Revista Sociedad Hoy N° 25
Revista Sociedad Hoy N° 25
Revista Sociedad Hoy N° 25
25/ 2013
2do Semestre
Nmero Temtico
BIOPOLTICA Y
GUBERNAMENTALIDAD
EN CHILE
UNIVERSIDAD DE CONCEPCION
Concepcin-Chile
SOCIEDAD HOY
Departamento de Sociologa y Antropologa Universidad de Concepcin Chile
SOCIEDAD HOY
ISSN 0717-3512
Hombres tteres,
foto original de Jorge Hermosilla
ISSN 0717-3512
25/ 2013
2do Semestre
SOCIEDAD HOY
Departamento de Sociologa y Antropologa Universidad de Concepcin Chile
5 Presentacin
ARTCULOS
PRESENTACIN
Sociedad Hoy 25: 5-6, 2do Sem. 2013
ISSN 0717-3512
l presente volumen de Sociedad Hoy se propone poner en discusin investigaciones guiadas por las ideas de uno los autores ms importantes de la filosofa
y teora social contempornea, Michel Foucault. Las palabras que dan ttulo a este
volumen son precisamente dos ideas anclas propuestas por Foucault: Biopoltica y
Gubernamentalidad. En su estudio introductorio, el Dr. Ivn Pincheira presenta
con claridad y amenidad estos dos conceptos en sus diversas aplicaciones en diversos contextos del globo y Chile. Justamente, este volumen de Sociedad Hoy
nace de la constatacin de un vaco de publicaciones en revistas de ciencias sociales
tematizando los conceptos de biopoltica y gubernamentalidad en Chile. Cuando
conversamos con el Dr. Ivn Pincheira acerca de la idea de llenar ese vaco con un
volumen de Sociedad Hoy dedicado a Foucault y sus discpulos en Chile, la recibi con un entusiasmo contagioso. Agradecemos toda la dedicacin de Ivn por
contribuir a dar vida a este proyecto.
Los resultados de este trabajo colaborativo se sintetizan en este nmero, que
rene estudios crticos e investigaciones aplicadas a mbitos diversos, considerando
las mltiples transformaciones de los ltimos decenios de dictadura y democracia
neoliberal que ha vivido Chile. Focos diversos como la relacin entre el desarrollo
de ciertas ciencias humanas y la dictadura militar (1973-1990), la produccin de
prcticas de muerte en los campos de concentracin de Pinochet, las intervenciones en psiquitricos, la regulacin de conductas toxicmanas, as como nuevos
discursos sobre felicidad neoliberal, son todos temas abordados en este volumen.
La produccin autoritaria de una (inestable) normalidad neoliberal, y los procesos
de subjetivacin ciudadana que esto ha conllevado, permiten pensar a Chile desde
la mirada de la biopoltica y gubernamentalidad. La consideracin de la emergente
resistencia y movimientos sociales que buscan otro camino, alternativo al modelo de acumulacin neoliberal hegemnico, son la visin propositiva y de mayor
potencial para la transformacin social que ofrece esta mirada foucaultiana de la
sociedad contempornea.
Vivimos tiempos de cambio social acelerado, conflictos y rupturas. Esta mirada
foucaultiana contribuye significativamente a acompaar, pensar y encauzar estos
enmaraados pero esperanzadores caminos de transformaciones y revoluciones
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Presentacin
ARTCULOS
Sociedad Hoy 25: 7-28, 2do Sem. 2013
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Resumen
Teniendo como objetivo indagar en los aspectos constitutivos de nuestros actuales marcos de gobierno, para una conjunto de investigaciones desarrolladas a nivel internacional, los conceptos de biopoltica y gubernamentalidad se han constituido en tiles herramientas de anlisis. En estos trabajos se
examinar tanto pensamientos, ideas y razonamientos como estrategias, planes y acciones concretas
implementadas desde distintas instancias de gobierno. En estas circunstancias, al caracterizar algunos de los diferentes campos de problematizacin que se han venido configurado dentro de esta
rea de estudios, esperamos hacer mayormente comprensible las especificidades que los trminos
biopoltica y gubernamentalidad comportan.
Palabras clave: Biopoltica, gubernamentalidad, racionalidades y prcticas.
Abstract
Studies developed internationally have demonstrated that the concepts of biopolitics and governmentality have become useful tools of analysis, particularly in the investigation about the constitutive aspects of our current government frameworks. Thoughts, ideas, reasoning, and strategies; plans
and concrete actions implemented by various levels of government are examined in these studies. In
these circumstances, by characterizing the different fields of inquiry that have been framed within
these studies, we aim to make comprehensible the particularities posed by the notions of biopolitics
and governmentality.
Keywords: Biopolitics, governmentality, rationalities and practices.
Recibido: 03.11.14. Aceptado: 19.12.14.
1
Dr. en Estudios Americanos, acadmico e investigador postdoctoral del Departamento de Sociologa, Universidad de Chile. Agradezco a Fondecyt, proyecto n 3130602, el apoyo brindado al desarrollo de mi investigacin postdoctoral. El presente texto es producto de esta investigacin. E-mail: ivanpincheira@gmail.com
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Introduccin
Las nociones biopoltica y gubernamentalidad se han constituido en pertinentes
claves analticas para la descripcin de nuestras contemporneas prcticas de gobierno. Siendo parte del acervo conceptual actual, en referencia a las palabras biopoltica y gubernamentalidad se han desarrollado diferentes lneas investigativas
que han visibilizado aspectos que resultan importantes de considerar al momento
de caracterizar las actuales modalidades de gobierno. Elaboradas inicialmente por
Michel Foucault, las categoras de biopoltica y gubernamentalidad han sido utilizadas en diversas propuestas investigativas desarrolladas a nivel internacional. En
estos trminos, el abordaje de tales nociones responder al inters por estudiar un
conjunto amplio de instituciones, discursos, reflexiones y procedimientos a partir
de los cuales se han venido constituyendo las modernas instancias gubernativas.
Desde el momento en que constatamos la existencia de una serie de formulaciones tericas que han incorporado las nociones de biopoltica y gubernamentalidad
en sus respectivos marcos de anlisis, nos parece pertinente remitirnos a estos mismos desarrollos investigativos para, de este modo, hacer reconocibles algunos de los
significados o definiciones contenidos en ambas categoras. Ser, pues, prestando
atencin a su utilizacin como herramientas de anlisis, pertinentes al objetivo de
escrutar racionalidades y prcticas de gobierno, que podremos comprender las especificidades que los trminos biopoltica y gubernamentalidad comportan.
Son varias las modalidades de gobierno que han sido problematizadas utilizando los conceptos de biopoltica y gubernamentalidad. Considerando una pluralidad
de discursos, instituciones, instalaciones arquitectnicas, medidas administrativas,
enunciados cientficos, proposiciones filosficas y morales, son diversos los mecanismos y dispositivos explorados desde estas investigaciones. De este modo, entonces, a
continuacin vamos a describir algunas reas de indagacin en donde ambas nociones se presentan como tiles instrumentos de anlisis. As nos referiremos a fenmenos tales como: la actualizacin de la antigua potestad soberana que faculta al Estado
el ejercicio monoplico de la violencia; el establecimiento de una red de instituciones
vinculadas al sistema penal o educacional contemporneo; la medidas tendientes a
intervenir en los procesos poblacionales, tanto a nivel de la gestin de los rasgos
biolgicos como de la regulacin de las conductas y la constitucin de subjetividad.
Sin pretender abarcar el universo amplio de exploraciones hechas sobre estos
temas, al establecer estos campos de problematizacin, lo que interesa es ms bien
advertir los rendimientos que para la teora social se logran a partir del uso de los
conceptos biopoltica y gubernamentalidad. Los estudios en biopoltica y gubernamentalidad han venido proporcionando claves analticas que resultan sumamente
pertinentes para cualquier programa de investigacin interesado en hacer inteligible el presente. En esta perspectiva, a continuacin nos detendremos en una serie
de trabajos estructurados en funcin del uso de dichas herramientas analticas.
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Prcticas de soberana
Estableciendo una relacin de poder que vincula de manera asimtrica al soberano y al sbdito, la soberana se presenta como la forma de gobierno que fue
predominante hasta la emergencia de las modalidades gubernativas modernas.
Tal como seala Foucault (2007: 62-63), en la relacin de soberana el soberano
sustrae productos, cosechas, objetos fabricados, armas, fuerzas de trabajo, coraje;
tambin tiempo y servicios. As tambin se tendr necesidad de recurrir al ejercicio
de la violencia, o promover cierta amenaza de violencia, para que esa relacin de
soberana se mantenga efectivamente. As se estableca en el Antiguo rgimen el
derecho a matar.
Ahora bien, para Foucault (2008), entre el siglo XVII y XVIII, Occidente sufre
una profunda transformacin de esos mecanismos de poder, a partir de entonces
el derecho de muerte tendi a desplazarse hacia un poder de administracin de
la vida. Ese poder sobre la vida se despleg en dos polos. Uno de los polos estar
concentrado en el aumento de las capacidades productivas del cuerpo humano a
travs de una red de instituciones disciplinarias. El otro polo estar dirigido a la
regulacin de los procesos biolgicos de la poblacin. El establecimiento de la disciplina y la biopoltica caracteriza a las prcticas de gobierno moderno, cuya ms
alta funcin ya no es la de matar sino la de invadir la vida enteramente.
Si bien el viejo derecho soberano retrocede como tecnologa hegemnica de
gobierno, los procedimientos soberanos siguen operando en la actualidad. Esta
situacin Foucault (2000) la describir a propsito de la experiencia del racismo de
Estado. A travs del racismo se ejercer el derecho de matar en un sistema poltico
centrado en regular la vida de las poblaciones. En estas claves Foucault problematizar el nazismo. En el nazismo se conjugan los mecanismos disciplinarios, biopolticos y soberanos. Para Foucault no hay Estado ms disciplinario que el rgimen
nazi. Tampoco existe un Estado en que las regulaciones biopolticas, dirigidas al
control de la procreacin, herencia y enfermedad, hayan sido tomadas en cuenta
de manera tan insistente. En cuanto al carcter soberano de la experiencia nazi, el
derecho de matar se expresa en el intento de exterminio de otras razas a travs de
la guerra.
En esta misma lnea, Estado de excepcin es el trmino del que se sirve Giorgio
Agamben (2005) para referir a la estructura jurdica por medio de la cual el poder
soberano seguir operando durante el siglo XX. A partir de la suspensin del orden
jurdico, sancionado en expresiones tales como decreto de emergencia, estado de
sitio o toque de queda, cuando es declarado el estado de excepcin los ciudadanos
son despojados de sus derechos polticos; as sern considerados por el derecho
solamente en calidad de seres vivientes.
Constatando la existencia de una ntima solidaridad entre democracia y totalitarismo, para Agamben (2002) el estado de excepcin tiende cada vez ms a
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anlisis ser lo que es dicho y lo que es hecho, las reglas impuestas y las razones
dadas en determinados regmenes de prcticas. En estas circunstancias Foucault
escribir una historia no de la prisin como una institucin, sino una historia ms
amplia de las prcticas de encarcelamiento. Se buscaba as mostrar su origen o, ms
exactamente, mostrar cmo esta forma de hacer las cosas fue posible de ser aceptada en cierto momento como uno de los principales componentes del sistema penal,
llegando as a parecer la crcel una instancia natural, evidente e indispensable de
este sistema.
En esta misma lnea de indagacin, inscribiendo el problema de las prcticas
carcelarias al interior del problema de la poltica criminal en general, David Garland propondr mostrar cmo estn organizados actualmente el control del delito
y la justicia penal. A este respecto se constatar que a partir de los aos ochenta comenzar el declive del enfoque de la poltica penal del Estado de bienestar, modelo
en el cual se asuma que la reforma social de mejora de las condiciones econmicas
reducira la frecuencia del delito. Adems haba un marcado nfasis en la rehabilitacin del infractor de la ley. El argumento del socilogo britnico ser que nuestros
actuales dispositivos de control del delito han sido moldeados fundamentalmente
a partir de una combinacin de neoliberalismo de libre mercado y conservadurismo social. En estas circunstancias, prestando atencin a un campo amplio de
prcticas ejecutadas por actores estatales y no estatales y formas de control que son
tanto preventivas como penales, David Garlan (2012) analiza algunos indicadores
de cambio que caracterizan la situacin actual. Estos son: el declive del ideal de la
rehabilitacin; el resurgimiento de las sanciones punitivas y la justicia expresiva;
la generalizacin del temor al delito; relevancia preponderante de las vctimas; politizacin y tendencia populista de las polticas criminal; la reinvencin de la prisin;
la reformulacin de la infraestructura de la prevencin del delito y la expansin
de la seguridad comunitaria; el desarrollo de una criminologa centrada en el tratamiento altamente punitivo del delito, la comercializacin del control del delito.
Ampliando el espectro de lo que ser entendido como una conducta criminal,
las polticas de la ley y el orden o de la seguridad ciudadana sern un factor estructurante de nuestras sociedades contemporneas. En este sentido, para Jonathan
Simon (2011) los polticos redefinieron al ciudadano ideal como una vctima del
delito cuyas vulnerabilidades justificaran una desmesurada intervencin estatal en
los ms variados mbitos. De esta forma, las escuelas, las familias, los lugares de
trabajo y los barrios sern gobernados a travs del delito. Segn el criminlogo
norteamericano, las formas de conocimiento a travs de las cuales se estructura el
campo de accin contra el delito se constituyen en un nuevo tipo de racionalidad
de gobierno. Siendo alentados por campaas polticas que ubicarn el tema de la
inseguridad y el miedo al delito al centro de sus preocupaciones, los saberes que se
han sido asociados al control del delito pasarn a estar disponibles fuera de los dominios temticos originales. Se convertirn, entonces, en herramientas poderosas
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con las que cualquier forma de accin social se puede interpretar como un problema de gobierno. En estos trminos se explica cmo, ya sea en los barrios cerrados
que se expanden alrededor de los centros urbanos, la implementacin de anlisis
obligatorios para detectar el posible consumo de drogas en los trabajadores, la instalacin de detectores de metales al ingreso de las escuelas, en todos estos espacios,
los ciudadanos sern tratados permanentemente como delincuentes.
Dentro de esta misma rea de problematizacin, Pat OMalley (2006) advierte
cmo a travs de la nocin de riesgo se estructura el sistema penal contemporneo.
El riesgo ser concebido como una modalidad de gobierno de los problemas a travs de la prediccin y la prevencin. Siendo una tecnologa habitual en el rea de la
salud pblica, operando a travs de programas como la inmunizacin en masa y la
promocin de exmenes clnicos en pacientes considerados de alto riesgo, este tipo
de enfoque se ha trasladado a otros mbitos de gobierno. Es el caso de la justicia penal, un campo en el que el riesgo se ha vuelto una tcnica cada vez ms importante
para ocuparse de aquellos condenados por delitos y, as tambin, para la prevencin
de las acciones delictivas. De esta forma, el investigador australiano describe cmo
la racionalidad poltica neoliberal ha moldeado tanto el desarrollo de tecnologas
de gestin de riesgo como los enfoques para gobernar el delito. Quizs, sostendr
OMalley, esto sea evidente principalmente en la erosin de la seguridad social y la
crisis penologa teraputica asociada con el Estado de bienestar. El desarrollo del
neoliberalismo y de las tcnicas de gobierno basadas en el riesgo se han unido para
modelar a las instituciones y prcticas de la actividad policial, los tribunales y el
conjunto de prcticas e instituciones penales.
Para el caso latinoamericano, y la situacin argentina en especfico, nos encontramos con investigaciones tales como la desarrollada por Mercedes Calzado,
Mariana Fernndez y Vanesa Lio (2011), en donde se nos indica que en nuestras
sociedades de seguridad el sujeto poltico interpelado es el ciudadano vctima. En
estas circunstancias el Estado se presenta como dador de proteccin a un ciudadano en riesgo. En este marco realizarn un estudio de estas lgicas en la comunicacin poltica argentina, a partir del anlisis de piezas comunicacionales de la campaa 2011 del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Este caso permite
identificar el discurso electoral centrado en la eficacia del Estado en el control de
los riesgos y la seguridad. Tal como indican las investigadoras trasandinas, el orden
social comienza a girar en torno a un tipo de gubernamentalidad basada en la gestin de los riesgos y la vida de la poblacin mediante los dispositivos de la comunicacin poltica. En este contexto, lejos de apelar al discurso confrontativo de la
guerra contra la delincuencia, los spots de campaa revisados ms bien promueven
una discursividad en torno de la gestin eficiente, en pos de revivir una ciudad
para nosotros los vecinos. La seguridad urbana, entonces, se concibe en la campaa
como responsabilidad vecinal de sujetos privados que se unen para administrarla en
funcin del propio costo-beneficio.
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lentes competidoras. Muchos otros atributos se articulan con ese saber consumir
y competir; la flexibilidad, la perfomatividad, la aceptacin del trabajo invadiendo
todos los tiempos de la vida, la insatisfaccin permanente, la educacin a lo largo
de la vida, la especializacin, los endeudamientos interminables son algunos de
estos atributos. En estas condiciones se comprende que tal estado de cosas sirve
como sustento para que los Estados, afinados por el neoliberalismo, se interesen tan
resueltamente por las polticas de inclusin.
Continuando el anlisis del caso brasileo, Karla Saraiva y Iolanda Montano
dos Santos (2014) van a plantear que, en cuanto las sociedades actuales tienen
como elemento organizador a la nocin de riesgo, las escuelas estn siendo llamadas a participar en estas nuevas formas de gestin del riesgo. Contribuyendo,
entonces, a la produccin de sujetos capaces de identificar las amenazas a las cuales
estn expuestos y, de este modo, adquirir las habilidades que les permitan tomar las
actitudes adecuadas para minimizarlas. En esta misma direccin, Samuel Brasileiro
Filho e Hildemar Luiz Rech (2014) se concentran en las implicaciones existentes
entre estrategias de subjetivacin y la entrada en escena de la pedagoga basada en
competencias. Segn los investigadores brasileos, la aparicin de la pedagoga
de las competencias, en cuanto un conjunto de prcticas educativas vinculadas a
la gubernamentalidad neoliberal, marc la transicin desde por un lado unas
prcticas educativas centradas en la adquisicin de un conocimiento disciplinar
hacia por otro lado una enseanza definida por la adquisicin de habilidades,
orientadas al desarrollo de una identidad profesional flexible, adaptable a las innovaciones y los cambios en el mundo del trabajo. Asentndose en la formacin de
sujetos que puedan impulsarse en este mundo de incertidumbres y contingencias,
se trata de una educacin para la adquisicin de competencias que permitirn al
sujeto ser empresario de s mismo. En definitiva, a travs de una educacin basada
en competencias, la racionalidad neoliberal propende hacia la constitucin de sujetos emprendedores.
De la misma manera, para el caso argentino, Silvia Grinberg (2006) describe
un conjunto de nuevos principios de regulacin y conduccin de la conducta y
produccin de subjetividad, tal como se presentan en las propuestas oficiales de
reforma de la escolaridad desde la dcada de los noventa en adelante. En estos
discursos pedaggicos, la nocin de gestin ha venido a ocupar el lugar de anclaje
de las crticas a una sociedad que se describe como rgida, estable, jerrquica, que
aprisiona a los sujetos impidindoles optar, participar y desarrollarse. Frente a ello,
el gerenciamiento aparece como el relato de un nuevo tipo de sociedad, que se
pretende flexible, sin relatos totalizadores, abierta al cambio y a la creacin permanente. La gestin, se supone, generar las condiciones para que eso suceda: la ampliacin de la capacidad de decisin y accin de los individuos. La identidad debe
ser construida, las decisiones tomadas y todo depende de la capacidad y accin de
los individuos, quienes son llamados a producir su propio destino. Desde estas l-
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gicas los sujetos son llamados a adquirir un conocimiento que les permita reducir la
incertidumbre, actuar sobre la complejidad o, en otras palabras, volver predecible
una realidad que, por definicin, es imprevisible.
Pero no es solamente la incorporacin de las lgicas del management y el empowerment lo que caracteriza a las prcticas educativas argentinas. A este respecto
Gabriela Orlando y Sofia Dafunchio (Dafunchio et al., 2014) reflexionan sobre la
cotidianeidad de las escuelas emplazadas en contextos de extrema pobreza urbana.
Abordando, ms especficamente, las formas en que docentes y estudiantes experiencian tales dispositivos en una escuela secundaria del conurbano Bonaerense.
El objetivo aqu es reflexionar sobre las formas que asume la regulacin de la vida
escolar en estos territorios y en una poca que se caracteriza por el dejar vivir y dejar
morir. En donde las instituciones y sus miembros quedan expuestos diariamente a
situaciones que, por inslitas, no tienen respuestas estandarizadas, normativizadas,
excepto, quizs, la consigna de resolver rpidamente cunto y cmo se pueda; procurando as evitar que la situacin estalle. Se trata de estallidos que dejaron de ser
excepcionales y se transformaron en formas regulares de actuacin: es as que los
sujetos experimentan su escolaridad en esa situacin de desborde constante.
En relacin al proceso chileno, el investigador Juan Gonzlez (2010) describe el proceso de evolucin del discurso sobre la libertad educativa que defendieron los grupos conservadores chilenos durante el siglo XIX y XX, en oposicin a
los liberales que preferan la igualdad educativa como derecho fundamental. Sin
embargo, en el escenario actual la conjuncin de ambas racionalidades liberal y
conservadora es lo que permitir la unidad ideolgica a un bloque de poder que
ha hegemonizado la poltica educativa en las ltimas dcadas. Este pacto de elites
ser lo que sustente el proceso de mercantilizacin de la educacin en Chile. En
este sentido, Gonzlez propondr la necesidad de desactivar todo los dispositivos
que sostienen la actual estrategia discursiva de la alianza liberal-conservadora. La
cual est orientada en un mismo ejercicio a la produccin de plusvala y tambin a
la constitucin de una subjetividad dcil a los intereses de las elites bicentenarias.
A travs del anlisis de textos oficiales del ministerio de educacin chileno, Carla Fardella y Vicente Sisto (2013) constatan cmo las polticas de fortalecimiento
de la profesin docente han tomado una decidida orientacin a la gestin, estableciendo procedimientos de evaluacin del desempeo, fijacin de estndares, y pago
por resultados, profundizando los cambios al interior de las escuelas pblicas, estableciendo competencia e incentivos econmicos como los principales referentes
del trabajo docente. De este modo el nfasis en la gestin supondr una apelacin
directa a las identidades de los actores: su autonoma, capacidad de emprendimiento y decisin, sern los factores de los que depender en definitiva el devenir de
la educacin en Chile. El nuevo sujeto docente es obligado a ser activo y flexible
para poder dar respuesta al inestable mercado escolar. Este nuevo trabajador debe
ser adaptable, en formacin constante, insertarse, incorporarse y despedirse simul-
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Concentrado en los siglos XVIII y XIX europeo, Foucault sealar cuatro tipos
de intervenciones a partir de las cuales se despleg la poltica del sexo. En esta
descripcin se hace manifiesta la articulacin entre por un lado una anatomopoltica que busca disciplinar el cuerpo humano y por el otro una regulacin
biopoltica de los aspectos vitales de la especie. 1) La histerizacin del cuerpo de
la mujer: se trata de un triple proceso por el cual el cuerpo de la mujer ha sido
analizado como integralmente saturado de sexualidad, ha sido integrado al campo
de las prcticas mdicas y, finalmente, se ha establecido su comunicacin orgnica con la sociedad, en nombre de la responsabilidad que les corresponda en la
salud de sus hijos y de la solidez de la institucin familiar. 2) La pedagogizacin
del sexo del nio: se trata de apartarlos de prcticas sexuales por cuanto conllevan
peligros morales y fsicos para el individuo y la poblacin. Los padres, las familias,
los educadores y los mdicos deben, por lo tanto, hacerse cargo de estas actividades
potencialmente peligrosas. 3) La socializacin de las conductas procreadoras: socializacin econmica para incitar o frenar la fecundidad de las parejas, socializacin
poltica de la responsabilidad de las parejas, socializacin mdica del control de los
nacimientos. 4) La psiquiatrizacin de los placeres perversos: el instinto sexual ha
sido aislado como instinto biolgico y psquico autnomo, sus formas anmalas
han sido analizadas clnicamente, las conductas han sido han sido normalizadas y
patologizadas (Castro, 2004: 326).
Ampliando la descripcin de los mecanismos de gobiernos organizados alrededor de la regulacin de la vida de las poblaciones, para Paul Rabinow y Nikolas
Rose (2013), el biopoder opera hoy en da a travs de configuraciones que combinan tres planos: en primer lugar, una forma de discurso verdadero sobre los seres
vivos y una serie de autoridades consideradas competentes como para decir la verdad; en segundo lugar, estrategias para la intervencin sobre la existencia colectiva
en nombre de la vida y la salud; en tercer lugar, modos de subjetivacin, en que
los individuos pueden trabajar en s mismos, bajo ciertas formas de autoridad, en
relacin a los discursos verdaderos, por medio de prcticas desde su ser interior, en
nombre de la vida o la salud, individual o colectiva.
Las consideraciones recin sealadas resultan relevantes, toda vez que a continuacin nos detengamos en algunas investigaciones que problematizan tanto a
nivel internacional como latinoamericano nuestros vigentes mecanismos de regulacin de los procesos biolgicos de la poblacin. De esta forma, discursos de
autoridad, estrategias de intervencin y modos de subjetivacin, son dimensiones
siempre presentes al momento de abordar, tal como revisaremos, nuestras contemporneas polticas pblicas en salud.
En relacin al mbito trasnacional, Didier Fassin (2010a) sostendr que el simple hecho de vivir, expresado en el derecho a la vida, ha ido ocupando un lugar
central en los discursos de los derechos humanos, mientras los derechos econmicos y sociales han pasado a segundo plano. Entendida como el valor atribuido a la
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asegurar su regulacin. Pero esta vez los mecanismos de gobierno que se describen a
travs de la nocin de gubernamentalidad no se ubican solo al nivel de los procesos
biolgicos de la poblacin, sino ms bien al nivel de la conducta y la constitucin
de subjetividad.
Teniendo como principio de regulacin la adecuacin a las lgicas del mercado,
la gestin de las poblaciones no puede disociarse de la racionalidad poltica liberal.
En este orden de cosas, para Foucault el liberalismo ser entendido como una
prctica gobierno, es decir, como una manera de actuar orientada hacia objetivos
especficos y regulada por una reflexin continua tendiente a regir la conducta de
los hombres con instrumentos estatales (2007: 319). Ya sea en su versin clsica,
en su vertiente ordoliberal alemana o en su traduccin neoliberal norteamericana,
el liberalismo no se limita a ofrecer sencillamente garantas de libertades (libertad
de comercio, de propiedad privada, de expresin), por el contrario, organiza las
condiciones bajo las cuales los individuos pueden y deben ejercer esas libertades.
Ahora bien, en el mismo proceso de produccin de libertad se pone en riesgo a los
participantes del proceso, por lo que se asistir a la implementacin de diferentes
medidas de proteccin.
El liberalismo es el juego que deja que la gente haga y que las cosas pasen, que
las cosas transcurran; dejar hacer, dejar pasar y el transcurrir, ser en relacin de la
gestin de esos procesos que se introducen los dispositivos de seguridad (Foucault,
2006: 70-71). Por ejemplo, la libertad de comercio slo puede ser establecida si se
toma un conjunto de medidas preventivas destinadas a evitar situaciones como el
monopolio que produce una limitacin a esa libertad de comercio (2007: 84). Si
por un lado, el liberalismo administra los intereses individuales, por otro lado, al
mismo tiempo administra los peligros. De este modo se habilitan mecanismos de
seguridad que deben garantizar que los individuos y las poblaciones estn menos
expuestos a riesgos.
No obstante lo anterior, situaciones tales como la amenaza del desempleo, el
riesgo de contraer una enfermedad, la inseguridad de ser vctima de un delito, no
son solo efectos colaterales del desarrollo del liberalismo, sino que son una condicin necesaria. El liberalismo se nutre del peligro, lo somete a un clculo econmico de sus ventajas y sus costos. En estos trminos, tal cual constata Thomas Lemke
(2010: 249), los dispositivos de seguridad remiten a procesos de constitucin de
subjetividad. As se explica cmo la incitacin del temor al peligro sea el correlato
psicolgico y cultural interno del liberalismo. La divisa del liberalismo es que los
individuos se vean a perpetuidad en situacin de experimentar su vida, su presente,
su futuro, como portadores de peligro. Ac Foucault describe, por ejemplo, las
campaas del siglo XIX sobre las cajas de ahorro [para los pobres]; la aparicin de
la literatura policial y el inters periodstico por el crimen a partir de mediados del
siglo XIX, las campaas relacionadas con la enfermedad y la higiene. Es as como
tenemos que ese arte liberal de gobernar conforma una formidable extensin de los
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sujetos en extrema pobreza que asegura que puedan ser convertidos en individuos
sociales. Estas acciones de conduccin se actualizan en cada intervencin, y no slo
involucra a los extremadamente pobres, sino a todos los individuos y agentes que
participan de esta gestin. Tanto los profesionales intervinientes denominados
Apoyo Familiares como los beneficiarios participan y son objeto de un proceso
de coercin. De tal forma, las lgicas de los afectos, la de formacin y la de
recompensa-condicionamiento, se instalan en el espacio de interaccin mutua,
gobernando entonces las conductas de unos y otros Apoyos Familiares e individuos pobres, definiendo lo que hacen y lo que son (Rojas, 2010).
Para finalizar. Tal como hemos podido apreciar, en el panorama acadmico internacional son varios los trabajos que se han desarrollado en relacin a las matrices
de anlisis proporcionadas por las categoras de biopolticas y gubernamentalidad.
Sin duda que este tipo de estudios no se reduce a los investigadores ni a los mbitos
de problematizacin ac expuestos. Tampoco la profundidad de estos anlisis se
restringe a los breves esbozos recin sealados.
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Resumen
El presente artculo analiza los nuevos discursos acerca de la felicidad. Dichos discursos comienzan
a irrumpir en occidente a partir de comienzos de los aos 2000, particularmente en los mbitos de
las polticas pblicas y de los saberes psi, en especial en la sub-disciplina denominada Psicologa
Positiva. La principal hiptesis de este artculo es que dichos discursos participaran de la racionalidad de gobierno de s y de los otros propia del neoliberalismo contemporneo. En primer lugar,
el artculo muestra que las polticas pblicas, en detrimento de las tradicionales variables objetivas
como el PIB o el Ingreso Per Cpita, han incorporado la necesidad de medir y de producir el bienestar subjetivo. En segundo lugar, el artculo muestra el giro inaugural de la Psicologa Positiva, la
cual sostiene que la felicidad no sera efecto de circunstancias externas, sino que fundamentalmente
el resultado de actividades voluntarias que cada individuo puede realizar. Finalmente el artculo,
sirvindose de las distinciones entre las formas de gobierno propias del liberalismo clsico y del
neoliberalismo introducidas por M. Foucault, muestra la particular forma de subjetividad que estos
discursos acerca de la felicidad interpelan y producen.
Palabras clave: Felicidad, polticas pblicas, Psicologa Positiva, gubernamentalidad neoliberal.
Abstract
This paper analyses the new discourses on happiness. Such discourses began to break into the West
culture from the early 2000s, particularly in the fields of public policy and Psy knowledges, especially in the sub - discipline called Positive Psychology. The main hypothesis of this paper is that
these discourses participate in the contemporary neoliberal rationalities of the government of our-
1
Este artculo es una versin ampliada y revisada de una conferencia, de los mismos autores, titulada Saberes
psi y racionalidad neoliberal de gobierno: un anlisis del discurso sobre la felicidad en la Psicologa Positiva, IV
Coloquio Latinoamericano de Biopoltica, Bogot, septiembre de 2013.
2
Profesor de la Facultad de Psicologa de la Universidad Diego Portales, Santiago-Chile. E-mail: rodrigo.
delafabian@udp.cl
3
Profesor de la Facultad de Psicologa de la Universidad Diego Portales, Santiago-Chile. E-mail: antonio.
stecher@udp.cl
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selves and of the others. In the first place, this paper shows that public policies to the detriment
of traditional objective variables, such as GDP or Per Capita Income have incorporated the need
to measure and produce subjective wellbeing. Secondly, the paper shows the inaugural turn of Positive Psychology, which affirms that happiness would not be the effect of external circumstances,
but primarily the result of voluntary activities that each individual can make. Finally, using the
distinctions introduced by M. Foucault between classical liberal and neoliberal ways of governing,
the paper shows the particular form of subjectivity that these discourses about happiness interpellate
and produce.
Keywords: Happiness, public policies, Positive Psychology, neoliberal governmentality.
Recibido: 31.01.14. Aceptado: 03.10.14.
1. Introduccin
Un rasgo distintivo de los imaginarios sociales de la modernidad contempornea
es una creciente preocupacin, atencin y produccin discursiva en torno a la problemtica de la felicidad y el bienestar subjetivo de las personas. Esto, tanto a
nivel de los Estados, las agencias globales, los medios masivos de comunicacin,
las empresas y sus estrategias publicitarias, las disciplinas cientficas, como de los
mismos individuos (Binkley, 2014; Pincheira, 2013a; Pincheira, 2013b). Si bien
la bsqueda de la felicidad ha sido un componente ineludible de la promesa moderna de progreso y de la gestin y administracin biopoltica de los territorios y
la poblacin, no es menos cierto que, bajo las actuales coordenadas histricas de
la modernidad tarda, la preocupacin por la felicidad humana ha adquirido, en la
esfera pblica y privada, una particular forma y un renovado inters y centralidad
(McMahon, 2006).
Es posible observar, as, especialmente desde finales de los 90 en adelante y en
directa relacin con la consolidacin del nuevo rgimen flexible y global de acumulacin capitalista y del nuevo modo de regulacin socio-poltica de liberalismo
avanzado o neo-liberal (Harvey, 1998; Rose, 2003) un proceso a travs del cual la
felicidad, por diversas vas y mecanismos, y en complejas articulaciones con otros
discursos, prcticas, tcnicas y objetos, ha ido instituyndose como un significante
medular del imaginario social contemporneo. Como ha analizado detalladamente
Sam Binkley (2011a, 2011b, 2014), en poco ms de una dcada, la pregunta por
el bienestar subjetivo y la felicidad personal habitualmente entendida como un
objeto de especulacin filosfica, un atributo inasible de la experiencia singular
de las personas (Binkley, 2011a), o un mero resultado esperable pero colateral de
la modernizacin y el incremento del bienestar material de las poblaciones se
transform en: un nuevo eje de problematizacin e inteligibilidad de lo social, en
un objeto de estudio de diversas disciplinas cientficas de anlisis, en un foco de la
medicin e intervencin de la poltica pblica, en un pilar de la gestin de las or-
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s mismo. Como argumentaremos, la expansin de los saberes y tcnicas de la felicidad juegan un rol relevante en trminos de promover esta figura del empresario
de s que afirma su libertad de eleccin y se orienta por el deseo de [] conducir
su propia existencia como un proyecto para la maximizacin de la calidad de vida
[] (Rose, 2003, p. 244), y que rehsa y desconfa de las jerarquas, vnculos y
autoridades institucionales afirmando siempre el valor de la libertad, el bienestar
subjetivo y la autorrealizacin personal (Burchel, 1996).
Con miras a desarrollar esta tesis y lnea argumental, hemos organizado el artculo del siguiente modo. Discutimos, en primer lugar, la creciente centralidad que
ha adquirido en los ltimos aos la preocupacin por medir y producir el bienestar subjetivo en la esfera de las polticas pblicas. En segundo lugar, analizamos
el caso de la Psicologa Positiva, como el principal lugar dentro del campo de los
saberes psi contemporneos de generacin y expansin de una nutrida gama de
conocimientos y tecnologas del yo orientadas a la medicin y autogestin de la
felicidad personal. En tercer lugar, se desarrolla una reflexin que busca visibilizar
las conexiones entre la centralidad del tema del bienestar subjetivo en el campo de
las polticas pblicas, con la centralidad del tema de la felicidad en el campo de la
Psicologa Positiva; analizando cmo ambos planos se articulan, configurando una
tecnologa de gobierno que juega un rol central en la racionalidad neoliberal contempornea, en la produccin de sujetos empresarios de su propia felicidad y en el
horizonte histrico ms amplio de la biopoltica de la modernidad.
2. Felicidad, polticas pblicas y gubernamentalidad neoliberal
En el rea del diseo de polticas pblicas, la preocupacin contempornea por
la felicidad se liga a una mirada que pone en duda la eficiencia de los indicadores
econmicos tradicionales como el PIB o el Ingreso Per Cpita para medir el
bienestar subjetivo de las personas4. Uno de los ejemplos ms emblemticos de
esta crtica lo constituye el informe encargado el 2008 por el ex-presidente francs
Nicols Sarkozy. Dicho documento, redactado por una comisin dirigida por tres
4
La nocin de bienestar subjetivo implica la felicidad, pero es ms amplia. Segn la OECD el bienestar
subjetivo sera: Buenos estados mentales, incluyendo todas las variadas evaluaciones, positivas y negativas, que
las personas hacen de sus vidas y las reacciones afectivas de las personas a sus experiencias. (OCDE, 2013. La
traduccin es nuestra.) Sin embargo, en este artculo dicha diferencia no ser tan relevante como la distincin
entre las dimensiones objetivas y subjetivas de la felicidad/bienestar. De este modo, vamos a tratar como sinnimos bienestar subjetivo y felicidad, pues entendemos que en ambos casos la autoridad para darles significado y
determinar los factores que influyen en ellos recae en las personas (Alexandrova, 2005). Esta perspectiva se erige
como una reaccin frente a una manera objetiva de medir el bienestar de las personas, es decir, por medio de
distintos ndices cuyo valor y relacin con la felicidad individual ha sido establecido por el saber tecno-cientfico
y su horizonte normativo.
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economistas, Joseph Stiglitz, Amartya Sen ambos premios nobeles y por Jean
Paul Fitoussi, declara: () ha llegado la hora de que nuestro sistema estadstico
se centre ms en la medicin del bienestar de la poblacin que en la medicin de la
produccin econmica (). (Stiglitz, Sen & Fitoussi, 2009).
Consecuentemente con este renovado inters por la felicidad como objetivo
central de las polticas pblicas, en el ltimo tiempo se ha desarrollado una serie
de encuestas que pretenden medir el Happiness Index de distintos pases y regiones
del globo (Ura, Alkire, Tshoki & Wangdi, 2012; United Nations, 2012; OCDE,
2011a; Helliwell, Layard & Sachs, 2012). En la misma lnea, la ONU el ao 2012
estableci el 20 de marzo como El Da Mundial de la Felicidad (Naciones Unidas,
2012).
Especficamente en Chile, el 2011 se public el primer Barmetro de la Felicidad Coca-Cola y se incorporaron, el mismo ao, a la Encuesta de Caracterizacin
Socioeconmica (CASEN, 2011), preguntas orientadas a medir el ndice de Felicidad; el 2012 se public la Encuesta de Desarrollo Humano del PNUD (2012),
Bienestar subjetivo: el desafo de repensar el desarrollo. A su vez, el 2013, el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV, 2013) realiz una medicin de este ndice
a nivel nacional.
Este renovado inters por el tema de la felicidad y la consecuente proliferacin
de discursos y tecnologas que la ponen en un lugar central en el campo de las
polticas pblicas, se organiza de manera consistente con un giro en la relacin entre la racionalidad econmica y el bienestar subjetivo. A continuacin damos tres
ejemplos de orgenes diversos donde se puede apreciar este giro:
Primer ejemplo: entrevista hecha el 2011 en un matinal de televisin abierta al
actual presidente de Chile, Sebastin Piera:
() nuestro gobierno est comprometido con que el pas crezca, derrote el subdesarrollo, que logremos hacer crecer la inversin, el empleo, pero no podemos olvidarnos de que lo que realmente importa no es el crecimiento econmico, es la felicidad
de la familia. (PNUD, 2012, p. 35)
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El giro inaugural de estos discursos acerca de la felicidad implica una modificacin en las estrategias retrico/discursivas de legitimacin de las polticas pblicas.
Lo que realmente importa, es decir, aquello que le da sentido y valor a las polticas
pblicas, ya no son las variables objetivas de medicin del desarrollo y crecimiento
econmico, sino el grado en que logran medir y promover la felicidad subjetiva de
las personas. De este modo, lo que realmente importa, supone un desplazamiento de
lo objetivo a lo subjetivo, entendiendo por esto ltimo:
La subjetividad () la cara individual de la vida en sociedad. Es el espacio de interioridad de los individuos, formado por sus emociones, reflexiones, percepciones,
deseos y valoraciones, donde construyen una imagen de s, de los otros y del mundo
en el contexto de sus experiencias sociales. En este espacio se genera el bienestar o
el malestar subjetivos, que se relacionan con las autoevaluaciones, positivas o negativas, que las personas hacen de sus vidas y del contexto social en el cual las despliegan. (PNUD, 2012, p. 30).
Es decir, aquello que realmente importa sera este espacio interior donde se
construye y significa la felicidad. Sin embargo, esto no quiere decir que este valor
subjetivo no se correlacione con variables objetivas, tales como el ingreso, la educacin, la salud, la sustentabilidad, etc. De hecho, tanto el PNUD (2012) como la
Comisin Stiglitz (Stiglitz Sen, & Fitoussi, 2009) hacen hincapi en distinguir
y valorar ambas dimensiones. Pero, tomando en consideracin, en primer lugar, el
valor central que para estos nuevos discursos tiene la manera en que las personas
evalan y valoran sus vidas; y, en segundo lugar, la idea de que dicha subjetividad
slo podra ser conocida a partir de ella, ya que es, hasta cierto punto, irreductible
a ndices objetivos (Ovalle & Martnez, 2006); entonces esta entronizacin de la
subjetividad necesariamente se traduce en una re-significacin del valor de las polticas pblicas en general y de los ndices tradicionales de medicin del desarrollo
en particular. Tal como se afirma en el informe de la Comisin Stiglitz (Stiglitz,
Sen & Fitoussi, 2009) no es que el PIB est equivocado, sino que, en la medida en
que el nuevo acento est puesto en el bienestar subjetivo, su sentido y sus alcances
son otros.
De este modo, estas polticas pblicas, en el contexto de los nuevos discursos
acerca de la felicidad, ya no se dirigen o interpelan prioritariamente a un otro colectivo y abstracto. Por ejemplo, podemos apreciar con claridad este movimiento
cuando la OCDE introduce su ndice de Felicidad del siguiente modo: El ndice
de una Vida Mejor (Your Better Life Index) est llegando a aquellos ms afectados
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por esta investigacin: ustedes.Tu voz es crucial en este debate acerca de lo que ms
importa para el progreso de nuestras sociedades (OCDE, 2011b. La traduccin
es nuestra).
Frente a la fra generalizacin que implicaba vincularse a los individuos por
medio de variables poblacionales, estas nuevas polticas parecen susurrar al odo de
cada persona, por separado y con igual intensidad. Pero es importante notar una
paradoja: se trata de polticas que si bien se legitiman al identificar la subjetividad
individual como el principal agente del valor, al mismo tiempo, se orientan a medir
recurrencias y producir tecnologas que generen formas homogneas de valoracin.
Esta tensin entre el otro poblacional medible y generalizable e individual enigmtico e irreproducible lo encontramos con particular claridad, por ejemplo, en
la retrica del ex-Presidente de Chile Ricardo Lagos (2000-2006), quien cre una
figura, la Sra. Juanita, para identificar al destinatario de las polticas pblicas: Lo
que estoy tratando de decirle a la Sra. Juanita, que entiende poco de finanzas internacionales, es que en la cuenta que va a pagar por los servicios pblicos va haber
una disminucin. (Lagos, 2004).
La Sra. Juanita condensa perfectamente est tensin entre lo genrico es cualquier seora pobre y lo singular le hablo a usted en particular. En este mismo
sentido, los nuevos discursos acerca de la felicidad encuentran su legitimidad en
tanto expresan y prometen impactar en el resto de individualidad no susceptible
de ser generalizado5: puesto que, lo que realmente importa, no es que esa cifra poblacional, abstracta y annima, mejore, sino que t, que no te sientes representado
por las fras estadsticas, seas feliz.
3. Psicologa Positiva
Esta sub-rea del campo de la psicologa desarrollada desde fines de los aos 90
por los psiclogos Martin Seligman y Mihaly Csikszentmihalyi (2000) y fuerte-
5
Es necesario precisar qu entendemos por esta imposibilidad de generalizacin, pues, en efecto, estos nuevos
discursos acerca de la felicidad sostienen la idea de que el bienestar subjetivo es medible y que tiene patrones colectivos. Por ejemplo, el PNUD (2012, p. 99) concluye que habran cinco estados deseables que para los chilenos
se vinculan con su bienestar. Dentro de estos estn: vnculos primarios significativos estables, poseer capacidades
para realizar proyectos, entre otros. La pregunta clave es: qu diferencia estos indicadores de, por ejemplo, el PIB,
en cuanto a su relacin con la felicidad? En efecto, la diferencia no es slo, ni principalmente, de contenido, sino
que tiene que ver con la forma en que han sido construidos. La relacin entre PIB y felicidad es de principio, pues
nadie realiz una encuesta para preguntarle a la gente si realmente le importaba. Mientras que las mediciones
del PNUD son inductivas y se supone que expresan la voluntad de las personas. Entonces, cuando decimos que
los nuevos discursos acerca de la felicidad interpelan y encuentran su legitimidad en un resto de subjetividad no
generalizable, queremos decir que ella no se puede generalizar a priori y que, inversamente, cualquier generalidad
slo tiene sentido en la medida en que recoge y expresa la particularidad de cada individuo. Dicho de otra manera,
lo colectivo sera la sumatoria de cada una de las seoras juanitas.
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Este crecimiento se refleja, por ejemplo, en que hoy en da las universidades de Harvard, Pennsylvania y de
East London, entre otras, cuentan con programas en esta subdisciplina. Los aportes financieros para la investigacin tambin han crecido enormemente. Por ejemplo, cerca de USD226.000.000 les fueron dados a investigadores de esta rea por el Instituto Nacional de Salud Mental de los EE.UU. en los ltimos aos y la Fundacin John
Templeton le otorg un fondo de USD 6 millones a Seligman para generar investigacin colaborativa entre esta
rama de la psicologa y las neurociencias (Ruark, 2009).
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La hiptesis central de la Psicologa Positiva es que la felicidad individual depende de tres factores: un rango fijo gentico, que incide en un 50%; factores
circunstanciales tales como el dinero, la salud, etc. que determinan la felicidad
en un 10%; y, el ms relevante para esta perspectiva, factores que dependen de la
voluntad, que incidira en un nada despreciable 40% en el bienestar subjetivo (Bohem & Lyubomirsky, 2002).
De modo que en trminos estratgico discursivo, la Psicologa Positiva se propone como una tecnologa capaz de incidir en el 40% del total de la felicidad que
depende de factores que los individuos de manera voluntariosa pueden producir y
autogestionar.
Entonces el factor ms prometedor para afectar el cambio en la felicidad crnica, es
la porcin aproximada del 40% representada por la actividad intencional (). Caracterizada por actos comprometidos y esforzados con los cuales las personas eligen
comprometerse, actividades intencionales que pueden ser comportamentales (por
ejemplo, practicar actos aleatorios de bondad), cognitivas (por ejemplo, expresar
gratitud), o motivacionales (por ejemplo, perseguir metas intrnsecamente significativas) (Bohem &Lyubomirsky, 2002. La traduccin es nuestra).
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Algunos ejemplos de tcnicas cuya eficacia estara cientficamente probada son: La visita de gratitud la
cual consiste en escribirle una carta de gratitud a un ser querido y luego lersela cara a cara. O, el ejercicio llamado
Lo que estuvo bien, tambin llamado Las 3 bendiciones el cual consiste en anotar todas las noches antes de
dormirse 3 eventos que durante el da habran salido bien.
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siguiente manera: ocpate de ser feliz y todo lo dems vendr por aadidura. (Ibez,
2011. Las cursivas son nuestras).
En este fragmento podemos encontrar de manera condensada algunas de las claves ms relevantes de los discursos acerca de la felicidad y de la Psicologa Positiva
en particular. Este campo de saber-poder se posiciona discursivamente como una
reivindicacin propiamente cientfica que vendra a desmitificar un gran supuesto:
que la felicidad sera consecuencia de circunstancias externas a la subjetividad individual. Tanto en el campo de las polticas pblicas como en el de la Psicologa Positiva, esta inversin resulta inaugural para estos discursos. Sin embargo, la Psicologa
Positiva va a empujar las cosas un poco ms all. Puesto que no slo va a mostrar
la relativa independencia entre indicadores objetivos y subjetivos de la felicidad,
sino que va a suponer que los factores subjetivos determinan a los objetivos. En sus
trminos, habra una poderosa relacin inversa que promete que si te ocupas del
40% de la felicidad que est en tus manos, el 10% de los hechos circunstanciales
tambin mejorar. Todo esto se resume en la mxima tica que debe orientar y
producir al nuevo sujeto neoliberal: ocpate de ser feliz y todo lo dems vendr por
aadidura.
4. Biopoltica, gubernamentalidad liberal/neoliberal y la nueva
bsqueda de la felicidad
Foucault afirma que el gobierno liberal acta fundamentalmente sobre los individuos en tanto que poblacin (Foucault, 2004: 23-24). Esto quiere decir que,
desde la perspectiva de la gubernamentalidad liberal, los sujetos son gobernados en
tanto seres vivientes y no como sujetos de derecho (Lemm, 2010, p. 15). O, dicho
de otra manera, el punto de contacto entre el gobierno liberal y los individuos es
la vida y, por ende, el arte de gobernar supone conocer y gestionar las variables
que la rigen. Con esto tenemos una primera pista del vnculo, muchas veces poco
evidente, entre gubernamentalidad liberal y biopoltica. Si, a diferencia del poder
soberano que se afirmaba en su capacidad de dar muerte, el poder biopoltico se
caracteriza por legitimarse en su aptitud para hacer vivir (Foucault, 1984, p. 167),
la gubernamentalidad liberal representa los saberes y las tecnologas que permiten
gestionar la vida de los individuos, o, si se prefiere, a los individuos en tanto vivientes, en un doble registro: el gobierno de los otros y el gobierno de s (Foucault,
1990a, p. 49).
Pero, para entender este vnculo, entre biopoltica y gubernamentalidad liberal
es necesario ser an ms precisos.
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En primer lugar, segn Foucault, el punto de contacto entre el poder y la poblacin no es slo la vida en trminos genricos, sino ms precisamente lo que l
denomina deseo (Foucault, 2006, p. 97) o inters (Foucault, 2004, p. 46-47). Al
respecto escribe:
En efecto, qu era el soberano para los juristas, no slo los juristas medievales sino
tambin los tericos del derecho natural, tanto para Hobbes como para Rousseau?
El soberano era la persona capaz de decir no al deseo de cualquier individuo; el problema consista en saber de qu manera ese no opuesto al deseo de los individuos
poda ser legtimo y fundarse sobre la voluntad misma de stos. [] Ahora bien, a
travs del pensamiento econmico y poltico de los fisicratas vemos formarse una
idea muy distinta. [] El problema [para la racionalidad liberal] es saber cmo
decir s, cmo decir s a ese deseo. (Foucault, 2006, p. 97).
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Por irreductible entendemos que le saber tecno-cientfico no puede presuponer lo que dicha subjetividad
anhela, sino que por el contrario, dicho saber debe encuestarla y definirse a partir de ella.
9
La felicidad es un lquido, de la misma manera en que los instrumentos monetarios, como las acciones, son
lquidos. () Es un tipo de moneda emocional que puede ser gastada, como el dinero, en los aspectos de su vida
que usted verdaderamente valora, como la salud, las relaciones y el xito en el trabajo. (Biswas-Diener & Dean,
2007. La traduccin es nuestra.)
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Resumen
Desde la lectura biopoltica, el presente artculo busca comprender la historia reciente de Chile apelando a una crtica sobre los discursos tericos que posibilitaron la llegada de la democracia. Sostenemos que la biopoltica, a travs de sus distintos expositores, nos entrega interesantes claves analticas
para comprender la historia latinoamericana. Particularmente, apuntamos que durante la dictadura
militar chilena se gest un tipo de gubernamentalidad que se bas en una prctica de sobrevivencia,
en relacin a tres ejes: la produccin de muerte; la economizacin de la poltica entendida como
prctica constitutiva del neoliberalismo; y la elaboracin de una racionalidad poltica transicional
que ciment el despliegue democrtico neoliberal. Los efectos de esta nueva gubernamentalidad
son reforzados por la excepcionalidad jurdica del perodo, potenciada por la constitucin de 1980.
Palabras clave: Biopoltica, dictadura, democracia, excepcin, sobrevivencia.
Abstract
From a biopolitical viewpoint, this article seeks to understand recent Chilean history resorting to a
critique of the theoretical discourses that made the arrival of democracy possible. We argue that biopolitics, through its different authors, provide interesting analytical tools to understand this history.
Particularly, here, we argue that during the Chilean military dictatorship a type of governmentality
was engendered that was based in a practice of survival, related to three axes: the production of
death; the economization of politics understood as a practice that is constitutive of neoliberalism;
and the elaboration of a transitional political rationality that laid the foundations for a democratic
neoliberal development. The effects of this new governmentality are reinforced by the legal exceptionality of the period, strengthened in its turn by the Constitution of 1980.
Keywords: Biopolitics, dictatorship, democracy, exception, survival.
Recibido: 29.05.14. Aceptado: 18.08.14.
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Doctoranda en Filosofa Poltica, Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago,
Chile. E-mail: lfollegati@gmail.com
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Inicio
Quizs, lo que hoy se requiera, al menos
para quien hace de la filosofa su profesin
sea el camino inverso: no tanto pensar la
vida en funcin de la poltica, sino pensar la
poltica en la forma misma de la vida.
Roberto Esposito, Bios, biopoltica y filosofa
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I
La recepcin biopoltica en la Amrica reciente
Los planteamientos biopolticos2 apuntan a una forma de comprensin donde existe un nexo entre economa, gobierno y sistema jurdico, claramente escenificados
en el modelo neoliberal donde el gobierno de la vida adquiere una dimensin impensada. Sin entrar en un recorrido conceptual acabado3, podemos sealar a modo
de sntesis que las condiciones de posibilidad del sujeto viviente, inmerso e imbuido en el campo soberano, comienzan a desplegarse como subrepticias tcnicas de
poder cuyo objetivo es el de potenciar la administracin de los cuerpos mediante
mtodos capaces, por un lado, de aumentar las fuerzas y aptitudes de los sujetos y,
por otro, de docilizarlos en relacin a los nuevos horizontes de sentido que emergieron con las sociedades capitalistas.
Paulatinamente, desde esta lectura sobre el biopoder, se ha logrado constatar el
establecimiento de un rgimen de libertad que configura tcnicas de gobierno especficas, y que mantiene vigente las inestabilidades del sistema econmico mediante
la produccin de discursos gubernamentales, sociales y polticos que actan como
soporte. Como dir Foucault en Historia de la sexualidad: El principio de poder
matar para poder vivir, se ha vuelto principio de estrategia entre estados; pero la
existencia en cuestin ya no es aquella, jurdica, de la soberana, sino puramente
biolgica de una poblacin (Foucault, 1998:129). El problema de la vida, su regulacin y las facultades de muerte sern entonces problemas centrales que, desde
una nueva ptica, inaugura nuestro autor francs.
Como se sabr, las derivas biopolticas han atravesado una serie de producciones posteriores. Apuntando a la dimensin estratgica que enmarca la captura de
la vida desde el despliegue de poderes en los contextos de la medicina, derecho y
economa (Karmy 2011), autores como Giorgio Agamben (2003, 2005, 2007),
Roberto Esposito (2003, 2005, 2006, 2009) y Toni Negri (2000), han posicionado
un fructfero despliegue del concepto. Particularmente, la recepcin latinoamericana de los autores italianos apunta a una especial vinculacin entre nuestra realidad
2
En trminos conceptuales, la denominacin de Foucault de biopoltica corresponde a la dualidad griega
que, explicitada por Giorgio Agamben, se ejemplifica en la dicotoma entre bios y zo. Esta ltima acepcin dice
relacin con el simple hecho de vivir, comn a todas las especies que pueblan el planeta, unificando a animales,
plantas y humanos. Por el contrario, bios se refiere a la caracterizacin especfica del desenvolvimiento poltico de
los hombres y mujeres, abriendo de paso la posibilidad para el espacio de la libertad. Por biopoltica entonces Foucault aludira justamente a la politizacin del espacio de la zo en el contexto de la racionalidad moderna, es decir,
la politizacin de la vida biolgica, o el gobierno de la vida. En este sentido, las tcnicas de gobierno configuraron
un accionar organizado y sistematizado cuyo ejercicio se realizaba directamente sobre la vida humana (Agamben,
2003; Cassiogli y Sobarzo, 2010).
3
Para un desarrollo interesante del trmino biopoltica, sus recepciones y adecuaciones, contamos con los
aportes de Edgardo Castro (Karmy, 2011).
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4
Rodrguez y Tello acuan la idea de biocolonialidad, la cual se caracteriza por: poltica colonial que tena
a su cargo el gobierno de los cuerpos indgenas, los cuales bajo ninguna docilidad fueron obligados a ocupar sus
fuerzas en las minas de oro y plata (Rodrguez y Tello, 2010).
5
Es interesante constatar la produccin nacional en torno a la biopoltica y sus derivaciones. Destacamos
tres textos al respecto: Michel Foucault: Neoliberalismo y biopoltica (Lemm, 2010); Biopolticas del sur (Cassigoli
y Sobarzo, 2010); Polticas de la interrupcin (Karmy, 2011). Adems se han publicado nmeros temticos en la
revista Plyade y Aneconmicas y tres congresos realizados en Santiago.
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para comprensin terica e histrica del pasado reciente. Nos ayuda a comprender
la forma en que los estados han podido transformar no slo el sustento de lo poltico, su representacin y densidad, sino que tambin el contenido y funcionalidad
del ser humano en dicho contexto.
En este sentido, la peculiaridad de nuestra realidad actual posee la complejidad
de constituirse a lo menos en relacin a tres discursos: la ineludible existencia de
las democracias, la inalterabilidad del orden neoliberal y la funcionalidad de los
movimientos sociales. Nuestras subjetividades se desenvolveran en esta esttica
practicidad, estableciendo pequeos mecanismos de movimiento y extraas formas de disrupcin. El vnculo entre soberana y utilidad, o entre lo jurdico y lo
econmico se constituye como problema biopoltico que es propicio observar en la
particularidad histrica.
La radicalidad represiva de las dictaduras en Amrica Latina condicion un
proceso de ordenamiento social tanto de las perspectivas econmicas como de lo
social. En algunos pases, la violencia militar se manej a la par de una estrategia
neoliberal enfocada hacia el despliegue de lgicas funcionales principalmente de
mercado que buscaron evitar las interferencias y luchas de las subjetividades polticas. En este sentido, Sergio Villalobos-Ruminott seala que la limitacin normativa de las teoras transitolgicas chilenas se enmarca en un relato excepcionalista
que apunta a la continuidad de la democracia en nuestro pas (2010: 18). Ello se
articula como criterio estandarizado y oficial sobre el cmo comprender el pasado
nacional. Veamos algunos apuntes al respecto.
III
La construccin gubernamental en dictadura
La produccin de matrices tericas de carcter sociolgico o politolgico para comprender el proceso emprendido desde la Unidad Popular hasta la transicin democrtica, ha generado formas de reordenamiento y recomposicin social basndose
en el mbito modernizador de la dictadura chilena. El Golpe fue entendido como
parte de un agotamiento de un modelo poltico de las prcticas partidistas en el
perodo de la UP6. Tal como seala Villalobos-Roumniott, estas lecturas apelan a
un criterio jurdico de comprensin de la poltica,
Para una lectura apropiada del proceso, es preciso revisar los textos de Jos Joaqun Brunner, Cultura autoritaria en Chile (1981) y de Eugenio Tironi, El rgimen autoritario. Para una sociologa de Pinochet (1998).
6
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Abandonando las agendas radicales, los autores provenientes de renovadas vertientes polticas de centro izquierda profesionalizaron una lectura epistemolgica
y poltica acerca del Golpe, donde se desplegaban los lineamientos para una poltica democrtica basada en el consenso, la estabilidad y responsabilidad poltica
y econmica. Basndose en una lectura republicana, anidada en una estabilidad
constitucional, la Unidad Popular irrumpe como un desborde de la accin poltica.
Desde Jos Joaqun Brunner (1988), hasta Manuel Antonio Garretn (1984) pasando por Eugenio Tironi, podemos observar la produccin de saberes (epistmicos) que posibilitaron una transicin que ocultaba una modernizacin neoliberal,
otorgando una comprensin de la poltica, de su accin y despliegue enmarcado
en los designios del estado y en una opcin redemocratizadora. La idea de una
transicin es justamente la posibilidad de naturalizar los designios desplegados por
el rgimen autoritario, que heredaba en la democracia y en la sociedad no slo una
sociabilidad distinta, sino que tambin una facultad de economizacin de la vida
y las relaciones humanas mediadas por el estado y la empresa privada. La dicotoma dictadura-democracia, basada en una lectura eruptiva del Golpe, construy
un perodo postautoritario que como posibilidad constitutiva se ergua en tanto
se diferenciaba de la dictadura: la nica posibilidad viable para el fin del terror. A
partir de lo anterior, se constituy un modelo de subjetividad poltica, un deber
ser desplegado desde un discurso cimentado en la intelectualidad chilena, como
tambin en una serie de prcticas concretas representadas desde polticas pblicas
hasta producciones mediticas. Estos discursos se configuraron como un trasfondo
poltico para una reconfiguracin social y ciudadana del pas (Follegati, 2011).
Esta lectura procesual omite una serie de implicancias que es preciso abordar
con mayor despliegue, quizs en otra oportunidad. Sin embargo, podemos sostener
que es preciso observar la historia reciente desde una mirada cuya bsqueda radique en las continuidades, anidamientos y producciones gubernamentales y epistmicas originadas en el seno autoritario y continuadas tanto desde lo institucional
(y constitucional), como tambin por la elaboracin de una cierta racionalidad
poltica que nace a partir de las lecturas comprensivas de la relacin UP-Golpe,
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desde los aos 807. Como bien seala Idelber Avelar (2000), las transiciones son las
dictaduras mismas. Villalobos-Ruminott enfatiza:
La determinacin del golpe como un accidente o como un destino inexorable, en
todo caso, no supone, como fcilmente se podra creer, dos concepciones distintas
de la temporalidad, sino una y la misma: aquella preada de continuismo jurdico
que insiste en evaluar la evolucin poltica del pas de acuerdo a un criterio institucional y termina remitiendo la actividad poltica al estrecho marco de la racionalidad estatal. El golpe no es ni un accidente ni una necesidad, sino un reiterado
ejercicio de reconfiguracin institucional frente a las amenazas precipitadas, esta
vez, por la radicalizacin de las demandas sociales (Villalobos-Ruminott, 2010: 40).
El Golpe, y la construccin discursiva que le secunda en las nociones transitolgicas, constituyen espacios de disciplinamiento y normatividad no slo en los sentidos explcitos del horror, a travs de la persecucin, tortura, desaparicin y muerte,
sino que tambin en la forma de comprender la poltica. Basada en la lectura de la
polarizacin y sobre ideologizacin de la sociedad pre 73, la racionalidad poltica
articulada desde los gobiernos de la Concertacin utiliz la herencia golpista: el
miedo, la desvinculacin social, el individualismo y la desconfianza fueron elementos constitutivos para una nueva poltica madura y capaz de enfrentar los desafos
de la transicin. Una nueva poltica o una impoltica desde Esposito (1996).
La consecuente restructuracin democrtica, en el caso chileno, por ejemplo,
requiri de una des-violentizacin de las relaciones sociales y polticas, extrayndole el sustento conflictivo a toda relacin de lo poltico. Con ello, no slo se levant
un discurso hegemnico manejado por las oligarquas polticas y econmicas, sino
tambin una condicin anestsica como premisa necesaria para la adopcin de un
modo de vida biopoltico y una subjetividad servicial y acomodaticia a los fines del
mercado y de la estabilidad.
Los problemas biopolticos adquieren un cariz fundamental para comprender el
proceso contemporneo chileno. Desde la estructura jurdico-soberana de occidente, el paradigma inmunitario y el biopoltico, podemos atender a las complejidades
de nuestra realidad. Para Rodrigo Karmy (2007): Si la dictadura soberana de Pinochet obedece, pues, al paradigma soberano (aqul que, segn Foucault, hace
morir y deja vivir), los gobiernos de la Concertacin de partidos por la democracia
operan, pues, como el paradigma biopoltico (hace vivir y niega la muerte). Los
7
Sobre las producciones emanadas desde finales de los 70 y todos los 80, podemos observar la recopilacin
de textos elaborada por Flacso Chile, en el siguiente link. All se encontrarn textos de Norbert Lechner, Toms
Moulian, Manuel Antonio Garretn, ngel Flisfisch, Eugenio Tironi, entre otros. Ver: http://lanic.utexas.edu/
project/laoap/flacsofull.html
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Comprender la Dictadura desde la excepcionalidad, apela a una forma de resituar la complejidad analtica del proceso chileno. Remitirnos al problema de la
soberana es preguntarnos tambin, desde las lecturas de Giorgio Agamben, por la
relacin entre estado de excepcin y estado de naturaleza:
Estado de naturaleza y estado de excepcin son slo las dos caras de un nico proceso topolgico aquello que se presupona como exterior (el estado de naturaleza)
reaparece ahora en el interior (como estado de excepcin), y el poder soberano es
propiamente esta imposibilidad de discernir entre exterior e interior, naturaleza y
excepcin (Agamben, 2003: 54).
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de occidente. Desde esta ribera, cierta produccin intelectual chilena8 ha profundizado una mirada biopoltica de la dictadura donde la excepcin soberana se ha
convertido en la expresin poltica contempornea. Pues, el estado de excepcin al
romper sus confines espacio-temporales, tiende a coincidir en todas partes con el
ordenamiento normal (Agamben, 2003: 54).
La excepcionalidad, en tanto rasgo caracterstico de nuestra construccin soberana occidental, se construye como un proceso constitutivo del legado republicano
nacional, siendo ms que un reverso, un cariz explcito del contexto poltico chileno. Esta lectura se yergue como un develamiento frente a las prcticas sociopolticas
conservadoras y tradicionales, apelando a una resignificacin de las concepciones
sociolgicas explicativas del pasado reciente. Lo paradjico de la Latinoamrica democrtica actual, es que se gesta en esta conflictividad que se instaura radicalmente,
sobre todo en el caso de Chile. Conjugando un desicionismo schmittiano, con las
perspectivas transformistas de la derecha neoliberal, el escenario nacional se pleg
a la necesidad soberana (Karmy, 2007).
El espacio excepcional se grafica en un escenario donde ocurre la toma del poder
jurdico desde el mbito militar, aplicando una normalizacin hacia los cuerpos
desde dos aspectos: el disciplinamiento y la distribucin neoliberal propiciada por
el shock de los Chicago Boys. El espacio de la excepcin es entonces el correlato
desde donde se articula bios y zo, y donde paradigmticamente se compone un
doble atentado a las vidas que se desenvuelven en el espectro dictatorial.
IV
Figuras de la sobrevivencia: el horror
En definitiva, el objeto de la polica es la
vida: lo indispensable, lo til, lo superfluo. La polica debe garantizar que la
gente sobreviva, viva e incluso se supere.
Michel Foucault. Omnes et singulatim
8
Destacamos a acadmicos como Rodrigo Karmy, Sergio Villalobos-Ruminott, Ral Rodrguez, Miguel
Urrutia, Juan Pablo Arancibia, por mencionar algunos. Nuevos referentes han surgido en las publicaciones conmemorativas para los 40 aos del Golpe Militar en las revistas Plyade N11 y Aneconmicas N 4.
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busca el rgimen autoritario. El campo demuestra una vez ms el modelo jurdicopoltico al cual estamos expuestos.
As, desde el espacio moderno, la vida en s misma lleva el peso de la supervivencia. En tanto figura central de este escenario, la vida es atrapada en ciertos
circuitos econmicos y jurdicos: La ambicin suprema del biopoder es producir
en un cuerpo humano la separacin absoluta del viviente y del hablante, de la zoe
y el bios, del no-hombre y del hombre: la supervivencia (Agamben, 2005: 163).
En este sentido, la supervivencia se transforma en una clave para comprender un
nuevo cariz de la nuda vida desde un espacio mediado por la excepcionalidad y
articulado por el neoliberalismo. El caso del Chile dictatorial ser fundamental al
respecto.
Si la excepcionalidad nos demuestra las posibilidades de muerte, en un sentido
tecnificado y racionalmente constituido a travs de los campos de concentracin,
la deshumanizacin dictatorial se sita en el doble sentido que hemos comentado: despolitizado y productivo (economizado). La humanizacin propuesta por
la dictadura, entonces, se configura en tanto economizacin de la vida. No slo
el Estado imbuido de un registro librecambista, sino que tambin una vida que
adquiere sentido en su ms extrema desolacin. Es en el mercado desde donde la
comunidad vuelve a convertirse (ya no vida) en su reverso, sino en sobrevivencia.
Es por esto que el ensayo neoliberal, aunado de un designio de muerte, juega en
Chile una sntesis macabra, no slo una experiencia aniquilante, sino que tambin
un contenido anestesiante. La excepcionalidad es vuelta como forma de gobierno
desde el espacio econmico, ejemplificado en la transicin chilena.
La idea de una tanatopoltica se vuelve vigente en tanto se reconfigura a travs
del paradigma inmunitario de Esposito, al proteger a la vida a travs de su forma
de negacin. El italiano remarca el eslabn faltante en la lectura foucaultiana: Slo
si se la vincula conceptualmente con la dinmica inmunitaria de proteccin negativa de la vida, la biopoltica revela su gnesis especficamente moderna (Esposito,
2006: 17).
La sntesis del proceso se condice mediante un diagnstico donde la muerte
adquiere tanto un espacio constitutivo como lmite externo. Desde el rgimen biopoltico, la vida se vuelca hacia un umbral de sobrevivencia, donde los problemas
del continuar vivo parecen traspasar los propios lmites de la conservacin hasta
configurarse en una forma de vida.
La sobrevivencia entonces, en los lindes establecidos por el marco jurdico-poltico democrtico, a partir de la dcada del 90 se basa en esta apora donde la
vida misma se relaciona con una muerte ajena, transformndose el tnatos en una
caracterstica de la reformulacin de las dinmicas de poder en el escenario golpista. Sin embargo, como observbamos al comienzo, este xito fue posible en tanto
que se construa una racionalidad poltica que apelaba a una funcionalidad de lo
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[E]l individuo es inducido a cerrar su originaria apertura y a circunscribirse a la esfera de su interior Qu otra cosa es la inmunizacin sino una forma de progresiva
interiorizacin de la exterioridad? Si la comunidad es nuestro afuera, el fuera-denosotros, la inmunizacin es aquello que nos retrae al interior de nosotros mismos,
rompiendo todo contacto con el exterior (Esposito, 2009: 85).
Entonces, estando impregnada de una deriva inmunitaria, la dictadura reimprime un sistema ya existente desde varios siglos atrs. La vida es reinserta en un
circuito en tanto que logra circunscribirse al mbito del mercado, salvaguardando
los ideales de la propiedad, el mercado y el consumo. La apertura del sobreviviente
se diagrama mediante la bsqueda del beneficio propio, del olvido de su realidad,
de su situacin mediante un mundo de fantasa construido por tarjetas plsticas
y posibilidades de ser alguien ms. Cuando su propia posibilidad de muerte se
transforma en subjetividad. La precarizacin laboral conlleva a un designio que
se construye mediante la capacidad de emprendimiento: Su nica posibilidad de
sobrevivencia consiste en autoemprenderse, en desarrollar iniciativa individual
(Rojas, 2006: 46).
En la conocida frase de Hayek no todos los hombres vivientes tienen derecho
a seguir viviendo (citado por Vergara, 2003: 14) se torna explcito el carcter de
la sobrevivencia: efectivamente el neoliberalismo se considera un sistema donde
la vida es permitida para y por algunos, donde el resto funciona como organismo luchando por su (in)existencia. El proyecto neoliberal extrema las condiciones
de intervencin del mercado en todas las esferas de la sociedad con el objeto de
mantenerse vigente y en constante transformacin, mediadas por las necesidades
del capitalismo tardomoderno. La sociedad no es pensada desde la communitas,
sino justamente lo contrario: una civilizacin que desde el origen resalta el facto
individual y propium como valor fundante. La libertad neoliberal es entonces la
contradiccin de la comunidad.
En este sentido, el neoliberalismo establece una produccin subjetiva que se reproduce gubernamentalmente, a travs de mecanismos perniciosos como el endeudamiento y hedonismo consumista. Estas prcticas se constituyen como condicin
de posibilidad de la empresa postfordista, estableciendo nuevas relaciones intersubjetivas que terminan por promover, desde otro registro, formas de sobrevivencia
en los escenarios actuales. La gubernamentalidad es interesante en la medida que
introduce nociones como la de autorregulacin que, en palabras de Castro-Gmez,
logra que el gobernado haga coincidir sus propios deseos, decisiones, esperanzas,
necesidades y estilos de vida (Lebensfhrung) con objetivos gubernamentales fijados de antemano (Gmez, 2010: 43). En el mismo sentido, Esposito seala
que por una parte, el poder ya no se relaciona circularmente consigo mismo
sino con la vida de aquellos a quienes gobierna en el sentido de que su fin no es la
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obediencia tan slo sino tambin el bienestar de los gobernados (Esposito, 2006:
60). El biopoder, desde este registro, se reconstruir a travs de la promesa de la
felicidad, entendiendo por ello una felicidad basada en la ausencia de muerte y
prcticas de sobrevivencia.
El despliegue democrtico subsiste mediante un gobierno providencial que logra articular los nuevos designios neoliberales, cuyo origen se constituye en el seno
dictatorial. Thayer seala: Transicin nombra, no el pasaje de la Dictadura a la
democracia, sino la transformacin que la Dictadura oper, el desplazamiento del
Estado como centro-sujeto de la historia nacional, al mercado excntrico postestatal (Thayer, 2006: 124). As, la figura de la democracia se torna una ilusin de
la representacin, enfocndose en un rgimen directamente gubernamental.
Cierre
La discursividad transitolgica de la cual hemos hablado acta de manera efectiva
vinculando una racionalidad que logra distinguir radicalmente democracia y dictadura desde el semblante de la vida (en relacin al hacer morir y dejar vivir), como
tambin en cuanto a los lmites de la poltica. La estrategia empleada se configura
en un doble mbito, en tanto que supone una dimensin poltica (excesos) y una
dimensin econmica (actuar segn las reglas neoliberales). La construccin de
una racionalidad concertacionista si bien se elabor en dictadura, despliega su deslinde gubernamental en la democracia de los 90 y 2000, apelando a una discontinuidad con la dictadura, pero forzando una legitimacin en sta en la medida que
se establece como proceso redemocratizador, donde una de las mayores ausencias
es la propia comunidad poltica, traspuesta por una comunidad econmica. Este
doble vnculo juega un importante rol al lograr que se profundicen las condiciones
de sobrevivencia en ausencia de lo poltico. En este sentido, la clave de la transicin
democrtica y de la cimentacin discursiva que la ampar, fue sentar las bases de
un proceso consensual ausente de lo poltico.
La constitucin de los 80, en las manos de Jaime Guzmn, se sita como el
momento ontoteolgico de herencia schmittiana, como tambin eruptiva de los
nuevos semblantes neoliberales. El carcter fundacional de la dictadura no es sino
el continuismo de una poltica excepcional, donde la democracia se yergue como
su reverso administrativo y gestional, utilizando el espacio de la vida como el lugar
de rearticulacin. La subsecuente regularidad democrtica es potenciada por una
subjetividad a ratos cada en el imperio de lo econmico, a ratos en los espacios de
la sobrevivencia.
Apuntamos al problema de la sobrevivencia como una clave analtica que nos
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ayuda a comprender la gubernamentalidad desplegada desde la dictadura. La necesidad del frenar el proceso tanatopoltico se vio emparejada con una defensa
en nombre de los derechos humanos, como tambin de un discurso poltico que
busc por sobre todas las cosas frenar las mquinas de muerte. En este sentido, lo
poltico pasa a un segundo plano en cuanto el problema de la vida adquiere especial
relevancia: haba que luchar, primero que nada por la propia vida. Las prcticas de
sobrevivencia se anudan en este conflicto donde la vida se torna sobrevivencia, en
la medida que su motivo fundamental es el hacer vivir, pero esta vuelta a la vida
es desde el mercado.
En este contexto, la economizacin es vista desde la sobrevivencia pues el neoliberalismo construye tcnicas precarias de vida: desde el Plan Laboral de 1979, la
privatizacin del sistema de salud en 1981, el Sistema de Pensiones 1981, etc. Hoy,
a ms de 30 aos de las reformas neoliberales, observamos un pas donde el nivel
de endeudamiento de las familias alcanza 57,3% segn las Cuentas Nacionales por
Sector Institucional publicadas por el Banco Central (Diario Financiero, 2014).
Segn la Fundacin Sol, slo un 39% de los ocupados posee un empleo protegido,
es decir, con contrato escrito, indefinido, liquidaciones de sueldo, cotizaciones y
salud (Fundacin Sol, 2011). La precarizacin laboral, y las condiciones subjetivas impuestas por el neoliberalismo, condicionan hoy un escenario que es preciso
atender. La despolitizacin en el perodo democrtico, la falta de un sentido comunitario en la mayora de los aspectos, se reconoce por ejemplo en la baja tasa de sindicalizacin: en nuestro pas, 9 de cada 10 asalariados no negocia sus condiciones
de trabajo de manera colectiva (www.fundacionsol.cl).
As, los dispositivos de las condiciones mnimas de existencia que se materializan en el neoliberalismo corresponden con las configuraciones filosficas relativas
a la vida misma. Las prcticas de las sobrevivencias se anudan en este doble registro. Los despliegues analticos de esta configuracin sobrepasan ampliamente las
perspectivas representadas en estas pginas. Sin embargo, consideramos que es una
primera iniciativa para abordar desde un punto de vista biopoltico la temtica de
la vida en nuestra historia. Como mencionbamos al comienzo, Amrica es un
continente cuya biopoltica es desplegada desde hace siglos, con la llegada conquistadora de los primeros espaoles. El ensayo republicano se enmarca en un designio
soberano, nacional e independentista que deja estela hasta el presente. La historia
reciente de nuestro pas puede entonces comprenderse desde el problema poltico
de la comunidad, en tanto el neoliberalismo ha insistido en su apropiacin y operosidad, logrando una interiorizacin en los cuerpos y en formas de sobrevivencias
inauditas en perodos previos. Independiente de ello, hoy la tarea se nos muestra
clara y concreta: aportar por nuevas formas de politizacin que se circunscriban en
un designio donde la vida vuelva a ser poltica.
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Resumen
El presente trabajo busca reflexionar sobre la poltica latinoamericana y su relacin con el estado de
excepcin desde una perspectiva biopoltica. Para ello, en principio, aludimos a la nocin de biopoltica y de racismo de Estado que presenta Foucault. Esto nos permite acercarnos al estado de excepcin
y a los campos de concentracin que emergen durante estos periodos. A partir de la ampliacin conceptual de Agamben, abordamos los campos de concentracin de las ltimas dictaduras del Cono Sur,
especialmente el caso de Chile, lo que nos permite ver el modo en que ante un estado de excepcin la
vida queda abandonada legalmente. En la ltima parte esbozamos una reflexin sobre el modo en que
durante el gobierno militar chileno se implement una gubernamentalidad de corte neoliberal, cuya
incidencia en los procesos de subjetivacin de la poblacin es posible apreciar an hoy.
Palabras clave: Estado de excepcin, campos de concentracin, biopoltica, neoliberalismo, Latinoamrica.
Abstract
In this work we seek to think about the Latin Americas politics and its relation with the state of
exception from a biopolitical view. In order to do that, at first, we stem from the biopolitical and
State- racism concepts that Foucault introduces. This allows us to approach to the state of exception
and the concentration camps of the last military dictatorships in South America, especially in Chile.
These ideas let us see how life is legally abandoned in a state of exception. In the last part we explore
a possible reflection about the way that in the last dictatorship government neoliberals economical
politics and practices were imposed, and the result of this kind of policies in subjectivity processes
that we can steel see.
Keywords: Exception state, concentration camps, biopolitics, neoliberalism, Latin America.
Recibido: 24.03.14. Aceptado: 07.09.14.
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Esta investigacin forma parte del Proyecto Postdoctoral FONDECYT N 3140089 Anlisis filosfico
de los campos de prisioneros del Cono Sur a partir de los aportes de Hannah Arendt y Giorgio Agamben, y
del FONDECYT Regular N 1140200, Campos de prisioneros en Chile. Reconfiguracin de los lugares y las
subjetividades.
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Doctora en Filosofa por la Pontificia Universidad Catlica de Valparaso y por la Universidad de Paris 8.
Actualmente realiza su Postdoctorado FONDECYT en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de
Santiago de Chile. E-mail: marielnauta@yahoo.com.ar
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Introduccin
Nuestro inters en la presente investigacin es vislumbrar la relacin que la figura
del campo de concentracin guarda con la poltica contempornea latinoamericana en un marco que, a partir de las indagaciones de Foucault, podemos llamar
biopoltico. En efecto, creemos que la reflexin de Foucault sobre la biopoltica en
general, y sobre el neoliberalismo en particular, es un fructfero mbito para pensar
el estatuto de la poltica y sus resabios dictatoriales en nuestros pases. El punto
de partida de esta reflexin es un suceso histrico-poltico particular: las ltimas
dictaduras del Cono Sur latinoamericano. En otros trabajos ya hemos dado cuenta
de la posibilidad de hablar de dictaduras del Cono Sur en conjunto, debido a un
cmulo de elementos comunes tanto internos como externos a estos pases (Raffin,
2006; Avila, 2012 y 2013), y si bien este contexto ser nuestro punto de partida, la
presente indagacin hace su centro en el caso chileno.
En esta lnea, podemos decir que existe ya una importante tradicin de anlisis
sobre nuestro tema de trabajo en Chile. En efecto, entre aquellos textos que abordan
la problemtica de la gubernamentalidad y el neoliberalismo, podemos citar especialmente la compilacin de Vanessa Lemm (2010), llamada precisamente Michel
Foucault: neoliberalismo y biopoltica. Sin embargo, el sentido general de esta compilacin est centrado en la lectura que realiza Foucault de la racionalidad econmica
liberal y neoliberal principalmente en su curso del ao 79, razn por la cual la nocin de campo de concentracin no es ningn caso abordada. Podemos agregar que
este texto tampoco se propone una interpretacin del Cono Sur bajo estas categoras.
Del mismo modo, la compilacin de Rodrigo Karmy Polticas de la interrupcin:
ensayos sobre Giorgio Agamben nos brinda una interesante perspectiva para reflexionar sobre estos temas, especialmente en el texto de Isabel Cassigoli (2001), que
sirve de antecedente para nuestra propuesta.
Por su parte, el texto de Willy Thayer Fragmento repetido. Escritos en estado de excepcin se constituye en un referente para pensar el estado de excepcin en relacin
al Golpe militar de 1973 en Chile. No obstante, la categora de estado de excepcin
es usada en un sentido ms amplio y dialoga con otras dimensiones que desbordan
el inters de esta reflexin. De este modo, la figura del campo de concentracin
tampoco es abordada con detencin en este trabajo.
Entonces, la novedad del trabajo que aqu presentamos dice relacin con el anlisis de la figura del campo de concentracin en el Cono Sur latinoamericano desde
una perspectiva filosfica. As, nuestra intencin es tomar ciertas categoras de la filosofa poltica para pensar el pasado reciente de la regin, especialmente en el caso
chileno. Esta indagacin, que tiene como punto de partida la ampliacin categorial
del campo de concentracin que lleva a cabo Agamben, nos permite pensar estos
espacios de excepcin como instituciones organizadas por el poder estatal, cuyos
efectos trascienden el periodo dictatorial y se mantienen hasta hoy.
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Sin embargo, el enfoque filosfico propuesto dialoga con una base documental que aborda desde la literatura testimonial hasta el anlisis histrico-social. En
este sentido, el aporte de Pilar Calveiro es fundamental para pensar el campo de
concentracin como un dispositivo estatal, cuya funcin es iniciar un proceso de
vaciamiento en los prisioneros, pero tambin en la poblacin en general.
Entonces, al momento de reflexionar sobre el estatuto del campo de concentracin es necesario analizar su constitucin jurdico-poltica, y para ello acudimos al
trabajo de Giorgio Agamben, quien ha continuado por la senda reflexiva biopoltica abierta por Foucault. En efecto, Agamben posee profusos estudios sobre la
figura jurdica del estado de excepcin, que es la que posibilita la aparicin de los
campos de concentracin como espacios en donde la vida queda completamente
abandonada a los arbitrios de una poltica exceptuante. Del mismo modo y en esta
lnea, la nocin de racismo de estado presentada por Foucault en su curso del ao
1976, Defender la sociedad (Foucault, 2001) cobra particular relevancia en este
anlisis, pues deja en evidencia la forma de una poltica que a partir del abandono
del paradigma de la soberana, decide sobre la vida y la muerte de la poblacin.
Finalmente, y casi a modo de conclusin, nos acercamos al trabajo presentado
por Foucault en sus cursos sobre la gubernamentalidad y las polticas econmicas
liberales y neoliberales Seguridad, territorio y poblacin (Foucault, 2006) y Nacimiento de la biopoltica (Foucault, 2007), lo que da pie para pensar un posible
nexo entre el programa econmico chileno implementado durante la dictadura y
su incidencia actual en los procesos de subjetivacin de la poblacin.
Cabe preguntarse entonces por los posibles nexos entre la excepcionalidad jurdica, el abandono de la vida, y el poder de una poltica, incluso econmica, que
enmascara su poder de vida y muerte bajo diversos rostros, pero que perpeta la
violencia an en momentos caracterizados como legales o democrticos.
Un acercamiento a la biopoltica
Para comenzar a adentrarnos en nuestra reflexin, es interesante notar que Foucault
nunca dedica una obra completa a la nocin de biopoltica; por el contrario, slo la
menciona en sus cursos del Collge de France y en un apartado del primer volumen
de la Historia de la sexualidad. Voluntad de saber (Foucault, 2003). En todo caso,
es precisamente de estas reflexiones concretas de las que pretendemos aduearnos,
pues conforman una fructfera cantera que nos permite pensar ciertos sucesos y
acontecimientos histricos latinoamericanos.
Entonces, a grandes rasgos y para ir entrando en nuestro tema, podemos decir
que, segn Foucault, la biopoltica es el poder que se ejerce sobre la vida en tanto
especie o poblacin, y no ya sobre el cuerpo individual, como en el caso del poder
disciplinar (Foucault, 2003). Es decir, la biopoltica se centra en el sujeto a partir
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tambin un lugar, pues aquellas existencias que son consideradas una amenaza para
la orgnica del Estado o para la continuidad de la vida misma deben desaparecer.
Y esta prerrogativa de muerte sobre la poblacin es lo que Foucault da en llamar,
precisamente, racismo de Estado (2001).
El recurso al racismo de Estado ilustra el modo en que se instala una cesura de
corte biolgico al interior del cuerpo social, evidenciando la existencia de un factor
que debe ser extirpado: se trata de dar muerte a aquellos elementos que, de algn
u otro modo, interfieren con la vida. As, como hemos indicado, en el paradigma
biopoltico la muerte tiene un lugar particular, pues su misin es acabar con ciertas
existencias, con el fin de proteger la vida. Lo interesante de este nuevo paradigma
es que ese otro, el enemigo contra el que hay que luchar, no es necesariamente un
extranjero sino que en muchos casos forma parte de la misma poblacin.
A partir de lo anterior, creemos que la nocin de racismo de Estado acuada por
Foucault se convierte para nosotros en una til herramienta al momento de pensar
la relacin entre la poltica, las dictaduras latinoamericanas y sus instituciones: los
campos de concentracin. Este recurso de muerte del que hace uso el Estado fija
una distincin entre quienes deben vivir y quienes deben morir. Si bien en el anlisis de Foucault esta divisin tiene su origen en un factor biolgico, creemos que en
el contexto de anlisis dictatorial es posible ampliar el rango y pensar una suerte de
conexin entre lo biolgico y lo ideolgico. En efecto, este factor ideolgico con un
claro matiz biologisista fue el elemento que instal una cesura en el cuerpo social a
partir de la que se buscaba eliminar al guerrillero o subversivo considerado un factor de alteracin moral, social y poltica. Este diagnstico se actualiza en polticas
represivas y desaparecedoras que deciden qu parte de la poblacin tiene derecho
a vivir, sumindola en un terror generalizado, cuya mayor materializacin son los
campos de concentracin. En efecto, la existencia de estos espacios est siempre
velada por un halo de incertidumbre, pero el solo hecho de invocarlos genera angustia y terror sobre la poblacin.
Estado de excepcin: la aparicin de los campos de concentracin
Ahora bien, se hace necesario develar entonces a qu nos referimos cuando hablamos de campos de concentracin. Del mismo modo, abordaremos su relacin con
la biopoltica, y el lugar que estos espacios han ocupado en las dictaduras latinoamericanas del Cono Sur.
Es necesario remarcar que Foucault nunca trata de manera directa el problema
de los campos de concentracin, de hecho slo hace una mnima alusin al nazismo a propsito de sus indagaciones sobre el racismo de Estado en el curso Defender
la sociedad del ao 1976 (2001). En efecto, es Giorgio Agamben quien, preten-
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diendo seguir el mbito analtico biopoltico abierto por Foucault, se pregunta por
el estatuto de los campos de concentracin en la poltica contempornea. Para ello
reflexiona sobre su estructura jurdica, que es la que otorga a estos espacios su carcter de excepcionalidad. Si bien no es nuestra intencin hacer una genealoga de
los campos de concentracin, s diremos que desde su surgimiento a fines del siglo
XIX se debate si surgen en Cuba o en frica, en nuestro caso, siguiendo a Arendt
(1987), adscribimos a la ltima opcin estos espacios se han amparado bajo la
estructura jurdica del estado de excepcin.
Agamben en su libro Estado de excepcin (Agamben, 2007), luego de mostrar
los antecedentes de esta estructura jurdica, recurre al trabajo de Carl Schmitt para
explicitar el surgimiento contemporneo de esta nocin. Schmitt fue un jurista
nazi que busc situar el rgimen nacional socialista en un marco legal, y para ello
hizo uso de la nocin de estado de excepcin, a la que catalog como un caso de
necesidad extrema de suspensin del derecho para poder mantenerlo. En sus palabras: El caso excepcional, no descrito en el orden jurdico vigente, puede a lo
sumo definirse como un caso de necesidad extrema, de peligro para la existencia del
Estado o algo semejante (...) (Schmitt, 2001: 23). As, ante una situacin de peligro se suspende el derecho a fin de garantizar su continuidad. Agamben muestra
que si bien hay antecedentes de esta figura jurdica, incluso en el derecho romano,
su formulacin se desprende del artculo 48 la constitucin del Weimar dedicado a
los decretos de emergencia. Es el soberano entonces quien tiene el monopolio de la
decisin sobre el caso normal y el caso excepcional, es decir, sobre qu caso queda
dentro del derecho y cul se constituye en excepcional.
Precisamente, el estado de excepcin en tanto recurso jurdico declarado exclusivamente por el soberano es el que posibilita la aparicin de campos de concentracin. En efecto, cuando la legalidad queda suspendida se abre un espacio de
indistincin, un umbral donde se confunden legalidad e ilegalidad, vida y muerte,
y donde, a su vez, la poblacin se encuentra a merced del poder imperante. La
muerte y violencia en potencia que pueden actualizarse sobre la poblacin son
una constante en estos momentos excepcionales en los que no rige la ley, sino una
fuerza de ley sin ley (Derrida, 2008).
En nuestro imaginario, cuando hablamos o hacemos alusin a los campos de
concentracin lo primero que se hace presente es la figura del Lager nazi, incluso
de Auschwitz. No obstante, y ms all de esta imagen, creemos que la estructura
de excepcin se ha repetido en otros momentos de la historia y, en este sentido, los
campos nazis no son ni los primeros ni los ltimos. En efecto, esta estructura jurdica trasciende dicho momento histrico, y es posible encontrarla en otros espacios
y circunstancias temporales. La reflexin de Agamben sobre el campo de concentracin apunta precisamente a esto, a mostrar que esta estructura puede ser pensada
como un paradigma (Agamben, 2010) que evidencia la particular relacin que se
establece entre la vida, la poltica y el derecho. Esta situacin, que en principio es
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otro territorio apelando a dicha cooperacin, tal como ocurri en el caso del Plan
Cndor. La Doctrina de Seguridad Nacional, cuyo fin se centraba en el control
poltico, militar y econmico del territorio fue caracterstica de estos gobiernos
en los que, al dejar de regir la constitucin, emergieron decretos con fuerza de ley
promulgados por las juntas militares que se hicieron con el poder4.
Ahora bien, respecto al caso chileno que es el que buscamos analizar desde el
ao 1973 hasta el ao 1990 se vivi una situacin irregular, por no decir excepcional, que tuvo relacin con la suspensin de la Constitucin del ao 1925 que rega
en ese momento. Isabel Cassigoli lo explica de la siguiente manera: () la guerra
interna que legitim 17 aos de estado de excepcin entre 1973 y 1990, en cuyo
caso, tras el golpe de Estado, la dictadura militar deroga la Constitucin de 1925 y
slo 7 aos despus elabora otro corpus constitucional (la Constitucin de 1980)
que, en rigor, se aplica slo desde 1990 (2011: 122). Si bien la Constitucin del
805 entr en vigencia parcial en el ao 1981, no fue sino hasta en 1990 que lo hizo
de forma plena. De esta manera, es posible ver que durante 17 aos en el territorio
chileno no rige plenamente una constitucin, sino su suspensin, y la consiguiente
aparicin de decretos con fuerza de ley.
En este escenario, y con fines polticos bien definidos, surgen los campos de
concentracin como dispositivos que actualizan las prcticas de detencin ilegal,
tortura y asesinato, propias de la excepcionalidad imperante sobre la poblacin.
Estos espacios, a partir del secuestro de individuos considerados disidentes polticos y subversivos, buscaban eliminar toda posibilidad de oposicin, sembrando
el terror en la poblacin. Este estado de excepcin se instala al interior de la poblacin, resintiendo el espacio pblico con su fuerza democrtica, pero tambin el
privado. Al respecto dice Pilar Calveiro: Si los campos slo hubieran encerrado a
militantes, aunque igualmente monstruoso en temas ticos, hubieran respondido a
4
Para una profundizacin de la relacin entre el Golpe y la Constitucin del 80, vase el texto Fragmento repetido de Willy Thayer, especialmente el captulo denominado Crtica, nihilismo e interrupcin (Thayer 2006).
5
El nuevo rgimen poltico autoritario corresponde en la categora de Schmitt a un rgimen autoritario y no
totalitario, ya que no lleg a tener un partido nico y se dot tempranamente de una legalidad cuyos hitos fundamentales son principalmente los siguientes:
a) Decretos leyes fundamentales:
- Decreto ley n 1: con fecha 18 de septiembre de 1973 se constituye la Junta Nacional de Gobierno que
asume el control y mando de la nacin.
- Decreto ley n 128: en 1973 se dispone que la Junta de Gobierno asume los poderes constituyente, legislativo y ejecutivo, ejercindose los dos primeros mediante decretos leyes y el tercero a travs de decretos y resoluciones.
- Decreto ley n 527: en 1974 se aprueba el estatuto de la Junta, quedando radicados en ella los poderes
Constituyente y Legislativo y en su presidente el Ejecutivo.
- Decreto ley n 778: en 1977 se produce una suerte de blanqueo constitucional.
- Decreto ley n 991: regula la tramitacin de los decretos leyes.
Todos estos decretos son antecedentes de la Constitucin de 1980, que entr en vigencia parcial el 11 de
marzo de 1981 y en vigencia plena el 11 de marzo de 1990. Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
http://www.leychile.cl/Consulta/antecedentes_const_1980 [Consultado el 15 de marzo de 2014]
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Cuando nos referimos a anomia, no hacemos alusin a un mbito sin nomos, sino a una ley que se ha retirado y acta mediante esa retirada dejando un umbral de indistincin, como lo llama Agamben (2007).
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tucionales, y que dentro del marco de la ilegalidad tienen tareas definidas, asociadas
al terror, el amedrentamiento y a la muerte.
En este sentido, agrega Pilar Calveiro: La existencia de los campos de concentracin-exterminio se debe comprender como una accin institucional, no como una
aberracin producto de un puado de mentes enfermas o de hombres monstruosos;
no se trat de excesos ni de actos individuales sino de una poltica represiva perfectamente estructurada y normada desde el Estado mismo (Calveiro, 2008: 137).
En este contexto es posible ver el modo en que opera la fuerza de un racismo
de ndole poltica, que desde el Estado busca aniquilar ciertas formas de vida que
por algn u otro motivo enfermaran el cuerpo del Estado-nacin. En este caso
histrico particular es posible ver el abandono del que es presa la existencia cuando
la poltica se vuelve sacrificial.
El uso y abuso de poder que se llev a cabo en los campos de concentracin
no fue casual, por el contrario, tena un fin determinado que dice relacin con el
debilitamiento de una subjetividad disidente que poda oponerse a un proyecto de
gobierno que se buscaba imponer: Subversin econmica, subversin sindical,
subversin poltica; en todos los rdenes apareca ese terrible enemigo, tan vasto,
tan inapresable conformado por todos los que se oponan de alguna manera al proyecto militar (Calveiro, 2008: 91). As, la falta de garantas y respaldo jurdico fue
clave en el allanamiento del camino para los procesos de reorganizacin nacional,
cuyo fin era la implementacin de un modelo poltico, social, moral, pero tambin econmico sobre la poblacin. Sobre el caso chileno dice Rodrguez (2011:
55): Otra de las caractersticas del rgimen de Pinochet, adems de su naturaleza
coercitiva, es la de haber pretendido legitimarse a travs de un ambicioso programa
de reformas econmicas, que era justificado a partir de los resultados que en esa
materia haba exhibido el gobierno de la UP.
Precisamente, la implementacin de un nuevo modelo econmico, diametralmente opuesto al existente durante el gobierno democrtico interrumpido, puede
verse con claridad en el caso de Chile, pas considerado laboratorio del modelo
neoliberal. En este sentido dice Willy Thayer: El Golpe del 73 y las fuerzas que
con l se movilizaron no lo hicieron bajo idea de justicia alguna (ni teolgica ni
profana). Por el contrario, el Golpe se dio, lo sabemos ahora, como violencia fundadora del derecho fctico neoliberal: la Constitucin Poltica de 1980 (Thayer,
2006: 81).
El autoritarismo del gobierno de Pinochet, sumado al ejercicio de la violencia
y el terror estatal a travs de la represin y desaparicin de personas, fueron el caldo de cultivo que permiti imponer un modelo privatizador de la economa, con
aspiraciones neoliberales. El apoyo de un sector de la poblacin, as como la represin de otro, propici la ejecucin de un paquete de medidas de seguridad, salud,
educacin y produccin ancladas en la privatizacin y en la adecuacin del poder
poltico a las necesidades del mercado.
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En este sentido, podemos decir que el modelo neoliberal busca adecuar el ejercicio del poder poltico a los principios de la economa: se trata de introducir las
variables del mercado en el arte de gobernar. As, se busca implementar un paradigma empresarial regido por las leyes del costo-beneficio que, en ltima instancia,
afianzan la imagen de una sociedad-empresa inserta en el mbito de la competitividad. Sin embargo, este paradigma empresarial no slo se hace patente a un nivel
poltico o econmico, sino que tambin incide en el mbito de la subjetividad: los
individuos deben insertarse en un mbito de competitividad permanente, en el que
se convierten en empresarios de s mismos (Foucault, 2007). En este contexto, los
individuos deben apelar a la autogestin por la ausencia de un Estado interventor:
El homo conmicus que se intenta reconstituir no es el hombre del intercambio,
no es el hombre consumidor, es el hombre de la empresa y la produccin (Foucault, 2007: 182).
El neoliberalismo se presenta a s mismo como el mejor de los mundos posibles,
que debe ser cuidado y protegido. Otros modos de vida traeran consigo el horror,
la incertidumbre, la crisis y la amenaza. Esto se encuentra sustentado por la tecnologa de la seguridad, que se inscribe en la vida cotidiana con sus prcticas del miedo, facultando la administracin y regulacin no slo de la libertad, sino de la vida
misma. Esta situacin requiere de la seguridad como elemento para mantener en
vigencia el sistema, evitando toda alteracin o amenaza, ya que si algo modificara
el orden existente, la realidad se volvera apocalptica. En efecto, a un presente ptimo se opone un pasado nefasto cuyo hito pereciera ser la Segunda Guerra Mundial
y, de modo ms particular, Auschwitz. Ante este panorama, el presente parece ser
la mejor posibilidad, y este sistema de libertad, que permite a los individuos administrase y subjetivarse a travs de las ofertas del mercado, se presenta como el mejor
de los mundos posibles.
As, y retornando al caso chileno, podemos ver el modo en que los gobiernos
postdictatoriales hoy se presentan como la mejor alternativa ante un pasado de violencia y dolor. Precisamente, en Chile pas laboratorio del neoliberalismo las figuras de la dictadura, las desapariciones y los campos de concentracin se evidencian
como los fantasmas que acechan cualquier intencin de cambio frente a un presente
de mercado y competitividad. Las medidas de corte neoliberal implementadas durante la dictadura abandonan su carcter excepcional y se perpetun y arraigan en el
presente postdictatorial cada vez con mayor fuerza. En efecto, un presente de competitividad se erige como la mejor opcin de vida posible, dando a luz formas de vida
que guardan rastros de la herencia latente del periodo dictatorial7 y de sus polticas
de violencia y terror no slo en el mbito legal, sino tambin en el de la subjetividad.
7
Herencia dictatorial es, por ejemplo, la Ley Antiterrorista (18.314) instaurada durante el gobierno de Pinochet en el ao 1984, y que an se encuentra vigente. Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile http://
www.bcn.cl/carpeta_temas_profundidad/ley-antiterrorista [Consultado el 5 de mayo de 2014].
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A modo de conclusin
En principio debemos aclarar que las lneas aqu expuestas no tienen un carcter
conclusivo, sino que buscan presentar una serie de problemas sobre los que se
continuar reflexionando. En efecto, este trabajo forma parte de una investigacin
mayor, que analiza la constitucin de los campos de concentracin en el Cono Sur
desde diferentes variables. No obstante, lo que nos interesa mostrar aqu es el modo
en que la caja de herramientas creada por Foucault a partir de sus indagaciones
sobre la biopoltica, resulta clarificadora para pensar acontecimientos cercanos a
nuestro presente histrico-poltico. Del mismo modo, la ampliacin conceptual
desarrollada por Agamben sobre algunas nociones, particularmente sobre el campo
de concentracin, dan pie para iluminar el modo en que poltica, violencia, vida y
derecho se relacionan en periodos excepcionales.
Ahora bien, la apuesta de Agamben se dirige a extender la estructura de la excepcin a totalidad de la poltica, es decir, a pensar la matriz jurdica de la excepcin
a la base de la relacin entre la poltica y la vida. Esta afirmacin puede cobrar
diversos matices, no obstante, resulta interesante al pensar la figura de los campos de concentracin de las dictaduras militares, pues da cuenta del modo en que
prcticas que cobran existencia en periodos excepcionales devienen normales y se
perpetan en el tiempo una vez que dichos periodos se consideran superados.
El campo de concentracin como un espacio que sirve para administrar y regular la vida de la poblacin de manera fctica pero tambin simblica sigue
acechando como el fantasma del terror y la violencia que de cualquier modo hay
que evitar. El presente se muestra entonces como la mejor opcin, casi sin derecho
a rplica, perpetuando relaciones en las que la vida contina abandonada ante el
derecho.
Al reflexionar sobre el caso chileno, vemos que decretos con fuerza de ley y prcticas gubernamentales implementadas en periodos dictatoriales siguen rigiendo y
metamorfosandose en polticas transicionales y postdicatoriales. El presente tiene
los rastros y los restos de un pasado al que es mejor evitar y olvidar, pues su retorno
podra ser fatal.
La estructura de la excepcin ha trascendido su momento histrico concreto
para asentarse a la base de la legalidad estatal, que aludiendo a un pasado nefasto
se muestra como el mejor de los presentes posible con sus ndices de produccin y
competitividad. Aun as, las heridas del pasado reciente siguen abiertas y emergen
en momentos a los que ya tampoco es posible considerar excepcionales.
Referencias
Agamben, G. (2006). Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-Textos.
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Resumen
El presente artculo analiza las transformaciones ocurridas durante las ltimas dcadas en salud mental y desde una aproximacin genealgica que da cuenta de las condiciones sociales e histricas que
han posibilitado dichas transformaciones. El objetivo es recorrer las prcticas histricas del encierro
como castigo y control social, la medicina y la psiquiatra, para comprender el actual modelo de
Salud Mental y Psiquiatra Comunitaria. Se utiliza un acercamiento de tipo etnogrfico a un Centro
de Salud Mental y Psiquiatra Comunitaria (CESAMCO) buscando vincular los objetos y las tecnologas de poder hallados en el ejercicio genealgico y desde ah dar cuenta de las prcticas actuales de
los profesionales en este mbito. Como resultado se aprecia que, pese a las modificaciones en torno
a la intervencin social que ha habido a lo largo de la historia del Estado, se mantiene el elemento
colonial en la validacin de las prcticas. Se concluye que las actuales transformaciones en salud
mental y psiquiatra mantienen la matriz generadora de modernidad/colonialidad, en especfico en
lo relativo a las subjetividades deseables que guan los procesos de intervencin. En esto juega un rol
central la desaparicin del lugar de enunciacin del interventor.
Palabras clave: Psiquiatra, salud mental, gobierno, colonialidad.
Abstract
This article analyzes the changes in Mental Health and Psychiatry in Chile in recent decades, from a
genealogical approach that accounts for the social and historical conditions that have enabled these
changes. The objective is to visit the historical practices of confinement as punishment and social
control, medicine and psychiatry, to understand the current model of Mental Health and Community Psychiatry. The method consisted of an ethnographic approach to a Center for Mental Health
and Community Psychiatry (CESAMCO) seeking to link objects and technologies found in the genealogical exercise and from there to account for current practices of professionals in this field. The
result shows that despite the changes that have existed throughout the history of the Chilean state
around social intervention, the colonial element remains in validating practices. We conclude that
the changes in mental health and psychiatry maintain the generator matrix of modernity/colonial-
1
Doctor en Psicologa Social por la Universidad Autnoma de Barcelona, Espaa. Acadmica del Instituto
Aparato Locomotor y Rehabilitacin, Universidad Austral de Chile. E-mail: jimenacarrasco@uach.cl
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ity, specifically with regard to the desirable subjectivities that guide intervention processes. In this
plays a central role the rather than disappearance of enunciation practitioners.
Keywords: Psychiatry, mental health, government, coloniality.
Recibido: 15.02.14. Aceptado: 10.09.14.
Introduccin
En Chile, con el retorno de la democracia, se inici un proceso de transformacin
de las polticas en salud mental y psiquiatra. El Plan Nacional de Salud Mental
y Psiquiatra (MINSAL, 2006) propone una transformacin de los problemas a
intervenir y de las formas de intervencin, presentando al enfoque comunitario
como una innovacin y un avance que permitir mejorar la comprensin y el abordaje de la enfermedad y la salud mental. En este marco, los problemas a intervenir
no deben ser entendidos slo desde una perspectiva mdica o clnica, sino que
deben incorporar los aspectos sociales y el bien estar subjetivo de las personas.
El presente trabajo busca dar cuenta de cmo han ocurrido estos procesos y cules son sus implicancias. Para esto, en la primera fase de la investigacin se realiz
un ejercicio de reconstruccin de los principales objetos y tcnicas de intervencin,
que dotan de sentido a la actual Salud Mental y Psiquiatra Comunitaria en Chile;
adoptando lo planteado por Foucault (1976), stos se comprenden a travs de una
revisin de las instituciones que histricamente han intervenido a los sujetos que
hoy en da son el blanco de la poltica de salud mental y psiquiatra en Chile. En especfico se indag en las instituciones que asentaron las prcticas del encierro, primero como castigo y control social, y luego como prcticas propias de la medicina
y la psiquiatra. Luego, en una segunda fase, el diseo de investigacin contempl
un acercamiento de tipo etnogrfico a un equipo de profesionales de un Centro de
Salud mental y Psiquiatra Comunitaria (en adelante CESAMCO) de la ciudad de
Valdivia, Chile, como un espacio acotado donde fue posible observar las acciones
de los interventores, para luego analizarlas en cuanto a cmo permiten, mantienen
o transforman ciertas relaciones de poder y lgicas de gobierno.
En el proceso de revisin bibliogrfica se ha adoptado la nocin de colonialidad
para dar cuenta del patrn de relaciones de poder que result de las formas de
relacin de dominacin del colonialismo moderno (Quijano, 2000), y que no se
restringe al colonialismo, es decir, a la relacin formal de poder entre dos pueblos,
sino que hace referencia a las formas de conocer y de ser, que permiten y mantienen
el patrn de relaciones de poder y de dominacin de unos sobre otros.
El concepto de colonialidad cobra relevancia, dado que, pese a las diferentes
formas que han adoptado las estrategias de control sobre determinados sujetos (vagos, locos, criminales, enfermos), stas histricamente han sido el resultado de la
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propia del Estado moderno; es un primer intento por hacer de ellos un objeto de
conocimiento racional para su gobierno.
En 1820 se funda la Casa Correccional de Santiago, una casa de objeto pblico que se inspira en las modernas ideas del castigo y el control social, y ms
especficamente en las ideas ilustradas de Jeremy Bentham sobre los medios ms
adecuados para la correccin moralizadora: el panptico (Neira, 1998).
Para Foucault (1979) el panptico de Bentham es la materializacin de un nuevo dispositivo de poder que es posible por una estructura arquitectnica que garantiza el ejercicio automtico y no individualizado del poder, porque los sujetos
son dispuestos de manera tal, que siempre estn de frente a un vigilante, sin poder
verificar quin los vigila, ni en qu momento estn siendo vigilados. La disposicin
espacial que inaugura el panptico es para Foucault una economa del poder, ya
que no requiere ceremonias, ni ritos, ni marcas sobre un cuerpo particular para
ser efectivo. No hay alguien visible sobre quien recaiga el ejercicio del poder y sin
embargo, ste se ejerce sobre todos.
La espacialidad propia del panptico slo se materializ en la Casa Correccional
de Santiago a fines de la dcada de 1840, an cuando las reformas se comenzaron
a implementar 20 aos antes, con la legitimidad emanada de las bondades del moderno modelo que se utilizaba en Europa. Las primeras medidas que se tomaron
fueron inspiradas en la crtica de Bentham a la administracin pblica. La Casa
de Correccin de Santiago era administrada por privados y el gobierno slo se
encargaba de la vigilancia armada. Los administradores privados deban ensear
un oficio y hacer productivos a los reclusos a fin de sustentar econmicamente a la
institucin y dejar ganancias para el administrador.
Es decir, la configuracin de la correccin moralizadora, que en Europa se asienta en una nueva disposicin espacial y una nueva estrategia del poder, en Chile
slo se traduce en un mandato de la modernidad, que legitima las estrategias de
control ya existentes, es decir, la adscripcin de los sujetos a un espacio y un seor:
El espacio del encierro no ser transformado para que opere la vigilancia como
mecanismo de control, y por lo tanto, seguirn siendo necesarias las acciones sobre
los cuerpos para hacer efectivo el ejercicio del poder: Quien ejerce el poder seguir
siendo visible (el administrador) pero ahora su legitimidad para actuar no emanar
de una accin soberana, sino de la adopcin de la lgica moderna. Esto le permitir
nuevas acciones: Los administradores ahora podrn hacer que los reclusos adopten
el hbito al trabajo, a fin de asegurar su sustento econmico.
La mirada mdica sin cuerpo
Por otra parte, en lo referente a la mirada mdica, en Chile es claro que sta no fue
producto de un proceso como los descritos por Foulcault para el caso de Europa.
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La conformacin de una mirada mdica en Chile no se explica sino por de la importacin de los conocimientos mdicos desde Europa. Tales conocimientos fueron validados como verdades y luego se implementaron transformando la realidad
social chilena.
La mirada mdica, segn Foucault (1991), es el resultado de procesos sociales e
histricos en Europa, tales como la reorganizacin del campo hospitalario, la redefinicin del estado del enfermo en la sociedad y la relacin entre la asistencia y el
saber. En El nacimiento de la clnica. Una arqueologa de la mirada mdica Foucault
(ibd.) propone que con el surgimiento de la anatoma patolgica, la nosologa se
transforma por accin de la observacin de los cuerpos enfermos en el lecho y por
la prctica de la autopsia, que posibilita la observacin del espacio interior de los
cuerpos diseccionados.
La posibilidad de localizar en los cuerpos los signos de la enfermedad, habra
dado paso a la clnica, es decir, a una nueva forma de saber mdico que crea una
relacin entre lo visible y lo enunciable y con ello logra dar a ver al decir lo que
ve (Foucault, 1991: 270).
La visibilidad de la enfermedad en los cuerpos luego ser la evidencia de la existencia positiva de la enfermedad y har que sus trminos aparezcan como hechos
positivos, o sea, la clnica como forma de mirar, logra desprender a la enfermedad
de la metafsica y la hace visible, legible, abierta al lenguaje y a la mirada. Esta mirada clnica luego se sistematiza en un mtodo.
Pero en Chile, durante los primeros aos despus de la independencia, el discurso mdico se mantuvo en torno a reconceptualizaciones medievales y la formacin
de los mdicos se sustent en el cometario de textos y la especulacin sobre el cuerpo humano, es decir, no se puede entender como el resultado de la conformacin
de la mirada clnica. Slo a partir de la llegada de mdicos europeos, se comenz a
instalar el discurso de la modernidad, y a proponer la necesidad de una enseanza
mdica basada en la anatoma (Cruz-Coke, 1993).
En 1833 se estableci en el Instituto Nacional un plan de estudios en medicina
que incorporaba la anatoma. Con esto se pretendi adoptar los mtodos de enseanza propios de la modernidad, pero la falta de recursos y las condiciones en que
se imparti, hicieron que la prctica de la diseccin de los cuerpos fuese difcil. Por
otra parte, la formacin clnica en los hospitales era poca y descontinuada debido a
las condiciones sociales y materiales de los recintos.
A partir de 1832 los hospitales y asilos, ya diferenciados de otras casas de objeto pblico, fueron entregados a un jefe con la denominacin de administrador.
Adems se estableci un tesorero y una junta directora para cada uno de los establecimientos. Estas ltimas eran responsables de la administracin financiera. Con
esta medida el Estado asumi algn grado de responsabilidad aunque menor con
hospitales y casas de expsito, puesto que el rol de secretario de la junta directora recaa en un funcionario tcnico y especializado de gobierno. Sin embargo, la
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y la junta directora por los escasos recursos destinados al cuidado de los internos.
Su sucesor fue el Dr. Carlos Sazi, quien fue enviado a Europa para estudiar las
enfermedades nerviosas.
Durante la ltima dcada del siglo XIX y las primeras del XX, se da una expansin de la institucin psiquitrica acompaada de un desarrollo de la medicina
alienista: se crea un internado, se desarrollan trabajos de investigacin sobre la
etiologa, clasificacin y tratamiento de las enfermedades mentales y se incorporan
enfermeras y visitadoras. Todo esto en medio del contexto social y econmico de
Chile de esos aos, es decir, previo a un proceso de industrializacin, que signific
un importante cambio en las formas tradicionales de organizacin y control social.
En este entorno, la naciente institucin psiquitrica en Chile se caracteriz por la
relevancia que se le otorg al trabajo, hasta el punto que el Psiquitrico de Santiago
en sus primeros aos lleg a convertirse en un espacio que reproduca el orden propio de la industrializacin (Leyton, 2008): grandes talleres, produccin en serie, e
incluso un pequeo ferrocarril para el traslado de materias primas. Esto da cuenta
de cmo en los inicios de la institucin psiquitrica en Chile el encierro adems de
una estrategia de control contienen un criterio de rentabilidad econmica, al igual
como ocurra con la crcel.
La psiquiatra adquirir luego el rango de una rama de la medicina, fuertemente
asociada a la cuestin social, concepto acuado por el mdico Augusto Orrego Luco.
El Dr. Orrego Luco fue uno de los pioneros de la psiquiatra chilena; profesor
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, internista y psiquiatra, formado en Francia en la clnica del profesor Chacot, activo miembro de la Sociedad
Mdica de Santiago, colaborador de la Revista Mdica de Chile y miembro del
Consejo de Instruccin Pblica entre 1885 y 1888; fue un representante de la elite
mdica y de las modernas nociones de higiene y salubridad pblica, provenientes
desde Europa (Ynez, 2008) e introdujo la cuestin social para referirse a los problemas sociales y sanitarios derivados de la migracin de grandes masas de poblacin
del campo a la ciudad a principios del siglo XX.
La cuestin social fue luego una plataforma a partir de la cual se generarn cambios en relacin a los problemas sociales y de la salud de la poblacin (Molina,
2007). Podemos decir que la cuestin social emerge en gran medida por las tcnicas
y lgicas de vigilancia sobre las condiciones de vida de los pobres, que se instauran a
partir del asenso de la lite ilustrada, y que buscar replicar en Chile el conocimiento adquirido en Europa. Estas nuevas tcnicas, llevarn a implementar estrategias
de organizacin y control de la poblacin, es decir, poco a poco llevarn a lo que
Foucault (1976) describe como la forma que adopta el poder en los estados modernos, y que se caracteriza por actuar sobre la vida de la poblacin, hasta llegar a
modificar su funcin: la administracin de la vida de la poblacin pasa a constituir
la razn de ser del poder.
Esta forma de poder, es a lo que Foucault (1977) denomina biopoder: lo bio-
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lgico se refleja en lo poltico y la vida deja de ser algo que emerge o se termina
por azar, para pasar a ser objeto de conocimiento y de intervencin. La vida y sus
mecanismos son objeto de clculo explcito, y el saber/poder en torno a ella ser un
agente de transformacin social (y de la vida misma), por su inscripcin en normas
y leyes.
La llamada cuestin social fue en Chile una plataforma a partir de la cual se generaron cambios en relacin a los problemas sociales y de la salud de la poblacin.
Las soluciones propuestas fueron dadas por el discurso de la modernidad y la ciencia. Especial importancia tuvo en esto el movimiento de mdicos, que comenz
a consolidarse luego de la creacin y modernizacin de la carrera de medicina en
la Universidad de Chile. Como ya se ha mencionado, esta modernizacin recibi
influencias de las nuevas prcticas en la medicina en Europa.
Pese a las diferencias entre los actores, el discurso modernizador instaurar para
todos los sectores la idea de que el progreso slo es posible por la intervencin racional, cientfica y tcnica de la poblacin. Por medio del conocimiento objetivo,
traducido en polticas sociales, se intentarn controlar la demografa y la produccin a travs de la asistencia. As, a partir de la cuestin social surgir la poltica
social en Chile, es decir, la profesionalizacin de las acciones sobre los pobres (Illanes, 2004).
El surgimiento de la institucin psiquitrica en Chile se debe comprender en
este contexto: como rama de la medicina, la psiquiatra pretende establecer las causas de la enfermedad mental y localizarlas para luego controlarlas y atacarlas. Como
mdico psiquiatra, Orrego Luco localiza las causas de la enfermedad mental en el
aumento abrupto de la poblacin urbana y las condiciones de vida de las masas de
poblacin que llegan a la ciudad, las que considera una anormalidad y un peligro
para la raza: Relacion la cuestin social con el aumento abrupto de la sfilis, la cual
luego relaciona con la enfermedad mental, ya que uno de los principales efectos de
la sfilis sera el retardo mental de los hijos. Esta relacin tambin fue propuesta por
Lorenzo Sazie y Ramn Elguero, otros pioneros de la psiquiatra en Chile. Por lo
tanto las estrategias de control de la enfermedad mental en principio no sern muy
diferentes de las estrategias de control de la demografa: la asistencia y la higiene,
traducida en poltica social y profesionalizacin de las acciones sobre los pobres.
Luego, se profundizarn las transformaciones en el tratamiento de los enfermos
mentales, adoptando las modernas ideas de la psiquiatra europea: sus clasificaciones, y sus tcnicas, en especial el tratamiento moral.
Modernidad/colonialidad y conocer desde ningn lugar
Foucault (1978) propone que la forma de gobierno poltico como hoy la conocemos no se debe entender como algo dado, sino como el resultado de un proceso,
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A partir de este punto cero de observacin (Castro-Gmez, 2005) los interventores se pueden comprender como sujetos coloniales: En este momento invisibilizan sus propias posiciones para hacer de los casos psicosociales hechos. As se
posibilitaba un lenguaje comn entre los diferentes agentes involucrados en los
procesos de intervencin social en Salud Mental y Psiquiatra Comunitaria en Chile. Pero adems se posibilita que los interventores puedan decir una verdad en
relacin al Otro, no como un igual, sino como algo problemtico, que debe ser
corregido, adecuado, mejorado, normalizado (Dussel, 1992.)
Los aspectos que cobran valor en las intervenciones son los que se relacionan
con ciertas formas de sujeto: el sujeto libre y autnomo. Cul es el sujeto ms
completo y/o avanzado? Sin duda esto se relaciona con ciertas lgicas de poder, as
como lo fue la idea de objetividad que dio pie a la modernidad. Pero adems, si la
modernidad se puede entender como posibilitada por relaciones de dominacin
que se originaron en los procesos de colonizacin de Europa, la idea de un sujeto
ms avanzado en relacin a otro, tambin puede ser entendida como una forma de
colonialidad.
Ahora adquiere un nuevo valor lo singular, lo local y a lo microsocial. Esto hace
que los profesionales deban entrar en la vida cotidiana y en los aspectos subjetivos
de los sujetos/objetos de intervencin, sin embargo, lo hacen desde formas previas
y hegemnicas de comprender lo social y la subjetividad, que luego se les impondrn a ellos mismos, y a los sujetos de intervencin.
La exigencia a individuos y comunidades de adquirir ciertas caractersticas puede ser entendida bajo la misma lgica que posibilit la intervencin de individuos
y comunidades para hacer de ellos sujetos modernos acordes con las exigencias del
desarrollo.
Esto puede llevar a homogeneizar realidades muy diversas por la contraposicin
de un tipo de subjetividad, con otra que es hegemnica y que se impone como el
ideal a alcanzar. Dicho ideal est dado por el sujeto histrico europeo, es decir, por
aquel que se ha construido por la ley, la economa poltica y la ideologa de Europa, aunque no necesariamente en el espacio geogrfico europeo (Guha, 2002). La
crtica apunta a que esta norma se presenta como neutra, no determinada geopolticamente e impone una verdad acerca de cmo debe ser el sujeto.
Entonces, la preocupacin por la subjetividad y las particularidades de los espacios microsociales, propia de las nuevas formas de intervencin en salud mental y
psiquiatra, no garantiza la liberacin de ciertas formas de dominacin, aun cuando
se presentan como un esfuerzo inclusivo que busca superar las formas de dominacin propias de la institucin psiquitrica, pues mantienen la matriz colonial generadora de conocimiento para la intervencin, ahora de subjetividades y realidades
microsociales. As, se mantiene la geopoltica instaurada por la jerarqua epistmica
desplegada en la modernidad.
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Discusin
Para comprender cmo se ha llegado a producir lo que actualmente es pensable y
practicable es necesario entender cmo se han producido las manifestaciones de
verdad que legitiman las prcticas actuales de control sobre determinados sujetos.
Pues bien, las verdades que legitimaron las prcticas del encierro, la clnica, la psiquiatra, entre otras, en Chile slo fueron posibles, en la medida en que se originaron en el lugar de enunciacin propia de la modernidad/colonialidad. Por lo tanto,
sta se entiende como un elemento constitutivo de las mismas.
Las diferentes estrategias de control sobre determinados sujetos han definido a
los mismos bajo diferentes categoras: vagos, locos, criminales, enfermos. A su vez,
stas siempre han sido el resultado de la hegemona cultural, econmica y poltica
de ciertas formas de conocimiento por sobre otras, lo que se puede explicar por el
patrn de relaciones de poder que emergi a partir de la Colonia, aun cuando fueron procesos que se dieron cuando Chile ya era un pas independiente.
Por lo tanto, las actuales formas de clasificacin y las nuevas formas de organizacin de las entidades destinadas a la intervencin, no pueden ser entendidas sin el
componente colonial que est a la base de la generacin de los hechos, aun cuando
stos se presenten como una forma ms inclusiva de comprensin de las realidades
a intervenir.
Finalmente se propone entender a los profesionales de los CESAMCO como
una interface en un orden colonial (Mignolo, 2000), es decir, como un espacio que
opera al mismo tiempo como centro y como periferia: como centro en la medida
en que cuentan con un conocimiento que les permite acceder a un tipo de subjetividad desde donde pensar al otro, no como un igual, sino como algo problemtico, y algo a intervenir a fin de ser corregido, adecuado, mejorado; como periferia
porque para acceder a esta subjetividad deben adoptar la forma de conocer propia
del sujeto moderno, aun cuando reconocen que su objeto de intervencin (las subjetividades y las realidades microsociales) no se puede conocer ni intervenir desde
un lugar neutral. Esto se vuelve una exigencia para decir algo y tener la posibilidad
de hacer algo.
Acogiendo la propuesta de Castro-Gmez y Grosfoguel (2007), no se trata de
negar los efectos de las formas de colonialidad para en su lugar reivindicar otras realidades. Se trata de comprender cmo en las prcticas en Salud Mental y Psiquiatra Comunitaria en Chile se van concatenando hechos producidos por las formas
de conocer propias de la modernidad/colonialidad, con el propsito de pensar en
otras posibilidades de ser y conocer, que permitan una apertura hacia la diferencia,
que sea alternativa a esa forma de ser y de conocer que se impone como condicin
de existencia.
En este sentido, acogemos la nocin de proyecto decolonial propuesta por Mignolo (2007). Asumiendo que la realidad en la que actan los interventores est
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atravesada por la colonialidad, aceptamos tambin que sta produce una energa
de descontento, de desconfianza, de desprendimiento entre quienes reaccionan
ante la violencia imperial (p. 26). Esta energa se traduce en proyectos que tambin son constitutivos de la modernidad (y/o la postmodernidad), aun cuando
intentan liberarse de una especfica cosmovisin de una etnia particular, que se ha
impuesto como la racionalidad universal.
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Resumen
Las pervivencias del golpe de estado de 1973 en Chile, as como de las memorias que han antagonizado con sus resultados, estn relacionadas con determinados desarrollos de las Ciencias Humanas;
en su versin hegemnica, stas han analizado a la dictadura chilena como una excepcin histrica.
Por contraste, cierta historiografa contra-hegemnica ha demostrado la ntima relacin entre la
dictadura y la democracia chilenas, descubriendo en tal relacin la base de un dispositivo para la
contencin de la soberana y el poder popular. Las tesis del golpe como excepcin a la institucionalidad jurdica develan un sistema poltico que pretende inmunizar a la sociedad chilena de su
violencia presunta mediante otra violencia jurdicamente administrada, obstruyendo as las fuerzas
de la vida en comn, aunque sin lograr la invisibilizacin de una huella de ruptura democrtica que
aqu nombramos como mariateguista-libertaria.
Palabras clave: Golpe de estado, excepcionalismo, paradigma inmunitario, biopoder, huella mariateguista libertaria, ciencias humanas, poder popular.
Abstract
The survivals of the 1973 coup detat in Chile, and the memories that have antagonized as their
outcomes, are associated with certain developments in the human sciences. In their hegemonic
version, they have approached the Chilean dictatorship as a historical exception. Conversely, some
counter-hegemonic historiography has demonstrated the close relationship between the Chilean
dictatorship and democracy, discovering in such a relationship the basis of a device for the containment of the sovereignty and poder popular. The thesis of the 1973 coup detat as an exception to the
1
Este artculo tiene como base el trabajo escrito por Miguel Urrutia Fernndez y Sergio Villalobos-Ruminott
Memorias antagonistas, excepcionalidad y biopoltica en la historia social popular chilena, Revista De-Rotar n
1, 2008.
2
Miembro del Equipo de Investigacin en Movimientos Sociales y Poder Popular, Depto. de Sociologa,
Universidad de Chile (www.poderymovimientos.cl). E-mail: murrutiaf@u.uchile.cl
3
Miembro del Equipo de Investigacin en Movimientos Sociales y Poder Popular, Depto. de Sociologa,
Universidad de Chile (www.poderymovimientos.cl). E-mail: brseguelg@gmail.com
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legal institutions, reveal a political system that look for immunizing the Chilean society of its alleged
violence by other legally administered violence. This political system is blocking the lifes forces in
common, but it is not achieving to hide the path breaking of a democratic mark, which inhere we
call as Mariateguist-libertarian.
Keywords: Coup detat, exceptionalism, immune paradigm, biopower, Mariateguist libertarian
mark, human sciences, poder popular.
Recibido: 27.06.14. Aceptado: 06.11.14.
Debemos decidirnos a y cmo estar en comn, cmo permitir a nuestra existencia existir. No slo es cada vez una decisin poltica, es una decisin a propsito de lo poltico: si
y cmo permitimos a nuestra alteridad existir en conjunto,
inscribirse como comunidad e historia. Debemos decidirnos
a hacer a escribir la historia, lo que quiere decir exponernos a la no-presencia de nuestro presente y a su llegada (en
cuanto un futuro que no es un presente que sucede, sino
la llegada de nuestro presente). La historia finita es esta decisin infinita para con la historia () En el tiempo, hoy ya
es ayer. Mas cada hoy es tambin la ofrenda de la ocasin
de espaciar el tiempo y de decidir en qu ya no es el tiempo,
sino que nuestro tiempo.
(Nancy, 2000: 130)
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las fuerzas sociales de la revolucin latinoamericana ms all de la formacin histrica particular (europea) analizada por Marx; buscando tales fuerzas sociales de la
revolucin en aquellos segmentos explotados de mltiples maneras que, a pesar de
ello, no logran ser plenamente formados por las relaciones sociales dominantes.
Conceptualmente, esta huella ha pensado la poltica como insurgencia de abajo
hacia arriba, como una gestin antagonista del caos informe e inorgnico que subvierte la supuesta excepcionalidad de la violencia estatal al mostrar la continuidad
clasista de la guerra en el estado de derecho, pero, sobre todo, al reconocer como
fuerza primera de tal confrontacin a aquello que simplemente consiste en una
vida-en-comn sobre la que ni aun el derecho puede declarar propiedad, es decir, lo
que desde Amrica Latina hemos venido llamando Poder Popular. Es fundamental
enfatizar que esta fuerza primera no consiste en nada ms que un magma basal,
que en ningn caso compone por s mismo una poltica revolucionaria o de Poder
Popular. Esta ltima implica, eso s, descubrir y gestionar la huella de lo informe y
desorganizado que desborda plebeyamente a toda organizacin social. Al mencionar esta huella como mariateguista libertaria remitimos a un nombre que no se cierra en una identidad poltica unvoca, sino que se disemina en una multiplicidad ya
sin origen al que rendir cuentas conservadoras (con lo que esperamos se aclare que
nuestras cuitas inicialmente planteadas no son con la deconstruccin como bloque,
por dems irreal, sino con ciertas prcticas que la invocan). No es entonces a doctrinas obreristas, indigenistas, campesinistas o marginalistas a lo que nos enva esta
huella, sino a una pregunta ontolgica relevante para las memorias revolucionarias:
cmo se han diseminado histricamente aquellas fuerzas que arrastran la dominacin hasta el punto de sus contradicciones internas? o qu provoca las mutaciones
en un orden cuya tendencia basal es a reproducirse idntico a s mismo? Si los rdenes de dominacin parecen sucederse aboliendo cada vez ms eficazmente la fuerza
comn de las muchedumbres es acaso que esta sucesin obedece a un impulso de
eterno auto-perfeccionamiento fundamentalmente interior al orden dominante?
Todas estas preguntas ya fueron hechas en el siglo XX por una tradicin marxista libertaria que paradojalmente en los aos sesenta se vio entroncada con las
formas en que el maosmo discuta contra la ortodoxia doble del leninismo y la
socialdemocracia:
En su ponencia en el reciente congreso del Partido Comunista Italiano el compaero Togliatti ha dicho que es errneo afirmar que el imperialismo es un simple tigre
de papel, que se puede derrocar con una palmada. Tambin hay otras personas que
aseveran que el imperialismo tiene hoy dientes nucleares, como puede ser llamado
as tigre de papel? El prejuicio est ms lejos de la realidad que la ignorancia. En el
caso de Togliatti y de ciertos otros compaeros, si no son ignorantes, estn entonces
distorsionando deliberadamente esta aseveracin del Partido Comunista Chino.
Equiparando al imperialismo y a todos los reaccionarios con tigres de papel, el com-
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paero Mao Tse-Tung y los comunistas chinos consideran el problema como un todo y
desde un punto de vista que se comprende a largo plazo, y desde ah consideran la sustancia del problema. Lo que se quiere decir es que, en un ltimo anlisis, son las masas
del pueblo las que son realmente potentes, no el imperialismo y los reaccionarios. (P. C.
Chino, 1962. Cursivas nuestras)
Sin una consideracin por sobre la sociologa vulgar, las frases arriba transcritas no acreditaran nada ms que ese populismo al que el pensamiento occidental
reduce hoy los procesos latinoamericanos ms interesantes (Burchardt, 2006). La
cuestin planteada en la cita es, sin embargo, de una simpleza muy material: las
fuerzas de lo catico y discontinuo anteceden a cualquier orden. En efecto, la historia se revela inmediatamente ms compleja que una sucesin/superposicin de
sistemas codificados, ella expone una produccin constante y jalonada por acontecimientos intempestivos de diversas magnitudes. A esto remite la concepcin
marxista del trabajo como fuerza creadora.
Por cierto que la vida social no es el triunfo constante de la creacin productiva,
pero, en tanto el orden social debe siempre volver a producirse, el anlisis del
proceso queda efectivamente ligado a los imaginarios sociales que producen-crean
lo real. Estudiar las contradicciones en la dominacin tiene entonces sentido nicamente al intentar disponer las fuerzas sociales que hagan estallar tales contradicciones; solo as puede comprenderse, por ejemplo, cmo el remezn zapatista de
1994 aun con su esperable declive se fund en una prctica rebelde disolvente
de la distincin entre lo poltico y lo social; rebelda no como doctrina, sino como
huella o condicin material para poner en comn las fuerzas orgnicas y los saberes
sin frmula de unas bases populares hasta entonces olvidadas
Porque los pueblos no se equivocan jams. Es por esto que nuestra organizacin,
compuesta por compaeros como t, como yo, sin prestigio nacional ni internacional, declaramos desde hoy y para siempre que somos los nicos responsables de
los errores que se cometan, las victorias son ya de nuestro pueblo () Los enemigos que se oponen son muchos e inclusive una buena parte, y los ms difciles de
erradicar, los tenemos dentro de nosotros mismos, son de origen subjetivo, es decir,
pensamientos y costumbres que han llegado como producto de nuestra formacin
() Se combate callando o gritando, caminando o detenidos, si se hace de acuerdo
con las pretensiones del pueblo. (Primer comunicado confidencial de las Fuerzas de
Liberacin Nacional [posterior EZLN], 1969).
Conocemos la creciente aversin de las izquierdas pro-parlamentarias y socialdemcratas por las esperanzas electorales que el zapatismo despert y luego defraud,
pero no es posible dimensionar la materialidad inesencial de esta experiencia sin
considerar aquella otra poltica de la trascendencia con la que antagoniza. El aparente ensalzamiento de la plebe planteado en el comunicado citado ms arriba es parte
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Desde hace mucho, este postulado sobre la centralidad del estado en la historia
poscolonial de Chile ha atravesado el campo poltico-ideolgico en variadas direcciones, llegando a conformar el substrato con que comnmente se interpreta el
golpe militar de 1973 como una excepcin producida, no por las restricciones que
la institucionalidad estatal impone a las dinmicas sociales, sino por desvos en el
proceso evolutivo de aquella misma institucionalidad estatal. En una dimensin
ms macrohistrica, la tesis de la excepcionalidad sostiene implcitamente que las
instituciones polticas modernas evolucionan sintetizando los intereses de las distintas clases sociales en proyectos nacionales integradores, de manera que cuando
algn grupo impone violentamente sus intereses desafiando a este supuesto bien
comn, se configura el momento excepcional de una falla cuya solucin no puede
sino consistir en un re-ajuste de esas instituciones polticas modernas. En su dimensin sociolgica, lleva irrecusablemente a considerar las dinmicas del cambio
histrico-social en una fundamentacin del reconocimiento en el lenguaje, como
eje desde el cual propender hacia la reconciliacin de la vida, o a sostenerlo median-
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te la afirmacin de la necesaria conexin entre diferenciacin sistmica e integracin normativa, como punto irreversible en la dinmica de la complejidad social.
En ambos casos, el excepcionalismo se configura como una narracin ideolgica
de la historia del capitalismo, lo que no quiere decir que constituya un mero reflejo
de relaciones sociales objetivas. Sostenemos que el pensamiento poltico excepcionalista ha sido a la vez resultado y condicin del desarrollo capitalista. Es en su
dimensin de resultado, que ha expresado las contradicciones y anomalas de ese
desarrollo. De hecho la excepcionalidad aparece en la Repblica romana como una
manera de asegurar la continuidad del derecho en situaciones de guerra.
En el caso de la historiografa chilena la tesis de la excepcionalidad presenta dos
desarrollos que se entroncan en un marco histrico-cultural que sita a la violencia
como una gesta civilizatoria. Tanto el planteamiento hispanista-civilizatorio, que
toma como punto de partida el proceso de conquista en el marco de la conexin
entre guerra y sociedad como un proceso sobre el que se funda la sociedad colonial (Jara, 1981), constituyendo una mediacin histrica hacia la vida republicana;
como el relato que toma como punto de partida la formacin del Estado republicano y su devenir histrico concreto hasta su ruptura en el golpe de estado de 1973
(Gngora, 1981).
En el caso de lvaro Jara la violencia constituye un elemento fundante de la
sociedad colonial, por cuanto permiti que la situacin de guerra permanente en
la frontera contra el pueblo mapuche modelara tanto el modo de apropiacin y
de acumulacin de riquezas (expresado en la encomienda de indios), como la instituciones de vida en comn (fundacin del estado colonial). El establecimiento
del modo de acumulacin originaria de capital y la formacin de las instituciones
polticas de la sociedad colonial son dos puntos de suspensin del estado de guerra
permanente en la frontera que, sin agotarlo, se continan en la formacin de la
sociedad colonial. As, Jara afirma que:
() las formas blicas no pueden ser ajenas al devenir del resto de la realidad histrica. En el Chile de los siglos XVI y XVII sera difcil no percibir la absorbente
temtica blica que parece dominar toda la sociedad () Es un motivo constante
dentro de la sociedad estructurada por la violencia, en cuya conformacin el elemento conquistador jug un rol decisivo () Violencia y sociedad se modifican
recprocamente en verdadera y mutua interaccin. (Jara, 1983: 13-14).
Por su parte, en el caso de Gngora esta relacin entre violencia y fundacin del
derecho puede ser cotejado con la caracterizacin que realiza del estado chileno y
su guerra permanente (1971):
() en el siglo XIX la guerra pasa a ser tambin un factor histrico capital: cada
generacin, podemos decir, vive una guerra [incluyendo] la guerra civil de 1891 [y
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sin] olvidar la inacabable pequea guerra contra los araucanos [sic], con sus peridicas entradas en la selva y en los reductos indgenas, los incendios de siembras,
los mil ardides de la pequea guerra, que remata en un levantamiento mayor en
1880, que solo puede considerarse definitivamente aplastado en 1883. (Gngora,
1981: 9).
En ambos casos, la violencia es el eje desde el cual se genera una disputa con un
enemigo, externo en el caso de Jara (para la caracterizacin de la formacin de la
sociedad colonial) y con un enemigo a la vez interno y externo, en el caso de Gngora (en la formacin del estado y la sociedad republicana). Hemos sostenido que
el orden defendido por el excepcionalismo corresponde con el de la acumulacin
capitalista y su promesa de bienestar; de modo que ms interesante an resulta
constatar que, para Gngora, el hroe estatal por antonomasia, no es un militar,
sino Diego Portales, un miembro del estrato de grandes mercaderes que, golpeado
por la vida y los negocios, se aboc a una construccin autoritaria y clasista del
estado chileno o, dicho marxistamente: se aboc a la construccin de un estado
propiamente tal (en forma)
() el rgimen de Portales no era impersonal o abstracto, sino que el Gobierno
tena que apoyarse en una aristocracia ciertamente una aristocracia americana, de
terratenientes, no de seores feudales; pero esa clase debera estar sujeta obedientemente al Gobierno, por su propio inters en el orden pblico. Lo impersonal es
propio de una burguesa o de un proletariado industrial, nunca de una aristocracia
() El rgimen portaliano presupone que la aristocracia es la clase en que se identifica el rango social, y todos sus intereses anexos, con la cualidad moral de preferir
el orden pblico al caos. (Gngora, 1981: 15-6).
Aun si aceptamos que en los siglos XIX y XX tuvo lugar una construccin democrtica relativamente continua, sta habra estado subordinada a la capacidad
del estado para asegurar un orden adecuado a los negocios de los aristcratas en
tanto que hombres de bien. El bien de estos hombres fue y es sin duda el capital
que poseen en forma privada, es decir, altamente personalizada y de transmisin
hereditaria, por lo que no cabe aquella oposicin entre aristocracia latinoamericana
y burguesa impersonal. Esta ltima no existe ms que en las esperanzas meritocrticas de quienes reivindican la actora poltica divergente de los llamados sectores
medios. As, la continuidad evolutiva es encargada por Gngora a una soberana
compartida entre los procesos jurdicos de constitucin del estado y la formacin
de stock de capitales (privados y pblicos) adecuados al desarrollo de la nacin.
Gngora sienta de este modo las bases para una explicacin del golpe militar de
1973 en trminos de una transgresin excepcionalmente profunda a esta soberana
estatal-nacional
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Gngora exhibe el argumento de la excepcionalidad en toda su extensin metafsico-trascendental: lo corriente sera la crisis de la institucionalidad y su declive por efectos del pensamiento revolucionario, sin embargo, esto no sera lo
normal, pues, por debajo, subsistira un orden soberano pujando por realizar el
bien comn. Esta tesis del golpe de 1973 como marca de una excepcionalidad o
anormalidad histrica se ha abierto en abanico sobre las ciencias sociales chilenas,
arrojando matices interpretativos acerca de los instantes de trasgresin y restitucin
del curso normal de la nacin. Por ejemplo, para un historiador de derecha como
Gonzalo Vial (1998), el golpe militar es el comienzo del fin de una excepcin cuyas
caractersticas fueron: 1) la polarizacin engendrada por los planes globales inaugurados en los sesenta por la Democracia Cristiana y radicalizados por la Unidad
Popular (nacionalizacin, reforma agraria, etc.); 2) la crisis de seguridad debida al
fuerte incremento de la violencia poltica asociada con la importacin del foquismo
o, como el mismo Vial apunta en un evidente anacronismo, el guevarismo; 3) la
paranoia de una derecha asustada por la insolencia de un populacho exaltado; y,
4) la impostergable responsabilidad cvica de unas fuerzas armadas legalistas pero
llamadas a terreno para controlar estos excesos.
Desde una valoracin liberal opuesta al autoritarismo portaliano, Alfredo Jocelyn-Holt (1997) ha repuesto, sin embargo, el mismo fondo explicativo de Gngora: la oleada mesinico-revolucionarista iniciada en los 60 habra descompuesto
incluso la sensatez de las clsicas familias capitalistas chilenas, llevndolas a reemplazar su funcin de dirigencia social, por pautas de exitismo globalizado. Esta
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Como ocurre con los sistemas de accin histrica en Alain Touraine, la matriz sociopoltica referida por Garretn est sujeta a cambios, pero jams cesa de
ser una determinada forma de relacin entre Estado, sistema de representacin
y sociedad civil. As, la dictadura resulta ser el punto de excepcionalidad en esos
sistemas de representacin, al mismo tiempo que una suerte de propedutico para
una sociedad que se diriga, inexorablemente, a la crisis. Una experiencia necesaria
de fracaso que permitir obtener como aprendizaje las claves de una poltica secularizada mesurada, realista, postclasista, modernizante a la que deber atenerse
el Chile contemporneo. Todo ello adems como condicin de posibilidad de la
re-democratizacin nacional. Con esta interpretacin, no debe extraar que sea
la Unidad Popular la que nos haya dirigido hacia la dictadura, la cual es percibida
como necesaria disolucin de la vieja matriz populista. Pero este inevitable desenlace
tambin hara posible la construccin de una nueva articulacin sociopoltica de
postdictadura en la cual la sociedad civil ser autnoma, protagnica y horizontal
a unos partidos polticos tambin rediseados para la ocasin.
En general los discursos transicionales trasuntan una justificacin profunda de
la violencia estatal como excepcin que, aunque no funda derecho directamente,
crea las condiciones para que los agentes de ese derecho superen su crisis interior
y re-encarrilen sus procesos evolutivos. Para todos ellos, el golpe fue el resultado
de la convergencia entre un agotamiento del sistema de representacin nacional
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Algunas otras interpretaciones que comparten este esquema son: Lechner (1970), Garretn (1987), Garretn y Moulian (1978 y 1983). Para un anlisis del sistema partidario, ver Moulian (1993), Tironi (1984. Especialmente el captulo intitulado El quiebre de 1973), tambin Drake y Jasik (compiladores 1993).
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() el fin del marxismo, entendido desde su punto de vista, era el fin de una poca
donde los conceptos y los valores de la poltica haban sido recubiertos o desviados
por la afirmacin de las necesidades econmicas y de la lucha social. [Con el fin
del marxismo] Volveramos a encontrar el sentido del estar-juntos y las virtudes de
la discusin del bien comn, recordando con Aristteles, Hannah Arendt y Leo
Strauss que deban imponerse sobre las oscuras necesidades de la simple vida y la mezquindad de los fines utilitarios. (Rancire, 2006: 7-8. Cursivas nuestras).
Desde esa ruptura Lechner abogaba por una relacin constitutiva entre indeterminacin o incertidumbre y prctica poltica: construir esa continuidad en la
discontinuidad, es la poltica; es lo que se opone a lo fugaz y ftil, ordenando la
discontinuidad; lo que crea lo comn, lo contiguo, lo contrario (Lechner, 1984:
34). Pero lo que Lechner recela de esa poca que Gngora llamaba de las planificaciones globales, es igualmente el clculo excesivo respecto de las posibilidades
efectivas de la poltica, la que finalmente circunscribe al problema de los miedos
que estructuran la vida cotidiana. As, refirindose a la Unidad Popular nos dice:
Desde nio aprend lo difcil que es construir amistades, rutinas, el mismo lenguaje
[...] arraigarse en un barrio, vivir una ciudad. Por eso, en el ltimo ao de la unidad
popular las tensiones se me hacen insoportables [...] (Lechner, 1984: 13)
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Garretn especifica aqu el hobbesianismo ya adelantado por Lechner; esa nocin fundacional de la modernidad donde lo primero que los hombres tendran en
comn (su comunismo primitivo) es la capacidad de darse muerte unos a otros
(Para que la gente no se matara se cre el Estado). En este punto surge la conexin con el anunciado paradigma inmunitario de la modernidad, y la crtica ms
o menos eficiente presentada por la historiografa.
3. Historia desde abajo: asedio a la inmunizacin transicional
Segn las miradas humanistas provenientes del siglo XVI, la mutacin cultural
desarrollada a partir de entonces habra implicado pasar desde el antiguo destino
trgico y desde el medieval centramiento en la providencia, a la apropiacin social
de las fuerzas histricas. Pero esta apropiacin de la historia implicaba transformar
el vnculo entre los seres humanos, sumidos hasta entonces en una indiferenciacin
comunitarista incapaz de generar funciones tiles al cambio social. En medio de las
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La ley no puede hacerse cumplir sino mediante esa violencia que ha sido puesta
bajo su cuidado. Se designa entonces al paradigma moderno como inmunitario
porque pretende neutralizar la violencia con violencia, lo que entronca con el excepcionalismo, toda vez que el principio que legitima a una de estas violencias la
del soberano no puede defenderse de cualquier violencia exterior a ella sin dejar
de suspender el derecho. Del modo ms general, se entiende por soberana la capacidad de una entidad de decidir por s misma y no simplemente escoger entre
alternativas ya dadas; sociolgicamente se tratara de la accin en cuanto margen
que desborda la situacin. El nudo se presenta al definir el locus de esta accin soberana. El pensamiento moderno lo sita en la conciencia subjetiva, mientras que el
pensamiento crtico radical lo sita en el agenciamiento relacional. Las recriminaciones recprocas son por ahora irrebasables, incluso en el anlisis realista de Archer
(2009): a la filosofa de la conciencia se le critica su ethos individualista, mientras
que a la nocin de agencia colectiva se le reprocha diluir todo en la situacin. Como
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sea, el derecho requiere de un soberano que lo funde y defienda, as sea la voluntad general, pero este soberano no puede ser tal si permanece en todo momento
determinado por una normatividad (situacin). A eso imputamos que en las teoras
antagonistas se aprecie una vigorosa aunque implcita oposicin entre las nociones
de soberana y poder constituyente. Esta ltima se funda en la diferencia entre representar y co-instituir el mundo; corresponde entonces a la actividad prctica e
inmediatamente poltica de las agencias relacionales (Negri, 1994). La soberana,
en cambio, queda ligada, en el mejor de los casos, a la proliferacin ciudadanista de
sujetos de derecho (protegidos por el derecho a condicin de permanecer sujetados a
su violencia legal), y en el peor, a la figura del dictador, como personaje decisivo de
una excepcin que suspende el derecho para salvarlo de la imposicin unilateral de
intereses por parte de un grupo social, es decir, salvar a la derecho de los efectos de
la lucha de clases en sentido amplio.
La historia concreta del paradigma inmunitario moderno muestra que, al quedar basada en la soberana estatal y no en la soberana popular ejercida como poder
constituyente, la defensa de la vida, no puede hacerse sin una dosis de muerte:
Por ltimo Hrcules entra en furor al mancharse con la sangre de Neso el Centauro,
en rigor el monstruo de las plebes de dos naturalezas discordantes, cual dice Livio,
o sea, entre los furores civiles comunica los connubios de la plebe, y se contamina de la
plebeya sangre, y de esta suerte muere (En: Esposito, 2005: 71, citando el texto de
Giambattista Vico Scienza Nuova. Cursivas nuestras).
Esta muerte de Hrcules en Las Traquinias puede considerarse como la oportunidad de una nueva relacin entre communitas e inmunitas, o como el instante de excepcin histrica que dura hasta la llegada de un nuevo Hroe soberano
encarnando el orden. Si bien este juego biopoltico que finalmente expone el
ascenso contemporneo de una tanatopoltica globalizada (Esposito, 2004) ha
sido inicialmente enunciado desde los centros productores de lo occidental, sus
experimentaciones radicales y sus condiciones materiales han sido generadas desde
las periferias subalternas (Rodrguez Freire, 2007).
Resulta bastante claro que para gran parte del excepcionalismo chileno, la transicin es el nuevo hroe colectivo cuya tarea poltica fundamental consiste en la
reposicin simblica de certidumbres que expulsen al miedo de la vida colectiva.
En este punto se verifica un problema de enorme complejidad: quienes se hacen
cargo del tema del miedo y las incertidumbres subjetivas pasan a componer un
campo que critica el pragmatismo poltico que ha hegemonizado la transicin, sin
embargo, lejos de constituir una ruptura democrtica, lo que hacen es actualizar las
nociones platnicas y aristocratizantes de la poltica como obra de los virtuosos.
Ahora bien, lo primero que debiera importar a las memorias revolucionarias, es que
aqu existe un campo crtico con el cual dialogar, presentando las tensiones y pro-
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Pero ya hemos visto cmo las propias tesis excepcionalistas del golpe militar
declaran que, desde mediados del siglo XX, las sensaciones y pensamientos de la sociedad chilena bascularon hacia una radicalizacin cuestionadora de la poltica institucionalizada. La historiografa marxista contribuy a ese clinamen, mostrando la
imbricacin del desarrollo institucional chileno con sus procesos de acumulacin
capitalista (Salazar, 2003). Tambin hemos visto que los anlisis excepcionalistas
articulados despus del golpe, no necesitaron negar esta imbricacin; simplemente
la impusieron como el sustrato natural de la nacin o la consideraron inabordable
para las nuevas especificaciones de la poltica7. Esta ltima actitud, propia de la
llamada renovacin socialista, ha sido considerada, sin ms, como una traicin por
la mayor parte de las memorias revolucionarias chilenas, postergando as, tanto una
explicacin de las condiciones histricas que la hicieron posible, como una crtica a
la relacin entre teora y facticidad cultivada por las fuerzas revolucionarias.
7
Cfr.: Por ltimo, Chile tiene un lmite tal vez impasable frente a la ofensiva contra el Estado. Este pas ha
tenido que defender a lo largo de todo este siglo lo ganado territorialmente en el siglo pasado, frente a los pases
limtrofes. Esto requiere de una poltica exterior y de unas Fuerzas Armadas poderosas; se trata de un deber que
est por encima de todo clculo econmico y de toda ideologa individualista. (Gngora, 1981: 137).
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comentar las formas de narrar la historia de los sectores populares y, ms acotadamente, sobre sus diferencias con la prctica historiogrfica de Salazar. El centro de
la disputa estara, segn Grez, en las diferencias entre su concepcin de la historia
popular con poltica incluida y la de Salazar, que estara en falta de poltica (Grez,
2005). Este tipo de consideraciones al interior de la historiografa marxista ha sido
ya discutida incluso poniendo en juego relaciones de dominacin y subalternidad
tan ntidas, como las sostenidas entre las formaciones sociales de la India e Inglaterra, al respecto el historiador indio Rinahit Guha ha observado:
Hobsbawm ha escrito sobre la gente pre-poltica y las poblaciones pre-polticas.
Usa este trmino una y otra vez [] y lo que entiende por tales expresiones (la cursiva es ma) queda claro en la siguiente frase: El bandido es un fenmeno prepoltico y
su fuerza es inversamente proporcional a la del revolucionarismo organizado y a la del
socialismo o comunismo. Y encuentra que las formas tradicionales del descontento
campesino han estado virtualmente desprovistas de cualquier ideologa, organizacin o programa explcitos. En general, la gente pre-poltica se define como los
que todava no han encontrado, o estn justamente empezando a encontrar, un
lenguaje especfico en que expresar sus aspiraciones sobre el mundo. (Guha, 2002:
100).
Como desde Chile lo ha sealado Ral Rodrguez Freire (2008), los principales
detractores de Guha en la India son historiadores que, vinculados al Partido Comunista indio, rechazan la prdida de centralidad del proletariado clsico en los
trabajos del Grupo de Estudios Subalternos de la India fundado por Guha. Esta
tradicin subortodoxa desecha la categora gramsciana de subalterno, la que en
barruntada ms adelante con una nocin de la racionalidad poltica que le corresponde. As, el movimiento
libertario ser ledo por Grez como una expresin prepoltica del movimiento popular chileno. (Grez, 2007: 78).
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Amrica Latina encuentra un claro correlato con la de oprimido trabajada por Paulo
Freire, como ha sealado recientemente Modenessi (2010). Nuestra idea es que
ambas categoras estn pre-anudadas por lo que al comienzo de este trabajo presentamos como la huella mariateguista libertaria. Nos parece que Guha habita esta
huella, con algunos reparos, mientras que la reaccin del PC indio es equivalente a
la crtica que Grez realiza al Labradores de Salazar:
En este libro no estn las luchas polticas, econmicas o ideolgicas de los de abajo. Consistentemente, Salazar dej de lado la intervencin popular en las asambleas, guerras civiles, elecciones y partidos polticos, participacin muy real en ese
siglo (aunque a menudo subordinada a las elites). Tampoco mencion las organizaciones ni las ideologas y postulados polticos en que se apoyaron los trabajadores
para construir sus proyectos y conquistar sus reivindicaciones; slo tangencialmente
aparecen algunas de sus peticiones colectivas frente a las autoridades y los patrones.
La dimensin movimientista y poltica del pueblo llano no es considerada en Labradores, peones y proletarios (Grez, 2005: 22-23).
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sociedad popular no sera, segn Grez, un simple caso de archivo incompleto, sino,
ms delicadamente, de incapacidad para trascender un cierto romanticismo en la
valoracin de las rebeldas primitivas. Sin embargo, an cuando el mismo Grez
reconoce que para Salazar dichas rebeldas no generaron un proyecto slido y alternativo al Estado nacional, sino una negatividad sin proyeccin, todava: [la] vida
rebelde en s contendra recompensas sensuales lo suficientemente grandes como
para no aspirar a la politizacin plena y continuar, en cambio, una rebelda que de
acuerdo con esa opcin debiera ser eterna, segn se deduce del planteamiento de
Salazar y de su concepcin microfsica y descentralizada del poder difuso y disperso en
la sociedad y no centralizado en el Estado como cristalizacin de la hegemona de la
clase dominante (Grez, 2005: 24). Casi dems resulta decir que Grez verifica aqu
una coincidencia fundamental entre la historiografa de Salazar y los mal tratados trabajos de Michel Foucault; lo que a nuestro juicio habla de una extensin
particular de la huella mariateguista libertaria (Rodrguez Freire, 2007 y 2008).
Ms all de las atribuciones ignorantes que suelen hacerse, Foucault jams secund la idea posmoderna de que ya no existiran puntos de condensacin en las
luchas contra el poder. En tanto intelectual de izquierda, Foucault fue bastante
humilde en sus pretensiones: no presupuso que la disciplina en que se form fuera
la llamada a resolver los grandes problemas de la poltica revolucionaria. Desde la
filosofa escribi libros transdisciplinarios rigurosos, complejos, eruditos, y, muchas
veces, exuberantes sobre la formacin de las subjetividades; pero buscar directamente en ellos un programa poltico revolucionario, ha conducido en ocasiones al
rencor y la mala fe, incluso cuando son ledos con ojos distintos a los del humanismo moderno. Los rendimientos polticos radicales de esta humildad en el pensar
foucaultiano quedan normalmente de manifiesto en sus intervenciones menos profesionales, sus entrevistas, sus dilogos con militantes y otros intelectuales; como
cuando conversando con Gilles Deleuze planteaba:
(...) si se lucha contra el poder, entonces todos aquellos sobre los que se ejerce
el poder como abuso, todos aquellos que lo reconocen como intolerable, pueden
comprometerse en la lucha all donde se encuentran y a partir de su actividad (o
pasividad) propia. Comprometindose en esta lucha que es la suya, de la que conocen perfectamente el blanco y de la que pueden determinar el mtodo, entran
en el proceso revolucionario. Como aliados ciertamente del proletariado ya que, si
el poder se ejerce tal como se ejerce, es ciertamente para mantener la explotacin
capitalista. Sirven realmente la causa de la revolucin proletaria luchando precisamente all donde la opresin se ejerce sobre ellos. Las mujeres, los prisioneros,
los soldados, los enfermos en los hospitales, los homosexuales han abierto en este
momento [comienzos de los 70] una lucha especfica contra la forma particular de
poder, de imposicin, de control que se ejerce sobre ellos. Estas luchas forman parte
actualmente del movimiento revolucionario, a condicin de que sean radicales, sin
compromisos ni reformismos, sin tentativas para modelar el mismo poder consi-
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Por cierto que una pregunta poltica relevante sera qu fuerzas podran hacer
que esas luchas no se restringieran a reformar los poderes que confrontan? En tal
sentido falta enfatizar que si se lucha contra el poder como abuso, se hace desde
otro poder eventualmente antagonista que no est condenado por siempre a la negatividad, pero que, para sortearla, requiere que su eventual triunfo poltico revolucionario lo mantenga lejos de tal abuso. Es adems efectivo, como dice Grez, que
desde una concepcin del poder difuso y disperso en la sociedad y no cristalizado
en el estado, se puede deducir la propuesta de una rebelda sin fin (altisonancias
siempre evitadas por Foucault); pero, en la huella que intentamos desbrozar aqu,
esta propuesta no consiste en la autocontemplacin de la rebelda, sino en hacer
de ella un mecanismo para lograr que el conflicto social trascienda la escala reivindicativa, en un movimiento donde la bases populares se politicen desde s mismas,
templando su poder constituyente, de modo que su organizacin jams pueda reducirse como ocurre en las lgicas leninistas a una burocratizacin indefectiblemente orientada a los compromisos con algn orden social. La formulacin de
Grez sobre la eternitud de la vida rebelde que aflora en el Labradores no tendra
entonces por qu oponerse al desarrollo organizativo de las luchas de clases, sobre
todo cuando las revoluciones del siglo XX mostraron que la conquista de la igualdad y el bienestar popular no se aseguran superando dialcticamente la rebelda
social hacia una exterioridad poltica, sino elevando la potencia poltica nsita en
la rebelda social (otro elemento fundamental de la huella mariateguista libertaria
del Poder Popular).
La historiografa marxista ha mostrado cmo el pueblo puede gestionando sus
circunstancias romper el miedo natural a la represin, identificar intereses, organizarse, desarrollar estrategias de accin, programas de cambio social y mquinas
de lucha organizadas vertical, horizontal y oblicuamente. Pero solo la huella mariateguista libertaria ha propiciado la bsqueda historiogrfica de fuerzas que destruyan la burocratizacin interna de los procesos organizativos recin mencionados, la
oligarquizacin intelectual y material de sus dirigencias, y las infinitas formas con
que las lgicas del capital cooptan y recuperan en su propio beneficio los cambios
impulsados por estas luchas populares. Lo decimos entonces desde el borde y con
sinceridad: los y las historiadoras tienen menos razones que Foucault para ser humildes respecto de la relacin de su disciplina con la poltica revolucionaria; pero
estn desafiados a asumirlo con generosidad, de otro modo, normalmente terminan hipotecando esta potencia en sociologismos de escaso valor como el siguiente:
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[] la perspectiva de Gabriel Salazar [] liga ciertas prcticas sociales e individuales de sectores populares o, ms bien, marginales a un proyecto rebelde, prcticas
que uno podra identificar, bajo una mirada moralista burguesa, como los vicios
vigentes en los sectores marginales: la sociabilidad de la droga, del alcohol, desercin educacional, narcotrfico, etc. Salazar tiende a ver all algn tipo de resistencia.
Y es juntamente el mismo tipo de resistencia de los sectores populares del siglo XIX
que dibuja en Labradores, peones y proletarios, basada en desbandes de la sexualidad,
excesos de bebidas, bandidaje, etc. (). Me parece que Salazar ofrece un modelo de
resistencia popular que uno podra hacer calzar sin mayores modificaciones en los
grupos marginales contemporneos, en este sentido uno podra preguntarse en qu
medida se efecta aqu una labor crtica?, no se ofrecen ms bien las bases de un
conformismo efectuado en una ficcin de resistencia?, qu podramos esperar de
un sector que reafirma sus prcticas de siempre sabiendo ahora que son revolucionarias? A mi juicio es esto justamente lo que necesita la actual estrategia del poder
para seguir funcionando y reproducindose sin problemas y sin oposicin: que los
sectores marginales no vean su vida cotidiana como la expresin de los efectos de
la dominacin, de la explotacin, sino como prcticas autnomas, rebeldes, por las
que se realizara un proyecto del cual no son conscientes. (Aravena, 2007: 8).
Registro de audio exposicin de Igor Goicovich III Jornadas de Historia Social, 20 de septiembre de 2006.
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dictadura. Pero, por otra parte, nos preguntamos, cmo es que los crticos de la
historia desde abajo olvidan con tanta facilidad que las orgnicas revolucionarias
chilenas se constituyeron libertariamente en los sesenta criticando prcticas de la
izquierda tradicional completamente silenciadas por sus historiadores oficialmente
marxistas. La crtica libertaria del MIR, por ejemplo, al burocratismo estalinista
y al derivado reformismo del PC, fue sin duda furibunda, y qu decir respecto
del obrerismo abstruso sustentado por cierto trotskismo de alma bella11. As, las
demandas de la memoria revolucionaria a un historiador ex militante del MIR
como Gabriel Salazar, no deberan partir sino de la ruptura de este historiador con
las complacencias y mecanicismos del reformismo historiogrfico. Es en nombre
de esta ruptura y no en su contra que podra impugnrsele la relativa invisibilizacin de las orgnicas revolucionarias chilenas. Adems, hay que comprender lo
delicada que es una operacin historiogfica que analice las orgnicas revolucionarias vinculadas al movimiento popular chileno durante la dictadura. Aparecer all
la historia libertaria de luchas innegablemente heroicas de toda la militancia, pero
tambin una cierta historia intelectual muchas veces lamentable y microfascista
de las dirigencias miristas asentadas en Cuba.
Nos resulta entonces claro que, con algn complemento terico, tanto la historia desde abajo, como sus nuevos detractores, podran comprender que el problema
de la memoria revolucionaria y de todas sus huellas no es tanto, o tan solo, el de
una narracin ajustada a la particularidad de algn movimiento popular, sino el de
la calibracin de fuerzas que puedan sustentarlo en cualquier futuro. Es esta necesidad de volver a empuar las armas de la crtica como algo complementario al
trabajo en los archivos la que late en el llamado a La Poltica realizado por Grez,
sin embargo, su respuesta sigue un camino convencionalmente conocido, mucho
ms propio del liberalismo que de las memorias revolucionarias
La historia que tenga al peonaje como protagonista central podr considerar como
efectivamente lo hace Salazar lo poltico, esto es, un campo globalizador y multifactico abierto a todos los aspectos de gestin de lo real y de las relaciones de poder,
pero no la poltica (de los de abajo), actividad especfica y aparentemente bien
delimitada. (Grez, 2005: 24. Cursivas del autor).
Esta distincin introducida entre otros por Elas Canetti respecto de lo poltico
y la poltica es ya un clsico para la politologa, especialmente en su inscripcin
11
La relacin entre el trotskismo y el MIR chileno es extremadamente compleja. Desde dentro y desde fuera,
y cada uno a su tiempo, ha tenido la razn: los jvenes penquistas que rompieron con un trotskismo anclado a
una concepcin industrialista del proletariado; y, ms tarde, los trotskistas que entre otras tendencias internas del
MIR como la que el propio Gabriel Salazar encabez junto a Vctor Toro del exilio mirista no cubano- intentaron
detener el aparatismo y el reformismo armado de la dirigencia exterior mirista. Al respecto, vase el reciente libro
a publicar por el joven historiador Matas Ortiz (2014).
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Al adherir a la distincin de lo poltico y la poltica, Grez contribuye a reintroducir aquel excepcionalismo de la matriz estatal y jurdica; la valiente historiografa
en la que muestra que solo las luchas de los oprimidos interrumpen el permanente
funcionamiento del derecho en favor de los dominadores, sufre un desliz al privilegiar la comparacin confrontacional con Salazar en vez de la evidente posibilidad
de articulacin mediante un trabajo terico a la vez ms fino y ms radical.
5. Subalternidad, insurreccin y hegemona. Una nocin incompleta de biopoder
(a)
Gayatri Chakravorty Spivak (historiadora tambin india que ha trabajado con el
antes mencionado Ranahit Guha) ha llevado toda la cuestin de las condensaciones del poder a un terreno terico que podra coincidir con el de los crticos
de la historia desde abajo. La autora denuncia que el extravagante fenmeno del
maosmo intelectual francs (Spivak, 1999: 760-1) paradojalmente filiado con
la huella mariateguista libertaria que seguimos en este artculo recae profundamente en lo que dice combatir: la idea de un sujeto soberano, que, en el caso del
dilogo entre Foucault y Deleuze citado en parte en la pgina 121 de este artculo,
correspondera a los trabajadores. As, para Spivak la referencia por parte de
Deleuze a la lucha de los trabajadores resulta, de igual modo, problemtica; se trata, evidentemente, de una genuflexin (Spivak, 1999: 761), gesto que impedira
a los autores darse cuenta que en su propio discurso el sujeto emprico, el sujeto
intencional, el yo inclusive, deben asumirse constantemente en clculos radicales
(Spivak, 1999: 765). Todo lo que Spivak plantea aqu tiene relacin con el lugar
que el concepto de ideologa pasa a ocupar en esa huella de la que hemos hablado.
Ya que estos filsofos parecen estar obligados a rechazar todos los argumentos que
nombren el concepto de ideologa, al considerarlos esquemticos ms que textuales,
de igual manera se ven obligados a establecer una oposicin mecnicamente esque-
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En esta dimensin es donde el poder revela la otra cara de su difuminacin social, angulando otra respuesta para lo que al comienzo de este trabajo consideramos
como una pregunta ontolgica relevante para las memorias revolucionarias12: el
poder est en todas partes, partiendo por los cuerpos portadores de vida; pero no
en todas partes puede funcionar como dominacin. Como de otras formas hemos
planteado en variados pasajes de este trabajo, siempre antes de la dominacin hay
algo a dominar, y no se puede emprender la derrota de la dominacin sin haber
considerado ese algo, ese saber-poder en estado de potencia que exige ser reconocido como inicio de un escrutinio rigurosamente poltico. Tampoco se trata de
reducir toda la poltica a ese algo informe. Justamente para evitar la extenuacin de
una poltica revolucionaria, se requiere un eterno retorno, un movimiento helicoidal como el concebido por Vico, que, en sus diversas escalas, pase una y otra vez
por todos esos puntos que anteceden a la dominacin. En este punto ya bastante
ms elaborado tambin se produce el encuentro entre los trabajos de Salazar y los
de Foucault:
el pueblo que hace historia no consiste slo en los sin-propiedad atacando a los conpropiedad, los sin-estado utilizando el estado de otros, los que son nada destruyendo [a] los que son todo (...) el pueblo no est forzado a ocupar slo los espacios (...)
12
Recordamos parte del prrafo: en qu consiste histricamente aquella fuerza que arrastra a la dominacin
hasta el punto de sus contradicciones internas? o qu provoca las mutaciones en un orden cuya tendencia basal es
la reproduccin? Si los rdenes de dominacin se suceden para abolir cada vez ms eficazmente la fuerza comn
de las muchedumbres es acaso que esta sucesin obedece a un impulso de eterno auto-perfeccionamiento fundamentalmente interior al orden dominante? (Supra).
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apropiados de su enemigo, sino, fundamentalmente, los espacios libres e inalienables del pueblo mismo. Es decir, no debe trabajar tanto o slo la idea de expropiar al
enemigo, como el desarrollo de su propia afirmacin como pueblo (...) lo que significa iniciar la construccin de la sociedad popular hoy. (Salazar & AR, 1982: 7 y 8).
[] lo que los intelectuales han descubierto despus de la avalancha reciente, es que
las masas no tienen necesidad de ellos para saber, saben claramente, perfectamente,
mucho mejor que ellos; y lo afirman extremadamente bien. Pero existe un sistema
de poder que obstaculiza, que prohbe, que invalida ese discurso y ese saber (...)
ellos mismos, intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la idea que son
los agentes de la conciencia y del discurso pertenece a este sistema. (Foucault &
Deleuze, 1972: 79).
Pero Spivak lee aqu una nueva suplantacin: intelectuales que hablan por el
subalterno en lugar de ste precisamente en el acto de plantear que el subalterno puede hablar por s mismo. A pesar de su punto de partida derridiano en el
momento en que surge la cuestin cmo no hablar? (how to avoid speaking?), es
ya demasiado tarde [] el lenguaje ha comenzado sin nosotros, en nosotros antes
que nosotros (Derrida, 1989: 13) Spivak pasa por alto la hendidura del lenguaje que hace agradable hablar como todo el mundo y decir el sol sale, cuando
todos sabemos que es una manera de hablar (Deleuze & Guattari, 2004: 9) y
prefiere intentar una huella propia, la huella de un esencialismo estratgico en el que,
sin embargo, la plebe deja de estar libertariamente definida al lado de las fuerzas
descodificadas y en nombre de una teora de la ideologa (tomando esta categora
por el summum del marxismo) vuelve el subalterno a aparecer como medida de
dispersin de un orden anterior, el orden de la lite
En los estudios sobre el subalterno, a causa de la violencia en la inscripcin imperialista, epistmica, social y disciplinaria, un proyecto entendido en trminos esencialistas debe circular en una radical prctica textual de las diferencias. El objeto de
la investigacin del grupo, ni siquiera en el caso de la gente como tal, sino en el de
la flotante zona intermedia de la elite-subalterna regional, es una desviacin de un
ideal la gente o subalterno que est, l mismo, definido como una diferencia de
la elite. La investigacin se orienta hacia esta estructura, un predicamento bastante
diferente de la autodiagnosticada transparencia del intelectual radical del Primer
Mundo. (Spivak, 1999: 785-6).
Para nosotros es bastante claro que formulaciones como las de Mao iniciando
la fallida revolucin cultural, o las formulaciones de la educacin popular, o las de
la investigacin accin latinoamericana, o las de los estudios subalternos, dejan un
plano abierto (esa hendidura de lo inasible en el lenguaje) que indica la continuidad de la poltica; pues nadie ha dicho que por formular el lugar de la plebe en el
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La agencia de clase total (si existiera tal cosa) indica Spivak no constituye una transformacin ideolgica
de la consciousness a nivel cero, una identidad deseosa de agentes y los intereses de stos, o sea, la identidad cuya
ausencia preocupa a Foucault y a Deleuze. Es una sustitucin contestataria, as como una apropiacin (un complemento) de algo que, para empezar, resulta artificial: condiciones econmicas, as como de existencia que separan
su forma de vida. Las formulaciones de Marx muestran un respeto cauteloso por la naciente crtica al individuo y
a la agencia de la subjetividad colectiva. El proyecto para formar una consciousness de clase y la transformacin de
la consciousness son, para l, procesos discontinuos. El anlogo actual sera la alfabetizacin trasnacional como
opuesto al potencial movilizador del culturalismo no examinado. De manera contraria, las invocaciones contemporneas a la economa de la libido, as como el deseo, al igual que el inters determinante, combinados con la
poltica prctica de los oprimidos (bajo el capital socializado) que hablan por s mismos, restauran la categora de
un sujeto soberano dentro de la misma teora que ms profundamente parece cuestionarlo (Spivak, 1999: 776).
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Esta consideracin sobre que los grupos subalternos lo son incluso en los momentos de insurgencia y que, aun en estos momentos, contestan las iniciativas de
los grupos dominantes, puede conciliarse con nuestras observaciones previas, cuando ms adelante Gramsci seala que la funcionalidad de una insurgencia no bien
calibrada es, precisamente, el reforzamiento de la unidad de la clase dominante en
el Estado. La unidad histrica de las clases dirigentes se realiza en el Estado ()
pero no hay que creer que tal unidad sea puramente jurdica y poltica, aunque esa
forma de unidad tenga su importancia y no solamente formal: la unidad fundamental,
por su concrecin, es el resultado de las relaciones orgnicas entre Estado o sociedad
poltica y sociedad civil. (Modenessi, 2010: 34).
Esta consideracin de la hegemona como el espacio de articulacin del consenso entre sociedad civil y Estado est en la base de la lectura acomodaticia de la
sociologa transitolgica chilena y de la lectura a medias que realizan la renovacin socialista de la dimensin del reconocimiento, en desmedro de las prcticas
de fuerza. El sostenimiento de una lectura a medias de la hegemona, basada slo
en la dimensin del reconocimiento, como direccin tico-moral en el campo de
la sociedad civil, en oposicin a la accin coactiva del aparato de estado, justifica
una lectura socialdemcrata y una posicin autonomista radical. En el caso de
la lectura socialdemcrata, la consideracin del campo del reconocimiento como
espacio de la generacin de lo especficamente poltico, lleva a desalojar las prcticas de fuerzas como elementos de politizacin y favorece el desplazamiento del
antagonismo como un elemento propio de la politizacin subalterna. As, frente
a la inmunizacin de la violencia de la vida por accin del derecho, se nos presenta la inmunizacin de las prcticas de la politizacin subalterna en las mismas
instituciones que busca criticar. Se constituye en una negacin de las formas de
vida humilde que insurgen la ordenacin del derecho, porque su campo poltico
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En el caso de Gabriel Salazar, esta apora ingresa inadvertidamente en su concepcin de la subjetividad subalterna, de la Ciencia Poltica Popular y en su
nocin de Poder Popular Constituyente. Cuando Salazar analiza la subjetividad
subalterna se deprende la identificacin de una identidad originaria que se acopla
a la conciencia social y que, si bien se cruza con la huella mariateguista libertaria,
redunda en una apreciacin humanista. La conciencia social e identidad del bajo
pueblo tiende as a girar en crculos en torno a una misma y larga identidad, cargndose una y otra vez de energa rebelde (Salazar, 2009a: 141). Punto de vista
que luego reitera en otro trabajo: La memoria social gir sobre s misma, movindose desde la identidad de supervivencia (a la dictadura neoliberal) a la convivencia autnoma y reproyeccin histrica (durante la democracia neoliberal) (Salazar,
2009b: 162). Y con mayor nfasis al momento de comprender la historicidad de
las acciones del bajo pueblo durante los ochenta:
() la sptima etapa es aquella que se inicia con el desencanto y el no estar ni
ah, y contina con el desarrollo cultural, lento y progresivo, de las autonomas
identitarias y proyectuales que se venan fraguando desde que se hizo (brutalmente)
evidente al desocializacin del Estado y la no solidaridad del mercado. Ese desarrollo tiene, sin duda, muchas facetas. La que interesa aqu es, sobre todo, la tendencia
de los grupos populares no slo a dejar registro oral y escrito de sus testimonios individuales, sino a investigar y sistematizar sus recuerdos colectivos. Pues esa tendencia
revela su conciencia de que, ahora, ellos estn en la historia, que son sujetos ya actores de ella y que son constructores de la realidad inmediata de sus vidas () Saben
que su capacidad para construir su propia realidad pone de relieve, de un modo u
otro, su poder social e histrico. La conciencia de ese poder, por mnimo y personal
que sea, ha acrecentado su asertividad cultural, de un lado, y de otro, ha acentuado
su autonoma y su desinters al sistema democrtico vigente (Salazar, 2009 b: 162).
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Cabe sealar, eso s, que esta entrada desde una ptica humanista no obstaculiza
la empresa de la historiografa de Salazar, como bien demostraremos ms adelante.
Reconocer sus lmites es tambin al mismo tiempo reconocer sus aciertos, para
proyectarlos en una perspectiva crtico-poltica. Nos permite reconocer el lugar de
estas relaciones que anteceden todo orden como lugar de relaciones de biopoder
historizadas.
6. biopoder: el poder del pueblo como fuerza de ruptura
Mientras en Chile Grez ha blandido el concepto de La Poltica sin considerar sus
planos siempre incompletos y, de este modo, ha permanecido ms cerca de las
reacciones tipo PC, Spivak aborda esta incompletitud sin nombrar La Poltica. Uno
de sus problemas compartidos consiste en imputarle a las nociones del poder descentrado la pretensin de una politizacin inmediata. Por el contrario, advertimos
que autores como Foucault, con su concepto de biopoltica, o Deleuze & Guattari,
con el de micropoltica, e incluso Salazar (1990) con el de Ciencia Poltica Popular,
no aspiran a una definicin general de La Poltica, sino que describen, ora determinadas inflexiones histricamente acontecidas en ella, ora la misma inalienabilidad
social de su operatoria que ya en La cuestin Juda Marx haba proclamado como
genuino horizonte de emancipacin.
Slo cuando el hombre individual real recobra en s al ciudadano abstracto y se
convierte, como hombre individual, en ser genrico, en su trabajo individual y en sus
relaciones individuales; slo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus forces propres como fuerzas sociales y cuando, por tanto, no desglosa ya de s la fuerza
social bajo la forma de fuerza poltica, slo entonces se lleva a cabo la emancipacin
humana. (Marx, 1844: online sin paginar. Todos los destacados son nuestros).
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Es en las vicisitudes del orden social ateniense donde Rancire ubica las contradicciones que a la larga determinan la poltica como una eventualidad, y no como
una constante derivada de la administracin pblico-estatal o de las relaciones de
poder. En Atenas el orden que crea a las clases sociales lo hace sobre el principio
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de que existiran partes o grupos sociales a los que, en justicia, les corresponderan
retribuciones diferenciadas, dadas sus tambin diferenciadas axiai (propiedades
o funciones): Aristteles enumera tres [de estas axiai]: la riqueza de los pocos (los
oligoi); la virtud o la excelencia (aret) que da su nombre a los mejores (aristoi); y
la libertad (la eleutheria) que pertenece al pueblo (demos) (Rancire, 1996: 19). El
cuerpo social ateniense tendra entonces sus rganos definidos. Lo que cada uno de
estos rganos puede o no hacer sera la materia de la justicia; lo justo sera que cada
uno de ellos no tome ms de lo que corresponde de las cosas ventajosas ni menos
de las desventajosas (Rancire, 1996:18), lo que a su vez supondra medir en una
misma escala la capacidad poltica de estas tres distintas propiedades o axiai. Pero,
en tal sentido, solo la riqueza se presta a una medida clara y de base aritmtica, por
lo que finalmente los aristoi y los oligoi convocan conjuntamente este principio
en trminos de ser la gente de bien por contraposicin a la gente comn que no
tiene bienes.
Por su parte, la libertad del demos es una propiedad claramente vaca y que
se establece por negacin: lo propio del demos ateniense no es su libertad por la
simple autoctona. El demos no es libre por haber nacido en Atenas, sino porque
el legislador Soln aboli la esclavitud por deudas; es decir que el demos es libre
no por una cualidad endgena afirmativa, sino que sencillamente es libre porque a
los ricos NO les bast con su poder de tales para reducir al demos a la esclavitud.
La axiai o propiedad propuesta al demos para allegarlo al orden no presenta solo el
gran inconveniente de consistir en una libertad vaca (libre para gozar de qu?),
sino que paradjicamente no le es algo propio (la paradoja consiste entonces en ser
una propiedad impropia), pues se trata ante todo del resultado de unas luchas colectivas, de un logro comn, donde lo comn opera como el antagnico radical de lo
propio. Aun vaca, la libertad es para el demos lo que modernamente llamaramos
una conquista social, es decir, un cambio agenciado por el desacuerdo y el litigio
expropiativo. Como toda conquista social, la libertad vaca del demos es a la vez
un punto de llegada y una base para nuevas luchas sociales. Se trata en rigor de la
Ruptura Democrtica en la que se inscribe nuestra huella mariateguista libertaria.
En este caso paradigmtico, la Ruptura Democrtica implicada en la libertad del
demos abre hacia dos tipos luchas que a nuestro juicio componen la poltica incluso
ms all de la distincin con la polica propuesta por Rancire:
a) Unas luchas contrahechas en tanto intentan apropiarse de contenidos para esa
libertad, lo que implica aceptar el carcter de concesin realizada por los dominadores. Corresponde a los casos en que el demos se asume como pueblonacin definido por la soberana de un estado y compuesto de subpartes,
cada una de las cuales reivindica ante el soberano sus derechos a una mejor
parte.
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Desde el punto de vista anterior, y volviendo sobre autores actualmente constituidos en blanco del progresismo acadmico norteamericano, se puede plantear
que la plebe, o muchedumbre humilde, constituye el Cuerpo Sin rganos de la poltica; donde cuerpo implicara por oposicin a espritu o esencia un conjunto de
fuerzas histrico materiales inmanentes (no determinadas por nada exterior a sus
propias afectaciones recprocas; en cierto sentido, lo contrario a la trascendencia)
(Deleuze & Guattari, 2004). Que este cuerpo carezca de rganos no implica castracin o impotencia, sino, todo lo contrario, significa que sus partes no se definen
por funciones preasignadas, por axiomas naturalizados. En lenguaje sociolgico
se dira que la expresin Sin rganos equivale al grado cero de la diferenciacin
funcional.
De la plebe o muchedumbre humilde, as como de la humanidad, se suelen decir muchas cosas: que es el lobo de s misma; que sus lmites son tales o cuales; que
puede esto, pero no aquello. Por ejemplo: que puede luchar contra una dictadura,
pero que no puede construir una democracia; que su ethos permite el arma de la
crtica, pero no la crtica de las armas. O se ha dicho lo contrario: que la plebe o
muchedumbre humilde contiene en s misma la democracia absoluta; que la humanidad est naturalmente impulsada a la armona y la solidaridad (solo reprimida
por una dominacin contra natura); que la violencia plebeya siempre abre paso a
una convivencia ms justa. Pero cuando la herencia de las luchas revolucionarias,
especialmente del MIR en el caso chileno, nos muestra a la plebe como el Cuerpo
Sin rganos de la poltica, se comprende que sta es una fuerza de subjetivacin
abierta, potente, indeterminada, capaz de dar lugar a las historias ms imprevisibles: desde el fascismo hasta la revolucin popular. No es que la plebe tenga ya
formado el saber de este cambio, pero, en tanto fuerza descodificada, solo en ella
puede formarse tal saber y romper el orden sucesivo del capital. Pero para ello
requiere lucidez, audacia y poltica, sobre movimientos orgnicos y ejes polticoreivindicativos.
Como Cuerpo Sin rganos, la muchedumbre humilde es la nica fuente segura
de radicalidad para una Ruptura Democrtica que no dejar de dirigir demandas
a los poderes constituidos y arrancarle conquistas al rgano financiero del cuerpo
capitalista. Estos procesos toman la forma indicada, sencillamente porque la heterogeneidad de fuerzas que forman la plebe (naturales, tcnicas, subjetivas, simblicas, csmicas) comprenden a sujetas y sujetos de carne y hueso que no comen
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conceptos revolucionarios, ni se arropan con tesis contra-excepcionalistas. En cualquier caso, una gestin revolucionaria de estas demandas y conquistas negociadas,
no solo debe construir su centralidad estratgica en la potencia de fuga y ruptura
institucional de la muchedumbre humilde, sino que adems debe conocer a cabalidad cientficamente las axiomticas (aparatos de re-captura) de la formacin
social capitalista imperante.
Por lo anterior, la teora revolucionaria (las armas de la crtica) debe generar
las reglas concretas y contingentes para extraer permanentemente desde el fondo
catico, desorganizado y humilde del Cuerpo Sin rganos plebeyo, las fuerzas que
arrastren los procesos polticos fuera del orden y de las axiomticas del capital; en
una larga marcha donde la vida abandona su modo de singularizacin individual
y lo proyecta hacia las formas de estar-en-comn (devenir comunista). Esto quiere
decir que la Ruptura Democrtica tambin implica deshacer involutivamente las
intiles complejidades de la sociedad contempornea (todos esos valores de cambio sin valor de uso que hoy estructuran la vida social). No solo romper la jaula de
hierro burocrtica para reencantar el mundo (cuestin que el capital ya ha encargado, respectivamente, al toyotismo y a la espectacularizacin del consumo), sino
aprovechar el desarrollo de las fuerzas productivas contemporneas para vivir con el
mnimo orden (diferenciacin funcional) posible, deviniendo en distintas direcciones minoritarias: la naturaleza en humanidad, la humanidad en tcnica, la tcnica
en naturaleza, la sensacin en lgica, la razn en intuicin, el humano en animal, el
hombre en mujer, el animal en humano, la sociedad de masas en manada de lobos
(donde cada cual compone el todo de una manera que potencia su singularidad).
Incorporarnos a un flujo en el que la prdida es parte del goce, en el que la angustia
por la finitud de la existencia individual se mitiga exponindose al contagio infinito
de todas las existencias.
Esto es absolutamente lo contrario de un relativismo, o de la panoplia posmoderna del todo vale, pues se trata de una forma de vida que al abandonar los
universales, los trascendentales, las metafsicas y las onto-teologas, debe, a cambio,
discernir entre el mal y el bien de modo permanente y mediante reglas contingentemente concretas (Agamben, 2003). Nada ni nadie queda ajeno a ese discernimiento continuamente reglado desde lo concreto, ni la nomenklatura del partido,
ni los pontfices religiosos, pues, por monumentales que sean sus obras de bien,
nada asegura que su siguiente paso ser correcto, no hay certeza de que no conducir a una codificacin dolorosa y opresiva. En la humildad se comprende que nada
es seguro ni perdurable, por eso all se aprende a resguardar la vida a cada instante,
esa es la rebelda que no podemos dejar de historiar. Proyectar este saber-memoria
de la plebe o muchedumbre humilde sobre una transicin socialista hacia el porvenir, es el urgente desafo de la herencia y la invencin revolucionarias. Podemos
concluir que, considerada en s misma, la rebelda no basta para que haya poltica,
pero tampoco bastan las distribuciones del poder soberano para hacer emerger
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Resumen
El artculo indaga en la emergencia de la figura del toxicmano como un sujeto peligroso que requiere intervencin teraputica. A travs de la revisin de los discursos psiquitricos, farmacuticos
y mdico legales que en la primera mitad del XX construyeron la actual comprensin del uso de
drogas como adiccin y enfermedad en Chile, insertaremos tal configuracin en el anlisis sobre la
economa poltica del cuerpo, determinando las articulaciones discursivas que incluyen el uso de
drogas como Enfermedades de Trascendencia Social.
Palabras clave: Biopoltica, toxicomana, Enfermedades de Trascendencia Social, individuo peligroso.
Abstract
The article explores the emergence of the figure of the drug addict as a dangerous subject requiring
therapeutic intervention. Through the review of the legal psychiatric, pharmaceutical and medical
discourses in the first half of the twentieth, built the current understanding of drug use and addiction like disease in Chile, insert such a configuration in the analysis of the political economy of
the body, identifying discursive articulations which include the use of drugs such Diseases Social
Significance.
Keywords: Biopolitics, toxicomany, Diseases Social Significance, dangerous subject, criminal behavior.
Recibido: 08.01.14. Aceptado: 07.07.14.
Introduccin
La actual comprensin del uso de vehculos de ebriedad est determinada por un
discurso mdico-teraputico, que concibe el cuerpo de los usuarios de sustancias
1
Editor Periodstico El Ciudadano & Maestrando en Historia de las Ciencias de la Salud, Casa Oswaldo
Cruz, Fiocruz, Brasil. E-mail: vervigracia@gmail.com
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declaradas ilcitas como un enfermo a rehabilitar. Sustentada en la nocin de drogodependencia, esta patologizacin de la experiencia ebria conlleva un imaginario
asociado de peligrosidad social de estos comportamientos.
Desde un anlisis histrico-discursivo revisaremos los discursos sobre la toxicomana en su momento de emergencia e interrogaremos la economa que conceptualiz el uso de drogas como dominio de saber posible para la psiquiatra.
Adems determinaremos la conexin entre la comprensin de las diferentes formas
de ebriedad con la biopoltica de las poblaciones ocurrida durante la primera mitad
del siglo XX en Chile. Para ello se van a dilucidar los sustentos epistemolgicos
que configuraron en los relatos mdico legales del periodo la peligrosidad de los
usuarios de drogas.
Revisaremos los discursos mdicos y jurdicos que configuran a un sujeto toxicmano en Chile y que confluyen para que en 1954 ste sea incluido como objeto
de intervencin en la Ley de Estados Antisociales, legislacin en la que adquiere
densidad normativa una discusin iniciada a fines del siglo XIX sobre comportamientos a intervenir por las instituciones y agentes normalizadores.
La construccin del fenmeno de uso de drogas como patologa no corresponde
a una sola rea del saber. En el proceso entran en dilogo diferentes saberes, como la
medicina, la psiquiatra, la qumica y farmacia; as como tambin la Medicina Legal
y el Derecho. Para englobar todos estos discursos usaremos la nocin foucaultiana de
formaciones discursivas, las que hacen referencia a una serie de discursos que no necesariamente obedecen a una disciplina cerrada o un campo de saber homogneo, pero
que s aluden a una inteligibilidad coherente de un fenmeno (Murillo, 1997: 34).
1. Proceso de medicalizacin y el cuerpo del pueblo
El proceso de medicalizacin social iniciado a fines del siglo XIX conlleva que el
estamento teraputico pasa a controlar una esfera cada vez mayor del cuerpo de los
sujetos. Sustentado en los descubrimientos en microbiologa y el xito en el control de enfermedades infecciosas a partir de intervenciones biomdicas, se trata de
un fenmeno que incluye diversos proceso histricos de largo alcance, y a travs
del cual podemos detectar que mbitos cada vez ms amplios de la vida personal
y social de la gente van siendo objeto de preocupacin, estudio, orientacin, y en
definitiva, control, por parte de la corporacin mdica (Roman, 199: 39).
Este proceso conlleva que las conductas de los sujetos ahora son inteligibilizadas
desde perspectivas mdico-sanitarias, tarea en la cual la psiquiatra tuvo un rol capital como saber normalizador de las conductas. Ya no se trata slo de enfermedades
biolgicas, sino que por sobre todo de un nuevo modelo de paciente, que se vuelve
objeto ante la mirada del mdico; ser el objeto de una tecnologa y un saber de
reparacin, readaptacin, reinsercin, correccin (Foucault, 1999: 34).
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cre anexo al open door un Instituto de Toxicmanos con capacidad para unas
cien personas y en 1943 es inaugurado el Instituto de Reeducacin Mental (IRM)
en el Hospital el Peral en las afueras de Santiago, espacio destinado en especfico a
alcohlicos y toxicmanos.
La mirada mdica que se posa sobre el alcohlico va construyendo una descripcin nosogrfica que acabar por relacionar ebriedad y locura, y erigir en el estado
denominado como delirium tremens el eje integrador de la psicosis alcohlica
(Fernndez, 2009). Los discursos sobre el alcoholismo, tambin llamado dipsomana, son solidarios con las ideas eugensicas en boga en la poca y establecen una
relacin entre el alcoholismo y la locura.
El cuerpo de los alcohlicos ser para el ideal normativo una metfora de la gran
enfermedad. Un texto de Medicina Legal de la primera dcada del siglo XX dice
que la repeticin incesante de tales injestiones, provoca alteraciones orgnicas i
fisioljicas, que descubren la segunda etapa del alcoholizado, o sea el alcoholismo
agudo. La dipsomana se caracteriza por los hondos desarreglos de la mente del
individuo, por una especie de embriaguez patoljica que altera el sistema nervioso,
las facultades sensitivas i que, en sus ltimos eslabones, dejenera en parlisis (Labra, 1910: 6).
El estadio final del relato mdico sobre la ebriedad ser el delirium tremens, estado final de la locura y antesala de la muerte. La muerte funciona entonces como
camino opuesto a la sujecin a los ideales normativos. Ser la amenaza irrenunciable para este tipo de cuerpos disolutos.
El alcoholismo tambin ser enemigo de la raza y causa de ruina econmica para
la nacin, por lo que exigir las primeras medidas de profilaxia social contra un
embriagante, las que sern ms tarde reproducidas en la gestin de la toxicomana.
As despertar en el imaginario social una cruzada contra un vicio determinado,
con sus correspondientes tecnologas de terapia y control.
3. Descripcin del toxicmano en la clnica
El primer informe de necesidad artificial de morfina fue hecho por Lhr en 1872,
aunque va a ser L. Levinstein en 1879 quien haga la descripcin clnica de un caso
y en 1894 aplicar el trmino morfinismo para describir 110 casos de usuarios del
derivado del opio. A la par, F. A. Erlenmeyer, neuropsiquiatra viens, lanza en 1885
un anatema contra el uso mdico de la cocana, antes celebrada por Sigmund Freud
en Uber Coca (Freud, 1884). Erlenmeyer dir que el uso del derivado de la coca es
el tercer azote de la humanidad (Escohotado, 1999: 427).
La descripcin del toxicmano se construir usando el molde de la descripcin
del alcohlico. En 1887 la Revista Mdica de Chile publica la primera referencia a
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como una conducta peligrosa para el conjunto social, tal como lo haban hecho
desde fines del siglo XIX con el alcoholismo. Esta nueva comprensin de la ebriedad es heredera de las tesis eugensicas, la frenologa lombrosiana y del modelo de
Higiene Mental2 (Becerra, 2009).
La toxicomana es as comprendida como sntoma y causa de crisis social. Tras
describirla en la clnica como una enfermedad biolgica, los discursos mdico legales la conceptualizan tambin como una enfermedad social con graves efectos
para el porvenir de la raza y la integridad de la nacin, cobrando nocin de verdad
ya en una escala social la idea mdica de que el uso de embriagantes fuera de la
competencia y control del estamento teraputico conlleva peligrosos efectos. Ya no
se trata de un dao circunscrito al cuerpo del adicto, sino que tambin se acusa su
peligrosidad para la comunidad. A su vez, los discursos preocupados de fundar un
ordenamiento para una nacin tendrn en la figura del toxicmano una metfora
de la conducta socialmente indcil.
Esta articulacin ver en el uso de embriagantes una de las causas de ruina
econmica personal, familiar y nacional; provocar peligro a la descendencia; ser
contagiosa y fuente de delincuencia. As, el combate a las drogas ya no slo se jugar en el territorio del cuerpo de los adictos, sino que exigir medidas en el conjunto
social. Francisco Hernndez dice que los usuarios de drogas son plagas funestas de
la civilizacin actual (...) el narcmano, desnutrido, intoxicado y amoral, es por lo
comn un holgazn delincuente, engendra hijos degenerados y sucumbe prematuramente o de cualquiera enfermedad que hace presa fcil de su organismo abatido
por el veneno (Hernndez, 1943: 7).
Un tesista jurdico sintetiza a fines de la dcada del 30 la constelacin de peligros
que conlleva el uso de embriagantes: El toxicmano es un motivo de inquietud
para la sociedad. Aunque su estado de peligrosidad vara en cada caso y circunstancias, podemos decir, en general, que es un candidato al delito. Hemos visto, adems,
el peligro que representan estos sujetos en el ambiente social, debido a su tendencia
a hacer proslitos, a propagar su propio vicio. El toxicmano, puede decirse, es un
foco de contaminacin que conviene eliminar. Por otra parte, es un factor de degeneracin de la raza, de debilitamiento de la unidad moral de la familia; sus descendientes llevan impresas en su psiquis y en su fsico, las taras que l les deja a ttulo de
herencia y contra las cuales no hay medios para luchar (Zelada, 1939: 21).
2
La Higiene Mental es un discurso basado en los postulados eugensicos que postula que la desviacin social
tiene explicaciones biolgicas, por lo que su prevencin debe ser agenciada por la Psiquiatra. Su padre fundador es
Clifford Beers (Estados Unidos, 1908). En la dcada del 20 circula con fuerza en Amrica Latina. Salvador Allende
en su tesis titulada Higiene Mental y Delincuencia, la define como el saber que tiene por objeto la prevencin,
curacin y vigilancia profilctica de los individuos que por sus alteraciones neuro y psicopticas constituyen una
entidad desarmnica en nuestro medio social. Es decir, abarca al individuo y a la colectividad (Allende, [1933]
2005: 14).
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en que vive, o bien, individuos de constitucin dbil con predisposicin a innumerables enfermedades (Ureta, 1937: 53).
Los peligros tambin sern sealados en el vnculo familiar: Qu puede esperarse de un matrimonio en que uno o ambos cnyuges son toxicmanos? En
primer lugar, sobre todo si el marido es el enfermo, se observar en l la falta del
sentido moral para el mantenimiento de una institucin que, en la actualidad, es
la base de la organizacin social; se observar, adems, en las clases que necesitan
de su trabajo para vivir, un dficit econmico poco propicio para el conveniente
desarrollo de la familia, y habr, por ltimo, un constante peligro de tener una
descendencia tarada (Ureta, 1937: 19).
El toxicmano as, no slo produce la ruina econmica de su pas, sino que
afectar su proyeccin futura. Una economa de los cuerpos que se conecta en tanto
fuerza til e influjo normativo. Para la sociedad de normalizacin el toxicmano es
el fantasma de la prdida, por lo tanto se exige intervencin cuando el horizonte es
consolidar una fecunda economa patria.
5.2. La toxicomana como Enfermedad de Trascendencia Social
Las Enfermedades de Trascendencia Social (ETS) son las que segn los discursos
mdicos y jurdicos de las primeras dcadas del siglo XX afectan no slo el cuerpo
de los individuos, sino que el conjunto social. La nocin de ETS tiene su origen en
las discusiones sobre las medidas de higiene a implementar luego de las epidemias
de clera de la segunda mitad del siglo XIX. En 1892, cuando se crea el Instituto
de Higiene, se enumeraban entre las plagas que azotaban a Chile la viruela, la influenza, el sarampin y el alcoholismo (RMCH, 1892:295). En la dcada del 20
se les denomina enemigos de la raza o grandes plagas nacionales al alcoholismo,
la tuberculosis y la sfilis (Praedel, 1926: 62).
Esta comprensin conllevar el uso de metforas militares a la hora de referirse
a las enfermedades, convirtindose el trabajo teraputico en una cruzada contra
un adversario biolgico. No en vano el doctor Lucas Sierra llamaba en La Reforma
Sanitaria (1924) a la creacin de un frente nico con un estado mayor bien organizado y a las rdenes de un solo jefe supremo, el Director de Sanidad para luchar
contra los ms sutiles y encarnizados enemigos del hombre (Illanes, 1993: 210).
Esta idea de la plaga a extirpar ser la que trascienda al imaginario social como
si fuese una cruzada, segn los refleja el reportaje Como se repite la historia, publicado por la revista Zig Zag en 1920 sobre el alcoholismo: Sobre la base universal
del sentimiento patrio, con la direccin que nadie discute del mtodo cientfico riguroso, se combatir con todas las armas legales, morales, intelectuales y materiales
la triple plaga de la enfermedad social, la peor de todas: la esclavitud blanca, signo
de oprobio y del alcoholismo, fuente de la miseria y abyeccin populares, veneno
de la raza y sentencia mortal para sus futuras generaciones (Illanes, 1993: 171).
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En la dcada siguiente, Arce Molina convida a iniciar una lucha y cruzada contra la locura, la sfilis y el alcoholismo (Arce Molina, 1937: 74). Los agentes de esta
cruzada sern los mdicos, quienes debern combatir a un enemigo subterrneo,
escondido tras diversos rostros, escurridizo y en constante despliegue. Con ellas
la medicina no intervendr slo sobre cuerpos necesitados de cura, sino que consolida su ampliacin a las conductas sociales. Ya no es una medicina de las partes
enfermas, sino que tendr a su cargo, bajo su atenta observacin los fenmenos y
prcticas de la sociedad toda.
A principios de la dcada del 20 la toxicomana ya figura como una ETS. Durante la V Conferencia Internacional Pan-Americana celebrada en Santiago el 28
de marzo de 1923, el representante de Cuba, Dr. Ramos, propone a la Mesa Directiva evitar la propagacin o transmisin de enfermedades y defectos que degeneren
la especie humana, evitar los defectos y las intoxicaciones, como el morfinismo y
el alcoholismo, crear una polica sanitaria y otra de la herencia (Lpez, 1946: 14).
El aporte de los discursos jurdicos que desde la segunda mitad de la dcada
del 30 comparten con la medicina el saber sobre la toxicomana, terminarn por
integrar al uso de embriagantes dentro del universo de anomala social que son
las ETS. As ser indexada la mudanza ebria junto a la prostitucin, la sfilis y la
tuberculosis. Para el conjunto de estas anomalas se exigirn tcnicas especficas de
intervencin. En 1937, un mdico llama a la declaracin obligatoria de estas enfermedades, recomendada antes para los enfermos sifilticos ya que fuera del peligro
de sus reacciones antisociales, existe ese otro, de desparramadores del vicio (Arce
Molina, 1937: 129).
Dos dcadas despus, el mdico Hermes Ahumada, en su Plan Nacional de Defensa de la Salud Mental, llama a integrar a las medidas de higiene general la lucha
antialcohlica, contra las toxicomanas y antivenreas. Dir que esta campaa, que
en otros pases est en la orden del da del saneamiento ambiental, en nuestro pas
est limitada a la existencia de un nmero reducido de toxicmanos. Bien sabemos
que la gran toxicomana chilena es el alcoholismo. El chileno se intoxica con vino
y aguardiente en todas sus capas sociales; y desde hace unos treinta aos algunos
sectores, especialmente de clase media e intelectuales, han tomado el diletantismo
de intoxicarse con estupefacientes (Ahumada,1954: 208).
5.3. Contagio toxicmano
Los peligros antes descritos necesitan una condicin para propagarse. Y en la figura
patologizada del adicto ser inscrita una cualidad propia de enfermedades biolgicas: la nocin de contagio.
La idea de contagio mental fue acuada por el mdico A. Vigouroux, quien
en 1906 sostiene que se trata de los estados orgnicos favorables al contagio son
preponderantemente congnitos, lo que lo hace solidario con las tesis eugensicas
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Resumen
El texto explora el cruce entre relaciones de poder y norma en el trabajo de Michel Foucault, con el
fin de profundizar en la nocin de biopoltica. Para ello analiza el texto La vida de los hombres infames, a la luz de los aportes de Georges Canguilhem acerca del valor productivo de la norma. Con este
fin, se revisa la mecnica de la norma social en tanto creadora de un orden que es a la vez discursivo
y efectivo. Estos hallazgos permiten mostrar cmo Foucault concibe la aplicacin del poder sobre la
vida en vistas a su regulacin y disposicin y, al mismo tiempo, ofrecen la posibilidad de vislumbrar
el modo cmo estas vidas infames que parecen sucumbidas frente al poder, indican un modo de
resistencia frente a su ejercicio.
Palabras clave: Foucault, norma, infamia, poder, vida, resistencia.
Abstract
The text investigates in the relation between the relations of power and the norm in Michel Foucaults work, in order to penetrate into the notion of biopoltica. For it the text analyzes The lives
of the infamous men, in the light of Georges Canguilhems contributions it brings over of the productive value of the norm. With this end, there is checked the mechanics of the social norm while
creative of an order that is simultaneously discursive and effective. These findings allow to show as
Foucault he conceives the application of the power on the life in conference to his regulation and
disposition, and at the same time, they offer the possibility of glimpsing the way as these infamous
lives that seem to be succumbed opposite to the power, indicate a way of resistance opposite to his
exercise.
Keywords: Foucault, norm, infamous, power, life, resistance.
Recibido: 20.03.14. Aceptado: 06.09.14.
Introduccin
Este trabajo intenta una aproximacin inicial a la articulacin que tienen en Foucault las nociones de vida y norma. Desde luego, esta ltima alude a la ya conocida
1
Doctor en Filosofa, Postdoctorando Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Universidad de Santiago de
Chile. E-mail: tuillang@yahoo.com
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y la Bastilla. Se trata, en primer lugar de las rdenes de reclusin con sello real, pero
tambin archivos de polica, registros de hospitales, actas de encarcelamiento, registros de internacin y otros oficios demandas, denuncias, rdenes o informes
(Foucault, 2001: 237), emanados por instituciones cuyo origen nunca sobrepasa
los tres siglos de antigedad.
Para ello Foucault echa mano al documento burdo que arranca de la cotidianeidad institucional, el cual sin guardar aspiracin terica ni cientfica, es un punto
privilegiado para dar cuenta de la conformacin de saberes e instituciones.
Estos fragmentos de existencias (Foucault, 2001: 239) permiten, precisamente, tener noticias sobre personajes cuya desmesura y conducta ha descolocado las
categoras del saber y las instituciones del poder. En cierta medida, Foucault pregunta por cul es la relacin de poder en la que el infame se integra y toma el papel
de opositor por su sola existencia y forma de proceder. Una pregunta que demanda,
por cierto, por el modo en que ello representa un conflicto: He buscado cul era
su razn de ser, a qu instituciones o a qu prctica poltica se referan; intent saber por qu de pronto haba sido tan importante en una sociedad como la nuestra
que estas existencias fuesen <apagadas>. (Foucault, 2001: 239).
Pero al mismo tiempo, la pregunta se dirige al modo como el entramado saberpoder ha ensayado convertir esa existencia en un objeto: cmo, por ejemplo, las
leyes y las ciencias humanas han elaborado una nomenclatura para poder capturar
o al menos etiquetar dichos modos de vida dentro de denominaciones que permitan delimitar la normalidad social? Loco, delincuente, enfermo, son algunas de las
categoras ms primarias y familiares, pero sin embargo, a partir de ellas el saber
cientfico se ha ido poblando de otras etiquetas ms refinadas. Foucault, insistimos, est atento a este movimiento de aparicin o emergencia de un saber que
otorga una posicin dentro del esquema general de enunciados a los modos de
vida anormales: intent averiguar por qu se quiso impedir con tanto celo que
esas pobres mentes vagasen por rutas desconocidas (Foucault, 2001: 238)2.
En todo caso, se trata de sujetos de poder que son tambin objetos de saber y
que toman su fuerza y realidad efectiva de una existencia que los anticipa, de una
vida que, desde luego, los desborda. Su calificativo de infame reposa, precisamente,
en que se trata de vidas de las que no se tiene noticias en primera persona sino nicamente por medio de un vestigio institucional. Su existencia aparece nicamente
a la luz de un registro, de una bitcora, de un informe. Y sin embargo, este modo
salvaje de existir ha sido real y la poca consistencia y definicin que de l se posee
2
Recordemos tambin que el curso del ao 1974-75 dedica sus esfuerzos a la genealoga de la constitucin
de la nocin de <anormalidad>, a partir del cruce de tres figuras: el monstruo humano, el individuo a corregir y
el onanista, de las que se nutren las categoras mdicas de la degeneracin, las formas jurdicas y las polticas de
control familiar. Estos anlisis estn dialogando con la perspectiva histrica que ofrece la nocin de infamia. Cfr.:
Foucault (1998a).
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Canguilhem ha atendido al Nacimiento de la clnica, de 1963, donde Foucault destaca como la mirada del
mdico se vuelve penetrante, en el sentido de liberar una espacialidad nueva, profunda e interior. No se trata
simplemente del acceso a una interioridad ya existente, sino ms bien de una mirada mdica que crea un nuevo rgimen de enunciabilidad que es soporte para una verdad cientfica: [...] este descubrimiento implicaba
a su vez como campo de origen y de manifestacin de la verdad, el espacio discursivo del cadver: el interior
revelado(Foucault, 1990: 275).
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del poder. De esta manera, las vidas infames no son sino el reverso de la captura
primaria que el poder ha hecho de la vida, tanto a un nivel individual como bajo el
rgimen colectivo de la poblacin. Desde luego, es Foucault quien tomar nota del
desarrollo histrico y la sofisticacin administrativa de estos procesos.
Produccin, norma y biopoltica
Para Foucault, esta dimensin operativa de la norma no ha pasado inadvertida
y es materia frtil para un enfoque de las relaciones de poder que enfatiza la productividad ms que la represin y que ofrece convenientes rendimientos para el
anlisis de las prcticas institucionales que se implementan entre los siglos XVIII y
XIX bajo la forma de un poder de normalizacin (Foucault, 1998a). En el curso del
ao 1975, Foucault intenta la pesquisa histrica de los elementos que constituyen
la categora de anormalidad al interior del entramado mdico-jurdico que provee
a la pericia judicial. Adems, el curso sobre Los anormales es ocasin para ir dando
forma a las tesis sobre el poder disciplinario, que otorgan al ejercicio de la norma
un valor protagnico. Ahora bien, para pensar la dimensin positiva finalmente
productiva de la norma, Foucault se acoge precisamente al aporte de Canguilhem,
destacando tanto el proceso global de normalizacin social en el que se inscriben
las instituciones, as como el valor productivo, coercitivo y poltico que adquiere
la norma como principio de calificacin y correccin. Foucault pone en boca de
Canguilhem aquellos elementos que se dirigen a revelar el sentido productivo del
ejercicio del poder. As, el autor repara sobre:
la idea, creo que importante, de que la norma no se define en absoluto como una
ley natural, sino por el papel de exigencia y coercin que es capaz de ejercer con
respecto a los mbitos en que se aplica. La norma, por consiguiente, es portadora
de una pretensin de poder. [...] es un elemento a partir del cual puede fundarse y
legitimarse cierto ejercicio del poder. Concepto polmico, dice Canguilhem. Tal vez
podra decirse poltico. [...] Su funcin no es excluir, rechazar. Al contrario, siempre
est ligada a una tcnica positiva de intervencin y transformacin, a una especie de
proyecto normativo. (Foucault, 1998a: 57)
En definitiva, es la mecnica normativa la que va a servir a Foucault para desarrollar una analtica del poder que brinda atencin ya no a su dimensin restrictiva
sino a su papel productor, tanto de realidad en el orden social, como de verdad,
en el orden del saber. No obstante, Foucault va a ser capaz de percibir cmo esta
racionalidad normativa va a estar disgregada en una multiplicidad de prcticas de
conduccin, direccin y regulacin que ponen en vinculacin el poder ya sea con
personas singulares produciendo al individuo disciplinario como con el colecti-
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vo dando forma a la biopoltica de las poblaciones. Buena parte de las investigaciones que Foucault desarrolla a partir de archivos de entre los siglos XVII al XIX,
tienen esta tonalidad comn4.
La vida infame: la resistencia como otra cara de la historia
En esta perspectiva, aquello que de mano de la historiografa se nombra como infamia, se muestra como la zona de encuentro entre la vida y la norma, en el momento
exacto en que el poder es llevado a construir una nueva gramtica y promover un
cierto orden del discurso que se vierte enteramente sobre los modos de vivir:
Para que algo de esas vidas llegase hasta nosotros fue preciso, por tanto, que un haz
de luz, durante al menos un instante, se posara sobre ellas. Una luz que les vena de
fuera. Lo que las arranc de la noche donde habran podido y quizs debido siempre permanecer, fue su encuentro con el poder; sin este choque ninguna palabra,
sin duda, habra permanecido para recordarnos su fugitiva trayectoria (Foucault,
2001: 240)5.
Es el poder el que echa a andar un discurso que nombra y califica esas existencias
desenfrenadas, decidiendo sobre su identidad, su estatuto e incluso sus vidas: un
trozo de historia que es la expresin tangible de un modo de pensar, y que adems,
evoca una persona distinguida por las relaciones de poder.
Desde luego, sumamente importante es el hecho de que Foucault vislumbra en
estos archivos la reunin y el ensamble entre mecanismos polticos y efectos de
discurso (Foucault, 2001: 244). En efecto, estos breves textos muestran en todo
su patetismo, y sin ninguna reserva de cinismo, el entretejido que forma el poder
y el saber. Primeramente, porque la gran acumulacin de archivos forma parte de
una minuciosa tarea de control y registro de la vida de la poblacin, que persigue
finalmente la regulacin y el ordenamiento de los modos de vida. Los archivos pertenecen, ms menos, a la poca de emergencia e implementacin de la biopoltica,
4
Con todo, debe tenerse presente que Foucault va refinando su anlisis sobre la norma, segn los distintos
modos de aplicacin del poder. En efecto, en el curso de 1977-78, el autor distingue entre la normacin, que
atribuye a los mecanismos disciplinarios individualizantes; y la normalizacin, ms propia de los dispositivos de
seguridad que operan desde una perspectiva biopoltica y que buscan distribuir rangos y promedios en torno a la
norma. Cfr:, Foucault, 2006, p. 74 y siguientes.
5
As, tambin son pertinentes las palabras de Arlette Farge, historiadora que trabaj directamente con Foucault sobre estos archivos, quien muestra que stos son resultado del modo como se inscriben las relaciones de
poder en el cuerpo social cotidiano. De dnde vienen estos personajes de archivo, y qu luz los ilumina? Vienen
del choque con el poder [] El archivo, es decir el sufrimiento de rostros annimos nombrados por el poder,
plegados a sus palabras, pero que escapan continuamente a las definiciones ligadas al querer nombrarlos. Farge,
Arlette, 1996 Michel Foucault y los archivos de la exclusin, op. cit., p. 63.
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acusando una nueva relacin con lo nfimo, con el detalle cotidiano: Nace, para la
vida ordinaria, una nueva puesta en escena (Foucault, 2001: 246).
De esta manera, una infinidad de discursos va dando forma y visibilidad a la
vida diaria, y con ello tambin a las pequeas trasgresiones, a los minsculos desrdenes de conducta: todo un distrito de la anormalidad se configura paulatinamente
de mano de las instituciones de poder. A partir de all, la elaboracin de un saber
acerca de todos estos desvos y complicaciones burdas, se hace necesario. Son estos
distintos saberes los que permitirn, en definitiva, una nueva gestin cientfica
y administrativa del da a da: Nacimiento pues de una inmensa posibilidad
de discursos. Un cierto saber sobre la vida cotidiana encuentra as, al menos, una
parte importante de su origen, y con l, una grilla de inteligibilidad que Occidente
ha emprendido sobre nuestros gestos, sobre nuestras maneras de ser y de actuar
(Foucault, 2001: 248).
De esta forma, los archivos se ofrecen como una suerte de historial de la porfa,
un memorial de los males del mundo y de los pequeos desrdenes de conducta.
En ese sentido son tambin la muestra de un lado oscuro de la historia, la cara
sombra y opaca del progreso y conformacin de la civilizacin, el depsito de los
desechos del orden moderno. En ello radica tambin su valor: los registros por Foucault escogidos estn circunscritos a un momento de institucionalidad emergente,
acusan la torpeza, el descuido, el disparate y la burda arrogancia de una nomenclatura novata y primariamente tcnica, que trata de validar su autoridad y soberana
apelando al bien comn, al orden y al progreso.
Por ahora, sin embargo, slo debemos advertir que las relaciones de poder tienen un rol protagnico en el registro de estas existencias, al punto que parecen
consumirlas y dominarlas totalmente. Foucault afirma que estos personajes cobran
su mayor intensidad en el encuentro mismo con el poder, en su resistencia, en el
modo como luchan con l, intentan reutilizar sus fuerzas o esquivar sus trampas
(Foucault, 2001: 241). Sin embargo, al parecer nada queda de estas vidas sino las
palabras que los mismos registros del poder ofrecen a la mirada del curioso archivista. Lo que resta de dicha resistencia no es ms que el saldo de una bitcora, de
un escrito, de una denuncia. Al parecer, pese al conflicto, el poder siempre gana la
batalla y en la misma letana de su resistencia, las existencias bramantes de los infames han quedado para siempre atrapadas. Es el mismo poder quien los ha llevado
a decirse y el que los ha silenciado en los registros. Simultneamente estos choques
han llevado al poder ms all, obligndolo a forjar un nuevo lenguaje, a elaborar
una nueva categora que finalmente los atrapa y clausura bajo el orden de un saber,
bajo el orden del discurso. Qu valor guardan entonces estos personajes frente a un
poder que los ha enmudecido y derrotado? Hay acaso en ellos alguna capacidad
de resistencia poltica?
A primera vista, la complicidad poder-saber ha hecho de estos personajes un
lugar de cultivo de nociones cientficas, de categoras psicolgicas, criminales, ju-
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diciales y mdicas; en suma, los infames han sido la posibilidad de que la norma se
re-nombre y se ample. As, todo nuevo destello, todo nuevo desvo deber aparecer
ms all de aquellos lmites ya configurados por el poder, todo nuevo extravo deber arrancarse de dichas sintaxis para escapar a la normalizacin. Sin embargo, una
vez ms los linderos se reconfigurarn bautizando los acontecimientos con palabras
oficiales que finalmente los clausuran y domestican.
A partir de este callejn sin salida, Foucault comenzar a vislumbrar una nueva
forma de concebir la resistencia poltica, un nuevo modo de asumir posiciones
frente a las relaciones de poder. Una resistencia que otorga, por cierto, un lugar decisivo a la historia. En efecto, La voluntad de saber daba cuenta de la co-implicancia
necesaria entre fuerzas y resistencia: donde hay poder debe haber algo que se le
opone, y en esa misma medida asecha siempre la posibilidad de una inversin en las
relaciones de poder. Foucault es optimista en 1976 para dar cuenta de este nudo: la
resistencia no es slo una contrapartida, no por eso son engao o promesa necesariamente frustrada (Foucault, 1998b: 117). Al contrario, los focos de resistencia
actuarn: [] encendiendo algunos puntos del cuerpo, ciertos momentos de la
vida, determinados tipos de comportamiento [] rompiendo unidades y suscitando reagrupamientos, abriendo surcos en el interior de los propios individuos,
cortndolos en trozos y remodelndolos, trazando en ellos, en su cuerpo y su alma,
regiones irreducibles (Foucault, 1998b: 117). Como puede observarse, Foucault
incorpora en esta analtica del poder una semntica que supera ampliamente la
nomenclatura de la teora poltica. Cuerpos que resisten, comportamientos encendidos, Foucault parece hablar de una resistencia que se vislumbra no slo en colectividad y que, en ese sentido, se escapa de la poltica organizada y ajustada a un
plan, tal como se ha concebido en el abordaje moderno de la poltica. Al contrario,
Foucault sugiere una resistencia visceral que toma lugar como una in-corporacin
anclada en la vitalidad, enunciada adems, en un lenguaje cercano al utilizado en
La vida de los hombres infames.
Algo desconcertante sucede entonces con la nocin de hombre infame. Por
una parte se evidencia la insignificancia de esas vidas, su minscula relevancia en
trminos histricos, su casi nula oferta como suceso social o poltico. No obstante
Foucault descubre en estos desvos, en estos tropiezos sin valor, un enfrentamiento
patente con el poder que implica, entonces, un coeficiente de resistencia.
Se trata, sin embargo, de una resistencia que no pareciera tener relevancia poltica; la ganancia que puede obtenerse de estas vidas que han hecho hablar y
pronunciarse al poder, parece no ser ms que la inspiracin que puedan ofrecer
a un descubridor lejano. Pero en ese mismo movimiento se advierte un tiempo
histrico un presente que se rompe en un antes y un despus; un curso histrico
que es atravesado por un acontecimiento, por un hecho infame carente de testigos,
pero que a la luz de la genealoga se convertir en un punto de referencia para hacer una lectura distinta del pasado y un relato indito para el propio presente. Se
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Luego, es a partir del ejercicio de un poder que se entromete en el modo de vivir que hace de la vida un blanco primordial de regulacin y normalizacin, que
se vislumbra la potencia de la vida para resistir y trasgredir tras la mscara de una
vida singular, que sin escapar al poder, es capaz de torcer sus efectos y mecanismos.
Se trata de una nocin inagotable que permite experimentar toda la severidad
de la filosofa de Foucault: un pensamiento que interroga la constitucin histrica
de una modernidad a partir de lo que se ha desechado, elidido, rechazado y reprimido. No obstante, cuando el pensar se deja remecer por estos acontecimientos
mnimos pero incalculables, se libera el dominio de la subjetivacin como una
tercera dimensin que se evade de la aparente captura de los juegos de saber-poder.
De esta forma, es el distrito de la subjetividad aquel que marca una lnea de fuga
respecto al poder, indicando el coeficiente de resistencia e inaprehensibilidad que
posee la vida. La subjetividad la emergencia de un espacio de construccin de
s se libera en el concurso entre las fuerzas de la vida y el poder. En dicho litigio
surge un distrito de autonoma donde ciertos modos de vida rompen los umbrales
que el saber y el poder han definido, brindando un asomo de libertad bajo la forma
de la invencin. Al respecto los aportes de Deleuze son esclarecedores: Se trata de
inventar modos de existencia, siguiendo reglas facultativas, capaces de resistir al
poder y de hurtarse al saber, aunque el saber intente penetrarlas y el poder intente
apropirselas (Deleuze, 1990: 127). Es lo que sucede con el hombre infame: su
poder de resistencia se actualiza en razn de un poder que lo confronta, lo estimula,
lo nombra, lo hace hablar y vociferar. Es el mismo poder el que, en su incapacidad
de dominar todas las fuerzas de la vida, mantiene un permanente retraso frente a
posibilidades emergentes de resistencias, frente a modos de vida imprevistos, inactuales, intempestivos.
En efecto, de estos personajes infames en rigor nada se sabe sino lo que se
ha plasmado en las pocas palabras que los ilustran. Foucault pretende, entonces,
fabricar una historia que no disputa, en ningn caso, un ndice de verdad o de
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Adn Salinas Araya, La semntica biopoltica. Foucault y sus recepciones. Via del
Mar: CENALTES Ediciones, 2014, 346 pp. ISBN 978-956-9522-00-0
El texto que ac reseamos nos ofrece una mirada panormica, una perspectiva de
conjunto respecto de una contempornea corriente de investigacin que, desde
un dilogo interdisciplinario con la filosofa, la historia y la sociologa, entre otras
reas de produccin de conocimiento, plantear una analtica de nuestras actuales
formas de gobierno.
En estos trminos, el filsofo chileno Adn Salinas comienza este libro rastreando los aportes de Michel Foucault en los aos 70 fundamentalmente realizados en
los cursos Seguridad, Territorio y Poblacin y El Nacimiento de la Biopoltica
en torno al problema del biopoder. Luego analizar lo que l denomina como un
primer perodo de recepcin de la obra de Foucault, atendiendo la lnea de los
studies in governmentality (estudios en gubernamentalidad) realizados en el mbito
anglosajn, y a la lnea denominada recepcin biopoltica, desarrollada principalmente por autores italianos. Si bien Salinas no se propone trabajarla en este escrito, a lo largo de todo el material, y de manera ms precisa en el ltimo captulo,
expone algunos pormenores de lo que sera una segunda recepcin de la analtica
foucaulteana, referida a problemticas ntidamente contingentes en nuestra actualidad. La claridad expositiva, la vocacin pedaggica y la rigurosidad conceptual
que despliega Salinas, se unen en este trabajo con una fuerte vocacin crtica, que
acta como teln de fondo para evaluar todos estos aportes contemporneos, en la
medida que configuran una modalidad de anlisis relevante para la comprensin
de nuestro presente neoliberal.
Es necesario destacar que ambas vertientes que dan forma al primer perodo
de recepcin comparten un denominador comn: el escaso acceso que tuvieron
al desarrollo del problema biopoltico efectuado por Foucault. Esta situacin se
genera por la tarda publicacin de los cursos donde esta temtica fue abordada,
se trata de Seguridad, Territorio, Poblacin y El Nacimiento de la Biopoltica,
cuya primera edicin en francs data del 2004 en ambos casos. Ante esta orfandad
analtica, ambas lneas tomaron caminos diversos segn Salinas: los estudios en
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Estudiante de la carrera de Sociologa y miembro del Grupo de Estudios Interdisciplinario del Trabajo
(GEIT), Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. E-mail: felipe.ruiz@ug.uchile.cl
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El mecanismo por excelencia que concreta la forma del Imperio es conceptualizado por estos autores mediante la guerra como instrumento privilegiado del biopoder: una forma de dominio cada vez ms extendida que posibilita la produccin
y reproduccin de todos los aspectos de la vida social, sustentada a su vez en una
nueva geografa econmica de corte mundial caracterstica de las formas de produccin de las empresas transnacionales. En un sentido parecido al que afirma
Deleuze, estos autores asumen una perspectiva afirmativa de la biopoltica, que
se relaciona con las posibilidades de resistencia, mientras el concepto de biopoder
refiere a las estrategias de gobierno pensadas desde el poder. En tal contexto, la
categora Multitud destacada por Salinas denota un poder de la vida que se opone
al dominio del Imperio: un tipo de subjetividad poltica mltiple a construir, que
tiene una base material, es decir, la multitud como fuerza de trabajo en el contexto
actual del capitalismo posfordista o biopoltico () (p. 245) que busca realizar
una democracia absoluta que emerge desde la vida en comn.
En el sexto captulo, y teniendo como marco el diagnstico sobre la prdida de
sentido de las categoras del lxico poltico moderno el problema de lo Impoltico Salinas destaca el trabajo realizado por Roberto Esposito en lo que denomina
como un segundo ciclo de su obra, cuyo desarrollo se encuentra fundamentalmente en tres obras: Communitas. Origen y destino de la comunidad (1998), Immunitas,
proteccin y negacin de la vida (2002), y Bios. Biopoltica y filosofa (2004). Este
segundo ciclo presenta como eje central el problema de la comunidad; para resolver
el significado de esta categora, el italiano recurre al rastreo etimolgico del trmino
para resituar su significado.
Salinas destaca la nocin de Communitas, que tiene como raz al vocablo munus,
un tipo de don que al mismo tiempo es una obligacin respecto a la vida en comunidad; no habra as nada en comn en la nocin de comunidad, sino la deuda que
se origina en el vivir juntos; al contrario que la comunidad fascista, definida por la
existencia de una identidad basada en una propiedad compartida: un origen, un
destino, un idioma, una raza, etc. Como contraparte, Salinas seala la nocin de
Immunitas, que refiere a quien es dispensado de la deuda comn: una inmunidad
poltica que se concibe como un privilegio y que nos devuelve al problema biopoltico en la medida que, al tratarse de una proteccin negativa de la vida, la inmunidad permite comprender la relacin existente en la modernidad entre el poder
poltico y la vida humana, pues como es planteado desde Hobbes en adelante el
orden poltico se caracteriza por constituirse y perpetuarse mediante una especie
de inoculacin, una inmunizacin artificial, que procede por esta operacin algo
contradictoria de infectar para proteger, y que prontamente Esposito llamar proteccin negativa de la vida (p. 278).
A modo de cierre del libro, en el ltimo captulo Adn Salinas ofrece una breve
revisin de los trabajos de Nikolas Rose (posteriores a 2007) y de Maurizio Lazzarato (posteriores a 2009), situndolos en el contexto de una segunda recepcin de
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que producen un estado de conmocin general, que abre paso a nuevas articulaciones del poder a escala global, con el consecuente avance del neoliberalismo.
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Sociedad Hoy
INFORMACION A LOS AUTORES
Sociedad Hoy es una publicacin del Departamento de Sociologa y Antropologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepcin, Chile. Se edit en forma anual
entre los aos 1997 y 2005, y desde el ao 2006 se edita en forma semestral.
Su objetivo es difundir e incentivar la investigacin y la reflexin en las ciencias sociales
en el mbito nacional e internacional, especialmente a nivel iberoamericano.
Incluye temas de inters cientfico de diferentes reas de investigacin de las Ciencias
Sociales, tales como epistemologa, teora sociolgica y antropolgica, medioambiente,
gnero, educacin, movimientos sociales, metodologas de investigacin, polticas sociales, cultura e imaginarios sociales, etnias, problemas de la globalizacin, territorios y
sistemas productivos, participacin ciudadana, pobreza, desarrollo regional y sustentabilidad, entre otras reas afines.
Es una publicacin dirigida a acadmicos, investigadores, estudiantes y pblico en general. Sociedad Hoy considera para su publicacin artculos inditos, los que sern
sometidos a evaluacin de acuerdo a criterios de originalidad, pertinencia, rigurosidad
y calidad cientfica.
Se acogen trabajos posibles de ser incluidos en las siguientes secciones de la revista:
Artculos, Documentos, Reseas. Los trabajos se publican en espaol, ingls o portugus.
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ttulos y resmenes en espaol e ingls.
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publicacin: editora, nmero de pginas, ISBN.
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en hoja tamao carta, con mrgenes de derecha e izquierda y superior e inferior de 3 cm,
en caracteres Times New Roman, tamao 12. Debe consignarse:
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Ej.: Beck, Ulrich (2008). La sociedad del riesgo mundial. Barcelona: Editorial Paids.
Captulos de libros: Apellido, nombre (ao) Titulo captulo. En Apellido, nombre: Ttulo del libro (pgina inicial-pagina final). Ciudad: editorial.
Ejemplo: Goffman, Erving (2001) On fieldwork. En Emerson, Robert Contemporary
field research (pp. 153-158). Illinois: Waveland Press Inc.
Todas las citas deben aparecer en la lista final de referencias bibliogrficas, y viceversa,
dichas referencias deben estar citadas en el texto.
Sistema de arbitraje y seleccin de artculos. Los artculos recibidos se someten a revisin doble ciego a travs del Comit Editorial, el Comit Cientfico Internacional y
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los trabajos en base a una pauta de calificacin basada en criterios de originalidad,
pertinencia, rigurosidad y calidad cientfica, focalizando en las fortalezas tericas, metodolgicas, y la contribucin de nuevos conocimientos, as como tambin en el ajuste
del artculo, documento o resea a las normas de publicacin de Sociedad Hoy.
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y, posteriormente, se notificar el resultado de la evaluacin doble ciego.
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Envo de trabajos. Interesados e interesadas en publicar enviarn sus trabajos de forma electrnica al correo de la Revista Sociedad Hoy: revsociedadhoy@udec.cl, o por
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Sociedad Hoy
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Sociedad Hoy is a journal published by the Department of Sociology and Anthropology, Faculty of Social Sciences, University of Concepcin, Chile. It was published annually from 1997 to 2005, and since 2006 is published every six months.
Its objective is to disseminate and encourage research and reflection on social sciences at
national and international levels, especially at the Ibero-American level.
Sociedad Hoy includes topics of scientific interest on different areas of social science research, such as epistemology, sociological and anthropological theory, environment, gender, education, social movements, research methodologies, social policies, culture and social imaginaries, ethnic problems, globalization, territories and productive systems, public
participation, poverty, regional development and sustainability, among other related areas.
Its a publication directed to academics, researchers, students and the general public.
Sociedad Hoy considers for its publication original articles, which will be subjected to
evaluation according to originality, relevance, rigor and scientific quality criteria.
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Articles, Documents, and Book-Reviews. Papers can be written in Spanish, English or
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Documents: Must be 10 pages maximum.
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Book reviews can be in Spanish, English and Portuguese.
FORMATTING GUIDE
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Example: Beck, U. (2008). La sociedad del riesgo mundial. Barcelona: Editorial Paids.
Book chapters: Last name, name (year) Chapter title. In: Last Name, First Name: Book
title (initial page-final page). City: publisher.
Example: Goffman, E. (2001). On fieldwork. In Emerson, Robert Contemporary field
research (pp. 153-158). Illinois: Waveland Press Inc.
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must be quoted in the text.
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INFORMAO AOS AUTORES
Sociedad Hoy uma publicao do Departamento de Sociologia e Antropologia, Faculdade de Cincias Sociais, Universidade de Concepcin, Chile. A edio era de forma
anual entre os anos de 1997 e 2005, a partir do ano de 2006 a edio feita de forma
semestral.
Seu objetivo difundir e incentivar a investigao e a reflexo nas cincias sociais no
mbito nacional e internacional, especialmente a nvel iberoamericano.
Inclui temas de interesse cientfico de diferentes reas de investigao das Cincias
Sociais, tais como epistemologia, teoria sociolgica e antropolgica, meio ambiente,
gnero, educao, movimentos sociais, metodologias de investigao, polticas sociais,
cultura e imaginrios sociais, etnias, problemas da globalizao, territrios e sistemas
produtivos, participao cidadana, pobreza, desenvolvimento regional e sustentabilidade, entre outras reas afins.
uma publicao dirigida acadmicos, pesquisadores, estudantes e pblico em geral. Sociedad Hoy considera para sua publicao artigos indito, que sero submetidos avaliao de
acordo a critrios de originalidade, pertinncia, rigorosidade e qualidade cientfica.
Admitem-se trabalhos possveis de serem includos nas seguintes sees da revista: Artigos, Documentos, Resenhas. Os trabalhos podem ser em espanhol, ingls e portugus
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e resumos em espanhol e ingls.
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folha tamanho carta, com margens de direita e esquerda e superior e inferior de 3 cm,
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Sociedad Hoy
N 25
se termin de imprimir
el mes de diciembre de 2014
en El Tallercito Digital
(que acta slo como impresor),
Tom
Chile
ISSN 0717-3512
25/ 2013
2do Semestre
SOCIEDAD HOY
Departamento de Sociologa y Antropologa Universidad de Concepcin Chile
5 Presentacin
ARTCULOS
Concepcin-Chile