Apuntes Del Libro
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Apuntes Del Libro
Presentado por:
ARMANDO JHONATHAN CALLE MUÑOZ
Presentado a:
Pbro. JUAN PABLO JIMÉNEZ FETECUA
Curso:
CRISTOLOGÍA
Introducción
La obra de Duquoc comienza con una introducción, en la que se destaca entre otras cosas,
que se ha escrito y hablado bastante acerca de Jesús, su misterio, su historia y su personalidad
que intrigan y fascinan a muchos. El controvertido predicador de Galilea, con su amor a los
pobres y excluidos, su enfrentamiento y crítica a los poderes de este mundo, y su mensaje
centrado en el mandamiento nuevo del amor, sigue inspirando a artistas, pensadores, líderes
sociales y humanistas. El testimonio que se tiene del Jesús histórico, el rabino judío que murió
crucificado hace más de 2000 años, se encuentra en los Evangelios, los cuales, aunque
basados en la vida de Jesús, en sus hechos y palabras, según la perspectiva del autor, son
narraciones escritas desde la fe de las comunidades eclesiales del siglo I, una fe que confiesa
a Jesús, como el Cristo, el Mesías – Ungido de Dios.
En la introducción se aclara que los evangelios no son biografías de Jesús, sino testimonios
de creyentes, y que en cada uno de ellos aparece por entero toda la personalidad de Jesús.
Confesar a Jesús como “mesías” es recoger las esperanzas que animaron y siguen animando
a Israel el pueblo judío. Además, Jesús no es solamente para la fe cristiana aquel hombre que
hizo el bien en Galilea, tomando en sus manos la causa de los oprimidos y sacudiendo el
yugo de los sacerdotes y de los profesionales de la religión judía. Es también el “Cristo”, el
enviado del Padre para hacer pasar a este mundo desde su esclavitud a una novedad tan
radical que la Biblia la define como reino de Dios, ya que ninguna sociedad pasada o presente
es capaz de evocar su imagen. Y la señal de que él es el “Cristo” es que está vivo.
Con estas palabras introductorias, el autor define el propósito que se traza en esta obra:
Manifestar quién es Jesús para nosotros a partir de este doble nombre suyo (Jesús – Cristo).
Dicho propósito lo presenta a través de un doble cuestionamiento al que intenta dar respuesta
en el desarrollo de la obra: confesar a Jesús, ¿no será rechazar al Cristo, tal como nos lo
describe la doctrina tradicional? y proclamar a Cristo, ¿no será olvidar a Jesús, tal como
se impone su personalidad en las fuentes neotestamentarias?
Así pues, basándose en estas preguntas, el autor define lo que para él significa la labor de un
teólogo, ya que en su obra no pretende realizar un estudio histórico-crítico y exegético acerca
de los testimonios sobre Jesucristo existentes en las fuentes neotestamentarias sino,
reflexionar teológicamente respecto de aquel personaje histórico que por su forma de ser y
estilo de vida cambió el rumbo de la humanidad e imprimió en ella un carácter propio basado
en la verdadera libertad con la que él actuó y con la que supo instaurar una nueva forma de
ver y llevar la vida: el Reino de Dios. Esta obra es pues, un esfuerzo teológico por esbozar
una cristología bajo la categoría de Jesucristo como hombre libre.
Para Duquoc, el teólogo es aquel que toma suficientemente en serio a la escritura proclamada
en la Iglesia como comunicación de Dios para hacer de ella el objeto de su investigación y
de su pensamiento, y que no tiene otras fuentes de información distintas de las del exégeta,
pues se sitúa al lado del creyente que vive hoy su fe en medio de la incertidumbre y de la
duda.
Por otra parte, la cristología es para él el esfuerzo por pensar en la unidad a Jesús y al Cristo
en función de las cuestiones que actualmente se suscitan entre los creyentes. Este esfuerzo
exige una gran honradez ante las fuentes neotestamentarias y ante la manera con que en el
curso de la historia de la Iglesia los cristianos han vivido y expresado su fe, así como ante las
incertidumbres y las dudas de hoy.
5. El proceso y la muerte
Lo que generó el conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de su época, dividiendo a
sus contemporáneos, no fueron sus palabras, el contenido de su mensaje consistente en el
anuncio del reino de Dios y la exigencia de la conversión, sino su actitud, que para ellos
contradecía el orden religioso, moral y político.
Las razones del conflicto, según el autor, fueron la crítica de la autoridad de la ley, el
desplazamiento del centro de gravedad de la religión, la decepción provocada por la negativa
ante las representaciones mesiánicas y la intrusión en la organización social. Estas causas
motivaron a que se diera la acusación religiosa, condenándolo como falso profeta y además
sentenciándolo por un delito político, al acusarlo de amenazar al ocupante romano por
intentar sublevar a las turbas para devolver a Israel la independencia. Se sabe que Pilato juzgó
a Jesús inocente, sin embargo, le condena a muerte para garantizar que no se produjeran
desórdenes a puertas de celebrar la pascua, ya que era mejor preservar el orden de todos y no
salvar a un inocente que tenía poca importancia para la estrategia política. Jesús fue víctima
como muchos malhechores y oprimidos que no contaban para los poderes político y religioso.
La condena y muerte de Jesús, apagó todas las esperanzas mesiánicas que se habían gestado
con su presencia en medio de sus seguidores.
6. La experiencia pascual: Jesús vivo
La experiencia pascual no se basa en la visión de un milagro o prodigio. Los relatos de las
apariciones hablan de la sorpresa de los testigos, descubren la realidad del encuentro con
Jesús vivo, pero nunca del acto de la resurrección. El testimonio recae en el hecho de que el
que había sido condenado y ejecutado está vivo, y que Dios acredita así ante los hombres al
que había sido desacreditado y calumniado por los poderes religiosos y políticos.
Se deben superar estos malentendidos: la resurrección no es la reviviscencia de un cadáver,
ni se reduce a la energía presente de la palabra evangélica, ni elimina la vida histórica de
Jesús, sino que manifiesta, por el contrario, su valor universal; tampoco debe ser tratada como
un acontecimiento del pasado, sino como un hecho actual y futuro.
En cuanto a la oposición que suele darse entre Jesús y el Cristo, el autor afirma: el grito de
rebeldía del justo perseguido ha sido escuchado por Dios; no es la misma situación definitiva
de aquel que construye en la libertad y en el amor que la del que destruye en el odio. El
resucitado no se ha revestido del poder de Dios para imponerse a sus adversarios y destruirles,
sino para suscitar nuevos testigos que, como él, derriben la lógica destructora del mal
mediante la sobreabundancia del bien. El resucitado manifiesta su poder únicamente
mediante el don del Espíritu que concede la libertad.
Conclusión
Ante la cuestión inicial: ¿es posible reconocer a Jesús sin confesarlo como Cristo? Se
concluye que no, ya que no se oponen ni se separan ambos nombres, pues según el testimonio
de la primera comunidad, el acontecimiento pascual, lejos de borrar la figura histórica de
Jesús, ha incitado a la comunidad primitiva a asegurarse los recuerdos más serios que de él
tenía.
No es el título de Cristo el que configuró la historia de Jesús, sino la historia de Jesús la que
transfiguró el sentido de este título. Jesús es actual por ser Cristo, pero es Cristo porque fue
Jesús de Nazaret. Es en Jesús de Nazaret donde se aprende quién es el Hijo de Dios y, por
medio de él quién es el Dios de los cristianos.
Se impone por tanto una conversión: abandonar nuestras representaciones, nuestras imágenes
instintivas, nuestros medios ancestrales, nuestras construcciones intelectuales, nuestras
seguridades filosóficas, para dejarnos informar por aquel que es el resto humano de Dios. Se
necesita el don del Espíritu para que se realice esa conversión.
POSICIÓN PERSONAL
La reflexión teológica del autor me parece muy acertada, estoy totalmente de acuerdo con su
postura y me gustó bastante la lectura de su obra y pensamiento.
Hablar de Jesús y de forma independiente hablar de Cristo, como bien lo plantea el autor, es
imposible, ya que, en definitiva, está comprobado que los escritos neotestamentarios son
pospascuales, por lo tanto la referencia al Jesús histórico, aunque se base en testimonios de
la tradición oral recogidos por las primeras comunidades, se realiza siempre en completa
concordancia con el Cristo de la fe, y partiendo de la certeza que poseen en su vida y corazón
los primeros cristianos de que se trata de la misma persona: Jesucristo el Hijo de Dios.
Es interesante cómo el autor deja en claro la centralidad del acontecimiento pascual para
poder hacer un juicio objetivo acerca de la historicidad de Jesús y su trascendencia en la
humanidad como el verdadero Hijo y Ungido de Dios.
Además de la controversia suscitada por el Jesús histórico y el Cristo de la fe que el autor
claramente intenta subsanar y reconciliar, es de vital relevancia el acento que pone durante
todo el libro en la autoridad y libertad con que Jesús, vivió, habló y actuó, y que fue
precisamente este elemento el que le permitió a Jesús hacerse consciente de su misión como
Hijo de Dios y como instaurador del Reino de su Padre para establecer la justicia, la
liberación y la caridad como única norma de vida de sus seguidores. Fue su actitud de acogida
y defensa de los desprotegidos, vulnerables y oprimidos la que hizo que los sencillos le
reconocieran como un gran profeta y la que puso en evidencia las incoherencias e injusticias
de las autoridades políticas y religiosas de su época, provocando inestabilidad en las altas
esferas de su época y desembocando inevitablemente en su juicio y condena a muerte de cruz,
haciéndolo víctima indefensa y culpable, aunque siempre fue inocente.
Concluyo afirmando que es precisamente la libertad de la cual siempre ha gozado Jesús el
Cristo, la que le ha permitido, por la fuerza del Espíritu Santo ser acreditado por el Padre, no
dejar frustrada su opción al resucitarlo de entre los muertos y así instaurar definitivamente
en el mundo la salvación y el comienzo de su reino de amor, justicia y libertad.