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Entrevista Al Indio Romulo

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“Yo a los cinco años ya estaba declamando”:

El Indio Rómulo
Germán Posada
12/12/2017 - 23:25
 

  

El Indio Rómulo / Foto: El Tiempo

Hacer remembranza de “El Indio Rómulo” es hacer patria. Es retroceder en el


tiempo y vivir muy intensamente momentos imborrables de nuestra memoria
cuando desde niños escuchábamos aquella extraordinaria y maravillosa voz
campesina que declamaba con toda la gracia y la fuerza de su alma aquellos épicos
poemas que nos conmovían hasta lo más profundo de nuestro ser.

Con más de ocho décadas a cuestas y con el trajín que sólo tienen los grandes
hombres, la vida de “El Indio Rómulo” sigue su paso sin parar llevando a cada
rincón de Colombia aquellos poemas rústicos, campesinos o costumbristas, como
así se les ha querido nombrar y proclamando con su infinita energía, paz y amor a
nuestro terruño.
¡Venga pues mi campesino boyacense!  ¡Acérquese no más mi querido Indio
Rómulo! Siéntese que ya la romería comienza y todos junticos queremos saber de
qué va a hablar.

Germán Posada: ¿Cómo recuerda su época escolar en la que declamaba?

Indio Rómulo: Era una época muy linda que siempre estoy recordando en cualquier
espectáculo o escenario donde me paro. Yo a los cinco años ya estaba
declamando. Recuerdo que en la iglesia yo cantaba más que declamar pero llegó
un momento en que mi abuelo me regaló un poema titulado “José Resurrección” y
yo me lo aprendí y declamándolo me comenzaron a exhibir como cualquier artista.
De manera que mi vida artística digamos que nació hace mucho. Luego estudié
teatro. Después vino la televisión. Tenía memorizados tres poemas y esto le
gustaba mucho al público. Los tres poemas que comencé a declamar eran “José
Resurrección”, “Quereme Chinita”, y “La Vuelta al Pueblo”. Todo esto fue en mis
inicios con el seudónimo de “El Campesino Boyacense”. Luego, trabajando con
Monseñor Salcedo en Radio Sutatenza. 

¿Hasta qué grado alcanzó mientras estuvo en el ejército?

Cuando yo llegué al ejército llevaba los tres poemas y mi voz era muy bonita según
la época y no solamente cantaba, sino que declamaba estos poemas y allí me
distinguí porque me ascendieron a dragoneante a los tres meses de mi servicio. Mi
letra era muy bonita y en esa época no había mucha máquina de escribir. Yo quise
seguir mi carrera militar porque me gustaba mucho, pero el arte y el teatro eran
más importantes. De manera que no seguí la carrera militar y me salí. Luego,
ingresé a estudiar teatro en Bogotá. 

¿Qué recuerdo tiene de su incursión en la primera transmisión televisiva de


Colombia?

En la época en la que comencé a trabajar como declamador en la televisión, la


presidencia de la republica me regaló un espacio de tiempo y apareció en la
pantalla de la televisión un programa que se llamó “Romerías del Indio
Rómulo” ambientado con un bambuco, un pasillo, un torbellino, una cumbia, un
baile y un poema de “El Indio Rómulo”. Este programa rápidamente se dio a
conocer porque como no había si no un solo canal de televisión y mi personaje se
hizo muy popular. 

¿Cuánto tiempo duró con el seudónimo “El Campesino Boyacense”?


Me llamé “El Campesino Boyacense” hasta que le hice un recital al ex
presidente Guillermo León Valencia en Radio Sutatenza, en ese entonces trabajaba
con Monseñor Salcedo que era dueño y fundador de esta radio que se convirtió en
una cosa muy linda que se hizo en Colombia, y que se llamó “Escuela Radiofónica
de Radio Sutatenza”.

El Indio Rómulo en la Plaza Simón Bolívar (Bogotá)

¿Por qué el ex presidente Guillermo León Valencia le sugirió el seudónimo “El Indio
Rómulo”?
Trabajando con Monseñor Salcedo se programó una presentación para que el
presidente de la época Guillermo León Valencia fuera a Radio Sutatenza y era
sobre todo para que él conociera mi trabajo. Lo conmoví en tal forma con uno de
los poemas “bravos” de mi repertorio que se llama “Hágame una carta” de María
Ofelia Villamizar, que es la historia del campesino que sufre fuerza de la violencia.
Me metí con tal fuerza en ese poema que le saqué las lágrimas al presidente y
cuando terminé comenzó a apretarme contra él y yo sentía que él estaba
sollozando. En ese momento, Monseñor Salcedo se le acercó y el presidente le dijo:
“Las felicitaciones no son para Rómulo son para ti Monseñor por tenerlo en la
institución y de hoy en adelante se va a llamar “El Indio Rómulo” porque me va a
representar en el mundo entero”. Ése fue el día que me bautizó.  Allí estaba la
prensa y la radio y al otro día aparecí como “El Indio Rómulo de Colombia”.
Después me mandó a hacer una gira por muchos países y fue algo extraordinario.

¿De cuántos municipios alcanzó a ser alcalde?

Después de que inauguré la televisora ya tenía unos quince poemas porque me


encontré con un escritor boyacense, Julio Roberto Galindo, que me ofreció algunos
de sus mejores poemas y esto reafirmó que “El Indio Rómulo” era un gran
declamador y con estos poemas comencé a recorrer el país y el mundo. Yo quería
empaparme más de cómo era el campesino y acepté la alcaldía que me ofrecieron
en Monguí. En ese entonces tenía 22 años. Allí, fuera del personaje comencé a
trabajar por mi pueblo porque lo adoro y la gente me adora a mí. Comenzamos a
hacer obras y tuve un respaldo total del pueblo. Después, un senador de la
republica de apellido Martínez y que era de Mongua, al darse cuenta que yo le
había puesto luz a Monguí, sugirió que yo fuera a gestionar también la luz en
Mongua y así me nombraron alcalde de este municipio. Fue así como me
comenzaron a llamar “El Alcalde Luz”. Allí dejé mi gestión iniciada: no alcancé a
inaugurar la luz porque un boyacense, el Dr. Eduardo Caballero Calderón, tenía
mucha sintonía con un programa radial llamado “Contrapunto” y compró una
hacienda pequeña en Tibasosa y movió “palancas” para que me trasladaran allí. Yo
fui un “lagarto grande” de esos que se metía a donde fuera y pedía a quien fuera lo
que se necesitara.

En el Valle de Tenza, habían comenzado a construir una avenida y con la llegada


de Monseñor Salcedo me invitó a la emisora para trabajar a su lado en Acción
Cultural Popular y en un periódico que no era vendible que se llamaba “El
Campesino”. Yo no mostré muchas ganas y le dije que apenas estaba comenzado.
El me preguntó que cuando ganaba como alcalde y le respondí que 380 pesos
mensuales a lo que él me ofreció 1.000 pesos. Eso era mucha plata en ese
entonces. El trabajo cultural y el pago me motivaron y así me convenció. En el
periódico yo escribía el poema que iba a declamar el domingo a las 6 y que llegaba
a todos los rincones de Colombia porque el cura párroco de cada pueblo lo hacía
conocer.

¿Qué le dejó la experiencia de trabajar en política?

No fui político en sí. En mi pueblo no hubo violencia. Cuando a mí me nombraron


alcalde había una cosa en ese entonces que se llamaba cabildo y era que la gente
salía de la misa mayor y pasaba para la alcaldía para hablar con el alcalde de las
tareas que debían hacerse en el pueblo. El domingo que tomé posesión le dije al
pueblo: “queridos paisanos a partir de hoy en este pueblo se olvida que es política,
aquí no hay ni liberales ni conservadores, aquí todos somos hijos de Monguí y
vamos a trabajar todos juntos y las obras que yo vengo a hacer las tenemos que
dejar hechas”. El que me vuelva a echar un “viva” o un “abajo” a cualquiera de los
partidos lo meto a la cárcel. Y comenzamos a trabajar mijito con ganas, con
verraquera. Yo tenía un presupuesto de 19.500 pesos al año. Prohibí la venta del
trago y la cerveza en el pueblo y comencé a hacer chicha en la alcaldía que no me
costaba un centavo porque me regalaban el maíz y la panela y los muchachos me
traían la leña y era dirigido por mamás que habían manejado la chicha por más de
tres décadas. Toda la plata la cogía un gran hombre conocido como “El Chucho”,
quien la administraba muy bien y gracias a esto pusimos la luz. Construimos el
hospital, el colegio José Acevedo y Gómez. El pueblo quería que llevara mi nombre
y yo no dejé.

¿La clase política colombiana permaneció estable, mejoró o empeoró?

Con mi personaje personalmente no hablo de política. A mí me llaman los unos y


los otros y todos me pagan y a todos les sirvo lo mismo. Ni hablo mal ni bien de
los políticos. Soy apolítico.

¿A quién destacaría en Colombia como un buen locutor declamador?

Recuerdo muy especialmente a Juan Harvey Caicedo, tenía una voz muy bonita.
Henry Pardo Mateus me hace la voz en la introducción del poema San Antuquito.

¿Cuántos poemas son de su autoría?

Son muy pocos. De unos 156 que tengo en la cabeza, unos veinte son míos.
“Porqué no tomo más”. Es un poema argentino pero yo lo acople a mi personaje e
inclusive le quité algunas palabras argentinas y las puse muy colombianas”. 

¿Los memoriza todos?

Todos. Grabados en los 12 discos que tengo y suman 140.

¿Llegó a sentir en algún momento que la fama le quitaba la humildad de


aquel campesino boyacense?

No. Nunca se me han subido los humos. Nunca en la vida. Sigo siendo el mismo
Rómulo Mora Sáenz. “El Indio Rómulo” sencillo, luchador, verraco y entregado
completamente al público. Sobre todo cuando estoy en los colegios les inyecto a
los muchachos el colombianismo a las buenas o a las malas. Así que cuando yo
termino un recital en un colegio y que han conocido todas las facetas de los
poemas, los dejo eructando a colombianismo. Tengo satisfacciones grandísimas, de
gente grande e importante que me abrazan y me dicen: “Rómulo te debo mucho
porque cuando niño me hiciste querer a Colombia y hoy soy el presidente de la
República, o soy el ministro tal”.  Todo eso me llena de satisfacción. 

¿Qué significó en su carrera el premio “Vida Palabras”?

Extraordinario. La Universidad del Tolima y la Fundación “Abra Palabra” me lo


dieron con tanto bombo, con tanta energía, con tanto amor y yo lo recibí tan bien,
en un teatro lleno de gente importantísima y en donde me entregué total
haciéndoles un recital del otro mundo. Cuando yo tengo el entusiasmo y libre de
todos los cansancios me entrego con todo para declamar mis recitales y me siento
orgulloso de ser quien soy y le doy gracias a Dios por tenerme todavía como estoy,
con estos poquitos años que tengo y sentirme como un muchacho de 25.

¿Tiene autores en particular que le gusten más para sus declamaciones?

No tengo preferencia en cuanto a la poesía. Las poesías de Julio Roberto


Galindo son extraordinarias todas. Las del Dr. Antonio Morales, son lindísimas,
todos los poetas que han escrito para mí son iguales. No tengo un poema que diga
este es el más. No. Ninguno. Cada uno tiene su mensaje y me voy entregando a él
y voy entregándole al público el mensaje que lleva el poema. 

¿De quién considera que heredó su talento como declamador?

Mi abuela materna Carmen, ella escribía cosas bonitas pero ella no sabía que era
poesía, simplemente las escribía. Lástima que en un incendio se quemó todo esto.
Mi papá fue un gran artista, un músico, tocaba, tiple, violín, guitarra, él era el
corista del pueblo. Me parece que el talento artístico viene de mi papá. 

¿Qué tanto le sirvió haber estudiado teatro para declamar poesías?

Bastante. Yo creo que nací artista. Soy hijo de artistas. Mi papá fue un gran músico
y un gran cantante de pueblo. Yo estudié el teatro para que este personaje no
solamente actuara si no para que también declamara y participé en varias
telenovelas en televisión que además eran en vivo. No existían las grabaciones.
¡Había que aprenderse muy bien el papel por donde uno la embarrara… ¡Ay, mijito!
Esa época de estudiar teatro fue para mí muy linda.

¿Qué recuerda del boxeador italiano Primo Carnera?


“Los Tolimenses” hicieron una película y me invitaron a participar en ella. Y también
invitaron al campeón mundial de boxeo Primo Carnera que inclusive en ese
entonces ya estaba luchando. Hubo una escena muy bonita con él. Recuerdo que
su participación se rodó en un hotel y se trataba de que a él lo fueran a secuestrar
y él se defendió. Esto hace muchos años, por lo menos 40. En la escena yo tenía
que empujarlo y él me puso la mano en la cabeza. Recuerdo que su mano me
cubría la cabeza completa. Era muy grande. Yo hacía un papel de alcalde.
Realmente no tuvimos mucho dialogo porque él sólo hablaba italiano. 

¿Cómo le cambió su vida después de haber dejado su vida de bohemio?

Muchísimo. Eso sí fue algo ciento por ciento. Yo fui un borracho, sinvergüenza,
mujeriego, echa plomo, de todas esas vainas y la gente me tenía no respeto sino
miedo. Borracho a mí no me importaba nada pero no llegué a tener enemigos a
pesar de haber sido tan jodido. Dejé el trago hace 36 años y no me tomo uno sólo.
En los recitales cuento que dejé el trago y que soy feliz y eso ha redundado en
muchos hogares. A mí me ponen de ejemplo cuando dicen: “Y si Rómulo con 86
años mantiene tanto vigor, entonces mijito no vuelva a jartar”. Eso me hace sentir
muy bien.

Usted es considerado el
creador de la poesía rústica,
costumbrista o campesina en
Colombia. ¿Qué representa
esta nominación para usted?

No soy ni fundador ni creador.


Fui un iniciador como
declamador para que la poesía
se conociera. A mí me decía
Galindo que estas poesías se
llamaban costumbristas.
Después otro me dijo se llaman
poemas rústicos, otro, poemas
campesinos. Al declamar mis
poemas no me siento el
fundador, me siento el
declamador de los grandes
poetas que fueron
costumbristas como Galindo, María Ofelia Villamizar Buitrago, que escribieron
poemas lindos para mí y que llegan al corazón de la gente. Hasta un obispo
escribió para mí. Monseñor Jorge Monastoque, de Tunja.

¿Cuál considera su poesía más insigne?

Habría unos cinco por lo menos. Para mí, importantes dos poemas que los recito
en los colegios. Uno que hablo contra la droga y se llama: “No a las drogas”. Ese
poema lleva mucho por dentro porque yo les hago caer en cuenta a los muchachos
que la droga es su peor enemigo y que quien se las brinda es más enemigo que la
propia droga. He tenido satisfacciones muy grandes de padres de familia que han
venido a mi casa y me traen cualquier regalito en agradecimiento porque alguno
de sus hijos dejó la droga gracias a mí. Lo mismo cuando
declamo “Ejemplo” de Boris Elkin, porque se trata de la niña embarazada a
temprana edad. “Por favor no bote su chinito, téngalo”. Yo les enseño a decir no.
Alguna vez terminé un espectáculo en un colegio mixto en Chía. El rector me invitó
a tomar un tinto y en esas una alumna entró, me abrazó y llorando me dijo:
“Gracias Maestro, le debo la vida de mi hijo, lo tengo aquí en mi vientre y hoy iba a
abortar y no lo voy a hacer y se va a llamar Rómulo”. Y ese niño se llama Rómulo y
es mi ahijado.

Recientemente murió el compositor Jaime Llano González. ¿Qué puede decir


de él?

Con Jaime Llano Gonzales luchamos juntos. Que Dios lo tenga en su seno, porque


fuimos dos luchadores incansables por nuestro folclor. El con su piano hacía vibrar
los nervios y nos ponía a sentirnos orgullosos “carajo” de ser colombianos. Me
acompañó muchas veces e hicimos muchas giras por varios países. En Colombia,
donde quiera que nos sentáramos los dos, llenábamos porque él me hacía el fondo
musical de mi poesía, fuera de su espectáculo personal. Me sentí muy triste con la
partida de Jaime. Le pido a Dios que lo tenga allá haciéndole el marco musical a
todas las cosas lindas que tienen en el cielo. Que esté allá junto con mi familia. Con
mi mamá. Con mi papá.

¿Cuál es el legado que “El Indio Rómulo” le deja a Colombia?

Pues yo creo y estoy seguro que el legado que yo con mi personalidad les dejo, es
uno solo que es Amor a Colombia. Que cada poema de los que yo hago lleva un
contenido para amar más a nuestro país con dificultades o sin dificultades. Que
todo eso vaya redundar en amor puro, respaldo a nuestro país, y ojalá que todos
pensemos como pienso yo, que Colombia viva en paz. 
Maestro, muchas gracias

Quiero agradecerte en el alma y que ojalá no solamente a mí, sino a muchos


artistas que han trabajado y siguen trabajando por Colombia también tengan una
entrevista de estas. Estaré listo para cuando me necesite. Ahí estamos.

Germán Posada

Periodista y locutor 

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