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Dos Siglos de Periodismo PDF

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© 2018 Juan Marrero

© 2018 Pablo de la Torriente, Editorial


Unión de Periodistas de Cuba
Calle 11 no. 160 e/ K y L
Vedado, La Habana

Edición: Jorge Fernández Era


Diseño y diagramación: Alejandro F. Romero Ávila

ISBN: 978-959-259-526-2
A Juan Manuel Márquez y Félix Elmuza,
periodistas y expedicionarios del Granma,
quienes dieron sus vidas por la libertad
e independencia de la patria.
A Jorge Ricardo Masetti,
director-fundador de la agencia Prensa Latina,
de quien aprendí que había que ser objetivo, pero no imparcial,
porque no cabe la imparcialidad
entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto.
A Blas Roca,
con quien trabajé en el periódico Hoy,
enseñándonos modestia y desprendimiento,
además de que el periodismo
no está reñido con la organización del trabajo.
A Jorge Enrique Mendoza,
capitán de la Sierra Maestra,
locutor y periodista de fibra,
director de Granma durante más de dos décadas,
que atesoraba la más hermosa de las virtudes:
ser un revolucionario cabal,
un luchador por una prensa profesional y revolucionaria.
A todos los periodistas cubanos
que han sido leales a la causa de la Revolución de los humildes,
por los humildes y para los humildes.
PR EFAC IO
Seguimos «navegando» por un imaginario museo

Cuando el libro Dos siglos de periodismo en Cuba. Momentos, hechos


y rostros vio la luz en 1999 me hice el propósito de trabajar en la amplia-
ción de esa obra. Entonces escribí: «He procedido a hacer este libro que con
todo rigor puedo decir que no es la historia del periodismo y de la prensa en
Cuba, sino que son algunos trazos significativos de esa historia desde que
aparecieron, a finales del siglo xviii, las primeras publicaciones hasta los
días actuales, es decir, ya en el ocaso del siglo xx».
En los últimos diez años me di a la tarea de localizar toda información
complementaria sobre el contenido de la primera edición. Cada nuevo dato
lo clasifiqué y, casi simultáneamente, respetando en lo posible la estructura
concebida originalmente, fui armando un nuevo muñeco con similar estilo
de crónica.
Lo que ahora presento al lector es algo mucho más cercano a la historia
del periodismo y la prensa en Cuba. Puede que hayan quedado fuera algu-
nas publicaciones, algunos rostros, algunos momentos de esa historia, pero
tengo el convencimiento de que lo más relevante, lo más trascendental, lo
que mayor influjo ha ejercido en el desarrollo de la conciencia ética, patrió-
tica y revolucionaria de nuestro pueblo, tiene presencia y el debido espacio
en esta obra.
Siete fueron los capítulos de la primera edición, ahora son cuarenta.
Como el especialista de un museo, nuestro trabajo, en esta ocasión, también
se ha centrado en colocar, en el lugar más lógico y adecuado posible, la in-
formación recopilada de libros, folletos, documentos originales, periódicos,
revistas, internet…
Eso, por supuesto, ha requerido un mayor número de páginas y, por ello,
presentar la obra dividida en tres partes: la colonia, la neocolonia y la Re-
volución.
El libro mantiene su título Dos siglos de periodismo en Cuba. Si toma-
mos el año 1882 como la fecha del inicio de esta historia, que fue cuando
se publicó Gazeta de la Havana, primer periódico del que existe prueba
documental de su existencia, entonces debemos reconocer que en estas
páginas el lector va a leer sobre lo acontecido en dos siglos y casi tres dé-
cadas más de ejercicio del periodismo en Cuba. Cuando se publicó su pri-
mera edición, en 1999, también habían transcurrido algunos años más de
dos siglos.
En la edición anterior invitaba al lector a hacer un fugaz recorrido por los
diferentes capítulos del libro como si ellos fueran salas de un museo, en las
cuales, por lo general, está la historia, pero no toda la historia. Y les decía
que en un museo un especialista se había encargado de seleccionar cuadros,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 9


fotos, manuscritos, libros, armas, vestimentas, en fin, piezas o testimonios
diversos antes de colocarlos en vitrinas y paredes. Y ese mismo especialista
había dado un orden más o menos cronológico a lo que tenía en sus manos,
y además había utilizado un código de señales, de fácil comprensión para
todos, indicando y orientando a los visitantes sobre cómo «navegar» frente
a tantos y disímiles objetos.
Ahora, nuestro museo se ha ampliado en espacio e información.

El autor

10 · JUAN MARRERO
PR I MER A PA R T E
Colo n ia
Los pregoneros

«¡Última hora!, ¡Última hora! Interrumpimos nuestra programación


para informarles que al amanecer de hoy, 10 de julio, están desembarcando
desde dos naves frente a La Punta decenas de corsarios que armados de ar-
cabuces atacan a nuestros pobladores. El vigía de la atalaya del Morro dio la
alarma sobre la presencia de los dos navíos con bandera francesa. Seguire-
mos informando…».
Si la radio y la televisión hubiesen existido en 1535 quizás de tal manera
hubiesen dado las primeras noticias sobre el desembarco, ataque y destruc-
ción de La Habana por más de doscientos corsarios franceses encabezados
por Jacques de Sores.
Pero la realidad era otra. No existía ninguno de esos medios de comuni-
cación en la entonces primitiva San Cristóbal de La Habana, villa fundada
unos pocos años antes (1519) junto a un puerto de excelentes condiciones
naturales, capaz de recibir los vinos, la harina, la pólvora y las noticias, pero,
sobre todo, dar seguridad y adecuado servicio a las flotas que empezaban
a cubrir el trayecto entre España y las Indias. La Habana nació regida por
el mar y en virtud de la estrategia colonial para garantizar el tránsito de
las flotas llenas de oro, plata y otros minerales que se dirigían de Centro y
Sudamérica hacia España, y, a la inversa, con cargas de muchos y variados
productos fácilmente vendibles.
La ausencia de los medios de comunicación que siglos después se abrie-
ron paso no impidió la transmisión de noticias de hechos como el protagoni-
zado por Jacques de Sores, y de muchos otros que acontecieron en aquellos
años de inicio de la colonización española en Cuba.
La utilización de los pregoneros fue durante los dos primeros siglos de la
colonia (xvi y xvii) una de las formas más frecuentes de transmisión de in-
formaciones. Según el diccionario, «pregón es la promulgación de una cosa
en voz alta y en lugares públicos para que todos los sepan». Los pregoneros
son, pues, los antecesores del periodista, puesto que proporcionaban noti-
cias y lo hacían en forma deliberada, haciendo de ello un oficio. El pregón o
papel ambulante fue muy popular en Cuba y en otros territorios colonizados
por España. Cuando las noticias o disposiciones emanaban del cabildo esta
institución era la que pagaba los honorarios del noticiero oral (pregonero);
cuando las autoridades eclesiásticas dictaban una pastoral, esta no solo era
leída en las iglesias, sino que los pregoneros se encargaban de su mayor di-
fusión; cuando se trataba de cualquier interés particular —entierros, misas,

12 · JUAN MARRERO
bodas, bautizos y festejos—, el cliente tenía que pagar lo estipulado, según
su solvencia.
Los originales de los Cabildos de San Cristóbal de La Habana de 1519 a 1549
se perdieron o destruyeron como consecuencia de los asaltos e incendios por
parte de los piratas franceses. Esa importante fuente documental de La Ha-
bana se salvó cuando miles de legajos, desde mediados de 1550 hasta fines
de 1898, año en que finaliza la dominación española, fueron recuperados
por el periodista e investigador Emilio Roig de Leuchsenring —ello ocurrió
a partir de 1927—, quien los agrupó en 286 libros. Bajo el título Actas capi-
tulares del Ayuntamiento de La Habana se publicaron tres tomos con una
selección parcial y cronológica de esos documentos.
En esos cabildos salvados de La Habana, en la villa fuertemente fortifica-
da que renació a partir de 1550, es decir, quince años después del ataque de
Jacques de Sores, hay constancia frecuente de la importancia que el regidor
y otras autoridades concedían al pregón y a los pregoneros como medios de
comunicación con los pobladores «para que éstos no fuesen ignorantes».
Algunos ejemplos:
Cabildo de agosto 22 de 1550:
Ordena a los taberneros no vender ni dar vino a negros e indios guana-
pos esclavos, y establece las penas de cárcel y azotes para quien incurra en
violaciones de la medida. También establece la prohibición de que tengan
armas ofensivas y defensivas, excepto los machetes que usen para las labo-
res agrícolas. Si riñesen entre sí y emplearan armas, además de la cárcel, la
ordenanza dispone que le sea clavada la mano derecha Todo esto, dice final-
mente la ordenanza, se debe pregonar para que sea de conocimiento de todos
los pobladores de la villa.
Cabildo del 12 de septiembre de 1550:
Ordena pregonar que ningún negro puede cortar árboles de cedro o cao-
ba para hacer bateas y lebrillos u otras obras de poca calidad so pena de diez
días de prisión y 300 azotes. Si lo hace orientado por su amo, éste deberá
pagar al fisco veinte pesos de oro, la mitad para su Majestad y la otra mitad
para las obras públicas de la villa.
No pocas veces la propia ordenanza del Cabildo disponía qué pregonero
la debía leer en la plaza pública. La de los cortes de árboles de cedro o caoba
debía ser dicha por voz de Antón Hernández. En otros cabildos se indica que
el pregonero fuese Bartolomé Fernández, quien posee un timbre de voz alta.
El pregonero, en ocasiones, ocupaba otras responsabilidades. Así, Baltasar
Rodríguez, como lo señala un Cabildo de 1574, era «pregonero y portero de
esta villa».
Aparte de la fuente de información que era El Cabildo, que se reunía se-
manalmente, daban noticias a los pobladores de La Habana la Iglesia y los

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 13


tribunales. En todas las puertas de las iglesias, por ejemplo, se colocaban
decretos de excomunión de personas para conocimiento de todos los feli-
greses.
En 1736, La Habana fue conmovida por un juicio contra un negro escla-
vo, traído desde Martinica. Se llamaba Miguel, quien le prendió fuego a la
vivienda y al cañaveral de su amo, el contador Juan de la Barrera. Fue con-
denado a pena de muerte atado a un palo y por medio de armas de fuego. Y
se dispuso por el tribunal que lo juzgó que al lugar en que fuese ejecutado
lo acompañase un pregonero «que publique el delito». Y así lo hizo, y dijo el
pregonero: «Esta es la justicia que manda hacer el Rey, Nuestro Señor, y en
su nombre el Sr. Capitán D. Antonio Barreras, Alcalde mayor provincial de
la ciudad de La Habana y su jurisdicción… a este hombre por haber faltado
el respeto y temor de Dios, de la justicia y de su amo, quemando las casas de
la morada de su amo, y uno de los cañaverales principales de este ingenio
(el San Hipólito, ubicado a dos leguas de Guanabacoa) que tal hizo, que tal
pague…».
Muchos de los pregoneros tenían como actividad principal la agricultura
en las proximidades de La Habana, y a la vez recibían paga de las autorida-
des españolas si les hacían llegar avisos sobre la aparición de embarcaciones
de corsarios y piratas.
Otros ejemplos de constancia de actuación del pregonero:
Cabildo del 19 de junio de 1551:
Ordena pregonar públicamente que ningún negro o negra de que andan
a jornal o se alquilan puede vender cangrejos, naranjas, plátanos y frutas.
Quien lo hiciese incurrirá en pena de 300 azotes que le serán dados pública-
mente y diez días de cárcel con cepo y cadena. También este Cabildo estable-
ce que ningún vecino de la villa o estante, es decir que procede de otra villa
o jurisdicción fuera de La Habana, puede vender tasajo a un precio superior
a un peso por arroba.
Cabildo del 8 de febrero de 1556:
Prohíbe que negros (esclavos y libertos) vendan cargas de casabe «ni poca
ni mucha cantidad». Si fuese esclavo, se le darán cien azotes atado a la ceiba
de la plaza. Si fuere esclavo libre, pena de diez pesos de oro a él y a la persona
que le comprara dicho pan. Se dispone que este cabildo se pregone el 12 de
febrero en la plaza pública por el pregonero Francisco, negro.
La Iglesia influía poderosamente en el contenido de algunos cabildos,
como el emitido el 12 de junio de 1567, el cual decía que «por cuanto hay
mucho desorden los Domingos y fiestas, las tabernas y bodegones no deben
dar de comer y vender vino antes de la misa mayor», y ordenaba pregonar
públicamente que de aquí en adelante ningún tabernero o bodeguero venda
vino a ninguna persona hasta ser dicha y acabada la misa mayor.

14 · JUAN MARRERO
Cuando había elecciones para alcalde o procurador, el pregonero debía
convocar a todos los vecinos de la villa. El 3 de enero de 1574, por ejemplo,
el pregonero Juan Martín «pregonó en las cuatro calles de esta villa con alta
e inteligibles voces que todos los vecinos al sonar la campana se juntasen en
la Casa del Cabildo para hacer elección del procurador».
La leyenda dice que, si alguien pagaba menos de lo usual, el pregonero
ahorraba sus facultades. Algunos pregoneros llevaban consigo enormes car-
telones donde subrayaban lo más importante de la información transmitida
oralmente. En alarde de voz y elocuencia rivalizaron los pregoneros. Los
cierto es que el pregonero y el sereno fueron figuras emblemáticas de nues-
tra antigüedad. Eran esperados cada día y cada noche con ansiedad. El grito
del sereno, guardia armado de una pistola, un farol y un silbato que recorría
tan pronto caía la noche las calles habaneras para impedir las acciones de
la delincuencia, y el último aviso del pregonero fueron centro de la atención
pública durante muchas décadas de nuestra vida colonial.

Amanecer del periodismo en Cuba

La quebrantada salud de un flamenco, el amor por una viuda francesa


y la bondad del clima de Cuba fueron determinantes para que la impren-
ta entrase en Cuba alrededor de 1720, casi tres siglos después de que Juan
Gutenberg la inventase en Maguncia. La Habana fue la séptima ciudad del
llamado Nuevo Mundo a la que llegó la imprenta. México, Perú, Guatemala,
Buenos Aires, Río de Janeiro y Asunción la tuvieron antes.
Carlos Habré, de quien muy poco se sabe de su vida, excepto que nació
en la población de Gante, fue impresor de textos religiosos en territorio de
lo que un siglo después se convirtió en Bélgica. Otro hecho conocido es que
contrajo matrimonio en La Habana con la francesa Maria Teresa Hamble,
el 15 de enero de 1720. En la imprenta de Habré, con muchas imperfecciones, se
editó en 1723 la primera obra tipográfica cubana: Tarifa general de precios de
medicina, un folleto de 29 páginas.
Esa obra, impresa en hojas sueltas y no en pliegos, tuvo como propósito dar
a conocer la lista de los precios de medicinas, a fin de poner freno a abusos y
excesos en su comercialización por parte de boticarios y el personal médico.
Ocho impresores se establecen en Cuba a lo largo del siglo xviii. Los siete
primeros en La Habana: Carlos Habré hacia 1720; Francisco José de Paula
en 1735; Blas de los Olivos en 1754, y poco después, en el mismo taller, su
yerno Francisco Seguí; Matías José de Mora en 1775; Esteban José Boloña
en 1776 y Pedro Nolasco Palmer hacia 1791. Matías Alqueza se establece en

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 15


Santiago de Cuba en 1792, aunque su primer impreso conocido es del año
siguiente.
La actividad tipográfica fue escasa en gran parte del siglo xviii. Se pu-
blicaron solo doce folletos de 1723 a 1760. A nadie se le ocurrió en todos
esos años hacer una publicación periódica. O mejor acotar: España no es-
tuvo interesada en que la luz de la información y los conocimientos se irra-
diasen en la sociedad cubana, a la cual quería mantener sumida en una
noche eterna.
Tras la ocupación y evacuación de los ingleses de La Habana, en 1762-
1763, la mentalidad de la metrópoli colonial tuvo algunos cambios. El te-
mor de perder la Isla y la circunstancia de hallarse España orientada por
las ideas del despotismo ilustrado determinaron el envío a Cuba de gober-
nantes diferentes en su modo de pensar y actuar a los anteriores. El primero
de ellos fue el conde de Ricla, quien llegó a La Habana investido de amplias
facultades y rodeado de un grupo de selectos y talentosos funcionarios.
Al conde de Ricla se le atribuye el comienzo del «engrandecimiento» de
La Habana. Acometió la reconstrucción y ampliación del Morro, la cons-
trucción de las fortalezas de San Carlos de la Cabaña y Atarés, la creación de
nuevos hospitales, y supuestamente la introducción de la prensa periódica
en Cuba.
Se asegura que el 17 de mayo de 1764 se publicó La Gazeta, el cual salía los
lunes y contenía algunas noticias políticas y comerciales, y también disposi-
ciones del gobierno de Ricla, según aseguró el historiador español Jacobo de
la Pezuela. El reconocido investigador Joaquín Llaverías, quien fuera director
del Archivo Nacional de Cuba, revisó toda la papelería existente en esa ins-
titución, y concluyó: «A pesar de las pesquisas efectuadas en los legajos del
Archivo Nacional correspondientes a los años de 1764 a 1783, no hallamos
rastro ninguno que nos pusiese a la vista la prueba de haber existido el papel
de referencia».
No existe tampoco prueba de la existencia del periódico El Pensador,
que se ha mencionado como publicado en la imprenta de D. Blas de los
Olivos, ubicada en la calle Mercaderes. Se atribuye la idea de ese periódico
al abogado Gabriel Beltrán de Santa Cruz y al historiador Ignacio José de
Urrutia, ambos nacidos en Cuba, que estuvieron muy vinculados con las
gestiones que emprendió el Conde de Ricla para el fomento de imprentas
en la Isla ya que, decía, «para civilizar más a los naturales le faltaba la
impresión de gazetas, mercurios y demás papeles». Algunos investigado-
res han expresado dudas de que El Pensador se hubiese editado en Cuba.
Otros han especulado que era una publicación que existió en Barcelona y
Madrid en aquellos años, y las cuales llegaban a Cuba. Otros han expuesto
que se trataba de un periódico manuscrito.

16 · JUAN MARRERO
Solo referencias hay de esas primeras publicaciones, pero ejemplares que
atestigua en su existencia, ninguno.
No hay inquietud sobre el periódico Gazeta de la Havana, pues fueron
descubiertos dos números (un suplemento del 15 de noviembre de 1782 y
un ejemplar del 22 de noviembre de 1782, el número 3) que aún perma-
necen en la Biblioteca Nacional de Cuba. Según el investigador Llaverías,
ambos números fueron localizados en 1934 en el Negociado de Asuntos
Generales de Gobernación y entregados a Francisco de Paula Coronado
(1870-1946), entonces director de la Biblioteca Nacional.
Fue bajo el gobierno colonial de Juan Manuel Cajigal cuando se publica
Gazeta de la Havana, el primer periódico de la Isla del cual tenemos cons-
tancia material de su existencia, y cuya edición corrió a cargo de Diego de la
Barrera (1746-1802), nacido en el Marruecos español y llegado a Cuba desde
niño.
En los dos números que están en la Biblioteca Nacional se publicaron noticias
como las siguientes: un incendio en San Petersburgo donde acudió en persona la
emperatriz, una nota sobre un labrador en Londres que en sus dos matrimonios
tuvo 87 hijos, la conquista inglesa de Calcuta y la guerra de Inglaterra contra
Francia y Holanda. También una sección titulada «Promociones de América»
en que se ofrece una relación de servidores del rey que fueron nombrados para
ocupar cargos en América.
Este periódico publicó muchos avisos (anuncios diríamos en estos tiempos):

Todo aquel que guste de subscrivirse /sic/ a esta Gazeta, acuda a la


Imprenta de ella, en la que se le dará un Abonamiento por seis meses,
cuyo valor establecido ya es cinco pesos.
D. Juan Bozetti Subteniente de Granaderos del Regimiento de Flan-
des vende una mula de tres años, y medio, bien parecida, vive en la
Casa de Sueta. Al Coronel de Dragones D. Antonio Rafaelin se le ha
huido un negro, Congo cozinero /sic/, llamado Domingo, conocido de
todos /ilegible/ sic/ diafe /sic/ noticia fe /sic/ le dará la correfpondien-
te /sic/ gratificación., El que quiera vender un Negro desde 15 a 18 años
caselero en dicha casa /sita en la calle de la Thesorería Real/ le darán
razón del que lo quiera comprar.
Ventas de embarcaciones de negritos y negritas enamorados o no,
valiendo menos los que lo están. Una mulatera lavandera, de veintidós
años, es ofrecida por 450 pesos y el marido negro cocinero de la misma
edad, por 500. Calesas también se venden o cambian por negros.

El venezolano Francisco de Miranda (1750-1816), precursor de la indepen-


dencia de América, quien visitó La Habana en enero de 1783, invitado por el

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 17


capitán general Cajigal, de quien era amigo, escribió una nota sobre Gazeta de
la Havana. En la documentación sobre Miranda, en su casa-museo de Cara-
cas, hay guardados dos ejemplares de ese primer periódico de Cuba, corres-
pondientes a los días viernes 17 y 24 de enero de 1783.
Miranda fue un fuerte crítico de Gazeta de la Havana. Lo consideró «un
enboltorio /sic/ de cosas, sin principio ni fin, ni método, ni orden» y, ade-
más, señaló que su redactor «vació las noticias como se venían a la memo-
ria, o según la iban suministrando los colectores, sin atención al parage /sic/
que debían ocupar». En su enjuiciamiento, Miranda habla de algo que desde
entonces ha acompañado al periodismo: «los defectos de ortografía de que
abunda bastante la Gazeta», es decir, los gazapos y erratas.
En total, fueron 28 los números que se publicaron de Gazeta de la Havana,
desde el 8 de noviembre de 1782 hasta el último que se conoce, aparecido el 16 de
mayo de 1783. Salía ininterrumpidamente cada viernes. Este primer periódico
hecho en Cuba, aunque su información sobre la Isla era escasa —daba un mayor
espacio a las noticias del extranjero—, ha quedado como testimonio de una épo-
ca mostrando, entre las injusticias, el flagelo de la esclavitud, con toda su cruel-
dad y su componente comercial. En sus páginas no se ven aún las señales de la
nacionalidad, aunque no pasarán muchos años para que ello ocurra.

Papel Periódico de la Havana

El 8 de julio de 1790 asume don Luis de Las Casas el mando de la Isla.


Están inscriptos en su historial personal haber sido paje del rey y una larga
carrera militar que lo llevó por Rusia y la regencia de Argel, donde libró exi-
tosos combates contra las huestes berberíes que le hicieron merecedor del
grado de brigadier; haber viajado por Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgi-
ca y Holanda, donde visitó universidades, academias, colegios, bibliotecas y
museos, codeándose con sobresalientes figuras de la intelectualidad, lo cual
contribuyó a ampliar sus horizontes culturales.
El día que asume sus funciones en La Habana como capitán general de la
Isla de Cuba, jura consagrarse a la defensa y prosperidad de la Isla, y pide a
los habaneros que lo auxilien con sus luces y el patriotismo para «ilustrar y
engrandecer a la patria».
Aunque al decir «ilustrar y engrandecer la patria» es obvio que se refería a
España, a la que servía, las medidas que puso en ejecución don Luis de las Ca-
sas, a quien un historiador llamó «fundador de nuestra civilización», abrieron
las puertas para que se forjase la nacionalidad cubana. Una de sus grandes
obras fue la creación del Papel Periódico de la Havana, cuyo primer número

18 · JUAN MARRERO
vio la luz el 24 de octubre de 1790. Técnicamente hablando, ese acto de crea-
ción y ese momento marcan el verdadero inicio del periodismo en Cuba.
Integraron su redacción, entre otros, Diego de la Barrera, quien ya ha-
bía editado la Gazeta de la Havana en 1782, y Tomás Romay, médico que
años después introdujo y aplicó en La Habana la vacuna contra la viruela,
así como otros criollos ilustres, que tras la presencia inglesa en La Haba-
na y con el libre comercio se habían convertido en poderosos hacendados.
Francisco Arango y Parreño y el presbítero José Agustín Caballero también
figuraron entre quienes apoyaron con fuerza el empeño de Don Luis de las
Casas.
Su gobierno —desde el 8 de julio de 1790 hasta el 7 de diciembre de 1796—
echó las bases de una efectiva transformación cultural. Don Luis de las Casas
y sus colaboradores criollos eran iluministas convencidos y trabajaron de per-
fecto acuerdo. Pero tuvieron que hacerlo en medio de una fuerte contradic-
ción: impulsar su ideario reformista y civilizador sin oponerse al sistema de la
esclavitud y al tráfico negrero, por el contrario, abogar por su mantenimiento,
pues los tiempos requerían que Cuba aumentase su producción de azúcar con
fines de exportación al mercado de Estados Unidos.
Por eso, Papel Periódico de la Havana —como escribió Julio Le Riverend—
fue «un periódico esclavista, en momentos en que toda la sociedad y la eco-
nomía coloniales dependen fundamentalmente del trabajo de los esclavos».
Pero, a la vez, ha expresado Cintio Vitier, «sus páginas, manchadas por
la costumbre brutal de las transacciones normales en una sociedad escla-
vista, están presididas, sin embargo —y esta contradicción es típica de la
época—, por el fervor patriótico y el deseo de servir a la comunidad, difun-
diendo las «luces». Ni uno solo de los punzantes problemas de la colonia,
de 1790 a 1805, dejó de discutirse, de acuerdo con los criterios de la época
y el máximo de libertad permitida por las autoridades, en aquellos modes-
tos y frágiles pliegos. En ellos Cuba empezó a ver su propio rostro y a sentir
el pulso de la historia».
En el número inicial de Papel Periódico de la Havana, hay una nota que
explica por qué nace ese periódico, cuál será su función y se anuncia que sal-
drá semanalmente. Expresa que publicará «noticias del precio de los efectos
comerciales y de los bastimentos, de las cosas que algunas personas quieren
vender o comprar, de los espectáculos, de las obras nuevas de toda clase, de
las embarcaciones que han entrado o han de salir, en una palabra, de todo
aquello que puede contribuir a las comodidades de la vida». Y añade: «A
imitación de otros que se publican en la Europa comenzarán también nues-
tros papeles con algunos retazos de literatura, que procuraremos escoger
con el mayor esmero».
En ese número inicial se insertan noticias como las siguientes:

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 19


Entró este mes en este puerto (el de la Habana), procedente de Carta-
gena, el bergantín-correo El Pinzón. Su capitán Isidro Caimari ha traído
cacao y 11 050 pesos en moneda.
Llegó de la costa de Guinea el bergantín americano El Bostones. Su
capitán Conrado Eiselen ha traído setenta y siete negros, 49 varones y
28 mujeres.

Estas informaciones del puerto las recogía un individuo llamado el colec-


tor (antecedente del reportero), que recibía seis pesos mensuales por cum-
plir con esta encomienda.
Como noticias culturales se ofrecían las siguientes:

Hoy representará la compañía de Cómicos la Comedia Los Aspides de


Cleopatra. En el primer intermedio se ejecutará una pieza titulada: El
cortejo subteniente, el marido más paciente y la dama impertinente.
Y en el segundo se cantará una tonadilla a dúo titulada: El Catalán y la
buñuelera. Para el jueves: El médico supuesto.

Los primeros escritos públicos sobre situaciones que enfrenta la ciudad


de La Habana aparecen en ese periódico, entre ellos uno consagrado a cen-
surar el abuso de los juegos de azar, el cual lleva como epígrafe un adagio
latino cuya traducción es: «No nos ha colocado en el mundo la naturaleza
para que juguemos, sino para vivir con seriedad y emplearnos en acciones
graves e importantes». La lectura de ese artículo nos muestra que ya en
época tan remota el vicio del juego había adquirido un incremento extraor-
dinario en Cuba.
En las páginas de Papel Periódico podemos hallar censuras a actos y
costumbres de esos tiempos. Desde el uso de «mala letra y ortografía» en
rótulos colocados en las esquinas de La Habana, hasta «el uso, o por mejor
decir, el abuso, de ajustar los cuerpos de niños y niñas entre cotillas duras
y estrechas, con el fin de reducir y enderezar sus talles es uno de los estilos
más perniciosos que podemos poner entre la clase de los que destruyen la
salud pública». O desde el dolor de que La Habana careciera de «un hospi-
cio para mendigos y de un asilo para las niñas huérfanas», hasta la manía
de que «en la Havana ha llegado la moda a ser en todo género de personas
un deber, porque una grosería de entendimiento y una vanidad loca les ha
persuadido que el ornamento brillante añade algo al mérito esencial».
En tanto, en la sección «Ventas» podía leerse: «El que quisiere comprar
una araña de ocho luces, de cristales abrillantados, primorosas, acuda a esta
imprenta donde le darán razón. El precio de la araña es de seiscientos pesos.
Se dará en pago azúcar de buena calidad».

20 · JUAN MARRERO
Y en la sección «Pérdidas» se lee este original aviso: «Al Capitán D. Diego
de la Barrera se le ha extraviado el primer tomo de la obra del Marqués de
Santa Cruz. Si la tuviere alguno de sus amigos, sírvase avisárselo».
A partir de su quinto número, Papel Periódico comenzó a publicar anun-
cios típicamente comerciales, como el siguiente: «En el Almacén nuevo Calle
de la Cárcel Vieja número 100, se venden vinos, el de Málaga a real la bo-
tella: el tinto de Cataluña a medio: el de San Lúcar seco a real y la de Ma-
riposa de Castillo a medio; todo superior».
Este otro anuncio apareció el 20 de febrero de 1791: «Carne de Buenos
Aires bien acondicionada a seis reales arroba y alpiste a ocho en la casa de
D. Carlos Recaño junto al Cuartel de Caballería».
Los anuncios, en aquel amanecer del periodismo en Cuba, no se cobra-
ban. Se insertaban como información de utilidad social. A los criollos que
participaron en ese empeño no los guió un afán de lucro o mercantil, lo
que prevaleció fue contribuir al bien común. Unos pocos años después, sin
embargo, todo cambió: por Papel Periódico, en su etapa final, y sus conti-
nuadores se estableció una tarifa de anuncios (medio real por anuncio sin
distinción de personas, un real por anuncios de venta de esclavos y ocho
reales por los de fincas rústicas o urbanas).
Papel Periódico contó con cuatro pliegos de papel de 22 por 15 y medio
centímetros. Se imprimió en la tipografía de Francisco Seguí «con licencia
del superior Gobierno» y su periodicidad en las diez primeras salidas fue
semanal. Ya en 1791 pasó a ser bisemanal: jueves y domingo.
En enero de 1793, el gobernador don Luis de las Casas dio cima a otro de
sus proyectos: dejó constituida la Sociedad Patriótica de La Habana, más
tarde devenida Sociedad Económica de Amigos del País, institución que se
consagró, con el apoyo decidido de los criollos ilustrados, a luchar por ins-
taurar mejoras en diferentes aspectos de la vida del país, fundamentalmente
en la agricultura, la ciencia, la industria, la educación, etc. Esta entidad pasó
a dirigir el Papel Periódico.
Figura importante de esa publicación desde su origen fue el sacerdote
José Agustín Caballero, en cuya labor se hallan los primeros indicadores de
una ética periodística nacional. Estuvo junto al gobernador don Luis de las
Casas en la formulación de los objetivos y lineamientos de trabajo de ese pe-
riódico. En 1805 escribió unos apuntes en que planteó la idea de que «es muy
justo que los pueblos conserven los momentos de su felicidad y el medio de
conservarlos es la prensa». Escribió numerosos trabajos en Papel Periódico,
entre ellos una carta a «los nobilísimos cosecheros de azúcar, señores amos
de los ingenios» en que denuncia los maltratos a los esclavos, y aconseja cui-
dar esa importante fuerza de trabajo. Caballero se dirige en esa carta a los
hacendados con el único lenguaje que entendían: el del interés, haciéndoles

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 21


comprender que el maltrato a los esclavos no era solo una ignominia, sino
un daño para el fomento de la agricultura y el comercio, según ha expresado
Fina García Marruz en un análisis sobre tal carta. Al presbítero Caballero, a
quien José Martí llamó «padre de los pobres», no podía exigírsele más. Hizo
mucho dentro del estrecho espacio y el tiempo que le tocó vivir.
Otra de las figuras relevantes de Papel Periódico fue el literato y periodis-
ta Manuel de Zequeira, quien asumió la dirección de esa publicación el 14 de
agosto de 1800. La etapa de Zequeira, uno de los primeros cultivadores del
tema cubano en la poesía (su «Oda a la piña» es considerada una obra de mé-
rito), se caracterizó por un marcado énfasis en la inclusión de materiales de
carácter literario en el periódico, aunque después, dadas las reducidas posi-
bilidades que ofrecía el momento para la impresión de libros, determinó que
Papel Periódico diese más espacio a la difusión de conocimientos científicos.
Eso produjo un debate en el seno del periódico y a que el presbítero José Agus-
tín Caballero escribiese estas palabras:

Señor Público: el periodismo no es campo para explicar una ciencia en


los términos en que se enseña en una escuela, pues este es un papel que
circula por las manos de todos, y cada uno tiene derecho a ser instruido
y a entender lo que dice… Si quiere usted hablar de una ciencia, no use
jamás las voces técnicas de ella, no cite multitud de autores conocidos
solamente de los sabios, porque esto es pedantería, y procure no ser
tan oscuro con esa explicación, sino poner particular estudio en acla-
rar el estilo, en hacerlo popular e inteligible, y en no valerse jamás de
términos cultos que nada significan.

Desde tan temprano amanecer se exponía la necesidad de que en los pe-


riódicos se escribiese con claridad y sencillez.
A partir de 1797 la redacción del Papel Periódico, siempre bajo los aus-
picios de la Sociedad Económica, corrió a cargo de una diputación o comi-
sión integrada por doce miembros, y conocida, por razón de número, como
del apostolado, cada una de los cuales tenía a su cargo la redacción del Pa-
pel en un mes determinado. Esos doce diputados fueron José Agustín Ca-
ballero —como presidente—, Alonso Benigno Muñoz, Tomás Romay, Juan
González, Antonio Robredo, José Agustín Caballero, Domingo Mendoza,
José Antonio González, Agustín de Ibarra, Nicolás Calvo, Juan Manuel
O’Farrill, Francisco de Arango y José de Arango.
La favorable acogida que tuvo el Papel Periódico de la Havana lo de-
muestra el hecho de que a los cuatro años de establecido tenía ciento noven-
ta y seis suscriptores, quienes pagaban a razón de seis reales al mes, «go-
zando el beneficio de que se le lleve a su casa en los días de su publicación,

22 · JUAN MARRERO
Jueves y Domingo». La ganancia dejada por los abonados, unida a la venta
de ejemplares en la propia imprenta, permitieron que en 1793 hubiera un
fondo de mil ciento ochenta pesos con el cual la Sociedad Patriótica decidió
fundar una biblioteca pública, la primera que tuvo el país, y que se constitu-
yó en la sala de la casa de Antonio Robredo, ligado al Papel Periódico desde
su fundación. En julio de ese año se inauguró dicha biblioteca, cuyos prime-
ros setenta y siete volúmenes se costearon con los fondos de la publicación,
además de otras donaciones recibidas.
Cuando se revisan unos cuantos años de Papel Periódico asombra la
vastedad de los temas tratados: artículos de economía, higiene, medicina, mo-
ral, física, química, literatura, religión, observaciones meteorológicas, gramá-
tica, historia, agricultura, educación y crítica en general, sin que faltasen en
sus breves páginas poesías, fábulas, epigramas y temas de carácter doc-
trinal.
A partir de mayo de 1805, Papel Periódico de la Havana cambió de
nombre. Se llamó Aviso (desde mayo de 1805 hasta 1808), Aviso de la Ha-
vana (1809-1810), Diario de la Habana (1810-1812), Diario del Gobier-
no de la Habana (1812-1820), Diario Constitucional de la Habana (1820),
Diario del Gobierno Constitucional de La Habana (1820-1823), Diario del
Gobierno de la Habana (1823-1825), Diario de La Habana (1825-1848).
Finalmente, se transformó en Gaceta de la Habana.
En la etapa en que se llama Aviso de la Havana hay una figura impor-
tante, casi olvidada. Se trata de Tomás Agustín Cervantes y Castro Palo-
mino. Cuando asumió su dirección aumentó el número de columnas del
periódico, para lograr que sus textos fuesen leídos más fácilmente, enri-
queció el contenido con la búsqueda de noticias en la calle, en las oficinas
públicas y el puerto, y además trabajó para convertirlo en diario, lo que llevó
a feliz término más tarde, desde 1810 a 1812, bajo el nombre de Diario de La
Habana. Con Cervantes nace el reporterismo y, a la vez, la prensa en Cuba
se convierte en un organismo vivo y útil a la sociedad.
Así se explica que, habiendo tomado Aviso de la Havana con una lista
de 277 suscriptores, ascendiese a 530 en 1810, al año del nombramiento de
Cervantes, quien, sin duda, fue un buen organizador periodístico. Su talento
también se puso de manifiesto en la publicación Guía de Forasteros, la cual
dirigió durante casi dos lustros (1812-1821). Dejó al morir (1848) una obra
periodística de valor: crónicas que comienzan en 1781 y llegan hasta el año
1840 y en las que figuran todos los sucesos de importancia acontecidos en
La Habana, a las cuales han debido acudir investigadores de esa etapa.
Papel Periódico de la Havana —y junto con él sus continuadores de otros
nombres— fueron, en fin, los medios de que dispuso la primera generación
de cubanos que empezó a preocuparse por algunos problemas del país, como

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 23


las costumbres, la educación y el trato a los esclavos, para que su manera
de pensar se conociera fuera de las aulas, seminarios y cátedras. No surgió
como un mero placer, sino para reflejar y hallar respuestas a las preocupa-
ciones de una naciente aristocracia o burguesía criolla que había abrazado
las ideas del iluminismo.

Primer maestro del periodismo

A finales del siglo xviii, a la plaza de redactor de Papel Periódico de la Ha-


vana aspiraron Manuel Zequeira y Arango y Buenaventura Pascual Ferrer.
La obtuvo el primero, por 358 votos contra 241, pero tras ello se inició una
guerra literaria entre ambos candidatos, considerados los dos primeros es-
critores costumbristas en Cuba.
En 1800 vio la luz cada martes, con un formato similar al de Papel Perió-
dico, ocho páginas pequeñas, El Regañón de la Havana, cuyo fundador fue
el mismísimo Pascual Ferrer, escritor chispeante y de agudo sentido crítico,
quien lo hizo no solo para ganarse unas pesetas, sino para satisfacer sus afi-
ciones y demostrar su calidad periodística frente a Zequeira y Arango.
El Regañón de la Havana marcó pautas en el amanecer del periodismo
en Cuba y Pascual Ferrer se convirtió en el primer maestro de los reporteros
cubanos. Tan buena calidad tuvo el periódico que el chileno Toribio Medina,
historiador de la prensa del continente, lo calificó como el mejor redactado
de la época en Hispanoamérica.
En su primer número, de fecha 30 de septiembre de 1800, Pascual Ferrer
expuso los propósitos de El Regañón:

Dará a la luz muchos rasgos de literatura… Hará una crítica juiciosa


y arreglada de los usos, costumbres, y diversiones públicas de esta
ciudad, y de los monumentos de las bellas artes, que en ella existen.
Censurará mensualmente todos los discursos que se dan a la luz en
los diversos periódicos que se han publicado. Finalmente demostrará
a los que no lo sepan, el verdadero camino del buen gusto en las Cien-
cias y en las Artes.

La crítica tuvo un peso fundamental en ese periódico, tanto la literaria


como la relacionada con las costumbres de la época, incluyendo los vicios y
los malos hábitos de la población habanera. Mantuvo en su mirilla, para cri-
ticarlo y censurarlo, casi siempre de manera bien ácida, a Papel Periódico de
la Havana y a su entonces redactor Zequeira y Arango. En sus páginas, en

24 · JUAN MARRERO
las cuales nunca publicó anuncios, proliferó la polémica hiriente, de tonos a
veces insultante y agresivo.
Notas como las siguientes aparecieron en El Regañón:

Se suplica a los subscriptores de Papel Periódico que no se borren tan


aprisa de él, porque todavía no se ha acabado, aunque le falta muy
poco.
Muchos amos de pulperías avisan a sus caseros que desde el día
primero del mes en adelante no envolverán las especies en papel de
estraza como hasta aquí, sino en papel fino y aún impreso, por haberse
abaratado mucho este género con la abundancia de papeles periódicos.

Otra nota chispeante es la descripción de lo que ocurría en días de lluvias


en el teatro del Campo de Marte, donde se presentaban actos de pantomi-
mas, comedias de magias y otras representaciones. Disfrutémosla:

Cuando llueve mucho es indispensable una canoa, o echarse a nado.


Llega uno, por fin, bien o mal como ha podido, entra en la luneta por
un callejón casi tan estrecho como el camino de la virtud, y después de
haber dado su peso con el objeto de divertirse, suele salir perniquebra-
do con motivo de la poca distancia que han dejado de banco a banco
(…) o quedarse tullido con la gran humedad del piso, que es capaz de
introducirse hasta los intestinos.

Y a continuación relata lo que le ocurrió «a un amigo sentado en un


palco al que le cayó uno de los tablones que hay para sentarse encima
de una pierna, poco más debajo de la espinilla, que le levantó un chi-
chón, de tal modo que él entró en el circo con cuatro tobillos y salió con
cinco».
Así, de esa manera tan graciosa, fue el amanecer del periodismo en Cuba.
La unidad de estilo que distingue las páginas de esta publicación hace su-
poner que fuera escrita totalmente por Buenaventura Pascual Ferrer, quien
siempre se ocultó detrás de seudónimos.
Ahora bien, aparte de lo expuesto, la seriedad también acompañó a El
Regañón. Pascual Ferrer dejó un legado inapreciable: elaboró un conjunto
de normas técnicas y éticas que debían servir de brújula a los periodistas, y
que transcurridos más de dos siglos tienen plena vigencia:

Que los discursos (así se identificaba entonces a los materiales publica-


dos en los periódicos) sean interesantes y los asuntos no sean triviales.
Que contengan alguna instrucción.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 25


Que deleiten y causen gusto a los lectores. Poner preceptos áridos,
frases ininteligibles, estilo hinchado, términos rimbombantes, y perío-
dos oscuros, no pueden jamás causar deleite alguno.
Que sean cortos. El periódico es una cosa efímera que pasado el pri-
mer día de su publicación rara vez se lee.
El estilo debe ser claro, popular, lacónico, teniendo presente que se
escribe para que todos lo entiendan.
Las ideas han de ser nuevas o a lo menos raras. Decir lo que ya está
dicho por muchas plumas, no tiene gracia ni interés.
No incluir jamás extravagancias ni delirios por andar buscando lo
nuevo y raro.
Que todos los discursos sean útiles.

Lo que se conoce de la vida de don Buenaventura Pascual y Ferrer es


apasionante. Nació en La Habana en 1772. Estudió Latín y Filosofía junto
con Tomás Romay. Muy joven viajó a España y allí formó parte de la escolta
del millonario Francisco Castillo. Dice la leyenda que tuvo amoríos con la
esposa de Castillo, la cual, poco después, mató a su marido y, por tal hecho,
fue condenada a morir en el cadalso. Formó parte, en esa época, de la
compañía de guardias de corps del rey Carlos IV. Obtuvo una comisión
oficial para México y, en camino para cumplirla, llega en junio de 1800
a La Habana. Es cuando aspira a la plaza de redactor principal de Pa-
pel Periódico de la Havana, que pierde frente a Manuel de Zequeira y
Arango, su gran rival literario. Posteriormente, funda El Regañón de la
Havana.
Hay quien piensa que no se llamó Buenaventura, sino Ventura, pues en
sus memorias íntimas dejó escrito: «La ocurrencia de haberme puesto en el
bautismo el nombre epiceno de Buenaventura no he podido con certeza qué
causa tuvo, porque ni nací el día de aquel santo, ni en mi familia ha habido
persona alguna que se llamase así. Como cuadraba tan poco con la suerte
que me ha perseguido, hace muchos años que le he quitado a aquel nombre
el adjetivo que le calificaba… y solo me firmé Ventura».
Su estancia en México es breve, y regresa a Cuba en 1801 y nuevamente
se hace cargo de El Regañón de la Havana, publicándolo hasta el 13 de abril
de 1802. Se va a Madrid, y allí funda el bisemanario El Regañón General, el
cual duró más de año y medio. El Rey Carlos IV lo nombra en 1805 ministro
contador principal de la Caja de Cartagena de Indias, donde residirá hasta
1810. Su espíritu periodístico no lo abandona, y en esa ciudad caribeña fun-
da La Gaceta de Cartagena y en 1818 dirige la Guía de Forasteros.
Regresa a Cuba, su tierra natal, en 1821, donde es nombrado contador
principal del Crédito Público y desempeña otros cargos administrativos.

26 · JUAN MARRERO
Uno de los hijos de Buenaventura Pascual y Ferrer, Antonio Carlos, pu-
blicó desde el 2 de noviembre de 1830 y hasta el 1ro. de noviembre de 1831
El Nuevo Regañón de la Havana, que después vio la luz con su nombre pri-
mitivo, El Regañón de la Havana, en cuyas páginas colaboró Buenaventura
usando el seudónimo de «El anciano habanero». Esta publicación existió
hasta el 28 de febrero de 1832.
En el Regañón, sin duda, estuvieron también volcados y expuestos los
anhelos iniciales de una nacionalidad en proceso de formación. Fue otro
rayo de luz que se abrió paso en medio de un ambiente generalizado de
ignorancia.

Libertad de prensa y censura cabalgan juntas

En los primeros tiempos de la imprenta en América toda publicación es-


tuvo bajo la censura del gobierno colonial. Ese poder, que en la época de los
manuscritos fue ejercido por la Iglesia, pasó a manos, en el caso de la isla de
Cuba, del capitán general.
Las autorizaciones para instalar una imprenta y editar una publicación
las otorgaba únicamente el capitán general. Las prohibiciones eran también
decisión suya. Así, por ejemplo, en 1774, se promulgó un decreto que dispuso
la clausura de las pocas imprentas existentes en La Habana, excepto la de la
Capitanía General.
El autor teatral y crítico José M. de Andueza escribió en cierta ocasión:
«En La Habana nada, absolutamente nada, puede imprimirse sin la firma
entera del censor y la rúbrica del Capitán General (…) hasta los carteles de
las funciones de teatros y de toros que se fijan en las esquinas».
Andueza se escandalizó, en particular, cuando en 1838 las autoridades
coloniales prohibieron la escenificación de la obra teatral Don Pedro de Cas-
tilla, del dominicano Francisco Javier Foxa. El censor prohibió, incluso, que
Andueza publicara en un periódico de la época un comentario sobre la obra,
interpretada por las autoridades españolas como un ataque a la tradición
monárquica.
El español Jacinto de Salas y Quiroga, en un libro referido a viajes suyos,
contó: «Las trabas de la censura no tienen límites (…) Me da vergüenza recor-
dar las humillaciones que allí [en La Habana] sufre el hombre dotado por el
cielo del don de trasladar felizmente sus bellos pensamientos al papel».
El periodismo en Cuba, excepto en cortos períodos, nació apabullado por
la institución de la censura. En esa sociedad colonial, el escritor o el perio-
dista debían atravesar, por lo general, con un triple filtro de la censura: el

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 27


censor regio, el sotacensor (un oficial militar de palacio) y el capitán general.
Las juntas de censura y los tribunales de imprenta podían imponer penas de
cárcel, multas, excomunión, cierre del periódico o de la imprenta cuando se
atacara la moral o la religión.
A principios del siglo xix varias situaciones y hechos ejercen influencia
en Cuba y, por supuesto, en su incipiente periodismo, entre ellos la pro-
mulgación de Constitución de Cádiz de 1812, la primera en la historia de
España, que colocó la soberanía en la nación y no en el rey, la cual dispo-
nía la separación de los poderes del Estado y la abolición de los privilegios
señoriales, a la vez que reconoció varias libertades, entre ellas la de im-
prenta. Es un momento trascendente en la vida de España, pues el espíritu
liberal logra vencer, momentáneamente, al absolutismo representado por el
régimen monárquico y la Iglesia. Ello, por supuesto, tiene repercusión en las
colonias, pues pone a prueba uno de los principios esenciales de la ciudada-
nía: el de la libertad de pensamiento.
Hasta ese momento, las únicas ciudades que tenían imprentas y editaban
periódicos eran La Habana y Santiago de Cuba. En la capital oriental ha-
bía aparecido en 1805 El Amigo de los Cubanos, auspiciado por la Socie-
dad Económica de Amigos del País, al cual el capitán general de la Isla, a
la sazón el marqués de Someruelos, llamó la atención porque «ha puesto
noticias extraídas de gacetas extranjeras», lo cual no figuraba en la orden
de autorización dada a esa publicación. «Las noticias extranjeras puestas
—dijo el marqués— no tienen inconveniente alguno, pero podría muy bien
llegar el caso de que pusiesen algunas noticias que tuviesen inconveniente
de ser publicadas».
José Villar y Joaquín Navarro fueron los primeros redactores de El Ami-
go de los Cubanos, periódico que se editó en la imprenta de Matías Alqueza,
la primera instalada en Santiago de Cuba.
Esos movimientos liberales que hubo en España en el primer cuarto del
siglo xix, aunque ahogados cada vez por reacciones absolutistas, son los que
provocan la aparición del periodismo político en Cuba.
El primer periódico que vio la luz tras la promulgación de la libertad
de imprenta de 1812 fue El Lince, que salió tres veces por semana en La
Habana, y publicó artículos de carácter internacional como la guerra entre
España y México y los acontecimientos en Estados Unidos. Tenía cuatro
páginas. Se editó inicialmente en la imprenta de la Capitanía General y
más tarde en la de Arazoza y Soler. Colaboró en sus páginas el ilustre
habanero y presbítero José Agustín Caballero. Publicó más de un centenar
de números, y sucumbió ante la indiferencia del público, conforme hubo de
ocurrir, con raras excepciones, en los casos de la mayoría de los periódicos
de la época.

28 · JUAN MARRERO
En un santiamén se instalaron nuevas imprentas que propiciaron en
los años siguientes la salida de más de doscientos periódicos, revistas y
boletines.
En La Habana se publicaron, entre otras, Censor Universal, semanario
dominical; El Centinela de La Habana, fundado por Antonio del Valle; La
Cena, editado por Antonio José Valdés, quien devino importante histo-
riador de la Isla; Diario Cívico, redactado por Simón Bergaño; El Esquife,
primero que cambió la ortografía de la palabra Havana por Habana, El
Patriota Americano, que fue el de mayor relevancia, y El Frayle, que con-
tribuyó al auge del movimiento literario.
El Patriota Americano era redactado por José Arango y Núñez del Castillo,
Francisco Arango y Parreño y Simón Bergaño, quienes se identificaban como
tres amigos del orden, de la patria y de la verdad. Abogaba por la reforma ge-
neral del Estado y por la polémica —entonces denominada guerra literaria—
como vía para alcanzar la ilustración de los ciudadanos y el derrocamiento de
la ignorancia y la tiranía.
Así, en abierto desafío a la autoridad colonial, escribió: «Ahora es
cuando los escritores deben unirse y formar la falange de Minerva para
disipar las tinieblas de la ignorancia y derrocar la tiranía». Este periódico
tuvo que enfrentar en una ocasión la acción de la Junta de Censura, que
secuestró uno de sus números por considerar un artículo firmado bajo
el seudónimo «Un español nacido en suelo indiano» como «subversivo a
las leyes fundamentales» de España. Solo vieron la luz treinta dos núme-
ros de El Patriota Americano, en los cuales aparecieron por vez primera
datos estadísticos sobre Cuba. En diciembre de 1812 cesó de publicarse.
El Correo de las Damas (1811), fundado por Simón Bergaño y Joaquín
José García, y que tuvo una periodicidad bisemanal, sorprendió por el ob-
jetivo que se propuso de complementar la instrucción femenina de la so-
ciedad colonial cubana. Ejerció, por ello, un periodismo liberal en franco
desafío a la autoridad del Estado y de la Iglesia, motivo por el cual esta
última lo acusó de «atentar contra la moral pública». El Correo de las Da-
mas publicó setenta y cuatro números.
El Frayle nació el 4 de enero de 1812, fundado por el habanero y militar
español Francisco Montalvo y Ambulodi. Su línea editorial estuvo dirigi-
da a atacar los artículos publicados por El Patriota Americano y a comba-
tir la masonería, a fin de contrarrestar el establecimiento en La Habana de
una logia constituida bajo los auspicios del Gran Oriente de Pensylvania. El
Frayle, que se publicó los sábados y vio la luz en treinta y siete ocasiones,
fue un periódico bien escrito, pero no logró sus objetivos en contra de El Pa-
triota Americano, considerado por Joaquín Llaverías como «el mejor y más
interesante publicado entonces en Cuba».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 29


Nacieron también en esos años las primeras publicaciones en otras ciuda-
des del país, entre ellas en Santiago de Cuba (Eco Cubense, 1811; Ramillete de
Cuba, 1812; Actas Capitulares de Cuba,1812; La Sabatina, 1812; y Miscelánea
de Cuba, 1813); en Puerto Príncipe (El Espejo, Espejo de Puerto Príncipe o
Espejo Diario, 1812; La Gaceta de Puerto Príncipe, 1819); en Matanzas (El
Patriota y Diario de Matanzas, 1813).
Impresos por Matías Alqueza estuvieron Eco Cubense, que se ocupaba
de política y asuntos literarios, y salió miércoles y sábado, y Ramillete de
Cuba, dirigido por el poeta Manuel María Pérez. Este último, en su prospec-
to inicial, anunció que su propósito era publicar un extracto de aquellas no-
ticias políticas que aparecieran en gacetas nacionales o extranjeras llegadas
a Santiago de Cuba en los ocho días anteriores a la publicación de Ramillete
de Cuba.
También en la imprenta de Alqueza vieron la luz Actas Capitulares de
Cuba, que, además de los acuerdos del cabildo santiaguero, publicaba noti-
cias de carácter general, y La Sabatina, que salió los sábados, que dio pre-
ferencia a los materiales literarios. El 9 de diciembre de 1812 Ramillete de
Cuba insertó unos versos alusivos a La Sabatina: «Del efímero concurso
/ De gazetas y de hablillas / Hace treinta dos semanas / Que voy pasando
mi vida / Ramillete solterón / Me apellidaban las niñas / Cuando en estas
circunstancias / Nació Doña Sabatina / He visto su hermosa cara / Dos oca-
siones ¡Qué linda! / Que decidora y salada / Y qué dotada es la chica / Iba a
proponerse boda / Más soy pobre y ella rica».
La Miscelánea de Cuba, cuyo primer número salió el 13 de noviembre de
1813, publicaba las actas capitulares y, además, trabajos de poco interés. Se
editó también en la única imprenta existente en Santiago de Cuba.
Importancia alcanzó El Espejo, Espejo de Puerto Príncipe o Espejo
Diario, fundado por Mariano Seguí, el cual publicó artículos sobre in-
dustria, agricultura y economía. En diferentes ocasiones el teniente go-
bernador de Puerto Príncipe denunció a ese periódico al considerar que
denigraba a su persona. En 1814 la Junta Provincial de Protección y Cen-
sura de obras y papeles impresos en la Isla de Cuba, lo declaró «libelo
injurioso».
La Gaceta de Puerto Príncipe tuvo larga vida. Salió en su primera época
todos los jueves, después los miércoles y sábados, y desde el 8 de noviembre
de 1845 se convirtió en diario de la mañana. En sus columnas se dio a cono-
cer años antes como escritor público el camagüeyano Gaspar de Betancourt
y Cisneros, quien firmó sus artículos como El Lugareño.
El Patriota se publicó en Matanzas durante los años 1813 y 1814. Fue un
fuerte crítico del Gobierno, que determinó su clausura. En la Biblioteca Na-
cional se conservan varios de sus números de enero y febrero de 1813.

30 · JUAN MARRERO
Al referirse a ese período, el historiador Jacobo de la Pezuela, pluma con-
servadora y al servicio de la colonia, escribió: «Como movidos por un resor-
te común rompieron con sus mordazas todos los periodistas de la anterior
época y aun algunos de los nuevos». Es, precisamente en 1812, cuando tiene
lugar la primera junta general de periodistas en la historia de Cuba, la cual
emite el siguiente comunicado:

Congregados todos los periodistas de La Habana en lugar seguro, don-


de libres de todos los ignorantes, de los partidarios de la tiranía y de los
aduladores sempiternos de los déspotas, pudiesen tratar de reformas de
abusos y de proponer los medios convenientes para remediar los males
que afligen a nuestra patria, se determinó ante todas las cosas, para el
mayor orden de las ulteriores juntas, elegir un presidente, un vicepresi-
dente y secretario, y procediéndose a la votación salieron electos, a plu-
ralidad de votos para el primero El Censor Universal; para el segundo
El Diario, y para secretario El Lince. Concluida esta ceremonia juraron
todos defender siempre la justicia y la verdad y combatir incesantemente
a la tiranía y el despotismo, y acabado el acto de juramento, ocuparon to-
dos sus respectivos lugares, y el Presidente abrió la junta con el siguiente
discurso:
«Señores periodistas: Hace ya como un año que gozamos de aquel eter-
no e imprescriptible derecho de pensar y de comunicar nuestros pensa-
mientos a los demás seres por medio de la prensa libre, y en todo este
tiempo no hemos cesado de declamar contra la arbitrariedad y contra to-
dos los abusos (…) que se han introducido en todos los ramos de la admi-
nistración, y de proponer el remedio que creemos más oportuno y eficaz
para curar radicalmente la enfermedad que tanto aflige a la sociedad…».

Se trata, sin duda, de un documento trascendental porque, en primer


lugar, refleja la voluntad de los primeros que trabajaron en el periodismo
en Cuba de unirse y luchar por determinados objetivos, entre ellos contra
las arbitrariedades y abusos del sistema colonial existente en Cuba. Por vez
primera se habla de la aspiración a una prensa libre. No obstante que la
Constitución de 1812 en España constituyó una apertura, los participantes
en esa junta general tomaron precauciones: se reunieron, como expresan, en
«un lugar seguro» y, además, se identificaron como publicaciones entonces
existentes y con seudónimos como El Presidente, El Hablador, El Reparón,
El Patriota, etc. Guió sus pasos, pues, la desconfianza sobre la vigencia de
esa Constitución. Lo que ocurrió solo dos años después les dio toda la razón.
El Rey Fernando VII regresó a Madrid en 1814, disuelve las Cortes y anula
todas las reformas establecidas.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 31


La década de 1820: nuevos aires liberales

En la llamada segunda época constitucional, a partir de 1820, las autori-


dades españolas conceden la libertad de imprenta, aunque ciertamente por
corto tiempo, en La Habana, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba. Se repite,
en fin, lo que aconteció ocho años antes: una multiplicación de publicaciones
de diferente carácter.
Entonces los vientos de la lucha por la independencia de los pueblos de la
América hispana eran más intensos. Un colombiano y un argentino fundan
en La Habana el primer periódico político, científico y literario, al que deno-
minan Argos, cuyo primer número apareció el 5 de junio de 1820. Se trata
de José Fernández Madrid (1789-1830) y José Antonio Miralla (1789-1825),
ambos de pensamiento liberal, quienes transmiten a los cubanos a través de
esa publicación las motivaciones que habían llevado a los pueblos de Améri-
ca a su emancipación. En su primer número Argos dejó bien claro que era un
papel que no se iba a ensuciar «con injurias a personalidades, cosa que agra-
da a muchos y pica la natural malignidad del miserable corazón humano».
Fernández Madrid dejó conceptos muy valiosos sobre la función del pe-
riodismo en aquella sociedad colonial. En un artículo titulado «Estado de la
imprenta en La Habana», publicado en 1820, expresó:

Los periódicos sobre todo son utilísimos; ellos son los centinelas que
velan sobre la seguridad de la plaza, y repiten diariamente el ¡alerta!
Son la escuadra sutil que defiende nuestras costas. Ellos corren como
el fuego eléctrico, y penetran al mismo tiempo a los palacios de los
grandes y a las chozas de los infelices; los leen juntamente el marqués
y el artesano. Todas las clases del estado se ilustran, a todos se extiende
su benéfica influencia.

En ese artículo, Fernández Madrid advierte igualmente que el periodis-


mo debía ser orientado a la previsión de los vicios de la conducta colectiva
y a procurar erigirse en fuerza moderadora de los desmanes de los poderes
civiles y militares. Argos, sin día fijo de salida, tuvo una corta existencia:
desapareció el 5 de marzo de 1821 al publicar su número 34.
Otro periódico habanero que vio la luz entre 1820 y 1823, o sea, durante
la segunda época de la Constitución española, fue El Botiquín Constitucio-
nal, de ocho páginas, que tuvo en su comienzo la particularidad de no poner
la fecha del día en que veía la luz. Este periódico fue calificado de «altamen-
te subversivo» por la Junta de Censura, que también tomó acciones contra
El Indicador Constitucional, el cual llevaba un epígrafe que resultaba mo-
lesto para las autoridades coloniales: «Prefiero una libertad llena de riesgos

32 · JUAN MARRERO
a la quietud de la esclavitud». Esas dos publicaciones habaneras tuvieron
una vida efímera.
En esos años muchos periódicos llevaron el aditamento de constitucio-
nal. Así fueron fundados Diario Constitucional de La Habana, Diario del
Gobierno Constitucional de La Habana, Noticioso Constitucional, Gaceta
Constitucional, El Amigo de la Constitución, El Esquife Constitucional, La
Mujer Constitucional y otros.
Necesaria es una breve referencia a La Mujer Constitucional, que vio la
luz en La Habana el 3 de mayo de 1821. En su primer número, firmado por
La Redactora, hay un exhaustivo análisis en defensa del papel de la mujer
en la sociedad, con planteamientos revolucionarios de que «mientras ellas
no sepan más de lo que saben, no habrá hombres mejores» y «que no son
unos meros instrumentos de placer». Según el investigador Llaverías, todo
hace presumir que en los seudónimos La Redactora, La Habanera, Una
Casada, Una Mujer y La R. se ocultó José Severino Boloña, impresor y afi-
cionado a la poesía y la décima, composiciones que aparecieron en todos
los números de La Mujer Constitucional, la cual cesó de publicarse el 29
de julio de 1821.
El Mosquito, fundado en 1820, fue un periódico satírico-burlesco de cier-
ta importancia. Se publicaba semanalmente, pero en diferentes días. Los
descuidos de la policía y el abandono de las calles habaneras fueron asun-
tos tratados con predilección por esta publicación, dirigida por el abogado
y literato Ignacio Valdés Machuca, muy conocido en el mundo de las letras
como Desval. En su primer número escribió: «Ya estoy en la palestra gracias
a la libertad de imprenta que tanto he deseado para corregir algunos abusos,
y a semejanza del héroe de la Mancha deshacer agravios y enderezar entuer-
tos». En su número 5 escribió: «El Mosquito con la nutrición que ha experi-
mentado en estos días, ha robustecido su lanceta, por lo que las picadas se-
rán un poco más acres desde el número siguiente, dejando siempre salvas a
las personas». Desde el número 6 (1ro. de junio de 1820) cambió su machón
de identificación por un grabado que representa un mosquito posado en un
gajo de la ceiba del Templete, donde suponía tener su habitación el redactor.
Catorce fueron los números que se publicaron de El Mosquito.
También en La Habana vio la luz El Americano Libre (1822), del cual
fueron redactores Félix Varela y Domingo del Monte. Esta publicación fue
portavoz de los derechos de los ciudadanos, censuró los excesos cometidos
en relación con la libertad de imprenta y estimuló en sus páginas el ansia de li-
bertad de los cubanos. Se publicaron cuarenta y seis números, el último de ellos
el 28 de febrero de 1823.
Sucesor de El Americano Libre fue El Revisor Político y Literario, cuyos
redactores fueron aventajados alumnos del sacerdote Félix Varela. Poesías

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 33


de José María Heredia hallaron espacio en El Revisor…, así como notables
artículos sobre política, legislación y literatura salidos de las plumas de Do-
mingo del Monte, Anacleto Bermúdez, José Antonio Saco y muchos jóvenes
que años después fueron figuras de alto relieve de las letras y el pensamiento
cubanos. El Revisor Político y Literario publicó, en total, setentaiún núme-
ros, y su desaparición se consideró un golpe para la cultura cubana y para el
calor patriótico del país.
Hubo otro periódico que defendió el estatus colonial a lo largo de sus cua-
renta y ocho números durante la segunda época constitucional. Se trata de
La Concordia Cubana, fundado por el escritor Francisco Javier Troncoso,
quien Intentó contrarrestar los principios liberales de publicaciones como
El Americano Libre y El Revisor Político y Literario.
La censura cayó igualmente contra la publicación La Minerva (1820), de
Santiago de Cuba, dirigida por Francisco Muñoz Del Monte. El entonces gober-
nador de la ciudad denunció a esa publicación ante el Tribunal de Imprenta, y
su segunda edición fue secuestrada por las autoridades militares. El Tribunal,
llamado entonces Mesa Censoria, falló que el escrito denunciado no era sub-
versivo ni abusivo a la libertad de imprenta. Otra publicación santiaguera, la
satírica El Dominguillo, también enfrentó problemas luego de que un artículo
suyo provocó la renuncia de un funcionario de la alcaldía.
Miscelánea Liberal de Santiago de Cuba (1821) no fue una continuación de
Miscelánea de Cuba, mencionado anteriormente, y que desapareció en 1814.
Fue fundado por el poeta oriental Manuel María Pérez y Ramírez, y salió to-
dos los jueves.
También en Santiago de Cuba se publica El Noticioso (1821), el cual so-
brevive hasta 1835, año en que se fusiona con El Redactor. A partir de 1826
se publicó El Noticioso Comercial de Santiago de Cuba, cuyo director fue
Loreto Espinal. Este periódico salió tres veces a la semana, sin día fijo, hasta
1832; posteriormente, se convirtió en diario. Fue suspendida su publicación
en 1835, cuando su editor dejó de pagar los diez mil reales de fianza exigidos
por el reglamento de imprenta. Pero tal suspensión duró solo cuatro meses.
Continuó, pues, editándose hasta el 5 de septiembre de 1836, cuando el go-
bernador y capitán general de la Isla dispuso la formación de causa judicial
contra Espinal, con motivo de un artículo de ese periódico titulado «Censura
de la censura». El editor y redactor del periódico fue, por ello, encarcelado.
Espinal, posteriormente, intentó obtener permiso para restablecer El No-
ticioso Comercial, pero le fue negado por las autoridades españolas en San-
tiago de Cuba. Recurrió entonces a las de La Habana, y su representante en
tales gestiones fue el educador cubano José de la Luz y Caballero. También
le fue negada su solicitud. Acudió entonces al Ministerio de Marina, Comer-
cio y Gobernación de Ultramar para publicar el periódico bajo el nombre de

34 · JUAN MARRERO
Diario de Gobierno de Santiago de Cuba. También fue rechazada su solici-
tud en razón de los antecedentes y conducta que observó en el pasado.
Periódico Nacional de Santiago de Cuba (1822) y El Redactor Liberal
Cubano (1823) fueron hechos por los mismos redactores. Dueños y redac-
tores de estos medios fueron el poeta Manuel María Pérez, José Francisco
Collazo y José Eugenio Toledo.
En 1833 la principal ciudad en el oriente de la Isla vio nacer el periódico El
Redactor de Santiago de Cuba, publicado por la Real Sociedad Económica, que
insertó noticias políticas, literarias, agrícolas, mercantiles, económicas y otros
materiales de interés para la prosperidad pública. Este periódico afrontó una
crisis dos años después de su nacimiento, pues no depositó los diez mil reales
prevenido por el reglamento de imprenta. Pero el director del periódico y secre-
tario de la Sociedad Económica, Juan Bautista Sagarra, se dirigió al gobernador
y capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, y este favoreció una licencia provi-
sional para liberar a El Redactor de Santiago de Cuba de ese pago.
El Instructor General (1821), El Lince Principeño (1821), El Patriota Princi-
peño (1822) y El Zurriago Principeño (1823), los tres editados en la Imprenta
Patriótica de José Minuese, vieron la luz en Puerto Príncipe (hoy Camagüey). De
los tres, el de mayor relevancia fue El Zurriago Principeño, por su estilo cortante
e hiriente contra el gobierno español, lo que causó su clausura a fines de 1823.
Trinidad fue la primera ciudad en el centro del país adonde llegó la im-
prenta y, en consecuencia, el 3 de septiembre de 1820 tuvo su primer pe-
riódico, Corbeta Vigilancia, fundado por Cristóbal Murtra y José Julián
Castañeda, que pasó a tener otros nombres poco después: Correo y Correo
Semanal de Trinidad, Correo Político-Literario-Mercantil de Trinidad. Fue
un periódico de interés general e información nacional y extranjera. A pesar
de que tenía un carácter oficial, El Correo fue denunciado varias veces ante
la Junta de Censura. Se asegura que se publicó hasta 1869, pero el último
ejemplar encontrado es del 27 de diciembre de 1854. En la Biblioteca Nacio-
nal se guardan números de 1828, 1842 y 1844.
El Eco de Villaclara es el primer periódico que se publica en Santa Clara.
Su principal redactor y editor fue el camagüeyano Manuel de Sed Colón, que
trasladó una imprenta usando mulas de carga desde Puerto Príncipe a Santa
Clara. El periódico salió miércoles y sábado, con cuatro páginas. Más tarde
se editó tres veces a la semana. Entre sus colaboradores estuvieron el poeta
Eligio Eulogio Capiró, el historiador Manuel Dionisio González y Gabriel de
la Concepción Valdés (Plácido). Existió hasta 1856.
El primer periódico de Sancti Spíritus, El Fénix, se funda el 3 de marzo
de 1834. En su primer número se lee: «Este periódico sale los lunes y los jue-
ves de cada semana, y se publicarán en él todas las órdenes y avisos del Go-
bierno, las noticias políticas más importantes y todas las materias de interés

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 35


general. Su suscripción es de ocho reales adelantados para los suscriptores
de esta Villa». El Fénix interrumpió prontamente su salida, pero reapareció
en 1842 y, a partir de entonces, aunque cambió de nombre, llamándose El
Fénix de Sancti Spíritus, tuvo una larga vida.
En Matanzas, en esos años, hay también un auge periodístico. Nace el 8
de septiembre de 1822 el Semanario de Matanzas, de muy corta vida, que
publicó en dos de sus doce números poesías de José María Heredia, y el 2 de
septiembre de 1828 ve la luz La Aurora de Matanzas, el primero de los pe-
riódicos cubanos que publicó crónicas de guerras extranjeras. La amistad de
su director con los dirigentes del Corrier des Etas Unis, le permitió publicar
valiosas y originales crónicas sobre la guerra entre Turquía y Rusia. Según
Antonio Bachiller y Morales, fue en esa época, bajo la dirección del gaditano
José Pereira, «el mejor periódico político y literario de esta Isla… contribuyó
visiblemente al adelanto en el periodismo en la esencia y hasta en la belleza
de las formas». Pedro José Guiteras, en su Historia de la Isla de Cuba, dice
que este periódico fue «digno de elogios por la elegancia de su impresión y su
extensión, la variedad de materias que abraza y el orden y buen gusto de su re-
dacción» y lo califica de «príncipe de nuestros periódicos». Desde 1938 hasta
1941 aparece con el título Aurora y el subtítulo «Boletín oficial» y «Diario del
Gobierno de Matanzas». En 1842 vuelve a llamarse La Aurora de Matanzas,
y se identifica como «periódico oficial». El 1ro. de agosto de 1857 se refunde
con otro periódico de la ciudad, El Yumurí, y adopta el nombre de Aurora de
Yumurí, con el cual salió hasta 1900. La Biblioteca Nacional posee una colec-
ción bastante completa de este periódico desde 1829 a 1855.
A partir de 1836 el gobierno español volvió a promulgar una ley de impren-
ta, y ello dio lugar, otra vez, a la salida de nuevos periódicos, entre ellos Libre
Imprenta y El Cubano Oriental, en Santiago de Cuba, El Apolo Habanero, se-
manario musical, La Mariposa, La Cartera Cubana y La Siempreviva, en La
Habana, La Guirnalda, en Matanzas, y El Villareño, en Santa Clara.
Dignos de un estudio especial son los nombres de muchas de las pu-
blicaciones que aparecieron en esos años. Desde los de animales como
La Abeja, El Alacrán, La Avispa, El Canario, El Mosquito, El Murcié-
lago, El Panal Avispas, El Papagayo, La Pulga, El Colibrí, La Cotorra,
La Culebra, Trágala Perro y El Gavilán, hasta que los que hacen pensar
en las flores como La Siempreviva, La Mariposa, Cesto de Flores, Lirio
Azul, Floresta Cubana, Amapola, Flores del Alma, Flor de Mayo, Jardín
Matancero y Jardín Romántico. O los que están relacionados con el mar,
como El Barco de Vapor, La Lancha, El Marino y Navío Patriota, hasta
los nada comunes o extravagantes como Amante de Sí Mismo, Cartera
de Señora, Tío Bartolo, Canafeo, El Consolador, El Duende Negro, El
Chismoso y El Fantasma de las Elecciones. O los que formaron el con-

36 · JUAN MARRERO
junto de los amigos: Los Amigos de la Paz, Los Amigos de la Juventud,
Los Amigos de la Constitución, Los Amigos de las Leyes, Los Amigos de
las Mujeres, Los Amigos de los Artesanos, los Amigos de los Cubanos y
Los Amigos del Pueblo.

Informe del censor general

El censor general de las imprentas debía enviar cada cuatro meses al go-
bernador y capitán general de la Isla un informe sobre el estado de la prensa,
especialmente la periódica, donde se detallasen los principales incidentes
ocurridos.
A modo de ilustración veamos lo que informó el censor principal, José
Antonio de Olañeta, al capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, el 17 de
enero de 1835 sobre trabajos publicados por Diario de la Habana:

En septiembre último (1834) se sometió a la censura un manuscrito


que tenía por epígrafe No más toros, escrito con motivo de haberse
demolido la plaza destinada a las corridas de estos animales, que ame-
nazaban ruina. Se apostrofaba a la España por esta diversión pública
en términos tan poco comedidos, que se le considera por el articulista
como una nación bárbara y salvaje.
De igual modo, se aplicó censura a un material sobre «nuestra ino-
cente Reina», pues «en un elogio tan pomposo como estudiadamente
escrito, se acechaba (contra ella) de una manera dudosa y de doble sen-
tido (…) por medio de giros, reticencias y puntos suspensivos».

También el censor Olañeta refiere que también fue censurado un artícu-


lo titulado «Deberes de un cura», en el cual se criticaba la poca circulación
en Cuba del periódico Journal des connaisans utiles. Esta publicación no
figuraba entre las favoritas del gobierno colonial debido a que estimulaba la
emancipación intelectual de los cubanos.
El referido documento daba también cuenta de la censura impuesta a
un artículo del mismo periódico, bajo el título «Plaza de Armas», firma-
do por Luis Arcaza, el cual cuestionaba, de modo indirecto, por supues-
to, el proyecto de erigir una estatua del difunto rey Fernando VII en ese
lugar.
Y en otra de sus partes, el censor Olañeta aludía al hecho de que la edu-
cación en Cuba estaba en manos de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País, «estimulador de la idea de independencia».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 37


El censor Olañeta actuó arbitraria y abusivamente contra la publica-
ción Álbum Cubano, concebida por los abogados santiagueros Leonardo
Jacobo Bravo y Ramón de Villalón y Echevarría, quienes eran residentes
en La Habana. Cuando presentaron el proyecto de Álbum Cubano, una
publicación sobre literatura, ciencias y artes, el censor Olañeta aconsejó
al capitán general de la Isla que dictaminase que debía ser autorizada por
una real licencia, someterse a la previa censura y pagar diez mil reales
como fianza. No conforme con esos criterios, Bravo y Villalón elevaron
una carta señalándole al capitán general que ello era violatorio del Real
Decreto del 4 de enero de 1834 que declaraba libres de censura y de li-
cencia de toda obra, papel, folleto o periódico que trate de artes, ciencias
y literatura. Y esto, por supuesto, determinó un cambio en la posición
del censor. Sin embargo, cuando el 20 de noviembre de 1848 apareció el
primer número de Álbum Cubano, Olañeta argumentó que un extenso
artículo de esa publicación había violado lo establecido, y aconsejó al ca-
pitán general la supresión de esa publicación. Es decir, de Álbum Cubano
solo salió un número.
Un periódico como La Prensa (1841-1870), que era vocero del integrismo
español, fue incluso amenazado en varias ocasiones por expresiones usadas
en distintos artículos que no eran compartidas por determinadas autorida-
des españolas.
Así, por ejemplo, los editores de La Prensa fueron requeridos en 1843 por
un artículo de costumbres titulado «Segunda diablura romántica», copiado
del periódico La Risa, de Madrid, en el cual se decía, en estilo chistoso y ha-
blando de una corrida de toros, «que éstos son como los médicos y militares,
que a fuerza de asesinatos adquieren celebridad». Eso se consideró ofensivo
por el subinspector de las tropas del Ejército en la Isla.
En 1854, varios artículos contra la gestión del marqués de la Pezuela
durante el período de su gestión en la Isla, publicados por La Prensa, pro-
vocaron que el entonces capitán general, José Gutiérrez de la Concha, lo
considerara un «desagradable suceso» y amenaza de suspensión contra ese
periódico. Ese asunto y otros análogos fueron los que originaron un decreto
del citado gobernante, suscrito el 28 de septiembre, que reza así:

Artículo 1. La impresión y circulación de escritos desechados en todo


o en parte por el censor, o no censurados, y en los cuales se ataque el
principio de autoridad, o se atente contra el orden público, serán consi-
derados y castigados como delito de infidencia.
Artículo 2. El impresor será el reo de este delito.
Artículo 3. Conocerá de estas causas la Comisión militar permanente
de esta plaza.

38 · JUAN MARRERO
El Habanero, primera huella independentista

Félix Varela y Morales es una de las figuras más sobresalientes de la historia


de Cuba. Sus discípulos lo llamaron «el más sabio y virtuoso de los cubanos».
Martí le profesó tal admiración y respeto que en 1892 llegó hasta su tumba en la
población de San Agustín, en Estados Unidos, «venerada para el cubano, por-
que allí están en capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que
cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades
criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba».
Varela fue el primer cubano que llegó a la convicción, luego de que viese
fracasar los proyectos de reforma, algunos de ellos presentados por él mis-
mo ante las cortes españolas, de que los políticos de la metrópoli, incluso los
más liberales, no se interesaban por el progreso ni por la felicidad del pueblo
cubano.
Estando en España, en 1824, tras la constitución de las comisiones mi-
litares para juzgar a «los enemigos de los legítimos derechos del trono» y
perseguir «a los que promuevan alborotos o escriban papeles o pasquines
dirigidos a aquellos fines», el presbítero cubano se vio obligado a refugiarse
en Gibraltar. Al conocer que el rey Fernando VII había decretado su condena
a muerte, por sus posiciones intransigentes, se trasladó a Estados Unidos,
donde vivió desterrado hasta el fin de sus días, en 1853, el mismo año en que
nació José Martí.
Lo primero que hizo Varela al llegar a Estados Unidos fue trabajar en el
empeño de editar un periódico especialmente concebido para los cubanos
residentes en la Isla. Lo llamó El Habanero, y en sus páginas se proclamó el
derecho de los cubanos a liberarse de la opresión y hacer la revolución para
alcanzar la independencia.
Siete números de El Habanero, con un total de doscientas páginas, fue-
ron publicados, tres en Filadelfia y cuatro en Nueva York. Durante mu-
chos años se desconoció el último número. En 1945, la Biblioteca Nacional
publicó un libro con el contenido de los primeros seis números. Por refe-
rencias se sabía que se había editado el séptimo. Se hicieron gestiones en
las bibliotecas de Nueva York, Washington, El Vaticano, París, Londres,
Madrid, México, Caracas y otras, pero resultaron infructuosas. En 1979,
la Colección Latinoamericana de la Universidad de Yale comunicó a la Bi-
blioteca Nacional la existencia de ese último número de El Habanero, y
le remitió una copia fotostática de su contenido. En 1997, el historiador
Eduardo Torres Cuevas, en el libro Las obras de Félix Varela, dio a cono-
cer ese último número.
El efecto que causó en la Cuba colonial ese periódico, que entraba y cir-
culaba clandestinamente, y que llamaba a los cubanos a «ocuparse de la

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 39


suerte de la patria» y «a operar con energía para ser libres», lo revela una
declaración del capitán general, Francisco Dionisio Vives, quien calificó el
contenido de sus páginas de opúsculos incendiarios, a la vez que dictó si-
multáneamente una Real Orden prohibiendo su circulación en la Isla.
En uno de los números de El Habanero, Varela escribe un artículo titula-
do «Persecución de este papel en la isla de Cuba», donde en su primer párra-
fo expresa: «Todas las cartas que se reciben de aquella isla convienen en que
mi pobre Habanero sufre la más cruel persecución. !Pero qué cosa tan par-
ticular! Persíguese a El Habanero al mismo tiempo que todos confiesan que
dice la verdad…», y agrega que se considera al autor de El Habanero como
«un hombre perverso, enemigo de su país, porque ha tenido valor para decir
públicamente lo que nadie niega en privado, sin que el silencio sirva para
otra cosa que para dar tiempo a que el mal no tenga cura».
España intentó matar a Varela durante su estancia en Estados Unidos.
Le dieron treinta mil pesos oro a un matón habanero para que lo asesinase.
Dispararon contra él en Boston sin alcanzarlo, y, en Chicago, mientras ofi-
ciaba una misa, hicieron estallar una carga de dinamita.
El Habanero tiene el honroso mérito de ser el primer periódico indepen-
dentista en nuestra historia, el primero que expresó el convencimiento de lo
nefasto e irracional de cualquier forma de anexionismo, el primero verda-
deramente revolucionario. En los trabajos titulados «Máscaras políticas»,
«Conspiraciones en la Isla de Cuba», «Las sociedades secretas», «Conside-
raciones sobre el estado actual de la isla de Cuba» y «Amor de los America-
nos a la Independencia», Varela planteó con franqueza, decisión y vibrante-
mente sus ideas revolucionarias.
Para él, la patria era obligación de todos. La revolución en Cuba era in-
evitable y debía ser prevista y preparada para alcanzar su éxito. Abogó por
que la Isla fuese tan isla en lo político como lo era en la naturaleza. Planteó
la obtención de la independencia sin ayuda extranjera. Se manifestó parti-
dario de buscar la unidad de todos los componentes del país como garantía
para el éxito del empeño transformador, y habló de la necesidad de los nexos
inseparables entre los sentimientos americanos, cubanos y el amor a la in-
dependencia. También lanzó el concepto de que no era posible la libertad
política sin la existencia de libertad económica.
Su amor a Cuba era entrañable. Pese a que vivió en Estados Unidos más
años que en su tierra natal y de que nunca pensó en regresar a su país —no
obstante, la amnistía de 1832 se lo permitía—, nunca quiso hacerse ciudada-
no norteamericano, ni renunciar a su nacionalidad. «Yo soy —decía en sus
célebres Cartas a Elpidio— en el afecto un natural de este país, aunque no
soy ciudadano, ni lo seré jamás, por haber tomado una firme resolución de
no serlo de país alguno de la tierra, desde que circunstancias que no ignoras

40 · JUAN MARRERO
me separaron de mi patria. No pienso volver a ella; pero creo deberle un tri-
buto de cariño y de respeto no uniéndome a otra alguna».
Quizás lo que más molestó a España es que este hombre representaba
lo más revolucionario al plantearse la emancipación de los esclavos y de-
nunciar con fuerza los horrores de la esclavitud y los brutales maltratos a
que eran sometidos los negros. En sus escritos están las siguientes pala-
bras: «y estoy seguro de que el primero que dé el grito de independencia,
tiene a su favor a casi todos los originarios de África». Ese pensamiento
filosófico tuvo expresión real cuando estalló la guerra por la independen-
cia en Cuba.
Varela, pues, ofrecía un verdadero programa anticolonial para los cuba-
nos y para los pueblos de América Latina. Un pensamiento bien avanzado
para esos tiempos. De ahí que muy acertadamente otra gran figura de esa
época, don José de la Luz y Caballero, dijese que «Varela fue el primero que
nos enseñó en pensar».
Junto a Varela, mientras editaba El Habanero en territorio de Estados
Unidos, estuvo José Antonio Saco, otra figura grande de la historia de Cuba,
pues profesó un amor entrañable a la tierra en que nació, aparte de tener
una infinita confianza en el poder de las ideas. Desde posiciones reformis-
tas, Saco contribuyó a empujar al pueblo cubano al camino de la indepen-
dencia.
Existe la versión de que Saco viaja a La Habana en 1826, y al regresar a
Estados Unidos convence a Varela de no continuar la publicación de El Ha-
banero. Algunos investigadores consideran que la suspensión fue decidida
entre ambos al informarle Saco que los hacendados no estaban dispuestos a
ayudar, y que el mantenimiento de ese periódico solo iba a contribuir a de-
rramamientos inútiles de sangre de la juventud cubana.
Varela y Saco deciden poco después iniciar la publicación de otro perió-
dico, también en Estados Unidos, al que dan el nombre de El Mensajero
Semanal (1828-1831), que abandona la propaganda directa independentista,
pero que en sus páginas alienta el desarrollo de la cultura cubana con espe-
cial énfasis en sus diferenciaciones con lo peninsular y en la reafirmación de
lo americano. También el gobierno colonial español prohibió la circulación
de ese periódico dentro de Cuba. El sector más poderoso de la burguesía es-
clavista no estaba dispuesto a aceptar ninguna acción divulgadora del pen-
samiento de los jóvenes liberales.
El Mensajero Semanal tuvo entre sus colaboradores al bayamés Ma-
nuel de Socorro Rodríguez, quien en Cuba fue conocido como escultor y
poeta, pero no como periodista y escritor. Socorro había emigrado a Co-
lombia y en 1791 —un año después del nacimiento de Papel Periódico de La
Havana— fundó el primer periódico colombiano, al que denominó El Se-

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 41


manario. También ese mismo año creó el Papel Periódico de Santa Fé de
Bogotá, en 1806 El Redactor Americano y El Correo Curioso, y en 1810 La
Constitución Feliz, todos en Colombia. Se le considera, por ello, el padre del
periodismo colombiano.
Saco es el alma de otro gran empeño periodístico y cultural en esa época:
la Revista Bimestre Cubana, fundada en 1831 por el catalán Mariano Cubí
Soler con el nombre de Revista y Repertorio Bimestre de la Isla de Cuba.
En sus páginas, Saco —a quien Martí calificó como un hombre «que no creía
en parches andaluces ni postizos rubios para las cosas del país»— expone
sus ideas acerca de la nacionalidad cubana y en contra del anexionismo con
Estados Unidos. «La nacionalidad cubana de que hoy hablo —escribió en
uno de sus artículos—, y que me intereso en transmitir a la posteridad es
la que representa nuestro antiguo origen, nuestra lengua, nuestros usos y
costumbres, y nuestras tradiciones. Todo esto constituye la actual nacio-
nalidad cubana, porque se ha formado y arraigado en una isla que lleva
por nombre Cuba».
Revista Bimestre Cubana, auspiciada por la Real Sociedad Económica
de Amigos del País, tuvo como regla de oro desde su aparición publicar es-
critos de autores cubanos, de extranjeros sobre temas cubanos o de asun-
tos foráneos que tenían trascendencia e interés para Cuba. Cuando Saco es
desterrado en 1834, la Sociedad Económica lleva adelante una acción de
protesta suspendiendo temporalmente la publicación de la revista que, en
aquella época, llegó a ser un instrumento valioso para la transmisión de las
ideas de la intelectualidad criolla. Constituyó, sin duda, una seria amenaza
para los intereses de la colonia durante los siete años en que, en su primera
etapa, vio la luz pública.
A Saco se le considera uno de los polemistas más vigorosos que ha te-
nido Cuba. Tuvo que enfrentar la censura colonial con inteligencia. Así,
por ejemplo, salió en 1834 en defensa de la Academia Cubana de Lite-
ratura ante los violentos ataques lanzados por Diario de la Habana. No
tenía medio de comunicación donde publicar sus opiniones e hizo impri-
mir en Matanzas —aunque con pie de imprenta de Nueva Orleans— un
folleto a favor de la extinta Academia. De tal manera burló la censura
colonial.
Ese folleto determinó que el general Tacón, capitán general de la Isla,
ordenase que Saco pasase a residir en Trinidad. Saco prefirió el extraña-
miento al destierro dentro de su propio país, y pidió pasaporte para Eu-
ropa. No volvió a residir en Cuba. En los cincuentaiún años en que vivió
fuera de Cuba abogó por libertades políticas para su patria, la supresión
del comercio de esclavos y en contra de la anexión de Cuba a Estados
Unidos.

42 · JUAN MARRERO
Su pensamiento contra la anexión ha estado vigente desde entonces. Con
claridad y precisión escribió en su trabajo «Ideas sobre la incorporación de
Cuba a los Estados Unidos», publicado en 1848 en París:

A pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría formando


parte de los Estados Unidos, me quedaría en el fondo del corazón un
sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana… La
anexión, en último resultado, no será anexión sino absorción de Cuba
por los Estados Unidos. Verdad es que la isla, geográficamente consi-
derada, no desaparecería del grupo de las Antillas, pero yo quisiera
que, si Cuba se separase, por cualquier evento, del tronco a que perte-
nece, siempre quedase para los cubanos, y no para una raza extranjera…
No olvidemos que la raza anglosajona difiere mucho de la nuestra
por su origen, por su lengua, su religión, sus usos y costumbres, y
que desde que se sienta con fuerzas para balancear el número de cu-
banos, aspirará a la dirección política de los negocios de Cuba; y la
conseguirá, no solo por su fuerza numérica, sino porque se conside-
rará como nuestra tutora y protectora, y mucho más adelantada que
nosotros en materia de gobierno… Yo desearía que Cuba no solo fuese
rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no
angloamericana… la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y
el origen más puro del patriotismo.

Varela no dejó el periodismo luego de la desaparición de El Mensajero


Semanal. Trabaja como redactor de The Protestan Abridger and Annotator,
de Nueva York (a partir de 1830), donde defiende la fe católica frente a los
ataques de los protestantes. Años después (1841-1843) escribe para The Ca-
tholic Exporter and Literary Magazine. Colabora en esos años en distintas
publicaciones de La Habana como Revista de la Habana, Revista Bimestre
Cubana y Repertorio Médico de La Habana. También su pluma está presen-
te en las páginas de El Universal, de España.
Otros dos grandes del periodismo y las letras coexisten con Varela y Saco
en el tiempo. Fueron ellos Domingo del Monte, a quien Martí definió como
«el más real y útil de los cubanos de su tiempo», y José María Heredia, el
gran poeta de la «Oda al Niágara» y a la vez «periodista sesudo» que pidió
«paz a los árboles, sueño a la fatiga, gloria al hombre, amor a la luna» y que
«aborrece la tiranía, y adora la libertad», también al decir del Apóstol.
Del Monte nació en Maracaibo, Venezuela, pero vivió en Cuba desde que
tenía 6 años de edad. Fue el fundador de la importante revista La Moda o Re-
creo Semanal del Bello Sexo, editada en La Habana (1829-1831), y escribió para
distintos periódicos, entre ellos El Puntero Literario, La Aurora de Matanzas,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 43


El Plantel, Aguinaldo Habanero, El Álbum y Diario de la Habana. Práctica-
mente colaboró en todos los periódicos de importancia de su época.
Según la investigadora Marta Lesmes, Del Monte atribuyó al periodismo
un papel de primer orden en la creación de una cultura y una ideología cu-
banas por excelencia, desde los más altos hasta los más bajos estratos socia-
les. Trazó toda una estrategia con el fin de poner a la prensa al servicio de la
educación y la cultura —en específico la literatura—, pues ello era inaplaza-
ble para alcanzar la independencia política.
Aunque fue un representante de la corriente reformista, que no alberga-
ba la idea de la independencia de la Isla, Domingo del Monte contribuyó de
manera significativa a crear los sentimientos de una conciencia nacional. Se
opuso, junto a Saco, a la idea de la anexión de Cuba a Estados Unidos. Tam-
bién, al igual que Saco, combatió la esclavitud. Utilizó el periodismo, entre
otros medios, con ese fin.
Del Monte se vio obligado a salir de Cuba en 1843, al implicársele en pla-
nes revolucionarios y en la llamada Conspiración de La Escalera. Vivió en
Estados Unidos, Francia y España, donde falleció en 1853, el mismo año que
Félix Varela.
José María Heredia, nacido en Santiago de Cuba en 1803, fundó en La
Habana (1821) la revista Biblioteca de Damas, pero dos años después se
vio obligado a emigrar al ser implicado en la conspiración Rayos y Soles
de Bolívar. Vivió en México donde el torbellino revolucionario hizo que
fuese abogado, soldado, viajero, profesor de lenguas, diplomático, magis-
trado, historiador, poeta y periodista desde 1823 hasta 1839, año en que
fallece.
Tanto en el Distrito Federal como en Toluca, Cuernavaca, Tlalpan y
otras ciudades mexicanas tuvo Heredia una destacada labor periodísti-
ca. Publicó trabajos en Noticioso General de México, en Semanario Po-
lítico y Literario, la revista Iris, El Indicador Federal de México, y las
revistas Miscelánea y La Minerva, fundadas y dirigidas por él. Fue re-
dactor principal del periódico El Conservador (1831), dirigió la sección li-
teraria del Diario del Gobierno de la República Mexicana, y colaboró en El
Amigo del Pueblo, El Fanal y El Reformador. A la vez, Heredia, en esos
años, colaboró con distintas publicaciones en Cuba, entre ellas Diario
del Gobierno Constitucional de La Habana, Semanario de Matanzas, El
Revisor Político y Literario, Diario de La Habana y Recreo Semanal del
Bello Sexo.
La armonía de lo bello y lo útil caracterizó el periodismo de Heredia.
Partiendo de que vivió en el exilio desde muy joven, alejado de su madre
y de sus palmas, la corta existencia de Heredia —falleció de tuberculosis
cuando tenía solo 36 años de edad— fue dolorosa. Vivir de los frutos de su

44 · JUAN MARRERO
espíritu en tierras extrañas lo golpeó más de una vez. Experimentó cierto
desencanto con las sucesivas tiranías que vio llegar al poder en México,
y se preguntó si esa era la independencia que ambicionaba para su tierra
natal. La muerte de su pequeña hija y el quebranto de su salud lo lleva-
ron en un momento dado a nutrir en lugar de apagar su fuego trágico. Es
cuando escribe al capitán general de la Isla, Miguel de Tacón, y le solicita
permiso para volver a la patria, donde vive su madre. Sus antiguos amigos,
entre ellos Domingo del Monte, desaprueban su carta a Tacón, y rehúsan
su compañía. Eso lo lacera aún más. Y enfermo y desalentado, luego de
menos de tres meses de estancia en Cuba, regresa a México, donde fallece
prontamente.
«Fue hijo de Cuba —escribió Martí— aquel de cuyos labios salieron algu-
nos de los acentos más bellos que hayan modulado la voz del hombre, aquel
que murió joven, fuera de la patria que quiso redimir, del dolor de buscar en
vano en el mundo el amor y la virtud».

Inicio de la prensa mercantil

En el correr de las décadas de 1830, 1840 y 1850, seis fueron los perió-
dicos que marcan el comienzo de la prensa mercantil en Cuba: Noticioso
y Lucero de La Habana, La Prensa, La Prensa de La Habana, El Faro
Industrial de La Habana, Diario de la Marina y El Avisador del Comer-
cio (que terminó llamándose El Comercio). Esta gran prensa de la época
estableció conceptos diferentes a los que prevalecieron desde la fundación
de Papel Periódico de la Havana. Los anuncios, por ejemplo, dejaron de
ser considerados un servicio de utilidad social. Empezaron a publicarse
aquellos que eran sufragados de acuerdo con las tarifas establecidas por
los periódicos, convertidos de hecho en empresas para obtener ganancias
monetarias.
El periodismo en Cuba empezó a transitar, aunque aún de manera inci-
piente, por el camino de los negocios.
Noticioso y Lucero de La Habana, cuyo primer número vio la luz el 16 de
septiembre de 1832, fue el resultado de la primera fusión entre periódicos di-
ferentes. El Noticioso Mercantil, que se editaba en La Habana desde 1812 por
el escritor y poeta Manuel Francisco Salinero, y El Lucero, de Matanzas, fun-
dado por José Pereira, se constituyeron en una sociedad anónima. Esta fusión
dio nacimiento a la primera empresa periodística en Cuba.
En su número inicial Noticioso y Lucero de La Habana anunciaba que
el nuevo diario «se distribuirá por las mañanas, y por las tardes saldrá el

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 45


boletín de anuncios mercantiles, el cual contendrá, además, las noticias in-
teresantes que haya recibido la redacción, y que no se dilatarán hasta el día
siguiente las que se juzguen dignas de interesar la curiosidad pública».
Esa declaración de intenciones pone de manifiesto un cambio sustancial
en los conceptos que hasta entonces habían prevalecido en la manera de hacer
periodismo. A partir de ese momento, la rapidez en la transmisión de una in-
formación comenzó a convertirse en un estilo de trabajo, en particular con
aquellos acontecimientos que sucedían en el puerto o estaban referidos al
comercio.
Noticioso y Lucero de La Habana adquirió en Estados Unidos una pren-
sa mecánica que le permitió tirar mil quinientos ejemplares por hora, algo
excepcional en aquellos años, y utilizó nuevas formas tipográficas que lo
hicieron más atractivo. En 1834, en su número 280, suprimió de su nombre
los vocablos «de La Habana» y se editó en un formato mayor. A la vez, en
su contenido, introdujo una sección titulada «Inspección general de periódi-
cos» (después nombrada «Revista de periódicos»), en la que comentaba críti-
camente, a veces con dureza y apasionamiento excesivo, los trabajos de otros
periódicos publicados en La Habana. Todo esto hizo posible un aumento del
número de suscriptores.
Noticioso y Lucero de La Habana fue el antecedente del periódico Diario
de la Marina. Quien fuese su primer director, el gallego Isidoro Araujo de
Lira, también fue el primero en dirigir el Diario de la Marina, tras alcanzar
un acuerdo con el impresor José Severino Boloña y lograr que la Regencia
Provisional del Reino le autorizara a publicar un periódico donde se inser-
tasen asuntos del comercio, navegación y economía, «bajo la protección e
inspección del Comandante General del Apostadero». Así nace el Diario de
la Marina, en 1844, como órgano del Apostadero de La Habana.

La Prensa, portavoz de la colonia

Pocos años antes había visto la luz el periódico La Prensa. Su primer


número: el 1ro. de julio de 1841. En una de sus columnas principales, los
editores consignaban:

No publicándose este periódico más que dos veces a la semana, nos


es imposible competir como quisiéramos con los diarios de esta ciu-
dad en lo tocante a noticias mercantiles, que generalmente tienen un
interés del momento y ninguno cuando se atrasan. Por tanto (…) nos
ceñiremos a poner en cada número la entrada y salida de buques en

46 · JUAN MARRERO
este puerto y la exportación que por él se haga de los principales fru-
tos del país en los tres días anteriores, y con oportunidad su precio
corriente en la plaza, resúmenes curiosos del movimiento mercantil,
y cuantas circunstancias extraordinarias, tanto en la isla como fuera
de ella, consideremos de interés, todo sin perjuicio de los anuncios
particulares…

Se publicó inicialmente los jueves y domingos; más tarde, desde el 3 de


octubre de 1841, los miércoles, viernes y domingos antes de convertirse en
diario. Entregaba al gobierno colonial la mitad de sus ganancias. Ideó una
forma novedosa para aumentar sus suscriptores: permitía a cada uno de
ellos, presentando solamente su recibo de pago, insertar anuncios sin costo
alguno durante cuatro números de cada trimestre, o en cambio artículos
«literarios, económicos y mercantiles, con tal de que su texto sea reducido».
La idea de su fundación la concibieron el periodista habanero Luis Caso y
Sola y el andaluz José García de Arboleya, quien formaba parte de la redac-
ción de El Faro Industrial de la Habana.
Cuando en 1842 asumió la dirección de La Prensa el periodista Isidro
Araujo de Lira hubo un vuelco en la forma y contenido de ese periódico.
Nombró, por ejemplo, corresponsales en México y en distintas ciudades de
España, y publicó un pliego aparte con retratos de los poetas contemporá-
neos. También insertó varias columnas de «dulce divertimento» dirigidas
a las mujeres: «preciosas y morales novelitas», «artículos ligeros de cos-
tumbres, modas, etc». Otra innovación realizada fue distribuir todos los
meses el último figurín de modas. Cuando cumplió su primer año de vida,
La Prensa escribió: «El bello sexo es el objeto seductor que ocupa todas
nuestras potencias, es el numen que nos inspira, es el prisma que halaga
nuestra esperanza…».
Posteriormente, este periódico utiliza un mejor papel y sale con tres co-
lumnas «porque de este modo es más agradable la lectura, y no sufre tanto
la vista, porque los renglones son más cortos». Inicia la entrega gratuita a
sus suscriptores de un álbum con las últimas modas de París, litografías de
cuadros célebres y otras variedades, y es dotado de un servicio telegráfico y
ampliado su cuerpo de corresponsales en el exterior.
Araujo de Lira dejó la dirección de La Prensa en 1843 a causa del que-
brantamiento de su salud. Asumió entonces su dirección Pascual Riesgo, un
destacado periodista español que había formado parte de su redacción luego
de dejar El Faro Industrial de La Habana.
La Prensa se convirtió en diario a partir del 16 de mayo de 1843. Dejó
de ser menos interesante, pues contenía más anuncios que material litera-
rio, y lo que publicaba de literatura tenía como fin obtener más ganancias

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 47


a través de la diversión y el entretenimiento. Lanzó desde sus páginas una
campaña identificándose como el periódico más barato publicado en La Ha-
bana. «Por tres pesetas sencillas —escribió La Prensa—, los residentes en la
Isla podían tener un periódico de buen papel e impresión, con noticias mer-
cantiles, anuncios pertenecientes al comercio y economía…».
A los que se suscribiesen por seis pesetas sencillas al mes se les dio el de-
recho a que insertaran gratis en el periódico, durante cuatro días, todos los
anuncios que presentasen en la imprenta, siempre que no pasaran de ocho o
diez líneas. Esto, por supuesto, era ventajoso para comerciantes y hacendados.
Los editores de La Prensa adquirieron nuevos tipos de imprenta en Esta-
dos Unidos para mejorar la calidad de los folletines y las novelas.
A partir de 1851 cambió su nombre por el de La Prensa de La Habana,
y tres años después se imprimió en un tamaño mayor, lo que lo diferenció
notablemente del resto de los periódicos de la Isla. En 1855, su dueño y di-
rector, Pascual Riesgo, lo vendió a Antonio María Dávila. Ningún cambio se
produjo en la política editorial o comercial de este periódico.
Dávila intentó, en los últimos años de La Prensa, crear una empresa por
acciones a fin de reunir 50 ó 60 mil pesos con los cuales dotar al periódico
de nuevos redactores, y poder pagar el servicio telegráfico y los correspon-
sales en el extranjero. No pudo alcanzar esa cantidad de plata, según los
documentos consultados.
La época final de La Prensa da comienzo en 1867, cuando Dávila cesa
como editor responsable y propietario de ese periódico, y, en su lugar, se
establece una sociedad compuesta por los señores Joaquín Jacas, Gil Gelpi
y Joaquín A. Gálvez, intendente militar. Ocurre entonces un hecho sorpren-
dente: el gobierno colonial no acepta a Jacas como editor de un periódico
político porque, según una resolución de 1866, «no acreditó ser mayor con-
tribuyente, ni propietario de predios rústicos que le redituasen mil quinien-
tos escudos». Es decir, dirigir un periódico podía solo ser función de gente
rica, poderosa.
En definitiva, Gil Gelpi debió aparecer como director. El desconocimien-
to de los tres socios sobre cómo operar una empresa periodística provocó la
desaparición de La Prensa de La Habana el 29 de mayo de 1870. Se refun-
dió, entonces, con La Voz de Cuba, periódico intransigente y enemigo de las
libertades, fundado por Gonzalo de Castellón, periodista español cuyo nom-
bre se invocó para justificar el asesinato de los ocho estudiantes de medicina
el 27 de noviembre de 1871.
La Prensa cabalgó siempre encima de la bestia colonial. Fue uno de los
voceros de los gobernantes españoles. A partir de 1868 atacó diariamente a
los cubanos que abrazaron la causa de la independencia, a la vez que califi-
caba de «buenos españoles» a los que enfrentaban la rebelión.

48 · JUAN MARRERO
Faro Industrial de La Habana,
un periódico esclavista y anexionista

La historia de El Faro Industrial de La Habana, otro de los grandes pe-


riódicos fundados con un sentido mercantil, es también interesante. Surgió,
al igual que La Prensa, en 1841, con un matiz de defensor de los intere-
ses netamente cubanos. El matancero José M. Cárdenas, quien había hecho
profunda amistad con Félix Varela en Estados Unidos y había sido corrector
de pruebas de las famosas Cartas a Elpidio del sacerdote cubano, fue uno de
los primeros directores de El Faro Industrial de la Habana. Bajo el seudó-
nimo de Jeremías Docaransa, Cárdenas publicó en ese periódico excelentes
crónicas sobre la vida colonial en las que se identificaba con los oprimidos
y desheredados.
Casi ocho años después de su fundación El Faro Industrial de La Ha-
bana pasó a ser dirigido por el norteamericano John S. Trasher, quien des-
de 1839 residía en La Habana, donde tenía numerosos negocios de carácter
comercial. El gobierno colonial, dada la actitud hostil hacia España de ese
periódico, cuestiona que un ciudadano no naturalizado ejerza la función de
dirigir una publicación en Cuba. Trasher se separa entonces de la dirección
del periódico y explica que solo atiende la información extranjera, los cobros
y la parte mercantil.
La dirección de El Faro Industrial…, en esos años, fue esclavista. No era
solo que utilizase a esclavos para la manipulación de la prensa existente, que
tiraba mil ochocientos ejemplares en hora y media, sino que, en sus páginas,
publicaba anuncios que eran expresión de menosprecio e indignos a la con-
dición del ser humano, como los siguientes: «Se solicita comprar negros
tabaqueros. Calle de O’Reilly, núm. 25, tabaquería de La Venus darán ra-
zón»; «Se desea comprar una curandera de dos o tres meses de parida, sin
cría, que además de tener buena y abundante leche, sea buena lavandera,
sana y sin tachas: en calle de la Merced num. 86, impondrán».
De las cuatro páginas de El Faro Industrial de la Habana, la primera de
ellas se dedicaba a anuncios clasificados, es decir del tipo que, a modo de
ejemplo, mencionamos anteriormente.
Robert Baird, un inglés que visitó La Habana en 1849, dejó escritas
sus impresiones sobre la prensa cubana: «La mayoría de los periódicos
de La Habana son de un formato pequeño y demasiado lleno de anuncios,
entre estos chocan a la sensibilidad de un inglés los que ofrecen negros,
a veces, negras con sus negritos parta ser vendidos “con o sin un negro”.
Estos periódicos son como todos los que están sometidos a una estricta
y rigurosa censura, tan estricta, que lo que maravilla es que haya tan-
tos…».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 49


Algunos periódicos habaneros anunciaban la venta de los negros en un
volante impreso que era recibido junto con el diario. De manera que quien
busque estos anuncios en las colecciones de los periódicos que tenían esa
práctica, no va a encontrar esos avisos esclavistas.
Tras producirse el desembarco de Narciso López en 1851, El Faro In-
dustrial publica, debajo de las noticias oficiales sobre el desarrollo de la
campaña para aniquilar a los expedicionarios anexionistas, un artículo
titulado «La risa». Y seis días después, al reproducir nuevos documentos
oficiales, insertaba, también debajo de ellos, un artículo titulado «Monó-
logo de la sonrisa». Esas sutilezas no fueron soportadas por el gobierno
colonial, y el capitán general Gutiérrez de la Concha dispuso la clausura
de ese periódico.
El 16 de octubre de 1851, Trasher fue puesto en prisión por las autorida-
des españolas, que consideraron El Faro Industrial de La Habana como
una publicación «disidente y contraria a los intereses de España en la Isla».
Estando en prisión, Trasher estaba autorizado a recibir el almuerzo que
día tras día le hacía llegar un amigo. En cierta ocasión, los guardias de la
fortaleza descubrieron dentro de una tortilla de maíz una nota en castellano
donde le decían que viese el periódico que cubría un dulce que acompañaba
el almuerzo. En ese pedazo del periódico se daba la noticia de la posible de-
signación de Trasher como cónsul de Estados Unidos en La Habana.
Lo cierto es que Trasher no era ajeno al movimiento en pro de la anexión
de Cuba a Estados Unidos que, a mediados del siglo xix se había revivido, y
en el cual tomaron parte no pocos cubanos, en particular estimulados por
ricos azucareros. «En Cuba —escribió el historiador norteamericano Philip
S. Foner— el movimiento fue fomentado por la formación del Club de La
Habana (…) del cual formaba parte el norteamericano John S. Trasher, resi-
dente en La Habana y director de El Faro Industrial».
El Club de la Habana fue, en esos años, uno de los principales grupos
anexionistas existentes en Cuba. Sus figuras principales, José L. Alfonso,
Miguel Aldama y Cristóbal Madan, dueños de grandes ingenios, haciendas,
negocios y, a la vez, por supuesto, de numerosos esclavos, vieron en la
anexión la preservación de sus intereses y la salvaguarda de sus propie-
dades. Existió, además, el grupo anexionista de Puerto Príncipe, cuya
figura más destacada fue Gaspar Betancourt Cisneros, más conocido por
el seudónimo El Lugareño.
Nueva York, Nueva Orleans y los puertos de la Florida fueron los prin-
cipales escenarios donde estuvieron radicados grupos de cubanos que
fomentaban la causa anexionista. El más activo operaba en la ciudad de
Nueva York. En 1847 se organizó allí el Consejo Cubano, presidido por
Cristóbal Madan, en representación del mencionado Club de la Habana. El

50 · JUAN MARRERO
Lugareño fundó y dirigió el periódico La Verdad, mantenido en parte por
los subsidios de hacendados cubanos de Puerto Príncipe y en parte por el
apoyo de Moses Yale Beach, director del periódico Sun, de Nueva York, y
partidario de la anexión de Cuba a Estados Unidos. La Verdad, publicado
en inglés y español, editado libre de gastos en la imprenta del Sun, difun-
día las opiniones y las noticias de los cubanos anexionistas tanto en Esta-
dos Unidos como en Cuba. Su entrada estaba prohibida en Cuba, pero se
introducía clandestinamente en la Isla, traído por los buques mercantes.
Periodísticamente hablando El Lugareño fue una figura de gran prestigio
en Cuba, sobre todo a partir de 1838 y 1839, cuando publicó en La Gaceta de
Puerto Príncipe una serie de trabajos costumbristas bajo el epígrafe «Escenas
Cotidianas», en los cuales, con ingenio y gracia, trataba lo humano y lo divino
de la sociedad colonial. Además, por sus iniciativas, gestiones y prédicas,
logró que el gobierno colonial emprendiese el levantamiento de obras de be-
neficio social para la región de Camagüey, entre ellas la línea férrea de Nue-
vitas a Puerto Príncipe, segunda que hubo en la Isla, numerosas escuelas y
el puente sobre el río Tínima.
En el orden político fue enemigo del colonialismo español. Integró
en 1823 el grupo de cubanos que viajó a América del Sur para solicitar
al Libertador Simón Bolívar su apoyo en la promoción de un movimien-
to insurreccional en Cuba. Por sus actividades conspirativas fue con-
minado por el capitán general O’Donnell en 1846 a ausentarse del país,
y las autoridades españolas confiscaron todos sus bienes. Esto lo llevó a
residir en Estados Unidos, y a gestionar ante las autoridades de ese país el
ingreso de Cuba como estado de la confederación norteamericana.
En 1849, El Lugareño escribió la obra que lo manchó para siempre ante
el pueblo cubano. Publicó un folleto titulado «Ideas sobre la incorporación
de Cuba en los Estados Unidos en contraposición a las que ha publicado D.
José Antonio Saco», en el cual expresaba desprecio e insultaba a su propio
pueblo. Escribió lo siguiente:

Cuba anexada adquiriría riquezas sólidas, sin escrúpulos, zozobras ni


peligros. Los 500 000 advenedizos como se place llamarlos no serían
por cierto 500 000 salvajes africanos, malayos e indios, que es la
gente que los cubanos pueden esperar que les permita traer el go-
bierno de España para cruzar y perfeccionar la noble raza, sino serán
500 000 yankees, alemanes, franceses, suizos, belgas, diablos y de-
monios, pero diablos y demonios blancos, inteligentes, industriosos y
además con máquinas, instrumentos, industrias, métodos, capitales
y cuanto más posean y emplean los hombres libres en la producción
de su riqueza.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 51


Las circunstancias hicieron que años después El Lugareño tuviese que
retornar a la defensa del ideal de la independencia de Cuba, y plantear que
«sin revolución no hay patria posible… ni virtudes ni honor para los cuba-
nos». La Guerra de Secesión en Estados Unidos, iniciada en 1862 entre los
estados industriales del norte y los estados esclavistas, significó un golpe
de muerte al anexionismo en el seno de la sociedad cubana, pues había de-
terminado el fin de la esclavitud en el vecino del norte, que era, en aquel
tiempo, la razón fundamental que guió las corrientes anexionistas dentro
de Estados Unidos con relación a Cuba.
En los periódicos El Fanal y El Siglo escribió El Lugareño sus últimas
columnas. Entonces estaba alejado de la Junta Cubana y de todo lo que
oliese a anexión. A finales de 1866, falleció en su natal Camagüey, y mu-
chos cubanos acompañaron sus restos hasta el cementerio. Ese hecho
era expresión de la confusión reinante en aquellos años sobre el desti-
no definitivo de Cuba, que solo la luz y el gesto digno de Carlos Manuel
de Céspedes, proveniente también del sector social al que pertenecía
El Lugareño, es decir, de los cubanos que tenían acceso a la riqueza, al
estudio y a la cultura, mostró en 1868 el camino a seguir: el de la inde-
pendencia.

Diario de la Marina: «Lo que aconseja por bueno


es justamente lo que todos tienen por malo»

El Diario de la Marina, que vio la luz en 1844 como una sociedad anóni-
ma, se convirtió en uno de los más importantes periódicos del país.
Dio realce en sus páginas, desde un inicio, a la propaganda comercial, pre-
sentándola atractivamente, lo que hizo posible que fabricantes, detallistas,
comerciantes y profesionales llegasen a comprender que anunciarse era un
buen negocio, representaba más ventas y más ganancias. Estableció rebajas
de precio de suscripción. Ya en 1857 su tirada alcanzaba siete mil quinientos
ejemplares. Fue asimismo uno de los primeros en mecanizar sus fases de
impresión. Y también sobresalió por el uso que hizo de la caricatura política
y de la ilustración.
El Diario de la Marina surgió como órgano oficial de la autoridad su-
perior de la marina, de ahí el origen de su nombre. Se planteó publicar los
nombramientos y promociones de la Real Armada; las reales órdenes y dispo-
siciones que se comuniquen por el gobierno supremo a la comandancia gene-
ral del Apostadero de La Habana; los partes de naufragios y otras ocurrencias
en el litoral de la Isla; sentencias, autos y disposiciones de los tribunales de

52 · JUAN MARRERO
marina; todos los documentos y actos del Ministerio de Marina y sus depen-
dencias que puedan o deban ver la luz pública.
Bajo tal perfil nació y ello lo convirtió en un recalcitrante vocero del inte-
grismo español. El odio feroz con que combatió en su primer cuarto de siglo
de existencia todo lo que significase reconocer un mínimo de derecho a los
cubanos, llevó a que José Martí escribiese en 1869, en el primer número de
El Diablo Cojuelo: «El Diario de la Marina tiene desgracia. Lo que aconseja
por bueno es justamente lo que todos tienen por malo».
La terca intransigencia de ese periódico lo condujo durante todo el siglo xix
a descargar su fanática furia contra todo lo que intentase disminuir el do-
minio colonial, ya fuese la conspiración de los criollos ricos para anexar la
Isla a Estados Unidos, las gestiones de los reformistas suplicando a España
concesiones económicas o el movimiento insurreccional de los independen-
tistas. Todos, sin excepción, fueron para el Diario de la Marina enemigos de
la madre patria.
Al producirse el alzamiento de La Demajagua, el Diario de la Marina dio
riendas sueltas a su rabia e impotencia contra los cubanos que luchaban por
la independencia. Escribió entonces: «Carlos Manuel de Céspedes es res-
ponsable ante Dios y la humanidad de toda la sangre y de todas las lágrimas
que se han derramado en esta tierra». Y clamaba, a la vez que ensalzaba los
crímenes de Tacón, O’Donnell y Concha, por ahogar en sangre el movimien-
to independentista.
La caída de José Martí en Dos Ríos, y la de Antonio Maceo en Punta Brava,
tuvieron la significación de «faustos sucesos» para el Diario de la Marina.
El 22 de mayo de 1895 escribió sobre la muerte de Martí: «Ha caído para
siempre José Martí, el jefe civil, la cabeza pensante y delirante del movi-
miento separatista, en los instantes en que unido a Máximo Gómez, muerto
también probablemente, disponíase a pasar el río Cauto con dirección a Vic-
toria de las Tunas. Su muerte representa un gran quebranto para la causa
de los enemigos de la madre patria y, por eso, un suceso fausto para cuantos
peninsulares e insulares confundimos en una sola idea la felicidad de Cuba
y la soberanía de España…».
Cuando el general Antonio Maceo cayó en combate, el 7 de diciembre
de 1896, el Diario de la Marina escribió irrespetuosamente: «Júbilo ha pro-
ducido en esta sociedad la desaparición de aquel por cuya sangre ha corrido
tanta sangre inocente y generosa y sobre cuyo nombre pesan tan horrendos y
espantosos crímenes». Cuatro días después de la muerte del Titán de Bronce,
la dirección del Diario de la Marina organizó una recepción en su redacción
para brindar con champán. Su cobardía llegó al extremo de profanar la me-
moria del general Maceo el 20 de diciembre, en el mismo lugar en que cayese
combatiendo por la independencia y libertad de Cuba, al reunir a militares

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 53


y voluntarios españoles en un banquete, donde «hartos de chorizos y vinos»
festejaron la muerte del guerrero cubano.
Directores del Diario de la Marina (desde 1844 hasta finales del siglo xix):
Isidro Araujo de Lima, Dionisio Alcalá Galiano, Vicente González Oliva-
res, José M. Fernández de Castro, José Ruiz de León, Luciano Pérez de
Acevedo, Juan de Ariza, Fernando Fragoso, Francisco Montaos, Ramón
de Armas Sáenz y Nicolás Rivero y Múñiz.
Los dueños del Diario de la Marina, representantes de los grandes comer-
ciantes españoles e instituciones como la Iglesia católica, lograron hacer un
periódico que armonizó ideología y política reaccionarias, negocios y profe-
sionalidad periodística. No en balde este periódico tuvo una larga existencia
que lo llevó a que se le identificara como «El Decano» de la prensa cubana.
La información y el análisis sobre el no menos nefasto papel del Diario
de la Marina en los años de la República neocolonial y tras el triunfo de la
Revolución Cubana quedan para otras páginas posteriores de esta obra.

El Avisador del Comercio: sin penas ni glorias

Por último, entre los diarios que marcaron pautas como negocio en los ini-
cios del periodismo en Cuba debemos mencionar a El Avisador del Comercio,
cuyo primer número vio la luz el 1ro. de agosto de 1847, fundado por el librero
Cipriano Muñoz. Fue acogido con tal entusiasmo por los comerciantes que
no había transcurrido un mes cuando su director solicitó autorización para
incorporar noticias locales y una sección de literatura a su perfil. A partir de
septiembre aumentó sus páginas y columnas. De un diario «de anuncios eco-
nómicos y mercantiles» pasó a convertirse en un «diario político, literario y
mercantil», según rezó debajo de su nombre a partir del 26 de enero de 1848.
En poco tiempo, El Avisador del Comercio se transformó en una em-
presa con buenas ganancias que permitió a sus dueños establecer una
imprenta propia, introducirle mejoras tipográficas, designar al conocido
escritor español Antonio García Gutiérrez como su redactor principal,
e, incluso, contratar a célebres figuras de la intelectualidad española,
como los poetas Zorrilla, Rubi, Gil y Zárate, Bretón de los Herreros y
otros como colaboradores. Pero, meses después, quebrado económica-
mente, Cipriano Muñoz debió vender la imprenta y el periódico al dueño
del teatro Tacón, a la vez que decía a sus lectores que había hecho cuan-
to debía hacerse para llevarlo a puerto de salvamento, pero no lo había
logrado. «Cúlpense a las circunstancias, pero nunca a mí ni a mis afa-
nes, ni a mi buena voluntad», escribió Muñoz.

54 · JUAN MARRERO
El 7 de diciembre de 1848 entra el periódico en una nueva época con su
nueva dirección. Cambios frecuentes de redactores, innovaciones tecnológi-
cas y de contenido no logran salvar su existencia. Terminó el 9 de octubre de
1849 cuando anuncia que, a partir de entonces, se llamará El Comercio, sin
sufrir alteración alguna y las condiciones bajo las cuales venía publicándose.
El 31 de diciembre de ese mismo año El Comercio publica su último número.
Así fue el inicio de la gran prensa mercantil en Cuba. Exceptuando el
caso del Diario de la Marina, los tropiezos para asentarse fueron grandes.

Primer periódico clandestino y primer mártir

En 1852 el periodismo cubano tiene su primer mártir: Eduardo Facciolo


y Alba, un joven de veintitrés años de edad apresado por las autoridades co-
loniales en la imprenta donde editaba el cuarto número de La Voz del Pueblo
Cubano, periódico clandestino del cual fue alma y brazo.
Tipógrafo de profesión, nacido en Regla, Facciolo trabajó junto con el
periodista Juan Bellido de Luna, también reglano, en la elaboración y edi-
ción de esa publicación que en su primer número consignó lo siguiente:
«Este periódico tiene por objeto representar la opinión libre y franca de los
criollos cubanos; propagar el noble sentimiento de la libertad de que debe
estar poseído todo pueblo culto».
Facciolo nació el 7 de febrero de 1829. Era hijo de un matrimonio forma-
do por un español, no genovés como erróneamente durante muchos años se
creyó, y la criolla Dolores Alba. Cursó sus primeros estudios en un colegio
de Regla, y aprendió el oficio de cajista en la imprenta de Domingo Patiño.
En 1844 comenzó a trabajar en la imprenta del diario El Faro Industrial de
La Habana, donde llegó a ocupar el cargo de regente.
Bellido de Luna describió a Facciolo con estas palabras: «Joven bastante
agraciado, de regular estatura, pelo negro rizado, ojos verdes, boca pequeña,
semblante risueño… Vestía con limpieza, pero modestamente».
Facciolo no actuó por razones económicas en esa empresa ni impulsado
por nadie, sino que lo hizo siguiendo su pensamiento a favor de la indepen-
dencia y la libertad para su patria, aunque identificaba la anexión a Estados
Unidos como una vía para alcanzar tales valores.
Y esto quedó plasmado en unos versos dirigidos a su madre, en los minu-
tos finales de su existencia:

Perdona, sí, perdona, madre mía


si en cambio a tus desvelos y ternezas

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 55


te muestro con sarcástica alegría
en lo alto del cadalso mi cabeza

No turbes, no, mis últimos instantes,


no turbes la quietud de mi conciencia,
háblame, sí, con gritos incesantes
de patria, anexión, independencia

Al citar estos versos, en algunas publicaciones cubanas de finales del si-


glo xix y principios del xx, se reemplazó el vocablo anexión por rebelión, su-
puestamente en un intento por no lesionar la gloria alcanzada por la figura
de Facciolo. Grave equivocación. Una investigación de Joaquín Llaverías, la
más completa y de rigor sobre La Voz del Pueblo Cubano y Eduardo Fac-
ciolo, publicó esos versos tal como fuesen escritos en prisión por el primer
mártir del periodismo cubano, los cuales hizo llegar, a través de una perso-
na de confianza, a su mamá. Lo correcto no era modificar el contenido de
esos versos, sino explicar la realidad que, en esos tiempos, llevó a identificar
anexión e independencia.
La Voz del Pueblo Cubano fue el primer periódico clandestino editado
en plena ciudad de La Habana. Su número inicial apareció el 13 de junio
de 1852, en momentos en que era creciente la campaña de difamación que
en toda la Isla venían haciendo los agentes españoles en contra de todo lo
que alterase el llamado «orden» colonial.
Varios hechos estaban presentes en la aparición de ese periódico que lo
vinculaban con el movimiento en pro de la anexión de Cuba a Estados Uni-
dos, y en el cual tomaron parte no pocos cubanos, en particular estimulados
por ricos azucareros. En esa época, la idea de la incorporación de Cuba a
Estados Unidos la vieron con agrado los hacendados criollos como una ta-
bla de salvación por lo que ello podía representarles como garantía de sus
intereses económicos, el mantenimiento de la trata y de la esclavitud. Para
otros ese camino lo consideraban el único, en aquellas circunstancias, para
salir del despotismo español. La propaganda, pues, tanto de los cubanos
que no vislumbraban más horizonte que la anexión, como de las corrientes
anexionistas estadounidenses que los alentaban y apoyaban, se presenta-
ba, como regla, dirigida al logro de la independencia de Cuba. Pero, en el
fondo, la palabra independencia no significaba otra cosa que separación de
Cuba de España e incorporación a Estados Unidos.
Con fondos de la Junta Cubana de Nueva York, entonces con una pro-
yección anexionista, nace el periódico La Voz del Pueblo Cubano, el cual
como subtítulo, desde su número inicial, se identifica como órgano de la
independencia. Correspondió a Juan Bellido de Luna, corresponsal en

56 · JUAN MARRERO
La Habana del periódico anexionista La Verdad, recibir esos recursos, y
para poner en práctica la edición de la publicación clandestina establece
contacto con John S. Trasher, de ideas favorables al mantenimiento de la
esclavitud y a la anexión, y también con otro norteamericano: Abraham
Scott, dueño de una fundición en Regla, el cual se encargó de construir la
máquina impresora.
Es Trasher quien presenta a Bellido de Luna al tipógrafo Facciolo. Des-
de algunos años antes, Trasher y Facciolo se habían conocido y establecido
amistad en el diario El Faro Industrial de La Habana. El inglés Santiago S.
Spencer, que se dedicaba a trabajar en el giro de imprenta y papelería, tam-
bién se unió al proyecto aportando algunos recursos materiales.
Bellido de Luna instaló la imprenta en un cuarto en los altos de la botica
de San Feliú, sita en la calle de Mercaderes número 18, a unos pocos pasos
del Palacio del capitán general de la Isla, entonces el general Valentín Cañedo.
Un condiscípulo y amigo de Bellido, propietario de ese local, permitió que allí
se realizase tan audaz empresa. Facciolo, entretanto, se encargó de buscar el
apoyo de dos obreros de toda su confianza, que lo ayudarían en la confección
y tirada del periódico.
Con fecha 13 de junio de 1852 apareció el primer número. Empezaron a
circular por La Habana dos mil ejemplares de esa publicación clandestina
que, como era de esperar, provocó la indignación y el asombro de las auto-
ridades españolas.
La hoja, compuesta a dos columnas y de treinta por veinte centímetros
de tamaño, abría con un corto editorial, bajo el título «A nuestros lectores».
A continuación, un artículo titulado «Situación del país», donde se expo-
nía que «la isla de Cuba está en completa agitación. Los cubanos conspiran
constantemente contra un gobierno metropolitano de quien no reciben (…)
más que ultrajes, desaires, injusticias y atropellamientos». Cerraba este pri-
mer número una nota titulada «Advertencia», donde se manifestaba que,
por la premura del tiempo, falta de recursos y otros inconvenientes no había
sido posible darle más extensión al periódico.
La Junta Cubana de Nueva York se encargó de dar a conocer dentro de
Estados Unidos la salida de La Voz del Pueblo Cubano. Una importante pu-
blicación norteamericana, Courrier and Enquirer, fue la primera en dar a
conocer ese hecho. En Cuba, en cambio, la prensa de la época no publicó ni
una sola línea sobre el acontecimiento.
Las autoridades españolas practicaron numerosos arrestos, allanaron
imprentas, casas de comercio y hogares de familias cubanas en busca de los
redactores y obreros que habían confeccionado el periódico.
En tales circunstancias, Facciolo y Bellido de Luna decidieron trasladar-
se a otro sitio. Con todos sus enseres, excepto la máquina impresora, se esta-

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 57


blecieron en Teniente Rey número 4, en un almacén de azúcar propiedad del
hermano de Bellido de Luna. En la escalera de esa casa, de la que ocupaba
los altos el marqués Duquesne, y sobre sacos llenos de azúcar, fueron colo-
cadas las cajas de tipos y Facciolo compuso el segundo número de La Voz del
Pueblo. Se le suprimió el vocablo cubano. La tirada de este segundo número,
tres mil ejemplares, se hizo en Regla, y llevó como fecha 4 de julio de 1852.
En él, con la firma de Guaicanamar, apareció un suelto titulado «¡Guerra!»,
en el cual se exhortaba a los cubanos a conquistar la independencia, «puerto
único de salvación». Se dedicaba una poesía al general Narciso López; pos-
teriormente se supo fue escrita por el poeta habanero José Agustín Quinte-
ro, detenido por las autoridades españolas en una redada.
El 26 de julio de 1852 se lanzó el tercer número. Su título era igual al
del segundo, y hubo una sola variación en la cabeza del periódico: una
estrella de cinco puntas colocada entre el nombre La Voz del Pueblo y el
subtítulo Órgano de la Independencia. El tamaño era menor que el del
segundo número, pero mayor que el del primero, pues medía 38 por 23
centímetros. Se trató de componer en un local distinto, en una casa de
la calle Trocadero, para lo cual Facciolo buscó un cajista de confianza.
Pero la mujer de ese cajista se opuso, ante el temor de ser sorprendidos
por la policía, a que ese trabajo se hiciese en su casa. Hubo que cargar
nuevamente con el baúl conteniendo los tipos de letras y, en definitiva, el
trabajo se realizó en Regla.
Un nuevo desplazamiento determinó Facciolo para la impresión del cuar-
to número de La Voz del Pueblo. Arrendó, a través de un conocido escritor y
poeta, el zaguán, un cuarto y el patio de una casa en la calle Galiano. En la
tarde del 23 de agosto de 1852, cuando el cuarto número estaba compuesto
e incluso ya había una prueba de plana para su corrección, la policía alla-
nó esa casa, luego de haber recibido un informe sobre la existencia de la
imprenta. La policía presentó ante los tribunales la prueba de plana de ese
cuarto número, que aún no tenía fecha y en el cual había una errata en el
nombre del periódico: Vo del Pueblo, en lugar de Voz del Pueblo.
Las versiones sobre quién delató esa casa son múltiples. Se imputó a un
vecino sin escrúpulos apodado «Cinco Minutos», a un catalán nombrado
Eudaldo Cabrises, al poeta Ildelfonso Estrada y Zenea y a un tal Emilio Jo-
hnson, mulato de Nassau, a quien la policía detuvo en el local de la imprenta
al momento del asalto, pero que inmediatamente fue descartado dentro del
proceso.
Para el periódico La Verdad, editado en Estados Unidos, lo más probable
es que Luis Cortes (Cinco Minutos), individuo perverso, capaz de las accio-
nes peores, conocido como servidor de las autoridades españolas, por lo cual
no podía ejercer con éxito su innoble oficio entre los patriotas cubanos, haya

58 · JUAN MARRERO
utilizado para conseguir sus propósitos, pagándole una buena suma, a John-
son, el cual, por su condición de inglés y mulato, servidor de la corona inglesa,
entonces contraria al tráfico negrero, no iba a despertar sospechas en Facciolo
y sus compañeros.
Junto a Facciolo fueron detenidos otros cinco jóvenes que se encontraban
en los momentos del allanamiento policiaco en la casa de la calle Galiano.
También se arrestó, como ya apuntamos, a Emilio Johnson.
Dos semanas antes de la detención de Facciolo y sus compañeros, Belli-
do de Luna había abandonado la Isla junto al poeta Pedro Angel Calderón.
Ambos embarcaron a toda prisa hacia Estados Unidos en la fragata inglesa
Express.
Facciolo asumió toda la responsabilidad por la edición del primer perió-
dico clandestino hecho en Cuba. El 13 de septiembre de 1852 le fue aplicada
la pena de muerte en garrote vil por un tribunal militar español de siete
miembros: cuatro se pronunciaron por la pena de muerte, tres por conde-
narlo a diez años de prisión.
Nada ablandó el corazón del capitán general de la Isla: ni la solicitud de
perdón hecha por el padre de Facciolo en su condición de ciudadano español,
ni el ruego de la madre, la señora Dolores Alba, quien le suplicó de rodillas
que no matara a su hijo. La sentencia se llevó a efecto en la explanada de la
Punta, hoy Prado y Malecón.

Avellaneda y la prensa femenina

La escritora cubana más famosa del siglo xix, Gertrudis Gómez de


Avellaneda, incursionó activamente en el periodismo en 1860 cuando
funda y dirige en La Habana el periódico quincenal Álbum Cubano de lo
Bueno y lo Bello, que marcó el despegue de una abundante prensa feme-
nina en el país.
No es, como ya hemos visto, que esa publicación haya sido la primera dedi-
cada a la mujer en Cuba. Treinta y un años antes, Domingo del Monte y José J.
Vilariño fundaron la revista Recreo Semanal del Bello Sexo o La Moda, con-
cebida para ilustrar y divertir a las habaneras. Interesantes artículos sobre
medicina, moral, educación y música fueron presentados en sus páginas,
junto con las modas prevalecientes en Europa. La inserción en la revista de
«figurines» de modas para las mujeres era lo más complicado en aquellos
tiempos, pues hacer los grabados en Cuba no era posible. Recreo Semanal
del Bello Sexo cesa su impresión en 1831 porque, y así explica a sus lectoras,
no puede presentar «nuevos y elegantes figurines», y tampoco las partituras

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 59


de música prometidas, encargo que se había hecho en el mercado de Estados
Unidos.
Esa misma dificultad halló Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1860. En
toda la colección de Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello —vio la luz desde
la segunda quincena de febrero hasta la primera quincena de agosto—, sola-
mente aparece un dibujo. Se trata de una lámina, insertada en el número 7,
que muestra a dos bellas señoritas exhibiendo sendos vestidos a la moda de
París y que lleva, como fe de su autoría extranjera, la siguiente inscripción:
«Modes de Paris. Petit Courrier des Damas. Paris Boulevard des Gralieus».
Tal lámina era en colores, algo excepcional en aquellos años.
Solo doce números de esa revista «dedicada al bello sexo» vieron la luz.
En el primer número, la Avellaneda hace una larga explicación filosófica,
dentro de un pensamiento religioso, sobre el nombre de la revista.
Álbum… inserta desde su primer número una sección de «Pensamientos
Morales» que no están firmados por autor alguno, entre ellos los siguientes:
«Habrá en toda sociedad más dolores domésticos a medida que haya más pla-
ceres públicos»; «No hay pasión más seductora y terrible que el amor, precé-
dele la esperanza, le acompaña el deleite, síguenle los celos y la locura…».
Álbum… publica, igualmente, desde su número inicial una sección titu-
lada «Galería de Mujeres Célebres». La primera oferta fue un relato sobre la
joven turca Simoru Begghun, quien, tras enviudar de un joven soldado fran-
cés, contrajo matrimonio y compartió después el principado de Serdanar, en
la India, con un oficial de esa misma nacionalidad, cargo donde dio pruebas
de talento y valor. Las historias de Safo, Pan-Haei-Pan, Santa Teresa de Je-
sús, Isabel la Católica, Aspasia de Mileto, Catalina Primera, Catalina Segun-
da, Semíramis y Victoria Colonna aparecieron en los números sucesivos de
la revista.
También desde el primer número se insertaron artículos sobre la historia
de los trajes femeninos y las modas. En uno de ellos, firmado por Celina,
tras expresar que «la moda es cual iris brillante, que suele disiparse en el
momento mismo en que nos detenemos extasiadas para copiar sus mati-
ces», se ofrecen consejos de cómo llevar y usar modas más cómodas y se
reseñan algunas de las últimas novedades en ese campo en Europa y en La
Habana. La autora se despide en la primera entrega de la siguiente manera:
«Con esto me despido de vosotras, lindas suscriptoras del Álbum Cubano,
hasta el próximo número en que espero comunicaros secretos importantes
de la voluble diosa que llamamos la moda».
Espacio preferente ocupó en Álbum… la poesía dedicada a la mujer. En
su número inicial, bajo el título de «Remembranzas», publicó unos versos de
Rafael María de Mendive, quien fue maestro de José Martí, en los cuales dice
que las mujeres deberían disfrutar del deleite espiritual y del amor a la patria.

60 · JUAN MARRERO
Obras poéticas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Fornaris, Do-
mingo del Monte y Lope de Vega y de numerosos autores españoles también
vieron la luz en Álbum…, y, de igual modo, numerosos artículos con temas
dirigidos a la mujer, entre ellos los titulados «Libertad Moral», «Máximas
para las esposas», «Máximas para las solteras», «Las pasiones», «El ma-
trimonio», «El amor» y «Caridad en las mujeres». La prosa de la Avella-
neda y de escritoras como Luisa Pérez de Zambrana, Pilar Sinués de Marco
y María de Verdejo y Durán tuvieron espacio en este periódico quincenal.
Algunas novelas y obras de teatro se publicaron en serie, es decir por capí-
tulos. También dio a la luz una buena cantidad de cuentos.
El contenido variado de la publicación y el hecho de su originalidad atra-
jo la atención de la sociedad femenina habanera, la ilustrada, por supuesto.
Pero sobre todo influyó en ello la presencia y discursos de escritoras cuba-
nas en el Álbum…, empezando por la Avellaneda, donde las mujeres halla-
ron una vía de expresión a sus reivindicaciones dentro del sistema colonial.
Sabido es el influjo constante en la novela, el teatro y la poesía cubanos
de La Peregrina, seudónimo que usó la Avellaneda para algunos de sus tra-
bajos, pero no suficientemente conocido es lo que sembró con su periodismo
a favor de la mujer. Extensa, de igual modo, es la relación que tuvo durante
su vida con las principales publicaciones de España y Cuba en su época. Sus
piezas literarias y sus artículos vieron la luz en Faro Industrial de la Haba-
na, Diario de la Marina, El Siglo, Gaceta de Puerto Príncipe, Cuba Litera-
ria y otras publicaciones de la Isla.
En Cuba se publicó en 2007 la antología poética de Gertrudis Gómez de
Avellaneda, bajo el título La noche de insomnio, y su prologuista, Antón
Arrufat, escribe: «Aunque publicaciones y estrenos teatrales le proporcio-
naron una pequeña fortuna, amores desgraciados, la presencia de la muerte
en su familia (viuda dos veces), la diabetes y el prematuro envejecimiento
cambiaron su modo de vivir y la habían convertido en una mujer retraída y
desconfiada… Ya apenas podía escribir de su puño y letra. La enfermedad
le había afectado la vista». En 1873 falleció en Madrid esta «rosa erguida»,
como la llamó José Martí, y de quien el crítico español Menéndez Pelayo di-
jese: «Es mucho hombre esa mujer».
Tras el Álbum… , e inspirados en el camino recorrido por Gertrudis Gómez
de Avellaneda, surgieron otras publicaciones en la Isla que se caracterizaron
por destacar los valores familiares para la mujer, entre ellas La Noche (1864);
El Céfiro (1866), que fundaron y dirigieron en Camagüey, Sofía Estévez y Do-
mitila García Doménico, la primera mujer tipógrafa de Cuba; Las Hijas de
Eva (1874), La Familia (1878), En el Hogar (1880); La Armonía (1882); La
Mujer (1882), en Holguín; El Hogar (1884), Minerva (1888); La Mulata (1891);
La Cotorra (1891); El Album de las Damas (1894), publicado en Matanzas, y

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 61


Revista Blanca (1894), cuya directora, Luz Gay, terminó su vida en un mani-
comio.
También la camagüeyana Domitila García Doménico, quien colaboró
con la Avellaneda en Álbum…, fundó en La Habana los semanarios El
Eco de Cuba (1869), El Correo de las Damas (1875) y La Crónica Haba-
nera (1895-1897). Fue creadora de una academia de tipógrafos y encua-
dernadoras, primera de su tipo en Cuba.
García Doménico, que nació el 7 de mayo de 1847 en Puerto Príncipe,
aprende el arte de la tipografía y el ejercicio periodístico de su padre, Rafael
García, quien tenía una imprenta en Manzanillo, donde editaba el periódico
La Antorcha, entre cuyos redactores figuró Carlos Manuel de Céspedes, el
Padre de la Patria.
«Allí, en aquel bendecido hogar —contó Domitila—, aprendí con mi buen
padre el arte tipográfico y de encuadernación. En esa época chocaba ver a
una joven en un establecimiento, porque no era costumbre, y más de una
persona llegó a decirle con genial franqueza: “¿Por qué, teniendo usted, don
Rafael, un modo de vivir acomodado, permite que su hija única trabaje tan-
to, y en un oficio que solo conocen los hombres?”, a lo cual él respondía:
“Ella ha abierto una senda de bien para las de su sexo”».
Domitila contrajo matrimonio con el profesor de idiomas Nicolás Coro-
nado y a partir de entonces firmó sus trabajos como Domitila García de
Coronado. Colaboró con publicaciones importantes como La Discusión y El
Fígaro. Utilizó los seudónimos Angela y Jatibonico. Publicó varios libros,
entre ellos Los cementerios de La Habana, Consejos y consuelos de una
madre a su hija, y Álbum de escritoras y poetisas cubanas. Vivió noventa
años, la mayoría de ellos trabajando como periodista.
Otras mujeres camagüeyanas ejercieron el periodismo en Cuba, entre las
que destaca Ana Betancourt de Mora, quien tiene el mérito histórico de haber
proclamado la emancipación de la mujer el 14 de abril de 1869. A Ana Betan-
court se le considera la primera correctora de pruebas, lo que hizo en el perió-
dico El Mambí, editado en la manigua por su esposo Ignacio Mora de la Pera.
En el último número de El Mambí, Ana denunció el crimen cometido
con sus cuñadas y sobrinos: las hermanas Mercedes y Juana Mora, asesi-
nadas en unión de sus hijos, el 6 de enero de 1871. Ese mismo año embar-
có para Nueva York, de allí a Kingston, Jamaica, donde dirige una escuela
para niños (1882), y extracta las noticias que le llegan de Cuba con destino
a la prensa de Nueva York. En 1882 es cronista de moda de El Turista His-
pano-Americano. Más tarde, en España, de nuevo escribe apuntes para las
biografías de algunos patriotas, incluido su esposo, en Álbum Criollo. Había
nacido en Puerto Príncipe, el 14 de enero de 1833, y murió en Madrid el 7 de
febrero de 1901.

62 · JUAN MARRERO
Otra de estas cubanas precursoras en el periodismo fue Aurelia Castillo
de González, nacida el 27 de enero de 1842 en Puerto Príncipe, Camagüey.
Fue poetisa y prosista, destacada en las letras y por su patriotismo. En 1874
se casó con el comandante del Ejército español Francisco González, quien
protestó públicamente por el fusilamiento del patriota cubano Antonio A.
Luaces, en 1875, lo que provocó su deportación a España, a donde fue acom-
pañado por su esposa. Aurelia colaboró con la Revista de Cádiz (1875), La
Familia, Triunfo y Luz, (1878), El Camagüey, El Progreso de Güines (1879),
El País, Revista Cubana (1885), Revista de Cuba (1887), Ecos de Asturias,
Crónica Meridional, de Almería, El Fígaro (1895). Enviudó en 1895 y al año
siguiente es expulsada de la Isla por el sanguinario Valeriano Weyler. Retor-
nó a la Patria en 1898. Falleció en Camagüey el 6 de agosto de 1920.
También con un nombre reconocido en las letras está Angelina Agramon-
te. Se conoce que en 1867 colaboró en las Crónicas del Liceo de Puerto Prín-
cipe, para lo cual utilizó el seudónimo de Genliane.

La caricatura política

Las inquietudes políticas marcan el alumbramiento de la caricatura en


el país. Se ha establecido que la primera caricatura política cubana apareció
en 1848. Tuvo como título «La vaca de leche y relevo de los ordeñadores», e
implicaba una denuncia por la explotación de que era víctima la población
cubana por parte de los gobernantes españoles. Su ingenioso autor anónimo
escogió una vaca para representar a la Cuba «ordeñada» por el capitán ge-
neral saliente —O’Donnell— y por su sucesor Roncaly, e inauguró, tal vez sin
proponérselo, la expresión gráfica de la confrontación entre cubanos y espa-
ñoles. No se imprimió en Cuba, sino en Filadelfia, y fue distribuida clandes-
tinamente durante una función en el teatro Tacón.
Ahora bien, desde los albores del siglo xix, la caricatura era conoci-
da por la sociedad cubana. Hubo un siluetista norteamericano, llamado
William Bache, que ganó dinero por sus servicios como caricaturista. No
trabajo para alguno de los periódicos entonces existentes, sino que sus
obras, perfiles caricaturescos de personajes de la vida pública capaces de
pagar por ello, tenían como destino la pared interior de las viviendas en
que residían.
Los primeros periódicos cubanos usaron el texto como elemento humo-
rístico mucho antes que el dibujo. El Esquife Arranchador, cuyo primer nú-
mero en su segunda etapa de vida editorial apareció el 1ro. de junio de 1820,
usó versos en que el humor y la sátira se hacían presentes.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 63


No fue hasta 1857 en que aparece la primera revista gráfica de litera-
tura satírica: La Charanga, un periódico literario, jocoso-serio y casi sen-
timental, muy pródigo de bromas, pero no pesadas, y de cuentos, pero no
de chismes, muy abundante de sátiras, caricaturas y otras cosas capaces de
arrancar lágrimas a una vidriera. Solo existió tres años, pero marcó pautas
por la inclusión en sus páginas del humorismo gráfico sin abandonar lo li-
terario. Veraz era el subtítulo que identificaba a esta publicación, dirigida
por el peninsular Juan Martínez Villergas, quien después también estaría al
frente de otras publicaciones de igual tipo, entre ellas El Moro Muza.
El Moro Muza (1859-1875), Don Junípero (1860-1869), Juan Palo-
mo (1869-1874) y Don Circunstancias (1879-1884) fueron seguidoras y de-
fensoras de la colonia y, en consecuencia, asumieron una actitud hostil hacia
los ideales independentistas. La escasez de recursos técnicos hizo imposible
antes y durante la Guerra de los Diez Años que los independentistas cubanos
pudiesen enfrentar en el campo del humorismo gráfico a las publicaciones al
servicio de España. Los insurrectos cubanos inmersos en la lucha de 1868 no
pudieron, en realidad, dar una réplica necesaria a las ofensas y provocaciones
de muchas de las caricaturas políticas al servicio de la corona española. Aun-
que salvó la honra lo publicado, al parecer más de una vez, en una publicación
llamada Machete, editada en Nueva Orleans, Estados Unidos. Lo que sí utili-
zaron como armas de combate los independentistas cubanos fueron las letras
de canciones con un tono humorístico, como la Canción de guerra del guaji-
ro, de Ramón Roa, muy popular en 1866, que comenzaba con una imagen in-
tencionada que dos daños después se haría realidad: «Que calle ya el zapateo,
callen el tiple y el güiro, la música del guajiro será la del tiroteo».
Justamente, también en 1966, en la villa de San Antonio de los Baños, que
en el decursar histórico sería calificada como la Villa del Humor en Cuba,
hizo su aparición El Papalote, la primera publicación humorística y satírica
que vio la luz en esa población situada al sur de la capital cubana.
Paralelamente a la caricatura política tuvieron una manifestación simi-
lar en distintas publicaciones la caricatura personal y la afín a la temática
social o costumbrista. Estas fueron las tres únicas líneas creativas que tu-
vieron desarrollo en el siglo xix cubano y en buena parte del siguiente. A
Cuba había llegado el humorismo gráfico de manos extranjeras y su reite-
rado uso llegó a ser hábito modificado en tradición. Quienes de por sí eran
cubanos y sintieron algún atractivo con este género artístico tuvieron que
ajustarse a las características.
Los iniciadores de una sonrisa humorística en Cuba son los grabadores
costumbristas, entre ellos Hipólito Garnera, Augusto Ferrán, Victor Patri-
cio Landaluce, Francisco Cisneros, Federico Miahle, Francisco Camilo Cu-
yás, Codezo, Chavetta, Tejada, Bayaceto y Juan Jorge Peoli, todos de origen

64 · JUAN MARRERO
extranjero, excepto el último. Ellos dejaron sus obras no solo en las publi-
caciones mencionadas, sino en almanaques, marquillas de cigarros y libros.
El vasco Landaluce (1830-1889), quien trazó tipos y costumbres de gente
del país, fue el más sobresaliente de esos caricaturistas. Sus dibujos apare-
cieron en El Moro Muza, Don Junípero y Juan Palomo. Establecido en la Isla
desde mediados del siglo y de firme postura integrista, es decir, reaccionaria,
sus dibujos presentaron a los miembros del gobierno cubano en armas como
borrachos, disolutos y entes del todo despreciables, entregados a juergas y fes-
tejos continuos, al decir de la investigadora y crítica Adelaida de Juan.
En 1871 —en Juan Palomo—, Landaluce establece un paralelo entre la Co-
muna de París y la guerra en Cuba. Vincula ambos procesos revolucionarios
en la misma presentación burlona y sarcástica («Los comunes de allende y los
de aquende»). De tal manera, atacó con tal doble filo el afán de independen-
cia de los criollos. Fue, además, el creador del primer Liborio, entonces capaz
de burlarse de lo inútil de la insurrección independentista, sonreírse ante el
anexionismo o cruzarse de brazos frente al reformismo y el autonomismo. El
nombre de Liborio fue traído a Cuba por los canarios. Existía en esas islas de
España un santo patrón denominado san Liborio, que era invocado para cu-
rar el mal de piedra en la orina y el cólico nefrítico. Todo eso contribuyó a que
el nombre de Liborio se hiciera común para los campesinos cubanos.
A finales del siglo xix, la caricatura fue muy utilizada tanto por la prensa
al servicio de la colonia como por los patriotas. Publicaciones de carácter ver-
sátil la emplearon en sus páginas, entre ellas El Álbum (1887), de Matanzas;
Gil Blas (1890-91); La Política Cómica (1894) y La Caricatura (1887-1900).
José Martí fue un cultor del género al autocaricaricaturizarse, en sor-
prendente manejo de la síntesis y exagerando los elementos anatómicos
de su fisonomía. Así lo hizo en su autorretrato, que tomó como modelo la
estatua del personaje maya Chac-Mool, descubierta en las ruinas de Chi-
chén Itzá, y en los apuntes que realizó en su libreta mientras asistía a las
deliberaciones de la Conferencia Internacional Monetaria reunida en Was-
hington, en 1889.
Solo las publicaciones de cubanos exiliados, mayoritariamente en Es-
tados Unidos —considera también Adelaida de Juan— podían expresar el
punto de vista independentista. Cacarajica, que tuvo cierta conexión con
el periódico Patria y que comenzó a editarse en Nueva York en 1896, y
Cuba y América, cuya primera etapa se extiende entre 1897 y 1901, son
los órganos que acogen otro tipo de caricaturas. Sus dibujantes principa-
les son los cubanos Federico Ibañez y Ricardo de la Torriente. El primero
se manifiesta explícitamente independentista en su temática y recuerda
hitos significativos de las largas luchas del pueblo cubano contra la domi-
nación española. En 1897, por ejemplo, recuerda a los estudiantes cubanos

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 65


de medicina fusilados en 1871 y, una semana después, honra la memoria de
Antonio Maceo. Tanto Ibañez como Torriente hacen referencia a la cruel
concentración de campesinos en las ciudades cubanas por Weyler, en su
intentona de cortar su apoyo a las fuerzas insurrectas.
En Cacarajicara, nombre dado a la publicación humorística como ho-
menaje a uno de los más audaces combates librados por el general Anto-
nio Maceo en su asombrosa campaña en Pinar del Río, el caricaturista
Torriente incluyó por vez primera la figura del Tío Sam como símbolo de
Estados Unidos.
Ibañez y Torriente, agrega la crítica Adelaida de Juan, desarrollaron la
técnica de sombrear los rostros y los objetos para darles mayor vida a las
figuras. Ambos artistas coincidieron, además, en seguir la modalidad al uso
en la época: personajes con cabezas agrandadas y textos explicativos de la
intención del autor.
Oriundo de Matanzas, Torriente se convertiría en el ocaso del siglo xix y
los albores del siglo xx en uno de los personajes más reconocidos en la his-
toria de la caricatura cubana.

El Siglo y el final del reformismo

El 30 de abril de 1862 vio la luz en La Habana el diario El Siglo, que se


definió desde el primer día como «un periódico de orden y no un periódico
revolucionario». En su editorial inicial este periódico planteó el programa
que iba a defender:

Iguales derechos políticos a los cubanos que a los españoles.


Representación de Cuba en el congreso español.
La misma ley de imprenta que rige en España, exceptuando únicamen-
te lo relacionado con las cuestiones de la esclavitud, sobre lo cual puede
existir la previa censura.
Prohibición absoluta del tráfico de esclavos y de toda inmigración co-
lectiva que no fuese blanca.
Estudiar la cuestión de la esclavitud, y tratar de resolverla, conciliando
la resolución con los intereses de los propietarios, a fin de conjurar la
revolución y sus peligros.
Pedir que se extiendan a Cuba las leyes civiles, penales y mercantiles
que sean compatibles en sus intereses e instituciones especiales.
Orden judicial y administrativo idéntico al de la Península.
Ley de Ayuntamiento igual a la de la Península.

66 · JUAN MARRERO
José Quintín Suzarte, infatigable propulsor del periodismo y de la
cultura, dirigió este periódico en su etapa inicial. Como avales, tenía una
larga ejecutoria periodística que incluía su paso por la publicación La
Siempreviva, su estancia de ocho años en Venezuela, donde fundó los
periódicos La Guirnalda, Correo de Caracas, Revista de la Guaira y el
Diario de Puerto Cabello, y haber sido un ferviente defensor de las refor-
mas políticas cuando dirigió el periódico El Faro Industrial (1848-1851),
clausurado por disposición de las autoridades españolas. Suzarte sostu-
vo el mismo pensamiento reformista cuando trabajó como redactor en el
Diario de la Habana (1853) y El Correo de la Tarde (1857).
El Siglo, desde su nacimiento, no fue una empresa comercial para obte-
ner lucro. Fue un periódico político.
Al fundar El Siglo, Suzarte recibió del gobierno colonial, a cuyo frente
estaba entonces el general Francisco Serrano y Domínguez (duque de la
Torre), garantías de que podría discutir libremente las cuestiones eco-
nómicas y sociales del país, aunque, como se desprende del editorial
inicial, teniendo presentes las aspiraciones e intereses de los propieta-
rios de tierras y negocios, amos, por lo general, de esclavos. Eran días
en que las ideas a favor de la revolución para alcanzar la independencia
empezaban a ganar adeptos entre sectores económicos e intelectuales
criollos. Dar algunas libertades a El Siglo para que tratara temas hasta
entonces tabúes en la Cuba colonial era parte de la política diseñada por
Serrano para intentar conjurar la revolución.
Serrano, hábil político, al asumir el poder, había reconocido «que las que-
jas de los cubanos son justas, que sus aspiraciones son legítimas, que no hay
razón para que ellos, españoles como nosotros, no tengan prensa ni repre-
sentación ninguna en su gobierno, ni una sola de las garantías constitucio-
nales a que en la península tenemos derecho».
Al año de su llegada al poder, en 1860, Serrano envió a las Cortes su Pro-
yecto de Ley Orgánica de la Isla de Cuba, en la cual recomendaba la creación
de un Consejo General que debía ser oído en asuntos de impuestos, presu-
puestos, aranceles, formación de sociedades anónimas, etc.
Serrano, en el fondo, no fue más que un demagogo, aliado de la oligarquía
conservadora criolla, sobre todo a partir de que contrajo matrimonio de in-
terés con una acaudalada propietaria, y se convirtió en dueño de ingenios
azucareros.
Cuando fundó El Siglo, Suzarte, que no tenía amplios recursos económi-
cos, acudió al llamado Club de la Habana, del cual formaban parte acau-
dalados criollos reformistas. En 1863, ese club dispuso que asumiese la
dirección del periódico una figura de gran prestigio dentro del movimiento
reformista: Francisco de Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces, que aparte

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 67


de ser uno de los más acaudalados personajes de la época se había significa-
do por sus esfuerzos intelectuales a favor del engrandecimiento de la agri-
cultura y la ganadería.
Pozos Dulces era un excelente prosista, claro y ameno en la exposición
de sus ideas. Tenía, además, firmes convicciones reformistas que lo habían
llevado en 1852 a guardar prisión durante seis meses en la fortaleza de El
Morro, al ser involucrado en la conspiración de Vuelta Abajo, y después a
su deportación a España. Nunca su pluma permaneció ociosa. Desde Pa-
rís, donde residió entre 1856 y 1861, escribió regularmente para el periódi-
co Correo de la Tarde, del cual fue su corresponsal.
Bajo la dirección de Pozos Dulces, El Siglo trató temas como la emancipa-
ción de la mujer, la libertad de culto, el derecho de los obreros a organizar-
se, y se opuso a la pena de muerte. Diario de la Marina, La Prensa y otros
portavoces del integrismo español atacaron fuertemente a ese periódico, y
en no pocas ocasiones dijeron, y que ningún lector de estos tiempos muestre
asombro, que estaba a favor de «todo delincuente y el comunismo interna-
cional».
Las prédicas de El Siglo a favor de las reformas políticas en Cuba atraje-
ron la atención y simpatía de prominentes políticos de España que promo-
vieron la constitución de la llamada Junta de Información, la cual efectuó
treinta y seis sesiones plenarias con la participación de delegados de Cuba y
Puerto Rico durante los años 1866 y 1867.
La Junta terminó sus labores sin haber llegado a ninguna solución prác-
tica. España, en el fondo, no estaba dispuesta a dar amplias libertades ni a
Cuba ni a Puerto Rico. El fracaso de la Junta de Información significó el fin
del periódico El Siglo y de las ideas reformistas. José de Armas y Céspedes,
quien era subdirector de ese diario, expresó entonces que «El Siglo no tenía
razón de ser y que ligado para siempre a un pensamiento ya muerto debía
sucumbir como la mujer de Lalabar, arrojándose a la hoguera después de la
muerte de su esposo».
El final del reformismo y de El Siglo favoreció al movimiento inde-
pendentista que venía gestándose desde hacía años como resultado de
la crisis económica y política. Las desilusiones de terratenientes cen-
tro-orientales, de la pequeña y mediana burguesía, de campesinos, pro-
fesionales, artesanos, obreros, negros y mulatos libres, y la masa irre-
denta de esclavos, nutrió la fuerza de la revolución. Incluso algunos que
pusieron cierta esperanza en el camino reformista se dieron cuenta de
que para ser libres era necesario, en primer lugar, alcanzar la indepen-
dencia.
El último número de El Siglo apareció el 8 de marzo de 1868. Siete meses
después estalló la guerra por la independencia.

68 · JUAN MARRERO
Otra publicación de importancia en los años anteriores al estallido de la
Guerra de los Diez Años fue La Aurora, primer periódico obrero existente
en Cuba, fundado el 22 de octubre de 1865. De él hablaremos con mayor
amplitud más adelante.

El Cubano Libre, nacido entre el silbido de las balas

A partir de 1868, unos veinte periódicos se imprimieron en la manigua.


La genuina prensa revolucionaria cubana surgió a partir de ese año, creada
y realizada por los gestores e impulsores de la causa por la independencia
y la libertad de Cuba. El Cubano Libre, nacido en Bayamo el 18 de octubre,
días después del alzamiento de La Demajagua, ha quedado como el expo-
nente principal de esa prensa.
Días antes del alzamiento del 10 de Octubre de 1868, se tomó la decisión
por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, de publicar un perió-
dico que fuera portavoz del programa revolucionario. Se discutió sobre su
nombre, y el poeta y periodista José Joaquín Palma dijo: «¿No vamos a li-
bertar al cubano? El periódico, pues, debe llamarse El Cubano Libre».
Céspedes entró a Bayamo alrededor de las diez de la mañana del 18 de
octubre. Acababa de repartirse la edición del periódico La Regeneración, el
cual, como vocero de la sociedad colonial, anunciaba que cerca de la ciudad
estaban las fuerzas rebeldes sublevadas una semana antes, y daba a conocer
las órdenes y edictos del gobernante local que, en nombre de España, juraba
que iba a defender la plaza. Contó años después Fernando Figueredo Soca-
rrás, ayudante de Céspedes:

La sangre corrió a torrentes por aquellas calles; el combate fue cor-


to, pero cruento… y, entre el estruendo de las armas y el silbido de
las balas, en la vetusta imprenta y redacción de La Regeneración
se desarrollaba una escena interesante… Allí, afanoso, el laureado y
dulce poeta José Joaquín Palma distribuía trabajo a los cajistas que
nerviosos y entusiastas recibían las cuartillas y preparaban el mate-
rial para la prensa, que poco tiempo después, por la tarde, lanzaba
impresas las primeras hojas de El Cubano Libre. Ese primer núme-
ro, al salir a las calles, fue arrebatado por las muchedumbres, y leído
con avidez.

En su primer número publicó bajo el título Orden del Día un documen-


to firmado por Céspedes como general en jefe del Ejército Libertador, en el

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 69


cual ofrecía al pueblo de Bayamo velar por su tranquilidad y respetar sus
propiedades. También publicó noticias sobre los primeros hechos de armas
y una sección poética donde aparecen las dos primeras estrofas de La ba-
yamesa (hoy Himno Nacional). A partir de su segunda semana, y durante
casi tres meses, El Cubano Libre salió a diario con editoriales y artículos de
fondo, noticias de la guerra, disposiciones oficiales, gacetillas y hasta una
sección literaria.
Tras el anuncio de un próximo asalto de la ciudad de Bayamo por fuer-
zas del general español Blas de Villate, conde de Valmaseda, los patriotas
cubanos deciden convertir esa plaza en pira de la dignidad y abandonarla.
Eso acontece el 12 de enero de 1869. Valmaseda había sido nombrado jefe
de operaciones en Oriente con el propósito de acabar con la insurrección y,
en particular, recuperar la ciudad de Bayamo, convertida por Carlos Manuel
de Céspedes en capital de la Revolución. La superioridad española en arma-
mentos, en particular piezas de artillería, determinó la decisión de Céspe-
des de abandonar Bayamo y defenderla desde los campos cercanos, desde
cualquier sitio en que la naturaleza ofreciese alguna ventaja a los revolucio-
narios.
Entre las medidas que Céspedes dispone se halla la salvación de la má-
quina donde se imprimieron los primeros números de El Cubano Libre, la
cual se dice fue llevada y ocultada en una cueva a orillas del río Contramaes-
tre, en las proximidades de la Sierra Maestra, donde permaneció hasta el fi-
nal de la guerra, aunque no volvió a utilizarse en la impresión de periódicos.
Son pocos los ejemplares que quedan de El Cubano Libre, que se publicó en
aquellos tres meses en Bayamo. El contenido del primer número, por ejem-
plo, solo se conoce por referencias. En la Biblioteca Nacional hay dos núme-
ros de 1868: 29 de octubre y 20 de noviembre.
Luego del incendio de Bayamo, El Cubano Libre estuvo seis meses sin pu-
blicarse. Su reaparición tiene lugar el 4 de julio de 1869 en territorio cama-
güeyano. En la imprenta La Libertad, a cargo de Clodomiro Betancourt, re-
nace ese vocero de la revolución. Publica entonces la siguiente nota: «Como
un atleta que se retira hacia atrás para dar el salto con mayor impulso, El
Cubano Libre desapareció de la escena periodística para reaparecer, hoy,
más lleno de vida que nunca…». En esta nueva etapa, El Cubano Libre se
identifica como «periódico oficial de la República de Cuba» y destaca en
sus páginas, de modo prioritario, todo lo relacionado con la Constitución de
Guáimaro, primer ensayo cubano de ejercicio de la democracia, promulgada
el 10 de abril de 1869.
Semanas antes, el gobierno colonial, luego de haber reemplazado al ge-
neral Lersundi por el también general Domingo Dulce Garay en el mando
principal en Cuba, en un intento por contrarrestar la rebelión independen-

70 · JUAN MARRERO
tista, dictó algunas medidas de apertura política, entre ellas la libertad de
imprenta. El 9 de enero de 1869 emitió el siguiente decreto:

Gobierno Superior Político de la Siempre Fiel Isla de Cuba.


Usando de las facultades que se me han concedido por el Gobierno Pro-
visional de la Nación, decreto lo siguiente:
Art. primero. Todos los ciudadanos de la provincia de Cuba tienen de-
recho a emitir libremente sus pensamientos por medio de la imprenta,
sin sujeción o censuras ni o ningún requisito previo.
Art. segundo. Los delitos comunes que por medio de la imprenta se co-
metan, quedan sujetos a la legislación común y tribunales ordinarios.
Art. tercero. Son responsables para los efectos del artículo anterior en
los periódicos, el autor del artículo y a falta de éste el director. En los
libros, folletos y hojas sueltas, el autor, y no siendo conocido, el editor y
el impresor por su orden. Serán considerados como hojas sueltas para
los efectos de este decreto, los periódicos que carezcan de director.
Art. cuarto. Las empresas de periódicos pasarán a este gobierno supe-
rior político una comunicación en la que ha de constar el nombre de la
persona que dirige el periódico.
Art. quinto. Ni la religión católica en su dogma, ni la esclavitud has-
ta que las Cortes Constituyentes resuelvan, podrán ser objeto de
discusión.

Como efecto inmediato, este decreto determinó que apareciesen unas


cientocincuenta nuevas publicaciones de todas clases, gustos y tamaños.
Una de ellas fue El Diablo Cojuelo, editado por Fermín Valdés Domín-
guez y José Martí, entonces con solo 17 años de edad. Un solo número vio
la luz, el 19 de enero de 1869. Y en ese número, Martí escribió:

Esa dichosa libertad de imprenta, que por lo esperada y negada y ahora


concedida, llueve sobre mojado, permite que hable usted por los codos
de cuanto se le antoje, menos de lo que pica; pero también permite que
vaya usted al Juzgado o a la Fiscalía, y de la Fiscalía al Juzgado lo zam-
bullan a usted en el Morro, por lo que dijo o quiso decir…
Mas volviendo a la cuestión de la libertad de imprenta, debo recor-
dar que no es tan amplia que permita decir cuanto se quiere, ni publi-
car cuanto se oye. Si viniese a Cuba un Capitán General, que burlándo-
se del país, de la nación y de la vergüenza, les robase miserablemente
dos millones de pesos; y corriesen rumores de que este general se lla-
maba Paco o Pancho, Linsunde o Lersinde, a buen seguro que mucho
habría de medirse usted, lector amigo, antes de publicar noticia que

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 71


tanto ofende la nunca manchada reputación del respetable cuanto idó-
neo representante del Gobierno Borbónico en esta Antilla. Y esto lo
digo para que a mí como a los demás nos sirva de norma en nuestros
actos periodiquiles.

La libertad de imprenta duró treinta y tres días. El 12 de febrero de 1869,


el general Dulce dictó un nuevo decreto restableciendo la censura.
Los ecos de la temporal apertura del gobierno colonial llegaron inclu-
so a la prensa insurrecta. La Constitución de Guáimaro estableció que
ciertas libertades, entre ellas la de imprenta, eran inviolables. Esto fue
también factor de contradicciones ante la imposibilidad de conciliar las
exigencias de la guerra con los procedimientos democráticos consagra-
dos en la Constitución. Por ejemplo, la Secretaría de la Guerra de la Re-
pública en Armas, la cual dependía del gobierno civil, se vio obligada a
enfrentar la campaña de propaganda mentirosa y calumniosa de España
con relación a la lucha de los mambises. No tuvo otra opción que prohibir
la circulación de periódicos, revistas y proclamas del enemigo español
en los campamentos rebeldes. Se emitió una circular determinando que
al ciudadano que llegase un papel de esa naturaleza, debía entregarlo a
las autoridades cubanas y que estas lo harían llegar a la Secretaría de la
Guerra, la que decidiría si debían publicarse o no, o ser objeto de répli-
ca en la prensa mambisa. Esto no se entendió en medios aferrados a un
civilismo en extremo. La Cámara de Representantes rechazó la medida
de prohibición como inconstitucional. El periódico insurrecto El Tínima,
que solo tuvo cinco meses de duración y publicó catorce números, lo con-
sideró «un documento fatal» y «de medida improcedente y atentatoria a
las prerrogativas de un pueblo libre».
El periódico El Cubano Libre apoyó, en cambio, la resolución de la Se-
cretaría de Guerra. Comentaba en una nota editorial el 15 de diciembre
de 1869:

Conque tenemos libertad de imprenta ilimitada. Pues entonces pue-


den salir escritores españoles del seno de los campamentos enemigos,
y fundar periódicos dentro de nuestras mismas trincheras, proclamar
en ellos las doctrinas más disolventes para nosotros, atacar la causa de
nuestra independencia y ser inviolables sus personas, pues hacen uso
de una libertad que les concede la República de Cuba, la libertad de
imprenta…

De tal manera, desde sus mismos inicios, El Cubano Libre evidenció ser
un símbolo de la intransigencia y la combatividad revolucionarias.

72 · JUAN MARRERO
El Cubano Libre cesó de publicarse en 1871, luego de que una patrulla
enemiga destruyó sus instalaciones en un caserío de la zona de Florida, en
Camagüey.
Céspedes defendió con vehemencia ese periódico, del cual fue su
fundador, e incluso tras su destitución como presidente de la República
en Armas, dispuesta por la Cámara de Representantes, el 28 de octubre
de 1873 llevó consigo a sus lugares de refugio su colección privada de
El Cubano Libre.
El 1ro. de noviembre de 1873, Céspedes recibe en Cambute, primer lugar
donde se instala, en espera de que le autoricen su pasaporte para ir al exte-
rior, una comunicación de Federico Betancourt, en su condición de canciller
de la Secretaría de Gobierno, pidiéndole «solicitar de Usted la colección de
El Cubano Libre, que contiene las resoluciones dictadas por la República,
por ser de todo punto indispensable para el mejor despacho de los asuntos».
En igual fecha, Céspedes respondió:

La colección de El Cubano Libre que de mí se solicita, es de mi propiedad


particular. Este periódico se repartió gratis, y yo, como otros ciudada-
nos, fui coleccionando los números que me pertenecían, para conser-
varlos como un recuerdo de nuestras glorias históricas, y cuando en
el Gobierno no hubo otro ejemplar, por haberse llevado su colección el
ciudadano Francisco Maceo, actual Secretario de Relaciones Exteriores,
facilitaba la mía, cuando se necesitaba. Sin embargo de esto, si el Go-
bierno lo ordena, la remitiré en seguida.

Estuvo, pues, también dispuesto a acatar una decisión de la Cámara de


Representantes con relación a esa colección privada de El Cubano Libre,
aunque ese cuerpo le negó su pasaporte para ir al exterior y también le negó
dejarle su escolta.

Reaparición en la guerra del 95

Al estallar la guerra en 1895, una de las primeras acciones de Antonio


Maceo está encausada a hacer reaparecer el periódico El Cubano Libre.
Ordena, pues, la captura de una imprenta existente en unos almacenes de
Nipe, y en Mayarí, primero, y en la llamada Cueva de Cayo Rey (denomina-
da posteriormente Sao Corona), en las estribaciones de la Sierra de Nipe, se
publicó indistintamente este periódico hasta 1898, bajo la dirección de Ma-
riano Corona Ferrer, quien había sido cajista del periódico santiaguero El

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 73


Triunfo. Figuras como Federico Pérez Carbó, José Miró Argenter y el doctor
Joaquín Castillo Duany estuvieron entre sus redactores. En los mil días que
duró El Cubano Libre durante esta etapa publicó cerca de cien ediciones,
incluyendo los suplementos.
La idea de reeditar El Cubano Libre es otro de los frutos de la inteligencia
y madurez política alcanzada por Maceo. Al mantener el mismo nombre que
le diera Céspedes a ese periódico, Maceo expresa, de tal forma, no solo un
homenaje al iniciador de la guerra independentista, sino también proclama
que la guerra iniciada en 1895 es una continuación de los anhelos y senti-
mientos de la iniciada el 10 de Octubre de 1868.
Maceo definió El Cubano Libre como un cuerpo de ejército compuesto
por doce columnas, que equivalía para él a un refuerzo de quinientos hom-
bres, que se batía diariamente y bien por la causa de Cuba. En otra ocasión,
lo caracterizó como una pieza de artillería.
Desde las columnas de este periódico se ofreció información veraz
sobre las acciones de guerra. Éxitos y reveses del Ejército Libertador fue-
ron publicados. Se habló sobre la futura organización del país tomando
como base esencial las ideas de José Martí. Llamar a los indecisos a la lu-
cha, mantener el optimismo y la fe de los combatientes en la manigua, e
informar a la emigración, que contribuía con sus recursos financieros a la
preparación de expediciones y envío de armas, sobre la marcha exitosa de
la guerra por la independencia de la patria estuvieron, igualmente, entre
las políticas informativas desarrolladas en esa etapa por El Cubano Libre.
El entusiasmo de Maceo por el periódico se manifiesta constantemente en
la abundante correspondencia que sostiene con el Generalísimo Máximo Gó-
mez durante los primeros meses de la nueva guerra. El 26 de julio de 1895, al
responder a una solicitud de Gómez de informes sobre la lucha en Oriente, le
dice: «Lo haré enseguida enviándoselo [el parte de las acciones] publicado en
El Cubano Libre, que comenzará a tirarse dentro de ocho días».
A Gonzalo de Quesada, uno de los hombres que estuvo más cercano a
Martí, le comunica el 31 del propio mes: «Le remitiré El Cubano Libre que
se comenzará a editar en mi Departamento, para que conozca las opera-
ciones militares de nuestro Ejército Oriental y se den una idea de nuestros
progresos».
El 3 de agosto de 1895 salió el primer número de El Cubano Libre. Se-
manas después, Maceo escribe a su esposa María Cabrales: «Por los tres
números de El Cubano Libre que te incluyo verás que ni soy muerto ni he-
rido… Seguiré enviándote El Cubano Libre con la regularidad que pueda».
Y al emigrado Alejandro González, residente en Jamaica, le escribe: «Por El
Cubano Libre que se publica aquí, sabrá Ud. los palos que le hemos pegado
a los españoles».

74 · JUAN MARRERO
A partir de la salida del primer número, el periódico continuó editándose
semanalmente. Salía los sábados llevando la verdad de la guerra a todos los
cubanos, los de las ciudades, el campo y la emigración, a los amigos de la
causa cubana en el exterior.
La redacción y talleres de El Cubano Libre no solo cumplían la función de
editar el periódico. Se encargaban de la revisión e impresión de diversos do-
cumentos y modelos necesarios para el desarrollo de la guerra revolucionaria.
Un corresponsal de guerra, puertorriqueño, incorporado a la lucha por
nuestra independencia, dejó escrito en el periódico El Porvenir, de Nueva
York, una crónica sobre una visita que hizo en compañía de un periodista
norteamericano al lugar donde se imprimía en 1896 El Cubano Libre. Mo-
desto A. Tirado escribió estas impresiones:

Penetramos en el lugar donde se imprime El Cubano Libre y encon-


tramos allí la imprenta completa. Desde el tipo más pequeño hasta la
prensa de manos, todo en perfecto orden. Es admirable y digna de todo
encomio la gran voluntad de estos hombres, encerrados en el corazón de
un espeso bosque, con el componedor en la mano y al lado el rifle, de-
dicando todo su tiempo a la importante tarea de difundir por los ámbi-
tos de la República y fuera de ella los triunfos de nuestro Ejército y los
errores del enemigo, empecatado y cruel.
Iba con nosotros el director del periódico, Mariano Corona, quien
con exquisita amabilidad puso a nuestra vista la colección de El Cu-
bano Libre y un sinnúmero de trabajos tipográficos ejecutados en el
taller que dirige desde principios de la guerra. Volaron las horas entre-
tenidas en la imprenta y en la redacción, curioseándolo todo y recor-
dando mis buenos tiempos en New York. Acompaño como objeto muy
curioso una de las tarjetas que Mariano Corona hizo imprimir con el
nombre del corresponsal del periodista norteamericano. Lo más típico
de esa tarjeta es el material en que fueron impresas: papel de yaguas.

Mariano Corona Ferrer, para quien El Cubano Libre fue su obra más pre-
ciada, su hijo mimado, a la cual dedicara gran parte de su vida, había nacido
en Santiago de Cuba en 1870. Tenía, pues, solo 25 años de edad cuando An-
tonio Maceo le encargó la dirección de ese periódico, quizás porque era de
los pocos combatientes que tenía alguna experiencia periodística, acumula-
da en el periódico El Triunfo a partir de 1888.
Durante largo tiempo, las fuerzas militares colonialistas hicieron lo inde-
cible por localizar y destruir las instalaciones de ese vocero de la revolución.
La hoja mambisa, cada vez que lograba entrar en las ciudades, provocaba la
indignación de las autoridades españolas. Lograron, en cierta ocasión, por

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 75


medio de una delación, saber el lugar donde se imprimía El Cubano Libre.
Una fuerte columna española, al mando del coronel Tejada, quien decía que
con la destrucción del periódico mambí le iban a entregar la estrella de ge-
neral de brigada, marchó hacia el lugar. Maceo supo de tal movimiento y, de
inmediato, envió un escuadrón de caballería para defender la imprenta. La
pequeña guarnición de tipógrafos y redactores también hizo frente a la acción
española. La columna enemiga estuvo a un paso de apoderarse del taller, pero
no pudo. Debió retirarse del lugar con cinco muertos y quince heridos.
Tras la fracasada incursión española, la dirección del Ejército Libertador
en Oriente decidió trasladar la imprenta a un lugar más seguro. Las insta-
laciones se llevaron monte adentro, a la boscosa Sierra de Nipe. Y en una
cueva, llamada la Cueva de Cayo Rey, continuó editándose El Cubano Libre
hasta el final de la guerra. Como medida de seguridad y de protección de las
máquinas de composición e impresión, la redacción del periódico se esta-
bleció en otro sitio algo distante de la mencionada cueva.
Al finalizar la guerra, Mariano Corona continuó en Santiago de Cuba
la publicación de El Cubano Libre, y fue uno de los críticos más fuertes
de la intervención y ocupación militar norteamericana de Cuba. Corona
Ferrer se mantuvo al frente de El Cubano Libre hasta que se produjo su
fallecimiento en 1912, lo que aconteció cuando se encontraba en La Habana
participando en las sesiones de la Cámara de Representantes.
Tras la muerte de Corona Ferrer asumió la dirección de El Cubano Libre
Daniel Fajardo Ortiz. El periódico existió hasta 1926, pero perdió combati-
vidad y prestigio en su etapa final. Ramón Corona García, hijo de Corona
Ferrer, nacido en 1897, integró la redacción de El Cubano Libre, y en 1943
fue gobernador de la provincia de Oriente.
Del año 1895, la etapa inicial de su reaparición, se conservan en la Biblio-
teca Nacional ejemplares de ese periódico de fechas 7 y 27 de septiembre y
del 10 y 20 de diciembre.
El Cubano Libre tuvo una tercera etapa: fue en la Sierra Maestra, en 1958,
cuando Che Guevara fundó una publicación rudimentaria con tal nombre,
impresa en mimeógrafo, para informar a los combatientes del Ejército Rebel-
de sobre la marcha de la guerra de liberación contra la dictadura de Batista.

Otros periódicos mambises

La Estrella de Cuba fue el segundo periódico mambí. Comenzó a salir


el 21 de noviembre de 1868 en la ciudad de Holguín. Era una hoja de 23
por 21,5 centímetros, escrito por una cara de cuatro columnas. En la parte

76 · JUAN MARRERO
superior de la página tenía el nombre del periódico en grandes letras ne-
gras, y en letras más pequeñas decía que era «el segundo periódico inde-
pendiente que se publica en Cuba». Entre dos finas líneas daba a conocer
el año de vida, el lugar de edición y la fecha de la salida El 28 de noviembre
vio la luz su novena edición, único ejemplar que se conserva.
Su director fue Abraham Portuondo Olazagastri, un auténtico corres-
ponsal de guerra. Publicó informaciones de los acontecimientos ocurridos
en el frente de combate. Portuondo fue fusilado por los españoles cuando
las fuerzas militares de la colonia lograron recuperar la ciudad de Holguín.
El último número de La Estrella de Cuba se publicó el 6 de diciembre de
1868. Vieron la luz pública, en total, quince ediciones de unos cien ejempla-
res cada una. Se utilizó la imprenta en que se editaba el periódico El Orien-
tal, cuyo dueño Antonio J. Napolés la había ocultado al producirse el ataque
de las fuerzas del general Julio Grave de Peralta, del Ejército Libertador, a
Holguín.
El Mambí fue el tercer periódico publicado en territorio libre de Cuba
tras el estallido del 10 de Octubre de 1868. Se editó en Guáimaro (solamente
el primer número, 7 de mayo de 1869) y lo dirigió Ignacio Mora y de la Pera.
Se convirtió en órgano del Ejército Libertador. Difundía las proezas de los
patriotas y exhortaba al pueblo a la lucha armada. Se publicó hasta 1871. La
Biblioteca Nacional posee el primer número.
Otro importante periódico editado en los campos de lucha indepen-
dentista fue La Estrella Solitaria, fundado en Camagüey el 1ro. de di-
ciembre de 1869. Lo dirigió Rafael Morales y Machado (Moralitos), y
contó entre sus redactores con Eduardo Machado, Luis Victoriano Be-
tancourt, Manuel Sanguily, Ramón Roa y Francisco La Rúa. Sus prime-
ros números se hicieron en una imprenta portátil y rudimentaria, en
hojas de papel rayado, es decir, con muy mala calidad. En una de sus
ediciones, Luis Victoriano Betancourt plasmó el pensamiento separa-
tista que animaba a los cubanos más progresistas, el cual estaba expre-
sado en la Constitución de la República, aprobada en Guáimaro. En esa
oportunidad escribió:

Cuba tiene, pues, una república en la que la mujer es igual al hombre,


en que el pobre es igual al rico, en que el negro es igual al blanco; tiene
un código regado con las lágrimas de sus ojos y escrito con la sangre de
sus venas, y que hace al hombre, ciudadano; al ciudadano, pueblo; al
pueblo, rey; tiene la libertad de pensamiento, la libertad de acción, la
libertad de vida; Cuba tiene todas las libertades y todos los derechos,
porque tiene una constitución democrática; es decir, un salvoconducto
para transitar libremente por el camino del progreso.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 77


En 1875 La Estrella Solitaria comenzó su segunda época, nuevamen-
te editado en Camagüey. El entonces coronel Manuel Sanguily expuso en
sus páginas los objetivos y circunstancias de la gesta independentista. En
el número correspondiente al 1ro. de abril de 1875, bajo el título «Los
exterminadores», planteó lo siguiente: «¿Exterminarnos? ¡Imposible! ¡Son
tan innumerables los ancianos, los niños y las mujeres que viven aún en
nuestros bosques! Han fusilado, han degollado, han martirizado los hom-
bres, y vive y adelanta la revolución… porque la idea de la independencia
renacerá majestuosa de tantos horrores, como el Fénix de sus propias ce-
nizas». Números de 1875 y 1876 se hallan en los fondos de la Biblioteca
Nacional.
En 1898 comenzó a editarse nuevamente, ahora en La Habana, aunque
sin indicar relación de continuidad o parentesco con el anterior. Tenía un
subtítulo que lo identificaba como «periódico libre» y en ejemplares poste-
riores «primer periódico libre de La Habana». Su lema era «La Patria Cuba-
na se establece para todos». A partir del 14 de enero de 1899 presentó a Blas
Sandrino como director. Durante esta época, trataba en sus páginas los pro-
blemas propios del período confuso en que se vivía a raíz de la terminación
de la guerra. Máximo Gómez, Enrique José Varona, Juan Gualberto Gómez
y Bonifacio Byrne, entre otros, publicaron trabajos en esa época. Cesó de
publicarse en ese año 1899.
La Estrella Solitaria reaparece, en una cuarta época, el 24 de febrero
de 1906, con un subtítulo que lo caracteriza como «periódico independien-
te». Sigue siendo un periódico eminentemente político, y en esta última eta-
pa colaboran en él Juan Gualberto Gómez, Enrique Collazo y Enrique Loy-
naz del Castillo, entre otros. Cesó el 11 de mayo de 1906.
A partir de 1895, surgieron otros periódicos insurrectos, entre ellos La
Sanidad, redactado por seis médicos y que tenía como objetivo informar
sobre las medidas de higiene que se adoptaban en la manigua. Este pe-
riódico tuvo ediciones en papel satinado, pues utilizó en un tiempo el
que era destinado a envolver las medicinas de la farmacia del Servicio
de Sanidad del Ejército Libertador en Las Villas. Insertaba corresponden-
cias y noticias generales de la guerra. Estuvo dirigido por el capitán médico
Francisco Robainas Arquimbau.
También aparecieron otros periódicos como La Independencia, fundado
en Manzanillo por Bartolomé Maso, Las Villas, Cuba Libre, El Boletín Ofi-
cial de la División de Cienfuegos, La Verdad, La Estrella de Jagua, Patria
y Libertad y El Montero Libre. La característica común de estas publicacio-
nes, además de su contenido ideológico, era la irregularidad de su aparición.
De algunos de los periódicos insurrectos no se conservan siquiera ejempla-
res en los archivos.

78 · JUAN MARRERO
Por otra parte, numerosa fue la prensa patriótica en la emigración. En
Estados Unidos, España, México, Francia, República Dominicana, Colom-
bia, Venezuela, Guatemala y Uruguay se editaron periódicos, revistas y
boletines tanto durante la Guerra de los Diez Años como en la Guerra Ne-
cesaria, como la llamase José Martí. Ofrecemos una ficha con las caracte-
rísticas y detalles de algunas de estas publicaciones:
La Revolución. Periódico que apareció en Nueva York, el 10 de diciembre
de 1868. En su primera época, hasta el 7 de abril de 1869, publicó diecinue-
ve números, dirigidos por Néstor Ponce de León. Existió hasta 1876. Enrique
Piñeyro, Rafael María Merchán, Ramón Ignacio Armas, Antonio Zambrana y
Rafael Lanza fueron sus directores desde 1869. Su periodicidad fue muy va-
riable: semanal, bisemanal y trisemanal. Fue periódico semioficial de la Junta
Cubana de Nueva York. Su título cambió en sus años de existencia: se llamó
también Boletín de La Revolución, La Revolución, Cuba y Puerto Rico, y La
Revolución de Cuba. Ramón Emeterio Betances, patriota puertorriqueño,
fue uno de sus colaboradores, y firmaba los artículos como El Antillano.
La Biblioteca Nacional posee una colección amplia de esta publicación.
La Voz del Siglo. Diario vespertino editado en Madrid (1868-1869), que
fuera dirigido por Nicolás Azcárate, y en el cual escribieron como colabo-
radores un gran número de residentes en Cuba, entre ellos Luisa Pérez de
Zambrana, el conde de Pozos Dulces (Francisco de Frías), Anselmo Suárez
Romero y Juan Clemente Zenea. Se pronunciaba por la abolición de la escla-
vitud y contra el despotismo español en Cuba. El 16 de noviembre de 1868
salió el primer número. Apenas publicó material literario. Se dedicó a cues-
tiones económicas, crónicas políticas y algo de música y crónica teatral. La
publicación cesó el 22 de enero de 1869 con su ejemplar número 57. En una
nota de despedida expresó que La Voz del Siglo se había fundado con el do-
ble propósito de defender las conquistas de la revolución, y su extensión a las
provincias de América, como medio de consolidar su unión con la metrópo-
li. «Suspendemos sus tareas con la satisfacción de haber cumplido lealmen-
te, durante una corta vida, los fines que se propuso». Colección completa en
la Biblioteca Nacional.
La Libertad. Periódico destinado a la defensa de los intereses de Cuba y
Puerto Rico. Publicado en Nueva Orleans en 1869. Semanal. Director: Fran-
cisco Agüero. Sucedió a Las Dos Repúblicas. Ediciones en inglés y español.
La Biblioteca Nacional posee varios números de 1869. / Periódico político
publicado en Key West en 1876. Semanal. Director: Federico de Armas. La
Biblioteca Nacional tiene tres números de 1876.
La Cuestión Cubana. Publicación editada en Sevilla, España, desde
marzo de 1870 a junio de 1873. Reproducía artículos sobre Cuba publica-
dos en la prensa española y opiniones emitidas en las Cortes Constituyen-

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 79


tes. José Gutiérrez, Ildelfonso B. y de Cánovas y Paulino Gutiérrez fueron
sus directores. Su periodicidad varió. La Biblioteca Nacional posee la co-
lección completa de los años 1870, 1872 y 1873, y ejemplares de 1871.
Diario Cubano. Periódico aparecido en Nueva York el 22 de abril de 1870
que abogó por la independencia de Cuba. Se publicaron cincuenta y ocho
números. El periódico anunció que haría «la guerra a cuantos defiendan al
gobierno español en nuestro país, sean españoles o nacidos en la isla». El
fundador y director de este periódico fue Rafael María Merchán. Colección
completa en la Biblioteca Nacional.
La Voz del Pueblo. Periódico que se publicó semanalmente en Nueva York
en 1870. Salieron seis números. Se fundió el 4 de junio de 1870 con la edi-
ción cubana de New York Democrat. José de Armas y Céspedes fue uno de
los directores de esta publicación. Cuatro números de 1870 se hallan en la
Biblioteca Nacional.
El Mundo Nuevo. Enciclopedia ilustrada de política, ciencias, artes, lite-
ratura, modas, industria y educación publicada en Nueva York desde el 25
de mayo de 1871 hasta el 15 de diciembre de 1876. Quincenal. Presentaba
formato de revista. Su director fue Enrique Piñeyro, a quien se unió José M.
Mestre desde el número 25, en que ambos aparecen como editores. Se fusio-
nó en 1874 con La América Ilustrada. Piñeyro y Mestre figuraron también
al frente de la nueva publicación y, posteriormente, asumieron tal responsa-
bilidad Isaac Carrillo, Eugenio María de Hostos y Francisco Sellén. Piñeyro
tomó nuevamente la dirección de la revista desde el número 119 hasta su
desaparición (número 144). La Biblioteca Nacional posee la colección com-
pleta.
La Patria. Periódico decenal publicado en Nueva Orleans, Estados Uni-
dos, en 1871, dirigido por José de Armas y Céspedes. Se publicaron siete
números y un prospecto inicial. Colección completa en la Biblioteca Na-
cional.
La América. Periódico quincenal ilustrado. Comenzó a salir el 1ro. de
mayo de 1871 en Nueva York, dirigido por Juan Ignacio de Armas. Se fundó
con el objetivo de «contribuir al progreso de las repúblicas americanas de
origen español, facilitando sus columnas a todos los escritores del continen-
te como medio de comunicación entre apartados países de igual historia y
porvenir…». Cubanos como Rafael María Mendive, José de Armas, Ignacio
Piñeyro, Miguel Teurbe Tolón y otros colaboraron en esta revista que editó
su último número el 15 de diciembre de 1871. El 15 de enero de 1872 reapare-
ció con un nuevo título: La América Ilustrada. La Biblioteca Nacional posee
la colección completa.
El Pueblo. Periódico que se publicó en Nueva York durante los años 1871-
1872. Salieron doce números. Sucedió a La República. Colección completa

80 · JUAN MARRERO
en la Biblioteca Nacional. / Periódico editado en Nueva York durante los
años 1875-1876. Ramón Ignacio Arnao fue su director.
Bulletin de la Revolution Cubaine. Publicado en París bajo la dirección
de Ramón de Armas Céspedes, a partir de 1871. Texto en francés. Semanal.
La Biblioteca Nacional posee números de 1871, 1872, 1873 y 1874.
La Independencia. Publicado en Nueva York (1873-1880) como órgano de
Cuba libre e independiente. Juan Bellido de Luna fue su director. En 1878
se identifica como órgano del Partido Cubano Independiente. La Biblioteca
Nacional posee números diversos desde 1875 a 1880.
El Correo de Nueva York. Periódico bisemanal dirigido al continente
americano que se publicó en Nueva York en 1873. Surgió con el ánimo de
difundir noticias mercantiles y comerciales para Suramérica, pero a par-
tir de 1875, cuando asumió su dirección José de Armas y Céspedes, ilustre
periodista cubano, otras noticias, entre ellas la guerra cubano-española y
literarias, ocuparon relevante espacio en esta publicación. Desapareció en
el propio 1875. Números de 1873, 1874 y 1875 posee la Biblioteca Nacional.
La Libertad. Periódico político publicado en Key West en 1876. Semanal. Di-
rector: Federico de Armas. La Biblioteca Nacional tiene tres números de 1876.
El Tribuno Cubano. Periódico aparecido en Nueva York el 13 de abril de
1876. Comenzó saliendo semanalmente, pero después lo hizo muy irregular-
mente. Su redactor fue Cirilo Villaverde. Divulgaba noticias sobre la guerra
en Cuba. Publicó trabajos reveladores de los conflictos internos de carácter
político que se suscitaban en el seno de la emigración cubana en Estados
Unidos. Su último número consultado corresponde al 21 de octubre de 1876.
La Biblioteca Nacional posee varios números de ese año.
La Verdad. Periódico político cubano publicado en Nueva York (1876-1878).
Dirigido por Diego Vicente Tejera. Órgano de la Junta Revolucionaria Cuba-
na. La Biblioteca Nacional posee 1876-1877 completos, y seis meses de 1878
(enero-junio).
El Yara. Diario de la mañana que vio la luz en Cayo Hueso en 1878, dirigi-
do por José Dolores Poyo. Entre sus colaboradores figuraron Carlos Baliño,
Fermín Valdés Domínguez y Ricardo Arnautó (utilizó el seudónimo de Juan
Mambí). Fue órgano del Partido Revolucionario Cubano en Cayo Hueso.
En 1897 publicó un fuerte artículo donde denunció al gobierno de Estados
Unidos por la persecución de los envíos de armas y pertrechos a Cuba, y el
acoso a los luchadores por la independencia en su territorio. Se editó en Tam-
pa en 1886 (corto tiempo) y en La Habana en 1899. Números de 1890, 1895,
1896, 1897 y 1898 se hallan en la Biblioteca Nacional.
Revista Venezolana. Publicada en Caracas, Venezuela, bajo la dirección
de José Martí. Se publicaron dos números —julio 1 y julio 15 de 1881— que
están en la Biblioteca Nacional.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 81


Revista de las Antillas. Periódico de intereses económicos, políticos y
sociales de las islas de Cuba y Puerto Rico, publicado en Madrid, España,
durante los años 1882-1885. Francisco Cepeda fue su director. Ejemplares
de varios años existen en la Biblioteca Nacional.
El Avisador Cubano. Semanario político, literario, de noticias y anun-
cios aparecido en Nueva York en 1885, bajo la dirección de Enrique Trujillo.
Existió, en una primera época, hasta junio de 1886. A partir de 1888 tuvo
una segunda época, en la cual participó como colaborador José Martí. En
ambas etapas publicó materiales de índole variada: noticias de y sobre
Cuba. Su actividad fundamental estuvo encaminada a reseñar las acti-
vidades de los emigrados cubanos. A partir de 1889 tomó el título de El
Avisador Hispano-americano. La Biblioteca Nacional guarda números de
1885 y 1888.
El Avisador Hispano-americano. Periódico político, literario, de noticias
y anuncios aparecido en Nueva York en 1889 como continuador de El Avisa-
dor Cubano. José Martí fue un constante colaborador de esta publicación.
Estuvo dirigido por Enrique Trujillo, quien renuncia en 1890 para fundar el
periódico El Porvenir. A partir de entonces lo dirigió Rafael de Castro Palo-
mino. La Biblioteca Nacional posee un número de 1889.
Revista Popular. Publicación quincenal hecha en Key West, Florida,
en 1889, y en La Habana, en 1890. Martín Morúa Delgado fue su director y
propietario. Quincenal. Trató temas políticos, literarios, artísticos, científi-
cos y noticias. En sus páginas se publicaron artículos de carácter histórico
y otros sobre la mujer, los problemas obreros en Cuba y en la emigración.
Ultimo ejemplar encontrado corresponde al 20 de junio de 1890 (número 6).
América en París. Revista quincenal, aparecida en París en los años
1891-1892. Uno de sus directores fue Diego Vicente Tejera. En Patria, José
Martí elogió esta publicación «generosa… que ardía en deseos de poder vol-
ver a darles acogida en sus columnas a Cuba y los cubanos». Desapareció
el 31 de mayo de 1892.
La Tribuna. Periódico político y literaria publicado en Madrid en 1892, bajo
la dirección de Rafael María de Labra y Juan Gualberto Gómez. La Biblioteca
Nacional posee un número de 1893.
(De esta relación hemos excluido deliberadamente al periódico Patria,
fundado por Martí en 1892, en razón de que, más adelante, dedicamos un
capítulo especial al periodismo martiano y a su obra cumbre).
Cuba. Publicación política editada en Tampa, Florida (1893-1898). Ramón
Rivero Rivero fue su director. Sucedió a la Revista de La Florida, El Crítico de
Ibor City y el Liceo Cubano. Tuvo la colaboración de José Martí. Fue órgano
oficial del Partido Revolucionario Cubano en Tampa desde 1895. En la Biblio-
teca Nacional hay números de 1893, 1894, 1895, 1896, 1897 y 1898.

82 · JUAN MARRERO
Las Tres Américas. Publicación editada en Nueva York desde enero
de 1893, que tuvo como redactor principal a N. Bolet Peraza. Ejemplares
desde 1893 a 1896 se encuentran en la Biblioteca Nacional.
La Verdad. Periódico decenal publicado en Nueva York en 1894-1895 con
el lema «La República con todos y para todos». Rafael Serra fue su director.
Un número de 1895 se encuentra en la Biblioteca Nacional.
Guáimaro. Semanario publicado en Nueva York (1895-1896), bajo la di-
rección de José C. Andreu. Ejemplares de esos dos años se hallan en la Bi-
blioteca Nacional.
Continente Americano. Publicado en México durante los años 1895-1898.
Remigio Matos fue su director. Publicó los retratos de los principales revolu-
cionarios cubanos. Bisemanal. Números de 1896, 1897 y 1898 se guardan en
los fondos de la Biblioteca Nacional.
Cuba Libre. Periódico semanal publicado en Nueva York, en inglés,
en 1895. Publicó ilustraciones, retratos y caricaturas. La Biblioteca Na-
cional posee varios números de ese año. / Órgano de propaganda y de-
fensa de la independencia de Cuba en el Río de la Plata. Publicado men-
sualmente en Montevideo en 1896, bajo la dirección de Ramón Valdés
García. Un número de ese año se conserva en la Biblioteca Nacional. /
Publicado a partir del 29 de enero de 1898 en Washington. Semanal. Tex-
tos en inglés. Wilburton Benham fue su editor. Ese número se guarda en
la Biblioteca Nacional.
La República Cubana. Periódico publicado en París durante los años 1896
y 1897, cuyo director fue Domingo Figarola Caneda. Publicó ilustraciones, re-
tratos, mapas y escudos. Tuvo una edición en francés llamada La Republique
Cubaine, con diferente contenido, pero con la misma numeración y fecha de
la edición en español. Números de 1896 y 1897 se encuentran en los fondos
de la Biblioteca Nacional.
El Expedicionario. Semanario publicado en Tampa, Estados Unidos,
durante 1896 y 1897. Tuvo entre sus directivos a Pastor Moinelo, Fernan-
do de Zayas, Bonifacio Byrne y José Manuel Carbonell. Aparte del espacio
que dedicó a las noticias y trabajos sobre la revolución en Cuba y las ac-
tividades de la emigración cubana, publicaba trabajos de índole literaria,
especialmente poesías. Fue órgano oficial del Club Discípulos de Martí.
Números de 1896 y 1897 posee la Biblioteca Nacional. El 19 de mayo de 1907
dejó de publicarse.
México y Cuba. Periódico insurrecto e independiente publicado en México
en 1896. Isauro Arsinas fue su director. Comenzó saliendo bisemanal, y a fina-
les de 1896 fue diario. La Biblioteca Nacional posee varios números de 1896.
Cuba y América. Publicación quincenal que se editó primero en Nue-
va York (1ro. de abril de 1897) y después, a partir de 1899, en La Habana.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 83


Dirigida por Raimundo Cabrera, quien firmaba algunos de sus artículos con
el seudónimo Ricardo Buenamar. Fue una publicación de «política, intereses
generales y variedades». Utilizó ampliamente el dibujo satírico como arma de
combate. El último número publicado en Nueva York correspondió a septiem-
bre de 1898. La mayoría de sus trabajos se referían a la insurrección en Cuba,
narraban episodios de la guerra, tanto en verso como en prosa. En sus treinta
y seis volúmenes aparecen las firmas más destacadas de Cuba en esa época,
entre ellas Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Nicolás Heredia, Esteban
Borrero Echeverría, Bonifacio Byrne, José de Armas y Cárdenas (Justo de
Lara) y Francisco de Paula Coronado. Al cesar la dominación española, la pu-
blicación comenzó a editarse en La Habana como «Revista Ilustrada».
Cacarajícara. Semanario humorístico publicado en Nueva York desde el
9 de octubre hasta el 13 de diciembre de 1897. Se publicaron ocho números.
Primera publicación de carácter partidista que tuvo la prensa satírica cu-
bana. Enrique Hernández Miyares y Francisco de Paula Coronado fueron
sus editores. Ricardo de la Torriente y Feliciano Ibañez sus caricaturistas.
Redactores: Wencesalo Gálvez Delmonte y Bonifacio Byrne. Respondió por
entero a los intereses de la Revolución. Se identificaba en un subtítulo como
Batalla semanal contra España. El nombre de la publicación surgió en ho-
menaje al general Antonio Maceo y al brillante combate librado en Cacara-
jícara, provincia de Pinar del Río, el 1ro. de mayo de 1896.
Revista de Cayo Hueso. Publicada en Key West, Florida, durante 1897
y 1898. Quincenal. Salieron treinta números. Director inicial: Juan Vilaró.
Se identificó como periódico político, literario y de conocimientos útiles.
En su primer número, aparecido el 19 de mayo, planteó que aspiraba a ser
«un periódico más de las familias patrióticas». Desde el número 6, corres-
pondiente al 26 de septiembre de 1897, figuró Sotero Figueroa como su
redactor-jefe. Esteban Borrero Echeverría, Diego Vicente Tejera y Ramón
Emeterio Betances estuvieron entre sus redactores. Ultimo número publi-
cado (el 30) correspondió al 10 de octubre de 1898. Colección completa en
la Biblioteca Nacional.
La Revista de Cuba Libre. Periódico quincenal publicado en Tampa, Flori-
da, para obtener recursos para la lucha en Cuba. Salió en 1897 bajo la di-
rección de Justo Carrillo. Órgano del Club Justo Carrillo. Publicó poesías,
artículos políticos, entrevistas a patriotas cubanos, crónicas sobre las activi-
dades de los clubes revolucionarios y noticias. Figuras como Enrique José Va-
rona, Gonzalo de Quesada, Manuel Sanguily, Diego Vicente Tejera, Bonifacio
Byrne y Eduardo Yero colaboraron en esta publicación. Cesó su publicación el
17 de agosto de 1898. La Biblioteca Nacional solo posee un número de 1898.
Colombia y Cuba. Publicación mensual, editada en Bogotá a partir
de 1897, bajo la dirección del cubano Rafael María Merchán. Fue suplemento

84 · JUAN MARRERO
del periódico El Repertorio Colombiano. En la Biblioteca Nacional hay dos
ejemplares de 1897, dos de 1898 y uno de 1899.
La Bandera Cubana. Periódico político publicado en Mérida, Yucatán, en
1898, dirigido por Julio Valdés Infante. Semanal. Fue órgano oficial del Par-
tido Revolucionario Cubano en Yucatán. La Biblioteca Nacional tiene un nú-
mero de ese año. / Periódico publicado en Maracaibo, Venezuela, en 1898,
como órgano de la sociedad de ese nombre. La Biblioteca Nacional posee un
número de ese año.
El Patriota. Periódico semanal editado en Tampa en 1898, dirigido por
Emilio Planas, periodista negro nacido en Santiago de Cuba. Este periódico
nació con la colaboración de Juan Gualberto Gómez.
Tanto en el 68 como en el 95, los periódicos mambises se distribuían
gratuitamente en la manigua, en las zonas urbanas y en la emigración. La
circulación dentro de Cuba estaba garantizada por las Casas de Posta, el
famoso correo mambí que, a juicio de los historiadores, fue tal vez el mejor
servicio público organizado en la revolución. Ese correo mambí actuó con la
eficiencia de aquel que tenían los incas del Perú y que recibió el nombre de
correo de los chasquis.
La prensa fue concebida desde entonces por la dirección revolucionaria
como un arma muy poderosa y de mucha efectividad si cumplía debidamen-
te su papel social. En tal sentido, hay un escrito de Máximo Gómez cuando
estaba en San Pedro de Sula, Honduras, preparando el reinicio de la guerra,
en 1884, que es muy revelador. Decía Gómez: «Tócale a la prensa cubana
(…) delicada e importantísima tarea. Débese tener siempre en cuenta que la
prensa es un arma más poderosa que las que emplearíamos en la desventu-
rada Cuba…», y aconsejaba a los periodistas que «a nuestra política es muy
conveniente no lastimen de ninguna manera ni a cubanos ni a españoles.
Debe tenerse presente que la bandera de la República de Cuba a todos cobi-
jará, bajo el sagrado principio de unión y fraternidad».
Gómez también decía que la misión de la prensa revolucionaria era lograr
que «vengan a nuestro lado los hombres de nuestros principios sin inquirir
el lugar donde dejaron sus cunas…». Y agregaba: «Los que vamos a combatir en
Cuba procuraremos cumplir ese importantísimo objeto con la palabra y con el
hecho. Para ello es preciso que la prensa, constante y poderosamente trabaje
en el mismo sentido, y si fuera posible en todos los idiomas».
También Gómez consideraba importante que «la misma prensa guarde al
presente el absoluto silencio y reserva sobre todo lo que se piensa y debe hacer-
se. El medio más sagrado de vencer es saber por dónde, cuándo y cómo viene el
enemigo. Procuraremos que de nosotros se ignoren esas tres circunstancias. Ni
una queja contra nadie ni desconfianza injustificada que exasperen los ánimos
y engendren vacilaciones en las opiniones ya formadas y asusten a los novicios».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 85


La Voz de Cuba

En las ciudades, en particular en La Habana, se mantiene a lo largo de


las tres décadas finales del siglo xix el impulso a una prensa diaria de natu-
raleza mercantil que mantiene en esencia su apoyo a la metrópoli y, a la vez,
una turba iletrada que asalta y denigra al periodismo fundando publicacio-
nes de diferente tipo. En este último caso, sargentos y voluntarios, típicos
mercenarios de la época, crean cientos de boletines que, en gran parte, se
identifican como El Eco de tal cosa o El Eco de tal otra.
A partir de diciembre de 1868 se publica el periódico La Voz de Cuba, con-
siderado el más reaccionario y extremista del pasado siglo. Propietario y di-
rector de ese diario fue Gonzalo de Castañón, un asturiano que había llegado
a Cuba dos años antes luego de ejercer el periodismo en Oviedo y Madrid.
Este periódico preconizó desde 1870 el exterminio total de los cubanos para
repoblar la Isla con españoles. Anteriormente, ese mismo año, había estado in-
citando a la violencia contra la población cubana del llamado Cuerpo de Volun-
tarios, un genuino escuadrón de la muerte en esa época, organizado y armado
por los peninsulares ricos. Lo integraban jóvenes españoles, carentes de edu-
cación, que habían cruzado el océano con el propósito de hacer fortuna a cual-
quier precio. El Cuerpo de Voluntarios llegó a tener más de treinta mil efecti-
vos, y La Voz de Cuba se convirtió en su portavoz, y Gonzalo de Castañón en
su ídolo. Los voluntarios, siguiendo las instrucciones de los editoriales de Cas-
tañón, protagonizaron en enero de 1869 las matanzas del teatro de Villanueva
y del café de la Acera del Louvre, y también el asalto al Palacio de Aldama.
Castañón murió a principios de 1871 en Cayo Hueso, Florida, durante un
duelo con un cubano, director de un periódico. Ese duelo se concertó luego
de que Castañón, en La Voz de Cuba, consideró a todas las mujeres cubanas
residentes en Cayo Hueso como prostitutas. Eso ofendió a la colonia cubana,
y el director de El Republicano lo retó a duelo. Castañón, con tal de aumen-
tar la circulación de La Voz de Cuba, aceptó… y ello le costó la vida.
Los voluntarios pensaron que el periodista integrista regresaría a Cuba
victorioso, no en un ataúd. Le dieron un gran recibimiento en La Habana
el 2 de febrero de ese año, lo sepultaron con grandes honores en el ce-
menterio de Espada y, esa misma noche, en medio de la desesperación,
llevaron a cabo una gigantesca matanza de la población cubana, hecho
silenciado por la mayor parte de los periódicos de la época.
El nicho donde fueron sepultados los restos de Castañón se convirtió en
eje de una página trágica de la historia de Cuba: el fusilamiento de ocho es-
tudiantes de medicina, acusados de haberlo profanado. La historia demos-
tró que tal acusación era una falsedad. Otro periodista, Fermín Valdés Do-
mínguez, lo demostró en un documentado trabajo sobre aquellos hechos.

86 · JUAN MARRERO
Tras el Pacto del Zanjón: autonomismo y censura

Hay una etapa que tiene significación para el periodismo oficial y cuasi
oficial en Cuba: la que se inicia con la firma del Pacto del Zanjón. Una vez
más las autoridades coloniales decretan en 1879 otra ley sobre la libertad de
imprenta, tal como lo hicieron en 1812 y en 1869, y ello alienta a la funda-
ción de nuevos periódicos y, a la vez, a que se ponga de manifiesto otra vez
la inconciliable pugna de intereses e ideas de dominadores y dominados.
A raíz de ese hecho que puso fin a la Guerra de los Diez Años, nace el 2 de
julio de 1878 el diario El Triunfo, fundado por el abogado, escritor y periodista
asturiano Manuel Pérez de Molina, en la casa situada en la calle Teniente Rey
número 39, donde en años anteriores estuvieron el Colegio El Salvador de José
de la Luz y Caballero y las oficinas del periódico El Siglo.
Viejos reformistas y varios participantes en la Guerra de los Diez Años
están entre los auspiciadores y fundadores del periódico El Triunfo. Este
hecho señala claramente que muchos cubanos sintieron la necesidad de or-
ganizar sus fuerzas dentro del campo de la legalidad, para reclamar de la
Metrópoli el reconocimiento de derechos y todas las libertades posibles.
El Triunfo se presenta como vocero del autonomismo y de la prudencia en
el escenario político de Cuba. Su principio fundamental fue la renuncia a la
revolución. Pérez de Molina es una figura de prestigio, pues era miembro de
la Academia Sevillana de Buenas Letras y había sido diputado a las Cortes,
colaborador de los periódicos españoles La Libertad y El Pabellón Nacional,
y fundador de El Foro Cubano (1875), una revista de legislación y jurispru-
dencia. Fue uno de los creadores del Partido Liberal.
Pérez de Molina defendió desde las páginas de El Triunfo cuatro cues-
tiones planteadas por el Partido Liberal: 1) Abolición de la esclavitud con
indemnización. 2) Educación para los libertos. 3) Aplicación de los dere-
chos consignados en la Constitución de España para todos los criollos y
peninsulares en la Isla. Y 4) Supresión de los derechos de exportación
y reforma de las relaciones comerciales de la Isla con España, atendiendo,
sobre todo, a que Estados Unidos era el principal mercado de los productos
de la Isla.
Figuras revolucionarias como Manuel Sanguily, aunque no militan en las
filas del Partido Autonomista, se suman a su propaganda, conscientes de
que al hacerlo, lejos de traicionar sus ideales separatistas, contribuyen a ani-
mar la conciencia revolucionaria y preparar el camino para la continuación
de la lucha armada.
Al morir Pérez de Molina, solo dos meses después de fundado El Triunfo,
lo sustituye al frente del periódico Ricardo del Monte, maestro de periodis-
tas y crítico en cuestiones literarias, quien continuó la misma línea editorial

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 87


y, además, de inmediato dispuso el nombramiento de varios corresponsales
en España, entre ellos el célebre Rafael María de Labra, destacado aboli-
cionista, republicano y autonomista, quien fuese amigo y protector de Juan
Gualberto Gómez cuando este vivió desterrado en ese país europeo. Con
ello el periódico alcanzó gran prestigio y se multiplicaron las suscripciones.
Conscientes de que en esa etapa el Partido Autonomista y su periódico
El Triunfo tenían la simpatía del pueblo cubano, frente al otro partido exis-
tente, la Unión Constitucional, que representaba el sentimiento tradicional
de los españoles, las autoridades coloniales no se cruzaron de brazos. Tra-
taron, pues, de amarrar corto al diario El Triunfo y, en consecuencia, pu-
sieron en práctica disposiciones inquisidoras como la creación del Tribunal
de Imprenta, lo cual posibilitaba que el fiscal, quien dependía del capitán
general, atendiese cualquier denuncia y presentase acusación contra di-
rectivos de publicaciones que se salieran del juego establecido por la colo-
nia. Blanco preferido de esas denuncias, en los años posteriores al Pacto
del Zanjón, fue la prensa defensora del autonomismo.
La ley española castigaba supuestos delitos de imprenta con multas. Pero
si las multas no se pagaban, se interrumpía la publicación del periódico. Y
cuando este era multado un determinado número de veces, se le retiraba la
licencia para publicarse. El tribunal podía, igualmente, cuando lo estimase
conveniente, ordenar el encarcelamiento de todo acusado, desde un mes a
dos años, dictar penas de destierro de la ciudad o provincia, o condenar al
silencio durante varios días a una publicación.
El Triunfo fue en numerosas ocasiones multado, al considerar el Tribunal
de Imprenta que eran demasiado atrevidas las cosas publicadas por ese dia-
rio. Pero los autonomistas idearon fórmulas para enfrentar las multas que
eran impuestas al periódico. Así, por ejemplo, Pedro Armenteros, un rico
miembro de la Junta Central del Partido Autonomista, lanzó la idea de crear
el sello autonomista, una estampilla por valor de diez centavos que cada una
de las familias acomodadas compraban por decenas y centenares. En me-
nos de tres meses, mediante esa campaña, lograron recaudar más de cien
mil pesos. El gobierno colonial se alarmó y prohibió la circulación de ese
sello bajo el alegato de que se estaban recaudando fondos para una nueva
insurrección armada.
En 1881, El Triunfo publicó un artículo, que se supone escrito por Anto-
nio Govín, titulado «Nuestra doctrina», que causó una represión más brutal
de parte del gobierno colonial. Ese artículo hacía un pormenorizado es-
tudio de la Constitución española y abogaba por la descentralización del
gobierno en la colonia. La medida dictada fue que El Triunfo debía guardar
silencio durante veinte días. Pero, mientras dura la sentencia, Del Monte
saca una licencia y lanza a la calle el periódico El Trunco, que, en su editorial

88 · JUAN MARRERO
inicial, dice: «La Ley de Imprenta nos hace desconfiar de nuestra suerte. Sus
prescripciones nos vedan por el momento hablar de política, por lo que nos
vemos obligados a presentar trunco nuestro periódico: de aquí su título».
En ese año, el gobierno español hizo modificaciones a la Ley de Imprenta
puesta en vigor dos años antes. Estableció, por ejemplo, que el propietario o
el gerente de una publicación debía ser ciudadano español. Que nadie podría
intentar ni realizar la publicación de más de un periódico político diario. Y
el Artículo 16 de esa Ley advertía: «Constituye delito de imprenta atacar o
ridiculizar los dogmas de la religión del Estado, el culto o los ministros de la
misma, o la moral cristiana» y también que «no puede ofenderse la inviola-
ble persona del Rey».
Cinco años después, en 1886, se dictó otra ley de imprenta que estaba di-
rigida, en su esencia, a evitar que trascendiese la corrupción administrativa
existente. Establecía, además, que toda publicación estaba obligada a poner
pie de imprenta, es decir indicar en qué taller tipográfico había sido hecha.
Aquellas que no cumpliesen tal requisito serían consideradas clandestinas.
Un interesante estudio sobre la censura periodística en los años poste-
riores al Pacto del Zanjón y hasta 1898 realizó Alaín Basail Rodríguez, del
Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana. Vale la pena
reproducir fragmentos de ese trabajo de investigación:

A finales de 1889, el Gobernador de La Habana dio la misión a la po-


licía de perseguir no a un delincuente común, sino a un periódico que
había publicado una caricatura que aparentemente cometía el delito
de ridiculizar uno de los dogmas de la religión del Estado: «La pasión
y muerte del Salvador». La policía secuestró los 500 ejemplares de la
edición. El Fiscal de Imprenta, Augusto Corso, al plantear la denuncia
ante el Tribunal de Imprenta, atribuía significación política al hecho:
«…una caricatura en que se parodia grotescamente la figura de Jesu-
cristo, recorriendo el camino del Calvario y se representaba al pueblo
jadeante, cargado con una cruz en la cual hay multitud de inscripciones
alusivas a las cargas de todo género que se supone pesan sobre el país.
Detrás de esta figura están representados un guardia municipal, otro
del orden público y otro individuo no claramente identificado, pero sí
con apariencias de pertenecer a algún instituto militar, los cuales ar-
mados de lanzas escoltan y hostigan al simulado Cristo».

La interpretación del censor revela no tanto el interés por proteger el


catolicismo de la irrespetuosidad periodística como el sentido crítico y
acusador de las propias inscripciones que aparecen en la cruz y la signifi-
cación que confiere su lectura en términos políticos: el «pueblo» acosado

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 89


y subyugado con violencia por los órganos represivos y administrativos
del Estado. Las palabras dentro de la cruz constituyen una denuncia al
sistema impositivo y a valores de orden político. Tres diarios conserva-
dores son mencionados: Diario de la Marina, La Voz de Cuba y Ciclón.
Por esta caricatura publicada en El Tribuno Español se dictó suspensión
del periódico por veinte días.
Tras el Pacto del Zanjón, la sociedad cubana se volvió notablemente hete-
rógenea, y se acentuó la crisis social, expresada en un aumento del despido, la
reducción de salarios, la criminalidad, el bandolerismo y la prostitución. Espa-
ña reconstituyó el consenso político con algunas medidas que suponían una
mejoría del régimen, otorgándole a la Isla un estatus de provincia ultramarina,
con derecho a representación a cortes, y al propio tiempo pretendió institucio-
nalizar y calmar los conflictos con un sistema de partidos para la alternancia
en el poder y la estabilidad política, dividido entre integristas y autonomistas.
En los años ochenta, las formas de decir o estilos de expresión más im-
portantes de la intelectualidad fueron el periodismo, el ensayo y la oratoria,
a los que correspondieron tres soportes materiales; el periódico, el libro y el
cenáculo. Hubo cierto auge de las publicaciones. El periódico fue, en parti-
cular, el de mayor importancia no solo porque cambió su formato y conteni-
dos, sino porque tuvo la capacidad de llegar cada vez más a amplios grupos
sociales. El desarrollo de las comunicaciones, en particular la extensión de
las oficinas de correos, y la proliferación de los voceadores o vendedores am-
bulantes de periódicos contribuyó a ello.
La prensa, en esos años, abordó gran multiplicidad de temas de interés
social, que eran debatidos en una sociedad con apariencia de pluralidad y
democracia, aunque se mantuvo la prohibición a la prensa independentista,
la cual debió desarrollarse en el exilio y circular clandestinamente en el país.
El producto periodístico estuvo fuertemente conmocionado por las ten-
dencias a su comercialización según la lógica mercantil de las empresas
editoriales y la politización por las relaciones de poder, de clase, de raza,
partidistas, y los grupos de presión e intereses económicos y políticos.
En sus conclusiones, el investigador Alaín Basail apunta que los periódi-
cos dentro de Cuba fueron en este período después del Pacto del Zanjón un
espacio de la política oficial de hispanización. El gobierno dispuso mecanis-
mos directos de control de la palabra impresa con dos objetivos: 1) montar
campañas contra voces disonantes al status; 2) desgastar en polémicas a
grupos contendientes fomentando el divisionismo.
El marco de tolerancia fue limitado. Se buscó mantener la hegemonía
hispana con el ejercicio de la censura, la persecución y la punición con mul-
tas, la cárcel o el destierro de los autores, los editores de los periódicos y
dueños de imprentas que no hicieran la apología del régimen.

90 · JUAN MARRERO
La Ley de Imprenta vigente era la promulgada por la Real Orden del 4
de enero de 1834 que estableció el reglamento para la censura de impren-
ta. Establecía amonestaciones y multas con carácter acumulativo que iban
de 100 pesos oro —unos dos mil reales— a 200 o 500 en dependencia de la
gravedad de la falta cometida. A la tercera amonestación la publicación en
cuestión debía cerrarse. Con el Pacto del Zanjón tal reglamento no fue dero-
gado, a pesar de su naturaleza obsoleta.
Existía prohibición de toda manifestación oral y escrita que conllevara ri-
diculizar los dogmas de la religión católica y la moral cristiana, atacar al go-
bierno o sus instituciones, «desfigurar» las personalidades del Estado y di-
vulgar ideas políticas contrarias al mantenimiento de la integridad española.
La gradual supresión de la censura en el período entre guerras fue más
aparente que real. En el ordenamiento de las imprentas el poder colonial
podía simular mayor tolerancia porque lo que cambió fue el procedimiento
burocrático, pero no la lógica y el interés esencial de mantener el «orden»
prohibiendo cualquier producción que circulara.
Lo que prevaleció, en síntesis, fue la situación siguiente:

Hasta mediados de 1881: censura previa y castigos mediante multas.


En 1886, el Gobernador General acordó el cese de los magistrados en
sus cargos de ministros de los tribunales de imprenta de la Audiencia
de la Habana y Puerto Príncipe, los fiscales de imprenta y los funciona-
rios de todas las demás poblaciones.
De 1888 a 1895: Los que cometían delitos por medio de la imprenta
eran objeto de enjuiciamiento criminal instruidos por los promotores
fiscales de cada jurisdicción o localidad
A partir de 1895: instrucción judicial junto al secuestro inmediato de los
periódicos con publicaciones indebidas.

Casos de censura y enfrentamientos

Abril de 1879. El Alcalde de Guanabacoa, Valentín Castanedo, manda


retirar de circulación «por inconvenientes por el espíritu autonomista» los
ejemplares de El Progreso cuando el censor los había autorizado previa-
mente. Llama la atención sobre «el espíritu mal encubierto de hostilidad a
todo lo que pertenece a la metrópoli con que están redactados los escritos
que se publican en el periódico El Progreso».
Abril de 1879. El director del periódico La Discusión, Adolfo Márquez Ster-
ling, multado por publicar una noticia en lugar de un artículo censurado, porque,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 91


según criterio del censor, aquella resultaba igualmente «conflictiva». Márquez
Sterling dirigió una carta al gobernador general diciéndole «…que no es posible
aplicar una ley de imprenta de 1834 en las actuales circunstancias, ora por el
tiempo, ora por la diversidad de situaciones políticas. La imprenta de hoy no es
la imprenta de entonces». Y añadía: «A tanto equivale que la censura retire un
artículo y quiera que el público lo ignore. ¿Por qué? Si procede con justicia ¿para
qué la ocultación? El misterio es protector de las ilegalidades».
El Autonomista Español fue siete veces amonestado desde finales de
abril de 1879 por el oficial de censura Gervacio Casañas «por desobedien-
cia a los preceptos legales». Su director, Luis Ricardo Fors, manifestó que
se veía obligado a infringirlos «para defenderse y sincerarse de los insultos
groseros y personales recibidos del periódico La Voz de Cuba». Las polémi-
cas fueron tan encendidas entre estos dos periódicos que obligaron a la cen-
sura a servir de mediadora en nombre «de la ética». La censura se manifestó
contraria a dirimir las cuestiones personales a través de los medios.
La Voz de Cuba acusaba a la censura de tolerar la prensa liberal. Fue
multado en dos ocasiones por sustituir con líneas de puntos los espacios en
blanco que debían ocupar las palabras o frases suprimidas por el censor,
variar otras y sustituirlas por las suprimidas.
Entre los periódicos liberales más destacados estaban El Triunfo —tres
infracciones desde julio de 1878 hasta igual fecha del año siguiente—, La Li-
bertad, La Democracia, La Discusión —con cuatro infracciones entre mayo
y julio de 1879—, El Progreso, de Guanabacoa, El Diario de Matanzas, El
Progreso de Cárdenas, La Luz de Sagua la Grande, El Eco de Las Villas, La
Aurora de Cienfuegos, La Luz de Puerto Príncipe. La Revista Económica
también fue multada en 1879.
Los censores usaban el lápiz rojo para eliminar menciones y calificativos
usados por la prensa para referirse a determinadas personalidades de la
vida política, militar o social. En las disputas entre periódicos no permitían
se mencionara directamente a los articulistas o directores. Exigían la utili-
zación del nombre del periódico.
Los censores eran unos «oficialitos de causas» capaces de encausar «al pinto
de la paloma» si se le ponía delante. No toleraban que los grupos privilegiados
fueran desacreditados vinculándolos a la corrupción y el juego. Todos los juicios
de valor eran vigilados y solo se toleraban aquellos que no aparecieran como
órdenes o realidades contrapuestos negativamente al criterio oficial.
1879.- Controversias entre Diario de La Marina y La Patria (diario con-
servador, aunque defensor de las reformas), dirigido por Joaquín María
Muzquiz. Cesó de publicarse en diciembre de 1879. Censurado varias veces.
Ejemplo de tachaduras del censor. Periódico La Patria: «No debe olvi-
darse que el orden público en su noción más pura, descansa no en la

92 · JUAN MARRERO
dictadura del poder, sino en el imperio de la ley… Aparece en prueba de
página de la edición del 24 de febrero de 1879. Vemos que se ha declarado en
estado de guerra la provincia oriental; de esta declaración se infiere que las
demás están en paz y en efecto así es, pero para la prensa de Cuba el hecho
es indiferente. En una y otra parte no se imprime más que aquello que la
autoridad cree conveniente abrir a los horizontes de la publicidad. (Todo
lo lo que está en cursivas fue eliminado por el censor, según aparece en una
prueba de página de la edición de La Patria, 25 de septiembre de 1879).
El acoso al diario La Patria entre 1878 y 1879 se desató verdaderamen-
te cuando desafiando a la censura dejó en blanco espacios para llamar la
atención del lector sobre partes censuradas. Nada irritaba más a censores
y fiscales que la publicación de un espacio en blanco o puntos continuados
en el espacio de lo censurado, puesto que veían en ello una falta a su auto-
ridad. Así lo demuestran las palabras del teniente gobernador de Cárdenas
al sancionar al periódico El Progreso de esa región: «El hecho de publicar
en blanco la parte suprimida de un artículo, supone desde luego una des-
deñosa indiferencia a la previa censura demostrando, por otra parte, el
empeño con el autor del escrito pretende alimentar interpretaciones du-
dosas en la opinión…». El Progreso, en esa ocasión, fue multado con cien
pesos oro.
Por mandato de la máxima autoridad del país se abrió un expediente po-
licial contra El Diario de Matanzas, que con una composición poética lla-
mada acrósticas formaba con las iniciales de cada uno de los renglones que
leídas verticalmente formaban una frase indecorosa y malsonante. El 10 de
septiembre de 1880, la gacetilla, censurada por el lápiz rojo, decía así:
Los diputados del Congreso de España se componen de

Mompensieristas
Isabelinos
Esparteristas
Radicales
Demócratas
Absolutistas

Progresistas
Unionistas
Republicanos
Alfonsinos

Este periódico fue multado por el Gobernador General en ciento cincuen-


ta pesos oro por la falta cometida y una amonestación severa al empleado

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 93


que consumó una gacetilla considerada agresiva y de poca gracia. A partir
de ese hecho, Diario de Matanzas fue acosado por la censura local, y el pro-
pio gobernador civil provincial sancionó en diciembre de 1880 con multas
de setenta y cinco y doscientos cincuenta pesos al editor por no presentar a
previa censura artículos sobre materias administrativas y publicar párrafos
tachados por la censura donde se acusaba al alcalde municipal de corrupto,
curandero y bígamo.
Los periódicos, para evitar las sanciones o, al menos, para que fueran
más leves, alegaban frecuentemente que los materiales enjuiciados habían
sido copiados de artículos de publicaciones de Madrid.
La terrible jaula donde estaba atrapado el censor lo hacía creer, como al
fraile del viejo refrán popular, que todos son de su aire y por eso mutilaba
citas que querían decir lo contrario de lo que decían o él entendía.
El censor era un hombre muy comprometido, estricto en el cumplimento
de sus funciones y con un alto sentido de su deber; por lo tanto, la forma-
lidad era una de las características más notables de su personalidad, junto
con la intransigencia, la arrogancia, la valentía y la seguridad arropadas por
la autoridad con la que estaba investido como funcionario de la Secretaría
del Gobierno de la Isla de Cuba o similares provinciales y locales.
El más conocido de los censores del período, Modesto Mañar, respondía
a esa caracterización, y, por ejemplo, un análisis de su grafología confirma
todos los rasgos apuntados, como se puede interpretar de su firma. Otros
censores famosos del siglo xix fueron Ramón Medina Rodríguez (1841),
José Antonio Olañeta (1843), Pedro Fernández de Castro y el eclesiástico
Francisco Hereter. Ellos fueron los principales responsables de, en pala-
bras de Joaquín Llaverías, «la censura —ese azote de la libertad de pensa-
miento, que fue durante el período colonial la peor calamidad que tuvo el
país, dado el proceder arbitrario de los funcionarios que desempeñaron
el cargo de censor regio— en varias ocasiones amenazó a los directores
de la prensa con suspender el periódico, debido las más de las veces a de-
nuncias por artículos en que distintas personas se consideraron vejadas
o injuriadas».
En 1880, el periódico Correspondencia de Cuba presentó el 9 de marzo
a la censura la prueba del artículo titulado «Prensa actual en La Habana»,
donde copiaba del inédito Diccionario enciclopédico cubano, de José de
Jesús Márquez, varios datos sobre publicaciones que existían en La Ha-
bana, entre ellas varias masónicas. Informado de ello el gobernador gene-
ral ordenó instruir un expediente sobre esas publicaciones. Se descubrió
el periódico mensual Verdadera Unión de la Masonería de Colón. Otro
periódico masón El Oriente se descubrió que estaba siendo publicado sin
autorización. Juan Gualberto Gómez —al que llamaron a declarar las auto-

94 · JUAN MARRERO
ridades—, Adolfo Márquez Sterling y otros conocidos periodistas estaban
entre los colaboradores de El Oriente.
Los censores llevaban los libros con recortes de prensa. Meticulosamente
un funcionario organizaba en folios una selección de artículos procedentes
de medios de prensa, algunos incluso marcados en rojo por los bordes, o se-
ñalando algo del contenido. Esta práctica se hizo habitual a partir de 1889,
cuando aparentemente la censura se resquebrajaba. Los artículos identifica-
dos como subversivos eran incluidos en esos libros.
La crítica no agradaba a los gobernantes españoles. Y ello se evidencia
en un hecho en que estuvo implicado Julián del Casal, periodista y poeta,
tras la publicación en La Habana Elegante de un artículo donde se refería al
contrabando existente, a la persecución a la prensa y a los malos consejeros
que tenía el capitán general, a la sazón Sabas Marín y González. También
criticó fuertemente las «vulgares recepciones» en el Palacio de Gobierno.
Tres días después de la publicación de ese artículo, Sabas Marín ordenó se-
cuestrar todos los ejemplares de esa revista, y dispuso la cesantía de Julián
del Casal de un modesto empleo que tenía en Hacienda. De igual modo, el
capitán general planteó que, a partir de aquel momento, cualquier número
de La Habana Elegante solamente podía circular si tenía el cuño del gobier-
no colonial. Así era la censura en aquella sociedad.
Fermín Valdés Domínguez, quien dirigió el diario autonomista El Cuba-
no, fue acusado de injuriar a la máxima autoridad de Puerto Rico, el general
Palacios, en los artículos «La infamia», del 17 de noviembre de 1887, y «De
Puerto Rico», del 29 de diciembre. Valdés Domínguez fue finalmente ab-
suelto e indultado en cada caso.
No solo las acciones de la colonia golpeaban a la prensa autonomista.
También se procedía contra el bando conservador. Así los periódicos El In-
condicional y El Rayo fueron sancionados en varias ocasiones por criterios
considerados excesivos. Controlar los excesos de la prensa y del partido con-
servador fue muy difícil para el propio gobierno colonial. La censura procu-
ró mediar en nombre de ciertos conocimientos, principios éticos y normas
jurídicas. Logró con ello acallar algunas voces exaltadas.
Desaparecidos El Triunfo y El Trunco surgió, en su lugar, el periódico El
País, dirigido por Ricardo Del Monte y con igual orientación autonomista.
Destacadas figuras de la intelectualidad cubana escribieron en esos diarios
que han sido considerados como escuelas de políticos y periodistas. Algunas
de esas figuras, como Enrique José Varona, Manuel Sanguily y Rafael María
Merchán, que tras la Guerra de los Diez Años se encubrieron en las banderas
del autonomismo, volverían años después a proclamarse a favor de la causa
de la independencia, que no dejó de estar jamás en sus corazones, y serían
firmes colaboradores de José Martí.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 95


Sanguily fue un convencido antimperialista. En cierta ocasión la Univer-
sidad de Kansas le pidió una opinión sobre los proyectos que se emprendían
en Estados Unidos para anexarse a Cuba, y respondió con dignidad: «La
anexión a Cuba es un gesto imperialista y el imperialismo no es más que una
forma vergonzante del antiguo espíritu de conquista…».
El País existió hasta el 31 de diciembre de 1898, último día de la domina-
ción española en Cuba. Entonces pasó a llamarse El Nuevo País.
En Santiago de Cuba se publicó un periódico con el nombre de El Triunfo,
con similar programa al que tuvo el de La Habana. Eduardo Yero Buduén
lo dirigió hasta 1895, cuando se vio obligado a emigrar a Estados Unidos,
luego de arrestos y procesos judiciales contra él. Lo que determinó su expul-
sión de Cuba fue un editorial titulado «El dilema», publicado en el referido
El Triunfo en 1895. «La historia es inexorable —escribió Yero—, aquello que
no puede resolverse por medio de la discusión, tarde o temprano ha de re-
solverse por las armas… Ciertos excesos colman la medida, exasperan los
ánimos, oscurecen el juicio más sereno, hacen que los arrebatos de la pasión
sustituyan a los movimientos reflexivos, y por esos caminos, hay que decirlo
con toda claridad, se marcha a la revolución». Yero Buduén terminó en el
campo del separatismo, y dirigió en los años de su etapa final el periódico
Patria, fundado por Martí.
En La Habana comenzó a editarse un periódico identificado como La Pro-
testa a partir de 1893, donde un periodista camagüeyano Rafael Usatorres
Perdomo fue ejemplo de valentía y amor a la patria. Sus artículos, publi-
cados en vísperas de la revolución de 1895, lo llevaron a distintos procesos
judiciales y a cumplir penas de prisión. El 3 de abril de 1895 fue sancionado
a seis meses y un día de prisión por el artículo «Dominación no, indepen-
dencia». Leamos fragmentos de ese interesante y patriótico artículo:
«¿Qué no queremos ser españoles? Eso ni es verdad ni deja de serlo. No
es verdad, porque hablando en términos generales, lo que no quieren los
cubanos es ser de nadie, sino únicamente suyos, es decir, pertenecer a un
pueblo libre, independiente, soberano… Lo que no quieren mis compatrio-
tas es estar sujetos a dominación de ninguna clase, importándoles poco que
esa dominación la ejerza España, Francia, los Estados Unidos u otra nación
cualquiera, llámese Monarquía, República o Imperio. Es decir que miente
quién diga que los cubanos son antiespañoles o lo que es lo mismo enemi-
gos de éstos… Contra los españoles nada. Contra España retrógrada, todo;
porque ella es nuestra dominadora implacable, la causa de nuestra ruina, de
nuestra miseria, de nuestras desdichas…».
La última condena que sufrió esta valiente pluma aconteció en 1896: le
impusieron seis años de presidio para evitar que su firma, de un valor a toda
prueba, volviese a salir en la prensa de aquellos años.

96 · JUAN MARRERO
Juan Gualberto Gómez, grande de verdad

Un extraordinario político y periodista como Juan Gualberto Gómez tie-


ne un sitial obtenido por derecho propio en el recuento de los años previos y
posteriores al Pacto del Zanjón.
La vida periodística de este mulato matancero se inicia en Francia, adon-
de había sido enviado por su padre para que aprendiese el oficio de carpinte-
ro de coches. «Hijo, quiero y a Dios ruego que cuando regreses seas un buen
carruajero», le dijo el padre cuando lo despidió en el puerto de La Habana.
Entonces, Juan Gualberto tenía solo 15 años de edad.
En 1875, los padres lo conminan a retornar a Cuba, pues no pueden se-
guir costeando su estancia en París. Pero no regresa. Se asegura su sustento
como periodista, «oficio penoso que desde entonces ha sido mi sustento y mi
arma de combate…», según escribe en una carta a su amigo haitiano Fran-
cois Saint Sauvin Manigat.
Comienza como corrector o buscando noticias en la Revue et Gazette des
Theatres de París. Su primer artículo en esa publicación lo firma «Gómez y
Ferrer». Tras el éxito alcanzado en esa publicación lo nombran corresponsal
en la capital francesa del diario Le Petit Journal Suisse, de Ginebra, Suiza,
y también Bien Público y Le Foyer, de Leja, Bélgica. Pero, según Juan Gual-
berto, el diario de verdadera importancia en cuya redacción hizo su apren-
dizaje como periodista fue en L’Opinion Nationale. Escribe reportajes y
comentarios de actualidad. El «bichito» del periodismo lo gana para siem-
pre. Con el tiempo, en Cuba tendría sus periódicos —La Fraternidad (1879)
y La Igualdad (1892)— y colaborará dondequiera que encuentre espacios
para hacerlo, incluso en los principales periódicos que se editaban en Cuba,
entre ellos La Discusión y La Lucha.
El periodista e investigador Ciro Bianchi ha señalado que Juan Gualber-
to escribió mucho, tanto que parece que apenas dejó transcurrir un día sin
llenar una cuartilla en blanco, y recordó una anécdota que retrata al mulato
matancero. En una de las ocasiones en que estuvo preso en el Castillo del
Morro, Juan Gualberto escribe a un amigo y no le pide medicinas o alimen-
tos para enfrentar las privaciones de la cárcel, sino diez centavos para com-
prar papel, pues no tenía ni una sola hoja para el artículo del día siguiente.
Casi siete años ejerció Juan Gualberto Gómez el periodismo en Espa-
ña. Ocupó responsabilidades de dirección en El Abolicionista, dirigido por
Rafael María de Labra, quien fuese su amigo y protector, y en La Tribuna,
este último diario fundado para propagar y defender las doctrinas libera-
les y las reformas coloniales. Fue también editorialista y cronista parla-
mentario en los periódicos El Progreso y El Pueblo. En esos años (1882-
1889) asistió diariamente al Congreso de los Diputados de Madrid, lo que le

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 97


permitió establecer relaciones y amistad con influyentes figuras de la política
española y conocer de primera mano la compleja política de la metrópoli. Ja-
más, pese a que obtuvo la ciudadanía española, dejó de proclamar sus sentimien-
tos, como tampoco ocultar su posición favorable a la independencia de Cuba.
En agosto de 1990, tras su regreso a Cuba luego de diez años de des-
tierro, vuelve a editar La Fraternidad, en cuyo primer número, bajo su fir-
ma, señala su propósito de servir a «la libertad política de mi patria» en una
época en que «las relaciones de la Colonia con la Metrópoli son cada día más
tirantes, más duras y llenas de mutuas desconfianzas, las de gobernantes y
gobernados». Y hace fe de su vocación independentista cuando escribe: «Im-
berbe aún, al abandonar los bancos del colegio, inicié mis trabajos periodís-
ticos defendiendo los principios de la Revolución de Yara. Ni las vicisitudes
de mi existencia, ni el andar de los años, ni los cambios operados en este
país, han logrado modificar mi manera de sentir lo bastante para que mi
juicio se rectificara. Bien al contrario, los estudios del hombre han venido a
robustecer los sentimientos del adolescente y las convicciones del joven…».
Así, de manera tan talentosa y valiente, se expresa públicamente Juan
Gualberto Gómez en el primer número de La Fraternidad, sin temor algu-
no a la censura de las autoridades españolas ni a sufrir suspensión, multas,
prisión o un nuevo destierro.
El fracaso de la Guerra Chiquita y de algunas expediciones lo lleva, ade-
más, a descubrir que era indispensable volver a despertar dentro del país el
sentimiento separatista antes de organizar las fuerzas revolucionarias. En
esa empresa patriótica se consagró al regresar a Cuba. Propagar las ideas
separatistas de modo legal se convirtió en una obsesión para él.
Y es así que en el propio periódico La Fraternidad, el 23 de septiembre
de 1890, publica el artículo «Por qué somos separatistas», en el cual explica
que no porque somos separatistas odiamos a España. El propósito delibera-
do de este artículo, y su esencia, es plantear el problema de la legalidad de la
propaganda separatista en Cuba, basándose en que «en España los republi-
canos habían obtenido del Tribunal Supremo una sentencia que declaraba
lícita la propaganda de la idea republicana o de la idea carlista…».
Antes de escribir su artículo, Juan Gualberto hizo distintas consultas a
destacados juristas y pensadores españoles, entre ellos al ilustre maestro
Rafael María de Labra. Todos coincidieron en que los conceptos manejados
por el periodista cubano eran irrebatibles.
Ese trabajo tuvo mucha repercusión y consecuencias. Años después, Juan
Gualberto, en una conferencia, contó lo acontecido:

El artículo fue denunciado por el Fiscal, me procesaron y me reduje-


ron a prisión, negándome la libertad bajo fianza. Estuve así como ocho

98 · JUAN MARRERO
meses en la cárcel de esta ciudad (La Habana), defendido con gran
brillantez por el entonces muy joven abogado, doctor José Antonio
González Lanuza, el tribunal se vio en grave aprieto. En realidad, no-
sotros tuvimos noticias confidenciales de que no se dictó la absolu-
ción porque la Audiencia de La Habana entendió que debía dejarse al
Tribunal Supremo de España resolver semejante punto; y como absol-
viéndome, que era lo que creía procedente la misma Audiencia, el asunto
no iría al Supremo, se decidió condenarme, pero se dictó una sentencia
tan desprovista de sólidos argumentos jurídicos, que todos los que la
examinaron, entendieron que sería casada por el Tribunal Supremo.
Y tan lo entendía así el propio Tribunal, que hizo esto: mientras yo no
era más que un acusado, se me negó la excarcelación bajo fianza, y
tan pronto como se me condenó a varios años de cárcel, al conocerse
mi apelación ante el Tribunal Supremo, se me concedió la excarcela-
ción; así es que esperé en libertad la resolución del recurso estable-
cido. Llegó la sentencia de Madrid; don Rafael María de Labra, que
no era separatista, generosamente se encargó de mi defensa, y obtu-
vo que el Tribunal Supremo de España declarara que la propaganda
separatista era lícita, que lo que no era lícito era procurar obtener la
separación por medio de la violencia o la fuerza.

Con este trabajo Juan Gualberto Gómez puso de manifiesto su talento


político al combinar adecuadamente la táctica y la estrategia. Como resul-
tado de esa decisión del Tribunal Supremo de España, y al amparo de ella,
surgieron periódicos y voces separatistas en toda la Isla. En esta época nace
en Guantánamo el periódico La Vanguardia, fundado por Rafael Gutiérrez
Fernández, que algunos consideran el primero en la región de Oriente de
franca tendencia separatista.
De tal manera se complementaba lo que hacía José Martí en la emigra-
ción: sumar fuerzas para la independencia.
El éxito alcanzado por Juan Gualberto Gómez fue tal que el general Ca-
lixto García le escribió una carta donde le decía: «Es usted el único cuba-
no que ha tenido el valor suficiente para sostener sus ideas en la prensa en
Cuba, y creo que se necesita más valor para lo que usted ha hecho que para
luchar en el campo», y José Martí lo felicitó, de modo discreto, ya que lo te-
nía en mente para futuros empeños, diciéndole que había seguido con sim-
patías sus campañas de La Fraternidad.
El tema de la situación de la población negra cubana, el reclamo de los
ideales de justicia, cultura, engrandecimiento y libertad estuvo presente con
frecuencia en La Fraternidad, y también en La Igualdad, otro periódico
fundado por Juan Gualberto en 1892. Con serenidad y argumentos abordó

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 99


siempre esta delicada cuestión. Proclamó: «Vamos en busca de la igualdad.
Blancos, negros y mulatos, todos son iguales para nosotros: y nuestra aspi-
ración consiste en que todos así lo sientan…».
En este punto, hubo también una profunda identificación entre Juan
Gualberto y Martí, quien expresase que «cubano es más que negro, más que
blanco».
La Igualdad fue, en plena colonia, órgano oficioso del Partido Revolucio-
nario Cubano. En sus páginas se publicó por primera y única vez durante
la dominación española un retrato y una semblanza de Martí escrita por el
propio Juan Gualberto.
En sus escritos en el periódico Patria y en su correspondencia Martí no
oculta su admiración, respeto y consideración por Juan Gualberto Gómez.
Lo llamó «mi hermano querido», «mi hermano mulato», «mi orgullo», «el
noble Juan Gualberto», le expresó «me siento tan ligado a usted», y todo ello
conceptualizado en estas hermosas palabras: «El quiere a Cuba con aquel
amor de vida y muerte, y aquella chispa heroica con que la ha de amar en
estos días de prueba quien la ame de veras. El tiene el tesón del periodista,
la energía del organizador y la visión distante del hombre de Estado».
Como periodista Juan Gualberto Gómez fue un ejemplo para las futuras
generaciones, no solo porque fue un autodidacta de saber enciclopédico o
porque escribía con extraordinaria fluidez y poseía un dominio estructural
de la prosa periodística, o porque era un polemista sobresaliente, sino por-
que todo lo que hizo conllevaba una responsabilidad social y ética.
Martí le dio a Juan Gualberto la tarea de organizar dentro de Cuba la
Guerra Necesaria. Se ganó el derecho de ser el representante del Partido
Revolucionario Cubano en la Isla. Se convirtió en el puente natural entre
Martí y los conspiradores dentro de Cuba. Tan gigantesca responsabilidad
revolucionaria no lo alejó jamás del periodismo y de pensar, a cada minuto,
como periodista, porque lo consideraba componente esencial de la batalla
revolucionaria. Una confesión de Juan Gualberto hecha en 1913 lo eviden-
cia. Al finalizar una conferencia le preguntaron si él, mientras andaba en
los preparativos de la revolución, pensó en que iba a tener una muy sobre-
saliente participación en la Revolución de 1895, y respondió: «Yo creía ser
un conspirador como los demás, pura y exclusivamente; más aún, creí que
iba a desempeñar un papel subalterno. Yo ambicionaba ser el periodista del
Partido, nada más, el que con la pluma defendiera las ideas que nos eran
comunes…».
Su obra periodística posterior, luego de que en 1898 abandonó las cár-
celes españolas, fue tan valiosa como la mencionada, en particular lo que
escribió en contra de la intervención militar norteamericana y la imposición
de la Enmienda Platt como apéndice a la Constitución cubana de 1901. Sus

100 · JUAN MARRERO


ideas fueron expuestas tanto en los periódicos La Discusión y Patria como
en documentos presentados a las asambleas de representantes y la conven-
ción constituyente, y también en cartas dirigidas a diferentes figuras que
participaron en la guerra de independencia.
El 26 de marzo de 1898 Juan Gualberto salió de España, de incógnito.
Entró en Francia. Y entonces escribió a don Tomás Estrada Palma: «¡Es-
paña no puede más! Yo traigo la impresión directa y fresca, de que allí está
todo agotado; recursos materiales, entusiasmo y fuerza moral. La pérdida
de Cuba está descontada… ¡Por todos los santos del cielo! No cedan ustedes
un palmo de terreno; no desmayen ni se dejen seducir por nadie: la inde-
pendencia completa, absoluta e inmediata; fuera de esa solución no acepten
ninguna otra… No hagamos bancarrota a la hora del triunfo. Por nuestros
muertos y por nuestros hijos, perseveremos».
Irónicamente, el receptor de esa carta fue quien estimuló la intervención
militar norteamericana en Cuba y, después, se convirtió en el político de los
americanos en Cuba para impedir la independencia y el ejercicio de la sobe-
ranía en el territorio nacional.
Al volver a Cuba, Juan Gualberto Gómez fue de los que perseveró. Consi-
deró totalmente inaceptables tres artículos de la Enmienda Platt: el derecho
de intervención de Estados Unidos en Cuba, la omisión de Isla de Pinos de
los límites de Cuba y la venta o arriendo de tierras para establecer bases na-
vales o carboneras. Juan Gualberto Gómez fue uno de los ocho delegados de
la Convención que votaron en contra de la Enmienda Platt.
El gobernador militar norteamericano Leonardo Wood intentó comprar-
lo. Le ofreció para acallarlo la dirección del Archivo Nacional, puesto ju-
gosamente remunerado entonces. Rechazó tal ofrecimiento. Días después
viajó a Santiago de Cuba, y allí dos combatientes de la independencia le pre-
guntaron por qué había rehusado el puesto en el Archivo, y Juan Gualberto
les dijo: «Porque yo, vate, no me dejo archivar». Otro digno gesto suyo en
aquellos días fue renunciar al importante cargo de jefe de Redacción del pe-
riódico La Discusión, porque sus dueños determinaron dejar de combatir la
Enmienda Platt.
Los ataques e insultos de los imperialistas contra él y los demás constitu-
yentes que defendieron la independencia absoluta de Cuba no se hicieron es-
perar. El gobernador militar Leonardo Wood escribió al presidente Teodoro
Roosevelt: «Hay unos ocho, de los 31 miembros de la Convención que están
en contra de la aceptación de la Enmienda. Son los degenerados de la Con-
vención, dirigido por un negrito de nombre Juan Gualberto Gómez, hombre
de hedionda reputación así en lo moral como en lo político».
Wood tachó después la palabra «degenerados» y la sustituyó por «agi-
tadores» en el documento que se guarda en la Biblioteca del Congreso de

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 101


Estados Unidos. Pero dejó en pie la vil calumnia contra el más denodado
defensor de la independencia de Cuba en la Convención.
Desde entonces, con tales groseros ataques e insultos, el Imperio ha
intentado desprestigiar a los que se han opuesto y oponen firmemente a sus
apetitos de conquista, anexión, dominio e imposiciones militares, económi-
cas, culturales y políticas.

La fotografía en la colonia

El año 1883 marca un acontecimiento importante: la publicación de la


primera fotografía en Cuba. Hasta entonces lo que la tecnología permitía
era reproducir los dibujos o apuntes de una foto. El Museo, un semanario
ilustrado de literatura, arte, ciencias y conocimientos generales, dirigido por
Juan Ignacio de Armas, publicó esa primera foto, realizada en un estudio, y
que captó a Nicolás Azcárate, abogado y periodista que era considerado «un
buen autonomista español». Azcárate fue creador de la Asociación de Escri-
tores y Artistas cubanos.
Desde un año antes, como expresión de que el arte fotográfico se había
convertido en un asunto de mucho interés para un considerable número de
cubanos, aparece en La Habana la revista El Boletín Fotográfico, dirigida por
J. S. López, quien administraba un llamado «depósito de efectos fotográficos».
Estuvo saliendo una vez al mes y hasta 1889, y abordaba exclusivamente cues-
tiones técnicas sobre la fotografía, entre ellas la acción de la luz, los procedi-
mientos químicos del revelado, las planchas secas de gelatina, etc. El Boletín
Fotográfico publicó fotos de paisajes de La Habana, de estatuas y de familias
habaneras. Tenía un sistema de suscripciones y una tarifa para el cobro de los
anuncios comerciales. Otro director de Boletín… fue Enrique A. Lucerf, quien
también editó, en esa década, otras publicaciones en La Habana, entre ellas El
Boletín Oficial del Supremo Consejo de Colón y Cuba Musical.
Ahora bien, los antecedentes de la fotografía en Cuba hay que buscarlos
muchas décadas atrás. Una seria investigación de Rufino del Valle y Ramón
Cabrales sobre los orígenes de la fotografía en Cuba, publicada por la revista
Opus Habana, expone esos antecedentes desde que el daguerrotipo, inven-
tado por el francés Daguerre para lograr la sensibilidad de las placas foto-
gráficas, llegó a Cuba. Reproduzco una selección de algunos interesantes
aspectos históricos de tal investigación:

La constancia sobre la introducción de una cámara fotográfica —así


como de la obtención del primer daguerrotipo— en Cuba se tiene gra-

102 · JUAN MARRERO


cias a un artículo publicado en El Noticioso y Lucero (5 de abril
de 1840), en el que se refiere cómo ese invento había llegado desde
París a manos del joven ilustrado Pedro Téllez Girón, hijo del enton-
ces capitán general de la Isla. Téllez logró copiar por medio del da-
guerrotipo la vista de una parte de la Plaza de Armas.
Más adelante, Federico Mialhe importó también una cámara de da-
guerrotipo con la intención de captar paisajes cubanos, copiarlos des-
pués sobre las piedras litográficas e imprimir cientos de copias con fi-
delidad. Convencido de que ningún otro artista estaba interesado en
el invento, experimentó y estudió con paciencia científica cada detalle
del procedimiento antes de solicitar del Cabildo un privilegio exclusivo
para su uso.
Una idea semejante abrigaba George Washington Halsey, quien se
había marchado a Estados Unidos tras haber ejercido tres años como
profesor de caligrafía y dibujo en La Habana. Llegó a Nueva York en ple-
no furor de las miniaturas daguerrianas, y allí comprobó los adelantos
que aumentaban la sensibilidad de las placas fotográficas. El domingo
3 de enero de 1841, gracias a Halsey, Cuba se convirtió en el segundo país
del mundo y el primero en Hispanoamérica en inaugurar oficialmente el
primer estudio público o comercial de retratos de daguerrotipo.
No sería hasta 1843 que surgiera el primer daguerrotipista cubano:
Esteban de Arteaga, quien estudió en París, y ofertó a la sociedad ha-
banera imágenes coloreadas al daguerrotipo, venta de cámaras y pro-
ductos químicos, así como cursos de cuatro días de este arte.
Hasta mediados de 1850 se utilizó en Cuba el daguerrotipo, cuyo
abaratamiento fue seguido de un nuevo procedimiento conocido
inicialmente como «daguerrotipo sobre papel», pues aún no se ha-
bía popularizado el término «fotografía», acuñado en el mundo cien-
tífico por el físico y químico inglés John Herschel en una conferencia
pronunciada ante la Sociedad Real de Londres, el 14 de marzo de 1839.
El daguerrotipo desapareció tras la invención del colodión, cuando ya
fue posible fijar la foto en papel.
A propósito, el vocablo «fotógrafo» se usó por vez primera en Cuba
en un artículo publicado en la primera plana del Diario de La Habana,
el 29 de junio de 1840, sobre el viaje que realizó el pintor francés Hono-
rato Vernet por tierras egipcias. Muy de tarde en tarde, algún daguerro-
tipista viajero se autotitulaba pintor photografico o photographo, pero
no es hasta 1850 que esa expresión comenzó a usarse corrientemente.
A partir del daguerrotipo, los métodos se multiplicaron en aras de con-
seguir una cada vez mayor sensibilidad de las placas fotográficas u
otras ventajas.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 103


En 1855 fue publicado en la Revista de La Habana el primer ar-
tículo periodístico «dedicado a los fotógrafos de La Habana», con la
firma de José de Jesús Quintiliano García y Valdés, pero no es hasta
1859 que —en el Anuario y directorio de La Habana— aparece una
relación de los retratistas al daguerrotipo. En esa lista encontramos a
Encarnación Iróstegui, la primera mujer fotógrafa cubana.
Esteban Mestre, de origen catalán, estableció su galería fotográfica
en 1851, manteniéndola durante treinta años «con real privilegio», en
O’Reilly número 19 entre Aguiar y Habana, primero, y después en el
número 63 de la misma calle, donde le fuera tomado un retrato al niño
José Martí.
Mestre y el cubano Francisco Serrano fueron los fotógrafos más
destacados de esa época, al iniciar hacia 1857 experimentos con colo-
dión, ambrotipo e impresiones sobre papel.
El catalán no solo realizó retratos, sino que logró reproducir paisa-
jes de la ciudad con un extraordinario control de la luz. Por la amplia
gama de grises, que transmitían una atmósfera romántica, sus fotogra-
fías fueron comparadas con los cuadros del pintor Esteban Chartrand.
Esteban Mestre tomó una de las fotografías más noticiosas de aquella
época: la de la ceremonia de inicio del derrumbe de las murallas que
circundaban la ciudad, celebrada el sábado 8 de agosto de 1863.
Entonces funcionaban más de quince galerías, entre las que cabe men-
cionar las lujosas casas fotográficas de Payne, Cohner, Winters, Fre-
dricks, Molina, Lacroix, Lunar y Herrera.

La seriedad del trabajo investigativo de Rufino y Cabrales incluye la his-


toria de las primeras fotografías realizadas en Cuba con un carácter repor-
teril. Ellos señalan que

Fueron las relacionadas con el inicio de la Guerra de los Diez Años


en 1868, si bien no existe un gran número de ellas dadas las dificul-
tades que entrañaba el tener que preparar las placas (colodión húme-
do) en el mismo instante de hacer las tomas. Ello implicaba el traslado
en carretas del pesado equipo fotográfico hacia el teatro de la guerra,
como lo hicieron Roger Fenton al fotografiar la Guerra de Crimea en
1855, y Matthew B. Brady en la Guerra de Secesión Norteamericana
(1861-1865).
Solo un puñado de fotógrafos españoles autorizados por las auto-
ridades coloniales dejaron testimonio gráfico de aquella contienda,
el cual fue recogido en dos álbumes. Es el caso del Álbum histórico
fotográfico de la Guerra de Cuba desde su principio hasta el Rei-

104 · JUAN MARRERO


nado de Amadeo I, dedicado a los beneméritos cuerpos del Ejército,
Marina y Voluntarios de la Isla, que tiene veinticuatro grandes imá-
genes del fotógrafo gallego Leopoldo Varela y Solís, con textos de Gil
Gelpe Ferro. A este se añade el Álbum de la paz, ocurrencias de la
campaña de Cuba durante el Tratado de Paz, 1878, con diecisiete
fotografías de Elías Ibáñez, quien viajó por los campamentos mam-
bises de Oriente durante los días previos al Pacto del Zanjón.
Los sucesos sangrientos iniciados en el Teatro Villanueva, de La Ha-
bana, el 22 de enero de 1869, cuando más de quinientos voluntarios
arremetieron a tiros contra el público que había asistido al estreno de
la obra El negro bueno, y que continuaron en los días siguientes, y que
provocaron la muerte del fotógrafo norteamericano Cohner porque lle-
vaba una corbata azul, color que utilizaban como símbolo los cubanos
que estaban por la causa independentista. Tal hecho provocó el cierre de
muchas galerías habaneras. Toda esta situación llevó a que el desarrollo
técnico y artístico de la fotografía cubana, que se encontraba a la altura
de Madrid, París y Nueva York, quedase estancado.
El cese de las hostilidades llega con la firma del Pacto del Zanjón,
suceso que quedó registrado mediante la fotografía. En esa instantá-
nea histórica, junto al general en jefe Arsenio Martínez Campos y la co-
mitiva española, aparecen los cubanos Bartolomé Masó, Modesto Díaz
y Ramón Roa, entre otros.
Es en el período de entreguerras que se produce una nueva oleada de
la fotografía en la Isla. Además de las galerías ya conocidas en O’Reilly,
surgen nuevas en las calles Habana, Zulueta, Monte y Dragones.
Uno de los sucesos principales de esta historia lo constituye la creación
del primer taller de fotograbado en Cuba, establecido en 1881 por el por-
tugués Alfredo Pereira y Taveira en la calle Aguacate número 66. En ese
Taller de Fotograbados, Fotocopia y Fotolitografía fueron reproducidas
las ilustraciones del pintor vascongado Víctor Patricio de Landaluce para
el libro Tipos y costumbres de la Isla de Cuba. Además se hicieron casi
todos los fotograbados para las revistas La Habana Elegante y El Fígaro.
Entre las primeras publicaciones periódicas cubanas con servicio
fotográfico sobresalió El Fígaro (1885-1929), en la que se reportó con
gran despliegue de imágenes la visita de la Infanta Eulalia de Borbón a
La Habana en 1892, ente otros hechos relevantes. Los fotorreporteros
exclusivos de esa revista fueron José Gómez de la Carrera —hasta
1902—, y más tarde Rafael Blanco Santa Coloma. Al primero de ellos
se deben importantes reportajes gráficos de la Guerra de Indepen-
dencia Cubana (1895-1898). Gómez de la Carrera, quien logró traba-
jar como corresponsal de guerra tanto junto al ejército colonial español

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 105


como al Ejército Libertador, publicó la iconografía más importante de
esa guerra. De la Carrera, de origen español y que tenía la ciudadanía
norteamericana, había sido fotógrafo comercial en Cuba hasta 1890,
en que comenzó a trabajar para El Fígaro, La Lucha y La Discusión.
Otros fotógrafos que cubrieron esa contienda para El Fígaro fueron:
Desquirón, Gregorio Casañas, Mestre, Elías Ibáñez, Ramón Carreras,
Juan Pérez Argení, Miguel Reyna, Luis V. López, Trelles y el estudio de
Otero y Colominas.
Por lo general, las fotografías tomadas en el teatro de la guerra eran
apacibles y posadas, no solo por las propias limitaciones de la técnica,
sino porque existía preferencia por los retratos personales o de grupos
militares, así como por el paisajismo.
Más elocuentes son las imágenes que ofrecen testimonio de la Recon-
centración, medida decretada en 1896 por el capitán general Valeriano
Weyler para evitar que las tropas mambisas recibieran apoyo del campe-
sinado. La cruel realidad de esa situación de sometimiento y exterminio
—que provocó más de doscientos mil muertos—, quedó recogida por los
fotógrafos Pedro J. Pérez, Joaquín López de Quintana, Gregorio Casañas,
Trelles, Sánchez Capiró y el estudio de Otero y Colominas.
No escapó del fotoperiodismo el acontecimiento que dio un vuel-
co al rumbo de la guerra: la explosión del crucero Maine en la bahía
habanera, el 15 de febrero de 1898, convertida en pretexto para la in-
tervención norteamericana. Tanto el suceso en sí como el entierro de
las víctimas fueron captados por José Gómez de la Carrera, quien fue
—además— el fotógrafo oficial de la comisión que investigó el hundi-
miento del buque estadounidense. También lograron imágenes el fotó-
grafo Amado Maestri y la Agencia American Photo Studio.

La introducción de avanzadas innovaciones tecnológicas en los talleres


de La Caricatura, La Discusión y La Lucha, entre otros periódicos, hicie-
ron posible la inserción de la fotografía en estos diarios. Pero, en realidad,
la técnica fotográfica comienza a tomar fuerza en el periodismo cubano a
partir del siglo xx.

Puente para avanzar en la causa independentista

La represión de las autoridades españolas se extendió, en los años poste-


riores al Pacto del Zanjón, de modo particular con aquellos que vieron en la
opción autonomista una manera de empujar la causa independentista.

106 · JUAN MARRERO


Tal es el caso, por ejemplo, del catalán José Miró Argenter, quien llegó a
Cuba en 1874 y empieza a ejercer el periodismo, años después, en Santiago
de Cuba, en las páginas del periódico La Nueva Era. Precisamente un artí-
culo suyo de denuncia a los abusos cometidos por un alto funcionario contra
un negro, lo lleva a la cárcel, primero, y al destierro fuera de Santiago de
Cuba después. Se estableció en Holguín, donde poco después asume la di-
rección del periódico La Doctrina, que se proclamaba órgano de los autono-
mistas en esa ciudad. Bajo el autonomismo, hizo de esa publicación un arma
para expresar sus ideas independentistas. Miró Argenter criticó con fuerza
en ese periódico al gobierno colonial español por la decisión de expulsar del
país a Antonio Maceo luego de la Protesta de Baraguá. Otra crítica sobre la
actuación del alcalde de Holguín provocó que tuviese un duelo con él. Miró
Argenter resultó victorioso al herirlo en un brazo. Debió trasladarse a Man-
zanillo, y allí dirigió el periódico El Liberal.
En la guerra iniciada en 1895 se integró al Ejército Libertador y alcanzó
los grados de general de división. José Martí dijo de Miró Argenter que era
un hombre «de los que, al empuje de la revolución en momentos críticos,
unen la grandeza que jamás pone precio a su servicio».
Terminada la guerra, este catalán dirigió el periódico La Democracia, y
fue redactor de El Cubano Libre, desde cuyas páginas arremetió contra la
intervención militar norteamericana. Es autor de varios libros, entre ellos
Crónicas de la guerra, sobre la invasión realizada por Antonio Maceo, del
cual fue uno de sus principales ayudantes.

Fray Candil

Otra figura que tuvo estrechos vínculos con el autonomismo fue Emilio
Bobadilla, quien en 1883 comenzó a firmar sus trabajos con el seudónimo
de Fray Candil. Escribió para los periódicos El Carnaval y La Habana
Cómica, que fueron portavoces de las posiciones defendidas por el Par-
tido Liberal Autonomista. En una ocasión, la censura colonial le tachó el
siguiente bocadillo: «Las familias, como los pueblos, se regeneran; y des-
echan el régimen que creen contrario a su honor y prosperidad, buscan
violenta o legalmente, otro que las nivele a la altura de los demás pueblos».
Se considera que tal pensamiento, unido a la arbitraria acción de las auto-
ridades españolas, determinó que Fray Candil terminase en el bando del
separatismo.
Fray Candil tuvo una vida polémica y no suficientemente conocida. Unos
lo admiraron, otros lo repudiaron. Para el investigador Dino A. Allende

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 107


González, especialista de la Biblioteca Nacional, su trayectoria intelectual,
que abarcó el último cuarto del siglo xix y el primer cuarto del siglo xx, no
ha sido suficientemente estudiada. Polémico y desconocido, así caracterizó
a este personaje que nació en Cárdenas el 24 de julio de 1862, y que procedía
de una familia con recursos y vínculos con los círculos económicos, políticos
y culturales de esa ciudad del norte de Matanzas.
Emilio Bobadilla vivió en Cárdenas hasta luego de iniciada la Guerra de
Independencia, pues al ser descubierto su padre en actividades conspirati-
vas debió junto a la familia salir del país. Tras permanecer en el extranjero,
Bobadilla regresó a Cuba y matriculó en la Universidad de La Habana la
carrera de Derecho (1877). Cuatro años más tarde logró publicar su primer
libro de epigramas, titulado Sal y pimienta, con el seudónimo de Dagoberto
Mármara, a la vez que escribió obras de teatro. Desde 1883 colabora con dis-
tintas publicaciones y comienza a firmar sus trabajos como Fray Candil. En
la etapa previa al inicio de la guerra de 1895 va a España y Francia.
Desde París colaboró con la causa independentista cubana aportando re-
cursos económicos, y a principios de 1896, cuando los emigrados revolucio-
narios establecidos en la capital francesa comenzaron a imprimir el sema-
nario bilingüe La República Cubana, se convirtió en uno de los más activos
colaboradores de la edición en español. Tuvo vínculos en la capital francesa
con Ramón Emeterio Betances, que representaba al Partido Revolucionario
Cubano.
La estancia de Bobadilla en París se prolongó, casi sin interrupción, por
más de dos años, pues en septiembre de 1897 partió rumbo a Centro y Su-
ramérica, con escala en Nueva York. Llevaba una carta de Betances que lo
presentaba ante el delegado del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Es-
trada Palma, y en esa ocasión rechazó las ofertas de los sectores proespa-
ñoles en Estados Unidos, que le propusieron colaborar con el periódico
integrista Las Novedades, editado en la urbe neoyorquina.
Al llegar a Colombia y Panamá, comenzó a colaborar en el diario La Es-
trella de Panamá, donde publicó artículos a favor de la independencia de
Cuba, tales como «Weyler íntimo», «Cánovas, estadista de chicha y nabo» y
«El carácter cubano», donde escribió la siguiente valoración:

Pocos pueblos han dado pruebas de heroísmo tan grande como el pue-
blo cubano. Una sola generación se ha sublevado tres veces en el espa-
cio de treinta años, contra la dominación española. El fenómeno me-
rece estudiarse, cuando un pueblo insiste, hay que admitir que debe
serlo. Cada país tiene el gobierno que se merece, se ha dicho, y es ver-
dad. El cubano se niega a seguir bajo el yugo español. No se resigna
mansa y servilmente a llevar una vida de ilota, no quiere seguir arras-

108 · JUAN MARRERO


trando la existencia miserable del siervo. Tiene sobrada personalidad
—digan lo que digan los que no conocen la índole del temperamento
cubano— para regirse por sí mismo.

Por su parte, los círculos favorables a España que residían en Colombia


y Panamá —en aquella época este territorio era una provincia colombiana—
presionaron a las autoridades para impedir que Bobadilla siguiera colabo-
rando con La Estrella e incluso trataron de que fuera expulsado de Colombia
Por otro lado, la prensa colombiana había seguido con atención el caso
y una parte no pequeña de la opinión pública apoyó a Fray Candil, que en
ningún momento dejó de participar en actividades a favor de los cubanos.
Al terminar la guerra de Cuba, Emilio Bobadilla continuó su viaje por
América y en 1900 volvió a Francia. Sin embargo, mantuvo su colaboración
con publicaciones cubanas, principalmente la revista El Fígaro, visitó la Isla
en 1910 y desde 1909 hasta su muerte el 1ro. de enero de 1921, fue cónsul de
Cuba en las ciudades de Bayona y Biarritz.
Concluye el investigador Dino A. Allende su semblanza con esta conclu-
sión: Fray Candil puso, ante todo, su talento a favor de la independencia de
Cuba y siempre se enorgulleció de su condición de cubano.

Periodista millonario

Alguien lo llamó «el periodista millonario». Se trata del catalán Antonio


San Miguel y Segalá, quien efectivamente hizo mucha plata en negocios del
comercio en la Isla, pero que, aparte de ello, era una excelente pluma y tenía
un aguzado olfato periodístico que lo condujo a fundar y dirigir a partir de
1885 el diario La Lucha, el cual tuvo una larga existencia.
San Miguel se formó profesionalmente al lado del periodista y juriscon-
sulto Adolfo Márquez Sterling, fundador en 1878 del periódico La Libertad
y creador de la columna «Actualidades», la cual le dio más de un disgusto y
fue pesadilla de todos los censores. Márquez Sterling fundó, tras el cierre de
La Libertad en 1879, otro importante periódico: La Discusión. Al morir en
1883 en España, su hombre de confianza, San Miguel, asume la dirección de
ese periódico.
Poco tiempo después, La Discusión desaparece, y San Miguel crea de in-
mediato su reemplazante: el periódico El Combate. De 1883 a 1885, cuando
aparece La Lucha, San Miguel publicó los siguientes periódicos: El Tonto, El
Palenque, El Tanto, La Protesta, La Plancha, La Libertad y La Reforma. Es,
sin embargo, La Lucha, nacido el 25 de agosto de 1885, su obra periodística

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 109


más trascendental. Escándalo y valentía fueron las características de este
diario político. Puede decirse que fue La Lucha terreno abonado para las
más grandes reformas del periodismo cubano y que fue el primero que ensa-
yó en Cuba los adelantos de la imprenta, en particular introdujo la primera
máquina rotativa. Se considera que ese periódico dio comienzo a la fabrica-
ción del periodismo moderno, en todos los sentidos.
Ya en 1894 La Lucha era vanguardia en Cuba del periódico al estilo esta-
dounidense. San Miguel tenía cultura suficiente para redactar el periódico
y le sobró el talento para dirigirlo, y saber escoger a los hombres que fueron
sus colaboradores. Las mejores, las más valiosas y prestigiosas firmas de
Cuba, esmaltaron las columnas de La Lucha.
Figuras como Juan Gualberto Gómez, Manuel Márquez Sterling, Gastón
Mora, Aniceto Valdivia, Eduardo Varela Zequeira, Alfredo Martín Morales,
Luis Carbó Carmenatti y José de Armas y Céspedes integraron la nómina
periodística o fueron colaboradores de La Lucha. Eso dio a ese periódico
un perfil editorial que lo hizo acreedor de amplia aceptación entre amplios
sectores de la población cubana. Se dice, por ejemplo, que fue periódico pre-
ferido por el generalísimo Máximo Gómez.
A San Miguel, por eso, en los tiempos de la colonia española, se le apre-
ciaba, pues teniendo entre sus columnistas o corresponsales a cubanos que
estaban por la causa separatista, hacía presente su solidaridad y simpatía
con ella. Mientras Cuba fue de España mantuvo ideas liberales, casi republi-
canas, pero después, en el siglo xx, se convirtió en reaccionario y defendió
las ideas más conservadoras.
Llegó a Cuba, como tantos otros españoles, sin una peseta en los bolsi-
llos. Al morir dejó entre ocho y diez millones de pesos (dólares).
El afán de obtener mayores ganancias llevó a La Lucha en algunas de sus
etapas a practicar un periodismo sensacionalista, como cuando propició la
divulgación de las calumnias del general Enrique Collazo y Tejada contra
José Martí y la obra que emprendía en 1892 con la fundación del Partido
Revolucionario Cubano para unir fuerzas para el reinicio de la guerra de
independencia. O como la actitud inconsecuente que adoptó ese periódico
años después cuando se habló de haber llegado a algunos tratos con el san-
guinario Valeriano Weyler.

Prensa obrera cubana

La prensa obrera llena un pequeño, pero glorioso capítulo dentro de la


historia general del periodismo en Cuba, en razón de que recogía —en ma-

110 · JUAN MARRERO


yor o menos grado, es decir, con matices varios— las aspiraciones de justicia
social de los trabajadores, una fuerza aún incipiente en la segunda mitad del
siglo xix, cuando aparecen las primeras publicaciones de esa clase social.
Anteriormente hicimos referencia al nacimiento del periódico semanal
La Aurora el 22 de octubre de 1865, en La Habana, pionero de la prensa
obrera cubana. Ese honor histórico correspondió a los tabaqueros y, en par-
ticular, al joven de origen español Saturnino Martínez, reconocido como el
primer luchador por la organización y el mejoramiento de los trabajadores
en Cuba, y al escritor Manuel Sellén.
La Aurora fue un periódico de ocho páginas, de ocho por once centíme-
tros cada una, que se propuso ilustrar en todo lo posible a los trabajadores.
Surgió en momentos en que la principal y prevaleciente motivación ideo-
lógica de los cubanos que aspiraban a mejorar la Isla era el reformismo, la
esperanza de que por vía pacífica conseguirían las aspiraciones del pueblo
cubano de zafarse del yugo colonial español. El historiador José Antonio
Portuondo, en su libro La Aurora define la proyección de ese periódico con
estas palabras: «No se presenta en son de guerra, sino con marcado afán
colaboracionista con las demás clases sociales». Sin embargo, las ideas pro-
gresistas que mostraban algunos trabajos de ese primer periódico obrero
cubano molestaban por entonces al Diario de la Marina y a otras publica-
ciones y elementos reaccionarios y ultraespañolistas.
Durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878) se opacó totalmente el
recién nacido movimiento obrero en Cuba y, en consecuencia, no existió
clima adecuado para una prensa obrera. Hubo algunas publicaciones de
tal corte, pero sin gran influencia, entre ellas La Razón (1870-1871) y La
Unión (1871-1874), que tuvieron a Saturnino Martínez como su inspirador.
Esas publicaciones, en realidad, se caracterizaron más por su propaganda
a favor del Partido Liberal autonomista que por su defensa del incipiente
movimiento obrero.
Tras el Pacto del Zanjón es que comienzan a organizarse gremialmente
trabajadores de algunos sectores, aunque los tabaqueros continuaban sien-
do los más activos. Es entonces que aparecen algunas publicaciones obreras
que son expresión de diversas corrientes ideológicas, entre ellas el cooperati-
vismo y el anarquismo. Ven la luz en La Habana, por ejemplo, Boletín Tipó-
grafo (1878), mensual, como órgano de los operarios de imprenta y de talleres
de periódicos, de tendencia reformista; El Artesano (1885), anarquista, como
órgano del Círculo de Trabajadores de La Habana; y en Cienfuegos se publica
El Obrero (1884), anarquista, dirigido por Pablo R. Rosseau. También en
Santiago de las Vegas, San Antonio de los Baños, Manzanillo, Sagua la Gran-
de y otras ciudades del país aparecieron periódicos dirigidos a los obreros.
En esta década entraba al país, en cantidades considerables, el semanario

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 111


español La Tramontana, el cual propagó entre los obreros cubanos la ideo-
logía anarquista.
Ahora bien, el lugar cimero entre las publicaciones obreras de esa época
lo ocupa El Productor, publicado a partir de 1887 gracias al aporte económi-
co y estímulo de Enrique Roig San Martín, industrial panadero que estaba
muy ligado al combativo Círculo de Trabajadores.
Roig San Martín nació en La Habana el 5 de noviembre de 1843. Hijo de
un matrimonio de padre cubano y madre mexicana. En 1880 abandonó su
trabajo en un ingenio y se consagró como tabaquero. Por esta época sim-
patizó con los autonomistas hasta que alrededor de 1882 llegaron a él las
predicas anarquistas y se sumó a ellas. Fue colaborador de los periódicos El
Obrero, de La Habana, y del Boletín del Gremio de Obreros, órgano oficial
del Gremio de Tabaqueros. Estuvo igualmente vinculado al periódico El Cu-
bano, dirigido por Fermín Valdés Domínguez.
Desde las páginas de El Productor, Roig libró incontables batallas por
la unidad y la organización de los trabajadores, por el mejoramiento de sus
condiciones de vida, por su derecho a huelga y la lucha contra la opresión, y
la explotación y por la formación de una conciencia internacionalista.
Por esas razones, la Junta Central de Artesanos de La Habana acordó en
marzo de 1888 nombrar a El Productor como su órgano oficial.
Al mismo tiempo que daba su valioso aporte a la formación de una con-
ciencia de clase entre los obreros, Roig propagó también desde su periódico
concepciones falsas, producto de las confusiones y limitaciones de su credo
anarquista: el apolitícismo, el nihilismo nacional y la negación absoluta de
la necesidad del Estado. Sin embargo, propagó y comentó con mucha simpa-
tía textos de Marx y Engels.
Roig fue uno de los primeros cubanos en protestar por los sucesos de
Chicago ocurridos el Primero de Mayo de 1889. Ese mismo año apareció su
artículo «¡O pan o plomo!», que define sus ideas socialistas, y como conse-
cuencia le cuesta la cárcel. Enfermó de diabetes y falleció en Santiago de las
Vegas el 29 de agosto de 1899. A su sepelio asistieron más de diez mil perso-
nas. La prensa en general recogió la noticia con dolor, incluso la burguesa.
El Productor se identificó desde su aparición como un periódico de los
anarquistas sinceros. Tenía su administración en la calle Lealtad número 106.
Publicó artículos de Carlos Baliño y otras figuras que en esos tiempos
preconizaban las ideas sobre la lucha de clases y el socialismo. Cuando
Baliño sacó a la luz pública en Estados Unidos el periódico Tribuna del
Trabajo (1889), a través de El Productor Enrique Roig saludó su aparición.
Por otra parte, El Productor se pronunció contra el juego, la prostitución
y otros vicios existentes en la sociedad colonial. Criticó fuertemente la me-
diatización de la prensa de la época, a la que calificaba como «servil defen-

112 · JUAN MARRERO


sora de bastardos intereses, encubierta con el antifaz de la moralidad y del
orden».
Tras la muerte de Roig San Martín, El Productor entra en una nueva eta-
pa o segunda época con numeración independiente y bajo la dirección de
Alvaro Aenlle Álvarez. En un artículo titulado «Segunda época» comenta
que el periódico no será solo representante y defensor de los intereses in-
mediatos de los trabajadores, sino también expresión del redentor ideal: el
socialismo. Comenzó entonces a salir dos veces por semana.
El 23 de noviembre de 1890 tuvo que suspender su tirada cuando el go-
bierno colonial dispuso la prohibición de que toda publicación, cuyo director
no fuera elector o elegible, saliera a la luz pública. Alvaro Aenlle no lo era…
y, por eso, en el número de despedida de El Productor escribió: «Tenemos
que suspender la tirada hasta tanto se encuentre un generoso burgués que,
siendo de nuestras ideas, quisiera desempeñar la dirección».

El periodismo de José Martí

José Martí ejerció el periodismo en un momento histórico singular:


cuando la revolución industrial, ya en franco desarrollo, hizo posible que
se empezasen a dar los primeros pasos para que la prensa pasara a ser con-
sumida no solo por las elites ilustradas, sino por un mayor universo de per-
sonas. Las rotativas y linotipos, que contribuyen a la modernización de las
artes tipográficas, junto a invenciones claves como el telégrafo, determinan
en las décadas finales del siglo xix un desarrollo impetuoso del periodismo,
e incluso modifican la forma de su ejercicio.
Al describir este momento, el investigador e historiador Pedro Pablo Ro-
dríguez ha apuntado:

La rotativa permitió en pocas horas la reproducción de un texto por


miles de ejemplares, y con singularidades y variables locales, nacio-
nales y regionales, los impresos pudieron convertirse en un negocio
rentable. La palabra escrita pudo ser desde entonces encauzada hacia
el dominio de las leyes del mercado. Y la inmediatez y la concisión
impuestas por la periodicidad —sobre todo al diario—, y el espacio
limitado, comenzaron a imponerse como requisitos del periodismo
moderno… La maquinización favoreció el acceso a niveles de instruc-
ción escolarizada de grandes masas trabajadoras, y eso potenciaba
el universo de lectores. Los periódicos veían aumentar su mercado y
sobre la marcha aprendieron a preparar un producto aceptable para

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 113


tales nuevos consumidores, que, al mismo tiempo, se les fuera con-
virtiendo en una necesidad espiritual, aunque sin desdeñar, por su-
puesto, a las minorías ilustradas en sistemático proceso de amplia-
ción numérica.

Dentro de ese escenario, donde la mercantilización fue favorecida por los


avances en las técnicas de impresión y las comunicaciones, Martí se forjó
como periodista, pero asumiendo en cada momento un compromiso con la
verdad y los principios filosóficos, políticos, morales, éticos y humanos más
justos, los cuales promovió y defendió con razones y argumentos en todo
momento, usando un lenguaje elegante y de vuelo, a la vez que apasionado,
pero sin perder nunca el camino de la objetividad.
Pensamiento y corazón estuvieron siempre unidos en toda la extensa
obra periodística de José Martí. Un conocido periodista norteamericano
que fue su amigo, Charles Anderson Dana, director del diario The Sun, de
Nueva York, al conocer de su muerte en el combate de Dos Ríos, lo recordó
de este modo:

Por un largo período, que comenzó hace veinte años, fue colaborador
de The Sun, escribiendo sobre temas de bellas artes en los que tenía
sólidos y extensos conocimientos, y sus ideas y conclusiones eran ori-
ginales y brillantes. Era un hombre de genio, de imaginación, de es-
peranzas, de valor (…) Su corazón era tan apasionado como lleno de
fuego; sus opiniones eran ardientes y llenas de aspiraciones, y murió
como hombres de su temple pudieran desear morir: batallando por la
independencia y la libertad…

Martí fue un periodista de vocación, y su grandeza como revoluciona-


rio, como escritor o como artista la volcó en hacer un periodismo nuevo
y diferente, según valoración de Juan Marinello, uno de sus más sobre-
salientes críticos. Y otro de ellos, Pedro Henríquez Ureña, expresó: «Su
obra es periodismo, pero periodismo elevado a un nivel artístico como
jamás se ha visto en español, ni probablemente en ningún otro idioma».
Y otro conocido crítico, José Antonio Portuondo, apuntó una conclusión
bien real:

Si a José Martí le hubieran pedido que llenara uno de esos innume-


rables y larguísimos formularios que todos tenemos que llenar a cada
rato, y tuviera que especificar su «profesión», hubiera puesto, induda-
blemente, «periodista». Porque esa fue, en definitiva, su más constante
profesión, su labor profesional, el trabajo de pan ganar. Y fue también

114 · JUAN MARRERO


instrumento eficaz de su lucha revolucionaria y de formación ideológi-
ca. Martí, desde que comienza a darse a conocer, es como periodista.

Sus primeros artículos periodísticos aparecieron en los sendos ejempla-


res únicos de El Diablo Cojuelo y Patria Libre, periódicos que vieron la luz
en enero de 1869, tras la entrada en vigor de la precaria Ley de Imprenta con
la cual España pretendía contrarrestar la rebelión independentista. Martí
no había cumplido aún los 16 años, y era capaz ya de fundar y dirigir perió-
dicos, y escribir artículos de contenido político bien profundo a la vez que
hacer gala de un estilo chispeante e ingenioso. En El Diablo Cojuelo, obra de
Martí y de su hermano espiritual Fermín Valdés Dominguez, está la chispa,
la génesis de su periodismo revolucionario.
Junto a su maestro Rafael María de Mendive, Martí publica La Patria
Libre, cuyo único número salió el 23 de enero de 1869, ocho páginas a tres
columnas. Escribe un artículo, titulado «La lotería», donde fustiga el juego,
y ante el alarmante analfabetismo reinante, según estadística publicada por
las propias autoridades coloniales, lanza la idea de crear escuelas libres de
enseñanza para alfabetizar a «esos infelices que, habiendo nacido con ojos
para ver, se les condena a la situación de estatuas». En Patria Libre, Mar-
tí publica su poema «Abdala», un canto de guerra, una clara definición de
amor a la patria, y a la vez un paso al presidio o a algo peor.

España, México, Venezuela…

Tras su arresto en ese mismo año, la prisión y los trabajos rudos en las
canteras de San Lázaro, la relegación a Isla de Pinos, su estancia en la finca
El Abra, el encierro en La Cabaña y su deportación a España, el joven Mar-
tí hace gala de su prosa exquisita y profunda cuando escribe «El presidio
político en Cuba», donde emite conceptos sobre la función de un periódico:
«Un palacio está ahí, donde nadie lo ve; un periódico es el palacio en viaje a
donde todo el mundo lo vea. Un periódico sin generosidad es un azote. Un
periódico generoso es una columna».
Martí se vincula desde su mismo arribo a España, en 1871, a muchos
españoles progresistas, entre ellos el director del periódico republicano El
Jurado Federal, en cuyas páginas continúa la labor periodística que había
iniciado en La Habana. De igual forma son receptivos a sus colaboraciones
los periódicos La Soberanía Nacional, de Cádiz, y La Cuestión Nacional, de
Sevilla. En ellos publica el artículo «Castillo», donde rememora los sufri-
mientos de uno de sus compañeros de prisión en La Habana.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 115


El periodismo lo comienza a ejercer «profesionalmente» cuando vive
en México desde 1875 hasta 1877. Esa etapa constituye un período decisi-
vo en el desarrollo ideológico del joven Martí. Quien le abrió las puertas
en el mundo periodístico mexicano fue Manuel Mercado, entonces fun-
cionario de la administración pública del Distrito Federal y vecino del
padre de Martí.
Mercado es quien lo condujo y presentó en la redacción del diario político
y literario Revista Universal, publicación defensora de la reforma liberal de
Benito Juárez que puso freno a los privilegios del clero y de los terratenien-
tes, continuada por Sebastián Lerdo de Tejada, su sucesor como presidente
de México. La estancia en Revista Universal le permite a Martí conocer
con profundidad la realidad política mexicana, comprender el peligro que
representa Estados Unidos para México, y vincularse estrechamente con el
pensamiento revolucionario de ese país y de otras tierras de América.
Su primer artículo en Revista Universal, bajo el título «Crónica de Pa-
rís», apareció en el número del 2 de marzo de 1875. No tenía su firma, sino
«El corresponsal». Doce días después, ya sustituía a Juan de Dios Peza en
la redacción de las gacetillas sin firma de la sección «Ecos de todas partes».
En ese periódico, Martí publica numerosos artículos de fondo sobre va-
riados temas nacionales e internacionales, escribió reseñas para la sección
titulada «Correo de los teatros», y se hizo cargo de la sección política «Bo-
letín Parlamentario», de carácter editorial, la cual firma con el seudónimo
Orestes. Después, firma como X en publicaciones de La Habana; A Very
Fresh Spaniard (Un español muy fresco) en The Hour, de Nueva York; M.Z y
M.de Z en La Opinión Nacional de Caracas, y Julián Pérez en Revista Mer-
cantil de Nueva York.
En la sección «Boletín» expresa sus opiniones sobre el acontecer político
en México, y sostiene polémicas con los periódicos La Colonia Española e
Iberia, en defensa de la lucha de los cubanos que combatían en la manigua.
Esa prensa, representante de los intereses españoles, expresa en un artículo
el 21 de mayo de 1875, se burla del hambre que pasan los insurrectos. «Ham-
bre gloriosa, si la pasan, que no ha de tener por recompensa las comodidades
de la vida. (…) respétese y admírese a los hombres a quienes un hambre de
cinco años no ha bastado para cejar un instante en la defensa de una causa…».
En aquel diario mexicano, que reunía a la flor y nata de las letras mexi-
canas de entonces, se forma José Martí como diarista cabal. Estando pen-
diente del horario de cierre, ajustando sus escritos al espacio disponible y
corrigiendo las pruebas de páginas para evitar las erratas. «Era el primero
que llegaba a la redacción y el último que salía. Si faltaba un editorial, él lo
elaboraba, lo mismo que un boletín o un entrefilet», escribió años después
Juan de Dios Peza.

116 · JUAN MARRERO


Especialistas del Centro de Estudios Martianos han determinado, tras ri-
guroso análisis de lo publicado en Revista Universal en esos años, que José
Martí fue autor de más de cien gacetillas o notas informativas publicadas sin
firma en esa publicación. En esas notas, a pesar de su brevedad, está presen-
te el singular estilo periodístico de Martí.
El triunfo del golpe reaccionario del general Portirio Díaz contra la cons-
titucionalidad provoca la decisión de los editores de Revista Universal de no
sacar más la sección El Boletín, y publicar solo trabajos de Martí que traten
sobre arte y literatura.
Martí, en consecuencia, busca otros escenarios periodísticos para expo-
ner su pensamiento político. Colabora en el periódico El Socialista, órgano
del Gran Círculo de Obreros, y en El Federalista, donde en un artículo crí-
tica severamente el asalto armado de las tropas del general Porfirio Díaz
al poder constituido en México. Periódicos y políticos exaltados le gritan a
Martí: «Y tú, extranjero, ¿por qué escribes?». Y el hombre de América y uni-
versal, responde con otro artículo de despedida al pueblo mexicano titulado
«Extranjero», donde defiende y reclama su universalidad:

No reclamé ciudadanía cuando ella me hubiera servido para lisonjear


mejor al poderoso; no hablé de amor a México, cuando la gratitud hu-
biera parecido servil halago y humillante súplica; ahora que de él me
alejo; ahora que de él nada espero; ahora que el olvido de las más sa-
gradas leyes suspende una amenaza sobre el que no ha de aprovechar
ni hacer valer nunca estas desgracias porque no se queda en México
para aguardar día de provecho; ahora yo reclamo mi parte, me ingiero
en estas penas, naturalizo mi espíritu; traigo mi voluntad de hombre
lastimada, mi dignidad de soberbia de conciencia. La conciencia es la
ciudadanía del Universo.

La experiencia que adquiere en México durante su quehacer periodístico


le inspira a escribir sobre su concepto de periodismo:

No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente so-


bre los hechos que acaecen, o sincerarlos con mayor suma de afecto o
de adhesión. Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, diri-
gir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasiona-
do, no encarnizarlos con un alarde de adhesión tal vez extemporánea;
tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas
a consulta y reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer y funda-
mentar enseñanzas, si pretende que el país la respete, y que, conforme
a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 117


Durante su estancia en Guatemala (1877-1878) el ejercicio periodístico
de Martí se limita a colaborar con la revista de la Universidad, y acariciar
la idea de fundar la Revista Guatemalteca, lo que fue solo una aspiración.
Apenas llegado a Caracas, en 1881, sin sacudirse el polvo del camino ni
preguntar dónde se comía o se dormía, Martí fue a rendir tributo ante la
estatua de Bolívar, visita la redacción de La Opinión Nacional y, días des-
pués, empieza a colaborar con ese diario. Se da a la tarea, igualmente, de
preparar el primer número de la Revista Venezolana, la cual ve la luz el 1ro.
de julio de ese año. Sus treinta y dos páginas fueron totalmente redactadas
por Martí, quien expresa en los «Propósitos» de la publicación su interés por
dar cabida en ella a «todo sereno pensamiento y pensador hidalgo». El 15 de
julio salió el segundo y último número de Revista Venezolana. Al presiden-
te Antonio Guzmán Blanco, erigido en dictador, no le fue grata la actividad
intelectual de Martí, el entusiasmo con que sus ideas eran recibidas por la
juventud venezolana y su amistad con el intelectual Cecilio Acosta, símbolo
de rebeldía, de honestidad y dignidad plenas. Martí decide abandonar Vene-
zuela ante la actitud del presidente Guzmán Blanco. Pero sigue amando a la
patria de Bolívar; y sabe distinguir entre un agresivo mandón de turno y el
pueblo venezolano. Dirige una carta de despedida al director de La Opinión
Nacional, en la cual le dice, entre otras cosas: «De América soy hijo: a ella
me debo (…) Déme Venezuela en que servirla: ella tiene en mí un hijo».

Un camino nuevo al periodismo

A partir del 10 de agosto de 1881 y hasta 1895, Nueva York será el esce-
nario principal de la actividad revolucionaria y periodística de Martí. Era
su segunda estancia en esa gran ciudad norteamericana. Ya en 1880 había
publicado allí su primer artículo en el diario The Sun, y comenzó sus cola-
boraciones como crítico de arte en The Hour. En la casa de huéspedes donde
se alojó residía el pintor Guillermo Collazo, dibujante de esa revista, quien
le gestionó tal trabajo. Al principio Martí titubeó, pues no había escrito en
inglés y menos para una publicación de esa categoría. Pero la necesidad de
abrirse paso y de empezar a ganar unos pesos venció su tímidez.
Ahora su estrategia es, desde Nueva York, uno de los centros de informa-
ción mundial, llevar sus pensamientos e ideas a distintos países de América
Latina. Se convirtió para ello en corresponsal de La Opinión Nacional, de
Caracas; La Nación, de Buenos Aires; El Partido Liberal, de México; La Na-
ción, de Montevideo; La República, de Honduras; El Federalista, de México;
La Opinión Pública, de Montevideo; La Pluma, de Bogotá, y otros. Algunos

118 · JUAN MARRERO


de los periódicos con los que colaboraba no le pagaban, otros sí. En 1887 le
escribe a su amigo mexicano Manuel Mercado, a quien le revela que «pa-
san de veinte los diarios que publican mis cartas» y que sus entradas por
ello ascendían a solo ciento cincuenta dólares.

Sección Constante

Seis crónicas mensuales hacía llegar Martí a La Opinión Nacional, de Ca-


racas. Desde el 4 de noviembre de 1881 hasta el 15 de junio de 1882 publicó
en ese periódico Sección Constante, una columna diaria, la cual señaló un
camino nuevo con su estilo y forma al periodismo latinoamericano. A través
de un mosaico de notas breves, se comunicó durante ciento doce ocasiones
con el pueblo de Venezuela sobre historia, economía, letras, ciencias, cu-
riosidades, personajes sobresalientes, etc. La amenidad y el lenguaje fluido
caracterizaron esa sección, firmada también como M. de Z. Con un mínimo
de palabras, Martí logró atraer a muchos lectores que con avidez buscaban
esa sección.
Así se hace eco de las innovaciones y descubrimientos de aquellos años
en notas como la siguiente: «Se está usando la luz eléctrica en reemplazo de
la gran luz de calor que se ha usado hasta hoy al frente de las locomotoras en
camino. Produce una perfecta claridad en un tramo de 500 yardas en torno
a la máquina» (9 de noviembre de 1881).
Registra acontecimientos públicos que le preocupan, como este: «Una
concesión municipal ha causado en Venecia gran tristeza. Las góndolas, que
se deslizan por los canales, van a ser sustituidas en el Gran Canal por pe-
queños vapores. Pierde el arte, pierden los viajeros, y pierden, sobre todo,
los gondoleros». (11 de noviembre de 1881).
Las enfermedades y epidemias que afectan a la humanidad son objeto de
su atención y preocupación: «M. Pasteur ha leído al Congreso Médico Inter-
nacional un folleto para probar que muchas enfermedades que se convertían
en peste de los animales, se previenen por medio de las nuevas vacunas.
¿Cuándo se descubrirá la inoculación contra la fiebre amarilla?» (12 de no-
viembre de 1881).
Notas anecdóticas de personajes célebres, como la respuesta de Thiers a
alusiones de que pronunciaba largos discursos improvisados y no había te-
nido el tiempo suficiente para meditarlos: «Y Thiers respondió: “Es criminal
en un hombre de Estado improvisar discursos sobre asuntos públicos. Esos
asuntos que Ud. llama improvisados, hace 50 años que me levanto a las 5 de
la madrugada para prepararlos”». (19 de noviembre de 1881).

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 119


En fin, eran notas agradables e interesantes, procedentes de diversos rinco-
nes del mundo, presentadas de modo muy breve en ese periódico venezolano.
También en La Opinión Nacional, Martí inicia el camino de lo que serían
sus «Escenas norteamericanas». La primera de ellas, el atentado al presi-
dente Garfield, que firmó bajo el seudónimo de M.Z, causó gran interés de
los lectores de ese diario por conocer quien era ese periodista.
Un día, los dueños de esa publicación le sugieren que podría incrementar
los cuarenta pesos que recibía por el conjunto de su colaboración si trabaja-
se en «el negocio de los anuncios». Tal alusión no fue del agrado de Martí,
dispuesto a vivir honrado e independiente, y su respuesta fue cesar sus co-
laboraciones con ese periódico venezolano, incluso la Sección Constante, ya
con gran aceptación por su originalidad y sentido periodístico.
No fue esa, sin embargo, la única razón que determinó el cese de su cola-
boración con La Opinión Nacional. Hubo otras. Tuvo discrepancias cuando
le insinuaron alabar al presidente Guzmán Blanco, el mismo que lo había
expulsado de Venezuela años antes, y, en otra ocasión, cuando los propie-
tarios del diario le comunicaron que habían suprimido una nota sobre el
Papa «pues ésta no conviene en el sentido en que está escrita». Pero el hecho
determinante aconteció en mayo de 1882 cuando el director del periódico,
Fausto Teodoro de Aldrey, le escribe una carta donde le hace saber que al-
gunos de sus escritos no han sido publicados, y le pide que «procure en sus
juicios críticos no tocar con acerbos conceptos los vicios y costumbres de ese
pueblo» [Estados Unidos].
Reaccionando con la dignidad que le caracterizaba, Martí suspendió sus
colaboraciones con La Opinión Nacional. Pocos meses después de esa deci-
sión es que envía su primera crónica a La Nación, de Buenos Aires, entonces
el gran periódico de lengua española, donde durante diez años aparecería la
mayor parte de sus Escenas norteamericanas.
No se piense que Martí no enfrentó dificultades también con los propie-
tarios de La Nación. Su primera crónica fue mutilada por el director del
periódico, Bartolomé Mitre, quien le escribe una carta el 26 de septiembre
de 1882, comunicándole:

La supresión de una parte de su primera carta [léase crónica], al darla


a la publicidad, ha respondido a la necesidad de conservar al diario la
consecuencia de sus ideas (…) Sin desconocer el fondo de verdad de sus
apreciaciones y la sinceridad de su origen, hemos juzgado que su esen-
cia, extremadamente radical en la forma absoluta en las conclusiones, se
apartaba algún tanto de las líneas de conducta que a nuestro modo de
ver (…) debía adoptarse desde el principio, en el nuevo e importante ser-
vicio de correspondencia que inaugurábamos. La parte suprimida de su

120 · JUAN MARRERO


carta, encerrando verdades innegables, podía inducir en el error de creer
que se abría una campaña de denunciation contra los Estados Unidos
como cuerpo político, como entidad social, como centro económico (…)
Su carta habría sido toda sombra, si se hubiera publicado como vino (…).

Martí enfrentó, pues, desde el inicio mismo de sus colaboraciones en La


Nación, una situación similar a que la experimentó con La Opinión Nacio-
nal. Reaccionó, sin embargo, de manera diferente.
Respondió a Bartolomé Mitre, el 10 de diciembre de 1882: «…leí con ver-
dadero gozo sus observaciones acerca de la naturaleza de las cartas en que su
buena voluntad permite que me empeñe, y que el gozo fue tanto porque vi mis
pensamientos en los suyos, cuanto penetró usted en los míos. No hay cosa que
yo abomine tanto como la pasión». Y seguidamente, tras hablarle de las com-
plejidades y contradicciones que se dan en el seno de la sociedad norteame-
ricana y el papel que corresponde a un veedor fiel y a un decidor leal, Martí,
con la humildad que caracteriza a los grandes hombres, justifica la acción de
la redacción de La Nación de mermar su primera carta. Más adelante, le dice:
«Es mal mío no poder concebir nada en retazos, y querer cargar de esencia los
pequeños moldes, y hacer los artículos de diario como si fueran libros, por lo
cual no escribo con sosiego, ni con mi verdadero modo de escribir…».
Y párrafos después le dice:

Me dice usted que me deja en libertad para censurar lo que, al escribir


sobre las cosas de esta tierra [de Estados Unidos], halle la pluma digna
de censuras. Y esta es para mí la faena más penosa. Para mí la crítica
no ha sido nunca más que el mero ejercicio del criterio. Cuando escribía
juicios de dramas, callar sobre los malos era mi única manera de decir
que lo eran. Puesto que el aplauso es la forma de la aprobación, me pa-
rece que el silencio es forma de desaprobación sobrada. No tema usted
la abundancia de mis censuras que se desvanecen delante de mi pluma,
como los diablos delante de la cruz. Yo sé que es flaqueza mía pero no
puedo remediarlo. Suelo ser caluroso en la alabanza, y no hay cosa que
me guste como tener que alabar, pero en las censuras, de puro sobrio,
peco por nulo. Cuando haya cosas censurables, ellas se censurarán por
sí mismas; que yo no haré en mis cartas –pues va dicho sin decirlo que
acepto el honor de escribirlas para La Nación…

Y finalmente Martí dice en su carta a Mitre:

Escribiré para La Nación fuera de todos los respetos y discreciones ne-


cesarias en quien sale al público—como si escribiese a mi propia familia.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 121


No hay tormento mayor que escribir contra el alma, o sin ella. Por lo ge-
nerosa, y bien sé cuán valiosa es la hospitalidad que en La Nación vene-
rable me brinda, tengo las manos llenas de gracias. La estimo vivamente,
y haré por pagarla. Ojalá sienta usted en esta carta el cariño y efusión
con que se la escribe su amigo y servidor afectuoso.

Roberto Fernández Retamar considera que Martí valoró dos situacio-


nes: o de nuevo perdía una tribuna, esta vez leída en todo el ámbito de la
lengua, o procedía de manera indirecta. Optó, naturalmente, por lo se-
gundo. Y a partir de entonces, sin dejar de escribir con el alma, logró
realizar Escenas norteamericanas que no fuesen causa de temores para
los editores de Argentina y otros países. Martí prometió a Mitre que «lo
pintoresco aligerará lo grave; y lo literario alegrará lo político». Y eso lo con-
siguió el gran periodista. El investigador Pedro Pablo Rodríguez ha expues-
to que «hasta 1891, en que mantuvo el envío de sus Cartas para el periódico
argentino, Martí trabajó bajo las reglas del periodismo moderno: como
periodista asalariado tenía que someter su texto a la censura y aprobación
del editor».
Como corresponsal de La Nación en Nueva York, Martí adquirió espe-
cial fama por sus cartas al Sr. Director, que eran artículos que abordaban
problemas sociales de Estados Unidos, características de su modo de vida
y expresiones de su política. Martí trabajó para La Nación desde 1882 has-
ta 1891. En este periódico publicó en 1889 y 1890 su serie de artículos so-
bre la Conferencia Internacional Americana, convocada por Estados Uni-
dos, en los cuales denuncia la pretensión norteamericana de extender su
imperialismo comercial sobre los países latinoamericanos.

Ni el corazón ni la mano se enfriaron

Sus Escenas norteamericanas, sustancial parte de la obra periodística


de Martí, vieron la luz en su mayor parte en los periódicos latinoamericanos
para los que actuaba como corresponsal en Nueva York o en otros que las re-
producían sin pedir siquiera la autorización de su autor. Se ha contabilizado
que cerca de trescientas se publicaron en La Nación, de Buenos Aires, y casi
ciento cincuenta en El Partido Liberal, de México.
Estas Escenas… están entre lo mejor del periodismo de Martí. Son piezas
de primera magnitud. En ellas habla de las grandes huelgas y manifestacio-
nes obreras en Estados Unidos, de los mártires de Chicago, de los mineros de
Carolina del Norte, de los herreros de Pittsburgh, de los zapateros de Nueva

122 · JUAN MARRERO


Inglaterra, de los molineros de Chicago, de las hilanderas de Alabama, de los
ferrocarrileros de Texas, y habla de Karl Marx, «hombre comido del ansia de
hacer bien» y el cual «como se puso al lado de los débiles, merece honor».
Muchas de las crónicas de Martí, aparecidas como Escenas norteame-
ricanas, eran resultado de las lecturas que hacía en la biblioteca de todos
los periódicos de Estados Unidos. Horas y horas pasaba en esta labor
antes de escribir sus correspondencias. Tomaba los apuntes y sacaba sus
propias conclusiones. La lectura de la desgarradora y patética crónica sobre
el terremoto de Charleston, por ejemplo, si no se supiese la manera en que
se veía obligado a trabajar, cualquiera piensa que él había sido testigo de ese
sismo. Unos fragmentos de esa crónica a modo de ilustración:

Un terremoto ha destrozado la ciudad de Charleston. Ruina es hoy lo que


ayer era flor… Los cincuenta mil habitantes, sorprendidos en las prime-
ras horas de la noche por el temblor de tierra que sacudió como nidos de
pajas sus hogares, viven aún en las calles y en las plazas, en carros, bajo
tiendas, bajo casuchas cubiertas con sus propias ropas. Ocho millones
de pesos rodaron en polvo en veinticinco segundos. Sesenta han muerto,
unos aplastados por las paredes que caían, otros de espanto. Y en la mis-
ma hora tremenda, muchos niños vinieron a la vida…
La madrugada reveló el desastre. Con el claro del día se fueron
viendo los cadáveres tendidos en las calles, los montones de escom-
bros, las paredes deshechas en polvo, los pórticos rebanados como a
cercén, las rejas y los postes de hierro combados y retorcidos, las casas
caídas en pliegues sobre sus cimientos, y las torres volcadas…

Como ha señalado el periodista Ramón Becali, José Martí tenía el mági-


co poder de transportar al lector al escenario que se le antojara.
Acarició el proyecto de trabajar él mismo como si fuese una agencia de
noticias. Escribió en una carta a su amigo Mercado:

He imaginado sentarme a mi mesa de escribir durante todo el mes,


como si fuese a publicar aquí una Revista; sale un correo de Nueva
York para un país de los nuestros; escribo todo lo que en éste haya ocu-
rrido de notable: casos políticos, estudios sociales, noticias de teatro y
letras, originales y aspectos peculiares de esta tierra. Muere un hombre
notable: estudio su vida. Aparece acá o en cualquier otra parte del mun-
do, un libro de historia, novelas de teatro, de poesía, estudio el libro. Se
hace un descubrimiento valioso: lo explico, luego de entenderlo. En fin,
una Revista, hecha desde Nueva York sobre las cosas que pueden inte-
resar a nuestros lectores cultos, impacientes e imaginativos, pero hecha

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 123


de modo que pueda publicarse en periódicos diarios. Siete, ocho, diez,
yo no sé cuántos, porque Ud. sabe que ni el corazón ni la mano se me
enfrían…

Martí asombra por la manera eficaz con que suplía en aquellos años la
inexistencia de servicios de comunicación que varias décadas después el
mundo conoció. Los vapores que salían de Nueva York hacia América La-
tina eran el único medio de que dispuso para enviar su correspondencia,
que trataba con amplitud sobre los sucesos ocurridos en Estados Unidos,
en Europa y en otras partes del mundo, a los diarios de diferentes capitales
latinoamericanas. Piénsese cuanto más hubiese hecho el corresponsal José
Martí si en su tiempo, a su lado, lo hubiera acompañado un teléfono, un telex
o una computadora.
En los últimos quince años de su vida, Martí escribió también para nume-
rosas publicaciones editadas en Estados Unidos, entre ellas The Sun, The Eve-
ning Post, Revista Ilustrada de Nueva York, Avisador Hispano-Americano,
El Avisador Cubano, La América, El Porvenir, La Juventud, El Economista
Americano, El Yara, de Cayo Hueso. Algunas de sus Escenas norteamerica-
nas se publicaron en las revistas The Hour y La América, de Nueva York.
Martí dirigió a partir de 1884 la revista La América, de Nueva York,
cuando esta pasó a manos de nuevos propietarios. Se hizo cargo de la parte
editorial de una revista comercial, pero le impuso un sello de seriedad al
convertirla en algo útil, donde el entretenimiento era acompañado de ma-
teriales dirigidos a desarrollar el intelecto de los lectores. Desarrolló en esa
publicación un periodismo que buscó instruir y educar tanto a los nortea-
mericanos como a los latinoamericanos.

Para crear hombres originales, hombres de su tiempo

En julio de 1889 nació La Edad de Oro, fundada por Martí. En su núme-


ro inicial, en un trabajo titulado «A los niños que lean La Edad de Oro», les
explica su propósito:

Para los niños es este periódico y para las niñas, por supuesto. Sin las
niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz… Este pe-
riódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos,
con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para con-
tarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar
con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber, para

124 · JUAN MARRERO


ser de veras hombres… Les vamos a decir cómo está hecho el mundo;
les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

De esa publicación vieron la luz cuatro números (julio, agosto, septiembre


y octubre de 1889) en Nueva York. Su perfil se complementa en estos párrafos:

Cada número contendrá, en lectura que interese como un cuento, ar-


tículos que sean verdaderos resúmenes de ciencias, industrias, artes,
historia y literatura, junto con artículos de viajes, biografías, descrip-
ciones de juegos y de costumbres, fábulas y versos. Los temas esco-
gidos serán siempre tales que, por mucha doctrina que lleven en sí, no
parezca que la llevan, ni alarmen al lector de pocos años con el título
científico ni con el lenguaje aparatoso.
Los artículos de La Edad de Oro irán acompañados de láminas de
verdadero mérito, bien originales, bien reproducidas por los mejores
métodos de entre los que se escojan de las obras de los buenos dibujan-
tes, para completar la materia escrita, y hacer su enseñanza más fácil y
duradera. Y el número será impreso con gran cuidado y claridad, de modo
que el periódico convide al niño a leerlo, y le dé ejemplo vivo de limpieza,
orden y arte.
El número constará de 32 páginas de dos columnas, de fina tipogra-
fía y papel excelente, con numerosas láminas y viñetas de los mejores
artistas… Los números se venderán sueltos en las agencias del periódi-
co, y en las principales librerías de cada país, a 25 centavos. Se reciben
pedidos por semestre en la administración…

La Edad de Oro vio la luz gracias a la generosidad del millonario brasileño


Aarón da Costa Gómez, quien también decretó su muerte cuando pretendió
que Martí llevase a sus páginas mensajes de una determinada religión.
Martí puso todo su corazón y esfuerzos en La Edad de Oro, y puede afir-
marse que señaló la ruta de un periodismo diferente dirigido a los niños,
donde lo esencial era el mundo real, no el más allá, y quiso, además, que los
niños lo entendiesen utilizando un lenguaje que «tuviera sentido y música».
Quinientos ejemplares del número de agosto los remitió a su amigo Ma-
nuel A. Mercado, y en una carta le solicitaba su apoyo para su venta en
México. «Yo no quiero que esta empresa se venga a tierra», le decía Martí,
pues ayudará a mi sustento con decoro, y espero «que sea durable y útil
todo lo que a pura sangre me ha ido madurando en el alma». «A lo que
aspiro, sobre todo —añadía— es a llenar nuestras tierras de hombres ori-
ginales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme
a ella, sin divorciarse de ella ni vivir infecundamente en ella… el abono

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 125


se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme al
suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y
hombres de América».
Martí se preocupó, igualmente, de que La Edad de Oro se distribuyese en
Cuba. Es conocido el texto de la carta que hace llegar al patriota santiague-
ro Amador Esteva y Mestre, entonces radicado en Guantánamo, para que
encuentre a una persona que pueda encargarse de tal tarea. En definitiva,
a la Sociedad de La Luz, ateneo cultural de la ciudad, y donde se reunía lo
más selecto y elevado del pensamiento progresista de la región, llegaron los
paquetes con los ejemplares de la Edad de Oro para su distribución a varios
lugares del país.
¿Existió otro punto de la Isla donde Martí hubiese pensado hacer lo mis-
mo? Eso es desconocido. Lo probado hasta hoy es que pensó en Guantánamo,
entonces una villa con alrededor de ocho mil habitantes, y muy importante
económicamente: en el azúcar con veinticinco ingenios, café, la segunda ju-
risdicción más cafetalera de Cuba, después de Santiago de Cuba, con miel,
cera y la salina que abastecía a varias ciudades de Cuba.
Hasta los años cuarenta del siglo xx hubo en la provincia de Guantánamo
ejemplares de La Edad de Oro, de los primeros llegados a la otrora Sociedad
La Luz, pero se desconoce el rumbo que tomaron esos libros.
En ocasión del sesquicentenario del natalicio de José Martí, en el lugar
desde donde se recibieron y distribuyeron esos primeros ejemplares de La
Edad de Oro, se develó una tarja de bajorrelieve, de más de un metro de alto,
con la descripción de ese hecho.

Revista Ilustrada de Nueva York

Revista Ilustrada de Nueva York, cuyo propietario fue el panameño Elías


de Losada, se convirtió en una de las mejores de la época escritas en español
y editadas en Estados Unidos. Martí fue asiduo colaborador de esa revista
durante los años 1890, 1891 y 1892. En ella publicó importantes crónicas, y
por vez primera su fundamental ensayo Nuestra América.

Patria: un periódico para juntar y amar

El 14 de marzo de 1892 nace la obra cumbre del periodismo martiano:


el periódico Patria. Apareció, inicialmente, cada sábado, al precio de cinco

126 · JUAN MARRERO


centavos, aunque al lado del precio se insertaba la siguiente aclaración: «Los
productos del periódico se destinan a su mantenimiento». Constaba de cua-
tro páginas a cuatro columnas, con un tamaño poco usual en la actualidad
(52 cm x 36 cm). Se distribuía principalmente por correo. Quienes contribu-
yeron financieramente para la aparición y sostenimiento de esta publicación
fueron los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, e intelectuales cubanos y
puertorriqueños que vivían en Nueva York.
En su primer número la nota principal es la reproducción de las «Bases
del Partido Revolucionario Cubano». El PRC fue fundado con el objetivo de
alcanzar la independencia de Cuba y Puerto Rico. Casi un mes después del
nacimiento de Patria se proclama formalmente la constitución del partido.
También en la página frontal hay un artículo de Martí titulado «Nuestras
ideas», donde expresa que Patria nace «para juntar y amar, y para vivir en la
pasión de la verdad», a la vez que ofrece sólidos argumentos sobre la impe-
riosa necesidad de alcanzar la independencia y la libertad mediante la guerra
necesaria.
En la página tres de ese primer ejemplar, Martí razona en un artículo
titulado «A nuestra prensa» sobre el papel que le corresponde en la batalla
por la independencia y la libertad. Y, en tal sentido, escribe: «Nace este pe-
riódico, a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que
sus fuerzas sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos
vuelva a vencer por nuestro desorden».
La desunión, la dispersión, la envidia, contribuyeron a la derrota de 1868,
por eso Martí trabaja sin descanso por la unidad firme, real, creadora, y pro-
sigue describiendo el perfil de esa trinchera de papel:

Una es la prensa, y mayor su libertad, cuando en la república segura se


contiende, sin más escudo que ella, por defender las libertades de los
que las invocan para violarlas, de los que hacen de ellas mercancía, y
de los que las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su auto-
ridad. Pero la prensa es otra cuando se tiene enfrente el enemigo. En-
tonces, en voz baja se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír, no es
más que la voz de ataque. Eso es Patria en la prensa. Es un soldado.
Para el adversario mismo será parco de respuestas, y en vano se le
querrá atraer a escaramuzas inútiles, porque cada línea de los perió-
dicos de la libertad es indispensable para fundarla; aun el adversario
hallará en nosotros más bálsamo que acero. El arma es para herir, y la
palabra para curar las heridas (…).

Otro comentario sagaz sobre la función del periódico Patria apareció


también en ese primer número: «El periódico ha de estar siempre como los

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 127


correos antiguos, con el caballo enjaezado, la fusta en la mano y la espuela
en el tacón. Al menor accidente, debe saltar sobre la silla —sacudir la fusta
y echar a escapar el caballo para salir pronto y para que nadie llegue antes
que él. Debe, extractando libros, facilitar su lectura a los pobres de tiem-
po,— o de voluntad o de dinero».
En otro artículo, aparecido en la misma página tres, titulado «Patria»,
Martí expresa:

En Patria escribirán el magistrado glorioso de ayer y los jóvenes pujan-


tes de hoy, el taller y el bufete, el comerciante y el historiador, el que
prevé los peligros de la república y el que enseña a fabricar las armas
con que hemos de ganarla. En Patria publicaremos «La situación polí-
tica» que refleje, de adentro y de afuera, cuanto cubanos y puertorri-
queños necesitan saber del país (…) los ´carácteres¨ de nuestro pueblo,
de lo más pobre como de lo más dichoso de la vida (…) la ¨guerra¨ o
crónica de ella (…) la Cartilla Revolucionaria donde se enseña desde el
zapato hasta el caer muerto, el arte de pelear por la independencia del
país (…).

En ese número inicial de Patria aparecen tres noticias sobre la visita


efectuada por Martí a Tampa y Cayo Hueso, la creación de dos nuevos clubes
patrióticos en Filadelfia y Atlanta, y una sesión del Club Borinquen, donde
se expresó adhesión al Partido Revolucionario Cubano.
Inserta Patria en este primer ejemplar una sección de anuncios clasifi-
cados que incluye fábricas, manufacturas de tabaco, artistas, profesores de
música, médicos, ingenieros, abogados, notarios, comerciantes, periódicos,
dentistas, boticas, colegios y restaurantes de cubanos y puertorriqueños en
Estados Unidos.
La vida cotidiana de los emigrados cubanos en Estados Unidos –nego-
cios, fiestas, bodas, cumpleaños, anécdotas— tuvieron una permanente pre-
sencia en las páginas de Patria, sobre todo en la sección En Casa, donde
Martí buscó levantar la autoestima y valores de lo cubano, y al mismo tiem-
po propiciar la unión de todos para la lucha por la independencia y para
construir la sociedad futura.
Martí fue el primer director de Patria, aunque en su etapa inicial no apa-
recía como tal en el machón. Diego Vicente Tejera Calzado, quien había es-
tablecido una íntima amistad con Martí, escribió en un artículo en la revista
América en París, de la cual era su director: «Un día me llegó un periódico
de Nueva York, era el primer número de Patria. Me venía sin carta, ni de-
dicatoria, y en el periódico no figuraba el nombre de Martí. Comprendí, sin
embargo, de quien era el periódico y quién me lo mandaba, y al saludar su

128 · JUAN MARRERO


aparición en mi revista, termino el saludo con estas palabras: «Patria no
trae escrito en su frente nombre alguno; pero en toda ella vemos vibrar un
alma que conocemos, que admiraramos y que amamos: alma de templo an-
tiguo, como suele producirlas Cuba en sus horas de dolor supremo, y que nos
inspira confianza absoluta en la bondad de nuestro futuro destino».
Tanto fue el amor de Martí por Patria que él mismo corregía sus pruebas
y, en ocasiones, los sábados ayudaba a liar los paquetes salidos de la impren-
ta y a llevarlos a las oficinas de correo para su despacho, sin importar neva-
das o ventiscas. Formaron parte de la redacción de ese periódico Gonzalo de
Quesada y Aróstegui, amigo de Martí, y el puertorriqueño Sotero Figueroa,
tipógrafo y buen escritor, a quien Martí admiraba mucho por el filo de su
pluma. Gonzalo de Quesada y Sotero Figueroa se alternaban en la dirección
en ausencia de Martí. También trabajaron o colaboraron frecuentemente en
Patria, entre otros, los intelectuales cubanos Benjamín J. Guerra, Abelardo
Agramonte, Ramón Luis Miranda, Antonio Vélez Alvarado, Francisco Gon-
zalo Marín, Juan Fraga, Rafael Serra, Emilio Leal, Juan Fraga, Emilio Leal
y Federico Sánchez.
Con todos ellos Martí tuvo una estrecha amistad, pero ella fue mayor
con un descendiente de esclavos, Rafael Serra Montalbán, a quien el Após-
tol admiró por su larga y consecuente trayectoria independentista, y a quien
le agradeció siempre su gesto viril de salir en su defensa, en 1892, cuando
Enrique Collazo trató de poner en tela de juicio la conducta inmaculada del
Maestro presentándolo como malversador del dinero de la Revolución. Serra
reunió de inmediato a cubanos y puertorriqueños residentes en Cayo Hue-
so, y les pronunció un vibrante discurso que probaba todo el desacierto e
injusticia cometidos por Collazo. En una carta de agradecimiento a Serra,
Martí le dice que si en el mundo no quedase más hombre que él, se podría
tener orgullo de ser hombre. Serra, tabaquero y maestro, ejerció el perio-
dismo tanto en Cuba como durante el exilio en Estados Unidos. Fundó
en Matanzas el semanario La Armonía, y en territorio norteamericano el
periódico La Verdad. Fue fundador también del periódico La Doctrina de
Martí (1896).
Patria no apareció en sus primeros tres años y medio de vida como órga-
no oficial del Partido Revolucionario Cubano. Como político de luces largas,
Martí seguramente analizó las consecuencias que tal formalidad habría po-
dido traer, entre ellas, como lo han señalado de modo especulativo algunos
investigadores, dar pretexto a las autoridades coloniales para quejarse ante
el gobierno de Estados Unidos de que los revolucionarios cubanos estaban
violando la ley de neutralidad de ese país.
Cuando Martí toma la decisión de marchar hacia Cuba para incorporarse
al Ejército Libertador, no olvida a Patria un instante. El 26 de febrero de 1895,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 129


dos días después del estallido de la Guerra Necesaria, envía, desde Santo
Domingo, una carta a Gonzalo de Quesada y a Benjamín J. Guerra, en la
cual da orientaciones y recomendaciones sobre la forma y el contenido de
ese periódico: «Embellezcan y regularicen a Patria… mucha noticia ahora…
todo lo de Cuba… y siempre amenidad revolucionaria…».
Según Becali, al pisar tierra cubana José Martí llevaba la acreditación
como corresponsal de Patria. «Solo podemos imaginarlo así, escribiendo
su Diario de campaña, que no es otra cosa que apuntes para futuros e in-
conclusos reportajes de la guerra, pues si había escrito de todo y de todos,
¿cómo no iba a narrarnos los episodios de su revolución, el diario acontecer
de la contienda bélica?».
Ya en suelo cubano, el corresponsal entra en acción de inmediato. En otra
carta a Gonzalo de Quesada y a Benjamín Guerra, el 15 de abril, les dice:
«Ustedes anhelarán conocer los detalles de nuestra llegada, que hoy es ya
tiempo de dar, como fue de callarla mientras la tentativa estaba aún en ries-
go», y al final expresa su pesar por la irregularidad con que recibe la prensa
de Nueva York, incluyendo Patria.
En otras misivas a esos dos compañeros les comentaría también que los
pocos números recibidos en la manigua le impedían establecer una agencia
de suscriptores. Desde la manigua transmite recomendaciones sobre la ma-
nera de enfocar los trabajos a publicar sobre la guerra en Cuba: «De cuanto
digan, nada publiquen que pueda denunciar el camino que trajimos ni a los
que nos sirvieron».
Llamaba, pues, a la discreción necesaria y adecuada. «Si hay que pu-
blicar, compongan el relato vivamente», aconsejaba más adelante. La
responsabilidad presidía tanto sus acciones revolucionarias como las de
corresponsal de una guerra para liberar la patria que él había organizado
y dirigía. E insistía en que durante la guerra Patria debía ser «periódico
de muchas noticias».
Según esos deseos, Patria publica nuevas secciones, entre ellas «Noticias
de la guerra» y «¡De Cuba Libre!», en las cuales se incluye todo el material
enviado por el Maestro desde la manigua, todas las disposiciones oficiales y
circulares firmadas por Martí y Gómez, extractos de lo que publica la prensa
norteamericana sobre la guerra y las cartas informativas de Martí a Gonza-
lo de Quesada y Benjamín J. Guerra.
El apoyo del pueblo norteamericano y de las naciones hispanoameri-
canas —ha señalado el investigador Ibrahim Hidalgo Paz— constituyó un
objetivo de atención especial por parte del periódico Patria. Era necesario
garantizar la continuación del funcionamiento de los clubes revoluciona-
rios en territorio de Estados Unidos, donde podrían adquirirse armas y
preparar expediciones si se lograba impedir que las actividades legales del

130 · JUAN MARRERO


Partido Revolucionario Cubano fueran objeto de persecución. Esto deter-
mina que Patria divulgue las manifestaciones de simpatía hacia la guerra
de Cuba por parte de ciudadanos y de varios periódicos estadounidenses,
así como las resoluciones adoptadas por las legislaturas de algunos Esta-
dos, en las cuales pedían al gobierno federal que se reconociera la belige-
rancia de los cubanos.
De importancia semejante en lo inmediato, y mayor en lo futuro, era el
logro de la solidaridad hispanoamericana. Patria divulgó todo documento y
acción que contribuyese a ese objetivo.

Tras la muerte de Martí

En el ejemplar de Patria correspondiente al 17 de junio de 1895 (nú-


mero 166) apareció una nota de última hora: «Al entrar en prensa el pre-
sente número recibimos la cruel certidumbre de que ya no existe el Apóstol
ejemplar, el maestro querido, el abnegado José Martí. Patria, reverente
y atribulada, dedicará todo su número próximo a glorificar al patriota, a
enaltecer al inmortal». Efectivamente, en el número que corresponde al
25 de junio, Patria fue dedicado a José Martí. Intelectuales de gran va-
lía que se hallaban entonces en Nueva York escribieron sus impresiones
y recuerdos sobre esa trascendental figura de la historia de Cuba y de
América.
Diego Vicente Tejera escribió entonces sus sentimientos:

Martí era genial. Su prodigiosa inteligencia tenía a su servicio una vo-


luntad de hierro tenaz, encarnizada, dominadora… Así ha hecho esta
revolución que nos asombra. Labrando durante largos años, solo, avi-
vando en el seno de una generación cansada y descreída la chispa re-
ducida y vacilante, llevada de la fe pasmosa que tenía en los suyos, sin
más mandato que el de su conciencia, ni más estímulo que su amor a
Cuba, y todo muy callado, muy callado, porque ese gran cubano tuvo
hasta el mérito de ser un buen conspirador.

El director de Patria, el corresponsal de Patria ya no existe. Lo sustituye


un sapiente filósofo, literato de alto prestigio, educador, quien desde el co-
mienzo de la lucha abandonó la Isla y ofreció sus servicios a la delegación
del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York. A partir del número 189
de Patria (23 de octubre de 1895), la designación como director de Enrique
José Varona se da a conocer en el machón de la publicación. En el número

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 131


siguiente, en un artículo titulado «Patria a sus lectores», se ratifica que el
programa de este periódico está contenido en las Bases del Partido Revolu-
cionario Cubano, y que su espíritu no podía ser otro que el de su inmortal
fundador.
Otro artículo de Varona, aparecido en 1897, que se interpretó como su
opinión personal y no la del Partido Revolucionario Cubano, causó inquie-
tudes entre algunos emigrados cubanos en Estados Unidos, y determinó su
reemplazo como director de Patria, aunque permaneció en su redacción
y continuó redactando sus editoriales. El periodista santiaguero Eduardo
Yero Buduén fue quien lo reemplazó en esa función hasta 1898, cuando re-
gresa a Cuba. También, en ese mismo año, Enrique José Varona vuelve a la
patria. Tomás Estrada Palma asume la dirección general de Patria, aunque
nombra al escritor cubano Nicolás Heredia a cargo de la parte editorial.
Patria editó 519 números entre 1892 y 1898, 161 de ellos hasta la caída de
Martí. El último número de Patria salió a la luz pública el 31 de diciembre
de 1898 con una nota titulada «Obra terminada». La obra de Martí no es-
taba terminada. El siglo xx lo evidenció. Su pensamiento independentista,
antimperialista y de libertad estaba por cumplirse.

«Usted ponga las ilustraciones… Yo pondré la guerra»

Acompañando al famoso periodista norteamericano Richard Harding


Davis, el diario The New York Journal, propiedad de William Randolph
Hearst, a quien Orson Welles inmortalizara en el filme Ciudadano Kane,
llegó a La Habana a finales de 1897 el pintor y escultor Frederic Remington,
entonces conocido por sus obras plásticas sobre cowboys, indios y la natu-
raleza salvaje del oeste de Estados Unidos.
Davis y Remington viajaron en el yate de Hearst con la misión de esta-
blecer contacto con los mambises y hacer llegar reportajes escritos y dibujos
sobre la guerra del pueblo cubano para zafarse de las ataduras del colonia-
lismo español. Davis logró obtener un salvoconducto del gobierno colonial
para salir de La Habana, pero Remington pasó semanas deambulando solo
por bares y cafés, y cansado de no encontrar nada que dibujar telegrafió a
su jefe Hearst: «Todo tranquilo. No sucede nada. No habrá guerra. Deseo
volver». La respuesta del zar de la prensa sensacionalista o amarilla llegó
pronto a La Habana: «Le ruego que permanezca allí. Usted ponga las ilus-
traciones… yo pondré la guerra».
No era ninguna fantasía ni invención lo afirmado por Hearst en esa sa-
brosa anécdota ocurrida en tiempos en que sostenía una fuerte pugna pro-

132 · JUAN MARRERO


fesional con Joseph Pulitzer, director de New York World, periódico donde
había trabajado y aprendido el concepto y la táctica de lo que se identificó
como «prensa amarilla» o sensacionalista.
¿Por qué «prensa amarilla»? Surgió como resultado de un personaje que
vestía de amarillo, identificado como Yellow Kid, aparecido en The Katzen-
jamner Kids, una de las primeras tiras cómicas o muñequitos en colores
publicados en Estados Unidos, y que aparecían los domingos tanto en New
York Journal como en New York World. Esa tira cómica, obra del dibujan-
te R. F. Outcault —sobre cuya propiedad ambos diarios mantuvieron una
polémica ávidamente seguida por el público— dio lugar a que esos dos pe-
riódicos, nutridos de truculencias y frivolidades, fuesen identificados, pri-
meramente, como «prensa del chico de amarillo» y después, simplemente,
como «prensa amarilla».
Lo que sucedió en Cuba, a partir del 24 de febrero de 1895, se convirtió
en un filón periodístico tanto para Hearts como para Pulitzer. Animados por
un crecimiento de sus tiradas y la obtención de ganancias, además del deseo
de hacer valedero un periodismo diferente, aunque cuestionable desde un
punto de vista ético, que aprovechase las ventajas del desarrollo tecnoló-
gico —tipos de letras de variados tamaños, impresiones en varios colores,
profusión de dibujos, fotografías e ilustraciones, velocidad de las máquinas
impresoras que permitían tiradas diarias de más de un millón de ejemplares
y uso del telégrafo para emitir noticias desde lugares lejanos—, Hearts y Pu-
litzer, cada uno por su lado, pues eran rivales entre sí en el orden profesional,
pusieron en acción ideas que iban a favorecer la manipulación de la informa-
ción por los dueños de publicaciones.
Una escalada progresiva en la dirección de apoderarse de Cuba, viejo
sueño de los gobernantes norteamericanos desde principios del siglo xix
cuando se enunció la política de la fruta madura por John Quincy Adams,
fue impulsada por esa prensa amarilla. Poco a poco se fue preparando a la
opinión pública norteamericana para que aceptase una intervención militar
en Cuba.
Un buen ejemplo a citar es lo que hizo Hearst en el caso de Evangelina
Cossío Cisneros, hija de un rebelde cubano que había sido arrestado en junio
de 1895. Evangelina logró que en vez de que la deportasen a Ceuta, la man-
tuviesen arrestada. Fue acusada de rebelión y encerrada en la Casa de Re-
cogidas de La Habana, junto a prostitutas, donde fue objeto de acoso sexual
por parte del comandante español de la plaza.
Nueve meses después de esos hechos, en medio de un vacío informativo
sobre Cuba a causa de que el estallido de una guerra entre Grecia y Turquía
había obligado a enviar a Europa a sus principales corresponsales, el Journal
de Hearts sacó a la luz pública el caso de Evangelina. Montó una gigantesca

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 133


campaña mundial en defensa de esta cubana, a la que llamó la «Juana de
Arco Cubana». La publicidad desplegada fue de tal magnitud que hasta el
Papa León XIII recomendó a la Reina de España, María Cristina, clemencia
para la prisionera. Las organizaciones femeninas de Estados Unidos se soli-
darizaron con la joven cubana. Hearst envió doscientos corresponsales por
todo el territorio de Estados Unidos para que transmitiesen el apoyo masivo
para la Cossio, que Hearts insistía en llamarla Cisneros para dar la impresión
de que era de la familia de Salvador Cisneros Betancourt, entonces presidente de
la república en armas. La petición recogió millares de firmas que ocuparon
doce columnas del Journal. Entre los firmantes estaban la madre del presi-
dente MacKinley, y la de los expresidentes Thomas Jefferson y Ulises S. Grant.
Tal efecto tuvo la campaña que la reina ordenó que Evangelina fuese aco-
gida en un convento mientras durase su proceso. Weyler se negó a cumplir
esa orden, y esto dio pie para que el Journal encendiese más los ánimos.
El resto de la prensa norteamericana, sensacionalista o no, se sumó a la lí-
nea impuesta por el periódico de Hearts. El mismo World, que intentó en
un principio minimizar o descalificar el caso para reducir el impacto de su
rival, se vio obligado luego a uncirse al carro triunfal del Journal, especial-
mente, cuando de golpe, el público recibió la noticia de que había sido libe-
rada por el corresponsal Karl Decker, quien sobornó a los centinelas de su
prisión con dinero que le había hecho llegar Hearts.
Con pasaporte falso, disfrazada de marinero, Evangelina Cossío salió de
Cuba en un barco del periódico Journal. Llegó a Nueva York el 13 de octu-
bre de 1897. Recibió una acogida multitudinaria. El Journal convocó a una
gigantesca manifestación en el Madison Square Garden. Hubo otros actos
espectaculares para darle la bienvenida a la joven cubana que «escribió» su
propia historia, la cual fue publicada en el Journal. El presidente McKinley
la recibió en la Casa Blanca. El Journal, en definitiva, consiguió su objeti-
vo: mostrar la crueldad de España con una mujer, sensibilizar a la opinión
pública norteamericana sobre la necesidad de intervenir militarmente en
Cuba. Con el caso de Evangelina Cossío se puso en marcha la primera fase
de un cuidadoso plan de conquista rapaz del imperialismo norteamericano,
donde la guerra mediática mostró sus garras.
Otro caso explotado propagandistícamente por Hearts fue el de Clemen-
cia Arango. Las autoridades españolas abordaron en el puerto de La Ha-
bana el barco Olivette, de bandera norteamericana para registrar las per-
tenencias de esa mujer. Richard Harding Davis, corresponsal del Journal,
publicó sobre ese incidente un artículo titulado «¿Protege nuestra bandera
a la mujer?», en el cual, para levantar la indignación de la opinión pública
norteamericana, afirmó que Clemencia Arango había sido desnudada y re-
gistrada por los policías. Un dibujo de una bella joven desnuda, mientras los

134 · JUAN MARRERO


gendarmes registraban su ropa y camarote, ayudaron a inflamar las pasio-
nes. España negó lo relacionado con que se obligó a esa mujer a desnudarse.
También en esos días se produjo la muerte del dentista Ricardo Ruiz,
ciudadano norteamericano de origen cubano, «a causa de las torturas que
recibió durante su encierro en la cárcel de Guanabacoa», según publicó la
prensa amarilla de Nueva York. Lo cierto fue que Ruiz, quien había sido he-
cho prisionero por su participación en el asalto de un tren, falleció a causa
de «congestión cerebral», tal como determinó el juez William J. Calhoum,
enviado por el gobierno de Washington a Cuba para investigar ese hecho
promovido y dimensionado por la prensa amarilla.
Las atrocidades de Weyler vinieron como anillo al dedo para los planes
de los anexionistas y expansionistas de Estados Unidos. Reportajes, cróni-
cas y artículos, con titulares espectaculares, informaban a diario sobre la
reconcentración y el hambre por la que atravesaba el pueblo de Cuba, no
tanto por un sentido humanitario y solidario, sino, en lo fundamental, con
el propósito de acrecentar el sentimiento antiespañol en la opinión pública.

La guerra de los corresponsales

El comienzo del teléfono y del telégrafo, junto con el impulso al trans-


porte marítimo gracias a la máquina de vapor, generalizó y consolidó en
el mundo del periodismo la figura del corresponsal. Cualquier observa-
ción de lo que ocurriese en lugares distantes era bien recibida por los lec-
tores de periódicos y revistas. Si eran guerras, revoluciones o catástrofes
naturales, la aceptación era mayor. Esto no lo ignoraron los dueños de
publicaciones.
Valeriano Weyler, capitán general de la Isla, fue enemigo de la presencia
de corresponsales extranjeros en Cuba. Arrestó a varios de ellos, prohibió
que siguieran a las tropas españolas para presenciar acciones de guerra, li-
mitó los salvoconductos a los periodistas que deseaban salir de La Habana e
impuso una fuerte censura a las informaciones que eran transmitidas desde
las oficinas de correo.
Desde casi medio siglo antes La Habana estaba comunicada por telégrafo
con Estados Unidos, e incluso existían escuelas de telegrafistas que prepa-
raban el personal idóneo para esa tarea. La férrea censura de Weyler, sin
embargo, impedía su utilización. Pero ello no fue obstáculo para William
Randolph Hearts. Dispuso que un barco suyo viajase todas las semanas a
La Habana, recogiese los informes de sus corresponsales, regresase a Cayo
Hueso, y desde allí se transmitiesen por telégrafo a Nueva York.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 135


Otros periódicos norteamericanos siguieron la huella de Hearts: fletaban
vapores o remolcadores que llevaban las noticias de sus corresponsales a La
Florida, Jamaica y otras islas británicas del Caribe, desde las cuales por te-
légrafo llegaban a Nueva York y otras ciudades estadounidenses.
El 26 de febrero de 1897 Weyler dispuso el arresto del corresponsal Char-
les Michelson, del Journal, acusado de haber entrado en contacto con los
insurrectos y haber asaltado a un guardia civil. Michelson fue llevado a la
prisión del Morro, de siniestra fama, y liberado un día después. El Journal
hizo de este arresto un gran caso, publicando largas crónicas durante varios
días; y no hizo menos el World a pesar de que se trataba del corresponsal de
su rival.
La guerra desatada el 21 abril de 1898 por Estados Unidos contra el poder
colonial español, y también contra los pueblos de Cuba, Filipinas, Puerto Rico
y Guam, ha sido calificada como «la guerra de los corresponsales». Más de
ciento ochenta corresponsales conocidos y registrados acudieron a dar cober-
tura a las operaciones en Cuba. Solo con el V Cuerpo de Ejército de Estados
Unidos llegaron ochenta y nueve periodistas, algunos de ellos fotorreporteros.
Los primeros documentales de cine aparecieron en esa guerra.
La presencia de corresponsales de publicaciones norteamericanas en
Cuba no era nada nuevo. Desde el estallido de la revolución armada encabe-
zada por Céspedes, numerosos periódicos norteamericanos prestaron aten-
ción a lo que ocurría en Cuba y enviaron a algunos periodistas.
Desde entonces vender noticias sobresalientes, y la guerra en Cuba lo era,
producía buenos dividendos a los dueños de las publicaciones, sin desconocer
que, en no pocos casos, otros intereses eran los que predominaban, como,
por ejemplo, la obtención de información para el gobierno norteamericano so-
bre lo que acontecía o servir de enlace para comunicar a la oficialidad mam-
bisa propuestas de Washington sobre la manera de poner fin a la presencia
colonial española en Cuba.
El periodista irlandés John O’Kelly, del Herald de Nueva York, fue el
primer corresponsal que llegó a un campamento mambí. Lo hizo en 1873.
Fue un periodista que vibró de emoción ante los mambises semidesnudos y
hambrientos que día a día cargaban al machete y luego de noche lo recibían
con una fiesta y delicadezas. O’Kelly entrevistó a Céspedes, y como resul-
tado de su apasionante aventura en Cuba escribió el libro En la tierra del
mambí, importante fuente bibliográfica de aquellos días.
Tras el levantamiento del 24 de febrero de 1895, periodistas de fibra es-
tuvieron en Cuba, y los más intrépidos traspasaron las líneas españolas y
compartieron los riesgos de la azarosa vida de los insurrectos separatistas.
Algunos como Charles Govin y Charles E. Crosby perecieron en los campos
de Cuba. Govin macheteado por las tropas de un coronel español en 1896;

136 · JUAN MARRERO


Crosby, muerto de un balazo en la cabeza mientras presenciaba una acción
armada en 1897.
El caso de Crosby es digno de ampliación. Llegó a Cuba como enviado de
las publicaciones Record and Union y The Chicago Daily News, cuyo pro-
pietario, Victor Lawson veía con desagrado la información sensacionalista
sobre Cuba publicada por la gran prensa de Nueva York, exceptuando The
New York Times. Lo seleccionaron dado sus estrechos vínculos con las fuerzas
revolucionarias cubanas en Nueva York y, en particular, porque no era desco-
nocido para Máximo Gómez. Crosby llegó a Cuba el 20 de enero de 1897. Luego
de pasar las líneas del ejército español, logró incorporarse a las fuerzas de
Gómez, entonces en el centro de la Isla. Hizo llegar a los editores de Chicago
interesantes informaciones sobre la lucha de los mambises cubanos, pero el
9 de marzo, mientras era testigo del combate de Arroyo Blanco, sostenido
por tropas al mando de Gómez, fue alcanzado por una bala española que le
provocó la muerte. Cerca de Arroyo Blanco lo sepultaron con honores mi-
litares. A finales de ese mismo año, Gómez hizo llegar al cónsul de Estados
Unidos en Colombia los efectos personales de Crosby.
George Eugene Bryson, avispado corresponsal del Herald, entrevistó a
José Martí los días 2, 3 y 4 de mayo de 1895, en el sitio llamado Leonor, en
Guantánamo. En su Diario de campaña, Martí anotó que apenas llegado
Bryson se puso a trabajar con él «hasta las 3 de la mañana» y toda la jornada
del día 3 en la redacción de una extensa carta dirigida al director del Herald,
que firmó junto a Máximo Gómez, en la cual exponía las razones y fines de
la Revolución. Esa carta le fue entregada a Bryson. Investigaciones hechas
en los últimos años evidencian que el Herald solo publicó poco más de la
mitad del documento original. Conceptos esenciales de ese documento que-
daron fuera de la versión en inglés. Mutilaciones, vocablos mal traducidos y
tratamiento superficial a aspectos medulares de la carta de Martí y Gómez
estuvieron presentes en lo publicado por el Herald. Afortunadamente, al
producirse la muerte de Martí en Dos Ríos, el periódico Patria recuperó el
documento original enviado al Herald.
A su amigo Manuel Mercado, en su última carta, suscrita en el campa-
mento de Dos Ríos el 18 de mayo, Martí le cuenta que el corresponsal del
Herald le habló de «la actividad anexionista» en Estados Unidos, del «des-
orden, desgano y mala paga del Ejército español», de «la incapacidad de Es-
paña para allegar en Cuba o afuera los recursos para la guerra», y que tam-
bién Bryson le contó su conversación con Martínez Campos, «al fin de la
cual le dio a entender éste que sin duda llegada la hora España preferiría
entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos».
Grover Flint, corresponsal del Journal, quien cruzó la trocha militar
de Júcaro a Morón, y Sylvester Scovel, del cual debemos hablar en extenso

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 137


más adelante, quienes acompañaron a las tropas de Máximo Gómez en los
años 1896 y 1897, figuran en la relación de periodistas norteamericanos
de relevancia que estuvieron entonces en Cuba y establecieron contacto
con las fuerzas independentistas.
Grover Flint fue un ejemplo de imparcialidad. Si bien en su libro En mar-
cha con Gómez (Marching with Gómez), editado por Lamson Wolfee and
Company, Norwood Press, Estados Unidos, en 1898, y reproducido en La
Semana de La Habana en 1930, luego por el historiador Rafael Soto Paz en
Bohemia en 1951-1952 y finalmente por la Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1983, hace el periodista uso de su honestidad, aunque ciertamente
tuvo errores de apreciación en algunos datos e informes. Pero no cabe duda
de que se trata de un libro sugestivo que da una idea de la lucha, en especial
en las provincias del occidente de Cuba.
Sobre su entrevista con Salvador Cisneros Betancourt, entonces presi-
dente de la República en Armas, Flint anotó:

Cuando le pregunté si no sería de temer una guerra de razas al ter-


minar la independencia, negó terminantemente. Sus ideas sobre el
negro cubano abundan en las mías: —No, me dijo —decididamente,
no. Nuestros negros son muy superiores a los de los Estados Uni-
dos. Por naturaleza son pacíficos, bondadosos y ordenados, tienden
a actuar siempre como sus hermanos de la raza blanca. Durante la guerra,
anterior, dejamos nuestras familias, nuestras esposas e hijas en la ma-
nigua, escondidos, y no teniéndolos más que a ellas de compañeros.
Pues bien, no se registró un solo ultraje, una tentativa de asalto sobre
ninguna mujer blanca. ¿Podría citarse algo parecido de los negros
de los Estados Unidos? Por otra parte, se hacen dignos de nuestra
estimación y de nuestro cariño. Maceo tiene sangre negra en las ve-
nas y, sin embargo, es el orgullo de todos nosotros. En el ejército re-
volucionario los oficiales mulatos abundan y todos ellos han dado y
dan a diario muestras de su coraje y de su caballerosidad. Mientras
la raza negra produzca en Cuba tales hombres no tendremos nada
que temer.

A corresponsales norteamericanos como los ya citados sería injusto ins-


cribirlos dentro del grupo de periodistas que no salía del bar del hotel Ingla-
terra, en La Habana, y que, desde ese lugar, generaron un ininterrumpido
flujo de amañadas noticias, fruto exclusivo de sus fértiles imaginaciones o
susurrada al oído por algún confidente. Para estos corresponsales, Maceo
murió más de una docena de veces y La Habana fue tomada por los insu-
rrectos otras tantas. Los periódicos sensacionalistas de Estados Unidos pu-

138 · JUAN MARRERO


blicaban esas y otras «noticias» porque elevaban las tiradas y las ganancias.
Se escudaban en la dificultad de las comunicaciones para comprobar la ve-
racidad de las noticias.
En Cuba estuvo como corresponsal de guerra en 1895 alguien que fue fa-
moso casi medio siglo después cuando fue primer ministro de Gran Bretaña.
Hablamos de Winston Churchill. Como joven oficial hussar llegó a Cuba,
apenas reiniciada la lucha por la independencia, y reportó sus impresiones
para el periódico londinense Daily Graphic.
Churchill llegó a La Habana el 20 de noviembre de 1895, según contó
en su libro My Early Life, que narra la historia de sus primeros 34 años de
vida. Viajó a Santa Clara, en el centro de la Isla, para seguir los pasos de la
columna española de tres mil soldados comandada por el general Valdés, y
en el primer combate que reportó, en Arroyo Blanco, al norte de Sancti Spí-
ritus, una bala le pasó a menos de treinta centímetros y mató a un caballo
que estaba a su espalda. Churchill fue testigo de la batalla de La Reforma,
en la cual los españoles sufrieron una importante derrota. El periodista en
ciernes pudo apreciar que en Cuba no había una simple revuelta de negros
esclavos, como querían hacerle creer los interesados en mantener el sistema
colonial, sino que era una auténtica lucha por la independencia.
Los lectores de Daily Graphic pudieron conocer por las narraciones de
Churchill y por los dibujos a pluma hechos por él mismo de las operacio-
nes militares en Cuba. Desde su primer reportaje dejó establecido que los
insurrectos expresaban el sentir de toda la población. Churchill recibió en-
tonces una condecoración de la Cruz Roja por su valentía en esa campaña.
Al llegar a Tampa, Florida, la prensa de esa ciudad lo criticó fuertemente, y
él respondió: «Yo no he disparado un solo tiro de revólver. Yo fui solamente
invitado del Estado Mayor del general Valdés, y el habérseme condecorado
con la medalla de la Cruz Roja no impide que simpatice con los cubanos que
aspiraban a ser libres».
Se dio el caso de la presencia de un corresponsal español en las filas de los
mambises. En 1897 el generalísimo Máximo Gómez autorizo a visitar la mani-
gua al periodista Luis Morote, del diario madrileño El Liberal, pero lo tuvo que
someter a consejo de guerra —por cierto, fue absuelto— por considerarlo espía.
El principal representante del Journal en La Habana fue el veterano Mu-
rat Halstead, que había cubierto la guerra civil y la franco-prusiana de 1870 y
había sido también editor del Commercial Gazette de Cincinnati hasta 1890.
Resumió su presencia en Cuba con un largo artículo donde expresó la segu-
ridad de que «el destino manifiesto de Cuba era su incorporación a la Unión
americana». Pensaba, en fin, como anexionista.
Se considera a Sylvester Scovel como uno de los corresponsales nortea-
mericanos que actuó con mayor seriedad en Cuba. Había comenzado su

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 139


carrera periodística en 1895 en periódicos de Pittsburgh y Cleveland. Un día
se personó en las oficinas del Herald de Nueva York, y propuso a su editor
una entrevista con Máximo Gómez. Aunque no hablaba ni una palabra en
español, luego de contactos con emigrados cubanos logró embarcarse hacia
Cuba llevando una carta para Gómez que debió tragarse cuando las autori-
dades españolas, al ver su credencial de periodista del Herald, le negaron
la entrada. Scovel retornó a Estados Unidos, obtuvo otra carta de presenta-
ción para Gómez y desembarcó por Cienfuegos. Cruzó las líneas españolas,
y andando de noche y durmiendo de día, viviendo de la caridad de los cam-
pesinos cubanos, logró finalmente encontrar quien lo llevase ante el general
Gómez. Medio muerto de hambre y vestido de harapos consiguió su objetivo
el 1ro. de noviembre de 1895. El 4 de febrero de 1896 fue herido en una pierna,
mientras acompañaba a las fuerzas del general Antonio Maceo. Lo llevaron
escondido a La Habana, desde donde un agente consular de Estados Unidos
consiguió embarcarlo hacia Nueva York.
Cuando llegó al Herald con sus entrevistas a Maceo y Gómez, Scovel se
encontró con que el editor que le había ofrecido pagarle veinticuatro dólares
por columna, ya no estaba en ese periódico. Entonces, se presentó en las
oficinas del World, de Pulitzer, quien de inmediato lo contrató por sesenta
dólares a la semana y cuatrocientos de gastos pagados. El World publicó la
entrevista con Gómez el 22 de febrero de 1896. Weyler ofreció veinticinco
dólares por la captura de Scovel, vivo o muerto. El audaz Scovel, no obstan-
te, volvió a La Habana. Y Weyler logró arrestarlo en 1897, pero el World y
toda la prensa norteamericana iniciaron una tremenda campaña para con-
seguir su liberación. Siguiendo instrucciones de Madrid, donde temían que
si le pasaba algo a Scovel la ola de indignación en Estados Unidos sería incon-
tenible, Weyler ordenó su libertad.
A finales de 1897, las autoridades españolas, interesadas en conocer la
reacción de Máximo Gómez sobre el anunciado proyecto de autonomía, per-
mitieron que Scovel volviese a Cuba y estableciese contacto con los mambi-
ses. El 2 de enero de 1898 publicó en World otra sensacional entrevista con
Máximo Gómez, en la cual rechazaba airadamente el proyecto de autonomía
de España y reiteraba su posición de siempre: que la independencia solo po-
día satisfacer al pueblo cubano.
Scovel estaba en La Habana cuando ocurrió la voladura del acorazado
Maine el 15 de febrero de 1898. La tremenda explosión que sacudió a toda la
ciudad lo sorprendió cuando conversaba en un café con el corresponsal del
Herald, George Bronson Brea. Ambos corrieron al puerto y comprobaron
que el Maine se hundía envuelto en pavorosas llamas. Haciéndose pasar por
oficiales del buque lograron cruzar la barrera policial y se embarcaron nada
menos que en la misma lancha del jefe de la policía, con quien pudieron

140 · JUAN MARRERO


acercarse al naufragio y contemplar las horribles escenas que describirían
en sus crónicas.
Bronson Brea era otro de los corresponsales norteamericanos que había
acompañado a las fuerzas de Máximo Gómez y Antonio Maceo a partir de
enero de 1896. A diferencia de Scovel, Bronson Brea escribió numerosas cró-
nicas carentes de objetividad sobre la lucha por la independencia del pueblo
cubano.
La revista Harper’s Weekly envió a Cuba a uno de los primeros fotógrafos
de guerra, Thomas R. Dawley. El 7 de marzo de 1897 publicaba fotografías de
Weyler con un grupo de oficiales, un entierro de patriotas y soldados muer-
tos durante una acción militar cerca de La Habana. Con su cámara, decía
Dawley, iba mejor provisto que con un salvoconducto de Weyler, porque to-
dos querían hacerse fotografiar a su paso. Cuando fue a fotografiar una tro-
cha recién construida en Pinar del Río, fue arrestado e internado en el Cas-
tillo del Morro. Lo acusaron de haber entrado en contacto con Maceo.
Pulitzer envió a Cuba como corresponsal del World a James Creelman,
famoso por sus crónicas sobre la guerra chino-japonesa. Su primera crónica
desde La Habana, el 20 de abril de 1897, describía ejecuciones, matanzas y
torturas. Semanas después fue expulsado por las autoridades españolas, jun-
to a Frederick Lawrence, del Journal, que cultivaba el mismo estilo. Otros
periodistas de la prensa amarilla de Nueva York, como Bradley T. Johnson,
W. W. Gay y C. B. Pendlenton, permanecieron corto tiempo en Cuba.
El episodio del Maine provocó el envío a Cuba de un ejército de correspon-
sales norteamericanos. Hearst fletó tres yates, que denominó «la armada de
guerra del Journal»: el Anita, el Betunar y el Echo, en los que embarcó a los
artistas Frederic Remington y William Bengough y a los corresponsales Juan
Hawthorne, Karl Decker, George Bryson y los hermanos Alfredo y William
Lewis. El World, por su parte, fletó los remolcadores Confidence y Triton, en
los cuales viajaron Scovel y Bronson Brea, quien se había pasado al World.
Este periódico de Pulitzer también despachó un grupo de buzos a La Ha-
bana para que investigasen la explosión del Maine. Aun cuando estos no
tuvieron permiso para acceder a la bahía, aseguraron portar más de cin-
cuenta pruebas sobre la voladura del acorazado a causa de una mina o de un
torpedo. El Herald alquiló tres yates para trasladar a La Habana a Walter
Merwhether, Ernest McCready, Hamilton Peltz y Leo Redding. Otros perió-
dicos menos pudientes —el Sun, el Record y el Daily News, estos dos últi-
mos de Chicago— también tenían sus ejércitos de periodistas en La Habana
y sus yates para llevar las crónicas a Cayo Hueso o a Tampa.
El editor del Washington Post, E. L. Godkin, escribió un editorial sobre el
accionar de la prensa amarilla: «Todo el que conoce los periódicos amarillos
sabe que todo lo que hacen es para aumentar sus ventas… y absolutamente

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 141


nadie cree que a un periódico amarillo le importen cinco centavos los cuba-
nos, las víctimas del Maine, o cualquier otra cosa».
Ya una vez desembarcadas las tropas norteamericanas en Cuba, Hearst
mismo formó parte de un grupo del Journal que llegó a Santiago de Cuba,
en el cual se incluían varios fotógrafos con sus cuartos oscuros y sus cá-
maras especiales, y toda una imprenta con el propósito de editar ese diario
sensacionalista desde territorio cubano.
James Creelman, quien formaba parte de ese ejército de periodistas del
Journal, fue quien arrancó la bandera española del fortín El Pozo, y entonces
contó en una crónica: «El Journal había provocado la guerra, y era por ello justo
que tuviese la bandera capturada en la mayor batalla terrestre de esa guerra».
Cuando se produjo el 17 de julio de 1898 la rendición de Santiago de Cuba,
tras el hundimiento en la bahía de la flota de Cervera, en uno de sus típicos
arrebatos el general Shafter prohibió que los corresponsales presenciaran la
ceremonia de rendición y ordenó el regreso de todos a Estados Unidos.
No todos cumplieron la orden, entre ellos Sylvester Scovel, quien se subió
al tejado del palacio gubernamental para participar en el izado de la bandera
de Estados Unidos. Shafter le ordenó bajar. Lo forzaron a empujones. Scovel
se enfrentó a Shafter delante de la tropa española y de la norteamericana y de
la población de Santiago, e intentó incluso propinarle un puñetazo. Scovel
fue encerrado en un calabozo. Y al igual que había hecho Weyler, y ante el
temor de arrojar más leña al fuego, Shafter dispuso días después su libertad
y expulsión de Cuba. De paso ordenó la expulsión de todos los corresponsa-
les del Journal, lo que provocó la indignación de Hearst.
Otro corresponsal estadounidense que estuvo en la guerra hispano-
cubano-americana fue Stephen Crane (1871-1900), quien devino famoso
novelista cuando publicó La roja insignia del valor (The Red Bagde of
Courage). Crane reportó los acontecimientos sobre la intervención militar
estadounidense desde Guantánamo y Santiago de Cuba. Pero enfermó de
malaria y tuvo que ser enviado a un hospital de Virginia. Tiempo después,
cuando se recuperó, entró ilegalmente en Cuba, haciéndose pasar por un
comprador de tabaco. Se hospedó entonces en el hotel Pasaje, en La Habana,
y envió dos decenas de artículos sobre lo que sucedía en Cuba, en algunos de
los cuales reprochó las conductas irresponsables de algunos soldados nor-
teamericanos que se embriagaban y provocaban tiroteos y escándalos.
Después, Crane se trasladó a Europa, donde murió minado por la tubercu-
losis, a los 28 de años de edad. Antes de su fallecimiento dejó escrito un libro
de narraciones sobre la guerra hispano-cubano-americana, que se publicó
póstumamente. Su traducción al español tardó ciento seis años.
Crane, quien mantuvo amistad con escritores como H. G. Wells y Joseph
Conrad, fue llamado el Ernest Hemingway de su época.

142 · JUAN MARRERO


SEGU NDA PA R T E
Neocolo n ia
Los periódicos en la alborada de la república neocolonial

Nueve grandes periódicos existen en La Habana cuando se instaura el 20


de mayo de 1902 la República de Cuba, nacida con la Enmienda Platt y con
don Tomás Estrada Palma, un presidente de visión política limitada, excep-
to en la de servir a los grandes intereses económicos, políticos y militares
de Estados Unidos. La Habana, entonces, tenía solo un cuarto de millón de
habitantes, y en el país había millón y medio.
Siete de esos periódicos habían comenzado a publicarse durante el siglo
finalizado. Ellos fueron: Diario de la Marina (1844), dirigido por el asturiano
Nicolás Rivero; Avisador Comercial (1869), manejado por don Juan López
Seña; El Comercio (1881), que timoneaba el abogado pinareño Lorenzo Beci
tras la enfermedad y fallecimiento de Don Ernesto Lecuona, padre del que
llegase a ser insigne músico y compositor de igual nombre y apellido; La Lu-
cha (1885), piloteado por don Antonio San Miguel; La Discusión (1889), bajo
la égida del patriota Manuel María Coronado; La Unión Española (1898), que
comandó Isidoro Crozo (Ruidiaz) y El Nuevo País, dirigido por Ricardo del
Monte, de vieja afiliación autonomista.
Otro diario que se publicaba en 1902, aunque no puede considerársele
entre los más importantes y mayores, fue El Reconcentrado. Fundado en
1897 bajo la dirección de Ricardo Arnauto, utilizó un lenguaje grosero e
injurioso desde su primer número. A la entrada de su imprenta tenía co-
locado el siguiente cartel: «¡Temblad, granujas!», y aludiendo a un capitán
del ejército español que se marchaba a la península encabezó un suelto
con el título «Fuga de granujas». Tal campaña fue causa de los moti-
nes ocurridos en La Habana en 1898. Voluntarios integristas asaltaron
y destruyeron los talleres y la redacción de El Reconcentrado, y también
realizaron acciones contra los periódicos La Discusión, que había acen-
tuado su crítica al dominio español en Cuba, y Diario de la Marina, que
se hizo impopular ante el elemento español intransigente cuando se de-
claró defensor de la autonomía.
Las campañas de El Reconcentrado habían sido toleradas por el capitán
general de la Isla, el general Blanco, que con ello intentaba captar a los parti-
darios de la autonomía. Dejó de publicarse en 1899, pero reapareció en 1902
(la Biblioteca Nacional posee números de 1897, 1898, 1899, 1902 y 1903).
Hay dos publicaciones diarias que nacieron en tiempos de la ocupación
militar norteamericana: The Havana Post (1900), fundado por los nortea-
mericanos C. E. Fisher y George M. Brandt, y El Mundo (1901) tutelado por

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 145


José Manuel Govín. Desde su primer ejemplar El Mundo cumplió un papel
de mucha importancia a lo largo de toda la república neocolonial.
Sobre el año de la fundación de The Havana Post, un periódico totalmen-
te escrito en inglés, hay incertidumbre. Algunos ubican su salida en 1898,
otros en 1900. Lo que si no ofrece dudas es que nació bajo la ocupación mili-
tar norteamericana de la Isla. No se ha hallado en Cuba ejemplar alguno de
su primer número, en razón de que un incendio ocurrido en 1926 en el edi-
ficio que ocupaba en la calle Zulueta, en La Habana, destruyó los archivos y
colección del diario.
Después de 1902 uno de los propietarios del periódico fue Mr. Charles
Stoneham, quien estuvo vinculado a los negocios de las carreras de ca-
ballos y el juego en los casinos en La Habana. Fue uno de los accionistas
principales del Oriental Park, el Havana Casino y el Montecarlo Casino.
Stoneham fue propietario, a partir de 1919, del equipo de béisbol Gigantes
de Nueva York, y se vio involucrado en escándalos en los tribunales por
delitos del negocio de las apuestas y corrupción. El 7 de enero de 1936, tras
su fallecimiento, The New York Times publicó los titulares: Charles A. Sto-
neham, Giant’s owner, dies. Had interests in Havana. Y en el cuerpo de la
información decía: «Further, he deepened his interest in sport promotion
by purchasing a racetrack in Havana. He also bought the Havana Casi-
no, with its gaming tables, and developed it into a Cuban Montecarlo. He
also purchased a newspaper in Cuba and estrenched himself as a figure
of importance on the island».
The Havana Post fue adquirido luego por la familia Govín, relaciona-
da con el periódico El Mundo. En 1907, The Havana Post comenzó a pu-
blicar una edición en español, bajo la dirección de Arturo R. Carricarte
(1880-1940), periodista cubano e investigador de la obra de José Martí.
The Havana Post no fue la primera publicación en inglés que existió en
Cuba. Ya, en los albores del periodismo, en 1818, había visto la luz The Ha-
vana Price Current, dirigida por el norteamericano Santiago Spencer, que
al parecer años después tomó el nombre de Havana Weekly Report. Este
semanario existió hasta 1868 y, según las averiguaciones hechas, publicó un
suplemento en español llamado Semanario Mercantil de La Habana. Tam-
bién en los años 1898 y 1899 se publicó en La Habana el periódico Havana
Advertiser and Gazette, que comenzó como semanario y terminó como dia-
rio. Su director fue George Eugene Bryson, aquel avistado corresponsal del
Herald de Nueva York que entrevistó a José Martí en suelo cubano en 1895,
semanas después de su desembarco por Playitas de Cajobabo y dos semanas
antes de su muerte en Dos Ríos.
Otro periódico editado en La Habana, también en inglés, fue The Hava-
na Sun, del cual salieron noventa y tres números en los años 1901 y 1902.

146 · JUAN MARRERO


Se llamó después The Morning Sun. La colección completa de ambos está
en la Biblioteca Nacional.
Otros diarios que vieron la luz en La Habana, de una Cuba supuestamen-
te independiente, fueron El Imparcial y Cuba (1907), este último continua-
dor de El Nuevo País; El Triunfo (1909), fundado por como vocero de la liga
antiplattista; Liborio (1910); El Día (1911), que desapareció bajo el régimen
de Machado luego de que su director Armando Andrés fuese asesinado; La
Noche (1912), Heraldo de Cuba (1913) y La Nación (1915), fundados por Ma-
nuel Márquez Sterling; La Prensa (1914), El Mercurio (1917), de carácter
financiero y que también desapareció bajo el machadato; Diario de Cuba
(1917), en Santiago de Cuba; El Cuarto Poder (1920, creado por Ramón Vas-
concelos); El País (1921), El Heraldo (1923), cuya página literaria fue dirigi-
da por Ruben Martínez Villena, y Patria (1925), nombre rescatado por Juan
Gualberto Gómez para combatir al gobierno de Machado.
En las antiguas provincias de Las Villas, Camagüey, Matanzas y Oriente,
con raíces de ejercicio periodístico desde el siglo xix, se fundaron numero-
sos periódicos luego de la proclamación de la República, la mayoría de ellos
influidos por los nuevos intereses políticos y económicos que se asentaron
en el país. Esa prensa local, por lo general, no se caracterizó por tener un
gran peso informativo, sino de opinión.
De alguna importancia fueron El Camagüeyano (1910) y su antecedente
El Liberal, así como los más pequeños Las Dos Repúblicas, La Región y El
Noticiero, publicados también en la ciudad de Camagüey, La Voz del Pueblo
(1899), de Guantánamo, y El Pueblo (1905) en Ciego de Ávila.
En la provincia de Las Villas es donde se fomentó una mayor cantidad
de publicaciones. En Santa Clara se asentaron El Demócrata, El Republi-
cano, El Eco de Las Villas y La Publicidad; en Cienfuegos, La Correspon-
dencia, fundado en 1898, considerado uno de los más leídos, El Comer-
cio (1902) y El Sol (1922), este último fundado por el periodista Santiago
Claret, quien después se trasladó a La Habana, donde dio nacimiento al
periódico Información. También hubo periódicos importantes en Sancti
Spíritus —El Fénix (1834, que existió hasta principios de la década de los
treinta del siglo xx)— y Trinidad, Sagua la Grande, Remedios, Placetas y
Camajuaní, que fueron poblaciones pródigas en publicaciones tanto en la
época colonial como republicana.
La Correspondencia, nacido el 31 de octubre de 1898, tuvo especial sig-
nificación. Ve la luz cuando está a punto de firmarse el Tratado de Paz de
París, que pone fin a la guerra hispano-cubano-americana, y cuando daba
inicio la ocupación militar norteamericana de Cuba. Fundado por el astu-
riano Cándido Díaz, Florencio Velis y Francisco Madrazo, nace con el pro-
pósito de defender los intereses de los más de mil españoles que residen en

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 147


Cienfuegos tras el cambio de poderes, y abogar por la convivencia frater-
nal entre españoles y cubanos. La Correspondencia, en definitiva, termi-
nó siendo un defensor de los intereses de Cienfuegos, y se convirtió en una
referencia obligada del periodismo cubano, sobre todo del realizado fuera
de la capital, a lo largo de sesenta y cinco años. En ese tiempo lo mejor de
la intelectualidad cienfueguera y de otras partes del país colaboró con ese
periódico, entre ellos Ruy de Lugo Viña, Miguel Angel de la Torre, Hilarión
Cabrisas, Eva Canel, Juan Marinello, Enrique Labrador Ruiz y León Ichaso.
Logró progresivamente aumentar su tirada, y en el año lanzaba a la calle
más de veinte mil ejemplares, una cifra bien respetable en aquel entonces.
Un primogénito de uno de los fundadores del periódico —Julio Velis, padre
de Lupe y Esther Velis— dirigió durante varios años el periódico. A Julio
Velis se le consideraba a mediados del siglo xx «el periodista más completo
que ha dado Cienfuegos».
Matanzas, con tradición periodística desde principios del siglo xix, vio
nacer junto con la República neocolonial varios periódicos, entre ellos El
Republicano Conservador, Yucayo, El Imparcial y El Correo de Matanzas.
En Santiago de Cuba continuó publicándose El Cubano Libre, dirigido
por Mariano Corona Ferrer, el cual mantuvo su línea de consecuencia revo-
lucionaria hasta 1912, en que murió su director. Nacieron en 1902 La Región,
El Pueblo, La República y Oriente, y años después La Tarde y El Tiempo.
Pero el diario que mayor aceptación tuvo fue Diario de Cuba, de Eduardo
Abril Amores, que vio la luz en 1917. Este periódico rompió con los moldes de
ser un medio local exclusivamente, y tuvo prestigio nacional.
Ni Pinar del Río quedó atrás en la publicación de periódicos a principios
del siglo xx. Así vieron la luz El Occidente (1902), El Debate (1904), que fue
el primer diario pinareño en tener servicio telegráfico, y La Voz de Occiden-
te (1905). Pero esa prensa fue efímera.
Como regla, los periódicos en las provincias tuvieron una vida corta y su
salida era irregular. Solo en las capitales de provincias y en otras ciudades
importantes, con una vida cultural más o menos intensa, lograron sobrevi-
vir durante largo tiempo algunos periódicos.

Un periodismo de mayor desarrollo

En el amanecer del siglo xx el periodismo en Cuba alcanza un desarrollo


superior al que existió en la anterior centuria. La irrupción de nuevas tec-
nologías de impresión: linotipos más avanzados, rotativas más veloces, el
sistema offset, el fotograbado hacen posibles en las dos primeras décadas

148 · JUAN MARRERO


del siglo cambios de formato, estrechamiento de las columnas, más pági-
nas, ampliación del uso de la fotografía, las caricaturas y otras ilustraciones,
mejor lectura de los textos, etcétera, tanto en periódicos como en revistas.
La aparición y progresivo desarrollo de las comunicaciones telegráficas
y telefónicas, así como de los medios de navegación, marítimos y aéreos,
determinan un cambio importante en la manera de hacer periodismo. En el
siglo anterior, las noticias acontecidas en otros países se publicaban, por lo
general, con muchos días de retraso. Era necesario esperar la llegada de los
barcos que venían de España, Estados Unidos o de países sudamericanos
para recibir periódicos o mensajes que servían de fuentes a los redacto-
res de las publicaciones existentes en Cuba.
Todo eso cambió totalmente. La irrupción de las agencias cablegráficas
en la prensa nacional produjo un vuelco notable. Según el investigador y
profesor venezolano Eleazar Díaz Rangel, la primera agencia noticiosa que
entró en Cuba fue la Associated Press (AP). Lo hizo acompañando a las tro-
pas militares de ocupación de Estados Unidos. El 11 de abril de 1899 se pu-
blica por vez primera un despacho de AP en un periódico de La Habana, el
Diario de la Marina. Ese despacho procedía de Nueva York, y trataba sobre
el anuncio de una reducción de las tropas norteamericanas en Cuba. Por
aquel entonces, el Diario de la Marina insertó una en primera página en
español e inglés: «A petición de varios de nuestros lectores españoles [se-
guía sin interesarles los lectores cubanos] que desean practicar el inglés, así
como para que sirva de incentivo a nuestros favorecedores [los ocupantes
norteamericanos] que desean practicar el inglés y no entienden el español,
publicaremos en lo sucesivo nuestro servicio especial de Nueva York [de AP,
por supuesto], en inglés y español».
Esa nota del Diario de la Marina, que hasta entonces había sido repre-
sentante y vocero de los grandes comerciantes y de los defensores del colo-
nialismo de España, era expresión evidente de la decisión de sus dueños de
cambiar bien pronto de ropaje, no de alma, para pasar a servir «a nuestros
favorecedores», aquellas tropas de Estados Unidos que desembarcaron en
Cuba prometiendo democracia, libertad y bienestar. Meses antes, el Diario
de la Marina había dado una señal de su cambio cuando quitó de su machón
el subtítulo «Órgano Oficial del Apostadero de La Habana», decisión que
dio motivo a que un grupo de oficiales del derrotado ejército español orga-
nizara una manifestación frente a la redacción de ese periódico, y le lanzara
piedras como expresión de su descontento.
En esas condiciones, como instrumento de la política norteamericana en
Cuba, establece la AP sus servicios fuera del territorio norteamericano. Pue-
de considerarse ese hecho como el inicio del monopolio informativo, porque
la AP, desde entonces, y durante varios años, fue la única agencia que daba

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 149


sus servicios a la prensa cubana. En 1906, el periódico El Mundo se convirtió
en el segundo de Cuba en tener los servicios de la AP. También el periódico La
Discusión ofreció sus noticias del exterior en una sección que titulaba «Por el
hilo directo de la Prensa Asociada». Posteriormente, después de la Primera
Guerra Mundial, es que los periódicos cubanos se suscriben a los servicios de
la United Press, también norteamericana. Otra agencia que en aquel entonces
tuvo presencia en Cuba fue Havas, la más importante de Francia.
El Diario de la Marina era considerado ya a principios del siglo xx «deca-
no de la prensa cubana». Entonces, era dirigido por Nicolás Rivero. A partir
de 1919 ocupó la dirección su hijo José Ignacio Rivero (Pepín) y, más tarde,
hasta su desaparición, por el hijo de este último (Pepinillo). Al igual que du-
rante la colonia fue portavoz de todas las causas antipopulares. Defensor
de las dictaduras de Machado y Batista, defensor de los regímenes fascistas de
Hitler.y Mussolini; enemigo de la clase obrera, enemigo de las ideas socialistas.
Intoxicó durante muchos años al pueblo cubano con mensajes contra los comu-
nistas y los que luchaban contra la opresión y la explotación de las burgue-
sías y oligarquías nacionales e internacionales.
En su historial solo hay un hecho positivo: ocurrió en la década de los trein-
ta, cuando encargó a José Antonio Fernández de Castro, destacado intelectual
cubano, hacer un suplemento literario en el cual tuvieron cabida tanto escri-
tores de derecha como de la izquierda latinoamericana, entre estos últimos
José Carlos Mariátegui y Nicolás Guillén.

El Mundo, Márquez Sterling y la Enmienda Platt

Símbolo de modernidad es el nacimiento del periódico El Mundo, el 11 de


abril de 1901. Su fundador fue José Manuel Govín, quien pudo llevar ade-
lante su idea mediante dos mil pesos que le facilitó un primo suyo, Rafael
R. Govín, nacido en Estados Unidos, quien había sido dueño y director del
periódico Jornal of Commerce, en Nueva York. A este último Govín, en rea-
lidad, es a quien se debe la idea y concreción de la publicación de un perió-
dico diferente en La Habana.
Bajo el lema «el periódico de todos» y sin ocultar que era una empre-
sa mercantil, El Mundo conquistó, desde sus inicios, un crecido número de
lectores. Importante en ello fue la utilización de grandes titulares y cintillos
atractivos, páginas a colores, y fotos de actualidad. También introdujo los
«muñequitos» para la población infantil, que salían con las ediciones do-
minicales, las de mayor tirada del periódico. Otro éxito lo constituyó su
suplemento dominical El Mundo Ilustrado, cuyo primer número apareció

150 · JUAN MARRERO


en 1904 con numeración seriada independiente de su edición diaria, con
excelente papel y profusamente ilustrado. Poemas, cuentos, artículos his-
tóricos, crítica literaria y noticias de actualidad sobre la vida social, las
modas, etcétera, vieron la luz en sus páginas. Jugó un importante papel
en la divulgación de las creaciones literarias de los escritores surgidos a
comienzos de la república neocolonial.
El Mundo tuvo una larga existencia, desde 1901 hasta 1968. Relevantes
figuras del periodismo cubano integraron su nómina o fueron colaboradores
habituales de este matutino y de su suplemento dominical. Por su redacción
pasaron Manuel Márquez Sterling, Víctor Muñoz, Eduardo Héctor Alonso,
Fernando Ortiz, José Zacarías Tallet, José Manuel Valdés Rodríguez, Pa-
blo de la Torriente Brau, Raúl Roa García, Carlos Lechuga y Alfredo Núñez
Pascual. Por su dirección pasaron, además de Govín, Antonio González
Mora, Ricardo Lances, Germán Wolter del Río, Guillermo Martínez Már-
quez, Jorge L. de Cubas, Rafael Govín (hijo), Enrique Palomares, Víctor
Bilbao, Guillermo de Piña, Arturo Alfonso Roselló, Pedro Cué Abreu, Eli-
seo Guzmán, Luis J. Botiffol, Raoul Alfonso Gonsé, Luis Gómez Wangüer-
mert y Ramón Perdomo (este último lo dirigió cuando el periódico se con-
virtió en taller de la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana).
El Mundo fue otro a partir de 1949, cuando la mafia italo-norteamerica-
na, representada por Amadeo Barletta, lo adquirió. El periódico desapareció
cuando la contrarrevolución le prendió fuego al edificio donde se encontra-
ba su redacción y talleres en la calle Virtudes y Águila, en 1968. Su archivo,
considerado uno de los más valiosos de la prensa en aquel entonces, fue de-
vorado por las llamas.
Volviendo a sus inicios, es necesario subrayar que aparte de sus atracti-
vos tecnológicos, El Mundo tuvo aceptación popular porque en los primeros
días de su nacimiento se colocó al lado de las aspiraciones y sentimientos
del pueblo cubano, en momentos signados por hondas tristezas y pesares,
cuando Cuba pasaba por una fuerte crisis de nacionalidad, porque Estados
Unidos decía a los cubanos: o aceptan la Enmienda Platt como apéndice de
la Constitución o no hay independencia para Cuba.
Cuando la Convención Constituyente envió a Washington una represen-
tación para discutir el ultraje de la Enmienda Platt con el presidente William
McKinley, el periódico El Mundo —que tenía entonces solo nueve días de
fundado— dispuso que su redactor político Manuel Márquez Sterling acom-
pañase a los comisionados cubanos.
De los periódicos cubanos solo La Discusión, que había reaparecido luego
de que el sanguinario Weyler la había clausurado, y El Mundo dieron cobertu-
ra informativa directa a ese importante acontecimiento. El representante de
La Discusión fue su director Manuel María Coronado. Ese diario, que en un

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 151


principio estuvo en contra de la Enmienda Platt, ya entonces se inclinaba a
favorecerla como algo inevitable, en particular por la pluma de un hombre de
prestigio como Manuel Sanguily, quien escribe que si se rechazaba la Enmien-
da no habría independencia para Cuba, y opina que entre un poder interventor
indefinido y una república con Enmienda, él prefería esta última. El Mundo, en
cambio, se alineó totalmente en contra de la Enmienda, se colocó, en fin, junto
a Juan Gualberto Gómez, otros diez constituyentes y el pueblo que en las calles
expresó su repudio a tal engendro impositivo de factura norteamericana.
En el libro La historia de la Enmienda Platt, de Emilio Roig de Leuchs-
enring, se reproducen los reportajes de Márquez Sterling, considerados la
mejor información sobre las actividades de la comisión en Washington.
En su primera crónica, antes de partir hacia Cayo Hueso a bordo del bar-
co Florida, Márquez Sterling escribió:

Huelga decir nuestros más ardientes votos porque el viaje de los comi-
sionados redunde en bien de las aspiraciones legítimas del país cubano
(…) Los delegados habrán de hallar en la fuerza de su derecho y en su
indiscutible patriotismo, la elocuencia necesaria para demostrar ante
el gobierno de la Casa Blanca, las razones en que se ha apoyado la Con-
vención Constituyente para rechazar una ley sometida a su dictamen,
por la cual se resta arbitrariamente a Cuba los principales atributos de
soberanía.

Desde Cayo Hueso reportó la recepción dada a los delegados de la Conven-


ción Constituyente «por el pueblo obrero que en masa cubría los muelles» y el
concurrido mitin efectuado en el Club San Carlos «que, como es sabido, tiene
una brillante historia revolucionaria». Dio cuenta, además, de que la Comisión
embarcó ese mismo día, 21 de abril de 1901, en el vapor Key West hacia Miami.
Por ferrocarril continuó su viaje la comisión. Márquez Sterling reporta la
llegada a Jacksonville y las declaraciones del comisionado Rafael Portuon-
do, general en la guerra de independencia, a un periodista del Times-Union
and Citizen de esa ciudad. Dijo que sin independencia es imposible en Cuba
la paz moral ni la amistad duradera entre cubanos y americanos. También
dijo el señor Portuondo que el general Wood es impopular porque ofrece
todo y no cumple nada, habiendo costado su administración al tesoro cuba-
no mucho más de lo que debiera.
El 24 de abril la comisión cubana llegó a Washington, y Márquez Sterling
escribió:

Llegamos a la Capital Federal a las ocho y media de la mañana. Espera-


ban en la estación a la comisión cubana, los subsecretarios de Guerra y

152 · JUAN MARRERO


de Estado, quienes pusieron a la disposición de los Delegados a dos ofi-
ciales que poseen el español… En las estaciones de tránsito se agolpaba
curioso el pueblo para conocer a los delegados cubanos… La prensa pu-
blica las declaraciones de Portuondo en Jacksonville acerca de la ges-
tión en Cuba del general Wood. Este, interrogado por un repórter del
Washington Post, se negó a refutar los cargos formulados contra él por
Portuondo, declarando que espera su oportunidad para defenderse.

La crónica enviada por el reportero de El Mundo el 24 de abril hace refe-


rencia a que numerosos periodistas de Washington y Nueva York se presen-
taron en el hotel Sheridan, donde se hospedaban los delegados cubanos, y
solicitaron entrevistas con ellos, pero estos no las dieron alegando que «se-
ría incorrecto declarar los planes que llevaban antes de celebrar su entrevis-
ta con el presidente McKinley». Párrafos más abajo, la crónica de Márquez
Sterling dice que «la prensa [estadounidense] publica fingidas entrevistas
con los delegados que en manera alguna tuvieron efecto, porque la Comi-
sión, como he dicho, se negó a hablar».
Al día siguiente, el enviado especial del diario de La Habana reporta el en-
cuentro de los comisionados con el secretario de Guerra, Mr. Root. Momentos
después eran presentados los comisionados cubanos a McKinley en el suntuo-
so salón azul de la Casa Blanca. «La Comisión parece agradablemente impre-
sionada por la afectuosa recepción de que ha sido objeto. Todos los delegados
han felicitado calurosamente al general Méndez Capote por la concisión y dig-
nidad con que llevó la palabra ante McKinley en nombre de la Convención».
Ese mismo día, en otra crónica, Márquez Sterling reporta la entrevista
sostenida por la tarde entre los comisionados y Mr. Root durante tres ho-
ras. La Comisión hizo una detenida crítica de la Enmienda… Root explicó
la Enmienda dando su opinión sobre ella desde diferentes puntos de vista
y sosteniéndola como conveniente para ambos países, no quedando nada
resuelto y aplazando el asunto para ser continuada mañana la entrevista.
El general Wood presenció la entrevista, haciendo ligeras observaciones de
poca importancia. Adviértese una gran unanimidad y perfecta armonía en-
tre los delegados. A la puerta del hotel esperaba a los delegados una lluvia
de periodistas. Se negaron a darles informes respecto a la conferencia, para
evitar que propalen falsas noticias. Todas las que circulen, pues, no siendo
estas —puntualiza Márquez Sterling—, son falsas.
También el reportero hace alusión a una caricatura publicada por The
Washington Star en que se ve a los delegados cubanos dentro de una bañade-
ra, tratando de agarrar el jabón, que representa la independencia. La prensa,
que sigue mostrando gran hostilidad para los comisionados, se admira de que
estos vayan bien vestidos, termina esta crónica el periodista de El Mundo.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 153


Varios son los despachos que envía el periodista a su redacción el 26 de
abril. Se refieren al banquete efectuado en la Casa Blanca en honor de los co-
misionados cubanos. Asistieron el presidente McKinley, todos los miembros
del gabinete —excepto el secretario de Marina—, representantes del Senado y
el Tribunal Supremo, en suma: más de cien convidados. El comedor, esplén-
didamente decorado con flores y banderas cubanas y americanas. El menú
exquisito y delicado. No hubo brindis ni discursos. Concluida la comida, se-
nadores y magistrados rodearon a los señores de la Comisión cubana (…), el
diálogo giró sobre la Enmienda Platt, declarándose los americanos firmes en
sostenerla por creerla altamente conveniente para ambos países. Grandes elo-
gios tributaron los senadores y magistrados al senador Platt, ensalzando sus
condiciones de talento y saber. De sobremesa fumaron tabacos de La Habana
el presidente y otros señores… El general Wood ocupó en el banquete un lugar
secundario. La tendencia general es que se trató de demostrar a los comisio-
nados la unión que existe entre los americanos a favor de la Enmienda Platt.
Se hizo alarde de prodigar cariñosas y galantes muestras de afecto a los comi-
sionados, pero al mismo tiempo haciéndoles notar la tendencia general entre
los concurrentes, que es la de sostener firmemente la Enmienda Platt y la de-
cisión de no ceder. La Comisión recibió un curioso anónimo firmado por «Un
americano amante de su país y de la independencia de Cuba», advirtiendo a la
Comisión de que no se dejase engañar por las falsas promesas que se hacen.
Otra crónica de Márquez Sterling da cuenta del lunch ofrecido a la Co-
misión por el secretario Root en la Metropolitan Club, al cual asistieron los
senadores Spooner, Platt y Foraker, los generales Miles y Corbin, el coronel
Edwards y el general Wood. Portuondo discutió vivamente con el senador
Spooner sobre la Enmienda Platt… También habló largo rato con el general
Miles, quien dio la razón a Portuondo, respondiendo que al pueblo que pe-
lea treinta años por su independencia y esta representa su honor, no pueden
darle los americanos su independencia limitada, porque el honor no se li-
mita. Le dice Portuondo que el general Miles es el amigo más sincero de los
cubanos de cuantos americanos ha tratado.

…mañana se despedirá la Comisión del Presidente McKinley. El lunes


celebrará la última entrevista con el señor Root. Como se ve el Presi-
dente ha esquivado cortésmente tratar directamente con la Comisión.
Concluida la última entrevista próxima, la Comisión saldrá para Nueva
York, regresando a La Habana por la línea de Ward, que les ha ofrecido
pasaje gratis.

Con ese lenguaje telegráfico, pero elegante y matizado, el periodista Már-


quez Sterling mantuvo día tras día informado al pueblo cubano, a través de

154 · JUAN MARRERO


las páginas del periódico El Mundo, sobre esas difíciles conversaciones de los
cubanos con las principales figuras de la administración de Estados Unidos.
La crónica del 27 de abril se refiere al último encuentro con el presidente
McKinley, «que estuvo literalmente mimoso» con la Comisión al decir que
«ésta dejaba muy bien impresionado al Gobierno, sintiendo que no pudiera
prolongar algo más su estancia en Washington». La Comisión hasta estos
momentos guarda una gran reserva, pero es un hecho que nada obtiene de
McKinley.
Ese mismo día, ya en la noche, Márquez Sterling transmite una larga cró-
nica a su periódico. Reproducimos lo esencial de ella:

Méndez Capote me dice que desea telegrafiar a El Mundo que la Comi-


sión ha celebrado en resumen cuatro conferencias con Root y dos con el
Presidente. En las entrevistas con Root tratóse (sic), no solo de la En-
mienda Platt, sino de todos los asuntos económicos y políticos de Cuba.
Los Delegados sostuvieron con Root fuertes debates, alcanzando la
discusión puntos elevadísimos. La Comisión levantó acta de todas sus
sesiones… Dichas actas se adjuntarán al informe que los comisionados
presentarán a la Convención y que será discutido en sesiones secretas.
Hoy no puede darse publicidad a esos puntos esenciales que el Gobier-
no americano y la Comisión, de acuerdo, se reservan.

Nada escapaba a los ojos de Márquez Sterling. El 29 de abril informa a los


cubanos que The World publicó una caricatura de la Comisión, personifica-
da por cinco niños inflados y cariacontecidos, McKinley de maestro, con un
gran plato y una cuchara al lado de una bandera que brinda una cucharada a
la Comisión, que se muestra dispuesta a aceptarla. El plato representa la En-
mienda Platt. Según la prensa, apunta el reportero de El Mundo, ha habido
diferencias entre los delegados cubanos que aceptarían la Enmienda Platt a
cambio de rebajas en las tarifas del azúcar, del tabaco y del café, y los que
solo quieren la independencia absoluta, y que el gobierno de Washington lo-
gró conciliar a ambos elementos.
El 2 de mayo, Márquez Sterling transmite la penúltima información. Es
sobre la partida de Nueva York, en viaje de regreso a La Habana, de los comi-
sionados. El Mundo, a su vez, saluda el trabajo de los comisionados: «Vol-
verán a pisar tierra cubana estos patriotas que fueron a demandar justicia
ante el jefe de la colosal Roma del mundo americano, y que al hacerlo se han
mostrado, por su austera entereza, dignos de la sacra embajada que la Patria
les confiara». También el mismo periódico, el 6 de mayo, reporta la llegada
del vapor americano Havana, en el cual viajó la comisión cubana que se
entrevistó con el presidente McKinley. Con ellos «regresó nuestro querido

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 155


compañero, el señor Márquez Sterling, representante enviado especialmen-
te por este diario, y cuya brillante información ha sido recibida con éxito tan
lisonjero por la opinión».
El tema de las relaciones cubano-norteamericanas figuró entre los fa-
voritos de Márquez Sterling desde que Estados Unidos ocupó y gobernó
militarmente a Cuba a partir del primer día de 1999. En las páginas de La
Discusión, Cuba Libre, El Fígaro, La Lucha, El Heraldo de Cuba, La Na-
ción y otros periódicos y revistas, a finales del siglo xix y hasta los últimos
días de su vida, están expuestos sus pensamientos en contra de la interven-
ción militar extranjera en Cuba, la ocupación militar y la herida que infirió
a Cuba la Enmienda Platt.
La segunda ocupación militar norteamericana en Cuba, que duró vein-
tiocho meses, llevó a Márquez Sterling a hacer un balance de ese aconteci-
miento:

¡La intervención extranjera! Nada más amargo para un pueblo… Co-


roneles, capitanes y subtenientes del Ejército que nos invade toman a
su cargo el papel de sabios directores de la nación humillada; goberna-
dores, alcaldes, jueces, pedagogos, obedecen su tutela; y en un sueño
inverosímil, sin mudarse el traje de soldado, hablando lengua distinta,
dan clase de gobierno a nuestros civiles…
Somos una especie de principado provisional, sin Congreso y sin
leyes; a los patriotas los devora la incertidumbre del mañana, y todo
permanece en suspenso en tanto el naipe decide la jugada. Se parali-
zan las finanzas; recela el industrial; encoge sus negocios el banquero;
y los ricos dan tres vueltas al cerrojo de sus caudales… y creándose los
intereses del régimen intruso. ¡Ahí los nuevos adversarios de nuestra
independencia!
El pueblo cubano, que había demostrado capacidad y apego al or-
den, que fue valiente y dócil, no mereció de sus amigos del Norte, ni
de sus constituyentes, la Enmienda Platt (…) que solo ha creado para
la República el privilegio de malos gobiernos y el parasitismo de las
clases altas.

En tiempos del gobierno de Mario García Menocal (1912-1920), del Partido


Conservador, «mayoral de la oligarquía y palafrenero del imperialismo», se-
gún palabras de Raúl Roa, la pluma de Márquez Sterling, que entonces dirigía
el periódico La Nación, fue demoledora. Publica entonces un artículo titulado
«Contra la injerencia extranjera, la virtud doméstica», en el cual censura
fuertemente al gobierno de García Menocal por la respuesta tibia que había
dado a un memórandum del gobierno de Estados Unidos. «La respuesta del

156 · JUAN MARRERO


memorando, escribió el periodista, debió ser concebida en términos de ele-
vada dignidad nacional, que hiciese retroceder al gobierno de Washington».
Y añadía: «A la injerencia extraña solo podía responder la virtud domésti-
ca», dando a entender que esa última no existía.
Indignidad y falta de virtud en todo caracterizó al gobierno de Menocal,
que puso, por ejemplo, al servicio del fraude y la politiquería la renta de la
Lotería Nacional con la repartición de las llamadas colecturías de billetes.
O que pagaba unos quince millones de pesos anuales por concepto de «bo-
tellas», es decir puestos que no se trabajaban. O que ofreció el envío de
tropas cubanas para luchar junto a Estados Unidos en la guerra de Eu-
ropa. De esa guerra se benefició el gobierno de Menocal, pues los precios
del azúcar se incrementaron. Cuba vivió efímeramente una «danza de
los millones». Otro gesto del gobierno de Menocal con Estados Unidos fue
la autorización de la permanencia en Camagüey de dos mil seiscientos
soldados norteamericanos, los cuales actuaron como guardianes de la
extensión de los latifundios azucareros y ganaderos. De manera que el
artículo de Márquez Sterling fue suficiente para que el gobierno de Meno-
cal dispusiese la clausura de La Nación.
Con su sobriedad, fluidez y puntería en el ejercicio del periodismo en
aquellos albores del siglo xx, Márquez Sterling conquistó el reconocimiento
del pueblo cubano, ganó notoriedad, como también años más tarde cuando
siendo representante diplomático en México intentó salvar la vida del derro-
cado presidente de ese país, Francisco I. Madero.
Pero él no fue un revolucionario cabal ni un hombre perfecto política e
ideológicamente. Tuvo sus deslices, sobre todo en los últimos años de su
vida, cuando sirvió a la política del sanguinario régimen de Gerardo Ma-
chado y Morales (1925-1933) y, de igual modo, a la política neocolonial de
Estados Unidos.
Raúl Roa escribió sobre Márquez Sterling que fue «eximio camaján de
la politiquería criolla desde antes de que le saliera la primera cana» y que
aceptó el cargo de embajador de la tiranía en México en momentos en
que acababa de ser asesinado en ese país el líder estudiantil y comunista
Julio Antonio Mella.
Machado, en momentos en que tenía menguado su prestigio en México
por la sospecha de su participación en ese asesinato, utilizó una figura de
relieve, como lo era Márquez Sterling, y este aceptó y se prestó al juego del
dictador. Aunque es justo apuntar que Márquez Sterling, tiempo después,
presentó su renuncia y comenzó a actuar contra Machado. Eso fue fuerte-
mente enjuiciado por los revolucionarios radicales de aquel entonces, entre
ellos Raúl Roa, quien consideró que «cuando le pareció rentable, con inaudito
descaro se disfrazara de antimachadista y súmase su «patriótica conducta» a

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 157


la oposición burguesa de la tiranía». Incluso se agenciaría, apenas derro-
cada esta, el nombramiento de secretario de Estado en el gobierno presi-
dido por Ramón Grau San Martín y, posteriormente, el de embajador en
Washington.
Esa es la historia. La inconsecuencia en sus vidas públicas caracterizó a
no pocos personajes del periodismo de esa época. Otros notables como Ra-
món Vasconcelos, Sergio Carbó, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Guiller-
mo Martínez Márquez, por solo citar unos pocos, también en el curso de sus
vidas actuaron como camajanes de la politiquería criolla.
En verdad, aquella república, nacida con la imposición de la Enmienda
Platt, la injerencia extranjera, gobiernos corruptos y entreguistas, fue causa
de grandes males, entre ellos los que proliferaron dentro del periodismo.

Las revistas y la influencia norteamericana

En las dos primeras décadas de la república, las principales revistas, fie-


les aún a la tradición periodística europea, mantuvieron el patrón traza-
do por La Ilustración Española de Madrid, Ilustrated London, de Londres,
L’Ilustration de Paris y otras grandes publicaciones del viejo mundo.
Ahora bien, el estrechamiento progresivo de nuestras relaciones comer-
ciales con Estados Unidos abrió paso a una nueva y poderosa influencia que
dejó huellas profundas, tanto en el diarismo como en las revistas de Cuba.
Muchos adelantos de las artes gráficas, en especial el fotograbado y el hue-
cograbado, se introdujeron en Cuba, y ello dio lugar a un cambio positivo en
la calidad de las publicaciones.
Mientras nuestras revistas, aun las más populares, alcanzaban apenas
una circulación del orden de cinco mil ejemplares, las de Estados Unidos lo-
graban tiradas del orden de millones de ejemplares, no solo por la posesión
de recursos materiales enormes, sino por un concepto nuevo de periodismo,
donde la brevedad en la exposición, el estilo directo y sencillo y la utiliza-
ción de los elementos gráficos, es decir, fotografías, dibujos y caricaturas, se
convirtieron en requisitos sine qua nom de buenos resultados en la comu-
nicación.
A tal influencia no pudieron sustraerse editores, periodistas y artistas
cubanos. Y así penetró en nuestro periodismo, por el mismo túnel por el
cual había entrado la influencia europea, la influencia norteamericana.
Según un periodista que vivió esa época, Luis Gómez Wangüemert
(1901-1980), quien ocupó responsabilidades de dirección en revistas como
Mundial, Bohemia y Carteles,

158 · JUAN MARRERO


…la influencia norteamericana (en el periodismo, por supuesto) llegó a
nosotros por vía de imitación, los ejemplos del Norte fueron copiados,
sin que se comprendiera, en muchos casos, la idea que los informaba…
y esto produjo un lento proceso de adaptación.
…en nuestro campo restringido [se refiere a los lectores], cualquiera
de las revistas, que en los Estados Unidos alcanzaba un éxito brillante,
estaba destinada a perecer por falta de lectores. En Cuba era indispen-
sable para garantizar la vida próspera y progresiva de una publicación,
que esta se dirigiera a todos los públicos, que comprendiera todos los
grandes sectores de interés general, que fuera, en suma, una conden-
sación inteligente de los principales tipos de revistas que triunfaron en
los Estados Unidos. Y eso fue lo que se obtuvo por un lento proceso de
adaptación que fue poco a poco transformando a las revistas cubanas…

En las revistas literarias de los primeros tiempos, abiertas a la crítica, el


ensayo, el cuento y la poesía, fue introduciéndose la información gráfica, pri-
mero en su aspecto social y artístico, para abarcar más tarde los sectores de
actualidad. El éxito de esos primeros ensayos dio mayor amplitud al propósi-
to informativo. Las publicaciones literarias eliminaron sucesivamente de sus
páginas el ensayo y la crítica, más propios de revistas especializadas, dando
más espacio a la literatura popular, al cuento corto, a las relaciones de viajes
y aventuras, a la novela detectivesca, apuntaba también Gómez Wangüemert.
Lo cierto es que revistas como El Fígaro, La Habana Elegante y La Haba-
na Literaria, nacidas en los últimos años del siglo xix, se convirtieron en un
verdadero orgullo de las artes gráficas cubanas al incorporarse a ellas ilustra-
ciones y caricaturas de buena calidad. En El Fígaro apareció, en su número
de mayo de 1902, un conjunto de cuatro fotos, tomadas por Adolfo Roqueni,
sobre el izamiento de la bandera cubana en El Morro que figuraban entre las
obras más relevantes en la historia de la fotografía de prensa en Cuba.
Al fundarse la república neocolonial se editaban en La Habana las revis-
tas siguientes:
El Hogar. Semanario ilustrado para la familia surgido en 1833, que diri-
gió don Antonio G. Zamora, y que existió hasta 1920.
La Caricatura. Fundada en 1887 por el dibujante Helio (José A. Rodríguez),
y que abarcó los hechos de sangre, lo humorístico y lo político, presentando lo
primero con todo su sabor espeluznante. Esta publicación fue de las pocas que
en la época colonial pagaba las colaboraciones de artículos. También fue una de
las primeras que contó con los servicios fotográficos. Llegó a tener una tirada
de treinta mil ejemplares, cifra significativa para la época. Existió hasta 1904.
El Fígaro. Otra revista semanal ilustrada, cuyos primeros números en
el año 1885 estuvieron más dedicados a sports que a literatura, y cuyos

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 159


directores fueron a lo largo de su existencia, hasta 1929, Rafael Bárzaga,
el conocido poeta Manuel Serafín Pichardo, Enrique José Varona (inte-
rinamente) y Ramón A. Catalá. Fue una revista de importancia literaria.
Publicó varios números especiales de gran impacto, como el que salió en
1892, en ocasión del cuarto centenario de la llegada de Colón a América.
Cuba y América. Fundada en 1897 en Nueva York, después pasó a edi-
tarse en La Habana, al cesar el dominio de España. Salía quincenalmente
y fue dirigida en sus inicios por un hombre bien culto, Raimundo Cabrera,
quien firmaba alguno de sus artículos con el seudónimo Ricardo Buenamar.
Cabrera fue un escritor ameno y habilidoso, de buen humor, que defendió
durante muchos años —y hasta 1893— las ideas del autonomismo, aunque
jamás dejó de denunciar y condenar los males del colonialismo español.
Convirtió a Cuba y América en una publicación de «política, intereses ge-
nerales y variedades», en la cual utilizó ampliamente el dibujo satírico como
arma de combate. El último número publicado en Nueva York correspondió
a septiembre de 1898. La mayoría de sus trabajos se referían a la insurrec-
ción en Cuba, narraban episodios de la guerra, tanto en verso como en pro-
sa. En sus treinta y seis volúmenes aparecen las firmas más destacadas de
Cuba en esa época, entre ellas Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Nico-
lás Heredia, Esteban Borrero Echeverría, Bonifacio Byrne, José de Armas y
Cárdenas (Justo de Lara) y Francisco de Paula Coronado.
Al cesar la dominación española, Cuba y América comenzó a editarse en
La Habana como revista ilustrada. El primer número correspondió al 6 de
febrero de 1899. Su periodicidad fue quincenal hasta 1900. Aparecieron en
el machón como redactores principales Nicolás Heredia y Leopoldo Cancio, y
director artístico Ricardo de la Torriente. A partir del 20 de octubre de 1899
su director fue Vidal Morales y Morales. Su periodicidad fue variable desde
entonces: era mensual, a veces quincenal, bisemanal o semanal. El 20 de
mayo de 1903 la revista, en una nota de su director, se despidió de sus anti-
guos suscriptores: «A los 16 años de su fundación (…) sentimos flaquear la
pluma y ansias de reposo». Pero reapareció en octubre de ese mismo año, en
un tamaño menor, y en su segunda época. Max Henríquez Ureña, Fernando
Ortiz, Domingo Figarola Caneda, Agustín Acosta, Salvador Massip, Félix Li-
zaso, René Lufríu, entre otros, formaron su equipo de redacción. Su último
número vio la luz en abril de 1917.
El 10 de mayo de 1908 nace la revista Bohemia, fundada por Miguel An-
gel Quevedo Pérez. De aquel primer número no hay constancia alguna en
nuestras principales bibliotecas y archivos. Solo se conoce su portada, re-
producida luego en 1910, cuando la revista comenzó a salir regularmente
y con cinco mil ejemplares. Desde 1913 creció a cuarenta el número de sus
páginas y la portada, de cartulina o papel cromo, empleó tricomías. No se

160 · JUAN MARRERO


diferenciaba mucho por su criterio estético de otras revistas de su tiempo;
abundaban las crónicas sociales, anuncios de tiendas, poemas de calidad
dudosa, suplementos de modas y otras banalidades. Al morir su fundador,
pasa a manos de su hijo, Miguel Angel Quevedo de la Lastra, lo que ocurrió
en 1927. A partir de 1930 se introduce de lleno en la política y comienzan a
aparecer editoriales que critican fuertemente a la dictadura de Machado.
Pero su popularidad la logra a partir del nacimiento de la sección En Cuba,
creada por los periodistas Enrique de la Osa y Carlos Lechuga, en los años
de la Segunda Guerra Mundial.
A principios del siglo xx, tienen especial significación las revistas Grá-
fico (1913) y Social (1916), obras del caricaturista y diseñador Conrado
Massager. Gráfico, que desde su número 20 se subtituló como «semanario
de información mundial», no dejó de abordar jamás los problemas cuba-
nos de mayor actualidad: políticos, económicos, sociales, culturales y cien-
tíficos. Figuras como Fernando Ortiz, Enrique José Varona, Fray Candil, José
María Chacón y Calvo y Enrique Gay Galbó fueron permanentes colaborado-
res de esta revista que dejó de editarse en 1918.
Social fue considerada el más grande alarde que se había hecho en Cuba
de revista de lujo para aquella época, tanto en el campo literario como grá-
fico. En la técnica tipográfica, fue la primera publicación realizada por en-
tero con el procedimiento offset, lo que constituía una revolución no solo en
Cuba, sino en el resto del mundo. En su primer número se planteó que «So-
cial será una revista consagrada únicamente a describir en sus páginas por
medio del lápiz o de la lente fotográfica, nuestros grandes eventos sociales,
notas de arte, crónicas de modas…». La presencia de Emilio Roig de Leuchs-
enring, de ideas avanzadas y de firme actitud antimperialista, en la direc-
ción literaria de la revista, posibilitó la aparición en sus páginas de los más
jóvenes escritores de la época, agrupados a partir de 1923 en torno al Gru-
po Minorista que encabezaba Rubén Martínez Villena, y también de traba-
jos de destacados pensadores revolucionarios latinoamericanos como, por
ejemplo, José Carlos Mariátegui. Como portavoz del Grupo Minorista, So-
cial prestó un valioso servicio a la causa progresista y democrática cubana.
Pero, ojo, era una empresa mercantil, un negocio, y a la vez, las páginas
de la suntuosa Social se llenan de frivolidades para consumo exclusivo de
ricachonas ociosas, como las fiestas de la alta sociedad habanera. De ahí que
no pocos caracterizasen a esta revista como frívola y mundana.
Roig de Leuchsenring publicó en esa revista una serie de estampas cos-
tumbristas sobre La Habana de aquella época, firmadas con el seudónimo
«Cristóbal de La Habana». Juan Marinello, Enrique Serpa, Alfonso Hernán-
dez Catá, Agustín Acosta, Alejo Carpentier, Rubén Martínez Villena, Nico-
lás Guillén, Ramiro Guerra, Regino Pedroso, Félix Pita Rodríguez, Emilio

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 161


Ballagas, Raúl Roa, José Luciano Franco, Fernando Ortiz, en fin, lo mejor
de la intelectualidad cubana de la época colaboró con Social, la cual salía
mensualmente y se editó hasta 1913, en su primera etapa.
Después esa revista reapareció en 1935, hasta 1938. En la segunda etapa,
Social quedó reducida a una publicación dedicada a la alta sociedad cuba-
na. Roig de Leuchsenring envió una carta a su director general pidiéndole
que suprimiese su nombre como director literario no solo porque ya no lo
desempeñaba, sino porque no podría hacerlo dado «el carácter de la revista
exclusivamente de sociedad, elegancias y frivolidades» que se le dio por su
dirección.
Massaguer (1889-1965), nacido en Cárdenas, y quien se destacó como di-
bujante especializado en la caricatura «fotográfica», le impartió a Gráfico,
y más aún a Social, un sello personal singular y agradable, entremezclando
con frescura el dibujo y la letra de molde. Con una experiencia acumulada
como caricaturista e ilustrador en revistas como Cuba y América y El Fí-
garo, y en diarios como El Mundo y La Lucha, Massaguer tomó el camino
de fundar y dirigir revistas, iniciándose con Gráfico y, años después, con
Social.
Social fue siempre, pero más marcadamente en su etapa final, un eficaz
órgano de acercamiento con Norteamérica, aunque su influjo se circunscri-
bía a la vestidura y el avance técnico, comercial y amistoso. Pero, escribió el
ensayista Marcelo Pogolotti, París era su hontanar intelectual. En sus pá-
ginas menudeaban los extranjerismos ingleses y franceses. Esta revista in-
tentó proyectar a la nueva burguesía republicana como expresión de cultura
nacional, en reemplazo de la vieja aristocracia criolla que había sobrevivido
al colonialismo. Los dibujos de Massaguer amenizaban sus páginas hacien-
do desfilar semblanzas del clubmen, financieros y personalidades políticas,
literarias y artísticas.
«Cabecitas de girls y jeune filles —escribió Pogolotti— asomaban por
aquí y por allá, bonitas pero un tanto insulsas como las propias frívolas y
alegres niñas bien, con raqueta de tenis y amplio pañuelo multicolor, que las
contemplaban».
En 1919, Massaguer crea otra publicación, esta de carácter infantil, y a la
que identificó como Pulgarcito. La consideró como «hermanito mayor de
Social», pero resultó un fracaso por la indiferencia que mostraron ante ella
los lectores a que iba dirigida. Massaguer publicó más de veintiocho mil di-
bujos y caricaturas, de depurada técnica y fino humor, en la prensa cubana.
Y, por otro lado, vale la pena insistir en que en la dirección de publicaciones
supo combinar acertadamente diseño, dibujos, caricaturas, fotos, carteles
y contenido. Él fue uno de los propulsores del primer Salón de Humorismo
en el país.

162 · JUAN MARRERO


Otra revista de impacto con similares características fue Carteles, que
también estuvo dirigida por Conrado Massaguer, a partir de 1919. Sus dos
primeros números tuvieron cuarenta y ocho páginas, y se vendió el ejemplar
a diez centavos. A partir del tercer número, la revista apareció con sesenta y
cuatro páginas y su precio aumentó a treinta centavos.
Carteles fue una revista mensual hasta 1924, y después vio la luz sema-
nalmente cuando pasó a ser propiedad del Sindicato de Artes Gráficas, que
presidía Alfredo T. Quilez. Se editó por el procedimiento offset, muy costo-
so en aquel entonces. Emilio Roig fue su director literario, y en esta revista
también se publicaron muchas de sus investigaciones históricas y estampas
costumbristas. Alejo Carpentier fue jefe de redacción en 1925, y en su nó-
mina tuvo a Mariblanca Sabas Alomá, de gran talento y luchadora por los
derechos de la mujer. Carteles aumentó el número de sus páginas y en 1930
tuvo una buena circulación en América Latina.
Hay otras revistas de las primeras décadas del siglo xx que no pueden fal-
tar en este sucinto recuento. Son Cuba Contemporánea, Revista de Avance,
Atuei y Orto, las tres últimas fundamentalmente literarias. También Vene-
zuela Libre y América Libre, fundadas por Rubén Martínez Villena.
Cuba Contemporánea comenzó a publicarse en La Habana en 1913, diri-
gida por el periodista Carlos de Velasco (1913-1920), y al pasar este a prestar
servicios diplomáticos, lo reemplazó Mario Guiral Moreno, escritor y perio-
dista, quien estuvo hasta 1927 al frente de esta. Fue considerada una publi-
cación dirigida a las elites intelectuales. La revalorización del patrimonio
cultural, la exposición de las nuevas corrientes literarias y el abordaje de los
problemas administrativos, políticos, sociales, económicos y religiosos del
país fueron sus prioridades.
De la redacción de Cuba Contemporánea formaron parte Fernando Or-
tiz, Max Henríquez Ureña, Enrique José Varona, Dulce María Borrero. Al-
fonso Hernández Catá, Luis Rodríguez Embil, José Antonio Ramos, Enrique
Gay Galbó, Ernesto Digo, Manuel Sanguily, Juan Marinello, Jorge Mañach,
Agustín Acosta, Emilio Roig de Leuchsenring y José María Chacón y Calvo.
La revista patrocinó campañas a favor del feminismo, la aprobación de
la ley del divorcio, la defensa de la enseñanza laica y la necesidad de cole-
gios cubanos. Estuvo en muchas etapas «minada por el pesimismo», según
Marcelo Pogolotti. Cuba Contemporánea existió hasta agosto de 1927. Su
colección la integran cuarenta y cuatro tomos de más de trescientas páginas
cada uno.
Según Raúl Roa, la decisión de enterrar Cuba Contemporánea fue hecha
a tiempo porque se había convertido en extemporánea. Su política editorial
cambió sustancialmente bajo la dirección de Guiral Moreno. Al morir Cuba
Contemporánea, nace Revista de Avance, a cuyo alrededor se nuclearon

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 163


casi todos los escritores jóvenes de la epoca junto a figuras reconocidas de
las letras.
Revista de Avance fue concebida en un reservado del café La Isla, en La
Habana, a principios de 1927, por Juan Marinello, Alejo Carpentier, Jorge
Mañach, Francisco Ichaso y el crítico de arte barcelonés Martín Casano-
vas. Marinello fue eje y promotor del proyecto. A él se debe el título tem-
poral y el subtítulo permanente de la publicación. «Queremos movimiento,
cambio, hasta en el nombre», decían sus fundadores. Y por eso, desde 1927
y hasta 1930, en que se extingue, mudará de nombre con el almanaque.
Aparecía en letra mayor, en números, el año en curso (1927, 1928, 1929…),
que en realidad era el verdadero título de la revista, pero se le conoció
siempre como Revista de Avance.
Los fundadores rubricaban sus editoriales con el seudónimo colectivo
Los Cinco. El 15 de marzo de 1927 vio la luz el primer número. En el segun-
do se retira Carpentier y pasa a ocupar su lugar José Zacarías Tallet. Al ser
expulsado de Cuba Martín Casanovas, a consecuencia del «proceso comu-
nista» de 1927, a causa del cual guardaron prisión junto a él Carpentier y
Fernández de Castro, la vacante de director fue llenada por Félix Lizaso.
Aunque la revista no se detuvo nunca en escudriñar las realidades ma-
yores de Cuba y de Nuestra América, se interesó, más de una vez, en los
problemas culturales del continente y hasta realizó una indagación sobre
lo que debía ser el arte americano. De excelentes cabe calificar los números
especiales dedicados a México, Mariátegui, Waldo Frank y Federico García
Lorca. Contó con las colaboraciones de numerosos y prestigiosos autores
extranjeros, entre ellos Alfonso Reyes, Mariano Azuela, Bertrand Russell,
Waldo Frank, Eugene O’Neill, Paul Valery, Gregorio Marañón, Miguel de
Unamuno y Juan Chabás.
A partir de su número 27, y hasta su desaparición, los editores fueron
cuatro: Juan Marinello, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Félix Lizaso. Des-
de el número 18 la revista, que salía a la calle quincenalmente, pasó a una
periodicidad mensual.
Su último número —el 50— apareció con fecha 15 de septiembre de 1930,
aunque su salida fue posterior, pues en ella hay una nota sobre los aconteci-
mientos del 30 de septiembre que provocaron la muerte del estudiante Ra-
fael Trejo y el encarcelamiento de Juan Marinello. «Se rumora —dícese en
la nota— que por los sucesos ocurridos, se suspenderán las garantías consti-
tucionales, instaurándose la censura previa a la prensa, en cuyo caso “1930”,
para no someterse a esa medida, suspenderá su publicación hasta que el pen-
samiento pueda emitirse libremente».
Para el crítico Marcelo Pogolotti, Revista de Avance cumplió cabalmente
en sus cuatro años de vida la misión que se impuso: introducir las nuevas

164 · JUAN MARRERO


ideas artísticas, literarias y filosóficas, abriendo una ventana al mundo. Al
propio tiempo, de consuno con la Institución Hispanocubana de Cultura,
dirigida por Fernando Ortíz, contribuyó más que ningún otro medio a efec-
tuar la reconciliación cultural con España, ayudando a restañar las heridas
aún recientes del régimen colonial.
Inspirado por el poeta, cuentista, ensayista y periodista Juan Francis-
co Sariol, dueño de la imprenta El Arte, se funda en Manzanillo, en 1912,
la revista Orto, especializada en artes y literatura. Fue voz de los poetas y
escritores del grupo literario de Manzanillo. En ella ven la luz las primeras
prosas y versos de Manuel Navarro Luna, los primeros relatos periodísticos
y novelas de Luis Felipe Rodríguez, exponentes de una literatura cubana
entroncada con su tierra y con su tiempo. Esta revista dedicó números espe-
ciales a José Martí, Rubén Darío, Juan Gualberto Gómez, José Manuel Po-
veda, José Enrique Rodó y la poetisa bayamesa Maria Luisa Milanés. Orto
tuvo cuarenta y cinco años de vida.
En esta época, durante los años 1927 y 1928, sale al ruedo también en
La Habana, dirigida por Enrique de la Osa y Nicolás Gamonín (seudónimo
de Francisco Masiques), la revista Atuei. Era de carácter político y litera-
rio, con afiliación aprista. Fue útil en el sentido de que contribuyó a elevar
la conciencia del pueblo en contra de la dictadura de Gerardo Machado, la
cual dispuso su clausura luego de un artículo de Enrique de la Osa titulado
«Dictador sí, dictador».
Aunque Pepín Rivero escribió en una ocasión en el Diario de la Marina
que Machado amaba y cultivaba a la prensa, porque valoraba su papel en la
sociedad, el gobernante no resistía la crítica. Y eso lo demostró muy pronto
durante su primer período presidencial, cuando el periódico oposicionista
El Día, dirigido por Armando André, también veterano de la guerra de inde-
pendencia, le publicó una caricatura en que aparecía el gobernante vestido
de don Juan Tenorio y tendido en el suelo, con una muchacha que le decía
que ya no estaba para esos menesteres.
Machado reaccionó violentamente no solo contra El Día, sino que ame-
nazó al resto de la prensa. Los directores del Diario de la Marina y el Heral-
do de Cuba, que no lo atacaban, se asustaron y, de inmediato, se ausentaron
del país. Y el 20 de agosto de 1925, el periodista Armando André fue muerto
a balazos cuando llegaba a su casa y se disponía a abrir la puerta. Al año si-
guiente, similar suerte corrió Alfredo López, un dirigente de los tipógrafos
de La Habana. En 1927 es secuestrada una edición de la revista Alma Máter
en la imprenta del Sindicato de Torcedores. Otro periodista es asesinado en
Camagüey. En 1931 se producen varios atentados fallidos contra el periodis-
ta Sergio Carbó que culminan con la destrucción de la imprenta donde se
editaba La Semana, una publicación de humor y sátira política. Carbó tiene

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 165


que exiliarse en Estados Unidos. Incluso Machado amenazó a varios corres-
ponsales norteamericanos, y ordenó la clausura temporal del periódico The
Havana Post. En 1933, poco antes de la caída de su régimen, Machado de-
bió enfrentar una huelga de los periódicos y de varias emisoras de radio.
Y cuando se produjo el desplome, la ira del pueblo se concentró en el He-
raldo de Cuba, defensor de la dictadura y propiedad de Orestes Ferrara. El
local de ese periódico fue incendiado y saqueado.

Mella, Rubén y Pablo

Tres de las principales figuras de la lucha revolucionaria en Cuba en las


décadas de 1920 y 1930 —Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y
Pablo de la Torriente Brau—, quienes encarnaron con gran vigor el despertar
antimperialista del pueblo cubano, ejercieron el periodismo para transmitir
sus ideas.
Mella fundó y dirigió a partir de 1922 la revista Alma Máter, que no fue
solo un órgano para exponer las luchas de los estudiantes universitarios,
sino para denunciar los males de la república nacida con el apéndice de la
Enmienda Platt, los robos y saqueos de las riquezas del país por los imperia-
listas yanquis y el servilismo de los gobiernos de Cuba en las dos primeras
décadas de república.
En el primer número de Alma Máter publica el artículo «Nuestro credo»,
en el cual denuncia a los que en la Universidad «pretendieron manchar la
dignidad de un título universitario otorgándoselo honoris causa» al nortea-
mericano Enoch H. Crowder, enviado en misión a Cuba en 1919 para redac-
tar un nuevo Código Electoral y que en 1922 dio órdenes al presidente Zayas
sobre nombramientos y otras acciones, en un papel de desfachatado injeren-
cismo en los asuntos internos de Cuba.
Mella firmó muchos de sus artículos en Alma Máter con el seudónimo
Lord Mac Partland: antepuso el título inglés (Lord) a su primer apellido le-
gal de origen irlandés.
En un artículo publicado en 1923, bajo el título «Isla de Pinos», denun-
cia que Estados Unidos pretende apoderarse de ese territorio «como ya
se ha apoderado de la conciencia nacional». Concluye diciendo que quizás
Estados Unidos no llegue a realizar el crimen, «no por la influencia de
nosotros los cubanos… sino por el cansancio y la indignación que las nue-
vas generaciones latinoamericanas van sintiendo ante las hipocresías y
maldades de los Monroe, Roosevelt, Hughes y los ridículos congresos
panamericanos».

166 · JUAN MARRERO


En octubre de 1923, Mella, que entró en discrepancias con algunos miem-
bros de la redacción de Alma Máter que habían mellado el filo político de la
publicación con compromisos de propaganda comercial, funda otra publica-
ción estudiantil: Juventud. Anuncia en su editorial que saldrá regularmente
el quince de cada mes. «Este primer número, como obra inicial, es defectuo-
so, no estamos contentos de él, la premura del tiempo, y las múltiples ocupa-
ciones de los asuntos universitarios, nos han impedido hacer algo de nuestro
gusto: pero cada número será mucho mejor…».
Su pluma no escribe solo para Juventud. En 1924 entrega artículos pe-
riodísticos a Nueva Luz, Justicia, El Heraldo, Carteles, Aurora y otras pu-
blicaciones. Al año siguiente, en Juventud, escribe el artículo «Machado:
Mussolini tropical». Publica en Venezuela Libre, revista fundada por Rubén
Martínez Villena, el artículo «Imperialismo, tiranía, Soviet», donde expre-
sa: «Cada día es más dolorosa la situación de la América. El imperialismo
yanqui no se da reposo, y desde el petróleo de México y el azúcar de Cuba,
hasta la sal de Chile y las concesiones «civilizadoras» del Perú, todo es bue-
no para sus ansias de dominación, para aplicar los sobrantes del dinero he-
cho en los Estados Unidos, extraído de los músculos de los trabajadores».
También en 1925 en la publicación Lucha de Clases escribe sobre su visita al
barco soviético Vatslaw Vorovsky, primero que surcaba las aguas de Cuba,
al que llegó en una lancha que recorrió tres millas desde las costas de Cár-
denas. Ese relato, Mella lo tituló «Una tarde bajo la bandera roja».
A partir de 1926, tras tomar el camino del exilio, encuentra la cárcel don-
dequiera que pone un pie. A la dirección de la publicación Boletín del Torce-
dor le cuenta que «la peste roja es la más peligrosa de las enfermedades de
la época. Los que estamos atacados de ella no tenemos perdón en ninguna
parte del mundo». En Honduras y Guatemala es detenido. Se afinca en
México, y durante su estancia en ese país publica artículos revolucionarios,
firmes y valientes, en El Machete, El Libertador, Antorcha Estudiantil, La
Sotana y El Bonete. «Poseer una máquina de escribir fue uno de sus gran-
des anhelos», dijo uno de sus amigos mexicanos. En El Machete, periódico
del Partido Comunista de México, usó otro seudónimo: Cuauhtémoc Zapata.
Escribe en este periódico a finales de 1927 y principios de 1928 dos artícu-
los sobre la sexta conferencia panamericana, a efectuarse en La Habana, a
la que califica de «emboscada contra los pueblos de América Latina». Mella
expone, en esos artículos, que no se tratarían asuntos políticos en la confe-
rencia mientras Sandino luchaba, Haití sufría un régimen militar, Puerto
Rico era una colonia, Cuba estaba «protegida» por la Enmienda Platt y el
dictador Juan Vicente Gómez hacía de Venezuela un paraíso petrolero.
Funda también en México los periódicos Tren Blindado, órgano de la
Asociación de Estudiantes Proletarios en la Universidad de México, y Cuba

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 167


Libre. Con respecto a esta última publicación establece un sistema de men-
sajes cifrados con Rubén Martínez Villena y un mecanismo para que pudie-
se entrar en La Habana burlando los controles de la dictadura.

Rubén, más poeta que periodista, aunque…

Más por su poesía que por su prosa es conocido Rubén Martínez Villena,
aunque en el campo del periodismo mostró talento. Sus trabajos periodísti-
cos están reunidos en un libro de la Editorial Letras Cubanas, resultado de
la recopilación que hiciese el también poeta y periodista Luis Suardíaz, ya
fallecido.
Como periodista, Rubén se desempeñó como corrector de pruebas, edi-
torialista, redactor de artículos de fondo y director de revistas, así como
eventual jefe de una plana cultural. En sus numerosos viajes al exterior
colaboró con publicaciones extranjeras de perfil progresista. Fue tam-
bién crítico literario. Resumió, por ejemplo, en un brillante y sintético
artículo periodístico la parcela lírica de José Zacarías Tallet, también
poeta de la primera mitad del siglo xx. Sus ensayos periodísticos no solo
se enfocaron hacia temas literarios, sino hacia la política, su obsesión y
desvelo constante. Tal es el caso del ensayo publicado en la primavera de
1933, en Mundo Obrero, diario de Nueva York, donde desenmascara a una
tenebrosa organización supuestamente en lucha por mejorar el país una vez
derrocado Gerardo Machado. Se titula «¿Qué significa la transformación
del ABC y cuál es el propósito de esta maniobra? ». Como secta terrorista
califica al ABC, que se mutaría de pronto en un partido político refor-
mista.
De sus artículos con temática política tenemos el reconocido «Cuba: un
cuarto de siglo», publicado en el América Libre, año 1, número 3, de junio
de 1927. En él, Villena, con finísima ironía, describe la celebración de los
veinticinco años de República neocolonial por parte de las «autoridades» de
la Isla, quienes eran objeto del odio y el desprecio popular:

Despliegue de fuerzas, desfile de tropas, Policía, Marina, Ejército,


Guardia Presidencial, salvas de artillería, peregrinaciones a las tum-
bas, caminatas escolares, discursos ante las estatuas, condecoraciones,
almuerzos, funciones teatrales y un grito de Viva la Independencia Na-
cional, Viva la República, lanzado por el presidente desde la terraza de
Palacio, fueron los números con que el gobierno celebró y pretendió ha-
cer compartir al pueblo la celebración de la efeméride republicana. Aun

168 · JUAN MARRERO


en estos actos se insinuó tímidamente, o se manifestó francamente por
la pasividad, la verdad del presente, la colérica tristeza que resume el
dolor de veinticinco años de farsa democrática.

Al comentar este artículo en Alma Máter, la periodista Gretta Espinosa


Clemente escribe:

Este fragmento del artículo en cuestión nos esclarece el estilo directo


de Villena para cronicar hechos, su ironía y sarcasmo para tratar el
suceso que narra, que se traduce en la más honda indignación. Sus es-
trategias retóricas para reforzar la agudeza de sus elementos se basan
principalmente en el uso de cifras irrisorias, por ejemplo, en el siguien-
te fragmento:
El average de la República es elocuente: analfabetismo pavoroso (53
por ciento de la población), carencia de verdaderos «partidos políti-
cos» definidos (…) Hoy vagan por el territorio nacional ciento cincuen-
ta mil hombres sin trabajo, el espectro del hambre se sienta en el hogar
cubano…
Son cifras que inteligentemente utilizó Villena para apoyar la credi-
bilidad de sus argumentos.

De especial atención dentro del periodismo de Villena es la elegantísima


crónica «La lluvia en las calles», publicada por el joven en octubre de 1924,
en una edición de la revista Chic, de La Habana. La poesía está bien pre-
sente en su prosa. Y la inicia así: «Estos días se arrastran sobre la capital,
lentos, monótonos, húmedos. El leve y continuo castigo de las nubes pesa
sobre los edificios, sobre los transeúntes, sobre las almas. Nada más desola-
dor que este espectáculo de penumbra, de llanto inacabable, de angustiosa
inminencia». Y más adelante escribe: «En su temible alegría, el agua y el
lodo se divierten: desalmidonan los driles rígidos y constelan los casimires
severos de graciosos lunares coquetos».
La nota de burla o denuncia hacia algún órgano público representativo de
la corrupta sociedad neocolonial que lo abrigó no podía faltar en Villena. En
este caso, escogemos el párrafo final: «Pero nuestras calles son de adoqui-
nes y de asfalto como la de los países civilizados, y tenemos Ayuntamiento
y Alcalde, y Secretaría de Obras Públicas, y Capital y turistas… y el atrevi-
miento de quejarnos».
La queja se hace más explícita en otra denuncia disfrazada de crónica,
que en realidad es un comentario por su crítica mordaz, y también emplea
el leit motiv de la lluvia como excusa. La publicó en El Heraldo, el 20 de oc-
tubre de 1924. Se titula «Llueve, llueve…». Más explícitamente denuncia las

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 169


condiciones de insalubridad de la ciudad habanera. Para apreciar la crítica,
mordaz y abierta, solo bastan las siguientes líneas:

Llueve, llueve… Parece que nos vamos a ahogar de tanta agua que nos
cae encima y, sin embargo, en las casas no hay agua para el baño, no
hay agua para las más elementales necesidades higiénicas, no hay agua
siquiera para beber, porque la administración del Acueducto de Vento
no tiene que quitarla horas y horas, días enteros en la mayor parte de
los barrios, porque no se puede meter en la taza del río Almendares,
que viene llena de fango.

En este fragmento demuestra Villena una de las facetas elementales de todo


periodismo: la denuncia social, la defensa de los intereses básicos de la pobla-
ción, la instigación a los organismos estatales a funcionar correctamente.
El denominador común a toda su labor en el periodismo es la síntesis, el
uso adecuado de las palabras, el perfecto dominio del lenguaje, la economía
de vocablos, la exactitud y claridad en la exposición de datos.
Villena no fue el primer y último poeta o narrador que hizo del periodismo
una forma expresiva y creativa, pero sin duda alguna su mérito radica en hacer
tanto en tan corto tiempo, y en un período tan convulso, lleno de contrastes,
de peligros. En sus 35 años de existencia conjugó política, poesía y periodismo
con igual dedicación y objetivos comunes: lograr la independencia de su ama-
da Isla, y eliminar el apellido neocolonial al glorioso nombre de República.

Pablo, periodista de pies a cabeza

Pablo de la Torriente Brau, a diferencia de Mella y Rubén, fue un perio-


dista de vocación. De los que buscaban la noticia y la presentaba con un
lenguaje claro, sencillo y directo. Y muchas veces tomaba las fotos que ilus-
traban sus reportajes.
Comenzó a ejercer el periodismo en 1920 en el diario El Nuevo Mundo
y en la revista El Veterano, ambas dirigidas por el coronel del Ejército Li-
bertador José Camejo Payents. Contó su hermana Zoe que cuando recibió
el sueldo de un peso diario, lo entregó a la madre y le dijo: «Yo no necesito
dinero. No tengo vicios».
El humor de Pablo era extraordinario. Un día entrega a su hermana un
ejemplar de El Nuevo Mundo, y le dice: «Léetelo, para poder decir que tengo
un lector. No es justo que yo sea redactor, cobrador y repartidor y el único
lector de mis trabajos».

170 · JUAN MARRERO


Son numerosas las anécdotas que existen sobre el fino humor de Pablo,
aun en medio de situaciones difíciles. Una muy conocida es cuando a me-
diados de 1931, estando escondidos él y Raúl Roa en la casa de José Zacarías
Tallet, alguien da el soplo y son sorprendidos por el teniente Miguel Calvo,
que los detiene. «Mira —le dice Pablo al oficial machadista—, estoy ter-
minando un artículo para Carteles; si lo termino me pagarán diez pesos».
Sin esperar la respuesta, Pablo se sienta ante la máquina de escribir y
continúa tecleando su trabajo. Los policías lo miran, se miran entre ellos,
y acaban por sonreir y esperar. Cuando Pablo se levanta y se pone a dispo-
sición de los guardias, le grita a Tallet: «¡Cuando Quílez te pague los diez
pesos me los mandas a la cárcel!».
Tras el derrocamiento de la dictadura de Machado el 12 de agosto de
1933, aparece un nuevo diario. Se trata de Ahora. Pablo es uno de sus
redactores. En él pone de manifiesto su excelencia periodística. Escribe
reportajes, textos de divulgación, artículos políticos, crónicas humorís-
ticas, entrevistas a distintas personalidades de la vida política, económi-
ca y cultural, pies de grabados, títulos, etc. Todos en el periódico están
sorprendidos con su profesionalidad, y se preguntan: ¿dónde aprendió
este oficio? Zoe también da respuesta a esa pregunta: «Tal maestría le viene
del abuelo, Salvador Brau, que en Puerto Rico fue llamado «maestro de
periodistas» y, al igual que Pablo, tampoco pasó ninguna escuela de pe-
riodismo».
En el diario Ahora, que se formó con una mayoría de los periodistas de
El Mundo cuando los dueños lo cerraron tras enemistarse con el Gobierno,
Pablo escribe reportajes de impacto como «La Isla de los 500 asesinatos»
que son sus memorias de cuando estuvo preso en Isla de Pinos. Loló de la
Torriente, que era prima lejana de Pablo, afirmó que ese fue el primer repor-
taje sensacional de guerra revolucionaria que recoge el periodismo cubano.
También, en igual calificación, está su reportaje sobre los hechos de Realen-
go 18, donde revela las condiciones de explotación, miseria y olvido en que
vivían los campesinos en las montañas de Oriente. Esos reportajes se reco-
pilaron y formaron libros con tales títulos.
Dejó, sin duda, un periodismo de investigación y de testimonio, pues no
fue espectador, sino participante que registró lo que veía y lo que sentía. Y
lo escribió al momento, en Ahora, El Mundo, Alma Máter, Línea, Bohemia,
y también en la revista New Masses, de Nueva York, y los periódicos El Na-
cional y El Machete, ambos de México.
Pablo hizo un periodismo muy personal. Guillermo Martínez Márquez,
quien fue el director-fundador de Ahora, escribió: «Eso de que los periodistas
jamás son noticia, no iba con él. Muchas veces actúa como protagonista de un
hecho, y luego lo reporta, sin mencionarse, claro, con la mayor tranquilidad.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 171


Así llegan al periódico las vibrantes informaciones de las asambleas depu-
radoras del profesorado universitario… así llega el reportaje de la muerte de
Ivo Fernández…».
Cuando fracasa la huelga de marzo de 1935, Ahora es clausurado.
Pablo marcha a Nueva York, ciudad donde pasa días muy duros. Tiene
que trabajar como lavaplatos. Escribe un artículo titulado «Guajiros en
Nueva York». Lo publica Bohemia en el mes de julio de 1936. Lo envía
entonces al concurso periodístico Justo de Lara, y obtiene el premio.
Cuando le comunican la noticia comenta con su proverbial humor: «Es-
toy tan contento que sería capaz de comerme una bañadera de arroz con
frijoles».
De Nueva York va a España, a luchar por la República. Su fusil reem-
plaza a la pluma como arma principal. Dispara más de lo que escribe,
pero no deja de narrar en cartas y crónicas lo que vive en la guerra, y ello
después se recoge en un libro también apasionante: Peleando con los mi-
licianos. En menos de dos meses, El Machete y New Masses recibieron
diez crónicas sobre lo que sucedía en España. Mella, Rubén y Pablo ca-
yeron jóvenes. Los dos primeros fueron dirigentes revolucionarios natos;
Pablo ha quedado, sobre todo, como el gran cronista de sus hazañas y de
su generación. Su vocación periodística hizo posible que su obra tenga
una fuerza eterna.

Tras la caída de Machado

Momentos de significación para el periodismo en Cuba fueron los quin-


ce años posteriores al derrocamiento del dictador Machado y de la «revo-
lución que se fue a bolina». Son los años en que en el mundo hay un auge del
fascismo, la crisis económica global sigue golpeando, se desatan la guerra
civil en España y ascenso al poder de Franco, Hitler invade y ocupa otros
territorios de Europa, el ataque a Pearl Harbor involucra a Estados Unidos
en la Segunda Guerra Mundial, se integra una alianza para derrotar al eje
fascista integrado por Alemania, Italia y Japón, se logra la victoria a un
costo de millones de víctimas y se inicia, después del lanzamiento de la
bomba atómica por Estados Unidos contra Hiroshima y Nagasaki, la tene-
brosa Guerra Fría.
Cuando el 12 de agosto de 1933 cae el régimen dictatorial de Gerardo
Machado se desata una huelga de tipógrafos en todos los periódicos de La
Habana en demanda de aumentos salariales. Únicamente los empresarios
del Diario de la Marina y de Información —entonces vespertino— ponen

172 · JUAN MARRERO


en funcionamiento sus periódicos con rompehuelgas. El resto de la prensa
deja de salir. Los gráficos y los periodistas se organizan en cooperativas
y editan nuevos periódicos en talleres no pertenecientes a las empresas
paralizadas. El 9 de octubre sale el primer diario, que identifican como
El País Libre, en sustitución de El País; el 10 se empieza a publicar Aho-
ra, que sustituía a El Mundo; después salieron el Diario de la Mañana e
Informaciones del Día, en sustitución del Diario de la Marina e Infor-
mación. En cada nuevo periódico se organizaron consejos de redacción y
administración integrados por periodistas y gráficos.
El 29 de noviembre, el Frente Único de Artes Gráficas organizó una
manifestación ante el Diario de la Marina que concentró a más de cuatro-
cientos obreros gráficos y periodistas. Días después, en el teatro Payret, el
Frente Único reunió a más de tres mil gráficos para luchar en apoyo de los
trabajadores de El Mundo y El País y contra los rompehuelgas del Diario
de la Marina e Información. El boicot contra esos dos periódicos se incre-
mentó. Se logró el apoyo de los trabajadores de varios puertos del país, entre
ellos el de La Habana, para que no descargasen las bobinas de papel desti-
nadas a esas publicaciones.
El 7 de diciembre quedó resuelto el problema de El País al aceptar la
empresa los reclamos del sindicato obrero. El boicot contra el Diario de la
Marina afectó su periodicidad y tiraje de ejemplares. Debió suprimir algu-
nas de sus ediciones, y en el mes de enero de 1934 dejó de salir. Cuando re-
aparece lo hace en un tamaño más pequeño. El 24 de enero, en una reunión
convocada por el presidente Carlos Mendieta, tanto el Diario de la Marina
como Información aceptan las demandas del sindicato. El Mundo no volvió
a editarse hasta el 19 de mayo de 1934.
Otro conflicto que hubo por esos días fue con el periódico Acción, por-
tavoz de la organización fascista ABC, cuando su dirección se negó a tratar
con el sindicato de Artes Gráficas y llevó a sus talleres solo obreros afiliados
a dicha organización política.
Por distintas razones, a lo largo de las décadas de los treinta, cuaren-
ta y cincuenta se originaron otros conflictos serios entre las direcciones
de los medios de prensa y los trabajadores de sus talleres. Con el Dia-
rio de la Marina e Información hubo varios. Con las revistas Carteles
y Vanidades, por violaciones de esas empresas de contratos laborales,
también. En 1941 se registró un fuerte choque entre el sindicato y los
dueños del El Mundo por atropellos contra los trabajadores de ese día-
rio. En ese mismo año, El Pueblo, que dirigía Lorenzo Frau Marsal, acu-
dió a rompehuelgas ante un conflicto con sus trabajadores. Entonces, el
periódico Hoy escribió: «Pueblo sale cuando puede, y cuando puede casi
no sale…».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 173


En esta etapa nacieron un grupo de importantes periódicos y revistas
inspirados por los comunistas, entre ellos Bandera Roja, La Palabra, Resu-
men, Mediodía, Noticias de Hoy y Fundamentos. Muchas de las mejores fi-
guras de la intelectualidad revolucionaria organizaron, impulsaron y dieron
calor a esos y otros proyectos de comunicación

Noticias de Hoy, un periódico del pueblo trabajador

El primer número de Noticias de Hoy salió a la calle el 16 de mayo de


1938, como órgano del partido marxista-leninista. No había dinero que ga-
rantizase tal empresa, ni imprenta segura, ni redacción establemente cons-
tituida, ni cuerpo administrativo, ni seguridad contra cualquier acción poli-
cial. Los agoreros de que «no se podrá sostener (…) dentro de tres meses no
podrá seguir saliendo» —según palabras de Pepín Rivero, del Diario de la
Marina— tomaban en cuenta las dificultades que representaba la edición de
un diario revolucionario en medio de la hostilidad de todas las fuerzas reac-
cionarias, la carencia de recursos económicos y sin anunciantes dispuestos
a pagar.
Poco tiempo después se hizo una gran colecta para que Hoy —así identi-
ficó el pueblo a este diario— pudiese tener un taller propio. La respuesta de
la clase obrera fue inmediata, y en la calle Desagüe se estableció la imprenta
de Hoy.
El 26 de agosto de 1950, cuando ya la Guerra Fría alcanzaba su auge,
el gobierno de Carlos Prío clausuró Hoy, porque sus mensajes consti-
tuían un obstáculo para el imperialismo, la oligarquía y la burguesía del
país, es decir, para los saqueadores y explotadores de las riquezas de la
Isla. ¿Cómo aceptar un periódico que reivindicaba las riquezas de Cuba
para los cubanos, hacía campañas por la eliminación de la discrimina-
ción racial, pedía vivienda decorosa para todos los pobres, el reparto de la
tierra y el fin del latifundismo, defendía los salarios y el bienestar de los
trabajadores?
La clausura no impidió que Hoy continuase diciendo la verdad y defen-
diendo al pueblo. Se sirvió de América Deportiva, un semanario especiali-
zado que publicaba todos los domingos la empresa Hoy. Ese periódico de-
portivo se transformó inmediatamente en un diario político, de combate. Se
editó en unos talleres situados en Mercaderes y Lamparilla, mientras que la
redacción se montó en una casa de familia cercana. Cuando la vida legal de
América Deportiva resultó imposible, se revivió Mediodía, en formato de pe-
riódico de bolsillo y en calidad de diario.

174 · JUAN MARRERO


Después apareció el semanario Vanguardia y, más tarde, La Última
Hora, un diario objetivo, a cuyo frente estuvo un periodista político con
un historial de responsabilidad y mesura: fue Julio Véliz, exdirector de La
Correspondencia, de Cienfuegos, que tenía dominio de la técnica periodís-
tica, cultura y buenas relaciones con diferentes esferas del poder. Véliz había
logrado hacer un buen periódico en la Perla del Sur y elevó su circulación
a más de seis mil suscriptores. Su fuente principal de información eran los
juzgados y tribunales donde se dirimían causas civiles. De ahí sacaba mate-
rial para poner al fresco la podredumbre interna de las relaciones y las ma-
quinaciones de grandes intereses financieros, políticos y económicos.
Julio Véliz renunció al pasado de holgura económica por servir a la clase
obrera y al pueblo, por servir a la patria y combatir al imperialismo. Y acep-
tó la vida de riesgos, de sacrificios, de combate.
El 26 de agosto de 1951, tras una batalla legal, reapareció Hoy. Pero el
26 de Julio de 1953, como represalia por los hechos del Moncada, la dicta-
dura de Batista lo sentenció nuevamente al silencio, que logró romperse con
publicaciones clandestinas, entre ellas Carta Semanal y Mella.
En 1954 hubo un enfrentamiento en el diario yanqui The Havana Post
cuando su dirección se negó a conceder el descanso retribuido a su personal.
Los obreros se declararon en huelga. Los cuerpos represivos de la dictadura
de Batista reprimieron salvajemente a los huelguistas. Los sacaban de sus
casas, los introducían en las perseguidoras y los llevaban al taller para que
hiciesen la edición del periódico. Por esta huelga fue detenido, encausado
y juzgado el dirigente gráfico Francisco López, hijo de un dirigente obrero
asesinado por Machado, a quien por falta de pruebas no pudieron condenar.
Pero al concluir el juicio en el Tribunal de Urgencia, los esbirros del criminal
Esteban Ventura lo arrestaron nuevamente y le practicaron un registro en
su casa, donde no pudieron hallar nada comprometedor contra él.

Primer Congreso de Periodistas

En el mes de diciembre de 1941 se efectuó el Primer Congreso de Perio-


distas, convocado y respaldado por la Asociación de Repórters de La Ha-
bana, la Asociación de la Prensa de Cuba —nacidas a principios de siglo— y
numerosas organizaciones periodísticas existentes en las seis provincias del
país. Aquel congreso abordó un temario dirigido a elevar la profesionalidad
de la prensa cubana. Ética, Técnicas y Legislación del Periodismo en Cuba
fueron los tres temas centrales tratados. Se adoptaron importantes acuer-
dos. (En el libro Congresos de periodistas cubanos, Editorial Pablo de la

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 175


Torriente, La Habana, 2006, dedicamos un capítulo a este congreso). Hubo
después un segundo congreso nacional en Santiago de Cuba y un tercer con-
greso en Pinar del Río en 1943 y 1947, respectivamente.
El Primer Congreso significó un avance. En los años venideros nacieron
instituciones como el Colegio Nacional de Periodistas y los colegios pro-
vinciales que contribuyeron a sumar fuerzas y luchar cohesionadamente
por determinados objetivos en beneficio de los periodistas y del periodis-
mo. Se hizo realidad el reclamo de que se fundasen escuelas de periodismo
en distintas provincias y se concretó la elaboración de un Código de Ética,
entonces llamado Código de Moral Profesional, con valiosos preceptos y
principios, pero que fueron incumplidos por los que ejercieron el periodis-
mo para enriquecerse. Junto con la creación de la Escuela de Periodismo
Manuel Márquez Sterling se realizó un proceso para entregar el título de
aptitud periodística profesional a aquellos profesionales de larga y reco-
nocida ejecutoria profesional. Esto tuvo rigor en un principio, pero se per-
mitió que recibieran tales títulos gente no calificada ni con la suficiente
decencia.
Correspondió al entonces senador Jorge Mañach clausurar ese Primer
Congreso Este culto hombre de pensamiento, tan culto como controvertido
y polémico, que se movió activamente durante muchas décadas en la escena
política, en las aulas universitarias y en los principales medios de difusión
del país, caracterizó con mucha exactitud lo que fue el periodismo en la re-
pública a partir de 1902.
Partiendo del criterio de que la improvisación fue una constante en nues-
tro nacimiento y evolución como República, la cual, según expresó,

…improvisó su aparato político, su aparato constitucional, atendiendo


más a los antecedentes y a los ejemplos venidos de afuera que a sus
propias realidades entrañables, no obstante el consejo reiterado hasta
la saciedad por nuestro José Martí; improvisó su economía sobre ba-
ses falsas…sustanciada a través de empréstitos y trabas burocráticas…
y una cultura basada en esquemas utilitaristas, desecada de todo sen-
tido ideal y profundamente humano…y una política no de abnegación,
de servicio social… sino una política frívola, de cínico desenfado y de
oblicua explotación.

Y en ese ambiente —decía también Mañach— campeaba el individualis-


mo, que no propiciaba que ninguna institución de carácter cultural, el perio-
dismo entre ellas, se sintiera ambientada por un sentimiento de solidaridad
y de responsabilidad o sentido real de los problemas cubanos.
Y agregaba el reconocido intelectual:

176 · JUAN MARRERO


El periodismo en gran medida compartió en esa etapa los excesos y
los defectos de todo aquel vivir nacional. En el periodismo hubo, como
en la política, hombres que se vieron agobiados y en muchas ocasiones
frustrados por el ambiente general de frivolidad, de irresponsabilidad
y de improvisación. Lo que hemos tenido es un periodismo de nego-
ciantes. Si de algo ha padecido la prensa no ha sido de la conducta mis-
ma de los periodistas, sino de los pecados de las empresas.

Muchos en realidad fueron esos pecados. En ese congreso de periodistas


de 1941 varios delegados expusieron algunos de ellos.
Rafael Soto Paz, periodista que trató temas históricos en El Mundo y
Bohemia, dijo: «Por el camino que vamos todos los periódicos terminarán
siendo mitad periódicos y mitad casas de juego. Por ley fatal, el reportero
será sustituido por el agente de los diversos planes de regalo que se ofertan».
De tal manera, se refería a la proliferación de rifas y sorteos a que acudían
los dueños para aumentar las suscripciones.
Otro delegado comentó sobre el control que ejercía en la prensa la Aso-
ciación de Anunciantes de Cuba, integrada, dirigida y orientada por un
trust de comerciantes e industriales, en su mayoría extranjeros o repre-
sentantes de intereses extraños. En el documento final de ese congreso se
expresó que «el funcionamiento de la Asociación de Anunciantes de Cuba es
atentatorio a la libre emisión del pensamiento» y reclamaba «de los poderes
nacionales se declare ilegal el funcionamiento de la misma».
Años después del discurso de Mañach, se constituyó el Bloque Cubano
de Prensa, que agrupó a los directores de los principales medios con el fin de
ejercer un control monopólico de las importaciones de papel. Eso determinó
grandes cuotas y a precios ventajosos para los grandes periódicos. Por eso,
podían tener en algunos casos ediciones de sesenta y ochenta páginas, un
setenta por ciento de ellas consagradas a la publicidad comercial. Para los
periódicos pequeños, por lo general lo que hoy conocemos como prensa al-
ternativa, cuotas de papel reducidas y a precios no siempre justos. Así tam-
bién de desigual era el ejercicio de la libertad de prensa.
Mañach caracterizaba todo eso con estas palabras:

Así como tuvimos y tenemos una política demasiado costosa, ostenta-


mos una prensa de lujo. Más periódicos y con más páginas de los que
podemos sostener. Y como los periódicos quieren a todo trance vivir
y el pueblo no puede sostener tales ni tantos periódicos, tienen que
agenciarse medios ocultos de subvención a sus necesidades, establecer
conductos turbios entre sus arcas y las arcas del erario público. Así se
ha producido en la prensa ese ambiente mercenario…

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 177


De otra parte, los propietarios de los medios aceptaban subvenciones de los
gobiernos de turno y, a la vez, pagaban salarios de hambre a los periodistas:
veintidós pesos semanales. A algunos lograban sobornarlos convirtiéndolos en
botelleros de dependencias estatales. Estas prácticas se hicieron más escanda-
losas en los años que siguieron al 10 de marzo de 1952, cuando una gran parte
de los propietarios de los medios se puso al servicio de la tiranía de Batista.
Subvencionados por el Palacio Presidencial estaban dueños de publica-
ciones, directores, subdirectores y otros directivos de la prensa. Joaquín
Claret, de Información, recibía 24 000 pesos mensuales; Ramón Vascon-
celos, de Alerta, 17 000; Gastón Baquero, del Diario de la Marina, 18 000;
Raoul Alfonso Gonsé, de El Mundo, 16 000; Alfredo Izaguirre Hornedo,
de El Crisol, 12 000; Alberto Salas Amaro, de Ataja, 12 000; Ramón Ri-
vero, de Avance, 10 000; José López Vilaboy, de Mañana, 10 000; Rolando
Masferrer, de Tiempo en Cuba, 10 000; Raúl Rivero, del Diario Nacional,
10 000; Clara Park de Pessino, de The Havana Post, 2 000; Amelia Hernán-
dez, de Voz Femenina, 2 000; Otto Meruelo, de Por Cuba, CMQ-TV, 2 000;
José Manuel Roseñada, de Zig Zag, 1 000… y muchos más.
No solo los directivos de los grandes medios de la capital estaban en
una larga lista, ocupada tras el triunfo de la Revolución, que en su cabeza
tenía el membrete «Fulgencio Batista, presidente de la República», y lleva-
ba por título «Atención mensual para periódicos y revistas». Había en esa
lista directores de medios provinciales como Eduardo Abril Amores, Diario
de Cuba, Santiago de Cuba, 6 000; José Rodríguez, El Republicano, Matan-
zas; Pedro Aragonés, El Comercio, Cienfuegos; J. González Clemente, Voz
de Occidente, Pinar del Río; Joaquín Moreno Méndez, Pueblo, Santa Clara,
todos estos últimos con 1 000 cada uno; Nick Machado, La Corresponden-
cia, Cienfuegos, 400 pesos. Caricaturistas como Prohías, de El Mundo, y
Silvio, de Prensa Libre, eran tocados con 1 000 y 500 respectivamente.
Mil pesos recibía Guillermo Martínez Márquez, ese gran «luchador» por
la libertad de expresión que llegó a ser presidente de la Sociedad Intera-
mericana de Prensa.
En esa lista de Palacio había, en total, sesenta directores de medios, edi-
torialistas, articulistas, redactores políticos de los periódicos de la capital
y de provincias. En total se repartían, en lo que Batista llamaba «atención
a los directores, subdirectores de periódicos y periodistas, 239 300 pesos
mensuales, es decir, casi cuatro millones de pesos al año. Con esas prácticas,
Batista perseguía ocultar la verdad sobre crímenes, malversaciones y escán-
dalos de su régimen.
Y no era solo ese dinero con que se compraba conciencias. Batista y los
otros gobiernos que tuvo Cuba en la república neocolonial: a los periódicos
se les entregaban «botellas», cargos en los ministerios que no se trabajaban.

178 · JUAN MARRERO


Los directores de los medios privilegiaban a algunos periodistas que atendían
diversos sectores de la administración pública con esas botellas, aparte de las
que entregaban a sus familiares y amigos. Así, por ejemplo, el Diario de la
Marina tenía en la década de los cincuenta un total de catorce puestos en Ha-
cienda, otros tantos en Comunicaciones, diecinueve en Agricultura, veintiún
en Obras Públicas y otros en Justicia, Educación y el Banco Nacional.
Toda esta estafa generalizada trajo consigo numerosos casos de autocen-
sura, silencio, lacayismo y políticas editoriales a favor de latifundistas, terra-
tenientes y patrones y, por supuesto, en contra de obreros, campesinos y de
otras capas populares.
La mercantilización convirtió al periodismo en un negocio y no en una
obra de pensamiento y de utilidad social. La libertad de prensa, por eso, se
identificó con libertad de empresa.
Claro, es oportuno señalar que toda regla tiene sus excepciones. Y en el
periodismo cubano, en diferentes etapas, las hubo. Hubo prensa defensora de
los obreros y los humildes y hubo un crecido número de periodistas dignos
cuyas conciencias ningún dinero del mundo ni privilegios pudieron comprar.
Muchas fueron las publicaciones que cumplieron con honra su misión. Ahí
están, entre otras, Alma Máter, Justicia, Bandera Roja, La Palabra, Línea,
Ahora, Hoy, La Calle, Mediodía, La Última Hora y la revista Mella, junto a
las que se publicaron en la clandestinidad. Como símbolo de todas ellas estu-
vo la revista Bohemia, en particular su sección En Cuba, donde durante largos
años se expusieron las desvergüenzas y males de la república.

La sección En Cuba de Bohemia

La revista Bohemia, aunque nació en 1908, no adquirió verdadera rele-


vancia hasta que en sus páginas apareció la sección En Cuba. Se trataba de
un espacio eminentemente informativo realizado por un pequeño grupo
de experimentados y avezados periodistas que vio la luz en 1943, en me-
dio de la Segunda Guerra Mundial, y que marcó pautas en el periodismo
nacional.
La idea fue de Enrique de la Osa y Carlos Lechuga, quienes eran entonces
redactores del periódico El Mundo. Ambos tenían entusiasmo y amor a la
profesión periodística, y andaban también con sus bolsillos escasos de dine-
ro. Les llegó entonces de la dirección de la revista Bohemia una propuesta
de complementar con información nacional un servicio extranjero titulado
«La marcha del tiempo». Ambos pusieron corazón y talento en ese empeño.
Y de ahí nació En Cuba que marcó pautas en el periodismo nacional.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 179


Inicialmente se iba a llamar «La marcha del tiempo… en Cuba», pero su
título quedó en esas dos últimas palabras.
Lo original de la sección es que, desde su comienzo, no repetía lo que
publicaban los periódicos diarios o lo que decía la radio, entonces los me-
dios de comunicación existentes, sino que ofrecía información totalmente
novedosa. Poco a poco, se nutrió de sus propias fuentes de información que
la convirtieron en un látigo contra asesinos y mafiosos, elementos corruptos
y politiqueros. Esta sección hizo que Bohemia acrecentara el número de sus
compradores, y se convirtiese en la más leída del país.
Además de sus creadores, la nómina de En Cuba la integraron en
diferentes etapas Antonio (Tony) de la Osa, Mario García del Cueto,
Juanillo González Martìnez, Benito Novas Calvo, Ángel Augier, Jacinto
Torras, Diego González Martín, Fulvio Fuentes, Carlos M. Rubiera, Luis
Ricardo Alonso, Manuel de Jesús Zamora, Carlos M. Castañeda, Agustín
Alles Soberón, Bernardo Viera (Vierita), Lisandro Otero González, Marta
Rojas, Juan David y Juan Prohías. Algunos de estos redactores estuvieron
en la sección desde su fundación hasta sus días finales luego del triunfo de
la Revolución; otros prestaron servicios en ella luego del asalto al Monca-
da, en 1953.
Lechuga, por ejemplo, solo escribió para esa sección hasta 1949, cuan-
do pasa a ser jefe de la página política del periódico El Mundo, a la vez que
comienza a redactar una columna diaria de comentarios titulada «Clari-
dades». El éxito de la sección En Cuba —dijo en una ocasión el Premio Na-
cional de Periodismo José Martí—, «más que por el estilo, el colorido, la
ambientación que se le daba; más que los datos inéditos, las descripciones,
los temas variados y amenidad con que eran presentados, lo atribuyo a la
arriesgada proyección política que tenía».
La sección comenzó con una página de la revista. Estaba referida al
entonces candidato presidencial Ramón Grau San Martín y su residen-
cia. Ese reportaje provocó que Grau le mandase sus padrinos al director
Miguel Angel Quevedo para sostener un duelo, lo que se estilaba aún en
aquella época para lavar el honor del ofendido. No hubo, por supuesto, tal
duelo.
Enrique de la Osa fue el alma de la sección. Era un periodista culto, aun-
que no hacía ostentación de ello, de ideas revolucionarias y con mucha
experiencia profesional. Había sido colaborador del Diario de la Marina,
articulista en las revistas Atuei, Alma Máter y Cuba Libre, fundador-di-
rector de Futuro, órgano del Partido Aprista Cubano, y corrector de estilo y
redactor en El Mundo. Implantó un estilo singular y único en la manera de
hacer periodismo dentro de la sección En Cuba.
Marta Rojas cuenta:

180 · JUAN MARRERO


Enriquito no hacía el trabajo en la revista ni en presencia nuestra,
en este caso, los reporteros. Cuando yo entré a trabajar, en 1953, lo
hacía en un apartamento que está al fondo de Maternidad de Línea.
Le llevábamos las notas informativas que después él decidía sobre su
utilización o no. A veces, para un mismo tema, enviaba dos o tres pe-
riodistas. Su esposa Elena, que era taquígrafa y mecanógrafa, se en-
cargaba de recogerle todo el material. Lo que se publicaba no llevaba
la firma de los reporteros ni la de él que, por lo general, era quien re-
dactaba la nota. Teníamos prohibido usar adjetivos. Quería hechos y,
además, detalles descriptivos que le permitiesen armar una nota de
ambiente y color. Cuando buscábamos la información no podíamos
decir que éramos de Bohemia y mucho menos de la sección En Cuba.
Yo, por ejemplo, tenía un carné que me identificaba como Prensa de
Radio Reloj, por si alguien me lo exigía. Nos instruía, por ejemplo,
a no solo hablar con un dirigente político, un congresista, un líder
estudiantil, un líder sindical o un empresario, sino hacerlo también
con choferes, ujieres, personal doméstico, amigos u otra gente que
se movían alrededor de ellos, y recoger todo detalle que pudiese dar
matiz y color a la información. Las notas no se armaban solo con lo
que los datos que los reporteros de Bohemia obtenían; otras fuentes
suministraban información a Enriquito sobre el tema seleccionado.
Sus informantes eran muchos para cada tema. No se casaba, pues,
con una sola fuente.

Los que trabajaban para la sección En Cuba cobraban por una «nomi-
nilla» fija que Enrique de la Osa le pasaba al director de la revista. Por lo
general, era de cincuenta pesos semanales, una suma digna en aquellos
años, pero si la información recogida se apartaba de lo común tenía un
premio material. Lo decidía siempre Miguel Angel Quevedo. La propues-
ta de Enrique de la Osa debía llevar siempre al lado el ok del director
para que en la caja se hiciese efectivo el pago. En la entrevista que con-
cedió a Luis Báez, publicada en el libro Los que se quedaron, Enrique de
la Osa dice que los periodistas de la sección En Cuba eran bien pagados,
y añadió: «No podían recibir dinero de nadie. Si alguno caía en ese tipo
de falta, inmediatamente lo sacábamos… A Anselmo Alliegro le devolví
un cheque con una nota en la que le decía que solo estaba acostumbrado
a recibir dinero por mi trabajo. Genovevo Pérez Dámara, quien fue jefe
del ejército, me mandó un regalo similar. No solo lo rechacé, sino que le
dije horrores».
La dignidad y la honestidad caracterizaron a ese equipo de trabajo perio-
dístico, que demostró que en la República no había solo corruptos.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 181


La sección En Cuba hizo tanta historia que, en 1957, desde la Sierra Maes-
tra, Fidel Castro le envía un mensaje a Enrique de la Osa, donde le dice que
lee esa sección con avidez y le agradece su orientación en días tan críticos
como los que vivía la nación.

Dos nuevos medios: la radio y la televisión

Diez años antes de la caída de la dictadura de Machado, se inauguró ofi-


cialmente la radio en Cuba, primer país de América Latina en disponer de
ese medio. A finales de 1922, en la casa del teniente licenciado del Ejército
Libertador Luis Casas Romero, destacado flautista y director de bandas, y
licenciado del Ejército Libertador, se realizó la primera transmisión radial
con una planta de diez watts de potencia, bajo la denominación 2LC. La es-
tación había sido construida por un hijo de Casas Romero.
Dos años antes, en Pittsburgh, había nacido la primera emisora de Esta-
dos Unidos, la KDKA.
La pequeña emisora instalada en La Habana salía al aire poco antes del
cañonazo de las nueve de la noche. El propio Casas Romero tocaba en una
corneta una llamada de atención, y después, con una varilla de metal, pro-
ducía golpes rítmicos sobre el instrumento imitando el ruido característico
de un reloj. Luego, con un micrófono, por una ventana, el tradicional caño-
nazo y otro acorde de corneta anunciaba solemnemente: «Son las nueve en
punto». A continuación un boletín sobre el estado del tiempo y su hija Zoila
presentaba números musicales obtenidos en un viejo fonógrafo. Como ve-
mos la 2LC es también precursora de los noticieros y, en cierta forma, de
Radio Reloj. Esa pequeña planta transmitió hasta 1928.
El 10 de octubre de 1922, en una ceremonia efectuada en el Palacio de
Gobierno, el presidente de la República, Alfredo Zayas, procede a inaugurar
la primera estación comercial de radio, auspiciada por la Cuban Telepho-
ne Company, filial del consorcio estadounidense American Telephone and
Telegraph. La estación se identifica en inglés, en razón de los intereses que
servía. Una empresa constructora de aparatos de radio había regalado pre-
viamente sesenta receptores a los principales personeros oficiales y vendido
cuarenta entre familias adineradas.
Así nace la radio en Cuba. En 1923, Caibarién y Camagüey tienen sus pri-
meras emisoras. Y en la de Caibarién, emisora fundada por Manolín Álvarez,
se transmite la primera narración deportiva: la pelea de boxeo por el título
mundial de los pesos completos entre el norteamericano Jack Dempsey y el
argentino Luis Ángel Firpo. También por esa emisora se transmitieron los

182 · JUAN MARRERO


primeros juegos de las Grandes Ligas. Esas primeras emisoras, por supues-
to, tenían poco alcance, solo cubrían unas pocas decenas de kilómetros en
torno al equipo transmisor, y su programación era de pocas horas.
La irrupción de la radio hizo posible que la mayoría del pueblo, en-
tonces analfabeta, pudiera integrarse al proceso de comunicación. La
tasa de analfabetismo era bien alta, y además la prensa escrita solo lle-
gaba a los grandes centros urbanos. En 1924, Ramiro Guerra escribió
un ensayo titulado «Un cuarto de siglo de evolución cubana», donde
señalaba que había menos escuelas que veinte años antes, era menor el
número de niños inscriptos, había más bajo promedio de asistencia a las
escuelas y era menor el presupuesto dedicado a la educación pública.
Con la radio, y en particular con su programación informativa, que al-
canzó un significativo desarrollo en la década de los treinta, toda la po-
blación, incluso aquella que no sabía leer ni escribir, tuvo la posibilidad de
empezar a conocer algunas de las realidades del país y del mundo, al menos
en aquellos años en que a los dueños de los medios solo les interesaba captar
publicidad comercial para obtener ganancias monetarias. Más adelante, por
supuesto, los compromisos con los anunciantes y patrocinadores cambiaron
el carácter y contenido de la programación y, a la vez, pusieron límites a la
información veraz y amplia.
Para 1937 ya existen en La Habana más de treinta emisoras. En San-
tiago de Cuba hay seis. Se crean en varias ciudades y pueblos. Ese año se
efectúa en La Habana la Conferencia Regional de Radiodifusión, donde la
delegación de Estados Unidos impone condiciones sobre el uso del espacio
radioelectrónico para garantizar que las emisoras de Estados Unidos no su-
frieran interferencias desde territorios vecinos.
En 1943, con el aporte de los trabajadores cubanos, nace la emisora del
pueblo Mil Diez, en onda larga y en onda corta. Esta emisora cumplió un
relevante papel en solo un lustro de existencia. Contribuyó a elevar la con-
ciencia de clase de las grandes masas desposeídas. Las justas demandas
populares encontraron allí tribuna insobornable. Los desalojos campesinos
y desahucios en las ciudades no pasaron inadvertidos. Los atropellos de la
Guardia Rural eran denunciados diariamente. Mil Diez tuvo un noticiero
muy escuchado —doce ediciones de noticias cada día—, que contó entre sus
locutores a Manolo Ortega. «Doctrina y Acción», concebido por José Rodrí-
guez Méndez, periodista que sentó cátedra años después en los espacios in-
formativos de la televisión, tuvo mucha aceptación popular, así como otros
programas conducidos por Salvador García Agüero, Félix Pita Rodríguez y
Honorio Muñoz.
Lázaro Peña, Jesús Menéndez, Blas Roca y otros dirigentes comunistas
utilizaron con frecuencia ese medio. Al frente de la junta directiva de Mil

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 183


Diez estuvo el locutor Ibrahim Urbino, y de ella formaban parte periodistas,
escritores, músicos y otros valores de la cultura nacional.
Mil Diez transmitió en 1948 una grabación del último discurso del líder
azucarero Jesús Menéndez, pocos meses antes de caer bajo las balas asesinas
de un oficial del régimen gobernante. Se estaba en los inicios de la Guerra
Fría y el gobierno de Grau clausuró la emisora. La policía y bandas ganste-
riles aprovecharon el hecho para irrumpir en la planta y arrasar equipos y
mobiliario. El gobierno auténtico de Prío, que tomaba posesión, respaldó la
vil acción.
La monopolización de las frecuencias y el control del negocio de la radio-
difusión nacional empiezan a delinearse. Goar Mestre, quien era represen-
tante en Cuba de las firmas comerciales norteamericanas General Foods,
Proctor and Palmolive, Pepsi Cola, Max Factor, American Home Products y
General Motors, vendedoras de alimentos, jabones, pastas dentales, insec-
ticidas, y hasta automóviles, se hace dueño durante los días de la Segunda
Guerra Mundial de la mayoría de las acciones de CMQ-Radio. Lo apoyan
capitales norteamericanos y también Emilio Azcárraga, magnate de la ra-
diodifusión de México. Azcárraga le dijo a Mestre: «Mire, estamos en plena
guerra. No se consiguen equipos, no hay nada. Lo que usted tiene que hacer
es comprar una de las dos cadenas existentes. Yo lo apoyo con el dinero». La
otra era RHC Cadena Azul, del empresario cubano Amado Trinidad. Tam-
bién otro competidor importante era Gaspar Pumarejo, creador del radiope-
riódico La Palabra, a través de Unión Radio. Para Mestre, Pumarejo era «un
pirata, tenía un sable entre los dientes. No le importaba el dolor que podía
causar si ese dolor le daba un peso».
Pocos años después, gracias a la novela de aventuras Tamakún y a la radio-
novela El derecho de nacer, de Félix B. Caignet, que rompió todos los récords
de audiencia, CMQ se convierte en la principal emisora de Cuba, la de mayor
ratings, la privilegiada por los grandes anunciantes. Sería, en fin, el punto de
partida del monopolio que establecerían los Mestre en los años posteriores.
La creación de Radio Reloj, en 1947; CMBF y después CMQ-TV, así lo señalan.
Radio Reloj fue algo original: la hora cada minuto, medio minuto de no-
ticias y medio minuto de anuncios durante las veinticuatro horas del día.
Se convirtió así en la primera emisora en el mundo que transmitía noticias
durante todo el día. Quedó inscripta en la historia de la Revolución Cubana
el 13 de marzo de 1957, cuando desde su cabina José Antonio Echeverría,
presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, informó al pueblo so-
bre el asalto al Palacio Presidencial y lo convocó a participar en el derroca-
miento de la dictadura.
Por CMQ resurgió en 1949 el espacio dominical La Universidad del Aire,
auspiciado por profesores y estudiantes de la Universidad de La Habana.

184 · JUAN MARRERO


En este espacio se ofrecían conferencias sobre la historia patria, y por él
desfilaron prestigiosas figuras de la cultura cubana como Fernando Ortíz,
Raúl Roa, Carlos Rafael Rodríguez, Salvador Massip, Elías Entralgo y Vi-
centina Antuña. También lo hacían figuras de la intelectualidad con visio-
nes diferentes y hasta reaccionarias. El lema que Mestre vendía para CMQ
decía: «Tribuna libre abierta a toda opinión responsable». Era una manera
de preservar la audiencia de esa emisora, mayoritariamente integrada por
los sectores populares.
Después del golpe del 10 de marzo de 1952, el espacio La Universidad del
Aire fue a veces utilizado por la juventud cubana para denunciar al régimen
anticonstitucional. Según el formato del programa, una vez que finalizaban
las conferencias, el público asistente podía hacer preguntas que eran res-
pondidas por los disertantes. El 4 de mayo de 1952 hubo un serio incidente
en el estudio-teatro número 15 de Radiocentro, luego de las conferencias
impartidas por Elías Entralgo, profesor de Historia de la Universidad de La
Habana, y Gerardo Canet, profesor de Geografía en centros de enseñanza
media. Como resultado de aquel acto de salvajismo realizado por fuerzas re-
presivas y simpatizantes de Batista, varios líderes y estudiantes resultaron
heridos, entre ellos Armando Hart Dávalos y Faustino Pérez.
Los micrófonos de CMQ también fueron utilizados por Eduardo R. Chi-
bás, líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), para comunicarse con
los sectores populares que respaldan su programa contra la corrupción
administrativa y el gangsterismo. Este programa tuvo durante varios años
la mayor audiencia. Precisamente en los estudios de CMQ pronunció su úl-
tima alocución: «Pueblo cubano, despierta. Este es mi último aldabonazo»;
tales fueron las últimas palabras de Chibás, pues seguidamente se pegó un
tiro que lo llevó a la muerte días después. Chibás se inmoló ante los micró-
fonos al no poder presentar pruebas de las evidentes malversaciones de un
ministro del gobierno de Carlos Prío.
Lo ocurrido en el barrio de Orfila, en 1947, fue otro de los acontecimien-
tos que dieron gran prestigio a CMQ. Desde el mismo lugar de los hechos,
tirado en el suelo, con un micrófono en mano, Germán Pinelli, locutor y pe-
riodista, reportó minuto a minuto el enfrentamiento que tuvieron durante
largo tiempo dos bandas en pugna de elementos gangsteriles, procedentes
de las filas de la policía, tolerados por el gobierno de Grau San Martín.
La matanza de Orfila está vinculada con uno de los grandes momen-
tos de la fotografía periodística en Cuba. Un danés, Louis Hamburg,
quien vivía en Cuba desde los años de la dictadura de Machado, arries-
gando su vida captó fotos de gran dramatismo que se publicaron en el
periódico El País y que fueron utilizadas por Chibás para denunciar ante
el Congreso de la República el asesinato cometido. El camarógrafo cubano

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 185


Eduardo Hernández (Guayo), del Noticiero Nacional de Cine, también cap-
tó la increíble batalla.
Guido García Inclán es una de las figuras que dignificó el periodismo ra-
dial, primero ante los micrófonos de CMQ combatiendo la dictadura de Ma-
chado, después a través de la COCO librando una constante batalla contra el
gangsterismo, la corrupción, el peculado, la desvergüenza. Jamás su voz pudo
ser callada ni sobornada. Ferviente martiano y admirador de Chibás y del jo-
ven Fidel Castro, a quien abrió las puertas de su emisora para que llevase la
verdad al pueblo cubano en días convulsos, Guido fue el primero en crear un
periódico en la radio con su editorial y con reporteros en la calle. Lo llamó El
Periódico del Aire. Desde 1959 y hasta su muerte, su voz no hizo otra cosa que
defender la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
También es justo mencionar a José Pardo Llada, con un timbre de voz
típico y un mensaje populista, quien logró gran audiencia cuando dirigió
un espacio informativo en Unión Radio, utilizado en beneficio de su carrera
política, que lo llevó a ocupar un curul en la Cámara de Representantes con
una extraordinaria votación.

Inicios de la televisión en Cuba

Cuba fue el tercer país de América Latina en tener televisión, tras México y
Brasil. En 1950 Gaspar Pumarejo inauguró Unión Radio Televisión, Canal 4,
establecida en su casa de Mazón número 52, esquina a San Miguel, donde
actualmente se encuentra el Canal Habana. Poco tiempo después, Goar y
Abel Mestre abren el Canal 6, CMQ-TV. Luego se crearon los canales 7, 2, 11
y 12, este último en colores. En los primeros años la televisión en Cuba tuvo
muy escaso alcance: cubría solamente la antigua provincia de La Habana.
El setenta y cinco por ciento de su programación estaba dedicada al entrete-
nimiento y la publicidad.
Fechas de apertura de los cuatro primeros canales de TV: 24 de octubre
de 1950, Canal 4, Unión Radio Televisión; 18 de diciembre de 1950, Canal 6,
CMQ-TV; 2 de febrero de 1953, Canal 7, CMBF-TV, y 18 de febrero de 1953,
Canal 2, Telemundo.
Pumarejo era locutor, animador y periodista. Había trabajado en la radio
y era gago, pero al decirle «Vamos al aire», inmediatamente dejaba de ga-
guear, según ha contado Mirta Múñiz, quien trabajó con él en la fundación
de la televisión en Cuba.
Detrás de Pumarejo y Mestre estaban las compañías norteamericanas
RCA Victor y Dumont, productoras de aparatos de televisión y de las cá-

186 · JUAN MARRERO


maras y otros equipos necesarios para las transmisiones y realización de la
programación.
Ante las vidrieras de las principales tiendas de La Habana, donde se colo-
caron aparatos receptores, la población pudo ver las transmisiones de prue-
ba y la inauguración oficial del nuevo medio.
Los espacios noticiosos eran mínimos y se conformaban, por lo general,
con servicios de Telenews, una empresa norteamericana que suministraba
imágenes de noticias internacionales a CMQ y el Canal 2. Las imágenes de
informaciones nacionales, en los primeros momentos de nuestra televisión,
eran captadas por los camarógrafos de varias empresas cinematográficas
dirigidas por Manolo Alonso, quien a partir de 1940 se convirtió en un
zar de los noticieros de cine, en los cuales tuvieron participación distintos
medios, entre ellos El Crisol, El País, RHC Cadena Azul y CMQ. Hubo mo-
mentos en que eran la Royal News América-El País y Nacional. En 1950 más
de setecientas cincuenta mil personas veían semana tras semana en las pan-
tallas de más de ciento cincuenta cines del país los noticieros de Royal News,
América y Nacional. Años después, surgieron otros, como Cineperiódico y
NotiCuba, en cuyas plantillas figuraron los nombres de destacados cama-
rógrafos como Eduardo Hernández (Guayo), Bebo Alonso y Roberto Ochoa.
La aparición de la televisión trajo preocupaciones para los que hacían cine,
pero con el tiempo sus funciones se acoplaron. Y, en un principio, la televi-
sión tuvo que contar con los camarógrafos y técnicos de esas empresas de
cine para la realización de sus noticieros.
El primer noticiero con imágenes y sonidos se llamó Teleperiódico, de
Unión Radio TV.
Los noticieros de televisión, al igual que los de cine, estuvieron marcados
por la publicidad comercial. Hubo un noticiero estelar en la televisión patro-
cinado por una marca de cervezas, en cuya transmisión su locutor debía en
varias ocasiones, tras la lectura de algunas noticias, tomar la botella, llenar
una copa, beber de ella, y decir: «La que más gusta. Ni amarga ni dulce. En
su punto. La gran cerveza de Cuba».
Los acontecimientos de que se ocupaba ese noticiero eran la política, la
economía, la cultura y la vida social, y sobre todo aquello que tuviese un filo
sensacionalista. Al igual que lo hacía la prensa impresa, prescindía, como
regla, de temas como la explotación, el hambre, la miseria, el analfabetismo,
los desalojos y los atropellos de las fuerzas militares. Lo que más abunda-
ba en la programación informativa era la realización de entrevistas en los
estudios a distintas personalidades de la vida política, económica y social,
siempre y cuando no abrazasen las ideas del comunismo.
CMQ fue la primera en llevar la televisión a otras provincias, al ins-
talar plantas emisoras en Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. A

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 187


esos lugares eran llevados por avión o carretera los quinescopios, que se
emitían por la televisión de La Habana. Hasta 1955 no entró en funcio-
namiento la cadena de plantas repetidoras que permitía captar y emitir al
momento la señal originada en La Habana.
Uno de los espacios informativos con mayor recepción fue Ante la Pren-
sa, ofrecido a través de CMQ, donde comparecían políticos de turno que
eran bombardeados a preguntas por un panel de periodistas incisivos. Este
espacio, inspirado en el Meet the Press, se inauguró el 7 de enero de 1951
y fue el primer panel político en la televisión iberoamericana. Los prime-
ros políticos entrevistados fueron Aureliano Sánchez Arango y Eduardo R.
Chibás. Su moderador y conductor era Jorge Mañach. Tuvo una década de
duración, aunque estuvo fuera del aire en 1953-1954 a causa de la convulsa
situación existente en el país.
En 1955 se inaugura un programa similar en el Canal 2 (Telemundo), que
tuvo como moderadores principales a Carlos Lechuga y Alfredo Núñez Pas-
cual, periodistas que habían integrados los paneles de Ante la Prensa.
Telemundo, en realidad, había dado sus primeros pasos en el Canal 4, es
decir, Unión Radio TV, en 1952, teniendo como conductores a Pablo Medi-
na, en sus primeros programas, y a Gaspar Pumarejo, después. Se trataba
de algo inédito: verter en la televisión la versión impresa del periódico El
Mundo. El programa salía todos los días entre 1:00 y las 2:00 de la tarde,
y se realizaba desde la propia redacción del periódico, ubicada en Virtudes
esquina a Águila. De tal manera se fue gestando el Canal 2 (Telemundo),
inaugurado el 18 de febrero de 1953, que se convirtió en el cuarto canal de
la televisión cubana. La revista informativa El Mundo en TV se transfirió al
nuevo canal, cuya señal duplicó a CMQ-TV y podía verse en vivo en lugares
de la central provincia de Villa Clara. Esta revista también hizo algo nove-
doso: que las locutoras Nela del Rosario y Eva Rodríguez se convirtieran en
las primeras mujeres cubanas en leer noticias en la joven televisión.
Telemundo, que existió hasta 1960, cuando se fusionó con el Canal 4,
tuvo uno de sus más sonados éxitos cuando su director Carlos Lechuga ofre-
ció, en horas de la mañana, la primera noticia sobre la fuga de Batista el Pri-
mero de Enero de 1959 y el triunfo de la Revolución Cubana.
En los últimos años de la década de los cincuenta, a pesar de los crímenes
de Batista, de la férrea censura de prensa y de la tensión en que se vivía, los em-
presarios de la televisión se convirtieron de hecho en cómplices al dar espacio
a voceros de la dictadura para que hiciesen propaganda a favor de ella. Ilustra-
tivo es el caso de Otto Meruelo con su espacio diario titulado «Por Cuba». La
población expresó repudio a tales parcializados programas políticos.
Desde las primeras transmisiones de la televisión en Cuba, los espectá-
culos deportivos fueron un plato fuerte en la programación, en particular la

188 · JUAN MARRERO


Liga Invernal de Béisbol profesional. El 30 de octubre de 1950, una semana
después de la inauguración del nuevo medio, el Canal 4 transmitió el primer
juego de béisbol desde el Estadio del Cerro. Igual atención le brindó el Canal 6
(CMQ-TV) a ese deporte profesional. En 1953 se transmitió por ese canal la
Serie Mundial de Béisbol de las llamadas Grandes Ligas, entre los Yankees
de Nueva York y los Dodgers de Brooklynn, lo que no se hizo de modo directo
sino trayendo en distintos vuelos de aviones entre La Habana y la Florida las
grabaciones en kinescopio. Al año siguiente se transmitió la Serie Mundial
en forma directa, desde un avión que, mientras sobrevolaba la costa norte de
Matanzas y La Florida, captaba la señal y la retransmitía al Canal 6.
Entre inning e inning, entre asalto y asalto en los casos del boxeo y de la
lucha «pancracio», que eran los deportes preferidos por los empresarios de
la televisión, mucha publicidad comercial. La lucha pancracio era un espec-
táculo realmente grotesco y falso, donde no faltaban los ingredientes de la
Guerra Fría, como identificar a uno de los luchadores, al que enmascaraban
y estaba vestido de rojo, como «La Amenaza Roja». La transmisión de estos
deportes generaba grandes ingresos a los canales de televisión porque, apar-
te de los anunciantes, pagaban los auspiciadores de tales deportes.
Nueve años después de los inicios de la televisión en Cuba, habría un
cambio radical en el país y también en el uso de los medios.

De Liborio y El Bobo a El Loquito

El humor político en el siglo xx desempeñó un importante papel en pe-


riódicos y revistas. La Política Cómica (1905-1931) sirvió para que Ricardo
de la Torriente desarrollara la vida de su personaje Liborio, sustancialmente
modificado con relación al que presentó Landaluce en el anterior siglo, que
era enemigo de causa de la independencia.
Ese personaje Liborio, gracioso, hizo posible que La Política Cómica, na-
cida un poco antes de la «guerrita de agosto», se convirtiese en un sema-
nario que disfrutó mucho la población cubana en los primeros años de la
República neocolonial.
Torriente cayó en debilidades que lo afectaron ante el pueblo. Quedó atra-
pado dentro de la corrupción de la época. Ocurrió en 1923, cuando el Con-
greso aprobó la Ley de Lotería, que alguien entonces calificara como «la
más perjudicial, más dañina y más inmoral» de las leyes. Por ella se crearon
lo que se denominó colecturías, unas oficinas de distribución de los billetes
de lotería que recibían comisión por su venta. Estas colecturías se distri-
buían entre partidarios y parientes del director de la Renta de Lotería,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 189


personaje que era nombrado por el presidente de la república. Algunos de
los ejecutivos de los periódicos desde entonces fueron favorecidos por esta
ley. Era una manera de silenciarlos y mediatizarlos.
Existe una triste carta, que se conserva en el Archivo Nacional, enviada
como queja por el director del semanario La Política Cómica, Ricardo de
la Torriente, al presidente Gerardo Machado en 1930, que es testimonio del
empleo corruptor de las colecturías. En ella se expresa:

Al ir a entregarme hoy las colecturías de costumbre veo, con pena,


que me han rebajado dos, según dicen, de orden superior. Nuestro
amigo Viriato siempre me ha dado seguridad de que en su ausencia
no habrían de tocarme mis colecturías (…) Yo, creo, mi respetable
amigo, que ha sido mal elegido el momento de rebajarme mis ingre-
sos, por haberse intensificado extraordinariamente las luchas del
Partido Liberal, a cuya defensa dedico todo el periódico: que es el
único que se ha enfrentado con los nacionalistas a diferencia de otros
semanarios que solo ocupan sus páginas con ataques al gobierno. Yo
tenía cuatro colecturías de la cámara y 15 colecturías que me asignó
el doctor Zayas siendo presidente: que hacía un total de diecinueve
colecturías (…).

Como siempre ha ocurrido con las publicaciones humorísticas o no, si se


salen de los cauces morales, mueren. Varios lustros después, La Política Có-
mica cedió el paso a un nuevo y poderoso adversario: La Semana, fundada
por Sergio Carbó, en 1925.
La Semana nació para defender a la burguesía criolla, y en ella Eduardo
Abela presenta una variante diferente del personaje de Torriente. Se trata
del Bobo de Abela, que combate a la dictadura de Machado y que apresa el
sentir popular antintervencionista. Las caricaturas de Abela sobre El Bobo
eran mudas, muy sutiles, con un doble sentido que tanto a los propietarios
de los medios como a los regímenes de turno les resultaba muy difícil censu-
rar. Tanta significación tuvo este personaje que varios periódicos de la repú-
blica neocolonial, incluso reaccionarios, no pudieron sustraerse a incluirlo
en sus páginas editoriales.
Según el humorista Juan Ángel Cardi, ya desaparecido, tanto La Políti-
ca Cómica como La Semana, que tuvieron un papel muy combativo, con el
decursar de los años vendieron sus páginas a la politiquería y los grandes
intereses que dominaban los medios.
Después surgió Zig Zag, cuyo director recibía dinero de los gobiernos de
turno para que mediatizara su mensaje. Las portadas eran sometidas, antes
de su publicación, a la censura del gobierno. Y los ejecutivos del medio tam-

190 · JUAN MARRERO


bién cuidaban no apareciese nada que pudiese molestar a sus anunciantes.
Contó Cardi:

Tengo una anécdota interesante. Había presenciado por televisión un


programa patrocinado por una firma jabonera, en el que una locutora
se casaba. Y se casó delante de las cámaras de televisión, con notario y
todas las cuestiones aquellas de lo que es una boda. Después de firmar
los papeles y todas esas cosas, apareció ante las cámaras un estuche
de jabón Camay, y la propia locutora empieza a decir que Camay em-
bellece desde la primera pastilla, y todas esas cosas. Me causó tanta
risa aquello que escribí un par de cuartillitas sobre eso… El director
del periódico cogió aquel trabajo, lo leyó un par de veces, y me dijo
que estaba muy bien, pero que era una lástima no poder publicarlo
porque Camay era anunciante de Zig Zag.

Es, luego del golpe del 10 de marzo de 1952, que en Zig Zag aparece otro
personaje-caricatura que hace historia: El Loquito, de René de la Nuez. Su
mensaje era chispeante y a la vez sutil, con lo cual logró burlar la férrea cen-
sura. Si El Bobo de Abela se hacía el bobo para criticar y denunciar la dic-
tadura de Batista, El Loquito de Nuez, con un sombrerito triangular hecho
con páginas de periódicos, se hacía el loco para hacer lo mismo. Siempre, a
modo de ejemplo, se ha comentado aquella caricatura publicada cuando ya
Fidel Castro está alzado en la Sierra Maestra, en que El Loquito está espe-
rando una ruta 30, la que concluía su recorrido en un barrio de La Habana
llamado La Sierra. Zig-Zag, fundado en 1938, logró aumentar su tirada en
los años anteriores al triunfo revolucionario, y a ello contribuyó mucho el
trabajo profesional y responsable de René de la Nuez. Zig-Zag alcanzó una
tirada de cien mil ejemplares.
En esos años, la caricatura demostró ser el móvil eficaz para activar una
conciencia colectiva en pos de un cambio para Cuba. Hay otros dos caricatu-
ristas que a la par de Nuez fueron significativos: Virgilio Martínez, creador
junto con Marcos Behmaras del perro Pucho, nacido en 1957, que mucho
contribuyó a ese propósito a través de las páginas de las clandestinas pu-
blicaciones Mella y Carta Semanal; y el otro fue Santiago Armada (Chago),
creador del personaje Julito 26, que nace en El Cubano Libre fundado por el
Che Guevara en la Sierra Maestra.
También en la primera mitad del siglo hay dos caricaturistas de primera
línea y trascendencia: José Hernández Cárdenas, el dibujante de los negros
oprimidos, y Horacio Rodríguez, quien abrazó la causa de los trabajadores.
Ambos, en el periódico Noticias de Hoy y en otros medios, sobresalen por
sus caricaturas antifascistas durante la Segunda Guerra Mundial, y después

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 191


de denuncia de la guerra fría, el anticomunismo, la corrupción administra-
tiva y el entreguismo de los gobiernos de turno a Estados Unidos.
Otros destacados caricaturistas en esa época fueron el gallego Posada
y el cienfueguero Juan David. Este último fue un maestro en el retrato de
personajes. La censura de Batista le tachaba las caricaturas que presentaba
en el periódico El País, uno de los medios para los que trabajaba. ¿Por qué?
Averiguó, y la dirección del medio le dio esta respuesta: «El censor es tan
bruto que tarda veinticuatro horas como mínimo en darse cuenta de la in-
tención de sus caricaturas. Al principio no les veía nada de particular, pero
al día siguiente sus jefes le armaban tremenda bronca. En vista de eso, se
hizo cauteloso; y en la duda, todas las caricaturas de David quedaban fuera».

Micrófonos, ideas justas y apego a la verdad

La generación revolucionaria de la década del cincuenta supo, siempre


que le fue posible, aprovechar cualquier brecha o resquicio en la prensa al
servicio de los grandes intereses económicos y políticos para exponer sus
programas e ideas, aparte de darse a la tarea de crear medios de difusión
clandestinos. Fidel Castro pudo en Alerta, Prensa Libre y Bohemia, así
como en algunas emisoras de radio, incluir algunos artículos y comentarios,
tanto antes del asalto al cuartel Moncada como después de su salida de la
prisión de Isla de Pinos por la demanda popular de amnistía general, lo que
se logró el 15 de mayo de 1955.
Así, por ejemplo, antes del 10 de marzo, Fidel Castro realizó una campaña
contra el sistema de trabajos forzados a que estaban sometidos los soldados
en las fincas privadas de los altos personajes civiles y militares, aportando
datos, fotografías y pruebas de toda clase para conocimiento del pueblo. Con
lujo de detalles revelaba la compra por el presidente de la república, Carlos
Prío Socarrás, mediante un intermediario, de vastas extensiones de tierra
en las cercanías de Managua. También la adquisición de varias cadenas de
fincas en Pinar del Río por el propio presidente y su hermano con fondos
provenientes del tesoro público. Y, de igual modo, la denuncia sobre el soste-
nimiento por el gobierno de Prío de los principales grupos gangsteriles que
operaban en La Habana.
Esas denuncias recibieron cintillos de primera página en Alerta, el pe-
riódico de mayor circulación del país. Los artículos se publicaron los días
28 de enero, 11 de febrero y 4 de marzo de 1952. Hubo otros dos artículos
que no pudieron ver la luz, elaborados a partir del hecho de la denuncia de
Eduardo R. Chibás acusando a unos políticos de que tenían fincas en Gua-

192 · JUAN MARRERO


temala, lo que no pudo probar y que lo lleva a la determinación de atentar
contra su vida.
Pero donde su pluma estuvo más presente, dentro de la prensa legal, fue
en el periódico La Calle, fundado por Luis Orlando Rodríguez. Este periódico
nació en 1952, cuatro meses después del golpe de Estado de Batista; pero
cuando aún no había completado la tirada de su primer número, por un ar-
tículo en memoria de Eduardo R. Chibás, líder del Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxo), fue clausurado por la dictadura. Después La Calle reapareció el
24 de febrero de 1955, cuando Batista tomó posesión como «presidente elec-
to», tras una farsa electoral. Pero también fue clausurado muy pronto. Volvió
a aparecer el 31 de marzo de 1955, y entre sus periodistas más sobresalientes
estaban, aparte de su director Luis Orlando Rodríguez, Raúl Quintana, Pin-
cho Gutiérrez, Juan Sánchez y Alfredo Viñas (estos dos últimos sobreviven al
momento de preparar la edición corregida y ampliada de este libro).
«Aunque varios órganos de prensa le brindaron la posibilidad de columnas
fijas, desde su salida del presidio Fidel había escogido desinteresadamente a
La Calle como su principal trinchera político-periodística de combate contra
el régimen», consigna el investigador y periodista Mario Mencía en su libro
Tiempos precursores. «Al hacerlo —prosigue—, Fidel renunciaba a beneficios
económicos como los 200 pesos mensuales que le había ofrecido Raúl Rivero,
director de Diario Nacional, para que escribiera en su periódico». Y añade:
«Excepto los domingos, día en que no salía el vespertino de Luis Orlando Ro-
dríguez, al local de La Calle se veía llegar a Fidel por las tardes; entrar a una
pequeña oficina que se le había asignado, donde estaba aquella máquina de
escribir de las que salían más que cuartillas, golpes y golpes contra la tiranía,
y revisaba personalmente las pruebas de plana hasta que, ya de noche, aún
fresca la tinta, salía con algunos de los primeros ejemplares en la mano».
Las últimas palabras que pudo escribir en La Calle fueron en el número
del 16 de junio de 1955. Decía: «Cuando las plumas servidoras de los intere-
ses creados escriben editoriales a favor de la compañía extranjera, nuestra
palabra ha de estar de corazón junto a los trabajadores. Hay hambre de pan
y hambre de libertad. Para ellos nuestra simpatía de combatientes revolu-
cionarios que estamos y estaremos siempre junto a toda causa justa, con los
pobres de este mundo». Al día siguiente La Calle fue definitivamente clau-
surado. Tenía ya una tirada de cincuenta mil ejemplares.
Este periódico no volvería a editarse hasta tres años y medio después,
cuando la Revolución ya había triunfado. En el Manifiesto número 1 del Mo-
vimiento 26 de Julio al pueblo cubano, en 1955, Fidel expresó que «la clau-
sura del periódico
La Calle, cuya valiente postura le ganó las simpatías del pueblo (…) ru-
bricó la mordaza más o menos disimulada que desde hace más de tres años

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 193


mantiene la dictadura sobre la prensa legal en Cuba». Tras denunciar que se
habían utilizado todos los resortes del poder para silenciarlo, en ese mismo
documento apuntaba que «en Cuba solo tienen derecho a escribir los seis
libelos que sostienen la dictadura (…) en Cuba solo tienen derecho a vivir los
que se ponen de rodillas».
El 29 de marzo de 1960, en una intervención pública, a través de la
radio y la televisión, Fidel también rememoró aquellos días posteriores
a su salida de la prisión de Isla de Pinos y cómo se le fueron cerrando las
puertas de los medios de comunicación para exponer sus ideas sobre la
situación del país:

Yo me puse a hablar, a escribir en el periódico La Calle; por otro lado


tenía un programa de televisión semanal, y por otro lado la hora del
Partido Ortodoxo, los sábados no me acuerdo qué día. (…) A los pocos
días empezaron a caer prohibiciones. Cuando voy a hablar por la es-
tación de televisión, no sé si era esta misma, creo que estaba en este
edificio, todo el mundo podía hablar menos yo. Hay una mesa redonda,
una discusión, me habían invitado, todo el mundo puede ir menos yo.
Se dio el caso de un tipo de censura curiosísima, porque no se censura-
ba una estación, un programa, se censuraba a un individuo. Un tipo de
censura invento absoluto de Vasconcelos [Ramón Vasconcelos enton-
ces era ministro de Comunicaciones del régimen de Batista] y de toda
la gente que estaba allí.
Fui a otro programa del partido Ortodoxo y había una comu-
nicación donde todo el mundo podía hablar menos yo. Así no me
fue quedando más que Bohemia y publicar un artículo en el pe-
riódico La Calle, pero al fin se decidieron a clausurar La Calle, el
último que quedaba donde podía decir algo. Todas las vías para la
lucha cívica estaban cerradas y había que conseguir demostrar lo
que era cierto de que cualquier solución al problema, cívicamente,
era infundada, porque había que entregarse, había que acoplarse a
aquella situación, había que aceptar aquella situación. La tiranía de
Batista, como parte de su esquema politiquero de siempre, permitía
la oposición, es decir, una oposición suya sola, hecha a la medida
de sus intereses (…).

Ante tal realidad, de cierre de todas las puertas —se prohibió incluso la ce-
lebración de un acto donde Fidel había sido invitado a hablar—, el líder de la
juventud cubana optó por marchar al exilio. «Si casi no podía caminar por
la calle, ni radio ni televisión, ni periódico, ni mitin, ni nada, no podía hacer
absolutamente nada (…)».

194 · JUAN MARRERO


En México, como es conocido, Fidel preparó el regreso a Cuba. «Seremos
libres o mártires», dijo, y el 2 de diciembre de 1956, al frente de ochenta
y dos expedicionarios, desembarcaba del yate Granma en costas cubanas.
Dos periodistas integraron la expedición: Félix Elmuza y Juan Manuel Már-
quez.
Félix Elmuza trabajó como reportero en los diarios La Prensa y La Dis-
cusión, y en 1946 obtuvo el título de aptitud de la Escuela Profesional de
Periodismo Manuel Márquez Sterling. Trabajó en la radio hasta 1953 como
jefe de información de los noticieros de El Progreso Cubano, hoy Radio Pro-
greso. Cinco días después del desembarco del Granma fue asesinado por
la dictadura.
Juan Manuel Márquez abrazó el periodismo desde sus tiempos de estu-
diante, en plena lucha contra la dictadura de Machado. Sus primeros artícu-
los aparecen en las publicaciones El Radical y La Catapulta, y luego escri-
be para el periódico El Sol, de Marianao. «Soy miembro del Ala Izquierda
Estudiantil y lucho por la revolución agraria antimperialista hasta llegar a
su más alta y definitiva culminación». Se distinguirá asimismo como perio-
dista por su oratoria en la radio. La dictadura de Batista lo asesinó, luego de
torturarlo salvajemente, tras el desembarco del Granma.

Mentira histórica

Los medios de comunicación existentes en Cuba, como regla, sirvieron a


los intereses de la dictadura de Batista. La censura, la falta de libertades, las
restricciones impuestas desde el 10 de marzo de 1952 poco importaron a los
propietarios y editores, agrupados en el llamado Bloque Cubano de Prensa.
Lo único que les importaba era mantener los privilegios, las subvenciones
estatales, las ganancias por la publicidad y el apoyo de los monopolios y po-
líticos norteamericanos.
Al «informar» sobre el desembarco de Fidel y sus compañeros expedi-
cionarios, esa prensa servil al régimen de turno y al imperialismo nortea-
mericano ofreció la noticia de que el líder revolucionario había muerto, con
el evidente propósito de desalentar a sus partidarios y al pueblo a que se
sumasen a la lucha. El origen de la mentira estuvo en un cable de la agencia
norteamericana UPI. El Diario de la Marina tituló su información así: «Rei-
tera la United Press que Fidel Castro pereció junto con el Estado Mayor poco
después de desembarcar cerca de Niquero». Utilizó una tipografía no usual
en ese periódico, caracterizada por títulos bien reducidos, a dos columnas
cuanto más. En esta oportunidad, el periódico de Pepín Rivero le dio un

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 195


destaque sobresaliente, y también en su primera página, en un ostensible
intento por ofrecer seguridad a los grandes hombres de negocios, latifun-
distas y terratenientes en particular), decía: «Barcos de guerra de Estados
Unidos hacia Cuba».
El periódico El País, dirigido entonces por Guillermo Martínez Már-
quez y cuyo vicepresidente era el ingeniero Cristóbal Díaz, uno de los más
favorecidos en la lista de subvenciones otorgadas por Batista, dio un en-
foque de optimismo sobre el desembarco del yate Granma, al titular así
la información: «Sofocado el brote; ordenan retirar tropas del campo de
operaciones».
El único diario en todo el país que procedió con ética frente a ese acon-
tecimiento fue Norte, de Holguín, dirigido por Roberto Llópiz Rojas, el cual
desmintió la noticia de la muerte de Fidel Castro poco después de desembar-
car. Publicó entonces un gran cintillo que decía: «No ha muerto Fidel Castro.
Al mando de cuarenta hombres busca la costa sureste del pico Turquino».
Si nos trasladamos al reflejo de los hechos del Moncada, el 26 de Julio
de 1953, la manipulación informativa también fue escandalosa. Leeremos
—en las hemerotecas están esos periódicos— que los jóvenes asaltantes son
presentados como «unos desalmados que habían recibido pago por esas ac-
ciones», y también que «habían participado en los sucesos para satisfacer
ambiciones personales de lucro». Partes militares, alocuciones y discursos
mentirosos de Batista, Tabernilla, Chaviano y demás gorilas de la tiranía
ocuparon grandes espacios en esos periódicos. La versión oficial de los he-
chos fue la única que, en esos momentos, pudo conocer nuestro pueblo a
través de esa llamada prensa seria.
Los editoriales llamaban «a la cordura», «al entendimiento», «al orden»,
al mismo tiempo que ocultaban los monstruosos asesinatos cometidos por
las tropas militares.
Se reprodujeron en los periódicos y revistas, se transmitieron por la radio
y la televisión las declaraciones de Batista a los soldados de que Carlos Prío,
expresidente de la república, había dado un millón de pesos a los comba-
tientes. También que los asaltantes estaban armados «de ametralladoras y
granadas de mano» y «habían degollado a la posta con armas blancas». Los
cintillos de los periódicos estaban tomados de las palabras de Batista. La
foto del sanguinario dictador, en traje de campaña, rodeado de sus tropas,
ilustraba las mentiras proferidas.
Los participantes en el asalto, una nueva generación sin vínculo alguno
con la politiquería, la corrupción y los vicios de la república neocolonial, que
había reunido fondos para el asalto desprendiéndose de lo poco que poseían,
eran seguidores de las ideas, virtudes y pureza de hombres como Céspedes,
Agramonte, Gómez, Maceo y Martí. Eso era lo cierto.

196 · JUAN MARRERO


La prensa burguesa faltó a la verdad. Esto escribió el Diario de la Marina, al
siguiente día del asalto al Moncada: «(…) los muertos, los lesionados y los deteni-
dos en el asalto aparecían fichados en sus respectivas hojas penales, complicados
en delitos de homicidio, tráfico de drogas, robo, asesinatos y otros delitos de gra-
vedad (…)». Y el titular del decano, en su primera página, dos días después decía:
«Reportan absoluta normalidad en la capital de Oriente». Nada más incierto.
A partir del ataque al Moncada, y aun antes, no había normalidad en
Santiago de Cuba ni en ningún lugar del país. Terminado el combate, las
tropas de la tiranía y los esbirros se lanzaron como fieras enfurecidas sobre
la ciudad de Santiago de Cuba, y contra la población indefensa saciaron sus
primeras iras. No hubo un gran periódico capaz de publicar esta verdad.
Aunque sí hubo expresiones aisladas que rompieron la censura, como en
Santiago de Cuba, donde Gloria Cuadras, que tenía un periódico radial que
se llamaba Cuba Libre en la emisora CMCK, dio información al pueblo sobre
quiénes eran los jóvenes que habían atacado el Moncada.
Toda la verdad, en realidad, la conoció el pueblo cubano a través de un folle-
to, que circuló clandestinamente muchos meses después, el cual recogió el ale-
gato de autodefensa hecho por Fidel Castro en el juicio por los sucesos del Mon-
cada. En ese documento, conocido como La historia me absolverá, Fidel relata:

En plena calle y muy lejos del lugar donde fue la lucha le atravesaron el pe-
cho de un balazo a un niño inocente que jugaba junto a la puerta de su casa, y
cuando el padre se acercó a recogerlo, le atravesaron la frente con otro bala-
zo. Y si de esa forma actuaron con los que no habían participado en la acción,
ya puede suponerse la horrible suerte que corrieron los prisioneros partici-
pantes o que ellos creían que habían participado en el asalto al Moncada.

La fotografía y la lucha armada

Lo ocurrido en el Moncada y numerosos hechos posteriores relaciona-


dos con la lucha armada del pueblo cubano por su liberación propiciaron
un trabajo destacado de muchos fotógrafos, pese a la censura impuesta por
Batista. Así, Ernesto Ocaña y Panchito Cano lograron burlar el secuestro de
las fotos que habían tomado inmediatamente después del ataque al cuartel
Moncada, y las envían a La Habana, donde se publican en el diario Avance.
Una foto mostraba al asaltante José Luis Tassende herido en una pierna,
tomada por Senén Carabia, quien trabajaba en el Negociado de Prensa del
cuartel Moncada, Tassende, herido en una pierna, se convierte en una prue-
ba irrefutable de que los prisioneros fueron asesinados. Tassende apareció

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 197


como «uno de los muertos en la acción», según la información oficial. Tam-
bién de Ernesto Ocaña es la foto de Fidel en el vivac de Santiago de Cuba con
el retrato de Martí al fondo, todo un símbolo.
Algo similar ocurrió durante el asalto al cuartel Goicuría en Matanzas,
el 29 de abril de 1956. La dictadura anuncia la muerte de diez participantes,
pero en la foto tomada horas después por la prensa aparecen once. Ese on-
ceno muerto había sido uno de los asaltantes capturado en los alrededores
del cuartel y que el periodista José Ramón González Regueral, del Noticie-
ro Nacional, había captado con su cámara fotográfica cuando era conducido
amarrado por la escalinata del edificio del cuartel. Ese testimonio gráfico no
pudo publicarse entonces en Cuba, pero sí apareció en un reportaje de la re-
vista Life bajo el título «El misterio del undécimo cadáver».
Otra foto relevante de aquellos tiempos fue la captada por el fotógrafo
Segundo Caballero, del diario Nacional, que muestra en un primer plano,
tirados en la acera, en la esquina de Infanta y San Lázaro, a José Antonio
Echeverría y su hermano, ambos heridos y abrazados; detrás, Fructuoso Ro-
dríguez, herido e inconsciente, auxiliado por el joven Fulgencio Oroz (ambos
asesinados posteriormente), mientras, como encarnando simbólicamente
las injusticias y los crímenes, en un plano más atrás, un policía infame y
altivo con garrote y pistola en mano. Esta foto fue tomada el 2 de diciembre
de 1955 luego de que de la escalinata de la Universidad de La Habana saliera
una manifestación que se dirigía a la casa del doctor Cosme de la Torriente
para hacerle entrega de un documento de la Federación Estudiantil Univer-
sitaria sobre la situación del país.
También de esta época es notable la foto de José Antonio Echeverría,
máximo dirigente de la FEU, tras su muerte al costado de la Universidad de
La Habana el 13 de marzo de 1957, minutos después del asalto a Radio Reloj.
Esta foto fue tomada por Tirso Martínez (1915-1991).
Y en este recuento no puede faltar la primera foto de Fidel Castro en la Sierra
Maestra. Fue publicada por The New York Times en febrero de 1957, y reprodu-
cida en Prensa Libre y Bohemia. La imagen demostraba que Fidel Castro esta-
ba vivo y la revolución en marcha. El autor de esta foto fue el combatiente René
Rodríguez, expedicionario del Granma, quien tras el triunfo de la Revolución
dirigió la sección fílmica de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Otra imagen símbolo de la Revolución, captada en la Sierra Maestra, es
la de Fidel, Raúl y otros combatientes con sus fusiles en alto, al pie del mo-
numento a José Martí en el Pico Turquino. No es resultado de una fotografía,
sino extraída de una cinta cinematográfica hecha por el camarógrafo Wendel
Hoffman y el reportero norteamericano Bob Taber. Esa película se exhibió
de costa a costa en los Estados Unidos y las fotos extraídas de la cinta en la
revista Life.

198 · JUAN MARRERO


Prensa clandestina y guerrillera

Las agresiones y arbitrariedades de la dictadura de Batista no pudieron


impedir que la verdad se abriese paso. Surgieron numerosos periódicos
clandestinos que se hacían en imprentas, en mimeógrafos, e incluso a mano.
Antes del asalto al Moncada ya habían surgido algunos, entre ellos Son los
Mismos, que muy pronto tuvo el combativo nombre de El Acusador, unas
hojas mimeografiadas en las cuales un joven que firmaba como Alejandro
publicó un artículo titulado «Yo acuso», donde, entre otras cosas, decía:

Fulgencio Batista, los perros que lamen tus llagas diariamente, no logra-
rán jamás ocultar los fétidos olores que salen de ellas. Tu vida, tu pasado,
tu presente, tus mentiras, te pierden irremediablemente. (…) Todo cuan-
to han dicho es mentira, cinismo refinado, pérfida hipocresía. Hablas de
paz y eres la guerra civil, el caos sangriento, el odio abismal y fratricida
entre cubanos, que tardará muchos años en borrarse. Hablas de tu ori-
gen humilde y vives en palacios, rodeado de lujos, repleto de millones y
servido por centenares de criados (…) Hablas de trabajo y hay más des-
ocupados que nunca. Hablas de progreso y te sitúas junto a los grandes
intereses cubanos y extranjeros. Hablas, en fin, de patria y eres un perro
fiel del imperialismo, criado adulón de los embajadores.

Tres números de El Acusador pudieron ver la luz. El último se distribuyó


el 16 de agosto de 1952 en un acto en memoria de Chibás. Alejandro, autor de
ese artículo, fue el seudónimo usado por Fidel Castro. Abel Santamaría, Je-
sús Montané, Raúl Gómez García, Haydée Santamaría, Melba Hernández y
Jesús Orta Ruiz, entre otros, formaron parte de Son los Mismos y El Acusa-
dor que, en realidad, fue uno solo, excepto que hubo un cambio de nombre.
Tuvieron el mismo formato, igual cantidad de páginas, tenían en su cabeza
el lema Libertad o Muerte, se hacían en mimeógrafo. Se editaron nueve nú-
meros de Son los Mismos y tres de El Acusador.
A los que investiguen en las hemerotecas sobre estos periódicos se van a
encontrar con algo sorprendente: la coexistencia de un número de Son los
Mismos, el último, que se imprimió con fecha 29 de julio, y otro de El Acu-
sador, anterior a esa fecha. Esto ocurrió porque algunos de los que crearon
Son los Mismos no lograron entender la conveniencia de fundir todos los
esfuerzos en un solo periódico, y sin que Fidel lo supiese decidieron, por su
cuenta, seguir publicando también Son los Mismos. O sea, ambas publica-
ciones clandestinas coexistieron en una etapa.
Numerosas fueron las publicaciones, en su mayor parte boletines, que
se imprimieron y distribuyeron clandestinamente desde 1952 hasta 1959:

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 199


Aldabonazo, Carta Semanal, Alma Máter, Mella, Vanguardia Obrera, Re-
volución, Resistencia, 13 de Marzo, Sierra Maestra, El Cubano Libre, El
Mambí, Surco, Patria, Milicianos y otros editados en las ciudades y en las
zonas de frentes guerrilleros.
Muchos revolucionarios cayeron en esas funciones, unos asesinados al
descubrirlos la policía, otros masacrados al ser sorprendidos cuando distri-
buían sus ejemplares o los pasaban de mano en mano.
La edición de La historia me absolverá, el alegato de defensa de Fidel
en el juicio del Moncada, fue una tarea de importancia en la clandestini-
dad. Fidel encargó tal tarea a Melba Hernández y Haydée Santamaría, lue-
go de que les hizo llegar desde la cárcel en Isla de Pinos en pequeñas hojas,
escritas con zumo de limón, lo que había expresado ante el tribunal que lo
juzgó en Santiago de Cuba. Era de trascendental importancia porque ese
documento no solo era una contundente denuncia contra el régimen anti-
constitucional y dictatorial de Batista, sino que trazaba el programa de la
Revolución.
Ambas combatientes del Moncada transcribieron y armaron ese docu-
mento, lograron recaudar fondos para su edición, hicieron las gestiones para
buscar quien lo imprimiera, algo bien riesgoso en aquel tiempo, y organiza-
ron cómo sería la distribución por las células del Movimiento 26 de Julio.
Ellas contaron:
Melba: Desde el presidio Fidel nos decía cómo debía ser la portada, los
colores que se usarían y aun el tipo de letras y los espacios que habría entre
los párrafos. Nos encomendó una tirada ambiciosa. Creo que de cien mil
ejemplares…
Haydée: Dijimos: «Este hombre ha enloquecido en la cárcel. ¿Cómo va-
mos a sacar cien mil ejemplares de La historia me absolverá? Entonces es-
cribimos para allá: «Fidel, sacar cien mil ejemplares no es posible». Y su res-
puesta fue: «¿Es que no tienen dinero?». «No, Fidel, le contestamos, hemos
logrado una imprenta, hemos recogido dinero, es que cien mil ejemplares es
mucho». Y Fidel dice: «¿Y qué problema hay entre sacar veinticinco ejem-
plares o cien mil? Es el mismo trabajo. Después que todo esté hecho sacan
veinticinco en unos minutos y cien mil en veinticuatro horas». En definitiva,
solo pudimos sacar diez mil, porque vimos que nos podían descubrir y podía
caer la imprenta. Se lo mandamos a decir a Fidel a la cárcel, y este nos respon-
de: «Por eso les dije que sacaran cien mil, porque si les digo que saquen qui-
nientos ustedes se preparan para quinientos y no hubieran sacado diez mil».
Durante toda la guerra, el medio de comunicación que tuvo una mayor
trascendencia fue la emisora Radio Rebelde, creada por el Che Guevara en
Pata de la Mesa, y que después pasó a la Columna 1, en la comandancia
general de La Plata, y bajo la dirección de Fidel se convirtió en poderoso

200 · JUAN MARRERO


instrumento de la revolución, en la divulgación de la verdad y de las ideas
revolucionarias.
Desde su inicio, el 24 de febrero de 1958, Radio Rebelde se impuso como
el medio más influyente en la esfera periodística. Lo determinante no fue
la potencia y alcance de la emisora, sino que cumplió con el principio ético
de no mentir jamás. Tal mensaje le ganó el favor del pueblo en pleno. En las
horas de la transmisión nocturna de esa emisora, en onda corta, que a veces
era difícil de captar, el pueblo volvía la espalda a los grandes espectáculos
televisivos, a la programación de entretenimiento de los Mestre y Pumare-
jo, y pegaba sus oídos ante los receptores de radio para escuchar Radio Re-
belde, que le informaba de las acciones de guerra del Ejército Rebelde con
objetividad.
Radio Rebelde se escuchaba en la semipenumbra de las casas, mientras
en las calles aullaban las sirenas de los patrulleros de la dictadura y por las
esquinas merodeaban los chivatos, tal como escribiese el periodista Joaquín
G. Santana en el prólogo al libro La historia de Radio Rebelde, de Ricardo
Martínez, quien fuese uno de sus locutores en la Sierra Maestra. En su pri-
mera intervención por Radio Rebelde, el Comandante en Jefe del Ejército
Rebelde Fidel Castro explicó detalladamente por qué era necesaria la apari-
ción de esa emisora. Decía:

Odiosa como es la tiranía en todos sus aspectos, en ninguno resulta


tan irritante y groseramente cínica como en el control absoluto que im-
pone a todos los medios de divulgación de noticias impresas, radiales
y televisivas.
La censura, por sí sola tan repugnante, se vuelve mucho más cuan-
do a través de ella no solo se intenta ocultar al pueblo la verdad de lo
que ocurre, sino que se pretende, con el uso parcial y exclusivo de to-
dos los órganos normales de divulgación, hacerle creer al pueblo lo que
convenga a la seguridad de sus verdugos.
Mientras ocultan la verdad a toda costa, divulgan la mentira por todos
los medios.
No escucha el pueblo otras noticias que los partes del Estado Mayor de
la dictadura. Al ultraje de la censura se impone a la prensa el ultraje de la
mentira. Y a estos mismos periódicos y emisoras, a los que un inqui-
sidor severo y vigilante impide la publicación de toda noticia verdade-
ra, se le obliga a informar y emitir todo cuanto la dictadura informa.
Se arrebatan al pueblo sus órganos de opinión para convertirlos en
vehículos de la agresión. La tiranía pretende engañar constantemente
al pueblo, como si el mero hecho de negarle toda información que no
venga de fuente oficial no bastase invalidar todas sus informaciones.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 201


Con sus micrófonos, sus palabras, sus ideas justas y el estricto apego a la
verdad, Radio Rebelde logró, a lo largo de los diez meses finales de la guerra
en la Sierra Maestra, suplir el vacío de información veraz existente en Cuba.
E igual papel desempeñaron, aunque lógicamente de manera más limitada,
la prensa escrita clandestina que apareció tanto en las ciudades como en las
montañas.

Periodistas en la Sierra Maestra

Herbert L. Mathews, editorialista de The New York Times, fue el primer


periodista extranjero que estuvo en la Sierra Maestra. Lo hizo ssetenta y siete
días después del desembarco de los expedicionarios del yate Granma. Debido
a que la férrea censura de prensa impuesta por Batista trató de impedir que el
pueblo cubano y el mundo supiesen que Fidel Castro estaba con vida y que com-
batía en la más alta montaña de Cuba, se tomó la decisión de llevar a la Sierra
un periodista, preferiblemente de un medio norteamericano influyente.
La historia de cómo se concertó la entrevista, cómo se produjo el traslado
a la Sierra Maestra del periodista Mathews y los detalles del encuentro que
tuvo con Fidel y los guerrilleros fueron contados en el diario Granma por
el historiador Pedro Álvarez Tabío, quien fue jefe de la Oficina de Asuntos
Históricos del Consejo de Estado de la República de Cuba. Lo que a conti-
nuación leerán es una síntesis de su investigación en los aspectos señalados.
El 4 de febrero de 1957, Faustino Pérez y René Rodríguez se entrevistan en
La Habana con la señora Ruby Hart Philips, corresponsal en La Habana del
periódico The New York Times, y le plantean el interés de Fidel de recibir a
un periodista en la Sierra. La señora Hart Philips pregunta inmediatamente si
podría ser ella. Se le responde que las condiciones de viaje serán difíciles, y por
otra parte que podría correr el riesgo de alguna represalia por residir en Cuba.
Tres días después ella recibe respuesta de la dirección de su periódico
de que Herbert Mathews, jefe de la plana editorial, viajaría urgentemente a
La Habana. Mathews llega el 9 de febrero, en un vuelo de Nacional Airlines
procedente de Nueva York.
Matthews tiene a la sazón 57 años de edad. En su carrera como perio-
dista le ha tocado participar como testigo en el desarrollo de algunos de
los acontecimientos más trascendentales del siglo. Ha sido corresponsal
de guerra en Abisinia en la década de los treinta y en España durante la
cruenta guerra civil que dio al traste con la república e instauró la dictadura
franquista. Ha publicado varios libros, el más importante un agudo estudio
crítico del falangismo. Ha obtenido diversos premios, entre ellos, poco tiem-

202 · JUAN MARRERO


po atrás, el John Moors Cabot, que confiere la Escuela de Periodismo de la
Universidad de Columbia. Ocupa en 1957 la posición de jefe de la página
editorial del diario The New York Times. Está considerado un periodista de
posición liberal.
En la Sierra Maestra, Fidel decide que simultáneamente se efectúe el 17
de febrero, en medio de todas las medidas de seguridad posibles, la reunión
nacional de dirigentes del Movimiento 26 de Julio y la subida del periodista
norteamericano. El lugar escogido para tal propósito es la finca de Epifanio
Díaz, en Los Chorros, a pocos kilómetros al sur de Curial de Jibacoa.
El 15 de febrero, Mathews, acompañado de su esposa y de Faustino Pérez, via-
ja en un automóvil hacia la parte oriental del país. Al día siguiente llega a Man-
zanillo. Por la noche lo recogen y lo llevan hasta un punto en las estribaciones
de la Sierra donde debe comenzar a caminar. La esposa queda en una casa de
Manzanillo. Llega al campamento rebelde a las cinco de la madrugada del día 16.
Entre los que lo reciben están Ciro Frías y Juan Almeida. Le informan que Fidel
está en el Estado Mayor y que llegará al campamento en horas de la mañana. Le
preparan las condiciones para que descanse bajo la cobija de yaguas.
Antes de entrar al campamento, Fidel ha dado instrucciones a sus acom-
pañantes de adoptar aire marcial. Entra primero Raúl y saluda al norteame-
ricano. A los pocos minutos aparece Fidel. Vilma y Javier Pazos se aprestan
a servir de intérpretes en la conversación que se desarrolla bajo el ranchito
de yaguas. Ha comenzado la histórica entrevista.
En su diario, Raúl anotó:

…le dí la mano al periodista y recordando mi rudimentario inglés escolar


le dije: «How are you?». No entendí lo que me contestó y seguidamente
llegó Fidel… Después de saludarlo, se sentó con él en la chabola y empezó
la entrevista periodística, que seguramente se constituirá en un «palo».
Espinita [Vilma Espín] estaba presente por si fueran necesarios sus co-
nocimientos del inglés, aunque el periodista dominaba al parecer el es-
pañol… Estuve hablando un rato con El Flaco [René Rodríguez] sobre las
gestiones que hizo, y después le tomó unas fotos a Fidel y al periodista.

Che contó en su diario sobre la entrevista:

El periodista del NY Times vino, teniendo como traductor a un hijo de Fe-


lipe Pazos, el famoso economista. No presencié la entrevista, pero según
los cuentos de Fidel el hombre se mostró amigable y no hizo preguntas
capciosas. Hizo a Fidel la pregunta de si era antimperialista, contestando
que sí lo era, en el sentido a ambicionar despojar a su patria de las cadenas
económicas, pero no en el odio a los Estados Unidos o su pueblo. Fidel se

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 203


le quejó de la ayuda militar prestada a Batista, haciéndole ver lo ridícu-
lo que era pretender que esas armas eran para la defensa del continente
cuando no podían acabar con un grupo de rebeldes en la Sierra Maestra.

La conversación duró casi tres horas. El periodista tomó notas en una


pequeña libreta negra, mientras René Rodríguez tiró algunas fotos con una cá-
mara que había traído de Manzanillo. Una de estas fotos, la de Mathews con
Fidel, se hará pronto famosa en el mundo entero.
La entrevista termina poco antes de las 11:00. Mathews y Fidel se des-
piden cordialmente. El jefe guerrillero firma una página de la libreta de
notas del periodista y pone la fecha. Mathews emprende el regreso acom-
pañado por René Rodríguez, Guerra Matos y Javier Pazos. Llegan a casa
de Saumell, en Manzanillo, aproximadamente a las 5:00 p. m. Casi inme-
diatamente, Mathews sale con su esposa y Javier Pazos hacia Santiago de
Cuba, en el automóvil de Saumell. Esa misma noche toman el vuelo hacia
La Habana, y el día 19 los norteamericanos salen por vía aérea hacia Nueva
York. Mancie Mathews lleva escondidos bajo su faja los papeles con las notas
tomadas por su esposo en la entrevista con Fidel.
La publicación del artículo inicial de una serie de tres escritos por Her-
bert Mathews sobre Cuba, aparecido en la primera plana de la edición domi-
nical del NY Times el 24 de febrero de 1957, causó una verdadera conmoción
en Estados Unidos y el resto del mundo, incluso en Cuba, donde la censura
mutiló los ejemplares del periódico, la noticia no tardó en regarse como pól-
vora: «Fidel está vivo. Lo entrevistó Mathews, del New York Times, en la
Sierra Maestra».
«Rebelde cubano es visitado en su escondite», decía el cintillo central de
la edición de ese día del periódico, sobre una foto del jefe guerrillero con
su fusil de mira telescópica junto al autógrafo entregado al periodista. El
extenso reportaje, con pase a una página interior completa —algo no muy
frecuente en el Times— comenzaba con estas palabras:

El presidente Fulgencio Batista mantiene a la flor y nata del Ejército en


esa región, pero los militares están llevando a cabo una batalla hasta
el momento perdida para destruir al enemigo más peligroso al que el
general Batista ha tenido que hacer frente en su larga y azarosa carrera
como líder y dictador cubano.
Esta es la primera noticia segura de que Fidel está todavía vivo y
todavía en Cuba. Nadie relacionado con el mundo exterior, y mucho
menos con la prensa, ha visto al señor Castro, excepto este periodis-
ta. Nadie en La Habana, incluso en la Embajada de Estados Unidos,
con todos sus recursos para la recopilación de información, sabrá has-

204 · JUAN MARRERO


ta que se publique este informe que Fidel Castro está realmente en la
Sierra Maestra.

Mathews no oculta su repugnancia por el régimen de Fulgencio Batista,


y expresa: «Fidel Castro y su Movimiento 26 de Julio constituyen el símbolo
inflamado de la oposición al régimen». Más adelante escribe: «Para facili-
tar mi acceso a la Sierra Maestra y mi reunión con Fidel Castro, decenas
de hombres y mujeres de La Habana y la provincia de Oriente corrieron un
riesgo verdaderamente terrible».
El periodista pasa a ofrecer un bosquejo biográfico de Fidel hasta el asal-
to al Moncada y la expedición del Granma. Luego se refiere a las versiones
acerca de la muerte del jefe guerrillero y narra brevemente los contactos es-
tablecidos a su llegada a La Habana y su viaje hasta la Sierra, desfigurando
algunos detalles como medida de discreción. Recoge entonces lo fundamen-
tal de su conversación con Fidel, y concluye con una rápida referencia a su
salida hacia Nueva York.
Los días 25 y 26 aparecieron los otros dos artículos, dedicados a una eva-
luación general de la situación en Cuba.
Precisamente el 26 de febrero, el gobierno de Batista levantó la censu-
ra de prensa. La medida había sido anunciada de antemano, y el dictador
pensó que una reconsideración a raíz de la aparición de los artículos de Ma-
thews podría ser aprovechada por la prensa internacional para formar un
escándalo de proporciones incalculables y poner en ridículo a su gobierno.
Al día siguiente del levantamiento de la censura, los principales órganos
de prensa en Cuba reprodujeron el primer artículo de Mathews, al tiempo
que el ministro de Defensa, Santiago Verdeja, emitía unas declaraciones en
las que afirmaba que la ya famosa entrevista «puede ser considerada como
el capítulo de una novela fantástica. El señor Mathews no se ha entrevistado
con el referido insurgente». El vocero gubernamental impugnaba la auten-
ticidad de la foto de Fidel, y fundamentaba la duda con estas palabras: «Pa-
rece ingenuo que, habiendo tenido la oportunidad de penetrar en aquellas
montañas y haber sostenido la entrevista, no se hubiera retratado con él
para confirmar sus dichos».
Ese mismo día, el jefe militar de Oriente, general Martín Díaz Tamayo,
declaraba a la prensa: «Es totalmente imposible cruzar las líneas donde
haya tropas…la entrevista es un cuento».
La respuesta de Matthews no se hizo esperar, y no pudo ser más contun-
dente. El 28 de febrero, The New York Times publicaba la foto de Fidel y el
periodista que reclamaba el ministro Verdeja, que en pocos días dio la vuel-
ta al mundo y grabó en cientos de millones de personas la primera imagen
de la Revolución Cubana. El ridículo del gobierno de Batista era completo.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 205


La entrevista no dejó de tener importancia en lo inmediato. «Fue el ma-
yor palo periodístico de nuestra época», escribiría Mathews años más tarde…
la publicación de la entrevista tuvo para el pueblo cubano una significación
mucho mayor. De lo que no cabe duda es de que los artículos de Herbert Ma-
thews reafirmaron en el pueblo la certeza de que Fidel vivía y la voluntad
de lucha revolucionaria del Ejército Rebelde, encendieron las esperanzas y
centuplicaron su decisión de combate y resistencia.
El 6 de marzo de 1957 el Gobierno convocaba a los periodistas cubanos
para que fueran a la Sierra y comprobaran que allí no había rebeldes, pero
significando que «Fidel Castro tenía 12 hombres» en su guerrilla. El general
Francisco Tabernilla, Jefe del Ejército, acompañaba a la prensa cubana al
centro de operaciones establecido en el antiguo central Estrada Palma. No
aparecieron los rebeldes por ningún lado. De tal manera, el régimen de Ba-
tista quiso impresionar a los periodistas cubanos y corresponsales extranje-
ros acreditados en La Habana.
El 23 de marzo de 1957 logran escalar la Sierra Maestra el periodista Bob Ta-
ber y el cameraman Wendell Hoffman, de la Columbia Broadcasting System, te-
levisión de Nueva York. Un mes después, Bohemia publica las fotos de Hoffman,
donde se ve a Fidel, Raúl, Camilo y otros guerrilleros levantando sus rifles. La
película de Taber y Hoffman fue pasada de costa a costa en Estados Unidos. Ta-
ber también pública reportajes en la revista Visión y en Life en español.
Casi al mismo tiempo que Taber y Hoffman estuvo en la Sierra el pe-
riodista húngaro-norteamericano Andrew Saint George, quien publica un
reportaje en la revista Cavalier. Saint George volvió otras veces, y tiempo
después se descubre que trabajaba para la CIA.
Pocos días antes, también en marzo de 1958, Agustín Alles Soberón y
Eduardo Hernández (Guayo) se convierten en los primeros periodistas cu-
banos que logran llegar a territorio rebelde. Lograron entrevistar a Fidel,
reportaje que solo pudieron publicar luego del triunfo de la Revolución, en
la revista Bohemia. Lo que el camarógrafo Guayo filmó en la Sierra formó
parte de un documental titulado De la tiranía a la libertad, realizado por
NotiCuba, y que se exhibió en los cines y en la televisión a principios de 1959.
(Ambos periodistas abandonaron Cuba luego del triunfo revolucionario).
La subida a la Sierra de estos dos reporteros cubanos coincidió con la del
periodista uruguayo Carlos María Gutiérrez, del periódico La Mañana, de
Montevideo, quien fue acompañado del periodista norteamericano Homer
Bigart, de The New York Times.
También en marzo de 1958 hacía presencia en la Sierra Maestra el repor-
tero mexicano Manuel Camín, de Excelsior, de México, el cual publicó una
serie de reportajes con Fidel, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Ramiro
Valdés y otros comandantes.

206 · JUAN MARRERO


En esos días ya se encontraba allí el periodista ecuatoriano Carlos Basti-
das Argüello, de El Telégrafo, de Guayaquil. Casi siete semanas permaneció
en el bastión rebelde tirando fotos, recogiendo testimonios y colaborando
con la Radio Rebelde. A través de esta emisora se identificó como Atahualpa
Recio. Bastidas fue asesinado en La Habana por agentes policiacos de Batis-
ta el 13 de mayo de 1958, en vísperas de su salida de Cuba.
En abril otro periodista latinoamericano, Jorge Ricardo Masetti, ar-
gentino, de Radio El Mundo, de Buenos Aires, llega a la Sierra y se en-
trevista con Fidel y su compatriota Ernesto Che Guevara. Radio Rebelde
transmite sus entrevistas para todo el continente. Al regresar a La Ha-
bana se entera de que «en Buenos Aires no habían captado sus transmi-
siones, por lo que decidió retornar a las montañas, pese a que el servicio
secreto cubano estaba en su búsqueda», y logra nuevamente entrevistar
a los dos jefes guerrilleros. Cuando llega a Argentina, Masetti escribe el
libro Los que luchan y los que lloran. El Fidel Castro que yo conocí, un
vibrante testimonio sobre las motivaciones, ideales y espíritu de lucha
del pueblo cubano.
Otro periodista que estuvo en la Sierra Maestra en marzo de 1958 fue el
hispano-francés Enrique Meneses. Su reportaje apareció en la revista fran-
cesa París-Match. También publicó otro trabajo en la revista Le Figaro, de
París. Cuando llegó a La Habana la policía de Batista lo arrestó, y estuvo en
prisión una semana.
Morton Silverstein, productor de televisión de Nueva York sostuvo una
entrevista con Fidel Castro el 4 de julio de 1958 en la Sierra Maestra. Se cree
que Morton filmó una película sobre las batallas de Santo Domingo y Las
Vegas.
El 9 de noviembre de 1958, Ray Brenann, del periódico Chicago-Sun Ti-
mes, comenzó a escribir una serie de reportajes desde la Sierra Maestra que
tituló «I live with the Cuban rebels».
El Nacional, de Caracas, el 12 de noviembre de 1958 comenzó a publicar
una serie de reportajes desde la Sierra escritos por el periodista Segundo
Cazalis (luego abandonó el país al triunfo de la Revolución).
La lucha de los rebeldes en Cuba no solo atrajo a periodistas, sino tam-
bién a escritores y artistas. El famoso escritor inglés Graham Greene anheló
subir a la Sierra Maestra, pero un cerco tendido por el Ejército impidió que
lo hiciese y tuvo que quedarse varado en Santiago de Cuba. Errol Flynn, el
famoso actor, que personificara a Robin Hood en la pantalla, logró llegar al
final de la guerra al central América, donde entrevistó a Fidel Castro, el 27 de
diciembre de 1958. Fue acompañado de dos fotógrafos: John McKay y Jonh
Elliot. Publicó el 15 de febrero de 1959 en Bohemia su trabajo «Memorias de
guerra, Castro y yo».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 207


Espacios y cronistas especializados

La prensa cubana de antes de 1959 tenía diferentes espacios especializa-


dos que no siempre disponían del personal periodístico más calificado. De
tres de ellos trataremos en este capítulo: las crónicas roja, social y deporti-
va. Casi todos los periódicos de la época, y también los noticiarios de radio,
tenían espacios dedicados a esos temas, principalmente porque producían
buenos dividendos financieros o porque propiciaban aumentos de circula-
ción en el periódico que, en definitiva, significaban aumentos de la publici-
dad y mayores ingresos.
A las páginas de sucesos pasionales, suicidios, asesinatos, riñas, choques
de trenes, camiones y automóviles se les identificaba como las policiales o
las de la crónica roja por la sangre que chorreaba de ellas. Cualquier hecho
sangriento y de dolor humano en todas sus formas, narrados e ilustrados
muchas veces con sadismo, ocupaba un lugar destacado en la mayoría de los
periódicos del capitalismo.
En cada periódico había una planta que tenía sintonizada permanente-
mente la radio interna de la Policía Nacional, a través de la cual se cursaban
los mensajes e instrucciones para que los patrulleros se moviesen hacia los
lugares donde ocurría cualquier hecho. Un redactor siempre estaba de guar-
dia ante el aparato receptor, y apenas escuchaba algo que pudiese ser de inte-
rés movía a un reportero y a un fotógrafo que, muchas veces, llegaban antes
o simultáneamente con la policía. Las emisoras de radio también hacían
igual, excepto que no tenían necesidad de mover a fotógrafos.
Los periódicos amarillos o sensacionalistas —como Tiempo en Cuba y
Ataja— muchas veces tenían como cintillos de sus ediciones noticias de la
crónica roja. Y los vendedores de esos periódicos hacían igual que los prego-
neros de la antigüedad: voceaban los cintillos y les añadían todo lo que se les
ocurría con tal de que alguien les comprase el periódico.
La prensa en Cuba durante gran parte de la época colonial dedicó poco
espacio a la crónica también denominada policial. Por lo general, en cuatro
líneas, es decir escuetamente, y de forma fría, se registraban en sus páginas
los hechos de sangre causados por la pasión o por acciones delincuencia-
les. Todo eso empezó a cambiar a finales del siglo xix, cuando el periodista
Eduardo Varela Zequeira comienza a publicar en las páginas de los diarios La
Discusión y La Lucha, y, posteriormente, en los inicios del siglo xx en el diario
El Mundo, vibrantes y detallados reportajes sobre hechos sangrientos.
A ese cazador y narrador de sucesos no lo movió ningún fin comercial,
pero no tenemos la menor duda de que los dueños de esos periódicos vieron
un buen filón en el ejercicio de tal periodismo por lo que podía significarles
desde el punto de vista financiero. Necesario es dejar puntualizado que Va-

208 · JUAN MARRERO


rela Zequeira dio a sus reportajes de sucesos criminales un sentido más bien
educativo. Como regla, sus investigaciones y escritos persiguieron poner al
descubierto a autores de crímenes o demostrar la inocencia de personas so-
bre las cuales los grandes intereses económicos y políticos pretendieron ha-
cer recaer la culpa de determinados hechos, como ocurrió, por ejemplo, con
un grupo de campesinos de El Cangre, condenados al cadalso por un delito
que no habían cometido.
Uno de las más exhaustivas investigaciones periodísticas realizadas por
Varela Zequeira, y que vio la luz en las páginas de El Mundo en 1908, fue el
horrendo asesinato en Alacranes, Matanzas, de una niña blanca de dos años
y medio de edad, hecho motivado por prácticas de brujería. El reportero
opinaba que la niña Luisa Valdés Socorro había sido asesinada para salvar
la vida de Leocadia Valladares, enferma de tuberculosis según unos, de cán-
cer según otros. Y explicaba a sus lectores:

Es creencia de los brujos que la muerte no es el fin natural e invariable


de la vida. Suponen que cada persona que fallece es una víctima, un sa-
crificio que su Dios necesita, y creen que para ese Dios lo mismo debe
ser una persona que otra. Asesinar a una criatura y aplicar su sangre y
sus vísceras a la persona que se trata de salvar, significando así el mor-
tal por cuya vida se ha vertido sangre humana, es ofrecer a ese Dios
brutal de los brujos una víctima, en cambio de la que él había elegido.

En su reportaje, Varela Zequeira ofrece todos los detalles sobre cómo se


produjo el secuestro y asesinato de la niña, en lo cual participaron varias
personas.
Con la utilización de la fotografía, la crónica roja en los periódicos del
capitalismo alcanzó mayores niveles. Lo mismo tenían espacios en sus pá-
ginas los cuerpos destrozados, mutilados y sangrientos durante un acci-
dente de tránsito que la imagen de un hombre o una mujer que acababan
de ahorcarse, acompañados siempre de la crónica que narraba con sadis-
mo todos los detalles de lo acontecido. Eso vendía periódicos: lo único,
en definitiva, que interesaba a los dueños de las publicaciones. En esos
periódicos del capitalismo no existía siquiera el más mínimo control sobre
lo que se publicaba en esas páginas de crónica roja. Aquellos periodistas
menos calificados eran los que iban a parar a esos espacios. Son numero-
sas las anécdotas que se cuentan, por ejemplo, de un redactor del diario El
Crisol por los disparates que ponía en sus informaciones, como aquella de
que «a mi mesa de redacción ha llegado un hombre acompañado por un
chino», o aquella otra de que «el occiso tenía al parecer un diente de oro
postizo».

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 209


Y para ilustrar que ni el director de esas publicaciones ni los jefes de infor-
mación o redacción vigilaban o controlaban lo que aparecía en esas páginas
señalo la siguiente anécdota, ocurrida en Alerta o en Avance. Uno de esos pe-
riódicos vespertinos publicó la foto de Vicente Cubillas, entonces periodista
de Bohemia, en la cual aparecía con una soga al cuello, y un pie de grabado
diciendo que se había suicidado. Se trató de un montaje y de una diabólica
broma. Cuando Cubillas trabajaba en Granma llevaba en su maletín aquella
edición de Avance o Alerta, y la mostraba como ejemplo de la irresponsabili-
dad con que procedía esa prensa de los años de nuestra república neocolonial.
Hubo medios como Prensa Libre y Bohemia que publicaban secciones
como «Detrás de los sucesos» o «Detrás de la noticia», que no eran resultado
de un periodismo de investigación como el practicado por Varela Zequeira,
sino que tomaban cualquier hecho y lo enriquecían inventando situaciones y
personajes. Poco real, objetivo y serio, por supuesto.
La crónica roja, es decir la prensa que vendía sangre, desapareció de la
prensa cubana tras el triunfo revolucionario. No hubo ningún decreto o ley
revolucionaria que así lo determinase. Los cambios que se operaron en la
sociedad, entre ellos el de la propiedad de los medios y la urgencia de ha-
cer un periodismo por el pueblo y para el pueblo trabajador, fueron razones
para que tal mal llegase a su fin, como también otros vicios y males como la
crónica social, la comercialización del deporte, la publicidad comercial, las
rifas y los juegos de azar.

Frivolidad y cursilería

El lenguaje frívolo, la cursilería y el uso abusivo de los adjetivos, que mu-


chas veces rayaba en la ridiculez, caracterizaban las páginas sociales de los
periódicos. Junto a los anuncios comerciales, que se desplegaban a veces en
páginas completas, lo que acontecía en los clubes aristocráticos, en las igle-
sias, en instituciones y hasta en residencias privadas, era reseñado amplia-
mente por cada periódico. Fiestas y jolgorios, banquetes y recepciones, cum-
pleaños y bautizos eran escenarios de trabajo de los cronistas sociales.
Julio de Céspedes, cronista social de al menos seis periódicos de la Re-
pública neocolonial —La Noche, Correo Español, La Discusión, El País, El
Mundo y Alerta— recordó en un artículo publicado en el Anuario de la Aso-
ciación de Reporters de La Habana la fiesta que dio en su casa del Vedado
la señora Lily Hidalgo de Conill, en 1916, el baile inaugural del Palacio Presi-
dencial durante la presidencia de Mario García Menocal, la recepción dada
en la inauguración del Havana Yatch Club y el Baile del Segundo Imperio,

210 · JUAN MARRERO


dado en la casa de la señora María Luisa Gómez Mena, condesa de Revilla
de Camargo. Esas fueron, entre otras, por su fastuosidad, esplendor y rique-
za algunas de las grandes fiestas que debió reportar. No eran más que ex-
presión de la frivolidad, el lujo y el derroche imperantes en aquella sociedad
desigual. Los ricos y los poderosos, llevados por la vanidad, se sentían feli-
ces cuando en las páginas de los principales diarios y revistas aparecían sus
rostros y junto a las fotos un texto con sus nombres y apellidos, edulcorados
con los más increíbles adjetivos. Escribía en cierta ocasión Emilio Roig de
Leuchsenring que

…nuestras crónicas sociales suelen reducirse, salvo raras excepciones, a


una lista interminable de sustantivos y un buen número de adjetivos. La
moda y el gusto del público así lo exigen. Son muchísimas las personas
que asisten a una boda o una fiesta, con el único y exclusivo objeto de ver
al día siguiente su nombre en letra de molde… Pero hay damas, damitas
y caballeros a los que no basta nombrarlos; hay que adjetivarlos bien.

Y en eso los cronistas sociales no tenían problemas. Un diccionario de


adjetivos llevaban en su cerebro cuando se sentaban frente a la máquina
de escribir: bella, encantadora, gentil, interesante, simpática, ilustre, sabio,
acaudalado, apuesto, estupendo, maravilloso, admirable, espectacular… y
muchos más estaban presentes en las páginas de sociedad. En esas ridículas
crónicas sociales todas las damas, sin excepción, eran bellas, inteligentes y
elegantes, y los caballeros, distinguidos, simpáticos y apuestos.
De eso se beneficiaban el cronista y el periódico. No fueron muchos
los periodistas que vivieron de endulzar la vanidad ajena en Cuba, pues
era una responsabilidad que los directores solo daban a allegados por lo
que significaba en ingresos. Entre ellos sobresalieron Enrique Fontanills,
del Diario de la Marina, a quien el director de ese periódico consideraba
insustituible. «El Diario no puede estar sin Fontanills ni Fontanills sin
el Diario», solía decir Pepín Rivero. Cuando Fontanills murió en 1933 su
puesto lo ocupó Joaquín de Posada, que pasó a integrar el grupo de los
cronistas sociales renombrados, no por lo que escribían, pues todos se
limitaban a seleccionar las fotos y a publicar largas listas de asistentes a
las fiestas y actividades, y poner adjetivos a cada uno. Lo que los hacía fa-
moso era si recibían «regalos» que, por lo general, consistían en cheques o
sobres con billetes de las personas mencionadas o publicados sus rostros,
de clubes, jardines de flores, restaurantes, tiendas, modistos, etc. Cada
mención tenía su precio.
Ciro Bianchi, que ha penetrado a profundidad en la vida de la sociedad
republicana de Cuba, ha contado el caso de Pablo Álvarez de Cañas, cronista

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 211


social de El País, quien no era capaz de escribir una sola línea. La redacción
de su espacio, que era una columna buscada y leída cada mañana por miles de
personas, se la confiaba a un grupo de ayudantes. Lo de él, en fin, era estable-
cer relaciones, abrir las puertas de la aristocracia, y recibir favores y regalos.
Y los periódicos, con tal de ganar plata, crearon secciones de crónica so-
cial de las sociedades españolas, de las sociedades negras, etc. Incluso el
Diario de la Marina, a finales de la década de los veinte, creó una sección
de crónica social dentro de un espacio llamado «Ideales de una raza». Esa
sección la firmaba Guillermo Portuondo Calá, que posteriormente fue cro-
nista deportivo.
Cuando triunfó la Revolución los periódicos tradicionales hicieron in-
tentos por mantener ese periodismo de ridiculeces y sandeces. En enero
de 1959 hubo cronistas sociales que enfilaron sus ojos hacia algunas de las
figuras de la Revolución, como Haydée Santamaría, por ejemplo. Le manda-
ban a su casa rosas, gladiolos, orquídeas. La combatiente del Moncada y de
la Sierra llamó a los jardines distribuidores pidiendo que cesaran esos en-
víos, y sugirió que fuesen depositadas en las tumbas de los revolucionarios
caídos. Días después, un cronista social de un diario la llamó y le pidió una
foto para publicarla. «La única que tengo está tomada en la Sierra Maestra
y estoy con el uniforme rebelde, un rifle al hombro y dos granadas en la cin-
tura, ¿sirve?». El periodista balbuceó: «Bueno, es que… usted sabe… es para
la página social. Si usted se tomara una foto de estudio…». Y la respuesta de
Yeyé fue contundente: «No puedo. Ahora tenemos mucho trabajo para pen-
sar en fotografías y crónicas sociales».
Ni trágicos acontecimientos que ocurrieron en los años de la dictadura
de Batista impidieron la celebración de gigantescas fiestas de la burguesía
criolla, y menos aún que los periódicos mostraran la menor sensibilidad
ante los crímenes que se cometían. Basta, por ejemplo, hacer una revisión de
las páginas sociales del Diario de la Marina en los días que siguieron al asalto
al Moncada), el desembarco del Granma y el asalto al Palacio Presidencial.
Solo una muestra ilustrativa: página primera, 28 de julio de 1953: «Unos
70 muertos es el trágico balance del golpe contra los cuarteles de Santia-
go y Bayamo. / Aún persigue las fuerzas armadas a grupos complicados en
la intentona… / Reportan que ha vuelto la normalidad después de los san-
grientos sucesos del domingo». En el rotograbado: «En la residencia de los
esposos Johnson. El doctor Teodoro Johnson, durante la comida celebrada
en su residencia aparece con un grupo de invitados, las señoras de Cárdenas
y Aspuru… / En el Club Náutico de Varadero. De la hermosa fiesta celebrada
recogemos esta foto en la que aparece el doctor Fulano, Mengano… / En el
Varadero Internacional. El Director de Diario de la Marina, José I. Rivero,
y señora Mariíta Mederos, durante la fiesta con los esposos René Scull y

212 · JUAN MARRERO


María Mederos. / En la residencia de los esposos Fanjul. Para un grupo de
sus amistades tuvo un almuerzo el domingo la señorita Lian Fanjul Gómez
Mena, en la residencia de sus padres, los esposos Alfonso Fanjul y Lilian
Gómez Mena, asistiendo también algunas amistades de tan distinguido ma-
trimonio, al que vemos rodeado de…».

La cultura del infotainment

La consideración de que la prensa no era más que una mercancía más,


llevó a los medios de comunicación a llenar sus espacios con cualquier fri-
volidad. Chismes, especulaciones y escándalos, aunque no hubiese sangre
de por medio, era suficiente para que entrasen en los medios. La aparición de
platillos voladores, la existencia de vida en Marte, el casamiento o infidelidad
de una princesa o rey o las adivinaciones de Clavelito frente a su vaso de
agua, eran muchas veces acontecimientos más relevantes e importantes que
la falta de viviendas, el analfabetismo, la insalubridad, la discriminación ra-
cial, las enfermedades, el desempleo, la opresión de la mujer, el hambre y la
miseria en que vivía la población cubana.
Ese genio y demonio que se ha dado en llamar la cultura del infotain-
ment, una simbiosis de la información con el entretenimiento, no es un fe-
nómeno del mundo globalizado. En la Cuba de la etapa neocolonial tuvo una
significativa expresión.
Los que ponían en funcionamiento el infotainment sabían que la igno-
rancia y el oscurantismo en que vivía la mayoría del pueblo les facilitaba su
labor en los medios de comunicación. Recuerdo el caso de Guillermito (El
Niño Prodigio), que ocupó páginas de la prensa y espacios de la radio y la
televisión a partir de 1953. Era un niño de solo cuatro años de edad al que
presentaban como enviado a la Tierra por el Señor para curar y salvar vidas,
y también como un adivino de grantes acontecimientos, entre ellos el asalto
al Moncada y el triunfo de la Revolución. No era más que un niño con buena
memoria, al cual preparaban previamente sobre lo que debía decir. De él se
aprovecharon económicamente familiares y dueños de publicaciones.

En la crónica deportiva, plumas de alto vuelo

A diferencia de las crónicas roja y social, la deportiva ha tenido excelentes


periodistas desde que los periódicos primero, y la radio y la televisión después,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 213


dieron espacio a distintas ramas del deporte. Ahí están los nombres de Víctor
Muñoz y Rafael Conte a principios del siglo xx, plumas de gran valía, consi-
derados periodistas integrales. Conte, por ejemplo, que dejó tres libros sobre
béisbol y uno sobre boxeo, reportó acontecimientos mundiales nada depor-
tivos como la Primera Guerra Mundial y estuvo junto a John Reed en San
Petersburgo cuando la victoria de la Revolución bolchevique dirigida por Le-
nin. A esos nombres hay que añadir los de Eladio Secades y Elio Constantín,
ambos verdaderos maestros de la crónica deportiva y del periodismo en ge-
neral. Entre los que se marcharon de Cuba tras el triunfo revolucionario hubo
profesionales relevantes como Fausto Miranda, René Molina, Felo Ramírez y
Pedro Galiana, y entre los que se quedaron con su pueblo debemos mencionar
a Eddy Martín, José González Barros y Rubén Rodríguez.
Como regla, la crónica deportiva se ha nutrido de buenos profesionales
que han tenido cultura y, además, dominio de diferentes disciplinas. Mu-
chos de los que hemos mencionado fueron capaces, incluso, de transitar con
éxito en el periodismo político, internacional o como escritores de otros te-
mas. Secades, que era jefe de la página deportiva del Diario de la Marina
y también de la revista Bohemia, escribía crónicas costumbristas bajo el
título «Estampas de la época». Pepín Rivero escribió en cierta ocasión en su
columna Impresiones, del Diario de la Marina:

Un artículo, un buen artículo lo escribe cualquiera, porque un instan-


te de inspiración, un momento feliz, lo tiene también cualquiera. Pero
son contadísimos aquí y fuera de aquí los escritores como Secades, que
producen en el que los lee la falsa impresión de que el último artículo
no puede ser superado por el venidero… Secades es escritor, sí, y de los
grandes. De los que logran hacer reír al público con lo que escriben, sin
dar pie jamás a que el público se ría de lo leído.

Rafael Conte no se quedaba atrás. Se le considera uno de los periodistas


más completos que ha tenido Cuba, capaz de hacer cualquier trabajo con
eficiencia. Fue enviado por el periódico El Mundo a Rusia para que repor-
tase los acontecimientos de la Revolución de Octubre de 1917. De igual fuste
fueron Víctor Muñoz y Elio E. Constantín. Este último lo mismo escribía o
narraba un partido de fútbol que corregía con eficiencia un artículo o infor-
mación de otra naturaleza de cualquier colega, daba cobertura a cualquier
acontecimiento político o científico con igual destreza con que revisaba y
corregía los artículos, las informaciones y las entrevistas del resto del per-
sonal del periódico.
La crónica deportiva en Cuba nació en el siglo xix. Hubo revistas que se
crearon con el fin de divulgar los sports, como se decía entonces. Le Figa-

214 · JUAN MARRERO


ro, The Sport y Sportman fueron algunas de ellas. En 1874 se publicó una
crónica sobre el primer juego del béisbol cubano, efectuado en el estadio
Palmar del Junco, de Matanzas. Ese partido se celebró el 27 de diciembre, y
cuatro días después el periódico satirico teatral El Artista dio cuenta de él
y de su resultado, que fue «de 51 corridas por nueve» a favor del equipo La
Habana frente a Matanzas. Según la crónica, «una concurrencia numerosa
presenció el acto que por la novedad llamó la atención».
Una investigación sobre el espacio que se daba en los periódicos y las
revistas antes del triunfo revolucionario al deporte amateur, hecha por el
periodista Ricardo Quiza, demostró que era mínimo. Casi el sesenta por
ciento de los textos abordaban el deporte profesional y en las gráficas el
porcentaje era mayor. En 1949 se efectuaron los Primeros Juegos Pana-
mericanos, y el periódico Excelsior publicó solo treinta y dos pulgadas
de texto sobre lo que ocurría en Buenos Aires. En cambio, el cincuenta
y siete por ciento del espacio estaba dedicado al béisbol profesional. La
razón de ello era que la Liga Profesional Invernal pagaba bien para se
promoviera el espectáculo. El dinero, en fin, era lo que movía también al
periodismo deportivo, porque tal era la línea impuesta por los dueños de
los medios.

Principales publicaciones antes de 1959

Veintiún periódicos, doce noticieros de radio y veintiocho revistas en La


Habana, y treinta y seis, dieciséis y treinta y tres en provincias respectiva-
mente, además de tres noticieros de televisión y tres noticieros cinematográ-
ficos formaban la familia de los medios de comunicación en Cuba dos años
antes del triunfo de la Revolución.
El número de periodistas en plantilla ascendía a 1 234, según un informe
publicado en el anuario El periodismo en Cuba / 1957, editado por el Colegio
Nacional de Periodistas.
El País-Excelsior, Información y Diario de la Marina eran los periódicos
con mayor número de periodistas y colaboradores (ochenta y cinco, ochenta
y setenta y ocho respectivamente).
Los principales diarios de La Habana y sus directores eran: Diario de
la Marina (José Ignacio Rivero Hernández), Información (José Fernández
de Villalta Rodríguez), El Mundo (Raoul Alfonso Gonsé), El País-Excelsior
(Guillermo Martínez Márquez y Manuel Braña, respectivamente), Prensa
Libre (Sergio Carbó Morera), Diario Nacional (Raúl Rivero Ruiz), El Cri-
sol (Alfredo Izaguirre Hornedo), Avance (Jorge Zayas Menéndez), Alerta

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 215


(Ramón Vasconcelos Maragliano), Ataja (Alberto Salas Amaro), Tiempo en
Cuba (Rolando Masferrer) y Mañana (José López Vilaboy).
Se editaban otros diarios como The Havana Post (en inglés, dirigido por
Clara Park de Pessino a partir de 1936) y tres destinados a la comunidad
china, controlados entonces por elementos de la llamada China Nacionalista
de Chiang Kai Shek: Hoi Men Kong Po, Man Sen Yat Po (La Voz del Pue-
blo,1921) y Wah Man Sion Po (1913). Estos periódicos tuvieron sus impren-
tas propias. La de Man Sen Yat Po, por ejemplo, radicó en Zanja número 114.
Como el chino se escribe a base de símbolos, no era posible usar linotipos
para parar el material que debía imprimirse. Todo el material, pues, debía
pararse a mano, letra a letra, utilizando el cajista entre novencientos y mil
trescientos caracteres diferentes, y hacerlo de modo invertido, pues el chino
se lee de derecha a izquierda. Alfredo Núñez Pascual publicó en el periódico
El Mundo un reportaje sobre en Man Sen Yat Po, en 1948, donde señalaba
las características de ese periódico chino. Y él decía: «Se recogen noticias
locales, preferentemente las de sucesos en el barrio chino o de los que hayan
participado en alguna forma miembros de la colonia…». «Cuentan con un
servicio de cables que viene desde San Francisco. Los despachos se reciben
en clave y son descifrados en la redacción por una persona que viene a ser
como un traductor de cables en un periódico cubano». «Las noticias loca-
les son confeccionadas por redactores que utilizan un papel de china como
cuartillas y un pincel que mojan en tinta china para dibujar los caracteres.
No hay máquina de escribir en chino».
También se publicaban en La Habana, con una periodicidad semanal, La
Voz Femenina (1950), que dirigía Amelia Hernández Clavareza, y la publica-
ción humorística Zig Zag (1938), a cuyo frente estaban José M. Roseñada y
Castor Vispo, y que tuvo su redacción en Campanario número 366, esquina
a San Rafael.
Había dos revistas importantes: Bohemia (1908), cuyo director era Mi-
guel Ángel Quevedo y Lastra, y Carteles (1919), que también había sido ad-
quirida por Quevedo, y en la cual aparecía como director editorial Antonio
Ortega y Fernández. Se editaban, además, las revistas Chic (1917), en la
cual colaboraron destacadas figuras de la literatura cubana; Ellas (1934),
a cuyo frente estuvo José Justo Martínez; Romances (1936), fundada y di-
rigida por Sara Viñas; Vanidades (1937), quincenal, dirigida por Herminia
del Portal; Selecciones de Reader´s Digest (1940), Gente, Sucesos, Haba-
no, Educación, Escuela Rural, Cabalgata, Cinegráfico, Cuba Económica
y Financiera, y decenas más que iban dirigidas a determinados sectores
de la población.
Los principales periódicos en provincias y sus directivos eran: Diario
de Cuba, Santiago de Cuba, 1917 (Eduardo Abril Amores); Oriente, San-

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tiago de Cuba, 1924 (Carlos Dellundé Mustelier); Norte, Holguín (Rober-
to Llópiz); La Voz del Pueblo, Guantánamo (José Vázquez Pubillones); El
Pueblo, Banes (Rolando Gómez de Cárdenas); El Camagüeyano, Cama-
güey, 1902 (Walfredo Rodríguez Rodríguez; El Sol de Cuba, Camagüey
(Manuel Elizondo Venegas); El Noticiario, Camagüey, 1932 (Justo Venegas
Socarrás); El Comercio, Cienfuegos, 1902 (Alberto Aragonés Machado);
La Correspondencia, Cienfuegos, 1898 (Nick Machado); El Pueblo, Ciego
de Ávila, 1905 (Armando Arredondo López); El Justiciero, Ciego de Ávila
(Pedro J. Coterón Rodríguez); La Región, Ciego de Ávila (Enrique Gar-
cía Pérez); El Sol, Morón (Manuel Fernández Fernández); La Voz, Morón
(Enrique Fierros Leyva); El Fénix, Sancti Spíritus, 1894 (José D. Taboada
González); El Villareño, Santa Clara, 1938 (Armando Machado Pérez del
Prado); El Pueblo, Santa Clara (Joaquín J. Moreno Pérez); Adelante, Ma-
tanzas (Antonio Pimentel Herrera); El Imparcial, Matanzas (Guillermo
Gómez Fluriach); El Republicano, Matanzas (José M. Rodríguez Haded);
Vocero Occidental, Pinar del Río (Juan P. González Clemente); El Sol, Ma-
rianao,1908 (César San Pedro Romero); y Todo por Guanabacoa, Guana-
bacoa (Luis Santamaría Valdés).
En total, la tirada de los periódicos de La Habana, la capital, era de dos-
cientos veinte mil ejemplares por día en 1957. La prensa en las provincias
del país —o como se le decía: tierra adentro— no se aproximaba siquiera a
esa cifra.
Trece eran los noticieros de radio en La Habana y treinta y tres en pro-
vincias en el mencionado año 1957. Entre los principales figuraban CMQ,
RHC, Radio Progreso, Radio Reloj, Unión Radio y COCO.
Respecto a la televisión había tres noticieros principales: CMQ-TV (Ca-
nal 6), CMBF-TV (Canal 4) y El Mundo en TV (Canal 2).
Existían además tres noticieros cinematográficos: América-El País,
Cineperiódico y Noticiario de Las Villas.
Elio E. Constantín, periodista de probada honestidad durante toda su
vida, quien había trabajado antes del triunfo de la Revolución en Luz, Car-
teles y Diario Nacional, publicó en la revista Upec en 1985 un interesante
análisis sobre las características principales de algunos de los periódicos y
revistas de La Habana antes de 1959. Y estas fueron sus valoraciones:

Diario de la Marina era el decano, el más viejo, el más cargado en


años… y de ignominias. Había sido vocero del colonialismo español,
había festejado la muerte de Martí y la de Maceo, había colaborado con
Weyler y sus asesinos, y después del fin del colonialismo español y la
introducción del imperialismo norteamericano, se sumó siempre a las
peores campañas contra nuestro pueblo, a las más odiosas —como, por

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 217


ejemplo, cuando la lucha del pueblo español contra el franquismo y su
famosa Falange española—. Vocero del comercio mayorista, defensor
del clericalismo más que de las doctrinas cristianas o católica, testigo
neutral cuando la lucha del pueblo arreciaba contra Menocal o Macha-
do, contra Batista o sus matarifes, del «Diario» llegó a decirse que era
el único que había durado más de cien años, en contradicción con la
conocida máxima o adagio que habla de lo opuesto.
Otros datos sobre el Diario de la Marina: A partir de 1919, tras la
muerte de don Nicolás Rivero, ocupó su dirección su hijo José Ignacio
Rivero (Pepín), creador de la sección «Impresiones», donde hizo gala
de su ingenio profesional. Después, en 1945, al fallecer Pepín Rivero, se
crea un Comité Ejecutivo encabezado por su viuda Silvia Hernández,
la cual designó a Ramiro Guerra como director editorial y a José Igna-
cio Rivero Hernández (Pepinillo) como subdirector. Dos años después,
Ramiro Guerra presenta la renuncia, y ocupa el cargo Pepinillo, quien
permanece en él hasta la desaparición del Decano de la prensa nacio-
nal. En 1958, tiraba 15 000 ejemplares por día.
El Mundo (1901), nacido en vísperas de la seudorrepública, tuvo eta-
pas… y etapas. Desde las épocas en que parecía ser un órgano «serio»
hasta pasar a propiedad del bandido italoamericano Amadeo Barletta.
Allí podía ocurrir cualquier cosa en cualquier momento, con tal de pre-
servar los anuncios y las buenas relaciones con la mayoría de los gobier-
nos que fueron transitando por el poder. Digamos —y no de paso, cier-
tamente— que, como en el caso de Diario de la Marina y de otros, una
cosa era la política del órgano, de sus dueños y de sus directores, y otra
la de muchos de sus periodistas, gente honrada que, en el peor de los ca-
sos, tenía que vivir. Otros, por suerte y honra, hacían algo más que eso.
Otros datos sobre El Mundo: En 1949 fue vendido a una compañía
llamada Editorial El Mundo S. A., en la que tenían acciones Amadeo
Barletta, José M. Martínez Zaldo, Eliseo Guzmán y Luis J. Botifoll. En-
tonces, el edificio de El Mundo, en Virtudes y Águila, tuvo una reedi-
ficación general y se instaló una imprenta con modernos equipos. En
esta última etapa El Mundo se insertó en la TV operando el canal Tele-
mundo. En 1958, tiraba 18 000 ejemplares por día.
Información (1937) quiso ajustarse, aparentemente, a su nombre,
sobre todo en algunas épocas, para obtener mayor cuota de papel…
que luego revendía para utilidad de sus dueños. Jamás tomó partido
por la causa del pueblo. Vivió y murió sin penas ni glorias, hasta des-
pués del triunfo de la Revolución, cuando había que realizar una ta-
rea distinta y no se podía vivir de las «botellas», los anuncios y otras
«entradas».

218 · JUAN MARRERO


Otros datos sobre Información: Inició sus ediciones dominicales
de 80 o más páginas en 1944. Tres años después se instaló en un
nuevo edificio de la calle San Rafael número 467, entre Campanario
y Lealtad. También inauguró una nueva rotativa, capaz de editar pe-
riódicos de hasta 96 páginas con una velocidad de 30 000 ejemplares
por hora. En 1951 comenzó a operar una rotativa de rotograbado ca-
paz de editar suplementos gráficos de 16 páginas. Desde su fundación
lo dirigió Santiago Claret y su hermano Joaquín actuó como adminis-
trador. Otro periódico con ese mismo nombre, pero editándose por
la tarde, fue fundado también por Santiago Claret en 1930, el cual se
unió en 1934 al periódico El País. Por eso, a veces, se da como fecha
de fundación de Información la de 1931. En 1958, tiraba 18 000 ejem-
plares por día.
El País (1921)-Excelsior (1928), que durante un tiempo tuvo una sola
tirada, se dividió luego en un periódico de la tarde y otro de la mañana,
pero en lo que mantuvo la unidad fue en su descolorida función: servir
al que mejor pagaba, figurar como órgano no oficial del Partido Libe-
ral. Su dueño, el semianalfabeto Don Alfredo Hornedo y Suárez, «ilus-
tre» ex presidente del Senado, fue presidente de ese partido y, además,
el primer promotor de un plan de regalos mensual, que como lotería
extraoficial, mantenía como atracción para sus lectores.
Otros datos sobre El País-Excelsior: Nació en la casa de la Condesa
de O'Reilly en Galiano y Trocadero, pero en 1941 tuvo edificio propio
en la calle Reina 158. En esta empresa trabajó como director técnico
Manuel Aznar, padre del que fuera Presidente de España a finales del
siglo. En 1958, tiraba 60 000 ejemplares por día, la más alta entre to-
dos los periódicos. Su plan de rifas incluía casas para los sucriptores,
muchas de las cuales se edificaron en el barrio Miramar.
Prensa Libre (1941) fue un caso distinto: quiso aparentar no estar
ni con unos ni con otros, sino con la República, y, en realidad, tampoco
estuvo con ésta cuando llegó el momento, es decir, cuando triunfó la
Revolución. Ponía una de cal y otra de arena. Una o dos para el gobier-
no y una o media para la oposición. Y un buen plan de regalos en los
últimos años.
Otros datos sobre Prensa Libre: Comenzó a imprimirse en un mo-
desto taller en la calle O’Reilly. Después, pudo adquirir edificio y talleres
propios en la calle Manrique 359. Su rotativa tricolor le permitió lanzar
originales cintillos en azul y rojo. En 1958, tiraba 15 000 ejemplares por
día. Construyó un nuevo edificio cerca de la actual Plaza de la Revolu-
ción que nunca estrenó, pues su director Sergio Carbó no hizo la inver-
sión final para su terminación.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 219


Avance (1934), de tal tuvo solamente el nombre. Fue un hijo del Dia-
rio de la Marina, que apareció por la tarde. Reaccionario, neutro como
tantos otros cuando había que definirse, nunca representó interés al-
guno del pueblo.
Otros datos sobre Avance: En sus inicios, su fundador Oscar Za-
yas y Portela ideó un nuevo sistema de propaganda que inscribió en
el Registro de Propiedad con el nombre de «El Sobre de la Sorpresa»,
mediante el cual distribuía miles de regalos cada día entre los lectores.
Al fallecer Zayas en 1943, su viuda Esther Menéndez quedó como pre-
sidenta de la empresa y se encomendó la dirección al periodista Mario
Massens. Tuvo edificio propio en Consulado y Ánimas, donde instaló
una nueva rotativa y el taller de composición. En 1958, tiraba 15 000
ejemplares por día.
Y también hijo del «Diario», pero para el mediodía, nació Alerta
(1935). Quizás tuvo solo una buena época o, mejor aún, un gran mo-
mento: cuando su director Ramón Vasconcelos, pese a ser ministro de
Batista, envió a un reportero a entrevistar a Fidel a México y publicó,
destacadamente, en primera página la entrevista con la frase de «En
1956 seremos libres o seremos mártires».
Otros datos sobre Alerta: Nació como un tabloide de 16 páginas.
Construyó edificio propio en Carlos III número 615, esquina a Oquen-
do, y en 1950 inauguró allí su imprenta. Antes, el periódico se editaba
en los talleres de Diario de la Marina. En 1958, tiraba 12 000 ejempla-
res por día.
El Crisol (1934) fue, más que un hijo, un sobrino de El País-Excel-
sior. Por lo menos un sobrino del dueño de éste aparecía como su «due-
ño» y, de tal palo tal astilla. No tenía nada de acrisolado: noticias de
policía, letras grandes en primera lo mismo para la guerra que para la
politiquería. Eso sí: nada contra el Partido Liberal de su tío y, por ende,
tampoco nada contra Batista ni en una ni en otra ocasión de sus man-
datos y tropelías. Pero tampoco contra el autenticismo y sus desmanes.
Otros datos sobre El Crisol: Fundado por Alfredo Izaguirre Horne-
do y Julio César González Rebull. Su primer director fue el periodista
Miguel Angel Tamayo. Comenzó con 4 páginas, se editaba en los talle-
res de El País y se vendía a un centavo el ejemplar. Después, en 1938,
instaló su redacción y talleres en la calle Manrique 156-160, donde ra-
dicó el periódico El Heraldo de Cuba. Llegó a tener ediciones de 32
páginas. Al final su precio era de 5 centavos el ejemplar. Circulaba en
horas del mediodía. En 1958, tiraba 15 000 ejemplares por día.
Diario Nacional fue de los últimos en nacer. Vino al mundo en 1954.
Quiso dar la imagen de imparcialidad que se reflejaba, sobre todo, en

220 · JUAN MARRERO


la página de sus artículos, donde aparecían por igual las tendencias ba-
tistiana u ortodoxa, liberal o auténtica… menos comunista. Fue menos
espectacular o nada espectacular, quizás más gris, lo que pudo darle
un carácter de más «seriedad» en el ámbito público. Tenía redacción y
talleres propios en 19 de Mayo y Aranguren, en el Cerro. En 1958, tira-
ba 12 000 ejemplares por día.
Pueblo fue fundado en 1936, por alguien que se decía republicano
español (Lorenzo Frau Marsal). El periódico «defendía» a la república
española frente al franquismo traidor. Pero en su afán especulativo
sensacionalista, olvidó que las guerras no se ganan en los periódicos
y silenciaba las derrotas republicanas, a tal extremo que ni terminó
la batalla de Madrid, ni la de Valencia, ni la de Barcelona ni el fin de la
guerra. El falangista Diario de la Marina hacía lo contrario, pero Fran-
co ganó la guerra y con él, el Diario. Pueblo se hundió en el descrédito
por su engaño al pueblo. Sobrevivió, cambió de dueño, sirvió a Batista,
pero no justificó nunca su nombre de Pueblo. En 1958, tiraba 7 000
ejemplares por día.
Mañana (1939) fue un periódico que ni siquiera representó alguna
tendencia política, como no fuera la de servir siempre a Batista y a sus
seguidores, cuando él dejó el poder del 44 al 52. También tuvo su plan
de regalos, sus botellas, su incapacidad para defender alguna causa
justa, buena, popular. Así terminó sus días.
Otros datos sobre Mañana: Estuvo ubicado inicialmente en O’Reilly
número 209. Después tuvo casa propia en Amistad 370. José López Vi-
laboy, quien llegó a ser el primer accionista de la línea aérea Cubana de
Aviación, fue su fundador y primer director. Fue un personaje mafioso,
a quien se vinculaba en operaciones de contrabando entre Miami y La
Habana. No hemos podido disponer de información sobre su tirada
diaria.
Tiempo en Cuba (1945) y Ataja (1951) fueron estercoleros llenos de
sangre, sobre todo el primero, dirigido por el criminal Rolando Masfe-
rrer. Junto con Alerta fueron los únicos en desaparecer el Primero de
Enero de 1959.
Otros datos sobre Tiempo en Cuba: Fue en sus inicios una revista
semanal. En 1950 pasó a diario. Se imprimía en tres colores (negro,
rojo y azul). Sus talleres y redacción estuvieron en San Ignacio número
75, y luego en la calle San José. En 1958, su tirada era de 7 500 ejem-
plares por día.
Otros datos sobre Ataja: Alberto Salas Amaro fue su director. Era
un periódico sensacionalista. Su redacción y talleres estuvieron en
Monte 555. En 1958, tiraba 8 000 ejemplares por día.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 221


Carteles permitió ciertas expresiones antimachadistas y unas cuan-
tas menos antibatistianas. En los respectivos períodos fue, en cambio,
furibundamente anticomunista todo el tiempo.
Otros datos sobre Carteles: Comenzó con una periodicidad men-
sual, y luego de 1924 fue semanal. Su primer director y administrador
fue Conrado Massaguer, y después a su frente estuvo el publicista Al-
fredo T. Quilez. Una empresa creada por Miguel Ángel Quevedo, di-
rector de Bohemia, la adquirió en 1953, y su director fue, a partir de
entonces, el periodista Antonio Ortega. La revista tuvo importancia en
Cuba y fuera del país.

Ese fue el cuadro de la gran prensa en la Cuba de los años de la dicta-


dura de Batista (1952-1959). Según Elio Constantín, el servilismo, en lo
nacional e internacional, fue uno de los defectos de muchos periódicos,
revistas, programas de radio y de televisión, junto al entreguismo y la
cobardía.
Hubo pocos medios con un perfil y con una línea de conducta dignos.
La Calle, que tuvo una vida muy fugaz, estuvo entre esos medios. Sus pá-
ginas acogieron los artículos de Fidel Castro. Dirigido por Luis Orlando
Rodríguez, congresista por el Partido Ortodoxo, combatió a la dictadura, y
fue sometido a frecuentes clausuras y ocupación militar. Noticias de Hoy,
nacido en 1938, órgano del Partido Socialista Popular, clausurado tras el
asalto al Cuartel Moncada, defendió siempre a la clase obrera, al campesi-
nado explotado y a los desempleados. Sentó pautas de un periodismo dife-
rente en nuestro país. Ni se vendió, ni obedecía las órdenes de la embajada
norteamericana, ni vivió de botellas.
Ahora bien, es justo señalar que dentro de las publicaciones que caye-
ron en deshonestidades e indignidades, hubo periodistas que se compor-
taron a gran altura. Cito, a modo de ejemplo, a Juan Emilio Friguls en el
Diario de la Marina; Carlos Lechuga, Luis Gómez Wangüemert, Alfredo
Núñez Pascual y Manuel de Jesús Zamora en El Mundo; Baldomero Álvarez
Ríos en Información; Alfredo Viñas en El País; Mario Kuchilán y Raúl Ce-
pero Bonilla en Prensa Libre; Evelio Tellería Toca en Unión Radio; Enrique
de la Osa, Fulvio Fuentes, Luis Rolando Cabrera y Mario García del Cueto en
Bohemia; Lisandro Otero González en el Canal 12; Elio Constantín y Oscar
Pino Santos en Carteles; René de la Nuez en Zig Zag. Esta relación podría
multiplicarse por diez o por doce, sin necesidad de incluir a los que tenían
una militancia revolucionaria conocida.
La prensa clandestina, de la que hemos hablado en un capítulo anterior,
pese a sus limitaciones y riesgos, se convirtió en una alternativa informativa
para el pueblo en esos años.

222 · JUAN MARRERO


La situación en la radio y la televisión fue similar a la de la prensa escri-
ta. La mayoría de los medios no fue fiel al pueblo, sino a los gobernantes de
turno. Se exceptúa en los años de la dictadura de Batista la emisora COCO,
a través de la cual Fidel Castro habló en varias ocasiones, y que tuvo en Gui-
do García Inclán, procedente de las filas del Partido Ortodoxo, una voz de
denuncia constante que no pudieron callar los reiterados decretos y resolu-
ciones de la dictadura clausurando y suspendiendo sus transmisiones.
Radio Rebelde fue la voz de la verdad desde la gloriosa Sierra Maestra, a
partir del 24 de febrero de 1958. A pesar de escucharse en onda corta, cada
noche, acaparó la audiencia del pueblo.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 223


T ERC ER A PA R T E
R e vol uc ión
1959: prensa sin censura

Radio Progreso y Telemundo son los primeros medios de comunicación


que informan al pueblo sobre la fuga del tirano Batista en la madrugada del
Primero de Enero de 1959. De inmediato, bien temprano en la mañana, des-
de la Radio Rebelde, a la cual se encadenan algunas emisoras del país, Fidel
Castro dirige una alocución al pueblo donde llama a frustrar las maniobras
de Estados Unidos y la reacción nacional dirigidas a integrar un gobierno
que cierre el paso a las fuerzas revolucionarias. «¡Revolución sí!, golpe mili-
tar no!» es el grito del líder de la Revolución, a la vez que llama a las fuerzas
rebeldes a no cesar el fuego y a todo el pueblo a prepararse para una huelga
general.
Fidel lee la alocución en Palma Soriano ante un micrófono que sostiene
en sus manos el capitán rebelde Jorge Enrique Mendoza, locutor de la emi-
sora Radio Rebelde, fundada a principios de 1958 en la Sierra Maestra.
Con excepción de los diarios Tiempo en Cuba, Ataja, Mañana, Pueblo
y Alerta, que estuvieron dirigidos por personeros de la dictadura, y las
emisoras Circuito Nacional Cubano y Cadena Oriental de Radio, que eran
propiedad de Batista, operadas por testaferros de él, el resto de los medios
de comunicación (radio, televisión y prensa escrita) sobrevive a la gran
sacudida social que significa el triunfo de la Revolución. Todos disfrutan
a partir de ese día de absoluta libertad de prensa tras siete años de férrea
censura.
Únicamente Tiempo en Cuba conoció la indignación del pueblo cubano el
Primero de Enero. Fue como si una carga explosiva de odio y asco, acumu-
lada a lo largo de siete años de insultos y vejaciones, se lanzara contra ese
libelo, órgano del pandillismo, instigador de la violencia terrorista, que en-
vileció la letra de molde como no lo había hecho otro periódico en Cuba. La
acción de incendiar ese periódico fue inconsecuente con los principios de la
Revolución, aunque se tratara de esa sentina que dirigía Rolando Masferrer,
uno de los más notorios criminales de la dictadura, quien pudo huir de Cuba
y recibió refugio en Estados Unidos.
Los periódicos no se editaron en los primeros días del mes de enero debi-
do a la huelga general revolucionaria a que llamó Fidel Castro para frustrar
la maniobra de la embajada norteamericana en La Habana, que intentaba
impedir la instalación de un gobierno revolucionario.
Del 5 al 13 de enero de 1959 vieron la luz dos ediciones diferentes del
periódico Revolución, una en Santiago de Cuba y otra en La Habana, las

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 227


cuales tenían contenidos y forma diferentes. Ambos se identificaban como
órgano del Movimiento 26 de Julio. En una u otra ocasión, durante esos
días, apareció el nombre de un mismo director. Los que trabajaron en la
edición del 5 de enero en Santiago de Cuba pensaban que estaban hacien-
do el periódico Sierra Maestra, nacido en la clandestinidad en 1957. No les
faltaban razones porque, efectivamente, aquel día lo que confeccionaron
fue ese periódico. Pero ocurrió que, en horas de la madrugada, cuando ya
la edición estaba lista y a punto de impresión, llegó Carlos Franqui a la
redacción, y dispuso cambiar el nombre de Sierra Maestra por el de Re-
volución. Tal hecho quedó demostrado en una investigación efectuada por
dos profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Oriente.
A la vez, en La Habana, apareció también el periódico Revolución, que
en la clandestinidad se había editado dieciocho veces, dirigido inicialmente
por Eduardo Héctor Alonso y días después por Ricardo Cardet, confeccio-
nado en la redacción y talleres del periódico Alerta, en Carlos III (hoy Ave-
nida Salvador Allende) y Marqués González.
También el periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, clausu-
rado por el régimen de Batista después de los sucesos del 26 de Julio de 1953,
reapareció en la capital de la antigua provincia de Oriente. Se editó en una im-
prenta con fachada de privada en Santiago de Cuba, pero que era del Partido,
luego que el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez, quien estuvo en la
Sierra Maestra, dio instrucciones a Luis Más Martín para que emprendiera
tal tarea. De igual modo, en Holguín, en la imprenta del periódico Norte, se
hizo una edición del periódico Hoy durante aquellos días de enero de 1959.
Casi dos semanas el periódico Hoy se editó en Santiago de Cuba, en tiradas
diarias de entre tres mil y cinco mil ejemplares.
Sierra Maestra, fundado el 7 de septiembre de 1957 en la clandestinidad,
y que pasó a la legalidad en Santiago de Cuba, y Adelante, de Camagüey,
cuyo primer ejemplar vio la luz el 12 de enero, fueron los primeros periódi-
cos provinciales que se publicaron después de la victoria.
El 11 de enero, la revista Bohemia publica un número extraordinario de
doscientas ocho páginas y una cifra récord de tirada: un millón de ejempla-
res. Se denominó la Edición de la Libertad, cuya segunda y tercera partes
salieron el 18 de enero y 1ro. de febrero, respectivamente. En su página 17
aparece un mensaje de Fidel Castro a la revista que dice: «Mi primer saludo
después de la victoria, porque fue nuestro firme baluarte. Espero que nos
ayude en la paz como nos ayudó en estos largos años de lucha, porque ahora
comienza nuestra tarea más difícil y dura».
En medio de un clima de absoluta libertad, sin censura alguna, Bohemia,
como otras publicaciones, sacó a la luz en enero de 1959 sensacionales repor-
tajes que estuvieron ocultos o guardados en cajas de seguridad. La verdad

228 · JUAN MARRERO


sobre los crímenes cometidos en el Moncada y el Goicuría, los sucesos ocurri-
dos durante el levantamiento del 5 de Septiembre en Cienfuegos, revelaciones
sobre las torturas y asesinatos en las estaciones de policía y cuarteles milita-
res, fueron algunos de ellos. Los horrores de siete años de dictadura quedaron
al descubierto en la prensa nacional. En los cines se proyectó el reportaje de
Guayo, de NotiCuba, sobre su presencia en la Sierra Maestra en 1958.
Pero nada de eso paralizó una guerra mediática contra Cuba y su Revo-
lución, organizada y dirigida desde Estados Unidos. El pretexto utilizado
fueron los juicios de los tribunales revolucionarios y las condenas a muerte
de algunos de los criminales de guerra de la dictadura que fueron captura-
dos. De «baño de sangre», de «matanzas» en Cuba comenzaron a calificar
los acontecimientos las agencias cablegráficas UPI y AP, norteamericanas, y
también diarios y revistas de Estados Unidos y América Latina. Se orques-
tó toda una campaña de calumnias y mentiras sobre la realidad cubana. El
Gobierno Revolucionario, apoyado por el Colegio Nacional de Periodistas
y un grupo de periodistas honestos, convocó en cuestión de horas a casi
cuatrocientos periodistas del continente para que viniesen y viesen con
sus propios ojos la guerra de propaganda que se hacía contra Cuba cuan-
do la Revolución apenas empezaba a gatear. Esa acción se identificó como
Operación Verdad.
La Operación Verdad tuvo dos actividades centrales: la concentración
frente a Palacio, el 21 de enero, y un encuentro de Fidel con los periodistas
que acudieron a la cita, al día siguiente, que se realizó en el salón Copa Room
del Hotel Riviera.
Dos resultados concretos de esa Operación:

La aprobación por el pueblo, luego de que Fidel le informó a un millón


de cubanos que ya se habían descubierto planes para asesinarlo a él y
otros dirigentes de la Revolución, de que iba a proponerle a la direc-
ción del Movimiento 26 de Julio que designase al compañero Raúl Cas-
tro como segundo jefe. «Lo hago no porque sea mi hermano, que todo
el mundo lo sabe, sino porque lo considero con cualidades suficientes
para sustituirme en el caso de que yo muriera en esta lucha. Porque,
además, es un compañero de firmes convicciones revolucionarias, que
ha demostrado su capacidad en la lucha; que fue el que dirigió el ata-
que al Moncada, el II Frente Frank País, demostrando capacidad como
organizador y como militar».
La respuesta al planteamiento de Fidel sobre la necesidad de que
los pueblos de América Latina tuviesen una agencia de noticias que es-
cribiese sobre su realidad, manipulada, silenciada y calumniada por
las transnacionales de la información. Varios de los participantes en

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 229


la Operación Verdad, entre ellos el periodista argentino Jorge Ricardo
Masetti, se dieron a la tarea de organizar la fundación de la agencia
Prensa Latina, que nació el 16 de junio de 1959 en La Habana para ha-
cer una verdadera revolución en el periodismo latinoamericano. Prensa
Latina tuvo el aliento y el apoyo de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara.

Los enemigos de la Revolución le dieron un mes de vida a la nueva agen-


cia, en cuyo equipo fundador estuvieron prestigiosos periodistas lati-
noamericanos, entre ellos Gabriel García Márquez, Carlos María Gutié-
rrez, Rodolfo Walsh y Aroldo Wall, y un grupo de honestos periodistas
cubanos, algunos con años de experiencia como Angel Augier, Francisco
Portela, Angel Boán Acosta y Gabriel Molina, otros recién salidos de las
aulas de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling.
Dos meses antes, el 15 de marzo, había nacido el periódico Combate, ór-
gano del Directorio Revolucionario, otra de las fuerzas que combatió con
las armas en la mano a la dictadura, y la cual tuvo un papel principal en el
asalto al Palacio Presidencial en 1957 y, más tarde, en las guerrillas que ac-
tuaron en las montañas del Escambray.
Ocho días más tarde se funda Lunes de Revolución, semanario que apare-
ce como un suplemento del periódico Revolución. Fue una publicación creada
como eminentemente literaria y artística, pero con la anuencia del director del
diario, Carlos Franqui, incursionó en la política, y lo hizo desde posiciones que
afectaban los intereses de la Revolución y del pueblo. Figuras como Guillermo
Cabrera Infante desarrollaron un papel nada positivo dentro de esta publica-
ción. Existió hasta el 6 de noviembre de 1961. Hizo más daño que beneficios.
El 24 de marzo nace el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinemato-
gráficas (Icaic) por la Ley número 169 del Gobierno Revolucionario. Su No-
ticiero Icaic Latinoamericano, dirigido por Santiago Álvarez, cuya primera
edición se mostró en los cines de La Habana unas semanas después, sentó
pautas en el periodismo cinematográfico nacional y continental. Ese noti-
ciero tuvo mil quinientas ediciones en su existencia.
Otro hecho significativo acontece el 10 de abril. Ve la luz Verde Olivo,
órgano político e informativo del Ejército Rebelde, publicación creada por
orientaciones del entonces Comandante Raúl Castro. Inicialmente salió
como tabloide. Se convirtió en revista semanal en 1960, en los días del sa-
botaje al barco La Coubre.
Che Guevara, que figuró entre sus principales colaboradores, publicó
veintinueve artículos en esta revista, muchos bajo la firma El Francotirador,
y que luego se recogieron en el libro Pasajes de la guerra revolucionaria.
Luis Pavón, quien fuese director de Verde Olivo, ha contado que todo
lo que escribió el Che para esa publicación «lo hizo de noche, buscando

230 · JUAN MARRERO


tiempo entre sus múltiples responsabilidades. En ocasiones grababa el ar-
tículo, su secretario, Manresa, lo pasaba a máquina, y el Che le hacía mo-
dificaciones con esa letra tan suya. Desafortunadamente esos originales
no se conservan, unos por el deterioro de los años, otros porque se le de-
volvieron».
Muy ligados al perfil de la revista fueron los «Consejos al combatiente»,
destinados a instruir a los jóvenes soldados, una sección que el Che creó y
redactó. El último de los trabajos que entregó a Verde Olivo, antes de partir
del país, fue «El socialismo y el hombre en Cuba», que escribió para la publi-
cación uruguaya Marcha, y con la instrucción de que luego se reprodujera
en la revista de las fuerzas armadas de Cuba.
Esta revista semanal se publicó hasta el momento en que el país entró en
el período especial, a principios de la década de los noventa.
Cuando en abril se comenta con insistencia que el Gobierno Revolucio-
nario prepara la Ley de Reforma Agraria, el Bloque Cubano de Prensa, que
agrupaba a las mayores publicaciones impresas, conspira para cerrar algu-
nos periódicos bajo su control. El Colegio de Periodistas denuncia esta clara
maniobra contrarrevolucionaria, a la vez que da los primeros pasos para que
su Consejo Disciplinario Nacional aplique con todo rigor la justicia en los ca-
sos de censores, delatores, malversadores y asesinos de la tiranía.
Esa actitud del Bloque Cubano de Prensa tenía, en ese momento, mayor
relación con varias medidas del Gobierno Revolucionario sobre los medios
de prensa, las cuales habían sido recibidas con desagrado por los dueños de
esa prensa mercantil, entre ellas:

La supresión de subvenciones y dádivas gubernamentales a los medios


de prensa.
Un plazo de un año a los periódicos con sistemas de rifas para man-
tener suscriptores —El País, Excelsior y Prensa Libre entre los medios
de circulación nacional— para que cesasen con tales prácticas en las
que utilizaban los sorteos de la Lotería Nacional, institución condena-
da a desaparecer según los principios de la Revolución.
Reducción de los gastos de publicidad de ministerios e instituciones
del país.

Por otro lado, esa prensa privada vio mermar considerablemente sus in-
gresos económicos con la declinación de la publicidad que recibían de gran-
des empresas económicas, que ante la situación del país decidieron cancelar
las promociones de sus productos y servicios, y también empezaban a verse
privados de ganancias por entradas recibidas a través de la crónica social, el
béisbol, el boxeo profesional y promoción de espectáculos.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 231


En los primeros meses de 1959 la prensa tradicional —de la cual habla-
mos en un anterior capítulo— no tuvo un comportamiento totalmente hos-
til hacia la Revolución Cubana, aunque los dueños de las publicaciones no
ocultaban tener ciertas reservas con algunas decisiones y anuncios de leyes
de beneficio popular.
A finales de enero, Prensa Libre, un vespertino dirigido por Sergio Carbó
y que se proclamaba liberal, decía en un comentario editorial: «Eso de la ley
agraria hay que pensarlo más despacio». Unos días más tarde, el 6 de febrero,
ese mismo periódico escribía: «Ciudadanos, nos estamos pasando peligro-
samente de la raya».
Esas breves líneas, en dos comentarios casi simultáneos, mostraban con
claridad que los dueños de Prensa Libre estaban asustados ante la revolu-
ción que daba sus primeros pasos y que se disponía a cumplir su palabra de
seguir una línea de beneficio de las mayorías.
El 13 de marzo este periódico insistía en su línea de pensamiento, y es-
cribía con cinismo: «Hermosa revolución lograda en sus comienzos como
ninguna otra en América…», y añadía: «Pero quisiéramos verla en una mar-
cha más reposada, tomándose tiempo para respirar, asentando el pie a cada
paso». Para Sergio Carbó y su hijo Ulises la Revolución iba demasiado apri-
sa. Para el pueblo, no. Y de ahí que este dijese entonces con gran fuerza: ¡Vas
bien, Fidel!
Y para que se vea más al descubierto cómo pensaban los Carbó, repre-
sentantes de la burguesía liberal, reproduzco lo que escribieron el 1 de abril,
en momentos en que la Revolución proclamaba su derecho a mantener rela-
ciones comerciales con todos los países del mundo, independientemente del
sistema social que tuviesen. «Defendamos lo nuestro —decía Prensa Libre
en un editorial—, pero sin vituperear a los norteamericanos, vinculados a
nuestra república por la geografía, por la vocación democrática, por la his-
toria y porque son nuestros mejores clientes».
Así pensaban los dueños de Prensa Libre. Tenían sus sentimientos
más íntimos en Washington. Estaban alineados con los que invadieron a
Cuba a finales del pasado siglo e impidieron que los mambises cubanos ob-
tuvieran la verdadera independencia; con los que impusieron a la Consti-
tución de Cuba el apéndice de la Enmienda Platt; con los que establecie-
ron la base naval de Guantánamo; con los que compraron por centavos y
se apropiaron de las tierras más fértiles de nuestro país, de los centrales
azucareros, de las minas, de los puertos, de los bancos, de los servicios
eléctricos y telefónicos, con los que ponían y quitaban a presidentes y les
daban órdenes.
Al triunfar la Revolución, el Diario de la Marina hizo frenéticos esfuer-
zos una vez más por «cambiar de atuendo», y se disfrazó de revolucionario.

232 · JUAN MARRERO


A nadie, por supuesto, podía confundir. Prometió entonces ayuda al Go-
bierno Revolucionario, a los combatientes de la Sierra Maestra, además de
brindarles «bendiciones eclesiásticas». Pero cuando empezó a mencionarse
lo de la ley de reforma agraria este periódico mostró sus uñas. Ofreció
sus «consejos» a la dirigencia de la Revolución Cubana sobre cómo debía
hacerse. Proponía que se les entregasen a los campesinos los marabusales
para que los limpiaran y que, posteriormente, los cultivasen; proponía tam-
bién que se les entregasen las ciénagas para que las desecasen y que, pos-
teriormente, las cultivasen. Y, además, aconsejaba a la Revolución que no
cometiese el error de tocar las tierras que estaban en producción, es decir,
que quedasen como estaban las doscientas cincuenta mil caballerías (más
de tres millones trescientas cincuenta mil hectáreas) que controlaban y ex-
plotaban las compañías norteamericanas y la oligarquía nacional, que eran
las mejores tierras del país.
El Diario de la Marina decía querer reforma agraria, pero que no afec-
tase a latifundistas, terratenientes y colonos. Cuando la Revolución cortó
los viejos privilegios feudales y coloniales que alimentaban a dicha publi-
cación, esta se situó abiertamente en la trinchera de la contrarrevolución.
Levantó la bandera de las elecciones generales inmediatas para servir al
imperialismo yanki, a la contrarrevolución y a los plattistas. Inventó que
la Revolución era intolerante con las ideas religiosas. Se unió al coro for-
mado desde Washington sobre el establecimiento de una base comunista
en América Latina. Abogó por el restablecimiento de la politiquería y los
politiqueros.
Fidel Castro, al comentar esas campañas para desprestigiar a la Re-
volución, comentó en cierta ocasión: «Hay que leer las cosas que escribe
el libelo ese de La Marina, hay que leerlas, cómo trata incluso de crear
problemas religiosos donde no los hay. Lo curioso es que siempre es-
tán hablando de que son enemigos de la lucha de clases y, sin embargo,
son los que están instigando unas clases contra otras, son los que están
tratando de enrolar en una legión a determinados sectores económicos
pudientes del país contra otros; mientras por un lado dicen que no quie-
ren lucha de clases, están instigando constantemente una clase contra
otra».

Periodismo no es negocio

El 7 de junio, cuando se celebra el Día de la Libertad de Prensa, ocurre un


acontecimiento importante: el Comandante Fidel Castro asiste a un almuerzo

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 233


en el Palacio de Cristal, ubicado en San José y Consulado, con los propieta-
rios, directores de medios y periodistas convocados por el Colegio Nacional
de Periodistas.
Al encuentro faltó la mayor parte de los dueños y directores de medios
de comunicación que después de la promulgación de la Reforma Agraria,
el 17 de mayo, había puesto los espacios de sus publicaciones al servicio de
los grandes intereses económicos opuestos a la Revolución. Para ellos, la
Reforma Agraria, que entregaba la tierra al campesino, a su productor de
siempre, era la abolición de la libertad de prensa en Cuba.
Ni José Ignacio Rivero, del Diario de la Marina; ni Raúl Alfonso Gonsé,
de El Mundo; ni Sergio Carbó, de Prensa Libre; ni Manuel Braña, de Excel-
sior; ni Guillermo Martínez Márquez, de El País; ni Jorge Zayas, de Avance;
ni Beto Saumell, de Diario Nacional; ni Miguel Ángel Quevedo, de Bohe-
mia; ni Renato Villaverde, de El Crisol; ni Goar Mestre ni Pumarejo, mag-
nates de la radio y la televisión, aceptaron la invitación. La consideraban
un peligro, pues, según expresaron en voz baja, «Fidel Castro intentaba
socializar la prensa durante un almuerzo».
Evidentemente, la agenda de la reunión no fue del agrado de los due-
ños de las publicaciones. La cuestión de la libertad de prensa, la de-
fensa de la Revolución frente a los ataques de sus enemigos externos
e internos, la gravedad del problema económico de los periodistas, la
dignificación de la profesión eran, entre otros, temas muy sensibles para
esos empresarios, los mismos que se habían lanzado a una desfachata-
da campaña contra el proceso revolucionario. En su discurso ante los
asistentes al encuentro en el Palacio de Cristal, el primer ministro Fidel
Castro expresó:

Es curioso pensar que las campañas que no se hicieron contra los go-
bernantes vendepatrias, contra los gobernantes sinvergüenzas, son
las campañas que ya hoy comienzan a hacer y que amenazan con ser
cada día más audaces y más furibundas, contra el gobierno que no se
ha robado un solo centavo, contra el gobierno que no ha cometido un
solo acto de nepotismo, contra el gobierno que no ha incurrido en uno
solo de los vicios de la vieja política, que no ha cometido un solo acto
de violencia contra ningún ciudadano de la república.
Lo que no se hizo contra otros gobernantes cuando había razones
más que sobradas para combatirlos y atacarlos, es lo que se está ha-
ciendo contra el Gobierno Revolucionario, cuyas únicas faltas son ha-
ber sido leal con el pueblo, no haber temblado ante los intereses pode-
rosos y que podían contar con muchos recursos, no haber vacilado en
la firmeza de sus ideales (…).

234 · JUAN MARRERO


Los primeros conceptos públicos de la Revolución Cubana sobre el tema
de la libertad de prensa y de expresión fueron expuestos por Fidel Castro en
ese mismo discurso:

(…) periodismo no quiere decir empresa, sino periodismo, porque em-


presa quiere decir negocio y periodismo quiere decir esfuerzo inte-
lectual, quiere decir pensamiento, y si por algún sector la libertad de
prensa ha de ser apreciada es, precisamente, no por el que hace negocio
con la libertad de prensa, sino para que el que gracias a la libertad de
prensa escribe, orienta y trabaja con el pensamiento y por vocación,
haciendo uso de ese derecho que la Revolución reconquistó para el país
y que la Revolución mantiene para el país, aun en medio de todas las
campañas tendenciosas que tienden a concitar cuantos enemigos sea
posible contra la obra revolucionaria que estamos realizando.

Injerencia de la SIP

Bien temprano, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) metió sus


manos en los asuntos internos de Cuba. Jules Dubois, a quien identificaban
como periodista del diario Chicago Tribune, estuvo por La Habana varias
veces en los días de la insurrección, y como buen agente de la CIA estable-
ció vínculos con los directivos y periodistas de los principales medios, y se
mostró como alguien opuesto a Batista y a la censura a la prensa impuesta
por el dictador.
Dubois no era ni fue nunca presidente de la SIP, jamás lo fue, su cargo
era de Presidente de la Comisión de Libertad de Expresión e Información.
Pero desde 1950 manejó todos los hilos de la organización en calidad de
coronel de la inteligencia. Hablaba perfectamente el español, lo que le fa-
cilitó su trabajo. Logró, incluso, tener una columna en Bohemia. Apenas
triunfó la Revolución, se fue junto con el reportero de esa revista Carlos
Castañeda hacia Holguín, y allí logró acercarse a Fidel, y entrevistarlo
cuando se iniciaba la Caravana de la Libertad. Después, estuvo presente
en la Operación Verdad.
Che Guevara fue el primero que desenmascaró a este personaje, días des-
pués de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, y cuando Dubois pu-
blicó un artículo en oposición a la idea de la creación de una milicia obrera y
campesina para defender el proceso revolucionario. Che le escribe una carta
al director de Bohemia, Miguel Angel Quevedo, donde le dice que Dubois era
«en sus ratos libres» agente de la CIA. La carta, de fecha 23 de mayo de 1959,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 235


califica a Dubois de «miserable gangster internacional que tiene el pompo-
so título de redactor de la página latinoamericana de la revista Bohemia».
Según esa misiva, «sucede que los amos de Jules Dubois, la United Fruit y
otras compañías, fruteras, mineras, ganaderas, telefónicas o eléctricas, ex-
plotadoras del pueblo; en una palabra, han ordenado desatar la clásica cor-
tina de las mentiras asalariadas» contra Cuba.
Después de expresar que «si nos agreden le damos armas hasta el gato»,
Che dice: «Es obvio, Sr. Dubois, que para darles armas al gato hay que ense-
ñarlas a usar y no creo que encontrará usted o los otros… que puedan venir a
esta tierra un hato de corderos atemorizados; encontrará un pueblo vibrante
y unido dispuesto a la lucha hasta más allá del último cartucho…».
Y termina diciéndole al director de Bohemia: «Reciba, Sr. Quevedo, las
muestras de mi consideración, aunque no pueda felicitarle por el chacal dis-
frazado de cordero que dejó introducir en las páginas de su revista».
No obstante, Dubois siguió en Cuba y escribiendo su sección en Bohemia.
Incluso algunos directores de medios lo defienden, entre ellos Sergio Carbó,
en un editorial. El 8 de septiembre el periodista Pastor Valdés, quien era re-
dactor en Prensa Latina, presentó una moción ante la Junta de Gobierno del
Colegio Nacional de Periodistas para que se declarase a Dubois persona non
grata. Tal moción quedó aprobada, pero días después la decisión fue anula-
da porque se adoptó sin la presencia del decano Eudaldo Gutiérrez Paula.
Hubo una nueva votación y quedó empatada. Tal asunto provocó tensión en
la directiva del Colegio de Periodistas, al extremo de que Gutiérrez Paula
presentó su renuncia al cargo.
Por esos días, la SIP celebró su asamblea anual en San Francisco, Califor-
nia, e incluyó en su temario de discusión la situación de la prensa en Cuba,
situándola al lado de las de las tiranías de Somoza, Trujillo y Stroessner. La
Junta de Gobierno del Colegio de Periodistas rechazó tal acción de la CIA, y
emitió una declaración diciendo que «en Cuba no hay censura ni temor, sino
libertad y dignidad. Es injusto que se haya señalado a Cuba entre los países
a discutir, cuando lo que debía hacerse es felicitar a los periodistas cubanos
por haber recobrado su libertad».
La SIP se quejó de que Castro hubiese atacado públicamente a periódi-
cos «respetables» como el Diario de la Marina y Avance. Dijo también que
la incautación de periódicos batistianos por el Gobierno Revolucionario
«constituye un acto contra la libertad de expresión», y expresó que la prensa
cubana no había recibido subsidios del régimen de Batista, «sino pago por
publicidad oficial». La SIP, en ese encuentro, dio la medalla de «Héroe de
la Libertad de Prensa» a Jules Dubois, quien antes de viajar a San Fran-
cisco estuvo en Miami y allí se reunió con el criminal de guerra Rolando
Masferrer.

236 · JUAN MARRERO


Los medios privados tradicionales arreciaron sus ataques. El Diario de la
Marina creó una columna titulada «Relámpagos», firmada por Vulcano, con-
sagrada a combatir a la Revolución. Otra, denominada «Buzón de Vulcano»,
acoplaba toda suerte de resentimientos contra el proceso revolucionario. El
premio Mergenthaler, de la SIP, se otorgó al periódico Prensa Libre, por «los
editoriales y artículos firmados por su director Sergio Carbó y los subdirecto-
res Humberto Medrano y Ulises Carbó desde el primero de enero al primero
de julio de 1959».
El periódico Avance inició una campaña destinada a sembrar la división
entre los dirigentes de la Revolución y destacar a los que pudieran traicio-
narla. El 19 de septiembre, el periodista Bernardo Viera escribió en la sec-
ción Entre paréntesis: «Ojalá que sobre la marcha aparezcan tres o cuatro
Hubert Matos más. Entonces sí echarían a andar definitivamente la buena
intención del Gobierno y las medidas revolucionarias».
En la radio y la televisión ocurrió que los dueños comenzaron a obsta-
culizar la transmisión de los pronunciamientos de los máximos dirigentes
de la Revolución alegando compromisos de publicidad comercial. También
dieron espacio a voces que buscaban la desunión del pueblo e intentaban
atemorizar con el fantasma del comunismo y otros prejuicios
La televisión de los Mestre abrió espacios a Luis Conte Agüero, un perio-
dista politiquero, con la estrategia de dividir a los revolucionarios. También
a voceros de los grandes hacendados para que atacasen a la Revolución.
En la radio, emisoras como CMQ, Radio Progreso y Radio Capital Arta-
lejo tuvieron una franca actitud contrarrevolucionaria.
La confrontación de ideas se dio tanto en los periódicos y revistas como
en la radio y la televisión, así como en lo interno de los colegios y asociacio-
nes de periodistas.
Los periodistas defensores de la Revolución no se amilanaron. En los dia-
rios Excelsior y El País decidieron integrarse a los trabajadores de los talleres
en un frente único para combatir las maniobras contrarrevolucionarias de la
empresa. Y una semana después, un grupo de periodistas de Avance dirigie-
ron una carta al primer ministro, en la cual señalaban sus discrepancias con
la línea editorial de esos periódicos.
Entraron, en fin, en combate de ideas, a la vez que emprendían acciones
de apoyo a la Revolución, entre ellas la recaudación de fondos para adquirir
medicinas para los hospitales y para la compra de armas defensivas. El 15
de diciembre la Junta de Gobierno del Colegio Provincial de Periodistas
decidió integrar la milicia Félix Elmuza de los periodistas, a cuyo frente
estuvieron Tirso Martínez, Pedro A. Seuret y Manuel de Jesús Zamora.
A finales de año, Pepinillo Rivero se fue a Estados Unidos «para explorar
el rumbo de la política norteamericana» hacia Cuba. Se reunió en Miami

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 237


con el empresario y millonario estadounidense William Pawley, agente de
la CIA, y conversó telefónicamente, desde la casa de Pawley, con el enton-
ces vicepresidente Richard Nixon sobre la situación en Cuba. Su plan con-
sistía en «una concertación de fuerzas de la sociedad civil cubana, hacen-
dados, colonos, industriales, comerciantes, banqueros, médicos, líderes
estudiantiles y obreros». Muchos años después, en una entrevista con El
Nuevo Herald, Pepinillo confesó que había pedido apoyo a ambos para su
plan contra Castro. Y también, al regreso a Cuba, en enero de 1960, reci-
bió luz verde de Abel y Goar Mestre, los magnates de la televisión cubana,
para presentar el plan en vivo a través de CMQ TV y CMQ Radio, lo que no
hizo porque las fuerzas que consultó en privado se negaron a presentarse
en público como adherentes.
Otro hecho significativo en 1959 fue el nacimiento de la revista Inra, al
calor de la Ley de Reforma Agraria. Tomó el nombre de las siglas del Insti-
tuto Nacional de Reforma Agraria, y la dirigió el capitán Antonio Núñez Ji-
ménez. Tuvo el mismo tamaño que el de la revista norteamericana Life. Para
rescatar parte de la memoria fotográfica de muchos de los acontecimientos
relevantes ocurridos en los primeros años de la Revolución, hay que acudir
a los números mensuales de la revista INRA. Raúl Corrales fue el editor fo-
tográfico de esa revista, y a su lado estuvo la mayor parte de los fotógrafos
del periódico Revolución.
Según ha contado Ciro Bianchi, la revista Inra fue una idea de Fidel
Castro, luego de que visitase en Pinar del Río, a finales de 1959, la hacien-
da Cortina, del millonario abogado y político José Manuel Cortina. Ese
predio fue afectado por la Ley de Reforma Agraria. El fotógrafo Corrales
lo acompañó en esa visita, y Núñez Jiménez escribió un reportaje sobre el
acontecimiento. El trabajo periodístico fue enviado a la revista Bohemia,
pero el director de esta publicación no lo publicó. Entonces, Fidel le dijo
a Núñez Jiménez que teníamos qué hacer una revista ilustrada, con buen
papel, como la norteamericana Life. «Tienen quince días para hacerla»,
dijo. Y así sucedió.
Inra, años después, cambió el nombre por Revista Cuba, y más adelante
por Cuba Internacional, publicación editada por Prensa Latina.

Dos logros en aquel amanecer:


el humorismo y la fotografía

Los albores de la Revolución estuvieron acompañados por una explosión


de creatividad en los periódicos y revistas. Los caricaturistas y los fotógra-

238 · JUAN MARRERO


fos, junto a diseñadores, estuvieron en la primera fila. Con su espiritu reno-
vador, la Revolución abrió espacio para que se diesen a conocer y se desarro-
llasen talentos en el dibujo y en la gráfica.
En el periódico Revolución los caricaturistas René de la Nuez, Santiago
Armada (Chago) y Rafael Fornés hicieron un trabajo de extraordinaria ca-
lidad, mientras que en el periódico Hoy, con otro estilo, lo hacían Horacio
Rodríguez, Gustavo Prado (Pitín) y Harry Reade, norteamericano residente
en Cuba. Sus mensajes no perseguían solo hacer reír, sino reflexionar sobre
acontecimientos y fenómenos.
Chago, quien había sido guerrillero en la Sierra Maestra, continuó trabajan-
do luego del triunfo revolucionario el personaje Julito 26, nacido en la prensa
clandestina en los años de la insurrección. Historietas cortas de Julito 26 se pu-
blicaron en las páginas de Revolución sobre la dinámica de los acontecimientos.
Nada escapaba al pincel de Chago, como tampoco al de Nuez con El Loquito
y con nuevos personajes como El Barbudo o Don Cizaño, y en sus obras están
presentes, entre otros sucesos, el cumplimiento del programa del Moncada, la
Ley de Reforma Agraria, la rebaja de alquileres, la conversión de cuarteles en
escuelas, la lucha contra el analfabetismo, las nacionalizaciones, la desapari-
ción de Camilo, la implantación de la coletilla en los periódicos que atacaban
la obra de la Revolución, las amenazas y agresiones de Estados Unidos…
Fornés hace renacer el personaje Sabino, nacido en 1957 en el diario In-
formación, que simbolizó siempre a un pueblo dispuesto a luchar.
En una interesante investigación realizada por Malena Balboa Pereira
sobre el humor gráfico en los albores de la Revolución, se hace referencia a
las caricaturas de Chago y Nuez sobre la coletilla y la reacción de los dueños
y directores de los periódicos que se habían aliado a latifundistas, terrate-
nientes, oligarcas e intereses extranjeros:

Las provocaciones ocuparon lugar en las empresas de Diario de La Ma-


rina, El País, El Crisol, Avance, Prensa Libre e Información. La res-
puesta del sector gráfico no se hizo esperar pues se implantó el 10 de
enero de 1960 la denominada coletilla o nota editorial que acompaña-
ría cualquier noticia cablegráfica que reflejara opiniones diversas a las
compartidas por los trabajadores de estos diarios. Después del incidente
con Información se determinó que también se aplicara «a los editoria-
les, artículos, caricaturas, declaraciones y a todo material que atacara a
la Revolución Cubana». De esta forma se inició una aguda polémica que
cristalizó en la situación con el director de Avance, Jorge Zayas. Nuez en
esta ocasión se valió de Don Cizaño, rancio y cínico, para recrear estas
contradicciones. A la solicitud de asilo de Zayas Don Cizaño «explica» la
necesidad de asilarse debido a la amenaza de paredón y a la persecución

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 239


económica a la que los periodistas eran sometidos. Unos simpáticos ver-
sos acompañaron a las caricaturas sobre la solicitud de asilo del «perse-
guido»: El verso de moda: / Con coletilla o sin coletilla / Jorge Zayas por
fin «hospedó» en una embajada / Su quebrantada siquitrilla.
Julito 26, por su parte, protege a la Revolución Cubana de la lluvia
de palabras que le dirige la publicación. El Loquito desenmascara los
resortes que mueven los escritos de Zayas: su máquina de escribir no
tiene letras en sus teclas sino dólares. Este conflicto periodístico re-
cibió una oportuna y radical respuesta de Fidel Castro en las propias
páginas de Revolución.

En esta etapa, se creó un vacío al desaparecer la publicación humorística


Zig Zag, que tuvo mucha circulación. El 16 de octubre de 1961 sale el primer
número del semanario Palante, nombre salido de la consigna de la revolu-
ción como respuesta a la contrarrevolución externa e interna, significando
al mismo tiempo el movimiento hacia delante y lo que decía el pueblo en las
calles: «atrás ni para coger impulso». El primer director de Palante fue Ga-
briel Bracho Montiel, venezolano, comunista, humorista. Debió dejar el car-
go años después al enfermar y decidir volver a Venezuela. Luego ocuparon
tal responsabilidad Guillermo Santiesteban, Joaquín G. Santana, Ricardo
González Braña, René de la Nuez, Francisco Blanco, Rosendo Gutiérrez y
Viñas Alfonso.
La causa de la Revolución produjo un auge en la fotografía cubana. Un
grupo de fotógrafos, reunidos en el diario Revolución primero, y la revista
Inra después, son capaces de construir la memoria histórica de la batalla
épica de la Revolución Cubana en sus momentos iniciales. Las cámaras, la
creatividad y el trabajo abnegado de Raúl Corrales, Alberto Korda, Liborio
Noval, Osvaldo y Roberto Salas, Ernesto Fernández y Mayito García Joya,
entre otros, marcan la pauta, al estar presentes en los más importantes
acontecimientos.
Si ese grupo pudo triunfar fue porque, en primer lugar, antepuso al tra-
bajo individual el colectivo. Discutían entre todos el material a publicar.
Compartían ideas sobre los avances técnicos y artísticos de la fotografía en
el mundo. Y, de tal manera, lograron formar un equipo que abrazó la defen-
sa la causa de la Revolución, y que se trazó el camino de hacerlo con las más
elocuentes, bellas y objetivas imágenes brotadas de la acción y conciencia
del pueblo.
No fueron, por supuesto, los únicos fotógrafos de calidad en la etapa. El
listado habría que completarlo con Tirso Martínez, José Pepe Agraz, Gilber-
to Ante, Jorge Oller, Rafael Calvo, Aramís Ferrera, Constantino Arias, José
A. Miralles y Mario Ferrer, que adquirieron experiencia en la fotografía pe-

240 · JUAN MARRERO


riodística en los años anteriores al triunfo revolucionario. Y a ellos hay que
sumar a otros nuevos talentos emergidos con la Revolución, como Sergio
Canales, Miguel Viñas, Arsenio García y Pedro Beruvides.
De esa pléyade de artistas del lente no todos se habían formado en-
teramente en el trabajo periodístico. Korda y Liborio, por ejemplo, pro-
venían de la fotografía publicitaria y comercial. Korda lo que más hizo,
antes el triunfo revolucionario, fue retratar a modelos. Salas y Salitas se
formaron en Nueva York, donde andaban todo el tiempo con una cámara
al hombro a la caza de una imagen que pudiesen vender a una publica-
ción norteamericana o cubana. A Salas se le considera entre los grandes
fotógrafos cubanos, en particular porque unía a lo técnico el raro don de
conocer la intimidad esencial de las personas a las que retrataba. Al co-
mentar una exposición fotográfica de Salas, Alejo Carpentier sentenció
que «la fuerza de la presencia humana; la poesía de las piedras, de las
cosas, los valores del espacio, se trascienden y fijan en las magistrales
imágenes de Salas».
Salas salió de Cuba en 1920. Empieza a trabajar como soldador en unos
talleres de Nueva York, y allí le nace la inquietud de la fotografía. Sus éxitos
en el Inwood Camara Club, donde es seleccionado entre los diez mejores,
le incitan a abandonar la soldadura. En la década de los cincuenta, alcanza
gran prestigio con sus trabajos para Bohemia, varias publicaciones de Amé-
rica Latina y en Look, Life y otras revistas de Estados Unidos. Conoce a Fidel
Castro en 1955 durante la visita de este a Nueva York. Al triunfar la Revo-
lución regresa a la patria de nacimiento, y presta sus servicios primero en
Revolución, después en Granma. Premios, exposiciones y reconocimientos
lo acompañarán a partir de entonces.
Cada uno de los mencionados tiene historia. Liborio con sus imágenes de
Fidel y el Che; Korda con esa foto del Che tomada cuando el entierro de las
víctimas del atentado terrorista al barco La Coubre en el puerto de La Ha-
bana, la cual ha recorrido y recorre aún el mundo; Corrales, Tirso y Canales
con sus fotos de los combates de Girón… En fin, en la obra de ellos está el
milagro alcanzado en aquella alborada del triunfo.

1960: dignificación del periodismo:


la coletilla y otras batallas

Los periodistas cubanos honestos no estaban dispuestos a perder la li-


bertad que trajo la Revolución. Salieron a pelear y libraron nuevas batallas a
lo largo de todo el año 1960.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 241


Lo primero que se hizo fue dignificar la profesión. Ni los Estatutos del Co-
legio de Periodistas, ni el Código de Ética, ni el Reglamento de los Consejos
Disciplinarios entonces existentes, eran suficientes para actuar con la fuerza
que se debía contra todos aquellos que habían tenido una actitud corrupta o
de traición a la patria. Se estableció, por ello, el 8 de julio de 1960, un Código
Revolucionario de Sanciones por las Juntas de Gobierno del Colegio Nacio-
nal de Periodistas de la República de Cuba y del Colegio de Periodistas de
La Habana.
Este código consideró como delitos e infracciones graves, entre otros, los
siguientes:

Haber sido miembro del SIM (Servicio de Inteligencia Militar), del


Buró de Investigaciones, del Servicio de Inteligencia Naval o del Buró
de Represión de Actividades Comunistas (Brac).
Haber sido condenado por los tribunales revolucionarios.
Haber asumido cualquier actitud, notoria y pública, en apoyo de la
contrarrevolución.
Haber sido censor o haber colaborado en la implantación de la cen-
sura de prensa.
Haber loado en la prensa los crímenes y desmanes de la tiranía.
La colaboración con la dictadura de Batista a partir del 10 de
marzo de 1952, entendiéndose como tal colaboración el haber sido
miembro del gobierno en funciones ejecutivas y considerando como
tales todas las que hubieren intervenido en acciones arbitrarias e
injustas, ya en el poder ejecutivo, legislativo, judicial, o en cual-
quier organismo autónomo del Estado, así como haber figurado
como candidato a cargos nacionales, provinciales o municipales en
la farsa electoral de 1958.
Haber obtenido beneficios o prebendas por su actitud de ostensible
sometimiento colaboracionista.
Haberse enriquecido ilícitamente durante el período de la tiranía o
figurar en la relación de confiscados por el Departamento de Recupe-
ración de Bienes Malversados.
Llevar más de un año fuera del territorio nacional sin permiso de la
Junta de Gobierno del Colegio Nacional de Periodistas, salvo cuando
se encuentren prestando servicios a la causa de la patria.

Como resultado de este Código Revolucionario de Sanciones, periodistas


bien conocidos fueron sometidos a consejos disciplinarios y muchos de ellos
expulsados deshonrosamente del Colegio de Periodistas y de la Asociación
de Reporters de La Habana.

242 · JUAN MARRERO


Entre los expulsados en ese año figuraron Miguel Ángel Quevedo, José
Ignacio Rivero, Sergio y Ulises Carbó, Jorge Zayas, Humberto Medrano,
Lino Novás Calvo, Carlos M. Castañeda, José Luis Massó, Francisco Icha-
so, Jorge Mañach, Leví Marrero, Ramón Cotta, Juan Amador Rodríguez,
Herminio Portell Vilá, Gabino Delgado, Benjamín de la Vega, Eduardo
Hernández (Guayo), Rogelio Caparrós, Jess Losada, Néstor Suárez Feliú,
Agustín Tamargo, Gastón Baquero, Emeterio Santovenia, Juan Amador
Rodríguez, Enrique Ramón Grau, Antonio Ortega, Adan Jimeno, Enrique
Pizzi Galindo, Octavio R. Costa, Manolo Braña, José Arroyo Maldona-
do, Jesús López Hermida, Juanillo González Martínez, Enrique Pizza de
Porras, Miguel Ángel Tamayo, Juan Luis Martín, Esteban y Jorge Yaniz
Pujol, Ernesto Montaner Hernández, Salvador Romaní y Armando Suárez
Lomba.
Este proceso en el Consejo Disciplinario de esas organizaciones se ha-
bía iniciado el año anterior, y comenzó por el colegiado Fulgencio Batista y
Zaldívar, del cual durante muchos años se dijo que era el afiliado número
uno del Colegio Nacional de Periodistas. La verdad es que Batista fue el
colegiado número 368. Origen de ello está en dos hechos: fue quien estam-
pó su firma en los decretos que crearon el Colegio y la Escuela Profesional
Periodismo Manuel Márquez Sterling, que le dio el título de aptitud perio-
dística, aunque jamás olió el olor a tinta en un periódico o ejerció como
tal en la radio. La chicharronería, un ingrediente muy común en aquella
época, hizo posible que Batista y otros muchos tuviesen la condición de
periodistas.
Entre los primeros expulsados estuvieron también Andrés Rivero Agüe-
ro, candidato presidencial en la farsa de 1958 apoyado por Batista; Rolando
Masferrer y Francisco Elizardo Nescolarde, jefe e integrante de la banda pa-
ramilitar y terrorista Tigres de Masferrer; Ramón Vasconcelos, director de
Alerta y ministro de Comunicaciones, cargo desde el cual firmó resolucio-
nes de censura a la prensa; Ernesto de la Fé, ministro de Información tras el
golpe anticonstitucional de 1952; José María Baquero, director de la radio y
jefe del grupo de censores a la prensa; y José López Vilaboy, director de Ma-
ñana y de Radio Aeropuerto Internacional, quien fuese uno de los principa-
les accionistas de Cubana de Aviación, empresa utilizada para fraudulentos
negocios de contrabando.
El ambiente en el escenario periodístico también se caldeó cuando se
iniciaron investigaciones y expedientes a reporteros policiacos y militares
que participaron en homenajes y reconocimientos a oficiales de la Policía
y el Ejército de Batista que tenían sus manos manchadas de sangre, entre
ellos a Orlando Piedra Negueruela, a Pilar García y al comandante Policarpo
S. Chaviano. A Piedra le entregaron un pergamino como testimonio de sus

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 243


«personales méritos» y «cordiales relaciones» con la prensa. Varios repor-
teros fueron expulsados del Colegio de Periodistas por haber firmado ese
diploma.
De tal manera, se depuró el periodismo en Cuba. Corruptos, traidores y
vendepatrias no tenían cabida en la nueva sociedad. En total, fueron sancio-
nados cerca de doscientos periodistas.
El hecho de ser buenas plumas, brillantes investigadores, sagaces y auda-
ces reporteros, buenos oradores y comunicadores, no bastaba para tener
espacio en la nueva sociedad, con valores morales y éticos bien diferentes,
los mismos que fueron sueños y prédicas constantes de José Martí.

La coletilla, antecedentes e implantación

El 11 de enero de 1960, en un acto donde hizo entrega de la Quinta


Estación de Policía —donde se cometieron numerosos crímenes y tor-
turas— al Ministerio de Educación, el primer ministro Fidel Castro de-
nunció:

Los periodiquitos que escriben a favor de la contrarrevolución, los alia-


dos de los criminales de guerra, el periódico Avance, el Diario de la
Marina… vuelven a la segunda carga de campaña contrarrevolucio-
naria… ahora ya están agitando campañitas a favor de los criminales
de guerra que están presos y a favor de los traidores, están otra vez en
el plan de querer pintar al gobierno revolucionario como cruel, como
duro. Es una cosa increíble al grado que han llegado El Crisol, Avance,
La Marina, todos esos periódicos, y otros más… Todos están viabili-
zando la tremenda conjura contra nuestra patria; todos están persi-
guiendo el propósito de implantar aquí los privilegios, de implantar
aquí el pasado, aun a costa de que corran ríos de sangre.

Luchar contra la conjura de desinformación sobre Cuba, que crecía día


tras días, fue otra gran batalla que sostuvieron los trabajadores de la pren-
sa en 1960. Esa campaña se instrumentaba en Estados Unidos y se ejecu-
taba en Cuba por la prensa privada existente en la Isla. Con el propósito
de crear confusiones, provocar la ruptura de la unidad del pueblo y crear
las condiciones para justificar una acción militar contra la Revolución, esa
prensa adoptó, como estilo de trabajo, en lugar de emplear fuentes propias,
la publicación y difusión de cualquier material de los servicios norteameri-
canos: las agencias UPI y AP, las revistas Life o Time en particular.

244 · JUAN MARRERO


Tal situación fue causa de discusiones en las redacciones de esos perió-
dicos sobre si era conveniente o no la publicación de cables llenos de veneno
contra Cuba o, simplemente, con hechos mentirosos e interpretaciones ale-
jadas de la verdad.
Una nota del boletín Grito, publicada por periodistas honestos del Co-
legio Provincial de Periodistas, consignaba ese debate: «Unos compañeros
estiman que el cable debe publicarse al pie de la letra. Algunos sostienen que
hay cables que no deben publicarse porque su contenido es lesivo a los inte-
reses de Cuba. Un tercer grupo se afilia a la idea que todo se puede publicar,
pero ajustándolo a la verdad cubana».
La misma nota presentaba una tesis como solución para ese debate de los
periodistas que tenía lugar en medio del trabajo de redacción y confección
de las publicaciones:
Grito utilizaba como ejemplos cables despachados por la UPI y la AP so-
bre la incursión aérea a Cuba, el 21 de octubre de 1959, durante la Conven-
ción de Agentes de Turismo. Nuestra actitud no debe ser jamás secuestrar o
silenciar la noticia, sino exponer lo que realmente sucedió. Esos cables escri-
bieron que hubo lanzamiento de volantes sobre La Habana, pero no habla-
ron de ametrallamiento a la ciudad. Lo que no podemos hacer, agregaba, es
«servir de vehículo a la parcialidad interesada de las agencias extranjeras, y
dar al lector, radioyente o televidente una información incorrecta.
De ese debate nace la coletilla. Los periodistas, trabajadores gráficos y
locutores de la radio y la televisión acordaron insertar una nota aclaratoria
en aquellas informaciones cablegráficas o reproducciones de artículos pro-
cedentes del exterior donde se expresasen datos falsos o insidiosos con el fin
de dañar a la Revolución o lesionar los intereses de la nación. Y concibieron
este texto: «Esta información se publica en uso legítimo de la libertad de
prensa existente en Cuba, pero los periodistas y obreros gráficos (o locuto-
res, en el caso de la radio y la televisión) de este centro de trabajo expresan
también en uso de ese derecho que el contenido de la misma no se ajusta a la
verdad ni a la más elemental ética periodística».
En el periódico Información se insertan el 16 de enero las primeras
coletillas a cables calumniosos y mentirosos sobre Cuba, aparte de que
contenían implícitas amenazas de agresión contra Cuba. La empresa se
negó a publicar las coletillas, pero los trabajadores de los talleres y los
periodistas del diario decidieron que se imprimiese la edición bajo su
responsabilidad.
Al día siguiente, el Diario de la Marina, El País, El Crisol, Avance y Pren-
sa Libre se solidarizan con los dueños de Información. El decano publica un
artículo titulado «Protesta la prensa por el incidente en Información». El
director de Avance, Jorge Zayas, provoca un serio problema al llevarse para

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 245


su casa parte del material de la edición del día 18 de enero con el fin de
impedir la salida del vespertino y darle argumentos a la SIP para su pro-
paganda anticubana. La maniobra de Zayas también fracasó ante la firme
actitud de los periodistas y trabajadores gráficos, los cuales publicaron la
edición aunque con espacios en blanco de determinadas columnas.
No se negaba a las direcciones de los periódicos la posibilidad de incluir
lo que quisieran en sus páginas, incluso cables difamatorios y amenazado-
res. Solo que, a partir de ese momento, los periodistas, trabajadores gráfi-
cos y locutores tuvieron en Cuba el derecho a dejar expuesto su criterio. Se
producía de tal manera un resquebrajamiento en el poder omnímodo que te-
nían los dueños de publicar lo que quisiesen o silenciar lo que no respondía a
sus intereses. La libertad de prensa dejó de ser en Cuba libertad de empresa.
Tal libertad de prensa, por supuesto, no fue aceptada por los dueños de
los medios, agrupados en el llamado Bloque Cubano de Prensa, ni tampoco
por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que reúne a los propietarios
de las principales publicaciones del continente. Tergiversándolo todo y pre-
sentando a la Revolución Cubana una vez más como violadora de la libertad
de prensa, armaron un gran escándalo internacional.
Algunos propietarios de los medios presentaron un recurso ante el Tribu-
nal de Garantías Constitucionales y Sociales, el cual lo declaró improcedente
en consideración a que la acción de los periodistas y trabajadores gráficos no
ofendía la libertad de pensamiento y de expresión, ya que consagraba simple-
mente una forma de derecho de réplica frente a cualquier información foránea
que amenazase la independencia de Cuba u ofendiese la dignidad nacional.
La actitud del periódico El País fue más honesta, pues su entonces direc-
tor, Guillermo Martínez Márquez, anunció su cierre, y también de Excelsior,
en una declaración pública el 19 de enero en la que explicó que lo hacía por
la crisis económica que enfrentaba, con deudas ascendentes a más de medio
millón de dólares y perdidas mensuales por quince mil. Dejó en claro que no
lo hizo por razones políticas.
Por esos días, en distintas comparecencias públicas, Fidel Castro hizo
alusión a la batalla ideológica que se libraba en los medios de prensa. El 22
de enero expresó en Telemundo Pregunta: «¡Ojalá pudiéramos tener una
prensa no solo libre, libérrima, como es, sino una prensa enteramente lim-
pia, una prensa enteramente pura y una prensa enteramente honesta! Yo
invitaría a todos los periodistas a una competencia por quien hiciera más
para lograr esta prensa».
Sobre el caso del periódico Avance señalaba que

…durante siete años no protestó una sola vez de uno solo de los ase-
sinatos, de uno de los robos, de los abusos, de las masacres, de la

246 · JUAN MARRERO


censura, de los atropellos que cometieron contra el pueblo. Desde
el Primero de Enero de 1959 empezó a hacer campaña contrarre-
volucionaria (…) ¿Por qué? Hay una razón y esa es la que tiene que
preguntarse la prensa, los señoritos esos de la SIP… Aquí están las
razones: Cantidades que cobraba Avance: Ministerio de Comercio,
cinco puestos, total: 603,37 pesos; Ministerio de Comunicaciones,
siete puestos; Renta de la Lotería Nacional, cinco puestos; Minis-
terio de Agricultura, «gastos de propaganda», Jorge Zayas y dos
personas más; Ministerio de Gobernación, dos puestos; Ministe-
rio de Obras Públicas, siete puestos; Ministerio de Educación, once
puestos, Oficinas del Primer Ministro, un puesto de Jorge Zayas de
50 pesos… Aquí están todos sus cheques… Páguese a la orden del
Director de Avance… suman un total de doscientos mil pesos en los
años más sangrientos de la tiranía, cuando los estudiantes, la gente
joven, aparecían asesinadas…».

Y sobre la necesidad de efectuar una depuración en las filas del periodis-


mo, Fidel dijo en la misma comparecencia:

…de todas las responsabilidades y de todo tipo de periodismo merce-


nario que se haya hecho, y de prebendas de una u otra clase, recibida
ahora o antes, se hagan expedientes y se descalifique a los que no estén
moralmente capacitados. Que se depure el periodismo nacional para
que florezca una institución limpia, que florezca la libertad de prensa
al lado de la honra de la prensa legítima y veraz, y no de la prensa mer-
cenaria que se haya vendido al mejor postor, porque esa no es libertad
de prensa, esa es libertad de venderse al mejor postor.
Búsquese la raíz de los males, váyase al fondo, depúrese y entonces
aparecerá una solución armónica a la cual nosotros ayudaremos gus-
tosamente… La palabra verdadera no se ha dicho todavía, la palabra
moral no se ha dicho; dígase la palabra moral y todo el pueblo ayudará
a buscar una solución a este problema.

Salarios de los periodistas


y fuga de los dueños de publicaciones

Otra fuerte batalla librada por los periodistas cubanos fue obtener un
aumento en sus miserables salarios. En los medios revolucionarios, no
creados con el propósito de que con ellos se enriquecieran sus directivos,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 247


el problema del salario de los periodistas se resolvió de inmediato utilizan-
do distintas variantes. Prensa Latina, por ejemplo, fijó un salario mensual
de trescientos pesos a sus redactores. Pero los propietarios de los medios
privados ofrecieron resistencia a la demanda de sus periodistas de recibir
un salario decoroso. En el Diario de la Marina, Información, El Crisol y
El Mundo se produjeron conflictos entre sus dueños y los periodistas por
esta cuestión.
Las demandas de aumentos salariales de los periodistas eran anterio-
res al triunfo de la Revolución. Ya en julio de 1958, por ejemplo, el Colegio
Nacional de Periodistas había planteado ante el Ministerio del Trabajo un
pliego de demandas que incluía, además, un aumento salarial del treinta por
ciento. El régimen de Batista engavetó el expediente.
El 12 de junio de 1959 el Colegio Nacional de Periodistas presentó ante el
Ministerio del Trabajo del Gobierno Revolucionario una propuesta de que
las empresas suscribiesen convenios colectivos de trabajo en las que se fi-
jase setenta pesos semanales para todos los periodistas. Las empresas, si
bien aceptaron en principio negociar los convenios, impusieron condicio-
nes y diferenciaciones que fueron causa de conflictos.
Los dueños de los medios, en definitiva, alegaban que tenían merma en
los ingresos y que eran incosteables por el descenso de la publicidad. Llega-
ron, incluso, a plantear, como lo hizo Jorge Zayas, director del vespertino
Avance, en una asamblea de la SIP, que el asunto de los salarios de los pe-
riodistas cubanos era un factor de amenaza a la libertad de prensa. Ese tema
también influyó en la decisión de los propietarios de los medios de abando-
narlos y marcharse hacia el exterior, la mayoría hacia Estados Unidos.
El único caso que sorprendió fue el de Miguel Ángel Quevedo, director de
Bohemia. Sin razón alguna, se asiló en la embajada de Venezuela en La Ha-
bana. Nadie lo perseguía ni hostigaba. Bohemia y él, en particular, tenían
toda la confianza de la Rrevolución. El 24 de julio de 1960 Bohemia publicó
la siguiente nota:

En la mañana del lunes, de manera enteramente sorpresiva para el


personal de Bohemia, su director Miguel Ángel Quevedo, abandonó la
revista y se acogió al asilo en la embajada de Venezuela. Ante tan in-
sólita y lamentable situación, el personal de esta revista, periodistas y
obreros por igual, ha decidido seguirla editando por su cuenta, y no tan-
to por mantener abierto este centro de trabajo, sino para que continúe
siendo, como hasta hoy, un baluarte de los mejores intereses y aspira-
ciones nacionales, vinculados al destino de la revolución que orienta y
representa íntegramente Fidel Castro. Las defecciones personales, por
importantes que sean, no pueden afectar la tradición de invariable y

248 · JUAN MARRERO


honesta cubanía que cimentó siempre el prestigio y la circulación de
Bohemia (…) Sepa el pueblo de Cuba que los soldados de Bohemia re-
cogen la bandera y nunca la dejarán caer.

Al llegar a Venezuela publicó Miguel Ángel Quevedo un largo manifiesto


diciendo que «la revolución ha sido traicionada y entregada». Se hizo eco,
en definitiva, de las tempranas campañas contra Cuba concebidas y lanza-
das desde Washington. Según Quevedo, la Revolución Cubana había sido
«un diabólico plan, hábilmente proyectado y sorpresivamente desenvuelto,
para instaurar en medio del continente americano un régimen organizado
por la dirección y estrecha vigilancia de Moscú». Quevedo demostró con
ese absurdo pronunciamiento que había quedado atrapado en las redes de
la Guerra Fría alentada por el gobierno de Estados Unidos. Influyeron más
en él las ideas del anticomunismo que los principios y valores proclamados
y defendidos por la Revolución Cubana desde el asalto al Moncada: la inde-
pendencia, la soberanía, la justicia social y la dignidad.
Triste, en verdad, fue el final de Quevedo. Allá en Venezuela, con dinero
de la CIA, publicó la Bohemia Libre. Y si alguien duda que la financió la CIA
solo tiene que remitirse al informe del inspector general de la CIA, Lynman
Kirkpatrick, sobre la operación de Bahía de Cochinos, que dejó de ser secre-
to en 1998. En ese informe se dice: «Bohemia Libre, una revista semanal,
tenía un presupuesto de $300 000, pero en realidad costaba $35 000 el
número. Desde el principio había tenido poca suerte para encontrar anun-
ciantes, y por esa razón en una ocasión dejó de salir. Varias veces hubo que
buscarle fondos adicionales». Bohemia Libre fue un fracaso y Quevedo se
suicidó en Caracas.
Según Max Lesnick, quien estuvo muy cercano a Quevedo antes del triun-
fo de la Revolución, su muerte ocurrió cuando cayó en un estado de decep-
ción por el paso que dio de alejarse de Cuba y comprender que se convirtió
en un instrumento de la CIA para la política contra la Revolución. Luego del
suicidio fue dada a conocer una carta de Quevedo al periodista mercenario
Ernesto Montaner en que culpaba a la Revolución Cubana, a Estados Unidos
e incluso a sus socios y amigos de todo lo ocurrido. Lesnick considera que
esa carta póstuma es falsa, y que fue el propio Montaner quien la escribió.
La auténtica Bohemia, la hecha en Cuba, jamás dejó de editarse. Luego
de Quevedo, sus directores han sido Enrique de la Osa, Ángel Guerra, José
Arias, Magali García Moré, Caridad Miranda y José A. Fernández.
Otro periódico que pasó a ser operado por sus trabajadores al ser aban-
donado por sus propietarios fue El Mundo. Esto ocurrió el 23 de febrero, día
en que el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados publica una
resolución donde se dispone la confiscación de los bienes de 151 personas

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 249


y entidades por haber estado vinculadas y haberse beneficiado con el ré-
gimen dictatorial de Batista. Por tal resolución también pasaron al control
del Estado el Canal 12 y Telecolor, ambos propiedad de Gaspar Pumarejo.
Días antes, el Canal 12 había dejado sin trabajo a quince periodistas, pues
su dirección había dado la orden de cancelar y suprimir la mayor parte de la
programación informativa del canal.
El 15 de marzo, Fidel Castro asiste a la asamblea general de los trabajado-
res de Excelsior y El País, y allí anuncia el propósito del Gobierno Revolucio-
nario de utilizar sus talleres como un primer paso para integrar la Imprenta
Nacional de Cuba. El primer libro que se imprime, en cuatro tomos, es El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saa-
vedra, con una tirada de cientos de miles de ejemplares, vendidos a veinte
centavos cada uno. Las redacciones y talleres de otros diarios, una vez que
sus dueños abandonan el país, se integrarán posteriormente a la Imprenta
Nacional que, en 1962, se constituye en Editorial Nacional de Cuba, dirigida
por Alejo Carpentier, figura grande de la literatura y el periodismo.
El 17 de marzo, el gobierno de Estados Unidos adopta formalmente el
proyecto de la CIA para derrocar al gobierno de Cuba. Se titula «Un pro-
grama de acción encubierta contra el régimen de Castro», que es aprobado
por el presidente Dwight Eisenhower, quien destina de inmediato un millón
setecientos mil dólares para iniciar una campaña propagandística contra
Cuba. En las semanas siguientes se adoptan medidas para establecer una
red de emisoras de radio dirigidas hacia Cuba. Se adquieren embarcaciones
para instalar en ellas los transmisores.
A finales de mes, Fidel Castro desenmascara en una comparecencia por
televisión al comentarista Luis Conte Agüero, a quien los Mestre le habían
propiciado un despacio diario en CMQ-TV. Conte Agüero trató de clavarle
a la Revolución el afilado cuchillo del divisionismo. Creó deliberadamente
una polémica sobre comunismo y anticomunismo, y planteó la necesidad
de salvar al proceso revolucionario del materialismo ateo. Los mensajes de
Conte Agüero estaban en sintonía con los planes agresivos del imperialismo
norteamericano. Y también estuvo la publicación de un libro que escribió
sobre Fidel Castro y la Revolución Cubana, en el cual falseaba hechos y el
pensamiento del líder de la revolución. Con tales sucias acciones, el comen-
tarista pasó a construirse una imagen de furibundo anticomunista. Su des-
tino final fue irse a vivir a Miami.
José Ignacio Rivero, director del Diario de la Marina, abandona el país el
10 de mayo, luego de que elementos que le eran adictos sabotearon los tele-
tipos por los cuales se recibían las informaciones cablegráficas. También pre-
tendió que el personal del periódico firmase una declaración en contra de la
Revolución que se publicaría en la primera página. Periodistas y obreros grá-

250 · JUAN MARRERO


ficos de ese diario rechazaron tales acciones contrarrevolucionarias y asu-
mieron la responsabilidad de publicar la edición de ese día del decano de la
prensa nacional, que fue la última. Al día siguiente, el pueblo efectuó un en-
tierro simbólico de ese periódico, «un mal que había durado más de cien años».
El 16 de mayo se desató la crisis en Prensa Libre cuando sus directi-
vos, incluyendo a Sergio Carbó, se fueron para Estados Unidos. Ese día, los
trabajadores del vespertino hallaron los originales de un editorial contra el
Gobierno Revolucionario y un escrito, rodeado por una gruesa orla negra,
simbolizando luto, en la oficina de Carbó. Los trabajadores de Prensa Libre
designaron a Mario Kuchilán como su nuevo director y el periódico conti-
nuó publicándose varios meses más.
En Prado y Teniente Rey, donde tenía su redacción y talleres el Diario de
la Marina, comenzó a editarse el periódico Hoy. Y el nuevo edificio de Prensa
Libre, de los Carbó, en la actual Plaza de la Revolución, fue ocupado por los
periódicos Revolución y el vespertino La Tarde, que fue un continuador de La
Calle, bajo la dirección de Ernesto Vera.
El 22 de noviembre de 1960 se funda otro periódico provincial: El Adelante
Revolucionario, en Matanzas, el cual cambiará su nombre en 1961 por Girón.
En la radio y la televisión también sucedieron acontecimientos impor-
tantes en 1960, entre ellos la constitución del Frente Independiente de
Emisoras Libre (FIEL), bajo el lema «Fiel a Cuba, fiel a la Revolución».
Hasta ese momento las grandes emisoras de radio obstaculizaban la trans-
misión de los actos en que hablaba Fidel Castro, alegando que entorpecían
sus programas habituales patrocinados por empresas cerveceras, cigarre-
ras o del jabón. Los días 18, 19 y 20 de marzo se efectuó una convención
de los trabajadores de las emisoras en la Ciudad Deportiva, donde se cons-
tituyó el FIEL, y allí se anunció la recaudación de doscientos cincuenta
mil pesos con destino a la adquisición de armas y aviones para defender la
Revolución.
Al igual que en los periódicos y revistas, los dueños y directores de la
radio y la televisión abandonaron el país o se «asilaron» en embajadas. Por
ello, se dispuso, en tales casos, su intervención por el Gobierno Revoluciona-
rio. Así pasó con el Circuito CMQ, Radio Reloj, Radio Progreso, Radio Cari-
be, Radio Capital Artalejo, Radio García Serra y otras emisoras nacionales o
locales, que pasaron a ser propiedad del pueblo.
En la batalla por la libertad de prensa, los periodistas cubanos, al di-
sentir de las ideas de los empresarios, lejos de ofender la dignidad de es-
tos, lo que hicieron fue afirmar su propia libertad, y dejaron al juicio de la
opinión pública quién defendía la verdad y quién se aferraba a la mentira.
La práctica de la coletilla fue totalmente original. Ninguna revolución an-
terior hizo algo similar o parecido. Las coletillas cesaron de insertarse en

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 251


los periódicos contrarrevolucionarios el 26 de mayo de 1960, una vez que los
directores de esos medios abandonaron las naves.
La coletilla, en fin, se aplicó en las condiciones específicas y en un mo-
mento de la realidad del país. Abrió el camino para que en Cuba floreciera
un periodismo bien diferente, caracterizado por el apego a la verdad y a la
fidelidad hacia los intereses de la nación y el mundo.
A principios del último trimestre de 1960 inicia sus transmisiones Ra-
dio Swan, emisora anticubana creada por la CIA, la cual formó parte del
plan de agresión militar para derrocar a la Revolución Cubana. El per-
sonal de esa emisora se integró con los mismos mercenarios que habían
trabajado como periodistas y técnicos de los medios en la Cuba anterior a
1959 y que siguieron a sus amos —los directores y otros directivos— cuan-
do estos abandonaron el país. Formaron parte de la plantilla de Radio
Swan, que era de la CIA, Esteban Yaniz Pujol, Juan Amador Rodríguez,
Néstor Suárez Feliú, Adán Jimeno, Manolo Fernández y Ramiro Boza Val-
dés, todos expulsados antes por los consejos disciplinarios del Colegio Na-
cional de Periodistas.
Faltando dos semanas para concluir 1960, se produce un sabotaje en
CMQ, en el edificio Radiocentro, ubicado en 23 entre L y M. Se arrojaron
sustancias inflamables en los conductos de aire acondicionado. El fuego
destruyó todos los controles maestros de la televisión y de la radio, los equi-
pos de proyección y microondas.
Y también en diciembre los hermanos Claret, propietarios del periódico
Información, que durante un año evitaron provocar nuevos enfrentamien-
tos con sus trabajadores, abandonan el país. Desaparece así el último de
los grandes medios que se pusieron al servicio de la contrarrevolución. Su
redacción e imprenta también pasan a la Imprenta Nacional.

1961-1975: enfrentando bloqueo,


agresiones y desinformación

La Revolución Cubana creó un sistema de prensa que cubría toda la na-


ción. Existieron en unos pocos años diecinueve diarios y casi dos millones
de ejemplares para unos siete millones de lectores. Había otras seiscientas
publicaciones con diferentes perfiles y periodicidad. La radio y la televisión
entraron prácticamente en todos los hogares de manera progresiva, en ra-
zón, por una parte, de que el noventa y cuatro por ciento de ellos, gracias a la
Revolución, tuvo el beneficio de la electricidad, y, de otro lado, por la impor-
tación y desarrollo del ensamblaje en el país de equipos de radio y televisión.

252 · JUAN MARRERO


Muchos nuevos medios se crean a partir de 1961, entre ellos Radio Haba-
na Cuba, que nace con el propósito, al igual que en 1959 la agencia Prensa
Latina, de contrarrestar la campaña de desinformación de los enemigos de
la Revolución.
Poco antes de la invasión mercenaria de Playa Girón, en abril de 1961,
Radio Habana Cuba se empieza a escuchar, identificada solo como «onda
corta experimental cubana». En tal carácter difunde los ataques a los aero-
puertos, el desembarco mercenario y los partes de guerra ofrecidos por el
Gobierno Revolucionario. Esas transmisiones cubrían entonces un amplio
panorama del Caribe, norte y sur de América. Pasada la etapa experimental,
Radio Habana Cuba se instaló oficialmente, con derecho propio y mediante
observancia rigurosa de las normas internacionales, el 1ro. de mayo de 1961.
Las dos horas iniciales, en español y en inglés, se convertirían en poco
tiempo en un acreditado y poderoso aparato de difusión con una enorme y
variada programación de sesenta y seis horas diarias en ocho idiomas: espa-
ñol, inglés, francés, portugués, árabe, creole, quechua y guaraní.
A los enemigos de la Revolución, tan defensores de la libertad de expre-
sión y de prensa, no les agradó en lo absoluto la aparición y desarrollo de
Radio Habana Cuba, como tampoco la existencia de Prensa Latina. Contra
esta última podían actuar más fácilmente, como lo hicieron en numerosos
países, cerrando oficinas o impidiéndole usar los canales telegráficos con-
trolados por los monopolios estadounidenses. Contra Radio Habana Cuba
tales acciones represivas eran casi imposibles. No han podido, pues, impedir
que desde el primer día de su aparición esta emisora, con la verdad de Cuba,
entre por onda corta a los hogares de millones de hombres y mujeres, sobre
todo en América Latina. Baldomero Álvarez Ríos, Adrián García (traidor),
Marcos Behmaras, Orlando Fundora, Alfredo Viñas, José Caíñas Sierra, Pe-
dro Rojas, Milagros Hernández, Luis Pérez e Isidro Betancourt han estado
al frente de esta emisora internacional.
Otros acontecimientos significativos para el periodismo nacional ocu-
rrieron en 1961:

Ven la luz la publicación humorística Palante, en reemplazo de Zigzag;


la revista Mujeres, editada por la Federación de Mujeres Cubanas, que
con un perfil diferente alejado de las frivolidades y la superficialidad,
pasa a ocupar el espacio de Vanidades y otras publicaciones dirigidas
a la mujer; y la revista Pionero, primera revista de la Revolución para
los niños.
Se constituye el Frente Revolucionario de Periodismo como un paso
previo a la desaparición de los colegios de periodistas y de la Asocia-
ción de Reporters, lo que ocurre en el mes de mayo de 1961.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 253


Se crea por resolución del Ministerio de Comunicaciones, anuncia-
da el 19 de junio, la Oficina de Orientación y Coordinación de la Radio-
difusión que, entre sus funciones, adquiere las emisoras de todo el país
en manos privadas, incluso de personas honestas y que apoyaban a la
Revolución, como el caso de Guido García Inclán. La Oficina determi-
nó que este periodista, con un historial de periodismo digno, perma-
neciese al frente de la emisora COCO como director y administrador.
Se fusionan Radio Reloj y Radio Voz, emisoras que ofrecían la hora
y noticias cada minuto, y nace Radio Reloj Nacional, a la que se le in-
corporan repetidoras para que pueda escucharse en todo el país.

El 18 de marzo, la prensa nacional da a conocer que el comentarista ra-


dial José Pardo Llada había desaparecido en México, donde efectuó una es-
cala de un viaje que lo llevaba a Ecuador y Brasil. Días después se supo que
Pardo Llada, quien había estado en la Sierra Maestra y en los dos primeros
años de Revolución la había defendido, traicionó al aceptar una oferta del
imperialismo de pagarle un dólar por cada palabra en contra de la revolu-
ción cubana. En el programa televisivo Ante la Prensa, Fidel Castro hizo un
amplio análisis sobre la censurable actitud de Pardo Llada.

La invasión mercenaria de Playa Girón

Los planes de Estados Unidos de invadir militarmente a Cuba asustaron


a Pardo Llada, pero no a la mayoría de los periodistas de los medios cuba-
nos, algunos de los cuales obtuvieron el reconocimiento de «corresponsa-
les de guerra» en las arenas de Playa Girón, por donde desembarcaron mil
doscientos mercenarios organizados, financiados y armados por el imperio.
Más de cincuenta periodistas y escritores cubanos y extranjeros estuvieron
en Girón los días 17, 18 y 19 de abril de 1961. Entre los cubanos estuvieron
Santiago Cardosa Arias, Pedro Luis Padrón, Luis Báez, Guillermo Cabrera
Infante (traidor), Manolo García, Dora Alonso, Aldo Isidrón del Valle, Cé-
sar Leante (traidor), Eduardo Yasells, Osvaldo Valdés Mejías, José González
Rivas, Roberto Agudo, Pepín Ortiz, Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí), Fayad
Jamís, Pablo Armando Fernández y José A. Baragaño.
La lista de los fotógrafos y camarógrafos fue también extensa. Los más
destacados fueron Tirso Martínez, Ernesto Fernández, Raúl Corrales, Er-
nesto Calderín, Aramís Ferrera, Gilberto Ante, Guillermo Miró, Sergio Ca-
nales, Otto Zerquera, Mario Ferrer, Orlando O’Reilly, René García, Julio
Simoneau, Dervis Pastor, Miguel Viñas y Rafael Calvo.

254 · JUAN MARRERO


De esos días se hicieron fotos y películas que han quedado como testi-
monios importantes de la historia, como la del propio Comandante en Jefe
bajando del tanque y la de Fidel disparando un cañonazo que incendió el bu-
que madre Houston, apoyo de la fuerza mercenaria. Hay de esos momentos
fotos similares de distintos fotógrafos.
Hubo también un grupo de periodistas cubanos que llegaron a Girón
integrando los destacamentos de las Milicias Nacionales Revolucionarias.
Estuvieron allí como combatientes Lisandro Otero, Enrique González Ma-
net, Santiago (Chago) Armada y Joaquín Crespo Daga.
Seis periodistas extranjeros llegaron a Girón: el argentino Jorge Ricardo
Masetti, director-fundador de Prensa Latina; Timur Gaidar, soviético; Lho-
tar Griff, alemán; Rober Taber y Leo Huberman, norteamericanos; y Celdric
Belfrage, británico.
En 1962 se continuó fortaleciendo el nuevo sistema de los medios de
prensa. Por Ley promulgada el 24 de mayo, se crea el Instituto Cubano
de Radiodifusión, organismo que se encargará de todo lo relacionado con
la radio y la televisión. Tiempo después se denominará Instituto Cubano
de Radio y Televisión. Se fundan periódicos en importantes ciudades, Van-
guardia, en Santa Clara, capital de Las Villas, una de las provincias enton-
ces existentes; Ahora!, en Holguín; y Venceremos, en Guantánamo, en-
tonces consideradas regiones.
Ese camino continuará al fundarse los periódicos Victoria (Isla de Pi-
nos, 1967) y El Socialista (Pinar del Río, 1969), que después pasa a llamar-
se Guerrillero.
De las emisoras nacionales, excepto Radio Enciclopedia (1962) y Radio Taí-
no (1985), todas fueron creadas antes del triunfo revolucionario: Radio Progre-
so, Radio Rebelde, Radio Reloj, Radio Musical Nacional, CMBF…
En el caso de las emisoras provinciales también la mayor parte nacieron
antes del triunfo de la Revolución, y mantuvieron sus mismos nombres. De
dieciocho, solo cinco fueron creadas por la Revolución: Radio 26 (Matanzas,
1959), Radio Guamá (Pinar del Río, 1969), Radio Metropolitana (La Haba-
na, 1975), Radio Ciudad Habana (La Habana, 1978) y Habana Radio (La
Habana, 1999).

La Upec

Momento importante en la historia de la prensa revolucionaria cubana


fue la constitución de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), el 15 de julio
de 1963, resultado de la unión de los profesionales de la prensa agrupados

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 255


hasta entonces en el Colegio Nacional de Periodistas, la Asociación de Re-
porters de La Habana y centenares de asociaciones que existían a lo largo y
ancho del país, según las especialidades del periodismo.
Es una organización social y profesional que tiene, entre sus fines, la de-
fensa de la libertad de prensa, la protección de la profesión periodística, el
trabajo en favor de la superación técnica y profesional, el reconocimiento
social del periodista y velar por la preservación de una ética laboral, social
y moral acorde con la tradición, vocación y principios patrióticos y revolu-
cionarios del pueblo cubano en su lucha desde 1868 por la independencia, la
defensa de la soberanía, la autodeterminación, la justicia social y la dignidad
plena del hombre.
Al pronunciar el discurso inaugural del Primer Congreso de la Upec,
efectuado en el hotel Habana Libre, el presidente de la república, Osvaldo
Dorticós Torrado, señaló que por la misma complejidad de la situación se
requería de una prensa con más depurada técnica periodística e identifica-
ción más íntima con las tareas esenciales de la Revolución. «Debemos pro-
curar —expresó el presidente Dorticós— una prensa que cada día gane más
en jerarquía literaria, que cada día gane más en técnica, que cada día gane
más en sabiduría».
Y agregaba:

Cuando reclamamos una prensa seria y sobria no pretendemos una pren-


sa gris, sin frescura, sin vida, sin iniciativas, sin espíritu creador. Pero
entendemos absolutamente conciliable la seriedad y la sobriedad con la
frescura de estilo, con la iniciativa creadora y con la amenidad periodísti-
ca (…) La temática periodística revolucionaria es infinita e inagotable: la
vida de nuestros trabajadores, el héroe anónimo, el esfuerzo productivo,
la inventiva obrera, el acontecer colectivo del proletariado; todo cuanto
ocurre en este gigantesco esfuerzo popular en que estamos empeñados,
es cantera inagotable para la curiosidad y para el impulso creador del pe-
riodismo (…) Nunca nuestra prensa debe regresar, sino avanzar.

Al frente de la Upec —desde 1963 hasta el 2009— han estado los desta-
cados periodistas Honorio Muñoz (1963-1966), Ernesto Vera (1966-1986),
Julio García Luis (1987-1993) y Tubal Paéz (1993-2008)
El libro Congreso de periodistas cubanos, publicada por la Editorial Pa-
blo de la Torriente Brau, contiene amplia información sobre los siete prime-
ros congresos y plenos efectuados por la Upec. Consciente de que en un libro
de historia del periodismo cubano no es posible eludir la vida de la organi-
zación de los periodistas cubanos, presentamos una rápida mirada de cada
uno de sus congresos.

256 · JUAN MARRERO


1er. Congreso, 1963. Lugar: Salón de Embajadores, Hotel Habana Li-
bre. Lema: «¡Tiene tanto el periodista de soldado!». Delegados: 183.
Presidente electo: Honorio Muñoz. Clausurado por el presidente de la
República, Osvaldo Dorticós Torrado.
II Congreso, 1966. Lugar: Salón Sierra Maestra, Hotel Habana Li-
bre. Lema: «Los intereses del periódico deben estar subordinados a
los intereses de la Revolución». Delegados: 281. Presidente electo: Er-
nesto Vera Méndez. Clausurado por Raúl García Peláez, jefe del Depar-
tamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba.
III Congreso, 1974. Lugar: Círculo Social Gerardo Abreu Fontán.
Lema: «Por un periodismo militante y creador». Delegados: 425. Pre-
sidente electo: Ernesto Vera Méndez. Clausurado por Armando Hart
Dávalos y Fidel Castro Ruz.
IV Congreso, 1980. Lugar: Palacio de Convenciones. Lema: «Por un
periodismo analítico, militante y creador». Delegados: 409. Presidente
electo: Ernesto Vera Méndez. Clausurado por Raúl Castro Ruz.
V Congreso-1986. Lugar: Palacio de Convenciones. Lema: «Por un
periodismo crítico, militante y creador». Delegados: 300. Presidente
electo: Julio García Luis. Clausurado por Fidel Castro Ruz.
VI Congreso, 1993. Lugar: Palacio de Convenciones. Lema: «La
prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición,
estudio, examen y consejo». Delegados: 82. Presidente electo: Tubal
Páez Hernández. Clausurado por Fidel Castro Ruz.
VII Congreso, 1999. Lugar: Palacio de Convenciones. Lema: «Mejor
periodismo, más Revolución». Delegados: 144. Presidente electo: Tubal
Páez Hernández. Clausurado por Fidel Castro Ruz. Como continuidad
de este Congreso se efectuaron varios plenos ampliados del Comité Na-
cional de la Upec. En cinco de ellos —1999, 2000, 2001, 2002 y 2003—
estuvo presente Fidel Castro Ruz.
VIII Congreso, 2008. Lugar: Palacio de Convenciones. Lema: «Co-
nocer, reflexionar, informar». Delegados: 400. Presidente electo: Tubal
Páez Hernández. Clausurado por Esteban Lazo Hernández.

Nuestro barco de papel

Para la prensa revolucionaria, 1965 es otro momento trascendental. El 3 de


octubre culmina el proceso de unidad de las principales fuerzas revoluciona-
rias que participaron en la lucha contra la tiranía de Batista. Se constituye el

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 257


Partido Comunista de Cuba y, como órgano de su Comité Central, nace el pe-
riódico Granma, cuya primera edición sale a la calle al día siguiente.
Desaparecen Revolución y Hoy, hasta entonces órganos del Movimien-
to 26 de Julio y el Partido Socialista Popular, respectivamente. Poco antes
había cesado de publicarse Combate, órgano del Directorio Revolucionario
13 de Marzo. Los recursos humanos, las maquinarias, las instalaciones se
concentran en un nuevo y único periódico de carácter político que se edita-
ría cada mañana.
«Unir todos esos recursos y hacer un nuevo periódico que llevará el nom-
bre de Granma, símbolo de nuestra concepción revolucionaria y de nues-
tro camino», apuntaría Fidel Castro al hacer el anuncio. Granma ha sido el
principal vocero de la revolución desde entonces. Isidoro Malmierca, Jorge
Enrique Mendoza, Enrique Román, Jacinto Granda, Frank Agüero y Lázaro
Barredo han estado al frente de esa nave insignia de la prensa cubana.
La presencia de Fidel Castro en ese periódico ha sido permanente. Son
numerosas las batallas políticas y de solidaridad libradas por la revolución
que han tenido su Estado Mayor en Granma. Vale la pena recordar algu-
nas de ellas: la caída en combate del Che, los acontecimientos de Checo-
slovaquia de 1968, la zafra de los diez millones, el terremoto del Perú y la
campaña de donaciones de sangre del pueblo cubano para los damnificados,
los sucesos del Mariel, los ataques a los pacíficos pescadores cubanos por la
contrarrevolución de Miami.
Como en los tiempos del periódico La Calle, Fidel Castro ha estado en la
redacción de Granma orientando trabajos a sus periodistas, escribiendo él
mismo editoriales y secciones, sugiriendo títulos y caricaturas, revisando
artículos y cables, leyendo las pruebas finales y retirándose ya avanzada la
madrugada llevando consigo los primeros ejemplares de la tirada.
Granma, calificado por una de sus periodistas Katiuska Blanco como
«nuestro barco de papel», se convirtió en el periódico de mayor tirada en
la historia de Cuba. Durante muchos años de sus máquinas salían 700 000
ejemplares diarios. Se hicieron ediciones especiales que alcanzaron cifras
superiores al millón de ejemplares.
«…quienes pusieron en esas páginas sus firmas y escritos, sus instantá-
neas, los que lo imprimieron y aquellos que de una manera u otro hicieron
navegar el barco de papel, fueron privilegiados cronistas y también protago-
nistas desde el propio vórtice de la historia. Son los hombres y mujeres que
vinieron de Hoy y Revolución para fundar Granma, y a quienes se suma-
ron después otros del periódico El Mundo», escribió Orlando Oramas, quien
empezó como redactor y llegó a ser subdirector de la publicación.
Son muchos los periodistas que han dejado una huella en Granma. Entre
los ya desaparecidos está ese maestro de periodistas que fue Elio E. Cons-

258 · JUAN MARRERO


tantín, un profesional integral, que puso su talentosa pluma al servicio de la
causa del pueblo. Su trayectoria trascendió la crónica deportiva, en la cual
era todo un especialista. Tanto en Revolución como en Granma ocupó res-
ponsabilidades de dirección. Fue primer subdirector de Granma.
Elio E. Constantín es todo un símbolo de la prensa revolucionaria al
igual que otros periodistas fundadores de Granma, entre ellos Félix Pita
Astudillo, Aurelio Silverio, Juan Antonio Salamanca, José Antonio Benítez,
Evelio Tellería, Santiago (Chago) Armada, Joaquín Oramas, Tirso Martí-
nez, Osvaldo Salas, Manolo Cabalé, José Agraz, José Manuel Otero, Jaime
Saruski, Agustín Pí, Pedro Luis Padrón, Vicente Cubillas, Horacio Rodrí-
guez, Virgilio Martínez, Ariel Rojas, José González Barros y Ricardo Sáenz,
ya fallecidos; y Marta Rojas, Julio García Luis, René de la Nuez, Tubal Páez,
Ernesto Vera, , José Gabriel Gumá, Gabriel Molina, Juan Marrero, Santiago
Cardosa Arias, Luis Báez, Mirta Rodríguez Calderon, Ángela Oramas Came-
ro, Jorge Oller, Rolando Pérez Betancourt, Pedro Rojas, Liborio Noval, Luis
Manuel Arce, Aldo Isidrón del Valle, Guillermo Cabrera Álvarez, Juan Varela
Pérez, Oscar Ferrer, Orestes Valera, Katiuska Blanco, Sigfredo Barros, Juana
Carrasco, Nidia Díaz, Rafael Pérez Pereira, Miguel Comellas, René Camacho
Albert, Ernesto Calderín, Pedro Beruvides, Arnaldo Santos y Elson Concep-
ción. Faltan muchos destacados por mencionar, en particular de los talleres
y la rotativa, como el gallego José Ruiz, Isaac Fernández Vila y Pedro Cajiao,
que son también representativos del resto del personal que ha participado
en la larga travesía de este barco de papel.
En 1966 nace Granma Internacional (inicialmente llamado Resumen Se-
manal de Granma) al calor de la celebración en La Habana de la Conferencia
Tricontinental de los pueblos de Asia, África y América Latina, en un momen-
to en que Estados Unidos cerraba aún más su cerco informativo sobre Cuba.
Comenzó a publicarse en tres idiomas: español, inglés y francés. Luego sumó
a ello sus ediciones en portugués, alemán, italiano y turco. Se reimprime en
varios países. Se trata de una publicación que no solo reproduce algunos de
los materiales aparecidos en el Granma diario, sino que posee su propia re-
dacción y elabora distintos materiales exclusivos dirigidos, en lo fundamen-
tal, a lectores extranjeros. Sus editores principales han sido Alberto Rubiera,
en la etapa inicial, Gabriel Molina Franchossi y Oscar Sánchez Serra.

Un periódico para jóvenes y para todos

En ese mismo año 1965, apenas tres semanas después, se produce la sa-
lida de Juventud Rebelde como vespertino, bajo la dirección de la Unión de

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 259


Jóvenes Comunistas. Al fundarlo, Fidel Castro dijo que debía ser «un perió-
dico destinado fundamentalmente a la juventud, con cosas que le interesen
a la juventud, pero que debe tratar de ser un periódico de calidad y que las
cosas que allí se escriban puedan interesar también a los demás». Se impri-
mió inicialmente en Prado y Teniente Rey, donde radicaron los talleres del
Diario de la Marina; a partir de 1987, lo hizo en el Combinado Poligráfico
de Periódicos Granma, en Plaza de la Revolución.
Su primer número circuló el 22 de octubre como tabloide de dieciséis
páginas y un mes después pasó al formato de sábana. En 1969 dejó de pu-
blicarse los sábados para circular los domingos como matutino para todo el
país, y apareció así Juventud Rebelde dominical.
Como directores de Juventud Rebelde han fungido desde entonces Mi-
guel Rodríguez, Ángel Guerra, Jorge López, Félix Sautié, Jacinto Granda,
José R. Vidal, Jesús Martínez Beatón, Bruno Rodríguez, Arleen Rodríguez
y Rogelio Polanco.
En 1969 fue creado el importante noticiero Información Política, con tres
emisiones diarias, trasmitido por Radio Rebelde, que a la una de la tarde se
encadenaba con todas las emisoras del país: nacionales, provinciales y muni-
cipales. Entre sus directores estuvieron José Antonio Caíñas Sierra, Gustavo
Robreño, Omar Mendoza, Ángela Oramas Camero y Bienvenido Rojas.
Posteriormente, en 1970, sale a la luz pública, semanalmente, el periódi-
co Trabajadores como órgano oficial de la Central de Trabajadores de Cuba
(CTC), dirigido inicialmente por Jaime Gravalosa y posteriormente por José
M. Ortíz, Magaly García Moré, Frank Agüero y Jorge Luis Canela.
Otro medio creado por la Revolución fue la Agencia de Información Na-
cional (AIN), nacida en 1974, para ofrecer información actualizada a medios
nacionales y extranjeros a través de una red electrónica. Tiene correspon-
sales en todas las provincias del país. Ofrece servicios de radio, fotográficos
y especiales en los diversos géneros periodísticos. Publica boletines sobre
distintas temáticas. José Arias, Fausto Suárez, Roberto Pavón y Esteban Ra-
mírez han ocupado la dirección de esta agencia.
Son pocos los países del tercer mundo que han podido alcanzar un siste-
ma de prensa impresa tan amplio como el que logró Cuba en la fase inicial
del proceso revolucionario.
Esta era la situación de la prensa escrita cubana en 1975, antes de la ce-
lebración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba y de la apro-
bación por todo el pueblo, en referendo, de la Constitución de la República
de Cuba:

Granma, órgano del Comité Central del Partido Comunista de Cuba,


diario, seiscientos mil ejemplares.

260 · JUAN MARRERO


Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas, edi-
ciones de lunes a viernes, ciento noventa y cinco mil ejemplares: una
edición dominical, trescientos ocho mil ejemplares.
Trabajadores, semanal, órgano de la Central de Trabajadores de
Cuba, noventa mil ejemplares.
En cinco de las cabeceras de las seis provincias existentes entonces
había un periódico diario: Oriente (Sierra Maestra), Camagüey (Ade-
lante), Villa Clara (Vanguardia), Matanzas (Girón) y Pinar del Río (Gue-
rrillero). También se editaban periódicos diarios en algunas regiones
como Holguín y Guantánamo, en la provincia de Oriente. En total las
tiradas de esos periódicos oscilaban entre quince mil y cuarenta mil
ejemplares por día.
Bohemia, semanal, doscientos cincuenta y siete mil ejemplares.
Verde Olivo, publicación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
semanal, cien mil ejemplares.
Mujeres, mensual, doscientos setenta y tres mil ejemplares.
Romances, mensual, setenta mil ejemplares.
LPV, El Deporte y Jaque Mate, mensuales, treinta mil ejemplares en
total.
Palante, semanal, ciento cincuenta mil ejemplares.
Pionero, semanal, ciento cincuenta y ocho mil ejemplares.
Mar y Pesca, mensual, cincuenta mil ejemplares.
Juventud Técnica, mensual, cincuenta mil ejemplares.
Anap, dirigida a los campesinos, mensual, sesenta mil ejemplares.
Con la Guardia en Alto, mensual, de los Comités de Defensa de la
Revolución, sesenta mil ejemplares.
Casa de las Américas, trimestral, quince mil ejemplares.
Revolución y Cultura, trimestral, diez mil ejemplares.
La Gaceta, de la Uneac, diez mil ejemplares.

En 1975 el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba aprobó la


«Tesis sobre los medios de difusión masiva», en la cual se establecía que
en el Socialismo, forma superior de democracia, el hombre tiene derecho
a la información: a conocer las decisiones y directivas del Partido y del
Estado, los resultados y perspectivas del esfuerzo común, todos los as-
pectos de la vida política, económica y social del país, así como del mun-
do en que vive.
Otro aspecto de esas tesis es que una de las funciones de los medios de
prensa es convertirse en vehículos de las masas populares para que expre-
sen sus criterios, sugerencias y quejas. Se hacía énfasis, por otra parte, en la
importancia del ejercicio de la crítica. Textualmente en este aspecto decían

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 261


las tesis: «El señalamiento crítico por órganos de difusión masiva de una de-
ficiencia, el análisis de sus causas y la posterior referencia a las vías utiliza-
das para eliminarlas es una forma directa de relacionar a las masas con los
problemas del surgimiento de la nueva sociedad, de incrementar y orientar
su participación en la lucha por solucionarlos».

1976-1989: los medios y el proceso de rectificación

Luego de efectuado el Primer Congreso del Partido Comunista de


Cuba, se inició un proceso de perfeccionamiento de la democracia socia-
lista. En 1976 se promulga la nueva Constitución, aprobada por el 97,7 %
de los votantes, en un referendo en que tomó parte el 98 % de los electo-
res. También se realizó una sustancial modificación en la división políti-
ca-administrativa del país. En lugar de seis provincias, se constituyeron
catorce. Pasaron a ser provincias las hasta entonces regiones de Guantá-
namo, Granma, Holguín, Las Tunas, Ciego de Ávila, Cienfuegos, Sancti
Spíritus, La Habana y Ciudad de La Habana. También se crea el munici-
pio especial Isla de la Juventud. Y se crean y ponen en funcionamiento
en todo el país, además, dentro del proceso de institucionalización, los
órganos del Poder Popular.
La nueva Constitución dejó plasmado en conceptos lo que se había ve-
nido ejecutando en relación con la naturaleza y funciones de los medios de
comunicación y la crucial cuestión de la libertad de prensa. Y así su Artículo
53 proclama:

Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a


los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su
ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televi-
sión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal
o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada,
lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del
interés de la sociedad. La Ley regula el ejercicio de estas libertades».
(Este artículo, sin cambio alguno, quedó en la Constitución que tuvo
reformas, también aprobadas por el pueblo, en 1992 y en el 2002).

La propiedad estatal o social no significa que los medios en Cuba perte-


nezcan a una sola entidad. Son decenas las organizaciones políticas, sociales,
juveniles y profesionales, así como diversos organismos, los que auspician
los diferentes órganos de prensa del país. Cada una de estas instituciones,

262 · JUAN MARRERO


en correspondencia con los intereses sociales que representa, vela por la ido-
neidad de los dirigentes de la prensa, así como por la política editorial, en su
sentido más amplio, del órgano de que se trate.
En este contexto, el Partido, fuerza rectora de la sociedad, dio pasos con-
ducentes a elevar el papel y la responsabilidad de los medios de comunica-
ción, de sus directivos y de sus periodistas.
Las guerras de Angola y Etiopía, el conflicto de las Malvinas y la gue-
rra sucia desatada por Estados Unidos contra la Nicaragua sandinista están
presentes en este período. La prensa cubana debe cumplir su papel en esos y
otros acontecimientos mundiales, y a la vez reflejar acontecimientos nacio-
nales como el masivo éxodo por el puerto de Mariel hacia Estados Unidos y
el reto del mantenimiento y recrudecimiento del bloqueo económico, comer-
cial y financiero impuesto por ese país.
En lo interno, dos documentos aprobados por altas instancias del Par-
tido identifican un numeroso grupo de problemas que obstaculizan el
trabajo de la prensa y el cumplimiento de su misión en la sociedad socia-
lista: 1) La Resolución del IX Pleno del Comité Central del Partido sobre
el fortalecimiento del ejercicio de la crítica (1979) y 2) Las orientaciones del
Buró Político para elevar la eficiencia informativa de los medios de difusión
masiva del país (1984). El primero de ellos expresa:

El Partido, en su lucha contra los errores, las negligencias, la falta de


exigencia, el acomodamiento y las deformaciones que obstaculizan el
progreso de nuestra sociedad, orienta, promueve y respalda el ejercicio
de la crítica como un arma de extraordinaria importancia, cuyo em-
pleo es decisivo para el avance de la edificación socialista. La crítica es
un método inseparable de la vida del Partido, que ayuda a corregir las
desviaciones y estimula la participación de las masas en la solución de
las dificultades y problemas.

Tras apuntar el importante papel que corresponde a los órganos de


prensa en el ejercicio de la crítica, el documento apunta los siguientes con-
ceptos: «La crítica en el socialismo se afirma en la veracidad, en la con-
ciencia de su utilidad social, en la lealtad a los principios, en la seriedad y
responsabilidad de quienes la ejercen y en su espíritu fraternal y propósi-
tos constructivos».
El Partido, sin embargo, señala que con frecuencia la crítica se ha visto
limitada, entre otros factores, por las debilidades presentes en el desempeño
de las funciones de los órganos de prensa y de los propios periodistas, nece-
sitados de experiencia, especialización en los temas que abordan y rigor en
la información.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 263


Las Secciones «A Vuelta de Correo», de Granma, «Correspondencia» de Ju-
ventud Rebelde y Bohemia y las de otros órganos de prensa, reciben miles de
cartas en las que se abordan críticamente problemas existentes en nuestra so-
ciedad. Tales experiencias —no obstante limitaciones como la falta de mecanis-
mos que establezcan la obligatoriedad de la respuesta— constituyen pasos en
ese seguro camino que conduce a formas cada vez más efectivas y vinculación
del Partido y del Estado con las masas, sentencia la Resolución partidista.
Mientras que a través de miles de cartas también Somos Jóvenes y Mu-
chacha se convertían en grandes receptores de las preocupaciones, iniciativas
y aspiraciones de la juventud, una muestra fehaciente de cómo la correspon-
dencia en estos órganos de prensa devino termómetro para medir inquietu-
des y conocer la necesidad de información sobre temas relacionados con la
nueva generación.
En lo que se refiere a la prensa de las provincias, se destaca igualmente el
interés por ejercer su función crítica, así como algunos resultados positivos
determinados fundamentalmente por el carácter concreto de los problemas
abordados y las posibilidades de acometer su solución en los marcos locales.
A ello han contribuido notablemente los acuerdos adoptados en este sentido
por diversos comités provinciales.
Y la Resolución agrega:

Se imponen empeños mayores. El desarrollo político e ideológico


alcanzado por los cuadros de dirección y por las masas ha creado
premisas para ampliar y profundizar la crítica, así como elevar su
grado de eficiencia.
No se trata de cultivar la espectacularidad, ni de alentar opiniones
superficiales, ni, por supuesto, de llenar nuestros periódicos con crí-
ticas realizadas en forma mecánica. Se trata de que los medios de di-
fusión realicen, con responsabilidad y energía, el análisis profundo de
hechos que tenemos ante nosotros y emitan con seriedad juicios y va-
loraciones que contribuyan al logro de objetivos comunes.

Destaca, más adelante, que la responsabilidad de los medios de difu-


sión masiva ante el ejercicio de la crítica no ha sido comprendida por or-
ganismos e instituciones, dirigentes y funcionarios, sin excluir a cuadros y
militantes del Partido. Esta incomprensión se ha manifestado en actitudes
como las de dar respuestas evasivas, ignorar los señalamientos, negarse a fa-
cilitar información u obstaculizarla, impidiendo el acceso de la prensa a los
centros de trabajo, su participación en asambleas, etc., y en ocasiones, a
represalias de distinta índole contra el periodista o trabajador que promo-
vió la crítica.

264 · JUAN MARRERO


El Partido puntualiza lo que deben hacer los medios de difusión masiva
sobre esta cuestión:

Analizar, elaborar y acometer medidas tendentes a perfeccionar el


ejercicio de la crítica basado en los principios trazados por el Primer
Congreso del Partido, en la Tesis y Resolución sobre los medios de di-
fusión masiva.
Que la crítica contribuya al cumplimiento de los acuerdos adopta-
dos por el VIII Pleno del Comité Central, así como de la justa línea de
intensificar y sistematizar la exigencia, expuesta en las recientes inter-
venciones del Primer y Segundo Secretarios del Partido y en el acuerdo
del Buró Político dirigido a las organizaciones de base.
Priorizar y abordar resueltamente el correcto enfrentamiento a
las dificultades y la eliminación de las deficiencias que obstaculizan
el desarrollo económico; todas las manifestaciones de inmovilis-
mo, acomodamiento, negligencia, burocratismo, desorganización,
irresponsabilidad, indisciplina, falta de exigencia administrativa,
despilfarro, uso irracional de los recursos materiales y humanos;
combatir las conductas antisociales y la supervivencia de actitudes
ideológicas burguesas y pequeñoburguesas en el seno de nuestra so-
ciedad.
Poner al descubierto las deficiencias en la prestación de los servicios
sometiendo a crítica las negligencias, la falta de interés y sensibilidad y
el maltrato al público.
Precisar sin vacilaciones, en cada caso, a quién o a quiénes corres-
ponde individualmente las responsabilidades señaladas.
Prestar esmerada atención a todas las cartas que se reciban en sus
respectivas redacciones; publicar regularmente las opiniones de los
trabajadores, así como resúmenes de cartas; y que para el análisis y
comentario de dicha correspondencia, soliciten cuando sea necesario
el concurso de dirigentes del Partido, de los órganos del Poder Popular,
de la administración y de los sindicatos.
Ampliar el ejercicio de la crítica a todos los géneros de la actividad
periodística y sistematizar secciones fijas de contenido crítico, procu-
rando perfeccionarlas mediante la frecuente comprobación de su acep-
tación y eficacia.
Elevar el nivel de exigencia al personal periodístico, a fin de lograr
que la crítica no adolezca de superficialidad, falta de examen profundo
de todos los factores que inciden en la cuestión planteada, y asegurar
que tenga el carácter constructivo, riguroso y fraternal que señala la
tesis aprobada por el 1er. Congreso.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 265


Sistematizar y perfeccionar los seminarios especializados de perio-
distas, dirigidos a ampliar y profundizar sus conocimientos sobre el
desarrollo político-ideológico y socioeconómico del país.

El segundo documento aprobado por el Buró Político en 1984 dio orien-


taciones a los medios de prensa para lograr una más elevada eficiencia en el
terreno de la información al pueblo y al mundo. Rigor profesional, profun-
didad editorial, amenidad y buen gusto se pidió por el Partido a los trabaja-
dores de los medios.
El documento del Buró Político señala, entre otros, los siguientes aspec-
tos claves:

Se han creado determinados hábitos incorrectos que dificultan la cir-


culación de la información y el ejercicio del periodismo.
Por exceso de celo o incomprensión, funcionarios, organismos
estatales e instancias políticas no autorizadas debidamente para
ello se arrogan con frecuencia la facultad de decidir sobre la con-
vivencia de que se divulguen o no informaciones no secretas ni de
carácter puramente interno y que tienen, sin embargo, verdadero
interés publico.
Por un erróneo enfoque sobre su propio trabajo, a partir de la creen-
cia de que se defiende mejor así los intereses de la Revolución, las di-
recciones de algunos órganos informativos admiten y se someten a
tales injerencias, no obstante estar establecido que la prerrogativa de
decidir lo que difunde un órgano de prensa corresponde exclusivamen-
te a los dirigentes del trabajo periodístico, quienes deben asumir ente-
ramente esa responsabilidad.

Como resultado de prácticas ajenas a estos acuerdos, y sin sustentación


legal alguna, generalmente se dificulta el acceso de los periodistas a infor-
maciones de distintas áreas y acontecimientos de la actividad social, como
son entre otras:

Sucesos de carácter extraordinario como catástrofes, accidentes de en-


vergadura, desvío de aviones y otros, de los que nuestra población, en
ocasiones, se entera primero o solamente por informaciones que se ori-
ginan de fuentes extranjeras.
Medidas y situaciones que interesan a la población relacionadas
con los precios, la distribución… lo que a veces motiva, por falta de
una información dinámica y oportuna, que debido a bolas se produz-
can demanda excesiva, acaparamiento innecesario y, como efecto, es-

266 · JUAN MARRERO


casez artificial de algún producto, incomprensiones y malestar en la
población.
Situaciones acerca de sanciones y otras circunstancias sobre perso-
nas que por su popularidad son objeto de atención pública, como diri-
gentes políticos, deportistas, artistas, entre otros, y que en ocasiones
trascienden al público de manera tergiversada.
Hechos relacionados con la aplicación de la legalidad socialista e irre-
gularidades en este sentido, tal y como se manifiestan cotidianamente.
Situaciones políticas problemáticas en otros países que, debido a la
penetración de la radio enemiga en nuestro país, son conocidos por
amplios sectores de la población.

Y también dicen las Orientaciones del Buró Político:

Hay funcionarios que, por desconocimiento o incomprensión acerca de


sus ineludibles deberes en ese sentido, evaden los contactos con la prensa
porque no se consideran autorizados a difundir determinadas informacio-
nes de interés que, realmente, no constituyen secretos, y en ocasiones, al
acceder a ello, imponen excesivas limitaciones.

Ocurre, al mismo tiempo, que los periodistas se abstienen de formular


ciertas preguntas, se inhiben de abordar determinados temas, y de ha-
cer indagaciones por temor a errar, resultar impertinentes o, incluso,
tener que enfrentar medidas más o menos coercitivas por parte de fun-
cionarios de la administración estatal.
La prensa escrita, la radio y la televisión guardan a menudo un si-
lencio que desconcierta a las masas, genera incertidumbre y crea dis-
gustos. Es más lamentable aún que estas circunstancias propician que
algunos acudan a emisiones radiales extranjeras.
Todo esto ha influido en el descenso del nivel de profesionalidad y ha
limitado la iniciativa periodística en la búsqueda de noticias y en la lucha
por que sean publicadas, siendo cada vez menos frecuente que en un pe-
riodista emita sus opiniones, limitándose a describir o parafrasear. En
muchas ocasiones los periodistas adoptan injustificablemente actitudes
pasivas y permanecen a la espera de lo que se les mande a hacer o se de-
dican a cubrir actividades sin procurar en ellas algo especial o singular.
Es evidente que nuestra prensa ha perdido acometividad y originalidad.

Para emprender la solución de esas y otras complejas situaciones, el Buró


Político aprobó un grupo de medidas a cumplir por la prensa y sus cuadros,
los organismos del Partido y del Estado, y sus cuadros:

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 267


Reiterar como un deber de todos los dirigentes y funcionarios, colabo-
rar con la prensa y asumir una actitud militante ante los señalamientos
críticos. Sancionar ejemplarmente todo intento de amordazar la crítica.
Aplicar consecuentemente las normas de la ética periodística apro-
bada por el IV Congreso y convertirlas en un instrumento para ejercer
la profesión con alta competencia y sentido de la responsabilidad po-
lítico-social.
Garantizar el rápido acceso de los periodistas a las fuentes de infor-
mación, con las únicas limitantes de lo estipulado por la Ley 1246 del
14 de mayo de 1973, sobre el control del secreto estatal y las orientacio-
nes específicas de la dirección superior del Partido.
Fortalecer la interrelación de los medios de difusión masiva con el
pueblo. Considerar como un insoslayable deber de todos los organis-
mos y organizaciones atender diligentemente y dar rápidas y convin-
centes respuestas a las cartas de los lectores.
Lograr la especialización de los periodistas en las diferentes esferas
de la actividad socioeconómica y velar por la consecuente aplicación de
una correcta política de cuadros en la prensa.
Perfeccionar e incrementar el contenido de la información interna-
cional, mediante una mejor utilización de las fuentes con que conta-
mos y la búsqueda de otras nuevas.
Programar encuentros de los dirigentes del Partido y del Estado con
los periodistas con el ánimo de garantizar una sólida fuente de infor-
mación en coyunturas de particular importancia para la vida y el de-
sarrollo de nuestro país, tales como el inicio de las zafras azucareras,
los cursos escolares, la apertura de congresos, el enfrentamiento de
calamidades climatológicas, irregularidades en los suministros, temas
internacionales que nos interesen…
Al mismo tiempo estima que es necesario trabajar hasta lograr la
diferenciación entre las opiniones oficiales contenidas en los editoria-
les y artículos especiales del periódico Granma o la revista Cuba So-
cialista y las no oficiales que se puedan manifestar en publicaciones
como la revista Bohemia, el periódico Trabajadores, La Gaceta de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) o un espacio noticio-
so radial o televisivo, con el objetivo de ensanchar nuestras vías para
abordar más temas, incluidos los que resultan particularmente deli-
cados o embarazosos por su carácter político o por sus implicaciones
diplomáticas para nuestro Estado.

En el Tercer Congreso del Partido, efectuado en 1985, Fidel Castro, en su


Informe Central, señala que «Cuba alcanza ya una de las más altas propor-

268 · JUAN MARRERO


ciones de periódicos por lector entre los países del Tercer Mundo. Se dis-
tribuyeron anualmente cerca de 400 millones de ejemplares de periódicos
nacionales (en el quinquenio transcurrido), más de 90 millones de los pro-
vinciales, 62 millones de revistas y unos 13 millones de ejemplares de publi-
caciones extranjeras».
Se refiere también al empleo de la crítica en los medios de comunicación.
«Criticar no es una meta, sino la aplicación desde posiciones de principios
de un método para interpretar la realidad en su conjunto, promover accio-
nes colectivas para transformarla y superar las imperfecciones. Por otra
parte, es evidente la falta de especialización en los dominios de la economía
que predomina en muchos de nuestros periodistas».
Y agrega el primer secretario del Partido: «En un Estado de trabajadores
como el nuestro, la crítica a una deficiencia o a errores en la gestión económica
o administrativa no se hace para destruir a nadie, ni la confianza de las ma-
sas en la Revolución, sino para enfrentar a los cuadros a su sentido del honor,
educar al pueblo y señalar el camino de la rectificación. Es preciso continuar
esforzándonos por elevar la calidad y el nivel profesional de nuestra prensa…».
Como parte de ese esfuerzo del Partido, se convoca a un importante Ple-
no del Comité Nacional de la Upec, que se efectúa en el Palacio de Conven-
ciones el 26 de mayo de 1986, en el cual Fidel Castro reflexiona sobre el
ejercicio del periodismo en Cuba, el acceso a las fuentes de información, la
crítica, la formación de periodistas y la superación profesional.
Algunas voces del exterior, incluso de amigos de la Revolución Cubana,
hacen frecuentes críticas a la prensa cubana, y le exigen que sea de otra ma-
nera, sin pensar que es una prensa diferente porque es una alternativa real
frente al hegemonismo, el neoliberalismo, el imperialismo, el fascismo, el
anexionismo, la guerra, la explotación, la opresión, y que se hace en condi-
ciones de una permanente hostilidad y bloqueo, lo que le impone constantes
y pesados obstáculos y limitaciones.
Como hemos visto en los documentos y pronunciamientos citados, el Par-
tido y la dirigencia de la Revolución son los primeros que están conscientes
de los problemas existentes en Cuba para el ejercicio del periodismo y, sin
tapujo alguno, son los primeros en criticar a la prensa y a las fuerzas de la
sociedad que están relacionadas con ella. Lo hace no para destruir, sino para
ayudar a su perfeccionamiento dentro del escenario nacional e internacio-
nal en que debe actuar.
Quizás haya quien pueda pensar que ese claro y firme pensamiento del
Partido era suficiente para que los problemas de la prensa cubana quedasen
resueltos de un día para otro. No ha sido ni es así. Se trata de una lucha difícil
y larga, donde intervienen muchos factores de nuestra sociedad, y durante la
cual no se puede ignorar los complejos problemas del mundo en que vivimos.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 269


A lo largo de esta etapa se fundan periódicos diarios en aquellas nuevas
provincias que no los tenían cuando eran regiones. Así ven la luz La Demaja-
gua (Granma, 1977), 26 (Las Tunas, 1978), Escambray (Sancti Spíritus, 1979),
Invasor (Ciego de Ávila, 1979), Cinco de Septiembre (Cienfuegos, 1980), Tri-
buna de La Habana (Ciudad de La Habana, 1980) y El Habanero (La Habana,
1987). Asimismo, la Unión de Historiadores de Cuba creó el tabloide El His-
toriador; su tirada ascendió a cincuenta mil ejemplares. Integraron el equipo
fundacional Mercedes Alonso, Ángela Oramas Camero y Carlos Castro.
En 1980 la Federación de Mujeres Cubanas edita Muchacha, la primera
revista en Cuba dirigida a las jóvenes entre 14 y 35 años de edad, con tirada
de cien mil ejemplares. Su fundadora y directora por varios años fue Ángela
Oramas Camero.
El sistema nacional de radiodifusión y televisión recibió un notable im-
pulso. Se disponían, en 1985, de cinco cadenas nacionales de radio, diecisiete
provinciales y treinta territoriales, aunque aún no habían sido erradicadas
las zonas de silencio. Solo la mitad de la programación de la televisión era en
colores. Se mantenían solo dos canales nacionales —Cubavisión y Telerebel-
de—, y cinco telecentros: Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, Villa Clara
y Pinar del Río. Se empezaba a trabajar para tener más emisoras de radio y
más canales de televisión.
Se dan pasos para tener periodistas mejor preparados cultural, técnica y
políticamente al someter a análisis los ingresos a las carreras y planes de es-
tudio de Periodismo en las universidades de La Habana y Oriente. En 1983
se crea el Instituto Internacional de Periodismo José Martí para cursos de
posgrado y adiestramiento profesional. Poco tiempo después nace el Cen-
tro de Información para la Prensa, con apoyo de la Unesco, que comienza a
trabajar en armar una base de datos automatizada que ayude en su trabajo
informativo a los periodistas.
Por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, junto con la Upec se
realiza un estudio sobre los principios que deben regir la evaluación de los
periodistas a fin de instrumentar la Reforma General de Salarios en el sec-
tor. En 1987 se pone en vigor la Resolución 50 que establece la evaluación y
el sistema salarial de los periodistas.
Para la edición de los periódicos diarios y otras publicaciones comienza
a funcionar en la etapa el Combinado Poligráfico Granma. Las redacciones
de los periódicos de la capital se instalan en el nuevo edificio construido
al lado del que ocupa el diario Granma, en la Plaza de la Revolución. Se
pasa a la impresión por el sistema offset de las publicaciones existentes en
La Habana. La computación empieza a utilizarse por los medios de comu-
nicación impresos. En el Combinado Poligráfico de Holguín se reciben, a
partir de 1988, a través del cable óptico, las ediciones de Granma, Juventud

270 · JUAN MARRERO


Rebelde y Trabajadores para la reimpresión de ciento setenta mil ejempla-
res por día, lo cual contribuye a una mejor circulación de esos periódicos en
las provincias orientales.
A finales de la década de los ochenta está en marcha el proceso de rec-
tificación de errores y tendencias negativas. Las correcciones que se hacen
dentro de los medios de comunicación forman parte de ese proceso. Cuando
en Cuba se dan pasos firmes y bien pensados para fortalecer la economía
socialista, las instituciones y la democracia socialista, sucede algo inespe-
rado en la Unión Soviética y en el resto de los países socialistas de Europa
oriental con los cuales Cuba había estrechado lazos económicos, militares
y de amistad que hicieron posible la supervivencia de la Revolución Cuba-
na frente al hostil, agresivo y poderoso Estados Unidos. Se produce el des-
plome del socialismo en esa parte del mundo. Su alejamiento de las masas
populares, abuso de poder y culto a la personalidad, políticas equivocadas y
debilidades desarrolladas por burócratas y concesiones ideológicas y políti-
cas hechas a los enemigos del socialismo fueron minando a las fuerzas que
estaban al frente de los procesos de construcción del socialismo en esos paí-
ses. Confusiones y traiciones se unieron, y todo ello fue aprovechado por los
enemigos del socialismo que se presentaron como los grandes vencedores,
a la vez que sus capitales entraron a controlar los mercados de ese mundo y,
además, desataron una gran campaña de propaganda contra el comunismo.
Cuba tenía más del ochenta y cinco por ciento de su intercambio comercial
con la Unión Soviética. La debacle de esa gran nación, de un día para otro,
fue un golpe duro para el país. Cuba se quedó sola. Perdió los mercados para
el azúcar, y dejó de recibir petróleo, papel, maquinarias, alimentos, madera…
todo. Un tiempo antes de que se produjera la caída de la Unión Soviética, la
prensa cubana sentía los primeros efectos. La Editorial Abril, especializada
en publicaciones para jóvenes y niños, comunicaba a sus lectores que «por
falta de papel» se retrasa la publicación de las revistas Zunzún y Bijirita.
Pocos imaginaban que era el presagio del período especial, aunque ya
en Camagüey el presidente Fidel Castro había anunciado que si un día nos
despertásemos con la noticia de la destrucción de la Unión Soviética, Cuba
resistiría y saldría adelante.

1990-2009: periodismo de resistencia en años duros

A dos bloqueos se ha tenido que enfrentar Cuba a partir de la desinte-


gración de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista. Al bloqueo
norteamericano, establecido en los primeros años del triunfo revolucionario,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 271


se sumó un segundo bloqueo, pues dejaron de llegar a Cuba más de las dos
terceras partes de los suministros externos del país. Cuba perdió casi to-
talmente los mercados. Las puertas de los créditos se cerraron. Las impor-
taciones tuvieron un descenso brutal, y entre ellas estaban el combustible
y el papel, materias primas necesarias para el trabajo de la prensa.
Cuba importaba de la Unión Soviética cuarentaiún mil toneladas de pa-
pel gaceta, veinticinco mil de las cuales se utilizaban en el trabajo de la pren-
sa. También maquinarias de las imprentas, tintas, rollos fotográficos, papel
de revelar y sustancias químicas, planchas galvanizadas, en fin, todo el ma-
terial que es indispensable en periódicos y revistas. Todo eso desapareció de
la noche a la mañana. Al producirse la debacle en la Unión Soviética y en los
países de Europa oriental, se cancelaron los convenios de intercambio eco-
nómico y comercial justos con Cuba.
Tal situación provocó el inicio del período especial, concepto que es muy
anterior, pues la dirección de la Revolución, mucho antes del desplome del
socialismo, lo había previsto para el caso de que Cuba se viese en una guerra
impuesta por sus enemigos. Por eso, se le llamó, a partir de 1990, período es-
pecial en tiempos de paz. Se trataba de una concepción para poder enfrentar
dificultades y peligros, en fin, resistir y luchar hasta vencer.
La prensa fue una de las primeras columnas que sufrió los embates de
los vientos del período especial, y la impresa fue la más fuertemente gol-
peada. El 24 de septiembre de 1990 la dirección del país informó, en una
nota aparecida en Granma, que la impresión de los periódicos diarios, así
como revistas y otras publicaciones, se verían afectadas. La nota señalaba
que «la incertidumbre respecto a los abastecimientos de papel para perió-
dico con que podremos contar en el futuro próximo y algunas inestabilida-
des en las entregas de este papel durante 1990, que han creado un déficit
respecto al formato específico requerido, hicieron inevitable adoptar una
decisión, con sentido previsor y aun antes de que se creara un estado de
crisis».
Tras exponer que las medidas se adoptaban para evitar «un colapso en
el sector de la información» y que se esperaba fueran de carácter transi-
torio, la nota también hacía referencia a la situación existente en cuanto
a la producción de papel nacional, destinado a la edición de libros, revis-
tas y otras publicaciones. En este momento, añadía, las dos industrias
papeleras del país se encuentran paralizadas, por la falta de pulpa y cloro
procedente de la Unión Soviética, lo que añade otro elemento de indefi-
nición e incertidumbre sobre los recursos con que podamos contar en lo
adelante.
Las decisiones adoptadas, que entraron en vigor el 1ro. de octubre, luego
de que la dirección del país consultó con las organizaciones e instituciones

272 · JUAN MARRERO


que auspician los órganos de prensa, así como la Unión de Periodistas de
Cuba, fueron las siguientes:

Mantener a Granma como único diario nacional de lunes a viernes,


con su tirada actual (setecientos mil ejemplares) y ocho páginas. El sá-
bado circulará solo en Ciudad de La Habana con seis páginas y dos-
cientos cincuenta mil ejemplares.
Juventud Rebelde y Trabajadores se editarán como semanarios, los
domingos y sábados respectivamente.
Bastión (órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, diario
fundado en 1987), dejará de editarse mientras prevalezcan las actuales
circunstancias.
Continuar editando la revista Bohemia semanalmente, a partir de
ahora con 64 páginas.
Mantener la publicación de los quince diarios provinciales que uti-
lizan un papel que, por su medida, no afecta la cobertura de la prensa
nacional. En el caso de Tribuna de La Habana, se editará como vesper-
tino, de lunes a viernes.
Recesar la edición de todos los demás diarios, revistas y publicacio-
nes periódicas del país.

Al día siguiente de la publicación de esta información al pueblo, Fidel


Castro visitó la redacción de Juventud Rebelde a fin de conocer cómo ese co-
lectivo pensaba enfrentar la crisis. También estuvo dos veces en el periódico
Trabajadores. Ambos periódicos pasarían a una periodicidad semanal. En
medio de la adversidad, esos colectivos recibieron una carga de optimismo
y el pedido del líder de la Revolución de que se esforzaran por hacer un pe-
riodismo cada vez mejor.
Los tiempos que siguieron fueron muy duros. Objetivamente el país no
pudo cumplir siquiera con esas seis medidas, sobre todo cuando los cos-
tos de papel y otros insumos (rollos fotográficos, sustancias químicas, plan-
chas galvanizadotas, tintas, etc.) se dispararon en el mercado internacional.
Hubo, en consecuencia, que modificar el contenido de algunas de esas me-
didas, lo que igualmente se informó a la población en notas publicadas en
Granma el 28 de febrero y el 27 de diciembre de 1991.
Así, Granma quedó publicándose solo cinco días a la semana, y redu-
jo sustancialmente su tirada de setecientos mil ejemplares a cuatrocientos
treinta mil. Su formato pasó a tabloide, y durante muchos meses se editó con
solo cuatro páginas de ese tamaño reducido. Bohemia, en lugar de hacerlo
semanalmente, pasó a publicarse cada quince días y, además, en un tamaño
reducido. Su tirada se redujo de trescientos mil ejemplares semanales a cien

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 273


mil quincenales. Trabajadores, de trescientos mil ejemplares diarios pasó
a doscientos cincuenta mil semanales. Los diarios provinciales pudieron
mantenerse poco tiempo como diarios. Pasaron a ser semanarios y también
redujeron el número de sus páginas. Se cambió también el día de salida de
los periódicos Juventud Rebelde y Trabajadores para domingo y lunes, res-
pectivamente.
La utilización de papel sin calidad produjo afectaciones serias en la pre-
sentación de diarios y revistas. Durante un largo tiempo, al agotarse las
existencias en los almacenes de papel importado de Rusia, las publicaciones
se vieron obligadas a usar un papel hecho en Cuba con pulpa de bagazo de
caña y que en las redacciones se le llamó mulata por su color. La impresión
en tal papel dificultaba la lectura de los textos o apreciar detalles en las fo-
tografías, gráficos y otras ilustraciones.
La existencia de menos publicaciones, tiradas menores, reducción del es-
pacio y no empleo de materiales de calidad, causó, por supuesto, efectos ne-
gativos en el trabajo del periodismo. Común se hizo oír en las redacciones a
los jefes de ediciones o páginas decir a sus reporteros o redactores: «Tienes
solamente quince días para decirlo todo, no hay espacio». El desarrollo de
cierta amplitud de un reportaje o artículo de opinión se convirtió en algo
excepcional. La profusión de fotografías o ilustraciones también. El uso de
la fotografía periodística cubana —avalada por una sólida tradición desde
los primeros años de la República— quedó reducido al mínimo de sus posi-
bilidades ante la carencia de película, papel y espacio funcional. El ejercicio
del diarismo en la prensa impresa dejó, prácticamente, de existir, excepto en
Granma, pero en este último caso, al no existir la competencia, en el mejor
sentido de la palabra, sus periodistas o la dirección del medio podían darse
el lujo de dejar para el día siguiente una información exclusiva.
En marzo de 1992, diecisiete meses después de la entrada en vigor de las
medidas restrictivas para la prensa impresa, el país tenía, en relación con
1989, «el 58 % menos de publicaciones» y «un 78 % menos de ejemplares».
Para Granma, las reducciones significaron un 41,2 % de su tirada, y para
Juventud Rebelde, al pasar a semanario, un 87 %. De las 733 publicaciones
que existieron en Cuba hasta 1990, solo pudieron continuarse editando 212,
la mayoría pequeñas revistas y folletos de carácter científico-técnico, necesa-
rias para mantener el intercambio de información especializada por concepto
de canje con universidades, bibliotecas y organismos internacionales.
Tal situación llevó a que se promoviese la iniciativa de situar en los crista-
les de los quioscos de venta de periódicos los ejemplares de Granma, Juven-
tud Rebelde y Trabajadores para que la población que no alcanzó a tenerlos,
pudiese leerlos en esos lugares. Se trató, además, de que tal iniciativa se pu-
siese en práctica en centros de trabajo y escolares.

274 · JUAN MARRERO


En cuanto a los medios electrónicos —radio, televisión y cine— el impacto
de la crisis también fue tremendo. La programación de televisión se redujo
a 135 horas semanales, en horarios desde las 6:30 de la tarde hasta las 11:30
de la noche, excepto los sábados, en que se extendió hasta las 2:00 de la ma-
drugada. Las transmisiones de radio también disminuyeron en más de cien
horas semanales en todo el país. No fue el papel lo que determinó tales re-
ducciones de las transmisiones, sino que Cuba podía importar menos com-
bustible. De otra parte, los frecuentes apagones o cortes de energía eléctrica
se convirtieron en obstáculos insalvables para la recepción de las transmi-
siones. No puede desconocerse, además, las dificultades para la importación
de baterías para los aparatos de radio, que también causaron afectaciones.
Ahora bien, la radio fue la menos afectada y, en consecuencia, asumió la
mayor responsabilidad en la información a la población. Diversas iniciati-
vas fueron puestas en marcha en la medida en que resultaban viables. De
tal manera, por ejemplo, en algunas redacciones de periódicos, particular-
mente en las provincias, fueron instaladas cabinas de radio, y desde ellas los
periodistas de esos medios ofrecían informaciones y comentarios a las emiso-
ras municipales, provinciales y nacionales. Un periódico nacional, Juventud
Rebelde, recorrió ese camino. Creó el espacio informativo radial Rebelde
en Rebelde, transmitido cada domingo a través de Radio Rebelde. Nueve
años después del inicio del período especial, el sistema de la radio cubana lo
integraban sesenta y cuatro emisoras que transmitían novecientas dieciocho
horas diarias. El 34 % de su programación era informativa. Antes de 1989 era
de un 23 %.
Símbolo del periodismo en la radio lo fue, en esos años, Orlando Caste-
llanos, conductor del programa Formalmente informal, que durante quin-
ce años transmitió Radio Habana Cuba, y que era retransmitido por varias
emisoras nacionales. Entrevistador por excelencia, Castellanos —quien
falleció en 1998—, buscó siempre en su trabajo alejarse de toda chabacane-
ría, lograr que los oyentes creyesen sus mensajes. Para eso él diría, al pasar
de entrevistador a entrevistado, que no podía tratar al oyente como un ser
anormal. «Tienes que darle datos, hacer que piense. Pero se lo tienes que
dar bien hecho. Tampoco es empezar a hablar tonterías. A nadie le interesa
cuál es el sombrero que se puso la reina de tal país o si iba vestida de organdí.
El problema es otra cosa: por qué estaba allí, qué hizo bueno o qué no hizo».
La televisión cubana también hizo frente al período especial con mu-
cha dignidad. Sus dos canales tradicionales: Cubavisión y Tele Rebelde, se
mantuvieron en el aire, y nació Cubavisión Internacional, una televisión
por cable, y que transmite para el exterior por satélite. La crisis no impi-
dió que continuaran adelante los planes de extensión de los telecentros. A
Tele Turquino (Santiago de Cuba, 1968), Tele Cristal (Holguín, 1976), Tele

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 275


Cubanacán (Villa Clara, 1984), Tele Pinar (Pinar del Río, 1985), Televisión
Camagüey (1985), Sol Visión (Guantánamo, 1987) e Isla Visión (Isla de la
Juventud, 1987) se unieron CHTV o Canal Habana (Ciudad de La Habana
y La Habana, 1990), CNC TV Granma (Bayamo, 1995), Centro Visión
Yayabo (Sancti Spíritus, 1998), Tele Yumurí (Matanzas, 1999), Tunas
Visión (1999), CATV Avileña (Ciego de Ávila, 2000) y Perla Visión (Ci-
enfuegos, 2002).
Nacieron, igualmente, nuevos proyectos como la TV Serrana, en 1993, los
canales educativos 1 y 2, en 2000 y 2004 respectivamente, y Multivisíón (La
Habana, 2008). El período especial no pudo frenar el ímpetu de ampliar las
opciones de canales a la población.
El Noticiero Icaic Latinoamericano, popular revista cinematográfica rea-
lizada por Santiago Álvarez que durante treinta años acompañó las funcio-
nes de las salas de los cines, desapareció por falta de recursos financieros
y de equipamiento tecnológico. Ese noticiero cinematográfico tuvo mil qui-
nientas ediciones, y aún en el 2009 no ha podido restablecerse. Cada se-
mana, Santiago Álvarez lograba un noticiero reflexivo, alejado del abordaje
simplista o meramente informativo. «A cada golpe del imperio, el contra-
golpe certero y oportuno», solía decir el maestro de periodistas y cineasta
fallecido en 1998 a la edad de 79 años. El uso de la gráfica, la tipografía, los
collages, junto a efectos musicales, fueron fórmulas innovadoras en los no-
ticieros y documentales de Santiago Álvarez.
Camarógrafos como Iván Nápoles, Raúl Pérez Ureta, Dervis Pastor, Julio
Simoneau, Abelardo Moreno y Arturo Agramonte se formaron en la escuela
de Santiago Álvarez. Formó un equipo también integrado por edición, soni-
do, trucaje y animación, que trabajó con cabeza propia y renovó hábitos de
hacer un noticiero de cine. Recogió la epopeya del pueblo cubano y también
de su lucha por la justicia y la dignidad en el mundo.
Antes de dejarnos físicamente, Santiago Álvarez resumió su trabajo como
periodista y documentalista con estas palabras:

Fue una necesidad ética que sentía dentro de mí, de expresar mi dolor
y angustias ante la triste realidad de un mundo convulsionado. Me-
diante el contagio permanente de una Revolución creadora que nos
estimula, nació y se desarrolló también un espíritu estético y creador
que hubo de concretarse en centenares de noticieros y documentales que
comencé a realizar cuando había cumplido ya la edad de cuarenta años.

Santiago Álvarez fue el primero de los cuarenta y tres periodistas a los que
la Unión de Periodistas de Cuba entregó, desde 1991 hasta 2008, el Premio
Nacional de Periodismo José Martí como reconocimiento a la obra de la vida.

276 · JUAN MARRERO


El reto para los periodistas y el periodismo fue gigantesco. Tanto los di-
rigentes del país como los de los medios y la Unión de Periodistas de Cuba
afrontaron con mucho realismo la nueva situación. No hubo desaliento,
sino la decisión de tratar de suplir con un trabajo más inteligente y creati-
vo los avatares del período especial. En primer lugar, trabajar para lograr
que la prensa no dejara de publicarse. Y, al igual que ni una escuela ni un
hospital cerraron sus puertas, la prensa impresa en Cuba vio la luz cada
día desde 1990. Un solo diario, ciertamente, hasta el 14 de marzo de 1999,
cuando Juventud Rebelde volvió a una periodicidad diaria.
En esos años los trabajadores de la prensa tuvieron una elevada concien-
cia revolucionaria que la volcaron en esfuerzos diarios y soluciones inteli-
gentes para vencer dificultades y carencias. Alrededor de trescientos perio-
distas quedaron, en un primer momento, sin ubicación laboral ante el cierre
obligado de publicaciones o la reducción de espacios en aquellas que sobre-
vivieron. Se hizo un estudio sereno para lograr su reubicación laboral.
Como primera acción se impulsó un proceso de revitalización de la radio
y, de modo particular, su programación informativa. Una buena parte de
esos trescientos periodistas de la prensa extinta o reducida pasaron a prestar
servicios en la radio. Este paso fue acompañado por la organización de talle-
res, cursos y todo un programa de entrenamiento sobre las características de
ese medio. La mayoría de los periodistas que siguieron ese rumbo lograron,
con el decursar del tiempo, adaptarse al nuevo medio, y algunos de ellos, años
después, al ser llamados a reincorporarse a la prensa impresa, prefirieron
permanecer en la radio. Todo este proceso transcurrió sin violentar las reglas
de la comunicación, teniendo en cuenta que cada medio tiene exigencias téc-
nicas y de lenguaje que demandan una elaboración específica.
Otros periodistas procedentes de la prensa impresa pasaron a integrar
equipos de investigación en distintas instituciones —Instituto de Historia de
la Revolución cubana, universidades, centros de estudios, etc.—, y no pocos
se dedicaron a la docencia, en particular en las facultades de Comunicación
Social. Aquellos periodistas que no pudieron ser reubicados de inmediato
—los menos— se les garantizó el 70 % de su salario hasta tanto encontrasen
ubicación laboral.
De 1990 a 1995 la economía cubana cayó un 34 %. Eso tuvo efectos muy
fuertes en la prensa cubana en el orden material. La reanimación económi-
ca del país, iniciada en 1995 con un 2,5 % de crecimiento y que, al siguiente
año, fue ya de un 7,8 % permitió un cierto respiro.
Las medidas económicas adoptadas por la dirección del país —que
incluyeron el desarrollo del turismo, inversiones extranjeras, despenali-
zación de la tenencia de divisas, la circulación de una doble moneda, des-
centralización del comercio exterior, entre otras— abrieron la posibilidad

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 277


de que la prensa cubana garantizase algunos recursos esenciales y, a la
vez, recorriese caminos diferentes, sin abandonar sus principios y valo-
res éticos.
Así, por ejemplo, Granma Internacional decidió insertar publicidad
en sus ediciones en español y cuatro lenguas extranjeras. Juventud Re-
belde creó la publicación Opciones, semanal, sobre finanzas, comercio
y turismo, también con similar manera de captar divisas. Bohemia y
Palante acometieron proyectos similares con ediciones para el exterior,
aunque ambos no dieron resultado. Editadas por Prensa Latina, las re-
vistas mensuales Prisma y Cuba Internacional lograron consolidar una
posición y ampliar su comercialización en el mercado de divisas, externo
e interno. La revista Jit, auspiciada por el Instituto Nacional de Educa-
ción Física y Deportes (Inder) reemplazó a LPV y Derecho del Pueblo.
En Holguín nació en 1995 la revista quincenal Behíque, en inglés, con
perfil comercial y publicidad para el turismo. Y nacieron, igualmente,
publicaciones como Habanera, del Instituto Cubano de Amistad con los
Pueblos (Icap); Negocios en Cuba, Avances Médicos, de Prensa Latina;
Opus Habana, de la Oficina del Historiador de la ciudad; Sol y Son, Tro-
picana Internacional, Cuba en el Ballet y muchas otras para su venta en
el mercado de divisas. Un proyecto de publicación internacional, Orbe,
semanario editado por Prensa Latina a partir de 1999, se consolidó en
pocos años, y se oferta en Venezuela y México como parte de importantes
publicaciones de esos países.

Haciendo las maletas

Cuando se produjo la desintegración de la Unión Soviética, muchos en


Miami empezaron a hacer sus maletas para retornar a Cuba. Apostaban a
que el próximo país socialista en abandonar ese camino sería Cuba. No con-
cebían que podía resistir y vencer. Los Pepinillo Rivero y otros exdirecto-
res de la prensa privada aún en vida, llenos de alegría, estuvieron entre
quienes metieron sus prendas de vestir en las maletas, a la vez que renova-
ban sus sueños de que iban a editar nuevamente el Diario de la Marina, El
País, Prensa Libre y otros periódicos privados en La Habana.
Supieron o imaginaron, además, que el gobierno de Estados Unidos arre-
ciaría su política hostil y agresiva contra Cuba para contribuir al derroca-
miento del régimen de Castro. Y en esto sí no se equivocaron.
Supuestos amigos de Cuba, a su vez, empezaron a actuar contra ella, una
gran parte de ellos instruidos y pagados por los enemigos de la Revolución.

278 · JUAN MARRERO


En 1992 el presidente de la Upec, Julio García Luis, recibió una carta del
presidente de la Organización Internacional de Periodistas (OIP), el brasi-
leño Armando Rollemberg, expresando preocupaciones sobre la situación
de la prensa y los periodistas cubanos. La OIP, en ese momento, era un casi
cadáver, pues dependió enteramente de los dineros de la Unión Soviética y
otros países socialistas, ya no existentes. Rollemberg se sumó al carro de la
mafia anticubana de Miami cuando exigió explicaciones sobre tres periodis-
tas expulsados de la Upec —Raúl Rivero, Manuel Díaz Martínez y Bernardo
Márquez Ravelo—, quienes violaron los Estatutos de la organización al rea-
lizar acciones contra la Revolución. Se aceptó que Rollemberg visitase Cuba
y pudiese comprobar la situación de la prensa y sus periodistas. Se reunió
con más de ciento cincuenta periodistas, visitó los principales medios, e in-
cluso se reunió con Nestor Báguer, entonces presidente de lo grupúsculos
ilegales del movimiento llamado de periodistas independientes. Al regresar
a Praga, Rollemberg prosiguió atacando a la prensa cubana y a sus periodis-
tas y planteando que debían tomar un camino diferente, Abogaba, en fin,
por el retorno de la prensa privada.
Todo eso ocurre cuando el gobierno de Estados Unidos intensifica su gue-
rra de propaganda mentirosa y calumniosa contra Cuba. A Radio Martí, que
desde su creación en 1985 muy poco había podido hacer, le sumaron TV Martí
en 1990, la única televisión en el mundo que no se ve. Los ingenieros y técni-
cos cubanos han logrado impedir que su señal penetre en Cuba a lo largo de
casi dos décadas. Ningún mecanismo utilizado por los norteamericanos ha
dado resultado: ni los globos cautivos como retransmisores de la señal, ni el
aumento de la potencia de las torres de transmisión, ni el paso a UHF, ni la
utilización de aviones del Pentágono sobrevolando cerca de los límites de las
costas de Cuba, ni los más de seiscientos millones de dólares de los contri-
buyentes norteamericanos que se han asignado desde 1985 para mantener
Radio y TV Martí, uno de los fiascos más sonados que ha tenido Estados
Unidos en su política anticubana.
También, a principios de la década de los noventa, Estados Unidos puso a
transmitir hacia territorio cubano cinco plantas de radio de onda media, doce
de onda corta, incluyendo Radio Martí, y una de FM que en conjunto operaban
treinta y tres frecuencias durante más de mil setencientas horas semanales.
En 1998 los horarios de transmisión se habían ampliado a casi mil novecientas
horas, y en el 2005 a más de dos mil horas. Bloqueo y agresión electrónica han
cabalgado juntos en el propósito de destruir a la Revolución Cubana.
Miami es el centro donde se tejen las más inverosímiles historias sobre
Cuba. Desde allí, aunque dirigida desde Washington, transmiten Radio y
TV Martí. De esas fuentes, totalmente parciales y carentes de la mínima
objetividad, nacen las campañas de todo tipo. Algunas tienen vida efímera,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 279


otras son permanentes. De esas historias de mentiras no pocas veces se hace
eco la prensa transnacional, y el mundo se inunda de toda esa bazofia. El Nue-
vo Herald, varios canales de televisión y emisoras de radio son las principales
guaridas periodísticas desde donde se amplifican las campañas contra Cuba.
En 1992 se aprobaron por el Congreso norteamericano las leyes Torricelli
y Helms-Burton, nuevos pasos para reforzar el bloqueo económico, comer-
cial y financiero contra Cuba, utilizadas además en la guerra de propaganda
anticubana. Así, el gobierno de Estados Unidos instruyó a grupúsculos disi-
dentes a que fomentasen en Cuba asociaciones, burós y oficinas de prensa, las
cuales contarían con el apoyo de Washington, de gobiernos de Europa y de or-
ganizaciones internacionales y regionales vinculadas a la prensa y a los de-
rechos humanos. Se garantizó a esos disidentes que tendrían espacio en Ra-
dio Martí, en los medios de prensa de Miami y en periódicos y emisoras de
diversos países del mundo para que difundieses sus informes sobre Cuba.
Nació, de tal manera, lo que denominaron periodismo independiente.
De modo ilegal comenzaron a constituirse dentro de Cuba la Asociación de
Periodistas Independientes, el Sindicato de Periodistas Independientes, el
Buró de Prensa Independiente, las agencias Havana Press, Cuba Press, y
otras muchas, integradas en su inmensa mayoría por gente que no ha ejer-
cido el periodismo de manera profesional. Por el hecho de convertirse en
fuentes de información y de opinión, especialmente de Radio Martí y de los
medios de Miami, se les disfrazó de periodistas. Ese calificativo de indepen-
diente se lo vendieron al mundo de igual manera que le han impuesto mar-
cas de un tubo de pasta dental, un jabón, un champú o un automóvil.
La creación de una oficina de prensa o de un buró de prensa por ciuda-
danos cubanos con carácter privado constituye claramente una violación del
Artículo 53 de la Constitución de la República de Cuba, que establece que
«la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masivo
son de propiedad estatal o social, y no pueden ser objeto, en ningún caso, de
propiedad privada». Aquel cubano que cree una estructura de las señaladas
incurre en una ilegalidad.
Cuba no prohíbe la existencia de oficinas de prensa o burós de prensa
de entidades periodísticas privadas extranjeras. Importantes agencias no-
ticiosas como AFP, EFE, Reuter, Notimex, IPS, DPA, ANSA y otras operan
con corresponsales propios desde La Habana. También periódicos y revistas
importantes, y emisoras de radio y televisión. Así, en La Habana desde hace
muchos años han tenido corresponsales El País, de España, la BBC, de Gran
Bretaña, Televisión Española y CNN, de Estados Unidos.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que si de algo no puede bla-
sonar es de ser independiente, pues ha sido desde su nacimiento un ins-
trumento del gobierno de Estados Unidos, fue la primera abanderada en la

280 · JUAN MARRERO


defensa de los «periodistas independientes» en Cuba. Otras organizaciones
internacionales y regionales han estado en la misma cuerda, entre ellas, de
modo muy destacado, Reporteros sin Fronteras, fundada en Francia, pero
financieramente apoyada por la ultraderecha norteamericana y la mafia cu-
bano-americana de Miami.

Derecho a la defensa

Para defender a Cuba ante tales acciones enemigas y garantizar la inde-


pendencia, la soberanía y la dignidad de la patria, la Asamblea Nacional del
Poder Popular (Parlamento) aprobó el 24 de diciembre de 1996 la Ley de
Reafirmación de la Dignidad y de la Soberanía Cubanas, respuesta cate-
górica a la Ley Helms-Burton.
En el Artículo 8 de la legislación cubana se «declara ilícita cualquier for-
ma de colaboración, directa o indirecta, para favorecer la aplicación de la
Ley Helms-Burton», y especifica claramente que:

Se entiende como colaboración, entre otras conductas, difundir, di-


seminar o ayudar a la distribución, con el propósito de favorecer la
aplicación de la Ley Helms-Burton, de informaciones, publicaciones,
documentos o materiales propagandísticos del gobierno de Estados
Unidos, de sus agencias, o dependencias, o de cualquier otro origen;
colaborar de cualquier forma con emisoras de radio o televisión u
otros medios de difusión y propaganda con el objetivo de facilitar la
aplicación de la Ley Helms-Burton.

En una intervención ante el Parlamento, el diputado y presidente de la


Unión de Periodistas de Cuba, Tubal Páez, expresó al respecto:

En la prensa escrita, la radio y la televisión, mis colegas realizan coti-


dianamente su trabajo en condiciones materiales muy duras, con el di-
fícil reto de tener y querer decir más cuando disponen de menos papel
y horas de transmisión.
El enemigo imperialista, con su política de bloqueo, no es ajeno a
esta situación. En sus criminales proyectos contra nuestro pueblo han
estado también sus sueños de silenciar las voces de la revolución.
Paralelamente, ha estimulado, organizado, financiado y amplifica-
do las plumas de aquellos colaboracionistas que con placer pretenden
acomodarnos el cuerpo para hacer más fácil el hachazo del verdugo.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 281


La Ley Helms-Burton hiere profundamente la dignidad de los cu-
banos. Pisotea símbolos sagrados que el pueblo ha ido atesorando con
muchos sacrificios durante varias generaciones. Intenta humillar la
memoria venerable de nuestros antepasados.
Ofende a toda la nación y desprecia valores que son el resultado de
una evolución secular, del pensamiento universal.
Mientras a nuestros niños, mujeres y ancianos se busca castigarlos
despiadadamente por vivir en su patria, y ponerlos de rodillas mediante
el hambre y las enfermedades, la Sección 109 a) y sus párrafos 1), 2) y 3),
del Título 1 de la Ley de la Esclavitud [refiérese a la Ley Helms-Burton] se
destinan a preservar de los sufrimientos del bloqueo a los grupos y agen-
tes que en Cuba defienden los intereses del gobierno norteamericano.
Se trata de la autorización para excluir del cuerpo de medidas con-
tra Cuba, aquellas exportaciones, hacia nuestro país, consistentes en
medios técnicos, financieros y publicitarios destinados al plan de recu-
peración de antiguas propiedades de torturadores, asesinos, mafiosos
y explotadores.
De todos es conocido que como parte del andamiaje anticubano,
durante años se ha ido cerrando, alrededor de la Isla, un cerco de agre-
sión propagandística, integrado en lo fundamental por periódicos y es-
taciones de radio y televisión radicadas en Estados Unidos.
Desde nuestro territorio, en los últimos tiempos, un grupo de ven-
depatrias ha estado enviando informaciones a esos medios, estable-
ciendo, de paso, una alianza repugnante con exponentes del viejo pe-
riodismo anticomunista y con los patronos agrupados en la Sociedad
Interamericana de Prensa.
Unos pocos son desertores de nuestros órganos de comunicación.
A otros, muy escasos también, los disfrazan de periodistas. Todos se
funden en una amalgama de frustraciones, flojera, holgazanería, gula,
fracasos, deseos de emigrar o excesivo apego a símbolos tan poco pa-
trios como el dólar y el whisky.
Ninguno es miembro de la Upec. Apoyamos decididamente todo el
texto del proyecto presentado hoy como respuesta a la Ley de la Es-
clavitud, y de manera muy particular el Artículo 8, donde con todo
derecho se declara ilícita la colaboración, directa o indirecta, con la
aplicación de la Ley Helms-Burton.
Sería irresponsable dar la espalda a un caballo de Troya que el ene-
migo pretende engordar ante nuestros ojos como si fuésemos tontos.
En la infame legislación, Estados Unidos contempla el apoyo a esa
quintacolumna. Por eso, es deber insoslayable defender la patria con
firmeza.

282 · JUAN MARRERO


Nuestras contramedidas provocarán reacciones en algunos. A
ellos y a todos, Martí nos recuerda desde las páginas de Patria que
«una es la prensa, y mayor su libertad, cuando en la república segura
se contiende (…), pero la prensa es otra cuando se tiene enfrente al
enemigo».

Semanas después de la aprobación de esta ley por el parlamento cubano


y ante la acción de los Comités de Defensa de la Revolución de darle lectura
en las cuadras de residencia de estos vendepatrias, se provocó una nueva
andanada de la SIP contra Cuba. Consideró que había «una feroz campaña
de hostigamiento en contra de los periodistas independientes», y llegó al
extremo de asegurar algo bien mentiroso: que contra ellos se habían hecho
amenazas y advertencias de muerte.
El periódico alternativo El Nuevo Miami Post reveló el 5 de marzo de 1997
que «desde el Miami Herald se maneja una vasta red de agentes dentro
de Cuba para derribar a Castro con noticias falsas, y señalaba como he-
cho interesante que un grupo de corresponsales extranjeros en Cuba ha-
bía efectuado en secreto un estudio de las noticias enviadas al Herald por
«los independientes» para determinar el grado de veracidad del material
reportado. Apuntaba El Nuevo Miami Post, valiéndose de las publicacio-
nes en el Herald:

El grupo hizo una evaluación de la calidad informativa de lo publicado


durante los últimos cinco meses, desde septiembre hasta enero, y se
llegó a la abrumadora conclusión de que un 95,4 % del material era
propaganda política, sin base en la realidad. Se analizó la conducta
de los «periodistas independientes» durante esos meses, y se descu-
brió que un 60 % de sus integrantes ya no permanecen en Cuba, sino
que han obtenido visas para viajar a Estados Unidos. Aprovechando
el hecho de que la Sección de Intereses de Estados Unidos solamente
concede visas a los que dan pruebas de estar contra el régimen de Cas-
tro, se ha desarrollado la costumbre de hacerse pasar por «periodista
independiente» perseguido para tener acceso a una visa.
Esto explica el hecho de que la actividad de estos «independien-
tes» dura poco tiempo. Se inscriben en la Sección de Intereses como
«independientes», mandan algunos despachos… y al poco tiempo si-
mulan que se les ha hecho un acto de repudio y piden la visa para salir
del país (…).

El 17 de febrero de 1999 la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó


la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba,

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 283


que instituyó un sistema de penas que sancionan a los comisores y cómpli-
ces de hechos encaminados a apoyar, facilitar o colaborar con los propósitos
de la Ley Helms-Burton, el bloqueo, la guerra económica, la subversión y
otras medidas que dañen o pongan en peligro la soberanía, integridad e in-
dependencia de Cuba.
Esa ley considera como delitos el suministro, búsqueda u obtención de
información con tales fines; la introducción, reproducción o difusión en el
país de materiales subversivos, y la colaboración directa o mediante terce-
ros con emisoras de radio o televisión, periódicos, revistas u otros medios
de difusión realizada con tal propósito.
«Para nosotros —explicó Fidel Castro durante una intervención en esa
reunión del Parlamento cubano— es vital defendernos con armas limpias,
legales, sin violaciones a la ley, como hemos hecho siempre, y no nos van
a obligar a renunciar a eso; utilizaremos todas las medidas para defen-
dernos».
En los ríos de palabras que algunos medios internacionales dedica-
ron a la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía
de Cuba, pocos señalaron con el rigor necesario las razones por las que
Cuba decidió aprobar esa normativa. Estaba en España en los momen-
tos en que se aprobó esa ley, y pude ser testigo de cómo, en un instante,
se montó en la gran prensa una guerra de desinformación sobre Cuba
por adoptar tal ley que iba dirigida, según ellos, contra el periodismo
independiente. El periódico El País tituló que la ley era para impedir la
crítica periodística. Pero ningún medio hizo referencia a la Ley del Pre-
supuesto Federal de Estados Unidos del período fiscal 1998-1999 que
destinó dos millones de dólares como mínimo para realizar actividades
contrarrevolucionarias dentro de Cuba, ni a los numerosos testimonios
existentes sobre la ayuda material de la Sección de Intereses de Estados
Unidos en La Habana, la SIP y Reporteros sin Fronteras a los «periodis-
tas independientes» dentro de Cuba, ni a los vínculos que sostienen con
organizaciones terroristas y vinculadas a la CIA en Miami. De eso no se
entera nadie por la gran prensa.
Años después, en el 2003, los enemigos de Cuba tuvieron una gran de-
cepción: se produjo el anuncio de que algunos de los que integraban el mo-
vimiento de periodistas independientes dentro de Cuba eran agentes de la
Seguridad del Estado, entre ellos uno que era reconocido como periodista
de larga data y en quien los funcionarios de la Oficina de Intereses de Es-
tados Unjidos (Sina) habían puesto todas sus esperanzas: Néstor Baguer y
Sánchez-Galarraga. Los que dieron ese paso hicieron importantes revela-
ciones que pusieron en claro ante el mundo el apoyo material de Estados
Unidos y otros países para subvertir el orden y derrocar a la Revolución.

284 · JUAN MARRERO


Luego de ese anuncio, la Upec reintegró a Baguer a sus filas y le otorgó el
Premio a la Dignidad, primer periodista cubano en recibirlo. Baguer falle-
ció en el 2004, admirado y querido por sus colegas de Cuba.

Periodismo de la resistencia

Ni las dificultades materiales ni las circunstancias difíciles paralizaron


la decisión de los periodistas cubanos de avanzar en su misión de hacer
un mejor periodismo. El congreso de los periodistas efectuado en 1993,
en uno de los años más duros del período especial, se comprometió a re-
sistir, luchar y vencer. El periodismo cubano se convirtió en el periodismo
de la resistencia. Allí, con la presencia activa de Fidel Castro, se discutió
ampliamente cómo vencer la adversa coyuntura, cómo defender nuestras
ideas y cómo hacer el trabajo profesional. Se prestó particular atención a
la batalla ética, al considerarse que la crisis no podía debilitar los valores
morales y profesionales. «El periodismo del período especial no tiene que
ser pobre ni raro, ni peor. Tiene que ser periodismo, y buen periodismo»,
así se acordó. «Hace falta que nuestra verdad suena más a verdad, por su
nivel de elaboración profesional, por la belleza y por la fuerza persuasiva
con que la presentemos».
Cuatro años después, en ocasión del Día de la Prensa Cubana, Fidel Cas-
tro transmitió un mensaje de reconocimiento al trabajo de los periodistas
cubanos:

Nunca antes como hoy el país contó con tantos profesionales del perio-
dismo, motivados y comprometidos con el destino de su pueblo y con
la obra que construimos y defendemos con pasión.
La sensible reducción a la que se vio obligada la prensa desde el
inicio del período especial significó un reto extraordinario al que us-
tedes respondieron con renovado espíritu y firmeza. Cabe afirmar que
entre los pilares que han hecho posible la resistencia del pueblo en es-
tos tiempos difíciles, está nuestra prensa con su permanente mensaje
esclarecedor, de aliento y defensa de nuestros irrenunciables principios.
Disponemos de un sistema de medios de difusión masiva de extraordi-
narias posibilidades y arraigo en la población por su veracidad y servi-
cio eficaz, cuya muestra más reciente fue la labor realizada en el país y
hacia el exterior para informar y fijar la firme posición del pueblo y el
gobierno cubanos sobre los hechos ocurridos el pasado 24 de febrero
[se refiere a las elecciones generales]. Ninguna ejercitación periodística

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 285


en estos tiempos ha sido más argumentada, integral y efectiva que la
materializada en esos días.
Apreciamos altamente el desempeño de los dirigentes de la prensa
a todos los niveles, y confiamos en el destacamento invencible de pro-
fesionales y trabajadores que ustedes constituyen. Los momentos que
vivimos nos convocan a prepararnos más, a alistar nuestras probadas
fuerzas para vencer en la lucha ideológica que se acrecienta con la ac-
ción del enemigo, a trabajar mejor para que los órganos de difusión
nacionales y provinciales sean un reflejo fiel de los logros y las defi-
ciencias, y provean una cabal respuesta a las necesidades informativas
y recreativas de la población.
En ocasión del Día de la Prensa Cubana, cuando conmemoramos
también la fundación del periódico Patria, les transmito mi felicita-
ción, convencido de que, como hasta hoy, ustedes mantendrán en alto
la ética que los ha caracterizado, continuarán llevando a planos supe-
riores el periodismo cubano, y defenderán invariablemente los intere-
ses del pueblo, de la Revolución y de nuestro socialismo.

En diciembre de 1999 se efectuó el VII Congreso de la Upec. Cincuenta


horas de debates durante cinco días consecutivos, con la presencia y activa
participación de Fidel Castro. Tres temas en la agenda: La globalización de
la información y de la comunicación, desafíos para el periodismo cubano;
La política informativa y los periodistas cubanos, y Formación de los pe-
riodistas. Mucho énfasis se hizo en la necesidad de aprender y utilizar con
eficacia las nuevas tecnologías y sistemas de información y comunicación
utilizados por las grandes corporaciones y grupos de poder transnacionales
en su intento por ejercer dominio ideológico, militar y político en el mun-
do. El Congreso no concluyó en 1999. Se acordó que los mismos delegados
e invitados volverían a ser convocados para seguir analizando la situación
internacional y nacional, y cómo la prensa cubana podía contribuir a una
mejor información al pueblo y al mundo. Se efectuaron cinco plenos amplia-
dos del Comité Nacional de la Upec desde 1999 hasta el 2003, todos con la
participación de Fidel Castro.
Poco antes de la celebración del VII Congreso hubo señales de que, a me-
dida que la recuperación económica avanzaba, la crisis de la prensa cuba-
na iba quedando atrás. En Telerebelde se reanudó la revista informativa en
horas de la mañana, al irrumpir el nuevo espacio Buenos Días. La Editora
Abril anunció la reaparición de varias publicaciones infantiles y para los jó-
venes: Pionero (ciento quince mil ejemplares); Zunzún, mensual (doscientos
veinte mil); Somos Jóvenes, mensual (cien mil); Alma Máter, mensual (diez
mil); Juventud Técnica y El Caimán Barbudo, bimestrales (veinte mil cada

286 · JUAN MARRERO


una). A partir del 14 de marzo de 1999, Juventud Rebelde pasó nuevamente
a ser diario. Nacieron otras emisoras, entre ellas Habana Radio, de moderna
factura.
Dos acontecimientos periodísticos regionales de relevancia tienen lugar
en La Habana en 1999 y 2001: el VIII Congreso de la Federación Latinoame-
ricana de Periodistas (Felap) y el Congreso de Periodistas Latinoamericanos
y Caribeños. Los días de la Operación Verdad se reviven en esos encuentros,
pues son marcos propicios para que Cuba denuncie la persistente guerra
mediática contra el proceso revolucionario. Fidel Castro participa en ambos
encuentros y, en sus intervenciones, cuenta a los periodistas visitantes la
trascendencia de los congresos de la Uneac y la Upec, les habla de que lo más
globalizado en el mundo es la desinformación y la mentira, afirma que los
comunicadores pueden salvar al mundo y les dice que con la verdad dirigida
a la razón del hombre y al corazón del hombre es posible hacer luz.
Entre esos dos congresos, a partir del 5 de diciembre de 1999, el pueblo
cubano inicia la batalla por el retorno a la patria del niño Elián González,
secuestrado por la mafia anticubana de Miami y la extrema derecha de Es-
tados Unidos. Batalla de ideas, la llama Fidel Castro. Se desarrolla cuando
está en su mayor auge la campaña electoral para la presidencia de Estados
Unidos. El estado de La Florida era codiciado y decisivo para los dos candi-
datos presidenciales, y el tema Elián pretendió ser capitalizado por ambos.
En esa batalla, una vez más, se pone de manifiesto que el principio de no
mentir jamás y la ética inconmovible de la política de la Revolución da como
resultado el apoyo y la confianza del pueblo a las decisiones de la dirigencia
del país.
Los canales de la TV, las emisoras radiales y la prensa escrita, pese al
poco papel de que disponía, fueron un factor decisivo en la batalla por la de-
volución del niño. Esos medios, se dijo en un editorial de Granma, «trans-
mitieron toda la información necesaria, aportaron todos los elementos de
juicio requeridos» para hacer posible que el pueblo, unido como un puño,
impresionase al mundo con la fuerza de su convicción y determinación.
Diferentes modalidades de movilización y concientización se pusieron en
práctica en esos días: tribunas abiertas, marchas del pueblo combatiente,
mesas redondas… Desde entonces, el programa Mesa Redonda es un espa-
cio diario en la televisión cubana para informar, analizar y debatir sobre los
más importantes problemas de Cuba y del mundo.
El uso general y efectivo de los medios de comunicación masivos en esa
batalla dio pie a una nueva etapa, esta vez para masificar la cultura del pue-
blo. Se crean los cursos de Universidad para Todos y, al calor de esta batalla,
empiezan a funcionar los canales educativos. Masivamente, los periodistas
participan en un curso de técnicas narrativas que se ofrece por la televisión.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 287


La confianza de Fidel Castro en los periodistas cubanos es total. Lo fue
desde el principio del período especial, cuando en 1993 dijo en el VI Con-
greso de la Upec: «No podemos ganar la batalla del período especial sin el
trabajo de la prensa».

Reto del futuro: apoderarnos de internet

Internet la inventaron los ricos, que tienen todas las tecnologías y se roba-
ron todos los cerebros de los países del Tercer Mundo. Hay que apoderarse de
internet. Muchas veces no aprovechamos esas tecnologías por ignorancia. A los
industrializados, a los yanquis, a toda esa gente que son los que tienen compu-
tadoras, es a los que más tenemos que mandarles el mensaje.
Son ideas expuestas por Fidel Castro en el II Pleno Ampliado del Comi-
té Nacional de la Upec, en 1999, en momentos en que internet empezaba a
gatear en Cuba. Solo tres años antes, Granma Internacional se había con-
vertido en el primer medio cubano insertado en la red de redes, aunque la
presencia cubana fue anterior cuando una empresa canadiense puso a dis-
posición de Cuba un servidor para que se colocasen contenidos elaborados
en Cuba. Y así, en el portal www.cubaweb.cu, comenzó a reflejarse la reali� -
dad cubana.
Para hacer posible esa presencia se copiaba en un disquete el contenido y era
llevado por avión hasta Canadá. Muchas veces los turistas canadienses eran
los que cargaban con el disquete. Así hubo que hacerlo en momentos en que
en Cuba no había aseguramientos tecnológicos y era escaso el conocimiento
de los códigos de internet para la actualización de contenidos o componer
páginas web.
El bautizo de Cubaweb, en realidad, fue a partir del 24 de febrero de 1996,
casi seis meses después de su nacimiento. Ocurrió el hecho del derribo de las
avionetas piratas que en franca violación del espacio aéreo cubano sobrevo-
laban La Habana y sus costas cercanas. El mundo se comenzó a inundar de
informaciones y versiones falsas sobre ese hecho. Lo que informaba con obje-
tividad la prensa cubana, en particular Granma Internacional, era colocado
en el portal de Cubaweb. A la CNN se le ocurrió poner un letrero en una de sus
transmisiones de televisión diciendo que si querían más información podían
hallarla en el sitio oficial del gobierno cubano www.cubaweb.cu. El servidor
donde se hospedaba el sitio cubano estuvo a punto de colapsar ante la ava-
lancha de visitantes.
Durante esa alborada de internet para Cuba, la empresa canadiense tuvo
a su cargo la custodia del dominio .cu, al no existir dentro del país una en-

288 · JUAN MARRERO


tidad que pudiera realizar ese trabajo. Ya en octubre de 1996 se realiza la
inauguración oficial del nodo cubano a través de Ceniai, de la Academia de
Ciencias, y poco después se le pasa a esta entidad la custodia del referido
dominio.
En fin, a través de Cubaweb es que pueden hospedarse muchos de los
primeros sitios de la prensa cubana en la red de redes. Tras Granma Inter-
nacional, lo hicieron Juventud Rebelde, Trabajadores, la AIN, Radio Reloj
y los periódicos provinciales Sierra Maestra y Cinco de Septiembre. Sierra
Maestra digital se hacía llevando los contenidos en disquetes al Grupo Mul-
tisectorial de la Academia de Ciencias en Santiago de Cuba, donde se confec-
cionaba y se ponía en línea.
En pocos años todos los medios de comunicación de Cuba —radio, televi-
sión, prensa escrita y agencias cablegráficas— colocaron sitios web en inter-
net. Se convirtió así el sector de la prensa en uno de los de mayor presencia
en el mundo digital, junto al turismo, salud, educación y cultura.
Los congresos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y de
la Unión de Periodistas de Cuba, efectuados en 1999, fueron decisivos para
una toma de conciencia en cuanto a las posibilidades y urgencias de salir a
defender una identidad nacional y una verdad bloqueadas, en medio de un
escenario mundial de globabilización neoliberal y hegemonismo capitalista.
La presidencia de la Upec tomó una decisión polémica durante la pre-
paración de su VII Congreso: discutir como punto central el impacto de
la globalización en la información y en el periodismo. Se cuestionó por
muchos periodistas que cómo íbamos a ponernos hablar de globalización,
de internet y de nuevas tecnologías cuando faltaba papel, tinta, cintas de
máquinas de escribir, grabadoras y transporte necesarios para el trabajo.
El desarrollo del Congreso y lo que aconteció después dio toda la razón a
la presidencia de la organización de los periodistas. Porque su decisión
hizo posible que se diese un impulso a la informatización de la prensa y
a que los medios saliesen de la rutina productiva en que habían caído a
causa del período especial. Con el acceso a internet los medios cubanos se
convirtieron en medios internacionales, se proyectaron mucho más allá de
una ciudad, un municipio, una región, una provincia o un país. Se logró,
además, rescatar el ejercicio diario del periodismo, seriamente afectado
cuando varias publicaciones cambiaron su periodicidad.
La informatización —opinó el vicepresidente de la Upec, José A. Martín
Pulido— no fue miel sobre hojuelas, ni un proceso libre de lagunas y es-
collos. En principio nadie tenía prácticamente experiencia alguna. Se fue
partiendo a un gran empirismo, con una escasa cultura informática, afec-
tados en algunos casos por incoherencias en procesos inversionistas. En la
televisión, por ejemplo, se hizo un gran esfuerzo para completar la red de

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 289


telecentros del país. Se construyeron centros territoriales de televisión en
las provincias donde no los había, pero en algunos de ellos no se instaló
ni correo electrónico, ni una red informática interna. En la radio faltaron
computadoras y modem para escribir, conectarse y ampliar el universo de
la informatización.
En 1998 se pudo constatar las grandes posibilidades que ofrecen al perio-
dismo, las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones en ocasión
de la visita del Papa a Cuba, que tuvo una cobertura de prensa internacional
extraordinaria. Se montó en la sala de prensa del hotel Habana Libre un
software creado por la empresa Infocom para dar servicio de mensajería.
Permitía que los usuarios pudieran autentificarse a través de una red, e in-
cluso facturar por tiempo de conexión, tanto para la mensajería como por
el acceso al propio servicio de internet. Ese mismo software se utilizó para
transmitir la televisión a la sala de prensa. En este momento nació el si-
tio Cubahora. Fue una experiencia importante para lo que se haría después
para los servicios del Centro de Información para la Prensa (CIP) con los
medios, el hospedaje de las páginas de los medios de prensa, las transmisio-
nes de televisión y de la radio a través de internet, las transmisiones de las
mesas redondas, la actualización de los sitios y las conexiones de los perio-
distas desde sus casas.
El VII Congreso de la Upec y los posteriores plenos ampliados dieron un
real impulso a la utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación y
de las telecomunicaciones. De un lado, voluntad política de entregar com-
putadoras a medios y periodistas; de otro, voluntad política de adiestrar al
personal periodístico. El Instituto Internacional de Periodismo José Martí,
ya rehabilitado, comenzó a impartir cursos elementales de computación y de
periodismo digital para capacitar al personal de los medios. La Facultad
de Comunicación Social de la Universidad de La Habana incluyó en el 2002,
en el tercer año de la carrera de periodismo, un curso de Periodismo Digital.
En los medios se desarrollaron distintas iniciativas para capacitar al perso-
nal en las nuevas tecnologías. En las provincias se contó con la colaboración
de los Joven Club. Junto a los estudios de aprendizaje del manejo de la com-
putación, de los principales programas y de las normas de seguridad informá-
tica, se insistió en la necesidad de aprender inglés —el lenguaje más utilizado
en internet— de los que tenían el control de la producción y comercialización
de las máquinas e instrumentos indispensables para el acceso a internet.
En solo una década, el salto dado en Cuba en el uso de internet fue extraor-
dinario, no obstante las limitaciones y obstáculos que impone el bloqueo
económico, financiero y comercial de Estados Unidos, y a no disponer de
banda ancha para ampliar las conexiones y calidad de los múltiples servicios
que pueden brindarse a través de la red.

290 · JUAN MARRERO


En julio de 2009, el IV Pleno del Comité Nacional de la Upec discutió so-
bre las nuevas tecnologías, los medios de prensa y los periodistas. Se plan-
teo lo mucho que se había avanzado, y también lo mucho que quedaba por
hacer. En el documento presentado por la presidencia de la Upec, que fue
aprobado por el Pleno, se expresó:

La capacidad tecnológica, la infraestructura, el acceso al conocimiento y


recursos humanos calificados se han convertido en fuentes decisivas de
la competitividad y de la expresión. Conquistar la red de redes es un reto
perpetuo y una encrucijada ineludible, aunque se trate de un escenario
concebido, desarrollado y dominado por nuestro adversario ideológico.
A pesar de los ciclones y vendavales económicos, ha crecido el ac-
ceso de los periodistas y los medios cubanos a las computadoras, su
funcionamiento en red, el desarrollo de servicios y aplicación, la uti-
lización de telefonía celular para coberturas periodísticas, así como la
ampliación de la conectividad de los medios y de los periodistas, acor-
de con las posibilidades de un país subdesarrollado, bloqueado y con
limitaciones económicas evidentes.
Hay señales en movimiento en el campo de la informatización. Pren-
sa Latina y su nuevo sitio web, la Plataforma para blogs de periodistas
cubanos desarrollada por el CIP y la UCI, los foros del periódico Van-
guardia, la nueva versión de www.cubadebate.cu, las coberturas en
vivo de Guerrillero, la versión beta de sitios para video de nuestra
televisión (www.teveo.cu) y las opciones interactivas que desarrolla
Juventud Rebelde son algunas realizaciones digitales de la prensa
cubana dignas de reconocimiento.
Un paso importante con los recursos humanos fue la ubicación en julio
de 2008 de treintaiún graduados de la UCI para que realizaran su servicio
social en los medios de comunicación de trece provincias del país.
En muchos sitios web de nuestra prensa, los contenidos siguen
siendo el talón de Aquiles. En ocasiones continúan apresados en di-
seños estáticos que aprovechan escasamente las potencialidades del
medio (hipertextualidad, interactividad y multimedialidad).
Hay que poner en función creatividad e intencionalidad en la ge-
neración de más y mejores contenidos para la red nacional y para el
mundo, y sacar el máximo de equipamiento y la conectividad de que
disponen los periodistas.
Para nuestra prensa resulta inaplazable avanzar en los niveles de
seguridad, invulnerabilidad e independencia tecnológica de los siste-
mas, mediante la sustitución de aplicaciones de software propietario
por otras de código abierto.

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 291


El papel de los directivos de los medios es fundamental para conso-
lidar posiciones y lograr avances en la informatización.
En muchos medios de prensa se precisa revisar los contenidos de
trabajo y la disponibilidad de recursos materiales para potenciar la re-
dacción digital. Hasta que no sea posible aplicar nuevos incrementos
salariales, se precisa estimular en lo posible la creación, la intenciona-
lidad y los mejores resultados en el periodismo digital.
Capacitación sostenida y de altura es un requerimiento para la su-
peración profesional. Hay que potenciar el acceso a la tecnología del re-
cién graduado, el estudiante de Periodismo y hasta el veterano jubilado
que acaba de recibir una computadora nueva. Hay que aprovechar las
plataformas de educación a distancia.
El reajuste económico que ha sido necesario aplicar recientemente
a los presupuestos y planes del país, y de la prensa en particular, han
tenido y deben considerar siempre un nivel de protección hacia el área
tecnológica y de informatización, por su impacto en la vitalidad y de-
sarrollo de la prensa cubana, ya que nuestro país sigue sometido a una
guerra mediática intensa, y aún no ha podido superar las limitaciones
que implicó el período especial para la prensa cubana.

Rosa Miriam Elizalde, investigadora del tema Internet, ha señalado que el


bloqueo a Cuba es anterior al nacimiento de Internet. Cuando Cuba pudo en-
trar a la red de redes en 1996 lo hizo usando los satélites, pero le ha sido prohi-
bido usar prestaciones que puede disfrutar cualquier otro usuario que no sea
cubano. Los proveedores de servicios en la web han puesto múltiples obstácu-
los a la presencia de Cuba, país donde no puede verse Google Earth, no puede
descargarse Google Talk, no puede usar el Chat de Hotmail ni acceder a los
softwares gratuitos de Microsoft, ni adquirir dominios internacionales que
parezcan favorecer el turismo hacia Cuba, por mencionar algunos servicios.
Cuando detectan una IP cubana, estas empresas, estén en Alaska o en Espa-
ña, en París o Canadá, advierten a Cuba: «Usted no puede recibir este servicio
porque vive en un país considerado terrorista por los Estados Unidos», pala-
bras más, palabras menos. En el 2009 Cuba disponía de un ancho de banda
similar al de un café Internet en Bethesda, un suburbio de Washington. Pero
nada de eso ha detenido ni detendrá la marcha de Cuba en Internet.

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Un final necesario

Su nombre no figura en la dedicatoria de este libro porque deliberada-


mente me propuse citarlo al final. Se trata de Guillermo Cabrera Álvarez,
colega y amigo fallecido, con quien en cierta ocasión intercambié criterios
sobre una conferencia que debía ofrecer ante periodistas de América Lati-
na que, en su mayoría, no eran simpatizantes de la Revolución Cubana. El
tema: El periodismo en Cuba. El Guille, menor en años vividos que yo, pero
con un cerebro digno de estudio —por algo, Fidel lo calificó de «genio»—, me
dijo: «Mira, no es fácil que entiendan el periodismo que hacemos en Cuba,
de que nos hayamos alejado de las noticias basura, las superficialidades, fri-
volidades y el entretenimiento, y nos concentremos en la función de educar
y elevar la información, los conocimientos, la cultura y la espiritualidad del
hombre. En lo que sí creo que debes hacer énfasis es en estos dos aspectos:
la ética que nos guía y cómo en las circunstancias del mundo globalizado de
hoy, el periodismo cubano enfrenta el gigantesco reto de vencer en la des-
igual guerra mediática lanzada por los poderosos que controlan los grandes
medios de comunicación. Porque por cada palabra que decimos defendiendo
una idea, se escriben veinte mil contra esa misma idea. Por cada vez que es-
cribimos la palabra justicia, se cometen veinte mil injusticias».
Seguí, al pie de la letra, su sabio consejo, e incluso me apropié de esa ilus-
trativa imagen sobre el concepto justicia. Y hablé a aquel auditorio del deterio-
ro ético existente en el periodismo que, como regla, se ejerce en el mundo neo-
liberal. Coloqué muchos ejemplos extraídos de algunos de los grandes medios
de comunicación. Y expuse los principios internacionales de ética profesional
adoptados por la Unesco: el derecho del pueblo a una información verídica, la
consagración del periodista a la realidad objetiva, la responsabilidad social
del periodista, la integridad profesional del periodista, el respeto a la dignidad
humana, a los valores universales y a la diversidad de cultura y la promoción
de un nuevo orden mundial de la información y la comunicación.
Nadie en aquel auditorio pudo rebatir los argumentos presentados.
Si hoy tuviese necesidad de dar esa misma conferencia tendría a mi
disposición, además, todo el legado ético de la prensa cubana a lo largo
de más de dos siglos, que no es poco. Ese es el mensaje principal de esta
obra. En sus páginas están las luces y sombras de publicaciones y pe-
riodistas cubanos desde finales del siglo xviii hasta la fecha. De ambos
componentes es posible sacar lecciones éticas. Lo que se hizo con digni-
dad constituye un ejemplo, lo que se hizo con indignidad también es un
ejemplo que no debe copiarse ni repetirse.

El autor, La Habana, 25 de septiembre de 2009.

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308 · JUAN MARRERO


Índice

Prefacio7
Seguimos «navegando» por un imaginario museo9

Primera parte11
Colonia11
Los pregoneros  12
Amanecer del periodismo en Cuba 15
Papel Periódico de la Havana18
Primer maestro del periodismo  24
Libertad de prensa y censura cabalgan juntas 27
La década de 1820: nuevos aires liberales 32
Informe del censor general 37
El Habanero, primera huella independentista 39
Inicio de la prensa mercantil 45
La Prensa, portavoz de la colonia 46
Faro Industrial de La Habana, un periódico esclavista y anexionista 49
Diario de la Marina: «Lo que aconseja por bueno es justamente
lo que todos tienen por malo» 52
El Avisador del Comercio: sin penas ni glorias 54
Primer periódico clandestino y primer mártir 55
Avellaneda y la prensa femenina  59
La caricatura política  63
El Siglo y el final del reformismo 66
El Cubano Libre, nacido entre el silbido de las balas 69
Reaparición en la guerra del 95 73
Otros periódicos mambises  76
La Voz de Cuba 86
Tras el Pacto del Zanjón: autonomismo y censura 87
Casos de censura y enfrentamientos 91
Juan Gualberto Gómez, grande de verdad 97
La fotografía en la colonia 102
Puente para avanzar en la causa independentista 106
Fray Candil 107
Periodista millonario 109
Prensa obrera cubana 110
El periodismo de José Martí 113
España, México, Venezuela…  115
Un camino nuevo al periodismo 118

DOS SIGLOS DE PERIODISMO EN CUBA · 309


Sección Constante 119
Ni el corazón ni la mano se enfriaron 122
Para crear hombres originales, hombres de su tiempo 124
Revista Ilustrada de Nueva York 126
Patria: un periódico para juntar y amar 126
Tras la muerte de Martí 131
«Usted ponga las ilustraciones… Yo pondré la guerra» 132
La guerra de los corresponsales 135

Segunda parte: Neocolonia143


Los periódicos en la alborada de la república neocolonial 145
Un periodismo de mayor desarrollo 148
El Mundo, Márquez Sterling y la Enmienda Platt 150
Las revistas y la influencia norteamericana 158
Mella, Rubén y Pablo 166
Rubén, más poeta que periodista, aunque… 168
Pablo, periodista de pies a cabeza 170
Tras la caída de Machado 172
Noticias de Hoy, un periódico del pueblo trabajador 174
Primer Congreso de Periodistas 175
La sección En Cuba de Bohemia179
Dos nuevos medios: la radio y la televisión 182
Inicios de la televisión en Cuba 186
De Liborio y El Bobo a El Loquito 189
Micrófonos, ideas justas y apego a la verdad 192
Mentira histórica 195
La fotografía y la lucha armada 197
Prensa clandestina y guerrillera 199
Periodistas en la Sierra Maestra 202
Espacios y cronistas especializados 208
Frivolidad y cursilería 210
La cultura del infotainment213
En la crónica deportiva, plumas de alto vuelo 213
Principales publicaciones antes de 1959 215

Tercera parte: Revolución225


1959: prensa sin censura 227
Periodismo no es negocio 233
Injerencia de la SIP 235
Dos logros en aquel amanecer: el humorismo y la fotografía  238
1960: dignificación del periodismo: la coletilla y otras batallas 241

310 · JUAN MARRERO


Salarios de los periodistas y fuga de los dueños de publicaciones 247
1961-1975: enfrentando bloqueo, agresiones y desinformación 252
La invasión mercenaria de Playa Girón 254
La Upec 255
Nuestro barco de papel 257
Un periódico para jóvenes y para todos 259
1976-1989: los medios y el proceso de rectificación  262
1990-2009: periodismo de resistencia en años duros 271
Haciendo las maletas 278
Derecho a la defensa 281
Periodismo de la resistencia 285
Reto del futuro: apoderarnos de internet 288
Un final necesario 293

Bibliografía295

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