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La Esposa Del Vengador - José Echegaray

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EL TEATRO-
COLECCIÓN DE OBKAS DRAMÁTICAS Y LÍRICAS.

LA ESPOSA

DEL VENGADOR,
DRAMA

EN TRES ACTOS Y EN VERSO,

POR

JOSÉ EGHEGARAY.

SEXTA EDICIÓN.

MADRID.
HIJOS DE A. GULLON, EDITORES.
OFICINAS: POZAS-2—2.°

1881.
AUMENTO A LA ADICIÓN DE 1.° DE MARZO DE 1880.

Prop. qoe
TÍTULOS. Actos. AUTORES. corresponilfr

COMEDIAS.

Cambio de papeles 1 D. José María R i n c ó n . . . Todo.


Copias del natural 6 la plaza de San I l -
defonso Enrique Z u m e l . . .
Cuestión de táctica F . Flores G a r c í a . .
Don R a m ó n y Don Julián R . G. Santisteban
El nacimiento de Tirso • — . F . Flores G a r c í a . .
Escurrir el bulto Miguel Echegaray
Fieras domestica amor Enrique Zumel. .
Hasta mañana Ceferino Falencia.
La visión de F r a y Martin G. Nuñez de A r c e
Los vidrios rotos ••• • F . Flores G a r c í a . . »
Por un ángel * E . J a c k s o n Cortés.
Por fin atrapé un marido. Guillermo G. Nieto »
Salir de Málaga J o s é (le F u e n t e s . Mitad.
Seguros contra incendios • Gaspar M a r q u é s . »
Táctica moderna F . Flores G a r c í a . Todo.
Tarde y con daño • E . Navarro
Un buen apunte Eduardo Malvar. »
Último adiós Eusebio B l a s c o . . »
Yo m e entiendo y bailo solo J u a n García »
Choque y descarrilamiento 2 F . Flores G a r c í a .
El regalo de boda 2 S r e s . Eduardo y José
Jackson »
Juego de Damas 2 D P . Moreno Gil
La madre de la criatura 2 F . Flores G a r c í a . . »
La vocación 2 Tomás Saavedra. . »
Navegar á todos vientos 2 F . Flores García..
Por luera y por dentro 2 D. Miguel Echegaray
Tribunales de venganza 2 D . R . de A. de Laiglesia
a

Administración pública 3 D. Enrique Gaspar


Ángel 3 F~. J a v i e r S a n t e r o .
Carrera de obstáculos 3 Ceferino P a l e n c i a .
¡Dios! ¡Justicia! y ¡ G e m i a n í a ! . 3 Eduardo S o j o . . . .
E l cuchillo de plata. 3 Vidaf V. y R o c a . .
El tonto de Panerot 3 Antonio Roig , . . .
L;i fuerza de un niño 3 Miguel Echegaray.
La madre del comunero 3 E . A . y Martínez..
La m u e r t e e n los labios 3 José Echegaray
Mendoza y Compañía 3 S r e s . Navarro y Dalmau
LA ESPOSA DEL VENGADOR.
OBRAS DEL MISMO AUTOR*

EL LIBRO TALONARIO, comedia e n u n acto, original y en verso.


:

LA ESPOSA DEL VENGADOR, drama eD t r e s actos, original y en verso. .


LA ÚLTIMA NOCHE, drama en tres actos y un epílogo, original y
en verso.
EN EL PUÑO DE LA ESPADA, drama trágico en t r e s a c t o s , original y
en verso.
UN SOL <QUE NACE Y UN SOL QUE MUERE, comediaren un a c t o , o r i g i -
nal.y en verso.
CÓMO EMPIEZA Y CÓMO ACABA, drama trágico en tres actos, o r i g i -
nal y en verso. (Primera parte de una trilogía.)
E L GLADIADOR DE RAVENA, tragedia en un acto y en verso, i m i -
tación.
Ó LOCURA ó SANTIDAD, drama en tres actos, original y en prosa-
IRIS DE PAZ, comedia en un acto, original y en verso.
PARA TAL CULPA TAL. PENA, drama en dos actos, original y e a
verso.
Lo QUE.NO PUEDE DECIRSE, drama original en tres actos y en p r o - .
sa. (Segunda parte de la trilogía.)
EN EL PILAR Y EN LA CRUZ, drama original en tres actos y en
verso.
CORRER EN POS DE UN IDEAL, comedia original, en tres actos y
en v e r s o .
ALGUNAS VECES AQUÍ, drama original en tres actos y en proya.
MORIR POR NO DESPEUTAR, leyenda dramática original en un acto
y en verso.
EN EL SENO DE LA MUERTE, leyenda trágica original en tres actos-
y en verso.
BODAS TRÁGICAS, cuadro dramático del siglo xvi. original, en un
acto y en verso.
MAR SIN ORILLAS, drama original en tres actos y en v e r s o .
LA MUERTE EN LOS LABIOS, drama original en tres actos y en
prosa.
LA ESPOSA M L VENGADOR,

DRAMA

EN TRES ACTOS Y EN VERSO,

POR

JOSÉ EGHEOARAY.

Sepresentado por primera vez en él Teatro ESPAÑOL el 1 4 áe


Noviembre de 1 8 7 4 .

SEXTA EDICIÓN.

MADRID.
«H>RENTA DE JOSÉ RODRÍGUEZ. CALVARIO, 1 8 , "

4881:
PERSONAJES. ACTORES.

E L CONDE DE PACHECO S R . PARREÑO.


DOÑA JUANA, su esposa SRTA. CASTRO.
A U R O R A , su hija SRTA. MENDOZA TENOR:».
DON CARLOS DE ( J U I R Ó S , con el
nombre en los dos últimos actos de
Lorenzo S R . VICO.
FERNANDO S R . CEPILLO.
P A R R E Ñ O , con el n o m b r e e n los dos
últimos actos de Fajardo S R . ALISEDO,
Caballeros, damas, escuderos, dueñas, e t c .

Año 1 5 . . .

El primer acto en Barcelona: los dos últimos en Madrid.

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su per-


miso, reimprimirla ni representarla en Espaiía y sos posesiones de
Ultramar, ni en los paises con los cuales baya celebrados ó se c e -
lebren en adelante tratados internacionales de propiedad literaria.
El autor se reserva el derecho de traducción.
Los comisionados de la Galería Lineo-Dramática, titulada el
Teatro, de los Sres. HIJOS de A. GULLON, son los encargados
exclusivamente de conceder ó negar el permiso de representa-
ción y del cobro de los derechos de propiedad.
Qaeda lieche el depósito que marca la ley.
AL EMINENTE ACTOR

DON A N T O N I O VICO,

36» &cí*tya,x¿it£.
ACTO PRIMERO.

La escena representa una'-plaza de Barcelona: á la izquierda,


y en alto, un retablo con un Cristo en la cruz, alumbrado
1

por un farol: al pie, como resguardando el retablo, una


verja sobre una pequeña escalinata. Á la derecha una
casa con gran puerta y escudo de armas: sobre la puetta
y el escudo un balconaje. En el fondo una iglesia con e s -
calinata también. E s de íiocbe.

ESCENA PRIMERA.
-En la plaza, gente que v a y viene: algunos entran en la
Iglesia: dos grupos de C A B A L L E R O S , en primer término:
uno á la izquierda, otro á la derecha.— AURORA y F E R -
i

NANDO en el balcón.

(Grupo de l a izquierda.)
CAB. 1 . " ¿Será vurdád?
CAE. 2 . ° ¿Será<5Íerto?
CAB. 3 . ° A! Sonar de la mañana
las nueve en la gran campana
del viejo torreón del puerto,
con tres argelinas presas
y ál aire la blanca lona,
llegaron á Barcelona
dos galeras genovesas.
- GAB. 2 . " ¿ Y habéis v i s t o ? . . .
CAB. 3 . ' Vi bajar,
de la mayor de las dos
á don Carlos de Quirós,
y en la ciudad penetrar,
CAB. 2 . " Pues si Carlos ha llegado
¡ay del Conde de P a c h e c o !
CAB. 3 . ° Aún aquí resuena el eco
del grito que el desgraciado
Marqués de Quirós y Estrada,
lanzó tras largo reñir,
sobre su pecho al sentir
del fiero Conde la espada.
CAB. 2 . ° Venganzas tradicionales,
herencias de sangre y muerte-
de dos razas que la suerte
por su mal hizo rivales.
(Grupo de la derecha.)
CAB. 4 . * Los dos hasta aquí vinieron,
sus odios aquí estallaron,
de esa luz aprovecharon
la claridad, y riñeron.
CAB. S . ° Misterios son-del destino:
el mismo triste fulgor
que alumbraba al R e d e n t o r ,
alumbraba al asesino.
(Grupo de la izquierda.)
CAB. 3 . " Después le lie vuelto á e n c o n t r a r . .
CAB. 1." ¿A Quirós?
CAB. 2 . " ¿Á. Carlos?
CAB, 3 ° Sí.
CAB. 1 ¿ D ó n d e lo encontraste?
CAB. 3 . A
Aquí,
y hacia,esa casa mirar
una y dos veces y tres,
lo vi con adusto c e ñ o .
CAB. 2 . " ¿Iva solo?
CAB. 3 . ° Con P a r r e ñ o ,
escudero del Marqués.
GAB. 2 . ° Parreño es la tradición-
del odio en esa familia:
en el sueño, en !a v i g i l i a ,
con feroz obstinación
— 9 —
sólo un pensamiento fijo
hay en su cerebro i n e r t e :
«quien al padre dio la muerte,
muera á las manos del hijo.»
Autt. (En el balcón de la casa de Pacheco»)
Llega la gente: ya es hora:
el toque de la oración.
(Principia á sonar la campana de la iglesia-.)-
(Gi-upo de la derecha.)
GAB. 4.° De Pacheco en el balcón
¡qué dulce voz!
CAB. O.° ¡ E S Aurora!
(Mientras se pronuncian los dos últimos versos f

Continúa el toque de oraciones. Todos se descu-


bren. Aurora se arrodilla en el baléon. Pausa.)•
ADR. (En el balcón.)
Vamos, F e r n a n d o .
FERS. ¡Hay tal prisa!
¿Para qué?
AUR. ¡Calla, blasfemo!
(Grupo-de la derecha..)
CAB. 4 . " Que trueques bien pronto temo
en lágrimas tu sonrisa.
FlJRN. ( E n el balcón.)
Si en el t e m p l o t u alma pura
buscar un cielo anheló,
¡qué más que el que Dios te dio•
en tu divina hermosura!
ACR. E n tus viajes conseguiste
ciencia bella y peregrina:
¿aprendiste medicina,,
ó retórica aprendiste?
FERN. ¡Aurora!
AUR. Das mal ejemplo:
te falta la gravedad
de doctor y la piedad
de cristiano: ven al templo.
(Desaparecen del balcón Aurora -y Fernando.)
(Grupo de la izquierda.)
GAB. 2 . ° De Pacheco soy amigo
y he de advertirle ¡por Dios!
que ha llegado el de Quirós,
el hijo de su enemigo.
(£1 grupo de la izquierda- se retira al' fondo dal
r

teatro.)
(Grupo de la derecha )
CAB. i.° Un b u e n - a v i s o . . .
CAB. 5.° Excusada
precaución. Don Carlos hiere
cara á cara: mata ó muere;
no temáis una emboscada.
CAB. 4.° Pero Pacheco á mi ver
pudiera evitar...
CAB. O." ¡Por Cristo,
á Pacheco nadie ha visto
• la espalda á un hombre volver!
- (Se retiran hacia el fondo del teatro.)

ESCENA H.
Salen AURORA y FERNANDO delante; detrás DOÑA
JUANA y el CONDE DE PACHECO; uoc último una
DUEÑA un E S C U D E R O .
y

AüR. ¡He de salir! (Á Fernando.)


FERN. ¡Haces mal!
AUB. ¡Es empeño!
'FERN. ¡ E s desvarío!
De la noche el vapor frió
deslustra el limpio cristal
de tus ojos.
AUR. ¡Qué porfía!
•FERN. Quien lleva por nombre Aurora
Ealir debe cuando dora
las cumbres el nuevo dia.
Tus promesa? ¿qué 3e hicieron?
AUR. ¡Calla, Fernando!
FERN. No á fé!
¡Ojos sin l u z ! . . .
AUR. Ya lo sé.
.FERN. Soles extinguidos fueron!
Triste esclavitud sufrían;
negra noche los rodeaba;
rsu limpio azul se empañaba,
— ií —
y nunca, Aurora, podían,
en sombras aprisionadas,
ni juguetear h e c h i c e r o s ,
ni rechazar altaneros;
ni mirar apasionados!
At¡R. Es c i e r t o , mas regresaste
desde Italia presuroso;
de mis ojos sin reposo
la triste sombra estudiaste,
y al poner tu sabia mano
eu ellos, mi buen amigo,
vi la l u z . . . Pero ¿qué digo?
m a s q u e mi amigo: ¡mi Irermano!
FERN. ( « S U hermano!» dice la impía
y así piensa que me halaga!)
AUR. ¡Estás contento?
?FERK. ¡Me embriaga
el placer, hermana mia!
(Aurora le tiende cariñosamente la mano-.)
(¡Al que se abrasa de a m o r
tenderle helada la mano!
¡darle cariño de hermano
como afrenta á su dolor!
¡limbo sin gloria ni aían
el paso cerrando d un cielo!
¡torpe b a r r e r a de hielo
en el cráter de un volcan!)
(Au rora y Fernando cuntinúan hablando en voz
baja. Un embozado se Qcerca cautelosamente á Pa-
checo.)
CAB. 2.° Pacheco, piensa eu Quirós,
y piensa que uo hijo tiene.
JUANA. ¡Carlos viene?
CAB. 2 . " Carlos viene. (Se aleja.)
ÍPACH. Y bien, que venga.
JUANA. ¡Ay mi Dios!
(Otro embozado se acerca con misterio á Doñ&
Juana.)
CAB. 4 . ° Moderad su fiero alarde
si amáis al Conde, señora.
Que no regrese á deshora.,.
JUAKA. ¿Carlos tal v e z ? . . .
— 12 -
CAB. 4 . " Dios os guarde.
(Doña Juana y Pacheco hablan en voz b a j a . )
AUR. ¿Por qué tan fieros enojos
en tu mirada severa?
FERN. ¡Expones de tal manera
los cristales de tus o j o s ! . . .
AUR. NO abrigues temor, Fernando:
seré prudente, lo j u r o .
Quiero ver el cielo puro,
y el sol que nace bordando-
franjas de oro con su luz
en los celajes de Oriente,
y la blanca y triste frente
del Cristo que está en la cruz.
FERN. Y ¿nada más?
AUR. ¡ Y á mi padre,
tan bueno y tan cariñoso!
FERN. Y ¿nada más?
AUR. ¡ Y el hermoso
rostro de mi santa madre!
FERN. Y ¿á nadie más ver ansias?
AUR. ¿Por qué me miras así?
FERN. ¿Quién te ha dado, ingrata, di,-
las inmensas alegrías
de ver el cielo y el sol,
la noche con sus estrellas,
la mañana con sus bellas
nubes de oro y de arrebol?
AUR. Perdóname...
FERN. ¡Perdonar!...
¿Por quién ves hoy á tu madreó-
la faz noble de tu padre,
y á tu Dios en el altar?
De tus ojos al profundo
negro abismo, ¿quién dio luz?
Ese que espira en la cruz
el primero... ¡yo el segundo!
Aun. ¡Es verdad: pobre F e r n a n d o !
FERN. ¡Y me pudiste olvidar!
AUR. ¡Quieres hacerme llorar!
(Llevando la mano á ios ojos.)
FERN. ¡Qué dicha! ¡por mi llorando!'
AUR Médico que con enojos
no encuentra más medicina,
ni otro remedio propina "í
que lágrimas á los ojos,
querrá curar, no lo niepa
mi voz ingrata, Ferriar o,
pero es la verdad, que cuando
así nos c u r a , nos ciega. ;
FERN. Y ¿lloras por mí?
.AUR. ¡Dios m i ó ,
e n mi pena se complace!
FERN. E S que gozosa renace
mi esperanza.
AUR. ¡Ven, impío!
( L e coge una mano y le atrae á s i . )
¡Mira de c e r c a mi llanto!
FERN. ¡Aurora!
AUR. ¿Ves mi dolor
de esa luz al resplandor?
(Levanta la cabeza de modo que le hiera la lnx
del CrÍ6to en los ojos.)
FERN. ¡Lágrimas, sí!
AUR. ¡Cielo santo!
(Da un grito: se lleva las manos convulsivamente
á los ojos y cae de espaldas: Fernando la sostiene.
Doña Juana y Pacheco se acercan con afán y le
rodean.)
FERN. ¡Qué tienes!
PACH. ¡Hija!
JUANA. ¡Mi bien!
AUR. ¡Todo está negro... ay de mí!
(Pro cura con las manos separar algo. Pausa. Al
ña deja caer los brazos y mira alegremente á su
alrededor.)
¡Ya se van las s o m b r a s . . . sí!
FERN. ¡Perdóname!
AUR. ¡Madre!
JUANA. ¡VenI
(Aurora y Doña Juana se abrazan. Pequeña pausa.)
AUR. De esa luz destellos rojos
cayeron sobre mi frente,
y clavóse un rayo ardiente
— 14
en las niñas de mis ojos.
Después nada v i . . . Mas luego
todo pasó.
PACK; ¡Pobre Aurora!
JUANA. ¡Hija del alma!
(Aurora mira ¿"Fernando y se enjuga'los ojos son* ~
riendo.)
FERN. (¡Y aún llora!)
AUR. Siento en las mejillas fuego.
JUANA. ¡Tú la enojaste!
AUR. No á f é .
PACH. ;Ha sido Fernando?
JUANA. Sí.
At!R. Al mirar al SOl, aquí (Señalando la frente.)
siento s i e m p r e . . . no sé qué!
FERN.- Que te muestre cuanto brilla (Á Aurora.)
sus enojos, no me asombra,
ni que te busque la sombra,
es, Aurora maravilla.
Por ley de Dios en la tierra,
ó por misterioso instinto,
atracción es lo distinto,
y es lo semejante guerra.
Rechaza un ser á otro ser
si ve en él su copia fria,
que al fin la monotonía
es la muerte del placer;
mas si diferentes son
y se completan unidos,
se sienten ambos vencidos
por secreta inclinación;
y es que una mágica red
los envuelve' á su pesar;
que los dos quieren saciar
de lo infinito la sed.
PACH. Sutil el médico viene.
FERN. Pues dudas en vos contemplo,
escuchad algún ejemplo
que mi doctrina contiene.
No envidia á la nube el s o l , •
que no hay luz propia en la nube;
y por eso Guando sube
— 18,
la colora de arrebol.
En la caña mira el riov
otro ser y so. alboroza;
ella de placer solloza,
y él se deshace en rocío.-
La selva en el ruiseñor
contempla otra criatura,
y le pr.esta.su espesura
para nido de su amor.
Y es que la caña y el r i o ,
el ruiseñor y la selva,
la nube aun cuando devuelva .
con magnífico atavio
el-ajeno resp:andor,
y el sol de rayos ardientes,
son seres tan diferentes;
que se buscan con amor;
y de aquesta simpatía
nacen en monte y en llano
un concierto soberano
y una divina armonía.
PA>CH Probaste con discreción
de tu tesis la mitad;
pero algo falta.
FERN. Escuchad,*
que llego á la c o n c l u s i ó n . .
Se alza el m a r , se ve á sí mismo
en más lejano horizonte,
y es en su cólera monte
de espuma y después abismo.
Huyendo va el huracán .
de huracanes que le azotan,
y huyendo del fuego brotan
las lavas en el volcan.
Ejemplos en los que veo,
aun cuando muy de pasada,
mi doctrina comprobada
y cumplido mi deseo:
y así, puesto que en la tierra
ó por ley ó por instinto,
es atracción lo distinto,
y es lo semejante guerra,.-
si tu luz quiere cubrir
la noche con negro velo,
es que intenta eu ese cielo
un crepúsculo fingir;
si el sol, en vez de arrebol,
te manda sus rayos rojos,
son naturales enojos
que inspira un sol á otro sol.
JUANA. Cien dicho; pero excusar
pudiste tan bella ciencia
y tal primor, con prudencia,
y con no hacerla llorar.
AUR. Ven, Fernando; el tiempo pasa.
FERN. (¿Me perdonas?) (En voz baja á A u r o r a . )
AUR. ( w . á Femando.) (¡Lo mereces!)
FERN. ¡Aurora!
AUR. No me enterneces, (con malicia.)
(Se dirigen los dos hacia el templo: la Dueña y
el Escudero les siguen. Doña Jnana detiene á P a -
checo.)
(Aurora, Fernando, la Oueña, el Escudero y la
gente que quedaba en la plaza, entran en el
templo.)

ESCENA III.
DONA JUANA y PACHECO, en primer término; DON
CARLOS P A R R E Ñ O . aparecen en una esquina, v
y

en elta se detienen observando. La plaza desierta, se oye


débilmente el órgano.

JUANA. El corazón me traspasa


una duda... ¡Si es verdad...
si vino Carlos...
PACH. Y bien:
Dios tan solo dirá quién
es hoy digno de piedad.
(Pacheco intenta dirigirse al templo: Doña Juana
le detiene de nuevo.)
JUANA. ¡Son mis angustias tan g r a n d e s ! . . .
PACH. Ya la salve está empezada...
JUANA. ¡Él es la mejor espada
de nuestros tercios de Flandes!
— 17 —
PACH. ¡Que me place, vive Cristo,
si á tal llega su bravura!
¿Le conoces por venfura?
JUANA. Jamás, Pacheco, le he visto.
1 AR.
J
( Á D. Cario», señalando á Pacheco y á Doña Juana.
Un hombre y una m u j e r . . .
Í'ACH. Vamos...
JUANA. Espera un instante.
PACH. ¡Estás llorosa, anhelante...
me apena tu padecer!
(Da algunos pasos: Doña Juana le detiene..)
JUANA. Siempre he sido esposa honrada,
cariñosa y obediente;
mi vida estuvo pendiente
de tu voz, de tu mirada.
PACH. E S verdad.
JUANA. Pues vas á darme
una recompensa.
PACH. ¿Cuál?
JUANA. ¡Sal de Barcelona, sal!
PACH. ESO fuera deshonrarme!
JUANA. ¡Piensa en mí, piensa en Aurora!
PACH. E n mi honor prenso también!
JUANA. ¡YO te lo suplico!
PACH. Ven.
(¡Pobre Juana, cuánto llora!)
(Pacheco intenta llevarla, pero ella resiste. Parre-
ño en el fondo avanza algunos pasos, y después se
vuelve háciá D. Carlos.)
PAR. ¡Es P a c h e c o ! . . . ¡mi sangre arde!
JUANA. ¡Mira a l l í ! . . . ¡dos hombres, dos!
(Señalando á D. Carlos y Parreño.)
PAR. ¡Nadie en la plaza! (instando a D. Carlos.)
JUANA. ¡Por Dios,
vamos...
(Doña Juana se lleva con afán á Pacheco háeia la
iglesia.)
PAR. (Queriendo obligarle.) ¡Don Cál'los!
CARLOS. (Fríamente.) Más tarde.
(Doña Juana y Pacheco entran en la iglesia: Don
Carlos y Parreño avanzan al proscenio.)
— 48 —

ESCENA IV.
D. CARLOS, PARREÑO.

PAR. ¿Á qué de Italia viniste? (Con. enojo,)


Á qué traje de Toledo,
después de probar su temple
sobre piedra y sobre c u e r o ,
de Milán en una cota,
y contra un yunque de hierro¿
esa espada que en el cinto
muerta ó dormida contemplo?. •
CARLOS. Calma, calma, buen anciano.-
PAR. ¡Don Carlos!
CARLOS. Basta, Parreño. (Pausa.)
PAR. ¡ Aquí murió!
CARLOS. Ya lo s é . ;

PAR. Contra esa piedra su cuerpo


se desplomó.,
(Señalando la escalinata de.la v e r j a . )
CARLOS. Pobre padre!
PAR. En sangre tinto el acero,
al aire lo sacudió
con fuerte brazo P a c h e c o :
salpicó la roja lluvia
esa verja y este suelo,
y que Dios m e J o perdone,
pero muchas veces creo .
que esas manchas que la imagen
muestra al,costado derecho, ..
de aquella sangre son gotas
que sobre el Cristo cayeron.
CARLOS. Aquí mi padre espíió:
aquí morirá Pacheco.
PAR. ¡Morirá! ¿Cuándo?
CARLOS. Esta noche!
PAR. ¡Al), mi venganza!
CARLOS. Silencio: .
no es v e D g a n z a , que es castigo.
PAR. ¿Qué importa el nombre?
CARLOS. Buen viejo,
- - 19 —
m o r i r á como mató:
frente & frente y hierro á hierro.
PAR. Y ¿estás triste?
CARLOS. ¿Qué te extraña?
si condenado me veo
á seguir antiguos odios
de Estradas y de P a c h e c o s .
PAR. ¿Qué dices?
CARLOS. La tradición
es implacable. Recuerdo
que aún muy niño me mostraban
retratos de mis abuelos
en los góticos salones
de mi castillo paterno,
y todos llevaban sangre
en la frente ó en el pecho.
Aquesta significaba
haber á las manos muerto
de su enemigo; y aquella,
la que con tinte siniestro
manchaba la frente altiva,
era sangre de Pacheco.
Hoy se decide mi suerte,
y escoger entre ambas debo;
y es ¡vive Dios! la elección
triste, muy triste, Parreño.
PAR, ¡ T Ú , femeniles flaquezas!
¡Ah, don Carlos!... ¿tienes miedo?
(Acercándose á él y en voz baja.)
CARLOS. Miserable!
PAR. ¡Duda horrible!
CARLOS. Me das lástima, buen viejo.
Pregunta en FÍándes por mí;
pregunta en Italia luego.
Contentos allá en sus tumbas
deben estar mis abuelos.
Pero no todo es luchar;
algo más anhela el pecho:
hay vagas aspiraciones,
hay mil dulces sentimientos...
En fin, tú no me comprendes.
PAR. Don Carlos, bien le comprendo:
— 20 —

mueres di* amor.


CARLOS. NO lo sé..
Sí lo sé: de amores m u e r o .
PAR. ¿Cuál es su nombre?
CARLOS. LO ignoro.
PAR. ¿Italiana?
CARLOS. NO por c i e r t o :
española.
PAR. ¿Pero cuándo
has podido?...
CARLOS. Escucha atento. (Pausa.
Llegamos esta m a ñ a n a ;
tomamos tierra en el puerto;
penetré solo en las calles
en mi negra capa envuelto,
y lentamente marchaba
revolviendo en el c e r e b r o
venganzas para mi padre,
muertes mil para Pacheco.
La capa flotó hacia atrás,
bajé el embozo un momento,
y el puño de mi tizona,
libre de pliegues molestos,
buscó la luz, dando al aire
mil acerados reflejos.
Á una esquina di la vuelta,
y á m i pesar, en el velo
de una dama que venía
marchando en sentido inverso,
seguida de airoso paje
y dueña de adusto ceño,
enganché los retorcidos
gavilanes de mi acero,
¡que siempre están gavilanes
de palomas en a c e c h o !
Dio un grito y yo la m i r é :
alzó sus ojos de c i e l o ;
rasgó el tul y huyó ligera;
no la vi m á s . . . ¡y aún la veo!
¡Malhayan los gavilanes
que presa en ella no hicieron!
PAR. ¿Y es eso todo? Ilusiones
— 21 —
de enamorado mancebo!
CARLOS. ESO es todo; porque es vida,
y es esperanza, y es cielo.
Escúchame y no te burles.
Suponme presa de un sueño
poblado de mil fantasmas,
de la calentura engendro,
é imagina que por fin,
tras largo luchar, despierto,
corro al balcón, y de un valle
perfumado, alegre, fresco,
sobre mi abrasada f r e n t e
brisas matinales siento.
¿Comprendes la sensación
de bienestar, de consuelo,
que hubiese experimentado
mi ser en aquel momento?
Pues esto mismo sentí
cuando mis ojos la vieron.
Meditando en mi venganza,
ante mí pasando tercos
el cadáver de mi padre
y la espada de P a c h e c o ,
alumbrados de esa luz
por los últimos reflejos,
marchaba yo por las calles
soñando más que despierto,
cuando la vi de repente,
tan de c e r c a , que su aliento
sobre mi abrasado rostro
sentí perfumado y fresco.
Yo vi su fronte purísima,
á la que rubios cabellos
coronaban, como suele
con sus dorados reflejos
coronar el sol que nace
monte de nieve cubierto.
Yo vi sus ojos azules,
que en verdad me parecieron
más celestiales que aqueste
bellísimo firmamento,
que al fin este cielo es uno
— 22 __

y aquellos eran dos cielos'.


Yo vi su dulce sonrisa,
y pensé en aquel momento
con la rapidez del r a y o ,
y del rayo con el f u e g o ,
¿si en tu boca así es la risa
qué será en tu boca uu beso?
Y al ver tan divina m e z c l a ,
y conjunto tan perfecto,
de cuanto hay de más hermoso-
en la tierra y en el c i e l o ,
s e n t í . . . yo no sé, ¡Dios mió!
lo que sentí; sólo siento
que hay más luz en el espacio,,
más aromas en el suelo,
más frescura en el a m b i e n t e ,
y que están los aires llenos
de divinas armonías
y celestiales conciertos!'
PAR. ¡Buena ocasión es, don Carlos,
de pensar en devaneos!
¡Pobre Marqués de Quirós!
CARLOS. Calla, c a l l a ! . . .
PAR. Pobre dueño!
Tú descansas bajo el mármol
desgarrado el noble seno,
el que te arrancó la vida
su triunfo goza soberbio,
y el hijo que tanto amaba,*,
aquí, do cayó tu cuerpo,
celestiales armonías
está sin cesar oyendo.
¡Bien haya por la ventura
que goza el noble m a n c e b o !
CARLOS. Dije que será esta noche.
PAR. ¿Me lo juras?
CARLOS. LO prometo.
(Sale de la iglesia Fernando,y marcha cotí len 5j.
tnd.)
Gente sale de la iglesia.
PAR. E S tan sólo un caballero,
CARLOS. Cubre el rostro y sigúeme,
que mas tarde volveremos.

ESCENA V.
D. CARLOS, FERNANDO, P A R R E Ñ O .

FERN. ¡Cuan hermosa está rezando!


¡Con qué gracia el cuello inclina!
¡Qué palidez tan divina!
¡Carlos!
CARLOS. ¿Qué miro? ¡Fernando!
(Fernando y D. Carlos se reconocen y se abrazan,
Parreño se retira al fondo.)
FERN. ¡Guerra en Flándes y tu brío
aquí en la paz consumiendo!
CARLOS. ¡TÚ de una iglesia saliendo:
tú el filósofo, el impío!
FERN. Á rogar á un ángeí fui
para el alma salvación!
CARLOS. ¿Rogaste?
FERN. Dé corazón.
CARLOS. ¿Y te escuchó el ángel?
' FERN. SÍ.
CARLOS. ¿Al fin su amor obtuviste?
FERN. NO lo sé.
•'ARLOS. ¡Qué no lo sabes?
FERN. Pregúntales á las aves,
si el aire cruzar Jes viste,
el camino que trazaron;
á los peces, en el mar,
pregúntales al pasar
la estela que en él dejaron;
quizá puedan responder
• q u é es del aire y las espumas;
pero saber no presumas
si hay amor en la m u j e r .
, ¡Ni cariño, ni pasión,
ni tu llanto, ni tu queja,
traza, rastro, huella deja
•en su móvil corazón!
E s siempre, Carlos, la impía
tan cariñosa conmigo,
— 24 —
que muchas veces me digo,
¡alienta, esperanza mia!
Hacia mi risueña viene,
coge mi mano ardorosa,
y está Aurora tan hermosa,
tales promesas contiene
aquel divino rubor
de su tez anacarada,
que en la voz, en la mirada
presumo encontrar amor.
CARLOS. Y amor es eso.
FERN. NO a l e .
CA..LOS. ¡LOCO estás!
FERN. LO pienso á veces.
CARLOS. Fernando, tú no mereces
su cariño.
FERN. Ya lo sé.
CARLOS. ¿En qué fundas tu recelo?
FERN. LO fundo en todo y en nada.
¡Siempre hay ealma en la mirada
de aquellos ojos de cielo!
Siempre que oprimo su mano,
encuentro su mano f'ria.
Siempre que la llamo, « m i a , »
ella me llama, «su h e r m a n o . »
Lloro, y l l o r a . . . sin pasión
rio, y r i e . . . sin delirio;
ó no entiende mi martirio,, .
ó no tiene corazón!
¿Has amado, Carlos, di?
CARLOS.'. Há muy poco, pero a m é .
FERN. Pues si amaste, yo bien se-
que jamás amaste así. .
CARLOS. Esperar debes que crezca
v esa tierna simpatía.
FERN. Lo que anhela el alma mia
es que Aurora me aborrezca.
E l humano corazón
pasa del odio al cariño,
pero de ese amor de niño
jamás nace una pasión.
Perdona si con mi pena
— 25-—
te molesto.
GARLOS. ¡Qué locura!
FERN. Pero es tanta la amargura
de que está lo copa llena,
que con mano torpe y loca,
por dividirla contigo,
la llevé, mi buen amigo,
á la tuya de mi boca.
GARLOS. Siempre, F e m a n d o , me viste
á tu servicio dispuesto.
FERN. ¡En aquel trance funesto
la vida, Carlos, me diste!
CARLOS. De hazaña que poco vale
no aumentemos ei valor.
PAR. Retirémonos, señor;
del templo la gente sale.
(Comienzan á salir algunas damas y caballeros de Ir.'
iglesia.)
CARLOS. Dispon, Fernando, de mí
corno antiguo camarada.
(Tendiéndole la mano.)
FERN. NO está mi historia acabada,
algo me falta.
CARLOS. Pues di.
FERN. Quiero confiártelo todo;
decirte quién es mi bella.
Ves, Carlos, la casa-aquella?
allí vive.
CARLOS. (Retrocediendo.) ¿De ese modo,
Aurora es hija del Conde?
FERN. ¿La viste? (Con desconBanza.)
CARLOS. Jamás la vi.
FERN. E n t o n c e s ! . . . ¡loco de raí!
¡tu enemigo!
CARLOS. Allí se esconde
quien vertió la sangre mia.
FERN. Perdona, Garlos, mi olvido.
CARLOS. ¡ Y por ella tú has sentido
esa amorosa manía?
FERN. Ausente de Barcelona
largo tiempo y ofuscado
por mi amor desventurado...
— 26 —
Perdona otra vez; perdona.
"PAR. Vamonos presto, señor.
"•CARLOS. Adiós, Fernando: en conciencia
yo presumo que es demencia
lo que tú llamas a m a r .
(Salen D. Carlos y Parreño.)

ESCENA Vi.
FERNANDO.

¡Su e n e m i g o ! . . . De ese modo


muy natural le parece,
que porque ai conde aborrece
le aborrezca el mundo todo.
Anegados en sus penas,
siempre ven los corazones
al través de sus pasiones
las desventuras ajenas.
Mas ahora que en en ello p i e n s o . . .
la presencia aquí de Carlos...
el conde... Aurora... á buscarlos
corro al punto. Un velo denso
se ha quitado de mis o j o s .
He de evitar, vive Dios,
que aquí se encuentren los dos,
y que estallen sus enojos.

/r?~,.' ESCENA VII.


<• PACHECO, FERNANDO, AURORA, DOÑA J U A N A .

Al dirigirse Fernando á la iglesia, se encuentra con Pache-


co, á cuyo lado vienen Doña Juana y Aurora. Detrás la Due-
ña y el Escudero. Sale la gente del templo y se van alejan-
do por las calles próximas. Pacheco, rodeado de Aurora,
Doña Juana y Fernando, avanza hasta el proscenio: con sus
ademanes, parece negarse á algo que le piden con insis-
tencia.

* PACH. i E n t r a d en casa: yo iré


muy en b r e v e .
AUR. ¡Padre m i ó ,
ven!
(Con tono suplicante y procurando llevarle
sigo.)
JUANA. (En voz baja.) (¡Fernando, en tí confio!)
FERN. Señor!...
PACH. (Dirigiéndose á la verja del Cristo,)
Presto os seguiré.
JUANA. Pacheco, mira mi llanto!
PACH. Dejadme que mi oración
con calma y con devoción
r e c e ante ese Cristo santo.
¿No cumplo aqueste deber
todas las noches?
FERN. Mas h o y . . .
JUANA. Esos avisos...
PACH. No doy
á esos ruidos gran valer.
AUR. (Á- Fernando en voz baja.)
(¡Ruégale por Dios, hermano!)
FERN. ¡Si llega Quirós!...
PACH. Le espero
aquí como caballero,
mientras cumplo cual cristiano.
JUANA. ¡Pacheco!
PACH. Juana, sosiega:
mañana van á dictar
orden para trasladar
á mi casa solariega
esa imagen. Entre t a n t o ,
he de cumplir mis d e b e r e s . , .
JUANA. ¡Esposo!
AUR. ¡Padre!
;PACH. ¡Mujeres,
me cansa ya vuestro llanto!
¡Que no hay tal peligro os d i g o :
si lo hubiera, lo esperara,
que yo no escondo la cara
ni á mi Dios, ni á mi enemiga!
Donde su sangre vertí
he de decir mi oración:
: tranquilo ya el corazón,
, disponga el señor de mí.
— 28 —
Km. ¿No escucharás á tu Aurora!'
JUANA. ¿NO cederás á mi ruego!
¡Nada consigo; está c i e g o !
AUR. Mira, padre, como llora!
(Señalando á Doña Juana.)
¡Padre! (Abrazándose á é l . )
JUANA. . (Queriendo abrazarle.) ¡Mi d u e ñ o !
FERN. (Al ver que Pacheco las rechaza.) ¡El rigor
es injusto!
PACH. ¡YO lo mando!
¡Juana, Aurora, desde cuándo
no soy yo vuestro señor!
(Se separa de su mujer y de su hija, y extiende
el brazo en ademan severo hacia la casa. Doña
Juana y Aurora inclinan la cabeza dominadas pol-
la autoridad del Conde, y se alejan llorando. Sin
embargo, se detienen aún é intentan volver, pero
Pacheco las detiene con un gesto enérgico, é in-
dica de nuevo la casa. Entran en ella y Fernando
las sigue.)

ESCENA VIII.
PACHECO, D. CARLOS, PARREÑO.

Pacheco avanza lentamente hasta la verja: se quita el som-


brero, que deja en uno de los escalones, y se arrodilla en
la misma escalinata. D. Carlos y Parreño aparecen en la
esquina de una de las calles, y recatándose observan. La
plaza solitaria. Por las ventanas de la casa del Conde se ven-
pasar algunas luces.

PACH . Hijo de Dios, que en la cruz


por nuestras culpas espiras,
t ú , que en las almas inspiras
cuanto en ellas hay de l u z ,
ilumina mi c o n c i e n c i a
por el pecado m a n c h a d a ;
te lo pide acongojada
con voces de p e n i t e n c i a .
Como noble respondí
cuando mi honor ultrajaron;
- 29 -
dudas después me asaltaron:
por eso vengo hoy á tí.
Golpeó un sayón tu m e j i l l a
y le ofreciste las dos;
pero eras Hijo de Dios
y yo soy de humilde arcilla.
Si por acaso obré mal,
á mí venga t u castigo;
yo lo espero y te bendigo,
¡oh mi Padre celestial!
Pero si obré con razón
y fué justo el escarmiento,
da paz á m i pensamiento
y paz á mi corazón.
(Pausa. Pacheco sigue de rodillas. Mientras pro-
nuncia los últimos versos, D. Carlos y Parreño se
van acercando paso á paso, precediendo siempre
éste á aquel, como si le atrajera hacia el Conde.)
¿Dónde tu respuesta está
que mi mente se arrebata?
pAR. (Poniéndole una mano sobre el hombro.}
¡Aquel que con hierro mata
por el hierro morirá!
PACH. (Levantándose y poniendo la mano en la empuña-
dura de la espada, pero sin desnudarla.)
¿Quién eres t ú , vive Dios?
PAR. Quien acompaña á su dueño.
PACH. Y aquel del adusto ceño?
PAR. ES el hijo de Quirós.
(Los personajes -se hallan en el orden siguiente:
Pacheco en pie, junto á la verja; delante de él, y
muy cerca, Parreño; un poco más lejos, embozado
é inmóvil, I). Carlos.)
PACH. (Á D. Carlos.)
¿Qué quieres de mí?
CARLOS. (Descubriéndose.) ¿Lo dudas?
PACH. De todo dudo sin pruebas.
CARLOS. Espada eu el cinto llevas.
PAR. ¡De color, Pacheco, mudas!
PACH. Este que así se entromete
(Señalando á Parreño.)
y me insulta con empeño,
— 30 -
¿viene á ayudar á su dueño '
por mi espalda?
Í'AB. ¡Infame!
CARLOS. Vete.
(Parreño se retira.)

ESCENA IX.
D. CARLOS, PACHECO.

PACH . ¿Á qué vienes?


CARLOS. Á buscarte,
y excusando alardes vanos
vengo á morir á tus manos,
ó por mi mano á m a t a r t e .
(Desnuda la espada.)
PACH. Há poco me preguntaba,
si al dar á tu padre muerte
obré bien. De alguna suerte
una respuesta buscaba.
T ú me la vienes á dar
con esa espada desnuda:
ella resuelva mi duda,
y cese ya mi dudar.
Dios decida entre los dos,
pues vio morir á tu padre.
(Señalando al Cristo.)
Ante Él y su santa Madre -
reñiré en juicio de Dios.
Si obré bien, caerás allí
do tu padre cayó herido;
(Indicando la escalinata de la verja.)
si obré mal y soy vencido,
Dios tenga piedad de m í .
CARLOS. Me cansan tantas razones:
ansia tengo de luchar:
vine á morir ó á matar,
y no á escuchar oraciones:
conqus afuera la tajante.
PACH. Cuenta que fuiste el primero,
en desnudar el acero.
Y ahora, Carlos, adelante.
— 31 -
(Desnuda la espada y riñen.) •

ESCENA X .
PACHECO y CARLOS, riñendo; AURORA, DOÑA
JUANA, F E R N A N D O y P A R R E N O desde dentro, rae-
nos Aurora, que saldrá cuando lo indica el diálogo.

AUR. ¡Huido de espadas! (Asomándose al balcón. Des-


pués se retira, precipitadamente.) F e m a n d o ,
m a d r e ! (Desde dentro.)
JUAISA. (Desde dentro.) ¡DÍOS m í o !
AUR. (Siempre desde el interior de la casa.) ¡SOCOITO!
¡Fernando!
FERN. ¡Aurora, ya corro
á . S a l v a r l e ! (También desde el interior.)
(En todos estos versos y aun en el resto del acto
gran rapidez )
CARLOS. (Acosándole.) ¡Vas luchando
b r a v a m e n t e , buen P a c h e c o !
¡Nadie así m e resistió!
PACH. ¡ E S que s o y P a c h e c o yo!
CARLOS. ¡ A l Ün!'(Le alcanza una c s t o c a d a á Pacheco.)
PACH. . J e s ú s ! ¡Así el eco
resonó !a noche aquella!
(Pacheco se lleva la mano al pecho, vacila, deja
escapar la espada y cae al fin sobre la escalinata
de la verja. .En el mismo momento aparece Aurora
en la puerta de la casa y busca á su padre con
mirada ansiosa: después -ve á D. Carlos. Al mis-
mo tiempo que Aurora sala precipitadamente l ar- J

reño por la izquierda.)


Aun. ¡Padre del a l m a ! ¡Asesino!
(Los actores quedan en el orden siguiente: Pache-
co tendido sobre las gradas y espirante: Carlos cer-
ca de él, sin sombrero, con el pelo en desorden y
la espada en la mano, clavando su vista en Auro-
ra-, osla mirándole como fascinada: Parreño procu-
rando llevarle.)
PAR. Huyamos!
Aun. Jesús divino!
(Da alguuos pasos; después se detiene como heaíL-,
— 32 —
da por el rayo; pronuncia la precedente exclama-
ción y se lleva la mano a los ojos.)
CARLOS. ¡Es ella, P a r r e ñ o , es ella!
AUR. ¡Yo ]e he visto ai matador!
¡ P a d r e ! (Kxtiende los brazos pero sin avanzar.]
PACH. ¡ A u r o r a ! . . . ¡ v e n ! . . . ¡aquí!
AUR. ¡ S a n g r e ! . . . ¡No veo, ay de m í !
(Da de nuevo algunos pasos y se detiene.)
CARLOS. ¡Ella, Dios santo, mi amor!
(Huye seguido de Parreño.)

ESCENA XI.
PACHECO, AURORA, DOÑA JUANA, F E R N A N D O ,
CRIADOS, etc.

Doña Juana, Fernando y criados rodean á Pacheco, Aurora


t marcha sin dirección fija y extendiendo los brazos; después
vacila y cae, pero lu sostienen las dueñas y doncellas.

JUANA. ¡Pacheco!
FERN. ¡Mortal la herida!
PACH. ¡Quiero abrazar á mi Aurora!
AUR. ¡Padre, ¿dónde estás?... ¡Ahora
voy á tus brazos!
PACH. ¡Mi vida!...
¡voy á m o r i r ! . . . ¡y se niega
á mi súplica!
AUR. ¡ N O ! . . . ¡Voy!
(Se desprende de las mujeres que las sostienen y
avanza, pero al fin se para, agita los brazos en el
aire y se lleva las manos á los ojos.)
¡Ven, Fernando! ¿Dónde estoy?
FERN. T Ú , mi b i e n ! . . . Aurora!... ciega!
(Corriendo al encuentro de Aurora y mirándola con
afán )
AUR. ¡Me hirió aquel rayo de l u z ! . . .
(Con voz desfallecida.)
¡Fué la lámpara del Cristo!
¡Al matador yo lo he visto!
(Cae en los brazos de Fernando.)
PACH. ¡Ah, perdón... por esa cruz!
(Espira. Los actores quedan divididos en dos gra-
pos. En la escalinata de la -verja Pacheco muerto, á
su lado Doña Juana: á su alrededor criados. En el
centro Aurora desmayada, sosteniéndola Fernando
y doncellas. Ninguna luz más que la del retablo-)

FIN DEL ACTO PRIMERO,


ACTO SEGUNDO.

álon de arquitectura gótica, elegante y severo. Á la derecha


dos puertas. Á la izquierda, en primer término, una gran
ventana; en segundo término una puerta.
En el fondo, y como si estuviera labrada en el muro,
una capilla con el Cristo que ocupaba el retablo en el pri-
mer acto: una pequeña verja delante del Cristo, y una lám-
• para encendida. Al empezar el acto, las dos hojas de la
puerta de la capilla estarán abiertas.
Junto á la ventana un sitial de alto respaldo y talla gó-
tica. Á !a derecha, y en primer término, otro sitial y una
mesa. Es de dia, al declinar de la tarde.
I,a escena en Madrid.

ESCENA PRIMERA.
DONA. JUANA, arrodillada ante el Cristo y llorando.

Eres justicia y a m o r ;
viste morir á mi esposo;
hoy te pide mi dolor
para el que murió reposo,
pena para el matador.
ESCENA II.
DOÑA JUANA, AURORA.

Aurora entra por la puerta de la derecha, primer término, y


avanzan lentamente. Doña Juana sigue de rodillas sin notar
la presencia de Aurora.

AOR. ¿Dónde estás, querida madre,


que el dulce murmullo llega
de tu voz á mis oidos,
y mis brazos no te encuentran?
JUANA. (Al oir la voz de Aurora, se levanta y cierra con
precaución las puertas de la capilla.)
¡Ven, Aurora, mi consuelo!
(Sale al encuentro de Aurora y se abrazan. Pausa.
¿Por quién olvidé mis penas?
¿Por quién pude resistir
aquella desdicha inmensa?
AUR. ¡Pobre padre!
JUANA. ¡Qué locura
r e c o r d a r t e ! . . . ¡qué imprudencia!
AUR. ¿Cuándo nos harán justicia?
¿En qué rincón de la t i e r r a
el infame matador
arrastrará su existencia?
JUANA. Cálmate, Aurora.
AUR. Há tres años
que aquella trágica escena
vi pasar ante mis o j o s ,
y en esa bóveda n e g r a ,
que va conmigo doquier
cual si yo su centro fuera,
siempre, siempre la c o n t e m p l o . . .
¡y sin embargo soy ciega!
JUANA. Hija del alma, mi Aurora,
yo te lo ruego, desecha
tales memorias.
AUR. No puedo;
no puedo aún cuando quisiera.
Aquel Cristo, aquella luz,
— 37 —
mi padre .junto á la verja
espirando; el matador
al aire la cabellera,
los ojos en mí clavados
con espantosa fijeza,
y una espada toda sangre
. aún empuñando en su diestra!...
¡Extraño mirar el suyo!
¡extraña figura aquella!...
¡ Y era hermoso, madre; sí!
¿Verdad que no lo creyeras?
Pero ¡ay! que era la hermosura
del ángel do las tinieblas!
•JUANA. ¡Por Dios, Aurora, bija mia!
(Abrazándola con ternura.)
AUR. ¡Me. asaltan tales ideas!...
JUANA . ¡Vendrá L o r e n z o . . . .
Aiftt. ¿Qué dices?
JU-ANA. Y al verte agitada, inquieta,
sentirá que le domina
á su pesar la tristeza.
AUR. ¡Entristecerle, Dios mió,
cuando gozosa yo diera,
por evitar una lágrima
á Lorenzo, mi existencia!
Pero ignoras que tenemos
un proyecto: cuando sea
su esposa... ¿Lo seré pronto?...
(Se detiene arerg-onzada.)
Yo lo J i g o porque tenga
ese consuelo Lorenzo:
él sufre también sus penas,
según parece, y me j u r a
que en siendo su compañera,
entre los dos partiremos
las suyas y mis tristezas.
JUANA. Vuestro proyecto ¿cuál es?
AUR. Digo nuestro aun cuando sea
más bien mió; pero al fin
él noblemente lo acepta.
Aquel que me dé su nombre
á cambio de m i terneza,
- 38 -
hace suyos mis agravios. (Con gran energía.)
JUANA. ¿En vengar acaso piensa
á tu padre?
AUR. Me ha jurado
que cuando yo le dijera
«ese fué su matador,»
muerte le dará su diestra.
JUANA. E S Carlos fiero enemigo:
¡Dios á tu esposo proteja!
AUR. ¡Ay, si algún dia ese h o m b r e
frente á Lorenzo se encuentra!
¡Olvidas ya su valor
indomable en la pelea!
Yo no le vi: tú le viste
aquella tarde funesta.
Cuando detenido al coche
en una garganta e s t r e c h a ,
en fuga ya nuestra gente,
solas las dos, sin defensa,
éramos de los bandidos
triste y codiciada presa,
¿quién sobre negro caballo
acude la rienda suelta?
¿quién con la tajante espada
la turba feroz ahuyenta,
la vida nos salva y luego,
obtenida nuestra venia,,
á Madrid nos acompaña
modelo de gentileza?
¡Lorenzo, madre, L o r e n z o !
Él mi acerbo llanto seca.;
él tesoros de bondad
concede á la pobre c i e g a . . .
Pero ¿qué--te estoy diciendo?
¿Qué confusiones son estas?
Quise probar que era bravo-
como ninguno eo la t i e r r a ,
y concluyo por hablarte
de su amor y sus ternezas!
JUANA. ¿Le amas mucho?
AUR. Por Lorenzo

cien veces la vida diera.


- 39 —
No tienes celos, ¿verdad?
¿no te ofende mi franqueza?
JUANA. ¡Qué inocente! (Sonriendo y besándola.)
AUR. NO eres tú
como Fernando. A su vuelta,
cuando á Lorenzo conozca,
verás qué enojos me muestra!
JUANA. ¡Pobre Fernando, tal vez
nunca le veremos!
AUR. Cesa,
madre, por Dios, y no augures
otras desventuras nuevas.
(Se acerca Aurora á la ventana y en ella se de-
tiene.)
JUANA. ¡Por tí, Aurora, nos dejó!
AUR. No sabes cuánta es mi pena!
¡Haber consentida al fin
en su temeraria empresa!
JUANA. Mucho te quiso, hija mia!
¡fuiste siempre tan severa
con él!
AUR. SU hermana fui siempre
cariñosa, siempre tierna.
Mira, madre, ¿ves allí
brillar la rosa bermeja
que Fernando me mandó
al embarcarse eu Venecia
. para Oriente? Pues en torno
' cien flores al aire orean;
cien esencias se desprenden,
y cien aromas se mezclan
á la emanación sutil
de su corola soberbia.
Sin embargo, yo te juro
que en mis sentidos penetra
sin confundirse jamás
con los aromas y esencias
balsámicas que en el aire
esparcen sus compañeras.
Pues de este modo, el cariño
de Fernando hasta á mí llega,
sin que nunca lo confunda
_ 40 ...
con tu ternura materna,
ni con el ardiente amor
que Lorenzo me profesa.
¿Por qué se queja de mí?
¿En qué funda sus ofensas?
Es bueno, pero soberbio,..
como esa rosa bermeja,
que fué su postrer adiós
al embarcarse en Venecia.
JUANA. ¿Y si hubiese conseguido
su designio? ¿Y si trajera
ese filtro?...
AUR. Madre, madre,
no hay esperanza en la tierra:
la luz se extinguió por siempre
para mis pupilas ciegas!

ESCENA I I I .
AURORA, DOÑA J U A N A , un CRIADO.

Por la puerta de la izquierda entra sigilosamente un Criad©:,


mostrando gran agitacioa; llama por señas á Doña Juana h a -
cia la derecha, y se poae varias veces el dedo en los labios
en señal de silencio. Doña Juana le sigue, y quedan ambo&
á la derecha formando un grupo. Aurora siempre en la ven-
tana y sumida en profunda distracción. Doña Juana y el Cria-
do hablan en voz baja. :

CRIADO. ¡Doña J u a n a . . . ¡Válgame


la Virgen de la Almudena!...
JUANA. ¿Qué o c u r r e ?
CRIADO. ¿ P u e s . . . casi nada!
AUR. ¿Quién está? ( E n voz a l t a . ) .
CRIADO. Soy yo: Rivera, (id.)
Silencio!... ¡Que no nos oiga!
( Á Doña J u a n a . )
¡ P o r q u e . . . vamos, la sorpresa
pudiera causarle daño!
¡Me dijo que las orejas
me c o r t a b a ! . . .
JUANA. Pero ¿quién?
— 41 —
CRUDO. ¡Quién ha de ser! Ya de vuelta
le t e n e m o s . . . ¡Qué alegría!
JUANA. ¡Ilusión!
CRIADO. Pues buena-es esa!
allí e s t á . . . ¡tan sólo a g u a r d a ! . . .
JUANA. É l . . . allí...
CRIADO. ¿Digo qne venga?
(Acercándose á la puerta de la izquierda y llaman-
.do siempre en voz baja.)
¡ E h ! ¡Don Fernando!
JUANA. ¡DIOS mío!
(Entra Fernando: él y Doña Juana se abrazan con-
efusion: el Criado anda alrededor y observando á
Aurora con grandes demostraciones de misterio.
Aurora sin dejar la ventana vuelve la cabeza.)
CRIADO. ¡Silencio, que nos observa!
(Á Doña Juana y á Fernando.)
AUR. (Alguien v i n o . . . ¿qué me importa?
no es aquel que el alma espera.)
(Doña Juana y, Fernando quedan á la derecha:
Aurora en la ventanay pensativa: sale el Criado.)

ESCENA IV.
AURORA, DOÑA JUANA, FERNANDO.

JUANA. ¡Al fin t e estrecho en mis brazos!


(Abrazándole de nuevo.)
FERN. ¡Al fin! ¿Y Aurora?
JUANA. ¿La ves?
(Señalando hacia la veatana.)
FERN. ( ¡ E l l a ! . . . mí amor!)
(Hace ademan de precipitarse hacia Aurora, pero
se contiene.)
No: después.
¡Aunque me asalte en pedazos
el corazón!
(Pansa. Fernando la contempla apasionadamente.) .
¡Cuan hermosa!
A'ÜR. (Volviendo la cabeza, pero siempre de pié al lado
de la ventana en actitud melancólica y poética, ó:
iluminada por una luz más viva que la. del resto
- 42 —
del saloiij en el que debe dominar un tinte som-
brío )
Á pesar de la distancia,
inunda toda la estancia
el aroma de esa rosa.
JüANA* (Á Femando en voz baja.)
La que enviaste de Y e n e c i a .
FERN. ¿De mí se acuerda?
AUR. ¡Fernando!
FERN. ¡Mi nombre m u r m u r a !
AUR. ¿Cuándo
volverá? ¿Qué torpe y necia,
y cuan ingrata en verdad,
fui, dejando que partiese,
tal vez para que muriese
en lejana soledad!
(Oculta el rostro con el pañuelo para secar el
llanto.)
;
FERN. ( A p . ) (¿Qué importa lo que lloré,
que importa lo que sufrí,
si de tus labios oí
lo que nunca olvidaré! ( P a u s a . )
Aquel desierto sin agua,
sus eternos arenales,
sus hordas y sus c h a c a l e s ,
su horrible calor de fragua!
. ¡Aquel apartado oriente,
aquella inmensa t r i s t e z a ,
• el repil en la maleza,
la calentura en la f r e n t e ! . . .
¿Qué valen, Dios de bondad,
ni qué valen mis dolores;
si el ángel de mis amores
hoy de mí tiene piedad?)
AUR. Ilusiones no acaricio:
de la luz los rayos rojos
no volverán á mis ojos
por tu noble sacrificio.
ÍFERU. ¡NO volverán! ¡Vive Dios
que muy pronto lo dijiste!
Como eras ciega no viste
> que de nueva ciencia en pos,
— 45 —
.al agotar la de aquí,
marché al misterioso oriente,
porque es de la luz la fuente,
¡luz buscando para t í ! ,
(Acercándose á Doña Juana y hablándole con cre-
ciente exaltación.)
Hay yerbas maravillosas
en sus bosques dilatados!
Cuentan que están impregnados
de aquellas IUCPS hermosas
que abrillantan las esferas,
muchas piedras de colores,
los cálices de sus flores
y las pieles de sus fieras:
y que encuentra de esta suerte
«quien ciertos jugos destila,
lumbre para la pupila
y filtros contra Ja m u e r t e .
Yo sus ciencias estudié,
sus secretos descubrí;
al Indo y al Ganges fui
~ -.y hasta Damasco llegué.
_ ¡ E I cielo premió mi ardor,
escuchó mi ruego ardiente,
• y traigo, Aurora, de oriente
n,ueva luz para mi a m o r !
JUANA. Pero ¿es verdad?
FERN. Verdad e s .
JUANA. ¡Aurora!...
(En voz alta y precipitándose en un arranque de
alegría hacia Aurora, Fernando la contiene.)
AUR. ¡Madre!
JUANA. ¡Hija m i a ! . . .
FERN. Ahora no, que la alegría
es peligrosa. Después.
(Conteniéndola de nuevo.)
JUANA. ¡Alienta, esperanza! (En alta voz.)
¡FERN. (En voz baja.) (No; •
fuera un imprudente alarde.)
JUANA. ¿Cuándo?
FERN. Más tarde. (Más t a r d e :
solos... solos... ella y yo!),
_ 44 .—
AUR. ¡ F e m a n d o ! . . . ¡Dónde estará!
¡Ya nunca más le veremos!
JUANA. En e! señor esperemos;
quizá muy pronto... q u i z á . . .
FERN. ¡Silencio! (Conteniéndola.)
AUR. ¡Qué bien decías!
¡Cuántas veces *¡n razón
torturé su corazón
y amargué sus alegrías!
¡Ven, Fernando, por Dios, v e n !
¡Me mata el remordimiento!
FERN. (¡Estrellas del firmamento,
arcángeles del e d é n ! . . . )
AUR. ¿Por qué crece con la ausencia
el cariño?
FERN. ¡ S Í : me amaba!
¡Y yo, Dios mió, dudaba
de tu infinita clemencia!
¡Ah, fatalidad, te venzo!
Ya soy dichoso.
AUR. (Aplicando el oído.) ¡ U m c o r c e l ;
el de mi Lorenzo!... Es é l .
FSRB'. (Cogiemlo á Doña Juana por la mano con violenciai
y preguntándole con angustia.)
Quién es él? ¿Quién es Lorenzo?
JUANA. Con la emoción... la alegría...
advierte no he podido.,.
FERN. Quién es él? (Con frenesí.)
JUANA. SU prometido.
AUR. El que adora el alma mia!
(Escuchando con gozo.)
FERN. ¡Ay de m í . . .
(Se oprime la cabeza entre las manos, y da algu-
nos pasos vacilante. El actor interpretará este mo-
mento como crea oportuno.)
AUR. ¡Cuánto tardaba!
JUANA. ¡Jesús, qué pálido estás! (Á Femando.)
AUR. ¡Ven, mi Lorenzo!
(Sale por la puerta de la izquierda.)
FERN. ¡NO más!
(Se tapa los oídos para no oir á Aurora, y retroce-
de hacia la .derecha.)
— 4 $ —-

JUANA. ¿Qué tienes? (Siguiéndole con afán.)


FERN. ¡¡Que yo la amaba!!
(Cae en el sillón de la derecha.)

ESCENA V.

DOÑA JUANA, FERNANDO.

JUANA. ¿La amabas?


FERN. Con loco amor;
y que me amaba c r e í .
Por ella tanto sufrí,
que es disculpable mi e r r o r .
Fué torpeza y egoísmo;
- me engañó mi ardiente anhelo;
pero ¿á qué subirme al cielo
para arrojarme al abismo!
(Se levanta con nuevo arranque de desesperación |
JUANA. (¡Pobre Fernando, su pena
el corazón me traspasa!...
Mis ojos el llanto a r r a s a ! . . . )
(Alto y consolándole.)
Calma tu dolor... serena
tu espíritu... ¡Qué egoísta
es el corazón humano!
¡Y tú, que gozoso, ufano,
vienes á darle la v i s t a ! . . .
FERN. (Con terrible ironía.)
¡Sufrir yo cuanto he sufrido
para que en dulces sonrojos
ella se mire en los ojos
de su amante prometido!
¡No verá á Lorenzo, no;
no verá la luz del dia;
vivirá en noche sombría
como siempre vivo yo!
¡Que aprenda Aurora á s u f r i r :
que no llegue nunca á ver;
y que agote el padecer
de anhelar siu conseguir!
JUANA. ¡Por Dios, F e r n a n d o ! . . .
— 46 —
FERN. (Mirando por la puerta de la izquierda.)
Ya v i e n e ! . . . ' '
¿en dónde, en dónde me escondo?
De mi razón no respondo.
JUANA. ¡Vamos!...
FERN. Nada me contiene
si á ese hombre mi vista alcanza!
(Doña Juana y Fernando se dirigen á la puerta de
la derecha: en el momento de llegar á ella, apare-
cen en la puerta de la izquierda Aurora y Carlos.
Éste entra el primero, y por lo tanto de espaldas,
sin que Fernando pueda verle el rostro: trae de la
mano á Aurora como guiándola. Fernando se d e -
tiene un instante; y los mira con desesperación,
extendiendo los brazos hacia ellos.). '
1

¡En esto viniste á dar


después de taoto anhelar,
ilusión de mi esperanza!
(Salen Doña Juana y Fernando.)

ESCENA VI,
AURORA, CARLOS, con el nombre de LORENZO.

CARLOS. ¿Por qué cual bellos despojos


de llanto que antes vertiste,
hoy á mi encuentro viniste
con lágrimas en los ojos?
Aun.. Del pasado me acosaron
recuerdos tan sin piedad,
que contra mi voluntad
las lágrimas me saltaron.
CARLOS. LO pasado fué torrente
que absorbió el mar de la nada,
la vida está consagrada
al porvenir y al presente.
AUR. ¡Ay de mí!
CARLOS. ¡Triste suspiro!
AUR. ¡Mi pobre h e r m a n o ! . . .
CA«LOS. (Con profunda ansiedad.) ¡Fernando!
¿vuelve acaso? ¿cómo? ¿cuándo? '
AUR. ¡Ya no volverá!
—••47 —
CARLOS. (Respiro.) (Pausa.)
¡Fernando... s í . . . por quien soy,
que es digno de simpatía!
(Pronuncia estos dos versos Carlos con entonación
fria y forzada.)
AUR. Hoy tienes !a voz sombría!
CARLOS. Estás triste y triste estoy.
AUR. ¡Lorenzo!...
CARLOS. ¿Por qué te asombra
que vaya A tu ser unido,
coma el eco va al sonido,
como al cuerpo va la sombra,
quien cifra en tí su existencia
y de tu cariño v i v e ,
y sin tí sólo concibe
ó la muerte ó la d e m e n c i a !
AUR. ¿Morir, delirar!..- ¡Repito
que hoy estás triste!
CARLOS. LO ignoro.
AUR. ¿ Y es posible?
CARLOS. Vi tu lloro
y tu tristezas i m i t o .
¿Ves, bajo el líquido velo
de su linfa, cómo el lago
pinta con sumiso halago
sombras y luces del cielo?
¿Lo ves brillar con azul
purísimo y trasparente,
cuando de oriente á poniente
los aires tienden su t u l ?
¿Lo ves en la noche oscura
negro como encielo mismo,
imitando aquel abismo,
el abismo de la altura?
Él refleja el rojo sol,
y en sus hondas peregrinas,
él refleja las neblinas
y refleja el a r r e b o l .
Pues como el lago sereno
luz y sombra reverbera,
y de la celeste esfera
la imagen lleva en su seno, ,
— 48 —
¡yo reflejo tu dolor,
yo reflejo tu placer,
y en el fondo de mi ser
llevo el cielo de tu amor!
AUR. ¡Canto armonioso del alma!
¡cuan dulce tu voz resuena... (Á Carlos.)
¡Cómo se ahuyenta la pena,
cómo se torna la c a l m a !
Fácilmente se trasluce
en terso lago el contento,
cuando el azul firmamento
en su linfa reproduce;
mas también en claro dia
un cielo azul al hallarse
sin espejo en que mirarse,
¡cuánta pena sentiría!
Si soy cielo, pues así
lo ha ordenado tu deseo,
ese lago en que me veo
¿dónde está, Lorenzo?
CARLOS. Aquí,
en el alma; y si mirar
quieres en ella clemente,
en su fondo transparente
verás tu imagen vibrar,
AUR. (Tristemente.) ¡Dices que mire! Pues yo
sólo miro un negro velo!
este que Damas tu cielo
nunca en tus ojos se vio. (Pausa.)
Que eres gallardo, la gente
me asegura.
CARLOS. ¡Vida m í a ! . . .
AUH. Pero agregan que es sombría
algunas veces tu frente.
CARLOS. Olvida, mi bien querido...
AUR. Puedo olvidarme de mí,
pero ¡ay, Lorenzo! de t í ,
imposible, no me olvido.
¿Es negra tu cabellera?
¿Es bizarra tu apostura?
¿Hay en tus ojos dulzura?
¡Todo esto saber quisiera!
— 49
CARLOS. ¡Aurora!
AUR. •Perdón, mi bien:
ya lo sé; mas con saberlo
no me basta... ¡quiero verlo!
CARLOS. ¡Deliras!
AUR. ¡Verlo también!
¡La luz, Lorenzo!
C\RLOS. ¡No m á s !
(¡En mi rostro su mirada
ver con espanto clavada!)
AUR. ¡Verte, Lorenzo!
CARLOS. (Jamás!)
AUR. Escuchar tu voz amante,
adorarte cual te adoro,
y por más que á Dios imploro
no ver nunca tu semblante!
CARLOS. (Acercándose á Aurora y cogiendo su mano con
cariño.)
La oscuridad es la calma,
y la luz es la inquietud;
del amor por la virtud
ve directamente el alma,
en misterioso arrebol,
lo que ver nunca podría
con toda la luz del dia
y todo el fuego del sol.
Cuando te acercas á m í ,
cuando tus manos estrecho,
y el latido de tu pecho
resuena amoroso aquí,
cuando tu ser de esta suerte
se confunde con el mió,
¿de qué me sirve, Dios mió,
la luz del sol para verte?
¡Si es tu espíritu la luz
y á sí propio se ilumina!

4
- 50 —

ESCENA VII.
AURORA, CARLOS, FERNANDO.

Fernando entra violentamente por la puerta de la derecha,


primer término; y se detiene á contemplar el grupo que for-
man Aurora y Carlos., Este último se hall* de espaldas á
Fernando.

FERN. (¡LOS d o s ! . . . ¡ S í ! . . . ¡bondad divina,


ven en mi. ayuda!
(Procura contenerse; separa la .vista-de los dos
amantes y oculta el rostro entre las manos.)
¡Esta cruz
ya me agobia y dobla al suelo
mis rodillas! ¡Ño: no m á s ! )
CARLOS. ¿ S i e m p r e , siempre rna amarás?
AUR. ¡ E n la t i e r r a y en el cielo!
FERN. (Echando mano al puñal del cinto, pero sin acabar
de desnudarlo y precipitándose sobre Carlos.)
¡Basta!
AUR. ¡ S u voz!
(Aurora se separa de su.amante atraida, por la voz
de Fernando: Carlos se vuelve rápidamente; él y
Fernando se reconocen: este último se .detiene. En
todos estos movimientos simultaneidad y rapidez.)
FERN. ( ¡ É l ! . . . ¡mentira!
¡ilusión de la venganza!)
CARLOS. ( É l ! . . . Fernando?...)
AUR. (Alto.) ¡Mi esperanza!
Hacia allí, Lorenzo, m i r a , ,
¡mira por m í , que no puedo!
CIRLOS. ¡ Y o tampoco puedo v e r !
(Ocultando el rostro.)
FERN. (Acercándose á él y en voz baja.)
¡Eras t ú ! . . . ¡No puede s e r !
CARLOS. (I-O mismo, con desesperada resolución.)
¡Yo soy!
FERN. (Siempre en VOZ baja.) ¡ C a r l o s !
CARLOS. ¡No: más quedo,
si no prefieres m o r i r !
— 51 -
'(Cogiéndole por un brazo: Fernando se desprende
con energía, retroceden y se miran ambos en ade-
man colérico. Aurora presta oido atento.)
(Pausa.)
CARLOS- (En voz baja .i Fernando.)
¡Salvé tu vida!
FERN. ( n . á Carlos.) E s verdad.
AUR. ( E n voz alta ) ¿Pero quién e s , por piedad?
CARLOS. (En voz b a j a á Femando.)
jHoy la e x i j o !
FERN. (id. á Carlos.) ¡Y yo vivir
quiero como n u n c a ahora!
AUR. ¡Pero aquella voz, Dios m i ó !
FERN. TU cólera desafio! (En voz baja & Cirios.)
CARLOS. (En voz alta y sin poder contenerse.)
¡Fernando!
AUR. ¡Fernando!
FERN. ( E n voz alta.) ¡Aurora!
(Marchan Fernando y Aurora, cada uno al encuen-
tro del otro y se abrazan con efusión. Carlos que-
da á cierta distancia inmóvil y aterrado.)
AUR. . ¡Es ilusión del deseo!
FERN. E s albor de un nuevo día!
CARLOS. ¡Y es comienzo de agonía
para tí. (Á Fernando en -voz baja.)
FERN. (Á Carlos en voz baja.) ¡No: para el reo!
Yo no asesiné á su padre;
yo no he robado su amor.
AUR. Cuánta d i c h a ! . . . ¡Y t ú , traidor,
nada me d i j i s t e !
(Á Carlos en tono de cariñosa reconvención: oste-
al oir la palabra írfit¿íí(W*-retrocede.)
¡Madre;
madre q u e r i d a !
CARLOS. Prudente
s e r á , Aurora* prepararla.
(Con afán y procurando conducirla á la puerta dé'
la derecha, primer término.)
AUR. ES verdad... voy á anunciarla
que su d e s e o . . .
FERN. (Á Aurora adelantándose.)
Detente!
— 52' —
GARLOS. (A Fernando cerrándole el paso y en voz baja pero
terrible.)
¡Silencio!
(Á Aurora, llevándosela hasta la puerta.)
Pronto!
AUR. Los dos
aquí esperáis. ¡Qué alegría!
¡ F e r n a n d o ! . . . ¡y t ú , vida mia!
¡Madre, madre, ven por Dios!
(Sale por la puerta de la derecha, primer término^
Fernando quiere seguirla; Carlos le cierra el paso. )>

ESCENA VW.

CARLOS, FERNANDO.

FERN. ES mi amor esa m u j e r .


CARLOS. Será cuando más tu anhela*:
de su amor el alto cielo
va en el fondo de mi ser.
FERN- YO lo arrancaré de allí.
CARLOS. Podrás la vida q u i t a r m e ,
pero su amor a r r a n c a r m e ,
no podrás, Fernando.
FERN. SÍ.
De tu espada limpia y ancha-
que empaña el brillo sospecho-
en buen largo y en buen trecho
una roja antigua mancha.
CARLOS. Y ¿vas á ser de ese modo
un infame delator?
FERN. Para conseguir su amor
pronto estoy á serlo todo.
CARLOS. Cuando á tu lado luchaba,
cuando mi pecho desnudo-
era de tu pecho escudo
y m i sangre te mojaba,
pudiste decirme allí:
«por la vida que boy me das
mañana recibirás
todo el mal que quepa e a m í . »
¡Tu alma ruin de aquesta suerte
se me muestra agradecida!
FERN. Si allí me diste la vida,
aquí me has dado la muerte.
CARLOS. ¿Qué te robé que tuviera
antes que yo el pecho tuyo?
Por mi propio bien arguyo,
y arguyo de esta manera:
¡Yo sólo obtuve su amor!
FERN. Mas no pudiste obtenerlo,
que fué infame pretenderlo
del Conde en el matador.
CARLOS. Si no es tuya su venganza,
ni es suya tu sangre aleve,
en mi daño ¿qué t e mueve?
¿qué, Fernando?
FERN. La esperanza.
CARLOS. ¿Piensas que conseguirás...
FERN. SU cariño.
CARLOS* Empeño r a n o :
podrá amarte como á hermano;
como á su amante j a m á s .
FERN. ¡Sacrifiqué m i quietud
y mi vida por Aurora!
CARLOS. Se adora porque se adora,
mas nunca por gratitud.
FERN. ¡Si al fin sabe tu traición
y la sabe por mis labios!...
CARLOS. Me odiará por sus agravios,
y á tí por líi delúcion.
Imaginas por ruin precio
alcanzar un alma noble
y tu crimen tendrá doble
escarmiento: odio y desprecio.
Yo le diré la verdad,
que la vida te salvé.
FERN. (SU cariño perderé:
tiene razón; es verdad.)
CARLOS. (Si á infundirle temor l l e g o . . . )
FERN. (Por más que parezca extraño,
quien procura un desengaño
se hace odioso,.. ¡Estaba ciego!)
CARLOS. El mal sólo engendra el mafi,
y el deshonor,, deshonor,
y ¡á poner vas á tu amor
la traicioa por pedestal!
¡Quieres su alma conseguir*
¡quieres llegar á su altura!
¡al cielo de su hermosura
soberbio intentas subir!
Pues para volar son malas
tus artes, que de entre el lodo-
no sacaron de este modo
el plumaje de sus alas,
ni la tierna y misteriosa
pasajera golondrina,
ni la alondra peregrina,,
ni el águila poderosa.
Cuando toma vida el c i e n o ,
brota el reptil de tal f u e n t e ,
y sólo cuando esplendente
el ancho espacio sereno,
de luz, a i r e y tintas suaves,
engendra un ser á su hechura,
aparece la hermosura
de las plumas y las aves.
Lo juro por esta cruz:
(Golpeando la empuñadura de la espade.)
tu alma pierde á la que adora:
Aurora, como es aurora
sólo habita e n t r e la luz-.
FERN. (Calma, calma.)
CARLOS. (¡Ya vacila!
Alienta, esperanza, alienta!)
FERN. (Si realiza ¡o que iutenta
¡ay de m í ! )
CARLOS. (¡Vaga intranquila
su vista!) (Alto.) Escucha, Fernando-.
FERN. E s c u c h a , Carlos.
CARLOS. Dí'pues.
FERN. TÚ primero.
CARLOS. NO, después.
FERN. (Me m i r a . )
CARLOS. (Me está observando^
— ss -
(Pausarse espían ambos recelosamente.)
FERN. Que con singular denuedo,
á mi lado combatiste,
que sangre por mí vertiste,
ni he de negarlo, ni puedo;
y pues tuya es la razón,
dispuesto estoy á cumplir
cuanto quieras exigir
por aquella obligación.
¿Qué pides?
' -GARLOS. Pido la vida:
tu silencio.
FERN. Callaré.
CARLOS. Fernando, te d e b e r é . . .
(Con efusión y tendiéndole la mano, que Fernan-
do no acepta.)
FERN. Basta y a . ¿Queda cumplida
mi obligación de esté modo?
CARLOS. Por la vida que te di
cien vidas me"das á mí!
¡Todo te lo debo, todo!
¡Dame tu m a n o . . . tus brazos!
FERN. No, Carlos; zanjé contigo
mi deuda: soy tu e n e m i g o .
Están ya rotos-tos lazos
de gratitud y íimistad,
:

y pues lo quiere la suerte,


entre los dos guerra á muerte
sin descanso ni piedad.
CARLOS. Bien sabe Dios que me pesa
y que quisiera evitarla.
FERN. ¿Prefieres dejar de amarla?
CARLOS. ESO nunca.
FERN. ¡La condesa!

ESCENA IX.
AURORA, DOÑA JUANA, CARLOS, FERNANDO.

AlIR. (Á Doña Juana.)


¡Con que también lo sabías!
¿con que todos me ocultaban
- S e -
que á traición se m e acercaban
esperanzas y alegrías?
FERN. ¡Gozar quise en tu sorpresa!
JUANA. YO prevenir tu emoción.
(Aurora espera un momento y presta el oido aguar-
dando que Lorenzo diga algo.)
AUR. Lorenzo, ¿por qué razón
nada me dices? ¿Te pesa
mi felicidad?
CARLOS. NO á f é .
AUR. Ven... más c e r c a . . . m á s . . . tu mano;
la tuya también, hermano.
(Coge una mano á Carlos y otra á Fernando. Pau>-
sa: después suelta las dos manos tristemente.)
Hay en ambos no sé qué. (Nueva pausa.)
CARLVS. No debe el alma mecerse
con excesiva confianza
en delirios de esperanza
que pueden desvanecerse;
pues en el mundo traidor,
muchas veces, vida mia,
lo que comienza alegría
suele terminar dolor.
FERN. NO debe el alma entregarse-
á una desconfianza c i e g a
entre tanto que no llega.
el desengaño á t o c a r s e ;
que en el mundo, hermana mia,.
aunque dicen que es traidor,.
lo que comienza dolor
suele acabar alegría.
AUR>. Os confieso á mi pesar,
que no logro comprender
ni por qué debo t e m e r ,
ni por qué debo e s p e r a r .
¡Es completa mi v e n t u r a ,
gracias al benigno cielo!
FERN (En voz baja á Aurora.)
(Que á tu dicha en este suela
nada falta, ¿estás segura?
¡Mira bien!)
AUR. (id. i Femando.) No puedo ver!
— 57 —
FERN. (Á Aurora. ) (Ver no puedes? Pues te falta
la preeminencia más alta
quizá del humano ser
en esta vida terrena.)
CARLOS. (¿Qué están hablando los dos?)
FERN. (En voz baja á Aurora.)
(¿Dónde está la luz de Dios,
que todo el espacio llena?
AUR. ¡Basta; no me martirices! (id. á Femando.);
FERN. Quieres ver! (Á Aurora.)
AUR. (Á Fernando.) ¡Delirio vano!
FKRN. ¡ E S realidad! (Á Aurora.)
AUR. ¡Calla, hermano!
FERN. ¡ E S evidencia!
AUR. Qué dices?)
JUINA. (¡Cómo los mira!) (Observando a Garlos.)
GARLOS. (Mirando á Fernando.) (¡Ay de t í ! )
(Á Doña Juana en voz baja.)
(¿Qué hablarán los dos?)
JUANA, (Á Carlos id ) (Tal vez.
recuerdos de la niñez
evocan.)
FERN. (Lo quieres?'
AüR. (Á Fernando.) Sí.
FERN. Es preciso que nos deje
Lorenzo. ( Á Aurora.)
AUR. (Á Fernando.) De qué manera?'
FERN. NO lo sé. (Á A orora.)
CARLOS. ( E n voz alta.) ¡Fernando!
FERN. (id.) Espera.
AlIR. (Á Fernando en voz baja.)
Yo haré que al punto se aleje. (Pausa.)
El exceso del placer
cual del dolor el exceso,
nos abruma con su peso:
me siento desfallecer.
Lorenzo, dame la m a n o . . .
acércame á esa v e n t a n a . . .
(Carlos la conduce á la ventana y la hace sentar
en el sitial.)
iAire q u i e r o ! . . . (¡Y luz mañana!)
¡Venid!... ¡mi m a d r e ! . . . ¡mi hermano!
— 38 —
¡LOS t r e s ! . . . ¡más cerca de mí!
(Queda Aurora' sentada juhto á la ventana: Doña
Juana, Cárlos y Fernando,' rodeándola: el salón en-
vuelto en sombras; la vc'ntana ílurninada por los
últimos rayos del sol.)
¡Cuánta d i c h a ! . . . ¡De esas'flores
los balsámicos olores
siento que llegan a q u í ! . . .
¡Siento el soplo de la t a r d e ! * . .
¡Y siento sobre mi frente
los rayi>s del sol poniente!
(Con dulce resignación.)
: ¡Si no brilla, al menos arde
y me presta su calor! ..
¡Siento en fin, dentro del alma
luz, aromas, brisa, c a l m a ! . . .
¡ E s que siento vuestro amor!
;
(Con expresión de ternura: Doña J u a n a l a abraza
enternecida: ella estrecha la mano-á Cárlos y des •
pnes á Fernando. Pausa.)
¡Dije a r o m a s ? . . . Sobresale
entre todos uno . . sí.
¿Llega á tí, Lorenzo, di?
¡No hay aroma que lo iguale!
¡ E s e l l a . . . mi preferida!
(Á Carlos.) ¿La ves en a q u e l l a reja?
(Á Femando.) Es ¡ay!'tu rosa bermeja
que te da la bienvenida.
(Con expresión de capricho infantil*.)
Quisiera tenerla.
GARLOS. Iré . .
AUR. " ¡ E r e s tan galante!
' CARLOS. ¡Aurora'...
AUR. (Disculpándose con infantil humildad.)
E s un c a p r i c h o . . .
CARLOS. Que ahora,
al punto satisfaré.
(Carlos hace un movimiento para marchar, Fernan-
do le mira con sonrisa irónica; aquel se detiene'*y
se acerca á éste.)
. (En voz baja á Fernando.)
(¡Bien arguyo del comienzo
_ o9 _
pues que arranco aquella flor!
FER*. ( i d . á Carlos riendo.)
Para dársela á m i amor.
GARLOS, '¿¡Es verdad!)
AUR. ¿NO vas. Lorenzo!
(Sale Cárlos por la puerta de la izquierda- } 1

ESCENA X.
AURORA, DOÑA JUANA, FERNANDO.

Al salir Carlos, se levanta Aurora precipitadamente, coge


por la mano á Fernando y dan algunoa -pasos, alejándose
de la ventana: Doña Juana los sigue, los• tres'forman un
grupo estrechamente unido: en el diálogo gran rapidez.

AUR. Repite lo que há un instante (con ansiedad.-)


me decías.
FERN. ¿Quieres ver?
AUR. ¡Ver el sol! Y ¿puede ser?
Y ¿será cierto?
FERN. ¡Delante
lo j u r o de aquella c r u z !
(Señalando la capilla.)
¿Confianza tienes en mí?
AUR. ¡Si tengo confianza!
FERN. -SÍ.
AUR. ¡Fernando, pronto, la luz!
JUANA. Calma tus afanes. (Á Aurora.)
AUR. Madre,
la esperanza me enajena:
pero ¿ves? e s t o j serena.
(Se acerca á Fernando y sigue con creciente an-
siedad lo que dice.)
FERN. El cadáver de tu padre,
de sangre el rojo torrente,
la vista del matador,
de la luz el resplandor
hiriéndote de repente,
asaltaron tu pupila
y de horror la contrajeron.
:pero no la destruyeron
— 60 —
UANÁ. ¡Por Dios! h i j a ! . . .
AUR. Estay tranquila.
(Separando á su madre dulcemente y acercándose
más á Fernando.)
¡Sigue... s i g u e . . . por la c r u z !
FERN, Filtros para dilatar
tus pupilas pude hallar
allí do nace la luz.
AUR. ¡DiOS del alma! (Con arrebato de alegría.)
FERN. Y voy á ver,
en tí que mi pecho adora,
en tí, de mi cielo aurora,
nuevo sol amanecer!
AUR. (Separándose de él y dirigiéndose á ta puerta dé-
la izquierda.)
Lorenzo, L o r e n z o ! . . .
FERN. (Procurando detenerla.) ¡Calla!
AUR. Qué diees?
FERN. Debe ignorarlo.
AUR. ¡Á mi Lorenzo ocultarlo!
¡De dicha mi pecho estalla,
y esta suprema alegría
no he de dividir con él?
FERN. Hermana!
JUANA. ¡Aurora!
FERN. ¡Cruel!
AUR. Mi Lorenzo, ¿qué diría?
FERN. Ha de oponerse...
AUR. ¡LOS dos
este instante me amargáis,
cuando así le calumniáis!
¡Ven, Lorenzo, ven, por Dios!

ESCENA IX.
AURORA, DOÑA JUANA, FERNANDO, C A R L O S ,
con una 2or en la mano. Aurora, al oírle, tiende hacia él
los brazos.

CAULOS. ¿Qué tienes, Aurora mía?


FERN. ¡Detente! (A Aurora.)
AUR. Lo he de decir:
quiero con él dividir
— 6-1 —

el dolor y la alegría.
Lorenzo, dale tu mano,
(Señalando á Fernando.)
y dale tu corazón:
yo te diré la r a z ó n . . .
¡él es tu amigo, tu h e r m a n o !
¡ L e vas, Lorenzo, á deber
más que la vida!
CARLOS. ¡Qué escucho!
(Se acerca á Fernando; éste se para mirándole
irónicamente.)
JUANA, (Á Carlos.) ¡Mucho le debes!
AUR. ¡ S í , mucho!
Porque al fin te voy á v e r !
(Se acerca á Carlos en an momento de alegría, éste
la rechaza; da algunos pasos vacilantes, y muestra
claramente en todos sus ademanes el estupor que le
domina. £1 actor interpretará, sin embargo, esta
situación como crea oportuno.)
CARLOS. ¿Vas á verme, Aurora?
AUR. ¡SÍ!
En su anhelo generoso,
un filtro maravilloso
ha encontrado para mí!
CARLOS. ¡Espera! ¡No te comprendo!
AUR. ¡La luz, Lorenzo!
CARLOS. ¡Deliro!
¡Dices luz y sombras miro
do quiera la vista tiendo!
JUANA. (Acercándose á Carlos y cogiéndole la mano.)
¡Verá la luz, Dios c l e m e n t e !
ACH. JE? ijaré en tí la mirada.
(Acercándose también á Carlos y habiéndole al
oído.)
FERN. YO la palabra empeñada
cumplo religiosamente.
(Acercándose á su vez á Carlos y habiéndole en
voz baja y sercástica.)
¡Doy la Juz y nada m á s !
AUR. ¡Lorenzo, mi bien, mi amor,
al fin te veré!
(Aproximándose á Carlos de nuevo y hablando eon
voz apasionada.)
LIRLOS. ( Á cada personaje que se acerca retrocede huyen-
do con espanto de lo que o y e . )
¡jQué h o r r o r ! !
¡ E l l a ! . . . mi A u r o r a . . . j a m á s !
(Cae desplomado ea el suelo: todos le rodean.)

FIN DEL ACTO SEGUNDO,


ACTO T E R C E R O ,

La misma decoración del acto segando.

ESCENA PRIMERA.
AURORA, DOÑA JUANA, FERNANDO.

Doña Juana, sentada en el sillón próximo á la mesa de la


derecha: a su lado, de pié, Fernando: Aurora en la puerta
de ia derecha, seg-undo término, escuchando con atención.
Es de noche: sobre la mesi una lámpara. E l salón envuel-
to en grandes sombras, la puerta de la capilla cerrada.

AUR. Nada se oye: al fin-reposa.


(Se aproxima á su madre.)
JUANA. Puesto que vela Fajardo
junto á Lorenzo, debieras
tú también algún descanso
dar al cuerpo dolorido
y al espíritu angustiado.
AUR. ¿Para qué, madre? Soy f u e r t e ,
y esta noche empeño vano
fuera buscar el reposo
antes de haber agotado,
ó de la dicha el placer,
ó el dolor del desengaño.
FERN. NO temas, hermana m i a , .
y ten confianza.
— 64 —
AUR. ¡Fernando;
FERN, En la noche de tus ojos
y en la noche del espacio,
presto rasgará las sombras
un mismo sol con sus rayos.
Y en verdad que el nuevo dia
tendrá por afortunado,
en oriente dos auroras
y un sol no más en ocaso.
JUANA. ¡Dios te escuche!
FERN. L e pedí
con el alma, y me ha escuchado.
JUANA. Es infalible e! remedio?
FERN. Él su virtud pregonando, "
al viajero se presenta
que cruza el confín asiático.
¡UANÁ. ¿Tuviste?...
FERN. Vi con mis o j o s ,
y hasta toqué con mis manos.
(Pansa. Aurora se aproxima á su madre y ambas
escuchan con interés.)
Rodaba sus turbias aguas
inmenso el Ganges sagrado
entre bosques de palmeras
y laureles aromáticos.
Al pié de algún bananero
maullaba el t i g r e , y el rastro
del cocodrilo en la orilla
conservaba el limo blando.
Era de n o c h e : las sombras
cobijaban con su manto
las aguas del sacro r i o ,
las selvas del suelo indiano,
y adivinaba el espíritu
en aquel nocturno caos
del misterioso infinito
el aliento soberano.
¡Do quiera la inmensidad,
lo e n o r m e , lo ilimitado!
¡El boabab, el elefante,
el Himalaya, el Océano! (Pequeña pausa.)
En un busque de bambús,
-— 6o —
tapizando un ancho c l a r o ,
flores de humilde apariencia,
y cálices azulados,
dulcemente dormitaban
sobre sus flexibles tallos.
¡Noche de aromas y brisas,
y de rumores lejanos!
Al fin llegó la mañana
por el Oriente inflamado,
inundó las florecillas
el sol con sus puros rayos,
y al punto todos aquellos
cálices antes cerrados,
se abrieron bajo el influjo
maravilloso del astro.
Tus bellos ojos, Aurora,
son cálices azulados,
que dormitan dulcemente
todas sus hojas plegando.
De aquel sol los resplandores
en un filtro he condensado,
el jugo de ciertas plantas
cuidadoso destilando;
y presto verás, bien mió,
flor dormida sobre el tallo,
al influjo prodigioso
de la luz del cielo indiano,
dilatarse tus pupilas,
cual las flores dilataron
sus corolas al llegar
del sol los primeros rayos.
¡Ojos azules, abrid
vuestros cálices, que os traigo
la luz aquella de Oriente
en este filtro encantado!

AUR. ¡Si fuera verdad, Dios mió!


JUANA. ¡Si fuera verdad, Dios santo!
AUR. Tanta dicha me enagena!
FHRN. Me ofende sólo el dudarlo.
Infundiros quise f é ,
pero á mí no me ha bastado;
su virtud maravillosa

5
— 66 -
que doquiera me ensalzaron •,.
por mí mismo puse á prueba.
á mi regreso á Damasco.
AUR. ¿Será esta noche?
FERN. ¡Será! •
JUANA. ¿Por qué tan pronto? Aguardando
á mañana...
AUR. ¡Madre, no!
JUANA. ¡El cielo nos dé su a m p a r o !

ESCENA II.
AURORA, DOÑA JUANA, FERNANDO, P A R R E -
NO, éste último,con el nombre de F A J A R D O .

Sale Parreño por la derecha segundo término, con una laz-


an la mano.

JUANA. ¿Y Lorenzo? (Á Parreño.)


PAR. Vuelto apenas
de su penoso letargo,
mandóme llevar la l u z ,
y obedezco su mandato.
(Deja la luz sobre la mesa )
AUR. ¿Está más tranquilo?
PAR. ( E n tono brusco.) No.
AUR. ¿Pronuncia mi nombre?
PAR. Claro.
AUR. Y qué dice?
PAR. (impaciente.) No lo Sé.
AUR. ¿Suspira?
PAR. Suspira á ratos.
JUANA. ¿Habla?...
PAR.. (Bruscamente y mostrando enojo por el interro-
gatorio.)
Poco, y j u r a mucho.
FERN. Y ¿no llama?
PAR. S í : á los diablos.
JUANA. Escucharle no pudiste?...
PAR. No es oficio de... Fajardo
sorprender en el delirio
los secretos de sus amos.
AUR. I.Q>IÓ secretos? No hay ninguno
— 67 —
¡PAR. Tanto mejor; en tal caso
ni p u d o decir él nada,
ni yo tampoco c o n t a r l o .
AUR. El contento, la emoción,
su espíritu trastornaron,
y al peso de tanta dicha
cedió mi Lorenzo amado.
PAR. Pues por lo visto, el señor,
que es en todo extraordinario,
tiene triste la alegría.
JUANA. Dice bien el buen Fajardo. (Pensativa.)
PAR. ¿En qué digO b i e n ? (Volviendo sobre s i . )
JUANA. ¿ E D qué?
en observar que es e x t r a ñ o . . .
'PAR. ¡ E x t r a ñ a r ! . . . no extraño n a d a ,
ni aun h-abiéndoto extrañado,
lo dijese á v o z ' e n cuello
c o m o cualquier m e n t e c a t o .
Soy ya viejo, he visto mucho,
y sé que al hombre m á s bravo
eso que llaman amor
hace cobarde y menguado.
j É I . . . L o r e n z o . . . q u e es capaz
de emprenderla c o n el diablo
á c u c h i l l a d a s ! . . . ¡Por vida
de B a r r a b á s ! . . . un desmayo!
(Á Aurora.) Podéis estar orgullosa:
bien le habéis domesticado.
FERN. ¡Ese lenguaje modera!
AUR. S i g u e , sigue, buen anciano.
JUANA. ¡Pero, A u r o r a ! . . .
A UR. T u s palabras
no roe enojan: al contrario,
ellas m e prueban su a m o r .
CARLOS. ¡Fajardo! (Desde dentro.)
AUR. ( Á Parreño ) ¡ E s c u c h a !
CARLOS. (Desde dentro.) ¡Fajardo!
PAR. ¡Válgame Dios! otra vez
al león encadenado
le empieza la c a l e n t u r a .
Voy al punto... (Sale llevándose una l u í . )
FERN.- (Á Aurora.) Es necesario
— 68 —
aprovechar lo* momentos.
R e t í r a t e : algún descanso
toma, y después...
JUANA. V e n , Aurora?.
AUR. ¿Y después?
JUANA. (Pensativa.) (Es muy extraño!)
AUR. ¡La luz!
FERN. La luz: te lo j u r o .
Vete. (Dulcemente y cond<aciéndola.) ;

AUR. Obedezco. E n t r e tanto


tú velarás por Lorenzo.
FERN. Por él quedaré velando.
(Salen Aurora y Doña Juana por la dereeha,.pri~
mer término.)
PAR. (Entrando de nutvo por la derecha, segundo tér-
mino.)
(Á Femando.) ¡Quiere marcharse! ¡Mejor!
¡algún ángel le ha inspirado!
L a espada... el s o m b r e r o . . . t o d o . . .
(Recogiendo, á- medida que habla, estos varios o b -
jetos.)
CARLOS. ¡Fajardo!
PAR. ¡ Y a voy!
CARLOS. (Con voz colérica.) ¡Fajardo! (Sale Parreño.)'

ESCENA III.
FERNANDO.

¡Pobre Aurora! anhela v e r ,


y así conspira en su daño
sin llegarlo á comprender,
que el dolor del desengaño
será su primer placer.
Hoy vive en la oscuridad,
y es dichosa, aunque d e l i r a :
¿por qué busca la verdad,
si en una hermosa mentira
está su felicidad?
¿Por qué tan loca pasión
y tan ciego frenesí?
¿De qué sirve la razón?
— 69 —
¿Ó es que la llama hacia sí
del abismo la atracción!
jQué importal quiero alcanzar
•el amor de esa mujer,
y no voy á investigar
«i es preferible saber,
6 es preferible ignorar.
Y después que muera en tí
el amor que es hoy tu vida,
y que tanto aborrecí,
¿tendrás, Aurora querida,
algún amor para mí?
No lo sé; más por mi honor,
•que no dudo ni un instante",
antes de verte ¡oh dolor!
•en los brazos de otro a m a n t e ,
muerta le quiere mi amor.

ESCENA ÍV,
FERNANDO, D. CARLOS, PARREÑO.

D. Carlos entra >por la derecha, seg-undo término: viene


. embozado y cubierto, y marcha lentamente: á veces se para,
Parreño le signe. Fernando se retira de suerte que no le
veon y observa los movimientos de Cáelos. Puede, sin em-
bargo, retirarse como en observación, mientras dura al mo-
nólogo de B . Carlos, al fondo de la ventana.

CARLOS. Sigúeme. (Á Parreño.)


PAR. Ya sigo.
FERN. ( V i e n e . . . ) (Retiránd
GARLO?, (sin moverse.) Salgamos pronto de aquí.
(Pansa.)
Aurora descansa allí.
¡Aurora!...
PAR. ¿Qué te detiene?
¡GARLOS. Y ¡tú me preguntas?... Nada.
(Pausa.)
¿Cómo sostener podría
de la dulce prenda mia
frente á frente la mirada?
-{Da algunos pasos para salir; después deja caer el
— 70 —

embozo, inclina la cabeza y queda UQ .momento em


silencio.)
¡Nunca á mi lado estará,
encanto de mis sentidos!"
¡su voz nunca en mis oídos
eon amor resonará!
¡No más dulcísimo alarde
de mezclar nuestros a l i e n t o s ;
no más tiernos juramentos
al declinar de la tarde!
No me esperará mañana
de amor el pecho inflamado r

bajo el contorno calado


de esa gótica ventana.
¡No-la v e r é , Dios c l e m e n t e ,
hermosa como ninguna,
la blanca luz d e la luna
sobre la pálida f r e n t e !
¡Pasarán hora tras h o r a ,
horas de eterna agonía,
y tras un día otra d i a . . .
¡todos, todos. . sin Aurora?
¡De tu hermosura jamás
vendrán á m í los reflejos,
que siempre lejos, muy lejos
de tü Lorenzo estarás!
(Pausa: oculta el rostro entre las manos.
Dicen q u e he sido traidor,
que de sombras me r o d e a b a . . ,
¡pero yo no te engañaba,
que era infinito mi amor!
Hoy la luz, sello infamante',,
se clava sobre mi frente,
y verás al delincuente
en vez de ver al amante!
Si del cielo el resplandor
sólo nos muestra en la tierra
infamia-, traición y guerra
al criminal vencedor,
y ál inocente en la c r u z ,
¿para qué hiciste, Dios mio>,
más bien que benigno-, impío,.
— 71 —
tanto sol y tanta luz?
PAR. Á qué te quejas en vano?
Ven pronto.
CARLOS. Espera, Parreño.
¡Y todo habrá sido un sueño!
' PAR. Ese recuerdo liviano
quizá el tiefhpo desvanezca.
Salgarnos pronto de aquí.
' GARLOS. Dices bien, Parreño, s í :
no quiero que me aborrezca.
(Se dirigen ambos á la puerta de la izquierda.
1
D. Carlos se detiene y queda contemplando el si-
tial que se halla junto á la ventana.)
'PAR. (ün su rostro lleva impreso
del dolor sello fatal.)
CARLOS. (¡En este mismo sitial
;
robé á sus labios un beso!)
(Alto a Parreño.)
¡Perderla! Y ¿tú lo pensaste?
¡Marcharme! Y ¿tú lo dijiste?
¡pues vive Dios que mentiste
ó cual necio te engañaste!
(Arroja la capa y el sombrero.)
PAR. ¿Qué intentas?
CARLOS. Mi frenesí
nada escucha, á nada cede,
¡que el mundo entero no puede
arrancármela de aquí!
(Gol peándose el pecho.)
'FERN. (Presentándose en el hueco de la ventana.)
Pero en cambio podré yo.
CARLOS. ¡Fernando!
(Pausa: se contemplan con ira reconcentrada.)
PAR. Prudencia ten!
(En voz baja á Carlos.)
CARLOS. ¡Fernando, piénsalo bien!
¡Cede, te lo ruego!
FERN. No.
CARLOS. . ¡Luchar pretendes conmigo,
y no tiemblas al m i r a r m e !
"FERT*. NO es'mi costumbre asustarme
al mirar á m i enemigo.
72 -
PAR. ¡Por Dios!
CARLOS. Déjame, Parreño.
PAR. ¡Por Dios!
CARLOS. Vete.
PAR. (En voz baja á Cárlos.) (Fuera estOJV
y ya lo sabes, yo soy
de mi señor y mi dueñ-D.) ( V á s e . ) -

ESCENA V.
D. CÁRLOS y FERNANDO.

CARLOS. Si ver en mi alma pudieras,


si mi angustia adivinaras,
yo bien sé que te espantaras,.
(Con acento triste.) •
ó compasión me tuvieras..
(Cambiando de tono y conteniéndose.^ J
Yo no quisiera ofenderte.,
yo no quisiera i r r i t a r t e . . .
¡di si hay. modo de apiadarte
ya que no de convencerte!
Si en mi ciego aturdimiento,
si en mi estilo de soldado,
pude algo haber pronunciado
que te ofenda... .me arrepiento.
Lo ves? ¡pido compasión!
De soberbio no me tildes:,
busco palabras humildes
que ablanden tu corazón.
¡Contempla aquí mi altivez
humillada á su despecho:
mira mi sangre del pecho
afluyéndome á la tez!
¡Yo! Don Cárlos de Quirós,
de Italia espanto y de Flándes,
yo el más grande entre los grandes,
perdón te pido por Dios!
(Oculta e] rostro entre las manos y dobla el cuer~
po rendido y quebrantado.)
FBRN. Modera, Cárlos, tu afán,
y calma tu frenesí:
- 73 —
ni ofensas tengo de t í ,
ni á tenerlas fuera tan
insensible á tu dolor,
que olvidarlas no quisiera;-
mas la causa existe entera,
puesto que existe tu amor,
y que es mi sola esperanza,
esa mujer en la vida,
de esta lucha maldecida
á que el destino nos lanza.
(Hace un movimiento para salir.)
CARLOS. ¡NO te marches! ¡Irás luego!
(Deteniéndole con el ademan y voz suplicante.
¡Escucha, Fernando, escucha,
que aunque tu pasión es m u c h a ,
has de ceder á rai ruego!
Tu alma noble y generosa,
(Con voz persuasiva.)
tu suprema int'etigencia
exploraron de la ciencia
la región maravillosa.
¡La alquimia... y el astrolabio...
piedras.... plantas,... teología,...
la humana filosofía...
todo!... ¡En fin, e r e s un sabio!
Para tí, ¿qué es el amor?
un capricho, un desvarío;
fiebre, cansancio y hastío:
¡una forma del'dolor!
¡A tí te darán consuelos,
si te venzo en esta guerra,
con sus portentos la tierra,
con sus asombros los cielos!
E n cambio, ¿qué vengo á ser?
(En tono cada vez más suplicante.)
No más que un rudo soldado.
De todo, ¿qué me ha quedado?
¡El amor de esa mujer!
FERN. (Con profunda ironía.)
Mi ciencia, que al fin no es mucha,
fuera ciencia de pedante,
si t ú , con ser ignorante,
— 74
•vencieses e n esta lucha.
Ni con asombros los cielos,
ni con portentos la tierra,
pueden mitigar la guerra
d e mi amor j de mis celos.
¡Mil alquimias y estrolabios,
piedras, plantas, teología,
tierra y c i e l o yo daría
por un beso de sus labios!
S i esa mujer es la estrella
de tu vida y tu esperanza,
tampoco á m í se m e alcanza
cómo he de vivir sin ella.
¡Con que cesa de gemir
y entiende, por Belcebú,
que h a s de cedérmela t ú ,
ó yo la h e de conseguir!
C A R L O S . Y ¿todo es inútil? (Con ¡ r a ; )

FERN. Todo.
CARLOS. ¿No Cedes? (Con ira reconcentrada:)
FERN. Ceder... por Cristo!
"CARLOS. ¡Con qué placer m e habrás visto
arrastrarme por el lodo!
¿Lucha
O
quieres?
T *
FERN. ¡Lucha quiero!
"CARLOS, ¿Sin tregua?
FERN. ¡Sin compasión!
CARLOS. Antes te habló el corazón:
¡ahora te hablará el acero!
desnuda la espada con fiereza.^
¡Ruin astrólogo tu ciencia
te valga aquí y tu c o r a j e ,
que este es el sólo lenguaje
que hablo yó con elocuencia!
FERN. ¿Reñir pretendes?
CARLOS. ¿LO dudas?
FERN. ¡Mucho en tu valor confías!
CARLOS. Muy poco en el tuyo fías,
pues la espada no desnudas.
FERN. (Con ¡ronia.)

¿Discurres matarme? (Con caima.) Y ¿qué


dirás cuando Aurora venga
y ensangrentado detenga
mi cuerpo su leve pie?
CARLOS. Que yo la muerte le di.
FERN. Y ¿serán la causa?
CARLOS. Celos.
FERN. (Dando nna carcajada.
I..)
¿Pues no está, viven los cielos,
mal pensado! Pero así
has de ser, mal que te c u a d r e ,
á los ojos de tu Aurora
m i asesino.
•CARLOS. Si ella ignora
que lo he sido de su padre,
voy-.ganando ¡vive Dios!
la diferencia que media
entre Lorenzo de Heredia
y don Carlos de Quirós.
Y pues al fin en mi mano
sangre tiene que tocar
la del padre he de b o r r a r
con la sangre del h e r m a n o .
Grande será su dolor,
mas toda mujer perdona
un crimen cuando lo abona
el delirio del a m o r .
SFERN. Va.discurriendo el soldado
cual doctor de Salamanca!'
CARLOS. Sin embargo, no te arranca
esa espada d e l c o s t a d o .
FERN. ¿Quién hay que á tanto resista?
CARLOS. ¿Riñes?
FERN. S Í , pero no ahora.
CARLOS. Pues ¿cuándo!
FERN. Cuando á mi Aurore
haya devuelto la vista.
CARLOS. NO abrigues esa ilusión.
FERN. (irónicamente.) 1

Sin embargo, de eso trato.


CARLOS. Y yo, F e r n a n d o , te m a t o . . .
•FERN. (LO mismo. ) ¿De veras?
CARLOS. j S i n compasión!!
FERN. ¿Yüen...
— 76 —
CARLOS. (Amenazándolo.) Defiéndete!
FERN. ¡Hiere!
(Presentando el pecha pero retrocediendo háeia la
capilla» Entra Parreño y se acerca por la espalda á
D. Carlos.)
CARLOS. ¡Mira que mi sangre a r d e !
FERN. ¡Toma m i vida!
CARLOS. ¡Cobarde!
FERN. ¡ L a m u e r t e aguardo!
GARLOS. ¡Pues muere!
(D. Carlos se precipita sohre Fernando; este abre
las dos puertas de la capilla y presenta el pecho á
la espada de su enemigo: Parreño sujeta el brazo
á D. Cirios.)
FEB». Á Dios pongo por testigo
de la muerte que m e das.
PAR. Don Carlos, no matarás
á un indefenso enemigo.

ESCENA VI.
AURORA, CARLOS, FERNANDO, PARREÑO.

AUR. F e r n a n d « , la noche pasa.


FERN. E n cambio llega la aurora.
ADR. Con quién hablas ahora?
FERN. Con F a j a r d o .
(Á Carlos en r o í baja.) (¡Pues fracasa
tu proyecto!)
PAR. (¡Entra, señor!...
CARLOS. ¡Aquí no!
PAR. S e va acercando.
(Carlos intenta retroceder, pero Aurora avanza h á -
eiaellos, y Fernando y Parreño le obligan á e n t r a r . ) '
FERN. (Á Cirio» en r o í b a j a . )
Vaya á solas consultando
al testigo el matador.)
(Entra Carlos en la capilla, y eierran Parreño y
Fernando las puertas.)
ADR. ¿Y Fajardo? (Con cierta desconfianza.)
FERN. ( E n voz baja.) (Date prisa
y habla.)
— 77 —
PAH. (Con mal humor.) (Yo DO sé fingir.)
¿Qué mandáis? (En voz alta.)
AUR. Nada.
FERN. (En voz baja.) (Haz venir
al instante á la condesa.)
(Sale Parreño por la puerta de la derecha, primea
término.)

ESCENA VII.
AURORA, FERNANDO.

AUR. ¿Y Lorenzo?
FERN. Meditando
sin duda está en sus d e b e r e s ,
que entiende al fin.
AUR. (con enojo.) ¡No le q u i e r e s !
¡tú no le quieres, F e r n a n d o !
Sus deberes ¿«uáles son?
FERN. (Con mil tempestades lucho!)
AUR. El primero amarme mucho
con todo su corazón:
y ¿no me ama?
FERN. (Cruel porfía!)
AUR. El segundo... yo no sé;
pero pienso por mi f é ,
que es amarme todavía.
El t e r c e r o . . . y los r e s t a n t e s . . .
y todos en conclusión,
resulta que al cabo son
los mismos que fueron antes.
(Con malicia infantil.)
Y hallamos ¡bondad divina!
hecho ya nuestro r e c u e n t o ,
que sólo hay un mandamiento
del amor en la doctrina.
FERN. ¡Basta, Aurora! (con enojo.)
El tiempo pasa.
AUR. ¡Pongo mi confianza en t í !
FERN. Sigúeme!
AUR. Fernando, sí,
que la impaciencia me abrasa.
- 78 -
{Del cielo la claridad, (Dote niéndose.V
la luz del sol voy á ver,
y casi siento perder
esta triste oscuridad.)
FERN. Llega el instante, v e n .
AOR. Sí.
(Adiós, noche en que he vivido,
y en que tan dichosa he sido;
aun puedo volver á tí,
de mis venturas comienzo,
si tales son mis antojos,
(Con eierta malicia.)
con sólo c e r r a r los ojos
y dar mi mano á Lorenzo.)

ESCENA VIII:
AURORA, C A R L O S , FERNANDO;

Aurora y Fernando se dirigen á la derecha: Carlos s;


la capilla cerrándose después las puertas.

CARLOS. ¡Aurora!
(Aurora se detiene al oir la voz de Carlos, ^
dose hacia él. Fernando procura retenerla.)
FERN. (Viniste tarde,
que es mia su v o l u n t a d . )
(Aurora se desprende de Fernando, y Cáelo
se acercan uno á otro con afán: movimiento
pecho de Fernando y de alegría de Carlos.)
AUR. ¿Se acerca la claridad
del dia?
CARLOS, (sombrío.) No: ni el sol arde.
A q u í . . . ¡tan sólo esa luz,
y dentro dé la capilla!
(Mirando hacia atrás con cierto terror superst
una lámpara que brilla
- ante el Cristo de la c r u z !
AU>R. ¡Siempre n o c h e , en derredor!
CARLOS. Siempre noche, y poco importa,
¡que aun eterna fuera corta
para n u e s t r o inmenso a m o r !
AUR. ¡ E S que quiero tu semblante
ver, Lorenzo!
CARLOS. Empeño vano:
todo rostro es un arcano:
¡ves el alma, y es bastante!
(Movimiento de A u r o r a . )
¡Ay, Aurora, no codicies
de mi cariño otra prueba
que en la que en sí mismo lleva!"
¡ilusiones no acaricies!
¡el sol de la creación
podrá alumbrar todo un m u n d o , .
mas no alumbrará el profundo
abismo del corazón!
¡Yo soy tu felicidad;
yo soy la dicha y la calma;
soy el reposo del alma
en la eterna oscuridad!
(Aurora se deja atraer dulcemente por Cario:
FERN. ¡Y luché cuanto he luchado,
y sufrí cuanto he sufrido,
y todo habrá inútil sido,
porque un loco enamorado
axalte tu fantasía
y oprima tu corazón!
AUR. E s verdad: tiene razón:
es injusta tu porfía.
( Á Carlos separándose de é l . )
FERN. ¡Conmigo la claridad
de los cielos; la evidencia
de todo; la traspariencia
divina de la verdad!
CARLOS. ¡Ella me rechaza... y h u y e ! . . .
(¡Nos separará un abismo!)
FERN. De su insensato egoísmo
en la defensa ¿qué arguye?
CARLOS. La noche al dejarte á tí
me aprisionará en su t u l ,
¡y si en tí fué noche azul,
noche negra será en m í !
AUR. ¡Eso es delirar, Lorenzo!
CARLOS. ¡No me abandones, Aurora!»,
— 80 -
FERN. ¡Ven, h e r m a n a , que ya es hora!
CARLOS. Ven, mi amor!
AWR. Después.
FERN. ¡YO venzo!
(Aurora y Fernando sc dirigen á la puerta de la
derecho, primer término: Carlos, loco ya de de-
sesperación, les cierra el paso.)
CARLOS. ¡NO sigas! ( Á T e m a n d o . )
FERN. ¡He de pasar
y andas en ceder r e a c i o !
CARLOS. Tinieblas del negro espacio,
sombras del fondo del m a r ,
noche de negro capuz,
venid todas en mi ayuda!
ALIR. ¡Lorenzo?
CARLOS, (Á Femando.) ¿Lo ves? ¡Ya duda!
AUR. NO dudo: quiero la luz!
(Acercándose á Fernando como para buscar pro-
tección.)
FERN. ¡Pronto! (intentando separar á Carlos.)
CARLOS. ¡Atrás!
AUR. ¿Qué desvarío
te avasalla?
¡FERN. ¡Paso franco!
CARLOS. ¡Antes la vida te arranco!
Aun. ¡Madre!... F e r n a n d o ! . . . Bien mió!
(Se interpone entregarlos y Fernando.)

ESCENA IX.
A U R O R A , DOÑA ÍUANA, CARLOS, FERNANDO-
PARREÑO.

Doña Juana y Parreño aparecen en la puerta de la derecha,


primer término, por donde ioan á salir Aurora y -Fernando.
Carlos retrocede, Aurora se abraza á su madre. Fernando
queda cerca de ambas; Parreño va á colocarse junto á Carlos.

•JUANA. ¿Qué ocurre?


AUR. Nada... (Mi pecho
va á saltar!)
JUANA. Pero ¿qué ha sido?
FBRN. De un vértigo poseído
- 81 —
saltó Lorenzo del l e c h o ,
llegó impetuoso hasta aquí,
y en su fiebre de alegría,
al ver que la luz del dia
á su amada prometí,
dijo... lo que no pudimos
comprender, que una locura
es al fin la calentura;
con gran pena contuvimos,
pero contenido está,
su arrebato, entre los dos;
en esto llegasteis vos,
y vedle tranquilo ya.
JUANA. (Á Femando en voz baja.)
(Es extraño lo que vemos.)
PAR. (Á Carlos en voz baja señalando á Doña Juana.)
(Algo sospecha.)
FERN. (En voz baja y con cierta ironía á Doña Juana.)
El placer
enloquece.
JUANA. ( Á Fernando siempre en voz b a j a . )
(Podrá s e r ; '
pero pronto lo sabremos.)
FERN. (En voz alta.) Ahora la prueba suprema.
AUR. (En voz baja.) Adiós, mi Lorenzo.
GARLOS. ¡Impía!
(Ella se acerca á Carlos y toma su mano, pero Car-
los permanece inmóvil, silencioso y como petrifi-
cado; Doña Juana intenta separar á Aurora.)
JUANA. Aurora.
AUR. Voy, madre mia.
JUANA. S i g ú e m e . . . (Llevándola consigo.)
AUR. (¡SU mano quema!)
FERN. (A Carlos en voz baja y señalando á Aurora, que
se aleja apoyada en Doña Juana.)
(Tú, el matador de su padre,
t ú , aleve entre los aleves,
¡arráncala si te atreves
de los brazos de su madre!)
(Salen Doña Juana, Aurora y Fernando.)

6
_ 83 —

ESCENA X.
D. CÁRLOS, P A R R E Ñ O .

PAR. Don Carlos, ven, ya la snerte


está echada y decidida.
(Cogiendo la capa y el sombrero de D. Cárlos y
procurando llevarle.)
CARLOS. Entre la muerte y la vida
dióme el destino la muerte.
PAR. Basta ya de desvarío.
Que partir conviene infiero.
CARLOS. (Separa á Parreño, y sombrío y distraído se acer-
ca á la ventana.)
Déjame: respirar quiero
de la noche el vapor frió.
PAR. ¿Qué esperas? Ella vendrá
á esta sala muy en breve.
CARLOS. (Enumerando con frialdad.)
Y en mí al traidor, al aleve,
al asesino verá.
PAR. Si no quieres que así sea
salgamos pronto de aquí.
CARLOS. Es que quiero verla, sí,
y quiero que ella me vea.
La luz brotará en sus ojos
cual nuevo sol que amaaece,
y annque es sol que me estremece,
buscaré sus rayos rojos.
¡Verla, sí! Que llega el dia,
y soy como el moribundo,
que al despedirse del mundo,
en lucha con su agonía,
la vista fija en la cruz,
el sol divisa en oriente,
y alza en el lecho al frente
buscando un rayo de luz.
¡Verla por última vez,
aunque me maldiga airada;
y el fuego de su mirada,
abrase mi palidez!
85
¡Aunque se deja arrastrar
por sus sangrientos rencores,
y llame á sus servidores,
y la muerte me haga dar!
¿Quién sabe? Ya su furor
saciado de esta m a n e r a ,
quizá más tarde tuviera
algún recuerdo de amor!
¡Tal vez en la noche oscura,
recatada bajo el manto
fuera á regar con su llanto
mi olvidada sepultura!
Si después que yo muriese
Aurora me perdonase,
si con nuevo amor me amase
y sus lágrimas sintiese
sobre mi losa c a e r . . .
¡del mismo infierno saldría
y á mi sepulcro vendría
sus lágrimas á beber!
Y tal dicha que la mente
no concibe; tal ventura
que sólo existe en la altura
celestial, y que impotente
lengua humana, nunca nombra,
mi espíritu estremeciera
cuando su llanto sintiera
entre mis labiosde sombra.
¡Si la luz... si este dolor...
si quizá el blanco sudario...
juzgó Dios que es necesario
para sublimar su a m o r . . .
PAR. ¡Basta!
CARLOS. ¡No, qué anhelo más!
PAR. ¡Vamos pronto!
CARLOS. Los espero.
PAR. ¡Van á llegar!
CARLOS. Eso quiero.
PAR. ¡Al abismo, señor, vas
con tu pasión maldecida!
CARLOS. Así lo quiso la suerte!
PAR. ¡Á su padre diste muerte!
— 84 -
GARLOS, Á ella le daré m i vida.
PAR. ¡Oigo pasos!
CARLOS. Vienen, sí.
PAR. (Procurando llevarle, pero sin conseguirlo.)
¡Por el c i e l o ! . . . ¡por t u m a d r e ! . . .
¡Vendrás aunque no te cuadre!
(Forcejando, pero sin vencer la fria resistencia de
D. Carlos, que permanece inmóvil con la vista fija
en la puerta por donde llega Aurora.)
¿La muerte quieres?
GARLOS. ¡Allí,
allí viene!
PAR. (Con desesperación.) ¡ Y UO le veUZO!
¡Por estas canas, señor!
CARLOS. ¡ E l l a ! . . . ¡mi Aurora!... ¡mi amor!
(Sin atender á Parreño y mirando siempre á la
puerta. Aurora aparece sostenida por Fernando y
su madre, y cbn una venda sobre los ojos.)

ESCENA X!.
AURORA, DOÑA J U A N A , C A R L O S , FERNANDO,
PARREÑO.

AüR, (Desprendiéndose de su madre y de Fernando.)


¿Dónde, dónde está Loronzo?
CARLOS. Aquí está, y aquí te espera.
(Aurora y Carlos se encuentran.)
FERN. (Acercándose á Carlos y habiéndole al oido.)
(¿Qué proyectas, insensato?)
CARLOS, (Á Aurora.) Siempre me amarás?
ACR. ¡Ingrato!
CARLOS. D Í . . . suceda lo que quiera,
¿tu corazón será mió?
AUR. ¡Aunque t ú me aborrecieses,
aunque mi sangre vertieses,
fuera tuyo mi albedrío!
CARLOS. ¡Júralo!
AUB. ¡ S í ; por m i padre!
CARLOS. ¡ R a s g a ese lienzo! (Señalando ¡a v e n d a . )
FERN. (¿Qué intenta?)
CARLOS. ¡Rasga... aunque el dolor que sienta
el corazón m e taladre!
— 85 —
¡Después, m í r a m e !
(La lleva á la mesa en que está la luz.)
AUR. ¡Mi amor!
(intenta arrancarse la venda; pero Cárlos la detie-
ne espantado y arrepentido.)
CARLOS. ¡ E s p e r a ! . . . ¡ N o ! . . . ¡Luego!
AUR. ¡SÍ!
(Aurora insiste, pero Cárlos la contieno todavía.
Ambos deberán estar junto á la mesa, y á su alrede-
dor, llenos de ansiedad, los demás personajes.)
CARLOS. ¡Después!... ¡Más t a r d e ! . . . ¡ A y de m í !
AUR. ¡Suelta! (Procurando desprenderse de Cárlos.)
CARLOS. (¡Me falta valor!)
JiHNt. ¡Qué m i s t e r i o ! . . .
FERN. Concluyamos!
¡Contempla al fin de tu a m a n t e ,
de tu Lorenzo el semblante!
(Pronuncia estos dos últimos versos con terrible iro-
nía y arrancando la venda de los ojos de Aurora.)
CARLOS. ¡NO!
(Derriba la luz rápidamente, se apaga, y qncda(
todo en profunda oscuridad.)
AUR. ¿Qué h i c i s t e ?
PAR. ¡Al fin! ¡salgamos!
(Cogiendo á D. Cárlos y procurando llevarle consigo.
AUR. ¡Lorenzo del alma mia! (Acercándose á é l . )
CARLOS. ¡Otra vez la oscuridad!
¡Lo ves? L a felicidad
huye de la luz del dia!
(Atrayéndola apasionadamente á s í . )
FERN. ¡Hermana!
JUANA. ¡Aurora!
PAR. (Á Carlos.) ¡Por Dios!
AUR. ¡NO me dejes!
CARLOS. ¡YO d e j a r t e !
FERN. (Aproximándose á la puerta de la izquierda.)
¡ L u c e s pronto!
CARLOS. ( E n un arranque de ira.) He de m a t a r t e ,
ó dejo de ser Quirós!
(Desde que se apaga la luz hasta este instante, se
efectúan los siguientes movimientos escénicos: Don
Cárlos y Aurora forman un grupo que queda
— 86 —
próximo á la mesa. Parreño inmediato a D. Carlos,
y por lo tanto unido al grupo anterior. Doña Jua-
na Yaga perdida en la oscuridad buscando a su
hija. Fernando se dirige, . como queda dicho, á la
puerta de la izquierda). Al pronunciar el último
•verso D. Carlos, se separa violentamente de A u -
rora, desnuda el acero y se dirige hacia donde oyó
la voz de Fernando. Ambos se encuentran: F e r -
nando saca la espada y riñen con furor, marchan-
do en dirección á la capilla.)
GARLOS. ¡Defiéndete!
JUANA. ¡Aurora!
AUR. ¡Madre!
ÜAHLOS. ¡ R e t r o c e d e s ? (Acosándole.)
(Mientras se pronuncian los ultimes versos, Doña
Juana y Aurora se encuentran, y unidas se apro-
ximan algo á la capilla, que es la dirección en que
se oye el ruido de las espadas. Los movimientos
anteriormente explicados traen á los actores á la si-
guiente situación: Carlos y Fernando riñendo j u n -
to á la capilla, pero á la izquierda, y de modo que
Fernando sea el más próximo al centro. Parreño
detrás de D. Carlos. Aurora y Doña Juana á la
derecha, ocupando Aurora la posición más inme-
diata al centro. Así pues, los cinco personajes
forman dos grupos: Fernando, Carlos y Parreño,
á la izquierda; Aurora y Doña Juana, á la dere-
cha. Al llegar á este punto, Fernando separa su
acero del de Carlos, abre violentamente las dos
puertas de la capilla, y se aparta uniéndose al
grupo de Aurora y Doña J u a n a . )

FERN. ¡Al fin!


AUR. ¡LUZ!
(Carlos se halla á la izquierda de la capilla, fuer-
temente iluminado por la lámpara del Cristo, el ca-
bello en desorden, la espada en la mano y recor-
dando por su postura la situación final del primer
acto, cuando le vio Aurora junto al cadáver de su
padre. Detrás de D. Carlos, Parreño. Á la derecha
Aurora, con el cuerpo inclinado hacia adelante y la
vista fija en Carlos. Detrás Doña Juana y Fernando,
mostrándole este último con la mano extendida la
figura sombría de Carlos. En la escena ninguna
otra luz ni más claridad que la de la lámpara del
Cristo; de suerte que exceptuando la parte próxima
á la capilla, el resto queda envuelto en sombras.)
AUR. ¡¡Par el Cristo de la Cruz,
el matador de m i p a d r e ! ! . . .
¡No, fantasma... huye veloz!...
¡No se v a ! . . . ¿Quién es?
(Se vuetve, coge violentamente á Doña J u a n a y Ic
señala, con el brazo extendido, á su amante.)
JUANA. ¡Lorenzo!
(Oculta Doña Juana el rostro entre sus manos, se vuel-
ve con horror y se apoya en Fernando para no caer.)
AUR. ¡No es verdad!... ¡no me convenzo!
¡Habla! (Dirigiéndose á Carlos.)
CARLOS ¡Dios mió! (Deja caer la espada.)
AUR. SU VOZ!
(Aurora hace un movimiento de horror; después
se vuelve de nuevo para mirar á Carlos.)
¡Pero no! ¡no puede ser!
CARLOS. ¡Espera! ¡nada me digas!...
(Avanzando hacia el proscenio.)
¡Espera! no me maldigas!...
¡Yo sé lo que debo bacer!
Á tu padre d' la m u e r t e . . .
porque dio la muerte al m i ó :
después te di mi albedrío...
¡porque lo quiso la suerte!
Después... después te he jurado
venganza y yo nunca miento.
¡El solemne juramento
no tengo, Aurora, olvidado,
ni el compromiso me pesa!
¡Mira!... V e s ? . . . ¡Ante mi Dios,
yo, don Carlos, de Quirós,
así cumplo mi promesa!
(Desnuda la daga y se hiere en el pecho.)
AUR. ¡Lorenzo!
(Aurora quiere precipitarse hacia Carlos; pero
Doña Juana y Fernando la contienen - Parreño sos-
tiene á D. Carlos incorporándolo.)
PAR. ¡Señor! (Pausa.)
— 88 —
CA.RI.OS. (Á Aurora agonizando.) ¡Jamás
te v e r é ! . . . ¡voy á m o r i r ! . . .
¡y a n t e s . . . y o . . . quisiera oir
una palabra no más
de c o m p a s i ó n ! . . . ¡Así en calma
muriera! ¡Mi dulce bien! (Con supiema a n -
gustia.)
¡ m e aborreces tú t a m b i é n ?
AUR. ¡ T e a m o ! . . . ¡ s í ! . . . ¡con toda el a l m a !
(Se desprende de su madre y de Fernando y se pre-
cipita hacia Cárlos.)
CARLOS. ¡¡Bendita sea la l u z ! !
AUR. ¡Lorenzo, mi a m o r , mi vida!
CARLOS. ¡Adiós, mi esposa q u e r i d a !
AUR. ¡ S Í . . . tu e s p o s a ! . . . ¡ante la c r u z !
JUANA. ¡Qué dices!
(Doña Juana procura separarla de su amante: ella re-
siste: Fernando ayuda á Parreño á sostener á Carlos.)
AUR. ¿Qué pretendéis?
CARLOS. ¡Aurora!
(Tiende los brazos á su amante como último adiós
y muere.)
AUR. (Desprendiéndose otra vez de su madre, precipi-
tándose sobre el cuerpo inanimado de Cárlos y
abrazándole con delirio.)
¡Lorenzo!... ¡ Y e r t o !
PAR. ¡Don C á r l o s ! . . . ¡mi s e ñ o r ! . . . ¡ m u e r t o !
AUR. (Se levanta, y con ademan enérgico detiene á Doña
Juana, que se acercaba.)
¡Qué más venganza queréis! ( P a u s a . )
¡Él lia s i d o . . . y es mi a m o r ;
*\ él ha vengado á mi p a d r e ;
yo soy ante Dios, oh m a d r e ,
LA ESPOSA DEL VENGADOR.
(Queda Caries en tierra: arrodillado junto á él Par-
reño: Fernando al lado de Cárlos ocultando el rostro
entre las manos: Doña Juana á la derecha: en el
centro y delante Aurora, en pié y señalando el cuer-
po de su amante con trágico ademan. L a escena á
oscuras en primer término, é iluminada en la par-
te próxima á la capilla por la lámpara del Cristo.)
FIN DEL DRAMA.
Prop. p e
TÍTULOS.
Actos. AUTORES. corresponde

ZARZUELAS.

Chanteuse par amour. { S r e s . Paul y C e n r i ó n . . . M.


Coa paz y ventura 1 Navarro y N i e t o . . . . I - y. M.
El gran artista i Cuartero y F e r r e r . . L.
Heloise et A b e l a r d . . . i 0 . I I . Litolif M.
La cachucha 1 Sres. R. L. P.deGuzman
y C. Mangiagalli. . L. y l i .
La mejor venganza. i Ruesga, P r i e t o , y Es-
pino . . . . . . . '/i L . y.'/.M
La cliamor du primtems i D. R o b e r t P l a n q u e l t e . . M
La esquina del Suizo 1 S r e s . Perrin y N i e t o . . L.yM
La jeunesse de B e r a n g e r 1 D. R o b e r t P l a n q u e t t e . . Al.
La saint Nicolás! ^ Robert Planquelte. . M.
L e chevalier Gastón 1 S r e s . Veron y Planquette . L. y M
Les Rendez vous galants 1 D. R o b e r t P l a n q u e t t e . SI.
Mala moros 1 Navarro y Caballero. L. y M
Monomanía musical 1 Perrin y Nielo L. v M
Memuon 1 C. Grisa.rt M."
Paule d'avoine 1 Robert P l a n q u e t t e . . M.
Picio, Adán y Compañía i Liern y Mangiagalli. L. v M.
Señoritas de Conil 1 R . L. P. de Guzman. L."
L'amour et son c a r q u o i s 2 Cli. Lecocq M.
Florinda 3 J . J . J i m é n e z Delgado L.
Heliodora ó el amor enamorado 3 J . E . Hartzenbusch.. L.
La Boite de Pandore 3 H. Litolff M.
La calle de Carretas 3 R . G. y S a n l i s t e b a n . L.
Les noces de F e r n a n d e 3 Louis Dei'fes
Les voltigeurs de la 32>ne 3 S r e s . Gondinet, Duval y
Planquette L.yM.
Niniche 3 Marius Bouliard. . . . M.
La flancée du roí de Garbe i H. L i t o l i f . SI.
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