Apuntes del subsuelo
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Esta obra maestra de la literatura universal publicada en 1864, aunque pieza breve, es fundamental para comprender el espíritu dolorido y pesimista del errante Dostoievski. Organizada en dos partes, la primera consta básicamente de un monólogo interior del protagonista que dirige su charla a un público inexistente. La segunda parte consiste en el relato de una larga memoria del narrador, donde adquieren pleno sentido los pensamientos expresados al comienzo. El hombre del subsuelo resultará un paradigma inequívoco de muchos de los antihéroes y fuente de la que beben las historias que dominarán la novela del siglo xx.
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Apuntes del subsuelo - Fiodor M. Dostoievski
Akal / Clásicos de la Literatura / 44
Serie Literatura eslava
Directora de la serie: Gala Arias Rubio
Fiódor M. Dostoievski
Apuntes del subsuelo
Traducción: Sergio Hernández-Ranera Sánchez
Apuntes del subsuelo es el testimonio de un cualquiera –o, lo que es lo mismo, de todos y cada uno de nosotros– que, alienado socialmente y paralizado por su propia insignificancia, cuenta la historia de su torturada vida. Con amarga ironía, describe su negativa a convertirse en un trabajador en el «hormiguero» de la sociedad y su retiro gradual a una existencia marginada, irracional e incomprendida.
Esta obra maestra de la literatura universal publicada en 1864, aunque pieza breve, es fundamental para comprender el espíritu dolorido y pesimista del errante Dostoievski. Organizada en dos partes, la primera consta básicamente de un monólogo interior del protagonista que dirige su charla a un público inexistente. La segunda parte consiste en el relato de una larga memoria del narrador, donde adquieren pleno sentido los pensamientos expresados al comienzo. El hombre del subsuelo resultará un paradigma inequívoco de muchos de los antihéroes y fuente de la que beben las historias que dominarán la novela del siglo XX.
Fiódor M. Dostoievski (1821-1881) pasó una infancia muy difícil que marcó su vida. A los dieciséis años quedó huérfano de madre, lo que sumió a su padre en la depresión y el alcoholismo. En 1837, fue enviado a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, lugar en el que comenzaría a interesarse por la literatura. En 1839 falleció su padre, lo que despertó en él un sentimiento de culpabilidad por haber deseado su muerte. En 1843 se incorporó a la Dirección General de Ingenieros en San Petersburgo. En 1846, publicó Pobres gentes y El doble con gran éxito, aunque sus obras posteriores no tuvieron la misma suerte. Perseguido por la policía por formar parte de un grupo intelectual liberal, en 1849 es encarcelado por conspirar contra Nicolás I y condenado a cinco años de trabajos forzados en Siberia. La experiencia en Siberia quedó reflejada en dos de sus novelas: Recuerdos de la casa de los muertos y Memorias del subsuelo. En 1864 fallecen su esposa y su hermano, pérdida que superó gracias a Anna Snítkina, a quien conoció taquigrafiando El jugador. Dostoievski se pasó los siguientes años fuera del país, para escapar de los acreedores por sus deudas de juego. Durante este periodo, consiguió finalizar Crimen y castigo y El idiota, que le reportaron gran fama e ingresos, con los que pudo regresar a Rusia en 1873 convertido en escritor de éxito. Su última novela, Los hermanos Karamazov, la completó poco antes de su muerte.
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Imagen de cubierta: Detalle de Muerte y vida (1916), de Gustav Klimt
Título original: Записки из подполья
© Ediciones Akal, S. A., 2023
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-5454-2
Retrato de Fiódor Dostoievski, por Vasili Perov (ca. 1872).
INTRODUCCIÓN
¿UN CANTO (EL PRIMERO) A LA IRRACIONALIDAD?
Una novela en cuya primera línea un narrador anónimo en primera persona se tilda de «enfermo», de «perverso» y de «persona desagradable», aparentemente no invita a entregarse al placer de su lectura. Pero si apenas un par de líneas más abajo ese narrador omnisciente incurre en la contradicción provocativa de respetar «a los doctores y a la medicina» cuando al mismo tiempo confiesa ser «en extremo supersticioso», es probable que consiga que el lector empiece a devorar ese texto con algo más de fruición. Entonces se topa con la confesión de que ese alguien se niega a curarse únicamente «por pura malicia».
Ni siquiera hemos acabado de leer el primer párrafo y Fiódor Mijáilovich Dostoievski ya nos ha propinado dos guantazos inclasificables en lo más hondo de nuestro límite moral. En otras palabras, Apuntes del subsuelo no es una obra fácil, no es para todos los estómagos del alma y menos aún lo es para quien anda desprevenido en general. Y si no lo es bien avanzado el siglo XXI, cabe imaginarse la impresión que produjo en 1864 un texto muy diferente a lo que se estilaba entonces en Occidente, un texto que te pone a prueba, asalta tu aguante y se adentra en tu psique igual que el genial autor ruso aborda la psicología de sus personajes.
Aunque dura, Apuntes del subsuelo es una novela fascinante en realidad. Para el lector es piedra de toque, para la literatura universal es piedra angular. Escrita por uno de los grandes maestros de las letras eslavas y publicada por entregas en 1864 primeramente en la revista Epoja, está considerada como la primera obra existencialista de la literatura mundial o, como mínimo, la obra precursora del existencialismo. Es una narración que ha dejado una profunda huella en la producción literaria mundial posterior, una influencia que, en conjunto con toda la obra de su autor, reconocen filósofos como Friedrich Nietzsche y Jean-Paul Sartre, intelectuales como Sigmund Freud, y una pléyade de escritores a lo largo de siglo y medio como Stefan Zweig, Virginia Woolf, Antón Chéjov, Franz Kafka, Hermann Hesse, Mijaíl Bulgákov, Thomas Mann, Ernest Hemingway, Albert Camus, Yukio Mishima o John M. Coetzee.
Fan absoluta de la literatura rusa y en particular de Dostoievski, Tolstói y Chéjov, la escritora británica Virginia Woolf escribió en su ensayo de 1925 The common reader / The Russian point of view[1]: «The novels of Dostoevsky are seething whirlpools, gyrating sandstorms, waterspouts which hiss and boil and suck us in. They are composed purely and wholly of the stuff of the soul. Against our wills we are drawn in, whirled round, blinded, suffocated, and at the same time filled with a giddy rapture. Out of Shakespeare there is no more exciting reading»[2].
El primer antihéroe: contra la utopía
La obra es generosa en pasajes que son pura misantropía. A tal punto, que el protagonista ejerce de antihéroe, un personaje antisocial. Y en el pensamiento de este protagonista-narrador omnisciente cuyo nombre no se revela, se contiene el germen de casi todas las preocupaciones morales, religiosas, políticas y sociales que aparecen en las grandes novelas de Dostoievski. La que nos ocupa está divida en dos partes y su planteamiento es el siguiente.
En la primera de ellas, titulada El subsuelo, el narrador anónimo dice haber sido funcionario en la administración y que odiaba atender a los ciudadanos en ventanilla. Arremete contra una serie de creencias que a mediados del siglo XIX compartían en Rusia tanto la oposición liberal al zarismo como la radical. A saber, que era posible descubrir las leyes de la psicología individual y que los seres humanos, por consiguiente, no tienen libertad de elección; que la historia se rige por normas y que es posible diseñar una sociedad utópica basada en las leyes de la sociedad y la naturaleza humana. Pero el antihéroe que habita en el subsuelo argumenta que la construcción de una sociedad semejante alimentaría el odio de la gente hacia ella por volver a las personas totalmente predecibles y tener denegados sus caprichos. En última instancia, lo que prevalece en la naturaleza humana no es la razón, sino el capricho, piensa el alter ego del autor. En suma, Dostoievski carga contra el socialismo utópico de su época. (Por cierto, el subsuelo que habita el antihéroe debe ser entendido como un espacio mental en el fondo de su conciencia. En ruso, подполье [podpol’ie] significa tanto «subsuelo» o «sótano» como «clandestinidad», pero su sentido en la narración no tiene nada que ver con ninguna ilegalidad, sino con la actitud del protagonista, que se degrada voluntariamente).
Esta primera parte, formalmente una suerte de prototipo del existencialismo, es también una plataforma desde la que Dostoievski se lanza a criticar el pensamiento político de sus contemporáneos. No en vano, funciona también como una parodia y crítica despiadada a la obra entonces recientemente publicada del revolucionario y filósofo Nikolái Chernyshévski, ¿Qué hacer? [Что делать?], donde se reflejaban los ideales de la intelectualidad rusa de la década de 1860. Publicada en 1863, presentaba una utopía basada en leyes naturales. Chernyshévski la escribió durante su encarcelamiento en la fortaleza de Pedro y Pablo, en San Petersburgo, y en cierta medida fue una respuesta a la novela Padres e hijos [Отцы и дети], de Iván Turguénev. Esta fue calificada de «el Corán de los nihilistas», en palabras de Mijaíl Katkov, crítico literario de la época de enfoque conservador, y que ejerció gran influencia en los revolucionarios rusos posteriores.
En la segunda, A propósito de la aguanieve, el narrador rememora algunos hechos e incidentes sucedidos veinte años antes en los que por puro despecho había confrontado el determinismo inherente a cada situación, mostrándose incapaz de abordar la realidad. De esta contradicción se deduce que las soluciones que aplica el hombre del subsuelo no son mejores que las que brinda un sistema guiado por el racionalismo, y de este resultado se infiere la autocrítica del propio autor, que, en la vida real, años atrás, había pertenecido a los círculos liberales de San Petersburgo.
Pero la estancia en Siberia en un campo de trabajos forzados y posterior semidestierro –donde trató con el pueblo llano y se dio cuenta de que despreciaban a los intelectuales– y las posteriores visitas a Europa occidental, operaron un cambio ideológico en Dostoievski. En menos de veinte años, pasó de abrazar ideales liberales y utópicos asociados al racionalismo, a observarlos con recelo al tiempo que penetraban cada vez más intensamente en Rusia y daban forma a un movimiento socialista utópico de características revolucionarias.
Significado y fondo
La idea central de Apuntes del subsuelo es que, al afirmar el libre albedrío, los seres humanos a menudo actúan en contra del interés propio. En esta y otras obras, Dostoievski siempre da muestra de su predilección por actos aparentemente contra natura («El placer está en el látigo» y «la amistad se basa en la humillación», dice el protagonista de El jugador. «Pero ¿acaso es posible, acaso puede sentir al menos un poco de aprecio por sí misma una persona que incluso en el sentimiento de su propia humillación intenta hallar placer?», se pregunta el antihéroe de Apuntes del subsuelo). Tal vez es la consecuencia de haber sufrido presidio en Siberia, una experiencia que pareció vigorizar su pluma, pues a partir de entonces comenzó a escribir sus mejores obras. Es un rasgo diferencial; el sufrimiento lo blinda. No todos pueden decir lo mismo. Oscar Wilde salió moralmente destruido de su estancia en prisión, casi acabado como autor. Y uno de sus compañeros en el Círculo Petrashevski, Nikolái Grigóriev, enloqueció de inmediato tras la macabra pantomima del fusilamiento de ambos. Dostoievski es de una pasta diferente, la amargura y el dolor son su combustible vital.
La narración en Apuntes del subsuelo es un continuo análisis de los abismos de la mente humana, donde Dostoievski explora y reflexiona sobre temas como la alienación, la soledad y la autodestrucción. Como en todas sus obras, aquí el ruso vuelve a mostrarse habilísimo en la captura de la personalidad del personaje principal y de su carácter contradictorio; un ser amargado, alienado de la sociedad y que se deleita en su propio sufrimiento, una capacidad de autodestrucción que el autor revela inherente al ser humano.
La introspección psicológica es la especialidad de Dostoievski, de quien Friedrich Nietzsche llegó a decir en este sentido que era «el único psicólogo del que, por cierto, podía aprender muchas cosas». Pero en Apuntes del subsuelo su autor abre el campo para la crítica social y política, al cuestionar las ideas racionalistas y contradictorias de la época. Su conclusión es bestial: si negamos la parte más irracional de nuestro ser, corremos el riesgo de estancarnos como seres humanos y de llevar una existencia vacía.
Como se ha advertido al inicio, la novela es dura, muy compleja. Esto puede provocar que su lectura resulte densa y pesada, habida cuenta de la profundidad de la introspección psicológica del narrador. Es una profundidad que se adentra en toda una variedad de temas, un desafío para un lector recién llegado a Dostoievski. Otras novelas cortas suyas, como El jugador, El eterno marido, o incluso Pobres gentes, pueden servir mejor de suave iniciación al genio ruso. El caso es que la escritura de Dostoievski es también intricada, por momentos atropellada, amén incluso de errores gramaticales y omisiones ortográficas. Es el resultado de escribir siempre con prisas y bajo una presión terrible, en ocasiones doble: la de la inseguridad por mor de su inestabilidad económica y la de la urgencia de los plazos de edición. Ernest Hemingway dijo al respecto: «¿Cómo un hombre puede escribir tan mal, tan increíblemente mal, y hacerte sentir de manera tan profunda?».
Pero mucho antes de que el estadounidense formulara tal juicio, la segunda esposa de Dostoievski, Anna Grigórievna Dostoievskaya (Snítkina de soltera), que cuando enviudó se ocupó de organizar su legado, y editar y distribuir su obra, justificó el estilo literario de su marido, no exactamente encuadrado en el realismo ruso, dada la complicación y el eclecticismo argumental en muchas de sus obras. A diferencia de escritores como Lev Tolstói o Iván Turguénev, que eran de extracto noble y origen acaudalado y no padecían ninguna enfermedad, Dostoievski era epiléptico y su posición financiera era precaria. «Tenía el peso de la familia y las deudas, y vivía en una cuantiosa incertidumbre por el mañana», escribió Anna Dostoievskaya en sus memorias.
El concepto del «muro»
En el tercer apartado de El subsuelo se menciona reiteradamente este término. Un muro, un muro de piedra contra el que choca el protagonista y que se interpone entre él y el deseo de llevar una existencia normal. El narrador omnisciente se halla profundamente aislado y desencantado con el mundo que lo rodea, de modo que este muro simboliza su alienación y separación de la sociedad y hasta de sí mismo. En esencia, el muro es una metáfora que ejerce de barrera emocional y psicológica con la que el protagonista se aísla de todo.
Para el hombre del subsuelo, el muro es una desconexión. Está construido de su amargura y cinismo, y con él busca protegerse del sufrimiento y la decepción. Surge cada vez que intenta interaccionar socialmente y representa también su negativa a perseguir la realización personal o buscar opciones más felices. El muro es su autodefensa, su mejor parapeto tras el que poder aislarse. Porque el hombre del subsuelo cree que, rechazando el contacto con el género humano, puede evitar el dolor y ser menos vulnerable. Pero el muro es también un concepto que lo aprisiona y condena a una existencia solitaria. Es una limitación que le impide encontrar un sentido en su vida que le proporcione satisfacción.
En ese estado mental, el narrador niega su propia humanidad, en el sentido de que rechaza sus deseos y pasiones más profundas. Intenta alejarse de su naturaleza irracional y se esfuerza