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John Dewey Pensamiento Cualitativo

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Pensamiento cualitativo

[Publicado originalmente en Symposium 1 (January 1930): 5-32.]

Traducción realizada con Google Translate y revisada por Federico E. López.

El mundo en el que vivimos inmediatamente, aquel en el que luchamos, triunfamos y somos


derrotados, es preeminentemente un mundo cualitativo. Aquello por lo que actuamos, sufrimos
y disfrutamos son las cosas en sus determinaciones cualitativas. Este mundo forma el campo de
modos característicos de pensamiento, característicos en el sentido de que el pensamiento está
definitivamente regulado por consideraciones cualitativas. Si no fuera por el sentido doble y,
por tanto, ambiguo del término "sentido común", podría decirse que el pensamiento de sentido
común, el que se ocupa de la acción y sus consecuencias, ya sea en el goce o en el sufrimiento,
es cualitativo. Pero dado que "sentido común" también se usa para designar tradiciones
aceptadas y que se apela a aquel en apoyo de estas, es seguro referirse desde el principio
simplemente a ese pensamiento que tiene que ver con los objetos involucrados en las
preocupaciones y problemas de la vida.

El problema de los objetos cualitativos ha tenido influencia en la metafísica y la epistemología,


pero no ha recibido la atención correspondiente en la teoría lógica. Las proposiciones
significativas en la ciencia física son ajenas a las consideraciones cualitativas como tales; se
ocupan de las "cualidades primarias" a diferencia de las secundarias y terciarias; en su abordaje
real, además, estas cualidades primarias no son cualidades sino relaciones. Considere la
diferencia entre movimiento como alteración cualitativa y movimiento como F = ma; entre la
presión como involucrando esfuerzo y tensión, y como fuerza por unidad de superficie; entre el
rojo de la sangre que sale de una herida y el rojo que significa 400 billones de vibraciones por
unidad de tiempo. La metafísica se ha preocupado por el estado existencial de los objetos
cualitativos en contraste con los de la ciencia física, mientras que la epistemología, habiendo
decidido con frecuencia que las cualidades son subjetivas y psíquicas, se ha preocupado por su
relación en el conocimiento [lw.5.244] con las propiedades de objetos "externos" definidos en
términos no cualitativos.

Pero sigue existiendo un problema lógico. ¿Cuál es la relación o ausencia de relaciones entre los
dos tipos de proposiciones, una que se refiere a objetos de la ciencia física y la otra a objetos
cualitativos? ¿Cuáles son, si las hay, las marcas lógicas distintivas de cada tipo? Si fuera cierto
que las cosas como cosas, aparte de la interacción con un organismo, carecen de cualidad, el
problema lógico permanecería. Porque en verdad ello referiría al modo de producción y
existencia de las cosas cualitativas. Y ello es irrelevante para su estatus lógico. La lógica
difícilmente puede admitir que se ocupa únicamente de objetos que tienen un modo especial
de producción y existencia y, sin embargo, reclamar universalidad. Y sería fatal para las
afirmaciones de la lógica decir que debido a que las cualidades son psíquicas, suponiendo por el
momento que lo sean, la teoría lógica no tiene nada que ver con las formas de pensamiento
características de los objetos cualitativos. Incluso es posible que algunas de las dificultades de la
teoría metafísica y epistemológica sobre los objetos científicos y ordinarios surjan del descuido
de un tratamiento lógico básico.

Una introducción preliminar al tema se puede encontrar en el hecho de que la lógica aristotélica,
que todavía es nominalmente actual, es una lógica basada en la idea de que los objetos
cualitativos son existenciales en el sentido más amplio. Mantener los principios lógicos basados
en esta concepción junto con la aceptación de las teorías de la existencia y el conocimiento
basado en una concepción opuesta no conduce, por decir lo mínimo, a la claridad; una
consideración que tiene mucho que ver con el dualismo existente entre lógicas relacionales
tradicionales y las nuevas. Una consideración más obviamente pertinente es el hecho de que la
interpretación de la lógica clásica trata las determinaciones cualitativas como propiedades fijas
de los objetos y, por lo tanto, está comprometida con una doctrina atributiva o clasificatoria del
valor de las proposiciones. Tomemos la proposición: "El indio rojo es estoico". Esto se interpreta
como significando que el indio en cuestión se caracteriza por la propiedad del estoicismo
además de la del enrojecimiento, o que pertenece a la clase de los objetos estoicos. El sentido
directo ordinario de la proposición escapa al reconocimiento, en cualquier caso. Pues este
sentido expresa el hecho de que el indígena americano estaba impregnado en su totalidad por
una determinada cualidad, en lugar de ser un objeto que poseía una determinada cualidad junto
con otras. Vivió, actuó, soportó estoicamente.

Si uno piensa que la diferencia entre los dos significados no tiene importancia lógica, permítasele
reflexionar que toda la teoría actual de la predicación-sujeto de las proposiciones se ve afectada
por la noción de "propiedad", ya sea que la teoría hable en el lenguaje de atribución o la
clasificación. Un sujeto se "dado" - en última instancia, aparte del pensamiento - y luego el
pensamiento añade a lo que se le da una determinación adicional o lo asigna a una clase de
cosas ya preparada. Ninguna de las teorías puede dar lugar para el desarrollo integral y la
reconstrucción de la materia efectuada por el pensamiento expresado en proposiciones. En
efecto, excluye al pensamiento de cualquier participación en la determinación de la materia
objeto del conocimiento, limitándolo a exponer los resultados (ya sean concebidos como
atributivos o clasificatorios) del conocimiento ya obtenido en forma aislada del método por el
cual se obtiene.

Quizás, sin embargo, la consideración que atraerá a la mayoría de la gente es el hecho de que el
descuido de los objetos y consideraciones cualitativos deja al pensamiento en ciertos temas sin
ningún estatus y control lógicos. En cuestiones estéticas, morales y políticas, el efecto de esta
negligencia es negar (al menos implícitamente) que tienen fundamento lógico o bien, para
someterlas a categorías lógicas recibidas, evacuarlas de su significado distintivo: un
procedimiento que produce el mito del "hombre económico" y la reducción de la estética y la
moral, en la medida en que pueden recibir algún tratamiento intelectual, a temas cuasi-
matemáticos.

Considere, por ejemplo, una imagen que es una obra de arte y no solo un cromo u otro modo
de producto mecánico. Su calidad no es una propiedad que posea además de sus otras
propiedades. Es algo que la demarca externamente de otras pinturas, y que internamente
impregna, colorea, matiza y pondera cada detalle y cada relación de la obra de arte. Lo mismo
ocurre con la "cualidad" de una persona o de los acontecimientos históricos. Seguimos,
aparentemente con total comprensión, un cuento en el que se atribuye una cierta cualidad o
carácter a cierto hombre. Pero algo dicho nos hace intervenir: "Oh, estás hablando de Thomas
Jones, supuse que te referías a John Jones". Cada detalle relacionado, cada distinción establecida
sigue siendo lo que era antes. Sin embargo, se altera el significado, el color y el peso de cada
detalle. Porque la cualidad que los atraviesa a todos, que les da sentido y los une, se transforma.

Ahora bien, mi punto es que, a menos que se reconozcan tales determinaciones cualitativas
subyacentes y omnipresentes en una formulación lógica distinta, es inevitable que se siga uno u
otro de los dos resultados. O el pensamiento es denegado al tema en cuestión y los fenómenos
se atribuyen a la "intuición" o al "genio" o al "impulso" o la "personalidad" como entidades
últimas e inanalizables; o, peor aún, el análisis intelectual se reduce a una enumeración
mecánica de elementos o "propiedades" aislados. De hecho, la definición y coherencia
intelectual que poseen los objetos y las críticas de los sujetos estéticos y morales se debe a que
están controlados por la calidad de la materia en su conjunto. La consideración del significado
de regulación por una cualidad subyacente y omnipresente es el tema de este artículo.

Lo que se pretende puede indicarse trazando una distinción entre algo llamado "situación" y
algo llamado "objeto". Con el término situación a este respecto se significa el hecho de que el
tema al que se hace referencia en última instancia en las proposiciones existenciales es una
existencia compleja que se mantiene unida a pesar de su complejidad interna por el hecho de
que está dominada y caracterizada en su totalidad por una sola cualidad. Por "objeto" se
entiende algún elemento del todo complejo que se define en abstracción del todo del que es
una distinción. El punto especial que se hace es que la determinación selectiva y la relación de
los objetos en el pensamiento se controlan por referencia a una situación, a lo que está
constituido por una cualidad omnipresente e integradora internamente, de modo que la falta
de reconocimiento de la situación deja, al final, la fuerza lógica de los objetos y sus relaciones
inexplicables.

Ahora bien, en las formulaciones lógicas actuales, siempre se parte de "objetos". Si tomamos la
proposición "la piedra es lutita", el significado lógico de la proposición se trata como si algo
llamado "piedra" tuviera una importancia intelectual completa en sí misma y luego alguna
propiedad, teniendo igualmente un contenido fijo de forma aislada, "ser lutita" se le atribuye.
Ninguna entidad autosuficiente y encerrada en sí misma puede conducir a ninguna parte ni ser
conducida a ella; La conexión entre estas entidades es mecánica y arbitraria, no intelectual.
Cualquier proposición sobre "piedra" o "lutita" tendría que ser analítica en el sentido kantiano,
simplemente indicando parte del contenido que ya se sabe que está contenido en el significado
de los términos. Es bien sabido que una proposición tautológica es una proposición sólo de
nombre. De hecho, "piedra", "lutita" (o lo que [lw.5.247] sean sujeto y predicado) son
determinaciones o distinciones instituidas dentro de la materia total a la que se refiere el
pensamiento. Cuando tales proposiciones figuran en los libros de texto de lógica, el tema real al
que se hace referencia es alguna rama de la teoría lógica que se ejemplifica en la proposición.

Este material más amplio e inclusivo es lo que se entiende por el término "situación". Se siguen
dos puntos más. La situación como tal no se puede enunciar ni hacer explícita. Se da por sentado,
es "sobreentendida" o implícita en toda simbolización proposicional. Forma el universo del
discurso de todo lo expresamente enunciado o de lo que aparece como término en una
proposición. La situación no puede presentarse a sí misma como un elemento en una
proposición no más de lo que un universo de discurso puede aparecer como un miembro del
discurso dentro de ese universo. Llamarlo "implícito" no significa que sea una implicación. Está
presente en todas partes como aquello de lo que todo lo que se declara o propone
explícitamente es una distinción. Un cuenco de un cuarto de galón no se puede contener dentro
de sí mismo ni en ninguno de sus contenidos. Sin embargo, puede estar contenido en otro
cuenco y, de manera similar, lo que es la "situación" en una proposición puede aparecer como
un término en otra proposición, es decir, en conexión con alguna otra situación a la que ahora
se refiere el pensamiento.

En segundo lugar, la situación controla los términos del pensamiento, porque son sus
distinciones, y su aplicabilidad a ella es la prueba última de su validez. Es esta fase del asunto la
que sugiere el uso anterior de la idea de una cualidad omnipresente y subyacente. Si el
contenedor de un cuarto de galón afectara el valor de todo lo que contiene, habría una analogía
física, una consideración que puede ser insinuada torpemente por el caso de una persona que
protesta a un vendedor que no ha recibido un cuarto de galón completo; la deficiencia afectaría
todo lo que ha comprado. Una obra de arte proporciona una mejor ilustración. En ella, como ya
hemos apuntado, la calidad del conjunto impregna, afecta y controla cada detalle. Hay pinturas,
edificios, novelas, argumentos, en los que un observador nota una incapacidad del autor para
mantener una atención unificada en todo momento. Los detalles se hacen pedazos; no son
distinciones de un tema, porque no hay una unidad cualitativa subyacente. La confusión y la
incoherencia son siempre señales de falta de control por una sola cualidad omnipresente. Esta
última por sí sola permite a una persona realizar un seguimiento de lo que está haciendo,
diciendo, escuchando, leyendo, en cualquier cosa que aparezca explícitamente. La unidad
subyacente de [Página lw.5.248] cualitatividad regula la pertinencia o la relevancia y la fuerza
de toda distinción y relación; guía la selección y el rechazo y la manera de utilizar todos los
términos explícitos. Esta cualidad nos permite seguir pensando en un problema sin tener que
detenernos constantemente a preguntarnos qué es, después de todo, en lo que estamos
pensando. Somos conscientes de ello no por sí mismo, sino como el trasfondo, el hilo y la pista
directiva en lo que pensamos expresamente. Pues las últimas son sus distinciones y relaciones.1

Si designamos esta unidad cualitativa penetrante en el lenguaje psicológico, decimos que se


siente más que se piensa. Entonces, si lo hipostasiamos, lo llamamos sentimiento. Pero llamarlo
sentimiento es invertir el estado real de las cosas. La existencia de una cualitatividad unificadora
en un material define el significado de "sentimiento". La noción de que "un sentimiento" designa
una entidad psíquica independiente ya hecha es producto de una reflexión que presupone la
presencia directa de la cualidad como tal. "Sentimiento" y "sentido" son nombres para una
relación de calidad. Cuando, por ejemplo, existe la ira, ella es el tono, el color y la calidad
generalizados de las personas, las cosas y las circunstancias, o de una situación. Cuando estamos
enojados, no nos damos cuenta de la ira, sino de estos objetos en sus cualidades inmediatas y
únicas. En otra situación, la ira puede aparecer como un término distinto y el análisis puede
entonces llamarlo sentimiento o emoción. Pero ahora hemos cambiado el universo del discurso,
y la validez de los términos del último depende de la existencia de la cualidad directa del todo
en el anterior. Es decir, al decir que algo se sintió y no se pensó, estamos analizando en una
situación nueva, que tiene su propia calidad inmediata, el tema de una situación anterior;
hacemos de la ira un objeto de examen analítico, no estamos enojados.

Cuando se dice que tengo un sentimiento, o una impresión, o una "corazonada" de que las cosas
son así y así, lo que en realidad se designa es principalmente la presencia de una cualidad
dominante en una situación como un todo, no solo la existencia de un sentimiento como un
hecho psíquico o psicológico. Decir que tengo un sentimiento o impresión de que tal o cual es el
caso es señalar que la cualidad en cuestión aún no se ha resuelto en términos y relaciones
determinados; marca una [Página lw.5.249] conclusión sin una declaración de las razones de la
misma, de los fundamentos en los que se basa. Es la primera etapa en el desarrollo de
distinciones explícitas. Todo pensamiento en cada tema comienza con un todo sin analizar.
Cuando el tema es razonablemente familiar, las distinciones relevantes se ofrecen rápidamente
y la calidad pura puede no permanecer lo suficiente como para recordarla fácilmente. Pero a
menudo persiste y constituye un problema inquietante y fascinante. Es un lugar común que un

1
La "franja" [fringe] de James me parece una forma algo desafortunada de expresar el papel del
carácter cualitativo subyacente que constituye una situación - desafortunada porque la metáfora tiende
a tratarla como un elemento adicional en lugar de como una influencia omnipresente en la
determinación de otros contenidos.
problema planteado está bien encaminado hacia la solución, porque el enunciado de la
naturaleza de un problema significa que la cualidad subyacente se está transformando en
distinciones determinadas de términos y relaciones o se ha convertido en un objeto de
pensamiento articulado. Pero algo se presenta como problemático antes de que se reconozca
cuál es el problema. El problema se ha tenido o experimentado antes de que se pueda plantear
o formular; pero se tiene como una cualidad inmediata de toda la situación. La sensación de algo
problemático, de algo desconcertante y por resolver, marca la presencia de algo que impregna
todos los elementos y consideraciones. El pensamiento es la operación mediante la cual se
convierte en términos pertinentes y coherentes.

La palabra "intuición" tiene muchos significados. Pero en su uso popular, a diferencia del uso
refinado filosófico, está estrechamente relacionado con la cualidad única que subyace a todos
los detalles del razonamiento explícito. Puede ser relativamente tonto e inarticulado y, sin
embargo, penetrante; inexpresado en ideas definidas que forman razones y justificaciones y, sin
embargo, profundamente correctas. En mi opinión, la afirmación de Bergson de que la intuición
precede a la concepción, y es más profunda, es correcta. La reflexión y la elaboración racional
surgen y explicitan una intuición previa. Pero no hay nada místico en este hecho, y no significa
que haya dos modos de conocimiento, uno de los cuales es apropiado para un tipo de tema y el
otro modo para el otro tipo. Pensar y teorizar sobre asuntos físicos partiendo de una intuición,
y la reflexión sobre los asuntos de la vida y la mente consiste en una transformación ideacional
y conceptual de lo que comienza como una intuición. La intuición, en resumen, significa la
compresión de una cualidad omnipresente que regula la determinación de distinciones
relevantes o de lo que sea que se convierta en el objeto aceptado del pensamiento, ya sea en
términos o relaciones.

Mientras que algunas exclamaciones e interjecciones son meramente respuestas orgánicas,


existen aquellas que tienen un significado intelectual, [lw.5.250] aunque sólo el contexto y la
situación total pueden decidir a qué clase pertenece una exclamación particular. "Ay", "Sí", "No",
"Oh", podrían ser, cada uno de ellos, el símbolo de una actitud integrada hacia la calidad de una
situación en su conjunto; que es completamente lamentable, aceptable, ser rechazado o es
motivo de total sorpresa. En este caso, caracterizan la situación existente y, como tales, tienen
un significado cognitivo. La exclamación "¡Bien!" puede marcar una profunda aprehensión de la
calidad de una actuación en el escenario, de un acto realizado o de una imagen en su riqueza de
contenido. El juicio real puede encontrar mejor expresión en estos símbolos que en una
disquisición prolija. Para muchas personas hay algo artificial y repugnante en hablar sobre
cualquier acontecimiento u objeto consumatorio. Habla tan completamente por sí mismo que
las palabras son malos sustitutos, no es que el pensamiento falle, sino que el pensamiento capta
tan completamente la cualidad dominante que la traducción en términos explícitos da un
resultado parcial e inadecuado.

Tales juicios exclamatorios proporcionan quizás el ejemplo más simple de pensamiento


cualitativo en su pureza. Si bien son primitivos, no se sigue que sean siempre superficiales e
inmaduros. A veces, de hecho, expresan un modo infantil de respuesta intelectual. Pero también
pueden resumir e integrar la experiencia y el entrenamiento previos prolongados, y llevar a una
cabeza unificada los resultados de una reflexión severa y consecutiva. Sólo la situación
simbolizada y no el símbolo formal y proposicional puede decidir cuál es el caso. El contenido
completo del significado se comprende mejor en el caso del juicio del experto en estética en
presencia de una obra de arte. Pero aparecen al principio y al final de toda investigación
científica. Estos se abren con el "Oh" del asombro y terminan con el "Bien" de una situación
completa y organizada. Ni el "Oh" ni el "Bien" expresan un mero estado de sentimiento personal.
Cada uno caracteriza un material. "Qué hermoso" no simboliza ni un estado de sentimiento ni
la superposición de una esencia externa sobre un estado de existencia, sino que marca la
apreciación realizada de una cualidad omnipresente que ahora se traduce en un sistema de
términos definidos y coherentes. El lenguaje falla no porque falla el pensamiento, sino porque
ningún símbolo verbal puede hacer justicia a la plenitud y riqueza del pensamiento. Si vamos a
seguir hablando de "datos" en cualquier otro sentido que no sea como distinciones reflexivas,
el datum original es siempre un tal todo cualitativo.

La lógica de la construcción artística vale más que un aviso de pasada, ya sea su producto una
pintura, una sinfonía, una estatua, un edificio, un drama o una novela. En la medida en que no
sea evidencia de vanidad por parte de una clase especializada, la negativa a admitir el
pensamiento y la lógica por parte de quienes hacen estas construcciones es evidencia de la
ruptura de la lógica tradicional. Hay (como señalamos anteriormente) supuestas obras de arte
en las que las partes no encajan y en las que la calidad de una parte no refuerza ni amplía la
calidad de todas las demás. Pero este hecho es en sí mismo una manifestación del carácter
defectuoso del pensamiento involucrado en su producción. Ilustra, por el contrario, la
naturaleza de las obras que son auténticos conjuntos intelectuales y lógicos. En estas últimas, la
cualidad subyacente que define la obra, que la circunscribe externamente y la integra
internamente, controla el pensamiento del artista; su lógica es la lógica de lo que he llamado
pensamiento cualitativo.

Tras un análisis posterior, denominamos las propiedades de una obra de arte con nombres como
simetría, armonía, ritmo, medida y proporción. Estos pueden, al menos en algunos casos,
formularse matemáticamente. Pero la aprehensión de estas relaciones formales no es
primordial ni para el artista ni para el espectador apreciativo. El tema formulado por estos
términos es principalmente cualitativo y se comprende cualitativamente. Sin una aprehensión
cualitativa independiente, las características de una obra de arte pueden traducirse en armonías
explícitas, simetrías, etc., sólo de una manera que sustituya las fórmulas mecánicas por la calidad
estética. El valor de tal traducción en la crítica estética se mide, además, por la medida en que
los enunciados proposicionales vuelven a efectuar una intensificación y profundización de una
aprehensión cualitativa. De lo contrario, la apreciación estética se sustituye por un juicio de
técnica aislada.

La lógica de la construcción artística y la apreciación estética es particularmente significativa


porque ejemplifican de forma acentuada y depurada el control de la selección del detalle y del
modo de relación, o integración, por parte de un todo cualitativo. La cualidad subyacente exige
ciertas distinciones, y el grado en que se satisface la demanda confiere a la obra de arte ese
carácter necesario o inevitable que es su marca. Las necesidades formales, como las que pueden
hacerse explícitas, dependen de la necesidad material impuesta por la cualidad omnipresente y
subyacente. Sin embargo, el pensamiento artístico no es único a este respecto, sino que sólo
muestra una intensificación [lw.5.252] de una característica de todo pensamiento. De una
manera más flexible, es una característica de todo pensamiento no técnico, no "científico". El
pensamiento científico es, a su vez, una forma de arte especializada, con su propio control
cualitativo. Cuanto más formal y matemática se vuelve la ciencia, más está controlada por la
sensibilidad a un tipo especial de consideraciones cualitativas. El hecho de no darse cuenta de
la naturaleza cualitativa y artística de la construcción científica formal se debe a dos causas. Una
es convencional, el hábito de asociar el arte y la apreciación estética con unas pocas formas
reconocidas popularmente. La otra causa es el hecho de que un estudiante está tan preocupado
por el dominio de las formas simbólicas o proposicionales que no reconoce ni repite las
operaciones creativas involucradas en su construcción. O, cuando se dominan, le preocupa más
su aplicación ulterior que la comprensión de su significado intelectual intrínseco.

Las observaciones anteriores pretenden sugerir la importancia que debe atribuirse al término
"pensamiento cualitativo." Pero como afirmaciones, son proposiciones y, por tanto, simbólicas.
Su significado sólo puede captarse yendo más allá de ellas, utilizándolas como pistas para
invocar situaciones cualitativas. Cuando se tiene una experiencia de estas últimas y se reviven,
las realidades correspondientes a las proposiciones planteadas pueden ser tenidas. Suponiendo
que se haya experimentado tal comprensión, procedemos a considerar algunas preguntas
adicionales sobre las que el pensamiento cualitativo arroja luz.

Primero en cuanto a la naturaleza de la predicación. Las dificultades relacionadas con el


problema de la predicación son de larga data. Fueron reconocidos en el pensamiento griego, y
el escepticismo que indujeron fue un factor en el desarrollo de la teoría platónica del mismo-y-
el-otro y la concepción aristotélica de potencialidad y actualidad. La dificultad escéptica puede
resumirse en la afirmación de que la predicación es tautológica y, por lo tanto, carente de
sentido, o falsa o al menos arbitraria. Tome la proposición "esa cosa es dulce". Si "dulce" ya
califica el significado de "esa cosa", la predicación es analítica en el sentido kantiano, o forma
una proposición trivial en el sentido de Locke. Pero si "dulce" no califica ya "esa cosa", ¿qué base
hay para agregarla? Lo máximo que se puede decir es que alguien que antes no sabía que era
dulce, ahora lo ha aprendido. Pero tal afirmación se refiere sólo a un episodio de la biografía
intelectual de alguien. No tiene fuerza lógica; no toca [lw.5.253] la cuestión de la predicación
que tiene referencia objetiva y posible validez.

Sin embargo, cuando se reconoce que la predicación -cualquier proposición que tenga forma
sujeto-predicado- marca un intento de convertir un todo cualitativo que se experimenta directa
y no reflexivamente en un objeto de pensamiento en aras de su propio desarrollo, el caso queda
planteado de otra manera. Lo que se "da" no es un objeto en sí mismo ni un término que tenga
un significado propio. Lo "dado", es decir lo existente, es precisamente una cualidad compleja
indeterminada y dominante. "Sujeto" y "predicado" son determinaciones correlativas de esta
cualidad. La "cópula" representa el hecho de que un término se predica del otro y, por lo tanto,
es un signo del desarrollo del todo cualitativo por medio de su distinción. Es, por así decirlo, la
afirmación del hecho de que las distinciones designadas en sujeto y predicado son correlativas
y trabajan juntas en una función común de determinación.

Se experimenta una cierta cualidad. Cuando se investiga o se piensa (se juzga), se diferencia en
"esa cosa" por un lado, y "dulce" por el otro. Tanto "esa cosa" como "dulce" son análisis de la
cualidad, pero son aditivos, sintéticos, ampliativos, uno con respecto al otro. La cópula "es"
marca simplemente el efecto de esta distinción sobre los términos correlativos. Marcan algo así
como una división del trabajo, y la cópula marca la función o el trabajo realizado por las
estructuras que exhiben la división del trabajo. Decir que "esa cosa es dulce" significa que "esa
cosa" endulzará algún otro objeto, digamos café, o una masa de leche y huevos. La intención de
endulzar algo sentó las bases para convertir una cualidad muda en un objeto de pensamiento
articulado.

La fuerza lógica de la cópula es siempre la de un verbo activo. Es meramente una peculiaridad


lingüística, no un hecho lógico, que digamos "que es rojo" en lugar de "que enrojece", ya sea en
el sentido de crecer, volverse rojo, o en el sentido de hacer algo más rojo. Incluso
lingüísticamente, nuestro "es" es una forma debilitada de un verbo activo que significa
"permanece" o "está". Pero la naturaleza de cualquier acto (designado por la verdadera forma
verbal) se comprende mejor en su efecto y resultado; decimos "es dulce" en lugar de "endulza",
"es rojo" en lugar de "enrojece" porque definimos el cambio activo por su resultado anticipado
o alcanzado. Decir "el perro es desagradable" es una forma de exponer lo que es probable que
haga, es decir, gruñir y morder. "El hombre es mortal" indica lo que el hombre hace o lo que
activamente [Página lw.5.254] se le hace, llamando la atención sobre una consecuencia. Si
convertimos su forma verbal en "los hombres mueren", nos damos cuenta de la fuerza transitiva
y aditiva de la predicación y escapamos de las dificultades propias de la teoría atributiva.

La cualidad omnipresente subyacente en última instancia, cuando se expresa con palabras,


implica cuidado o preocupación por el destino humano. Pero debemos recordar que esto existe
como una cualidad tonta hasta que se simboliza en una forma intelectual y proposicional. De
esta cualidad surge la idea del hombre y de la mortalidad y de su conexión existencial entre sí.
Ninguno de ellos tiene significado aparte de los demás, ni las distinciones, los términos, ni su
relación, la predicación. Todas las dificultades que acompañan al problema de la predicación
surgen de suponer que podemos considerar que los términos y su conexión tienen significado
por sí mismos. La única alternativa a esta suposición es el reconocimiento de que el objeto del
pensamiento, designado proposicionalmente, es una cualidad que primero se experimenta o se
tiene directa e irreflexivamente.

Una fuente de la dificultad y el error de la teoría clásica reside en una concepción radicalmente
errónea de la traicionera idea de lo "dado". Lo único que se da sin reservas es la cualidad
omnipresente total; y la objeción a llamarlo "dado" es que la palabra sugiere algo a lo que se le
da, mente o pensamiento o conciencia o lo que sea, así como posiblemente algo que da. En
verdad, "dado" en este sentido sólo significa que la cualidad existe inmediatamente, o está
brutalmente allí. En esta capacidad, forma aquello a lo que se refieren todos los objetos del
pensamiento, aunque, como hemos notado, nunca forma parte del tema manifiesto del
pensamiento. En sí mismo, es la gran, vibrante y floreciente confusión de la que escribió James.
Esto expresa no solo el estado de la experiencia de un bebé, sino la primera etapa y el trasfondo
de todo pensamiento sobre cualquier tema. Sin embargo, no hay ninguna cualidad inarticulada
que sea simplemente un zumbido y una floración. Zumba con algún efecto; florece hacia algún
fruto. Es decir, la cualidad, aunque muda, tiene como parte de su cualidad compleja un
movimiento o transición en alguna dirección. Por tanto, puede simbolizarse intelectualmente y
convertirse en objeto de pensamiento. Esto se hace mediante la enunciación de límites y la
dirección de transición entre ellos. "Eso" y "dulce" definen los límites de la cualidad del
movimiento, la cópula "sabe" (la fuerza real de "es") define la dirección del movimiento entre
estos límites. Poniendo la naturaleza de los dos límites brevemente [Página lw.5.255] y sin
ningún intento de justificar el enunciado aquí, el sujeto representa la cualidad omnipresente
como medio o condición y el predicado la representa como resultado o fin.

Estas consideraciones definen no sólo la estructura sujeto-predicado de las proposiciones


categóricas, sino que explican por qué el carácter selectivo de todas esas proposiciones con
respecto a la plenitud de la existencia no es de carácter falsador. Los lógicos idealistas, al llamar
la atención sobre el carácter parcial o selectivo de los juicios particulares, han utilizado el hecho
para arrojarles una aspersión lógica e inferir su necesidad de corrección primero mediante la
transformación en proposiciones condicionales y luego finalmente en un juicio coextensivo con
el conjunto del universo, argumentando que solo el último puede ser verdaderamente cierto.
Pero lo suficiente siempre es suficiente, y la cualidad subyacente es en sí misma la prueba de lo
"suficiente" para cualquier caso particular. Todo lo que se necesita es determinar esta cualidad
indicando los límites entre los que se mueve y la dirección o tendencia de su movimiento. A
veces la situación es simple y las indicaciones más escasas sirven, como el "safe" o "out" de un
árbitro de béisbol. En otras ocasiones, una cualidad es compleja y prolongada, y se requieren
multitud de distinciones y relaciones subordinadas para su enunciado determinado. Podría
haber sido vicioso en una ocasión proponer más que "mi reino por un caballo", mientras que en
otras circunstancias podría necesitar un volumen para exponer la calidad de la situación a fin de
hacerla comprensible. Cualquier proposición que sirva al propósito para el que fue hecha es
lógicamente adecuada; la idea de que es inadecuada hasta que se haya incluido todo el universo
es una consecuencia de dar al juicio un cargo equivocado, un error que tiene su origen en no ver
el dominio de cada instancia de pensamiento por un todo cualitativo que necesita ser enunciado
para que pueda funcionar.

En este punto se hace necesaria una referencia a lo que se denomina asociación de ideas. Pues
mientras que el sujeto suele ser tratado como de naturaleza psicológica, el pensamiento como
un proceso existencial tiene lugar a través de la asociación; existencialmente, pensar es
asociación en la medida en que esta última está controlada. Y la mecánica del pensamiento
difícilmente puede ser totalmente irrelevante para su estructura y función lógicas. Asumiré sin
mucho argumento que aquí "ideas" significan objetos, no entidades psíquicas; objetos, es decir,
como significados a los que se puede hacer referencia. Cuando uno, al ver el humo, piensa
[Página lw.5.256] en el fuego, está asociando objetos, no sólo estados en su propia mente. Y así,
cuando se piensa en una mano, se piensa en agarrar o en un organismo. Así, cuando la asociación
toma la forma de pensamiento, o está controlada y no es un vago soñar despierto, la asociación
es un nombre para una conexión de objetos o sus elementos en la situación total que tiene una
unidad cualitativa. Esta declaración significa algo diferente a una declaración de que los objetos
asociados son partes físicas de un todo físico. Sucede que eso se cumple en el caso de "mano-
organismo" y con algunas calificaciones en el caso de "humo-fuego". Pero un estudiante de
filosofía podría ser llevado por el pensamiento de la mano al pensamiento de Aristóteles sobre
la base de una observación hecha por Aristóteles.

En cualquier caso, una contigüidad (o similitud) original no es la causa de una asociación. No


asociamos por contigüidad, pues el reconocimiento de un todo en el que los elementos se
yuxtaponen en el espacio o en una secuencia temporal es el resultado de la sugestión. El absurdo
de la preposición "por" cuando se aplica a la semejanza es aún más obvio. Es la razón por la que
algunos escritores reducen la similitud a la identidad en las diferencias, posición que se
examinará más adelante. Aquello mediante el cual se efectúa la asociación, mediante el cual se
produce la sugestión y evocación de un objeto distinto del pensamiento, es alguna modificación
adquirida del organismo, generalmente designada hábito. El mecanismo de condicionamiento
puede no conocerse en detalle en la actualidad, pero no puede ser una contigüidad original
porque esa contigüidad se aprehende sólo como consecuencia de la asociación. Bien puede ser
una actitud orgánica formada como consecuencia de un acto de respuesta a cosas que alguna
vez fueron coexistentes o secuenciales. Pero este acto fue unitario; la referencia a él sólo
acentúa el hecho de que la cualidad que lo acompaña se extendió e incluyó las dos cosas en
cuestión. Es decir, era una respuesta a una situación en la que los objetos se relacionaban en el
espacio o en el tiempo.

Dadas las condiciones, el problema real es decir por qué los objetos que una vez estuvieron
unidos en un todo ahora se distinguen como dos objetos, uno que sugiere y otro que es sugerido.
Si pienso en un chifonier, el pensamiento no llama al de los cajones como una idea distinta.
Porque los cajones son parte del objeto pensado. Entonces, cuando vi originalmente, digamos
un pájaro en un nido, vi un solo objeto total. Entonces, ¿por qué la vista o el pensamiento de un
pájaro evoca ahora el de un nido como una idea distinta? En general, la razón es que muchas
veces he visto pájaros sin ver un nido y [lw.5.257] nidos sin pájaros. Además, hay que recordar
que una persona suele ver un pájaro o un nido, y en lugar de pensar en cualquier otro objeto,
reacciona directamente ante él, como lo hace un hombre cuando dispara a un pájaro o un niño
trepando a un árbol para conseguir el nido. Si bien no hay asociación sin hábito, la tendencia
natural del hábito es producir una reacción inmediata, no evocar otro objeto distinto de
pensamiento o idea. Como muestra la disociación de aves y nidos en la experiencia, este factor
adicional es cierta resistencia a la actitud formada por la visión de un nido con un pájaro en él.
De lo contrario, deberíamos tener de nuevo el caso del chifonier y sus cajones, o de cualquier
objeto y sus partes constitutivas. Sin el factor resistente o negativo, no habría tensión para
efectuar el cambio de una respuesta directa, un acto inmediato, a uno indirecto, un objeto de
pensamiento distinto.

Entonces, no sólo no hay asociación por contigüidad, sino que la asociación no es de dos objetos
separados pero contiguos en una experiencia previa. Su naturaleza característica es que
presenta como objetos distintos pero conectados lo que originalmente eran dos partes de un
objeto situacional, o (en el caso de que un hombre siempre hubiera visto pájaros y nidos
separados entre sí) que presenta en coexistencia o secuencia unos con otros, objetos
previamente separados en el espacio y el tiempo. Esta consideración es fatal para la noción de
que los objetos asociados explican por sí mismos o en su propia naturaleza aislada la asociación.
Indica que la coexistencia o secuencia como hecho existencial físico no es el fundamento de la
asociación. ¿Qué alternativa queda salvo que la cualidad de una situación en su conjunto opera
para producir una conexión funcional? La aceptación de esta alternativa implica que la
asociación es una conexión intelectual, alineando así la asociación con el pensamiento, como
veremos ahora.

No hay nada intelectual o lógico en la contigüidad, en la mera yuxtaposición en el espacio y el


tiempo. Si la asociación fuera, entonces, de o por contigüidad, la asociación no tendría ninguna
fuerza lógica, ninguna conexión con el pensamiento.2 Pero, de hecho, la asociación de
contigüidades desnudas es un mito. Hay un número indefinido de particulares contiguos entre
sí en el espacio y el tiempo. Cuando pienso [Página lw.5.258] en un nido, ¿por qué me viene a la
mente un pájaro? Por una cuestión de contigüidad, hay multitud de hojas y ramitas que se
yuxtaponen con más frecuencia y de forma más evidente que un pájaro. Cuando pienso en un
martillo, ¿por qué es tan probable que siga la idea del clavo? Tales preguntas sugieren, espero,
que incluso en casos aparentemente casuales de asociación, existe una cualidad subyacente que
opera para controlar la conexión de los objetos en los que se piensa. Se necesita algo más que
la contigüidad para efectuar la asociación; debe haber relevancia de ambas ideas para una
situación definida por la unidad de cualidad. Hay coherencia de algún tipo debido a la
pertinencia mutua de ambas ideas (o de todas las ideas en curso) respecto a una base más allá
de cualquiera de ellas y más allá de la mera yuxtaposición de objetos en el espacio y el tiempo.

La noción habitual de que la asociación es meramente de facto recibe un impacto aún más
evidente en el caso de la similitud. Cuando asocio pájaro con nido, puede haber habido al menos
alguna conjunción previa en la experiencia de los dos objetos, aunque esa conjunción no sea por
sí misma una condición suficiente de la asociación posterior. Pero cuando el pensamiento

2
La suposición de que, en el caso de la contigüidad, la asociación es de naturaleza meramente de facto
o existencial, es la raíz de la teoría de Lotze (y de otros) de que las formas lógicas a priori son necesarias
para convertir la yuxtaposición de las cosas en coherencia de significado.
problemático sugiere la picadura de un insecto, o cuando el cambio de fortuna sugiere el reflujo
y el fluir del mar, no existe una conjunción física en el pasado a la que se pueda apelar. Tratar
de explicar el asunto diciendo que dos objetos están asociados porque son similares es ofrecer
el problema como una solución o atribuir eficacia causal a la "semejanza", que es pronunciar
palabras sin sentido. La denominada asociación "por" similitud es un ejemplo sorprendente de
la influencia de una cualidad omnipresente subyacente en la determinación de la conexión
esencial en el pensamiento.

Hasta donde yo sé, existe solo un intento serio de explicar tal asociación sobre alguna otra base.
Esto se encuentra en la visión de que existe en lo que se llama similitud una identidad existencial
real entre las diferencias y que esta identidad funciona y luego reinstala las diferencias por
contigüidad. No veo cómo se aplica la explicación en muchos casos, como el del pensamiento
problemático y la picadura de un insecto, o el de Sócrates y un tábano. La "identidad" parece
ser el resultado más que el antecedente de la asociación. Pero limitaré la discusión a los casos
en los que se afirma que funciona. Bradley ha expuesto la teoría en cuestión de la forma más
clara y utilizaré su ilustración.3 Caminando por la costa de Inglaterra, uno ve un promontorio y
comenta lo parecido que es a uno en Gales. La explicación de Bradley es que hay una identidad
real de forma en ambos y que esta forma idéntica sugiere por contigüidad en el espacio ciertos
elementos que no pueden ser referidos al promontorio ahora visto (tamaño, color, etc., siendo
incompatibles) y por lo tanto constituye en conexión con idéntica forma el contenido de la idea
del promontorio en Gales. La aparente plausibilidad de esta explicación queda destrozada por
el hecho de que la forma no es un elemento aislado entre otros, sino una disposición o patrón
de elementos. La identidad del patrón, la disposición de la forma es algo que sólo se puede
aprehender después de que se ha sugerido el otro promontorio, mediante la comparación de
los dos objetos.

La única manera en que la forma o el patrón pueden operar como un vínculo inmediato es
mediante el modo de una cualidad directamente experimentada, algo presente y anterior e
independiente de todo análisis reflexivo, algo de la misma naturaleza que controla la
construcción artística. En lenguaje psicológico, es sentida, y el sentimiento se hace explícito, o
un término del pensamiento, en la idea de otro promontorio. Lo que opera no es una identidad
existencial externa entre dos cosas, sino una cualidad presente inmediata, una explicación esta
que es la única aplicable a algunos de los casos ya citados, y al hecho de que cierta voz recuerde
el papel secante. La prioridad de la cualidad reguladora de la situación en su conjunto es
especialmente evidente en el caso de los juicios estéticos. Un hombre ve una imagen y dice a
primera vista que es de Goya o de alguien influido por él. Emite el juicio mucho antes de haber
realizado ningún análisis o identificación explícita de elementos. Es la calidad de la imagen en su
conjunto la que opera. Con un observador capacitado, tal juicio basado en la cualidad
omnipresente puede conducir más tarde a un análisis definido de elementos y detalles; el
resultado del análisis puede confirmar o puede conducir al rechazo de la adscripción original.
Pero la apreciación básica de la cualidad en su conjunto es una base más fiable para dicho
análisis punto por punto y su conclusión, de lo que lo es un análisis externo realizado por un
crítico que conoce la historia y los puntos mecánicos de la pincelada, pero que carece de
sensibilidad hacia la calidad omnipresente.

Otro ejemplo de Bradley se refiere a la negación de Mill de que la sugerencia de otro triángulo
por un triángulo dado pueda reducirse a la contigüidad. Porque, dice Mill, "la forma de un

3
Logic, Vol. I, Book II, Part 2, Ch. I, Sec. 30.
triángulo no es una característica única entre otras". Bradley piensa que tal punto de vista es
absurdo; [lw.5.260] no puede, dice, ni siquiera decir lo que se quiere decir. El uso del término
"característica" puede ser desafortunado. Porque cuando hablamos de una nariz como rasgo de
un rostro, tenemos en mente un elemento o parte entre otros. Ahora bien, la triangularidad no
es un elemento aislable. Es una característica de la disposición, disposición o patrón de todos
los elementos, y debe poder reconocerse de inmediato. Incluso una nariz como característica
del rostro de un hombre no es completamente aislable. Porque se caracteriza por todo el rostro,
además de caracterizar ese rostro. Sin embargo, encontramos un mejor ejemplo cuando
hablamos de la expresión de un hombre. Eso sin duda es un efecto total de todos los elementos
en su relación entre sí, no una "característica única entre otras". Y también lo es la
triangularidad. A menudo se detectan semejanzas familiares y, sin embargo, uno es totalmente
incapaz de especificar los puntos de semejanza. Como resultado, la cualidad no analizada del
conjunto explica la identificación, y es algo radicalmente diferente de la identificación de un
hombre mediante huellas dactilares.

El resultado de esta breve discusión, al revelar el significado de la cualitatividad dominante en


la sugerencia y conexión de ideas, muestra por qué el pensamiento como un proceso existencial
forma un todo uno con la asociación controlada.4 Porque esto último no se explica por ninguna
conjunción meramente externa o ninguna identidad externa en las cosas. Si lo fuera, la
asociación sería en sí misma simplemente otro caso de secuencia existencial, coexistencia o
identidad y carecería de importancia intelectual y lógica. Pero la selección y la coherencia
determinadas por una cualidad inmediata que constituye y delimita una situación son
características de la "asociación". Estos rasgos son de diferente tipo que la conjunción existencial
y la mismidad física, e idénticos a los del pensamiento. El caso de similitud o semejanza es casi
excepcionalmente significativo. El problema de su naturaleza es un meollo de las filosofías. La
dificultad de abordarlo lleva, por un lado, a pensar en él como de naturaleza puramente psíquica
y, por otro lado, a la identificación idealista de lo ontológico y lo lógico a través del principio de
identidad en la diferencia. El reconocimiento de la cualidad omnipresente nos permite [Página
lw.5.261] evitar ambos extremos. Por este medio, una voz se asimila al papel secante y, en
asuntos intelectuales más serios, la analogía se convierte en un principio rector del pensamiento
científico. Sobre la base de la asimilación tiene lugar un reconocimiento más explícito de la
similitud. Porque la asimilación no es en sí misma la percepción o el juicio de semejanza; el
último requiere un acto adicional hecho posible por símbolos. Implica una proposición. El dicho
de que hay una "marea en los asuntos de los hombres, etc." no implica en sí mismo ninguna
comparación directa de los asuntos humanos con el océano ni un juicio explícito de semejanza.
Una cualidad omnipresente ha resultado en una asimilación. Si hay símbolos a la mano, esta
asimilación puede conducir a un acto adicional: el juicio de similitud. Pero la asimilación de facto
es lo primero y no tiene por qué resultar en la concepción expresa de semejanza.5

"Asimilación" denota la operación eficaz de la cualidad omnipresente; "similitud"


denota una relación. La asimilación pura da como resultado la presencia de un solo objeto de
aprehensión. Identificar una cosa vista como un promontorio es un caso de asimilación. Por

4
Si me aventurara en territorio especulativo, podría aplicar esta concepción al problema del
"pensamiento" en los animales, y lo que los psicólogos de la Gestalt llaman "insight". Esa cualidad total
opera con los animales y, a veces, asegura, como con los monos, resultados como los que obtenemos
mediante el análisis reflexivo, me parece que no se pueden poner en duda. Pero que esta operación de
cualidad al producir resultados luego se convierta en simbolización y análisis es otra cuestión.
5
Así, para recurrir al ejemplo de Bradley, uno puede pasar directamente del promontorio en Inglaterra a
otro en Gales y quedar absorto en este último sin ningún juicio sobre la semejanza de los dos.
algún proceso fisiológico, no entendido exactamente en la actualidad, pero al que se le da el
nombre de "hábito", el resultado neto de experiencias previas da una cualidad dominante,
designada como "promontorio" a una existencia percibida. El paso de este objeto a otro implica
resistencia a la mera asimilación y resulta en hacer distinciones. La cualidad omnipresente se
diferencia mientras que al mismo tiempo estas diferenciaciones están conectadas. El resultado
es una declaración o proposición explícita.

He tocado, como bien sé, sólo los márgenes de un tema complejo. Pero en vista de la
negligencia general del tema, estaré satisfecho si he dirigido la atención de aquellos interesados
en el pensamiento y su funcionamiento a un campo pasado por alto. Omitiendo la referencia a
las ramificaciones, la esencia del asunto es que la existencia inmediata de la cualidad, y de la
cualidad dominante y omnipresente, es el trasfondo, el punto de partida y el principio regulador
de todo pensamiento. El pensamiento que niega la realidad existencial de las cosas cualitativas
está, por tanto, destinado a terminar en autocontradicción y en negarse a sí mismo. El
pensamiento "científico", que se expresa en la ciencia física, nunca se aleja de la existencia
cualitativa [Página lw.5.262]. Directamente, siempre tiene su propio trasfondo cualitativo;
indirectamente, tiene la del mundo en el que se vive la experiencia ordinaria del hombre común.
No reconocer este hecho es el origen de una gran parte de los problemas y falacias artificiales
que infectan nuestra teoría del conocimiento y nuestra metafísica o teorías de la existencia. Con
esta conclusión general va otra que se ha enfatizado en la discusión anterior. La construcción
artística es tanto un caso de pensamiento genuino como el que se expresa en cuestiones
científicas y filosóficas, y también lo es toda apreciación estética genuina del arte, ya que este
último debe de alguna manera, para ser vital, volver sobre el curso del proceso creativo. Pero el
desarrollo de este punto en su relación con el juicio y la teoría estéticos es otra historia.

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