TC 049487
TC 049487
TC 049487
NICOLAS C. R. GIACOMELLO
Facultad de Derecho
Diciembre 2003
INDICE GENERAL
1
Páginas
Resumen
...................................................................................................... 1
Objetivo general
.......................................................................................... 2
Objetivos específicos
................................................................................... 3
Fundamentación...............................................................................
............ 4
5. El Fideicomiso ....................................................................................... 20
2
5.1. Régimen legal del fideicomiso ........................................................... 20
5.2. ¿Qué es el fideicomiso?. Etimología. Definición de la ley 24.441..... 20
5.3. Caracteres del contrato........................................................................ 21
5.4. Fuentes del fideicomiso ...................................................................... 22
5.5. Contenido del contrato ....................................................................... 23
5.6. Sujetos intervinientes en el negocio fiduciario ................................... 23
5.6.1. Sujetos intervinientes ...................................................................... 24
5.6.1.1. El fiduciante ................................................................................. 24
5.6.1.2. El fiduciario .................................................................................. 24
5.6.1.3. El beneficiario .............................................................................. 25
5.6.1.4. El fideicomisario .......................................................................... 26
5.6.2. Derechos y obligaciones .................................................................. 27
5.6.2.1. Del fiduciario ................................................................................ 27
5.6.2.2. Del fiduciante ............................................................................... 32
5.6.2.3. Del Beneficiario ........................................................................... 35
5.6.2.4. Del fideicomisario ........................................................................ 37
5.7. Objeto del fideicomiso. Patrimonio de afectación ............................. 38
5.8. Extinción del fideicomiso ................................................................... 40
5.8.1. Efectos de la extinción .................................................................... 41
5.8.2. Procedimientos voluntarios de liquidación ..................................... 42
5.9. Algunos tipos de fideicomiso ............................................................. 42
2. Garantía ................................................................................................. 46
2.1. Concepto ............................................................................................. 46
2.2. Clases .................................................................................................. 46
3
3. Fideicomiso de garantía ......................................................................... 48
3.1. Orígenes .............................................................................................. 48
3.1.1 Roma ................................................................................................ 48
3.1.2. Grecia .............................................................................................. 48
3.1.3. Alemania ......................................................................................... 48
3.2. Concepto ............................................................................................. 49
3.3. Clases .................................................................................................. 50
3.4. Alcances de la afectación ................................................................... 51
3.5. Análisis de la figura ............................................................................ 53
3.5.1. Características ................................................................................. 53
3.5.2. Posiciones contractuales de los sujetos intervinientes .................... 53
3.5.2.1. ¿Quiénes de estos sujetos constituye la garantía? ........................ 60
3.5.2.2. ¿Quiénes de los sujetos es el titular? ............................................ 61
3.5.3. Bienes que se pueden afectar al negocio de garantía ...................... 62
3.5.3.1. Patrimonio separado ..................................................................... 62
Bibliografía................................................................................................. 78
4
RESUMEN
5
OBJETIVO GENERAL
6
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
7
FUNDAMENTACION
8
DESARROLLO DEL TEMA
Capítulo I
1. Introducción.
9
2. Antecedentes históricos del fideicomiso. Evolución.
10
conforme las leyes del derecho estricto ( common law ) y la propiedad en equidad,
fundadas justamente en las normas de equidad ( equity law ).
Obviamente, el fideicomiso romano se estructuró sobre bases absolutamente
distintas a las del trust anglosajón, pero, salvando las distancias entre ambos sistemas,
encontramos puntos de contacto en la evolución de esos institutos: a) la necesidad de
transferir bienes a otra persona en beneficio de alguien; b) la legítima pretensión del
constituyente y del beneficiario de obtener la protección del Estado ante el
incumplimiento de los fines para los cuales se ha transmitido la propiedad, y c) el
reconocimientos, tanto en las leyes como en los tribunales, la primacía de los derechos
del beneficiario sobre esos bienes y de la obligación del adquirente de respetar la
voluntad del constituyente. Para ello, tanto los pretores romanos como las Cortes de
Equidad inglesas protegieron el destino determinado por el transmitente para los bienes
en cuestión o, en otros términos, la finalidad última del fideicomiso. Hoy en día, de
forma más sofisticada, nuestro derecho recepta la teoría del patrimonio separado para
asegurar, en definitiva, que ciertos bienes estarán afectados a un destino específico.
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acreedor no estaba obligado a devolver diferencia alguna al deudor, a diferencia de lo
que sucedía en el contrato de prenda que nació después de la fiducia.
Sin embargo, con el tiempo fue necesario crear instrumentos que protegieran las
posiciones de las partes, en especial la del transmitente o fiduciante.
La primera defensa fue llamada “acción directa a favor del fiduciante”, tendiente
a resarcirlo cuando el fiduciario enajenaba el bien recibido antes del vencimiento del
plazo previsto para que el deudor cancele su obligación, o cuando el fiduciario vendía el
bien, aunque el fiduciante hubiera cumplido con todas sus obligaciones cancelando la
deuda en tiempo y forma.
Con la evolución de la fiducia cum creditore, también se tomó conciencia de
proteger al deudor cuando el monto de la deuda era inferior al valor del bien entregado
en fideicomiso. Consecuentemente, se reconoció su derecho a recuperar la diferencia
una vez que el acreedor había sido desinteresado.
Si bien puede reconocerse que el pactum fiduciae cum creditore cumplió un
destacado papel antes de haberse conocido las formas modernas de contratos de
garantía, presentaba dos serias desventajas: cuando el acreedor-fiduciario abusando de
su posición enajenaba el bien, el deudor quedaba colocado en una difícil situación, pues
careciendo de acción real, no podía perseguir el bien de manos de terceros y tenía que
limitarse a ejercitar una acción personal contra su acreedor, quien podía insolventarse.
Por otra parte el deudor no tenía la posibilidad de conservar el bien a título precario,
pues si con el tiempo tal posibilidad fue consagrada, el acreedor siempre podía
demandar la entrega del bien respectivo.
La otra forma de fideicomiso constituido por actos entre vivos fue la fiducia cum
amico, que se empleaba para que aquel que recibía el bien transmitido pudiera usarlo y
disfrutarlo gratuitamente en su propio provecho. Una vez realizados tales fines, el que
había recibido los bienes debía transmitirlos al primitivo dueño. Generalmente, se
recurría a ella cuando alguien tenía, por ejemplo, que ausentarse y decidía transferir el
bien a una persona de su entera confianza. De esta forma, quien se ausentaba le
otorgaba al adquirente facultades más amplias que las que podían lograr con otro tipo de
contrato. El fiduciario podía enajenar el bien, administrarlo, celebrar contratos, y
defenderlo del ataque de terceros. Claro que esta fiducia compartía el riesgo del abuso
por parte del fiduciario y su posible insolvencia.
En la última etapa del derecho romano, cuando cayeron en desuso las formas
tradicionales de transmitir la propiedad, su empleo se fue se fue sustituyendo por otro
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tipo de contratos, que adoptó formas más desarrolladas o perfeccionadas como, por
ejemplo, el comodato, la prenda o la hipoteca.
Pese a ello, la fiducia constituye, sin dudas, el antecedente más remoto de
nuestro fideicomiso.
Con respecto al fideicomiso testamentario, llamado fideicomisum, era utilizado
cuando un testador quería favorecer a un apersona era incapaz de sucederlo por las
proscripciones contenidas en las leyes de esa época. De este modo, el testador rogaba a
un heredero capaz de sucederlo que fuese el ejecutor de un encargo o encomienda, cuyo
objeto era darle al incapaz un bien particular o parte del acervo hereditario que, de otra
manera, no tendría derecho a recibir.
El fideicomisum fue un medio para superar las múltiples incapacidades de
heredar que regían en el derecho romano, y lograr hacer cumplir la última voluntad del
testador. Así, sujetos incapaces para heredar –como los esclavos- podían llegar a
adjudicarse la propiedad de ciertos bienes aunque, de acuerdo con las leyes de la época,
no tuvieran derecho a heredar.
En definitiva, se trataba de un medio para beneficiar a alguna persona,
instrumentado a través de un ruego hecho por el causante, por el cual se le encomendaba
o suplicaba la heredero que instituía, y que naturalmente tenía derecho a sucederlo, que
entregara a otra persona que carecía de tal derecho un bien determinado, la sucesión
toda o parte de ella. El causante rogaba que su heredero cumpla con un encargo
confiando en su lealtad y buena fe. Al heredero gravado se llamó “fiduciario”, y a la
persona a quien éste debía transmitirle los bienes. “fideicomisario”.
Inicialmente, el cumplimiento quedó librado a la buena fe y a la conciencia del
heredero fiduciario, pues este podía abusar de su posición negándose a transferir los
bienes al fideicomisario, guardándose para sí los frutos producidos por ellos e incluso
enajenándolos a un tercero, frustrando de esta forma la voluntad del causante. Es por
eso que, es esta etapa, puede hablarse de un negocio fiduciario puro, en donde la
confianza es absoluta y se traduce en la posibilidad de abuso por parte del fiduciario.
Ante la inejecución de ciertos fideicomisos, se fue deformando la figura del
negocio fiduciario para lograr introducirle mecanismos de control que impidieran el
abuso por parte del fiduciario y proteger así la voluntad del causante.
El emperador Augusto hizo ejecutar los fideicommisum con la intervención ce
los cónsules.
En alguno de los senadoconductos dictados se dispuso que, una vez hecha la
transferencia de los bienes al fiduciario, los derechos y acciones correspondían al
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fideicomisario, quien también debía soportar las cargas inherentes a su condición,
eximiendo al fiduciario de toda responsabilidad originada en las deudas de la sucesión.
También se reconoció una remuneración a favor del fiduciario, conocida con el nombre
de cuarta falcidia, porque coincidía en la cuarta parte de la herencia o de los bienes
transmitidos.
En la época de Justiniano, el heredero fideicomisario llegó a adquirir un derecho
real, en lugar de un derecho de crédito, teniendo a su favor la acción reivindicatoria
sobre los bienes materia del fideicomiso, aún contra terceros de buena fe. El heredero
fideicomisario ejercía la reivindicatio el día en que la restitución debía tener lugar en su
beneficio.
Esta institución del fideicomiso testamentario pasó a los regímenes jurídicos que
tomaron sus bases en el derecho romano, donde se la conoció con el nombre de
“sustitución fideicomisaria”.
La llamada “sustitución fideicomisaria consistía en la transferencia de una
herencia al fiduciario, para que este la conservara y disfrutara hasta su fallecimiento,
momento en el cual pasaba al fideicomisario. A diferencia de la sustitución vulgar, que
tenía lugar cuando el primer instituido no quería o no podía aceptar la herencia, en la
sustitución fideicomisaria la transferencia de los bienes al fideicomisario se producía a
la muerte de la persona gravada con la sustitución.
Estas sustituciones llegaron a tener un auge sorprendente hasta que el Código de
Napoleón las prohibió, porque eran utilizadas para conservar los bienes en una sola
familia y, como consecuencia obvia, las grandes riquezas llegaron a concentrarse en
unas pocas manos.
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un derecho personal en su favor cuando la obligación ser tornaba exigible. En cambio,
en el fideicomiso germano, el saldman adquiere una propiedad limitada sobre la cosa
recibida del fiduciante, puesto que su transmisión estaba sujeta a una condición
resolutoria.
Suele decirse que el fiduciario germano adquiere la calidad de formal o legal de
los bienes fideicomitidos, en tanto que el fiduciante conserva la propiedad material.
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esa forma se fue desarrollando una jurisprudencia de la equidad, distinta y paralela a la
del common law.
El trustee se convierte en propietario legal de los bines fideicomitidos. El
common law le reconoce la propiedad plena o “legal”sobre los mismos, por lo cual en el
caso de que el settlor permaneciese en la posesión de éstos, para el cmmon law es un
simple tenedor en nombre del trustee, único dueño legal de dichos bienes.
Para exigir el cumplimiento de las debidas por el trustee, el beneficiario o el
settlor pueden acudir a los tribunales de la equidad. También pueden accionar por esta
misma vía de la equidad en contra de terceros adquirentes de los bienes fideicomitidos,
siempre y cuando no sean de buena fe.
En síntesis, para el Derecho anglosajón, el fideicomiso implica la concurrencia
de dos clases de derechos de propiedad diferentes: uno legal en cabeza del trustee y otro
equitativo en cabeza del settlor. Para que la propiedad sea plena es necesario que ambos
títulos coincidan en la misma persona.
Una particularidad de esta figura, adoptada especialmente por la ley 24.441 para
el fideicomiso, es que los bienes afectados al trust no se confunden con el patrimonio
del trustee. Esto implica que la insolvencia de éste no afecta al patrimonio fiduciario;
los acreedores personales del trustee no pueden pretender el cobro de sus créditos
mediante la ejecución de los bienes del trust. Estos componen una suerte de “patrimonio
de afectación” para el cumplimiento de los fines previstos por el settlor, y el trustee
viene a cumplir el rol de administrador del mismo.
El beneficiario o cestui que trust no necesariamente no necesariamente debe ser
una persona determinada, o un grupo más o menos definido de individuos, puede ser
también un propósito o finalidad como la protección del medio ambiente o la fauna.
Esto diferencia el instituto en análisis de nuestro fideicomiso, en el que el beneficiario
debe ser una o varias personas determinadas o determinables.
En el Derecho angloamericano existen dos clases de trust: el express trust y el
implied trust, según se constituyan por manifestaciones expresas en ese sentido o por
expresiones de las que se deduce tal propósito.
En la actualidad, el trust se halla regulado por un cuerpo de jurisprudencia
altamente sofisticado y eficiente en su capacidad de adaptarse para llevar a cavo los
objetivos deseados por quienes participan en este tipo de negociosii.
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El fideicomiso se ha manifestado en las diversas legislaciones de los países
latinoamericanos con una serie de rasgos esenciales en común, que denotan una directa
influencia del trust anglosajón, aunque por la denominación más bien pareciera derivar
de la fiducia romana.
El trust desembarcó en México junto con la pacífica penetración económica de
inversiones de capitales norteamericanos a principios de este siglo, fundamentalmente
en los rubros ferroviario y de explotación petrolera. El contacto entre hombres de
negocios y profesionales del Derecho de Estados Unidos y de México, hizo interesar a
éstos últimos en los aspectos técnicos del trust, hasta entonces pacíficamente ignorado
fuera de las fronteras de los países anglosajonesiii.
En cierta medida, se podría decir que, el trust fue impuesto por los empresarios
del país del norte que, acostumbrados a este instrumento de crédito, presionaron a los
operadores del Derecho mexicano a buscar la forma de adaptar esta institución
anglosajona al sistema jurídico local.
El principal obstáculo que los juristas mexicanos debieron sortear fue el régimen
de doble propiedad característico del trust, que distingue la propiedad legal de la
material, que es incompatible con el principio de exclusividad de los sistemas jurídicos
de raíz latina. Si bien no era posible importar el trust anglosajón, el empeño de los
juristas mexicanos condujo a la creación de una figura con rasgo particulares: el
fideicomiso.
El fideicomiso latinoamericano se trata entonces, de una figura jurídica nueva,
no derivada del trust anglosajón sino inspirada en él.
El fideicomiso fue incorporado por varios países latinoamericanos mediante
leyes específicas o bien asignándoles un capítulo especial en sus Códigos Civiles. Así,
el primero fue el legislador mexicano, quien en 1924 lo instituyó dentro de la Ley
General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios. Actualmente el
fideicomiso se encuentra regulado en México en la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, dictada en 1932.
Con un mayor o menor alcance, el fideicomiso de encuentra regulado en la
legislación de Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Perú, Puerto
Rico, Venezuela, Paraguay y Argentina, aunque solamente es de utilización más
difundida en Panamá –en donde en 1984 se dictó una ley que introdujo interesantes
novedades -, México, Puerto Rico y Argentina. También lo regula el Código Civil de
Québec, Canadá.
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Al margen de las diferencias que pueden existir entre las diversas variantes del
fideicomiso latinoamericano, existen rasgos característicos que lo distinguen del trust en
primer lugar, y del clásico negocio fiduciario en segundo término. Del trust, como ya he
mencionado, por cuanto éste se estructura sobre la base de una doble propiedad,
incompatible con la exclusividad que nuestro Derecho Civil reconoce al dominio. Y del
negocio fiduciario, debido a que la ley prevé los mecanismos para que el cumplimiento
del objeto de la fiducia no quede librado a la sola voluntad y buena fe del fiduciario.
Esos rasgos esenciales, que son comunes en las distintas versiones del
fideicomiso latinoamericano, pueden resumirse en los siguientes: la afectación de un
patrimonio especial a un propósito determinado; un sujeto ajeno a la finalidad
perseguida encargado de los actos tendientes a su cumplimiento, y un beneficiario de tal
actividad.
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3. Legislación comparada.
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determinada por el constituyente en provecho de éste o de un tercero llamado
beneficiario o fideicomisario”.
En el segundo y tercer párrafos de ésta norma se agrega que, una persona, puede
ser al mismo tiempo fiduciante y beneficiario –tal como ocurre en el ordenamiento legal
vigente en nuestro país -, y que sólo los establecimientos de crédito y sociedades
fiduciarias, especialmente autorizadas por la Superintendencia Bancaria, podrán tener la
calidad de fiduciarios. Aquí si encontramos una diferencia con nuestro ordenamiento
jurídico, dado que no es esto último un requisito para la valides del negocio fiduciario
en nuestro derecho.
Según reza el art. 1227, “los bienes objeto de la fiducia no forman parte de la
garantía general de los acreedores del fiduciario y sólo garantizan las obligaciones
contraídas en el cumplimiento de la finalidad perseguida”. Es decir que se consagra la
autonomía del patrimonio fiduciario.
Para ello, el artículos 1233, establece la obligación del fiduciario de mantener
separados los bienes fideicomitidos del resto del activo del fiduciario y de los
correspondientes a otros negocios fiduciarios.
Para completar la regla del artículo 1227, el artículo 1238 prescribe que los
bienes objeto del negocio fiduciario no podrán ser perseguidos por los acreedores del
fiduciante, a menos que sus acreencias sean anteriores a la constitución del mismo, y
que los acreedores del beneficiario solamente podrán perseguir los rendimientos que le
reporten dichos bienes.
20
En todas estas legislaciones es posible constituir diversos tipos de fideicomisos,
existiendo una gran variedad de negocios fiduciarios. Entre ellos es común el
fideicomiso “como medio de garantía”. Existe sí, a la hora de llevar a cavo el negocio
con fines de garantía, la prohibición de que el fideicomiso pueda ser constituido en
beneficio del fiduciario –es una limitación común en la mayor parte de las legislaciones
al respecto -, de modo que en este caso la transferencia en garantía tiene que efectuarse
favor de un tercero.
21
4. El negocio fiduciario.
22
Ahora que entendemos lo que son los negocios fiduciarios, y el lugar que ocupa
dentro de los mismos el contrato de fideicomiso, lo que nos toca es hablar de éste
último, así de esta manera veremos construido el puente que nos permitirá el correcto
entendimiento de una de sus variantes, y que es la que nos interesa analizar en este
trabajo: el fideicomiso de garantía.
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5. El fideicomiso.
24
la propiedad de ellos, se obliga por deberes de lealtad y confianza a utilizarla en
beneficio del comitente u otra persona”vii.
Podríamos decir entonces que, el fideicomiso, es el encargo efectuado a alguien
de nuestra confianza, para que tenga una cosa propia, y la destine o afecte a un fin
determinado. Y sobre aquella confianza se basa su ejecución y cumplimiento cabal.
Por otro lado, la ley 24.441, denominada de Financiamiento de la Vivienda y
Construcción, en su artículo 1º define al fideicomiso de la siguiente forma: “Habrá
fideicomiso cuando una persona ( fiduciante o fideicomitente ) transmita la propiedad
fiduciaria de bienes determinados a otra ( fiduciario o fideicomitido ), quien se obliga a
ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato ( beneficiario ), y a transmitirlo
al cumplimiento de un plazo o condición al fiduciante, al beneficiario o al
fideicomisario”.
Como se puede apreciar en la definición legal, a lo que se está haciendo
referencia es a la propiedad fiduciaria, siendo este u n gran error, o más bien podría
decirse una omisión. Por que digo esto, no es por otro motivo que el vocablo propiedad
hace referencia a derechos, y no sólo estos pueden transmitirse en un contrato de
fideicomiso, sino también bienes materiales, cosas, para lo que correspondería decir
dominio fiduciario. Pero como he dicho, esto corresponde a un “olvido del legislador al
definirlo”, dado que en el articulado de la ley posibilita la transmisión de ambos tipos de
bienes. Pero esto lo dejo para más adelante, para cuando tratemos el objeto del
fideicomiso.
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- Se presume oneroso: esto es porque la ley dice que el
fiduciario tiene derecho a percibir una remuneración, pero nada obsta que las partes
convengan la gratuidad de la labor del fiduciario;
- Es bilateral: genera derechos y obligaciones por los menos
para dos partes, que son el fiduciante y el fiduciario;
- Es temporario: el contrato va a durar, hasta que se cumpla la
condición que las partes estipulen, o bien por un tiempo de duración también pactado
por las partes. Lo que hay que aclarar, es que ese tiempo estipulado por las partes no
podrá exceder de treinta años (30) contados a partir de su constitución, salvo, reza el
inciso “c” del artículo 4 de la ley, que el beneficiario fuere incapaz, caso en que tal
término podrá extenderse de dicho plazo legal de duración hasta tanto éste fallezca o
recupere la capacidad. Si las partes hubiesen convenido un plazo superior, se tendrá por
reducido al de treinta años. Dado el supuesto de que la duración del contrato esté
supeditada al acaecimiento de una condición resolutoria, y que ésta no haya sucedido
habiendo transcurrido el plazo legal de treinta años, también se tendrá por concluido el
contrato;
- Es formal: se requiere forma escrita según se desprende del
artículo 4 de la ley 24.441, debiendo cumplirse los recaudos formales correspondientes
a la naturaleza de los bienes transmitidos (art. 12 de dicha ley). Esto implica, escritura
pública si se trata de inmuebles (art.1184 del Código Civil), o instrumento privado para
el caso de créditos (art. 1454 del Código Civil). También se requiere la registración a
efectos de obtener oponibilidad frente a terceros en el caso de bienes registrables;
- Puede ser por acto entre vivos o mortis causa: puede
constituirse por contrato –es la manera más habitual- o por testamento, posibilidad ésta
última, que la ley en su artículo 3º nos da al decir que “el fideicomiso podrá constituirse
por testamento, extendido por alguna de las formas previstas por el Código Civil...”;
- Por último, podemos decir que es unitario: dado que constituye
un solo acto jurídico, con una causa propia, la causa fiduciaria.
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ser acto unilateral por constituirse por uno de tal característica, dado que para que
adquiera virtualidad jurídica, el fiduciario debe aceptar tal posición en el negocio
aunque sea una vez acaecido el fallecimiento del fiduciante, ya que de no ser así no
habrá fideicomiso alguno. No implica unilateralidad el hecho de que el fiduciario acepte
serlo luego de transcurrido un tiempo desde que el fiduciante haya pronunciado su
voluntad en sentido de constituir el fideicomiso.
En definitiva, si el fiduciario no acepta tal nombramiento, no hay fideicomiso, y
de aceptarlo, será un acto bilateral por haber un acuerdo de voluntades que genera
obligaciones para dos partes.
5.6.1.2. El fiduciario.
La figura del fiduciario, al contrario del fiduciante, si encuentra en la ley una
regulación más acabada.
Es el que adquiere los bienes y se compromete a cumplir con el encargo, y a
darles el destino que determine el fiduciante en el contrato o testamento. Deberá
administrar, enajenar o realizar los actos pertinentes respecto de los bienes
fideicomitidos para la consecución de la finalidad señalada en el acto constitutivo.
La ley ha adoptado un criterio amplio en cuanto a la posibilidad de que tanto las
personas físicas como las jurídicas o de existencia ideal puedan ser fiduciarios, al así
permitirlo en su artículo 5º.
La única restricción la encontramos en la misma norma, al establecer que sólo
podrán ofrecerse al público como fiduciarios las entidades financieras autorizadas para
funcionar por la Comisión Nacional de Valores.
La doctrina en general, a coincidido en que no hay ningún impedimento en
nombrar a más de un fiduciario, más allá de que la ley 24.441 no lo prevea
expresamente, para que actúen en forma conjunta o alternada en la ejecución de la
manda.viii
Ninguna norma lo prohibe, por lo tanto, ningún impedimento habría al ahora de
hacer un contrato y nombrar a más de un fiduciario, ya que nos estaríamos rigiendo por
el principio de libertad contractual.
Si los fiduciarios actúan conjuntamente habrá sobre los bienes fideicomitidos
una copropiedad fiduciaria. Sin embargo, esta posibilidad casi no es utilizada, puesto
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que no es práctico (en la mayoría de los casos) quedar sometido al régimen del
condominio, aunque no se debe descartar su viabilidad en algún caso específico.
En canto a quien puede ser fiduciario, la ley descarta de plano la posibilidad de
que el fiduciante sea a su vez fiduciario. En el art. 1º, prevé que el fiduciante debe
transmitir los bienes en propiedad a otra persona (el fiduciario).
Tampoco el fiduciario podrá ser beneficiario, pues no sería normal aceptar que
se beneficiase de los frutos o productos de los bienes recibidos, ni de la transmisión
ulterior, por lo que tampoco podrá ser fideicomisario (sujeto a quien se transmiten los
bienes una vez concluido el fideicomiso), ni de los bienes de los cuales es propietario
fiduciario. En este sentido, el art. 7º de la ley 24.441 prohibe adquirir para sí los bienes
del fideicomiso, y el art. 8º establece cual será la única contraprestación a la que tendrá
derecho el fiduciario (cobro de una retribución y el reembolso de los gastos en lo que
hay incurrido).
La naturaleza misma del fideicomiso impone la necesidad de que el encargo se
cumpla, por eso es una figura que prevé tanto la sustitución del fiduciario como la del
beneficiario.
La sustitución del fiduciario se realiza de manera tal que unos se sucedan a otros
en caso de ausencia o no aceptación. Y es el art. 4º, en su inciso “e”, el que exige el
pacto expreso sobre el modo de sustituir al fiduciario si cesare por cualquier causa.
Complementando esta disposición, el art. 10 de la ley establece: “Producida una causa
de cesación del fiduciario, será reemplazado por el sustituto designado en el contrato o
de acuerdo al procedimiento previsto por él. Si no lo hubiere o no aceptare, el juez
designará como fiduciario a una de las entidades autorizadas de acuerdo a lo previsto
en el artículo 19. Los bienes fideicomitidos serán transmitidos al nuevo fiduciario”.
5.6.1.3. El beneficiario.
Es la persona que, en virtud del negocio jurídico, debe recibir los beneficios
derivados del cumplimiento del encargo y, eventualmente, los bienes fideicomitidos al
momento estipulado en el contrato (o testamento), o al vencimiento del plazo máximo
legal.
El beneficiario puede ser el mismo fiduciante. También, pueden ser varios, caso
en el cual, podrá disponerse en que proporción se beneficia cada uno, y de no ser así, la
misma ley establece una norma supletoria para el supuesto de que se halla omitido la
forma de distribuir entre ellos los beneficios. Esta norma se encuentra en el apartado 2º
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del art. 2º, y establece: “Podrá designarse más de un beneficiario, los que salvo
disposición en contrario se beneficiarán por igual”.
Aunque parezca confuso, puede suceder que el beneficiario pague un precio o
tenga a su cargo alguna contraprestación para acceder al beneficio. Es un aspecto
complejo en la determinación del beneficiario, que se presenta en aquellos fideicomisos
celebrados por causas onerosas; en aquellos, podría decirse que ambas partes (fiduciante
y fiduciario) obtienen un beneficio con el cumplimiento del encargo. En estos negocios,
el beneficiario no adquiere su derecho como consecuencia de una gratuidad, sino en
virtud de un acto oneroso. Pero la confusión es en verdad aparente y no real, pues, en el
sentido en que la ley lo establece, el beneficiario es aquel a cuyo favor se ha establecido
la prestación o prestaciones implícitas en el cumplimiento de la finalidad del
fideicomiso.
Algo que debe quedar en claro, es que no hay que confundirse al beneficiario
con un donatario o alguien que recibe necesariamente una liberalidad. Su característica
es recibir durante la vigencia del fideicomiso y/o al tiempo de su extinción, la prestación
o prestaciones que se determinen en el contrato.
También, nos permite la ley en el párrafo 2º de su art. 2, se pueden designar
beneficiarios sustitutos para el caso de no aceptación, renuncia o muerte.
Si ningún beneficiario aceptare el beneficio otorgado a su favor en el
fideicomiso, o si todos los beneficiarios no aceptaran o renunciaran, o por último si
ninguno llegase a existir se entenderá que el beneficiario es el fideicomisario (párrafo 3º
del art. 2). Y finalmente, para el supuesto de que el fideicomisario tampoco llegara a
existir, renunciara o no aceptara, el art. 2º en su última parte, establece que el
beneficiario será el fiduciante.
5.6.1.4. El fideicomisario.
Acorde lo establece la ley en su art. 26, el fideicomisario es el destinatario final
de los bienes, quien los recibe al extinguirse el fideicomiso. Los recibe a título de
fideicomisario por así estar estipulado en el contrato de fideicomiso.
El fideicomisario, no es parte en el negocio jurídico, sino el destinatario natural
de los bienes fideicomitidos, y un beneficiario eventual llegado el caso de que ningún
beneficiario aceptare serlo.
Éste, como lo vinimos exponiendo al desarrollar los puntos precedentes, puede
ser tanto el beneficiario o el fiduciante, (por lo tanto puede ser un apersona física como
jurídica) no así el fiduciario por las razones ya expuesta. Siendo cualquiera de estos dos
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sujetos, estaríamos hablando de una relación tripartita en el supuesto de que sea el
beneficiario, o bipartita o bilateral si es el fiduciante. Hasta aquí todo bien, pero, ¿puede
ser un tercero ajeno a estos sujetos?, la respuesta a este interrogante es sí,
tranquilamente. En este caso sería un sujeto que se beneficiaría recién al finalizar el
fideicomiso, a diferencia del beneficiario que lo hace durante su vigencia.
Podría también, llegado el caso de existir varios beneficiarios, que sólo uno de
ello sea nombrado fideicomisario para que reciba los bienes al concluir el fideicomiso.
Otra posibilidad que no encuentra impedimento legal alguno, es que no sea sólo un
fideicomisario sino varios.
Como se puede observar, son muchísimas las variantes que se pueden dar
respecto a la posición jurídica que cada una de las partes puede ocupar en el contrato.
Todo dependerá de lo que, sin violar la ley, las partes contratantes estipulen a la hora de
perfeccionar el acto.
31
Ahora bien, la administración de estos bienes, y la inversión de
los recursos líquidos, debe hacerse de conformidad con las instrucciones si las hay, y en
caso contrario, tener siempre en cuenta la voluntad expresa o presunta del constituyente.
- Actos de disposición: en cuanto a la enajenación o disposición
de los bienes, habrá que verificar el contenido del acto constitutivo, y dependerá del
mismo el sustentar una eventual enajenación de los bienes y repudiar dicha posibilidad.
En tal sentido el art. 17 de la ley reza: “El fiduciario podrá disponer o gravar bienes
fideicomitidos cuando lo requieran los fines del fideicomiso, sin que para ello sea
necesario el consentimiento del fiduciante o del beneficiario, a menos que se hubiere
pactado lo contrario”. De allí, el principio general será que el fiduciario podrá disponer
de los bienes a efectos de cumplir con los fines del fideicomiso, respetndo las
restricciones que el fiduciante haya impuesto en el acto constitutivo. Las facultades de
disposición del fiduciario deberán siempre enderezadas a conseguir el objetivo antes
señalado.
Si nada dice el acto constitutivo, será una facultad del fiduciario
evaluar en cada caso si corresponde enajenar o gravar los bienes fideicomitidos para
satisfacer el encargo, con el criterio de un buen hombre de negocios que actúa sobre la
base de la confianza en él depositada.
Si el fiduciante no desea dejar librada al criterio del fiduciario tal
decisión, deberá prever expresamente la prohibición de disponer de los bienes o, en su
defecto, establecer la forma en que dicha facultad podrá ejercerse.
Cabe destacar que los beneficios de la enajenación nunca serán
para el fiduciario. En todo caso, habrá que interpretar que el uso y disposición del bien
fideicomitido siempre deberá procurar el logro del objetivo señalado por el fiduciante, y
sus resultados beneficiarán al fideicomiso y no al fiduciario personalmente.
Concluyendo, si en el acto constitutivo se estableció la
prohibición de enajenar o de gravar los bienes, el fiduciario, por más propietario que
sea, no podrá realizar esos actos válidamente. El fiduciante le ha transferido la
propiedad fiduciaria para que cumpla con un encargo. Si a modo de ejemplo, el
fiduciante se ha reservado para sí o para el beneficiario la facultad de autorizar cualquier
acto de enajenación o constitución de gravámenes, en el ejercicio legítimo del derecho
de reserva conferido por el art. 17 de la ley 24.441, éstos podrían pedir la anulación o la
declaración de inoponibilidad respecto del acto de enajenación o de gravamen
constituido contra las expresas estipulaciones del acto constitutivo. Claro está que el
tercero de buena fe, que obró con toda la diligencia del caso, podrá repeler las acciones
32
que se entablen tendientes a hacer volver el bien al patrimonio separado o para hacer
caer el gravamen constituido (arts. 968, 1051 y 2412 del Cód. Civ.).
Además el fiduciario será pasible de acciones personales de
responsabilidad y de la sanción prevista en art. 173. inc. 12 del Código Penal, según el
art. 82 de la ley 24.441.
- Responsabilidad: el principio general en lo que hace a la
responsabilidad del fiduciario está plasmado en el art. 16 de la ley 24.441, el que reza lo
siguiente: “Los bienes del fiduciario no responderán por las obligaciones contraídas en
la ejecución del fideicomiso, las que sólo serán satisfechas con los bines
fideicomitidos”. Esto quiere decir que el fiduciario no responde con su propio
patrimonio cuando actúa efectuando el encargo conferido en el acto constitutivo, sino
que, en definitiva, responde únicamente con los bienes afectados a ese fideicomiso, con
el patrimonio separado.
Demás está decir que este principio general se aplica siempre y
cuando el fiduciario actúe con la prudencia y diligencia de un buen hombre de negocios,
sin defraudar la confianza en él depositada y respetando las obligaciones que le impone
la ley y el acto constitutivo (art. 6 ley 24.441).
No será válido establecer la dispensa del dolo o culpa del
fiduciario, prohibición ésta, que surge del art. 7 de la citada ley, el que tiene carácter de
orden público y dispone lo siguiente: “ El contrato no podrá dispensar al fiduciario de
[...] la culpa o dolo en que pudieran incurrir él o sus dependientes”.
Además de la responsabilidad que pudiera corresponder al
fiduciario por el derecho común, como consecuencia de no haber actuado con prudencia
necesaria en el manejo de los bienes que le ha sido transmitidos, puede suceder que,
incluso, incurra en un delito. Esta posibilidad, la encontramos en el art. 82 de la ley, que
agrega al art. 88 del Código Penal los incisos 12, 13 y 14. El primero de ellos tipifica
como un supuesto especial de defraudación el caso de que el fiduciario disponga, grave
o perjudique, los bienes fideicomitidos en beneficio propio y de esta forma defraude los
derechos de los contratantes.
- Obligación de mantener los bienes separados del resto de sus
activos: aplicar la concepción, estampada en el art.14 de la ley, por la cual los bienes
fideicomitidos forman un patrimonio separado, implica llevar a cavo su manutención en
forma separada del resto de los activos, no solo como una obligación de contenido
físico, sino, creando registros contables que, con nitidez, permitan identificar dentro de
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la contabilidad del fiduciario la existencia de bienes vinculados con un determinado
fideicomiso.
- Obligación de proteger los bienes fideicomitidos: las
obligaciones del fiduciario, en cuanto a la custodia y conservación de los bienes, se
traducen también, en la necesidad de ejercitar acciones judiciales y proponer defensas
pertinentes para conservarlos en su integridad jurídica, y no solo ante perturbaciones de
hecho y de derecho que puedan resultar de las pretensiones de terceros, sino de
cualquier circunstancia que pueda afectar el patrimonio fideicomitido.
La obligación del fiduciario es de tal alcance, que comprende las
defensas contra actos del beneficiario y aún del mismo constituyente, salvo que este
último se haya reservado derechos específicos en el acto constitutivo y la disputa gire en
torno a ellos. Ocurre que el fiduciario, como titular de los bienes o derechos
transmitidos, tiene la obligación de protegerlos contra cualquier pretensión extraña. En
este sentido, el art. 18 de la ley legitima al fiduciario para ejercer todas las acciones que
correspondan para la defensa de los bienes fideicomitidos, tanto contra terceros como
contra el beneficiario.
Esta norma también prevé el derecho del fiduciante y del
beneficiario de solicitar al juez autorización para ejercer esas acciones en defensa de los
bienes si el fiduciario no lo hiciere.
- Obligación de rendir cuentas de su gestión: la rendición de
cuentas supone un informe completo del resultado del encargo fiduciario, y la
presentación de un balance del fideicomiso, acompañado de un estado de pérdidas y
ganancias que registre ingresos y egresos, y muestre la existencia o no de un superávit
obtenido por tal gestión, en caso de que corresponda.
Tal informe abarca diversas manifestaciones como ser: avisar
dentro de un corto término la celebración de ciertas operaciones de inversión, o el
recibo de frutos derivados de las mismas, presentación de informaciones completas y
fidedignas sobre el movimiento contable de los bienes en su poder, etcétera.
Nuestra ley prevé expresamente que la rendición de cuentas debe
hacerse, por lo menos, una vez al año, y que el fiduciario no puede ser dispensado de tal
obligación. Se trata de una norma de orden público, que como tal no puede ser dejada de
lado por voluntad de las partes.
Si bien la ley no lo prescribe, la violación del deber de rendir
cuentas en el plazo establecido por la ley, es una causal de remoción del fiduciario. Esto
es así porque su incumplimiento implica la pérdida de la confianza en él depositada, y
34
por consiguiente, se configura el incumplimiento del encargo, que constituye una causal
suficientemente razonable para pedir su remoción.
- Obligación de transferir los bienes a quien corresponda: del
art. 4º de la ley 24.441 deviene que, del contenido del documento constitutivo, debe
deducirse a quien debe transferirse la propiedad plena de los bienes una vez concluido el
fideicomiso, siendo obligatorio establecer en el contrato cual es su destino final. No es
siempre obligatorio que el fiduciario deba transferir los bienes fideicomitidos
originariamente en el acto constitutivo, sino que puede pactarse que transfiera otros
distintos, ya sea porque operó la llamada subrogación real (implica enajenar bienes y
con el producido de tal enajenación adquirir otros), ya sea porque parte de los bienes
fueron consumidos o se incorporaron otros nuevos.
- Prohibición de adquirir ara sí los bines fideicomitidos: ésta
prohibición se encuentra expresamente prevista en el art. 7º de la ley 24.441, y tiene
carácter de norma de orden público. La misma reza lo siguiente: “El contrato no podrá
dispensar al fiduciario [...] de la prohibición de adquirir para sí los bines
fideicomitidos”. La de dicho norma refuerza la idea de imparcialidad de la función del
fiduciario, quien debe actuar con prudencia y diligencia en beneficio del o los
beneficiarios y nunca en el propio.
Hay una cuestión que hay que dejar bien en claro, y es que, la
prohibición de adquirir para sí, abarca no sólo los bines fideicomitidos originariamente,
sino también los incorporados por subrogación real. Tampoco el fiduciario podrá
beneficiarse personalmente o adquirir los frutos, productos o cualquier tipo de renta o
beneficio derivado del fideicomiso, excepto el derecho a cobrar una retribución y el
reembolso de los gastos, así lo establece el art. 8º de la mencionada ley.
En síntesis, el único interés personal del fiduciario debe ser su
derecho a cobrar la retribución y el reembolso de los gastos por él efectuados.
- Derecho a remuneración y reembolso de gastos: en principio,
el encargo del fiduciario es remunerado. Nuestra ley de fideicomiso, en su art. 8º,
establece la presunción legal de onerosidad de la función del fiduciario al prescribir:
“Salvo estipulación en contrario, el fiduciario tendrá derecho al reembolso de los
gastos y a una retribución. Si esta no hubiese sido fijada en el contrato, la fijará el juez
teniendo en consideración la índole de la encomienda y la importancia de los deberes a
cumplir”.
Cuando exista una estipulación expresa que determine que el
fiduciario realizará sus tareas sin recibir remuneración alguna, estaremos frente a un
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contrato de fideicomiso celebrado a título gratuito. Caso contrario, el fiduciario tendrá
derecho al reembolso de los gastos y a una retribución, es decir, estaremos frente a un
contrato de fideicomiso celebrado a título oneroso.
Si el fiduciario realiza gastos en el desempeño del encargo, es
lógico que tenga derecho a ser reembolsado de los mismos, como ocurre en todas las
actividades de gestión. Lo que no dice la ley, es a cargo de quien estará dicha
retribución. Lo lógico es que frente a la duda, sea quien ha hecho el encargo, es decir, el
fiduciante. Pero al omitir la ley dicha cuestión, libertad de las partes es total, pudiendo
estar a cargo tanto del fiduciante como del beneficiario, o de quien las partes pacten al
celebrar el acto, no hay prohibición alguna de que así sea.
- Obligación de prestar caución: la presta de caución, no es lo
corriente en esta especie de negocios, pues el fideicomiso implica una enorme confianza
del constituyente con el fiduciario. Esta es una obligación impuesta de en forma
excepcional, a petición de parte o por decisión judicial, si por alguna razón se hace
necesario este tipo de garantía.
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Es un gran error del legislador no haber previsto expresamente,
algo tan lógico como la posibilidad de que quien constituye el acto, o sea, el fiduciante
pueda solicitar tal rendición de cuentas. Pero, acorde la mayor parte de la doctrina
entendida en el tema, esta omisión puede ser salvada con una interpretación integradora
de la ley, dado que en el inc. “a” del art. 9º de la ley, está prevista la remoción del
fiduciario por incumplimiento de sus obligaciones a instancia del fiduciante io del
beneficiario. Pero sin embargo, podríamos decir que es preferible, a fin de evitar
cualquier tipo de eventual cestión, pactar expresamente en los contratos este derecho a
favor del fiduciante.
Nadie puede negar que la obligación de rendir cuentas es de gran
importancia, y que su incumplimiento puede configurar una causa suficiente para la
remoción del fiduciario. Siendo así, es evidente que el fiduciante podría exigir
judicialmente la rendición de cuentas aunque en el art. 7º se haya omitido tal posibilidad
a favor del mismo, y si el fiduciario no cumpliese, proceder conforme el art. 9º, inc. “a”,
solicitando su remoción.
Resumiendo, podríamos concluir que, “como quien puede lo más,
puede lo menos”, dado que el fiduciante está facultado para solicitar la remoción del
fiduciario, tranquilamente podría solicitar la rendición de cuentas, siendo esto último
mucho menos gravoso.
- Derecho a ejercer la acción de responsabilidad contra el
fiduciario: partiendo del deber de actuar con la diligencia de un buen hombre de
negocios, y de la prohibición de dispensa del dolo o culpa (arts. 6º y 7º), se desprende la
facultad del fiduciante de ejercer acciones de responsabilidad contra el fiduciario si,
como resultado de su actuación, se han producido perjuicios al patrimonio especial
constituido con los bienes, o para el beneficiario o el mismo fiduciante. Es sabido que,
si por acción u omisión, alguien ocasiona un perjuicio, debe resarcirlo, entonces,
¿porque este caso debería ser la excepción?, no hay razón para que la sea. Frente al
perjuicio ocasionado, hay que responder.
- Derecho a pedir la remoción del fiduciario y designar uno
nuevo: esta facultad está dirigida a preservar los bines fideicomitidos, apartando al
fiduciario que incumple sus obligaciones como tal. En definitiva, lo que se tiende a
preservar es la continuidad del contrato y el cumplimiento de los fines perseguidos por
el constituyente del contrato.
Los arts. 9º, inc. “a”, y 10º, establecen respectivamente: a)
“Remoción judicial por incumplimiento de sus obligaciones, a instancia del fiduciante;
37
o a pedido del beneficiario con citación del fiduciante”; “producida una causa de
cesación del fiduciario, será reemplazado por el sustituto designado en el contrato o de
acuerdo al procedimiento previsto por él. Si no lo hubiere o no aceptare, el juez
designará como fiduciario a una de las entidades autorizadas de acuerdo a lo previsto
en el art. 19. Los bines fideicomitidos serán transmitidos al nuevo fiduciario”.
- Saneamiento por evicción: muchos autores sostienen que el
fiduciante debe salir al saneamiento por evicción, debiendo distinguirse entre el
fideicomiso que tiene por objeto la transmisión al beneficiario de la propiedad a título
gratuito (por aplicación analógica de las normas sobre donación), y el fideicomiso que
encierra una transmisión al beneficiario de la propiedad a titulo oneroso. Cuando al
beneficiario se le exige una contraprestación o cuando el fideicomiso es de garantía, el
saneamiento por evicción se instituye siempre como una obligación del fiduciante. Esta
es la solución que se adecua a nuestro derecho por aplicación analógica de las normas
de la compraventa.
En cambio, cuando al beneficiario no se le exige ninguna
contraprestación o recibe el beneficio como una liberalidad, deberá estarse a las normas
que sobre evicción se aplican a la donación ( arts. 2145 a 2154 y 2157, Cód. Civ.)
- Derecho a ejercer acciones para la defensa de los bienes
fideicomitidos: el art. 18, párrafo 2º de la ley 24.441, establece expresamente el derecho
del fiduciante para pedir al juez autorización, con el objeto de ejercer acciones en
sustitución del fiduciario: “El fiduciante se halla legitimado para ejercer todas las
acciones que correspondan para la defensa de los bienes fideicomitidos, tanto contra
terceros como contra el beneficiario. El juez podrá autorizar al fiduciante o al
beneficiario a ejercer acciones en sustitución del fiduciario, cuando este no lo hiciere
sin motivo suficiente”.
El fiduciante debe alegar que el fiduciario ha omitido
ejercer las acciones necesarias para la defensa de los bines fideicomitidos sin motivo
suficiente. Es una actuación que únicamente se permite cuando el fiduciario no cumple
con su obligación de proteger los bienes tanto física como jurídicamente. Todo ello
significa que, previa autorización judicial, el fiduciante participará en el proceso no
como tercero extraño, sino como persona legitimada en derecho, legitimación que
proviene de la misma ley.
Se trataría, por ponerle un nombre, de una acción
subrogatoria, aunque con la especialidad prevista por la ley 24.441 que requiere la
autorización judicial previa.
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- Derecho a impugnar los actos anulables o a solicitar la
declaración de inoponibilidad: esta facultad está dirigida a impugnar los actos que por
haberse realizado en determinadas condiciones, puedan ser declarados nulos, anulables
o inoponibles.
Estos actos son, en general, los celebrados por el fiduciario
contra las instrucciones expresas del fiduciante, o contra los fines del fideicomiso, o en
exceso de sus atribuciones, en desmedro evidente del patrimonio fideicomitido o de los
derechos de los interesados. Estos últimos supuestos podrían presentarse cuando el
fiduciante disponga de todo o parte de los bines a título gratuito o realice negocios con
terceras personas que, por conocer los términos del fideicomiso, puedan presumirse de
mala fe, por cuanto han actuado contra la evidencia surgida de aquellos.
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- Derecho de exigir al fiduciario el cumplimiento: este derecho
surge en forma más que obvia de la estructura del fideicomiso, y está emparentado con
la posibilidad de ejercer las acciones de responsabilidad derivadas de u eventual
incumplimiento. Podría incluirse, dentro de esta facultad, la de solicitar algunas
acciones conservatorias para evitar que los bienes sufran pérdidas o menoscabo e poder
del fiduciario.
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- Derecho de pedir la remoción del fiduciario: tal facultad,
constituye un medio para proteger el fideicomiso y sus intereses. Antes de la solicitud
de la remoción, puede pedirse, a título de medida cautelar, la designación de un
administrador interino, cuando las circunstancias indiquen que la permanencia del
fiduciario al frente de los negocios resultaría muy grave, incluso durante el simple lapso
del procesoix.
Este derecho del beneficiario se encuentra reglado en el inc. “a”
del art. 9º de la ley. Lo que no hay que olvidar, es que la ley establece la citación
obligatoria del fiduciario para su ejercicio por parte del beneficiario.
- Derecho de solicitar rendición de cuentas: como ya lo hemos
visto precedentemente, un a de las obligaciones más importantes del fiduciario, y tal
como lo establece el art. 7º de la ley, es la de rendir cuentas de su gestión. El
beneficiario estará facultado para, de acuerdo con dicha norma, exigir el cumplimiento
de esta obligación que recae en cabeza del fiduciario, y que su periodicidad no podrá ser
superior a un año.
- Derecho de “ceder su derecho”: el beneficiario podrá, salvo
pacto en contrario en el acto constitutivo, ceder su derecho tanto, por actos entre vivos
como mortis causa, acorde lo dispone el art. 2º en su último párrafo: “El derecho del
beneficiario puede transmitirse por actos entre vivos o por causa de muerte, salvo
disposición en contrario del fiduciante”. Por lo tanto, el fiduciante, si quisiera cercenar
tal posibilidad al beneficiario, deberá preverlo de manera expresa en el contrato.
En cuanto a las obligaciones de éste sujeto, de la sola lectura de la ley, surge que
nos están impuestas, por lo que al carecer las mismas de una regulación supletoria, no
quedará remedio que, apoyándonos en el principio de libertad contractual, establecerlas
el acto constitutivo.
41
solicitar la revocación de los realizados por el fiduciario en fraude a sus intereses, si
perjuicio de los derechos de los terceros interesados de buena fe. Si bien sólo es una
norma contemplada en su ordenamiento jurídico no vigente, no cabrían dudas de que
expresa lo que la actual normativa vigente ha omitido expresar, pero que de la lectura de
todo su articulado podría deducirse que se encuentra implícito.
42
FIDUCIANTE FIDUCIARIO
patrimonio propio patrimonio propio
“patrimonio de afectación”
(El fiduciario, sobre éste, tiene un
dominio imperfecto, no pleno)
43
a la individualización, el art. 4º de la ley, en su inc. “a”, es muy claro al prescribir: “El
contrato también deberá contener: a) La individualización de los bienes objeto del
contrato. en caso de no resultar posible tal individualización a la fecha de la
celebración del fideicomiso, constará la descripción de los requisitos y características
que deberán reunir los bines”.
Ya hemos explicado que el fideicomiso es un contrato consensual, puesto que su
perfeccionamiento no depende la entrega de los bienes prometidos en fideicomiso, por
lo cual resulta de aplicación el régimen de las obligaciones de dar cosas ciertas (art. 574
a 600 del Cód. Civ.).
Como henos visto, la ley permite la individualización futura de los bienes
fideicomitidos, es decir que no es necesario que los mismos estén determinados en el
contrato, pudiendo indicarse los requisitos y características que deberán reunir dichos
bienes. Con ello se admite la posibilidad de que sean objeto del fideicomiso bines
futuros (arts. 1173, 1447 y 1148 del Cód. Civ.) o ajenos (art. 1177 Cód. Civ.). En caso
de que esto no llegaren a existir, o que las cosas ajenas no fueren entregadas, será de
aplicación lo previsto por el Código Civil en los artículos mencionados.
En cuanto a la posibilidad de incorporar nuevos bienes al fideicomiso, el inc. “b”
del art. 4º de la ley, establece que el contrato deberá contener la “...determinación del
modo en que otros bienes podrán ser incorporados al fideicomiso”.
Esto nos da la posibilidad de incrementar el patrimonio fiduciario aportando el
fiduciante o un tercero nuevos bienes, para lo que habría que estipular la manera en
que dichos bienes serán aportados.
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(incapacidad del beneficiario), el fideicomiso podrá durar hasta la muerte del incapaz o
hasta que el cese de tal incapacidad.
En segundo lugar, el art. 25 establece que el cumplimiento de la
condición resolutoria a que se hubiese subordinado el contrato produce su extinción, es
decir que depende del acaecimiento de un hecho futuro e incierto y éste se produce,
extinguiéndose de esta manera el fideicomiso.
· La revocación del fiduciante si se hubiese reservado
expresamente esa facultad; la revocación no tendrá efecto retroactivo: como ya hemos
visto, la regla es la irrevocabilidad del fideicomiso, pero como toda regla tiene su
excepción, la de ésta es que, si el fiduciante constituyente del acto se reserva la facultad
de revocarlo, podrá hacerlo bajo las condiciones que surjan del contrato.
Cabría analizar el caso de que, en el fideicomiso, el beneficiario
tuviera carácter oneroso, situación en que no podría concebirse, por una cuestión lógica,
que el constituyente del fideicomiso que ha recibido o recibirá una contraprestación
pueda revocar unilateralmente el negocio. En este supuesto, solo se concibe la facultad
de revocación si el beneficiario no cumpliera con las prestaciones a su cargo, o si se
verificaran ciertas causas de revocación convenidas en el acto constitutivo.
· Cualquier otra causal prevista en el contrato: las partes podrán
pactar en el contrato, haciendo uso del principio de libertad contractual, otras causales,
además de las legales, dado que el legislador del `94 no a vedado esta posibilidad en
norma alguna.
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5.8.2. Procedimientos voluntarios de liquidación.
El legislador ha decidido dar un campo amplio a la autonomía privada en
materia de liquidaciones de patrimonios, para conferirles agilidad, evitando las demoras
del procedimiento judicial y para maximizar el rendimiento económico de los
capitales.x
Siguiendo estos lineamientos, la ley 24.441, en su art. 16, estableció un sistema
que regla la liquidación de patrimonios en el que predomina la extrajudicialidad y la
autonomía de la voluntad. Ello es así porque, aunque la ley pareciera poner límites en
dicha norma, al señalar que la liquidación estará a cargo del fiduciario, quien deberá
enajenar los bines, nada impediría pactar lo contrario. En efecto, las partes pueden
celebrar un convenio de liquidación que contenga, entre otros elementos: a) causales de
liquidación, b) formas de liquidación, c) encargado de realizar la liquidación, etcétera.
El art. en cuestión reza lo siguiente: “Los bienes del fiduciario no responderán por las
obligaciones contraídas en la ejecución del fideicomiso, las que sólo serán satisfechas
con los bienes fideicomitidos. La insuficiencia de estos bines para atender a éstas
obligaciones, no dará lugar a la declaración de su quiebra. En tal supuesto y a falta de
otros recursos previstos por el fiduciante o el beneficiario según visiones
contractuales, procederá a su liquidación, la que estará a cargo del fiduciario, quien
deberá enajenar los bienes que lo integren y entregará el producido a los acreedores
conforme el orden de privilegios previstos para la quiebra...”. Considero que no vale
hacer aclaración alguna dado lo claro de su redacción.
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Ahora bien, ¿cuáles son esas variantes que el instituto conceptuado en el art. 1º
de la ley 24.441 puede tener?; podríamos decir que, haciendo jugar la autonomía de la
voluntad y la libertad contractual no serían pocas tales variantes, nos daremos un
brevísimo pantallazo sólo por sobre algunas de ellas para tener una pequeña noción de
lo que estamos hablando:
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Ahora, si bien no ha sido un análisis exhaustivo del instituto del fideicomiso, sí
considero que nos ha dado suficientes herramientas para poder ingresar en lo que si es
objeto de este trabajo y, para lo que hasta ahora, nos hemos estado preparando: “el
fideicomiso” .
Este, al igual que los anteriores, es un subtipo del fideicomiso ordinario o
común, por lo que se le aplican las normas generales del mismo. Pero a diferencia de los
otros, tiene los siguientes elementos característicos:
1) El fiduciario debe ser una entidad financiera o una
sociedad especialmente autorizada por la Comisión Nacional de Valores -las entidades
autorizadas son bancos comerciales, de inversión y compañías financieras (arts. 21, 22 y
24 de la ley 21.526 de entidades financieras)-., a diferencia de los otros tipos en los que
el fiduciario puede ser tanto una persona física como jurídica.
2) Los beneficiarios, son los titulares de certificados de
participación en el dominio fiduciario o de títulos representativos de deuda garantizada
con los bienes así transmitidos. En el resto de los fideicomisos, los beneficiarios son los
nombrados a tal efecto por el fiduciante al momento de la constitución del acto.
3) La autoridad de aplicación será la Comisión Nacional de
Valores. No existiendo en los otros tipos de fideicomiso autoridad de aplicación alguna.
4) Podrán ser objeto, según reza el artículo, de oferta pública.
Estas, podría decirse que son las notas características que resaltan mayor
diferencia con los otros tipos de fideicomisos.
- Fideicomiso de garantía. No es por capricho no hablar del
mismo en este punto, sino que responde a la simple y lógica cuestión de que el capítulo
siguiente está dedicado pura y exclusivamente a él.
48
Capítulo II
EL FIDEICOMISO DE GARNTÍA
1. Introducción.
49
2. Garantía.
2.1.Concepto.
Dado que de lo que estamos tratando no es otra cosa que un medio de garantía,
sería incorrecto seguir avanzando sin dar un concepto de tal vocablo.
Se ha sostenido que la garantía, es “una relación que se establece entre el
acreedor y el patrimonio del deudor”, a lo que podría agregarse para dar una definición
más acabada, que no sólo la relación del acreedor puede ser con el patrimonio del
deudor, sino también con el de un tercero, quien podría tranquilamente garantizar la
obligación del deudor principal con su propio patrimonio, y aún más, el patrimonio
podría, como veremos no ser ni de un ni propio del deudor, sino, un patrimonio
autónomo, sí, autónomo. Este agregado al concepto de garantía lo entenderemos cuando
vayamos avanzando en al trabajo.
De ahí que se defina al patrimonio como prenda común de los acreedores,
entendiendo el concepto de prenda como sinónimo de garantía.
Pero vemos que la insuficiencia del patrimonio del deudor para hacer frente a
sus obligaciones trae como inmediata consecuencia la aplicación de la vieja máxima del
derecho falencial, la pars condictio creditorum, lo que ha llevado en determinadas
ocasiones, con el fin de evitar la aplicación dicha máxima a ciertos créditos, a la
necesidad de afectar bienes determinados del deudor al cumplimiento de una obligación
en particular -por ejemplo garantizándola con prenda o hipoteca-, creando de manera
contractual una excepción a la mencionada máxima.
La figura del fideicomiso, a partir de la sanción de la ley 24.441, permite, no
sólo afectar determinados bienes al pago de una deuda en concreto, sino también excluir
dichos bienes del patrimonio del deudor, evitando así, entre otros perjuicios, los
embargos de terceros acreedores del fiduciante sobre los mismos.
Frente a lo expuesto, y citando al Dr. Fernando Pérez Hualde, podríamos decir
que, “mayor seguridad que un patrimonio, son dos”xi.
2.2.Clases.
La clásica distinción que de garantías existe, es la que la divide en reales (penda,
hipoteca) y personales (fianza, aval). Pero a la hora intentar ubicar al fideicomiso de
garantía dentro de una u otra categoría es cuando se plantea el siguiente interrogante:
¿ es una garantía de carácter real o personal?. Es un interrogante cuya respuesta
50
analizaremos al punto respectivo en el cual tratemos la naturaleza jurídica del
fideicomiso de garantía.
51
3. Fideicomiso de garantía.
3.1.Orígenes.
3.1.1. Roma.
El instituto en estudio, no es una figura que pueda ser calificada como ”nueva”,
por lo menos no en la historia del Derecho.
El fideicomiso de garantía, se trata en realidad de una de las instituciones de
garantía que registren los juristas historiadores, sus reminiscencias se remontan a la
antigua Roma, en la cual la fiducia cum creditore constituía una de las formas más
antiguas de garantía real del ius civile. Consistía en la entrega en propiedad al acreedor,
de una cosa que pertenecía al deudor, lo cual se lograba mediante la emancipatio o la in
iure cesio, celebrándose simultáneamente un pacto que era denominado pactum
fiduciae, pacto por el cual el acreedor, fiduciario, se obligaba restituir al fiduciante el
bien dado en garantía cuando fuera cumplida la obligación principal. El fiduciante
disponía de una acción meramente personal para lograr la devolución del bien una vez
satisfecha la obligación con el fiduciario –era la llamada actio fiducia-, que en realidad
no constituía un remedio jurídicamente idóneo para salvaguardar el derecho que tenía el
fiduciante cumplidor, pero significaba una sólida garantía para el acreedor fiduciario.
Esta figura fue la base del contrato de pingus –prenda- , el cual desplazó a la fiducia,
dejando a ésta última como el antecedente más remoto de las garantías del Derecho
Romano.
3.1.2. Grecia.
En el Derecho griego también existió una institución de garantía de similares
características que la fiducia cum creditore, se trataba de una venta con pacto de
retroventa que era utilizada en la práctica para asegurar el cumplimiento de las
obligaciones, y que, tal como ocurría en Roma, también entró en desuso frente a la
prenda y, finalmente, con la implementación de la hipoteca.
3.1.3. Alemania.
En el derecho Germánico también se registra una garantía real similar a la
fiducia del Derecho Romano, era la Satzung, pero con algunas diferencias con la fiducia
cum creditore, ya que el acreedor tenía el derecho incluso a enajenar la cosa para
cobrarse el crédito, siempre dejando a salvo la preferencia de la que gozaba el deudor
para rescatar el objeto dado en garantía.
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Como se pudo advertir, en la mayoría de los pueblos de la antigüedad se
reguló una institución destinada a la garantía de las obligaciones, con grandes
similitudes a lo que hoy conocemos como fideicomiso de garantía. Pero luego, éstas
instituciones, fueron reemplazadas por otras modalidades que representaron un menor
riesgo para el deudor, tale como la prenda y la hipoteca. Pero ello no debe conducirnos a
pensar que el negocio fiduciario actual pueda llegar a configurar la problemática que
existió en la antigüedad, porque en nuestros tiempos el fiduciante cuenta con los
mismos recursos jurídicos que cualquier deudor prendario, para perseguir del fiduciario
la devolución de la cosa y, eventualmente, una indemnización por los daños y perjuicios
ocasionados sobre el objeto dado en fiducia.
Conociendo en estas instancias lo que podríamos llamar “la cuna” del
fideicomiso de garantía, no queda más que adentrarnos en el análisis de la figura en
cuestión, y de esta forma poder conocerla en todos sus aspectos.
3.2.Concepto.
En principio, podemos decir que todo fideicomiso tiene una función de garantía,
incluso aquellos denominados de administraciónxii. Esta observación puede explicarse a
la luz del funcionamiento natural de la figura: para el buen fin del negocio que el
fiduciante encarga al fiduciario, el primero transmite al segundo la propiedad fiduciario
de ciertos bines y se constituye con estos un patrimonio especial o de afectación (art. 14
a 16 de la ley 24.441). A través de la constitución de este patrimonio, de alguna manera
se asegura que los bines se mantendrán afectados exclusivamente al cumplimiento del
encargo hecho al fiduciario, pues los mismos resultan inmunes a las acciones de los
acreedores personales tanto del fiduciante como del fiduciario. Así la seguridad, la
garantía que da esta operatoria, es un medio para alcanzar el fin querido por las partes.
Ahora bien, puede ser que la garantía sea querida como fin en sí mismo y no
como un mero instrumento. Cuando la seguridad constituye la razón de ser de la figura,
podemos decir que se está ante un verdadero “fideicomiso de garantía”. En estos casos
los bienes fideicomitidos tienen por finalidad específica asegurar el cumplimiento de
ciertas obligaciones del deudor fiduciante, o de un tercero por quien éste transfiere el
bien para garantizar esa obligación ajena. De manera que, si el fiduciante, o el tercero en
su caso, incumple la obligación, el fiduciario podrá ejecutar la garantía que constituyen
los bienes para pagar al acreedor (beneficiario o fideicomisario), y devolver el
remanente al fiduciante; en el caso contrario –si el deudor cumple -, el fiduciario
devuelve los bienes al fiduciante o los transmite a la persona que éste designe.
53
En este orden de ideas, podemos definir a la figura de ola siguiente manera: “Es
el contrato por el cual el fiduciante se obliga a transferir la propiedad fiduciaria de un
bien al fiduciario, con el encargo de que en el supuesto de incumplimiento de la
obligación que se pretende garantizar, el fiduciario proceda a la venta del bien y
entregue el producido obtenido hasta la concurrencia del crédito al acreedor en cuyo
favor se ha constituido, cancelando así total o parcialmente la deuda impaga.
Por lo tanto, este tipo de fideicomiso, implica el cargo para el fiduciario de una
vez verificado el cumplimiento de la obligación garantizada, restituya, el dominio de los
bienes o la propiedad de los derechos transmitidos, al fiduciantexiii; excepto que tal
cumplimiento obligacional no se efectivice, frente a lo cual el fiduciario tendrá dos
opciones: la primera es destinar los frutos de los bienes fideicomitidos al pago del
crédito garantizado; la segunda consiste en proceder a la liquidación de los bienes
entregados en fiducia, para cancelar la deuda con su producido. Obviamente, estas
opciones no son discrecionales del fiduciario, sino que deben, cualquiera de las dos,
estar estipuladas en el contrato constitutivo para, de ese modo, evitar ciertos abusos por
parte de este sujeto.
La nota tipificante de esta figura, será la expresión clara de que los bienes son
transmitidos (o que el fideicomiso es constituido) con fines de garantía de una
obligación concreta y determinada.
Al introducirnos en el análisis de la figura, podremos observar que el rol del
fiduciario podrá variar en función de la naturaleza de los bienes que se afecten o de la
actuación que del mismo se requiera. Estas variaciones deberán estar plasmadas en el
contrato o manda, aspecto que ha sido considerado por destacada doctrina como harto
relevantexiv. Así, la actividad o conducta a desarrollar, puede consistir en desempeñar
solamente una función de vigilancia o guarda de los bienes fideicomitidos (función que
variará según la naturaleza de los mismos), debiendo éste, una vez producida la mora o
incumplimiento del deudor, proceder a la realización de los bienes para así cancelar el
saldo impago, y entregar, si existiere, el remanente al fiduciante (como veremos a
continuación, esta figura es el fideicomiso de garantía puro).
3.3. Clases
En estas instancias, ya sabemos que el fideicomiso de garantía es una de las
posibilidades o tipos dentro de lo que son los negocios fiduciarios, pero éste a su vez
presenta dos variantes.
54
Varios autoresxvhan creído pertinente subclasificar la presente figura fiduciaria
en dos clases, según cuales sean las facultades del fiduciario en el caso concreto: en el
fideicomiso de garantía puro o simple, en el cual el fiduciario no puede tomar para sí
los frutos derivados de la explotación del bien fideicomitido, debe conservarlos para
restituirlos al fiduciante –que será en este caso el beneficiario-, y sólo frente al
incumplimiento de la obligación el fiduciario podrá servirse de los frutos del bien para
cancelar la obligación garantida; y el fideicomiso de garantía y pago, en el cual el
fiduciario procederá a servirse de los frutos que se perciban de los bienes entregados en
fiducia, para de ese modo ir cancelando progresivamente la deuda.
Respecto de esta clasificación, y con el mayor de los respetos hacia quienes la
propugnan, no considero que sea de gran trascendencia a la hora del estudio de este
instituto, dado que por ser tan amplia la gama de posibilidades a la hora de constituir el
mismo, y en cuanto a la forma de perfeccionar la garantía, que su clasificación
respondería únicamente a una casuística en la aplicación de este medio de garantía.
El fideicomiso de garantía es uno sólo, claro sí, con las variantes que derivan de
la posición jurídica que ocupe cada parte en el caso en particular y de las obligaciones
que por el contrato tenga el fiduciario respecto a la forma de cancelar la obligación
frente al incumplimiento del deudor, ya sea saldando la deuda con los frutos de los
bienes o derechos fideicomitidos, ya sea con la entrega tales bienes o derechos al
acreedor, o bien con la realización de tal patrimonio para cancelar la acreencia. Como se
ve, las variantes no se limitan a dos, sino que podría perfeccionarse de varias maneras,
dependiendo éstas, únicamente de la voluntad de las partes al momento de llevar a cavo
el negocio fiduciario de garantía.
55
con fines de garantía, deberá especificarse en el contrato con total claridad y precisión
en que momento el fin del fideicomiso permite, o exige, disponer o gravar los bienes
transferidos en garantía.
Las precisiones referidas en el párrafo precedente, ayudarán a definir como se
deberá desempeñar el fiduciario en su tarea, de forma tal que la manda se convertirá en
el límite de la capacidad del fiduciario en la administración o ejercicio de la propiedad
sobre el patrimonio fideicomitido.
En cuanto al criterio con que se debe apreciar para saber si el acto en cuestión se
encuentra dentro o fuera de lo permitido al fiduciario, parte de la doctrina, con la que
humildemente adherimos por una cuestión de pura lógica de tal razonamiento, considera
que, en la medida que existan, y siempre las habrá, zonas oscuras o dudosas, la manda
jugará un papel similar al del objeto en las sociedades comerciales (artículo 58 Ley de
Sociedades Comerciales, primer párrafo), por lo que deberán entenderse como
comprendidos, y por lo tanto, oponibles al patrimonio, aquellos actos que no sean
notoriamente extraños al fin con que se ha constituido el fideicomiso, haciéndose de
esta manera una interpretación extensiva del mismo.xvi
Jugaría un papel primordial, en este caso, la publicidad de la constitución de
dicho fideicomiso frente a terceros. Por lo que consideramos, al igual que no pocos
entendidos en el temaxvii, que debería barajarse la posibilidad de inscribir, en un futuro
no muy lejano, todos los fideicomisos que se constituyan, con el fin de su oponibilidad
frente a terceros, sin importar la naturaleza de los bienes sobre los que el mismo recae.
Obviamente, esto no implicaría dejar de cumplir con lo ordenado por el art. 13 de la Ley
24.441 respecto de las inscripciones correspondientes a los bienes registrables.
De igual manera que se exige la inscripción de las sociedades comerciales para
poder los socios adquirir los beneficios del tipo (por ej. limitación de la responsabilidad
en las sociedades anónimas), sería sano para el comercio en general y para los terceros
que contraten con dicho patrimonio fiduciario, exigir la inscripción del contrato de
fideicomiso para así poder el fiduciario (y por que no el fiduciante) gozar de la
limitación establecida por el primer párrafo del art. 16 de la L.F., el que reza lo
siguiente: “Los bienes del fiduciario no responderán por las obligaciones contraídas en
la ejecución del fideicomiso, las que sólo serán satisfechas con los bienes
fideicomitidos. La insuficiencia de los bienes fideicomitidos para atender a éstas
obligaciones, no dará lugar a la declaración de su quiebra...”.
56
3.5. Análisis de la figura.
En este punto del trabajo nos abocaremos a un sintético análisis del contrato de
garantía, el cual, en esencia, y por ser una de las variantes en la utilización del
fideicomiso regulado en la ley 24.441, comparte sus características.
3.5.1. Características.
Sus características son:
- Es un contrato consensual, dado que se perfecciona con el solo
consentimiento entre el fiduciante y el fiduciario.
- Es un contrato bilateralmente perfecto, ya que la momento de
perfeccionar el consentimiento ambas partes asumen determinadas obligaciones.
- Se trata, en principio, de un contrato oneroso, ya que como
hemos mencionado en el capítulo anterior, la ley si bien sienta el principio de la
onerosidad, no prohibe que las partes pacten la gratuidad de la actuación del fiduciario.
- Es un contrato formal, dado que debe celebrarse por escrito, y
según la naturaleza de los bienes fideicomitidos, deberá hacerse por escritura pública o
no.
La forma a observarse para la constitución de ésta garantía, esta en directa
relación con los bienes que serán objeto de ella. Si se trata de bienes muebles, deberán
ser entregados materialmente al fiduciario, pudiendo hacerse el contrato por instrumento
privado. A fin de evitar cualquier agresión por parte de terceros acreedores, es
conveniente darle fecha cierta al instrumento.
Si se trata de un fideicomiso de garantía sobre un bien inmueble, es indudable
que deberá ser constituido por escritura pública e inscripto en el Registro de la
Propiedad Inmueble.
El fideicomiso de garantía se constituirá siempre por contrato, que suscribirán
tanto el fiduciante, como el acreedor beneficiario, y que el fiduciario podrá aceptar
tanto en el mismo acto o por separado.
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mencionamos en al primera parte de este trabajo, un mismo sujeto puede ocupar
simultáneamente más de una posición contractual.
Veamos quienes ocupan tales posiciones:
a) El fiduciante: es el constituyente del negocio fiduciario. Es el
propietario pleno de los bienes que entrega en fiducia para asegurar el cumplimiento de
una obligación que puede ser propia o ajena. Por lo que puede ser el deudor de la
obligación o no.
b) El fiduciario: es quien recibe el dominio fiduciario de los bienes
entregados en garantía, asumiendo la obligación de restituirlos al fideicomisario
(fiduciante para el caso de que se estipule que deben volver a él) cuando la obligación
principal sea fielmente cumplida. Podría ser ocupada esta posición, tanto por el acreedor
como por un tercero. Esto último, me refiero a la posibilidad de que el acreedor ocupe
en el negocio la posición fiduciario, ha encontrado alguna resistencia al respecto en
algunos sectores de la doctrina. ¿Cuál es el fundamento que esbozan para negarle esta
posibilidad al acreedor? ; es, nada más ni nada menos que, la apropiación del bien
objeto de la garantía está vedada expresamente por el art. 7º de la ley 24.441, razón por
la cual el acreedor fiduciario no podría quedarse para sí con el bien fideicomitido ante
el incumplimiento del deudor. Tal norma dispone: “El conrato de fideicomiso no podrá
dispensar al fiduciario [...] de la prohibición de adquirir para sí los bienes
fideicomitidos”. Esto no es novedad en nuestro derecho, ya que el mismo principio se
aplica para el caso de la prenda en el art. 3222 del Cód. Civ., el cual prohibe toda
cláusula que autorice al acreedor prendario a apropiarse de la prenda.
Cabría preguntarse si el fideicomiso de garantía es una excepción a tales
prohibiciones impuestas por las citadas normas. Analicémoslo.
La razón de esta transmisión fiduciaria, es asegurar un crédito
constituyendo una propiedad transitoria, ya que el bien no está destinado a ingresar
definitivamente al patrimonio del fiduciario. Cuando el deudor no cancela su deuda, la
propiedad fiduciaria, que es por definición imperfecta, no se transforma en plena o
perfecta por el mero hecho del incumplimiento, dado que no hay una norma que así lo
establezca. Mediante el fideicomiso, el deudor confirió al fiduciario un encargo, que es,
vender en caso de incumplimiento y así cobrar su crédito. En conclusión, el fiduciario
deberá enajenar el bien, o llevar a cavo lo que se haya convenido en el contrato para
hacer efectiva la garantía. Por lo tanto, permitir la apropiación para sí del bien
fideicomitido estaría en contradicción con lo establecido por el art. 7º de la ley. De lo
contrario, en lugar de un negocio fiduciario de garantía, lo que se habría concertado no
58
sería más que una simple dación en pagoxviii. El deudor tiene el derecho de exigir la
venta del bien transmitido en fiducia y evitar que el mismo quede en el patrimonio del
fiduciario, dado que es propio del pacto de fiducia que, una vez satisfecho el monto de
la deuda, el remanente corresponda al deudor (fiduciante).
En el acto constitutivo se preverá todo lo inherente a la forma,
condiciones y modalidades de la ejecución. Asimismo, se deberá facultar al fiduciario
para que disponga de esa garantía para así cobrarse su crédito, en los términos del art.
13 de la ley 24.441, norma que reza lo siguiente: “Cuando así resulte del contrato, el
fiduciario adquirirá la propiedad fiduciaria de otros bienes que adquiera con los frutos
de los bienes fideicomitidos o con el producto de actos de disposición sobre los
mismos”. No podemos negar que la redacción de ésta artículo es más que clara. Por lo
que es evidente que las partes tienen plena libertad para apartarse expresamente del
principio de la subrogación real, comentado en la primera parte del trabajo, pudiendo
convenir expresamente que, en caso de mora del deudor, el producido del la enajenación
de la garantía hasta su concurrencia con el crédito del fiduciario acreedor podrá ingresar
al patrimonio personal de este último, porque las partes lo han desafectado
expresamente del fideicomiso, ya que a ese producido no se le adjudicaría la calidad de
propiedad fiduciaria.
En términos más breves y resumiendo, sería perfectamente válido
convenir que ese producido no integre ese patrimonio separado y sea destinado a
cancelar la obligación que se pretendió garantizar, en consecuencia, el acreedor
fiduciario adquirirá su propiedad plena hasta la concurrencia de su crédito sin violar de
esta manera el art. 7º de la ley 24.441, dado que no estaría adquiriendo para sí los bines
fideicomitidos, sino que simplemente adquiriría el resultado obtenido después de
someterlos a un proceso previamente establecido. Por lo tanto, ese resultado no tendría
la calidad de bien fideicomitido por expresa voluntad de las partes.
Distinto sería el caso si las partes hubiesen pactado que, frente al
incumplimiento del deudor, el acreedor debiese tuviese la facultad de quedarse con el o
los bienes fideicomitidos. En este supuesto, no cabrá otra alternativa que nombrar a un
tercero, ajeno a la relación obligacional, como fiduciario, dado que aquí, de nombrarse
fiduciario al acreedor sí se estaría violando el precepto contenido en el art. 7º de la ley
24.441, puesto que este último se estaría quedando con los bienes que conforman la
propiedad fiduciaria para hacerse de su acreencia.
59
En este supuesto, en el que el acreedor puede quedarse con los bienes
fideicomitidos, la posición que debería ocupar el mismo, no puede ser otra que la de
fideicomisario.
¿Cómo sería el rol de este?: sería un fideicomisario sujeto a la condición
resolutoria de que el deudor fiduciante no cumpla en término con su obligación, de esta
manera, extinguido el fideicomiso por el cumplimiento de la condición resolutoria de
que el deudor no saldó su obligación, el fideicomisario acreedor se quedará con los
bienes objeto del fideicomiso. En este supuesto, la extinción del fideicomiso estaría
sujeta a dos condiciones resolutorias totalmente opuestas: la primera, que el deudor
cumpla con la obligación en término, caso en el que el fideicomiso se vería extinguido y
los bienes fideicomitidos volverían al fiduciante; la segunda, que el deudor no cumpla
en término con su obligación, supuesto en que al extinguirse el fideicomiso los bienes
pasarán al acreedor fideicomisario.
Veamos, para una mejor comprensión de los ejemplos, un esquema
gráfico de cada uno de los mismos:
· Esquema básico:
“FIDUCIANTE” “FIDEICOMISARIO”
(Deudor - Propietario de los bienes) (Acreedor o Deudor)
“Transmisión de la
propiedad fiduciaria
de los bienes, en garantía
del crédito del acreedor”.
“FIDUCIARIO”
60
· 1er Ejemplo. Supueso de “incumplimiento” por parte del deudor:
“FIDUCIANTE” “FIDEICOMISARIO”
(Deudor, que transmitió la (Adquiere la propiedad plena
propiedad fiduciaria de de los bienes fideicomitidos
sus bienes para garantizar por haberse extinguido el fi_
su deuda, incumple con su deicomiso como consecuencia
obligación) incumplimiento del deudor)
“FIDUCIARIO”
(Cumple con la manda que le impone
el contrato de fideicomiso celebrado con
el deudor)
61
· 2º Ejemplo. Supuesto de “cumplimiento” por parte del deudor:
“FIDUCIANTE “ACREEDOR”
FIDEICOMISARIO” (Es pagada su acreencia
(Deudor cumple con la obligación por el deudor)
contraida con el acreedor, por lo que
los bienes se le retransmiten por la
extinción del fideicomiso como
consecuencia del cumplimiento de
la condición resolutoria, ingresando
de esta manera nuevamente a su
patrimonio personal)
“Transmite la propiedad de
los bienes fideicomitidos
en forma plena”
“FIDUCIARIO”
(Cumple con la manda que le impone
el contrato de fideicomiso celebrado
con el deudor)
63
cualquiera de las hipótesis que se puedan prever, tanto en el supuesto de que el deudor
de la obligación cumpla con ella, como en el caso de que no lo haga. En el primer caso
–cuando cumpla- el fiduciario asume la obligación de restituir los bienes entregados en
garantía al fiduciante, una vez verificado el cumplimiento obligacional, excepto que
expresamente se haya acordado otro plazo o forma de restitución de los objetos, y en la
segunda hipótesis –cuando el deudor no cumple – no hay que olvidar que sobre el
fiduciario pesa la prohibición impuesta por el art. 7º de la ley 24.441, que le impide
convertirse en propietario pleno de los bienes entregados en fiducia, por lo que lo único
que puede hacer es cobrar el crédito garantizado con los frutos que se deriven de la
explotación de los bienes fideicomitidos, o ejecutarlos y cobrarse del producido de los
mismos, según como se hayas convenido en el contrato. Hay, como lo hemos
mencionado anteriormente, quienes niegan esta última posibilidad, fundando su opinión
en lo prescripto por el art. 7º de la ley 24.441, pero no parece ello una consecuencia
necesaria de la interpretación de dicha norma, la cual solo veda la posibilidad al
fiduciario de adquirir el dominio pleno de los bienes entregados en fiducia, pero nada le
impide a este sujeto que los ejecute y proceda a cancelar la deuda con el producido de
ellos, más aún cuando ello ha sido libremente acordado por las partes al momento de
perfeccionar el consentimiento contractual y en ejercicio de la autonomía de la volunad.
En definitiva, esto no viola la norma imperativa del art. 7º, sino que se trata de un
supuestos diferentes no alcanzados por tal prohibición.
64
“DEUDOR”
(ajeno al pacto de fiducia
en garantía, y quien deberá cumplir
con la obligación, y cuya deuda es
garantizada con bienes del tercero)
“Transmite, en garantía,
la propiedad fiduciaria
de sus bienes.”
“FIDUCIANTE” “FIDUCIARIO”
(3ro que transmite la propiedad (acreedor que ocupa la posición
fiduciario de sus bienes para jurídica de fiduciario a quien se
garantiza la obligación del deudor) transmiten los bienes a título fidu_
ciario en garantía de su obligación)
66
como del fiduciante. Los acreedores del beneficiario solo pueden ejercer sus derechos
sobre los frutos de los bienes fideicomitidos y subrogarse en sus derechos (art.15 ley
citada). Como habíamos visto en el Capítulo I, únicamente responde por las
obligaciones contraidas en la ejecución del fideicomiso (art. 16 ley 24.441) y las
aseguradas por el fideicomiso. Algunos autores han comparado al patrimonio separado
con una “campana de cristal” que aísla los bienes y los compromete únicamente a los
fines del fideicomiso. No hay mejor ejemplo que este para graficar lo que es el
patrimonio separado
Por ello, si su fin es asegura obligaciones, se transforma en una garantía óptima
para las partes contratantes, dado que está destinada única y exclusivamente al pago de
las mismas. Para el acreedor es la máxima seguridad, puesto que no se encuentra
expuesto a la agresión de ningún acreedor concurrente que no sea el instituido
beneficiario, salvo aquellos que resulten de la gestión patrimonial del patrimonio
separado.
Refuerza la garantía la inexistencia de ese bien en el patrimonio del deudor. Los
bienes fideicomitidos salen del patrimonio del fiduciante (deudor o tercero), quien no
puede disponer material ni jurídicamente de ellos, ni pueden ser embargados ni
ejecutados por sus acreedores personales. Por tal razón aventaja notoriamente a las
garantías reales, en cuanto acota las posibles situaciones de conflicto con otros terceros
interesados.
67
4. Ejecución de la garantía.
Es quizás el tema más relevante respecto de la figura en cuestión, y podría
decirse también muy abstracto, esto último por formas en que se puede acordare la
ejecución de la garantía frente al supuesto de incumplimiento por parte del deudor.
Deberá estipularse a tal efecto cuales serán las obligaciones del fiduciario,
comenzando por determinar bajo que recaudos se entiende incumplida la obligación y
cual es la forma de constatar dicho hecho por parte del fiduciario.
Asimismo, como ya lo hemos enunciado en puntos anteriores, deberá estipularse
la conducta del fiduciario a los efectos de la ejecución de la garantía. Ello será de suma
importancia a la hora de evaluar su responsabilidad. Podría determinarse que el mismo
proceda a la realización de los bienes necesarios hasta obtener el precio en dinero que
permita cancelar la obligación no cumplida por el deudor (para los supuestos de que se
trate tan solo de un saldo impago).
Pero nada impide que se estipule que una vez producido el incumplimiento y
acreditado esto por el fiduciario, se produzca la extinción del fideicomiso, con la
consiguiente entrega de la totalidad de los bienes al acreedor (en este caso, y como ya lo
habíamos visto anteriormente en un ejemplo, el fideicomisario), en los términos del art.
26 de la ley 24.441.
El hecho de poder evitar la ejecución o realización de los bienes hasta reducirlos
a una suma de dinero, permite marcar una importante distinción respecto de otras
garantías, como lo son la prenda y la hipoteca, por lo que no seña necesario en este caso
tener que atribuir a la obligación principal un valor consistente en una suma de dinero.
No sólo podrá garantizarse obligaciones sin determinar su monto en dinero, sino que
además, y no obstante tener un monto determinado, podrá estipularse su cancelación a
través de la entrega de un bien o conjunto de bienes determinados.
Estas facultades de disposición del fiduciario, autorizadas por la ley en su art.
17, y detalladas rigurosamente en el contrato constitutivo lo que permiten que sea
llamada una garantía autoliquidable. Esta autoliquidabilidad, es la que evita que haya
que acudirse a la justicia con el fin de ejecutar la garantía.
En relación a la autoliquidación, hay que superar algunas objeciones. La figura
ha sido rechazada por varios aspectos, y éste, es uno de ello.
Uno de los blancos de crítica lo constituye precisamente la apertura del
procedimiento extrajudicial de ejecución. Se considera que si el deudor fiduciante
68
quiere detener la ejecución alegando el pago de la deuda, el fiduciario (acreedor,
beneficiario o fideicomisario) al expedirse sobre la admisibilidad del planteamiento,
asumiría una función del poder judicial, la que no puede ser ejercida por un particular.
Si por cualquier motivo, el acreedor fiduciario desatiende el reclamo, y procede a la
ejecución de los bienes, se menoscabaría el derecho de defensa en juicio y se violaría el
derecho de propiedad. Los críticos del fideicomiso del fideicomiso de garantía
advierten, así, considerables vicios de ilicitud a lo largo de toda la tramitación del
proceso de ejecución.
Para superar esta crítica, hay que dejar bien en claro que, el acreedor fiduciario,
no resuelve controversia jurídica alguna, sino que se limita a comprobar una mera
situación de hecho: “la falta de pago del deudor fiduciante”.
A fin de evita que este fiduciario actúe abusivamente llevando adelante la
ejecución pese al cumplimiento regular de la obligación garantizada, las partes deben
pactar en el acto constitutivo todo lo que tiene que ver conla verificación del
incumplimiento, la intervención del deudor, el procedimiento de ejecución, tasaciones a
entidades específicas, etcéteraxix.
Si aún la regulación fuera insuficiente o inexistente, la prevención de conductas
abusivas surge del espíritu de la ley 24.441. A tal efecto, es preciso no olvidar el criterio
del art. 6 de la ley para ponderar la conducta del acreedor fiduciario, conforme el cual
éste deberá actuar con la prudencia y diligencia de un buen hombre de negocios sobre la
base de la confianza depositada en él: “El fiduciario deberá cumplir las obligaciones
impuestas por la ley o la convención con la prudencia y diligencia del buen hombre de
negocios que actúa sobre la base de la confianza depositada en él” (art.6 ley de la
24.441).
A su vez, el art. 7º del mismo texto legal, dispone que el fiduciario no puede ser
dispensado de la obligación de rendir cuentas ni del dolo ni d4e l culpa en que incurra él
o sus dependientes: “El contrato no podrá dispensar al fiduciario de la obligación de
rendir cuentas, la que podrá ser solicitada por el beneficiario conforme las previsiones
contractuales ni de la culpa o dolo en que pudieren incurrir él o sus dependientes, ni de
la prohibición de adquirir para sí los bienes fideicomitidos. En todos los casos los
fiduciario deberán rendir cuentas a los beneficiarios con una periodicidad no mayor a
un (1) año” (art. 7º, ley 24.441).
Estas disposiciones, sumadas a las sanciones penales previstas en el Título XI
(“Modificaciones al Código Penal”) de la ley, art. 82, el cual incorpora al art. 173 del
Código Penal las disposiciones 12, 13, 14, contribuyen a acortar la discrecionalidad del
69
fiduciario y configuran un mecanismo de protección a favor del deudor. Tales incisos
rezan lo siguiente: inc. 12: “El titular fiduciario, el administrador de fondos comunes
de inversión o el dador de un contrato de leasing, que en beneficio propio o de un
tercero dispusiere, gravare o perjudicare los bienes y de esta manera defraudare los
derechos de los contratantes”; inc. 13: “El que encontrándose autorizado para ejecutar
extrajudicialmente un inmueble lo ejecutara en perjuicio del deudor, a sabiendas de
que el mismo no se encuentra en mora, o maliciosamente omitiera cumplir los recaudos
establecidos para la subasta mediante dicho procedimiento especial”; y el inc. 14: “el
tenedor de letras hipotecarias que en perjuicio del deudor o de terceros omitiera
consignar en el título los pagos recibidos”.
Si bien la ley no contempla expresamente el fideicomiso de garantía, es posible
interpretar dinámica y extensivamente sus disposiciones y trasladar su espíritu a la
figura en cuestión.
Por último, en la perspectiva de previsión, se inscriben también los artículos del
Cód. Civ. respectivos al abuso del derecho y a la buena fe (1071 y 1198
respectivamente).
Superadas las dudas respecto a la objeción planteada, podemos decir que queda
de pie una de sus principales ventajas: la autoliquidabilidad.
70
5. Naturaleza de la garantía.
Analizadas las posiciones jurídicas en las que puede actuar el acreedor, estamos
en mejores condiciones que al comenzar el trabajo para enmarcar la naturaleza de la
figura.
Tratándose de la afectación de bienes (art.11 ley 24.441), la primera idea que
surge es la encontrarnos frente a una garantía de carácter real, pero vemos a poco de
analizar lo desarrollado hasta ahora, que no se puede ignorar que la existencia y
conservación de los mismos depende de la actividad que desarrolle el fiduciario (que
debe desempeñarla con prudencia y diligencia de un buen hombre de negocios que
actúa sobre la base de la confianza depositada en él), “propietario” de los mismos y
quien deberá llevar a cabo los actos tendientes con el fin de ejecutar la garantía en la
forma que se hubiere previsto.
Así por ejemplo, planteado el supuesto en que el fiduciario designado, una vez
producida la mora, no cumple con su manda de desinteresar al acreedor (sin importar la
manera en que se hubiese estipulado), la acción con que contará el tercero acreedor, será
de naturaleza personal y no contra los bienes en forma directa. Tan sólo podría intimarlo
a cumplir. Pero, a su vez, vemos que este acreedor cuenta con la posibilidad de sustituir
la persona del fiduciario (previa citación del fiduciante), a través de una acción judicial
de remoción (art. 9º ley 24.441). La que deberá ser acompañada de una medida
precautoria de intervención que asegure su éxito (enmarcada en el Código de
Procedimiento respectivo).xx
Es por estas características de la ley 24.441 que, entiende gran parte de la
doctrina, y a la cual adherimos por ser un razonamiento coherente y acabado, se
determinaría la naturaleza mixta de la figura, con notas de garantía real y personal.
En aquellos casos en que el acreedor fuere fiduciario, no cabe duda de que
estaremos frente a una garantía con características de real, en tanto el derecho será
ejercido directamente respecto de la cosa, aún con las limitaciones propias de la figura y
las que surjan de lo convenido entre las partes. En definitiva, podría decirse que estamos
frente a una figura de naturaleza mixta o compleja.
71
6. Constitucionalidad de esta garantía.
Al comentar este tipo de fideicomiso, nos dice Suayfeta que: “Este tipo de
fideicomiso ha sustituido con ventaja a la prenda y a la hipoteca como forma de
garantizar créditos u obligaciones, pues ante la demostración del incumplimiento, no se
está obligado como en esas formas de gravamen a promover ningún juicio, que muchas
veces pueden ser muy prolongados y costosos, ni a solicitar la autorización ni la
intervención judicial para la venta de los bienes fideicomitidos, sino que basta con la
demostración del incumplimiento ante el fiduciario para que éste proceda sin más
trámite conforme a las facultades que al efecto se le dan en el contrato, a la venta de los
bienes mediante el procedimiento que hayan establecido convencionalmente las
partes”xxi.
Nos dice el citado autor, que en algunas oportunidades se había puesto de en tela
de juicio la constitucionalidad de las facultades que en estos contratos se confieren a la
institución fiduciaria, para proceder a la venta de los bienes, sin que medie un juicio
previo en el que el deudor hay sido oído y vencido, o sin que haya, cuando menos, un
mandamiento o autorización judicial que disponga la venta, y nos dice que todas esas
objeciones han sido consideradas improcedentes por la Suprema Corte de Justicia de
México en un fallo.
Tal autor cita el mencionado fallo, el que me permito transcribir: “No es exacta
la observación de la quejosa, en el sentido de que la institución fiduciaria, al rematar los
bienes fideicomitidos realiza un acto de autoridad, mediante el cual se introduce en el
patrimonio del deudor y dispone de sus bienes para hacerlo cumplir, coercitivamente,
sus obligaciones; toda vez que, en el fideicomiso de garantía es el propio deudor quien,
como fideicomitente (fiduciante), hace la afectación de sus bienes, transmitiendo su
propiedad a la institución fiduciaria a la que encomienda la realización del fin a que los
bienes son destinados, o sea, a ser vendidos o rematados y con su producto hacer el
pago debido al fideicomisario acreedor; por lo que si la institución fiduciaria,
ajustándose a lo expresamente pactado, vende o remata los bienes del deudor, en los
casos, forma, términos, convenidos con éste, no hace sino cumplir, conforme al contrato
y a la ley, las obligaciones que su parte contrajo en el acto constitutivo del fideicomiso,
sin que para hacerlo requiera de la intervención judicial, porque, se repite, en ello no
hay controversia que ventilar y decidir [...]”.
72
Las consideraciones anteriores ponen de manifiesto la constitucionalidad, tanto
del remate de los bienes dados en fideicomiso de garantía, sin la intervención del órgano
jurisdiccional, como de la sentencia reclamada que en definitiva declaró infundada la
oposición de la fideicomitente deudora a dicho remate, por parte de la institución a la
que expresamente le encomendó su realización, para que con el producto de los bienes
pagara la suma debida al fideicomisario acreedor. Doctrina perfectamente aplicable a
nuestra legislación sobre el fideicomiso.xxii
¿Por que el fideicomiso de garantía, cuando se ejecuta por incumplimiento, no
viola el derecho de defensa en juicio?.
En primer término, el deudor opta libremente por suministrar al acreedor una
garantía de este tipo, dentro del ámbito de libertad que consagra el art. 1197 del Cód.
Civil. Es sabido que, si alguien se aprovecha de la inexperiencia o necesidad de otra
persona para hacerle constituir una garantía de este tipo, o padece un abuso de derecho,
tendrá siempre los remedios que otorgan lo arts. 954, 1071, 1198 y ss del Cód Civil,
igual que si se hubiese celebrado una compraventa ruinosa, o hubiese entregado un
poder en condiciones abusivas, o hubiese celebrado cualquier otro acto jurídico en un
contexto similar.
Si el fiduciante, abusando de su facultades, que deben estar claramente regladas
en el contrato, vendiere los bienes afectados en condiciones que no son las pactadas,
entonces el deudor podrá y deberá ejercer todas las acciones legales en defensa de sus
derechos. Además, cuando se trata de cosas, el fiduciario puede pedir al juez el
secuestro respectivo, ya que no puede actuar haciendo justicia por mano propia, y la
intervención del juez en estos casos es ineludible.
73
7. Comparación con otras figuras de garantía.
Las garantías, son instrumentos regulados por la ley para brindar a un acreedor
cierta seguridad de cobro, y también suelen otorgarle al deudor cierta ventaja a la hora
de obtener un crédito, ya que de contar con una garantía las posibilidades de obtenerlo
serán mayores que si ella falta.
Se las puede clasificar, como vimos en el punto dos del presente capítulo, en
reales o personales: son personales cuando en virtud de ellas una persona asume la
obligación subsidiaria de pagar si el obligado principal no lo hiciere, es el caso de la
fianza, el aval y la solidaridad en las obligaciones; y son reales cuando lo afectado ya al
pago de una deuda no es la totalidad del patrimonio de una persona, sino uno o vrios
bienes determinados, como ocurre con la hipoteca, prenda y la anticresis.
74
- para la ejecución de la garantía hay que acudir a la justician en
el supuesto de incumplimiento del deudor hipotecario, ocacionándose de esta manera
gastos que disminuirán el valor del bien a rematar, perjudicándose de esta manera tanto
al deudor, porque no siempre verá extinguida su deuda, etc.
75
La fianza es un riesgo tanto para el fiador como para el acreedor, para el primero
porque se puede llegar a encontrar frente a una situación de incertidumbre con respecto
al monto total por el cual deberá responder, finalmente, frente al incumplimiento de la
obligación principal, y para el segundo (acreedor), porque el hecho de que l garantía sea
de carácter personal y afecte la totalidad del patrimonio no le confiere ningún privilegio,
ni prelación, frente a los demás acreedores del fiador, de lo que se deriva que, frente a la
quiebra de éste último, concurrirá con los demás acreedores comunes o quirografarios,
con lo cual su expectativa de satisfacer su acreencia se verá potencialmente disminuida,
sin perjuicio del derecho que tiene de solicitarle al deudor la sustitución por otro fiador
solvente, conforme a lo establecido en el art. 2001 del Cód. Civ., pero hasta que ello no
ocurra, el acreedor quedará ligado al fiador insolvente.
Los problemas reseñados en los párrafos precedentes, no se observan no se
observan en el desenvolvimiento del fideicomiso de garantía, ya que como lo hemos
mencionado, se afectan al cumplimiento obligacional determinados bienes sobre los
cuales, como consecuencia del principio de separación de patrimonios (arts. 14, 15 y 16
de la ley 24.441), los acreedores del fiduciario o del fiduciante no podrán agredir.
Como henos podido observar, existen ciertas diferencias entre cada una de las
especies que hemos mencionado, y lo que debe quedar claro, es como esta comparación
no se hemos intentado jerarquizar los diferentes medios de garantía, calificar a uno de
mejor que otro para asegurar el cumplimiento de las obligaciones, y menos aún
pretender que el fideicomiso de garantía sea catalogado como la mejor opción.
Lo que hemos querido resaltar son solamente algunas de las características
principales de los institutos de garantía más usuales que recepta nuestro ordenamiento
jurídico, para de ese modo advertir que cada uno de ellos desempeñará un papel más
importante en determinados caso s concretos. Por ejemplo, en el supuesto de que se
pretenda asegurar el cumplimiento de obligaciones a cargo de un locatario, sería
absurdo recurrir al fideicomiso de garantía, demasiado engorroso para este supuesto,
por lo que lo más lógico sería recurrir a la fianza de un tercero.
Es frente a ciertos contratos, como la venta en cuotas de un determinado bien, o
un mutuo dinerario, que las garantías reales o el fideicomiso de garantíaserían la opción
más idónea. En estos casos podría recurrirse a la prenda con registro sobre muebles
registrables, o a la hipoteca en el caso de un inmueble; pero debemos recordar que, en
cualquiera de estos supuestos, pueden presentarse las dificultades precedente mente
enunciadas, como por ejemplo, la ejecución de un bien que constituye la garantía de un
determinado acreedor al cual no se le ha hecho efectivo el derecho al cobro, porque otro
76
acreedor no vio satisfecha su obligación, obviamente que el privilegio se mantiene para
el acreedor hipotecario, pero igualmente se ve obligado a tolerar dicha ejecución, la que
podría llegar a ser perjudicial en cuanto al valor que por el bien objeto de la garantía se
puede conseguir en dicha ejecución. No pasaría esto en el fideicomiso de garantía, en
virtud de que, por encontrarse el bien en un patrimonio separado, no podría ser agredido
por acreedores de ninguna de las partes.
Pero como hemos mencionado precedentemente, no hay mejores ni peores, sino,
quizás, más convenientes. Todo queda librado a la libre voluntad de las partes
contratantes en cada operación.
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CONCLUSION FINAL
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b) Pueden utilizarse todo tipo de bienes para garantizar la
obligación;
c) Los bienes con los que el acreedor ve garantizado su crédito no se
encuentran en el patrimonio del deudor, evitándose de esta manera, ataques a los
mismos por parte de otros acreedores del constituyente, dado que se crea un patrimonio
separado del patrimonio de éste último;
d) Pueden convenirse las más diversas formas de ejecución de la
garantía, yendo desde el pago con los frutos o la venta del los bienes fideicomitidos, y
hasta la posibilidad de que el creedor se cobre con los mismos bienes en el caso de que
sea designado fideicomisario en el contrato;
e) Las condiciones y procedimientos para el ejercicio de los
derechos de las partes son convenidos libremente por las mismas, sin que para esto se
encuentren acotados por ordenamiento legal alguno, por supuesto que deben respetarse,
como en todo tipo de contratos, las normas de carácter imperativo que contiene nuestro
ordenamiento jurídico, etc.
Los expuestos precedentemente, son suficientes argumentos para afirmar que es
un medio sumamente idóneo y eficaz a la hora de elegir una herramienta de garantía.
Por lo que, conociéndose el funcionamiento del fideicomiso de garantía, la forma de
operar del mismo, no caven dudas de que es una buena opción a la hora de garantizar
una obligación; dando con esta última reflexión la respuesta al interrogante que da título
al presente trabajo.
79
CITAS
i
“La justicia era entera emanación del soberano y el rey, como pater patrice, creía su deber no privar de
justicia a ninguno de sus súbditos. Cuando la rigidez del common law llevaba a una decisión irrazonable,
el perjudicado podía recurrir al rey, quien ejercía su potestad por medio del canciller, considerado
guardián de la conciencia real. Tal fue el origen de la Corte de la Cancillería (Court of Chancery), la que
si bien estaba formalmente obligada a dictar sentencias fundadas en common law, en la realidad, bajo la
presión de los hachos, creaba –como efecto de sus decisiones- nuevas formas jurídicas ajustadas a cada
caso en particular según la “razón y la conciencia”. A la solución legal se le oponía la resolución
equitativa por la gracia del rey. Se distinguía entre acciones legales (actions in law) y procedimiento en
equidad (procceding in equity), caracterizándose este último por la ausencia de jurados, seguir reglas
rituales mas flexibles y proporcionar mayores posibilidades de recurrir las decisiones”. (FARNSWORTH,
Allan, An introduction to the legal system of the Unated States, New York, 1987, p.82, citado por Pedro
Urrets Zabalía en Colección de Estudios de Derecho Privado, “Responsabilidad Civil del Fiduciario”,
Rubinzal-Culzoni, 1ª ed., Buenos Aires, 2002, p. 16)
ii
FUNES, Saturnino Jorge, El fiduciario en la ley 24.441, en Cuadernos de la Universidad Austral, Nº 2,
Fideicomiso, Depalma, Buenos Aires, 1996, p. 15.
iii
LISOPRAWKI, Silvio V. y KIPER, Claudio M., “Fideicomiso. Dominio fiduciario. Securitización”, 2ª
ed., Depalma, Buenos Aires, 1996, p. 93.
iv
TAIANA de BRANDI, Nelly, y LLORENS, Luis, “El fideicomiso y la relación jurídica subyacente”,
L.L., 26/02/1996, p.1.
v
MOSSET ITURRASPE, Jorge, “Contratos”, ed. Actualizada, reimpresión, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2003, p. 88.
vi
OSSORIO, M.,“Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales”, “voz: fideicomisario”, p. 433.
vii
FERNÁNDEZ, Julio Cesar D., en “Tratado teórico práctico de fideicomiso”, 2ª ed., Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2000, p. 34.
viii
FREIRE, Bettina V., “El fideicomiso. Sus proyecciones en los negocios inmobiliarios”, ed. Ábaco de
Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 1997, p.111.
ix
KIPER, Claudio M., “Régimen jurídico del dominio fiduciario”, 1ª ed., La Ley, 1995, p. 297.
x
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., “Fideicomiso. Leasing. Letras hipotecarias. Ejecución hipotecaria.
Contratos de consumición.”, Zavalía, Buenos Aires, 1996, p. 88.
xi
PEREZ HUALDE, Fernando, en “Tratado teórico práctico de fideicomiso”, 2ª ed., Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2000, p. 217.
xii
CARREGAL, Mario A., “Fideicomiso de garantía: licito y necesario”, en L.L.,
T. 2000-E, p. 948.
xiii
El sujeto que se desenvuelva como fiduciante, como veremos con posterioridad, ocupará la posición
contractual de “fideicomisario”.
xiv
MOSSET ITURRASPE, Jorge en “Negocio fiduciario con fines de garantía”, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, Garantías, Rubinzal-Culzoni, 1993, Buenos Aires, p. 69.
xv
MÁRQUEZ, José, Notas sobre el fideicomiso con fines de garantía, en J.A. 2000-IV-1226.
xvi
FUNES, Saturnino J., “ El fiduciario en la ley 24.441”, en Cuadernos de la Universidad Austral, Nº 2,
ed. Depalma, Buenos Aires, 1996, p.26.
80
xvii
PEREZ HUALDE, Fernando, en “Tratado teórico práctico de fideicomiso”, 2º ed., Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2000, p.221.
xviii
FREIRE, Bettina V., “El fideicomiso. Sus proyecciones en los negocios inmobiliarios”, ed. Ábaco de
Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 1997, p. 152.
xix
FREIRE, Bettina V., “El fideicomiso. Sus Proyecciones en los negocios inmobiliarios”, Ed. Ábaco de
Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 1997, p. 154. La autora considera que en principio, el fiduciario no está
obligado a realizar consultas previas, ni al fiduciante ni al beneficiario, para realizar los actos de
disposición que sean necesarios para concretar los fines del fideicomiso; sin embargo, las partes, basadas
en la autonomía de la voluntad podrían pactar algo distinto.
xx
VILLAGORDOA LOZANO, citado por PEREZ HUELDE, Fernando, en “Tratado teórico Practico de
Fideicomiso”, 2ª ed., Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000, p. 244.
xxi
SUAYFETA, Juan o., “El fideicomiso al servicio del individuo y de la familia”, en Revista del Banco
de la Nación Argentina, Nº 50, p. 36, citado por VILLEGAS, Carlos Gilberto, en “Las garantías del
crédito”, T. II, 2ª ed. actualizada, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 38.
xxii
VILLEGAS, Carlos Gilberto, “Las garantías del crédito”, T. II, 2ª ed. actualizada, Rubinzal- Culzoni,
Santa Fe, 1998, p. 38.
81
BIBLIOGRAFIA
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