Elin Runnquist y Jaime Nubiola
Elin Runnquist y Jaime Nubiola
Elin Runnquist y Jaime Nubiola
argumentación y retórica,
Eduardo de Bustos et al (eds), UNED, Madrid.
Signo
Introducción
El signo en la antigüedad
Locke (1632-1704) traza, por un lado, una clara línea de separación entre
palabra y cosa y, por otro lado, establece la inconsistencia de la relación
palabra-representación que incluso puede desaparecer de la conciencia, de tal
manera que quede el solo dominio de la palabra. Es decir, aboga por una
negación del conocimiento por medio del lenguaje a la vez que sostiene la
independencia de su dominio. Según Locke, se puede dudar de las cosas, pero
de los signos no, ya que las ideas no son otra cosa que los signos
estenográficos bajo los cuales recogemos, por razones operativas, las hipótesis
sobre las cosas que se ponen en duda. Las palabras no expresan las cosas,
porque las cosas se conocen por medio de la construcción de ideas complejas
y con la combinación de ideas sencillas. Las palabras se refieren a las ideas,
como a su significado más inmediato. Por ello, existe una relación arbitraria
entre palabras y cosas. No existe motivación profunda y, además, el elemento
mediador entre palabras y cosas en sí ya es arbitrario, pues el concepto es una
construcción selectiva. Las ideas abstractas no reflejan la esencia individual
de la cosa, que nos es desconocida, sino su esencia nominal. La misma idea,
como esencia nominal, ya es signo de la cosa. Para Locke, la esencia nominal
como idea abstracta todavía tiene consistencia mental, pero ya es un producto
semiótico.
Signo y conocimiento
Por otra parte, Peirce distingue entre tres categorías en el plano de las
ideas –primeridad, segundidad, y terceridad-, lo cual, aplicado a los
componentes del signo, da lugar a una compleja clasificación de signos. Los
más conocidos de ellos son los que se refieren a la relación entre el
representamen y el objeto: índices, iconos y símbolos. Una relación de
semejanza entre signo y objeto es una relación icónica. Un signo es un icono
si se asemeja a su objeto y si la cualidad o el carácter de esta semejanza
pertenece al signo independientemente de si su objeto realmente existe o no.
Un signo es un índice si tanto el signo como el objeto existen en la actualidad
o han existido en el pasado, y el signo se relaciona con su objeto a través de la
acción dinámica que el objeto ejerce sobre el signo. Un signo es un símbolo si
tanto el signo como su objeto son leyes y la relación entre signo y objeto
también es una ley o una regla general. Rara vez estos tipos de signos se
encuentran aislados y, según Peirce, el signo más perfecto es aquel que mezcla
de la manera más igual posible los tres tipos. La distinción entre iconos,
índices y símbolos fue desarrollada más adelante por Roman Jakobson para la
lingüística. Basándose en ella, Jakobson pone de relieve el carácter gradual o
híbrido del lenguaje en cuanto a su carácter icónico, indexical y simbólico.
El modelo lingüístico
El signo en el siglo XX
El interaccionismo simbólico
Estructuralismo y postestructuralismo
Conclusión
Como se ha podido ver, todas las reflexiones acerca del signo –
convencionalismo-naturalismo, realismo-nominalismo, empirismo-
racionalismo, concepción diádica-concepción triádica- se articulan en torno a
las relaciones entre signo, pensamiento y realidad. Aunque todos coinciden en
que un signo es "aliquid stat pro aliquo", esta antigua definición de carácter
muy general adquiere implicaciones muy distintas según los presupuestos de
cada autor y, todavía hoy, carecemos de un consenso en la definición de
"signo".
Bibliografía