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Resumen Bloque 2

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2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica.

Emirato y califato de Córdoba

A partir del 711 comienza el sometimiento de la Hispania visigoda por parte del Islam, ante la situación de
debilidad del Reino de Toledo por el enfrentamiento interno entre los partidarios de Witiza, que reclamaron la ayuda
musulmana, y los que apoyaban a Don Rodrigo, finalmente derrotados en la batalla de Guadalete (711) por el ejército
musulmán que acababa de cruzar el Estrecho. Compuesto en su mayoría por bereberes, un pueblo norteafricano y
agrícola, y una minoría de élites arábigas, dicho ejército, comandado por el wali Muza y el lugarteniente Tariq, lograría
tomar todos los puntos clave peninsulares, por imposición militar o tratados de paz, (Pacto de Teodomiro) ya que la
mayoría de la nobleza y de los altos cargos del Estado visigodo prefirieron pactar con el nuevo poder entre la
indiferencia, cuando no ayuda, del resto de la población hispanorromana, en apenas 4 años. Su avance hacia Europa, no
obstante, se vió frenado en Poitiers (732) por los francos de Carlos Martel.
Celebrada la conquista, se inicia el gobierno del territorio con el Emirato Dependiente (711-756), una provincia
más del Califato Omeya de Damasco. Los conquistadores musulmanes no eran un grupo homogéneo y los participantes
en la conquista se establecieron en distintas zonas dejándose a los bereberes, los más numerosos, las peores tierras, en el
norte y centro de la península. Los enfrentamientos entre sus diferentes líderes fueron continuos y el descontento fue
creciendo hasta el levantamiento bereber que finalizará con la fragmentación del califato (739-741). También durante
este período se produce la aparición de los primeros núcleos de resistencia en el norte peninsular: cornisa cantábrica
(Covadonga) y en la zona pirenaica. En el año 750 la dinastía Omeya es derrocada se inicia así el imperio Abasí con
capital en Bagdad. Todos los miembros de la familia Omeya murieron salvo Abd al-Rahman. Este buscó refugio en el
norte de África ya que su madre era bereber, de ahí paso a asentarse en la península y tras dominarla estableció su
capital en Córdoba.
Precisamente, gracias a la alteración de las comunicaciones entre el califato y el emirato, el superviviente
Omeya Abd al-Rahman I pudo proclamar el Emirato Independiente de Córdoba (756-929) bajo la autoridad religiosa
abasí. Sus descendientes reforzarán el papel del Estado mejorando el sistema recaudatorio y la moneda. La población y
islamiza y la sociedad se hace mucho más compleja, lo que darña lugar a frecuentes levantamientos (bereberes,
muladíes...). Ante las distintas revueltas locales protagonizadas por muladíes (Omar Ben Hafsun) y mozárabes, las
rebeliones de los gobernadores locales y el crecimiento de los reinos cristianos, Abd al-Rahman III retoma el poder con
una serie de campañas y acaba proclamando el Califato Independiente de Córdoba en el 929 para hacer frente a la
desintegración del estado. Es el periodo de mayor esplendor económico, político, militar y cultural de Al-Andalus.
Córdoba era la mayor ciudad de Occidente. Se inicia una nueva etapa de hegemonía sobre los reinos cristianos que
vendrá marcada por el esplendor cultural e intelectual del que gozará el califato durante los mandatos de Abd al-
Rahman III y Al-Hakam II (961-976) basado en la prosperidad económica, gracias a un importante comercio marítimo
con África, en el papel de intermediario entre Oriente y Europa, en innovaciones técnicas en la agricultura y artesanía,
en una saneada política fiscal y en el cobro de parias a los núcleos cristianos.
No obstante, con Hixam II, frente a un poder califal cada vez más simbólico, el hayib Almanzor, apoyándose
en los sectores más integristas, emprende sus razias contra cristianos y tomará el control efectivo del califato en el 976.
Se adoptará entonces una actitud estratégica con la conquista de territorios en el Magreb que impulsará el control militar
y comercial del califato.
Tras la muerte del visir-general Almanzor (1002) comienza la decadencia económica, política y militar y el
avance de los núcleos cristianos norteños (León, Castilla, Navarra, Aragón y Cataluña). Sus hijos (dinastía amirí)
tratarán de mantener el control sobre el gobierno del califato sin lograrlo.
Finalmente, los numerosos conflictos internos, golpes de estado, guerras civiles y , en fin, la desintegración que
sufría el territorio, provocarán la deposición del último califa, Hisham III, y la formación de los reinos de taifas (1031).
2.2. Al Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.

Al-Ándalus es el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre el 711 y el 1492. A finales
del siglo X, cuando muere Al-Hakam II los califas de Córdoba se mantienen en el poder de forma simbólica,
controlando el poder Almanzor. Esto dio paso a la dinastía Amirí que gobierna entre el 976 y el 1009. La política
militarista de Almanzor generó problemas económicos, debido al elevado coste del mantenimiento de un ejército
profesional, y problemas de autoridad. La aristocracia árabe se levantó contra el poder de los nuevos gobernantes, y los
otros clanes (eslavos y bereberes) buscaron el apoyo de los reinos cristianos en sus enfrentamientos con los árabes que
monopolizaban el poder. Así se iniciaba la ingerencia de los reinos cristianos en la política interna de Al-Andalus. En
el 1031 a causa de los conflictos, el califato se extingue y surge el periodo de los reinos de taifas, los cuales son
subdivisiones territoriales del califato formando reinos independientes, con menor poder económico y militar, y
frecuentemente enfrentados entre sí. Eso favoreció el avance de los reinos cristianos (Reconquista). Este periodo se
puede dividir en tres fases:
Las primeras taifas (s. XI), dirigidas por andalusíes locales (Sevilla), por bereberes (estrecho de Gibraltar) o
por eslavos (zona de Levante), gozan en el siglo XI de un importante desarrollo cultural, artístico y científico, pero
padecen una gran debilidad político-militar. La mayoría desaparece por la conquista de otras taifas (Córdoba por
Sevilla) o por la ocupación de los cristianos a los que pagaban parias (Toledo por Alfonso VI en 1085). La amenaza
militar y la imposición de parias por parte de los reinos cristianos acentuaron su debilidad política. Tras la conquista de
Toledo las taifas pidieron ayuda a un poder norteafricano, los almorávides que, en 1086, derrotaron a Alfonso VI,
recuperaron Valencia y frenaron el avance reconquistador, unificaron Al-Andalus e impusieron guarniciones militares
en casi todas las ciudades. Su fanatismo religioso y su elevada presión fiscal les harán impopulares, y cuando en el norte
de África los almohades los conquistan, el la península el territorio se fragmenta de nuevo.
En las segundas taifas (s. XII) Estos débiles reinos tratan de resistir la presión de los almohades y de los
cristianos. Ante el avance reconquistador, las taifas vuelven a pedir ayuda a los pueblos norteafricanos. En 1195, tras la
batalla de Alarcos, los almohades controlan al-Andalus. Establecen la capital en Sevilla y proclaman, a diferencia de los
almorávides, a su líder califa. Sin embargo, teniendo que afrontar su impopularidad entre la población local, debido a la
presión fiscal, la corrupción y el rigorismo religioso, no pueden contener a los cristianos y son derrotados en Navas de
Tolosa en el 1212
Las terceras taifas, en el siglo XIII, se extienden entre el final del califato almohade y la fundación del reino
nazarí de Granada (1262), las taifas fueron rapidamente sometidas por los reyes de Castilla y Aragón, quienes también
eliminaron en la batalla del río Salado la última amenaza norrteafricana, los benimerines. Al final de este periodo solo
sobrevivió el reino nazarí de Granada hasta 1492.
El reino nazarí de Granada se convierte en tributario de los reyes castellanos para mantener su
independencia. Participó activamente en la política interior castellna. En 1481 los conflictos entre cristianos y
musulmanes en la frontera entre Castilla y el reino Nazarí provocaron el inicio de una guerra que culminaría en 1492
con la rendición de Granada y la firma del las capitulaciones públicas en Santa Fe por Boabdil, para la cual fueron
determinantes las rivalidades internas del reino Nazarí.
2.3 AL-ÁNDALUS: ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

Conocemos por Al-Ándalus al territorio peninsular dominado por musulmanes entre los años 711 y 1492, en el que se
fusionan elementos árabe-islámicos con rasgos cristiano-latinos.
En política, destacamos un gobierno autocrático y autoritario, cuyo poder dependía de varios individuos: el emir o
califa, el primer ministro (hayib), los ministro (visires) y ministerios (diwanes); el territorio se dividía en provincias
(coras) con un valí a su frente o marcas, si estaban amenazadas por el poder cristiano. La administración de la justicia
estaba en manos de los cadíes.
La economía se basaba en la agricultura y en la moneda (dinar de oro y dirhem de plata), pues promovía al desarrollo
de manufacturas andalusíes que se impulsaba gracias al comercio. Se desarrolló una economía urbana y de mercado, con
una amplia red de ciudades, la mayor parte de la población era urbana. Las ciudades tenían una zona central amurallada
(medina), una mezquita principal (aljama) y el mercado (zoco). Se localizaban calles especializadas en comercio de lujo
(alcaicería), otras para el mercado popular y zonas habilitadas para mercancías (alhóndigas). Los grandes latifundios se
dedicaron a la producción de cereales, vid y olivo para su venta en el mercado urbano. Desarrollaron una agricultura
irrigada muy eficaz. Se introdujeron productos orientales y técnicas nuevas (acequias, norias…); cultivos (arroz, caña de
azúcar, azafrán…), manteniendo como producto estrella el aceite; la productividad evolucionó favorablemente. En
ganadería, además, destacamos el ovino; y en minería, el mercurio (fabricación de espejos). Surgió un potente
artesanado, sobre todo textil (seda, bordados, lino, algodón, etc) para el consumo interno y para la exportación a Europa
y Oriente. El comercio interior aprovechaba las viejas calzadas romanas. El comercio exterior se realizaba por rutas
marítimas mediterráneas gracias a una potente marina mercante y militar. Al-Ándalus era zona de contacto entre Oriente,
África y Europa. Allí llegaban productos de lujo orientales y especias, marfil, oro, esclavos y pieles de África y se
reexportaban a Europa.
En cuanto a la sociedad, distinguimos una gran diversidad étnica y religiosa, una heterogeneidad que dió lugar a
multitud de conflictos. Estaba formada por musulmanes: árabes, sirios y, en menor medida, egipcios, en lo más alto de
la jerarquía, bereberes, apartados y marginados del poder, y muladíes, la mayoría de la población hispanogoda conversa,
también apartados del poder por lo general, lo que provocó graves tensiones internas; y no musulmanes: mozárabes
(cristianos en territorio musulmán) y judíos, que debían pagar un impuesto personal para practicar sus religiones en
tierras musulmanas. Existieron grupos de conversos de diferente origen: esclavos negros eslavos, antiguos esclavos o
mercenarios de origen europeo, que llegarán a ocupar puestos importantes dentro de los ejércitos de Al-Andalus.
Desde el punto de vista socioeconómico, en la cúspide se encontraba la aristocracia formada por árabes y algunas
familias de origen visigodo. A continuación estaría lo que podemos llamar “burguesía” (pequeños funcionario, artesanos,
comerciantes…), después el campesinado y la plebe urbana, formada por elementos de todos los grupos étnicos y por
último los esclavos.
Al-Andalus a nivel cultural tiene una importancia básica en la cultura española y europea. Los musulmanes
tradujeron al árabe todos los autores griegos y romanos y a través de estas traducciones pasaron a Europa y se han
conservado hasta nuestros días. Además de perfeccionar las técnicas agrarias artesanales y comerciales, durante el
Califato (s. X y XI) el clima de libertad intelectual hizo que se desarrollaran disciplinas como las matemáticas, la
astronomía, la medicina, la historia y la geografía.
La literatura alcanzó un gran desarrollo tanto en verso como en prosa (jarchas). Ibn Haldún fue un importante
historiador, en filosofía destacaron Averroes y Avempace y el judío Maimónides por sus comentarios a las obras
aristotélicas, las cuales llegaron al mundo occidental gracias a ellos. En el terreno científico se difundió el sistema de
numeración de origen indio y el concepto de cero. En medicina sobresalió Abulcasis, autor de una enciclopedia médica
y quirúrgica que se tradujo al latín.
El arte hispano-musulmán estaba marcado profundamente por la religión que prohibía la representación
humana, siendo la arquitectura la principal manifestación artística, decorada con elementos vegetales, epigráficos y
geométricos hechos con yeso o mosaico. Las manifestaciones más importantes son la mezquita (mezquita de Córdoba,
mezquita de Toledo) y el palacio, con fines residenciales y militares (ciudad-palacio de Medina Azahara, Aljafería de
Zaragoza y la Alhambra, que es la mejor conservada).Al-Andalus tiene varias de las más importantes joyas del arte
musulmán mundial como son la mezquita de Córdoba (Califato), la Giralda de Sevilla (Almohades) y la Alhambra de
Granada (Reino Nazarí).
2.3. LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE RESISTENCIA CRISTIANA. PRINCIPALES ETAPAS DE LA
RECONQUISTA. MODELOS DE REPOBLACIÓN.

Los primeros núcleos de resistencia se dan en el territorio situado al norte de la cordillera cantábrica y de los
Pirineos una región sin apenas influencias romanas y visigodas. Surge el reino Astur, que reúne a los habitantes de la
zona y nobles godos refugiados. La victoria de don Pelayo en Covadonga se convierte en el primer símbolo de la
resistencia cristiana. Alfonso I realizó campañas por el Duero y repobló Asturias de mozárabes. Alfonso II trasladó la
capital a Oviedo, y restableció la legislación visigoda. Alfonso III El Magno: traslada capital a León y surge el Reino de
León. En su parte oriental se originó el condado de Castilla, que logrará su independencia con Fernán González en el
siglo X. La “tierra de nadie” del Duero permitió la expansión del reino astur a lo largo del siglo IX y las primeras
décadas del siglo X. A partir de esa fecha se habla del reino astur-leonés, o simplemente leonés, que reivindicó la
herencia del reino visigodo.
En la región pirenaica intervinieron muy activamente los carolingios (francos), interesados en proteger el
flanco sur de sus dominios. En el Pirineo occidental, gracias a la unión de Arista y Banu Qasi , se forma el reino de
Pamplona . Más tarde, la familia Jimena originará el reino de Navarra. En el Pirineo central se forman los condados de
Sobrarbe, Ribagorza y Aragón a manos de Aznar Galindo se deshizo de la dependencia franca; finalmente quedan bajo
el mando del Reino de Navarra. Los territorios del Pirineo oriental conquistados por los carolingios dan lugar a la
Marca Hispánica (condados catalanes), hasta el siglo X, primero con Wifredo el Velloso y luego con Borrell II no se
independizaron.
La reconquista es un proceso discontinuo de expansión militar de los reinos cristianos sobre Al-Ándalus, no
algo planificado para conquistar el territorio sino enfrentamientos por el poder económico y político, que se basó en la
ocupación demográfica, la explotación económica y la administración política de los territorios andalusíes. Entre el s.
VIII y el X los reinos cristianos nacen y se consolidan. Entre los siglos XI-XIII se desarrollan los principales avances.
El califato se fragmenta en los reinos de Taifas. Sancho III el Mayor de Navarra gobierna sobre Castilla, Aragón y
Navarra y extiende su influencia sobre León y Gascuña. A su muerte, reparte sus territorios dando lugar a una Castilla
independiente que luego se anexiona León, nace el Reino de Castilla y León, que se unirá y separará en varias ocasiones
hasta su unión definitiva en 1230 con Fernando III. El Reino de Aragón se une a Pamplona, temporalmente. Alfonso VI
de Castilla conquista en 1085 Toledo. Los musulmanes reclaman la ayuda de los almorávides que frenan el avance de
Castilla (batallas de Sagrajas y Uclés). Por su parte, Aragón se extiende hasta el valle medio del Ebro (Alfonso I el
Batallador). En el siglo XII nace el reino de Portugal y con Ramón Berenguer IV une Aragón y Cataluña formándose la
Corona de Aragón. Los cristianos se extienden por los valles del Tajo y del Ebro.
En el siglo XIII, la victoria en las Navas de Tolosa (1212), en la que una gran coalición cristiana triunfa sobre el último
gran reino musulmán supone el principio del fin de Al-Ándalus. Los almohades son expulsados. Portugal concluye su
reconquista (1279). Castilla y Aragón acuerdan repartirse los territorios musulmanes (Tratado de Tudillén). Fernando III
el Santo conquista el Guadalquivir e inicia la conquista de Andalucía que será acabada por Alfonso X. En Aragón, Jaime
I conquista Baleares y Valencia y entrega Murcia a Castilla. Granada permanecerá en manos de los musulmanes hasta
1492, conquistada por los Reyes Católicos. Aragón se expande por el Mediterráneo y Castilla trata de asegurar el
Estrecho (Algeciras y Norte de África)
Modelos de repoblación:
La repoblación se produjo al tiempo de la Reconquista. Del siglo VIII-XI, en el valle de Duero, tuvo lugar la
repoblación espontánea: la ocupación de la tierra se llamaba presura: concedían la propiedad al que ocupaba la tierra
durante un periodo y la cultivaba, normalmente campesinos. Predominando pequeñas y medianas propiedades. Del s.
XI-XIII los reinos cristianos triplican su extensión y en la repoblación intervenían los monarcas con herramientas como:
▪ Privilegios y fueros enviando cartas pueblas y de franquicia. Favoreció mediana propiedad y la proliferación de bienes
comunales. Sobre todo en torno al Duero, Guadiana, Ebro y norte del Levante.
▪ Capitulaciones: pactos locales con poblaciones musulmanes, judías tras una victoria militar. Pagan contribuciones
especiales a cambio de respetar leyes, costumbres, religión y parte de su propiedad.
▪ Encomiendas: repoblaciones llevadas a cabo por órdenes militares (Calatrava, Montesa...) Favoreció la creación de
latifundios dedicados en su mayoría a la ganadería y al cereal. Baja densidad de población. La Mancha, Baja
Extremadura y Andalucía.
▪ Repartimientos: Fase final de la conquista. Distribución de bienes y tierras entre los conquistadores. Grandes
latifundios para nobleza, militares e Iglesia. Sobre todo en el valle del Guadalquivir.
2.5. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: ORGANIZACIÓN POLÍTICA, RÉGIMEN
SEÑORIAL Y SOCIEDAD ESTAMENTAL.

Desde comienzos del siglo XI los reinos cristianos inician una rápida expansión hacia el sur, ocupando,
explotando y administrando antiguo territorio andalusí, y creando instituciones políticas y sociales diferenciadas en cada
uno de ellos.
La Corona de Castilla (antiguos reinos de Castilla y León) se unificó definitivamente con Fernando III en
1230. Contaba con una tradición autoritaria del poder del rey de tradición romana. Las Cortes aún se reunían por
separado en el siglo XIII, y representaban a nobles, eclesiásticos y patriciado urbano. Además, existía la llamada Curia
Regia, y el territorio llegó a dividirse en cuatro grandes merindades, con un Merino Mayor. Los Adelantados Mayores
fueron delegados del rey que rigieron los distritos fronterizos con amplias competencias gubernativas, judiciales,
militares y económicas, y se sustituirán en el siglo XIV por los corregidores. Por último, las ciudades con voto en
Cortes fueron adquiriendo importancia como apoyo del rey frente a la nobleza. Los intentos de Pedro I por imponer un
gobierno más centralista y autoritario con el apoyo de las ciudades fracasó. La nobleza no aceptó a Pedro I y lo
contrapuso a su hermanastro Enrique de Trastámara desatando así una guerra civil (1366-1369) que ganará la nobleza,
que proclama rey a Enrique II. Una vez en el poder, Enrique II creó las “mercedes enriqueñas” para premiar a sus
aliados devolviéndoles favores. Además, consolidó el poder monárquico creando nuevas instituciones como las
audiencias reales y chancillerías para la administración judicial. También hace una reforma de impuestos (alcabala) y
crea una institución de funcionarios que juran lealtad al rey formado por corregidores que se encargan de obligar a la
nobleza a realizar la ordenes reales y regidores que se encargan de dirigir las ciudades en nombre del rey.
La Corona de Aragón se conformó en 1164 con Alfonso II, heredero de Petronila de Aragón y Ramón
Berenguer IV, Conde de Barcelona. Los antiguos condados de Aragón (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza) que habían dado
lugar al reino con Ramiro I (1035), aportaron la concepción pactista del poder real (Fueros de Sobrarbe). En los
condados catalanes, antiguos vasallos de los carolingios, habían existido las bailías y veguerías como forma de
organización política y administrativa. El rey sufre una dura oposición para afianzar su poder y debe aceptar el
pactismo, donde el poder real depende de las Cortes, una por cada reino. Se crean nuevas instituciones como las
chancillerías y audiencias reales, además de las justicias mayores y Generalitat, intermediarios entre la nobleza, las
Cortes y el rey. También se hizo una reforma de impuestos y se desarrolló el gobierno urbano. En ambos reinos se
convocó a las Cortes de modo habitual, aunque tuvieran distintos poderes, y se realizó una unificación legal: en Castilla
el Ordenamiento de Alcalá y en Aragón los Usatges.
El modelo de sociedad feudal estamental basado en el régimen señorial se consolidó a lo largo de toda la
Península. La nobleza eran la gran propietaria de las tierras. Eran un grupo privilegiado heterogéneo, que acaparó
feudos y rentas a cambio del apoyo a los monarcas. El clero regular y secular poseía tierras y señoríos y también eran un
estamento heterogéneo. La monarquía feudal resultante estaba marcada por la atomización política y las luchas por la
Corona. Los campesinos estaban sujetos a la dependencia de sus señores (servidumbre), y desde el siglo XI se
desarrolló la burguesía urbana. También existían minorías religiosas y étnicas marginadas: los judíos (que eran
mayoritariamente urbanos) y los mudéjares que vivían en el campo.
Durante la Baja Edad Media, Castilla y la Corona de Aragón, vivieron, como el resto de Europa, una profunda
crisis: catástrofes demográficas por hambrunas y epidemias, crisis económicas, luchas sociales y cambios políticos. La
economía señorial entró en crisis por el descenso de la población, pero el comercio y la artesanía urbana continuaron su
desarrollo. La lana era el eje de la economía castellana y el comercio mediterráneo alcanzó su máximo desarrollo en
Cataluña y Valencia. Hacia 1454, con las crisis internas y la caída de Constantinopla, comenzó la decadencia del
comercio catalán. Ante la disminución de sus rentas, los nobles reaccionaron ampliando sus territorios mediante
concesiones reales que conseguían sublevándose contra ellos y abusando de los campesinos («malos usos») lo que
causó revueltas (irmandiños en Galicia, payeses de remensa en Cataluña). En las ciudades, los comerciantes más ricos
y la nobleza cometían grandes abusos sobre los pequeños artesanos, originándose frecuentes levantamientos (la Biga y
la Busca en Cataluña). La violencia de las ciudades también alcanzó a las comunidades judías.
La monarquía se fortaleció y los reyes recuperaron los derechos políticos. Se rompió la estructura jurídica
feudal y los reyes, apoyados en el Derecho romano, pusieron las bases de gobiernos autoritarios.
2.6. Organización de la política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón, y del Reino de Navarra al final
de la Edad Media.

Durante la Edad Media, concretamente en el siglo XIII, los reinos peninsulares comenzaron a experimentar
una serie de cambios en sus instituciones, provocados por las disputas entre los monarcas y los distintos estamentos, por
el mantenimiento o aumento de su cuota de poder. En los siglos XIV y XV las dos grandes coronas de la península, se
enfrentan a una profunda crisis demográfica, social y económica, y en política los reyes quieren recuperar el poder
perdido con el feudalismo frente a la nobleza. La autoridad del monarca castellano-leonés fue mucho más fuerte que la
del rey de la Corona de Aragón.
La Corona de Castilla constituía una monarquía hereditaria y patrimonial, y con los Trastámara fortaleció su
herencia autoritaria. El rey se veía asistido en su acción de gobierno por diversas instituciones centrales: el Consejo
Real, la Audiencia, encargada de la administración de justicia, y la Real Hacienda, encargada de los impuestos. En las
Cortes (sin funciones ni periodicidad establecidas) participaron las ciudades junto a la nobleza y al clero en asuntos
relacionados con el gobierno (concesión de impuestos extraordinarios, solicitudes al rey, jurar al nuevo rey). La
monarquía se apoyó en las ciudades frente a la presión de nobleza e Iglesia. La administración local se basó en los
concejos, bajo el control de las oligarquías urbanas (nobleza, clero, burgueses). Alfonso XI, impone una línea más
autoritaria que intenta llevar a cabo su sucesor Pedro I, pero no lo logra debido a la nobleza, que le contrapone a su
hermanastro Enrique de Trastamara, en una guerra civil (1366-1369) que supone el ascenso de una nueva dinastía
(Enrique II) en la que sus aliados salían premiados a través de las “mercedes enriqueñas” y centralizaron la
administración. A lo largo del siglo XIII y XIV existieron numerosas "minorías" y guerras civiles en las que la nobleza
arrebató a la monarquía muchas de sus funciones y gobernaron sus señoríos como "reinos de taifas". A pesar de que
Enrique IV, intentará consolidar su poder, la nobleza se rebela intentando controlar el Estado. En 1464 se desencadena
una nueva guerra civil, en la que se consigue consolidar y centralizar el poder monárquico gracias a: la
profesionalización de la Corte, con letrados e instituciones como la Cancillería y Consejo Real; reformando la
administración de la justicia por parte de la Audiencia o Chancilleria Real; el fortalecimiento del ejército real; las
modificaciones en la Hacienda con la creación de las contadurías e introduciendo nuevos impuestos como la alcabala, y
la intervención en los concejos a partir de los regidores, que gobernaban las ciudades, y los corregidores, que se
encargaban de recoger los impuestos de los pueblos y transmitir las decisiones del rey a la nobleza. También hay un
esfuerzo de unificación legal: el Ordenamiento de Alcalá (1368) y más tarde la Partidas (Alfonso X).
La Corona de Aragón tenía un carácter pactista, y estaba constituida por una serie de reinos (Aragón,
Cataluña, Valencia y Mallorca), con diferentes leyes e instituciones, pero con un rey común representado en cada reino
por un virrey o lugarteniente. El pactismo es un sistema de gobierno en el que los reyes dependían de las Cortes y de los
pactos que establecían con los distintos estamentos para poder gorbernar. Tras varios enfrentamientos entre los nobles y
el rey, en 1283, Pedro III firmó el Privilegio General. Gracias a esto, aunque hubo enfrentamientos puntuales, las
relaciones entre el rey y sus vasallos fueron mejores que en Castilla. Las instituciones reflejan las peculiaridades del
carácter de la Corona. Existían cortes independientes en cada reino, pero también Cortes Generales, con cuatro brazos o
estamentos. Surgieron las Diputaciones, que ampliaron sus competencias (para garantizar el respeto del rey a la ley). En
el reino de Aragón se creó el cargo de Justicia de Aragón, siendo su función primordial la defensa de los fueros o
privilegios del reino, equivalentes a la Generalitat en Cataluña y Valencia. La administración local se organiza en
merinatos y juntas (Aragón), veguerías y baylías (Cataluña y Valencia). Los municipios fueron cayendo bajo el control
de oligarquías urbanas: destacan los consejos municipales como el Consejo de Ciento en Barcelona. Las intromisiones
de los reyes en los asuntos municipales fueron constantes, sobre todo con los Trastámara (la Busca y la Biga). Su
política exterior estaba orientada hacia el Mediterráneo. Las tensiones por el poder llevaron a una guerra civil (1462-
1472) durante el reinado de Juan II, un reflejo de los conflictos entre un rey más centralista y autoritario y las elites
locales . Al igual que Castilla, realiza la unificación de las leyes en el reinado de Juan I, apartir de “Fueros”, “Usatges”
y “Furs”.
En Navarra, gobernada desde mediados del siglo XIV por la familia Evreux, y más centrada en el ámbito
francés, se inició la organización de las instituciones, similares a las de Aragón. Destacan las Cortes y la existencia de
un Consejo Real, la Corte mayor o Cort general y la Cámara de Comptos. Durante el siglo XV el reino de Navarra fue
sufriendo un proceso de debilitamiento dinástico que acabaría con la conquista de Fernando el Católico en 1512.

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