Eucaristia
Eucaristia
Eucaristia
eUNSA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
Colección
M a n u a les d e l In stitu to S u p er io r de C ien cia s R elig io s a s
. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:
2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y busr
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).
Cristo está presente en ella de modo absolutamente real. Además, por si fuera
poco, Jesús viene y se queda. El misterio eucarístico es por eso la fuente y cum-
bre de la vida cristiana (cf. LG 11, PO 5, SC 10), «el corazón y el centro de la
sagrada Liturgia» (Pablo VI, Mysterium fidei). Esta centralidad de la Eucaristía
se manifiesta respecto a los demás sacramentos (cf. STh III, q. 65, a. 3): significa
que se ordenan a ella, al ser el sacramentum sacramentorum. La Eucaristía es el
mayor tesoro que custodia la Iglesia.
Es además uno de los sacramentos de la iniciación cristiana -tal como afir-
man toda la vida y la tradición de la Iglesia-, pero también es la plenitud de
la vida sacramental: se vive plenamente como cristiano cuando se participa en
la Eucaristía. La «personalidad» del cristiano no es adulta hasta que no recibe,
después del bautismo (y de la confirmación), el sacramento de la Eucaristía.
Tras sumergirse en las aguas del bautismo, los cristianos entran de lleno con la
Eucaristía en el misterio pascual. Por eso la celebración dominical se convierte
en el centro de la vida de toda la Iglesia.
Así, el concilio Vaticano Π, asumiendo como propia la doctrina de santo To-
más, presenta la Eucaristía como la plenitud de la vida espiritual y de todos
los sacramentos, recordando -como veíamos- que es «fuente y culmen de
toda la vida cristiana» (PO 5; LG 11); y por eso recomienda encarecidamente a
los sacerdotes la celebración diaria de la Eucaristía (PO 13) y a los fieles laicos
la más perfecta participación en la misa (SC 35).
Por lo cual la Eucaristía aparece como fuente y cima de la vida cristiana, ori-
gen de la comunión y de toda evangelización: en ella nace la unidad y, desde
ella, se adquieren fuerzas para la misión. Los fieles, marcados ya por el bautis-
mo y la confirmación, se injertan de modo pleno en el cuerpo de Cristo por la
recepción de la Eucaristía (cf. PO 5).
El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica (n 275; cf. CCE 1328-1332) pre-
gunta: «¿Qué nombres recibe este sacramento?». A lo que responde: «La in-
agotable riqueza de este sacramento se expresa con distintos nombres, que
evocan sus aspectos particulares. Los más comunes son: Eucaristía, santa
misa, cena del Señor, fracción del Pan, celebración eucarística, memorial de la
pasión, muerte y resurrección del Señor, santo sacrificio, santa y divina Iitur-
gia, santos Misterios, santísimo Sacramento del altar y sagrada Comunión».
Ninguno de esos nombres agota toda la riqueza del sacramento, sino que cada
uno de ellos alude a alguno de sus aspectos. Constituyen así distintas dimen-
siones de un mismo misterio: se entiende al mayor de los sacramentos como
una realidad poliédrica, como un diamante que presenta muchas facetas des-
de las que puede ser contemplada su inmensa belleza.
A lianza • Prenda
S a c ra m e n to • G loria
C o m u n ió n • Eulogía
Eucología • A n am n esis
Sacrificio • Pascua
en la tierra?
7. ¿Cuáles son las tres d im e n s io n e s trin itarias o los tres p rin cip ales p u n to s d e vis-
8. L ectura d e los sig u ien tes texto s: a) C a tec is m o d e la Iglesia C ató lica 1 2 1 2 . b)
S U M A R IO
El acto de asperger la sangre significaba que hay vida entre Dios y su pueblo,
además de simbolizar el perdón de los pecados. Las alianzas o pactos sellados
con sangre presentaban así una gran importancia en el antiguo Israel y con-
tenían siempre un carácter sagrado; hacían pues referencia al rito ancestral
-cuando bebían la sangre o la mezclaban-, que era menos frecuente que la
comida en común (cf. Gn 26,28-30).
La sangre simboliza la unión vital entre Dios y su pueblo: Dios establece un
pacto -sellado con sangre- de amistad, confianza y fidelidad con su pueblo,
para que aquel le sirva. Si el pueblo de Israel acepta la alianza, será un pueblo
santo, sacerdotal, de elección, intermediario entre Dios y la humanidad.
Tenemos así, por ejemplo, en primer lugar el sacrificio de Abel (Gn 4,1-16),
en el que es ofrecida una víctima inocente. Después, se establece la alianza
con Yahvé por medio de Abraham (Gn 15,7-18), tras pedirle y no realizar el
sacrificio de Jacob. Después, en el siglo XIII a.C., Moisés renueva la alianza
contenida en el decálogo escrito en tablas de piedra (cf. Dt 4,9ss.) y entregado
al patriarca; aparece también allí la llamada a la santidad: «Sed santos como
yo soy santo» (Lv 11,45).
Más adelante, Isaías hablará de un misterioso Siervo de Yahvé (s. VIH a.C.):
«Yo Yahvé te he llamado en justicia, y te tendré por la mano; te guardaré y
te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes» (Is 42,6; cf. también
49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). Este es un personaje elegido para realizar una mi-
sión elevada, que ha de dar a conocer a todo el mundo, de unir y liberar (cf. Is
49,5-6). Este siervo representa la alianza entre Dios y su pueblo, la víctima de
expiación que carga con los pecados. En el Poema del siervo de Dios de Isaías,
este sacrificio de expiación será realizado «por muchos» (Is 53,11).
En fin, Dios confirma su alianza con Jeremías, procedente de una familia sa-
cerdotal, quien vivió en los siglos VI-Vil a.C. En sus escritos nos abre su in-
timidad, y habla de un pacto con Dios, de una alianza interior, escrita en los
corazones de cada uno de los miembros de su pueblo. Esto recuerda la peti-
ción de Yahvé a su pueblo: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 6,6-7; Mt
9,10-13; 12,1-8), donde se recuerda la necesidad de no quedarse en un ritual
exterior sino en un culto interior del corazón. Además, como veremos más
adelante, el precedente principal del sacrificio eucarístico será la celebración
de la Pascua judía.
1.1.2. Tipos de sacrificios
Aparte de los mencionados sacrificios de Abel y del Siervo de Yahvé que «car-
gó con nuestros pecados» (Is 53,12), en la Antigua Alianza era el sacerdote el
que había de «llevar la sangre de animales para ofrecerla por sí mismo y por
los pecados que el pueblo comete» (Hb 9,7). Nos encontramos así ante una
iniciativa divina, no humana, pues los hombres responden a la invitación y a
la convocatoria de Yahvé (cf. Jue 6,17; Ex 20,19-24; Ap 3,20).
b) Los sacrificios de comunión como los que ofrecía Moisés, porque la víc-
tima era comida para los oferentes (cf. Dt 12,26-27). Con ella se celebraba
una fiesta, un banquete y tenía un carácter alegre. De esta forma, la víctima
era repartida entre Dios, el sacerdote y d que hacía la ofrenda.
Al ofrecer el macho cabrío, era la única ocasión en que se ayunaba, el sumo sacer-
dote entraba en funciones y todos los pecados eran perdonados. Eran realizados
dos sacrificios -el de un becerro y el de un macho cabrío- en el sancta sanctonm,
delante del arca de la alianza.
Después era quemada la carne fuera del campamento, se tomaba otro macho ca-
brío sobre el que se cargaban todos los pecados, que era abandonado en el desier-
to. Era el llamado chivo expiatorio: era una víctima, pero no derramamiento de
sangre, y por eso es un sacrificio incruento.
«Los dones del justo Abel, el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la
oblación de tu sumo sacerdote Melquisedec», reza el Canon romano o Plegaria
eucarística I. Vemos así como en la Liturgia cristiana hay continuas alusiones
bíblicas también del Antiguo Testamento, como primeros sacrificios llevados
después a plenitud por el único y verdadero sacrificio de Cristo en la cruz:
a) La referencia a Abel aparece en la carta a los hebreos (11,4; 12,24) y consiste
en ofrecer lo mejor de su rebaño: los primogénitos de sus ganados y su gra-
sa. Dios se complace no solo en la ofrenda sino también en el mismo Abel.
b) El sacrificio de Isaac intentado por Abraham (Gn 22,1-19) es después evo-
cado por Pablo (Rm 8,32) y sobre todo por Juan: «Tanto ha amado Dios al
mundo que ha entregado a su único hijo» (Jn 3,16; cfr también Hb 11,19).
c) La «oblación de Melquisedec», rey de Salem, quien salió al encuentro de
Abraham tras la victoria sobre Kerdolaomer, y ofreció pan y vino como
sacrificio, «pues era sacerdote del Altísimo... sin padre ni madre ni genea-
logia»:
«Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino, pues era sacerdote del Al-
tísimo. Y le bendijo, y dijo: Bendito sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos
y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y
Abram le dio los diezmos de todo» (Gn 14,18-20).
En conclusión
Deja así de ser una fiesta doméstica y se convierte en fiesta de peregrinación. Tras
esta fusión de fiestas, se celebraba el 14 del mes de Nissan y era prolongada tam-
bién durante la semana siguiente, es decir, la semana de Pascua.
c) El Éxodo (Ex 12), tal como aparece en el Targum, texto y comentarios en ara-
meo del texto hebreo.
d) «Es la noche de la Pascua por el nombre del Señor, noche establecida y reser-
vada para la salvación de todas las generaciones de Israel». Por eso en tiempos de
Jesús se esperaba una nueva intervención de Dios en la noche de Pascua.
b) Descripción
En la Pascua judía, el rito simboliza la liberación de Egipto (Ex 12,26-27), y
constituía una berakah, anamnesis o memorial de la huida de la esclavitud. No
se rompían los huesos, pues la víctima había de sobrevivir en la otra vida
La simbología de otros elementos también resulta ilustrativa: los comensales
-vestidos y en p ie -y el pan ácimo representan la prisa del éxodo; las hierbas
amargas, la amargura del exilio; la sangre del cordero, la salvación que Dios
nos procura. La Pascua expresa el carácter de paso y de rápida salida en esa
liberación de la esclavitud que les retenía en tierra egipcia.
En la cena pascual encontramos pues dos elementos, inseparablemente uni-
dos:
1) El sacrificio (la dimensión sacrificial), pues el cordero era sacrificado en la
tarde del día de Pascua en el patio interior del Templo; después era reco-
gida la sangre y vertida a los pies del Altar del Holocausto, como si fuera
una libación.
2) La cena o banquete (la dimensión convival): los primeros judíos la cele-
braron de pie, con el bastón en la mano y la túnica ceñida, como quien va
a salir corriendo (el pan estaba sin fermentar, pues no hubo tiempo para
ello); después, en tiempos de Jesús, los comensales estarán recostados en
los triclinia y apoyados en el codo izquierdo, símbolo del hombre libre.
c) Partes
En la tarde de en la víspera, era celebrada la Pascua tal como estaba dispuesto:
eran retirados la vajilla habitual y el pan fermentado, y se utilizaba una vajilla
especial. Esta celebración ha variado a lo largo del tiempo. En tiempos de Je-
sús, la Pascua se componía de las siguientes partes:
1. Rito de introducción:
- La primera bendición (rito del qiddüs), la berakah, pronunciada por el ca-
beza de familia, decía así: «Bendito seas tú, Señor, nuestro Dios, Rey del
mundo, Creador del fruto de la vid».
- Se llenaba la primera copa que todos bebían, pero cada uno de la suya.
- Tenía después lugar la primera purificación de las manos.
- Los comensales comían las hierbas amargas (lechuga o endivias) y el ]taró-
set, una pasta formada por fruta seca, y bebían vino. Eran símbolos de
esclavitud y liberación, respectivamente.
24 - Era servido el cordero, que no se comía todavía
2. Anuncio pascual:
- El hijo menor preguntaba ¿por qué esta noche es distinta?, expresando
con este presente el carácter memorial de la pascua
- El cabeza de familia respondía con la narración del Éxodo, con el relato
de la haggada o tradición que narra lo anteriormente ocurrido y ahora con-
memorado: «En ese día diréis a vuestros hijos: "Esto se hace por lo que el
Señor hizo con nosotros cuando salimos de Egipto"» (Ex 13,8). Esta parte
nos podría recordar la actual Liturgia de la Palabra de la celebración euca-
rística.
- Era después entonada la primera parte del Haüel y la berakah de redención:
«Bendito seas tú, Señor Dios nuestro, Rey del universo, que nos has redi-
mido y has redimido a nuestros padres de la tierra de Egipto». Los comen-
sales responden: «¡aleluya!».
- Se bebe la segunda copa.
3. Cena:
- Tiene lugar una segunda purificación de las manos.
- Después viene la bendición del pan ácimo: «Bendito seas tú, Señor nuestro
Dios, Rey del mundo, que haces surgir el pan de la tierra», que después se
parte y se come.
- Se come el cordero pascual y todo lo demás.
- Tiene lugar una tercera purificación de las manos.
- Era bendecido el tercer cáliz (el llamado de bendición) por el padre de fa-
milia con estas palabras: «Bendito seas, Señor, Dios nuestro, Rey del mun-
do, Creador del fruto de la vid». Después todos bebían del mismo cáliz,
a diferencia de la primera; según el relato de los sinópticos, sería este el
momento en que Jesús instituyó la Eucaristía.
4 Rito final:
- Era servida la cuarta copa.
- Se cantaba la segunda parte del Hallel, tal como aparece en el relato evan-
gélico: «después de haber cantado el himno, salieron al monte de los oli-
vos» (Me 14,26).
- Se consumía también la cuarta copa y se da por concluida la cena.
Por tanto, vemos cómo la cena pascual judía se componía de dos himnos -
recitado en dos partes-, dos purificaciones, cuatro bendiciones y cuatro co-
pas. Esta cena pascual bien podría ser el contexto en el que fue instituida la
Eucaristía, si bien existen también otras interpretaciones al respecto, tal como
iremos viendo.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• A lianza • E scatológico
• Sacrificio • O b la c ió n
• A n titip o • M e m o ria l
• Expiación • Berakah
• H o lo ca u sto
e) Lv 1 6 ,1 1 -2 5 . f) M al 1 ,1 -1 1 . g) Is 2 5 ,6 -8 .
26 1.2. La E u c a ristía p ro m e tid a
1.2.1. Estructura
Veamos pues ahora el «discurso del pan de vida» (Jn 6,26-58) en tomo a los
polos de creer-comer, para expresar la complementariedad entre el creer y el
comer «el pan del cielo»). Este «discurso del pan de vida» se divide pues en
dos partes:
I. Al hablar del pan bajado del cielo habla de la Encamación que exige el
creer (w. 31-51), pues ir hacia Jesús exige fe en é l La Eucaristía es el «pan
del cielo», «pan de vida», «el pan que os ha dado mi Padre», distinto al
«pan de vuestros padres». El texto termina así con las siguientes palabras:
«En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
II. Después las palabras de Jesús pasan del creer al comer el pan (w. 51-58),
por el que obtenemos la comunión con Cristo y con el Padre: es el «pan
vivo, bajado del cielo». En este texto es utilizado el verbo trógán 'masticar'
(más realista), y no simplemente fágán 'comer', lo cual le imprime un tre-
mendo realismo. Esta segunda parte empieza con las palabras:
-ν. 50: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá 27
para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Se pasa aquí del creer al comer; claro eco a las palabras de la institución de la
Eucaristía.
1.2.2. Interpretaciones
Como resulta lógico, el texto ha sido entendido sin embargo de diversos mo-
dos y presenta distintas interpretaciones:
En resumen
4. Lo o fre c id o p o r Jesús es pan del Padre, «la carne y la sangre» del H ijo e n c a rn a d o ,
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• S ap iencial · V id a e te rn a
• Eucarística · R esurrección
• M a n d u c a tiv o · Persona
g o g a d e C afarn a ú m ?
¿Q ué o b je c ió n se le p u e d e p resentar?
En primer lugar, tendríamos que ver las comidas de Jesús con los suyos. Jesús
come también con pecadores. Junto con milagros y parábolas, el hecho de que
Jesús participara en banquetes anuncia la llegada del Reino. No son solo signo
de amistad, sino medio que anuncia y hace presente el amor de Dios.
La última cena no es sin embargo una comida más como la que Jesús tuvo con
pecadores, sino el banquete único y singular con el que Jesús celebra la Pas-
cua con los apóstoles, a quienes ha elegido para entregarles su Testamento, la
Nueva Alianza de su sangre y el Banquete que anuncia el Reino.
Por tanto, no va a ser una comida más. Está en continuidad con las demás co-
midas, pero -por su inserción en contexto pascual y su conexión con la cruz-
tiene un significado especial. Es la cena en la que Cristo instituye la Eucaris-
tía -la primera celebración eucarística- que revela el sentido redentor de su
muerte en la Cruz.
El marco celebrativo era la Pascua judía, pero Jesús no siguió paso a paso este
ritual en ese -probablemente- 6 de abril del año 30, sino que presenta algunas
variantes, a la vez que se inspira claramente en ella:
a) En la Pascua judía, el elemento central es el cordero, mientras en la última
cena es el doble rito sobre el pan y el v in a
b) Esta cena no es solo el modelo o figura (typos) de toda celebración euca-
rística, al instaurar el memorial de la Pascua del Señor actualizado eficaz-
mente en cada celebración de la Eucaristía.
Habrá pues que estudiar la Eucaristía en el contexto de la Pascua judía y de la
muerte de Jesús, antes de analizar los relatos de la institución. Nos hallamos
pues ante un banquete sacrificial en la que la víctima es el mismo Cristo: Jesús
pudo prever su muerte y conferirle un sentido al anunciarla con aquella cena.
En este sentido, existen predicciones explícitas por parte de Jesús como son los
anuncios de su pasión (cf. Me 8,31; 9,31; 10,33 y paralelos).
En conclusión
d o sacrificial.
diciendo: diciendo:
«Esta copa [es] «Esta copa es
la Nueva Alianza la Nueva Alianza
en mi sangre, en mi sangre.
que es derramada
por vosotros».
En conclusión
e tc.
3. Existe una tradición antiquísima a n te rio r a los s in ó p tic o s (50-90), pues 1Co (53-6)
es a n te rio r al p rim e r v ia je d e P ab lo a A n tio q u ía (40-42). Por ta n to , m u y cerca d e la
in te rp re ta c ió n jo á n ic a ? Por ta n to , re c a p itu la n d o :
a) Sentido sacrificial
Las palabras de Jesús presentan un claro sentido sacrificial de esa ofrenda reía-
cionada con su propia muerte, tal como aparece en «ofrecido ■por vosotros», así
como en otras expresiones como «El pan que os daré es mi carne para la vida 37
del mundo» (Jn 6/51). Constituye por tanto un sacrificio vivificador/ que nos
proporciona la vida eterna
De igual manera la expresión «derramado por muchos» (Mt 26,28; Me 14,24)
es un hebraísmo que significa la totalidad de la humanidad: expresa un valor
salvífico universal, aunque haya que contar con la recepción subjetiva de la
redención. En efecto, la Eucaristía es para los «muchos» que han de llevar la
salvación de Cristo a todos.
También «sangre de la alianza» es terminología sacrificial del Antiguo Testa-
mentó, y que figura con un sentido propiciatorio en todos los textos eucarís-
ticos neotestamentarios. La duda sin embargo vendría a ser: ¿es terminología
antropológica (carne y sangre) o sacrificial (cuerpo y sangre de la ofrenda sa-
criticada)? A favor de esta segunda tesis estaría Hb 9,11-14 y 1C 0 10,14-21.
Por tanto, nos encontramos pues ante un sacrificio nuevo y singular, inscrito
en la tradición de Israel: es el sacrificio de la Nueva Alianza, la nueva Pascua
En conclusión
1. En c u a n to a la génesis, v em o s q u e M t d e p e n d e d e M e, y Le d e P ablo.
a u n q u e ta l v e z ta m b ié n d e s d e el p u n to d e vista ritu a l y c ro n o ló g ic o .
c) H ebreos y A p o c a lip s is
En la epístola a los hebreos figura el sentido sacrificial y sacerdotal: «Tú eres
sacerdote para siempre...» (Hb 4), al proponer a Cristo como único y eterno
Sacerdote.
También Hb 10,5-7 habla de la necesidad de un culto interior, de una conver-
sión del corazón y no simplemente de sacrificios externos.
En lo que se refiere al Apocalipsis, el texto de las revelaciones pánicas nos ofre-
ce en los capítulos 4 y 5 una visión que se puede asimilar a las dimensiones
nupcial, sacrificial y escatológica de la Eucaristía en la escena de la cena de
las bodas del Cordero. Esta será «el cielo en la tierra», una participación en
la Liturgia de la Jerusalén celestial, donde los ángeles y los santos ofrecen un
culto eterno.
En conclusión
fo rm u la c ió n d e la e c le s io lo g ía e u c a rís tic a d e c o m u n ió n .
p o b res.
• Pascua • D im e n s ió n sacrificial
• A lia n za • D im e n s ió n c o n v iv al
• Tipos, fig u ra o m o d e lo • D im e n s ió n n u p c ia l
• Eucaristía • D im e n s ió n s a c e rd o ta l
• Eulogio • D im e n s ió n e s c a to ló g ic a
• Parádosis • D im e n s ió n m a n d u c a tiv a
8. ¿Q ué d im e n s io n e s se c o n ju g a n en la Pascua ju d ía ?
9. C ro n o lo g ía d e la Pascua en el p u e b lo d e Israel.
tía?
S U M A R IO
a) La misa en la Antigüedad
El libro de los Hechos de los apóstoles sitúa la Eucaristía en el contexto de
la vida cristiana, junto a la enseñanza de los apóstoles, la comunión y la pre-
sentación de peticiones. Aparece ya una estructura más o menos estable en la
que se distinguen las siguientes partes: a) celebración de la Palabra (lectura y
predicación); b) la comida y c) la fracción del pan.
Tras lavarse las manos, los judíos pronunciaban la bendición sobre la copa:
«Bendito seas, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, que nos das el fruto de la
vid»; es la primera copa de la que habla san Lucas (22,20). Antes bendecían el
pan, se distribuía entre los comensales y se comía. Ahora no solo va a cambiar
el orden, sino que el banquete se retrasa a la interpolación realizada por Jesús:
«tomad y comed... tomad y bebed».
San Pablo nos ofrece también el testimonio de una celebración en la que se
dan esos tres mismos elementos, si bien subraya -como hemos visto- la ino-
portunidad de reunirse para celebrar un banquete que no sea expresión de la
comunión eucarística. Realiza la primera crítica a las comidas que se realiza-
ban junto con la fracción del pan -el ágape- por motivos morales, poniendo
las bases para su posterior supresión.
En efecto, entre los cristianos de origen pagano, san Pablo hubo que acentuar
el carácter solemne y sagrado de la celebración eucarística, habiéndolo separa-
do antes del banquete profano (cf. ICo 11,17-22): «no podéis comer en la mesa
del Señor y en la mesa de los demonios» (ICo 10,21). Pablo ofrece además un
relato detallado sobre cómo se desarrollaron los acontecimientos durante la
última cena (cf. ICo 11,23-27). En el siglo Π la Didacké transcribe las fórmulas
del ofertorio del pan y del vino, por lo que podemos testificar la Antigüedad
de esta parte de la misa (n. 9).
Con la paz de Constantino (313), hubo numerosas conversiones de nuevos
cristianos que debían ser acogidos en iglesias y basílicas. Eusebio de Cesárea
evoca cómo «se reunían obispos, acudían fieles desde lejos, se unían los miem-
bros del cuerpo de Cristo en la armonía de la única asamblea» (Historia ecle-
siástica, 10,3). Los padres de la Iglesia consolidaron el paso a los formularios
escritos con los textos litúrgicos; surgen entonces algunos núcleos litúrgicos
como son Roma, Jerusalén, Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con
las variantes de Milán, Galia e Hispania. En el siglo IV la Liturgia empieza a
ser celebrada en latín, pues ya tenía una cierta tradición dentro del cristianis-
mo; surge entonces la palabra missa, que expresa -entre otros- el sentido de
misión que tiene la celebración eucarística.
b) Desarrollos posteriores
Durante la Edad media se comulgaba cada vez menos y fueron suprimidas
las procesiones de entrada y del ofertorio; al no ser entendidos las lecturas
y los textos litúrgicos en latín, la participación tomará expresiones más dis-
cretas. En el siglo IX fue desarrollada la Liturgia carolingia, en la que es su-
brayado el aspecto propiciatorio de celebrar la Eucaristía por los vivos y los
difuntos.
En el siglo XVI, la Reforma protestante criticó no solo la praxis eucarística de
la Edad media, sino que -como una reacción un tanto radical- a) fue negado
el carácter sacrificial de la misa, la comunión bajo una sola especie, las misas
privadas, a la vez que b) era recordada la importancia de la Liturgia de la Pa-
labra y la necesidad de comulgar en la celebración. En fin, c) era promovida la
celebración en lengua vernácula.
El concilio de Trento aceptó con matices algunas de estas propuestas: en la
sesión XXII recuerda la importancia de la palabra de Dios y de la comunión
frecuente, «para que las ovejas de Dios no pasen hambre» (n. 6 ); recomienda
una catequesis de los ritos (n. 8 ), mientras el ofrecer el cáliz a los laicos fue
dejado a la discreción del papa. Fue así revisada la Liturgia romana, dando
lugar al misal de Pío V (1570), que unificó la celebración a veces un tanto
caótica
En los siglos posteriores, no hubo cambios sustanciales a este planteamiento.
En el siglo XIX, con el movimiento litúrgico, fue recuperado el sentido de la
celebración eucarística. Al mismo tiempo que se promovía el culto eucarístico
fuera de la misa, eran promocionados la comunión frecuente, el uso del canto
y la edición de misales populares. Pío X propuso la «participación activa de
los fieles» en la Liturgia con el canto y la recepción frecuente de la comunión.
Fue además difundida la misa dialogada, mientras el movimiento bíblico ayu-
daba a descubrir los tesoros escondidos en la Escritura.
El concilio Vaticano II publicó por primera vez un documento solemne sobre
la Liturgia en 1963: la constitución Sacrosanctum concilium, recogiendo las an-
teriores sugerencias y proponiendo la concelebración, las lecturas en lengua
vernácula y la celebración en torno a la dos «mesas», las de la Palabra y de
la Eucaristía. En 1970 Pablo VI publica el nuevo misal romano, en el que es
aplicada la reforma litúrgica. El leccionario católico resultó entonces notable-
mente enriquecido, hasta el punto de que fue recibido también en otras con-
festones cristianas.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• T ra d ic ió n p a le s tin e n s e • A n áfo ra
• T ra d ic ió n a n tio q u e n a • P refacio
• L itu rg ia c a ro lin g ia • In te rc e s io n e s
• M o v im ie n to litú rg ic o • D o x o lo g ía
• Epíclesis
g en tile s?
5. ¿Q ué es la L itu rg ia Carolina?
6. ¿Q ué e le m e n to s in tro d u c e la R efo rm a p ro te s ta n te y cuál es la resp u esta de
T rento ?
9. Lee el s ig u ie n te te x to : Ex 1 2 ,1 -1 4 .
Les d ijo Jesús: Ύ 0 soy el pan d e la vid a. El q u e ven g a a m í, no ten d rá ham bre, y el que
crea en m í, no te n d rá nunca sed". [En san Juan Jesús se revela com o la lu z del m u n d o
del verd ad ero pan del cielo, «pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).
m u rm u rab an de él, p o rq u e había dicho: Yo soy el pan que ha b ajad o del cielo.
Y decían:"¿N 0 es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y m adre conocem os? ¿Cóm o p u e-
ú ltim o día.
Está escrito en los profetas: Serán tod o s enseñados por Dios. Todo el q u e escucha al
«En el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, por todas
sus obras, por la creación, la redención y la santificación. Toda la asam blea se une en-
tonces a la alabanza incesante q u e la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos,
cantan al Dios tres veces santo» (CCE 1352). Junto a la dimensión trinitaria del mis-
S a r ic tu s ...
bendición: cf. MR, canon rom ano, 90) sobre el pan y el vino, para que se conviertan
Eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu (algunas tradiciones litúrgicas colocan
la epíclesis después de la anám nesis)» (CCE 1352). C o ntien e el gesto de unir las dos
p o d er del Espíritu Santo hacen sacram e n ta lm e n te presentes bajo las especies de pan y
de vino su C uerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siem pre»
(CCE 1353). Una vez invocado en la epíclesis, el Espíritu desciende sobre las ofrendas,
m ientras se repiten las palabras pronunciadas por Jesús en la últim a cena: «tom ad y
en su sangre.
y del retorno glorioso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su Hijo que nos
reconcilia con él» (CCE 1354). Es recordada la Pascua del Señor y, por la ofrenda del Hijo
al Padre, nos reconciliam os con Él: «Por eso, Padre, al celebrar el m em orial de nuestra
toda la Iglesia del cielo y de la tierra, de los vivos y de los difuntos, y en com un ión con
y todos los obispos del m u n d o entero con sus iglesias» (CCE 1354). La celebración eu-
carística es sacrificio de Cristo y de su Iglesia, p o r lo q u e la o frecem o s -c o n to d a la
Acaba con la doxología final, de carácter cristo ló g ico y trin ita rio al m ism o tiem p o : «Por
Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre o m n ip o te n te , en la unidad del Espíritu Santo,
«Haced esto en conmemoración mía» (Le 22,19; ICo 11,24-25). En estas pala-
bras podemos apreciar el significado del memorial de la Pascua del Señor:
pan y vino como signos de la donación sacrificial de Cristo y de la unidad de
la Iglesia, que han de ser perpetuados a lo largo de los siglos, y han de estar
acompañados por la forma o los gestos y las palabras pronunciadas por el
mismo Cristo (cf. CCE 1333).
Por materia entendemos aquellos elementos físicos (agua, aceite, pan o vino)
que sirven de base o materia prima para la celebración de un sacramento. Así,
la materia de la Eucaristía son el pan y el vino, pues fueron los que utilizó
Cristo; constituyen así un hecho fundacional por parte de Cristo: «haced esto
en conmemoración mía» (Le 22,19; ICo 11,24-25).
Toda la tradición de la Iglesia es unánime al mantener que el pan de trigo y
el vino de uva constituyen la materia propia de la Eucaristía. Esta proviene
lógicamente de una tradición judeocristiana: el pan de trigo y el mosto de uva
son tomados por voluntad expresa de Cristo, por lo que esta materia se con-
vierte en algo no susceptible de cambio. A pesar de las diferencias culturales
y geográficas, ha de seguir siendo esta la materia (y no por ejemplo cerveza y
pan negro, arroz y saki o mandioca y tequila).
Como se recordará, los orientales celebran con pan fermentado, siguiendo lacro-
nología joánica (no era una cena pascual), uso permitido a su vez por el concilio
de Florencia en el siglo XV. Al mismo tiempo recuerda que ha de ser vino de vid,
mezclado con un poco de agua, aludiendo a la «sangre y agua» de Jn 19,34, con
lo que simbolizan la incorporación de los fieles (el agua) a Cristo (el vino) o la
unidad de la Iglesia en torno a la Eucaristía
Por d contrario, los latinos ofrecen los siguientes argumentos a favor del uso del
pan ácimo, como la coincidencia de la pascua judía con la-fiesta de los ácimos,
siguiendo en este caso la cronología de los evangelios sinópticos (sobre este tema,
puede verse d concilio de Florencia: D 1320; cf. CIC 924; 926, IGMR 319-320).
La forma sacramental son las palabras que acompañan a los gestos que el cele-
brante del sacramento hace sobre la materia; así, por ejemplo, las palabras «yo
te bautizo» o «yo te absuelvo». La forma de la Eucaristía está constituida por
la epíclesis y la consagración, es decir, la invocación del poder del Espíritu y
la pronunciación de las verba Christi, las palabras pronunciadas por Cristo en
la última cena sobre el pan y el vino. Son palabras, pues, eficaces: realizan lo
que significan.
De esta forma, la Eucaristía tiene que ver con «el Hijo entregado» y el «sacri-
ficio del Espíritu» del que habla Hb 9,14. Din-ante siglos existió la polémica
por determinar cómo Cristo se hacía presente en las especies eucarísticas: en-
tre las palabras de Cristo en la consagración (latinos) o la acción del Espíritu
Santo (orientales). Si históricamente hubo momentos de tensión entre estas
dos perspectivas, en la actualidad se presentan conjuntamente, sin oposición,
integradas en la única exposición del misterio. Jesucristo se hace presente en la
Eucaristía durante la plegaria eucarística, que presenta como sus principales
polos o focos la epíclesis y las verba Christi.
En efecto, la teología oriental dio siempre gran importancia a la epíclesis, la invo-
cadón explídta del Espíritu, junto a las palabras institucionales de Cristo. En este
sentido se alinearon padres como Ireneo, Cirilo y Juan de Jerusalén. El Espíritu
es el que actúa en d «aquí y ahora» de la cdebración, dando su eficacia al gesto
sacramental y a las palabras de Cristo repetidas por d sacerdote. La epíclesis rea-
liza lo que esas palabras significan por anticipadón. La conversión eucarística, al
igual que la Encarnación, se realiza por obra del Espíritu Santo.
En conclusión
d el E sp íritu .
San Agustín hablaba de la Eucaristía como una celebración del Chñstus totus,
de toda la Iglesia, del Cristo total formado por todos los cristianos, unidos a
su Cabeza, Cristo realmente presente en la Eucaristía: «La comunión de los
santos [=la Iglesia] es ofrecida a Dios como sacrificio universal por el Gran
Sacerdote, que se ofreció por nosotros en la pasión, para que fuésemos cuerpo
de tan gran cabeza [...]. Así es el sacrificio de los cristianos, donde todos se
convierten en un solo cuerpo de Cristo» (De dvitate Dei 10,6: PL 41,283). La ce-
lebración eucarística será pues de toda la Iglesia, laicos y pastores, por lo que
de lo anterior podemos deducir que la Eucaristía es el memorial del sacrificio
de Cristo y de la Iglesia, íntimamente unido a Él. En la celebración eucarís-
tica, toda la Iglesia ofrece y es ofrecida con Cristo al Padre en el Espíritu. En
cuanto sacrificio sacramental, esta existe solo en bien de la Iglesia y de sus
miembros; constituye una unión a la ofrenda de Cristo, por parte de la Iglesia,
para obtener el máximo fruto.
Como acabamos de ver, los concilios Lateranense IV, Florencia y Trento hablan
del sacerdote como único ministro de la Eucaristía, mientras el Vaticano Π -a
la vez que recuerda lo anterior- anima a todos los fieles a participar activa-
mente en la Eucaristía, como iremos viendo. El concilio de Florencia recuerda
además la necesidad de actuar conforme a la disposiciones de la Iglesia: «la
persona del ministro que confiere el sacramento, queriendo hacer lo que hace
la Iglesia» (DS 1312). También Trento lo afirma: «Si alguno dijere que al reali-
zar y conferir los sacramentos no se requiere en los ministros la intención, por
lo menos, de hacer lo que hace la Iglesia, sea anatema» (sesión VII, canon 11:
DS 1611; FIC 958).
Por otra parte, el Tridentino ve necesario recordar que Cristo es el único sa-
cerdote y la única víctima (D 1743): «sacerdote, víctima y altar», como reza
la Liturgia. Ese mismo sacrificio es ofrecido ahora de un modo distinto por
medio del ministerio del sacerdote. Por el poder dado por Cristo en la última
cena, el sacerdote puede actualizar -por medio de Jesucristo cabeza- el mismo
sacrificio de la cruz, el mismo acontecimiento pascual de la pasión, muerte y
resurrección. El Crucificado y Resucitado se sirve de sus ministros para seguir
haciéndose presente en el mundo.
El sacerdote participa del único sacerdocio de Cristo-cabeza. Los celebrantes
de la Liturgia sacramental están por debajo de ella: no son sus presidentes ni
sus gestores sino sus servidores . El celebrante está al servicio de la Eucaristía y
pronuncia en nombre de Cristo-cabeza (in persona Christi Capitis) las palabras
de la consagración. No es sin más que el sacerdote sea su representante, sino
que es el mismo Cristo quien actúa a través de su voz y sus manos. Como dice
el Catecismo:
«En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente
a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del
sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que
el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis
(cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6)» (CCE 1548).
Ejercido 1. Vocabulario
• S u m o y e te rn o S a c e rd o te · Actuosa participado
• Ig u a ld a d fu n d a m e n ta l
te s ta m e n ta rio s ?
m o y el o rd e n sacerd o tal?
El valor y la eficacia del memorial eucarístico son infinitos, pues la misa tiene
un valor y una eficacia infinitos, al ser esta la renovación del mismo sacrificio
de la cruz con el mismo sacerdote y la misma víctima -el mismo Jesucristo-,
verdadero Dios y verdadero hombre. Siendo Él infinito, su sacrificio tiene por
tanto un valor infinito.
Ejercicio 1. Vocabulario
SUMARIO Λ
d e ja una p re se n c ia real.
h asta q u e v e n g a » (1 Co 1 1 ,2 6 ).
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Hodie c e le b ra tiv o ־ Catábasis · S acrificio p ro p ic ia to rio
• Anábasis · M e m o ria l s a c ra m e n ta l
m e n ta l d el s acrificio de la cruz?
5. Leer el s ig u ie n te te x to : H b 9 ,2 7 -2 8 .
3.2. El m e m o ria l en la A n t ig ü e d a d 65
a) Siglo I
b) Siglo Π
c) Siglo III
Orígenes -de ámbito griego- menciona la sangre de Cristo derramada en el altar,
y alude al carácter de memorial de los panes de la proposición, con una efica-
da propiciatoria mucho menor. A veces sus afirmaciones tienen un contenido un
tanto espiritualista: habla de la comunión espiritual -y no tanto de la manducatio
oralis-, de la presencia del Logos en la Eucaristía, mientras la dimensión sacrificial
queda en un segundo plano.
Cirilo de Alejandría menciona que todos los días se ofrece una oblación, en la
que se perpetúa el sacrificio de Cristo.
Teodoreto de Ciro afirma que todos los días ofrecemos el mismo sacrificio de
la cruz.
Fausto de Riez tiene también una gran influencia en la Edad media, y habla
de la continuidad en la Iglesia del único sacrificio de Cristo.
En conclusión
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• S acrificio · Tipos
sacrificial d e la Eucaristía?
En conclusión
do en la cru z.
a s e p a ra r a m b o s a c o n te c im ie n to s .
• M é to d o a le g ó ric o • S a c ra m e n ta rlo s
• P resencia real • E u co lo g io s
• R e p re s e n ta c ió n
4. ¿Q ué d ic e T o m ás d e A q u in o so b re la cru z y la c e le b ra c ió n eucarística?
El clima de la práctica religiosa a inicios del siglo XVI no era del todo edifi-
cante. Aparte de muchos signos de decadencia que afectaban a la vida eclesial
(poca formación del clero, intromisión del poder civil, poca dedicación de los
obispos al cuidado pastoral de sus diócesis), la comisión designada al efecto
en el concilio de Trento -sobre todo en la sesión de 1562- elaboró una lista de
abusos respecto a la Eucaristía, como la escasa participación de los fieles en la
comunión eucarística, una cierta superstición unida a la avaricia de algunos
clérigos que les llevaba a repetir misas para obtener estipendios, o el énfasis en
el culto eucarístico en detrimento de la celebración de la m isa Además hemos
visto cómo, durante la Edad media, había sido desarrollado el mencionado
alegoricismo, sobre todo en ámbito nominalista.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• T e s ta m e n to
c ió n se basa su crítica?
3. ¿Q ué d ic e n al re s p e c to Z w in g lio y C alvin o ?
En 1520, tres años tras la ruptura con Roma, Lutero había escrito en A lano-
bleza cristiana de ia nación alemana: «en Roma ignoran más o menos todo sobre
la fe». Desde 1518 el reformador alemán estaba apelando a la autoridad de un
concilio libre de toda tutela pontificia, que luego sin embargo rechazó. Carlos
V veía también en un concilio el único medio para rehacer la unidad del im-
perio y de la cristiandad, obligando a llevar a cabo reformas «en la cabeza y
en los miembros». Sin embargo, el papa Clemente VII no quería oír hablar de
un concilio, por temor al conciliarismo aún latente, es decir, en dejar toda la
autoridad de la Iglesia en manos de un concilio.
a) La doctrina eucarística
Trento se ocupa de la misa con parecido interés -si no más- al que tuvo para
la doctrina de la justificación. En 1547 redactaba el decreto de la justificación,
donde se menciona la cuestión del sacrificio eucarístico, aunque después apla-
ce este problema. Redacta pues, en la sesión XIII (1551), el Decreto y cánones
sobre el santísimo sacramento de la Eucaristía sobre el modo de presencia, es decir,
de la Eucaristía como sacramento. Once años después, en la sesión XXI (1562),
el concilio emana la Doctrina y cánones sobre la comunión bajo las dos especies y
sobre la comunión de los niños. En fin, en la sesión XXII de ese mismo año fue
abordada la cuestión de la Eucaristía como sacrificio; es decir, habían pasado
más de una década desde la exposición de la doctrina sobre la presencia euca-
rística: solo al final se ocupa de la cuestión del memorial.
En el capítulo primero se desarrolla la continuidad entre el sacrificio de la cruz
y el de la misa (D 1739-1741): el sacrificio del altar es una representación, es
dedr, un memorial diríamos ahora (nunca una memoria, repetición o conme-
moradón) del sacrificio de la cruz que nos legó Cristo. Es re-presentación y
memorial del único sacrificio de Cristo en la cruz.
No se trata pues de una nuda conmemoratio, de un mero recuerdo, sino de un
verdadero y propio sacrificio con valor propiciatorio, pues nos hace propicios
para recibir la gracia alcanzada por Cristo en la cruz. Habla de la misa como
verdadero y propio sacrificio, pues es el mismo Señor quien se nos ofrece para
ser comido.
El valor del concilio de Trento consiste en abordar las cuestiones que había
puesto en duda la doctrina luterana, afrontándolas tanto desde el punto de
vista teológico como a nivel práctico. Establece así de modo práctico una serie
de cánones -también sobre otros temas-, en los que expresa la doctrina euca-
rística de modo sintético:
1. Can. 1: «Si alguno dijere que en el sacrificio de la misa no se ofrece a Dios un
verdadero y propio sacrificio, o que el ofrecerlo no es otra cosa que dársenos a
comer Cristo, sea anatema».
2. Can. 2: «Si alguno dijere que con las palabras: Haced esto en memoria mía [Le
22,19; ICo 11, 24], Cristo no instituyó sacerdotes a sus apóstoles, o que no les
ordenó que ellos y los otros sacerdotes ofrecieran su cuerpo y su sangre, sea
anatema».
4. Can. 4: «Si alguno dijere que por el sacrificio de la misa se infiere una blasfemia
al santísimo sacrificio de Cristo cumplido en la cruz, o que este sufre menosca-
bo por aquél, sea anatema».
5. Can. 5: «Si alguno dijere ser una impostura que las misas se celebren en honor
de los santos y para obtener su intervención delante de Dios, como es inten-
ción de la Iglesia, sea anatema» (c. 5).
6. Can. 6: «Si alguno dijere que las ceremonias, vestiduras y signos externos de
que usa la Iglesia católica son más bien provocaciones a la impiedad que no
oficios de piedad, sea anatema» (c. 6).
Sinopsis
m o d o c ru e n to en la cru z, in c ru e n to en la E u caristía.
b) Influencia de Trento
Las decisiones del concilio tuvieron también sus consecuencias positivas
desde el punto de vista litúrgico: se impulsó oficialmente la necesidad de la
catequesis y de la explicación de la misa, sobre todo a través del Catecismo
romano; fueron corregidos algunos abusos en la celebración, y se procuró la
participación del pueblo, con algunos intentos tímidos de traducción a len-
guas vernáculas.
Sin embargo, no fue tan positiva la posterior recepción de esta doctrina Así,
en ocasiones el carácter sacrificial de la misa fue separado de su dimensión
sacramental (el memorial de la presencia); es decir, el sacrificio fue separado
del sacramento, a pesar de que no fuera esta la mente del concilio. Trento ha-
bló de representación y de memoria, pero después la teología postridentina no
insistió en la «actualización» sacramental del sacrificio pascual. Por ejemplo,
el Catecismo romano cambió de inmediato este término por otro más fuerte
(instauretur), de tal forma que la idea de representación o de actualización sa-
cramental desapareció del mapa teológico.
El concilio encargó al papa la edición de los nuevos libros litúrgicos: Pío IV
y luego Pío V, con las oportunas comisiones, trabajaron en la preparación del
misal, que apareció en 1570 y que ha durado hasta nuestros días (1970).
3.5.2. El magisterio en el siglo XX
En conclusión
d e n to r d e la cruz
p ec ad o .
sacrificial d e la c e le b ra c ió n e u c arístic a.
82
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica ei significado de ias siguientes palabras y expresiones usadas:
d e n tin o ?
d esp u és d e Trento ?
«D ejad m e ser pasto de las fieras por m e d io de las cuales p o d ré alcan zar a Dios. Soy
trig o de Dios y soy m o lid o por los d ien tes de las fieras para m o strarm e com o pan puro
(Ignacio de A n tio q u ía ,
Carta a los romanos 4,1-2: FP 1,153)
83
San Agustín se refiere a la Eucaristía en relación con el único sacrificio de Cristo: «Así ta m -
bién, cuando nos referim os a la celebración del sacram ento del altar, decim os q u e en ese
día acontece lo q u e no acontece en ese día, sino q u e aconteció antaño . Cristo fu e in m o la-
do una sola vez en persona, y es in m o lad o no solo en las solem nidades de la Pascua, sino
to».
(STh III q. 73 a. 4 ad 3)
«Así, pues, este nuestro Dios y Señor, m e d ia n te la m u e rte , había d e o frecerse a Dios
Padre una sola vez en el ara de la cruz, a fin d e realizar p o r ellos [allí] la red en ció n e te rn a.
Pero com o su sacerdocio no había de extin g u irse con la m u e rte , en la ú ltim a cena, la
noche en la que era e n tre g a d o (IC o 11,13), para d ejar a su am ada esposa, la Iglesia, un
sacrificio visible (com o lo e xig e la n atu raleza del h o m b re), en el q u e estuviera repre-
sentado (repraesentaretur) aqu el sacrificio c ru en to q u e iba a realizarse una sola vez en
estas palabras: H aced esto en m em o ria m ía, e tc (Le 22,19; 1C0 11,24). Así lo e n te n d ió y
S U M A R IO
Así, podemos ver que -para los Padres anteriores a Nicea- la Eucaristía es el
cuerpo y la sangre de Cristo y se da una conversión eucarística. El pueblo de
Dios irá explicitando y expresando con más precisión la certeza sobre la pre-
sencia eucarística a lo largo de los siglos. Podríamos decir que va surgiendo
una conciencia creciente de lo que suponen las palabras: «esto es mi cuerpo...
esta es mi sangre».
Tertuliano habla de cruz, cuerpo, sangre y carne, junto al pan y al vino. «Su-
frimos si cae al suelo algo de nuestro cáliz, o también de nuestro pan», afirma
con una clara conciencia realista. «La carne es alimentada con el cuerpo y la
sangre de Cristo, para que también el alma se llene de Dios».
Entre los Padres posnicenos griegos, podemos destacar los siguientes testi-
monios:
Atanasio, hombre-clave en la lucha contra el arrianismo, habla de la trans-
formación del pan y del vino por la recitación de las preces: «el cuerpo del
Verbo... la sangre de la Verdad». Esta síntesis entre lo espiritual y lo material
es consecuencia de los misterios de la Encarnación y de la Eucaristía.
Gregorio de Nisa menciona que la medicina necesaria para el alma es la Euca-
ristía, así como la comida lo es para el cuerpo; alude también a cómo el Verbo
transforma el pan en cuerpo del Verbo de Dios, tal como aparece en la Oratio
catecketica.
Juan Crisóstomo, el llamado «doctor eucarístico», afirma que, en el cáliz está
la sangre -dice- que manó del costado abierto de Cristo; en la Eucaristía se nos
ofrece el cuerpo que arrulló María y murió en la cruz. La inteligencia ilumina-
da por la fe puede hacerse cargo de esta presencia real pero no sensible, que se
da por una transformación.
Teodoro de Mopsuestia, de la escuela de Antioquía, habla en sus Homilías
catequéticas de que la Eucaristía no es figura sino la misma realidad del cuerpo
de Cristo. Sus palabras se caracterizan por su realismo sacramental: ver, tocar,
besar, comer el pan eucarístico es ver, tocar y comer el cuerpo de Cristo.
Cirilo de Alejandría, defensor de la unidad de Cristo frente a la escuela an-
tioquena, afirma que en la Eucaristía comemos la carne del Verbo encamado.
Sin embargo, cuando habla del modo de presencia, parece que se refiere a una
presencia cafarnaítica (como la que imaginaron los judíos en la sinagoga de
Cafarnaúm), es decir, física y carnal más que metafísica y sustancial, como
iremos viendo.
Juan Damasceno influye mucho en el modo ortodoxo de ver la Eucaristía, al
aludir a la acción del Espíritu en la Encamación y en el misterio eucarístico.
Los Padres posnicenos hablan ya de que el pan y el vino se convierten en el
cuerpo y la sangre (el cómo está presente), tal como afirmaban unánimemente
la Liturgia y los Padres anteriores, con una terminología no del todo fijada
Con estas palabras, aluden a una transformación de tipo ontológico, expre-
sado con una metafísica espontánea que no se conceptualizará de modo más
exacto hasta el siglo XII con la teoría de la transustanciación. He aquí algunos
autores:
Cirilo de Jerusalén parece que es el verdadero autor de las Catequesis mistagógi-
cas. En la cuarta habla de la transformación, de la conversión (metabolé) del pan
y del vino por la invocación de la Trinidad y del Espíritu; en términos análogos,
habla de «transformación» y «trans-elementacun». El pan y el vino eucaristi-
zados son txjpoi -las figuras- del cuerpo y la sangre reales de Cristo. Alude tam-
bién a la epíclesis y a la transformación del cristiano que recibe la Eucaristía
Ambrosio, pastor y catequeta, habla del cuerpo eucarístico como el mismo
que nació de María virgen, el cual se transforma por las palabras de Cristo
-como en la Creación- y que obra un milagro semejante al de la Encamación.
Emplea ya la palabra «sustancia» y se refiere a la transformación o metabolis-
mo. Habla del verdadero cuerpo de Cristo presente in sacramento.
Ofrece en fin una interpretación más mistagógica que tipológica al establecer el
paralelismo entre las verba Christi y el Logos en la creación, pues las palabras de
la consagración convierten el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo: así
como Dios creó por medio de la palabra, por medio de ella viene a nosotros la
Eucaristía.
En conclusión
to d a v ía el có m o .
d e S evilla).
• R ealism o y m e ta b o lis m o · S ig n o o s a c ra m e n to
• L e n g u a je s im b ó lic o · metabolé
• S ustancia
ceños?
Una intervención del magisterio le obligó a firmar dos cartas: una de 1059,
impuesta por el cardenal Humberto, con un claro tono cafarnaítico; y otra re-
dactada en el Sínodo romano de 1079, en la que ya se habla por primera vez
de «conversión sustancial». Se trata por tanto del mismo cuerpo del Jesús
histórico, pero presente de un modo misterioso y no sensible.
En conclusión
2) La sustancia del pan desaparece, pero no por aniquilación sino por cam-
bio (STh III q. 75 a. 2), mientras los accidentes permanecen.
4) La sustancia del cuerpo de Cristo se halla oculta bajo los accidentes del
pan: toda la entidad del pan se convierte en toda la entidad del cuerpo de
Cristo (STh III q. 75 a. 4 ad 3; Super Sent., Hb. 4 d. 8 q. 2 a. 1 qc. 4 ad 1).
6) La sustancia del cuerpo glorioso de Cristo está illocaliter, sin ocupar lu-
gar, mientras subsisten esos accidentes. Por eso cuando estos dejan de sub-
sistir, Cristo deja de estar presente, no se corrompe ni aniquila
7) Por la doctrina de la concomitancia están presentes no solo el cuerpo y la
sangre del cuerpo glorioso de Cristo, sino también el alma y la divinidad
(STh III q. 76 a. 4). Donde está una parte de Cristo, está presente todo él en-
tero tal como está en el cielo con todas las propiedades de su vida gloriosa
Así, ex vi consecratione está presente solo el cuerpo de Cristo ("esto es mi
cuerpo"), mientras ex vi concomitantiae estaría presente toda la persona de
Jesucristo: también su sangre, su alma y su divinidad (Quolibet VII q. 4 a.
1 co).
En el mismo año en que moría Tomás de Aquino, el concilio II de Lyon (1274)
quería promover la unidad de los cristianos, una cruzada y la reforma de la
Iglesia. Allí Miguel el Paleólogo, el emperador de oriente, propuso que «el
pan se transustancia verdaderamente en el cuerpo, y el vino en la sangre de
nuestro Señor Jesucristo» (D 860). La fórmula de la transustanciación había
llegado también a oriente.
En conclusión
m e n sio n e s sacrificial y c o n v iv al en s e g u n d o té rm in o .
m ism o C risto.
tía?
En conclusión
2. La sustan cia se e n tie n d e c o m o «lo que esto es», co m o la re a lid a d q u e sub yace a
h ay el c u e rp o d e C risto, y n ad a d e p an , c o m o ta m p o c o q u e d a n ad a d e v in o en la
san g re d e C risto.
en la E u caristía.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
b re la p re se n c ia e u c arístic a.
2. E x p o n er la d o c trin a d e l c o n c ilio d e T re n to s o b re la p re se n c ia e u c arístic a.
p ro p u e s ta s d e la escolástica?
Así pues, una cosa no puede ser dos cosas a la vez (consustancia), ¿cómo pue-
de ser al mismo tiempo Cristo y pan y vino? ¿No sería más lógico pensar que
Dios ha cambiado las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado?, ¿que
solo Cristo está presente en una Eucaristía den por cien?
Pablo VI, en la encíclica Mysterium fidei (1965), afirma que transignificadón y
transfinalización (análogo cambio en la finalidad, pero no en la sustanda) son
conceptos insuficientes: hay en efedo un cambio de finalidad y significado en
las especies eucarísticas, pero esto se fundamenta en el cambio de la sustanda
Además enseña que:
a) Se trata de una «presencia sublime» superior a la presencia en la Palabra y
en la Iglesia, en el sacerdote y en la comunidad, en la oradón, en la caridad
y en el pobre. Pero no es solo una presenda tan solo espiritual o simbólica
b) Existe la necesidad de mantener el «lenguaje eucarístico» de la Iglesia,
que se fundamenta en una metafísica del sentido común, y no en la termi-
nología aristotélica.
c) La transustanciación es una «expresión justa y propia» que utiliza la Igle-
sia, y que va más allá de la transignificación y la transfinalizadón.
d) Pablo VI insiste en la naturaleza simbólica y ontológica a la vez de tal
cambio, a la vez que reitera una presencia sacramental-sustancial.
e) También afirma que bajo las especies sacramentales «todo Cristo está pre-
sente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera en que
los cuerpos están presentes en un lugar» (n. 6), lo cual recuerda la doctri-
na del illocaliter de santo Tomás (cf. STh III q. 76 a. 5co) o Trento.
Como hemos visto, se trata de una presencia verdadera, real y sustancial, sin
que se multiplique la sustancia del cuerpo glorioso de Cristo resucitado. Cris-
to íntegro está presente verdadera, real y sustancialmente en cada elemento
de las especies sacramentales. La única, indivisible y no espacial presencia del
cuerpo de Cristo se hace presente entre nosotros a través de las especies euca-
rísticas. Lo que se multiplican son las especies, no la sustancia. Hay muchos
panes, pero un solo cuerpo. El Catecismo recuerda la necesidad de la fe para
entender ese modo de presencia en la Eucaristía:
«La presencia del verdadero cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, dice santo Tomás, sino solo
por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios". Por ello, comentando el texto
de san Lucas 22,19: "Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros", san
Cirilo declara: "No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las
palabras del Señor, porque él, que es la verdad, no miente" (S. Tomás de Aquino,
s.th. 3,75,1, citado por Pablo VI, MF 18): Adoro te devote, latens Deitas,/ Quae sub his
figuris vere tatitos:/Tibí se cor meum totum subiicit,/ Quia te contemplaos totum deficü»
(CCE 1381). Estas líneas podrían servir para recapitular lo anteriormente visto.
En conclusión
Sinopsis
p a rtid a rio d e la c o n s u s ta n c ia c ió n .
en la E ucaristía
c o n c ilio II d e Lyón (1 2 7 4 )
d a c ió n
d ic ió n con el S a n tísim o
g lio con siste ta n solo en una p resen cia s im b ó lic a: la E u caristía ta n solo significa
En conexión con esa devoción, los monjes de Cluny desarrollan un rito nue-
vo: la elevación. Este signo trajo consigo la actitud de adoración: cuando
se elevaba, se adoraba y de este modo era también destacada la dimensión
sacrificial. Así como Jesucristo fue levantado en la cruz para salvar a la hu-
manidad, así el sacerdote elevaba su cuerpo ante los fieles. Poco a poco se
introducen también otras costumbres, como el de tocar la campanilla dentro
de la Iglesia en el momento de la consagración o, incluso, tocar las campanas
fuera para que los que no participan de la Eucaristía adoren también inte-
riormente.
4.7.2. El culto eucarístico 113
Como veíamos, con la institución de la fiesta del Corpus Christi, por Urbano
IV (1264), adquiere más fuerza el sentido de adoración eucarística Aunque
la bula no dice nada de la procesión del Corpus, pronto se desarrolló estre-
chámente unida a este día. Inicialmente la procesión se realiza llevando el
Santísimo en una arqueta, oculto; pero el deseo de ver el cuerpo eucarístico de
Cristo, llevó a la aparición de la custodia en su forma actual. En el siglo XTV, a
la procesión se añade el dejar la custodia con el Santísimo sobre el altar, para
que la gente, después de la procesión, pueda ver y adorar el cuerpo de Cristo.
Nace así la exposición del Santísimo. De ahí se pasó a realizar la exposición
sin que hubiera procesión, y de ahí a la adoración del Santísimo en el sagrario.
Por el contrario, la Reforma negará la doctrina sobre la presencia eucarística En
el sacramentarismo protestante, tanto la presencia simbólica como la virtual son
transeúntes: solo permanece la significación o la fuerza mientras se celebra el rito.
Lutero, contra los sacramentarlos (Zwinglio, Bucero, Eoolampadio...), había afir-
mado la presencia de Cristo en la Eucaristía pero solo en el momento de la comu-
nión. Como veíamos, Lutero o sus sucesores afirmaron la presencia real pero ne-
gando la transustanciación; interpretaban las palabras «esto es mi cuerpo» como
«aquí -en el pan- está mi cuerpo». Es la mencionada doctrina de la consustan-
dación que, a nivel práctico, rehusó todo culto, reserva y adaraáón eucarísticos.
La modernidad traerá consigo también interesantes desarrollos de la devo-
ción eucarística. En el siglo XVII, san Alfonso María de Ligorio difundió las
visitas privadas al Santísimo en el sagrario. Los congresos eucarísticos tuvie-
ron su origen en Francia en la segunda mitad del siglo XIX y fueron inspirados
por la fe viva en la presencia real de la persona de Jesucristo en el sacramento
de la Eucaristía. Por consiguiente, el culto eucarístico se expresaba particular-
mente en la adoración solemne y en procesiones que manifestaban la discreta
presencia de la Eucaristía en este mundo.
La adoración a la Eucaristía fuera de la celebración litúrgica podría ser conside-
rada como un «eco» de la presencia que se da de modo principal y prioritario en
la celebración eucarística. Pablo VI la recordó en 1965 en la Mysterium fidei, pues
la Iglesia cree en la presencia real en el sacramento de fe y de amor: porque cree,
adora. Una vez más, la Eucaristía no es solo para comer, sino también para ver,
adorar y contemplar. Destaca también la dimensión ecuménica, al ser la Eucaris-
tía el signo de unidad entre los cristianos y poder ser un culto compartido con
otros cristianos de otras confesiones. En fin, la instrucción Eucharisticum myste-
rium (1967) de la Congregación del culto divino y disciplina de los sacramentos,
recuerda la unidad entre la celebración y la adoración eucarísticas. También Juan
Pablo Π lo recuerda en la carta Dominicae Cerne, n. 3.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• D e s a rro llo o rg á n ic o d e l d o g m a · C o lu m b a
• S a g rario · S a c ra m e n ta ris m o
Ejercicio 3. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• T ra n s u s ig n ific a c ió n · lllocaliter
• T ra n s ig n ific a c ió n · Per modum substarrtiae
ción?
car su presencia?
Ejercicio 5. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:
«Así pues, creem os que las sustancias terrenas, q u e en la m esa del Señor se santifican
b le m e n te y m ilag ro sam en te, en v irtu d de la d ivin a p o ten cia, en la esencia del cuerpo
del Señor, m a n te n ién d o se las m ism as apariencias exteriores [especies] y las otras cua-
«Hay q uienes dicen que la d o ctrin a d e la tran su stan ciació n es d ifícil creer; y yo d e he-
cho no la creí hasta q u e m e hice católico. No tu v e d ific u lta d en creerla nada más que
d o ctrin a p erte n ec e a la revelación o rig in a ria . C oncedo q u e sea difícil y hasta imposi-
ble de imaginar; pero ¿por q u é ha de ser d ifícil de c re e r? ...
qué no podría ser así?, ¿qué lo im pide?, ¿qué sé yo d e la sustancia y la m ateria? Lo m is-
» La d o ctrin a católica deja a un lado los fen ó m en o s. No d ice q u e los fen ó m en o s des-
aparezcan; dice, por el co n trario , q u e p erm an ecen; ta m b ié n dice [adem ás] q u e estos
«La ciencia m o d ern a -d e c ía a llí- se p reg u n ta tan solo: ¿cóm o fun cio n a una cosa?, ¿qué
pu ed o hacer con ella?; y ya no se p reg u n ta: ¿qué es eso? Esta p reg u n ta se considera
» A esta reo rien tació n del p en sam ien to p re te n d ían ajustarse los in ten to s de d e fin ir la
Eucaristía desde la esfera de su im p o rtan c ia y su fin a lid a d (tran sig n ificació n y tran sfin a-
dice d em asiad o poco. Siem pre q u e se reducen los sacram entos y la fe a'fun cio n es', se
SUMARIO
5.1.1. Escritura
En primer lugar, hemos de recordar que, según la Escritura, al igual que parte
de los sacrificios del Antiguo Testamento, la Eucaristía es también comida de
comunión y banquete sacrificial. Los antiguos sacrificios podían ser también
de comunión, pues después era comida en comunidad parte de la víctima.
Por eso la misa es igualmente sacrificio y banquete, y resulta relacionado a su
vez -como veíamos- con el banquete pascual (Ex 12,1-14) y con los antiguos
sacrificios (Ex 24,4-8).
Además, en el Nuevo Testamento, Cristo quiso que los apóstoles participa-
ran en el banquete de la última cena al decirles «tomad y comed... tomad y
118 bebed» (Mt 26,26-29, Me 14,22-25, Le 22,14-20). En esta misma línea también
san Pablo destaca esta dimensión convival, comunitaria y escatológica, como
iremos viendo: «Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva» (ICo 11,25-26). Allí ha-
bla igualmente de la «cena del Señor», a la vez que menciona la «muerte del
Señor», por lo que de nuevo vemos unidas aquí las dimensiones sacrificial y
convival, comunitaria y escatológica.
Cristo quiere instaurar pues el sacrificio de la Nueva Alianza, por el que obtie-
ne la comunión con nosotros. Existen algunos textos bíblicos donde se puede
apreciar la unión del comulgante con Cristo. En primer lugar, encontramos
la referencia en la parábola de la vid y los sarmientos (cf. Jn 15,7ss.), en la que
se afirma que Cristo nos proporciona la savia de la vida del Espíritu. Además,
vemos la afirmación inequívoca en el discurso de pan de vida («El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él»: Jn 6,56), donde ex-
presa esta unión íntima entre la Eucaristía, quien en ella se contiene y cada
uno que la recibe. Por último, la plena identificación con Cristo que aparece
también en Pablo, en las famosas palabras: «No soy yo el que vivo: es Cristo
que vive en mí» (Ga 2,20), cuya máxima realización se da de un modo pleno
en la comunión eucarística
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
ristía?
n ió n e u c a rís tic a .
tis m o .
c o m o v e re m o s e n s e g u id a .
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• A n tíd o to · P e c a d o le v e
5.3.1. Escritura
5.3.3. Magisterio
En conclusión
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• D im e n s ió n c o n v iv a l · Res
• D im e n s ió n m a n d u c a tiv a · Restantum
• M o n a rq u ía e p is c o p a l · Res et sacramentum
• E clesio lo g ía e u c arístic a
rística.
Sinopsis general
a los p o b res.
m e n tó , s a c ra m e n to d e c o m u n ió n q u e da o rig e n a la m is ió n d e la Ig le sia.
• D im e n s ió n e s c a to ló g ic a · Parusía
El Catecismo del V aticano II en el n ú m ero 1391: «La com u n ió n acrecien ta nuestra unión
con Cristo. Recibir la Eucaristía en la com u n ió n da com o fru to p rin cip al la unión ín tim a
con Cristo Jesús. En efecto , el Señor d ice:"Q uien com e m i C arne y b eb e mi Sangre h ab i-
vivir sino d el esp íritu d e C risto. D e a q u í q u e, h ab lán d o n o s el apó sto l san Pablo de este
pan, d ijo :"p o rq u e el pan es uno, som os m uchos un solo cuerpo" (1 C 0 1 0 ,17). ¡Oh sacra-
«¡Sí, cósm ico! Porque ta m b ié n cuan d o se celeb ra sobre el p e q u e ñ o a lta r de una iglesia
en el cam po, la Eucaristía se celeb ra, en c ierto sentido, sobre el a lta r del m u n d o . Ella
h o m b re, para reco n d u cir to d o lo creado, en un suprem o acto d e alab an za, a A quél
Cristo»
Hasta el siglo XI la comunión era recibida dentro de la misa, pero más tarde
se difundió la costumbre de administrarla después de la celebración, para no
quitar espacio. Así, después de Trento se difundió la costumbre de adminis-
trar la Eucaristía fuera de la misa. Más adelante, con las ideas propuestas por
el movimiento litúrgico, volvió a ser aconsejada la comunión dentro de la ce-
lebración eucarística, para expresar la unidad entre el sacrificio y el banquete
(cf. CCE 1382).
Los Padres hablaban del «pan de cada día», de lo que se deduce una recepción
diaria; pero a partir del siglo IV se empieza a comulgar tres veces al año. Por
el contrario, según Tertuliano, el hecho de que la Eucaristía se celebre solo en
domingo no significa que solo se comulgue ese día; también se podía comul-
gar entre semana (cf. Solano 1,137). Respecto al magisterio, Trento por su par-
te recomienda la recepción a diario (D1747), mientras después el jansenismo
desaconsejó la comunión frecuente al parecerle poco reverente. A este error
reaccionó también el magisterio: «Desearía ciertamente el sacrosanto concilio
que los fieles asistentes a cada misa, comulgaran, recibiendo sacramentalmen-
te la Eucaristía» (Del Decreto de la S. Congr. del Conc., de 12 de febrero de
1679). Pío X promovió de nuevo la comunión frecuente, además de que esta se
recibiera dentro de la misa, para lo que remite a Trento. En fin, el Catecismo de
la Iglesia católica recomienda comulgar todos los domingos, e incluso a diario
(cf. n. 1389).
En cuanto al precepto anual o pascual, lo establecido por el Lateranense IV y
por Trento es «comulgar en pascua de resurrección», y se refiere a recibirlo fí-
sicamente (manducatio oralis). Es importante seguir recordando a los fieles que
este precepto se cumple en pascual, por el significado litúrgico y salvífico que
tiene. Así, el deseo de la Iglesia es la recepción frecuente de este sacramento.
Respecto a la comunión recibida dos veces en el mismo día dispone el derecho
canónico lo siguiente, fundamentándose en el sentido común: «Quien ya ha re-
cibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente
dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que
prescribe el canon 921.2» (Q C 917).
5.5.4. La com unión de niños
Hasta el siglo ΧΠ existió unanimidad entre la Iglesia latina y las Iglesias orien-
tales respecto a la práctica de administrar la comunión a los niños pequeños
(bajo la especie del vino) en el mismo rito en que recibían el Bautismo y la
confirmación. Ese uso se ha mantenido todavía en algunas Iglesias orientales.
En lo que se refiere a la primera comunión de los niños, la Iglesia establece
una edad de discreción en el IV concilio de Letrán (1215). En 1341, el papa
Benedicto ΧΠ condenó entre 117 errores de los armenios la proposición 58°,
que invalidaba el Bautismo no seguido inmediatamente de la confirmación
y de la Eucaristía, por lo que era admitida así la comunión para niños no
lactantes.
El concilio de Trento, en la sesión XXI, cap. 4o y canon 4o define que la comu-
nión eucarística no es necesaria a los niños antes de alcanzar el uso de razón. A
la luz de los decretos de san Ho X sobre la comunión frecuente Sacra Tridentina
Synodus (1905) y sobre la comunión de los niños Quani singulañs (1910), en la
preparación y celebración de los Congresos se promovían la comunión fre-
cuente de los adultos y la primera comunión de los niños. El Código de derecho
canónico no establece una edad, pero señala algunas condiciones, como son el
uso de razón y la adecuada formación.
Los apóstoles en la última cena comulgaron bajo las dos especies, y lo mismo
hicieron después los cristianos de los primeros siglos. La comunión bajo la
sola especie del pan, aunque no tan frecuente, no por ello es menos antigua: en
tiempo de persecución, los confesores recluidos en prisión, debía contentarse
con la comunión bajo esa sola especie, al igual que los enfermos. Después fue
abandonada la práctica de comulgar las dos especies por motivos prácticos y
sanitarios.
En efecto, es en la Edad media cuando se introduce en occidente la costumbre
de la comunión bajo una sola especie. Dicha costumbre se difunde por razo-
nes -como vemos- no teológicas, como la escasez de vino en los países nór-
dicos, el peligro de contagio en tiempo de epidemias, o el riesgo de verter el
contenido del cáliz. Jan Hus (siglo XV) declaró algo absolutamente necesario
el volver al uso primitivo, aduciendo incluso razones teológicas: la comunión
bajo las dos especies era necesario para la salvación.
El concilio de Constanza (1415) en su sesión XIII condenó este error, al mismo
tiempo que reconocía la antigüedad de la comunión bajo las dos especies, y
demostraba la legitimidad de la Iglesia romana al prescribir el uso de la comu-
nión de los fieles bajo una sola especie (sub una). Fue esta también una de las
reivindicaciones de Lutero, pues la consideraba una práctica más acorde con
la Escritura, siguiendo el pasaje de la última cena (a lo que se podría objetar
que eran los apóstoles quienes comulgaron). Llegó sin embargo a afirmar que
negar la comunión bajo las dos especies a los laicos, era negarles la salvación...
Trento lo discutió en la sesión XIII -en presencia de los delegados protes-
tantes- y estableció que Jesucristo estaba entero bajo las dos especies, por la
doctrina de la concomitancia. En la sesión XXI no se llegó a un acuerdo, pues
la mayoría pensaba que comulgar bajo las dos especies no era un mandato
divino ni necesario para la salvación, y que la Iglesia no se había equivocado
136 al proponer la comunión bajo una especie (D 1731-1732); solo resulta pues
necesario en el caso del sacerdote. De esta forma el Tridentino definió que:
a) Cristo, autor de toda gracia, se da todo y entero tanto bajo una sola especie
como bajo las dos, por tanto el uso latino no priva a los fieles de ninguna
gracia necesaria para la salvación.
b) No hay necesidad de medio ni de precepto de que el fiel comulgue bajo las
dos especies.
c) La Iglesia no se ha equivocado al introducir la práctica de la comunión
bajo una sola especie.
El concilio Vaticano Π , manteniendo firmes los principios dogmáticos enun-
ciados por Trento, afirma que la comunión bajo las dos especies puede conce־
derse a los fieles en los casos que la Santa Sede determine.
El Orden general del misal romano afirma que «Cuando la sagrada comunión se
hace bajo las dos especies el signo adquiere una forma más plena» (n. 281), a la
vez que «también bajo una sola de las dos especies se recibe a Cristo todo e inte-
gro y el verdadero Sacramento» (n. 282).
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• S a c ra m e n to d e vivos • Subuna
• U so d e razó n • Manducatio oralis
• E stad o d e g racia • Manducatio spiritales
• A y u n o e u c a rís tic o • C o m u n ió n e s p iritu a l
• P re c e p to a n u a l • C o m u n ió n d e d es eo
tica?
8. Leer los s ig u ie n te s te x to s : a) C ó d ig o d e D e re c h o C a n ó n ic o 9 1 1 . b) C ó d ig o d e
zarlo sino el sacerd o te q u e h u b iere sido debidamente ordenado, según las llaves de
la Iglesia, que el m ism o Jesucristo con ced ió a los apóstoles y a sus sucesores».
com un ión b ajo am bas especies p u ed e concederse en los casos q u e la Sede A postólica
mo».
(SC S5)
140 J
BIBLIOGRAFÍA
K_______________
INDICE
PRESENTACIÓN .................................................................................. 8
B IB L IO G R A F ÍA ......................................................... 140