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Cuentos Brujas Victorianas Leer

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Cuentos de brujas
de escritoras
victorianas
(1839-1920)

Selección de Peter Haining

Traducción
Daniel de la Rubia Ortí

ALBA
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P r i m e r a pa rt e
C rón ic a s y l ey e n da s

No soy una mujer fantasiosa, pero hay cosas que le despiertan a una
la imaginación. En noches oscuras como esta, siempre pienso en la
posibilidad de que ocurra algo desagradable. Las desgracias parecen
acechar en esos rincones oscuros; y me imagino a brujas maquinando
planes malignos contra gente inocente…
Margaret Oliphant, Salem Chapel (1862)
 
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L a bruj e r í a e n I ngl at e r r a
E . Lynn Linto n

Eliza Lynn Linton (1822-1898) ocupa con todo merecimiento el pri-


mer lugar en esta colección, pues su libro Witch Stories [Historias de
brujas] es sin duda alguna la obra más destacada sobre el tema de la
brujería escrita por una dama victoriana. Eliza Lynn Linton, que fue
esposa del excepcional grabador William James Linton, era hija de un
vicario de Cumberland y empezó a interesarse por la literatura a los
once años. Publicó su primera novela, Azeth, the Egyptian [Azeth, el
egipcio], a los veintitrés. Sin embargo, durante estos primeros años se
dedicó principalmente al periodismo, y en 1851 empezó a colaborar
con varios periódicos y revistas, reivindicando así el título de primera
mujer periodista. Algunos de sus artículos, como «The Shrieking Sis-
terhood» [La menguante hermandad de mujeres] y «Mature Sirens»
[Sirenas maduras], se convirtieron en temas de conversación populares
en las sobremesas de todo el país y dieron a conocer su nombre en-
tre el público. No obstante, fue su interés en lo sobrenatural lo que
consolidó su fama con la publicación de Witch Stories en 1861. Fruto
de un exhaustivo trabajo de investigación, el libro describe la mayoría
de los casos importantes de brujería en Inglaterra y Escocia, y los dos
extractos que siguen suponen una muestra representativa de ambos
países. En el prólogo, Eliza Lynn Linton nos brinda unas directrices
que bien podrían tenerse en cuenta al leer cada pieza de esta antología:
«En general, creo que podríamos hablar de cuatro circunstancias para

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cada caso recogido en este volumen; en qué proporción, le corresponde Tales eran las opiniones de dos hombres notablemente sabios y
al lector decidirlo por sí mismo. Quienes defienden la existencia de una sensatos que vivieron en un tiempo de locura general y consagraron
relación directa y personal entre el hombre y el mundo espiritual segura- su inteligencia a la tarea de detener el enfurecido torrente. Y es que
mente darán crédito a todas las historias con la fe incondicional propia el mundo entero estaba plagado de brujas. Estas almas perdidas y
de los siglos xvi y xvii; quienes confían en el funcionamiento tranquilo condenadas habían invadido todos los pueblos; no había casucha
y uniforme de la naturaleza sostendrán en su mayoría que se trata de desde la que no espiase alguna bruja maldita o pidiesen auxilio sus
un fraude; quienes estén familiarizados con enfermedades y con esa aterradas víctimas. A estas criaturas viejas, pobres y desdichadas,
extraña doctrina llamada “mesmerismo” o “sensibilidad” reconocerán la sobre cuya cabeza se abatía la ira del mundo, y contra las que todos
presencia de un grave trastorno nervioso, mezclado con grandes canti- los muchachos ociosos tenían un insulto y una piedra que lanzar a
dades de engaño flagrante, que encontraba en la insensata credulidad y placer, se les atribuían todos los poderes salvo el de la omnipotencia.
la extraordinaria ignorancia de la época un caldo de cultivo propicio; y, Podían acabar con la vida de un bebé en el útero y convertir «a
por último, quienes están acostumbrados a cribar pruebas e interrogar a una madre de muchos niños en una mujer sin hijos»; podían matar
testigos quedarán profundamente insatisfechos con la vaguedad de los a alguien con una mirada o dejarlo inválido con una maldición;
testimonios y la burda tergiversación de todos los casos recogidos». hacer que lloviese o brillase el sol a su antojo; con sus «cuerdas de
bruja», ingeniosamente trenzadas, extraían todas las ganancias de
«Cualquier mujer anciana con el rostro arrugado, vello en el la- los graneros y las fábricas de cerveza de sus vecinos; y, sin embargo,
bio, un diente prominente, ojos estrábicos, voz chillona, lengua seguían siendo pobres y miserables, prestas a mendigar un pedazo
viperina, un abrigo harapiento en la espalda, un gorro en la cabeza, de carne o una lata de leche agria de las manos de aquellos a los
un espetón en la mano y un perro o un gato a su lado no solo que habrían podido arruinar con solo susurrar media docena de
es sospechosa de ser una bruja, sino acusada como tal», dice John palabras; podían adoptar la forma que quisieran y transportarse
Gaule, autor de Select Cases of Conscience [Casos escogidos de con- a cualquier lugar; no había cerrojo ni barrote capaz de detenerlas,
ciencia] (1646); mientras que Reginald Scot, en su libro Discovery of ni distancia, por tierra o mar, insalvable para ellas; una paja, un
Witchcraft [Descubrimiento de la brujería] (1584), relata su propia palo de escoba, el solícito demonio siempre a mano…: con eso les
experiencia: «Aquellas a las que se tacha de brujas son mujeres por lo bastaba; y, con un tarro de ungüento mágico y un hechizo farfu-
general viejas, cojas, de ojos legañosos, pálidas, malolientes y llenas llado, podían visitar al rey en su trono o a la señora de un castillo
de arrugas; pobres, hurañas, supersticiosas y papistas, cuando no en su tocador, con el propósito de descargar sobre ellos cualquier
reniegan de toda religión; mujeres en cuya razón adormecida ha maldad anidada en su corazón o de apropiarse de cuanto les viniera
encontrado el diablo un cómodo aposento, de tal modo que, sea en gana. Sin embargo, el mundo supersticioso de la época no veía
cual sea el daño, infortunio, calamidad o masacre que sobrevenga, nada extraño e incoherente en el hecho de que esas mujeres vivieran
se convencen sin dificultad de que es obra suya, lo cual alimenta en en la más extrema pobreza, ni dieron en pensar nunca que, si de
su cabeza una fantasía ardiente y pertinaz». verdad hubieran sido capaces de transportarse por el aire a donde
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quisieran fuera cual fuere la distancia, se habrían mostrado un tanto la reina Isabel en 1558, puso a esta al corriente de cómo aquellas
escurridizas en la cárcel, y poco dispuestas a quedarse en ella por el «brujas y hechiceras han proliferado en los últimos años de forma
placer de ser torturadas y, por último, quemadas. Pero ni la razón ni asombrosa en el reino de Vuestra Majestad. Los súbditos de Vuestra
la lógica tenían cabida en este asunto, que se sustentaba únicamente Majestad languidecen incluso ante su muerte, se apaga el color de su
en el miedo y en ese oportuno ateísmo del miedo, que niega el rostro, se pudre su carne, se quedan sin habla, los sentidos les aban-
poder de Dios y la inmaculada belleza de la Naturaleza para exaltar donan; ruego a Dios que nunca vayan más allá de los súbditos... He
en su lugar la supremacía del Diablo. Esta creencia en la presencia visto con mis propios ojos muchas huellas evidentes de su maldad».
material del Diablo y en su ascendiente sobre los hombres era la En la siguiente legislatura, se aprobó el proyecto de ley contra el
oscura cadena que los unía a todos. Ni siquiera el más enérgico abominable pecado de la brujería, en parte, según Strype*, debido
oponente al Delirio de la Brujería se atrevía a rechazarlo de plano; a la enérgica reprimenda del obispo. En The Country Justice [La
ni el hombre más osado ni el pensador más libre eran capaces de justicia nacional] (1655)**, de Dalton, se demuestra a qué extremo
redimir a su mentalidad de esta horrible atadura, esta pesadilla, este había llegado la brujería, un siglo después, en la crédula Inglaterra.
mero fantasma del miedo y la ignorancia humanos, esta mentira Ciertamente, Scot dio en el clavo cuando dijo que sus adversarios
espantosa, este delirio mórbido, ni de abandonar la servil adoración más duros eran «la joven ignorancia y las viejas costumbres». Estos
a Satán por la alegre libertad de Dios y la Naturaleza. Supuso un han sido siempre los adversarios más duros de cualquier verdad.
gran paso adelante que hombres como Reginald Scot, John Gaule Últimamente, gracias a Dios, la humanidad ha avanzado con
de Straughton, sir Robert Filmer y una docena más de adalides paso firme, aunque lento, hacia la luz del día; pero, actualmente,
tomaran la determinación de negar el poder sobrenatural de unas
cuantas mujeres menesterosas y medio locas y pidieran humanidad *
John Strype (1643-1737), historiador y biógrafo inglés. [Esta nota, como las siguientes,
a menos que se indique otra procedencia, es del traductor.]
y misericordia con ellas, en vez de crueldad y condena; pero no se **
Invocar a un espíritu maligno era un delito grave sin el beneficio del clero [el tér-
atrevieron a dar el paso aún mayor de negar la existencia de ese mino beneficio del clero hace referencia a la práctica de juzgar a los clérigos acusados de
algún delito en un tribunal eclesiástico en vez de en uno secular, lo que les permitía evitar
demonio imaginario en cuya creencia se fundamentaba todo aquel las condenas más duras. Esta práctica se prohibió en 1827. (N. del T.)], como también lo
era consultar y pactar con tales espíritus o invitarlos, alimentarlos o recompensarlos, así
sufrimiento y desesperación. Hasta lo más escogido de la época como apropiarse de un cadáver para utilizarlo en sortilegios o maleficios; utilizar brujería,
sucumbió a este delirio, y debatió con gravedad las propiedades y encantamientos, hechizos o sortilegios de tal modo que alguien sufriese, quedase lisiado o
muriese se consideraba un delito grave sin el beneficio del clero, y se castigaba con la hogue-
proporciones de lo que, como bien sabemos ahora, no eran más ra. A continuación, The Country Justice describe los rasgos por los que puede reconocerse
que mentiras. En la Iglesia y entre los «religiosos» más notables de legalmente a una bruja, y aquellos a partir de los cuales un juez podía actuar sin temor a
equivocarse, tomándolos por «descubrimientos» legales. Para dar por probado que se había
aquellos días, era aún peor. En Articles of Visitation [Artículos de encontrado a una, bastaba con que esta tuviera unas marcas inapreciables, tetas de animal,
inquisición] (1549), del arzobispo Cranmer, aparece esta cláusula: demonios en forma de sapo, ratón, mosca, araña, gato, etcétera, o figuritas de cera o arcilla;
también con la acusación de los afectados; con que se les apareciera a estos con la intención,
«Os preguntaréis si conocéis a alguien que utilice hechizos, brujería, según ellos, de atormentarlos; que hiciera preguntas repentinas o frecuentes en casa de un
enfermo; que así lo asegurase un rumor general; la acusación de un moribundo; que un
encantamientos, adivinaciones o cualquier otra artimaña semejante cadáver sangrase al contacto con ella; el testimonio de unos niños; que vomitase alfileres,
inventada por el Diablo»; y el obispo Jewel, en un sermón ante agujas, pajas, etcétera; en resumen, bastaba con todas las tonterías, gravemente formu-
ladas, que encontrarán en las mentiras y engaños relatados a continuación. [N. de la A.]
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tú y yo, lector, no podemos desentendernos de la superstición más salmos cada noche, y celebrad cincuenta misas por el día, para así
degradante que ha conocido el mundo, la que se abatió sobre esos combatir el poder de los demonios. Si lográis de este modo man-
pobres y desgraciados servidores del diablo; esos brujos y brujas tener mi cuerpo a salvo durante tres noches, al cuarto día podréis
que, de un modo u otro, acabaron derrotados en todos los frentes, darle sepultura, pues el Diablo lo habrá buscado sin encontrarlo.
sufriendo en el momento y arruinados para toda la eternidad, y Los monjes y monjas actuaron conforme a su deseo, y en la pri-
siendo víctimas de la hostilidad y el maltrato tanto de los hombres mera noche, aunque los demonios no dejaron de aullar y gemir en
como del demonio. el exterior de la iglesia, «los sacerdotes vencieron, y nada perturbó
el descanso de la vieja bruja». La segunda noche, los demonios
fueron más feroces y ruidosos, y los monjes y monjas rezaron sus
La bruja de Berkeley rosarios cada vez más rápido; pero los demonios se iban volviendo
más poderosos con cada hora que pasaba, y por fin lograron for-
Una de las primeras brujas inglesas –tan atrás se remonta su histo- zar las puertas del monasterio, a despecho de oraciones, cerrojos
ria, de hecho, que se la presenta como una figura mítica, borrosa y y barrotes; y dos cadenas del ataúd se partieron por la mitad, pero
completamente exagerada– fue la célebre bruja de Berkeley, quien la del medio resistió. La tercera noche, los demonios rugieron ra-
recibió el castigo por sus pecados a mitad del siglo ix, dejando biosos y enloquecidos. El monasterio tembló hasta sus cimientos,
tras de sí una lección inestimable que, sin embargo, fue de escaso y los monjes y monjas a punto estuvieron de perder el hilo de sus
provecho a las generaciones posteriores. La bruja era rica y ale- padrenuestros y sus avemarías en medio de aquel estruendo que
gre, pero la hora de la verdad habría de llegarle una mañana; el ahogaba su voz y estremecía su corazón; no obstante, continua-
banquete había sido fastuoso e intensamente disfrutado, pero la ron hasta que, acompañado de un terrible estrépito y de los gritos
horrible cuenta tenía que pagarse, y la pobre bruja se encontró con de los incontables demonios de menor tamaño allí reunidos, un
que su manzana de mejillas sonrosadas, ahora que había sido ya demonio, más grande y terrible que cualquiera de los que habían
pelada y se había comido la corteza, estaba llena de polvo y cenizas aparecido hasta ese momento, entró en la iglesia y fue hasta el pie
que debía digerir de la mejor manera posible. Cuando vio cerca del altar, donde yacía la anciana en su ataúd. Allí se detuvo, y le
la hora de su muerte, mandó llamar a los monjes y monjas de los pidió a la bruja que se levantase y lo siguiese. Esta le respondió
monasterios cercanos, e hizo venir a sus hijos para que escuchasen lastimeramente que no podía: se lo impedía la cadena del medio;
su confesión; y entonces les contó el pacto que había hecho, y pero el Diablo solventó al punto esa dificultad: puso su pie sobre
cómo el Diablo vendría a llevarse su cuerpo y también su alma. el ataúd y rompió la cadena de hierro como si no fuera más que un
–Escondedme dentro de la piel cosida de un ciervo –dijo–, y a pedazo de hilo chamuscado. A continuación salió volando todo
continuación metedme en un ataúd de piedra, y asegurad la tapa el plomo y el hierro que la cubría, y allí yacía la bruja, macilenta
con plomo y hierro. Colocad encima una losa, y sujetadlo todo y horrible. Se puso en pie muy despacio, amoratada, muerta y
con gruesas cadenas de hierro ancladas al suelo. Cantad cincuenta desnuda como estaba; entonces el Diablo la cogió de la mano y

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