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    Cinco horas en Venecia
    Cinco horas en Venecia
    Cinco horas en Venecia
    Libro electrónico125 páginas2 horas

    Cinco horas en Venecia

    Por Miquel Molina

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    Información de este libro electrónico

    Una invitación a (re)descubrir la ciudad más romántica del mundo.

    Miquel Molina nos ofrece una postal bucólica de Venecia, pero de una Venecia que todavía no sale en el radar de los turistas de sol y góndolas. El de Molina es el relato del perfecto flâneur. Nos explica cómo el visitante se tiene que fundir con la masa y seguir el rumbo de la multitud allá donde le lleve, igual que se evita el embate de las olas contra el casco de un barco amoldándose a ellas. Nos tenemos que dejar arrastrar por la corriente para saber evadirnos en el momento más oportuno, cuando un callejón oscuro nos llama la atención y nos invita a la penumbra para bucear en la verdad de Venecia.

    El retrato de una Venecia desconocida, que no aparece en las guías turísticas. Un libro que nos invita a degustar los pequeños grandes placeres de la vida.
    IdiomaEspañol
    EditorialCatedral
    Fecha de lanzamiento22 oct 2020
    ISBN9788418059032
    Cinco horas en Venecia
    Autor

    Miquel Molina

    Miquel Molina (Barcelona, 1963) es director adjunto de La Vanguardia. Ha trabajado en El Periódico y Segre. Fue corresponsal de la agencia Europa Press y colaborador en diversas publicaciones económicas. Desde 2002 publica una columna de opinión en La Vanguardia. En 2010 recibió el premio a la Comunicación No Sexista que concede la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña.

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      Cinco horas en Venecia - Miquel Molina

      CINCO HORAS

      EN VENECIA

      EL SILENCIO DE NEPOMUCENO

      Lo mejor que puedes hacer para evitar el mareo en un mar encrespado es actuar como si fueras una ola. Sentir su llamada en las paredes del estómago y abrir sin demora la puerta para que entre y te lleve. Abandonarte a ella y dejar que te meza hasta que muera de pura extinción, convertida en rizadura primero y después en nada. Sé lo que digo. Lo he comprobado. Es inútil resistirse y tratar de mantener la vertical imposible. No hay casco de barco que contenga el ímpetu de una ola furiosa en un temporal. Es mejor no tentar las leyes de la física. Mejor dejarse ir y viajar con ella hasta donde estalla la espuma blanca y el aire se llena de salpicaduras. Seguirá su camino y tú emprenderás el tuyo. Allí donde te abandone, allí estarás.

      Frente a mi hotel, en Santa Croce, se desliza una ola singular, por más que las aguas del Gran Canal estén hoy grises y calmas. Es un oleaje tranquilo compuesto de seres de todas las procedencias, un fluir persistente, que solo amaina al caer el sol cuando todo el mundo ha encontrado su lugar en la noche: su trattoria, su terraza, su palco, su suite, su desconsuelo. Solo entonces se disuelve la procesión hasta dejar a la vista el pavimento tosco de las calles y las fondamente. Como cuando remite la marea alta. Como al caer noviembre sobre la ciudad de los muertos.

      Las ciudades tienen un antes y un después de nosotros. En algún momento del día dejamos que sean otros quienes abandonen el confort de su hotel para salir a conquistarlas, ya sin nosotros. Pero en este agradable atardecer de primavera aún no se ha oficiado el relevo. La ola humana que me lleva cuando enfilo la Fondamenta Santa Croce rumbo al Ponte degli Scalzi es aún vigorosa y multilingüe. Y feliz. PER RIALTO, reza el letrero. Per San Marco. Per Rialto. Per la Ferrovia. Per Rialto y vuelta a empezar. Ese es el recorrido de ida y vuelta de la ola principal. Tomar la dirección contraria, hacia el Piazzale Roma, supondría un desacato a la dinámica de fluidos, un perderse por perderse. Sería tan temerario como enfrentarse a la corriente en mar abierto. Prefiero que sea la propia marabunta de turistas tardíos la que, tras acogerme, me abandone por agotamiento en un remanso oscuro. Y entonces sí, entonces poderme extraviar por esos rincones secretos cuya existencia presiento aunque nunca antes los haya visto ni me hayan hablado de ellos. Solo sé que se accede por las calles, los sotoporteghi, las salizzade y los puentes cuya existencia aún ignoro pero que me dispongo a explorar en este paseo que empieza en mi hotel

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