Descripción de Paisajes
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Descripción de Paisajes
SESIÓN DE APRENDIZAJE
Mi casa es grande. Tiene dos plantas. En la planta baja, hacia el frente, está la
sala. Allí, hay un televisor, un sofá y dos sillones. Siempre recibimos las visitas en
esa parte. Afuera está el jardín. Hay filas de margaritas, rosas, y más.
En el llano dilatado y árido los rayos del sol tuestan la yerba que crece entre
los matorrales, cuyos arbustos raquíticos entrelazan sus ramas débiles y
rastreras con las retorcidas espirales de las parásitas de hojas secas y
polvorosas.
En las sendas desnudas, abrasa la arena negra y gruesa, y entre los matojos óyese
el ruido que producen las culebras y lagartijas que, hartas de luz y calor, se
deslizan buscando un poco de sombra entre el escueto ramaje de las murtillas y
los tallos de los cardos erguidos y resecos.
Baldomero Lillo
En las estrechas calles toledanas todavía era de noche. La azul claridad del alba,
que apenas, lograba deslizarse entre los aleros de los tejados, se esparcía con
mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando de la penumbra la
vulgar fachada del palacio del arzobispo y las dos torres encaperuzadas de
pizarra negra de la casa municipal, sombría construcción de la época de Carlos
V.
Pesados, plomizos nubarrones avanzaban casi tocando las cumbres de las altas
montañas que limitaban el horizonte de la casa de don Robustiano; las hojas de
los castaños que la circundaban no se movían; los vencejos se cernían y
revoloteaban sobre el campanario de la aldea, como si jugaran a las cuatro
esquinas; el aire que se respiraba era tibio; el calor, sofocante. De vez en cuando
se rasgaban los nubarrones, y una rúbrica de fuego, precursora de un sordo y
prolongado trueno, daba fe de que se estaba armando por allá arriba el gran
escándalo: los obreros se apresuraban a hacinar en la mies la hierba segada y
seca;
La descripción de una persona. Descripción física. Descripción psicológica.
Margaret parecía menos una niña viva que una muñeca de porcelana, menudita, silenciosa, con
sus ojos de añil lavado y sus cabellos de lacia plata brillante. Traía su vestidito de franela tan
sucio como sus zapatos remendados. Llegó aupada en los recios y tatuados brazos de Eugen, de
cuya cara huesuda goteaba el sudor sobre las rodillas de su hija.
El pelo claro, teñido, las arrugas del cuello, la papada que caía redonda y puntiaguda como un
pequeño vientre...
Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangüe sombreado por rala barba negra
Horaco Quiroga: Sus cabellos blancos eran parecidos a la espuma del jabón, su caraza fresca y
encendida, su camisa de hilo, basta, fulgurando de limpieza y esparciendo el olor doméstico de la
colada, los brazos arremangados, las manos activas, entretejiendo juncos o aderezando cuerdas.
Era alto, delgado, erguido, llevaba la cabeza como nuestra Peña del Buitre lleva su cresta y había
en sus ojos toda la hondura azul de nuestro lago.
Miguel de Unamuno
Era un inconsciente de veinte años, proyecto tal vez de caudillo; impetuoso, sin temores e
insolente, ante toda autoridad. De esos hombres nacían a diario en aquella época, encargados
luego de eliminarse entre ellos, limpiando el campo a la ambición del más fuerte.
Ricardo Güiraldes
Sus cabellos blancos, su barba blanca, su talante un poco estirado, mas lleno de varonil
elegancia, sus trajes irreprochables, sus guantes, constituían un ideal de corrección. Llevando un
niño de mano, hubiéranlo tomado por un fresco viudo; pretendiendo una señorita de veinticinco
años, habrían tenido que alabar su amable cordura.
Leopoldo Lugones