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Poemas Allan Poe

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Poe.html

El da ms feliz

El da ms feliz, la hora ms dichosa, los ha


conocido mi corazn agotado y marchito; pero
siento que ha desaparecido ya mi ms alta esperanza
de orgullo y de podero.

He dicho de podero? S. Pero desde hace


largo tiempo, ay de m! se han desvanecido
los bellos ensueos de la juventud; han pasado
ya: dejmoslos que se desvanezcan!

Y t, orgullo, qu har de ti ahora? Otra


frente puede bien heredar el veneno que me
has dado. Que por lo menos mi espritu permanezca
tranquilo.

El da ms hermoso, la hora ms feliz que mis


ojos hayan visto y hayan podido ver jams,
mi ms brillante mirada de orgullo y de podero,
todo eso ha existido pero ya no existe; yo
lo siento.

Y si esa esperanza de orgullo y de podero


me fuera ofrecida ahora acompaada de un
dolor semejante al que experimento, no quisiera
revivir esa hora brillante.

Porque bajo su ala llevaba una oscura


mezcla y mientras volaba, dejaba caer una
esencia todopoderosa para consumir un alma que
tan bien la conoca.

Deseas que te amen?


Deseas que te amen? No pierdas, pues,
El rumbo de tu corazn.
Slo aquello que eres has de ser
Y aquello que no eres, no.
As, en el mundo, tu modo sutil,
Tu gracia, tu bellsimo ser,
Sern objeto de elogio sin fin
Y el amor... un sencillo deber.

Un sueo dentro de un sueo


Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
Antes de partir, confieso
Que acertaste si creas
Que han sido un sueo mis das;
Pero es acaso menos grave
Que la esperanza se acabe
De noche o a pleno sol,
Con o sin una visin?
Hasta nuestro ltimo empeo
Es slo un sueo en un sueo.

Me encuentro en la costa fra


Que agita la mar brava,
Oprimiendo entre mis manos,
Como arena, oro en granos.
Qu pocos son! Y all mismo,
De mis dedos al abismo
Se desliza mi tesoro
Mientras lloro, mientras lloro!
Evitar -oh Dios!- su suerte
Oprimindolos ms fuerte?
Del vaco despiadado
Ni uno solo habr salvado?
Cunto hay de grande o de pequeo?
Es slo un sueo dentro de un sueo?

Solo
Desde el tiempo de mi niez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros vean, no pude sacar
mis pasiones desde una comn primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertara
mi corazn a la alegra con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sac
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todava me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peasco de la montaa,
desde el sol que alrededor de m giraba
en su otoo teido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a m volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tom la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.

Annabel Lee
Hace de esto ya muchos, muchos aos,
cuando en un reino junto al mar viv,
viva all una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su nico sueo verse siempre
por m adorada y adorarme a m.

Nios ramos ambos, en el reino


junto al mar; nos quisimos all
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ngeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a m.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,


en el reino ante el mar, triste de m!,
desde una nube sopl un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de m;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla all.

Oh s! -no tan felices los arcngeles-,


llegaron a envidiarnos, a ella, a m.
Y no ms que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sbenlo as-,
sopl viento nocturno, de una nube,
robndome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,


ms grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni prceres ngeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en s,
separarn jams mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.

Pues la luna ascendente, dulcemente,


treme sueos de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonren de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.

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