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Poesía S XX Subrayado

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POESÍA DE PREGUERRA

La trayectoria de la Generación del 27: etapas y obras


Su nombre proviene de la celebración del tercer centenario de la muerte de Góngora,
poeta al que reivindicaron.

A este grupo pertenecen Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis
Cernuda, Gerardo Diego, García Lorca, Jorge Guillén, Pedro Salinas…

Característico de su obra es el equilibrio entre la tradición poética (Jorge Manrique,


Garcilaso, Quevedo y, sobre todo, Góngora y la poesía popular) y el mundo de las
vanguardias. Ellos han hecho de la metáfora el eje del poema. Siguen la obra de Juan
Ramón Jiménez.

La época que les tocó vivir les hizo mostrar sus inquietudes sociales y políticas.
Mayoritariamente se mostraron partidarios de la República al iniciarse la guerra civil.
Tras la guerra, excepto Lorca fusilado en 1936, gran parte se fueron al exilio donde
mostrarán la nostalgia por la patria perdida.

En esos años en España la poesía muestra un humanismo angustiado, de tonos


existenciales (Dámaso Alonso en 1944, Hijos de la ira).

Se han señalado varias fases en la evolución del grupo que pueden reducirse a tres,
pero advirtiendo que no todos los poetas las cumplen en la misma medida ni al mismo
tiempo.

Primera etapa: hasta 1927 aproximadamente

En sus inicios, se nota la presencia de rasgos becquerianos, junto a posmodernistas.


Pronto se observa el influjo de las primeras vanguardias. A la vez, el magisterio de
Juan Ramón Jiménez los orienta hacia la “poesía pura”. El gran instrumento de este
arte “puro” es la metáfora. En este sentido, se les tildó de “fríos”, “deshumanizados”, si
bien lo humano había entrado por la influencia de Bécquer y de la lírica popular.

Paralelamente, el interés por la perfección formal les lleva a los clásicos. A ello
responde el cultivo de estrofas tradicionales que, entre 1925 y 1927, se observa en
Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Cernuda, Guillén…

A partir de todo esto, se desemboca en el fervor por Góngora que tres siglos antes ya
se había propuesto hallar un lenguaje especial para la poesía, muy alejado del
lenguaje usual.

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Segunda etapa: de 1927 a la Guerra Civil

El culto por Góngora marca la cima y el descenso por los ideales esteticistas.
Comienza a notarse cierto cansancio del puro formalismo. Se inicia un proceso de
rehumanización en distinta medida entre los miembros del Grupo. Esto coincide con la
irrupción del Surrealismo, radicalmente opuesto a la poesía pura.

La mayoría refleja en su poesía las inquietudes sociales y políticas del momento (caída
de la dictadura y de la monarquía, vicisitudes de la República). Algunos -Alberti,
Cernuda…- adoptan una militancia política concreta y, de forma más o menos activa,
todos se mostraron partidarios de la República al estallar la guerra.

Tercera etapa: después de la guerra

Pasa la guerra civil. Lorca ha muerto en 1936. Los demás -salvo Aleixandre, Dámaso
Alonso y Gerardo Diego- parten a un largo exilio. Cada cual sigue su rumbo pero sin
abandonar una poesía entrañablemente humana.

En el exilio, algunos poetas manifiestan fuertes imprecaciones contra los vencedores y,


a la larga, la nota dominante será la nostalgia de la patria perdida. En España, la poesía
deriva hacia un humanismo angustiado de tonos existenciales.
A medida que los autores fueron superando la guerra, su poesía encontró el equilibrio y
se abrió a temas humanos universales.

Rafael Alberti vivió en el exilio hasta 1977 (fue diputado por el PCE en la primera
legislatura democrática). Entre sus obras podemos destacar “Marinero en tierra”
(1924) en el que recrea la lírica popular recordando la mar gaditana desde Madrid. Otra
obra suya, “Sobre los ángeles” (1929), es una buena muestra del Surrealismo.
También cultivó la poesía social y política desde 1931.

Luis Cernuda también vivió el exilio siendo profesor en universidades inglesas y


norteamericanas. En 1953 se trasladó a Méjico donde murió diez años después. Se
caracteriza por su personalidad solitaria y dolorida. Ni en su vida ni en su poesía ocultó
su homosexualidad. Su tema clave es la distancia entre sus deseos y los límites
impuestos por el mundo “La realidad y el deseo”. Cernuda es uno de nuestros
grandes poetas del amor. Cultivó también poesía surrealista en el libro “Los placeres
prohibidos” que contiene algunos de sus mejores poemas.

García Lorca suma a su interesante obra como dramaturgo, una importante obra
poética. Su personalidad nos ofrece dos vertientes: un Lorca de vitalidad arrolladora y
otro más hondo que siente un íntimo malestar, un dolor de vivir, un sentimiento de
frustración. El tema del destino trágico, la imposibilidad de realización es el elemento
que da unidad a su obra poética y teatral. Lo popular y lo culto van también
hermanados en sus poemas.
Entre sus libros destacamos “Romancero gitano” que nos acerca a la marginación, a
la frustración. Su visita a EEUU en 1929 le supuso una gran conmoción que podemos
apreciar en “Poeta en Nueva York”. Vemos el poder del dinero, la injusticia social, la
deshumanización, etc. Incorpora un acento social; la frustración y la angustia no son
solo del poeta sino que sintonizan con millones de seres humanos que sufren. Su
última obra es la colección de “Sonetos del amor oscuro”, publicados mucho
después de su muerte, en 1984.

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Pedro Salinas, junto a su interesante labor como crítico, nos ofrece una interesante
obra poética. En 1936 se instaló en EEUU y allí permaneció hasta su muerte en 1951.
Trata de manera recurrente dos temas, el amor y la búsqueda de la perfección
(integración entre el yo y el mundo). El amor en su poesía es un amor rabiosamente
optimista, una fuerza que da sentido a la vida. Sus obras más conocidas son “La voz a
ti debida” (verso de Garcilaso), “Razón de amor” (palabras de nuestra poesía
medieval) y “Largo lamento” (tomado de Bécquer).

Dámaso Alonso, también excelente crítico literario, escribió el ya mencionado “Hijos


de la ira”, lo que él llama “poesía desarraigada”. La obra es un grito de protesta, una
queja contra la crueldad, el odio, la injusticia,… Realiza angustiadas preguntas a Dios
sobre el sentido de la vida y la condición humana.

Jorge Guillén, es el máximo representante de la poesía pura dentro de su Generación.


En sus poemas se observa una estilización de la realidad, una depuración hasta
quedarse con lo más esencial de las cosas. Posee un lenguaje muy elaborado, muy
selectivo, rigurosamente tratado, pulido, difícil, pero de gran calidad artística. Guillén
concibe su obra como un todo, al que da nombre de Aire nuestro, y que está
formada por las obras “Cántico” (1919-1950), “Clamor” (1950-1963) y “Homenaje”
(1967).

Vicente Aleixandre, es uno de los que más fruto sacó del Surrealismo, pero
aprovecha de éste solo aquello que pueda serle útil para su proyecto poético. Su obra
suele dividirse en etapas, la primera (1928-1943) se caracteriza por una visión
pesimista del hombre. Destacan “Ámbito” (1928), “Espadas como labios” (1931),
“La destrucción o el amor” (1933) y “Sombras del paraíso” (1943).

Gerardo Diego, es otro de los exponentes generacionales que tan pronto elabora
teorías críticas como poemas de belleza infinita. Su poesía es rica y variada. La crítica
tiende a observar un movimiento oscilatorio entre su “poesía relativa” (la que se apoya
directamente en la realidad) y “poesía absoluta” (que se nutre sólo de sí misma). El
conjunto de su poesía se suceden composiciones con versos tradicionales con otras
con versos raros, nuevos y diversos. “Versos humanos” (1918-1924), “Imagen”
(1922) y “Manual de espumas” (1923), los dos últimos, exponentes del quehacer
vanguardista. Tras la Guerra Civil se volvió más tradicionalista. Trató todo tipo de
temas: religioso, amoroso, taurino, musical, pueblos de España…Gerardo Diego es la
mejor imagen de la síntesis entre tradición y renovación. Es un gran maestro en el arte
de versificar, a lo que añade sensibilidad y sabiduría.

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Miguel Hernández: El rayo que no cesa

Durante la guerra civil, en ambos bandos, la poesía desempeñó un papel importante


como vehículo de propaganda y de aliento para la lucha. Además de la obra de alguno
de los poetas del 27 mencionados destaca la obra de Miguel Hernández. Desde
Orihuela (Alicante) Miguel se trasladó a Madrid donde encontró la protección y la
amistad de poetas del 27 y de Pablo Neruda. Su compromiso con la República durante
la guerra civil hizo que fuera encarcelado. Murió en prisión en 1942 enfermo de
tuberculosis.

Volvemos a encontrarnos con el equilibrio entre lo popular y lo culto. Su obra supone


una superación de la deshumanización, achacable a parte de las vanguardias, y es
una apuesta por el sentimiento y la implicación social. Su ejemplo fue un punto de
arranque para la poesía social que se desarrollará en los años 50. El rayo que no
cesa de 1936 es la obra con la que alcanza su madurez poética. Se compone de 27
sonetos y tres poemas en los que trata el tema del amor afectado por dos extremos: la
vida y la muerte. Se le atribuyen influencias de autores clásicos del siglo de oro
español -Góngora, Quevedo y Lope de Vega, entre otros-, pero también el arrebato
amoroso de los poetas del 27. Se interpreta el simbolismo del toro o del rayo, que
simboliza la pasión amorosa que consume al amante y, a la vez, sugiere la herida que
le provoca. El amor no cesa de atormentar su existencia y es presentado como un
destino trágico:

¿No cesará este rayo


que me habita el
corazón de
exasperadas fieras
y de fraguas coléricas
y herreras donde el
metal más fresco se
marchita?

¿No cesará esta


terca estalactita de
cultivar sus duras
cabelleras como
espadas y rígidas
hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:


de mí mismo tomó su
procedencia y
ejercita en mí mismo
sus furores.

Esta obstinada
piedra de mí brota y
sobre mí dirige la
insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.

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A la vez, se trata de una obra colorista que sigue los preceptos impresionistas por su
enfoque sensorial: luz, color, aromas, sonidos e impresiones visuales. Al libro
pertenece la elegía escrita a su amigo Ramón Sijé -la muerte de su gran amigo
coincidió con la publicación del libro-. Luego, su compromiso social le inspira “Viento
del pueblo” (1937), una de las escasas obras de calidad escritas durante la contienda.
Algunos poemas de este libro como “El niño yuntero” o “Aceituneros” han sido
popularizados a través de versiones musicales de Joan Manuel Serrat, Víctor Jara…

Su última obra es “Cancionero y romancero de ausencias” (1941), compuesta casi


íntegramente en la cárcel. Se inspira en formas de la lírica popular para hablar
nuevamente de amor. Destaca uno de sus poemas más conocidos “Nanas de la
cebolla”, dedicado a su hijo.

POESÍA DE POSTGUERRA

Poesía social
1955 es un hito, con las dos obras de Blas de Otero y de Celaya: Pido la paz y la
palabra y Cantos íberos en las que ambos superaban su anterior angustia existencial
y se abrían a los sufrimientos de los demás. La solidaridad será la clave; “la poesía –
dice Celaya- es un instrumento para transformar el mundo”. La poesía, por tanto, debe
tomar partido ante los problemas del mundo que le rodea.

Blas de Otero (1916-1979). En una primera etapa, su poesía es existencial,


desarraigada: “Ángel fieramente humano” y “Redoble de conciencia”. Con la
segunda etapa da el paso “del yo al nosotros” (en palabras de Alarcos), es la etapa de
su poesía social: “Pido la paz y la palabra”, “En castellano” y “Que trata de
España”. La aportación esencial de este poeta es su profunda y personalísima
renovación del lenguaje poético en todas sus dimensiones (juegos fonéticos, sintaxis
entrecortada, riqueza léxica,…) que tiene como resultado una efectividad expresiva sin
precedentes en la literatura española de posguerra.

Gabriel Celaya (1911-1991). En su primera etapa es un poeta con rasgos


neorrománticos y surrealistas: “Las cosas como son”. Hay en Celaya una etapa
sencilla y de temas humanos, donde alcanza su propia voz y que vemos reflejada en
su obra “Tranquilamente hablando”. Rompe con esta etapa y comienza a escribir su
poesía comprometida y de denuncia social, es este el período más rico e influyente de
su poesía: “Las cartas boca arriba”, “Cantos íberos” y “España en marcha”. En la
última etapa, en algunos versos se desnuda de todo lo personal y se acerca al puro
experimento lingüístico: “El derecho y el revés” o “Penúltimos poemas”.

Gloria Fuertes (1917-1998). Poetisa de voz personal e intransferible, con su fuerte


carga de profundidad social en los 50. Escritora mediática, se hizo especialmente
conocida en España a partir de los años setenta por sus colaboraciones en programas
infantiles y juveniles de Televisión Española, fama que eclipsó su reconocimiento como
poeta de la posguerra española. En su poesía abogó por la igualdad entre mujeres y
hombres, el pacifismo y la defensa del medio ambiente. En 2017, con motivo de la
celebración del centenario de su nacimiento se ha reivindicado su papel en la poesía
española del siglo. Destacan sus poemarios “Isla Ignorada”, “Antología y Poemas
del suburbio”, “Aconsejo beber hilo”, “Cómo atar los bigotes al tigre” y “Obras

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incompletas”.

Ángela Figuera Aymerich (1902-1984). Se la considera una de las principales figuras


de la denominada poesía desarraigada de la Primera Generación de Postguerra
Española. Su primera obra poética “Mujer de barro” la escribe con cuarenta y seis
años, se trata de una obra de temática amorosa. Al igual que Gabriel Celaya y Blas de
Otero, escritores también vascos como ella, empieza su etapa de poesía social:
“Belleza cruel” y “Toco la tierra. Letanías”; este último es considerado por muchos
su libro de mayor madurez.

En cuanto a la temática hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de
España, más obsesivo que en los noventayochistas y con un enfoque bien distinto
(más político). Dentro de la preocupación general por España se sitúan temas
concretos: la injusticia social, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad, etc.

Las intenciones de estos poetas hacen que se dirijan “a la inmensa mayoría” con un
lenguaje claro, directo. Las preocupaciones estéticas quedan pospuestas. Muchos
caerán en una poesía “prosaica”, de escaso interés; otros aciertan a descubrir las
posibilidades y los valores poéticos de la lengua cotidiana. Además de los poetas ya
mencionados debemos citar como poetas sociales a Ángel González, un poco más
joven, y a muchos de los representantes (como Victoriano Crémer, Eugenio de Nora o
Carlos Bousoño) de la llamada poesía “desarraigada”, la de quienes expresan –con
un estilo bronco, directo y poco preocupado por recursos- la desazón y angustia por
vivir en un mundo que les parece caótico y doloroso; además presentan una
religiosidad conflictiva y un humanismo dramático cercano al existencialismo y se
agrupan en torno a la revista Espadaña, fundada en 1944.

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De la poesía social a una nueva poética (años 60).
Generación de medio siglo.
Características
Ya durante los años de auge de la poesía social, se observan otras corrientes poéticas.
Poetas como José Hierro o José Mª Valverde, aunque presentan a veces acentos
sociales, no pueden encasillarse en aquella tendencia. Y ya hacia el final de la década
de los 50 comienzan a aparecer poetas nuevos que representan la superación de la
poesía social.

En 1960 Celaya admitía que “aunque uno no lo quisiera, seguía siendo un minoritario”,
se comprende que era ilusorio querer “transformar el mundo” con libros de poesía de
tiradas muy limitadas. El despego de la poesía social irá creciendo en los años 60. No
se abandona la preocupación por el hombre, pero domina cierto escepticismo que los
aleja de la poesía social. Huyen de todo tratamiento patético y se vuelve a una poesía
de la experiencia.

Su temática se caracteriza por el retorno a lo íntimo: infancia, familia, amor y


erotismo, amistad, etc. En esta vuelta a lo cotidiano pueden surgir quejas, protestas o
ironías que dejan ver el inconformismo.

En el estilo se rechaza por igual el patetismo de la poesía “desarraigada” y el habitual


prosaísmo de tantos poetas sociales. Aparece un mayor rigor, una exigente labor de
depuración y de concentración de la palabra. Renace el interés por los valores
estéticos.

Destacan en esta línea Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente,
Francisco Brines y Claudio Rodríguez, autores que ejercerán un especial magisterio
en posteriores promociones y que son conocidos como la generación del cincuenta o
del medio siglo y que se agrupan en torno a Barcelona y Madrid. Coindicen en un
desplazamiento de lo colectivo a lo personal, en una refinada ironía, en el humor… Nos
hablan del tiempo, de la fugacidad de la vida, del “paraíso perdido”, de la infancia, del
amor, reflexionan sobre la propia poesía…

Ángel González (Oviedo, 1925-2008). Su obra presenta dos etapas, aunque, vistos en
su conjunto, sus versos constituyen un único libro en continuo desarrollo.
El primer ciclo comienza con “Áspero mundo” (1956) y se alarga hasta “Tratado de
urbanismo” (1967). Su poesía refleja una amarga decepción y un pesimismo de corte
existencial, que conjuga con una dura crítica del mundo que le rodea. El aspecto
fundamental de Áspero mundo es el paso del tiempo planteado con gran dramatismo, y
el dolor y la decepción son las notas predominantes. Otros libros: “Grado elemental”
(1962), “Palabra sobre palabra” (1965).

La segunda etapa comienza con “Breves acotaciones para una biografía” (1971) y
“Prosemas o menos” (1985), entre otros. Esta segunda etapa se caracteriza por una
mayor libertad expresiva que se traduce en distorsiones semánticas, rupturas de frases
hechas, juegos de palabras, deformaciones y violaciones sintácticas; también la ironía
y el humor que, en ocasiones, lleva al chiste; y el uso de un léxico muy poco poético
(los “antipoemas”).

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José Agustín Goytisolo (1928-1999). Se inicia con “El retorno”, elegía dedicada a
su madre muerta durante un bombardeo en Barcelona, tema que repite treinta años
después con “Final de un adiós”. Inició su poesía satírica con lenguaje sarcástico con
“Salmos al viento”, sigue con “Algo sucede” y “Bajo tolerancia”, obras en las que
muestra su irónica actitud ante la realidad española de entonces. En los años 80
publica tres nuevas recopilaciones de poemas: “Palabras para Julia y otras
canciones” donde agrupa sus “letras para cantar”, “A veces gran amor”, antología
de tema más o menos amoroso y “Sobre las circunstancias”, donde recoge poemas
de “circunstancias” con un tono irónico o sarcástico.

Jaime Gil de Biedma (1929-1990). Es breve la trayectoria poética de este poeta que
abandona la escritura de la poesía –según él– porque ya no siente la necesidad o la
pasión de escribir. El tema central de su poesía es el paso del tiempo y el cómo
salvarse del tiempo se convierte en una obsesión: él mismo declara que los dos temas
esenciales de su poesía son “el tiempo y yo”. Su obra poética “Compañeros de
viaje”, “Moralidades” y “Poemas póstumos” se halla recogida en un breve volumen
titulado “Las personas del verbo”.
Un aspecto importante de la poesía de Gil de Biedma es el escenario urbano en el que
se sitúan la mayoría de sus poemas, lo que se interpreta no solo como un signo de
modernidad sino también como una actitud irónica del poeta hacia los moldes poéticos
tradicionales en los que la naturaleza era un escenario convencional. Asimismo, es
frecuente en su poesía el empleo de un tono conversacional que acerca la expresión al
plano oral y le da una impresión de viveza.

José Ángel Valente (1929-2000). Su escritura ha sido una constante indagación en el


lenguaje en busca del conocimiento poético y de la propia salvación a través de la
palabra. Su poesía evoluciona desde una concepción ascética hasta un planteamiento
místico. Valente divide su obra poética en dos grandes bloques o ciclos: el primero
lleva el título global de “Punto cero” (1953-1976) y abarca desde A modo de
esperanza hasta Interior con figuras; el segundo, el más compacto y unitario, es el
fundamental y lo titula “Material memoria” (1977-1992) y comprende desde el libro
así titulado hasta No amanece el cantor; su último poemario “Nadie” (1996) quedaría
fuera de este segundo ciclo.

Francisco Brines (1932). Es el autor más homogéneo de su promoción, ya que su


visión poética ha cambiado muy poco desde su primer libro. Su poesía se caracteriza
por estar dominada por una gran preocupación metafísica y tono meditativo y elegíaco,
el tiempo, el amor y la muerte serán sus ejes temáticos.
Como recursos expresivos: la implicación continua del lector y la abundancia de
escenas cotidianas. También en este autor el núcleo principal de la poesía es el paso
del tiempo y las consecuencias que ello provoca. Entre sus libros destacan “Las
brasas”, “Palabras a la oscuridad”, “Aún no” y “El otoño de las rosas”.

Claudio Rodríguez (1934–1999). Su obra breve pero singularísima, se caracteriza por


dotar de un enorme valor simbólico y expresivo los elementos más corrientes de la vida
rural. En su obra poética se distinguen distintas fases, una por cada libro publicado,
que se corresponden con la trayectoria vital e intelectual del poeta. En su primer libro
“Don de la ebriedad”, el poeta canta la esencia de la poesía y utiliza un léxico rural y
natural. En “Conjuros” lo que domina es la indagación en las cosas, en los elementos
más comunes, naturales y sencillos. “El vuelo de la celebración” significa la unión del
poeta con la persona amada y con las cosas; el amor se revela como la más alta vía
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de conocimiento, la que permite ver lo que habitualmente no se ve. Su último libro
publicado, “Casi una leyenda”, gira en torno a la dialéctica historia/leyenda referida a
la vida del autor y su diálogo con las cosas.

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DEMOCRACIA
Poesía española contemporánea.
La poesía de los 70: los “Novísimos”

En 1970 se publica la Antología Nueve novísimos poetas españoles de Castellet, de


amplia repercusión. Estos poetas (Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Leopoldo Mª
Panero, Manuel Vázquez Montalbán, Ana Mª Moix, etc. ) no cubren todo el horizonte
poético del momento, pero resultan representativos de una nueva sensibilidad. Son
poetas nacidos después de la guerra y han recibido una nueva educación sentimental
en la que tuvieron un papel importante ciertos tebeos, el cine, los discos de jazz, el
rock¨n¨roll, la radio, la T.V., etc. También tuvieron acceso a libros difíciles de encontrar
antes.

En la temática encontramos lo personal junto con lo público (la guerra de Vietnam, la


sociedad de consumo,…). Al lado de tonos graves, aparece una provocadora e
insolente frivolidad: Marilyn Monroe se codea con Che Guevara y Carlos Marx con
Groucho Marx. Frente a la sociedad de consumo son sarcásticos y corrosivos. En lo
personal y político son inconformistas y disidentes.

Pese a lo que acabamos de decir sobre su temática, estos autores no hacen “una
poesía de contenidos”. Como poetas persiguen metas estéticas. Lo que les importa,
ante todo, es el estilo. La renovación del lenguaje poético es su objetivo primordial;
estamos ante un nuevo vanguardismo paralelo a las corrientes experimentales de otros
géneros. Practican la escritura automática y recuperan elementos surrealistas. A veces
también recurren a la poesía visual: vuelven los caligramas de las primeras
vanguardias y añaden la técnica del collage, que consiste en incorporar al poema
textos procedentes de otros contextos (fragmentos periodísticos, publicitarios, citas en
francés o en inglés, partes de canciones, …).

Los modelos en los que se basan no pertenecen a la tradición literaria española. Las
influencias llegaron de muy diversas procedencias: el alemán Hölderlin, el griego
Kavafis, los simbolistas franceses de principios de siglo Verlaine y Rimbaud, poetas
hispanoamericanos como César Vallejo u Octavio Paz, etc. Practican una
intertextualidad que solo puede ser descifrada por lectores con la misma formación.

En sus obras se observa un cierto escapismo, hay abundantes alusiones a elementos


exóticos (Oriente, la Edad Media, Venecia), eligen ambientes exquisitos y decadentes.
Abunda cierto refinamiento que mereció el apelativo de “veneciano” (por ejemplo,
algunos poemas de Gimferrer). Aparecen también con cierta frecuencia poemas que
reflexionan sobre la propia creación literaria, la metapoesía.
Poesía del siglo XX
IES Nº 5 de Avilés- Lengua Castellana y Literatura 2º Bachillerato 2019-2020

La poesía de los últimos años


A partir de mediados de los setenta, decae la estética de los novísimos y se produce
un cambio en la poesía. Los poetas más jóvenes que se dan a conocer a finales de los
años 70 o ya en los 80 continúan las líneas apuntadas, pero distanciándose d elos
aspectos más característicos de los “novísimos”. Se aleja del vanguardismo más
estridente. Se observa un mayor interés por la expresión de la intimidad y por las
formas tradicionales. Los poetas de los ochenta consideran como sus maestros a la
generación del 50, a Blas de Otero y a algunos poetas del 27. Los premios Adonais de
poesía o De la Crítica han dado a conocer a múltiples poetas. La poesía de estos años
es rica en cantidad y calidad.

Son muy variadas las tendencias que se cultivan. Se sigue cultivando la poesía
surrelista (Blanca Andreu). Se mantiene una poesía culturalista (Luis Antonio de Villena
o Luis Alberto de Cuenca). Otros nombres destacados son: Andrés Trapiello, Julio
Llamazares, Julia Castillo, Leopoldo Alas,…

La tendencia que parece tener una mayor repercusión es la llamada poesía de la


experiencia. Esta orientación busca un público más amplio, lo cual la aleja del elitismo
de los “novísimos”. Trata temas como los hechos cotidianos, la realidad urbana, la
preocupación por el paso del tiempo y su influencia en las personas y las cosas, el más
profundo intimismo… La presencia de la anécdota conduce muchas veces a poemas
narrativos. Prefieren el lenguaje conversacional. Como representantes destacados de
esta corriente podemos citar a Luis García Montero, Jon Juaristi y Miguel d´Ors.

Luis Alberto de Cuenca: una lírica irónica y elegante Hola, mi amor, yo soy
el lobo

Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es doctor en Filología Clásica y ha sido


Director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura y recibido el
Premio Nacional de Poesía en 2014. Se le considera un hombre polémico y poliédrico
porque, a menudo, ha combinado su faceta de poeta con las de ensayista, filólogo,
helenista, traductor, amante del cine y los tebeos, autor de canciones, editor,
narrador, conferenciante, crítico, columnista, profesor y bibliófilo, etc.

Su obra poética se caracteriza por una lírica irónica y elegante, a veces escéptica, o
desenfadada, en la que lo transcendental convive con lo cotidiano. Ha ido abordando
en sus libros diferentes aspectos de la antigüedad grecolatina, la mitología universal,
las letras románicas medievales, la literatura fantástica, el cine y los cómics.

La poesía de Luis Alberto de Cuenca ha ido evolucionando con el paso del tiempo,
desde un mayor hermetismo a una mayor comunicabilidad. Así, el poeta se aleja del
culturalismo superficial y el hermetismo de su etapa de nocturnidad, y empieza a
abogar por la claridad expositiva y la nueva estética, la denominada línea clara, donde
usa una métrica tradicional y temas clásicos, mezclando rasgos cotidianos, humor,
ironía, ambientación urbana, novela negra, tebeos, cine…, estilo también conocido
como su etapa de diurnidad.

Destaca su faceta de letrista musical; suyas son algunas de las letras más conocidas
del grupo de rock la Orquesta Mondragón. Alguno de sus poemas ha sido también
musicado por Gabriel Sopeña e interpretado por Loquillo.
Poesía del siglo XX
IES Nº 5 de Avilés- Lengua Castellana y Literatura 2º Bachillerato 2019-2020

La antología Hola, mi amor, yo soy el lobo, subtitulada y otros poemas de


romanticismo feroz (2008), incluye la canción que escribió para la Orquesta
Mondragón (https://www.youtube.com/watch?v=ife23FDNxow) y que dice así:

Hola mi amor, yo soy el lobo


Quiero tenerte cerca para oírte mejor
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero tenerte cerca para verte mejor
Hola mi amor, yo soy el lobo
Quiero tenerte cerca para oírte mejor
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero tenerte cerca para verte mejor
Si con tus garras me quisieras tu abrazar
Si con tus dientes me quisieras tu besar
Hola mi amor, yo soy el lobo
Quiero tenerte cerca para olerte mejor
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero tenerte cerca para hablarte mejor
Hola mi amor, yo soy el lobo
Quiero tenerte cerca para olerte mejor
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero tenerte cerca para hablarte mejor
Y lo que quiero es tu cuerpo tan brutal
Y lo que adoro es tu fuerza de animal
Si con tus garras me quisieras tu abrazar
Si con tus dientes me quisieras tu besar
Hola mi amor yo soy el lobo
Te he comprado un anillo un pastel y un yoyo
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero bailar contigo, ayudar a cantar
Hola mi amor yo soy el lobo
Te he comprado un anillo un pastel y un yoyo
Hola mi amor soy yo tu lobo
Quiero bailar contigo, ayudar a cantar
Yo solo quiero una noche sin final
En la que ambos nos podamos devorar

Autores de la canción: Andy Taylor / Fernando Gonzales De Canales / Jaime Martinez Stinus /
Javier Gurruchaga Iriarte / John Taylor / Luis Alberto De Cuenca Y Prado / Nick Rhodes /
Roger Taylor / Simon Le Bon Letra de Caperucita feroz © Sony/ATV Music Publishing LLC

En esta antología se recogen los poemas que tratan del hilo temático del amor (la
mujer, el amor, el deseo y la pasión), en su vertiente del “romanticismo feroz” más
típico de las últimas obras del autor puesto que reflejan un concepto del romanticismo
como algo real, basado en lo físico y eminentemente urbano y repleto de contrastes,
paradojas y humor.

En la canción, Caperucita se nos presenta como una niña mujer que, en realidad,
busca el amor voraz del lobo, el lado salvaje del hombre («Yo solo quiero una noche
sin final en la que ambos nos podamos devorar»). El texto se carga de erotismo a
propósito, porque así el poema contrasta con la inocencia característica de la niña del
texto original y su adscripción al género de la literatura infantil.

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