Reseña La Política en Consignas. Memoria de Los Setenta.
Reseña La Política en Consignas. Memoria de Los Setenta.
Reseña La Política en Consignas. Memoria de Los Setenta.
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La política en consignas. Memoria de los setenta.
Cesar Tcach (comp). Luis Alberto Romero, Norma Morandini, Hugo Qui-
roga, Claudia Hilb.
Horno Sapiens Ediciones, Rosario, 2003. Publicación auspiciada por el Cen-
tro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.
Entrar al libro compilado por César Tea- marca el mismo historiador# que diferentes
ch no es sólo re~ visitar momentos de un consignas participen de los atributos de más
pasado sino que para algunos de nosotros es de un grupo. En dicha clasificación se dife-
un duro viaje hacia el ayer para mirar crí~ rencian las denominadas consignas de iden#
ticamente nuestro propio pasado y también tidad, de las estratégicas y/o de las tácticas.
la posibilidad de reestablecer un compromiso De acuerdo con el autor, las primeras alu~
con el hoy y nuestros modos de pensar la den, prioritariamente, a la afirmación de iden-
historia reciente tidades colectivas construidas en el imbricado
Esas ciento veintiséis consignas y los cin~ terreno de los valores, las prácticas, los entrQ#
co artículos que reflexionan en torno a ellas mados organizativos y el universo político ideo#
son el motor que, como bien lo señala el lógico 3. Las segundas, en cambio, se vincu#
compilador siguiendo a Alessandro Portelli, lan a los objetivos, instrumentos y vías de ac~
permite asomarse a la comprensión de los sen~ ceso al poder político, en tantO las terceras y
lidos que atravesaron una sociedad "j una épo~ últimas se asocian al imperativo de poner en
ca J. Es indudable que las mismas nos intro~ consonancia los lineamientos estratégicos con
duce n en un territorio aún inexplorado de la las coyunturas políticas concretas 4
historia política social y aun de la historia oral, El análisis del universo planteado por las
en lo que hace a la constitución subjetiva mismas, con sus ecos musicales y su gestua~
de las identidades. Pero su significación es lidad peculiar, reabre, desde nuestra pers~
mayor porque, como lo marcan particular~ pectiva, los dos grandes debates~ verdade,
mente las reflexiones de Tcach y Romero, ros desafíos interpretativos en relación a esa
en esa primavera de los setenta era la calle coyuntura~ con los que se invol uc ran los
el escenario principal de la constitución de diferentes artículos: las posibilidades de la
ese actor colectivo que va a ocupar el cen~ política y la emergencia de la violencia.
tro de la escena política y era en ella donde Hablar de las posibilidades de la políti-
se desarrollaba esa competencia discursiva en# ca, tal como lo hacen todos los analistas del
tre los que asPiraban a encamar la palabra del libro, es pensar la viabilidad de la democra#
pueblo y a definir el curso de su acción. 2• una cia. Ahora bien, ¿de qué democracia? La
competencia discursiva que expresaba de mirada de Hugo Quiroga se detiene más
hecho el fuerte vínculo establecido entre específicamente en las fonnas representati#
consignas y proyectos de vida. vas e institucionales de ésta. Desde ese lu-
El conjunto de consignas integradas al gar nos habla de una historia entrecortada .s,
texto fueron organizadas por Tcach en tres fruto de las dificultades de crear entre 1930
grandes grupos, lo que no quita# como lo y 1983 un sistema de legirimación del po-
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der. Para Quiroga esa ausencia y presencia u ¿operaron como un preludio o una etapa
espasmódicas de la democracia, acompaña- de un camino más largo que conduciría a la
das recurrentemente de inestabilidad polí- toma del poder por parte del pueblo? Si bien
tica y de un alto grado de ilegitimidad de las sus planteas reafirman la potencialidad que
instituciones, tornó imposible la existencia en sí misma lleva implícita esa enorme ca-
de la ciudad civilizada. En cambio, César pacidad de movilización popular y destacan
Tcach -que centra su interés en los modos como uno de sus mayores logros el de la
de constitución de la subjetividad política construcción de un espacio en el que dife~
de la época, fuertemente vinculados a di- rentes voces y distintos proyectos intentan
versas estrategias de acción - coloca su aten- dar a ese colectivo una forma social, una de-
ción en lo que considera la emergencia de finición política, un programa y un plan de ac-
un poder constituyente orientado a la edifica- ci6n s, no se agotan aquí. La trama de dispu-
ci6n de un nuevo sentido común. En esta di- tas en tomo a quién o quiénes terminarían
rección, Tcach intenta romper explícita- encamando la voz de ese colectivo que en
mente a través de sus reflexiones con el mito- la calle desplegaba sus competencias discur-
que acompañó el inicio del proceso argentino sivas, les permite, a su vez, explorar un am-
de transici6n democrática - en virtud del cual plio arco de opciones que o bien confirman
las víctimas de la dictadura fueran simplemen- la vigencia de las 16gicas políticas y cierta
te ciudadanos, meros portadores abstractos del dimensión de la democracia o, en su otro
derecho a votar. 6 El sentido y contenido que extremo, apelan a las virtudes terapéuticas de
este autor le está dando a la política y a la la violencia. De acuerdo con estas lecturas,
democracia son también recuperados desde en el imaginario de muchos de quienes par-
otro ángulo por Luis Alberto Romero. Para ticipan de ese espacio y aparecen contestes
este historiador la democracia asociada con con el segundo tipo de apelaciones, la políti-
sus formas partidarias y electorales había per- ca de calles ha acercado la posibilidad del
dida el prestigio adquirido durante la primera asalto al Palacio de Invierno, de la toma del
mitad del siglo, no sólo por la aparición de al- poder.
ternativas de acci6n nuevas y más atractivas Penetr8mos a partir de aquí en ese otro
sino por su propio descrédito, que debe atribuirse nudo problemático que nos conduce al se-
de manera principal a la proscripción del pero- gundo debate: el porqué de la violencia, de
nismo, establecida en 1955, y al carácter ficri- su sistematicidad, de su enorme irreversibili-
cio de las experiencias electorales 7. Partiendo dad. El propio Tcach, que sigue la trama de
de ese diagnóstico, su análisis intenta recu- los múltiples interrogantes que pueden ge-
perar lo que considera como la puesta en nerarse en torno a las consignas, destaca el
movimiento de una sociedad que a partir de predominio que tienen aquéllas que avalan
1969 renueva sus vínculos con la política y fuertemente el despliegue de la violencia
politiza prácticamente todos los espacios de política sobre las otras. Impulsado por esta
sociabilidad. línea de preocupaciones elabora cinco hi-
Ahora bien, tanto la construcción de un pótesis 9 para conducir su investigación con
nuevo sentido común como la politización de miras a alcanzar algunas respuestas. La pri-
la sociedad a la que estos investigadores ha- mera, la de la lógica del partisano, nos empu-
cen referencia ¿tenían sentido en sí mismos? ja a penetrar en un imaginario social que
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lución de los conflictos, tanto menos cuanto que litantes. Éstas, que paradojalmente no apa,
en el horizonte de pensamiento de dichos orga- recen en las consignas reunidas por Tcach,
nizaciones se alza lo utopía de una sociedad son rec uperadas por Morandini a través de
que ho superado el conflicto social, y por ende aquella Mujeres, mujeres, son las nuestras, las
lo necesidad de su expresión política" demás están de muestras. 19 Desde ella, Mo~
La continuidad y profundización de esta randini marca la irrupción en el escenario
perspectiva pos '73 se explica, de acuerdo setentista y en la plaza pública de un sector
con la investigadora, por dos vías: por la particular del movimiento peronista que
identificación exitosa que el discurso gue~ pretende contraponerse a los valores y la
rrillero efectúa entre la violencia re ac tiva y estética de las mujeres burguesas. Como la
su racionalización garantizada por la exi s ~ autora lo sefiala, no se trata aquí de mujeres
tencia de la organización y, en segundo lu~ fuertemente involucradas en los debates fe,
gar, para neutralizar el efecto evanescente, ministas y en la lucha por su autonomía sino
incapwrable de la acción en común. 1S lndu~ de aquéllas cuyo papel, aun en la militan~
dablemente, como lo señalará Quiroga, de~ cia, seguía siendo defi nido por el hombre.
trás de esa lógica schmittiana de amigo/cnc~ Incluso a quienes como Evita Montonera
migo que las consignas ponen en evidencia pretendían encarnar los valores de una rup-
y que hace a un proceso de identificación tura, el movimiento les asignaba un rol me,
colectiva de un nosotros, existe una pedago~ di atizado por la figura masculina.
gía de masas con insis tentes apelaciones a la Mirada nuevamente en su conjunto, la
lucha colectiva y armada destinada a crear compilación de Tcach cumple sugerente-
las condiciones de una dinámica revolucio~ mente y de manera atractiva con su objeti,
naria que era incompatible con el orden vi~ va inicial: asomarse a la comprensión de los
gente 16 Pedagogía de masas que según Ro, sentidos que atravesaron una sociedad y una
mero terminará redituando en beneficio de época.
aquella organización cuya capacidad discur, ¿Están todos los sentidos? Tal vez no, po,
siva y talento organizativo la colocan en el siblemente haya ausencias y también lec tu'
centro de la escena entre 1972 y 73: Mon- ras no totalmente compartidas, pero los que
toneros. Para este historiador, luego de Ezei, sí están son la m;.;.yor p~rte de los problemas
za, la política de calles se limitó a dirimir la que atravesaron esa sociedad y esa época y
lucho de tendencías dentro del peronismo 1'. El es evidente el intento que cada uno de los
colofón de la militarización de la política que artículos hace para explicar, para extraer el
acompañó a este proceso subordinó los va~ sentido, las lógicas de un proceso que a casi
lores de justicia e igualdad de una gran masa todos ellos los involucró como actores. El
de jóvenes a la disciplina, el orden y la je- libro nos obliga al duro y difícil ejercicio de
rarquía de la Organización l8 . Pero al mismo analizar y analizarnos en el pasado reciente
tiempo fue vacíando la calle. y en ello descansa uno de sus mayores lo,
Las imágenes que la organización Mon~ gros.
toneros proyecta tienen en el libro un últi~
mo registro a través del artículo de Norma Marta Bonaudo
Morandini, El registro de una ausencia, que
es también presencia: el de las mujeres mi,
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