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Los Sentidos e Interpretaciones Del Yo

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desde la academia

Foto: Cecilia Vidal

Los sentidos e interpretaciones del yo:


Un análisis multidimensional

The meanings and interpretations of the self:


A multidimensional analysis
DOI: https://doi.org/10.22235/d.v0i29.1695

Salomé Sola Morales

Dixit n.º 29 :: julio-diciembre 2018 :: 20 S. Sola Morales :: Los sentidos e interpretaciones del yo: Un análisis multidimensional :: 20-33
RESUMEN ABSTRACT Salomé Sola Morales
Universidad de Sevilla,
El propósito de este ensayo es proponer un análisis mul- The aim of this paper is to explore the different meanings Sevilla, España.
ORCID: 0000-0001-
tidimensional del yo, que tiene como punto de partida la given to the notion of the self. To know this process in depth,
7085-4595
exploración de los sentidos que se le han otorgado desde a review of the state of the art has been carried out and it has ssolamorales@gmail.com
diferentes perspectivas teóricas. Para ello, se realizó been delimited that there are four theoretical perspectives:
una revisión del estado del arte que permitió delimitar the essentialist or interior vision; the existentialist or exterior Recepción: 22/04/2018
y describir de forma sucinta cuatro enfoques: la visión vision; the absence or the denial vision; and the narrative or Aceptación: 14/08/2018
esencialista, la visión existencialista, la ausencia o su- interpretative vision. In order to know and interpret the dif-
peración de la yoidad y la visión narrativa. A la luz del ferent epistemological traditions, the four approaches have
análisis propuesto, se concluye que dichas perspectivas been developed succinctly. It can be concluded that these
no son axiomáticas y deben ser estudiadas de manera perspectives are not axiomatic and should be studied in a
complementaria; que es necesario tender puentes en- complementary manner, that it is necessary to bridge the gap
tre disciplinas y que las diferentes interpretaciones no between disciplines and that different interpretations should
deben tratarse de manera excluyente, sino en diálogo not be treated in an exclusionary manner, but in a necessary
o coimplicación. dialogue or co-implication.

Palabras clave: yo; identidad; esencia; existencia; narrativa. Keywords: self; identity; essence; existence; narrative.

Introducción que la psicología debería ser la voz dominante. Desde


El presente ensayo1 reflexiona acerca de los sentidos una perspectiva antropológica, la persona es lo más
del yo mediante un recorrido panorámico y sintético persistente de un sujeto humano concreto, por ello no
de las diferentes perspectivas teóricas que lo han es generalizable ni puede hallar expresión algorítmica 1:: Este proyecto fue
estudiado. Su objetivo no es definir, sino explorar, operable. Pero ¿es acaso el yo un centro de acción o financiado por una Beca
describir y reflexionar en busca de enfoques compren- un sistema de comportamientos? Desde un enfoque PIF en la Universidad
sivos. Este análisis plantea diversas problemáticas filosófico, podría pertenecer tanto al universo de los Autónoma de Barcelona,
de inicio. La primera es que se trata de un término fenómenos, de los hechos y los procesos manifiestos, España (2007-2012).
polifacético, que ha sido abordado desde tradiciones como al universo de las esencias, sustancias invisibles 2:: El concepto de “cosa
y enfoques diversos. Por esa razón, se propone hablar o “cosas en sí”, si utilizamos la noción kantiana.2 en sí”, utilizado por
de sentidos en lugar de concepto o noción de yo. La Kant, se refiere a aquello
que es absolutamente
segunda es que, al pensar el yo, salen a la luz otros Para tratar de esclarecer las problemáticas planteadas, incognoscible, aunque
términos que se le parecen y que en ocasiones se han la premisa que guía este ensayo es la coimplicación, exista independientemente
utilizado de manera sinónima: se plantea la cuestión es decir, la asunción de que existe una concordancia de la conciencia.
de si acaso son equivalentes nociones como persona, de contrarios o coincidentia oppositorum inherente a
identidad, mismidad, self, sujeto y un largo etcétera. la comprensión del fenómeno estudiado. Este enfo- 3:: La complexio
La tercera es que, más allá de la confusión conceptual, que hace alusión al paradójico estado en el que los oppositorum o
también surgen algunas preguntas clave: ¿es el yo contrarios coexisten y la multiplicidad compone los coincidentia oppositorum
individual o colectivo?, ¿personal o social?, ¿podría aspectos de una misteriosa unidad3. Así planteado, el fue introducida por Nicolás
de Cusa en el siglo XV.
ser singular y múltiple a la vez? yo es un particular universal en la medida en que “ser Este modelo comprensivo
un yo” implica ser como todos los seres humanos. La ha sido desarrollado en
Al plantear estos interrogantes, aparecen tensiones y realidad sustancial es la misma: todos son seres hu- profundidad por Duch
brota con fuerza la pulsión academicista de encasillar manos y no animales, ya que tienen autoconciencia y en su tesis doctoral
objetos de estudio en categorías bien diferenciadas. Si capacidad simbólica y comunicante. Además, no son (1974) y en sus obras
Historia y estructuras
se tratase de un ente social, la sociología sería la línea meros entes que realizan actos instintivos, sino que religiosas (1978) y Mito,
más adecuada para abordarlo. Por otra parte, el yo im- tienen un concepto de persona o personalidad que los interpretación y
plica inevitablemente un contenido subjetivo, por lo hace únicos y diferentes. cultura (2002).

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En relación con este principio antropológico, la pregunta de los autores sucesivos dieron por válido su carácter
fundamental “¿quién soy?” será explorada en este en- “esencial”. De hecho, durante la Grecia clásica (siglos V
sayo desde cuatro perspectivas: la visión esencialista o y IV a. C.), Sócrates o Platón sentaban las bases de la
interior, la visión existencialista o exterior, la ausencia noción de interioridad, centrándose en el sujeto y su
o superación de la yoidad y la visión interpretativa o búsqueda dialógica. A pesar de que para el griego de la
narrativa. En este sentido, ser un yo, aunque pueda pa- época clásica toda la existencia era visible y audible, es
recer similar o comparta rasgos constitutivos con otros decir, todo se manifestaba de manera exterior, hacia los
conceptos, no es equivalente ni sinónimo de mismidad, otros, ya desde Platón se podían intuir algunas diferen-
self, identidad. Aquí, el yo es entendido como el particu- cias insondables entre el cuerpo, situado en el exterior y
lar universal que comparten todos los seres humanos y entendido como cárcel opresora, y el alma o sustancia
que les permite, primero, ser y pensar; segundo, existir esencial, situada en el interior.
e interactuar; tercero, conocerse y sentirse y, cuarto,
definirse y narrarse mediante palabras u otros símbolos. Ya en la época romana, bajo la influencia de filósofos
morales, estoicos y epicúreos tales como Séneca, Plinio
Es preciso reiterar que, aunque los cuatro modelos puedan o Epicteto, la idea de interioridad continuó vigente y se
representar tendencias propias de una época o una pers- comenzó a tornar incluso reflexiva. La aparición de la
pectiva teórica bien definida, en ocasiones se alternan y conciencia y la moral distanció al individuo de su papel
a veces incluso se superponen, razón por la cual se han en la comunidad o de su estatus social y le permitió
utilizado aquí, únicamente, como delimitaciones explica- abandonarse a la búsqueda del sí mismo. El yo como “un
tivas. Esto quiere decir que, si bien cada perspectiva marca ser responsable, consciente independiente, autónomo y
unos hitos básicos y unas tendencias características, no libre” (Mauss, 1979, p. 78) comenzó a aparecer con el
son en ningún caso excluyentes ni determinantes. ascenso del cristianismo4. La unidad moral que otorga-
ba la religión cristiana a los sujetos en esta época y su
La visión esencialista: el yo interior vínculo con la espiritualidad fueron elementos clave
Diversos autores han definido al sujeto como uno, in- para comprender por qué la yoidad permanecía en el
dependientemente de sus construcciones mentales o ámbito privado, sujeta a las experiencias místicas. Y es
de su contexto psicosocial y cultural. ‘Esencialismo’ es que el ascenso de las creencias filosóficas y religiosas
entendido aquí como la tendencia filosófica que apoya la fue fundamental para el desarrollo de un yo interior
presencia de un ente unitario que prevalece por encima reflexivo, de carácter autónomo, que se expresa en su
de la experiencia empírica. La idea de sujeto o persona ámbito predilecto: el de la de la religión y la filosofía
como sustancia estanca, indisoluble y eterna, es decir, moral. Este yo reflexivo se distancia de las categorías
que viene con el nacimiento y se va con la muerte, podría estatutarias y sociales, propias del hombre primitivo y
ser ilustrada con las contribuciones de Parménides, uno del medieval. Por ejemplo, en Las confesiones de San
de los primeros en referir el carácter de permanencia Agustín, es evidente la dicotomía: “‘¿Tú quién eres?’. Y
del ente (Abbagnano, 1973; Hirschberger, 1982; Fe- respondí: ‘Soy un hombre’. Por eso tengo un cuerpo y un
rrater Mora, 1973). El Poema de Parménides refiere la alma; el uno, exterior; la otra, interior” (2003, p. 241).
4:: Con la promulgación persistencia del yo pese a los cambios y el transcurso
del Edicto de Milán
313, que establecía la del tiempo. El ser es, único y esencial, inherente e ina- Si bien estas concepciones esencialistas de la yoidad se
libertad de religión en el movible, completo y total. El principio del concepto de encuentran muy relacionadas con la tradición del yo
Imperio Romano. yo en filosofía quedó un tanto estancado y la mayoría interior —aquella que entiende que la conciencia del sí

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es inmutable— no será hasta Descartes que comience a Estas categorías empíricas (Kant, 2002, p. 156) dependen
proliferar una concepción interna del yo como unidad de la razón práctica, es decir, de la conciencia moral.
racional, independiente y autónoma5. Las aportaciones del Kant refiere la conciencia de un yo fijo y permanente,
filósofo resultaron cruciales y, quizás, las más importantes que llama fenoménico y que es inherente al ser, es decir,
para comprender la definición de la interioridad. A la luz esencial; y la existencia de un yo trascendental, que lla-
de esta corriente, que se convirtió en una de las claves ma nouménico, y que, aunque pertenece al ser en sí, no
del pensamiento ilustrado, el yo (como entidad pensante) puede ser abordado desde la conciencia. Este mismo yo
es el centro del universo y la realidad originaria de todo se tornará aún más complejo en Hegel6, quien anticipa
posible saber. Descartes extremó la importancia del yo la no distinción entre sujeto-objeto, que retomará más
(“Je pense, donc je suis”) y generó la idea de que existían adelante la posmodernidad.
dos ámbitos separados a los que se refirió con los térmi-
nos res cogitans y res extensa. La primera se encuentra La visión existencialista: el yo exterior
en la interioridad, y aquí es donde se encuentra el “yo En esta segunda perspectiva cobran especial relevancia
pienso”: para Descartes el yo está fuera del mundo de la los factores espacio-temporales, así como las relaciones
experiencia y su visión es fundamental para comprender con los otros individuos y subjetividades. El “dasein”
las tesis materialistas y deterministas posteriores, ade- o “ser en el mundo” propuesto por Heidegger (2009),
más de las posturas racionalistas desligadas del campo justamente, pone de manifiesto la necesidad inherente al
empírico. Con el auge del Romanticismo en el norte y el ser humano de relacionarse e interactuar con otros, que
centro de Europa, el yo adquirió un estatuto diferente al es la clave de esta mirada. También Sartre (1989), desde
de la Ilustración. El yo romántico o conciencia individual la corriente existencialista, desarrolla una fenomenología
ya no se describe como una totalidad perfecta, sino que del yo en la que plantea la importancia del otro en la
invita a explorar las sinuosidades y contrariedades de la constitución de la propia objetividad. Es más, para el
propia interioridad. autor, el fundamento del ser ya no es el yo, sino el otro
—que viene del exterior— que es el que cosifica y otorga
Algunos aspectos de la epistemología kantiana y las significación. En este sentido, cualquier tipo de identitas
aportaciones de los idealistas Georg Hegel y Johann cognitiva, innata, constante y permanente, o cualquier
Fichte, sobre todo, devolvieron al estudio del sujeto un diferencia biogenética o fisiológica, carecería de impor-
estatuto primordial, situándolo en un primer término de tancia. Autores como Hunt, Benford y Snow (1994), por
análisis. Aunque Kant (2002) aceptaba en cierta medida ejemplo, muy influidos por George H. Mead, sostienen
la concepción que los empiristas tenían sobre el acceso que la identidad individual, independientemente de su
a la experiencia, con su noción de sustancia recuerda estructura objetiva, es fruto de la interacción conjunta
que existe una unidad primera y auténtica, que es el yo entre individuos y se construye en el ámbito de lo social.
(selbst). El imperativo categórico fundamenta, en parte, la
5:: Estas ideas
posibilidad de llegar a ser un yo autónomo correlativo a Numerosos sociólogos y antropólogos han señalado el las desarrolló
un nosotros universal basado en la igualdad y la frater- carácter comunitario (y exterior) de los miembros de principalmente en
nidad y permite, de esta manera, cimentar la autonomía las sociedades primitivas o arcaicas. Para Émile Dur- sus Meditaciones
del sujeto moral y, por lo tanto, de la yoidad o la perso- kheim (1994), por ejemplo, la conciencia del primitivo metafísicas (1980).
na como intención ética. Para este autor las diferentes estaba totalmente fuera del sí, es decir, dependía de la 6:: Véase la
manifestaciones del ser dependen de unas estructuras comunidad a la que el sujeto pertenecía. En este caso, Fenomenología del
apriorísticas que facilitan el acceso al conocimiento. la yoidad remitía al linaje, la etnia o el grupo cultural, espíritu (2015).

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y el sujeto no significaba nada más allá de su perte- indirecto y estará muy influido por los puntos de vista
nencia al grupo o su rol, a veces único, en él. Para pro- particulares de los otros miembros del grupo social o
fundizar sobre la yoidad en las comunidades arcaicas por el grupo social mismo (Mead, 1982, p. 170).
son esenciales los estudios de François Héritier (1977),
quien indica que el individuo de la sociedad antigua7 Desde esta perspectiva, sería imposible que un yo fuese
no tenía más yoidad que la dictada por la voluntad independiente o autónomo, dado que no existe ninguna
grupal. El colectivo asignaba un lugar determinado acción significativa sin dependencia. Dicho con otras
al individuo que no podía ser transcendido por este. palabras, los individuos por sí mismos no pueden sig-
Así, la forma identitaria era inseparable del lugar que nificar nada, por lo que sus actos carecen de sentido
ocupaba el sujeto en el grupo y de su poder adquirido, hasta que se coordinan con los de los otros. De forma
es decir, de sus relaciones sociales y sus vínculos con similar, Max Scheler (1935) —muy influido por Marx—
la alteridad grupal. ha señalado que toda persona auténtica y finita se inte-
gra siempre como persona colectiva compleja, es decir,
Acerca del lugar “estático” (rol hereditario e inamo- como miembro de una comunidad. La persona, más que
vible dentro del grupo) que ocupan los individuos ser un organismo aislado, es una especie particular de
dentro de la comunidad, es relevante el trabajo de la totalidad social. Así, una condición inalterable de la
campo que realizó Marcel Mauss con los zuñí, un existencia es que el individuo se encuentra con otros,
grupo nativo norteamericano. El investigador llegó de modo que la yoidad se funda en la coimplicación
a la conclusión de que las personas —los miembros o relación (Schütz y Luckmann, 2001) entre el mundo
de la tribu— eran, de hecho, personajes cuyo papel externo y el tú. De hecho, el modo de actuar de los
consistía en representar en su sitio la realidad prefi- individuos estará estrechamente relacionado, no solo
gurada del clan (Mauss, 1979). De esta manera, el yo con las actividades y las acciones que realizan los otros,
era una etiqueta estática otorgada por el grupo y que sino con las que realiza el mismo sujeto en el espacio
concernía a una relación con la exterioridad. común (como otro para los demás). Por ende, lo que
une a un sujeto y a otro es la aprehensión significativa
Al adentrarse más en el estudio del yo social, no se del conocimiento subjetivo del otro.
pueden dejar de mencionar los aportes de George
H. Mead (1982) sobre los vínculos entre persona y La teoría de la identidad social (Cooley, 1902; Stryker,
sociedad. Desde esta mirada, el todo sería anterior 2002; Burke, 2004a, 2004b) ha otorgado un énfasis
a la parte y el individuo entendido como “persona especial a la categorización del yo en su adscripción
autoconsciente” solo podría constituirse sobre la base a los diversos roles propios de la sociedad. Aquí co-
de su pertenencia a la sociedad. Solo en el proceso bran especial relevancia los procesos de significación
social pueden surgir las personas en calidad de seres y las expectativas asociadas a ese rol y a su debida
que se han hecho conscientes de sí. La percepción performance (Stets y Burke, 2000). La persona se
existencialista de la yoidad propuesta por Mead es convierte en un reflejo individual del esquema siste-
configurada, principalmente, por las situaciones de mático general del rol al que se adscribe; los sujetos
interacción. Esta idea es similar a la planteada por desarrollan diferencias en la manera de desempeñar
7:: Se refiere a los samo,
comunidad africana en Herbert Blumer (1982), quien considera que lo que el rol. La yoidad entendida como proceso cooperativo
la que realizó estudios constituye la vida de grupo es la interacción (p. 84). o reflexivo, sujeto al cambio y fruto de una rela-
de campo durante años. Así, el acceso al autoconocimiento será de carácter ción recíproca, es una de las premisas de numerosos

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autores entre los que se citan, tan solo a modo de Sobre este hecho en disputa, de inmediato de-
ejemplo, a aquellos que destacan mejor el carácter bemos conceder que los seres humanos son he-
heterogéneo de las identificaciones. Sus maneras de chos y se hacen a sí mismos, más que nacen
denominar a la yoidad o a la identidad ya de por sí de alguna forma ya acabada. La fuerza de este
son significativas e ilustran bien esta concepción comentario ha tenido un significado especial en
fragmentada del sujeto. La llamada “identidad de el desarrollo de los movimientos de oposición a
retazos”, de Heiner Keupp y Renate Höfer (1988), la modernidad (p. 68).
la “identidad como hojaldrada” de François Héritier
(1977) o la “identidad como collage cultural”, pro- Tampoco se pueden olvidar las aportaciones del pen-
puesta por Carmelo Lisón Tolosana (1997) son buenas samiento feminista clásico de Simone de Beauvoir
muestras de ello. Todos entienden la yoidad como un (1960) o de la investigadora contemporánea Londa
proceso sujeto al cambio, que se construye a través Schiebinger (1996), que tratan de superar la visión
del tiempo, y también destacan la importancia de la androcéntrica del mundo promovida por la Ilustración
representación o la recreación del yo. (Harding, 2000). Pero no todos los teóricos de los es-
tudios culturales o feministas entienden la yoidad en
En la misma línea están los teóricos de los estudios términos subjetivos. Existen numerosos aportes que
culturales, Paul Willis (2000), Ian Chambers (1994), enfatizan en su carácter social y relacional, y en la
Dick Hebdige (1987) y Angela McRobbie (1992), que solidaridad como forma de conexión y acción social
ponen de manifiesto que la cuestión de uno mismo (Hall y Du Gay, 2003; Fuss, 1989; Canning, 1994;
está muy vinculada a la propia subjetividad y a su Fraser, 1989; Haraway, 1985, 1990, 1995; Riley, 1990;
historia. Como ha remarcado Paul Gilroy (1998): Butler, 2002). El relacionar la identidad con el principio

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de solidaridad invita a entenderla, según Gilroy (1998), El nuevo yo, que antepone la acción en el mundo
como un efecto mediatizado por las estructuras histó- sobre la reflexión interior, se construye por las fun-
ricas y económicas, iniciado en prácticas significativas ciones que efectúa y por la historia que cuenta sobre
a través de las cuales operan, y planteado en encuadres su realización personal. En este contexto, la búsque-
institucionales contingentes, que regulan y expresan la da de un principio unificador interno (yo reflexivo)
reunión de individuos en procesos sociales modelo. carece de sentido. El sujeto no trata ya de abarcar su
individualidad mediante la reflexión interna (moral o
Según la perspectiva existencialista, las personas cons- religiosa), puesto que la idea de totalidad o plenitud del
truyen y desarrollan identificaciones para sí gracias a las yo comienza a negarse y resquebrajarse hasta incluso
formas culturales o estatutarias propias del entorno. No estallar. La idea de una unidad o personalidad total
obstante, para entender el sí socializado, es decir, la yoidad o una identidad “íntegra” comenzó a ser rechazada
exterior o existencial, no solo son importantes los papeles desde varios ámbitos de la cultura y la sociedad.
frente a los otros o las pertenencias culturales, aceptadas o
no. La yoidad no solo sería la suma de identificaciones con Hacia finales de los años sesenta, la orientación pos-
el exterior (sea con los otros significativos o con los otros moderna —que superó el carácter central del hombre en
generalizados) que el individuo realiza para sí y para los el universo— hizo primar lo impersonal, el anonimato,
demás, sino el resultado de una serie de relaciones psico- hasta llegar a dibujar una ausencia total de centro: el
sociales que van más allá de la mera proyección. Es más, vacío o la nada. Para el antropólogo estructuralista fran-
el sujeto precisa apoyarse en una orientación ideológica cés Lévi-Strauss (1964), que anunció la disolución del
y compartirla con otros: “La forma social del individuo sujeto —interpretada como muerte del sujeto (Arreaza
en su cultura es policéntrica, ya que para comprenderse a y Tickner, 2002)—, tampoco existía más que dispersión.
sí mismo y significarse en el mundo necesita reconocerse Desde esta perspectiva, el yo más bien se encuentra
en otros” (Esteva Fabregat, 1993, p. 252). inserto y es “un conglomerado de fragmentos en rela-
ciones inciertas” (Fernandez-Zoïla, 1999, p. 27) y, por
La ausencia o superación del yo lo tanto, arrojado al insondable transcurso del tiempo.
Las guerras mundiales que asolaron Europa en la primera Pero la disolución del sujeto propuesta por Lévi-Strauss
mitad del siglo XX y el auge de los extremismos y sus ya aparecía en la teoría de la personalidad de Sigmund
fatales consecuencias —como el Holocausto— encarna- Freud a principios del siglo XIX y fue continuada luego
ron la más radical y terrible reivindicación identitaria y por autores como Jacques Lacan, Louis Althusser, Michel
provocaron una ruptura sin precedentes en la reflexión Foucault o Gilles Deleuze, entre otros.
anterior sobre el sujeto. Esta época, llamada por Eric
Hobsbawm (1999) “la edad de los extremismos”, llevó a Para comprender estas transformaciones en la concepción
cabo, en nombre de las vindicaciones nacionalistas exa- del yo, entendido aquí como un ser pulsional que se rige
cerbadas, los crímenes más atroces contra la humanidad por el inconsciente —y el deseo—, es necesario remontarse
conocidos hasta el momento. El temor y el odio a los entonces a la teoría de Freud (2000a, 2000b). La teoría
otros, el miedo a la alteridad, en definitiva, provocó una psicoanalítica provocó un descentramiento clave en la
ruptura sin precedentes en el pensamiento occidental. Los noción clásica de individuo, que resulta indispensable
ideales postulados por la filosofía idealista y las grandes para comprender la disolución del sujeto posmoderno. Tal
religiones comenzaron a resquebrajarse a causa de estas y como ha descrito Joan Prat (2007), el psicoanálisis su-
circunstancias. El individuo ya no es el “hombre entero y puso el “divorcio” definitivo de las llamadas filosofías del
racional” ni cumple con los ideales del cogito cartesiano. sujeto. La metapsicología freudiana redujo al yo racional

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a un conjunto de pulsiones indestructibles, inmortales e mismo que es individual, cuando no constituye sino
intemporales (Ricoeur, 1965). La diferenciación de lo psí- un papel representado, donde la psique colectiva tiene
quico en consciente e inconsciente —una de las premisas la palabra” (Jung, 2009, p. 72).
fundamentales del psicoanálisis— y sus descubrimientos
acerca de las funciones del yo, el superyó y el ello (Freud, Esto lleva a la génesis del ideal del yo, pues detrás de él
2000a) poseen una extraordinaria importancia para la se oculta la primera y más importante identificación del
comprensión del problema de la yoidad. individuo, o sea, la identificación con las figuras paternas.
Esta primera identificación definida por Freud como la
En su primera etapa, Freud describe el aparato psíquico más temprana exteriorización del afecto hacia otra perso-
como la suma de dos partes o instancias: una reprimida na —sea el padre o el cuidador— desempeña un papel clave
y otra represora o, lo que es lo mismo, un inconsciente en la construcción y el desarrollo posterior de la persona.
y una conciencia. Desde el punto de vista del psicoa- De hecho, “la identificación aspira a configurar el propio
nálisis, todas las percepciones procedentes del exterior yo a semejanza del otro, tomado como modelo” (Freud,
(sensoriales) y del interior, a las que damos el nombre 1999, p. 99). Este también es clave en la obra lacaniana y
de sensaciones y sentimientos, son conscientes. Para es reformulado en claves más radicales: el yo aquí ya no
Freud (2000b) existen tres términos clave en los proce- es entendido como una instancia organizada y estructural
sos mentales: lo consciente, percepción más inmediata compuesta de una superposición de identificaciones, sino
y segura; lo preconsciente, inconsciente latente, capaz que se encuentra dividido, barrado o escindido.
de conciencia; y lo inconsciente, lo reprimido, incapaz
de conciencia (p. 168). A los ojos del psicoanalista, el El posmodernismo nace de la desconfianza o la incre-
yo sería la entidad intermedia que integra la conciencia dulidad hacia las metanarrativas, la epistemología, la
y domina el acceso al mundo exterior y, además, fisca- racionalidad, la metafísica y, también, hacia la categoría
liza todos sus procesos parciales (2009, p. 11). El ello, de sujeto moderno. El sujeto posmoderno, por el contrario,
que contiene las pasiones o energías instintivas, es más no es un ser pensante y autónomo, sino dependiente de
fácilmente identificable con el inconsciente; y el super- su entorno. Los lazos sociales que funcionaban como
yó, o imperativo categórico, es el que organiza, somete herramientas de identificación vinculados al Estado (yo
(ordena y prohíbe) por medio de una serie de figuras nacional) desaparecen para dar lugar a nuevas proble-
externas —sean los padres o las instituciones— al yo. máticas surgidas de la globalización (yo local-global).
La yoidad freudiana, entonces, termina sometida a tres En las sociedades posmodernas, llamadas por Foucault
dependencias: el mundo exterior, el ello y el superyó. La “sociedades disciplinarias” (1992), los seres humanos se
articulación entre estas tres es clave para el desarrollo convierten en sujetos articulados por las prácticas institu-
de la personalidad y el mantenimiento de su estabilidad. cionalizadoras del poder. Así, la yoidad podría ser o bien
sometida y dependiente de los otros o bien consciente,
Para Carl Gustav Jung, discípulo de Freud, los con- pero en ningún caso independiente.
tenidos que conforman el inconsciente no solo son
de índole personal, en la medida en que constituyen En estas “nuevas sociedades de control”, como las
adquisiciones de la existencia individual, sino que llama Deleuze (1991); del “riesgo”, en palabras de
también poseen contenidos interpersonales, colecti- Ulrick Beck (2006); o “líquidas”, como afirma Zygmunt
vos, en forma de categorías heredadas o arquetipos. Bauman (2003), se configuran nuevas subjetividades
Así, el ser es o funciona como “una máscara que finge y formas de identificación caracterizadas por la flexi-
individualidad, haciendo creer a los demás y a uno bilidad, la imprevisibilidad y una tendencia hacia la

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dispersión y la heterogeneidad (Fredric y Zizek, 1998). Este yo saturado, como lo llama Kenneth Gergen
La cuestión que habría que plantearse es: ¿Se puede (1996), puede encontrar cierta coherencia entre todas
ser múltiple y coherente a la vez? La visión unitaria sus identificaciones o, por el contrario, transformar
del yo no es viable ya, porque la cultura tradicional esta multiplicidad en inadaptabilidad (mal uso de la
se ha disuelto y el sujeto se identifica en relación a sobreabundancia de roles). La falta de adaptabilidad —
una pluralidad de respuestas. Robert Lifton (1968) también llamada monoidentidad o multifrenia (Carreras
habla de un “yo proteico” capaz de adaptarse a trans- y Linares, 2006)— puede convertirse en obsesión por
formaciones fluidas “compuesto por ‘fragmentos de una de las identificaciones (nacional, sexual, étnica,
identidad’ combinables y cambiantes de una situación religiosa) que desplaza o anula a todas las demás, como
—o de una relación— a otra” (p. 12). diría Amin Maalouf (2004), o en una autoexploración
de uno mismo, como ocurre en la sociedad hipercon-
Para Bauman (2003), el sujeto de la “moderna socie- sumista, en palabras de Byung-Chul Han (2010).
dad líquida” constituye comunidades con identidades
incorporadas (“comunidades de guardarropa” o de La visión narrativa: un análisis
consumo), a través de las que los clientes y usuarios interpretativo de la yoidad
se identifican. Así, las agrupaciones sociales más im- El yo es una expresión necesariamente ambigua, diría
portantes serían, en todo caso, simples multitudes de Husserl (1991). En cualquier caso, la aplicación del tér-
consumidores, sin grandes objetivos y, por supuesto, mino tan solo hace alusión al hablante que se designa a
con limitada vinculación. El homo consumens no pre- sí mismo. De hecho, la descripción de las identificacio-
tende acumular bienes, como ha remarcado Bauman, nes dirige la reflexión forzosamente hacia una espiral
sino usarlos y descartarlos rápidamente para poder de designaciones pronominales. Tal y como menciona
adquirir otros nuevos. De la misma manera, tampoco Jean-Pierre Boutinet (1999), “la inflación de lo pronomi-
pretende alcanzar una identidad o adscribirse a un nal en los discursos (sí, sí mismo, yo mismo, etc.) corrobo-
grupo de referencia: prefiere adoptar roles dispares y ra el lugar adquirido por la individualización” (p. 187) o,
vinculaciones ligeras que le permitan abandonarlas sin como diría Jürgen Habermas (1988), el lugar desde el que
temor. Un sujeto que busca en los grupos de pertenen- el hablante adquiere notoriedad. Como apunta Anthony
cia gratificaciones inmediatas más que convicciones Giddens (1995), “el ‘yo’ es un conector lingüístico que
profundas es, en definitiva, como expresa el sociólogo, toma su significado de las redes de términos por las que
un sujeto más autónomo pero, a la vez, más solitario. se adquiere un sistema discursivo de subjetividad” (p. 72).

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La visión narrativa sitúa al actor en el centro de las rela- apuntado Michael Bamberg (2011), a las aportaciones de
ciones y las historias, que se ven afectadas por el tiempo Sigmund Freud (1979), Henry Murray (1938) o Gordon
y el espacio (Somers, 1994). Como diría Charles Taylor Allport (1937). Para Ricoeur (1996, 2007), el relato es
(1996), ser un yo está esencialmente definido por la manera la dimensión lingüística que proporciona la dimensión
en que las cosas son significativas para uno mismo. Este temporal a la vida en cuanto historia contada. Esta uni-
enfoque, por tanto, se aleja de las categorías estatutarias dad o núcleo narrativo es la de una historia personal
propuestas anteriormente y permite resaltar el carácter volcada al exterior con una intencionalidad ética, que se
discursivo, relacional y procesal de la yoidad. Así, el len- configura y expresa en el tiempo, y que confiere cierta
guaje y la narración son las áreas clave de elementos de la permanencia, haciendo posible la identidad narrativa o
vida cotidiana y de la experiencia humana tales como las yoidad narrativa (Bühler y Habermacher, 1988).
emociones, los valores, los recuerdos o el sentimiento de
historicidad (Kerbi, 1991). Como ha sugerido Margaret R. La tesis fundamental de Ricoeur sobre la pertenencia del
Somers (1994), “la vida social es narrada y… la narrativa es yo a su mundo reconoce la temporalidad como la primera
una condición ontológica de la vida social” (pp. 613-614). instancia —capaz de abarcar toda la problemática de
Mientras que la antigua interpretación de la narratividad la yoidad— que determina la praxis humana. Pero esta
estaba limitada a una forma representacional, las nuevas experiencia empírica toma consistencia mediante una
aproximaciones la consideran en clave epistemológica y única conciencia subjetiva: el lenguaje. Vale recordar que
ontológica. A partir de aquí se insinúa una cuestión de el concepto de los procesos de identificación —tal y como
enorme importancia: la experiencia se constituye a través los llama el antropólogo Lluís Duch (1984)— representa
de narrativas, y los sujetos y grupos dan sentido a lo que bien los determinados trayectos vitales que, a menudo
sucede recurriendo a varios relatos. en zigzag, recorren las personas concretas o los grupos
humanos. Es importante matizar que estos procesos no
El filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur (1965) tienen que ser duraderos y pueden ser muy variables; de
describió, de manera esclarecedora, la identidad narrativa hecho, se adaptan a cada circunstancia vital. Las claves
desde una perspectiva fenomenológica y hermenéutica para entender esta movilidad vienen dadas no solo por
en La metáfora viva (1980), Tiempo y narración (2007) la tendencia del individuo a identificarse (para sí) o ser
y Sí mismo como otro (1996). Ricoeur transita de una identificado (para los otros), ni tampoco exclusivamente
yoidad simbólica o simbolizada a una yoidad narrativa por la tendencia a proyectarse o asimilarse a una realidad
o narrada, cuyo terreno predilecto es la interpretación social, sino por el empalabramiento de esta realidad, como
hermenéutica. Para el investigador, la identidad narrativa diría Duch (1984). Así, ser o identificarse es, en principio,
no es más que aquella que el sujeto humano alcanza ponerse en palabras. Identificar o, más bien, identificarse,
mediante la función narrativa, y la yoidad humana se sería poner nombre sobre clases de objetos, fenómenos,
unifica en el relato de una vida. procesos de la realidad cotidiana y sobre uno mismo y,
en especial, poder dar a conocer a los demás aquello de
Ciertamente, es narrándonos como adquirimos una es- lo que hablaremos, como señala Ricoeur.
tructura significante autocomprensiva y reflexiva, ya
sea llamada yo, identidad o identificación, porque nos Desde esta perspectiva es preciso sobrepasar la cuestión
reconocemos en las historias que contamos sobre nosotros del lugar (interior o exterior) en cuanto espacio donde el
mismos. Pero ¿cómo se relacionan o se funden la historia yo se instaura, y entender el yo narrativo en un sentido
de una vida y su relato? Cabe recordar que el vínculo moral, como sugiere Taylor (1996). Ser un yo, a su juicio,
entre vida e historia no es nuevo y se remonta, como ha es mucho más que ocupar un lugar u otro: tiene más que

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ver con ser capaz de encontrar un punto de vista propio, Bamberg (2011) también ha subrayado la importancia de la
una perspectiva moral acerca de cómo uno ha de ser. narrativa en el estudio de la yoidad. El autor se pregunta
Así, la propia identidad para este autor es definida como: de qué manera la investigación narrativa tradicional se ha
posicionado como una contribución sustantiva y produc-
[Los] compromisos e identificaciones que propor- tiva en el estudio del yo. Además, hay que tener en cuenta
cionan un marco u horizonte dentro del cual yo las actividades diarias en las que la yoidad está constru-
intento determinar, caso a caso, lo que es bueno, yéndose, formándose, preformándose y performándose. En
valoro lo que se debe hacer, lo que apruebo o a lo este contexto, más que hablar de un yo genérico o sustan-
que me opongo. En otras palabras, es el horizonte cial, sería mejor entenderlo de manera interpretativa, en
desde el cual puedo adoptar una postura (p. 128). actividad, en construcción, en interpretación constante.
Como ha destacado José Ortega y Gasset (1941), la vida
Ahora bien, reflexionar sobre las personas requiere es quehacer, puesto que el hombre no tiene más remedio
tener presente que los seres solo existen en un cierto que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia.
lenguaje o, en parte, son constituidos por ese carácter Aunque esta aseveración parezca evidente, es fundamental
narrativo. Es así como Taylor (1996) se propone respon- para comprender la construcción narrativa de la yoidad,
der en clave comunitaria a la pregunta antropológica entendida como una autopoiesis8: “Lo único que nos es
por excelencia: “¿quién soy?”. dado y que hay cuando hay vida humana es tener que
hacérsela, cada cual la suya. La vida es un gerundio y no
Yo defino quién soy al definir el sitio desde donde un participio: un faciendum y no un factum” (p. 37). De
hablo sea en el árbol genealógico, en el espacio la misma manera, la yoidad es en gerundio (haciéndose)
social, en la geografía de los estatus y las fun- y nunca en participio (hecha).
ciones sociales, en mis relaciones íntimas con
aquellos a quienes amo, y también, esencial- Al carecer de identidad constitutiva —esencia o sustancia
mente, en el espacio de la orientación moral y permanente en el tiempo— y al no encontrarse adscrito ni
espiritual dentro de la cual existen mis relaciones poder instalarse de una vez y para siempre en ninguna
definidoras más importantes (p. 43). categoría fijada, el ser puede transitar sin llegar nunca
a ser el definitivo. En la variedad de espacios y tiempos,
A este respecto, el rol del lenguaje y la interacción narra- el sujeto se construye por mediación de las experiencias
tiva —la conversación, propiamente— son fundamentales del pasado articuladas en tramas argumentales más o
para definir las características del individuo. El vínculo menos coherentes, que acostumbran a adoptar la forma
entre el sentido individual del yo y sus dimensiones so- narrativa y permiten desarrollar las matrices espacio-tem-
8:: Del griego αυτο ciales puede conformarse como una parte crucial de las porales. Esta visión hermenéutica de la yoidad recalca
(‘sí mismo’) y ποιησις actividades discursivas y conversacionales. En el diá- la importancia de las continuas referencias a relatos y
(‘creación’ o ‘producción’), logo, el sujeto puede definirse en el encuentro para los narraciones, propios o ajenos.
se entiende aquí este
término en el sentido otros. Los interlocutores son, para Taylor, aquellos que
propuesto por Humberto permiten los lenguajes de autocomprensión y los que El hecho de que los sujetos estén desde el nacimiento
Maturana y Francisco en cierta medida otorgan sentido a la autonarración y, en contacto con una multiplicidad de narrativas y, más
Varela (1973), unos de finalmente, a la comprensión de uno mismo. El yo, des- aún, el placer innato del ser humano por escuchar y
los primeros en acuñarlo de este enfoque, solo tendría entidad en lo que el autor contar historias, evidencian claramente la necesidad
en tanto condición de
existencia de los seres llama urdimbre de interlocución, a saber, la situación de de la narración para la construcción del conocimiento
vivos en la continua carácter narrativo que otorga sentido a los individuos y acerca del sí, de los otros y del mundo. Estas historias,
producción de sí mismos. que les permite definir sus vidas. que primero serán escuchadas en silencio, nacerán en el

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espacio cotidiano familiar como una sed por acercarse, Conclusiones
por una parte, y alejarse, por otra, del mundo circundan- Realizar una panorámica sobre los sentidos del yo no
te. Vale recordar cuando el niño solicita a los padres o es una tarea sencilla, ni nunca completa. Al tratarse de
conocidos: “Cuéntame una historia”. Esta primera toma una pregunta fundamental, está en el centro de debates
de contacto con lo narrativo comenzará poco a poco a filosóficos, antropológicos, psicológicos, sociológicos...
ampliarse y su crecimiento llegará a ocupar casi todos pero también, y más que nunca, comunicativos. Hoy en
los ámbitos de las relaciones sociales que entabla el día, en el marco de una sociedad digital, el yo se define
individuo con el prójimo. y comparte en blogs y redes sociales de manera diaria.
Pareciera que la pulsión por describir qué se es estuviera
Las exposiciones narrativas están incrustadas en la ac- más vigente que nunca en el mundo en línea.
ción social y nunca separadas de ella (Gergen, 1996).
Mediante estos enunciados, los acontecimientos se ha- A la luz de la revisión del estado del arte se puede
cen visibles. Asimismo, las narraciones del yo no son concluir que el yo puede ser entendido de formas muy
posesiones fundamentalmente del individuo, sino de diversas: reducido a una interiorización pasiva de las
las relaciones de este con su contexto, es decir, son categorías heredadas (el yo nominal adquirido en la
productos del intercambio social, comunicativo y me- infancia); delimitado por su adscripción a roles estatua-
diático. Como alude Gergen (1996, p. 232), “ser un yo rios definidos en sociedad (el yo socializado); entendido
con un pasado y un futuro potencial no es ser un agente desde el potenciamiento de su naturaleza emocional,
independiente, único y autónomo, sino estar inmerso a la vez que personal; o definido de forma narrativa y
en la interdependencia”, y comprender la acción de este en construcción con otros interlocutores.
yo no es más que situarla en un contexto. El individuo
explicaría así, mediante la narración, la relación de En definitiva, queda de manifiesto la necesidad de rea-
acontecimientos relevantes para sí a través del tiempo. lizar un análisis multidimensional del yo, puesto que
todas estas perspectivas son interpretaciones que deben
Para finalizar esta aproximación a la condición narrativa ser estudiadas de manera complementaria, sin que una
de la yoidad, es importante añadir que no es posible prime sobre la otra y sin que se le otorguen valores
ser un yo solitario, puesto que el ser se constituye en axiomáticos a ninguna. Es más, en cada época se dan
relación con ciertos interlocutores. La narrativa tendría visiones coimplicadas, que revelan la importancia de
aquí un papel estructurador: las vidas se despliegan en tender puentes entre las distintas disciplinas y enfoques
forma de historia, pero también, y primordialmente, a la hora de estudiar y cuestionar el yo.
otorgarían sentido. Lo que yo soy ha de entenderse como
lo que he llegado a ser. El yo narrativo, por tanto, es Justamente por ello, esta exploración por los sentidos
la historia que cada uno está inducido a contarse a sí del yo partía desde la premisa de la coimplicación, en
mismo y a los otros. Por eso, la dimensión biográfica es los términos propuestos por Lluís Duch (1984), como
un componente esencial de la persona. De hecho, como una mirada capaz de integrar las distintas visiones
ha formulado Bamberg (2011), “los relatos biográficos sobre este concepto. Este enfoque complementario ha
y la biografía, preferiblemente la autobiografía o la sido sugerido especialmente desde la perspectiva narra-
historia o la vida, se convierten en los espacios privile- tiva y la intersubjetiva, que tienen entre sus objetivos
giados para la investigación de identidad” (p. 14). Aquí superar versiones parcializadas o axiomáticas. Esta
la construcción del yo está vinculada con la habilidad mirada compleja pone de manifiesto el polifacetismo
para conferir significados a los actos, dar sentido a los humano, que no es más que la cualidad del hombre
planes o configurar las ilusiones propias. de comunicarse y expresarse.

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