Historia para Que Libro Completo
Historia para Que Libro Completo
Historia para Que Libro Completo
¿PARAQUE?
(orlos Pere_yro
. Luis Villero
Luis Gonzólez
José Jooquín Blonco
Enrique Floresco.no
Arnoldo Córdovo
Héctor Aguilor Comín
(orlos monsivóis
Adolfo Gill_y
Guillermo Bonfil Botollo.
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siglo
veintiuno
editores
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siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, OELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXICO, D F.
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tFl
primeraedición, 1980
vigesimoprirnc:ra edici6n,200S
O siglo ,cxi editore1,s.a. de c.v.
isbn 968-23·1023•7
derechosre8et'Vlldos
conformea la ley
impresoy hecho en méxico/printedand madein mexico
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1NDICE
f5J
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ADVERTENCIA
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veces la franca desesperanza. En muchas oca-
siones se planteó la duda: ¿y para qué va a
servir todo esto? Esa y otras preguntas seme-
jantes no sólo cuestionaban la función y el
papel de los archivos: planteaban también
problemas acerca del sentido y la función de
la historia.
Aun cuando los historiadores no parecen
poner en duda la utilidad o la legitimidad de
-
la historia, lo cierto es que pocas veces res-
ponden expresamente a esas preguntas. Tam-
poco se dispone de textos razonados que a
partir de distintas prácticas y usos de la
historia den cuenta del porqué y el para qué tFl
se rescata, se ordena y se busca explicar el
pasado. Para comenzar a llenar esas lagunas
el Archivo General de la Nación invitó a un
grupo de historiadores y escritores a dar res-
puesta a esas preguntas. Los ensayos que
prepararon con ese fin forman el cuerpo de
este libro, que ahora publica Siglo XXI.
[7]
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CARLOS PEREYRA
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justamente lo que legitima un esfuerzo inte-
lectual? Me imaginé que nadie se atrevería
hoy a decir, con los positivistas de estricta
observancia, que el valor de una investigación
se mide, en todo y por todo, según su aptitud
para servir a la acción ... aunque la historia
fuera eternamente indiferente al horno faber
o al horno politicus, bastaría para su defensa
que se reconociera su necesidad para el pleno
desarrollo del horno sapiens." Tal vez sea pre- ,-
ferible decirlo en otros términos: sin negar,
por supuesto, el impacto de la historia que
se escribe en la historia que se hace, la apro-
piación cognoscitiva del pasado es un obje-
tivo válido por sí mismo o, mejor todavía, la
-
utilización (siempre presente) ideológico-po-
lítica del saber histórico no anula la signifi-
cación de éste ni le confiere su único sentido.
La utilidad del discurso histórico no desvirtúa e,.
su legitimidad, es cierto, pero ésta no se
reduce a aquélla.
No obstante, al parecer hay cierto apresu-
ramiento en la opinión de Bloch según la cual
"nadie se atreveria hoy a decir que el valor
de una investigación se mide según su aptitud
para servir a la acción". Chesneaux, por ejem-
plo, se atreve y, más aún, encuentra en esa
tesis -de Bloch un ejemplo del intelectualismo
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HISTORIA, ¿PAiµ ouO 15
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enraizada en una zona autónoma del conoci-
miento ... lo que contaba para él era pensar
históricamente, políticamente ... el estudio del
pasado no era para Marx indispensable sino
al servicio del presente. . . su opción era po-
lítica: el conocimiento profundo y sistemá-
tico del pasado no constituye un fin en sí
mismo. Marx no era un 'historiador marxis-
ta', pero sí ciertamente un intelectual revo-
lucionario." 3 No hace falta colocarse en una ,-
endeble posición intelectualista para advertir
que la perspectiva del intelectual revolucio-
nario no agota la razón de ser de la inves-
tigación histórica.
En efecto, frente a quienes suponen (con
-
base en una confusa noción de objetividad
donde ésta se vuelve sinónima de neutralidad
ideológica) que la única posibilidad de cono-
cimientos objetivos en el ámbito de la his- e,.
toria está dada por el confinamiento de la
investigación en un reducto ajeno a la con-
frontación social, es imprescindible recordar
el fracaso del proyecto teórico encandilado
con la tarea ilusoria de narrar lo sucedido
wie es eigentlich gewesen ist. Ranke tuvo
motivos suficientes para reaccionar a media-
' Jean Chesneaux, r'_Hacemos tabla rasa del pasa-
do? México, Siglo XXI, 1977.
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16 CARLOSPEREYRA
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tura pura de los documentos y en el ordena-
miento aséptico de los datos fue tan sólo un
estadio pasajero en la formación de la ciencia
histórica. Se vuelve cada vez más insosteni-
ble la pretensión de desvincular la historia
en la que se participa y se toma posición
de la historia que se investiga y se escribe.
En definitiva, "]a función del historiador no
es ni amar el pasado ni emanciparse de él,
sino dominarlo y comprenderlo, como clave
para la comprensión del presente".4
Ahora bien, el énfasis requerido para sa-
lirle al paso a las actitudes farisaicas in-
clinadas a elaborar un discurso histórico pre-
tendidamente aislado de la vida social en
-
tFl
curso, no tiene por qué conducir al esquema
reduccionista según el cual todo el sentido
del conocimiento histórico está supeditado a
las urgencias ideológico-políticas más inme-
diatas. El academicismo cree encontrar en
la doctrina de la neutralidad ideológica un
refugio para preservar el saber contra los
conflictos y vicisitudes del momento y, en
rigor, sólo consigue mutilar la reflexión
arrancándole sus vasos comunicantes ron la
principal fuente de estímulo intelectual: ter-
• E. H. Carr, ¿Qué es la historia?, Barcelona, Seix
Barral, 1969.
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IIISTORJ,\, ¿PARA our:? 17
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es la cándida frase del viejo Ranke: 'para
saber exactamente cómo pasó'. Con todo de-
talle, naturalmente."' El rechazo de la his-
toria como mero afán de curiosidades no
autoriza, sin embargo, a diluir su función
cognoscitiva en la vorágine de las luchas so-
ciales.
Ya se sabe dónde suele desembocar la re-
flexión presidida por la idea -según la
fórmula empleada por Chesneaux- de que ,-
"el estudio del pasado no es indispensable
sino al servicio del presente". Cuando se di-
suelve por completo la lógica propia del
discurso histórico en los zigzagueos de la
opción política inmediata, entonces no pue-
-
den extrañar ocultamientos, silencios v defor-
maciones: elementos triviales de info~mación
se vuelven tabú (el papel de Trotski en la
Revolución rusa, por ejemplo), áreas enteras e,.
del proceso social se convierten en zonas pro-
hibidas a la investigación, falsedades burdas
pasan por verdades evidentes de suyo, etc. El
hecho de que el saber histórico está siempre
y en todo caso confomrado también por la
lucha de clases, ya que "la ciencia se hace en
la vida misma y por gentes que trabajan
5 L. Febvre, Combates por la historia, Barcelona,
Ariel, 1970.
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18 CARLOS PEREY RA
-
planteamientos aparecen implicados en esta
indicación: uno refiere al hecho de que en
un nivel de complejidad no se encuentran los
elementos suficientes para explicar un plano
de mayor complejidad y otro subraya que Ja
génesis de una realidad no basta para expli-
car su funcionamiento. Se entiende, en con-
secuencia, por qué formula Bloch ese inte-
rrogante así como su reacción contra el mito
de los orígenes. "La explicación de lo más ,-
próximo por lo más lejano ha dominado a
menudo nuestros estudios. . . este ídolo de
la tribu de los historiadores tiene un nombre:
la obsesión de los orígenes. . . en el vocabu-
lario corriente los orígenes son un comienzo
-
que explica. Peor aún: que basta para expli-
car. Ahí radica la ambigüedad, ahí está el
peligro." Sí bien para todo fenómeno social
el conocimiento de sus orígenes es un mo- e,.
mento imprescindible del análisis y un com-
ponente irrenunciable de la explicación, ésta
no se agota aquí: saber cómo algo llegó a ser
lo que es no supone todavía reunir los elemen-
tos suficientes para explicar su organización
actual.
Ninguna respuesta a las preguntas que hoy
pueden formularse respecto a la situación
presente es posible en ausencia del saber his-
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HISTORIA, ¿PARA QUÉ? 21
-
social un espacio determinado sólo por consi-
deraciones culturales abstractas sino también
por el juego concreto de enfrentamientos y
antagonismos entre clases y naciones. Pocas
modalidades del saber desempeñan un papel
tan definitivo en la reproducción o transfor-
mación del sistema establecido de relaciones
sociales. Las formas que adopta la enseñanza
de la historia en los niveles de escolaridad
-
básica y media, la difusión de cierto saber
histórico a través de los medios de comunica-
ción masiva, la inculcación exaltada de unas
cuantas recetas generales, el aprovechamien-
to mediante actos conmemorativos oficiales tFl
de los pasados triunfos y conquistas popula-
res, etc., son pruebas de la utilización ideo-
lógico-política de la historia. "Nuestro cono-
cimiento del pasado es un factor activo del
movimiento de la sociedad, es lo que se ven-
tila en las luchas políticas e ideológicas, una
zona violentamente disputada. El pasado, el
conocimiento histórico pueden funcionar al
servicio del conservatismo social o al servicio
de las luchas populares. La historia penetra
en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás
permanece al margen de la contienda" (Ches-
neaux).
No es frecuente encontrar entre los histo-
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HISTORIA, ¿PARA QüÉ? 23
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dominantes en las diversas sociedades como
los grupos políticos responsables del poder
estatal, suelen invocar el pasado como fuente
de sus privilegios. De ahí que, como sucede
con muy pocas modalidades del discurso teó-
rico, la historia es sometida a una intensa
explotación ideológica. Si entre las cuestiones
básicas a plantear, Pierre Vilar incluye "1?
¿cuál fue, cuál es el papel histórico de la
,-
-
historia como ideología? 2? ¿ cuál es ya, cuál
podría ser el papel de la historia como cien-
cia?"/ ello se debe a que, en efecto, la historia
se emplea de manera sistemática como uno
de los instrumentos de mavor eficacia para
crear las condiciones ideológico-culturales que
facilitan el mantenimiento de las relaciones
de dominación.
El papel de la historia como ideología se
eleva como obstáculo formidable para la e,.
realización del papel de la historia como cien-
cia. Aunque todas las formas del saber se
desarrollan ligadas a resortes ideológicos que
intervienen con vigor en la 5elección de te-
mas y enfoques como en la utilización pos-
terior de los conocimientos, en el caso de la
historia la intervención de esos resortes ha
7 Pierre Vitar, Historia marxista, historia en cons-
trucción, Barcelona, Anagrama, 1974.
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24 CARLOS PEREYRA
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HISTORIA, ¿PARA out? 25
III
IV
-
plementarias: el saber intelectual recibe sus
estímulos más profundos de la matriz social
en permanente ebullición y, a la vez, los co-
nocimientos producidos en la investigación
histórica están en la base de las soluciones
que se procuran en cada coyuntura. Esta com-
plementariedad, sin embargo, no elimina las
tensiones y desajustes entre ambas funcio-
nes. Así, por ejemplo, la prolongada discusión
en torno al carácter nocivo o benéfico de los
juicios de valor en el discurso histórico puede
ser vista como índice de que tal complemen-
tariedad no carece de fricciones. Parece obvio
que las interpretaciones históricas incluyen
siempre juicios de valor y que ningún apego
-
tFl
a la pretendida objetividad del dato anula el
peso de los esquemas ideológicos en la na-
rración explicativa. La tendencia a rehuir los
juicios de valor para preservar una supuesta
pureza científica y evitar la contaminación de
los ingredientes ideológicos, exhibe incom-
prensión seria de cuáles son los modos en
que interviene la ideología en la producción
de conocimientos.
Ahora bien, ¿se justifica sin más la antigua
tradición según la cual junto con su tarea
informativo-analítica, la historia está obliga-
da a juzgar los acontecimientos y sus prota•
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HISTORIA, ¿PARA QUÉ? 29
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menos que empobrecer la función teórica de
la historia. Por ello se pronuncia Febvre con-
tra el historiador-fiscal y señala que "ya es
hora de acabar con esas interpretaciones re-
trospectivas, esa elocuencia de abogados y
esos efectos de toga. . . no, el historiador no
es un juez. Ni siquiera un juez de instruc-
ción. La historia no es juzgar; es comprender
-y hacer comprender."
,-
-
Si la manía de enjuiciar deriva con facili-
dad en un obstáculo adicional para la expH-
cación histórica, ello se debe a que tiende a
ocultar la constitución del mundo social: un
proceso formado por numerosos subprocesos
articulados entre sí. Los juicios de valor in-
hiben la recuperación de las luchas, sacri-
ficios, forcejeos, y contradicciones que inte-
gran el movimiento de la sociedad y borran
todo con la tajante distinción entre los prin- e,.
cipios del bien y el mal. El achatamiento del
esfuerzo explicativo generado por la propen-
sión a juzgar limita la capacidad de pensar
históricamente. Si, como le gusta recordar a
Vilar, no se puede "comprender los hechos"
más que por la vía de "pensarlo todo histó-
ricamente", entonces es preciso ir más allá
de la simple localización de aciertos y fraca-
sos en la actividad de los hombres, para en~
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LUIS VILLORO
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ferencia por una especie de caza, de un hábito
alimenticio. Parecería que, de no remitirnos
a un pasado con el cual conectar nuestro
presente, éste resultara incomprensible, gra-
tuito, sin sentido. Remitirnos a un pasado
dota al presente de una razón de existir, ex-
plica el presente.
Esta función que cumplía el mito en las
sociedades primitivas la cumple la historia
en las sociedades desarrolladas. Un hecho ,-
deja de ser gratuito al conectarse con sus
antecedentes. A menudo la conexión es inter-
pretada como una explicación y el antece-
dente en el tiempo, como causa. En historia
se suelen confundir las dos acepciones de la
-
palabra "principio". "Principio" quiere decir
"primer antecedente temporal de una secuen-
cia", "inicio", pero también tiene el sentido
de "fundamento", de base en que descansa la e,.
validez o la existencia de algo, como cuando
hablamos de "los principios del derecho", o
"del Estado". La historia quizá nazca, como
lo hizo notar Marc Bloch, de lo que él llamó
"ídolo de los orígenes" o "ídolo de los prin-
cipios", es decir, de la tendencia a pensar
que al hallar los antecedentes temporales de
un proceso, descubrimos también los funda-
mentos que lo explican.
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38 LUIS VILlORO
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no están presentes, pero que debemos supo-
ner para dar razón de )os primeros. Así tam-
bién en la historia. El historiador pensará,
por ejemplo, que el Estado actual puede expli-
carse por sus orígenes, pero si se propone esa
tarea es justamente porque ese Estado existe,
en el presente, con ciertas características que
plantean preguntas;. y son esas preguntas las
que incitan a buscar sus antecedentes. El
historiador tiene que partir de una realidad
actual, nunca de una situación imaginaria;
esto es lo que separa su indagación de la del
novelista, quien también, a menudo, escu-
driña en el pasado. Quiere esto decir que, a
la vez que el pasado pennite comprender el
-
tFl
presente, el presente plantea los interrogantes
que incitan -a buscar el pasado. De allí que
la historia pueda verse en dos fonnas: como
un intento de explicar el presente a partir de
sus antecedentes pasados, o como una em-
presa de comprender el pasado desde el pre-
sente. Puede verse como "retrodicción", es
decir, como un lenguaje que infiere lo que
pasó a partir de lo que actualmente sucede.
Esta observación podría ponernos en la pista
de una motivación importante de la historia.
El historiador, al examinar su presente,
sueJe plantearle preguntas concretas. Trata
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EL SENTIDO DE LA HISTORIA 39
-
necer inconsciente para el historiador, asun-
to de psicología, al margen de los métodos
históricos empleados; pero aunque no esté
dicho, se muestra en las preguntas --explí-
citas o tácitas- que presiden la obra histó-
rica. Así, el intento por explicar nuestro pre-
sente no puede menos de estar motivado
por un querer relacionado con ese presente.
Benedetto Croce describía así la historia: "el
-
acto de comprender y entender inducido por
los requerimientos de la vida práctica". En
efecto, la historia nace de necesidades de la
situación actual, que incitan a comprender
el pasado por motivos prácticos. tFl
Si nos fijamos en esta relación presente-
pasado veremos cómo son intereses particu-
lares del historiador, que se originan en su
coyuntura histórica concreta, los que suelen
moverlo a buscar ciertos antecedentes, de
preferencia a otros. A modo de ejemplos po-
dríamos recordar algunos momentos de la
historiografía. La historia política con base
documental tiene sus inicios en historiadores
renacentistas italianos: ellos necesitaban in-
dagar los antecedentes en que se basaban los
pequeños estados de la península, con el ob-
jeto de recomendar a los príncipes las medi-
das eficaces para consolidarse. El comienzo
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40 LUIS VILLORO
-
verdaderos y los falsos, someter a crítica la
veracidad de los testigos, antiguos padres,
legisladores e historiadores de la Iglesia, de-
terminar los autores y las fechas de elabo-
ración de los textos. Para poder demostrar
la justeza de sus pretensiones tuvieron que
intentar un nuevo tipo de historia. Por más
útiles que hayan sido al interés general de
la ciencia, los inicios de la crítica documen-
tal estuvieron motivados por un interés par- ,-
ticular de la vida presente.
Pensemos en ejemplos más cercanos a no·
sotros. La historia de México nace a partir
de la conquista. Los primeros escritos res-
ponden a un hecho contemporáneo: el en-
-
cuentro de dos civilizaciones; intentan mane-
jarlo racionalmente para poder orientar la
vida ante una situación tan desusada. De allí
los diferentes tipos de historia con que nos e,.
encontramos. Los cronistas escriben con cier•
tos objetivos precisos: justificar la conquista
o a determinados hombres de esa empresa,
fundar las pretensiones de dominio de la
cristiandad o de la Corona, dar fuerza a las
peticiones de mercedes de los conquistadores
o aun de nobles indígenas. Otras obras tienen
fines distintos: las historias de los misione-
ros están dirigidas principalmente a explicar
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EL Sl:NTlOO DE LA HISTORIA 41
11
-
cia de estar realizando propósitos en común
y de estar sujetos a reglas que nos ligan.
Propósitos y reglas. No podría estar realizan-
do ahora este acto de escribir si no aceptara
implícitamente ciertas reglas de relación. Pue-
den no ser nonnas escritas, como las reglas
más elementales de comunicación entre los
hombres, el respeto a las ideas ajenas, la ne-
cesidad de claridad, la consideración del lec-
-
tor posible, etc.; pueden ser más explícitas,
como las que regularán todo el proceso de
discusión, impresión y distribución de estas
páginas. Esas reglas responden a propósitos
compartidos, en este caso los del desarrollo tFl
y critica de una disciplina científica. Reglas y
propósitos, al ligar a los miembros de una
comunidad, permiten su convivencia. No ha-
bría ningún comportamiento social si no se
diera esa especie de lazo entre los individuos.
Una colectividad, un grupo, una nación, man-
tienen su cohesión mediante las reglas com-
partidas y los propósitos comunes que ligan
entre sí a todos sus miembros. La historia, al
explicar su origen, permite al individuo com-
prender los lazos que lo unen a su comunidad.
Esta comprensión puede dar lugar a actitudes
diferentes.
Por una parte, al comprenderlas, las reglas
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44 LUIS VILLORO
-
les que más se han utilizado para justificar
instituciones, creencias y propósitos comuni-
tarios que prestan cohesión a grupos, clases,
nacionalidades, imperios. En Israel primero,
en Grecia y Roma después, la historia actuó
como factor cultural de unidad de un puehlo
e instrumento de justificación de sus proyec-
tos frente a otros. Desde entonces, la historia
ha sido un elemento indispensable en la con-
-
solidación de las nacionalidades; ha estado
presente tanto en la formación de los estados
nacionales como en la lucha por la sobrevi-
vencia de las nacionalidades oprimidas. En
otros casos, la historia que trata de regiones, tFl
grupos o instituciones, ha servido para cobrar
conciencia de la pertenencia de los individuos
a una etnia, a una comunidad cultural, a una
comarca; al hacerlo, ha propiciado la inte-
gración y perduración del grupo como colec-
tividad. Ninguna actividad intelectual ha lo-
grado mejor que la historia dar conciencia de
la propia identidad a una comunidad. La
historia nacional, regional o de grupos cum-
ple, aun sin proponérselo, con una doble fun-
ción social: por un lado favorece la cohesión
en el interior del grupo, por el otro, refuerza
actitudes de defensa y de lucha frente a los
grupos externos. En el primer sentido puede
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EL SENTIDO DE LA HISTORIA 45
-
oprimidas han servido también para alentar
su conciencia de identidad frente a los otros
y mantener vivos sus anhelos libertarios.
Pero el acto de comprender los origenes de
los vínculos que prestan cohesión a una co-
munidad puede conducir a un resultado dife-
rente al anterior: en lugar de justificarlos,
ponerlos en cuestión. Revelar el origen "hu-
mano, demasiado humano" de creencias e
instituciones puede ser el primer paso para
dejar de acatarlas. Al mostrar que, en último
término, todas nuestras reglas de convivencia
se basan en la voluntad de hombres concre-
tos, la historia vuelve consciente la posibili-
dad de que otras voluntades les nieguen obe-
-
tFl
diencia. Las historias de la Iglesia, desde la
Reforma hasta el moderno liberalismo, con-
tribuyeron tanto como la crítica filosófica a
la desacralización del catolicismo. La "histoi-
re des moeurs" del siglo XVIII fue un factor
importante en la desmistificación del abso-
lutismo. Desde Herodoto, la historia, al mos-
trar la relatividad de las costumbres y creen-
cias de los distintos pueblos, ha sido un
estímulo constante de crítica a la inmovilidad
de las convenciones imperantes.
En otros casos, los estudios "antioficiales",
al poner en cuestión las versiones históricas
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46 LUIS VILLORO
111
-
literarias que de las ciencias explicativas.
También la literatura intenta revelar la con-
dición humana mostrando posibilidades par-
ticulares de hombres concretos. Sin duda, la
literatura abre posibilidades verosímiles pero
ficticias y la historia, en cambio, sólo revive
situaciones reales; sin duda, la literatura se
interesa, ante todo, en personajes individua-
les y la historia, por lo contrario, centra su
atención en amplios grupos humanos; sin ,-
duda, en fin, la literatura se niega a explicar
lo que describe y la historia no quiere sólo
mostrar sino también dar razón de lo que
muestra. Pero, por amplias que sean sus di-
ferencias, literatura e historia coinciden en
-
un punto: ambas son intentos por compren-
der la condición del hombre, al través de sus
posibilidades concretas de vida.
La pregunta por la condición humana se e,.
enlaza con la pregunta por su sentido. Ne-
cesitamos encontrar un sentido a la aventura
de la especie. Para responder a esa inquietud
el pensamiento humano ha intentado varias
vías: la religión, la filosofía, el arte; la his-
toria es otra de ellas. La búsqueda del sen-
tido no da lugar a un "para qué" del que-
hacer histórico diferente a los dos que expu-
simos antes; está supuesta en ellos. El interés
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EL SENTIDO DE LA HISTORIA. 49
-
otros hombres. El historiador permite que cada
uno de nosotros se reconozca en una colec-
tividad que lo abarca; cada quien puede tras-
cender entonces su vida personal hacia la
comunidad de otros hombres y, en ese tras-
cender, su vida adquiere un nuevo sentido.
La existencia de un objeto, de un aconte-
cimiento, cobra sentido al comprenderse co-
mo un elemento que desempeña una función
,-
-
en un todo que lo abarca. Veo una extraña
barra de hierro .. ¿Qué hace allí ese objeto?
"¡Ah! es la palanca de una máquina", me digo;
el objeto ha dejado de ser absurdo. La má-
quina ha dado un sentido a la existencia de
la palanca, el proceso de producción a la
máquina, la sociedad de mercado al proceso
de producción, y así sucesivamente. La inte-
gración en una totalidad conjura el carácter
gratuito, en apariencia sin sentido, de la pura e,.
existencia. De parecida manera, en los actos
humanos. La carrera desbocada de un hom-
bre en los llanos de Marathón cobra sentido
como parte de una batalla, pero sería absurda
si no hubiera salvado a un pueblo, el cual
adquiere significado al revivir dos milenios
después en otras culturas, las cuales cobran
sentido ... , hasta llegar a un tém1ino: la inte-
gración en la totalidad de la especie humana.
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so LUIS VILLORO
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ras civilizaciones, el mito primero, la historia
después, otorgan sentido al individuo al in-
tegrarlo en una tribu o en un pueblo, pero
ese pueblo sólo cobra sentido ante la mirada
del dios. La historia judía no rebasa, en este
aspecto particular, la perspectiva reducida
de los anales egipcios o asirios. En Grecia
el horizonte empieza a ser más amplio: más
allá de la integración de los pueblos helé-
nicos se apunta a una colectivídad en la que
los actos tanto de los griegos como de los
bárbaros cobrarían sentido. Herodoto abre su
historia con estas palabras: "Herodoto de
Halicarnaso expone aquí sus investigaciones
["historia" en griego, puede traducirse por
-
tFl
"investigación"] para impedir que lo que han
hecho los hombres se desvanezca con el tiem-
po y que grandes y maravillosas hazañas,
recogidas tanto por los griegos como por los
bárbaros, dejen de nombrarse." Herodoto
quiere impedir que un momento de vida se
borre de la mente de otros hombres y, en este
punto, no hace diferencia entre griegos y bár-
baros; lo que lo mueve es, en último término,
permitir que esa vida subsista en la concien-
cia general de la especie.
Sin embargo, ni griegos ni romanos tuvie-
ron una idea clara del papel que podrían
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EL SENTIDO DE LA HISTORIA 51
-
prenderla en función de una totalidad que
la abarca y de la cual forma parte: la co-
munidad restringida de otros hombres pri-
mero, la especie humana después y, tal vez,
en su límite, la comunidad posible de los tFl
entes racionales y libres del universo.
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LUIS GONZÁLEZ
DE LA MÚLTIPLE UTILIZACIÓN DE LA
HISTORIA \A
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"Si los hombres conocen la historia, la his-
toria no se repetirá" (Brunschvigg). "Quienes
no recuerdan su pasado están condenados a
repetirlo" (Ortega). "La recordación de al-
gunos acaeceres históricos puede ser fermen-
to revolucionario" (Chesneaux). "El estudio
de la historia permitirá al ciudadano sensato
deducir el probable desarrollo social en el
futuro próximo" (Childe).
,-
-
Una praxis profesional pobre, pero larga y
cambiante me ha metido en la cabeza algunas
nociones de Pero Grullo: hay tantos modos
de hacer historia como requerimientos de la
vida práctica. Sin menoscabo de la verdad,
pero con miras a la utilidad, hay varias ma-
neras de enfrentarse al vastísimo ayer. Según
la selección que hagamos de los hechos con-
seguimos utilidades distintas. Con la historia
anticuaria se consiguen gozos que está muy e,.
lejos de deparar la historia crítica. Con ésta
se promueven acciones destructivas muy dis-
tantes a las que fomenta la historia reve-
rencial o didáctica. Mientras las historias
que se imparten en las escuelas proponen mo-
delos de vida a seguir, la historia que se
autonombra científica asume el papel de ex-
plicar el presente y predecir las posibilidades
del suceder real. Cada especie del género his-
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DE LA MÚLTIPLE UTILIZACIÓN DE LA HISTORIA 57
-
vivir el pasado y para resolver problemas
del presente y del futuro. Lo difícil es conce-
bir un libro de historia que sea sólo saber y
no acicate para la acción y alimento para la
emoción. Quizá no exista la historia inútil
puramente cognoscitiva que no afecte al co-
razón o a los órganos motores.
-
pasivos, hormigas acarreadoras de basura y
cuenteros. Con todo, este proletariado inte-
lectual, ahora tan mal visto en las altas esfe-
ras, es al que con mayor justicia se puede
anteponer el tratamiento de historiador, por-
que sigue las pisadas del universalmente re-
conocido como padre de la historia y como
bautizador del género. Herodoto, el que puso
la etiqueta de historia al oficio, fue, por lo
,-
-
que parece, un simple narrador de los "he-
chos públicos de los hombres". Después de
Herodoto, en las numerosas épocas román-
ticas, la especie más cotizada del género his-
tórico es la narrativa.
Aunque en las cumbres de la intelectuali-
dad contemporánea no rifa lo romántico,
emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang,
que sí lo clásico, yin, diurno y racional, en
el subsuelo y los bajos fondos de la cultura e,.
cuenta el romanticismo, y por ende, la histo-
ria anticuaria. Muchos proletarios y pequeños
burgueses de hoy suscribirían lo dicho por
Cicerón hace dos mil años: "Nada hay más
agradable y más deleitoso para· un lector que
las diferencias de los tiempos y las vicisitudes
de la fortuna." Podríamos culpar a villanos
o mercachifles u opresores de la abundancia
de historia narrativa en la presente época,
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DE LA MÚLTIPLE UTILIZACIÓN DE LA HISTORIA 59
-
delincuentes. Quizá su mayor abogado haya
sido Voltaire, autor de la tesis: nunca se nos
recordarán bastante los crímenes y las des•
gracias de otras épocas. Diderot le escribía a
Voltaire: "Usted refiere los hechos para sus- tFl
citar en nuestros corazones un odio intenso
a la mentira, a la ignorancia, a la hipocre-
sía, a la superstición, a la tiranía, y la cólera
permanece incluso después de haberse des-
vanecido la memoria de los hechos." Se trata
pues de una historia, que como la anticuaria,
si bien no adicta a sucesos muy remotos, se
dirige al corazón aunque únicamente sea para
inyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No es
una historia mer:imente narrativa de sucesos
terribles ni una simple galería de villanos.
Este saber histórico para que surta su efecto
descubre el origC"n humano, puramente hu-
mano de instituciones y creencias que con-
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62 LUIS GONZÁLEZ
-
ella en distintas formas, con diferentes len-
guajes, en especial el cinematográfico. Los
primeros filmes de Eisenstein, como La huel-
ga y El acorazado Potemkin, fueron historia
crítica para beneficio de la Revolución rusa.
Filmes posteriores de Eisenstein pertenecen
a otra especie histórica, de una historia de
signo opuesto que sin embargo no es anti-
cuaria.
La historia de bronce
-
Los hechos históricos no son refractarios al
estudio científico ... Las generalidades formu-
ladas por la ciencia de la historia probable-
mente nunca llegarán a ser tan precisas y
tan altamente probables como las de las cien-
cias físicas, pero esto no es ninguna razón
para no buscarlas." Por regla general, la nue-
va Clío recoge principalmente hechos de la
vida económica. Como dice Beutin, "para
,-
-
la vida económica se pueden hacer enuncia-
dos de valor general porque es un campo de
actividad racional. La economía trata con
elementos que pueden ser contados, pesados,
medidos, cuantificados." La nueva especie
histórica suele autollamarse historia cuanti-
tativa. "La historia cuantitativa -según la
definición de Marczewski y de Vilar- es un
método de historia económica que integra
todos los hechos estudiados en un sistema e,.
de cuentas interdependientes y que extrae sus
conclusiones en forma de agregados cuanti-
tativos determinados íntegra y únicamente
por los datos del sistema."
En los círculos académicos de los países
industrializados existe la devoción por la
historia cuantitativa. Dictámenes corno el de
Carr ("El culto a la historia cuantitativa lleva
la concepción materialista de la historia a ex-
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DE LA MÚLTIPLE UTILIZACIÓN DE LA HISTORIA 69
-
servicial, le ha quitado el carácter de buena
para nada. Chaunu sentencia: "La historia
cuantitativa busca en los testimonios del pa-
sado respuestas a las interrogaciones mayores
de las ciencias sociales; estas interrogaciones
que son simplemente demandas de series ...
La demografía tiene necesidad de un espesor
estadístico que la historia demográfica pro-
porciona. . . La economía tiene necesidad de
una historia económica regresiva. . . Es así ,-
como la historia puede ser útil en el sentido
más noble y al mismo tiempo el más con-
creto ... " Si tuviéramos aquí a Chaunu y le
preguntáramos "la historia ¿para qué?", con-
testaría "para ser tenida por investigación
-
básica de las ciencias y las técnicas sociales".
Por lo demás, se supone que las ciencias
sociales reforzadas por la historia científica
van a hacer realidad lo que quería Luis Cabrera e,.
de Córdoba en el siglo XVII, una historia que
fuera "luz para las cosas futuras". Es ya un he-
cho lo previsto por Taine en el siglo x1x: "Qué
sequedad y qué feo aspecto tiene la historia
reducida a una geometría de fuerzas." Pero
agregaba: "Poco importa." El conocimiento
histórico "no tiene por meta el divertir''; su
mira es explicar el presente y advertir al ma-
ñana. Los cuantificadores de la historia creen
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70 LUIS GONZ.(LEZ
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está fuera de duda. La que llega a más am-
plios círculos sociales, la historia fruto de la
curiosidad que no de la voluntad de servir,
los conocimientos que le disputa el anticua-
rio a la polilla, "los trabajos inútiles" de los tFl
eruditos han sido fermento de grandes obras
literarias (poemas épicos, novelas y dramas
históricos), han distraído a muchos de los
pesares presentes, han hecho soñar a otros,
han proporcionado a las mayorías viajes ma-
ravillosos a distintos y distantes modos de
vivir. La historia anticuaria responde a "la
insaciable avidez de saber la historia" que
condenó el obispo Bossuet y que hoy conde-
nan los jerarcas del mundo académico, los
clérigos de la sociedad laica y los moralistas
de siempre. La narración histórica es indi-
gesta para la gente de mando.
La historia crítica, la desenterradora de
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72 LUIS GONZÁLEZ
-
tros ojos los frutos mejores del árbol huma-
no: filosofías, literaturas, obras de arte, actos
de valor heroico, pensamientos y dichos cé-
lebres, amores sublimes, conductas generosas
y descubrimientos e inventos que han trans- tFl
formado al mundo. La historia reverencial o
de bronce nos permite, en expresión de Sé-
neca, "despegamos de la estrechez de nuestra
caduca temporalidad originaria y damos a
participar con los mejores espíritus de aque-
llas cosas que son inmensas y eternales". Si
la historia de bronce no se nos impusiera en
las aulas, tendría probablemente más reper-
cusión de la que posee hoy en día. Es ésta la
búsqueda más cara al humanismo, la que
exhibe la cara brillante, bella, gloriosa, digna
de ser imitada del ser humano. Es también
la disciplina que mejor le sienta a los domi-
nadores.
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DE LA MÚLTIPLE UTILIZACIÓN DE LA HISTORIA 73
-
a orientar su inmediata acción futura, aunque
su don de zahorí aún está en veremos. Aun
sin capacidades adivinativas es servicial. Es
muy difícil creer que la seriedad científica no
reporte beneficios prácticos. Como ciencia,
tiene su carácter utilitario que es reconocido
por mecenas y poderosos.
Por supuesto qae ninguna de las cuatro
historias se da en pureza en la vida real, y
por lo mismo todas, de algún modo, son fuen-
tes de placer, liberación, imitación y guía
práctica. También son posibles y existentes,
las historias globales que aspiran a la resu-
rrección total de trozos del pasado, que resu-
citan al unísono ángulos estéticos, aspectos
-
tFl
crueles, logros clásicos y estructuras de una
época y un pueblo y que pueden ser de uti-
lidad para nostáJgkos, revolucionarios, huér-
fanos y planificadores. Aunque son imagi-
nables las historias verdaderas totalmente
inútiles, no se vislumbra su existencia aquí
y ahora.
Para concluir, y en alguna forma justificar
lo pedestre de las palabras dichas es pro-
vechoso recordar que el poseedor de la chi-
fladura de la investigación histórica no siem-
pre indaga por el para qué de su chifladura.
Quizá como todas las vocaciones auténticas,
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de saber y comunicar lo averiguado.
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EL PLACER DE LA HISTORIA
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tragedias, farsas, atolladeros, callejones sin
salida aparente, comedias y rechiflas del ofi-
cio, el historiador sigue con lo suyo por el
gusto. Creo que en su capacidad de placer
está una de las mayores fuerzas de la histo-
ria. En Hacia la estación de Finlandia, de
Edmund Wilson, crece la epopeya de la his-
toria moderna en un relato, iniciado cuando
a Vico se le ocurre que la historia es obra de
los hombres y no de dioses y destinos y que
va prosperando hasta Ja pretensión de que los
hombres pueden transformarla, con Lenin
impaciente en el andén de la estación de Fin-
landia. En el transcurso de este relato se re-
corta la jubilosa figura de Michelet en su
-
tFl
laberinto de archivos, reescribiéndolo todo;
la pasión por la historia, encarnada, como rea-
lización corporal suya además de como con-
cepto, ilustra cabalmente lo que pretendo
significar por el placer. Su trabajo histórico
no fue sólo una entrega a la posteridad sino
una opción plena de vida personal; y segura-
mente esto último, en Michelet como en tan-
tos otros historiadores, influye radicalmente
tanto en su obra como en el curso que gra-
cias a ella fue adquiriendo la historia en
general.
Lo que quisiera preguntarme aquí es por
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EL PLACER DE LA HISTORIA 79
-
conforme a los intereses prevalecientes. Y al
contrario de sus desafortunados conciudada-
nos, el historiador es quien sí está en el se-
creto de la verdadera historia. Esto, de suyo,
constituye un rasgo incendiario: da una su-
perioridad individual frente al poderoso: el
historiador puede demostrarle que miente, y
cómo; además, este conocimiento es libera-
dor: el historiador es uno de los escasos
ciudadanos que puede tener una visibilidad ,-
concreta de la ubicua red opresora. En suma,
el conocimiento de la historia es una puerta
de escape de la práctica enajenante de la
historia falsificada para la opresión general.
Y en gran medida, el placer de 1a historia es
-
su posibilidad de libertad personal, relativa y
enclaustrada si se quiere, mas no por ello
menos insólita, y de construcción de opcier
nes personales. A través de la historia puede e,.
arrebatárse1e al menos parte del propio ce-
rebro a la cultura dominante: el placer de
constarse un poco más sujeto de la propia
vida y un poco menos objeto de designios
impuestos.
EL PLACER DE LA HISTORIA 87
-
hermosa de suyo; y habría que estimular las
obras históricas que da gusto leer, que dina-
mizan y emocionan, con sensualidad y humor,
con todas sus manías y excentricidades. Las
ciencias han perdido ya en gran medida esos
privilegios: el poder las ha invadido y buro-
cratizado para mejor utilizarlas; a cada vez
menos científicos se les permite su realización
humana en su trabajo, y cada vez se parecen
,-
-
más a los sobrexplotados obreros de una en-
sambladora de carros; ya es casi imposible
hacer c'íencia como aventura, independiente
y libremente. Con la historia sí se puede, y
la mera existencia de un trabajo diferente
mantiene la idea fija en muchas utopías re-
volucionarias de transformar las demás acti-
vidades laborales, que siguen caracterizándose
por el mero "sudor de la frente" y la men-
guada retribución de un salario (para que e,.
"la frente" siga sudando más).
El aspecto de la historia como un trabajo
gratificante en sí, realizador en sí, placentero
de suyo, no es una de Jas menores razones
para hacerlo.
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ENRIQUE l'LORESCANO
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-
do y el presente surge también con fuerza la
crítica histórica, la revisión de los testimonios
en que se funda la interpretación propia y la
antagónica del pasado. La época en que el
cristianismo empezaba a suplantar al paga-
nismo como religión estatal (siglos III y IV),
los años de la Reforma y la Contrarreforma,
o las décadas de .crisis política e ideológica
que van del siglo xv111 a fines del XIX fueron
tiempos en que el pasado dejó de ser uno ,-
para convertirse en múltiple tanto en el tiem-
po como en el espacio, provocando el descu-
brimiento de interpretaciones diferentes de lo
acontecido, la exhumación de nuevos testi-
monios y tradiciones históricas, la confronta-
-
ción crítica de sus fundamentos y un proceso
lento y controvertido de asimilación del pa-
sado extraño al pasado conocido. 1
2 Véase, por ejemplo, A. Momigliano (comp.), The
e,.
conflict between paganism and christianity in the
fourth century, Oxford, 1963. A los historiadores
cristianos que mantenían una interpretación del
desarrollo histórico a la vez excluyente y universal,
este conflicto los obligó a ensayar una nueva forma
de historia asentada en "la fe en las pruebas docu-
mentales y la conciencia de que había una interpre-
tación distinta -la pagana- que era necesario re-
futar", J. H. Plumb, op. cit., pp. 96-97; también R.
R. Bolgar, The classical heritage and its benefi-
ciaries, Cambridge, 1954.
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LA HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 97
-
al lado de la indagación de cómo habían
ocurrido los hechos, la pregunta sobre el sen-
tido de esos extraños desarrollos históricos.
Aun cuando la reconstrucción del pasado
siguió teñida de un sentido pragmático y
altamente político, a partir de la Ilustración
el interés por el pasado empieza a ser indu-
cido por el porqué. No bastaba ya conocer
los hechos y describirlos; era necesario tam-
-
bién comprender el sentido del desarrollo
humano, indagar el porqué de sus mutaciones
y variedades, explicar por qué se desarrolla-
ban y decaían pueblos y civilizaciones. La
primera gran obra de la historiografía mo- tFl
derna, The decline and fall of the Roman
empire, de Edward Gibbon, nace de estas
nuevas preguntas y ante la presencia turba-
dora de dos pasados, la antigüedad pagana y
el cristianismo: "Estaba en Roma --dice en
su Autobiografía-, el 15 de octubre de 1764,
cavilando entre las ruinas del Capitolio mien-
tras los frailes descalzos cantaban vísperas en
el templo de Júpite1' . .. cuando me vino por
primera vez a la imaginación la idea de es-
cribir sobre la decadencia y caída de la
ciudad."ª
3 Autobiografía, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949,
p. 113. Cursivas nuestras.
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98 ENRIQUE FLORESCANO
-
nográfico de los tiempos modernos y logra
salvar para la posteridad una imagen gran-
diosa de ese pasado que rápidamente co-
mienza a diluirse ante sus ojos! Pero esta
riquísima indagación que recogía tan minu-
ciosamente la antigüedad nativa apoyándose
en la información proporcionada por los mis-
mos indígenas fue primero desalentada y lue-
go prohibida su publicación y divulgación. En
lugar de la reconstrucción y transmisión del ,-
pasado indígena, se impuso, abrumadora, la
memoria de los hechos del vencedor: cróni-
cas e historias de la conquista, hagiografías
de los frailes evangelizadores, crónicas e his-
torias de las órdenes religiosas ... La historia
-
de los pueblos de México se trasmutó en his-
toria de la dominación española.
Dos siglos más tarde, cuando ya había sido
aniquilada la alta cultura indígena y sólo e,.
subsistía la cultura de los campesinos opri-
midos, resurgió brillantemente el destruido
esplendor indígena en la Historia antigua de
México del jesuita Francisco Javier Clavijero.
• Véase Bernardino de Sahagún, Historia general
de las cosas de Nueva España, edición de Angel Ma-
ría Garibay, México, Porrúa, 1956; y del mismo
Sahagún, Códice Florentino, edición facsimilar, su-
pervisada por el Archivo General de la Nación, Flo-
rencia, Giunti-Barberá Editores, 1979, 3 vols.
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LA HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 99
-
que realiza Clavijero se convierte en memoria
histórica y apoyo de sus reivindicaciones po-
líticas. A partir de entonces la patria de crio-
llos y mestizos tiene un pasado remoto, noble
y prestigioso, que ellos asumen como propio
sin vincularlo a los sobrevivientes indígenas.
Quienes tienen conciencia de ese pasado y
están convencidos de que por nacimiento les
corresponde disfrutar las riquezas que colman
a su patria son los criollos, que mediante el
rescate del pasado indígena incorporan tam-
bién a su patrimonio la legitimidad de los
vencidos: en adelante serán los miembros de
la élite criolla y religiosa quienes reclamen el
d~recho a dirigir el destino del país.
-
tFl
A partir de la obra de Clavijero la inter-
pretación y el .uso del pasado dejó de ser mo-
nopolio de un solo grupo para convertirse en
presa de lodos los que se disputaban el poder.
La apropiación del pasado indígena por los
criollos y mestizos señala, en el dominio po-
s Véase Luis Villoro, Los grandes momentos del
indigenismo en Mb:íco, México, Ediciones de la Casa
Chata, Centro de Investigaciones Superiores del
INAH, 1979, pp. 95-125; y José Emilio Pacheco, "La
patria perdida. Notas sobre Clavijero y la cultura
nacional", en Héctor Aguilar Camín et al., En torno
a la cultura nacional, México, Instituto Nacional In•
digenista, 1976.
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100 ENRIQUE FLORESCANO
-
truir el poder de la Iglesia y en crear una
sociedad secular, pero simultáneamente des-
cartaron al pasado prehispánico y al colonial
como contenidos esenciales de la nueva na-
ción que estaban forjando. En lugar del país
indígena y campesino que habían heredado,
trabajaron por una nación blanqueada e in-
dustrial; y en lugar de la sociedad oligárquica
recogida en los valores hispánicos de la Colo-
nia, promovieron la formación de un país ,-
fundado en una igualdad formal Que chocaba
abiertamente con la profunda desigualdad ét-
nica, cultura, social y económica que dividía
al país. Vieron en ambos pasados un lastre
para la ·"regeneración" que deseaban y deci-
-
dieron adoptar como modelo de nación a los
países industriales de Europa y al vecino del
norte.
La Revolución de 1910 sorprendió a los po- e,.
líticos y "científicos" del porfiriato concen-
trados en la modernización forzada de la
economía y la sociedad, despojando a los
indígenas y campesinos de sus tierras, atando
al país a la división internacional del trabajo
que imponía el sistema capitalista en expan-
sión, imitando los modelos culturales euro-
peos, haciendo un uso vasto y metódico de
la represión y elaborando las primeras re-
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102 ENRIQUI! FLORESCANO
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104 ENRIQUE FLORESCA.NO
-
la naturaleza, prolongando fragmentos o es-
tructuras completas de sistemas económicos
y formas de organización social y política de
otros tiempos, introduciendo en el presente
las experiencias y conocimientos que de su
obra ha ido acumulando el hombre en el
pasado.
Sin embargo, el estudio científico de la rea-
lidad histórica que actúa sobre el hombre y
es producto de su misma acción apenas co- ,-
menzó en. el siglo XIX.Antes de ese siglo hay
un saber histórico, una conciencia de lo his-
tórico y diversas formas de captar y explicar
el devenir, pero no una reflexión científica,
sistemática, acerca del porqué de los hechos
-
históricos, apoyada en técnicas y procedi-
mientos creados y dirigidos a responder a esa
pregunta. A partir de la pregunta sobre el
sentido de los hechos históricos y de la e,.
preocupación por explicar por qué los hom-
bres entran en relación entre sí y con la
naturaleza para crear, desarrollar y transfor-
mar su medio y sus formas de organización,
el qué ocurrió, cuándo, dónde y cómo ocurrió
empezaron a transformarse en técnicas rigu-
rosas para ubicar los acontecimientos his-
tóricos, establecer su autenticidad y descubrir
sus relaciones y sentido profundo.
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106 ENRIQUE FLORESCANO
-
terminado, nació la moderna y actual con-
cepción del devenir humano como despliegue
de la acción del hombre en el tiempo, desde
el pasado hacia el futuro. Es decir, desde
entonces se entiende que las acciones del tFl
hombre forman parte de un solo proceso que
las integra y forma con ellas el tejido del
acontecer, la sucesión de hechos pasados li-
gados con los presentes y futuros. Parte de
un solo proceso, los hechos humanos adquie-
ren sin embargo su singularidad y especifi-
cidad al manifestarse en el devenir, al ocurrir
en tiempos y lugares diferentes que los hacen
distintos, irreversibles e irrepetibles. 9
8 Sobre estas concepciones véase S. G. F. Bran-
don, History, time and deity, Nueva York, Man-
chester University Press, 1965.
9 Para una explicación más detallada de esta con-
cepción de lo histórico, véase Fran~is Chatelet, El
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LA HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 107
-
de los hechos y en el mejoramiento de la
lectura de lo acaecido lo dio el historiador
Leopold von Ranke (1795-1886) al someter
los documentos y tradiciones heredadas a un
severo escrutinio para discernir su origen,
develar los fines expresos u ocultos de sus
creadores y descubrir las alteraciones que ha-
bían operado en ellas sus sucesivos lectores.
Al mismo tiempo emprendió una búsqueda
desusada de fuentes originales con la idea de ,-
crear un registro más amplio y fidedigno del
pasado. Con la exhumación de nuevos testi-
monios y la disposición de instrumentos crí-
ticos para autentificarlos se pensó que el
historiador podía explicar el sentido real de
-
los acontecimientos y evitar apreciaciones
erradas o subjetivas, pues la abundancia de
las fuentes y la crítica rigurosa de ellas per-
mitiría "mostrar lo que realmente ha suce- e,.
dido". Sin embargo, al no vincular la incor-
poración de nuevos testimonios y la crítica
exigente de los mismos con un marco expli-
cativo que diera cuenta de las relaciones de
los hechos entre sí y de su sentido, los segui-
dores de Ranke -mucho más que él mismo-
convirtieron a lo histórico en un árido amon•
nacimiento de la historia, México, Siglo XXI, 1979,
pp. 3-18.
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108 ENRIQUE FLORESCANO
-
las técnicas de investigación y control de los
datos más rigurosas de su época, distinguió
jerárquicamente los procesos fundamentales
que originaban y producían el capital, esta-
bleció las relaciones dinámicas y estructura-
les de la producción capitalista con las clases
y la sociedad y compuso con todo ello una
teoría -un modelo- del modo de produc-
ción capitalista, que es una abstracción fun-
dada en la realidad histórica,· y una explica- ,-
ción razonada de esa realidad. En palabras
de Schumpeter, "Marx fue el primer econo-
mista de gran categoría que reconoció y en-
señó sistemáticamente cómo la teoría eco-
nómica puede convertirse en análisis histórico
-
y cómo la exposición histórica puede conver-
tirse en historia razonada". Esa metódica re-
construcción histórica y esa elaborada expli-
cación de las causas, efectos, relaciones y e,.
contradicciones económicas y sociales que
conformaron el capitalismo de esa época, par-
tieron de la noción fundamental de que la
realidad histórica es una realidad inteligible,
coherente y estructurada, susceptible por tan-
to de ser pensada, penetrada y explicada
científicamente. •
Marx pensó la realidad histórica como una
totalidad dotada de coherencia interna, en la
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U HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 109
-
las universidades y centros de investigación
de cátedras, "especialidades" y "áreas" redu-
cidas a procurar un saber limitado, parcial.
Pero compelidas por el sistema que las sus-
tentaba, gran parte de ellas se transformaron
en "ciencias aplicadas", en surtidores de per-
sonal y conocimientos dedicados a corregir,
mantener, expandir y explicar las contradic-
ciones económicas, políticas y sociales del
sistema capitalista. Un sector reducido de los
productores de estos conocimientos, herede-
ros y continuadores de la tradición erudita
del siglo XIX,reclamó sosiego y libertad para
sus tareas y propuso una "neutralidad cien-
tífica", sustentada en una "imparcialidad
-
tFl
académica"; pero en la mayoría de las uni-
versidades y centros de estudio del mundo
capitalista se excluyó la enseñanza de Marx y
de las corrientes que adoptaban su pensa-
miento. La "guerra fría" que siguió a la se-
gunda guerra agudizó los antagonismos entre
"ciencia burguesa" e "ideología marxista", a
tal punto que la primera se prohibió en la
Unión Soviética y la segunda fue proscrita
o perseguida en las universidades de los paí-
ses de régimen capitalista.
y desarrollo. Economía e historia. Reflexiones sobre
el caso español, Barcelona, Ariel, 1964. pp. 475-478.
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112 ENRIQUE FLORESCANO
-
cación de las disciplinas que se ocupaban de
las actividades humanas. Desde estas posicio-
nes combatieron las barreras entre especia-
listas y lucharon contra la arraigada escuela
positivista, que en lugar de una investigación tFl
dirigida por hipótesis y problemas, encandi-
laba a sus practicantes con la riqueza caó-
tica de los archivos. 12
Con estos propósitos y sólidamente apoya-
dos en un dominio escrupuloso de las destre-
zas del métier, los historiadores franceses ini-
ciaron un progresivo acercamiento a las
técnicas y los métodos desarrollados por las
ciencias sociales (economía, demografía, geo-
grafía, sociología, antropología) , que en po-
cas décadas produjo una renovación profunda
de la historiografía académica, un puñado de
12 Véase Lucien Febvre, Combates por la historia,
-
como una ciencia comprensiva pero exigente
en la definición de sus objetivos científicos.
Hoy se ve que la proposición de "abarcar
todo lo humano", la idea de "recuperar la
unidad de la vida", no se acompañó de una
clarificación mínima de los supuestos teóri-
cos y metodológicos requeridos para tal fin.
Faltos de una conceptualización rigurosa, los
historiadores pensaron el objeto de la inves-
tigación histórica. más bien como un inven- ,-
tario abierto, como "la serie de combinaciones
infinitamente ricas y diversas de la vida hu-
mana" que sucesiva o simultáneamente el
historiador podía penetrar con sólo adquirir
los enfoques y métodos que habían creado las
-
ciencias sociales. Así, sin pasar por la cons-
trucción de una plataforma epistemológica
que uniera los fines de las ciencias sociales
con los de la historia, de manera de crear una e,.
teoría del conocimiento dirigida a explicar las
relaciones sociales de los hombres y las mo-
~lidades de sus cambios en el tiempo, los
historiadores simplemente abrieron a todos
los vientos el estanco que los aherrojaba. De
ahí que su audaz incursión por nuevos terri-
torios y su sucesiva trasmutación en geógra-
fos, economistas, demógrafos, antropólogos
o estudiosos de las interacciones del hombre
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LA HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 117
-
con múltiples variantes, en la mayoria de
las universidades y centros de investigación
y es la que establece los patrones que miden
la excelencia en los estudios históricos. Enrai-
zada en las viejas tradiciones del rigor y el
profesionalismo académico, tiene por centro
la "tesis" u obra individual que da acceso al
título de historiador. Carece de políticas o es-
trategias de investigación explícitas y orien-
tadas a resolver los problemas que suscita su
propio desarrollo; progresa más bien por
agregación, por los sucesivos enriquecimien-
tos que adiciona cada nueva obra personal y
por los desafíos que ésta plantea a los nuevos
historiadores que quieren acceder al prestigio
-
tFl
y al poder que detentan sus predecesores. Ade-
más del incentivo del prestigio personal, sus
estímulos mayores son las novedades temáti-
cas o metodoló1?icas que introduce cada nueva
generación, obligada a distinguirse de las
anteriores por el descubrimiento de un en-
foque o tema nuevo, "original". Aunque los
historiadores de esta tendencia se reúnen
regularmente para evaluar los progresos y
problemas de sus áreas de estudio, no han
logrado crear programas de investigación co--
munes, continuados v fructíferos. Con todo,
esta tenderkia es hoy la más consistente en
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LA HISTORIA COMO EXPLICACIÓN 121
El historiador y la producción
-
tan quienes piensan que la historia, en tanto
ciencia explicativa del pasado, no sólo debe
cuestionar la teoría, los métodos y resultados
implícitos en la obra histórica, sino también
y con semejante profundidad las condiciones
sociales bajo las que se desarrolla la investi-
gación histórica.
Por tradición gremial, cuando los historia-
dores hacen historiografía o análisis de las
,-
-
obras históricas que les anteceden y marcan
los avances y las lagunas del conocimiento
histórico disponible, se limitan a examinar
los "contextos" intelectuales e ideológicos que
parecen pertinentes para explicar la concep-
ción de la historia y los métodos que adopta
el historiador para reconstruir el pasado.
Pero casi nunca aluden a las condiciones
sociales que permiten esa reconstrucción. En
tanto que ellos mismos operan bajo una divi- e,.
sión del trabajo que separa las ideas del
proceso productivo que las genera, cuando
hacen la crítica de su actividad la centran so-
bre el producto -la obra-, sin ocuparse del
proceso productivo que lo crea. Es decir, para
los historiadores la critica de su actividad
sólo es pertinente en el alto momento del dis-
curso elaborado, no en los bajos fondos que
lo producen. Y precisamente esta operación
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1i4 BNRlQUl! PLORESCANO
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O l-
1 ~
R O
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ARNALDO
CÓRDOVA
-
tFl
"0
e,.
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O l-
1 ~
R O
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-
escribe Jo que su tiempo impone como nece-
sidad y como aspiración en el campo del
conocimiento y de las creencias. No antes ni
después, sino en el momento preciso que dic-
ta el presente de los tiempos. Según sea la
conciencia colectiva, vale decir, el conjunto
de ideas y creencias a las que nos debemos, a
las que respondemos, por las cuales actuamos
o contra las que nos oponemos, así será la
historia que recreemos. La elección temática, ,-
el vigor de las tesis sustentadas, el 'valor heu-
rístico de la obra, su proyección al futuro, su
capacidad explicativa del presente, el campo
de su aplicación y su utilidad entran todos
como expectativas de la dimensión del tiem-
-
po que el historiador vive y constituyen, a
la vez, sus estímulos personales y la fuente
de su interés. La eficacia con la que el histo-
riador responde a esas expectativas de su e,.
época, las cuales supone, de una o de otra
manera, como comienzo y marco de su traba-
jo, da la medida y 1a identidad del sello par-
ticular de su obra, independientemente de
cuál sea su materia de estudio, la que siem-
pre será vista desde la atalaya del presente,
desde aspiraciones y necesidades presentes.
El presente, empero, no constituye un "cor-
te" en el tiernpo, sino que es también una
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LA HISTORIA, MAESTRA DE LA POLÍTICA 133
-
1o haya sido para nuestra inteliguentsia uni-
versitaria. El día que llegue a escribirse Jo
que una vez Pablo González Casanova llamó
la historia filosófica del pueblo mexicano, qui-
zá pueda comprobarse que el nuestro es un
pueblo que jamás olvida las lecciones de la
historia y que sus grandes momentos son siem-
pre reivindicaciones claras y oportunas de
su pasado y de su proceso de formación como
-
una nación.
Si podemos hablar de la Revolución mexi-
cana como un fenómeno que funda una nue-
va dimensión histórica, principio de una épo-
ca decisiva, es siempre debido a la singular tFl
participación de las masas populares en el
evento que hizo, de golpe y por la vía de la
violencia, de la lucha armada, que la nuestra
se convirtiera en una sociedad de mas~s, he-
cho que se impuso a todo el mundo y, en pri-
mer término, a los constructores del nuevo
poder político, los cuales, hay que decirlo,
fueron los mejores alumnos de la historia.
Nuestro pueblo desde entonces cree en su
futuro. Sabe que es la fuente del poder esta-
blecido, de lo que nadie hace un secreto, y
por ello lo acepta y también cree en él; po-
dremos no aceptarlo pues, obviamente, se tra-
ta de una conciencia enajenada, pero es un
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LA HISTORIA, MAESTRA DE LA POL{TICA 137
-
su poder soberano, estuvo cada vez más en
condiciones de modelar y dar un rumbo pre-
ciso al mito popular, en todo momento, como
un componente esencial de su desarrollo y de
su identidad como potencia autónoma. Siem- tFl
pre ha sido más fácil encontrar el carácter
"popular" del Estado mexicano que su ca-
rácter "de clase", dilema con el que han
andado permanentemente a la greña los doc-
trinarios de todos los credos políticos e ideo-
lógicos. Ello no debería parecernos extraño
si nos atenemos al testimonio de nuestra
historia. El mérito del Estado mexicano, en
términos políticos, la clave de su éxito, para
decirlo con Maquiavelo, radicó desde el prin-
cipio en. rechazar toda identidad que no fue-
ra la de su origen histórico, la revolución
popular, y la de las masas populares, lo que
constituyó una innovación política, que sin
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142 ARNALOO CÓROOVA
-
,-
-
tFl
e,.
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-
de afuera y el pais perderá mucho de su
existencia nacional y a un plazo no muy
largo."
En verdad, luego de la primera oleada de
optimismo independiente, a partir de 1836 y
la pérdida de Texas, casi no ha habido dé-
cada en la historia mexicana que no haya es-
tado signada por algún momento de penetran-
te incertidumbre sobre el destino, el sentido
y la integridad de la nación: la guerra con ,-
Estados Unidos en 1848, las de Reforma e
intervención en los años cincuenta y sesenta,
las revueltas porfiristas en los setenta, e in-
cluso el largo asentamiento de la paz porlí-
riana defendida públicamente bajo el argu-
-
mento del mal menor -la dictadura- frente
a los riesgos probados del desmembramiento,
las luchas intestinas y la anarquía. Conforme
las décadas somnolientas del porfiriato trans- e,.
currieron, el mal menor fue convirtiéndose
paulatinamente en la bendición del cielo:
integración nacional, ferrocarriles, progreso,
pero sólo para desembocar en la explosión
revolucionaria de la década del diez, dar paso
al largo amago exterior durante los años de
revueltas y beligerancia nacionalista de los
veinte, el boicot económico por la expropia-
ción petrolera en los treinta, la restauración
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150 H~CTOR AGUJLAR CAMfN
-
desnacionalizadoras, la nueva ocupación del
país ya no por vía de Jos amagos o las inter-
venciones militares sino por la puerta menos
espectacular aunque acaso más decisiva de
las finanzas y Ja industria, la técnica, la co-
municación de masas, la institucionalización
de ese capitalismo a la vez salvaje y tardío,
de sólida infraestructura política, que los
años sesenta de este siglo celebraron ba_jo el
nombre de "desarrollo estabilizador". Envuel- ,-
to en los orgullos políticos de esa estabili-
zada grandeza, el régimen de la Revolución
abolió en 1968 una de las últimas acechanzas
sufridas por la nación: el movimiento estu-
diantil y popular de ese año. La nación fue
-
salvada, pero la ráfaga juvenil, trágica y anti-
autoritaria del movimiento que la ofendía
rasgó los pesados velos de la legitimidad del
sistema, exhibió sus rigideces e inadecuacio- e,.
nes, su serenidad espuria, su retraso para-
noico y autocomplaciente frente a una socie-
dad en rápido cambio cuyas manifestaciones
centrales había empezado a desbordar a sus
tutores.
El 2 de octubre de 1968 es la fecha de
arranque de la nueva crisis de México; ahí
se abre el paréntesis (que dura hasta hoy) de
un país que perdió la confianza en la bondad
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HISTORIA PARA HOY 151
-
ladas todas las inconformidades, el país se
encontró a mediados de los setenta con la
segunda rebelión de los sectores modernos
que su modelo de desarrollo había también
prohijado. Los verdaderos beneficiarios de ese
modelo, banqueros, empresarios y comercian-
tes, fraguaron y dieron durante 1976 el golpe
de estado financiero cuyo desenlace fue, en
agosto, la devaluación del peso y en los años
siguientes un largo período de hegemonía
política de esos sectores y de negociación irre-
batible de sus intereses ante el Estado y la
sociedad. Frutos al fin de la misma estructura
institucional y de los mismos hábitos patriar-
cales en la conducción del país, Gustavo Díaz
-
tFl
Ordaz y Luis Echeverría, los dos presidentes
sorprendidos por la vitalidad política de esas
rebeliones -de signo ideológico opuesto, pero
de origen estructural común- reconocieron
años después su inennidad psicológica e ins-
trumental. Dfaz Ordaz ante la del 68: "Nece-
sitamos descubrir esas extrañas y oscuras re-
laciones· de intereses que son nuevas para
nosotros." Echeverría frente a los golpistas
financieros y su campaña de rumores: "Son
procedimientos sofisticados que no conocia•
mos." 1
1 Excélsior, 18 de julio de 1980; resumen de las
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154 HllCTOR AGUIL\11 CAMÍN
Transición y crisis
Entre esas dos rebeliones del nuevo México
moderno incubado por la Revolución mexi-
cana -sus arrestos juveniles de 1968 y sus
capitanes empresariales de 1976- corre toda
la incertidumbre de la nueva crisis de México.
Su rasgo sobresaliente parece ser -de nue-
vo- la ausencia de un proyecto que vertebre
las expectativas y las seguridades de la na-
ción. En la cima de esa crisis rige todavía el
Estado, oscilante y a la defensiva, sin otra
propuesta de largo alcance que las promesas
del México petrolero; abajo y a los lados se
mueven los impulsos ascendentes de una so-
ciedad civil cuyo flanco del todo dominante
-
desemboca a los grupos de presión empresa-
riales y financieros y a su proyecto de reinser-
ción subordinada en el capitalismo interna- ,-
-
cional. Son ya algo más que un simple sector
social y económico, son una coherente pirá-
mide de intereses e instrumentos, un poderoso
aparato de comunicación social, una orga-
nización educativa ajustada a sus necesidades
técnicas y productivas, una multiforme red
de intermediación y control bancario, una
tendencia creciente y deliberada de concen-
tración y monopolización industrial y finan- e,.
ciera. Y la reserva ideológica de tres décadas
de estupidización, desmovilización y acondi-
cionamiento cultural masivo.
En el otro polo de la sociedad civil conver-
gen, inconexas y desarticuladas, todas las
memorias de Díaz Ordaz hecho por José Cabrera
Parra; Luis Suárez, Echeverria rompe el silencio,
México, Grijalbo, 1980, p. 237, discurso pronunciado
en Tabasco el día 20 de noviembre de 1976. Cursivas
nuestras.
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HISTORIA PARA HOY 155
-
Ninguno de los polos de esa creciente so-
ciedad civil -aquí esquemáticamente perfi-
lados-- tiene todavía en México un camino
independiente de las decisiones del Estado.
El primero, que ratifica sus poderes en la re-
belión financiera de 1976, porque ha sido
construido sobre los ejes históricos que ese
Estado le facilitó, porque no ha podido crecer
ni subsistiría sin las inyecciones constituyen-
-
tes del proteccionismo industrial, los subsidios
y transferencias de recursos, las concesiones,
tolerancias y complicidades del Estado, cosas
todas sobre las cuales el mismo Estado re-
tiene aún el dominio juridico e institucional. tFl
El segundo, que inicia su despegue en la re-
belión civil y juvenil de 1968, porque no hace
sino incorporar en su perspectiva, con nue-
vos ropajes e instrumentos, el repertorio de
demandas que la Revolución de 1910 puso
sobre la mesa y que el Estado ha podido desde
entonces, en diferentes etapas, a la vez incor-
porar a su marco de reivindicaciones sociales
o nacionales y postergar sistemáticamente
para mejor servir su alianza con las fuerzas
del capitalismo dependiente mexicano.
La crisis, o si se prefiere la transición, que
sacude la conciencia histórica de México con-
siste acaso en que pese a su poder acumu-
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HISTORIA PARA HOY 157
-
la modernización capitalista: las necesidades
de una era de expansión económica, fundada
en el petróleo, según los requerimientos de la
nueva división internacional del trabajo y las
exigencias del conjunto de las clases popu-
lares que empiezan a vivir ese proceso desde
el otro lado del auge, en el cambio sin destino,
la pobreza sin identidad, la frustración sin
expectativas.
,-
-
La beligerante incertidumbre sobre el sen-
tido de esta transición ha devuelto a la histo-
ria su prestigio de saber útil y ha creado la
increíble diversidad de preguntas y respues-
tas sobre el pasado mexicano a partir de los
años setenta, que registran también un im-
presionante desarrollo paralelo de centros de
investigación, opciones editoriales y un mul-
tiplicado mercado de lectores.
e,.
La revolución realizada
Ninguna pregunta parece tan atractiva en el
surtidero historiográfico de los años setenta
como la que cuestiona y explora el sentido
de la Revolución mexicana. Una larga lista de
obras da cuenta de la intensidad y el rigor
con que esas exploraciones se han planteado
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158 HOCTOR AGUILAR CAM1N
-
xicana actual, tal como se presenta, con sus
gigantescas exclusiones y sus innobles pero
dinámicos privilegios, es la expresión cabal
y pormenorizada del fenómeno histórico que
llamamos Revolución mexicana, no su pro-
ducto espurio o deleznable. Y la convicción
paralela de que, como señala Arnaldo Córdo-
va en otro ensayo de este volumen, la cons-
trucción de esa sociedad real no ha sido el
fruto sólo de la coerción y la fuerza, sino ,-
también del consenso y la participación ac-
tiva de las masas, el ejercicio colectivo de un
destino posible, no democrático, pero sí na-
cional, en tanto tarea del conjunto de las
fuen1:as de la sociedad y de los instrumentos
-
de control político y organización social que
su mismo movimiento profundo generó.
e,.
Las fogatas de Hidalgo
Parece claro hoy que la revisión de los últi-
mos setenta años de historia mexicana no
conduce al espectáculo de una revolución po-
pular traicionada -por lo demás imposible:
nadie puede saltar sobre la sombra de su
tiempo- sino a la historia de una revolución
capitalista y nacional nacida en el potente
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HlSTORIA PARA HOY 161
-
mente popular de un proyecto histórico cuyo
sentido sin embargo es excluir o postergar
justamente las demandas centrales de las ma-
yorías que lo han hecho posible; la historia
de una convincente dominación política que
ha servido en lo fundamental los intereses
contrarios a los de las mayorías que domina
y en cuyo apoyo sustenta ese dominio su
hegemonía nacional y su legitimidad históri-
,-
-
ca. ¿ Quién ha calado a fondo en el terreno
de esta paradoja? El presidente Miguel Ale-
mán pudo ser ungido primer obr:ero de la Re-
pública justamente en los años en que se
disponía a convertirse en el primer empre-
sario del país.
Es posible que la Revolución mexicana sea,
entre otras cosas, la mayor hazaña ideológica
de la historia de México, "la gran cortina de
humo que ha ocultado, justificado, impugna- e,.
do, enrarecido la percepción y la práctica del
asunto fundamental: el desarrollo del capita-
lismo mexicano". 2 Pero no es menos cierto
que en el fondo inerme de ese capitalismo, y
del Estado que lo ha procreado, hay un miedo
sabio a las masas de cuya violencia surgie-
2 Prólogo al volumen colectivo, lnterpretacione5
de la Revolución mexicana, México, Nueva Imagen,
1979.
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162 HJ:1CTORAGUILAR CAMfN
¿Adiós al Estado?
-
como una pieza vecina del ascenso imperial
estadunidense. Formulado esquemáticamente
puede decirse que los grandes momentos po-
pulistas y nacionalistas posrevolucionarios
-de la beligerancia carrancista a la expro-
piación del petróleo- se registran antes de
la soberbia expansión económica y política
que convirtió a Estados Unidos en la primera
potencia mundial, a raíz de su revolución pro-
ductiva y su ocupación militar de la mitad
del mundo durante y después de la segunda
guerra. Simétricamente, el momento del gran
viraje posrevolucionario de México hacia la
conciliación avilacamachista y la agresividad
industrializadora y antipopular del alemanis-
-
tFl
mo, coincide precisamente con las décadas de
consolidación internacional de los intereses
estadunidenses, la guerra fría, los planes
Marshall, el Fondo Monetario Internacional,
la universalización del dólar y el patrocinio de
tantos macartismos criollos.
Con todo, pese al viraje y los resultados
visiblemente ajenos al interés de las mayorias
del país, el hecho es que durante las últimas
décadas esas mismas mayorías postergadas
han reconocido en el Estado a su represen-
tante y a su gestor, en tanto que dentro del
Estado ellas mismas han hallado un camino,
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HISTORIA PARAHOY 165
-
ridad social; de la política educativa univer-
salista y alfabetizadora al reiterado compro-
miso nacionalista frente a los amagos supues-
tos o reales del exterior, así como las institu-
ciones, las leyes y los equilibrios políticos que
todo lo anterior requiere. En el aferrarse a
esas opciones dentro del establecimiento pos-
l."evolucionario -no importa cuán limitada o
deformadamente- persiste en parte la conti-
nuidad popular de la Revolución mexicana, así
el resultado final sea el triunfo de las fuerzas
materiales y políticas que tienden a diluirla.
Sin embargo, lo cierto es que ninguna de las
opciones reivindicativas construidas por el Es-
tado parece capaz hoy de responder o competir
-
tFl
con las nuevas realidades del capitalismo me-
xicano: el partido único con la diversidad de
fuerzas urbanas renuentes a su control pira-
midal; el ejido con la agricultura comercial
de exportación; el sindicalismo de rastro gre-
mialista con la monopolización y concentra-
ción de la industria y los servicios; la política
educativa extensionista con las necesidades
de nuevos técnicos y nuevos profesionistas
para la planta productiva instalada; el naciona-
lismo con las realidades de un país tocado a
fondo por las transnacionales y regido por
su integración progresiva a la economía es-
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HISTORIA PARA HOY 167
El barro heredado
-
la que pasan las movilizaciones obreras y
campesinas, así como el debate sobre el pre-
sente y el futuro del país, las potentes co-
rrientes del antimperialismo mexicano, el
horizonte de las luchas democratizadoras y
reivindicativas.
A cuenta de ese pasado inventado pero real
de las posibilidades populares implícitas en
el horizonte de la Revolución mexicana, se
propagan hoy con inmenso retraso pero con ,-
intensa realidad las luchas sociales básicas de
la sociedad mexicana. Los expedientes de su
mediatización son hoy las espuelas de su mo-
vimiento. Si sus hábitos ideológicos vienen
de atrás -del almacén de ideas y tradicio-
-
nes incorporadas al Estado justamente para
frenar el ascenso de opciones más radicales-
su ejercicio expresa conflictos por exigencias
actuales. Resumiendo el zapatismo, Womack e,.
escribió: "Esta es la historia de unos campe-
sinos que no querían cambiar y que para
lograrlo hicieron una revolución." Una de las
paradojas cruciales del México actual acaso
sea la historia de una enorme masa de tra-
bajadores, campesinos, funcionarios e intelec-
tuales que no quisieron dar por muerta a la
Revolución mexicana y para lograrlo se
apoyaron en lo que ella empezaba a descar-
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-
maquillajes las páginas del proyecto nacional
esbozado por el movimiento obrero organi-
zado?
Parece inútil señalar en el rumbo de esa
perspectiva lo que es obvio: sus limitaciones
teóricas, su subordinación final al Estado, su
ingenuidad ideológica e incluso su vaguedad
programática. Lo imposible es negar su vi-
gencia, su larga penetración en la conciencia
y las expectativas de los trabajadores y los
campesinos, así como su potencial explosivo
justamente en los momentos en que el Es-
tado tiende a despojarse de ella. En todo
caso, será perder el tiempo proponerse la
construcción de una alternativa popular que
-
tFl
no pase por esa zona de convicciones, creen-
cias y aspiraciones largamente sedimentadas.
La historia de esa larga sedimentación y
de los instrumentos, acciones y luchas que la
hicieron posible, sigue siendo el enigma ma-
yor del presente y el futuro inmediato de
México; a interrogarlo obsesivamente dedica
sus mejores esfuerzos una generación atra-
pada en la incertidumbre sobre el destino de
un país que no ha sabido deshacerse de su
pasado ni apoyarse coherentemente en él para
construir su futuro.
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CARWS MONSIVAIS
LA PASIÓN DE LA HISTORIA
-
donde el fin casi exclusivo de los episodios
fragmentarios y aislados es justificar las no-
menclaturas en pueblos y ciudades. "Esta ave-
nida lleva el nombre del purísimo anciano
que ... " De acuerdo, es el razonamiento no
dicho pero no por eso menos implacable, el
Estado controla el pasado y la interpreta-
ción del pasado; que al Estado también le
correspondan todas las funciones mnemotéc-
nicas. ,-
Al respecto, una hipótesis de trabajo: bajo
el capitalismo se ha identificado en exceso
Historia con Progreso, Historia con el desa-
rrollo de las fuerzas productivas, con los acon-
tecimientos que han solidificado a la clase en
-
el poder. Historia ha sido, en una forma u
otra, eternidad de la burguesía (y de allí sus
mayúsculas) . Al no ser ya tan evidente la
invicta perduración del capitalismo, la histo- e,.
ria conocida (el belicoso apogeo de un siste-
ma) se va desdibujando, se pone entre pa•
réntesis. Si la historia no es ya el registro
del ascenso interminable de una minoría, la
historia no tiene mucho sentido. En un orden
no muy distinto de cosas, la historia ha resul-
tado sinónimo de lo venidero, de la catástrofe
que acecha desde la primera plana de los pe-
riódicos (Historia es, cada mañana, lo que no
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174 CARLOS MONS1v.(1s
-
nuestra la Nación y la prueba de que tene-
mos Nación es que ya es nuestra la Historia.
Tal circularidad probatoria se anexa una sim-
bología evidente y la Historia (de gorro fri-
gio) es el público predilecto, con frecuencia
único, de los distintos sectores progresistas
convencidos de que, al dar una sola versión
del pasado, conjuran la fragmentación del
presente. La Historia en el XIX representó
el progreso de la Nación (algo distinto al ,-
pueblo, la colectividad de donde surgen los
líderes) , de la justicia, de la humanidad. A
esta visión entre Jas élites, dramática y ardua-
mente teatralizada, correspondió otra entre
una porción considerable de las masas, ca-
-
rente de vibraciones oratorias pero no menos
intensa, la actitud de quien acepta con avidez
la enseñanza histórica para adquirir identidad
y captar a su manera y con palabras propias e,.
o prestadas el lento y doloroso proceso que
tampoco ]o ha tomado en cuenta. En las
crónicas de Guillermo Prieto, por ejemplo,
se advierte cómo durante las guerras de Re-
forma la Historia fue ese espacio entre la vo-
luntad de unos cuantos y el pasmo colectivo;
cómo los héroes resultaban la trama sin la
cual la Patria se afantasmaba, perdía sustan-
cia. La celebración del Grito de Dolores no
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176 CARLOSMONSIVÁIS
-
ciones y los grandes sacrificios, las batallas y
las conspiraciones, las sublevaciones y las ma-
tanzas. Poetas y novelistas le cantaron el siglo
pasado a la Historia, sinónimo de edificación
cruenta y gloriosa de la Patria, y quienes se
oponían a la dictadura o a la inteivención
extranjera se sentían viviendo de modo lite-
ral (léanse los escritos de Ignacio Ramírez,
Prieto, Zarco, Altamirano o las novelas de
Juan A. Mateas) en esa zona privilegiada del
perdón o el encumbramiento de los pueblos,
la Historia. Que esto no requería de teori-
zación alguna, que se entrelazaba entre las
convenciones indiscutibles de la época, lo
probaron después villistas y zapatistas, que
-
tFl
en proclamas, manifiestos, frente a la silJa
presidencial, o ante los fotógrafos, actuaron
su fe en la Historia como el futuro que desde
ese momento los entiende y alaba. Con en-
tusiasmo Adolfo Gilly ha descrito en La Re-
volución interrumpida esa voluntad de perte-
nencia a la historia que en los hombres de
Villa alentó las pasiones revanchistas que
eran la utopía fundada por el rencor que era
la conciencia de clase a su alcance. Esa terca
confianza en una Historia que concluye en la
justicia animó a los anarcosindicalistas en
las mazmorras de San Juan de Ulúa y a los
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LA PASlÓN DE LA HISTORIA 177
-
acceder a la Historia. El triunfo es la medida
de la historia, dice Sartre, pero en la larga
búsqueda de la Nación, muchos creyeron
triunfar muriendo o sacrificándose para con-
vertir episodios aislados o derrotas ciertas en
la entidad inquebrantable y redentora, la His-
toria de México.
Para el caso no importó demasiado la su-
presión oficial del proceso de los derrotados
-
ni que entre los vencidos cundiera el pesimis-
mo ante un pueblo irredento (pesimismo que
expresa la escritura histórica y, más notable-
mente, la creación literaria. En gran parte,
la novela mexicana, de fines del XIX a nuestros tFl
días, ha sido implacable versión de los ven-
cidos que atraviesa una historia que detes-
tan para resignarse las más de las veces ante
una sociedad que los ignora). No imrortó de-
masiado esta objetividad del vencedor y esta
sacralizada subjetividad del vencido, porque
comúnmente se siguió concibiendo a la His-
tolia como el instante de excepción, la lumi-
nosa y sangrienta marcha de la Independen-
cia, la Reforma o la Revolución. Casi axio-
máticamen te, para esta mentalidad popular
lo que no era épico no fue histórico. La his-
toria no remplazó completamente al mito (se
hizo más bien mítica para entronizarse), pero
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178 CARLOS MONSIV.(IS
-
toria como relato de semidioses, contacto en-
tre la veneración popular y la batalla que no
permite imposturas ni cobardías. El mismo
pueblo que cantó en las guerras de interven-
ción "Cangrejos al compás" y "Adiós Mamá
Carlota" memorizó las proezas de Pancho Vi-
lla, se mofó de los carrancistas, elogió la
muerte rápida, exhibió su machismo, recupe-
ró los elementos todavía vivos de la poesía
-
colectiva y -en función de la vitalidad y las
leyes de la cultura campesina- convirtió en
relatos ancestrales los episodios de la guerra
apenas transcurrida.
(Dos ejemplos extremos prueban esta per- tFl
durabilidad entre las masas de la Revolución
mexicana como poderosa emoción histórica:
la respuesta a la expropiación petrolera en
1938 y los movimientos populares de oposi-
ción, al almazanismo y el henriquismo. En el
primer caso, las multitudes apoyaron del
modo más emotivo y concreto al presidente
Cárdenas. Las fotos conmovedoras donde la
gente del pueblo deposita indistintamente,
anillos, gallinas, ropa [contribuciones propor-
cionalmente espléndidas] dan idea del arrai-
go de esa idea -al recobrar el subsuelo,
recuperamos nuestra Historia y nuestra vo-
luntad- que hace hoy posible, en torno al
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LA PASIÓN DE LA HISTORIA 179
-
arrebatada, conculcada, corrompida.) v~
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LA PASIÓN DE LA HISTORIA 181
-
trunfantes, eligen un sistema celebratorio que
no se presta a equívocos, una versión de la
historia como piedra de sacrificios de donde
manan instituciones. Surge por decreto un
informe del pasado que no se presta a debates
o conjeturas. El programa está fijado: una
consecución dramática de la independencia,
una interrupción lamentable (el porfirismo),
un villano a quien da gusto odiar (Huerta),
,-
-
unos caudillos cuyos enfrentamientos episó-
dicos se disuelven en el largo abrazo de la
Patria. El Estado asume la representación
general de la Historia y le deja a los historia•
dores profesionales la carga de ratificar o
contradecir pero siempre respetando su sitio
de eje implícito o explícito de los procesos.
¿A quién le interesa querellarse contra la his-
toria política porque su atención a las figuras
principales falsifica la verdad? El impacto e,.
abrumador de la Revolución mexicana se tra-
dujo durante décadas en una historia oficial
y/o popular centrada en las Figuras Culmi-
nantes, en su elogio o vilipendio (en un país
de caciques lo más fácil de entender es un
pasado donde sólo cuentan los caudillos). La
historia, pasión reconocida de México, se pre-
tende hacer y rehacer en diarios y revistas,
entre acusaciones y "versiones exactas de lo
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CARLOS MONSIVÁIS
182
-
históricas mayoritarias se deciden en otros
lados. El Estado, seguro de su control de lo
fundamental (del "alma de los niños" a las
instituciones represivas) le cede a la iniciativa
privada el cine, juzgado pasatiempo inocuo,
para que allí "reproduzca a escala" a la Re-
volución mexicana, con trasuntos del western
y vaga inspiración en las fotos del Archivo
Casasola (ya en la década de los cuarenta en
vías de convertirse en estampitas piadosas).
Vámonos con Pancho Villa (1936, de Fer-
nando de Fuentes) será ejemplo aislado de
cine que recrea la epopeya revolucionaria.
Casi todo el resto es pintoresquismo en tomo
a Villa, el Buen Salvaje que llora como los
-
tFl
hombres, o a la Real Hembra que toma To-
rreón con tal de no fallarle a su amado (María
Félix). Y esta banalidad polvorienta se vuelve
cada vez mñs la imaginería histórica dispo•
nible, al grado de que masivamente lo pri-
mero que hoy convoca el ténnino Revolución
mexicana es un poster de Zapata (en su re-
encarnación de Cristo) y el recuerdo de Pedro
Armendáriz exhortando a la tropa.
Así de elemental y de efectivo. Estoy de
acuerdo con Arnaldo Córdova cuando afirma
que "un pueblo que ha hecho una revolución
de masas. . . se siente, inclusive en medio de
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LA PASIÓN DE LA HISTORIA 183
-
presente en los murales, se difumina para
que la historia se internalice en el consenso
(apacible, apaciguado) de las mayorías. Por
eso, pese al esfuerzo de varias generaciones
de radicales, los héroes han permanecido
"inexpropiables", garantía de continuidad de
quien más públicamente puede honrarlos. Al
margen de sus trayectorias específicas, los
héroes en tanto "héroes" le corresponden a
,-
-
un Estado que los ligó con brío a su idea
del límite. Zapata es realidad poHtica y
mito de pureza pero es también el límite
adonde ha llegado la acción rebelde de los
campesinos.
-
elimina lo cotidiano, que relega y manipula
los procesos populares, que desconfía acerba-
mente de los "momentos muertos" pero que
instala a los vencidos en el panteón de los
vencedores) afecta sólo a los pensadores y
representantes de la derecha. A las masas gua-
dalupanas, inmersas en 1a creencia en su his-
toria futura, las tiene finalmente sin cuidado.
,-
Antes del 68
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LA PASIÓN DE LA. HISTORIA. 189
-
ciación de Marx: "La historia del mundo
sería una cosa sencillísima por hacer si toda
lucha debiera ser llevada sólo con posibili-
dades favorables de modo infalible. Sería una
historia mística si los 'azares' no jugaran
ningún papel. Estos casos fortuitos entran
naturalmente en la marcha general de la
evolución y son compensados por otros casos
fortuitos. La aceleración o el retraso de los
-
acontecimientos depende en gran parte de
tales 'azares' entre los que también figuran
el carácter de las personas que están a la
cabeza del movimiento."
Contra el antiguo fatalismo que había nor- tFl
mado considerablemente a la izquierda, se
levanta una perspectiva más amplia, decidida
a tomar en cuenta lo real y lo aparentemente
imposible, el peso del poder y las alternativas
y modos de vida de quienes viven la falta de
poder. Se está ya lejos de las exigencias de
virtud instantánea que "redimen" a la his-
toria de las enseñanzas que molestan o con·
tradicen, y que borran, a nombre del ejemplo,
cualquier enseñanza.
(En la arqueología del saber, Foucault ex-
plica cómo la vieja historia buscó mostrar
"cómo una estructura única forma y se pre-
serva, cómo para tantas mentes distintas exis-
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192 CARLOS MONSIVÁIS
ADOLFO GlLL Y
-
DISCURSO DEL PODER
-
tFl
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-
nos el interés de éstos se presenta unificado
precisamente por su comportamiento activo
frente a ella (su comportamiento de sujeto,
y no de mero objeto), ante el poder de la
sociedad sobre los individuos el interés de
éstos se presenta dividido, según que lo ejer-
zan o lo sufran, o más precisamente, según
que de él se beneficien unos más que otros
o unos sobre otros.
-
Esto determina, para la historia, una situa-
ción contradictoria con la de otras ciencias:
existen, en determinado momento, varias his-
torias, no una, diversas versiones e interpre-
taciones divergentes y a menudo antagónicas. tFl
Lo cual nos lleva, a su vez, a una nueva trans-
formación de la pregunta: las historias, ¿por
qué? Las diveFsas versiones suponen que al-
gunas (o todas) son falsas o menos verda-
deras (o, si se quiere, ideológicas, lo cual plan-
tea la cuestión del límite entre ciencia e
ideología en la historia). Si el conocimiento
conduce a la acción, un conocimiento falso
extraviará el pensamiento y desviará la acción
de quien por él se guíe. Sin embargo, la per-
sistencia a través de las épocas de las varias
versiones simultáneas de la historia indica
que el conocimiento histórico es también, y
antes que nada, un discurso adaptado no a
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I.A HISTORIA: CRÍTICA O DISCURSO DEL PODER 199
-
elementales razones biológicas, como es na-
tural nunca podrá), y más todavía en la
sociedad de dases, son inevitable e invaria-
blemente relaciones de fuerza: padres/hijos,
hombre/mujer, adultos/jóvenes, adultos/an-
cianos, dominadores/dominados según castas,
clases, comunidades o naciones.
La historia, cuyo objeto privilegiado es la
descripción y el conocimiento de esas relacio-
nes y de sus transformaciones, puede adoptar
frente a ellas dos actitudes que no les son
permitidas a las ciencias naturales frente a
su objeto: justificarlas explicándolas como
inmutables y naturales, o criticarlas explicán-
dolas como cambiantes y transitorias.
-
tFl
La primera actitud parte de quien tiene in-
terés en conservar las actuales relaciones so-
ciales (o, en otras palabras, las actuales re-
laciones de fuerza dentro de la sociedad); la
segunda, de quien pretende transformarlas.
Las diversas historias surgen pues, como es
demasiado sabido, de diversos intereses so-
ciales, uno conservador de las relaciones de
fuerza y de poder existentes (aunque pueda
ser critko de las del pasado, presentadas en-
tonces como mero tránsito hacia el orden de
cosas existente), otro crítico de los poderes
establecidos (crítico, entonces, también ha-
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200 ADOLFOCILLY
-
las tuvieran ruedas ...
El historiador, para reconstruir con los ma-
teriales dados (aparte de saber y poder reu-
nir los materiales), necesita relacionar su tarea
con dos niveles: a] un método de interpreta-
ción general; b] su propia experiencia (vivida,
aprendida o heredada) . El primer punto se
relaciona con el rigor científico en su oficio.
El segundo, tiene que ver con su calidad de
conocedor de seres humanos en tanto indi-
viduos y en tanto grupos, con su capacidad
de acumulación de experiencia vivida {por
él o por otros, porque la edad no siempre
es garantía de experiencia y muchas veces
lo ~s de incapacidad de nueva asimilación) .
-
tFl
La reconstrucción histórica debe reprodu-
cir el movimiento, la multitensión (el "multi-
tenso coajuste, como el del arco, como el de
la lira", que decía Heráclito) que caracteriza
al proceso de la historia. La intensidad de lo
vivido y lo leído, de lo experimentado y
lo aprendido, esa tensión entre vida y co-
nocimiento (empírico o teórico, aquí no im-
porta) cuyo nombre es pasión; es un ingre-
diente sin el cual la obra del historiador no
pasará de ser un erudito pan sin levadura.
Esa tensión peculiar de la historia obedece,
en gran medida, al cruce y la contraposición
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LA HISTORIA: CR1TICA O DISCURSO DEL PODER 203
-
ción es su forma terrible de entrar en la
historia y salir, de un mismo golpe, de ella.
De la aproximación no mediada de algunos
de aquellos cruces surge como una chispa el
encanto peculiar de los cantastorie, los jugla-
res, los payadores, los corridistas, esos arte-
sanos errantes que unen lugares, tiempos y
relatos, predecesores y contemporáneos de la
crónica y la historia, ellos mismos un punto
-
de cruce de las dos.
En sus narraciones, la precisión (real o
ficticia) de sus pormenores ("voy a dar un
pormenor ... " dice el corrido de Cananea)
trasluce a la vez el modo de referir campe- tFl
sino y la preocupación por la veracidad y la
fidelidad de lo contado. Pero ellos no se limi-
tan a narrar. Intercalan o agregan su propia
explicación e interpretación de los hechos
(" donde yo fui procesado / por causa de mi
torpeza", dice también el relator de Cananea).
Crítica o edificante, ella intenta trasmitir una
valoración de las conductas. Y aquí se pone
a prueba la verdad del canto, tanto más au-
téntico, por regla general, cuanto más abierto
sea su ángulo de divergencia con la versión
oficial de la historia.
La historia oficial, por definición, es la que
elaboran las instituciones del Estado o sus
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LA HISTORIA: CRiTICA O DISCURSO DEL PODER 205
-
cerlo en las ceremonias y las instituciones
amparadas por la Iglesia y el Estado. Es
cierto que en su canto también penetran pro-
fundamente la ideología y la moral domi-
nantes, que son las de toda su época, pero
curiosamente distorsionadas por el punto de
vista de los de abajo o de los sometidos.
Los trovadores vagabundos, los minstrels,
los juglares lindan entonces con los proscri-
tos y son por siglos o por países un oficio ,-
maldito y peligroso ejercido sólo en los már-
genes o en los intersticios de la sociedad ofi-
cial. Un ejemplo clásico, en los tenues albo-
res de los imperios modernos, aparece en la
conquista anglo-normanda de Irlanda a par-
-
tir de 1169. Los conquistadores debían termi-
nar con el orden social, Ja estructura dánica,
)a lengua y la cultura de la sociedad gaélica,
para imponer su propia dominación. Pero e,.
la antigua sociedad resistía -resiste todavía,
bajo formas diversas y modernas. Uno de los
instrumentos de esa resistencia eran sus can-
tores, que con su arpa iban de comarca en
comarca cantando en gaélico la historia pro-
hibida de) pueblo irlandés. Tan tenaz era esa
resistencia y tan sólida la trama que las ar-
pas tejían, que dos siglos más tarde (1367) el
duque de Clarence, virrey, hijo de Eduardo
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206 ADOLFO
GILLY
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LA HISTORIA: CR1TICA O DlSCURSO DEL l'ODER 207
Niveles
Los de abajo y los de arriba en cuanto a las
clases, los vencedores y los vencidos en cuan-
to a las guerras, esa multiplicidad de histo-
rias tiene niveles. El desnivel, decía, no impi-
de la coincidencia en los hechos, pero sí en
la carga emotiva. La prueba inmediata la da
Alejandra Moreno Toscano en El siglo de la
conquista, cuando construye ese contrapunto
-
singular entre las voces de los defensores de
Tenochtitlan y las de sus atacantes.
Podemos imaginar una situación, cuando
aún la división del trabajo es embrionaria y
no ha alcanzado a escindir a la sociedad y a
subordinar a los individuos, en que el grupo
social es uno y, como tal, recuerda, transmite,
mitifica y cuenta su pasado. Está, en el prin-
cipio, el afán y el placer de contar, de
,-
-
comunicar, de escuchar, de vivir juntos inte-
lectualmente, de ejercitar las fuerzas del in-
telecto en el relato nocturno como en el dia
se ejercitaron las de los músculos en la caza
del tigre o del venado. Esta relación es gra-
tuita, es decir, no está mediada por un co-
mercio que aún no ha nacido dentro del grupo
social. Es un don que no espera correspon-
dencia, que se satisface en el acto de dar al
grupo del cual el relator es parte indivisa e e,.
indivisible. En el arcaico oficio de poeta, en
la poesía que sigue siendo don y nunca valor
de cambio en una sociedad regida por la mer-
cancía, en 1a fascinación del fuego que incita
por la noche a contar y a recordar, ha que-
dado impresa esa huella fugitiva de los primi-
tivos: sensaciones y afectos, persistencia del
mito, eterno retomo de la utopía.
Cuando división del trabajo y técnica ru-
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208 ADOLFO
GILLY
-
mana, una comunidad superior y una comu-
nidad inferior, cada una con su historia, sus
oficios, sus tradiciones, sus costumbres, sus se-
cretos, pero ambas unidas en una comuni-
dad ilusoria por la idea de la común perte- tFl
nencia a un grupo social único e indiviso
-ciudad-Estado, comunidad, pueblo, nación-
frente a los otros grupos sociales existentes.
Se han formado las clases y, en consecuencia,
el Estado.
A partir de aquí, la historia pasa a ser pro-
piedad de quienes pueden hacer la historia, de
los que ya son propietarios del conocimiento.
Todo el método histórico queda impregnado
de su punto de vista, el de quien mira desde
lo alto de una pirámide y no el de quienes
a la pirámide, como al sol, sólo pueden con-
templarla desde abajo aunque la hayan al-
zado con sus brazos.
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LA HISTORIA: CRITICA O DISCURSO DEL PODER 209
-
más fácil hallar por el análisis el núcleo terrenal
de las brumosas apariencias de la religión que, a
la inversa, partiendo de las condiciones reales de
vida imperantes en cada época, dernrrollar las for.
mas divinizadas correspondientes a esas condicio-
nes. Este último es el único método materialista, y tFl
por consiguiente científico. Las fallas del materia-
lismo abstracto de las ciencias naturales, un mate-
rialismo que hace caso omiso del proceso histórico,
se ponen de manifiesto en las representaciones
abstractas e ideológicas de sus corifeos tan pronto
como se aventuran fuera de los límites de su espe-
cialidad." (Karl Marx, El capital, t. 1 1 vol. 2, l. Pri-
mero, sec. 4\ cap. XIII, "Maquinaria y gran indus-
1ria", México, Siglo XXI, 1975, p. 453.)
2 Andrea Carandini abre su libro Archeologia e
cultura material e (Bari, Italia, De Dona to, 1975)
con esta reflexión: "Visitando un museo arqueoló-
gico se tiene la impresión de que los antiguos no
hicieran otra cosa que esculpir estatuas, componer
mosaicos, dibujar paredes y vasos. En cambio, si-
guiendo una excavación es fácil observar cuán raro
es el descubrimiento de objetos de arte, y cómo
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I.A HISTORIA; CRÍTICA O DISCURSO DEL PODER 211
-
de su dominación, se convierte en la razón
universal e intemporal (tanto que sus inte-
grantes llegan a considerarse la gente de ra-
zón y los demás, los naturales). Sus motiva-
ciones de grupo o de clase se vuelven los
fines de la comunidad o de la nación. El
Estado, el poder existente, es el punto hacia
el cual converge la historia desde el principio
de los tiempos, que no ha sido entonces más
que una larga transición hacia el presente ,-
equilibrio. Hay, por supuesto, muchas formas
sutiles, eruditas, neutrales, "dialécticas"
hasta "populares" de presentar esta visión de
la historia, mucho más cuando quienes las
y
-
quienes a ese poder están sometidos.
Hodzontal y vertical
-
partes en que se divide el grupo social.
Existe una relación horizontal en la comu-
nidad superior, que se expresa en las normas
del derecho de propiedad (y su correlato, las
normas penales), pero también en hábitos,
costumbres, reglas de cortesía, gustos y nor-
mas de competencia interior para que ésta no
llegue nunca a lesionar la solidaridad esen-
cial del grupo social dominante frente a los
dominados. Este conjunto de normas, cam-
biantes según las épocas, las tradiciones, las
técnicas, las relaciones de producción y, por
lo tanto. los modos de dominación, están su-
bordinadas evidentemente a la relación verti-
cal e, incluso, son engendradas por ella (a la
-
tFl
cual, a su vez, influyen) .
Del mismo modo, existe una relación hori-
zontal en la comunidad inferior que, partien-
do de su relación específica con los medios
de producción, abarca los mismos campos
que la anterior pero tiene normas en parte
diferentes, no oficiales, regidas por una racio-
nalidad distinta a la que rige las de la comu-
nidad superior.
A través de la relación vertical, empero, las
normas de la relación horizontal superior se
presentan como la norma general, ideal, a la
cual debe ajustarse todo el grupo social. Es
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LA HISTORIA: CRÍTICA O DISCURSO DEL PODER 215
-
ciones, obligaciones, se cargan de un conte·
nido de solidaridad entre quienes deben, por
fuerza, resistir de un modo u otro porque
sobre sus hombros cae todo el peso de la re-
lación vertical.
En cada ideología dominante la forma pre-
sente de dominación aparece como un hecho
de la naturaleza y la tarea asignada al histo-
riador es, cuando más, explicar su génesis en
,-
-
el pasado y mostrar las formas anteriores (o
presentes en otras formaciones sociales) co-
mo imperfectas, inmaduras o, si contemporá-
neas, "primitivas" o "atrasadas" (como pri-
mitivas y atrasadas serían también las nor-
mas de relación horizontal de los dominados).
De este punto de vista, más difundido de lo
que se piensa aun entre los "marxistas" y
los "críticos" de la historia, nacen muchas
de las curiosas apreciaciones occidentales so- e,.
bre Irán y su revolución, según las cuales
Jomeini, su república islámica y sus ayato-
llahs serían mucho más irracionales que Gis-
card, su república burguesa y su bomba de
neutrones ...
Es conocido, y a veces inevitable, el ana-
cronismo del historiador que mide el pensa-
miento y las relaciones sociales del pasado
por las de su época o su civilización, aquellas
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216 ADOU'OGILLY
-
timientos, la comunicación interior de aquella
vasta capa inferior subordinada de la cual
él no proviene o se ha separado, si no tam-
poco él tendría su voz de historiador o de
cronista.
La aporía se resuelve comprendiendo la
acción, porque los de abajo, siendo fuerza
de trabajo, hablan con sus actos y explican
sus parcas palabras por sus hechos y sus
-
obras, no a la inversa. Entonces hay que leer
en sus acciones, colectivas e individuales, y
comprender o intuir por qué un maquinista
ferroviario de Bologna, a principios de este
siglo, lanzó contra un tren de lujo una máquina tFl
loca: "forse una rabbia antica, generazioni
senza nome che urlarono vendetta, gli ac-
cecarono il cuore . .. ", para tocar la misma
racionalidad de fondo, la misma fuerza an-
tigua que levantó y puso en camino a los
ejércitos de Espartaco, a la División del Norte
o a la insurrección salvadoreña.
Será posible así interpretar y reproducir
de cerca, en la pasión que mueve lo escrito
o lo narrado, el movimiento interior de las
relaciones entre los seres humanos y sus in-
finitas variantes y transformaciones. Porque
el secreto de la historia no hay que buscarlo
en la fijeza de las obras en que se cristaliza
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220 GILLY
ADOLFO
Máquina 501
Máquina quinientos uno,
la que corrió por Sonora,
por eso los garroteros
el que no suspira, llora.
Era un domingo, señores,
\/J
como a las tres de la tarde,
estaba Jesús García
acariciando a su madre.
Dentro de pocos momentos:
"Madre tengo que partir,
del tren se escucha el silbato,
se acerca mi porvenir."
Cuando llegó a la estación
un tren ya estaba silbando
y un carro de dinamita
ya se le estaba quemando.
El fogonero le dice:
"Jesús, vámonos apeando,
mira que el carro de atrás
ya se nos viene quemando."
Jesús García le contesta:
"Yo pienso muy diferente,
yo no quiero ser la causa
de que muera tanta gente."
Le dio vuelta a su vapor,
porque era de cuesta arriba,
y antes de llegar al seis
allí terminó su vida.
Desde ese día inolvidable
tú te has ganado la cruz,
tú te has ganado las palmas,
eres un héroe, Jesús.
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LA HISTORIA: CRÍTICA O DISCURSO DEL PODER 221
La locomotiva *
Non so che viso avesse
neppure come si chiamava;
con che voce parlasse,
con quale voce poi cantava;
quanti anni avesse visto allora,
di che colore i suoi capelli;
ma nella fantasía
ho l'immagine sua:
gli eroi son tutti giovani e belli.
Conosco invece !'epoca dei fatti,
quale era il suo mestiere:
i primi anni del secolo,
macchinista ferroviere.
I tempi in cui si cominciava
-
la guerra santa deí pezzenti.
Sembrava il treno stesso
un mito di progresso
lanciato sopra i continenti.
E la locomotiva sembrava
fosse un mostro strano
che l'uomo dominava
con il pensiero e con la mano.
-
tFl
* La locomotora
No sé cómo era su rostro/ ni cómo se llamaba;/
con qué voz hablaba,/ ni con cuál voz cantaba;// e,,
cuántos años había visto entonces,/ de qué color
era su cabello;/ pero en mi fantasía/ guardo una
imagen suya:/ los héroes siempre son jóvenes y
hermosos.// Conozco en cambio la época del he-
cho/ y cuál era su oficio:/ los inicios del siglo,/
maquinista ferrocarrilero.// Eran los tiempos cuan-
do comenzaba/ la guerra santa de los harapientos./
El tren mismo parecía/ un mito del progreso/ lan-
zado por los continentes.// La locomotora semeja-
ba/ como un monstruo extraño/ que el hombre
dominaba/ con el pensamiento y con la mano.//
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222 ADOLFOGIUY
FRA.NCESCO GUCCINI
-
tFl
-
,-
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1
K
O l-
1 ~
R O
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230 GUILLERMO BONFIL BATALLA
-
tíficos, como los sociales, políticos y éticos,
cumple al menos tres funciones importantes
para los pueblos de hoy:
a] Establece un punto de oposición a par•
tir del cual se debe realizar la crítica de las
concepciones oficiales, pretendidamente ''cien-
tíficas", acerca de la historia y la sociedad
precolonial.
b] Profundiza la crítica de la colonización
-
al afirmar que su verdadera esencia fue la
destrucción de una historia del bien, perfecta,
y no una historia del mal, errada, como lo
sostiene la visión del colonizador.
e] Introduce, bajo la fórmula de una vuel- tFl
ta al pasado, un nuevo proyecto de sociedad
futura. En este sentido la visión idealizada
y acrítica de la sociedad precolonial, que con
mera línea de orientación para su lucha de libe-
ración se plantea el siguiente gran objetivo: conse-
guir la unidad de la población india, considerando
que para alcanzar esta unidad el elemento básico
es la ubicación histórica y territorial en relación
con las estructuras sociales y el régimen de los
estados nacionales, en tanto se está participando
total o parcialmente en estas estructuras. A través
de esta unidad, retomar el proceso histórico y tra-
tar de dar culminación al capítulo de colonización."
"Declaración de Barbados n", en lndianidad y des-
colonización en América Latina, México, Nueva Ima-
gen, 1979.
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HISTORIAS QUE NO SON TODAVÍA HISTORIA 237
-
de la historia precolonial. Esta recomposi-
ción de la historia tiene que ver con el futuro,
no con. el pasado.
Una función más que cumplen el saber y
la conciencia históricos en los pueblos indios
tiene que ver con el mantenimiento y el re-
forzamiento de la identidad étnica. Aquí se
entra en un problema complejo que apenas
es posible delinear dentro de los límites de
,-
-
este breve ensayo. Hay una relación estrecha
entre identidad étnica y conciencia histórica;
la primera siempre se fundamenta en la se-
gunda. La continuidad histórica de un pueblo
es el argumento sustancial para legitimar su
derecho a un futuro propio; en este punto
radica una de las diferencias principales entre
"pueblo" (sinónimo en este caso de "etnia")
y otras categorías sociales como la de "cla-
se": la clase no necesita aducir profundidad e,.
histórica alguna para legitimar su proyecto
político, porque éste se deriva de su posi-
ción en la estructura socioeconómica vigente,
actual. En cambio, el pueblo se reclama como
una categoría social que ha existido (no sin
modificaciones, por supuesto) desde un
tiempo antiguo, frecuentemente inmemorial
y mítico, pero en todo caso anterior a la colo-
nización y, en consecuencia, al modo de pro-
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238 GUILLERMO BONFIL BATALLA.
-
teneció a cada pueblo y cuya recuperación
es una constante de las reivindicaciones in-
dias; por otra parte, tendría que ver con la
concepción del hombre como parte de la na-
turaleza, y no como su amo y enemigo. El tFl
sentido cósmico de la visión india del hom-
bre (cada hombre es un momento de síntesis
viva y total de la historia del cosmos y de
todos los hombres que le -precedieron, y per-
durará, en consecuencia, en todos los hom-
bres futuros) estaría en la base de esta con-
cepción y sería el fundamento mismo del
proyecto civilizatorio indio, en el cual la ar-
" Vine Deloria, Jr., God is red, Nueva York, Delta
Book, 1973. Cf. especialmente los capítulos 5, 7 y 8.
6 Sobre la concepción de la relación espacio/tiem-
e,.
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¿Para qué la historia? Para atender las urgen-
cias y preguntas del presente, para afianzar,
construir o inventar una identidad, para recom-
poner la certeza de un sentido colectivo, para
fundar los legitimidades del poder, poro imponer
o negar lo versión de los vencedores, poro resco-.
tar la de los vencidos. En estos ensayos se reco-
gen diversos reflexiones acerca de las cualida-
des teóricos del discurso histórico y su utilidad ..l,,.,,,
ideológico-político y se contesto o lo pregunto de •..,
por qué y para qué se rescata, se ordena y se
busca explicar el pasado en el México contempo- \J'J
r6neo.
......
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ISBN96B-23-1023-7
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