Una Mujer Dos Hombres y Un Balazo
Una Mujer Dos Hombres y Un Balazo
Una Mujer Dos Hombres y Un Balazo
(obra en 10 cuadros)
Índice
Introducción. Pag 3
Sinopsis. Pag 4
Una mujer, dos hombres y un balazo, obra en 10 cuadros. Pag 5
Cuadro primero. Ellos. Pag 7
Cuadro segundo. En la Lomas, esa noche. Pag 13
Cuadro tercero. Ellos. Pag 27
Cuadro cuarto. El té de los señores Mercier. Pag 29
Cuadro quinto. Ellos. Pag 44
Cuadro sexto. El barco ebrio. Pag 50
Cuadro séptimo. Ellos. Pag 60
Cuadro octavo. Archie & Bonnie. Pag 62
Cuadro noveno. Ellos. Pag 80
Cuadro décimo. En Las Lomas, esa noche. Pag 84
INTRODUCCIÓN
LUIS DE TAVIRA
SINOPSIS
Nota: En esta obra hay cuatro piezas cortas: En Las Lomas, esa noche, El té de
los señores Mercier, El barco ebrio y Archie and Bonnie. Cada una de estas
piezas puede ser representada sola, aunque en el presente texto las cuatro tienen
relación con otros cuadros.
La idea escenográfica es de Germán Castillo.
El vestuario deberá simplificarse al máximo para apoyar los cambios rápidos -a
veces a la vista del público- que muestren un juego poco formal: Todos los
cuadros irán unidos
-prácticamente integrados- unos con otros a base de actuación ininterrumpida.
Cuadro primero: Ellos
El chorro de luz sobre Brijinski y la música que nos trajo al Cuadro Segundo,
mientras los actores salen. Brijinski, sin saber por qué, se encuentra con una
pistola en la mano. Ve desaparecer la cantina y el candil, mientras va perdiendo
el personaje de Arturo. Se quita el saco y lo avienta fuera de escena. Toma su
script y se une a los demás que vuelven a entrar como Ellos, también con sus
scripts. Luz de trabajo.
BOBBY: ¡Lo mató la cabaretera!
MARTA: ¡Lo maté!
BRIJINSKI: ¿Y a mí por qué me falló el tiro?
BOBBY (Con doble intención.): ¡Ah, qué nunca te falla!
LUISA: Oye, Sófocles, ¡qué bien leímos!
SÓFOCLES: Ya nada más nos falta actuar.
BRIJINSKI: ¡Lástima! No tengo ninguna escena con Marta.
LUISA: No. Eres amante mío.
BRIJINSKI: ¡Qué lástima! Digo, perdón, Luisa, digo, ¡qué bueno que soy tu
amante!... A ver si doy el ancho... (Se topa con la mirada de Bobby, que le
avienta un beso.)
MARTA: A mí me da miedo ese papel de cabaretera. No sé cómo es una
cabaretera.
BOBBY: Yo te platico, Martita.
BRIJINSKI (Saca cuentas.): Una cantina, un candil, ¡la tramoya!...
LUISA: ¡Vieja nana! Ah, pero como Beatriz, mi vestido de coctel negro. Me
favorece el negro.
SÓFOCLES: Luisa, no vestirás de negro.
LUISA: ¿Habló el director o el ex amante?
SÓFOCLES: Te llamé porque eres buena actriz. Solamente por eso.
LUISA: Supongo que es un elogio.
SÓFOCLES: Lo es. Pero que quede claro de una vez por todas.
LUISA (Enojada.): Sí, señor.
BRIJINSKI: Pero haremos taquilla. ¡Ya veo la colas de gente en el guardarropa!
BOBBY: ¿Cuál guardarropa? Aquí no alcanzamos a guardarropa, buey.
BRIJINSKI: ¿Otra vez?
BOBBY: Es de cariño, papito.
SÓFOCLES: ¡Seguimos! (Vuelve la página.) La segunda obra se llama: "El té de
los señores Mercier.
BRIJINSKI: ¿Mer... qué?
SÓFOCLES: Acción en París. Teatro de vanguardia. Que desde luego, ya dejó de
ser vanguardia... Página veinte. Los señores Mercier reciben en su casa al señor
Phillippe Bertrand. (Lee.) Interior pequeño burgués. Un mantelito de cuadros."
BRIJINSKI (Feliz.): La producción no parece cara.
SÓFOCLES: En escena el Actor Dos y la Actriz Uno.
LUISA (Suspira.): Tú y yo...
SÓFOCLES (Lee.): La señora Mercier, intemporal y estrafalariamente vestida,
sesenta años, en pleno coqueteo con...
LUISA (Interrumpe.): ¡Sesenta años! Imposible, el papel no me va.
SÓFOCLES (Lee.): ... En pleno coqueteo con el señor Bertrand, cuarenta años,
bigotito retorcido. (A Luisa.) Aquí quiero una risita estridente , ridícula de la
señora Mercier.
LUISA: ¿Una risita? ¡Oh, jo, jó! jó!... ¡Oh, jo, jo, 'jo, jo, jó!
Luces y música para cambio de cuadro. Los actores hacen entrar al escenario
una mesa con el mantel de cuadros, un sofá , una lámpara
Cuadro cuarto: El té de los señores Mercier.
(Obra en un acto)
El Señor Mercier -tímido, poquita cosa, viejo suéter abierto que le cuelga al
frente, anteojos de medio cristal que le sirven para mirar por encima de ellos,
tics (por ejemplo, tuerce el cuello a cada rato), va y viene por el escenario
trayendo tres sillas, que pone alrededor de la mesa.
Al mismo tiempo que él -aunque ignorando totalmente su presencia-- entraron,
en pleno coqueteo, el Señor Bertrand y la Señora Mercier.
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, jo, jo, jo, jo, jó!... No me diga esas cosas, señor
Bertrand, no me diga esas cosas...
SEÑOR BERTRAND: Los rododendros en flor. ¡Qué ingenio, mi querida
señora, qué sutileza!
SEÑORA MERCIER: Mi querido señor Bertrand, es usted muy galante. (Le
tiende la mano, que él besa.) Oh, jo, jo, jo, jo, jó.
Pero se corta la risa en seco. Los tres personajes en escena quedan inmóviles;
un silencio durante el cual cada uno expresa su angustia personal.
SEÑORA MERCIER: Dentro de unos momentos nos servirán el té.
SEÑOR BERTRAND: Tengo la impresión de que usted y yo nos habíamos
encontrado ya en alguna parte...¿Marsella, quizás? No, no, perdón: creo que fue
en Niza.
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, no, nunca he estado en Estambul!
SEÑOR BERTRAND: ¡Qué curioso! Y, sin embargo, estoy seguro... ¿Qué no
fue durante la guerra del catorce?
SEÑORA MERCIER (Indignada.): ¿Cómo?
SEÑOR BERTRAND: ¡Oh, perdón, perdón! Desde luego no pudo ser durante la
guerra del catorce. ¡Es usted tan joven!.. ¿Qué no fue entonces, en Alabama,
durante la Guerra de Secesión.
SEÑORA MERCIER: No. Definitivamente no.
SEÑOR BERTRAND : Entonces usted perdone, mi querida señora. Entonces no
éramos nosotros dos.
El Señor Mercier terminó su tarea e iba a salir, pero la Señora Mercier lo llama,
autoritaria.
SEÑORA MERCIER: ¡Lisandro!
SEÑOR MERCIER (Como sorprendido en falta, regresa sobre sus pasos,
contesta suave.): Sí, querida.
SEÑORA MERCIER (Severa.): ¿Cómo van tus clases de inglés?
SEÑOR MERCIER: Mal... Me temo que mal...
SEÑORA MERCIER: Me lo suponía. Voy a tener que ponerte una institutriz.
SEÑOR MERCIER: ¡No, por favor, Matilde querida, una institutriz no! ¡Lo que
quieras, menos una institutriz!
SEÑOR BERTRAND: Señor Mercier, tengo la impresión de que usted y yo nos
habíamos encontrado ya en alguna parte.
SEÑOR MERCIER: Sí, a mí también me lo parece, señor Bertrand.
SEÑOR BERTRAND: ¿Con el general Prim, en la guerra de África?
SEÑOR MERCIER: No, no creo... No estuve en la guerra de África.
SEÑOR BERTRAND: Entonces no éramos nosotros dos.
SEÑORA MERCIER: El señor Bertrand nos hará el honor de quedarse al té.
Todo está listo. (A la Criada que entra, pizpireta.) N'est ce pas, Véronique?
CRIADA (Reverencia.): Oui, madame.
SEÑOR BERTRAND (Admirando a la Criada.): ¡Vaya, vaya!..
Véronique...Francesa, desde luego.
SEÑORA MERCIER: No. Es británica.
SEÑOR MERCIER (Admirándola también.): Ya me parecía a mí que hablaba
inglés.
SEÑOR BERTRAND: ¿Británica!
CRIADA: Del País de Gales. Antepasados celtas. Pero vine a París de muy
pequeña.
SEÑORA MERCIER: Hoy en día el mundo es una revoltura.
SEÑOR BERTRAND: Tiene usted razón, mi querida señora. Tiene toda la razón.
CRIADA: Que la señora no se preocupe. Saldré del pastel en el momento
oportuno.
SEÑOR MERCIER (Feliz.): ¡Hay pastel!
SEÑORA MERCIER (Severa.): Un pastel de utilería.
SEÑOR MERCIER: ¿De utilería?
CRIADA: Es desarmable. Salgo de mi pastel y es todo un éxito, ya verán. No
salgo desnuda... Mi novio es muy celoso. ¡Él es policía y mi padre jardinero;
pertenecemos a una antigua familia de nobles!... Aunque yo no creo en eso de la
sangre azul. Yo solamente salgo de mi pastel, con mi bikini chiquitito, y todos
los caballeros aplauden. Y las damas también... Antes sí salía desnuda, con todo
el cuerpo pintado de plata... Pero el bikini es más práctico. (Rápido.): te lo pones
y te lo quitas y aunque no te lo quites da lo mismo, se ve todo... Bueno, pues
salgo del pastel y lanzo una pierna al aire. ¡Así! (Lo hace y se lleva los anteojos
del Señor Mercier, que caen al suelo.) ¡Ay, perdón, señor!
SEÑOR MERCIER (Amable.): No tenga cuidado. (A tientas, busca sus anteojos
por el suelo.)
CRIADA: Bueno, pues lanzo la pierna al aire y se oyen los ¡Hurra! ¡Bravo!... Y
yo sonrío, inocente...¿Se acuerdan de Marilyn Monroe? ¡Tan joven, la pobre!...
Bueno, pues yo sonrío a lo Marilyn. Así. (Sonríe a lo Marilyn.) Y el número
tiene mucho éxito.
SEÑOR MERCIER (Admirando a la Criada.): Sí. mucho éxito, no lo dudo... (Se
vuelve pequeñito ante terrible mirada de la Señora Mercier.)
SEÑOR BERTRAND (Admirando a la Criada.): Del País de Gales...
SEÑORA MERCIER: Véronique, lo del pastel vendrá después del té. Ahora
puede retirarse.
CRIADA (Reverencia.): Oui, madame. (Sale. El Señor Bertrand la sigue, pero la
Señora Mercier lo llama.)
SEÑORA MERCIER: ¡Señor Bertrand!
SEÑOR BERTRAND: Mi querida señora, el negro de sus ojos tiene, como
nunca, misteriosos reflejos tornasol.
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, jo, jo, jo, jo, jó!.. Pero sí mis ojos no son negros.
SEÑOR BERTRAND (Acariciando la peluca de color rubio estropajo.): El
ébano de sus bucles me quita el sentido.
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, jo, jo, jo, jo, jó!... Mi querido señor, no me diga esas
cosas. No delante de mi marido.
SEÑOR MERCIER (Todo amabilidad.): Por mí no se molesten.
SEÑORA MERCIER (Severa.): Lisandro, ve a ver si ya florecieron los
rododendros.
SEÑOR MERCIER: Sí, querida. (Da unos pasos y se detiene.) Pero querida, no
tenemos rododendros.
SEÑORA MERCIER: De todos modos, ve a ver.
SEÑOR MERCIER: Sí, querida. (Sale.)
SEÑOR BERTRAND: ¡Matilde, mon amour, esta noche!
SEÑORA MERCIER: Philippe, esta noche dejaré abierta la puerta de mi cuarto.
Pero no olvides entrar por el balcón. Es más romántico.
SEÑOR BERTRAND: ¡Qué hermoso porvenir el nuestro! Tú siempre joven y
bella y yo siempre enamorado... Y tu gran cama, con cabecera de latón.
SEÑORA MERCIER; (Vergonzosa.). Debo confesarte que... para hacer el amor,
Lisandro (Ubica al Señor Mercier entre los dos y se aparta para dejarle lugar.)
ahí acostado entre nosotros dos, me molesta un poco.
SEÑOR BERTRAND:¡Bah, apenas ocupa espacio!
SEÑORA MERCIER: De todos modos me molesta.
SEÑOR BERTRAND: No seas anticuada.
SEÑORA MERCIER: Estoy segura de que nos espía.
SEÑOR BERTRAND: ¿Quién, Lisandro? Sería incapaz.
SEÑORA MERCIER: Finge dormir, se hace el disimulado, pero nos espía, estoy
segura.
SEÑOR BERTRAND: En fin, es su problema.
SEÑORA MERCIER: Además, tose.
SEÑOR BERTRAND: Eso sí es molesto. Cuando vamos a hacer el amor y
empieza a toser me corta la... la inspiración.
SEÑORA MERCIER: ¡Pobrecito pichoncito!... Le diré a Lisandro que tome
pastillas para la garganta.
SEÑOR BERTRAND: ¡Matilde, eres un ángel!
Se interrumpen porque Lecocq, que cruzó por el foro de lado a lado del
escenario, los observa. Ahora se da cuenta de que lo ven y desaparece.
SEÑOR BERTRAND (Recomienza.): ¡Matilde, eres un ángel!
Lecocq vuelve a aparecer. Lo ven y desaparece. Pero inmediatamente aparece y,
llama el timbre de la puerta. Desaparece otra vez.
SEÑOR MERCIER (Entrando.): Llaman. (Va a abrir.)
CRIADA (Entrando.): No se moleste, caballero.
SEÑOR MERCIER (Asombrado.): ¿Es a mí?
CRIADA (Coqueteando.): A usted, claro. Yo abro. Para eso soy la criada. (Va a
abrir, contoneándose para el Señor Mercier.)
LECOCQ (Desde afuera.): Buenas noches... (Por la criada.) Hermosa criatura.
(Ya adentro.) ¿Puedo entrar?... (Se presenta.) Lecocq, Leopoldo. De los Lecocq
de Gante, pero nacido en París. Desempleado. Anarquista. Pasaba por aquí... ¿Por
casualidad, señoras, señores, por casualidad aquí perdieron un perrito?
SEÑOR MERCIER: ¿Un perrito?.. Querida, ¿perdimos un perrito?
SEÑORA MERCIER: Véronique, ¿perdimos un perrito?
CRIADA: A lo mejor, nunca se sabe...
SEÑOR BERTRAND (A Lecocq.): ¿Es pequeño, muy pequeñito, con pelos en
los ojos, color café?
LECOCQ (Muy digno.): ¡Ah, no, no, no! El que yo digo es más grande, negro,
rasurado.
SEÑOR BERTRAND: ¿Con una cintita de color de rosa?
CRIADA: ¡Ay, qué lindo!
LECOCQ (Drástico.): ¡No! Con un collar de cuero.
SEÑOR BERTRAND: Entonces, mi querido señor, no es el mismo. No es aquí.
SEÑORA MERCIER (Severa.): No puede ser aquí porque aquí no tenemos
perro.
LECOCQ: ¿No tienen perro? (Abatido, abrumado) ¡Qué lástima! ¡Es una
verdadera lástima!
SEÑOR MERCIER: ¡Pobre hombre!
LECOCQ (De pronto, con ánimos nuevos.): Disculpen ustedes, me retiro...
Lecocq, Leopoldo. De los Lecocq de Gante... Buenas noches.
SEÑORA MERCIER: Véronique, acompañe al señor a la puerta.
CRIADA (Reverencia.): Oui, madame. (A Lecocq.) Venga, es mejor por la
cocina. (Se lo lleva, coqueteando con él, que la sigue, feliz. Salen, pero Lecocq
regresa.)
LECOCQ (Abrumado.): ¡Una lástima! (Sale.)
SEÑOR MERCIER: ¡Pobre hombre!
SEÑORA MERCIER: ¿,Por qué pobre hombre?
SEÑOR MERCIER: Se ve tan solo...
SEÑORA MERCIER: ¿Y qué hay con eso? Los anarquistas siempre están solos.
Es su obligación.
SEÑOR BERTRAND: ¿Su obligación? ¡Qué ingenio, mi querida señora, qué
sutileza!
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, jo, jo, jo, jo, jó!
De pronto deja de reír. Los tres personajes quedan inmóviles. Un silencio.
SEÑORA MERCIER: Dentro de unos momentos nos servirán el té.
Van a sentarse a la mesa. No saben de qué hablar.
SEÑOR MERCIER: Je.
SEÑOR BERTRAND: Jejé.
SEÑOR MERCIER: Los trenes que parten esta noche de Londres saldrán un
poco retrasados. Lo ha dicho el noticiario.
SEÑORA MERCIER: Mi marido es jubilado de jefe de estación. Por eso siempre
habla de trenes.
SEÑOR BERTRAND: ¿Y de qué estación es usted jubilado?
SEÑOR MERCIER: Pues... no estoy muy seguro.
SEÑOR BERTRAND: ¿Cómo que no está seguro?
SEÑOR MERCIER: Había una flecha, en forma de cruz. Un extremo señalaba
hacia el Sur, hacia Lyon, y el otro hacia el Este, hacia Estrasburgo. Mi servicio
debía ser nada más para los que iban a Estrasburgo, pero me obligaban a vigilar
también a los que iban a Lyon... Era una injusticia.
SEÑORA MERCIER: A mí no me lo parece.
SEÑOR MERCIER: Pero, querida, era una injusticia.
SEÑORA MERCIER (Indignada.): ¿Cómo? ¡Me contradices!
SEÑOR MERCIER: No, querida, no te contradigo.
SEÑORA MERCIER: ¡Me llamas mentirosa!
SEÑOR MERCIER: No, querida.
SEÑORA MERCIER: ¡Oh, me has insultado! (Llora. Abre su bolsa de mano y
saca un pañuelito para secarse las lágrimas.)
SEÑOR BERTRAND (Indignado.): Señor Mercier, ésta no es forma de tratar a
una dama.
SEÑORA MERCIER (Llora.): Es un rústico.
SEÑOR BERTRAND: Sí. Desentona en nuestra reunión.
SEÑORA MERCIER (De pronto, deja de llorar.): Lisandro, ve a darles de
comer a los canarios.
SEÑOR MERCIER: Sí, querida... (Va salir, pero regresa.) Amorcito, no
tenemos canarios.
SEÑORA MERCIER: ¡Ve a darles de comer!
SEÑOR MERCIER: Sí, querida. (Sale.)
SEÑORA MERCIER: ¡Un patán! (Llora otra vez.)
SEÑOR BERTRAND (Le seca los ojos con el pañuelo.): Vamos, vamos, ya
pasó, mi palomita, ya pasó... ¡Mira qué lindo pañuelito!... Vamos a guardarlo.
(Mete el pañuelo dentro de la bolsa de la Señora Mercier y encuentra algo, saca
una pistola.) Pero, ¿qué es esto, mi querida señora ?
SEÑORA MERCIER: ¿Esto?... Pues es... una pistolita.
SEÑOR BERTRAND: ¿Una pistolita?... Mejor vamos a guardarla. (La vuelve a
meter en la bolsa.) ¿Y para qué la quiere, mi querida señora? ¿Para qué quiere
una pistolita?
SEÑORA MERCIER (En voz baja.): ¿No se lo dirá a nadie?
SEÑOR BERTRAND: A nadie.
SEÑORA MERCIER (Con gran misterio.): Debe usted saber... que en la cocina
hay cucarachas.
SEÑOR BERTRAND: ¡No!
SEÑORA MERCIER: ¡Sí!
SEÑOR BERTRAND: ¡Mi pobre amiga!
SEÑORA MERCIER: Es un deshonor para mi matrimonio, lo sé...
SEÑOR BERTRAND (Grave.): Mi querida amiga, si se hubiera casado
conmigo...
SEÑORA MERCIER: Tiene razón. Usted me habría protegido de las
cucarachas...En cambio Lisandro sólo piensa en las máquinas de vapor.
SEÑOR BERTRAND: ¿En qué?
SEÑORA MERCIER: Es para su futuro. Va a estudiar el funcionamiento de las
máquinas de vapor en la industria.
SEÑOR BERTRAND: ¡Las máquinas de vapor! ¡Qué moderno!
SEÑORA MERCIER: Sí, muy adelantado para nuestra época.
SEÑOR BERTRAND: Pero eso es fantástico, mi querida señora, ¡fantástico!
¡Ahora que todo el mundo se preocupa por la electrónica, las máquinas de vapor
serán un verdadero descubrimiento.
CRIADA (Fuera de escena.): ¡Oh, señor Mercier, tiene usted una manera tan
irresistible de pedir las cosas!... ¡Oh, señor Mercier, tenga compasión de una
muchacha inocente!... Señor Mercier, por favor... (Suspiros eróticos.) ¡Ay!...
¡Oh!... ¡Señor Mercier!...
SEÑORA MERCIER (Que escuchó indignada.): ¡Lisandro!
SEÑOR MERCIER (Entrando, apresurado.): Sí, querida.
SEÑORA MERCIER: ¿Qué hacías en la cocina?
SEÑOR MERCIER: Nada, querida, nada.
CRIADA (Entra, arreglándose la ropa.): El señor Mercier me enseñaba a cuidar
de los canarios.
SEÑORA MERCIER (Indignada.): ¡No puedo creerlo!
SEÑOR MERCIER: No lo creas, querida, no lo creas.
Se interrumpen porque ven a Lecocq, que volvió a cruzar el escenario, al fondo,
y se detuvo a observarlos.
SEÑORA MERCIER: ¡Otra vez!
Lecocq desaparece. La Señora Mercier va a ver. Por otro extremo Lecocq surge
de pronto, llama el timbre. Vuelve a desaparecer.
CRIADA: Voy yo, no se molesten. (Pero Lecocq ya entró y está frente a ella.)
¡Ah, qué tal, Leopoldo!
LECOCQ: Lecocq. Anarquista. Pasaba por aquí...¿Por casualidad aquí es el
número doscientos setenta y tres, departamento siete?
SEÑOR MERCIER: Doscientos setenta y... No, no es aquí.
LECOCQ (Alarmado.): ¿No? Entonces debe ser el quinientos treinta y siete,
departamento tres.
SEÑOR MERCIER: ¿Quinientos treinta y...
SEÑORA MERCIER (Interrumpe.): ¡Tampoco!
SEÑOR MERCIER (Amable, a Lecocq.): Tampoco.
LECOCQ: ¿Tampoco? (Destruido, se deja caer en una silla.) ¡Es una lástima!
¡Una verdadera lástima! (Revive, de pronto; se levanta.) Sin embargo, perdonen
ustedes, disculpen la pregunta. no quisiera ser indiscreto... (Al señor Mercier.)
¿Por casualidad usted no se llama Casimiro?
SEÑOR MERCIER: ¿Casimiro?... No, lo siento, ése no es mi nombre.
LECOCQ: ¿No? (A la Señora Mercier, angustiado.) ¿Y usted no se llama
Rosalía?
SEÑORA MERCIER: ¡No!
LECOCQ (A la Criada.): ¿Y usted, señorita, no tiene un novio bombero?
CRIADA: No, señor. Mi novio es policía.
LECOCQ (En el colmo de la desesperación.): ¿Y por casualidad no han visto por
aquí a una cantante calva?
SEÑOR BERTRAND: No. No la hemos visto.
LECOCQ (Abrumado, destruido.): Entonces me equivoqué de obra, digo, de
casa. ¡Tengo mala suerte!
SEÑOR MERCIER: ¡Pobre hombre!
SEÑORA MERCIER: Véronique, acompañe al señor a la puerta.
LECOCQ (De pronto, reanimado.): Disculpen ustedes, me retiro.
CRIADA (Coqueta.): ¿Tan pronto?
LECOCQ: Lecocq, Leopoldo. Pasaba por aquí.
CRIADA: Vamos, Leopoldo. ¡Por la cocina!.. (Salen, ella coqueteando y él feliz.
Pero Lecocq regresa.)
LECOCQ (Abrumado.): ¡Muy mala suerte!
Sale. Sentados otra vez ante la mesa, los personajes en escena no saben de qué
hablar.
SEÑOR MERCIER: En Londres, esta noche, los trenes...
SEÑOR BERTRAND (Interrumpe.): Pues sí, las neurosis visten mucho.
SEÑORA MERCIER: ¿Las neurosis?
SEÑOR BERTRAND: Sobre todo para las fiestas. Cuando invito a mis amigos,
siempre les pido que traigan sus neurosis. Así las reuniones resultan más
divertidas. Y nadie se niega... Quién en nuestros días no tiene su poquito de
neurosis.
SEÑORA MERCIER: Bueno, los pobres no la tienen.
SEÑOR BERTRAND: No crea usted, mi querida señora, también la tienen.
SEÑORA MERCIER: ¡No me diga!
SEÑOR BERTRAND: Así es. Hoy en día, todo el mundo tiene de todo. Los
pobres se dan sus lujos: tienen televisión y neurosis.
SEÑORA MERCIER: ¡Quién iba a creerlo! ¡Y todo por culpa de la Revolución
Francesa!... Afortunadamente Lisandro y yo estamos muy ocupados y no nos
enteramos de esas cosas, ¿no es cierto, Lisandro?
SEÑOR MERCIER: Así es, querida.
SEÑORA MERCIER: Cuando la Revolución Francesa, le dije a mi marido:
ahora mismo empiezas con tus clases de inglés. Y cuando comenzó toda esa
historia del átomo, Hiroshima, Nagasaki, yo me puse a bordar. ¡Detesto lo
oriental! Punto de cruz clásico, ¡a la francesa!
Optimista, como quien llega contento a casa, con una barra de pan bajo el
brazo, Lecocq cruza por el fondo silbando "Qui a peur du méchant loup" Se
detiene detrás de ellos y los observa. Lo ven.
SEÑORA MERCIER: ¡Increíble!
Lecocq desaparece. El Señor Mercier va a ver. Lecocq aparece y desaparece en
las narices del Señor Mercier. Finalmente va a llamar el timbre y, según su
costumbre, desaparece nuevamente.
CRIADA (Entrando.): ¡Voy, querido, voy!... (Pero Lecocq ya está dentro.)
LECOCQ: Lecocq, Leopoldo. De Gante. ¿Por casualidad es aquí donde quieren
una barra de pan?"
SEÑOR MERCIER: ¿Una barra de pan? Permítame preguntar: Querida, es aquí
donde quieren...
SEÑORA MERCIER (Interrumpe.): ¡No! ¡No es aquí!
LECOCQ: ¿No? Qué lástima! (Abrumado, se derrumba en el sofá.)
CRIADA: No te preocupes, Leopoldo; no te preocupes, querido.
LECOCQ (De pronto, optimista, saca estambre y agujas y se pone a tejer.):
Pasaba por aquí y pensé... Si algún día la gente se decidiera a llamar así, a una
casa, y ofrecerle a su vecino una barra de pan, el mundo sería distinto. ¿No
creen?
SEÑOR MERCIER: Sí, sería distinto.
LECOCQ (Empieza a afligirse.): Siempre es bueno tener una casa a donde llevar
una barra de pan.
SEÑOR MERCIER (En el tono de Lecocq.): Sí, siempre es bueno.
LECOCQ (Llora.): Yo compro cada noche una barra de pan, pero vivo solo. No
es lo mismo llevar a casa una barra de pan cuando se vive solo que cuando hay
alguien que espera una barra de pan.
SEÑOR MERCIER (Llora.): No es lo mismo.
LECOCQ (Desesperado.): Siempre quise tener alguien a quien llevarle una barra
de pan.
SEÑOR MERCIER (Mismo tono que Lecocq.): ¡Pobre hombre!...
LECOCQ (De pronto muy seguro de sí, agresivo.): Claro que me llevo la barra
de pan a mi casa, para mí. Pero no es lo mismo. Además, a mí no me gusta el
pan.
SEÑOR BERTRAND: Si no le gusta, ¿por qué lo compra?
LECOCQ (Muy digno.): Hay que ocuparse en algo, ¿no es cierto?
SEÑOR MERCIER: En eso tiene razón.
SEÑORA MERCIER: ¡Lisandro!
SEÑOR MERCIER: Sí, querida.
LECOCQ: Me retiro. Ya sé el camino. Por la cocina.
SEÑORA MERCIER: Véronique, acompáñelo.
CRIADA: Vamos, chéri. (Salen. Y como de costumbre, Lecocq regresa, pero esta
vez sigue optimista.)
LECOCQ: Disculpen si hoy no regreso. Es tarde. Pero mañana sin falta puedo
venir y... SEÑORA MERCIER (Interrumpe.): ¡Adiós!
LECOCQ: Adiós. (Sale, pero regresa y corrige a la Señora Mercier.) ¡Hasta
mañana! (Sale.)
SEÑOR MERCIER: A lo mejor piensa mudarse a vivir aquí.
SEÑORA MERCIER: ¡La institutriz mañana mismo!
SEÑOR MERCIER: Pero si yo solamente decía...
SEÑORA MERCIER: No volveremos a recibir a ese anarquista.
SEÑOR BERTRAND: Señora Mercier, señor Mercier, ya que hablamos de...
anarquismo, como amigo de la familia siento el deber de avisarles que el alza del
oro ha sido un peligro para la correcta circulación de los vehículos en París.
SEÑOR MERCIER: Pero si el oro baja.
SEÑOR BERTRAND: También sube. El alza del oro ha causado inquietud entre
las clases bajas.
SEÑORA MERCIER: ¡Qué horror, las clases bajas!
SEÑOR MERCIER: No sabía que las clases bajas se preocuparan por el oro...
SEÑOR BERTRAND: Los campesinos creen que el alza del oro podría tener
repercusiones en las cosechas de ajonjolí. Y se han puesto de verdad
insoportables. Por su parte, la nobleza y el tercer estado...
SEÑOR MERCIER: Quiere usted decir el tercer mundo.
SEÑORA MERCIER (Al Señor Mercier.): Quiere decir los políticos y nosotros.
SEÑOR BERTRAND: Por su parte. la nobleza se ha unido al clero. Y entre todos
me temo que pueden hacer saltar la bolsa de valores.
SEÑORA MERCIER: ¡Con eso de que los hombres usan bolsa!
CRIADA (Entra, llorando.): ¡Estoy embarazada!... ¡Estoy embarazada! ...
(Coqueta.) Y no sé de cuál de los tres.
SEÑORA MERCIER: ¿Cómo?
CRIADA: No sé si el niño es del señor Bertrand.
SEÑORA MERCIER: ¡Qué está usted diciendo! (Al Señor Bertrand, que se
escabullía.) ¡Philippe!
SEÑOR BERTRAND: Eh... Bueno, me temo que mientras hablábamos de la
silvicultura del País de Gales...En fin, una aventura sin importancia.
CRIADA(Coqueta.):... O del señor Mercier... (Éste se va a esconder detrás del
sofá.)
SEÑORA MERCIER: ¿De quién?
CRIADA: A lo mejor el niño es del señor Mercier.
SEÑORA MERCIER-. ¡Lisandro!
SEÑOR MERCIER (Se asoma.): Verás, querida, resulta que mientras le
enseñaba a Véronique a... darle de comer a los canarios...
SEÑORA MERCIER: ¡Basta!
CRIADA(Coqueta,): O de Leopoldo...
SEÑORA MERCIER (Viendo a Lecocq que cruza el escenarío, al fondo.): ¡El
anarquista!
CRIADA: El niño también puede ser de Leopoldo.
Lecocq, que en ese instante iba a llamar el timbre, cambia de opinión y
desaparece.
SEÑORA MERCIER (Por Lecocq.): ¡Oh!... (A la Criada.) ¡Pero cómo es
posible! Si solamente lo acompañó usted a la puerta.
CRIADA (Muy digna.): Lo acompañé tres veces, señora. Hay quien queda
embarazada a la primera.
SEÑOR MERCIER: Eso sí, querida, eso es cierto.
SEÑORA MERCIER: ¡Cállate!
CRIADA: Señora, me marcho. Tendrá que buscarse otra para que salga del
pastel.
SEÑORA MERCIER: ¡Cómo! ¿Se va?
CRIADA: Mi novio es muy celoso. Si se enterara de las cosas que suceden en
esta casa... ¡Me marcho ahora mismo! (Sale.)
SEÑORA MERCIER: No puede ser. ¿Quién nos servirá el té? (Se derrumba en
el sofá.)
SEÑOR BERTRAND : No se preocupe. Trataré de convencerla de que se quede.
SEÑORA MERCIER: Gracias, señor Bertrand, gracias...
SEÑOR BERTRAND: Por lo menos, hasta que salga del pastel. (Saliendo.)
¡Véronique!... ¡Señorita!
SEÑOR MERCIER: Qué le vamos a hacer... No te disgustes... Hoy en día todo el
mundo queda embarazado...Mujeres, y hombres, con esto de la cirugía...No te
disgustes, qué le vamos a hacer... (La Señora Mercier saca la pistola de su bolsa
de mano.) ¿Qué es esto, Matilde querida?... ¡Oh, qué pistolita tan mona, tan
femenina!
SEÑORA MERCIER: Muy femenina...(De pronto le clava la pistola.) Es para ti,
Lisandro.
SEÑOR MERCIER: Pero, Matilde, ¿tan pronto?
SEÑORA MERCIER (Retira la pistola, severa.) ¿Te parece pronto?
SEÑOR MERCIER: Pensé que podríamos compartir una noche más, unas clases
más, algunos canarios más...
SEÑORA MERCIER: ¿Vas a ponerte romántico?
SEÑOR MERCIER: A la hora de morir uno hace tantas cosas...
SEÑORA MERCIER: Lisandro, todo el día he querido estar a solas contigo.
SEÑOR MERCIER: Pero, querida, si ya no hacemos el amor.
SEÑORA MERCIER: No seas convencional. Quería estar a solas contigo... para
esto: Clíc. (Le díspara. Es una pistola de juguete, de la que sale un pollito.)
SEÑOR MERCIER: ¡Oh!...Muero injustamente. Muero... ¡por las clases bajas!
(Cae sentado, como un pajarito: todavía dice:) Pío, pío, pío... (Muere.)
SEÑORA MERCIER (Despectiva.): Siempre pensé que eras partidario de la
Revolución Francesa.
SEÑOR BERTRAND (Entrando.): Logré convencerla. ¡Se queda!
SEÑORA MERCIER: Mi querido señor Bertrand, estoy dispuesta a olvidar ese...
pequeño incidente de la criada.
SEÑOR BERTRAND (Apasionado, va hacia ella.):¡Matilde, mon amour!... (El
cadáver del Señor Mercier-pajarito cae de lado.) ¡Oh, pero qué es esto!
SEÑORA MERCIER: ¿Esto?...Es el señor Mercier.
SEÑOR BERTRAND: Está...muerto.
SEÑORA MERCIER (Limpia la pistola con el pañuelito.): Mi querido amigo,
¿me guardaría usted un secreto?
SEÑOR BERTRAND: ¿Un secreto?
SEÑORA MERCIER: Obviamente acabo de matar a mi marido... (Coqueta.)
Pero ése puede ser un pequeño secreto entre usted y yo. (Guarda la pistola en su
bolsa.)
SEÑOR BERTRAND: ¡Oh, comprendo!... Comprendo, mi querida amiga... Lo
hizo usted por mí, por nuestro amor.
SEÑORA MERCIER: No sea convencional. A nuestro amor no le estorbaba el
señor Mercier. Lo hice... ¡para ahorrarme la institutriz!
SEÑOR BERTRAND: ¡La institutriz! ¡Qué ingenio, mi querida señora, qué
sutileza!
SEÑORA MERCIER: Mi querido señor Bertrand, es usted muy galante. (Le
tiende la mano, que él besa.) ¡Oh, jo, jo, jo, jo, jó!...
Se corta la risa. Se inmovilizan. Un silencio.
SEÑORA MERCIER: Dentro de unos momentos nos servirán el té.
Se vuelven a inmovilizar, viendo el cadáver del Señor Mercier. La música que
nos trajo a este cuadro mientras, al fondo, Lecocq entra alegre, silbando su
canción. Se detiene y ve al muerto. Se asusta y desaparece. Sonriente, otra vez
seguro de sí mismo, vuelve a aparecer. Saca una pistola y dispara hacia la sala.
De la pistola sale una banderita que muestra al público y que dice:
INTERMEDIO
Cuadro quinto: Ellos.
Escenario vacío. Luz de trabajo. Ellos ante sus scripts. Luisa ensaya, con una
pistola imaginaria.
LUISA: A solas contigo, para esto. (Hace ademán de disparar.) Para esto.
(Dispara otra vez. Se da cuenta de que los demás la observan.) Qué les parece,
maté al pobre de Lisandro.
BRIJINSKI: Tenías que matarlo. Era el marido.
MARTA: Los ensayos no van a estar fáciles.
SÓFOCLES: Ciertos ademanes, incluso ciertos tics podrían ayudar en su
insignificancia al señor Mercier... (Algo se le ocurre.) Brijinski, torcerás el cuello
a cada rato. (Lo hace, imitando el tic del Señor Mercier.) Es un movimiento de
evasión.
BRIJINSKI: ¿Torceré el cuello? (Trata de hacerlo y no le sale.) A ver si doy el
ancho...
BOBBY: ¿Me decías?
SÓFOCLES (A Brijinski.): Necesitarás también, como punto de apoyo, unos
anteojos. Subrayarán estados anímicos de tu personaje. Es un inseguro, necesita
agarrarse de algo, aunque sea de sus anteojos.
BRIJINSKI: ¿Voy a agarrarme de unos anteojos?
SÓFOCLES (Sin contestarle, inventando.): Muy pequeños, con sólo medios
cristales.
BRIJINSKI: Se me van a caer.
BOBBY: ¿Qué cosa?
SÓFOCLES: Continuamos. (Vuelve la hoja.) Tercera obra.
BRIJINSKI: Perdón... Yo quiero hacer pipí.
MARTA: Yo tengo hambre... Traje una torta.
SÓFOCLES: De acuerdo. Diez minutos para pipí y torta.
BRIJINSKI (A Marta.): ¡Vente, vámonos!... Bueno, cada quien por su lado. Tú a
la torta y yo a... (Salen.)
BOBBY (Saliendo tras ellos.): Inviten, ¿no? Aunque sea a la torta... (Sale.)
LUISA: ¿Qué significa esto? ¿Vamos a interrumpir ahora, a media lectura, en
caliente?
SÓFOCLES: Así nos enfriamos.
LUISA: ¡Grosero!
SÓFOCLES: Y yo hago una siesta. (Se acuesta en el suelo.)
LUISA: ¿Una siesta? ¿Por la noche?
SÓFOCLES: No seas burguesa. Cualquier hora es buena para hacer una siesta.
LUISA: Sófocles, levántate de ahí, quiero hablar contigo.
SÓFOCLES: ¿Qué pasa? ¿No te gustan tus papeles?
LUISA: No se trata de la obra, sino de nosotros.
SÓFOCLES (Se sienta.): Te equivocas, Luisa. Mientras estemos en este
escenario se trata de la obra.
LUISA: Está bien, está bien, pero no vamos a estar en este escenario toda la
vida... (Suave.) Ni siquiera toda la noche... ¿Qué haces a la salida?
SÓFOCLES: ¿A la salida?
LUISA: Te invito a mi casa. Empezamos por tomar el té... Apuesto a que te
inspiraste en nosotros; siempre empezábamos por tomar el té. ¿Recuerdas?
SÓFOCLES: Sí, recuerdo.
LUISA: Primero el té y después... lo que quieras.
SÓFOCLES: Lo siento, Luisa... Hoy no. (Se vuelve a acostar.)
LUISA (Furiosa.): ¡Eres un presumido! Te crees muy listo... Eres un vanidoso,
un... (No encuentra adjetivo.) un... ¡Y además, egoísta!
SÓFOCLES: Luisa, ya pasó el melodrama.
MARTA (Entra compartiendo con Brijinski restos de una torta imaginaria.)
Mira, Brijinski, mi novio es muy celoso.
BRIJINSKI: ¿El policía?
MARTA: ¿Cuál policía? Mi chavo, el de a de veras... ¡lo voy a invitar al estreno
de la obra!
BRIJINSKI: Ni hablar.
MARTA: Pensar que me va a ver de cabaretera.
BRIJISNKI: ¡Y de criada embarazada!
LUISA (A Sófocles.): Y además, ¡pedante! (Sale.)
MARTA:¿Qué le pasa?
SÓFOCLES: Nada. Es buena actriz.
MARTA: Voy con ella.
BRIJINSKI: ¿Y tú qué haces en el suelo?
SÓFOCLES: Duermo la siesta.
BRIJINSKI: ¿Duermes?
SÓFOCLES: ¡Profundamente!
BRIJINSKI: Una extraña manera de dormir...
BOBBY (Entrando.): ¿Por qué extraña? En el teatro nada es extraño. Claro que
lo más sabroso es dormir como espectador en una butaca. (A un espectador.) ¿No
es cierto, doctor? Qué bueno que vino. Se cambió de lugar...
BRIJINSKI: ¿Con quién hablas?
BOBBY (A Brijinski.): ¡Al fin solos! A ver, virgencito, venga para acá.
BRIJINSKI: ¡No soy virgencito, joto de mierda!
BOBBY: ¿Cómo dijiste?
BRIJINSKI: Perdona... No quise ofenderte... Discúlpame. . .
BOBBY: Está bien. Soy, joto.
BRIJINSKI: ¿Lo eres?
BOBBY: ¿A poco te cae de sorpresa?
BRIJINSKI: Creí que le estabas haciendo al cuento. Que estabas actuando.
BOBBY: Bueno, cuando me conviene también actúo. La verdad, estoy pasando
por una etapa ambidiestra.
BRIJINSKI: ¿Ambidiestra?
BOBBY: Y luego un día te das cuenta de que se te fue la vida en el teatro. (Se
convierte en Luis XIV.)"Mi Majestad"... (Un aparte, como Bobby.) le decía el rey
a su comediante, (Vuelve a ser Luis XIV.) "Mi Majestad tenía en mente otros
problemas y no estaba pensando en su obra la primera vez que la vi." (Como
Bobby, explica.) Luis XIV a Moliére.*
BRIJINSKI: No entiendo.
*En palabras aproximadas, según crónica de la época escrita por Grimarest,
reproducida en el libro Les chefs d'ouvre de Moliére, Americ-Edit., Río de
Janeiro, Brasil, tiraje de 50 ejemplares.
BOBBY (Serio, para sí.): Lo que puede ayudarte es creer en Dios. Yo platico
con Él a veces.
BRIJINSKI: No entiendo.
BOBBY (Nervioso, canta.): "Ridi pagliaccio”.
BRIJINSKI: Bobby, estás temblando.
BOBBY: Mira, vir... jovencito: ¿Crees que se puede trabajar al mismo tiempo en
un pinche programa de televisión, en una serie de doblaje, estar de extra en una
película por la mañana, animador de un show de cabaret en la madrugada,
merolico en funciones para niños por las tardes, actor por las noches y además no
temblar?
BRIJINSKI: Pues sí, son muchas cosas... es demasiado.
BOBBY-. Por qué demasiado. Te deja un poquito tembloroso, nada más.
BRIJINSKI: Bobby, ¡me caes bien!
BOBBY (Sexy.): Eso suena excitante... (Pero Brijinski se le escapa hacia Marta,
que viene entrando.)
BRIJINSKI: ¡Martita, cuánto tiempo sin verte!
MARTA (Divertida.): ¿Me extrañaste mucho?
BRIJINSKI: ¡No sabes!
SÓFOCLES (Se pone en pie.): ¡Nueve minutos y medio! ¡A trabajar! Tomen sus
scripts. ¿Dónde está Luisa?
LUISA (Entrando.): En los camerinos hay ratas.
SÓFOCLES: ¿Viste alguna?
LUISA: No, pero esos camerinos están convertidos en bodega y estoy segura de
que...
SÓFOCLES (Interrumpe.): Luisa, no viste ratas. ¿De acuerdo?
LUISA: De acuerdo.
SÓFOCLES: Tercera pieza. En honor de Rimbaud se titula: "El barco ebrio".
BRIJINSKI (Soñador.): El barco ebrio...
SÓFOCLES: Desde luego no hay ningún barco.
BRIJINSKI: ¿No?
SÓFOCLES: Anda perdido en el mar. (Pedante.) Aunque el poema de Rimbaud
puede considerarse como punto de partida del simbolismo, mi obra, que algo
tiene de simbolismo y también de romanticismo -y hasta de impresionismo-es
quizás básicamente surrealismo.
BOBBY: ¿Surrealismo? ¡Puta madre!
MARTA: ¡Surrealismo, qué padre!
BRIJINSKI: Por fin, ¿padre o madre?
LUISA (Vuelve hojas del scrpit.): ¡Sí era cierto! Me tocó el papel de alga.
BRIJINSKI:¡Y a mí el de... ¿qué dice aquí? ¡Liquen! ¿Qué es eso?
MARTA: Es una planta.
BRIJINSKI: ¿Soy una planta?
SÓFOCLES: Hoja cuarenta y cinco. Leemos. (Lee.) El mar. Una playa. Una
pareja de novios en una banca. Visten de color azul... (Viendo a sus personajes.)
Los azules de Chagall.
LUISA: ¿Por qué Chagall?
SÓFOCLES: Porque me gustan sus azules. (Lee.) Dos líquenes de mar, Chondrus
Crispus, es decir, dos algas rojas, a las que llamaremos, para diferenciarlas, Alga
y Liquen, sobre una roca que de vez en cuando cubren las olas...
BRIJINSKI: ¡Soy alga!...
SÓFOCLES: Las de esta especie vienen de aguas profundas y el mar las echa a la
orilla. Yo las quise arraigadas sobre una roca.
LUISA: En fin, eres el autor.
SÓFOCLES (Lee.): Cruza la escena un caballero vestido de negro. (Voltea a ver
a Bobby.)
BOBBY: Sí, yo.
SÓFOCLES (Lee.): Trae una red para cazar mariposas.
BOBBY: ¡Mariposas!
El escenario se pinta violentamente con una pantalla de color intenso y los
actores salen, menos Bobby, que da saltitos con una red imaginaría jugando a
cazar mariposas. Sale también, a la vez que entran las Algas, dentro de un "traje
de roca", que comparten y por el que únicamente asoman cabezas (con
rostrillos) y manos. Arrastran los pies en zigzag para colocarse en el área que
les corresponde, se arrodillan, hunden las cabezas dentro de la roca y dejan
afuera solamente las manos. Entra a escena una banca en la que están sentados,
inmóviles, los Novios. Desaparece la pantalla de color y luz para el cuadro que
sigue.
Cuadro sexto: El barco ebrio.
(Obra en un acto)
El mar...
Entra, con la red para mariposas, el Caballero vestido de negro, traje de los
años veintes, sombrero hongo. Cruza la escena fuera del tiempo, sin ver a los
demás personajes y, sin que ellos tampoco adviertan su presencia. Atrapa una
mariposa, pero la deja ir. Arrastrando la red, sale.
El reflector que baila en escena queda fijo. Entra el Narrador y mete dentro de él
la cara sonriente y optimista.
NARRADOR (Eufórico.): Respetable público: nos encontramos en los Estados
Unidos de Norteamérica. ¡ Iu, es, ei! ¡Chicago! (Aparece un letrero que dice
"Chicago".) Ciudad de cerdos, de gángsters y de dólares. La acción en casa de la
señora Marshall, dama que padece de una neurosis compulsiva y se desquita
haciendo obras de
caridad.
Desaparecen el signo de ($) y el letrero que dice "Chicago", mientras los actores
van entrando en sus papeles de Ellos, con los scripts y bailando todavía. Luz de
trabajo.
SÓFOCLES: Bueno, pues se acabó. Terminó la lectura. (Cierra el script.)
BOBBY (Irónico.): ¿Tan cortita?
MARTA (Romántica,): ¡Y tuvieron muchos hijos!
BRIJINSKI: ¿Muchos hijos? ¿Y cómo le hicimos?
LUISA (A Sófocles.): Ya te gusté para suegra.
MARTA: Lo malo es que yo no sé cantar.
BRIJINSKI: Yo tampoco.
SÓFOCLES: Tendrán que aprender en dos meses.
BOBBY: Se es actor o no se es.
SÓFOCLES: Por hoy nos vamos a casa. No olviden sus scripts. (Baja a la sala.)
Empezamos a ensayar mañana. Misma hora. No admito retrasos.
LUISA: Sófocles, yo quería decirte...
SÓFOCLES: ¿Es acerca de la obra?
LUISA (Enojada.): ¡No! No es acerca de la obra.
SÓFOCLES: Entonces, hasta mañana. Puntuales, por favor. (Sale por la sala.)
LUISA: ¡Sófocles!... (A los demás, enojada.) ¡Hasta mañana!
BOBBY: Productor, ¿traes carro? ¿Me das un aventón?
BRIJINSKI: ¿Te damos un aventón, Martita?
MARTA: No, gracias, viene mi chavo a buscarme... (Sale.)
BRIJINSKI (Suspira.): ¡Martita!...
BOBBY (Conyugal.): Querido, te estoy esperando.
BRIJINSKI: ¡Vámonos! (Sale por la sala.)
BOBBY (Saliendo tras él.): Ai te voy, papi, ai te voy... Espérame, mi amor...
Bobby salió por la sala. Por el escenario entra ahora Sófocles con pantalón y
camisa de Rogelio. Va y viene, revisa colocación de reflectores, bambalinas,
piernas del escenario, etc., mientras se oye:
Grabación: Tictac de reloj; un cucú nueve veces. Rumor de voces y frases del
público en el vestíbulo del teatro:
UNO QUE LLEGA TARDE: ¡Las nueve!
OTRO APRESURADO: ¿Qué ya van a empezar?
UNA JOVEN: A mí me sobra un boleto.
UN HOMOSEXUAL: A mí me hablaron, pero les boté el papel.
UNA CHISMOSA: Oye, que la obra no sirve.
UN INGENUO: Creo que es muy buena.
EL HOMOSEXUAL: ¡Lalito, cómo has estado!
UN SNOB: ¡Uy, teatro mexicano!
LA JOVEN: ¿Y tú con quién viniste?
EL HOMOSEXUAL: Ni siquiera me llegó invitación.
LA CHISMOSA: Están desorganizados.
UN NACO: Perdone, joven, ¿qué aquí es el tiatro Blanquita?
EL HOMOSEXUAL: Otro estreno, ¡qué flojera!
LA CHISMOSA: Dicen que están de llorar, de llorar...
SÓFOCLES:¡Vamos, vamos, dense prisa! ¿Quién no está listo? (Sale, se le oye
fuera de escena.) Ya hay gente en el vestíbulo... ¿Quién no está listo?
(Entrando.) Dense prisa. Día de estreno, día de estreno... (Sale.)
MARTA (Entrando, vestida de Cristina, con Luisa, que viste de Beatriz.) ¿Tan
pronto? ¿Ya pasaron dos meses?
LUISA: ¿Qué es el tiempo en el teatro, manita. Un parpadeo... ¡Me encantan
estos telones a la antigüita! (Ve la sala por el agujero de un telón imaginario.)
MARTA: A ver, déjame ver... (Ve por el agujero.) Una sala vacía siempre es
impresionante.
LUISA: Más impresionante es una sala llena...
Salen y entra Bobby, con peluca de Bobby y pantalón y camisa de Licenciado
Godínez. Trae en la mano la peluca de la Nana y la bata de hospicio de Archie;
además el script.
BOBBY: La peluca de la Actriz Dos en la Pierna Uno... (Va hacia la Pierna
Uno.) No. La peluca de la Actriz Uno en la Pierna Dos... (Va a la Pierna Dos y
deja la peluca.) Y la batita de Jacovlovichovito (La besa.) en la Pierna Seis. (Va
a la Seis.) No, en la Cinco (Deja la bata en la Pierna Cinco); en la Seis va el
pinche mantel de cuadros. (Deja el mantel en la Pierna Seis y anota.) La luz Seis
B se recorrió a luz Seis C y el track Nueve A Prima no está editado... Con eso de
que no alcanzó para asistente...
LUISA (Entrando, reclama.): Oye, Sófocles, quiero que sepas que en el ensayo
de ayer... ¿Dónde está Sófocles?
BOBBY (Desde su script.): Por ahí anda... (Luisa sale.) Checada mi red para
cazar mariposas... (Ve por el agujero del telón.) Doctor, donde no venga a mi
estreno no le vuelto a dar las... buenas noches.
BRIJINSKI (Entrando, con los calzoncillos ridículos de Liquen.): ¡Mira, Bobby,
me terminaron mi vestuario a tiempo! ¿Cómo me queda?
BOBBY: ¡Insensato! ¿Qué haces vestido de Chondrus Crispus? ¿Qué ya no te
acuerdas que entras como hermano de tu hermano, como Abel; no, como Caín;
¡entras como Arturo, insensato!
BRIJINSKI (Sale corriendo.): Voy a cambiarme.
BOBBY: Se me fue enterito... (Transición.) La pelica, digo la peluca de la
actriz... Bobby, ni que fueras principiante.. Bobby, Bobby, no te pongas nerviosa,
digo nervisa... (Sale.)
LUISA (Entrando.): Sófocles... ¿Dónde estará el pinche director?
SÓFOCLES (Entrando.): Aquí estoy. Luisa, ¿cómo andas de tiempo? ¿Qué
tienes que hacer, por ejemplo hoy, después del estreno?
LUISA (Feliz.): ¿Hoy?... ¡Nada, Sófocles, nada! ¡No tengo nada que hacer!
SÓFOCLES (Saliendo con ella.): Vamos a tu casa.
LUISA: ¡Te invito a tomar el té! (Salen.)
BOBBY (Entrando, con un micrófono imaginario.): Bueno, bueno... Porquería
de micrófono, no funciona... (Sopla en el aparato, lo inspecciona. Abre el
apagador.) Bueno...Sí funciona; estaba apagado. ¡No, si el debut de la Brijinski
me trae loca, loca, loca!... (Sale.)
BRIJINSKI (Entrando, con pantalón y camisa de Arturo, ensaya.): ¡Lo mato!
¡Le descerrajo un tiro al cabrón de mi hermano! (Cambia de personaje y se
convierte en Señor Mercier.) Ya me parecía a mí que hablaba inglés. (Cambia y
se convierte en Liquen.) No vuelvas a llamarme liquencito, vieja puta.
SÓFOCLES (Entrando.): ¿Nervioso?
BRIJINSKI (Salta del susto.): ¡No, no, nada nervioso!... (Conquistador.) Voy a
echarme a Beatriz, Matilde, la criada, Bonnie y el alga y regreso. (Sale.)
BOBBY (Entrando.): Estamos listos.
SÓFOCLES: Di orden de que dejen entrar al público a la sala. Bobby, das
primera.
BOBBY: Doy primera. (Van a salir, por extremos opuestos, pero se
inmovilizan.)
MARTA (Fuera de escena.): ¡Van a dar primera!
LUISA (Fuera de escena.): ¿Qué te pasa? Van a dar tercera.
SÓFOCLES: Bobby, das tercera.
BOBBY: Doy tercera. (Salen, cada quien hacia donde iba. Inmediatamente,
Bobby regresa y actúa con play back; como vedette hace su número pasándose
entre las piernas el cable imaginario del micrófono.)
GRABACIÓN (Voz de Bobby.): Atención, atención. Tercera llamada. Tercera. Se
suplica al público pasar a ocupar sus localidades. Tercera llamada. Comenzamos.
Sale Bobby y entra Sófocles, poniéndose el saco de Rogelio. Atraviesa el
escenario para ir a colocarse en su lugar y se cruza con Brijinski, que entró con
el saco de Arturo en la mano. Jugando, Sófocles lo asusta.
SÓFOCLES: ¡Arturo!
BRIJINSKI (A punto de llorar.): ¿Rogelio?
SÓFOCLES: Suerte. (Sale. Brijinski se pone el saco y coloca1a silla.)
BRIJINSKI (Melodramático.): ¡Golpeado por la vida!
En la actitud que ya le conocemos se derrumba en la silla y queda convertido en
Arturo. Al mismo tiempo, Beethoven: la Quinta Sinfonía, entran de golpe las
luces para En Las Lomas, esa noche y bajan de pronto la cantina y el candil.
Cuadro décimo: En Las Lomas, esa noche
(Parodia en un acto)