Destrezaas para Criar Hijos PDF
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MATERNIDAD
Mi esposa y yo tenemos un hijo y una hija, Brent y Julie, y los dos son hijos
maravillosos, ambos son adultos y están felizmente casados, así que ya no puedo pensar
en ellos como niños.
Ahora, y durante los años de su crianza ellos han sido un deleite para nosotros.
A través del proceso de criar a nuestros hijos, hemos aprendido mucho acerca de cómo
ser padres de familia. Aunque hemos hecho bien algunas cosas importantes, también
sabemos que hemos cometido errores. En este capítulo trataré con algunos
Fundamentos bíblicos para la crianza y la disciplina de los hijos, así como también
algunas cosas que mi esposa y yo hemos aprendido, y continuamos aprendiendo, acerca
de cómo ser padres piadosos.
Los hijos son dados por Dios como regalos preciosos con el fin de que traigan placer a
nuestras vidas; pero esto solamente sucede cuando somos buenos mayordomos sobre
ellos. Después de nuestra relación con Dios y con nuestro cónyuge, nuestros hijos
deben de ser la prioridad más importante en nuestras vidas. Los hijos requieren y
merecen mucho tiempo, amor y atención de parte de ambos padres. Cuando los padres
proveemos estas cosas, estamos haciendo una inversión sumamente sabia, porque
Al hacerlo, los hijos podrán crecer y llegar a ser adultos responsables de los que
podremos estar orgullosos. Sin embargo, cuando los padres fracasamos en proveerles
amor a nuestros hijos y en suplir sus necesidades adecuadamente, ellos pueden llegar a
ser un gran problema y una amenaza para nuestros matrimonios. Para poder entender
las bases bíblicas para ser buenos padres y las destrezas requeridas para la crianza
adecuada de los hijos, debemos entender las cuatro necesidades más grandes del niño
Que solamente pueden ser suplidas por Dios: la necesidad de identidad, seguridad,
propósito, y aceptación. Estas necesidades que existen en sus hijos son las mismas que
Existen en usted, pero existe una gran diferencia. Como adultos, nosotros somos
capaces de establecer una relación personal con Jesús y nuestros cónyuges con el fin de
encontrar la satisfacción interna que necesitamos. Sin embargo, aunque nuestros hijos
acepten a Jesús y lo amen desde una temprana edad, durante los primeros dieciocho
años de sus vidas depende de nosotros que sus necesidades sean suplidas. En realidad,
para nuestros hijos pequeños nosotros somos como Dios. Somos nosotros los que los
protegemos y les proveemos, somos los que aman sus almas y los juzgan; por lo tanto,
como padres debemos entender el papel tan crítico que jugamos en la provisión de las
cuatro necesidades más profundas de nuestros hijos. Para suplir estas necesidades
nuestra meta debiera ser desprender lentamente a nuestros hijos de nuestro cuidado y
llevarlos a los brazos de Dios. Nos demos cuenta o no, ese es nuestro verdadero
propósito como padres. Debemos tener claro que el entendimiento del niño, en cuanto
a cómo y quién es Dios, es influenciado mayormente por el carácter los padres y el
trato que ellos le dan.
Cuando los padres les demuestran a sus hijos un balance de amor y verdad durante sus
primeros años, e invierten fielmente en su desarrollo, al niño, se le facilita entender y
aceptar al Señor. Sin embargo, cuando un padre está ausente, con actitud de rechazo,
siendo cruel, abusivo, y, o débil, las necesidades del niño se quedan sin suplir,
dificultándosele al niño entender y aceptar al Señor. Consecuentemente, el propósito
doble de todo padre es: 1) llevar al niño al entendimiento y aceptación de Jesucristo
como Señor y Salvador, y 2) suplir las cuatro necesidades básicas del niño.
Los padres de familia pueden medir su éxito con estos dos puntos. En otras palabras,
cuando el niño crece y está listo para salir de casa, los padres deben poder decir dos
cosas: “Hemos hecho todo lo posible por revelarle el amor y la naturaleza de Dios a
nuestro(a) hijo(a), para guiarlo (a) a Jesús,” y “nos hemos sacrificado por suplir
fielmente toda necesidad importante en su vida.” Si los padres pueden verdaderamente
hacer estas dos declaraciones, entonces han sido padres piadosos. En cuanto a dirigir a
nuestros hijos al Señor, lo mejor que podemos hacer es amar a Dios y vivir una vida
que sea agradable para el Señor. Los niños observan y aprenden más de lo que los
padres les enseñan. Nuestros hijos son más influenciados por quien somos y lo que
hacemos, que por lo que decimos o enseñamos. Es por eso que los padres que tratan de
imponerle a sus hijos el amor por Dios, o sus creencias religiosas (creencias que aún
ellos mismos no están dispuestos a vivir cuando están con sus hijos) como si fueran
leyes, no desempeñan bien su tarea como padres ni proveen el ejemplo que necesitan
sus hijos.
Aquellos padres que viven lo mejor posible lo que creen, están haciendo lo mejor que
se puede hacer para entrenar a su hijo o hijos adecuadamente. Los hábitos personales,
las actitudes, el lenguaje, los amigos, la participación en la iglesia, y la relación
matrimonial de los padres son de impacto profundo en el niño. Para reforzar esta
verdad, piense en cómo los valores, las creencias y el comportamiento de sus padres
han impactado su vida y entendimiento de cómo es Dios.