Dos Siglos de Periodismo PDF
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Dos Siglos de Periodismo PDF
ISBN: 978-959-259-526-2
A Juan Manuel Márquez y Félix Elmuza,
periodistas y expedicionarios del Granma,
quienes dieron sus vidas por la libertad
e independencia de la patria.
A Jorge Ricardo Masetti,
director-fundador de la agencia Prensa Latina,
de quien aprendí que había que ser objetivo, pero no imparcial,
porque no cabe la imparcialidad
entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto.
A Blas Roca,
con quien trabajé en el periódico Hoy,
enseñándonos modestia y desprendimiento,
además de que el periodismo
no está reñido con la organización del trabajo.
A Jorge Enrique Mendoza,
capitán de la Sierra Maestra,
locutor y periodista de fibra,
director de Granma durante más de dos décadas,
que atesoraba la más hermosa de las virtudes:
ser un revolucionario cabal,
un luchador por una prensa profesional y revolucionaria.
A todos los periodistas cubanos
que han sido leales a la causa de la Revolución de los humildes,
por los humildes y para los humildes.
PR EFAC IO
Seguimos «navegando» por un imaginario museo
El autor
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PR I MER A PA R T E
Colo n ia
Los pregoneros
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bodas, bautizos y festejos—, el cliente tenía que pagar lo estipulado, según
su solvencia.
Los originales de los Cabildos de San Cristóbal de La Habana de 1519 a 1549
se perdieron o destruyeron como consecuencia de los asaltos e incendios por
parte de los piratas franceses. Esa importante fuente documental de La Ha-
bana se salvó cuando miles de legajos, desde mediados de 1550 hasta fines
de 1898, año en que finaliza la dominación española, fueron recuperados
por el periodista e investigador Emilio Roig de Leuchsenring —ello ocurrió
a partir de 1927—, quien los agrupó en 286 libros. Bajo el título Actas capi-
tulares del Ayuntamiento de La Habana se publicaron tres tomos con una
selección parcial y cronológica de esos documentos.
En esos cabildos salvados de La Habana, en la villa fuertemente fortifica-
da que renació a partir de 1550, es decir, quince años después del ataque de
Jacques de Sores, hay constancia frecuente de la importancia que el regidor
y otras autoridades concedían al pregón y a los pregoneros como medios de
comunicación con los pobladores «para que éstos no fuesen ignorantes».
Algunos ejemplos:
Cabildo de agosto 22 de 1550:
Ordena a los taberneros no vender ni dar vino a negros e indios guana-
pos esclavos, y establece las penas de cárcel y azotes para quien incurra en
violaciones de la medida. También establece la prohibición de que tengan
armas ofensivas y defensivas, excepto los machetes que usen para las labo-
res agrícolas. Si riñesen entre sí y emplearan armas, además de la cárcel, la
ordenanza dispone que le sea clavada la mano derecha Todo esto, dice final-
mente la ordenanza, se debe pregonar para que sea de conocimiento de todos
los pobladores de la villa.
Cabildo del 12 de septiembre de 1550:
Ordena pregonar que ningún negro puede cortar árboles de cedro o cao-
ba para hacer bateas y lebrillos u otras obras de poca calidad so pena de diez
días de prisión y 300 azotes. Si lo hace orientado por su amo, éste deberá
pagar al fisco veinte pesos de oro, la mitad para su Majestad y la otra mitad
para las obras públicas de la villa.
No pocas veces la propia ordenanza del Cabildo disponía qué pregonero
la debía leer en la plaza pública. La de los cortes de árboles de cedro o caoba
debía ser dicha por voz de Antón Hernández. En otros cabildos se indica que
el pregonero fuese Bartolomé Fernández, quien posee un timbre de voz alta.
El pregonero, en ocasiones, ocupaba otras responsabilidades. Así, Baltasar
Rodríguez, como lo señala un Cabildo de 1574, era «pregonero y portero de
esta villa».
Aparte de la fuente de información que era El Cabildo, que se reunía se-
manalmente, daban noticias a los pobladores de La Habana la Iglesia y los
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Cuando había elecciones para alcalde o procurador, el pregonero debía
convocar a todos los vecinos de la villa. El 3 de enero de 1574, por ejemplo,
el pregonero Juan Martín «pregonó en las cuatro calles de esta villa con alta
e inteligibles voces que todos los vecinos al sonar la campana se juntasen en
la Casa del Cabildo para hacer elección del procurador».
La leyenda dice que, si alguien pagaba menos de lo usual, el pregonero
ahorraba sus facultades. Algunos pregoneros llevaban consigo enormes car-
telones donde subrayaban lo más importante de la información transmitida
oralmente. En alarde de voz y elocuencia rivalizaron los pregoneros. Los
cierto es que el pregonero y el sereno fueron figuras emblemáticas de nues-
tra antigüedad. Eran esperados cada día y cada noche con ansiedad. El grito
del sereno, guardia armado de una pistola, un farol y un silbato que recorría
tan pronto caía la noche las calles habaneras para impedir las acciones de
la delincuencia, y el último aviso del pregonero fueron centro de la atención
pública durante muchas décadas de nuestra vida colonial.
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Solo referencias hay de esas primeras publicaciones, pero ejemplares que
atestigua en su existencia, ninguno.
No hay inquietud sobre el periódico Gazeta de la Havana, pues fueron
descubiertos dos números (un suplemento del 15 de noviembre de 1782 y
un ejemplar del 22 de noviembre de 1782, el número 3) que aún perma-
necen en la Biblioteca Nacional de Cuba. Según el investigador Llaverías,
ambos números fueron localizados en 1934 en el Negociado de Asuntos
Generales de Gobernación y entregados a Francisco de Paula Coronado
(1870-1946), entonces director de la Biblioteca Nacional.
Fue bajo el gobierno colonial de Juan Manuel Cajigal cuando se publica
Gazeta de la Havana, el primer periódico de la Isla del cual tenemos cons-
tancia material de su existencia, y cuya edición corrió a cargo de Diego de la
Barrera (1746-1802), nacido en el Marruecos español y llegado a Cuba desde
niño.
En los dos números que están en la Biblioteca Nacional se publicaron noticias
como las siguientes: un incendio en San Petersburgo donde acudió en persona la
emperatriz, una nota sobre un labrador en Londres que en sus dos matrimonios
tuvo 87 hijos, la conquista inglesa de Calcuta y la guerra de Inglaterra contra
Francia y Holanda. También una sección titulada «Promociones de América»
en que se ofrece una relación de servidores del rey que fueron nombrados para
ocupar cargos en América.
Este periódico publicó muchos avisos (anuncios diríamos en estos tiempos):
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vio la luz el 24 de octubre de 1790. Técnicamente hablando, ese acto de crea-
ción y ese momento marcan el verdadero inicio del periodismo en Cuba.
Integraron su redacción, entre otros, Diego de la Barrera, quien ya ha-
bía editado la Gazeta de la Havana en 1782, y Tomás Romay, médico que
años después introdujo y aplicó en La Habana la vacuna contra la viruela,
así como otros criollos ilustres, que tras la presencia inglesa en La Haba-
na y con el libre comercio se habían convertido en poderosos hacendados.
Francisco Arango y Parreño y el presbítero José Agustín Caballero también
figuraron entre quienes apoyaron con fuerza el empeño de Don Luis de las
Casas.
Su gobierno —desde el 8 de julio de 1790 hasta el 7 de diciembre de 1796—
echó las bases de una efectiva transformación cultural. Don Luis de las Casas
y sus colaboradores criollos eran iluministas convencidos y trabajaron de per-
fecto acuerdo. Pero tuvieron que hacerlo en medio de una fuerte contradic-
ción: impulsar su ideario reformista y civilizador sin oponerse al sistema de la
esclavitud y al tráfico negrero, por el contrario, abogar por su mantenimiento,
pues los tiempos requerían que Cuba aumentase su producción de azúcar con
fines de exportación al mercado de Estados Unidos.
Por eso, Papel Periódico de la Havana —como escribió Julio Le Riverend—
fue «un periódico esclavista, en momentos en que toda la sociedad y la eco-
nomía coloniales dependen fundamentalmente del trabajo de los esclavos».
Pero, a la vez, ha expresado Cintio Vitier, «sus páginas, manchadas por
la costumbre brutal de las transacciones normales en una sociedad escla-
vista, están presididas, sin embargo —y esta contradicción es típica de la
época—, por el fervor patriótico y el deseo de servir a la comunidad, difun-
diendo las «luces». Ni uno solo de los punzantes problemas de la colonia,
de 1790 a 1805, dejó de discutirse, de acuerdo con los criterios de la época
y el máximo de libertad permitida por las autoridades, en aquellos modes-
tos y frágiles pliegos. En ellos Cuba empezó a ver su propio rostro y a sentir
el pulso de la historia».
En el número inicial de Papel Periódico de la Havana, hay una nota que
explica por qué nace ese periódico, cuál será su función y se anuncia que sal-
drá semanalmente. Expresa que publicará «noticias del precio de los efectos
comerciales y de los bastimentos, de las cosas que algunas personas quieren
vender o comprar, de los espectáculos, de las obras nuevas de toda clase, de
las embarcaciones que han entrado o han de salir, en una palabra, de todo
aquello que puede contribuir a las comodidades de la vida». Y añade: «A
imitación de otros que se publican en la Europa comenzarán también nues-
tros papeles con algunos retazos de literatura, que procuraremos escoger
con el mayor esmero».
En ese número inicial se insertan noticias como las siguientes:
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Y en la sección «Pérdidas» se lee este original aviso: «Al Capitán D. Diego
de la Barrera se le ha extraviado el primer tomo de la obra del Marqués de
Santa Cruz. Si la tuviere alguno de sus amigos, sírvase avisárselo».
A partir de su quinto número, Papel Periódico comenzó a publicar anun-
cios típicamente comerciales, como el siguiente: «En el Almacén nuevo Calle
de la Cárcel Vieja número 100, se venden vinos, el de Málaga a real la bo-
tella: el tinto de Cataluña a medio: el de San Lúcar seco a real y la de Ma-
riposa de Castillo a medio; todo superior».
Este otro anuncio apareció el 20 de febrero de 1791: «Carne de Buenos
Aires bien acondicionada a seis reales arroba y alpiste a ocho en la casa de
D. Carlos Recaño junto al Cuartel de Caballería».
Los anuncios, en aquel amanecer del periodismo en Cuba, no se cobra-
ban. Se insertaban como información de utilidad social. A los criollos que
participaron en ese empeño no los guió un afán de lucro o mercantil, lo
que prevaleció fue contribuir al bien común. Unos pocos años después, sin
embargo, todo cambió: por Papel Periódico, en su etapa final, y sus conti-
nuadores se estableció una tarifa de anuncios (medio real por anuncio sin
distinción de personas, un real por anuncios de venta de esclavos y ocho
reales por los de fincas rústicas o urbanas).
Papel Periódico contó con cuatro pliegos de papel de 22 por 15 y medio
centímetros. Se imprimió en la tipografía de Francisco Seguí «con licencia
del superior Gobierno» y su periodicidad en las diez primeras salidas fue
semanal. Ya en 1791 pasó a ser bisemanal: jueves y domingo.
En enero de 1793, el gobernador don Luis de las Casas dio cima a otro de
sus proyectos: dejó constituida la Sociedad Patriótica de La Habana, más
tarde devenida Sociedad Económica de Amigos del País, institución que se
consagró, con el apoyo decidido de los criollos ilustrados, a luchar por ins-
taurar mejoras en diferentes aspectos de la vida del país, fundamentalmente
en la agricultura, la ciencia, la industria, la educación, etc. Esta entidad pasó
a dirigir el Papel Periódico.
Figura importante de esa publicación desde su origen fue el sacerdote
José Agustín Caballero, en cuya labor se hallan los primeros indicadores de
una ética periodística nacional. Estuvo junto al gobernador don Luis de las
Casas en la formulación de los objetivos y lineamientos de trabajo de ese pe-
riódico. En 1805 escribió unos apuntes en que planteó la idea de que «es muy
justo que los pueblos conserven los momentos de su felicidad y el medio de
conservarlos es la prensa». Escribió numerosos trabajos en Papel Periódico,
entre ellos una carta a «los nobilísimos cosecheros de azúcar, señores amos
de los ingenios» en que denuncia los maltratos a los esclavos, y aconseja cui-
dar esa importante fuerza de trabajo. Caballero se dirige en esa carta a los
hacendados con el único lenguaje que entendían: el del interés, haciéndoles
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Jueves y Domingo». La ganancia dejada por los abonados, unida a la venta
de ejemplares en la propia imprenta, permitieron que en 1793 hubiera un
fondo de mil ciento ochenta pesos con el cual la Sociedad Patriótica decidió
fundar una biblioteca pública, la primera que tuvo el país, y que se constitu-
yó en la sala de la casa de Antonio Robredo, ligado al Papel Periódico desde
su fundación. En julio de ese año se inauguró dicha biblioteca, cuyos prime-
ros setenta y siete volúmenes se costearon con los fondos de la publicación,
además de otras donaciones recibidas.
Cuando se revisan unos cuantos años de Papel Periódico asombra la
vastedad de los temas tratados: artículos de economía, higiene, medicina, mo-
ral, física, química, literatura, religión, observaciones meteorológicas, gramá-
tica, historia, agricultura, educación y crítica en general, sin que faltasen en
sus breves páginas poesías, fábulas, epigramas y temas de carácter doc-
trinal.
A partir de mayo de 1805, Papel Periódico de la Havana cambió de
nombre. Se llamó Aviso (desde mayo de 1805 hasta 1808), Aviso de la Ha-
vana (1809-1810), Diario de la Habana (1810-1812), Diario del Gobier-
no de la Habana (1812-1820), Diario Constitucional de la Habana (1820),
Diario del Gobierno Constitucional de La Habana (1820-1823), Diario del
Gobierno de la Habana (1823-1825), Diario de La Habana (1825-1848).
Finalmente, se transformó en Gaceta de la Habana.
En la etapa en que se llama Aviso de la Havana hay una figura impor-
tante, casi olvidada. Se trata de Tomás Agustín Cervantes y Castro Palo-
mino. Cuando asumió su dirección aumentó el número de columnas del
periódico, para lograr que sus textos fuesen leídos más fácilmente, enri-
queció el contenido con la búsqueda de noticias en la calle, en las oficinas
públicas y el puerto, y además trabajó para convertirlo en diario, lo que llevó
a feliz término más tarde, desde 1810 a 1812, bajo el nombre de Diario de La
Habana. Con Cervantes nace el reporterismo y, a la vez, la prensa en Cuba
se convierte en un organismo vivo y útil a la sociedad.
Así se explica que, habiendo tomado Aviso de la Havana con una lista
de 277 suscriptores, ascendiese a 530 en 1810, al año del nombramiento de
Cervantes, quien, sin duda, fue un buen organizador periodístico. Su talento
también se puso de manifiesto en la publicación Guía de Forasteros, la cual
dirigió durante casi dos lustros (1812-1821). Dejó al morir (1848) una obra
periodística de valor: crónicas que comienzan en 1781 y llegan hasta el año
1840 y en las que figuran todos los sucesos de importancia acontecidos en
La Habana, a las cuales han debido acudir investigadores de esa etapa.
Papel Periódico de la Havana —y junto con él sus continuadores de otros
nombres— fueron, en fin, los medios de que dispuso la primera generación
de cubanos que empezó a preocuparse por algunos problemas del país, como
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las cuales nunca publicó anuncios, proliferó la polémica hiriente, de tonos a
veces insultante y agresivo.
Notas como las siguientes aparecieron en El Regañón:
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Uno de los hijos de Buenaventura Pascual y Ferrer, Antonio Carlos, pu-
blicó desde el 2 de noviembre de 1830 y hasta el 1ro. de noviembre de 1831
El Nuevo Regañón de la Havana, que después vio la luz con su nombre pri-
mitivo, El Regañón de la Havana, en cuyas páginas colaboró Buenaventura
usando el seudónimo de «El anciano habanero». Esta publicación existió
hasta el 28 de febrero de 1832.
En el Regañón, sin duda, estuvieron también volcados y expuestos los
anhelos iniciales de una nacionalidad en proceso de formación. Fue otro
rayo de luz que se abrió paso en medio de un ambiente generalizado de
ignorancia.
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En un santiamén se instalaron nuevas imprentas que propiciaron en
los años siguientes la salida de más de doscientos periódicos, revistas y
boletines.
En La Habana se publicaron, entre otras, Censor Universal, semanario
dominical; El Centinela de La Habana, fundado por Antonio del Valle; La
Cena, editado por Antonio José Valdés, quien devino importante histo-
riador de la Isla; Diario Cívico, redactado por Simón Bergaño; El Esquife,
primero que cambió la ortografía de la palabra Havana por Habana, El
Patriota Americano, que fue el de mayor relevancia, y El Frayle, que con-
tribuyó al auge del movimiento literario.
El Patriota Americano era redactado por José Arango y Núñez del Castillo,
Francisco Arango y Parreño y Simón Bergaño, quienes se identificaban como
tres amigos del orden, de la patria y de la verdad. Abogaba por la reforma ge-
neral del Estado y por la polémica —entonces denominada guerra literaria—
como vía para alcanzar la ilustración de los ciudadanos y el derrocamiento de
la ignorancia y la tiranía.
Así, en abierto desafío a la autoridad colonial, escribió: «Ahora es
cuando los escritores deben unirse y formar la falange de Minerva para
disipar las tinieblas de la ignorancia y derrocar la tiranía». Este periódico
tuvo que enfrentar en una ocasión la acción de la Junta de Censura, que
secuestró uno de sus números por considerar un artículo firmado bajo
el seudónimo «Un español nacido en suelo indiano» como «subversivo a
las leyes fundamentales» de España. Solo vieron la luz treinta dos núme-
ros de El Patriota Americano, en los cuales aparecieron por vez primera
datos estadísticos sobre Cuba. En diciembre de 1812 cesó de publicarse.
El Correo de las Damas (1811), fundado por Simón Bergaño y Joaquín
José García, y que tuvo una periodicidad bisemanal, sorprendió por el ob-
jetivo que se propuso de complementar la instrucción femenina de la so-
ciedad colonial cubana. Ejerció, por ello, un periodismo liberal en franco
desafío a la autoridad del Estado y de la Iglesia, motivo por el cual esta
última lo acusó de «atentar contra la moral pública». El Correo de las Da-
mas publicó setenta y cuatro números.
El Frayle nació el 4 de enero de 1812, fundado por el habanero y militar
español Francisco Montalvo y Ambulodi. Su línea editorial estuvo dirigi-
da a atacar los artículos publicados por El Patriota Americano y a comba-
tir la masonería, a fin de contrarrestar el establecimiento en La Habana de
una logia constituida bajo los auspicios del Gran Oriente de Pensylvania. El
Frayle, que se publicó los sábados y vio la luz en treinta y siete ocasiones,
fue un periódico bien escrito, pero no logró sus objetivos en contra de El Pa-
triota Americano, considerado por Joaquín Llaverías como «el mejor y más
interesante publicado entonces en Cuba».
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Al referirse a ese período, el historiador Jacobo de la Pezuela, pluma con-
servadora y al servicio de la colonia, escribió: «Como movidos por un resor-
te común rompieron con sus mordazas todos los periodistas de la anterior
época y aun algunos de los nuevos». Es, precisamente en 1812, cuando tiene
lugar la primera junta general de periodistas en la historia de Cuba, la cual
emite el siguiente comunicado:
Los periódicos sobre todo son utilísimos; ellos son los centinelas que
velan sobre la seguridad de la plaza, y repiten diariamente el ¡alerta!
Son la escuadra sutil que defiende nuestras costas. Ellos corren como
el fuego eléctrico, y penetran al mismo tiempo a los palacios de los
grandes y a las chozas de los infelices; los leen juntamente el marqués
y el artesano. Todas las clases del estado se ilustran, a todos se extiende
su benéfica influencia.
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a la quietud de la esclavitud». Esas dos publicaciones habaneras tuvieron
una vida efímera.
En esos años muchos periódicos llevaron el aditamento de constitucio-
nal. Así fueron fundados Diario Constitucional de La Habana, Diario del
Gobierno Constitucional de La Habana, Noticioso Constitucional, Gaceta
Constitucional, El Amigo de la Constitución, El Esquife Constitucional, La
Mujer Constitucional y otros.
Necesaria es una breve referencia a La Mujer Constitucional, que vio la
luz en La Habana el 3 de mayo de 1821. En su primer número, firmado por
La Redactora, hay un exhaustivo análisis en defensa del papel de la mujer
en la sociedad, con planteamientos revolucionarios de que «mientras ellas
no sepan más de lo que saben, no habrá hombres mejores» y «que no son
unos meros instrumentos de placer». Según el investigador Llaverías, todo
hace presumir que en los seudónimos La Redactora, La Habanera, Una
Casada, Una Mujer y La R. se ocultó José Severino Boloña, impresor y afi-
cionado a la poesía y la décima, composiciones que aparecieron en todos
los números de La Mujer Constitucional, la cual cesó de publicarse el 29
de julio de 1821.
El Mosquito, fundado en 1820, fue un periódico satírico-burlesco de cier-
ta importancia. Se publicaba semanalmente, pero en diferentes días. Los
descuidos de la policía y el abandono de las calles habaneras fueron asun-
tos tratados con predilección por esta publicación, dirigida por el abogado
y literato Ignacio Valdés Machuca, muy conocido en el mundo de las letras
como Desval. En su primer número escribió: «Ya estoy en la palestra gracias
a la libertad de imprenta que tanto he deseado para corregir algunos abusos,
y a semejanza del héroe de la Mancha deshacer agravios y enderezar entuer-
tos». En su número 5 escribió: «El Mosquito con la nutrición que ha experi-
mentado en estos días, ha robustecido su lanceta, por lo que las picadas se-
rán un poco más acres desde el número siguiente, dejando siempre salvas a
las personas». Desde el número 6 (1ro. de junio de 1820) cambió su machón
de identificación por un grabado que representa un mosquito posado en un
gajo de la ceiba del Templete, donde suponía tener su habitación el redactor.
Catorce fueron los números que se publicaron de El Mosquito.
También en La Habana vio la luz El Americano Libre (1822), del cual
fueron redactores Félix Varela y Domingo del Monte. Esta publicación fue
portavoz de los derechos de los ciudadanos, censuró los excesos cometidos
en relación con la libertad de imprenta y estimuló en sus páginas el ansia de li-
bertad de los cubanos. Se publicaron cuarenta y seis números, el último de ellos
el 28 de febrero de 1823.
Sucesor de El Americano Libre fue El Revisor Político y Literario, cuyos
redactores fueron aventajados alumnos del sacerdote Félix Varela. Poesías
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Diario de Gobierno de Santiago de Cuba. También fue rechazada su solici-
tud en razón de los antecedentes y conducta que observó en el pasado.
Periódico Nacional de Santiago de Cuba (1822) y El Redactor Liberal
Cubano (1823) fueron hechos por los mismos redactores. Dueños y redac-
tores de estos medios fueron el poeta Manuel María Pérez, José Francisco
Collazo y José Eugenio Toledo.
En 1833 la principal ciudad en el oriente de la Isla vio nacer el periódico El
Redactor de Santiago de Cuba, publicado por la Real Sociedad Económica, que
insertó noticias políticas, literarias, agrícolas, mercantiles, económicas y otros
materiales de interés para la prosperidad pública. Este periódico afrontó una
crisis dos años después de su nacimiento, pues no depositó los diez mil reales
prevenido por el reglamento de imprenta. Pero el director del periódico y secre-
tario de la Sociedad Económica, Juan Bautista Sagarra, se dirigió al gobernador
y capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, y este favoreció una licencia provi-
sional para liberar a El Redactor de Santiago de Cuba de ese pago.
El Instructor General (1821), El Lince Principeño (1821), El Patriota Princi-
peño (1822) y El Zurriago Principeño (1823), los tres editados en la Imprenta
Patriótica de José Minuese, vieron la luz en Puerto Príncipe (hoy Camagüey). De
los tres, el de mayor relevancia fue El Zurriago Principeño, por su estilo cortante
e hiriente contra el gobierno español, lo que causó su clausura a fines de 1823.
Trinidad fue la primera ciudad en el centro del país adonde llegó la im-
prenta y, en consecuencia, el 3 de septiembre de 1820 tuvo su primer pe-
riódico, Corbeta Vigilancia, fundado por Cristóbal Murtra y José Julián
Castañeda, que pasó a tener otros nombres poco después: Correo y Correo
Semanal de Trinidad, Correo Político-Literario-Mercantil de Trinidad. Fue
un periódico de interés general e información nacional y extranjera. A pesar
de que tenía un carácter oficial, El Correo fue denunciado varias veces ante
la Junta de Censura. Se asegura que se publicó hasta 1869, pero el último
ejemplar encontrado es del 27 de diciembre de 1854. En la Biblioteca Nacio-
nal se guardan números de 1828, 1842 y 1844.
El Eco de Villaclara es el primer periódico que se publica en Santa Clara.
Su principal redactor y editor fue el camagüeyano Manuel de Sed Colón, que
trasladó una imprenta usando mulas de carga desde Puerto Príncipe a Santa
Clara. El periódico salió miércoles y sábado, con cuatro páginas. Más tarde
se editó tres veces a la semana. Entre sus colaboradores estuvieron el poeta
Eligio Eulogio Capiró, el historiador Manuel Dionisio González y Gabriel de
la Concepción Valdés (Plácido). Existió hasta 1856.
El primer periódico de Sancti Spíritus, El Fénix, se funda el 3 de marzo
de 1834. En su primer número se lee: «Este periódico sale los lunes y los jue-
ves de cada semana, y se publicarán en él todas las órdenes y avisos del Go-
bierno, las noticias políticas más importantes y todas las materias de interés
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junto de los amigos: Los Amigos de la Paz, Los Amigos de la Juventud,
Los Amigos de la Constitución, Los Amigos de las Leyes, Los Amigos de
las Mujeres, Los Amigos de los Artesanos, los Amigos de los Cubanos y
Los Amigos del Pueblo.
El censor general de las imprentas debía enviar cada cuatro meses al go-
bernador y capitán general de la Isla un informe sobre el estado de la prensa,
especialmente la periódica, donde se detallasen los principales incidentes
ocurridos.
A modo de ilustración veamos lo que informó el censor principal, José
Antonio de Olañeta, al capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, el 17 de
enero de 1835 sobre trabajos publicados por Diario de la Habana:
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El Habanero, primera huella independentista
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me separaron de mi patria. No pienso volver a ella; pero creo deberle un tri-
buto de cariño y de respeto no uniéndome a otra alguna».
Quizás lo que más molestó a España es que este hombre representaba
lo más revolucionario al plantearse la emancipación de los esclavos y de-
nunciar con fuerza los horrores de la esclavitud y los brutales maltratos a
que eran sometidos los negros. En sus escritos están las siguientes pala-
bras: «y estoy seguro de que el primero que dé el grito de independencia,
tiene a su favor a casi todos los originarios de África». Ese pensamiento
filosófico tuvo expresión real cuando estalló la guerra por la independen-
cia en Cuba.
Varela, pues, ofrecía un verdadero programa anticolonial para los cuba-
nos y para los pueblos de América Latina. Un pensamiento bien avanzado
para esos tiempos. De ahí que muy acertadamente otra gran figura de esa
época, don José de la Luz y Caballero, dijese que «Varela fue el primero que
nos enseñó en pensar».
Junto a Varela, mientras editaba El Habanero en territorio de Estados
Unidos, estuvo José Antonio Saco, otra figura grande de la historia de Cuba,
pues profesó un amor entrañable a la tierra en que nació, aparte de tener
una infinita confianza en el poder de las ideas. Desde posiciones reformis-
tas, Saco contribuyó a empujar al pueblo cubano al camino de la indepen-
dencia.
Existe la versión de que Saco viaja a La Habana en 1826, y al regresar a
Estados Unidos convence a Varela de no continuar la publicación de El Ha-
banero. Algunos investigadores consideran que la suspensión fue decidida
entre ambos al informarle Saco que los hacendados no estaban dispuestos a
ayudar, y que el mantenimiento de ese periódico solo iba a contribuir a de-
rramamientos inútiles de sangre de la juventud cubana.
Varela y Saco deciden poco después iniciar la publicación de otro perió-
dico, también en Estados Unidos, al que dan el nombre de El Mensajero
Semanal (1828-1831), que abandona la propaganda directa independentista,
pero que en sus páginas alienta el desarrollo de la cultura cubana con espe-
cial énfasis en sus diferenciaciones con lo peninsular y en la reafirmación de
lo americano. También el gobierno colonial español prohibió la circulación
de ese periódico dentro de Cuba. El sector más poderoso de la burguesía es-
clavista no estaba dispuesto a aceptar ninguna acción divulgadora del pen-
samiento de los jóvenes liberales.
El Mensajero Semanal tuvo entre sus colaboradores al bayamés Ma-
nuel de Socorro Rodríguez, quien en Cuba fue conocido como escultor y
poeta, pero no como periodista y escritor. Socorro había emigrado a Co-
lombia y en 1791 —un año después del nacimiento de Papel Periódico de La
Havana— fundó el primer periódico colombiano, al que denominó El Se-
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Su pensamiento contra la anexión ha estado vigente desde entonces. Con
claridad y precisión escribió en su trabajo «Ideas sobre la incorporación de
Cuba a los Estados Unidos», publicado en 1848 en París:
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espíritu en tierras extrañas lo golpeó más de una vez. Experimentó cierto
desencanto con las sucesivas tiranías que vio llegar al poder en México,
y se preguntó si esa era la independencia que ambicionaba para su tierra
natal. La muerte de su pequeña hija y el quebranto de su salud lo lleva-
ron en un momento dado a nutrir en lugar de apagar su fuego trágico. Es
cuando escribe al capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, y le solicita
permiso para volver a la patria, donde vive su madre. Sus antiguos amigos,
entre ellos Domingo del Monte, desaprueban su carta a Tacón, y rehúsan
su compañía. Eso lo lacera aún más. Y enfermo y desalentado, luego de
menos de tres meses de estancia en Cuba, regresa a México, donde fallece
prontamente.
«Fue hijo de Cuba —escribió Martí— aquel de cuyos labios salieron algu-
nos de los acentos más bellos que hayan modulado la voz del hombre, aquel
que murió joven, fuera de la patria que quiso redimir, del dolor de buscar en
vano en el mundo el amor y la virtud».
En el correr de las décadas de 1830, 1840 y 1850, seis fueron los perió-
dicos que marcan el comienzo de la prensa mercantil en Cuba: Noticioso
y Lucero de La Habana, La Prensa, La Prensa de La Habana, El Faro
Industrial de La Habana, Diario de la Marina y El Avisador del Comer-
cio (que terminó llamándose El Comercio). Esta gran prensa de la época
estableció conceptos diferentes a los que prevalecieron desde la fundación
de Papel Periódico de la Havana. Los anuncios, por ejemplo, dejaron de
ser considerados un servicio de utilidad social. Empezaron a publicarse
aquellos que eran sufragados de acuerdo con las tarifas establecidas por
los periódicos, convertidos de hecho en empresas para obtener ganancias
monetarias.
El periodismo en Cuba empezó a transitar, aunque aún de manera inci-
piente, por el camino de los negocios.
Noticioso y Lucero de La Habana, cuyo primer número vio la luz el 16 de
septiembre de 1832, fue el resultado de la primera fusión entre periódicos di-
ferentes. El Noticioso Mercantil, que se editaba en La Habana desde 1812 por
el escritor y poeta Manuel Francisco Salinero, y El Lucero, de Matanzas, fun-
dado por José Pereira, se constituyeron en una sociedad anónima. Esta fusión
dio nacimiento a la primera empresa periodística en Cuba.
En su número inicial Noticioso y Lucero de La Habana anunciaba que
el nuevo diario «se distribuirá por las mañanas, y por las tardes saldrá el
46 · JUAN MARRERO
este puerto y la exportación que por él se haga de los principales fru-
tos del país en los tres días anteriores, y con oportunidad su precio
corriente en la plaza, resúmenes curiosos del movimiento mercantil,
y cuantas circunstancias extraordinarias, tanto en la isla como fuera
de ella, consideremos de interés, todo sin perjuicio de los anuncios
particulares…
48 · JUAN MARRERO
Faro Industrial de La Habana,
un periódico esclavista y anexionista
50 · JUAN MARRERO
Lugareño fundó y dirigió el periódico La Verdad, mantenido en parte por
los subsidios de hacendados cubanos de Puerto Príncipe y en parte por el
apoyo de Moses Yale Beach, director del periódico Sun, de Nueva York, y
partidario de la anexión de Cuba a Estados Unidos. La Verdad, publicado
en inglés y español, editado libre de gastos en la imprenta del Sun, difun-
día las opiniones y las noticias de los cubanos anexionistas tanto en Esta-
dos Unidos como en Cuba. Su entrada estaba prohibida en Cuba, pero se
introducía clandestinamente en la Isla, traído por los buques mercantes.
Periodísticamente hablando El Lugareño fue una figura de gran prestigio
en Cuba, sobre todo a partir de 1838 y 1839, cuando publicó en La Gaceta de
Puerto Príncipe una serie de trabajos costumbristas bajo el epígrafe «Escenas
Cotidianas», en los cuales, con ingenio y gracia, trataba lo humano y lo divino
de la sociedad colonial. Además, por sus iniciativas, gestiones y prédicas,
logró que el gobierno colonial emprendiese el levantamiento de obras de be-
neficio social para la región de Camagüey, entre ellas la línea férrea de Nue-
vitas a Puerto Príncipe, segunda que hubo en la Isla, numerosas escuelas y
el puente sobre el río Tínima.
En el orden político fue enemigo del colonialismo español. Integró
en 1823 el grupo de cubanos que viajó a América del Sur para solicitar
al Libertador Simón Bolívar su apoyo en la promoción de un movimien-
to insurreccional en Cuba. Por sus actividades conspirativas fue con-
minado por el capitán general O’Donnell en 1846 a ausentarse del país,
y las autoridades españolas confiscaron todos sus bienes. Esto lo llevó a
residir en Estados Unidos, y a gestionar ante las autoridades de ese país el
ingreso de Cuba como estado de la confederación norteamericana.
En 1849, El Lugareño escribió la obra que lo manchó para siempre ante
el pueblo cubano. Publicó un folleto titulado «Ideas sobre la incorporación
de Cuba en los Estados Unidos en contraposición a las que ha publicado D.
José Antonio Saco», en el cual expresaba desprecio e insultaba a su propio
pueblo. Escribió lo siguiente:
El Diario de la Marina, que vio la luz en 1844 como una sociedad anóni-
ma, se convirtió en uno de los más importantes periódicos del país.
Dio realce en sus páginas, desde un inicio, a la propaganda comercial, pre-
sentándola atractivamente, lo que hizo posible que fabricantes, detallistas,
comerciantes y profesionales llegasen a comprender que anunciarse era un
buen negocio, representaba más ventas y más ganancias. Estableció rebajas
de precio de suscripción. Ya en 1857 su tirada alcanzaba siete mil quinientos
ejemplares. Fue asimismo uno de los primeros en mecanizar sus fases de
impresión. Y también sobresalió por el uso que hizo de la caricatura política
y de la ilustración.
El Diario de la Marina surgió como órgano oficial de la autoridad su-
perior de la marina, de ahí el origen de su nombre. Se planteó publicar los
nombramientos y promociones de la Real Armada; las reales órdenes y dispo-
siciones que se comuniquen por el gobierno supremo a la comandancia gene-
ral del Apostadero de La Habana; los partes de naufragios y otras ocurrencias
en el litoral de la Isla; sentencias, autos y disposiciones de los tribunales de
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marina; todos los documentos y actos del Ministerio de Marina y sus depen-
dencias que puedan o deban ver la luz pública.
Bajo tal perfil nació y ello lo convirtió en un recalcitrante vocero del inte-
grismo español. El odio feroz con que combatió en su primer cuarto de siglo
de existencia todo lo que significase reconocer un mínimo de derecho a los
cubanos, llevó a que José Martí escribiese en 1869, en el primer número de
El Diablo Cojuelo: «El Diario de la Marina tiene desgracia. Lo que aconseja
por bueno es justamente lo que todos tienen por malo».
La terca intransigencia de ese periódico lo condujo durante todo el siglo xix
a descargar su fanática furia contra todo lo que intentase disminuir el do-
minio colonial, ya fuese la conspiración de los criollos ricos para anexar la
Isla a Estados Unidos, las gestiones de los reformistas suplicando a España
concesiones económicas o el movimiento insurreccional de los independen-
tistas. Todos, sin excepción, fueron para el Diario de la Marina enemigos de
la madre patria.
Al producirse el alzamiento de La Demajagua, el Diario de la Marina dio
riendas sueltas a su rabia e impotencia contra los cubanos que luchaban por
la independencia. Escribió entonces: «Carlos Manuel de Céspedes es res-
ponsable ante Dios y la humanidad de toda la sangre y de todas las lágrimas
que se han derramado en esta tierra». Y clamaba, a la vez que ensalzaba los
crímenes de Tacón, O’Donnell y Concha, por ahogar en sangre el movimien-
to independentista.
La caída de José Martí en Dos Ríos, y la de Antonio Maceo en Punta Brava,
tuvieron la significación de «faustos sucesos» para el Diario de la Marina.
El 22 de mayo de 1895 escribió sobre la muerte de Martí: «Ha caído para
siempre José Martí, el jefe civil, la cabeza pensante y delirante del movi-
miento separatista, en los instantes en que unido a Máximo Gómez, muerto
también probablemente, disponíase a pasar el río Cauto con dirección a Vic-
toria de las Tunas. Su muerte representa un gran quebranto para la causa
de los enemigos de la madre patria y, por eso, un suceso fausto para cuantos
peninsulares e insulares confundimos en una sola idea la felicidad de Cuba
y la soberanía de España…».
Cuando el general Antonio Maceo cayó en combate, el 7 de diciembre
de 1896, el Diario de la Marina escribió irrespetuosamente: «Júbilo ha pro-
ducido en esta sociedad la desaparición de aquel por cuya sangre ha corrido
tanta sangre inocente y generosa y sobre cuyo nombre pesan tan horrendos y
espantosos crímenes». Cuatro días después de la muerte del Titán de Bronce,
la dirección del Diario de la Marina organizó una recepción en su redacción
para brindar con champán. Su cobardía llegó al extremo de profanar la me-
moria del general Maceo el 20 de diciembre, en el mismo lugar en que cayese
combatiendo por la independencia y libertad de Cuba, al reunir a militares
Por último, entre los diarios que marcaron pautas como negocio en los ini-
cios del periodismo en Cuba debemos mencionar a El Avisador del Comercio,
cuyo primer número vio la luz el 1ro. de agosto de 1847, fundado por el librero
Cipriano Muñoz. Fue acogido con tal entusiasmo por los comerciantes que
no había transcurrido un mes cuando su director solicitó autorización para
incorporar noticias locales y una sección de literatura a su perfil. A partir de
septiembre aumentó sus páginas y columnas. De un diario «de anuncios eco-
nómicos y mercantiles» pasó a convertirse en un «diario político, literario y
mercantil», según rezó debajo de su nombre a partir del 26 de enero de 1848.
En poco tiempo, El Avisador del Comercio se transformó en una em-
presa con buenas ganancias que permitió a sus dueños establecer una
imprenta propia, introducirle mejoras tipográficas, designar al conocido
escritor español Antonio García Gutiérrez como su redactor principal,
e, incluso, contratar a célebres figuras de la intelectualidad española,
como los poetas Zorrilla, Rubi, Gil y Zárate, Bretón de los Herreros y
otros como colaboradores. Pero, meses después, quebrado económica-
mente, Cipriano Muñoz debió vender la imprenta y el periódico al dueño
del teatro Tacón, a la vez que decía a sus lectores que había hecho cuan-
to debía hacerse para llevarlo a puerto de salvamento, pero no lo había
logrado. «Cúlpense a las circunstancias, pero nunca a mí ni a mis afa-
nes, ni a mi buena voluntad», escribió Muñoz.
54 · JUAN MARRERO
El 7 de diciembre de 1848 entra el periódico en una nueva época con su
nueva dirección. Cambios frecuentes de redactores, innovaciones tecnológi-
cas y de contenido no logran salvar su existencia. Terminó el 9 de octubre de
1849 cuando anuncia que, a partir de entonces, se llamará El Comercio, sin
sufrir alteración alguna y las condiciones bajo las cuales venía publicándose.
El 31 de diciembre de ese mismo año El Comercio publica su último número.
Así fue el inicio de la gran prensa mercantil en Cuba. Exceptuando el
caso del Diario de la Marina, los tropiezos para asentarse fueron grandes.
56 · JUAN MARRERO
La Habana del periódico anexionista La Verdad, recibir esos recursos, y
para poner en práctica la edición de la publicación clandestina establece
contacto con John S. Trasher, de ideas favorables al mantenimiento de la
esclavitud y a la anexión, y también con otro norteamericano: Abraham
Scott, dueño de una fundición en Regla, el cual se encargó de construir la
máquina impresora.
Es Trasher quien presenta a Bellido de Luna al tipógrafo Facciolo. Des-
de algunos años antes, Trasher y Facciolo se habían conocido y establecido
amistad en el diario El Faro Industrial de La Habana. El inglés Santiago S.
Spencer, que se dedicaba a trabajar en el giro de imprenta y papelería, tam-
bién se unió al proyecto aportando algunos recursos materiales.
Bellido de Luna instaló la imprenta en un cuarto en los altos de la botica
de San Feliú, sita en la calle de Mercaderes número 18, a unos pocos pasos
del Palacio del capitán general de la Isla, entonces el general Valentín Cañedo.
Un condiscípulo y amigo de Bellido, propietario de ese local, permitió que allí
se realizase tan audaz empresa. Facciolo, entretanto, se encargó de buscar el
apoyo de dos obreros de toda su confianza, que lo ayudarían en la confección
y tirada del periódico.
Con fecha 13 de junio de 1852 apareció el primer número. Empezaron a
circular por La Habana dos mil ejemplares de esa publicación clandestina
que, como era de esperar, provocó la indignación y el asombro de las auto-
ridades españolas.
La hoja, compuesta a dos columnas y de treinta por veinte centímetros
de tamaño, abría con un corto editorial, bajo el título «A nuestros lectores».
A continuación, un artículo titulado «Situación del país», donde se expo-
nía que «la isla de Cuba está en completa agitación. Los cubanos conspiran
constantemente contra un gobierno metropolitano de quien no reciben (…)
más que ultrajes, desaires, injusticias y atropellamientos». Cerraba este pri-
mer número una nota titulada «Advertencia», donde se manifestaba que,
por la premura del tiempo, falta de recursos y otros inconvenientes no había
sido posible darle más extensión al periódico.
La Junta Cubana de Nueva York se encargó de dar a conocer dentro de
Estados Unidos la salida de La Voz del Pueblo Cubano. Una importante pu-
blicación norteamericana, Courrier and Enquirer, fue la primera en dar a
conocer ese hecho. En Cuba, en cambio, la prensa de la época no publicó ni
una sola línea sobre el acontecimiento.
Las autoridades españolas practicaron numerosos arrestos, allanaron
imprentas, casas de comercio y hogares de familias cubanas en busca de los
redactores y obreros que habían confeccionado el periódico.
En tales circunstancias, Facciolo y Bellido de Luna decidieron trasladar-
se a otro sitio. Con todos sus enseres, excepto la máquina impresora, se esta-
58 · JUAN MARRERO
utilizado para conseguir sus propósitos, pagándole una buena suma, a John-
son, el cual, por su condición de inglés y mulato, servidor de la corona inglesa,
entonces contraria al tráfico negrero, no iba a despertar sospechas en Facciolo
y sus compañeros.
Junto a Facciolo fueron detenidos otros cinco jóvenes que se encontraban
en los momentos del allanamiento policiaco en la casa de la calle Galiano.
También se arrestó, como ya apuntamos, a Emilio Johnson.
Dos semanas antes de la detención de Facciolo y sus compañeros, Belli-
do de Luna había abandonado la Isla junto al poeta Pedro Angel Calderón.
Ambos embarcaron a toda prisa hacia Estados Unidos en la fragata inglesa
Express.
Facciolo asumió toda la responsabilidad por la edición del primer perió-
dico clandestino hecho en Cuba. El 13 de septiembre de 1852 le fue aplicada
la pena de muerte en garrote vil por un tribunal militar español de siete
miembros: cuatro se pronunciaron por la pena de muerte, tres por conde-
narlo a diez años de prisión.
Nada ablandó el corazón del capitán general de la Isla: ni la solicitud de
perdón hecha por el padre de Facciolo en su condición de ciudadano español,
ni el ruego de la madre, la señora Dolores Alba, quien le suplicó de rodillas
que no matara a su hijo. La sentencia se llevó a efecto en la explanada de la
Punta, hoy Prado y Malecón.
60 · JUAN MARRERO
Obras poéticas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Fornaris, Do-
mingo del Monte y Lope de Vega y de numerosos autores españoles también
vieron la luz en Álbum…, y, de igual modo, numerosos artículos con temas
dirigidos a la mujer, entre ellos los titulados «Libertad Moral», «Máximas
para las esposas», «Máximas para las solteras», «Las pasiones», «El ma-
trimonio», «El amor» y «Caridad en las mujeres». La prosa de la Avella-
neda y de escritoras como Luisa Pérez de Zambrana, Pilar Sinués de Marco
y María de Verdejo y Durán tuvieron espacio en este periódico quincenal.
Algunas novelas y obras de teatro se publicaron en serie, es decir por capí-
tulos. También dio a la luz una buena cantidad de cuentos.
El contenido variado de la publicación y el hecho de su originalidad atra-
jo la atención de la sociedad femenina habanera, la ilustrada, por supuesto.
Pero sobre todo influyó en ello la presencia y discursos de escritoras cuba-
nas en el Álbum…, empezando por la Avellaneda, donde las mujeres halla-
ron una vía de expresión a sus reivindicaciones dentro del sistema colonial.
Sabido es el influjo constante en la novela, el teatro y la poesía cubanos
de La Peregrina, seudónimo que usó la Avellaneda para algunos de sus tra-
bajos, pero no suficientemente conocido es lo que sembró con su periodismo
a favor de la mujer. Extensa, de igual modo, es la relación que tuvo durante
su vida con las principales publicaciones de España y Cuba en su época. Sus
piezas literarias y sus artículos vieron la luz en Faro Industrial de la Haba-
na, Diario de la Marina, El Siglo, Gaceta de Puerto Príncipe, Cuba Litera-
ria y otras publicaciones de la Isla.
En Cuba se publicó en 2007 la antología poética de Gertrudis Gómez de
Avellaneda, bajo el título La noche de insomnio, y su prologuista, Antón
Arrufat, escribe: «Aunque publicaciones y estrenos teatrales le proporcio-
naron una pequeña fortuna, amores desgraciados, la presencia de la muerte
en su familia (viuda dos veces), la diabetes y el prematuro envejecimiento
cambiaron su modo de vivir y la habían convertido en una mujer retraída y
desconfiada… Ya apenas podía escribir de su puño y letra. La enfermedad
le había afectado la vista». En 1873 falleció en Madrid esta «rosa erguida»,
como la llamó José Martí, y de quien el crítico español Menéndez Pelayo di-
jese: «Es mucho hombre esa mujer».
Tras el Álbum… , e inspirados en el camino recorrido por Gertrudis Gómez
de Avellaneda, surgieron otras publicaciones en la Isla que se caracterizaron
por destacar los valores familiares para la mujer, entre ellas La Noche (1864);
El Céfiro (1866), que fundaron y dirigieron en Camagüey, Sofía Estévez y Do-
mitila García Doménico, la primera mujer tipógrafa de Cuba; Las Hijas de
Eva (1874), La Familia (1878), En el Hogar (1880); La Armonía (1882); La
Mujer (1882), en Holguín; El Hogar (1884), Minerva (1888); La Mulata (1891);
La Cotorra (1891); El Album de las Damas (1894), publicado en Matanzas, y
62 · JUAN MARRERO
Otra de estas cubanas precursoras en el periodismo fue Aurelia Castillo
de González, nacida el 27 de enero de 1842 en Puerto Príncipe, Camagüey.
Fue poetisa y prosista, destacada en las letras y por su patriotismo. En 1874
se casó con el comandante del Ejército español Francisco González, quien
protestó públicamente por el fusilamiento del patriota cubano Antonio A.
Luaces, en 1875, lo que provocó su deportación a España, a donde fue acom-
pañado por su esposa. Aurelia colaboró con la Revista de Cádiz (1875), La
Familia, Triunfo y Luz, (1878), El Camagüey, El Progreso de Güines (1879),
El País, Revista Cubana (1885), Revista de Cuba (1887), Ecos de Asturias,
Crónica Meridional, de Almería, El Fígaro (1895). Enviudó en 1895 y al año
siguiente es expulsada de la Isla por el sanguinario Valeriano Weyler. Retor-
nó a la Patria en 1898. Falleció en Camagüey el 6 de agosto de 1920.
También con un nombre reconocido en las letras está Angelina Agramon-
te. Se conoce que en 1867 colaboró en las Crónicas del Liceo de Puerto Prín-
cipe, para lo cual utilizó el seudónimo de Genliane.
La caricatura política
64 · JUAN MARRERO
extranjero, excepto el último. Ellos dejaron sus obras no solo en las publi-
caciones mencionadas, sino en almanaques, marquillas de cigarros y libros.
El vasco Landaluce (1830-1889), quien trazó tipos y costumbres de gente
del país, fue el más sobresaliente de esos caricaturistas. Sus dibujos apare-
cieron en El Moro Muza, Don Junípero y Juan Palomo. Establecido en la Isla
desde mediados del siglo y de firme postura integrista, es decir, reaccionaria,
sus dibujos presentaron a los miembros del gobierno cubano en armas como
borrachos, disolutos y entes del todo despreciables, entregados a juergas y fes-
tejos continuos, al decir de la investigadora y crítica Adelaida de Juan.
En 1871 —en Juan Palomo—, Landaluce establece un paralelo entre la Co-
muna de París y la guerra en Cuba. Vincula ambos procesos revolucionarios
en la misma presentación burlona y sarcástica («Los comunes de allende y los
de aquende»). De tal manera, atacó con tal doble filo el afán de independen-
cia de los criollos. Fue, además, el creador del primer Liborio, entonces capaz
de burlarse de lo inútil de la insurrección independentista, sonreírse ante el
anexionismo o cruzarse de brazos frente al reformismo y el autonomismo. El
nombre de Liborio fue traído a Cuba por los canarios. Existía en esas islas de
España un santo patrón denominado san Liborio, que era invocado para cu-
rar el mal de piedra en la orina y el cólico nefrítico. Todo eso contribuyó a que
el nombre de Liborio se hiciera común para los campesinos cubanos.
A finales del siglo xix, la caricatura fue muy utilizada tanto por la prensa
al servicio de la colonia como por los patriotas. Publicaciones de carácter ver-
sátil la emplearon en sus páginas, entre ellas El Álbum (1887), de Matanzas;
Gil Blas (1890-91); La Política Cómica (1894) y La Caricatura (1887-1900).
José Martí fue un cultor del género al autocaricaricaturizarse, en sor-
prendente manejo de la síntesis y exagerando los elementos anatómicos
de su fisonomía. Así lo hizo en su autorretrato, que tomó como modelo la
estatua del personaje maya Chac-Mool, descubierta en las ruinas de Chi-
chén Itzá, y en los apuntes que realizó en su libreta mientras asistía a las
deliberaciones de la Conferencia Internacional Monetaria reunida en Was-
hington, en 1889.
Solo las publicaciones de cubanos exiliados, mayoritariamente en Es-
tados Unidos —considera también Adelaida de Juan— podían expresar el
punto de vista independentista. Cacarajica, que tuvo cierta conexión con
el periódico Patria y que comenzó a editarse en Nueva York en 1896, y
Cuba y América, cuya primera etapa se extiende entre 1897 y 1901, son
los órganos que acogen otro tipo de caricaturas. Sus dibujantes principa-
les son los cubanos Federico Ibañez y Ricardo de la Torriente. El primero
se manifiesta explícitamente independentista en su temática y recuerda
hitos significativos de las largas luchas del pueblo cubano contra la domi-
nación española. En 1897, por ejemplo, recuerda a los estudiantes cubanos
66 · JUAN MARRERO
José Quintín Suzarte, infatigable propulsor del periodismo y de la
cultura, dirigió este periódico en su etapa inicial. Como avales, tenía una
larga ejecutoria periodística que incluía su paso por la publicación La
Siempreviva, su estancia de ocho años en Venezuela, donde fundó los
periódicos La Guirnalda, Correo de Caracas, Revista de la Guaira y el
Diario de Puerto Cabello, y haber sido un ferviente defensor de las refor-
mas políticas cuando dirigió el periódico El Faro Industrial (1848-1851),
clausurado por disposición de las autoridades españolas. Suzarte sostu-
vo el mismo pensamiento reformista cuando trabajó como redactor en el
Diario de la Habana (1853) y El Correo de la Tarde (1857).
El Siglo, desde su nacimiento, no fue una empresa comercial para obte-
ner lucro. Fue un periódico político.
Al fundar El Siglo, Suzarte recibió del gobierno colonial, a cuyo frente
estaba entonces el general Francisco Serrano y Domínguez (duque de la
Torre), garantías de que podría discutir libremente las cuestiones eco-
nómicas y sociales del país, aunque, como se desprende del editorial
inicial, teniendo presentes las aspiraciones e intereses de los propieta-
rios de tierras y negocios, amos, por lo general, de esclavos. Eran días
en que las ideas a favor de la revolución para alcanzar la independencia
empezaban a ganar adeptos entre sectores económicos e intelectuales
criollos. Dar algunas libertades a El Siglo para que tratara temas hasta
entonces tabúes en la Cuba colonial era parte de la política diseñada por
Serrano para intentar conjurar la revolución.
Serrano, hábil político, al asumir el poder, había reconocido «que las que-
jas de los cubanos son justas, que sus aspiraciones son legítimas, que no hay
razón para que ellos, españoles como nosotros, no tengan prensa ni repre-
sentación ninguna en su gobierno, ni una sola de las garantías constitucio-
nales a que en la península tenemos derecho».
Al año de su llegada al poder, en 1860, Serrano envió a las Cortes su Pro-
yecto de Ley Orgánica de la Isla de Cuba, en la cual recomendaba la creación
de un Consejo General que debía ser oído en asuntos de impuestos, presu-
puestos, aranceles, formación de sociedades anónimas, etc.
Serrano, en el fondo, no fue más que un demagogo, aliado de la oligarquía
conservadora criolla, sobre todo a partir de que contrajo matrimonio de in-
terés con una acaudalada propietaria, y se convirtió en dueño de ingenios
azucareros.
Cuando fundó El Siglo, Suzarte, que no tenía amplios recursos económi-
cos, acudió al llamado Club de la Habana, del cual formaban parte acau-
dalados criollos reformistas. En 1863, ese club dispuso que asumiese la
dirección del periódico una figura de gran prestigio dentro del movimiento
reformista: Francisco de Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces, que aparte
68 · JUAN MARRERO
Otra publicación de importancia en los años anteriores al estallido de la
Guerra de los Diez Años fue La Aurora, primer periódico obrero existente
en Cuba, fundado el 22 de octubre de 1865. De él hablaremos con mayor
amplitud más adelante.
70 · JUAN MARRERO
tista, dictó algunas medidas de apertura política, entre ellas la libertad de
imprenta. El 9 de enero de 1869 emitió el siguiente decreto:
De tal manera, desde sus mismos inicios, El Cubano Libre evidenció ser
un símbolo de la intransigencia y la combatividad revolucionarias.
72 · JUAN MARRERO
El Cubano Libre cesó de publicarse en 1871, luego de que una patrulla
enemiga destruyó sus instalaciones en un caserío de la zona de Florida, en
Camagüey.
Céspedes defendió con vehemencia ese periódico, del cual fue su
fundador, e incluso tras su destitución como presidente de la República
en Armas, dispuesta por la Cámara de Representantes, el 28 de octubre
de 1873 llevó consigo a sus lugares de refugio su colección privada de
El Cubano Libre.
El 1ro. de noviembre de 1873, Céspedes recibe en Cambute, primer lugar
donde se instala, en espera de que le autoricen su pasaporte para ir al exte-
rior, una comunicación de Federico Betancourt, en su condición de canciller
de la Secretaría de Gobierno, pidiéndole «solicitar de Usted la colección de
El Cubano Libre, que contiene las resoluciones dictadas por la República,
por ser de todo punto indispensable para el mejor despacho de los asuntos».
En igual fecha, Céspedes respondió:
74 · JUAN MARRERO
A partir de la salida del primer número, el periódico continuó editándose
semanalmente. Salía los sábados llevando la verdad de la guerra a todos los
cubanos, los de las ciudades, el campo y la emigración, a los amigos de la
causa cubana en el exterior.
La redacción y talleres de El Cubano Libre no solo cumplían la función de
editar el periódico. Se encargaban de la revisión e impresión de diversos do-
cumentos y modelos necesarios para el desarrollo de la guerra revolucionaria.
Un corresponsal de guerra, puertorriqueño, incorporado a la lucha por
nuestra independencia, dejó escrito en el periódico El Porvenir, de Nueva
York, una crónica sobre una visita que hizo en compañía de un periodista
norteamericano al lugar donde se imprimía en 1896 El Cubano Libre. Mo-
desto A. Tirado escribió estas impresiones:
Mariano Corona Ferrer, para quien El Cubano Libre fue su obra más pre-
ciada, su hijo mimado, a la cual dedicara gran parte de su vida, había nacido
en Santiago de Cuba en 1870. Tenía, pues, solo 25 años de edad cuando An-
tonio Maceo le encargó la dirección de ese periódico, quizás porque era de
los pocos combatientes que tenía alguna experiencia periodística, acumula-
da en el periódico El Triunfo a partir de 1888.
Durante largo tiempo, las fuerzas militares colonialistas hicieron lo inde-
cible por localizar y destruir las instalaciones de ese vocero de la revolución.
La hoja mambisa, cada vez que lograba entrar en las ciudades, provocaba la
indignación de las autoridades españolas. Lograron, en cierta ocasión, por
76 · JUAN MARRERO
superior de la página tenía el nombre del periódico en grandes letras ne-
gras, y en letras más pequeñas decía que era «el segundo periódico inde-
pendiente que se publica en Cuba». Entre dos finas líneas daba a conocer
el año de vida, el lugar de edición y la fecha de la salida El 28 de noviembre
vio la luz su novena edición, único ejemplar que se conserva.
Su director fue Abraham Portuondo Olazagastri, un auténtico corres-
ponsal de guerra. Publicó informaciones de los acontecimientos ocurridos
en el frente de combate. Portuondo fue fusilado por los españoles cuando
las fuerzas militares de la colonia lograron recuperar la ciudad de Holguín.
El último número de La Estrella de Cuba se publicó el 6 de diciembre de
1868. Vieron la luz pública, en total, quince ediciones de unos cien ejempla-
res cada una. Se utilizó la imprenta en que se editaba el periódico El Orien-
tal, cuyo dueño Antonio J. Napolés la había ocultado al producirse el ataque
de las fuerzas del general Julio Grave de Peralta, del Ejército Libertador, a
Holguín.
El Mambí fue el tercer periódico publicado en territorio libre de Cuba
tras el estallido del 10 de Octubre de 1868. Se editó en Guáimaro (solamente
el primer número, 7 de mayo de 1869) y lo dirigió Ignacio Mora y de la Pera.
Se convirtió en órgano del Ejército Libertador. Difundía las proezas de los
patriotas y exhortaba al pueblo a la lucha armada. Se publicó hasta 1871. La
Biblioteca Nacional posee el primer número.
Otro importante periódico editado en los campos de lucha indepen-
dentista fue La Estrella Solitaria, fundado en Camagüey el 1ro. de di-
ciembre de 1869. Lo dirigió Rafael Morales y Machado (Moralitos), y
contó entre sus redactores con Eduardo Machado, Luis Victoriano Be-
tancourt, Manuel Sanguily, Ramón Roa y Francisco La Rúa. Sus prime-
ros números se hicieron en una imprenta portátil y rudimentaria, en
hojas de papel rayado, es decir, con muy mala calidad. En una de sus
ediciones, Luis Victoriano Betancourt plasmó el pensamiento separa-
tista que animaba a los cubanos más progresistas, el cual estaba expre-
sado en la Constitución de la República, aprobada en Guáimaro. En esa
oportunidad escribió:
78 · JUAN MARRERO
Por otra parte, numerosa fue la prensa patriótica en la emigración. En
Estados Unidos, España, México, Francia, República Dominicana, Colom-
bia, Venezuela, Guatemala y Uruguay se editaron periódicos, revistas y
boletines tanto durante la Guerra de los Diez Años como en la Guerra Ne-
cesaria, como la llamase José Martí. Ofrecemos una ficha con las caracte-
rísticas y detalles de algunas de estas publicaciones:
La Revolución. Periódico que apareció en Nueva York, el 10 de diciembre
de 1868. En su primera época, hasta el 7 de abril de 1869, publicó diecinue-
ve números, dirigidos por Néstor Ponce de León. Existió hasta 1876. Enrique
Piñeyro, Rafael María Merchán, Ramón Ignacio Armas, Antonio Zambrana y
Rafael Lanza fueron sus directores desde 1869. Su periodicidad fue muy va-
riable: semanal, bisemanal y trisemanal. Fue periódico semioficial de la Junta
Cubana de Nueva York. Su título cambió en sus años de existencia: se llamó
también Boletín de La Revolución, La Revolución, Cuba y Puerto Rico, y La
Revolución de Cuba. Ramón Emeterio Betances, patriota puertorriqueño,
fue uno de sus colaboradores, y firmaba los artículos como El Antillano.
La Biblioteca Nacional posee una colección amplia de esta publicación.
La Voz del Siglo. Diario vespertino editado en Madrid (1868-1869), que
fuera dirigido por Nicolás Azcárate, y en el cual escribieron como colabo-
radores un gran número de residentes en Cuba, entre ellos Luisa Pérez de
Zambrana, el conde de Pozos Dulces (Francisco de Frías), Anselmo Suárez
Romero y Juan Clemente Zenea. Se pronunciaba por la abolición de la escla-
vitud y contra el despotismo español en Cuba. El 16 de noviembre de 1868
salió el primer número. Apenas publicó material literario. Se dedicó a cues-
tiones económicas, crónicas políticas y algo de música y crónica teatral. La
publicación cesó el 22 de enero de 1869 con su ejemplar número 57. En una
nota de despedida expresó que La Voz del Siglo se había fundado con el do-
ble propósito de defender las conquistas de la revolución, y su extensión a las
provincias de América, como medio de consolidar su unión con la metrópo-
li. «Suspendemos sus tareas con la satisfacción de haber cumplido lealmen-
te, durante una corta vida, los fines que se propuso». Colección completa en
la Biblioteca Nacional.
La Libertad. Periódico destinado a la defensa de los intereses de Cuba y
Puerto Rico. Publicado en Nueva Orleans en 1869. Semanal. Director: Fran-
cisco Agüero. Sucedió a Las Dos Repúblicas. Ediciones en inglés y español.
La Biblioteca Nacional posee varios números de 1869. / Periódico político
publicado en Key West en 1876. Semanal. Director: Federico de Armas. La
Biblioteca Nacional tiene tres números de 1876.
La Cuestión Cubana. Publicación editada en Sevilla, España, desde
marzo de 1870 a junio de 1873. Reproducía artículos sobre Cuba publica-
dos en la prensa española y opiniones emitidas en las Cortes Constituyen-
80 · JUAN MARRERO
en la Biblioteca Nacional. / Periódico editado en Nueva York durante los
años 1875-1876. Ramón Ignacio Arnao fue su director.
Bulletin de la Revolution Cubaine. Publicado en París bajo la dirección
de Ramón de Armas Céspedes, a partir de 1871. Texto en francés. Semanal.
La Biblioteca Nacional posee números de 1871, 1872, 1873 y 1874.
La Independencia. Publicado en Nueva York (1873-1880) como órgano de
Cuba libre e independiente. Juan Bellido de Luna fue su director. En 1878
se identifica como órgano del Partido Cubano Independiente. La Biblioteca
Nacional posee números diversos desde 1875 a 1880.
El Correo de Nueva York. Periódico bisemanal dirigido al continente
americano que se publicó en Nueva York en 1873. Surgió con el ánimo de
difundir noticias mercantiles y comerciales para Suramérica, pero a par-
tir de 1875, cuando asumió su dirección José de Armas y Céspedes, ilustre
periodista cubano, otras noticias, entre ellas la guerra cubano-española y
literarias, ocuparon relevante espacio en esta publicación. Desapareció en
el propio 1875. Números de 1873, 1874 y 1875 posee la Biblioteca Nacional.
La Libertad. Periódico político publicado en Key West en 1876. Semanal. Di-
rector: Federico de Armas. La Biblioteca Nacional tiene tres números de 1876.
El Tribuno Cubano. Periódico aparecido en Nueva York el 13 de abril de
1876. Comenzó saliendo semanalmente, pero después lo hizo muy irregular-
mente. Su redactor fue Cirilo Villaverde. Divulgaba noticias sobre la guerra
en Cuba. Publicó trabajos reveladores de los conflictos internos de carácter
político que se suscitaban en el seno de la emigración cubana en Estados
Unidos. Su último número consultado corresponde al 21 de octubre de 1876.
La Biblioteca Nacional posee varios números de ese año.
La Verdad. Periódico político cubano publicado en Nueva York (1876-1878).
Dirigido por Diego Vicente Tejera. Órgano de la Junta Revolucionaria Cuba-
na. La Biblioteca Nacional posee 1876-1877 completos, y seis meses de 1878
(enero-junio).
El Yara. Diario de la mañana que vio la luz en Cayo Hueso en 1878, dirigi-
do por José Dolores Poyo. Entre sus colaboradores figuraron Carlos Baliño,
Fermín Valdés Domínguez y Ricardo Arnautó (utilizó el seudónimo de Juan
Mambí). Fue órgano del Partido Revolucionario Cubano en Cayo Hueso.
En 1897 publicó un fuerte artículo donde denunció al gobierno de Estados
Unidos por la persecución de los envíos de armas y pertrechos a Cuba, y el
acoso a los luchadores por la independencia en su territorio. Se editó en Tam-
pa en 1886 (corto tiempo) y en La Habana en 1899. Números de 1890, 1895,
1896, 1897 y 1898 se hallan en la Biblioteca Nacional.
Revista Venezolana. Publicada en Caracas, Venezuela, bajo la dirección
de José Martí. Se publicaron dos números —julio 1 y julio 15 de 1881— que
están en la Biblioteca Nacional.
82 · JUAN MARRERO
Las Tres Américas. Publicación editada en Nueva York desde enero
de 1893, que tuvo como redactor principal a N. Bolet Peraza. Ejemplares
desde 1893 a 1896 se encuentran en la Biblioteca Nacional.
La Verdad. Periódico decenal publicado en Nueva York en 1894-1895 con
el lema «La República con todos y para todos». Rafael Serra fue su director.
Un número de 1895 se encuentra en la Biblioteca Nacional.
Guáimaro. Semanario publicado en Nueva York (1895-1896), bajo la di-
rección de José C. Andreu. Ejemplares de esos dos años se hallan en la Bi-
blioteca Nacional.
Continente Americano. Publicado en México durante los años 1895-1898.
Remigio Matos fue su director. Publicó los retratos de los principales revolu-
cionarios cubanos. Bisemanal. Números de 1896, 1897 y 1898 se guardan en
los fondos de la Biblioteca Nacional.
Cuba Libre. Periódico semanal publicado en Nueva York, en inglés,
en 1895. Publicó ilustraciones, retratos y caricaturas. La Biblioteca Na-
cional posee varios números de ese año. / Órgano de propaganda y de-
fensa de la independencia de Cuba en el Río de la Plata. Publicado men-
sualmente en Montevideo en 1896, bajo la dirección de Ramón Valdés
García. Un número de ese año se conserva en la Biblioteca Nacional. /
Publicado a partir del 29 de enero de 1898 en Washington. Semanal. Tex-
tos en inglés. Wilburton Benham fue su editor. Ese número se guarda en
la Biblioteca Nacional.
La República Cubana. Periódico publicado en París durante los años 1896
y 1897, cuyo director fue Domingo Figarola Caneda. Publicó ilustraciones, re-
tratos, mapas y escudos. Tuvo una edición en francés llamada La Republique
Cubaine, con diferente contenido, pero con la misma numeración y fecha de
la edición en español. Números de 1896 y 1897 se encuentran en los fondos
de la Biblioteca Nacional.
El Expedicionario. Semanario publicado en Tampa, Estados Unidos,
durante 1896 y 1897. Tuvo entre sus directivos a Pastor Moinelo, Fernan-
do de Zayas, Bonifacio Byrne y José Manuel Carbonell. Aparte del espacio
que dedicó a las noticias y trabajos sobre la revolución en Cuba y las ac-
tividades de la emigración cubana, publicaba trabajos de índole literaria,
especialmente poesías. Fue órgano oficial del Club Discípulos de Martí.
Números de 1896 y 1897 posee la Biblioteca Nacional. El 19 de mayo de 1907
dejó de publicarse.
México y Cuba. Periódico insurrecto e independiente publicado en México
en 1896. Isauro Arsinas fue su director. Comenzó saliendo bisemanal, y a fina-
les de 1896 fue diario. La Biblioteca Nacional posee varios números de 1896.
Cuba y América. Publicación quincenal que se editó primero en Nue-
va York (1ro. de abril de 1897) y después, a partir de 1899, en La Habana.
84 · JUAN MARRERO
del periódico El Repertorio Colombiano. En la Biblioteca Nacional hay dos
ejemplares de 1897, dos de 1898 y uno de 1899.
La Bandera Cubana. Periódico político publicado en Mérida, Yucatán, en
1898, dirigido por Julio Valdés Infante. Semanal. Fue órgano oficial del Par-
tido Revolucionario Cubano en Yucatán. La Biblioteca Nacional tiene un nú-
mero de ese año. / Periódico publicado en Maracaibo, Venezuela, en 1898,
como órgano de la sociedad de ese nombre. La Biblioteca Nacional posee un
número de ese año.
El Patriota. Periódico semanal editado en Tampa en 1898, dirigido por
Emilio Planas, periodista negro nacido en Santiago de Cuba. Este periódico
nació con la colaboración de Juan Gualberto Gómez.
Tanto en el 68 como en el 95, los periódicos mambises se distribuían
gratuitamente en la manigua, en las zonas urbanas y en la emigración. La
circulación dentro de Cuba estaba garantizada por las Casas de Posta, el
famoso correo mambí que, a juicio de los historiadores, fue tal vez el mejor
servicio público organizado en la revolución. Ese correo mambí actuó con la
eficiencia de aquel que tenían los incas del Perú y que recibió el nombre de
correo de los chasquis.
La prensa fue concebida desde entonces por la dirección revolucionaria
como un arma muy poderosa y de mucha efectividad si cumplía debidamen-
te su papel social. En tal sentido, hay un escrito de Máximo Gómez cuando
estaba en San Pedro de Sula, Honduras, preparando el reinicio de la guerra,
en 1884, que es muy revelador. Decía Gómez: «Tócale a la prensa cubana
(…) delicada e importantísima tarea. Débese tener siempre en cuenta que la
prensa es un arma más poderosa que las que emplearíamos en la desventu-
rada Cuba…», y aconsejaba a los periodistas que «a nuestra política es muy
conveniente no lastimen de ninguna manera ni a cubanos ni a españoles.
Debe tenerse presente que la bandera de la República de Cuba a todos cobi-
jará, bajo el sagrado principio de unión y fraternidad».
Gómez también decía que la misión de la prensa revolucionaria era lograr
que «vengan a nuestro lado los hombres de nuestros principios sin inquirir
el lugar donde dejaron sus cunas…». Y agregaba: «Los que vamos a combatir en
Cuba procuraremos cumplir ese importantísimo objeto con la palabra y con el
hecho. Para ello es preciso que la prensa, constante y poderosamente trabaje
en el mismo sentido, y si fuera posible en todos los idiomas».
También Gómez consideraba importante que «la misma prensa guarde al
presente el absoluto silencio y reserva sobre todo lo que se piensa y debe hacer-
se. El medio más sagrado de vencer es saber por dónde, cuándo y cómo viene el
enemigo. Procuraremos que de nosotros se ignoren esas tres circunstancias. Ni
una queja contra nadie ni desconfianza injustificada que exasperen los ánimos
y engendren vacilaciones en las opiniones ya formadas y asusten a los novicios».
86 · JUAN MARRERO
Tras el Pacto del Zanjón: autonomismo y censura
Hay una etapa que tiene significación para el periodismo oficial y cuasi
oficial en Cuba: la que se inicia con la firma del Pacto del Zanjón. Una vez
más las autoridades coloniales decretan en 1879 otra ley sobre la libertad de
imprenta, tal como lo hicieron en 1812 y en 1869, y ello alienta a la funda-
ción de nuevos periódicos y, a la vez, a que se ponga de manifiesto otra vez
la inconciliable pugna de intereses e ideas de dominadores y dominados.
A raíz de ese hecho que puso fin a la Guerra de los Diez Años, nace el 2 de
julio de 1878 el diario El Triunfo, fundado por el abogado, escritor y periodista
asturiano Manuel Pérez de Molina, en la casa situada en la calle Teniente Rey
número 39, donde en años anteriores estuvieron el Colegio El Salvador de José
de la Luz y Caballero y las oficinas del periódico El Siglo.
Viejos reformistas y varios participantes en la Guerra de los Diez Años
están entre los auspiciadores y fundadores del periódico El Triunfo. Este
hecho señala claramente que muchos cubanos sintieron la necesidad de or-
ganizar sus fuerzas dentro del campo de la legalidad, para reclamar de la
Metrópoli el reconocimiento de derechos y todas las libertades posibles.
El Triunfo se presenta como vocero del autonomismo y de la prudencia en
el escenario político de Cuba. Su principio fundamental fue la renuncia a la
revolución. Pérez de Molina es una figura de prestigio, pues era miembro de
la Academia Sevillana de Buenas Letras y había sido diputado a las Cortes,
colaborador de los periódicos españoles La Libertad y El Pabellón Nacional,
y fundador de El Foro Cubano (1875), una revista de legislación y jurispru-
dencia. Fue uno de los creadores del Partido Liberal.
Pérez de Molina defendió desde las páginas de El Triunfo cuatro cues-
tiones planteadas por el Partido Liberal: 1) Abolición de la esclavitud con
indemnización. 2) Educación para los libertos. 3) Aplicación de los dere-
chos consignados en la Constitución de España para todos los criollos y
peninsulares en la Isla. Y 4) Supresión de los derechos de exportación
y reforma de las relaciones comerciales de la Isla con España, atendiendo,
sobre todo, a que Estados Unidos era el principal mercado de los productos
de la Isla.
Figuras revolucionarias como Manuel Sanguily, aunque no militan en las
filas del Partido Autonomista, se suman a su propaganda, conscientes de
que al hacerlo, lejos de traicionar sus ideales separatistas, contribuyen a ani-
mar la conciencia revolucionaria y preparar el camino para la continuación
de la lucha armada.
Al morir Pérez de Molina, solo dos meses después de fundado El Triunfo,
lo sustituye al frente del periódico Ricardo del Monte, maestro de periodis-
tas y crítico en cuestiones literarias, quien continuó la misma línea editorial
88 · JUAN MARRERO
inicial, dice: «La Ley de Imprenta nos hace desconfiar de nuestra suerte. Sus
prescripciones nos vedan por el momento hablar de política, por lo que nos
vemos obligados a presentar trunco nuestro periódico: de aquí su título».
En ese año, el gobierno español hizo modificaciones a la Ley de Imprenta
puesta en vigor dos años antes. Estableció, por ejemplo, que el propietario o
el gerente de una publicación debía ser ciudadano español. Que nadie podría
intentar ni realizar la publicación de más de un periódico político diario. Y
el Artículo 16 de esa Ley advertía: «Constituye delito de imprenta atacar o
ridiculizar los dogmas de la religión del Estado, el culto o los ministros de la
misma, o la moral cristiana» y también que «no puede ofenderse la inviola-
ble persona del Rey».
Cinco años después, en 1886, se dictó otra ley de imprenta que estaba di-
rigida, en su esencia, a evitar que trascendiese la corrupción administrativa
existente. Establecía, además, que toda publicación estaba obligada a poner
pie de imprenta, es decir indicar en qué taller tipográfico había sido hecha.
Aquellas que no cumpliesen tal requisito serían consideradas clandestinas.
Un interesante estudio sobre la censura periodística en los años poste-
riores al Pacto del Zanjón y hasta 1898 realizó Alaín Basail Rodríguez, del
Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana. Vale la pena
reproducir fragmentos de ese trabajo de investigación:
90 · JUAN MARRERO
La Ley de Imprenta vigente era la promulgada por la Real Orden del 4
de enero de 1834 que estableció el reglamento para la censura de impren-
ta. Establecía amonestaciones y multas con carácter acumulativo que iban
de 100 pesos oro —unos dos mil reales— a 200 o 500 en dependencia de la
gravedad de la falta cometida. A la tercera amonestación la publicación en
cuestión debía cerrarse. Con el Pacto del Zanjón tal reglamento no fue dero-
gado, a pesar de su naturaleza obsoleta.
Existía prohibición de toda manifestación oral y escrita que conllevara ri-
diculizar los dogmas de la religión católica y la moral cristiana, atacar al go-
bierno o sus instituciones, «desfigurar» las personalidades del Estado y di-
vulgar ideas políticas contrarias al mantenimiento de la integridad española.
La gradual supresión de la censura en el período entre guerras fue más
aparente que real. En el ordenamiento de las imprentas el poder colonial
podía simular mayor tolerancia porque lo que cambió fue el procedimiento
burocrático, pero no la lógica y el interés esencial de mantener el «orden»
prohibiendo cualquier producción que circulara.
Lo que prevaleció, en síntesis, fue la situación siguiente:
92 · JUAN MARRERO
dictadura del poder, sino en el imperio de la ley… Aparece en prueba de
página de la edición del 24 de febrero de 1879. Vemos que se ha declarado en
estado de guerra la provincia oriental; de esta declaración se infiere que las
demás están en paz y en efecto así es, pero para la prensa de Cuba el hecho
es indiferente. En una y otra parte no se imprime más que aquello que la
autoridad cree conveniente abrir a los horizontes de la publicidad. (Todo
lo lo que está en cursivas fue eliminado por el censor, según aparece en una
prueba de página de la edición de La Patria, 25 de septiembre de 1879).
El acoso al diario La Patria entre 1878 y 1879 se desató verdaderamen-
te cuando desafiando a la censura dejó en blanco espacios para llamar la
atención del lector sobre partes censuradas. Nada irritaba más a censores
y fiscales que la publicación de un espacio en blanco o puntos continuados
en el espacio de lo censurado, puesto que veían en ello una falta a su auto-
ridad. Así lo demuestran las palabras del teniente gobernador de Cárdenas
al sancionar al periódico El Progreso de esa región: «El hecho de publicar
en blanco la parte suprimida de un artículo, supone desde luego una des-
deñosa indiferencia a la previa censura demostrando, por otra parte, el
empeño con el autor del escrito pretende alimentar interpretaciones du-
dosas en la opinión…». El Progreso, en esa ocasión, fue multado con cien
pesos oro.
Por mandato de la máxima autoridad del país se abrió un expediente po-
licial contra El Diario de Matanzas, que con una composición poética lla-
mada acrósticas formaba con las iniciales de cada uno de los renglones que
leídas verticalmente formaban una frase indecorosa y malsonante. El 10 de
septiembre de 1880, la gacetilla, censurada por el lápiz rojo, decía así:
Los diputados del Congreso de España se componen de
Mompensieristas
Isabelinos
Esparteristas
Radicales
Demócratas
Absolutistas
Progresistas
Unionistas
Republicanos
Alfonsinos
94 · JUAN MARRERO
ridades—, Adolfo Márquez Sterling y otros conocidos periodistas estaban
entre los colaboradores de El Oriente.
Los censores llevaban los libros con recortes de prensa. Meticulosamente
un funcionario organizaba en folios una selección de artículos procedentes
de medios de prensa, algunos incluso marcados en rojo por los bordes, o se-
ñalando algo del contenido. Esta práctica se hizo habitual a partir de 1889,
cuando aparentemente la censura se resquebrajaba. Los artículos identifica-
dos como subversivos eran incluidos en esos libros.
La crítica no agradaba a los gobernantes españoles. Y ello se evidencia
en un hecho en que estuvo implicado Julián del Casal, periodista y poeta,
tras la publicación en La Habana Elegante de un artículo donde se refería al
contrabando existente, a la persecución a la prensa y a los malos consejeros
que tenía el capitán general, a la sazón Sabas Marín y González. También
criticó fuertemente las «vulgares recepciones» en el Palacio de Gobierno.
Tres días después de la publicación de ese artículo, Sabas Marín ordenó se-
cuestrar todos los ejemplares de esa revista, y dispuso la cesantía de Julián
del Casal de un modesto empleo que tenía en Hacienda. De igual modo, el
capitán general planteó que, a partir de aquel momento, cualquier número
de La Habana Elegante solamente podía circular si tenía el cuño del gobier-
no colonial. Así era la censura en aquella sociedad.
Fermín Valdés Domínguez, quien dirigió el diario autonomista El Cuba-
no, fue acusado de injuriar a la máxima autoridad de Puerto Rico, el general
Palacios, en los artículos «La infamia», del 17 de noviembre de 1887, y «De
Puerto Rico», del 29 de diciembre. Valdés Domínguez fue finalmente ab-
suelto e indultado en cada caso.
No solo las acciones de la colonia golpeaban a la prensa autonomista.
También se procedía contra el bando conservador. Así los periódicos El In-
condicional y El Rayo fueron sancionados en varias ocasiones por criterios
considerados excesivos. Controlar los excesos de la prensa y del partido con-
servador fue muy difícil para el propio gobierno colonial. La censura procu-
ró mediar en nombre de ciertos conocimientos, principios éticos y normas
jurídicas. Logró con ello acallar algunas voces exaltadas.
Desaparecidos El Triunfo y El Trunco surgió, en su lugar, el periódico El
País, dirigido por Ricardo Del Monte y con igual orientación autonomista.
Destacadas figuras de la intelectualidad cubana escribieron en esos diarios
que han sido considerados como escuelas de políticos y periodistas. Algunas
de esas figuras, como Enrique José Varona, Manuel Sanguily y Rafael María
Merchán, que tras la Guerra de los Diez Años se encubrieron en las banderas
del autonomismo, volverían años después a proclamarse a favor de la causa
de la independencia, que no dejó de estar jamás en sus corazones, y serían
firmes colaboradores de José Martí.
96 · JUAN MARRERO
Juan Gualberto Gómez, grande de verdad
98 · JUAN MARRERO
meses en la cárcel de esta ciudad (La Habana), defendido con gran
brillantez por el entonces muy joven abogado, doctor José Antonio
González Lanuza, el tribunal se vio en grave aprieto. En realidad, no-
sotros tuvimos noticias confidenciales de que no se dictó la absolu-
ción porque la Audiencia de La Habana entendió que debía dejarse al
Tribunal Supremo de España resolver semejante punto; y como absol-
viéndome, que era lo que creía procedente la misma Audiencia, el asunto
no iría al Supremo, se decidió condenarme, pero se dictó una sentencia
tan desprovista de sólidos argumentos jurídicos, que todos los que la
examinaron, entendieron que sería casada por el Tribunal Supremo.
Y tan lo entendía así el propio Tribunal, que hizo esto: mientras yo no
era más que un acusado, se me negó la excarcelación bajo fianza, y
tan pronto como se me condenó a varios años de cárcel, al conocerse
mi apelación ante el Tribunal Supremo, se me concedió la excarcela-
ción; así es que esperé en libertad la resolución del recurso estable-
cido. Llegó la sentencia de Madrid; don Rafael María de Labra, que
no era separatista, generosamente se encargó de mi defensa, y obtu-
vo que el Tribunal Supremo de España declarara que la propaganda
separatista era lícita, que lo que no era lícito era procurar obtener la
separación por medio de la violencia o la fuerza.
La fotografía en la colonia
Fray Candil
Otra figura que tuvo estrechos vínculos con el autonomismo fue Emilio
Bobadilla, quien en 1883 comenzó a firmar sus trabajos con el seudónimo
de Fray Candil. Escribió para los periódicos El Carnaval y La Habana
Cómica, que fueron portavoces de las posiciones defendidas por el Par-
tido Liberal Autonomista. En una ocasión, la censura colonial le tachó el
siguiente bocadillo: «Las familias, como los pueblos, se regeneran; y des-
echan el régimen que creen contrario a su honor y prosperidad, buscan
violenta o legalmente, otro que las nivele a la altura de los demás pueblos».
Se considera que tal pensamiento, unido a la arbitraria acción de las auto-
ridades españolas, determinó que Fray Candil terminase en el bando del
separatismo.
Fray Candil tuvo una vida polémica y no suficientemente conocida. Unos
lo admiraron, otros lo repudiaron. Para el investigador Dino A. Allende
Pocos pueblos han dado pruebas de heroísmo tan grande como el pue-
blo cubano. Una sola generación se ha sublevado tres veces en el espa-
cio de treinta años, contra la dominación española. El fenómeno me-
rece estudiarse, cuando un pueblo insiste, hay que admitir que debe
serlo. Cada país tiene el gobierno que se merece, se ha dicho, y es ver-
dad. El cubano se niega a seguir bajo el yugo español. No se resigna
mansa y servilmente a llevar una vida de ilota, no quiere seguir arras-
Periodista millonario
Por un largo período, que comenzó hace veinte años, fue colaborador
de The Sun, escribiendo sobre temas de bellas artes en los que tenía
sólidos y extensos conocimientos, y sus ideas y conclusiones eran ori-
ginales y brillantes. Era un hombre de genio, de imaginación, de es-
peranzas, de valor (…) Su corazón era tan apasionado como lleno de
fuego; sus opiniones eran ardientes y llenas de aspiraciones, y murió
como hombres de su temple pudieran desear morir: batallando por la
independencia y la libertad…
Tras su arresto en ese mismo año, la prisión y los trabajos rudos en las
canteras de San Lázaro, la relegación a Isla de Pinos, su estancia en la finca
El Abra, el encierro en La Cabaña y su deportación a España, el joven Mar-
tí hace gala de su prosa exquisita y profunda cuando escribe «El presidio
político en Cuba», donde emite conceptos sobre la función de un periódico:
«Un palacio está ahí, donde nadie lo ve; un periódico es el palacio en viaje a
donde todo el mundo lo vea. Un periódico sin generosidad es un azote. Un
periódico generoso es una columna».
Martí se vincula desde su mismo arribo a España, en 1871, a muchos
españoles progresistas, entre ellos el director del periódico republicano El
Jurado Federal, en cuyas páginas continúa la labor periodística que había
iniciado en La Habana. De igual forma son receptivos a sus colaboraciones
los periódicos La Soberanía Nacional, de Cádiz, y La Cuestión Nacional, de
Sevilla. En ellos publica el artículo «Castillo», donde rememora los sufri-
mientos de uno de sus compañeros de prisión en La Habana.
A partir del 10 de agosto de 1881 y hasta 1895, Nueva York será el esce-
nario principal de la actividad revolucionaria y periodística de Martí. Era
su segunda estancia en esa gran ciudad norteamericana. Ya en 1880 había
publicado allí su primer artículo en el diario The Sun, y comenzó sus cola-
boraciones como crítico de arte en The Hour. En la casa de huéspedes donde
se alojó residía el pintor Guillermo Collazo, dibujante de esa revista, quien
le gestionó tal trabajo. Al principio Martí titubeó, pues no había escrito en
inglés y menos para una publicación de esa categoría. Pero la necesidad de
abrirse paso y de empezar a ganar unos pesos venció su tímidez.
Ahora su estrategia es, desde Nueva York, uno de los centros de informa-
ción mundial, llevar sus pensamientos e ideas a distintos países de América
Latina. Se convirtió para ello en corresponsal de La Opinión Nacional, de
Caracas; La Nación, de Buenos Aires; El Partido Liberal, de México; La Na-
ción, de Montevideo; La República, de Honduras; El Federalista, de México;
La Opinión Pública, de Montevideo; La Pluma, de Bogotá, y otros. Algunos
Sección Constante
Martí asombra por la manera eficaz con que suplía en aquellos años la
inexistencia de servicios de comunicación que varias décadas después el
mundo conoció. Los vapores que salían de Nueva York hacia América La-
tina eran el único medio de que dispuso para enviar su correspondencia,
que trataba con amplitud sobre los sucesos ocurridos en Estados Unidos,
en Europa y en otras partes del mundo, a los diarios de diferentes capitales
latinoamericanas. Piénsese cuanto más hubiese hecho el corresponsal José
Martí si en su tiempo, a su lado, lo hubiera acompañado un teléfono, un telex
o una computadora.
En los últimos quince años de su vida, Martí escribió también para nume-
rosas publicaciones editadas en Estados Unidos, entre ellas The Sun, The Eve-
ning Post, Revista Ilustrada de Nueva York, Avisador Hispano-Americano,
El Avisador Cubano, La América, El Porvenir, La Juventud, El Economista
Americano, El Yara, de Cayo Hueso. Algunas de sus Escenas norteamerica-
nas se publicaron en las revistas The Hour y La América, de Nueva York.
Martí dirigió a partir de 1884 la revista La América, de Nueva York,
cuando esta pasó a manos de nuevos propietarios. Se hizo cargo de la parte
editorial de una revista comercial, pero le impuso un sello de seriedad al
convertirla en algo útil, donde el entretenimiento era acompañado de ma-
teriales dirigidos a desarrollar el intelecto de los lectores. Desarrolló en esa
publicación un periodismo que buscó instruir y educar tanto a los nortea-
mericanos como a los latinoamericanos.
Para los niños es este periódico y para las niñas, por supuesto. Sin las
niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz… Este pe-
riódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos,
con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para con-
tarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar
con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber, para
Huelga decir nuestros más ardientes votos porque el viaje de los comi-
sionados redunde en bien de las aspiraciones legítimas del país cubano
(…) Los delegados habrán de hallar en la fuerza de su derecho y en su
indiscutible patriotismo, la elocuencia necesaria para demostrar ante
el gobierno de la Casa Blanca, las razones en que se ha apoyado la Con-
vención Constituyente para rechazar una ley sometida a su dictamen,
por la cual se resta arbitrariamente a Cuba los principales atributos de
soberanía.
Más por su poesía que por su prosa es conocido Rubén Martínez Villena,
aunque en el campo del periodismo mostró talento. Sus trabajos periodísti-
cos están reunidos en un libro de la Editorial Letras Cubanas, resultado de
la recopilación que hiciese el también poeta y periodista Luis Suardíaz, ya
fallecido.
Como periodista, Rubén se desempeñó como corrector de pruebas, edi-
torialista, redactor de artículos de fondo y director de revistas, así como
eventual jefe de una plana cultural. En sus numerosos viajes al exterior
colaboró con publicaciones extranjeras de perfil progresista. Fue tam-
bién crítico literario. Resumió, por ejemplo, en un brillante y sintético
artículo periodístico la parcela lírica de José Zacarías Tallet, también
poeta de la primera mitad del siglo xx. Sus ensayos periodísticos no solo
se enfocaron hacia temas literarios, sino hacia la política, su obsesión y
desvelo constante. Tal es el caso del ensayo publicado en la primavera de
1933, en Mundo Obrero, diario de Nueva York, donde desenmascara a una
tenebrosa organización supuestamente en lucha por mejorar el país una vez
derrocado Gerardo Machado. Se titula «¿Qué significa la transformación
del ABC y cuál es el propósito de esta maniobra? ». Como secta terrorista
califica al ABC, que se mutaría de pronto en un partido político refor-
mista.
De sus artículos con temática política tenemos el reconocido «Cuba: un
cuarto de siglo», publicado en el América Libre, año 1, número 3, de junio
de 1927. En él, Villena, con finísima ironía, describe la celebración de los
veinticinco años de República neocolonial por parte de las «autoridades» de
la Isla, quienes eran objeto del odio y el desprecio popular:
Llueve, llueve… Parece que nos vamos a ahogar de tanta agua que nos
cae encima y, sin embargo, en las casas no hay agua para el baño, no
hay agua para las más elementales necesidades higiénicas, no hay agua
siquiera para beber, porque la administración del Acueducto de Vento
no tiene que quitarla horas y horas, días enteros en la mayor parte de
los barrios, porque no se puede meter en la taza del río Almendares,
que viene llena de fango.
Los que trabajaban para la sección En Cuba cobraban por una «nomi-
nilla» fija que Enrique de la Osa le pasaba al director de la revista. Por lo
general, era de cincuenta pesos semanales, una suma digna en aquellos
años, pero si la información recogida se apartaba de lo común tenía un
premio material. Lo decidía siempre Miguel Angel Quevedo. La propues-
ta de Enrique de la Osa debía llevar siempre al lado el ok del director
para que en la caja se hiciese efectivo el pago. En la entrevista que con-
cedió a Luis Báez, publicada en el libro Los que se quedaron, Enrique de
la Osa dice que los periodistas de la sección En Cuba eran bien pagados,
y añadió: «No podían recibir dinero de nadie. Si alguno caía en ese tipo
de falta, inmediatamente lo sacábamos… A Anselmo Alliegro le devolví
un cheque con una nota en la que le decía que solo estaba acostumbrado
a recibir dinero por mi trabajo. Genovevo Pérez Dámara, quien fue jefe
del ejército, me mandó un regalo similar. No solo lo rechacé, sino que le
dije horrores».
La dignidad y la honestidad caracterizaron a ese equipo de trabajo perio-
dístico, que demostró que en la República no había solo corruptos.
Cuba fue el tercer país de América Latina en tener televisión, tras México y
Brasil. En 1950 Gaspar Pumarejo inauguró Unión Radio Televisión, Canal 4,
establecida en su casa de Mazón número 52, esquina a San Miguel, donde
actualmente se encuentra el Canal Habana. Poco tiempo después, Goar y
Abel Mestre abren el Canal 6, CMQ-TV. Luego se crearon los canales 7, 2, 11
y 12, este último en colores. En los primeros años la televisión en Cuba tuvo
muy escaso alcance: cubría solamente la antigua provincia de La Habana.
El setenta y cinco por ciento de su programación estaba dedicada al entrete-
nimiento y la publicidad.
Fechas de apertura de los cuatro primeros canales de TV: 24 de octubre
de 1950, Canal 4, Unión Radio Televisión; 18 de diciembre de 1950, Canal 6,
CMQ-TV; 2 de febrero de 1953, Canal 7, CMBF-TV, y 18 de febrero de 1953,
Canal 2, Telemundo.
Pumarejo era locutor, animador y periodista. Había trabajado en la radio
y era gago, pero al decirle «Vamos al aire», inmediatamente dejaba de ga-
guear, según ha contado Mirta Múñiz, quien trabajó con él en la fundación
de la televisión en Cuba.
Detrás de Pumarejo y Mestre estaban las compañías norteamericanas
RCA Victor y Dumont, productoras de aparatos de televisión y de las cá-
Es, luego del golpe del 10 de marzo de 1952, que en Zig Zag aparece otro
personaje-caricatura que hace historia: El Loquito, de René de la Nuez. Su
mensaje era chispeante y a la vez sutil, con lo cual logró burlar la férrea cen-
sura. Si El Bobo de Abela se hacía el bobo para criticar y denunciar la dic-
tadura de Batista, El Loquito de Nuez, con un sombrerito triangular hecho
con páginas de periódicos, se hacía el loco para hacer lo mismo. Siempre, a
modo de ejemplo, se ha comentado aquella caricatura publicada cuando ya
Fidel Castro está alzado en la Sierra Maestra, en que El Loquito está espe-
rando una ruta 30, la que concluía su recorrido en un barrio de La Habana
llamado La Sierra. Zig-Zag, fundado en 1938, logró aumentar su tirada en
los años anteriores al triunfo revolucionario, y a ello contribuyó mucho el
trabajo profesional y responsable de René de la Nuez. Zig-Zag alcanzó una
tirada de cien mil ejemplares.
En esos años, la caricatura demostró ser el móvil eficaz para activar una
conciencia colectiva en pos de un cambio para Cuba. Hay otros dos caricatu-
ristas que a la par de Nuez fueron significativos: Virgilio Martínez, creador
junto con Marcos Behmaras del perro Pucho, nacido en 1957, que mucho
contribuyó a ese propósito a través de las páginas de las clandestinas pu-
blicaciones Mella y Carta Semanal; y el otro fue Santiago Armada (Chago),
creador del personaje Julito 26, que nace en El Cubano Libre fundado por el
Che Guevara en la Sierra Maestra.
También en la primera mitad del siglo hay dos caricaturistas de primera
línea y trascendencia: José Hernández Cárdenas, el dibujante de los negros
oprimidos, y Horacio Rodríguez, quien abrazó la causa de los trabajadores.
Ambos, en el periódico Noticias de Hoy y en otros medios, sobresalen por
sus caricaturas antifascistas durante la Segunda Guerra Mundial, y después
Ante tal realidad, de cierre de todas las puertas —se prohibió incluso la ce-
lebración de un acto donde Fidel había sido invitado a hablar—, el líder de la
juventud cubana optó por marchar al exilio. «Si casi no podía caminar por
la calle, ni radio ni televisión, ni periódico, ni mitin, ni nada, no podía hacer
absolutamente nada (…)».
Mentira histórica
En plena calle y muy lejos del lugar donde fue la lucha le atravesaron el pe-
cho de un balazo a un niño inocente que jugaba junto a la puerta de su casa, y
cuando el padre se acercó a recogerlo, le atravesaron la frente con otro bala-
zo. Y si de esa forma actuaron con los que no habían participado en la acción,
ya puede suponerse la horrible suerte que corrieron los prisioneros partici-
pantes o que ellos creían que habían participado en el asalto al Moncada.
Fulgencio Batista, los perros que lamen tus llagas diariamente, no logra-
rán jamás ocultar los fétidos olores que salen de ellas. Tu vida, tu pasado,
tu presente, tus mentiras, te pierden irremediablemente. (…) Todo cuan-
to han dicho es mentira, cinismo refinado, pérfida hipocresía. Hablas de
paz y eres la guerra civil, el caos sangriento, el odio abismal y fratricida
entre cubanos, que tardará muchos años en borrarse. Hablas de tu ori-
gen humilde y vives en palacios, rodeado de lujos, repleto de millones y
servido por centenares de criados (…) Hablas de trabajo y hay más des-
ocupados que nunca. Hablas de progreso y te sitúas junto a los grandes
intereses cubanos y extranjeros. Hablas, en fin, de patria y eres un perro
fiel del imperialismo, criado adulón de los embajadores.
Frivolidad y cursilería
Por otro lado, esa prensa privada vio mermar considerablemente sus in-
gresos económicos con la declinación de la publicidad que recibían de gran-
des empresas económicas, que ante la situación del país decidieron cancelar
las promociones de sus productos y servicios, y también empezaban a verse
privados de ganancias por entradas recibidas a través de la crónica social, el
béisbol, el boxeo profesional y promoción de espectáculos.
Periodismo no es negocio
Es curioso pensar que las campañas que no se hicieron contra los go-
bernantes vendepatrias, contra los gobernantes sinvergüenzas, son
las campañas que ya hoy comienzan a hacer y que amenazan con ser
cada día más audaces y más furibundas, contra el gobierno que no se
ha robado un solo centavo, contra el gobierno que no ha cometido un
solo acto de nepotismo, contra el gobierno que no ha incurrido en uno
solo de los vicios de la vieja política, que no ha cometido un solo acto
de violencia contra ningún ciudadano de la república.
Lo que no se hizo contra otros gobernantes cuando había razones
más que sobradas para combatirlos y atacarlos, es lo que se está ha-
ciendo contra el Gobierno Revolucionario, cuyas únicas faltas son ha-
ber sido leal con el pueblo, no haber temblado ante los intereses pode-
rosos y que podían contar con muchos recursos, no haber vacilado en
la firmeza de sus ideales (…).
Injerencia de la SIP
…durante siete años no protestó una sola vez de uno solo de los ase-
sinatos, de uno de los robos, de los abusos, de las masacres, de la
Otra fuerte batalla librada por los periodistas cubanos fue obtener un
aumento en sus miserables salarios. En los medios revolucionarios, no
creados con el propósito de que con ellos se enriquecieran sus directivos,
La Upec
Al frente de la Upec —desde 1963 hasta el 2009— han estado los desta-
cados periodistas Honorio Muñoz (1963-1966), Ernesto Vera (1966-1986),
Julio García Luis (1987-1993) y Tubal Paéz (1993-2008)
El libro Congreso de periodistas cubanos, publicada por la Editorial Pa-
blo de la Torriente Brau, contiene amplia información sobre los siete prime-
ros congresos y plenos efectuados por la Upec. Consciente de que en un libro
de historia del periodismo cubano no es posible eludir la vida de la organi-
zación de los periodistas cubanos, presentamos una rápida mirada de cada
uno de sus congresos.
En ese mismo año 1965, apenas tres semanas después, se produce la sa-
lida de Juventud Rebelde como vespertino, bajo la dirección de la Unión de
Fue una necesidad ética que sentía dentro de mí, de expresar mi dolor
y angustias ante la triste realidad de un mundo convulsionado. Me-
diante el contagio permanente de una Revolución creadora que nos
estimula, nació y se desarrolló también un espíritu estético y creador
que hubo de concretarse en centenares de noticieros y documentales que
comencé a realizar cuando había cumplido ya la edad de cuarenta años.
Santiago Álvarez fue el primero de los cuarenta y tres periodistas a los que
la Unión de Periodistas de Cuba entregó, desde 1991 hasta 2008, el Premio
Nacional de Periodismo José Martí como reconocimiento a la obra de la vida.
Derecho a la defensa
Periodismo de la resistencia
Nunca antes como hoy el país contó con tantos profesionales del perio-
dismo, motivados y comprometidos con el destino de su pueblo y con
la obra que construimos y defendemos con pasión.
La sensible reducción a la que se vio obligada la prensa desde el
inicio del período especial significó un reto extraordinario al que us-
tedes respondieron con renovado espíritu y firmeza. Cabe afirmar que
entre los pilares que han hecho posible la resistencia del pueblo en es-
tos tiempos difíciles, está nuestra prensa con su permanente mensaje
esclarecedor, de aliento y defensa de nuestros irrenunciables principios.
Disponemos de un sistema de medios de difusión masiva de extraordi-
narias posibilidades y arraigo en la población por su veracidad y servi-
cio eficaz, cuya muestra más reciente fue la labor realizada en el país y
hacia el exterior para informar y fijar la firme posición del pueblo y el
gobierno cubanos sobre los hechos ocurridos el pasado 24 de febrero
[se refiere a las elecciones generales]. Ninguna ejercitación periodística
Internet la inventaron los ricos, que tienen todas las tecnologías y se roba-
ron todos los cerebros de los países del Tercer Mundo. Hay que apoderarse de
internet. Muchas veces no aprovechamos esas tecnologías por ignorancia. A los
industrializados, a los yanquis, a toda esa gente que son los que tienen compu-
tadoras, es a los que más tenemos que mandarles el mensaje.
Son ideas expuestas por Fidel Castro en el II Pleno Ampliado del Comi-
té Nacional de la Upec, en 1999, en momentos en que internet empezaba a
gatear en Cuba. Solo tres años antes, Granma Internacional se había con-
vertido en el primer medio cubano insertado en la red de redes, aunque la
presencia cubana fue anterior cuando una empresa canadiense puso a dis-
posición de Cuba un servidor para que se colocasen contenidos elaborados
en Cuba. Y así, en el portal www.cubaweb.cu, comenzó a reflejarse la reali� -
dad cubana.
Para hacer posible esa presencia se copiaba en un disquete el contenido y era
llevado por avión hasta Canadá. Muchas veces los turistas canadienses eran
los que cargaban con el disquete. Así hubo que hacerlo en momentos en que
en Cuba no había aseguramientos tecnológicos y era escaso el conocimiento
de los códigos de internet para la actualización de contenidos o componer
páginas web.
El bautizo de Cubaweb, en realidad, fue a partir del 24 de febrero de 1996,
casi seis meses después de su nacimiento. Ocurrió el hecho del derribo de las
avionetas piratas que en franca violación del espacio aéreo cubano sobrevo-
laban La Habana y sus costas cercanas. El mundo se comenzó a inundar de
informaciones y versiones falsas sobre ese hecho. Lo que informaba con obje-
tividad la prensa cubana, en particular Granma Internacional, era colocado
en el portal de Cubaweb. A la CNN se le ocurrió poner un letrero en una de sus
transmisiones de televisión diciendo que si querían más información podían
hallarla en el sitio oficial del gobierno cubano www.cubaweb.cu. El servidor
donde se hospedaba el sitio cubano estuvo a punto de colapsar ante la ava-
lancha de visitantes.
Durante esa alborada de internet para Cuba, la empresa canadiense tuvo
a su cargo la custodia del dominio .cu, al no existir dentro del país una en-
Prefacio7
Seguimos «navegando» por un imaginario museo9
Primera parte11
Colonia11
Los pregoneros 12
Amanecer del periodismo en Cuba 15
Papel Periódico de la Havana18
Primer maestro del periodismo 24
Libertad de prensa y censura cabalgan juntas 27
La década de 1820: nuevos aires liberales 32
Informe del censor general 37
El Habanero, primera huella independentista 39
Inicio de la prensa mercantil 45
La Prensa, portavoz de la colonia 46
Faro Industrial de La Habana, un periódico esclavista y anexionista 49
Diario de la Marina: «Lo que aconseja por bueno es justamente
lo que todos tienen por malo» 52
El Avisador del Comercio: sin penas ni glorias 54
Primer periódico clandestino y primer mártir 55
Avellaneda y la prensa femenina 59
La caricatura política 63
El Siglo y el final del reformismo 66
El Cubano Libre, nacido entre el silbido de las balas 69
Reaparición en la guerra del 95 73
Otros periódicos mambises 76
La Voz de Cuba 86
Tras el Pacto del Zanjón: autonomismo y censura 87
Casos de censura y enfrentamientos 91
Juan Gualberto Gómez, grande de verdad 97
La fotografía en la colonia 102
Puente para avanzar en la causa independentista 106
Fray Candil 107
Periodista millonario 109
Prensa obrera cubana 110
El periodismo de José Martí 113
España, México, Venezuela… 115
Un camino nuevo al periodismo 118
Bibliografía295