Libro Percy Garcia Cavero Normatividad PDF
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Y EL PROCESO PENAL*
Percy García Cavero**
Las consideraciones que voy a desarrollar en esta ponencia están dirigidas a mostrar
las líneas generales que informan la configuración dogmática de la imputación sub-
jetiva en el actual derecho penal y su repercusión en el proceso penal. Para ello voy
a dividir mi exposición en tres partes. En la primera de ellas me voy a ocupar del
punto de partida de la imputación subjetiva en el derecho penal, a saber, el principio
de culpabilidad. La segunda parte de la exposición se encargará de abordar las dos
formas de imputación subjetiva (el dolo y la culpa), haciendo una breve exposición
de los criterios que se han utilizado para diferenciarlas. Finalmente, en la tercera
parte me ocuparé de esbozar, desde consideraciones normativas, una distinción entre
el dolo y la culpa a partir de la teoría de la probabilidad, pues, en mi opinión, esta
teoría es la que mejor se ajusta al criterio de la evitabilidad individual que informa la
imputación subjetiva. En esta parte, destacaré especialmente las consecuencias que
una reformulación del tipo subjetivo tiene en el ámbito del proceso penal.
I. El principio de culpabilidad
* Ponencia pronunciada en las xxvii Jornadas Internacionales de Derecho Penal, realizadas los días 24,
25 y 26 de agosto de 2005, Bogotá, Universidad Externado de Colombia.
** Profesor de Derecho Penal, Universidad de Piura.
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culpabilidad, según el cual una pena no puede imponerse al autor por la sola aparición
de un resultado lesivo, sino únicamente en tanto pueda atribuirse el hecho al autor
como hecho suyo. Las razones por las que se exige la culpabilidad del autor en la
imputación penal son de diversa índole en la discusión de las ideas dogmáticas.
Muy vinculados a las tesis retribucionistas de la pena están los que entienden que la
culpabilidad del autor es el fundamento de la pena. Esta culpabilidad se construye
sobre la base del libre albedrío de la persona, es decir, sobre la posibilidad que tiene
el ser humano de actuar libremente1. La culpabilidad jurídico-penal estaría constituida
por el mal uso de la libertad que posee el hombre. La pena se correspondería con el
reproche que se le hace al autor por haber podido y debido actuar de un modo distinto,
o sea, por haber podido y debido actuar conforme al ordenamiento jurídico. El principal
cuestionamiento que se le ha hecho a esta comprensión de la culpabilidad es la impo-
sibilidad de una prueba empírica de su fundamento: la libertad2. Esta imposibilidad
de prueba empírica repercute especialmente en la idoneidad de la culpabilidad para
ser efectivamente un criterio de medición de la pena.
fines garantistas4. En este sentido, la culpabilidad sería, más que un límite al ejercicio
del poder punitivo del Estado, una síntesis de los fines del derecho penal.
En cualquier caso, la breve reseña introductoria que hemos hecho sobre algunas
concepciones de la culpabilidad jurídico-penal pone de manifiesto que si bien se trata
de un punto de fuerte discusión dogmática, en el que difícilmente puede haber un
consenso pleno, en lo que no cabe discusión es en la necesidad de que la atribución de
responsabilidad penal se sustente en la culpabilidad del autor. Este consenso mínimo
se encuentra respaldado por la legislación penal colombiana en el artículo 12 C. P.,
4 Cfr. Silva Sánchez. Aproximación al derecho penal contemporáneo, Barcelona, 1992, p. 295.
5 Jakobs, “Culpabilidad y prevención”, Suárez González (trad.), en Estudios de derecho penal, Madrid,
1997, pp. 78 y ss.
6 Cfr. Jakobs, en Estudios, cit., p. 80.
7 Cfr. Roxin. Strafrecht, AT, § 19, n. m. 33. La respuesta a esta crítica, Jakobs, en Estudios, cit., pp. 365
y s.
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en donde se establece que “sólo se podrá imponer penas por conductas realizadas
con culpabilidad”.
Si bien tanto el dolo como la culpa dan lugar a la imputación subjetiva necesaria
para fundamentar el injusto penal, resulta indispensable diferenciar ambas formas
de imputación subjetiva en el análisis dogmático. Esta diferenciación no tiene una
importancia solamente teórica, sino que es eminentemente práctica. La conducta
dolosa tiene, por regla general, una pena mayor que la conducta culposa, e incluso
en determinados tipos penales la conducta culposa significa ausencia de pena debido
al sistema de incriminación cerrada de la culpa que recoge el artículo 21 C. P. co-
lombiano. En este sentido, constituye una tarea esencial de la dogmática penal dotar
de contenido al dolo y la culpa, de manera que podamos diferenciarlos a efectos de
atribuir responsabilidad penal. No obstante, esta labor requiere hacer previamente
Desde las primeras formulaciones de la teoría del delito el dolo y la culpa han ocu-
pado un espacio común. En la formulación causalista del delito, por ejemplo, ambos
supuestos se agruparon en la categoría de la culpabilidad, como formas de culpabili-
dad11. Tal ordenación en la estructura del delito era consecuencia de la comprensión
causalista del delito, en donde la causalidad objetiva era descrita por la tipicidad12,
mientras que la causalidad subjetiva configuraba la culpabilidad, sea en su forma de
dolo, sea en su forma de culpa13. Esta comprensión mostró, sin embargo, desde un
primer momento, ciertos problemas respecto de la llamada culpa inconsciente, en
la que el autor no se representaba el resultado y en la que, por tanto, no existía esa
vinculación causal-psicológica entre la subjetividad del autor y el resultado. Por esta
razón, la culpa abandonó tempranamente una configuración psicológica y asumió
una configuración normativa a través de la previsibilidad14, en el sentido de que no
El desarrollo que ha ido tomando la teoría de la imputación objetiva desde los años
treinta en Alemania y que se ha impuesto en la discusión jurídico-penal desde los años
ochenta, ha permitido un nuevo acercamiento entre el tipo doloso y el tipo culposo.
Si se observa bien, la teoría de la imputación objetiva desarrollada inicialmente para
los delitos dolosos no es muy distinta de la teoría de la infracción de deber de cuida-
do de los delitos culposos, pudiéndose ver entre ambos una identidad estructural. El
elemento de la previsibilidad de la culpa ha devenido en una teoría de la infracción
del deber de cuidado muy cercana a la teoría de la imputación objetiva. Esta idea es
puesta de manifiesto por Roxin en su manual de derecho penal, en donde señala que
las estructuras de los tipos penales de los delitos dolosos y los delitos culposos se han
finalmente equiparado, de manera tal que en plano objetivo no cabe hacer propiamente
ninguna distinción19. Por consiguiente, la distinción dogmática entre el dolo y la culpa
se centra hoy por hoy nuevamente en la parte subjetiva del hecho.
Los elementos de la parte subjetiva del hecho se corresponden con lo que en teolo-
gía moral se conoce como las potencias del alma, es decir, con el conocimiento y
la voluntad. Para poder determinar cuándo nos encontramos ante un delito doloso y
cuándo ante uno culposo, tendremos que precisar qué elementos de la parte subjetiva
abarca cada uno de ellos. Al respecto existen diversos pareceres.
20 Cfr. sobre la teoría de la voluntad, Ragués i Vallès. El dolo y su prueba en el proceso penal, Barcelona,
1999, pp. 60 y ss.
21 Cfr. Díaz Pita. El dolo eventual, Valencia, 1994, p. 22; Ragués i Vallès. Ob. cit., p. 62; Cramer y
Sternberg-Lieben. Ob. cit., § 15, n. m. 80 y ss.
22 Cfr. Díaz Pita. Ob. cit., pp. 25 y s.; Ragués i Vallès. Ob. cit., p. 65.
23 Cfr. Bustos Ramírez. “Política criminal y dolo eventual”, RJCat 1984, pp. 321 y ss.
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Los problemas generados por los defensores de la teoría de la voluntad han dado
pie a que otros autores defiendan la teoría de la representación o posibilidad, la cual
ubica la diferencia entre el dolo y la culpa en el conocimiento24. La representación o
conocimiento de la posibilidad de aparición del resultado determinaría la imputación
a título de dolo. A este parecer se le critica, al contrario que a la teoría de la voluntad,
extender demasiado el ámbito de dolo, en la medida que saca del ámbito de la culpa
la figura de la culpa consciente, pasando a formar parte del ámbito de conductas do-
losas25. Así, mientras la teoría de la voluntad pone el listón del dolo demasiado alto,
la teoría de la representación lo coloca, por el contrario, demasiado bajo.
1. La evitabilidad individual
Para poder dar contenido dogmático al dolo y la culpa de manera que puedan dife-
renciarse adecuadamente, es necesario poner la mirada previamente en el criterio
normativo que informa la imputación subjetiva. Este criterio es, en mi opinión, la evita-
bilidad individual. La razón por la que se erige la evitabilidad individual como criterio
informador de la atribución subjetiva del hecho se debe a que en la sociedad actual el
mundo se encuentra desmitificado y puede, por tanto, explicarse racionalmente. En
este sentido, las consecuencias de los sucesos resultan, en gran medida, calculables,
lo que significa que las personas manejan en su actuación una capacidad de evitar
las consecuencias lesivas de su actuación. Esta capacidad de evitación individual del
resultado lesivo, que se presenta tanto en la actuación dolosa como culposa, permite
imputar subjetivamente un determinado suceso lesivo a una persona. Por el contrario,
al ser lo fortuito imprevisible y, por tanto, inevitable, no podrá configurar un hecho
penalmente desvalorado por ausencia de la imputación subjetiva necesaria.
Para explicarlo con algunos ejemplos: el autor que decide matar al amante de su mujer
y, por tal motivo, espera a éste con el automóvil a la salida del trabajo para atrope-
llarlo, estará en condiciones de evitar el resultado mortal no acelerando el automóvil
contra el enemigo sentimental al verlo salir del trabajo. Del mismo modo, el avezado
conductor que conduce a excesiva velocidad dentro de la zona urbana, podrá evitar
la producción del posible atropellamiento si, en cumplimiento del deber de cuidado
exigible, reduce la velocidad a los límites permitidos. Por el contrario, no podrá evitar
el resultado aquél que atropella en plena carretera a una persona que intempestiva-
mente se interpone en el trayecto del automóvil a escasos metros. En la medida que
no resulta previsible la aparición de tal persona en la carretera, la muerte producida
no podrá atribuirse subjetivamente al autor. En consecuencia, sólo la conducta dolo-
sa o culposa puede sustentar una responsabilidad penal con base en el criterio de la
evitabilidad individual, quedando lo fortuito al margen de lo punible.
2. La teoría de la probabilidad
Con la referencia normativa que hemos utilizado, sin embargo, sigue sin contestarse
cuándo el nivel de probabilidad activa una evitabilidad mediante un deber de desistir
de la actuación y cuándo una evitabilidad mediante un deber de cuidado. Para deter-
minar esto, consideramos que resulta necesario tener en cuenta la importancia de los
intereses protegidos y atender además a las particularidades de los diversos sectores de
actuación. En este sentido, el nivel de probabilidad exigido para configurar una respon-
sabilidad penal dolosa será menor cuando se trata de bienes jurídicos personalísimos
como la vida, el cuerpo y la salud, mientras que para delitos contra el patrimonio el
nivel de probabilidad tendrá que ser mayor. Por otra parte, debe considerarse también
el ámbito de actuación en el que se realiza la conducta típica, pues, por ejemplo, en
ámbitos con cierta habituación al riesgo (tráfico rodado, por ejemplo) el nivel de pro-
babilidad exigido para configurar el dolo del autor tendrá que ser mucho mayor que
en ámbitos en los que no exista esa habituación. Así mismo, habrá que precisar si se
trata de un ámbito de actuación con riesgos cubiertos o no, pues en el caso de riesgos
cubiertos la imputación dolosa requerirá niveles de probabilidad elevados como para
hacer inidóneos los mecanismos de protección ya establecidos.
29 Esto lo hacía, por ejemplo, el Tribunal Supremo español para determinar el animus necandi.
La imputación subjetiva y el proceso penal 135
La comprensión acabada de esbozar sobre el lado subjetivo del delito tiene eviden-
tes repercusiones en el derecho ≠procesal penal. La actividad probatoria tiene que
orientarse a contextualizar el ámbito de actuación del titular del rol, pues solamente
así podrán fijarse las competencias de conocimiento. Por ejemplo, si el autor es un
empresario, habrá que precisar de qué ramo lo es, cuál es el ámbito de regulación
administrativa del sector, etc. Luego de ello, la actividad probatoria debe ocuparse de
determinar las circunstancias que rodean el hecho concreto que resultan pertinentes
para precisar si el autor pudo acceder o no al conocimiento exigido por el rol. Por
30 Cfr. este planteamiento, en García Cavero. Derecho penal económico, PG, pp. 510 y ss.
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ejemplo si, pese a tener que conocer el carácter tóxico de determinado producto, contó
con una pericia toxicológica que negaba tal calidad. En estos casos, el conocimiento
exigido por el rol no podrá imputarse al titular de dicho rol.
IV. Conclusión