Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Cuánto Se Apende en Una Conferencia - FERRERO

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

¿Cuánto se aprende asistiendo a una conferencia?

1
Con ustedes, el modelo de Kirkpatrick

Los profesionales de la salud acostumbran concurrir cada año a encuentros educativos de


diversa índole: jornadas, charlas, conferencias, talleres, simposios. Con frecuencia, quien
organiza un evento de estas características pone encuestas de opinión a disposición de los
participantes, con el objeto de evaluar las acciones realizadas y determinar su valoración.

Ahora bien, ¿qué nos dicen realmente las encuestas de opinión? Si somos invitados a dar una
“charla” a una institución de salud o centro comunitario, ¿debemos evaluar nuestra
intervención basándonos únicamente en la satisfacción de los participantes? ¿Nos asegura
esta valoración que los allí presentes realmente hayan aprendido, o mejor aún, que la
formación generará cambios sustantivos en sus prácticas alimentarias y una mejora en los
indicadores de salud de la comunidad? ¿Es la valoración personal de las experiencias de
aprendizaje una forma legítima y pertinente de autoevaluación de lo aprendido?

Para responder estos interrogantes creemos de suma utilidad acudir al inoxidable modelo de
Kirkpatrick (1959), cuya interesante propuesta se resume y ejemplifica a continuación.
Supongamos que un grupo de jubilados de una comunidad semi-rural asiste a una jornada
sobre alimentación saludable donde se enseñan los beneficios de mantener una dieta
hiposódica ¿Cómo podemos evaluar el impacto real de esta experiencia? Kirkpatrick propone
analizarlo en términos de cuatro niveles diferentes y progresivos: reacción, aprendizaje,
transferencia, y resultados. Es decir, la primera cuestión a considerar es si la capacitación
resultó de interés para los participantes (reacción). Lo segundo es comprobar si este interés se
tradujo en un aprendizaje (podríamos evaluar al cabo de unos meses si recuerdan los
beneficios de la dieta hiposódica y si son capaces de explicarnos los pasos para elaborar una
receta afín). En tercer lugar, habría que indagar si lo aprendido se transfiere o no a la práctica
cotidiana (las instituciones de salud y equipos comunitarios podrían determinar con
entrevistas a familiares convivientes acerca de los hábitos alimentarios del hogar). Finalmente,
tendríamos que poder identificar cambios en los indicadores de las instituciones de salud a las
que asisten nuestros participantes; por ejemplo, registrando una disminución en la incidencia
de hipertensión arterial en la comunidad (impacto o resultados).

Hemos dejado para el final lo más interesante del modelo de Kirkpatrick: el hecho de que el
autor utiliza una pirámide para graficarlo, donde la base representa la satisfacción de los
participantes y el último piso el cambio institucional. La imagen piramidal nos dice que quienes
llegan al último piso son considerablemente menos que quienes habitan la base. En otras
palabras, el modelo nos deja una inquietante moraleja: constatar la satisfacción de un
participante nos dice poco sobre lo que aprendió, menos aún sobre lo que logrará transferir a
su práctica cotidiana, y casi nada sobre el impacto institucional que tendrán nuestras
capacitaciones.

1
Por Federico Ferrero
De todos modos, la reducción progresiva que muestra la pirámide de Kirkpatrick en sus pisos
superiores no puede explicarse meramente como consecuencia de eventuales errores en el
diseño de las acciones educativas. La conversión exitosa de nuevos conocimientos en pautas
de comportamiento estables constituye un desafío inherente a toda práctica formativa. La
capacitación opera así en un marco indeterminado de restricciones y mediaciones, tanto
personales como institucionales, que hacen de la estimación de resultados una empresa
azarosa. En otras palabras, con independencia de la calidad de nuestras “charlas” o
capacitaciones, su impacto será relativo.

Ahora bien, también es cierto que una porción no menor de esta famosa pirámide sí
constituye una consecuencia directa de nuestras acciones educativas; de allí que resulte de
sumo interés contar con información de retorno (feedback) que haga posible la revisión y
ajuste de nuestras propuestas de capacitación.

En definitiva, la existencia de acciones de evaluación (en este caso una encuesta de opinión)
nos permite conocer el impacto personal e institucional de las capacitaciones que realizamos,
haciendo factible operar ajustes que mejoren la transferibilidad de los saberes a la práctica
cotidiana, es decir, la conversión de conocimiento en comportamientos y en resultados
organizacionales.

Modelo de Kirkpatrick

También podría gustarte