerido la conveniencia de contar en España con colecciones de
láminas de diferentes copistas para progresar en la identificación de aquellos que no habían firmado su trabajo24 . Desde hacía unos años también
funcionaba en ese Seminario el SEMGE, «Seminario para el Estudio de
Manuscritos Griegos en España», con el propósito de impulsar el estudio
integral de dichos manuscritos. Por otra parte, desde 1981 habían aparecido en Viena los primeros volúmenes del Repertorium der griechischen
Kopisten (RGK), impulsado por Gamillscheg, Hunger y Harlfinger. Como
entre sus proyectos iniciales (ni finales, como luego pudo comprobarse)
no estaba incluir España, pareció una buena idea —modesta, pero quizá
práctica— poner a disposición de los interesados todas las láminas que
teníamos en el Seminario para las clases de paleografía y crítica textual
griegas, y que completamos hasta ofrecer una muestra de la letra de cada uno de los copistas con seguridad identificados en los manuscritos
griegos en España (dos muestras si el copista contaba, además, con firma
o subscripción). Nuestro modesto «Álbum de copistas de manuscritos
griegos en España» nacía así con un estructura muy sencilla. Se dividiría
en volúmenes: primero, el de la Biblioteca de El Escorial y, después, el de
la Nacional de España. La lista de copistas en cada biblioteca iría ordenada
alfabéticamente, en latín, precedida por un número de orden. Una colega latinista, S. Romano, confeccionó técnicamente la web, también muy
sencilla y funcional, para que pulsando sobre cada nombre del copista
inmediatamente aparecieran luego una o dos muestras de su letra. En esta
primera fase del «Álbum» pude contar también con la entusiasta colaboración de F. García Romero y de L. Sanz Mingote. Posteriormente aceptó
23
Y ya que estamos hablando de la Biblia, los colegas latinistas nos perdonarán que hayamos hecho alguna
incursión en manuscritos latinos, concretamente en los dos hispánicos (los Matritenses BN 10238
y UCM 114) que transmiten un Epistolario, también apasionante y hasta cierto punto enigmático:
el de las supuestas Cartas cruzadas entre Séneca y S. Pablo (2005a), tampoco antes utilizados en las
ediciones críticas de esta obra.
24
Años después también J. M. Fernández Pomar 1986: 1.
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
la invitación de incorporarse a los trabajos del «Álbum» T. Martínez Manzano con la elaboración de un tercer volumen, dedicado a los copistas
griegos de los manuscritos de la Universidad de Salamanca, que ella tan
bien conoce, pero sin incluir todos los copistas, sino sólo los nuevos, es
decir, los que no estaban representados en los dos volúmenes anteriores
(Nacional de Madrid y El Escorial).
A pesar de los años transcurridos, la página del «Álbum» sigue todavía disponible para consulta en acceso libre25 , aunque la Universidad
Complutense ya nos ha informado de que pronto la cerrará para pasarla a otro formato y repositorio institucional, lo que no deja de ser una
lástima, ya que aparece así citada en numerosos trabajos y páginas, incluida la de «Pínakes», porque, según la información que nos llega, ha
contribuido, mediante el rápido cotejo de sus centenares de láminas, a la
identificación de copistas de otros manuscritos hasta entonces no identificados. Con el trasvase a la nueva web será también el momento de
realizar una completa actualización del «Álbum», ya algo obsoleto tras
más de veinte años de funcionamiento: habría que retirar algunas láminas
y corregir identificaciones erróneas, incluir otras nuevas, incorporar una
breve biblio-biografía para cada copista, etc.; en definitiva, intentar adaptarlo a las nuevas necesidades del s. XXI. Á. Cancela, bajo la supervisión de
T. Martínez Manzano —ambos también colaboradores de este volumen—
ya se han encargado de esa parte más científica, quedando aún pendiente
la más técnica de puesta en marcha de la nueva página. Deseamos que un
«Álbum» de pretensiones tan modestas como con las que nació el nuestro
siga en el futuro, en esta nueva etapa y, quizá, bajo otra dirección, siendo
de ayuda en la siempre difícil tarea de paleógrafos y codicólogos.
8. Los criterios lingüísticos de autenticidad literaria
En un volumen sobre manuscritos griegos y latinos quizá pueda resultar extraña la inclusión de este último apartado, dedicado a los criterios
lingüísticos de autenticidad literaria, pero, como ya hemos apuntado,
por el carácter de los corpora en los que a menudo hemos trabajado es
una cuestión que desde el principio también hemos tenido que abordar.
En efecto, debe tenerse en cuenta que sobre casi la mitad de las obras
transmitidas bajo el nombre, por ejemplo, de uno de nuestros autores
preferidos, Demóstenes, pesan dudas más o menos fundadas de auten25
En http://www.ucm.es/info/copistas
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ticidad: son a él atribuidas en los manuscritos colacionados, pero ¿son
verdaderamente suyas? ¿Hay criterios suficientemente objetivos, incluso
de carácter experimental, para guiarnos en tan complicada cuestión? Lo
mismo puede decirse de otros oradores, como Lisias, ya que este género
de la oratoria y la retórica parece especialmente abonado a los ensayos
sobre métodos cuantitativos mediante índices de frecuencias para probar
o no la autenticidad de las piezas que lo componen26 .
Quizá sea ésta la razón de que, casi a la vez que iniciamos nuestros
estudios sobre los manuscritos griegos, también comenzaron los intentos
por aclarar las cuestiones de autenticidad de los corpora transmitidos.
Bajo la influencia de Dover (1968 y 1997), nuestros primeros estudios
fueron encaminados al análisis comparativo del léxico de las distintas
piezas atribuidas a un mismo autor. Particularmente, nos fijamos en los
denominados «hápax», esto es, palabras que aparecen una sola vez, bien
en el conjunto de la obra atribuida a ese autor en cuestión («hápax relativos»), como en el resto de la literatura conservada en griego («hápax
absolutos»), en la idea de que dentro de corpora homogéneos, como pueden ser, por ejemplo, los discursos políticos de Demóstenes, el desvío, por
exceso o defecto, de estos índices en algunas piezas puede ser indicio de no
autenticidad. Así pudimos concluir que unos índices de 2 a 4 (cada 1000
palabras) se encuentran preferentemente en los discursos demosténicos
con más visos de autenticidad, mientras que por encima de 13 aparecen
en obras muy dudosas o claramente apócrifas (1988, 1993a, 1997b, 2014a,
2016a, 2018c). Análogamente, en la correlación cuantitativa de dos de las
principales partículas griegas μέν / δέ (forma plena) – δ’(forma elidida)
también se ha observado que μέν > δέ < δ’ parece un rasgo reservado
a las piezas auténticas (2007d) o que la presencia del pronombre ἐγώ o de
las interrogativas directas en los discursos también parece obedecer a ciertas tendencias que se revelan tras cuidadosos estudios de frecuencia. Los
últimos «experimentos» en este apartado corresponden a lo que hemos
denominado «fonometría» o, mejor dicho, «perfil fonométrico de autor»
(2011b, 2016a y 2017b). Se trata aquí de desvelar cuál es la «impronta»
o el patrón de sonidos preferidos por un determinado autor en sus obras
unánimemente consideradas auténticas y compararlo con el de las más
dudosas o claramente apócrifas, método que también hemos aplicado
a los autores dramáticos, con conclusiones, al parecer, positivas, porque
26
Aunque también se ha aplicado a otras obras de autenticidad discutida, como el Prometeo encadenado
(2003a) o algunos fragmentos dramáticos (2016a).
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veinticinco años de proyectos sobre manuscritos griegos en españa
la medida de la frecuencia de todos los sonidos empleados por un autor
configura, de menor a mayor, una «secuencia fonométrica» muy personal,
a menudo inconsciente, pero significativa, al entrar en juego miles de
fonemas, que no altera la repetición intencionada de alguna palabra en
determinados pasajes. El último trabajo en este campo pertenece más bien
al de la fonética sintáctica (2021), porque al estudiar todas las palabras
contiguas al vocativo con que se inicia cada discurso demosténico (ὦ
ἄνδρες Ἀθηναῖοι / ὦ ἄνδρες δικασταί) hemos creído descubrir una clara
tendencia a evitar hiatos en las piezas de más segura paternidad demosténica. En cualquier caso, es éste un campo prometedor, pero que debe
manejarse con cautela y con afán integrador de otras perspectivas más tradicionales que puedan aclarar esta complicada cuestión de la autenticidad
literaria.
Debemos poner final aquí a esta contribución de carácter eminentemente complexivo y sinóptico. Como decíamos al comienzo, nuestra
«singladura» a lo largo de estos más de veinticinco años por los manuscritos griegos ha sido —y sigue siendo— apasionante. En este punto de
nuestro «viaje», cuando ya en el horizonte se adivinan los perfiles del
puerto al que arribaremos, sólo nos vienen a la mente palabras de agradecimiento para todos los que lo han hecho posible —estudiantes, colegas
e instituciones—, sin olvidar a los propios protagonistas, los manuscritos,
y acabar, como en aquella subscripción del viejo manuscrito griego, pidiendo la benevolencia del lector y mostrando la alegría por haber llegado
ya casi a puerto:
Τέλος τούτου βιβλίου Θεοῦ χάρις ἀμήν.
῞Ωσπερ ξένοι χαίρουσιν ἰδεῖν αὐτῶν πατρίδα,
οὕτω καὶ οἱ γράφοντες βιβλίου τέλος.
(ms. Matrit. BN 4580, f. 70)
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Algunas notas sobre la relación entre transmisión
manuscrita y carácter literario de las regulae
monachorum de la Hispania visigoda1
Some Notes on the Relationship between Manuscript
Transmission and the Literary Character of the Regulae
Monachorum of Visigothic Hispania
ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO
Universidad Complutense de Madrid
ivelaz@ucm.es
doi: 10.48232/eclas.162.03
Recibido: 13/10/2022 — Aceptado: 28/10/2022
Resumen.— En este artículo se parte de la hipótesis de que las denominadas reglas monásticas, además de ser originariamente textos normativos y de conducta, se convierten en textos
literarios de carácter didáctico, a veces exhortativo, que se incorporan en los denominados
codices regularum y guardan estrechas relaciones intertextuales entre sí. Centrado el trabajo en las regulae monachorum de la Hispania de época visigoda, se defiende aquí que la
transmisión de estos textos en codices regularum debe vincularse a su carácter literario y al
alcance de la difusión y éxito de cada uno de ellos.
Palabras clave.— reglas monásticas; transmisión manuscrita; géneros literarios; Hispania
visigoda
Abstract.— This article is based on the hypothesis that the monastic rules, originally normative and behavioural texts, become literary texts of a didactic nature, sometimes exhortative,
which are incorporated into the so-called codices regularum and have close intertextual
relationships with each other. Focusing on the regulae monachroum of Visigoth Spain, it is argued here the transmission of these texts in codices regularum must be linked to their literary
character and to the extent of the dissemination and success of each of these texts.
Keywords.— Monastic rules; manuscript transmission; literary genres; Visigothic
Spain
1
Este trabajo está adscrito al Proyecto AVIPES-CM (Ref. H2019/HUM-5742) de la Comunidad de Madrid y Fondo Social Europeo y al Proyecto Corpus de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid
para la Historia Antigua de España (Ref. PID2019–109530GB–I00) del MICINN. Deseo agradecer
a los revisores anónimos del trabajo sus oportunas correcciones y sugerencias y muy especialmente la
advertencia de dos manuscritos que desconocía. En concreto el identificado como Va, de la Biblioteca
Vaticana, Pal. lat. 228, y que me ha sido posible consultar. No he conseguido por el momento acceder
al manuscrito de la Staatsbibliothek de Berlín, que cito en la nota 45.
Estudios Clásicos – 162
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
1. Reglas monásticas: de textos normativos a textos literarios
Sobre el monacato antiguo occidental existe una inmensa bibliografía
tanto de ediciones críticas como de estudios sobre su historia. Sin duda
los doce volúmenes sobre la Histoire Littéraire du movement monastique
de De Vogüé (1988–2008), así como diversas webs actuales dedicadas
al estudio y actualización sobre el monacato medieval ofrecen buenos
indicios de ello2 . No obstante, sobre el monacato de la Hispania de época
visigoda aún hay algunas cuestiones pendientes, como abordar una edición
crítica de las reglas monásticas que se redactaron en dicha época3 .
Aunque hablamos habitualmente de regulae, no siempre reciben esta denominación. Algunas se conocen como instituta, praecepta, leges
o iudicia, en concreto los opúsculos incluidos en el llamado Corpus Pachomianum, mientras que, por el contrario, puede haber obras designadas en
los manuscritos como regulae, pero que, en realidad, no lo son. Además,
en ocasiones, el término regula se menciona en los textos para referirse
a la normativa concreta que rige un monasterio y que ha sido dictada por
un abad o un obispo para un centro o varios. La expresión uiuere sub
regula significa tal normativa (Bishko 1967), pero también puede referirse
a diferentes normas o preceptos concretos que incluso quedan mencionados a veces dentro de las propias reglas monásticas (Freire Camaniel
1998: 180–188).
Podemos pensar que las reglas monásticas son meros textos de carácter
normativo, como indica Freire Camaniel (1998: 177) «las reglas regulan
la vida del monasterio; poco más son que normas de conducta». Sin embargo, las reglas monásticas de Occidente son herederas de las orientales,
algunas de ellas traducidas al latín y coetáneas de las primeras reglas occidentales redactadas directamente en esta lengua por otros autores. Se
han establecido ocho «generaciones» de reglas diversas desde finales del
siglo IV hasta a la segunda mitad del siglo VII (De Vogüé 1985a). La clasificación dada por este autor refleja la secuencia cronológica de conjuntos
de reglas que se han ido produciendo en el tiempo, siendo una o varias de
cada grupo así ordenado «generador» de una o varias del grupo siguiente,
2
Como la sostenida por Albrecht Diem, de la Universidad de Siracusa, titulada Monastic Manuscript
Project http://www.earlymedievalmonasticism.org/ {2/7/2022}. Aunque el foco está situado
esencialmente en los manuscritos que transmiten textos monásticos, en rigor va mucho más allá
y remite, a su vez, a otros enlaces de interés. A título de curiosidad, el autor ha elaborado una lista
bibliográfica sobre monacato tardoantiguo y altomedieval que en 2021 alcanzaba los 10.179 títulos.
3
La edición existente de Campos y Meliá 1971 no es propiamente una edición crítica. Se ofrece el texto
y traducción y es la utilizada habitualmente para las reglas monásticas hispanas.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
isabel velázquez soriano
de manera que, como señala este autor, «forment littérairement une véritable famille». Uno de los aspectos más destacables es que las reglas del
primer grupo: Regula Augustini (RAug), Regula quattuor patrum (RIVP),
Regula Basilii (RBas), Corpus Pachomianum (CPac) son las que influyen
de forma decisiva en las siguientes y de las que parten influencias directas
o indirectas sobre las demás. A estas cuatro reglas de la primera generación, hay que añadir las Institutiones de Casiano, pues, aunque no son en
sí mismas una regla monástica, han influido poderosamente en ellas.
Podemos considerar que las reglas monásticas forman «un conjunto de
escritos de carácter preceptivo, con una estructura articulada en capítulos
temáticos sobre las actividades, obligaciones, jerarquías monásticas, condiciones de vida, distribución de horarios de trabajo y oración de los monjes
en los monasterios, con una orientación ascética y moral, destinadas a la
lectura pública o individual de los mismos»4 .
Tal como podemos leer en las propias reglas monásticas, para la instrucción y formación de los monjes (y monjas), la lectura de la Biblia y de los
libros litúrgicos o el manejo constante del salterio en los oficios litúrgicos
era fundamental, pero también era habitual la lectura de las reglas de los
santos Padres precedentes. Esta lectura es la que favoreció la formación
de códices regulares, que constituían el medio para aprender a llevar una
buena vida de monjes y seguir los consejos de las normas redactadas por
otros monjes ilustres que, generación tras generación, habían establecido normas de vida para los que ingresaban en los monasterios por ellos
fundados o dirigidos (Velázquez 2006: 534–539).
Estos textos, que pueden tener un carácter inicialmente normativo,
pasan a formar parte de un conjunto literario de textos de una estructura similar, de grandes conexiones intertextuales y que, tal como se ha
mencionado antes, forman una auténtica familia literaria, como indicaba
De Vogüé (1985a: 14)5 . En mi opinión, la conversión de una regula en
un tipo de obra literaria, perteneciente a un género de literatura práctica
y didáctica, se produce cuando pasa a formar parte del corpus regularum,
es decir, de un conjunto de reglas monásticas que circula escrito en codi4
Presenté esta definición en una conferencia titulada: «Reglas monásticas hispanas: género literario
y formas de vida» pronunciada en el Workshop internacional «La Iglesia antes y después del 711:
perspectivas comparadas» en el CSIC en Madrid el 2/11/2017.
5
De Vogüe 1985a: 9 define así las reglas monásticas: «Les règles monastiques anciennes (400–700)
forment un ensemble compact et relativement homogène, mais difficile à définir et à délimiter. On
entend par là tout écrit latin destiné à un groupe de moines ou de moniales et présentant un certain
caractère législatif». Sobre el carácter literario de las reglas monásticas hispanas, entre otros muchos
estudios, pueden consultarse también: Díaz y Díaz 1963 y 1965, Mundó 1967 y 1982, Verheijen 1985,
Díaz y Díaz 1992, Bonnerue 1999, Barata Dias 2001, De Vogué 2007, Allies 2009 y Diem 2020.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
ces regularum y que pasan a constituir textos de lectura y consulta, con
pérdida de exigencia normativa de inmediato y obligado cumplimiento
de dicha regula por parte de una comunidad monástica.
2. Reglas monásticas de la Hispania visigoda
Conviene diferenciar las reglas monásticas de otro tipo de obras próximas
temáticamente, de ambiente monástico también, pero concebidas de forma distinta y con una estructura también divergente. En el ámbito de la
Hispania de época visigoda, que es el que aquí se aborda, las reglas monásticas propiamente dichas de origen hispánico6 no son anteriores al siglo VI,
aunque las primitivas regulae del Corpus Pachomianum, el conjunto de
textos atribuidos a Agustín (RAug.) o la Regula Basilii (RBas) sí circulasen.
Al margen de la mención que hace Isidoro de Sevilla (Isid. uir. ill. 44) a una
regla escrita por Juan de Biclaro, hoy perdida, la primera regla conocida
es la del propio Isidoro (RI)7 , a la que sigue la de Fructuoso de Braga (RF).
Ambas regulae están interrelacionadas entre sí en cuanto a su transmisión
textual hasta el punto de que coinciden casi en los mismos manuscritos
la versión interpolada de la RI —con añadidos de carácter más rigorista
incorporados probablemente en ambiente fructuosiano—, con la segunda
recensión de la RF8 . Se trata de los manuscritos M: Múnich, Bayerische
Staatsbibliothek, Clm 281189 en escritura carolina, V : Valenciennes, Bi6
Sobre la diferencia entre estas obras y otras de tipo monástico, pero que no son propiamente regulae,
cf. Velázquez 2006, De Vogüé 2007, Martín-Iglesias 2011, Díaz Martínez 2011.
7
Vid. infra nota 21, sobre la llamada Regula Leandri, escrita por Leandro de Sevilla el hermano mayor
de Isidoro.
8
Con algunas excepciones; la más significativa de todas ellas es, sin duda, que en el manuscrito E: El
Escorial, S.III.32, un manuscrito visigótico de notable antigüedad, hacia el s. IX, poco estudiado pero,
a mi juicio, de extraordinaria importancia, se ha omitido la RI pero sí transmite la RF. Lo que más
sorprende es que sí se han incluido los opúsculos de ambiente femenino que se añaden en ocasiones
a la RI, es decir, el capítulo de omnibus uitiis del Corpus Pachomianum y el canon 11 del II Concilio
Hispalense (a. 619). Y, como se indicará más adelante, también incluye la Consensoria monachorum
(Cons.).
9
Una descripción rápida de los manuscritos que transmiten la RI en Martín-Iglesias 2004: 230–237. No
obstante, a pesar de que este autor indica (ibid. 234 n. 65) que M presenta la RI en los ff. 93ra–100ra,
y que carece de capitulatio, este es un dato erróneo. La capitulatio se presenta al final del verso del
folio anterior, 92vb, pero con el título incipit capitulatio sequentis regulae, por lo que debe haberle
pasado desapercibido. También menciona unos apógrafos de M citados por Bonnerue 1999: 180, en
concreto K : Colonia, Historisches Archiv, W F 231, años 1466/1467; un derivado de K, ya del s. XVII,
Bruselas, KBR, 8126-41 (3597) y, por último, otro manuscrito procedente de Utrecht, Bibliotheek
der Rijksuniversiteit, 361 (5.D.20), a. 1471. Los citados autores no especifican si se trata de copias
completas o no, ni qué reglas contienen. El manuscrito K transmite la RI, la RF, la Regula Communis
(RCO) y la Cons. Pero el manuscrito de Bruselas, copiado casi totalmente a partir de M, altera el orden
de algunos textos y aporta otros diferentes: copia la RF, pero al final añade diversos textos impresos,
entre ellos la RI en su edición de Du Breul 1601. En el índice (f. 1) figura la Cons. tras la Regula
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
isabel velázquez soriano
bliothèque Municipale, 288, también carolingio, y D: Durham, Cathedral
Library, B.III.8, gótico y ya del s. XIII.
Los manuscritos que transmiten la denominada recensión pura de la
RI y la que podemos considerar primera recensión de la RF son, sucintamente expuestos, los siguientes: L: El Escorial, a.I.13, visigótico del s. X,
conocido como códice de Leodegundia, uno de los codices regularum
más importantes de origen hispano10 . Muy vinculados a él los códices
humanísticos misceláneos del siglo XVI, R: Roma, Biblioteca Vallicelliana,
C 19 y T: Toledo, Biblioteca Capitular, 27-24. De estos tres manuscritos,
mientras que L y T transmiten también la RF, R, solo trae la RI, con la
peculiaridad de que su último capítulo está formado por la Cons., al igual
que sucede en el citado códice L.
Aunque hay otros manuscritos que se consideran transmisores de la
recensión pura de la RI, lo cierto es que participan de algunas de las
interpolaciones menores que pueden verse en los citados manuscritos
de la recensión interpolada M V D; se trata de P: París, Bibliothèque
Nationale, lat. 10876, también visigótico, que solo contiene la RI y es un
membrum disiectum que debe unirse a Pa: París, Bibliothèque Nationale,
lat. 10877, que contiene solo la RF, y a Tours, Bibliothèque Municipale,
615, además de un fragmento en New Haven, Yale University, Beinecke
Library, 481, que contienen la RBas. Otro manuscrito estrechamente
relacionado con estos es X : París, Bibliothèque Nationale, lat. 13090, un
códice facticio con textos copiados en los siglos XI a XIII y que contiene
tanto la RI como la RF.
Otro es el códice visigótico del s. X, procedente de San Pedro de Cardeña, C: Londres, British Library, Add. Ms. 30055. En él se conserva un
cuadernillo que parece proceder de otro manuscrito, aunque del mismo
scriptorium, incluso la misma o muy similar letra, que contiene la capitulatio de la RI, en la que aparece, de nuevo, como último capítulo la Cons. y el
inicio de la obra hasta cuiquam licebit quod ipse non fecerit singulos autem,
Orientalis y antes de la Regula Pauli et Stephani, pero no está en dicho lugar ni en ningún otro. En la
web italiana http://www.mirabileweb.it/title/regula-monachorum-title/2173 {15/7/2022}se
menciona este manuscrito como transmisor de RI, sin especificar el número de folios, ni advertir de
que se trata de una edición impresa añadida al códice. Por su parte, el manuscrito de Utrecht, pese
a la información suministrada por esta misma web, no contiene la RI y, aunque en su índice y en el
catálogo de la biblioteca (Catalogus 1887: 118–119) figura la Cons. en los ff. 100a–101a, lo cierto es
que dichos folios están en blanco.
10
Las siglas varían con respecto a Martín-Iglesias 2004 donde L va anotado como E, al igual que ocurre en
Barata Dias 2011, trabajo este del que haré mención frecuente más adelante. Esta autora también anota
S para nuestro E. El cambio de denominación no es arbitrario. En la edición que estoy preparando he
optado por mantener las siglas dadas por Díaz y Díaz 1973, como ya he expuesto en Velázquez 2021.
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89
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
del capítulo 3 De abbate (ff. 22ra–223vb)11 . A continuación, se transmite
parcialmente la RF, que comienza en congregantur in unum factaque oratione pergent recitantes perteneciente al capítulo 7 y llega hasta el f. 230ra,
donde se lee el final del capítulo 24: …semper in rebus nobis accidentibus
sententia requiretur. En el f. 230va contiene unos pasajes de la Regula Communis (RCO), también atribuida en el manuscrito a Fructuoso: Incipit
Regula domni Fructuosi Gallicensis episcopi, pero muy incompleta, ya que
se interrumpe en el f. 231vb, en et quum episcopis saecularibus, principibus
terrae uel populo communem regulam del capítulo 2. Debe indicarse que
la RCO solo se transmite completa en el citado códice muniqués M y en
su apógrafo K 12 y, de forma indirecta, a través de los pasajes seleccionados
en la Concordia regularum (CR) de Benito de Aniano13 .
Muy fragmentario es el códice N: París, Bibliothèque Nationale, lat.
12772, pp. 146–147, una copia de un antiguo manuscrito perdido de
Lérins, copiado por Estiennot en 1680, que podría estar también próximo
a la recensión pura y a L. Parece que este códice perdido no contendría
ni la RF ni la RCO, pero sí inmediatamente antes de la RI (p. 145) el
denominado Pactum Isidori, (PI). El manuscrito m: Madrid, BNE, 4330,
conserva un mínimo pasaje que no permite ubicarlo en el stemma de
manera segura14 .
Otro manuscrito es F: Florencia, Biblioteca Riccardiana, 330, ff.7r–8r,
s. XIV, donde hay un pequeño fragmento del capítulo De delictis de la RI,
inc. delicta aut leuia sunt aut grauia. leuioris culpe reus est qui otiosus esse
dilexerit. des.: his similia iuxta arbitrium patris diuturna excomunicatione
punienda sunt. Este pasaje precede a la Regula Benedicti (RB)15 .
11
No podemos saber si contenía o no la Cons., aunque es lo más probable, dado que figura explícitamente
en la capitulatio y porque lo poco conservado del texto, así como la transmisión de la RF muestran
proximidad con L y, por tanto, se puede establecer una mayor cercanía de C con la recensión pura de
la RI en el stemma.
12
Como ha demostrado Bonnerue 1999, M sería el testigo directo del Codex regularum (CodR)
compilado por Benito de Aniano (c. 750–821), gracias al cual podemos conocer la RCO completa.
13
Considero que el estudio de la transmisión indirecta de los pasajes de las reglas hispanas seleccionadas
para la CR por Benito de Aniano es trascendental como ejemplo de la pervivencia y difusión de
las reglas. Igualmente significativo es que los opúsculos menores, el Pactum Isidori (PI), el Pactum
Fructuosi (PF) y la Cons., de los que haré mención más adelante, no se hayan incorporado a dicha obra.
14
Hay aún otro manuscrito A: Roma, Biblioteca Alessandrina 97, pero que, según ha demostrado
Martín-Iglesias (2008), se trata de un códice escrito por Constantino Gaetano en el que reproduce
la edición de la RI de Du Breul realizada en París en 1601. Para una relación de códices véase, sobre
todo Martín-Iglesias 2004 y 2005 y Velázquez 2021.
15
Este manuscrito F que acabo de mencionar aparece citado en la web italiana a la que he aludido antes
(vid. supra, nota 9): http://www.mirabileweb.it/title/regula-monachorum-title/2173. En ella
se menciona también otro manuscrito de Florencia, en concreto de la Biblioteca Medicea Laurenziana,
Plut.19.29, un manuscrito bien conocido desde antiguo; cf. Bandinius 1774: 568–574. En dicha web no
se señala el número de folios porque, en efecto, no se lee ningún fragmento de la RI, a pesar de lo que
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isabel velázquez soriano
Como he mencionado antes, la RF se transmite igualmente en casi los
mismos codices regularum de la RI, con la excepción de que no aparece en
los más tardíos R (sí, en cambio, en T, muy relacionado con él) y A, ni en
N m y F. En cambio, se transmite completa en el manuscrito E: El Escorial,
S.III.3216 , y hay testimonios parciales como los fragmentos del Archivo
Histórico de León17 : B, y los excerpta del cap. 15 en tres manuscritos de
la abadía de San Galo, respectivamente G: San Galo, Stiftsbibliothek, 277,
Ga: San Galo, Stiftsbibliothek, 570 y Gl: San Galo, Stiftsbibliothek, 914.
En cambio, debe descartarse la presencia de un pasaje de la RF, tal como
se lee en la citada web Monastic Manuscript Project, en el manuscrito n.º
1 de la Abadía de Santo Domingo de Silos, y acerca del que se afirma
que se trata de dos folios inéditos. En realidad, son unos textos de un
penitencial que se lee al final del Esmaragdo que contiene este manuscrito
y que ya fue editado en su día por Pérez de Urbel (1934: 609–611).
En cuanto a la RCO antes citada, a veces se atribuye en los manuscritos a Fructuoso de Braga, incluso se la denomina «segunda regla» de
Fructuoso. Este texto, que sí tiene un formato similar a las regulae, es
anónimo y redactado seguramente por varias manos y en diferentes momentos y obedece a un carácter no solo pragmático y normativo, sino
seguramente emanado de situaciones sociales y económicas concretas en
el área territorial de la Gallaecia en donde se puede constatar una realidad
compleja en torno a las familias enteras que deseaban ingresar en los monasterios, así como una organización y constitución singular en algunos
de estos monasterios sin atenerse a unas normas estrictas que hicieron
necesaria la configuración de esta RCO18 . En mi opinión, la escasísima
transmisión manuscrita, al menos hoy por hoy conocida, deja traslucir
se afirma, sino algún excerptum atribuido a Isidoro que puede leerse en los ff. 247r–249r y que lleva
como título sequitur tractatus quidam sancti Isidori in quo in breui comprehenditur quidquid pertinet
ad statum profesionis cuiuslibet fidelis persone. Tiene como incipit: oportet monachum et quemlibet
domini nostri Iesu Christi discipulum y desinit: cum quibus inueniri satagamus gratia domini nostri
Ihsu Christi cum gloria in secula seculorum amen. En rigor este texto se considera el sermo titulado De
ascetica disciplina correspondiente a la traducción medieval latina de la regla de Basilio de Cesarea
y que puede leerse en su correcta atribución en el manuscrito de la Biblioteca Histórica «Marqués
de Valdecilla» de la Universidad Complutense, BH MSS 97 (cf. Cancela Cilleruelo 2019). Este texto,
también atribuido a Basilio, puede verse en el manuscrito de París, Bibliothèque Nationale, lat. 2736,
ff.14r–15v, así como en manuscrito de Oxford, Bodleian Library, Ms. Canon Misc. 333, ff. 122–124b,
del s. XIV (cf. Coxe 1854: III, col. 688–689 y la edición del texto griego en PG 31, 647–652, aunque
la traducción latina presentada en esta edición no se corresponde con la traducción medieval que
transmiten los códices aquí citados).
16
Véase nota 8.
17
Fragmentos de un códice visigótico actualmente como hojas de guarda de protocolos del siglo XVIII de
Villafranca del Bierzo. Dichos fragmentos fueron estudiados y editados por Díaz y Díaz 1973.
18
Sin poder abordar aquí este complejo tema, que escapa a los objetivos de este trabajo, remito a algunos
trabajos más recientes de Díaz Martínez 2001, 2011, 2015 y 2022, con la bibliografía fundamental.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
la muy diversa condición de este texto y su escaso éxito, desde el punto
de vista literario. Revela una difusión más local, tal vez por su carácter
preferentemente normativo que no llega a difundirse como una auténtica
regula monástica ni queda apenas incorporada y difundida a través de
códices de reglas. Piénsese que solamente contamos con el brevísimo
testimonio del citado manuscrito C, en el que se transmiten también, muy
incompleta la RI y, de forma más extensa, la RF. Solo gracias al ya citado manuscrito carolingio M podemos conocer el texto completo de esta
RCO.
Sin embargo, se trata de un texto elaborado, con una profusa y continuada mención de citas bíblicas, pero posiblemente conformado por
la reunión de otros diversos textos o de disposiciones compiladas en un
momento determinado, dentro de las cuales los dos primeros capítulos
presentan una notable diferencia con el resto. Barata Dias (2001) ha propuesto que se trata más bien de una exhortatio ad monachos, mejor que de
una regla monástica. Es posible, aunque sí considero que quien haya sido
el autor de su formato final ha buscado homologar el texto a una regla
monástica dividida en capítulos en los que se prescriben normas similares
a las de otras reglas monásticas como la RI y la RF19 .
Otra regula es la denominada Regula Cassiani (RCas), un texto que
consiste en una adaptación de una serie de normas de las Institutiones de Casiano. Solo se conservan dos recensiones, una de ellas en el
manuscrito M, ff. 126v–132v, y la otra, con muy notables diferencias,
conservada en L, ff. 66ra–71vb, versión esta que parece de claro origen
hispanovisigótico20 .
Con este breve panorama puede defenderse, en mi opinión, que solo la
RI y la RF, así como la RCas, a pesar de su escasa difusión, se incorporan
plenamente como reglas monásticas de la Hispania visigoda en el conjunto
de la «familia literaria» de las reglas de Occidente, en el sentido defendido
por De Vogüé (1985a)21 .
19
No es este el sitio lógicamente de abordar esta cuestión, simplemente dejo planteado el problema del
muy diverso carácter literario de la RCO en comparación con la RI y la RF, lo que puede justificar su
diferencia en la transmisión manuscrita.
20
Para una rápida exposición de la transmisión manuscrita y de la problemática que encierra esta regula,
cf. Martín-Iglesias 2011: 11–16. La edición en Ledoyen 1984. Así mismo, es fundamental el estudio de
De Vogüé 1985b.
21
Debo indicar en este punto que la edición crítica que estoy preparando es sobre las regulae monachorum
de la Hispania visigoda, de manera que quedan excluidos, en principio, los textos destinados a mujeres,
con independencia de que sí se incluirán los dos apéndices «femeninos» que acompañan a veces
a la RI (vid. supra, nota 8). Y no solo porque las regulae femeninas quedan excluidas temáticamente,
sino porque las dos obras conservadas presentan algunas peculiaridades que las diferencian; la citada
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3. Los Pactos monásticos y la Consensoria monachorum
Vinculados tradicionalmente a estas regulae mencionadas existen otros
textos de menor extensión, los denominados pactos monásticos. Considero que son de gran importancia para entender la repercusión de aquellas,
dado que pudieron derivar precisamente de la necesidad de establecer
normas puntuales y concretas y tal vez de aplicación local de la vida monástica, más allá de la aplicación de dichas regulae, una vez convertidas
estas en textos literarios incorporados en los códices regulares. Lo primero
que debe destacarse es que estos pactos son propios del ámbito monástico
hispánico. El pactum era una institución existente, según dejan traslucir
las propias regulae, por el que se adquiría una serie de compromisos por
parte de quienes querían ingresar en el monasterio y de las obligaciones
para con el abad, aunque también de las limitaciones del poder de este.
Conservamos dos textos adscritos tradicionalmente a época visigoda
que se transmiten vinculados a las RI y RF, los denominados Pactum
Isidori (PI) y Pactum Fructuosi (PF). El primero, también es conocido
como Formula Lirinensis, por haberse transmitido en un códice de Lérins,
el citado N 22 . El PF aparece únicamente tras la RCO en M, así como en
K. No podemos saber si C, al contener algún pasaje de la RCO, habría
llevado también el PF, o si pudo transmitirse en algún otro códice distinto
no conservado. Pero, a mi modo de ver, la presencia, excepcional sin
duda, de la RCO y a continuación del PF como última parte de esta obra
en M, testigo directo, como se ha dicho, del CodR de Benito de Aniano,
visigodo de origen23 , supone, de una parte, que a este monje le había
llegado un manuscrito (no sabemos si un códice regular o no) que contenía
dichas obras y que, tal vez, debido a ser de procedencia hispana decidió
incluirlas en su codex y supone también la asunción de la idea, al menos,
de que este pactum estaba estrechamente vinculado a la RCO. No así
que ambas obras se debieran al propio Fructuoso de Braga, a pesar de que
Regula Leandri (RLE), cuyo título es De Institutione uirginum et de contemptu mundi, no se trata
propiamente de una regla monástica, sino de una obrita de tipo ascético con consejos de Leandro para
su hermana monja, Florentina. Cf. la edición y estudio en Velázquez Arenas 1979: 249. El otro texto es
una regula transmitida exclusivamente en L, ff. 71v–75r, atribuida a san Agustín, denominada Regula
puellarum. Se trata de un texto de difícil adscripción, basado en la Regularis Informatio agustiniana,
aunque con claros influjos de la RI y la RF, pero de cronología incierta. Fue editada por Vega 1946
y estudiada por Verheijen 1953 y 1967: II 7–18. Una excelente presentación de la importancia de este
texto y de su problemática puede verse en Martín-Iglesias 2011: 10–13.
22
Algunos autores niegan el carácter de pactum a este breve texto. Un resumen del problema en MartínIglesias 2011: 18–19. Para el estudio y transcripción del texto, cf. Díaz y Díaz 1963 y 1965.
23
Su nombre era Witiza, aunque algunos han sugerido Euticius, y era hijo del conde de Maguelonia,
actualmente Villeneuve-lès-Maguelone, cerca de Montpellier, cf. Bonnerue 1999: 32–34.
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94
algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
en algunos momentos se ha entendido la RCO como una segunda regla
fructuosiana, según se ha dicho líneas antes, a propósito de su mención
de M. Considero que esto explica esa curiosa transmisión y justifica la
vinculación de ambos textos. No me parece que ni la RCO ni el PF sean
genuinamente obras fructuosianas24 , pero sí generadas en un ambiente
postfructuosiano y que tienen como fecha ante quem indudablemente la
propia cronología de Benito de Aniano (c. 750–821), de manera que, desde
la muerte de Fructuoso de Braga (665), en un espacio de 100/150 años
aproximadamente, no solo se debió redactar la RCO, en varios momentos
visto su contenido, y el PF, sino que se incorporaron al CodR de Benito de
Aniano, como demuestra M. Pero el formato de este PF adquiere, en mi
opinión, categoría de «modelo pactual»; cuando aparece incorporado en
M, es decir, ya en un codex regularum, no se trata de un pacto concreto,
sino de un modelo de pacto que luego se verá corroborado por los pactos
medievales. Los pactos que conocemos siguen los modelos del PI y del PF,
como el famoso pacto de Sabarico presente al inicio del citado manuscrito
L25 y tantos otros pactos medievales que conocemos.
Al margen de estos dos pactos, PI y PF, el texto más importante de contenido pactual es, sin duda, el ya citado opúsculo Consensoria monachorum
(Cons.). Durante mucho tiempo se ha aludido a él como a una regula y se
ha discutido cuál es su origen. Aunque hoy se acepta que debió redactarse
en un ambiente postfructuosiano en las últimas décadas de la Hispania
del s. VII26 , el hecho mismo de que su transmisión vaya en algunos códices
regulares vinculada a la RI, como un capítulo más o a modo de apéndice,
así como su inserción tras la RBas en otros y, por otra parte, incorporada
a la RAug, de lo que se hablará unas líneas más adelante, obedece, desde
mi punto de vista, a que pasó a formar parte del corpus regularum que
24
Ni tal vez debía pensarlo el propio Benito de Aniano, cuando redactó su Concordia regularum (CR).
A pesar de que en M se lee el título de la RCO como In nomine sanctae Trinitatis incipit regula sancti
Fructuosi episcopi, así como en los encabezamientos de los folios; en cambio, en los pasajes de la RF
seleccionados en la CR se indica (a título de ejemplo): Ex regula sancti Fructuosi episcopi (CR 4,2),
o Ex regula Fructuosi episcopi ex cap. XX (CR 5,13) pero cuando se trata de la RCO se indica: Ex regula
alterius Fructuosi (4,3) o ex regula Fructuosi ex cap. X (CR 5,18).
25
En la imprescindible web de Albrecht Diem ya citada, hay una inexactitud en la mención de los
manuscritos que contienen el PF, pues se cita como uno de ellos L (Esc. a.I.13, f. 1), pero en realidad
lo que se lee en los primeros folios de este códice es el denominado pacto de Sabarico, cf. http:
//www.earlymedievalmonasticism.org/texts/Fructuosus- Pactum.html. El estudio exhaustivo
de estos pactos medievales y su comparación con los posibles modelos de PI (o FL) y PF en Freire
Camaniel 1998: I 279–454.
26
Esta es la postura que mantuvo Herwegen 1907 y corroboró y matizó Bishko 1948, frente al carácter
priscilianista y su cronología anterior, hacia el s. IV o V, sostenida por De Bruyne 1908, hipótesis hoy
ya comúnmente rechazada.
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debió formarse y circular en la Hispania visigoda, razón por la cual se
incluyó también en códices regulares27 .
Como se ha apuntado antes28 , la Cons., al igual que el PI y el PF, no
fueron utilizados en la CR por Benito de Aniano, hecho que parece lógico
debido a que se trata de pequeños opúsculos que reflejan contratos pactuales entre monjes y sus superiores y no se avienen bien con la labor de
selección de pasajes de reglas monásticas para su cotejo literario con la
RB. Es cierto que sí se sirve de la RCO, que refleja también un ambiente
pactual y tiene un carácter diferente al de otras regulae, pero sí adopta la
forma de texto dividido en capítulos29 sobre normas de conducta en el
monasterio y funciones de los abades.
Sin embargo, frente al carácter excepcional del PI y PF y de la RCO, debido a su ámbito local y escasa difusión, esta obrita tuvo un enorme éxito
porque en la Edad Media se transmitió vinculada a la RAug, hasta el punto
de considerarse en algunos manuscritos como regula prima de Agustín30 .
Como es sabido, la RAug fue profusamente difundida, adoptada y comentada a partir de los siglos XI y XII, lo cual facilitó sin duda la pervivencia
de la Cons. No obstante, una de las circunstancias más decisivas para su
éxito fue su incorporación en el Liber Vitasfratrum (cf. II 14) de Jordanes
de Sajonia, escrito en 1354, quien la denominó Decretum obseruantiae
regularis, aunque en un segundo momento este autor desechó la idea al
considerar que el estilo de la obra no se correspondía con el del obispo
de Hipona, y proponer que podía ser una versión latina de una obra de
Basilio de Cesarea31 .
27
Para la diferenciación del corpus regularum, como conjunto de textos, frente a los codices regularum
como los manuscritos en los que se incorporaron estos, dentro del conjunto de reglas monásticas,
cf. Mundó 1982 y Velázquez 2006.
28
Véase nota 13.
29
La Cons. puede leerse dividida en capítulos en algunas ediciones, pero se trata de la subdivisión hecha
en la edición de Holstenius y Brockie 1759, reproducida en PL 66, col. 993–996, y antes en la edición
de Erasmo de Rotterdam 1529.
30
Recuérdese que bajo el nombre de Regula Augustini se encierran diversos opúsculos variados destinados
tanto a monasterios masculinos (Praeceptum. Ordo Monasterii Praeceptum longius y Regula recepta)
como a femeninos (Obiurgatio, Regularis Informatio, Epistula longior, Ordo Monasteri feminis datus
y Epistula longissima), algunos considerados genuinos de Agustín, en especial el Praeceptum y la
Regularis Informatio, versión femenina de este (o al revés) y otros redactados a partir de él, reelaborando
las obras agustinianas añadiendo textos o modificándolos. Cf. Verheijen 1967. Según este autor (op. cit.
II 7–9), la transmisión como regula prima de Agustín se debe a que así la adoptó la Orden de los
Eremitas de san Agustín, probablemente porque algunos aspectos de contenido que se comparecían
bien con la RAug, como la exhortación a la igualdad, compartir los bienes comunes o una unión
fraternal, cf. Barata Dias 2011: 45.
31
Cf. Arbesmann y Hümpfner 1943: XVI y LXXVI–LXXVIII. Barata Dias 2011: 45 expone también esta
circunstancia y aduce al respecto el testimonio de Erasmo de Rotterdam 1529: 589. Erasmo edita la
obra subdividida en capítulos: cito esta edición como e.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
Es posible que, como apunta Barata Dias (2011: 46), la disposición de
la Cons. entre la RBas y la RAug (el Praeceptum) en el CodR de Benito
de Aniano, como ocurre en M, indujese a Jordanes a pensar que Agustín era el autor de la Cons., y, posteriormente, a adjudicársela a Basilio.
Sea como fuere, lo cierto es que la atribución agustiniana tuvo relativo
éxito como muestran los manuscritos que la contienen.
3.1. La transmisión manuscrita de la Consensoria monachorum
(Cons.)
Barata Dias (2011: 48) diferencia ente los manuscritos prebenedictinos que transmiten la Cons., ya sea con la RBas, ya sea con la RI, y aquellos
que la vinculan a la RAug32 . Pero no debe simplificarse la situación de
esta transmisión fluctuante, pues se produce una neta diferenciación entre
aquellos manuscritos en los que la Cons. sigue a la RBas o a la RI o, esporádicamente, a alguna otra regla, y aquellos en los que se incluye como uno
de los textos que conforman la RAug, generalmente citada como regula
prima, pues en dichos manuscritos se introducen algunas innovaciones
importantes con el objeto de adaptar la obra a las normativas de las congregaciones agustinianas. Aunque no voy a trazar un estudio estemático
de los manuscritos, por evidentes razones de espacio, las variantes establecidas unas líneas más abajo pueden ilustrar sobre las diferentes familias
de manuscritos, ya sean prebenedictinos o posteriores, en función de si
están vinculados o no a los textos que componen la RAug.
Sin entrar en el complejo tema de la ordenación de los textos dentro de
los códices regulares, me parece que debe incidirse en este aspecto, pues
la mencionada vinculación primitiva de la Cons. a la RI o a la RBas solo
se da en manuscritos de origen hispano y corroboran no solo su origen
hispano, sino su inclusión seguramente en un ambiente postfructuosiano
en el que se decidió incorporar esta suerte de pacto, asumido ya como
pieza literaria33 .
Sobre la transmisión manuscrita de la Cons., hasta ahora considerada,
además de lo indicado inmediatamente antes, cabe hacer algunas preci32
Dos vías que se materializan en las dos ediciones que la Cons. tiene en la Patrologia Latina, la primera
entre las obras de san Agustín, con el título Regula clericis traditae fragmentum, sin subdivisiones de
capítulos, en la PL 32, col, 1447–1450, y en PL 66, col. 993–996, en la edición de Holstenius y Brockie
(1759), subdividida en capítulos según he indicado (vid. nota 29). Cf. Barata Dias 2011: 44.
33
No puedo ahondar en este aspecto que me llevaría lejos del planteamiento global, pero me parece
que en este punto el manuscrito E (= Esc. S.III.32), en el que, como he indicado (véase nota 8), se
han incluido la Cons., la RF y los llamados capítulos femeninos que acompañan a la RI, pero no,
sorprendentemente, esta última, aún no ha desentrañado su verdadera importancia y alcance.
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isabel velázquez soriano
siones, así como correcciones a algunos de los datos suministrados por
la bibliografía existente34 . Entre los códices prebenedictinos, contienen la
Cons. los manuscritos ya citados:
E
= El Escorial, Biblioteca Real, S.III.32, ff. 66r–67v. s. IX–X (S en Arbesmann y Hümpfner 1943): La Cons. aparece detrás de la RBas. Le sigue
una Vita Pachomi.
M = Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 28118, ff. 80ra–80vb, s. IX:
La Cons. aparece detrás de la RBas y antes de la RAug (Praeceptum).
L
= El Escorial, Biblioteca Real, a.I.13, ff. 50v–51v, s. XI. La Cons. aparece
como capítulo 25 de la RI.
[C = Londres, British Library, Add. 30055. Aparece en la capitulatio de la RI
pero no se conserva, como ha quedado indicado].
Entre los recentiores, según he indicado líneas antes, conviene distinguir
entre aquellos que también aparecen vinculados a la RI, la RBas u otras
regulae antiguas, de aquellos que transmiten la Cons. vinculada a la RAug
o bien como prima regula de Agustín35 :
Manuscritos donde la Cons. aparece vinculada a la RI, RBas u otras
reglas36 :
K
= Colonia, Historisches Archiv, W F 231, ff. 62r–v, s. XV (manuscrito
derivado de M, fechado entre 1465–1467). Presenta la peculiaridad de
que la Cons. se ha transcrito a continuación de la Doctrina Orsiesii y le
sigue la Regula Pauli et Stephani. Al final del texto se ha añadido: finit.
Paderborn, Erzbischöfliche Akademische Bibliothek Theodoriana, 0617 (Ba
37), ff. 380r–381v, s. XV, manuscrito facticio en papel37 .
34
Cf. Sobre todo la bibliografía que vengo citando; Arbesmann y Hümpfner 1943: 484; Divjak 1974: 66;
Barata Dias 2011.
35
De los manuscritos que hasta el momento he podido manejar, tanto los ya citados por otros autores,
principalmente Divjak 1974 y Barata Dias 2011, como de los nuevos que doy a conocer en este
trabajo, únicamente uno presenta una disposición diferente. Se trata de K, en el que la Cons. sigue a la
Doctrina Orsiesii. Véase en el texto. Además de este, uno más —en teoría— habría podido presentar
una disposición diferente, me refiero al citado manuscrito de Bruselas, KBR, 8126-41 (3597), del s. XVII,
derivado de este K (vid. supra, nota 9) en cuyo índice la Cons. aparece detrás de la Regula Orientalis,
que se extiende hasta el f. 28v, pero realmente no se ha copiado; le sigue inmediatamente la Regula
Pauli et Stephani en el f. 29r. Habría sido interesante, porque el orden de incorporación de las regulae,
que proceden de diversos manuscritos, es diferente a su, supuestamente, modelo.
36
Como se ha indicado antes (véase nota 9) a pesar de que en el Catálogo de códices de la biblioteca de Utrecht (Catalogus 1887: 118–119) se indica que el manuscrito de Utrecht, Bibliotheek der
Rijksuniversiteit, 361 (5.D.20), a. 1471, contiene en los ff. 100–101 la Cons., dichos folios están en
blanco.
37
Hasta ahora todos los intentos realizados para acceder a este manuscrito, y han sido varios desde
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
R
= Roma, Biblioteca Vallicelliana, C 19, ff. 46r–47v. s. XVI. Aparece con
el título De Consensoria monachorum, detrás de la RI y diferenciada,
aunque en el margen se ha escrito 24 como último capítulo de la RI38 .
Manuscritos donde la Cons. aparece vinculada a la RAug:
Cr = Cremona, Biblioteca Statale, 93, ff.5v–6v, s. XV–XVI. Aparece como Regula prima diui patris Augustini. Qui primo edit fratribus heremitis
in monte Pisano nostro existente fratre in anno salutis CCCCIX etatis
uero sue anno trigesimo primo. Este manuscrito no está citado por la
bibliografía sobre la Cons.39 .
Db = Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 8485 (Mon. Aug. 185), ff–
105r–106r, s. XV. Manuscrito misceláneo que contiene varios sermones
de Agustín (ff. 1–32 y 93–116), entre los cuales se incluye la Cons.40 .
El texto aparece como regula prima y va encabezado por el título: De
regulari forma uiuendi ad fratres monasterii sancti Michaelis montis
Pysani anno incarnacionis domini ducentessimo nonagesimo septimo
uero etatis sancti Augustini XXXII regula prima sancti Augustini episcopi.
Ge = Ginebra, Bibliothèque de Genève, ms. lat. 157, ff. 96v–97v. c.1200. El
códice lleva el título Officium capituli abbatiae Sixti. Tras la RAug
(Praeceptum), aparece la Cons. Al final de la última palabra del texto, noscuntur, añade: qui alios ab errore non reuocat se ipsum errare
demonstrat. No citado por Barata Dias (2011).
Gr = Grenoble, Bibliothèque Municipale, 565 Rés. (259), ff. 92v–93v.,
s. XII. La Cons. se presenta tras la RAug (Praeceptum). El texto de Cons.
presenta un cuerpo de letra más pequeño, y tal vez sea de mano diferente. Está incompleto, finaliza en hanc recipiat, por hanc non suscipiat
en la edición de Arbesmann y Hümpfner 1943: 486, l. 52.
H = Vich, Museo Diocesano, 149, ff. 19rb–20rb, s. XIII (Rv en la edición
de Siegwart 1965). Aunque lo incluyo en este grupo, presenta alguna
peculiaridad, ya que, en realidad contiene la Expositio in regulam beati
Augustini de Ps. Hugo de San Víctor (PL 176, col. 881–924), seguida de
el año pasado, han resultado infructuosos. Según el catálogo de los manuscritos de esta biblioteca
de Paderborn, va detrás de la RBas (ff. 333r–380r) y ambas obras cierran el manuscrito, aunque es
posible que provengan de otro y se hayan incorporado en este códice. Sobre este manuscrito, Hinz
1996: 100–101.
38
Manuscrito descubierto y citado por Martín-Iglesias 2004. No citado por Barata Dias 2011. Sobre este
manuscrito y sus glosas debidas a Antonio Agustín, cf. Velázquez 2021.
39
Para una descripción del manuscrito Dotti 1982: 396–399.
40
No citado por Barata Dias 2011. En la descripción del manuscrito en el catálogo de códices de la
Bayerische Staatsbibliothek de Múnich (Halm, Laubmann y Meyer 1874: 32–33) no se individualiza
la Cons., por lo que es fácil que haya pasado desapercibida.
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la Professio ad usum canonicorum regularum sancti Iohanni Abbatissarum (ff. 17r–19rb), tras la cual se lee la Cons. con el título Commune
decretum41 .
I
= El Escorial, Biblioteca Real, I.II.9, ff. 144r–146r, s. XV. Lleva como título
Commune decretum beati Augustini. Citado por Divjak (1974: 66), no
por Barata Dias (2011). Finaliza en esse desiderant, le falta la última
frase: uerum propter – esse noscuntur, cf. Arbesmann y Hümpfner 1943:
488, l. 78–79.
J
= París, Bibliothèque de l’Arsenal, 251, ff. 47v–48v, s. XIV. La sigla es la
utilizada por Arbesmann y Hümpfner (1943: 484). Es un manuscrito
de Jordanes de Sajonia, que conserva una nota autógrafa de este en el
f. 1v. La Cons. lleva como título: Decretum obseruantiae regularie sci
Augustini episcopi. Curiosamente le sigue la denominada habitualmente
regula secunda (Ordo monasterii), pero aquí aparece con el título Regula
sancti Augustini prima. Inc.: Ante omnia diligatur Deus, fratres karissimi,
deinde principaliter nobis sunt data (Verheijen 1953: 28–29 y 1967: I
148–152).
Q
= Coblenza, Landeshauptarchiv, Best. 701, Nr. 172, ff. 65r–66r, s. XV. Manuscrito misceláneo que transmite el Liber Vitasfratrum, así como
sermones agustinianos y otras obras diversas. La Cons. va tras el sermo
6 de Ps. Petrus Chrysologus42 . Lleva el título Decretum obseruantiae
regularis 39us ; no citado por Barata Dias (2011).
To = Tortosa, Biblioteca Capitular. Archivo de la Catedral de Tortosa, 85,
ff. 31r–32v, s. XIV–XV. Tras el final del texto se añade explicit prologus
y sigue confirma hoc Deus.
Tr = Tortosa, Biblioteca Capitular. Archivo de la Catedral de Tortosa, 189,
ff. 32ra–34ra, s. XIV. Guarda similitudes con To, no lleva título inicial. Tras el final del texto se añade explicit prologus y sigue confirma
hoc Deus, al igual que To43 , con el cual guarda una estrecha relación
estemática44 .
41
Barata Dias 2011: 48 n. 28 cita estos datos también, aunque sin recoger el título que encabeza la Cons.
Llamo la atención sobre estos títulos y las denominaciones, o la falta de menciones a ellas, que recibe
la Cons. en los distintos manuscritos en que se conserva.
42
Para una descripción de este manuscrito, cf. Meckelnborg 1998: 372–379.
43
Divjak 1974: 66 cita este manuscrito, pero hay un error en el número de folios, pues señala ff. 39r–98v,
que corresponden a la Expositio regulae a Laurentio sancti Ruphi que le antecede. Por otra parte, el
citado autor indica que el incipit de la obra es quoniam deffinitione decreumius y el desinit de la obra
es non inducatur, como la RAug (Praeceptum); sin embargo, los datos son los que acabo de indicar en
el texto.
44
Por razones de espacio, no puedo en este trabajo entrar a detallar aspectos de las relaciones estemáticas
concretas entre manuscritos ni presentar un posible stemma de la obra, pero sí debo señalar que
algunos de estos manuscritos están muy próximos entre sí, como es el caso de Ge, H, To, Tr y Va, por
ello dejo apuntadas algunas relaciones, aunque sea mínimamente.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
Va = Vaticano, Biblioteca Vaticana, Pal. lat. 228, ff.1ra–1va. S. XIV. La Cons.
inicia el códice, como RAug y al final del texto añade explicit prologus.
Confirma hoc Deus, al igual que sucede en To y Tr 45 . Le sigue la Expositio in regulam beati Augustini de Hugo de San Víctor (PL 176, col.
881–924), por lo que, previsiblemente, parece guardar conexión también con H. No obstante, también va encabezada con el título Decretum
obseruantiae regularis, como ocurre en otros manuscritos, según se
especifica en este elenco.
Y
= Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 7371 (consultado a través
de la edición de Siegwart 1965: 90 y 285–287).
Z
= Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 11388 (consultado a través
de la edición de Siegwart 1965: 90 y 285–287)46 .
Además de estos manuscritos deben tenerse en cuenta las ediciones existentes de la Cons. Sin pretensión de exhaustividad, sino destacando las
que considero principales para entender cómo se ha fijado el texto a partir
de la difusión del Liber Vitasfratrum de Jordanes de Sajonia y después de
las primeras ediciones humanísticas. Así las ediciones consultadas son
(ordenadas cronológicamente):
b Amerbach 1494
e Erasmus 152947
l editio per Theologos Lovanienses 1586
m editio monachorum Maurinorum 1689 (reproducida en PL 32, col. 1447–1450)
a Amort 174748
h Holstenius y Brockie 1759 (reproducida en PL 66, col. 993–996)
Vfrm = Liber Vitasfratrum49
45
El texto precede a la Expositio in regulam s. Augustini de Ps. Hugo de S. Víctor. La primera mitad del manuscrito es del s. XIV, la segunda del XIII, según la descripción en https://www.ub.uni-heidelberg.
de/digi-pdf-katalogisate/sammlung52/werk/pdf/bav_pal_lat_228.pdf {27/10/2022}. No me
ha sido posible acceder al manuscrito procedente de Berlín, Staatsbibliothek – Preußischer Kulturbesitz,
lat. qu. 1019A, ff. 328–330, quizá de 1448, cuya descripción puede consultarse en Winter, Schipke, y Heydeck 2021. Agradezco al Dr. Álvaro Cancela su ayuda en la identificación de este último manuscrito.
46
No me ha sido posible hasta el momento consultar directamente los dos manuscritos citados por
Siegwart (1965), es decir, Y y Z, de manera que las variantes están tomadas a partir de este autor, quien,
por otra parte, se sirve fundamentalmente de Z.
47
No tenida en cuenta por Arbesmann y Hümpfner 1943: 483; Barata Dias 2011: 45 n. 18 menciona
la edición exclusivamente para aludir a que Erasmo niega la autoría de Agustín para la Cons., pero
tampoco la utiliza.
48
No usada por Arbesmann y Hümpfner 1943 ni citada por Barata Dias 2011. Sí tenida en cuenta por
Siegwart 1965: 90 y 285–287.
49
Esta es la sigla propuesta en la edición de Arbesmann y Hümpfner 1943: 483, si bien la explicación de
los editores deja en la ambigüedad, ya que en teoría solo manejan E L (= S y B respectivamente en
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Divjak (1974; 66) en su catálogo de manuscritos de las obras de san
Agustín correspondientes a España y Portugal presenta 5 manuscritos
para la Cons., de los cuales 3 son los citados H, I y Tr. Además, cita otros dos
manuscritos. El primero de ellos, según el autor, corresponde a un códice
escurialense, de la Biblioteca de los Padres Agustinos, no de la Biblioteca
Real, para el que no da número e indica que es del s. XVI y la obra estaría
en los ff. 1r–4v. Hasta el momento me ha sido imposible identificarlo50 . El
segundo corresponde, en realidad, a nuestro E (Esc. S.III.32). Sin embargo,
hay un dato erróneo, cita la signatura R.II.25, pero se trata de la antigua
signatura R.III.25, que aún puede verse en la referencia Loewe y Hartel
(1887: VI 1, 556–559).
Por su parte Barata Dias (2011: 48), menciona, además de los citados
prebenedictinos E M L (respectivamente en su estudio S M E) los manuscritos Gr, H, To y Tr; a través de la edición de las Consuetudines de
Marbach de Siegwart (1965: 285–287), los manuscritos Y y Z y, a través
de la edición del Liber Vitasfratrum de Arbesmann y Hümpfner (1943:
483–488), el manuscrito J 51 .
Esta autora destaca dos hechos decisivos que han interferido en la
propia difusión de la Cons. El primero de ellos consiste en el cambio en las
denominaciones de las jerarquías monásticas que aparecen; frente a abbas
en los manuscritos más antiguos, se ha ido modificando con el tiempo y en
otros se lee praepositus, presbiter, incluso prelatus o pater. Sin embargo, la
citada autora solo establece una mínima colación de seis lugares donde
se leen estos términos52 , pero solo utilizando los manuscritos E M L Z J
y las ediciones b l m h p. No utiliza Gr, H, To, Tr, Y, a pesar de citarlos.
El segundo aspecto es la existencia de una interpolación en la que,
además, se lee el término prior, frente a otros. Barata Dias (2011: 50)
indica que esta interpolación y término se produce precisamente en los
textos donde se lee habitualmente praepositus en lugar de abbas u otro
término; sin embargo, la autora reconoce que esto solo aparece en el
«subgrupo» b l m h p. Como puede verse por lo expuesto líneas antes,
dicha edición) y J (cuya sigla sigo aquí), pero para la citada sigla Vfrm indican: «Jordanes de Saxonia
(ubi alium codicem sequitur)», sin concretar cuál. Por otra parte, sorprendentemente, no usan M.
50
Debe tratarse de un error. Agradezco vivamente a los responsables de la Real Biblioteca de El Escorial
y de la Biblioteca Monacal o de los PP. Agustinos, muy en especial al P. Jaime Sepulcre Samper, su
atenta búsqueda para identificar este supuesto manuscrito que ha resultado infructuosa.
51
Las siglas manejadas por esta autora son S para nuestro E y, en cambio, E para nuestro L; usa P para
nuestro Z, pues es la sigla utilizada por Siegwart 1965.
52
Cf. Barata Dias 2011: 49 n. 34. Remite la autora a unas líneas concretas, numeradas como 31, 33, 38,
41, 46 y 51 pero sin decir a qué edición corresponden. No coinciden, desde luego, con la edición de
Arbesmann y Hümpner 1943: 485–488 que ella cita y que aquí se maneja también.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
se trata exclusivamente de las ediciones, y no de todas. Por otra parte,
tampoco tiene en cuenta que donde sí aparece esta interpolación es en
la edición que hacen Arbesmann y Hümpfner (1943: 486, l. 35–39) del
Liber Vitasfratrum de Jordanes de Sajonia: certum est fratres nihil habere
– ne sibi eueniat quod.
A continuación, presento una básica colación de los términos aducidos,
así como algunos otros o sintagmas que considero dirimentes para poder
hacer una mínima aproximación a la relación entre los códices y ediciones
considerados. Debo indicar, con todo, que hay otras variantes significativas, algunas importantes entre unos manuscritos y otros, y entre estos
y ediciones desde el siglo XV al XIX. Aunque el texto originario estaría más
próximo, sin duda, al presente en los manuscritos E M, tomo como base
la edición citada del Liber Vitasfratrum (Arbesmann y Hümpfner 1943:
483–488).
l. 6 communi definitione (diffinitionem Va) decreuimus] degretum degretum
est L, decretum quod allatum est R, de ante communi scripsit a || apud
nos] apud uos Cr b e l apud omnes To Tr
l. 9 in domino] om. M L R Ge J To Tr Va a h
l. 15 in lege] om. h || cautum] scriptum M R Cr Db Ge Gr H I K Q To Tr Va Z
abehlm
l. 29 propheta] scriptum Cr, scriptura Ge Gr H I J To Tr Va Q Z a b e l m
l. 34–40 certum est fratres – ne sibi eueniat quod] om. omnes codd. a h
l. 42 iudicetur] uideatur Cr Db Ge Gr H I Q To Tr a b e l m
l. 46 praeposito] abbati E M L K R h, presbitero Gr I, presbitero id est abbati
Ge H To Tr Va, prelato Z a53
l. 50 praeposito] abbate E M L K R h, presbitero Ge Gr I, presbitero id est
(om. To) abbate H To Va, presbitero id ab abbate Tr, prelato Z a
l. 57 alterum] abbatem E, aliut L, praepositum Cr Db J Q b e l m, presbiterum
I, presbiterum id est (om. To Tr) abbatem Ge H To Tr Va, praelatum Z a
l. 60 praeposito] abbati E M K L R h, presbitero I, presbitero id est (om. To
Tr) abbati Ge H To Tr Va, prelato Z a
53
La edición de Arbesmann y Hümpfner 1943: 486 añade en el aparato crítico «“uetera legunt presbyteri”
(ed. Lovaniensium, Paris, 1586)», pero, como puede verse por las variantes recogidas, se trata de una
información parcial.
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l. 61 propheta] salomon Cr Db Ge H I J Q To Tr Va Z a b e l m
l. 66 praepositum] abbatem E M L K R Ge h, presbiterum I, presbiterum id
est (om. To Tr) abbatem H To Tr Va, prelatum Z a
l. 68 cautum] scriptum R Cr Db I J Q To Tr Va b e l m || perfecta dilectio]
a propheta diligentia R
l. 68–70 quia cautum est – mittit timorem] om. a
l. 72 praepositus] abbas E M L K, abba R Ge h, presbiter I, presbiter id est
(est om. I To Tr) abbas H I To Tr Va, pater Z a
l. 73 pactum] actum a
l. 79 cauta] cuncta R, facta et scripta Db, coadunata uel scripta Ge, scripta J
Q, cauta id est scripta H b e l m, cauta id scripta Va, cauta uel scripta a
4. A modo de recapitulación
Estos datos sumariamente expuestos sobre la Cons. muestran cómo este
pequeño opúsculo se ha difundido con éxito por haberse insertado en la
tradición literaria de la RAug vigente en los monasterios regidos por esta,
frente a su redacción primitiva, nacida en un ambiente monástico hispano,
seguramente fructuosiano o postfructuosiano, que ponen de manifiesto el
origen de este opúsculo. Su temprana inclusión en los codices regulares la
convirtieron en una pequeña pieza literaria que sirvió para identificarla
a veces como regula prima de san Agustín y, en todo caso, a incluirla en el
corpus de textos vinculados a él. La historia de este pequeño texto y su
circulación puede servir también como ejemplo, junto con las otras reglas
monásticas de origen hispano que se han tratado aquí, para apoyar la
hipótesis planteada en este trabajo de que las reglas monásticas, además
de estar conectadas intertextualmente, una vez que pasan a incluirse en los
códices regulares, abandonan su carácter exclusivamente normativo, de
obligado cumplimiento, para convertirse en textos literarios, didácticos,
exhortativos incluso, instructivos, destinados a la lectura y a la formación
de los monjes (y monjas) que habitan en los monasterios y, en última instancia, inspiradores para los abades o responsables de dichos monasterios.
Espero poder confirmar dicha hipótesis en la edición crítica de estas obras
que ahora está en curso.
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algunas notas sobre la relación entre transmisión manuscrita
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107
Iter Aristotelicum: en torno a la circulación de
manuscritos aristotélicos en la España
medieval1
Iter Aristotelicum: about the Circulation of Aristotelian
Manuscripts in Medieval Spain
ÁNGEL ESCOBAR
Universidad de Zaragoza
aescobar@unizar.es
doi: 10.48232/eclas.162.04
Recibido: 07/09/2022 — Aceptado: 06/10/2022
Resumen.— Nuestro trabajo se propone mostrar algunos de los problemas que plantea el
estudio de la circulación de manuscritos de interés aristotélico en la España medieval y se
concentra en los aspectos metodológicos y tipológicos que suelen condicionar ese estudio.
Los materiales seleccionados corresponden a dos momentos de especial importancia para el
tema, por distintos motivos, y reflejan entornos de transmisión textual —en ambos casos de
carácter complejo y de difícil reconstrucción— muy diversos entre sí: la biblioteca isidoriana
y el Toledo de la segunda mitad del s. XII. Muchos de los manuscritos aristotélicos a los que
aludimos son deperditi o constituyen una mera hipótesis, pero necesaria para poder explicar
de manera satisfactoria la notable extensión del incipiente aristotelismo español en sendos
momentos históricos.
Palabras clave.— Manuscritos; aristotelismo; medievo; España
Abstract.— This paper aims to show some of the problems posed by the study of the circulation of Aristotelian manuscripts in medieval Spain and focuses on the methodological and
typological aspects which usually determine this study. The selected materials correspond
to two moments of special significance for different reasons and reflect environments of
textual transmission —always complex and difficult to investigate— which are very different
from each other: the Isidorian library and the late twelfth-century Toledo. The Aristotelian
manuscripts to which we allude very often constitute a mere hypothesis, as deperditi, but
this representation seems necessary to explain satisfactorily the pervading influence of the
incipient Spanish Aristotelianism in both historical moments.
Keywords.— Manuscripts; Aristotelianism; Middle Ages; Spain
1
Se inscribe así en el marco de nuestro proyecto Conexiones europeas del aristotelismo español medieval y humanístico: Francia, Inglaterra, Italia y Portugal (2020–2023, PID2019–103917GB–I00).
Agradecemos las valiosas sugerencias que nos han ofrecido los evaluadores anónimos.
Estudios Clásicos – 162
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iter aristotelicum
Nuestro trabajo ofrece dos calas, correspondientes a sendos momentos
relevantes de la transmisión aristotélica en España: la biblioteca isidoriana (1) y el Toledo de la segunda mitad del s. XII (2). Aun cuando ambos
fenómenos culturales son de gran complejidad, incidiremos aquí sólo en
lo referente a la circulación de manuscritos.
1. Algunos hitos de la temprana transmisión textual isidoriana
1.1. La influencia de Casiodoro en Etym.
Tras una prolongada estancia en Constantinopla (c. 540–554), Casiodoro
se dirigió a Squillace y redactó —c. 562 en una primera versión— dos libros
de Institutiones para los miembros de su retiro calabrés de Vivarium. El
libro II de la obra (Institutiones saecularium litterarum), concebido como
introducción al estudio de las artes liberales, se hallaba provisto de material
aristotélico de contenido lógico, obtenido a partir de las traducciones
y obras exegéticas realizadas a inicios de siglo por Boecio y preservadas en
buena parte gracias al empeño del propio Casiodoro (Magee y Troncarelli
2021: 14). Las Institutiones se conservan por tradición directa en tres
recensiones; la más breve, editada por Mynors (19612 : IX), ha solido
considerarse como «auténtica» o acorde con la voluntad última del autor
(Ω); su testimonio más antiguo conservado —en el que Inst. II sucede
al libro primero (Institutiones diuinarum litterarum)— data del último
cuarto del s. VIII (Bamberg, Staatsbibliothek, Msc. Patr. 61, copiado en
Montecassino y con el siguiente colofón en f. 67v: Codex archetypus ad /
cuius exemplaria sunt / reliqui corrigendi); las otras dos recensiones, Φ
y Δ, interpoladas a partir de un primer ejemplar en bruto —o brouillon—
mediante material ajeno a Casiodoro, sólo contienen el libro II de la
obra2 .
Según muestran sus numerosas citas —sin indicación de fuente, pero siempre de inequívoca literalidad— Isidoro de Sevilla se sirvió de la
redacción «auténtica» de Inst. II para la confección de Etym. I–III, sección también dedicada a las artes liberales y que podría haber gozado de
cierta autonomía inicial en la composición de la enciclopedia (von Büren
2012: 2; a otras fuentes isidorianas como Marciano Capela o las Categoriae decem se refirió ya, p. ej., Minio-Paluello 1945: 35). De la evolución
del mencionado brouillon de Casiodoro, así como de las características del
manuscrito de Inst. II que pudo emplear Isidoro en España, se ha ocupado
2
Posibles estemas en Mynors 19612 : LVI, Holtz 1986: 312, Morresi 2018: 217, 221; 2020: 144–145.
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Morresi, señalando la dificultad de una filiación precisa (2018: 221: «[…]
risulta evidente come Isidoro non segua integralmente né la versione Ω
del codex archetypus, né quella ΦΔ discesa in modo indipendente dal
brouillon Ω, concordando in alcuni casi con la prima e in altri con la
seconda»). Holtz, por su parte, analizó la afinidad existente entre la copia
usada por Isidoro y la que subyace en unos Excerpta ex libro breuiario
Pauli abbatis (sc. Pablo el Diácono, m. Montecassino c. 799), contenidos
en un manuscrito del s. IX deperditus desde 1944 (Chartres, Bibliothèque
municipale 92 [47], ff. 30v–32r; cf. Holtz 1986: 286–287) pero que siguen
conservándose en un manuscrito de Erfurt de principios del s. IX (Amplon.
F.10, ff. 44r–45r). Su texto sólo coincide con Etym. en aquellos pasajes
en los que éstas se basan en Inst. II (Holtz 1986: 287–288, Morresi 2018:
240) y con tal aproximación que debe postularse una fuente común para ambas obras: un manuscrito de la rama «auténtica» de Inst. que fue
copiado durante un estadio intermedio entre el brouillon original de la
obra (base a su vez de Φ y Δ) y la versión definitiva —codex archetypus—
de una especie de work in progress realizado en Vivarium por parte del
autor y de sus colaboradores antes de la muerte de éste c. 580 (Morresi
2018: 267–268). La recensión que sirvió de modelo de Isidoro y del Liber
breuiarius se caracterizaba quizá, entre otros rasgos, por incluir adiciones
—ajenas a Casiodoro— referentes a la etimología griega de algunos términos técnicos (Holtz 1986: 289). Sólo cabe especular sobre cuál pudo
ser la vía isidoriana de acceso a esta fuente, quizá desprovista de Inst. I
y carente incluso de nombre de autor, pero cabe en principio admitir
la hipótesis de Fontaine de que pudo tratarse de un manuscrito llegado
a España por medio de clérigos huidos de la Italia meridional a causa
de la invasión longobarda del 568 (Fontaine 1959: 845, Morresi 2018:
220, n. 12). En cuanto al manuscrito afín empleado por Pablo el Diácono
casi dos siglos después, Holtz vio probable que procediese de Vivarium,
pero no descartó que fuera un códice —provisto sólo del libro II y en la
recensión empleada por Isidoro— procedente de España, como en el caso
de algún otro manuscrito también albergado en la abadía benedictina de
Montecassino3 .
Es destacable que Leandro de Sevilla, hermano mayor del autor de
Etym., parece haber tenido acceso a ambos libros de las Institutiones, al
3
Cf. Holtz 1986: 289, 299, n. 59 (sobre la posibilidad de que Pablo el Diácono encontrase la versión
anónima de Inst. II en la compilación de origen visigótico que sirvió de modelo parcial al Par. Lat.
7530 de c. 779–796) y n. 60 (con referencia a rasgos gráficos que delatarían el origen español de tal
modelo).
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iter aristotelicum
igual que lo tuvo Gregorio Magno (con quien coincidió en Constantinopla), de modo que en principio cabría «ipotizzare la circolazione di due
differenti forme delle Institutiones saecularium litterarum nella penisola
iberica, meno di un secolo dopo la composizione dell’opera: entrambe risalirebbero alla redazione autentica, ma in un caso legata al I libro, nell’altro
invece isolata» (Morresi 2018: 269, n. 109).
1.2. Primera difusión de Etym.
La transmisión de las Etimologías —fuente de tradición indirecta de la lógica aristotélica tan influyente como las propias Institutiones— fue amplia
en toda Europa ya desde mediados del s. VII, particularmente en dirección
a Irlanda, quizá de manera pionera y a través de rutas marítimas desde el
norte peninsular (cf. Ryan 2020: 425 y Smyth 2016: 112 resp.4 ), a Italia
(sea por vía directa desde España o gracias a la temprana mediación de
fundaciones monásticas de influencia insular, como en el caso de Bobbio),
y, con testimonios conservados desde época carolingia, a Francia, centro
de expansión de la labor en torno al texto llevada a cabo por el hispano
Teodulfo de Orleans (von Büren 2007: 36, 43).
Los vetustissimi procedentes del norte de Italia son —por extensión
y calidad— de gran importancia para la constitutio. Según Ferrari (2021:
58–59), Pavía fue la ciudad italiana más relevante para los textos ibéricos
en el s. VIII, gracias a la llegada de Etym. entre otras obras, y, de hecho, tal
origen tendrían en su opinión dos célebres códices gemelos —quizá los
más antiguos conservados— de nuestra enciclopedia: Guelf. 64 Weissenburg y Vat. Lat. 5763. Ambos son casi enteramente palimpsestos y fueron
copiados en la primera mitad del s. VIII, quizá en un mismo escriptorio
(a veces identificado con el de Bobbio, dado el empleo de bifolios procedentes de códices de excepcional valor textual, si bien cabrían opciones
incluso tardoantiguas como Ravena: von Büren 2007: 27)— y a partir
de un mismo modelo (Falluomini 1999: 14, 19). Ambos códices, muy
pronto desgajados, muestran lazos textuales con el Mutin. ACMo O.I.17
y con el Cava de’ Tirreni 2 (23), copiados en el norte de Italia durante la
segunda mitad del s. VIII y supuestamente transcritos del apógrafo de un
códice insular (a juzgar por los errores de transcripción de abreviaturas;
cf. Falluomini 1999: 28 y n. 36), si bien Lindsay propuso para el conjunto
4
Sobre las guardas que constituyen el Longleat House, Marquess of Bath, NMR 10589 (c. 700), quizá
procedentes de un códice irlandés derivado de un original peninsular de c. 655, cf. ib. 118–119. Hoy
tiende a considerarse irlandés —más que de Bobbio— el códice de San Galo, Stiftsbibliothek 1399.a.1,
s. VII.
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de los códices del norte de Italia —familia II de su estema— un modelo de origen español no posterior a finales del s. VII (1911: 46, von Büren
2012; sobre los rasgos gráficos de tal modelo cf. Falluomini 1999: 28 y 30,
n. 43). El también palimpsesto Ambros. L 99 sup., de la segunda mitad
del s. VIII y quizá procedente asimismo de Bobbio, transmisor sólo de
Etym. I–X («a remnant of a two-volume copy» según Steinová 2020–2021:
111, n. 34), es copia de escribas influenciados por la escritura visigótica
y remitiría al mismo modelo que los códices mencionados (von Büren
2007: 27, 355 ). Antígrafos directos españoles se han propuesto también
para códices franceses como el Bruxell., Bibl. royale II 4856, manuscrito
de amplio formato en escritura merovingia de finales del s. VIII (sólo con
ll. I–X).
Desde el punto de vista codicológico, ha solido destacarse el amplio
formato de los manuscritos visigóticos de Etym. conservados (a menudo
de más de 30 cm de longitud), en aparente continuidad con la nimia
magnitudo del original isidoriano al que alude la Renotatio de Braulio
(Martín 2002: 262, l. 34; cf. Steinová 2020–2021: 118 y n. 47), posterior al
supuestamente dedicado en un principio al rey Sisebuto según mención
presente en ejemplares antiguos de «estructura tripartita» —según Miguel
2014: 113–114— y que «salieron de Hispania en una fase temprana de
la redacción de la enciclopedia» (con anterioridad —cabe entender— a la
distribución en quince o en veinte libros a cargo de Braulio).
1.3. Nat. rer. y Chron.
Fuera de Etym., el empleo de material aristotélico por parte de Isidoro resulta escaso. El De natura rerum, dedicado a Sisebuto (Renot., ed.
Martín 2002: 260, ll. 18–20) hacia finales del 612, fue fuente básica de
la cosmografia medieval. Según la audaz hipótesis de Fontaine, «ce n’est
pas à ses sources patristiques les plus fréquentes, mais bien au De mundo
du Pseudo-Aristote que fait songer la capitulation du traité» (1959: 568),
de modo que el interés isidoriano hacia esta obra habría precedido en
muchos siglos al que mostraron Bartolomé de Mesina y Nicolás de Sicilia
hacia mediados del s. XIII, en sendas traducciones latinas de prelación
incierta. Isidoro incluyó en su tratado bajo la forma de rotae —por lo
que éste se conoció como Liber rotarum, quizá desde su más temprana
transmisión— seis diagramas tradicionales de forma circular (meses, esta5
En todo caso, sobre la dudosa validez de los meros rasgos paleográficos —«caractéristiques wisigothiques»— para determinar procedencias concretas, cf. von Büren 2012: 27, también a propósito de la
presencia en Italia de copistas peregrini de origen insular e hispánico.
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ciones, zonas terrestres, mundus – annus – homo, periodos planetarios
y vientos) y uno más, en XI 1–3, sobre los cuatro elementos y sus propiedades (no circular y de posible tradición neoplatónica). Al margen de
cuáles pudieran ser las fuentes isidorianas en relación con el estudio de los
vientos (Vitruvio, Séneca, Suetonio, manuales tardíos, etc.), el esquema
con la rosa de los doce vientos del capítulo 37 (De nominibus ventorum;
cf. luego Etym. XIII 11) remontaría —según el mismo Fontaine— «a los
Meteorológicos de Aristóteles, a través de muchos intermediarios posibles»
(2002: 212). El texto del De natura rerum se difundió rápidamente por
toda Europa desde la segunda mitad del s. VII (Martín 2005: 360), en al
menos tres recensiones, y ya fue conocido por Adelmo de Malmesbury
(m. 709), por Beda, autor de una obra homónima, por Rabano Mauro
(De universo), etc. Según ha propuesto von Büren (2014: 387–404), un
manuscrito hermano del célebre facticio Esc. R.II.18 («Ovetense»), de
finales del s. VII en su antigua uncial y originario del sur de España («sans
doute Cordoue» según afirma Martín 2005: 354), habría alcanzado de inmediato el norte de Italia. Por lo demás, resulta difícil adivinar cómo pudo
acceder Isidoro a las fuentes aducidas por Fontaine (Mu. y Mete.), incluso
sólo indirectamente, debiendo postularse quizá una vía tan relevante por
entonces como la norteafricana (cf., de manera afín, Fontaine 1959: 845),
ya depositaria de la rica herencia del De mundo apuleyano.
Isidoro hizo mención directa del nombre de Aristóteles en su Chronica,
con leve —pero significativa— modificación del enunciado (188, ed. Martín) en la redacción segunda de la obra (de 626, unos diez años posterior
a la primera de 615/6166 ). Según ha recordado Ferrari (2021: 49–50),
el muy temprano y voluminoso códice misceláneo de Lucca, Bibl. capit.
490 (c. 800), allí copiado, comprende entre sus múltiples transcripciones
(a menudo de influencia visigótica, por la supuesta intervención de hispanos emigrados a causa de la invasión musulmana) el De ecclesiasticis
officiis y parte de la Chronica (ff. 32r–35r), así como breves excerpta de
Etym. (ll. VII y VIII) y una epítome de la Collectio canonum Hispana.
La compleja, polémica y siempre incierta codicología isidoriana apenas
permite ir más allá de la pura hipótesis en el caso de buen número de deperditi de supuesta procedencia hispana, mientras que el concurso de la
paleografía tampoco permite adjudicar rasgos gráficos —visigóticos, p. ej.,
autóctonos o no— de una manera inequívoca (máxime en tiempos como
los actuales, desprovistos ya de la expertise que caracterizaba en Europa ha6
Sobre códices ya presentes en el norte de Francia y en el norte de Italia c. 623–625, cf. Martín 2005: 368.
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ce sólo unas décadas a muchos estudiosos y catalogadores de manuscritos
isidorianos y medievales en general).
2. Difusión de las traducciones aristotélicas árabo-latinas durante la
segunda mitad del s. XII
Como consecuencia de la invasión musulmana de la Península y de la
ruptura traumática de una parádosis secular de raíz occidental, en la
España medieval del s. XII no se dieron condiciones para una transmisión
directa del Aristoteles Graecus recuperado en Bizancio o siquiera del
incipiente Aristoteles Latinus alentado desde Italia, ya que, entre otros
factores, se careció de los clérigos necesarios para tal labor, así como de
una «inteligencia» de corte diplomático como la que representaron en
Italia —vía Constantinopla sobre todo— Jacobo de Venecia, Burgundio
de Pisa y, poco después, Henrico Aristipo, o, en Inglaterra, Adelardo de
Bath, Juan de Salisbury o Roberto Grosseteste. No parece fundada ni
atendible la hipótesis de Gutas respecto a un supuesto rechazo occidental
de conjunto hacia el griego —frente a un árabe de prestigio y de «cultural
predilection» (Gutas 2006: 13)— a causa de un «negative sentiment visà-vis the original works in Greek» y de «lack of appreciation» respecto
a tal tesoro o seña de identidad (ib. 14). Las razones del lento —pero
inexorable— avance del Aristoteles Latinus en Occidente fueron de orden
muy distinto.
2.1. Los preámbulos en el norte peninsular
Las traducciones de interés aristotélico realizadas a partir del árabe fueron en España escasas —en comparación con las consagradas a temas
astrológicos y pseudo-científicos en general— y resultado de iniciativas
personales, más que surgidas en el marco de un ideario filosófico de cierta
modernidad o de un programa científico reconocible.
Pedro Alfonso, converso bautizado en Huesca en 1106, fue quizá temprano visitante del norte de Francia, donde podría haber escrito su Dialogus contra Iudaeos hacia 1109/10, antes de la redacción de su Epistula
ad peripateticos Franciae (p. 1116/20). Hacia 1120/21 pudo colaborar de
algún modo con Walcher, prior de Malvern de origen lotaringio (traductor
de la sententia de Petrus Ebreus —Anphus— denominada De dracone, en el
Bodl. Auct. F.1.9, códice de gran formato procedente del entorno del autor
en Worcester, y el Erfurt, Amplon. Q.351: cf. Burnett 1987b: 167, n.º 6).
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No es seguro que mantuviera un contacto directo con Adelardo de Bath.
Habría ejercido como Henrici primi regis Anglorum medicus (m. 1135)
según anotación del Cambridge, Univ. Libr., Ii.VI.11 (s. XIII) de la Disciplina clericalis (f. 95r), obra en la que el autor incluyó dos breves referencias
a las epístolas pseudo-aristotélicas (caps. IV y XXIV) y cuya versión latina
podría haberse redactado en Inglaterra (cf. Loewe 1953: 231: «the provance [sc. provenance] of the important MSS points to the Latin recension
having been made in England», Burnett 1987b: 170). Su estancia en tierras
inglesas fue, por tanto, anterior a la de otros viajeros relevantes de origen
español como Ibn Ezra (en Londres c. 1158–1159), transeúntes de rutas
que también se recorrieron con frecuencia en el sentido inverso durante
la misma época (como demuestra p. ej. el William Stafford atestiguado
documentalmente en Toledo en 1154 —Haskins 1915: 68— o la labor
de Juan de Sevilla acreditada en el reducido códice de Oxford, St. John’s
College 188, de c. 1300, como ope duorum angligenarum, Gauconis scilicet
et Willelmi [f. 99v]). Es probable que una parte de la biblioteca del autor
—quizá provista de algún anticipo árabe del Secretum— permaneciese en
Francia o en España (Burnett 2008: 447), a donde no es seguro que Pedro
Alfonso volviese, pese a haberse especulado con su regreso a Toledo.
A mediados de siglo pasaron por la Península estudiosos de interés para
la cuestión aristotélica, como Hugo de Cintheaux (cf. Santoyo 2016: 350),
con acceso a la biblioteca de los Banū Hūd de Zaragoza y traductor de
un Liber Aristotilis de original árabe no conservado, o como su posible
colega Herman de Carintia, discípulo de Thierry de Chartres y autor de
un De essentiis escrito en Béziers en 1143 (además de dudoso traductor
del Almagesto a partir del griego c. 1150: Lemay ap. Tolan 2000: 17, 24,
n. 58). De ninguno de los dos parece constar huella visible en materiales
manuscritos autóctonos o foráneos de la época.
2.2. Toledo y sus circuitos librarios
Varias fuentes acreditan la circulación de manuscritos desde el Toledo de
la segunda mitad del s. XII con dirección a Inglaterra y, particularmente
a la muerte de Gerardo de Cremona, a Italia.
Es conocido el testimonio de Daniel de Morley, de cuyo paso por Toledo
—a buen seguro breve (Polloni 2016: 149)— daría prueba su colaboración con Galipo (quod a Galippo mixtarabe in lingua Tholetana didici,
según su Philosophia o Liber de naturis inferiorum et superiorum de entre
1175 y 1200 en el muy temprano Arundel 377, f. 89v), mozárabe —de
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nombre latinizado a partir de Ġālib (Burnett 2022: 452)— también colaborador de Gerardo en su traducción del Almagesto (1175; Arundel 377,
f. 103r: Galippo mixtarabe interpretante Almagesti latinavit) y que sería
uno de los informantes nativos que Gutas denominó «shadow translators»
(2006: 15), supuestamente causantes de que Gerardo nunca sintiera la
necesidad de aprender el árabe «well enough» (ib. 16). Daniel declara
haber regresado con una colección de libros a Inglaterra (poco después
de 1175 según Burnett 2008: 447), donde Juan, obispo de Norwich, se
interesó por su aprendizaje en Toledo (quizá en el propio Oxford: Burnett
1996: 27). Se esperaría que hubiera portado consigo —aparte del Liber
caeli et mundi del Pseudo-Avicena o del De ortu scientiarum atribuido
a al-Fārābī, ambos usados para su Philosophia (Burnett 2008: 447)— algunas de las recentísimas traducciones de Gerardo, como bien apuntó
Haskins (1915: 67–68: «it is likely that the pretiosa multitudo librorum
with which Daniel returned to England included certain of the mathematical and astronomical treatises which Gerard had turned into Latin»,
una hipótesis que retomó Wingate 1931: 122); sin embargo, los textos
citados por Daniel no parecen mostrar deuda respecto a las traducciones
del clérigo de origen italiano, de modo que «the majority of identifiable
works used by Daniel were written by Englishmen (or dedicated to Englishmen) and were available in manuscripts in England» (Burnett 1996:
28, 30). Interesa destacar que sus citas del Gener. et corr. proceden de la
traducción grecolatina de Burgundio de Pisa (Judycka 1986: XLVIII), ya
conocida en la escuela médica de Salerno c. 1170/75 (con maestros como
Bartolomé, Urso, Mauro, etc.), y no de la posterior versión gerardiana
a partir del árabe, además de que muestra buen conocimiento de la obra
de Adelardo (Burnett 1996: 28: «Daniel’s style is modelled very closely
on that of Adelard’s original works, down to the use of the very same
phrases»).
Suele admitirse que Alfredo de Sareshel (Alfredus Anglicus) pasó «some time in Spain» (Otte 1972: 280), probablemente en Toledo, sobre
la base de que empleó algún hispanismo («beleño», «arroba»), de que
alude a un maestro judío llamado «Salomon Avenraza» en sus glosas
a Mete. (Durham, Cathedral Libr. C.III.15, f. 14va; cf. Otte 1972: 281,
Mandosio 2018: 524) y de indicios similares. Sin evidencia alguna de que
conociese el griego (Otte 1976: 205), tradujo del árabe al latín dos obras
aristotélicas: el De plantis (o De vegetabilibus), con dedicatoria a Roger de
Hereford, y el De mineralibus atribuido a Avicena, considerado por Alfredo como un adecuado final de Mete. IV. Sus traducciones suelen situarse
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entre 1180/85 y 1190, su labor exegética entre 1190 y 1200 y su obra original (De motu cordis, dedicado a Alejandro Neckam), c. 1200 (Otte 1972:
276–277, 290–291); c. 1220 se documenta quizá como Magister Alueredus
de Sarutehill o Sarntehill canonicus Lich (sc. Lichfield: Otte 1972: 282; c.
1200 según Anzulewicz y Anzulewicz 2021: 13). Burnett (1996: 32, n. 29)
recordó la posibilidad de que Alfredo fuera quien introdujo en el Gener.
et corr. del Selden supra 24 algunas variantes procedentes de la traducción árabo-latina de Gerardo de Cremona correspondiente a Mete. I–III
(cf. Judycka 1986: XXV), también conocida —al menos de manera parcial—
por Burgundio de Pisa gracias a sus contactos con Salerno (Draelants
2011: 142–143).
Gerardo no tradujo el libro IV de Mete., «por el mero hecho de que ya
lo encontró traducido» (eo quod sane invenit eum translatum; ed. Burnett
2001: 279): era un libro vertido del griego en 1157 por Henrico Aristipo
(archidiacono de Catania en Sicilia, m. 1162), quizá por el interés de su
contenido, y pronto conocido por amigos ingleses de Aristipo (Mandosio
2018: 471). Cabe suponer que algún manuscrito de esta traducción llegó al
alcance de Gerardo, quizá gracias a la mediación de Alfredo (interesado en
la materia y con los contactos adecuados: ib.: 472, 491), en lo que habría
sido la primera muestra del «nuevo Aristóteles» en nuestro medievo
peninsular (y acaso pronto de retorno a Italia —p. 1187— como parte de
la biblioteca del maestro repatriada por sus socii).
Es muy relevante para nuestro asunto un grupo de códices facticios, en
parte de finales del s. XII, sobre los que Minio-Paluello llamó la atención ya
que parecían ofrecer «segni evidenti di comune origine» (1952: 179). Se
trata del Bodl., Selden supra 24 (procedente de la abadía benedictina de St.
Albans [según inscripción en ff. 3v, 84r; lám. en Anzulewicz y Anzulewicz
2021: 54], donde el códice se alojó entre 1200 y 1250: Miolo 2019: 120) y de
los códices de Avranches 221 y 232, ambos procedentes de la abadía benedictina de Mont-Saint-Michel (y el primero copiado en ella7 ), lugar que
debe seguir reconociéndose como esencial para la transmisión aristotélica
desde mediados del s. XII pese a la desinformación surgida de la campaña
provocada a raíz del conocido como «affaire Gouguenheim». Dadas las
triangulaciones geográficas que aquí interesan, conviene destacar cómo
su abad Roberto de Torigny, célebre por la alusión de su Crónica a las
traducciones aristotélicas realizadas por Iacobus clericus de Venetia y por
7
Cf. Bataillon 2008: 333 para lo referente a las traducciones de Jacobo de Venecia, suscribiendo alguna
hipótesis anterior.
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su relación con Ricardo (archidiácono de Coutances entre 1163 y 1170,
obispo de Avranches entre 1170 y 1181 y maestro del bien informado Juan
de Salisbury), también era en 1179 conocedor de la labor traductora de
Burgundio. Dentro del grupo de manuscritos señalados, son de especial
interés para nuestro asunto el Bodl., Selden supra 24 y el Avranches 232,
ambos transmisores de obras aristotélicas en traducción del árabe.
Minio-Paluello (1952: 179) señaló los rasgos comunes al grupo de manuscritos indicado, tanto codicológicos como paleográficos y de contenido.
En la senda de d’A lverny, Burnett incidió luego en el reducido formato de
estos quaternuli (de c. 20×15 cm. de promedio), refiriéndose también al
facticio —y de similar formato— Sloane 2030 (1996: 27, n. 16), copiado
en parte quizá en Inglaterra a mediados del s. XII y con obra de Adelardo de Bath (tr. de Ps.-Ptol., Centil. en f. 87rv8 ). Burnett planteó la hipótesis
de que en St. Albans se siguiera la costumbre practicada por Torigny en
Mont-Saint-Michel de reunir cuadernillos exentos o libelli, postulando
incluso que «it was probably little manuscripts like these that Daniel of
Morley brought back to England with him» (1996: 29–30). Volvió sobre
su propuesta en 2008: 447 («The typical format of these scientific books
brought from abroad would have been small unbound libelli»), en alusión
al Selden supra 24 y al Edimburgo, Advoc. 18.6.11 (de c. 1150 y donado por
el magister Herbertus a la Durham Cathedral Priory en el tercer cuarto
del s. XII), planteando la posibilidad de que se recurriese para tales libelli
al papel. La sugerencia de que tal formato y posible soporte de preferencia
surgieran en España —por transportabilidad, ya que motivos de clandestinidad («perhaps secretly» apunta Burnett 1996: 44) parecen en este caso
poco aplicables— resulta inverosímil.
Los seis cuadernos conservados del Bodl., Selden supra 24 datan del
tercer cuarto del s. XII y podrían ser obra de copistas franceses (Caiazzo
2019: 489 ); un mismo escriba habría copiado sus fascículos I, II y IV
(Caiazzo 2019: 47–48). El códice, una vez perdido un séptimo cuadernillo
con la sección astrológica —Nupt. VIII— de Marciano Capela (según
se desprende de un índice del s. XIV), incluye traducciones realizadas
8
Es folio a veces considerado autógrafo (Juste 2022); el ms. alberga una Physionomia en ff. 95r–103r,
un liber Aristotilis de conductibus aquarum en ff. 110r–114r y una Ciromantia pseudo-aristotélica en
ff. 125r–126v. El boeciano Oxford, Trinity College 47 pudo escribirse —en Inglaterra o en el norte de
Francia— bajo supervisión de Adelardo, a juicio de Burnett (1987a: 84), pero sus dimensiones no
coinciden con las examinadas aquí (que sí concurren de nuevo, p. ej., en el citado Arundel 377 de c.
1200).
9
Mostrarían una escritura «quasi indubbia normanna» en la sección del Gener. corr. según MinioPaluello (1952: 178, 181); a un «posible origen inglés» apuntó asimismo Bataillon (2008: 333).
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en el s. XII a partir del griego y, en Toledo, a partir del árabe: I: ff. 3v–
26r Metaph. (I–IV, 3–4) en traducción de Jacobo de Venecia (= transl.
vetustissima), con glosas marginales; II: ff. 27v–40v Ethica vetus = EN II
y III (hasta 1119a34) en traducción de Burgundio de Pisa, con abundantes
glosas; III: ff. 41r–63v Gener. et corr. en traducción de Burgundio, con
abundantes glosas interlineales de carácter escolar y, al margen, derivadas
de Filópono; IV: ff. 64r–74v Liber caeli et mundi de Pseudo-Avicena, en
traducción de Domingo Gundisalvo, sin atribución en el códice; con
amplias glosas en ff. 74v–75r; V: ff. 76r–83v Metaphysica Avendauth =
Liber de causis en traducción de Gerardo, tempranamente conocida en
Inglaterra (como reflejan las citas de Alfredo de Sareshel en el De motu
cordis y las de Alejandro Neckam en su Speculum speculationum) y en
Italia (cf. Caiazzo 2019: 49 en relación con el Aosta 71); VI: ff. 84r–102v
Mete. I–III en traducción —a partir del compendio de Ibn al-Bitriq— de
Gerardo, con glosas y figuras, y, en ff. 102v–113r, Mete. IV en la traducción
complementaria de Henrico Aristipo (c. 1150; m. 1162), con numerosas
glosas; sucede en el códice (ff. 113r–114r) el De mineralibus, en traducción
de Alfredo, con glosas marginales10 .
El códice ha solido vincularse a un ámbito inglés, ya sea el de Daniel de
Morley (dada la presencia del Liber celi et mundi) o el de Alfredo de Sareshel, en virtud sobre todo de su último cuaderno conservado (Mete.11 );
ambos nombres son también los evocados por Caiazzo en su reciente
síntesis (2019: 49). Tal hipótesis no excluye que el manuscrito contenga
elementos de ascendencia italiana más o menos directa. Minio-Paluello
sostuvo que determinados textos podrían proceder de algún monasterio
de la Italia meridional vinculado a Mont-Saint-Michel (1952: 180). La
hipótesis de Salerno (frente a otras como Palermo), donde la traducción
del Gener. corr. de Burgundio ya era conocida c. 1170/75, es recurrente
(cf. Rashed 2001: 159, entre otros estudiosos) y concuerda con una posible mediación por parte de Adelardo, conocedor de traducciones de
10
La recopilación suele llamarse Liber metheororum en los manuscritos, de acuerdo con la denominación
que quizá le asignara el propio Alfredo (Rubino 2010: VII–VIII, XXXVIII–XXXIX), pionero detractor del
proyecto de Gerardo —de «purely Arabic nature» según Burnett (2012: 103)— en cuanto posible
defensor del recurso a la traducción directa de Aristipo.
11
Los demás apuntarían más bien a Neckam, maestro en París, presente en su natal St. Albans entre 1183 y 1190 (lugar de amplias conexiones con Salerno: Morpurgo 1990: 225–226) y en Oxford
entre 1198 y 1203 (Burnett 1996: 33 y n. 33; Burnett retomaba así la hipótesis de que Neckam trasladó
a Inglaterra el códice, matizando que llevaría en realidad un modelo más extenso, como ha asumido
Miolo [2019: 120]; una hipótesis similar en 2008: 451: «There are strong indications that Bodleian,
ms. Selden supra 24, was put together from manuscripts collected by Alexander Nequam when he was
teaching in Oxford in the 1190s»).
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Constantino el Africano (Burnett 1996: 23, n. 7). Como advirtió Bataillon
(2008: 333), «il a existé entre l’Italie et le Nord-Ouest de l’Europe divers
relais dont le détail nous échappe». La relación directa entre España y Salerno fue temprana (como prueba el Robertus Salernitanus Medicus de la
Historia Compostellana II 8, en referencia al periodo 1118–1120), pero
debe investigarse más allá de lo sugerido por Morpurgo (1991: 495, sobre la sorprendente presencia del De processione mundi de Gundisalvo
en la obra de Urso), Burnett (1992: 114: «Morpurgo rightly points out
that […] there were connections between the Spanish translators and
those in Italy ([Morpurgo 1990], p. 151)») o, siguiendo hipótesis anteriores, Caiazzo (2012: 27: Bartolomé de Salerno cita el De diff. spir. et an.12
y Magister Salernus redacta un resumen de Mete. sobre la base de la vetus
translatio).
El Selden supra 24 ofrece un texto de la traducción del Gener. corr.
más primitivo que el de Avranches 232 (Judycka 1986: XXV, Burnett 1996:
26), en cuanto que se ajusta más al griego y preserva mayor número de
alternativas por parte del traductor. En este segundo manuscrito aparece
el De diff. traducido por Juan de Sevilla para Raimundo de Toledo —por
primera vez en unión de los libri naturales de Aristóteles— en el mismo
fascículo que la EN y copiado por la misma mano (Burnett 1995: 250–251),
también en versión revisada respecto al códice —antes citado por su
reducido formato— de Edimburgo, Advoc. 18.6.11, provisto de Secr. [Epist.
ad Alex. de dieta servanda] en ff. 82r–84v y de De diff. —rellenando un
hueco en blanco— en ff. 104v–108r, ambos textos copiados por una misma
mano, a veces considerada de «apparence méridionale» (d’A lverny ap.
Burnett 1995: 226, n. 12), del sur de Francia o de la propia España13 . El
Avranches 232 también transmite en f. 198rv una recensión parcial del De
unitate et uno de Gundisalvo.
No nos detenemos aquí en transmisión aristotélica indirecta como la
que representa p. ej. el comentario de Averroes a Metaph. en ff. 1–167v
del Avranches 220 (de principios del s. XIII), quizá el ejemplar más antiguo en latín de este comentario; cabe recordar que uno de los primeros
eruditos en citar comentarios de Averroes —en torno a Phys., Cael. y Metaph.— fue Grosseteste a partir de c. 1230 (Burnett 1996: 34). Tampoco
nos detenemos en traductores de la generación siguiente como, sobre todo,
12
13
Sobre posibles conexiones entre el Selden supra 24 y el texto de Bartolomé, cf. Morpurgo 1990: 222.
Cf. https://manuscripts.nls.uk/repositories/2/resources/15223#components [12.10.22].
Este códice añade en su colofón de f. 108r el célebre et limiensi referido al traductor (Burnett 1995:
224, lám. 1).
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Herman el Alemán y Miguel Escoto, ambos portadores probablemente de
manuscritos de confección española en sus desplazamientos fuera de la
Península.
Las traducciones de Gerardo pudieron hallar una segunda vía de difusión «en bloque» desde España a raíz de su muerte en 1187, dentro de
lo que Burnett (2012: 96) ha caracterizado como un particular Corpus
Arabo-Latinum hoy conservado en el Aosta 71 (c. 1200) y en el milanés
Trivulz. 764 de mediados del s. XIII, manuscritos probablemente copiados
en Italia y de contenido en parte coincidente. En nuestra opinión, la hipótesis de Burnett, basada en la Commemoratio librorum redactada por
los socii de Gerardo tras la muerte del maestro (conservada en el Par. Lat.
9335, códice de origen italiano copiado a princ. del s. XIII) —hipótesis
reflejada recientemente por Caiazzo 2019: 50— suscita dudas, también
respecto a la propiedad, en este caso, de una denominación como la de
«canon».
El surgimiento del corpus vetustius y su rápida difusión universitaria
no dejó mucho lugar para las propuestas del «local affair» toledano y sus
«ideological motivations» (Gutas 2006: 11). La prolijidad de la lengua
árabe era un reproche ya muy extendido en el s. XIII, al igual que su falta
de exactitud respecto a los originales griegos. A ello se unió en Occidente
la paulatina convicción de que eran preferibles traducciones de primera
mano —grecolatinas— y fieles en lo filológico (como recomendaban Juan
de Salisbury, Roger Bacon, etc.). Ésta explica en parte la aparición de
traducciones alternativas en los márgenes de los códices o de versiones
enteras confrontadas, como en el caso del Tolet. 17,14, de comienzos del
s. XIII y de procedencia francesa (con tres versiones de los Anal. post.: una
versión anónima, la de Jacobo de Venecia y la de Gerardo de Cremona, así
como la traducción del comentario de Temistio), del Vindob. Lat. 2318, de
origen italiano y perteneciente al s. XIII (con Phys., Cael. y Gener. corr. en
columnas paralelas, con la traducción del árabe a la izquierda y la del griego a la derecha) o del Par. Lat. 16141, también del s. XIII, que confronta en
columnas paralelas la Phys. de Jacobo, la de Miguel Escoto y la de Gerardo.
Tales signos presagiaban la irrupción del corpus recentius auspiciado por
Moerbeke y su entorno. La circulación de traducciones árabo-latinas se
restringió cada vez más. Son factores que creemos deben añadirse a los
recientemente reunidos, con acierto, por Beullens (2022: 525–543).
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3. Conclusiones
Como se desprende de las dos breves calas ofrecidas, las dificultades que
plantea el estudio de la circulación de manuscritos aristotélicos en la España medieval se derivan sobre todo de la escasez de datos externos que
los propios códices proporcionan y de la ausencia de trabajos de catalogación exhaustivos (p. ej. en materia de datación y procedencia). Sigue
siendo así incluso en el caso de los manuscritos más antiguos y relevantes
desde el punto de vista histórico-textual. A ello se añade la siempre escasa
aparición de nuevos datos prosopográficos.
Nuestro somero análisis de la biblioteca aristotélica isidoriana corrobora la existencia de un cierto número de códices de origen peninsular hoy
no conservados —no muy abundantes, pero siempre con visos de haber
constituido modelos esenciales— en los que se basaron las recensiones
principales de obras como Nat. rer., Chron. o Etym. Las vías de difusión
de estos códices tras su itinerancia por España (insular, italiana y francesa) coinciden en buena parte con las que recorrieron quinientos años
después un buen número de manuscritos con traducciones árabo-latinas
procedentes de Toledo, materia esencial de un posterior trabajo intelectual que no llegó a producirse ya en el enigmático entorno de la catedral
toledana, sino más bien en numerosos centros —dispersos, pero mucho
más interconectados de lo que hoy podemos atestiguar—de Francia, de
Inglaterra y de Italia, un triángulo al que España aportó bastante desde su
periferia y del que por razones históricas diversas recibió, sin embargo,
escaso rédito.
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14
Muchos de los manuscritos mencionados son accesibles en versión digitalizada; omitimos la referencia
a los correspondientes enlaces por motivos de espacio.
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123
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Testimonios perdidos: códices desaparecidos de
un corpus anónimo latino tardío1
Lost Witnesses: Missing Manuscripts of a Late Latin
Anonymous Corpus
ÁLVARO CANCELA CILLERUELO
Universidad Complutense de Madrid
alvarocancela@ucm.es
doi: 10.48232/eclas.162.05
Recibido: 24/07/2022 — Aceptado: 09/10/2022
Resumen.— La Exhortatio poenitendi, el Lamentum poenitentiae y la Oratio pro correptione
uitae son tres obras latinas tardías anónimas falsamente atribuidas, primero, a Isidoro de
Sevilla y, posteriormente, a un segundo obispo visigodo: Sisberto de Toledo. Su tradición
manuscrita conservada supera la treintena de testimonios, escritos entre los ss. IX y XVI. Con
todo, antiguos catálogos e inventarios dan noticia de otros manuscritos medievales y humanísticos, hoy desaparecidos, que contenían una o varias de las obras. En el presente trabajo
ofrecemos un estudio de tales testimonios desaparecidos. Las evidencias de las noticias
existentes sobre ellos, combinadas con el conocimiento de los códices supervivientes y de
sus relaciones, nos permiten ubicar buena parte de estos códices perdidos en el stemma y la
historia de la tradición de estas obras, así como valorar las consecuencias de su pérdida en
dos aspectos diversos: la edición del texto y la historia de su transmisión en el Medievo.
Palabras clave.— Códices perdidos; catálogos; bibliotecas medievales; Sisberto de Toledo
Abstract.— Three late Latin anonymous works (the Exhortatio poenitendi, the Lamentum
poenitentiae and the Oratio pro correptione uitae) have been wrongly attributed to Isidore
of Seville and, in the 20th century, to a later Visigothic bishop: Sisbert of Toledo. They are
transmitted in more than thirty manuscripts, written between the 9th and 16th centuries.
However, mediaeval catalogues also attest the existence of further lost manuscripts transmitting at least one of these works. This paper deals with these lost textual witnesses. Evidence
provided by the extant tradition as well as by the information available about these missing
manuscripts sheds light on their place in the history of this corpus and its stemma codicum.
1
Este trabajo es resultado del Proyecto de Investigación «El género consolatorio en época tardoantigua:
estudio y edición crítica del De consolatione in aduersis (y otros textos tardíos y altomedievales)»,
Programa Logos – Fundación BBVA de Ayudas a la Investigación en el Área de Estudios Clásicos,
Convocatoria 2019. A Jacques Elfassi, José Carlos Martín-Iglesias, Isabel Velázquez y los excelentes
evaluadores anónimos de EClás les debo un agradecimiento en la redacción de este trabajo, que quiero
dedicar a los amigos y colegas del Institut de Recherche et d’Histoire des Textes (IRHT), maestros en
la investigación en la historia de las bibliotecas.
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testimonios perdidos
It also allows us to evaluate their loss in two respects: (a) the edition of these works, and
(b) the history of their diffusion during the Middle Ages.
Keywords.— Lost manuscripts; catalogues; mediaeval libraries; Sisbertus Toletanus
Omne ignotum pro magnifico est
(Tac., Agr. 30)
1. Introducción
Entre la literatura tardía hispana en latín es habitual incluir un corpus
de tres textos falsamente atribuidos, en buena parte de su tradición manuscrita, a Isidoro de Sevilla († 636) y, en los años veinte del s. XX, a un
segundo obispo visigodo: Sisberto de Toledo († post 693). La inverosimilitud de esta segunda asignación, con todo, ha conducido a referirse al
anónimo autor de estas obras como «Pseudo-Sisberto de Toledo», para
diferenciarlo del auténtico prelado histórico toledano. Es más, pese a su
tradicional consideración como textos hispánicos del s. VII, su estudio
sugiere que se trata, más bien, de composiciones datables en el s. VIII
con origen galo o, más bien, italoseptentrional. Por lo que respecta a sus
contenidos, las dos primeras obras son poemas rítmicos (la Exhortatio
poentiendi, en hexámetros rítmicos, y el Lamentum poenitentiae, en un
alfabeto poético en versos trocaicos), mientras que la tercera es una composición en prosa, corrientemente titulada Oratio pro correptione uitae.
Como los dos primeros poemas, la Oratio aborda el problema del pecado
y la penitencia recurriendo, entre otros autores, a las doctrinas de Isidoro
de Sevilla y a un notable conocimiento del texto bíblico2 .
La tradición manuscrita conservada de este corpus tardío supera la
treintena de testimonios e incluye códices portadores de una de las obras,
de dos (en varias combinaciones) o de las tres; su elenco actual más
completo, acompañado de las siglas empleadas, aparece al término del
presente trabajo. Como puede advertirse en el listado, los manuscritos más
antiguos, entre los que destacan F (Angers, Bibliothèque municipale, 275),
B (Montpellier, Bibliothèque interuniversitaire, Méd. H 137) y H (Múnich,
Bayerische Staatsbibliothek, Clm 14492), datan del s. IX; los recentiores
más tardíos fueron transcritos a finales del s. XVI. Desde la Galia y Baviera
carolingias hasta la Sajonia bajomedieval, pasando por el Lacio y las islas
2
Sobre este corpus (Dekkers y Gaar 1995: n.º 1227, 1533, 1228), su estructura literaria, fuentes, datación
y origen, cf. Cancela Cilleruelo 2021, con edición y estudio.
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álvaro cancela cilleruelo
británicas, la difusión geográfica de la tradición es igualmente extensa3 .
Junto con su amplitud cronológica y geográfica, vale la pena destacar dos
aspectos adicionales por su relevancia en las siguientes páginas. En primer
lugar, la familia más nutrida de la tradición deriva de un hiparquetipo Σ:
en él, el corpus completo aparecía transcrito después de una copia de los
Synonyma de Isidoro de Sevilla; esta combinación de Synonyma y PseudoSisberto se reitera en numerosos manuscritos conservados, que, en último
término, remontan hasta este hiparquetipo, sobre cuya posición estemática
volveremos más adelante4 . En segundo lugar, en la Península Ibérica la
tradición manuscrita se limita a seis códices que solo transmiten una de
las obras, el Lamentum, y lo hacen en una versión especial: por un lado,
se trata de una tradición muy tardía —inexistente hasta el s. XIII— que,
además, deriva en su totalidad, sin excepción conocida, de un manuscrito
toledano todavía conservado (T = Madrid, Biblioteca Nacional de España,
10442); por otro, al igual que sus cinco descendientes, T transmite, en
realidad, una forma muy particular del Lamentum, caracterizada por
ser una versión deliberadamente abreviada, adulterada y rehecha por un
refector medieval, y no el poema auténtico del s. VIII5 .
Para su primera edición crítica completa, hemos colacionado toda la
tradición manuscrita e impresa conservada, estableciendo el stemma codicum de cada obra —que, dada la existencia de tradición parcial, debe
ser individual— y ofreciendo después una reconstrucción conjunta de la
historia de su texto, que deriva de un arquetipo que contenía el corpus
completo y cuyo texto estaba ya lastrado por varios errores. En una reconstrucción común y de conjunto, un stemma simplificado de toda tradición
adopta la forma representada en el stemma 1 en la página siguiente6 .
3
Sobre la tradición manuscrita, cf. Cancela Cilleruelo 2021: 63–286. A los 31 códices conocidos en esta
edición debe añadirse z = Gante, Universiteitsbibliotheek, 307, ff. 117vb–118rb (unidad codicológica
IV, s. XII), un facticio compuesto en la abadía benedictina de San Maximino de Tréveris, que nos fue
señalado por Jacques Elfassi en diciembre de 2021 y sobre el cual cf. Dubuisson 2020: 243 n. 11, con
identificación del texto (aunque debe corregirse que se trata de la Oratio, no de la Exhortatio). Transmite
solo un excerptum de la Oratio (desde Oratio 113 nullum hasta 169 repetatur), considerablemente
abreviado. Nuestra colación revela que el códice carece de valor para la edición del texto: pertenece
a la familia que depende de B (cf. Oratio 127 deflere] flere B K P z, 130 causas] causam B K P z);
aunque remonta en último término a B, no lo hace de forma directa, sino a través de K (Copenhague,
Kongelige Bibliotek, Ny kgl. Saml. 2740 4º), de P (París, Bibliothèque nationale de France, lat. 18072)
o de otro descendiente de B emparentado con estos dos códices cistercienses (cf. Oratio 162 corde]
cordis B, cordibus K P z). Sobre esta familia volvemos en detalle infra.
4
Sobre los Synonyma (Dekkers y Gaar 1995: n.º 1203) y sobre su transmisión, cf. Elfassi 2009; sobre
esta familia, cf. Elfassi 2011: 53 y 55 y, sobre todo, Cancela Cilleruelo 2021: 63, 142–158, 183–192,
242–255 y 279–280.
5
Sobre esta tradición, cf. infra § 6. La tradición hispánica, con referencias.
6
En el siguiente stemma, la letra volada indica si transmite solo una o dos obras (E = Exhortatio,
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STEMMA 1: Stemma de las ramas altas de la tradición
Ahora bien, tanto esta representación como la reconstrucción de la historia del texto que de ella se infiere son incompletas. Existe una evidencia
adicional que, aunque irrelevante para la edición de estas obras tardías,
sí es significativa para la historia de su transmisión: las informaciones
relativas a otros códices, hoy perdidos. En efecto, ya Elfassi (2011: 55
y 2012: 40) advirtió que los inventarios de las bibliotecas de Canterbury,
Clairmarais, Erfurt, Le Bec, Lobbes y Oviedo daban noticia de manuscritos que transmitían una o varias obras de este corpus y que, por las
informaciones conservadas, no pueden corresponderse con ninguno de
los hoy conocidos; como veremos, otra copia quizá podía hallarse en la
abadía cisterciense de Vauluisant. Un testimonio más, señalado por Elfassi
como posiblemente perdido, puede identificarse, por el contrario, con
un códice conservado. El manuscrito en cuestión aparece listado en el
catálogo de 1461 de la abadía suiza de San Galo, bajo el asiento E 147 :
7
L = Lamentum, O = Oratio); a falta de tal indicación se asume que el testimonio —hiparquetipos
reconstruidos inclusive— transmitía el corpus completo.
Citamos por la edición de Lehmann 1918: 114, líneas 2–5. El inventario se conserva en el códice San
Galo, Stiftsbibliothek, 1399.1; el asiento citado consta en el f. 2vb.
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Sinonima Ysidori; item consolacio, instructio, oracio penitentis; Augustinus
de fide ad Petrum dyaconum; Alcwinus ad Karolum imperatorem de fide
libri III; Albinus de Trinitate; instructio Alcwini de uirtutibus et uiciis.
Como ya advirtió Bruckner (1938: 90), la minuciosidad de las informaciones permite reconocer en esta descripción los contenidos de un manuscrito sangalense conservado: G (San Galo, Stiftsbibliothek, 269), que
transmite las mismas obras en igual orden. Es más, en el f. 1r de este
códice, que en origen había quedado en blanco como guarda, se lee un
índice que es idéntico a la entrada del catálogo de 1461 y que confirma la
identificación de ambos manuscritos:
Sinonima ysidori · Item consolatio instructio oratio penitentis · Augustinus
ad petrum diaconum de fide · Alcwinus ad Karolum imperatorem de fide
libri · III · Albinus de Trinitate · Instructio alcwuini de uirtutibus et uitiis.
Descartado este caso, en el presente trabajo ofrecemos un estudio de estos
«testimonios perdidos», a los que deben sumarse los dos manuscritos que
dieron lugar a las primeras ediciones impresas de estas obras, igualmente
desaparecidos, y a los códices que manejaron algunos autores medievales
que leyeron la obra en testimonios no conservados. Como se observará
en las páginas que siguen, el rastreo de las huellas que han dejado permite,
por un lado, integrarlos en diversas ramas de la tradición superviviente
a la luz de otras evidencias históricas y geográficas, y, por otro, valorar
incluso qué impacto ha podido tener su pérdida para la edición crítica del
texto de estas obras.
2. La tradición anglonormanda: Canterbury (Inglaterra) y Le Bec
(Normandía)
La biblioteca de la abadía benedictina de San Agustín en Canterbury,
Kent (Saint Augustine’s Abbey) nos es conocida gracias a un catálogo
conservado en el códice Dublín, Trinity College, 360 (D. I. 19; s. XV2/2 ),
editado por Bruce Barker-Benfield. En el f. 40va de este inventario se
menciona un testimonio perdido que, entre otras obras, contenía los
Synonyma de Isidoro, seguidos del Lamentum poenitentiae y de un poema
titulado Regula fidei (probablemente, la obra homónima de Paulino de
Aquileya con idéntico título)8 :
8
Citamos por la edición de Barker-Benfield 2008: 597, n.º 436. En vista probablemente de textos
isidorianos, como los Synonyma, o supuestamente isidorianos (como el Lamentum), Barker-Benfield
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testimonios perdidos
Soliloquium ysidori et in eodem libro lamentaciones ysidori per Alphabetum.
Regula fidei metrice. Liber de proprietatibus quorundam sermonum. et
Iulianus de sexta etate cum A. 2º fo. Pensate D’ 5 Gª 4.
Significativamente, los tres primeros contenidos reaparecen en otro códice,
lamentablemente también perdido, que se hallaba en la abadía benedictina
de Le Bec en Normandía (Francia), fundada en el año 1035 por Herluin
(995/7–1078), caballero y después monje benedictino. De la biblioteca
de Le Bec, que alcanzó gran esplendor, se conserva en el códice Avranches, Bibliothèque patrimoniale, 159 (ff. 1v–3r), un catálogo del s. XII que
contiene la siguiente indicación9 :
106. In alio [scil. uolumine] de uitiis libri tres, et Ysidori sinonima libri II, et
lamentum penitentie ejusdem et regula fidei versifice composita.
La primera obra de este manuscrito se identifica con el De uitiis et uirtutibus de Rabano Mauro10 ; le siguen los citados Synonyma, Lamentum
y Regula fidei.
Pese a la presencia de algunas obras diversas, el vínculo entre ambos
manuscritos es seguro en vista de la excepcionalidad de una combinación
en concreto: en una tradición como la que nos ocupa, formada por casi cuarenta testimonios (entre conservados y perdidos), la sucesión de
Synonyma + Lamentum + Regula fidei aparece solo en estos dos códices y en ambos lo hace en idéntico orden11 . La conexión entre estos dos
se pregunta si la Regula puede ser los Versus in biblioteca de Isidoro. Sin embargo, esta colección
poética no se conoce con el título de Regula fidei y la presencia de los Synonyma y del Lamentum no
apunta hacia una obra hispánica, porque la primera obra tiene una ingente difusión carolingia y la
segunda no es, de hecho, un poema hispánico, sino precarolingio y carente de tradición hispánica
antigua. El título y la ubicación del códice sugiere que se trata de una obra distinta: la Regula fidei, un
poema del teólogo carolingio Paulino de Aquileya († 802), sobre la cual remitimos a Norberg 1979:
26–33 y 91–96 (con edición). La misma Regula fidei en verso aparece también en un antiguo códice
de Le Bec citado inmediatamente a continuación, en el cual se acompaña de otra obra carolingia: el
De uirtutibus et uitiis de Rabano Mauro.
9
Citamos por la edición incluida en Omont 1888: 390 y debida a M. Ravaisson (cf. Omont 1888: 384
n. 5). El códice aparece censado en el elenco de Nortier 1966: 216: «Le Bec, Lamentum penitentie
/ Synonyma, XII 106». Sobre la biblioteca de Le Bec, cf. Nortier 1957 (= Nortier 1966: 34–60), así
como Lecouteux 2017 y 2018, con bibliografía. Cf. también Becker 1885: 263; Huemer 1885: 331;
Manitius 1911: 189.
10
Existen otras obras contemporáneas con título similar, como el De uirtutibus et uitiis de Alcuino de
York († 804) o el De uitiis et uirtutibus de Halitgario de Cambrai († 830/831). Sin embargo, mientras
el de Alcuino es un libro único y el de Halitgario está dividido en cinco, consta precisamente de tres
libros la obra homónima de Rabano Mauro († 856), publicada en el vol. CXII de Migne 1844–1855:
1335D–1398C.
11
Es poco relevante el hecho de que en el manuscrito de Canterbury la obra isidoriana se cite con el
título de Soliloquium y no con el de Synonyma, que consta en Le Bec. Los Synonyma se han conservado
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manuscritos es del todo coherente con el contexto geográfico, histórico
y religioso de las dos abadías implicadas, en el período sucesivo a la conquista normanda de Inglaterra (s. XI). Sedes continentales como Le Bec
mantuvieron un contacto muy estrecho con Inglaterra y, en particular, con
Canterbury, en los ss. XI–XII: el italiano Lanfranco, monje y prior en Le
Bec, fue arzobispo de Canterbury entre 1070–1089; su sucesor, Anselmo,
fue obispo de la misma sede entre 1093–1109 tras haber sido abad en Le
Bec entre 1078–1093. Igualmente, Robert de Jumièges o Robert Champart († 1055), abad de Saint-Pierre de Jumièges en Normandía desde
1037, fue obispo de Londres entre 1044–1051 y arzobispo de Canterbury
entre 1051–1052. En este contexto, gracias a la relación de estos personajes y de sus acompañantes, numerosos manuscritos franceses pasaron
a sedes inglesas (particularmente, Canterbury y Winchester), y códices
provenientes de estas atravesaron el canal de la Mancha con destino a la
costa atlántica franconormanda12 . A este período precisamente tal vez
remontaba el códice perdido de Le Bec, que necesariamente es anterior
a la redacción del citado inventario de la abadía en el s. XII.
No disponemos, con todo, de datos suficientes para precisar la relación
estemática concreta que vinculaba ambos manuscritos. Tal vez el códice
de Le Bec fuera el modelo del de Canterbury, pero la relación inversa no
es descartable y es también posible que uno y otro descendieran independientemente de un tercer ejemplar, que, en alguno de los constantes
intercambios de libros de la época, atravesara el canal de la Mancha en una
dirección u otra, antes de desaparecer. En todo caso, la presencia en ambos
de los Synonyma certifica que ambos remontaban, en último término, a Σ,
un hiparquetipo con origen continental cuyos descendientes se difundieron desde el s. IX por toda Europa, alcanzando, en el caso que nos ocupa,
las islas británicas en el contexto de la conquista normanda.
Tales códices no son los únicos que certifican la presencia del corpus
de Pseudo-Sisberto en esta ubicación: existen dos copias, en ambos casos
conservadas, que fueron, de hecho, transcritas ya en suelo inglés. Por
un lado, en fecha anterior había alcanzado suelo insular otra rama de la
tradición cuyo único superviviente es Y (Salisbury, Cathedral Library, 9),
copiado en Salisbury a fines del s. XI o inicios del s. XII. Relacionado con
en dos versiones: Λ (cuyo título habitual es Synonyma) y Φ (que corrientemente transmite la obra
como Liber soliloquiorum); cf. Elfassi 2009: LVIII–LXV, CXXXIII–CXXXV. Desde fecha muy temprana
hay códices de los Synonyma que contaminan o combinan ambos títulos, por lo que uno y otro se
empleaban indistintamente como referencia; cf. al respecto Elfassi 2001: 13–129.
12
Nortier 1966 aborda en numerosos puntos esta relación entre Normandía e Inglaterra.
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testimonios perdidos
el citado F y con su rama originaria de Tours, es independiente de Σ y,
por tanto, ajeno a la tradición normanda que acabamos de caracterizar
(Cancela Cilleruelo 2021: 115–118, 193–194). Por otro, a finales del s. XII
se transcribe en un scriptorium inglés L (Oxford, Bodleian Library, Laud.
Misc. 508), un gemelo de Σ que, a diferencia de este, no transmite los
Synonyma y que deriva del mismo hiparquetipo Δ al que remonta Σ (Cancela Cilleruelo 2021: 103–105, 194–197, 262–264; véase supra el stemma
1 en la página 132). La presencia de la obra isidoriana en los códices de
Canterbury y Le Bec invita, en principio, a pensar que ambos manuscritos
y su modelo no estaban relacionados con L, sino que remontaban en último término a su gemelo Σ. Desde esta perspectiva, si no se relacionaban
ni con Y ni con L, estos dos manuscritos perdidos representarían una
tercera vía por la que el corpus pasó el canal de la Mancha en los ss. XI–XII,
haciéndolo ya en un descendiente de Σ, cuyo texto se estaba imponiendo
como vulgata13 . Ahora bien, cabe la posibilidad de que ya Δ contuviera
los Synonyma y, a diferencia de Σ, L omitiera deliberadamente esta obra
isidoriana; en tal caso, los códices de Canterbury y Le Bec sí podrían
vincularse con L, que sería un pariente conservado de ambos. A favor
de esta hipótesis obra una evidencia adicional: L transmite solamente el
Lamentum y la Oratio y omite la Exhortatio, exactamente igual que los
manuscritos de Canterbury y Le Bec. Tal vez la falta de la Exhortatio, en
combinación con el origen inglés de L, podría ser un indicio de que estos
testimonios estaban emparentados.
Pese a su pérdida, esta rama de la tradición —y, en particular, la existencia de un ejemplar en el Canterbury medieval— sí ha dejado un rastro
indirecto, pero conservado, antes de desaparecer. En efecto, en el s. XI2/4
se copió una colección de bendiciones conocida como «Bendicional de
Canterbury», preservada en el códice Londres, British Library, Harley
2892; destinado para uso en Canterbury, la copia del códice se ha ubicado
bien en esta misma institución, bien en Winchester14 . Entre las bendiciones que transmite, consta una pequeña pieza que, aunque no se había
13
Un posible vínculo entre una rama de Σ y Le Bec podría ofrecerlo un códice francés de esta familia,
R, que transmite el De corpore Domini de Lanfranco de Canterbury, una de las figuras con las que
se vincula este intercambio cultural anglonormando. Aunque la difusión inicial de la obra es amplia,
tal vez su presencia en R —es el único texto posterior al s. IX que transmite este códice— lo ponga
en contacto con abadías como Le Bec, donde Lanfranco fue prior y donde la obra está testimoniada
desde el s. XII; cf. De Montclos 1971: 253–254.
14
Sobre el códice, remitimos a Gneuss y Lapidge 2014: 352 n.º 429. El Bendicional de Canterbury fue
publicado por Wooley 1917.
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advertido todavía, es, en realidad, una reelaboración de varios versos del
Lamentum poenitentiae15 :
BENEDICTIO DE QVACVMQVE TRIBVLATIONE
[1]
Deus, qui multus est ad ignoscendum, aspiciat et condoleat clemens aerumnas quas sustinetis, remoueat contritiones et flagella que toleratis, postque
comminationem et increpationem, det placatus ueniam quam postulatis.
Amen. [2] Placeat sibi uos contritos et humiliatos subleuare, dampnatos reparare, naufragos liberare, hostium uirtutes humiliare, crudelitates euacuare
et patriae libertatem et pacem restaurare. [3] Et quia mentes uestrae fluctuant
in moerore, corda natant in lacrimis et dolore, gemitus uestros suscipere,
culpas abstergere, hostes comprimere, tribulationum atque temptationum
incendia dignetur extinguere, et omnibus uobis morum emendationem et
optatam hic et in aeternum consolationem concedere. [4] Amen. Quod ipse
prestare dignetur.
1 multus – ignoscendum] Is. 55, 7
1 multus – ignoscendum] Lament. 197 || aspiciat – toleratis] Lament. 19/20 || postque
– ueniam] Lament. 32 || 2 placeat – naufragos] Lament. 292 || 3 mentes – lacrimis]
Lament. 149
1 postulatis] pastulatis cod. sic || 2 et humiliatos] suppl. cod.s.l. || 3 fluctuant] fructuant
cod. sic
Si no tuviésemos noticia del códice de Canterbury, la existencia de esta
bendición en la célebre abadía inglesa sería, para la historia literaria,
un misterio, porque el acceso al texto del Lamentum sería inexplicable.
Combinada, sin embargo, con los indicios presentados sobre la tradición
perdida en Le Bec y, sobre todo, en Canterbury, la presencia de esta pieza
resulta ser un vestigio seguro de esta rama de la tradición de que, en
el contexto de la conquista normanda y de las relaciones entre Le Bec
y Canterbury, alcanzó Inglaterra. Antes de la desaparición de ambas copias,
una de ellas fue empleada por un anónimo autor, que leyó el Lamentum
y lo empleó como fuente para componer esta bendición litúrgica. Desde
esta perspectiva, la presencia del Lamentum en la biblioteca de Canterbury
es un fuerte indicio para pensar que el bendicional se escribió en esta
sede (y no en Winchester). Igualmente, la datación de este libro litúrgico
el s. XI2/4 y la presencia de esta obra en él es también el terminus ante
quem para la llegada del poema a Canterbury: el autor de la bendición
15
Editamos el texto a partir del propio códice londinense (f. 202r–v). La edición anterior se halla en
Wooley 1917: 127–128 (reimpresa en Moeller 1971: 412, n.º 1011).
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testimonios perdidos
pudo emplear bien el códice perdido de esta biblioteca, bien su modelo,
pero, en todo caso, en el segundo cuarto del s. XI un ejemplar del poema,
precedido de los Synonyma y seguido de la Regula fidei, se leía ya en esta
célebre abadía inglesa. Tal reconstrucción es, de hecho, coherente con
la historia de la propia colección litúrgica de Canterbury. En efecto, este
manuscrito es un representante de la llamada familia anglonormanda
de bendicionales (Moeller 1973: XXXVII y 43): su texto contiene piezas
francesas, elementos sangalenses y composiciones propiamente insulares.
Esta combinación geográfica sugiere que para su composición (o la de un
antepasado) se importó a las islas británicas un modelo que transmitía
textos continentales y que, en esta ubicación, la colección fue ampliada
y rehecha, añadiendo composiciones de tradición insular.
3. La transmisión en las bibliotecas del Císter
En las redes de la Orden Cisterciense el corpus de Pseudo-Sisberto gozó
de particular éxito. Sus representantes más conocidos son dos códices
del s. XII3/4 con idénticos contenidos: un códice originario de la abadía
de Pontigny (K = Copenhague, Kongelige Bibliotek, Ny kgl. Saml. 2740
4º) y otro proveniente de la abadía de Chaalis (P = París, Bibliothèque
nationale de France, lat. 18072). Precedidos de un antepasado carolingio
(B = Montpellier, Bibliothèque interuniversitaire, Méd. H 137), estos tres
códices constituyen una cadena de apógrafos. En efecto, B, que en el
s. XII se hallaba probablemente en Auxerre, sirvió para la copia de K en
Pontigny en el s. XII3/4 : en este último se copiaron, reordenándolos, buena
parte de los textos de B, y a ellos se añadieron otras obras. De manera casi
inmediata, K sirvió como modelo para la copia de P, que transcribió en
idéntico orden exactamente los mismos contenidos que transmite K. Tal
descendencia describe la relación entre ambas abadías: Pontigny (K ) es
la abadía madre de Chaalis (P) y, en este caso, brindó el modelo para
ejecutar una copia con contenidos idénticos16 .
Tales manuscritos, sin embargo, no agotan la difusión cisterciense del
corpus, ni siquiera en este período. Por un lado, en la abadía de Vauluisant
(junto a Sens) había un códice, hoy perdido, del que tenemos noticia
16
Sobre estos códices y su papel en la transmisión, cf. Cancela Cilleruelo 2021: 82–83, 92–93, 110–111,
158–163, 192–193, 256–258, 281. El hecho de que el inicio de esta rama cisterciense tenga lugar
en Pontigny (no en Cîteaux) y emplee como modelo un códice de Auxerre se debe a un motivo
geográfico: Pontigny dista menos de 20 km de la Auxerre, que disponía de un importante fondo
librario carolingio.
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álvaro cancela cilleruelo
gracias a un catálogo del s. XVI (c. 1525) en el que consta bajo la signatura
«Pulp. XXII. Litt. Q» (Bougard y Petitmengin 2012: 113). Ciccolini (2011:
93) y Bougard y Petitmengin (2012: 53–54) ya advirtieron la similitud
entre el grueso de contenidos que transmitía este manuscrito perdido
y que detalla este inventario y las obras copiadas en K P. Por nuestra
parte, señalamos que buena parte de esos contenidos presentes en K
P ya constaban en B (del que K los tomó) y advertimos dos aspectos
particularmente significativos por lo que se refiere al códice de Vauluisant:
por un lado, en los textos comunes a B K P y al manuscrito de Vauluisant,
el orden en el que aparecían en este último coincide con el de K P, y no
con el de B; por otro, que algunos de los textos que contenía el códice de
Vauluisant aparecen también en K P, pero no en B. Desde esta perspectiva,
si el origen de esta rama cisterciense es K, que reelaboró directamente los
contenidos de B y puso en circulación esta nueva miscelánea en un orden
nuevo, el códice de Vauluisant era probablemente también, como P, un
descendiente de K : es inverosímil que, de manera independiente a K, el
códice de Vauluisant realizase la misma selección de contenidos de B, los
dispusiera en el mismo orden que K e hiciera las mismas adiciones de
nuevas obras. Tal descendencia es tanto más probable cuando se advierte
que es Pontigny la abadía con la que Vauluisant establece más relaciones
librarias, en ocasiones extendidas a Chaalis (Bougard y Petitmengin 2012:
52–55). Si el manuscrito perdido de Vauluisant, por tanto, descendía de
K, es posible concluir que tuvo al menos acceso a una copia completa del
corpus de Pseudo-Sisberto. ¿Es, por tanto, otro representante perdido de
esta misma tradición? No es seguro: entre las obras mencionadas en el
inventario no consta el corpus de Pseudo-Sisberto, pero es posible que
se trate de un elenco selectivo, como ya observa Ciccolini (2011: 93). En
todo caso, la rama de B K P, unida al códice perdido de Vauluisant, ofrece
una muestra excelente del proceso de copia planificado y sistemático que
operaba el Císter en este período, con el fin de difundir por sus abadías la
lectura de determinados textos y compilaciones.
Por la misma época, pero en área atlántica, podemos localizar otro testimonio cisterciense perdido que, en este caso, sí transmitía con seguridad
una obra del corpus y que se hallaba en la abadía de Clairmarais (junto a Saint-Omer, hoy Nord-Pas-de-Calais, Francia), adherida a la orden
cisterciense en el año 1137. Entre los ss. XII y XVIII se formó en ella una
biblioteca de la que en el s. XVIII existía todavía un catálogo medieval, en
la actualidad perdido, que fue transcrito por un bibliotecario e historiador de la abadía: Dom Bertin de Vissery. Este erudito dejó cuatro copias
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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testimonios perdidos
autógrafas del catálogo, que han permitido a Sarah Staats reconstruir el
documento medieval17 . De la data de este último apenas hay indicios; su
parte primitiva podría remontar al s. XIIex. , pero nada obsta para que la
copia que consultó De Vissery fuera un texto en el que ya se integraran
adiciones sucesivas. Como quiera que sea, el inventario atestiguaba la presencia de un ejemplar que contenía una copia de Synonyma y Exhortatio
(sin Lamentum ni Oratio) y que aparece listado entre los libros correspondientes al fondo más antiguo, fechable tal vez en la segunda mitad del
s. XII18 :
[129] Joannes Christostomus de reparatione lapsi. De componctione cordis.
Synonima Isidori. Exhortatio poenitendi. Vita et passio S. Firmini in 1º uol.
Los contenidos (el De reparatione lapsi y el De compunctione cordis de la
versión latina de Juan Crisóstomo, los Synonyma + la Exhortatio, y la Vita
de san Fermín) no permiten vincularlo con ningún códice particular de la
tradición, pero sí es posible efectuar una deducción negativa muy relevante19 : pese a la difusión del corpus en las bibliotecas del Císter a través de
la familia B K P, con toda probabilidad este códice de Clairmarais no tenía
relación estemática con ellos. En efecto, la presencia de los Synonyma
en el manuscrito de Clairmarais revela que se trataba de un representante la familia de Σ, y no de la rama de B K P, que es independiente de
Σ. Por tanto, y pese a su pertenencia a la orden cisterciense, el códice de
Clairmarais hubo de acceder a un modelo diverso y su pérdida merma
nuestro conocimiento de la circulación del texto en el interior del Císter
en tradiciones diversas a los derivados de B.
La existencia de dos ramas textuales de un mismo texto dentro de
la orden cisterciense es un hecho extremadamente sugestivo, en particular al ir acompañada de una distribución geográfica evidente (el área
de Oise-Borgoña para K P, y la región atlántica para este códice perdido de
Clairmarais). Stutzmann (2012 y 2018) ha abordado esta problemática
17
Staats 2016. La más importante de las copias y la base de su edición es el códice Saint-Omer, Société des
Antiquaires de la Morinie, 292 AA4, pp. 460–472. Antes de esta publicación, la edición de referencia se
debía a De Laplane 1863.
18
Citamos por la edición de Staats 2016: 113 (olim De Laplane 1863: 261). La parte primitiva de la
biblioteca correspondería, según las informaciones hoy existentes, a las primeras doscientas entradas
del catálogo (cf. Staats 2016: 43–44).
19
La identificación de los contenidos de este códice ofrecida por Staats 2016: 113 contiene un pequeño
error: atribuye el De compunctione cordis a Pseudo-Isidoro, pero se trata de la traducción latina de la
obra de Juan Crisóstomo (Geerard et al. 1974–2003: n.º 4308–4309), transmitida a menudo junto con
el De reparatione lapsi. La mención de Pseudo-Isidoro se corresponde a la Exhortatio.
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a propósito de la circulación de un corpus de textos de Ambrosio de Milán
en las abadías cistercienses, advirtiendo precisamente una distribución
geográfica similar en otras tradiciones textuales y enfatizando, en la red de
fundaciones cistercienses, la importancia de la cercanía física y el acceso
a bibliotecas vecinas. Para el caso de la colección ambrosiana, Stutzmann
advierte cómo su propagación por las bibliotecas cistercienses no sigue
en algunos casos la jerarquía de la orden, sino que los modelos probablemente se recuperan de otras bibliotecas; en particular, algunas abadías
normandas han transcrito las mismas obras que también copiaron otros
scriptoria dependientes de Cîteaux, pero emplearon ejemplares ajenos,
geográficamente más cercanos. Ello conduce a Stutzmann (2018: 237)
a proponer una hipótesis muy sugestiva: que el capítulo general del Císter
dictaminara las obras que debían copiarse y que corriera de la cuenta
de cada abad el procurarse un modelo a tal efecto. Ello explicaría bien
la imposición de una cierta lógica geográfica, porque cada scriptorium
recurriría a las bibliotecas más cercanas y accesibles20 .
En el caso del corpus de Pseudo-Sisberto, la hipótesis de un origen
autóctono para el modelo empleado parece atrayente. A su favor podría
aducirse la presencia en el códice de Clairmarais de la Vita Firmini: tras
su labor evangelizadora en la Galia, Fermín fue martirizado en Amiens,
donde ejerció como obispo, recibió veneración y descansaron sus restos
hasta su traslado medieval a Pamplona21 . El culto a san Fermín no es
privativo de Amiens, pero habida cuenta de la cercanía de Clairmarais
y Amiens, y considerando la pertenencia de Clairmarais a la diócesis de
Amiens, la presencia de la Vita Firmini tal vez sea indicio del uso de un
modelo autóctono, con interés hagiográfico local22 .
Por último, el influjo del Císter en la tradición de estas obras parece
tan fuerte en el s. XII que parece expandirse a otras órdenes: a la tradición cisterciense de K P derivada de B remonta también el extracto de la
Oratio contenido en el códice hoy en Gante, que aparece en un facticio
benedictino ensamblado en la abadía de San Maximino de Tréveris23 .
La productividad del Císter continúa, además, en el s. XV, generando
20
Conste nuestro agradecimiento al Dr. Stutzmann (IRHT, París), que puso a nuestra disposición este
trabajo cuando aún no había visto la luz y se interesó por este aspecto de la tradición cisterciense del
corpus de Pseudo-Sisberto.
21
Sobre Firminus, cf. las referencias de BHL 3002–3011.
22
En una copia de Clairmarais del legendario de Flandes, conservada hoy en Saint-Omer, se transmiten
la Passio Firmini, el De inuentione y el sermón Auxiliante Dei; cf. Staats 2016: 208, con descripción del
códice en las pp. 68–69.
23
Cf. supra n. 3.
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testimonios perdidos
todavía nuevos ejemplares del corpus: en la abadía de Eberbach (Hesse, Alemania), fundada por el propio Bernardo de Claraval en 1136, se
transcribió en 1458 el códice e (Gießen, Universitätsbibliothek, 674), una
interesante copia de la Exhortatio que, pese a su datación recentior, remonta a un ancestro carolingio perdido (Cancela Cilleruelo 2021: 79–80
y 143–148).
4. De San Galo a la Cartuja de Erfurt (Alemania)
El catálogo de la Cartuja de San Salvador de Erfurt, realizado a finales
del s. XV, se conserva en el códice Erfurt, Domsarchiv, Hist. 6. En el f. 80r
de este manuscrito Paul Lehmann identificó, bajo el asiento E 36, un
manuscrito perdido que, entre otros textos, contenía los Synonyma y el
corpus de Pseudo-Sisberto; la descripción del inventario va acompañada
de interesantes impresiones de lectura y autoría24 :
E 36. De sancta Trinitate tres libri Alcwini leuite ad Karolum imperatorem. |
Fides magistri Albini. Forte idem est Alcwinus. | Dyalogus Albini inter se
et Fredericum de sancta Trinitate. | Epistola Albini ad sororem Eulaliam
de anima. | Synonima Isidori Iunioris, et est quodam lamentum miserorum gemencium in aduersitatibus huius mundi et inducitur homo | deflens
et racio ammonens. Adiungitur exhortacio penitentis cum consolacione et
misericordia Dei ad animam, que formi|dat futura iudicia. Item adiungitur lamentacio penitentis, edita duplici alphabeto, ubi fit exoracio pro |
indulgencia peccatorum. Item adiungitur oracio pro correctione uite ad
deflenda semper peccata, et ualde ualet | hec oracio pro exercicio spiritus.
Omnia hec adiuncta uidentur esse ipsius Isidori. | Hec sinonima dicuntur
non ex idemptitate significati sentencie per diuersas clausulas et proposiciones expresse. Ibi enim uarie proposiciones in terminis eandem uidentur
intendere sentenciam.
Sobre la datación de este manuscrito carecemos de informaciones. La mayoría de códices conservados de la Cartuja y listados por Lehmann datan
del s. XV; sin embargo, existen algunos códices anteriores a su fundación en
1372 y provenientes, por tanto, de otras sedes (Lehmann 1928: 228–232).
Por lo que respecta a su origen y su vinculación con otros testimonios, sí
hay una evidencia significativa en la secuencia de sus contenidos. Como
puede advertirse, el códice transmitía, en primer lugar, obras de Alcuino
24
Citamos por la edición de Lehmann 1928: 337, líneas 8–22.
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(el De fide, un Símbolo, las Quaestiones de Trinitate y el De animae ratione); a continuación, seguían los Synonyma de Isidoro y, con esta misma
atribución, las obras del corpus de Pseudo-Sisberto (Exhortatio, Lamentum y Oratio). La última combinación revela que nos hallamos ante un
nuevo derivado perdido de Σ, pero es posible precisar más. En efecto, dos
testimonios conservados del corpus de Pseudo-Sisberto, pertenecientes
a una subfamilia concreta de Σ llamada Γ y derivada de σ, contienen exactamente las mismas obras alcuinianas que este códice de Erfurt: se trata
del citado manuscrito G (San Galo, Stiftsbibliothek, 269 (copiado en San
Galo en el s. X) y de su apógrafo W (Viena, Österreichische Nationalbibliothek, 794, del s. XII)25 . Ahora bien, en W la secuencia de textos está
alterada: el De fide fue desplazado tras el De animae ratione y otros textos.
El orden que precisa el inventario es idéntico, en todos sus aspectos, al de
los contenidos de G, con el que el manuscrito de Erfurt estaba, por tanto,
estrechamente emparentado.
No es posible precisar si este códice era un descendiente de G o un gemelo tardío, pero estemáticamente independiente de él. Dado el carácter
intervencionista del inventario, algunas variantes podrían no provenir del
manuscrito, sino del redactor del catálogo26 . La lección más significativa
aparece en el título del Lamentum (ubi exorabit pro indulgentia peccatorum), donde G presenta el error tibi en lugar del correcto ubi; la falta es
común a Γ, toda una subfamilia de Σ a la que pertenece G. Como revela
el inventario, el Erfurtensis estaba libre de este error. La falta ubi ~ tibi
es paleográficamente simple y a priori podría enmendarse por conjetura,
pero el error no se identifica fácilmente: los numerosos derivados de Γ
lo reiteran sin excepción. Desde este punto de vista, el valor separativo
de la falta es sugestivo y podría indicar que este Erfurtensis deperditus no
derivaba de G, sino que la compilación compartida por ambos remontaba
a un ancestro común. Sin embargo, este y otros errores podrían haber
sido corregidos por contaminación o conjetura particularmente atinada:
a falta del códice, la hipótesis más simple, en último término, es barajar,
al menos, la posibilidad de que fuera otro apógrafo de G.
25
26
Otro apógrafo de G, el códice g (San Galo, Stiftsbibliothek, 223), gemelo de W, tiene otros contenidos.
Casos como ad animam que formidat futura iudicia en el título la Exhortatio parece una simplificación deliberada de la construcción ad animam futura iudicia formidantem. Otras variantes son
banales: Lamentatio en lugar de Lamentum es variante común también con E (Múnich, Bayerische
Staatsbibliothek, Clm 14843) y con el códice de Canterbury, y deflenda en lugar de flenda reaparece
en el deflendo del ya mencionado L.
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testimonios perdidos
5. Manuscritos franco-belgas
La biblioteca de la abadía benedictina de Saint-Pierre de Lobbes (Bélgica)
es bien conocida gracias a diversos materiales y registros, entre los que
destaca un inventario realizado entre los años 1049–1160 y conservado en
una copia de inicios del s. XVII: Bruselas, Bibliothèque des Bollandistes, 98,
ff. 299–300. Descubierto y estudiado por Dolbeau (1978 y 1979) en dos
célebres trabajos sobre el particular, el catálogo cita un ejemplar perdido
que contenía los Synonyma, la Exhortatio y la Oratio27 :
346. Sinonima Ysidori. Exhortatio penitendi cum consolatione et misericordia animae futura iudicia Dei metuentis. Oratio Ysidori pro correctione
uitae. Vita Clericorum.
Dada la antigüedad del inventario, esta copia de Exhortatio y Oratio habría
constituido uno de los representantes más primitivos del hiparquetipo
Σ. Ningún indicio permite relacionar este asiento del catálogo con este
último códice o con cualquier otra rama particular de la tradición Σ: el
elenco de obras ofrece variantes notables (el genitivo animae en lugar
de ad animam; Dei tras iudicia y no tras misericordia; metuentis en vez de
formidantem), pero ninguna de ellas coincide con testimonio alguno
de la tradición. Por su parte, la difícil identificación de la Vita clericorum
no es tampoco de gran ayuda por el momento: Dolbeau (1979: 322)
sugiere que pueda tratarse de la Epistola 42 de Pseudo-Jerónimo, pero la
obra no consta en ningún manuscrito del corpus de Pseudo-Sisberto. El
propio Dolbeau (1979: 232–233) supone que la falta del Lamentum es
una omisión del catalogador, pero, como señala Elfassi (2011: 55 n. 8),
nada impide que el códice transmitiera Synonyma + Exhortatio + Oratio,
tal como ocurre con el códice R (París, Bibliothèque nationale de France,
lat. 2876).
Precisamente un códice gemelo de R, igualmente perdido, existía a finales del s. XVI en la abadía parisina de Saint-Maur-des-Fossés; a diferencia
de R y del códice de Lobbes, este códice contenía el corpus de PseudoSisberto completo, aunque la Oratio se conservaba mútila del último tercio.
Conocemos la existencia de este manuscrito porque el primer editor del
27
Citamos por la edición de Dolbeau 1978: 36, aceptando su corrección futura (el manuscrito lee futra,
que probablemente es un error por omisión de -ur- abreviado), pero restituyendo la grafía correctione,
tal como aparece en el manuscrito: Dolbeau la regulariza escribiendo correptione, pero la forma con c
puede mantenerse en el texto: es corriente y se encuentra, por ejemplo, en el citado L o en M (Monza,
Biblioteca capitolare, b-10/70).
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corpus, el benedictino Jacques du Breul, lo menciona en el índice de su
edición como su fuente para imprimir estas tres obras en París en 1601
(Du Breul 1601: Index). El filólogo y humanista Nicolas Lefèvre se encargó
de transcribir para Du Breul el manuscrito de Saint-Maur; el estudio del
texto nos confirma que era un manuscrito de la familia Σ (subfamilia σ),
concretamente derivado del mismo modelo φ al que remonta R; al advertir
que en él la Oratio estaba mútila, Lefèvre recurrió para completar el texto
al propio códice R, que formaba parte de su biblioteca y en el que hemos
localizado una nota manuscrita de mano del propio Lefèvre que ofrece la
segunda mención hoy conocida del desaparecido códice de Saint-Maur
(Cancela Cilleruelo 2016). Desde la publicación de la edición en 1601
no hay noticia de su paradero. Si el códice fue empleado en la imprenta,
pudo terminar en malas condiciones físicas y, una vez publicada la edición,
resultar inútil o inutilizable. Sin embargo, en la imprenta se emplearía
a priori la transcripción realizada por Lefèvre, en la que se integraría el
final de la Oratio, tomado de R. Desde esta perspectiva, la pérdida del fosatense podría quizá deberse a su paso por manos de Lefèvre, que lo habría
sacado de los cauces que siguieron los restantes códices de Saint-Maurdes-Fossés, entre los que no ha sido catalogado. La propia transcripción de
Nicolas Lefèvre para la imprenta ha desaparecido también. Es verosímil
que esta copia de Lefèvre pasara a Du Breul, como editor de los opera de
Isidoro. Sin embargo, entre 2015 y 2016 Jérémy Delmulle clasificó en la
Bibliothèque nationale de France los papeles pertenecientes a Du Breul
que se conservaban sin inventariar en tal institución, pero entre ellos no
consta ninguna copia del corpus de Pseudo-Sisberto28 .
Aunque geográficamente posible, es aventurado vincular con esta tradición el testimonio del hagiógrafo e historiógrafo Sigeberto (c. 1030–1112),
monje en la abadía benedictina de Gembloux (junto a Namur, Bélgica),
que, en el capítulo 55 de su De uiris illustribus, incluye, entre las obras
de Isidoro de Sevilla, el Lamentum y la Oratio tras los Synonyma29 . Si la
noticia es precisa y da cuenta del códice a partir del que Sigeberto conoció
las obras, probablemente implica la lectura de un manuscrito derivado
de Σ, pero no existe códice conservado que pueda identificarse con la
combinación de Synonyma + Lamentum + Oratio. En tal caso, Sigeberto
debió de haber manejado un testimonio perdido de esta familia. Ello pudo
tener lugar en Gembloux o en alguna biblioteca cercana, pero su estancia
28
29
Agradecemos profundamente al Dr. Delmulle (IRHT, París) su generosidad al poner en nuestro
conocimiento sus investigaciones sobre Du Breul.
Edición en Witte 1974: 68–69.
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testimonios perdidos
durante veinticinco años en Metz pudo ponerlo en contacto con tradiciones de muy diversa procedencia30 . Ahora bien, tratándose de un catálogo
de obras sumario y de un poema breve, la Exhortatio puede omitirse por
error o por decisión deliberada del propio Sigeberto, como obra menor.
En tal caso, el códice sería un testimonio de los Synonyma y el corpus de
Pseudo-Sisberto completo, esto es, la forma textual más corriente entre
los derivados de Σ.
6. La tradición hispánica: un Ouetensis deperditus y otra
transcripción para la imprenta
En la transmisión del corpus de Pseudo-Sisberto, la Exhortatio y la Oratio
carecen de tradición hispánica. Tan solo el Lamentum cuenta con representantes manuscritos peninsulares, pero en ellos la obra se transmite
bajo una forma muy particular de tradición indirecta: se trata de una
versión abreviada del poema, profundamente reelaborada por un refector
posterior (diverso de su autor original) y citada en el interior de una vida
medieval de Isidoro de Sevilla en calidad de auténtica composición del
célebre autor visigodo31 . El arquetipo conservado de esta Vita Isidori —y,
en consecuencia, de esta versión abreviada del Lamentum— es el códice T
(Madrid, Biblioteca Nacional de España, 10442), al que directa o indirectamente remontan un conjunto de descendientes hispánicos que adoptan
el stemma 2 en la página siguiente32 .
A diferencia del resto de testimonios conservados, que directa o indirectamente remontan a T, los códices S (El Escorial, Real Biblioteca
del Monasterio de San Lorenzo, b.III.14) y Q (León, Archivo de la Real
Colegiata de San Isidoro, 41) derivan de una copia perdida, θ, tal como
muestra la combinación de errores separativos propios en cada uno e innovaciones comunes a ambos. Pues bien, la existencia de θ, deducida por vía
estemática, parece contar con un segundo indicio histórico que confirma
la existencia en suelo hispánico de otra copia medieval, hoy perdida. En
efecto, un interesante documento datado en 1572 nos ha transmitido un
30
En la primera región destaca, ante todo, Lobbes, bien relacionada con la abadía de Gembloux; Olbert,
abad de esta última en el período inmediatamente anterior a Sigeberto, se había formado en Lobbes.
Ahora bien, en este caso podemos descartar probablemente que la noticia derive del ejemplar allí
conservado, porque, de acuerdo con el catálogo, en él se transmitía la Exhortatio y no el Lamentum.
31
Sobre los problemas de esta versión, cf. Cancela Cilleruelo 2021: 175–183 y 204–239. Sobre esta Vita
Isidori, cf. Martín-Iglesias 2016: 108*–127* y 1–85, con edición crítica.
32
Para la evidencia de este stemma, cf. Cancela Cilleruelo 2021: 207–219. Omitimos el origen de segundas
manos contaminantes, así como otros aspectos secundarios para lo que nos ocupa. Para el stemma
completo, cf. Cancela Cilleruelo 2021: 219.
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STEMMA 2: Stemma de la tradición hispánica
catálogo de obras de Isidoro de Sevilla conservadas en diversas bibliotecas españolas. A propósito del Lamentum, este documento, que ha sido
estudiado por Dávila Pérez y Lazure (2000), menciona la existencia en
España de dos testimonios de la obra33 :
Un libro que se intitula Lamentum paenitentis.
Éste ay en Toledo y también le ay en la yglesia de Oviedo de mano y es
un himno por la orden del Alphabeto, este Lamentum peccatoris es el libro
de los synonymos como paresçe por su principio y no es el hymno que va
por el alphabeto; tienele el obispo de Plasençia de mano.
En su comentario al respecto, Elfassi (2012: 40) supone —probablemente,
con acierto— que el códice toledano del Lamentum paenitentis es el actual
T 34 . Por el contrario, ninguno de los códices conservados procede de la
biblioteca capitular de Oviedo; Elfassi (2012: 40) propuso —de forma
intuitiva y sin haber efectuado colación alguna— que este testimonio
sería el modelo de S, un manuscrito representante de la erudición hispánica del s. XVI que tal vez fue copiado para Álvar Gómez de Castro
o Ambrosio de Morales (a quien, en todo caso, perteneció, cf. Cancela
Cilleruelo 2021: 76–77). Nuestro estudio estemático aporta un apoyo
33
Citamos por la edición de Dávila Pérez y Lazure 2000: 288. La observación que sigue (desde «este
Lamentum peccatoris») va dirigida a los Synonyma, para evitar su confusión con el Lamentum. Dada
la fecha del documento, el ejemplar de la obra isidoriana que menciona perteneció a Pedro Ponce
de León, que entre 1560 y 1573 fue obispo de Plasencia; tal códice, como me indica Jaques Elfassi
en comunicación personal, se halla igualmente desaparecido y aparece citado en otro pasaje del
mismo documento editado por Dávila Pérez y Lazure 2000: 279 («Synonimorum siue de lamentatione
Poenitentis… in biblioth[eca] epi[scopi] Placentini»).
34
Es cierto que m (Madrid, Biblioteca Nacional de España, 898) fue copiado de T también en Toledo
en 1566, por lo que es anterior al documento y tal vez podría ser el códice citado, aunque es menos
probable que el documento se refiera a él: a diferencia de T, conservado en la catedral toledana, no
tenemos noticia sobre el primer destino de m, un apógrafo mucho menos relevante que T, que sí fue
bien conocido y manejado entre la erudición hispánica del s. XVI.
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testimonios perdidos
suplementario a esta hipótesis y arroja luz sobre la historia de esta rama
del stemma. Por un lado, desde el punto de vista estemático, el estudio
textual revela la existencia de un modelo perdido, θ, del que descendieron
independientemente S Q y que era, a su vez, un apógrafo de T (Cancela
Cilleruelo 2021: 210–211). Por otro, desde el punto de vista histórico,
algunas de las otras obras que transmite S son transcripciones de manuscritos de la catedral de Oviedo. En efecto, el códice S es una miscelánea
de textos hispánicos visigodos y medievales entre los que se encuentran
la Vita Desiderii de Sisebuto y las Epistulae Wisigothicae; varias notas
marginales (ff. 1r, 9r, 104r) precisan que tales textos fueron copiados
en S a partir de un códice de la catedral de Oviedo, el célebre Ouetensis deperditus que perteneció al obispo Pelayo († 1153) y del que S es
una de sus copias independientes35 . En el margen de la copia del Lamentum en S no se indica la procedencia de su ejemplar. Ahora bien, si
otros textos de S son copia de un códice de la catedral de Oviedo, si el
Lamentum fue transcrito a finales del s. XVI de un modelo perdido (θ)
y si un documento de 1572 confirma que precisamente en la catedral
ovetense existía una copia del Lamentum, hoy desaparecida, es posible
identificar este último ejemplar perdido con el hiparquetipo θ de nuestro
stemma.
La desaparición de este códice oventese no es la única pérdida de esta
rama de la tradición. La primera edición de esta Vita Isidori y, por tanto, de
la versión abreviada del Lamentum apareció en Amberes, publicada por
Henschen y van Papenbroeck (1675). Para esta publicación los editores,
ambos jesuitas bolandistas, se sirvieron de una copia anotada del códice
m que les envió el erudito español Nicolás Antonio, que en la época era el
posesor de m y les brindó una transcripción de este acompañada de una
carta en la que identificaba dicho manuscrito y precisaba que se trataba de
una copia de T (Cancela Cilleruelo 2021: 288–289). De esta copia enviada
tampoco se ha tenido noticia posterior: Hermann Brewer la buscó sin
éxito en el archivo de los bolandistas (Strecker 1923: 769, n.º 2); tal vez
su desaparición se deba al mal estado en que quedó tras su empleo como
ejemplar de imprenta.
35
Cf. Cancela Cilleruelo 2021: 76–79 con bibliografía y 210–211. De las tres copias directas conservadas
del Ouetensis de Pelayo (cf. el stemma de Martín-Iglesias 1996 para la Vita Desiderii), una es el citado
códice S, otra es t (Toledo, Biblioteca capitular, 27-24, copiado por encargo de Juan Bautista Pérez
Rubert) y la tercera es Madrid, Biblioteca Nacional de España, 1346 (que perteneció al citado Ambrosio
de Morales).
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7. Conclusión
Cubiertos por un velo de incógnita y atracción, los códices perdidos pueden suscitar en el filólogo y editor —ávido de testimonios valiosos para el
texto crítico y consciente de las valiosas pérdidas que han mermado toda
tradición— una valoración a veces exagerada a la que Berthold Ullman
aplicó en cierta ocasión la cita de Tácito que encabeza este trabajo: omne
ignotum pro magnifico est (cf. Reeve 2011: 227 n. 19). En puridad, la
reconstrucción de tales pérdidas debe, en realidad, tomar en consideración al menos dos aspectos diferentes, cuyas consecuencias son de orden
diverso y para los que la evidencia puede ser desigual: a) las implicaciones
de su perdida para la edición del texto —en caso de que sea posible reconstruir, al menos parcialmente, su posición estemática o valorar la forma
textual que transmitían—, y b) las consecuencias de su desaparición para
la reconstrucción de la historia de la transmisión (que no tienen por qué
coincidir con su eventual relevancia ecdótica).
Por lo que respecta al establecimiento del texto, aunque carecemos de
lecturas o colaciones de estos manuscritos, las noticias históricas conservadas permiten deducir que las consecuencias de la desaparición de todos
estos manuscritos son, con toda probabilidad, muy escasas o incluso nulas
para la edición (excluidas las conjeturas acertadas que pudieran contener).
En primer lugar, varios de los testimonios medievales perdidos contienen una o varias obras del corpus de Pseudo-Sisberto tras los Synonyma
de Isidoro. Tal combinación, presente en los códices de Canterbury, Le
Bec, Clairmarais, Erfurt y Lobbes, los identifica en último término como
descendientes del hiparquetipo Σ, cuya posición estemática no es casi
nunca dirimente en el stemma y la edición (cf. supra el stemma 1 en la
página 132) y para cuya reconstrucción contamos con otros testimonios
de los ss. IX y X. El texto de la edición de Du Breul (1601) confirma que el
manuscrito de Saint-Maur era un representante de φ, otra de las subfamilias derivadas de Σ. En segundo lugar, otros manuscritos perdidos parecen
codices descripti: si el códice de Vauluisant contenía el corpus, remontaba
por vía directa o indirecta a K o P y, por tanto, indirectamente a B. El
manuscrito de Oviedo era, con toda probabilidad, el descendiente de T
que, en el stemma, aflora como hiparquetipo θ; el modelo que sirvió a la
edición de Henschen y van Papenbroeck (1675) era un mero apógrafo de
m. Aunque la desaparición de otros ejemplares valiosos para la edición es
segura, aquellos de los que tenemos hoy noticia se revelan, en conclusión,
o como miembros de la familia más nutrida y mejor representada (Σ, que
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testimonios perdidos
progresivamente se expandía la vulgata del corpus), o como descripti de
otros todavía hoy conservados.
Por el contrario, para el conocimiento de la historia del texto del corpus
y su difusión en el Medievo, la desaparición de estos manuscritos sí ha implicado una merma notable en varios aspectos. La pérdida simultánea de
los códices de Canterbury y Le Bec nos ha privado de noticias relevantes
sobre la difusión de estas obras entre la costa francoatlántica e Inglaterra,
en el período contemporáneo y sucesivo a la conquista normanda; el
códice de Canterbury, cuyo rastro silente se halla en la bendición de Canterbury inspirada en el Lamentum, representaba la difusión, por primera
vez segura, del texto de Σ en suelo insular y, quizá por tercera vez, el paso
del corpus a esta ubicación. Desde esta perspectiva geográfica es relevante
también la pérdida del códice de Lobbes, un representante antiguo de
Σ que habría iluminado aspectos de la difusión del texto en área valona
y tal vez estaba unido a la rama de R o al testimonio de Sigeberto de Gembloux36 . En la orden del Císter, en la que el corpus gozó de una difusión
privilegiada (especialmente en el s. XII), la desaparición del códice de
Vauluisant impide examinar un miembro más de la cadena de descendientes de B que se ejecutaron en Pontigny (K ) y, a partir de este último, en
Chaalis (P) y que representan una transmisión planificada en esta orden.
En la misma orden monástica, la pérdida del códice de Clairmarais limita
nuestro juicio sobre el modo en que circuló el corpus en el Císter —tal
vez, por orden del propio capítulo de la orden, que fijaría la transcripción
y difusión de ciertas lecturas— cuando los modelos de copia no seguían
la rama principal (P K ), sino que recurrían a otros ejemplares, tal vez
modelos hallados in situ (más cercanos a los scriptoria o a las bibliotecas
de destino). Con la desaparición del códice de Oviedo, probablemente
identificable con nuestro hiparquetipo θ, se difumina nuestra comprensión de la circulación del texto en manos de eruditos de la talla de Álvar
Gómez de Castro o Ambrosio de Morales, y nuestro conocimiento de las
fuentes manuscritas a las que accedieron, como el codex Ouetensis de
Pelayo o el modelo perdido del Lamentum transcrito en S. Por último,
la pérdida del códice de Saint-Maur, del apógrafo que realizaría Nicolas
Lefèvre para componer la edición de Du Breul (1601) y de la copia de
Nicolás Antonio enviada a Henschen y van Papenbroeck (1675) nos im36
Desde el punto de vista geográfico, puede advertirse que, de hecho, la pérdida de códices ha afectado a una zona en particular: la franja atlántica, desde Normandía a Lobbes, pasando por Pas-deCalais y hasta Canterbury, donde podemos situar los testimonios de Le Bec, Clairmarais, Lobbes
y Canterbury.
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pide justipreciar ciertos aspectos textuales de las ediciones de París y de
Amberes, en particular por lo que se refiere a la aportación conjetural que
Lefèvre y Antonio pudieron realizar al preparar sus transcripciones para
sendos encargos editoriales.
Manuscritos37
A Douai, Bibliothèque municipale, 290, s. XIIex. , Anchin (Exhortatio).
a Ciudad del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Ross. 350, s. XV, Alemania
(Exhortatio tras Synonyma).
B Montpellier, Bibliothèque interuniversitaire, Méd. H 137, s. IX2/4 , Loira (corpus completo).
b Berlín, Staatsbibliothek zu Berlin – Preußischer Kulturbesitz, Theol. lat. qu.
230, s. IXex. (?), Francia norte (Oratio, fragmento desde 553 tribulantis hasta
678 potes-).
C Ciudad del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Reg. lat. 407, s. IXmed. ,
Alemania meridional o entorno de San Galo (Exhortatio).
D Salamanca, Biblioteca General Histórica de la Universidad, 2540, s. XVin. ,
España (Lamentum en su versión abreviada).
E Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 14843, s. IXmed. , Toul (Lamentum
y Exhortatio tras Synonyma).
e Gießen, Universitätsbibliothek, 674, a. 1458, Eberbach im Rheingau (Exhortatio).
F Angers, Bibliothèque municipale, 275, s. IX1/3 , área de Tours (corpus completo).
G San Galo, Stiftsbibliothek, 269, s. X, San Galo (corpus completo tras Synonyma).
g
H
J
K
L
M
m
37
San Galo, Stiftsbibliothek, 223, s. XII, San Galo (corpus completo tras Synonyma).
Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 14492, s. IX2/4 , San Emerano de
Ratisbona (Oratio).
Jena, Thüringer Universitäts- und Landesbibliothek, 2 Op. theol. IV, 41, s. XV3/4 ,
¿Leipzig? (corpus completo tras Synonyma).
Copenhague, Kongelige Bibliotek, Ny kgl. Saml. 2740 4º, s. XII3/4 , Pontigny
(corpus completo).
Oxford, Bodleian Library, Laud. Misc. 508, s. XIIex. , Inglaterra (Lamentum
y Oratio).
Monza, Biblioteca capitolare, b-10/70, s. Xin. , norte de Italia (corpus completo
tras Synonyma).
Madrid, Biblioteca Nacional de España, 898, a. 1566, Toledo (Lamentum en
su versión abreviada).
Indicamos datación, origen y las obras del corpus que contiene (eventualmente, tras los Synonyma).
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testimonios perdidos
N Berlín, Staatsbibliothek zu Berlin – Preußischer Kulturbesitz, Magdeb. 13, a.
1459–1460, Leipzig (corpus completo tras Synonyma).
n Viena, Bibliothek der Theresianischen Akademie, 4º 15, a. 1436, ¿Baja Austria?
(corpus completo tras Synonyma).
O Estrasburgo, Bibliothèque nationale et universitaire, ms.0.034, s. XV, Alemania
(corpus completo tras Synonyma).
P París, Bibliothèque nationale de France, lat. 18072, s. XII3/4 , Chaalis (corpus
completo).
Q León, Archivo de la Real Colegiata de San Isidoro, 41, s. XV, España (Lamentum
en su versión abreviada).
R París, Bibliothèque nationale de France, lat. 2876, s. XII, Fleury-sur-Loire
(Exhortatio y Oratio tras Synonyma).
r Breslavia, Biblioteka Uniwersytecka, Mil. II 150 (6180), 1458–1460, Leipzig
(corpus completo tras Synonyma).
S El Escorial, Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo, b.III.14, s. XVI3/4 ,
España ¿Oviedo? Otros contenidos proceden de diversas localizaciones (Lamentum, con la versión abreviada).
T Madrid, Biblioteca Nacional de España, 10442, s. XIII, ¿Toledo? ¿León? (Lamentum en su versión abreviada).
t Toledo, Biblioteca capitular, 27-24, s. XVIex. , Toledo (Lamentum en su versión
abreviada).
U Subiaco, Biblioteca Statale del Monumento Nazionale del Monastero di Santa
Scolastica, 249bis, s. XI, Subiaco (Lamentum).
W Viena, Österreichische Nationalbibliothek, 794, s. XII, origen desconocido
(corpus completo tras Synonyma).
X París, Bibliothèque nationale de France, lat. 2997, s. XI, sur de Francia (Exhortatio tras Synonyma).
Y Salisbury, Cathedral Library, 9, s. XIex. , Salisbury (Lamentum).
Z Leipzig, Universitätsbibliothek, 208, c. 1455, Leipzig (corpus completo tras
Synonyma).
z Gante, Universiteitsbibliotheek, 307, s. XII (extracto de la Oratio, fragmento
desde 113 nullum hasta 169 repetatur, con notables abreviaciones).
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Luces y sombras en la identificación de copistas
bizantinos: una reflexión al hilo de la escritura de
Gregorio de Chipre
Lights and Shadows in the Identification of Byzantine Copyists:
a Discussion of the Handwriting of Gregory of Cyprus
INMACULADA PÉREZ MARTÍN
ILC-CSIC
inmaculada.perez@cchs.csic.es
doi: 10.48232/eclas.162.06
Recibido: 12/09/2022 — 02/10/2022
Resumen.— Este artículo quiere ser una puesta al día sobre los códices en los que se ha
identificado la mano de Jorge/Gregorio de Chipre (1241–1290). La revisión de estas identificaciones confirma que la mayoría de los paleógrafos ha aceptado la interpretación de la
evolución de la escritura del chipriota que la autora propuso en su libro de 1996. A pesar
de la ausencia de copias datadas, pero con la ayuda de un estudio global de los códices del
chipriota, el análisis paleográfico de 1996 permitía distinguir un período de formación en
el que Jorge de Chipre copiaba con otros compañeros o en solitario obras de oratoria y de
filosofía a fin de, en muchos casos, tener un ejemplar en su poder; en una segunda etapa
—pero sin un corte brusco y sin perder los rasgos identitarios—, la copia de obras es más
selectiva y la grafía del chipriota evoluciona hacia formas más rápidas y menos enfáticas.
Después de elaborar la lista de manuscritos copiados por Gregorio, se examina las escrituras
de dos copistas: el «anon. Salm.» (uno de los escribas del Temistio Salm. 232) y el «anon.
Chis.» (uno de los escribas del Vat. Chis. gr. 12), que permiten reflexionar sobre la influencia
de la escritura del chipriota en una generación posterior.
Palabras clave.— Palabras clave.— Paleografía griega; transmisión de los textos; cultura
escrita bizantina; Jorge-Gregorio de Chipre
Abstract.— This article is intended as an update on the codices in which the hand of
George/Gregory of Cyprus (1241–1290) has been identified. The review of these identifications confirms that most paleographers have accepted the interpretation of the evolution of
the Cypriot’s handwriting that the author proposed in her 1996 book. Despite the absence
of dated copies, but with the help of an overall study of the Cypriot’s codices, the 1996
paleographic analysis made it possible to distinguish a formative period in which George of
Cyprus copied with other colleagues or alone works of oratory and philosophy in order, in
many cases, to have a copy in his possession; in a second stage—but without an abrupt cut
and without losing the distinctive features—, the copying of works is more selective and the
handwriting of the Cypriot evolves towards faster and less emphatic forms. After drawing
up the list of manuscripts copied by Gregory, the writings of two copyists are examined: the
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158
luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
«Anon. Salm.» (one of the scribes of the Themistius MS. Salm. 232) and the «Anon. Chis.»
(one of the scribes of the MS. Vat. Chis. gr. 12), which allow us to reflect on the influence of
the Cyprian’s writing on a later generation.
Keywords.— Greek Paleography; Textual transmission; Byzantine written culture;
George/Gregory of Cyprus
Al aceptar la amable invitación a participar en este volumen, me ha parecido conveniente volver sobre una escritura griega, la del patriarca Gregorio
de Chipre, que traté en mi tesis doctoral, realizada en 1989–1992 y publicada en 1996. La mano de Gregorio había sido identificada por Dieter
Harlfinger en una contribución a un congreso sobre Simplicio cuyas actas
se publicaron en 19871 ; lo hizo a partir de las iniciales Γ. Κ. incluidas
a modo de ex-libris al final del Venezia, Biblioteca Nazionale Marciana,
gr. Z. 227 [diktyon 69698], donde las invocaciones de Γεώργιος en el
margen de algunos folios resolvían la inicial Γ. Identificar en la kappa
la abreviatura de Κύπριος fue una intuición certera y llevó a Harlfinger
—esto es una suposición, pero la coincidencia de fechas apunta a ello—
a sugerir a Sophia Kotzabassi una tesis doctoral en la Freie Universität de
Berlín sobre «Die handschriftliche Überlieferung der rhetorischen und
hagiographischen Werke des Gregor von Zypern», defendida en 1988
y publicada en 1998. El trabajo planteado era laborioso, porque la producción escrita del chipriota no era escasa y había tenido cierto éxito en
los siglos XIV–XVI; por otra parte, Kotzabassi no pudo identificar obras
autógrafas del patriarca, aunque intentó acercar a la escritura de Gregorio
un testimonio próximo a su arco vital, el Città del Vaticano, Biblioteca
Apostolica Vaticana, Chis. R.IV.12 (gr. 12) [diktyon 65199], sobre el que
volveremos al final de este artículo. El retraso en la publicación permitió
a Kotzabassi tener en cuenta mis identificaciones de la mano de Gregorio
en diversos manuscritos.
Lejos del universo aristotélico que cristalizaba en Berlín, en 1989–1990
mi «entretenimiento» principal era buscar en la Bibliothèque nationale
de France antologías similares a las que contenía el códice que Antonio
Bravo García me había propuesto estudiar en mi tesis doctoral, el San
Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del Real Monasterio, X.I.13 (gr. 355)
[diktyon 14971]. En aquellos años en los que sólo unos pocos álbumes de
paleografía griega y estudios sobre la transmisión de los textos ofrecían
imágenes de escrituras de época bizantina, el hilo que más fácilmente se
1
Harlfinger 1987: 286.
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inmaculada pérez martín
podía seguir para encontrar grupos de copistas o ámbitos de copia (mal
llamados scriptoria) eran los textos, que aparecían indexados en los catálogos de las colecciones y facilitaban identificar códices aproximadamente
contemporáneos con las mismas obras; las que me interesaban eran las de
los poetas, historiadores, filósofos y oradores que habían sido reunidos en
el Escorial X.I.13 a continuación de las obras de Elio Aristides y que me
acabaron llevando a dos manuscritos de oratoria con invocaciones de un
tal Jorge en el margen superior: Paris, Bibliothèque nationale de France,
Par. gr. 2953 [diktyon 52593] y Par. gr. 2998 [diktyon 52642]. Gracias
a la publicación del segundo volumen del Repertorium der griechischen
Kopisten, dedicado a los manuscritos griegos conservados en Francia,
supe que este Jorge/Georgios era el patriarca Gregorio de Chipre identificado por Harlfinger en 19872 . El Repertorium señalaba su mano en
el Par. gr. 2998 y en un segundo códice aristotélico, Par. suppl. gr. 642
[diktyon 53377]. Gracias a una publicación previa de Silvio Bernardinello
que siguió el hilo de las invocaciones de un copista Jorge que aparecían en
el margen superior de algunos códices de Aristóteles3 , el número de copias
del chipriota se amplió con el Milano, Veneranda Biblioteca Ambrosiana,
M 71 sup. (gr. 525) [diktyon 42999]. Puesto que en esas invocaciones el
chipriota aún se llamaba Jorge, los manuscritos fueron copiados antes de
1283, cuando se ordena sacerdote y toma el nombre de Gregorio.
Treinta años más tarde, la escritura de Gregorio de Chipre ha sido
identificada por diversos paleógrafos, a veces erróneamente, en otros
manuscritos, buena parte de los cuales se pueden consultar en línea;
algunos de los aristotélicos tienen también sus descripciones accesibles
en la web de los Commentaria in Aristotelem Graeca et Byzantina (ht
tps://cagb-digital.de/index.html) y todos ellos están organizados
con un número «diktyon» en la base de datos Pinakes, del Institut de
Recherche et d’Histoire des Textes del CNRS (https://pinakes.ir
ht.cnrs.fr). Como se puede ver, las condiciones materiales actuales
de la investigación sobre los copistas bizantinos permiten abordar los
problemas que sus escrituras suscitan con una metodología más acorde.
Antaño, el acceso a los códices estaba limitado por los horarios de las
bibliotecas y por el presupuesto necesario para vivir en las ciudades que
los custodiaban; el paleógrafo se enfrentaba contrarreloj a la resolución de
algunas cuestiones complejas de distinción de manos y relaciones internas
2
3
Me puso en conocimiento de la publicación por carta el director de mi DEA, Jean Irigoin, que esperaba
ansiosamente el volumen del RGK dedicado a las bibliotecas francesas.
Bernardinello 1976: 36–37.
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
entre copistas, e intentaba salir adelante trabajando intensamente sobre el
códice y pidiendo algunas reproducciones. La selección de imágenes debía
incluir todas las formas que se habían identificado como características
del copista, lo que no siempre era fácil; tampoco lo era elegir la página más
representativa del aspecto general de la escritura4 . Cuando el paleógrafo
volvía a casa con sus notas y conseguía meses más tarde reproducciones
en blanco y negro de calidad variable, llegaba el momento de apoyarse en
la descripción de las escrituras y en las láminas para intentar transmitir la
comprensión de los códices que consideraba correcta.
En la actualidad, la obtención de imágenes en color de los manuscritos
es un procedimiento rápido y económico, pero sobre todo en muchas
bibliotecas no es necesario ni pedirlas: están disponibles en línea. El exceso de información puede parecer insuperable, pero es evidente que
verificar en persona cada identificación de manos o cada datación asegura los cimientos de la veracidad y precisión de la investigación que
realizamos. Esta no es la única ventaja: por muy abrumador que pueda
parecer al comienzo digerir tanta cantidad de información, recorrer una
y otra vez las páginas de un libro (en vez de manejar un puñado de imágenes «icónicas») permite una asimilación profunda de las decisiones
gráficas del copista y suscita cierto escepticismo sobre la coherencia de su
producción escrita, obligando a replantearse una metodología que debe
superar distintas resistencias y dificultades que se presentan al paleógrafo:
cambios de tamaño para adaptarse al espacio, mímesis de la escritura de
un colaborador para ocultar la alternancia de manos, uso de distintos
estilos de escritura según el contenido, el comitente, etc.
Volviendo ahora al caso de Gregorio de Chipre, es pertinente recordar
que el trabajo publicado en 1996 se realizó en condiciones muy distintas:
a El Escorial acudí durante mucho tiempo a diario en tren y en autobús para poder trabajar durante las cuatro horas de apertura de la Real Biblioteca;
pude estudiar los parisinos largo tiempo, pues residí en la ciudad un curso
entero (1988–89), y los vaticanos mientras viví en Roma, gracias a dos
becas postdoctorales (1993–1996); los conservados en Italia pudieron ser
consultados durante un día o dos viajando en tren a Florencia, Venecia
y Milán. A la hora de distinguir o identificar escrituras de esos códices, la
4
Normalmente, en el caso de copistas no profesionales, la primera páginas y las últimas no lo son, por
razones obvias: al comienzo del trabajo, el escriba poco experto está encorsetado por el modelo que
copia, las indicaciones de quien encarga el trabajo o sus propias decisiones de trazar unas letras de un
modo determinado, evitar ciertas abreviaturas, etc.; al final de la copia, es probable que la escritura se
haya hecho más rápida y se haya simplificado, abandonando una variatio de formas que la riqueza de
la minúscula griega permitía.
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inmaculada pérez martín
metodología que seguí era la propuesta por Jean Irigoin de tener en cuenta
no sólo rasgos específicos del copista (cuya identificación es el escollo de
muchos estudiosos, que insisten en ver una forma característica donde
no la hay), sino también el aspecto general de la página, marcada por el
tamaño de las letras, la separación de las líneas, la proporción entre texto
central y márgenes, y otros detalles que no por secundarios, son menos
reveladores5 . Sin embargo, a esa aproximación a la escritura subyace la
idea de que el autor de lo escrito es un calígrafo profesional, que toma
decisiones coherentes y permanentes sobre la presentación del texto, que
tiene un repertorio limitado de formas y que ambas circunstancias van
a permitir identificar su mano. Se trata, en realidad, de consideraciones
más apropiadas para las escrituras caligráficas de época macedonia o para
los grandes calígrafos que trabajaron para los humanistas italianos. En
época paleóloga, sin embargo, el perfil de «copista» más habitual (habitual hasta extremos sorprendentes) es el que escribe por vocación o por
necesidad, no de un modo profesional o por encargo; el destinatario de la
copia puede ser él mismo, o su comunidad (de estudiantes, monjes, amigos); la copia puede proceder a trompicones, cediendo el cálamo durante
unas páginas, aprovechando el acceso temporal a un texto o la provisión
puntual de papel para copiar. En estas circunstancias, la escritura del copista será reconocible en la mayoría de los casos, pero difícilmente será
completamente coherente consigo misma.
Durante los años iniciales de estudio del Escorial X.I.13 nunca consideré
la posibilidad de que el copista Jorge que había confeccionado antes de
1293 sus propias copias de Demóstenes, Elio Aristides o Aristóteles fuera
también el copista que en las páginas libres de esos mismos códices había
añadido las antologías de autores clásicos que después reuniría de su puño
y letra y en colaboración con otros copistas en el Escorial X.I.13. Pero en la
publicación de mi tesis en 1996 me arriesgué a señalar la posibilidad de que
ese copista B del Escorial X.I.13 fuera el propio Gregorio de Chipre; lo hice
consciente de que algunas formas de letras de la primera hora se habían
evaporado y de que el aspecto general de estos añadidos y de la copia
escurialense era distinto de los cientos de páginas de filosofía y oratoria
que el chipriota había copiado como parte de su aprendizaje; la falta de
colofones y fechas oculta el recorrido seguido por Gregorio como copista,
pero tratándose de añadidos en sus viejos libros, podíamos fechar en una
segunda etapa una grafía hermanada con la anterior pero 1) en la que había
5
Irigoin 2000 y cf. Canart 2008b.
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
superado la pesadez inicial de algunas formas reconcentradas en sí mismas
(lambda, ligadura ει, tau de seta), 2) que buscaba legibilidad separando
cuidadosamente las letras transmitiendo cierta rigidez de primerizo, y 3)
al mismo tiempo adquiría una fuerte personalidad al hacer exhibición de
formas cancillerescas habituales de su isla de origen, incorporando ápices
de adorno al final de algunas letras y alargando los trazos en un atrevido
vuelo por la interlínea6 . No repito aquí lo explicado en 1996, siguiendo
una metodología de selección de formas pertinentes que con demasiada
frecuencia no demuestra nada y está condenada al fracaso7 .
El tiempo ha pasado; ni he buscado ni he vuelto a encontrar nunca la
escritura de Gregorio de Chipre, lo que me ha evitado el poco estimulante
deber de volver sobre un trabajo dejado atrás. Sin embargo, la propuesta
de esta monografía de Estudios clásicos me ha animado a retomarlo, en
la idea de que la revisión de las atribuciones a su mano publicadas con
posterioridad a mi libro de 1996 puede sacar a la luz polémicas soterradas
que constituyen las «sombras» a las que aludíamos en el título de esta
contribución; en especial, la atribución a su mano del Vat. Chis. gr. 12;
las «luces» son, por el contrario, las propuestas honestas de identificación
de manos que buscan reconstruir la transmisión de los textos y la cultura
bizantina. «Luz» es también la certeza que experimenta el paleógrafo
cuando reconoce con seguridad fulgurante una escritura, mientras que
«penumbra» es lo que pretenden crear las descalificaciones o las expresiones de escepticismo que se deslizan en las notas a pie de página. Que sean
mis palabras un ejercicio de claridad.
En las siguientes páginas voy a presentar una lista de los libros copiados
por el chipriota resumiendo las novedades e intentando no repetir el
detalle de los análisis ya publicados, pero sí comentando algunos rasgos
de la escritura que las reproducciones digitales de los códices permiten
percibir. A continuación, trataré dos casos de mímesis gráfica por parte
de copistas pertenecientes a una generación posterior que probablemente
fueron discípulos o colaboradores de Gregorio y tuvieron acceso a sus
libros, lo que explicaría el parecido de su escritura.
6
7
Esa doble versión de la escritura del chipriota ha sido aceptada por Markesinis 2000: 272, Bianconi
2006: 138–139, Menchelli 2010: 232–235, Bianchi 2022: 36.
Pérez Martín 1996: 17–19. Un último ejemplo de que las tablas de formas características de un copista
no suelen funcionar es Bianchi 2022: 39–41, que ha realizado un trabajo concienzudo sobre el escriba
principal del Paris, Bibliothèque nationale de France, Par. gr. 1984 (Estobeo) [diktyon 51611]; Bianchi
ha seleccionado formas de letras y ligaduras de ese copista que, en su opinión, idénticas a las de
Gregorio de Chipre; sin embargo, en el lector causan cierta perplejidad porque no son comparables,
sino complementarias.
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1. Códices copiados o anotados por Gregorio de Chipre
Los datos sistematizados en Pinakes me eximen de mencionar aquí exhaustivamente los estudios sobre los códices de Gregorio de Chipre o de repetir
lo publicado por mí anteriormente. Seguiremos un orden alfabético por
ciudad y biblioteca en la que se localizan los manuscritos:
1. San Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del Real Monasterio, y.I.13
(gr. 306) [diktyon 15519]. Diálogos de Platón. He identificado la mano de
Gregorio de Chipre en los ff.1–4v, 90–91v y 94–95v, 145–152v, 156–158v,
210–211v y 216–217v, 320v–321v, a cuya copia se aplica probablemente
insatisfecho con el trabajo del copista del resto del volumen actual, algunas de cuyas páginas sustituyó y cuyo texto corrigió, además de incluir
numerosas anotaciones en los márgenes del libro8 .
2. San Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del Real Monasterio, Φ.I.18
(gr. 196) [diktyon 15150] + X.I.13 (gr. 355) [diktyon 14971]9 . Es un manuscrito de gran formato cuya copia inicia un calígrafo de escritura elegante,
aireada y bella, y en el que participa el patriarca, con una selección de
obras de Elio Aristides, Sinesio y otros autores, a los que se suma una
copia ordenada de los excerpta de autores antiguos que encontramos llenando páginas que habían quedado en blanco en otros libros copiados
por Gregorio; se trata sin duda de una selección realizada por él al hilo
de sus lecturas. La separación en dos partes para disponer independientemente de la primera obra de Aristides, el Panathenaikos, se produjo en
época temprana y fue, según creemos, una decisión de Nicéforo Gregorás
para explicar el discurso a un alumno o alumnos10 . Por lo tanto, ambos
códices pasaron a formar parte de la biblioteca de Cora o, al menos, Gregorás y copistas de su círculo tuvieron acceso a ellos, pues los anotaron
y completaron; Gregorás, además, hizo una selección de la sylloge del
chipriota11 .
3. Firenze, Biblioteca Medicea Laurenziana, Plut. 71.17 [diktyon
16619], consultable online (http://mss.bmlonline.it/Catalogo.aspx
8
Aunque en la correspondencia de Gregorio se menciona la accidentada y rocambolesca copia de
un códice de Platón que esperaríamos que fuera el Escorial y.I.13, la interpretación de las palabras
del chipriota no siempre es fácil y se ha puesto en duda que el códice escorialense sea el aludido;
cf. Bianconi 2003: 521, Bianconi 2005: 163, Menchelli 2010: 230 n. 11.
9
Pérez Martín 1996: passim.
10
Pérez Martín 2017.
11
Pérez Martín 1992, Pérez Martín 1996: 325–328. Bianconi 2006: 433–434, identificó la escritura de
Gregorás en el margen del Escorial X.I.13.
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
?Shelfmark=Plut.71.17). Daniele Bianconi ha identificado la escritura
del chipriota en este códice con un comentario a Aristóteles, De sophisticis
elenchis, de incierta atribución12 . El libro tiene un formato menor (213 ×
135 mm) que otros códices de Gregorio y ha sido rubricado cuidadosamente por él con una tinta roja brillante. La escritura del chipriota no se
aleja de la de otras copias tempranas de Aristóteles, pero Bianconi señala
un ejemplo de la mano más evolucionada en un añadido del f. 613 , lo que
sugiere que el libro estaba destinado al propio uso del copista.
4. Milano, Veneranda Biblioteca Ambrosiana, M 71 sup. (gr. 525) [diktyon 42999], consultable online (http://213.21.172.25/0b02da82801b
51b7) Es uno de los manuscritos de Aristóteles (contiene el corpus lógico)
en los que Bernardinello identificó la escritura del copista Jorge y que yo
puse en relación con el chipriota14 . Gregorio ha copiado la primera parte
de la Eisagoge de Porfirio en los ff. 11–15v y el final de Topica (ff. 195–263v),
colaborando con el copista 1 del manuscrito, que añade el comentario
marginal en muchos folios y al comienzo del volumen (ff. 1–3v, 5r–v,
6v–10), una miscelánea probablemente personal de la Eisagoge de Porfirio
(y de Categorías) con los comentarios de Amonio y de León Magentino
a la obra. El libro es un ejemplar típico de la producción de códices
filosóficos en la Constantinopla posterior a 1261 en un entorno imperial,
caracterizados por el trabajo en equipo de muchas decenas de jóvenes que
se beneficiaron del patronazgo de Miguel VIII para formarse y después
servir al emperador15 .
12
Bianconi 2006: 138–139. Se corresponde con el editado por Wallies 1898. El título con el que el
chipriota ha encabezado el comentario es muy cauto: Εἰς τοὺς Σοφιστικοὺς ἐλέγχους, οἱ μέν τινες
Ἐφεσίου, ὡς δ’ ἄλλοί φασι, τοῦ Ψελλοῦ. El códice no ha sido descrito en el CAGB.
13
No se trata, sin embargo, de un texto aristotélico (Bianconi 2006: 139), sino de dos frases tomadas de los
Discursos sagrados (or. 1) de Elio Aristides, uno de los autores de cabecera del chipriota: Ἀριστ(εί)δ(ου).
τῶν μὲν ἄλλων ἁπάντων ἀνθρώπων αἱ ἡδοναί, κινδυνεύουσιν ὑῶν εἶναι ἡδοναὶ, ἡ δ’ ἐμὴ καθαρὸς
ἄρα ἀνθρώπου εἴη, ὅστις σύνειμί τε καὶ χαίρω λόγοις. (ed. Jebb p. 278) + Τοῦ αὐτοῦ παραβολ(ὴ) ὅπως
ἀδύνατον ἐξειπεῖν αὐτὸν οἵας πάθοι πρὸς Ἀσκληπιοῦ εὐεργεσίας : Ἐδόκει γάρ μοι παραπλήσιον
εἶναι ὥσπερ ἂν εἰ διὰ παντὸς τοῦ πελάγους ὕφαλος διεξέλθοιμι· διδόναι λόγον πόσοις τισὶ τοῖς πᾶσι
ῥοθίοις ἐνέτυχον· καὶ ποίας τινὸς τῆς θαλάττης παρ’ ἕκαστον αὐτῶν ἐπειρώμην, καὶ τί τὸ σῶζον ἦν.
(ed. Jebb p. 274).
14
Cf. Pérez Martín 1992: 74 y 1996: 19–21. La ficha del CAGB (https://cagb-digital.de/handschr
iften/cagb5036471) no está actualizada, sigue fechando el códice en el siglo XIV y, como un añadido,
atribuye la identificación a Kotzabassi.
15
Es innegable, por ejemplo, el aire cancilleresco de su copista 6 (ff. 73–80v, 82–98v) y la proximidad de
su mano y la del copista 1 a códices vinculados a la corte como el Oxford, Bodleian Library, Barocci
131 [diktyon 47418, consultable online (https://digital.bodleian.ox.ac.uk/objects/8f71e0
31-ea60-436f-937b-81275c271527). Sobre la enseñanza auspiciada por Miguel VIII, Pérez Martín
2021: 460–464.
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5. München, Bayerische Staatsbibliothek, gr. 225 [diktyon 44672], accesible online (https://daten.digitale-sammlungen.de/~db/0011/b
sb00110102/images/index.html). Es uno de los pocos libros de contenido patrístico copiados por el chipriota, cuya mano fue identificada
por Markesinis en los ff. 1–4016 . Este autor detectaba un cambio en la
escritura del chipriota a partir de la línea 7 del f. 37, explicable por una
separación temporal entre la copia de una selección de cartas de tema
espiritual de Máximo el Confesor, que acaba en la l. 6, y el inicio de los
excerpta de los Amphilochia de Focio, que acaban en el f. 38v; allí una
nota reenvía a la obra de Juan Damasceno que se encontraría 10 páginas
más allá en el volumen original17 .
6. München, Bayerische Staatsbibliothek, Monac. gr. 430 [diktyon
44878], accesible online. (https://daten.digitale-sammlungen.de
/~db/0007/bsb00072383/images/index.html). Se trata de uno de
los veteres que conservan la Historia de Tucídides; fue restaurado por el
chipriota con la adición de ff. 4–5v (al final del f. 3v y del f. 82v sendas
notas señalan la falta de dos folios: λείπ(ουν) φύλλ(α) β’) y ff. 83–85v,
en los que su escritura no ahorra adornos ni espacio, aunque desde el
final del f. 85 mengua el tamaño de las letras y la interlínea para enlazar
con la copia antigua del f. 8618 . Contemporáneamente o poco después de
la restauración del chipriota, se añadieron asimismo las actuales hojas
de guarda ff. I–II y 268–269; como es sabido, Máximo Planudes anotó
en el f. IIv la muerte de Teodora Raulena Paleologuina, acaecida el 6 de
diciembre de 1300.
7. Paris, Bibliothèque nationale de France, Par. gr. 2953 [diktyon
52593], accesible online (https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/b
tv1b10723393f)19 . Es el primer libro de Elio Aristides que copió y poseyó
el chipriota; la torpeza estética en los títulos y adornos contiguos sugiere
que se trata de una copia de juventud; en los márgenes Gregorio califica
16
Markesinis 2000. La segunda parte del volumen actual, con el Epitome Physica de Nicéforo Blemides
y otras obras, tiene un origen diverso; cf. Valente 2021: 135–138.
17
Markesinis 2000: 264 y 272. Los ff. 39–40 (40v vac.) presentan unas tablas únicas en la biblioteca
del chipriota. Se trata de (f. 39) una tabla sobre el cálculo pascual de Juan Damasceno; las columnas
son el ciclo lunar y las filas el ciclo solar; en cada cuadrado un día del mes; debajo: + Τέσσαρα τινὰ
προεγνωκέναι σε δεῖ εἰς εὕρεσιν τοῦ ἱεροῦ τῶν Χριστιανῶν Πάσχα. τὸ νομικὸν ἐν ποιμηνὶ συντρέχει
Πάσχα τὸν τοῦ ἡλίου κύκλου· τοὺς λεγομένους βισέξτους; f. 39v: diagrama sobre el ciclo solar; f. 40:
en tres columnas, un poema escolar en pentadecasílabos que enseña cómo encontrar en qué día de la
semana empieza cada mes.
18
Algunos escolios de los ff. 4–5 no son de la mano de Gregorio.
19
Pérez Martín 1996: 32–35.
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166
luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
algunos pasajes con indicaciones del tipo ὡραῖα, ἡδέα, y añade notas que
le permitirán localizar información dentro de los discursos. La impaginación no es constante y tampoco es uniforme la escritura, revelando que
el volumen actual se completó a lo largo del tiempo20 . Los ff. 175–184
se evidencian en su ligereza como añadidos en un momento posterior,
pero en el espacio dejado en blanco al final, en f. 184v, la colección de
proverbios que empieza Τέττιγα τοῦ πτεροῦ ξυνείληφας ha sido transcrita
de un modo más rápido y áspero todavía, muy cercano al del Escorial
X.I.1321 . Lo mismo se puede decir de otras páginas, en las que incluso
interviene otro copista del códice escorialense (f. 270v).
8. Paris, Bibliothèque nationale de France, Par. gr. 2998 [diktyon
52642], accesible online (https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/b
tv1b10723163f)22 . Los discursos de Demóstenes (el texto principal del
volumen) han sido copiados del München, Bayerische Staatsbibliothek,
Monac. gr. 485 [diktyon 44933]23 , mientras que otras obras, como el anónimo florilegio Περὶ πενίας o las cartas de Gregorio de Nacianzo, están
relacionadas textualmente con el ya mencionado Vat. Chis. gr. 12, que
contiene asimismo obras del chipriota.
9. Paris, Bibliothèque nationale de France, Par. suppl. gr. 642 [diktyon
53377], accesible online (https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/b
tv1b11000124w)24 . El volumen aristotélico actual fue compuesto en
distintas fases. Temáticamente se organiza en dos bloques: el primero con
De caelo, De generatione et corruptione, Meteorologica (ff. 1–141 [141v
vac.]), y el segundo con Metaphysica (ff. 142–358v + 367–368v], ambos
con comentarios marginales o copiados a continuación de la obra de
Aristóteles. Gregorio (que incluye frecuentes invocaciones en el margen)
ha transcrito muchas páginas, pero también ha iniciado la copia que
después seguirán colaboradores suyos en este y otros libros. Su escritura
ha alcanzado plenamente la madurez.
10. Città del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Urb. gr. 52 [dikt20
Véase, por ejemplo, la copia del Πρεσβευτικὸς πρὸς Ἀχιλλέα, que empieza en el f. 279 sirviéndose
de formas y adornos exagerados que buscan una expresión suelta, a la vez que se imprime cierta
contención a la escritura, a veces no exenta de torpeza: f. 273v.2ai: ἐν μέσω αὐτοῦ.
21
Esta aspereza está marcada por mu, nu y omega hechas de pequeños trazos oblicuos, o por la kappa
convertida en dos verticales separadas. La escritura estrecha formas como beta bilobular y zdeda
envolviendo la siguiente letra, y épsilon tanto aislada como en ligadura.
22
Pérez Martín 1996: 34–35.
23
Mondrain 2014: 206, que fecha el antígrafo a mediados del siglo IX.
24
Pérez Martín 1996: 22–24.
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inmaculada pérez martín
yon 66519], accesible online (https://digi.vatlib.it/view/MSS_Urb.
gr.52). La identificación de la mano de Gregorio, que se presenta como
Jorge en una invocación del f. 3, es de Kotzabassi25 . El manuscrito contiene el Comentario de Alejandro de Afrodisias a los Topica, y el chipriota
ha restaurado el comienzo añadiendo dos folios (ff. 1–2), que originalmente serían tres, si bien el primero de ellos se ha perdido26 . El volumen
original, a juzgar por la escritura de su copista, no era muy anterior a la
intervención de Jorge.
11. Venezia, Biblioteca Nazionale Marciana, gr. Z. 79 (coll. 461) [diktyon 69550]. En este códice macedonio con las cartas de Gregorio de
Nacianzo y otros autores tardoantiguos, Bianconi ha identificado la escritura del chipriota en dos añadidos: la ep. 171 de Teodoreto de Ciro
en el f. I y un capítulo sobre la Santa Trinidad de la Expositio Fidei de
Damasceno en el f. 310.22–310v27 .
12. Venezia, Biblioteca Nazionale Marciana, gr. Z. 194 (coll. 971) [diktyon 69665]. La escritura de Gregorio en esta copia del comentario de Proclo al Timeo de Platón ha sido identificada por Mariella Menchelli28 . En
la transcripción de la obra participan innumerables escribas, coordinados
por el chipriota, que revisa su labor.
13. Venezia, Biblioteca Nazionale Marciana, gr. Z. 227 (coll. 753) [diktyon 69698]29 . Como hemos indicado ya, es el códice a partir del cual
Harlfinger identificó la escritura de Gregorio. Contiene Aristóteles, Physica y el comentario de Simplicio, con algunos suplementos del comentario
de Juan Filópono que buscan completar el de Simplicio al libro VIII; esta
25
La identificación es referida por Harlfinger 1996: 46, quien menciona la invocación del margen superior
del f. 3: + Χ(ριστ)ὲ βοήθει τῶ σῶ δούλω Γ<εω>ργ(ίου) πρεσβείαις τοῦ μεγάλου +. Cf. Stefec 2012:
136, con otras referencias.
26
El ms. empieza mútilo ἀγαγεῖν τοὺς ἀποκρινομένους, ὥσπερ καὶ τὸ εἰς ἀντίφασιν (p. 3.21 de la ed.
Wallies 1891) hasta p. 8.27 καίτοι καὶ τοῦτο δέδεικται, donde, de un modo muy descuidado, enlaza
con el volumen original, en f. 3, que empieza con las mismas palabras: καίτοι καὶ τοῦτο δέδεικται.
27
Bianconi 2006: 139–141 y Tav. III–IV.
28
Menchelli 2010 y 2020. Cf. la descripción de Ciro Giacomelli para el CAGB (https://cagb- d
igital.de/handschriften/cagb8947151), donde se corrige la distribución de algunas manos.
Los ff. 359–435 son anteriores al resto del volumen y contienen extractos de comentarios a Physica.
Cf. Giacomelli 2021: 238.
29
La completa descripción de Ciro Giacomelli para el CAGB es accesible en https://cagb-digital.d
e/handschriften/cagb7323258; cf. Giacomelli 2021: 239, 268; Pérez Martín 1996: 21–24; Golitsis
2020: 465–466; para este estudioso, el chipriota sería responsable del corpus aristotélico reunido en el
famoso «Oceanus» (Laur. Plut. 85.1 [diktyon 16761]), cuya copia del Comentario de Simplicio a la
Física tomaría como modelo el Marciano. Sobre las copias de este texto, Harlfinger 1987.
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
parte final del comentario de Simplicio no estaba disponible, al parecer,
en Constantinopla30 .
No incluimos en la lista el valioso volumen en pergamino del siglo XI con
el libro de los Profetas, el Firenze, Biblioteca Medicea Laurenziana, Laur.
Plut. 10.8 [diktyon 16130], que perteneció al patriarca Gregorio pero no
conserva notas de su mano31 .
2. La influencia de la escritura de Gregorio de Chipre
Esta escueta enumeración de libros copiados y poseídos por el chipriota
no hace justicia a la importancia de su papel en la cultura bizantina de la
Bizancio paleóloga. Para definir el impacto de su labor como estudioso,
docente y escritor entre sus contemporáneos sería necesario aunar el
análisis de sus obras de contenido teológico o «literarias» (cartas, piezas
oratorias, colecciones de proverbios32 , etc.) con el de su papel en el gran
conflicto político-eclesiástico que vivió el Imperio bizantino y en el que
se vio implicado por sus funciones en la corte y por ocupar finalmente el
trono patriarcal33 . Todo esto excede nuestras competencias y, sin embargo,
sin abandonar el ámbito de la paleografía, el ascendente o influencia
de Gregorio puede ser medido no sólo por el estudio de la transmisión de
todos los autores que copió, sino también por la imitación de su escritura
por parte de escribas que pertenecen a una generación posterior y que
a priori podríamos considerar sus discípulos.
Recientemente he tenido la oportunidad de revisar en este sentido la
escritura de un estudioso que durante un período coincidió con Gregorio
de Chipre al frente de la educación superior constantinopolitana, si bien
su figura resulta mucho más conocida para los filólogos clásicos: Máximo
Planudes. El problema paleográfico que planteaba surgía de la identificación de su mano en códices copiados en papel fechado por las filigranas
con posterioridad a la fecha de su muerte (1305), en los decenios 1310
y 1320; esta circunstancia creaba un problema que nadie se había atrevido a abordar y que espero haber solucionado distinguiendo la escritura
30
Golitsis y Hoffmann 2014: 128.
Kotzabassi 2004. Una nota añadida por una mano elegante en el f. 1v menciona la donación al
monasterio de la Hodegetria por parte del monje Clemente en 1319–1320. Al final de la nota, la misma
mano añade un hexámetro que indica que previamente el libro había pertenecido al patriarca Gregorio:
+ Γρηγορίοιο σοφοῖο πατριάρχοιο κτέαρ ἦν τόδε +.
32
García Romero 2022.
33
Papadakis 1983: 198; Larchet 2012.
31
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de Planudes de la de un discípulo suyo al que distintos paleógrafos (yo
incluida) habíamos confundido con Planudes34 . Las manos de maestro
y discípulo son muy parecidas, resistiéndose al análisis con una voluntad
férrea de imitación de la escritura del maestro por parte del discípulo.
Aunque el parecido no es tan grande, la misma explicación sería aplicable
al caso de un copista cuya labor se fecha en el primer cuarto del siglo XIV
e imita visiblemente la escritura de Gregorio de Chipre.
Este escriba es responsable de la copia de una parte de los discursos de
Temistio en el manuscrito de la Biblioteca Histórica de la Universidad de
Salamanca, Salm. 232 (olim 1-2-18) [diktyon 56469]35 , uno de los pocos
códices bizantinos del fondo salmantino, datable por las filigranas del
papel en los años 1310–1330. El manuscrito ha recibido una atención
especial por parte de los estudiosos de la transmisión de Temistio, quienes
coinciden en afirmar el interés textual y la complejidad codicológica de
este volumen36 . La mano que nos interesa aquí (la llamaremos «anon.
Salm.») aparece dedicada a la tarea de corregir el texto en los márgenes de
las partes del códice copiadas por él y por otros escribas37 ; en el espacio
dejado en blanco en el f. 109 ha añadido una larga nota, probablemente
autógrafa, sobre el arzobispado de Bulgaria38 , lo que quizá define a nuestro
copista como un hombre de iglesia, sacerdote o funcionario eclesiástico
interesado en la diócesis de Ocrida; pero su contribución más relevante
a la copia se encuentra en los ff. 282–308v, 315–346v, con discursos de
Temistio.
La relación con el patriarca Gregorio que sugieren estos datos es laxa:
puesto que el copista es una persona interesada por la organización eclesiástica, su vinculación con el chipriota podría haberse producido en la
etapa final de la vida de éste. Por otra parte, en el Par. gr. 2998 (ff. 319–322,
34
Pérez Martín 2022; Cohen-Skalli y Pérez Martín 2017.
Una descripción del contenido en Tovar 1963: 50–55, Martínez Manzano 2010. El manuscrito es
accesible online (https://gredos.usal.es/handle/10366/144433). Además de Temistio, la parte
antigua del códice actual contiene epistolarios de Libanio, Basilio, Falaris y Sinesio, algunos opuscula
de éste y de pseudo-Aristóteles. Sobre la identificación en él de las manos de Juan Cortasmeno y Juan
Sofiano, Pérez Martín 2022a.
36
Ed. Schenkl, vol. I: X, XVII; Ballériaux 2001: 4–7; Pascale 2010: 371–372.
37
Contemporáneamente a este capítulo vamos a publicar un estudio pormenorizado del Salm. 232,
centrado en la confección material del códice y en la identificación de sus copistas. Adelantemos aquí
que el «anon. Salm.» ha anotado probablemente los márgenes de los ff. 8, 285, 288v, 289v, 291r–v,
293v, 294v, 299.
38
f. 109: 〈Σ〉ημείωσαι περὶ τοῦ ἀρχιεπισκόπου Βουλγαρίας ὃς καλεῖται πρώτης Ἰουστινιανῆς· ἀρχιεπίσκοπος γὰρ καλεῖται· ζήτει τὸ διὰ πλάτους τῆς νεαρᾶς τοῦ Ἰουστινιανοῦ. ὅτι ἡ καθέδρα αὐτοῦ ἦν ἐν
Βελεβούσδω; Tovar 1962 editó el texto.
35
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
sigla Λ), el chipriota había copiado la or. 26 de Temistio39 , sin título pero
con protheoria. Este discurso se encuentra en el Salm. 232, ff. 317–329v
(sigla Ψ), sin solución de continuidad con la or. 25 copiada en los folios
anteriores. Del aparato crítico se deduce que Ψ no es copia de Λ, cuyos
errores no reproduce, pero ello no impide considerar significativo el vínculo textual establecido por la presencia de los discursos de Temistio en el
puñado de códices de finales del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Otros
autores presentes en el Salm. 232 aparecen en códices del chipriota como
el Escorial X.I.13 o el Par. gr. 2998, en cuyos ff. 322–324v encontramos una
selección de cartas de Libanio y Basilio (como en el Salm. 232, ff. 71–76v)
y en ff. 335–362v de cartas y opuscula de Sinesio (como en el Escorial
X.I.13, ff. 339–381v + 383v–387v o en el Salm. 232 ff. 110–187v).
La escritura del «anon. Salm.» (Láminas 1–2) se distingue fácilmente
de la de Gregorio de Chipre, es más áspera y angulosa y, sin embargo, tiene
un aire muy similar, debido a que utiliza muchas formas comunes a las que
caracterizan la segunda fase de la escritura del chipriota (Láminas 3–4).
Nos referimos a40 :
– la omnipresencia de beta bilobular:
– las ligaduras ελ41 , εμ, εξ, ερ: 1.2 κελεύσεις, 1.13 ἐμοὶ, 1.18 ἐξ, 2.4 Βελισαρίου, 2.8 ὅπερ, Ἑλλάδα, 2.18 ἐξ, 3.4 ὑπέρβολον, 3.12. ἐλασσόνων,
3.18 ἐπεξέβησαν, 4.4. ἄνεμον;
– dzeta sinuosa y envolvente: 1.8 ζητεῖς, 4.5 ἐζήτει;
– eta minúscula alargada y con apéndice final: 1.11 ἡ, 4.10 ἡ;
– la kappa minúscula en forma de h: 1.5 οἰάκων, 4.22 κώπαις;
– la mu angulosa y con el trazo inicial reducido: 2.20 μέγας, 3.5 δυνάμεως, 4.17 ἅμα;
– la ligadura de nu prolongando el trazo ascendente: Salm. f. 316.15
εἰκόνος, 3.17 μείνας, 4.16 ἵνα; y cf. 3.2 ναυτικός con la misma prolongación de kappa.
– rho con el trazo descendente anguloso que se mantiene en ligadura:
1.6 ὁπλοφορεῖν, 3.4 χρόνον;
– sigma minúscula a final de palabra, muy reducida: 2.25 πρωτόθρονος,
3.13 μόλις, 4.19 ὡς;
39
Ed. Schenkl, vol. II: 118–151.
Indicamos con el primer número la lámina y con el segundo la línea.
41
La forma que toma lambda minúscula en esta ligadura es idéntica a la de la abreviatura de -ην, -ιν
y a la del trazo inicial de la ji: 1.7 μετέχειν, 1.12 τ(ὴν), 3.1 κατάστασιν, 3.5 αἰσχύνην.
40
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– la ligadura de tau con un único trazo que crea un bucle doble: 1.1
τῶ, 3.1 κατάστασιν;
– hypsilon a comienzo de palabra estrecha y alargada que no llega
a conectar con la siguiente letra, aunque su forma está determinada
por la supuesta ligadura: 1.12 ὑβριστὴς, 2.17 ὕστερον, 3.4 ὑπέρβολον,
4.20 ὑμῖν.
Por el contrario, las diferencias más destacables son:
– gamma uncial alta, que el chipriota puede estrechar y alargar, pero
el «anon. Salm.» puede bascular hacia delante: 1.15/16 γέγηθα, 2.1
Βουλγαρίας, 3.13 ἐξεργασάμενοι, 4.5 γείτονες;
– delta uncial poco usada por Gregorio, pero frecuente en el «anon.
Salm.»: 1.17 δημοσία;
– sigma alta alunada con bucle final (especialmente en el grupo συν)
en el «anon. Salm.», pero sin él en Gregorio: 2.15 συντεθέντων; 4.2
συντάξεως
– omega abierta con bucles inicial y final y en ocasiones con énfasis
modular, exclusiva del «anon. Salm.»: 1.5 τῶν.
Siendo ambas escrituras dinámicas, la del chipriota se diferencia por una
formulación más curva en la interlínea: delta en ligadura (3.13 διὰ), trazo
inicial de épsilon minúscula, la prolongación de los trazos verticales de
iota (3.17Ἴκαρον, 4.12 ἰδεῖν) y de la abreviatura de -ον (4.15 φιλότιμον),
la ligadura de phi (3.19 σφίσιν). Con esto no agotamos las similitudes ni
las diferencias de ambas escrituras, pero es suficiente para demostrar su
proximidad y su no-identidad. A la mano más angulosa del «anon. Salm»
habría que atribuir la nota marginal en el Città del Vaticano, Biblioteca
Apostolica Vaticana, Vat. gr. 241 [diktyon 66872], f. 320, que Bianconi
atribuye al chipriota42 .
A la luz de lo anterior y para concluir esta revisión, podemos recordar
la actividad de copia de un tercer escriba, el «anon. Chis.», cuya relación
con el patriarca Gregorio es evidente no sólo en el hecho de que copió
algunas de sus obras en el Vat. Chis. gr. 1243 , sino en que su escritura
parece imitar a la del patriarca justamente en la transcripción de sus obras
42
43
Cf. https://digi.vatlib.it/view/MSS_Vat.gr.241.
El códice es consultable online (https://digi.vatlib.it/view/MSS_Chig.R.IV.12); cf. Kotzabassi
1998, 207–209, Taf. 48–49. Su identificación de este copista del Vat. Chis. gr. 12 con el patriarca
Gregorio no fue aceptada por Canart 2008a: 45 ni por el RGK 1997.
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—lo que, en este caso, puede ser un gesto forzado que busca el prestigio de
la identificación con el texto autógrafo; las razones por las que la escritura
del «anon. Chis.» no se debe confundir con la de Gregorio ya quedaron
explicadas en 199644 , pero esperemos que estas páginas hayan servido para
aclarar que las similitudes entre ambas son debidas a razones culturales,
como la voluntad de adquirir el prestigio del antígrafo o la influencia de
la escritura de un profesor o un erudito en el círculo de personas que se
internan en el mundo de las letras griegas de su mano.
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segunda identificación errónea de su mano en el Leiden, Universiteitsbibliotheek, Voss. gr. Q.11
[diktyon 38118], sugerida por Kotzabassi a De Gregorio y Eleuteri 1993: 127. La ficha que le dedica la
base de datos de los Commentaria in Aristotelem Graeca et Byzantina (https://cagb-digital.de/
handschriften/cagb2922025), consultada el 03/08/2022, marca en rojo los problemas paleográficos
de este análisis, que yo corregí en Pérez Martín 1997: 86–87.
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
LÁMINA 1: Salamanca, Biblioteca Histórica de la Universidad de
Salamanca, Ms. 232, f. 327
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LÁMINA 2: Salamanca, Biblioteca Histórica de la Universidad de
Salamanca, Ms. 232, f. 109
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luces y sombras en la identificación de copistas bizantinos
LÁMINA 3: San Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del Real Monasterio, X.I.13, f. 338 (mitad superior)
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LÁMINA 4: San Lorenzo de El Escorial, Biblioteca del
Real Monasterio, X.I.13, f. 339v
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Sobre la versión al castellano de textos latinos en la
primera mitad del siglo XV: las variantes de
traductor como expresión de su conciencia
textual1
On Castilian Translation of Latin Texts in the First Half of the
Fifteen Century: Translation Variants as Expression of Textual
Conscience
TOMÁS GONZÁLEZ ROLÁN
Universidad Complutense de Madrid
tgrolan@ucm.es
doi: 10.48232/eclas.162.07
Recibido: 28/10/2022 — 14/11/2022
Resumen.— Tras unas consideraciones generales sobre el la génesis del humanismo en la
Península Ibérica (en el marco del humanismo europeo y, sobre todo, italiano) el presente
trabajo aborda el relevante papel de los conversos en la transmisión de la cultura latina
y romance en el s. XV y la importancia de la traducción entre ambas lenguas en este contexto.
El artículo examina dos figuras en particular: Martín de Ávila, traductor de varias obras
latinas medievales y renacentistas, y Jean Jouffroy, eclesiástico y diplomático, enviado en
embajada a Portugal para pronunciar cuatro discursos con importantes requerimientos
diplomáticos. Se revisa la transmisión latina de uno de estos discursos de Jouffroy, prestando
particular atención a un testimonio latino del Burgo de Osma, que conserva una versión
alternativa diversa de la preservada en la restante tradición manuscrita. A la luz de ello, se
examina la versión castellana de la misma oratio, elaborada por Martín de Ávila y conservada,
de nuevo, en dos versiones distintas: una y otra están marcadas por una mayor y menor
literalidad, respectivamente, aunque ambas tuvieran como modelo la forma textual latina
conservada en el Burgo de Osma, y permiten una reflexión sobre la conciencia filológica del
traductor.
Palabras clave.— Renacimiento; Humanismo; traducción; recensiones múltiples
Abstract.— This paper deals with two aspects of the beginning of humanism in Castile and
Portugal in the framework of European and Italian humanism: the relevance of converts
in the transmission of Latin and Romance texts and culture in the 15th century, and the
significance of the phenomenon of translation within this context. Two main figures are
1
El presente trabajo es resultado del Proyecto de Investigación «Práctica literaria y mitológica en el
s. XV en Castilla. Comento y Glossa del Tostado y Defensorium de Cartagena: edición crítica y estudio»
(ref. PID2020-114287GB-I00), cuyo I. P. es Antonio López Fonseca.
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sobre la versión al castellano de textos latinos
taken into consideration: Martin of Avila (translator of various Medieval and Humanistic
texts) and Jean Jouffroy, a diplomat who was sent to Portugal in an embassy in order to
pronounce four speeches concerning notable diplomatic matters. One of these speeches by
Jouffroy has a particular manuscript transmission. A witness, now held at El Burgo de Osma
Cathedral Library, preserves an alternative version; its text is qualitatively different from the
rest of Latin manuscripts. Martin of Ávila translated Jouffroy’s speech into Castilian, but,
significantly enough, Martin’s translation has also been transmitted in two different versions.
They vary degrees of literalness, but the underlying Latin text in both of them is that of the
manuscript held at El Burgo de Osma. These versions show Martin of Avila’s philological
conscience as a translator.
Keywords.— Renaissance; Humanism; translation; multiples versions
1. Siempre que se trate de Humanismo en España es conveniente recordar
algo que muchas veces no se tiene muy en cuenta, a saber, que los humanistas italianos2 crearon ya en el siglo XIV las condiciones para una nueva
civilización y un nuevo estilo de vida al revitalizar, restaurar o hacer renacer ideales y valores surgidos en la Antigüedad clásica, pero que fueron
en buena parte abandonados tras la caída del Imperio Romano, permaneciendo latentes o parcialmente visibles durante el largo período medieval.
Entre otras muchas novedades dichos humanistas contribuyeron a crear
una cultura laica, introdujeron en la sociedad un espíritu crítico, de corte
racionalista, con el que comenzaron a elaborar una nueva concepción del
hombre, ahora como individualidad independiente y no como parte de
alguno de los tres estamentos en que se distribuía la sociedad anterior,
un hombre que aspira a un equilibrio entre la vida activa, comprometida
con la patria y la sociedad, y la vida contemplativa o ascética, pero que
daba preferencia a la primera, porque en el ámbito de la vida moral valora
más el bien común que el individual; un hombre que sabe ahora que sus
méritos, valor y esfuerzos personales, en definitiva su uirtus y su talento le
abrirán las puertas para acceder a la nobleza, que no es más que la antesala
de la gloria, la cual queda asegurada por medio de los escritores, que son
los que impiden que los grandes hechos sean olvidados y garantizan la
fama para aquellos a quienes celebran.
La asunción de estas ideas tuvo, como no podía ser menos, consecuencias importantes en el desarrollo cultural no solo italiano, sino también
europeo, aunque en este caso más tardíamente, pues por una parte posibilitó que los escritores, los intelectuales, tomasen conciencia de la importancia de su profesión y del relevante papel que podían desempeñar
2
Cf. Garin 1986: 67–70.
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tomás gonzález rolán
en la sociedad, y por otra impulsó a los príncipes, nobles y burgueses
adinerados a gustar de la lectura y del saber, a ampliar y enriquecer sus bibliotecas, a rodearse de intelectuales fomentando y patrocinando círculos
literarios, a establecer, en definitiva, mecenazgos que les proporcionaran
prestigio, poder, satisfacción y gloria.
Lo que acabamos de decir corresponde básicamente y de una manera
muy general al ámbito del humanismo italiano, que fue sin duda alguna
la fuente y el modelo en el que se inspiraron los demás países europeos.
Es evidente, por lo tanto, que ninguno de estos países, entre los que se
encontraban los distintos reinos de España, se puede comparar con Italia,
que respecto a todos ellos llevaba un adelanto de cerca de un siglo.
Sentadas estas premisas, podremos ahora hacernos una idea de cuándo
comenzaron las inquietudes y realizaciones prehumanistas o, sin más,
humanistas en Castilla. Para ello, debemos analizar, aunque sea someramente, la sociedad de finales del siglo XIV y la que se nos muestra inmediatamente después del pogrom contra los judíos de 1391, que supuso una
profunda sacudida en la sociedad castellana con la conversión al cristianismo de cientos de miles de judíos. En efecto, la sociedad anterior a 1391 se
componía de tres categorías sociales, la de los cristianos, y las de los moros
y judíos. Solamente los primeros, los cristianos, gozaban del privilegio de
la ciudadanía, mientras que los moros y judíos eran considerados como
huéspedes permanentes o algo así como forasteros acogidos o asilados.
Los primeros estaban divididos, a su vez, en tres estamentos (oratores,
bellatores, laboratores). Las dos primeras clases, la de los eclesiásticos
y guerreros se reservaban el poder y el prestigio, mientras que los terceros, los campesinos, se dedicaban en su mayoría a la agricultura como
pequeños propietarios. En cuanto a las otras dos castas, la de los moros,
se dedicaba en general a la artesanía y a la agricultura como asalariados;
a la de los judíos se le permitía funciones relacionadas con la economía
y también con la variada gama de las profesiones liberales, vinculadas al
ámbito intelectual, como médicos, educadores, traductores, etc.
Tras el pogrom de 1391 y las leyes de Ayllón de 1412, miles de judíos se
bautizaron y al punto de forasteros permanentes se convirtieron en ciudadanos de pleno derecho, comenzando a desempeñar todas las funciones
que a veces sí y otras a duras penas se permitían a los judíos, más otras que
éstos de ningún modo podían desempeñar, como las relacionadas con los
puestos eclesiásticos o con el acceso a cargos de poder y prestigio social.
Así, pues, durante más de medio siglo, desde 1391 hasta la fatídica fecha
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sobre la versión al castellano de textos latinos
de la rebelión de Toledo de 1449, en que a través de la Sentencia-Estatuto3
se intenta privar a los conversos de su derecho a cargos de responsabilidad,
muchos de ellos, dadas sus reconocidas dotes para los idiomas y una educación y nivel cultural muy superior al de la mayoría de los que podríamos
llamar cristianos viejos, fueron protagonistas de una fulgurante promoción social y económica, llegando a ocupar muchos altos cargos de las
cuatro administraciones del reino de Castilla, a saber, la real, la nobiliaria,
la eclesiástica y la urbana. Así, desde el reinado de Enrique III (1390–1406)
y el de su hijo Juan II (1406–1454) estuvieron al frente de la secretaría del
rey, tuvieron en sus manos el tesoro real e incluso entraron a formar parte
del Consejo Real de Castilla. Además, alcanzaron puestos relevantes en la
jerarquía de la Iglesia como los de cardenal, arzobispo, obispo, arcediano,
canónigo, etc. También desempeñaron oficios como médicos, jueces, abogados, banqueros o arrendadores de rentas, e incluso lograron a ascender
a los rangos de la nobleza por medio de matrimonios concertados.
Por lo que se refiere al peso que se le ha atribuido al elemento converso
en la cultura de Castilla en la primera mitad del siglo XV, lo cierto es que
no ha sido realmente mucho y, lo que es peor aún, apenas se le ha prestado
atención si se compara con el que muchos estudiosos desde A. Castro
en adelante dedicaron a los judeoconversos que vivieron después del
establecimiento de la Inquisición en 1478, y cuando así ocurrió, fue para
señalar, como ha hecho Márquez Villanueva (2006: 131–132), que, en
relación con el Humanismo y Renacimiento, sus aportaciones distan de
ser decisivas y de tener vigencia en la coyuntura cultural española. Por lo
demás, este eminente profesor ha dudado siempre de la oportunidad del
término Humanismo en su aplicación peninsular anterior a Nebrija, al
que hoy casi de seguro se le considera4 también converso, y ello lo explica
con estas rotundas palabras:
La falta tradicional de una sólida base latina se había vuelto más visible que
nunca y hasta los intentos de habérselas no con la herencia antigua, sino
con la más cercana y románica de Dante pueden calificarse de indigentes.
Mena, secretario de cartas latinas que hacía de tuerto en el país de ciegos,
resulta, visto desde este ángulo, poco menos que patético. La tarea intelectual
conversa no se mide en esos años por dicho módulo, pues el «humanismo»
de aquellos hombres se orientaba primordialmente hacia iustitia y caritas
3
4
Sobre la rebelión de Toledo y las consecuencias que tuvo para los conversos, puede servir, entre otros,
el libro de González Rolán y Saquero Suárez-Somonte 2012.
Cf. Gil 2021, quien apuesta por considerarlo converso en muchos de los apartados de su brillante
y profunda aportación al gran humanista y filólogo sevillano.
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y solo muy a distancia hacia paideia y studia humanitatis. Bajo forma que
puede ser vista al mismo tiempo como retrato que como anticipo, tenía
una implantación exclusiva en resolver y encauzar el problema vital de los
españoles en el seno de una sociedad en guerra consigo misma.
El no distinguir con claridad las primeras generaciones de conversos,
por lo menos hasta 1449, y las que hubieron de sufrir el establecimiento
de la Inquisición a partir de 1478, llevó a otro ilustre estudioso de los
conversos, A. Alcalá (2011: 290), a describir al escritor converso de esta
manera:
Por ese trágico-cómico sufrir en silencio y luchar por su reconocimiento,
el escritor converso va a ser el iniciador de un nuevo tipo de literatura,
la literatura de la intimidad, la que realizó la transición de la orientación
objetiva, social y política del mundo clásico, a la subjetiva, individualista
y privada de la vida y literatura modernas.
No tenemos nada que objetar a esta definición, siempre y cuando se aplique a los conversos que vivieron bajo la Inquisición, porque los anteriores
a ella no tuvieron motivos fehacientes que podamos aducir para sentirse
agobiados y preocupados por su futuro profesional y vital, sino al contrario, como hemos adelantado, la vida en general les sonrió tanto económica
como socialmente, pues pudieron gozar de un periodo de cierta tranquilidad, por lo menos hasta 1449 e incluso, aunque con más dificultades, hasta
el final del reinado de Enrique IV (1454–1474). Así, pues, los conversos
que se insertaron en sociedad cristiana desde Enrique III hasta su nieto
Enrique IV fueron, ciertamente, una minoría cultural y políticamente
importante, pero no abiertamente hostilizada ni en permanente peligro,
salvo, como dijimos, en 1449 y en determinados momentos en el reinado
de este último monarca, en los que el recelo que pudo al principio despertar en el pueblo llano la masiva conversión de los judíos, por lo demás,
en muchos casos forzados a ella, se convirtió con el tiempo en un odio
visceral al comprobar con diabólica envidia su rápido enriquecimiento
y ascenso social. Durante el período indicado, los conversos, más que
mostrar un pesimismo vital o un vivir amargo, se esforzaron en su casi
totalidad por insertarse en la sociedad cristiana, de tal modo que pudieron,
y así lo hicieron, contribuir gracias a su dinamismo y fuerza creadora al
avance cultural de Castilla. Aunque su influencia cultural haya podido ser
menor que la ejercida por los conversos de finales del siglo XV y primera
mitad del XVI, con todo jugaron, a nuestro entender, un papel de gran
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importancia en el desarrollo del Humanismo castellano. Para hacernos
una idea de cómo se produjo dicho desarrollo, es conveniente que antes
sepamos, como muy bien indicó el excelente latinista portugués S. Tavares de Pinho (1999:101), que el movimiento humanístico se configuró
a través de tres continuadas y progresivas experiencias, a saber:
Primeiro, polo mellor conhecimento do seu veículo e acesso direito, que
eram as línguas grega e latina; depois pela leitura e tradução das obras, e,
finalmente, pela própria produção literária feita nos mesmos moldes estéticos
e liguísticos.
Así, pues, muchas familias judías de clase acomodada, una vez convertidas al cristianismo, se preocuparon de que sus hijos se formaran en
los distintos centros universitarios existentes en esa época, entre los que
sobresalía la Universidad de Salamanca, y dada su predisposición para
el aprendizaje en general y también el lingüístico, pronto dominaron
los distintos saberes con su vehículo primordial, la lengua latina, lo que
a muchos de ellos les permitiría ejercer, entre otras varias, la función de
traductores, muy semejante a la que desempeñaron sus ancestros judíos
en la época de Alfonso X el Sabio en su labor de trasladadores del árabe
al castellano.
La traducción al castellano de autores clásicos y también de obras latinas
de autores renacentistas italianos, realizada en buena parte por judeoconversos, propició un cambio de gran importancia en la sociedad castellana,
a saber, la conciliación de las virtudes guerreras con las culturales, pues,
como bien indica Russell (1978:209), existía en España, y particularmente
en Castilla, «un importante sector de opinión que consideraba profesionalmente arriesgado y socialmente indeseable que algún miembro de la
clase caballeresca se comprometiera seriamente en el estudio de las letras,
aunque no se objetara a que los caballeros, como diversión, ejercitaran la
pluma escribiendo poesía cortesana tradicional».
La labor traductora repercutió a la larga muy beneficiosamente en el
ámbito de la literatura en castellano y de forma decisiva e inmediata en la
formación ciudadana o, más concretamente, en la formación de la aristocracia castellana deseosa de ilustración, y sus efectos pueden observarse
ya en Castilla en la primera mitad del siglo XV con la aparición de mecenazgos que se plasmaron en la creación de círculos culturales, de los
que el más conocido fue el del Marqués de Santillana, quien reunió en
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torno suyo a hombres de letras, en su mayoría judeoconversos5 . Y que este
mecenazgo literario no fue un hecho aislado y sin continuación, lo prueba
el círculo reunido en torno a otro personaje procedente de la nobleza,
Alfonso Carrillo de Acuña (1412–1482), obispo de Sigüenza y arzobispo
de Toledo, en el que se encontraban también un buen número de conversos6 . Así, pues, después de la sacudida o, mejor, terremoto producido
en la sociedad cristiana castellana con la entrada masiva de conversos, se
produjo una transformación de gran calado, cultural y socialmente hablando, y en este tipo de situaciones, como certeramente indicó Marichal
(1984: 20), aparecen hombres concretos, que casi siempre constituyen
una minoría de individuos avanzados a su tiempo, que en el caso que nos
ocupa pertenecen a la clase de los cristianos nuevos, de los conversos, clase
que ciertamente recibió el apoyo de otra minoría de la clase aristocrática
ansiosa de renovación espiritual y de dar una nueva dimensión culta a su
propia clase en la vida castellana.
2. Se necesita un estudio sobre el conjunto de traductores7 y escritores
judeoconversos anteriores a Antonio de Nebrija, pero, por ahora, nos
limitaremos a acercarnos a uno de ellos, Martín de Ávila. Nada sabemos
de su familia y poco de su vida, salvo algunos datos que nos facilitan los
prólogos de sus traducciones y, sobre todo, el que hizo para la versión de
la Genealogia Deorum dedicado al Marqués de Santillana8 , en el que nos
habla de su prolongada estancia en la Curia Romana, en las cortes del
emperador, del rey de Francia y otros príncipes y reyes:
Yo vuestro muy humilde servidor, comensal continuo e que ser espero fechura, Martín de Ávila por vezes sin número oí e alegró mis oídos esparzida
e muy divulgada en estraños reinos e provinçias longínicas e muy remotas
a la Espérica región, nuestra naturaleza e naçión de España. Así espendiendo
mi hedad en corte del prínçipe de los saçerdotes, pontífiçe sumo, commo
del sacratísimo Çésar, emperador de los romanos, commo eso mesmo del
cristianísimo rey de Françia e de otros reyes e prínçipes cristianos, adonde
mi vida consumía.
5
Cf. Gómez Moreno 2001: 79–86.
Cf. los estudios de Moreno Hernández 1985: 17–49 y 1989: 32–90.
7
Una aproximación de gran interés se puede encontrar en los recientes trabajos de López Fonseca 2020
y 2022.
8
Cito por la edición del prólogo preparado por González Rolán y López Fonseca 2014: 507–513.
6
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También se refiere allí a su inquebrantable fidelidad cristiana, que, siguiendo las palabras de san Pablo, proclama la verdadera unidad de Dios
infinito en quien se honra la Trinidad. Sabemos también que estuvo vinculado a los citados círculos literarios, primero al del Marqués de Santillana,
y, tras su muerte, al de Alfonso Carrillo, y que trabajó para otro noble, Juan
de Silva, cuñado del arzobispo y alférez mayor del reino, embajador del rey
Juan II ante el concilio de Basilea, conde de Cifuentes en 1455 y fundador
del linaje toledano de los Silva. Además de su vinculación a la nobleza
castellana y, como veremos más adelante, también a la portuguesa, en la
persona del Condestable D. Pedro de Portugal, el rey Juan II le nombró9
secretario de cartas latinas y escribano de cámara, y su hijo Enrique IV
en 1457 le reconoce como cronista real en sustitución de Juan de Mena10 .
Algunos años después, dada su vinculación con el arzobispo de Toledo,
debió de asumir el partido de este prelado opuesto de forma radical a Enrique IV, quien fue depuesto en Ávila en 1465, entre otros por el arzobispo,
y sustituido intrusamente por Alfonso XII, hermano de la futura Isabel
la Católica, hasta su muerte ocurrida tres años después. Todavía en 1468
Martín de Ávila figuraba en los libros de Alfonso XII como secretario
de cartas latinas y cronista. La última información que tenemos de este
personaje se encuentra en el Cronicón de Valladolid y corresponde al año
1491, en el que los Reyes Católicos destituyen al presidente y a todos los
oidores de la Chancillería de Valladolid, uno de los cuales se llamaba
Martín de Ávila.
Además de su labor como cronista real, y secretario de cartas latinas de
los reyes mencionados y del arzobispo de Toledo, Martín de Ávila realizó
un buen número de traducciones al castellano de obras latinas, alguna de
época medieval, como la Historia de Proeliis Alexandri Magni (Libro de
Alexandre), dedicada al Marqués de Santillana11 , de la que solo se conservan unos pocos capítulos del texto originario, y sobre todo de la realizadas
por humanistas italianos, como la Genealogia Deorum de Giovanni Boccaccio («Genealogía de los dioses de los gentiles»), también dedicada al
Marqués de Santillana12 ; el De infelicitate principum («Tractado de la
cargosa vida e trabajoso estado e angustiosa condiçión de los prinçipes»)
9
Cf. Bermejo Cabrero 1980: 395–409.
Cf. Archivo General de Simancas, Quitaciones de corte, leg. 4, fol. 98.
11
Cf. González Rolán y Saquero Suárez-Somonte 1986: 325–340 y González Rolán y López Fonseca
2014: 433–439.
12
Cf. la Tesis Doctoral de Gómez Sánchez 1994; estudio preliminar y edición del prólogo en González
Rolán y López Fonseca 2014: 503–513.
10
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de Poggio Bracciolini13 , dedicado al príncipe de Asturias, futuro rey Enrique IV; y la Oratio14 (en otros testimonios, Dialogus) de contentione
Alexandri, Anibalis et Cipionis super excelenciam («Comparaçión entre
Alixandre, Anibal et Çipión») de Giovanni Aurispa15 , dedicada a Juan de
Silva. A los autores italianos anteriormente citados hemos de añadir el
de otro humanista, en este caso de origen francés, del que nos ocuparemos
detenidamente a continuación, pero Martín de Ávila fue con casi total
seguridad autor de un interesantísimo florilegio de biografías latinas, conservado actualmente en el ms. 7805 de la Biblioteca Nacional de Madrid,
como ha demostrado con datos que me parecen concluyentes la profesora
Muñoz Jiménez en la introducción y edición crítica de dicho florilegio
(2008).
3. El humanista francés al que nos referimos anteriormente se llamaba
Jean Jouffoy (ca. 1412–1473), y se trata de un alto dignatario eclesiástico
(deán de Vergy, prior de Château-Salins y d’Arbois, y más tarde arzobispo
y cardenal) y un más que competente diplomático, que participó en los
principales asuntos políticos y religiosos, primero de Borgoña y más tarde
de Francia y del Vaticano. De los estudios realizados por Fierville (1874),
Beltran (1992) y Märtl (1996) sabemos que los benedictinos de Cluny,
a cuya orden pertenecía, en 1441 lo destinaron a la corte de Borgoña y allí
el duque Felipe el Bueno le hizo su capellán, su consejero ordinario y uno
de sus principales embajadores. Ocho años después de su llegada a Borgoña, en 1449, el duque y de manera muy especial la duquesa Isabel de
Portugal (1397–1471), hija del rey João I, creador de la dinastía de Avís,
y hermana, entre otros, del Infante D. Pedro (1392–1449), duque de Coímbra y exregente del reino lusitano, le pusieron al frente de una embajada
a Portugal, con el fin de que solicitase en cuatro discursos, previamente
escritos, pronunciados ante el rey Alfonso V en diciembre de 1449 (días
6 y 13) y enero de 1450 (días 12 y 16) la liberación de los hijos menores
de su hermano, la devolución de los bienes de la familia, el perdón a sus
seguidores y la inhumación honrosa del cadáver del Infante D. Pedro16 ,
13
Cf. edición y estudio en González Rolán y Saquero Suárez-Somonte 2001: 115–150.
El manuscrito 9522 de la Biblioteca Nacional de Madrid, fol. 116, que pudo sevir de base a la traducción castellana, trae el siguiente título: Oracio de contentione Alexandri, Anibalis, et Cipionis super
excelenciam.
15
Cf. el estudio y edición en Sueiro Pena y Gutiérrez García 1997: 1467–1477 y 1998: 19–56.
16
Sobre la acción política del Infante D. Pedro y su trágica muerte se ha escrito una infinidad de libros
y artículos, si bien aquí remitimos al lector interesado a unas pocas referencias. Sobre su vida y obra
es de gran interés el libro de Pinhero Marques 1996, así como la parte que le dedica António Gomes
14
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pues, como dejó escrito Fierville (1874: 165), «c’etait une conspiration
féodale qui avait amené la perte du duc de Coîmbre; les seigneurs, sous le
conduite du duc de Bragance, ne lui avaient pas pardonné les tendances
liberales qu’il tenait de son père Jean Ier ». En efecto, el Infante había
perdido la vida el 20 de mayo de 1449 en Alfarrobeira, cerca de Lisboa,
y como castigo a su supuesta rebeldía fue dejado tres días en el campo de
batalla para que sirviese de pasto de aves, perros y lobos, y después fue
inhumado sin un entierro adecuado a su categoría y rango. La muerte de
una personalidad como la de D. Pedro, que había intentado modernizar,
culturizar y reformar el reino de Portugal bajo el lema de la justicia social,
pero que fue vencido por la nobleza más rancia y el clero más integrista,
a los que había que añadir el rey Alfonso V, sobrino y yerno del duque
de Coímbra, produjo en buena parte de Europa y de manera especial en
Borgoña, cuya duquesa era su querida hermana Isabel, una impresión de
profundo disgusto, sobre todo por el ensañamiento cruel y escandaloso
de los vencedores con el derrotado, sus hijos y seguidores, a los se les
confiscaron sus bienes, quedaron presos o se les prohibió el ejercicio de
cargos públicos.
De los cuatro discursos u orationes pronunciados, como dijimos, en
Évora los días 6 y 13 de diciembre de 1449, y 12 y 16 de enero de 1450,
conservamos testimonios manuscritos en distintas bibliotecas europeas,
siendo el más completo y más cercano al propio autor el de la Biblioteca
Municipal de Semur, cod. 39 (40), fols. 57v–74r (Se), pues es el único17
que contiene completas los cuatro discursos, además de anotaciones del
propio Jouffroy y de haber formado parte de su biblioteca personal en
Albi, lo que permite considerarlo como un idiógrafo. De España solo
tenemos conocimiento de uno de los discursos, que correspondería al
primero, escrito para ser expuesto pero que, como veremos, no llegó
a pronunciarse ante el rey Alfonso V, porque la sesión se trasladó a una
fecha posterior. Se encuentra en Burgo de Osma, Biblioteca de la Catedral,
en su estudio sobre Alfonso V (2009), además de los trabajos de casi todos los estudiosos de este
personaje, reunidos en Biblos (LXIX, 1993, 550 págs.), que recoge las Actas del Congreso, en el que
se conmemoraba el sexto centenario del Infante. Podemos añadir una excelente Historia medieval
de Portugal de Resende de Oliveira y Gouveia Monteiro 2018, traducida al español y publicada por
la Universidad de Granada. Sobre el papel de D. Pedro como iniciador del Humanismo portugués,
puede consultarse el reciente trabajo de González Rolán 2021: 257–278.
17
Además del de Semur, se conocen otros manuscritos, a saber: el de Wolfenbüttel (Herzog August
Bibliothek, cod. Guelf. 304, Helmst., fols. 316r–339v (contiene enteros los tres primeros discursos
y le falta el final de cuarto); el de Saint-Omer, BM, cod. 125, fols. CCLIIIIr–CCXIv (tiene completa la
primera oratio e incompleta la segunda); el de París, BN, cod. Lat. 7808, fols. 51v–54v (solo tiene el
primer discurso).
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cod. 66, fols. 115r–118v (Bo). Hemos utilizado el verbo «correspondería»,
porque si cotejamos el comienzo y continuación de la oratio de este manuscrito y el comienzo y continuación del primer discurso del manuscrito
de Semur (Se) o de cualquiera de los citados, nos encontramos con la
sorpresa de que el manuscrito del Burgo de Osma (Bo) y, como veremos
más adelante, las traducciones castellanas que lo tomaron como original o modelo subyacente, mencionan el 24 de noviembre de 1449 (dicta
Albore XXIIII nouembris anno millessimo quadragentessimo nono (Bo):
«E fue propuesta en Evora a veinte e quatro de noviembre, año de mil
e quatroçientos e quarenta e nueve», Sa et Ca), mientras que el manuscrito
de Semur y también los demás remiten al 6 de diciembre de 1450 como el
día en que realmente tuvo lugar el discurso (dicta Elbore VIa Decembris
MºCCCCºXLIXº). Si además se analiza el conjunto del texto del primer
discurso de Bo y de los demás testimonios, incluido Se, nos encontramos
con modificaciones en todos estos respecto a aquel, que corresponden
a un buen número de transposiciones, añadidos, cambios en el lenguaje
y estilo, que tratan de mejorar el texto desde un punto de vista literario.
Con cierta intuición, Ramos (2006: 76) apuntó que en Bo estamos ante un
texto previo a la primera oratio, que le sirvió de borrador: «Julgamos que
pretendia ser o discurso de recepção da embaixada marcada para o dia 24
de Novembro de 1449, todavia, como a recepção da embaixada foi adiada
para o dia 6 de Dezembro, por razões desconhecidas, o orador, dispondo
de mais tempo, reformulou a sua oração e conservou o rascunho. Este
facto permite-nos conhecer os métodos de trabalho do orador e descobrir como ele progrediu de um discurso para outro. Esta oração que não
chegou a ser proferida e que depois foi revogada por uma melhor foi tida
como texto principal e chegou a ser traduzida (BN Madrid 1159 e 10445).
Pela informação que o título fornece: ex tribus orationibus prima incipit,
deprende-se que andava ligada em Espanha a mais duas orações (e não
tres) do Deão de Vergy proferidas en Évora cuya existência é desconhecida». Creemos que Ramos se acerca mucho a la realidad de lo que debió
de ocurrir, dado el aplazamiento del discurso del embajador de Borgoña,
pero su interpretación del códice de Burgo de Osma como «rascunho»,
es decir, como «borrador», «esbozo» o «bosquejo», no encaja bien con el
hecho de que Jouffroy entregase dicha versión del primer discurso, junto
con otras dos que la acompañarían para ser traducidas por Martín de
Ávila, al condestable D. Pedro de Portugal, exiliado en Castilla y posible
informador del embajador en su paso por Castilla sobre los hechos que
desembocaron en la muerte de su padre, para que después de ordenar
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su traducción pudiese difundirlas y limpiar el nombre del Infante, su
padre, mancillado por sus desalmados enemigos. Se trata, pues, no de un
borrador o minuta, destinado a priori y necesariamente a ser corregido
por el autor o traductor, sino de una redacción acabada, ajustada y dispuesta para ser leída ante el rey y su séquito, y su retoque y corrección
se debió a una suspensión del acto por razones de palacio que se nos
escapan, trasladando el acto del día 24 de noviembre al 6 de diciembre de
1449, lo que permitió al orador revisar su propio texto, pues, como dice
Fierville (1874: 211), en su época se le consideraba un gran orador y esta
reputación era merecida, porque «il soignait ses discours, les recopiait, les
retouchait et les annotait souvent en marge». Estamos, en efecto, ante un
escritor-orador muy meticuloso y detallista, que nos ofrece, en el caso que
nos ocupa, un buen número de variantes de autor, que en crítica textual se
definen como el conjunto de modificaciones introducidas conscientemente y que reflejan los cambios de la voluntad compositiva del escritor. Todas
las variantes que se produzcan en la fase de redacción de una obra, en
este caso de la oratio primera, han de considerarse no solo originales, sino
también auténticas, salidas de las manos del autor, hasta que este proceso
alcanza lo que podríamos denominar plena madurez, que coincide con
el momento en que dicho texto acoge la última y definitiva variante del
autor. Esta última redacción es la que contiene el Original con mayúsculas o, si se prefiere, el original definitivo, es decir, la forma del texto que
materializa la voluntad, la última voluntad expresiva del autor. Poniendo
algunos ejemplos de la primera oratio, en los que aparecen enfrentados
Bo y Se (junto con el resto de los mss.), como los siguientes:
clementissime Bo
iniunctum nobis munus
flagitat Bo
clmencie Bo
tui regni Bo
in pugna Bo
intonat Bo
etc.
inclite Se et rel.
commissionis nostrae munus
eflagitat Se et rel.
sapientie Se et rel.
regni Portugalensis Se et rel.
in proelio Se et rel.
incutit Se et rel.
se observa que todas las variantes que aparecen en las dos columnas son
auténticas y originales del autor que no es otro que Jouffroy, pero las que
aparecen avaladas por la sigla Se habrán de ser consideradas, además de
auténticas, las definitivas y verdaderamente originales.
Ahora bien, aunque el manuscrito Bo juega un papel secundario en la
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constitución del texto latino de Jouffroy, no por ello deja de tener una gran
importancia, primero porque el propio autor lo dejó, junto con otros dos
discursos, en manos del hijo mayor del Infante D. Pedro para que fuesen
difundidos, lo que de alguna manera le otorga un cierto valor al proceder
esa difusión del propio autor, y, sobre todo, porque el mencionado hijo,
el Condestable D. Pedro de Portugal, se lo entregó a Martín de Ávila
para que a partir de él, como modelo subyacente, procediese a realizar su
traducción al castellano. Conocemos18 y hemos colacionado y estudiado
dos manuscritos del siglo XV que contienen dicha traducción, el primero
dedicado al Marqués de Santillana, el segundo al arzobispo de Toledo,
Alfonso Carrillo de Acuña; un tercer testimonio, de menor interés que los
dos anteriores, pues fue copiado de uno de ellos en Madrid, en el año 1629,
como indica su colofón: «Trasladóse de un original escrito en pergamino
en Madrid, año 1629». Sus siglas y ubicaciones son las siguientes:
Sa = Madrid, Biblioteca Nacional, cod. 10445, s. XV, fols. 133r–139r19 .
Ca = Madrid, Biblioteca Nacional, cod. 1159, s. XV, fols. 40r–5120 .
Bes = Besançon, BM, col. Duvernoy, 83, s. XVII, fols. 104–11121 .
Todos estos testimonios tienen como modelo latino subyacente el siguiente:
Bo = Burgo de Osma, Biblioteca de la Catedral, cod. 66, s. XV, fols. 115r–11822 .
Si dejamos de lado Bes como codex descriptus, es decir, sin valor textual
por ser copia de otro u otros todavía existentes, y nos atenemos a los
manuscritos Sa y Ca, lo único que aparentemente parece diferenciarles en
18
En nuestra estancia investigadora en la Universidad de Berkeley, el eminente hispanista Charles
Faulhaber nos indicó que en la biblioteca Bancroft de dicha institución existía un manuscrito que
contenía una traducción castellana de una de las orationes de Jouffroy, que él había atribuido a Martín
de Ávila (Faulhaber 1985: 3). Tanto la profesora Saquero Suárez-Somonte como el que firma este
trabajo, una vez vista la descripción y comienzo de dicha traducción, que posteriormente transcribimos
entera, supimos que no se podía identificar con la que había realizado Martín de Ávila, pues procedía de
una versión previa portuguesa, no de la primera oratio, sino de la tercera, la pronunciada por Jouffroy
el 12 de enero de 1450, que el Condestable D. Pedro mandó verter al portugués a un humanista de
origen castellano, llamado Vasco Fernandes de Lucena, sobre cuya versión y autor acaba de aparecer
un trabajo de González Rolán y Saquero Suárez-Somonte 2022: 196–210.
19
Cf. Inventario general, vol. XV, 2001: 117–122.
20
Cf. Inventario general, vol. IV, 1958: 46–47.
21
Cf. Catalogue géneral, vol. XXXIII 2/2, 1904: 967–970.
22
Cf. Rojo Orcajo 1929: 144–146.
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la titulación es la mención, en el primero, de que la oratio «trasladóla de
latín en romançe castellano Martín de Ávila por serviçio del muy magnífico
señor don Ynigo López de Mendoça, Marqués de Santillana, Conde del
Real» (fol. 133r), mientras que en el segundo se elimina la referencia al
noble castellano y se incluye la vinculación profesional del traductor con
el rey Juan II y el arzobispo de Toledo: «trasladóla de latín en romançe
castellano Martín de Ávila, secretario de latín del rey nuestro señor e del
muy reverendo señor don Alfonso Carrillo, arçobispo de Toledo, su señor»
(fol. 40r). La sustitución del nombre del Marqués de Santillana por el del
rey y el del arzobispo de Toledo, del que ahora se declara su servidor,
refleja ciertamente el paso del círculo literario del primero al segundo,
además de su vinculación a la Corte como secretario de cartas latinas
y escribano de cámara, pero cabe preguntarnos si además de en el título
hubo alguna otra modificación en el cuerpo del texto traducido. Si nos
atenemos a la mención que los estudiosos hacen de esta traducción de
Martín de Ávila, tendríamos que contestar negativamente a dicha pregunta.
Así, por ejemplo, en el muy útil y completo repertorio de traductores de
Alvar y Lucía Megías (2009: 38–39), se fecha con acierto la traducción
con anterioridad a la muerte del Marqués de Santillana en 1458, pero no
repararon en que el cambio en el título pudiese tener repercusión textual.
Así, pues, tras el estudio y colación de los tres testimonios castellanos
y su análisis a la luz del modelo subyacente representado por el códice de
Burgo de Osma, hemos llegado a la conclusión de que Sa y Ca representan
dos redacciones o recensiones de una misma obra, la traducción castellana
realizada por Martín de Ávila de la oratio primera de Jouffroy.
Si en las dos redacciones del texto latino de este primer discurso, la de
Bo y la de Se con el resto de los manuscritos latinos citados, podíamos hablar de variantes de autor, en el caso de la variantes de Sa y Ca lógicamente
las calificaremos de variantes de traductor. Y si en el caso de los textos en
latín podíamos hablar de revisión horizontal o modificación cualitativa
o adjetiva, por medio de la cual Jouffroy ha tratado sin más de mejorar
su discurso y no cambiar su naturaleza y finalidad originarias, otro tanto
podemos decir de Martín de Ávila, quien introdujo solamente cambios
cualitativos en la traducción que había dedicado y enviado al Marqués de
Santillana, con la finalidad de mejorarla al presentarla al rey y sobre todo
al arzobispo de Toledo. Dicho esto, debemos ahora distinguir las que se
denominan variantes de autor, que son aquellas en las que éste asume, sin
condicionamientos más que los que él mismo se imponga, toda la responsabilidad y libertad literarias para decidir las que pasarán a ser definitivas,
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de las variantes de traductor, en las que esa libertad está condicionada
por el modelo, en el caso que nos ocupa por el original latino, Bo, que
tiene delante y no por ninguno de los otros códices señalados que nos
han transmitido la primera oratio. Estamos refiriéndonos a la traducción
y a una época concreta, la medieval anterior a la imprenta, en la que los
manuscritos de una misma obra no guardan entre ellos las propiedades
de igualdad e identidad que tienen los libros salidos tanto de la imprenta
manual como, sobre todo de la mecánica, por lo tanto todos los textos
escritos a mano, todos los manuscritos de cierta extensión nunca son
iguales e idénticos a los demás de una misma obra, pues además de presentar siempre errores propios, se diferencian unos de otros por muchos
de sus elementos que podríamos llamar externos, como la letra utilizada
por los copistas, la formación y ajuste de los pliegos, el número de folios
utilizado, las medidas del manuscrito y de las hojas de escritura, etc. Así,
pues, cuando se estudia una traducción medieval, es de vital importancia
dar con el manuscrito que fue utilizado por el traductor, en nuestro caso
identificado con el códice de Burgo de Osma, pero esto no siempre es
posible por varias y múltiples razones, por lo que Morrás (2002: 211)
sugiere que el editor de una traducción medieval «habrá de reconstruir
ese texto, que denominaremos con Sánchez-Prieto »modelo subyacente«.
Es decir, que publicar una traducción lleva aparejado necesariamente la
reconstrucción de dos textos: el del modelo que presuntamente utilizó el
traductor y aquel otro que fue el resultado de su esfuerzo».
Teniendo, pues, en cuenta el modelo latino subyacente23 , Bo, y las
versiones primera, Sa, y segunda, Ca, procederemos a observar las modificaciones en esta segunda versión respecto a la primera, siempre a la
luz del texto latino de Bo, las cuales agruparemos en dos tipos, poniendo
algunos pocos ejemplos de ellos.
a) Lecturas de Sa (errores u omisiones) subsanadas por Ca:
tanta perplexitas Bo: perpexidad Sa / tanta perplexidad Ca
oportune Bo: perpetuamente Sa / oportunamente Ca
tuam in nostrum principem beniuolentiam Bo: om. Sa / de nuevo la
benevolençia tuya con el prínçipe nuestro Ca
23
No hace falta insistir demasiado en algo que nos parece evidente, a saber, que el término subyacente no
puede identificarse exclusivamente con el modelo reconstruido, sino con cualquier modelo latino se
haya conservado y localizado o no, y por ello tenga que ser reconstruido por el editor de una traducción
medieval. Subyacente aquí no debe entenderse en el sentido de desaparecido y por ello reconstruido,
sino en el sentido de inmanente, implícito, inherente y por lo tanto imprescindible para dar cuenta de
una traducción medieval.
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cum hoste Bo: con los amigos Sa / con los enemigos Ca
regiarum uirtutum Bo: de las grandes virtudes Sa / de las reales virtudes
Ca
clemencie … lex Bo: clemençia Sa / ley de clemençia Ca
atrocitas Bo: la otra çibdad Sa / la atroçidad Ca
consulere Bo: consolar Sa / consejar Ca
digitis complicatis Bo: desplegados Sa / dedos plegados Ca
omnia Bo: muchas cosas Sa / todas cosas Ca
si ut sperat et optat Bo: según que el escrivira desea Sa / segund aquel
espera e desea Ca
curabis Bo: curares Sa / curarás Ca
arguit Bo: redarguye Sa / arguye Ca
colliges Bo: abrigarlos Sa / abrigarlos as Ca
ouem revectam Bo: oveja furtada Sa / oveja retornada Ca
scelus grauissimum Bo: grandísimo çelere y robo Sa / grvissimo sceler
e error Ca
patrarunt Bo: perpetuaron Sa / perpetraron Ca
moderatissimi Bo: de muy temprano Sa / de muy temprado Ca
agitant Bo: pungnete o te convienen Sa / pungente o te comueven Ca
uiceris Bo: as vençido Sa / ayas vençido Ca
laude sepulta Bo: sepultado e sometido el dolor Sa / sepultado el loor
Ca
flebilem Bo: doloroso Sa / lloroso Ca
ipsa Bo: om. Sa / ella Ca
domum Bo: cosa Sa / casa Ca
perseuerarunt Bo: presentaron Sa / perseveraron Ca
tue iracundie Bo: de tuya cundia Sa / de tu iracundia Ca
constanciam Bo: conçiençia Sa / constançia Ca
Etc.
b) Lecturas correctas de Sa modificadas erróneamente por Ca
probabile Bo: aprovable Sa /aprovechable Ca
gracia Bo: por graçia Sa / por guerra Ca
ydre Bo: ydra Sa / yra Ca
uicti Bo: vençidos Sa / sus enemigos Ca
(y unas pocas más en este segundo tipo, a diferencia del primero en el
que son muy abundantes las correcciones ajustadas al modelo latino,
si se piensa que el texto de Bo es relativamente muy corto, folios
115r–118).
Como puede apreciarse por los ejemplos aducidos, Martín de Ávila, en
los años centrales del siglo XV, antes del año 1454, en que murió Juan II,
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nos muestra un proceder en las correcciones que indica una vuelta al modelo latino previamente utilizado para perfeccionar su traducción y esto
no deja de ser una prueba de un cierto sentimiento filológico, que observamos también en otro converso, Alfonso de Cartagena, como bien
indicó Morrás (1997: 537): «lo cierto es que un examen minucioso de las
variantes de los seis testimonios del De officiis muestra de modo bastante
sistemático que dos de ellos fueron corregidos con una copia del original
latino a la vista y que un lector intervino de modo más casual siguiendo el
mismo procedimiento. Es decir, flotaba en el ambiente una cierta actitud
filológica lo suficientemente extendida para que los lectores se tomaran la
molestia de cotejar palabra a palabra el texto castellano con una copia del
original latino y corrigieran aquellos lugares equivocados, no por fallo de
la traducción (aunque los hay) sino porque el modelo subyacente de Cartagena se desviaba de la lección considerada (casi siempre acertadamente)
auténtica por esos editores incipientes».
Y este proceder de Martín de Ávila nos permitirá muy pronto dar cuenta
de las dos recensiones castellanas de la obra de Giovanni Aurispa, una,
sin nombre de su autor, y cuyos testimonios nos ofrecen una traducción
literal, ajustada al modelo latino; la otra, más libre respecto a este último,
cuyos ejemplares nos transmiten el nombre del autor, Martín de Ávila
y aquel al que va dedicada la versión, Juan de Silva. Por otra parte está
pendiente de identificación el autor del Libro del Infante Don Pedro de
Portugal, una de las obras de viajes más difundida en España y Portugal,
pues alcanzó cerca de un centenar de ediciones desde finales del siglo XV
hasta el siglo XVI, para el que la base más sólida presentada hasta el momento es la que apunta24 a Martín de Ávila por su conocimiento, además
de su más que probable autoría del florilegio de biografías latinas, de la
Historia de preliis Alexandri Magni con sus pasajes sobre las maravillas
de la India, cuya presencia en el Libro es evidente, y a ello habría que
añadir el hecho ya mencionado de la vinculación de nuestro autor con el
Condestable Don Pedro25 de Portugal, quien, entre los años 1450 y 1457,
se dedicó en Castilla con absoluta devoción a enaltecer la vida, hechos
y memoria de su padre. Así, pues, encomendó y costeó26 en Castilla y lue24
Cf. González Rolán 2020: 18–20.
Sobre este personaje se han escrito buenas monografías y, entre las mejores, se encuentra la de Fonseca
1982.
26
En un estudio sobre las relaciones entre Portugal y Castilla en el siglo XV Fonseca (1972: 106) dio
a conocer un documento (Archivo General de Simancas, Escribanía Mayor de Rentas, Mercedes
y Privilegios, leg. 96-37), por el que el Condestable Don Pedro hace donación a Juan de Mena y Martín
de Ávila, cronistas regios, de diez mil maravedís.
25
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go en Portugal a escritores para dicho menester, de modo que el Libro
sería uno de los últimos eslabones de esa corriente panegírica a cargo,
en este caso, de uno de los letrados, Martín de Ávila, que integraban los
círculos intelectuales polarizados al principio por el propio Condestable
y el Marqués de Santillana.
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201
Reescribiendo la historia de un manuscrito: el
Escur. Σ II 7, un siglo después de Revilla1
Rewriting the History of a Manuscript: Escur. Σ II 7, a Century
after Revilla
TERESA MARTÍNEZ MANZANO
Universidad de Salamanca
manzano@usal.es
doi: 10.48232/eclas.162.08
Recibido: 11/06/2022 — Aceptado: 04/07/2022
Resumen.— Se examina desde un punto de vista textual, paleográfico, codicológico e histórico el Escur. Σ II 7. Se concluye que fue transcrito por Dionisio Sinates en el tercer cuarto
del s. XV en Corfú. A continuación pasó a manos del médico Andrónico Eparco, también
en Corfú, y después a las de su nieto Antonio Eparco, que lo trasladó a Venecia. En 1572 el
códice fue vendido al Escorial. A finales del s. XV, y estando todavía en Corfú, el manuscrito
fue utilizado muy probablemente por Marco Antonio Antimaco en su estudio de los Oráculos
sibilinos.
Palabras clave.— Manuscritos griegos; Biblioteca de El Escorial; Dionisio Sinates; Andrónico Eparco; Antonio Eparco; Marco Antonio Antimaco; Ilíada; Oráculos sibilinos
Abstract.— This paper examines Escur. Σ II 7 from a textual, paleographic, codicological
and historical standpoint. I conclude that it was transcribed by Dionysius Sinates in the third
quarter of the fifteenth century in Corfu. Then it came into the hands of doctor Andronicus
Eparchus, also in Corfu, and thereafter into those of his grandson Antonius Eparchus, who
brought it to Venice. In 1572 the codex was sold to El Escorial. At the end of the fifteenth
century, while it was still in Corfu, the manuscript is likely to have been used by Marcus
Antonius Antimachus for his study of the Sibylline Oracles.
Keywords.— Greek Manuscripts; El Escorial Library; Dionysius Sinates; Andronicus
Eparchus; Antonius Eparchus; Marcus Antonius Antimachus; Iliad; Sibylline Oracles
1. Introducción
Han pasado casi cien años desde que el padre Alejo Revilla publicase en
1936 su Catálogo de los códices griegos de la biblioteca de El Escorial. El
1
Trabajo elaborado en el marco del Proyecto del MICINN PID2019-105733GB-I00.
Estudios Clásicos – 162
204
reescribiendo la historia de un manuscrito
reto era enorme y Revilla lo acometió con evidente éxito proporcionando
una circunstanciada descripción de 178 ejemplares —aquellos depositados en los plúteos Σ, R y T— y narrando en un valiosísimo prólogo
(pp. IX–CXXXIV) las vicisitudes de la formación de la biblioteca, que fue
creciendo mediante la adquisición de colecciones enteras de manuscritos
griegos de humanistas, diplomáticos, bibliófilos, marchantes y miembros
de la corte de Felipe II. Lógicamente, el paso del tiempo ha hecho mella en
esa descripción: sobre todo, los avances alcanzados en el campo de la paleografía y la codicología griegas, la historia de los textos, la prosopografía
bizantina y la historia del humanismo han convertido el Catálogo de Revilla en un instrumento en buena medida desfasado. Ante la imposibilidad
por razones de espacio de presentar en esta sede una actualización científica de todos y cada uno de los 178 manuscritos recogidos en el Catálogo,
hemos optado por centrarnos sólo en uno y contar con más pormenor su
historia. El ejemplo que presentamos a continuación pretende evidenciar
hasta qué punto es posible reescribir enteramente la historia de algunos
códices y actualizar la descripción de Revilla gracias a la combinación de
datos de todo orden de los que disponemos hoy, pero que a principios del
s. XX el catalogador agustino no tuvo ocasión de manejar.
2. Dionisio Sinates
De la descripción de Revilla del Escur. Σ II 72 se desprenden dos únicos
datos de orden histórico: que el códice perteneció al comerciante Antonio
Eparco y que fue transcrito en el s. XV, aunque, a decir verdad, tal datación
no viene corroborada por la identificación de las filigranas. Abramos el
libro para ver qué nos cuenta de sí mismo. Su contenido es netamente
clásico y principalmente en verso:
Folios
Contenido
2r–9r
Material introductorio sobre Homero: protheoría, Vita
procliana, Vita herodotea y escolios a I 1 y I 14
Ilíada completa (salvo XXIV 520–574) con la Paráfrasis
atribuida a Miguel Pselo. Cada canto viene precedido de los
argumentos en prosa y verso
Escolios a la Alejandra de Licofrón con el título de ἱστορίαι
τιναί (sic)
10r–248r
249r–250v
2
Revilla 1936: 302–309.
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teresa martínez manzano
253rv
255r
255v
256r–284v
285v–324r
324rv
325r–329v
329v–332v
332v–334r
Fragmentos médicos pseudo-aristotélicos3
Dos fragmentos de la Ilíada, V 359–374 (con la correspondiente
paráfrasis de Pselo), 413–430
Varias composiciones hexamétricas del s. XV
Descripción de la tierra de Dionisio Periegeta precedida de la
Vita y acompañada de una paráfrasis anónima en prosa4 . En
f. 284rv hay algunos escolios
Oráculos sibilinos precedidos del prefacio atribuido a Antimaco
Focílides
Jenofonte, República de los lacedemonios
Libanio, Monodia al emperador Juliano (Or. 17 Foerster)
Libanio, Legatio Menelai (Decl. 3 Foerster)
Las filigranas Ancre similar a 2493 Br. (1473) y Tête de boeuf 14792 Br.
(1455) invitan a datar el manuscrito en el tercer cuarto del s. XV. Por lo
demás, varias de las obras transmitidas en el códice han sido objeto de
atención por parte de los estudiosos de la transmisión textual. Así, el
estudio de Maria Vasiloudi sobre la Vita Homeri atribuida a Heródoto5
concluye que ésta es copia de un antígrafo perdido γ, como lo son también
el Par. gr. 2766, de mediados del s. XV, y el Vindob. Phil. gr. 5, de la segunda
mitad del s. XV y de la pluma de Demetrio Triboles6 . Por su parte, el examen
de Isabelle Tsavari sobre la historia del texto de Dionisio Periegeta no
ayuda a establecer con concreción cuál ha sido el antígrafo de nuestro
manuscrito (siglado como s2 ), ya que determina que es descendiente de
un códice d13 perdido7 . No obstante, este trabajo sí llega a una conclusión
clarificadora sobre la descendencia del Escur. Σ II 7, que se reduciría a un
único manuscrito, el Par. gr. 16038 . Enseguida vamos a tener ocasión
de reencontrarnos con este códice parisino. Por su parte, el examen de
Ioannis Vassis9 sobre la paráfrasis de la Ilíada atribuida a Miguel Pselo
establece que el modelo del manuscrito de El Escorial ha sido un códice
3
Como complemento a la descripción de Revilla cabe añadir que estos fragmentos médicos fueron en
parte editados en Olivieri 1903: 118–119 (a partir del Mutin. gr. 85) y en Haupt 1869 (a partir del Par.
gr. 2422).
4
Müller 1861: XXXVIII editó la paráfrasis anónima tras el cotejo de 77 manuscritos, incluido el nuestro.
5
Vasiloudi 2013: 20, 64, 108. Previamente había incorporado el códice a la nómina de manuscritos
homéricos Thomas W. Allen en el primer volumen de su editio maior: cf. Allen 1931: 15 (nr. 19).
6
El Par. gr. 2766 contiene como el Escurialensis la Ilíada con la paráfrasis atribuida a Miguel Pselo y los
mismos textos introductorios sobre Homero.
7
Tsavari 1990: 110, 298. Puede objetarse que la autora haya presupuesto un número elevadísimo de
estadios intermedios perdidos correspondientes a manuscritos que, en su opinión, habrían perecido
en la toma de Constantinopla de 1204 por los ejércitos cruzados.
8
Cf. Tsavari 1990: 145, 298.
9
Vassis 1991: 62–66, 151–157, 189–195, 259.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
perdido τ. Especialmente interesante es la conclusión de este autor de que
el Escurialensis ha sido el antígrafo directo del Matr. 4555, que contiene
igualmente la Ilíada con la paráfrasis de Pselo y otros textos más breves.
Más adelante volveremos también sobre este Matritensis. Finalmente, el
análisis de Davide Muratore sobre la República de los lacedemonios de
Jenofonte10 llega a la conclusión de que el Escurialensis es descendiente
—a través de un intermediario perdido ν— del Matr. 7210, autógrafo en
su mayor parte de Constantino Láscaris.
Estos datos aportados por la crítica textual son de enorme interés para
la historia de todos estos textos, aunque tomados aisladamente no nos
ayudan en exceso a conocer el contexto histórico en el que se llevó a cabo la
copia: de ellos podemos deducir, eso sí, que el copista del Escur. Σ II 7 tenía
diversos libros sobre su escritorio de los que fue extrayendo los textos
que conforman el actual códice de El Escorial. La numeración propia
de algunas secciones —los escolios a Licofrón y los Oráculos sibilinos—
indica que el copista las integró posteriormente en el volumen11 .
Determinante para avanzar precisamente en el conocimiento de ese
contexto histórico en el que se gestó este Escur. Σ II 7 es el famoso Anhang
que Dieter Harlfinger añadió a su fundamental estudio de 1971 sobre la
transmisión textual del De lineis insecabilibus pseudoaristotélico. Definido
como «neuidentifizierte Kopisten griechischer Aristoteles-Handschriften
der Renaissance», en ese Anhang se daba cuenta de una serie de copistas,
muchos de nombre conocido y otros anónimos, que Harlfinger había ido
encontrando en el curso de sus investigaciones en diversas bibliotecas
europeas. Precisamente a un copista anónimo —conocido a partir de
ahí como Anonymus 10 Harlfinger12 — atribuía el paleógrafo alemán la
copia del Escur. Σ II 7 y la de otros cinco ejemplares, a saber: Ambr. A 80
sup., Par. gr. 1603 (ff. 6v–8v, 27r–400r)13 , Parmensis 2495, Vat. gr. 1002
(ff. 92r–135r)14 y Vat. gr. 1305 (ff. 21r–207r)15 . El estudio de Tsavari sobre
10
Muratore 1997: 27–28, 173.
Los ff. 249–252, un binión en el que se han copiado los escolios a Licofrón (en blanco han quedado
los 251r–252v), tenían en origen una numeración propia de α a δ, pero fueron integrados en el códice,
en el que hay una numeración continua de todos los folios con letras griegas. Tambien la sección de
los ff. 285–324 con los Oráculos sibilinos tenía numeración propia, de α a μ, integrada luego en la
numeración general.
12
Harlfinger 1971: 418.
13
Los ff. 1r–6r, 9r–26v son al parecer obra de Demetrio Leontares, copista sobre el cual véase Gamillscheg
y Harlfinger 1989: nr. 130.
14
El dato de los folios concretos del códice vaticano (Harlfinger 1971: 418) fue precisado posteriormente
por Eleuteri 1993: 83.
15
Los primeros 20 folios del Vat. gr. 1305 son una unidad codicológica distinta perteneciente a otro
manuscrito.
11
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la transmisión de la Descripción de la Tierra de Dionisio Periegeta había
concluido —lo acabamos de ver— que, en lo que respecta a este texto,
el Par. gr. 1603 es descendiente directo del Escurialensis, de modo que
ahora sabemos que el Anonymus 10 copió la Descripción de la Tierra en el
Parisinus a partir de su otro autógrafo. Es claro que el poder aunar como
producto de una misma pluma este pequeño grupo de seis manuscritos
nos sitúa en una posición mucho más aventajada para afinar la fisonomía
del anónimo copista y delimitar el ambiente cultural en el que pudo
moverse, sobre todo porque en el último folio del Ambr. A 80 sup., f. 359r,
el Anonymus 10 consigna una serie de anotaciones domésticas a las que
acompaña de fechas muy concretas16 :
+ ,αυοη’· ἐπήρα ἀπὸ τὸν κῦρ Ἀνδρόνικον τὸ(ν)Ἔπαρχον φλρ χρυσὰ βαιναίτικα δανεικὰ ἄνευ τινὸς καματοῦ ὀχτώ, καὶ ἔδωκά τον ἐνέχυρα βιβλία τρία·
χρονικὸν Ζουναρὰν ἐπωνομασμένον, καὶ Ὅμηρον ἐξηγημένον Ἰλιάδα καὶ
Συβύλλας χρησμούς, καὶ Διονύσιον Περιηγητὴν πάντα ταῦτα εἰς ἓν βιβλίον,
καὶ Ξενοφῶντα κενούργιον, Ἀνάβασιν καὶ Παιδείαν.
+ εἰς τοὺς ,αυπ’· ἔδωκέ με πάλιν αευ πρα δανεικὰ κενούργια· εἴκοσι καὶ
παλαία τέσσαρα καὶ οὐκ ἄλλον.
+ εἰς τοὺς ,αυπα’· πάλιν δανεικὰ τὰ ἐχριάσθηκα μαρτζέλους τρεῖς.
De estas tres notas referidas a los años 1478 (,αυοη’), 1480 (,αυπ’) y 1481
(,αυπα’) nos interesa especialmente la primera, en la que el Anonymus 10
asegura haber recibido de Andrónico Eparco una cantidad de dinero
prestado (δανεικά) por la cual le ha dejado en prenda (ἐνέχυρα) tres
libros: una Crónica denominada Zonarás, un volumen que contenía la
Ilíada con exégesis, los Oráculos sibilinos y Dionisio Periegeta, y un tercer
manuscrito con la Anábasis y la Ciropedia de Jenofonte.
En un lúcido estudio de 1996 sobre la transmisión de la Consolatio ad
Apollonium de Plutarco, Fabio Vendruscolo no sólo añadió una pieza más
al dossier hasta entonces conocido del Anonymus 10 —Par. gr. 207717 —
y estableció una estrecha conexión textual, paleográfica y codicológica
entre esta nueva pieza y el Parmensis 249518 —que serían desde un punto
de vista estemático dos gemelos descendientes de un códice perdido—,
sino que, además, identificó dos de los tres libros dejados por nuestro
16
Las notas fueron reproducidas en el catálogo de Martini y Bassi 1906: 17, de donde las hemos tomado
con ligeros retoques de ortografía.
17
Ff. 1r–29v, 31v lín. 16–96r, 98r líns. 1–4, 121r–301r.
18
Vendruscolo 1996: 7, 13, 16, 21–24.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
anónimo copista en prenda a Andrónico Eparco19 : la Crónica de Juan
Zonarás sería el Par. gr. 1768, que presenta apostillas de Antonio Eparco,
nieto de Andrónico y figura de la que luego se hablará, mientras que el
libro con la Ilíada, Dionisio Periegeta y los Oráculos sibilinos sería precisamente nuestro Escur. Σ II 7, autógrafo todo él del Anonymus 10. Conviene
advertir que, aunque el Escurialensis contiene —ya lo hemos visto— un
número mayor de obras que las tres señaladas, su copista, considerando
acaso que esas eran las más significativas, consignó únicamente esos tres
títulos en un pínax en tinta roja en el f. IVv del manuscrito: εἰσὶν ἐν τῷ
παρόντι πηξίον βιβλία τρία· / πρῶτον ἡ τοῦ Ὁμήρου Ἰλιὰς ἐξηγημένη
/ δεύτερον Διονύσιος ὁ Περιηγητὴς ἐξηγήμενος καὶ αὐτός / τρίτον καὶ οἱ
τῆς σιβύλλας χρησμοί20 (véase Lámina 1 en la página 231).
Pero más allá de estas adquisiciones, un ulterior mérito del artículo de
Vendruscolo es el de haber apuntado la posibilidad de que tanto el Par. gr.
2077 como el Parm. 2495 autógrafos del Anonymus 10 hubiesen sido elaborados en Corfú. Los dos ejemplares transmiten una serie de textos que son
exponente de los gustos de la escuela de Jorge Gemisto Pletón en Mistra21 ,
pero Mistra, la capital del despotado de Morea, había caído en manos
turcas en 1460 y el déspota Tomás Paleólogo se había refugiado en la isla
de Corfú, colonia veneciana, a donde llegó acompañado por dos doctos
muy ligados a Pletón, Caritónimo Hermónimo y Demetrio Triboles. Por
otra parte, en Corfú había establecido una escuela Juan Mosco, prófugo
igualmente de Mistra. La hipótesis de Corfú como lugar de confección
del Par. gr. 2077 y del Parm. 2495 se vería sustentada, según Vendruscolo,
precisamente por la noticia transmitida por el códice ambrosiano que
acabamos de examinar según la cual el Anonymus 10 dejó en prenda tres
libros a Andrónico Eparco, un docto médico que, tras la toma de Constantinopla en 1453, se refugió en Corfú. Esto hace pensar que la presencia del
Anonymus 10 en la isla jónica pudo haberse extendido durante algunos
años y que el propio Anonymus 10 pudo seguir el mismo itinerario de
19
Vendruscolo 1996: 24, n. 115.
Posteriormente el scriptor graecus de El Escorial Nicolás de la Torre completó el pínax añadiendo,
también en tinta roja y entre las líneas transcritas por el Anonymus 10, a los autores que éste no había
consignado, a saber, Licofrón, Aristóteles y Jenofonte.
21
El Par. gr. 2077 contiene Plutarco, Jenofonte, Flavio Josefo, Alejandro de Afrodisias, Nemesio, Jorge
Gemisto Pletón, Eurípides, Batracomiomaquia, Isócrates, Basilio I, Nicéforo Gregorás y Esopo; el
Parmensis 2495 Alejandro de Afrodisias, Plutarco, Aristóteles y la Antología griega. Uno de los textos
copiados por el Anonymus 10 en el Par. gr. 2077 es la República de los lacedemonios de Jenofonte, una
obra que este mismo copista transcribió en el Escur. Σ II 7, según hemos visto. Sin embargo, el análisis
de Muratore 1997: 52–55, 173 concluye que las dos copias del Anonymus 10 del texto de Jenofonte
tienen genealogías distintas: en concreto, el Par. gr. 2077 es descendiente directo del Par. gr. 2775
y modelo directo del Par. gr. 1774.
20
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teresa martínez manzano
otros eruditos bizantinos exiliados de Mistra tras la toma de la ciudad por
los turcos22 .
Pocos años antes de la aparición del trabajo de Vendruscolo, Ioannis
Vassis había proporcionado un nuevo elemento relevante para nuestro
conocimiento de este copista anónimo, en concreto un nuevo manuscrito
parcialmente transcrito por él: en el Matr. 4555, que contiene la Ilíada
acompañada de la paráfrasis atribuida a Pselo y que, al menos para esta
última, resulta ser un descendiente directo del Escur. Σ II 7 como hemos
visto, el texto de la paráfrasis en los ff. 40v–54v, 56r–60v, 62r–115v, 116v–
222r fue añadido con tinta rojiza y letra más grande precisamente por
el Anonymus 10 (denominado en este contexto por Vassis Mb ), aprovechando la circunstancia de que el copista principal anónimo (llamado
por Vassis Ma ) lo había omitido23 : «Die Kopisten Ma und Mb leben und
arbeiten in der gleichen Zeit und am selben Ort, und nichts schließt aus,
dass Mb beim Abschreiben seines Textes hin und wieder (aus welchen
Gründen auch immer) einige Seiten seinem Kollegen Ma überließt, der
ja den ersten Teil der Paraphrase (bis E 170) abgeschrieben hatte»24 . Es
indudable que la participación del Anonymus 10 en la confección del Matr.
4555 nos ayuda a situar este último manuscrito, del que casi nada se sabía,
y a su copista principal Ma en un entorno corfiota en la segunda mitad
del s. XV.
Recientemente, en un importante artículo dedicado al hieromónaco
Gregorio, un discípulo de la escuela de Pletón en Mistra desplazado posteriormente a Florencia, David Speranzi y Ciro Giacomelli han logrado
de forma brillante superponer la evanescente figura del Anonymus 10
Harlfinger y la más tangible de un personaje histórico25 : el amanuense
al que hasta ahora sabíamos responsable de la copia, total o parcial, de
los ocho ejemplares que hemos mencionado y al que conocíamos con el
nom de plume de Anonymus 10 es el mismo que copió los folios de guarda
ff. 2v, 247rv y 248r del Vat. Barb. gr. 449, manuscrito en el que sí dejó
constancia de su nombre, Dionisio Sinates26 . La mención autorreferencial
de Sinates en el Barberiniano lleva fecha del 20 de abril de 1497, lo que
22
El hecho de que, en lo referente a la República de los lacedemonios, el Par. gr. 2077 del Anonymus 10
haya sido el arquetipo del Par. gr. 1774, copiado por Juan Abramio, apuntala la veracidad de la hipótesis
de Vendruscolo: Abramio es un personaje activo en Corfú en los últimos años del s. XV y principios
del XVI muy ligado a la familia Eparco (sobre él véase más adelante n. 50).
23
Vassis 1991: 62–66, 151–157, 189–195, 259.
24
Vassis 1991: 152.
25
Giacomelli y Speranzi 2019: 123, 129.
26
Gamillscheg, Harlfinger y Eleuteri 1997: nr. 177.
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210
reescribiendo la historia de un manuscrito
nos proporciona un terminus post quem para su muerte. En los folios
iniciales y finales de este tetraevangelio de origen chipriota e iluminado, Sinates reunió un conjunto de preces y un pequeño dossier de cartas
que fueron estudiados pormenorizadamente por Vitalien Laurent27 . Este
breve corpus de textos proporciona unos puntos seguros en la biografía de Sinates: por él sabemos que a la altura de 1497 era hieromónaco
y confesor (pneumatikós) en el monasterio de la Theotokos-Phaneromene
(τῆς Φανερομένης) de Chiliomodion, cerca de Corinto, y que era padre
espiritual de Mateo Raúl Melikes, miembro de una potente familia de
terratenientes de origen turco con posesiones en el Peloponeso.
Todavía más recientemente, en 2020, David Speranzi ha podido añadir dos nuevas piezas al dossier de Sinates, olim Anonymus 10, que son
especialmente interesantes para nosotros, en la medida en que permiten reconocer el tercero de los libros que este personaje dejó en prenda
a Andrónico Eparco en 147828 : el Vat. gr. 987, íntegramente copiado por
Sinates, contiene la Ciropedia y la Anábasis29 ; el Par. Suppl. gr. 532, en
buena parte transcrito por él, transmite asimismo estas dos obras de Jenofonte. Enseguida veremos (cf. § 3) cuál de los dos manuscritos tiene visos
de ser aquel Ξενοφῶντα κενούργιον, Ἀνάβασιν καὶ Παιδείαν, dejado en
prenda en Corfú.
Entre tanto, de este conjunto que desde 1971 ha ido creciendo hasta
los once ejemplares que conocemos hoy transcritos entera o parcialmente
por Dionisio Sinates podemos ir extrayendo algunos datos que iluminan
la trayectoria anterior a 1497 de un personaje todavía envuelto en la
bruma: los textos transcritos por él se enmarcan entre las obras predilectas
y los intereses literarios de la escuela de Jorge Gemisto Pletón en Mistra
—con una especial predilección por la obra de Jenofonte—, lo que hace
pensar que su formación juvenil haya podido tener lugar en el Peloponeso.
Además, la presencia en el Vat. gr. 1002 de la mano de Isidoro de Kiev30
sugiere que los dos personajes hayan podido coincidir en algún momento
de sus vidas en un mismo ambiente intelectual y de trabajo. Por otra parte,
la entrega de tres libros a Andrónico Eparco sitúa a Sinates en 1478 con
certeza en la isla jónica de Corfú. A todos estos datos podemos sumar
ahora los que proporciona el Escur. Σ II 7, en los que no se había reparado
27
Laurent 1956.
Speranzi 2020: 198 y n. 56.
29
El códice es apógrafo del Par. gr. 1640, del año 1320.
30
Eleuteri 1993: 82–83 y tav. xxvi; Manfredini 1997: 621; Canart 2008: 50.
28
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hasta el momento y que nos ayudarán a perfilar aún más algunos aspectos
de la vida de Sinates.
El Escurialensis cobra efectivamente una relevancia especial para desentrañar los gustos literarios de esta figura, porque prácticamente todo él
contiene poesía hexamétrica y porque su copista ha puesto especial cuidado en la confección de este ejemplar. En concreto, ha dispuesto el texto
homérico (ff. 10r–248r) a dos columnas, situando en la de la izquierda
en tinta negra la Ilíada y en la de la derecha en tinta roja la Paráfrasis de
Miguel Pselo31 (véase Lámina 2 en la página 232). Esta cuidada mise en
page tanto desde un punto de vista gráfico como visual —con alternancia
de colores de tinta y de número de columnas— se ha continuado en el
resto del volumen: mientras que los escolios a Licofrón (ff. 249r–250v)
están escritos a una sola columna, los fragmentos médicos del f. 253rv
lo están a dos en rojo y negro; la Descripción de la tierra (ff. 256r–284v)
aparece en negro y rodeada en rojo de la paráfrasis anónima (véase Lámina 3 en la página 233); los Oráculos sibilinos (ff. 285v–324r) se muestran
a una sola columna, pero el prefacio de Marco Antimaco a dos, todo ello
en color negro. Por su parte, los versos de Focílides (f. 324rv) también
están escritos a dos columnas. Hay por consiguiente en este Escurialensis
una pretensión estética que no se aprecia en los otros manuscritos transcritos por Sinates. Seguramente ello tenga que ver con la circunstancia de
que este códice estaba destinado seguramente para ser regalado a alguien.
Apoyaría esta idea no sólo el cuidado puesto en la copia y disposición de
cada uno de los textos, sino también el dato de que en el f. 255v Sinates
ha transcrito tres composiciones en versos heroicos afines por su forma
métrica y sus elementos léxicos a la temática épica del libro, aunque ajenas
por completo a su contenido clásico, ya que están dedicadas a una figura
contemporánea32 . La presencia de variantes textuales en los márgenes hace pensar que se trate de composiciones del propio Sinates (véase Lámina
4 en la página 234).
Στίχοι ἡρωικοὶ εἰς μνῆμα
τείρεα33 παμφανόωντα καὶ ἠελίου ἀκάμαντον
φόος Ἑκάτας θ’ἱερὸν φέγγος ἀπ’οὐρανόθεν
οὔρεα βουνοί τε σκιόεντες καὶ νάπαι ἱρῶν
31
En el espacio externo que rodea la columna negra, en el lateral interior, superior e inferior en letra
muy pequeña hay ocasionalmente escolios.
32
Fueron editadas por Miller 1848: 84–86. Nosotros las transcribimos fielmente a partir del original.
33
En el margen ἀστέρες.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
σμήνεα νυμφάων ᾐδέ τε νηιάδων34
ἔθνεα μουσάων χαρίτων τε θεαινῶν, κλῦτε,
ἔλθετε, θρῆνόν τ’οἰμωγὴν τοῦ θανάτου
στησάμεν’Ἀλβιέρας ἕνεκεν πάιδος βασιλῆος
ὅς ῥά ποτ’ἦρχεν Ἀκαρνάνων ὑπερφυαίων
καὶ κασιγνήτης δεσπότου οὔσης τοῦ Λεονάρδου.
δεῦρ’ ἴτ᾽ἀοιδῶν φῦλ’ ἱερὰ Καλλιόπης
ἀμύμονες μύσται πολυίστορες35 ἡρώων τε
καὶ ἡρωίδων ὑμνηταί, στῆτ’ἄρ᾽ἅμα
πάντες κύκλῳ τὴν λύραν Ἑρμείου πλήττοντες
χρηστά τε πόλλ’ἐπαείδοντες καὶ ἀρετάς,
ἔργα τε εὐσεβίης καὶ παρθενίης ἐρατεινῆς
σωφροσύνης τε πρήξιας καὶ εὐφροσύνης.
ποῦ νῦν Πραξιτέλης, ποῦ δ’αἱ χεῖρες36 αἱ Πολυκλείτου,
αἱ ταῖς πρόσθε τέχναις πνεῦμα χαριζόμεναι;37
τίς θέαν ἢ πλοκάμους ἐλιχρύσους ἢ χαρίεντα38
ὄμματα καὶ δειρῆς φέγγος ἀποπλάσεται;
κούρης διογενέος ἣ κάλλος ἔχεν Κυθερείης39
καὶ στόμα Πειθοῦς, φλέγμ’ὄντως Καλλιόπης,
νοῦν τε φρόνησιν τῆς Θέμιτος καὶ χεῖρας Ἀθήνης,
κἀν χάρισι40 τρισὶ τετάρτη Λευκοθέα.
ποῦ πλάσται, ποῦ δ’εἰσὶ λιθοξόοι; ἔπρεπε τῇδε
μορφῇ νηὸν ἔχειν ὡς μακάρων ξόανον.
Versos heroicos en memoria
Estrellas brillantes e incansable luz del sol
y sagrado resplandor de Hécate desde el cielo,
montañas y colinas sombrías y cañadas,
enjambres de las sagradas Ninfas y Náyades,
linajes de Musas y de diosas Gracias, escuchad,
venid: un lamento y un gemido
elevamos por la muerte de Elvira, hija del soberano
que otrora gobernó a los ínclitos acarnienses,
y que era hermana del déspota Leonardo.
Venid aquí, razas sagradas de cantores de Calíope,
5
10
15
20
25
5
10
34
En el margen ἔφορα τῶν ὑδάτων.
En la interlínea πολυμαθεῖς.
36
En el margen χέρες.
37
Este dístico, el siguiente y el último de esta composición han sido adaptados de la Anthologia
Graeca V 15.
38
En el margen ταῦτα ὁ α (sic): seguramente son unas palabras sin acabar que seguidamente aparecen
repetidas en el margen en un sintagma ya completo (véase n. 39).
39
En la interlínea θεᾶς y en el margen ταῦθ’ὁ ἀπὸ Σπάρτης Δημήτριος εἵνεκα κούρης.
40
En el margen γράψας πολλῶν μεμνημένος ἑῶν χαρίτων.
35
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iniciados sabios sin mácula,
cantores de héroes y heroínas, levantaos al tiempo
todos en círculo tañendo la lira de Hermes
y cantando sus muchas bondades y virtudes,
15
sus muestras de piedad y amable virginidad,
y sus acciones de templanza y alegría.
¿Dónde está ahora Praxíteles, dónde las manos de Policleto
que infundían vida a las artes de antaño?
¿Quién esta visión de trenzas de helicriso, amables
20
ojos y cuello resplandeciente plasmará?
De la doncella de estirpe divina que tenía la belleza de Citerea,
la boca de Peito, la llama de Calíope,
la mente y la inteligencia de Temis y las manos de Atenea,
y entre las tres Gracias una cuarta Leucótea.
25
¿Dónde están los escultores, dónde los cinceladores?
A esta figura convendría erigir un templo cual imagen de los bienaventurados
Ταῦθα θῆκεν εἵνεκεν κούρης κοιράνεω41
τὴν ἐσορῇς, ξένε, σήματι ἐν μικρῷ οὖσαν τῷδε.
παῖς ἔσκε βασιλῆός ποτε Ἀμπρακίης
καὶ κασιγνήτη θ’ἡγεμονῆος τοῦ Λεονάρδου,
οἳ πάλαι ἦρχον Ἀκαρνάνων διογενέων,
εὐγενίης βλάστη καὶ πρέμνος σωφροσύνης
ναὶ εὐσεβίης πρόμαχος καὶ ἔτι παρθενίης
ἡδὲ δικαιοσύνης τε φρονήσιος ἀκρότης, ὥρα
κάλλους, ῥίζα τε καῦχος τῶν θηλυτέρων,
ἧς ῥὰ τὸ μὲν δέμας ἐνθάδε κεῖται, ψυχὴ δ’ἔπτη
ἐς κενεὰ μακάρων, οὗ θεὸς ἀθάνατος.
Aquí se puso por la hija del señor
A ésta, amigo, contemples en este pequeño túmulo.
Era hija del otrora soberano de Ampracia
y hermana del déspota Leonardo,
los cuales en otro tiempo gobernaron a los divinos acarnienses,
vástago de nobleza y tronco de templanza,
sí, defensora de piedad y virginidad,
ella es cúlmen de justicia y cordura, fruto
de belleza, raíz y adorno de las más delicadas,
su cuerpo yace aquí, pero su alma voló
al reino de los bienaventurados, donde está el dios inmortal.
41
En el margen ἕτεροι.
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5
10
5
10
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reescribiendo la historia de un manuscrito
ὦ ξένε, ἐνθάδε κεῖται ἑκάστη τῶν ἀρετάων
σωφροσύνη τε φρόνησίς τε δικαιοσύνη.
ἀνέρι42 ἡ Ἀλβιὲρ εὐσεβίης τέμενος καὶ σκῆνος,
παρθενίης κάλλους τ’ἀγλαίη χαρίτων,
ἣ πάις ἔσκεν ἀγανοῦ Ἀκαρνάνων βασιλῆος
καὶ κασιγνήτη Λεονάρδου ἡγεμόνος.
Oh amigo, aquí yace cada una de las virtudes,
templanza, prudencia y justicia.
Para su hermano era Elvira recinto y aposento de piedad,
esplendor de virginidad y de belleza de las Gracias,
la cual era hija del generoso soberano de los acarnienses
y hermana del déspota Leonardo.
5
5
El tono épico de estas composiciones, que hacen referencia a la muerte de
un personaje femenino, cuadra a la perfección con el contenido épico del
libro. En ellas se habla de un «déspota Leonardo», aunque la protagonista
es su hermana, Elvira. Ambos eran hijos de quien fuera soberano de Acarnania, y de Elvira se dice también que era hija del soberano de Ambracia.
Acarnania es una región que en el s. XV formaba parte del despotado del
Epiro y Ambracia es el nombre de la antigua colonia de Corinto sobre
la que se construyó después la ciudad de Arta, en el Epiro. El soberano
aludido padre de Elvira es Carlos II Tocco († 1448) y el hermano de Elvira Leonardo III Tocco (post 1436 – ante agosto 1503), último déspota
del Epiro y conde palatino de Cefalonia y Zacinto, territorios de los que
fue desposeído por los turcos en 1479. Tras esta pérdida Leonardo huyó
a Italia, desde donde siguió reclamando infructuosamente los Estados que
había perdido43 . Estos versos son por tanto de interés ya que se intuye en
ellos una estrecha relación de Dionisio Sinates con varios miembros de
la familia Tocco, los últimos gobernantes del despotado del Epiro antes
de pasar a manos turcas44 . Según vimos antes, Sinates mantendrá en las
décadas siguientes un vínculo también estrecho con la familia de los Melikes, asentada en el Peloponeso, siendo director espiritual de Mateo Raúl
Melikes.
42
En el margen ἕτεροι.
Nicol 1984: 256. Para Carlos II Tocco y Leonardo III Tocco, cf. Trapp 2001: nr. 29005 y 29007.
44
Y en general se percibe en Sinates una especial predilección por las composiciones poéticas. Así, en
el verso del f. IV del Escurialensis Sinates escribe, tras la tabla de materias, la siguiente composición,
seguramente también de autoría propia: Ἀνὴρ σοφός τις ἐν παλαιτάτοις χρόνοις / τὴν ἡδονὴν μέλιτος
ὡς ὑπὲρ λόγον / ἄφατον οὖσαν ἠπόρηκεν ἐκφράσαι / τοῖς ἀνοηταίνουσιν ὡς μὴ εἰδόσι / τοίνυν
ἀκραιφνῶς ὡς ἄγαν ἀραρότως, / τὴν αὐτοισότητα κατίδοις, φίλε, / τριττοῖς γε βίβλοις τοῖς Σιβυλλείοις
πλέον / τοῖς οὖσιν ὧδε σανίσιν εὐκοσμίαις.
43
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Sea como fuere, a tenor de lo que se va a decir a continuación (cf.
§ 3) podemos imaginar que Sinates no recuperó nunca el manuscrito de
poesía hexamétrica dejado en prenda a Andrónico Eparco y que en origen
pudo estar destinado, como acabamos de ver, a un miembro de la familia
Tocco, seguramente al déspota Leonardo, con motivo de la muerte de su
hermana.
3. Andrónico Eparco
Debemos detenernos ahora en el personaje a quien Sinates dejó sus tres
libros a cambio de una suma de dinero, Andrónico Eparco. Para entender
por qué Andrónico estaba en Corfú hay que recordar algunos acontecimientos determinantes para el devenir del imperio bizantino y a los que en
parte ya se ha hecho referencia: 1453 es la fecha emblemática de la caída
de Constantinopla. En pocos años corrió la misma suerte el despotado de
Morea y su capital Mistra, que en 1460 estaba ya en manos de los turcos.
En esos años Corfú se convirtió en refugio de numerosos griegos, que
acudieron allí con sus libros y desarrollaron en la isla una importante
tarea de estudio y producción de manuscritos. La elección de Corfú no es
casual: por una parte, la isla gozaba de una posición geográfica estratégica,
muy próxima a la Tierra de Otranto, en la península italiana, y, por otra,
era una colonia de la potente Venecia, libre por el momento de la amenaza
otomana45 . El apogeo cultural de Corfú tuvo lugar por tanto entre 1460
y 1537. En esta última fecha las tropas de Solimán invadieron la isla, si
bien la abandonaron al cabo de un mes, con lo que Corfú siguió siendo
—hasta la invasión napoleónica— una colonia veneciana.
Andrónico siguió el mismo itinerario y las mismas peripecias que Juan
Mosco, otro erudito con el que además acabó emparentado: Andrónico
había estudiado medicina en Constantinopla en la década de los años
40–50 bajo la férula de Juan Argirópulo en el llamado ξενοδοχεῖον del
Kral, el hospital anejo al famoso monasterio de Pródromo en el distrito
de Petra46 . Tras la halosis de la ciudad se refugió en el Peloponeso y de ahí
pasó a Corfú, estaciones todas en la que le acompañaron sus libros. En
Corfú desarrolló una intensa actividad como médico, oficio que también
desempeñaron sus hijos Nicolás y Jorge, este último padre del famoso
comerciante de manuscritos Antonio Eparco. Andrónico había formado
45
46
Véase la clarificadora panorámica de Mondrain 2008.
Mondrain 2000b: 231.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
una buena biblioteca con códices antiguos, la mayoría de ellos de contenido médico, acordes con su profesión, y muchos de ellos procedentes de
Constantinopla, la ciudad en la que aprendió la medicina. Cuando Janos
Láscaris visitó Corfú con ocasión de sus expediciones de 1490–1492 en
busca de manuscritos para Lorenzo el Magnífico, dejó constancia de los
libros más significativos que encontró en la biblioteca de Andrónico47 .
Esos libros son principalmente de contenido médico, pero no faltan entre
ellos obras de exégesis bíblica e historiografía bizantina, así como el Comentario a la Ilíada de Eustacio de Tesalónica. En cualquier caso, Láscaris
no reseñó todos los libros de Andrónico, sino sólo aquellos títulos que
más llamaron su atención. Entre los mencionados por Láscaris no estaban
los tres que Dionisio Sinates había dejado al docto médico: el Escur. Σ II
7 con Homero, Dionisio Periegeta y los Oráculos sibilinos, el Par. gr. 1768
con la Crónica de Juan Zonarás y un tercer volúmen con la Ciropedia y la
Anábasis de Jenofonte. Visto que Brigitte Mondrain ha reconocido en el
Vat. gr. 987, autógrafo de Sinates, intervenciones marginales de una mano
anónima que posiblemente sea, según ha defendido la estudiosa francesa
a partir de argumentos de diverso orden, un miembro de la familia Eparco,
seguramente Jorge, hijo de Andrónico y padre de Antonio48 , tendremos
que pensar que este códice es el Ξενοφῶντα κενούργιον, Ἀνάβασιν καὶ
Παιδείαν que Sinates dejó al docto médico junto con el Parisinus y el
Escurialensis a cambio de un préstamo de dinero. El libro de Jenofonte
habría pasado por tanto a formar parte de la biblioteca familiar de los
Eparco, lo que habría permitido su lectura y anotación por parte de Jorge,
médico igualmente como su padre. Jorge leyó intensivamente el Vaticanus
señalando pasajes en casi todas las páginas del libro mediante unas maniculae características, si bien su lectura de este texto histórico se vio en
buena medida condicionada por su profesión, de modo que la aparición
en el texto de la referencia a un médico le impelía a señalarlo en el margen (f. 24r: ἰατρούς) y la mención de la ciudad de Pérgamo le empujaba
a escribir también en el margen una alusión a Galeno (f. 278v: Πέργαμον
Γαληνοῦ). Como dice la estudiosa francesa, «l’association d’idées est pour
lui immédiate».
47
48
En su famoso cuaderno de viaje del Vat. gr. 1412, ff. 55v–57r. Véase Müller 1884: 390–391.
Mondrain 2000a: 161.
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4. Antonio Eparco
Sea como fuere, podemos seguir la pista de los tres volúmenes de Sinates
hasta la segunda mitad del s. XVI. Los libros de Andrónico quedaron en
Corfú en la casa de la familia Eparco. Será Antonio, el nieto de Andrónico,
quien mayor provecho saque de ellos, pero no en el plano intelectual, sino
desde una perspectiva comercial. Antonio Eparco (1491–1571) abandonó
Corfú en 1537 con motivo de la invasión turca de la isla y se estableció
en Venecia. Allí se convirtió en el marchante más importante de manuscritos griegos de la primera mitad del s. XVI. Sólo Andrés Darmario en
la segunda mitad de esa centuria puede parangonarse con su figura. En
Venecia Antonio enseña griego, promueve un atelier de copistas, mantiene
contactos con compatriotas corfiotas como Juan Mauromates, Andrónico
Nuccio o Nicolás Sofiano y sobre todo se dedica a la venta al por mayor
de códices, vendiendo tanto manuscritos recentiores como libros antiguos
y de gran calidad que le proporcionan una gran reputación como marchante en el mercado veneciano. Ahora bien, aunque Antonio apenas
da detalles sobre el origen de estos manuscritos antiguos —en una carta
a Marcello Cervini de 1548, refiriéndose a un lote de cincuenta códices
reunidos para el rey de Francia que finalmente adquiere el papa, dice haberlos encontrado genéricamente in Grecia—, lo cierto es que lo que hace
—tal como ha demostrado Brigitte Mondrain en diversos trabajos49 — es
dilapidar el patrimonio bibliográfico que su familia había acumulado a lo
largo de tres generaciones, es decir, recurrir para sus ventas de lotes de
manuscritos a la biblioteca familar que se seguía conservando en Corfú50 .
Evita no obstante la referencia al verdadero origen de estos códices por
pudor y para no devaluarlos a ojos de sus posibles compradores, reyes,
papas, príncipes, duques.
Si sabemos mucho de las actividades comerciales de Antonio Eparco es
porque él mismo se encargó de publicitar sus ventas mediante la redacción
de catálogos en los que consignaba el contenido de los códices y realzaba
el valor de muchos de ellos con adjetivos que aludían a su antigüedad, a su
calidad o a la rareza de los textos que transmitían. Al poco de instalarse
49
50
Mondrain 2000a: 163; Mondrain 2002: 481–485; Mondrain 2008: 475.
Y no sólo a la biblioteca familiar de los Eparco, sino también a la de otros personajes próximos a su
familia y residentes en Corfú, en especial Juan Abramio. La presencia de manuscritos de Abramio
en la Biblioteca Nacional de París y en la Biblioteca Vaticana es fruto del regalo hecho por Antonio
Eparco al rey Francisco I ca. 1539 y de la venta de un lote de códices a la Biblioteca Pontificia lograda
por este mismo marchante. Sobre la reconstrucción de la biblioteca atesorada por Abramio en Corfú,
véase Mondrain 2017 y Cardinali 2020.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
en Venecia, Eparco da un golpe de efecto que pone muy de manifiesto su
ojo comercial: en torno a 1539 regala un abultado lote de manuscritos
al rey de Francia Francisco I, del que previamente ha difundido una
lista de 88 títulos. Por este regalo se verá generosamente recompensado
por el monarca. Pues bien, en la lista de este lote publicada por Henri
Omont figuran tres títulos que al lector de estas páginas le resultarán
ya familiares51 : en el nr. 42 ἡ Ἰλιὰς Ὁμήρου μετὰ παραφράσεως, καὶ
Διονύσιος ὁ Περιηγητὴς μετὰ ἐξηγήσεως, καὶ Σιβύλλας βιβλία; en el
nr. 59 Ξενοφῶντος Κύρου παιδεία καὶ ἀνάβασις; en el nr. 62 Ζωναρᾶς
ἱστορικόν. Son sin ninguna duda los tres libros empeñados por Sinates
a Andrónico Eparco en 1478, libros de los que el nieto de este último se
apropió para sacarles un rédito comercial.
Al tiempo que publicaba este catálogo de venta Omont fue identificando
las sucesivas entradas con manuscritos conservados actualmente en la
Bibliothèque nationale de Francia, heredera de la antigua biblioteca real
de Fontainebleau, pero en lo referente a esas tres entradas sólo logró
identificar una de ellas, la nr. 62, la Crónica de Zonarás, actual Par. gr.
1768, gracias a dos elementos, uno de naturaleza codicológica y otro de
orden paleográfico: la encuadernación típica de Francisco I y la huella
autógrafa de Antonio Eparco en forma de un epígrafe pegado en una
etiqueta en el margen superior del f. 152 . La razón de que las entradas
nr. 42 y 59 no correspondan a ningún manuscrito conservado en París
reside en que la lista de 88 volúmenes publicada por Omont es a todas
luces un catálogo de venta previo a la donación a Francisco I que no se
corresponde exactamente con esa donación, que fue ciertamente algo
menos abultada.
Un segundo catálogo de Eparco con 62 entradas llamativamente coincidentes con las publicadas por Omont y cronológicamente cercano al
primero ha sido editado y estudiado por Rudolf Stefec. En él se encuentran
dos de las tres entradas correspondientes a los libros de Sinates: nr. 20 ἱστορία τοῦ Ζωναρᾶ y nr. 24 Ξενοφῶντος Κύρου παιδ(εία) κ(αὶ) ἀνάβ(ασις)53 .
Las fluctuaciones que se observan entre estos dos catálogos publicitarios
51
Omont 1892: 103, 105. La edición de este catálogo se basa en el autógrafo de Eparco Vat. lat. 3958,
ff. 213r–215v.
52
Marginalia de Eparco en este libro fueron señalados por Gamillscheg y Harlfinger 1989: nr. 32. Véase
igualmente Hoffmann 1991: 448. Siguiendo la sugerencia de Stefec 2012: 258–260, es muy probable
que el manuscrito del embajador francés Guillaume Pellicier Berol. Phillipps 1636 (233) de Zonarás
sea una copia de este códice de Eparco, realizada antes de que el monto de la donación de Eparco
a Francisco I fuese trasladado de Venecia a París.
53
Este segundo catálogo se conserva en un binión del Ambr. D 137 suss. (nr. 37), copiado por el amanuense
Jorge Basílico. Cf. Stefec 2012: 257.
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coetáneos —y en otros posteriores— se explican de nuevo por el hecho
de que lo que Eparco ofertaba no tenía una correspondencia exacta con lo
que finalmente vendía. En cualquier caso, es evidente que el libro con la
Ciropedia y la Anábasis de Jenofonte y el de la Ilíada de Homero no se
encuentran entre los volúmenes regalados para la biblioteca del rey de
Francia.
Léon Dorez publicó en 1893 un elenco de 38 manuscritos griegos54 que
correspondería a un nuevo lote de códices puesto en venta por Eparco
en Venecia en torno a 1545, pero en él no se encuentra rastro ni del libro
de Jenofonte ni del de Homero. En 1550, después de un viaje a Corfú,
a donde Eparco se desplazaba con frecuencia ya que, como hemos señalado, tras la breve incursión turca de 1537, la isla continuó siendo de
dominio veneciano, el marchante reúne un nuevo lote de libros que ofrece
al cardenal Granvela para el rey de Francia, pero que finalmente, según
se ha apuntado anteriormente, es adquirido por el papa e ingresa en la
Biblioteca Vaticana en la primavera de 155155 . Es muy probable que haya
que situar en 1551 la llegada a la Biblioteca Pontificia del Vat. gr. 987 de
Jenofonte56 .
En 1565 el comerciante corfiota envía a la Vaticana otro número indeterminado de manuscritos griegos57 . Un último lote fue puesto en venta
por Eparco en 1566 y ofrecido a varios compradores influyentes: a los
cardenales Carlo Borromeo, Alessandro Farnesio y Guglielmo Sirleto, al
duque de Ferrara Alfonso II d’Este y al duque de Florencia Cosimo I de
Medici. Sin embargo, Eparco no logró darle salida.
Muerto el marchante en 1571, fueron sus hijos Miguel y Nicéforo quienes, tras negociar con el embajador español en Venecia Diego Guzmán
de Silva y con el médico y helenista Giovanni Battista Rasario, vendieron
finalmente este último lote formado por 63 piezas a Felipe II en 157258 .
De esta venta se conservan varios documentos en archivos españoles. La
entrada nr. 55 tanto de los documentos del Archivo de Simancas como
del Instituto Valencia de Don Juan describe el siguiente manuscrito: Homeri Ilias cum explanatione. Dionisius Afer de situ orbis cum commentis et
glossis interlinearibus. Sybilla carmina et oracula de adventu Christi et de
54
Escrito en latín y conservado en el f. 137r del Vat. lat. 7806A. Cf. Dorez 1893: 361–364.
Dorez 1893: 289.
56
Devreesse 1965: 419–422, sitúa con interrogantes la adquisición del Vat. gr. 987 en 1551, dentro de ese
lote vendido por Eparco. En el inventario editado por él (nr. 157–206) figura en dos ocasiones —nr.
177 y 202— una Xenophontis Cyri Pedia.
57
Cf. Dorez 1893: 290.
58
Sobre este último lote, véase Martínez Manzano 2015: 77–81.
55
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reescribiendo la historia de un manuscrito
imperatoribus Romanorum et de variis provinciis et insula oraculi. Phocyllidis carmina. Xenophon de republica Lacedemoniorum. Liber antiquus
et egregius59 . Como es evidente, tal contenido corresponde punto por
punto al Escur. Σ II 7. Para realzar su valor Eparco calificaba el ejemplar
de antiquus et egregius y destacaba el dato de que algunos de sus textos
venían acompañados de exégesis (cum explanatione, cum commentis)
e incluso de glosas latinas en la interlínea (et glossis interlinearibus). Por
consiguiente, este libro transcrito con especial esmero por el bizantino
Dionisio Sinates en el tercer cuarto del s. XV y empeñado a Andrónico
Eparco en 1478 reposó en los estantes de esta ilustre familia de médicos en
Corfú durante sesenta años. En 1537 Antonio Eparco se lo llevó a Venecia
y lo incluyó en su primer catálogo de venta al por mayor de 1538, aunque
debemos atribuir a su propia iniciativa el que no quisiese incorporarlo a la
donación al soberano francés, quizás por no ser suficientemente antiguo
o suntuoso ni sus textos en exceso raros.
En el tiempo transcurrido hasta su muerte, Eparco nunca consiguió
vender este códice que procedía de la biblioteca familiar de su abuelo60 ,
o quizás nunca quiso desprenderse de él, aunque sí dejó en él su propia
huella manuscrita. En el folio de guarda IIIr, entre un fragmento de una
epístola de Libanio y dos epigramas, escribió de su propio puño unas
líneas sobre una planta61 : καὶ κόρχορος ἐν λαχάνοις. κόρχορος τὸ κοινῶς
λεγόμενον ποντικόντερον, οὗ γένη τρία ἢ εἴδη τρία, τὸ ἓν ὃ καὶ κοράλια
λεγεται ἔχει ἄνθος κόκκινον, τὸ δεύτερον παγονάτη, τὸ ποντικόντερον
ἄσπρον (véase Lámina 5 en la página 235). El κόρχορος, en griego vulgar
conocido como ποντικόντερον, es una planta silvestre (pimpinela azul,
Anagallis caerulea) de la que Eparco dice que existen tres clases en función del color de su flor y que ha dado lugar al proverbio κόρχορος ἐν
λαχάνοις, «un hierbajo entre hortalizas». Esta intervención referida a una
planta no debe sorprender en un manuscrito propiedad de una familia de
médicos: no sólo el padre y el abuelo de Antonio Eparco fueron médicos,
sino que también sus propios hijos, asentados en Corfú, ejercieron esa
profesión. Las farmacopeas, herbarios y recetarios medicinales estaban
bien presentes en la biblioteca de los Eparco y el propio Antonio tradujo al
latín en 1566 los llamados Ephodia o Viaticum peregrinantium en el Escur.
59
Martínez Manzano 2015: 86, 116.
En este sentido hemos de rectificar nuestras conclusiones expuestas en Martínez Manzano 2015: 110
de que no había constancia en los códices Escurialenses de Eparco de que procediesen de la biblioteca
familiar de Corfú: éste al menos procede con certeza de allí.
61
Sobre la intervención autógrafa de Eparco, véase Martínez Manzano 2015: 107–108; Martínez
Manzano 2016: 259–260.
60
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teresa martínez manzano
& II 962 , manuscrito que, por cierto, da a conocer con total evidencia
cómo es su escritura latina y cuáles sus conocimientos de latín63 . En fin,
la mano de Eparco hace acto de presencia, junto con la de otros eruditos,
en otros folios del Escur. Σ II 7: ff. 41v, 42r, 44rv, 45rv, 47v, 48v, 54rv.
5. Marco Antonio Antimaco
Podemos preguntarnos si en esos sesenta años en los que el Escur. Σ
II 7 reposó tranquilamente en los estantes de la biblioteca de la familia
Eparco en Corfú el libro fue leído, estudiado o anotado. Lo cierto es que el
manuscrito presenta huellas materiales de haber sido objeto de una lectura
intensiva, al menos en sus primeros folios, y de haberlo sido por parte de
un occidental. Por una parte, el f. IIIr presenta dos epigramas, uno en latín
y otro en griego, transcritos por una mano que no es la de Sinates (de nuevo
véase Lámina 5 en la página 235). Y, sobre todo, los libros III–VII de la
Ilíada tienen glosas latinas interlineales con la traducción ad litteram de los
vocablos griegos (véase Lámina 6 en la página 236). En especial este tipo
de intervenciones revelan que el libro pudo ser utilizado por un italiano
en su aprendizaje del griego, ya que el recurso a la transcripción en la
interlínea de la traducción latina de las palabras griegas era el habitual en
quienes estaban inmersos en el aprendizaje de la nueva lengua. Que tal
uso escolar haya tenido lugar en Venecia mientras Eparco buscaba para
el libro un posible comprador parece menos probable. Pero vamos a ver
a continuación cómo este Escur. Σ II 7 fue utilizado por un occidental
no sólo para profundizar en su conocimiento del griego homérico de la
Ilíada, sino también para conocer de primera mano los Oráculos sibilinos,
un texto destinado a tener gran repercusión en el Renacimiento.
En este punto debemos traer a colación las conclusiones del ya centenario estudio de Geffcken sobre la transmisión de los Oráculos sibilinos. Una
de las familias que transmiten este texto y a la que se denomina con la sigla
Φ está formada por un pequeño grupo de seis manuscritos64 de los que
cinco hacen preceder los Oráculos de un prólogo: Vind. Hist. gr. 96, Monac.
gr. 351, Escur. Σ II 7, Vallicell. gr. 46 y Lond. Add. 10969. Este prólogo se
editó por vez primera en la edición de los Oráculos sibilinos publicada
62
Martínez Manzano 2016: 258–259 y n. 36.
Otros manuscritos de su colección contienen en los folios de guarda recetas medicinales, por ejemplo,
el Escur. Σ II 3, f. 301.
64
Geffcken 1902: XXI–XXIII. Se trata de los Vind. Hist. gr. 96 (ff. 1–61v), Monac. gr. 351 (ff. 1r–48v), Escur.
Σ II 7 (ff. 285v–324r), Oxon. Barocci 109 (ff. 231r–238v), Lond. Add. 10969 (ff. 26r–76r), Vallicell. gr.
46. Véase también Buitenwerf 2003: 6–10, 65–72.
63
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221
222
reescribiendo la historia de un manuscrito
por Oporino en Basilea en 1555, en la cual aparece bajo el nombre de un
cierto Marco Antimaco — Μάρκου Ἀντιμάχου προοίμιον εἰς τοὺς Σιβυλλιακοὺς χρησμούς—, aunque el título que se lee en los cinco testimonios
manuscritos no menciona en modo alguno a este personaje, sino que reza
sencillamente βιβλίον σιβυλλιακὸν ἐν λόγοις θ’· οἱ σιβυλλιακοὶ χρησμοί.
λόγος πρῶτος.
Para conocer por qué se atribuye la autoría de ese prólogo a Antimaco
debemos detenernos, siquiera brevemente, en la historia de esta edición
de 1555, que ha contado con todo pormenor Jean-Michel Roessli65 : el
primero que trabajó en una edición griega de los Oráculos sibilinos fue
Sixt Birck (Xystus Betuleius) (1501–1554), un erudito alemán que accedió
en la villa de Augsburgo a uno de los manuscritos adquiridos por la ciudad
al marchante Antonio Eparco en 1544: el Monac. gr. 351. Birck confió la
impresión a Johannes Oporinus y la edición vio la luz en Basilea en 1545.
Nada más aparecer en las prensas, el texto llamó la atención de otro erudito,
el famoso opositor de Calvino Sebastian Castellio (1515–1563), quien,
exiliado en Basilea, trabajaba como corrector en la imprenta de Oporino.
Éste se apresuró a preparar una versión latina del texto. Por su parte, el
helenista italiano Marco Antonio Antimaco, sobre el que luego volveremos,
que tenía también una estrecha relación con Basilea por haber impreso en
esa ciudad las versiones latinas de diversas obras de Jorge Gemisto Pletón,
Dionisio de Halicarnaso y otros autores griegos, comunicó a Oporino
que él tenía un manuscrito de los Oráculos sibilinos (al que se refiere
como vetus exemplar) con numerosas variantes con respecto al ejemplar
utilizado por Birck. Al saber por Oporino que Castellio preparaba una
versión latina, Antimaco le propone colacionar su propio manuscrito
y enviarle las variantes y sus propios comentarios. Así pues, enriquecido
con ese nuevo material, el volumen con la traducción de Castellio sale
a la luz en 1546.
Tanto la edición griega de Birck de 1545 como la latina de Castellio de
1546 se agotaron rápidamente, por lo que el primero emprendió la tarea
de preparar una nueva edición que reuniese el texto griego editado por
él mismo pero enriquecido con las variantes que había proporcionado
Antimaco y la traducción latina de Castellio. Muerto Birck en 1554, Castellio se vio obligado a continuar él solo con este proyecto. Sin embargo, no
disponía del manuscrito griego propiedad de Antimaco, que había muerto
a su vez en 1552, sino sólo de la copia con las variantes y comentarios
65
Roessli 2013.
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que el helenista italiano había hecho llegar a Oporino años antes. Encabezando esa copia había un texto griego en prosa, una suerte de prefacio
o introducción a los Oráculos que venían a continuación. Castellio creyó
que se trataba de un prólogo compuesto por Marco Antonio Antimaco
y lo publicó en 1555 bajo su autoría, Μάρκου Ἀντιμάχου προοίμιον según hemos señalado, en versión grecolatina, acompañando al texto de
los Oráculos, que también publicaba en versión grecolatina. Todos los
editores posteriores siguieron ese mismo criterio y reprodujeron este prólogo con el título de Marci Antimachi praefatio in Sibyllina Oracula hasta
que, a mediados del s. XIX, Charles Alexandre, en su edición parisina de
los Oráculos66 , puso de manifiesto que tal prólogo era obra en realidad
del compilador que había reunido los Oráculos sibilinos a finales del s. V
o principios del VI. Castellio se había visto seguramente inducido a error
al trabajar con las hojas sueltas enviadas por Antimaco en las que éste
había copiado igualmente ese prólogo en prosa que aparecía en su manuscrito sin indicar su proveniencia. Así pues, el prólogo, proemio o prefacio
a los Oráculos sibilinos no es obra por tanto de Marco Antonio Antimaco,
sino de un autor anónimo anterior en muchos siglos a esta figura. Sea
como fuere, los estudiosos creen que el codex Antimachi, aquel en el que
Antimaco leyó el prólogo a los Oráculos sibilinos y del que colacionó sus
variantes, el vetus exemplar como él lo llamaba, es el Vind. Hist. gr. 96.
Ahora bien, a este relato histórico debemos insertarle en este punto
los datos codicológicos que conocemos sobre los manuscritos implicados
y a los que los estudiosos de este affaire y de la transmisión manuscrita
de los Oráculos sibilinos no han prestado tanta atención. De los cinco
códices que transmiten el prefacio falsamente atribuido a Antimaco, el
Londinensis y el Vallicellianus son del s. XVI ya avanzado. El Monacensis,
en el que se basó la edición de Birck de 1545 y que formaba parte del
lote que Antonio Eparco vendió a la Villa de Augsburgo en 1544, puede
ubicarse entre los ss. XV y XVI, pero para nosotros carece de interés en la
medida en que contiene únicamente la sección final del prólogo, formada
por varios versos. El Vindobonensis es un manuscrito compuesto por dos
unidades codicológicas completamente distintas y sin ninguna relación
entre sí, de las que la primera (ff. 1–61v) es la que contiene los Oráculos
sibilinos acompañados del prefacio67 . Herbert Hunger la data, en función
66
67
Alexandre 1869: XL, XLII–XLIII.
La segunda unidad codicológica es de contenido cristiano y de papel italiano desprovisto de filigranas
y se data ca. 1250.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
de la filigrana —similar a Ancre 477 Br. (1499)—, ca. 150068 y Johannes
Geffcken apunta que está escrita de manera negligente y que los finales de
palabra en ocasiones están incompletos porque el copista no ha sabido
descifrar las abreviaciones de su modelo. De manera no infrecuente, este
amanuense ha reunido dos versos en uno, se ha saltado alguna página o ha
duplicado los versos69 . Todo apunta a que pueda tratarse de un copista
no profesional.
De todo ello se desprende que el manuscrito más antiguo con la versión
completa del prólogo falsamente atribuido a Antimaco es el Escurialensis,
transcrito en el tercer cuarto del s. XV, según hemos visto, por Dionisio
Sinates, presente en la isla de Corfú durante sesenta años como parte de la
biblioteca de la familia Eparco y propiedad finalmente de Antonio Eparco
hasta su muerte: a priori no puede descartarse que el Vindobonensis sea
un apógrafo directo del Escurialensis. No sólo no puede descartarse, sino
que ésta se revela como una hipótesis digna de atención.
A la luz de cómo discurrieron los primeros años de su biografía, no
puede interpretarse como una casualidad el que Antimaco haya sido
el «descubridor» del prólogo a los Oráculos sibilinos que transmite su
manuscrito Vind. Hist. gr. 96. Marco Antonio (o Marcantonio) Antimaco
(ca. 1473–1552), mantuano de nacimiento y profesor de griego en su
madurez primero en Mantua y después en Ferrara70 , fue enviado por
su padre Matteo en su juventud a Grecia, en donde pasó cinco años
aprendiendo griego bajo la dirección del espartano Juan Mosco71 . Lo
cuenta él mismo en la epístola que precede a una edición aparecida en
Basilea en 1540 en la que se recogen varias versiones latinas de Antimaco
de obras de Jorge Gemisto Pletón, Dionisio de Halicarnaso, Demetrio
Falereo y Polieno, así como una Oratio de laudibus Graecarum litterarum
del propio Antimaco. Émile Legrand situó convincentemente entre 1489
y 1494 esa estancia junto a Mosco, que habría concluido con la inopinada
muerte del maestro poco antes de que partiesen juntos en un viaje con
destino al monte Atos72 . Ahora bien, esa estancia formativa en Grecia no
68
Hunger 1961: 104–105.
Geffcken 1902: XXII.
70
Dejó honda huella en sus alumnos, en especial en el flamenco Arnoldo Arlenio, a quien Antimaco
prestó un manuscrito para preparar la edición de la Alejandra de Licofrón, que se editó en 1546 en
la imprenta de Oporino. Antimaco, gran aficionado a los epigramas, dedicó uno en griego a Konrad
Gesner con ocasión de la visita que éste hizo a Ferrara en 1543. Puede verse la edición del epigrama
en Baldi 2008: 123.
71
Para los datos conocidos sobre la biografía de Antimaco sirve de guía Baldi 2008: 120–121.
72
Legrand 1885: LXXXVIII–LXXXIX.
69
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tuvo lugar en el Peloponeso73 , puesto que el despotado de Morea y su
capital Mistra habían caído en manos turcas en 1460, sino en Corfú, como
por lo demás recuerda el propio Antimaco en la epístola de la edición de
1540 con las palabras Corcyrae, ubi moras trahebam.
Quizás el lector recuerde la somera mención que hemos hecho líneas
atrás de Juan Mosco: un profesor de origen espartano y alumno de Pletón que, obligado a abandonar el Peloponeso, se estableció en Corfú,
igual que Andrónico Eparco. Ambos siguieron un itinerario vital paralelo
y acabaron además emparentados, ya que el hijo de Andrónico, Jorge, se
casó, con una hija de Juan Mosco. De modo que Juan Mosco resulta ser el
abuelo materno de Antonio Eparco. Mosco fue maestro de una plétora de
alumnos griegos, pero también de varios humanistas italianos de los que
conocemos el nombre de Aulo Giano Parrasio, Giovanni Bembo y nuestro
Marco Antonio Antimaco. Y de hecho hay constancia de un episodio casi
entrañable que no podemos dejar de consignar aquí: Antonio Eparco
—nieto como acabamos de ver por línea materna de Juan Mosco— recibió en 1539 en Venecia una composición en versos elegíacos de parte
de Antimaco. Por este obsequio Eparco le dio las gracias en una carta
fechada el 18 de diciembre de 1539 que imprimió junto con el Lamento
por Grecia que Eparco sacó a la luz en 1544. En esa carta Eparco cuenta
cómo al recibir los versos preguntó a su madre quién era Antimaco y por
ella supo que era un amigo de la familia, un auténtico griego en lengua
y costumbres que recordaba la hospitalidad que Juan Mosco le había brindado hace cincuenta años74 . De esta forma Antonio Eparco se convierte
para nosotros en un testimonio clave de la presencia de Antimaco en la
escuela de Juan Mosco en Corfú.
Cabe imaginar que en un enclave geográficamente tan acotado como
el de Corfú los libros de Andrónico Eparco y los de Juan Mosco se intercambiaban y prestaban de manera habitual. Siendo el Escur. Σ II 7 un
volumen principalmente de poesía clásica, poco podía aprovechar en la
escuela de medicina regentada por Andrónico, mucho en cambio entre
los alumnos de retórica y literatura antigua de Juan. A tenor de todas estas
circunstancias, podríamos fácilmente atribuir a cualquiera de los discípulos italianos de Mosco las glosas interlineales en latín que se leen en los
primeros cantos de la Ilíada y los epigramas griego y latino del f. IIIr. Creo,
sin embargo, que hay razones fundadas para pensar que Marco Antonio
73
74
Como cree Baldi 2008: 120.
Legrand 1885: LXXXVIII–LXXXIX.
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reescribiendo la historia de un manuscrito
Antimaco —gran aficionado, en su madurez intelectual, a escribir composiciones poéticas en latín y griego75 — pudo ser quien mayor provecho
sacó de la lectura de la colección épica autógrafa de Dionisio Sinates,
quien acaso transcribió los dos epigramas del folio de guarda IIIr y quien
quizás tomó el códice como modelo para transcribir (o hacer transcribir)
en los ff. 1–61v del Vind. Hist. gr. 96 los Oráculos sibilinos acompañados
de un prefacio que la posteridad, hasta bien entrado el s. XIX, le atribuyó
a él mismo. Si la reconstrucción histórica aquí propuesta da en el blanco,
se daría la paradójica circunstancia de que Antonio Eparco tuvo durante
años en su poder un libro de su abuelo paterno que fue leído con provecho
por un antiguo discípulo de su abuelo materno, discípulo que cincuenta
años después se puso en contacto con el nieto de su maestro enviándole
unos versos76 .
6. Conclusión
Con gran fortuna —todo hay que decirlo— hemos podido reconstruir
la historia de un manuscrito para el que Alejo Revilla sólo pudo fijar sus
mimbres más esenciales. Hemos visto, en primer lugar, tomar forma al
Escur. Σ II 7 en el escritorio de Dionisio Sinates, uno de esos griegos que
no quisieron abandonar su patria tras la caída del imperio bizantino para
buscar acomodo en Italia (cf. § 2). Sinates transitó por los últimos enclaves
vivos de ese imperio tras 1453: el despotado de Morea, el despotado del
Epiro, Corfú. Lo hemos visto después guardado durante sesenta años en
la biblioteca de la familia Eparco en Corfú (cf. § 3), hasta que Antonio, el
gran marchante de manuscritos griegos, se lo llevó a Venecia y lo incluyó
75
Enseñó sus composiciones autógrafas griegas a Konrad Gesner en la visita que éste realizó a Ferrara
en 1543 a la que se ha hecho mención más arriba. Así lo asegura Gesner en la p. 493r de la Bibliotheca
Universalis: Ostendit etiam mihi epigrammatum Graecorum libros manu sua scriptos pura et facili
vena. Cf. Baldi 2008: 124.
76
Sin embargo, tal reconstrucción ha de hacer frente a dos dificultades. Una es la de que Antimaco se
refiera a su manuscrito de los Oráculos sibilinos como un vetus exemplar, si se trata efectivamente del
Vind. Hist. gr. 96, copiado probablemente durante su estancia en Corfú a partir del antígrafo Escur. Σ II
7. En segundo lugar, los datos aquí presentados se compadecen mal con la atribución de los ff. 1–61v
del Vind. Hist. gr. 96 al conocidísimo calígrafo Zacarías Calierges por parte de Chatzopoulou 2009:
86, 90–91 (con reproducción de los ff. 35v–36r y 48v–49r), quien en ningún momento ha tenido en
cuenta la historia del texto de los Oráculos sibilinos. De Calierges sabemos que procedía de Creta y que
se encontraba en Venecia ya en el último decenio del s. XV. Aceptar la atribución a Calierges del Vind.
Hist. gr. 96 supondría admitir que antes de su llegada a Venecia realizó una estancia en Corfú, o bien
rechazar que el Escurialensis y el Vindobonensis tengan una relación de parentesco directo. Por lo
demás, el supuesto concurso de Calierges en la factura del Vindobonensis no se compadece tampoco
con el proceder de un copista no profesional que tuvo serias dificultades para entender correctamente
las abreviaturas y finales de palabras del modelo del que copiaba los Oráculos sibilinos.
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en sus catálogos publicitarios y hasta que sus hijos lo vendieron a Felipe
II para El Escorial (cf. § 4). Lo hemos visto, en fin, leído y estudiado en
Corfú por un italiano, muy probablemente Marco Antonio Antimaco
(cf. § 5), que se desplazó a la isla para aprender griego y que se convirtió
después en un brillante exponente del traspaso de la cultura griega de
Bizancio a un nuevo espacio cultural, el de la Italia del humanismo. El
Escur. Σ II 7 muestra a la perfección los enrevesados caminos por los que
discurrió durante los ss. XV y XVI la translatio studiorum que supuso el
reencuentro de la Europa occidental con el antiguo legado literario griego.
Pero a la vez nos enseña que la historia de los textos no puede entenderse
como una disciplina cuyo único objetivo sea la construcción de árboles
genealógicos de cuyas ramas penden entidades abstractas representadas
mediante siglas. La historia de los textos es también una historia de ideas,
de gustos, de sensibilidades. Y de libros muy concretos. Y de hombres que
los han llevado a cuestas.
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LÁMINA 1: Escur. Σ II 7, f. IVv © Patrimonio Nacional
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LÁMINA 2: Escur. Σ II 7, f. 10r © Patrimonio Nacional
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LÁMINA 3: Escur. Σ II 7, f. 256r © Patrimonio Nacional
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LÁMINA 4: Escur. Σ II 7, f. 255v © Patrimonio Nacional
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LÁMINA 5: Escur. Σ II 7, f. IIIr © Patrimonio Nacional
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LÁMINA 6: Escur. Σ II 7, f. 41v © Patrimonio Nacional
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Los escolios a la Antología Planudea en España1
The Scholia to the Planudean Anthology in Spain
GUILLERMO GALÁN VIOQUE
Universidad de Huelva
vioque@uhu.es
doi: 10.48232/eclas.162.09
Recibido: 13/09/2022 — Aceptado: 24/10/2022
Resumen.— En este artículo, tras estudiar la relación entre los testimonios que nos han
transmitido los escolios a la Antología Planudea, se analiza la posición de los custodiados en
bibliotecas españolas, entre los que se incluye un incunable que no había sido identificado
hasta ahora (Inc. Toledo, BCp 81-38).
Palabras clave.— Escolios, Antología Planudea, transmisión manuscrita, manuscritos en
España
Abstract.— This article studies the relationship between the witnesses to the scholia to the
Planudean Anthology and analyzes the position of those held in Spanish libraries, including
an incunabulum that had not been identified until now (Inc. Toledo, BCp 81-38).
Keywords.— Scholia, Planudean Anthology, manuscript transmission, manuscripts in
Spain
Aunque a los ajenos al mundo de la Filología Clásica les puede resultar
extraño, sigue habiendo numerosas obras griegas total o parcialmente
inéditas y, sin duda, en el futuro van a seguir apareciendo nuevos textos
que yacen ocultos en la arena del desierto, en un viejo mármol reutilizado
o todavía por desenterrar, entre los folios de algún manuscrito deficientemente catalogado, en los anaqueles de alguna biblioteca o quién sabe
dónde.
Lo cierto es que periódicamente salen a la luz nuevas inscripciones
y papiros con obras antes desconocidas, algunas de ellas de gran valor.
Pero también hay textos todavía inéditos agazapados en los folios de un
manuscrito o en los márgenes de ediciones antiguas, cuya importancia
está por descubrir.
1
Este trabajo se ha realizado con financiación de los proyectos P20_01022 y UHU–202004 (FEDER)
de la Junta de Andalucía y del Centro de Investigación en Patrimonio Histórico, Cultural y Natural
(CIPHCN) de la Universidad de Huelva.
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los escolios a la antología planudea en españa
Ese es precisamente el caso de una gran parte de los comúnmente denominados escolios a los epigramas de la Antología Planudea de cuya
transmisión manuscrita nos ocupamos en estas páginas con el objetivo de
determinar el lugar que ocupan en dicha transmisión el único incunable
y los tres manuscritos que se custodian en España con estos escolios: Inc.
Toledo, BCp 81-38, un ejemplar cuyo paradero se desconocía, y los manuscritos El Escorial, BMon. R III 26, Madrid, BNE gr. 4715 y Salamanca,
BU 2730. A estos hay que sumar el códice El Escorial, BMon. deperditus
286 (E I 17), que desapareció en el incendio del monasterio de El Escorial
de 16712 . Como veremos, uno de ellos, el matritense, es un testimonio
relevante y debería ser tenido en cuenta en cualquier estudio sobre estos
escolios.
Tradicionalmente se denominan escolios las notas explicativas con
las que los eruditos tratan de aclarar el significado de los textos clásicos.
En el caso concreto de los escolios a la Antología Planudea se conocen
con ese nombre las notas manuscritas que se nos han transmitido en los
márgenes y alguna hoja de guarda de varios ejemplares de la editio princeps
de la Antología Planudea, publicada en Florencia en 1494 por el erudito
bizantino Janus Láscaris (ca. 1445–1535), y en algunos manuscritos en
los que aparecen sin los epigramas a los que se refieren.
Estas anotaciones proceden de las clases que, a principios del siglo XVI,
en concreto en el curso académico 1505–1506, impartió en la Universidad
de Padua el emigrante griego Marco Musuro (1475–1517)3 . La importancia de estas notas radica en que se trata del único corpus extenso de
escolios a los epigramas griegos que conservamos. Como es sabido, estos
nos han llegado gracias a dos manuscritos que contienen sendas antologías: la transmitida en el denominado manuscrito palatino que hoy está
dividido en dos secciones, Heidelberg, UB gr. 23 y París, BNF suppl. gr.
384 (P), y que fue elaborada en el siglo X por Constantino Rodio4 , y la del
monje bizantino Máximo Planudes (1260–1330), cuya copia más antigua
se custodia en la Biblioteca Marciana (Venecia, BMarc. gr. 481 [Pl]) y está
datada en septiembre de 1301 (o 1299). Ambos códices carecen práctica2
Véase de Andrés 1965: 65–81 y 1968: 128.
Hay quien ha considerado que estas notas son de una época posterior a la huida de Musuro de Padua
en 1509 (véase Gallavotti 1981: 9 y Ferreri 2005: 83), pero en el incunable de Cambridge hay escolios
que están datados en 1506 y 1509 (véanse los escolios a AP 5.2 [f. κκv ]: hoc audiui… a Marco Musuro…
Patauii 1506, a AP 13.29 (f. Ηiiv ): … 1509 y el colofón con el que Johannes Cuno (1463–1513) finaliza
la copia de los folios finales: τέλος σὺν θεῷ 1506 (f. ΙΙvii) (véase Pontani 1992: 568).
4
Cameron 1993: 108–116 y 300–328, 1994: 261–267, Lauxtermann 2003: I, 84, 99 y 116–117, y 2007:
196 n. 5.
3
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mente de escolios, salvo algunas correcciones, algunos títulos o lemmata
e indicaciones sobre la autoría de cada epigrama, y ciertos párrafos explicativos sobre la naturaleza de los epigramas o sobre el criterio de selección
seguido5 .
Desgraciadamente las ediciones que se han publicado de estas notas a la
Antología Planudea son parciales y están basadas en pocos testimonios6 ,
por lo que gran parte de estas anotaciones permanecen inéditas y para
conocerlas hay que recurrir directamente a las fuentes que nos las han
transmitido, con la dificultad añadida de que los intentos de clasificación que se han realizado hasta la fecha están desfasados por la aparición
de nuevos testimonios y por los avances en nuestro conocimiento del
texto de los escolios7 . Por ello, antes de ocuparnos de los custodiados
en España, es necesario describir los testimonios que conocemos y esbozar brevemente la posición que cada uno de ellos ocupa dentro de la
transmisión de estas anotaciones.
Estos escolios nos han llegado a través de una transmisión muy contaminada en la que se distinguen dos familias. En la primera, que se suele
denominar μ, se incluyen los escolios transcritos por el propio Marco
Musuro en su ejemplar de la edición de Láscaris (1) y sus apógrafos
(2–4)8 :
1) Inc. Ciudad del Vaticano, BAV Vat. III 81 (Va). Contiene las anotaciones manuscritas de Musuro realizadas en diferentes épocas9 . Se testimonian a lo largo de todo el ejemplar y en las hojas de guarda (ff. 1–8, 9–16)10 .
Ha perdido varios folios e incluso cuadernillos enteros y en algunos pa5
Sobre los escolios de Pl, véase Mioni 1975: 290, y sobre los marginalia de P, véase Pelucchi 2020:
161–187. Sí contienen escolios, aunque no numerosos, los libros 14 y 15 de la AP (véase Ortega
Villaro y Amado Rodríguez 2021: LXXXVIII y 224–244) y los manuscritos que nos han transmitido la
denominada Sylloge Vaticana (véase Luppino 1959–60: 25–62).
6
La edición de referencia sigue siendo la de los herederos de Andreas Wechel, pero su editor utilizó
solo dos testimonios secundarios (Wechel 1600: f. II) y en ocasiones alteró los escolios para adaptarlos
a su edición. Son útiles los escolios incluidos por H. Stadtmüller en el aparato crítico de su edición
(1899–1906), pero se basó en un testimonio también secundario, el incunable de la Universidad de
Berna. Mucho menos interés tiene la edición publicada por A. Lolos (1981: 374–381 y 1982–83: 225),
quien editó los cinco primeros folios de una de las copias tardías de Darmario, la de la Biblioteca
Nacional de París. Desgraciadamente esta última edición disfruta de una difusión inmerecida al haber
sido incluida en el Thesaurus Linguae Graecae.
7
Véase, por ejemplo, Calderini 2012: 227–242 y Hutton 1935: 36–39. Siguen siendo imprescindibles los
trabajos de Mioni 1975: 263–307, Pontani 2002a: 557–613 y Ferreri 2005: 81–114, entre otros.
8
Estos testimonios aparecen ordenados según su relevancia.
9
Véase Mioni 1975: 294, Pontani 2002a: 576, Speranzi 2013: 259–261 y Ferreri 2014: 561–564.
10
Sobre el contenido de estas hojas de guarda, que parecen recoger las primeras anotaciones sobre los
epigramas de Musuro, véase Pontani 2002a: 576 n. 3 y 583–585, Ferreri 2014: 20–23, 563 y Galán
Vioque 2020a: 127–141.
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sajes la letra se ha vuelto ilegible. Se trata del testimonio más relevante
en tanto que contiene los escolios transcritos por el propio Musuro. Procede de la biblioteca del humanista italiano Fulvio Orsini (1529–1600)
e ingresó en la Biblioteca del Vaticano en 160211 .
2) Inc. Cambridge, Wren Library (Trinity College) Grylls 11.313 (Ca).
Presenta un número reducido de escolios, pero fueron transcritos antes
de que el ejemplar de Musuro se deteriorase12 . Es, sin duda, un ejemplar
interesante para la historia de la transmisión de los epigramas griegos,
porque perteneció a Aldo Manucio (1449–1515) y se utilizó como copia de
trabajo para las dos primeras ediciones aldinas, la de 1503, a cargo del propio Aldo, y la de 1521, bajo la responsabilidad de sus sucesores. Muchas de
las correcciones que aparecen en este ejemplar proceden de las notas
de Musuro y fueron incorporadas después en las ediciones posteriores
a través de las ediciones aldinas. Ha perdido los dos últimos cuadernillos
(ff. ΚΚi–ΙΙviii) que han sido sustituidos por veintiún folios escritos en
1506 por el discípulo de Musuro Johannes Cuno (ca. 1462–1513), según
D. Speranzi13 . En ellos transcribió los epigramas que faltan e incluyó los
textos que Aldo añadió al final de su edición de 1503 y que en su mayoría
se reproducirán sistemáticamente en las ediciones posteriores.
3) Inc. Ciudad del Vaticano, BAV Vat. III 79 (Vu). Es un apógrafo del
ejemplar de Musuro, aunque presenta algunos escolios solo testimoniados
en ejemplares de la otra familia y algunas glosas originales. Se trata de una
copia descuidada que se llevó a cabo cuando el ejemplar de Musuro estaba
ya deteriorado, lo que se refleja en la omisión de algunas palabras ilegibles
en el original14 . En cuanto a su procedencia, L. Ferreri ha demostrado
que es el único de los ejemplares anotados de la Biblioteca Vaticana que
no procede del legado de Orsini, sino que formaba parte de la Biblioteca
Palatina de Heidelberg que ingresó en la Vaticana en 162315 .
4) Inc. Ciudad del Vaticano, BAV Vat. III 80 (Ve). Se trata de una copia
11
Véase Ferreri 2005: 81, esp. n. 1. A la biblioteca de Orsini también perteneció un ejemplar de la primera
edición aldina (1503) que he localizado en la Staats- und Stadtbibliothek de Augsburgo con signatura
LG 98 y que contiene un apéndice con una selección manuscrita de epigramas eróticos muy similar
a la Appendix Barberino-Vaticana sobre la que me ocuparé en un próximo artículo.
12
Véase Speranzi 2018: 30–31, 41–42 y Galán Vioque 2020b: 223–228. Es, por ejemplo, el único incunable
que en el escolio a AP 9.357.4 transcribe ἆθλον tras ἐδωρεῖτο, aunque la forma verbal se haya perdido
por el deterioro de la esquina del folio, y que presenta καὶ en la expresión ἀποπνιγέντα, καὶ ἐπιτάφιον
(en Va aparece muy borroso, mientras que en Vu, Ve y Xe se lee τὸν. En los demás testimonios se omite
unánimemente).
13
Véase Speranzi 2018: 42.
14
Sobre la relación de este y el siguiente incunable vaticano con el ejemplar de Musuro, véase Pontani
2002a: 586–588.
15
Véase Ferreri 2002: 169–179 y 2005: 81, esp. n. 1.
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descuidada de las notas del ejemplar autógrafo de Musuro que intenta
incluso reproducir su disposición, aunque no transcribe algunas palabras
por el deterioro del original. Procede también de la biblioteca de Orsini.
En la segunda familia (λ) se incluyen todos los demás incunables y los
manuscritos que han llegado hasta nosotros. Se conoce como recensio
lascariana, porque su testimonio más completo, el incunable vaticano
Inc. III 78 (Xe), contiene en los márgenes algunos epigramas de Láscaris y versiones latinas de epigramas griegos atribuidas a Láscaris16 . Los
testimonios de esta familia se caracterizan por presentar numerosos escolios exclusivos y por importantes diferencias con los representantes de
μ en muchos de los escolios comunes a ambas familias. Dentro de esta
familia han sido localizados hasta ahora diez incunables (5–14) y doce
manuscritos (15–26)17 .
5) Inc. Berna, UB MUE III 87 (Be). Contiene escolios transcritos por el
mismo copista del ejemplar custodiado en Oxford, Constantino Mesobotes (fl. 1508–1535)18 . Perteneció a un desconocido Laurentius (f. Ai) y al
teólogo reformista Rudolf Steck (1842–1924) y fue el ejemplar utilizado
por Stadtmüller para la transcripción de los escolios que incorporó al
aparato crítico de su edición.
6) Inc. Ciudad del Vaticano, BAV III 78 (Xe). Se trata del único incunable que nos ha transmitido el comienzo de los escolios (f. Ai). Presenta un
gran número de escolios que fueron transcritos en diferentes momentos
por diferentes manos. Durante un tiempo se defendió la hipótesis de que
la autoría de la mayoría de sus notas correspondía al propio Láscaris, pero
recientemente se ha identificado en ellas la mano del copista de París,
BNF gr. 1665, que perteneció a Láscaris, y de los ff. 92–105 del Ciudad
del Vaticano, BAV 1412, autógrafo de Láscaris, por lo que la relación con
su círculo se mantiene19 . Procede de la biblioteca de Orsini.
7) Inc. Leipzig, BU Rep. I.56-a (Le). Presenta escasos escolios y solo
hasta el f. Γiv . Procede de la biblioteca del humanista alemán Georg von
Logau (1495–1553) y fue propiedad después del teólogo Friedrich Staphylus (1512–1564), de la abadía benedictina de Ottobeuren y de la biblioteca
16
Véase, por ejemplo, f. Χviii (epigr. 33), ΓΓii (epigr. 19), y su versión latina de AP 16.14 (Zenódoto)
en f. Γviv (cf. Hutton 1935: 121). Se le atribuyen también la respuesta a AP 9.476 en el f. Avi (véase
Pontani 2002a: 568 y Ferreri 2005: 93) y una propuesta de reconstrucción del verso 4 de AP 9.175
(f. Bvi) que está ausente del manuscrito planudeo y que solo se testimonia en este ejemplar.
17
Los presento en orden alfabético según la ciudad que custodia cada testimonio.
18
Véase Galán Vioque 2020b: 221–223 y 2021b: 1041–1045.
19
Véase Mazzucchi 1995: 387, Pontani 2002a: 590–591 y Ferreri 2005: 86.
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de la ciudad de Leipzig antes de ingresar en la Biblioteca universitaria en
1962.
8) Inc. Nápoles, BN S. Q. IX. C. 8 (Na1 ). Se trata de una copia rica
en escolios, pero transcritos, según Ferreri 2005: 96–97, por un copista
descuidado que parece limitarse a reproducir mecánicamente su antígrafo y que, gracias al descubrimiento del incunable de Toledo, hemos
identificado con Zenobio Acciaiuoli (1461–1519)20 . Fue propiedad del
humanista napolitano Antonio Seripando (1476–1531), quien lo heredó
del calabrés Aulo Giano Parrasio (1470–1522)21 .
9) Inc. Nápoles, BN S. Q. IX. C. 7 (Na2 ). Presenta escolios solo en los
ff. Aiv –Aiii y perteneció también a la biblioteca de Antonio Seripando,
pero no a Parrasio22 .
10) Inc. Oxford, Bodleian Library Auct. K 4.2 (Ox). Sus escolios fueron
transcritos por Constantino Mesobotes, en opinión de Nigel Wilson23 , al
igual que el ejemplar de la Universidad de Berna. La Bodleian lo adquirió
de la viuda de Edward Bernard (1638–1697) en 1697 por dos libras24 .
11) Inc. París Rés. Yb 484 (Pa). Una gran parte de sus escolios han sido
atribuidos a la mano de Aristóbulo Apostolides (ca. 1468–1535), aunque
no unánimemente25 . Perteneció a Gian Francesco d’A sola (1498–1557)
e ingresó en la Biblioteca Nacional de Francia junto con setenta y siete
códices griegos que fueron donados o vendidos por su dueño a Francisco
I en 154226 .
12) Inc. Toledo, BCp 81-38 (To). Se trata de un incunable cuyos escolios fueron transcritos por el monje dominico Zenobio Acciaiuoli en su
residencia en Roma, el Oratorio de San Silvestre en la colina del Quirinal,
en 1518,27 según se indica en una nota en el f. Aiv en la que se añade
20
Véase infra. Para la escritura de Acciaiuoli, véase Eleuteri y Canart 1991: 60–62.
Véase f. ΚΚviiiv y Tristano 1989: 9. Parrasio residió en Roma entre 1515 y 1521, coincidiendo con
Acciaiuoli cuando este transcribió los escolios de To, que están datados en 1518 (f. Aiv [lámina 1 en la
página siguiente]) (véase Tristano 1989: 12–14).
22
Véase Ferreri 2005: 97 n. 72.
23
Véase Bod-Inc online: http://incunables.bodleian.ox.ac.uk/record/A-308 (07/09/22).
24
Es probable que se trate del n.º 349 del catálogo de adquisiciones elaborado por Humfrey Wanley
(1672–1726) para la biblioteca Bodleian (véase Library Records c. 1816, p. 10 y Galán Vioque 2021b:
1041–1045).
25
Véase Pontani 2002a: 571–573.
26
Tiene su ex libris en el f. Aii: A me Io(anne) Francisco Asulano, y aparece citado en la lista, elaborada
por el copista cretense Angelo Vergikios (1505–1569), de manuscritos y volúmenes griegos presentes
en la biblioteca del palacio de Fontainebleau en 1545 (París, BNF gr. 3064, f. 12v ). Véanse Omont 1889:
VI (especialmente los apéndices II, 367, n.º 251 y VI, 456, n.º 6) y Cataldi Palau 1998: 9, 385–388. Para
una descripción de este volumen y sus notas, véase Cataldi Palau 1998: 589–590.
27
Recuérdese que pocos años antes, hacia 1513–1514, el Papa León X había fundado también en el
Quirinal en la casa de Angelo Colocci (1474–1549), apenas a 600 metros de distancia, un Collegio
21
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guillermo galán vioque
que los escolios se han extraído ex Epigrammatario Graeco M. Musuri
(véase lámina 1). Formó parte de la biblioteca del teólogo griego y también bibliotecario de la Vaticana Leone Allacci (1586–1669)28 y, aunque
se conocía su existencia desde la edición de Jacobs (1798: I/1, CXXIV),
permanecía ilocalizado29 . Según Jacobs (1798: I/1, CXXIV), en su época
estaba en Roma en la biblioteca del Cardenal Francesco Saverio de Zelada
(1717–1801), cuyos manuscritos fueron donados a la Biblioteca Capitular
de la Catedral de Toledo hacia 1798–179930 . Aunque sus impresos siguieron otro camino y en su mayoría acabaron en la biblioteca Vaticana o en la
Malatestiana de Cesena, algunos viajaron también a Toledo, siendo muy
probable que este incunable acompañase a los códices por sus numerosas
notas manuscritas31 .
LÁMINA 1: Inc. Toledo, BCp 81-38, f. Aiv © Catedral Primada
de Toledo. Biblioteca Capitular
13) Inc. Troyes 277 (Tr). Contiene un número reducido de escolios
y en ella se prescinde prácticamente de las glosas interlineales. Sus notas
fueron transcritas por Aristóbulo Apostolides32 . Perteneció al abogado
greco bajo la dirección de Láscaris y para el que Musuro reclutaba estudiantes aventajados de familias
griegas (véase Lefranc 1891: 291, Saladin 2000: 157–188, 2013: 101–122, Pagliaroli 2004: 215–293
y Lamers 2015: 231).
28
Véase su ex libris en el f. Aiv : Ex Bibl. Allatii. Su biblioteca fue legada a su muerte a la Biblioteca
Vallicelliana de Roma (véase Laemmer 1864).
29
Véanse también Calderini 1912: 239–240, Pontani 2002a:561–562 y Ferreri 2005: 95–96. Aparece
incorrectamente descrito en el catálogo de impresos de la Biblioteca Capitular de la Catedral de
Toledo, donde no se identifica este incunable y se indica que fue probablemente impreso entre 1501
y 1600 (Fernández Collado 2009: 261, n.º 969), y está ausente de su catálogo de incunables (Fernández
Collado 2012). Sí está incluido en los catálogos de Octavio de Toledo 1906: 9 (n. 17) y de García
Craviotto 1989: I, 62 n.º 2389. En sus hojas de guarda finales Acciaiuoli transcribió, entre otros textos,
los fr. 327–328 de Pseudo-Arquíloco, siendo, pues, el primer testimonio manuscrito de estos poemas.
30
Véase Pérez Martín 2010: 568–574 y Guerrieri 2014: 229–250. Su residencia suele ubicarse en el
Palazzo Margani en via Aracoeli, 13 (véase Pérez Martín 2010: 568–569 y Guerrieri 2014: 233–234).
31
Véase Pérez Martín 2010: 582. En el verso de la hoja de guarda inicial aparece la signatura «Cajon
81. Num. 38», aunque sin la denominación «Zelada» típica de los ejemplares que proceden de la
biblioteca del Cardenal (véase Pérez Martín 2010: 571). Para reconstruir cómo un incunable de Leone
Allacci acabó en Toledo junto al legado del Cardenal Zelada hay que recordar que este último tenía
fama en su época de enriquecer su biblioteca con libros ajenos (véanse Pérez Martín 2010: 578 y 581,
McManamon 2013: 25 y Miguel Alonso 2018: 360).
32
Véase Pontani 2002a: 571–573.
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los escolios a la antología planudea en españa
francés François Pithou (1543–1621), quien a su muerte donó sus bienes,
incluida la biblioteca familiar, al Collège de l’Oratoire de Troyes. Fue uno
de los ejemplares utilizados para los escolios incluidos en la edición de
los herederos de Wechel (1600), junto a otro ejemplar hoy perdido que
perteneció al bibliófilo Paul Petau (1568–1614)33 .
14) Inc. Venezia, BMarc. gr. IX 38 (Ma). Presenta una selección muy
reducida de escolios distribuidos a lo largo de todo el ejemplar. Procede
de la biblioteca familiar de Girolamo Contarini (1770–1843), que legó a la
Marciana sus novecientos seis manuscritos y cuatro mil libros impresos34 .
A estos incunables hay que sumar un ejemplar con escolios hasta el
f. Ζ que perteneció al erudito Christoph Gottlieb von Murr (1733–1811),
según el testimonio de Jacobs (1798: I/1, CXXIV)35 , y otro que estaba en la
biblioteca de Fulvio Orsini que L. Ferreri (2005: 81–82 n. 1) ha propuesto
identificar con la copia n.º 45 mencionada en el catálogo de impresos de
Orsini (Ciudad del Vaticano, BAV lat. 7205, f. 17v ) que aparece descrita
como Epigrammatario Greco, che fu di Andrea Aleriense, scholiato, in 4º,
coperto di corame rosso36 .
En cuanto a los manuscritos, todos ellos contienen escolios que han sido
transcritos partiendo de las notas de los márgenes de los incunables o de
otros códices, aunque en la mayoría de los casos no se puede identificar
su original. En total se trata de doce manuscritos37 .
15) Ms. Ciudad del Vaticano, BAV gr. 1464, ff. 119–213 (16th ) (V1 ).
Contiene numerosos escolios, siendo especialmente rico en glosas interlineales, pero llega solo hasta el sexto epigrama del libro cuarto (AP 16.36)38 .
Faltan, además, los escolios de los epigramas finales del libro segundo que
deberían haber sido copiados en los ff. 185v –190v39 .
16) Ms. Ciudad del Vaticano, BAV gr. 1408, ff. 162–213v (16th ) (V2 ).
33
Véase Wechel 1600, f. ii.
Véase Zorzi 1987: 380–381.
35
Sobre el destino de su inmensa biblioteca, véase Murr 1811: III–IV.
36
Véase de Nolhac 1887: 354. Sobre la discutida identidad de Andrea Aleriense, véase de Nolhac 1887:
229 y Ferreri 2002: 172. De Nolhac identifica erróneamente este volumen con Xe (véase de Nolhac
1887: 158 n. 4 y Ferreri 2002: 172–173).
37
Existen, además, dos comentarios latinos de estos epigramas que recogen gran parte de la tradición de
los escolios de Musuro y otros comentaristas de la época. Es el caso, por ejemplo, de los comentarios
de Lattanzio Tolomeo (Ciudad del Vaticano, BAV Vat. gr. 1169; fue parcialmente copiado por Fulvio
Orsini en Ciudad del Vaticano, BAV Vat. gr. 1416, ff. 236–270v) y Girolamo Aleandro (Nápoles,
Biblioteca nazionale, II.D.44 y Milán, Biblioteca Ambrosiana, O.122 sup., copiado este último por
Lazzaro Bonamico) (véanse Mioni 1975: 299 y Meschini 1982: 23–62).
38
Corresponde al f. Xii en la edición de Láscaris (véase Wechel 1600: 431).
39
El último escolio que aparece recogido es una nota a AP 11.401.2 (f. 185). Se trata de los epigramas
recogidos en la edición de Láscaris en los ff. Λviiiv –Ξvv .
34
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guillermo galán vioque
Su copia se ha atribuido erróneamente a Láscaris, cuyo nombre aparece
en el margen superior del f. 16240 . Contiene escolios a los siete libros de la
Antología de Planudes numerados según el orden de cada epigrama por
libro.
17) Ms. Madrid, BNE gr. 4715, ff. 1–59v (Roma, 1552) (M). Los folios que contienen estos escolios fueron copiados por el prolífico copista
Camilo Véneto o Zanetti en Roma en 155241 y contiene dos versiones,
una en los ff. 1–45 (M1 ) y otra que comienza a copiar en los márgenes
de los ff. 1r–v y que transcribe de nuevo íntegros a partir del f. 45 (M2 )42 .
Perteneció a la biblioteca del Cardenal Francisco de Mendoza y Bovadilla
(1508–1566), cuyos manuscritos, después de haber estado varias décadas en Toledo, fueron cedidos hacia 1650 al convento dominico de San
Vicente Ferrer de Plasencia y de ahí pasaron en su mayoría en 1739 a la
Biblioteca entonces Real, hoy Nacional43 .
18) Ms. Milán, BAmbros. F 30 sup. (333), ff. 1–102v (ca. 1511–1520)
1
(A ). Es un apógrafo de Pa44 . Los folios 1–32v de este manuscrito fueron
copiados por Aristóbulo Apostolides45 .
19) Ms. Milán, BAmbros. D 137 suss. 12–13, ff. 1–10 (A2 )46 . Se trata de
un manuscrito de procedencia desconocida compuesto por fragmentos
de otros códices griegos y latinos, entre los que los fragmentos 2 al 49 son
griegos. Los escolios a la Antología Planudea se testimonian en diez folios
en los que se recoge una selección de escolios que van desde el epigrama
AP 7.342 (libro I) al 5.4 (libro VII)47 . Fueron copiados por un copista no
identificado que Cesare Pasini data en la primera mitad del siglo XVI48 .
40
Véase Pontani 2002a: 561 n. 1 y Ferreri 2005: 96.
Subscriptio, probablemente debida a otra mano, en f. 479 (véase Gaspari 2010: I, 236–240).
42
Sobre este copista, véase Derenzini 1989: 19–43 y Gaspari 2010: I, 233–241 (láminas en II, 801–807).
43
Véanse Graux 1982: 62–67, Fernández Pomar 1965: 33–102, de Andrés 1974: 5–65, Pérez Martín 2011:
59–96, Domingo Malvadí 2011: 88, e infra. Por otra parte, en su biblioteca hubo un ejemplar de la
edición de Láscaris que ha pasado desapercibido, pues en el catálogo de las obras que ingresaron en
la Nacional en la permuta de 1739 figura con el número 31 una Anthologia Graeca litteris maiusculis
cusa, sine nota loci, nec typography. 4º, graece (véase Fernández Pomar 1965: 81). El único ejemplar
de esta edición que se custodia actualmente en la Nacional es Inc. Madrid, BNE I-1620 que contiene
en sus hojas de guarda anotaciones de Nicolás Sofiano y cuya vía de entrada es desconocida (véase
Martínez Manzano 2019: 241–255, esp. 249). Hay que recordar que, según Graux 1982: 90, hasta once
manuscritos de la biblioteca del Cardenal no presentan ninguna huella de su procedencia y que su
biblioteca contaba con varios incunables que hoy están en la Nacional (véase Fernández Pomar 1965:
44 y 79–86).
44
Véanse Calderini 1912: 227–279, Hutton 1935: 156, Mioni 1975: 291–292 y Sicherl 1978: 97–98.
45
Véanse Calderini 1912: 227–278, Mioni 1975: 291 y Pontani 2002a: 570.
46
Debo el conocimiento de este testimonio a la amabilidad del profesor Nigel Wilson (Lincoln College,
University of Oxford).
47
Ff. Δviiiv –ΙΙviv en la edición de Láscaris.
48
Véase Pasini 1997: 95.
41
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los escolios a la antología planudea en españa
Los escolios van precedidos por el número de la página de la segunda
o tercera edición aldina, salvo algunos errores, pero es probable que se
utilizase un ejemplar de la edición de 1521, porque es la única que en AP
7.342.1 adopta la corrección supra lineam de Pl (Προύλαβον), que aparece
recogida en este testimonio junto a la lectura unánime de los manuscritos
(Κάτθανον)49 . Todos los escolios que contiene están representados en
otros testimonios, salvo la nota a AP 9.503.4 (Páladas) (f. 2v ) en la que
incorpora un comentario en el que se remite a Erasmo, Adagia II.IV.43
(1343): Ἀνάγνωθι Ἐρασμὸν ἐν ταῖς παροιμίαις50 .
Se conservan, además, cinco apógrafos de M transcritos por el copista
griego Andrés Darmario (1540–post 1586) entre 1577 y 1580: 20) El
Escorial, BMon. R III 26 (n.º 60), 21) Londres, BL Royal ms. 16 C XVIII,
22) París, BNF suppl. gr. 316, 23) Salamanca, BU 2730, ff. 1–199v , y 24)
Turín, BNU C VI 11 (240)51 . Aunque su valor para el establecimiento
del texto es insignificante, sí son útiles para conocer la difusión de estos
escolios en el siglo XVI.
Y en la biblioteca Bodleian se custodian dos copias manuscritas realizadas ya en el siglo XVIII por el erudito holandés Jacques Philippe d’Orville
(1696–1751), una, Oxford, Bodleian d’Orville 259 (25), de las notas del incunable de París (Pa), y otra, Oxford, Bodleian d’Orville 260 (26), del
apógrafo de Darmario custodiado en Turín (24). Al igual que las copias
darmarianas, su relevancia para el establecimiento del texto es nula más
allá de que la copia del manuscrito de Turín es útil para reconstruir en su
integridad su original, que sufrió daños importantes en el incendio de la
Biblioteca Nazionale Universitaria de Turín de 190452 .
Por último, como he mencionado, hubo un manuscrito en El Escorial
que contenía estos escolios, El Escorial, BMon. deperditus 286 (E I 17)
(siglo XVI). Se trata de un códice que desapareció en el incendio del monasterio de El Escorial de 1671 y que perteneció a Diego Hurtado de Mendoza
(ca. 1503–1575), cuyos manuscritos ingresaron en El Escorial en 157653 .
49
Esta corrección aparece recomendada en la Ἐπιδιόρθωσις o fe de erratas que cierra la edición de 1503
(f. MMviiiv ) (se reproduce también en la edición juntina de 1519 [pp. 399–410]).
Este adagium ya apareció en la primera edición de 1508 (pp. 146–147), aunque se iría ampliando en
las sucesivas ediciones. Sobre los epigramas de la Antología en los Adagia de Erasmo, véase Citti 2007:
399–430, esp. 419–422.
51
No son estos los únicos manuscritos de Camilo Véneto a los que Darmario tuvo acceso (véase Escobar
Chico 1993: 56 [en relación a Zaragoza, Biblioteca Capitular 6], copista con el que colaboró en la
copia de algunos códices, quizás incluso durante una estancia en Madrid (véase Martínez Manzano
2015: 207–211 y 224).
52
Véase Galán Vioque 2015: 167–180 y 2021a: 167–207.
53
Se trata del manuscrito n.º 134 del catálogo publicado por Hobson 1999: 239 (véase también Martínez
50
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guillermo galán vioque
Según los catálogos antiguos, contenía a partir del f. 245 una copia de los
escolios a la Planudea elaborada por Aristóbulo Apostolides54 .
Al tratarse de una transmisión abierta y contaminada, en el sentido de
que en muchos casos los escolios fueron copiados en diferentes épocas
y manejando diversas fuentes, es difícil determinar una filiación entre los
testimonios55 .
Aun así, parece claro que el núcleo de los escolios hay que buscarlo en el
incunable de Musuro, Va, del que derivan sus apógrafos Ve, Vu y Ca, que
son útiles para la interpretación de las lagunas y pasajes de difícil lectura
de Va y que forman parte todos ellos de la familia que se suele denominar
μ por contener el núcleo de los escolios de Musuro56 . Entre ellos Vu es
una copia muy fiel, en la que se han transcrito por contaminación escolios
procedentes de la otra familia57 , mientras que Ve es una copia descuidada
y con muchos errores. Por su parte, Ca recoge un número muy reducido
de escolios, pero sí numerosas conjeturas al texto de los epigramas que,
en la mayoría de las ocasiones, proceden de Va.
En cuanto a la llamada recensio lascariana a la que pertenecen los
demás incunables y todos los manuscritos, dejando para el final el análisis
de la filiación de los testimonios custodiados en bibliotecas españolas58 ,
reconstruimos que existió un cuarto apógrafo de Va que incorporó, junto
a gran parte de las notas de Musuro, escolios del entorno de Láscaris,
incluidos los epigramas griegos suyos y las versiones latinas de epigramas
de la Antología que he mencionado antes. A este incunable no identificado
lo denominamos, con Ferreri 2005: 98, λ y es el origen de todos los demás
testimonios.
De λ deriva directamente Xe, que es el único incunable de esta familia
que presenta los escolios a AP 9.357.4 según la versión de μ59 . Junto a Xe
Manzano 2018: 414). Sobre el destino de su biblioteca, véase González Palencia y Mele 1941: I, 261
y 1942: II, 393–395.
Véase de Andrés 1968: 128. Para otras obras presentes en este códice, véase infra.
55
Véase en este sentido Ferreri 2005, 113, quien la denomina recensione aperta.
56
Véase Gallavotti 1960: 23, Mioni 1975: 294, Pontani 2002a: 586 y Ferreri 2005: 82–84.
57
Véanse, por ejemplo, los escolios a AP 9.12.1 (Leónidas) (f. Αiiiv ), 9.291.1 (Crinágoras) (f. Αv) y 9.561.1
(f. Αiiv ) (cf. Ferreri 2005: 113–114).
58
Por razones de espacio y para evitar repeticiones, incluyo en cada caso también las lecturas de To que
analizaré después.
59
Xe no puede ser el origen de esta familia porque omite escolios que se testimonian en Va y en todos
o algunos de los demás representantes de λ. Así ocurre, por ejemplo, en los escolios a AP 9.310, donde
se recoge una cita en latín de Plin. NH 8.19 en Va que está ausente en Xe, pero se testimonia en Na1
y To, 11.292 (f. Ξivv ), donde en Va se recoge una cita de la Suda (Θ 122, s. u. Θεμίστιος) que no se
testimonia en Xe, pero a la que sí se remite, sin recogerla, en algunos de los testimonios de la recensio
lascariana (por ejemplo, en Be, Na1 , Ox, Pa, To, M1 y V2 ), 11.437.2 (Arato) (f. Mviiv ), donde en Va
54
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existió, sin duda, otro incunable no localizado al que denominamos α, que
derivaría también de λ, pero que presentaría la versión reducida de los
escolios a AP 9.357.4 que se testimonia en el resto de los testimonios60 .
Entre los descendientes de α se distinguen dos grupos. Por un lado, Be,
Ox, Na1 y Na2 , aunque este último presenta escasos escolios61 y, por otro,
los demás testimonios que derivarían previsiblemente de otro ejemplar
no localizado (β). Be, Ox y Na1 comparten numerosas peculiaridades que
los separan del resto de los testimonios, como ocurre, por ejemplo, en los
siguientes pasajes:
9.5 (f. Bviiiv ) (lemma) τούτου το δῆγμα Be Ox Na1 To : τὸ δῆγμα τούτου β
9.7.1 (Julio Polieno) (f. Γviii) τὸ θεῖον διαφυλάττη Be Ox Na1 To : αὐτοῖς
φυλάττη τὸ θεῖον β
9.16.1 (Meleagro) (f. Γv) Θαλωτή Xe Be Ox Na1 To : Θαλωστή β (cf. Paus.
9.35.2)
9.75.1 (Eveno) (f. Αvii) εἰς ἄλλεσθαι Ox : εἰσάλλεσθε Be (αι supra lineam) Na1
To : εἰς τὸ ἄλλεσθαι β (cf. Eub. 3, fr. 7.2 [apud schol. uet. Ar. Plu. 1129d])
9.82.6 (Antípatro de Sidón) (f. Ζii) μεθυσθέντες καὶ ὕπνῳ δαμέντες Be Ox Na1
To : μεθυσθέντες β
9.162.3 (f. Βviv ) Ἑλικὼν ὄρος Βοιωτίας… Ἑλικωνίδα β : om. Be Ox Na1 To
9.204.1 (Agatías) (f. Αivv ) ἀείρας βεβλήκει· στῆθος βεβλήκει Pa V1 A1 M1 : ἀείρας στῆθος βεβλήκει (sic) Tr : ἀείρας βεβλήκει cett. (cf. Hom. Il. 14.411–412)
9.204.2 (Agatías) (f. Αv) Διὸς πρόρριζος Be Ox Na1 To : Διὸς ἐξερίπῃ δρῦς
πρόρριζος cett. (ἐξερίπῃ δρῦς Pa supra lineam) (cf. Hom. Il. 14.414–415,
418)
9.233.6 (Ericio) (Αivv ) ἤγουν πυρέθρου Be Ox Na1 To : πυρέθρου β
y Be, Na1 , Ox, Pa y To se recoge una cita de Ar. Ach. 2 ausente de Xe (y Tr), 9.437 (Teócrito) (Βviiiv ), en
el que el escoliasta completa el epigrama con los versos que no están testimoniados en Pl tras haberlos
encontrado in uetustissimo codice, según anota el propio Musuro en Va. Este escolio también se recoge
en Vu y Ve, pero no en Xe y está presente en Be (parcialmente), Ox, Na1 , Pa, To, Tr, A1 , M1 , V1 y V2 .
60
Las principales diferencias entre las versiones del escolio a AP 9.357.4 entre, por un lado, μ, Xe y,
como veremos más adelante, M2 , y, por otro, el resto de los testimonios consisten en la supresión
de un párrafo al comienzo (ὅτι τοῖς Ἰσθμοῖ νικῶσι… ἐπωνομάσθη) y la omisión de las citas de Plu.
Tim. 676D.1–10 y Symp. 676F, que no se recogen en los incunables conservados de la familia λ salvo
en Xe (y M2 ) (la segunda cita se simplifica con un escueto ὡς Εὐφορίων μαρτυρεῖ). En esta familia
hay errores que deben remontarse ya a λ, como, por ejemplo, en el escolio a AP 9.16.1 (Meleagro)
(f. Γv) Θαλλὼ τὴν θεὸν ὀνομάζοντες μ : ἐστὶν ὄνομα ὥσπερ καὶ Θαλωτή Xe Be Ox Na1 To : ἐστὶν
ὄνομα ὥσπερ καὶ Θαλωστή β (cf. Paus. 9.35.2); y en el mismo escolio: Πειθὼ μ Na1 corr. To : Πειρὼ λ
(Πυρὼ Tr).
61
A pesar de los escasos escolios que presenta parece que se alinea con Be y Ox. Presenta la versión
abreviada de los escolios a AP 9.357 y con Be, Ox, Na1 , To y Tr comparte presentar el texto íntegro en
el escolio al verso 4 (f. Αii) ἐν Δήλῳ ἀγῶνα… ἐν Δήλῳ μνήμην (véase infra), pero se distancia de Na1 ,
To y Tr al presentar los mismos escolios que Be y Ox a AP 16.2.1 (Simónides) (f. Aiiv ), ausentes de
ambos. No es copia de Be, ni Ox, sino directamente de su antígrafo, porque en el escolio antes citado
recoge también la cita latina testimoniada en Xe.
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guillermo galán vioque
9.298.1 (Antífilo) (f. Αiv) σκίμποδα δὲ λέγουσι Be Ox Na1 To : σκίμποδα
λέγουσι β
9.323.6 (Antípatro) (f. Αiii) ἐχρήσατο δὲ λέξει Be Ox Na1 To : ἐχρήσατο τῇ
λέξει β : ἐχρήσατο δὲ τῇ λέξει μ Xe
9.323.6 (Antípatro) (f. Αiii) ἀνωτάτω σώματα Be Ox Na1 To : ἄνω τοῦ σώματος
β (cf. Suda θ 497)
9.573.6 (Amiano) (f. Biv ) ἔχοντας Be Ox Na1 : ἔχοντα β : ἔχων To corr.
11.114.6 (Lucilio) (f. Λvi) μετενήνεκται Be Ox Na1 To : μετενήνεκται δὲ β
11.115.2 (Lucilio) (f. Λvi) Ἀμφικράτης μ Be Ox Na1 To : Ἀμφικράτης ἰατρὸς
κακός Xe : om. β
16.13.2 (Platón) (f. B viiiv ) καὶ τὴν ἀγριότητα Be Ox Na1 To : καὶ ἀγριότητα β
16.13.4 (Platón) (f. B viiiv ) εἰ σε μισῶ Be Ox Na1 To : εἰ μὴ σε μισῶ β (cf. Ar. Eq.
767)
16.15.3 (f. Ζii) δεσμοῖς ἀφεύκτοις Be Ox Na1 To : ἀφεύκτοις δεσμοῖς β
Be, Ox, Na1 y Na2 presentan, además, con frecuencia una disposición
muy semejante y peculiar de los escolios que los separa de los demás
incunables.
Por su parte, Be y Ox guardan entre sí una relación muy estrecha, compartiendo escolios y variantes peculiares. Fueron transcritos por el mismo
copista, Constantino Mesobotes, pero se trata de dos copias independientes, porque en ambos hay escolios ausentes del otro62 . Prueba de su
estrecha relación son los siguientes pasajes:
9.75.1 (Eveno) (f. Αvii) ὦ ποτε ὦ παντίμητε Δήμητρος Ox To : ὦ ποτ’ ὦ παντίμητε Δήμητρος Be : ὦ πότνια πολυτίμητε Δήμητρος κόρη cett. (cf. Ar.
Ran. 336)
9.230.3 (Honesto) (f. Αviiv ) μετενήνεγκται Be Ox : μετενήνεκται cett.
9.230.3 (Honesto) (f. Αviiv ) ὄρθια κλώδαλα Be Ox : ὄρθια κνώδαλα cett.
9.496.1 (<Ateneo>) (f. Aviiv ) Ἐπικούρεοι Be Ox : Οἱ ἐπικούρεοι cett.
9.524.1 (f. Eii) θρασμὸν Be Ox : θειασμὸν cett.
9.557.2 (Antípatro) (f. Αii) τὴν Ἀργείων Be Ox (ἀποικίαν αἰνίττεται add. post
scholium ad 9.557.5 [ὑσπλήγων] Be) : τὴν Ἀργείων ἀποικίαν αἰνίττεται cett.
Además, en el escolio a AP 9.261.1 (Epígono de Tesalónica) (f. Βv) (ἐν
οἰνάνθαις), mientras que en Xe se insertan dos expresiones en latín dentro
del escolio griego, en Be y Ox se omite el texto latino dejando en ambos
62
Por ejemplo, por una parte, en Be se prescinde de todas las citas latinas, algunas de las cuales se recogen
en Ox (así ocurre con el escolio latino que acompaña a AP 9.298.6 [Antífilo] en Ox [f. Aiv], testimoniado
también en Xe). Por otra, en Ox no se testimonian los escolios a AP 9.447.1 (Juliano el Egipcio) (f. Aivv )
y 9.79.2 (Leónidas) (f. Bviiv ), ni la glosa interlineal a πλήμυραν (AP 9.291.1 [Crinágoras] [f. Av]).
Ambos aparecen también en Xe.
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los escolios a la antología planudea en españa
casos el espacio en blanco correspondiente63 . Comparten, además, numerosos escolios con Xe que están ausentes de los demás incunables de la
familia, como, por ejemplo, los escolios a AP 9.12.1 (Leónidas) (f. Aiiiv )
χωλὸν Be Ox Xe : om. μ Na1 Pa To Tr, 9.279.3 (Baso) (f. Aviv ) στόλος Be
Ox Xe : om. Na1 Pa To Tr, 9.312.4 (Zona) (f. Βviii) πρίνον Be Ox Xe : om.
Na1 Pa To Tr, 9.323.7 (Antípatro) (f. Aiiiv ) λύθρος Be Ox Xe : om. Na1 Pa
To Tr y 9.461.5 (f. Avv ) μῶλος Be Ox Xe : om. Na1 Pa To Tr.
Finalmente, entre los descendientes de β es difícil establecer una filiación clara. Pa (y su apógrafo A1 )64 y V1 comparten una serie de peculiaridades que los hacen separarse de Tr, por lo que quizás podrían proceder
ambos de otro incunable no localizado (γ). Para la singularidad de Tr
dentro de este grupo, véanse, por ejemplo, los siguientes escolios:
9.16.1 (Meleagro) (f. Γv) Καρπὸς Tr : τῆς Καρποῦς μ: Καρποὺς cett. (cf. Paus.
9.35.1–2)
9.16.1 (Meleagro) (f. Γv) ἁπλοτεράων (sic) Tr : ὁπλοτεράων cett. (cf. Paus.
9.35.4)
9.16.1 (Meleagro) (f. Γv) Πυρὼ Tr : Πειρὼ λ (Πειθὼ Na1 corr.) : Πειθὼ μ To
(cf. Paus. 9.35.6)
9.162.3 (f. Βviv ) ἔνθεος… κατεχόμενος Pa Α1 V1 M1 : om. cett.
9.283.1 (Baso) (f. Αv) διὰ γὰρ τῆς Ἄλπεων Pa Ma V1 A1 : διὰ γὰρ τῆς ἀρχῆς
τῶν Ἄλπεων cett.
9.357.4 (f. Αii) ἐν Δήλῳ μνήμην γ : ἐν Δήλῳ ἀγῶνα… ἐν Δήλῳ μνήμην cett.
9.357.4 (f. Αii) Θεολόγου. οὐ κότινος… ἐτιμήθησαν Pa V1 A1 M1 : om. cett.
9.517.4 (f. Βi) λέγεται τὴν Ἀθηνᾶν… εἶναι Pa V1 A1 M1 : om. cett.
16.13.2 (Platón) (f. Βviiiv ) δι’ἀτημέλειαν Tr : διὰ τὴν ἀτημέλειαν cett.
V1 es un testimonio especialmente interesante porque se alinea con los
descendientes de γ, pero presenta numerosos escolios testimoniados en Be,
Ox y Na1 65 que están ausentes en Pa y Tr, y escolios y glosas interlineales
que no se documentan en ningún otro testimonio66 .
Este escolio no se testimonia en Pa, Tr, Na1 , ni To.
Para A1 como apógrafo de Pa, además de múltiples coincidencias exclusivas, véanse, por ejemplo, los
escolios a AP 9.28 (f. Θiiiv ) κα ὑπὸ Pa A1 (sic) : καθεῖλον ὑπὸ cett. (cf. Paus. 2.16.5), y a AP 9.285.5
(f. Θiiv ) τ`ν ξύλινον πύργον (sic) Pa A1 : τὸν πύργον ξύλινον Be Na1 To : om. Ox Tr.
65
Así ocurre, por ejemplo, en los escolios a AP 7.229.1 (Dioscórides) (f. Oii / V1 , f. 192v –193), 7.345.1
(Aischrion) (f. Πviiv / V1 , ff.199v –200); 7.384.8 (Marco Argentario) (f. Σiiiv / V1 , f. 203), 9.405.1
(Diodoro) (f. Γviii / V1 , f. 142), 10.1 (Leónidas) (f. Ζvv / V1 , f. 154), 16.2.1 (Simónides) (f. Aiiv / V1 ,
f. 120v ).
66
Es el caso, por ejemplo, de los escolios a AP 9.162.1 (f. 135), 9.293.1 (Filipo) (ff. 126v –127) y de las
glosas interlineales a diferentes términos de los epigramas AP 9.165 (Páladas), 9.166 (Páladas) y 10.55
(Páladas) (f. 135v ).
63
64
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guillermo galán vioque
A esta subfamilia que dependería de γ también pertenecen Ma, Le
y V2 . Ma contiene algún escolio solo testimoniado en V1 , como, por ejemplo, la nota a AP 9.137.2 (Gramático) (f. Aiv) Γράφεται ἡμίτονον. Coincide,
además, con V1 en la redacción del escolio a AP 10.73.1 (Páladas) (f. Βiii)
φέρει σέ φέρε Ma V1 : φέρε cett., presentando una disposición de este
escolio muy similar a Pa, en el error de leer ἐν Φαίδρῳ (Φαίδρωνι V1 ) en
vez de ἐν Φαίδωνι en la nota a 10.106 (f. Aviii)67 y en presentar el dístico de
Aristóbulo Apostolides en f. Avi en respuesta a AP 9.476, que se testimonia
solo en V1 y Tr.
Por su parte, en Le, a pesar de los escasos escolios que recoge, se testimonia un escolio que, con la misma redacción, solo aparece en Pa, Tr, V1 ,
V2 y M1 68 y hay otros que están ausentes de Tr69 .
Y algo similar sucede con V2 , que presenta una versión descuidada
y reducida de los escolios que evita los pasajes textualmente conflictivos
omitiéndolos70 y se alinea, salvo alguna excepción, también con Pa71 .
En el caso de los testimonios custodiados en bibliotecas españolas, el incunable de Toledo (To), tal como se puede ver en los pasajes citados supra,
se alinea casi siempre con Be, Ox y Na1 frente a β y comparte las lecturas
de Na1 cuando este se separa de Be y Ox. Además, tanto To, como Na1 han
sido transcritos por el mismo copista —Zenobio Acciaiuoli, si atendemos
a la subscriptio del f. Aiv de To72 —, dada la semejanza de sus escrituras y de
la disposición de sus escolios, pero To es una copia más cuidada y contiene
algunos escolios ausentes del incunable napolitano73 .
67
Se trata de una confusión no inusual (cf., por ejemplo, Lyd. De mens. 1.11.5 y Philop. De aeternitate
mundi 253.23 y véase Ferreri 2014: 147 n. 46).
Me refiero al escolio a AP 9.323.1 (Antípatro) (f. Αiii) ἀμόλυντα· ἐκ τοῦ φορύνω τὸ μολύνω (ἀμόλυντα·
ἀπὸ τοῦ φορύνω τὸ μολύνω Xe). También se testimonia en To.
69
Es el caso, por ejemplo, de otro escolio a AP 9.323.1 (Antípatro) (f. Αiii) βοάγρια· σάκη ἐκ τῶν βοείων.
De cualquier forma, se trata de un testimonio contaminado, porque, por ejemplo, en el escolio a AP
9.323.6 (Antípatro) (f. Αiii) presenta ἐχρήσατο δὲ τῇ λέξει, como μ y Xe (véase supra).
70
Véase, por ejemplo, el tratamiento de las citas de Paus. 8.48.2–3 y Hom. Od. 6.162–163 en el escolio
a AP 9.357.4 (f. 1), en las que se omite el final de la cita de Pausanias desde ἐκ Κρήτης y la cita homérica
por completo, probablemente por presentar su antígrafo problemas de lectura.
71
Además de los escolios a AP 9.323.1 (Antípatro) (f. Αiii) citados supra, véanse, por ejemplo, los escolios
a 9.204.1 (Agatías) (f. Αivv ) ἀείρας βεβλήκει· στῆθος βεβλήκει Pa V1 A1 M1 : ἀείρας στῆθος βεβλήκει
V2 : ἀείρας στῆθος βεβλήκει (sic) Tr : ἀείρας βεβλήκει cett. (cf. Hom. Il. 14.411–412), 9.5 (f. B viiiv )
(lemma) τούτου τὸ δῆγμα Be Ox Na1 To V2 : τὸ δῆγμα τούτου β, 9.283.1 (Baso) (f. Αv) διὰ γὰρ τῆς
Ἄλπεων Pa V1 V2 A1 : διὰ γὰρ τῆς ἀρχῆς τῶν Ἄλπεων cett.
72
Véase lámina 1 en la página 243. Para manuscritos copiados o anotados por Acciaiuoli, véase Vogel
y Gardthausen 1909: 127 y Trapp 1997–1998: 150 n. 3. Para otros libros anotados por Acciaiuoli, véase,
por ejemplo, el ejemplar Ald. I 2 de la Biblioteca Vaticana (Φιλοστράτου εἰς τὸν Ἀπολλωνίου τοῦ
Τυανέως βίον βιβλία ὀκτώ, Venetiis : in ædibus Aldi, 1502 (véase de Nolhac 1887: 354, nº 46).
73
Véanse, por ejemplo, los escolios a AP 7.622.5 (Antífilo) (f. Θii), 7.690.3 (f. Ξviiiv ), 9.283.4 (Crinágoras)
(f. Av), 9.291.3 (Crinágoras) (f. Av), 9.316.5 (Leónidas) (f. Ei), 9.524.23 (f. Eiiv ) y 9.525.8 (f. Eiiv ).
68
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los escolios a la antología planudea en españa
En cuanto a los manuscritos, M2 es un testimonio muy cercano a Xe.
Ambos presentan los escolios a AP 9.357.4 según la versión de μ y son
los dos únicos testimonios que conservan el comienzo de los escolios. Se
trata de dos copias independientes de λ, porque hay diferencias textuales
entre ellos74 y cada uno presenta escolios ausentes del otro testimonio,
aun cuando se detectan numerosas semejanzas que los convierten en dos
representantes de esta familia muy cercanos75 .
Por su parte, M1 comparte muchas peculiaridades con Pa, pero sin llegar
a ser copia directa dado que preserva el texto completo en aquellos pasajes
en los que Pa y A1 presentan lagunas. Como ejemplos de su cercanía a Pa
(y, en consecuencia, a su apógrafo A1 ), véanse los siguientes pasajes:
9.563.4 (Filipo) (f. Βviiv ) ἄπυρα σῖτα… καὶ λαχάνων Pa A1 M1 (cf. Suda α 3722)
: om. cett.
6.317.2 (f. ΖΖiiv ) Πεντέλεια ὄρος… Λάδων ὁ ποταμός Pa A1 M1 (cf. Hesych. π
1409) : om. cett.
6.317.2 (f. ΖΖiiv ) λύγδη· τὸ δένδρον, ἡ λεύκη Pa A1 M1 (cf. Hesych. λ 1329) :
om. cett.
6.104.5 (Filipo) (f. ΖΖiiiiv ) τρίβολον ἄκοντα· τρίαιναν Pa A1 M1 (cf. Hesych. τ
1350) : om. cett.
6.104.5 (Filipo) (f. ΖΖiiiiv ) ἱστοβόης ὁ καί ἱστοβοεὺς… ὥσπερ ἱστός Pa A1 M1
(cf. Hesych. ι 1023) : om. cett.
7.622.5 (Antífilo) (f. Θii) εὐκόλως Pa A1 M1 : δϋσκόλως Na1 To Xe : δισκόλως
Be Ox Tr
Comparten, además, escolios únicos, como la nota a AP 9.11.6 (Filipo o Isidoro) (f. Aiiiv ). No son
copia uno de lo otro, sino de un antígrafo común, porque hay diferencias entre ellos, como se ve, por
ejemplo, en los escolios a AP 9.75.1 (Eveno) (f. Avii): ὦ ποτε ὦ παντίμητε Δήμητρος To : ὦ πότνια
πολυτίμητε Δήμητρος κόρη Na1 (cf. Ar. Ran. 336), 9.447.4 (Juliano el Egipcio) (f. Aivv ): ἐπιχώριοι To :
ἐπιχώριον Na1 , 9.483.1: τῇ φαλλαίνῃ To : τῇ φαλαίνῃ Na1 , 16.15.3 (f. Ζii): δεσμοῖς To : τοῖς δεσμοῖς
Na1 , y 16.273.5–6 (f. ΑΑvii): τὰ . . . . . . . . . . . . ἦν Na1 : τὰ ἰατρικὰ ἦν To.
74
Véanse, por ejemplo, los escolios a AP 9.357.1 (f. Aii) τετελευτηκόσι Xe : τετελευτηκόσιν M2 • ἔκτεινεν
Xe : ἀπέκτεινεν M2 • διὰ αἰτίαν ταύτην Xe : διὰ αἰτίαν τοιαύτην M2 • ὑποκειμένην Xe : κειμένην M2
(cf. schol. uet. Pi. I hyp. c 7), 9.12.1 (Leónidas) (f. Aiiiv ) χειρὶ Xe : χεροῖν M2 (cf. Hom. Il. 16.117) •
χωλὸς Xe : χωλὰ M2 ; 9.461.5 (f. Avv ) μάχη Xe : μάχα M2 ; 9.517.6 (Antípatro de Tesalónica) (f. Βi) τῷ
ὕμνῳ Xe : ὕμνῳ M2 .
75
Por ejemplo, en Μ2 no se recoge la cita de Pl. Theaet. 169b que aparece como escolio a AP 9.391.5
(Diotimo) al final del f. Aii en Xe, ni el escolio a 9.323.6 (Antípatro) (f. Aiii), ni, por su parte, Xe
recoge los escolios a AP 9.149.5 (Antípatro), 9.244.1 (Apolónides) (ambos en el f. 47v ), 9.248.3 (Boeto)
(f. 47), y 9.417.4 (Antípatro) (f. 48), 11.352.3 (Agatías) (f. 48) que se testimonian en exclusiva en M2 . Su
cercanía queda de manifiesto, entre otras cosas, porque presentan escolios que solo se testimonian en
ambos, como es el caso de los escolios a AP 6.41.3 (Agatías) (Xe, f. ΖΖiiiv / M2 , f. 59), 6.43.6 (Platón)
(Xe, f. ΗΗviv / M2 , f. 59), 6.44.1 (Xe, f. ΖΖiiiv / M2 , f. 59), 6.172.1 (Xe, f. ΖΖiii / M2 , f. 59), 6.196.1
(Estatilio Flaco) (Xe, f. ΖΖii / M2 , f. 59), 9.157.5 (Xe, f. Γvv / M2 , f. 48), 9.342.4 (Parmenión) (Xe, f. Εvi
/ M2 , f. 48), 9.416.4 (Agatías) (Xe, f. Ηi / M2 , f.48v ) ,11.319.3 (Lucilio) (Xe, f. Λvi / M2 , f. 52v ), 11.319.5
(Lucilio) (Xe, f. Λvi / M2 , f. 52v ), 11.115.2 (Lucilio) (Xe, f. Λvi / M2 , f. 52v ) y 11.115.4 (Lucilio) (Xe,
f. Λvi / M2 , f. 52v ). En M2 incluso se recoge el epigr. 33 de Láscaris (f. 58v ) (Xe, f. Χviii).
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
guillermo galán vioque
En cuanto a los manuscritos darmarianos custodiados en las bibliotecas
de Salamanca y El Escorial, como ya he señalado, ambos son copia directa
del manuscrito M. Según se afirma en las subscriptiones de ambos códices,
Darmario los transcribió en Madrid tras encontrar el antígrafo en la biblioteca del Cardenal Mendoza76 , cuya biblioteca estaba en Toledo, porque
a su muerte sus libros y manuscritos pasaron a manos de su hermano
Fernando de Mendoza, canónigo de la catedral de Toledo77 .
Por último, del manuscrito escurialense perdido es poco lo que sabemos más allá de su contenido, que fue propiedad de Diego Hurtado de
Mendoza, y que los escolios a la Planudea habrían sido copiados por
Aristóbulo Apostolides78 .
A partir de ahí podemos deducir que fue probablemente copiado en
Venecia por encargo de Diego Hurtado de Mendoza, quien durante su
estancia en la ciudad de los canales como embajador de Carlos V entre
1539 y 1546 solía contratar, entre otros muchos, a Aristóbulo Apostolides
para conseguir copias de manuscritos griegos79 . Aunque entra dentro del
terreno de la mera hipótesis, al tratarse del mismo copista, es probable
que este, al igual que hizo a la hora de copiar A1 , utilizase también como
76
Véase Graux 1982: 65 y Galán Vioque 2014: 292–293. El salmanticense fue terminado de copiar el 24
de julio de 1577 (subscriptio en f. 300v ), mientras que el escurialense está datado un año después el 18
de junio (f. 187v ). Según las subscriptiones de sus copias, Darmario pasó un largo período copiando
códices entre Madrid, El Escorial y Toledo entre 1573 y 1579 (véase Escobar Chico 1993: 29–30).
Para la copia de El Escorial, BMon. Υ III 12, datada el 17 de noviembre de 1576, también utilizó un
manuscrito de la Biblioteca del Cardenal Mendoza en Toledo, según apunta en su subscriptio (f. 368v ).
Lo mismo se documenta en el caso de la copia de El Escorial, BMon. Ω IV 17 (subscriptio en el f. 92),
Salamanca, BU 2730, Bruselas, Bibliothèque Royale 85 y New Haven, YU Beinecke 269, para los que
recurrió precisamente a M (véase Martínez Manzano 2008: 405–423).
77
Después, en 1588, pasarían a manos del arzobispo de Toledo García de Loaisa y Girón (1534–1599)
(para su destino posterior, véase supra). Durante este período toledano de la biblioteca del Cardenal
Mendoza era habitual que proveyese de originales a diversos copistas griegos que vivían del comercio de
copias de obras inéditas, tales como el propio Darmario, su colaborador Nicolás de la Torre y Antonio
Calosinás (véase Fernández Pomar 1965: 50–53, Canfora 2001: 92–93 y Martínez Manzano 2015:
209–211).
78
Véase Graux 1982: 185, de Andrés 1968: 128 y Martínez Manzano 2018: 318. Conocemos estos
datos porque aparece mencionado en algunos de los catálogos antiguos de los manuscritos griegos
de Hurtado de Mendoza, como en el Memorial de los libros griegos de mano de la librería del Sr. Don
Diego Hurtado de Mendoza (1546) (Londres, BL Egerton 602, ff. 289–296) en los números 322–325 (=
252) entre los libros «que dio el turco», en referencia al sultán Solimán, pero ello no es más que uno de
los muchos errores que contiene este listado (véase Graux 1982: 191–195, 278 y 377, Martínez Manzano
2018: 383–386). También aparece con el número 134 en la copia que Jean Matal (ca. 1517–1597) hizo
en Roma hacia 1549 del catálogo de Arnoldo Arlenio (ca. 1510–1582), bibliotecario de Hurtado de
Mendoza (Cambridge, UL Add. 565, ff. 136–146v , véase Hobson 1999: 239), en las líneas 7 y 8 del
f. 18v del catálogo de Antoine Morillon (ca. 1520–1556) (Besançon, BM Ms. Granvelle 90, ff. 11–18v
[véase Kimball Brooker 2014: 101]) y con el número 391 en el catálogo publicado por de Andrés 1964:
266 (Besançon, BM 1284). Para otros catálogos de esta colección, véase de Andrés 1961: 261–396
y Martínez Manzano 2018: 319–325.
79
Véase Miller 1848: III–IV y Hobson 1999: 73–77. En la argumentación que sigue retomo con nuevos
datos lo ya expuesto en Galán Vioque 2014: 294–297
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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los escolios a la antología planudea en españa
antígrafo Pa, que entonces estaba en Venecia en la biblioteca de Gian
Francesco d’A sola80 .
Además, la coincidencia de varios indicios nos lleva a pensar que es
posible que el escurialense perdido sea el antígrafo de M1 81 . Ambos
manuscritos presentan muchas coincidencias en cuanto a su contenido82
y ambos pasaron por las manos del bibliófilo Juan Páez de Castro (ca.
1510–1570)83 , quien en la fecha de copia de M, 1552, trabajaba en Roma
al servicio del Cardenal Mendoza84 . En Roma también residía desde 1547
Diego Hurtado de Mendoza en calidad de embajador de la Corona85 .
Finalmente, tenemos constancia de varias situaciones idénticas. Es el
caso, por ejemplo, del manuscrito Madrid, BNE gr. 4719, cuya copia fue
encargada por Páez de Castro para el Cardenal Mendoza y realizada por
Juan Mauromates (ca. 1515–1573) en 1549 a partir del códice El Escorial,
BMon. Υ I 12, que entonces era propiedad de Hurtado de Mendoza86 , de
los códices Madrid, BNE gr. 4721 y 4722, que fueron copiados en Roma
en 1552 por el mismo copista también por indicación de Páez de Castro
utilizando unos manuscritos de la biblioteca de Hurtado de Mendoza (El
Escorial, BMon. Υ I 9–10)87 y del manuscrito Madrid, BNE gr. 4718, que
es una copia realizada también por Juan Mauromates en Roma en 1553
para la biblioteca del Cardenal Mendoza a partir del códice El Escorial,
BMon. Υ I 15, que entonces pertenecía también a Hurtado de Mendoza
y que sabemos que Páez de Castro conocía88 . Todo ello evidencia que
entre 1547 y 1553, período en el que residió en Roma al servicio del
80
Véase supra.
La presencia en los márgenes de M de los números de página del incunable no es incompatible con
que los escolios se copien de un manuscrito y no del impreso, como lo demuestra, por ejemplo, la
copia de d’Orville (26) del manuscrito darmariano de Turín (24), que reproduce el número de página
que aparece en el antígrafo (véase Galán Vioque 2014: 286).
82
Además de los escolios a la Planudea, M coincide con el contenido que tenía el escurialense perdido
en los escolios de Tzetzes a la Haliéutica de Opiano y los escolios a las tragedias de Esquilo Prometeo
encadenado, Los siete contra Tebas y Los Persas.
83
Páez de Castro cita el manuscrito escurialense en una carta que dirigió a su amigo Jerónimo Zurita
(1512–1580) desde Trento el 14 de diciembre de 1545: Tengo también ciertos escolios sobre los epigramas
griegos, y sobre Opiano, y sobre la Cosmographia de Dionisio Aphro, todo de mano, griego, que saco
grandes cosas (Madrid, RAH A-112, f. 231 [véase Graux 1982: 279, 377 y 390 y Domingo Malvadí
2011: 324]). Por su parte, M tiene anotaciones marginales suyas en sus ff. 183–202v , que contienen la
obra Institutio theologica de Proclo (para las notas de Páez en este manuscrito, véase Pérez Martín
2011: 88 n. 104).
84
Véase González Palencia y Mele 1941: I, 321–324 y Domingo Malvadí 2011: 27–32.
85
Véase González Palencia y Mele 1942: II, 14–290.
86
Véase de Andrés 1986: 290 y Martínez Manzano 2018: 353 n. 107. Sobre este prolífico copista, véase
Cataldi Palau 2000: I, 335–399.
87
Véase Canfora 2001: 31 y 35, Gómez Martos 2014: 213 y Martínez Manzano 2018: 353 n. 107.
88
Véase de Andrés 1986: 288–289, Domingo Malvadí 2011: 342 y Martínez Manzano 2018: 353 n. 107.
81
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Cardenal Mendoza, Páez de Castro recurrió habitualmente a la biblioteca
de Hurtado de Mendoza89 .
Así pues, podemos reconstruir que Páez de Castro le encargó a Camilo
Véneto, que era uno de los copistas griegos afincados en Italia que habitualmente trabajaba para el Cardenal Mendoza90 , que copiase los escolios del
ejemplar de la biblioteca de Hurtado de Mendoza que conocía de sus años
en Venecia para enriquecer con ella la biblioteca de su nuevo mentor. La
tarea de copia vendría facilitada por el hecho de que Hurtado de Mendoza
no tenía problema en prestar sus manuscritos, no siendo raro, además,
que estos tardasen en ser devueltos o no lo fuesen nunca91 .
De esta forma, todos los manuscritos de los escolios a la Antología
Planudea que se conservan en bibliotecas españolas se nos desvelan íntimamente relacionados: el escurialense perdido sería el antígrafo de la
primera parte del matritense (M1 ), mientras que todo este manuscrito
(M1 + M2 ), a su vez, lo es de los dos manuscritos darmarianos conservados en España, y todos ellos, salvo M2 , son testigos tardíos de la llamada
recensio lascariana, presentando un texto muy cercano al incunable de
París (Pa).
M2 , por su parte, es un testimonio independiente similar a Xe que,
además de preservar íntegro el comienzo de los escolios, contiene algunos
escolios no testimoniados en ningún otro lugar, lo que lo convierte en
un ejemplar muy relevante para el estudio y la edición de estos escolios,
equiparable incluso a Xe, siendo ambos descendientes directos de un
apógrafo de Va perdido, que hemos denominado λ, que es el testimonio
que dio origen a toda la recensio lascariana.
Referencias bibliográficas
ANDRÉS, G. DE (1961) «Dos listas inéditas de manuscritos griegos de Hurtado de
Mendoza», La Ciudad de Dios 174, 221–396.
ANDRÉS, G. DE (1964) «La biblioteca de don Diego Hurtado de Mendoza, edición,
prólogo e identificación de obras», en Documentos para la historia de San
89
El préstamo de manuscritos y libros entre ambos debía ser habitual, pues, además de los ejemplos citados, tenemos constancia de que en el legado del Cardenal Mendoza había una edición no identificada
de la Odisea de Homero y los himnos homéricos que perteneció a Diego Hurtado de Mendoza y que
ingresó en la Biblioteca Nacional en 1739 (véase Fernández Pomar 1965: 85, n.º 126).
90
Véase Graux 1982: 94–95, de Andrés 1984: 44 y Martínez Manzano 2014: 210. Para el trabajo que
desempeñaba Páez de Castro al servicio del Cardenal Mendoza, véase Graux 1982: 60–61, Pérez
Martín 2011: 86–88 y Domingo Malvadí 2011: 28.
91
Véase Graux 1982: 185, González Palencia y Mele 1941: I, 259–260, Canfora 2001: 10, Domingo
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Still on the Sources of the Complutensian
Septuagint: Old Certainties, New Approaches1
Más sobre las fuentes de la Septuaginta Complutense: viejas
certezas y nuevos planteamientos
CARLOS A. MARTINS DE JESUS
Universidad de Granada
carlosamjesus@ugr.es
doi: 10.48232/eclas.162.10
Recibido: 12/08/2022 — Aceptado: 24/09/2022
Abstract.— This paper delivers a synthesis of the latest news about the Greek sources of the
Old Testament text edited in the Biblia Poliglota Complutensis (1517), focusing on the new
data and textual reconsiderations motivated by the final recovering and online edition of
ms. 442 (Madrid, BH UCM 22), the Greek Bible sent by the Venetian Senate at Cisneros’
petition.
Keywords.— Septuagint; Biblia Poliglota Complutensis; Marcus Musurus; Aldine Bible
Resumen.— En este trabajo se recopilan las últimas novedades respecto a las fuentes griegas
del texto del Antiguo Testamento editado en la Biblia Poliglota Complutensis (1517), destacando los nuevos datos y planteamientos textuales resultantes de la recuperación y edición
digital del ms. 442 (Madrid, BH UCM 22), la Biblia Griega enviada por el Senado de Venecia
a petición de Cisneros.
Palabras clave.— Septuaginta; Biblia Poliglota Complutensis; Marco Musuro; Biblia Aldina
1. A Codex Finally Redivivus—Crossroads between Venice and
Alcalá
Cardenal Cisneros, who was to die in November 1517, could perhaps
have seen the printed result of his Biblia Poliglota Complutensis, the most
wanted and carefully executed of his editorial projects. But the work, in
five volumes, although printed in July of that year (the colophon date
1
This paper was written within the spectrum of the research projects PID2019–105733GB–I00 and
PID2019–108931GB–I00 (Ministerio de Ciencia e Innovación, España). It is dedicated to Felipe
G. Hernández Muñoz, because, as he is always saying, «manuscripts are very grateful».
Estudios Clásicos – 162
262
still on the sources of the complutensian septuagint
of vol. IV is 10 July), had to wait for Papal sanctioning, after Erasmus’
privilege of exclusivity had passed, in 1520. That is what we all know, and
it would be enough to justify the attention given to that opus magnum at
least since the nineteenth century. But there is more, there is much more.
One must be aware of the rigorous philological work of the entire team of
Cisneros’ experts2 , the best ones of the time, among Greek, Latin, Hebrew,
and Aramaean scholars. As the philological work on the Greek text of the
Polyglot is a never-ending task, each paper that comes to light stresses its
high level, placing Alcalá at the center of the cultural Europe of the early
sixteenth century.
As far as the Greek column of the Old Testament is concerned, the
last five years provided a series of novelties, confirmations, and also the
invalidation of hypotheses previously advanced3 . That is due, mostly, to
the digital release of the last recovering of ms. 4424 (Madrid, BH UCM
22), the codex long time ago (Delitzsch 1886: 23–28) identified as the
rich parchment sent by the Venetian Serenissima to Cisneros, and also
a textual testimony for long missed by scholars. It was described in the
nineteenth century5 , before being damaged in the Spanish Civil War6 ,
and still Schenker (1994: 177–186) and even O’Connell (2006: 89, n. 537 )
consider it deperditus. The truth is the codex’s restauration started in the
mid-seventies of the last century, a very slow process that, at the beginning
of the 2000s , was able to produce a first set of 58 digitalized folia (recto and
verso), stored in a CD-ROM available for consultation at the Historical
Library Marqués de Valdecilla8 . As one reads this paper, the final digital
edition of the codex—by which Professor Felipe G. Hernández Muñoz
2
The most recent extensive work on Cisneros’ team and its work methodology is that of Martínez
Manzano 2021: 273–329.
3
They are summarized in the works of O’Connell 2006, Fernández Marcos 2009: 302–315 and 2014:
125–142; Domingo Malvadi, 2014: 270–272; Gil Fernández 2015.
4
The biblical codices discussed are cited according to the classification of Rahlfs (1914). These are the
main ones: ms. 442 (Madrid, BH UCM 22), ms. 1670 (Madrid, BH UCM 23), ms. 108 (Vat. gr. 330),
ms. 248 (Vat. gr. 346), ms. 670 (Vat. gr. 348), ms. 29 (Venice, Marc. gr. 2), ms. 121 (Marc. gr. 3), ms. 120
(Marc. gr. 4), ms. 68 (Marc. gr. 5), ms. 122 (Marc.gr. 6), ms. 731 (Marc. gr. 16), ms. N (Vat. gr. 2106),
ms. V (Marc. gr. 1). Apart from Rahlfs’ list, but important in what follows, are London, BL Add. 10968
(L), and Paris, BNF, Coisl. gr. 2 (Par.).
5
Villa-Amil y Castro (1878: 5–6 [no. 22]); Graux and Martin (1892: 125–126). The most recent description, after the final recovering of the codex, belongs to Hernández Muñoz and Martínez Manzano
2019.
6
For the (tragic) history of the Library, this and other codices, and those who risked their lives to
save them, see Torres Santo Domingo 2005: 261–285; eadem 2013: 261–269, 432–433; Valero 2013;
Domingo Malvadi, 2014: 278–280.
7
“The ms. was severely damaged during the Spanish Civil War. At the time of writing, it is in restoration,
but it is doubtful if it can be successfully restored”.
8
On the restoring process of this first stage, see Fernández Marcos 2005: 72–77.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
carlos a. martins de jesus
and myself were responsible9 —is available online, as an open-source tool,
at the website of the Historical Library10 . A true example of a recentior,
sed non deterior (Hernández Muñoz: 2022).
In what must be considered its final stage of conservation11 , with 224
out of the original 307 folia partially recovered and replaced in order
(73%)12 , these are the portions of text preserved (with internal lacunae,
of course): Jdc (1r–8r); Ruth (8r–10v); 1Reg (11r–36v); 2Reg (36v–46r);
3Reg (46r–47v); 4Reg (48r–54v); 1Par (54v–76r); 2Par (76r–103r); Prov
(103v–120v); Eccl (120v–126r); Cant (126r–129r); 1 Esd (129r–137v);
2 Esd (138r–153r); Est (153r–161v); Sap (161v–171r); Judith (171r–182v);
Tob (182v–189r); 1Mac (189v–202v); 2Mac (203r–217v), 3Mac (218r–
224v). As the codex must have been hit by a bullet and afterwards partially
incinerated, the first and final folia are the most damaged, while the inner
ones are almost fully preserved.
Scribe A has been previously identified with John Severe, the Lacedaemonian13 , already known working in Venice from 1518 to 1525, but not in
an earlier date, when the copy of ms. 442 must have occurred14 . Its model
of copy was ms. 68 (Venice, Marc. gr. 5), as stated already by Delitzsch
(1886: 23–28) after a close examination of Bessarion’s Biblical codices
(later transferred in to the Marciana). Nonetheless, that identification,
soon confirmed and accepted by other critics15 , has always faced a problem: the fact that ms. 68 does not seem to fit the description made of
it by Cisneros, in the Prologue of vol. I of the Polyglot (1515), as a cas9
10
11
It is only fair to reinforce how thankful we are to the Directive Board and the technical staff of the
Historic Library, who shared so many hours with us and the manuscript, offering us, mere textual
criticists, their experience on paleography and laboratorial techniques.
http://dioscorides.ucm.es/proyecto_digitalizacion/index.php?doc=5309456614&y=2011&p
=1. Last access 27/07/2022.
In only a few fragments that are also reproduced in the digital edition (from the hundreds that last
from the codex) could the copied text not be read (frs. 1–36 Dubia).
The digital edition gathers only the folia with legible text. Among the several losses of the codex, two
charts of 10 pages each are preserved united by the inner binding, but with no intelligible text. In one
of them must have been, for instance, the text of 2Reg 1.16–16.13, missing between fols. 36v and 37r.
13
As Bravo García 2008: 160, Ángel Espinós 2009: 177–184 (at 180–181, n.14), an opinion soon accepted
by all scholars. On John Severe, Canart 1977: 117–134.
14
Scholars are mostly unanimous on placing the copy of ms. 442 in the early years of the sixteenth
century, with no year in concrete ever suggested. In fact, as Hernández Muñoz and Martínez Manzano
2019: 142, “no hay constancia de que la Señoría veneciana haya mandado copiar expresamente este
códice en torno a 1515 para mandarlo al Cardinal Cisneros, sino que pudo obrar en poder del Senado
de la Serenísima desde años antes.” Only Eguren 1859: 17 considers the codex much older, mentioning
having seen, in fol. 1, a decoration “previous to the fourteenth century”. This is both hard to believe
and impossible to prove or dismiss.
15
E.g. Revilla Rico 1917: 98; Fernández Marcos 2005: 78–80.
12
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still on the sources of the complutensian septuagint
tigatissimus16 , as it looks like a clean and careful copy where one can
barely find any corrections or annotations17 . As I see it, there are three
possible solutions for this: one, that Cisneros uses castigatissimus as a synonym of emendatissimus, i.e. referring to a codex whose mistakes and
gaps of text had been supplied before the copy by means of a wide collation of sources18 ; two, that he is referring to another codex (or to no
manuscript in concrete), easy as it is to accept that he might not be aware
of the source of the codex he was receiving; and three, that he was describing the very codex sent to him (ms. 442), itself a good example of
a castigatissimus —even if the syntax of Cisneros’ words (note 16) makes
this last hypothesis more difficult to accept19 .
Whatever the case is, the very belonging of ms. 442 to the family of Greek
Biblical Marciani, before being sent to Alcalá, makes it a serious candidate
to have been used, at some point, within the Aldine Biblical process,
finished and published in 1518; therefore, it also stands for as a material
testimony of the Aldine-Polyglot collaboration, suggesting a continuous
exchange of codices and other information between Aldus’ and Cisneros’
scholars20 .
And the main textual link between Venice and Alcalá, as far as the Septuagint is concerned, has actually a name: Marcus Musurus (1470–1517).
Indeed, notwithstanding its clean and elegant aspect, the Madrid codex is
deeply annotated21 . First by Scribe A, afterwards by at least two unidentified scribes—who mostly marked and corrected chapter numbers—and
Musurus, a Cretan considered by many the greatest Greek scholar of his
time, a close collaborator with Aldus between 1493 and 151622 . His handwriting had already been identified in the marginalia of fol. 94r of the
Madrid codex23 , and now that it is fully available anyone can confirm that
the entire codex was reviewed by him24 . A large number of marginalia
found in the different Biblical books, adding portions of text mistakenly
16
Quibus etiam adiunximus alia non pauca, quorum partem ex Bessarionis castigatissimo codice summa
diligentia transcriptam Illustris Venetorum senatus ad nos misit.
For the description of ms. 68, see Mioni 1981: 9–10.
18
As Fernández Marcos 2009: 303–304.
19
See Hernández Muñoz 2020a: 231, n. 9.
20
See Hernández Muñoz 2020a, esp. 237, n. 25; Martins de Jesus 2020a and 2020b.
21
See Martins de Jesus 2020a and 2020b on more about the several annotations and marks of the codex.
22
Among others, he was responsible for the text of the Aristophanic Scholia (1498), Athenaeus (1514),
Hesychius (1514) and Pausanias (1516). See Geanakoplos 1962: 111–166, Bietenholz and Deutscher
1986: 472–473, Wilson 1992: 148–156, and Speranzi 2013.
23
In concrete by Bravo García 2008: 160 and Speranzi 2013: 271, who mention “fol. 92v”, following
a pencil numbering of the folia (still readable in the codex) that must reflect an inverse order.
24
We even know some of Musurus’ annotations not preserved in the codex, as they were transcript by
17
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carlos a. martins de jesus
not copied by Scribe A, as well as endless corrections and graphetai, both
in textu and in margine, are definitely to be ascribed to him25 , in the context of a work of revision close (although apparently less intensive) to the
one he performed upon a part26 of ms. L (London, BL Add. 10968)27 ,
a cartaceo where he corrects and supplements the text of 1Reg 30.12 –
2Reg 23.16–17 (fols. 2r–28v). It has been proved that L is a Druckvorlage
of the Aldine edition (Cataldi Palau 1998: 451–459), but it was hardly the
only one.
In a still unpublished paper I studied Musurus’ interventions in both
codices, particularly in the text of Kings they share (1Reg 30.12 – 2Reg 2.15
+ 2Reg 16.14 –20.18), searching for the material sources of his revision.
The first conclusion was the smaller number of interventions found in ms.
442, when compared to L, probably because its first-hand text was already
better, but also because of the direct editorial purposes of L. Nonetheless, it
is interesting to notice how Musurus, in the books of Maccabees, supplies
some lines left in blank by the Scribe of ms. 442 (e.g. 1Mac 15.10–11 [201r],
1Mac 15.28 + 15.29 [201v], 2Mac 5.14 [208r] e 2Mac 12.27 [216r]), lines
that are not copied in ms. 68 (the first model of both codices), but are still
edited in the Aldine and the Polyglot. Together, the collation performed by
Professor F. G. Hernández Muñoz and myself seem to prove the influence
of lectiones antiquissimae in Musurus’ revisions, as it seems to be the case
for ms. V (Marc. gr. 1) and N (Vat. gr. 2106), ms. 29 (Marc. gr. 2), and
even ms. 64 (Paris, BNF gr. 2), to which family Musurus somehow had to
turn.
One must remember that Musurus worked for Aldus Manutius, not the
Venetian Senate. Therefore, no other context might explain his revision
upon ms. 442 besides Aldus’ Biblical project28 .
a Librarian of the Universidad Complutense de Madrid for F. Delitzsch (apud Hernández Muñoz
2020b: 256, n. 29).
See Martins de Jesus 2020a: 727–729. Once again I would like to thank to Professor D. Speranzi for
confirm my suspicions about Musurus’ handwriting in a group of samples I sent to him.
26
In the six fasciculi conserved, only a part of the entire codex, three scribes are responsible for copying
the partial text of 1–2 Kings, Chronicles, Jeremias, Baruch, Lamentations, Letter of Jeremias, Ezequiel,
Daniel, Wisdom of Salomon, Ecclesiastes, Judith, Tobit and 2 Maccabees. The codex was later reviewed
by, at least, two other scribes, who introduced hundreds of corrections and supplements to the firsthand copy. The result was a complex and very corrupt manuscript, about which already Erasmus
complained, in a letter from June 1529, when commenting the Biblical codex used by Aldus’ printer.
Apud Kranz 1985: 63–64.
27
For its most complete description, see Cataldi Palau 1998: 451–459 + 610 and Speranzi 2013: 270–271.
For the consultation of the codex online, in open access, see http://www.bl.uk/manuscripts/Full
Display.aspx?ref=Add_MS_10968 (last access 17/01/2022).
28
An acient project, actually, as we conserve two printed folia of the beginning of what was supposed to
25
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266
still on the sources of the complutensian septuagint
2. Textual Approaches: New Possibilities
The formal study of the sources of the Complutensian Septuagint goes
back as far as Delitzsch (1886), who was the first to identify mss. 108 and
248 (the two Vatican codices lent by Pope Leo X) as the preferred sources
for the books they transmit—a conclusion that keeps being accepted in the
most recent studies (Hernández Muñoz 2020a, 2020b). He was also the
one who identified ms. 68 as the model for the copy of ms. 442, when
it was still possible to consult the Madrid codex. Of no less meaning
was Delitzsch’s acknowledging of the lack of any known sources for the
Complutensian text of the books printed in volume IV, what led him to
suggest the use of ms. 442 as the main (and, as far as he could know, the
only29 ) source for the text of Maccabees.
The final recovering of the text preserved in ms. 442 is able of (and
already is) revealing exactly in what measure was that codex used by the
Complutensian editors. Aiming to offer a sample of such an investigation,
F. G. Hernández Muñoz (2020a) collated portions of text from volumes
II, III, and IV, with very interesting conclusions relating the use of ms. 442
and, moreover, some textual connections between the Polyglot and the
Aldine that might have their explanation in that manuscript.
As for volume IV of the Polyglot (colophon 10 June 1517), the monograph of O’Connell (2006) says very few on its Greek sources, as he was
not able to collate ms. 442, still being repaired30 . It goes back to the research previously done on the Greek text of Twelve Prophets (Revilla Rico
1917: 103; Ziegler 1944: 297–310; Fernández Marcos 1979, 2009, and
2014), stressing the inclusion of very old readings (possibly came from
hexaplaria) and the use of codices yet to identify. In the aforementioned
study of Hernández Muñoz (2020a: 242–246), the collation of book 3 of
Maccabees showed that the Polyglot version (and sometimes also the
Aldine) agrees with ms. 442 post correctionem, i.e. post Musurum—even
if, at several points, the edited text seems to be the result of the editor’s
be an Aldine trilingual Bible, dated almost for sure of 1501, that never came to light. See Martins de
Jesus 2022.
29
Hernández Muñoz 2020b: 255, n. 28 suggested the possibility, to be tested by further collation, that
also ms. 671 (Vat. gr. 348) had been borrowed by Cisneros from Rome, as this codex, that transmits
only the books of Maccabees, seems to share meaningful readings with the Complutensian text.
30
Above, n. 7. It is nevertheless surprising that the author is unaware of the 58 folia of the first stage of
restoration, he that, in relation to other volumes, hypothesized the readings of ms. 442 via its model,
ms. 68, and mentioned more than once the work of Fernández Marcos 2005.
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carlos a. martins de jesus
creative work, the so-called Complutensian Greek. That, or we must still
consider the use of other so-far unidentified codices.
The on-going work of textual collation has been confirming the use of
ms. 442 also in the case of the books published in volume III of the Polyglot.
Hernández Muñoz (2020a: 238–241), after collating the beginning of
Judith, concludes that the preferred reading is actually the one given by
ms. 248 (Vat. gr. 346), even if, when there is a discrepancy, the editors
followed the reading of ms. 442, not ms. 108 (Vat. gr. 330), the other codex
lent by the Pope, that also transmits the book of Judith. And I was able to
confirm directly (Martins de Jesus 2020a: 733–734), now that the codex
is available, O’Connell’s suspicions of the influence of ms. 442, namely in
some loci from the books of Wisdom (O’Connell 2006: 142–143), Tobit,
Judith, and Esther (O’Connell 2006: 131–132)31 .
A separated commentary is required by the book of Psalms, also edited
in vol. III, as much as its manuscript Greek sources are concerned. It has
been a locus communis to accept the exclusive use of ms. 1670 (Madrid,
BH UCM 23, early sixteenth century)32 . But the codex, that T. Martínez
Manzano (2021: 318) convincingly hypothesizes to have been brought
from Venice by Demetrius Ducas, is no longer sufficient for the source of
the Complutensian Psalms. First, it lacks a line (Ps 138.23) edited both
in the Polyglot and the Aldine (Hernández Muñoz 2020a: 138, n. 30);
furthermore, ms. 1670 shows other textual discrepancies with the Complutensian edition (detected by O’Connell 2006: 136–138), which again
Martínez Manzano (2021: 320–321) was able to trace in the incunable BH
I-281, a specimen of the Aldine Psalterium, edited ca. 1496–149833 . If this
is truth, as it seems, we stand in face of yet another material example of the
Venetian-Alcalá collaboration, with Demetrius Ducas as the main agent,
but also an example of the use of printed sources (not only manuscript
ones) in the early sixteenth century.
From the Complutensian Greek text of volume II, in 1917 Revilla Rico
31
In a very interesting case (surely one among many others), what O’Connell considered an editorial
correction, the text gets a material testimony in ms. 442: Jdt 4.3 συνελέλεκτο (Ald., Polygl., ms. 442),
συνέλεκτο (sic) ms. 248.
32
De Andrés 1974: 230–232; Domingo Malvadi 2014: 278–280; Martínez Manzano 2019.
33
The author noticed, after the colophon in the last folium (fol. [150]r), that someone wrote the date
M.IIID (1497), suggesting as its author the very Demetrius Ducas, Aldus’ collaborator by those years
that might have witnessed the publishing of the Psalterium. This would ultimately provide a concrete
date to the Aldine Psalterium, normally dated ca. 1496–1498. As I write these pages, I am aware of
a full on-going collation of the text of Psalms in the Polyglot, ms. 1670, the Aldine Psalterium, and
another edition, the one by Alexander, the Cretan (1486 = incunable BH I-280), that might also have
been available for the Complutensian editors.
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still on the sources of the complutensian septuagint
published the collation of a small excerpt (2Reg 23.1b–5e) and concluded
the influence of both mss. 108 and 442, besides some personal corrections apparently close to the Hebrew text (Revilla Rico 1917: 95–111).
And very recently Hernández Muñoz (2020a: 233–234) subscribed the
same opinion, by working with the book of Judges and detecting several
discrepancies in relation to ms. 108, the Vatican codex preferably used,
that now manage to have a source in ms. 442. In a wider context, the same
author (Hernández Muñoz 2020a: 232, n. 29) dismisses ms. 56 (Paris,
BNF, gr. 3) as the main source of the Complutensian Septuagint, as once
pretended by Margolis (1931)34 .
3. Conclusions
Both the ancient and recent history of ms. 442, from its composition in
Venice in a still undefined date until its almost full destruction during the
Spanish Civil War, after 400 years quietly resting in the old Alcalá, means
a lot for textual criticists, paleographers, and historians of the book and
the libraries. As we have just seen, the latest data and on-going researches
tend to relate it to the Aldine Biblical process, as Musurus’ deep work of
revision upon it cannot be understood otherwise.
Much work is to be done. A closer paleographical analysis of the remains of the codex, attentive to its several hands, marginalia, corrections,
chapter numerations, inks, and other marks, must be able to provide new
conclusions. At a textual level, the direct collation of the entire text within
the best-preserved books (2 Chronicles, Proverbs, 1–3 Esdras, Esther, and
Wisdom) shall provide new information on the issue of both the Complutensian and the Aldine Septuagint, as it illuminates the very nature of
the Complutensian text, its collaborators and the way they worked. After
all, the world gained much more than yet a new parchment of the Greek
Bible; it gained a material testimony of the two greatest editorial monuments of the early-sixteenth century, capable of increasing our knowledge
on the editorial (globally, cultural) intercommunication between Venice
and Alcalá.
34
Non vidi. Apud O’Connell 2006: 15 n. 15, 78–80; Fernández Marcos 2014: 132–133; Gil Fernández
2015: 294.
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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271
Índice de manuscritos citados
Index of cited manuscripts
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Rijksuniversiteit
73: 31, 38
ANGERS, Bibliothèque municipale
275: 130, 151
AOSTA, Biblioteca del Seminario
Maggiore
71: 120, 122
AVRANCHES, Bibliothèque
patrimoniale
159: 134
220: 121
231: 118
232: 118, 119, 121
BAMBERG, Staatsbibliothek
Msc. Patr. 61: 110
BEC, LE, Abbaye de Notre-Dame
codex deperditus (†): 134
BERLÍN, Staatsbibliothek zu Berlin
– Preußischer Kulturbesitz
lat. qu. 1019A: 100
Magdeb. 13: 152
Phillipps 1636 (233): 218
Theol. lat. qu. 230: 151
BESANÇON, Bibliothèque
municipale
1284: 253
Duvernoy 83: 193
Granvelle 90: 253
BRESLAVIA, Biblioteka Uniwersytecka
Mil. II 150 (6180): 152
BRUSELAS, Bibliothèque des
Bollandistes
98: 144
codex deperditus (†): 148
BRUSELAS, KBR (olim Bibliothèque
Royale)
II 4856: 113
85: 253
8126-41 (3597): 88, 97
BURGO DE OSMA, EL, Biblioteca
capitular
66: 191, 193
CAMBRIDGE, University Library
Add. 565: 253
Ii.VI.11: 116
CANTERBURY, Saint Augustine’s
Abbey
codex deperditus (†): 133
CAVA DE’ TIRRENI, Badia della
SS. Trinità
2 (23): 112
CESENA, Biblioteca Malatestiana
29.3: 61
CHARTRES, Bibliothèque
municipale
92 (47) †: 111
CIUDAD DEL VATICANO, Biblioteca
Apostolica Vaticana
Barb. gr. 449: 209
Chig. H.V.140: 28, 44
Chig. R.IV.12 (gr. 12): 158, 162,
166, 171
Pal. lat. 228: 85, 100
Reg. lat. 407: 151
Reg. lat. 832: 44
Ross. 350: 151
Urb. gr. 52: 166
Vat. gr. 241: 171
Vat. gr. 330: 70, 262, 267
Vat. gr. 346: 70, 262, 267
Estudios Clásicos – 162
274
índice de manuscritos citados
Vat. gr. 348: 262, 266
Vat. gr. 899: 68
Vat. gr. 987: 210, 216, 219
Vat. gr. 1002: 206, 210
Vat. gr. 1169: 244
Vat. gr. 1305: 206
Vat. gr. 1405: 68
Vat. gr. 1408: 244
Vat. gr. 1412: 216, 241
Vat. gr. 1416: 244
Vat. gr. 1464: 244
Vat. gr. 1890: 68
Vat. gr. 2106: 262, 265
Vat. lat. 3324: 31
Vat. lat. 3864: 31
Vat. lat. 3958: 218
Vat. lat. 5763: 112
Vat. lat. 5824: 44
Vat. lat. 7205: 244
Vat. lat. 7806A: 219
Vat. lat. 11582: 44
CLAIRMARAIS, Abbaye de
Notre-Dame
codex deperditus (†): 140
COBLENZA, Landeshauptarchiv
Best. 701, Nr. 172: 99
COLONIA, Historisches Archiv
W F 231: 88, 97
COPENHAGUE, Det Kongelige
Bibliotek
GKS 415 a: 58
GKS 497: 36
NKS 2740 4º: 131, 138, 151
Thott 543: 36
CREMONA, Biblioteca Statale
93: 98
DOUAI, Bibliothèque municipale
290: 151
DUBLÍN, Trinity College
360 (D. I. 19): 133
DURHAM, Cathedral Library
B.III.8: 89
C.III.15: 117
EDIMBURGO, National Library of
Scotland
Advoc. 18.6.11: 119, 121
ERFURT, Domsarchiv
Hist. 6: 142
ERFURT, Kartäuserkloster St.
Salvatorberg
E 36 (†): 142
ERFURT, Universitätsbibliothek
Amplon. F.10: 111
Amplon. Q.351: 115
ESCORIAL, EL, Real Biblioteca del
Monasterio de San Lorenzo
a.I.13: 89, 94, 97
b.III.14: 146, 152
ç.IV.18: 44
E.I.17 (codex deperditus 286) †:
238, 246
I.II.9: 99
M.III.10: 42, 44
N.III.22: 44
Q.I.14: 43
R.I.20: 62, 65
R.II.18: 114
R.III.26: 238, 246
S.III.32: 88, 91, 96, 97, 101
Σ.I.14: 66
Σ.II.3: 221
Σ.II.7: 204–206, 208–210, 216,
220, 221, 225–227, 231–236
Σ.III.12: 61
Σ.III.15: 67
Υ.I.9: 254
Υ.I.10: 254
Υ.I.12: 254
Υ.I.15: 254
Υ.III.12: 253
y.I.13: 163
Φ.I.18: 163
Φ.II.1: 62
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
índice de manuscritos citados
X.I.13: 158, 159, 161, 163, 166,
170, 178, 179
Ω.IV.17: 253
&.II.9: 221
ESTRASBURGO, Bibliothèque
nationale et universitaire
ms.0.034: 152
FLORENCIA, Biblioteca Medicea
Laurenziana
Ashburnahm 33: 31
Plut. 10.8: 168
Plut. 19.29: 90
Plut. 58.15: 66
Plut. 68.6: 31
Plut. 68.8: 31, 33
Plut. 71.17: 163
Plut. 85.1: 167
FLORENCIA, Biblioteca Nazionale
Centrale
Sinner 39: 68
FLORENCIA, Biblioteca Riccardiana
29: 68
330: 90
GANTE, Universiteitsbibliotheek
307: 131, 152
GENÈVE: véase Ginebra
GIEẞEN, Universitätsbibliothek
674: 142, 151
GINEBRA, Bibliothèque de Genève
lat. 157: 98
GRANADA, Universidad de Granada
Caja B-17: 44
GRENOBLE, Bibliothèque
municipale
565 Rés. (259): 98
HEIDELBERG, Universitätsbibliothek
gr. 23: 238
HORNINGSHAM, Longleat House
(Marquess of Bath)
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
275
NMR 10589: 112
JENA, Thüringer Universitäts- und
Landesbibliothek
2 Op. theol. IV, 41: 151
KOBLENZ: véase Coblenza
KÖLN: véase Colonia
KØBENHAVN: véase Copenhague
LEIDEN, Universiteitsbibliotheek
BPL 16 A: 44
Voss. gr. Q. 11: 172
Voss. lat. F. 90: 44
Voss. lat. Q. 53: 31, 36, 49
LEIPZIG, Universitätsbibliothek
208: 152
LEÓN, Archivo de la Real Colegiata
de San Isidoro
41: 146, 152
LEÓN, Archivo Histórico Provincial
Fragmentos sin signatura: 91
LISBOA, Biblioteca Nacional de
Portugal
Res. 463: 58, 64, 65
LOBBES, Abbaye de Saint-Pierre
codex deperditus (†): 144
LONDRES, British Library
Add. 10084: 31
Add. 10968: 262, 265
Add. 10969: 221
Add. 30055: 89, 97
Arundel 377: 116, 117, 119
Egerton 602: 253
Harley 2892: 136
Royal MS 16 C XVIII: 246
Sloane 2030: 119
LONGLEAT HOUSE: véase Horningsham, Longleat
House
LUCCA, Biblioteca capitolare
Feliniana
490: 114
276
índice de manuscritos citados
MADRID, Biblioteca Nacional de
España
898: 147, 151
1159: 191, 193
1346: 148
4330: 90
4555: 206, 209
4580: 22, 76
4611: 58
4620: 60
4637: 65
4647: 58, 60, 61
4693: 58, 64, 65
4697: 58
4715: 238, 245
4718: 254
4719: 254
4721: 254
4722: 254
4738: 67
4809: 65
7210: 206
7805: 189
7806: 63
9522: 189
10054: 44
10238: 73
10442: 131, 146, 152
10445: 191, 193
12867: 44
12968-20: 63
Res. 242: 44
MADRID, Real Academia de la
Historia
A-112: 254
MADRID, Universidad Complutense de Madrid, Biblioteca Histórica «Marqués de
Valdecilla»
22: 58, 70–72, 261, 262
23: 72, 262, 267
30: 63
97: 91
114: 73
142: 44
MILÁN, Biblioteca Ambrosiana
A 80 sup. (gr. 17): 206, 207
C 235 inf. (gr. 889): 58
D 137 suss.: 218, 245
F 30 sup. (gr. 333): 245
L 99 sup.: 113
M 71 sup. (gr. 525): 159, 164
O 122 sup. (gr. 597): 244
Z 129 sup. (gr. 755): 58
MILÁN, Biblioteca Trivulziana
764: 122
MÓDENA, Archivio Storico Diocesano di Modena-Nonantola
O.I.17: 112
MÓDENA, Biblioteca Estense
universitaria
gr. 85: 205
MONTPELLIER, Bibliothèque
interuniversitaire
Méd. H 137: 130, 138, 151
MONZA, Biblioteca capitolare
b-10/70: 144, 151
MÚNICH, Bayerische Staatsbibliothek
Clm 7371: 100
Clm 8485: 98
Clm 11388: 100
Clm 14492: 130, 151
Clm 14843: 143, 151
Clm 28118: 88, 97
gr. 172: 58
gr. 225: 165
gr. 351: 221, 222
gr. 430: 165
gr. 485: 62, 166
NÁPOLES, Biblioteca Nazionale
Vittorio Emanuele III
II D 44: 244
IV C 11: 33, 44
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
índice de manuscritos citados
NEW HAVEN, Yale University,
Beinecke Library
269: 253
481: 89
OVIEDO, Biblioteca capitular
codex deperditus (†): 146
OXFORD, Bodleian Library
Auct. F.1.9: 115
Barocci 109: 221
Barocci 131: 164
Canon Misc. 333: 91
d’Orville 259: 246
d’Orville 260: 246
Laud. Misc. 508: 136, 151
Selden supra 24: 118–121
OXFORD, Merton College
307: 47
OXFORD, St. John’s College
188: 116
OXFORD, Trinity College
47: 119
PADERBORN, Erzbischöfliche
Akademische Bibliothek
Theodoriana
0617 (Ba 37): 97
PARÍS, Abbaye de Saint-Maur-desFossés
codex deperditus (†): 144
PARÍS, Bibliothèque de l’Arsenal
251: 99
PARÍS, Bibliothèque nationale de
France
Coisl. gr. 2: 262
gr. 2: 265
gr. 3: 268
gr. 1163: 58
gr. 1603: 205–207
gr. 1640: 210
gr. 1665: 241
gr. 1741: 67
gr. 1768: 208, 216, 218
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
277
gr. 1774: 208, 209
gr. 1984: 162
gr. 2077: 207–209
gr. 2422: 205
gr. 2766: 205
gr. 2775: 208
gr. 2934: 58, 62
gr. 2935: 62
gr. 2953: 159, 165
gr. 2998: 159, 166, 169, 170
gr. 3031: 68
gr. 3064: 242
lat. 2736: 91
lat. 2876: 144, 152
lat. 2997: 152
lat. 5056: 31, 38
lat. 5763: 31, 32
lat. 5764: 31, 32
lat. 5766: 36
lat. 5767: 39, 42
lat. 5768: 44
lat. 6106: 36
lat. 6842 B: 31
lat. 7530: 111
lat. 7808: 190
lat. 9335: 122
lat. 10876: 89
lat. 10877: 89
lat. 12772: 90
lat. 13090: 89
lat. 16141: 122
lat. 18072: 131, 138, 152
suppl. gr. 316: 246
suppl. gr. 384: 238
suppl. gr. 532: 210
suppl. gr. 642: 159, 166
PARMA, Biblioteca Palatina
2495: 206–208
PLASENCIA, Biblioteca de Pedro
Ponce de León
codex deperditus (†): 147
ROMA: véase Ciudad del Vaticano
278
índice de manuscritos citados
ROMA, Biblioteca Vallicelliana
B.45: 31
C.19: 89, 98
gr. 46: 221
SAINT-OMER, Bibliothèque
municipale
125: 190
SAINT-OMER, Société des
Antiquaires de la Morinie
292 AA4: 140
SALAMANCA, Universidad de Salamanca, Biblioteca General
Histórica
91: 63
223: 58
232: 169, 170, 176, 177
233: 69
2540: 151
2730: 238, 246, 253
M 231: 62
SALISBURY, Cathedral Library
9: 135, 152
SAN GALO, Stiftsbibliothek
223: 143, 151
269: 143, 151
277: 91
570: 91
914: 91
1399.1: 132
1399.a.1: 112
SAN LORENZO DE EL ESCORIAL:
véase Escorial
SANTO DOMINGO DE SILOS,
Biblioteca de la Abadía
1: 91
SEMUR-EN-AUXOIS, Bibliothèque
municipale
39 (40): 190
SEVILLA, Universidad de Sevilla
330-155-1: 58, 61, 62
SILOS: véase Santo Domingo de
Silos
SIMANCAS, Archivo General de
Simancas
Escribanía Mayor de Rentas,
Mercedes y Privilegios, leg.
96-37: 197
Quitaciones de corte, leg. 4: 188
STRASBOURG: véase Estrasburgo
SUBIACO, Biblioteca Statale del
Monumento Nazionale del
Monastero di Santa Scolastica
249bis: 152
TOLEDO, Biblioteca capitular
17-14: 122
27-24: 89, 148, 152
49-4: 44, 45
101-13: 66
101-116: 58
TORINO: véase Turín
TORTOSA, Biblioteca capitular
85: 99
189: 99
TOURS, Bibliothèque municipale
615: 89
TROYES, Médiathèque du Grand
Troyes (olim Bibliothèque
municipale)
1211: 44
TURÍN, Biblioteca Nazionale
Universitaria
C VI 11 (240): 246
UTRECHT, Bibliotheek der
Rijksuniversiteit
361 (5.D.20): 88, 97
VALENCIA, Universidad de Valencia,
Biblioteca Histórica
396: 44
VALENCIENNES, Bibliothèque
municipale
288: 89
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
carlos a. martins de jesus
VALLADOLID, Universidad de Valladolid, Biblioteca Histórica de
Santa Cruz
301: 44
VATICANO: véase Ciudad del
Vaticano
VAULUISANT, Abbaye de
Notre-Dame
Pulp. X XII. Litt. Q (†): 138
VENECIA, Biblioteca Nazionale
Marciana
gr. 1: 71, 262, 265
gr. 2: 262, 265
gr. 3: 262
gr. 4: 262
gr. 5: 262, 263
gr. 6: 262
gr. 8.18: 68
gr. 16: 262
gr. 416: 62
gr. 444: 68
gr. 481: 238
gr. Z. 79 (coll. 461): 167
gr. Z. 194 (coll. 971): 167
gr. Z. 227 (coll. 753): 158, 167
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
279
VICH, Museo Diocesano
149: 98
VIENA, Bibliothek der Theresianischen Akademie
4º 15: 152
VIENA, Österreichische
Nationalbibliothek
95: 31
248: 44
794: 143, 152
Hist. gr. 96: 221, 223, 224, 226
lat. 2318: 122
Phil. gr. 5: 205
WIEN: véase Viena
WOLFENBÜTTEL, Herzog August
Bibliothek
Guelf. 64 Weiss.: 112
Guelf. 304 Helmst.: 190
WROCŁAW: véase Breslavia
ZARAGOZA, Biblioteca capitular de
la Seo
gr. 6: 246
gr. 17: 61
Reseñas de libros
reseñas de libros
Sergio Brillante, Il Periplo di Pseudo-Scilace. L’oggettività del
potere (Spudasmata 189), Hildesheim - Zurich - Nueva York,
Georg Olms Verlag, 2020, XV + 289 pp., ISBN:
978-3-487-15943-0, ISSN: 0548-9705.
FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ MORA
fgonzalez5@us.es
doi: 10.48232/eclas.162.11
Este amplio estudio marca un punto final en el largo camino recorrido
desde hace siglos en el análisis de esta compleja obra, conservada solo en el
códice Parisinus gr. suppl. 443 (s. XIII) y en dos de sus copias tardías. Aparte
de un «Indice delle immagini» (p. VII) y de una breve «Introduzione»
(pp. IX–XV), el libro se divide en tres partes extensas. La primera, «L’autore
e il suo mondo» (pp. 1–85), incluye los seis capítulos siguientes: «1. Un
autore» (pp. 1–4); «2. Un ateniese» (pp. 5–7); «3. Datazione» (pp. 9–40);
«4. L’ambiente intellettuale», con 2 epígrafes (pp. 41–44); «5. La scrittura
geografica dei Greci» (pp. 45–60); y «6. Il contesto storico e politico»
(pp. 61–85). La segunda parte, titulada «L’opera» (pp. 87–165), contempla
los tres capítulos siguientes: «1. La struttura: ethne e poleis» (pp. 87–101);
«2. I contenuti» (pp. 103–135); y «3. Fonti» (pp. 137–165). La tercera
parte, que se titula «La storia del testo» (pp. 167–219), comprende los
tres capítulos siguientes: «1. Il pubblico» (pp. 167–176); «2. La tradizione indiretta e Marciano di Eraclea» (pp. 177–211); y «3. I manoscritti»
(pp. 213–219). Tras ello, concluyen el volumen una muy completa y actualizada «Bibliografia» (pp. 221–262), y tres índices rigurosos y de gran
utilidad, de topónimos y etnónimos (pp. 263–270), nombres antiguos
(pp. 271–274) y pasajes citados (pp. 275–289).
Dos hipótesis principales han rivalizado en los últimos siglos en la
interpretación de esta curiosa obra pseudoepigráfica, que nos ha llegado
de un modo deficitario. La más reciente se debe, fundamentalmente,
a A. Peretti (en especial en su obra Il periplo di Scilace… 1979). Según él,
el hecho de que Marciano de Heraclea atribuyese el escrito a Escílax no
debe tomarse a la ligera, sino que sería la prueba de que el mayor experto
antiguo en literatura periplográfica vio aquí la huella, progresivamente
actualizada, de la obra perdida del verdadero explorador de Carianda que,
al servicio de Darío I, describió la ruta desde la India hasta el Mar Rojo,
obra geográfica de la que conservamos aproximadamente una docena
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
283
284
reseñas de libros
de fragmentos (FGrHist 709), algunos de ellos alusivos al Mediterráneo.
Dicha teoría fue pronto replicada: en un estudio publicado poco después
(Bollettino dei Classici 1986), D. Marcotte rescata los viejos postulados de
C. Müller (GGM I 1855), según los cuales la atribución a Escílax carece
de fundamento y se debe a un simple error de Marciano; el Periplo debe
entenderse como obra de un ateniense anónimo que refleja el ambiente
geográfico, histórico, cultural y político de la mitad del s. IV a.C., datable,
tal vez, entre 338 (incluye a Naupacto en el territorio de Etolia) y 335
(menciona la ciudad de Tebas).
Brillante —sin una gran dosis de novedad, es cierto— se decanta a las
claras por esta hipótesis, que podemos denominar tradicional, revalorizada por su maestro (Marcotte, al que cita 42 veces) y desde entonces
mayoritariamente seguida. En consecuencia, defiende que el Periplo sería
obra de un solo autor —un ateniense culto, con posibles vinculaciones con
el Perípato—, escrita entre 338 a.C. y el final de esa década, con algunos
pasajes cuya composición podría retrotraerse hasta inicios del s. III. El
autor lleva a cabo un análisis muy completo —tanto filológico como histórico e historiográfico— de una obra harto braquilógica, que se reduce, a la
postre, a un enorme cúmulo de datos y de noticias, lo cual dificulta sobremanera su manejo y la propuesta de conclusiones sólidas y fiables. Opina
Brillante —con razón— que el Periplo es una obra sintética, estratigráfica,
que aprovecha el esquema teórico de las originarias anotaciones de orden
náutico para proceder a una detallada descripción en sentido horario de
todas las regiones costeras del Mediterráneo y mar Negro, ordenada por
secciones étnicas y políticas, partiendo y concluyendo en las Columnas de
Heracles y añadiendo el trecho del litoral atlántico libio hasta Cerne. Su
anónimo autor imita las instrucciones náuticas hasta el extremo de describir en primera persona y poner de manifiesto todos los rasgos característicos de una descripción hodológica, sin que, por ello, se deba caer en la falsa
idea de que cuanto se expone es fruto de la autopsia: antes bien, Ps.-Escílax
se limita a recopilar datos procedentes de la experiencia de un sinfín de
generaciones de marinos para brindar al lector el panorama que ofrecía el
Mare Nostrum a mediados del s. IV a.C., siempre antes de la muerte de Alejandro, cuyas hazañas se silencian por completo. La descripción es siempre
la de un autor griego: el territorio de la Grecia histórica es el que se esboza
de un modo más realista y con mayor detalle y escrupulosidad, señalándose, en todo momento, la condición helénica de las ciudades mencionadas.
Por el contrario, cuando el escenario se aleja de estos lugares es cuando su
anónimo autor se permite echar mano de otros recursos que palian su falta
Estudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
reseñas de libros
285
de datos autópticos sobre los mismos, como las concesiones a la leyenda
(p. ej., se describe el jardín de las Hespérides en la costa norteafricana).
Aunque el libro está bien escrito y el tratamiento de las muchas cuestiones que en él se abordan es bastante riguroso, a veces el lector siente
cansancio por la abundancia de datos que jalonan el rico comentario (en
más de una ocasión se incurre en la innecesaria repetición de ideas ya tratadas). Desde nuestro punto de vista la parte más interesante es la tercera,
dedicada a la historia del texto: tanto al público al que la obra fue dirigida
como a su tradición indirecta (en especial en la tarda antigüedad) y a su
tradición manuscrita. Destaca aquí la figura de Marciano de Heraclea,
responsable tanto de la conservación del Periplo como de su atribución
a Escílax. Todo cuanto se expone es francamente defendible, si bien queda
por resolver de forma definitiva la relación que guarda nuestro texto con
los fragmentos del verdadero Escílax: no está claro que todas las citas de este posteriores a Marciano deban entenderse como alusivas a nuestra obra,
duda que se desprende incluso de la lectura de cuanto aquí se expone.
La bibliografía es completa, aunque se echan en falta algunas obras
claves: p. ej., el estudio de G. Lachenaud sobre los escolios a Apolonio
(París, Les Belles Lettres 2010) o el de St. Belfiore sobre la figura de Marciano (Roma, Aracne 2011). Hay pocos errores y erratas (incluso en el
griego). A veces falta aclarar alguna abreviatura (como PLRE [= Prosopography of the Later Roman Empire]). Y a veces se peca de exceso, como
en el dispendio de anotaciones críticas que ofrece el texto del par. 47
(pp. 128–129).
***
Jorge L. Wic, Estudios sobre Cicerón, Wroklaw, Amazon, 2021,
189 pp., ISBN 979-87-47052-29-1
PEDRO MANUEL SUÁREZ-MARTÍNEZ
pmsuarez@uniovi.es
doi: 10.48232/eclas.162.12
Este libro reúne en un volumen tres monografías del autor sobre la figura
de Cicerón, impresas por separado entre 2019 y 2020. Los títulos de cada
una son estos: «La argumentación en la retórica de Cicerón», «Cicerón
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contra los aticistas» y «El personaje de Cicerón en el Julio César de Shakespeare». Como el libro no tenía indicaciones editoriales ni fecha, busqué
por internet información sobre él y allí obtuve los datos que aparecen más
arriba; también descubrí que la casa de impresión, distribución y venta alberga nada menos que otros 30 libros del mismo autor, publicados
en el brevísimo lapso de unos dos años, sobre temas de lo más variado,
incluyendo obras de creación poética.
Esta información es relevante, porque permite comprender por qué
he empleado el término «impresos», referido a los libros del autor, antes
que «publicados». En el mundo académico lo normal es publicar en
casas editoriales que, para garantizar la calidad de las obras en las que
invierten su dinero, acuden a revisores que las evalúan y emiten informes
críticos. Estos informes ayudan también al autor a ver su propia obra desde
la perspectiva de otros antes de publicarla y, si es necesario, a mejorar
determinados aspectos que se le sugieran.
El libro que reseñamos no tiene casa editorial: el editor es el propio
autor. Entiendo que este proceder puede resultar adecuado para obras de
creación literaria, de opinión, periodísticas… Cuando se trata, en cambio,
de obras de tipo académico, no me parece tan adecuado. Y está claro que
el libro no ha sido sometido a una mínima revisión, ni crítica ni formal; el
resultado, en consecuencia, sin quitar mérito al intento del autor de insistir
en la importancia de la figura de Cicerón, es un conjunto de escritos que
destacan por su vaguedad y su falta de rigor.
No hay una introducción o prólogo que explique cuál es la intención del
libro, qué «facetas de la personalidad» de Cicerón se pretenden destacar ni
cuáles son esos «muchos más matices» poco estudiados de su producción,
como se dice en la contraportada, que se van a analizar. Eso tampoco
queda claro en la propia obra, porque el autor no desciende al terreno de
lo concreto y siempre se queda en la superficie de lo abstracto.
En la primera monografía, del farragoso lenguaje usado parece deducirse que su objetivo, no explicitado, es el de comparar la visión de
Aristóteles de la retórica, de orden filosófico, con la de Cicerón, menos
o nada filosófica. Para decir esto, que son visiones muy diferentes –cosa
bastante lógica si se tiene en cuenta el oficio y el ejercicio práctico como
abogado de Cicerón–, se apela a diferencias históricas, políticas, vitales…
pero no se aporta nada que suene a nuevo; tampoco hay una idea que
guíe la exposición y nos lleve a unas conclusiones. La lectura es plana, sin
rumbo, una sucesión de largos párrafos que muchas veces no se entienden
y desesperan a este lector. Así, por ejemplo, en la p. 37 un párrafo comienza
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de este modo: «Un primer factor debemos destacar: la argumentación
ciceroniana es de las más “sociales” que recoge la historia» … De acuerdo:
pero ¿con vistas a qué destaca ese y los siguientes factores? Luego, habla
de sus obras retóricas, las describe, muestra las partes de la retórica, del
discurso… ¿Y qué?
Algo parecido pasa con la segunda monografía, «Cicerón contra los
aticistas», donde se repiten los mismos exámenes de obras ciceronianas,
pero con un agravante que revela lo peor de este libro y hace que uno
sospeche de todo: párrafos y hasta páginas enteras, tomadas de la primera
monografía, se repiten por doquier, sin modificar ni una coma, y se insertan en la nueva, incluyendo sus prolijas notas, como si lo dicho para
hablar de la argumentación sirviera exactamente igual para hablar de la
actitud de Cicerón contra los aticistas.
En el tercer libro, sobre «El personaje de Cicerón en el Julio César de
Shakespeare» el autor se las ingenia para hablar de Cicerón en una obra
en la que aparece, pero en la que solo pronuncia un par de frases. Parte
de que Shakespeare, como es sabido, conocía una traducción de las Vidas
Paralelas de Plutarco en versión de T. North. Su idea es que Cicerón y su
oratoria están muy presentes en la obra, pero, por así decirlo, troceados
en la forma de hablar de otros personajes, caracterizados a partir de las
informaciones de Plutarco, que previamente ha descrito. De esta manera,
la presencia de Cicerón es constante, aunque sea, digamos, in absentia.
Sin embargo, el interés de esa idea debiera quedar bajo sospecha, a tenor
de la forma de escribir del autor y de su actitud respecto a la bibliografía,
en general, y a las fuentes, en particular: solo usa obras escritas en español.
De ahí que en la nota 7 del primer capítulo (p. 12) nos diga: «Quedamos
a la espera de la traducción al castellano del monumental Handbook
of Argumentation Theory… recientemente publicado con sus casi 1.000
páginas». Así, el Julio César de Shakespeare que maneja es una traducción
en prosa: ¿cómo puede apreciar, entonces, la presencia de la oratoria de
Cicerón en los personajes principales, si no ha leído la obra en la lengua
original y de su época? Uno tiene la certeza de que el autor no sabe un
mínimo de inglés. Pero es que eso mismo vale también para las obras
de Cicerón: solo una vez, si no me equivoco, lo cita en latín (p. 111),
aunque lo hace con errata y sin referenciar el pasaje. Alguna otra vez
reproduce traducciones. Así que todo es abstracto, lo mismo si habla de
figuras retóricas que de ideas filosóficas. Uno tiene la certeza de que el
autor no sabe más allá de un mínimo de latín.
El caso es que tanta erudición como exhibe huecamente el autor conEstudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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trasta con ciertos anacronismos e inexactitudes históricas sorprendentes,
como cuando dice que Cicerón fue «nombrado primero cuestor, después
cónsul y finalmente senador» (p. 15) o, en la misma página, que Aristóteles casi siempre pudo disponer del pensamiento de su época «incluso
físicamente, esto es, en sus correspondientes “libros” de pergamino».
Dicho todo eso, que en el libro abunden desajustes sintácticos, incoherencias tipográficas y erratas por doquier; que la forma de citar sea caótica
o que se incluya una bibliografía (no utilizada) en inglés al final de la
tercera monografía es lo de menos.
***
J. L. Navarro & R. Martínez (eds.), Euroclassica 1991–2021.
Thirty years Defending and Promoting Classical Languages in
Europe — Trente ans de défense et promotion des langues
classiques en Europe, Madrid, Ediciones Clásicas, 2021, 184 pp.,
ISBN 978-84-78828-69-2.
ROSA M.ª MARIÑO SÁNCHEZ-ELVIRA
rosa.marino@educa.madrid.org
doi: 10.48232/eclas.162.13
El 5 de abril de 2022 se realizó en la Fundación Pastor de Estudios Clásicos
de Madrid la presentación del libro conmemorativo de los 30 años de Euroclassica, la Federación Europea de Asociaciones de Profesores de Lenguas
y Civilizaciones Clásicas, con intervención de los editores y de Jesús de la
Villa, Presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, integrante
de la Federación desde su nacimiento. La propuesta de realizar este libro
recopilatorio de la historia de Euroclassica con el objetivo de presentarlo
en la asamblea general de 2021 partió de su presidente, Christian Laes,
quien se lo encargó a José Luis Navarro y Ramón Martínez, considerados
por él verdaderos pilares de la organización. El volumen logra ampliamente el fin perseguido por los editores: disponer de una útil carta de
presentación para las instituciones políticas, académicas y culturales con
las que ya se han mantenido o mantendrán contactos. Y la amplia variedad
en los contenidos del libro da fe de la que ha sido y sigue siendo intensa actividad de la Federación, un referente de trabajo conjunto a nivel
mundial.
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A modo de prefacio, Herman van Rompuy, Presidente Emérito del
Consejo de Europa, subraya la importancia de no perder en estos tiempos
de progresos tecnológicos la inspiración del Griego, el Latín y los Estudios
Clásicos e integrarlos en todo proyecto pedagógico. Por su parte, Anton
Zeilinger, Presidente de la Academia Austríaca de Ciencias —y Premio
Nobel de Física 2022—, remarca que el aprendizaje del latín y del griego
permite el acceso directo a vías de pensamiento cruciales para nosotros,
destacando la influencia que han ejercido en él la Apología de Sócrates
y el estoicismo de Séneca. Jesús de la Villa Polo realiza en último lugar
un breve recorrido por los 30 años de trabajo conjunto de la SEEC con
Euroclassica, dos de cuyas asambleas generales (1993 y 2010) se realizaron
en España, y destaca la importancia de la Federación como foro y punto de
encuentro para el intercambio de experiencias entre profesores y alumnos
de toda Europa.
El recorrido histórico del libro comienza en 1990. Klaus G. Sallmann,
en representación de un grupo de profesores europeos que se reunían en
un Colloquium Didacticum para intercambiar experiencias y discutir sobre la situación de los estudios clásicos, invitó a la SEEC a participar en
un encuentro informal en Cambridge, al que acudieron representantes
de 10 países. Allí se decidió preparar para el año siguiente en Nimes la
reunión fundacional de una Federación a la que decidieron llamar Euroclassica, diferente de la FIEC (Federación Internacional de Asociaciones
de Estudios Clásicos) al estar constituida principalmente por asociaciones de profesores. Los estatutos fueron aprobados en la primera asamblea
general con la participación presencial de miembros de 11 países, entre
ellos España. En el volumen se recogen tanto aquellos estatutos como
los modificados en 2014. Siguen la relación de las actuaciones realizadas
por los diferentes comités ejecutivos de Euroclassica, presididos por John
Torley, Edouard Wolter, Hans-Joachim Glücklich, Francisco de Oliveira,
Alfred Reitermayer, José Luis Navarro, John Bulwer y Christian Laes, y sus
congresos anuales, con indicación (excepto en dos casos) de su tema,
sesiones, intervenciones, actividades sociales y culturales desarrolladas
y participantes. La pandemia obligó a suspender el congreso de 2020.
También se realiza un breve informe sobre la situación económica de la
Federación.
Resulta muy interesante la sección dedicada en el libro a las actividades
didácticas de Euroclassica, cuyo objetivo ha sido concienciar a los estudiantes de Secundaria y Universidad de la dimensión europea de las Clásicas.
José Luis Navarro, de quien partió la propuesta de crear una escuela de
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verano en Grecia que proporcionara a los jóvenes una educación emocional mediante la combinación de teoría y práctica, explica el desarrollo de
la Academia Aestiva entre los años 1994 y 2004, con la participación anual
de 40 estudiantes procedentes de 10 países. Maria-Eleftheria G. Giatrakou
resume, por su parte, la historia de la Academia Homérica, cuya primera
edición tuvo lugar en 1998 y continúa disfrutando de muy buena salud, tal
como demuestran los más de 5.600 estudiantes y profesores que han participado en ella hasta la fecha. Liesbeth Berkvens, Barbara Pokornà y Eva
Schough-Tarandi, por su parte, han sido las responsables de la Academia
Latina, una escuela de verano en Roma que tuvo lugar en los años 2004,
2006, 2008 y 2012 para animar a estudiantes europeos de entre 16 y 19
años a continuar sus estudios de latín. A continuación, Jadranka Bagaric
informa sobre la Academia Ragusina, celebrada en Dubrovnik en 2009
y 2011, con conferencias y talleres didácticos para mejorar los métodos de
enseñanza en Secundaria. Finalmente, José Luis Navarro y Gemma López
presentan el germen y desarrollo de la Academia Saguntina entre los años
2012 y 2018, con participación de estudiantes de 11 países, en la cual
—y en colaboración con la Saguntina Domus Baebia—se combinaban
talleres didácticos, teatrales y visitas arqueológicas.
Una de las actividades de Euroclassica con mayor proyección en nuestro país son los exámenes correspondientes al Currículo Europeo de las
Lenguas Clásicas, promovido por Alfred Reitermayer en 2004 con el fin
de establecer algunos estándares comunes para la enseñanza del latín y el
griego en Secundaria en todos los países miembros de la Federación. Una
vez armonizados los diferentes currículos, se propusieron modelos de
exámenes correspondientes a cuatro niveles de aprendizaje: Vestibulum,
Ianua, Palatium y Thesarurus. Reitermayer logró del Consejo de Europa la
concesión de un sello europeo, presentado en 2013 con el nombre de European Certificates for Classical Languages (ECCL), y en 2014 Sarah Breslin
consiguió para él el sello oficial del Día Europeo de las Lenguas.
El siguiente apartado del volumen recoge las publicaciones relacionadas
con la Federación, junto al Boletín anual y la página web a cargo de Peter
Glatz y Andreas Thiel. En 2006 John Bulwer editó Classics Teaching in
Europe (Londres, Duckworth, 156 pp.); en 2015 apareció European Symbols. United in Diversity, editado por Peter Glatz y Andreas Thiel (Horn,
Druckerer Berger, 144 pp.); en 2010 Alfred Reitermayer editó European
Curriculum for Latin and Ancient Greek (Madrid, Ediciones Clásicas, 62
pp.); en 2013 Francisco de Oliveira coordinó el libro Europatria (Coimbra, Universidad de Coimbra, 538 pp.); en 2017, John Bulwer y Christine
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Haller editaron y distribuyeron Papers of the Annual Conference in Athens
2016; en 2019, Francisco de Oliveira y Ramón Martínez coordinaron
Europatrida (Coimbra, Universidad de Coimbra, 287 pp.). Finalmente se
anuncia la próxima aparición de Classics Teaching in Europe II.
El volumen concluye con resúmenes de cuatro actividades, realizados
por J. Thorley, G. Creția, M. E. G. Giatrakou y J. L. Navarro, y un índice
de personas citadas.
***
José Miguel Baños Baños (coord. ed.) Sintaxis latina, Madrid,
CSIC, Manuales y anejos de «Emérita» LVI, 2021, 1078 pp.,
2 vols., ISBN 987-84-00-10825-0
JUAN JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ
jjgarcia@uniovi.es
doi: 10.48232/eclas.162.14
En la colección del CSIC Manuales y Anejos de «Emérita» se ha publicado
una nueva Sintaxis latina bajo la coordinación editorial de José Miguel
Baños Baños, catedrático de Filología Latina de la UCM. Investigador
muy reconocido en diversos ámbitos y en especial en el de la lingüística
latina, coordinó también la muy bien valorada y hace tiempo agotada
Sintaxis del latín clásico (SLC) (Liceus, 2009), de la que esta nueva versión
es revisión y actualización muy completa.
La obra es fruto del trabajo colectivo de un grupo de profesores y profesoras de consolidado prestigio en los estudios de lingüística latina y de
sintaxis en particular. Basta observar el número de trabajos de cada uno
listado en la bibliografía de la obra –superan, en varios casos, la treintenapara probar su competencia en los temas de los diversos capítulos, de los
que se ocupan O. Álvarez Huerta (cap. 5 y 10), J.M. Baños Baños (cap. 7,
11, 13, 18, 21, 24, 25, 26 y 27), C. Cabrillana Leal (cap. 4, 22 y 27), A. López
Fonseca (cap. 15), C. Martín Puente (cap. 24), A. Ramos Guerreira (cap. 3,
14 y 19), E. Tarriño Ruiz (cap. 9, 12, 16, 20 y 23), E. Torrego Salcedo
(cap. 1, 2, 6, 8 y 17) y J. de la Villa Polo (cap. 1 y 2). Aunque sean tantos los
redactores, la obra dista mucho de ser una mera colección de artículos.
Dos hechos determinan que funcione como un todo unitario, con voces
perfectamente acordadas: por un lado, prácticamente todos los autores
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han compartido, durante los últimos años, trabajo conjunto en diversos
grupos de investigación en el marco de la sintaxis griega y latina; y por
otro, la extraordinaria labor de coordinación desarrollada por el profesor
Baños. Esta se advierte en la estructura interna de los capítulos, en la manera de enfocar –en capítulos diferentes- asuntos semejantes, por ejemplo,
en el tratamiento de los distintos casos o de los distintos tipos de oraciones,
y, muy particularmente, en el constante empleo de referencias cruzadas
entre los distintos temas en aquellos asuntos que, por su complejidad, son
tratados en lugares diversos a lo largo de la obra.
Dada su gran extensión, 1078 páginas, la obra se ha editado en dos
volúmenes, I «Introducción. Sintaxis de la oración simple» y II «Sintaxis de la oración compleja. El orden de palabras». En la introducción el
coordinador señala que los fundamentos metodológicos son deudores del
estructuralismo, con un marco teórico fundamentalmente funcional, enriquecido con algunos conceptos básicos de la lingüística cognitiva. Además
de tener en cuenta los datos y descripciones de las gramáticas históricas, se
han considerado los análisis de más de 700 entradas bibliográficas nuevas
en relación con la SLC, y dos obras de referencia han sido fundamentales:
New Perspectives in Historical Latin Syntax (2009–2011) coordinada por
Ph. Baldi y P. Cuzzolin y, muy especialmente, Oxford Latin Syntax (2015,
2021) de H. Pinkster. Hacemos a continuación una breve sinopsis del
contenido de la obra.
El capítulo 1, «Contenido de la sintaxis latina. Evolución y métodos
de análisis», delimita el concepto de la disciplina que da título general a la obra y resume lo que a esta han aportado las distintas teorías
lingüísticas.
En el capítulo 2 se define el concepto de oración independiente, que se
organiza en tres niveles (representativo, proposicional e interactivo) que
poseen, cada uno, combinaciones de constituyentes diferentes (predicado,
argumentos, adjuntos y disjuntos). Estos, a su vez, pueden analizarse desde
tres puntos de vista: sintáctico, semántico y pragmático. Es importantísima
la síntesis y caracterización de las funciones sintácticas de los adjuntos
que se hace en el apartado 3.2.2.3. Sobre la base teórica expuesta en este
capítulo se construye toda la obra.
Los capítulos 3 a 9 se dedican a la sintaxis nominal. En el 3 se estudian las categorías de género, número y caso en relación a su semántica
y sintaxis y su incidencia en la concordancia. En los capítulos 4 a 8 se
tratan pormenorizadamente las funciones sintácticas y semánticas de cada uno de los casos como argumentos y/o satélites adjuntos o disjuntos,
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valorando el nivel pragmático especialmente donde este contribuye a una
mejor explicación de sus usos. En el capítulo 9, «El adjetivo», tras definir
sus rasgos semánticos, morfológicos y sintácticos, se estudian sus funciones, su relación con el genitivo, sus procesos de sustantivación y sus
grados; especialmente interesante me parece el apartado que introduce
observaciones sobre la posición del adjetivo en el sintagma nominal.
El capítulo 10 ofrece un panorama muy completo de los pronombres
con su clasificación y con las posibles interferencias de empleo entre unos
y otros.
Los capítulos 11 y 12 atienden a clases de palabras consideradas invariables por la gramática tradicional. Se caracterizan formal y funcionalmente
las preposiciones, se describen las funciones semánticas que expresan los
sintagmas preposicionales y, muy acertadamente, se dedica un apartado
a analizar las alternancias entre casos y sintagmas preposicionales en ejemplos en los que, con el mismo lexema y en el mismo contexto sintáctico,
pueden aparecer tanto unos como otros. Con semejante exhaustividad se
estudian los adverbios, con una complejidad formal, semántica y funcional que los hace de difícil clasificación, y el también difícil conjunto de las
partículas, con su definición y tipología.
Los capítulos 13 a 16 se centran en las cinco categorías gramaticalizadas
de las formas personales del verbo, por una parte, y en las formas nominales del verbo por otra. Son 146 páginas dedicadas al repaso detallado
de todo lo atinente a la sintaxis verbal.
El volumen II se abre con el capítulo 17, que estudia la oración compleja, fruto de la asociación de varias oraciones por medio de la yuxtaposición, la subordinación y la coordinación, procedimientos presentados
con todas sus peculiaridades, tipos y posibles interferencias en la lengua.
En los capítulos siguientes se tratan exhaustivamente los tipos de oraciones subordinadas: en el 18 la subordinación completiva, en el 19 las
oraciones de relativo y en los temas 20 a 24 los tipos de oraciones integrados en el amplio grupo de las oraciones tradicionalmente denominadas
adverbiales.
El capítulo 25 analiza la consecutio temporum y la atracción modal
como mecanismos de integración oracional y los explica más como una
posibilidad de concordancia (temporal o modal) de una subordinada
respecto a su principal y no tanto con la visión tradicional de un conjunto
de reglas de uso obligado.
El capítulo 26 se centra en el discurso indirecto: sus diferencias con el
discurso directo y la subordinación completiva; el análisis de las transpoEstudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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siciones personales, deícticas y temporales que le son propias; y caracterización del «discurso indirecto libre».
El último, extenso capítulo, trata el orden de palabras. Es, posiblemente,
uno de los temas que, manteniendo una estructura interna similar al de
la SLC, ha recibido una mayor ampliación, especificación de apartados
y actualización bibliográfica, por ser un asunto objeto de numerosos
trabajos en los últimos años.
Se constata a lo largo del libro su enorme interés también para los
estudiosos de las lenguas romances, pues se mencionan los resultados
latinos en ellas en muchos apartados; baste citar como ejemplo el de las
categorías nominales, los pronombres, las preposiciones o el orden de
palabras. Por eso, como se indica en la pág. XXVIII, «esta visión más amplia
y diacrónica nos ha movido a prescindir del adjetivo “clásico” en el título
de la obra».
No podemos terminar esta reseña sin mencionar la utilidad de los más
de 2.000 ejemplos latinos siempre traducidos al español, las más de mil
notas con riquísima información complementaria, los índices de materias,
términos latinos y pasajes y, por supuesto, la extensísima y muy puesta al
día bibliografía, con más de 1.300 títulos.
Sin duda, por su exhaustividad, por su coherencia metodológica y por su
rigor científico nos encontramos ante una obra fundamental de consulta
y referencia obligadas para todo estudioso de la lengua latina.
***
Antonio Ramón Navarrete Orcera, La mitología en los palacios
portugueses: siglos XVI a XX, Oeiras, Mazu Press, 2021, 271 pp.,
ISBN: 978-989-54519-7-5
MARÍA DEL MAR TORRES RICO Y EVA PEULA PÉREZ
torresrico.mariadelmar@uma.es — evapeula@uma.es
doi: 10.48232/eclas.162.15
El libro que ahora presentamos nos ofrece un completo catálogo de los
palacios portugueses, tanto públicos como privados, cuyos techos y murales han servido históricamente de soporte para una amplia variedad
de escenas mitológicas. Se trata de un trabajo de rasgos similares a otros
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libros del autor, que ilustran la presencia de escenas mitológicas en palacios de distintos países, como La mitología en los palacios españoles,
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Jaén, 2005, o La mitología en los palacios italianos, del que se publicaron tres volúmenes entre
los años 2017 y 2019, el primero en Ediciones Clásicas, el segundo y el
tercero como Anejos de la revista Thamyris. En el caso concreto de las
representaciones de mitos en palacios portugueses, se trata de un arte
que se empezó a desarrollar en Portugal de forma tardía: después de
las representaciones de los mitos en azulejos durante los siglos XV–XVII,
sin un gran trasfondo, a principios del siglo XVIII, los artistas portugueses empiezan a interesarse por las corrientes neoclásicas, y muchos de
ellos viajan a Roma a impregnarse de la tradición para luego plasmarla
en las obras que Antonio R. Navarrete Orcera se ha encargado de recopilar durante tres años (2016–2019) y que ha reunido en este cuidado
volumen.
Como bien se indica en la introducción, el criterio de ordenación de los
201 edificios (no sólo palacios, sino también casas, iglesias, jardines, etc.)
recogidos y de las 382 figuras mitológicas descritas sigue el eje geográfico
sur/norte de Portugal, dividiendo el país en regiones y las regiones, en
distritos. Tanto el índice de los edificios (pp. 7–15) como el de las figuras
(págs. 16–28) se sirven de ese mismo criterio de ordenación; además, al
final se añade un índice remisivo (págs. 263–270), que clasifica los personajes que aparecen en las obras bajo las categorías de mitológicos, históricos
y alegóricos, ordenados alfabéticamente dentro de cada categoría.
En cuanto a la información de los palacios, el autor comienza con el
nombre de cada edificio, con su localización geográfica entre paréntesis, y prosigue con una breve descripción del mismo, donde incluye su
fecha aproximada de construcción, el estilo arquitectónico, si alguien
en concreto lo mandó construir y si sucedió algún acontecimiento importante en el mismo, entre otros datos. Además, Navarrete nos cuenta
en qué estado se encuentra el edificio y el uso que se le da actualmente.
A continuación, pasa a contextualizar el tipo de soporte y técnica de la
obra en cuestión y enumera los personajes que aparecen en ella, relacionándolos con el mito y describiendo de forma concisa la escena y sus
características básicas (la ubicación de los personajes, el momento concreto de la saga mitológica donde se encuadra la escena, etc.). El autor
no duda en relacionar, si es posible, la obra descrita con otros trabajos
del mismo artista, así como con otras referencias cercanas. Además, muchas de las descripciones de los palacios - aunque no todas - aparecen
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acompañadas de imágenes, a las que se hace referencia en el índice de
figuras.
Algunos de los palacios que Navarrete destaca más dentro del libro son
el Palacio Ducal (Villa Viçosa), del distrito de Faro; el Palacio Nacional
de Mafra (Terreiro D. Joãο V, Mafra), de la región de Lisboa o el Palacio
dos Carrancas (Rua do Manuel, Oporto), de la región centro. Dentro de
la exposición de algunos de estos palacios podemos señalar, como dato
interesante, la inclusión de algunas inscripciones en latín, que acompañan
a las figuras alegóricas expuestas —por ejemplo— en el ya mencionado Palacio Nacional de Mafra. En cuanto a las referencias a los artistas, aunque
no incluye como norma al autor de las obras, en las figuras más destacadas
sí suele aportar esta información, como sucede con la figura 1, Venus en
su carro, que fue pintada por Maria Baretta, o con la figura 48, Venus
y Adonis, pintada por Francisco Jorge da Costa.
Asimismo, entre los personajes mitológicos tratados en el libro, hay algunos más recurrentes que otros. Es lo que ocurre con las figuras de Apolo,
Baco, Diana, Mercurio, Juno y, sobre todo, de Venus, como demuestran
las referencias del índice remisivo. Respecto a este, hemos detectado algunas erratas en dicho índice al dar el número de la imagen que se refiere
a un determinado personaje: así, en la entrada de Venus en el índice se
remite a las figuras 46 y 194, que dentro del libro corresponden en realidad
a Diana, no a Venus.
A modo de conclusión, podemos decir que este libro resulta de gran
interés para todo tipo de público, tanto para una lectura completa, en la
que podríamos decir que el autor «nos lleva de la mano» por los palacios
portugueses y nos deja asomarnos a las bellas obras que allí se exponen,
ofreciendo una información detallada de las mismas, como para consultas puntuales, pues a través del índice remisivo el lector puede localizar
rápidamente aquellos personajes que sean de su interés.
Asimismo, queremos incidir en las posibilidades didácticas de un libro
de estas características, pues pone a disposición de profesores y alumnos
un amplísimo número de imágenes que nos permiten seguir el modo en
el que históricamente los personajes mitológicos fueron representados
en distintas culturas y países, aspecto didáctico este que el autor también
ha trabajado en su Mitología para jóvenes, Anejos de Thamyris n.s., n.º 2,
Federación Andaluza de Estudios Clásicos, Málaga, 2018, donde apuesta
por el estudio conjunto de mitos e imágenes para una mejor comprensión
de los mismos. A este respecto, hay que insistir en la importancia de
la imagen por su potencial evocador, pues no olvidemos que el gran
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Schliemann descubrió su vocación y su inclinación por el mundo clásico
contemplando un dibujo del caballo de Troya.
***
Marco Antonio Coronel Ramos & Ricardo Hernández Pérez
(eds.), Priscorum interpres. Homenaje al profesor Jaime Siles,
Universitat de València, Departament de Filologia Clàssica =
Studia Philologica Valentina, Anejo 2 (2021), 755 + 3 pp,
ISSN1135-9560
MARÍA ADELAIDA ANDRÉS SANZ
adelas@usal.es
doi: 10.48232/eclas.162.16
«Obedezcamos al maestro del simposio, porque eso es lo que hacen / las
personas bien educadas, y ofrezcamos buenos discursos.». Los versos que
abren esta reseña, tomados del artículo que se sitúa en medio del volumen
(p. 385), nos ayudan a identificar los cincuenta y siete trabajos reunidos
en este libro con otros tantos «buenos discursos» en honor de un maestro
excepcional.
Como todos los volúmenes de homenaje, este tiene mucho de reunión
de amigos que son o fueron maestros, condiscípulos, colegas, compañeros
o alumnos del homenajeado. A diferencia de muchos volúmenes de homenaje, la personalidad y la trayectoria del dedicatario hacen del libro un
regalo especialmente rico por la diversidad de los textos que reúne y por la
nutrida lista de nombres de su Tabula gratulatoria, que dejan constancia
de la poliédrica peripecia vital y profesional del homenajeado: filólogo,
poeta, traductor, gestor cultural, crítico literario, ensayista…
La variedad de los epítetos aplicables a Jaime Siles, lo sobresaliente de
los dos primeros —poeta–, filólogo— y la imposibilidad de recoger en
un solo volumen de homenaje los parabienes de quienes han deseado
a un tiempo agradecer al maestro sus enseñanzas y celebrar su nueva
condición de profesor emérito queda patente al comienzo de la obra:
Marco Antonio Coronel y Ricardo Hernández, editores del volumen,
nos advierten en su prólogo (pp. 7–9) de que los trabajos reunidos en
el libro no son todos los que recibirá en homenaje el profesor Siles: han
coordinado simultáneamente otro volumen para el «Jaime Siles poeta
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y crítico literario» (Jaime Siles, un poeta para la vida, una vida para la
poesía, Valencia, Olélibros, 2022), en tanto que aquí reúnen artículos
«sobre algunas de las diferentes disciplinas constitutivas de la Filología
Clásica o con ella relacionadas».
Si la voluntad de distinguir al filólogo del poeta aparece delineada en el
prólogo, el Curriculum Vitae del agasajado (pp. 13–43), tras el «homenaje
fotográfico» de Joaquín Bérchez (p. 11), hace evidente que es imposible
separar al filólogo del profesor y gestor, del crítico literario y del poeta.
Sus treinta y una páginas despliegan ante nosotros una vida cosmopolita,
en la que abundan los premios literarios, las distinciones honoríficas y los
reconocimientos públicos. Discípulo de Antonio Tovar, a su formación
en Valencia, Salamanca, Tubinga y Colonia siguen puestos de docencia
ordinaria en Salamanca (1976–1980), Alcalá (1980–1982), La Laguna
(1982–1990) y Valencia (1990–). A ellos se suman y superponen estancias
como profesor honorario o invitado en numerosos centros de investigación y universidades de Europa y América (1984–2014); e igualmente,
cargos de gestión que abarcan un sorprendente abanico: desde la coordinación de pruebas de acceso a la Universidad en Alcalá (1980–1982)
hasta la dirección del Departamento de Filología Clásica de la Universidad de Valencia durante varios periodos entre 2004 y 2021, pasando
por la dirección del Instituto Español de Cultura en Viena (1983–1990),
donde también fue Agregado Cultural de la Embajada de España y Asesor
en la Representación Permanente de España ante la ONU (1986–1990);
y —¿cómo no mencionarla?— por su presidencia nacional de la SEEC
durante ocho años (2008–2016).
De su labor en todos los ámbitos mencionados y de sus intereses queda constancia en la enumeración de sus publicaciones, cuya disposición
no puede ser casual. Los «Libros de poesía» (n.os 1–49) aparecen en
primer lugar quizá —solo quizá…— porque tal fue el primero que publicó: Génesis de la luz (1969). Siguen los «Libros de ensayo e investigación» (n.os 50–68), en los que aborda con igual acribia cuestiones
de crítica literaria hispánica, lingüística indoeuropea, poética o filología latina; los «Libros (ajenos) traducidos» de poesía, lingüística o filología (n.os 69–90); las «Ediciones» (n.os 91–100); los «Artículos en
revistas científicas y capítulos de libro» (n.os 101–306), que, en orden
cronológico y temático, reflejan con sus secciones la imagen multifacética del homenajeado: «Lengua y escrituras prelatinas de la Península
Ibérica», «Filología Clásica», «Literatura española e hispanoamericana»,
«Arte» y «Teoría y práctica de la traducción»; finalmente, hallamos en
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las referencias de sus «Prólogos» (n.os 307–377) y diez publicaciones en
prensa.
Siendo los intereses de Jaime Siles tan amplios y su trayectoria tan
fecunda, no es de extrañar que los editores hayan conseguido reunir
en su honor trabajos de muy variada temática y condición. Agrupados en
seis apartados, «Literatura latina» (pp. 45–188), «Lingüística latina»
(pp. 189–230), «Literatura griega» (pp. 231–291), «Epigrafía y Papirología» (pp. 293–396), «Latín medieval, Humanismo y Tradición Clásica»
(pp. 397–668) y «Miscelánea» (pp. 669–743), quien se acerque a esta
obra podrá encontrar en ella estudios sobre el valor de la Historia (Martínez Roda), sobre las lenguas y pueblos de la península Ibérica en la
Antigüedad (Aranegui Gascó, D’Encarnação, Prósper), sobre aspectos
sincrónicos y diacrónicos de la lengua latina y su contexto indoeuropeo
(De la Villa Polo, García Ramón, Hernández Pérez, Luque Moreno, Pérez
González); sobre filosofía antigua (Casadesús Bordoy, Rubio Orecilla)
y las civilizaciones griega y romana (Albadalejo Vivero & Muñoz-Santos,
Ros Gil); sobre textos y autores de la literatura griega antigua (García
Gual, Suárez de la Torre, Melero Bellido, Ruiz-Montero, Weiss); sobre
poesía grecolatina epigráfica y/o fragmentaria (Carande, Muñoz Martínez, Rodríguez-Pantoja, Torallas Tovar, Vidal); sobre textos y autores
latinos arcaicos, clásicos y tardoantiguos (Codoñer, Cristóbal, Mayer i
Olivé, Moreno Ferrero, Núñez González, Pestaño Fariña, Teja, Villalba
Saló); sobre textos y autores latinos medievales (Muñoz Jiménez, Ruiz
Arzalluz); sobre textos y autores de los siglos XVI y XVII (Conde Parrado,
Dávila Pérez, Del Pino, Gil, Grau Codina, Maestre Maestre, Velázquez);
sobre la recepción de los clásicos desde la Antigüedad hasta nuestros días
(Arcaz Pozo, Cañizares Ferriz, Ramírez de Verger, Velaza) y la recepción
clásica en distintas literaturas vernáculas (Bris García, Llagüerri & Morenilla, Marina Sáez, Moya del Baño, Navarro Noguera, Poignault, Redondo,
Río Torres-Murciano, Roig Lanzillotta, Sebastià Sáez); sobre escultura
clásica (Rodríguez Oliva); y, en fin, dos estudios de tradición clásica que
hacen de la obra poética del homenajeado materia de reflexión filológica
(De Hoz, González Iglesias).
La mención de los dos últimos trabajos y su punto en común es buena
transición hacia el final de esta reseña. El segundo, «Columnae en Horacio
y en Jaime Siles: la excelencia del poeta doctus», muestra las implicaciones
del término columnae en el Arte poética de Horacio y en Columnae de Siles
(1987), obra en la que, citando palabras del autor homenajeado, «la experiencia de la realidad se convierte en experiencia del lenguaje» (p. 455).
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El primero, «Jaime Siles, Herodes Poseidoniu y el estimulante placer de la
tradición», partiendo de Galería de rara antigüedad (2018), hace al homenajeado émulo de los poeti vaganti helenísticos, en quienes «la poesía es la
expresión de realidades no poéticas (…) que hay que entender, interpretar
y transmitir llámese poética, filosófica o artísticamente» (p. 482).
Los artículos reunidos en este libro y su Tabula gratulatoria nos muestran a un Jaime Siles maestro, mago de la palabra, amigo fiel y constante,
orador elocuente, sabio filólogo y, sobre todo, poeta itinerante y doctus:
su Curriculum Vitae está nuevamente desplegado en ellos gracias a «buenos discursos». Tales imágenes quedan enmarcadas por la evocación del
priscorum interpres, claro guiño filológico y epigráfico —no podía ser de
otro modo, siendo coeditor del libro el profesor Hernández Pérez—, que
desea contribuir a la fama imperecedera del homenajeado y nos trae a la
memoria unas palabras del otro coeditor de este volumen, yendo una vez
más de la filología a la poesía: «Siles (…) assumix el pas del temps com
a ofrena del jo o, si es vol dir així, com a exqueix florit d’un univers que
ens abriga a tots, transformant l’esdevindre individual en una col·lectiva
eternitat.» («L’eternitat en Jaime Siles», El Mundo 21-XI-2018). Llamar
«colectiva eternidad» al conjunto de los nombres recogidos en este libro
es sin duda hiperbólico. No lo es afirmar que este volumen honra a la
Filología y a los Estudios Clásicos en su celebración del filólogo, crítico
literario, traductor, ensayista, gestor y poeta Jaime Siles.
***
David Solé Gimeno et al. (eds.), Anuari de filologia. Antiqua et
Medieualia. Dedicado a ARDVA QVAE PVLCHRA:
Contribucions d’estudis clàssics presentades al VII Congrés
Nacional Ganimedes, Universitat de Barcelona, 11 (2), 2021, 158
pp., ISSN 2014-1386
MARTA DE SEVILLA GARCÍA
marta.desevilla@estudiante.uam.es
doi: 10.48232/eclas.162.17
El último volumen del Anuari de filologia. Antiqua et Medieualia recoge
de forma monográfica algunas de las contribuciones presentadas en el
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reseñas de libros
VII Congreso Nacional Ganimedes, celebrado los días 13, 14 y 15 de marzo de 2019 en la Universitat de Barcelona. Esta iniciativa de la Asociación
Ganimedes de Investigadores Noveles de Filología Clásica parte de personas que se están iniciando en la investigación, con el objetivo de constituir
un espacio de intercambio sobre los resultados de sus trabajos. El volumen
recopila quince de las comunicaciones expuestas en el congreso, donde
también se presentaron diversos posters y tres ponencias de catedráticos
de la Universitat de Barcelona. Destacamos la diversidad de disciplinas
y enfoques que abarcan desde lingüística griega y latina, hasta crítica
textual, literatura, o tradición y recepción clásicas. Así, aunque en la publicación aparezcan en orden alfabético según sus autorías, comentaremos
las comunicaciones en función de sus marcos de análisis.
Entre los trabajos de lingüística, Pablo Pinel Martínez propone un análisis léxico de ἄθεος. Partiendo de la evolución semántico-pragmática
del término en las fuentes del siglo V a.C., vincula los cambios identificados con el desarrollo del ateísmo radical en Atenas. María Belén
Boned describe la situación morfológica del aoristo en los siglos I–III
d.C. para verificar si las denuncias que emiten los gramáticos aticistas
se reflejan en los textos de este periodo; concluye que se suelen criticar
formas ya atestiguadas en el siglo V a.C. o formas postclásicas poco extendidas. En su riguroso estudio epigráfico sobre las inscripciones de
Cos, Gonzalo Jerez Sánchez trata de identificar arcaísmos, bien ortográficos, bien relativos a la forma de las letras, así como explicar las causas
de este fenómeno. Anahí Álvarez Aguado trabaja con textos notariales
latinos de la Cataluña altomedieval y busca sistematizar los principales
cambios que se documentan en el uso de adjetivos; mientras que las innovaciones gráfico-fonéticas y morfológicas serían compartidas con el
latín vulgar, en las semánticas encontramos formas propiamente románicas. Por otro lado, Martí Esquirol Domenech y Marina Díaz Marcos
presentan dos trabajos de crítica textual. El primero desarrolla un estado de la cuestión sobre la atribución de algunos versos a Solón, dando
peso a la propuesta de André Lardinois, que aboga por una vinculación
tardía. Mientras que la segunda, a partir de la comparación con otros
manuscritos, defiende a Gerardo de Cremona como autor de la traducción latina del libro VI del De simplicium medicamentorum facultatibus
de Galeno.
Respecto a los trabajos literarios, Miriam Carrillo Rodríguez estudia
la evolución de Edipo de mortal a héroe en Edipo en Colono. Primero,
describe la superación progresiva de sus limitaciones mortales y, después,
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compara diferentes tópicos, como el exilio o la localización de la tumba,
con otras tradiciones áticas y beocias. David Solé Gimeno introduce el
enfoque de los estudios de percepción sensorial para analizar en dos obras
de Luciano de Samósata, las Verae Historiae y De Domo, qué recursos
permiten una reconstrucción imaginaria vívida de los espacios descritos. En el primer caso, estos otorgan veracidad a un relato ficticio; en
el segundo, constituyen el espacio en metáfora de las técnicas retóricas
sofistas. Miriam Urbano-Ruiz analiza el himno 66 de Romano Melodo
sobre la vida de San Jorge: a partir de la secuencia narrativa logra identificar la fuente, lo que permite confirmar la autoría; además, explica rasgos
concretos del texto a partir de la situación lingüística de Bizancio y del
público receptor de la obra. Andrés Gutiérrez Temiño parte de cuatro
epigramas de Marcial para ir desgranando aspectos de su obra, estilo,
relación con el público y, sobre todo, los objetivos tras la reivindicación
del epigrama como género de categoría; plantea así un análisis del epigrama como reclamo de una poesía social, en oposición a lo inaccesible de
la épica o del relato mitológico. Ignasi Vidiella Puñet explica dos piezas
poéticas —un fragmento de los Oráculos sibilinos (8, 217–250) y algunos
versos de la cuarta Égloga de Virgilio— insertas en la Oratio ad coetum
sanctorum de Constantino; al ver cómo se entrelazan los textos con el resto de ideas del discurso, se busca desvelar las intenciones del emperador:
otorgarles un carácter profético y exaltar su propia figura y su relación
con Cristo.
Por su parte, Alba Hontanar Pérez presenta un estudio comparativo de
mitología griega, donde identifica elementos comunes entre los monstruos
femeninos y rastrea su origen en la figura de Pandora: aquellos comparten
la belleza, sensualidad, astucia y engaño de las mujeres fatales y salvajes,
rasgos que conducen al asesinato de las figuras masculinas. También Rocío
Valera Sánchez recurre al enfoque de género en su trabajo de recepción
clásica, pues compara la Medea de Eurípides con el personaje de Graciela
en Diatriba de amor contra un hombre sentado, obra de García Márquez
de 1987, pone en paralelo el desarrollo de ambos personajes, con su
progresiva capacidad agentiva, y matiza las diferencias derivadas de los
distintos contextos espaciotemporales. En la misma línea de investigación
de la recepción clásica, señalamos los trabajos de Alessia Maria Scalera,
sobre Dido en la ópera de Giovanni Francesco Busenello, y de Alexandra
Dinu, sobre el minotauro en dos relatos de Borges y Cortázar («La casa
de Asterión» y Los Reyes); en ambos casos no solo pretenden detectar
paralelismos y modificaciones, sino también explicar qué implican estas
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resignificaciones: la ausencia del éthos trágico de Dido en la Venecia del
siglo XVII, con necesidad de nuevos repertorios tras la proliferación de
teatros de ópera públicos, o la subversión del héroe clásico dentro del
pensamiento posmoderno.
En conclusión, este volumen cumple con el objetivo de recorrer a nivel
nacional el panorama de trabajos en Estudios Clásicos realizados por
jóvenes investigadores. Destacamos la pluralidad de temáticas abordadas,
de enfoques y metodologías, y de épocas y lugares que son objeto de
sus estudios. Otro aspecto positivo es el de la difusión, pues todos los
artículos se encuentran digitalizados y son accesibles de forma libre. Por
tanto, señalamos la importancia de este tipo de espacios de intercambio
y debate, no solo relativos a investigaciones concretas, sino también, como
se apunta en la introducción y en el propio título del volumen —una cita
de Erasmo de Rotterdam—, a las razones de ser de las disciplinas.
***
Santiago Auserón, Arte sonora. En las fuentes del pensamiento
heleno, Barcelona, Anagrama, 2022, 747 pp.,
ISBN 978-84-33964-81-6
LUIS CALERO
luis.calero@uam.es
doi: 10.48232/eclas.162.18
Poco a poco, el panorama bibliográfico dedicado a los estudios sobre la
Música en el Mundo Antiguo se va ampliando en lengua española. Aunque sea aún una joven disciplina en España, ya puede lucir orgullosa una
mayúscula inicial gracias a contribuciones como esta que nos ocupa. Tras
la defensa de su tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid,
con el título de Música en los fundamentos del lógos (2015), Santiago Auserón presenta este libro a partir del material empleado para su investigación.
Vaya por delante que el estudio que se plantea en este libro no solo resulta
interesantísimo, sino que, además, su lectura es tremendamente amena
y discurre con una prosa profunda, a la vez que accesible a todo tipo de
lectores.
Siguiendo un planteamiento similar al que se puede encontrar en el
índice de su tesis, el autor dedica un primer capítulo a la contextualización del fenómeno musical, que en la cultura griega toma forma desde
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los tiempos más remotos en las Musas. Precisamente de ellas toma el
nombre la Música. El autor plantea unos preliminares en los que acompaña al lector en el buceo de sus posibles orígenes a partir de las raíces
del cuento popular, del canto primitivo y del mito, así como en su cristalización final en el fenómeno literario arcaico de la antigua Grecia, en
el que habla, canto y danza conforman un único cuerpo. A partir de
ahí, el autor nos introduce de lleno en el estudio del fenómeno sonoro en el entorno homérico, retomando la investigación que ya iniciaran
Parry y Lord a comienzos del siglo XX, a la vez que revaloriza la importancia del canto, en tanto que realidad etnomusicológica, dentro de la
tradición oral que caracteriza a la Grecia arcaica. Realza en su estudio el
empleo de criterios como economía y extensión, a modo de estructuras
dinámicas en música. De ese modo, Auserón argumenta cómo el carácter
ornamental de los epítetos homéricos puede trascender hasta extenderse en el valor metafórico de la fórmula, que se convierte de este modo
en elemento básico del fenómeno épico, a la vez que se articula a través del ritmo como una característica no necesariamente intrínseca del
lenguaje.
A partir de estos planteamientos iniciales, se abre un tercer apartado
en el libro, en el que Auserón se sumerge en el difícil estudio del proceso que acabará escindiendo palabra y música, hermanas indisolubles en
fases primarias. Para ello, el autor sienta las bases de su investigación
en varias dudas genéricas que deben observarse en su estudio. Analiza,
de este modo, la tendencia que ha servido para normalizar el conocido
como milagro griego desde los estudios de la Filología decimonónica y,
a continuación, se centra más extensamente en el debate de cuestiones
métricas específicas, en un contexto en que se debe partir de la regularidad métrica como indicio de una práctica musical previa, a pesar
de que la propia métrica acabará siendo la causante de que el lenguaje poético termine desligándose de su soporte tradicional. No obstante,
el autor aboga por oponerse a la pretensión de los estudios de métrica
que insisten en la autonomía de dicha doctrina respecto al hecho musical, empleando un argumentario amplio y sólido que llevará al lector
a una posición de indisolubilidad entre ambas disciplinas. Así, la lectura nos adentra en una nueva sección del libro, dedicada al interesante
fenómeno de cómo el verso épico termina desligándose de la música
en cuanto entra en el escenario la escritura y se pasa del aedo al rapsoda, es decir, del canto al recitado, o, en el pensamiento de la época,
de la realidad al misterio, puesto que la palabra escrita ayuda a la reaniEstudios Clásicos – 162 – 2022 – issn 0014-1453
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mación, sensu stricto, del pensamiento reproducido en voz alta a través
de cada individuo que le da forma sonora. Un cuarto capítulo permitirá al autor tratar aspectos de la teoría harmónica de la Grecia antigua,
aunque sin entrar en grandes profundidades y de manera sesgada. Llama la atención cómo la organología o la harmonía griegas se estudian
dejando grandes apartados sin tratar (por ejemplo, las harpas o la percusión, de la que se afirma de manera un tanto ligera que no cumplió
en Grecia una función tan relevante como la lira o el aulós). Se puede
entender, porque no es el propósito de este volumen hacer un estudio
organológico en profundidad. No obstante, quizá habría sido mejor no
entrar en estos temas tan especializados para no hacer una revisión más
exhaustiva de ellos. Esta cuarta sección del libro se cierra valorando el
alcance de las consonancias en el panorama harmónico griego tal y como
las evaluaron los autores antiguos, especialmente a partir de Aristóxeno,
cuya importancia radica precisamente en la inclusión de la experiencia personal en el análisis y práctica de la música, más allá del alcance
del mero número pitagórico. Cierra el estudio un quinto apartado en
que el autor redime la separación entre lenguaje y música a la que se ha
llegado en las páginas anteriores, empleando para ello el carácter simbiótico del ritmo, que, común a ambos, vertebra su producción. Se parte de los elementos más básicos en él (metro, sílaba, etc.) hasta llegar
a conformar una supraestructura que se condensa en el lógos, a modo
de experiencia unificadora, para, a partir de ese punto, poder regresar
a los elementos primeros que lo conforman. Se cierra el libro con una amplia sección donde se compendian las conclusiones, seguidas de una
bibliografía muy extensa y actualizada a fecha de la defensa de su tesis, así como de un muy útil índice temático y un glosario de términos
griegos.
En definitiva, no sólo el contenido, sino también la maestría retórica,
argumentativa y la excelente y amenísima manera de escribir de Santiago
Auserón hacen de este libro un imprescindible en la biblioteca de todos
aquellos que nos interesamos por la Música de la Antigüedad.
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reseñas de libros
Barbara Cassin, La nostalgia: Ulises, Eneas, Arendt, Madrid,
Alianza Editorial, 2022, 127 pp, ISBN 978-84-1362-613-0
JAIME SILES
Jaime.Siles@uv.es
doi: 10.48232/eclas.162.19
La filóloga y filósofa Barbara Cassin (1947), alumna del poeta Michel
Deguy en el liceo Pasteur y de Ferdinand Alquié en la Sorbona, amplió
estudios en Alemania en las universidades de Freiburg y Heidelberg. Traductora de Hanna Arendt; organizadora en 1990 del seminario sobre Las
estrategias contemporáneas de apropiación de la Antigüedad, en el que
intervinieron Aubenque, Deleuze, Derrida, Eco y Ricoeur; profesora en la
ENA; directora entre 2006 y 2010 del Centre de Recherches sur la Pensée Antique y, desde 2018, miembro de la Academia Francesa, es autora también,
entre otros importantes y significativos libros, de este delicioso ensayo
sobre la nostalgia, definida por la medicina como morbus helveticus y que
es una palabra suiza, más concretamente alemánica, acuñada por JeanJacques Harder en 1678, que estuvo a punto de verse eclipsada por otros
términos como filopatridomanía, potopatridalgia, propuesta por Zwingler,
y Heimsehnsucht, que es como la subtituló Haller. Sin embargo lo que se
impuso fue un derivado de nostos, «regreso» en griego. Considerada aquí
algo más que «la añoranza de una tierra y deseo de volver a casa», la nostalgia es vista como «un hecho cultural». De ahí que su autora estudie «la
relación entre patria, exilio y lengua materna». Apoyada en Derrida, para
quien ni la patria ni la lengua nos pertenecen, Cassin parte de la Odisea,
«el poema de la nostalgia por excelencia»; sigue con Eneas, que olvida la
lengua de Troya y habla —dice Virgilio— con y como los latinos: «con una
sola lengua»; y llega hasta Hanna Arendt, que, exiliada en Estados Unidos,
no siente nostalgia de su patria sino de su lengua. Lo que la Odisea plantea
es si Ulises es capaz de volver (nóstimos) a Ítaca: claves en este sentido
son «el tiempo como línea y el tiempo como ciclo». De ahí que cuando
más cerca está es cuando está más lejos. Nostalgia e identidad corren,
como temas, a la par en la Odisea, si es que no son sinónimos de lo mismo.
Así lo entienden Levinas y Günther Anders. Y Cassin se pregunta si el
ideal de Ulises no será Penélope, aunque reconoce que el verdadero hogar
de Ulises es el Mediterráneo. Por eso está «en casa en todas partes y en
ninguna». En cambio, en la Eneida Roma es «un futuro anterior». Eneas
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no permite que los naturales del Lacio cambien de nombre ni de lengua
ni modifiquen su forma de vestir. La promesa de Júpiter es clara : los ausonios conservarán su lengua y sus costumbres, y , mezclados sólo de sangre,
los teucros se les sumarán; a todos ellos el propio Júpiter les dará hábitos
y ritos sagrados y los hará a todos ellos «latinos con una sola lengua». Virgilio —como la Roma arcaica— cree en el sinecismo y el mestizaje como
elementos necesarios para la paz y la civilización: en la Eneida el latín es
«el único artífice de la unidad de Roma» y «el que plasma la pax» porque
—como indica Florecen Dupont— la lengua latina es para los romanos
«un signo de identidad». Eneas el «extranjero primigenio» es el símbolo
de que todo romano puede tener dos patrias: la de su nacimiento y la del
derecho que le confiere la civitas, como afirma Cicerón al hablar de Catón.
Pero exiliado de ambas como Ovidio se corre el riesgo de perder ambas y,
por ello, la propia identidad. En el caso de Arendt «la marca del exilio es la
transformación de la relación con la lengua». No identifica lengua alemana
y pueblo alemán sino que sostiene que «El inconformismo es la condición
sine qua non del logro intelectual». El refugiado no sólo pierde la cotidianidad de su vida familiar sino también su oficio y ocupación: es decir, «la
confianza de ser útiles en este mundo». Y, al perder su lengua, se convierte en un «balbuciente bilingüe». La percepción arendtiana de la lengua
—explica Cassin— «está arraigada en la definición aristotélica del ser humano como animal dotado de lenguaje». Para Arendt «es un error creer
que una realidad pensada en el lenguaje es menos real que una realidad
vivida» Excelente es el tratamiento que Cassin da a la visión heideggeriana del lenguaje y a su «nacionalismo ontológico». El silencio poético de
Celan y la filología denunciadora de Klemperer le permiten marcar sus
distancias y diferencias con el logos-Sprache-Sage de Heidegger y a optar,
en cambio, por los términos latinos cultura, gravitas, auctoritas, religio,
libertas como fundamento de nuestro presente político y filosófico.
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reseñas de libros
Fernando García Romero, Lechuzas a Atenas. Pervivencia hoy
del refranero griego antiguo, Madrid, Edaf, 2022, 217 pp.,
978-84-41441-53-8
ALEJANDRO MARTÍN BOLAÑOS
alejandro.martin.4c@gmail.com
doi: 10.48232/eclas.162.20
Fernando García Romero nos ha sorprendido con un volumen completísimo y muy original, en el que no solo recoge aquellos refranes, sentencias
y locuciones griegas que hemos heredado y algunas que hoy tienen equivalencias, sino que también compila un conjunto de personajes griegos
proverbiales, así como geografía proverbial griega y un excurso sobre el
carácter jocoso de las expresiones proverbiales.
Ha dedicado los dos primeros capítulos de este libro a aquellos proverbios griegos heredados directamente y a expresiones griegas que tienen
equivalencias modernas. El análisis que hace de cada una de ellas es muy
minucioso, pues para todas ellas destaca lo siguiente:
a) Origen y significado
b) Fuentes antiguas donde se hallan, así como las bizantinas y/o renacentistas, si las tienen
c) La tradición moderna de la expresión y/o su correspondencia en
todas las lenguas romances, así como en griego moderno, inglés, alemán, ruso, noruego, polaco, danés, sueco, holandés, vasco, croata,
húngaro y otras, si las hay
Lo más original, quizás, es el planteamiento de la estructura y el contenido,
pues compila los proverbios por grupos temáticos que los relacionan
entre sí, de modo que el volumen no constituye un simple diccionario
de paremias, sino que conforma un ensayo muy ameno, divertido y con
un tono jocoso muy apropiado. Un ejemplo muy claro es el apartado que
llama «de golondrinas, cisnes y petirrojos», dentro del cual estudia varias
expresiones que poseen una temática o elemento en común, en este caso
las aves, como «una golondrina no hace primavera» (μία χελιδὼν ἔαρ οὐ
ποιεῖ), «canto del cisne» (κύκνειον ᾆσμα) y «un solo matorral no alimenta
a dos petirrojos» (μία λόχμη οὐ τρέφει δύο ἐριθάκους).
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reseñas de libros
El tercer capítulo del volumen versa sobre personajes griegos que se han
convertido en proverbiales configurando, así, paremias. En total recoge
seis grupos:
a) Tontos
Figuras como Margites (Μαργίτης εἶ) o Corebo (Κοροίβου ἠλιθιώτερος), entre otros, que fueron en Grecia paradigma de estulticia.
b) Feos y guapos
Algunos ejemplos parten de La Ilíada, que configuró a Tersites
como el más feo de los que fue a Troya, mientras que a Nireo como
el más guapo, convirtiéndose uno en canon de fealdad y otro de
belleza. Así nacen expresiones como «la viva imagen de Tersites»
(Θερσίτειον εἴδωλον τό βλέμμα).
c) Personajes míticos
El autor resalta varias paremias que hacen de personajes míticos, que destacan por alguna cualidad, un verdadero paradigma
de astucia, nobleza…, por ejemplo, «ser más listo que Ulises»
(Ὀδυσσέως συνετώτερος), ο «ser más noble que Codro» (Κόδρου
εὐγενέστερος).
d) Reyes, atletas, artistas y algún político
Del mismo modo que en los grupos anteriores, señala varias paremias protagonizadas por estos personajes históricos, «susceptibles
de convertirse en paradigmas proverbiales», de acuerdo con García Romero. Entre ellas destacamos a modo de ejemplo «ser más
rico que Midas» (Μίδου πλουσιώτερος), «la fuerza de Polidamante» (Πολυδάμαντος ῥώμη), «el arte de Glauco» (Γλαύκου τέχνη)
o «las promesas de Cares» (αἱ Χάρητος ὑποσχέσεις).
e) Personajes con nombres parlantes
En este caso el autor se ocupa de personajes que, además de constituir un paradigma proverbial por sus características personales,
tienen el añadido de poseer un nombre parlante que vaticina tales
cualidades. Muchos de estos personajes con nombres parlantes son
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protagonistas de paremias. Es el caso de Κέρδων (Cerdón), «el
interesado», que da origen a la expresión «Κέρδων γαμεῖ» (Cerdón se casa), que se decía cuando alguien contraía matrimonio por
intereses económicos. Sucede lo mismo con Βουλίας (Bulias), «el
que decide», que protagoniza la paremia «Βουλίας δικάζει», que
se decía irónicamente a quien nunca decidía nada.
El cuarto capítulo, titulado Geografía proverbial griega, deja atrás a los
personajes, para adentrarse en aquellas ciudades, topónimos y gentilicios
griegos que dan lugar a paremias. Estos son los atenienses, los espartanos,
los jonios, los griegos de occidente, aquellos habitantes de las Islas del
Egeo, los egipcios, los libios, los tesalios, los argivos, los corintios y los
beocios. García Romero indaga sobre la fama, buena o mala, que tenía cada
pueblo, lo que propiciaba la creación de expresiones muy parecidas a las
que tenemos hoy para los vascos, los leperos, los catalanes, los canarios,
etc. Se hablaba, por ejemplo, de la «Ἀττικὴ πίστις», «fidelidad ática»,
cuando las personas demostraban ser fieles y dignos de confianza, o de
«Λακωνικὰς σελήνας», «lunas laconias», justo para lo contrario. Es, sin
duda, muy interesante y ameno.
Jugar y reír con las expresiones proverbiales es el quinto capítulo del volumen, un valiosísimo excurso sobre el carácter jocoso y creativo de las expresiones proverbiales. El autor nos advierte de que ya los antiguos griegos
se aprovechaban del carácter modificable de las expresiones para formar
otras nuevas, tal y como hacemos hoy en día. Para ilustrarlo nos invita
a recordar aquellas expresiones que inundaron nuestros móviles durante
la crisis económica del 2008: «en casa de herrero, cartilla del paro», «en
abril recortes a mil», «no hay mal que por el INEM no venga», y muchas
otras. Son todas modificaciones de refranes y expresiones tan conocidas
que no merece la pena comentarlas. Lo cierto es que García Romero hace
bastante hincapié en que ya este fenómeno de creatividad a partir de la
modificación se daba en la Grecia antigua. Un ejemplo muy claro sería
la modificación de la expresión antes citada «un solo matorral no alimenta
a dos petirrojos», que en Las Avispas de Aristófanes aparece versionada
como «nunca un solo matorral podrá alimentar a dos ladrones».
El sexto capítulo es un espectacular compendio de todas las fuentes
clásicas, bizantinas, renacentistas y modernas de todas y cada una de las
expresiones que el autor ha comentado en el libro. Es una herramienta
muy útil, que demuestra que no es un solo un ensayo, sino que, además,
es un auténtico diccionario de paremias griegas.
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reseñas de libros
Muy pocos antecedentes tiene el magnífico trabajo de García Romero,
y esos precedentes no igualan la combinación del carácter jocoso, literario y ameno con la estructura académica y científica que posee. Este
volumen debe formar parte de la biblioteca de cualquier investigador que
dedique su estudio a la paremiología clásica, y servir como estímulo e inspiración para futuros trabajos de esta disciplina que está en auge y tiene
mucho por hacer en el ámbito de las lenguas clásicas. Las palabras que
me sugiere esta obra son originalidad, actualidad, trabajo y erudición.
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Normas de publicación
ESTUDIOS CLÁSICOS
Revista de la Sociedad Española de Estudios Clásicos
Los trabajos serán originales e inéditos y no sobrepasarán los 50.000
caracteres (incluyendo espacios, notas y referencias bibliográficas). Las
reseñas versarán sobre libros relacionados con temas de interés de la SEEC
y no sobrepasarán los 7.000 caracteres (espacios y notas incluidos).
Los trabajos y reseñas se enviarán a través del formulario habilitado
para ello en la página web de la SEEC, en la dirección http://www.es
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instrucciones concretas que se indican en la página para todo lo referido
a los datos del autor y a los archivos que han de enviarse.
El Consejo de Redacción decidirá sobre la conveniencia de la publicación de los artículos recibidos una vez conocida la opinión de, al menos,
dos expertos externos, observándose en el proceso la norma de doble
anonimato. Para la aceptación de los originales se atenderá a la calidad
científica y expositiva, así como a su adecuación a las normas editoriales
que se describen a continuación.
La decisión sobre la publicación de las reseñas corresponderá al Consejo
de Redacción.
La publicación podrá estar condicionada a la aceptación por parte del
autor de las sugerencias de corrección formuladas por los expertos evaluadores, que serán comunicadas a los autores. El Consejo de Redacción
se compromete a que entre la recepción del original y la comunicación al
autor de su aceptación o rechazo de publicación no transcurra un tiempo
superior a cuatro meses. Una vez comunicada la aceptación o rechazo
del trabajo, no se mantendrá correspondencia con los autores sobre los
originales recibidos.
Los autores corregirán primeras pruebas y recibirán la separata de
su trabajo publicado en PDF y un ejemplar del tomo correspondiente.
Los autores serán los responsables del contenido de sus artículos. La
aceptación de un trabajo para su publicación implicará que los derechos de
copyright, en cualquier medio y soporte, quedarán transferidos al editor
de la revista.
Los originales deben atenerse a las normas editoriales detalladas a continuación.
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normas de publicación
1. Encabezamiento del trabajo
Título del trabajo.
Título en inglés (si no fuera la lengua original del trabajo).
Nombre y apellidos del autor o autores.
Filiación.
Correo electrónico de contacto.
Resumen. En la lengua del artículo, de entre 150 y 200 palabras.
Palabras clave. Un máximo de cuatro términos o expresiones que
permitan clasificar el contenido del trabajo, separadas por punto
y coma.
Título en inglés (si no fuera la lengua original del trabajo).
Abstract. Resumen en inglés (si no fuera la lengua original del trabajo)
de la misma extensión que el original.
Keywords. Traducción al inglés de las palabras clave.
Dedicatoria (si procede).
Al Título del trabajo podrá añadirse una nota inicial (nota 1) que recoja
la fuente de financiación o los agradecimientos.
Para los artículos redactados en inglés se ha de proporcionar también
el título, el resumen y las palabras clave en castellano.
2. Fotografías, imágenes, ilustraciones, esquemas y tablas
Si el trabajo incluye fotografías, imágenes o ilustraciones, han de enviarse
por separado, en formato PNG o JPG, con una resolución mínima de
300ppp. Solo pueden incluirse figuras que se mencionen explícitamente
en el trabajo. Se recomienda que vayan a todo color. Ha de indicarse,
asimismo, a qué punto del trabajo corresponde cada una.
Si la figura consiste en un esquema que puede componerse mediante el
procesador de textos, no será necesario que vaya en documento aparte,
y bastará con insertarlo en el punto del texto que le corresponda.
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normas de publicación
Al final del trabajo ha de añadirse el listado de todas las figuras que
el trabajo contenga con sus respectivos pies de foto, numerados correlativamente (Figura 1: pie de foto de la ilustración, Figura 2: pie de foto…,
etc.).
Las tablas habrán de ir insertas en el punto del trabajo que corresponda, acompañadas siempre de un título de tabla, y llevarán su propia numeración (Tabla 1: título de la tabla 1; Tabla 2: título de la tabla,
etc.).
3. Tipografía y composición
3.1. Alfabetos y tipos de letra
Los trabajos se presentarán en letra Times New Roman, cuerpo 12, espacio
y medio, alineación justificada.
Los textos sangrados y los ejemplos en párrafo aparte aparecerán en
Times New Roman, cuerpo 11.
Las notas deberán aparecer a pie de página (y no al final del trabajo)
en Times New Roman, cuerpo 10.
Antes y después de cada título y subtítulo se dejará un espacio para facilitar la tarea del maquetador. Los demás párrafos no incluirán espaciado
entre ellos.
Para todo tipo de alfabetos y símbolos se utilizará la codificación Unicode.
3.2. Epígrafes y subepígrafes
Los distintos epígrafes dentro de un artículo no incluirán ningún formato especial, simplemente irán en párrafo aparte y numerados, con
numeración arábiga, y se organizarán según el siguiente esquema:
1. Epígrafe principal
1.1. Subepígrafe primario
1.1.1. Subepígrafe secundario
3.3. Uso de cursiva
Títulos de obras (antiguas y modernas) y de revistas, ya sea en su
forma completa o abreviada; p.e.: Historia de la literatura griega,
Emerita, Gnomon, EClás.
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normas de publicación
Citas y palabras de cualquier lengua diferente del castellano, incluido
el latín, cuando el alfabeto sea latino y vayan incluidas en el cuerpo
principal del artículo; p.e.: «… la palabra spes significa …»
Palabras objeto de estudio; p.e.: «cuando hablamos de ontología, nos
referimos… ».
Las citas literales extensas fuera del texto, en cualquier lengua, incluido el
castellano, irán en párrafo aparte, sangradas y en redonda, sin comillas.
En el caso de palabras y textos griegos o de cualquier otra lengua que
no utilice el alfabeto latino no irán en ningún caso en cursiva, salvo que
se quiera resaltar algún término o expresión. Se utilizarán tipos Unicode;
cuando se trate de conceptos muy conocidos podrán aparecer transcritos
en tipos latinos en cursiva, conservando los acentos: p.e. lógos, prãgma,
kalòs.
Las cursivas en ningún caso arrastrarán a los caracteres inmediatamente
anteriores o posteriores: (Staat) y no (Staat).
3.4. Uso de mayúsculas y negrita
Se evitará, en lo posible, el uso de textos enteros en mayúsculas (salvo
para inscripciones) o en negrita. De igual manera, se evitará el uso de
versales y versalitas.
3.5. Comillas dobles
Se usarán comillas angulares, también llamadas latinas: « ».
En títulos de artículos de revista y capítulos de libro: p.e. «El tema
del león en el Agamenón de Esquilo».
Traducciones de términos dentro del texto.
Términos científicos poco usuales o conceptos: p.e.: verbos de
«amar».
En las citas literales de frases o pasajes de otros autores dentro del
texto o las notas.
Cuando deba incluirse una cita dentro de otra cita se emplearán comillas
simples: p.e. «El concepto de “error” y el criterio de enmienda».
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normas de publicación
3.6. Numerales y puntuación
Se utilizarán numerales arábigos:
Para las citas de autores antiguos se utilizará siempre numeración arábiga, separada por puntos, y por coma cuando se pase a una segunda
cita; p.e.: Verg. Aen. 10.21, 12.54; Liv. 3.2.6–8. En caso necesario, se
puede añadir a continuación el nombre del editor sin paréntesis; p.e.:
Arist. fr. 23 Rose.
Números romanos para volúmenes de textos modernos.
Para números de revista: p.e. Estudios Clásicos 159.
Para páginas de revistas y capítulos de libros: p.e. Estudios Clásicos 159, 33–42. En los rangos de números se indicará siempre la
numeración completa: 325–340.
Para páginas de libros, salvo las que vayan numeradas con romanos
en el original.
Se utilizarán números romanos para volúmenes de textos modernos: p.e.
Schwyzer II 137
3.7. Abreviaturas
Entre las usuales, nótense: s.= siguiente, ss.= siguientes, cf. (siempre
en redonda)= confer, cod.= códice, codd.= códices, supra, infra, et
al., i.e. En las citas bibliográficas no se utilizará nunca la abreviatura
p. o pp. Para el resto de abreviaturas puede consultarse el Apéndice 1,
«Lista de abreviaturas convencionales», de RAE (2010) Ortografía
de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe.
Autores antiguos. Dentro de un contexto, autor y obras se citarán
completos: «como dice Sófocles en su Antígona». Las citas concretas
podrán introducirse con las abreviaturas del Diccionario Griego–
Español (DGE) (http://dge.cchs.csic.es/lst/lst1.htm) y del
Index del Thesaurus Linguae Latinae (ThLL) (https://thesaurus.
badw.de/tll-digital/index/a.html), o, en su defecto, del Diccionario Latino, fascículo 0. Los títulos de las obras aparecerán siempre
en cursiva: «S. Ant. 133; Verg. georg. 3.284–285». Si es necesario, se
añadirá el nombre del editor después de la cita, sin paréntesis: p.e.
Arist. fr. 23 Rose
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Denominación de lenguas: las usuales, en minúscula: gr.= griego,
lat.= latín.
Los títulos de revistas, diccionarios o enciclopedias de una palabra se
darán enteros (Emerita); en el resto de casos se utilizarán las abreviaturas
que indiquen las propias publicaciones (IF = Indogermanische Forschungen, EClás = Estudios Clásicos, OLD = Oxford Latin Dictionary) o los
repertorios habituales, como L’Année Philologique.
3.8. Notas al pie
Se utilizarán solo notas al pie de página; no deben usarse notas al final
del texto.
Las notas a pie de página han de ser complementos al texto. No podrán estar compuestas por una simple referencia bibliográfica, o por una
cita puntual a un pasaje de un texto citado. Estas referencias habrán de
integrarse en el cuerpo del trabajo.
Las referencias de las notas al pie, numeradas correlativamente y en
superíndice, se situarán delante de los signos de puntuación: «…libros2 .»
/ no «…libros.2 »
3.9. Signos diacríticos
[ ] lagunas de un texto
〈 〉 adiciones al texto transmitido
{ } interpolaciones
⟦ ⟧ borraduras
† † pasajes corruptos
/ salto de verso
4. Citas bibliográficas
4.1. En el cuerpo del artículo y en notas
Se citará solo el apellido del autor, sin sus iniciales (a no ser que sean
necesarias para su diferenciación con otra referencia), seguido del año
de publicación, sin coma que los separe, y, tras dos puntos, las páginas
citadas, «Lakoff 1997: 34–36».
En el caso de que figuren varias referencias del mismo autor publicadas
en el mismo año, se diferenciarán mediante las letras del abecedario: p.e.
«Lakoff 1997a, Lakoff 1997b».
En ausencia de autor, se sustituye el apellido por una versión abreviada
del título, en cursiva.
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normas de publicación
Si no consta la fecha, se sustituye el año por la abreviatura «s.f.»: «Junta
de Andalucía s.f.».
En el cuerpo principal del texto, toda la referencia irá entre paréntesis
cuando la cita no se integre en la sintaxis de la frase: p.e. «según se ha
apuntado (Lakoff 1997: 34–36)…». Si el nombre del autor se integra en la
frase, solo irá entre paréntesis la referencia a año y páginas: «como dice
Lakoff (1997: 34–36)».
En las notas a pie de página se citará sin paréntesis si se trata solo de
la referencia bibliográfica: «… cf. Lakoff 1997: 34–36; …». En el resto de
los casos se procederá como en el cuerpo principal del texto.
4.2. En el apartado Referencias bibliográficas
Las referencias completas se recogerán juntas en un apartado final titulado
«Referencias bibliográficas», por orden alfabético de autor, editor o traductor y por orden cronológico inverso para cada uno. Este apartado debe
contener únicamente las citas bibliográficas que aparezcan mencionadas
en el cuerpo del texto y notas, y habrán de recogerse todas ellas.
Las referencias contendrán: Apellido(s) del autor, inicial(es) del nombre del autor, año de edición entre paréntesis, título de la obra. Para las
demás indicaciones se seguirán los modelos que se proporcionan más
abajo.
Si se citan varias obras de un mismo autor, se ordenarán cronológicamente. En el caso de que figuren varias referencias del mismo autor
publicadas en el mismo año, se diferenciarán mediante las letras del abecedario: Lakoff 1997a, 1997b. El nombre del autor aparecerá en todas
las entradas correspondientes a sus obras (no se sustituirá su nombre
y apellidos por un guion en la segunda y sucesivas citas).
Cuando haya varios autores, se separarán con coma (,) a excepción
del último que irá precedido de «y». En el caso de autorías múltiples se
podrá optar por indicar el nombre del primer autor y a continuación la
abreviatura et al. o bien Vv. Aa.
Los nombres del lugar de edición irán siempre en su forma castellana,
si existe. En el caso de que haya más de un lugar de edición, se separarán
por un guión corto; p.e. Leiden-Boston.
Siempre que exista, se ha de indicar el doi de las publicaciones electrónicas (del tipo que sean) o, en su defecto, la url completa de donde se han
recuperado, con la última fecha de consulta entre llaves.
No deben crearse referencias para sitios web cuando se mencionan
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como un todo; basta con citarlos en el cuerpo del trabajo seguidos de su
url entre paréntesis: «…con recursos online como Canva (https://www.
canva.com), donde…».
El uso de mayúsculas, cursivas y demás tipografía y puntuación ha de
ajustarse estrictamente a lo que se muestra en los siguientes ejemplos.
4.2.1. Ediciones, traducciones y comentarios de textos clásicos
Lloyd-Jones, H. y Wilson, N. G. (1990) Sophoclis Fabulae, Oxford, Oxford
University Press.
Estefanía Álvarez, D. (1991) Marcial: Epigramas completos, Madrid, Cátedra.
4.2.2. Libros y libros editados
Rutherford, W. G. (19051 ) A Chapter in the History of Annotation, Londres,
Heinemann [reimp. Nueva York–Londres, Routledge, 1987].
Pecere, O. y Stramaglia, A. (1996) (eds.) La letteratura di consumo nel mondo
grecolatino. Atti del Convegno Internazionale, Cassino, 14–17 settembre
1994, Cassino, Università degli studi di Cassino.
4.2.3. Capítulos de libro
Andre, J. M. (1969) «Les Odes romaines: mission divine, otium et apothéosis
du chef», en A. Fauconnier (ed.) Hommages à M. Renard, vol. I, Bruselas,
Peeters, 31–46.
4.2.4. Artículos de revista y periodísticos
Lowe, D. M. (2008) «Personification Allegory in the Aeneid and Ovid’s Metamorphoses», Mnemosyne 61, 414–435, doi: 10.1163/156852507X235209.
Portillo Suárez, J. (2018) «Las lenguas clásicas sacan a los profesores a la
calle», El País 9/9/2018, url: https://elpais.com/sociedad/2018/09/
08/actualidad/1536420737_298974.html.
4.2.5. Tesis doctorales, TFMs, y otras investigaciones no publicadas
Van der Valk, M. (1935) Beiträge zur Nekyia, Tesis doctoral, Kampen, Universiteit Leiden.
4.2.6. Entradas de enciclopedias y diccionarios
La Penna, A. (1984) «Concilium», en F. della Corte (ed.) Enciclopedia Virgiliana, vol. I, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 868–870.
Brandt, E. (1936–1966) s.u. «merus, -a, -um», TLL VIII.0, 846.33–850.53.
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normas de publicación
4.2.7. Otras publicaciones electrónicas
Kiss, D. (2013) Catullus online: an online repertory of conjectures on Catullus,
url: http://www.catullusonline.org/CatullusOnline/index.php
{27/06/2016}.
UNESCO (01/10/2018) «Nuevos datos revelan que en el mundo uno de
cada tres adolescentes sufre acoso escolar», UNESCO [sitio institucional],
url: https://es.unesco.org/news/nuevos-datos-revelan-que-mun
do-cada-tres-adolescentes-sufre-acoso-escolar {20/12/2020}.
Ministerio de Educación y Formación Profesional (s.f.) «Becas y ayudas para
estudiar Bachillerato», Ministerio de Educación y Formación Profesional
[sitio institucional], url: http://www.educacionyfp.gob.es/gl/servi
cios-al-ciudadano/catalogo/estudiantes/becas-ayudas/para-e
studiar/bachillerato.html {15/11/2020}.
4.2.8. Objetos multimedia online
Los Bañales. Proyecto Arqueológico (2011) «Epigrafía: cuando las piedras hablan (Canal UNED y La 2 de TVE, septiembre de 2011)» [vídeo], Youtube,
url: https://youtu.be/fVFwSfWqYow {20/12/2020}.
Enrico (2014) «Villa Adriana - Tivoli» [imagen], Flickr, url: https://flic
.kr/p/nsJvns {20/12/2020}.
RTVE-Preguntas a la historia (2012) «¿Qué papel desempeñan las inscripciones en la época romana?» [podcast], iVoox, url: https://www.ivoox.
com/preguntas-a-historia-que-papel-desempenan-audios-mp3_r
f_1205052_1.html {20/12/2020}.
4.2.9. Legislación
LOMCE (8/2013) «Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa», Boletín Oficial del Estado 295, 10/12/2013,
97858–97921, url: http://www.boe.es/boe/dias/2013/12/10/pdfs/BO
E-A-2013-12886.pdf {20/12/2020}.
Orden (ECD/65/2015) «Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que
se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los
criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato», Boletín Oficial del Estado, 29/01/2015,
6986–7003.
RD (1105/2014) «Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se
establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del
Bachillerato», Boletín Oficial del Estado, 03/01/2015.3, 349–357.
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normas de publicación
5. Varia
Los criterios ortográficos y tipográficos, en todo aquello que no esté precisado en estas normas, se atendrán a lo recogido en la obra de la Real
Academia Española (2010) Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, así como a las indicaciones que se puedan publicar en su web
(https://www.rae.es).
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