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Maestros del Sonido
Maestros del Sonido
Maestros del Sonido
Libro electrónico77 páginas45 minutos

Maestros del Sonido

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Información de este libro electrónico

Ser turista por los Pueblos Mágicos de Michoacán, México, es la mejor de las experiencias si se tiene disposición para lo extraño, misterioso y mágico. Sin embargo, este solo es el principio de lo verdaderamente valioso e interesante, porque desde que entras en contacto con el Sharish, y tu cuerpo se estremece de escalofríos, sabes por toda la eternidad que estás frente a la misma muerte. Pero nuestro héroe, por mucho tiempo esperado, Kido, ha entrado al reino silencioso del Sharish y de la luz oculta de los antiguos purépechas y ha descubierto el Gran Secreto milenario de por qué nunca pudieron ser conquistados por los ejércitos españoles conducidos por Hernán Cortés.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 jun 2012
ISBN9781476157276
Maestros del Sonido
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos Literarios Latinoamericano

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    Vista previa del libro

    Maestros del Sonido - Adolfo Sagastume

    Tabla de Contenidos

    Introducción

    La Ceremonia del Practimockcha

    Los Maestros del Sonido

    La Misión

    Una Visita Inesperada

    Las Danzas del Más Allá

    Tzintzuntzan

    Por los Bosques del Lago

    El Sharish

    El Temascal

    Dentro de las Pirámides

    Introducción

    Ser turista por los Pueblos Mágicos de Michoacán, México, es la mejor de las experiencias si se tiene disposición para lo extraño, misterioso y mágico.

    Sin embargo, este solo es el principio de lo verdaderamente valioso e interesante, porque desde que entras en contacto con el Sharish, y tu cuerpo se estremece de escalofríos, sabes por toda la eternidad que estás frente a la misma muerte.

    Pero nuestro héroe, por mucho tiempo esperado, Kido, ha entrado al reino silencioso del Sharish y de la luz oculta de los antiguos purépechas y ha descubierto el Gran Secreto milenario de por qué nunca pudieron ser conquistados por los ejércitos españoles conducidos por Hernán Cortés.

    Ir al inicio

    La Ceremonia del Practimockcha

    ¡Para todo hay tiempo! Así pensaba Kido momentos antes de salir de su casa para asistir a una de esas reuniones que juntan, como en un solo cuerpo, la más variada gama de espíritus inquietos. Como todos los días y con ese afán de orden, limpieza y decoro que lo caracterizaban, dejaba en su casa todo en orden, desde los libros viejos y olorosos que siempre regresaba a su lugar exclusivo después de usarlos en los menesteres intelectuales a los que era muy afecto, hasta las pequeñeces relacionadas con las actividades propias de un estudioso soltero de veintisiete años, apuesto y de muy buen ver.

    Satisfecho de su metódica actividad cotidiana y no sin antes apagar las luces de su privado, en el que disfrutaba los placeres del saber, descolgó su llavero de un silencioso búho que colgaba de la pared, muy cerca de la puerta, y salió a la calle, dejando la puerta perfectamente cerrada.

    Atravesó el corto trecho que lo separaba de la parada del autobús urbano y no tuvo que esperar mucho, pues en poco tiempo llegó el vehículo que lo transportaría al centro de la ciudad de Morelia en donde estaba la cede de cierto grupo dedicado a los estudios esotéricos, al que él pertenecía desde hacía siete años y a donde, siempre lleno de entusiasmo, asistía como un miembro más entre todos los buscadores del saber perdido que, con perseverancia y afán de superación, se reunían tres veces por semana para participar en prácticas de relajación, meditación y de interiorización fraternal que les permitía participar de las energías del universo.

    Ese día era especial, aunque no niego que en todos había algo de extraordinario, sobre todo porque desde hacía casi un mes se proyectó participar de una ceremonia maravillosa y hermética, de esas que se cubren con el manto de la pureza y santidad: el practimockcha, una especie de confesión grupal.

    Como siempre, cuando la hora ya era llegada, hubo que esperar a alguien que se le había hecho tarde. Por ello, y con la paciencia que caracteriza a este tipo de agrupaciones, los que ya estaban, se prepararon y buscaron cierto nivel de relajación, cosa que lograron con gran facilidad, no solo por la practica constante en hacerlo, sino porque el ambiente místico siempre lo permitía. Cuando llegó, cinco minutos después, la persona que faltaba, se cerraron las puertas y el dirigente de la agrupación dio algunas indicaciones para que todos estuvieran a tono con el ejercicio espiritual que iba a realizarse.

    __Compañeros, dijo, al fin llegó el día y la hora esperados. Vamos a disponernos a realizar nuestro Practimockcha. Acomódese cada uno en su lugar, vamos a relajarnos.

    —Uno... inhalar....

    —Dos... exhalar...

    —Uno... inhalar...

    —Dos.. Exhalar

    —Recuerden que cuando yo diga uno, todos debemos inhalar por nuestras fosas nasales, con la boca cerrada, profundamente.

    —Uno... inhalar... Llenen completamente sus pulmones...

    —Dos... exhalar... exhalar suavemente...

    —Uno... inhalemos lentamente... profundamente...

    —Dos... exhalemos, soltemos el cuerpo, desconectémonos de todas nuestras tensiones. Desenganchemos el carro de nuestro cuerpo de los afanes del día...

    —Relájense... relájense... relájense...

    —Muy bien compañeros, ahora que todos estamos bien relajados, es conveniente que comencemos nuestro Practimockcha, nuestra ceremonia de descargue. De todos es sabido que ésta práctica, que también es conocida como confesión entre hermanos, nos permite curarnos de preocupaciones, traumas, temores, angustias y de alguna carga emocional que nos hace identificarnos, ligarnos, con la vida mecánica y que tanto daño nos hace. Si alguien de ustedes desea descargar algún embrollo, ya sea de su vida consciente o inconsciente, puede tomar la palabra. Mientras tanto todos lo escucharemos en silencio, rogando a las potencias misteriosas de la madre naturaleza para que le de la cura adecuada y el consuelo para su dolorido corazón.

    —Compañeros, dijo un anciano, permítanme contarles que tengo una enfermedad terminal: tengo cáncer. Los médicos ya no me dan esperanzas. Ya se me aplicaron todas las medicinas conocidas y dicen que ya no tengo remedio. En cualquier momento, que puede ser

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