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La Reforma de La Universidad Europea en El Siglo XVIII

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La reforma de la universidad europea en el siglo XVIII

Muy al principio del XVIII la universidad


europea incorpora los estudios útiles a la
enseñanza; así las Facultades de Medicina
incorporan teatros anatómicos (La lección
de anatomía del doctor Tulp,
Rembrandt, Museo Mauritshuis, La
Haya)
Al finalizar el siglo XVII, las universidades europeas se muestran en una más
que mediana decadencia, desligadas incluso de la vida intelectual y religiosa,
inmersas en la rutina docente, que agravan las golfadas estudiantiles, de lo
que antes fueran conquistas del humanismo. Apenas pueden exceptuarse las
de Halle, Leydem, Oxford, Padua y Upsala; entre las hispánicas, Valencia,
Zaragoza, Lima, México, las cuales pueden considerarse, con aquellas, a la
cabeza del movimiento universitario mundial; lástima que quedaran
estancadas, mientras las demás se incorporan lo bueno de los nuevos
movimientos y tendencias de la época.

Culpa tiene la Guerra de Sucesión y el cambio de dinastía, pero también los


maestros del momento no pueden quitársela de encima. La sociedad europea
va a percibir los frutos beneficios que el trabajo de sus hombres universitarios
hará posible; mientras, la hispanidad continuará decadente. (Véase Estado
universidades españolas en el siglo XVIII). Para remate, las reformas del fin
de siglo, sin ser geniales, se verán truncadas por la guerrilla, el sistema
napoleónico y las banderías que van a llegar hasta tiempos recientes.

En cambio, algunas universidades europeas, viejas y nuevas, inician, dejando


de lado la modorra que domina el magisterio, la unión estrecha que debe
haber entre la investigación original y la verdadera enseñanza superior,
acogida muy bien por las inglesas e italianas, aunque no fuesen las
iniciadoras, pues éstas se encuentran entre las alemanas, holandesas y
suecas, cosa que tampoco se hará general hasta el período siguiente. ¿Cuál
fue la razón?

En primer lugar, el influjo y éxito de las varias academias de ciencias y letras;


en segundo lugar, la mediación táctica de ilustres hombres de gobierno y,
esto aparte, el espíritu que caracteriza al siglo racionalista y utilitario. Las
universidades europeas salen del sopor decadente para adentrarse en
una verdadera evolución científica mediante nuevos estímulos y
reorganización. Lástima que en las hispánicas no se dieran estos efectos por
varias circunstancias. Desde los umbrales del período, el pensamiento
de Newton dominará en las ciencias y en la llamada filosofía natural,
mientras Locke domina en la moral y en la psicología; las disputas sociales,
políticas y pedagógicas se desarrollan en torno a ambos; bien es verdad que
vienen de finales del siglo anterior, pero es en éste cuando triunfan y se
hacen sentir las consecuencias.

Así tenemos, por lo que respecta a Newton, un desarrollo de los principios


matemáticos y mecánicos. En la primera mitad de siglo hay avances en
mecánica celeste, sólida, hidrodinámica, óptica y acústica; desde 1750, la
termodinámica y la electricidad, debido al desarrollo de la química y los
experimentos. En el período anterior se pasaba de la física aristotélica; la vía
empírica de la observación y verificación al pasar a la enseñanza médica dará
también óptimos frutos; del sentido utilitario de la sociedad y del estado
nacerán nuevas disciplinas y profesiones: ingeniero, economista, diplomático.

En general, podemos decir que a va a la cabeza Holanda. Su célebre


universidad de Leyden -fundada en 1575 como reconocimiento a la ciudad
por la oposición frente a los españoles- tiene ya en 1706 observatorio, donde
figuran sextantes, cronómetros y telescopios; es el país de las buenas
fábricas de instrumentos científicos, patria del microscopio. Es la primera en
el continente, en 1716 con Gravesand, que enseña sin trabas los principios
newtonianos, con experiencias prácticas más que teóricas en matemáticas,
astronomía y, sobre todo, física con Huyghens y óptica; ya en 1740 dispone
del termómetro. La química tendrá cursos permanentes desde 1732; para la
botánica se sirve de un acuerdo con la Compañía de las Indias; la anatomía
topográfica y embriología, desde 1731; el célebre cirujano Boerhaave es
profesor en 1701 de medicina sobre anatomía completa, fisiología y patología
clínica; desde 1709 acuden a sus clases alumnos de todas partes y su
influencia será decisiva en el período.

La universidad de Leyden fue descrita por un viajero español en 1700, el


menorquín Bernardo José Olives de Nadal. (1) Olives nos deja magníficas
descripciones de lo que constituía la esencia de su celebridad: los estudios de
Medicina. Concretamente el jardin botánico, o más precisamente el hortus
medicus (reserva de plantas medicinales para el estudio, la docencia y la
propia práctica curativa, con el que contaban todas las demás pequeñas
universidades de los Países Bajos y bastantes de las francesas) y el teatro
anatómico:

"El edificio [de la Universidad] no es gran cosa, hay diversas escuelas, y


una estancia por disciplina. El más remarcable es el jardín lleno de toda
suerte de hierbas medicinales, otras de Indias, y otras exquisiteces de este
país; las que nosotros tenemos más comunes están bajo vidrios porque el
sol así es más caliente para sustentarlas, teniendo una galería para
ponerlas en tiempo de invierno.

[El teatro anatómico] es un salón de figura con ocho grandes ventanas, las
paredes son altas y sostienen una bóveda, vense cubiertas de una
tabladura adornada de columnas y cornisas, sobre los pilares hay
esqueletos, en medio de esta estancia en tierra hay una mesa donde se
hace la anatomía después alrededor de ésta, en forma de teatro para los
que miran; en estas gradas hay diversos esqueletos que no impiden la
vista de los hombres, uno cabalgando sobre un buey, una mujer sobre un
caballo, y de diversos otros animales como perros, gatos, monas, y en la
útlima grada se ven enyesadas cajas en donde están guardadas detrás de
vidrios esqueletos de hombres; muéstranse otros conservados en carne por
los secretos de aquellos cirujanos, y de toda suerte de pájaros y esqueletos
de animales terrestres, con las mayores rarezas de cosas por nosotros no
conocidas; hay dos momias de Egipto enteras con sus dientes, ojos y
manos. Es verdaderamente una casa digna de admirar por sus
exquisiteces, donde necesitaría entretenerse muchos días para poder ver
las maravillas que en aquel lugar se encierran."
En Gran Bretaña, para el 1702, la de Oxford ha entrado ya en la corriente,
pero con número reducido de alumnos; en 1728 se enseña toda la gama
matemático-física, incluso experimental, con laboratorios y colecciones
instrumentales; la química, botánica, geología y el cálculo astronómico tienen
sus cátedras propias; la de Cambridge dispone de la anatómica en 1707,
gabinete químico desde 1704 y cátedra de química médica en 1781. En la
escocesa de Edimburgo será poco más tarde, 1738, pero para 1741 las tiene
incluso de óptica, trigonometría, secciones cónicas, geodesia, balística,
fortificaciones -una verdadera escuela politécnica-, así como de medicina
clínica y obstetricia. La de Glasgow enseña química desde 1756 y dispondrá
en 1786 de hospital universitario.

La Universidad de Oxford nos es descrita por un ilustre viajero español,


Antonio Ponz (2) en 1785. Mejor dicho describe sus colegios, casi uno por
uno, alabando por lo general su arquitectura, sus bibliotecas, sus
benefactores, gabinetes, colecciones, jardines botánicos, etc. En Oxford está
(va dando cuenta de todo ello) la biblioteca Bodleyan, la librería Radcliffe, la
imprenta de Clarendon, el museo Asmoleano (surtido entre otras por las
colecciones recogidas por el célebre capitán Cook en sus viajes), el
patrimonio artístico del Colegio de Cristo, más de trescientos cuadros, entre
los cuales obras de Rafael, Da Vinci, Del Sarto, Buonarrotti, Caracci,
Caravaggio, Españoleto, Rubens, Tintoretto, Veronés... Y en todos esos
colegios la presencia constante de los mecenas de cada uno de ellos:

"Yo quisiera saber por qué en nuestra Universidad de Salamanca y en todas


las demás, como también en los Colegios, no habían de existir los retratos
de todos los célebres literatos y bienhechores que han tenido... Acaso fuera
éste el secreto más eficaz para incitar al valor, a las letras, a la sabiduría y
a todo género de acciones memorables"

(Viaje fuera de España por Antonio Ponz, Secretario de la Real Academia de


San Fernando",
Madrid, 1785)
En Suecia, la de Upsala, desde 1705 tiene observatorio, con matemáticas
aplicadas a la tecnología y cursos que anuncian con claridad la llegada de las
escuelas especiales de ingeniería; la clínica aparece a mediados del siglo. La
Dieta pedirá se cree la cátedra de economía y comercio, donde se lea
geografía, náutica, leyes comerciales, aduanas, matemáticas financieras,
manufacturas, cambios y seguros, todo ello alegando que una buena
administración de la industria y un comercio bien ordenado constituyen los
pilares de la prosperidad. Se establecería por un real decreto de 1740. La
cátedra de estadística demográfica upsalense es pionera. En 1742 tendrá el
famoso jardín botánico de Linneo; no en vano es su época más gloriosa.

En Francia, las reformas entrarán más tarde, pues siguen con las ideas
cartesianas o aristotélicas; sus universidades se contentan con seguir la
tradición, de lo que se lamentarán los enciclopedistas. Sólo entre 1752-1760,
las de París y Caen se contentarán con la física experimental, aunque nada de
matemáticas y cosmología; ésa las pondrá en 1755, al igual que Montpellier
con la hidrografía, geodesia y mineralogía.

Alemania va a coger las riendas -que ya no dejará de la mano- con sus


nuevas fundaciones. Entre las viejas, la de Halle inaugura la cátedra de
química, pasando así esta disciplina de los tanteos del medievo al desarrollo
científico a través de la medicina, farmacia y tecnología, así como a la
economía política y ciencias comerciales; en el resto de las alemanas, la
enseñanza de la fisiología se hace general.

Otro tanto en Italia hará Padua, donde también florece la enseñanza clínica.


En 1737 hay cátedra de anatomía en la de la capital del imperio, Viena; luego
con el plan de reforma de Swieten, de 1749, implantará la emperatriz María
Teresa la enseñanza clínica con varios hospitales "ad hoc", profesores de
química, botánica, cirugía, jardín botánico, laboratorio químico, haciendo
hincapié en que los exámenes, antes fáciles, sean más rigurosos, con
tendencia a la especialización de los catedráticos, sin echar en olvido a los
cirujanos y comadronas; desde entonces, la facultad gozó de una reputación
ininterrumpida; la de Giessen dispone en 1720 de teatro anatómico.

Las letras y humanidades también se amplian. Los estudios sobre


lenguas clásicas y modernas entran la universidad, a la vez que se impulsan
de nuevo los de derecho. Las universidades francesas resistirán censura tras
censura, aunque la enciclopedia terminará ganando la partida. Tampoco se
incorporarán las corrientes sobre la historia. Por lo que toca a los
colegios, expulsados los jesuitas, que tenían los mejores, se reducen a pocos,
donde seguirá la educación colectiva, de cuerpo, que llevará a la revolución.
En cuanto al derecho, sólo en 1775 pondrá el de "gentes" la de París. Por lo
que hace a las facultades teológicas, se piensa en suprimirlas pues ya
existían los seminarios tridentinos. Sus bibliotecas universitarias son nulas.

Entre las británicas, la de Edimburgo es lockiana en 1741; desde 1708 tiene


cátedra de Derecho Natural y de Gentes; poco más tarde Público y Escocés;
Oxford y Cambridge introducen las lenguas mdorenas y la literatura nacional,
aunque sin muchos alumnos, por no ser cosa práctica y ser en cambio del
gusto alemán. Ambas tendrán cátedras de hitoria moderna, con profesores de
lengua extranjera, a fin de servir al estado; sus veinte becarios se destinaban
a la carrera diplomática -por primera vez aparece la escuela-.

Las universidades alemanas, donde el latín perdura más como lengua


científica y de enseñanza, introducen el alemán -Kiel y Könisberg, la lengua y
literatura- y las lenguas orientales; la historia desde 1732, con la reforma de
la emperatriz, según sus diversas ramas -eclesiástica, civil, universal,
imperial, nacional, dinástica-, y se inician los estudios sobre las ciencias
auxiliares.

La universidad holandesa de Leydem no se queda a la zaga e inaugura un


curso de historia islámica, reuniendo preciosas colecciones de manuscritos
orientales; su biblioteca universitaria se hace famosa, pues presta incluso al
extranjero.

Tampoco falta en este período la cuestión religiosa en la política


universitaria bajo varios aspectos. En primer lugar, y en sus comienzos, ya
está superado el cartesianismo; el jansenismo puede decirse que queda al
descubierto y liquidado con las bulas "Vineam Dominis" y "Unigenitus" de
1705 y 1713. En cambio, el galicanismo, tan enraizado en las universidades
francesas, surge más potente -a pesar del apogeo del poder jesuita- contra la
infabilidad pontificia, conciliarista y defensor del poder absoluto del rey,
consagrado tal despotismo también por los ingleses. Todo lo cual, aliado con
las corrientes que acabamos de ver, domina todo el siglo, para llegar, tras la
expulsión de la Compañía en 1762 y de la Revolución, años más tarde, al
parto universitario napoleónico.

Observamos en Europa un tendencia estatificadora y un empeño por abolir el


monopolio corporativo de la enseñanza; la instrucción superior pasa a ser
cosa del estado en este siglo. El golpe de gracia se dará en Francia, país
aferrado al sistema tradicional, que se viene abajo con la Revolución, la cual,
por un momento, parece va a imponer las tesis de algunos ideólogos en pro
de una educación nacional y honda reforma universitaria. Pero en 1789 no
aparece proyecto concreto alguno, sino sólo memorias contradictorias de la
constituyente, menos aún en la legislativa y de las propias universidad: quitar
las universidades que no valgan, aumentar su número, reformar la facultad
de derecho, crear nuevas cátedras.

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