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Teología de La Misión

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M anuales ISCR

I n stitu to S u per io r d e C ien c ia s R eligiosas


U n iv er sid a d d e N avarra

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto-
rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

© 2018. Ramiro Pellitero


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Campus Universitario · Universidad de Navarra · 31009 Pamplona · España
+34 948 25 68 50 · www.eunsa.es · eunsa@eunsa.es
ISBN: 978-84-313-3244-0 | Depósito legal: NA 12-2017
Diseño cubierta: Pablo Cerezo Marín
Imprime: Graphy Cems, Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta (Navarra)
Printed in Spain - Impreso en España
R A M IR O PELLITERO

T E O L O G ÍA
DE LA M I S I Ó N

euN SA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
4
Colección
M a n u a les d el I n s t it u t o S u p e r io r de C ie n c ia s R e l ig io s a s

1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filoso-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:

• Padres y m adres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la


de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.

• Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara-


ción teológica para transmitirla a otros.

• Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar.

• Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía,


salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecúa-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar... o simplemente quienes sienten la
necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios
profundos.

2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus-
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).

Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-


mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de m anuales de estudio pretende
responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad pro-
fesional.

3. Las características de esta colección son:

• Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-


sia católica.

• Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filoso-


ficas (y de otras ciencias).

• Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-


ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rías. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
eos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones,
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.

José M anuel Fidalgo A laiz


José Luis P astor
Directores de la colección
6
Formato didáctico

Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el


eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor /
tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio per-
sonal.

Estas características didácticas son:

1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la


calidad académica de los mismos.

2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la senci-


Hez, pero sin perder la term inología teológica. Nos parece importante,
desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los
términos teológicos principales.

3. En el cuerpo del texto aparecen dos tipos de letra en función de la rele-


vancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos
básicos de la materia, la letra pequeña se aplica a un contenido más
explicativo de las ideas principales, más particular o más técnico.

4. El texto contiene términos o expresiones en formato negrita. Se pre-


tende llamar la atención sobre u n concepto clave a la hora del estudio
personal.

5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente desta-


cadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio
y memorización.

6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del título, se in-


cluye una síntesis de la idea principal a modo de presentación.

7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos:

• Un esquem a o sumario de la lección (sirve de guión de estudio y


memorización).

• Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo


del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca­
démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los
textos.
• Una guía de estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El cono-
cimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los
principales contenidos.
• Textos para comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejer-
cicios (guiados por un profesor).

8. Se dispone al final de una bibliografía básica y sencilla de los princi-


pales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la
materia.
INTRODUCCION

El término misión evoca, en general, los objetivos que se propone una perso-
na o un grupo de ellas, quizá porque han recibido -aunque no siempre- un
encargo y han sido enviados para cumplir esa tarea. Eso es bien verdadero en
el ámbito cristiano: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bauti-
zándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).
1. Los cristianos hemos recibido la Buena Noticia (Evangelio) de que Dios ama
al hombre en Jesús, el Hijo encarnado, y tenemos la misión de anunciarlo al
mundo. En toda situación y actividad los cristianos somos enviados para co-
municar el Evangelio a la humanidad, comenzando por los parientes, amigos,
conocidos, vecinos y compañeros de trabajo, y llegando hasta los confines de
la tierra. La fe es u n don que ha de compartirse. Si el cristiano lo guarda para sí
mismo, como advierte el papa Francisco, se convierte en un cristiano enfermo.
La vida cristiana es misión. Si toda vida hum ana es un proyecto y una tarea, lo es
aún más en la perspectiva cristiana, como dice el Documento de Aparecida: «La
vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es, en definitiva, la misión» (n. 360). La misión cristiana no es un simple
plan para cumplir en actividades programadas, como sucede en las empresas
humanas. La misión cristiana se identifica con la vida cristiana: es un «hacer»
que se realiza a medida que se vive, es decir, consiste en un modo de «ser».
Cada discípulo del Señor está enviado a llevar a cabo la misión personalmente
y como comunidad «convocada»: Iglesia. Se es cristiano como miembro de un
cuerpo, de un pueblo, de una familia. La misión es el testimonio del don recibido,
que compromete a cada uno personalmente, y a todos juntos como Iglesia. Por
eso hablamos de la Misión de la Iglesia.
Hoy estamos convocados a una renovación del testimonio evangelizador. Pero,
¿qué formas adquiere ese testimonio? ¿Cómo acertar en la tarea de «iluminar,
bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar» (Evangelii gaudium, 273)? ¿Qué es 9
k) esencial y más necesario? (cf. ibid, 35) ¿Cómo llevarlo a cabo con fidelidad y
creatividad? ¿Cómo compartir el don con los individuos y las familias, con jó-
venes y ancianos, con todas las personas, especialmente con los más pobres y
necesitados? ¿Cómo configurar el diálogo de la fe con la cultura y las ciencias,
en el contexto de los rápidos avances de las tecnologías de la comunicación?
¿Cómo articular la misión y sus tareas? Este libro pretende ayudar a pensar
estas cuestiones desde la fe, la esperanza y el amor, a medida que la misión se
vive y se realiza.
2. El Concilio Vaticano II ayuda a perfilar nuestra Teología de la Misión. Se-
gún la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio, la entera Iglesia es
enviada por Dios para la salvación del mundo. Todos los discípulos de Cristo,
según la propia condición de vida, dones y carismas, son responsables de la
única Misión. Si algunos son llamados «misioneros» y enviados en «misiones»,
sucede como signo y memoria elocuente de la vocación común a todos (cf.
L G 17).
«La Iglesia peregrina -señala otro documento conciliar- es misionera por su
naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu
Santo, según el designio de Dios Padre» (AG 2). La Iglesia es misionera tanto
por el mandato expreso que Cristo dio a los apóstoles, como «en virtud de la
vida que Cristo infundió en sus miembros» (cf. AG 5).
La Constitución pastoral Gaudium et spes describe la Iglesia enviada al m undo
para comunicar la salvación (cf. G S 1). La Iglesia se siente urgida ante «el pre-
sente orden de cosas del que surge una nueva condición de la humanidad».
Así pues, la asamblea conciliar pedía tener en cuenta la situación de las perso-
ñas y las nuevas condiciones del mundo, con sus luces y sombras, anhelos y
esperanzas. El Concilio quiso enfocar la misión en nuestro tiempo con un estilo
renovado que se resumía en una palabra: pastoral. Lo explicaba así el entonces
joven teólogo Joseph Ratzinger:
«"Pastoral" no debía significar: difuso, insustancial, meramente edificante, como
aquí y allá se malinterpretó. Sino que debía significar: formulado con una preo-
cupación positiva por el hombre moderno, al que no se le ayuda con condenas y
que durante bastante tiempo ha escuchado todas las cosas erróneas que no debe
hacer, pero que por fin quiere escuchar (demasiado poco lo ha escuchado) lo que
es verdad, con qué mensaje positivo la fe quiere afrontar nuestro tiempo, qué
tiene ella de positivo para enseñar y para decir. "Pastoral" no debía significar:
vago e impreciso, sino que debía significar: exento de disputas de escuela, sin
intromisión en cuestiones que solo atañen a los eruditos, (...). "Pastoral" debía
significar, por último: no en lenguaje académico (que allí, o sea, en el ámbito aca-
démico, tiene su sentido y es necesario, pero no corresponde en el anuncio y en la
profesión de fe), sino en el lenguaje de la Escritura, de los Padres, de los hombres
de hoy; simplemente, en el lenguaje vivo del hombre, del hombre que es siempre
uno» (J. Ratzinger, texto de 1963, recogido en sus Obras completas VII/1: Sobre
la enseñanza del Concilio Vaticano II. Formulación, transmisión, interpretación, BAC,
Madrid 2014, pp. 260-261).

Ese estilo renovado -al margen de las palabras que lo designen- permanece
como una llamada vigente también para nuestros días.
* * *

La «Teología de la Misión» quiere abordar la reflexión sobre la acción eclesial


y sus formas. Es el estudio teológico de la misión en acto, en ejercicio. Para ello,
este manual consta de 13 temas, que pueden distribuirse en cuatro partes.
1. a. La primera parte (temas 1 3 ‫ )־‬tiene carácter introductorio. Comienza pre-
sentando la identidad y método de la Teología de la Misión. A continuación,
muestra los fundamentos de la acción eclesial. En ese marco se abordan los
desafíos actuales de la nueva evangelización.
Las tres partes siguientes tratan de las tres actividades principales de la Mi-
sión.
2. a. La segunda parte (temas 4 6 ‫ )־‬expone la actividad ad extra de la Iglesia, es
decir, la Misión como anuncio de la fe ad gentes, a los no cristianos. Se estudian
las conexiones entre misión, anuncio y testimonio de lafe; después, la conversión y
la iniciación cristiana, y la consiguiente formación de la Iglesia local.
3. a. La tercera parte (temas 7-10) considera la actividad ad intra de la comuni-
dad cristiana, es decir, aquella que tiene por destinatarios a quienes ya perte-
necen al Pueblo de Dios. Es la acción auto-evangelizadora de la Iglesia, que se lie‫־‬
va a cabo mediante tres funciones que están compenetradas: el anuncio de la
Palabra de Dios (función profética); la celebración litúrgica que posibilita la vida
en CHsto como existencia cultual (función sacerdotal); y el servicio o diakonía de
la caridad (función regia o de realeza).
4. a. La cuarta parte (temas 1113‫ )־‬se dedica a un aspecto peculiar de la activi-
dad ad intra de la Iglesia, a saber: la restauración de la unidad cristiana. Aquí se
suponen conocidos por el lector los principios católicos sobre el ecumenismo
(se estudian por la Eclesiología), para centramos en la actividad práctica del
ecumenismo: oración común, vida sacramental, colaboración ecuménica, e in-
corporación plena a la Iglesia católica.
TEM A LA TEOLOGÍA
1
S___I __ r
DE LA MISIÓN
La Teología de la Misión es la reflexión teológica sobre la a c c ió n eclesial.

Presupone los principios dogmáticos sobre la Iglesia que se estudian en


la Eclesiología. Habrá que mencionar la relación de la Teología de la Mi-
sión con las disciplinas llamadas desde hace tiempo «teología pastoral»
y «misionología».
En realidad, la Teología de la Misión integra la acción de los «pastores» y
el «anuncio a d g entes», que son elementos transversales a las tres fun-
ciones de la Iglesia (profética, sacerdotal y regia) en sus actividades ad

in tr a y a d e x tra . Para explicar esta afirmación el tema tiene dos aparta-


dos. El primero aborda la teología pastoral y la misionología. El segundo
precisa la identidad y el método de la Teología de la Misión.

S U MA R IO

1. LA TEOLOGÍA DE LA MISIÓN: ORIGEN Y SIGNIFICADO 1.1 ‫׳‬ O rig e n y d e -


sa rro llo d e la te o lo g ía « p asto ral» · 1.2. O rig e n y p rim e ro s pasos d e la m is io n ó lo -

g ía · 2. LA MISIÓN EN EL CONCILIO VATICANO II 2 .1 ‫׳‬. La ú n ic a M is ió n · 2 .2 . El

e s tilo « m is io n e ro » d e l C o n c ilio · 2 .3 . Sus c a racterísticas · 2 .4 . La te o lo g ía e n «e s ta -


d o d e m is ió n » 3 ‫׳‬. LA TEOLOGÍA DE LA MISIÓN: IDENTIDAD, OBJETO Y METO-
DO · 4. DISCERNIMIENTO EINTERDISCIPLINARIEDAD.
12 1. La Teología de la Misión: origen y significado

En los últimos siglos surgieron dos disciplinas autónomas que se ocupaban


de asuntos relativos a la Misión. Ambas tuvieron orígenes y desarrollos inde-
pendientes. La llamada teología pastoral surgió en el s. XVIII para instruir a
los pastores en sus responsabilidades prácticas. La misionología surgió ya
comenzado el s. XX para preparar a los enviados a los llamados «territorios
de misión».
Con el tiempo, ambas disciplinas abandonaron su carácter pragmático. La
«teología pastoral» dejó de ser una instrucción de los pastores para abarcar,
cada vez de modo más teológico, la acción de pastores y fieles en el interior
de la comunidad cristiana. Con ello el término «pastoral» resultaba superado
por su nuevo contenido: la acción eclesial.

De otra parte, el Concilio Vaticano II situó el «envío» a las «misiones» en el


interior de la única Misión. Con ello la «misionología» perdía su referencia
a una tarea «excepcional» reservada solo a algunos (los «misioneros»), para
reflexionar sobre una actividad que es responsabilidad de todos, fieles y pas-
tores, de modo diverso y complementario.

Además, el Concilio Vaticano II tuvo una intensa conciencia de la tarea ecu-


ménica, como transversal a la Misión de una Iglesia que no puede permanecer
indiferente ante el drama de la separación de los cristianos
Así pues, el «anuncio ad gentes», la acción «pastoral» y la «restauración de la
unidad», quedaban integradas en la única Misión. El Concilio las llamó: «ac-
tividad misionera entre las gentes», «actividad pastoral» con los fieles, y «los
medios que hay que usar para conseguir la unidad de los cristianos»:
«La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obe-
diente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace
plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a
la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación,
por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra
el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo. (...)

Este deber que tiene que cumplir el Orden de los Obispos, presidido por el suce-
sor de Pedro, con la oración y cooperación de toda la Iglesia, es único e idéntico
en todas partes y en todas las condiciones, aunque no se realice del mismo modo
según las circunstancias. Por consiguiente, las diferencias que hay que reconocer
en esta actividad de la Iglesia no proceden de la naturaleza misma de la misión,
sino de las circunstancias en que esta misión se ejerce.
Por ello la actividad misionera entre las gentes se diferencia tanto de la actividad 3‫ן‬
pastoral que hay que desarrollar con los fieles, cuanto de los medios que hay que
usar para conseguir la unidad de los cristianos» (Concilio Vaticano II, Decreto Ad
gentes, n. 6).

Por tanto la Misión abarca una acción ad extra o anuncio ad gentes (objeto de
la «misionología»); la acción ad intra dirigida a los fieles católicos (que estu-
dia la teología «pastoral» en sentido estricto); y la práctica ecuménica («los
medios que hay que usar para conseguir la unidad de los cristianos»). La
Teología de la M isión integra estos tres aspectos como su objeto propio, y
cuenta también con un método propio, como veremos en el segundo apar-
tado del tema.
Recordaremos primero el origen y los primeros pasos de la «teología pastoral»
y de la «misionología», para centramos luego en el carácter misionero del Con-
alio Vaticano II. A continuación estudiamos la «misionariedad» de la teología;
y finalmente afrontamos el objeto y método de nuestra disciplina.

1.1. Origen y desarrollo de la teología «pastoral»

Obviamente la consideración de la actividad propia de los pastores data de los


primeros tiempos. Así lo testifican Padres de la Iglesia como san Juan Crisós-
tomo y san Gregorio Magno. En cambio, como disciplina de un curriculum de
estudios, es reciente. Pueden distinguirse dos grandes periodos:
(1) Una primera etapa concibe la disciplina como instrucción práctica del pas-
tor.
• Los monarcas católicos se sentían autorizados a intervenir en la vida ecle-
siástica dentro de sus territorios. En este contexto «regalista», un decreto
de 1774 de la emperatriz María Teresa de Austria confiaba al benedictino F.
S. Rautenstrauch (1734-1785) la reforma de los estudios del clero. Así surgió
una materia sobre los deberes de los pastores y la cura animarum, donde
se acentuaban los aspectos organizativos, jurídicos y morales. Esta línea
predominó casi hasta el Concilio Vaticano II, con algunas variantes -m ás o
menos teológicas- y excepciones que mencionamos a continuación.
• A finales del s. XVIII y comienzos del XIX, la disciplina recibe una impron-
ta bíblica e histórico-salvífica con /. M. Sailer (1751-1832), a quien muchos
consideran el reformador de la teología pastoral católica. Sailer asignaba a
la teología pastoral la tarea de formar a los sacerdotes en orden a fomentar
la relación personal de los fieles con Dios en Cristo.
14 · Entre los siglos XVIII y XIX en Alemania el protestante «liberal» F. Schleier-
macher (17681834‫)־‬, consideraba la teología pastoral como teología «práctica» y
«corona» de la teología, para la guía de las almas.
Los presupuestos filosóficos («racionalismo liberal») de Schleiermacher reducen
los horizontes de esta «teología práctica», de modo que no podía ser compartida
por una teología cristiana: su consideración de la religión como mero sentimiento
independiente de la razón, la disolución de los dogmas en simples representado-
nes históricas, y la desaparición de lo específicamente cristiano (comenzando por
la fe en la divinidad de Jesucristo).

(2) En una segunda etapa, la teología pastoral busca un marco eclesiológico.


• Para A. Graf (1814-1867), profesor de la Facultad de Teología católica de
Tubinga, la «teología práctica» -así la llama porque no es asunto que afee-
te solo a los pastores- no existe porque la teología tenga un interés prác-
tico, sino porque tiene como objeto la acción de la Iglesia, y «la Iglesia es
una realidad que se edifica a sí misma». Graf concibe esta disciplina como
la reflexión científica de la Iglesia en su auto-edificación (Selbsterbauung),
con vistas a mejorar la acción eclesial.
El nombre de «teología práctica» ha encontrado posteriormente alguna resisten-
cia, no solo por su tradicional uso en ámbito protestante, sino por otros dos moti-
vos: porque abarcaría también disciplinas como la Teología moral y la espiritual;
y porque el término «praxis», aun siendo de raíz aristotélica, con frecuencia fue
asociado a interpretaciones marxistas de la acción.

• En 1936 el austríaco católico /. A. Jungmann (1889-1975) denunciaba una


separación entre la teología escolástica al uso y la predicación de la Iglesia.
A este ilustre historiador de la liturgia se unieron otros profesores de la
Facultad teológica de Innsbruck, que diferenciaban la teología «científica»
(escolástica) de la teología «kerigmática» (catequética y vital) centrada en
el anuncio directo de Cristo (kerygma).
La propuesta de elaborar una teología kerigmática diversa de la científica no fue
plenamente aceptada, porque se llegó a la conclusión de que toda la teología ha
de tener un intrínseco carácter cristológico y misionero. Con todo, este episodio
dejó huella en la conciencia teológica del momento, e impulsó la posterior reno-
vación catequética y pastoral.

• Entre los autores contemporáneos al Concilio que influyeron en el Vatica-


no II cabe destacar a F. X. Amold (1898-1969). Seguidor de Graf y de J. A.
Móhler, Arnold fue profesor, como ellos, en Tubinga. Para Arnold, como
la Iglesia es la congregación de todos los bautizados, es toda ella el sujeto
responsable de su acción, y la teología pastoral será la reflexión sobre las
«acciones eclesiales». Subraya que la acción de la Iglesia se desarrolla en |5
tomo al «principio de Encarnación», o «principio humano-divino», según
el cual la Palabra de Dios no se da en la historia sin la unión sustancial con
los hombres y su vida concreta.

• En esa línea, en Francia el dominico P. A. Liégé (19211979‫ )־‬entendía la teo-


logia pastoral como «ciencia teológica de la acción eclesial» o «reflexión
sistemática sobre las diversas mediaciones que la Iglesia realiza para la
edificación del cuerpo de Cristo». Al «principio de Encarnación» añade
otros como el de «duración» (la Iglesia en la historia vive en el «tiempo de
la misión»), y el de la «unidad» de la misión (la interacción de todos sus
aspectos).

• Inspirándose en las ideas de Graf, K. Rahner (1904-1984) concibe la teología


pastoral como ciencia de la «autorrealización de la Iglesia». En su «Ma-
nual de Teología Pastoral: la teología práctica de la Iglesia en su presente»
(19641969‫)־‬, reclamaba un equilibrio entre una reflexión sobre la misión
desde la Revelación y la reflexión que tiene en cuenta los datos de las cien-
cias humanas.

1.2. Origen y primeros pasos de la m isionología

Esta disciplina nació en Alemania primero en el ámbito protestante, y luego


en el campo católico.
a) En el ámbito protestante el interés por el estudio científico de las misio-
nes surgió en la segunda mitad del s. XIX, asociado al nombre de G. Wameck
(1834-1910). Según él, la ciencia de la «misión cristiana» se ocuparía del modo
de extender la fe mediante la conversión de los no cristianos. Siguieron esta
línea otros protestantes.
En 1902 aparece la primera «Introducción a la misionología», de W. Bomemann
(1858-1946). A partir del pasado (la historia de las misiones) exponía la sitúa-
ción presente (estadística y geografía), y la doctrina y práctica misional.
b) En el ámbito católico, R. Streit (1875-1930) y /. Schmidlin (1876-1944) culti-
varón la misionología dando origen a la llamada «Escuela de Münster» (seguí-
da por Th. Ohm y J. Glazik).
Streit fue director de la revista «María Immaculata», donde planteaba la nece-
sidad de sistematizar un cuerpo de doctrina misional. En 1916 publicó el primer
volumen de la monumental «Bibliotheca Missionum» iniciada por él.
Schmidlin dirigió la primera revista católica de misionología, y creó un Instituto
de Misionología. Consideraba que el fin de la misión es la entrada de los no cris-
tianos en la Iglesia visible mediante la conversión personal, con los consiguientes
efectos sociales y culturales.

Mientras la escuela de Münster se centraba en la salvación de los no-cristia-


nos, la llamada «Escuela de Lovaina», representada por A. Perbal, P. Charles
y A. Seumois, sostenía que lo propio de la misión era la «plantación de la
Iglesia», es decir, la formación de Iglesias locales adaptadas a la cultura de
cada lugar.

El Concilio Vaticano II integró ambos objetivos -«conversión» y «plantación»-


de la actividad misionera, gracias también a las aportaciones de otros teólo-
gos, como H. de Lubac, J. Daniélou e Y. Congar, que habían trabajado esos
temas en los años previos.

2. La Misión en el Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II despertó la responsabilidad «misionera» (o evangeliza-


dora) de todos los bautizados. La Misión, además, es una realidad que unifica
toda la vida y acción de la Iglesia.

2.1. La única Misión

Como ya adelantamos al inicio del tema, para el Concilio se desglosa la Mi-


sión en varias actividades: hacia los no cristianos (misionera o misional), hacia
los católicos (actividad pastoral) y hacia los bautizados no católicos (actividad
ecuménica) (cf. AG n. 6).
Además, la actividad «pastoral» no es la sola praxis propia de los pastores,
sino asunto de fieles y pastores: «Saben los Pastores (...) que su eminente fun-
ción consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y carismas de
tal suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra común» (LG 30).
Los pastores tienen su propia tarea respecto de los fieles; pero la responsabili-
dad de la Misión afecta a «todos los bautizados» (cf. AG 6).
En su conjunto se superaba, pues, una visión clerical de la Misión, tanto en
el anuncio ad extra a los no cristianos («misiones ad gentes»), como ad intra de
la Iglesia (atención a los bautizados católicos y a los no católicos que también
pertenecen, aunque «imperfectamente», al Pueblo de Dios).
2 J l. El estilo «misionero» del Concilio 17

Acabamos de señalar que durante el Concilio el término «pastoral» tuvo un


sentido diferente del anterior (restringido a los pastores). Ahora el término ya
no se refiere a un objetivo (la atención de los fieles ad intra de la comunidad),
sino a un modo del anuncio del Evangelio que facilite su acogida en cada mo-
mentó histórico.
a i En este sentido san Juan XXIII habló de la índole «pastoral» del magisterio
conciliar, lo que tenía dos implicaciones: 1) la necesidad de guardar el depósito de
¡a fe y, a la vez, transmitirlo eficazmente en los diversos tiempos y lugares; y 2) la
distinción entre el depósito de la fe (inmutable) y el modo de expresarlo (variable).
«El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la
doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. (...)
Deber nuestro no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente nos
preocupara su antigüedad, sino dedicamos también, con diligencia y sin temor, a
la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que desde hace veinte
siglos recorre la Iglesia. (...) De la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas
las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, (...) el espíritu cristiano
y católico del mundo entero espera que se dé un paso adelante hacia una pene-
tración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia
más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponién-
dola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensa-
miento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del depositum
fidei, y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuen-
ta -con paciencia, si necesario fuese- ateniéndose a las normas y exigencias de
un magisterio de carácter predominantemente pastoral» (Alocución "Gaudet Mater
Ecclesia" en la Apertura del Concilio Vaticano II, ll-X-1962).
A este propósito cabe evocar cómo, durante el Concilio, Pablo VI afirmaba que
Juan XXIII había «reavivado en la conciencia del magisterio eclesiástico la per-
suasión de que la doctrina cristiana no debe ser solamente una verdad capaz de
impulsar al estudio teórico sino palabra creadora de vida y de acción, y que no
solo se debe limitar la disciplina de la fe a condenar los errores que la perjudican,
sino que se debe extender a proclamar las enseñanzas positivas y vitales que la
fecundan» (Discurso en la apertura de la segunda sesión conciliar, 29-IX-1963).

b) Después del Concilio, los Sínodos de los O bispos han sido instrumentos
eficaces para prolongar esa dinámica misionera.
El papa Francisco ha señalado que los Sínodos son «una expresión eclesial, o sea,
es la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el
corazón de Dios; es la Iglesia que se interroga sobre su fidelidad al depósito de
la fe, que para ella no representa un museo para mirar y mucho menos solo para
18 salvaguardar, sino que es una fuente viva en la que la Iglesia bebe para saciar la
sed e iluminar el depósito de la vida» (Discurso en la inauguración del Sínodo de
2015,5-X-2015).
En efecto, la doctrina no es un depósito estático, sino que es como la sedimen-
tación de la Palabra de Dios que se ha encamado en nuestra historia y quiere
prolongar en nosotros esa encamación, de modo que nos permita una mirada
concreta a la realidad, «ahora» y «aquí», desde la fe vivida. Y todo ello en orden
a transformar la realidad con el amor divino, único que puede saciar la sed del
hombre. La m isión de la Iglesia, en ese sentido, es Tradición (de tradere, entre-
gar), transmisión de la revelación divina: «La Iglesia, en su doctrina, en su vida y
en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo
lo que cree» (Concilio Vaticano II, const. Dei verbum, 8).
Porque la Tradición es una realidad viva, no se puede conservar la doctrina sin
hacerla progresar. «No es suficiente, pues, encontrar un lenguaje nuevo para decir
la fe de siempre; es necesario y urgente que, ante los nuevos desafíos y perspecti-
vas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar las novedades del
Evangelio de Cristo que, aunque estén en la Palabra de Dios, aún no han salido a
la luz» (Francisco, Discurso ll-X-2017).

2.3. Sus características

El estilo misionero del Vaticano II se manifiesta de modo paradigmático en


algunos rasgos de la Constitución pastoral Gaudium et spes:
• La fidelidad renovada o dinámica («aggiomamento») a la Misión, que va-
lora, protege y cuida la tradición, y a la vez se sitúa en una actitud abierta
y positiva ante sus renovadas expresiones con los cambios históricos.
• El discernimiento de los «signos de los tiempos», o lectura creyente de los
acontecimientos y de los cambios históricos, para indagar la voluntad de
Dios en orden a la Misión.
«Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e ínter-
pretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación,
pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el
sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas.
Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus espe-
ranzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza»
(GS 4. Ver también los nn. 11 y 44).

• La actitud de diálogo que debe presidir el servicio salvífico que la Iglesia


presta al m undo (tema de la primera encíclica de Pablo VI, Ecclesiam suam,
1964).
• El lenguaje y modo de presentar el Evangelio es importante para la co- 19
municación de la fe. Los cambios culturales reclaman que el Evangelio
ofrezca su novedad permanente mediante un lenguaje comprensible para el
interlocutor.
El lenguaje habrá de poner de relieve el núcleo del mensaje evangélico, donde
resplandece la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo
muerto y resucitado (cf. Exhort. Evangelii gaudium, 2013, nn. 34-39, citada en ade-
lante EG); de ese núcleo recibe sentido y atractivo lo demás, especialmente la
enseñanza moral. De ese modo en el momento del anuncio se refleja lo que el
Concilio Vaticano II llamó orden o «jerarquía» de las verdades (UR11), y nexo de
los misterios (cf. Concilio Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius).
«Vemos así que la tarea evangelizados se mueve entre los límites del lenguaje y
de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio
en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pue-
da aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos
límites y se hace "débil con los débiles [...] todo para todos" (1 Co 9, 22). Nunca
se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez auto-
defensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y
en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien
posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino» (EG 45;
vid. el contexto en los nn. 41-45).

Este estilo de evangelización responde a la toma de conciencia de algo senci-


lio, pero decisivo: la Iglesia se encuentra en permanente «estado de misión» para
ofrecer el Evangelio en cada circunstancia histórica con actitud de acercamien-
to a la humanidad, a sus gozos y esperanzas, sus anhelos y sufrimientos (cf.
Const. past. Gaudium et spes, 1).

2.4. La teología en «estado de misión»

La índole misionera del Concilio y de su enseñanza no podía dejar de proyec-


tarse sobre la teología. Esto que se refleja en dos puntos.
a) Recordemos primero que la fe tiene varios aspectos entre los que existe
una circularidad:
• la fe como fides c¡ua\ el don sobrenatural de la fe «mediante el cual» confia-
mos en Dios que se revela; es objeto de estudio en la Teología fundamental.
• la fe como fides quae: el contenido objetivo, «lo que» se cree, que se resume
en el Símbolo de la Fe. Es objeto de estudio en la Teología dogmática.
• la fe como fides quae per caritatem operatur et v iv it (cf. Ga 5, 6, Ef 4,15;
St 2,14-17): la fe que vive y actúa mediante la caridad; es decir, la fe viví-
20 da. Aquí se subraya la razón práctica. Este es el objeto tanto de la Teología
moral y de la Teología espiritual (partiendo de la vida cristiana personal)
como de la Teología de la misión o pastoral en el sentido aquí considerada
(estudio de la acción eclesial).
La fe viva u operativa es la fe que «se hace cultura» (Juan Pablo II) como conse-
cuencia de estar radicada en el encuentro con el Verbo encamado, que ha venido
a salvar a todas las gentes.
Tanto la revelación como la fe se dan y acontecen en la historia. Esto significa
que no son una comunicación ni una respuesta en abstracto, sino que comienzan
como preparación a la venida de Cristo, continúan y acontecen sobre todo en la
presencia suya, en una historia y contexto cultural concretos, y prolongan su efi-
cacia en la vida de los cristianos y a través de esa vida, porque Cristo vive en los
cristianos y actúa a través de ellos.
En otras palabras, la fe tiene siempre como punto de partida el encuentro con
la Persona de Cristo, con todas sus consecuencias, también para la acción de los
cristianos. Como hemos visto, la acción eclesial sigue la «ley (o el principio) de
la Encarnación» en el sentido de que la doctrina y la vida divina se nos han dado
para que se hagan, gracias a la acción del Espíritu Santo, carne de nuestra carne
y vida del mundo, lo que requiere la cercanía a las personas en sus contextos y
circunstancias concretas.
Siendo Cristo el «sacramento primordial» y la Iglesia el «sacramento general de
salvación» (cf. el estudio de la Eclesiología), es importante tener en cuenta la sa-
cramentalidad propia de la acción eclesial. Es decir, su capacidad de ser signo e
instrumento de la acción salvífica divina, como estudiaremos detenidamente en
el próximo tema.

b) La teología es fides quaerens intellectum, «fe que busca entender», con una
doble dimensión: una dimensión contemplativa y especulativa de Dios y de
sus obras (cf. S.Th. I, q.l a.4); y una dimensión práctica, que aspira a entregar a
otros lo contemplado, al servicio de la vida y de la misión.
Esta segunda dimensión práctica de la teología se corresponde con la fuerza
«performativa» del Evangelio, que no es solo Palabra que «informa», sino que
«transforma» la vida (cf. Ene. Spe salvi, n. 2). En ese sentido toda la teología tiene
una índole pastoral y misionera (evangelizadora) porque es reflexión en orden a la
vida y a la acción. La Teología de la Misión, como disciplina propia, se correspon-
de con la decantación de la dimensión evangelizadora de toda la teología.
Esto no quiere decir que la Teología de la Misión se identifique sin más con la
dimensión evangelizadora de la teología (lo que se ha llamado «pastoralidad» de
la teología) o se reduzca a ella, sino que es una disciplina que posee identidad, objeto
y método propios. Es lo que veremos a continuación.
3. La Teología de la Misión: 21
identidad, objeto y método

a) La Teología de la Misión manifiesta la dimensión práctica de la teología


como ciencia de la acción eclesial o reflexión sobre la acción eclesial en
cuanto colaboración salvífica con las misiones trinitarias (la misión del Ver-
bo y la del Espíritu Santo). Tal es su identidad.
Esta colaboración se realiza en el marco de la Iglesia «sacramento universal de
salvación» (LG 48), signo e instrumento vivo de la salvación de Jesucristo en
la Palabra, en los Sacramentos y en el servicio de la caridad.
La Teología de la Misión promueve el hábito de pensar teológicamente lo que
hacemos los cristianos: desde la actividad de los fieles laicos y la predicación de
los sacerdotes, pasando por la catequesis, la formación cristiana y las clases de re-
ligión, hasta las celebraciones sacramentales y todo el amplio campo del trabajo y
de la vida familiar, cultural y social, como verdadero «lugar» donde participamos
en la misión. En ese sentido cabe hablar también de una teología de la evangelización
(en sentido amplio).

b) Su objeto son las acciones eclesiales o m isión en acto (objeto material) bajo
la perspectiva espacio-temporal, del «aquí y ahora» de esas acciones (objeto
formal), en orden a mejorar su ejercicio.
Estas acciones, aunque no representen a la Iglesia «oficialmente», no son acciones
puramente individuales de un cristiano, «al margen» de la Iglesia. En sentido
amplio, eclesial es todo lo que hace un cristiano. No nos referimos ahora a la Igle-
sia como institución, sino a la Iglesia en la totalidad de su misterio. Conviene distin-
guir, por tanto, entre lo eclesiástico y lo eclesial.
Podemos hacer nuestras las afirmaciones de S. Lanza cuando señala que «la teolo-
gía pastoral no se preocupa solo de los medios sino también de los fines: se ocupa
de ellos desde el punto de vista práctico, es decir, de su cognoscibilidad, de su
determinación, de su logro, no de los fines últimos directamente, sino de los fines
de la acción que concretamente -hic et nunc- se lleva a cabo».
En efecto, las acciones eclesiales deben realizarse y estudiarse no solamente aten-
diendo a los fines e intenciones últimos, sino en atención a la conformidad de
cada una de esas acciones (según su finís operis), con la santidad divina y el plan
de salvación. Esto equivale a buscar realizar el bien posible, aquí y ahora, en el
marco y horizonte de la vocación y de la misión cristianas.

c) Su método es analizar las condiciones y contextos que hacen posible o


dificultan esa acción. Esto supone tener en cuenta el vivir cristiano como vo-
cación y respuesta, como acción personal y eclesial.
Como venimos diciendo, este método subraya la razón práctica, cuyo primer prin-
cipio es «hacer el bien y evitar el mal». Mejorar la praxis eclesial tiene que ver con
la virtud de la prudencia, entendida aquí no solo en relación con el juicio de la
conciencia individual, sino referida principalmente a las acciones eclesiales. En
consecuencia, el método indaga la acción eclesial no como mero quehacer huma-
no, sino como signo e instrumento del obrar de Cristo a través de la libertad del
cristiano y en el marco de la misión eclesial.
Cabe señalar tres dim ensiones del método teológico-práctico, que se derivan
de la estructura antropológico-teológica de la persona del cristiano y de su
acción, de la misión de la Iglesia y de la naturaleza de la salvación:
• Dimensión teologal o teológica, pues la situación concreta en que se en-
cuentra un cristiano o un grupo de cristianos (en la familia, en el trabajo,
en los deberes sociales y eclesiales) nunca es un mero marco externo para
el obrar, que tendría solo un valor antropológico o sociológico como oca-
sión para su actuar, sino que toda situación tiene un valor o significado teológi-
co, en la perspectiva de la fe.
Es decir: Dios, por medio de su libertad y las circunstancias de la vida, nos ha si-
tuado ahí. De modo que «hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones
más comunes que toca a cada uno de vosotros descubrir» (San Josemaría); esto se
da también a la hora de actuar, porque, si no hay ninguna acción que no se reía-
cione con la gloria de Dios y a la salvación (cf. 1 Co 10,31), menos aún las acciones
formalmente eclesiales. Dicho brevemente, no se puede pensar correctamente la
acción eclesial sin plantearse teologalmente la situación concreta. Esta dimensión
se descubre en la perspectiva de la fe, que es un «ver con los ojos de Cristo» (Ene.
Lumen fidei, n. 46). Se trata de lo que la espiritualidad cristiana denomina contem-
plación, en el marco de la vida de la gracia como trasfondo de la existencia crisitiana.
• Dimensión operativa, porque, como estamos considerando, se trata de la
acción eclesial, y esta traduce, en la práctica de la Misión, el hecho de que
la fe vive por las obras de la caridad.
Aquí entra todo lo que tiene que ver con la experiencia cristiana (especialmente con
la oración y la liturgia), con la dimensión social y eclesial (Tradición) de las acciones,
y, por tanto, con las virtudes.
• Dimensión normativa, porque el proceso de la acción eclesial requiere
acudir a diversos criterios que proceden sea de la fe sea de la razón (por
eso interesan las ciencias humanas o sociales, cuyos datos han de ser valo-
rados siempre en la perspectiva de la fe, de la tradición y de las enseñanzas
de la Iglesia).
Cuando san Pedro escribe: «glorificad a Cristo en vuestros corazones, siempre
dispuestos a dar razón de nuestra esperanza» (1 Pe 3 15) apela a esos principios
o criterios («razones») que están en el trasfondo de la vida cristiana y que, por
tanto, alimentan la esperanza. Una esperanza que es siempre, para los cristianos, 23
esperanza activa al servicio de todos.

El método de la Teología de la Misión está pautado por el discernimiento eclesial


y la in teráisciplinariedad, aspectos que analizamos a continuación.

4. Discernimiento e interdisciplinariedad

Como hemos evocado ya, el Concilio Vaticano II invitó a discernir los «signos
de los tiempos» (cf. Mt 16, 4; Le 12, 5456‫ ;־‬cf. GS 4,11 y 44), para «leer» los
acontecimientos como señales del designio de Dios.
a) El discernimiento eclesial corresponde a la com unidad (diócesis, parro-
quia, grupo, escuela, familia, etc.).
Ante una acción determinada (sea una catequesis, un programa de formación,
una celebración, o la organización de un voluntariado), el discernimiento se
presenta en tres etapas distintas pero inseparables:
• M irada analítica a la situación desde la fe, que valora esa situación desde
la identidad cristiana, teniendo en cuenta la realidad personal junto con la
realidad sociocultural, los «contenidos» y actitudes que se derivan de la
fe vivida, las consecuencias para la espiritualidad y la misión cristiana. Y
todo ello, en orden a la acción, considerando la situación como un tiempo
de gracia (kairós) para colaborar con Dios.
Hoy es preciso advertir la falta de coherencia o «unidad de vida», que lleva a bus-
car espacios de autonomía y distensión al margen de la identidad o de la misión
cristiana. La Teología de la Misión puede contribuir a esclarecer las motivaciones
para un renovado impulso evangelizador (cf. EG 8109‫ ־‬y 262-281).
Para esto se requiere, en primer lugar, tener en cuenta una serie de criterios que,
como queda dicho, pueden proceder del ámbito de la fe o de la razón. Estos crite-
ríos no son «recetas», sino principios que, por ejemplo, la doctrina cristiana ense-
ña por su tradición o por la experiencia cristiana: el principio de la Encarnación,
que implica la necesidad de que la fe se haga vida y se traduzca en cercanía a las
personas; la santificación de las realidades ordinarias, que comienza por trabajar
con competencia; las obras de misericordia para atender a los más necesitados,
etc. En segundo lugar hay que plantearse algunos objetivos determinados.

• Decisión y proyección, que concreta los objetivos, el modo y el tiempo,


los lugares y los medios necesarios. La decisión incluye, pues, un proyecto.
Estas decisiones, en cuanto eclesiales, habrán de contar con la autoridad en
la Iglesia.
• Actuación, evaluación y verificación de la acción y sus resultados, pues es
inútil decidir un proyecto si no se lleva a cabo y no se sigue su desarrollo
hasta el final.
b) El discernimiento requiere actitudes fundam entales que desembocan en
la acción eclesial buena, como la oración, el estudio y el diálogo fraterno; y otras
como la disponibilidad y el desprendimiento de sí mismo, el afán de conver-
sión, la obediencia filial a los Pastores de la Iglesia y el compromiso fiel y crea-
tivo en los planos espiritual, apostólico o misionero, cultural y social.
En cuanto a la conversión, el discernimiento precisa de la conversión pastoral,
evangelizadora o misionera por parte de todos, también de los responsables de
las comunidades, instituciones y estructuras eclesiales:
«En su peregrinación, la Iglesia experimenta también "hasta qué punto distan en-
tre sí el mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se
confía el Evangelio" (GS 43,6). Solo avanzando por el camino "de la conversión y
la renovación" (LG 8; cf. 15) y "por el estrecho sendero de Dios" (AG 1) es como el
Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo (cf. RM 1220‫)־‬. En efecto, "como
Cristo realizó la obra de la redención en la persecución, también la Iglesia está
llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la
salvación" (LG 8)» (CEC 853)
La conversión pastoral es un proceso que posibilita el acompañamiento y la in-
tegración de las personas que están en dificultades, mediante la acogida y la es-
cucha, el diálogo y la misericordia (sobre la conversión pastoral, vid. EG 2533‫ ־‬y
Documento de Aparecida, 365372‫)־‬.
c) El discernimiento no es solo ejercicio del sentido común o de la prudencia
humana, sino un acto teologal, fruto del don del Espíritu Santo para secundar la
voluntad de Dios, y cuenta con la sabiduría de la cruz (cf. 1 Co 1,23; 2 ,6; 12,2-10).
Se trata de impulsar el anuncio gozoso de Jesucristo, en quien se encuentra la pleni-
tud de sentido y de belleza. La acción del cristiano se inserta en una vida de santidad
y de crecimiento en lafe, en la esperanza y en la caridad (cf. 1 Ts, 1,3) como consecuencia
de la oración y de los sacramentos, del compromiso en la Iglesia y en el mundo.
Las actitudes y virtudes -que preceden, acompañan a la acción eclesial y son fruto
de ella- deben promoverse y manifestarse según los dones, condiciones y carismas
de los fieles.
d) La Teología de la Misión es una ciencia teológica y no propiam ente una
ciencia «interdisciplinar», sino que se apoya en los datos -que sean asumí-
bles por la fe- que proceden de las ciencias, sobre todo las ciencias humanas
y sociales (antropología y ética, psicología, pedagogía, sociología, etc.), para
mejorar las acciones eclesiales. A las demás disciplinas que estudian alguna de
estas acciones (como la homilética, la catequética, etc.), les proporciona un
marco teológico común.
25
Ejercicio 1. Vocabulario
identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• te o lo g ía p a s to ra l (e n su o rig e n ) o b je to m a te ria l y o b je to fo rm a l

• m is io n o lo g ía «p a s to ra l» e n e l C o n c ilio V a tic a n o II

• p a s to ra lid a d d e la te o lo g ía e s tilo m is io n e ro d e l C o n c ilio

• T e o lo g ía d e la M is ió n te o lo g ía e n e s ta d o d e m isió n

• te o lo g ía p rá c tic a fid e lid a d d in á m ic a

• fides q u a e p e r c a rita te m o p e ra tu r e t v ivit c o la b o ra c ió n co n las m isio n es trin ita ria s

• le y d e la E n c a rn a c ió n signos d e los tie m p o s

• s a c ra m e n ta lid a d d e la ac c ió n eclesial c o n v e rs ió n p a s to ra l

• eclesiástico, eclesial in te rd is c ip lin a rie d a d

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ P o d rías s e ñ a la r e s q u e m á t ic a m e n t e las p rin c ip a le s e ta p a s y p ro ta g o n is ta s d e

las d e n o m in a d a s « te o lo g ía p a s to ra l» y « m is io n o lo g ía » a n te s d e l C o n c ilio V a ti-

c a n o II?

2. ¿ Q u é s ig n ific a e l c a rá c te r « p a s to ra l» y e l e s tilo « m is io n e ro » d e l C o n c ilio ?

3. ¿C u áles s e ría n las c a ra c te rís tic a s m á s im p o r t a n t e s d e e s e e s tilo s e g ú n G a u -

d iu m e ts p e s ?

4. ¿ Q u é a s p e c to d e la fe s u b ra y a la te o lo g ía p rá c tic a ?

5. ¿ Q u é q u ie r e d e c ir q u e t o d a la t e o lo g ía t i e n e u n a d im e n s ió n e v a n g e liz a d o r a ?

6. S e ñ a la tre s im p o r t a n t e s d im e n s io n e s d e l m é t o d o t e o ló g ic o -p r á c t ic o .

7. C ó m o e x p lic a ría s b r e v e m e n t e la id e n t id a d d e la T e o lo g ía d e la M is ió n ?

8. ¿ C u áles s o n e l o b je t o m a te r ia l y fo rm a l?

9. ¿ Q u é e ta p a s re c o rre e l d is c e r n im ie n to e c le s ia l?

10. ¿Por q u é e s e m é t o d o n e c e s ita d e la in te r d is c ip lin a rie d a d ?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee ios siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:
«La te o lo g ía práctica pastoral ( . .. ) re s p o n d e a u n a e x ig e n c ia n a tiv a d e l p e n s a m ie n to te o -

lógico, en su p e c u lia rid a d d e fides quaerens intellectum . N o p u e d e d e ja r d e s o rp re n d e r


26 c ó m o se ha p o d id o (y to d a v ía h o y se p u e d a ) p e n s a r q u e la fides q u a e p e r c a rita te m o p era-

tu r no p e rte n e zc a -t a m b ié n p o r c u a n to c o rre s p o n d e a sus d e te rm in a c io n e s c o n c re ta s -

a la re flexió n p ro p ia m e n te y e s p e c ífic a m e n te te o ló g ic a . Tal re flexió n afe c ta a la v id a y

al o b ra r ta n to d e l in d iv id u o (te o lo g ía m o ral) c o m o d e la c o m u n id a d (te o lo g ía pastoral).

Puesto q u e la fe sin las obras están m u e rta , la v id a d e la fe p e rte n e c e in trín s e c a m e n te y

n e c e s a ria m e n te a la re flexió n c o m p e te n te , m e tó d ic a y c ien tífica so bre la fe m ism a.

La fe cris tia n a im p u ls a a la a c c ió n . La e la b o ra c ió n c ie n tífic a d e l s a b e r te o ló g ic o -p rá c tic o

d e b e p o r ta n to m o s tra r q u e ta l c a rá c te r - t e o l ó g i c o - se e n c u e n tra en el o b je to (m a te ria l

y fo rm a l) y e n el m é to d o d e la d is c ip lin a . ( . . . )

( . . . ) La ley d e la E n c a rn a c ió n d e te rm in a sin in c e rtid u m b re el c a rá c te r te o ló g ic o d e l o b -

je t o [m a te ria l]. La ac c ió n eclesial n o es, en su v a lo r salvífico, ac c ió n s im p le m e n te h u m a -

na. En ella y p o r ella (e s tru c tu ra s a c ra m e n ta l o p rin c ip io d e l d iv in o -h u m a n o ) a c o n te c e

la salvació n a q u í y a h o ra . S o la m e n te el o lv id o d e e s te p rin c ip io fu n d a m e n ta l h a p o d id o

s itu a r la a cció n salvífica d e trá s d e la acció n eclesial (y n o d e n tro d e e lla), d e s fig u ra n d o la

o rig in a lid a d c ristian a d e la "m ediación", q u e e n c u e n tr a e n el V e rb o e n c a rn a d o su fig u ra

d e re fe re n c ia o rig in a ria y, p r o p ia m e n te h a b la n d o , re a liza c ió n ú n ic a e irre p e tib le (e fa -

p a x ) (N o p o r c a s u a lid a d el C a te c is m o d e la Iglesia C a tó lic a reserva el v o c a b u la rio d e la

m e d ia c ió n a Jesucristo y a su o b ra ): to d a o tra m e d ia c ió n tie n e c a rá c te r s a c ra m e n ta l: no

re p ite , d u p lic a ni h a c e d e in te rm e d ia ria re s p e c to a la m e d ia c ió n d e C risto. Es la m is m a

y ú n ic a m e d ia c ió n h e c h a s a c ra m e n ta lm e n te p re s e n te y e ficaz.

En c u a n to al o b je to fo rm a l - l a acció n eclesial "a q u í y ah ora" e n su realización y p ro yec-

c ió n - es e v id e n te c ó m o la a te n c ió n y la a s u nció n d e los lugares a n tro p o ló g ic o -te o ló g ic o s

n o a c o n te c e p o r sucesiva a d a p ta c ió n , sino p o r in tim a "cond escen den cia" q u e califica la

revelació n d iv in a (D V 2) y e n c u e n tra su referencia fu n d a m e n ta l e n la re a lid a d d e la crea-

ción, y e s ta b le c e p o r ta n to n o solo la o p o rtu n id a d , sino la necesid ad intrínseca d e la in -

c u ltu ra c ió n d e la fe e n sus fo rm u la c io n e s así c o m o e n sus exp resio n es en la v id a eclesial.

( . . . ) Para q u e el m é to d o sea re c o n o c id o e n su c u a lid a d te o ló g ic a (nos lim ita m o s a e ste

a s p e c to ) es n e c e s a rio q u e e n to d o su re c o rrid o se p o n g a el sig n o e x p líc ito d e la re -

fle x ió n d e fe. ( . . . ) La in s e p a ra b ilid a d d e h e c h o s y p a la b ra s y la c o rre s p o n d ie n te e s tru c -

tu ra s a c ra m e n ta l d e la acció n salvífica p e rm ite n ( . . . ) p re v e r u n a m e to d o lo g ía e n la q u e ,

d e s d e el análisis d e la s itu a c ió n h asta la re a liza c ió n d e l p ro y e c to , el d iscurso p ro c e d a d e

m a n e ra o rg á n ic a e in te g ra d a , e n su c o rre c ta p re s e n ta c ió n te o ló g ic a » .

S. La n z a , « T eolo gía p ratica: lu o g h i c o m m u n i-q u e s tio n i a p e rte » ,


e n P. C o d a (e d ), La te o lo g ía d e lX X s e c o lo : un bilancio.
3. Prospettive p ra tic h e , C ittá N u o v a , R o m a 2 0 0 3 ,
1 7 3 -2 1 1 , p p . 2 0 2 ,2 0 7 - 2 0 8
* E d iscern im ien to evangélico. ( . . . ) Es im p o r ta n te el c o n o c im ie n to d e la situ a c ió n . N o

basta una s im p le d e s c rip c ió n d e los datos; h ace fa lta u n a in v e s tig a c ió n c ie n tífic a con

3 q u e se p u e d a d e lin e a r un c u a d ro e x a c to d e las c ircu n stan cias so c io c u ltu ra le s y e c le -

siales co ncretas.

Pero es a ú n m ás im p o r ta n te la in terp re ta c ió n d e la s itu a c ió n . Ello lo e x ig e la a m b iv a -

en c ía y a veces el c a rá c te r c o n tra d ic to rio q u e c a ra c te riza n las s itu a c io n e s , las cu ales

o re s e n ta n a la v e z d ific u lta d e s y p o s ib ilid a d e s , e le m e n to s n e g a tiv o s y razo n e s d e es-

p e ra n z a , o b stá c u lo s y a p e rtu ra s , a s e m e ja n z a d e l c a m p o e v a n g é lic o e n el q u e h a n sido

s e m b ra d o s y "co nviven" el tr ig o y la c iza ñ a (cf. M t 1 3 , 24ss.) ( . . . )

Para el c re y e n te , la in te rp re ta c ió n d e la s itu a c ió n h istó rica e n c u e n tra el p rin c ip io c o g -

n o sc itiv o y el c rite rio d e las o p c io n e s d e a c tu a c ió n c o n s ig u ie n te s e n u n a re a lid a d n u e v a

y o rig in a l, a saber, e n e l d is c e rn im ie n to evangélico; es la in te rp re ta c ió n q u e n a c e a la lu z

y b a jo la fu e rz a d e l E v a n g e lio , d e l E v a n g e lio v iv o y p e rs o n a l q u e es Jesucristo, y c o n el

d o n del E spíritu S an to . D e ese m o d o , el d is c e rn im ie n to e v a n g é lic o to m a d e la s itu a c ió n

histórica y d e sus vic is itu d e s y circ u n s ta n c ia s n o u n s im p le "d a to ‫״‬, q u e h a y q u e reg is-

tra r con p recisió n y fr e n te al c u al se p u e d e p e r m a n e c e r in d ife re n te s o pasivos, sin o un

'd e b e r ‫״‬, un re to a la lib e rta d re s p o n s a b le , ta n to d e la p e rs o n a in d iv id u a l c o m o d e la

c o m u n id a d . Es un "reto" v in c u la d o a u n a " lla m a d a " q u e Dios h ace o ír e n u n a situ a c ió n

histó rica d e te rm in a d a ; e n ella y p o r m e d io d e e lla D ios lla m a al c re y e n te ; p e ro a n te s

a ú n lla m a a la Iglesia, p a ra q u e ( . . . ) e x p re s e su v e rd a d p e re n n e e n las diversas circun s-

ta n d a s d e la v i d a . ( . . . )

Este d is c e rn im ie n to e v a n g é lic o se fu n d a en la c o n fia n za en el a m o r d e Jesucristo, q u e

s ie m p re e in c a n s a b le m e n te c u id a d e su Iglesia (cf. Ef 5 ,2 9 ) ; Él es el S e ñ o r y el M a e s tro ,

p ie d ra a n g u la r, c e n tro y fin d e to d a la h isto ria h u m a n a . Este d is c e rn im ie n to se a lim e n ta

a la lu z y con la fu e rz a d e l Espíritu S an to , q u e suscita p o r to d a s p a rte s y en to d a cir-

c u n s ta n c ia la o b e d ie n c ia d e la fe, el v a lo r g o zo s o d e l s e g u im ie n to d e Jesús, el d o n d e

la s a b id u ría q u e lo ju z g a to d o y n o es ju z g a d a p o r n a d ie (cf. 1 Co 2 ,1 5 ); y se a p o y a e n la

fid e lid a d d e l P adre a sus pro m esas».

(Sa n J uan Pablo II, E x h o rt. A p. Pastores d a b o vobis


s o b re la fo rm a c ió n d e los s a c e rd o te s e n la s itu a c ió n a c tu a l,
25-111-1992, n. 10)
TEM A LA ACCIÓN ECLESIAL
2 REALIZADORA
DE LA MISIÓN
Como hemos expuesto en el tema primero, la Teología de la Misión es-
tudia la acción eclesial. Este segundo tema aborda la Iglesia como s u je to
de la acción eclesial.
Aunque la Teología de la Misión da por supuestos los principios ecle-
siológicos y dogmáticos en general (procedentes de la reflexión sobre
la Revelación y de la tradición de la Iglesia, así como de la experiencia
cristiana), conviene tenerlos presentes, como hacemos sobre todo en
estos primeros temas.
Comenzamos por los fundamentos bíblicos de la misión y la Iglesia
como su sujeto. A continuación abordamos su doble finalidad y su obje-
to: el Reino de Dios. Por último, consideramos la diversidad de funciones
y actividades o tareas de la misión. Toda acción eclesial es fruto de una
diversidad complementaria, tanto de sujetos como de funciones.

SUMARIO

.
1 FUNDAMENTOS BÍBLICOS · 1.1. La M is ió n e n el A n tig u o T e s ta m e n to · 1.2. La
M is ió n e n el N u e v o T e s ta m e n to · 2. LA IGLESIA COMO SUJETO DE LA MISIÓN 3 ‫י‬.
LA DOBLE FINALIDAD DE LA MISIÓN · 4. EL REINO DE DIOS COMO OBJETO DE
LA MISIÓN · 4.1. R elació n e n tre Iglesia y R ein o d e D ios · 4.2. ín d o le e s c a to ló g ic a

d e la M is ió n : la te n s ió n hacia el R ein o c o n s u m a d o · 5 . LAS FUNCIONES SALVÍFI-


CAS DE LA IGLESIA · 5.1. La fu n c ió n p ro fé tic a · 5.2. La fu n c ió n s a c e rd o ta l · 5.3.
La fu n c ió n re g ia · 6. LAS ACTIVIDADES DE LA MISIÓN: «ad g e n te s » , p a s to ra l y e c u -

m é n ic a .
1. Fundamentos bíblicos de la Misión 29
1.1. La Misión en el A ntiguo Testam ento

La traducción de la Biblia de los Setenta utiliza habitualmente los términos


griegos apostéllein, exapostéllein (enviar) para designar el envío del shaliach, tér-
mino hebreo que designa al representante dotado de la autoridad de quien lo
envía. Esta institución se encuentra en la literatura rabínica sobre todo con un
sentido jurídico.
En la revelación bíblica de la historia de la salvación encontramos con fre-
cuencia el «envío» por Dios, por ej.: la misión confiada a Moisés; los enviados
(profetas, jueces, reyes) están al servicio del destino histónco de Israel, que ha de
ser, como pueblo, el representante del culto que todas las naciones deben dar
al Dios único.
Todas las formas del envío por parte de Dios tienen por objeto cumplir su
voluntad para que se renueve la faz de la tierra (cf. Is 55,11; Sab 9,10; Sal 104,
30; Ez 37,9s.). Esta conciencia de misión se intensifica después del destierro en
Babilonia.

1.2. La Misión en el Nuevo Testam ento

El Nuevo Testamento destaca dos aspectos. En primer lugar, el envío de Jesús,


el Ungido (= Cristo, Mesías) del Padre: Jesús es el enviado definitivo del Pa-
dre, el «apóstol» por excelencia. Así se presenta con frecuencia Él mismo (por
ej., en su oración al Padre, cf. Jn 17,17-19). En segundo lugar, la Iglesia participa
de ese envío mediante la «Unción del Espíritu». Veamos ambos aspectos.

a) El Padre consagra y envía a Jesús, en cuanto hombre, por la doble misión


del Verbo y del Espíritu
Este tema se estudia sobre todo en la Teología trinitaria y en la Cristología: la
«doble misión» del Hijo y del Espíritu Santo por el Padre. Este es el funda-
mentó de la misión de la Iglesia, que conviene evocar aquí (cf. CEC 702 y 689).
• El «envío» del Hijo eterno es la Encarnación, por la que asume en su Per-
sona la concreta hum anidad -como la nuestra, salvo en el pecado- que Je-
sús recibe de María. Es la llamada «unión hipostática», es decir, la unión en
la Persona/hipóstasis del Hijo. Esta «unión» significa una «consagración
y envío» de Jesús por el Padre; una «unción» de su hum anidad porque
en ella habita la plenitud de la divinidad del Verbo. Así pues, el envío del
Verbo por el Padre (encarnación) «unge» la hum anidad de Jesús.
• Para ello el Espíritu Santo es «enviado» a la hum anidad del Hijo, encar-
nado por obra del Espíritu. Jesús es también el «ungido» por el Espíritu
que ha recibido plenamente -«sin medida»‫ ־‬en su hum anidad (así lo con-
sideran los Padres de la Iglesia). Jesús «posee» el Espíntu, que promete y
reciben los discípulos. El Espíritu acompaña toda su vida y acciones mesiá-
nicas, y le impulsa a la obediencia a la misión recibida, especialmente en el
Misterio pascual (pasión, muerte y resurrección), que se consuma cuando
entrega a los discípulos el Espíritu Santo prometido.
• Jesús entrega el Espíritu Santo. En Pentecostés, la Iglesia recibe el mismo
Espíritu que ungió la hum anidad de Cristo. La Iglesia es «consagrada y
enviada» con la misma «Unción» de Jesús (cf. Presbyterorum ordinis, n. 2). A
lo largo del tiempo, cada crístiano recibe esta unción del Espíritu al incor‫־‬
porarse a Cristo en su Cuerpo que es la Iglesia, mediante el Bautismo y de
la Confirmación, para participar de su misión (cf. CEC 690).
• El Espíritu Santo interviene en la vida de la Iglesia: en los escritos inspi-
rados, en la tradición viva, en los sacramentos, en el ministerio ordenado,
en el sentido de la fe del pueblo cristiano y en el magisterio: para que la
Iglesia «permanezca en la verdad» y en fidelidad a Cristo.
• De este modo, como afirma el Concilio Vaticano II: «La Iglesia peregrinan-
te (...) procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo se-
gún el designio de Dios Padre» (AG 2). La misión de la Iglesia en el tiempo
es prolongación de la «misión conjunta» del Hijo y del Espíritu Santo.

• La Misión se sitúa en la perspectiva de la «sacramentalidad» de la Iglesia,


es decir: la Iglesia es signo e instrumento de la salvación que procede solo de
Cristo:
«La misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que
es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para
anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión
de la Santísima Trinidad» (CEC 738).

b) La unción del Espíritu en la Iglesia


Como se ha dicho, la «unción» de la Iglesia por el Espíritu Santo es fruto de
la incorporación sacramental a Cristo; el Espíritu actúa en la Iglesia también
mediante sus dones carismáticos.
La «unción» del Espíritu en los sacramentos que «imprimen carácter» (Bau- 31
tismo, Confirmación y Orden) hace partícipe a la Iglesia del sacerdocio de
Cristo, y de su triple oficio cultual, profético y regio. Esa participación se da
en dos modos diferentes y complementarios, a saber: el sacerdocio común
(Bautismo y Confirmación) y el sacerdocio ministerial (Orden) al servicio
del sacerdocio común. De ese modo la Iglesia es Cuerpo sacerdotal de Cristo
ungido por el Espíritu.
En virtud del sacerdocio común, todos los bautizados participan del triple oficio
profético, cultual y regio de Cristo, y ejercen las responsabilidades que se derivan
de ello (cf. CEC 783-786)
En virtud del sacerdocio ministerial, los ministros sagrados participan del triple
oficio de Cristo a quien re-presentan como Cabeza de la Iglesia: enseñan, santifi-
can y gobiernan (los Obispos y presbíteros, «en la persona de Cristo»), y actúan
también en nombre de la Iglesia ante Dios.
• El Espíritu conduce a la Iglesia mediante «dones jerárquicos» y «carismáti-
eos» (cf. LG 4). La donación del Espíritu Santo también sucede por medio
de los carismas, que son «gracias especiales» otorgadas libremente por
el Espíritu para la vida y misión cristiana (cf. LG 12). Pueden ser dones
múltiples y puntuales (como el don de la palabra para transmitir la fe o
atender a los enfermos).
La diversidad de los carismas (cf. CEC n. 799) es una riqueza para la vitalidad de la
Iglesia. Los carismas han de acogerse con reconocimiento. Pertenece a la Jerarquía
el discernimiento de los carismas (cf. LG 12) a fin de que cooperen a la comunión y
a la misión.

También son carismas los modos de configurar la existencia cristiana, como


son las vocaciones particulares en la Iglesia (sobre todo el laicado y la vida re-
ligiosa), o algunas concreciones y modalidades como el celibato cristiano. De
ese modo los carismas concretan y diversifican la vocación bautismal común
a todos.
Algunos carismas dan lugar a instituciones eclesiales como grupos, movimientos
eclesiales y formas de vida consagrada. Las formas jurídicas pueden ser variadas:
asociaciones de fieles o sacerdotales, Institutos de vida consagrada, etc. (cf. Carta
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, luvenescit Ecclesia, 15-V-2016, n. 23).

2. La Iglesia como sujeto de la Misión

La Iglesia es, pues, una «comunidad sacerdotal orgánicamente estructurada»


(cf. LG 11) mediante la doble participación en el Sacerdocio de Cristo, y confi-
32 gurada por los carismas. La Iglesia, en cuanto tal «comunidad orgánicamente
estructurada», es el sujeto de la Misión.
Esto se entiende bien en el marco de una eclesiología de comunión (que es la
«idea central y básica de los documentos conciliares» (Sínodo extraordinario de
1985, Relatio finalis, II. C. 1), que tiene como marco principal de referencia la Tri-
nidad: la Iglesia es comunión con Dios Padre por el Hijo en el Espíritu Santo (cf 1
Jn 1,3) y desde ahí comunión de personas humanas entre sí, tal como se estudia
en Eclesiología.
Esa eclesiología se traduce en la promoción de una espiritualidad de comunión
(cf. Juan Pablo II, Carta Novo millennio ineunte, 2001, n. 43) que lleva a valorar los
dones, ministerios, carismas y vocaciones que se dan en la Iglesia como servicios
a esa comunión que es una comunión evangelizadora o misionera. La Iglesia es un
único «sujeto histórico y orgánico» en cuanto que actúa en el tiempo de modo vivo
y articulado, gracias a su estructura.

Así como el cuerpo es uno, pero hay variedad de órganos y funciones, así
también la Iglesia es un Cuerpo que tiene «organicidad» de sus miembros, es
decir, que cada cristiano participa en la Misión según su vocación y carismas,
que determinan su posición en la Iglesia. ,
• Los laicos ejercen el triple oficio salvífico de Cristo (cf. CEC, 901-913), y
realizan la Misión «como desde dentro» (cf. LG 31) de las realidades se-
culares, es decir, en el modo «ordinario» de relación con el m undo (y que
comparten con los no cristianos).
• La vida religiosa implica un modo propio de testimonio (que se expresa
con la «profesión» de los consejos evangélicos), necesario para la Iglesia y
el mundo, de la trascendencia del Reino de Dios al que aspiramos. (Sobre
la Vida Consagrada, cf. CEC, 914-933).
• «Para apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor
instituyó en su Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de todo el
Cuerpo» (LG 18). Los pastores están destinados principal y expresamente
al sagrado ministerio por razón de su particular vocación (LG 31). Esa es
su manera propia participar en la Misión.
«Saben los Pastores que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí
solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, sino que su eminente fun-
ción consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y carismas de tal
suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra común» (LG 30).
Por otra parte, los fieles (laicos o religiosos) «pueden ser llamados de diversos
modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía»
(LG 33). Se trata de colaboraciones en tareas estrechamente vinculadas a las
portsabilidades de los pastores, y que implican una delegación habitual-
regulada por el Derecho canónico.
Tal colaboración especial debe distinguirse de la responsabilidad común de los fie-
les, en razón de su Bautismo, en tareas como la catequesis, la celebración litúrgica,
los consejos pastorales o las obras de caridad. Estas tareas se denominan a veces
«ministerios» («ministerios laicales»), pero sería preferible llamarlas servicios co-
munitarios, servicios eclesiales de los fieles o con una terminología equivalente,
para no confundir con las tareas «ministeriales» de los pastores.

3. La doble finalidad de la Misión

££ fin de la Misión puede considerarse en relación con Dios y en relación con


la? hombres. Es u n solo fin con dos aspectos: la gloria de Dios y la salvación
Anmama. Como afirman los Padres de la Iglesia, cuando Dios es reconocido y
adorado, entonces sucede la verdadera vida del hombre: «La gloria de Dios
consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de
Dios» (san Ireneo). La salvación es la aspiración colmada de felicidad o pleni-
t » i de vida.
Además, Cristo es redentor no solo de los individuos sino también del mun-
do en su integridad. «La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propaga-
ción del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los
hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene
realmente todo el m undo hacia Cristo» (AA 2).
La salvación afecta a la totalidad de lo hum ano y asume la totalidad del uní-
verso: todo lo verdadero, bueno y bello de las personas y culturas. «Cristo no
quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo
a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación
del mundo» (Benedicto XVI con los jóvenes en Colonia, 2005). La Iglesia es ger-
men de fraternidad universal.

4. El Reino de Dios como objeto de la Misión

En la predicación de los profetas, el Reino de Dios es el tiempo de salvación,


en el cual Dios vencerá todo lo que oprime al hombre; un m undo sin sufrí-
miento y sin dolor. Un tiempo de paz, en el cual se haga la voluntad de Dios
reconocido y adorado. El Reino no es, pues, el triunfo terreno de la Iglesia, ni
el progreso solo material del mundo. Es una existencia nueva, que no se rea-
liza por el esfuerzo humano, sino por don de Dios.
34 Pues bien: «este Reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y
en la persona de Cristo» (LG 5). El Reino de Dios ya ha comenzado. Jesús lo
anuncia e inaugura con su palabra y sus obras. Sus curaciones son signo de
que el Reino de Dios ha llegado (cfr. Mt 12,28), y quiere abarcar a los hombres
en todas sus dimensiones materiales y espirituales. Jesús mismo, Dios-con-
nosotros, es el Reino.
La Iglesia «recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instau-
rarlo en todos los pueblos» (LG 5). La Misión tiene como objeto el anuncio y
la realización de este Reino de Dios, que se incoa en la tierra y alcanzará su
plenitud escatológica con la parusía o retorno de Cristo.
Por medio de la Iglesia «el Señor desea dilatar su reino: "reino de verdad y de
vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz". Un reino
en el cual la misma creación será liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 21)» (LG 36). El
Reino será la reunión definitiva de los hijos de Dios por obra del Espíritu Santo.

4.1. Relación entre Iglesia y Reino de Dios

Según el Concilio Vaticano II, la Iglesia no se identifica sin más con el Reino,
sino que «la Iglesia es el germen y el inicio de este Reino en la tierra. Y mientras
ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consuma-
do y con todas sus fuerzas espera y ansia unirse con su Rey en la gloria» (LG 5).
Las principales deformaciones de la relación entre Iglesia y Reino son:
• La interpretación teocrática; considerar una concreta forma histórica de la
Iglesia como la encarnación del Reino de Dios en la tierra.
• La interpretación secularizada: la Iglesia estaría al servicio de un Reino de
justicia solo terrena.
• La interpretación espiritualista del Reino como una ética o religiosidad
privada, sin consecuencias sociales.
• Las interpretaciones milenarista y escatologista: en la tierra no habría es-
pació para el Reino, que solo llegaría con la irrupción de una nueva época,
o bien después de la historia.

4.2. índole escatológica de la Misión: la tensión hacia el Reino consumado

El Reino vendrá como don de Dios, con la parusía de Cristo, la resurrección


corporal, el juicio final y la renovación del mundo. Todavía no ha llegado de
Έ Κ β ί ζ definitivo, pero ya crece misteriosamente en la historia hacia el Reino 35
■■sms:r-:ado. Esta esperanza en el Reino más allá de la historia no hace inútil el
■tabc'o por m ejorar el m undo (cf. GS 39).
;El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la
ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siem-
pre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que
no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que
pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuanta que la propia fe es un
motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vo-
cación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el
contrario, piensan que pueden entregarse totalmente del todo a la vida religiosa,
pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimien-
to de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria
de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra
época» (GS n. 43).

La esperanza cristiana implica el compromiso de preparar, también mediante


trabajo, como u n «esbozo material» del Reino:
‫־‬La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la
preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva
am ilia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del
siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso
temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto
puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medí-
da al reino de Dios» (GS 39).
Esta edificación de la ciudad terrena es tarea especial de los fieles laicos (cf.
LG 31; Exhort. Christifideles laici, 15).

5. Las funciones salvíficas de la Iglesia

En el Antiguo Testamento se ungía a los sacerdotes, los reyes y los profetas. Si-
guiendo ese esquema teológico y pedagógico, se puede desglosar la única mi-
sión salvífica de Cristo según un «triple oficio» (triplex munus) como profeta,
sacerdote y rey. La hum anidad de Cristo es el «Sacramento» de la salvación, y
los sucesos de su vida son misterios de revelación (profeta), redención (sacerdote)
y recapitulación (rey) (cf. CEC nn. 516-518), que son dimensiones mutuamente
implicadas.
Como vimos, la Iglesia participa de la misma Unción del Espíritu que ungió
la hum anidad de Jesús; y análogamente la Iglesia coopera salvíficamente por
36 la participación en el triple oficio de Cristo: es la triple función de la Iglesia
(triplex ntunus Ecclesiae).
• el munus profético, el oficio o función de la Palabra, se ejerce en el testimo-
nio de vida y en el «sentido de la fe» de los fieles; en los pastores se ejerce
en su munus docendv,
• el munus sacerdotal es el oficio o función de santificar (munus santificandi),
en el que participan de manera distinta y complementaria tanto los fieles
como los pastores;
• el munus de realeza cristiana, oficio o función regia (munus regale), se ejerce
en el dominio sobre el pecado y en el servicio, según formas propias en los
fieles y en los pastores.

5.1. La función profética

La función profética de la Iglesia es la tarea de testificar y transm itir la ver-


dad revelada (munus docendi Ecclesiae), a través de diversas acciones eclesiales,
como veremos (vid. temas 4 y 8). Se ejerce en el testimonio cristiano (del que
trataremos más adelante); y en el «sentido de la fe de los fieles» (sensusfidei
fidelium), íntimamente vinculado al magisterio de los pastores.

a) El sentido de la fe
Lumen Gentium n. 12 explica el sentido de la fe (sensusfidei) del Pueblo de Dios.
«El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, di-
fundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo
a Dios el sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nom-
bre (cf. Hb 13.15). La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1
Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya
la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando
"desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos", presta su consentimiento uni-
versal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de
verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente "a la fe
confiada de una vez para siempre a los santos" (Judas 3), penetra más profunda-
mente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en
todo por el sagrado Magisterio, sometiéndose al cual no acepta ya una palabra de
hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13)».

El «sensus fidei» supone tres aspectos: la adhesión indefectible «a la fe confiada


de una vez para siempre a los santos»; la penetración más profunda en ella; y
su aplicación a la vida. Por medio del «sentido de la fe» la Iglesia progresa en la
!□□!!‫־‬r prensión de la sustancia de la Revelación. Los medios para esta profundi- 37
zsia :‫־‬r* son la reflexión y el estudio de los creyentes, su experiencia espiritual
f iu! guía de los pastores.
B sccsusfidei no es la fe de los fieles en contraposición al magisterio de los pas-
V ₪bs¿. sino la fe testificada por todos, fieles y pastores: «El Obispo transmite
a s a s hermanos, a los que cuida como el Buen Pastor, lo que escucha y recibe
corazón de la Iglesia. En él se completa el sensusfidei» (Exhort. Ap. Pastores
Γ? , n. 29).
B sentido de la fe es un don para que los fieles participen en la edificación de
Iglesia, en su vida y misión (cf. CTI, El «sensusfidei» en la vida de la Iglesia,
nn. 89 y 104).

M El magisterio eclesial y sus form as


La Const. dogm. Lumen gentium n. 25 expone las varias formas de ejercer los
pastores su oficio profético:
• La predicación, con su función de proclamar o anunciar la fe:
«Entre los principales oficios de los Obispos se destaca la predicación del Evange-
lio. Porque los Obispos son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos
para Cristo y son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la auto-
ridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que
ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida, y la ilustran bajo la luz del Espíritu
Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación cosas nuevas y viejas (cf. Mt 13,52),
la hacen fructificar y con vigilancia apartan de su grey los errores que la amena-
zan (cf. 2 Tm 4,1-4)».

La predicación posee además una dimensión santificadora: es fuerza de Dios


para la salvación. «La palabra de Dios es viva y eficaz (Heb 4,12)». Es Palabra-
acción (dabar), que tiene la capacidad de transformar y santificar al hombre por
medio de la fe en ella, porque Cristo mismo se hace presente -es Él quien
habla- por su Espíritu en su palabra proclamada; no es un simple recuerdo
de alguien que dijo o hizo algo, sino que está cargada con la fuerza de Dios y
sirve así al hombre y al mundo.
(Sobre la predicación vid. más adelante el tema 8, apartado 3).
• El Magisterio ordinario. Junto con la predicación y el anuncio de la fe, los
pastores son maestros que determinan la fe en caso de dudas o errores.
Esta forma de función profética se llama magisterio ordinario: «Los Obis-
pos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser res-
petados por todos como testigos de la verdad divina y católica». En ese
caso, los católicos «deben aceptar el juicio de su Obispo, dado en nombre
de Cristo, y deben adherirse a él con religioso respeto». Ese mismo «re-
ligioso respeto de la voluntad y del entendimiento» se debe también al
magisterio ordinario del Papa, es decir, «cuando no hable ex cathedra» (cf.
ibid.).

• Magisterio ordinario y universal. Cuando los Obispos, dispersos por el


orbe, manteniendo la comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, «con-
vienen en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso
proponen infaliblemente la doctrina de Cristo» (ibid.). Esta forma de ma-
gisterio se llama ordinario y universal, y goza de la infalibilidad, cualidad que
«se realiza con mayor claridad cuando, reunidos en Concilio Ecuménico,
son para la Iglesia universal los maestros y jueces de la fe y costumbres, a
cuyas definiciones hay que adherirse con la sumisión de la fe» (ibid.).

• Magisterio pontificio «ex cathedra».

«El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esa misma infalibi-
lidad en razón de su oficio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los
fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (cf. Le 22,32), proclama de una forma
definitiva la doctrina de fe y costumbres».

No cualquier declaración del Papa está dotada de infalibilidad, sino solo


aquellas que cumplen las condiciones que expuso la Const. Pastor aetemus del
Concilio Vaticano I (1870): 1) actuar como supremo pastor y doctor de los fieles,
2) con intención explícita de proclamar de forma definitiva una doctrina, 3) reía-
tiva a lafe y la moral.

Estas son definiciones irreformables «porque en esos casos, el Romano Pontífi-


ce no da una sentencia como persona privada, sino que, en calidad de maestro
supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la
infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica»
(LG 25).

• La infalibilidad. Como vemos, en algunos casos excepcionales el Magiste-


rio está acompañado del don de la infalibilidad; es decir, los fieles pueden
tener certeza de que esa declaración pertenece a la verdad revelada por
Dios. Conviene aclarar algunos aspectos al respecto.

- Sólo Dios es infalible. La Iglesia, en cambio, recibe la asistencia divina


para proclamar la fe en ciertas condiciones, con certeza garantizada por Dios.
Como señalaba Santo Tomás, «la Iglesia universal no puede errar, porque
está gobernada por el Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad» (S. Th., 39
2-2, q.l, a.9, c.).
Con la «infalibilidad» no comienza a ser verdad revelada lo que antes no
k> era; sino que ahora se puede y debe creer tal con certeza garantizada por el
Espíritu Santo. La definición no crea verdad, sino que la testifica.
La infalibilidad afecta solo a las declaraciones sobre «fe y costumbres», y
*<se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser
custodiado santamente y expresado con fidelidad» (LG 25).
La infalibilidad de los pastores es una expresión de la infalibilidad de la
Iglesia.
Como vimos al tratar del sensusfidei, también «la totalidad de los fieles, (...) no
puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta
mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando "desde los
Obispos hasta los últimos fieles laicos", presta su consentimiento universal en las
cosas de fe y costumbres» (LG 12).

SJ2. La función sacerdotal

E oficio sacerdotal de la Iglesia es la función de santificar (munus santificandi


Ecclesiae) (vid. las acciones correspondientes en temas 5 y 9).
¿i La existencia salvífica de Cristo alcanza su plenitud en su muerte y resu-
¡erección: el Misterio Pascual. Cristo encargó a los apóstoles y a sus sucesores
que perpetuaran su sacrificio en la Eucaristía, raíz, centro y culmen de la vida
de la Iglesia, y de su acción sacerdotal santificadora (cf. Const. Sacrosanctum
cmcilum, sobre la sagrada liturgia, 7 y 10, citada en adelante SO, Exhort. Ap.
Sacramentum caritatis, 2 2 2 0 0 7 ‫־‬11‫־‬, n. 9).
La Eucaristía significa y realiza el Misterio de la Iglesia: «La Eucaristía edifica
la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía» (Ene. Ecclesia de Eucharistia, 17-IV-2003,
n. 26).
b) No hay actividad evangelizadora que no esté orientada hacia la Eucaristía,
que a su vez es centro de la liturgia.
«La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo
tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se
ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el Bautismo, todos se reú-
nan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman
la cena del Señor» (SC n. 10).
c) El ejercicio de la función de santificar tiene lugar principalmente de tres
formas:
• la celebración sacramental, cuyo centro es la Eucaristía;
• la acción litúrgica en sentido amplio, incluyendo la Liturgia de las Horas y
los sacramentales;
• la vida cristiana, por ser una existencia sacerdotal de «culto espmtual»:
«Desde la Eucaristía, el "culto espiritual" de la Nueva Alianza se prolonga y se
expande en la vida cotidiana y ordinaria de los cristianos» (P. Rodríguez). Esto
sucede cuando es vivida en unión con Dios y santificando los deberes del propio
estado y las circunstancias ordinarias de la existencia. Esta dimensión existencial
del ejercicio del sacerdocio común abarca también al munus profético y al munus
regio. Es el «culto espiritual» (vid. tema 9, apartado 1).

d) Los responsables de la función de santificar son todos los bautizados de


manera diferenciada: «en un sentido, todos los miembros de la Iglesia son res-
ponsables de esta tarea, pero no por las mismas razones, ni de idéntico modo»
(P. Faynel).
Los ministros presiden la celebración sacramental, especialmente el Sacrificio euca-
rístico; con dos excepciones: el Bautismo (cualquier persona puede administrarlo,
si tiene la intención requerida) y el sacramento del Matrimonio (los ministros son
los mismos contrayentes).

«Los fieles, en virtud de su sacerdocio regio, concurren a la ofrenda de la Euca-


ristía y ejercen su sacerdocio en la recepción de los sacramentos, en la oración y
acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, en la abnegación y
en la caridad efectiva» (LG 10; cf. n. 34).

e) Conviene subrayar -en esta función sacerdotal o santificadora- la centra-


lidad de la vida sacramental, especialmente la Eucaristía dominical, máxime
en la sociedad occidental, donde se ha sustituido el sentido genuino de lo
sagrado por otras «divinizaciones» (de cosas materiales o de actividades que,
en último término, «divinizan» el propio yo).

5.3. La función regia

El Concilio Vaticano II explicó que «Cristo, habiéndose hecho obediente hasta


la muerte y habiendo sido por ello exaltado por el Padre (cf. Flp 2,8-9), entró
en la gloria de su reino. A El están sometidas todas las cosas, hasta que El se
someta a Sí mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en to-
das las cosas (cf. 1 Co 15,27-28)» (LG 36); y añade que «este poder lo comunicó 41
a sus discípulos», y lo hizo para llevar a cabo dos tareas:
- «para que también ellos queden constituidos en soberana libertad, y
por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado
(cf. Rm 6,12)» (ibid..);
- «para que, sirviendo a Cristo también en los demás, conduzcan en humil-
dad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar»
(ibid.).
La función o munus regio de la Iglesia consiste, pues, en el reconocimiento de
la soberanía de Dios y el consiguiente dominio sobre el pecado en la vida
personal; y en el servicio de la caridad. Los fieles han de ser «reyes» sobre sí
mismos y servidores de los demás (para las acciones eclesiales de la realeza
cristiana, vid. sobre todo el tema 10). El primer aspecto se estudia en la Teolo-
gía moral; aquí nos centraremos en el servicio.
En el ejercicio de la función regia (munus regendi Ecclesiae) cabe detenerse en
dos aspectos: el servicio propio del ministerio pastoral; y el servicio al m undo
de pastores y laicos en el ámbito de la Doctrina social de la Iglesia.

a) El servicio del ministerio pastoral


Dice el Concilio Vaticano II:
«Los Obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor, a quien
ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las
gentes y de predicar el Evangelio a toda creatura, a fin de que todos los hombres
consigan la salvación por medio de la fe, del Bautismo y del cumplimiento de los
mandamientos (...). Este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo
es un verdadero servicio, que en la Sagrada Escritura se llama con toda propiedad
diaconía, o sea ministerio (cf. Hch 1,17.25; 21,19; Rm 11,13; lTm i, 12)» (LG 24).

Así pues, los titulares de la autoridad son los Obispos, que «rigen, como vica-
ños y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomenda-
das, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también
con su autoridad y sacra potestad» (LG 27).
En cuanto al objeto de la autoridad:
«Los Obispos tienen el sagrado derecho, y ante Dios el deber, de legislar sobre
sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la organización
del culto y del apostolado (...), se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el
cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas» (ibid.).
42 Sobre el estilo de gobierno, el Concilio es claro al señalar el servicio:
su autoridad la han recibido «únicamente para edificar a su grey en la verdad y en
la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor,
y el que ocupa el primer puesto, como el servidor (cf. Le 22, 26-27)» (LG 27); «el
Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre
ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir
(cf. Mt 20, 28; Me 10, 45) y a dar la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11). (...) No se
niegue a oír a sus súbditos, a los que, como a verdaderos hijos suyos, alimenta y
a quienes exhorta a cooperar animosamente con él. Consciente de que ha de dar
cuenta a Dios de sus almas (cf. Hb 13,17), trabaje con la oración, con la predica-
ción y con todas las obras de caridad tanto por ellos como por los que todavía no
son de la única grey» (ibid.)

El Concilio pide a los pastores atención a «las iniciativas, aspiraciones y de-


seos propuestos por los laicos» (LG 37). «Los fieles, por su parte, deben estar
unidos a su Obispo como la Iglesia a Jesucristo, y como Jesucristo al Padre,
para que todas las cosas se armonicen en la unidad y crezcan para gloria de
Dios (cf. 2 Co 4,15)» (LG 27).

b) Pastores y laicos en relación con la Doctrína social de la Iglesia


La mayoría de los cristianos son fieles laicos:
su existencia se desarrolla «en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del
mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que
su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, des-
empeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan
a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento» (LG 31).

Por eso, su servicio regio tiene directa relación con la aplicación de la Doctrina
social de la Iglesia.
De una parte, los laicos procuran «sanear las estructuras y los ambientes del mun-
do cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a
las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de
las virtudes. Obrando de este modo, impregnarán de valor moral la cultura y las
realizaciones humanas. Con este proceder simultáneamente se prepara mejor el
campo del mundo para la siembra de la palabra divina, y a la Iglesia se le abren
más de par en par las puertas por las que introducir en el mundo el mensaje de
la paz» (LG 36). Además, «en cualquier asunto temporal deben guiarse por la
conciencia cristiana, dado que ninguna actividad humana, ni siquiera en el domi-
nio temporal, puede substraerse a la soberanía de Dios» (Ibid.). De esta manera
contribuyen a que «todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora,
y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo» (AA 2).
En esa tarea, los laicos han de esperar de los pastores «los auxilios morales y 43
espirituales» (cf AA. 7 / d), y la orientación de los «principios morales» que
lian de guiar su actividad, que los laicos llevarán a cabo «con su libre iniciativa
y sin esperar pasivamente consignas y directrices» de los pastores.
Corresponde, pues, a los pastores en primer lugar la declaración de la Doctrina
social de la Iglesia; en segundo lugar, la formación de los fieles en ese ámbito;
finalmente, cuando sea necesario les corresponde el juicio moral en situaciones
excepcionales de orden social o político.
El discernimiento de los pastores se mueve en el plano del consejo a los fieles, no del
mandato, aunque éste sería posible en circunstancias excepcionales donde estuviera
en juego la dignidad y derechos fundamentales de las personas (cf. Juan XXIII,
Mater et magistra, 1961,239).
Nada de esto transforma a los laicos en longa manus o mera prolongación de las
tareas de los pastores, puesto que la acción concreta de los laicos está mediada
por la conciencia personal -bien formada- que tienen como cristianos y ciudada-
nos. Nótese que no les corresponde a los laicos una «aplicación» mecánica de la
Doctrina social, sino que deben estar presentes en la elaboración misma de esa
doctrina, mediante el estudio, el diálogo y su experiencia. También en este terreno
el discernimiento es un proceso eclesial.

6. Las actividades de la Misión: «ad gentes», pastoral y ecuménica.

En su primera encíclica Ecclesiam suam, de 1964, donde desarrolla el tema del


diálogo de la salvación, Pablo VI describe sus interlocutores a modo de círcu-
los concéntricos, a saber:
• con los no creyentes, incluyendo los ateos;
• con los creyentes de las religiones no cristianas (diálogo «interreligioso»);
• con los hermanos separados o bautizados no católicos (diálogo «ecuménico»);
• finalmente, el diálogo interno en la Iglesia, entre los católicos.
Este diálogo afecta a las tres grandes actividades o tareas de la Misión, que ya
conocemos:
¿1 la misionera «ad gentes», es decir, el primer anuncio del Evangelio a los no
creyentes, o a los no cristianos (cf. temas 4-6).
l·-:. la auto-evangelización «ad intra» de la Iglesia, o actividad «pastoral» (cf. te-
s2a s710‫)־‬.
44 c) la ecuménica dirigida a la restauración de la unidad con los cristianos no ca-
tólicos que también es tarea «ad intra» de la Iglesia, puesto que los bautizados
no católicos «de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios» (cf. UR 3), si
bien de modo imperfecto (cf. temas 1113‫)־‬.

Cada una de estas actividades tienes sus características: «La actividad misio-
nal entre las gentes se diferencia tanto de la actividad pastoral que hay que de-
sarrollar con los fieles, cuanto de los medios que hay que usar para conseguir
la unidad de los cristianos» (AG n. 6)

La nueva evangelización a la que está convocada la Iglesia es nueva bajo dos


aspectos:

1) porque tiene nuevos destinatarios: los católicos «no practicantes», o aleja-


dos; bajo este aspecto es una actividad nueva que se suma a las anteriores.

2) porque es un modo de realizar la Misión; bajo este aspecto es un modo nuevo


transversal a todas las actividades de la Misión (ver el tema 3, apartado 4).

En síntesis, las actividades de la Misión conviven actualmente en la Nue-


va evangelización, m utuam ente se influyen y estimulan (cf. Ene. Redemptoris
missio, 34). Esas actividades enmarcan nuestro Programa de Teología de la
Misión.

Ejercicio 1. Vocabulario

Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• m is ió n d o b le o c o n ju n t a d e l H ijo y d e l ín d o le e s c a to ló g ic a d e la m is ió n

E s p íritu c o m u n ió n m is io n e ra

• u n c ió n d e l E s p íritu S a n to s e rv ic io s c o m u n ita r io s d e los fie le s

• s a c r a m e n ta lid a d d e la m is ió n s e n tid o d e la fe

• e c le s io lo g ía d e c o m u n ió n m a g is te r io o r d in a r io d e los O b is p o s

• e s p ir itu a lid a d d e c o m u n ió n d iá lo g o d e la s a lv a c ió n

• ú n ic o s u je to h is tó ric o y o rg á n ic o
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ C ó m o e x p lic a ría s la s a c r a m e n ta lid a d d e la m is ió n d e la Ig lesia?

2. ¿ P o d rías d e c ir c ó m o se d a la u n c ió n d e l E s p íritu S a n to e n la Ig lesia?

3. E x p lic a b r e v e m e n t e la d o b le fin a lid a d d e la m is ió n d e la Ig le s ia .

4. ¿C u áles s o n las p r in c ip a le s d e fo r m a c io n e s e n la c o m p r e n s ió n d e l R e in o d e

D io s c o m o o b je t o d e la M is ió n ?

5. ¿ C ó m o e je r c e n los fie le s e l « s e n tid o d e la fe»?

6. ¿C u áles s o n las fo r m a s d e la in fa lib ilid a d ?

7. ¿En q u é c o n s is te la fu n c ió n s a c e rd o ta l e n la Ig lesia?

8. ¿ Q u é t i e n e q u e v e r la fu n c ió n re g ia o d e r e a le z a c o n e l m in is te r io p a s to ra l?

9. ¿Cuál es e l p a p e l d e los P a s to re s e n la D o c tr in a s o c ia l d e la Ig lesia?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

«Al ig u a l q u e la e x is te n c ia d e l in d iv id u o cristian o , así ta m b ié n h a y q u e e n te n d e r la to ta -

lid a d cristian a, la Iglesia, b a jo la p e rs p e c tiv a d e l m is te rio e s c a to ló g ic o . ( . .. )

C o m o p e rs o n a , ta m b ié n e n la Iglesia el c re y e n te t ie n e d ig n id a d y lib e rta d ; tie n e u n a

re s p o n s a b ilid a d y d e re c h o a su re a liza c ió n e fe c tiv a .

El in d iv id u o n o p u e d e , p o r ta n to , ser d e d u c id o d e la Iglesia e n te n d id a c o m o to ta lid a d ,

ni la Iglesia p u e d e ser d e d u c id a d e la p lu ra lid a d d e los in d iv id u o s e n te n d id o s c o m o ta -

les. Pero n o ex is te la Iglesia sin los in d iv id u o s , ni éstos sin la Ig le s ia .T a n to la Iglesia c o m o

los in d iv id u o s tie n e n su p ro p ia raíz en la v o lu n ta d s a lv a d o ra y s a n tific a n te d e Cristo, en

la e n e rg ía c re a d o ra d e su Espíritu; p e ro el in d iv id u o lle g a a ser él m is m o , c o m o h ijo p e r-

sonal d e l Padre, e n la Iglesia, así c o m o la Ig lesia es real c o m o ta l, c o m o "c u e rp o d e Cris-

t o ‫ ״‬v iv o e n los in d iv id u o s . N o e x is te el " in d iv id u o aislad o" q u e p u e d e p re s c in d ir d e su

e x isten cia cristian a e n la Iglesia e ig u a lm e n te n o ex is te u n a Iglesia c o m o c o n fig u ra c ió n

p u ra m e n te o b je tiv a , o c o m o p u ra e s tru c tu ra social q u e se m a n tie n e p o r sí m is m a , sino

q u e ella v iv e e n los in d iv id u o s , y e n c ad a u n o d e ello s d e m o d o p ro p io e irre p e tib le .


46 ( . . . ) C ad a v e z q u e u n a p e rs o n a , to c a d a p o r la lla m a d a d e Dios, cree, lo h ace e n la Iglesia

y a tra v é s d e la Iglesia, in c lu s o a u n q u e n o lo a d v ie rta e n su p ro p ia c o n c ie n c ia . Y v ic e v e r-

sa, ( . . . ) c a d a a c to v ita l d e la Iglesia - c o m o d o g m a , c o m o m is te rio y s a c ra m e n to , c o m o

o rd e n a c ió n y m a n d a t o - es a c to d e la Iglesia o b je tiv a y c o m o ta l se p re s e n ta a sus c o m -

p o n e n te s s in g u lares, p e ro se c o m p le ta e n re la c ió n co n c a d a u n o y su v id a re s p o n s a b le ,

y se lleva a c a b o e n él. ( . . . )

El cris tia n o q u e se c o m p re n d e r e c ta m e n te a sí m is m o se s a b e e n a rm o n ía c o n la Iglesia,

c o n el p ro p ó s ito d e q u e la a u to rid a d d e l a n u n c io [d e la fe] p u e d a m o s tra rs e d e m o d o

c a d a v e z m ás p u ro y p le n o , c o m o im a g e n fin ita d e ese m is te rio e n el q u e la o b e d ie n c ia

d e l H ijo lo id e n tific a co n la v o lu n ta d d e l P adre.

T a m b ié n en la Iglesia está p re s e n te el m is te rio al q u e se re fie re el c o n c e p to d e lo es-

c a to ló g ic o . La Iglesia es re a lm e n te h is tó ric a , ta n to e n los h o m b re s te rre n a le s c o m o e n

las re la c io n e s te rre n a le s . Por o tro lad o , ella lleva e n sí la v id a d e l C risto re s u c ita d o y la

c o m u n ic a a trav é s d e la p re d ic a c ió n , la litu rg ia y el o rd e n c o n c re to d e la v id a . Esta v id a

in te rio r n o está, si se p u d ie ra e x p re s a r así, in c lu id a e n las re a lid a d e s h is té ric o -te rre n a le s

c o m o e n un e s p a c io vacío , sino q u e está p re s e n te e n c a d a c o m p o n e n te , fa s e y m o v i-

m ie n to d e la h isto ria, c o m o a n á lo g a m e n te la to ta lid a d d e la v id a c o rp o ra l rig e e n c ad a

m ie m b ro in d iv id u a l, e n c ad a ó rg a n o , e n c a d a c é lu la , y c o n fo rm e a e llo se e s fu e rza e n

p e n e tra r cada v e z m ás la re a lid a d te rre n a l. C o n frases a u d a c e s - c u y o s e n tid o to d a v ía

n o ha sido a g o ta d o p o r la t e o lo g ía - san P a b lo h a b la , e n la ca rta s a los efesios y a los c o -

losenses (c f Ef 1 ,3 -2 3 ; C ol 1 ,1 5 - 2 0 ), d e c ó m o esta v id a d e s b o rd a el á m b ito d e l h o m b re y

d e la tie rra y ab a rc a al m u n d o c o m o u n to d o , p a ra lle v a r a e s te m u n d o h a c ia la re a lid a d

q u e el A p o c a lip s is jo á n ic o lla m a "un c ie lo n u e v o y u n a tie rra n u ev a " (2 1 ,1 )» .

(R. G u ardini, La Chiesa de lS ig n o re ,


M o rc e llia n a , Brescia 1 9 6 5 , p p . 2 2 7 -2 3 0
TEM A DESAFÍOS ACTUALES Y
3 . NUEVA EVANGELIZACIÓN
La Misión, originada en la Trinidad, y dirigida a la gloria de Dios y la salva-
ción de los hombres, germen e instrumento del Reino de Dios, en cada
época encuentra desafíos. Este tema tercero comienza por mostrar los
aspectos más significativos del momento actual, con sus luces y som-
bras, que son a la vez oportunidades y retos. En segundo lugar, analiza la
relación entre la Iglesia y el mundo, que presupone la distinción y reía-
ción entre sacralidad y profanidad. Continúa con el estudio de la religio-
sidad y la increencia. Concluye con la Nueva evangelización.

S U M A R IO Λ

1. RASGOS DEL MOMENTO PRESENTE · 1.1 A sp e c to s p o sitiv o s ♦ 1.2. Factores


p ro b le m á tic o s 2. IGLESIA Y MUNDO · 2 .1 . S a c ra lid a d y p ro fa n id a d · 2 .2 . La Ig le -

sia y el m u n d o . 2 .3 . La s e c u la rid a d «cristian a» y sus fo rm a s · 3. RELIGIOSIDAD E


INCREENCIA 3 .1 ‫י‬. El c ris tia n is m o y las re lig io n e s · 3 .2 . Los « n u e v o s m o v im ie n to s

religiosos» (N M R ) y las sectas » 3 .3 . La in c re e n c ia 4 ‫י‬. LA NUEVA EVANGELIZA-


CIÓN · 4 .1 . S ig n ific a d o · 4 .2 . Los á m b ito s d e la N u e v a e v a n g e liz a c ió n · 4 .3 . C o m -

p ro m is o e v a n g e liz a d o r y v id a e s p iritu a l.
48 1. Rasgos del momento presente
Una rápida mirada a la situación contemporánea, en relación con la Misión
de la Iglesia, permite señalar algunos elementos positivos y otros negativos o
problemáticos.

1.1. Aspectos positivos

Veamos en primer lugar las luces que brillan ante nosotros.


- Es notable la sed de justicia y de paz, junto con un deseo de protección de
la dignidad hum ana y de la naturaleza creada. Crece la solidaridad ínter-
nacional. Crece la participación de los ciudadanos en la construcción de un
m undo mejor.
- El alto grado de desarrollo permite una mejora del bienestar personal, es-
pecialmente en los ámbitos de la salud, la educación y la comunicación. Se
reconocen saltos cualitativos y cuantitativos, acelerados y acumulativos, en
los ámbitos científicos y tecnológicos, en la información y la comunicación,
así como en sus aplicaciones en los campos de la naturaleza y de la vida.
«La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los
adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que
contribuyen al bienestar de la gente, como, por ej., en el ámbito de la salud, de la
educación y de la comunicación» (EG 52).
- A pesar de las reservas de algunos, la Iglesia es socialmente una institu-
ción creíble implicada en tareas educativas y culturales, comprometida en
favor de los necesitados y en mediar en los conflictos.
- Entre cristianos, o impulsadas por cristianos, surgen formas de asociación
para la defensa de los derechos, e iniciativas de nobles objetivos.
- Aunque en las sociedades desarrolladas no aparezca visiblemente, crece el
anhelo de Dios, con frecuencia bajo formas de búsqueda religiosas poco
habituales.
Todo ello son luces que permiten avanzar y suscitan esperanza.

1.2. Factores problem áticos

No es posible a la vez ignorar las sombras.


- En medio de la sed de justicia resurge la pregunta ética: ¿cuál es el bien
que debe buscarse para cada uno y para la sociedad? De otra manera: ¿En
qué consisten el verdadero progreso y la prosperidad?
«No podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiem- 49
po vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patolo-
gías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de
numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir
frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad
es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con
poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cua-
litativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo
científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en dis-
tintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento
y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo»
(EG 52).

Existe una exaltación del hom bre como centro del universo, junto con la
pretensión totalizante de la ciencia moderna y de la tecnología. Al mismo
tiempo sucede una reacción de signo opuesto, con desconfianza ante el
hombre y sus posibilidades; el desencanto de las ideologías; la sospecha
ante toda explicación global del m undo y del hombre, y ante la defensa
de ideales como la Verdad y el Bien; la falta de «suelo» para sostener las
aspiraciones del hombre (verdad, justicia, libertad), lo que desemboca no
pocas veces en violencia.
La información inunda de datos, pero faltan criterios; las personas -espe-
cialmente adolescentes y jóvenes- se desorientan. Se ensalzan los compor-
tamientos negativos y se ridiculizan los valores tradicionales; se extiende
una cultura de la «posverdad» y de lo efímero; el noble ejercicio de la poli-
tica degenera en populismo.
Un afán desmedido de autonomía y falta de compromiso desemboca en
un individualism o que debilita los vínculos sociales y familiares; la indi-
ferencia hacia los frágiles y pobres, marginados, refugiados, inmigrantes).
Es la cultura de la exclusión y del «descarte» de que habla el papa Fran-
cisco. Los principales ídolos de las sociedades desarrolladas parecen ser el
consumismo, el placer y el afán de poder, con sus secuelas de corrupción e
injusticia.
La globalización de la cultura dista de ser uniforme y equitativa. Hay di-
versas «velocidades» en el bienestar y los derechos de las personas y de los
pueblos; aumentan las diferencias sociales y entre las naciones. El desarro‫־‬
lio económico y técnico no va unido a un desarrollo ético y educativo. Los
medios científicos que salvan vidas humanas se emplean paradójicamen-
te para suprimir otras vidas en el seno materno o cuando no son útiles a
la sociedad. El maltrato de la Tierra amenaza un desarrollo sostenible y la
paz de todos.
- Una crisis antropológica y moral en las sociedades más influyentes y po-
derosas se vuelve contra ellas mismas, con aumento de las contradiccio-
nes, de la violencia o la desesperanza. Los valores de la m odernidad (líber-
tad, dignidad, igualdad, fraternidad) amenazan con agostarse separados
de su raíz cristiana. Preocupa un nuevo desorden mundial marcado por
los conflictos internacionales, los nacionalismos exacerbados, las catástro-
fes humanitarias y los atentados terroristas.
- La religiosidad aparece con frecuencia determinada por dos extremos: de
un lado un fundamentalismo irracional, de otro lado un vago espiritua-
lismo naturalista. Como reacción ante una cultura materialista e indivi-
dualista surgen nuevas formas de increencia y de sincretismo, incluida «la
religión de la no pertenencia» a ninguna, o una espiritualidad sin Dios.
La libertad religiosa, tanto en el plano individual como en el social, está
comprometida en muchos lugares, en nombre de una idea laicista de la re-
ligión como contraria a la libertad y la convivencia. Otros usan la religión
como instrumento de dominio ideológico.
- Los «límites históricos» y pecados de los cristianos restan credibilidad a
la Iglesia, y sirven de excusa incluso para persecuciones sutiles o explíci-
tas.
- En ámbitos cristianos hay una ruptura en la transmisión de la fe y, al
menos en occidente, un secularismo (vivir como si Dios no existiera) que
provoca grandes daños al hombre y la sociedad.
Todo ello reclama un renovado esfuerzo por presentar la fe como lo que es: ga-
rantía para el crecimiento de lo auténticamente humano y para una plenitud
de sentido de la vida y la historia. Se precisa contribuir mediante el testimo-
nio de la vida y las palabras al redescubrimiento de la gozosa novedad que
acontece en la persona de Jesucristo.

2. Iglesia y mundo

A continuación, clarificamos las nociones de sagrado y profano, para así abor-


dar la relación entre la Iglesia y el mundo. Después consideramos como entra
el m undo en la Misión de la Iglesia y la manera cristiana de relación con el
m undo o secularidad cristiana.
2.1. Sacralidad y profanidad 51

El término «sagrado» se aplica a las cosas, personas, acciones o tiempos que


el hombre dedica al culto de Dios separándolos de su uso natural o «profano»
(pro-fanum: «fuera del templo»). Esa dedicación es decidida por el hombre, o
establecida por Dios (en el Antiguo Testamento, por ej. el sábado, ciertos ob-
jetos o personas).
Es importante no identificar lo «sagrado» con lo relativo a Dios, y lo «profano»
como lo ajeno a Dios. En realidad, todas las criaturas son relativas a Dios por
su vínculo ontológico con el Creador, como las obras con el artista. En con-
secuencia, no todo es «sagrado», pero toda realidad creatural («profana») se
orienta a Dios. Sagrado y profano son formas de relación entre Dios y el hombre:
una ordinaria, a partir de la condición creatural (profana), y una relación excep-
cional mediante signos sagrados.
Además, con la encarnación del Hijo de Dios, todo lo que procede de la crea-
ción, y especialmente todo lo hum ano (trabajo, familia, relaciones sociales y
culturales, económicas y políticas), está abierto al orden de la redención. La
gracia de Cristo sana y eleva la realidad creada marcada por el pecado. Me-
diante la gracia salvífica de Cristo, el ámbito profano no se «consagra» a Dios
separado de su uso creatural, sino que esa realidad profana, secular (saeculum =
«siglo», el mundo), está llamada a ser vivida en Cristo: puede y debe ser san-
tificada. Esta relación específica de la Iglesia, del cristiano, con el mundo, es la
secularidad cristiana.
Estas clarificaciones permiten comprender la relación entre Iglesia y mundo.

2.2. La Iglesia y el m undo

El térm ino «mundo» tiene varios sentidos. En sentido cósmico, m undo es el


universo creado, la realidad unificada por el acto creador de Dios. En sen-
tido soteriológico, el m undo es esa misma realidad en cuanto afectada por el
pecado y necesitada de salvación. En sentido antropológico m undo es el conjun-
to de instituciones y realizaciones humanas (culturales, sociales, económicas,
políticas, etc.).
La «Iglesia» es una realidad hum ana y divina, a) En cuanto comunidad hu-
mana no está separada del mundo en sentido cósmico y antropológico, pues los
cristianos forman parte del m undo y configuran sus dinámicas e instituciones;
b) Pero en cuanto don divino de «comunión» con Dios y «sacramento» de
esa comunión (Palabra, Sacramentos, institución salvífica), la Iglesia procede de
Dios, no del mundo. En breve, la Iglesia es, de una parte, mundo, comunidad
humana; como don divino, no es mundo.
Al mismo tiempo, según dijimos, el m undo no es el espacio de lo profano ajeno
a Dios. Concretamente, el hombre no se agota en la existencia terrena, pues en
virtud de la creación ya posee una referencia a Dios y está llamado en Cristo a
un modo nuevo de existencia. Lo terreno cobra sentido desde la vocación del
hombre a una existencia destinada a ser trasfigurada en el Reino. El m undo
que «no es Iglesia» no es ajeno al designio salvífico de Dios para la Humani-
dad. El m undo no tiene un fin distinto del único ofrecido por Dios a la Hu-
manidad, como afirma el laicismo, queriendo relegar la religión al ámbito de
lo privado e irrelevante; el «mundo» no es un orden de cosas independiente de
Dios; pero posee una «autonomía» respecto de la Iglesia como institución que
debemos explicar a continuación.

a) Autonomía de las realidades terrenas

Las realidades terrenas, por su naturaleza poseen autonomía, respecto a la


institución eclesiástica.
«Si por autonomía de las realidades terrenas queremos decir que las cosas creadas
y las sociedades mismas gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de
descubrir, emplear y ordenar adecuadamente, la exigencia es absolutamente le-
gítima. Pues por la misma naturaleza de la creación todas las cosas están dotadas
de consistencia, verdad y bondad propias, de un orden y leyes propias, que el
hombre ha de respetar» (GS 36).

La autonomía de la vida cívica, social, económica, etc., respecto de la institu-


ción eclesiástica se fundamenta en que la ordenación del m undo a Dios puede
llevarse a cabo mediante diferentes soluciones concretas. No hay una solución
«cristiana» oficial para los asuntos de este mundo. En este sentido, ha sido
positivo el proceso moderno de «secularización» entendido como autonomía
frente a la autoridad eclesiástica: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo
que es de Dios» (Mt 22,21). Esto garantiza la trascendencia de la Iglesia, que
no se identifica con un orden histórico concreto (articulado en determinadas
ideologías, regímenes políticos, económicos o sociales).

Pero el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, lleva impresa la capa-


cidad de conocer la ordenación de la creación a Dios.
Por eso, «si por "autonomía de las realidades temporales" se quiere decir que la
realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin
referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad en-
vuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador se esfuma. Por lo demás, cuan-
tos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación
de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la
propia criatura queda oscurecida» (GS 36).

Por tanto la autonomía de las realidades terrenas respecto a la institución ecle-


siástica no significa independencia de Dios. Reconocer los valores terrenos
¡r¿> aparta de la visión cristiana del mundo, siempre que no se afirmen al mar-
?en del destino del hombre en Dios. El cristiano ama al mundo, creación de
Dios, y aspira a llevarlo a su acabamiento: recapitular todas las cosas en Cristo
hasta que Él lo entregue a Dios Padre y Éste sea todo en todo (cf. 1 Co 15,22-
2?; Ef 1,3-14; Col 1,1323‫)־‬.
En el ámbito público y jurídico (relaciones Iglesia-Estado) la autonomía de las
realidades terrenas puede reflejarse adecuadamente en una sana laicidad (cf.
Cong. para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al
compromiso y ala conducta de los católicos en la vida política, 2002, parte III)

b) El mundo en la M isión de la Iglesia


Ώ proyecto de Dios en Cristo es la unidad del género humano entre sí y con
Dios, que coincidirá con la plenitud de la creación glorificada.
La Iglesia no aspira a una «sacralización» del mundo, sino al triunfo de Cristo que
vence el pecado en el hombre, y dirige al mundo hacia Dios: «La Iglesia (...) sólo
pretende una cosa: el advenimiento del Reino de Dios y la salvación de toda la
humanidad» (GS 45). «La Iglesia (...) tiene una finalidad salvífica y escatológica,
que no se puede lograr plenamente sino en el siglo futuro» (GS 45). «La misión
propia que Cristo confió a su Iglesia no pertenece al orden político, económico o
social: el fin que se le asignó es de orden religioso» (GS 42). Por eso, la Iglesia no
es «un elemento más» de la dinámica terrena, sino que la trasciende.

Al mismo tiempo la finalidad salvífica de la Iglesia abarca la totalidad del


hombre. Precisamente por referirse a Dios, la Misión de la Iglesia es «religiosa
v, por lo mismo, sumamente humana» (GS 11). La Iglesia recuerda al m undo
el fin al que está ordenado y que las realizaciones terrenas son solo un antici-
po de la plenitud a la que se dirige. El mayor de los bienes que la Iglesia hace
al m undo es recordarle su provisionalidad. Con ello no hace irrelevantes las
situaciones terrenas, pues el Reino de Dios, de manera oculta pero real, se
edifica en la historia.
«Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una
palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, des-
pués de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con
54 su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y
trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: «reino
de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de
paz». El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga
el Señor, se consumará su perfección» (GS 39).

La Iglesia vivifica el m undo, sanando del pecado y de la lejanía de Dios; ilu-


mina al hombre sobre los valores que debe realizar; y le revela la plenitud a la
que aspiran los esfuerzos humanos. Así libera al hombre del error, potencia su
eficacia humanizadora, y sirve a la felicidad y a la paz.

2.3. La secularidad cristiana y sus form as

Así pues, la Iglesia posee una manera específica de relacionarse con el m un-
do o «secularidad cristiana». Pablo VI decía que «la Iglesia tiene una auténti-
ca dimensión secular, inherente a su íntima naturaleza y a su misión, que hunde
su raíz en el misterio del Verbo encarnado y se realiza de formas diversas en
todos sus miembros» (Discurso a los miembros de los Institutos seculares, «Eccle-
sia» 1581 (1972) 11, subrayado nuestro). En efecto, «todos los miembros de la
Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas»
(Christifideles laici, n. 15).
En la Iglesia hay una pluralidad de posiciones personales que comportan a su
vez diversos modos de relación con el m undo. El Concilio lo apunta cuando
usa expresiones diferenciadoras: pastores, laicos y religiosos participan en la
Misión suo modo, peculiari modo, pro parte sua. No se trata de una separación
de competencias (al laico, lo secular, el m undo y sus tareas; a los ministros, la
actividad eclesial; a los religiosos, el testimonio escatológico). Tampoco es que
existan esferas yuxtapuestas, la espiritual para los pastores y los religiosos, y
la terrena para los laicos. La diferencia estriba en los modos de configurar la
común secularidad cristiana: como laicos, religiosos o ministros. Lo hemos
visto en el tema anterior.

3. Religiosidad e increencia

Como hemos dicho, existe un vínculo constitutivo de la realidad con su Crea-


dor. La religiosidad es el reconocimiento del Creador y la comunicación con Él,
y se manifiesta en diferentes formas históricas que son las religiones, que están
constituidas por un conjunto de creencias y tradiciones, ritos, usos, y compor-
tamientos personales y sociales.
la s religiones se inscriben, pues, en el movimiento del hombre hacia el Crea- 55
‫׳‬alar, que responde a una secreta acción de Dios en en el interior de los hombres
γ de las culturas, por los caminos que Dios conoce (cf. Ene. Redemptoris missio,
18 citada en adelante RM). En Cristo la religión alcanza la plenitud de comu-
r¿0n con Dios solo lejanamente prefigurada en las religiones.
Estudiamos a continuación la consideración de las religiones en la fe cristiana;
luego, los nuevos movimientos religiosos (y sectas), y la increencia.

3.1. El cristianismo y las religiones

Dice el Concilio Vaticano II que «no podemos invocar a Dios, Padre de todos,
si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados
a imagen de Dios» (NA 5). Esa actitud fraterna incluye el diálogo con las re-
ligiones (que es distinto del diálogo ecuménico). El Sínodo extraordinario de
los Obispos de 1985 afirmó que «el diálogo debe ser considerado como ele-
mentó integral de la evangelización».
La relevancia del diálogo interreligioso dio lugar a la creación en 1988 del Consejo
Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Junto con la Congregación para la Evan-
gelización de los Pueblos, el Consejo Pontificio publicó el documento «Diálogo y
Anuncio. Reflexiones y orientaciones sobre el diálogo Interreligioso y el Anuncio
del Evangelio de Jesucristo» (1991). La Comisión Teológica Internacional (=CTI)
se ocupó del diálogo interreligioso en dos textos: «La actitud de la Iglesia frente
a los seguidores de otras religiones» (1984) y «El Cristianismo y las religiones»
(1997).

El diálogo presupone un discernimiento teológico de las religiones a la luz


de la fe, según los principios que exponemos a continuación. Luego ofrecemos
algunas orientaciones para el diálogo interreligioso.

a) Principios teológicos sobre las religiones


La fe cristiana afirma que el Dios que quiere salvar a todos los hombres es
el Padre de nuestro Señor Jesucristo, único mediador. El título «mediador»
pertenece a Cristo porque, como Hijo de Dios, participa de la unicidad divina.
- Existe una única y misma salvación para todos los hombres: quien la re-
cibe, en todo lugar y época, es salvado por el Misterio Pascual, que extiende
su eficacia a toda la humanidad.
Además, Cristo se hace presente en su Cuerpo, que es la Iglesia: la «única
religión verdadera subsiste en la Iglesia Católica Romana» (Concilio Vati-
cano II, declaración Dignitatis humarme, citada en adelante DH, η . 1. Sobre
estas afirmaciones, vid. también la decl. Dominus Iesus, 2000, de la Cong.
para la Doctrina de la Fe).
Así surge la quaestio teológica: cómo pueden participar las religiones del único
Camino que es Cristo y su Cuerpo, la Iglesia.
La teología cristiana de las religiones tiene dos objetivos: 1) comprender la pre-
tensión de verdad y universalidad del cristianismo en el marco religioso plura-
lista de la humanidad; 2) pensar la función de las religiones en la historia de la
salvación, y estudiar sus contenidos a la luz de la fe. Para ello indaga los valores
verdaderamente religiosos presentes en ellas; si existe un valor salvífico de las
religiones como tales, en cuanto comunidades de doctrina, moral y ritualidad; si la
salvación acontece mediante ellas o a pesar de ellas; si son, y en qué medida, cami-
nos «ordinarios» de salvación; el significado de sus «fundadores»; el valor de sus
escritos sagrados; si la fe cristiana lleva a cumplimiento a las religiones o, por el
contrario, son insanables, etc.
La teología de las religiones no trata directamente de la salvación de los no cris-
tianos, que suele estudiarse en la Teología fundamental y en la Eclesiología; a ese
propósito dice el Concilio: «Quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo
y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan,
bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante
el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna» (LG 12).

• Para la fe cristiana, las religiones son la objetivación del sentido religioso,


sostenido por la gracia de Dios que ilumina a todo hombre (cf. Jn 19). Dios
nunca ha dejado de hacerse presente en la humanidad. En toda religión
hay elementos germinales buenos y verdaderos. Ahora bien, son fruto del
intento humano -marcado por la limitación y el error- de dirigirse hacia
Dios; la fe cristiana, en cambio, es fruto de la intervención histórica explí-
cita de Dios en la humanidad.
«La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones haya de santo y
verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los pre-
ceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y
enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos
los hombres» (Nostra aetate, 2).

• Cristo no es ajeno a la búsqueda religiosa de la hum anidad y a las tradi-


ciones de los pueblos. Esto es así porque fuera de los límites visibles de
la Iglesia existen en diversa medida elementos de gracia que son, como
dicen los Padres de la Iglesia, «preparación del Evangelio» y «semillas del
Verbo» en las que actúa el Espíritu Santo con iluminaciones, mezcladas
con insuficiencias y errores humanos.
• La relación entre el cristianismo y las religiones es la que existe entre la 57
preparación y el térm ino al que conduce. La gracia siempre proviene de Dios
para llevar a la plenitud en Cristo. Para quien desconoce el Evangelio, su
religión puede tener valor salvífico; pero una vez conocido el Evangelio como
verdadero, las religiones solo mantienen su validez si llevan a la conversión
a Cristo y la incorporación a la Iglesia. Por eso, «afirmar que la gracia de
Dios opera fuera del espacio de la Iglesia no es hablar contra esa gracia.
(...). Cuando [Dios] da la gracia a quienes están fuera de la Iglesia no es
para mantenerlos fuera, sino para llevarlos dentro» (J. H. Newman).
• Así pues, las religiones pueden desempeñar cierta función salvadora como
praeparatio evangélica, pero no son el camino explícito que Dios ha queri-
do para revelarse plenamente a la humanidad. Por eso no pueden igualarse
a la función que la Iglesia realiza para la salvación, y la acción universal del
Espíritu Santo no invalida la acción específica que desarrolla en la Iglesia:
solo la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y solo en ella se da la presencia del
Espíritu en toda su intensidad.
• No es aceptable, por consiguiente, considerar las religiones como ajenas a
la acción de Dios según una postura exclusivista: solo en la religión cristia-
na habría salvación; tampoco es aceptable la posición relativista, que con-
sidera todas las religiones como expresiones igualmente válidas. (Dios es
uno y el mismo; pero las ideas de las religiones sobre Dios no son iguales).
La fe cristiana puede calificarse de inclusivista: la fe «incluye» todo aque-
lio que hay de bien y de verdad en las religiones, y que está ordenado a su
plenitud en Cristo y en la Iglesia.

b) Oríentaciones para el diálogo interreligioso


De los anteriores principios teológicos se derivan algunas orientaciones prác-
ticas.
• «La relación de la Iglesia con las demás religiones está guiada por un doble
respeto: respeto por el hombre en su búsqueda de respuesta a las pregun-
tas más profundas de la vida, y respeto por la acción del Espíritu en el
hombre» (RM 29).
• El diálogo habrá de buscar la parte de verdad que se contiene en las ex-
periencias del otro, sin ocultar las propias convicciones. Si las religiones
poseen dones del Espíritu, los cristianos deben prestar atención a sus ex-
periencias, que podrán iluminar aspectos del Evangelio o del modo de
vivirlo.
58 • La fe es instancia crítica -tam bién contando con la razón- de las deforma-
ciones de las religiones. Importa separar la voz del Espíritu de Dios de las
turbulencias del espíritu humano. El diálogo no puede limitarse a identi-
ficar elementos más o menos comunes según un sincretismo superficial,
sin plantearse la cuestión de la verdad. Si las religiones buscan la verdad,
habrán de preguntarse si no deberían revisar sus principios y prácticas, he-
ridas frecuentemente por las limitaciones del intento humano de elevarse
hacia Dios.
• El diálogo se inicia entre las personas, y es especialmente decisivo el tes-
timonio del amor cristiano. La experiencia demuestra que el diálogo se
realiza de múltiples maneras. No es solo el campo doctrinal, tan impor-
tante para una profunda comprensión, sino también el de las relaciones
cotidianas entre los creyentes, llamados al respeto recíproco y al común
conocimiento (cf. RM 57).
La vía para entender otra religión son sus creyentes, es decir, la comunidad
que la transmite e interpreta.
• Con respeto por las convicciones de los demás y de su conciencia, el diálo-
go no excluye el anuncio de Cristo y la invitación a la Iglesia, confiando
solo en la fuerza atractiva de la verdad y en la acción del Espíritu. «Dios
respeta a la persona humana que El mismo creó; la persona hum ana tiene
que ser guiada por su propio juicio y gozar de libertad» (D H 11). El cristia-
no deseará legítimamente la conversión del interlocutor; pero la dejará a la
gracia divina.
• El dialogo entre creyentes de diversas religiones aspira a la coexistencia
pacífica, pero también a lograr una influencia positiva de las religiones en
la sociedad, especialmente mediante la colaboración en aspectos éticos y
sociales (como la dignidad de la persona, el respeto a la vida y la libertad
religiosa).

3.2. Los «Nuevos m ovim ientos religiosos» (NMR) y las sectas

El panorama religioso ha evolucionado en los últimos decenios, y en algunas


partes del mundo el cambio más espectacular ha sido el desarrollo de Nuevos
movimientos religiosos, y de sectas.
La situación se presenta de manera diferente según el contexto cultural. En al-
gunos países los NMR y sectas se extienden en sociedades secularizadas, pero
crédulas y supersticiosas al mismo tiempo. En otros lugares se desarrollan en
un ambiente cultural religioso.
NMR son frecuentemente sustitutivos de una auténtica relación con Dios
grupos son de origen no cristiano; algunos son eclécticos; otros se de-
cristianos, pudiendo haber roto con Comunidades cristianas, o man-
relaciones con el cristianismo. Algunos grupos serán más o menos «es-
¡niales», otros actúan con objetivos lucrativos (e incluso delictivos, como
is sectas).
general, su deseo de relación con la Iglesia es débil o inexistente. Con algu-
5‫ יני ז‬grupos, y sus miembros, será posible el diálogo, con cautela; con otros, el
i ü o g o sería otorgarles una credibilidad inmerecida. Corresponde al Obispo
y a ia Conferencia episcopal el discernimiento sobre el modo mejor de respon-
éer al desafío de las sectas en una región determinada.
a) Por lo que respecta a los problem as que pueden plantear los NMR, unos
son de tipo individual (trastornos psicológicos del comportamiento, manipu-
ilación; marginación y evasión del m undo real; problemas familiares y labo-
rales); otros son de carácter socio-religioso (desconfianza hacia la religión ins-
tíucionalizada); o de índole cultural (credulidad irracional); o de carácter eco-
mmico (enriquecimiento a expensas de los miembros); o ético como el uso de
métodos de proselitismo agresivo (denigración de la religión, de la Iglesia),
o ciertas estrategias de los medios de comunicación (difusión de creencias y
prácticas contrarias a la fe cristiana); en el ámbito religioso se genera confu-
sión y abandono de la fe, y a veces de toda religión, preparando el camino a
ia increencia.
b) Como causas de su difusión suelen señalarse: las necesidades psicoló-
gicas insatisfechas; los deseos de aceptación personal y comunitaria; la bús-
queda de seguridad en respuestas simples; la protección contra el fracaso,
el sufrimiento y la muerte; o dar cauce a una religiosidad emotiva (identifi-
cada con el sentimiento: canto, música, danza...). En los casos extremos de
las «sectas destructivas» no habría que descartar como causa la actividad
diabólica.
c) Algunas de esas causas interpelan a la Iglesia. Si ciertos fieles viven su per-
tenencia eclesial de modo débil, quizá encuentren en los NMR una experien-
cia «nueva» que no han encontrado en sus comunidades. A veces tales grupos
llenan vacíos mediante un esplritualismo compensador de deficiencias de las
comunidades cristianas (como pueden ser la falta de atención personalizada o
de formación, o un escaso sentido de comunidad).
d) El paso de cristianos a los NMR plantea sobre todo la necesidad de una recta
relación entre trascendencia e inmanencia, entre adoración de Dios y compro-
60 miso en el m undo. Concretamente, la reducción del cristianismo a una ética
horizontal para con los hombres, sin dar cauce a la vez a una sana relación
religiosa con Dios, puede dejar el campo a merced de los NMR. La Iglesia
debe ofrecer la genuina experiencia de relación con Dios, fruto de la gracia
bautismal que se alimenta de la Eucaristía. La mística cristiana no consiste en
la búsqueda de experiencias subjetivas gratificantes, sino en la experiencia ob-
jetiva de encuentro personal, sacramental, comunitario, con Dios revelado en
Jesucristo, vivo y presente en su Iglesia.
Ante esto sería necesario «una revisión de los métodos pastorales empleados, de
modo que cada Iglesia particular ofrezca a los fieles una atención religiosa más
personalizada, consolide las estructuras de comunión y misión, y use las posibi-
lidades evangelizadoras que ofrece una religiosidad popular purificada, a fin de
hacer más viva la fe de todos los católicos en Jesucristo, por la oración y la medí-
tación de la palabra de Dios» (Juan Pablo II, Ecclesia in America, 73).

e) Para una adecuada evangelización, pueden servir las siguientes orienta-


ciones: 1) formación en la experiencia cristiana (oración, sacramentos, comu-
nidad viva); 2) promoción de la religiosidad popular (y eventualmente su pu-
rificación); 3) formación en la concepción cristiana de la salvación en Cristo y
en la Iglesia.

3.3. La increencia

Siempre ha existido el fenómeno de la increencia. En la actualidad, al menos


en occidente, la increencia se caracteriza por su expansión (no se reduce a
unas élites intelectuales), y su paso de ser una opción individual a una «cultu-
ra de la increencia» ampliamente difundida.

Existen varios tipos de increencia. 1) El ateísmo es la afirmación argumentada


de la no existencia de Dios; 2) El agnosticismo piensa que no es verificable la
existencia o inexistencia de Dios; pero con frecuencia se opta defacto por su no
existencia; 3) La indiferencia declara irrelevante la existencia o no de Dios; es
un «ateísmo vital».

Cuando la fe deja de ser respuesta agradecida al don de Dios, se producen dos


consecuencias: a) la vida se organiza de espaldas a Dios: el hombre se ocupa
de lo que puede hacer por sí mismo, y se hace insensible a la trascendencia;
b) la fe deja de ser fundamento de un orden de valores, y no se percibe como
salvación, sino como estorbo de las preferencias subjetivas, con la consiguien-
te crisis moral.
tic a adecuada evangelización habrá de analizar las causas de la increencia, (J!
¡para poder luego ofrecer unas orientaciones para la evangelización.

m Causas de la increencia
Er. la increencia actual convergen varios factores: la rápida urbanización, la
emigración e industrialización, que han configurado un estilo de vida desa-
rrsigado de los puntos de referencia tradicionales; la difusión de ideas contra-
cías a la religión como son: 1) el cientifismo que sólo admite la comprobación
empírica y considera la religión como un sentimiento subjetivo inverificable;
2 ia aspiración a una libertad absoluta que considera la voluntad divina como
un límite indebido; 3) el relativismo como efecto de una pluralidad contradic-
loria de ideologías que lleva al escepticismo; 4) la existencia del mal que parece
:ompatible con un Dios bueno que permite el dolor del inocente; 5) las re-
mentaciones deformadas de Dios; 6) los pecados de los cristianos, que causan
‫־‬ándalo y alejamiento de la fe.
Dice el Concilio Vaticano II que en la génesis «del ateísmo pueden tener parte no
pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación
religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina o incluso con los defectos
de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino
rostro de Dios y de la religión» (GS 19).

b) Orientaciones para el anuncio del Evangelio


El anuncio del Evangelio ante la increencia ha de evitar dos extremos: 1) la
acomodación del mensaje cristiano a los criterios ideológicos al uso; 2) el re-
pliegue de los creyentes ante un m undo indiferente, a la espera de tiempos
mejores.
La evangelización, por el contrario, requiere afrontar las causas culturales y los
itinerarios personales de la increencia. Veamos ambos aspectos.
• En el ámbito cultural, habrá que ofrecer una formación adecuada ante la
ideología antirreligiosa. Importa, pues, afianzar las siguientes conviccio-
nes:
- Dios no es comprobable empíricamente porque no es una realidad creada.
La ciencia experimental versa sobre el modo de ser la realidad físico-química,
pero no sobre su significado y finalidad: no responde a cuestiones como el
mal, el sufrimiento y la muerte, ni sobre las metas últimas a las que el hom-
bre debe aspirar;
- Dios no es «rival del hombre», enemigo de su felicidad. Dios quiere para
el hombre su realización plena, su salvación, lo que necesita para su ver-
dadero bien. En el origen y en el término de la vida hum ana está el Amor
de Dios.

• Entre los factores personales que facilitan la increencia cabe señalar:

- vivir una religión «sociológica» sin adhesión personal, que pasa fácilmen-
te a la increencia por mimetismo con un entorno irreligioso, o selecciona
los contenidos de la fe tolerables a la mayoría sociológica;

- tener una imagen deformada de Dios (como «recurso» o compensación


de frustraciones; un Dios «indiferente» a los hombres, o «confinado» a un
sector de la vida; un Dios «irrelevante», que a nada compromete, etc.).

• Ante la increencia es necesario hacer una experiencia de fe vivida con


gozo y promover una auténtica adhesión a Jesús: descubrir «lo que ha pa-
sado en el camino» (Le 24, 35). Al mismo tiempo, puesto que la fe se vive
en el «nosotros» de la Iglesia,

- la fe ha de madurar en la comunidad, porque la unión con Cristo y la comu-


nión con la Iglesia van parejas; un creyente que no ora ni celebra la fe en la
Iglesia, difícilmente puede mantener la adhesión a Jesucristo;

‫־‬ la fe ha de llevar al testimonio de la verdadera imagen de Dios: no es el Dios


severo que impone cargas y prohibiciones. El increyente podrá compren-
der en la vida de los creyentes que la religión no es estorbo para una vida
libre y feliz; que «la ley de Dios» no es una imposición, sino el camino
que conduce al bien; que Dios es Padre que nunca pide algo sin haber
dado los medios que lo hacen posible; que se compadece y perdona las
culpas.

4. La Nueva evangelización

4.1. Significado

La expresión «nueva evangelización» se debe a Juan Pablo II (1979), utilizada


originariamente con un sentido amplio: a toda época nueva correspondería una
nueva evangelización. El Papa ponía el acento sobre todo en un modo nuevo de
realizar la Misión: con «nuevo ardor, métodos y expresión» (Haití, 1983).

La fórmula adquirió rasgos más concretos al perfilarse los destinatarios de esta


nueva evangelización, a saber: el número no pequeño de bautizados que re-
mazan la fe recibida en lugares de raíces cristianas, a causa de una cultura se- 63
*sdarista. La novedad del fenómeno de increencia es su extensión y su causa: el
weámzo de la fe de una sociedad que se considera «post-cristiana».
Los destinatarios de la nueva evangelización no son, pues, quienes simple-
cuente desconocen el Evangelio (actividad ad gentes).
Por eso, no se debe «equiparar la situación de un pueblo que no ha conocido
nunca a Jesucristo con la de otro que lo ha conocido, lo ha aceptado y después lo
ha rechazado, aunque haya seguido viviendo en una cultura que ha asimilado
en gran parte los principios y valores evangélicos. Con respecto a la fe, son dos
situaciones sustancialmente distintas» (RM 37).

Así pues, la nueva evangelización posee dos aspectos: un nuevo modo realizar
La Misión en general; y una nueva actividad dirigida a nuevos destinataúos.
En realidad, todas las actividades de la Misión (ad gentes, pastoral, ecuménica,
nueva evangelización) se ponen en acto en una época de globalización que
supera las fronteras geográficas. Pero eso sucede en proporciones diversas:
según lugares predominará la actividad ad gentes, o bien la pastoral, o la ecu-
ménica.
A continuación, abordamos los ámbitos y el compromiso y espiritualidad que
requiere la nueva evangelización.

4.2. Los ám bitos de la Nueva evangelización

La nueva evangelización aspira a una nueva síntesis entre fe y vida, entre fe


y culturas. Es una oportunidad para transmitir el mensaje del Evangelio de
modo significativo para las nuevas generaciones de nuestra época, en un nue-
vo contexto cultural de rápidos cambios. En la nueva evangelización hay tres
ámbitos principales:
a) En primer lugar, se dirige a todos los fieles, para fomentar el crecimiento de
la fe, a través de la pastoral ordinaria de la Iglesia. Se trata de que los fíeles
conozcan mejor su fe, participen con frecuencia en la celebración de los sacra-
mentos, y lleven una vida de fe como respuesta al amor de Dios.
b) En segundo lugar, los bautizados no practicantes o alejados que no viven la fe
y no sienten su pertenencia a la Iglesia. Se trata de que vivan una conversión
que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evan-
gelio (cf. EG 14).
c) En tercer lugar, los bautizados o no bautizados que rechazan el Evangelio.
4.3. Compromiso evangelizador y vida espiritual

La nueva evangelización es, además, una forma nueva de realizar la Misión


en toda la amplitud de actividades; una forma «nueva en su ardor, en sus
métodos, en su expresión». La renovación misionera invita a romper con toda
actitud pasiva y de «mera conservación» en la evangelización (cf. EG 15). En
ese sentido, es una dimensión permanente de la Misión, como afirmó el Sínodo
sobre «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana» (2012).
Todos los cristianos han de sentirse implicados en esta llamada. Especialmente
los fieles laicos están convocados a ser protagonistas de la nueva evangeliza-
ción en la vida ordinaria, en el trabajo, familia, sociedad y cultura, en el ocio y el
deporte. Ellos transmiten el mensaje del Evangelio a la vez que se esfuerzan por
transformar los ambientes para que sea posible una vida humana más plena,
caracterizada por el diálogo y el encuentro, la justicia, la paz y la misericordia.
Al derecho que todas las personas poseen a escuchar el mensaje del Evangelio,
corresponde el deber de todos los cristianos, de anunciarles el Evangelio sin
excluir a nadie, presentándoles con alegría la Buena noticia de la llegada del
Reino de Dios y la belleza de la fe. Así la Iglesia crece por la atracción de Dios
-su gracia- y nuestra colaboración en la tarea evangelizadora, contando con
la comunión de los santos.
«En la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión,
sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido hacernos, ha-
ciéndonos partícipes de su misma vida» (Benedicto XVI, Carta ap. Ubicumque
et semper, 2010).
Para ello, los cristianos necesitan una intensa espiritualidad, desde el encuen-
tro con Cristo en la meditación de la Palabra de Dios, la oración y la adora-
ción; y con docilidad al Espíritu Santo. La consecuencia será una vida ofrecida
como culto espiritual a Dios y al servicio de los hombres, un compromiso con
las exigencias de la caridad, en la lucha contra el pecado, en el noble afán
por lograr las relaciones justas entre las personas y ejerciendo también la mi-
sericordia, como Cristo mismo hizo y enseñó. Así lo han procurado hacer los
primeros cristianos y los santos de todos los tiempos.
A la vez, la evangelización alimenta y acrecienta la vida espiritual:
«La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes
espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca
de nuestros esquemas espirituales limitados. (...) Uno no vive mejor si escapa de
los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en
la comodidad. Eso no es más que un lento suicidio» (EG 272).
65
Ejercicio 1. Vocabulario

Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• s a g ra d o y p r o fa n o s a c ra liz a c ió n d e l m u n d o

‫ ־‬s e c u la riz a c ió n « e le m e n t o s d e g ra c ia » y « s e m illa s d e l

■ s e c u la ris m o V e rb o »

■ s e c u la rid a d c ris tia n a , d im e n s ió n s e c u - tre s p o s ic io n e s : e x c lu s iv is ta , re la tiv is ta ,

la r in c iu s iv is ta

• la ic is m o y la ic id a d u n ic id a d d e C ris to y d e la Ig le s ia

• s e n tid o s d e « m u n d o » n u e v o s m o v im ie n to s re lig io s o s

• a u t o n o m ía d e las r e a lid a d e s te r r e n a s n u e v a e v a n g e liz a c ió n

Ejercicio 2. Guía de estudio

Contesta a las siguientes preguntas:

T. ¿ Q u é ra s g o s m á s s ig n ific a tiv o s -p o s it iv o s o, p o r el c o n tra rio , p r o b le m á t ic o s -

d e s ta c a ría s e n el m o m e n t o p re s e n te ?

2. ¿ Q u é se e n t ie n d e p o r s a c ra lid a d y p ro fa n id a d ?

3. ¿En q u é c o n s is te la a u t o n o m ía d e las re a lid a d e s te rre n a s ?

4. ¿ C ó m o e n tr a e l m u n d o e n la M is ió n d e la Ig lesia?

5. ¿ Q u é es la s e c u la rid a d c ris tia n a y c u á le s s o n sus fo rm a s ?

6. ¿ P o d rías s e ñ a la r a lg u n o s p r in c ip io s te o ló g ic o s im p o r t a n t e s p a ra e n fo c a r las

re lig io n e s e n la p e r s p e c tiv a d e l c ris tia n is m o ?

7. ¿C u áles s e ría n a lg u n a s o r ie n ta c io n e s fu n d a m e n t a le s p a ra e l d iá lo g o in te r r e li-

g io s o ?

8. ¿ C ó m o se p u e d e n a fr o n ta r los p r o b le m a s q u e p la n te a n los « n u e v o s m o v í-

m ie n t o s relig io so s»?

9. ¿ A n te la in c re e n c ia a c tu a l, c ó m o a b o r d a r e l a n u n c io d e l E v a n g e lio ?

10. S e ñ a la b r e v e m e n t e q u é es la n u e v a e v a n g e liz a c ió n , c u á le s s o n sus á m b it o s y

q u é n e c e s ita m o s p a ra a c o m e te r la .
66
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:

«El a u té n tic o s e n tid o c ris tia n o - q u e p rofesa la resu rrecció n d e to d a c a r n e - se e n fre n tó

s ie m p re , c o m o es ló g ic o , c o n la d e s e n c a m a ció n , sin t e m o r a ser ju z g a d o d e m a te ria lis -

m o . Es lícito, p o r ta n to , h a b la r d e u n m a te ria lis m o cristiano, q u e se o p o n e a u d a z m e n te

a los m a te ria lis m o s c e rra d o s al e s p íritu . ( . . . )

Se c o m p re n d e , hijos, q u e el A p ó s to l p u d ie ra escribir: to d as las cosas son vuestras, vo -

sotros sois de Cristo y Cristo es d e Dios (1 C o 3 ,2 2 - 2 3 ) . Se tr a ta d e u n m o v im ie n to ase e n -

d e n te q u e el E spíritu S a n to , d ifu n d id o e n n u es tro s co ra zo n e s , q u ie re p ro v o c a r e n el

m u n d o : d e s d e la tie rra , h asta la g lo ria d e l S eñor. Y p a ra q u e q u e d a ra claro q u e - e n ese

m o v im ie n t o - se in c lu ía a u n lo q u e p a re c e m ás prosaico, San P ablo e s c rib ió ta m b ié n :y o

com áis, y a bebáis, h a c e d lo to d o p a r a la g lo ria d e D ios (1 C o 1 0 , 3 1 ) . ( . . . )

Os a s e g u ro , hijos m íos, q u e c u a n d o u n c ris tia n o d e s e m p e ñ a c o n a m o r lo m ás in tra s -

c e n d e n te d e las ac c io n e s diarias, a q u e llo reb o sa d e la tra s c e n d e n c ia d e Dios. P or eso

os h e re p e tid o , co n un r e p e tid o m a rtille o , q u e la v o c a c ió n cris tia n a co nsiste e n h a c e r

e n d e c a s íla b o s d e la prosa d e c a d a d ía . En la lín e a d e l h o riz o n te , hijos m íos, p a re c e n

u n irse el c ielo y la tie rra . Pero no, d o n d e d e v e rd a d se ju n ta n es e n v u e s tro s co ra zo n e s ,

c u a n d o vivís s a n ta m e n te la v id a o rd in a ria ...

V iv ir s a n ta m e n te la v id a o rd in a ria , a c a b o d e d eciros. Y c o n esas p a la b ra s m e re fie ro

a to d o el p ro g ra m a d e v u e s tro q u e h a c e r c ristian o . D eja o s , pu es, d e sueño s, d e falsos

id e a lis m o s , d e fan tasías, d e eso q u e su elo lla m a r m ís tic a o ja la te ra -¡o ja lá n o m e h u b ie ra

casado, o ja lá n o tu v ie ra esta p ro fe s ió n , o jalá tu v ie ra m ás salud, o ja lá fu e ra jo v e n , o ja lá

fu e ra v ie jo !‫ ״‬. - , y a te n e o s , e n c a m b io , s o b ria m e n te , a la re a lid a d m ás m a te ria l e in m e -

d ia ta , q u e es d o n d e está el Señor: m ira d m is m a n o s y m is pies, d ijo Jesús re s u c ita d o :

soy y o m is m o . P a lp a d m e y v e d q u e un e s p íritu n o tie n e c a rn e y huesos, c o m o veis q u e

yo te n g o (Le 2 4 ,3 9 ) .

Son m u c h o s los a s p e c to s d e l a m b ie n te secular, e n el q u e os m o v é is , q u e se ilu m in a n a

p a rtir d e estas v e rd a d e s . P ensad , p o r e je m p lo , e n v u e s tra a c tu a c ió n c o m o c iu d a d a n o s

en la v id a civil. U n h o m b re s a b e d o r d e q u e el m u n d o - y n o solo el t e m p l o - es el lu g a r

d e su e n c u e n tro co n Cristo, a m a ese m u n d o , p ro c u ra a d q u irir u n a b u e n a p re p a ra c ió n

in te le c tu a l y p ro fe s io n a l, va fo r m a n d o - c o n p le n a lib e r t a d - sus p ro p io s c rite rio s s o b re


los p ro b le m a s d e l m e d io e n q u e se d e s e n v u e lv e ; y to m a , e n c o n s e c u e n c ia , sus p ro p ia s
67
d ecision es q u e , p o r ser d e c is io n e s d e un c ristian o , p ro c e d e n a d e m á s d e u n a re fle x ió n

p e rs o n a l, q u e in te n ta h u m ild e m e n te c a p ta r la v o lu n ta d d e Dios en esos d e ta lle s p e -

q u e ñ o s y g ra n d e s d e la v id a . ( . .. )

In te rp re ta d , pues, m is p a la b ra s , c o m o lo q u e son: u n a lla m a d a a q u e e je rzá is - ¡ a diario !,

n o solo e n s itu a c io n e s d e e m e r g e n c ia - vu e s tro s d e re c h o s ; y a q u e c u m p lá is n o b le m e n -

te v u estras o b lig a c io n e s c o m o c iu d a d a n o s - e n la v id a p o lític a , e n la v id a e c o n ó m ic a ,

en la v id a u n iv e rs ita ria , e n la v id a p ro fe s io n a l-, a s u m ie n d o c o n v a le n tía to d a s las c o n -

secuencias d e v u e s tra s d e c is io n e s libres, c a rg a n d o c o n la in d e p e n d e n c ia p e rs o n a l q u e

os c o rre s p o n d e . Y esta cris tia n a m e n ta lid a d la ic a l os p e rm itirá h u ir d e to d a in to le ra n c ia ,

d e to d o fa n a tis m o - l o d iré d e u n m o d o p o s itiv o -, os h ará c o n v iv ir e n p a z co n to d o s

v u e s tro s c o n c iu d a d a n o s , y fo m e n ta r ta m b ié n la c o n v iv e n c ia e n los d iverso s ó rd e n e s

d e la v id a social».

(Sa n Josemaría Escrivá de Balaguer ,


H o m ilía « A m a r al m u n d o a p a s io n a d a m e n te » , 8 -X -1 9 6 7 ,
re c o g id a e n Conversaciones, n n . 1 1 5 -1 1 7 )
J
MISIÓN, ANUNCIO
Y TESTIMONIO DE LA FE
Concluida la primera parte introductoria, comenzamos la parte dedica-
da a la misión a d g e n te s o «ad extra», que ocupará este tema y los dos
siguientes.
Este tema se abre con un panorama histórico. En él se recoge, primero,
un cambio de paradigma teológico que se da en el siglo XX, y al que ya
nos hemos referido: de las misiones a la única Misión. En segundo lugar,
el énfasis en que la misión a d g e n te s se centra en las Iglesias locales.
Abordamos luego las formas de transmitir o anunciar la fe. A continua-
ción nos centramos en el primer anuncio (k e ry g m a ), en el testimonio
cristiano y, finalmente, en la relación entre evangelización y promoción
humana.

SUMARIO

1. DE LAS «MISIONES» A LA ÚNICA MISIÓN · 1.1. Las «m isiones» e n los ss. X IX

y X X · 1.2. U n c a m b io d e p e rs p e c tiv a · 1.3. E xplicacio nes d e l M a g is te rio · 1.4.


E v a n g e liz a c ió n , c o n c ie n c ia y lib e rta d · 2. LA MISIÓN A D GENTES EN Y DESDE LAS
IGLESIAS LOCALES · 2 .1. El fin d e la a c tiv id a d a d gentes: e v a n g e liz a c ió n e « im p la n -

ta c ió n d e la Iglesia» · 2 .2 . Todas las Iglesias p ara to d o el m u n d o 2 .3 . · C o o p e ra c ió n

m is io n e ra · 2.4. V o c a c ió n y e s p iritu a lid a d m is io n e ra · 3. FORMAS DE TRANSMITIR


LA FE · 4. EL PRIMER ANUNCIO (kerygma) · 5. EL TESTIMONIO (martyria) · 6.
EVANGELIZACIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA.
1. De las «misiones» a la única Misión 69
Desde el inicio, los cristianos han extendido el Evangelio en otros lugares, en-
viados por la comunidad (como Pablo y Bernabé), o de modo connatural a
su vida y profesión (así los comerciantes o los soldados). Con el tiempo, será
habitual el envío de pastores: Obispos, monjes-presbíteros (por ejemplo en la
misión entre los pueblos germánicos). Con la aparición en el s. XIII de las Ór-
denes mendicantes (como los dominicos o los franciscanos), y luego de otras
congregaciones religiosas, se dará un fuerte impulso a la misión, sobre todo
para la evangelización de «nuevos mundos» en América, África y Asia.

1.1. Las «misiones» en los ss. XIX y XX

En el s. XVII, la Sede Romana dirigió gran parte de la actividad misionera


mediante la Congregación Propaganda fide (1622). Su actividad y la dedicación
de las órdenes y congregaciones religiosas configuraron las «misiones moder-
ñas»: aquellos territorios lejanos de Europa, dependientes del Papa y de sus
equipos misioneros. Con todo, esa actividad admirable, a la que se ayudaba
generosamente desde occidente, resultaba a la postre un sector excepcional
en la vida de las Iglesias de antigua tradición, de sus Obispos y fieles. Con el
tiempo resultó problemática, además, la vinculación de las misiones con las
potencias coloniales (como España, Portugal, Francia, Holanda).
Por otra parte, una de las preocupaciones principales del magisterio del s.
XX fue la actividad misionera, a la que se dedicaron varios documentos: vid.
Benedicto XV, Carta Máximum illud (1919), y las encíclicas de Pío XI, Rerum
Ecclesiae (1926), de Pío XII, Evangelii praecones (1951) y Fidei donum (1957), y de
Juan XXIII, Pnnceps pastorum (1959). Los Papas pedían la formación del clero
autóctono; la adecuada preparación intelectual y espiritual de los misioneros;
la acomodación -hoy se diría: inculturación- a las tradiciones, lenguas y usos
de los pueblos; evitar confusiones entre la actividad religiosa y la colonial.
Sobre todo, los Papas llamaron a asumir la misión como tarea de todos. Pío
XII apeló a la responsabilidad de los Obispos como sucesores de los apóstoles.
También pidió el envío -entonces novedoso- de sacerdotes diocesanos a las
misiones (Ene. Fidei donum).

1.2. Un cam bio de perspectiva

El Concilio Vaticano II tuvo que revisar la praxis misionera de los últimos si-
glos para afrontar algunas cuestiones abiertas.
70 a) La imagen de las «misiones» como algo sectonal de lo que se ocuparían solo
algunos. El Concilio, en cambio, dirá que la M isión es obra del entero Pueblo
de Dios en la que todos los fíeles colaboran a su modo. El Colegio episcopal
y su Cabeza ejercen esa responsabilidad «primaria e inmediatamente», pues
los Obispos han sido ordenados no solo para una diócesis, sino para la sal-
vación del m undo (cf. AG 38); esa universalidad también está inscrita en los
presbíteros, partícipes con los Obispos de la sollicitudo omnium ecclesiarum, de
la responsabilidad por todas las Iglesias.
b) La identificación de las misiones con territorios subdesarrollados no siempre
se ajustaba a la realidad, y propiciaba una imagen de unas Iglesias ricas que
dan y envían a unas misiones pobres y receptoras. Tal dualismo evocaba un
ingrato colonialismo, con reivindicaciones de autonomía eclesial y críticas al
cristianismo occidental.
c) La Misión, además, no solo era algo propio de territorios «lejanos» de Eu-
ropa («misiones extrajeras») sino que era necesaria también en los países de
antigua tradición cristiana donde existían amplias zonas de población ajenas
al Evangelio. En 1943 se publicó en Francia un libro con un título provoca-
dor: «Francia, ¿país de misión?» (H. Godin e Y. Daniel). En él se advertía la
descristianización, iniciada en el periodo de entre guerras, particularmente
extendida en los barrios obreros de las grandes urbes.
Este cambio de perspectiva propició inquietud, pues suponía ampliar tér-
minos como «misionero», «misiones». Si para ser misioneros no hacía falta
ir lejos, ¿no se desactivaría el envío a las «misiones»? El desarrollo posterior
confirmó que, en efecto, todo lugar es lugar de misión, lo que no tiene que
afectar al envío a otros lugares, si realmente se comprende a la Iglesia «en es-
tado de misión» allí donde se encuentren los cristianos. La corresponsabilidad
misionera de todos en la Iglesia era -como ya tuvimos ocasión de señalar- el
marco que el Concilio señaló para comprender las «misiones» en el seno de
la única Misión.

1.3. Explicaciones del M agisterio

Los riesgos para las «misiones», en cambio, vinieron de otro lado a partir de
los años sesenta. La «crisis misionera» tuvo que ver con el rechazo de la acti-
vidad ad gentes como una indebida «invasión cultural» de las particularidades
locales; o contraria al «respeto de la conciencia»; o a la consideración de las
religiones no cristianas como caminos «ordinarios» de salvación»; o conside-
lar como objetivo de la Misión la promoción hum ana y la liberación de las 71
injustas condiciones sociales.
H magisterio de la Iglesia reaccionó sobre todo con tres documentos: el decre-
to Ad gentes (del Concilio Vaticano II), la exhortación Evangelii nuntiandi (Pablo
VI, 1975) y la encíclica Redemptoris missio (Juan Pablo II, 1990), que trata, como
dice en su título: «sobre la permanente validez del mandato misionero».
A partir de los años setenta en Latinoamérica, aquejada de grandes desigual-
dades sociales, las Conferencias del CELAM vieron la necesidad de un discer-
oimiento teológico-pastoral sobre la relación entre evangelización y libera-
ción.
«Evangelizar -señala la Evangelii nuntiandi- constituye la dicha y la vocación pro-
pia de la Iglesia, su identidad más profunda. Existe para evangelizar» (n. 14).

Esta tarea contó con la aportación de dos Instrucciones de la Congregación


para la Doctrina de la Fe: una primera en 1984, Libertatis nuntius, sobre algu-
nos aspectos de la «teología de la liberación», que advertía del riesgo de utili-
zar la perspectiva marxista para el análisis teológico; y una segunda en 1986,
Libertatis conscientia, sobre la libertad cristiana y la liberación, que abordaba la
Eberación en perspectiva cristiana.

1.4. Evangelización, conciencia y libertad

En los comienzos del nuevo milenio, algunos han argumentado en contra de las
misiones y de la evangelización en general, aduciendo que iría contra la con-
ciencia o la libertad, puesto que no es necesario pertenecer a la Iglesia para
salvarse.
Hay que decir que la conciencia y la libertad se apoyan en la verdad (que
siempre debe ir unida a la caridad), verdad que está protegida por el Evange-
Eo. En cambio el relativismo, el escepticismo y el individualismo van contra la
verdad y por tanto contra la libertad.
Ciertamente la Iglesia es necesaria para salvarse, si bien la pertenencia visible
a la Iglesia no se exige a aquellos que sin culpa no la han conocido.
Por otra parte, pertenecer a la Iglesia no supone buscar el poder o la influen‫־‬
d a humana, no se opone al compromiso social y es una oferta libre, pues la
verdad no puede imponerse, solo puede mostrarse con el testimonio del amor
v la argumentación racional. Todo esto vale también para el ecumenismo. Por
tanto no cabe entre los cristianos un «proselitismo» de malas artes. (Sobre es-
tos aspectos antropológicos, eclesiológicos y ecuménicos de la evangelización
cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota sobre algunos aspectos de la
evangelización, 3-XII-2007).
En definitiva, el apostolado o la evangelización no solo no van contra la con-
ciencia y la libertad; más aún, el anuncio y el testimonio del Evangelio son el
mejor servicio que los cristianos pueden prestar a cada persona y a la huma-
nidad entera (cf. CEC 851).
Escribió san Juan Pablo II: «La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia,
está aún lejos de cumplirse (...) Quiero invitar a la Iglesia a un renovado com-
promiso misionero (...). En efecto, la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la
identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡Lafe sefortalece
dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y
apoyo en el compromiso por la misión universal» (RM 1-2. Cf. EG 15).

2. La misión a d g e n te s en y desde las Iglesias locales

2.1. El fin de la actividad ad gentes:


evangelización e «im plantación de la Iglesia»

El Concilio Vaticano II señala la finalidad de la actividad ad gentes dentro de


la única Misión de la Iglesia: su «fin (...) es la evangelización e "implantación
de la Iglesia" en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado» (AG 6).
La Palabra de Dios es una semilla que debe crecer en las Iglesias autóctonas hasta
que estén suficientemente organizadas y dotadas de energías propias y de madu-
rez; de modo que provistas convenientemente de su propia jerarquía al servicio
del pueblo fiel y de los medios naturales al desarrollo de la vida cristiana, aporten
su cooperación al bien de toda la Iglesia.

Subrayemos algunos aspectos.


a) La plantación de la Iglesia es fruto de la evangelización. La comunicación
de la fe es un acontecimiento «eclesiogénico»: genera nuevas Iglesias, con su
desarrollo institucional (cf. CEC 853). Al mismo tiempo, esas Iglesias jóvenes
tienen como misión seguir anunciando el Evangelio, establecer nuevas comuni-
dades, e implantarse en las diversas culturas.
b) El decreto Ad gentes entiende la implantación de la Iglesia no solo en sen-
tido institucional y jurídico (pastores propios; autonomía de gobierno y eco-
nómica), sino también en el sentido existencial y social de una comunidad
viva en la que el Evangelio ha de «inculturarse» de manera real en la vida de
los cristianos.
La misión ad gentes está presente asimismo en las Iglesias de antigua tra-
iid ó n . La situación actual, ya desde hace décadas, requiere que la misión ad
;■rites se abra a los no cristianos que con frecuencia (quizá como inmigrantes o
‫״‬efugiados) viven en las Iglesias locales, nacientes o ya florecientes.

2 2 . Todas las Iglesias para to d o el m undo

« a sta el s. XX las «misiones» se llevaron a cabo mediante la generosa dedica-


o ó n de las instituciones religiosas y misioneras, en dependencia directa del
Papa. Se entendía, en cambio, que los Obispos tenían responsabilidad solo en
sus respectivas diócesis.
z) El Concilio Vaticano II propició un cambio de enfoque, en el sentido de
despertar la responsabilidad de todas las Iglesias locales, sus Obispos y fieles.
*Pertenece, ante todo, al cuerpo de los Obispos la preocupación de anunciar
el Evangelio en todo el mundo» (AG 29).
Aquí tienen su origen las «misiones diocesanas», mediante las que las Iglesias
locales como tales se han responsabilizado de la evangelización en otros lugares.
b) Las «jóvenes Iglesias» surgidas de la misión también han de superar una
actitud solo receptiva para transformarse en verdaderos sujetos de la misión
ad gentes.
«Como la Iglesia particular debe representar lo mejor que pueda a la Iglesia uni-
versal, conozca muy bien que ha sido enviada también a aquellos que no creen
en Cristo y que viven en el mismo territorio, para servirles de orientación hacia
Cristo con el testimonio de la vida de cada uno de los fieles y de toda la comuni-
dad» (AG 20).
c) Como consecuencia de lo anterior, se comprende que el sujeto de la misión
«ad gentes» es la comunión universal de las Iglesias locales, presidida por
la Iglesia local de Roma con su Obispo que es el Papa. Así se fue abriendo el
principio siguiente: Todas las Iglesias para todo el mundo.
De este modo la actividad misionera (especialmente el envío y la acogida de los
misioneros) es signo y resultado de la comunión de las Iglesias locales. Signo del im-
pulso evangelizador de cada Iglesia, y signo de esa comunión: todos se enrique-
cen al dar y al recibir.

2.3. Cooperación misionera

Todos los cristianos han de responsabilizarse de las misiones. No solo los religiosos,
sino también los Obispos, presbíteros y los laicos: algunos laicos son enviados
74 oficialmente por la Iglesia, individualmente o en familia; pero la mayor parte
de los laicos permanecen en su lugar, oran por las misiones y colaboran con su
ayuda material, o con su competencia profesional. En diversas formas todos
los cristianos se encuentran en «estado de misión».
De aquí surge la «cooperación misionera» entre todas las Iglesias. Además de
muchas iniciativas locales de animación misionera y de envío de misioneros,
las Obras M isionales Pontificias son un importante impulso para la coopera-
ción en la misión. Históricamente surgieron como iniciativas particulares. En
1922 recibieron el nombre de «pontificias». Los Papas las han recomendado
reiteradamente. Como institución unitaria son cuatro obras dirigidas a la ani-
mación y cooperación misionera en toda la Iglesia. Estas obras son:
1) La Propagación de la fe: su cometido consiste en la educación, la formación,
la sensibilización y la cooperación misioneras de las comunidades cristianas.
2) La Obra de la Santa Infancia o Infancia misionera: tiene como objetivo cultivar
en los niños una conciencia misionera, crear una red solidaria de comunión
espiritual con los niños de las regiones más pobres, y despertar vocaciones
misioneras.
3) La Obra de San Pedro apóstol: se dedica a la promoción del clero local en las
misiones.
4) La Obra de la Pontificia Unión Misional: se dedica a formar a todos los que
tienen que ver con las misiones (sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos).

2.4. Vocación y espiritualidad m isionera

«Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe según su


condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere
para que lo acompañen y los envía a predicar a las gentes. Por lo cual, por medio
del Espíritu Santo, (...) inspira la vocación misionera en el corazón y suscita al
mismo tiempo en la Iglesia institutos, que reciben como misión propia el deber
de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia. Porque son sellados con una
vocación especial los que, dotados de un carácter natural conveniente, idóneos
por sus buenas dotes e ingenio, están dispuestos a emprender la obra misional,
sean nativos del lugar o extranjeros: sacerdotes, religiosos o laicos. Enviados por
la autoridad legítima, se dirigen con fe y obediencia a los que están lejos de Cris-
to» (AG 23).

La vocación para la misión «ad gentes» requiere unas cualidades y formación


teológico-pastoral, junto con una intensa espiritualidad misionera (cf. AG 29;
cf. Juan Pablo II, Ene. RM, cap. VIII), como apropiación existencial de los con- 75
tenidos teológicos de la Misión.
• La vocación misionera requiere una fuerte «experiencia de Dios». Se pide
igualmente amor a la Iglesia en su unidad y diversidad.
• El misionero se dirige a los interlocutores no como objetos de una oferta,
sino como personas. De ahí la importancia de la acogida, la cercanía, el en-
cuentro y la comunión, especialmente con los más necesitados.
La respuesta a esta vocación comienza por sus propias actitudes personales, para
hacerse capaz de escuchar y apreciar los dones que puede recibir de los demás.
De esta manera en muchas ocasiones podrá ser también humilde instrumento de
la reconciliación entre los pueblos.
• El misionero es un acompañante de las culturas de los pueblos, procurando
equilibrar la globalización con el respeto a las diversidades locales. Habrá
de discernir los valores de las religiones no cristianas, y vivificarlos desde la
fe cristiana.
• Las instituciones misioneras (organismos diocesanos, asociaciones, institu-
tos misioneros, organizaciones de ayuda espiritual y económica, volunta-
riado misionero), además de responsabilizarse de la animación misionera
y de la preparación de los misioneros, habrán de acompañarlos en sus ne-
cesidades espirituales y materiales.

3. Formas de transmitir la fe

Veamos ahora las diferentes formas de anunciar o transmitir la fe.


• El primer anuncio (=kerygma) es el anuncio de la muerte y resurrección de
Cristo como manifestación central del amor salvador de Dios; se lleva a
cabo por medio del testimonio y la palabra.
• La predicación de los pastores prepara la Iniciación cristiana en la fe y vida
sacramental (Bautismo-Confirmación y Eucaristía); esta predicación es
principalmente «mistagogía» (= introducción al Misterio), sobre todo en
las celebraciones litúrgicas.
• La catequesis con vistas a la madurez de la vida bautismal y la enseñanza
religiosa y teológica en diversos ámbitos (escuela primaria y secundaria, se-
minarios, facultades de teología y otras instituciones académicas).
A continuación, abordamos el primer anuncio y el testimonio cristiano, que
incluye también la promoción humana.
76 4. El «primer anuncio» (kerygma)
Mencionamos el contenido del primer anuncio o kerygma (en griego, noticia
pública traída por un heraldo), así como algunas condiciones.
a) El contenido del kerygma es el anuncio de la Buena noticia (= Evangelio)
de la salvación en Cristo Señor, muerto y resucitado, en el que se manifiesta el
amor de Dios por la humanidad.
- No se trata de una mera «información», sino que el anuncio es ya interpelación
de la gracia del Espíritu Santo, como se observa en la predicación de los Apóstoles.
- Es una invitación a la conversión, y ala remisión de los pecados por el Bautismo, lo
que supone el encuentro personal con Cristo y la incorporación a su Cuerpo, la
Iglesia.
- Se lleva a cabo por la predicación de los pastores en nombre de la Iglesia, y por el
testimonio y palabra personal de los cristianos (en la vida familiar y laboral, como
hacen los fieles laicos).

b) El primer anuncio requiere condiciones antropológicas, tales como el diá-


logo de amistad, el testimonio de vida o la colaboración social (cf. CEC 856).

5. El testimonio (m a r t y r ía )

Jesús es el «testigo» primero del Padre. Los Apóstoles dan testimonio de Je-
sús, lo que se prolonga en el testimonio de la Iglesia, fundado en la continui-
dad («tradición viva») de todos en la comunión de fe del sujeto histórico que
es la Iglesia.
Desde los primeros siglos la evangelización se apoyaba en el testim onio de
vida de los cristianos (cf. CEC 2044), ofrecido con motivo de sus actividades
(viajes, comercio, etc.), con sus relaciones familiares y sociales, es decir, el tes-
timonio de vida confirmada con obras, en el marco de la «obediencia de la fe»
(cf. Rm 1,5; 16,26).
Especial relevancia tiene el testimonio de los misioneros, que puede llegar
hasta el martirio como forma suprema de testimonio de fe.
El testimonio es elemento decisivo de la evangelización: «El hombre contem-
poráneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan,
o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio» (Pablo VI, Exhort.
Evangelii nuntiandi, n. 41). El testimonio personal también debe ir acompañado,
en lo posible, por la palabra que ofrece las «razones de la esperanza» en Cristo
(cf. 1 Pe, 3,15) y por el testimonio comunitario de los cristianos.
(Sobre el testimonio de los fieles cristianos en la perspectiva de la evangeliza- 77
d ó n «ad intra», vid. tema 8, apartado 2 y el final del tema 11).

6. Evangelización y promoción humana

Venimos empleando el término «evangelización» en su sentido más habitual


y amplio, equivalente a todo lo que hace la Iglesia en su misión salvífica: el
anuncio del Evangelio acompañado por la comunicación de la gracia de Cristo
en los sacramentos y en las acciones de los cristianos, centradas en la caridad
El término evangelización tiene otros usos más específicos para designar: 1) las
tres «funciones» de la Misión (triple munus: profético, sacerdotal y real); 2) el mi-
nisterio de la palabra y sus formas (predicación, catequesis, enseñanza escolar o
académica de la religión y la teología); y 3) el primer anuncio de la fe o kerygma.
Estos sentidos siguen siendo válidos.

La evangelización, además, abarca la promoción humana, por vínculos antro-


pológicos, teológicos y evangélicos (cf. Evangelii nuntiandi, 31).
- Vínculos de orden antropológico, porque la persona no es un abstracto, sino al-
guien situado en un contexto familiar y social, laboral y económico.
- Vínculos de orden evangélico y teológico, porque el Evangelio pide la redención de
la entera realidad con la promoción de la justicia y de la paz.

El Evangelio no puede reducirse a un proyecto puramente temporal, pero


!leva necesariamente a transform ar sin violencia las estructuras sociales. El
Evangelio es un mensaje de verdadera libertad y garantía de una paz que comienza
por la paz con Dios en el corazón de las personas, y se apoya en la justicia y
el amor.
Por eso, «el testimonio de la caridad de Cristo, mediante obras de justicia, paz
y desarrollo, forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos
ama, le interesa todo el hombre» (Ene. Caritas in veritate, n. 15).
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

Ig le s ia « e n e s ta d o d e m is ió n » O b ra s m is io n a le s p o n tific ia s

crisis m is io n e ra e s p ir itu a lid a d m is io n e ra

e v a n g e liz a c ió n y lib e ra c ió n in s titu c io n e s m is io n e ra s

im p la n ta c ió n d e la Ig le s ia k e ry g m a

Ig le s ia s jó v e n e s « m is ta g o g ía »

c o o p e r a c ió n m is io n e ra m a r t y r ia

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ Q u é c a m b io d e p e r s p e c tiv a se p r o d u jo a m e d ia d o s d e l s ig lo X X e n re la c ió n

c o n la m is ió n d e la Ig lesia?

2. ¿ C ó m o r e s p o n d ió el m a g is te r io d e la Ig le s ia a n te s y d e s p u é s d e l C o n c ilio V a ti-

c a n o II?

3. ¿ Q u é d iría s a n t e la a c u s a c ió n d e q u e la e v a n g e liz a c ió n v a c o n tra la c o n c ie n c ia

o la lib e rta d ?

4. S e ñ a la las re la c io n e s e x is te n te s e n t r e la e v a n g e liz a c ió n y la « im p la n ta c ió n d e

la Ig le s ia » .

5. E x p lic a el p rin c ip io o le m a : «T o d a s las Ig le s ia s p a ra t o d o e l m u n d o » .

6. ¿ Q u é y c u á le s so n las O b ra s m is io n a le s p o n tific ia s ?

7. E n u m e r a y e x p lic a b r e v e m e n t e los e le m e n t o s p rin c ip a le s d e la e s p ir itu a lid a d

m is io -n e ra .

8. S e ñ a la las p r in c ip a le s fo r m a s d e la tr a n s m is ió n d e la fe .

9. E x p lic a la im p o r t a n c ia , p a ra la e v a n g e liz a c ió n , d e l p r im e r a n u n c io d e la fe y d e l

t e s t im o n io c ris tia n o .

10. ¿ Q u é re la c io n e s e x is te n e n tr e e v a n g e liz a c ió n y p r o m o c ió n h u m a n a ?
79
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

*¿ N o e s tá n en c o n tra p o s ic ió n e x c lu y e n te el tra b a jo m is io n e ro y el a m o r d e s in te re s a d o ?

En re a lid a d , h o y se re c la m a co n fre c u e n c ia q u e , en lu g a r d e la m is ió n , tie n e q u e im p o -

nerse c ad a v e z m ás la a p e rtu ra to ta lm e n te a ltru is ta d e la Ig lesia, en la q u e , d e ja n d o d e

p e rs e g u ir la c o n v e rs ió n , se e n tre g u e a un v e rd a d e ro a m o u r désinteressé, a un a m o r sin

s e g u n d a s in te n c io n e s , a un a m o r al o tro to ta lm e n te in c o n d ic io n a l. Se re c u rre a una

c o m p a ra c ió n q u e , p ara el p e n s a m ie n to a q u í s u b y a c e n te , es m u y escla re ce d o ra : así

c o m o el E stado a u té n tic a m e n te d e s p re n d id o ha d e p ro p o rc io n a r a y u d a al d e s a rro llo

sin c o n d ic io n e s políticas, sin n in g u n a clase d e im p e ria lis m o in te re s a d o en buscar, d es-

d e la a y u d a d e los otros, el in c re m e n to d e su p ro p io p o d e r, así ta m b ié n la Iglesia tie n e

q u e re n u n c ia r a to d a clase d e im p e ria lis m o eclesial y servir al h o m b re sin p e rs e g u ir el

a u m e n to d e los católicos.

( . . . ) En la o b je c ió n m e n c io n a d a se exp re s a sin d u d a u n p e lig ro q u e ha d e ser te n id o

en c u e n ta en la m isió n : ella p u e d e tra n s fo rm a rs e re p e n tin a m e n te e n im p e ria lis m o es-

p iritu a l y c o n v e rtirs e a sí m is m a e n c a ric a tu ra . Pero e sto n o s u c e d e rá m ie n tra s ella sea

lle v a d a a c a b o re a lm e n te d e s d e la fe y e n la o b e d ie n c ia d e la fe . A sí c o m o D io s n o e n a l-

te c e ría al m u n d o , sino q u e lo d e n ig ra ría e n caso d e q u e , e n u n a m o u r désinteressé, n o lo

arrastrara hacia él, así ta m b ié n c a e ría la Iglesia e n u n e g o ís m o e s p iritu a l si se lim ita ra a

a y u d a s h u m a n ita ria s y d e ja ra d e re p a rtir lo m ás e s p e c ífic o d e e lla . D o n d e la m is ió n se

realiza r e a lm e n te d e s d e la fe , n o solo d e s a p a re c e t o d a c o n tra p o s ic ió n c o n e l a ltru is m o

d e l v e rd a d e ro a m o r, sin o q u e se d e m u e s tra c o m o fo rm a m ás e le v a d a d e l m is m o , c o m o

la tra n s m is ió n d e la lla m a d a d iv in a , q u e nos tr a e la b ie n a v e n tu ra n z a e te rn a .

( . . . ) El a m o r c re y e n te d e la Iglesia n o p u e d e ni d e b e re n u n c ia r a o fre c e r a to d o s y en
to d o m o m e n to lo q u e e lla ha re c ib id o c o m o el m e jo r d e los regalos: la P alab ra d e la

b e n e v o le n c ia d iv in a » .

(J. Ratzinger , O bras c o m p le ta s V II/2 ‫־‬


Sobre la e n s e ñ a n za d e l Concilio V a tic a n o II:
fo rm u la c ió n , transm isión, in terp re ta c ió n ,
BAC, M a d rid 2 0 1 6 , pp . 9 2 6 -9 2 7 )
CONVERSIÓN
. E INICIACIÓN CRISTIANA
El anuncio de la fe alcanza su eficacia con la conversión a Jesús, como
exponemos en el primer apartado de este tema. La conversión y la fe
llevan al Bautismo y a la iniciación cristiana, tema del segundo apartado.
De esta manera la vida del nuevo cristiano se transforma en una vida de
fe que ha de madurar y traducirse en obras a lo largo de la existencia.

SUMARIO

1. EVANGELIZACIÓN Y CONVERSIÓN • 1.1. La c o n v e rs ió n a C risto · 1.2. Itin e ra -


ríos d e c o n v e rs ió n · 2. LA INICIACIÓN CRISTIANA: FE Y VIDA · 2 .1 . El c a te c u m e -

n a d o · 2 .2. U n id a d d e B au tis m o , C o n firm a c ió n y p rim e ra E ucaristía 2 .3 ‫י‬. La in ic ia -


ció n cris tia n a en la in fa n c ia y a d o le s c e n c ia » 2 .4 . El D o m in g o .
1. Evangelización y conversión 81

La pnmera palabra de Jesús en el evangelio de san Marcos es una llamada a la


conversión: «convertios y creer en el Evangelio» (Me 1,15). «Conversión» (=
gr. metanoia) significa cambiar la dirección de la vida, orientándose o retomando
a Dios; es un cambio total del corazón y de la mente, una renovación de toda
la persona. Es interpelación personal al hombre, con consecuencias morales, con
los consiguientes efectos sociales.

1.1. La conversión a Cristo

En el Nuevo testamento, la conversión es don de Dios, pues es Él quien «abre


el corazón para creer» (cf. Hch 16,14). La conversión a Dios es conversión a
Jesús, «Dios-con-nosotros». Tiene, además, una dim ensión eclesial, porque
supone la incorporación al grupo de los «discípulos» de Jesús.

La prim era conversión, que lleva al Bautismo, es el principio del camino


cristiano. Pero después se requieren «continuas conversiones» en la persona,
la mayor parte para combatir defectos arraigados o dificultades del ambien-
te.
«Conversión significa: renunciar a construir la propia imagen, no esforzarse por
hacer de sí mismo un monumento, que acaba siendo con frecuencia un falso
dios. Convertirse quiere decir: aceptar los sufrimientos de la verdad. La con-
versión exige que la verdad, la fe y el amor lleguen a ser más importantes que
nuestra vida biológica, que el bienestar, el éxito, el prestigio y la tranquilidad
de nuestra existencia. (...) De hecho, el prestigio, la tranquilidad y la comodi-
dad son los falsos dioses que más impiden la verdad y el verdadero progreso
en la vida personal y social. Cuando aceptamos esta primacía de la verdad,
seguimos al Señor, cargamos con nuestra cruz y participamos de la cultura del
amor, que es la cultura de la cruz» (J. Ratzinger, EL camino pascual Madrid 1990,
pp. 27s.).

Por la gracia de la conversión, el corazón de piedra puede convertirse en un


corazón de carne (cf. Ez 36, 26), llenarse de alegría y, desde el encuentro con
Dios, abrirse a las necesidades de los demás con auténtica solidaridad, que
es al mismo tiempo caridad, y se traduce en compromisos de justicia y miseri-
cordia. Conviene mantener esta disposición de conversión permanente, siempre
vinculada a la disponibilidad creciente para la misión cristiana.
82 1.2. Itinerarios de conversión

La llamada de Dios a la conversión sigue habitualmente caminos ordinarios,


y solo ocasionalmente excepcionales. No es posible hacer una tipología acaba-
da. Algunos itinerarios pueden ser los siguientes.
a) La contemplación de la belleza. El espíritu humano puede percibir a Dios
en la belleza de las realidades creadas, que atrae los sentidos y el espíritu, y
desvela la presencia divina que se refleja en ellas, sea en el ámbito moral o en
el ámbito estético.
- En el ámbito moral, hay una belleza que se desprende de una vida auténtica.
Las virtudes morales -la prudencia y la justicia, la fortaleza y la templanza- o las
virtudes humanas como la alegría, la sinceridad, la laboriosidad, la capacidad de
sacrificio, sirven de ejemplo o modelo de vida, que pueden despertar la llamada
de Dios a la conversión.
- En el ámbito estético, además de la belleza de la naturaleza, la creación artística
suscita la admiración como llamada a la trascendencia, que resuena en el corazón
humano inquieto en busca de sentido y abierto a lo infinito. La belleza estética
puede ser el inicio de un itinerario de conversión a la fuente de la belleza, que es
Dios.
b) La experiencia de las realidades cristianas es camino de conversión.
En primer lugar, la Palabra de Dios. San Pablo recibió la palabra del Señor re-
sucitado, en su «camino de Damasco», pero estaba preparado por su conocí-
miento de las Escrituras como judío celoso. La Palabra de Dios en la Escritura
es eficaz cuando se recibe con confianza. La escucha de lo que Dios «quiere
decir» es camino fundamental de conversión. La Palabra de Dios es, además,
apertura a la verdad y al amor de Dios, estímulo para la conversión, fuente de
consuelo y esperanza.
En segundo lugar, hay que mencionar la fuerza atractiva del culto cristiano.
Sobre todo la liturgia, y especialmente la celebración eucarística, manifiesta en
signos perceptibles y actualiza el culmen de la belleza espiritual que es la obra
redentora de Cristo en el Misterio pascual. La celebración litúrgica es de por
sí un anuncio de la fe, que introduce en el misterio de la fe mediante «gestos
y palabras».
La capacidad mistagógica de los ritos se prolonga en el arte cristiano, que ha refle-
jado la fe en distintas culturas a lo largo de los siglos: los iconos del oriente cris-
tiano, o las representaciones de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús;
también las imágenes de María y de los santos. El arte cristiano ha sido durante
siglos la llamada «Biblia de los pobres», una verdadera catequesis visual de quie-
nes no sabían leer y escribir.
c) Los m otivos de credibilidad de la fe , como los ejemplos de los santos y de 83
los mártires, o los milagros o la belleza de la vida cristiana, pueden despertar
una atracción, quizá germinal o fragmentaria, que madure con el tiempo. So-
bre todo, el ejemplo del servicio cristiano a todos, especialmente a los enfer-
mos y necesitados. El testimonio de la caridad cristiana es un motivo principal
de conversión.
d) La racionalidad, el estudio y el diálogo. En culturas más inclinadas a la
especulación, la conversión puede tener lugar en un proceso que comporta
el análisis racional. En esta vía «intelectual» ocupa un lugar importante la re-
flexión teológica, en cuanto «fe que busca comprender».
También tiene importancia la comunicación y «diálogo» sobre la fe, muchas
veces espontáneo, en el ámbito de la familia, de la amistad o de las relaciones
sociales.

2. La iniciación cristiana: fe y vida

Se entiende por «iniciación» un proceso existencial de aprendizaje de una doc-


trina o una práctica; incluye el proceso de socialización por el que alguien asi-
mila las creencias, los ritos y los valores de un determinado grupo social. Esto
vale también para la introducción en una experiencia religiosa.
En el caso del cristianismo, la iniciación tiene unas características especiales. La
iniciación cristiana se da siempre en el seno de la Iglesia, como madre que en-
gendra hijos de Dios. Por eso, desde los primeros tiempos es la expresión más
significativa de la misión de la Iglesia; se desarrolló en la época de los Padres.
El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) detalla el proceso sacra-
mental. La iniciación cristiana tiene dos aspectos, que son el catecumenado,
o proceso de iniciación en la fe y personalización de la vida cristiana, y la ce-
lebración sacramental, «que se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos:
el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su
afianzamiento; y la Eucaristía que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la
Sangre de Cristo para ser transformado por Él» (n. 1275). La supervisión de la
iniciación cristiana corresponde especialmente al Obispo.

2.1. El Catecum enado

El catecumenado de adultos es la forma paradigmática de catecumenado. Es-


tán previstas distintas etapas, así como los tiempos y ámbitos adecuados.
84 a) Etapas. El catecumenado tiene tres etapas: pre-catecumenado (etapa del
anuncio misionero), ingreso en el catecumenado (se recibe el nombre de «cate-
cúmenos» y comienza la instrucción en la fe y en la liturgia); y el tiempo del
catecumenado (la fe se hace vida en la oración, en la conducta moral y en el
testimonio), acompañado de ritos llamados «escrutinios», que concluyen con
el rito de elección e inscripción del nombre cristiano.
b) La preparación catecum enal se procura insertar en el Año Litúrgico.
Durante la cuaresma tiene lugar la fase cuarta de iluminación y purificación,
cuando se entregan el Padrenuestro y el Símbolo de la fe. Posteriormente,
en la Pascua, se celebran los tres sacramentos de la iniciación, por este orden:
Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Los recién iniciados se llaman «neófi-
tos» (del griego: «recién plantados»). Posteriormente comienza la «cateque-
sis mistagógica» o exposición a los neófitos de los misterios cristianos, hasta
Pentecostés.
c) Ámbitos. Los espacios de la iniciación cristiana son principalmente la fami-
lia y la parroquia, junto con el apoyo en su caso de asociaciones y movimien-
tos laicales y la escuela católica. En circunstancias de secularización puede
recorrerse posteriormente un catecumenado de cristianos bautizados pero no
practicantes.

2.2. Unidad de Bautismo, Confirmación y prim era Eucaristía

Los sacramentos de la iniciación, Bautismo, Confirmación y (primera) Euca-


ristía, tienen entre sí una profunda unidad (cf. CEC 1122 y 1533), que se ma-
nifiesta incluso ritualmente: en Oriente se administran juntos en una misma
celebración, en Occidente solo en el caso de adultos (en caso de niños se dis-
tancian en el tiempo).
La Confirmación prepara al cristiano para ser testigo de Cristo en el mundo; sin
ella el proceso de la iniciación cristiana quedaría incompleto. La Eucaristía es
la plenitud de la incorporación a Cristo ya incoada en el Bautismo y la Con-
firmación.
La costumbre extendida de administrar la Confirmación después de la primera
Comunión plantea problemas de índole ecuménica (con la tradición oriental), y
también de índole pastoral, sobre todo si se condiciona su administración a la
madurez psicológica. Hay un cierto movimiento para administrarla antes de la
primera comunión, que podría completarse, si se ve oportuno, con una celebra-
ción de renovación de la fe al final de la adolescencia.
2 3 . La iniciación cristiana en la infancia y adolescencia 85

La iniciación cristiana de niños y adolescentes tiene características propias.


a 1 En cuanto al Bautismo, hay que distinguir el caso -no infrecuente- de ni-
ños y adolescentes no bautizados, que requieren una atención especial.
Los padres cristianos tienen la obligación de hacer bautizar a los niños en las
primeras semanas tras su nacimiento. Excepto en peligro de muerte, no se debe
bautizar a un niño contra la voluntad de sus padres. Hace falta la garantía de
que el niño va a ser educado en la fe católica. Si esa garantía no existe, cabe la
propuesta de un proceso de catecumenado en la época escolar acompañado de
un diálogo más intenso con la familia. En el caso de matrimonios mixtos (entre ca-
tólicos y bautizados no católicos), o del matrimonio entre católicos y no cristianos,
se necesita la promesa de la parte no católica de permitir la educación católica de
los hijos.

b) El sacramento de la Confirmación debe recibirse en estado de gracia, por


lo que hay que facilitar el sacramento de la Penitencia.
«Si a veces se habla de la Confirmación como del "sacramento de la madurez cris-
tiana", es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad
adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia
de elección gratuita e inmerecida que no necesita una "ratificación" para hacerse
efectiva. Santo Tomás lo recuerda: "La edad del cuerpo no constituye un prejuicio
para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de
la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4,8): la vejez honorable no es la que dan
los muchos días, no se mide por el número de los años. Así numerosos niños, gracias a
la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta
la sangre por Cristo" (S. Th. 3, q 72, a. 8, ad 2)». (CEC 1308).
c) Para la prim era Comunión, la Iglesia pide al menos poseer «el uso de ra-
zón». Conviene insistir en los aspectos teológicos y sacramentales de la pri-
mera Comunión, para que no queden oscurecidos por la celebración festiva
familiar. Debe ir precedida de una cierta participación en la misa dominical
y por el sacramento de la Penitencia: conviene que los niños se confiesen antes
varias veces para que tengan familiaridad con este sacramento.

2.4. El D om ingo

«La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la
Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que
es llamado con razón "día del Señor" o domingo. En este día los fieles deben reu-
nirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía,
recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a
Dios, que los "hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo
de entre los muertos" (1 Pe, 1,3). Por esto el domingo es la fiesta primordial, que
debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también
día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnida-
des, a no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo es el
fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico» (SC n. 106).

El Domingo, el Día del Señor, es el centro de Año Litúrgico (SC n. 106). Es la


celebración del Misterio Pascual, y por tanto el encuentro con el Señor resuci-
tado y la vida que de Él dimana.
Los llamados «mártires de Abitinia» fueron condenados por reunirse a celebrar el
Día del Señor, y ante quienes les condenaban a muerte respondieron: sine dominica
non possumus: «sin el domingo no podemos vivir».
Hay que prestar atención a la preparación de la misa dominical, que es oca-
sión para una «catequesis litúrgica» sobre la Eucaristía y sus frutos en la vida
cristiana.
Eso incluye la formación acerca del significado de los gestos litúrgicos (para la
formación litúrgica, véase más adelante, tema 9); sobre las condiciones previas
para la comunión del Cuerpo de Cristo (conciencia libre de pecado grave) y
ayuno; y el compromiso de justicia, caridad y evangelización, que es consecuen-
cía connatural a la Eucaristía.
87
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

m e ta n o ia in ic ia c ió n c ris tia n a

p r im e r a c o n v e rs ió n , c a te c u m e n a d o

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ C ó m o d e b e e n fo c a rs e la c o n v e r s ió n p e rs o n a l?

2. E n u m e r a y e x p lic a b r e v e m e n t e los p rin c ip a le s itin e ra rio s o c a m in o s d e c o n v e r ‫־‬

s ió n .

3. ¿ C u á le s s o n las e ta p a s d e l C a te c u m e n a d o ?

4. ¿ Q u é d e b e t e n e r s e h o y e n c u e n t a e n la in ic ia c ió n c ris tia n a d e n iñ o s y a d o le s -

c e n íe s ?

5. ¿ P o r q u é es im p o r t a n t e e l D o m in g o c ris tia n o ?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

«La a c titu d d e c o n v e rs ió n c o m p r o m e te ta m b ié n a los m is m o s e v a n g e liz a d o re s q u e la

a n u n c ia n . La a c titu d a p o s tó lic a d e co n v e rs ió n fo rm a p a rte d e l te s tim o n io , el cual es

e le m e n to esen cial d e l a n u n c io e v a n g é lic o . E v a n g e liza d o re s y e v a n g e liz a d o s se a b re n

s im u ltá n e a m e n te a los n u e v o s p la n e s d e D ios A m o r, p o r C risto y e n el E spíritu, para

to d a la h u m a n id a d T odos re a liza n el m is m o c a m in o d e c o n v e rs ió n :"L a Iglesia, re c ib ie n -

d o e n su p ro p io sen o a los p e c a d o re s , santa al m is m o tie m p o q u e n e c e s ita d a d e p u rifi-

cació n c o n s ta n te , busca sin cesar la p e n ite n c ia y la renovación", (Lum en g e n tiu m 8). En

e s te s e n tid o , se p u e d e h a b la r d e u n a p a s to ra l d e c o n v e rs ió n q u e c o m p ro m e te a to d a

la c o m u n id a d eclesial.

La co n v e rs ió n es, pues, un p ro c e s o p e r m a n e n te en la m is m a c o m u n id a d eclesial, p u es-

to q u e «la Iglesia se e v a n g e liz a , a trav é s d e u n a c o n v e rs ió n y u n a re n o v a c ió n c o n s ta n -

tes, p ara e v a n g e liz a r el m u n d o d e m a n e ra c reíb le" (E va ng elii n u n tia n d i, 15). Q u ie n e s

p re d ic a n co n v e rs ió n d e b e n p re s e n ta r u n a c o n d u c ta c o h e re n te . N o se tra ta d e un p ro -
88 s e litis m o m a l e n te n d id o , sino d e u n a lla m a d a a a c o g e r lib re y g e n e ro s a m e n te el d o n

d e la fe .T o d o d o n d iv in o se re c ib e co n lib e rta d y g e n e ro s id a d ."L a c o n v e rs ió n es un d o n

d e Dios, o b ra d e la T rin id a d ; es el E spíritu q u e a b re las p u e rta s d e los c o razo nes" (Ene.

R edem ptoris m isio, 4 6 ).

Las p ers o n a s q u e h a n d a d o el paso a la c o n v e rs ió n a la fe son p o rta d o ra s d e d o n e s

e sp eciales d e D ios p ara to d a la Iglesia. Pero e llo c o m p o r ta u n a a c titu d d e a c o g id a , p o r

p a rte d e la c o m u n id a d d e c re y e n te s , q u e es ta m b ié n p ro c e s o d e co n v e rs ió n y re n o v a -

ción: "Cada c o n v e rtid o es un d o n h e c h o a la Iglesia y c o m p o r ta u n a g ra v e re s p o n s a b i-

lid a d p ara e lla ... p o rq u e , e s p e c ia lm e n te si es a d u lto , lleva c o n s ig o c o m o u n a e n e rg ía

n u e v a , el e n tu s ia s m o d e la fe, el d e s e o d e e n c o n tr a r e n la Iglesia el E v a n g e lio v iv id o .

Sería u n a d e s ilu s ió n p a ra él, si d e s p u é s d e in g re s a r e n la c o m u n id a d eclesial e n c o n tra s e

e n la m is m a u n a v id a q u e c a re c e d e fe rv o r y sin signos d e re n o v a c ió n . N o p o d e m o s

p re d ic a r la c o n v e rs ió n , si n o nos c o n v e rtim o s n o so tro s m is m o s c ad a d ía ‫( ״‬Ib id ., 4 7 )» .

(J. Esquerda Bifet, «C o n versió n », e n E. B uen o -R . C alv o (dirs.),


D ic c io n a rio de M is io n o lo g ía y A n im a c ió n M isionera,
Ed. M o n te C a rm e lo , B urgos 2 0 0 3 ,2 7 9 - 2 8 1 , p. 2 8 1 )
TEM A FORMACIÓN
6 DE LA IGLESIA LOCAL
La actividad a d g e n te s se dirige a la formación de nuevas Iglesias locales.
En primer lugar se trata de constituir una comunidad cristiana autóctona
(ministros, laicos y vida religiosa). Un proceso en el que es fundamental
la inculturación de la fe. Además, estas Iglesias «jóvenes» han de cuidar
algunos aspectos existendales e institucionales.

SU MA R IO

1. LA COMUNIDAD CRISTIANA: MINISTROS, LAICOS Y VIDA RELIGIOSA AUTÓC-


TONA · . .C o n s titu c ió n d e l c le ro local
11 · 1.2. F o rm a c ió n d e los c a te q u is ta s · 1.3.
P ro m o c ió n d e la v id a relig io sa · 2. LA INCULTURACIÓN DE LA FE · 2 .1 . La fe y ia

c u ltu ra · 2 .2 . In c u ltu ra c ió n , h isto ria d e la sa lv a c ió n y m is ió n «ad g e n te s » · 3. LAS


IGLESIAS «JÓVENES»: ASPECTOS EXISTENCIALES E INSTITUCIONALES · 3.1.

A c tiv id a d m is io n e ra en las Iglesias « jó ven es» · 3 .2 . El im p u ls o al a p o s to la d o d e los

fie le s laicos · 3 .3 . D iv e rs id a d e n la u n id a d .
90 La formación de las Iglesias locales comienza por la constitución, mediante la
conversión y el Bautismo, de comunidades que confiesan a Jesús como Sal-
vador y Señor. Es el objetivo de la actividad ad gentes: establecer comunidades
cristianas y llevarlas a su madurez. Iglesia y vida cristiana se identifican: es el
principio de la eclesialidad de la salvación (cf. LG 9, AG 2).
Las orientaciones para esta tarea están contenidas en el decreto Ad Gentes, del
Concilio Vaticano II, y luego prolongadas en la encíclica Redemptoris missio
(1990), particularmente en el aspecto de las relaciones entre tarea ad gentes y
tarea ecuménica.
La formación de una nueva Iglesia implica la inculturación de la fe, según ve-
remos en el segundo apartado del tema. Por último, se exponen otros aspectos
existenciales e institucionales de estas «jóvenes» Iglesias.

1. La comunidad cristiana: ministros,


laicos y vida religiosa autóctona

El Espíritu Santo, por medio de los misioneros, llama a las gentes de todos los
pueblos y culturas para constituir el Pueblo de Dios. La actividad ad gentes
suscita comunidades de cristianos que «viviendo conforme a la vocación a la
que han sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado, sacer-
dotal, profética y real» (AG 15).
• La com unidad cristiana es signo de la presencia de Dios en el mundo, cen-
trada en torno a la Eucaristía, con la Palabra que le prepara a ella y el testi-
monio que surge de ella, impregnado de caridad. Insertada naturalmente
en su pueblo, tal comunidad ha de ser el germen de una novedad de vida y de
cultura.
«Los fieles cristianos, congregados de entre todas las gentes en la Iglesia, "no son
distintos de los demás hombres ni por el régimen, ni por la lengua, ni por las insti-
tuciones políticas de la vida" (Epist. ad Diognetum, 5: PG 2,1173; cf. LG, n. 38), por
tanto, vivan para Dios y para Cristo según las costumbres honestas de su pueblo;
cultiven como buenos ciudadanos verdadera y eficazmente el amor a la Patria,
evitando enteramente el desprecio de las otras razas y el nacionalismo exagerado,
y promoviendo el amor universal de los hombres» (AG 15).
• Los misioneros han de cuidar la formación de los fieles laicos, para que su
vida y actividad sea misionera desde la Iglesia local misma.
«La acción evangelizadora de la comunidad cristiana, primero en su propio te-
rritorio y luego en otras partes, como participación en la misión universal, es el
signo más claro de madurez en la fe» (RM 49).
Para alcanzar esa conciencia misionera se requiere una radical conversión de la 91
mentalidad de las personas y de las comunidades. Es precisamente a la luz de este
imperativo misionero como se debe juzgar la validez de las instituciones, parro-
quias, movimientos y obras de apostolado.

• Además, conviene llevar a cabo una decidida acción ecuménica a favor


de la unidad entre los cristianos de las diversas confesiones, pues «la divi-
sión de los cristianos perjudica a la causa santísima de la predicación del
Evangelio a toda criatura y cierra a muchos las puertas de la fe» (AG 15).
Los católicos han de colaborar en ámbitos sociales, culturales y religiosos,
tanto a nivel personal privado como institucional-eclesial.
El testimonio común de los cristianos dota a la tarea misionera de una particular in-
cisividad, al mostrar la obra de reconciliación que Dios realiza en los cristianos y
por medio de los cristianos. «Donde sea posible y según las circunstancias locales,
la respuesta de los cristianos deberá ser también ecuménica» (RM 50) (sobre esta
colaboración, vid. el apartado segundo del tema 12). Esta colaboración es urgente
ante la extensión de las sectas que siembran confusión entre los bautizados, sean
o no católicos.

Señalamos ahora algunas orientaciones relativas a la constitución del clero


local, la formación de los catequistas y la promoción de la vida religiosa.

1.1. Constitución del clero local

Es un objetivo importante que, en cuanto sea posible, la estructura ministerial


de la Iglesia local se organice sobre la base del clero autóctono (cf. AG 16).
En la formación de los sacerdotes han de articularse las diferentes dimensio-
nes: formación humana, espiritual, doctrinal y pastoral (especialmente en re-
lación con las religiones no cristianas y el diálogo interreligioso); y promover
la disponibilidad y el amor a la Iglesia, concretados en la unidad con el Obispo
y en la fraternidad dentro de los respectivos presbiterios.
Los sacerdotes que forman parte del presbiterio enviados desde otras Iglesias lo-
cales habrán de conocer la cultura y tradiciones propias de estos pueblos.

Asimismo convendrá que algunos sacerdotes idóneos, después de cierta expe-


riencia pastoral, lleven a cabo estudios superiores, para que las Iglesias jóvenes
cuenten entre el clero local con profesores y expertos que desempeñen cargos de
responsabilidad.

El Concilio también permitió la restauración del diaconado permanente, allá


donde lo decidan las Conferencias episcopales.
92 «Se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado propio y permanente
de la Jerarquía. Corresponde a las distintas Conferencias territoriales de Obispos,
de acuerdo con el mismo Sumo Pontífice, decidir si se cree oportuno y en dónde el
establecer estos diáconos para la atención de los fieles. Con el consentimiento del
Romano Pontífice, este diaconado podrá ser conferido a varones de edad madura,
aunque estén casados, y también a jóvenes idóneos, para quienes debe mantener-
se firme la ley del celibato» (LG 29).
Para ello quizá se podrá contar con quienes ya desempeñan «un ministerio ver-
daderamente diaconal, o que predican la palabra divina como catequistas, o que
dirigen en nombre del párroco o del Obispo comunidades cristianas distantes, o
que practican la caridad en obras sociales y caritativas» (AG 16).

1.2. Formación de los catequistas

Especialmente relevante es el papel de «los catequistas, hombres y mujeres, que


llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singu-
lar y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia» (AG
17). En nuestros días, esta importancia se acrecienta por la escasez de ministros.
Los catequistas deben ser formados convenientemente, en particular en aquellos
aspectos bíblicos y litúrgicos, catequéticos y educativos o pastorales que re-
quiere su tarea, al mismo tiempo que se procura que vivan coherentemente la
moral cristiana y aspiren a la santidad de vida. Los catequistas habrán de tener el
reconocimiento de la autoridad jerárquica para ejercer su función en nombre
de la Iglesia.
Ha de cuidarse también su formación permanente, mediante programas y cursos
en los que se enseñe a conjugar la doctrina cristiana con los datos de las ciencias
y los métodos pedagógicos. Conviene que se cuide su justa remuneración y su
seguridad social, si es necesario por medio de fundaciones específicas.

1.3. Promoción de la vida religiosa

Una Iglesia local no debe descuidar la promoción de la vida religiosa como


un elemento integral en la constitución de la comunidad, ya que refleja dimen-
siones esenciales de la vida cristiana. Los Obispos son los principales modera-
dores de la presencia de la vida religiosa, también de la vida contemplativa y
monacal (cf. AG 18).
Las comunidades religiosas procurarán la adaptación oportuna de su vida con-
sagrada a las tradiciones locales, aportando sus riquezas espirituales y místicas, y
viceversa. Especial relevancia y discernimiento requiere el modo de asumir en la
vida religiosa las riquezas espirituales que pueden contener las diversas culturas.
2. La inculturación de la fe 93
El Evangelio no se identifica con una cultura, y por eso mismo es compatible con
todas. Además, evangelizar la cultura o las culturas -que es la forma de incul-
turar la fe- no supone someterlas a una dinámica extrínseca a sí mismas, porque
en lo más profundo las culturas están abiertas al misterio de Dios (cfr. Juan Pablo
Π Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5-X-1995).
a) La evangelización de las culturas toma como punto de partida las perso-
ñas, y sus relaciones entre sí y con Dios (cf. GS 53). Solo la adhesión personal a la
fe dinamiza la inteligencia y configura todos los ámbitos de la vida.
b) Para superar la ruptura entre el Evangelio y la cultura -que Pablo VI califi-
caba como «drama de nuestro tiempo»-, se requiere «transvasar» el Evange-
lio en los diversos lenguajes antropológico-culturales, sin menoscabo de su
contenido y de la comunión en la fe. Dicho transvase requiere discernimiento y
competencia, tanto en el campo de la formulación teológica como en los ámbi-
tos de la catequesis, la liturgia o la Doctrina social.
Esa es la cuestión de la inculturación, término que se usa para designar, en
sentido amplio, el proceso de evangelización de las culturas. Este proceso supone,
en sentido inverso, la inculturación del Evangelio: las culturas enriquecen las
expresiones del Evangelio y la fe: inculturación en sentido estricto.

2.1. La fe y la cultura

La inculturación es «una íntima transformación de los auténticos valores cul-


turales, por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo
en todas las culturas humanas» (Sínodo de 1985, Relación final, II, D, 4). La reía-
ción entre la fe y la cultura está presidida por la acción de la gracia, que respeta,
cura y eleva la realidad hum ana y todas sus expresiones.
Juan Pablo II ofreció orientaciones de antropología cristiana para impulsar la
evangelización de las culturas. En 1987 la CTI publicó una reflexión sistemática
sobre La fe y la inculturación (cf. Documentos, 19691996‫־‬, Madrid, 393-416). Esa re-
flexión toma de Gaudium et spes la idea de cultura como el cultivo de los bienes y
valores de la naturaleza y «todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla
sus múltiples cualidades de alma y cuerpo» (n. 53).

Con esos presupuestos cabe entender el proceso de inculturación (en sentido


amplio) como
«el esfuerzo de la Iglesia por hacer penetrar el mensaje de Cristo en un deter-
minado medio socio-cultural, llamándolo a crecer según todos sus valores pro-
94 píos, en cuanto son conciliables con el Evangelio» (CTI, La fe y la inculturación,
p. 398).

También puede explicarse la inculturación como «la inserción del Evangelio


en una cultura autóctona y la introducción de esa misma cultura en la vida de
la Iglesia» (Juan Pablo II, Slavorum apostoli, 1985, n. 21).

2.2. Inculturación, historia de la salvación y misión «ad gentes»

La inculturación puede verse en la perspectiva de la historia de la salvación y


en el ámbito de las misiones.

a) Inculturación e historia de la salvación


La intervención de Dios se inserta en la historia y cultura del pueblo de Israel.
Muchos de sus elementos culturales (a veces similares a los presentes en pue-
blos vecinos) fueron progresivamente purificados al servicio de la Alianza con
el Dios vivo.
La enseñanza y vida de Jesús es transcendente a toda cultura, superando toda
sabiduría y moral humanas. Al mismo tiempo, la encarnación del Hijo de Dios
sucede en una cultura determinada. He aquí la aparente paradoja: se unió con
todo hombre (cf. GS 22), pero en unas determinadas condiciones sociales y cul-
turales (cfr. Lafe y la inculturación, p. 404). En efecto, no podría haber asumido
a todos los seres humanos si no hubiera asumido, como todos ellos, una inser‫־‬
ción cultural concreta: así se unió a todo hombre y a todo lo del hombre.
A partir de Pentecostés, el Espíritu Santo impulsa en la Iglesia el anuncio de la
fe a todas «las naciones», lo que requiere la inculturación de la fe en todas las
culturas. Integrarse en el misterio de Cristo es lo que da su plenitud última a
las culturas, en un proceso que tiende al verdadero progreso y unidad de la
humanidad. En ese proceso no se suprimen las diferencias culturales, sino que
se purifican por la fe.

b) Inculturación y misión «ad gentes»


El Concilio enuncia un principio general en este ámbito: los misioneros han
de «comprender, apreciar, promover y evangelizar la del ambiente donde ac-
túan y, por consiguiente, estar en condiciones de comunicar realmente con
él, asumiendo un estilo de vida que sea signo de testimonio evangélico y de
solidaridad con la gente» (RM n. 53).
De ahí se derivan otros dos principios para la inculturación (cfr. RM 54): la
identidad del Evangelio y la com unión con la Iglesia universal. Los Obispos,
responsables del «depósito de la fe», han de cuidar la fidelidad al Evangelio 95
!!excluyendo sincretismos y particularismos etnocéntricos), y han de discernir
los valores positivos de las culturas.
Hay que evitar pasar de una minusvaloración o alienación de las culturas, a una
supervaloración acrítica, sin tener en cuenta que las culturas, como todo producto
humano, debe ser purificado, elevado y perfeccionado.

Por otra parte el proceso de inculturación es progresivo; requiere tiempo que la


fe cristiana configure la mentalidad de los pueblos, acrecentando así la «cato-
Iicidad» de la Iglesia. La inculturación no puede ser forzada, sino estimulada
como expresión genuina del sentido de lafe de la comunidad cristiana, y no solo
de especulaciones eruditas.
(Sobre la evangelización de la cultura, vid. también más adelante el tema 10,
apartado 2).

3. Las Iglesias «jóvenes»: aspectos existenciales e institucionales

Dice el Concilio Vaticano II:


«La obra de implantación de la Iglesia en un determinado grupo de hombres
consigue su objetivo determinado cuando la congregación de los fieles, arraigada
ya en la vida social y conformada de alguna manera a la cultura del ambiente,
disfruta de cierta estabilidad y firmeza; es decir, está provista de cierto número,
aunque insuficiente, de sacerdotes nativos, de religiosos y seglares, se ve dotada
de los ministerios e instituciones necesarias para vivir, y dilatar la vida del Pueblo
de Dios bajo la guía del Obispo propio» (AG 19).

El marco de esas afirmaciones es la atención que debe prestarse a las «Iglesias jóve-
nes» para que alcancen la m adurez eclesial. En este sentido, las demás Iglesias
locales habrán de salir en ayuda de sus necesidades, porque
«estas Iglesias, situadas con frecuencia en las regiones más pobres del orbe, se
ven todavía muchas veces en gravísima penuria de sacerdotes y en la escasez de
recursos materiales. Por ello, tienen suma necesidad de que la continua acción
misional de toda la Iglesia les suministre los socorros que sirvan, sobre todo, para
el desarrollo de la Iglesia local y para la madurez de la vida cristiana» (Ibid.).

Para ello, es aconsejable que las Iglesias «jóvenes» dispongan de un plan de


acción, sobre todo para la promoción y formación de las vocaciones sacerdo-
tales y religiosas, de los catequistas y otros educadores; que
«organicen un plan común de acción pastoral y las obras oportunas, para aumen-
tar en número, juzgar con mayor seguridad y cultivar con más eficacia las voca-
dones para el dero diocesano y los institutos religiosos, de forma que puedan
proveerse a sí mismas, poco a poco, y ayudar a otras» (Ibid.).

En efecto, también ellas deben colaborar en «la acción misional a las Iglesias,
fundadas hace tiempo, que se encuentran en cierto estado de retroceso o de-
bilitamiento» (Ibid.).
Cabe subrayar tres aspectos principales de la consolidación existencial e insti-
tucional de las nuevas Iglesias: la actividad misionera, la promoción del apos‫־‬
tolado de los laicos y la articulación de la diversidad en la unidad.

3.1. Actividad m isionera en las Iglesias «jóvenes»

Recuerda el Concilio en el Decr. Ad Gentes n. 20 que cada Iglesia local


«ha sido enviada también a aquellos que no creen en Cristo y que viven en el
mismo territorio, para servirles de orientación hacia Cristo con el testimonio de la
vida de cada uno de los fieles y de toda la comunidad» (AG 20).

Por tanto, el Evangelio ha de llegar a todos mediante el ministerio de la pala-


bra. Para ello la Iglesia local necesita «ministros idóneos, que hay que preparar
a su tiempo de modo conveniente a las condiciones de cada Iglesia».
Se recomienda vivamente que los sacerdotes nativos em prendan «la obra de
la evangelización en las Iglesias jóvenes, trabajando a una con los misioneros
extranjeros» (AG 20). Los sacerdotes, además, no deberán conformarse con los
fieles ya ganados para Cristo, sino ofrecerse generosamente para evangelizar
las regiones más apartadas o abandonadas de sus diócesis o de otras. Todo
ello con la colaboración de los religiosos y de los fieles laicos respecto a sus
conciudadanos, sobre todo los pobres.
Finalmente, las «jóvenes» Iglesias no deben desentenderse de participar «acti-
vamente en la misión universal de la Iglesia, enviando también ellos misione-
ros que anuncien el Evangelio por toda la tierra, aunque sufran escasez de ele-
ro. Porque la comunión con la Iglesia universal se completará de alguna forma
cuando también ellas participen activamente del esfuerzo misional para con
otros pueblos» (AG 20).

3.2. El impulso al apostolado de los fieles laicos

Respecto al laicado, el Concilio establece lo siguiente:


«La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente, ni es signo per-
fecto de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un lai-
cado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente 97
en la mentalidad, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de
los laicos. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia hay que atender, sobre todo,
a la constitución de un laicado cristiano maduro» (AG 21).

La razón es que en la vida de los fieles laicos se incultura el Evangelio con


naturalidad, pues pertenecen al pueblo en que han nacido, a su cultura; están
unidos a su vida por vínculos sociales, cooperan a su progreso esfuerzo en sus
profesiones, sienten los problemas como propios y trabajan por resolverlos. Y
al mismo tiempo pertenecen a Cristo, porque han sido regenerados por la fe
y por el Bautismo en la Iglesia, para colaborar en la misión de que finalmente
Dios sea todo en todas las cosas.
- Los laicos deben dar el testimonio de una vida personal, familiar y social, renovada
en justicia y santidad verdadera.

- Han de conocer las tradiciones de su propio país y esforzarse por conservarla y


desarrollarla según las condiciones de los cambiantes tiempos actuales y de la fe
en Cristo, de manera que la Iglesia no sea extraña a la sociedad en la que viven,
sino que la penetre y transforme.

- Para ello deben unirse a sus conciudadanos con verdadera caridad, para maní-
festar el vínculo de unidad y solidaridad quefluye del misterio de Cristo. Mediante sus
relaciones familiares, laborales y sociales pueden dar a conocer a Cristo -anunciar
el Evangelio y comunicar la doctrina cristiana- en colaboración con la Jerarquía se-
gún las indicaciones del Concilio Vaticano II. Los modos concretos de esta colabo-
ración pueden revestir una gran diversidad.

La encíclica Redemptoris missio (1990) insiste en la importancia de la forma-


ción doctrinal y pedagógica de los catequistas, como «agentes especiali-
zados, testigos directos, evangelizadores insustituibles, que representan la
fuerza básica de las comunidades cristianas, especialmente en las Iglesias
jóvenes» (RM 73).

Señala también la conveniencia de que los fíeles de las Iglesias jóvenes cola-
boren en la formación m isionera del entero Pueblo de Dios, puesto que el
testimonio de los misioneros puede despertar la atención de los alejados y los
no creyentes, especialmente los jóvenes.
Se podrá contar con los medios de comunicación y las tecnologías actuales (au-
dio visuales y digitales). Convendrá que existan algunas personas especializadas
en este ámbito. La actividad misionera deberá presentarse según su naturaleza y
objetivos: anunciar y testimoniar la salvación en Cristo, fundar Iglesias locales y
colaborar en la promoción humana (cf. RM 83).
98 3.3. Diversidad en la unidad

Como es natural, las Iglesias jóvenes surgen en lugares y culturas muy distin-
tos, y se enriquecen mutuamente con tradiciones, usos e instituciones.
Para lograr ese crecimiento de la diversidad en la unidad (cf. AG 22), deben
promoverse estudios teológicos que tengan en cuenta la filosofía y la sabidu-
ría de los pueblos. Así se podrán descubrir más fácilmente los caminos para
la inculturación del Evangelio y acomodar la vida cristiana a la índole y al
carácter de las culturas, a sus tradiciones, dentro de la comunión católica, ex-
cluyendo todo sincretismo y falso particularismo. Para ello deben coordinarse
las Conferencias Episcopales afectadas.

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• e c le s ia lid a d d e la s a lv a c ió n · s in c re tis m o s

• te s t im o n io c o m ú n d e los c ris tia n o s · p a r tic u la r is m o s e tn o c é n tr ic o s

• r u p tu r a e n t r e e l E v a n g e lio y la c u ltu r a · d ia c o n a d o p e r m a n e n t e

• in c u ltu r a c ió n d e la fe

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ Q u é s ig n ific a q u e los m is io n e ro s d e b e n f o r m a r « c o m u n id a d e s c ris tia n a s » y

c u á le s s e ría n a lg u n o s p r e s u p u e s to s f u n d a m e n t a le s p a ra e s ta ta re a ?

2. S e ñ a la las o rie n ta c io n e s q u e h o y p a r e c e n c o n v e n ie n te s p a ra la fo r m a c ió n d e l

c le ro lo c a l, d e los c a te q u is ta s la ic o s y la p r o m o c ió n d e la v id a re lig io s a .

3. ¿ Q u é es la in c u ltu r a c ió n d e la fe y c ó m o se re la c io n a la fe y la c u ltu ra ?

4. ¿ C ó m o s itu a r la in c u ltu r a c ió n e n e l m a rc o d e la h is to ria d e la s a lv a c ió n y d e la

m is ió n « a d g e n te s » .

5. ¿ Q u é s o n las Ig le s ia s jó v e n e s ? ¿ P o d ría s in t r o d u c ir b r e v e m e n t e las c u e s tio n e s

q u e les a fe c ta n ?

6. ¿ C ó m o f o m e n t a r la a c tiv id a d m is io n e ra d e las Ig le s ia s jó v e n e s ?

7. ¿ C ó m o im p u ls a r el a p o s t o la d o d e los fie le s la ic o s e n los á m b it o s m is io n e ro s ?

8. ¿ Q u é d e b e t e n e r s e e n c u e n t a , e n e s te á m b it o , a c e rc a d e la d iv e rs id a d e n la

u n id a d ?
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

«La Iglesia local s u rg e d e la m is ió n u n iversal y v iv e p a ra ella. T u v o su o rig e n en la acció n

d e u n m is io n e ro q u e , m o v id o p o r el E spíritu, v in o d e fu e ra . Por fid e lid a d a su a c o n te -

c im ie n to fu n d a d o r esa m is m a Iglesia d e b e re s p o n s a b iliza rs e d e l e n v ío d e a lg u n o s d e

sus m ie m b ro s p a ra q u e se m a n te n g a el d in a m is m o d e l E v a n g e lio . Si e s te rasg o es ta n

esen cial, e llo sig n ifica q u e to d a Iglesia local d e b e e s tru c tu ra rs e y a rtic u la rs e d e s d e la

m is ió n (d e s d e sus d esafío s y u rg e n c ia ) y q u e n e c e s ita re a firm a r y re d e s c u b rir e s te c o m -

p ro m is o p re c is a m e n te e n n u estras c ircu n stan cias históricas, s u p e ra n d o los b lo q u e o s o

ru tin as q u e la a te n a z a n .

Es fr e c u e n te q u e las Iglesias locales se s ie n ta n d e s b o rd a d a s p o r las e x ig e n c ia s d e la

s itu a c ió n . La u rg e n c ia d e las n e c e s id a d e s in m e d ia ta s e n el p ro p io lu g a r p ro v o c a un

re p lie g u e a n te la in m e n s id a d d e l h o riz o n te e v a n g e liz a d o r a n ivel m u n d ia l y local. La

e n o r m id a d d e la ta re a p u e d e p ro v o c a r d e s á n im o m ás q u e e s tím u lo . La h u m ild a d a la

hora d e re c o n o c e r las p ro p ia s c aren cias p u e d e e s c o n d e r u n a sen sació n d e im p o te n c ia .

Solo el a lie n to d e su o rig e n p e n te c o s ta l y el g o z o d e la c o m u n ió n in tere c le s ial p u e d e n

a p o r ta r la e s p e ra n z a y la ilusión.

Las Iglesias locales d e b e n v e n c e r la te n ta c ió n d e a b d ic a r d e su p ro p ia re s p o n s a b ilid a d

d e s c a rg á n d o la s o b re o tras in stan cias eclesiales, c o m o son las c o n fe re n c ia s eclesiales,

los n u e v o s m o v im ie n to s eclesiales, las c o n g re g a c io n e s religiosas o la Iglesia u n iversal.

La Iglesia local en ta l s itu a c ió n q u e d a ría re d u c id a a a te n d e r las n e c e s id a d e s religiosas

d e sus p ro p io s m ie m b ro s , e n te n d e r ía q u e la p a sto ral es su ta re a p rio rita ria . Pero se

tra ta ría d e u n a p a s to ra l d e a lie n to m o rte c in o , p u es o lv id a ría q u e la p a s to ra l d e b e servir

a la e d ific a c ió n d e las c o m u n id a d e s eclesiales en o rd e n a q u e éstas se s ie n ta n e n v ía -

das a la e v a n g e liz a c ió n u n iversal e n las a c tu a le s c ircun stan cias d e la h is to ria . Es ta re a

d e la m is io n o lo g ía y d e la a n im a c ió n m is io n e ra re c o rd a r q u e c ad a Iglesia ex is te en el

d in a m is m o d e u n a e v a n g e liz a c ió n q u e ha d e te n e r c o m o h o riz o n te el m u n d o e n te ro » .

(E. Bu eno de la F uente , «Iglesia local», e n E. B uen o -R . C alvo (dirs.),


D ic c io n a rio de M is io n o lo g ía y A n im a c ió n M isionera,
Ed. M o n te C a rm e lo , Burgos 2 0 0 3 , 4 7 5 4 8 2 ‫־‬, p. 4 8 1 )
LA ACCIÓN AUTOEVANGE-
. LIZADORA DE LA IGLESIA
La acción eclesial «ad intra» se estudia en las partes tercera y cuarta de
este libro. Ambas vienen introducidas por este tema, que explica en qué
consiste esta acción auto-evangelizadora de la Iglesia. Siguen tres temas
que abordan los tres ámbitos o funciones de la acción «hacia el interior»
de la Iglesia: el anuncio de la Palabra, la dinámica de la celebración a la
vida, y el servicio de la caridad.

SUMARIO

1. PANORAMA HISTÓRICO · 1.1. Los p rim e ro s siglos · 1.2. La E dad p a trís ti-

ca · 1.3. La E dad m e d ia · 1.4. El C o n c ilio d e T r e n t o » 1.5. El p e rio d o p o s trid e n ti-

n o · 1.6. El siglo X X y n u e s tro tie m p o · 2. LA IGLESIA LOCAL Y SU ORGANIZA-


CIÓN · 2 .1 . La P a rro q u ia 2 .2 ‫״‬. S ín o d o s y C o n sejo s · 2 .3 C o m u n id a d e s religiosas,
a s o ciacion es d e fie le s y m o v im ie n to s eclesiales · 2 .4 . E structuras d e s ervicio 3 ‫י‬. LA
IGLESIA, COMUNIDAD «SEMPER EVANGELIZANDA».
El tem a com ienza con u n breve p a n o ra m a histórico de la actividad «ad intra» 01‫ך‬
de la Iglesia. Luego verem os la organización de la Iglesia local. Finalmente,
la necesidad de una constante auto-evangelización como condición para la
misión.

1. Panorama histórico

No es fácil hacer una historia de la «auto-evangelización» de la Iglesia, esto


es, de la actividad dirigida al crecimiento y maduración de la fe. Suele presentarse
como una historia del desarrollo de la institución eclesiástica y de la Jerarquía,
bien a nivel local -estructuras diocesanas- o a nivel nacional o universal -las
relaciones entre Iglesia y Estado.
Los ausentes en esta historia suelen ser los fieles laicos, excepto en su papel
de gobernantes o personas relevantes en la sociedad. Eso obedece a que la
actividad eclesial se entiende según la idea e imágenes que se tenga en cada
momento de la naturaleza de la Iglesia y su misión. Aquí partimos de la activi-
dad «ad intra» o auto-evangelización de la Iglesia tal como hoy la concebimos,
toda ella sujeto de la misión.
En esta breve reseña histórica conviene distinguir:
• las expresiones de la fe en cuanto respuesta a la Palabra de Dios (el Magis-
terio, la reflexión teológica, la enseñanza de la doctrina, etc.);
• las expresiones de la liturgia (sobre todo la celebración de los sacramentos);
• las expresiones del servicio cristiano (organización, instituciones, moví-
mientos, y la relación con la sociedad), sin olvidar la ordenación de las
realidades terrenas por los laicos (cf. LG 31).
Como veremos, en cada época se da mayor o menor importancia a determina-
dos aspectos de esas expresiones.

1.1. Los prim eros siglos

Los Hechos de los Apóstoles reflejan el dinamismo de la comunidad cristiana


en torno a la doctrina, el culto y la coherencia cristiana de la caridad (cf. Hch
2 ,42ss; 4 ,32ss; 6, lss.).
Los escritos paulinos destacan la idea del Cuerpo (que siglos después será
calificado de «místico», si bien este adjetivo es posterior). Cristo es la Cabeza
de la Iglesia, y la Iglesia es su Cuerpo, su plenitud (pléroma).
02‫ו‬ Hay dos datos testimoniados por la historia primitiva (que han recuperado
vigencia después del Concilio Vaticano II): el sentido de la Iglesia local y la
participación de los fieles en la vida y misión de la Iglesia.
Suele subrayarse la participación de todos los cristianos en tareas comunitarias (ca-
tequesis, celebraciones litúrgicas, participación en las elecciones episcopales, ad-
ministración de bienes, etc.). Igualmente importante era la tarea de los laicos en su
ambiente, sus trabajos y sus familias, en la sociedad y la cultura, y en la evangeli-
zación del Imperio romano.

Pronto podrán identificarse las acciones eclesiales principales que posterior-


mente hemos sistematizado en los tres ministerios u oficios de la Iglesia: de
la Palabra (diversificado en el kerygma, la catequesis y la predicación); del cul-
to y la liturgia (asamblea eucarística dominical y celebraciones sacramenta-
les); y el gobierno de la Iglesia, junto con el servicio de la caridad (colectas,
servicio a las mesas con la elección de los siete diáconos, limosna y acogida de
los menesterosos).

1.2. La Edad patrística

Tras las persecuciones y la clandestinidad, con el Edicto de Constantino del


año 313, la Iglesia pasa a ser religión reconocida, hasta convertirse en religión
oficial del Imperio.
A partir de entonces se produce la conversión multitudinaria al cristianismo.
Ante estas nuevas circunstancias la acción de la Iglesia se centra en los que
llamamos tres oficios o muñera: la transmisión de la fe, con la exposición de la
doctrina, la formulación de los Símbolos de fe, la centralidad y el florecimiento
de la iniciación cristiana, del catecumenado y de las escuelas catequéticas. Se
desarrolla la liturgia. Se organiza la atención pastoral y misionera.
Entre los Padres de la Iglesia la imagen principal referente para la acción ecle-
sial, tanto en Oriente como en Occidente, es la de la Iglesia madre y esposa,
que genera hijos mediante la Palabra y los sacramentos, mediadora de la ver-
dad y la vida.
Esta acción maternal de la Iglesia no es solo efecto de la acción jerárquica, sino
también del conjunto de los fieles cristianos. Para San Ambrosio y San Agus-
tín la «Iglesia madre» es la entera «asamblea de los santos» (los cristianos). La
actividad eclesial articula equilibradamente los diversos aspectos de la Iglesia:
Jerarquía y fieles; catolicidad universal y local; Primado y episcopado; fe, sa-
cramentos y vida cristiana, como se refleja en los escritos de los Padres.
1.3. La Edad media 103

Iras la caída del Imperio romano, y durante el sistema feudal, la Iglesia lleva
a cabo una notable obra de civilización y de cristianización.
El misterio de comunión que es la Iglesia, expresado en las imágenes de Cuer-
po y Madre-Esposa de Cristo, cede ante el desarrollo de la Iglesia como insti-
tución, que domina como sociedad organizadora de la «cristiandad». El desa-
rrollo del Derecho canónico apuntala su independencia y superioridad sobre
la sociedad política. El Papa detenta la potestad suprema espiritual, a la que
debe someterse el poder de los príncipes temporales.
Esta llamada eclesiología de la potestas en su unilateralidad no podía mantener
el sentido íntegro del «misterio» de la Iglesia. Mermó el sentido de la comuni-
dad cristiana, donde los fieles pasan a ser «súbditos» tanto de la Jerarquía como
de los príncipes temporales. Se oscureció la misión del laicado con una creciente
clericalización de la Iglesia. Perdió importancia el papel de las Iglesias locales y de
sus obispos, que eran vistos como vicarios del Papa. Los fieles se alejaron de la
liturgia y tendieron a refugiarse en devociones particulares.
Por lo que respecta al ejercicio de los oficios o muñera, el kerygma perdió importan-
cía, decayeron la predicación catequética y la homilética por falta de preparación
del clero. Desapareció el catecumenado, y la transmisión de la fe se confinó a la
familia. En cuanto a la liturgia, la situación propició el individualismo religioso.
Las diócesis y parroquias acentuaron los aspectos administrativos. Los concilios
ordenan la disciplina del clero, del pueblo y de los sacramentos.

Al mismo tiempo surge el periodo de oro de la teología y la filosofía del s.


XIII, con las grandes figuras de la Escolástica: san Alberto Magno, santo To-
más de Aquino, san Buenaventura, Duns Scoto...; es la época de las universi-
dades y de las órdenes mendicantes (como los dominicos y franciscanos), que
se ocuparán de la predicación de la fe y también de la misión ad gentes.

1.4. El Concilio de Trento

El concilio de Trento (1545-1563), además de su doctrina dogmática, puso las


bases para la renovación de la Iglesia a la que se aspiraba desde hacía tiempo.
No pudo evitar la ruptura del protestantismo, pero avanzó en la reforma de la
Iglesia, sobre todo del clero (Obispos, párrocos), y de su preparación (creación
de los seminarios) y su predicación, con una mejora de la cura animarum («cui-
dado de las almas») de los fieles. Los decretos sobre la reforma de la Iglesia
hacen de Trento un gran concilio pastoral.
104 Fomentó la catcquesis, impulsada por el Catecismo «ad parochos» o Catecismo
Romano, promulgado por san Pío V (1566). Puso orden y codificación en los libros
litúrgicos; el rito romano se estableció en el occidente cristiano. Mejoró la predi-
cación y las misiones populares, florecieron las órdenes religiosas, la enseñanza
y la formación de la juventud. Se acrecentó la piedad popular especialmente en
tomo a los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia. Hubo un renacimiento de
la parroquia, gracias a las disposiciones disciplinares.

1.5. El perio do p o stríd en tin o

No obstante, la teología y la praxis posterior a Trento adoleció de unilateralidad


a causa de la polémica anti-protestante. La teología católica subrayaba los as-
pectos institucionales y visibles de la Iglesia ante las pretensiones espiritualis-
tas protestantes, y su negación de la Misa y del sacerdocio ministerial. En los
sacramentos se destacaba su eficacia objetiva (minusvalorando la fe personal),
y la función del ministerio jerárquico.
La acentuación de los elementos jurídico-institucionales sobre los teológicos
no cambió con el Concilio Vaticano I. Este concilio se centró en la potestad del
Pñmado papal, para contrarrestar el galicanismo, el jansenismo o el regalismo
político. Hasta vísperas del Vaticano II la Iglesia se considera como institución
salvífica, pero entendida como «sociedad perfecta» (en analogía con el Estado)
y caracterizada fuertemente por su aspecto jerárquico. La cura animarum ofrecía
sin duda frutos innegables. Pero al mismo tiempo se oscureció el «misterio de
fe» que es la Iglesia. Esto tuvo consecuencias en el modo de entender y realizar
las actividades eclesiales.
Si por una parte se reforzó el principio jerárquico, por otra parte se acrecentó
el clericalismo. La Iglesia parecía responsabilidad casi exclusiva de los clérigos,
mientras que el resto de los fieles tenían un papel pasivo, sin responsabilidad en
la misión, con la consiguiente minusvaloración de la comunidad como tal en la
vida del creyente.
La pertenencia a la Iglesia se identificó con la recepción frecuente de los sacramen-
tos -lo cual es verdadero-, pero se tendió a verlos como actos de piedad «priva-
dos», sin captar su dimensión eclesial. El énfasis sobre la validez objetiva de los
sacramentos no iba acompañado de su integración personal como acontecimien-
tos de fe.
Faltaba también articular la relación de la Iglesia con el mundo, que tendían a verse
en contraposición dialéctica y negativa. Esto originaba un doble movimiento que
se alimentaba mutuamente: el desentenderse de las realidades terrenas por parte
de los fieles laicos junto con una sacralización del mundo «eclesiástico» de tipo
clerical.
1.6. El siglo XX y nuestro tiempo 105
Durante el siglo XX varios movimientos católicos de renovación provocaron
una nueva reflexión teológica que preparó la renovación del Concilio Vaticano II.
En la época anterior al Concilio también destacan dos textos magisteriales
renovadores: las encíclicas de Pío XII, Mystici corporis (1943) sobre la Iglesia, y
Mediator Dei (1947) sobre la liturgia.
a) El Concilio Vaticano II dio especial relieve a la noción de la Iglesia como
Pueblo de Dios, noción recuperada por el movimiento ecuménico y litúrgico,
por los estudios bíblicos y patrísticos, y por la nueva comprensión del laicado.
Con la constitución pastoral Gaudium et spes el Concilio puso las bases para una
comprensión de las relaciones Iglesia-mundo en una perspectiva también presen-
te en los demás textos conciliares, que concretan esa relación según vocaciones y
ámbitos como las misiones (Ad gentes), el ecumenismo (Unitatis redintegratio), las
religiones no cristianas (Nostra aetate), la libertad religiosa (Dignitatis humanae), la
educación (Gravissimum educationis) y los medios de comunicación (Inter mirifica).

b) El Concilio revertió la visión pasiva de todos los fieles, y activó su papel


en la Iglesia y en el mundo, como partícipes de la misión del Pueblo de Dios,
e impulsó el apostolado de los laicos (Apostolicam actuositatem).
Posteriormente, la Exhortación Christifideles laici (1988) prolongó lo que el Con-
cilio había establecido: que el modo propio de la misión de los fieles laicos es la
transformación de la realidad secular «desde dentro» de ella misma; que la sitúa-
ción secular de los laicos no es un mero marco sociológico extrínseco a su voca-
ción cristiana, sino que determina su posición teológica en la Iglesia como laicos.
Estas precisiones han dado lugar a una mayor valoración del apostolado de los
fieles laicos, individual y asociado (también en los denominados «movimientos
eclesiales»).

c) Entre los documentos eclesiales que se sitúan en la línea del concilio Vati-
cano II pueden citarse las encíclicas Ecclesiam suam (1964) y Redemptoris missio
(1990), además de otras que se ocupan de la moral y de la Doctrina social de
la Iglesia.
d) Junto con los textos de los dicasteúos de la curia romana (congregaciones,
consejos, etc.), las asambleas del Sínodo de los obispos a partir de 1967 dieron
ocasión a la redacción de algunos documentos especialmente relevantes para
la Misión como las Exhortaciones Evangelii nuntiandi (1975) de Pablo VI, Cate-
chesi tradendae (1979) y Familiaris consortio (1981) de san Juan Pablo II, aquellas
otras que tratan de las vocaciones en la Iglesia (pastores, laicos y consagra-
dos); y las que son fruto de los Sínodos de episcopados continentales. En su
06 ‫ן‬ conjunto el pontificado de san Juan Pablo II subrayó la dimensión antropológica
de la evangelización.
e) En el pontificado de Benedicto XVI, además de sus encíclicas, tienen espe-
cial interés pastoral las exhortaciones Sacramentum caritatis sobre la Eucaristía
(2007) y Verbum Domini sobre la Palabra de Dios (2010). El Papa alemán señalo
la centralidad de Jesucristo en el anuncio de la fe.
f) Entre los documentos del papa Francisco destacan sus encíclicas Lumen fi-
dei (2013) y Laudato si' (2015), junto con las exhortaciones Evangelii gaudium
(2013) y Amoris laetitia (2015). Su pontificado subraya la misericordia como sig-
no específico de la Encamación, y su lugar eminente en la evangelización.
g) En orden a la aplicación del Concilio Vaticano II y con amplias repercusio‫־‬
nes en la vida eclesial, deben señalarse im portantes procesos que han tenido
lugar en estos años, como han sido la reforma litúrgica, la codificación canóni-
ca de 1983, y la reforma de la Curia romana.
Como criterios-guía para la reforma de la Curia romana (que análogamente sirven
también para la renovación general de la Iglesia), el papa Francisco ha señalado
los siguientes: conversión personal y pastoral; cristocentrismo; misionariedad;
funcionalidad; modernidad; sobriedad; subsidiariedad; sinodalidad; profesiona-
lidad; (cf. Discurso a la Curia romana, 22-XII-2016).

2. La Iglesia local y su organización

El Concilio Vaticano II describe la Iglesia particular o local en estos términos:


«La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para
que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que, unida a su pas-
tor y reunida en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una
Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que
es una, santa, católica y apostólica» (Christus Dominus, n. 11).

En esa descripción se mencionan los elementos teológicos de la Iglesia local:


1) la «porción del Pueblo de Dios», que son todos los fieles;
2) los pastores a su servicio; y particularmente:
‫־‬ El Obispo que apacienta (munus gubemandi) la Iglesia congregada mediante
la predicación del Evangelio (munus propheticum) y la Eucaristía (munus
sanctificandi).
De ese modo se resumen los tria muñera del obispo: enseñar, santificar (celebrar
los sacramentos, promover la santidad; impulsar las vocaciones); apacentar los
fieles, como padre y pastor (que abarca también el ecumenismo, y el diálogo con ‫ ן‬Q7
los no creyentes).

- El presbiterio local, es decir, los sacerdotes presididos por el Obispo, y diver-


sificados según sus dedicaciones pastorales.
- Los diáconos, colaboradores del Obispo al servicio (diakonía) de la Palabra,
de la liturgia y especialmente de la caridad.
Las principales estructuras de la Iglesia local son: la Parroquia, el Sínodo y los
Consejos diocesanos y parroquiales; la Curia y los organismos de servicios
(vicarías, delegaciones, instituciones educativas y asistenciales, casas de ejer-
cicios, etc.), las comunidades religiosas, las asociaciones de fieles y movimien-
tos eclesiales, etc.

2.1. La Parroquia

La Parroquia es la comunidad local general; es el «signo» ordinario de la Igle-


sia y su misión, más que una mera estructura organizativa. Habitualmente
se asocian las parroquias en unidades mayores (decanatos, arciprestazgos, etc.)
Algunas situaciones actuales (como la movilidad poblacional, la escasez de
sacerdotes y la secularización) han propiciado una renovación y flexibiliza-
ción de la parroquia.
«La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran
plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la
creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la
única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continua-
mente, seguirá siendo "la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de
sus hijas" (Christifideles laicis, 26)» (cf. EG 28 y 29).

Otras estructuras eclesiales son complementarias de la parroquia (como las


asociaciones y movimientos eclesiales, y los institutos religiosos).

2.2. Sínodos y Consejos

Tanto las parroquias como las diócesis cuentan con organismos de partid-
pación y corresponsabilidad de pastores y fieles, regulados por el Derecho
canónico. Los más relevantes son los Consejos pastorales y económicos de las
parroquias, el Consejo pastoral de la diócesis, y el Sínodo diocesano.
A su vez, el ministerio episcopal se auxilia del vicario general y de la Curia
diocesana y sus delegaciones, y de varios Consejos: Consejo episcopal, Colé-
108 gio de consultores, Consejo para asuntos económicos y, sobre todo, del Con-
sejo presbiteral.

2 .3 . Com unidades religiosas, asociaciones de fíeles y m ovim ientos eclesiales

En el seno de la comunión de cada Iglesia local se manifiesta la diversidad de


vocaciones de los fieles, con sus grupos, instituciones y actividades.
a) Comunidades de Vida consagrada. La Iglesia tiene en gran estima la Vida
consagrada y su contribución histórica y actual a la Misión. Sin ella la Iglesia
quedaría debilitada espiritualmente.
• Por su carácter supra-diocesano las comunidades religiosas facilitan la co-
munión entre las Iglesias, la misión ad gentes y la inculturación del Evan-
gelio.
• El Obispo respeta su autonomía interna para preservar su patrimonio es-
piritual y apostólico; tienen un lugar en la pastoral diocesana de acuerdo
con sus específicos carismas (especialmente las comunidades de derecho
diocesano).
b) Asociaciones y movimientos eclesiales, que están formadas mayoritaria-
mente por laicos. Tienen importancia por varios motivos:
• manifiestan la rica diversidad de los dones del Espíritu Santo (carismas) y
son cauces para el apostolado laical;
• facilitan la vivencia de la fe y el testimonio, siguiendo con frecuencia el caris-
ma de un fundador;
• muestran el carácter convincente de la experiencia cristiana;
• son adecuados a los tiempos actuales, por su flexibilidad, y porque fomen-
tan la relación con y entre las familias y otras comunidades sociales interme-
dias.
Su condición de eficacia depende de su integración en la Iglesia local, lo que
normalmente se realiza a través de la coordinación con las estructuras dioce-
sanas y parroquiales (cf. Carta de la Cong. para la Doctrina de la Fe, Iuvenescit
Ecclesia, 2016).
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) son una experiencia que ha flore-
cido especialmente en América Latina (cf. Documento de Aparecida, 178179‫)־‬.
Su eficacia misionera presupone una clara identidad cristiana y su fidelidad
a la Iglesia.
2.4. Estructuras de servicio 109
Los cambios en las formas de vida, las migraciones y movilidad actual, y otros
factores sociales o culturales, han provocado que los «espacios humanos» ya
no están delimitados solamente por el territorio, sino también por circunstan-
cías comunes a diversos grupos. La Iglesia tiene en cuenta estas circunstan-
cías. Así, por ej., en el ámbito de las Iglesias locales, existe la pastoral categoría!:
parroquias personales o rituales, capellanías de colegios, de hospitales, en cár-
celes, etc.
En ocasiones, tales necesidades son comunes a un grupo de Iglesias locales,
y en esos casos se erigen instituciones transdiocesanas como son, por ej., la
«Misión de Francia», o los Ordinariatos militares para la atención de los cató-
licos que se encuentran en las condiciones peculiares de la profesión militar;
o también las Prelaturas personales para «la realización de tareas pastorales
peculiares a favor de distintos grupos sociales en determinadas religiones o
naciones, o incluso en todo el mundo» (cf. Decreto Presbyterorum ordinis, n.
10). Se trata en estos casos de estructuras jurisdiccionales de la organización
pastoral al servicio de las Iglesias locales.

3. La Iglesia, comunidad
«semper evangelizanda»

La Iglesia como comunidad ha de evangelizarse de manera permanente. Es


una consecuencia de la fidelidad dinámica y creativa a la Misión, lo que im-
plica la conversión permanente, la renovación de actitudes, la rectificación de
las deficiencias.
Como la evangelización en general, esta constante «auto-evangelización» de
la Iglesia necesita del discernimiento de la organización y actividad de la Igle-
sia local, lo que supone una cierta programación a nivel local, a corto, medio
y largo plazo.
Todo ello «es el resultado del indispensable discernimiento que implica un proceso
histórico, plazo de tiempo y de etapas, verificación, correcciones, pruebas, apro-
baciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión
sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma» (Papa Francis-
co, Discurso a la Curia romana, 22-XII-2016).
Como vimos en el tema 1, el discernimiento se realiza sobre todo por medio de la
oración, la rtflexión y el diálogo; y, como norma general, debe contar con las personas
implicadas (estableciendo el modo en que participen del discernimiento).
110 El discernimiento debe ir precedido y acompañado por un análisis de los diversos
ámbitos, llevado a cabo desde la perspectiva de la fe y del «sentir con la Iglesia»;
implica una valoraáón en el horizonte de la evangelización; finalmente requiere
la correspondiente decisión (incluso la de no actuar), y un proyecto con objetivos
concretos y la previsión de una verificación.
Los proyectos habrán de considerar las personas, los medios y los métodos de
evaluación. Esos proyectos han de reflejar las prioridades (sin olvidar la oración y
el primado de la gracia), las acciones que se proponen y sus motivos; tendrán en
cuenta el conjunto de las diversas tareas, su complementariedad y el modo de co-
laborar los fieles según sus carismas (en este punto habrá que considerar también
la complementariedad de mujeres y varones); habrá que superar el conformismo
y las rutinas, sin caer en el error de que el activismo todo lo resuelve; sobre todo
se trata de buscar el crecimiento espiritual de las personas (santidad) y la atención
a los necesitados.

La Carta apostólica de Juan Pablo II, Novo millennio ineunte (2001) ofrece indi-
caciones para los proyectos evangelizadores. La exhortación apostólica Evan-
gelii gaudium (2013) contiene también un amplio proyecto misionero: el papa
Francisco señala las actitudes y las «tentaciones» del discernimiento eclesial,
exhorta a la conversión pastoral o misionera y a evitar la «mundanización» espi-
ritual.

Ejercicio 1. Vocabulario

Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

a u to e v a n g e liz a c ió n d e la Ig le s ia ‫ י‬m o v im ie n to s e c le s ia le s

e c le s io lo g ía d e la p o te s ta s • a s o c ia c io n e s d e fie le s

c le r ic a liz a c ió n • c o m u n id a d e s e c le s ia le s d e b a s e

c u ra a n im a r u m • c o m u n id a d e s re lig io s a s y d e v id a c o n

s a g ra d a
« s o c ie d a d p e r fe c ta »

e s tru c tu ra s d e s e rv ic io
S ín o d o d e los O b is p o s

c o m u n id a d s e m p e r e v a n g e liz a n d o
Ig le s ia lo c a l
11
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Por q u é n o es fá c il h a c e r u n a h is to ria d e la a u to e v a n g e liz a c ió n d e la Ig le s ia ?

2. S e ñ a la b r e v e m e n t e a lg u n a s c a ra c te rís tic a s d e los p rim e r o s s ig los, p o r lo q u e a

la a c tiv id a d e c le s ia l se re fie re .

3. ¿ Q u é lu g a r o c u p a la E d a d p a trís tic a e n e s te itin e r a r io h is tó ric o ?

4. R e s u m e las lu c e s y s o m b ra s d e la a c c ió n e c le s ia l e n la é p o c a m e d ie v a l.

5. ¿ Q u é s u c e d ió c o n e l c o n c ilio d e T r e n to y e n el p e r io d o p o s tr id e n tin o ?

6. ¿ P o d rías n o m b r a r a lg u n o s h ito s d e l s ig lo X X y d e n u e s tro t i e m p o e n e l á m b it o

te o ló g ic o -p a s to r a l?

7. ¿ Q u é s ig n ific a d o t i e n e la P a rro q u ia e n e l m a r c o d e la Ig le s ia local?

8. ¿ C u áles s o n las p rin c ip a le s e s tru c tu ra s a e s e n iv e l?

9. S e ñ a la e l p a p e l d e las a s o c ia c io n e s d e fie le s y d e los m o v im ie n to s e c le s ia le s

10. ¿ P o d rías r e s u m ir los m o tiv o s d e la im p o r t a n c ia d e las c o m u n id a d e s re lig io s a s

y d e la v id a c o n s a g ra d a e n la m is ió n y a c c ió n d e la Ig le s ia local?

11. ¿ Q u é s o n las e s tru c tu ra s d e s e rv ic io y q u é p a p e l t ie n e n e n la Ig le s ia local?

1 2 ¿ C ó m o se tr a d u c e e n e l d ía a d ía el p r in c ip io d e q u e la Ig le s ia es u n a c o m u n id a d

« s e m p e r e v a n g e liz a n d a » ?

Ejercido 3. Comentario de texto


Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

« ( ...) P e rte n e c e a la e v a n g e liz a c ió n n o so lo la fo rm a c ió n d e las c o ncien cias, sino ta m -

b ié n la re s p o n s a b ilid a d d e cad a c re y e n te y d e las re a lid a d e s eclesiales e n re la c ió n a la

s o c ie d a d e n sus d iverso s á m b ito s d e v id a . C u a n to m ás p riv a tiz a n su fe las Iglesias, ta n to

m ás se a le ja n d e c o n ta c ta r c o n la v id a c o tid ia n a d e la g e n te .

Por eso es n e c e s a rio el c o ra je d e h a c e r p ro y e c to s , s u p e ra n d o el e m p iris m o d e los p e -

q u e ñ o s ajustes, la re p e tic ió n d e o b je tiv o s y le m a s g e n e ra le s , la a g ita c ió n q u e re c u p e ra

la im a g e n s o b re el p la n o o rg a n iz a tiv o p e ro q u e n o e d ific a la Ig lesia, e s c o n d id a tras la

d e m a n d a (d e la cu ra a n im a ru m ... a la g e s tió n d e la c lie n te la ) o s o b re la o fe rta (d e la

s o lid a rid a d f r a t e r n a ... al s u m in is tro d e servicios).


112 H a b ría q u e s u p e ra r la te n ta c ió n d e a ñ a d ir p á g in a s a las dos "e n c lic o p e d ia s p a s to ra le s ‫׳‬

m ás útiles, la d e las la m e n ta c io n e s y la d e las b u e n a s in te n c io n e s .

( . . . ) A sí lo d ijo el Papa B e n e d ic to X VI e n V e ro n a :‫ ( ״‬. . . ) Eso a y u d a rá a n o p e rd e r d e vista

e n n u e s tra a c c ió n p a s to ra l la re la c ió n e n tre la fe y la v id a d ia ria , e n tre la p ro p u e s ta

d e l E v a n g e lio y las p re o c u p a c io n e s y a s p ira c io n e s m ás ín tim a s d e la g e n te . Por eso, en

estos días h a b é is re fle x io n a d o s o b re la v id a a fe c tiv a y la fa m ilia , s o b re el tra b a jo y la

fie s ta , s o b re la e d u c a c ió n y la c u ltu ra , s o b re las s itu a c io n e s d e p o b re z a y d e e n fe r m e -

d a d , s o b re los d e b e re s y las re s p o n s a b ilid a d e s d e la v id a social y p o lític a " (Discurso a la

IV A sa m blea eclesial n a c io n a l ita lia n a , 19 -X -2 0 0 6 )» .

(S. La n z a , «La in c u ltu ra c ió n d e la fe, hoy», en


J. Sesé-R. P ellitero (dirs.),
La tra n sm isió n de la fe en la so cie da d c o n te m p o rá n e a ,
EUNSA, P a m p lo n a 2 0 0 8 , pp . 2 0 7 -2 0 8 )
TEM A EL ANUNCIO
8r ‫\י‬
DE LA PALABRA
Iniciamos el estudio de los ámbitos de la acción eclesial o formas de la
evangelización en el marco de la acción «ad intra». Para ello en este tema
abordamos el anuncio y proclamación de la Palabra de Dios, que corres-
ponde a la función profética de la Iglesia. Para que la Palabra sea acogida,
debe ser anunciada, celebrada y hecha vida. El anuncio de la Palabra,
llevado a cabo por los cristianos según su posición eclesial, hace crecer
la Iglesia y pone en ejercicio su misión.

S U MA R I O

1. LA PALABRA DE DIOS EN LA ACCIÓN DE LA IGLESIA · 2. EL TESTIMONIO


PROFÉTICO DE LOS FIELES * 3. LA PREDICACIÓN · 3 .1. Id e n tid a d · 3 .2 Form as
y c a racterísticas · 3.3 P re p a ra c ió n y le n g u a je d e l p re d ic a d o r · 4. DIMENSIONES
DE LA FORMACIÓN CRISTIANA · 5. EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL · 6.
EL PROCESO CATEQUÉTICO · 6 .1. La c a te q u e s is e n el m a rc o d e la tra n s m is ió n d e

la fe « 6 .2 El C a te c is m o d e la Iglesia C ató lic a · 6 .3 . O rie n ta c io n e s a c tu a le s · 6.4.

La c a te q u e s is s e g ú n las d iversas e d a d e s · 7. LA ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCO-


LAR · 7.1. U n d e re c h o v in c u la d o a la lib e rta d relig io sa · 7 .2. El p a p e l h u m a n iz a d o r
d e la re lig ió n · 8. LA ENSEÑANZA Y EL ESTUDIO DE LA TEOLOGÍA.
4 ‫ן׳ך‬ Tras una consideración general de la relación entre Palabra de Dios y la acción
eclesial, en el segundo apartado nos centramos en el oficio profético de los lai-
eos. Luego tratamos de la predicación y de la formación cristiana. Nos deten-
dremos en el acompañamiento espiritual como tarea eclesial. Los tres últimos
apartados consideran el proceso catequético, la enseñanza religiosa escolar y
el estudio de la teología.

1. La Palabra de Dios en la acción de la Iglesia

«La palabra, aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el


Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber, en lo
que hace posible que nuestro camino tenga continuidad en el tiempo. La fe acoge
esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento.
(...) La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras, sino su
Palabra eterna (cf. Hb 1,12‫)־‬. No hay garantía más grande que Dios nos pueda dar
para asegurarnos su amor, como recuerda san Pablo (cf. Rm 8,31-39)» (Ene. Lumen
fidei, nn. 10 y 15).

La Palabra de Dios se transmite a través de diversos modos y cauces, como


una sinfonía con múltiples acordes, o un canto a varias voces, que conviene
distinguir en su complementariedad para apreciar la belleza del conjunto.
«En efecto, esta expresión [Palabra de Dios], aunque por una parte se refiere a la
comunicación que Dios hace de sí mismo, por otra asume significados diferentes
que han de ser tratados con atención y puestos en relación entre ellos, ya sea des-
de el punto de vista de la reflexión teológica como del uso pastoral» (Sínodo de
los Obispos de 2008, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, Mensaje
final, n. 7). A esto se ha llamado analogía de la Palabra de Dios.

• La «voz» de la Palabra resuena en la creación, pues Dios creó todas las


cosas con su Palabra y su aliento. Interviene luego en la historia de Israel
para establecer la Alianza con el Pueblo elegido. La Palabra está contení-
da en las Escrituras inspiradas que sirven de memoria y camino personal
para insertar al hombre en la gran historia de los planes de Dios.
Dios actúa en la historia a través del carácter performativo que tiene la Palabra
misma: «En efecto, en la historia de la salvación no hay separación entre lo que
Dios dice y lo que hace; su Palabra misma se manifiesta como viva y eficaz (cf.
Hb 4,12)» (ibid., 53). Esto sucede en la historia de la salvación, actualizada en la
liturgia. En este sentido, hay una relación entre la Palabra y los Sacramentos:
la Palabra es como un «sacramento audible», mientras que los Sacramentos son
como «Palabras visibles».
De ahí la importancia de la formación bíblica de los cristianos a través de cursos 115
o grupos de estudio a distintos niveles. No se trata solo de promover actividades,
sino de lograr una auténtica animación bíblica de toda acción eclesial y pastoral.

En esta formación debe exponerse la Revelación como autocomunicación de Dios


que tiene su centro en Cristo, y que se transmite en la Escritura y la Tradición:

«La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compe-


netradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto
modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios
en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagra-
da Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra
de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la
luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con
su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagra-
da Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de
recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad» (DV 9).

Otros temas de la formación bíblica son: la inspiración de los autores sagrados


(hagiógrafos); la formación del canon bíblico; la historicidad y veracidad de los
libros sagrados, los sentidos de la Escritura y sus géneros literarios, los criterios
para la interpretación de la Biblia y la práctica de la lectura orante o «lectio divi-
na».

• El «rostro» de la Palabra es Cristo, porque es la Palabra hecha carne (cf. Jn


1,14), cuya acción se actualiza en la Iglesia por la acción del Espíritu Santo.
En el encuentro con Cristo en la Iglesia se renueva la vida cristiana para
ser, por Él, con Él y en Él, palabra de vida y amor para el mundo.

• La «casa» de la Palabra es la Iglesia, sostenida por cuatro columnas: la


enseñanza, la fracción del pan, la oración y la comunión fraterna (cf. Hch
2,42).

• Los «caminos» de la Palabra son aquellos de la vida cristiana en plenitud,


que es verdadera interpretación de la Escritura. En la evangelización la
primera «palabra» es la vida santa de los cristianos, cuyo testimonio se
completa con los argumentos de nuestra esperanza (cf. 1 Pe, 3,15). De ese
modo, siguiendo el modelo de la acción divina, la acción eclesial se realiza
en los cristianos mediante gestos y palabras (cf. Dei Verbum, 2). Esto tiene
que ver con la «sacramentalidad» de la Palabra de Dios, cuyo origen está
en la Encarnación del Hijo de Dios (cf. Exhort. Verbum Domini, n. 56).

En definitiva, en la Iglesia se encuentran la voz y el rostro, la casa y los cami-


nos de la Palabra.
116 2. El testimonio profético de los fíeles
El Evangelio es «buena noticia» de salvación, y lo es ante todo mediante el tes-
timonio de la vida cristiana en el m undo (ver también anteriormente el tema 4,
apartado 5). Especialmente los fieles laicos transmiten el Evangelio mediante
su vida, actividades, familia, relaciones de amistad, culturales, sociales, poli-
ticas, económicas, etc. Los fieles laicos son «Iglesia en el mundo», en el seno
mismo de la sociedad. Ahí deben crecer en unidad de vida, esto es: en cohe-
rencia con su vocación de santidad y testimonio.
En el contexto de la vida diaria se suscita el diálogo con muchas personas
sobre la experiencia cristiana. Este «apostolado» personal de los laicos (cf. AA
2), realizado desde la autenticidad cristiana, es la forma básica de su testimo-
nio evangélico, y la base de todas las formas de apostolado asociado, que es
también necesario.
Las asociaciones de fieles son variadas. Unas pueden tener como objetivo un
fin general de evangelización. Otras, la inspiración cristiana de las estructuras
terrenas; o las obras de misericordia, etc. Las asociaciones tienen como funda-
mentó la vocación bautismal a cooperar en la Misión, y han de ser aprobadas
por la jerarquía de la Iglesia.

3. La predicación

Tratamos sobre la predicación, sus formas y características principales, así como


acerca de los requerimientos de la preparación y del lenguaje que debe usarse.

3 .1 . Id en tid ad

El término «predicación» deriva de praeco, «heraldo».


La predicación debe centrarse en Cristo, porque es el testimonio sobre Jesús
que Él mismo encargó a los apóstoles y sus sucesores.
Su eficacia depende de Dios que la acompaña con su gracia. Su fruto depende
de las disposiciones espirituales, tanto del ministro como de los fieles que la
escuchan. De ese modo la predicación se convierte en acontecimiento salvífi-
co, en el que actúan Cristo y el Espíritu como «manos» del Padre. Su finalidad
no es solo la conversión individual, sino también la edificación de la Iglesia.
Además de proclamación de la fe, la predicación es enseñanza (transmisión
de conocimiento). En el contexto actual la predicación es una de las prioridades
de la Misión.
3.2. Formas y características ‫ ו‬17
Se distingue el modo de predicación según los destinatarios: predicación mi-
sionera, catequética, litúrgica y temática (meditación, plática, misiones popu-
lares, ejercicios espirituales).
La forma de predicación más importante es la homilía, que es la predicación
dentro de la celebración litúrgica, y que no debe omitirse en los domingos
y fiestas. Se inspira en los textos proclamados, aplicados a las necesidades
actuales de los oyentes. La homilía no es una charla o una clase, sino una
acción litúrgica, si bien indirectamente posee dimensiones catequéticas o ins-
tructivas. La homilía debe integrarse en la celebración litúrgica, de modo que
alimente la espiritualidad personal de los fieles (cf. Directorio Homilético, 2014,
η . 1; cf. EG 135-159).

3.3 . Preparación y len guaje del predicador

El Concilio Vaticano II insistió en la vuelta a las fuentes también en la predi-


cación (Biblia, Liturgia, Padres, santos, teología, etc.). A partir de estas fuentes,
habrá de evitarse una predicación retórica y abstracta.
a) Es necesario que el predicador se prepare con oración, estudio y reflexión.
• Antes de afrontar el texto sagrado conviene que el predicador renueve sus
actitudes de veneración a la Palabra de Dios, la sinceridad en su tarea, el
respeto hacia los fieles y su relación con Dios.
• Estudiar lo que quiere decir el texto según su contexto histórico y literario,
y tener en cuenta los principios de interpretación bíblica (unidad de la
Escritura, tradición de la Iglesia), buscando el mensaje central que ha de
transmitir.
• Dejarse interpelar personalmente por la Palabra de Dios.
• Conocer a su auditorio y tener presentes los acontecimientos de su tiempo.
Debe hablar a la persona entera (a su inteligencia, voluntad y afectos) en el
contexto de la cultura y de la sociedad en que vive. La predicación pre-
supone haber escuchado y comprendido a las personas y considerar las
dificultades de quienes escuchan.
• Consciente de su propia limitación, el predicador invocará al Espíritu Santo
para que haga dóciles los corazones de sus oyentes, les ayude a dirigirse a
Dios, los incline a la «obediencia de la fe» y a la colaboración efectiva con
los planes de Dios.
8‫ח‬ b) El lenguaje debe ser adecuado: claro y concreto, positivo y alentador, or-
denado en cuanto a la exposición. El predicador habrá de evitar un lenguaje
especializado difícilmente comprensible por sus oyentes. Podrá servirse de
imágenes, ejemplos y comparaciones que faciliten una presentación atractiva
del mensaje.

4. Dimensiones de ia formación cristiana

El anuncio de la fe se realiza en los canales habituales de la formación cristia-


na. Su objetivo es, junto con la iniciación cristiana, la toma de conciencia de la
grandeza de la vocación cristiana, y la participación de los fieles en la Misión.
Mencionamos a continuación las principales dimensiones de la formación
cristiana y algunas orientaciones para la actualidad.
a) Cabe señalar las siguientes dimensiones:
• Formación humana, en valores y virtudes morales.
• Formación espiritual fundada en la oración y los sacramentos.
• Formación intelectual en los contenidos de la fe (que incluye la Doctrina
social de la Iglesia).
• Formación evangelizadora, que es esencial en toda tarea educativa de la fe.
b) La situación actual de emergencia educativa (Benedicto XVI) hace de la
formación una tarea prioritaria, tanto por razones antropológicas y culturales
como por razones teológicas. Hoy «se vuelve necesaria una educación que
enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valo-
res» (EG 64). De ahí que convenga apuntar lo siguiente:
• La necesidad de que los educadores posean las dotes humanas y pedagó-
gicas adecuadas a su tarea (pasión educativa), y la personalización de la
formación en cada caso.
• La cualificación profesional de los formadores y la actualización perma-
nente de su formación.
• La autenticidad (coherencia) y el testimonio personal del educador.
• El énfasis sobre una identidad cristiana auténtica de los educadores.
• La atención al contexto cultural de la sociedad actual y a las dimensiones
antropológicas abiertas a la transcendencia: razón, experiencia, tradición
(racional-cognitiva, experiencial-afectiva, familiar-social-eclesial).
5. El acompañamiento espiritual 119
a) Fundamentos teológicos. El acompañamiento espiritual en la Iglesia se
fundamenta en la fraternidad cristiana, como ayuda espiritual de un hermano
(pastores, religiosos o laicos preparados) a otros hermanos.

El acompañamiento consiste en orientar hacia la santidad, y por eso es una co-


laboración con el Espíritu Santo, artífice de la «vida espiritual», contando con
la libertad de las personas. Se distingue del «dirigismo», pues se trata de un
consejo de un hermano en la fe, pero la responsabilidad siempre permanece en
el sujeto aconsejado.
De ese modo se «personaliza» el acompañamiento general que la Iglesia ofrece
a todos los cristianos. Por eso, el acompañamiento no es u n proceso solo indi-
vidual, sino a la vez crecimiento del Cuerpo místico, participación en la misión
de la Iglesia y mejora de la sociedad.

b) Cabe subrayar algunos aspectos antropológicos del acompañamiento:

• Hay una necesidad creciente del acompañamiento, a la vista de la conñic-


tividad personal y social de la vida actual, y con escaso tiempo para la
reflexión.
• Conviene valorar los datos que aportan las ciencias, sobre todo las ciencias
humanas y sociales (psicología, pedagogía, sociología, etc.), cuando sus
resultados sean compatibles con una visión cristiana del hombre y de la
vida.
• No obstante, hay que evitar una perspectiva psicologista que apenas cuente
con el Evangelio y la acción de Dios, y clausure a la persona en sus sen-
timientos subjetivos, o en sus proyectos individualistas al margen de los
demás (familia, sociedad, Iglesia).

6. El proceso catequético

Los medios de comunicación y el ambiente social influyen en los jóvenes, pero


la familia mantiene el protagonismo en la formación cristiana. La educación
en la fe corresponde principalmente a los padres, con la ayuda de la parroquia
y la escuela, junto con otras instituciones eclesiales y educativas.
Las familias pueden auxiliarse de dos cauces principales para la transmisión
de la fe: la catequesis de la comunidad y la enseñanza religiosa escolar.
120 La catequesis forma parte de la iniciación cristiana dirigida a m adurar en la
experiencia de fe. La enseñanza religiosa escolar es información sobre la fe cris-
tiana, en el contexto del curriculum escolar.
El educador de la fe asume las actitudes de todo educador, pero desde, en y para
la fe vivida:
a) educar desde la confianza, sabiendo escuchar y «hacerse cargo», sugerir, com-
partir lo bello, bueno y verdadero experimentado por uno mismo, avalado por el
«prestigio de la coherencia»;
b) elaborar una síntesis entre identidad, diálogo y espíritu crítico; personalizar los
itinerarios de la vida cristiana; formar integralmente: razón, experiencia, tradición,
trascendencia; fortalecer las convicciones, y ayudar a configurar actitudes cristia-
ñas en el actual contexto social y cultural.

Nos detenemos a continuación en la catequesis y en el Catecismo de la Iglesia


Católica: veremos algunas orientaciones para la catequesis, así como la diver‫־‬
sificación de la catequesis según las distintas edades.

6.1 . La catequesis en el m arco de la transm isión de la fe

La catequesis se inserta en el proceso de evangelización: capacita para cono-


cer, celebrar y vivir el mensaje del Evangelio; tiene una dimensión experien-
cial en la edificación activa de la Iglesia y su misión.
«En su sentido más restringido, "globalmente, se puede considerar aquí que la
catequesis es una educación en lafe de los niños, de los jóvenes y adultos que com-
prende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente
de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida
cristiana"» (CT18).

La catequesis se articula dentro de un conjunto de elementos que preparan


para la catequesis o derivan de ella: el primer anuncio del Evangelio que sus-
cita la fe; las razones para creer; la experiencia de vida cristiana y la celebra-
ción de los sacramentos; la integración en la comunidad eclesial; el testimonio
apostólico y misionero (cf. CEC 5).
Los documentos magisteriales más relevantes sobre catequesis son: 1) Exhort. Ca-
techesi tradendae (1979) «sobre la catequesis en nuestro tiempo»; 2) Catecismo de la
Iglesia Católica (ed. típica 1997) y su Compendio (2005); 3) Directorio General para la
Catequesis (2a ed. 1997).
6.2. El Catecismo de la Iglesia Católica 121

El Catecismo de la Iglesia Católica (= CEC) pedido por el Sínodo de los Obis-


pos de 1985 es el instrumento principal de referencia para la educación en la
fe de la Iglesia. Es el texto de referencia para los catecismos locales (incultu-
ración) y para otros subsidios catequéticos. El Compendio forma unidad con el
CEC, del que resume lo esencial.
El CEC se elaboró según la estructura cuatripartita del Catecismo Romano (s.
XVI): profesión de fe, sacramentos, moral, oración.
Sus coordenadas son: la unidad entre fe y sacramentos; y unida a los sacramen-
tos sigue la vida moral (y la oración), pues solo se puede vivir cristianamente
a partir de lafe y la experiencia sacramental. Resulta así un díptico: lo que Dios da
(«las cosas santas») y la respuesta hum ana a Dios en una vida santa.
«Este Catecismo constituye un instrumento importante no solo porque presenta a
los creyentes la enseñanza de siempre de modo que aumente la comprensión de
la fe, sino también y sobre todo porque pretende acercar a nuestros contempo-
ráneos, con sus nuevas y diversas problemáticas, a la Iglesia, comprometida en
presentar la fe como la respuesta significativa a la existencia humana en este par-
ticular momento histórico» (Francisco, Discurso en el 25° aniversario de la Const.
Ap. Fidei depositum, ll-X-2017).

Otras claves del Catecismo son: su marco trinitario, su centro cristológico, su


proyección eclesiológica y su acento antropológico.
• El marco trinitario se refleja en la estructura misma del Catecismo:
«El Espíritu Santo edifica, anima y santifica a la Iglesia; como Espíritu de Amor,
devuelve a los bautizados la semejanza divina, perdida a causa del pecado, y los
hace vivir en Cristo la vida misma de la Trinidad Santa. Los envía a dar testimo-
nio de la Verdad de Cristo y los organiza en sus respectivas funciones, para que
todos den "el fruto del Espíritu"1» [primera parte]. «Por medio de los sacramentos,
Cristo comunica su Espíritu a los miembros de su Cuerpo [segunda parte], y la
gracia de Dios, que da frutos de vida nueva, según el Espíritu [tercera parte]. El Es-
píritu Santo, finalmente, es el Maestro de la oración» [cuarta parte] (Compendio,
nn. 145-146).
• El CEC articula la jerarquía de verdades en torno a Cristo; y pone como
finalidad de la catequesis el conocimiento y amor del Dios único y de
Jesucristo (cf. nn. 25 y 429).

1. Ga 5,22.
122 «En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús
de Nazaret, Unigénito del Padre (...), que ha sufrido y ha muerto por nosotros y
que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros (...). Catequizar es (...) des-
cubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios (...). Se trata de procurar
comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos
realizados por El mismo (CT 5). El fin de la catequesis: "conducir a la comunión
con Jesucristo (...): sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y
hacemos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad" (ibid.)» (CEC 426).

• El Catecismo enfoca la Iglesia siguiendo las grandes líneas de Lumen gen-


tium: como finalidad del proyecto salvífico de la Trinidad por amor a los
hombres (cf. n. 759), como Misterio de comunión con Dios y «sacramento
universal de salvación», y también como familia de Dios.
«Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de
Dios". Los convoca en tomo a él por su palabra, por sus señales que manifiestan
el reino de Dios, por el envío de sus discípulos. (...) Cristo quiso nacer y crecer
en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que
la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo
constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch
18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf
Hch 16,31 y 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un
mundo no creyente» (CEC 542 y 1655).

El Compendio del Catecismo afirma que la Iglesia, como templo del Espíritu San-
to, es edificada por el Espíritu Santo «en la caridad con la Palabra de Dios, los
sacramentos, las virtudes y los carismas» (n. 159).

• El acento antropológico, acorde con el Concilio Vaticano II, es una nove-


dad respecto al Catecismo de Trento.
En efecto, este acento antropológico puede verse en tres secciones nuevas respecto
del Catecismo Romano: una sección de antropología titulada «Creo, creemos»
(nn. 26-184), sobre la dignidad humana del acto de fe; la sección titulada «La
economía sacramental» (nn. 1076-1209), que asume contenidos procedentes de la
renovación litúrgica y de la Eclesiología (sacramentalidad de la Iglesia); la sección
titulada «La vocación del hombre: la vida en el Espíritu» (1699-2051), que presen-
ta la moral como llamamiento, integrando contenidos personalistas de Gaudium
et spes.
6.3. O rientaciones actuales 123

En la actualidad conviene considerar algunas orientaciones para la catequesis


(que pide ser inculturada en los diversos lugares):

• Conducir a una madurez cristiana y activamente misionera, y habituar en


una praxis de la caridad con obras, acudiendo a las necesidades espiritua-
les y materiales del prójimo.

• Cuidar los contenidos de la fe junto con los aspectos experienciales (vida


sacramental, moral y orante), así como el diálogo sobre la fe. A la vez, con-
jugar la fe con la vida cotidiana, y lo personal con lo comunitario.

• Ofrecer una catequesis mistagógica introductoria a los misterios de la fe,


iluminados por los signos litúrgicos de la iniciación cristiana.
«El encuentro catequístico es un anuncio de la Palabra y está centrado en ella,
pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el
uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y
la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario
de escucha y de respuesta» (EG 166). Sobre la catequesis mistagógica vid. también
Exhort. Sacramentum caritatis, n. 64.

• Los métodos catequéticos y los recursos didácticos correspondientes ha-


brán de respetar la índole de la catequesis como una iniciación que se con-
tinúa con una formación permanente. Hay que contar con las tecnologías
de la comunicación (cultura de la imagen), y dar relevancia al «camino de
la belleza» (vid. tema 5, apartado 1.2).

• Los contenidos son los señalados en las cuatro partes del Catecismo; con-
viene respetar ese orden, establecido con sabio discernimiento.

• Los catequistas y educadores de la fe (comenzando por los padres y ma-


dres de familia) necesitan una formación específica, dando prioridad al
testimonio personal del educador. La tarea del catequista comporta fideli-
dad a su compromiso eclesial.

• Otros desafíos son: la dimensión pedagógico-catequética de los estudios


teológicos; la coordinación de las instancias educadoras (familia, parroquia,
escuela, movimientos, etc.); la catequesis para las personas con discapacidad
(requiere instrumentos adecuados y especialistas capaces de suscitar en
esas personas un testimonio de fe).
124 6 .4 . La catequesis según las diversas edades

La catequesis ha de tener en cuenta las diversas edades.


a) La catequesis de adultos se acomoda a su capacidad y experiencia vital,
para m adurar en la llamada a la santidad, mediante la adecuada formación
doctrinal, espiritual, sacramental y la praxis de la caridad. Eventualmente ha-
brá que ayudar a las generaciones adultas a asumir desde la fe los cambios
socioculturales.
Para las personas adultas con escasa formación conviene aprovechar el Año litúr-
gico y las misiones populares, los principales acontecimientos de la vida y otras
circunstancias; y el uso del tiempo libre. También son convenientes los retiros es-
pirituales y el acompañamiento personal.

b) La catequesis de niños habrá de transmitir los elementos básicos de la fe,


e iniciarles en las primeras experiencias de oración, suscitando las actitudes
cristianas esenciales.
Tiene aquí gran relevancia la catequesis familiar. La catequesis familiar re-
quiere una preparación de los padres y madres -en las parroquias, escuela u otras
instituciones eclesiales-, de modo que adquieran primero ellos una adecuada
formación cristiana, y puedan así transmitir la fe a los hijos con su ejemplo y
palabras.
«La familia es el lugar donde los padres se convierten en los primeros maestros
de la fe para sus hijos. Es una tarea artesanal, de persona a persona (...). La edu-
cación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe, que
se dificulta por el estilo de vida actual, por los horarios de trabajo, por la compleji-
dad del mundo de hoy donde muchos llevan un ritmo frenético para poder sobre-
vivir. Sin embargo, el hogar debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir
las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo. (...) Pero nuestro
empeño creativo es una ofrenda que nos permite colaborar con la iniciativa de
Dios. Por ello, "han de ser valorados los cónyuges, madres y padres, como sujetos
activos de la catequesis [...] Es de gran ayuda la catequesis familiar, como método
eficaz para formar a los jóvenes padres de familia y hacer que tomen conciencia
de su misión de evangelizadores de su propia familia"» (Francisco, Exhort. Ap.
Amoris laetitia, nn. 16 y 287).

c) La catequesis de jóvenes habrá de tener en cuenta la crisis de la adoles‫־‬


cencía, con itinerarios pre-catequéticos que les ayuden a comprenderse a sí
mismos, y suscite en ellos también el entusiasmo de ser sujetos de la evange-
lización. Convendrá servirse de las modernas tecnologías de comunicación y
del entretenimiento.
Sin exhaustividad, pueden señalarse algunos temas relevantes en la catequesis de 25 ‫ך‬
jóvenes, que estarán también presentes en la enseñanza escolar de la religión y en
otros ámbitos formativos:
- el mundo como creación de Dios; fe y razón, fe y ciencia; la realidad del mal (el
pecado);
- la vida eterna y el destino último de las personas y del mundo;
- la relación entre autonomía y autoridad, libertad y disciplina, verdad y caridad;
- Cristo como centro del cristianismo; distinción entre lo sustancial del mensaje
cristiano (la fe, los sacramentos, la caridad) y sus expresiones variables;
- el sentido y la capacidad del perdón y del compromiso (contra el individualis-
mo);
- la pedagogía de la humildad (capacidad de rectificar) y de la cruz;
- la madurez en las relaciones con Dios y con los demás; afectividad y sexuali-
dad;
- el cuidado de la Tierra, el sentido del trabajo, del amor, del dolor y de la muerte;
- la preparación para el matrimonio y la familia, y el significado del celibato cris-
tiano;
- la importancia de la amistad y el diálogo, la lectura y la reflexión;
- el compartir inquietudes e ideales (profesionales y culturales, sociales y apos-
tólicos);
- el interés por conocer la historia y el arte (literatura, música, cine, etc.), así como
las tendencias del pensamiento, de la ciencia y de la moda; el valor distinto de las
religiones no cristianas.

d) Los ancianos requieren una catequesis que valore sus experiencias, sabi-
duría y capacidad de diálogo, y subraye la esperanza. Con su oración, ejemplo
y consejo podrán colaborar en la transmisión de la fe a los niños, jóvenes y
otros adultos.

7. La Enseñanza Religiosa Escolar

El derecho de los padres a educar a los hijos según sus convicciones religio-
sas se manifiesta, entre otras cosas, en la enseñanza religiosa escolar (= ERE).
Además, la religión tiene un papel humanizador y, por tanto, forma parte de la
formación integral del aprendizaje en el curriculum escolar. La religión es una
materia tan importante al menos como las demás.
7 .1 26‫ ן‬. Un derecho vinculado a la lib e rta d religiosa

La enseñanza religiosa escolar es un derecho derivado de la libertad religiosa, y


tiene su ámbito de ejercicio precisamente en la escuela estatal, que es sufragada
por todos los ciudadanos, también los creyentes. Por igual razón los padres
tienen el derecho de establecer instituciones educativas -oficialmente confe‫־‬
sionales o no- sostenidas con fondos estatales.
El derecho a la libertad religiosa consiste en lo siguiente:
«La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste
en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de
individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de
tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su con-
ciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o
asociado con otros, dentro de los límites debidos» (DH n. 2).
La ERE no atenta contra la aconfesionalidad del Estado; el Estado, precisa-
mente es aconfesional para reconocer y tratar por igual a todas a las confesio-
nes religiosas de los ciudadanos; de ese modo reconoce un hecho social como
los demás hechos sociales (deporte, arte, música, etc.).
La ERE no es la catequesis orientada a la adhesión y experiencia personal de la
fe. La ERE es una información reflexiva sobre la fe cristiana, que no se impone,
sino que se ofrece: no es un «adoctrinamiento», lo que carece de sentido en la
fe cristiana, porque «la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza
de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas» (DH η . 1).

7.2 . El papel hum anizador de la religión

Conviene resaltar la aportación humanizadora de la fe cristiana y su capacidad


de diálogo con la razón. La fe cristiana previene de las deformaciones de la
religión que llevan a la violencia y al fanatismo.
En la ERE, la relación entrefe y razón sucede de modo interdisciplinar, porque
la religión entra en diálogo con otras materias y con sus métodos propios (Fi-
losofía, Historia, Arte, Literatura, Ciencias naturales y tecnología, etc.).
Todo ello podrá estar programado por medio de proyectos interdisciplinares concre-
tos. La religión ayuda a las demás materias a evitar reduccionismos cerrados a la
transcendencia; a su vez, tales materias ayudan a purificar la fe, defendiéndola de
deformaciones y vana credulidad.

Finalmente, importa mucho cuidar la relación entre las familias y las institu-
ciones educativas. Al fin y al cabo, en rigor son las escuelas las que colaboran
con la misión educativa originaria de los padres. Las escuelas tienen que in- 27 ‫ן‬
formar a las familias para que colaboren en la educación que allí se procura.
De este modo se coordinan escuela y familia. Esto interesa especialmente en las
instituciones de inspiración católica en lo que se refiere a programas de educa-
ción de la fe. A su vez, las instituciones educativas garantizarán la adecuada
cualificación de los profesores de religión.

8. La enseñanza y el estudio de la teología

La teología es fruto de la «fe que busca entender» (san Anselmo: fides quaerens
intellectum). Esa fe que sostiene la teología es la fe viva: por eso, la teología
es también e inseparablemente esperanza y candad «que buscan entender» (cf.
CTI, Teología hoy: perspectivas, principios y criterios, 2012).
La teología posee tres vertientes: científica, eclesial y social.
a) La teología científica tiene dos aspectos, especulativo y sapiencial.
El aspecto especulativo deriva de la reflexión sobre Dios y sus obras. El aspecto
sapiencial orienta la vida según el designio de Dios.
Dice santo Tomás de Aquino: «En el fervor de su fe el cristiano ama la verdad en
la que cree y la convierte en el propio espíritu; la abraza, buscando en la medida
de lo posible las razones de su razonamiento y de su amor» (S. 771. II-II, q.2, a.10).

El aspecto especulativo tiene prioridad en la reflexión teológica, que avanza


por discurso intelectual y no directamente por el amor a Dios, como es la re-
flexión de los místicos. Pero la teología no es una especulación teórica ajena a
la vida. El amor entra en la teología como im pulso interior al rigor intelec-
tual, pues el amor (a Dios y al prójimo) moviliza al teólogo para alcanzar un
conocimiento que la razón de por sí no puede alcanzar:
«La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta
interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento
propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos.
La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz.
La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios
que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad» (cf.
encíclica Lumen fidei, 2013, n. 26).

b) El servicio a la M isión de la Iglesia. La enseñanza teológica propicia el


hábito de «teologizar», es decir, un pensar la existencia y el sentido de las
cosas desde Dios y para su gloria. Es teología para y desde la vida cristiana, en su
relación con la Iglesia y su misión.
128 La finalidad de la teología y su docencia es el conocimiento amoroso de Dios, según
señala el Catecismo Romano (cf. Prefacio 10) (cf. CEC 429 y Compendio 80), como
participación en la edificación (comunión) de la Iglesia y su misión. En realidad,
la catequesis, la ERE y la teología tienen métodos y finalidades diversas, pero
todas se dirigen a ese conocimiento amoroso de Dios.

c) La teología es servicio a la sociedad. En su función social, la teología entra


en diálogo con la cultura y la ciencia, y fomenta un espíritu constructivo ante
las crisis morales y sociales. Esta dimensión de la teología es reconocida por
los Estados respetuosos de la libertad religiosa cuando valoran la docencia
teológica en la enseñanza pública.
En relación con estas dimensiones, la docencia de la teología habrá de cuidar:
• La continuidad entre la vida cristiana como vida teologal y la tarea teológica sis-
temática, que puede configurar una dedicación profesional.
• La unidad de la teología (Sistemática, Dogmática, Moral, Espiritual, Pastoral,
Bíblica, Histórica, Derecho canónico, etc.).
• La orientación de la teología a la vida cústiana, a la comunión eclesial y ala
evangelización.
• La atención, en la misma docencia de la teología, a las circunstancias concre-
tas de la sociedad y al diálogo con las ciencias empíricas, humanas y sociales.
• El discernimiento teológico-práctico, al servicio de la Iglesia y la sociedad.

Ejercicio 1. Vocabulario

Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• a n a lo g ía d e la P a la b ra d e D io s • p re d ic a c ió n

• c a rá c te r p e r f o r m a t iv o d e la P a la b ra • e m e r g e n c ia e d u c a tiv a

• a u to c o m u n ic a c ió n d iv in a • a c o m p a ñ a m ie n t o e s p iritu a l

• s a c r a m e n ta lid a d d e la P a la b ra d e D io s • c a te q u e s is

‫ י‬a p o s t o la d o p e rs o n a l • c a te q u e s is fa m ilia r

• a p o s t o la d o a s o c ia d o • e n s e ñ a n z a e s c o la r d e la re lig ió n

• u n id a d d e v id a
129
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ Q u é lu g a r o c u p a la P a la b ra d e D io s e n la a c c ió n d e la Ig le s ia y c ó m o d e b e

e n te n d e r s e e n re la c ió n c o n la v id a d e los c ris tia n o s ?

2. ¿ C ó m o es la re la c ió n e n t r e P a la b ra y s a c ra m e n to s ?

3. ¿ C u áles s o n las fo rm a s d e l a p o s t o la d o d e los laico s y c ó m o d e b e re a liza rs e ?

4. ¿ Q u é d e s ta c a ría s e n la p re d ic a c ió n , c o n s id e r a n d o el m o m e n t o s o c io c u ltu ra l

a c tu a l?

5. S e ñ a la a lg u n a s o rie n ta c io n e s a n te la e m e r g e n c ia e d u c a tiv a , p a r t ic u la r m e n t e

e n re la c ió n c o n la e d u c a c ió n d e la fe .

6. ¿ Q u é es, t e o ló g ic a m e n t e h a b la n d o , el a c o m p a ñ a m ie n t o e s p iritu a l? ¿ Q u é su -

b ra y a ría s e n sus a s p e c to s a n tr o p o ló g ic o s y p s ic o ló g ic o s ?

7. ¿ C ó m o se p la n te a h o y la c a te q u e s is e n el m a rc o d e la e d u c a c ió n d e la fe? ¿ C u á -

les s o n los d o c u m e n to s e c le s ia le s m á s re le v a n te s ?

8. S e ñ a la la im p o r t a n c ia d e l C a te c is m o d e la Ig le s ia C a tó lic a , su e s tru c tu r a , p r in -

c ip a le s c la v e s y fin a lid a d .

9. ¿ C u áles s e ría n las o rie n ta c io n e s f u n d a m e n t a le s p a ra la c a te q u e s is e n la a c tú a -

lid a d ?

10. S u b ra y a a lg u n a s c a ra c te rís tic a s d e la c a te q u e s is p a ra las d is tin ta s e d a d e s .

11. A p u n ta c ó m o d e b e e n fo c a rs e la e n s e ñ a n z a e s c o la r d e la r e lig ió n , t a n t o e n su

p la n t e a m ie n t o g e n e r a l c o m o e n su e je rc ic io .

12. E x p lic a b r e v e m e n t e las d im e n s io n e s d e la te o lo g ía y s e ñ a la q u é d e b e te n e r s e

e n c u e n t a p a ra su e n s e ñ a n z a .

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee los siguientes textos y haz un com entario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:

«En n u es tra é p o c a se ha d ifu n d id o la m e n ta b le m e n te , s o b re to d o e n O c c id e n te , la id e a

d e q u e D ios es e x tra ñ o a la v id a y a los p ro b le m a s d el h o m b re y, m ás a ú n , d e q u e su

p re s e n c ia p u e d e ser incluso u n a a m e n a z a para su a u to n o m ía . En re a lid a d , to d a la e c o -

n o m ía d e la salvación nos m u e s tra q u e Dios h a b la e in te rv ie n e e n la h isto ria e n fa v o r


130 d e l h o m b re y d e su s alvació n in te g ra l. Por ta n to , es d e cisivo d e s d e el p u n to d e vista

p a s to ra l m o s tra r la c a p a c id a d q u e tie n e la P alab ra d e D io s p a ra d ia lo g a r con los p ro b le -

m as q u e el h o m b re h a d e a fro n ta r e n la v id a c o tid ia n a . Jesús se p re s e n ta p re c is a m e n -

te c o m o A q u e l q u e ha v e n id o p a ra q u e te n g a m o s v id a e n a b u n d a n c ia (cf. Jn 1 0 ,1 0 ).

Por eso, d e b e m o s h a c e r c u a lq u ie r e s fu e rzo p a ra m o s tra r la P alab ra d e D io s c o m o u n a

a p e rtu ra a los p ro p io s p ro b le m a s , u n a re sp u esta a n u es tro s in te rro g a n te s , u n e n s a n -

c h a m ie n to d e los p ro p io s v a lo re s y, a la v e z, c o m o u n a satisfacció n d e las p ro p ia s a sp i-

racion es. ( . . . )

C o n la re fe re n c ia al c a rá c te r p e rfo rm a tiv o d e la P alab ra d e D ios e n la ac c ió n s a c ra m e n -

ta l y la p ro fu n d iz a c ió n d e la re la c ió n e n tre P alab ra y Eucaristía, nos h e m o s a d e n tra d o

e n un te m a s ig n ific a tiv o ( . . . ) , acerca d e la s a c ra m e n ta lid a d de la P alabra. A e s te resp ec-

to , es ú til re c o rd a r q u e el Papa Ju an P a b lo II h a h a b la d o d e l " h o riz o n te s a c ra m e n ta l d e

la R ev e la c ió n y, e n p articular..., el sig n o e u c a rís tic o d o n d e la u n id a d in s e p a ra b le e n tre

la re a lid a d y su s ig n ific a d o p e rm ite c a p ta r la p ro fu n d id a d d e l m is te rio " (Ene. Fides e t

ra tio , n n . 13 y 16). D e a q u í c o m p re n d e m o s q u e , e n el o rig e n d e la s a c ra m e n ta lid a d d e

la Palabra d e Dios, está p re c is a m e n te el m is te rio d e la e n c a rn a c ió n :Ύ la P alab ra se h izo

ca rn e " (Jn 1,14), la re a lid a d d e l m is te rio re v e la d o se nos o fre c e e n la "carne" d e l H ijo . La

P alab ra d e D ios se h ace p e rc e p tib le a la fe m e d ia n te el "signo" c o m o p a la b ra y g e s to

h u m a n o . La fe, pues, re c o n o c e el V e rb o d e D ios a c o g ie n d o los g e sto s y las p a la b ra s con

las q u e Él m is m o se nos p re s e n ta . El h o riz o n te s a c ra m e n ta l d e la re v e la c ió n in d ic a , p o r

ta n to , la m o d a lid a d h is tó ric o salvífica con la cual el V e rb o d e D ios e n tra e n el tie m p o y

e n el e sp acio , c o n v irtié n d o s e e n in te rlo c u to r d e l h o m b re , q u e e stá lla m a d o a a c o g e r su

d o n en la fe. ( . . . )

Cristo, re a lm e n te p re s e n te e n las esp ecies d e l p a n y d e l v in o , está p re s e n te d e m o d o

a n á lo g o ta m b ié n en la P alab ra p ro c la m a d a e n la litu rg ia . Por ta n to , p ro fu n d iz a r e n el

s e n tid o d e la s a c ra m e n ta lid a d d e la P alab ra d e Dios, p u e d e fa v o re c e r u n a c o m p re n s ió n

m ás u n ita ria d e l m is te rio d e la re v e la c ió n e n "obras y p a la b ra s ín tim a m e n te ligadas",

(D e i Verbum , 2) fa v o re c ie n d o la v id a e s p iritu a l d e los fie le s y la acció n p a s to ra l d e la

Iglesia».

(B enedicto X VI, E xho rt. Verbum D o m in i, 3 0 -IX -2 0 1 0,


s o b re la P alab ra d e Dios e n la v id a
y e n la m is ió n d e la Iglesia, n n . 2 3 y 5 6 )
«Perspectivas para una nueva catequesis.
131

1. La ca te q u e s is es escuela de experiencia cristia na . Para e llo re q u ie re u n a a te n c ió n c e n -

tra d a e n la p e rs o n a y el s e n tid o d e Iglesia c o m o c o m u n ió n y fa m ilia d e Dios.

Lo m is m o q u e en la tra d ic ió n te o ló g ic a se h a b la d e l "n exo d e los m isterios" d e la fe,

ta m b ié n a q u í d e b e ría h a b la rs e d e un "n exo d e se n s ib ilid a d e s " y cada e d u c a d o r o ca-

te q u is ta d e b e ría tr a ta r d e c o n s e g u ir esa visión d e c o n ju n to d e la v id a cristian a en su

v id a p e rs o n a l, p ara e n fre n ta rs e c o n tin u a m e n te co n su ta re a e d u c a tiv a en sus diversas

d im e n s io n e s : e d u c a c ió n b íb lica, fo rm a c ió n litú rg ic a , e d ific a c ió n d e la c o m u n ió n e c le -

sial, c o m p ro m is o social, etc.

2. La c a te q u e s is d e b e im p u ls a r la re h a b ilita c ió n de la razó n y, p a ra eso, re d e s c u b rir la

te o lo g ía y el e s tu d io d e los c o n te n id o s co g n o s c itiv o s d e la fe. ( . . . )

D e s d e el p u n to d e vista d e l d e s tin a ta rio - p o r d e c irlo así, s a b ie n d o q u e el e d u c a d o r es

s ie m p re d e a lg u n a m a n e ra d e s tin a ta rio d e l p ro ceso e d u c a t iv o - h a y q u e e d u c a rle ( . .. )

p ara la c o n te m p la c ió n d e la v e rd a d y el e s tu d io d e las v e rd a d e s d e la fe ("fides q u ae "), a

diversos n iveles s e g ú n la c o n d ic ió n d e c ad a cual, p e ro a s e g u ra n d o q u e se c o n o c e , para

ser v iv id o , lo e s en cial d e la tra d ic ió n d e la Ig lesia. ( . . . )

3. La c a te q u e s is re q u ie re un e stilo e ducativo, a b ie rto y d ia ló g ico , un "s a b e r-c o m u n ic a r-

a p re n d ie n d o " (d o n d e el " a p re n d ie n d o " se a p lic a p rim e ro al e d u c a d o r m is m o )

( . . . ) El c a te q u is ta o el e d u c a d o r n o es un " p o s e e d o r‫ ״‬d e la V e rd a d , sino q u e , p o r h a b e rla

e n tre v is to , s ig u e s ie m p re p e n d ie n te d e su "aparecer", c ad a d ía v in c u la d a al a m o r, y c o n -

c re ta m e n te en el d iá lo g o d e la ta re a fo rm a tiv a . ( . . . )

A. El a n u n c io de la fe en y desde la catequesis es u n a d im e n s ió n esen cial d e la e d u c a c ió n

cris tia n a (d im e n s ió n m is io n e ra o a p o s tó lic a ), a p o y a d a en el te s tim o n io del a m o r.

La c a te q u e s is d e l fu tu ro solo p o d rá ser a p o s tó lic a o m is io n e ra . La ca te q u e s is e n e s te

siglo tie n e la o p o r tu n id a d d e re d e s c u b rir q u e cristia n o es un n o m b re d e m is ió n . ( . . . )

A h o ra b ie n , e sto solo p u e d e llevarse a c a b o d e s d e el e n c u e n tro con C risto y d e s d e la fe

v iv id a a u té n tic a m e n te hasta sus ú ltim a s c o n s ecu en cias.

5. D e s d e la e x is te n c ia cris tia n a "vivida" c o m o c u lto espiritu al, en to r n o a la c e le b ra c ió n

e u c arística, la c a te q u e s is d e b e im p u ls a r el c o m p ro m is o e n la c a rid a d y la ju s tic ia , e s p e -

c ia lm e n te con los m ás n ec e s ita d o s .


132 U tiliz a n d o to d o s los m e d io s y m é to d o s a su a lc a n c e para p ro m o v e r la in c u ltu ra c ió n

d e la fe, la ca te q u e s is está lla m a d a a lo g ra r un c a m b io d e m e n ta lid a d , a llí d o n d e sea

necesario , p ara q u e se h a g a real el d in a m is m o d e la c a rid a d , q u e d e p o r sí tie n e n la fe

cris tia n a y la E ucaristía. (...)» .

(R. P ellitero, «La c a te q u e s is e n el sig lo XXI»,


e n J. Sesé-R. P ellitero (dirs.),
La tra n sm isió n de la fe en la so cie d a d co n te m p o rá n e a ,
EUN SA , P a m p lo n a 2 0 0 8 , p p . 2 0 7 -2 0 8 )
J
TEM A DE LA CELEBRACION
9 r λ
A LA VIDA
«Toda c e le b ra c ió n litú rg ica, c o m o o b ra d e C risto s a c e rd o te y d e su C u e r-

p o , q u e es la Iglesia, es a c c ió n sag rad a p o r e x c e le n c ia c u ya eficacia, c o n

el m is m o títu lo y e n el m is m o g ra d o , n o la ig u a la n in g u n a o tra a c c ió n d e

la Iglesia» (SC 7).

Por eso, «la Liturgia es la c u m b r e a la cual tie n d e la a c tiv id a d d e la Iglesia y

al m is m o tie m p o la fu e n te d e d o n d e m a n a to d a su fu e rza . Pues los tr a b a -

jo s a p o s tó lic o s se o rd e n a n a q u e , u n a v e z h e c h o s hijos d e D ios p o r la fe

y el B au tism o , to d o s se re ú n a n para a la b a r a D ios e n m e d io d e la Iglesia,

p a rtic ip e n e n el sacrificio y c o m a n la c e n a d e l S e ñ o r» (SC 10).

El a n u n c io d e la Palabra está su s c ita d o p o r la fe y tie n e c o m o fin a lid a d

suscitar la fe, y la c e le b ra c ió n litú rg ica a c re c ie n ta esa fe. C o m o fru to d e la

c e le b ra c ió n , e s p e c ia lm e n te d e la Eucaristía, los cristianos e s tá n lla m a d o s

a c o n v e rtir la e x is te n c ia e n a c to d e c u lto a Dios y d e servicio a los d e m á s .

S U MA R I O

1. LA EXISTENCIA CRISTIANA COMO CULTO 2 ‫׳‬. LA CELEBRACIÓN LITÚRGI-


CA · 3. LA ORACIÓN LITÚRGICA · 4. LA RELIGIOSIDAD POPULAR 4 .1 ‫׳‬.D in á -
m ica d e la « p ie d a d p o p u la r» · 4 .2 . V alo res y lím ite s · 5. LA CONVERSIÓN PERMA-
NENTE Y LA PENITENCIA · 6. EL SERVICIO A LA VIDA, AL MATRIMONIO Y A LA
FAMILIA · 6 .1 . El m e n s a je cris tia n o s o b re el m a tr im o n io y la fa m ilia · 6 .2. La m isió n

d e la fa m ilia cris tia n a · 6 .3 . A c o m p a ñ a r a las fa m ilia s · 7. PROMOCIÓN DE LAS VO-


CACIONES · 8. ATENCIÓN A LOS ENFERMOS Y A LOS ANCIANOS » 9. LA MUER-
TE DEL CRISTIANO.
134 En primer lugar, exponemos que la existencia cristiana está llamada a ser vi-
vida como culto a Dios en «Espíritu y en verdad». Esto solo es posible porque
Cristo mismo, asociado a su Cuerpo, la Iglesia, actualiza su virtud salvífica en
los sacramentos.
Los sacramentos se adecúan a las distintas situaciones de la vida cristiana, a
semejanza entre la vida natural y las etapas de la vida epiritual (cf. STh. III, 65,
1): nacimiento (sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía y
Confirmación), crecimiento (sacramentos de servicio a la comunión y a la mi-
sión: Matrimonio y Orden) y curación (sacramentos de la Penitencia y Unción
de los enfermos). Sobre las acciones sacramentales en la iniciación cristiana
hemos tratado ya en el apartado 2 del tema 5.
Destacamos en este tema algunos elementos de la celebración litúrgica. A con-
tinuación nos referimos a la oración litúrgica de la Iglesia y a la religiosidad
popular, y posteriormente, a la conversión permanente y la penitencia. Más
adelante, nos ocupamos de las acciones eclesiales al servicio de la vida, el ma-
trimonio y la familia, y de la promoción de las vocaciones particulares en la
Iglesia. Dedicamos los dos últimos apartados a la atención sacramental y pas-
toral de los ancianos y de los enfermos, y a la muerte del cristiano.

1. La existencia cristiana como culto

El Misterio eucarístico es un misterio que hay que creer, celebrar y vivir (cf.
Exhort. Sacramentum caritatis, 2007). Su celebración vivifica al cristiano y re-
coge los deseos y frutos de su vida, para ofrecerlos al Padre por el Hijo en el
Espíritu.
Por medio de la Eucaristía, toda la existencia (trabajo y amistad, relaciones
familiares, sociales, culturales y políticas; la salud y la enfermedad, las activi-
dades de entretenimiento, etc.) está llamada a transformarse en culto a Dios
y servicio a todas las personas. La vida cristiana tiene así una configuración
o «forma eucarística»; es una vida de alabanza y acción de gracias, petición e
intercesión por medio de Cristo.
Esto es lo que la tradición cristiana denomina «culto espiritual» (logiké la-
treta) (cf. Rm 12,1). Es ejercicio del «sacerdocio de la propia existencia» (san
Josemaría Escrivá), del sacerdocio común del que participa el cristiano desde
su Bautismo.
De ese modo la vida cristiana es «vida litúrgica» tam bién fuera del templo,
dirigida al Padre por medio de su Hijo Jesucristo.
El culto espiritual que es la vida cristiana pide una renovación continua en el modo 35 ‫ן‬
de vivir y de pensar (cf. Exhort. Sacramentum caritatis, n 77). Este valor moral del
culto espiritual no es fruto del mero esfuerzo humano, sino de la gracia de Dios, en
la que el cristiano encuentra la alegría, el abandono y la verdadera libertad. De
ahí nace el deseo de corresponder al amor del Señor, a pesar de la conciencia de la
propia fragilidad. Por eso, es conveniente que, en la educación de la fe, antes de
presentar los deberes morales del cristiano, se anuncie y se celebre el amor salvífico
de Dios.

Es un culto no solo de la oración y las palabras, sino de las obras que tendrán
así, además de la belleza del obrar moral, una credibilidad inseparable de la
eficacia misionera. A partir de la Eucaristía, por tanto, la vida cristiana es en
sí misma un anuncio de Cristo y una ofrenda de su amor al mundo. «Una
Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en
sí misma» (Benedicto XVI, Ene. Deus caritas est, n. 14). El misterio eucarístico
tiene, pues, implicaciones sociales: conduce al encuentro de las necesidades hu-
manas, especialmente de los más débiles.

2. La celebración litúrgica

a) La liturgia cristiana es «memorial» en su sentido bíblico de actualización de


los acontecimientos de la historia de la salvación y los «misterios» de la vida
de Cristo, especialmente su Misterio pascual de pasión, muerte y resurrección.
Por la acción del Espíritu Santo el misterio de Cristo se hace presente en la cele-
bración para la vida del mundo, es decir, al servicio de la Misión.
b) El Concilio Vaticano II señaló las actitudes para una celebración fructuosa:
«(...) que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos
espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones,
participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instrui-
dos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada
no solo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día
por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios
sea todo en todos» (SC 48).

c) El Concilio subrayó, además, que los sacramentos son «sacramentos de la


fe»:
«Están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de
Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen
un fin pedagógico. No solo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la ro-
bustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacra-
136 mentos de la "fe". Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración
prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia,
rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma impor-
tanda que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban
con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos
para alimentar la vida cristiana» (SC 59).

d) Por ello, la formación litúrgica ha de ser mistagógica, es decir, introducto-


ria a la celebración de los misterios. Todo ello comporta explicar:

• el significado de los ritos, palabras y gestos de la liturgia; el empleo de los


elementos de la creación (pan y vino, luz y fuego, agua y aceite, etc.); la es-
tructura de la celebración; la relación entre Palabra y sacramento;

• el sentido del espacio litúrgico y de sus elementos (altar, ambón, sede, taber-
náculo, etc.; y de los tiempos litúrgicos;

• la participación interna y externa en la celebración, según diversas fundo-


nes: «En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al
desempeñar su oficio, hará todo y solo aquello que le corresponde por la
naturaleza de la acción y las normas litúrgicas» (SC 28);

• el valor de la celebración de la Eucaristía en el Domingo, Día del Señor; la


importancia de la comunión y de la adoración eucarística;

• la riqueza de las oraciones y de los textos (misal, leccionarios, rituales, Litur-


gia de las Horas, etc.); para ello, conviene ofrecer una formación bíblica;

• las celebraciones en ciertas circunstancias (grupos pequeños o grandes, con


niños, enfermos, presos, etc.);

• las posibilidades y límites de inculturación de la liturgia.

3. La oración litúrgica

La liturgia es escuela de oración, vida y misión. El cristiano aprende a orar con


la oración de la Iglesia, que es el fundamento que inspira y estimula la oración
individual. Por eso, la espiritualidad litúrgica es, debe ser, la espiritualidad
común de todos en la Iglesia.

Entre las formas de oración litúrgica, además de las celebraciones sacramen-


tales, destaca la Liturgia de las Horas, «llamada a ser la oración de todo el
Pueblo de Dios» (CEC, 1175). En ella se prolonga el culto eucarístico a lo largo
del día, con la intención de santificar el tiempo. Se ha estructurado desde los pri- 37 ‫ך‬
meros siglos en himnos, salmos, lecturas bíblicas y patrísticas, para la mañana,
la tarde y la noche según las siguientes «horas»: laudes, vísperas, oficio y hora
intermedia, y completas.

4. La religiosidad popular

La religiosidad, o quizá mejor llamada piedad popular, es el conjunto de expre-


siones inculturadas de la fe presentes en los pueblos de raigambre católica (cf.
EG 69).

4 .1 . La dinám ica de la «piedad popular»

Mediante la piedad popular, la fe transmitida entre generaciones configura la


identidad de un pueblo como sujeto activo de evangelización.

La religiosidad popular católica es una manifestación espontánea del «sen-


tido de la fe» (sensus fidei). Es también un medio para mantener la fe, y un
remedio contra las sectas allí donde la evangelización o la atención pastoral
han podido ser insuficientes. Es una defensa positiva y creativa ante la des-
cristianización y la deshumanización que cunde en muchos ambientes.

La piedad popular se manifiesta en devociones y costumbres religiosas. Ex-


presa los contenidos de la fe más por vía simbólica que de modo intelectual.
Es una inculturación que se debe a la acción del Espíritu Santo en la vida del
pueblo de Dios.

Su centro de referencia ha de ser el misterio de Cristo, la cercanía de Dios


que se hace hombre, que vive en una familia y trabaja, que predica y hace
milagros; que sufre en la cruz, tomando sobre sí las miserias humanas -físicas,
morales y espirituales- y muere por todos, resucitando para entregamos el
Espíritu Santo y seguir intercediendo por todos ante el Padre.

Junto con la adoración a Cristo, la piedad popular cultiva la comunión de los


santos y la oración por los difuntos, y sobre todo la cercanía de María como
Madre (por eso son tan importantes los Santuarios marianos), intercesora y
refugio de los cristianos, especialmente de los pobres y débiles.
(Sobre las relaciones con la liturgia, cf. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia,
2002) .
138 4.2. Valores y límites

La Iglesia valora la piedad popular como un tesoro del Pueblo de Dios y como
manifestación de la vida teologal presente en las culturas cristianas. También
tiene límites que habrá que tener en cuenta en la formación.
a) Valores. La religiosidad popular facilita el reconocimiento de lo sagrado
y lo trascendente: un hondo sentido de los atributos de Dios y su obrar; su
paternidad y providencia, su presencia amorosa y constante, su misericordia;
fomenta actitudes de paciencia y abandono confiado en Dios, el sentido de
la cruz y de la penitencia, el desprendimiento de los bienes materiales, y de
solidaridad con el prójimo (caridad), como hermanos e hijos del mismo Padre.
b) Límites. La religiosidad popular debe ser eventualmente purificada de
ciertos riesgos: su tendencia al simplismo, la superficialidad o una credulidad
ajena a la fe; la reducción de la fe a unas tradiciones sin ir acompañadas de la
coherencia cristiana en la vida cotidiana; la manipulación de la fe por motivos
económicos (vid. EG 70).
c) Algunas orientaciones. Conviene que las manifestaciones de la religiosi-
dad popular y las devociones tradicionales estén enriquecidas con la Palabra
de Dios, y que respondan a un verdadero sentido bíblico, litúrgico y ecumé-
nico, etc.
«En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuer-
za activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer
la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla
para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada.
Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien
sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particular-
mente a la hora de pensar la nueva evangelización» (EG 126).

5. La conversión permanente y la penitencia

Así como la vida corporal se debilita o enferma, también la vida cristiana pue-
de «enfermar» de la patología del pecado. Son necesarios los «sacramentos de
curación», a saber, la Penitencia o Reconciliación, y la Unción de los enfermos (so-
bre la Unción, véase el apartado 8). Ambos sacramentos constituyen el centro
de la «curación cristiana» que Dios ha dejado para remediar el pecado.
La enfermedad del pecado suele venir acompañada de otra enfermedad to-
davía más grave, que es la «pérdida del sentido del pecado» (Pío XII, 1946). Esta
pérdida tiene raíces culturales (como el secularismo y el indiferentismo) y
eclesiales (deficiencias en la educación de la fe, en la praxis sacramental o en 139
la formación moral). Pero si se pierde el sentido del pecado, se hace difícil la
conversión necesaria. Los principales medios para impulsar esa conversión
son:
• La formación de la conciencia y la práctica sacramental (especialmente
de la Penitencia previa a la comunión eucarística), para habituar a los fieles
a recibir la misericordia de Dios como centro de la existencia cristiana.
• Los ministros del sacramento han de procurar una praxis de la Penitencia
como encuentro personal con Cristo en las formas previstas actualmente
por el Ritual: A) confesión individual y ordinaria; B) preparación comu-
nitaria y confesión personal; y C) absolución comunitaria sin confesión
individual, prevista solamente para situaciones muy excepcionales.

6. Servicio a la vida, al matrimonio y a la familia

El Evangelio propone un mensaje y un proyecto de gran valor y belleza sobre


el matrimonio y la familia. El matrimonio y la familia cristianos, al vivir ese
proyecto, se transforman a su vez en protagonistas de la evangelización.

6.1 . Ei m ensaje cristiano sobre el m atrim o n io y la fam ilia

Siempre es necesario redescubrir el «Evangelio del matrimonio y de la fami-


lia».
«De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia nece-
saria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión. El Evangelio
de la familia atraviesa la historia del mundo, desde la creación del hombre a ima-
gen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) hasta el cumplimiento del misterio de
la Alianza en Cristo al final de los siglos con las bodas del Cordero (cf. Ap 19,9)»
(Exhort. Ap. Amoris laetitia, n. 63).

Con su vida y enseñanza, Jesús revela el sentido del matrimonio y de la fami-


lia como imagen del amor de Dios por la humanidad (ya manifestado en la
Alianza con el pueblo de Israel), y como sacramento del amor entre Cristo y
la Iglesia.
El proyecto cristiano no es un ideal utópico, sino un itinerario que Dios hace
posible en medio de las vicisitudes de la vida, porque la gracia sacramental
del matrimonio configura la vida de los esposos, acrecentada mediante la Eu-
caristía.
140 «La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a
su vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos (...). Toda
la vida en común de los esposos, toda la red de relaciones que tejerán entre sí,
con sus hijos y con el mundo, estará impregnada y fortalecida por la gracia del
sacramento que brota del misterio de la Encarnación y de la Pascua, donde Dios
expresó todo su amor por la humanidad y se unió íntimamente a ella. Nunca es-
tarán solos con sus propias fuerzas para enfrentar los desafíos que se presenten.
Ellos están llamados a responder al don de Dios con su empeño, su creatividad,
su resistencia y su lucha cotidiana, pero siempre podrán invocar al Espíritu Santo
que ha consagrado su unión, para que la gracia recibida se manifieste nuevamen-
te en cada nueva situación» (ibid., n. 74).

El matrimonio cristiano es plenitud del amor entre el varón y la mujer, donde


el eros (amor posesivo) se transforma en agapé (amor de donación) mediante el
sacrificio de uno mismo por el otro como camino de amor a Dios.

6.2 . La m isión de la fa m ilia cristiana

El Evangelio se transmite habitualmente en y mediante la familia cristiana,


que es «iglesia doméstica», llamada a construir la «civilización del amor» (Pa-
blo VI).

Esta tarea se realiza dentro de la fam ilia misma y abriéndose a las demás
familias, infundiendo ese clima familiar en las parroquias, escuelas, grupos
eclesiales, y en general en la sociedad. Así se contribuye a edificar la familia
de Dios en la Iglesia y en el mundo.

La evangelización del matrimonio y de la familia es inseparable de la promo-


ción del respeto a la vida humana desde su concepción hasta su fin natural; y,
por tanto, de la promoción de una «cultura de la vida».

6.3 . A com pañar a las fam ilias

La atención a las familias tiene diversas etapas. Comienza con la catequesis de


los hijos, también en las familias mismas (catequesis familiar), con la ayuda de
las parroquias, escuelas y otras instituciones (vid. tema 8, apartado 6). La aten-
ción se intensifica en la preparación de los jóvenes para el matrim onio (cursos
prematrimoniales). El acompañamiento continúa con los matrim onios jóvenes,
desde sus nuevas experiencias y dificultades: son útiles las escuelas de padres y
los cursos de oñentación familiar.
Pero la atención a las familias, la pastoral y orientación familiar es asunto de to- ‫ ן‬4‫ן‬
dos, no solo de algunos especialistas, sin duda necesarios en circunstancias espe-
cíales.

A lo largo de la vida matrimonial y familiar la Iglesia fomenta el amor con-


yugal y la educación de los hijos, que tiene su centro en el testimonio de los
padres y el am biente de servicio m utuo en el hogar.
La Iglesia reconoce los valores que puedan existir en formas defectuosas de
convivencia (parejas de hecho, uniones civiles, divorciados unidos por vín-
culo civil, etc.), y a partir de esos valores ayuda a descubrir el proyecto de
matrimonio cristiano.
Acerca del acompañamiento pastoral vid. los capítulos 6o y 8o de Amoris laetitia. El
título del capítulo VIII, «acompañar, discernir e integrar la fragilidad», es signifi-
cativo de cuanto la Iglesia propone.
- Las denominadas situaciones irregulares piden llevar a los interesados gradual-
mente por un camino de apertura a la gracia y formación de la conciencia, mos-
trándoles la cercanía de Dios, teniendo en cuenta las enseñanzas de la Iglesia y las
orientaciones del obispo.
- Debe evitarse tanto el laxismo que silencia la exigencia cristiana, como el rigo-
rismo que ignora las circunstancias de las personas.
- Esto requiere cuidar la acogida, el lenguaje y los juicios, los eventuales factores
atenuantes de su situación, y el «bien posible» que pueden realizar en cada mo-
mentó, siempre con la meta puesta en la santidad.
- Esta actitud de misericordia no se opone a la verdad, de modo que esas perso-
ñas puedan formarse un juicio correcto sobre lo que obstaculiza una participación
más plena en la vida de la Iglesia. No es un camino fácil, pero en él se encuentra
la plenitud de la vida y de la alegría.

Los pastores estarán disponibles para acompañar a los matrimonios y a las


familias, y ayudar en la educación de las virtudes cristianas.
En el ámbito social, jurídico y político los cristianos habrán de defender la
identidad del matrimonio y la familia como sujeto de derechos sociales.

7. Promoción de las vocaciones

La Iglesia es «misterio de vocación». La Iglesia es Ecclesia, «con-vocación»,


que revela la plenitud de la «llamada» divina que ya supone toda existencia
humana. La vocación cristiana lleva esa existencia a una plenitud insospechada
mediante la incorporación a la vida de Cristo.
142 Este don «recibido» en Cristo llama a salir de uno mismo para ponerse al
servicio del plan de Dios según la vocación propia de cada uno, que tiene en
cuenta la inclinación personal y las necesidades de la Iglesia. Un elemento de
la educación en la fe es ayudar al descubrimiento de esa particular llamada
dentro de la común vocación cristiana.
a) La promoción de las vocaciones es ante todo una promoción de oración
(«Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies»: Mt 9,38); de tes-
timonio coherente y gozoso de ministros, religiosos y laicos; de una verdadera
experiencia de fe.
b) La promoción de vocaciones al ministerio sagrado, a la vida religiosa, o a
la vida laical en el matrimonio o en el celibato, implica a la Iglesia entera, si
bien suele canalizarse institucionalmente en la llamada pastoral vocacional,
que se realiza con respeto a la libertad personal, y no m engua la urgencia de la
dedicación al Evangelio.
c) Especialmente la promoción de vocaciones para el ministeno ordenado es una
tarea esencial en la Iglesia. Se apoya en elementos teológicos (la identidad del
ministerio sagrado en la Iglesia), y en el discernimiento y formación que se
lleva a cabo en los Seminarios.

8. Atención a los enfermos y a los ancianos

El contexto de la salud, o «pastoral de la salud», abarca a los enfermos y a los


ancianos que requieren cuidados especiales.
a) Atención a los enfermos. Se trata de atender al enfermo en sus necesidades
físicas, psicológicas y espirituales. Ante el dolor humano, la actitud cristiana
es la de evitarlo o aliviarlo (de ahí la importancia de los cuidados paliativos y
terminales); si no fuera posible aliviar el dolor, ayudar al enfermo a asumirlo en
unión con la pasión de Cristo. Así el dolor se transforma en una fuerza de cu-
ración para uno mismo y para otros. El dolor puede ser una escuela del amor.
La comunidad cristiana (parroquias, grupos, etc.) ofrece una amplia dedica-
ción a los enfermos (tanto en los hogares como en hospitales y otras insti-
tuciones apropiadas); esta atención incluye actividades diversas como son el
acompañamiento a las familias, la formación del voluntariado y la promoción
de conductas éticas en los profesionales de la salud.
Para los que trabajan como médicos, enfermeras y demás personal sanitario,
el cuidado de los enfermos es su primer campo de testimonio cristiano ante
sus colegas.
Los pastores, religiosos y laicos que colaboran en la atención pastoral de los
enfermos en nombre de la Iglesia deben recibir una formación específica.
b) Atención de los ancianos. En la atención de los ancianos inciden factores
antropológicos (el valor de la ancianidad) y sociológicos (el aumento de la
esperanza de vida, y de las necesidades materiales y espirituales).
La fe estimula el respeto a los ancianos, la atención a su experiencia y sabidu-
ría, el valor de su oración y su colaboración a la evangelización de diversos
modos. En muchas ocasiones la familia podrá cuidar material y espiritual-
mente a sus parientes enfermos (esto es importante para la educación de los
jóvenes). En cualquier caso, la atención a los ancianos habrá de tener en cuen-
ta:
• procurar que acepten con esperanza las limitaciones de la ancianidad, y
como ocasión para testimoniar la fe;
• según su condición, podrán colaborar en tareas evangelizadoras (cateque-
sis, culto, asociaciones, formación de jóvenes y de adultos);
• facilitarles en su caso la recepción de los sacramentos (Penitencia, Unción
y Eucaristía), y estimular su oración;
• requieren un cuidado especial los ancianos enfermos>sobre todo si viven en
soledad, o si han perdido facultades mentales.

9. La muerte del cristiano

En el momento de la muerte, Cristo asocia definitivamente a sus discípulos


en su Misterio Pascual. La vida no acaba con la muerte, sino que hace plena la
unión con Cristo en el paso a la casa del Padre.
• La catequesis y la predicación no deben obviar -por falso tem or- las lia-
madas «realidades últimas» (muerte, juicio, cielo, infierno), expuestas con
lenguaje sobrio pero interpelante, explicando sus dimensiones antropoló-
gicas, cristológicas y eclesiológicas.
• En la cercanía de la muerte cobra importancia el acompañamiento de la
familia y la presencia del sacerdote (con la administración de la Penitencia,
la Unción y el Viático).
• La celebración de las exequias fomentará la oración por los difuntos y la
esperanza cristiana en la resurrección, apoyada en la resurrección de Cris-
to.
44 ‫ן‬ · Sobre la sepultura y la conservación de las cenizas en el caso de cremación,
puede consultarse la Instrucción de la Cong. para la Doctrina de la Fe Ad
resurgendum cum Chñsto (15-VIII-2016).
• Los pastores habrán de cuidar en esos momentos a las familias de los di-
funtos; y el acompañamiento posterior de las personas «en duelo».

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

c u lto e s p iritu a l {lo g ik é la tre ía ) • c u ra c ió n c ris tia n a

s a c e rd o c io d e la p ro p ia e x is te n c ia • p é r d id a d e l s e n tid o d e l p e c a d o

c e le b r a c ió n fr u c tu o s a • ig le s ia d o m é s tic a

s a c ra m e n to s d e la fe • c u ltu r a d e ia v id a

e d u c a c ió n m is ta g ó g ic a • Ig le s ia c o m o m is te rio d e v o c a c ió n

o r a c ió n y e s p ir itu a lid a d litú rg ic a • p a s to ra l d e la s a lu d

re lig io s id a d p o p u la r ‫ י‬d u e lo

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. S e ñ a la las p rin c ip a le s lín e a s e d u c a tiv a s y p a s to ra le s e n la fo r m a c ió n litú rg ic a .

2. ¿C uál es el s e n tid o d e la o ra c ió n litú rg ic a ?

3. ¿Por q u é es im p o r t a n t e la r e lig io s id a d p o p u la r y c u á le s s e ría n las o r ie n ta c io n e s

p r in c ip a le s p a ra la fo r m a c ió n e n e s te á m b ito ?

4. ¿ C u áles s o n los m e d io s p rin c ip a le s p a ra im p u ls a r la c o n v e rs ió n p e r m a n e n t e y

la p e n ite n c ia ?

5. ¿C uál es la m is ió n d e la fa m ilia c ris tia n a ?

6. S e ñ a la a lg u n a s p a u ta s p a ra el a c o m p a ñ a m ie n t o d e las fa m ilia s .

7. A p u n ta los p rin c ip a le s m e d io s p a ra la p r o m o c ió n d e las v o c a c io n e s

8. ¿ C ó m o se h a d e lle v a r a c a b o la a te n c ió n d e los a n c ia n o s y d e los e n fe rm o s ?

9. ¿ C ó m o a y u d a r a los c ris tia n o s y a sus fa m ilia s e n t o d o lo q u e ro d e a a la m u e r -

te?
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un com entario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:

«El c u lto c ris tia n o es un c u lto e s p iritu a l. (...) N o es e s p iritu a l p o r in c o rp o re id a d , lo es p o r

su c o n te n id o p rin c ip a l. En e fe c to , n o co nsiste e n cosas, sin o e n la u n ió n d e l c o ra zó n d e l

h o m b re c o n D ios p o r la fe y el a m o r. ( . . . ) Es s a b id o c ó m o el V a tic a n o II a s u m e e sta e n -

s e ñ a n za a p o s tó lic a c u a n d o tr a ta d e l s a c e rd o c io e s p iritu a l (q u e e n n in g u n a p a rte lla m a

m e ta fó ric o ) d e los fieles. Es to d a la v id a d e éstos, in c lu s o "su v id a c o n y u g a l y fa m ilia r,

sus tra b a jo s c o tid ia n o s , su d e s c a n s o e s p iritu a l y corporal", la q u e , si to d o e s to se real¡‫־‬

za e n el e s p íritu , c o n s titu y e la m a te ria d e l sacrificio e s p iritu a l d e los cristianos (Lum en

g e n tiu m , n. 3 4 ).

Pero si el c u lto c ris tia n o co nsiste en la re la c ió n a D ios d e l h o m b re m is m o - n o p o r m e d io

d e las cosas, ni siq u iera d e las c e re m o n ia s c o m o ta le s -, solo p u e d e ser e n d e p e n d e n c ia

d e Jesucristo y d e la p e rfe c ta re la c ió n filial con D ios q u e él v iv ió e n s u m o g ra d o e n su

d o lo ro s a y b ie n a v e n tu ra d a p as ió n . A h o ra b ie n , esta re la c ió n filial, esta o fre n d a , e ste

sacrificio, nos son d a d o s p ara q u e n o so tro s nos u n a m o s a él, n o s o la m e n te p o r m e d io

d e l re c u e rd o y c o m o e je m p lo , sino e n su re a lid a d c o rp o ra l e n la c e le b ra c ió n eu c a rís tic a .

D e s d e e s te m o m e n to el c u lto c ris tia n o consistirá, e n su s u p re m a v e rd a d , e n re c ib ir en

la a c c ió n d e gracias e s te d o n q u e D io s nos ha h e c h o y e n u n ir a é l la o fre n d a e s p iritu a l

d e n u e s tra v id a c o n c re ta ín te g ra . Por esta ra zó n se o rd e n a n los sace rd o te s , n o ta n to

p a ra d e c ir m isa c o m o p a ra h a c e r c o m u lg a r a los fie le s c o n el c u lto d e Jesucristo cuya

a n a m n e s is re a liza n y c e le b ra n s a c ra m e n ta lm e n te . Ésta es la e n s e ñ a n z a c o n c ilia r (cf. LG

2 8 y 3 4 ; PO 2 y 5)».

(Y. C o ng ar , L la m a d o s a la vida, H erd e r,

B arcelo n a 1 9 8 8 , p p . 1 3 8 -1 3 9 )

«U n a b u e n a e d u c a c ió n e s c o la r e n la te m p r a n a e d a d co lo c a s em illas q u e p u e d e n p ro -

d u c ir e fe c to s a lo la rg o d e to d a u n a v id a . Pero q u ie ro d e s ta c a r la im p o rta n c ia c e n tra l

d e la fa m ilia , p o rq u e "es el á m b ito d o n d e la v id a , d o n d e Dios, p u e d e ser a c o g id a y

p ro te g id a d e m a n e ra a d e c u a d a c o n tra los m ú ltip le s a ta q u e s a q u e e stá e x p u e s ta , y


146 p u e d e d e s a rro lla rs e s e g ú n las e x ig e n c ia s d e un a u té n tic o c re c im ie n to h u m a n o . C o n tra

la lla m a d a c u ltu ra d e la m u e rte , la fa m ilia c o n s titu y e la s e d e d e la c u ltu ra d e la v id a"

(Juan P ablo II, Ene. Centessim us annus, 3 9 ). En la fa m ilia se c u ltiv a n los p rim e ro s h á b ito s

d e a m o r y c u id a d o d e la v id a , c o m o p o r e je m p lo el uso c o rre c to d e las cosas, el o rd e n

y la lim p ie z a , el re s p e to al e c o s is te m a local y la p ro te c c ió n d e to d o s los seres cread o s.

La fa m ilia es el lu g a r d e la fo rm a c ió n in te g ra l, d o n d e se d e s e n v u e lv e n los d is tin to s as-

p ec to s , ín tim a m e n te re la c io n a d o s e n tre sí, d e la m a d u ra c ió n p e rs o n a l. En la fa m ilia se

a p re n d e a p e d ir p e rm is o sin avasallar, a d e c ir "gracias" c o m o e x p re s ió n d e una s e n tid a

v a lo ra c ió n d e las cosas q u e re c ib im o s , a d o m in a r la a g re s iv id a d o la v o ra c id a d , y a p e -

d ir p e rd ó n c u a n d o h a c e m o s a lg ú n d a ñ o . Estos p e q u e ñ o s gesto s d e sincera co rtesía

a y u d a n a c o n s tru ir u n a c u ltu ra d e la v id a c o m p a rtid a y d e l re s p e to a lo q u e nos rod ea».

(P apa F rancisco , Ene. L o u d a to s i',


s o bre el c u id a d o d e la casa c o m ú n , 2 4 -V -2 0 1 5, n. 2 1 3 )
j ‫ ו‬47
TEM A EL SERVICIO DE LA
10 CARIDAD: LA D IAKO NÍA
CRISTIANA

Los cristianos realizan su servicio (diaconía, del gr. d ia k o n ia ) en la vida


laboral, familiar, cultural y artística; y en las obras de justicia, de caridad
y de misericordia, especialmente en la atención de los pobres y débiles,
en el cuidado de la Tierra. Con frecuencia los cristianos colaboran con
no creyentes, que pueden descubrir la fe en ese testimonio de servicio.

S U MA R I O

1. EL DINAMISMO SOCIAL DEL EVANGELIO · 1.1. C o n s id e ra c ió n h istó rica · 1.2.

La D o c trin a social d e la Iglesia e n la e v a n g e liz a c ió n · 1.3. La o p c ió n p re fe re n c ia l p o r

los p o b re s y n e c e s ita d o s · 2. LA ORDENACIÓN DEL MUNDO SEGÚN DIOS · 2.1.

T ra b a jo y p ro fe s ió n · 2 .2 . E v a n g e liza c ió n d e l á m b ito c u ltu ra l e in te le c tu a l · 2 .3 V id a

p o lític a y c iu d a d a n a 2 .4 ‫״‬. M e d io s d e c o m u n ic a c ió n y o tro s « a reó p ago s»: el a rte y la


e c o lo g ía .
La Iglesia y la vida cristiana, cuyo centro es la caridad, tienen una dimensión
de servicio, que estuvo muy presente en el Concilio Vaticano II (cf. Pablo VI,
Discurso en la clausura del Concilio Vaticano II, 7-XII-1965).
La Iglesia crece por el servicio (diakonía) en el mundo, porque de ese modo los
cristianos ejercen su participación en la realeza de Cristo. Una realeza que, a
partir del dominio de sí mismo frente al pecado, se traduce en el esfuerzo de
mejorar la sociedad.
Este tema tiene dos apartados. El primero pone de relieve el dinamismo social
del Evangelio. El segundo subraya un aspecto central del munus regio cristia-
no, especialmente en los fieles laicos: la ordenación del m undo según Dios.

1. El dinamismo social del Evangelio

Comenzamos por una consideración histórica del tema. Abordamos luego la


importancia de la Doctrina social de la Iglesia en la evangelización, y final-
mente nos centramos en la opción preferencial por los pobres y necesitados.

1.1. Consideración histórica

El cristianismo tiene una fundamental dimensión social; mencionaremos sus


manifestaciones, y luego su promoción en las décadas recientes.

a) La dimensión social del cristianismo


A diferencia de muchas religiones no cristianas (como las griegas, la mazdeís-
ta, la hindú, o la budista), el cristianismo posee una dim ensión comunitaria.
La salvación cristiana es un proceso personal pero no individualista; es tam-
bién salvación histórica y social, que deriva del realismo de la Encarnación. La
hum anidad entera, y el m undo mismo, están llamados a transformarse «en
nuevos cielos y en nueva tierra» cuando Dios sea todo en todos.
Se han dado corrientes individualistas deformadoras del cristianismo (subjeti-
vismo y esplritualismo) en la ascética y en la predicación, en la teología y en la
liturgia, quizá debido a una excesiva separación entre naturaleza y gracia, entre
fe e historia, entre Dios y mundo.

Durante el siglo XX se resaltó la repercusión social del Evangelio, saliendo al


paso sobre todo del pensamiento marxista -entonces con gran influencia- y de
su reproche a la fe cristiana de paralizar la fuerza transformadora de la huma-
nidad en virtud de su promesa de un paraíso más allá de esta tierra.
b) Manifestaciones sociales del Evangelio 149
A lo largo de la historia, el Evangelio ha provocado transformaciones positivas
en las sociedades y culturas donde se enraizó.

La caridad cristiana contribuyó durante siglos a sanear y transformar una ci-


vilización occidental indiferente o dura con los débiles (viudas, huérfanos, en-
fermos, pobres, indígenas, peregrinos...). Especialmente las situaciones pro-
vocadas por los rápidos cambios sociales y económicos de la Edad moderna y
de la revolución industrial del s. XIX, reclamaron una mayor reflexión y acción
cristiana.

Cabría decir que la encíclica Rerum novarum, de 1891, fue el nacimiento de la


Doctrina social de la Iglesia. En la enseñanza católica comenzaron a ocupar un
lugar importante aspectos como la situación de los trabajadores (los salarios,
las condiciones de vida, la pobreza), el desarrollo social y económico, la des-
colonización y el destino de los pueblos.

La Const. pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II fue un momento


importante para resaltar la cercanía del Evangelio a los «gozos y esperanzas»
de la humanidad, y la atención a las necesidades humanas (cf. Gaudium et spes,
n. 27).

c) La dimensión social en el Magisterio a partir del Concilio Vaticano II

• En continuidad con la encíclica Populorum progressio y la Exhort. Ap. Evan-


gelii nuntiandi, ambas de Pablo VI, san Juan Pablo II subrayó que el hom-
bre (todo lo que es y le afecta) es el «camino de la Iglesia». Sus tres encícli-
cas sociales son Laborem exercens, Sollicitudo reí socialis y Centessimus annus.
En su carta para el nuevo milenio escribía sobre la pobreza:
«Tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana,
se sientan como "en su casa" ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presen-
tación de la buena nueva del Reino? Sin esta forma de evangelización, llevada a
cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del
Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido
o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación
nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras»
(san Juan Pablo II, Carta Novo millennio ineunte, 2001, n. 50).

• Benedicto XVI, ya antes de ser Papa, subrayó las dim ensiones sociales
de la fe, de la esperanza y el amor, como se refleja luego en las encíclicas
Deus cantas est, Spe salvi, y en la escrita con el papa Francisco, Lumen fidei.
150 Ya había destacado -como prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fe- la relación entre evangelización y promoción hum ana en las Ins-
tracciones sobre liberación y salvación (1984 y 1986). Publicó también la
encíclica Caritas in veútate. Durante su pontificado se elaboró el Compendio
de la Doctrina social de la Iglesia (2005).
En Deus caritas est señala que el amor cristiano lleva consigo asumir la dinámica
de la entrega de Cristo, sobre todo en la Eucaristía, lo cual comporta un ejercicio
práctico del amor (cf. n. 14). La caridad es tan esencial en la naturaleza y la mi-
sión de la Iglesia como la fe y los sacramentos (cf. n. 25, vid. también el motu
proprio Intima Ecclesiae natura, de 2012).

En Spe Salvi expone que el individualismo de la modernidad traicionó a las per-


sonas en nombre de un progreso anónimo y sin rostro. Para el cristiano, por el
contrario, la esperanza de cada uno supone siempre la esperanza para los demás.
Lo cual debe emerger de la oración y de la acción, y con la perspectiva del juicio
(énfasis de nuevo en la caridad efectiva).

En Caritas in veritate señala que la caridad en la verdad es la fuerza principal para


impulsar el desarrollo humano integral. Al mismo tiempo la caridad forma par-
te esencial de la evangelización.

La Lumen fidei subraya que la fe comporta la apertura al amor. La fe se recibe en


la comunión de la Iglesia y se abre a esa misma comunión y a su misión evange-
lizadora.

• El papa Francisco -situando esos principios en el centro de su pontificado-


insiste en que la evangelización quedaría incom pleta sin su efecto social,
pues reclama el amor efectivo a los pobres, el diálogo para el bien común y
la paz (cf. EG cap. IV), exige la misericordia como expresión de la caridad,
y el cuidado de la tierra como un aspecto implicado en la fe (cf. encíclica
Laudato si').

Entre los aspectos particulares que se derivan de la dimensión social del


Evangelio están: la atención a inmigrantes y refugiados; a los presos; a la ex-
plotación y las modernas esclavitudes, como la prostitución, etc.
El papa Francisco presta atención singular a la situación de los niños, que ha des-
crito así: «Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo,
bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las gue-
rras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que eso conlleva. Miles
de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, mafias y mercaderes de la
muerte, que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad» (cf. Carta a
los obispos, 2-1-2017).
1.2. La Doctrina social de la Iglesia en la evangelización 151
La Doctrina social de la Iglesia asume los principios de la Ley natural sobre
la persona y la sociedad, y los perfecciona a la luz del Evangelio. Promueve
el desarrollo humano integral, con la luz que procede del Evangelio. Es un
instrumento que forma parte de la evangelización, la cual quedaría ineficaz sin
este vínculo entre el Evangelio y la vida (cf. CEC 2419).

La caridad se sitúa en el corazón del Evangelio junto con la verdad y la justi-


cia. La caridad (don y servicio) es la sustancia de la santidad, del «alto grado
de la vida cristiana ordinaria» (Juan Pablo II); es la raíz y a la vez el fruto de
la Misión.
«La doctrina social implica también responsabilidades relativas a la construcción, la or-
ganización y el funcionamiento de la sociedad: obligaciones políticas, económicas, admi-
nistrativas, es decir, de naturaleza secular, que pertenecen a los fieles laicos, no a los
sacerdotes ni a los religiosos. Estas responsabilidades competen a los laicos de
modo peculiar, en razón de la condición secular de su estado de vida y de la indo-
le secular de su vocación: mediante estas responsabilidades, los laicos ponen en
práctica la enseñanza social y cumplen la misión secular de la Iglesia» (Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 83; vid. nn. 531 y 532).

La caridad se enraíza en la unión con Cristo y, desde ahí, en la participación


en su dinámica de entrega: «amaos los unos a los otros» como Él ha amado:
es participar en la entrega de Cristo por todos. De esa unión con Cristo, conse-
cuencia de la oración y de la vida sacramental, se derivan los frutos de caridad
hacia los demás.
«Esta es la hora de una renovada primavera de santidad social, de santos que ma-
nifiesten al mundo y en el mundo la perenne e inagotable fecundidad del Evange-
lio» (Juan Pablo II, Discurso al Congreso Pontificio para la Justicia y la Paz, 29-X-2004)

El horizonte del amor cristiano trasciende a la propia familia, grupo o raza. La


caridad tiene u n orden que comienza por el más cercano y se abre a un hori-
zonte universal (abarca incluso a los enemigos). Pero eso no de una manera
genérica: tan contrario al Evangelio sería un falso universalismo que descuida
a los más cercanos, como falso sería un amor hacia los próximos que hiciera
olvidar a los que sufren lejos.
En la predicación de Jesús, la atención a las necesidades humanas materiales
y espirituales es el criterio para dar valor positivo o negativo a la vida de los
discípulos (cf. Mt 25, 35ss: «porque tuve hambre... Cada vez que lo hicisteis
con uno de estos...»).
152 Frutos de la caridad son las llamadas «obras de misericordia» y el testimonio
del servicio; y todo ello de modo respetuoso y cordial (Cf. 1 Co 13,4-7).
En consecuencia, toda comunidad cristiana (familias, parroquias, grupos de
formación, etc.) ha de ser una escuela de atención a los necesitados, según
variadas formas y estilos (también con la colaboración de no cristianos e in-
creyentes).
La Doctrina social debe estar presente en la evangelización como parte de la
predicación, de la catequesis y de la enseñanza religiosa escolar; es luz para la
acción personal y social, impulso para el diálogo y contribución a la paz. Un
instrumento para ello es el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia (2005).
Corresponde a los pastores prestar la formación en los principios de la moral
cristiana y los aspectos sociales del Evangelio. En cambio, la valoración y solu-
ción de situaciones concretas corresponde a los laicos bien formados.
«No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la acti-
vidad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la
vocación de los fieles laicos, que actúan por su propia iniciativa con sus conciuda-
danos» (CEC 2442).
(Sobre el papel de los pastores y de los laicos en relación con la Doctrina social de
la Iglesia, ver tema 2, final del apartado 5).

1.3. La opción preferencial por los pobres y necesitados

Entre los principios de la Doctrina social cabe subrayar el de la opción (o


amor) preferencial por los pobres y necesitados, como signo privilegiado de
la caridad y de la misericordia de Dios con los hombres.
a) En el Antiguo Testamento la abundancia se considera una bendición de
Dios, y la pobreza, a veces como un hecho natural inculpable (cf. Pr 22, 2), y
otras veces consecuencia del ocio y de la pereza (cf. Pr 10, 4). Pero al margen
de las causas, el pobre siempre es objeto de atención por parte del Señor. Él
escucha y responde a los pobres; a ellos especialmente se dirigen las promesas
divinas. El Mesías será defensor de los pobres y promotor de la justicia (cf. Ez
34, 22-31) porque establecerá una nueva alianza y escribirá una nueva ley en
el corazón de los creyentes (cf. Jr 31,3134‫)־‬. El Antiguo Testamento considera
el cuidado de los pobres como manifestación del amor al hermano.
«En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, pro-
hibición del préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo,
pago del jornalero, derecho de rebusca tras la vendimia y la siega) responden a la
exhortación del Deuteronomio: «Ciertamente nunca faltarán pobres en este país;
por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel
de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra» (Dt 15,11)» (CEC 2449).

De otro lado, se condena el abuso de los bienes y la riqueza.


«La tradición profética estigmatiza las estafas, la usura, la explotación, las injus-
ticias evidentes, especialmente con respecto a los más pobres (cf. Is 58,3-11; Jr 7,4-
7; Os 4,1-2; Am 2,6-7; Mi 2,1-2). Esta tradición, si bien considera un mal la pobreza
de los oprimidos, de los débiles, de los indigentes, ve también en ella un símbolo
de la situación del hombre delante de Dios; de Él proviene todo bien como un don
que hay que administrar y compartir» (Compendio de la DSI, n. 323).

b) La Encamación del Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria,


que descendió en medio de los hombres, se despojó y se «vació» (kenosis: ano-
nadamiento), haciéndose en todo semejante a nosotros, menos en el pecado (vid.
Flp 2, 7-8; Hb 4,15), es el principal fundamento del amor preferencial por los
pobres.
Dice el Concilio Vaticano II que Jesús «trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, actuó con voluntad de hombre, amó con corazón de hom-
bre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo
semejante a nosotros excepto en el pecado» (Gaudium et spes, 22). Por amor, Cristo
quiso compartir nuestra suerte, cargando con el peso de nuestros pecados y de
sus consecuencias (el dolor y la muerte), manifestando así la misericordia de Dios.

«Jesús se hizo pobre por nosotros para que nos enriqueciéramos con su pobreza»
(2 Co 8, 9), viviendo el desprendimiento de los bienes materiales (cf. Mt 8,
20). En la primera bienaventuranza los pobres de espíritu son quienes están
desprendidos de lo que poseen, no solo de lo superfluo, para compartir con
quienes no tienen, y así se enriquecen por el encuentro con Cristo en los po-
bres (cf. 2 Co 8,1-9).
Jesús manifestó una atención especial por los pobres y necesitados, enfermos
y débiles. Todavía más, Jesús invita a reconocer su presencia en los pobres,
que son sus hermanos (cf. Mt 25,40)» (CEC 2449).
«En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que reconocer
a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola (cf Le 16,19-31). En dicha muí-
titud hay que oír a Jesús que dice: "Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos,
también conmigo dejasteis de hacerlo" (Mt 25,45)» (CEC 2463).

c) La comunidad pHmitiva vivió la caridad con obras (cf. Hch 2 ,4 2 4 5 ,4 ,3 4 ‫־‬-


35). Las «columnas» de los Apóstoles pidieron a san Pablo que no se olvidara
de los pobres (cf. Ga 2,10), indicación que puso en marcha con colectas (cf. Ga
6,6; 1 Co 16,1-4; 2 Co 8,1-6; 9,1-5; Rm 15,25-27).
La Iglesia ha vivido de diversas maneras el amor por los pobres: promovien-
do obras de beneficencia, la limosna, las obras de misericordia, denunciando
como grave pecado las injusticias, y saliendo al paso de la miseria material y
espiritual.
«El amor de la Iglesia por los pobres... pertenece a su constante tradición « (CA
57). Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas (cf. Le 6,20-22), en la
pobreza de Jesús (cf. Mt 8,20), y en su atención a los pobres (cf. Me 12,41-44). El
amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin
de "hacer partícipe al que se halle en necesidad" (Ef 4,28). No abarca solo la po-
breza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa
(cf. CA 57)» (CEC 2444).
d) El Concilio Vaticano II declara que «la Iglesia... reconoce en los pobres y
en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en
remediar sus necesidades, y procura servir en ellos a Cristo» (LG 8); por eso,
«los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez...
de los discípulos de Cristo» (GS 1).
e) La expresión «opción por los pobres» surgió en el ámbito latinoamericano.
La Iglesia asumió esa expresión matizándola para evitar ambigüedades (como
la «lucha de clases») con la palabra «preferencial» (o «amor de preferencia», cf.
CEC 2448), es decir, no como una opción exclusiva y excluyente.
El término pobreza se puede entender en cuatro sentidos: 1) carencia de bienes
(pobreza económica) materiales o culturales; 2) carencia de amistad con Dios (po-
breza espiritual); 3) desprendimiento espiritual de los bienes confiando en Dios
(pobreza cristiana); 4) pobreza como «opción preferencial», que presupone los
demás sentidos, pues quien renuncia al uso egoísta de los bienes (3) puede optar
por el pobre para servirle en sus carencias materiales (1) y espirituales (2).
Para responder a su identidad misionera y evangelizadora, señala el Concilio, la
Iglesia «debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que
Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio
y de la inmolación de sí mismo» (AG 5).
En un sentido real, «Dios sigue salvando a los hombres y salvando al mundo me-
diante la pobreza de Cristo, que se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra
y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres» (Francisco, Mensaje para la Cuaresma,
2014).
f) Las implicaciones de la «opción por los pobres» son:
• Un amor efectivo y un compromiso activo para remediar la pobreza ma-
ferial, moral y espiritual. Cada cristiano lo ha de encauzar según sus cir-
cunstancias.
«Descendiendo a consecuencias prácticas y muy urgentes, el Concilio [Vaticano
II] inculca el respeto al hombre, de modo que cada uno, sin ninguna excepción,
debe considerar al prójimo como otro yo, cuidando, en primer lugar, de su vida y
de los medios necesarios para vivirla dignamente, para que no imiten a aquel rico
que se despreocupó totalmente del pobre Lázaro» (Conc. Vaticano II, Gaudium et
spes, n. 27).

• Los pastores han de formar a los fieles, y asegurar la opción preferencial


por los pobres (cf. Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, 2004, esp.
nn. 193200‫ ;־‬vid. el m.pr. de Benedicto XVI, Intima Ecclesiae natura, de 2012).
• No solo los pastores y los religiosos, sino tam bién los laicos han de maní-
festar con hechos el amor de preferencia por los necesitados: con las obras
de misericordia y con su trabajo realizado con espíritu de servicio.
• Tienen una especial responsabilidad los laicos implicados en la vida social
y política en la promoción de la justicia y la paz. De ahí la necesaria forma-
ción en la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente de los dirigentes de
la sociedad.
g) La opción preferencial por los pobres no es, en definitiva, una mera asisten-
cia social, y menos aún una acción política partidista. Evangelizar a los más
necesitados es una prioridad del mensaje cristiano. Se trata de ofrecerles la luz
y fuerza del Evangelio, que convierte los corazones, cura las heridas y transfor-
ma las relaciones humanas con la lógica del amor.
«Inspirada en el precepto evangélico: "De gracia lo recibisteis; dadlo de gracia"
(Mt 10,8), la Iglesia enseña a socorrer al prójimo en sus múltiples necesidades y
prodiga en la comunidad humana innumerables obras de misericordia corporales y
espirituales: "Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los princi-
pales testimon" (CEC 2447) aun cuando la práctica de la caridad no se reduce a la
limosna, sino que implica la atención a la dimensión social y política del proble-
ma de la pobreza» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 184).

2. La ordenación del mundo según Dios

Dividimos este segundo apartado del tema en cuatro epígrafes. Comenzamos


por considerar el trabajo y la profesión en el marco de la misión de la Iglesia.
En un segundo momento se aborda la evangelización del ámbito cultural e
intelectual, para pasar luego a la vida política y ciudadana. Por último, nos
referimos a los medios de comunicación y otros «areópagos» como son el arte
y la ecología.
2 .1 56 ‫ ך‬. Trabajo y profesión

Recordemos algunos elementos de la relación entre trabajo y misión cristiana.


El trabajo, que perfecciona a la persona y contribuye a la mejora del mundo,
es materia y medio de la colaboración del hom bre con Dios Creador para
manifestar su gloria, contribuir al Reino de Dios y servir a la humanidad. Pero
como todo lo humano, quedó «herido» por el pecado y ha sido redim ido por
Cristo, especialmente con su vida de trabajo en Nazaret.
Por eso se habla de la santificación del trabajo, es decir, el trabajo realizado
en unión con Cñsto. Santificar el trabajo es el modo de ejercer los laicos el sa-
cerdocio común de los bautizados, «ordenando el mundo» a Dios. En el caso
de los fieles laicos esto sucede «desde dentro» de los procesos y dinámicas
del mundo (cf. LG 31); por eso los laicos tienen una responsabilidad especial
en promover los valores morales del trabajo, de acuerdo con la Doctrina social.
«Los laicos, (...), han de sanear las estructuras y las condiciones del mundo, de
tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al pecado, todas ellas sean
conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica
de las virtudes. Obrando así, impregnarán de valores morales toda la cultura y las
realizaciones humanas» (LG 36).

Los pastores deben tener en cuenta esta tarea propia de los laicos, que puede
vivirse de varias formas y con muchos estilos.

2.2. Evangelización del ám b ito cu ltu ral e in telectu al

Antes hemos mencionado las relaciones entre fe y cultura, y la inculturación


de la fe en relación con la «nueva evangelización» (cf. tema 3, apartado 4)
como nueva inculturación de la fe (cf. tema 6, apartado 2). Ahora subrayamos
que evangelizar las culturas pide una especial atención a los intelectuales.
a) Evangelización y cultura. «La nueva evangelización pide un esfuerzo lúci-
do, serio y ordenado para evangelizar la cultura» (Juan Pablo II, 1993). Para ello
es necesario atender los espacios culturales, porque «una fe que no se convierte
en cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmen-
te vivida» (Juan Pablo II, Institución del Pontificio Consejo para la cultura, 1982).
Evangelizar las culturas implica que los criterios del Evangelio configuren las
inteligencias, las actitudes y las formas de vida (cf. Exhort. Evangelii nuntiandi,
199). Esta evangelización se centra, por tanto, en las personas, y mediante las
personas conforma la cultura (cf. CEC 1204).
b) Todo ello comporta presentar la fe en términos modernos, lo que pre- !57
cisa conocer la cultura actual en sus expresiones principales: pensamiento,
ciencias experimentales, tecnología y comunicación, etc. La formación antro-
pológica y ética en estos ámbitos forma parte de la misión evangelizadora (cf.
CEC 2993).
c) En consecuencia, la evangelización tendrá en cuenta a los intelectuales
(universitarios, artistas, agentes culturales de tipos diversos), que influyen en
la configuración de la sociedad.
Aquí tienen una tarea las escuelas y universidades de inspiración católica, en
las que también la teología debe informar la educación integral, en diálogo in-
terdisciplinar (vid. tema 8, apartados 7 y 8). En las instituciones educativas es-
tatales es conveniente que -en lo posible- se organice la pastoral universitaria o
las capellanías, con un protagonismo de los laicos (sean estudiantes, profesores o
personal no docente).
Hay que subrayar especialmente que entre la fe y la ciencia no existe contradic-
ción, porque el Creador ha puesto en el hombre la capacidad para descubrir la
racionalidad que existe en las realidades creadas, incluso más allá de las experien-
cías de un aparente azar. Por otra parte, la ciencia y su aplicación técnica de por sí
no son capaces de dotar de sentido a la existencia humana y al progreso, y deben
estar al servicio de la persona, no para el dominio de irnos sobre otros. Por ello,
deben guiarse por valores éticos objetivos.

2.3. Vida p o lítica y ciudadana

La vocación cristiana exige cumplir los deberes ciudadanos.


«Los cristianos residen en su propia patria, pero como extranjeros domiciliados.
Cumplen todos sus deberes de ciudadanos y soportan todas sus cargas como
extranjeros... Obedecen a las leyes establecidas, y su manera de vivir está por
encima de las leyes... Tan noble es el puesto que Dios les ha asignado, que no les
está permitido desertar» (Epístola a Diogneto, 5,5.10; 6,10).

Lejos de refugiarse en una «religión privada» ajena al compromiso, los cris-


tianos participan en la vida ciudadana, individualmente o asociados, para
lograr una sociedad acorde con la dignidad humana. Es una tarea que toca a
todo cristiano según su condición, y corresponde a los fieles laicos como voca-
ción propia, que cada uno ejercita según sus aptitudes, profesión, etc.
Esta participación, necesaria en las sociedades democráticas, ha de respetar la
libertad de opciones posibles dentro de la conciencia cristiana, pues no existe
una «solución oficial» de la Iglesia para muchas cuestiones opinables.
158 «La legítima pluralidad de opciones temporales mantiene íntegra la matriz de la
que proviene el compromiso de los católicos en la política, que hace referencia
directa a la doctrina moral y social cristiana. Sobre esta enseñanza los laicos cató-
líeos están obligados a confrontarse siempre para tener la certeza de que la propia
participación en la vida política esté caracterizada por una coherente responsa-
bilidad hacia las realidades temporales» (Cong. para la Doctrina de la fe, Nota
doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos
en la vida política, 2 4 -X I-2 0 0 2 , n. 3).
El pluralismo que existe de hecho no debe confundirse con el relativismo o
indiferencia en la tarea social y política a la hora de aplicar los principios mo-
rales y valores, como por ejemplo una recta concepción de la persona, de la
que se deriva una defensa inequívoca de sus derechos. Debido al actual clima
relativista, es esta una tarea m uy necesaria (cf. Const. past. Gaudium et spes 43
y Exhort. Ap. Christifideles laici, 59).
Son principios irrenunciables en la tarea política de un cristiano: el respeto y
el cuidado de la vida hum ana en todas sus etapas, la promoción de la familia,
la libertad religiosa y el derecho de los padres en la educación de sus hijos, la
tutela social de los menores y la liberación de modernas formas de esclavitud,
así como el desarrollo de una economía al servicio de la persona y del bien
común, la justicia social y la paz.

2.4 . M edios de com unicación y otros «areópagos»: el a rte y la ecología

Así como en tiempos de san Pablo los atenienses escucharon el mensaje apos‫־‬
tólico en el areópago, el lugar de participación ciudadana en Atenas, hoy los
nuevos «areópagos» son, entre otros, los medios de comunicación, el arte y la
ecología.

a) Evangelización y medios de comunicación


Los medios de comunicación son el «primer areópago de la edad moderna»
(RM 37). Pueden contribuir a la difusión del Evangelio, sobre todo median-
te quienes trabajan en ese campo. Los cristianos han de ser co-protagonistas
de la comunicación, no simples receptores pasivos y acríticos de mensajes y
opiniones. También los pastores han de cultivar una imagen adecuada de la
Iglesia como institución (la «comunicación institucional») como un aspecto de
la evangelización.
Conviene promover el buen desarrollo y uso de esos medios (Internet, redes
sociales, etc.), sin actitudes negativas.
- Es cierto que ciertos medios de comunicación plantean desafíos (entre
ellos la hostilidad hacia la Iglesia o la moral cristiana), que reclaman una
formación adecuada, especialmente en relación con las familias, los niños
y los jóvenes. Pero si se usan con discernimiento pueden llevar el mensaje
del Evangelio a todos los lugares.
- Es una oportunidad para estimular la responsabilidad de los cristianos
en la comunicación, porque las actuales tecnologías implican una nueva
forma de aprender y de pensar (el lenguaje de las imágenes y de los sím-
bolos).
«La cultura digital plantea nuevos desafíos a nuestra capacidad de hablar y de
escuchar un lenguaje simbólico que hable de la trascendencia. (...) Hoy estamos
llamados a descubrir, también en la cultura digital, símbolos y metáforas signi-
ficativas para las personas, que puedan servir de ayuda al hablar del reino de
Dios al hombre contemporáneo. (...) Es precisamente la llamada a los valores
espirituales la que permitirá promover una comunicación verdaderamente hu-
mana: más allá de todo fácil entusiasmo o escepticismo, sabemos que esta es una
respuesta a la llamada impresa en nuestra naturaleza de seres creados a imagen y
semejanza del Dios de la comunión. (...) Entonces la contribución de los creyentes
podrá servir de ayuda también para el mundo de los medios de comunicación,
abriendo horizontes de sentido y de valor que la cultura digital no es capaz por sí
sola de entrever y representar» (Benedicto XVI, Discurso al Pontificio Consejo de las
Comunicaciones Sociales, 28-11-2011).

b) La nueva evangelización , el arte y los artistas


Los artistas, en sus respectivos ámbitos, podrán promover valores humanos
y, en su caso, nuevas expresiones de fe en la literatura, el teatro y la música,
la pintura y la escultura, la arquitectura y el cine (sobre el arte como posible
itinerario de conversión, véase el apartado 1 del tema 5). Esto no comporta
limitarse a temas explícitamente «religiosos» y /o «eclesiásticos», o caer en es-
tilos remilgados.
• Pueden contribuir al arte sacro al servicio de la de fe. Importa en este sentido
la formación doctrinal, bíblica y litúrgica de los artistas (cf. CEC 25012502‫)־‬.
• Los bienes culturales de la Iglesia sirven para la evangelización y la cate-
quesis, y pueden despertar un humanismo de inspiración cristiana.

c) Evangelización y ecología
La relación con la Tierra y el cosmos puede ser camino del amor a Dios y del
servicio a las personas: la contemplación de la armonía del mundo, el trabajo
responsable y el cuidado de la naturaleza.
160 «Toda criatura posee su bondad y su perfección propias [...] Las distintas cria-
turas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la
sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la
bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas»
(CEC 339).

Además, una «ecología hum ana» pondrá al hombre como administrador de


la naturaleza, no para destruirla, sino para cuidarla para el bien de todos.
La catequesis y la enseñanza religiosa escolar han de estimular el cuidado
del mundo para gloria a Dios y servicio del hombre (cf. Ene. Laudato si', 2015).
Todo ello ha de reflejarse en la educación y en la espiritualidad cristiana.
La educación suscitará algunas actitudes como:
- cambiar el estilo de vida consumista occidental;
- superar el individualismo: cuidar el medio ambiente no significa limitar el
bienestar actual de algunos, sino procurar un hogar para todos, también para los
pobres y las generaciones venideras;
- fomentar una ecología integral y una ética de la solidaridad y del compromiso
ecológico;
- promover la cultura de la vida en los ámbitos educativos; acentuar la belleza de
lo creado.
Consecuencias en la espiritualidad cristiana:
- La espiritualidad llevará a un estilo de vida sobrio centrado en la paz y en la
convivencia como camino de fraternidad humana, y el descubrimiento de la na-
turaleza como reflejo de la Trinidad.
- Para ello se requiere una conversión ecológica personal y una preocupación por
el medio ambiente que lleve a la acción.
- Además de la conversión individual, conviene crear dinamismos de conversión
ecológica social y eclesial, para enseñar valores de gratuidad, de reconocimiento de
la creación como obra de Dios (auténtico culto al Creador).
161
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

d ia k o n ía c ris tia n a • o p c ió n p r e fe re n c ia l p o r los p o b r e s y

n e c e s ita d o s
m u n u s re g io o d e re a le z a
• s a n tific a c ió n d e l tr a b a jo
d im e n s ió n s o c ia l d e l c ris tia n is m o
• n u ev o s a re ó p a g o s
el h o m b r e , « c a m in o d e la Ig le s ia »
• c o m u n ic a c ió n in s titu c io n a l

c a rid a d e n la v e r d a d
• e c o lo g ía h u m a n a

d e s a rro llo h u m a n o in te g r a l • c o n v e r s ió n e c o ló g ic a

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. E x p lic a q u é s ig n ific a el d in a m is m o s o c ia l d e l E v a n g e lio y e n u m e r a b r e v e m e n t e

a lg u n o s h ito s h is tó ric o s y te o ló g ic o s .

2. ¿ Q u é in te ré s t ie n e a c t u a lm e n t e la D o c tr in a s o c ia l d e la Ig le s ia e n re la c ió n c o n

la e v a n g e liz a c ió n ?

3. ¿C uál es e l f u n d a m e n t o y s e n tid o d e la o p c ió n p r e fe re n c ia l p o r los p o b r e s y

n e c e s ita d o s ? E n u m e r a a lg u n a s im p lic a c io n e s e d u c a tiv a s .

4. ¿ Q u é es la s a n tific a c ió n d e l tr a b a jo y c u á l es su lu g a r e n la m is ió n d e la Iglesia?

5. ¿ C ó m o d e b e tr a d u c ir s e la e v a n g e liz a c ió n e n los á m b it o s c u ltu ra le s e in te le c -

tu a le s ?

6. ¿ Q u é t ie n e q u e v e r la v id a p o lític a y c iu d a d a n a c o n la e v a n g e liz a c ió n ?

7. ¿En q u é s e n tid o h a b la m o s d e n u e v o s a re ó p a g o s ?

8. E x p lic a c ó m o el a r te y la e c o lo g ía s o n t a m b ié n á m b it o s im p o r t a n t e s e n la n u e -

v a e v a n g e liz a c ió n .
162
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

« N u e s tra fe p ro c la m a q u e "Jesucristo es el ro stro h u m a n o d e D io s y el ro s tro d iv in o d e l

h o m b re ‫( ״‬Ju an P a b lo II, E x h o rt. Ecclesia in A m e rica, 6 7 ). P or eso "la o p c ió n p re fe re n c ia l

p o r los p o b re s e s tá im p líc ita e n la fe c ris to ló g ic a e n a q u e l D io s q u e se h a h e c h o p o b re

p o r n o s o tro s , p a ra e n riq u e c e rn o s c o n su p o b re za " (B e n e d ic to X V I, D iscurso de in a u g u -

ra c ió n de ¡a co nfe re ncia de A p are cid a, 13 -V -2 0 0 7 , n. 3 ). Esta o p c ió n n a c e d e n u e s tra fe en

Jesu cristo , el D ios h e c h o h o m b re , q u e se ha h e c h o n u e s tro h e rm a n o (cf. H b 2 ,1 1 -1 2 ).

Ella, sin e m b a rg o , n o es ni ex c lu s iv a, ni e x c lu y e n te .

Si e s ta o p c ió n e s tá im p líc ita e n la fe c ris to ló g ic a , los c ris tia n o s c o m o d is c íp u lo s y m is io -

ñ ero s e s ta m o s lla m a d o s a c o n te m p la r e n los ro stro s s u frie n te s d e n u es tro s h e rm a n o s ,

e l ro s tro d e C ris to q u e nos lla m a a s e rv irlo e n ello s:"L o s ro stro s s u frie n te s d e los p o b res

son ro stro s s u frie n te s d e C ris to "(J u a n P a b lo II, C a rta a p . S a lvifícid o lo ris, 1 7 8 ). (...)" C u a n -

to lo h ic ie ro n co n u n o d e esto s m is h e rm a n o s m ás p e q u e ñ o s , c o n m ig o lo h ic ie ro n " (M t

2 5 ,4 0 ). Ju an P a b lo II d e s ta c ó q u e e s te te x to b íb lic o "ilu m in a el m is te rio d e C ris to ” (Ju an

P ab lo II, C a rta a p . N ovo m iile n n io ineunte, 4 9 ). P o rq u e e n C risto el g ra n d e se h izo p e q u e -

ño , el fu e rte se h izo frá g il, el rico se h izo p o b re .

D e n u e s tra fe en C risto b ro ta ta m b ié n la s o lid a rid a d c o m o a c titu d p e rm a n e n te d e e n -

c u e n tro , h e rm a n d a d y s e rv ic io , q u e ha d e m a n ife s ta rs e en o p c io n e s y g esto s vis ib le s ,

p rin c ip a lm e n te en la d e fe n s a d e la v id a y d e los d e re c h o s d e los m ás v u ln e ra b le s y

e x c lu id o s , y e n el p e rm a n e n te a c o m p a ñ a m ie n to en sus e s fu e rzo s p o r ser s u je to s d e

c a m b io y tra n s fo rm a c ió n d e su s itu a c ió n . El s e rv ic io d e c a rid a d d e la Ig le s ia e n tre los

p o b res "es un á m b ito q u e c a ra c te riza d e m a n e ra d e c is iv a la v id a c ris tia n a , el e s tilo e c le -

sial y la p ro g ra m a c ió n p a s to ra l" (Ibidem.)■

( . . . ) La o p c ió n p re fe re n c ia l p o r los p o b re s e xig e q u e p re s te m o s e sp e cia l a te n c ió n a

a q u e llo s p ro fe s io n a le s c a tó lic o s q u e son re s p o n s a b le s d e las fin a n za s d e las n a c io n e s ,

a q u ie n e s fo m e n ta n el e m p le o , los p o lític o s q u e d e b e n c re a r las c o n d ic io n e s p ara el

d e s a rro llo e c o n ó m ic o d e los p aíses, a fin d e d a rle s o rie n ta c io n e s é tic a s c o h e re n te s con

su fe .

( . .. ) En e s ta é p o c a s u e le s u c e d e r q u e d e fe n d e m o s d e m a s ia d o n u es tro s esp acio s d e

p riv a c id a d y d is fru te , y nos d e ja m o s c o n ta g ia r fá c ilm e n te p o r e l c o n s u m is m o in d iv i-


d u a lis ta . Por eso n u e s tra o p c ió n p o r los p o b res c o rre e l rie s g o d e q u e d a rs e e n un p la n o
163
te ó ric o o m e ra m e n te e m o tiv o , sin v e rd a d e ra in c id e n c ia e n n u es tro s c o m p o rta m ie n to s

y e n n u estras d e c is io n e s . Es n e c e s a ria u n a a c titu d p e rm a n e n te q u e se m a n ifie s te en

o p c io n e s y g esto s c o n c re to s (cf. Ene. Deus c a rita s est, n n . 2 7 y 3 1 ), y e v ite to d a a c titu d

p a te rn a lis ta . Se nos p id e d e d ic a r tie m p o a los p o b res , p re s ta rle s u n a a m a b le a te n c ió n ,

e scu ch arlo s co n in te ré s , a c o m p a ñ a rlo s e n los m o m e n to s m ás d ifíc ile s , e lig ié n d o lo s

p a ra c o m p a rtir h o ras, s em an as o añ o s d e n u e s tra v id a , y b u sc a n d o , d e s d e e llo s, la

tra n s fo rm a c ió n d e su s itu a c ió n . N o p o d e m o s o lv id a r q u e el m is m o Jesús lo p ro p u s o

co n su m o d o d e a c tu a r y co n sus p a la b ra s : "C u a n d o des u n b a n q u e te , in v ita a los p o -

b res, a los lisiad o s, a los co jo s y a los c ieg o s" (Le 1 4 ,1 3 ).

S olo la c e rc a n ía q u e nos h a c e a m ig o s nos p e rm ite a p re c ia r p ro fu n d a m e n te los v a lo re s

d e los p o b re s d e ho y, sus le g ítim o s a n h e lo s y su m o d o p ro p io d e v iv ir la fe . La o p c ió n

p o r los p o b res d e b e c o n d u c irn o s a la a m is ta d con los p o b res . D ía a d ía los p o b re s se h a -

cen s u je to s d e la e v a n g e liz a c ió n y d e la p ro m o c ió n h u m a n a in te g ra l: e d u c a n a sus h ijo s

e n la fe , v iv e n u n a c o n s ta n te s o lid a rid a d e n tre p a rie n te s y v e c in o s , b u scan c o n s ta n te -

m e n te a D ios y d a n v id a al p e re g rin a r d e la Ig le s ia . A la lu z d e l E v a n g e lio re c o n o c e m o s

su in m e n s a d ig n id a d y su v a lo r s a g ra d o a los o jo s d e C ris to , p o b re c o m o e llo s y e x c lu í-

d o e n tre ello s . D es d e e sta e x p e rie n c ia c re y e n te c o m p a rtire m o s co n e llo s la d e fe n s a d e

sus d e re c h o s » .

(C E LA M , D o c u m e n to de A p are cid a, 2 0 0 7 , n n . 3 9 2 -3 9 8 )
164
TEM A LA PRÁCTICA
11 DEL ECUMENISMO
Con este tema damos comienzo a la cuarta y última parte de nuestro
programa.
La Misión de la Iglesia incluye la actividad en orden a la restauración de
la unidad de los cristianos (cf. RM 50). En efecto, «las divisiones entre los
cristianos son un obstáculo para que la Iglesia lleve a cabo la plenitud de
la catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella
ciertamente por el Bautismo, están, sin embargo, separados de su plena
comunión. Incluso se hace más difícil para la propia Iglesia expresar la
plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad misma
de la vida» (UR 4).
Este tema se centra en la p rá c tic a del ecumenismo, y p resu po n e que el
lector ya conoce los principios dogmáticos de la Iglesia Católica sobre el
ecumenismo, expuestos en el Decreto U nitatis re d in te g ra tio (= UR) del
Concilio Vaticano II.

fe.
SUMARIO M

1. DIMENSIONES DE LA TAREA ECUMÉNICA · 1.1 El e c u m e n is m o , a s p e c to e s e n -


cial d e la v id a c ris tia n a · 1.2. El d iá lo g o te o ló g ic o · 2. LA RENOVACIÓN DE LA
IGLESIA A LA LUZ DEL EVANGELIO · 3. LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN Y LA
SANTIDAD DE VIDA · 4. EL MUTUO CONOCIMIENTO 5 ‫״‬. LA FORMACIÓN ECU-
MÉNICA · 5 .1 . S a g ra d a E scritu ra, te s tim o n io d e los san to s y p re d ic a c ió n · 5 .2 . C a-

te q u e s is y e n s e ñ a n za re lig io s a e s c o la r · 5 .3 . D im e n s ió n e c u m é n ic a d e la e n s e ñ a n za
te o ló g ic a · 5 .4 . D im e n s ió n e c u m é n ic a d e la o ra c ió n y d e l c u lto · 5 .5 . T e s tim o n io

c o m ú n d e los cris tia n o s .


Dividimos el tema en cuatro apartados. Primero se exponen las dimensiones !65
de la actividad ecuménica. En segundo lugar, tratamos del ecumenismo como
aspecto de la renovación de la Iglesia. A continuación, nos centramos en el
ecumenismo espiritual, «alma» de la tarea ecuménica. Abordamos luego el
mutuo conocimiento y finalmente la formación ecuménica.
En la práctica ecuménica conviene conocer el Directorio para la aplicación de los
principios y las normas sobre Ecumenismo (1993), abreviado: Directorio de Ecume-
nismo, del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

1. Dimensiones de la tarea ecuménica

La práctica del ecumenismo tiene diversas dimensiones.


• Dimensión doctrinal, que se desarrolla en el diálogo teológico entre especialis-
tas de las confesiones cristianas. Puede ser un diálogo oficial, mediante comí-
siones mixtas establecidas por las autoridades respectivas; o bien puede ser
realizado por iniciativa privada (entre teólogos o instituciones académicas).
• Dimensión institucional, que se lleva a cabo mediante relaciones oficiales
(visitas, encuentros y acuerdos) entre la Iglesia Católica y las demás confe-
siones cristianas.
• Dimensión espiritual, cuyo centro es la oración por la unidad, en cada
Iglesia o en común con otras confesiones; también se manifiesta en la par-
ticipación en otras celebraciones, sacramentales o no (Bautismo, Matrimo-
nio, bendiciones, etc.).
‫״‬ Dimensión práctica, referida a las diversas formas de colaboración entre
cristianos separados, dirigidas al servicio de la fe, o del bien común de la
sociedad.

1.1. El ecum enism o, aspecto esencial de la vida cristiana

Dice el Concilio Vaticano II: «El esfuerzo ecuménico corresponde a toda la


Iglesia» (UR n. 5). No es obra exclusiva de algunos especialistas, ni de los pas-
tores de la Iglesia, sino que es tarea de todos los cristianos, cada uno según
sus posibilidades. Especialmente las dimensiones espiritual y práctica atañen
a todos los fieles en la convivencia cotidiana.
«El empeño ecuménico responde a la oración del Señor Jesús que pide "que todos
sean uno" (Jn 17,21). La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si
166 los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara "la plenitud de cato-
licidad que le es propia, en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente
por el Bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión" (UR 4)»
(EG 244).

El ecumenismo se apoya en la oración por el don de la unidad, para cum plir


la voluntad del Señor de que «todos sean uno» (Jn 17,21); además requiere la
convivencia fraterna y la colaboración entre todos los bautizados, pues «sin
una verdadera espiritualidad de comunión, que permite dejar espacio al otro
sin renunciar a la propia identidad, todos los esfuerzos desembocarían en un
árido y vacío activismo» (G. Thils).

1.2. El d iálog o teológico

El diálogo teológico se realiza en «las reuniones de los cristianos de diversas


Iglesias o Comunidades organizadas con espíritu religioso (...), entre peritos
bien preparados, en el que cada uno explica con mayor profundidad la doctri-
na de su Comunión y presenta con claridad» (UR 4).
Veamos los objetivos, criterios, desarrollo y retos del diálogo ecuménico.
a) Objetivos. Según el Directorio de Ecumenismo, el diálogo aspira a favorecer
el conocimiento y el aprecio mutuo, la colaboración y la oración unánime don-
de sea posible.
b) Criterios. La encíclica «Ut omnes unum sint» (1994), de Juan Pablo II, seña-
la los principales criterios para el diálogo:
• Partir del grado de comunión ya existente.
• Amor a la verdad e integridad de la doctrina, caridad y humildad.
• Distinción entre el depósito de la fe y el modo de exponer la doctrina.
• Respetar el orden o «jerarquía» de las verdades de la doctrina católica.
c) En cuanto al desarrollo de los diálogos, el Consejo para la Promoción de
la Unidad de los Cristianos mantiene Comisiones oficiales con casi todas las
Iglesias y Comunidades eclesiales, con las Federaciones o Alianzas confesio-
nales mundiales y con el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Con frecuencia
de los diálogos surgen textos, fruto de los consensos, que se someten a las res-
pectivas autoridades eclesiales, las cuales, con su eventual aprobación, las do-
tan de autoridad. Por el momento, eso ha sucedido con algunos documentos
conjuntos de la Iglesia Católica con las llamadas Antiguas Iglesias orientales
(coptos, asirios, etc.). Un hito importante fue también la firma de la «Declara-
ción conjunta sobre la doctrina de la justificación» de la Iglesia Católica con la 67 ‫ן‬
Federación luterana mundial (1999).
Los temas que suelen abordarse dependen de los interlocutores. El diálogo
con las Iglesias Orientales separadas de la Sede Romana tiene como tema clave
la función del Obispo de Roma en la Iglesia universal. Con las Comunidades
eclesiales surgidas de la reforma protestante, los temas suelen ser la comprensión
de la Iglesia (eclesiología) y del ministerio pastoral (sacramento del Orden).
d) Actualmente el diálogo afronta los retos de una cultura relativista en cues-
tiones dogmáticas o morales.
Benedicto XVI dice: «Hoy eligimos piensan que este camino, especialmente en
Occidente, ha perdido su empuje; se advierte, entonces, la urgencia de reavivar
el interés ecuménico y de dar una nueva incisividad a los diálogos. Se presentan,
además, desafíos inéditos: las nuevas interpretaciones antropológicas y éticas, la
formación ecuménica de las nuevas generaciones, la ulterior fragmentación del
escenario ecuménico» (Discurso con motivo del L aniversario del Pontificio Consejo
para la Unidad de los Cristianos, 18-XI-2010).

De ahí que sea importante asegurar:


• la formación doctrinal básica de los cristianos;
• la reflexión sobre las condiciones de la fe cristiana en una sociedad plura-
lista;
• el testimonio común de los cristianos y la colaboración en la evangeliza-
ción;
• la constancia en la oración -fuerza del Movimiento ecuménico-, y la espe-
ranza en la acción del Espíritu Santo.

2. La renovación de la Iglesia a la luz del Evangelio

Según el Concilio Vaticano II, la verdadera renovación «consiste esencialmen-


te en un aumento de la fidelidad de la Iglesia a su propia vocación» (UR, n. 6).
La renovación constante a la luz del Evangelio es u n signo de autenticidad
del compromiso ecuménico de la Iglesia Católica.
En cuanto institución humana, la Iglesia está llamada por Cristo a una «perenne
reforma» -renovación en la continuidad- tanto en cuanto a las costumbres, como
a la disciplina eclesiástica, y al modo de exponer la doctrina o sustancia del de-
pósito de la fe. Todo ello tiene que ver con la «fidelidad renovada», dinámica o
creativa, que el Concilio Vaticano II ha querido para la Iglesia, y con la conversión
168 misionera a que la Iglesia está hoy convocada (ver anteriormente tema 1, aparta-
do 2).
Esta renovación tiene una dim ensión ecuménica, resaltada por Pablo VI cuando
pedía a Dios que el Concilio rejuveneciera la Iglesia y presentase a los hermanos
separados «su unidad perfecta, de modo que les resulte atractiva, fácil y gozosa
la vuelta sincera al Cuerpo místico de la única Iglesia católica, en la verdad y en la
caridad» (Alocución con motivo de su coronación, en OR, 2- VH-1963).

3. La conversión del corazón y la santidad de vida

«No se da verdadero ecumenismo sin conversión interior. Los anhelos de


unidad nacen y m aduran a partir de la renovación espiritual, de la abnegación
de sí mismo y de la efusión generosa de la caridad» (UR 7).
Como observa G. Thils, la «renovación espiritual» precisa no solo cualidades
«morales» -virtudes- sino también actitudes nuevas en el modo de ver y juzgar.
Entre las virtudes, es necesaria la abnegación (para rechazar prejuicios y superar
incomprensiones) y sobre todo la caridad (en los juicios, palabras y conducta). Se
requiere humildad para reconocer los pecados cometidos contra la unidad por par-
te de todos, y la disposición al perdón recíproco. Todo ello presidido por la verdad.
Esto pide la santidad de los cristianos para llevar una vida coherente con el
Evangelio. Es el «ecumenismo espiritual» o «alma» del ecumenismo: «Esta
conversión del corazón y santidad de vida, juntamente con las oraciones pri-
vadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el
alma de todo el movimiento ecuménico, y con razón puede llamarse ecume-
nismo espiritual» (UR n. 8).

4. El mutuo conocimiento

Un aspecto de la práctica del ecumenismo es el conocimiento mutuo entre los


cristianos. Para ello, el Concilio señala dos caminos:
• El estudio «de la doctrina y de la historia, de la vida espiritual y cultural,
de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos separa-
dos» (UR 9). El estudio ayuda a distinguir los motivos que son verdaderas
causas de separación, de otros motivos que, en realidad, son una diversi-
dad legítima dentro de la fe cristiana.
• El conocimiento de los demás cristianos permite, además, superar los pre-
juicios infundados, y las visiones deformadas que han podido generarse a
causa de las polémicas históricas.
5. La formación ecuménica 169
La responsabilidad de la formación ecuménica compete sobre todo a los pas-
tores y educadores de la fe. Mediante la predicación, la catequesis y la forma-
ción general, la formación ecuménica debe llegar a todos, en sus aspectos doc-
trinales y espirituales, éticos y pastorales. Cabe subrayar algunas cuestiones
particulares en esta tarea.

5.1 . Sagrada Escritura, testim o n io de los santos y predicación

a) Conviene promover la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, per-


sonalmente o en grupo. Existen ediciones de la Biblia con notas de comenta-
rio que ayudan a su comprensión; y también ayudan los comentarios de los
Padres de la Iglesia y de autores espirituales clásicos, así como los recursos
pedagógicos adecuados según las culturas, tiempos y lugares (contando con
las tecnologías actuales).
b) También es importante presentar el testimonio de los santos, que consti-
tuye un patrimonio común de los «bienes» de salvación que compartimos los
cristianos.
c) La predicación fomentará las actitudes ecuménicas necesarias:
«Como evangelizadores que somos -decía Pablo VI-, debemos ofrecer a los fieles
de Cristo la imagen no de hombres divididos y separados por litigios nada edifi-
cantes, sino de personas maduras en la fe, capaces de encontrarse juntos por enci-
ma de tensiones concretas, gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada
de la verdad» (Evangelii nuntiandi, n. 77).

5.2. Catequesis y enseñanza religiosa escolar

a) La catequesis fomentará el amor por la unidad de la Iglesia: la importancia


de la unidad en la fe, la historia de las divisiones y los caminos para superar-
las. Enseñará a los católicos a convivir junto con los demás cristianos, desde
la propia identidad. Esta educación de la fe tiene en cuenta algunos criterios
específicos:
• una exposición íntegra de la fe, según el «orden o jerarquía de las verda-
des», y distinguiendo entre el depósito de la fe y sus modos de expresión;
• el respeto a las legítimas tradiciones diversas (p. ej., del cristianismo orien-
tal y occidental);
170 • la colaboración ecuménica en numerosos campos de la vida social; esto es
muy relevante en lugares donde conviven cristianos de diversas confesio-
nes.
b) La enseñanza religiosa escolar podrá ayudar a eliminar prejuicios y fa-
cilitar el entendimiento mutuo. Cuando se imparte a alumnos de diversas
confesiones cristianas, pueden presentarse las divergencias doctrinales, y los
contextos que llevaron a la separación.

5.3 . Dim ensión ecum énica de la enseñanza teológica

«Es necesario que las instituciones de la sagrada teología y de las otras dis-
ciplinas, sobre todo, históricas, se expliquen también en sentido ecuménico,
para que respondan lo más posible a la realidad» (UR 10).
Sobre la dimensión ecuménica de la teología y de la catequesis, cf. Pontificio
Consejo para la Unidad de los Cristianos, «La dimensión ecuménica en la forma-
ción de quienes trabajan en el ministerio pastoral» (1995).
En las instituciones de educación superior la dimensión ecuménica de la en-
señanza teológica puede cultivarse de varias formas:
• facilitando la información histórica pertinente (personas, hechos, doctrinas);
• situando los sucesos en sus contextos históricos y evitando la polémica;
• destacando las materias que afectan al ecumenismo en cada disciplina, y los
resultados positivos alcanzados en los diálogos teológicos oficiales;
• subrayando el patrimonio común de vida religiosa y espiritual, así como la
comunión -aun incompleta- que ya existe entre todos los cristianos;
• todo ello acompañado de amor a la verdad, junto con la caridad y la humildad.

5.4. Dim ensión ecum énica de la oración y del culto

Además de la oración individual, la oración en común es un medio principal


para alimentar el deseo de la unidad, sobre todo en determinados períodos
del año litúrgico, y específicamente en la Semana de Oración por la Unidad de los
Cristianos.
Por lo que se refiere al culto, más adelante veremos las condiciones necesarias
para compartir eventualmente la vida sacramental (es lo que se llama «comu-
nicación en las cosas sagradas», communicatio in sacris).
5.5. Testim onio com ún de los cristianos 171
El testimonio (martyñum) encuentra su expresión suprema en la entrega de la
vida de algunos cristianos con la ayuda de la gracia. En todas las épocas -y
hoy con matices propios- existe la persecución y el martirio de cristianos per-
tenecientes a todas las confesiones. Es el llamado ecumenismo de la sangre.
Este testimonio tiene suma relevancia para el ecumenismo, porque los cristia-
nos que así mueren están unidos por su comunión en Cristo.
Hay otros ámbitos que requieren un testimonio de unidad entre cristianos,
sobre todo en cuestiones que ponen enjuego los fundamentos antropológicos
y éticos de la vida social (la dignidad de la persona, el respeto a la vida y otros
derechos humanos, la justicia, etc.).
Este testimonio común de los cristianos tiene un interés especial en la tarea
misionera y se puede dar en diversas formas. Los cristianos testimonian la
unidad cuando:
• evitan las recriminaciones y las polémicas mutuas, o las expresiones y gestos
que hieran los sentimientos de otros;
• cultivan las relaciones mutuas en el ámbito familiar, vecinal, laboral, etc.;
• fomentan la comunicación y el encuentro para profundizar en la fe y en la
oración (por jemplo, por medio de vigilias o peregrinaciones);
• participan en programas de estudio y de colaboración ecuménica;
• trabajan por la reconciliación entre cristianos, sobre todo en las regiones
más conflictivas.
Dice el papa Francisco sobre la reconciliación: «La inmensa multitud que no ha
acogido el anuncio de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Por lo tanto, el
empeño por una unidad que facilite la acogida de Jesucristo deja de ser mera
diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse en un camino ineludible
de la evangelización. Los signos de división entre los cristianos en países que ya
están destrozados por la violencia agregan más motivos de conflicto por parte de
quienes deberíamos ser un atractivo fermento de paz. ¡Son tantas y tan valiosas
las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del
Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata solo de
recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que
el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros» (EG 246).
172
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

‫ ״‬d iá lo g o e c u m é n ic o • p e re n n e re fo rm a

• d im e n s ió n in s titu c io n a l d e l e c u m e n is - • fid e lid a d re n o v a d a

mo • te s tim o n io d e u n id a d

• e c u m e n is m o e s p iritu a l • d im e n s ió n e c u m é n ic a d e las d is c ip li

• e c u m e n is m o d e la s a n g re ñ as te o ló g ic a s

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. S e ñ a la las d im e n s io n e s d e la ta re a e c u m é n ic a .

2. E n u m e ra lo s c rite rio s p a ra e l d iá lo g o e c u m é n ic o (a n iv e l te o ló g ic o ).

3. ¿ Q u é tie n e q u e v e r la re n o v a c ió n d e la Ig le s ia c o n e l e c u m e n is m o ?

4. ¿ Q u é es e l e c u m e n is m o e s p iritu a l y c ó m o se lle v a a c a b o ?

5. ¿ C u áles so n los p rin c ip a le s c a m in o s p a ra e l m u tu o c o n o c im ie n to d e lo s c ris tia -

nos?

6. ¿ Q u é lu g a r tie n e n , e n la fo rm a c ió n e c u m é n ic a , la S a g ra d a E s c ritu ra , e l te s tim o -

n io d e los s a n to s y la p re d ic a c ió n ?

7. E x p lic a c ó m o la e d u c a c ió n d e la fe (c a te q u e s is y e n s e ñ a n z a d e la re lig ió n ) d e b e

c o n trib u ir al e c u m e n is m o .

8. ¿ C ó m o p u e d e s u b ra y a rs e la d im e n s ió n e c u m é n ic a d e la e n s e ñ a n z a te o ló g ic a ?

9. ¿ Q u é im p o rta n c ia tie n e e l te s tim o n io d e lo s c ris tia n o s u n id o s ? ¿ P o d ría s s e ñ a -

la r a lg u n o s e je m p lo s ?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

«La la b o r e c u m é n ic a n o se d e fin e ú n ic a m e n te p o r u n a p re o c u p a c ió n p o r los d e m á s ,

sin o ta m b ié n p o r n o so tro s m ism o s. C ad a c ris tia n o ha d e p re g u n ta rs e , a n te to d o : ¿ q u é

te s tim o n io d e C risto d o y al m u n d o ? (s o b re el te s tim o n io d e los fie le s laico s e n p e rs p e c -

tiv a e c u m é n ic a , cf. R. P e llite ro , "P e rs p e c tiv a e c u m é n ic a , social y p a s to ra l" e n Id ., La fe o -


lo g ia d e l Ialeado en la o b ra de Yves Congar, P a m p lo n a 1 9 9 6 , p p . 2 9 3 -3 0 5 ). Si n o tra n s p a -
173
re n ta el a m o r m is e ric o rd io s o d e D ios, n a d ie p o d rá d e s c u b rir la fe a tra v é s d e é l. S eg ú n

c u e n ta la tra d ic ió n , M a h a tm a G a n d h i, el líd e r h in d ú d e la lu c h a p a c ífic a p o r la lib e rta d

d e la In d ia , c o n fe s ó a los e u ro p e o s d e s p u é s d e h a b e r c o n s e g u id o la in d e p e n d e n c ia d e

esta a n tig u a c o lo n ia b ritá n ic a , e n 1 9 4 7 : "T enéis u n a re lig ió n b e lla q u e p o d ría h acero s

fe lic e s . P ero n o vivís seg ú n e lla . Si v iv ie ra is s e g ú n v u e s tra fe , c u m p lie n d o la d o c trin a d e

C risto , to d o s n o so tro s os s e g u iría m o s " (M . G a n d h i, Ü b e rd ie B e rg p re d ig t, en K.-J. K uschel

(e d .), Lust an d e r Erkenntnis. D ie T heologie des 20. J a h rh u n d e rts, P ip er, M ü n c h e n -Z ü ric h

1 9 9 4 , p p . 1 7 2 -1 7 4 ).

U na e x is te n c ia d e s a rro lla d a p le n a m e n te s e g ú n el E v a n g e lio s ie m p re es a tra c tiv a y fo -

m e n ta p o r sí sola la u n id a d e n tre los h o m b re s .

R enovación personal. Lo s e ñ a la d o con re s p e c to a las re la c io n e s d e los c ris tia n o s co n los

n o c re y e n te s se p u e d e a p lic a r ta m b ié n a los c a tó lic o s e n re la c ió n co n sus h e rm a n o s

se p a ra d o s . ¿C óm o p u e d e un c a tó lic o a tre v e rs e a d e c ir q u e e n su Ig le s ia se e n c u e n tra la

"p le n itu d d e la v e rd a d y d e los valores", si su v id a p e rs o n a l e s tá lle n a d e m e n tira s y d e

e g o c e n tris m o ? ¿O c ó m o p u e d e h a b la r co n u n m ín im o d e a u to rid a d s o b re la " p le n itu d

d e g ra c ia ‫״‬, si to d o s a su a lre d e d o r se s ie n te n e n c o g id o s y p a ra liza d o s , le jo s d e e x p e ri-

m e n ta r la a le g ría d e la re d e n c ió n ? S e g ú n a te s tig u a n los E v a n g e lio s , e n la c o m p a ñ ía d e

Jesu cristo to d o s se e n c o n tra b a n c ó m o d o s y se s a b ía n a c o g id o s y p ro te g id o s (cfr. M t

9 ,1 0 s. Le 7 ,3 7 s.). P o d ía n d e ja r sus carg as, d e s c a n s a r y re c u p e ra r la a le g ría d e v iv ir (cfr.

M t 1 1 ,2 8 . R. P e llite ro , La fu erza d e l te s tim o n io cristia n o , e n ‫ ״‬S c rip ta T h e o lo g ic a " 3 9 [2 0 0 7 ]

3 6 7 4 0 2 ‫) ־‬.

Si q u e re m o s h a c e r u n a la b o r e c u m é n ic a e fic a z, h a c e fa lta m ira r p o r e n c im a d e l triu n fo

o d e l frac a s o q u e ta n ta s veces o b s ta c u liz a n n u e s tra v is ta ; p o r e n c im a d e las p e le a s c o -

tid ia n a s q u e nos q u ita n h asta las fu e rza s m ás v ita le s . "El p e c a d o es e l c á n c e r d e la d e s -

u n ió n d e los cristianos", se ha d ic h o (J. S á n c h e z V a q u e ro , c it. e n M . G o n z á le z M u ñ a n a ,

H acia la Pascua de la u n id a d , C ó rd o b a 1 9 9 8 , p. 1 1 7 ). H ace fa lta m ira r a C ris to y a p re n d e r

d e Él. "N o se d a v e rd a d e ro e c u m e n is m o sin c o n v e rs ió n in te rio r -a fir m a e l C o n c ilio V a ti-

c a n o I I - Los a n h e lo s d e u n id a d n a c e n y m a d u ra n a p a rtir d e la re n o v a c ió n e s p iritu a l, d e

la a b n e g a c ió n d e sí m is m o y d e la e fu s ió n g e n e ro s a d e la c a rid a d " (UR 7 ). C u a n d o nos

a c e rc a m o s m ás a Jesu cristo , e n é l nos a c e rc a m o s m ás los u n o s a los o tro s .

Tal c o m o la fa lta d e a m o r e n g e n d ra d e s u n io n e s , la "s a n tid a d d e vida", p u e d e c o n s id e ra r-

se c o m o e l "alm a", o m o to r d e to d o el m o v im ie n to e c u m é n ic o (cf. UR 8 ). P o d e m o s e s ta r


s eg u ro s d e q u e u n a p e rs o n a c o n trib u y e m ás a la u n id a d d e la Ig le s ia c u a n d o p ro c u ra

tra n s m itir el a m o r d e D io s a los d e m á s , q u e c u a n d o se d e d ic a a los d iá lo g o s te o ló g ic o s

m ás e ru d ito s te n ie n d o u n c o ra zó n frío . E stam os lla m a d o s a e s ta b le c e r e n tre to d o s los

fie le s "un m a ra v illo s o In te rc a m b io d e b ie n e s e s p iritu a le s , p o r e l c u a l la s a n tid a d d e u n o

b e n e fic ia a los o tro s m u c h o m ás q u e e l d a ñ o q u e su p e c a d o les h aya p o d id o c a u s a r‫״‬

(C o n c ilio V a tic a n o II, IM 10)».

(J. Burggraf , F o m e n ta rla u n ida d. Teología y tareas ecum énicas,


BAC, M a d rid 2 0 1 1 , p p . 2 3 -2 4 )
J 175
ORACIÓN COMÚN,
12 VIDA SACRAMENTAL
Y COLABORACIÓN
ECUMÉNICA

Cuando los cristianos viven y o ra n ju n to s, dan testimonio de la fe que


comparten y de su Bautismo común en el nombre de Dios, Padre de
todos, en su Hijo Jesús, Redentor de todos, y en el Espíritu Santo que une
todas las cosas por la fuerza de su amor.
Hay numerosas formas de c o la b o ra c ió n ec u m é n ic a , basadas en esa co-
munión que ya existe de vida y de dones espirituales, que manifiestan
y favorecen la unidad. Con ello los cristianos testifican ante el mundo el
poder salvífico del Evangelio (cf. D irectorio de E cum enism o, n. 161). De
esto se ocupa el presente tema.

S U MA R I O

1. LA ORACIÓN COMÚN Y LA PRÁCTICA SACRAMENTAL · 1.1. La o ra c ió n c o -

m ú n · 1.2. La litu rg ia s a c ra m e n ta l · 1.3. El B au tis m o , fu n d a m e n to d e l e c u m e n is -


m o · 1.4 . Los d e m á s s a c ra m e n to s , e s p e c ia lm e n te la E u caristía · 1.5 . O tro s recursos

p ara la v id a e s p iritu a l · 1.6 . Los m a trim o n io s m ix to s · 2. LA COLABORACIÓN


ECUMÉNICA Y SUS ÁMBITOS · 2 .1 . E stru ctu ras d e c o la b o ra c ió n · 2 .2 . Á m b ito

b íb lic o 2 .3 ‫י‬. Á m b ito c a te q u é tic o y fo rm a tiv o · 2 .4 . Á m b ito m is io n e ro e in te rre li-

g io s o · 2 .5 . Á m b ito s o cial, c u ltu ra l y é tic o · 2 .6 . Á m b ito s d e la c re a c ió n , d e s a rro llo

h u m a n o , s a n id a d y c o m u n ic a c ió n so cial · 2 .7 . La c o la b o ra c ió n e c u m é n ic a e n s itú a -

c io n e s e s p e c ia les .
176 El estudio de estos aspectos de la actividad ecuménica se distribuye en dos
apartados. De un lado la oración común y la posible participación sacramental
común; y de otro lado la colaboración ecuménica y sus ámbitos.

1. La oración común y la práctica sacramental

Comenzamos por la oración común y proseguimos tratando de la liturgia


sacramental en general. Luego abordamos el reconocimiento del Bautismo,
y lo que se refiere a los demás sacramentos, especialmente la Eucaristía. A
continuación mencionamos otros recursos para la vida espiritual. Por último,
estudiamos el caso de los matrimonios mixtos.

1.1. La oración común

«Cuando los cristianos rezan juntos, con una sola voz, -dice el Directorio de
Ecumenismo-, su testimonio común alcanza los cielos, pero también se escucha
en la tierra» (n. 187).
En 1994 señalaba san Juan Pablo II: «La oración debería siempre asumir aquella
inquietud que es anhelo de unidad, y por tanto una de las formas necesarias del
amor que tenemos por Cristo y por el Padre, rico en misericordia. La oración debe
tener prioridad en este camino que emprendemos con los demás cristianos hacia
el nuevo milenio» (Encíclica Ut unum sint, n. 12).

Compartir la oración es un medio eficaz para pedir la gracia de la unidad; es


expresión de los lazos de comunión ya existentes, y camino de reconciliación
espiritual; facilita la conversión de todos a la plena verdad de Jesucristo.
La oración común, además, permite conocer las tradiciones legítimas de
unos y de otros. En los encuentros de oración deben tenerse en cuenta las sen-
sibilidades de los implicados y las costumbres locales.
Reviste gran importancia, como ya hemos señalado, la Semana de Oración
por la Unidad de los Cristianos, que concluye con la fiesta de la conversión de
San Pablo (25 de enero). La celebran las Iglesias y Comunidades, por sí solas
o con otros cristianos.
La oración común debe prepararse de acuerdo con los representantes de las Igle-
sias y Comunidades eclesiales, determinando lugares y tiempos (se desaconseja a
los católicos organizar celebraciones ecuménicas los domingos y días de precep-
to); y concretar las funciones de cada uno y su modo de presentarse; los contení-
dos, las lecturas de la Escritura, himnos, etc.
También es posible la celebración de la Liturgia de las Horas, presidida por
ministros de diversas confesiones cristianas (cf. Directorio de ecumenismo, nn.
116 ss).
Se aconseja que, donde sea posible, los cristianos determinen juntos los tex-
tos más importantes para la oración en los encuentros ecuménicos (como el
Padrenuestro, el Símbolo de los Apóstoles o el Símbolo niceno-constantinopo-
litano).
Igualmente se recomienda disponer de una versión común del Salterio, o una
selección de los salmos de uso más frecuente; de lecturas frecuentes de la Escri-
tura, y de otras oraciones; o bien algunas colecciones de cantos comunes o piezas
selectas de música litúrgica.

1.2. La litu rg ia sacram ental

La comunión ya existente, aunque incompleta, puede permitir en ciertos casos


la participación en los sacramentos, es decir, la communicatio in sacris o «co-
munión en las cosas sagradas»: la participación de católicos en los sacramen-
tos de otra Iglesia o Comunidad; o de cristianos separados en los sacramentos
de la Iglesia Católica.
La comunicatio in sacris se distingue de otros términos como los de «intercomu-
nión» o «intercelebración», que se han utilizado por quienes piensan equivocada-
mente, por ej., que la Eucaristía común no es tanto la meta que se ha de alcanzar,
como expresión plena de la unidad visible, sino el medio para conseguir o acelerar
esa unidad. El objetivo del ecumenismo no es la «intercomunión» de quienes per-
manecen separados, sino la comunión visible de todos.

Como los sacramentos son «sacramentos de la fe», su recepción requiere la


previa comunión plena en la profesión visible de la misma fe, en los mismos
sacramentos y el reconocimiento de los mismos pastores. Por eso, la «signi-
ficación de la unidad de la Iglesia» de ordinario impide la communicatio in
sacris (cf. UR 8), Por eso, los ministros católicos administran lícitamente los
sacramentos solo a los fieles católicos, y estos los reciben lícitamente solo de
sus ministros (cf. CIC c. 844 § 1).
Así pues, cada cristiano recibe los sacramentos en su propia Iglesia o Comuni-
dad eclesial. Ahora bien, «la consecución de la gracia algunas veces recomien-
da» (ibid.) la participación sacramental en otra Iglesia; es decir, cuando existe
una seria necesidad espiritual, un cristiano no católico puede recibir ciertos
sacramentos en la Iglesia Católica, o un fiel católico en otras Iglesias, siempre
bajo ciertas condiciones como veremos más adelante.
1.3. El Bautism o, fu n d am en to del ecum enism o

El Bautismo es el fundamento sacramental del Ecumenismo, y permite hablar


de una verdadera comunión ya existente, aunque imperfecta, entre todos los
cristianos.
«La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautiza-
dos, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad
o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro» (LG 15). En efecto,
todos aquellos válidamente bautizados, dice el Concilio Vaticano II, «justificados
por la fe en el Bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el
nombre de cristianos con todo derecho y justamente son reconocidos como her-
manos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica» (UR 3).

a) El Bautismo, además, está ordenado a la plena unidad visible de la Iglesia,


que se expresa y se realiza en la comunión eucarística en el Cuerpo del Señor.
«El Bautismo, por tanto, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad
entre todos los que con él se han regenerado. Sin embargo, el Bautismo por sí
mismo es tan solo un principio y un comienzo, porque todo él se dirige a la con-
secución de la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el Bautismo se ordena a
la profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación, a los medios de salvación
determinados por Cristo y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión
eucarística» (UR 22).
En ese sentido, el Directorio de Ecumenismo (n. 96) señala que, según la situación
local, y si se presentare la ocasión, los católicos pueden, en una celebración común
con otros cristianos, hacer memoria del Bautismo que los une, renovando juntos
la renuncia al pecado y el compromiso de llevar una vida plenamente cristiana,
que asumieron por sus promesas bautismales, comprometiéndose a cooperar con
la gracia del Espíritu Santo para tratar de remediar las divisiones que existen
entre los cristianos.

b) La Iglesia Católica reconoce la validez del Bautismo de las demás Iglesias


y Comunidades eclesiales, según los criterios que veremos a continuación.
Las Iglesias ortodoxas tienen dificultades para reconocer el Bautismo celebrado
fuera de ellas, si bien por el principio de oikonomía, lo reconocen en no pocos casos.
Entre las Comunidades eclesiales protestantes, algunas no reconocen el Bautismo
de quienes no son capaces de profesar la fe por sí mismos (por ej., de los niños).

c) Los criterios católicos para el reconocimiento del Bautismo son:


• El Bautismo por inmersión, o por infusión, con la fórmula trinitaria, es váli-
do en sí mismo. Por eso, si los rituales o las costumbres de una Iglesia o de
una Comunidad eclesial prescriben una de estas maneras de bautizar, el
sacramento es válido.
• La fe insuficiente de un ministro por sí misma no invalida el Bautismo. Se 79 ‫ן‬
presume la intención suficiente del ministro de «hacer lo que hace la Igle-
sia» al bautizar, a menos que existan razones serias que permitan dudar.
• Si surgieran dudas sobre el uso mismo del agua y sobre la manera de apli-
caria, el respeto por el sacramento pide que se investigue la práctica de esa
Comunidad, antes de cualquier juicio sobre la validez (cf. Directorio n. 95).
El Directorio de Ecumenismo ofrece otras indicaciones ulteriores que deben te-
nerse en cuenta respecto del Bautismo.
a) Como mediante el Bautismo la persona es incorporada a Cristo en una Igle-
sia o una Comunidad eclesial determinada, no debe ser administrado conjunta-
mente por dos ministros pertenecientes a Iglesias o Comunidades diferentes.
Pero en circunstancias excepcionales el Ordinario del lugar puede permitir que
el ministro no católico participe en la celebración, haciendo, por ejemplo, una
lectura o una oración. La reciprocidad es posible en los casos en que el Bautismo
celebrado en otra comunidad no se opone ni a los principios ni a la disciplina
católica (cf. Directorio 97).
b) Cuando se trata de discernir quiénes pueden ser admitidos como padrinos o
madrinas, hay que recordar que, según la concepción católica, quienes desempe-
ñen este servicio deben ser ellos mismos miembros de la Iglesia o de la Comu-
nidad eclesial en la que se celebra el Bautismo. No obstante, a causa de lazos de
familia o de amistad, un bautizado perteneciente a otra Comunidad eclesial pue-
de ser admitido como testigo del Bautismo, pero solamente junto con un padrino
católico (CIC, can. 874, § 2). A la vez, un católico puede ejercer ese papel para una
persona que va a ser bautizada en otra comunidad eclesial.
c) En razón de la comunión ya existente entre la Iglesia Católica y las Iglesias
Orientales, está permitido que por una razón justa se admita a un fiel oriental
como padrino junto con un padrino católico (o madrina católica) para el Bautis-
mo de un niño o adulto católico, a condición de que se haya provisto de modo
suficiente a la educación del bautizado y que sea reconocida la idoneidad del
padrino. La Iglesia Católica permite a sus fieles asumir el papel de padrino en
un Bautismo administrado en una Iglesia ortodoxa, si es invitado. En tal caso,
la obligación de cuidar de la educación cristiana corresponde en primer lugar
al padrino (o madrina) que es fiel de la Iglesia en la que el niño es bautizado (cf.
Directorio 98).

1.4. Los dem ás sacram entos, especialm ente la Eucaristía

El fin del movimiento ecuménico es «que todos los cristianos se congreguen


en una única celebración de la Eucaristía, en la unidad de la una y única Igle-
sia» (UR n. 4). Pablo VI gustaba de resumir esta aspiración a la unidad visible
180 con la frase «beber del mismo Cáliz». Eso sucederá cuando la celebración eu-
carística exprese la plena unidad visible de los cristianos reconciliados en la fe
y la comunión eclesial.
¿Qué pueden hacer hasta entonces los cristianos separados en relación con la
Eucaristía? Las diversas Iglesias y Comunidades tienen puntos de vista diver‫־‬
sos. La disciplina católica vigente es la siguiente.
• Está prohibido a los sacerdotes católicos concelebrar la Eucaristía con sa-
cerdotes o ministros de Iglesias o comunidades eclesiales que no están en
comunión plena con la Iglesia católica (cf. CIC can. 908).
• Asunto distinto es la comunión eucarística. En relación con los sacramentos
de la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos, la disciplina
católica (cf. CIC 844) valora de modo diferenciado las Iglesias Ortodoxas y
a las Comunidades eclesiales surgidas de la Reforma.
a) Católicos y Ortodoxos. Los fíeles católicos pueden recibir lícitamente los
sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Unción, de ministros no católicos
en cuya comunidad son válidos esos sacramentos (Directorio, n. 132), es decir,
en las Iglesias orientales separadas. Deben concurrir, además, estas condiciones:
1) que exista un caso de necesidad o lo aconseje una verdadera utilidad espiri-
tual; 2) que se evite el peligro de indiferentismo o error; 3) que haya imposibi-
lidad física o moral de acudir a un ministro católico (cf. CIC c. 844, § 2).
Lo anterior es posible porque las Iglesias orientales ortodoxas «aunque separa-
das, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo, gracias a la sucesión apostólica,
el sacerdocio y la Eucaristía». Sin embargo, el fiel católico ha de tener en cuenta
que «por su propia concepción eclesiológica, las Iglesias orientales pueden tener
una disciplina más restrictiva en la materia, y que los demás deben respetar (Di-
rectorio, n. 12), y el católico debe abstenerse de comulgar si la autoridad ortodoxa
no se lo permite.

Por su parte, «los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos


de la Penitencia, Eucaristía y Unción de los enfermos a los miembros de las
Iglesias orientales que no están en comunión plena con la Iglesia católica, si
los piden espontáneamente, y están bien dispuestos» (CIC c. 844, § 3; cf. Di-
rectorio, n. 125).
La razón de ese proceder es que compartimos la fe sobre esos sacramentos, y
en consecuencia no hay que pedir explícitamente a los orientales ortodoxos la
manifestación de la fe católica en la Eucaristía, pues ya la comparten en virtud
de la profesión de fe de sus Iglesias. Pero «en estos casos hay que prestar aten-
ción a la disciplina de las Iglesias orientales para sus propios fieles, y evitar
toda apariencia de proselitismo» (Directorio, n. 125), pues las Iglesias orienta- !81
les separadas suelen tener una disciplina restrictiva al respecto de sus fieles,
y pueden interpretar la hospitalidad católica como un intento de atraerlos a
sus fieles.
b) Católicos y Protestantes. «Un fiel católico no puede comulgar en una co-
m unidad que carece del válido sacramento del Orden» (Ecclesia de Eucharistia,
n. 46). Por eso, un católico no debe comulgar en la Santa Cena protestante,
porque «por la carencia del sacramento del Orden, no han conservado la ge-
nuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico» (UR 22).
A su vez, los ministros católicos solo administran lícitamente esos sacramen-
tos a los cristianos protestantes cuando hay peligro de muerte o hay necesidad
grave a juicio de la A utoridad (Obispo diocesano o Conferencia episcopal),
siempre que lo pidan espontáneamente, estén bien dispuestos y no puedan
acudir a un ministro de su propia Comunidad; además, han de manifestar la
fe católica respecto a esos sacramentos, porque precisamente en virtud de su
pertenencia eclesial a una Comunidad protestante, profesan una fe distinta
al respecto. Concretamente, la fe católica eucarística, implica profesar la pre-
sencia eucarística sustancial del Señor, y la índole sacrificial del Misterio eu-
carístico, y «lo referente a la necesidad del sacerdocio ministerial» (Ecclesia de
Eucharistia, n. 46).
«Es necesario fijarse bien en estas condiciones, que son inderogables, aun tratán-
dose de casos particulares y determinados, puesto que el rechazo de una o más
verdades de fe sobre estos sacramentos y, entre ellas, lo referente a la necesidad
del sacerdocio ministerial para que sean válidos, hace que el solicitante no esté
debidamente dispuesto para que le sean legítimamente administrados» (Ecclesia
de Eucharistia, n. 46).

1.5. O tros recursos para la vid a esp iritu al

En caso de necesidad, el Obispo local puede permitir a cristianos no católicos


utilizar lugares para sus celebraciones (una iglesia o un edificio católico) y ob-
jetos de culto (prestarles el material necesario), como también hacer enterra-
mientos o celebrar oficios en cementerios católicos (cf. Directorio, nn. 137ss.).

1.6. Los matrimonios mixtos

Matrimonio mixto es el matrimonio entre una parte católica y otra parte bauti-
zada que no está en plena comunión con la Iglesia Católica.
182 La experiencia muestra que estos matrimonios pueden ser ocasión de con-
vivencia ejemplar entre cristianos; pero no pocas veces también la diferencia
confesional causa dificultades en la vida del matrimonio y en la educación de
los hijos. En general, las confesiones cristianas -tam bién la Iglesia Católica-
aconsejan el matrimonio entre miembros de la misma comunidad de fe.
En todo caso, quienes contraen un matrimonio mixto poseen elementos «que es
necesario valorar y desarrollar, tanto por su valor intrínseco, como por la aporta-
ción que pueden dar al movimiento ecuménico. Esto es verdad sobre todo cuan-
do los dos cónyuges son fieles a sus deberes religiosos. El Bautismo común y el
dinamismo de la gracia procuran a los esposos, en estos matrimonios, la base y
las motivaciones para compartir su unidad en la esfera de los valores morales y
espirituales» (Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 78).
La atención a los matrimonios mixtos ha de tener en cuenta unas orientacio-
nes:
• Requieren una atención especial para su celebración y para la vida conyu-
gal, según la condición de cada cónyuge, su formación y práctica de la fe.
• Cuidar los elementos positivos que comparten como esposos cristianos: por
ejemplo, la oración en común y la meditación de la Palabra de Dios.
• Respetar las respectivas convicciones religiosas, sin minimizar sus diferen-
cías.
• La Iglesia Católica pide que ambos esposos acepten los fines y propiedades
esenciales del matrimonio.
A la parte católica se le pide, además, la disposición a mantener la fe y prometer
sinceramente hacer lo posible para que los hijos sean bautizados y educados en la
Iglesia católica. Su cónyuge debe ser informado de tales promesas.
A la parte no católica no se le exige ninguna promesa. No obstante, el Ordinario
del lugar, en orden a valorar la existencia de «una causa justa y razonable» que le
lleve a conceder el permiso para el matrimonio mixto, tendrá en cuenta el even-
tual rechazo de la parte no católica de tales compromisos.
• Si la parte católica, a pesar de sus esfuerzos, no consigue bautizar o educar
a sus hijos en la fe católica, al menos tiene el compromiso de hacer lo que
pueda con el ejemplo y la palabra.
• El matrimonio entre un fiel católico y un fiel de una Iglesia oriental sepa-
rada exige la forma canónica de celebración como requisito para la licitud.
En cambio, para la validez de los matrimonios entre católicos y cristianos protes-
tantes se requiere la forma canónica, si bien puede ser dispensada por graves razo-
nes, aunque se requiere alguna forma pública para la validez: en este caso puede
participar, si es invitado, un ministro católico con autorización del Ordinario del
lugar, pudiendo recitar algunas oraciones, leer la Escritura, hacer una breve ex-
hortación y bendecir a la pareja. Si ésta lo pide, puede invitarse a la celebración
católica a un ministro de otra comunidad eclesial.
• Como no es posible la comunión eucarística de cristianos no católicos, el
matrimonio mixto se celebra de ordinario fuera de la liturgia eucarística.
Por una razón justa, el Obispo local puede permitir la celebración de la Eucaristía,
y, en este caso, la decisión de admitir o no a la parte no católica del matrimonio a
la comunión eucarística (en principio, excepcionalmente) ha de tomarse de acuer-
do con las normas generales que existen en la materia, tanto para los cristianos
orientales como para los otros cristianos, y también sobre la comunión de un ca-
tólico en una celebración de otra Iglesia.
• Es conveniente que las respectivas jerarquías eclesiales colaboren para re-
solver los problemas que se presenten, y acompañar a estos matrimonios
en su vida cristiana.

2. La colaboración ecuménica y sus ámbitos

El Concilio Vaticano II invita a la colaboración ecuménica:


«Que todos los cristianos confiesen ante las naciones su fe en Dios uno y trino, en
el Hijo de Dios encarnado, nuestro Redentor y Señor, y por un esfuerzo común,
en la mutua estima, den testimonio de nuestra esperanza que no será confundida.
Hoy que se ha instaurado una amplia colaboración en el plano social, todos los
hombres sin excepción están llamados a esta obra común, pero sobre todo los que
creen en Dios y muy en primer término, todos los cristianos, a causa precisamente
del nombre de Cristo con que se honran. La colaboración de todos los cristianos
expresa claramente la unión que ya existe entre ellos, y pone en evidencia más
luminosa el rostro de Cristo Servidor» (UR 12).
Presentamos primero las estructuras de colaboración; luego mencionamos al-
gunos ámbitos de colaboración: bíblico y litúrgico, catequético y formativo,
misionero e interreligioso, social, cultural y ético, así como el cuidado de la
creación, el desarrollo humano y sus sectores (educación, sanidad, comunica-
ción social...). En el último epígrafe aludimos a la colaboración ecuménica en
situaciones especiales.

2.1 . Estructuras de colaboración

Para coordinar la colaboración ecuménica conviene que existan consejos o co-


misiones ecuménicas, más o menos permanentes, que faciliten las relaciones
entre las Iglesias y Comunidades eclesiales. Si no existen tales organismos,
importa que se celebren encuentros de representantes autorizados, para que
la colaboración tenga el refrendo de las autoridades competentes, se puedan
examinar los problemas particulares y tomar las decisiones necesarias (cf. Di-
rectorio, nn. 164 ss).
En la Iglesia Católica corresponde al Obispo juzgar sobre la conveniencia y
los modos de actuación, también a la vista de las decisiones al respecto de las
Conferencias episcopales o de los Sínodos orientales católicos. Estos organis-
mos, a su vez, tendrán en cuenta las directrices de la Santa Sede, contenidas
en el Directorio de Ecumenismo, y otras eventuales orientaciones del Pontificio
Consejo para la Promoción de la Unidad de los cristianos.

2.2 . Á m bito bíblico

La colaboración en el ámbito bíblico tiene su fundamento en que la Palabra de


Dios consignada en la Escritura es instrumento de unidad de los cristianos;
además, la veneración de la Palabra divina es un elemento común y vínculo
de la unidad ya existente, aunque imperfecta.
«Todo cuanto pueda hacerse para que los miembros de las Iglesias y de las Co-
munidades eclesiales lean la Palabra de Dios, y a ser posible lo hagan juntos (por
ej., las "Semanas bíblicas"), refuerza este vínculo de unidad que ya los une, los
abre a la acción unificadora de Dios y refuerza el testimonio común de la Palabra
salvadora de Dios que dan al mundo» (Directorio, n. 183).

La colaboración en el ámbito bíblico puede llevarse a cabo mediante algunas


iniciativas y actividades, como pueden ser:
• la traducción y el uso de ediciones comunes de la Biblia;
• el estudio de la Biblia con otros cristianos, sin menoscabo de las diferencias
de interpretación.

2 .3 . Á m b ito catequético y fo rm ativo

En lo posible, pueden encontrarse formas de colaboración tanto en el ámbito


de la catequesis como en la enseñanza en los Institutos académicos superiores.
a) La catequesis (cf. Directorio, nn. 188 ss). La Exhort. Ap. Catechesi tradendae,
n. 33, indica el fundamento de esta colaboración, sus límites y condiciones:
• En lugares de convivencia interconfesional, la colaboración en la catequesis 185
puede poner de relieve los elementos de la fe que comparten los cristianos,
y a la vez sirve para resaltar la diferencia entre la fe cristiana y otras reli-
giones.
• La colaboración en la catequesis es limitada por su propia naturaleza, pues-
to que la comunión de fe no es completa entre cristianos separados, e in-
cluso existen serias divergencias con la fe católica.
• La catequesis católica no debe reducirse al mínimo común compartido,
sino exponerse en su plenitud. Los libros de texto que en ciertos países
imponen una educación cristiana común no constituyen una catequesis
católica completa; además, la catequesis es una iniciación en la vida cris-
tiana, lo cual debe asegurarse en la catequesis católica.
b) Institutos de enseñanza superior. La colaboración ecuménica es prove-
ch o sa p a ra la in v e s tig a c ió n y la d o c e n c ia te o ló g ic a (c f. D ire c to rio n n . 191 s s ):

• Ayuda a los profesores a exponer el aspecto ecuménico de las materias teo-


lógicas, siguiendo las indicaciones del Concilio Vaticano 11.
• Facilita la formación ecuménica de educadores y agentes pastorales, y ayuda
a que los cristianos examinen juntos los problemas contemporáneos.
• En los seminarios y estudios del Ciclo primero sólo se podrá hacer esto en
un grado de iniciación, pues en esta fase se trata de ofrecer la formación
básica, con los medios apropiados: programas y profesores que serán de
ordinario católicos.
• Después de laformación básica, es decir, en los Ciclos segundo y tercero de las
Facultades, y niveles paralelos en los Seminarios, algunos profesores no
católicos podrán ser «invitados» a impartir cursos ecuménicos, atendien-
do a las normas concretas de la Jerarquía en ese país. A su vez, profesores
católicos podrán ser invitados a dar cursos en similares condiciones a otras
Comunidades cristianas.
• En los Institutos superiores y de investigación, se aconseja la creación de
institutos ecuménicos. Podrán contar con profesores de otras Iglesias o Co-
munidades eclesiales y colaborar con asociaciones ecuménicas.

2.4 . Á m bito m isionero e in terrelig io so

En la dinámica actual de conversión misionera, la colaboración ecuménica es


un medio importante para la misión «ad gentes», incluyendo el diálogo inte-
186 rreligioso. De hecho, el Movimiento ecuménico nació movilizado por la acti-
vidad misionera.
a) En el ámbito misionero (cf. Directoúo nn. 205-209). El testimonio común
en la colaboración ecuménica, en cualquiera de sus formas, ya contribuye a la
Misión.
Los católicos miran con afecto y respeto la actividad misionera de los demás
cristianos, y se alegran de que la gracia de Dios actúe en ellos.
A este propósito dice el papa Francisco: «Dada la gravedad del anti-testimonio
de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsque-
da de caminos de unidad se vuelve urgente. Los misioneros en esos continen-
tes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y burlas que reciben debido al
escándalo de los cristianos divididos. Si nos concentramos en las convicciones
que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos
caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de
testimonio» (EG 246).

Los católicos pueden unirse a las demás cristianos en la actividad ad gentes.


Esta colaboración manifiesta que los cristianos pueden unirse para anunciar
el Evangelio, a pesar de las divisiones.
Uno de los objetivos de la colaboración es asegurar que los problemas que es-
tuvieron en el origen de la división entre los cristianos, no se trasplanten a los
lugares donde se predica el Evangelio. Por eso, los nuevos convertidos a la fe se-
rán educados en el espíritu ecuménico, evitando tanto el indiferentismo como el
confusionismo y la rivalidad, y promoviendo una real fraternidad y cooperación
en cuestiones sociales y técnicas, culturales y religiosas. A la hora de indicar las
diferencias entre los católicos y otros cristianos, unos y otros deberán hacerlo «no
con espíritu agresivo o sectario, sino en el amor y respeto mutuo» (AG 6).

Esta colaboración ecuménica en orden al anuncio de la fe es particularmente


importante en el contexto actual de secularización.
Por eso conviene, en este ámbito misionero, hacer una valoración común de las
formas de ateísmo, de secularización y de materialismo que actúan en el mundo
contemporáneo. Esa valoración es aún más importante en el terreno de los fun-
damentos de la Misión: su sentido, el modo del diálogo de salvación, la relación
entre el Evangelio y las culturas (vid. también para ello temas 3 y 6).

b) En el diálogo con las demás religiones. En la actualidad son muy frecuen-


tes los contactos entre cristianos y creyentes de otras religiones. El diálogo
interreligioso es diverso del ecuménico, si bien en la práctica está influido por
él, e influye a su vez en él. (Sobre el diálogo interreligioso, vid. tema 3, apar-
tado 3.1).
Un ámbito especial son las relaciones entre cristianos y judíos. Así se expresa
en el Directorio para el ecumenismo: «Existen muchos campos en los que los cris-
tianos pueden colaborar en un diálogo y una acción común con los judíos, como
por ejemplo luchando juntos contra el antisemitismo, el fanatismo religioso y el
sectarismo» (n. 210). En estos contactos los cristianos pueden apelar juntos a sus
fuentes bíblicas y teológicas comunes, contribuyendo así a aportar los pimíos de vista
cristianos en este contexto ampliado, de un modo que favorezca al mismo tiempo
la unidad cristiana, ante los problemas de la justicia y la paz, el apoyo a la familia,
el respeto a los más débiles, y otras cuestiones actuales. Esto nos lleva al siguiente
apartado.

2 .5 . Á m b ito social, cu ltu ral y ético

«Esta colaboración, ya establecida en muchos países, debe acentuarse sin cesar,


sobre todo allí donde está en marcha la evolución social o técnica, haciendo que
se estime en su valor la persona humana, trabajando para promover la paz, per-
siguiendo la aplicación social del Evangelio, o por el desarrollo de las ciencias
y las artes en una atmósfera cristiana, o también aportando remedios de todas
clases contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y las calamidades,
la ignorancia y la pobreza, la crisis de la vivienda y la desigual distribución de las
riquezas» (UR 12).

a) La colaboración en la vida cultural (cf. Directorio, nn. 211 ss.) no debe con-
fundirse con influencias ideológicas y tornarse en un obstáculo para la uni-
dad. Como todas las formas de colaboración ecuménica, debe ser supervisada
por el Obispo del lugar, o el Sínodo de las Iglesias orientales católicas o la
Conferencia episcopal.
El objetivo es promover una cultura cristiana, una «civilización del amor» o hu-
manismo cristiano que se viene impulsando en la Iglesia desde Pablo VI. La «cul-
tura de la vida» no se restringe a la «defensa de la vida» de los no nacidos o de los
enfermos y ancianos, porque se extiende al cuidado de toda vida débil y de sus
necesidades materiales y espirituales.

b) La colaboración en cuestiones morales (cf. Directorio, n. 214) ha de aspirar


a que los cristianos sostengan los valores hum anos y cristianos fundamenta-
les. El discernimiento en común proporcionaría un modo de expresar la di-
mensión moral de la comunión, aún no plena, entre los cristianos.
Entre esos valores están: el valor de la vida, las cuestiones relativas al trabajo,
la justicia y la paz, la libertad religiosa, los derechos humanos y el derecho a la
tierra. Estos valores están hoy amenazados por fenómenos como son la pobreza,
el racismo, el consumismo, el terrorismo, y todo cuanto atenta contra la vida hu-
mana en cualquier etapa de su desarrollo.
2.6 . Á m bitos de la creación, desarrollo hum ano, sanidad y com unicación
social

En estos campos hay una necesidad creciente de colaboración ecuménica:


• Junto con todos los hombres, corresponde especialmente a los cristianos el
cuidado de la creación para conjurar las actuales amenazas: la contamina-
ción y el desequilibrio ecológico provocados por la industrialización y la
tecnología incontrolada (destrucción de bosques, experimentos nucleares,
abuso de los recursos naturales, etc.). Promover el uso adecuado de estos
recursos y salvaguardar la creación son tareas para la colaboración ecumé-
nica, también para corregir las interpretaciones erróneas de la revelación
judeocristiana en este terreno (cf. Ene. Laudato si', nn. 67 y 98).
• En el campo del desarrollo hum ano, es importante la colaboración -ante
todo por medio de la educación- en favor de la justicia y la distribución de
recursos, los derechos humanos y la dignidad de la mujer; colaborar en el
servicio a los pobres, a los enfermos, y a todos cuantos sufren a causa de
injustas «estructuras de pecado» (cf. Ene. Sollicitudo rei socialis, n. 36).
• Las grandes concentraciones de población plantean graves necesidades
del entorno, alimento, agua, vestido, higiene y cuidados médicos. Otro
ámbito de colaboración es la atención de los inmigrantes, refugiados y víc-
timas de las catástrofes naturales.
En casos de urgencia a escala mundial, la Iglesia Católica recomienda la puesta
en común de recursos con organismos internacionales eclesiales por razones de
eficacia. Aconseja igualmente la colaboración ecuménica con organizaciones in-
ternacionales especializadas en ese campo (cf. Directorio, n. 215). Por otra parte,
las persecuciones a cristianos, el terrorismo con excusa religiosa y la extensión de
las necesidades acuciantes (el hambre, la paz y el desarrollo) dibujan un escenario
de urgencias en la colaboración ecuménica.

• En el campo de la sanidad es fundamental -y en algunos países es vital- la


colaboración para fortalecer las estructuras sanitarias en muchos lugares
del mundo, o dar remedio a situaciones de emergencia.
Esta colaboración en ocasiones suscita desafíos a la ética médica (cf. Directorio,
n. 216), a la hora de proteger los valores relativos a la vida. En este contexto
es necesario presentar a los demás cristianos la doctrina católica con lealtad.
• En los m edios de comunicación la colaboración podrá versar sobre la pre-
sencia de los principios cristianos en ese ámbito (cf. Directorio, n. 217), la
explicación de los problemas que surgen, y la educación para el uso crítico
de tales medios. Para ello pueden constituirse comités interconfesionales !89
de nivel regional, nacional o internacional, que promuevan iniciativas en
relación con la radio y la televisión, publicaciones, audiovisuales, Internet,
redes sociales, y otras tecnologías emergentes.

2 .7 . La colaboración ecum énica en situaciones especiales

Finalmente, puede ser beneficiosa la colaboración ecuménica de agentes pas-


torales ordenados o de fieles laicos en algunas situaciones especiales, como
los hospitales, las prisiones, el ejército, las universidades, los grandes com-
piejos industriales y el m undo ya citado de las comunicaciones sociales (cf.
Directoúo, n. 204).

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• c o m m u n ic a tio in sa cris · e s tru c tu ra s d e c o la b o ra c ió n e c u m é n ic a

• In te rc o m u n ió n o in te rc e le b ra c ió n · in s titu to s e c u m é n ic o s

• m a trim o n io s m ix to s

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ Q u é q u ie re d e c ir, e n e l á m b ito e c u m é n ic o , « c o m p a rtir la o ra c ió n c o m ú n » , y

q u é h a y q u e te n e r e n c u e n ta p a ra re a liz a rla ?

2. S e ñ a la a lg u n a s c u e s tio n e s te o ló g ic a s q u e e s tá n e n e l tra s fo n d o d e l re c o n o c í-

m ie n to d e l B a u tis m o re c ib id o p o r c ris tia n o s n o c a tó lic o s .

3. ¿Es p o s ib le c o m p a rtir la v id a s a c ra m e n ta l, e in c lu s o la E u c a ris tía , c o n c ris tia n o s

n o c a tó lic o s ? En c a s o d e re s p u e s ta p o s itiv a , ¿ c ó m o y e n q u é c o n d ic io n e s ?

4. S e ñ a la a lg u n a s o rie n ta c io n e s p e rtin e n te s p a ra la a te n c ió n a los m a trim o n io s

m ix to s .

5. E x p lic a la im p o rta n c ia d e la c o la b o ra c ió n e c u m é n ic a e n e l á m b ito b íb lic o , y

a lg u n a s fo rm a s p o s ib le s .

6. E n u m e ra los m o d o s d e c o la b o ra c ió n e n e l c a m p o c a te q u é tic o y fo rm a tiv o .


190 7. S e ñ a la p o s ib le s c o la b o ra c io n e s e n e l te r r e n o m is io n e ro e in te rre lig io s o .

9. ¿ Q u é v a lo r y fo rm a s p rin c ip a le s re v is te la c o la b o ra c ió n e c u m é n ic a e n los á m -

b ito s s o c ia l, c u ltu ra l y é tic o ?

10. ¿ Q u é p o s ib ilid a d e s se o fre c e n p a ra la c o la b o ra c ió n e c u m é n ic a e n los á m b ito s

d e la c re a c ió n , d e s a rro llo h u m a n o , s a n id a d y c o m u n ic a c ió n so cial?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:

« (...) C u a n d o lo e x ig e la n e c e s id a d o lo s u g ie re un v e rd a d e ro b ie n e s p iritu a l, y co n ta l

q u e se e v ite to d o p e lig ro d e e rro r o d e in d ife re n tis m o , e stá p e rm itid o a c u a lq u ie r c a tó -

lico a q u ie n sea física o m o ra lm e n te im p o s ib le e n c o n tra r un m in is tro c a tó lic o el re c ib ir

los s a c ra m e n to s d e P e n ite n c ia , E ucaristía y U n c ió n d e e n fe rm o s d e un m in is tro d e la

Ig le s ia o rie n ta l.

D a d o q u e e x is te n usos d ife re n te s s o b re la fre c u e n c ia d e la c o m u n ió n , la c o n fe s ió n a n te s

d e la c o m u n ió n y el a y u n o e u c a rís tic o e n tre los c a tó lic o s y los c ris tia n o s o rie n ta le s , es

n e c e s a rio q u e los c a tó lic o s te n g a n c u id a d o d e n o p ro v o c a r e s c á n d a lo y d e s c o n fia n za

e n tre los c ris tia n o s o rie n ta le s p o r n o s e g u ir los usos o rie n ta le s . U n c a tó lic o q u e d es e a

le g ítim a m e n te re c ib ir la c o m u n ió n e n tre los c ris tia n o s o rie n ta le s , d e b e re s p e ta r e n lo

p o s ib le la d is c ip lin a o rie n ta l, y a b s te n e rs e d e to m a r p a rte e n e lla si e sta Ig le s ia reserva

la c o m u n ió n s a c ra m e n ta l a sus p ro p io s fie le s , e x c lu y e n d o a to d o s los d e m á s .

Los m in is tro s c a tó lic o s p u e d e n líc ita m e n te a d m in is tra r los s a c ra m e n to s d e P e n ite n c ia ,

E ucaristía y U n c ió n d e e n fe rm o s a los m ie m b ro s d e las Ig lesias o rie n ta le s q u e lo p id a n

e s p o n tá n e a m e n te y q u e te n g a n las d is p o s ic io n e s re q u e rid a s . T a m b ié n e n esto s casos

h ay q u e p re s ta r, a te n c ió n a la d is c ip lin a d e las Ig lesias o rie n ta le s p a ra sus p ro p io s fie le s ,

y e v ita r to d a a p a rie n c ia d e p ro s e litis m o .

En caso d e p e lig ro d e m u e rte , los m in is tro s c a tó lic o s p u e d e n a d m in is tra r esto s sacra-

m e n to s e n las c o n d ic io n e s a b a jo e n u m e ra d a s ( . .. ) .

Las c o n d ic io n e s s e g ú n las c u ales un m in is tro c a tó lic o p u e d e a d m in is tra r los s a c ra m e n -

to s d e la E u caristía, d e la P e n ite n c ia y d e la U n c ió n d e e n fe rm o s a u n a p e rs o n a b a u ti-

za d a q u e se h a lla re e n las c irc u n s ta n c ia s a n te s m e n c io n a d a s , son q u e e sta p e rs o n a se


h a lle en la im p o s ib ilid a d d e re c u rrir a un m in is tro d e su Ig le s ia o C o m u n id a d ecle s ia l

p ara e l s a c ra m e n to d e s e a d o ; q u e p id a e s te s a c ra m e n to p o r su p ro p io d e s e o , q u e m a n í-

fie s te la fe c a tó lic a e n e s te s a c ra m e n to y q u e e s té d e b id a m e n te d is p u e s ta .

B asán d o se e n la d o c trin a c a tó lic a s o b re los s a c ra m e n to s y s o b re su v a lid e z , u n c a tó lic o ,

e n las c irc u n s ta n c ia s a n te s m e n c io n a d a s , só lo p u e d e p e d ir esto s s a c ra m e n to s a un m i-

n is tro d e u n a Ig le s ia cu yos s a c ra m e n to s sean v á lid o s , o a un m in is tro re c o n o c id o c o m o

v á lid a m e n te o rd e n a d o , s e g ú n la d o c trin a c a tó lic a d e la o rd e n a c ió n » .

{D ire cto rio p a ra la a p lic a c ió n de los p rin c ip io s


y n o rm a s sobre e l ecum enism o,
25-1111993‫ ־‬, n n . 1 2 2 -1 3 6 )
192
LA INCORPORACIÓN
13 PLENA A LA IGLESIA
CATÓLICA

Este tema completa la cuarta parte sobre la acción eclesial «ad intra»,
estudiando algunas cuestiones que se plantean en la tarea ecuménica.
Exponemos, en primer lugar, la admisión a la plena comunión con la Igle-
sia Católica. En un segundo apartado abordamos la presencia y acción de
la Iglesia Católica en lugares de mayoría confesional no católica.

SUMARIO

1. LA ADMISIÓN A LA PLENA COMUNIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA. 2. PRE-


SENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LUGARES DE MAYORÍA CRISTIANA NO
CATÓLICA · 2 .1 . F u n d a m e n to d e su p re s e n c ia · 2 .2 . In d ic a c io n e s p rá c tic a s · 2 .3 . El
lla m a d o « p ro s e litis m o » .
1. La admisión a la plena comunión 193
con la Iglesia Católica

La actividad ecuménica se ocupa de las relaciones entre las Iglesias y Comu-


nidades eclesiales en cuanto tales. Una cuestión diferente se plantea cuando un
bautizado no católico personalm ente pide incorporarse a la Iglesia Católica.
Sobre este punto el Concilio Vaticano II señaló lo siguiente: «La obra de pre-
paración y reconciliación individuales de los que desean la plena comunión
católica se diferencia, por su naturaleza, de la empresa ecumenista». Y añade:
«pero no encierra oposición alguna, ya que ambos proceden del admirable
designio de Dios» (cf. UR 4).
Cuando se trata de una sincera decisión de conciencia (que «procede del ad-
mirable designio de Dios»), los pastores habrán de cerciorarse de los motivos
de su petición, con respeto de su conciencia, y proceder a la preparación indi-
vidual, tanto doctrinal como espiritual del candidato, según las necesidades
de cada caso.
El Rito de Iniciación Cristiana de Adultos prevé una fórmula en su «Apéndi-
ce» para recibir válidamente, según el rito latino, en la plena comunión católica a
los bautizados en una Iglesia o Comunidad eclesial separada. Importa adver-
tir que esta preparación no es el «catecumenado» o iniciación cristiana del no
bautizado, sino la incorporación plena de quienes «de alguna manera pertene-
cen ya al Pueblo de Dios» (UR 3).
a) Plenitud de comunión en la Eucaristía. Generalmente la admisión se lleva
a cabo durante la Misa, o, si lo impide una causa grave, durante la liturgia de
la Palabra si es posible. Si se celebrara fuera de la Misa, conviene que quede
patente su conexión con la comunión eucarística, teniendo lo antes posible
una celebración eucarística, en la que participe por primera vez entre los de-
más católicos el recién admitido.
En cuanto a la preparación, como se ha dicho, hay que evitar equiparar a estos
candidatos con los catecúmenos. Por eso, si el rito de admisión tiene lugar du-
rante la Vigilia pascual, debe diferenciarse claramente del Bautismo de adul-
tos (cf. Directorio n. 100).
Si la admisión se llevara a cabo en la Misa, el candidato, según su situación,
confiese sus pecados, informando al confesor de su inminente admisión. Esta
confesión la puede recibir cualquier confesor aprobado.
Por lo que respecta a la celebración, es propio del Obispo celebrar la admisión.
Si se encomienda a u n presbítero, tiene la facultad de confirmar al candidato
194 en el mismo rito de la admisión, a no ser que el candidato haya recibido ya la
Confirmación válidamente.

No se le exige abjuración de herejía, sino solamente la profesión de fe.


El candidato puede ir acompañado, si es el caso, de un padrino o madrina
que tendrá más intervención que otros en la presentación y preparación del
candidato.
En la celebración eucarística en que se hace la admisión (o en la Misa que siga
a la admisión) el admitido puede recibir la comunión bajo ambas especies, e
igualmente, sus padrinos, sus padres y cónyuge (si son católicos), y los cate-
quistas que le hayan instruido; y todos los católicos presentes, si las circuns-
tancias lo aconsejan.
El rito puede acomodarse o abreviarse por las Conferencias Episcopales y por
el Ordinario del lugar. Los nombres de los admitidos se anotarán en u n libro
especial, añadiendo el día y el lugar del Bautismo.
b) El Bautismo previo. El presupuesto de la incorporación plena a la Iglesia
es el Bautismo válido. El sacramento del Bautismo no se puede reiterar; por
eso, solo se lleva a cabo el Bautismo sub conditione si existe duda «del hecho»
o de la validez del Bautismo ya conferido. En tal caso, el ministro explicará
las razones por las que se confiere sub conditione, y lo administrará en forma
privada (cf. CIC, can. 869, § 1 y 3).

Como en el caso de los matrimonios mixtos, para investigar la validez del


bautismo, existen varios cúterios (cf. Directorio n. 99).
- No ofrece duda la validez del Bautismo administrado en las Iglesias orienta-
les separadas de la Sede romana. Además, en estas iglesias el sacramento de la
Confirmación (crismación) se administra por el sacerdote junto con el Bautismo
(por eso, con frecuencia el testimonio canónico del Bautismo no menciona la Con-
firmación; lo que no autoriza a dudar de que haya sido también administrada).

- Cuando se trata de cristianos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales,


cuando aportan un testimonio oficial eclesiástico, no hay razón para dudar de la
validez del Bautismo administrado, a no ser que, en un caso particular, un exa-
men mostrara algún motivo serio de duda sobre la materia, la fórmula utilizada,
o la intención del bautizado y del ministro.

- Como en el actual estado de las relaciones de la Iglesia Católica con las Comu-
nidades eclesiales surgidas de la Reforma del siglo XVI, aún no se ha llegado a
un acuerdo sobre la significación, la índole sacramental y la administración de la
Confirmación, quienes provengan de esas comunidades, deberán recibir el sacra-
mentó de la Confirmación según la doctrina y el rito de la Iglesia Católica, antes
de su admisión a la comunión eucarística (cf. Directorio n. 101).

2. Presencia de la Iglesia Católica en lugares


de mayoría cristiana no católica

La actividad ad gentes supone de por sí la «plantación» de la Iglesia en lugares


de mayoría religiosa no cristiana, con la consolidación institucional y existen-
cial de las nuevas Iglesias locales surgidas de la evangelización.
Una situación diferente, que ahora tratamos, es la presencia institucional (dió-
cesis, parroquias, etc.) y la actividad (pastoral, educativa, de culto y caritativa)
de la Iglesia Católica en lugares de mayoría cristiana no católica.
En esta cuestión hay que distinguir dos aspectos, civil y eclesial.
a) Los Estados democráticos reconocen el derecho civil a la libertad religio‫־‬
sa de las personas y sus comunidades. La Iglesia Católica, como las demás
confesiones religiosas, no tendrá dificultades en general para su presencia y
actividad.
b) Otro aspecto, que interesa ahora, es el eclesial, es decir, el modo de relación
de la Iglesia Católica con la Iglesia mayoritaria no católica del territorio. Este
asunto ha provocado tensiones en países de mayoría ortodoxa, debido a veces
al poco acierto de la parte católica, a veces por susceptibilidad de la parte or-
todoxa.
Las Iglesias ortodoxas consideran la presencia católica en un país de mayoría or-
todoxa como una intervención ilegitima en su «territorio canónico», como si allí
no existiera ya el cristianismo. En realidad, con esa presencia -piensan algunos-
la Iglesia Católica pretendería llevar a cabo un «proselitismo» de fieles ortodoxos.

2.1. Fundam ento de su presencia

El motivo de la presencia y actividad de la Iglesia Católica en territorios de


mayoría ortodoxa es el derecho y el deber de atender a sus propios fieles, en
aplicación del derecho de libertad religiosa de las confesiones y de los indivi-
dúos.
Según los casos, esa presencia es originaria (por ej., Oriente medio, Egipto), o
se remota a una primera evangelización, o bien a emigraciones (por ej., Estados
Unidos, Canadá, Australia, Países escandinavos etc.), o a movimientos de fronte-
ras y poblaciones a causa de las guerras, o bien a deportaciones (por ej., durante
196 regímenes comunistas). Por eso, en ciertos casos la creación de diócesis no supo-
ne introducir «nuevas» estructuras eclesiásticas, sino restaurar las anteriormente
existentes.

Así pues, la acción de la Iglesia Católica no pretende «misionar» a los fieles or-
todoxos como si se tratara de la actividad ad gentes, puesto que la mayoría re-
ligiosa ortodoxa ya es cristiana. En cambio, pone en acto la actividad pastoral
dirigida a los fíeles católicos, y la actividad ecuménica de relación y respeto
hacia las Iglesias Ortodoxas.
Esta actitud de la Iglesia Católica se basa en que las Iglesias ortodoxas orien-
tales poseen los sacramentos y la sucesión apostólica, y se consideran «verda-
deras Iglesias particulares» (vid. Cong. para la Doctrina de la Fe, Carta Com-
munionis notio, 1992, y decl. Dominus Iesus, 2000). Por eso, aun sin la plenitud de
la comunión católica, las Iglesias ortodoxas son, para sus fíeles, «sacramento
de salvación».
En consecuencia, la actividad de la Iglesia Católica no pretende desarrollar
un «proselitismo desleal» para captar fieles de las Iglesias ortodoxas. Su in-
tención es atender a las comunidades católicas y establecer una sana colabora-
ción con las Iglesias ortodoxas. Para propiciar esas buenas relaciones, veamos
algunas indicaciones.

2.2. Indicaciones prácticas

a) Conviene formar a los fieles y pastores católicos en los principios ecumé-


nicos del Concilio Vaticano II que acabamos de exponer.
b) De ordinario será prudente que la jerarquía católica informe a la jerarquía
ortodoxa sobre la erección de parroquias, o de relevantes iniciativas sociales,
educativas o caritativas (a veces de instituciones internacionales católicas a
petición de las autoridades civiles), sin mengua del derecho de la Iglesia Cató-
lica a proceder en conciencia en su caso.
c) También podrá ser oportuno que las comunidades religiosas y los laicos (mo-
vimientos, etc.) no actúen sin el visto bueno previo de la jerarquía católica.
d) Por cortesía convendrá informar a la jerarquía ortodoxa de situaciones que
puedan provocar equívocos; por ej., cuando un obispo o sacerdote católico sea
invitado por autoridades civiles a alguna actividad cultural o científica.
En todo caso, como los posibles problemas prácticos entre la Iglesia Católica
y las Iglesias Ortodoxas varían según tiempos y lugares, será prudente man-
tener estrecha relación con el Consejo Pontificio para la Promoción de la !97
Unidad de los Cristianos.

2.3 . El llam ado «proselitism o»

No obstante esas medidas de prudencia, no siempre será posible evitar equí-


vocos. En efecto, aun dirigiendo su actividad a sus propios fieles, la Iglesia
Católica ¿puede acoger a fieles ortodoxos en sus obras educativas, sociales y
caritativas? ¿Qué hacer si esos fieles piden ser admitidos a la comunión católica?
Si un fiel ortodoxo pide libremente ser recibido en la Iglesia Católica y estuvie-
ra bien preparado, no debe ser rechazado. Lo mismo se aplica a un fiel católico
que pida ser recibido en una Iglesia ortodoxa. Esta acogida nada tiene que ver
con un «proselitismo desleal» que reste fieles a una u otra Iglesia. Sobre este
tema son nítidos los principios católicos.
- La libertad religiosa supone que «cada cual tiene la obligación y por consi‫־‬
guíente también el derecho de buscar la verdad en materia religiosa, a fin
de que, utilizando los medios adecuados, se forme, con prudencia, rectos
y verdaderos juicios de conciencia» (DH 3).
- Las «comunidades religiosas tienen también el derecho de que no se les
impida la enseñanza y la profesión pública, de palabra y por escrito, de su
fe» (DH 4). Por eso, si un fiel ortodoxo solicita información o muestra cer-
cania a la Iglesia Católica; o bien si los fieles católicos hablan «de las cosas
de la Iglesia, dando los primeros pasos hacia ello» (UR 4), este hecho en
absoluto puede ir unido con presión alguna porque:
a) «en la divulgación de la fe religiosa y en la introducción de costumbres hay
que abstenerse siempre de cualquier clase de actos que puedan tener sabor a
coacción o a persuasión inhonesta o menos recta» (DH 4);
b) a nadie «se le puede forzar a obrar contra su conciencia. Ni tampoco se le
puede impedir que obre según su conciencia, principalmente en materia reli-
giosa» (ibid. 3). «Está (...) excluido cualquier género de imposición por parte
de los hombres en materia religiosa» (ibid. 10).
Así pues, hay que diferenciar la respetuosa relación ecuménica institucional
entre las Iglesias Católica y Ortodoxas, respecto de las relaciones entre las per-
sonas individuales, a las que no se pueden impedir sus libres decisiones de
conciencia en materia religiosa, y esto afecta tanto a los fieles católicos como a
los fieles ortodoxos.
198
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• re c e p c ió n o a d m is ió n e n la p le n a c o - · B a u tis m o « s u b c o n d itio n e »

m u n ió n c a tó lic a • « te r r ito r io c a n ó n ic o »

B a u tis m o p re v io • p ro s e litis m o d e s le a l

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿ Q u é s ig n ific a y c ó m o se lle v a a c a b o la a d m is ió n a la p le n a c o m u n ió n e n la

Ig le s ia C a tó lic a ?

2. ¿ Q u é im p o r t a n c ia t ie n e e l B a u tis m o p re v io y q u é c rite rio s e x is te n p a ra su c o m -

p ro b a c ió n ?

3. ¿Cuál es e l f u n d a m e n t o d e la p re s e n c ia d e la Ig le s ia C a tó lic a e n lu g a re s d e

m a y o ría c ris tia n a n o c a tó lic a ?

4. S e ñ a la q u é in d ic a c io n e s p rá c tic a s d e b e n t e n e r s e e n c u e n t a a e s e re s p e c to .

5. ¿ C ó m o se d e b e a c tu a r c u a n d o fie le s o rto d o x o s p id a n s e r a d m it id o s a la c o m u -

n ió n c a tó lic a ?

Ejercicio 3. Comentario de texto

Lee el siguiente texto y haz un com entario personal utilizando los contenidos
aprendidos:
« N o es e x tra ñ o , sin o to d o lo c o n tra rio , q u e h aya cristian o s d e o tra s c o n fe s io n e s q u e ,

e n c o n ta c to e x is te n c ia l co n el "au xilio g e n e ra l d e s a lv a c ió n ‫ ״‬- q u e se a u to te s tim o n ia e n

las vid as d e los a m ig o s y c o le g a s c a tó lic o s -, d e s e e n la p le n a c o m u n ió n c o n la Iglesia

C ató lica. Y, a su v ez, n o es e x tra ñ o , sino ló g ic o d e s d e las c o n v ic c io n e s d e fe p ro p ia s d e

la Iglesia C ató lica, q u e la c a rid a d d e C risto im p u ls e a los m ie m b ro s d e la Iglesia C ató lica

a p a rtic ip a r a los o tro s cristianos - d e n t r o d e l m á x im o re s p e to a las c o n c ie n c ia s y con

la m ás e x q u is ita d e lic a d e z a - q u e e n la s itu a c ió n en q u e se e n c u e n tra n "carecen - c o m o

d e c ía Pío X I I - d e ta n to s y ta n g ra n d e s d o n e s y socorros celestiales, c o m o solo en la

Iglesia C ató lic a es p o s ib le g o za r" (Ene. M ys tic i corporis, n 2 4 3 ), o - c o n p a la b ra s d e l V a -

tic a n o I I - q u e "solo p o r m e d io d e la Iglesia C ató lic a d e Cristo, q u e es el a u x ilio g e n e ra l


d e la salv a c ió n , p u e d e c o n s e g u irs e la p le n itu d to ta l d e los m e d io s d e salvación" (D ecr.

U n ita tis re d in te g ra tio , 3). Esto, c o m o d ig o , n o p u e d e ser c o n s id e ra d o a n ó m a lo , sino ñ o r-

m a l. Lo a n ó m a lo sería -s i la Iglesia C ató lic a es lo q u e d ic e s e r - q u e sus m ie m b ro s n o la

m a n ife s ta ra n c o m o ta l y n o a y u d a ra n fr a te rn a lm e n te a o tro s cristianos c u a n d o , c o m o

c u e s tió n p e rs o n a l d e c o n c ie n c ia , se p la n te a n su a c tu a l in serció n e n la p le n itu d d e la

c o m u n ió n eclesiástica. D e esta fo rm a los c ató lico s n o h a c e n e n ú ltim a in stan cia sino

a p re c ia r en to d a su in te g rid a d la d ig n id a d n o ya c ristian a, sino h u m a n a d e sus h e rm a -

nos separad os».

(P. Ro d r íg u e z , Iglesia y ecum enism o,


e d . Rialp, M a d rid 1 9 7 9 , p p . 1 6 8 -1 6 9 )
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Pamplona 2008.
Szentmártoni, M., Manual de psicología pastoral, Sígueme, Salamanca 2003.
V ial, W, Madurez psicológica y espiritual, Palabra, M adrid 2016.
V illar, J. R., El colegio episcopal: estructura teológica y pastoral, Rialp, M adrid 2004.
W ojtvla, K., La renovación en sus fuentes, BAC, M adrid 1982.
J 203

ÍNDICE GENERAL
K________________ _

Introducción ........................................................................................................... 8

Tema 1. LA TEOLOGÍA DE LA MISIÓN............................................................... 11


1. La Teología de la Misión: origen y significado............................................... 12
1.1. Origen y desarrollo de la teología «pastoral» ........................................ 13
1.2. Origen y primeros pasos de la misionología.......................................... 15
2. La Misión en el Concilio Vaticano II ............................................................... 16
2.1. La única Misión ....................................................................................... 16
2.2. El estilo «misionero» del Concilio........................................................... 17
2.3. Sus características..................................................................................... 18
2.4. La teología en «estado de m isión».......................................................... 19
3. La Teología de la Misión: identidad, objeto y método .................................. 21
4. Discernimiento e interdisciplinariedad.......................................................... 23
Ejercicios................................................................................................................... 25

Tema 2. LA ACCIÓN ECLESIAL REALIZADORA DE LA MISIÓN ..................... 28


1. Fundamentos bíblicos de la Misión ................................................................ 29
1.1. La Misión en el Antiguo Testamento...................................................... 29
1.2. La Misión en el Nuevo Testamento ........................................................ 29
a) El Padre consagra y envía a Jesús, en cuanto hombre, por la doble
misión del Verbo y del Espíritu......................................................... 29
b) La unción del Espíritu en la Iglesia.................................................. 30
2. La Iglesia como sujeto de la M isión................................................................ 31
3. La doble finalidad de la M isión...................................................................... 33
4. El Reino de Dios como objeto de la M isión.................................................... 33
204 4.1. Relación entre Iglesia y Reino de Dios ................................................... 34
4.2. índole escatológica de la Misión:la tensión hacia el Reino consumado 34
5. Las funciones salvíficas de la Iglesia............................................................... 35
5.1. La función profética................................................................................. 36
a) El sentido de la f e ............................................................................... 36
b) El magisterio eclesial y sus form as................................................... 37
5.2. La función sacerdotal............................................................................... 39
5.3. La función re g ia ........................................................................................ 40
a) El servicio del ministerio p asto ral.................................................... 41
b) Pastores y laicos en relación con la Doctrina social de la Iglesia.... 42
6. Las actividades de la Misión: «ad gentes», pastoral y ecuménica................. 43
Ejercicios ................................................................................................................... 44

Tema 3. DESAFÍOS ACTUALES Y NUEVA EVANGELIZACIÓN ........................ 47


1. Rasgos del momento presente........................................................................ 48
1.1. Aspectos positivos.................................................................................... 48
1.2. Factores problem áticos............................................................................ 48
2. Iglesia y m undo................................................................................................ 50
2.1. Sacralidad y profanidad.......................................................................... 51
2.2. La Iglesia y el m un d o ............................................................................... 51
a) Autonomía de las realidades terrenas .............................................. 52
b) El mundo en la Misión de la Iglesia................................................. 53
2.3. La secularidad cristiana y sus formas .................................................... 54
3. Religiosidad e increencia................................................................................. 54
3.1. El cristianismo y las religiones................................................................ 55
a) Principios teológicos sobre lasreligiones.......................................... 55
b) Orientaciones para eldiálogo interreligioso..................................... 57
3.2. Los «Nuevos movimientos religiosos»(NMR) y las sectas.................... 58
3.3. La increencia............................................................................................. 60
a) Causas de la increencia..................................................................... 61
b) Orientaciones para el anuncio del Evangelio .................................. 61
4. La Nueva evangelización ................................................................................ 62
4.1. Significado................................................................................................ 62
4.2. Los ámbitos de la Nuevaevangelización................................................. 63
4.3. Compromiso evangelizador y vida espiritual......................................... 64
Ejercicios ................................................................................................................... 65
Tema 4. Misión, anuncio y testim onio de la f e ............................................... 68 205
1. De las «misiones» a la única Misión ............................................................... 69
1.1. Las «misiones» en los ss. XIX y X X ......................................................... 69
1.2. Un cambio de perspectiva....................................................................... 69
1.3. Explicaciones del M agisterio................................................................... 70
1.4. Evangelización, conciencia y libertad .................................................... 71
2. La misión ad gentes en y desde las Iglesias locales......................................... 72
2.1. El fin de la actividad ad gentes: evangelización e «implantación de la
Iglesia» ...................................................................................................... 72
2.2. Todas las Iglesias para todo el m u n d o ................................................... 73
2.3. Cooperación m isionera............................................................................ 73
2.4. Vocación y espiritualidad misionera ...................................................... 74
3. Formas de transmitir la f e ................................................................................ 75
4. El «primer anuncio» (kerygma) ........................................................................ 76
5. El testimonio (martyria) .................................................................................... 76
6. Evangelización y promoción h u m a n a ............................................................ 77
Ejercicios ................................................................................................................... 78

Tema 5. CONVERSIÓN E INICIACIÓN CRISTIANA............................................ 80


1. Evangelización y conversión........................................................................... 81
1.1. La conversión a Cristo ............................................................................. 81
1.2. Itinerarios de conversión......................................................................... 82
2. La iniciación cristiana: fe y vida ..................................................................... 83
2.1. El Catecumenado...................................................................................... 83
2.2. Unidad de Bautismo, Confirmación y primera Eucaristía.................... 84
2.3. La iniciación cristiana en la infancia y adolescencia ............................. 85
2.4. El Domingo............................................................................................... 85
Ejercicios ................................................................................................................... 87

Tema 6. FORMACIÓN DE LA IGLESIA LOCAL.................................................. 89


1. La comunidad cristiana: ministros, laicos y vida religiosa autóctona ......... 90
1.1. Constitución del clero local..................................................................... 91
1.2. Formación de los catequistas................................................................... 92
1.3. Promoción de la vida religiosa................................................................ 92
2. La inculturación de la fe .................................................................................. 93
2.1. La fe y la c u ltu ra ..................................................................................... 93
206 2.2. Inculturación, historia de la salvación y misión «ad gentes» .............. 94
a) Inculturación e historia de la salvación............................................ 94
b) Inculturación y misión «ad gentes» ................................................. 94
3. Las Iglesias «jóvenes»: aspectos existenciales e institucionales.................... 95
3.1. Actividad misionera en las Iglesias «jóvenes»....................................... 96
3.2. El impulso al apostolado de los fieles laicos .......................................... 96
3.3. Diversidad en la u n id a d .......................................................................... 98
Ejercicios................................................................................................................... 98

Tema 7. LA ACCIÓN AUTOEVANGELIZADORA DE LA IGLESIA ..................... 100


1. Panorama histórico.......................................................................................... 101
1.1. Los primeros siglos .................................................................................. 101
1.2. La Edad patrística..................................................................................... 102
1.3. La Edad m ed ia ......................................................................................... 103
1.4. El Concilio de Trento................................................................................ 103
1.5. El periodo postridentino ......................................................................... 104
1.6. El siglo XX y nuestro tiempo ................................................................... 105
2. La Iglesia local y su organización................................................................... 106
2.1. La Parroquia............................................................................................. 107
2.2. Sínodos y Consejos................................................................................... 107
2.3. Comunidades religiosas, asociaciones de fieles y movimientos eclesia-
l e s .............................................................................................................. 108
2.4. Estructuras de servicio............................................................................. 109
3. La Iglesia, comunidad «semper evangelizanda»........................................... 109
Ejercicios................................................................................................................... 110

Tema 8. EL ANUNCIO DE LA PALABRA ............................................................. 113


1. La Palabra de Dios en la acción de la Iglesia................................................. 114
2. El testimonio profético de los fieles................................................................. 116
3. La predicación.................................................................................................. 116
3.1. Identidad .................................................................................................. 116
3.2. Formas y características........................................................................... 117
3.3. Preparación y lenguaje del predicador .................................................. 117
4. Dimensiones de la formación cristiana........................................................... 118
5. El acompañamiento espiritual........................................................................ 119
6. El proceso catequético...................................................................................... 119
6.1. La catequesis en el marco de la transmisión de la f e ............................. 120 207
6.2. El Catecismo de la Iglesia Católica ......................................................... 121
6.3. Orientaciones actuales............................................................................. 123
6.4. La catequesis según las diversas edades................................................ 124
7. La Enseñanza Religiosa Escolar...................................................................... 125
7.1. Un derecho vinculado a la libertad religiosa.......................................... 126
7.2. El papel humanizador de la religión...................................................... 126
8. La enseñanza y el estudio de la teología........................................................ 127
Ejercicios ................................................................................................................... 128

Tema 9. DE LA CELEBRACIÓN A LA VIDA......................................................... 133


1. La existencia cristiana como c u lto ................................................................... 134
2. La celebración litúrgica.................................................................................... 135
3. La oración litúrgica.......................................................................................... 136
4. La religiosidad popular.................................................................................... 137
4.1. La dinámica de la «piedad popular» ....................................................... 137
4.2. Valores y lím ites........................................................................................ 138
5. La conversión permanente y la penitencia .................................................... 138
6. Servicio a la vida, al matrimonio y a la fam ilia.............................................. 139
6.1. El mensaje cristiano sobre el matrimonio y la fam ilia............................ 139
6.2. La misión de la familia cristiana............................................................... 140
6.3. Acompañar a las familias.......................................................................... 140
7. Promoción de las vocaciones .......................................................................... 141
8. Atención a los enfermos y a los ancianos....................................................... 142
9. La muerte del cristiano .................................................................................... 143
Ejercicios ................................................................................................................... 144

Tema 10. EL SERVICIO DE LA CARIDAD: LA DIAKONÍA CRISTIANA............ 147


1. El dinamismo social del Evangelio ................................................................. 148
1.1. Consideración histórica........................................................................... 148
a) La dimensión social del cristianism o................................................ 148
b) Manifestaciones sociales del Evangelio............................................ 149
c) La dimensión social en el Magisterio a partir del Concilio Vatica-
no I I ..................................................................................................... 149
1.2. La Doctrina social de la Iglesia en la evangelización............................. 151
1.3. La opción preferencial por los pobres y necesitados.............................. 152
208 2 La ordenación del mundo según D ios............................................................ 155
2.1. Trabajo y profesión................................................................................... 156
2.2. Evangelización del ámbito cultural e intelectual................................... 156
2.3. Vida política y ciudadana........................................................................ 157
2.4. Medios de comunicación y otros «areópagos»: el arte y la ecología..... 158
a) Evangelización y medios de comunicación..................................... 158
b) La nueva evangelización, el arte y los artistas................................. 159
c) Evangelización y ecología.................................................................. 159
Ejercicios ................................................................................................................... 161

Tema 11 . LA PRÁCTICA DEL ECUM ENISM O .................................................... 164


1. Dimensiones de la tarea ecum énica................................................................ 165
1.1. El ecumenismo, aspecto esencial de la vida cristiana............................ 165
1.2. El diálogo teológico.................................................................................. 166
2. La renovación de la Iglesiaa la luz del Evangelio.......................................... 167
3. La conversión del corazón y la santidad de v id a ........................................... 168
4. El mutuo conocimiento.................................................................................... 168
5. La formación ecuménica.................................................................................. 169
5.1. Sagrada Escritura, testimonio de los santos y predicación................... 169
5.2. Catequesis y enseñanza religiosa escolar................................................ 169
5.3. Dimensión ecuménica de la enseñanza teológica.................................. 170
5.4. Dimensión ecuménica de la oración y del culto .................................... 170
5.5. Testimonio común de los cristianos........................................................ 171
Ejercicios ................................................................................................................... 172

Tema 12. ORACIÓN COMÚN, VIDA SACRAMENTAL Y COLABORACIÓN


ECUM ÉNICA ......................................................................................... 175
1. La oración común y la práctica sacramental.................................................. 176
1.1. La oración co m ú n ..................................................................................... 176
1.2. La liturgia sacramental ............................................................................ 177
1.3. El Bautismo, fundamento del ecumenismo............................................ 178
1.4. Los demás sacramentos, especialmente la Eucaristía............................ 179
1.5. Otros recursos para la vida espiritual .................................................... 181
1.6. Los matrimonios m ixtos.......................................................................... 181
2. La colaboración ecuménica y sus ámbitos ..................................................... 183
2.1. Estructuras de colaboración................................................................... 183
2.2. Ámbito bíblico ......................................................................................... 184 209
2.3. Ámbito catequético y form ativo.............................................................. 184
2.4. Ámbito misionero e interreligioso .......................................................... 185
2.5. Ámbito social, cultural y ético ................................................................. 187
2.6. Ámbitos de la creación, desarrollo humano, sanidad y comunicación
social......................................................................................................... 188
2.7. La colaboración ecuménica en situaciones especiales ........................... 189
Ejercicios ................................................................................................................... 189

Tema 13. LA INCORPORACIÓN PLENA A LA IGLESIA CATÓLICA ................. 192


1. La admisión a la plena comunión con la Iglesia Católica............................. 193
2. Presencia de la Iglesia Católica en lugares de mayoría cristiana no católica 195
2.1. Fundamento de su presencia ................................................................... 195
2.2. Indicaciones prácticas.............................................................................. 196
2.3. El llamado «proselitismo»....................................................................... 197
Ejercicios ................................................................................................................... 198

B ib lio g rafía ............................................................................................................. 200


A) Documentos eclesiales ..................................................................................... 200
B) Estudios............................................................................................................ 200

índice g e n e ra l........................................................................................................ 203

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