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La Literatura Apocaliptica

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LA LITERATURA APOCALIPTICA

SURK MISAEL·LUNES, 16 DE ABRIL DE 2018


El escrito del Apocalipsis no es única en su género. Por tal razón, necesitamos
entender la literatura apocalíptica y conocer sus características propias, la cual
nos permita acercarnos mejor al Apocalipsis de Juan. El contenido se encuentra
distribuido de la siguiente manera: En primer lugar, un acercamiento terminológico
a la apocalíptica; luego, consideramos cuantitativamente la literatura;
posteriormente señalamos algunas de sus características; repasamos después su
gramática; abordamos someramente también el contexto social donde nace y
evoluciona; finalmente explicamos la función teológica de la apocalíptica y como
fue contextualizado por el cristianismo.

1. Qué significa la palabra apocalíptica

Desde el punto de vista lógico, la primera cuestión es la definición. La palabra


apocalíptica viene de la palabra griega apocalipsis, (VApoka,luyij, apocalypsis),
que significa “revelación”. Tanto el sustantivo como el verbo aparecen en el NT
(Baltz&Scheneider, 1996:390). Como sustantivo la encontramos en Apocalipsis
1,1, “como título del libro, que se traduce como ‘revelación’ de Jesucristo; y que en
la actualidad, designa el género literario” (Ibíd.:395). Esta palabra es un
compuesto formado del simple kalypto (ka,luptw) que tienen el sentido de: ocultar,
esconder, abrir, con el énfasis que se da al descubierto, señala que lo que hasta
entonces estaba oculto se descubre y se da a conocer (Coenen, 1994, IV:98).
Queda claro que hay algunos “mitos” con que se lee el Apocalipsis en la
actualidad. Se sugiere que es un libro que oculta señales y misterios. Sin
embargo, para los lectores del siglo I era revelación de Dios, y entendían las
claves de interpretación que eran difundidas y conocidas para su lectura.

La apocalíptica consiste en “un género literario en el que se pretenden describir


acontecimientos relativos al final de los tiempos y, más concretamente, a la crisis
final previa a la llegada del Reino mesiánico” (Vidal, 2000:36).
Según Vielhauer el primero que acuño la expresión “apocalíptica” fue Friedrich
Lucke (1791-1855) (1991:502), pero otro especialista sostiene que fue Emil
Schürer el primero en reducir el término “apocalíptica” a género literario y quien
llamó “mesiánica” a la corriente religiosa de donde procede; de la misma línea
James Barr la consideró como género literario (Diez, 1984:45). Por otro parte, el
primero que aceptó e “hizo patente un cierto número de elementos formales que
configuran los textos apocalípticos” fue Karl Koch en 1970 (Asurmendi, 2003:522).

Poco después John J. Collins dio un paso definitivo en la definición.

El Apocalipsis es un género de literatura de revelación, configurado


narrativamente, en el que se ofrece la revelación por medio de un ser de otro
mundo a un destinatario humano, desvelándose una realidad trascendente, que es
al mismo tiempo de naturaleza temporal en la medida que se apunta a una
salvación escatológica, y espacial en tanto en cuanto supone o conlleva otro
mundo, sobrenatural (VanderKam, 2001:352).

Los estudios sostienen que en el margen del siglo II a.C. hasta el II d.C. se
escribieron muchos libros similares que ahora designamos como “literatura
apocalíptica”. La designación es moderna, cuya palabra procede de Ap 1,1.
Resumamos entonces, con el propósito de tener claro que es la apocalíptica:

Primero, la Apocalíptica es un género literario, con características semejantes.


Segundo, la Apocalíptica supone un movimiento social, grupos humanos que
están tras los textos apocalípticos. Tercero, hay en la apocalíptica una
comprensión del mundo y de la realidad, en cierta medida una ideología.

2. Una literatura abundante

En el Antiguo Testamento, algunos textos proféticos postexílicos están próximos a


los textos apocalípticos. Así, Is 24-27, llamado a veces el “gran apocalipsis de
Isaías”; igualmente, Is 34-35, el “pequeño apoca1ipsis de Isaías”. Se encuentran
temas cercanos a la apocalíptica en el Deuterozacarías (Zac 9-14). Del mismo
modo, se hallan en el libro de Ezequiel (en particular Ez 38-39, el combate de
Israel contra Gog y Magog). Pero es sobre todo el libro de Daniel (Dn 7-12) el que
ofrece las características de un apocalipsis tradicional.

No es posible ofrecer aquí una lista exhaustiva de los apocalipsis judíos


extrabíblicos. Mencionemos algunos ejemplos significativos Apocalipsis de
Abrahán; 4 Esdras; 2 Baruc, 1 Henoc, Libro de los Jubileos, 2 Henoc (o Henoc
eslavo), 3 Baruc (o Apocalipsis griego de Baruc); Testamento de Abrahán.
Igualmente, encontramos fragmentos apocalípticos en otros escritos (así en los
Testamentos de los XII Patriarcas), incluso en algunos escritos de Qumrán.

En el Nuevo Testamento, además del Apocalipsis de Juan, Marcos 13 (cf. Mt 24-


25; Lc 21) constituye lo que se llama el “apocalipsis sinóptico”. Asimismo, algunos
textos del corpus paulino (1Tes 4,13-5,11; 2Tes 2,1-12)*, la carta de Judas y
algunos pasajes de la segunda carta de Pedro pertenecen al género apocalíptico.

* El verdadero apocalipsis de Pablo: Gal 1,12 y 16. En la carta a los Gálatas se


utiliza del sustantivo «apocalipsis» y del verbo «revelar», que proporcionan una
particular iluminación a la comprensión apocalíptica que Pablo propone de la
Buena Nueva: «Quiero que sepáis, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí
no es una invención de hombres, pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno:
Jesucristo es quien me lo ha revelado (apokalypsis)» (Gal 1,11-12). En opinión de
algunos exégetas, está fundamentado afirmar que el marco de pensamiento de la
carta a los Gálatas es proporcionado por la apocalíptica.

En la literatura apócrifa cristiana y/o gnóstica se pueden citar el Apocalipsis


apócrifo de Juan; las Preguntas de Bartolomé; los dos Apocalipsis de Santiago; el
Apocalipsis de Pedro; el Apocalipsis de Pablo y el Apocalipsis de Adán.

En relación a la apocalíptica actual, nos acercamos al estudio de movimientos y de


grupos sectarios que dan datos de dimensiones apocalípticas, aunque hoy primará
su contenido teológico e ideológico más que el género literario. Por ejemplo, los
textos de los Testigos de Jehová, de los mormones, y de los adventistas (siempre
recurren a la apocalíptica para expresarse). Por otro parte, también algunos
grupos evangélicos como el pentecostalismo de inicios del siglo XX predicaban
que pronto era el fin, y el fundamentalismo evangélico dispensacional ha
expresado estas características.

3. Características de la literatura apocalíptica

Los elementos que contiene la literatura apocalíptica han tenido diversas


propuestas, presento la que parece más adecuada por su síntesis y su capacidad
de interpretar el mundo social del siglo I. Sigo aquí a Elian Cuvilier (2002:6ss):

-Pseudonimia, estos escritos apelan a personajes del pasado, ej.: Esdras,


Moisés, Enoc, Baruc y otros. La pseudonimia indica la necesidad de autoridad, en
una época donde no hay profetas y la capacidad de interpretar la historia de Israel.

-Esoterismo y simbolismo, la literatura apocalíptica “divulga secretos confiados


en otro tiempo por Dios a antepasados célebres”, ahora estos secretos son
develados porque el fin está cerca. Es un lenguaje codificado que recurre a
simbolismos de los números, de representaciones mitológicas y comparaciones
históricas. El lenguaje simbólico es central en la lectura de la apocalíptica.

-Dualismo y pesimismo, en la apocalíptica hay una visión dualista y pesimista del


mundo presente. Acá hay un combate entre la fuerza del mal y la fuerza de Dios
que un día resultará victoriosa. Se concede un lugar importante a los ángeles y los
demonios; así el ser humano está inmerso en un combate superior a sus fuerzas,
la visión pesimista nos hace reflexionar que el mundo no va hacia la felicidad sino
la destrucción. Pero ese pesimismo se supera con la esperanza en Dios.

-Supranaturalismo, la literatura apocalíptica se interesa por otro mundo más allá


de nuestra realidad. El mundo actual “eon” presente y el mundo futuro “eon” futuro.
El visionario es llevado al más allá y allí contempla la victoria final.

-Determinismo, la apocalíptica manifiesta una visión determinista de la historia.


Se camina inexorablemente al cumplimiento de lo que Dios ya ha determinado.
Nada se cambiará de los que Dios ya dijo (1Enoc 92,2 & 4 Esdras 4:37).
-Ángeles y demonios, hay abundancia de estos seres, aunque ya en el AT
existía esto, sin embargo, es probable que “la jerarquía, clasificaciones, mitos de
caídas y rebeliones de ángeles, que la angelología apocalíptica haya sido
influenciada por el pensamiento persa, pero no puede olvidarse los elementos
presentes en el AT como base de dicho desarrollo” (Asurmendi, 2003:536).

-Resurrección, otro elemento, que forma parte de la estructura teológica de la


apocalíptica, es la creencia en la resurrección. En la literatura apocalíptica hay
evidencia de la resurrección. En el AT no hay de forma explícita, solo en Daniel
12:2. En la apocalíptica es una constante, hay que distinguir la idea griega de la
inmortalidad del alma ―que no tiene base cristiana, ni judía―, de la resurrección
de los apocalípticos. Así, por ejemplo, Os 6,1-6, donde se trata originalmente de la
conversión y de la vida del pueblo, utilizando para ello el lenguaje del culto de
Baal, refiriéndose a su “revivir” anual. O Is 26,19 y, sobre todo, Ez 37,1-14, donde
se trata de la “resurrección” del pueblo como entidad religiosa y política (Ibíd.).

4. La gramática simbólica del Apocalipsis

Toda obra escrita, sea cual sea el nivel de literatura al que pertenezca, requiere,
para ser comprendida y valorada adecuadamente, un conjunto de operaciones
previas que nos permita conocer su gramática. De hecho, su gramática se centra
en el simbolismo que utiliza, y en la interpretación del género apocalíptico, ocupa
un lugar central (Sigo a Vanni, 2005:37ss).

El Apocalipsis se expresa mediante mitos, símbolos y visiones. El mito es histórico


y busca identificar y movilizar a la comunidad en situaciones de caos, opresión y
exclusión. El mito reconstruye la conciencia colectiva y la praxis social del pueblo
de Dios. El mito es polisémico (tiene muchos sentidos) y está siempre disponible a
nuevas interpretaciones. El Apocalipsis crea mitos liberadores y sub-vierte los
mitos dominantes. El Ap nos enseña a descubrir el poder de los mitos. Es falso
oponer «mito» a «historia». El mito nos revela el sentido profundo de la historia. El
Ap habla también con símbolos, no tanto con conceptos. Los símbolos hablan, se
tocan, se sienten y se ven. Las visiones en el Apocalipsis transmiten una
convicción fundamental y una certeza histórica. Las visiones no sólo deben ser
interpretadas, sino también contempladas y transformadas en acción. La visión
transmite fuerza y expresa una espiritualidad histórica. La visión es también
memoria y exhortación. La visión desarrolla, finalmente, la imaginación creativa del
Pueblo de Dios y la búsqueda de alternativas (López y Richard, 2007:299).

Todos los comentaristas, antiguos y modernos, concuerdan en esto. Por otra


parte, es un hecho que se impone en una primera lectura: para comprender el
Apocalipsis es necesario interpretar los símbolos. Las imágenes y los símbolos
tienen un gran valor visual y esto brinda algunas ventajas hermenéuticas. A
continuación una ojeada a las constantes simbólicas del Apocalipsis.

El simbolismo cósmico

El cambio de significado propio del símbolo es perceptible sobre todo en la


ambientación cósmica.

Los términos que lo expresan ―como “cielo”, “estrellas”, “sol”, “mar”, etc.―
presentan en el Apocalipsis los dos niveles de significado, realista y simbólico, que
normalmente tienen en el AT, permitiéndonos así seguir el proceso de
simbolización en el paso del uno al otro. Por ejemplo, “cielo” (ourano~) a veces
significa el firmamento (cf. 6,14; 16,21, etc.). Pero a causa de una idealización en
su significado, denota la zona ideal de la trascendencia de Dios (cf. 3,12; 4,1 y 2;
5,3 y 13; 8,1, etc.)*.

*Otro ejemplo, entre tantos posibles: el rayo y el trueno se han referido desde
siempre, en el AT, a la trascendencia y, en particular, a la voz de Dios. Esta
simbolización asume en el Apocalipsis un desarrollo nuevo: los “relámpagos y los
truenos” que parten del trono de Dios son explícitamente también “voces” (cf. 4,5;
8,5; 11,19; 16,18).

Las conmociones cósmicas

La alteración de la realidad cósmica constituye la constante simbólica más notoria


del Apocalipsis, aunque en el lenguaje común no siempre se le percibe como tal.
Encontramos que el sol se oscurece (9,2), “se puso negro como ropa de luto”
(6,12), es impactado, parcial (“la tercera parte del sol”, 8,12) o totalmente (cf.
16,8), hasta que, en la fase escatológica, la nueva Jerusalén ya no tendrá
necesidad de él (cf. 21,23). También la luna “quedó como ensangrentada” (6,12),
el cielo se repliega “como un pergamino que se enrolla” (6,14). Por otro lado, en el
ámbito ecológico terreno: los árboles, la hierba son quemados (cf. 8,7), las
montañas, las islas son “arrancadas de sus sitios” (cf. 6,14), las aguas se vuelven
amargas (cf. 8,11), se convierten en sangre (8,8), etc.

El simbolismo teriomorfo

En el Apocalipsis encontramos todo un abanico conceptual referido a los animales.


Vemos toda una colección zoológica con su significado simbólico cuyo término
propio es: “teriomorfo”. Este significado puede ser real o simbólico al igual que los
elementos cósmicos. Algunos ejemplos.

Los caballos asumen proporciones, colores y actitudes en el límite de lo


imaginable (cf. 6,1-8; 9,16-19). El dragón, la primera y la segunda bestia, además
de tener una identidad que sobrepasa toda presentación humana, llevan a cabo
acciones igualmente sorprendentes: el dragón arrastra las estrellas contra la tierra
(12,4). Los ejemplos podrían continuar: el autor no sólo realiza un desplazamiento
de significado que hace del animal un símbolo, sino que el desplazamiento es tan
acentuado que se convierte en una trasformación radical*.

*El teriomorfismo (del Griego antiguo therion, θηρίον, que significa animal salvaje y
anthrōpos, ἄνθρωπος, hombre) es un nombre genérico que se aplica a cualquier
transformación de un ser humano en un animal, ya sea de manera completa o
parcial, así como la transformación inversa en un contexto mitológico o espiritual.
En lo que concierne al estudio cultural, mitológico o antropológico, el teriomorfismo
describe un personaje que comparte rasgos humanos y/o rasgos tomados de
animales. “Teriomorfismo”, en http://es.wikipedia.org/wiki/Teriomorfismo. Accedido
enero 25, 2014.
La creatividad del autor se filtra fuertemente a través de nuestros sentidos. Las
imágenes y los símbolos proveen al lector una experiencia sensorial.

El simbolismo antropológico

El hombre encuentra en el Apocalipsis un espacio primario. El hombre es visto


desde la óptica de la historia, conviven unas con otras y también tienen contacto
con Dios: el culto, la liturgia pertenecen al marco del hombre. En definitiva el
hombre apocalíptico no puede pensar aislado; vive junto a los otros y el lugar
natural de la convivencia en la ciudad.

El simbolismo cromático

El autor del Apocalipsis tiene un interés particular por los colores. Echando una
mirada a la gama de colores que menciona, nos encontramos con el blanco (15
veces), el rojo (2 veces), el rojo incandescente (1 vez), el rojo escarlata (4 veces),
el verde (3 veces), y otros colores de particular interés, pero difícil de definir: “color
jacinto” (ujakinqino~ 1 vez) y “color sulfúreo” (qeiwjdh~ 1 vez).

La atención en los colores no es sólo estético, sino simbólico. Más allá de la


sensación visual que suscita, los colores adquieren una dimensión cualitativa de
significado, expresable en términos intelectuales. Algunos ejemplos podemos ver
en los colores aludidos. El valor del verde en relación a la hierba (8,7; cf. 9,4)
denota la sensación de caducidad (cf. 6,8b): es el color de la muerte. En alusión al
cuarto caballo es de color “verdoso” (“amarillento”), es una descripción nunca
antes referida a un animal, y conlleva una gran dificultad de la traducción. El color
rojo referido al segundo caballo (6,4; y del dragón, 12,3), sugiere respectivamente
la crueldad que no se detiene ante la vida humana. El negro, mejla~, indica una
negatividad que sólo el contexto especifica posteriormente: el sol se vuelve “negro
como luto” (6,12). También el tercer caballo “negro” (6,5) hace presentir la
negatividad en un cuadro que describe la injusticia social.

Realizar una descripción de cada uno de los simbolismos cromáticos no tiene


sentido aquí, sin embargo, añadimos uno más. El blanco (leukoj~) es el color que
más aparece en Apocalipsis. Referido a Cristo (1,14) es una descripción visual
realista que no tiene en principio nada de simbólico. Referido a Cristo, el blanco
indica, entonces, la realidad en el nivel divino, trascendente, propio de Cristo
resucitado. El blanco le pertenece. En relación al “caballo blanco” (6,2), la primera
interpretación alude la fuerza mesiánica propia de Cristo resucitado que está
presente en la historia del hombre. La segunda indica según el contexto que el
“caballo blanco” representa al Mal en su más alta expresión. Las fuentes
especializadas proveerán más información sobre lo tratado hasta aquí.

El simbolismo aritmético

Según Ugo Vanni (2005:60ss) es “típico de toda la literatura apocalíptica, el


simbolismo referido los números encuentra también en el Apocalipsis un espacio
relativamente amplio”. El cambio de significado va del valor cuantitativo al
cualitativo. Es una alteración osada de los números que al despojarse de su valor
cuantitativo asume otro completamente distinto. Es un artificio de la gematría: los
componentes materiales del número expresados en letras dan como resultados un
nombre propio. El más claro ―probablemente el único― que encontramos en el
Apocalipsis es el 666 de 13,18. Otro ejemplo de simbolismo aritmético refiere al
número siete una constante en Apocalipsis: 7 iglesias, 7 sellos, las 7 trompetas,
las 7 copas, las 7 visiones del fin del mundo, etc. Ahora bien, mientras el número 7
indica distintos tipos de totalidad y sólo el contexto lo determina, el número 1000
expresa, como sugiere la altura de la cifra, la “totalidad y perfección” plena (Lohse,
1974:466ss), pero sobre todo, define el número inmenso “un tiempo indefinido” El
número mil representa entonces:

La “totalidad propia del nivel de Dios y de la acción de Cristo”. El tiempo, neutro en


el estado de pura sucesión cronológica, se vuelve sagrado si se considera en él la
presencia y la acción de Cristo: se tendrán los 1000 años (cf. 20,1-6). El mismo
tiempo, idéntico como duración cronológica, se considerará poco ―cronos: 6,11;
20,3― si se considera presente en él la acción antitética a Cristo de las fuerzas
históricas que le son hostiles. Típica del Apocalipsis —y aquí aparece más claro el
proceso creativo en el cual el autor quiere involucrar al lector— la combinación de
los números mediante operaciones aritméticas siempre artificiosas, pero
relativamente simples en sí mismas. El ejemplo más interesante es la cifra
144,000, resultante de la multiplicación 12 x 12 x 1000: 12 tribus de Israel, 12
apóstoles del cordero por los 1000 que tiene una connotación de plenitud, conlleva
entonces al único pueblo de Dios. La sucesiva multiplicación por 1000 relaciona
este pueblo de Dios, pero entendido en toda su extensión, con los 1000 años
propios de la presencia activa de Dios y de Cristo en la historia del hombre (Vanni,
2005:62s, nota 57).

Los ejemplos podrían continuar, sin embargo, sugerimos la lectura de fuentes


especializadas para profundizar en este aspecto del tema.

5. Contexto social de la literatura Apocalíptica

La literatura apocalíptica tiene expresiones judías, cristianas, y qumrámica.


Aunque la fecha de la literatura apocalíptica se suele poner entre el siglo II a.C. al
siglo II d.C. “la cuestión del nacimiento de la apocalíptica judía es muy
controvertida” (Cuvilier, 2002:9). Entonces:

Según una hipótesis frecuente, el movimiento de los hasidim estaría en el origen


de esta literatura apocalíptica. Se trata de un movimiento pietista de renovación
espiritual que nace en el siglo II a.C. y del que surgirán a la vez los esenios y los
fariseos; los primeros manifiestan un espíritu más guerrero (cf. la Regla de la
guerra hallada en Qumrán), mientras que los segundos son resueltamente
pacifistas. En todo caso, la literatura apocalíptica apareció en este período de
crisis espiritual, que se prolongará hasta el siglo II d. C. A través de esta escritura
apocalíptica, diferentes grupos minoritarios y/o sectarios judíos pueden expresar
su convicción de tener todavía una historia, una esperanza, un futuro. A pesar de
los “cielos cerrados” porque “ya no hay profetas” (Sal 74,9), a pesar de la situación
desesperada, el Espíritu de Dios se dirige ahora a algunos visionarios y les indica
que no todo está perdido, que un día cercano recreará una humanidad nueva,
castigando a los malvados y recompensando a los justos.
Ya en la tradición veterotestamentaria había textos que son muy cercanos a la
apocalíptica, donde había condiciones difíciles para los judíos, como la pérdida de
independencia política por muchos imperios. Aparentemente, para algunos, el
predominio de la cultura persa, para el siglo III a.C., luego la helenística, y
posteriormente, la romana proveen un enfrentamiento cultural y religioso, terreno
fértil para la apocalíptica. Veamos un cuadro de los imperios que estaban
relacionados en torno al contexto de la literatura apocalíptica:

Los Lágidas de Egipto

Los Seléucidas de Asia

1- Periodo Lágida (323 a.C. – 198 a.C.)

· Muere Alejandro en Babilonia 323 aC

Gobierna Ptolomeo I soler (323-285 a.C.)

· 300 fundación de Antioquía

Ptolomeo II Filadelfia (285-246)

Traducción de la LXX

· Guerra entre Lágidas y Seléucidas

Ptolomeo III Evergetes (246- 221)

Ptolomeo IV Filópator (221-205)

· Victoria Lágida sobre Antíoco III

· Reacción Lágida con Scopas

· Victoria de Antíoco III sobre Scopas en Panion. Fin de la dominación lágida sobre
Palestina.
· Seleuco I Nicanor (312-280 a.C.)

· Antíoco I Soler (280-261 a.C.)

· Antíoco II Teos (261-246)

· Seleuco II Kalínikos ((246-226 a.C)

· Seleuco III Soler (226-223)

· Antíoco III El grande (223-187 a.C.)

2- Periodo Seléucida (200-175 a.C)

· Decreto de Antíoco III sobre el estatuto de Jerusalén. 197 a.C.

· Derrota de Antíoco III en Magnesia frente a Escipio; su hijo de Antíoco rehen en


Roma.

· Captura de los tesoros del Templo de Jerusalén por orden de Seleuco IV.

Ptolomeo VI Filométor (180-145 a.C.)

175 Asesinato de Seleuco IV por Heliodoro.

· Seleuco IV Filopátor (187-175)

· Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C)

Actualmente se considera que desde el reinado de Antíoco Epífanes IV apodado


el loco, año 175-164 a.C. es cuando se pone el inicio institucional de la
apocalíptica, este es un periodo de helenización y a su vez de persecución
intolerante, recurriendo a represiones. En este periodo se levantan los Macabeos y
los mártires judíos que por su fe son perseguidos y ensalzados por los judíos, se
empieza la persecución, se decreta que se adore a Zeus, se prohíbe guardar el
sábado, se profana el templo de Jerusalén con la estatua de Zeus. Esto quedara
grabado en la conciencia judía que más tarde se llamará “La abominación de la
devastación o de la desolación” (cf. Dn 9:27; 11:31; 12:11; 1Macabeos 1:54ss;
2Macabeos 6:2), la revuelta de los Macabeos, Judas y sus hermanos consigue
una relación difícil con las autoridades griegas.

Se cree ―como ya señalamos―, que el movimiento de los hasidim o “justos”


estaría relacionado con la literatura apocalíptica, a la par de literatura de qumran y
fariseos, en todo caso en este contexto de persecución aparecen un “movimiento
religioso”, que expresan su convicción y construyen un realidad así expresan sus
convicciones, historia, esperanza y futuro. Aunque “los cielos están cerrados” por
falta de profetas, la apocalíptica fue una expresión de esperanza, resistencia
contra el mal, que un día cercano habrá un castigo para los malos y recompensa a
los justos.

Por otro lado, en realidad no hay fechas exactas para el inicio de la apocalíptica.
Puede ser antes de la rebelión Macabea, así Asurmendi explica:

“Por sí mismos, ni los Apocalipsis como género literario, ni la apocalíptica como


fenómeno [social] necesita una situación de persecución o de alienación; unos y
otros pueden existir independientemente tanto en la antigüedad como
actualmente” (2003:525).

Sin embargo, hay autores que se resisten a aceptar la persecución o situación


difícil para el inició de la apocalíptica, pero queda claro que la apocalíptica es una
literatura de combate y oposición, de resistencia ante algo que se considera
éticamente malo y perverso.

El caso de la apocalíptica en los documentos de Qumrán donde hay varios textos


apocalípticos, no hay pruebas que tuviera relación con otros grupos fuera de los
de Qumrán. Esto nos demuestra que esta literatura no estaba enmarcado en un
grupo fijo, ni un grupo social bien definido. Es una literatura muy heterogénea, hay
que tomar en cuenta es que estos grupos son pacifistas.

A modo de conclusión, para algunos, la literatura apocalíptica es hija de la


persecución helenística que intento desarraigar al judaísmo de su religión y
creencias. Esta dinámica de persecución nos dio riquísimos libros, Se trata de dar
fuerzas para mantenerse y resistir y no para atacar. R. Bauckham dice que este
“genero floreció especialmente en épocas de crisis nacional, y los últimos grandes
Apocalipsis escatológicos judíos provienen del período entre la caída de Jerusalén
en el 70 d.C. y el fracaso de la revuelta de Barkoba” (2000:54).

6. Función de la apocalíptica

La apocalíptica surge en un contexto de persecución como una literatura


clandestina o de oposición, sin embargo, se trata de una literatura de “resistencia
pasiva”. La finalidad social de los apocalipsis no es preparar a sus adeptos al
enfrentamiento concreto, a la resistencia activa, militar o no, sino educarlos y
sobre todo informar del final de una situación de sufrimiento y opresión, real o
imaginaria. Consolar, dar seguridad y garantías, dar la clave de inteligencia de la
historia que, a primera vista, parece absurda y sin sentido desde el punto de vista
de la fe del creyente. Se trata de dar fuerzas para mantenerse y resistir; no para
luchar.

La apocalíptica surge de la profecía, sin embargo, se diferencia sustancialmente


de ella. Los apocalípticos prestan una gran atención a los profetas; piensan que
los escritos proféticos están escritos en clave que es necesario interpretar,
escudriñar para entender la historia y calcular su fin.

Sin embargo, la ruptura entre apocalíptica y profecía es enorme. Los apocalípticos


son deterministas y herméticos, se pierden en grandes cálculos para determinar el
sentido y final de la historia. En los profetas, en cambio, hay una llamada a la
conversión que condiciona el futuro. Dios tiene un plan respecto de la historia; sin
embargo, depende de las reacciones de su interlocutor. La historia es fruto del
diálogo entre Dios, Israel y las naciones. Por ello Dios puede enfadarse, montar en
cólera y apaciguarse; en definitiva, cambiar (cf. Os 11,1-11).

7. Una relectura de la literatura de “moda”

Una de las características de la literatura del NT es su relectura cristiana. Al


respecto, un autor afirma: “Jesús y la iglesia primitiva le debían mucho a la
escuela apocalíptica, como lo evidencia su uso de conceptos apocalípticos tales
como la resurrección, las dos eras, el Hijo del Hombre, el período de tribulación, el
reino de Dios” (Bauckham 2000:54). De ahí que algunos sostienen que la teología
de Jesús es apocalíptica.

Por otra parte hay un relectura de Juan de Patmos en el Apocalipsis,


distanciándose de la Apocalíptica judía, a saber: 1) la orientación puramente
futurista de la literatura apocalíptica judía se modifica en el NT por la convicción de
que ya ha comenzado el cumplimiento escatológico en el hecho histórico de
Jesucristo. Los cristianos viven entre el “ya” y el “todavía no”. Se vive una fe
presente en espera del futuro. 2) Más aun la apocalíptica neotestamentaria es
Cristocéntrica. Ya se ha producido el acto decisivo de salvación escatológica
divina en la historia de Jesús quien, por lo tanto, constituye también el centro de la
esperanza futura de los cristianos. Para los escritores del NT, la apocalíptica se
convierte en el medio para declarar la significación de Jesucristo para el destino
del mundo. 3) La apocalíptica neotestamentaria constituye una especie de nueva
revelación profética. Abandonó su carácter seudónimo, como también su
ubicación imaginaria en el pasado; el profeta Juan, por ejemplo, escribe bajo su
propio nombre (Ap 1,1) y abandona la convención de escribir para un futuro
distante (22,10) (Ibíd.).

Conclusión

- El Apocalipsis de Juan utiliza el género apocalíptico para escribir.

- Esta literatura implica:

Primero, la Apocalíptica es un género literario, con características semejantes.

Segundo, la Apocalíptica es un movimiento social, grupos humanos que están tras


los textos.

Tercero, hay en la apocalíptica una comprensión del mundo y de la realidad, en


cierta medida una ideología.
- Juan hace una relectura desde Jesucristo y su mensaje del Reino, con la
apocalíptica que era muy conocida y difundida entre las comunidades judías.

- El Apocalipsis es un libro extraordinario de resistencia, contracultura y esperanza


cristiana ante las ideologías externas que quieren relativizar la fe y un fuerte
llamado de atención a los “tibios” que no aceptan el mensaje radical de Jesús.

- Un conocimiento adecuado de su gramática permite una mejor comprensión del


Apocalipsis de Juan y otros textos homogéneos en el Nuevo Testamento.

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