Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Bartolome Herrera

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 22

BARTOLOMÉ

HERRERA VÉLEZ

“Pienso que Bartolomé Herrera


es el hombre genial que
concibe por primera vez en el
Perú un nuevo orden social
basado en ideas nuevas. De
sus meditaciones sobre el país
doliente brota una nueva
intuición, unos nuevos
principios rectores de la vida
social que habrían de servir a
manera de columnas
inconmovibles del edificio social
airoso y esbelto de la Patria
peruana. Toda la personalidad
y la influencia oratoria, política y
educativa de Bartolomé Herrera
gira en torno a la filosofía social
con que pretendía estructurar
más cristiana y más
modernamente el destino
histórico del Perú1”.

Bartolomé Herrera Vélez nació en Lima el 24 de agosto de 1808, día en que el


santoral católico recuerda al apóstol San Bartolomé2. Era hijo de Manuel José
Herrera y Paula Vélez Rodríguez. Su padre fue un modesto comerciante,
miembro de una familia emparentada con varias figuras de la Universidad de San
Marcos y del clero peruano. Al nacer gobernaba el Virreinato del Perú José
Fernando de Abascal y Sousa, quien lo gobernó durante una década (1806-
1816), haciendo frente a numerosas conspiraciones y revoluciones separatistas.

Escaso fue el tiempo que pasó al lado de sus progenitores, quienes fallecieron
cuando contaba con apenas 5 años de edad (1813), quedando encargado de la
custodia de su tío materno, el sacerdote Luis Vélez, cura de la Iglesia de Santa
Ana, de quien recibió sus primeras enseñanzas. Estudió latinidad en el Colegio
del Príncipe. En febrero de 1823 fue matriculado como alumno interno del
Convictorio de San Carlos, cuando tenía 15 años de edad.

1 San Cristóbal, Antonio, Bartolomé Herrera, maestro de la democracia peruana. En Bartolomé


Herrera: Homenaje en su centenario (1864-1964), pp. 22-23. Lima, 1964.
2 San Bartolomé, uno de los doce apóstoles de Cristo, fue cruelmente martirizado pues le

arrancaron la piel de su cuerpo estando aún vivo, luego de lo cual le cortaron la cabeza. Parece
que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre
que era Natanael (que significa "regalo de Dios"). Bartolomé Herrera hizo honor al significado de
su nombre pues fue un verdadero “regalo de Dios” para nuestro país.

1
“Hechos los estudios preparatorios, entró en clase de alumno interno al
Colegio de San Carlos de Lima (el más célebre de la América Española),
en febrero de 1823. Allí estudió filosofía, matemáticas puras y aplicadas,
teología y derecho. Se había acostumbrado en "lo antiguo que los
colegiales hiciesen anualmente los ejercicios de San Ignacio, para
prepararse a la comunión pascual Esta costumbre obligatoria
(entablada, sin duda, por los padres jesuitas, cuando tenían a su cargo
el Colegio) no existía ya. Sin embargo los colegiales que querían
prepararse mejor a la comunión, q u e reciben el Jueves Santo, hacían
voluntariamente los ejercicios. El doctor Herrera los hizo por la primera
vez en su primer año de Colegio. Los maravillosos fenómenos, que en
aquel santo retiro obró la gracia en su inteligencia y en su corazón, no
son para explicados. Lo cierto es que él repite frecuentemente que no
puede pensar en sus primeros ejercicios, sin estremecerse, al
contemplar la cuenta que Dios le pedirá algún día del admirable cambio
que el Espíritu Santo operó entonces en su manera de pensar y de sentir.
Los jóvenes que salían aprovechados de los ejercicios, formaban en el
colegio una sociedad, que tenía por objeto alentarse unos a otros en la
vida cristiana, orando en común a mañana y noche, y con otras prácticas
piadosas. El señor Aguilar, que era confesor y director espiritual del
doctor Herrera, y el reverendo padre Arrieta, después arzobispo, lo
formaron en la religión y lo salvaron de la impiedad (que en aquella
época de la lucha por la independencia era de moda) mientras en el
colegio iba recibiendo su educación científica3” .

En dicho centro de estudios se dedicó al aprendizaje de Teología, Filosofía y


Matemáticas.

“En este tiempo aún no decide si sus estudios eclesiásticos concluirán


en el sacerdocio. Si bien la entrega a la vida de la inteligencia se
reconoce clarísima en Herrera, su vocación aún no está –según parece–
totalmente definida. El padre Vargas menciona el caso del entusiasmo
de Herrera por una joven de apellido Rueda que le ocasiona,
eventualmente, en contorno de los veinte años, alguna vacilación,
incertidumbre, sobre la dedicación futura4”.

El rector del Convictorio, doctor José Manuel Pedemonte, logró disuadirlo y


atraerlo a la vida religiosa. Continuó sus estudios de Teología, graduándose de
maestro en Artes y doctor en Teología (1828). Todavía era estudiante cuando,
contando con solo 19 años de edad, le encargaron el dictado de las cátedras de
Filosofía y Matemáticas (1827). Al mismo tiempo comenzó sus estudios de
Jurisprudencia, especialidad en la que se graduó de doctor (1834). Por lo que se
refiere a su carrera eclesiástica, Herrera se ordenó de subdiácono y diácono
(1829), recibiendo el orden sacerdotal de manos de monseñor José Calixto de
Orihuela. Entonces fue designado capellán del Regimiento de Dragones y del
Hospital de la Caridad; mientras que por concurso fue designado titular del curato

3 Taurel, R. M., Colección de obras selectas del clero contemporáneo del Perú, con biografía de
los autores y varios documentos interesantes sobre el estado actual de la Santa Iglesia del Perú,
tomo segundo, p. 28. París, 1855.
4 De la Puente, José Agustín, Bartolomé Herrera, p. 8. Editorial Universitaria, Lima.

2
de Cajacay (entonces perteneciente a la provincia de Cajatambo y actualmente
a la Región Áncash).

“En aquel curato vivió el doctor Herrera, como se vive en la mayor parte
de los pueblos de la Sierra, en una horrible soledad. Los habitantes se
alejan casi todos de los pueblos a labrar la tierra o cuidar su ganado, y
no parecen sino el domingo, para oír misa y embriagarse. A veces asoma
un indio a la puerta del cura a pedirle auxilios para un moribundo: el cura
monta en su caballo y atraviesa algunas leguas para confesar a su
feligrés. Los caminos son peligrosísimos, aun de día. De noche a cada
paso hay riesgo de desbarrancarse de esos cerros y caer en profundas
quebradas. El doctor Herrera se contrajo a plantificar escuelas para la
educación cristiana de los niños, en quienes fijaba sus esperanzas para
la reforma de las costumbres. Por lo demás, cumplió sus deberes de
párroco con palpable provecho de la parte del rebaño que le estaba
encomendada. Esta soledad le fue utilísima. En ella pudo tomarse
cuenta del fruto de sus estudios, y descubrió que había bebido como
doctrina sana en el colegio los errores jansenistas en religión, y e n
política las nociones más subversivas del orden social. Entonces
emprendió la renovación completa de sus ideas, desde la filosofía, su
ciencia predilecta; y desde entonces suspiró incesantemente por salvar
a la juventud de los estragos de las pésimas doctrinas que lo habían
extraviado y que corrían con el mayor crédito5”.

Herrera fue designado vicerrector y profesor de Matemáticas en el Colegio de


Minería de Huánuco (1831). Dos años después regresó a Lima, donde
sucesivamente fue nombrado regente de Teología y Artes, y vicerrector del
Convictorio de San Carlos (1834).

A pesar de que a lo largo de su vida desempeñaría diversas funciones –entre


ellas las de Parlamentario, Presidente de la Cámara de Diputados, Presidente
del Congreso Constituyente, Ministro de Estado, rector del Convictorio de San
Carlos6 y catedrático universitario– siempre sería, ante todo, un sacerdote. Para
Herrera Dios, a través de su Divina Providencia, suscita o permite los diversos
acontecimientos humanos y se sirve de toda circunstancia para cumplir su Plan
Redentor. Desde el viaje a España del Arzobispo Bartolomé María de las Heras7
(Carmona, 24/4/1743 - Madrid, 5/9/1823) la Arquidiócesis de Lima carecía de un
Obispo. En 1833 el gobierno peruano elevó a Roma las preces para el

5 Taurel, R. M., Colección de obras selectas del clero contemporáneo del Perú, con biografía de
los autores y varios documentos interesantes sobre el estado actual de la Santa Iglesia del Perú,
tomo segundo, p. 30. París, 1855.
6 El Convictorio, luego Colegio de San Carlos, fue establecido por la Corona española, luego de

la expulsión de los jesuitas, en base a los Colegios de San Felipe y San Martín en 1770. Para
ello le fue asignado el antiguo local del noviciado de la mencionada orden religiosa, actualmente
denominado Casona de San Marcos.
7 El Arzobispo Bartolomé María de las Heras Navarro, a pesar de ser español, se quedó en Lima

cuando ingresó San Martín al frente de las tropas patriotas. Firmó el Acta de la Independencia,
aprobada por el Cabildo de Lima el 15 de julio de 1821 y participó en la proclamación de la
Independencia el 28 del mismo mes. Ante la intromisión del Ministro Bernardo Monteagudo en
asuntos de carácter eclesiástico renunció a la dignidad arzobispal. Entonces fue desterrado a
España. Pocos días después de su regreso a España falleció en Madrid, a los 80 años.

3
nombramiento de monseñor Jorge de Benavente y Macoaga como Arzobispo de
Lima. El día de la toma de posesión en la Catedral, debido a sus grandes dotes
académicas, Herrera fue designado para pronunciar la oración de gratitud y de
gozo (26/7/1835). El Arzobispo lo llevó como su asistente personal durante la
visita pastoral que realizó a la arquidiócesis a su cargo. Al concluir tal encargo,
por razones de salud –contrajo la verruga–, se vio en la necesidad de dejar el
curato de Cajacay a un coadjutor (1837).

Bartolomé Herrera8

Durante la época de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) el Estado


Norperuano, a través de un Decreto del 28 de octubre de 1836, adoptó el Código
Civil boliviano de 1831. El Estado Sudperuano hizo lo propio el 28 de noviembre
del mismo año. El Arzobispado de Lima nombró una comisión para que se
encargase de su revisión, la que estuvo integrada, entre otros, por el doctor
Bartolomé Herrera. El Código fue rechazado por los abogados y por la opinión
pública, ya que su imposición constituía un sometimiento inaceptable a la
soberanía y legislación boliviana. Tras la derrota de la Confederación fue
derogado.

8 Taurel, R. M., Colección de obras selectas del clero contemporáneo del Perú, con biografía de
los autores y varios documentos interesantes sobre el estado actual de la Santa Iglesia del Perú,
tomo segundo, p. 28. París, 1855.
http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080044193/1080044193_MA.PDF (5/5/2017).

4
En 1839 Herrera fue designado director de la Biblioteca Nacional. Al año
siguiente, también por concurso, gana el curato de San Pedro de Pachacamac y
del anexo de Lurín. El 4 de enero de 1842 tuvo a su cargo la oración fúnebre
pronunciada con motivo de las exequias del Presidente Constitucional de la
República, Gran Mariscal Agustín Gamarra, las que se realizaron en la Catedral
de Lima. En su intervención, realizada en momentos en que la anarquía y la
guerra civil se extendían por la nación, realizó un llamado a la unidad nacional,
a la obediencia a la autoridad legítima y al respeto de la ley. Se ganó entonces
la fama de gran orador y hombre de ideas geniales.

“«La nación llora… llora a sus hijos sacrificados; llora su honor


empañado; la dignidad y el cadáver del Presidente hollados… ¿Quién
que tenga sangre peruana pensará en enjugar el justo llanto de la
nación? No. No vengo a eso señores; vengo a llorar también, a mezclar
mis inútiles lágrimas con las de la Iglesia y con las vuestras… lloremos
señores»…

¿Pero será este el llanto de los réprobos? ¿Nada esperarán de él la


Religión ni la Patria? La triste lamentación: «¿Cómo hemos sido
desolados y confundidos tan vergonzosamente?» que ha venido desde
Incahue, y que va y vuelve resonando, para tormento de los pueblos.
¿Se tan vana como lo fue en Jerusalén? ¿No será más que motivo de
espanto y presagio de ruina? Cristianos, no solo por la caridad que os
distingue de los que nos han ofendido si no por la fe en que esta caridad
se halla fundada; levantemos al cielo nuestros mojados ojos. Veamos
qué hemos hecho para merecer tal castigo; contemplemos luego el
castigo mismo y empapemos con nuestras lágrimas nuestra culpa y su
terrible pena. La misericordia del Señor se volverá a nosotros y nos dará
el consuelo que no podemos esperar de discursos humanos. A esto solo
se reducirá el mío9”.

Señala que no se dedicaría a hablar de la vida del Presidente sino de su gloriosa


muerte, la misma que la ve como un castigo para nuestro país. Herrera analizará
luego “voy a hablar solo de nuestros pecados contra la patria10”.

“Después del fuerte sacudimiento que sufrió nuestra sociedad al


desmembrarse de la vasta monarquía de que era parte, fue inevitable se
experimentaran desconcierto y desgracias, hasta fijar el nuevo centro de
orden, la autoridad que debía reemplazar al soberano español. Pero,
establecida una vez esta autoridad; distribuidos los poderes políticos;
fijadas las garantías de los ciudadanos; saludada la joven República por
los reinos de Europa, que vieron llenos de esperanzas su opulencia y
sus encantos, ¿por qué experimentamos tanto mal?; ¿por qué nos
9 Herrera, Bartolomé, Oración que en las exequias celebradas el día 4 de enero de 1842 en la
Iglesia Catedral de Lima por el alma de S. E. el Generalísimo Presidente de la República D.
Agustín Gamarra muerto gloriosamente en el campo de Incahue pronunció el Dr. D. Bartolomé
Herrera, cura y vicario de Lurín, pp. 3-4. Lima, Imprenta de Eusebio Aranda, 1842.
10 Herrera, Bartolomé, Oración que en las exequias celebradas el día 4 de enero de 1842 en la

Iglesia Catedral de Lima por el alma de S. E. el Generalísimo Presidente de la República D.


Agustín Gamarra muerto gloriosamente en el campo de Incahue pronunció el Dr. D. Bartolomé
Herrera, cura y vicario de Lurín, p. 5. Lima, Imprenta de Eusebio Aranda, 1842.

5
hemos ido hundiendo en un abismo? ¿Cómo este pueblo abundante en
talentos, en valor y en todo género de recursos, ha podido sufrir la última
humillación de ver su territorio profanado, y vencido su Ejército por el de
un Estado, que debía estremecerse al contemplar nuestro poder de
lejos? Juzguemos, señores, con imparcialidad, y en nosotros hallaremos
la causa de la afrenta.

En lugar del antiguo monarca hemos establecido otro poder. Bien, le


hemos establecido. ¿Pero quién, fuera de muy pocos y escogidos
varones consuelo de la patria, ha pensado en someterse a éste poder
salvador? El principio de la obediencia pereció en la lucha de la
emancipación. Los corazones se hallan, desde el año de veinte, en un
estado de habitual rebelión y hacen a la autoridad nacional, para su
propio daño, una guerra tan ardiente y tenaz ahora, como la que hicieron
para su bien entonces. No permita Dios que en el momento en que
anunció su Ley Santa a los hombres, venga a olvidarme de ella hasta el
punto de favorecer la tiranía. No señores: yo no predico la obediencia de
los esclavos; no condeno la santa libertad, que el cielo nos ha querido
conceder, para nuestra felicidad temporal y eterna. Más permitidme que,
en este día solemne por la desgracia que lloramos, en que la libertad
nada teme, mientras teme tanto la dignidad de la nación, yo diga
verdades importantes y necesarias de otro lado, para justificar una obra
del Altísimo, que sin esta precaución pudiera hacer vacilar la fe de los
débiles11”.

Herrera quiere un gobierno constitucional e instituciones estables:

“Está bien que averigüemos la razón de lo que se nos manda, que


manifestemos lo que nos parece bueno o malo al Cuerpo Legislativo y al
Gobierno. Esas indicaciones son la luz que ilumina en su marcha penosa
a los depositarios de la soberanía. Conveniente es también que influyan
todos en la elección de estos. Más una vez establecidos y reconocidos
por los pueblos, ley es del Señor que les obedezcamos; ley natural a
cuya inobservancia sigue la disolución social, la sangre y todos los
horrores que más de una vez hemos ya experimentado12”.

Se quejaba Herrera de que “casi todos” habían “combatido a toda autoridad y


todas las autoridades han combatido entre sí; porque el respeto ha caído en
ridículo”. Continuando su discurso afirmaba:

“El espíritu secreto de partido había usurpado el amor a la Patria; y la


Patria, que solo es visible para los corazones que le presentan el tributo

11 Herrera, Bartolomé, Oración que en las exequias celebradas el día 4 de enero de 1842 en la
Iglesia Catedral de Lima por el alma de S. E. el Generalísimo Presidente de la República D.
Agustín Gamarra muerto gloriosamente en el campo de Incahue pronunció el Dr. D. Bartolomé
Herrera, cura y vicario de Lurín, pp. 6-7. Lima, Imprenta de Eusebio Aranda, 1842.
12 Herrera, Bartolomé, Oración que en las exequias celebradas el día 4 de enero de 1842 en la

Iglesia Catedral de Lima por el alma de S. E. el Generalísimo Presidente de la República D.


Agustín Gamarra muerto gloriosamente en el campo de Incahue pronunció el Dr. D. Bartolomé
Herrera, cura y vicario de Lurín, p. 7. Lima, Imprenta de Eusebio Aranda, 1842.

6
de su amor, no existía para muchos. El hábito de no obedecer las
instituciones ni la autoridad pública estaba inveterado13”.

El 28 de octubre de 1842 el Presidente de la República, general Juan Francisco


Vidal La Hoz, designó al doctor Bartolomé Herrera como rector del Convictorio
de San Carlos, cargo que asumió el día 5 del mes siguiente, manteniéndose al
frente del mismo durante una década (1842-1852). Esta institución, luego del
rectorado del doctor Toribio Rodríguez de Mendoza (1786-13/5/1817), durante
el cual se convirtió en un centro de difusión de las nuevas corrientes del
pensamiento y semillero de patriotismo, había quedado estancada. Herrera
prometió fortalecer la moral y la disciplina del estudiantado y mejorar la
enseñanza. Antes de concluir la ceremonia envío a los colegiales a sus casas
anunciándoles que se realizarían importantes mejoras. El 20 de enero de 1843
San Carlos reabrió sus puertas. Tal y como lo había ofrecido Herrera realizó una
profunda reforma de la enseñanza y convirtió a dicha casa de estudios en un
bastión del pensamiento católico conservador con la intención de preservar los
valores cristianos y moralizar la sociedad. Ello lo enfrentaría a los liberales,
quienes se presentaban como enemigos de la religión y de la Iglesia.
Paralelamente, en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, los
hermanos Pedro y José Gálvez Egúsquiza convirtieron a dicho plantel en centro
de adoctrinamiento y difusión del liberalismo. Tales posiciones animarían los
debates políticos en el Congreso de la República, la prensa, las aulas y las calles.

“Herrera tuvo la fuerte convicción de haber recibido una especial misión


de Dios para realizar una reforma de la sociedad peruana de su época.
Esto es algo que él mismo había dicho en una de sus obras (cfr. su
sermón del 28 de julio de 1846), y que se desprende de toda su vida y
su actividad pública. Pienso que este hecho es la clave de interpretación
para entender mejor todo lo que hizo y dijo14”.

Herrera elaboró un nuevo Reglamento que reorganizó el régimen de profesores


y alumnos, los planes de estudio, los horarios y la disciplina; renovó la plana
docente con la contratación de nuevos profesores; mejoró y amplio las
instalaciones, modernizó la Biblioteca; amplió el número de becarios y reformó
la administración de las rentas.

“La medida más importante que llevó a cabo fue la transformación de los
planes de estudio del Convictorio. Herrera puso especial énfasis en
aquellos cursos que tenían contenidos doctrinarios y filosóficos. Entre
ellos los principales fueron los de Filosofía, Derecho Natural, Derecho
Canónico y Religión. Así, desterró los fundamentos ilustrados que
habían sido introducidos en los programas de San Carlos desde su
creación, para reemplazarlos por contenidos que estaban en
consonancia con la ortodoxia Católica e incorporó algunos de los

13 Herrera, Bartolomé, Oración que en las exequias celebradas el día 4 de enero de 1842 en la
Iglesia Catedral de Lima por el alma de S. E. el Generalísimo Presidente de la República D.
Agustín Gamarra muerto gloriosamente en el campo de Incahue pronunció el Dr. D. Bartolomé
Herrera, cura y vicario de Lurín, p. 18. Lima, Imprenta de Eusebio Aranda, 1842.
14 Putnam Velando, Jorge, Bartolomé Herrera (1808-1864): Bicentenario de su nacimiento.

Capellanía de la Universidad de Piura N° 302, 11 de octubre de 2008.

7
desarrollos filosóficos vigentes en el pensamiento europeo de la
época15”.

Herrera también tuvo a su cargo el dictado de los cursos de Filosofía, Derecho


Natural, Constitucional y de Gentes, Literatura y Economía Política. En sus
clases y en sus escritos señala al liberalismo como responsable de la anarquía
de las primeras décadas de nuestra vida independiente por su idealización de
una libertad absoluta, contraria al orden natural y jurídico.

“Gran mérito suyo es haber sabido descubrir la causa profunda de esa


inestabilidad de la incipiente República, que no habían sabido fijar ni los
hombres ni las leyes. No hace responsable de ella a la pasión de mando
de los caudillos, ni al avasallador poder del militarismo, ni a la deficiente
organización política de las instituciones públicas y de las leyes.
Bartolomé Herrera descubre como causa responsable un estado de
conciencia colectiva inspirado en lo que León XIII denominaría
posteriormente los «modernos principios de libertad desenfrenada,
inventados en la gran revolución del pasado siglo y propuestos como
base y fundamento de un derecho nuevo, nunca jamás conocido, y que
disiente en muchas de sus partes no solamente del derecho cristiano,
sino también del natural». De tales principios, incorporados a la
conciencia colectiva peruana, proceden todos los demás factores de la
inestabilidad, incluso el militarismo y el caudillaje16”.

Herrera se dedica a reforzar los valores morales de los estudiantes –basados,


por supuesto, en la Religión Católica–, su sentido de responsabilidad y la
vocación de servicio a la patria. Si, académicamente hablando, moderniza las
enseñanzas, procurando tener a sus alumnos actualizados con los avances
científicos; espiritualmente cada día les brinda a los estudiantes varias horas
dedicadas a la oración (misa, rosario y preces). Completaban su formación los
cursos de música, pintura y literatura, los mismos que tenían como objetivo
despertar su creatividad y sensibilidad artística.

Sostiene la necesidad de limitar la soberanía popular a través de la primacía de


la soberanía de la inteligencia, en consonancia de lo cual moderniza y refuerza
la exigencia académica. Más que formar profesionales se dedica a formar
hombres que sean a la vez buenos cristianos y buenos ciudadanos; hombres
responsables y justos. Asimismo, defiende sistemáticamente la libertad y los
derechos de la Iglesia Católica (elección de obispos, el fuero eclesiástico, la
subsistencia de los diezmos y primicias, etc.).

15 Cubas Ramaciotti, Ricardo, Herrera como educador: La reforma del Convictorio de San Carlos,
p. 41. En: Altuve-Febres Lores, Fernán (comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del
Congreso Internacional conmemorativo del Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera
(1808-2008). Sociedad Peruana de Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.
16 San Cristóbal, Antonio, Bartolomé Herrera, maestro de la democracia peruana. En Bartolomé

Herrera: Homenaje en su centenario (1864-1964), pp. 27-28. Lima, 1964.

8
Bartolomé Herrera17

“Ninguna generación, seguramente, salió de San Carlos con


convicciones más firmes y claras, y con ideas más definidas sobre las
grandes cuestiones políticas del país y sobre los conflictos del Derecho
de gentes que la educada por Herrera. Ninguna se halló por lo tanto
mejor preparada para la vida pública. A los pocos años de egresada del
Convictorio, aquella juventud, y llegada al periódico y a la cátedra, al
escaño parlamentario o al sillón ministerial, se hacía clásica la lucidez y
el acierto, la profunda cultura jurídica con que los discípulos de Herrera
discutían cuestiones políticas de soberanía, de patronato o de
competencia entre los poderes públicos o cuestiones internacionales
sobre la extensión de la jurisdicción o la territorialidad18”.

Herrera era un hombre de una personalidad muy definida. Poseía un carácter


fuerte, alimentado por su profunda fe religiosa, su patriotismo y una vasta cultura.
Era, al mismo tiempo, un soldado de Cristo y de la Patria:

17 Francisco Laso, Instituto Riva Agüero. En: Altuve-Febres Lores, Fernán (comp.), Bartolomé
Herrera y su tiempo, Actas del Congreso Internacional conmemorativo del Bicentenario del
natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008), p. 11. Sociedad Peruana de Historia - Editorial
Quinto Reino, Lima, 2010.
18 Porras Barrenechea, Raúl, José Antonio Barrenechea (1829-1889), En Boletín Bibliográfico de

la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1928.

9
“Inteligencia de alto vuelo, voluntad férrea y audaz, brillaba como una
personalidad de tipo superior. Polémico y dialéctico por instinto, monarca
de la oratoria, escritor de pluma concisa y clara, ascendía naturalmente
sobre lo superficial y gratuito, sobre el palabreo vacuo y recargado. Era,
además, todo un carácter. La mirada franca y firme, el rostro definido,
mensajero de una alma principista, el porte altivo de un cuerpo enjuto y
lleno de nervio, revelaban inconfundiblemente al rígido disciplinario de
San Carlos y al político quijotesco que se atreviera amonestar al
Presidente Castilla, diciéndole: «Si me amenaza el martirio, esto sería
para mí una felicidad; más no creo haber adquirido méritos bastantes
para alcanzar esta corona. Yo estoy en mi puesto y lucharé en el
Congreso hasta el último instante por la causa de la Iglesia y la nación,
aunque el Gobierno ceje. Sentiría que un Gran Mariscal temiese más la
muerte que un sacerdote»19”.

Para Herrera la única autoridad absoluta es la de Dios, cuya supremacía


proclama claramente. Los hombres tiene el derecho y la necesidad de elegir a
sus gobernantes, pero el poder de estos debe estar subordinado al orden divino
y al orden natural –que es obra de Dios–, a la vez que dirigido a la obtención del
bien común. Con esto Herrera se aparta del positivismo imperante en su época.
Si la autoridad actúa contra el bien común el hombre tiene el derecho de
rebelarse.

En 1846 fue incorporado al Cabildo Metropolitano en calidad de canónigo de


merced. Años después sería chantre (1853), prelado doméstico de Su Santidad
y asistente al solio pontificio. Sacerdote fiel a la Madre Iglesia, defendió con
pasión los dogmas de la Inmaculada Concepción20 (8/12/1854) y de la
infalibilidad papal21 (18/7/1870), aprobados por el Papa Pío IX. Debido a ello se
enfrentaría en diversas oportunidades a Francisco de Paula González Vigil y

19 Álvarez Calderón Ayulo, Carlos E., Bartolomé Herrera y la soberanía de la inteligencia. Revista
de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, N° 7, pp. 32-50, Lima,
1947.
20 Su Santidad el Papa Pío IX, a través de la Bula Ineffabilis Deus, proclamó el Dogma de la

Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María: "...declaramos, proclamamos y definimos


que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda
mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio
de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano,
está revelado por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(8/12/1854).
21 El Concilio Ecuménico Vaticano I elaboró y aprobó la Constitución Dogmática Pastor Æternus,

promulgada por el papa Pío IX el 18 de julio de 1870. Ella contiene la definición solemne del
Dogma de la Infalibilidad Pontificia: “...con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y
definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra,
esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su
Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de fe o costumbres y enseña que debe ser
sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el
bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su
Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Obispo
de Roma son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia. De
esta manera, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra
definición, sea anatema. El Concilio Vaticano II, a través de la Constitución Dogmática Lumen
Gentium, ratificó esta doctrina.

10
otros escritores anticlericales. Herrera integró la comisión revisora de los libros
que ingresaban a la Biblioteca Nacional, cuyo director era Francisco de Paula
González Vigil. Asimismo, tuvo a su cargo el dictado de la cátedra de Teología
en la Universidad de San Marcos. En ese periodo introdujo los manuales de
krausismo alemán, traducidos del francés al castellano por él mismo.

El 28 de julio de 1846 el Presidente Constitucional de la República, Gran Mariscal


Ramón Castilla, le encargó el sermón por acción de gracias por el vigésimo
quinto aniversario de la Independencia del Perú.

“Porque los gobiernos han tiranizado, y porque cualquier ciudadano ha


podido servir de instrumento a esta tiranía, se ha convertido a los
gobiernos y a los ciudadanos en esclavos de lo que llaman voluntad del
pueblo, esto es, gobiernos, ciudadanos y pueblo, han venido a ser
esclavos de la voluntad de los demagogos. Y porque hubo inquisidores
parece que se quiere esclavizar también la religión. Más la religión es la
verdad que viene de Dios, es Dios comunicándose al hombre: y Dios es
Soberano de las naciones. Su soberanía restituirá a los gobiernos, a los
individuos y a los pueblos la libertad. Al reconocimiento de ese poder
adorable y al logro de la libertad se dirige el sermón.

Se me imputan no sé qué miras tenebrosas contra el actual sistema


político, y yo respondo con las palabras sagradas del Salvador: «sin
embozo lo he dicho lodo delante de vosotros; nada he hablado a
escondidas». Que los sentidos no descubren al hombre todas las
verdades que está llamado a conocer. Que a más de las verdades
contingentes y variables, hay para la razón otras necesarias y absolutas;
hay eternidad, hay Dios, y hay una ley suprema que todo lo gobierna.
Que esta ley, de que es parte lo que se llama derecho, no nace del amor
de sí mismo, ni de ningún acto de las voluntades creadas, sino de la
naturaleza de las cosas, o más bien, de los principios absolutos y de la
razón divina. Que es absurda la teoría del contrato social, la cual solo
sirve hoy a los estudiantes de las universidades del mundo para ejercitar
su lógica y dar pasto a su buen humor. Que, supuesto que la soberanía
o autoridad pública es un derecho, su origen está en la naturaleza, o
hablando con más exactitud en Dios. Que no se ejerce legítimamente sin
el consentimiento del pueblo. Que el pueblo está obligado a obedecer al
legítimo soberano dentro de los límites de lo justo. Que, si por una parte
no le es lícito restringir la autoridad necesaria del soberano, por otra
tampoco le es lícito ampliarla ni hacerse esclavo de él; y he aquí la
libertad afirmada en la naturaleza de las cosas, en la ley de Dios, y no
vacilante sobre la trémula base de la voluntad humana. Esta es mi
enseñanza en resumen como ha salido de mi boca y como se ve en los
índices publicados para los exámenes anuales, que presenta este
colegio desde que lo dirijo. De los desatinos que por mala inteligencia de
ella, se m e hayan atribuido no soy responsable22”.

22Taurel, R. M., Colección de obras selectas del clero contemporáneo del Perú, con biografía de
los autores y varios documentos interesantes sobre el estado actual de la Santa Iglesia del Perú,
tomo segundo, pp. 37-38. París, 1855.

11
En el transcurso del sermón destacó la obra evangelizadora realizada por
España en el Nuevo Mundo; criticó duramente algunos principios falsos, impíos
y antisociales de la revolución francesa; sostuvo la soberanía de la inteligencia
–según la cual deberían gobernar los intelectual y moralmente más capaces–,
etc. En respuesta a tales afirmaciones Benito Laso, a través de sus escritos
periodísticos, le replicó afirmando el carácter democrático de la soberanía
popular23.

La actividad parlamentaria del doctor Bartolomé Herrera se inició en 1849,


durante el primer gobierno del Gran Mariscal Ramón Castilla, cuando fue electo
Diputado por Lima. Asimismo, resultó elegido Presidente de la Cámara de
Diputados. Lo acompañaron en la Mesa Directiva los Diputados Pedro Astete,
Vicepresidente; José Santos Castañeda y José María Andía, Secretarios. Por
entonces Herrera sostuvo arduos debates con los liberales, encabezados por el
doctor Pedro Gálvez Egúsquiza24, Diputado por Pataz. Uno de los grandes
debates se dio en torno al derecho de sufragio de los indígenas, en contra de lo
cual se manifestó Herrera por su carencia de instrucción. Por ello planteó que se
realizasen los mayores esfuerzos posibles para educarlo e instruirlo. Cabe
precisar que el pensamiento de Herrera no establece diferencia alguna de
derechos y deberes por color de piel o raza sino por instrucción.

“«Basta tener ojos para saber que el Perú de ahora no es el de los Incas.
Las razas que España trajo a habitar en este suelo han formado con la
indígena un pueblo nuevo enteramente».

Aquí se halla la noción capital de Herrera sobre el Perú. No es como


algunos creen una imagen que desconoce al indio o que lo censura. El
texto es clarísimo, existe «un pueblo nuevo enteramente», nace, se crea
un pueblo. ¿Un pueblo formado por quiénes? La respuesta está en el
mismo texto. Las razas que trajo España con la indígena han creado esa
nueva realidad25”.

El visualiza el Perú como un país mestizo y cuyo futuro está definido por dicho
mestizaje. Para Herrera la esencia de nuestro país no consiste en el
restablecimiento del Imperio de los Incas ni en el trasplante de la cultura
española sino en la fusión producida entre las tres razas. Su concepción del
Estado era tomista pues lo entendía como un ser vivo –un todo integral–, libre,
independiente y soberano. Esa soberanía, insistió Herrera, le viene de Dios, a
quien se le debe plena obediencia. Por ello se oponía a la libertad de cultos pues,
tal y como él la entendía, atentaba contra la unidad del Estado. Poco antes de

23 Véase los diarios limeños El Correo Peruano y El Comercio.


24 Pedro Gálvez Egúsquiza (Cajamarca, 19/3/1819 - París, 23/8/1872) abogado (1845), profesor
(1846) y director del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe (1850-1852); y diplomático.
Fue uno de los principales líderes de los liberales. Participó activamente en la revolución liberal
encabezada por el Gran Mariscal Ramón Castilla (1854). Fue Diputado por Pataz (1849-1853) y
Cajamarca (1855-1857); Ministro de Justicia e Instrucción (5/1-14/7/1855); Ministro de Hacienda
y Comercio (25/7-8/10/1862); Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos (1866-1868); Senador por Cajamarca (1868); y Presidente del Consejo de
Ministros y Ministro de Gobierno y Policía (2/8/1868-13/4/1869). Tuvo a su cargo diversas
representaciones diplomáticas en Centro América, Estados Unidos y Europa.
25 De la Puente, José Agustín, Bartolomé Herrera, p. 50. Editorial Universitaria, Lima.

12
finalizar su mandato Castilla pretendió prorrogar su periodo de gobierno. Herrera,
que había sido su ministro, lo enfrentó, exigiendo el acatamiento del mandato de
la Constitución y afirmando que el poder debía pasar al Presidente del Consejo
de Estado. Castilla se relevó y Echenique resultó electo.

Por disposición del Presidente Constitucional de la República, general José


Rufino Echenique, Herrera fue el primer Director General de Instrucción
(12/8/1851), entidad creada por dicho Jefe de Estado. Poco después fue
designado Ministro de Justicia, Instrucción, Beneficencia y Negocios
Eclesiásticos. Además, estuvo encargado del despacho del Ministerio de
Gobierno y Relaciones Exteriores (1/9/1851-5/2/1852). Durante su gestión al
frente de la Cancillería suscribió la convención fluvial por la cual Brasil reconoció
a las naves peruanas el derecho de libre navegación en el río Amazonas
(23/10/1851).

El 10 de mayo de 1852 Echenique designó a Herrera como Ministro


Plenipotenciario ante la Santa Sede, lo que lo convirtió en el primer representante
de nuestro país en alcanzar tal dignidad. Al día siguiente partió desde el puerto
del Callao, en misión extraordinaria, con rumbo a la Ciudad Eterna. El Presidente
le encargó la preparación de un concordato entre nuestro país y la Santa Sede
que definiese claramente los derechos del Patronato. Igualmente, le solicitó que
gestionase la designación de monseñor Agustín Guillermo Charún como Obispo
de Trujillo; la confección de estatuas para Simón Bolívar, Cristóbal Colón y otras
alusivas a los meses del año para ubicarlas en la Alameda de los Descalzos. En
esta ocasión, como siempre a lo largo de su vida, Herrera defendería a la Iglesia
de los distintos intentos y proyectos gubernamentales y parlamentarios que
pugnaban por recortar sus derechos, a la vez que buscaría lograr un
acercamiento entre el gobierno peruano y la Santa Sede. El 12 de octubre
Herrera y sus acompañantes –el mayor José Izarnótegui, Manuel Benjamín
Cisneros, Juan Arguedas, Miguel Tudela y Lucio Paolo Barríos– llegaron a
Roma. El 26 presentó sus credenciales al Cardenal Secretario de Estado
Giacomo Antonelli. El 1 de noviembre fue recibido en audiencia por Su Santidad
Pío IX.

“Todos los gobiernos que se habían sucedido en el Perú desde la


independencia, fueran conservadores o liberales, aspiraban celebrar un
acuerdo con la Santa Sede, con la subrepticia esperanza de obtener
algún beneficio para la estabilidad política y el control social del país 26”.

Tras la independencia, la Iglesia Católica mantuvo la adhesión mayoritaria de la


población peruana, suficiente motivo para que los gobernantes se interesaran
por mantener relaciones cordiales con ella. El borrador de Concordato elaborado
por Herrera estaba…

“Compuesto por 34 artículos, este proyecto tenía cuatro partes: 1°


Garantía y protección de la Iglesia (artículos 1-14); 2° Patronato y

26Iannettone, Giovanni, Patriotismo y devoción: La misión de Herrera en Roma. p. 58. En: Altuve-
Febres Lores, Fernán (comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del Congreso Internacional
conmemorativo del Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008). Sociedad
Peruana de Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.

13
prerrogativas del Gobierno Peruano en la Iglesia (artículos 9-16); 3°
Ejercicio de la autoridad eclesiástica y de sus derechos (artículos 17-23);
y 4° Concesiones de la Santa Sede a la Iglesia del Perú (artículos 24-
34)27”.

El Papa Julio II había concedido a los Reyes de España, a través de la Bula


Universalis Ecclesiae Regimini, del 28 de julio de 1508, el ejercicio del Patronato
en Indias. Dicho documento otorgó a los monarcas el derecho de proponer la
provisión de titulares en sillas vacantes (obispados y dignidades eclesiásticas).
El Estado peruano se comprometía a mantener la enseñanza de la Religión
Católica en todos los centros de instrucción, amparar a los misioneros que
habitaban las montañas y mantener el fuero eclesiástico.

En julio de 1853 Herrera regresó al Perú para participar en las actividades del
Congreso que se instaló el 28 del mismo mes, dejando listo para su suscripción
el respectivo borrador de concordato. Para ello se requería la previa aprobación
del Senado, la que obtuvo a principios de noviembre; sin embargo el 17 el
Congreso de la República concluyó la Legislatura sin llegar a aprobarlo28. El
Congreso de la República designó a Herrera miembro del Consejo de Estado y
el Cabildo Metropolitano lo promovió a la dignidad de chantre. Además, al
retornar al país Herrera trajo consigo una imprenta, la que destinó a la
publicación del periódico El Católico, cuya dirección encargó a Juan Ambrosio
Huerta (1854). Desde sus páginas respondería la intensa propaganda realizada
por los autores liberales.

El 5 de enero de 1855, tras su victoria en la batalla de La Palma, el Gran Mariscal


Ramón Castilla depuso al Presidente Constitucional de la República, José Rufino
Echenique. En la misma fecha Herrera, fiel al gobierno que lo había designado,
dio por concluida sus labores como representante del gobierno peruano ante la
Santa Sede. El 5 de febrero de 1855 el gobierno convocó a elecciones para la
Convención Nacional, la que tendría por finalidad reformar la Constitución. Por
primera vez en nuestra historia se utilizó el sufragio directo de todos los varones
–dejando de lado la elección de los denominados Colegios Electorales–, quienes
eligieron a los representantes del nuevo Congreso. La Convención Nacional se
instaló el 14 de julio de 1855 y ratificó a Castilla como Presidente Provisorio. El
13 de octubre de 1856 la Convención Nacional aprobó una nueva Constitución
Política, de carácter marcadamente liberal, la que limitó las atribuciones del Jefe
del Estado –estableció la vacancia de la Presidencia de la República por atentar
contra la forma de gobierno o disolver el Congreso, recortó el período
gubernamental de seis a cuatro años, creó el Consejo de ministros, etc.–;
suprimió los fueros eclesiásticos, los diezmos y las primicias; abolió la pena de
muerte; estableció el sufragio popular directo para todos los peruanos que

27 Iannettone, Giovanni, Patriotismo y devoción: La misión de Herrera en Roma. p. 65. En: Altuve-
Febres Lores, Fernán (comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del Congreso Internacional
conmemorativo del Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008). Sociedad
Peruana de Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.
28 El 5 de marzo de 1875 Su Santidad Pío IX, a través de la Bula Praeclara Inter Beneficia,

concedió oficialmente el privilegio del Patronato al Presidente de la República Peruana. Estuvo


vigente hasta julio de 1980, en que fue reemplazada por el Concordato firmado entre el Ministro
Plenipotenciario de la Santa Sede, Monseñor Mario Tagliaferri y el Ministro Plenipotenciario del
Perú, doctor Arturo García.

14
supieran leer y escribir; restableció las Juntas Departamentales y las
Municipalidades; etc. Las disposiciones de la Constitución evidentemente
afectaron a la Iglesia. Además, una minoría propuso la libertad de cultos. Sin
embargo, el dictamen en mayoría, firmado por los Diputados José Santos
Castañeda, Juan Valdivia, Luis Mesones y Miguel San Román sería avalado por
la Convención Nacional por 46 votos contra 22.

El predominio de los liberales, que se caracterizaban, entre otras cosas, por su


anticlericalismo, conllevó un alejamiento entre religión y política. Por otra parte,
el adjetivo católico implicaba, en términos políticos, una identificación como
conservador. Castilla promulgó y juró la Constitución, a pesar de no estar de
acuerdo con ella, manifestando, al mismo tiempo, su disconformidad con el
recorte de sus atribuciones. El 31 de octubre, en Arequipa, Vivanco encabezó
una sublevación, de carácter conservadora, rebelándose contra el gobierno y
quemando públicamente la Constitución recién aprobada. La revolución se
extendió a Moquegua, Ayacucho y Piura. La Marina de Guerra respaldó al
movimiento. Entre los marinos rebeldes se contaban Miguel Grau y Lizardo
Montero. Cuando intentaron tomar el control del puerto del Callao la población
chalaca se resistió en defensa del orden constitucional, representado por Castilla
(22/4/1857). En premio a este acto el Callao recibió la denominación de Provincia
Constitucional. El 2 de noviembre de 1857, estando ausente de la capital Castilla,
debido a la necesidad de hacer frente a los revolucionarios –a quienes finalmente
sometería–, el teniente coronel Pablo Arguedas disolvió la Convención Nacional.
Si bien Castilla condenó este acto, era evidente que dicha situación le convenía,
por lo que cuando regresó a Lima no la restableció, lo que los alejó más aún de
los liberales quienes se convertirían en sus opositores.

Castilla convocó a elecciones para Presidente Constitucional de la República y


para un Congreso Extraordinario. Se presentaron Castilla y el general José
Miguel Medina, quien contaba con el apoyo de los liberales. Castilla resultó
victorioso. Por razones de salud Herrera se hallaba radicado en Jauja. Retornó
a la actividad política al ser elegido Diputado por dicha provincia. El nuevo
Congreso se instaló en octubre de 1858 y proclamó a Castilla Presidente
Constitucional de la República para un período de cuatro años (24/10/1858-
1862). Herrera fue elegido Vicepresidente de la Cámara de Diputados. Ante la
licencia concedida al Presidente, Diputado Pedro José Bustamante y Alvizuri,
asumió la Presidencia. En los debates parlamentarios defendió la existencia de
la pena de muerte para los homicidios calificados. El Congreso Extraordinario
suspendió sus sesiones en mayo de 1859, anunciando su reinstalación como
Congreso Ordinario para julio del mismo año. Sin embargo, el gobierno,
argumentando que solo a él le competía convocar al Congreso, impidió tal
intención y, en vez de ello, convocó a elecciones para un Congreso Ordinario.

En medio de grandes tensiones, dirigidas a impedir la reforma de la Constitución


de 1855, los liberales conspiraron contra el Presidente de la República, Gran
Mariscal Ramón Castilla, y contra Bartolomé Herrera. Se produjo un atentado
contra el Jefe de Estado.

“Pero aquella instalación, que debía ser un momento de satisfacción


general, era en realidad un momento de gran tensión debido a las

15
múltiples amenazas que habían recibido muchos políticos por parte de
una minoría radical que estaba dispuesta a usar hasta violencia para
lograr sus fines sectarios.

Antes de la instalación del Congreso del 60, había recibido una gran
cantidad de avisos y anónimos, en el sentido de que no se atreviera a
concurrir a la instalación del Congreso porque peligraba su vida. Sin
embargo, el 28 de julio de 1860, impasible y sereno, se presentó solo en
la Plaza de la Inquisición, acompañado, a prudente distancia, por su
ayudante, y se dirigió hasta la puerta del Congreso Constituyente, junto
a la esquina de la Caridad. Deliberadamente, permaneció en la puerta
por espacio de diez minutos, que parecieron eternos a sus admiradores,
como si estuviese esperando a alguna persona, pero los enemigos no
se presentaron ante el coraje de este hombre de fe29”.

Mientras tanto el Congreso de 1860 al instalarse se declaró Constituyente y eligió


a Herrera como su Presidente. Lo acompañaron en la Mesa Directiva los
Diputados Manuel de Mendiburu, Primer Vicepresidente; José Miguel del Carpio,
Segundo Vicepresidente; Mariano Loli y Manuel Antonio Zárate, Secretarios. En
su discurso al iniciar la Legislatura Herrera afirma:

“El Congreso descansa en brazos de la nación. La nación es su escolta”.

“Viva la libertad para todos, sin exclusión de partidos. Quedan abiertas


las sesiones del Congreso de 1860”.

Herrera presentó entonces un proyecto de Constitución predominantemente


conservador y presidencialista, el que, por supuesto, respetaba los derechos de
la Iglesia. Pedro José Calderón se encargó de sustentarlo. Planteaba el
fortalecimiento del Poder Ejecutivo y la representación corporativa. Herrera
diseño un nuevo modelo de bicameralismo, en el cual la Cámara de Diputados
sería elegida por los ciudadano y el Senado estaría constituido por 30 miembros,
de los cuales 3 representarían a cada una de las diez clases: De la carrera
política, de la Hacienda, de la magistratura, del clero, del Ejército y la Marina de
Guerra, de la carrera parlamentaria, de las profesiones científicas, de los
propietarios de predios, de los mineros y del comercio.

“Pero en aquel entonces el proyecto constitucional de Herrera no quiso


ser debatido ni de manera académica ni de manera política en la
Constituyente de 1860. Sólo el joven krausista Luciano Benjamín
Cisneros se permitió escribir una crítica en la Revista de Lima bajo el
título «Una palabra sobre el proyecto constitucional del Ilustrísimo
Obispo de Arequipa», donde cuestionaba la cerrada defensa de las
libertades de la Iglesia que contenía el texto del Obispo pero sin
mencionar nada sobre el tema de la organización política. Ciertamente
los liberales, admiradores del organicismo krausista, habían quedados

29Ugarte del Pino, Juan Vicente, Bartolomé Herrera en su Bicentenario, p. 5. En: Altuve-Febres
Lores, Fernán (comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del Congreso Internacional
conmemorativo del Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008). Sociedad
Peruana de Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.

16
descolocados con la propuesta herreriana y únicamente pudieron
responder a ésta con un silencio que se ha prolongado hasta nuestros
días30”.

Este proyecto fue rechazado por el Congreso, el que se dedicó a elaborar un


proyecto distinto. El Congreso procedió a reformar la Constitución. Se produjeron
grandes debates entre liberales y conservadores.

“Con motivo de haber sido desechado el fuero eclesiástico, Herrera


abandona el Congreso y se dispone a trasladarse a su sede de Arequipa,
para la que había sido nombrado en el periodo que antecedió al
Congreso Constituyente. Para el viaje puso a su disposición el Mariscal
Castilla la fragata de guerra «Amazonas», poniéndole de relieve la alta
estima que le profesaba. De esta forma el 6 de enero de 1861 llega a la
ciudad coronada por el Misti en medio de la aclamación popular 31”.

El 19 de setiembre de 1860 Herrera renunció a la Presidencia del Congreso


Constituyente y a su condición de Diputado cuando el Legislativo aprobó la
supresión de los fueros eclesiástico y militar. A partir de entonces se retiró de la
actividad política. El Primer Vicepresidente del Congreso, general Manuel de
Mendiburu, lo reemplazó al frente del Poder Legislativo. El 10 de noviembre de
1860 el Congreso aprobó la Constitución moderada que reemplazó a la
Constitución liberal de 185632.

A fines de 1859 habían llegado de Roma las bulas que nombran como Obispo
de Arequipa al doctor Bartolomé Herrera. El 21 de mayo de 1860 es consagrado
como tal en la Iglesia de San Pedro de Lima por el Obispo de Trujillo, Francisco
Orueta y Castrillón. El Presidente de la República pone a su disposición la fragata
Amazonas, la cual lo conduce a Islay, donde desembarca el 1 de enero de 1861.
El 6 del mismo mes tomó posesión de su sede y a cuya labor dedicó el resto de
su vida. En su accionar pastoral se consagró a fortalecer la vida espiritual de la
feligresía a su cargo, reformar el Seminario de San Jerónimo, mejorar la
instrucción del clero, incrementar las vocaciones, refaccionar el antiguo palacio
30 Altuve-Febres Lores, Fernán, El pensamiento constitucional de Bartolomé Herrera, p. 185. En:
Altuve-Febres Lores, Fernán (comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del Congreso
Internacional conmemorativo del Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008).
Sociedad Peruana de Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.
31 Asís, Agustín de, Bartolomé Herrera pensador político, p. 6. Publicaciones de la Escuela de

Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1954.


32Teóricamente la Constitución de 1860 sería la que tuvo mayor tiempo de vigencia en la historia

del Perú, ya que habría regido hasta 1920. Sin embargo, en ese lapso de tiempo hubo numerosos
golpes de Estado y gobiernos de facto. De hecho la Constitución que ha estado más tiempo
vigente sin interrupciones en nuestro país es la de 1993, aprobada por el Congreso Constituyente
Democrático durante el gobierno del Presidente Constitucional de la República ingeniero Alberto
Fujimori. Cabe añadir que los primeros libros que se publican en nuestro país sobre Derecho
Constitucional fueron el de Antonio Leocadio Guzmán, Ojeada de Proyecto de Constitución que
el Libertador ha presentado a la República (1826); el del Diputado en las Cortes de Cádiz doctor
Ramón de Salas y Cortés, Lecciones de derecho público constitucional para las escuelas de
España (1821 en España y 1827 en Lima); la traducción realizada por el doctor Bartolomé
Herrera de la obra del doctor Silvestre Pinheiro Ferreira, Compendio de Derecho Público Interno
y Externo (1848); la de su discípulo el doctor Felipe Masías, Breves nociones de la ciencia
constitucional (1855); y José Silva Santisteban, Curso de Derecho Constitucional (1856).
Además, se debe recordar la obra de Toribio Pacheco, Cuestiones Constitucionales (1854).

17
episcopal, reconstruir la catedral –la que había sido afectada por un incendio el
1 de diciembre de 1844–, reformar los conventos de regulares y defender la
independencia de la Iglesia frente al Estado. Además, organizó una colecta y
diversas actividades espirituales en apoyo al Papa Su Santidad Pío IX, quien
había sido despojado de los Estados Pontificios33. Sin embargo de sus múltiples
ocupaciones, todos los días celebraba misa y dedicaba varias horas diarias a la
oración y a la meditación.

“Pero su mayor interés estuvo en San Jerónimo. Desde su primera


Pastoral dejará constancia de la predilección que siente por su
Seminario:

«Muy regalado refrigerio nos prometemos, por otra parte, en nuestro


Seminario, cultivando hasta donde nos fuere dado con nuestras propias
manos las hermosas esperanzas de la Iglesia».

Desde que él llegó, tal como se había propuesto en su Pastoral, tomó el


Seminario bajo su inmediata dirección. Conservó como rector al
benemérito Sr. Forgas y como vicerrector escoge al joven seglar,
Nicanor Porcel, que llegará a ser Deán de la Catedral y Vicerrector de la
Universidad de San Agustín. Enseñó Filosofía en el Seminario.

Visitaba a diario el Seminario y casi siempre a caballo, pues sus


dolencias no le permitían hacerlo de otro modo. Según M. A. Cateriano
dotó competentemente las cátedras, introdujo reformas, mejoró el local
con la construcción de grandes salones en los altos. Su trato con los
alumnos era afectuoso y franco, cuidando de que fuesen bien tratados
en la mesa. Su asistencia a los exámenes era constante, permaneciendo
en ellos varias horas. Elaboró personalmente alguno de los programas y
currículos de algunas materias como Metafísica y Teología. Conocemos
los programas y tratados de Lógica (según el sistema escolástico y de
acuerdo con lo programado en Jauja en 1857) y Teodicea (con
argumentos precisos y concluyentes sobre la existencia de Dios y sus
atributos divinos) redactados por el propio prelado para sus alumnos del

33 Constantino El Grande cesó las sangrientas persecuciones contra la Iglesia Católica. Además,
declaró que ésta podía poseer y transmitir propiedad, lo que fue el origen de las posesiones de
la Iglesia de Roma. Con el transcurrir del tiempo las propiedades aumentaron por las donaciones
realizadas por los feligreses, convirtiendo a la Iglesia en el más grande propietario en la
Península italiana. Tales recursos eran utilizados principalmente en obras de caridad –hospitales,
orfanatos, la liberación de esclavos, la alimentación de los pobres, etc.–; la construcción y el
mantenimiento de templos, conventos y demás edificios; la atención de los gastos del Papado,
la Corte Romana y el clero; y la satisfacción de otras necesidades públicas, entre ellas la
seguridad de las poblaciones. La existencia de la soberanía papal se consolidó con la protección
brindada por el Rey franco Pipino El Breve al Papa en el año 754 y ratificada dos años después.
Durante su máxima extensión los Estados Pontificios abarcaron las regiones de Lacio, Las
Marcas, Umbría y Emilia-Romaña en la Península italiana. Durante más de mil años el Papa tuvo
un doble poder: el espiritual –Vicario de Cristo y cabeza visible de la Iglesia Católica– y el
temporal –soberano de los Estados Pontificios. La mayor parte de la península fue unificada por
el Reino de Cerdeña en 1861; sin embargo, los Estados Pontificios subsistieron, limitados a
Lacio, hasta el 20 de setiembre de 1870, cuando el ejército piamontés tomó Roma y puso fin a
la soberanía de los Papas. Finalmente, en 1929 fue fundado como Estado independiente el
Vaticano, al que le adjudicaron 44 hectáreas de la ciudad de Roma.

18
Seminario. Redactó, además, un texto nuevo de Estética. Otras veces
potenciaba un buen texto como el de Filosofía del P. Tergiordi, en
detrimento de Liberatore, por su mayor claridad y precisión34”.

Durante varios años de su breve existencia Bartolomé Herrera hizo frente a una
terrible enfermedad, la tuberculosis pulmonar. Ello lo llevó a trasladarse a Cayma
(Arequipa) en busca del descanso que le permitiese recuperar su salud. El 4 de
agosto de 1864 retornó al Palacio del Buen Retiro. El 8 de redactó su testamento,
manifestando no haber adquirido bien alguno mientras estuvo a cargo de su
diócesis. Dos días después falleció en la Ciudad Blanca, dos semanas antes de
cumplir 56 años de edad. Fue sepultado en la ante sacristía de la Catedral de la
Ciudad Blanca. El historiador Jorge Guillermo Leguía compiló sus escritos; sin
embargo, no llegó a culminar tal tarea debido a su inesperado fallecimiento. La
obra resultante se plasmó en dos volúmenes, con el epígrafe de Escritos y
discursos (Lima, 1929-1934).

“Entre los peruanos que nacen en el tiempo precursor de la


Independencia y que desarrollan su actividad y su vida en nuestra época
republicana, es Bartolomé Herrera –sacerdote, maestro, hombre de
Estado y político– un caso humano que aparece con características
singulares e intransferibles.

Al lado de los caudillos militares y de los políticos por circunstancia o por


vocación, cerca de los intelectuales puros y de los hombres de negocios,
es Bartolomé Herrera una de las personalidades más consistentes y
macizas de la República. Hay en él coherencia entre el pensamiento y la
vida; hay asimismo propósito vivaz por defender la verdad, por
comunicarla a los hombres.

Entre el soldado victorioso, el político triunfante, el profesor universitario


con brillo en la enseñanza y el hombre con fortuna en la vida del
comercio, Herrera encarna el tipo humano del doctrinario con todas las
consecuencias.

Su nombre y su recuerdo pueden, eventualmente, no despertar el


entusiasmo externo y el fervor que suscita la figura heroica del vencedor
en la guerra o en la política, no obstante, sí se halla en ese limeño,
inteligente de verdad, la firmeza, el alivio, un poco la complacencia que
se descubre en la persona con sólido fundamento intelectual 35”.

Bartolomé Herrera nació y vivió en medio de conspiraciones, golpes de Estado,


guerras y revoluciones. Ello lo llevó a convencerse en la necesidad que
tendríamos los peruanos de un régimen presidencialista, inspirado en los valores
cristianos, respetuoso del ordenamiento constitucional y al servicio del bien
común.

34 Benito, José Antonio de, Bartolomé Herrera sacerdote. En: Altuve-Febres Lores, Fernán
(comp.), Bartolomé Herrera y su tiempo, Actas del Congreso Internacional conmemorativo del
Bicentenario del natalicio de Bartolomé Herrera (1808-2008), p. 96. Sociedad Peruana de
Historia - Editorial Quinto Reino, Lima, 2010.
35 De la Puente Candamo, José Agustín, Bartolomé Herrera, pp. 5-6. Editorial Universitaria, Lima.

19
“Contrariamente a lo que podría esperarse, Herrera fue siempre un
hombre de la oposición. Después de un fugaz paso por el gabinete de
Echenique, el Rector del Convictorio de San Carlos destacó por sus
encendidas polémicas con los liberales en las aulas, en el escaño
parlamentario y en la tribuna periodística. Sus brillantes cualidades lo
llevaron a ocupar importantes puestos en el Congreso de la República,
pero nunca fue el líder de alguna mayoría parlamentaria.

Bartolomé Herrera sobresalió, entonces, como un crítico del sistema y


de los grupos dominantes de la vida nacional. A diferencia de la mayoría
de liberales de la época, su magisterio mantuvo la vigencia de sus ideas
en más de una de las generaciones siguientes. Por lo tanto, su figura se
nos revela como la del intelectual más importante del siglo pasado. Si
bien es cierto que sus adversarios políticos controlaron los resortes del
poder, lo improvisado de sus mensajes y la caducidad de sus ideas no
soportaron el paso de los años.

Pensamos que ante la situación que vive el Perú de Hoy –


empequeñecimiento espiritual, inmoralidad, inexistencia de una escala
de valores, torpes grupos dominantes, mediocridad y ausencia de un
proyecto nacional que involucre a todos los peruanos–, conviene hacer
un repaso de los planteamientos del viejo maestro carolino36”.

El 28 de julio de 1860, al instalar la Legislatura Ordinaria de aquel año, el


Presidente del Congreso Constituyente, doctor Bartolomé Herrera, pronunció las
siguientes palabras:

36 Iwasaki Cauti, Fernando, El pensamiento político de Bartolomé Herrera: El proyecto


conservador del siglo XIX, pp. 127-128. Boletín IRA N° 13, pp. 127-150, PUCP, 1984-1985.

20
Monumento conmemorativo a Bartolomé Herrera. Parque Universitario (Lima).

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONGRESO CONSTITUYENTE


DOCTOR BARTOLOMÉ HERRERA VÉLEZ

Señores:

La honra que habéis dispensado a mi persona me inspira un reconocimiento


profundo. Procuraré corresponder a ella, empleando en vuestro servicio y en el
de la República todas mis escasas fuerzas, hasta donde alcanzaren. Esta será
gran honra para mí. Pero también hay en la elección que habéis tenido a bien
hacer de Presidente, honra para vosotros, señores, y esperanzas hermosas para
la nación. Al emitir ayer vuestros sufragios le habéis dicho que sois católicos,
como lo es ella; que, lejos de querer imponerle como ley ninguno de los
transitorios antojos de la voluntad individual, vais a cumplir la suya justísima, que
os tiene mandado de cuantas maneras podía mandarlo que la volváis a su
situación natural y libre, que pongáis fin a sus dolores. Esto significa, sin duda,
el acto de respeto a la Religión, que envuelve la elección que, para el orden de
vuestros trabajos, habéis hecho en quien, fuera del sagrado carácter de Obispo,
nada hay que pudiera atraer vuestras miradas y merecer vuestra preferencia.

21
Dios Omnipotente autor de las sociedades humanas y de la organización y
naturaleza especial de cada una; Dios, cuya luz únicamente hacer discernir a los
legisladores lo justo; Dios, de quien viene todo consuelo, que ha reunido aquí
por una maravillosa acción de su Providencia tantas inteligencias y tantos
corazones acordes; sobre todo, en la sinceridad con que lo adoran; Dios, señores
asista al Congreso y derrame sobre él su bendición. Con esa asistencia y con
esa fecunda bendición hallareis en vuestra sabiduría; en vuestra fidelidad a los
explícitos mandatos de los pueblos; en vuestra constancia y en la rectitud de
vuestras intenciones, recursos sobrados para realizar la difícil obra que
emprendéis. La nación aguarda impaciente vuestra primera palabra. Hablad,
Legisladores, y salvadla.

El Congreso está instalado y en ejercicio del poder que ha recibido de la nación.

¡Viva el Perú! ¡Viva la libertad para todos, sin exclusión de ningún partido! 37

37Artículo elaborado por Fernando Ayllón Dulanto. Sitio Web del Museo del Congreso y de la
Inquisición.

22

También podría gustarte