Las ciudades invisibles
Por Italo Calvino
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Italo Calvino
ITALO CALVINO (1923–1985) attained worldwide renown as one of the twentieth century’s greatest storytellers. Born in Cuba, he was raised in San Remo, Italy, and later lived in Turin, Paris, Rome, and elsewhere. Among his many works are Invisible Cities, If on a winter’s night a traveler, The Baron in the Trees, and other novels, as well as numerous collections of fiction, folktales, criticism, and essays. His works have been translated into dozens of languages.
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Las ciudades invisibles - Italo Calvino
Índice
Cubierta
NOTA PRELIMINAR
PARTE I
LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 1
LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 2
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 1
LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 3
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 2
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1
LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 4
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 3
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 2
LAS CIUDADES SUTILES. 1
PARTE II
LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 5
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 4
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 3
LAS CIUDADES SUTILES. 2
LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 1
PARTE III
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 5
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 4
LAS CIUDADES SUTILES. 3
LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 2
LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 1
PARTE IV
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 5
LAS CIUDADES SUTILES. 4
LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 3
LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 2
LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 1
PARTE V
LAS CIUDADES SUTILES. 5
LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 4
LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 3
LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 2
LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 1
PARTE VI
LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 5
LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 4
LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 3
LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 2
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 1
PARTE VII
LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 5
LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 4
LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 3
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 2
PARTE VIII
LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 5
LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 4
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 3
LAS CIUDADES CONTINUAS. 2
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 1
PARTE IX
LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 5
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 4
LAS CIUDADES CONTINUAS. 3
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 2
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 5
LAS CIUDADES CONTINUAS. 4
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 3
LAS CIUDADES CONTINUAS. 5
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 4
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 5
Créditos
NOTA PRELIMINAR
La primera edición de Las ciudades invisibles fue publicada en noviembre de 1972 por la editorial Einaudi, de Turín. Calvino habló de su libro, cuando apareció, en artículos y entrevistas que se publicaron en varios periódicos, entre fines del 72 y comienzos del 73.
Como Nota preliminar a esta nueva edición se ha utilizado un importante documento: el texto inédito de una conferencia pronunciada por Calvino en inglés, el 29 de marzo de 1983, para los estudiantes de la Graduate Writing Division de la Columbia University de Nueva York (publicada después con el título «Italo Calvino on Invisible Cities», en el n.º 8, 1983, págs. 37-42, de la revista literaria americana Columbia; algunas partes del texto italiano, con el título «Las ciudades invisibles felices e infelices», aparecieron en Vogue Italia, n.º 253, diciembre de 1972, págs. 150-151).
En Las ciudades invisibles no se encuentran ciudades reconocibles. Son todas inventadas; he dado a cada una un nombre de mujer; el libro consta de capítulos breves, cada uno de los cuales debería servir de punto de partida de una reflexión válida para cualquier ciudad o para la ciudad en general.
El libro nació lentamente, con intervalos a veces largos, como poemas que fui escribiendo, según las más diversas inspiraciones. Cuando escribo procedo por series: tengo muchas carpetas donde meto las páginas escritas, según las ideas que se me pasan por la cabeza, o apuntes de cosas que quisiera escribir. Tengo una carpeta para los objetos, una carpeta para los animales, una para las personas, una carpeta para los personajes históricos y otra para los héroes de la mitología; tengo una carpeta sobre las cuatro estaciones y una sobre los cinco sentidos; en una recojo páginas sobre las ciudades y los paisajes de mi vida y en otra ciudades imaginarias, fuera del espacio y del tiempo. Cuando una carpeta empieza a llenarse de folios, me pongo a pensar en el libro que puedo sacar de ellos.
Así en los últimos años llevé conmigo este libro de las ciudades, escribiendo de vez en cuando, fragmentariamente, pasando por fases diferentes. Durante un período se me ocurrían sólo ciudades tristes, y en otro sólo ciudades alegres; hubo un tiempo en que comparaba la ciudad con el cielo estrellado, en cambio en otro momento hablaba siempre de las basuras que se van extendiendo día a día fuera de las ciudades. Se había convertido en una suerte de diario que seguía mis humores y mis reflexiones; todo terminaba por transformarse en imágenes de ciudades: los libros que leía, las exposiciones de arte que visitaba, las discusiones con mis amigos.
Pero todas esas páginas no constituían todavía un libro: un libro (creo yo) es algo con un principio y un fin (aunque no sea una novela en sentido estricto), es un espacio donde el lector ha de entrar, dar vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o tal vez varias salidas, la posibilidad de dar con un camino para salir. Alguno de vosotros me dirá que esta definición puede servir para una novela con una trama, pero no para un libro como éste, que debe leerse como se leen los libros de poemas o de ensayos o, como mucho, de cuentos. Pues bien, quiero decir justamente que también un libro así, para ser un libro, debe tener una construcción, es decir, es preciso que se pueda descubrir en él una trama, un itinerario, un desenlace.
Nunca he escrito libros de poesía, pero sí muchos libros de cuentos, y me he encontrado frente al problema de dar un orden a cada uno de los textos, problema que puede llegar a ser angustioso. Esta vez, desde el principio, había encabezado cada página con el título de una serie: Las ciudades y la memoria, Las ciudades y el deseo, Las ciudades y los signos; llamé Las ciudades y la forma a una cuarta serie, título que resultó ser demasiado genérico y la serie terminó por distribuirse entre otras categorías. Durante un tiempo, mientras seguía escribiendo ciudades, no sabía si multiplicar las series, o si limitarlas a unas podesaparecer todas. Había muchos textos que no sabía cómo clasificar y entonces buscaba definiciones nuevas. Podía hacer un grupo con las ciudades un poco abstractas, aéreas, que terminé por llamar Las ciudades sutiles. Algunas podía definirlas como Las ciudades dobles, pero después me resultó mejor distribuirlas en otros grupos. Hubo otras series que no preví de entrada; aparecieron al final, redistribuyendo textos que había clasificado de otra manera, sobre todo como «memoria» y «deseo», por ejemplo Las ciudades y los ojos (caracterizadas por propiedades visuales) y Las ciudades y los intercambios, caracterizadas por intercambios: intercambios de recuerdos, de deseos, de recorridos, de destinos. Las continuas y las escondidas, en cambio, son dos series que escribí adrede, es decir con una intención precisa, cuando ya había empezado a entender la forma y el sentido que debía dar al libro. A partir del material que había acumulado fue como estudié la estructura más adecuada, porque quería que estas series se alternaran, se entretejieran, y al mismo tiempo no quería que el recorrido del libro se apartase demasiado del orden cronológico en que se habían escrito los textos. Al final decidí que habría 11 series de 5 textos cada una, reagrupados en capítulos formados por fragmentos de series diferentes que tuvieran cierto clima común. El sistema con arreglo al cual se alternan las series es de lo más simple, aunque hay quien lo ha estudiado mucho para explicarlo.
Todavía no he dicho lo primero que debería haber aclarado: Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros. (En la realidad histórica, Kublai, descendiente de Gengis Kan, era emperador de los mongoles, pero en su libro Marco Polo lo llama Gran Kan de los Tártaros y así quedó en la tradición literaria.) No es que me haya propuesto seguir los itinerarios del afortunado mercader veneciano que en el siglo XIII había llegado a China, desde donde partió para visitar, como embajador del Gran Kan, buena parte del Lejano Oriente. Hoy el Oriente es un tema reservado a los especialistas, y yo no lo soy. Pero en todos los tiempos ha habido poetas y escritores que se inspiraron en El Millón como en una escenografía fantástica y exótica: Coleridge en un famoso poema, Kafka en El mensaje del emperador, Buzzati en El desierto de los tártaros. Sólo Las mil y una noches puede jactarse de una suerte parecida: libros que se convierten