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Eucaristia

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EUCARISTÍA

eUNSA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
Colección
M a n u a les d e l In stitu to S u p er io r de C ien cia s R elig io s a s

. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:

Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la


de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.

Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara-


ción teológica para transmitirla a otros.

Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar.

Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía,


salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecúa-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar... o simplemente quienes sienten la
necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios
profundos.

2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y busr
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).

Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-


mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende
responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad pro-
fesional.

. Las características de esta colección son:


Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-
sia católica.

Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filoso-


ticas (y de otras ciencias).
Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-
ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
eos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones,
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.

José Manuel Fidalgo A laiz


José Luis P astor
Directores de la colección
Formato didáctico

Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el


eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor /
tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio per-
sonaL

Estas características didácticas son:

1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la


calidad académica de los mismos.

2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la senci-


llez, pero sin perder la terminología teológica. Nos parece importante,
desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los
términos teológicos principales.
3. En el cuerpo del texto aparecen dos tipos de letra en función de la rele-
vancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos
básicos de la materia, la letra pequeña se aplica a un contenido más
explicativo de las ideas principales, más particular o más técnico.

4. El texto contiene términos o expresiones en formato negrita. Se pre-


tende llamar la atención sobre un concepto clave a la hora del estudio
personal.

5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente desta-


cadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio
y memorización.

6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del título, se in-


cluye una síntesis de la idea principal a modo de presentación.

7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos:

• Un esquema o sumario de la lección (sirve de guión de estudio y


memorización).

• Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo


del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca­
démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los
textos.
* Una guía de estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El cono-
cimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los
principales contenidos.
• Textos para comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejer-
cicios (guiados por un profesor).
8. Se dispone al final de una bibliografía básica y sencilla de los princi-
pales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la
materia.
PRESENTACIÓN

En estas líneas queremos profundizar lo que el concilio Vaticano Π ha llamado


la «cumbre y fuente» de la vida cristiana (cf. LG 11, PO 5, SC 10), el centro mis-
mo de la Iglesia. En primer lugar, abordamos lo que la Escritura dice sobre el
mayor de los sacramentos y el lugar que va ocupando en la vida de la Iglesia,
para seguir después con el tratamiento más sistemático de sus principales di-
mensiones, presentadas de modo didáctico y progresivo, esto es, la Eucaristía
como memorial, como presencia y como comunión. El misterio eucarístico
contiene las dimensiones sacrificial y memorial, convival y comunional, cós-
mica y escatológica. La Eucaristía permite además que todo lo nuestro sea pre-
sentado como ofrenda agradable al Padre. La unión entre vida y celebración
eucarística permite de modo eminente la santificación de la vida ordinaria.
Aludiendo a estas ideas, en la homilía en la celebración eucarística que tuvo
lugar en el campus de la Universidad de Navarra el 8 de octubre de 1967,
san Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975) repasaba la doctrina eucarísti-
ca con las siguientes palabras: «Celebramos la Sagrada Eucaristía, el sacrificio
sacramental del cuerpo y de la sangre del Señor, ese misterio de fe que anuda
en sí todos los misterios del cristianismo. Celebramos, por tanto, la acción más
sagrada y trascendente que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar
en esta vida: comulgar con el cuerpo y la sangre del Señor viene a ser, en cierto
sentido, como desligarnos de nuestras ataduras de tierra y de tiempo, para
estar ya con Dios en el Cielo, donde Cristo mismo enjugará las lágrimas de
nuestros ojos y donde no habrá muerte, ni llanto, ni gritos de fatiga, porque
el mundo viejo ya habrá terminado (cfr. Apc 21, 4)» (Conversaciones n. 113,
subrayados nuestros).
Así lo explicaba el «santo de lo ordinario» en nuestra universidad hace ya más
de cincuenta años, en sintonía con las enseñanzas del último concilio. Además
de un homenaje, estas páginas son el resultado de años de docencia, por lo que
el primer agradecimiento está dirigido a nuestros alumnos. Entre los nume-
rosos modos de exponer esta materia, hemos seguido el orden expositivo que
nos ha servido todos estos años. Me siento además en la obligación de agra-
decer, por la ayuda y las sugerencias recibidas, a monseñor José Rico Pavés,
actual obispo de Getafe, a Ángel García Ibáñez, de la Pontificia Universidad
de la Santa Cruz, en Roma, a Manuel González Padrós del Instituto de liturgia
y pastoral de Barcelona, y Manuel González Lípez-Corps de la Universidad
eclesiástica «San Dámaso» de Madrid, y a mis colegas Félix María Arocena,
Alfonso Berlanga, Miguel Brugarolas y José Luis Pastor.
Espero en fin que este libro sea útil para conocer el sacramentum caritatis, el
«sacramento del amor».
Budapest, verano de 2018,
en vísperas del 52° Congreso encáustico internacional
0 f
INTRODUCCIÓN
Λ

El misterio eucarístico es el resumen y la condensación de la historia de la


salvación cristiana, la síntesis de todos los misterios; en él se concentran y
renuevan como un resumen de lo que podríamos llamar los cinco «pilares del
cristianismo»: la Creación, la Revelación, la Encarnación, la Pascua y la Igle-
sia. En efecto, la Eucaristía contiene no solo el efecto de la redención, sino que
la actualiza: hace presentes al Redentor, a toda la redención y a toda la historia
de la salvación.

1. La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia

Cristo está presente en ella de modo absolutamente real. Además, por si fuera
poco, Jesús viene y se queda. El misterio eucarístico es por eso la fuente y cum-
bre de la vida cristiana (cf. LG 11, PO 5, SC 10), «el corazón y el centro de la
sagrada Liturgia» (Pablo VI, Mysterium fidei). Esta centralidad de la Eucaristía
se manifiesta respecto a los demás sacramentos (cf. STh III, q. 65, a. 3): significa
que se ordenan a ella, al ser el sacramentum sacramentorum. La Eucaristía es el
mayor tesoro que custodia la Iglesia.
Es además uno de los sacramentos de la iniciación cristiana -tal como afir-
man toda la vida y la tradición de la Iglesia-, pero también es la plenitud de
la vida sacramental: se vive plenamente como cristiano cuando se participa en
la Eucaristía. La «personalidad» del cristiano no es adulta hasta que no recibe,
después del bautismo (y de la confirmación), el sacramento de la Eucaristía.
Tras sumergirse en las aguas del bautismo, los cristianos entran de lleno con la
Eucaristía en el misterio pascual. Por eso la celebración dominical se convierte
en el centro de la vida de toda la Iglesia.
Así, el concilio Vaticano Π, asumiendo como propia la doctrina de santo To-
más, presenta la Eucaristía como la plenitud de la vida espiritual y de todos
los sacramentos, recordando -como veíamos- que es «fuente y culmen de
toda la vida cristiana» (PO 5; LG 11); y por eso recomienda encarecidamente a
los sacerdotes la celebración diaria de la Eucaristía (PO 13) y a los fieles laicos
la más perfecta participación en la misa (SC 35).
Por lo cual la Eucaristía aparece como fuente y cima de la vida cristiana, ori-
gen de la comunión y de toda evangelización: en ella nace la unidad y, desde
ella, se adquieren fuerzas para la misión. Los fieles, marcados ya por el bautis-
mo y la confirmación, se injertan de modo pleno en el cuerpo de Cristo por la
recepción de la Eucaristía (cf. PO 5).

2. Diversas denominaciones de la Eucaristía

El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica (n 275; cf. CCE 1328-1332) pre-
gunta: «¿Qué nombres recibe este sacramento?». A lo que responde: «La in-
agotable riqueza de este sacramento se expresa con distintos nombres, que
evocan sus aspectos particulares. Los más comunes son: Eucaristía, santa
misa, cena del Señor, fracción del Pan, celebración eucarística, memorial de la
pasión, muerte y resurrección del Señor, santo sacrificio, santa y divina Iitur-
gia, santos Misterios, santísimo Sacramento del altar y sagrada Comunión».
Ninguno de esos nombres agota toda la riqueza del sacramento, sino que cada
uno de ellos alude a alguno de sus aspectos. Constituyen así distintas dimen-
siones de un mismo misterio: se entiende al mayor de los sacramentos como
una realidad poliédrica, como un diamante que presenta muchas facetas des-
de las que puede ser contemplada su inmensa belleza.

3. Sacramento de la Nueva Alianza

La Eucaristía es sacramento de la Nueva Alianza en Jesucristo porque:


a) es signo sensible porque necesita una materia (pan y vino), que en virtud
de las palabras de la consagración (forma) se convierten realmente en el
cuerpo y la sangre de Jesús;
b) instituido por Cristo: en la última cena, Jesús ordenó a sus discípulos que
realizaran, «hasta que venga el reino de Dios» (Le 22,20), lo mismo que Él
acababa de realizar;
c) para damos la gracia. Según las palabras del mismo Jesús, la Eucaristía
tiene la virtud de comunicar la vida sobrenatural y eterna: «el que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último
día» (Jn 6,58).
d) y al mismo autor de la gracia (cf. STh ΙΠ, q.65 a.3).
12 La Eucaristía es además una acción de culto a Dios, propio de la Nueva Alian-
za, pues es sobre todo una acción de gracias al Padre por la ofrenda del Hijo en
el Espíritu, que constituye un sacrificio de alabanza. El concilio de Trento ya
había recordado que los sacramentos fueron instituidos no solo para alimen-
tar la fe, sino para ofrecer culto a Dios (cf. sesión VII, canon 5o: DS 1605; FIC
1606; esta idea ha sido recordada expresamente por el Vaticano Π, en SC 59).
La Eucaristía, además, al igual que todos los sacramentos, está ordenada a la
santificación de los cristianos (pero tal vez de un modo eminente), y a la edifi-
cación del cuerpo de Cristo que es la Iglesia El concilio Vaticano Π, deseando
ofrecer una presentación más armónica de los sacramentos, ha destacado su
dimensión eclesial y litúrgica. La Eucaristía es en fin prenda -promesa, garan-
tía y adelanto- de gloria futura constituye un anticipo del cielo, «el cielo en la
tierra», como iremos viendo.
En el Catedsmo de la Iglesia católica, la exposición sobre la Eucaristía comienza
recordando dos grandes verdades de la fe eclesial eucarística que «la sagrada
Eucaristía culmina la iniciación cristiana» (n.1322); y que es «fuente y cima de
toda la vida cristiana» (n. 1324). Estas dos afirmaciones, subrayadas en el Va-
ticano Π y en documentos posteriores, muestran la importancia y centralidad
de la eucaristía, pues en ella, como se dice, no sólo se encuentra «el compendio
y la suma de nuestra fe» (n.1327), sino que también se «significa y realiza la
comunión de vida con Dios y la unidad del pueblo de Dios» (n. 1325).

4. La Eucaristía, obra de la Trinidad

Toda la salvación cristiana es obra de la Trinidad -del Padre en Cristo y por


el Espíritu-, que se perpetúa en la Liturgia. Toda la Trinidad actúa y realiza la
labor redentora y en su actualización a través del memorial eucarístico: «En la
Liturgia de la Iglesia-enseña el Catecismo-, la bendición divina es plenamente
revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y
el fin de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación; en su Verbo,
encamado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y
por él derrama en nuestros corazones el Don que contiene todos los dones: el
Espíritu Santo» (CCE 1082).
En la representación de la Trinidad de Andrei Rublev (¿1422?), aparecen las
tres divinas Personas representadas bajo forma angélica, reunidas en tomo
a la Eucaristía, figurada como un cáliz en el que está la sangre de Cristo. La
Trinidad viene a nosotros de modo especial en la Eucaristía, y nosotros acce­
demos por ella a las tres divinas Personas. La Trinidad se reúne en tomo a la
Eucaristía, y nosotros entramos en comunión con ella sobre todo por medio
del misterio eucarístico: la Trinidad viene a nosotros sobre todo por medio de
la Eucaristía y, por medio de ella, nosotros vamos a la Trinidad. De hecho, la
celebración eucarística comienza y termina invocando a la Trinidad («En el
nombre del Padre...») y, tras numerosas eucologías trinitarias, termina el mi-
nistro bendiciendo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. De
esta forma, la celebración eucarística se refiere a la Trinidad como:
a) Eulogía o alabanza al Padre, principio y fin de la Trinidad y de toda acción
litúrgica. Recibimos la bendición del Padre, a la vez que le adoramos y da-
mos gracias; recibimos el «pan del Padre». La Eucaristía es la actualización
del sacrificio del Hijo ofrecido al Padre en el Espíritu: «Bendecir es una
acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre Su bendición es a la
vez palabra y don (bene-dictio, eu-logia). Aplicado al hombre, este término
significa la adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias»
(CCE 1078).
b) Anámnesis o memorial del Hijo: la celebración es sobre todo memorial
de la Pascua del Señor (es decir, de la pasión, muerte y resurrección de
Cristo), donde recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo: «En la Liturgia
de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual.
Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba
con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó su Hora (cf. Jn 13,1; 17,1),
vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es
sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre
"una vez por todas" (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12)» (CCE 1085).
c) Epíclesis o descenso del Espíritu, pues, junto a la anámnesis, es necesaria
la epíclesis, la intervención directa del Espíritu para que Cristo se haga eu-
carísticamente presente: «La Liturgia cristiana no solo recuerda los acón-
tecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. El
Misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones
las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu
Santo que actualiza el único Misterio» (CCE 1104).
Ejercicio 1. Vocabulario
identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

A lianza • Prenda

S a c ra m e n to • G loria

C o m u n ió n • Eulogía

Eucología • A n am n esis

E van g elizació n • Epíclesis

Sacrificio • Pascua

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué significa q u e la Eucaristía es la síntesis d e to d o s los m isterios?

2. ¿Por q u é la Eucaristía es el c e n tro y la c u m b re d e la v id a cristiana?

3. ¿Por q u é es la c u m b re d e los sacram entos?

4. ¿Qué significa q u e es la fu e n te d e la c o m u n ió n y el o rig e n d e la e v a n g e liz a -


ción?

5. ¿Qué n o m b re s recib e la Eucaristía?

6. ¿Por q u é la Eucaristía se e n c u e n tra e n tre el tie m p o en la e te rn id a d , es el cielo

en la tierra?

7. ¿Cuáles son las tres d im e n s io n e s trin itarias o los tres p rin cip ales p u n to s d e vis-

ta d e s d e los q u e se p u e d e co n s id erar la Eucaristía c o m o o b ra d e la Trinidad?

8. L ectura d e los sig u ien tes texto s: a) C a tec is m o d e la Iglesia C ató lica 1 2 1 2 . b)

C a tec is m o d e la Iglesia C atólica 1 3 6 0 1 3 6 1 ‫ ־‬. c) Josem aría Escrivá, Es Cristo que


pasa, n. 85.
/ 15
TEMA LA EUCARISTÍA
1 EN LA ESCRITURA
Veremos en el presente apartado, en primer lugar, el fundamento bíblico
de lo que la Iglesia enseña sobre el misterio eucarístico. El mejor modo
de conocer qué es la Eucaristía lo encontramos en los distintos pasajes
bíblicos que se refieren a ella y, como resulta lógico, en las mismas pala-
bras de Jesús.

S U M A R IO

1.1. LA EUCARISTÍA PREFIGURADA 1.1.1. La sangre d e la Alianza 1.1.2. Tipos de


sacrificios 1.1.3. Las profecías sobre la Eucaristía 1.1.4. Tipos o figuras d e la Eucaristía
1.1.5. La cena pascual ju d ía · 1.2. LA EUCARISTÍA PROMETIDA 1.2.1.Estructura
1.2.2. Interp retacio n es · 1.3. LA EUCARISTÍA INSTITUIDA 1.3.1. El c o n tex to sacri-
ficiai de la Pascua ju d ía 1.3.2. El trasfondo ju d ío d e la últim a cena 1.3.3. N o ved ad de
la cena celebrada por Jesús 1.3.4. La institución de la Eucaristía 1.3.5. Sentidos de las
palabras de Jesús 1.3.6. La Eucaristía en otros textos n eo testam en tario s.
16 Contemplamos aquí la Eucaristía prefigurada a i los sacrificios del Antiguo
Testamento, después prometida por el mismo Jesús en el discurso del pan
de vida (Jn 6) y, en fin, instituida tal como aparece en los distintos textos neo-
testamentarios. Así encontramos numerosos testimonios bíblicos que nos la
anuncian, la prometen y, en fin, nos la dan. Veamos pues estos textos en su
propio contexto.

1.1. La Eucaristía prefigurada

La Eucaristía, instituida por Jesucristo, fue anunciada y prefigurada por pa-


triarcas y profetas. Establezcamos así, en primer lugar, una serie de premisas
terminológicas, como serían las palabras «alianza» y «sacrificio», profunda-
mente interrelacionadas. «Alianza» viene de bérít 'atar', pues sella la comu-
nión y establece el pacto entre Dios y su pueblo. Θυσία (tíúsía) significa' sacrifi-
ció, ofrenda, acción de ofrecer', y tiene el sentido general de conducta recta. La
Eucaristía se relaciona pues con la Antigua Alianza y con los antiguos sacrifi-
cios, si bien constituye al mismo tiempo el sacramento de la Nueva Alianza y
está fundamentado en un nuevo sacrificio, el de Cristo.
Sin embargo, antes hemos de recordar también antes un presupuesto teórico
cómo es la unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento, entre la prefiguración,
la realización y la culminación: pasa del tipo, símbolo o figura al antitipo o
realidad allí representada. Así, el maná es figura de la Eucaristía, su antiti-
po, al estar Cristo realmente presente en ella. La Eucaristía está pues presente
como figura en el Antiguo Testamento, como realidad en el Nuevo Testamento
y como presencia duradera en la Iglesia. El Antiguo Testamento «habla» de
la Eucaristía de un modo no del todo claro y esperanzados que después se
concreta y hace realidad en el Nuevo Testamento, y se queda en la Esposa de
Cristo:
In vetere Testamento novum latet, in novo vetus patet: el Nuevo Testamento está
latente en el Antiguo Testamento (latet), mientras el Antiguo Testamento patet,
se hace patente en el Nuevo (Agustín de Hipona, Quaestiones in Heptateucum,
II, 73).

Así, en la Antigua Alianza figuran acontecimientos como la cena pascual, la


sangre de la alianza, los antiguos sacrificios y otras profecías y prefigurado-
nes eucarísticas. Sin embargo, Cristo constituye siempre la clave para enten-
der en plenitud el Antiguo Testamento, y la Nueva Alianza que él establece
constituye el único modo de entender el misterio eucarístico.
1.1.1. La sangre de la Alianza ‫ו‬7

El acto de asperger la sangre significaba que hay vida entre Dios y su pueblo,
además de simbolizar el perdón de los pecados. Las alianzas o pactos sellados
con sangre presentaban así una gran importancia en el antiguo Israel y con-
tenían siempre un carácter sagrado; hacían pues referencia al rito ancestral
-cuando bebían la sangre o la mezclaban-, que era menos frecuente que la
comida en común (cf. Gn 26,28-30).
La sangre simboliza la unión vital entre Dios y su pueblo: Dios establece un
pacto -sellado con sangre- de amistad, confianza y fidelidad con su pueblo,
para que aquel le sirva. Si el pueblo de Israel acepta la alianza, será un pueblo
santo, sacerdotal, de elección, intermediario entre Dios y la humanidad.
Tenemos así, por ejemplo, en primer lugar el sacrificio de Abel (Gn 4,1-16),
en el que es ofrecida una víctima inocente. Después, se establece la alianza
con Yahvé por medio de Abraham (Gn 15,7-18), tras pedirle y no realizar el
sacrificio de Jacob. Después, en el siglo XIII a.C., Moisés renueva la alianza
contenida en el decálogo escrito en tablas de piedra (cf. Dt 4,9ss.) y entregado
al patriarca; aparece también allí la llamada a la santidad: «Sed santos como
yo soy santo» (Lv 11,45).
Más adelante, Isaías hablará de un misterioso Siervo de Yahvé (s. VIH a.C.):
«Yo Yahvé te he llamado en justicia, y te tendré por la mano; te guardaré y
te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes» (Is 42,6; cf. también
49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). Este es un personaje elegido para realizar una mi-
sión elevada, que ha de dar a conocer a todo el mundo, de unir y liberar (cf. Is
49,5-6). Este siervo representa la alianza entre Dios y su pueblo, la víctima de
expiación que carga con los pecados. En el Poema del siervo de Dios de Isaías,
este sacrificio de expiación será realizado «por muchos» (Is 53,11).
En fin, Dios confirma su alianza con Jeremías, procedente de una familia sa-
cerdotal, quien vivió en los siglos VI-Vil a.C. En sus escritos nos abre su in-
timidad, y habla de un pacto con Dios, de una alianza interior, escrita en los
corazones de cada uno de los miembros de su pueblo. Esto recuerda la peti-
ción de Yahvé a su pueblo: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 6,6-7; Mt
9,10-13; 12,1-8), donde se recuerda la necesidad de no quedarse en un ritual
exterior sino en un culto interior del corazón. Además, como veremos más
adelante, el precedente principal del sacrificio eucarístico será la celebración
de la Pascua judía.
1.1.2. Tipos de sacrificios

Aparte de los mencionados sacrificios de Abel y del Siervo de Yahvé que «car-
gó con nuestros pecados» (Is 53,12), en la Antigua Alianza era el sacerdote el
que había de «llevar la sangre de animales para ofrecerla por sí mismo y por
los pecados que el pueblo comete» (Hb 9,7). Nos encontramos así ante una
iniciativa divina, no humana, pues los hombres responden a la invitación y a
la convocatoria de Yahvé (cf. Jue 6,17; Ex 20,19-24; Ap 3,20).

Respondiendo a esta divina llamada, el Pueblo realiza tres tipos de sacrificios


en el Antiguo Testamento: a) los cruentos con derramamiento de sangre, como
los holocaustos; b) pacíficos o de comunión, como podía ser la ofrenda de pro-
ductos agrícolas; y c) los de expiación, como el de Abel, en el que era ofrecida
una víctima inocente para cargar con los pecados de otros. Veamos así estos
tipos de sacrificios:

a) El holocausto es el sacrificio cuyo humo sube hacia Dios y es ofrecida


toda la víctima: se quema todo y no se guarda nada, pues es un sacrifi-
co total. Tenía un fin latreútico (alabar a Dios) y expiatorio, para reparar
por los pecados. En Israel se quemaba todos los días un cordero (dos los
sábados) como víctima: la sangre era derramada sobre el altar y la carne,
quemada.

b) Los sacrificios de comunión como los que ofrecía Moisés, porque la víc-
tima era comida para los oferentes (cf. Dt 12,26-27). Con ella se celebraba
una fiesta, un banquete y tenía un carácter alegre. De esta forma, la víctima
era repartida entre Dios, el sacerdote y d que hacía la ofrenda.

Las condiciones requeridas son la calidad de los alimentos, la presencia de un


sacerdote, las abluciones rituales, la invocación a la divinidad y d incienso.
Los alimentos ofrecidos son panes, animales herbívoros (no peces ni carnívo-
ros), frutas o bebidas. Hay por tanto también ofrendas de productos agrícolas,
tal como quedaba prescrito en d LeOÍtica
«Cuando alguna persona ofrezca oblación de presente a Yahvé, su ofrenda será
flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre ella incienso. Es minhah»
(Lv 2,1).

Por tanto, los sacerdotes quemaban parte de la ofrenda en el altar y el resto


era para ellos: lo ofrecían como complemento a los sacrificios cruentos e iban
acompañados de libaciones de vino (cf. Lv 23,13). Esto dará lugar después a
corrupciones en d culto, denunciadas por los profetas.
c) Los sacrificios de expiación -como el del Siervo de Yahvé- son sacrificios
capaces de saciar a Dios, si bien consisten sobre todo en el sacrificio inte-
rior del corazón (cf. Is 43,22-25).
La expiación devolvía la vida sobrenatural que el pecado había quitado, pues
existía una voluntad clara por parte de Dios de borrar esa culpa. El pecado
es una desobediencia a Dios, una transgresión contra la voluntad de Yahvé,
reflejado en las imágenes del adulterio (cf. Ex 16,16; Dt 31,36; 32,15) y del hijo
que abandona a su padre (cf. Os 11,3-4). Entonces Yahvé esconde su rostro, no
responde y no quiere escuchar al pecador (cf. Is 59,2; IS 14,37ss.).
Continuando esta tradición, la fiesta de la expiación o Yom Kippur era la fiesta
más importante del judaismo. El verbo kippur significaba el 'aplacamiento de la
cólera de Dios' (cf. Gn 32,21), la desaparición del pecado (cf. IS 3) o la ejecución
de un rito expiatorio (cf. Lv 4,31).

Al ofrecer el macho cabrío, era la única ocasión en que se ayunaba, el sumo sacer-
dote entraba en funciones y todos los pecados eran perdonados. Eran realizados
dos sacrificios -el de un becerro y el de un macho cabrío- en el sancta sanctonm,
delante del arca de la alianza.

Después era quemada la carne fuera del campamento, se tomaba otro macho ca-
brío sobre el que se cargaban todos los pecados, que era abandonado en el desier-
to. Era el llamado chivo expiatorio: era una víctima, pero no derramamiento de
sangre, y por eso es un sacrificio incruento.

1.1.3. Las profecías sobre la Eucaristía

a) La profecía de Malaquías, de principios del siglo V a.C., en una época


de relajación religiosa tras el exilio de Babilonia fue formulada, cuando
fue reconstruido el Templo de Jerusalén y establecido el culto levítico, si
bien después los sacerdotes los descuidaron. Al ver la negligencia de los
sacerdotes del pueblo escogido, el profeta habla de un culto en el futuro
ofrecido por los gentiles. El desánimo predomina y vuelven los antiguos
pecados contra el culto y la vida Malaquías responde entonces con ener-
gía situándoles frente a las responsabilidades e injusticias de sacerdotes o
esposos. La profecía se inicia con la afirmación: «Yo os he amado, dice el
Señor»; pero, por el contrario, la infidelidad al amor de Dios se traduce en
un culto descuidado.
En los w . 7-8 los sacerdotes ofrecen «pan impuro» y víctimas imperfectas, que
no pueden agradar a Dios. Es símbolo de lo contrario a la Eucaristía, la cual
exige un «sacrificio puro». El v. 11 habla de un sacrificio definitivo, que será
ofrecido por todo el mundo al nombre de Dios; consiste en incienso y una
oblación pura, y será el sacrificio de la era mesiánica: «Pues desde el sol levan-
te hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar
se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues
grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé Sebaoth» (Mal 1,1-11).
b) El banquete escatológico alude al sacrificio puro de la era mesiánica, que
venía a sustituir los sacrificios de la Antigua Ley, un banquete definitivo
ofrecido a Dios por todos los pueblos. Es también signo o figura de la fu-
tura Eucaristía: Yahvé habla de un banquete como signo de una alianza
eterna, que supone el cumplimiento de las promesas hechas a David (cf. Is
25,6-8). Aparece también la figura de la sabiduría que es ofrecida a todos
en un banquete:
1. «La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas;

2. mató sus víctimas, templó su vino, y puso su mesa.

3. Envió sus criadas; sobre lo más alto de la ciudad clamó:

4. Cualquiera simple, venga acá. A los faltos de cordura dijo:

5. Venid, comed mi pan, Y bebed del vino que yo he templado.

6. Dejad las simplezas, y vivid; y andad por el camino de la inteligencia» (Pr


9,1-6).

1.1.4. Tipos o figuras de ia Eucaristía

«Los dones del justo Abel, el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la
oblación de tu sumo sacerdote Melquisedec», reza el Canon romano o Plegaria
eucarística I. Vemos así como en la Liturgia cristiana hay continuas alusiones
bíblicas también del Antiguo Testamento, como primeros sacrificios llevados
después a plenitud por el único y verdadero sacrificio de Cristo en la cruz:
a) La referencia a Abel aparece en la carta a los hebreos (11,4; 12,24) y consiste
en ofrecer lo mejor de su rebaño: los primogénitos de sus ganados y su gra-
sa. Dios se complace no solo en la ofrenda sino también en el mismo Abel.
b) El sacrificio de Isaac intentado por Abraham (Gn 22,1-19) es después evo-
cado por Pablo (Rm 8,32) y sobre todo por Juan: «Tanto ha amado Dios al
mundo que ha entregado a su único hijo» (Jn 3,16; cfr también Hb 11,19).
c) La «oblación de Melquisedec», rey de Salem, quien salió al encuentro de
Abraham tras la victoria sobre Kerdolaomer, y ofreció pan y vino como
sacrificio, «pues era sacerdote del Altísimo... sin padre ni madre ni genea-
logia»:
«Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino, pues era sacerdote del Al-
tísimo. Y le bendijo, y dijo: Bendito sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos
y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y
Abram le dio los diezmos de todo» (Gn 14,18-20).

d) Además está el maná, alimento milagroso en el desierto (Man hu?, ¿qué


es?), tal como explica Juan en el capítulo 6. Este es el pan del cielo que Dios
les ha dado como alimento (Ex 16,15), el «pan de los ángeles» (S 77,24).
e) El relato de Elias, profeta del siglo IX a.C., al ser perseguido por la reina
Jezabel, adoradora de Baal. Tras la amenaza de esta, Elias huye al monte
Horeb y, en el desierto, se acuesta bajo un enebro e invoca la muerte: «Bas-
ta, Señor, toma mi vida» (IR 19,4). Y se duerme pensando en la infidelidad
del pueblo escogido. Mientras dormía, se le aparece un ángel y le dice:
«¡levántate y come!». Elias encuentra una torta caliente y un jarro de agua:
come, bebe y vuelve a acostarse. Pero el ángel le vuelve a despertarlo y a
animarle a comer, porque «el camino supera sus fuerzas». El profeta «se
levantó, comió y bebió. Y con la fuerza que le dio ese alimento, caminó du-
rante cuarenta días y cuarenta noches, hasta el monte de Dios, el Horeb»
(IR 19,8).

En conclusión

1. La Eucaristía a p a re c e en figura o en im a g e n en los te x to s v e te ro te s ta m e n ta rio s .

2. Estas in s titu c io n e s v e te ro te s ta m e n ta ria s exp re sa n el amor de Dios a su pueblo,


q u ie n o frec e la re co n cilia ció n , la c o m u n ió n con él o los p actos d e p ro te c c ió n p o r

m e d io d e sacrificios, b a n q u e te s y pactos d e alianza.

3. Por ta n to , las in s titu c io n es v e te ro te s ta m e n ta ria s preparan y anuncian la Eucaris-

tía, pues exp re sa n la s o b re a b u n d a n c ia del a m o r d ivino.

1.1.5. La cena pascual judía

El libro del Éxodo constituye como el «evangelio» del Antiguo Testamento,


pues contiene la celebración de la Pascua, el paso del mar Rojo y la alianza
en el desierto. El término «Pascua» procede de pesah 'cojear, saltar, pasar', y
significa 'paso' (y por tanto no passio 'pasión', como podría parecer). La cena
pascual -celebrada para conmemorar la liberación de Egipto- era la fiesta por
excelencia, que tenía tanto dimensión convival como sacrificial, es decir, era a
la vez banquete y sacrificio. Era celebrada «el día primero de los ácimos» (Mt
26,17; Me 14,12) y constituía el sacrificio-banquete con el que Dios confirmaba
y sellaba su intervención en el pueblo de Israel. Tal como aparece en Ex 12,27,
Yahvé pasa de largo por las casas de los israelitas, a la vez que castiga a los
primogénitos de los egipcios; de modo análogo, Juan hablará después de «la
Pascua de Cristo, en la que había de pasar al Padre» (Jn 13,1).

a) Por tanto, encontramos tres significados de la cena pascual:


1) Un significado natural, al ser la celebración de la Pascua el día 15 del pri-
mer mes -el de Nisán-, en el primer plenilunio de primavera; tras él los
pastores nómadas comenzaban la época de trashumancia y por eso pedían
por la prosperidad del rebaño, pues en ella las ovejas daban a luz. Era por
tanto una fiesta de pastores.
2) Un significado religioso, al evolucionar esta fiesta evolucionó y unirse a
la fiesta de los Ácimos (Ex 13,3-10), una fiesta agrícola que se celebraba ara
conmemorar la entrada en Canaán. Se relacionaba entonces con el Éxodo
y tenía un carácter memorial con un significado de purificación y renova-
ción.
Constituía una festividad solo para judíos circuncidados que realizaban una pe-
regrinación a Jerusalén para inmolar el cordero (cf. Dt 16,1-8), al que no debían
romperse los huesos (cf. Ex 12,42-49).

Deja así de ser una fiesta doméstica y se convierte en fiesta de peregrinación. Tras
esta fusión de fiestas, se celebraba el 14 del mes de Nissan y era prolongada tam-
bién durante la semana siguiente, es decir, la semana de Pascua.

3) Pero la Pascua tiene también un sentido proléptico, pues mira al futuro, al


nuevo éxodo, al definitivo (cf. Is 11,43-44), a la esperanza mesiánica.
Se trata por tanto de la cuarta noche, el inicio de la era mesiánica y escatológica,
tras otras tres:

a) La Creación (Gn 1,3-5).

b) La aparición de Dios a Abraham (Gn 17).

c) El Éxodo (Ex 12), tal como aparece en el Targum, texto y comentarios en ara-
meo del texto hebreo.

d) «Es la noche de la Pascua por el nombre del Señor, noche establecida y reser-
vada para la salvación de todas las generaciones de Israel». Por eso en tiempos de
Jesús se esperaba una nueva intervención de Dios en la noche de Pascua.
b) Descripción
En la Pascua judía, el rito simboliza la liberación de Egipto (Ex 12,26-27), y
constituía una berakah, anamnesis o memorial de la huida de la esclavitud. No
se rompían los huesos, pues la víctima había de sobrevivir en la otra vida
La simbología de otros elementos también resulta ilustrativa: los comensales
-vestidos y en p ie -y el pan ácimo representan la prisa del éxodo; las hierbas
amargas, la amargura del exilio; la sangre del cordero, la salvación que Dios
nos procura. La Pascua expresa el carácter de paso y de rápida salida en esa
liberación de la esclavitud que les retenía en tierra egipcia.
En la cena pascual encontramos pues dos elementos, inseparablemente uni-
dos:
1) El sacrificio (la dimensión sacrificial), pues el cordero era sacrificado en la
tarde del día de Pascua en el patio interior del Templo; después era reco-
gida la sangre y vertida a los pies del Altar del Holocausto, como si fuera
una libación.
2) La cena o banquete (la dimensión convival): los primeros judíos la cele-
braron de pie, con el bastón en la mano y la túnica ceñida, como quien va
a salir corriendo (el pan estaba sin fermentar, pues no hubo tiempo para
ello); después, en tiempos de Jesús, los comensales estarán recostados en
los triclinia y apoyados en el codo izquierdo, símbolo del hombre libre.

c) Partes
En la tarde de en la víspera, era celebrada la Pascua tal como estaba dispuesto:
eran retirados la vajilla habitual y el pan fermentado, y se utilizaba una vajilla
especial. Esta celebración ha variado a lo largo del tiempo. En tiempos de Je-
sús, la Pascua se componía de las siguientes partes:
1. Rito de introducción:
- La primera bendición (rito del qiddüs), la berakah, pronunciada por el ca-
beza de familia, decía así: «Bendito seas tú, Señor, nuestro Dios, Rey del
mundo, Creador del fruto de la vid».
- Se llenaba la primera copa que todos bebían, pero cada uno de la suya.
- Tenía después lugar la primera purificación de las manos.
- Los comensales comían las hierbas amargas (lechuga o endivias) y el ]taró-
set, una pasta formada por fruta seca, y bebían vino. Eran símbolos de
esclavitud y liberación, respectivamente.
24 - Era servido el cordero, que no se comía todavía
2. Anuncio pascual:
- El hijo menor preguntaba ¿por qué esta noche es distinta?, expresando
con este presente el carácter memorial de la pascua
- El cabeza de familia respondía con la narración del Éxodo, con el relato
de la haggada o tradición que narra lo anteriormente ocurrido y ahora con-
memorado: «En ese día diréis a vuestros hijos: "Esto se hace por lo que el
Señor hizo con nosotros cuando salimos de Egipto"» (Ex 13,8). Esta parte
nos podría recordar la actual Liturgia de la Palabra de la celebración euca-
rística.
- Era después entonada la primera parte del Haüel y la berakah de redención:
«Bendito seas tú, Señor Dios nuestro, Rey del universo, que nos has redi-
mido y has redimido a nuestros padres de la tierra de Egipto». Los comen-
sales responden: «¡aleluya!».
- Se bebe la segunda copa.
3. Cena:
- Tiene lugar una segunda purificación de las manos.
- Después viene la bendición del pan ácimo: «Bendito seas tú, Señor nuestro
Dios, Rey del mundo, que haces surgir el pan de la tierra», que después se
parte y se come.
- Se come el cordero pascual y todo lo demás.
- Tiene lugar una tercera purificación de las manos.
- Era bendecido el tercer cáliz (el llamado de bendición) por el padre de fa-
milia con estas palabras: «Bendito seas, Señor, Dios nuestro, Rey del mun-
do, Creador del fruto de la vid». Después todos bebían del mismo cáliz,
a diferencia de la primera; según el relato de los sinópticos, sería este el
momento en que Jesús instituyó la Eucaristía.
4 Rito final:
- Era servida la cuarta copa.
- Se cantaba la segunda parte del Hallel, tal como aparece en el relato evan-
gélico: «después de haber cantado el himno, salieron al monte de los oli-
vos» (Me 14,26).
- Se consumía también la cuarta copa y se da por concluida la cena.
Por tanto, vemos cómo la cena pascual judía se componía de dos himnos -
recitado en dos partes-, dos purificaciones, cuatro bendiciones y cuatro co-
pas. Esta cena pascual bien podría ser el contexto en el que fue instituida la
Eucaristía, si bien existen también otras interpretaciones al respecto, tal como
iremos viendo.

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• A lianza • E scatológico

• Sacrificio • O b la c ió n

• T ip o o fig u ra • P ro lép tico

• A n titip o • M e m o ria l

• Expiación • Berakah
• H o lo ca u sto

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el s ig n ifica d o d e la s an g re en el A n tig u o T es tam e n to ?

2. ¿Cuáles son las alianzas d e Y ahvé con su p u eb lo ?

3. ¿Q ué m e n s a je se e n c u e n tra en el p o e m a del siervo d e Yahvé?

4. ¿Qué tip o s d e sacrificios e xis te n e n la A n tig u a A lianza?

5. ¿En q u é te x to s a p a re c e el b a n q u e te escato ló g ico ?

6. ¿Qué narra la p ro fecía d e M alaq u ías?

7. ¿Cuáles son los p rin c ip ales tip o s o fig u ras d e la Eucaristía?

8. Leer los sig u ien tes textos: a) Ex 2 4 ,4 -1 1 . b) Is 5 3 ,1 -1 2 . c) Jer 3 1 ,3 1 -3 3 . d) Lv 1,2-9.

e) Lv 1 6 ,1 1 -2 5 . f) M al 1 ,1 -1 1 . g) Is 2 5 ,6 -8 .
26 1.2. La E u c a ristía p ro m e tid a

La Eucaristía aparece prometida en el discurso del pan de vida 0n 6,26-58).


Forma una unidad con el relato previo de la multiplicación de los panes (Jn
6,1-15), que presenta igualmente un claro vocabulario eucarístico; tras esta,
el Señor camina sobre las aguas y pronuncia este discurso en la sinagoga de
Cafamaúm. Otros pasajes joánicos en los que se puede encontrar un cierto
sentido eucarístico serían las bodas de Caná (2,1-12), el lavatorio de los pies
(13,1-20), la vid y los sarmientos (15,1-8), la oración sacerdotal de la última
cena (17,22-23), el agua y la sangre que manan del costado abierto de Cristo
(19,34) o la comida ofrecida en el Lago de Tiberiades, después de la resurrec-
ción (21,13). Juan no ofrece un relato de la última cena, sino que lo sustituye
por el lavatorio de los pies, que precede a ese momento de la institución de
la Eucaristía. De hecho, la encarnación y toda la vida de Cristo (incluidos el
lavatorio de los pies, la última cena y el costado abierto) forman parte de la
misma lógica de entrega; además, primero purifica a sus discípulos, y después
les da a comer su cuerpo y su sangre. El de Juan es por tanto un «evangelio
eucarístico», un relato en el que la Eucaristía se encuentra latente.

1.2.1. Estructura

Veamos pues ahora el «discurso del pan de vida» (Jn 6,26-58) en tomo a los
polos de creer-comer, para expresar la complementariedad entre el creer y el
comer «el pan del cielo»). Este «discurso del pan de vida» se divide pues en
dos partes:
I. Al hablar del pan bajado del cielo habla de la Encamación que exige el
creer (w. 31-51), pues ir hacia Jesús exige fe en é l La Eucaristía es el «pan
del cielo», «pan de vida», «el pan que os ha dado mi Padre», distinto al
«pan de vuestros padres». El texto termina así con las siguientes palabras:
«En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.

48 Yo soy el pan de la vida 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y


murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no m uera"».

II. Después las palabras de Jesús pasan del creer al comer el pan (w. 51-58),
por el que obtenemos la comunión con Cristo y con el Padre: es el «pan
vivo, bajado del cielo». En este texto es utilizado el verbo trógán 'masticar'
(más realista), y no simplemente fágán 'comer', lo cual le imprime un tre-
mendo realismo. Esta segunda parte empieza con las palabras:
-ν. 50: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá 27
para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Se pasa aquí del creer al comer; claro eco a las palabras de la institución de la
Eucaristía.

Resulta conveniente sin embargo subrayar la unidad literaria entre ambas


partes: el creer y el comer y beber van juntos. El paralelismo hambre-sed de
la primera parte significa la fe frente al comer-beber (mi carne-mi sangre) de
la segunda; o en el escándalo por la Encamación y la Eucaristía, respectiva-
mente. Existe pues una continuidad entre los misterios de la Encamación y de
la Eucaristía, tal como se desprende de este pasaje. En cualquier caso, el texto
presenta un claro sentido cristológico, abierto a ser interpretado en sentido
eucarístico.

1.2.2. Interpretaciones

Como resulta lógico, el texto ha sido entendido sin embargo de diversos mo-
dos y presenta distintas interpretaciones:

a) La interpretación sapiencial entiende el pan de vida como la palabra de


Dios bajada del Cielo. Por parte católica, la defendieron en la Antigüedad
Clemente de Alejandría, Orígenes y, en el siglo XVI, Cayetano. Por parte
protestante, es preferida esta interpretación al considerar los sacramentos
ajenos al evangelio de Juan.

b) La interpretación eucarística la entiende en sentido manducativo, y es la


opinión mayoritaria de la Iglesia católica desde sus orígenes, al menos en
la segunda parte del discurso (w. 51-58).

c) Trento en su discusión con los protestantes no se pronuncia respecto al


sentido eucarístico del discurso. En la sesión XXI, cap. 1, cita Jn 6 a propó-
sito de la comunión bajo las dos especies, aunque deja abierto el problema
de la interpretación (cf. FIC 1064; DS 1727).

En resumen

1. El creer (p rim e ra p a rte ) y el c o m e r y b e b e r (se g u n d a p a rte ) s im b o liza n la necesaria

relación e n tre la fe y la comunión, con un s e n tid o p o s ib le m e n te eucarístico.

2. Se o frece to d a la perso n a d e Cristo: su c u e rp o y su sangre, p ero ta m b ié n a lm a y

d iv in id a d , al o frec ern o s a Jesucristo e n te ro .


3. Expresa la comunión personal con Cristo pues « q u ien c o m e m i c arn e y b e b e mi

sangre p e rm a n e c e en m í y yo en él», es decir, con Jesucristo y, p o r él, e n tra ta m b ié n


en c o m u n ió n con el Padre.

4. Lo o fre c id o p o r Jesús es pan del Padre, «la carne y la sangre» del H ijo e n c a rn a d o ,

el «pan vivo», el «pan d e vida e te rn a » y resu rrecció n , y Jesús a firm a q u e q u ie n lo

reciba «yo lo resu citaré el ú ltim o día».

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• S ap iencial · V id a e te rn a

• Eucarística · R esurrección

• M a n d u c a tiv o · Persona

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Qué p id e Jesús p rim e ro e n el discurso eucarístico?

2. ¿Q ué c o n tra p o s ic ió n se e s ta b le c e e n tre el m a n á y el p an p ro m e tid o en la sina-

g o g a d e C afarn a ú m ?

3. ¿Q ué refe ren c ia trin ita ria nos da Jesús e n este discurso?

4. ¿Cuál es la in te rp re ta c ió n d e B u ltm a n n re s p e c to al discurso del pan d e vida?

¿Q ué o b je c ió n se le p u e d e p resentar?

5. ¿En q u é consiste la u n id a d literaria e n tre las dos p artes del discurso?

6. ¿Cuál es el a r g u m e n to a fa v o r del s e n tid o real y s a c ra m e n ta l d el discurso?

1.3. La Eucaristía instituida

Antes de la pasión y la crucifixión, los discípulos se disponen a «preparar la


Pascua». Por eso, en la institución de la Eucaristía por parte de Jesús, aparecen
elementos propios de la Pascua judía: al atardecer, estando sentados o reclina-
dos en tomo a una mesa, Jesús pronuncia la bendición y la acción de gracias,
reitera su entrega y son repartidos los dones. Algunos teólogos han preten-
dido leer la última cena como un mero banquete de despedida, sin ninguna
vinculación con la Pascua judía. Sin embargo, existen rasgos evidentes de que
ambas están relacionadas.

1.3.1. El contexto sacrificial de la Pascua judía

Además de los sentidos aludidos, el rito pascual convierte en memorial (zikka-


ron: forma reflexivo-intensiva de 'recordar invocar, dar a conocer, celebrar'
con el sentido de 'volver a') el hecho salvífico, al recordar las hazañas que Dios
hizo en el pasado y ponerlas ante los ojos de Dios.
Además, la berakah era la bendición de alabanza a Dios («Bendito seas, Se-
ñor, Dios del universo...»), la acción de gracias de su pueblo, por lo que se
trata también de un memorial, recuerdo o actualización de la palabra de Dios:
«Este es mi nombre para siempre, memorial mío de generación en genera-
ción» (Ex 3,15).
Por eso el memorial por excelencia es la Pascua: «Este será un día-memorial
para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahvé de generación en
generación» (Ex 12,14). Esta actualiza y hace presentes esos acontecimientos
pasados, y sumerge a todos los participantes en una atmósfera de liberación
y salvación.
Así, como conclusión, encontramos los siguientes elementos constitutivos de
la Pascua judía:
a) Memorial (zikkaron) de las promesas de Dios al pueblo elegido.
b) Bendición (beraka h) que expresa los estrechos vínculos entre Dios y los
hombres, quienes bendicen los dones recibidos. Dios derrama sus dones y
los hombres lo agradecen.
c) Sacrificio (todah): inmolación del cordero «entre las dos tardes», antes del
14 de Nisán.

d) Banquete como lugar e instrumento de comunión entre Dios y los hom-


bres, como es el caso del banquete del Sinaí (Ex 24,1-11) y el de la sabiduría
(Pr 9,1-6).
e) Acción de gracias por la creación, la Tierra prometida, la Ciudad santa y el
Templo.
f) Dimensión escatológica: Dios liberará a Israel de todos sus enemigos.
1.3.2. El trasfondo judío de la última cena

El estudio de los relatos ha permitido reconocer un núcleo histórico en los


mismos. En efecto, es el mismo Cristo quien vincula por medio de gestos y
palabras la celebración de la última cena a la cena pascual judía, y después al
sacrificio que va a realizar en la cruz:
a) Tanto Jesús como los apóstoles saben que se van a reunir para celebrar la
cena pascual. Por eso ultiman los preparativos de la misma. Así, los discí-
pulos preguntan al Maestro dónde quiere que preparen la cena de Pascua
(cf. Me 14,12 y paralelos).
b) En la descripción de la cena que ofrecen los evangelios sinópticos, apa-
recen expresiones que permiten reconocer el cumplimiento del ritual
prescrito para la cena pascual. Jesús ha cumplido lo previsto para la cele-
bración de la Pascua, pero también ha introducido elementos totalmente
nuevos.
El verdadero núcleo de la última cena se convierte pues en un texto litúrgico y en
una forma ya estereotipada para el culto (cf. 1C0 11,23-26). Son subrayados los te-
mas principales de la economía salvífica: a) la alianza; b) la asunción de la Pascua
judía como memorial de la liberación de Egipto, a la vez superado al constituirse
Jesús en "padre" de una nueva familia de salvación; c) la presencia de la persona
de Jesús en el pan y el vino; y, en fin, d) la esperanza escatológica en el retomo
glorioso del Señor resucitado.

1.3.3. Novedad de la cena celebrada por Jesús

En primer lugar, tendríamos que ver las comidas de Jesús con los suyos. Jesús
come también con pecadores. Junto con milagros y parábolas, el hecho de que
Jesús participara en banquetes anuncia la llegada del Reino. No son solo signo
de amistad, sino medio que anuncia y hace presente el amor de Dios.
La última cena no es sin embargo una comida más como la que Jesús tuvo con
pecadores, sino el banquete único y singular con el que Jesús celebra la Pas-
cua con los apóstoles, a quienes ha elegido para entregarles su Testamento, la
Nueva Alianza de su sangre y el Banquete que anuncia el Reino.
Por tanto, no va a ser una comida más. Está en continuidad con las demás co-
midas, pero -por su inserción en contexto pascual y su conexión con la cruz-
tiene un significado especial. Es la cena en la que Cristo instituye la Eucaris-
tía -la primera celebración eucarística- que revela el sentido redentor de su
muerte en la Cruz.
El marco celebrativo era la Pascua judía, pero Jesús no siguió paso a paso este
ritual en ese -probablemente- 6 de abril del año 30, sino que presenta algunas
variantes, a la vez que se inspira claramente en ella:
a) En la Pascua judía, el elemento central es el cordero, mientras en la última
cena es el doble rito sobre el pan y el v in a
b) Esta cena no es solo el modelo o figura (typos) de toda celebración euca-
rística, al instaurar el memorial de la Pascua del Señor actualizado eficaz-
mente en cada celebración de la Eucaristía.
Habrá pues que estudiar la Eucaristía en el contexto de la Pascua judía y de la
muerte de Jesús, antes de analizar los relatos de la institución. Nos hallamos
pues ante un banquete sacrificial en la que la víctima es el mismo Cristo: Jesús
pudo prever su muerte y conferirle un sentido al anunciarla con aquella cena.
En este sentido, existen predicciones explícitas por parte de Jesús como son los
anuncios de su pasión (cf. Me 8,31; 9,31; 10,33 y paralelos).

En conclusión

1. La ú ltim a cen a fu e c e le b ra d a en el contexto teológico (n o n e c e s a ria m e n te c ro n o -

lógico) de la Pascua, in d e p e n d ie n te m e n te d e la fec h a d e c e le b ra c ió n .

2. La ú ltim a cena es el b a n q u e te d e los elegidos y reconciliados, los apó sto les, la

n u e v a fa m ilia d e Jesús, o rig e n d e la Iglesia, el n u e v o P u e b lo d e Dios.

3. La ú ltim a cen a se d es arro lla e n el c o n te x to d e la muerte de Jesús: revela su sen tí-

d o sacrificial.

4. Así, el re la to d e la in s titu c ió n d e la Eucaristía c o n s titu y e u n a unidad con toda la


Pascua del Señor: la pasión, la m u e rte y la resu rrecció n d e Jesucristo.

1.3.4. La institución de la Eucaristía

a) Comparación de los textos


La institución de la Eucaristía por Cristo aparece en los relatos neotestamen-
taños de Mt 26, 26-29; Me 1 4 , 2 5 22‫ ;־‬Le 22,18-20; y ICo 11,23-25, tal como se
puede apreciar en los siguientes textos:
32 MC 14,22-25 MT 26,2629‫־‬

22 Y, estando ellos comiendo, 26 Ahora bien, estando ellos comiendo,


tomando pan, Jesús, tomando pan,
bendicíéndo[lo], y bendiciéndoflo],
[lo] partió [lo] partió
y se [lo] dio y, dándo[lo] a los discípulos,
y dijo: dijo:
«Tomad, este es mi cuerpo». «Tomad, comed, esto es mi cuerpo».

23 Y, tomando una copa, 27 Y, tomando una copa


dando gracias, y dando gracias,
se [la] dio, se [la] dio
y bebieron de ella todos.
24 Y les dijo: diciendo:
«Esta es mi sangre «Bebed de ella todos,
de la alianza», 28 pues esta es mi sangre
que es derramada de la alianza»,
por muchos. que es derramada por muchos
para perdón de los pecados.

25 Enverdad, os digo 29Ahora bien, os digo,


que ya no beberé no beberé
desde ahora
del producto de la vid de este producto de la vid
hasta el día aquel hasta el día aquel,
cuando lo beba, cuando lo beba
con vosotros,
de nuevo,
de nuevo, en el reino de Dios». en el reino de mi Padre».
LC 22,1520‫־‬ ‫ ו‬COR 11,23-26 33

15Y les dijo: «con deseo he deseado comer esta Pas-


cua con vosotros antes de sufrir; 16 pues os digo que
ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de
Dios». 17 Y recibiendo una copa, dando gradas,
dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; pues,
os digo, no beberé desde ahora del producto de la
vid hasta que venga el reino de Dios». 23...el Señor Jesús, la noche en que era entrega-
do,

19 Y, tomando pan, tomó pan,


dando gracias, 24y, dando gradas,
[lo] partió [lo] partió
y se [lo] dio
diciendo: y dijo:
«Este es mi cuerpo, «Este es mi cuerpo,
que es dado por vosotros. que [es] por vosotros.
Haced esto en recuerdo mío». Haced esto en recuerdo mío»

20 Y la copa lo mismo Y lo mismo la copa


después de cenar, después de cenar,

diciendo: diciendo:
«Esta copa [es] «Esta copa es
la Nueva Alianza la Nueva Alianza
en mi sangre, en mi sangre.
que es derramada
por vosotros».

Haced esto cuantas veces bebáis, en re-


cuerdo mío.

18 «Pues os digo, 28 Pues,


cuantas veces comáis este pan y bebáis
no beberé esta copa, anunciáis la muerte del Señor
desde ahora
del producto de la vid

hasta que venga el reino de Dios». hasta que venga»


b) Sinopsis
En estas cuatro fuentes existe una identidad sustancial, con diferencias tan
solo accidentales: esta variedad aporta distintos matices y coloraciones. De
hecho, estas versiones son complementarias entre sí. En los citados textos
neotestamentarios, encontramos fórmulas breves por su origen litúrgico, que
-según sean las tradiciones- procederán de Jerusalén o de Antioquía.
Veamos pues un esquema de las diferencias:
Me y Mt constituyen la fuente petri- Le y Pa constituyen la fuente paulina
na y la tradición palestinense o jero- y la tradición helénica o antioquena,
similitana al reflejar la Liturgia de Je- pues se halla entre la cena judía y el
rusalén y presentar más semitismos. simposio pagano, y resulta por tanto
Las diferencias textuales son: más helenizante. Las diferencias tex-
tuales son:
- «habiendo bendecido», «míen- - «habiendo dado gracias», «des-
tras cenaban». pués de la cena».
- eulogia 'bendición' (pan) y eucha- - eucharistia (pan y vino)
ristia 'acción de gracias' (vino)
‫־‬ «Esta es la sangre de la Alianza», - «Este cáliz es la Nueva Alianza
refiriéndose a la alianza sinaítica de mi sangre» de la que hablaron
establecida por Yahvé con Abra- Jeremías y el poema del Siervo de
ham. Yahvé, y que va más allá de la si-
naitica. Algunos autores piensan
que puede ser una posible ínter-
poladón realizada por los autores
sagrados. Sin embargo, «beber la
- De modo habitual, solo se daba sangre» estaba prohibido por el
Levítico, con lo que no puede ser
de beber de la propia copa a un
una invención.
invitado de categoría y, siguien-
do el rito de la Pascua judía, be-
ben todos de la tercera copa (Me
14,23).
- «por muchos», que expresa la di- - «por vosotros», que igualmente
mensión sacrificial. expresa la dimensión sacrificial.
- «haced esto en memoria mía»,
que expresa la dimensión memo-
rial o anamnética.
c) Análisis particular de los textos 35
1. Me 14,22-2 5 (Roma, c 70)
Según algunos, sería la tradición oral más antigua (c. 30) procedente de la
predicación de san Pedro (fuente petrina), por lo que contiene abundantes
semitismos, como el ypér pollón 'por muchos' y el «habiendo bendecido», que
estaría más cerca de la tradición judía que de la griega de Le («habiendo dado
gracias»).
Guarda semejanza con Mt al reflejar la tradición de Jerusalén, que después
difundida en Roma y Antioquía, pues van seguidas las consagraciones del
pan y del vino, sin cena en medio como ocurría en ámbito helénico. Por lo que
sería la más cercana a las palabras originales de Jesús.
El relato aparece igualmente situado en él marco de la pasión, que presenta un
sentido liberador, con significado claramente sacrificial («sangre de la aban-
za»), además de los evidentes sentidos convival («tomad») y manducativo
(«comed... bebed»).
2. Mt 26, 26-29 (Antioquía, c. 85) depende a su vez de Me
3. Le 22,14-20 (¿40?)
Constituye la tradición oral más antigua según otros autores, procedente de
la predicación de san Pablo (fuente paulina), pues el «después de cenar» no
alude a la tercera copa bebida tras comer el cordero. Esta cena no sería por
tanto necesariamente pascual
Pertenece además a la tradición antioquena, al situar la institución de la Eu-
caristía «después de la cena». Además, «este cáliz es la Nueva Alianza de/en
mi sangre» sería la versión más genuina, análoga a Ex 24,8: «Esta es la sangre
de la alianza».
Coincide con Pablo pero tiene un mayor acento sacrificial, al mismo tiempo
que mantiene el sentido y paralelismo pascual (pan-vino/ cordero-copa) y
presenta el ypér ymen 'por vosotros', que procede posiblemente del ypér pollón
'por muchos' de Me
4 1C 011, 23-26
El texto paulino mantiene la semejanza con Le por reflejar la tradición de An-
tioquía y, por tanto, más cercano al ambiente griego.
Sería así la versión escrita más antigua y completa (c.55), según algunos au-
tores, que refleja a su vez una tradición oral recibida en Antioquía en torno al
40‫־‬42.
Emplea la forma de la parádosis o tradición recibida («recibí del Señor lo que
os he transmitido»), y que procede por tanto directamente del Señor.
La celebración eucarística vendría sin embargo después del ágape fraterno,
desaparecido a partir del siglo II, tal como aparece en la advertencia de Pablo
a los corintios (cf. 1C 0 11,21).

En conclusión

1. Todos los re lato s p re s e n ta n un trasfondo semítico, no h e lé n ic o , p o r la s o b rie d a d

en el e s tilo , las e x p re sio n e s h eb reas, la b e n d ic ió n d e l p a n , la «san g re d e la alian za»,

e tc.

2. U tiliz a sin e m b a rg o una fórmula litúrgica ya e x is te n te en Jeru s alé n y en A n tio -

q u ía , esto es, en la d iá sp o ra re p re s e n ta d a p o r P ablo.

3. Existe una tradición antiquísima a n te rio r a los s in ó p tic o s (50-90), pues 1Co (53-6)
es a n te rio r al p rim e r v ia je d e P ab lo a A n tio q u ía (40-42). Por ta n to , m u y cerca d e la

m u e rte de Jesús (3040‫ )־‬se c e le b ra b a la cena d el S eñ o r en Jeru salén y A n tio q u ía .

4. P e rm a n ec e sin e m b a rg o la cuestión cronológica: la Pascua ¿fue el v iern e s (se-

g ú n c u e n ta n los s in ó p tic o s) o el sáb ad o , ta l c o m o p a re c e d e c ir Juan? C o m o c o n -

secu en cia, ¿fue una cena p a s c u a l-ritu a l o n o rm a l c o n e le m e n to s pascuales?; ¿fue

c e le b ra d a con pan á c im o p ro p io d e la Pascua, o n o rm a l y fe rm e n ta d o ? ¿Es Jesús

el c o rd e ro , la v íc tim a , al n o ser una cen a p ro p ia m e n te p ascu al, ta l c o m o s u g ie re la

in te rp re ta c ió n jo á n ic a ? Por ta n to , re c a p itu la n d o :

a) En los sinópticos, la c en a (p a s cu al) sería el ju e v e s 14 d e N issán, y la m u e rte el

15, d ía d e la Pascua, ta l c o m o se c e le b ra a h o ra e n la L itu rg ia .

b) Juan n o n arra la ú ltim a cen a sin o q u e ta n solo la p re a n u n c ia en el d iscu rso d el

p an d e v id a y la sitú a en c o n tin u id a d co n el la v a to rio d e los pies y la tra ic ió n

d e Judas. En el re la to d e la p as ió n p recisa la h o ra d e la m u e rte d e C risto c o m o

el m o m e n to en q u e en el te m p lo d e Jeru s alé n e ra n in m o la d o s los co rd ero s

p ascu ales. Por ta n to , la cen a (n o p ascu al) te n d ría lu g a r el ju e v e s 14; la m u e rte ,

el v ie rn e s 15, v ísp e ra d e la Pascua, q u e c ae ría e n el s á b a d o 16.

1.3.5. Sentidos de las palabras de Jesús

a) Sentido sacrificial
Las palabras de Jesús presentan un claro sentido sacrificial de esa ofrenda reía-
cionada con su propia muerte, tal como aparece en «ofrecido ■por vosotros», así
como en otras expresiones como «El pan que os daré es mi carne para la vida 37
del mundo» (Jn 6/51). Constituye por tanto un sacrificio vivificador/ que nos
proporciona la vida eterna
De igual manera la expresión «derramado por muchos» (Mt 26,28; Me 14,24)
es un hebraísmo que significa la totalidad de la humanidad: expresa un valor
salvífico universal, aunque haya que contar con la recepción subjetiva de la
redención. En efecto, la Eucaristía es para los «muchos» que han de llevar la
salvación de Cristo a todos.
También «sangre de la alianza» es terminología sacrificial del Antiguo Testa-
mentó, y que figura con un sentido propiciatorio en todos los textos eucarís-
ticos neotestamentarios. La duda sin embargo vendría a ser: ¿es terminología
antropológica (carne y sangre) o sacrificial (cuerpo y sangre de la ofrenda sa-
criticada)? A favor de esta segunda tesis estaría Hb 9,11-14 y 1C 0 10,14-21.
Por tanto, nos encontramos pues ante un sacrificio nuevo y singular, inscrito
en la tradición de Israel: es el sacrificio de la Nueva Alianza, la nueva Pascua

b) Sentido real y memorial


El sentido real aparece en las palabras del mandato del Señor «Tomad y co-
med... esto es mi cuerpo» (tonto estin to soma mou), que debe entenderse como
«este trozo de pan es mi cuerpo». En efecto, aunque en hebreo no haya verbos
copulativos, sí expresa una identidad con sentido real, y no simbólico como
en Jn 15,1 («yo soy la vid»).
La expresión «haced esto en memoria mía» (Le 22,19; 1C0 11,24-25) ha sido
puesta en duda, pues Jn, Me y Mt no la mencionan, y por eso ha sido vista
como una posible interpolación. Pero también se puede pensar que los pri-
meros cristianos celebraban la Eucaristía para cumplir el mandato del Señor.
¿Cuál es el sentido «entregado» o «que será entregado»?, es decir, ¿pasado o
futuro?, ¿pretérito o proléptico? En cualquier caso son sentidos complemen-
taños: Cristo entrega su cuerpo y su sangre de una vez por todas, mientras la
Iglesia conmemora y actualiza este único sacrificio hasta el final de los tiem-
pos. El sentido es en cualquier caso netamente sacrificial en las palabras: «en-
fregado en sacrificio».
En estos textos resulta en cualquier caso combinada la doble dimensión de
hacer (consagrar, comer, beber) y conmemorar («en memoria mía», zikkarón,
anímnesis). No supone solo una memoria subjetiva, sino una actualización de
un hecho único e irrepetible: el Éxodo, el Cenáculo, el Gólgota y el Sepulcro
vacío son distintos episodios de la misma historia de la salvación.
c) Sentido convival y escatológico
En el comer y en el beber, propio del banquete, encontramos el término «cuer-
po» en sentido de 'carne' (basar), que procede del binomio hebreo carne-san-
gre. Pero en griego'carne' (sarx) tenía un sentido negativo, opuesto a espíritu,
tal como aparece en san Pablo. Por eso el texto sagrado acude a «cuerpo», que
además ofrece sus ventajas en el campo de la eclesiología con la doctrina del
cuerpo (místico) de Cristo.
También vemos un sentido escatológico en las palabras: «Cada vez que co-
méis este pan y bebéis esta sangre, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él
venga» (ICo 11,26). Así, se trataría del anuncio de un sacrificio que está por
venir, un signo profético a la vez que un signo sacramental.

En conclusión

1. En c u a n to a la génesis, v em o s q u e M t d e p e n d e d e M e, y Le d e P ablo.

2. A p esar d e e x is tir d is tin ta s tra d ic io n e s (a n tio q u e n a y p a le s tin e n s e ), e x is te una

coincidencia fundamental e n tre am b as: el uso d e p an y v in o , el c o n te x to p ascu al,

la in s titu c ió n d e la N u eva A lia n za c o n s e n tid o e x p ia to rio y c a rá c te r d e m e m o ria l,

e x p re s a d o en el «haced esto en c o n m e m o ra c ió n m ía».

3. A p a re c e n ta m b ié n claros el carácter sacrificial d e la n u ev a v íc tim a p ascu al, c o n si-

d e ra d o a su v e z c o m o s ig n o p ro fé tic o al a n tic ip a r el s acrificio d e la cru z. N o e xiste

pues o p o sic ió n e n tre b a n q u e te y sacrificio.

4. La cena pascual a p a re c e al m en o s c o n s id e ra d a d e s d e el p u n to d e vista te o ló g ic o ,

a u n q u e ta l v e z ta m b ié n d e s d e el p u n to d e vista ritu a l y c ro n o ló g ic o .

5. C o m o c o n s ec u en c ia y ta l c o m o v eía m o s, la c e le b ra c ió n e u c arístic a c o n s titu y e el

memorial de la Pascua de Cristo, in s titu id o al m en o s en un c o n te x to pascual

p ara p e rp e tu a rla y a c tu a liz a rla a tra v é s d e los siglos. La Ig lesia será la c o m u n id a d

q u e n ace d e la Pascua d el Señor.

6. C o m o v e re m o s con m ás d e te n im ie n to , en c u a n to a la presencia real en el c u e rp o

y en la san g re d e C risto, fig u ra c la ra m e n te en las p a la b ra s «esto e s ...» , en las q u e

son u n id o s dos e le m e n to s c o n c reto s (p a n , v in o -c u e rp o , san g re). Por ta n to n o p re -

senta un c a rá c te r m e ra m e n te s im b ó lic o : c u a n d o Jesús d ic e «esto es m i c u e rp o »,

está d ic ie n d o «esto es m i carn e: he a q u í m i carn e».

7. En fin , en lo q u e se re fie re al sentido escatológico, p o d e m o s v e rlo en las p alab ras:

«el re in o d e D io s ... d e m i P adre», «hasta q u e v en g a » .


1.3.6. La Eucaristía en otros textos neotestamentarios 39

a) Hechos de los apóstoles


Vemos allí cómo Lucas describe la comunidad primitiva, después del discur-
so de Pedro en Pentecostés. Su intención es sin embargo señalar la Eucaristía
como el final de un proceso que comienza con la conversión y el bautismo.
El texto muestra por tanto el valor que tenía la Eucaristía para las primeras
comunidades cristianas.
Tenemos testimonios de la celebración de la Eucaristía en Jerusalén (Hch 2,41-
48) y Tróade (Hch 20,7-12). En Jerusalén los apóstoles «perseveraban en la co-
munián y en la doctrina de los apóstoles, en la oración y en la fracción del pan»
(Hch 2,42), que expresa una comida con significado religioso, no un simple
banquete humano.
De igual manera Pablo menciona la celebración en «el primer día de la se-
mana» (7) en Tróade Esta se componía a su vez de dos partes: la Liturgia
de la Palabra y predicación, con cantos y salmos (cristológicos), y o Liturgia
propiamente eucarística, dicho en términos actuales: la «oración del Señor», la
comunión de bienes, el banquete y la fracción del pan al final. Como anécdota
está el relato del pobre Eutico, quien cayó por la ventana: «luego Pablo volvió
a subir, partió el pan, comió y siguió hablando hasta el amanecer. Entonces se
fue. 12 En cuanto al muchacho, se lo llevaron vivo, y esto les animó mucho»
(Hch 20,11-12).

b) Epístola a los corintios


En ICo 5,7 es recordado que «Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado».
Como veíamos, Juan y Pablo no conocen el cordero propio de una cena pas-
cual, sino que hacen morir a Jesús en el momento de la inmolación de los
corderos en el Templo de Jerusalén.
También ICo 10,14-22 recuerda la eclesiología eucarística: «16 Beber de la
copa bendita por la cual bendecimos a Dios, ¿no es comunión con la sangre
de Cristo? Y comer del pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de
Cristo? 17 Uno solo es el pan, y nosotros, aunque somos muchos, formamos
un solo cuerpo al compartir el mismo pan». El tema de la idolatría aparece
desarrollado en los siguientes versículos (20 -21 ).
Por su parte ICo 11,18-22 utiliza la expresión «cena del Señor» (20), ala que si-
gue después el relato de la institución (23-26). Además alude a la necesidad de
la separación entre ágape y Eucaristía: «Porque a la hora de comer, cada uno
se adelanta a tomar su propia cena; y mientras unos se quedan con hambre,
otros hasta se emborrachan» (21 ).
En fin, ICo 11,27-34 formula una ética eucarística y habla de la necesidad de la
dignidad en la recepción de la Eucaristía: «Así pues, cualquiera que come del
pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, comete un pecado contra
el cuerpo y la sangre del Señor» (27).

c) H ebreos y A p o c a lip s is
En la epístola a los hebreos figura el sentido sacrificial y sacerdotal: «Tú eres
sacerdote para siempre...» (Hb 4), al proponer a Cristo como único y eterno
Sacerdote.
También Hb 10,5-7 habla de la necesidad de un culto interior, de una conver-
sión del corazón y no simplemente de sacrificios externos.
En lo que se refiere al Apocalipsis, el texto de las revelaciones pánicas nos ofre-
ce en los capítulos 4 y 5 una visión que se puede asimilar a las dimensiones
nupcial, sacrificial y escatológica de la Eucaristía en la escena de la cena de
las bodas del Cordero. Esta será «el cielo en la tierra», una participación en
la Liturgia de la Jerusalén celestial, donde los ángeles y los santos ofrecen un
culto eterno.

En conclusión

1. El re la to d e la in s titu c ió n d e 1 Co, d o n d e es d e s c rito el rito d e la cen a d e l S eño, re -

sulta convergente co n los d ife re n te s te x to s .

2. La re la c ió n p ro p u e s ta p o r P a b lo e n tre Iglesia y Eucaristía s u p o n e u n a p rim e ra

fo rm u la c ió n d e la e c le s io lo g ía e u c a rís tic a d e c o m u n ió n .

3. P a b lo p ro p o n e u n a p o s te rio r separación e n tre el b a n q u e te y la c e le b ra c ió n e u c a -

rística, p u es p ro v o c a b a excesos, a d e m á s d e d e s ig u a ld a d e s sociales.

4. C o m o c o n s ec u en c ia, la ética eucarística p a u lin a e x p o n e las d is p o s ic io n es para

re c ib ir la E ucaristía: c o rrec ta s d is p o s ic io n e s , p le n itu d d e la c a rid a d y a te n c ió n a los

p o b res.

5. A su v e z en H b fig u ra ta m b ié n la d im e n s ió n y el sentido sacerdotal.


6. Así c o m o en A p c las dimensiones nupcial, sacrificial y escatológica.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• M e m o ria l o anamnesis • D im e n s ió n a n a m n é tic a

• Pascua • D im e n s ió n sacrificial

• A lia n za • D im e n s ió n c o n v iv al

• Tipos, fig u ra o m o d e lo • D im e n s ió n n u p c ia l

• Eucaristía • D im e n s ió n s a c e rd o ta l

• Eulogio • D im e n s ió n e s c a to ló g ic a

• Parádosis • D im e n s ió n m a n d u c a tiv a

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué s en tid o s se p re s e n ta n en las p a la b ra s d e Jesús?

2. ¿Q ué d ife re n c ia h ay e n tre la Pascua ju d ía y la n u ev a Pascua?

3. ¿Q ué s en tid o s tie n e la p a la b ra « m em o rial» ?

4. ¿De q u é es m e m o ria l la Eucaristía?

5. ¿Q ué s ig n ific a d o tie n e n las p alab ra s «cu erp o » y «sangre»?

6. ¿De q u é p arte s se c o m p o n e la Pascua ju d ía ?

7. ¿Q ué sím b o lo s e n c o n tra m o s en la Pascua ju d ía ?

8. ¿Q ué d im e n s io n e s se c o n ju g a n en la Pascua ju d ía ?

9. C ro n o lo g ía d e la Pascua en el p u e b lo d e Israel.

10. ¿Q ué dos tra d ic io n e s e n c o n tra m o s e n los re lato s d e la in s titu c ió n d e la Eucaris-

tía?

11. ¿Q ué c ro n o lo g ía s se s u e le n p re s e n ta r en la tra d ic ió n oral d e la ú ltim a cena d e


Jesús?

12. ¿ Q uién es el p rim e ro en los te x to s escritos?

13. ¿C óm o se d e fin e el m is te rio e u c a rís tic o e n esto s texto s?

14. Leer los s ig u ie n te s tex to s : a) Hch 2 ,4 2 4 7 ‫ ־‬. b) IC o 1 1 ,2 0 -2 1 . c) H b 1 0 ,5 -7 . d ).


TEMA LA EUCARISTIA
2 r ■‫ץ‬ EN LA IGLESIA
Una vez realizado este recorrido por la Escritura, veamos de modo sin-
tético cómo es vivida en la Iglesia. Tras las referencias bíblicas sobre el
misterio eucarístico, recordamos también ahora cómo este fue celebra-
do desde los primeros tiempos de la Iglesia. Así, consideramos en estas
páginas la Eucaristía en la vida de la Iglesia, es decir, cómo es celebrada,
quiénes la celebran y participan en ella, con qué materia y qué palabras,
con qué finalidad...

S U M A R IO

2.1. LA EUCARISTÍA CELEBRADA 2.1.1. Breve historia de la celebración eucarística


2.2.2. Partes de la celebración eucarística · 2.2. MATERIA Y FORMA DE LA EUCA-
RISTÍA 2.2.1. La m ateria eucarística 2.2.2. La form a de la Eucaristía · 2.3. MINISTRO
Y PARTICIPACIÓN EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA 2.3.1. El m inistro de la ce-
lebración eucarística 2.3.2. Al servicio de la Eucaristía 2.3.3. La p articipación activa
de tod o s los fieles. 2.3.4. C oncelebración y aplicación de la misa · 2.4. EFICACIA,
FINES Y FRUTOS DE LA EUCARISTÍA 2.4.1. Eficacia de la Eucaristía. 2.4.2. Fines de la
Eucaristía 2.4.3. Frutos de la Eucaristía
Durante los últimos cincuenta años algunos biblistas han destacado la «pro-
cedencia eucarística del Nuevo Testamento» por la formación del canon bí-
blico en la Liturgia Los libros protocanónicos (los primeros que entran en el
canon) fueron los empleados en la celebración de la misa entre los primeros
cristianos. Constituye una clara expresión de la unidad existente entre Escritu-
ra y tradición, pues esos libros que la Iglesia consideró auténticos e inspirados
fueron los utilizados en las lecturas de las celebraciones litúrgicas. La Litur-
gia está pues íntimamente unida a la Revelación -decíamos-, que culmina en
Jesucristo, la Palabra hecha carne y después convertida en Pan eucarístico. La
complementariedad entre la «mesa de la Palabra» y la «mesa de la Eucaristía»
en la celebración eucarística procede en cierto modo de esta profunda y ori-
ginaria fundamentación. El Nuevo Testamento, entendido como documento,
presupone la Nueva Alianza -como sacrificio y banquete-, y depende de ella.
El Nuevo Testamento está íntimamente unido este Monumento, que es la Eu-
caristía.

2.1. La Eucaristía celebrada

Vemos así la unidad entre la Escritura y ¡a Iglesia, entre la palabra de Dios y el


pueblo de Dios, sobre todo en la celebración litúrgica Existen entre ambos
una mutua relación de dependencia y una recíproca garantía la Iglesia ga-
rantiza que la lectura de la Escritura siga las pautas sugeridas por el Espíritu,
principal autor de la Revelación e inspirador de toda posterior interpretación
en la Iglesia. De esta forma, se resuelven las dicotomías -o dialécticas- de
origen típicamente reformado: Palabra contra Liturgia, Biblia versus Iglesia,
Escritura frente a tradición. La Escritura encuentra su contexto hermenéutico
e interpretativo en la Liturgia, la tradición y los mismos desarrollos teológicos
elaborados en esta misma línea Las continuas referencias a Israel, a la teología
de la Alianza y a la Iglesia primitiva ofrecen el verdadero sabor originario a la
exposición sobre el misterio eucarístico. La relación entre Palabra y Liturgia es
sin embargo mucho más profunda y, mientras el canon de la Iglesia se elabora
en la celebración litúrgica, esta no hace otra cosa que obedecer a las palabras
del Señor: «haced esto en memoria mía».

2.1.1. Breve historia de la celebración eucarística

Tras la Ascensión, los apóstoles celebraban el memorial de la Pascua del Señor


para actualizar la pasión, muerte y la resurrección de Cristo y recibir la sal-
vación contenida en estos misterios. Actualizaban de esta manera la Pascua
del Señor. Así lo hacemos también nosotros hoy. Aunque resulte una visión
demasiado sumaria, recordamos ahora los principales hitos de la celebración
eucarística a lo largo de la historia. Ya la mencionada doble tradición -judía
y helénica, jerosimilitana y antioquena- sobre la institución de la Eucaristía
nos hace pensar en dos contextos diferentes, con leves diferencias entre sí, tal
como acabamos de ver:
a) La tradición palestinense sitúa las palabras sobre el pan y sobre el vino
durante la cena: el cáliz aparece en el lugar que corresponde a la tercera
copa de la cena pascual judía, es dedr, durante esta.
b) La tradición antioquena coloca las palabras sobre el pan y sobre el vino
después de la cena, aunque después separará después el banquete de la
Eucaristía.

a) La misa en la Antigüedad
El libro de los Hechos de los apóstoles sitúa la Eucaristía en el contexto de
la vida cristiana, junto a la enseñanza de los apóstoles, la comunión y la pre-
sentación de peticiones. Aparece ya una estructura más o menos estable en la
que se distinguen las siguientes partes: a) celebración de la Palabra (lectura y
predicación); b) la comida y c) la fracción del pan.
Tras lavarse las manos, los judíos pronunciaban la bendición sobre la copa:
«Bendito seas, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, que nos das el fruto de la
vid»; es la primera copa de la que habla san Lucas (22,20). Antes bendecían el
pan, se distribuía entre los comensales y se comía. Ahora no solo va a cambiar
el orden, sino que el banquete se retrasa a la interpolación realizada por Jesús:
«tomad y comed... tomad y bebed».
San Pablo nos ofrece también el testimonio de una celebración en la que se
dan esos tres mismos elementos, si bien subraya -como hemos visto- la ino-
portunidad de reunirse para celebrar un banquete que no sea expresión de la
comunión eucarística. Realiza la primera crítica a las comidas que se realiza-
ban junto con la fracción del pan -el ágape- por motivos morales, poniendo
las bases para su posterior supresión.
En efecto, entre los cristianos de origen pagano, san Pablo hubo que acentuar
el carácter solemne y sagrado de la celebración eucarística, habiéndolo separa-
do antes del banquete profano (cf. ICo 11,17-22): «no podéis comer en la mesa
del Señor y en la mesa de los demonios» (ICo 10,21). Pablo ofrece además un
relato detallado sobre cómo se desarrollaron los acontecimientos durante la
última cena (cf. ICo 11,23-27). En el siglo Π la Didacké transcribe las fórmulas
del ofertorio del pan y del vino, por lo que podemos testificar la Antigüedad
de esta parte de la misa (n. 9).
Con la paz de Constantino (313), hubo numerosas conversiones de nuevos
cristianos que debían ser acogidos en iglesias y basílicas. Eusebio de Cesárea
evoca cómo «se reunían obispos, acudían fieles desde lejos, se unían los miem-
bros del cuerpo de Cristo en la armonía de la única asamblea» (Historia ecle-
siástica, 10,3). Los padres de la Iglesia consolidaron el paso a los formularios
escritos con los textos litúrgicos; surgen entonces algunos núcleos litúrgicos
como son Roma, Jerusalén, Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con
las variantes de Milán, Galia e Hispania. En el siglo IV la Liturgia empieza a
ser celebrada en latín, pues ya tenía una cierta tradición dentro del cristianis-
mo; surge entonces la palabra missa, que expresa -entre otros- el sentido de
misión que tiene la celebración eucarística.

b) Desarrollos posteriores
Durante la Edad media se comulgaba cada vez menos y fueron suprimidas
las procesiones de entrada y del ofertorio; al no ser entendidos las lecturas
y los textos litúrgicos en latín, la participación tomará expresiones más dis-
cretas. En el siglo IX fue desarrollada la Liturgia carolingia, en la que es su-
brayado el aspecto propiciatorio de celebrar la Eucaristía por los vivos y los
difuntos.
En el siglo XVI, la Reforma protestante criticó no solo la praxis eucarística de
la Edad media, sino que -como una reacción un tanto radical- a) fue negado
el carácter sacrificial de la misa, la comunión bajo una sola especie, las misas
privadas, a la vez que b) era recordada la importancia de la Liturgia de la Pa-
labra y la necesidad de comulgar en la celebración. En fin, c) era promovida la
celebración en lengua vernácula.
El concilio de Trento aceptó con matices algunas de estas propuestas: en la
sesión XXII recuerda la importancia de la palabra de Dios y de la comunión
frecuente, «para que las ovejas de Dios no pasen hambre» (n. 6 ); recomienda
una catequesis de los ritos (n. 8 ), mientras el ofrecer el cáliz a los laicos fue
dejado a la discreción del papa. Fue así revisada la Liturgia romana, dando
lugar al misal de Pío V (1570), que unificó la celebración a veces un tanto
caótica
En los siglos posteriores, no hubo cambios sustanciales a este planteamiento.
En el siglo XIX, con el movimiento litúrgico, fue recuperado el sentido de la
celebración eucarística. Al mismo tiempo que se promovía el culto eucarístico
fuera de la misa, eran promocionados la comunión frecuente, el uso del canto
y la edición de misales populares. Pío X propuso la «participación activa de
los fieles» en la Liturgia con el canto y la recepción frecuente de la comunión.
Fue además difundida la misa dialogada, mientras el movimiento bíblico ayu-
daba a descubrir los tesoros escondidos en la Escritura.
El concilio Vaticano II publicó por primera vez un documento solemne sobre
la Liturgia en 1963: la constitución Sacrosanctum concilium, recogiendo las an-
teriores sugerencias y proponiendo la concelebración, las lecturas en lengua
vernácula y la celebración en torno a la dos «mesas», las de la Palabra y de
la Eucaristía. En 1970 Pablo VI publica el nuevo misal romano, en el que es
aplicada la reforma litúrgica. El leccionario católico resultó entonces notable-
mente enriquecido, hasta el punto de que fue recibido también en otras con-
festones cristianas.

2.1.2. Partes de la celebración eucarística

El mismo relato de los discípulos de Emaús (Le 24,13-35) presenta cómo el


Resucitado les «explica las Escrituras», y cómo ellos le reconocieron «al par-
tir el pan». Pan y Palabra: estos mismos elementos aparecen -como hemos
visto- en los distintos relatos de las celebraciones de la Eucaristía. Como
explica el Catecismo (n. 1356), «la Liturgia de la Eucaristía se desarrolla con-
forme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los
siglos hasta nosotros. Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constitu-
yen juntas «un solo acto de culto» (SC 56): la mesa preparada para nosotros
en la Eucaristía es a la vez la de la palabra de Dios y la del cuerpo del Señor
(cf. DV 21).
Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica», las men-
Clonadas mesas de la Palabra y de la Eucaristía, y toda la celebración euca-
rística gira en torno a ambos polos: tras el rito de entrada (Confíteor o rito pe-
nitencial, Kyrie, Gloria, colecta), la Liturgia de la Palabra contiene las lecturas
(Antiguo y Nuevo Testamento -tres los días festivos- antes del Evangelio),
la homilía, el credo y la oración universal de los fieles; la Liturgia eucarística
contiene a su vez la presentación del pan y del vino (ofertorio), la consagra-
ción o acción de gracias consecratoria (con anáfora, prefacio, epíclesis y relato
de la institución, anámnesis e intercesiones) y la comunión. La consagración
es el culmen de la celebración eucarística, que continúa la previa e inseparable
Liturgia de la Palabra.
Η Catecismo del Vaticano Π resume a su vez las partes esenciales, el rito cons-
titutivo de la Liturgia eucarística:
a) «La anáfora: Con la plegaria eucarística, oración de acción de gracias y de
consagración llegamos al corazón y a la cumbre de la celebración» (CCE
1352). Esta anáfora o plegaria eucarística se compone a su vez de los si-
guientes elementos: prefacio, epíclesis, relato de la institución, anamnesis,
intercesiones y doxología final.
b) El banquete es consecuencia del sacrificio: «En la comunión, precedida
por la oración del Señor y de la fracción del pan, los fieles reciben "el pan
del délo" y "el cáliz de la salvadón", el cuerpo y la sangre de Cristo que se
entregó "para la vida del mundo" (Jn 6,51)» (CCE 1355).
c) El rito de conclusión acaba con elite, missa est, con un significado misione-
ro y evangelizados

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• T ra d ic ió n p a le s tin e n s e • A n áfo ra

• T ra d ic ió n a n tio q u e n a • P refacio

• Eucharistía • R elato d e la In s titu c ió n

• L itu rg ia c a ro lin g ia • In te rc e s io n e s

• M o v im ie n to litú rg ic o • D o x o lo g ía

• Epíclesis

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué dos tra d ic io n e s litú rg ic a s te n e m o s en los p rim e ro s días d e l cristian ism o ?

2. ¿De q u é p a rte s se c o m p o n e n las p rim e ra s c ele b rac io n es ?

3. ¿C óm o c e le b ra b a n los cristia n o s d e o rig e n ju d ío ? ¿Q ué e le m e n to s a ñ a d e n los

g en tile s?

4. ¿Q ué a p o rta c io n e s se d a n a p a rtir d e l sig lo IV?

5. ¿Q ué es la L itu rg ia Carolina?
6. ¿Q ué e le m e n to s in tro d u c e la R efo rm a p ro te s ta n te y cuál es la resp u esta de

T rento ?

7. ¿Q ué a p o rta c io n e s realiza el m o v im ie n to litú rg ic o ?

8. ¿De q u é p a rte s se c o m p o n e la c e le b ra c ió n eu carística? ¿Y la anáfora?

9. Lee el s ig u ie n te te x to : Ex 1 2 ,1 -1 4 .

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conte-
nidos aprendidos:

Les d ijo Jesús: Ύ 0 soy el pan d e la vid a. El q u e ven g a a m í, no ten d rá ham bre, y el que

crea en m í, no te n d rá nunca sed". [En san Juan Jesús se revela com o la lu z del m u n d o

(9,5), buen pastor (1 0 ,1 1 -1 4 ), la resurrección y la vida (1 1 ,2 5 ), el cam ino, la verd ad y la

vida (14,6), la vid (15,15)]

Pero ya os lo he dicho: "M e habéis visto y no creéis. Todo lo q u e m e d é el Padre vendrá

a m í, y al q u e venga a m í no lo echaré fuera; p o rq u e he b ajad o del cielo, no para hacer

mi v o lu n ta d , sino la v o lu n ta d del q u e m e ha en viad o ‫» ״‬. Se habla a q u í d el pan del Padre,

del verd ad ero pan del cielo, «pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).

[«Y esta es la vo lu n ta d del q u e m e ha enviado; que no pierda nada de lo que él m e ha

d ado, sino que lo resucite el ú ltim o día.

Porque esta es la v o lu n tad de mi Padre: q u e to d o el q u e vea al H ijo y crea en él, ten g a

vida etern a y q u e yo le resucite el ú ltim o día».]

Por el co n trario vem os en el v. 42 la objeción 1, q u e d in am iza el d iálo g o : «Los judíos

m u rm u rab an de él, p o rq u e había dicho: Yo soy el pan que ha b ajad o del cielo.

Y decían:"¿N 0 es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y m adre conocem os? ¿Cóm o p u e-

de d ecir ahora: He b ajado del cielo?"

Jesús les resp o n d ió :"N o m u rm u réis e n tre vosotros.

N ad ie p u ed e v en ir a m í, si el Padre q u e m e ha en viad o no lo atrae; y yo le resucitaré el

ú ltim o día.

Está escrito en los profetas: Serán tod o s enseñados por Dios. Todo el q u e escucha al

Padre y ap ren d e, vien e a m í.


No es q u e alguien haya visto al Padre; sino aquel q u e ha ven id o de Dios, ése ha visto al

Padre. (Jn 6. Discurso del Pan de Vida).

«En el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, por todas

sus obras, por la creación, la redención y la santificación. Toda la asam blea se une en-

tonces a la alabanza incesante q u e la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos,

cantan al Dios tres veces santo» (CCE 1352). Junto a la dimensión trinitaria del mis-

terio eucarístico, estam os en tra n d o pues en la Liturgia celestial y en la dimensión es-


catológica de la Eucaristía. Al final cantam os al Dios tres veces santo: S a n c tu s , S a n c tu s ,

S a r ic tu s ...

«En la epíclesis, la Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo (o el p o d er de su

bendición: cf. MR, canon rom ano, 90) sobre el pan y el vino, para que se conviertan

por su poder, en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, y que quienes to m an parte en la

Eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu (algunas tradiciones litúrgicas colocan

la epíclesis después de la anám nesis)» (CCE 1352). C o ntien e el gesto de unir las dos

m anos para significar la som bra o la palom a del Espíritu.

«En el relato de la institución, la fuerza de las palabras y de la acción d e Cristo y el

p o d er del Espíritu Santo hacen sacram e n ta lm e n te presentes bajo las especies de pan y

de vino su C uerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siem pre»

(CCE 1353). Una vez invocado en la epíclesis, el Espíritu desciende sobre las ofrendas,

m ientras se repiten las palabras pronunciadas por Jesús en la últim a cena: «tom ad y

c o m e d ... to m a d y bebed». Entonces el pan se con vierte en el c u erp o de Cristo y el vino

en su sangre.

«En la anámnesis q u e sigue, la Iglesia hace memoria de la pasión, de la resurrección

y del retorno glorioso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su Hijo que nos

reconcilia con él» (CCE 1354). Es recordada la Pascua del Señor y, por la ofrenda del Hijo

al Padre, nos reconciliam os con Él: «Por eso, Padre, al celebrar el m em orial de nuestra

re d e n c ió n ...» . Es la p arte del m em orial, en la que se recuerda el aco n te cim ie n to pas-

cual com o fu n d a m e n to de tod a la celebración eucarística.

«En las intercesiones, la Iglesia expresa q u e la Eucaristía se celebra en com u n ió n con

toda la Iglesia del cielo y de la tierra, de los vivos y de los difuntos, y en com un ión con

los pastores de la Iglesia, el papa, el obispo de la diócesis, su presbiterio y sus diáconos

y todos los obispos del m u n d o entero con sus iglesias» (CCE 1354). La celebración eu-
carística es sacrificio de Cristo y de su Iglesia, p o r lo q u e la o frecem o s -c o n to d a la

Ig le s ia - p o r vivos y d ifu nto s.

Acaba con la doxología final, de carácter cristo ló g ico y trin ita rio al m ism o tiem p o : «Por

Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre o m n ip o te n te , en la unidad del Espíritu Santo,

to d o hon or y to d a g lo ria. A m én». (Plegarias eucarísticas).

2.2. Materia y forma de la Eucaristía

«Haced esto en conmemoración mía» (Le 22,19; ICo 11,24-25). En estas pala-
bras podemos apreciar el significado del memorial de la Pascua del Señor:
pan y vino como signos de la donación sacrificial de Cristo y de la unidad de
la Iglesia, que han de ser perpetuados a lo largo de los siglos, y han de estar
acompañados por la forma o los gestos y las palabras pronunciadas por el
mismo Cristo (cf. CCE 1333).

2.2.1. La materia eucarística

Por materia entendemos aquellos elementos físicos (agua, aceite, pan o vino)
que sirven de base o materia prima para la celebración de un sacramento. Así,
la materia de la Eucaristía son el pan y el vino, pues fueron los que utilizó
Cristo; constituyen así un hecho fundacional por parte de Cristo: «haced esto
en conmemoración mía» (Le 22,19; ICo 11,24-25).
Toda la tradición de la Iglesia es unánime al mantener que el pan de trigo y
el vino de uva constituyen la materia propia de la Eucaristía. Esta proviene
lógicamente de una tradición judeocristiana: el pan de trigo y el mosto de uva
son tomados por voluntad expresa de Cristo, por lo que esta materia se con-
vierte en algo no susceptible de cambio. A pesar de las diferencias culturales
y geográficas, ha de seguir siendo esta la materia (y no por ejemplo cerveza y
pan negro, arroz y saki o mandioca y tequila).
Como se recordará, los orientales celebran con pan fermentado, siguiendo lacro-
nología joánica (no era una cena pascual), uso permitido a su vez por el concilio
de Florencia en el siglo XV. Al mismo tiempo recuerda que ha de ser vino de vid,
mezclado con un poco de agua, aludiendo a la «sangre y agua» de Jn 19,34, con
lo que simbolizan la incorporación de los fieles (el agua) a Cristo (el vino) o la
unidad de la Iglesia en torno a la Eucaristía
Por d contrario, los latinos ofrecen los siguientes argumentos a favor del uso del
pan ácimo, como la coincidencia de la pascua judía con la-fiesta de los ácimos,
siguiendo en este caso la cronología de los evangelios sinópticos (sobre este tema,
puede verse d concilio de Florencia: D 1320; cf. CIC 924; 926, IGMR 319-320).

2.2.2. La forma de la Eucaristía

La forma sacramental son las palabras que acompañan a los gestos que el cele-
brante del sacramento hace sobre la materia; así, por ejemplo, las palabras «yo
te bautizo» o «yo te absuelvo». La forma de la Eucaristía está constituida por
la epíclesis y la consagración, es decir, la invocación del poder del Espíritu y
la pronunciación de las verba Christi, las palabras pronunciadas por Cristo en
la última cena sobre el pan y el vino. Son palabras, pues, eficaces: realizan lo
que significan.
De esta forma, la Eucaristía tiene que ver con «el Hijo entregado» y el «sacri-
ficio del Espíritu» del que habla Hb 9,14. Din-ante siglos existió la polémica
por determinar cómo Cristo se hacía presente en las especies eucarísticas: en-
tre las palabras de Cristo en la consagración (latinos) o la acción del Espíritu
Santo (orientales). Si históricamente hubo momentos de tensión entre estas
dos perspectivas, en la actualidad se presentan conjuntamente, sin oposición,
integradas en la única exposición del misterio. Jesucristo se hace presente en la
Eucaristía durante la plegaria eucarística, que presenta como sus principales
polos o focos la epíclesis y las verba Christi.
En efecto, la teología oriental dio siempre gran importancia a la epíclesis, la invo-
cadón explídta del Espíritu, junto a las palabras institucionales de Cristo. En este
sentido se alinearon padres como Ireneo, Cirilo y Juan de Jerusalén. El Espíritu
es el que actúa en d «aquí y ahora» de la cdebración, dando su eficacia al gesto
sacramental y a las palabras de Cristo repetidas por d sacerdote. La epíclesis rea-
liza lo que esas palabras significan por anticipadón. La conversión eucarística, al
igual que la Encarnación, se realiza por obra del Espíritu Santo.

El catecismo del Vaticano Π refleja con estas palabras la dimensión pneumato-


lógica de la Eucaristía: «1105 La epídesis ("invocación sobre") es la intercesión
mediante la cual d sacerdote suplica al Padre que envíe d Espíritu santificador
para que las ofrendas se conviertan en d Cuerpo y la Sangre de Cristo y para que
los fieles, al redbirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios»
(véanse también nn. 1106-1109). Pero también d magisterio es daro respecto a las
palabras de la consagración, no se entiende esa afirmadón como exduyente de
la epíclesis, sino como una afirmación de la necesidad de las palabras institucio-
nales para la validez dd sacramento.
El estudio de la plegaria eucarística revela pues que las palabras de consagra-
ción y la epíclesis no se enfrentan, sino que constituyen dos momentos de una
sola plegaria elevada al Padre (prefacio), por medio del Hijo (consagración),
en el Espíritu Santo (epíclesis). Así, hoy se habla de la unidad dinámica de
todo el canon o plegaria eucarística, en el que hay dos polos o focos: uno cris-
tológico (consagración) y uno pneumatológico (epíclesis), sin quitar nada de
lo explícitamente declarado por la Iglesia.

En conclusión

1. La materia d e la E ucaristía es el p an d e trig o y el v in o d e u va.

2. La forma d el s a c ra m e n to de la E u caristía son las p a lab ra s de C risto «esto es m i

c u e rp o », «esta es m i san g re», in s e p a ra b le m e n te u n id as a la in v o c a c ió n d e l p o d e r

d el E sp íritu .

2.3. Ministro y participación en la celebración eucarística

San Agustín hablaba de la Eucaristía como una celebración del Chñstus totus,
de toda la Iglesia, del Cristo total formado por todos los cristianos, unidos a
su Cabeza, Cristo realmente presente en la Eucaristía: «La comunión de los
santos [=la Iglesia] es ofrecida a Dios como sacrificio universal por el Gran
Sacerdote, que se ofreció por nosotros en la pasión, para que fuésemos cuerpo
de tan gran cabeza [...]. Así es el sacrificio de los cristianos, donde todos se
convierten en un solo cuerpo de Cristo» (De dvitate Dei 10,6: PL 41,283). La ce-
lebración eucarística será pues de toda la Iglesia, laicos y pastores, por lo que
de lo anterior podemos deducir que la Eucaristía es el memorial del sacrificio
de Cristo y de la Iglesia, íntimamente unido a Él. En la celebración eucarís-
tica, toda la Iglesia ofrece y es ofrecida con Cristo al Padre en el Espíritu. En
cuanto sacrificio sacramental, esta existe solo en bien de la Iglesia y de sus
miembros; constituye una unión a la ofrenda de Cristo, por parte de la Iglesia,
para obtener el máximo fruto.

2.3.1. El ministro de la celebración eucarística

La Iglesia es ofrecida en Cristo, su Esposo, por su presencia de la una en el


Otro como «ofrenda espiritual» (logiké latreía·. Rm 1,12). La Iglesia ofrece con
Cristo las realidades humanas y materiales: «recordando a Cristo, te ofrece-
mos a ti, oh Dios» (anáfora de la Iglesia primitiva). La santificación de la vida
ordinaria es posible sobre todo por medio de la celebración eucarística: lleván-
dola a la Misa. Los miembros del cuerpo de Cristo ofrecen por la Cabeza su
vida, sus relaciones familiares y su trabajo al Padre: se da una participación de
los misterios divinos por la capitalidad de Cristo.
En los Padres de los siglos III al VII vemos que la Eucaristía se piensa y se vive
en el misterio de la Iglesia, quien celebra la Eucaristía, y viceversa. La Eucaris-
tía hace la Iglesia, la Iglesia hace la Eucaristía. La Iglesia es el cuerpo de Cristo
y la Eucaristía no es solo signo de la unidad de este cuerpo, sino condición de
posibilidad de la misma. El momento culminante de la identificación de Cris-
to y su Iglesia se realiza pues durante la Eucaristía
A su vez, la Eucaristía se encuentra íntimamente unida a la apostolicidad,
pues viene a través de los apóstoles. La sucesión apostólica en la fe y en la ca-
dena de imposición de manos invocando el poder del Espíritu (la ordenación
válida) supone un requisito para la plenitud de los dones eucarísticos (cf. UR
22). El Señor entregó a los apóstoles la potestad de celebrar la Eucaristía en
«su memoria».
La consagración y la celebración del misterio eucarístico corresponde pues a
sus sucesores, los obispos, junto con sus colaboradores, los presbíteros. Los
diáconos desempeñan funciones distintas durante la celebración: lectura del
Evangelio y, si fuera oportuno, predicar la homilía; preparar los dones eucaris-
ticos; levantar el cáliz en la eucología al final de la plegaria eucarística; ofrecer
el signo de la paz y pronunciar las palabras de despedida.
En los concilios Lateranense IV, Florencia y Trento hablan igualmente del sacerdo-
te como único ministro de la celebración eucarística. Sin embargo, fue promovido
a partir de entonces estilo celebrativo en el que no se dialogaba en la misa, se
celebraba de modo muy parecido en casi todos los lugares y la participación de
la asamblea era escasa. El ministro será por tanto el sacerdote válidam ente orde-
nado; tal como ratifica el Vaticano II de modo implícito, y explícita el Código de
derecho canónico de 1983 (c. 900). La capacidad de consagrar la recibe el sacerdote
directamente de Jesucristo, por medio de la exousía o poder del Espíritu, no de
la asamblea ni de la comunidad. Esta es consecuencia, pero no causa ni pueden
exigir de por sí la Eucaristía.

2.3.2. Al servicio de la Eucaristía

Como acabamos de ver, los concilios Lateranense IV, Florencia y Trento hablan
del sacerdote como único ministro de la Eucaristía, mientras el Vaticano Π -a
la vez que recuerda lo anterior- anima a todos los fieles a participar activa-
mente en la Eucaristía, como iremos viendo. El concilio de Florencia recuerda
además la necesidad de actuar conforme a la disposiciones de la Iglesia: «la
persona del ministro que confiere el sacramento, queriendo hacer lo que hace
la Iglesia» (DS 1312). También Trento lo afirma: «Si alguno dijere que al reali-
zar y conferir los sacramentos no se requiere en los ministros la intención, por
lo menos, de hacer lo que hace la Iglesia, sea anatema» (sesión VII, canon 11:
DS 1611; FIC 958).
Por otra parte, el Tridentino ve necesario recordar que Cristo es el único sa-
cerdote y la única víctima (D 1743): «sacerdote, víctima y altar», como reza
la Liturgia. Ese mismo sacrificio es ofrecido ahora de un modo distinto por
medio del ministerio del sacerdote. Por el poder dado por Cristo en la última
cena, el sacerdote puede actualizar -por medio de Jesucristo cabeza- el mismo
sacrificio de la cruz, el mismo acontecimiento pascual de la pasión, muerte y
resurrección. El Crucificado y Resucitado se sirve de sus ministros para seguir
haciéndose presente en el mundo.
El sacerdote participa del único sacerdocio de Cristo-cabeza. Los celebrantes
de la Liturgia sacramental están por debajo de ella: no son sus presidentes ni
sus gestores sino sus servidores . El celebrante está al servicio de la Eucaristía y
pronuncia en nombre de Cristo-cabeza (in persona Christi Capitis) las palabras
de la consagración. No es sin más que el sacerdote sea su representante, sino
que es el mismo Cristo quien actúa a través de su voz y sus manos. Como dice
el Catecismo:
«En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente
a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del
sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que
el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis
(cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6)» (CCE 1548).

2.3.3. La participación activa de todos los fieles

Así, en cuanto a la participación del sacerdote y de los demás fieles en el me-


morial de la Iglesia, el Vaticano Π -a la vez que recuerda lo anterior- anima
a los fieles a participar activamente (actuosa participatio) en la Eucaristía. Esta
participación se entiende sobre todo en sentido interno, y no necesariamente
como un activismo volcado en realizar distintas funciones litúrgicas. Además,
sugiere la necesidad de explicar la Liturgia de la Palabra (SC 24), la utilización
parcial de la lengua vernácula (SC 36) y una correcta inculturación de la Litur-
gia (SC 37).
En la Eucaristía se da la mejor ejemplificación de la colaboración entre el sa-
cerdodo común y el sacerdocio ministerial (cf. LG 10), que se expresa de modo
espedal en la procesión de las ofrendas, cuando los laicos ofrecen al sacerdote
el pan y d vino que han de ser consagrados. Hemos recordado que la misa
es también d sacrificio de toda la Iglesia, la cual partidpa en d sacrifido que
Cristo ofrece al Padre.
Es toda ella la que se une al sacrifido de Cristo, por medio del sacerdote. En
este momento, d sacerdodo común de los fides llega a su plenitud; ofrecen
toda su vida junto al pan y d vino, que se hace Eucaristía con ellos, al convertir-
los en ofrenda eucarística Es decir, se unen a la única ofrenda agradable, Jesu-
cristo, d sumo y eterno Sacerdote, con quien somos constituidos en su cuerpo.
Por medio de este ofrecimiento eucarístico de nuestras vidas y de las realida-
des terrenales «construimos» -por así decir- la Iglesia y renovamos la creadón.
En conclusión, podemos decir que existe una doble estructuración de origen
sacramental, según los sacramentos del Bautismo y del orden sacerdotal En
concreto:
1. En d Bautismo, por d sacerdocio común, se da un esquema del tipo:
CRISTO <-> laicos, pastores (obispos, sacerdotes, diáconos). De aquí se des-
prende la radical igualdad de todos los cristianos, ordenados o no, todos
ellos bautizados: «Con vosotros soy cristiano...», decía san Agustín.
2. Por d sacramento del orden, se estructura la Iglesia del siguiente modo:
CRISTO<-> pastores (obispos - sacerdotes - diáconos)<-> laicos. De aquí se
desprenden los distintos modos de participar en la celebradón eucarística;
d sacerdocio ministerial de los ordenados constituye una mediadón y está
al servicio del sacerdocio común de todos los fieles. Así, «...para vosotros
soy obispo», añadía el obispo de Hipona.
El sacerdote que ofrece en sacrificio «en representadón de Cristo-cabeza» ha
de participar en d interior y exteriormente. Esto quiere decir que cada vez
que celebra la misa ha de unirse plenamente al memorial de la Pascua del
Señor mediante la comunión. Esta obligadón de comulgar no se extiende sin
embargo a los fieles que participan en la celebración. Por tanto, mientras la co-
munión (del celebrante) es parte integrante de la Eucaristía pero no esendal,
la comunión de la asamblea no es necesaria; debe dejarse pues libertad a los
fieles para que actúen según su condenda rectamente formada.
56 2 .3 .4 . C oncelebración y aplicación de la misa

Si la Eucaristía es d mismo memorial de la muerte y resurrecdón de Cristo,


toda celebración -concelebrada o no- es una participación en d y es celebrada
con toda la Iglesia. Sin embargo, desde los tiempos más antiguos d obispo
concelebraba con su presbiterio, aunque esta práctica se perdió con el tiempo;
también más adelante en catedrales y abadías los monjes concelebraban de
modo habitual todos los días.
La concelebradón expresa pues la comunión con d obispo y la fraternidad
entre los presbíteros, la unidad de la Iglesia y la partidpación del único sacer-
dodo y sacrificio de Cristo. Pero ha de tenerse también en cuenta la «utilidad
de los fieles». Ha de encontrarse así un equilibrio pues entre esta expresión
de la comunión y la fraternidad y el mendonado bien de todos los fieles, para
que puedan participar en la celebradón eucarística con la frecuenda que esti-
men oportuna
De esta forma, recuperando la praxis en d Iglesia primitiva, dos documentos
del Vaticano II tratan de la concelebradón eucarística: la constitución sobre la
sagrada Liturgia Sacrosanctum condlium (4 de diciembre de 1963) y d decreto
sobre el ministerio y vida de los presbíteros Presbyteromm ordinis (7 de di-
ciembre de 1965). En su segundo capítulo, Sacrosanctum condlium examina la
práctica de la concelebración eucarística y expresa su deseo de que se elabore
un nuevo rito. El concilio indica que corresponde al obispo del lugar moderar
la disciplina de la concelebración, lo que parece invitar a no considerarla como
necesariamente sistemático.
Dos años después de SC, Presbyteromm ordinis, a propósito de la comunión de los
sacerdotes con el orden de los obispos, que es «una unión que a veces manifiestan
de modo excelente en la concelebración litúrgica, y que declaran explícitamente
al profesar que celebran la sinaxis eucarística unidos a ellos» (n 7). El adverbio
aliquando no siempre se traduce en las ediciones en lenguas vernáculas de los
textos del Vaticano II, pero es preciso notar el matiz con que la PO enfoca la con-
celebración: no es "a menudo", sino «de vez en cuando», «a veces», en un texto
cuyo referente primero es SC.

Teniendo en cuenta la mencionada conveniencia de la apÜcación de los efectos


y beneficios de la misa por vivos y difuntos, la distribución de todos los bienes
espirituales que proceden de la celebración eucarística, administrados por la
comunión de los santos, permite la posibilidad de añadir tantas intenciones
como se quiera (pues los méritos obtenidos de la misa son infinitos). Es fádl
entender pues el gran valor que la Iglesia le da a la celebración del misterio
eucarístico. Por eso la aplicación de la celebración eucarística según el estipen- 57
dio y la cura de almas, de acuerdo con las indicaciones recogidas en el Código
de derecho canónico:
«1. Según el uso aprobado de la Iglesia, todo sacerdote que celebra o concelebra
la misa puede recibir una ofrenda, para que la aplique por una determinada in-
tención.

2. Se recomienda encarecidamente a los sacerdotes que celebren la misa por las


intenciones de los fieles, sobre todo de los necesitados, aunque no reciban nin-
guna ofrenda» (CIC 945).

Además existen consideraciones de tipo práctico, que también presentan su im-


portancia en la vida de la Iglesia: «Los fieles que ofrecen una ofrenda para que
se aplique la misa por su intención, contribuyen al bien de la Iglesia, y con ella
participan de su solicitud por sustentar a sus ministros y actividades» (CIC 946).

Ejercido 1. Vocabulario

• Exousfa · D iv e rs id a d d e carism as y m in is te rio s

• In persona Christi capitis · C o o p e ra c ió n o rg á n ic a

• S u m o y e te rn o S a c e rd o te · Actuosa participado
• Ig u a ld a d fu n d a m e n ta l

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las p rin c ip a le s tra d ic io n e s litú rg ic a s q u e a p a re c e n en te x to s n e o -

te s ta m e n ta rio s ?

2. ¿En q u é p a rte s se d iv id e la c e le b ra c ió n eucarística?

3. ¿Q ué s ig n ifica q u e ia E ucaristía es ei s a c rifid o d e C risto y d e ia Iglesia?

4. ¿Es n ecesaria la fe p ara re c ib ir ia Eucaristía?

5. R esu m ir ia d o c trin a d el V a tic a n o II so b re la c e le b ra c ió n e u c a rís tic a .

6. Leer ios s ig u ie n te s te x to s : a) C atec is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 1 4 0 . b) C atecis-


m o d e ia Ig lesia C ató lica 1 1 4 1 .

7. ¿Q ué co n cilio s h a b la n d el m in is tro d e ia c e le b ra c ió n eu carística?

8. ¿ Q uiénes p a rtic ip a n en la Eucaristía?


9. ¿Es o b lig a to ria la c o m u n ió n d e ia asam b lea?

10. ¿En q u é con siste ia e s tru c tu ra s a c ra m e n ta l seg ú n los s a c ram e n to s d el b a u tis -

m o y el o rd e n sacerd o tal?

11. ¿Q ué busca el c o n c ilio V a tic a n o II con la actuosa partid patio!


12. ¿C óm o se exp resa ia c o la b o ra c ió n e n tre s ac erd o cio c o m ú n y s ac erd o cio m in is-

te ria l en ia c e le b ra c ió n eu carística? ¿Y e n tre v id a y Eucaristía?

13. Leer el s ig u ie n te te x to : C atec is m o d e la Ig lesia C a tó lic a 1 14 2.

2.4. Eficacia, fines y frutos de ia Eucaristía

El valor y la eficacia del memorial eucarístico son infinitos, pues la misa tiene
un valor y una eficacia infinitos, al ser esta la renovación del mismo sacrificio
de la cruz con el mismo sacerdote y la misma víctima -el mismo Jesucristo-,
verdadero Dios y verdadero hombre. Siendo Él infinito, su sacrificio tiene por
tanto un valor infinito.

2.4.Ί. Eficacia de la Eucaristía

Por eso su eficacia de la celebración eucarística es ex opere operato, es decir, en


virtud de la obra obrada: la muerte de Cristo en la cruz y su posterior resurrec-
ción. En cuanto el oferente y la víctima, que es el mismo Jesucristo, la virtud
y el poder del sacramento es tal porque el mismo Cristo se constituye -como
reza la Liturgia- en «Sacerdote, Víctima y Altar». La presencia de Jesucristo en
la Eucaristía no depende de la santidad y del buen hacer del sacerdote, sino
que El mismo se hace presente solo porque es celebrado el memorial de la Pas-
cua del Señor. Lo principal es su obra, no la nuestra: la celebración del misterio
eucarístico es opus Dei, no opus hominum.
En cuanto obra de los demás oferentes -sacerdote y fieles- su eficacia es ex
opere operantis, dependiendo de nuestra propia piedad y nuestras disposi-
ciones, y por eso se pueden ofrecer varias misas por una misma intención,
y viceversa. Pero estas disposiciones no son determinantes para su personal
presencia, que se obra -como decíamos- en virtud de la obra obrada. Cris-
to no se hace presente por nuestra fe, aunque evidentemente los frutos y el
aprovechamiento de la celebración eucarística dependerán en gran manera
de nuestra libertad, de nuestra piedad y de nuestras personales disposiciones.
2 .4 .2 . Fines de la Eucaristía 59

Los fines de la celebración eucarística son aquellos que se obtienen de ella


Lógicamente serán los mismos que los obtenidos en con el sacrificio de la cruz.
Según aparece en la encíclica Mediator Dé (1947) de Pío XII, existen cuatro
fines fundamentales en la celebración eucarística
a) Latréutico, que sería el principal de los fines de la misa, pues supone una
eulogía, una alabanza al Padre. La Iglesia, congregada por el Espíritu, ala-
ba a Dios Padre por medio de Cristo, el Cordero inmolado al decir: «Por
Cristo, con él y en él...». Toda Eucaristía es un canto de alabanza al Padre,
y por eso esta es llamada también la «fiesta al Padre»; es más, es la mejor
de las alabanzas, pues Cristo es la perfecta alabanza al Padre, y continúa la
ofrenda de Cristo al Padre realizada en el Gólgota.
b) Eucarístico pues supone una eucliaristía, un dar gracias al Padre («es núes-
tro deber y salvación darte gracias, Padre...»), por el inmenso don de su
Hijo. A diferencia de los demás sacrificios, es Dios quien toma la iniciativa,
pues la Eucaristía es un don de Dios a nosotros, que requiere un agradecí-
miento por nuestra parte. Es Dios quien pone en nuestras manos la perfec-
ta acción de gracias: Cristo mismo.
c) Propiciatorio al recuperar el favor divino perdido a causa de nuestros pe-
cados. Dios no es un ser lejano e indiferente a todo lo nuestro. La Eucaristía
nos hace propicios a la mirada de Dios y por eso puede ser ofrecida por
otras personas, vivas o difuntas. Allí le ofrecemos la mejor víctima propi-
ciatoria: a su mismo Hijo.
Ya desde el siglo Π se celebraban misas por los difuntos. A pesar de las posteriores
objeciones de los luteranos, Trento lo definió claramente como algo perteneciente
a la tradición de la Iglesia (D 1744).

d) Impetratorio al ser la Eucaristía también una oración de petición, que vie-


ne tras la acción de gracias, al predisponemos favorablemente ante quien
recibe tal agradecimiento. Con los méritos de Cristo, podemos pedirle a
Dios Padre por nuestras necesidades: por la sangre de Cristo, tenemos
abierto el acceso al Padre en el Espíritu (cf. Ef 2,18).
60 2.4.3. Frutos de ia Eucaristía

Todos ellos proceden de la cruz de Cristo y llegan a nosotros a través de la


celebración de su memorial sacramental en la Eucaristía, pero podrían dife-
renciarse desde nuestro punto de vista en los siguientes tipos:
a) Fruto general: por el hecho de ser fiel de la Iglesia, todos los bautizados
participan de los beneficios de la Eucaristía, asistan o no a ella. Es decir, se
desprende de la misma presencia real de Cristo en este sacramento, quien
obtiene la gracia ex opere operato. La Eucaristía es ofrecida por toda la Igle-
sia, pues actualiza la obra redentora de Cristo. Así, participar en la Euca-
ristía es corredimir el mundo del modo más eficaz.
b) Fruto ministerial es el que se sigue de la intención del sacerdote al celebrar
la misa. Al ser dispensador de los misterios de Dios, puede aplicarla por
las intenciones que considere oportunas.
c) Fruto especial es el que depende de la participación de los fieles en la
Eucaristía: de su atención, disposiciones, piedad... y, sobre todo, de la re-
cepción fructuosa de la comunión.
d) Además, por el fruto especialísimo, el sacerdote es el primer beneficiario
de la misa.

Ejercicio 1. Vocabulario

• Ex opere operato · P ro p ic ia to rio

• Ex opere operantis · E x p ia to rio

• L a tre ú tic o ♦ Im p e tra to rio

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el v a lo r d e u n a sola m isa?

2. ¿Cuáles son los fin e s d e la c e le b ra c ió n eu carística? E n u m e ra r y e xp lic a rlo s .

3. ¿Cuáles son los fru to s d e la Eucaristía? E n u m e ra r y e xp lic a rlo s .

4. ¿Es n ecesaria la E u caristía p ara la salvació n ? ¿De q u é m od o ?

5. Leer el s ig u ie n te te x to : C a te c is m o d e la Ig le sia C a tó lic a 1 1 2 8 .


J
I TEMA LA EUCARISTIA
L 3 Jl COMO MEMORIAL
Tras un primer acercamiento bíblico e histórico, abordamos ahora el
punto de vista sistemático: la Eucaristía puede ser considerada como
memorial, presencia y comunión (es decir, como sacrificio, sacramento
y alimento). La referencia de la Eucaristía a la Pascua del Señor constitu-
ye una primera profundización en el misterio del cuerpo y la sangre de
Cristo. La referencia a su sacrifido en la cruz es una dimensión irrenun-
dable de la Eucaristía, si bien ha de ser entendida de modo correcto. La
analizaremos ahora aludiendo a las distintas vicisitudes que ha sufrido el
concepto de memorial a lo largo de la historia.

SUMARIO Λ

3.1. LA EUCARISTÍA, MEMORIAL SACRAMENTAL DEL SACRIFICIO DE LA


CRUZ 3.2 ‫׳‬. EL MEMORIAL EN LA ANTIGÜEDAD 3.2.1. La form a de la Eucaris-
tía 3.2.2. Los testim onios de los Padres · 3.3. EL MEMORIAL EN LA EDAD ME-
DIA · 3.4. EL SACRIFICIO EN EL PROTESTANTISMO 3.4.1. La d o ctrina luterana
3.4.2. Z w in g lio y Calvino · 3.5. EL MAGISTERIO DE TRENTO Y VATICANO II 3.5.1.
El concilio de Trento 3.5.2. El m agisterio en el siglo XX.
La riqueza del misterio eucarístico permite abordarlo desde distintos puntos
de vista: como memorial de la muerte y la resurrección de Jesús que tuvie-
ron lugar en tiempos de Poncio Pilato; como sacramento de piedad, signo de
unidad, vínculo de caridad, es decir, como comunión y banquete pascual; y
como prenda de gloria futura (cf. SC 7). Pasado, presente y futuro se encuen-
tran unidos en el ltodie celebrativo, que debemos ver en la unidad orgánica
de los distintos momentos del misterio eucarístico. Aquí veremos pues sobre
todo la Eucaristía (cf. STh ΠΙ, q. 73, a 4)

a) como memorial, pues trae al presente algo ocurrido en el pasado: renova-


dón incruenta del sacrificio de la cruz y memorial sacramental del miste-
rio pascual, es decir, de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

b) como presenda o continuación, perpetuación y proyecdón hacia d futuro


del misterio eucarístico y continua edificadón de la Iglesia. La Iglesia hace
la Eucaristía, y la Eucaristía hace la Iglesia; es, por tanto, una permanenda
de este misterio entre nosotros (Jesús viene y se queda) y como prenda de
gloria futura. Esto es lo que veremos en el tema 4.

c) como comunión y participación personal d d misterio de Jesucristo pre-


sente en la Eucaristía: recibir -con su cuerpo, sangre, alma y divinidad- a
toda la Persona divina de Jesucristo con su doble naturaleza divina y hu-
mana, tal como lo analizaremos en d tema 5.

3.1. La Eucaristía, memorial sacramental del sacrificio de la cruz

Del concepto de memorial se desprenden las siguientes consecuencias. En


primer lugar, la prioridad del sacrificio de la cruz sobre su actualizadón en
la celebración eucarística: precedencia cronológica y ontológica d d acontecí-
miento redentor de la cruz, tal como aparecen en Hb 9,27-28. Es lo que se
llama d ephapax (Hb 7,27; 9,12; 10,10), d «de una vez para siempre», d semel et
pro semper, como reza la Liturgia («de una vez por todas», diríamos en lengua-
je coloquial). No es por tanto un sacrificio que haya quedado atrás, sino que
sigue efectivo y activo en d momento presente.

Cuando se habla de memorial, no se designa una mera memoria o un mero


recuerdo o evocación: es un rito por d que se contiene d mismo sacrificio de la
cruz, la misma Víctima y d mismo Sacerdote. Lo único que cambia es el modo
de estar presente ese sacrificio: cruento en la cruz, incruento en la celebración
eucarística. Por esta razón se dan siempre los mismos efectos: es d mismo acto
perfecto y primordial de adoración, propiciación, impetración y acción de gra- 63
cias al Padre por el sacrificio de su Hijo en la cruz y su posterior resurrección
y ascensión al cielo, como iremos viendo.
La misa es por tanto sacrificio de propiciación, como la definió Trento, en el
sentido de que la entrega de Cristo en la cruz fue aceptada por el Padre en vir-
tud de la resurrección. El sacrificio de Cristo en la cruz supone una expiación,
una reconciliación, el pago de un rescate. Por medio de esta satisfacción vica-
ria, somos reconciliados con el Padre. Como consecuencia, la misa nos hace
propicios ante el Padre y permite nuestra reconciliación con él obtenida en
la cruz. El Crucificado-resucitado, el Cristo celeste ofrece su propio sacrificio
por medio del sacerdote, a través del memorial sacramental de la celebración
eucarística (cf. SC 7).
Al ser la cruz un sacrificio perfecto, no admite repetición. Tiene sin embargo
dos movimientos:
a) El Padre envía a su Hijo y nos la ofrece a nosotros (catábasis) con un movi-
miento descendente, en el misterio pascual.
b) A esto se une un movimiento ascendente (anábaás): el sacrificio del Hijo en
la cruz es ofrecido al Padre, quien lo acepta y le resucita, y esto es lo actúa-
fizado en cada celebración eucarística.
Podríamos resumirlo en el siguiente esquema:
DEL PADRE AL PADRE
Catábasis. descendente Anábasis: ascendente
del Padre por el Hijo en el Espíritu d Padre por el Hijo en el Espíritu
(misión del Hijo, misterio pascual) (ofrenda eucarística)
Iglesia celestial: Iglesia peregrina:
Liturgia celestial celebración eucarística
Por eso la misa -además del sacrifido de Cristo- es también el sacrificio de la
Iglesia, pues esta participa en d sacrifido que Cristo ofrece al Padre. Es toda
la Iglesia la que se une al sacrifido de Cristo, por medio del sacerdote; nos uni-
mos así al único sacrifido de Cristo. Como explica santo Tomás, «el sacrifido
que es ofrecido diariamente en la Iglesia no es distinto del ofreddo por Cristo
[en la cruz], sino su conmemoradón» (STh ΠΙ q. 22 a. 3 ad 2). En la oradón de
las ofrendas del segundo domingo d d tiempo ordinario, nos es recordado que
«cada vez que celebramos d memorial d d sacrificio de Cristo se realiza la obra
de nuestra redendón (opus nostrae redemptionis exercetur)».
64 En c o n c lu s ió n

1. En el A n tig u o T e s ta m e n to se re m e m o ra b a y a c tu a liz a b a la acció n s alvífica con el

m e m o ria l d e la Pascua ju d ía , p e ro D ios n o e stab a re a lm e n te p re s e n te d e l to d o ; en

el N u e v o T e s ta m e n to es in s ta u ra d o un memorial sacramental y sacrificial que

a c tu a liz a la Pascua d el S eñ o r: es p o r ta n to un m e m o ria l d e un s ac rificio q u e nos

d e ja una p re se n c ia real.

2. Es el memorial de la Pascua del Señor, d e la m u e rte y re su rre cc ió n d e C risto:

« a n u n cia m o s tu m u e rte , p ro c la m a m o s tu re su rre cc ió n », c o m o se re p ite en la a n á -

fo ra tras la c o n s ag ra ció n ; re c o rd e m o s ta m b ié n las p alab ra s d e Pablo: «C ada v ez

q u e c o m éis d e este p an y b e b é is d e esta san g re, a n u n c iá is la m u e rte d e l S eñ o r

h asta q u e v e n g a » (1 Co 1 1 ,2 6 ).

3. Es el memorial de Cristo al Padre, q u e e xp re sa la e n tre g a d e l ú n ic o s acrificio

a g ra d a b le al P adre, en re m is ió n d e los p ecad o s.

4. Es el memorial de toda la Iglesia, q u ie n c e le b ra la E u caristía u n id a al H ijo y fo

o fre c e al P ad re en el E sp íritu , p ara p e d irle p o r vivo s y d ifu n to s .

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Hodie c e le b ra tiv o ‫־‬ Catábasis · S acrificio p ro p ic ia to rio

• Anábasis · M e m o ria l s a c ra m e n ta l

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué s ig n ifica m e m o ria l? ¿C óm o se re la c io n a la c e le b ra c ió n e u c arístic a con el

s acrificio d e C risto en la cruz?

2. ¿Q ué q u ie re d e c ir q u e la m isa es s acrificio d e p ro p ic ia c ió n y m e m o ria l sacra-

m e n ta l d el s acrificio de la cruz?

3. ¿Q ué dos m o v im ie n to s se e n c u e n tra n en to d a c e le b ra c ió n eucarística?

4. ¿Q ué q u ie re d e c ir q u e la m isa es s acrificio d e to d a la Iglesia?

5. Leer el s ig u ie n te te x to : H b 9 ,2 7 -2 8 .
3.2. El m e m o ria l en la A n t ig ü e d a d 65

Ya hemos visto el concepto de sacrificio en el Antiguo Testamento. El estudio


de la Eucaristía en los textos neotestamentarios nos ha permitido advertir una
cierta evolución orgánica en la forma externa de celebrar la Eucaristía a partir
de las comunidades apostólicas. Vemos también cómo se impone el término
eucharistía, que aparece en varias fuentes a partir del eucharistesas 'después
de haber dado gracias' (Mt, Me) y de eucharistein 'dar gracias' (ICo 11,24; Le
22,17; D idaché 14,1; Justino, A p o lo g ía 66,2). No es por tanto solo una e u b g ia o
bendición (Me 6,41; Mt 14,19; Le 9,16; ICo 10,16), sino que se constituye en
la verdadera acción de gracias al Padre por el don inmenso de su Hijo en el
Espíritu.

3.2.1. La forma de la Eucaristía

Así, en primer lugar, existe la continuidad ya mencionada entre los términos


zikkaron en hebreo -> anam nesis en griego -> m etnorialis en latín. Veamos sin
embargo cómo evoluciona la designación del misterio eucarístico, según las
distintas perspectivas.

La celebración eucarística es en primer lugar a) berakah, e u b g ia o bendición,


pues en la Eucaristía bendecimos al Padre dándole gracias por la obra de sal-
vación.
De igual modo la Eucaristía es también b) acción de gracias (birkat-ha-m azon),
la eucharistía que será la forma determinante a la hora de distinguir lo esencial
del misterio eucarístico. En efecto, en el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre
por Cristo en el Espíritu por todas las obras realizadas de la creación a la re-
dención. Por tanto, birkat-ha-m azon -> eucharistía -> acción de gracias.
Después el término e u b g ia será traducido como eucaristía, que lo sustituye;
de manera que la evolución del término es la siguiente: berakah -> e u b g ia ->
eucharistía.

Al mismo tiempo encontramos el término c) todah 'sacrificio', una oración de


alabanza y de reconocimiento del pecado, que conlleva la siguiente evolución
terminológica: todah -> tlúsía -> oración sacrificial de alabanza.
También podríamos hablar de una d) combinación de las tres términos ante-
riores, en los que aparecen los conceptos de alabanza, sacrificio propiciatorio
y acción y petición de gracias.
3.2.2. Los testimonios de los Padres

Los Padres de la Iglesia ven en la Eucaristía el cumplimiento de los sacrificios


antiguos, especialmente los de Melquisedec y de la profecía de Malaquías: lo
que estaba preanunciado en los antiguos sacrificios alcanza ahora su plenitud
con el único sacrificio agradable al Padre -el de Cristo en la cruz-, actualizado
en cada celebración eucarística. Los ritos cruentos veterotestamentarios son
sustituidos ahora por una actualización -sacramental, sacrificial pero incruen-
ta- del único sacrificio de Jesucristo en la cruz.

a) Siglo I

La Didaché es el primer testimonio que se conserva del carácter sacrificial


de la Eucaristía: junto al término «fracción del pan», aparecen «Eucaristía»
y «sacrificio»; habla allí de «sacrificio» (thisía) y se cita a Malaquías (1,11-14).
Emplea una mayor precisión terminológica: el sustantivo «Eucaristía», en el
sentido de «acción de dar gracias», es utilizado para designar la celebración,
mientras alude al pan y al vino «consagrados». Desarrolla además el tema de
la relación entre la unidad de la Eucaristía y la unidad de la Iglesia. Habla en
fin también del dies domini, así como de la necesidad de la unidad de la Euca-
ristía con el bautismo y la penitencia («después de haber confesado vuestros
pecados»).

b) Siglo Π

Los Padres apologistas, en su lucha contra los esplritualismos (gnosticismo


y docetismo), proponen una identidad entre hjpos y cmtitxjpos (figura-realidad
contenida), entre el acontecimiento salvador del misterio pascual y la celebra-
dón de la Eucaristía, siguiendo así la llamada «estructura tipológica», la cual
expresa la identidad en la diferenda, al hacer presente un evento con inmune-
rabies actualizaciones.
Ignacio de Antioquía habla d d martirio y de hacerse Eucaristía; también la
comunidad redbe benefido d d martirio, al estar unidos al sacrifido de Cristo
en la cruz, porque d sacrificio del mártir -como d de la Eucaristía- es fuente
de salvación para la Iglesia
Justino, judío y filósofo romano, cita a Malaquías y menciona a los sacrifi-
cios. Alude a que los sacrificios que hacen los cristianos son la conmemoración
(anamnesis) de la pasión. Habla también de la presencia de la jerarquía como
celebrantes, de las lecturas y la consagración, del «alimento eucaristizado» por
la oración de acción de gracias que Cristo pronunció en la última cena.
Ireneo, discípulo de Policarpo (discípulo a su vez de Juan) y de Justino en
Roma, apela a la dimensión sacrificial para oponerse a los gnósticos, y fun-
damenta la resurrección de la carne en la Eucaristía, pues -una vez glorifi-
cada- la materia puede ser eterna. Se trata pues de un ataque directo a los
esplritualismos.
A la vez encontramos la anáfora de Addai y Mari (recibe el nombre de dos
evangelizadores), un texto mesopotámico en arameo de los siglos II-III, vene-
rado en la Iglesia oriental.
Presenta las siguientes características: a) solo presenta la epíclesis y no contiene
por tanto el relato de la última cena, con las verba Christi (las palabras pronun-
ciadas por Cristo sobre el pan y el vino) de modo explícito. Las palabras de la
consagración se encuentran distribuidas de modo eucológico en las oraciones a lo
largo de todo el canon, b) La dimensión sacrificial que aparece claro en la plegaria
eucarística: «la oblación sacrificial se ofrece a Dios, Señor de todos», «es justo y
necesario...», «misterio de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, Je-
sucristo». La Congregación de la doctrina de la fe la consideró válida en 2001, por
los motivos arriba expuestos.

c) Siglo III
Orígenes -de ámbito griego- menciona la sangre de Cristo derramada en el altar,
y alude al carácter de memorial de los panes de la proposición, con una efica-
da propiciatoria mucho menor. A veces sus afirmaciones tienen un contenido un
tanto espiritualista: habla de la comunión espiritual -y no tanto de la manducatio
oralis-, de la presencia del Logos en la Eucaristía, mientras la dimensión sacrificial
queda en un segundo plano.

Tertuliano, de ámbito latino, invita a celebrar el sacrificio (la Eucaristía es el


«sacrificio nuevo», el verdadero sacrificio) y a reservar la comunión para más
tarde. Esta exposición presenta pues un claro realismo sacramental relaciona-
do con la lógica de la encamación y del sacrificio de Cristo.
Cipriano habla del vino como materia que se convierte en la sangre de Cristo,
y no del agua como proponían los encratistas por un malentendido ascetismo.
Además, menciona que la Eucaristía es el sacramento de la pasión del Señor:
«el sacrificio de Dios Padre y de Cristo», «un sacrificio verdadero y pleno».
En fin, une la Eucaristía con la sacramentalidad del sacerdocio en el que es
representado Cristo.
En resumen, para estos Padres, la Eucaristía tiene un carácter sacrificial por
las continuas alusiones, hasta el punto de que tanto el martirio como la Euca-
ristía son dos modos de imitar la pasión de Cristo.
68 d) Siglo IV
Las plegarias eucarísticas contienen en esta época claramente la anamnesis, la
epíclesis y las verba Christi pronunciadas en la última cena, entre las que no se
ve oposición. De igual manera, el concilio de Nicea (325) alude a la relación
entre la Trinidad y la Eucaristía, a la unidad entre sus entre las dimensiones
cristológica y pneumatológica; toda la celebración eucarística es trinitaria, tal
como reza la eucología al final de la plegaria eucarística: «por Cristo, con él y
en él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu santo, todo honor
y toda gloria».
Entre los Padres griegos, Eusebio de Cesárea nos dejó las siguientes palabras:
«Sacrificamos por consiguiente al Dios supremo un sacrificio de alabanza;
sacrificamos el sacrificio inspirado por Dios, sagrado y digno de ser venera-
do; sacrificamos de un modo nuevo, según el nuevo testamento, el sacrificio
puro» (Demonstratio evangélica 1,10: PG 22,94).
Llama a la Eucaristía memorial de la cruz y, en la respuesta a Constancia, hermana
de Constantino, recuerda que la verdadera imagen de Cristo está en la Eucaristía,
no en los iconos. Además, menciona que los cristianos no celebramos la Pascua
solo una vez al año -como los judíos-, sino todos los domingos (De solemnitati
paschali 7,12: PG 24,701).

Gregorio de Nisa menciona los términos «sacrificio», «oblación», «cordero»,


«víctima» y «sacerdote».
Juan Crisóstomo, doctor Eucharistiae, quien tendrá un enorme influjo en la
Edad media, afirma respecto a la cuestión del memorial que «siempre ofre-
cemos el mismo cordero», por lo que «el sacrificio es siempre uno». Junto a
expresiones sacrificiales muy sobrias («sacrificio espiritual e incruento»), pro-
pone ambas la epíclesis y las verba Christi sin conflictos.
Teodoro de Mopsuestia habla de la anámnesis del sacrificio de la cruz, como
toda la escuela antioquena: «está claro que en la Liturgia se realiza tan solo un
sacrificio». Afirma además que los sacerdotes ofrecen siempre el único sacri-
ficio de Cristo.
Entre los Padres latinos, destaca Ambrosio quien afirma claramente que Cris-
to ofrece el sacrificio eucarístico por medio de los sacerdotes (Sal 38,25: PL
14,1051).
Agustín se refiere a la carne y la sangre del sacrificio, y cita a Malaquías y a
Melquisedec, aunque el Sacerdote y la Víctima se identifican: «Por este sacrifi-
ció viene a ser sacerdote el mismo Dios, siendo él quien se ofrece y la ofrenda,
la víctima y el sacrificio» (Contra Fausto 20,21: PL 42,385).
e) Siglo V 69

Cirilo de Alejandría menciona que todos los días se ofrece una oblación, en la
que se perpetúa el sacrificio de Cristo.
Teodoreto de Ciro afirma que todos los días ofrecemos el mismo sacrificio de
la cruz.
Fausto de Riez tiene también una gran influencia en la Edad media, y habla
de la continuidad en la Iglesia del único sacrificio de Cristo.

En conclusión

1. E n c o n tra m o s una enseñanza unánime de los Padres d e q u e la E u caristía es un

v e rd a d e ro sacrificio , el m e m o ria l d e la p asió n d el Señor, c o m o d iría m o s a h o ra .

2. La E ucaristía es typos d e la Pascua d e l S eñ o r (antitypos), es d ecir, d e la p asió n y

m u e rte en la c ru z ju n to c o n la resu rrecció n y la ascen sió n a los cielos, c o m o rezan

las p le g a ria s eu c arístic as . Es lo q u e se llam a e s tru c tu ra o m o d e lo tip o ló g ic o .

3. Es una actualización o re -p re s e n ta c ió n o n to ló g ic a (y no m e ra m e n te s im b ó lic a ),

en la q u e se hace p re s e n te to d o el m is te rio p ascu al y, p o r ta n to , exp resa la u n id a d

in s e p a ra b le e n tre cen a, c ru z y re su rre cc ió n .

4. La E ucaristía es p o r ta n to celebrar el memorial, dar gracias y ofrecerlo al P adre.

5. La c e le b ra c ió n e u c arístic a p o d ría ser c o n s id e ra d a m e m o ria (mimesis) d e la ú ltim a

c en a p e ro s o b re to d o es memorial (anámnesis) d e la Pascua d e l Señor.

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• E v o lu ció n o rg á n ic a · Eucaristía · Antitypos

• Eulogía · P leg a ria e u c arístic a

• S acrificio · Tipos

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué a firm a la Didaché s o b re el sacrificio?

2. ¿Q ué s ig n ifica la e s tru c tu ra tip o ló g ic a d e la Eucaristía?


3. ¿Q ué d ic e Ig n a c io d e A n tio q u ía s o b re la Eucaristía?

4. ¿Es v á lid a la a n á fo ra d e A d d a i y M ari? ¿Por qué?

5. ¿ Q u é c o n tie n e n las p le g a ria s e u carísticas d e l sig lo IV?

6. ¿Q ué d ic e n los Padres d e la Ig lesia d e O rie n te y O c c id e n te s o b re la d im e n s ió n

sacrificial d e la Eucaristía?

3.3. El memorial en la Edad media

En lo que se refiere a los textos litúrgicos, durante los siglos V y VI se vivió en


Roma un período de gran creatividad, impulsada por papas como León Mag-
no, Vigilio y Gelasio, quienes iban conservando en libelli o cuadernos textos
que luego serán a su vez recopilados en forma de «sacraméntanos». Mientras
los libros litúrgicos llamados ordines regulaban externamente la celebración,
los sacramentada contenían los textos propios del celebrante de la Eucaristía
De la creatividad se pasó gradualmente a la compilación, o sea, a la copia y
fijación de los libros litúrgicos.

a) La Eucaristía en los siglos V al VIII


Así, el paso siguiente fue la unificación. Fuera de Roma también hubo gran
actividad, y en este período se produjo la diversificación de las familias litúr-
gicas, orientales y occidentales. Las iglesias orientales habían desarrollado sus
propios libros litúrgicos, sobre todo los «eucologios». De modo análogo, tam-
bién en el resto de occidente fueron organizándose sacraméntanos y rituales
propios o adaptados.
En cuanto a la teología occidental, la plegaria eucarística desarrolla princi-
pálmente su dimensión cristológica, quizá por influencia de las desviaciones
que en este campo tardaron más en desaparecer en esta parte de la Iglesia,
como el arrianismo o el adopcionismo, que dejaban en sombra la divinidad
de Jesucristo.
Por influencia de las controversias sobre la presencia real, la Eucaristía ya no
se verá tanto como memorial de la muerte pascual de Cristo, sino como la con-
sagración del pan y del vino, y se da prioridad al «ver» y «adorar», respecto
al «comer» y «beber». La reserva eucarística pasa de la sacristía al interior de
la Iglesia (sagrario), hasta el punto de que, en el espacio sagrado del templo,
pudiera parecer tener más importancia el sagrario que el altar.
La separación del pan y del vino en la consagración expresa ya el sentido
sacrificial y la re-presentación de la muerte de Cristo. Aparecen en esta línea
además algunos gestos de carácter sacrificial, como la «elevación», primero
del cuerpo y, algo después del cáliz, invitando a la adoración y al culto, acom-
panado con el sonido de las campanas. Así como Cristo ha sido levantado en
la cruz, el sacerdote eleva los dones eucarísticos obtenidos por la actualización
de su sacrificio.

b) La Eucaristía como sacrificio en los siglos IX al XII


El principio fundamental que asegura en esta época la unidad de la Eucaristía
es la idea de memorial. En la Edad media se realizan las grandes sistemati-
zaciones teológicas, y es interesante advertir cómo los teólogos relacionan la
dimensión sacrificial con la presencia real.
Amalario de Metz sigue en su explicación del sacrificio de la misa el método
alegórico, analizando en detalle los pormenores de la celebración y viendo
en ellos alegorías tipológicas y moralizantes. Su adversario, Floro de Lyan, lo
acusó de alterar la fe católica con su alegoricismo, que establecía paralelismos
entre la celebración eucarística y los distintos momentos de la pasión del Se-
ñor. Esto podía traer como consecuencia -tal vez no deseada- la duplicación
del sacrificio en dos -el de la cruz y el de la misa-, como si fueran dos sacrifi-
cios distintos. Así, por ejemplo, el introito es el adviento, el gloria la navidad,
la epístola la predicación del Bautista, el lavabo el gesto de Pilato, etc. Amala-
rio, sin embargo, afirma también el carácter misterioso del sacrificio de la cruz.
Pascasio y Ratramno coinciden en la doctrina común de que el sacrificio de la
misa es memorial del sacrificio de Cristo en la cruz, la celebración del mismo
in mysterio. Lo que les diferencia es la distinta conclusión que sacan: mientras
para Pascasio el memorial prueba la presencia real de Cristo, concebida en
clave realista, Ratramno lo considerará en clave más simbólica, como se verá
más adelante.
Con Pedro Lombardo la doctrina anterior sobre el sacrificio eucarístico llega a
una síntesis perfecta: la Eucaristía es memorial del sacrificio de la cruz, que lo
hace presente entre nosotros; es la misma oblación de la cruz, realizada entre
nosotros de forma diferente.

c) La Eucaristía como sacrificio en los siglos X lll y XIV


En el siglo XIII la doctrina tradicional sobre el carácter sacrificial de la Eucaris-
tía como memorial de la cruz constituye un dato asumido: aunque se mencio-
na constantemente, no es estudiado de forma explícita.
En Tomás de Aquino, se encuentra su pensamiento sobre el sacrificio euca-
rístico en su Comentario a la primera carta a los corintios, en las Sentencias y en
la Suma teológica. Al igual que los teólogos del momento, el Aquinate pane
de relieve el vínculo entre el sacrificio eucarístico y el sacrificio de la cruz. La
Eucaristía es entendida como sacrificio por dos motivos: porque a) en toda
acción sacrificial es ofrecido algo (STh ΙΠ q.79 a.5) y, sobre todo, porque b) es
re-presentación del sacrificio de la cruz, al volverlo a hacer presente.
Duns Escoto acentúa la tendencia a distinguir el sacrificio eucarístico del de
la cruz: la Eucaristía es sacrificio, principalmente, porque es oblación -hecha
por la Iglesia y aceptada por Dios- de la víctima presente en el altar. Cristo
está presente en el sagrario, pero solo cuando la Iglesia lo ofrece podemos ha-
blar de sacrificio eucarístico. Para Escoto, además, no es Cristo quien se ofrece
de modo inmediato en la Eucaristía, sino que es ofrecido más bien de forma
virtual, pues fue él mismo quien mandó que se ofreciera. Cristo es la Víctima,
pero no el Sacerdote.
Respecto al contexto teológico, la teología eucarística de Escoto y la los nomi-
nalistas como Guillermo de Ockham fue el precedente de la reforma protes-
tante en lo que se refiere a la doctrina eucarística. Con el nominalismo se había
perdido ya la visión integral de la Eucaristía, pues el sacrificio eucarístico se
ha desvinculado del sacrificio de la cruz.

En conclusión

1. Existe identidad e n tre s ac rificio d e C risto y s ac rificio d e la Ig le sia.

2. La elevación en la Edad m e d ia te n ía el m is m o s e n tid o sacrificial d e C risto le v a n ta -

do en la cru z.

3. Tom ás d e A q u in o re c o g e estas s u g e ren c ia s en la c o m p re n s ió n d e la E ucaristía

com o imagen re-presentativa d e l s ac rificio d e la c r u z .‫ פ‬c o n c e p to d e re p re s e n ta -

ció n tie n e para el A q u in a te una p ro fu n d id a d e s p e c ia l, q u e le re m ite a la p a rtic ip a -

c ió n a c tu a l d e l m is te rio p ascu al.

4. El alegoricismo m e d ie v a l, D u ns Escoto y G u ille rm o d e O c kh a m tie n d e n m ás b ie n

a s e p a ra r a m b o s a c o n te c im ie n to s .

5. F re n te al a le g o ric is m o m e d ie v a l, s u rg e n a lg u n a s p ro p u e s ta s (Pascasio, R a tra m n o ,


L o m b a rd o ) q u e d e s ta c a n la unidad e n tre el s ac rificio d e la c ru z y el d e la m isa.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• M é to d o a le g ó ric o • S a c ra m e n ta rlo s

• P resencia real • E u co lo g io s

• S e n tid o s ac rificial • L itu rg ia ro m a n a

• R e p re s e n ta c ió n

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿En q u é con siste la c re a tiv id a d litú rg ic a d e los siglos V y VI?

2. ¿C óm o se d e s a rro lla la c o n c ie n c ia d e la d im e n s ió n sacrificial en la Edad m ed ia?

3. ¿C óm o es e n te n d id a la E ucaristía c o m o s acrificio en los siglos IX-XII?

4. ¿Q ué d ic e T o m ás d e A q u in o so b re la cru z y la c e le b ra c ió n eucarística?

5. ¿Q ué a firm a n al re s p e c to D uns Escoto y G u ille rm o d e O ckh am ?

3.4. El sacrificio en el protestantismo

El clima de la práctica religiosa a inicios del siglo XVI no era del todo edifi-
cante. Aparte de muchos signos de decadencia que afectaban a la vida eclesial
(poca formación del clero, intromisión del poder civil, poca dedicación de los
obispos al cuidado pastoral de sus diócesis), la comisión designada al efecto
en el concilio de Trento -sobre todo en la sesión de 1562- elaboró una lista de
abusos respecto a la Eucaristía, como la escasa participación de los fieles en la
comunión eucarística, una cierta superstición unida a la avaricia de algunos
clérigos que les llevaba a repetir misas para obtener estipendios, o el énfasis en
el culto eucarístico en detrimento de la celebración de la m isa Además hemos
visto cómo, durante la Edad media, había sido desarrollado el mencionado
alegoricismo, sobre todo en ámbito nominalista.

3.4.1. La doctrina luterana

Con este ambiente litúrgico y religioso creado e inspirada en la doctrina de la


justificación por la sola fe, la reforma protestante propuso la siguiente doctri-
na eucarística:
a) Rechaza la dimensión sacrificial de la Eucaristía, criticando ciertas con-
cepciones de la época -como el alegoricismo-, que duplicaba y eclipsaba
el sacrifico de la cruz, y por eso en parte pide suprimir las misas privadas.
b) Destaca el aspecto comunitario y convival de lo que llamarán Cena.
c) Así, el sacramento de la Cena -afirman- ha sido instituido para comer el
cuerpo de Cristo, no para verlo: lo importante es la manducatio, y no la ado-
ratio, por lo que todos comulgan, incluso quienes no tienen fe (manducatio
impiorum). Es a su vez rechazada la adoración eucarística al no tener base
bíblica
d) De igual manera es exigida la comunión bajo las dos especies también
para los laicos, negando la doctrina de la concomitancia que veremos más
adelanta
e) Critica la doctrina de la transustanciación, sin negar del todo la presencia
de Jesucristo bajo las especies sacramentales, como veremos también.
Lutero (1483-1546) escribió lo siguiente «si falla la misa, el papado caerá por
su propio pie; y antes de permitirlo, estarían dispuestos a matamos a todos, si
les fuera posible» (WA X,220). Rechaza en efecto la «misa papista» y la noción
de sacrificio basándose en la doctrina de la justificación: la misa sería una obra
humana, una opus hominum, que intentaría lograr la salvación por los propios
méritos y eclipasaría el mismo sacrificio de Cristo en la cruz.
Está claro sin embargo que el sacrificio de Cristo en la cruz no es reiterable. No-
sotros no podemos ofrecer ningún sacrificio al Padre en sentido estricto, sino que
es un don que Dios hace al hombre, nunca una obra humana. En esta doctrina,
coincidirán todos los reformadores; la diferencia estará sobre todo en el modo de
entender la presencia de Cristo en las especies consagradas.

En De captivitate bab\jlonica (1520), Lutero escribió que la misa entendida como


sacrificio es «el peor de los abusos», «la más horrible abominación» (der schrec-
Uichste Greuel), la tercera y peor cautividad de todas: la concepción romana
de la misa, que según él sería algo así como decir «te ofrezco a ti, Dios vivo y
verdadero, un mérito mío». Lutero es consciente de que la idea sacrificial está
tan arraigada, que habría que destruir todos los libros y cambiar la ceremonia
misma. Hay que volver a la intención originaria -según él- de Cristo al insti-
tuir el sacramento: la Eucaristía es una promesa, memoria (no memorial), tes-
tamento («este es el cáliz del nuevo testamento»), y no existe referencia alguna
al sacrificio de la cruz, afirma.
En De abroganda misa privata (1521) sostiene la dimensión comunitaria y que la
cena es sacramento pero no sacrificio. Es negada así la dimensión sacrificial tanto
en el sacerdocio como en la Eucaristía. La misa es banquete, pero no sacrificio ni
memorial del sacrificio de la cruz. Si la misa es sacramento y no sacrificio -solo
cena y banquete-, no se puede concebir la celebración de la Eucaristía sin la co-
munión de todos los fieles. Así, Lutero compone la Deutsche Messe (1525-1526),
donde traduce la misa al alemán y suprime todas las referencias sacrificiales y
gran parte de la plegaria eucarística.

3.4.2. Zwinglio y Calvino

Zwinglio insiste en la justificación por la sola fe y rechaza el sacramento como


medio de salvación. Solo existe un único sacrificio: el de la cruz; la Cena es
la memoria, no el memorial, sino una mera conmemoración de la muerte de
Cristo. Además, Cristo mandó que se comiera su cuerpo y se bebiera su san-
gre, no que se ofreciera, señala.
Respecto al carácter sacrificial de la Eucaristía, Zwinglio coincide con Lutero:
apoyado en el principio de la justificación por la sola fe, y rechaza todavía más
el valor del sacramento como medio de salvación.
Calvino por su parte reitera que Cristo es el único sacerdote y que el único
sacrificio es el de la cruz. La misa sería un estorbo que intentaría suplantar ese
único sacrificio: es un don de Dios que se presenta a á misma como un don
a Dios. Algo así como una usurpación, pues iría en contra de la justificación
gratuita que recibimos por la fe. Así, serán tres los argumentos que opone a la
fe católica:
a) El sacerdocio eterno de Cristo excluye todo sucesor;
b) la cruz es nuestro único sacrificio;
c) la misa nos haría olvidar la cruz, poniéndose en su lugar y sustituyendo
sus frutos.
La Cena será por tanto el banquete en el que se recibe, por la fe, la eficacia
salvadora del único sacrificio de Jesucristo; lo consagrado servirá como una
evocación de la presencia de Jesucristo, como la imagen del objeto que se nos
ofrece en un espejo.
Las misas privadas en las que no se distribuye la comunión van contra la volun-
tad de Cristo, por lo que quedan abolidas. Las últimas ediciones de su Institución
cristiana admiten que la misa sea un sacrificio, pero de alabanza y acción de gra-
cias, nunca de propiciación.

Como hemos visto, Lutero rechaza la noción de sacrificio por la doctrina de la


justificación: la misa sería una opus hominum que intentaría conquistar sola y por
sí misma la salvación.
76 Podríamos por tanto resumir la doctrina sobre el sacrificio en los reformados,
en los siguientes puntos:
a) Mientras que en el tema de la presencia existen diferencias entre los refor-
madores, el rechazo de que la Eucaristía sea sacrificio es unánime.
b) Si la misa es sacramento, testamento y banquete, pero no sacrificio, no se
puede concebir la celebración de la Eucaristía sin la comunión de los fie-
les.
c) Junto a la doctrina de la justificación, puede afirmarse que el protestantis-
mo niega además el carácter sacrificial de la Eucaristía por dos razones que
se fundamenta en la concepción del ministerio:
1. En la carta a los hebreos, el único sacerdote, Cristo, realiza un sacrificio
perfecto que es la cruz; admitir otros sacrificios significaría rebajar la sin-
guiar importancia de la cruz.
2. Los reformados niegan por tanto que exista sacerdocio ministerial: a la
figura del sacerdote se propone como alternativa la idea de pastor protes-
tante como delegado de la comunidad, principalmente para predicar.
Por tanto, frente a los reformadores, la teología católica deberá demostrar:
1. Que la misa no resta importancia a la cruz, porque no añade un sacrificio
distinto al del sacrificio del Calvario.
2. Que la misa solo reconoce y actualiza la muerte de Cristo en la cruz, junto
con su posterior resurrección.

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• D im e n s ió n c o m u n ita ria · M e m o ria

• J u s tific a c ió n · m isa p riv a d a

• T e s ta m e n to

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué abusos se d a b a n en la Edad m e d ia en la praxis eu carística?


77
2. ¿En q u é con siste la c rític a d e L u te ro a la d o c trin a d e la m isa? ¿En q u é c o n c e p -

c ió n se basa su crítica?

3. ¿Q ué d ic e n al re s p e c to Z w in g lio y C alvin o ?

4. ¿Cuál es la d o c trin a p ro te s ta n te s o b re el sacerdocio?

3.5. El magisterio de Trento y Vaticano II

En 1520, tres años tras la ruptura con Roma, Lutero había escrito en A lano-
bleza cristiana de ia nación alemana: «en Roma ignoran más o menos todo sobre
la fe». Desde 1518 el reformador alemán estaba apelando a la autoridad de un
concilio libre de toda tutela pontificia, que luego sin embargo rechazó. Carlos
V veía también en un concilio el único medio para rehacer la unidad del im-
perio y de la cristiandad, obligando a llevar a cabo reformas «en la cabeza y
en los miembros». Sin embargo, el papa Clemente VII no quería oír hablar de
un concilio, por temor al conciliarismo aún latente, es decir, en dejar toda la
autoridad de la Iglesia en manos de un concilio.

3.5.1. El concilio de Trento

Sin embargo, desde el concilio V de Letrán (1517) al de Trento (1545-1563) ha-


bía tenido lugar un intenso desarrollo en la doctrina eucarística. Al ser elegido
papa Pablo III (1534), vio la necesidad de convocar un concilio, aunque todavía
tardará once años en convocarlo. Lo primero que hizo el papa fue asegurarse
valiosos colaboradores, y formar una comisión preparatoria para la celebración
del concilio que pronto (1537) elaboró un informe sobre los males que aqueja-
ban a la Iglesia (obispos mal elegidos, sacerdotes sin formación, acumulación
de riquezas, abusos de la curia, decadencia en las órdenes religiosas, predica-
ción mediocre, etc.). Así, el concilio empezó el 13 de diciembre de 1545.

a) La doctrina eucarística
Trento se ocupa de la misa con parecido interés -si no más- al que tuvo para
la doctrina de la justificación. En 1547 redactaba el decreto de la justificación,
donde se menciona la cuestión del sacrificio eucarístico, aunque después apla-
ce este problema. Redacta pues, en la sesión XIII (1551), el Decreto y cánones
sobre el santísimo sacramento de la Eucaristía sobre el modo de presencia, es decir,
de la Eucaristía como sacramento. Once años después, en la sesión XXI (1562),
el concilio emana la Doctrina y cánones sobre la comunión bajo las dos especies y
sobre la comunión de los niños. En fin, en la sesión XXII de ese mismo año fue
abordada la cuestión de la Eucaristía como sacrificio; es decir, habían pasado
más de una década desde la exposición de la doctrina sobre la presencia euca-
rística: solo al final se ocupa de la cuestión del memorial.
En el capítulo primero se desarrolla la continuidad entre el sacrificio de la cruz
y el de la misa (D 1739-1741): el sacrificio del altar es una representación, es
dedr, un memorial diríamos ahora (nunca una memoria, repetición o conme-
moradón) del sacrificio de la cruz que nos legó Cristo. Es re-presentación y
memorial del único sacrificio de Cristo en la cruz.
No se trata pues de una nuda conmemoratio, de un mero recuerdo, sino de un
verdadero y propio sacrificio con valor propiciatorio, pues nos hace propicios
para recibir la gracia alcanzada por Cristo en la cruz. Habla de la misa como
verdadero y propio sacrificio, pues es el mismo Señor quien se nos ofrece para
ser comido.
El valor del concilio de Trento consiste en abordar las cuestiones que había
puesto en duda la doctrina luterana, afrontándolas tanto desde el punto de
vista teológico como a nivel práctico. Establece así de modo práctico una serie
de cánones -también sobre otros temas-, en los que expresa la doctrina euca-
rística de modo sintético:
1. Can. 1: «Si alguno dijere que en el sacrificio de la misa no se ofrece a Dios un
verdadero y propio sacrificio, o que el ofrecerlo no es otra cosa que dársenos a
comer Cristo, sea anatema».

2. Can. 2: «Si alguno dijere que con las palabras: Haced esto en memoria mía [Le
22,19; ICo 11, 24], Cristo no instituyó sacerdotes a sus apóstoles, o que no les
ordenó que ellos y los otros sacerdotes ofrecieran su cuerpo y su sangre, sea
anatema».

3. Can. 3: «Si alguno dijere que el sacrificio de la misa sólo es de alabanza y de


acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz,
pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser
ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y
otras necesidades, sea anatema».

4. Can. 4: «Si alguno dijere que por el sacrificio de la misa se infiere una blasfemia
al santísimo sacrificio de Cristo cumplido en la cruz, o que este sufre menosca-
bo por aquél, sea anatema».

5. Can. 5: «Si alguno dijere ser una impostura que las misas se celebren en honor
de los santos y para obtener su intervención delante de Dios, como es inten-
ción de la Iglesia, sea anatema» (c. 5).
6. Can. 6: «Si alguno dijere que las ceremonias, vestiduras y signos externos de
que usa la Iglesia católica son más bien provocaciones a la impiedad que no
oficios de piedad, sea anatema» (c. 6).

Sinopsis

La te o lo g ía d e la sesión XXII está c e n tra d a en el v e rb o repraesentari, q u e s ig n ifica

«re-presentar», en el s e n tid o d e «h acer p re s e n te d e n u ev o ». Las id eas te o ló g ic a s d e esta

sesión son las s ig u ien tes :

1. La m isa es verdadero sacrificio,

2. p ero no un s acrificio d is tin to d el s acrificio d e la cruz;


3. y lo es p o rq u e en la c e le b ra c ió n e u c arístic a se hace presente d e n u ev o (repraesen‫־‬
tatur) el s acrificio d e la cruz: es la a c tu a liz a c ió n , la re -p re s e n ta c ió n d el ú n ico e irre -

p e tib le s acrificio d e C risto en la cruz.

4. Lo ú n ico q u e varía es el modo d e hacerse p re se n te : la m ism a V íc tim a se o fre c e de

m o d o c ru e n to en la cru z, in c ru e n to en la E u caristía.

b) Influencia de Trento
Las decisiones del concilio tuvieron también sus consecuencias positivas
desde el punto de vista litúrgico: se impulsó oficialmente la necesidad de la
catequesis y de la explicación de la misa, sobre todo a través del Catecismo
romano; fueron corregidos algunos abusos en la celebración, y se procuró la
participación del pueblo, con algunos intentos tímidos de traducción a len-
guas vernáculas.
Sin embargo, no fue tan positiva la posterior recepción de esta doctrina Así,
en ocasiones el carácter sacrificial de la misa fue separado de su dimensión
sacramental (el memorial de la presencia); es decir, el sacrificio fue separado
del sacramento, a pesar de que no fuera esta la mente del concilio. Trento ha-
bló de representación y de memoria, pero después la teología postridentina no
insistió en la «actualización» sacramental del sacrificio pascual. Por ejemplo,
el Catecismo romano cambió de inmediato este término por otro más fuerte
(instauretur), de tal forma que la idea de representación o de actualización sa-
cramental desapareció del mapa teológico.
El concilio encargó al papa la edición de los nuevos libros litúrgicos: Pío IV
y luego Pío V, con las oportunas comisiones, trabajaron en la preparación del
misal, que apareció en 1570 y que ha durado hasta nuestros días (1970).
3.5.2. El magisterio en el siglo XX

El movimiento litúrgico se desarrolló en países como Francia, Bélgica y Ale-


manía en los siglos XIX y XX. A pesar de las disposiciones de Trento, la comu-
nión era poco frecuente entre el pueblo (DS 1747), por lo que se promovió la
participación litúrgica y la práctica sacramental. Pío X difundió la comunión
frecuente y de los niños, así como el uso del canto gregoriano. En 1918 Guardi-
ni publicaba El espíritu de la Liturgia y, en 1922, aparece La Liturgia como celebra-
ción del misterio de Casel, donde recuerda que la Eucaristía es la actualización
del evento histórico-salvífico realizado por Cristo en la cruz y nos ofrece el
cuerpo glorioso de Cristo.
Pío XII en la encíclica Mediator Dei (1947) recoge las sugerencias del moví-
miento litúrgico, a la vez que recordó la doctrina de Trento de la misa como
renovación incruenta del mismo sacrificio de Cristo en la cruz, aunque uti-
lizará el término iteratur; dio una mayor importancia a la dimensión social y
comunitaria de la Eucaristía; promovió la adoración eucarística y recordó el
valor de la missa sirte populo; y dispuso en fin que la comunión es parte esencial
de la misa solo en el caso del sacerdote.
El Vaticano Π habla del «memorial de la muerte y resurrección» (SC 47, PO
4, A G 14), «en el que se hace presente (repraesentatur) la victoria y el triunfo de
su muerte» (SC 6); e insiste en el representar -hacer presente, y no en la simple
repetición o reiteración-, pues la celebración eucarística actualiza el único sa-
orificio con el de la cruz. Aquí el concilio retomaba a Trento, pues los términos
instauratur y reiteratur resultaban equívocos; alude también al Espíritu Santo
y a su necesaria intervención en la celebración eucarística en sintonía con la
tradición oriental (cf. SC 6). En LG 28 se citan las disposiciones de Trento sobre
la dimensión sacrificial, que también aparecen en el correspondente CIC 897.
Igualmente recuerda la dimensión convival, al referirse al «banquete pascual,
en el cual se come a Cristo» (SC 47).
Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei (1965) menciona también el repraesen-
tatur, y recuerda que es el mismo el sacrificio ofrecido en la cruz y en el altar,
por lo que es memorial, banquete y sacramento a la vez.
Juan Pablo II publica la carta Dominicae Coenae (1980), y allí habla del «sacri-
fido de la redención y de la Nueva Alianza». En la encíclica Eccksia de Eucha-
ristia (2003) alude a la «representación sacramental de la pasión y la resurrec-
dón» (a 11).
En el Catecismo de la Iglesia católica (1992-1997), el apartado V gira en torno al
sacrificio sacramental (n,1356ss.), y el VI trata del banquete pascual (n.!382ss.).
Sin duda, este texto presenta de forma equilibrada y complementaria los dos g!
aspectos centrales, la dimensión sacrificial y la dimensión convival del banque-
te resultante. A su vez, sitúa el misterio eucarístico en el contexto más amplio
de la teología sacramentaría que contiene, en la que se subraya que los sacra-
mentos «hacen presente, manifiestan y comunican» el misterio de Cristo.
En concreto, une al «sacrificio» los aspectos de acción de gracias, memorial y
presencia, y emplea además expresiones propias de la teología actual, como
cuando explica que no se trata de una repetición material del sacrificio único e
irrepetible de la cruz, sino del «sacramento del sacrificio», del «memorial del
sacrificio», de la «representación memorial».
El apartado VI trata sobre el banquete sacrificial, y resalta la complemen-
tariedad entre ambos aspectos: «La misa es a la vez, e inseparablemente, el
memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete
sagrado de la comunión en el cuerpo y la sangre del Señor» (n.1382-1383). Es
un banquete de comunión, en el que todos estamos llamados a participar con
las debidas disposiciones: no tener conciencia de pecado grave, humildad y fe,
ayuno eucarístico, plena comunión en la fe (cf. n. 1415).
La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia (cf. n 1362-1372). De
igual meodo, al ser «prenda de gloria futura» (cf. nn. 1402-1405), esta exige
pues que nos adentremos en el sacrificio actualizado de la cruz, para poder
promover después la alegría de la Resurrección. Consiste en la ofrenda del
Cristo glorioso, muerto y resucitado: no es un cadáver, sino el cuerpo vivo del
Resucitado. Por eso puede estar de modo sustancial en todas partes: lo que
recibimos en la comunión es carne viva presente de modo sustancial, «carne
de vida eterna», como explicaremos en el siguiente capítulo.

En conclusión

1. En cada c e le b ra c ió n de la Eucaristía se re n u e v a y a c tu a liz a el único sacrificio re-

d e n to r d e la cruz

2. Este memorial sacramental del sacrificio de la cruz s u p o n e la re n o v a c ió n d el

g ra n "sí" d e C risto al P adre en el E sp íritu , q u e su p era y rep ara to d o s los "noes" d el

p ec ad o .

3. La E u caristía no solo es sacrificio de Cristo, sino ta m b ié n de la Iglesia.


4. Es pues d e la o fre n d a d el Cristo glorioso, m u e rto y re s u c ita d o , en el b a n q u e te

sacrificial d e la c e le b ra c ió n e u c arístic a.
82
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica ei significado de ias siguientes palabras y expresiones usadas:

C o n c ilia ris m o • C ru e n to e in c ru e n to C u lto e u c a rís tic o

R ep re se n ta ció n • D im e n s ió n social y co - · M isa sine populo


P ro p ic ia to rio m u n ita ria B a n q u e te sacrificial

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a ias siguientes preguntas:

1. ¿En q u é con siste el m o v im ie n to litú rg ico ?

2. ¿Q ué d is p o s ic io n es p ro m o v ie ro n Pío X y Pío XII?

3. ¿Cuál es la d o c trin a d e l V a tic a n o II sob re el m is te rio eu carístico ?

4. ¿Q ué d e ta lle s fig u ra n en el Catecismo de la Iglesia católical


5. ¿C óm o es o fre c id o C risto en la Eucaristía?

6. Lee los s ig u ie n te s te x to s : a) C atec is m o d e la Ig lesia C a tó lic a 1 3 6 5 . b) C atec is m o

d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 6 6 . c) C atec is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 2 2 .

7. ¿En q u é c ircu n s ta n cia s h istó ricas fu e c o n v o c a d o el c o n c ilio d e T rento ?

8. ¿En q u é con siste el c o n c e p to d e re p re s e n ta c ió n e n s e ñ a d o p o r el c o n c ilio tri-

d e n tin o ?

9. ¿Cuál es la d o c trin a c o n c ilia r d el sacerd o cio ?

10. ¿Q ué co n s ec u en c ias tu v o la e rró n e a c o m p re n s ió n d e la d o c trin a e u c arístic a

d esp u és d e Trento ?

11. ¿Q ué d is p o s ic io n es so b re la E u caristía p ro m u e v e el T rid e n tin o ?

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conte-
nidos aprendidos:

«D ejad m e ser pasto de las fieras por m e d io de las cuales p o d ré alcan zar a Dios. Soy

trig o de Dios y soy m o lid o por los d ien tes de las fieras para m o strarm e com o pan puro

de Cristo. [ ...] Pedid a Cristo por m í para q u e, p o r m ed io de estos in stru m en to s, logre

ser un sacrificio para Dios».

(Ignacio de A n tio q u ía ,
Carta a los romanos 4,1-2: FP 1,153)
83
San Agustín se refiere a la Eucaristía en relación con el único sacrificio de Cristo: «Así ta m -

bién, cuando nos referim os a la celebración del sacram ento del altar, decim os q u e en ese

día acontece lo q u e no acontece en ese día, sino q u e aconteció antaño . Cristo fu e in m o la-

do una sola vez en persona, y es in m o lad o no solo en las solem nidades de la Pascua, sino

tam b ié n cada día e n tre los pueblos en dicho sacram ento».

(1Carta 98,9: Solano 11,205)

«La Eucaristía es el sacram ento p erfe cto de la pasión de Cristo en cu an to q u e co n tie n e

al m ism o C risto q u e ha sufrido».

(Tom ás de A q uin o, STh III q 73 a 5 ad 2)

«Este sacram en to se llam a sacrificio en cu an to q u e representa la pasión m ism a de Cris-

to».

(STh III q. 73 a. 4 ad 3)

«Así, pues, este nuestro Dios y Señor, m e d ia n te la m u e rte , había d e o frecerse a Dios

Padre una sola vez en el ara de la cruz, a fin d e realizar p o r ellos [allí] la red en ció n e te rn a.

Pero com o su sacerdocio no había de extin g u irse con la m u e rte , en la ú ltim a cena, la

noche en la que era e n tre g a d o (IC o 11,13), para d ejar a su am ada esposa, la Iglesia, un

sacrificio visible (com o lo e xig e la n atu raleza del h o m b re), en el q u e estuviera repre-
sentado (repraesentaretur) aqu el sacrificio c ru en to q u e iba a realizarse una sola vez en

la cruz [ . . . ] A ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les o rd en ó q u e los o frecieran , con

estas palabras: H aced esto en m em o ria m ía, e tc (Le 22,19; 1C0 11,24). Así lo e n te n d ió y

enseñó siem pre la Iglesia».

(DS 1740; FIC 1074)


/
TEMA LA EUCARISTÍA
14. r\ COMO PRESENCIA
Tras ver que Jesucristo se hace realmente presente en la Eucaristía por
medio de la actualización de su misterio pascual, veamos ahora el cómo
no solo viene sino que además se queda entre nosotros. Ha sido esta
una conciencia mantenida a lo largo del tiempo, que ha logrado una
expresión lingüística más acabada a lo largo de la historia. Constituye así
toda una biografía de la fe eucarística de la Iglesia. Además, el modo de
presencia de Jesucristo en la Eucaristía influye también en la praxis de
cada Iglesia y comunidad, llegando así la teología eucarística al día a día
de la Iglesia.

S U M A R IO

4.1. LA PRESENCIA REAL EN LA ESCRITURA . 4.2. LA ENSEÑANZA DE LOS PA-


DRES 4 .2.1. Padres prenicenos 4.2.2. Padres posnicenos · 4.3. LA PRESENCIA EU-
CARÍSTICA EN LA EDAD MEDIA 4 .3.1. Prim era controversia (s. IX) 4.3.2. S egunda
controversia (s. XI) 4 .3.3. El siglo XII 4.3.4. El siglo XIII 4.3.5. Los siglos XIV-XV · 4.4.
REFORMA Y TRENTO 4 .4.1. Las in terp re tac io n es de los refo rm ad o res 4 .4.2. El conci-
lio de Trento · 4.5. LOS MODELOS EXPLICATIVOS DEL SIGLO XX 4.5.1. Transigni-
ficación y tran sfin alizació n 4.5.2. Testim onios recientes 4 .5.3. El m odo y du ració n de la
presencia real · 4.6. LA RESERVA Y EL CULTO EUCARÍSTICOS 4 .6.1. La reserva de
la Eucaristía 4.6.2. El culto eucarístico
La presencia eucarística es pues consecuencia de la celebración del memorial
o de la actualización sacramental del sacrificio de Cristo en la cruz. La celebra-
ción del memorial de la Pascua del Señor implica la presencia de la víctima del
Cordero, que se perpetúa incluso después de la celebración: Jesús viene y se
queda. Por tanto, es ontológica y cronológicamente posterior a la celebración
eucarística. Veamos sin embargo ahora cómo ha sido explicada esta presencia
del Señor en la Eucaristía a lo largo del tiempo.

4.1. La presencia real en la Escritura

La Iglesia ha ido explicitando cada vez mejor esa conciencia progresiva de lo


que hay en la Eucaristía, de cómo allí está presente Jesucristo. Existen textos
bíblicos en los que se expresa el sentido del verbo ser -aunque elíptico- como
verbo copulativo, el cual expresa la identidad entre el sujeto y el llamado atri-
buto (esto=mi cuerpo, esta=mi sangre). Esta expresión presenta pues las si-
guientes peculiaridades:
a) El original griego aparece con los habituales verbos copulativos elípticos:
«Esto [es (estin)] mi cuerpo... esta [es (estin)j mi sangre» (Mt 26,2028‫ ;־‬Me
14,17-24; Le 22,14-20; ICo 11,23-25). Además, el verbo ser tiene sentido du-
rativo y significa: «esto es y seguirá siendo».
b) El discurso del pan de vida viene a apoyar esta tesis de la presencia real
de Jesucristo en la Eucaristía: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre
y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» 0n 6,53); el comer da la
vida, pues el cuerpo de Cristo constituye todo un alimento: «Mi carne es
verdadera comida» (6,55).
c) También san Pablo habla de la identidad entre Cristo y lo que comulga-
mos: «La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la
sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de
Cristo?» (ICo 10,16).
d) Y sobre todo, no hay ningún argumento bíblico de peso en contra de que
Cristo esté verdaderamente presente en la Eucaristía.

4.2. La enseñanza de los Padres

Aunque no existen tratados sobre la Eucaristía, sí encontramos sermones y


catequesis mistagógicas (homilías que explican el significado de la misa) que
tratan explícitamente del tema, sobre todo en el siglo IV, en el que la Iglesia
goza de libertad religiosa y organiza ya su catecumenado. En los textos patrís-
ticos destacan algunas líneas claras de reflexión.
Como hemos visto, el carácter sacrificial de la Eucaristía, presente ya en el
Nuevo Testamento, se explícita ahora todavía más. Autores como Justino o Q-
priano centran su comprensión del misterio eucarístico en tomo a la noción de
«memorial» de la pasión del Señor, explicando así la unidad e identidad entre
el sacrificio de Cristo en la cmz y su memorial sacramental en la celebración
eucarística. Bajo esta perspectiva se leen los sacrificios del Antiguo Testamen-
to, cuyo cumplimiento se encuentra en la Eucaristía (uno de los textos más
recurrentes será Mal 1,10).
Además, frente a las comidas de ciertos cultos paganos, los cristianos confie-
san su fe en la Eucaristía, en la que Cristo se da como verdadera comida que
engendra fraternidad, con lo que es destacado también el carácter conviva! La
presencia eucarística en estos siglos no aparece discutida en ningún momento,
pues no forma parte de la dimensión apologética de la primera literatura cris-
tiana: es un misterio celebrado y vivido de modo pacífico en toda la Iglesia
Hay por tanto una clara conciencia de la presencia real de Cristo y de su
entrega a los fieles en los dones del pan y del vino. Aunque existen matices
en la terminología, la afirmación sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía
es clara.
El lenguaje realista convive con el simbólico. Los Padres hablan de los dones
eucarísticos como «figura», «semejanza», «signo», etc.; pero estos términos no
contradicen el realismo sino que subrayan la singularidad del mismo: Cristo
está realmente presente, pero in sacramento.
Como veíamos, el misterio de la Eucaristía -que el pan y el vino se transfor-
men en el cuerpo y la sangre del Señor- se atribuye a las verba Christi y a la
acción del Espíritu. Autores como Justino, Ambrosio y Agustín verán en las
palabras de Cristo el fundamento de esta transformación; mientras Ireneo o
Cirilo de Jerusalén, verán en la acción santificadora del Espíritu la eficacia de
dicha transformación.

4.2.1. Padres prenicenos

Así, podemos ver que -para los Padres anteriores a Nicea- la Eucaristía es el
cuerpo y la sangre de Cristo y se da una conversión eucarística. El pueblo de
Dios irá explicitando y expresando con más precisión la certeza sobre la pre-
sencia eucarística a lo largo de los siglos. Podríamos decir que va surgiendo
una conciencia creciente de lo que suponen las palabras: «esto es mi cuerpo...
esta es mi sangre».

Estos autores vivieron y defendieron la fe en los siglos I-III, al hablar de la pre-


sencia de Cristo en las especies eucarísticas. Para ellos la Eucaristía es la carne
y la sangre de Nuestro Señor, aunque -al expresarlo- solo se refieren al «qué»
y no al «cómo». Hablan además de «carne y sangre», utilizando un intenso
realismo que rechaza el mero lenguaje simbólico.

Ignacio de Antioquía afirma contra los docetas (quienes afirmaban que la


humanidad de Cristo era pura apariencia) que «la Eucaristía es la carne de
nuestro salvador Jesucristo».

Justino nos ofrece la primera descripción de la Liturgia del domingo, al re-


ferirse a que sigue al Bautismo, y menciona que no son «comida o bebida
ordinarios» sino «la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó». Habla
también de la transformación que se obra en el pan y el vino «eucaristizados»
por las palabras de Cristo, y establece un símil entre la encarnación de Cristo
y el poder consacratorio de las palabras pronunciadas por Jesús en la última
cena.

Ireneo se opone a los gnósticos, que poseían una tendencia espiritualista El


obispo de Lyon habla de que el pan se hace el cuerpo de Cristo y hace ver la
contradicción que supone creer en la Eucaristía y no en el Logos; sobre la re-
surrección de la carne recuerda que la Eucaristía es el cuerpo glorioso, la carne
resucitada de Cristo: «Si no hay resurrección de la carne, tampoco la Eucaristía
es la carne del Señor», pues él ha resucitado, su carne esta resucitada y se hace
presente en la Eucaristía.

Tertuliano habla de cruz, cuerpo, sangre y carne, junto al pan y al vino. «Su-
frimos si cae al suelo algo de nuestro cáliz, o también de nuestro pan», afirma
con una clara conciencia realista. «La carne es alimentada con el cuerpo y la
sangre de Cristo, para que también el alma se llene de Dios».

Desde el siglo III, las anáforas primitivas hablan de la transformación de los


dones eucarísticos bajo la acción del Logos y del Espíritu, así como en las Li-
turgias alejandrinas, antioquenas y constantinopolitanas.

La presencia de Cristo en la Eucaristía se había utilizado pues contra las dis-


tintas herejías (docetismo y gnosticismo), por la intensa carga realista que
contiene: recuerdan a la vez la humanidad y divinidad de Cristo presentes en
el misterio eucarístico.
88 Se utilizan imágenes para explicar esta transformación eucarística: el poder
de Dios en la creación, la encamación, los milagros de Jesús (como el de Caná)
o la transformación del alma por la gracia.
Pero siempre se trata de una referencia real, tal como podemos apreciarla en
los siguientes autores:
Cipriano, discípulo de Tertuliano, habla de la Eucaristía como el más augusto
de los sacramentos. Mientras los paganos requieren el Bautismo, y los «lap-
sos» o apóstatas necesitan el sacramento de la penitencia, solo al final de todo
este itinerario viene la Eucaristía, en la que el mismo Cristo está realmente
presente.
Clemente de Alejandría habla de que el cuerpo y la sangre de Cristo es el
alimento, como es la leche para los niños (cf. ICo 3,2). La Eucaristía es además
el sacramento del Logos y del Espíritu.
Orígenes habla de la presencia y del cuidado con la Eucaristía.

4.2.2. Padres posnicenos

Entre los Padres posnicenos griegos, podemos destacar los siguientes testi-
monios:
Atanasio, hombre-clave en la lucha contra el arrianismo, habla de la trans-
formación del pan y del vino por la recitación de las preces: «el cuerpo del
Verbo... la sangre de la Verdad». Esta síntesis entre lo espiritual y lo material
es consecuencia de los misterios de la Encarnación y de la Eucaristía.
Gregorio de Nisa menciona que la medicina necesaria para el alma es la Euca-
ristía, así como la comida lo es para el cuerpo; alude también a cómo el Verbo
transforma el pan en cuerpo del Verbo de Dios, tal como aparece en la Oratio
catecketica.
Juan Crisóstomo, el llamado «doctor eucarístico», afirma que, en el cáliz está
la sangre -dice- que manó del costado abierto de Cristo; en la Eucaristía se nos
ofrece el cuerpo que arrulló María y murió en la cruz. La inteligencia ilumina-
da por la fe puede hacerse cargo de esta presencia real pero no sensible, que se
da por una transformación.
Teodoro de Mopsuestia, de la escuela de Antioquía, habla en sus Homilías
catequéticas de que la Eucaristía no es figura sino la misma realidad del cuerpo
de Cristo. Sus palabras se caracterizan por su realismo sacramental: ver, tocar,
besar, comer el pan eucarístico es ver, tocar y comer el cuerpo de Cristo.
Cirilo de Alejandría, defensor de la unidad de Cristo frente a la escuela an-
tioquena, afirma que en la Eucaristía comemos la carne del Verbo encamado.
Sin embargo, cuando habla del modo de presencia, parece que se refiere a una
presencia cafarnaítica (como la que imaginaron los judíos en la sinagoga de
Cafarnaúm), es decir, física y carnal más que metafísica y sustancial, como
iremos viendo.
Juan Damasceno influye mucho en el modo ortodoxo de ver la Eucaristía, al
aludir a la acción del Espíritu en la Encamación y en el misterio eucarístico.
Los Padres posnicenos hablan ya de que el pan y el vino se convierten en el
cuerpo y la sangre (el cómo está presente), tal como afirmaban unánimemente
la Liturgia y los Padres anteriores, con una terminología no del todo fijada
Con estas palabras, aluden a una transformación de tipo ontológico, expre-
sado con una metafísica espontánea que no se conceptualizará de modo más
exacto hasta el siglo XII con la teoría de la transustanciación. He aquí algunos
autores:
Cirilo de Jerusalén parece que es el verdadero autor de las Catequesis mistagógi-
cas. En la cuarta habla de la transformación, de la conversión (metabolé) del pan
y del vino por la invocación de la Trinidad y del Espíritu; en términos análogos,
habla de «transformación» y «trans-elementacun». El pan y el vino eucaristi-
zados son txjpoi -las figuras- del cuerpo y la sangre reales de Cristo. Alude tam-
bién a la epíclesis y a la transformación del cristiano que recibe la Eucaristía
Ambrosio, pastor y catequeta, habla del cuerpo eucarístico como el mismo
que nació de María virgen, el cual se transforma por las palabras de Cristo
-como en la Creación- y que obra un milagro semejante al de la Encamación.
Emplea ya la palabra «sustancia» y se refiere a la transformación o metabolis-
mo. Habla del verdadero cuerpo de Cristo presente in sacramento.
Ofrece en fin una interpretación más mistagógica que tipológica al establecer el
paralelismo entre las verba Christi y el Logos en la creación, pues las palabras de
la consagración convierten el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo: así
como Dios creó por medio de la palabra, por medio de ella viene a nosotros la
Eucaristía.

Agustín de Hipona alude también a la presencia real· si bien algunos protes-


tantes han hablado del simbolismo que aparece en algunos textos, sin embar-
go hay otros en los que se habla claramente de la presencia real· La Eucaristía
es un signo o sacramento que contiene el cuerpo y la sangre del Señor; una
realidad, no un mero símbolo: consigue engañar a los sentidos pero no a los
ojos de la fe. Así, el lenguaje alegórico que emplea el obispo de Hipona ha de
partir del presupuesto de que habla de la identidad esencial de la Eucaristía
con el cuerpo y la sangre de Cristo, presente ahora no carnalmente sino sacra-
mentalmente.

Entre los siglos V y VII, encontramos los siguientes autores:


León Magno dice que, si negamos la verdadera humanidad de Cristo, nega-
mos la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía. Hemos por
tanto de afirmar las dos naturalezas de Cristo, al haber un aspecto visible e
invisible de la presencia del Señor en la Eucaristía.
Fausto de Riez, quien sintetiza la doctrina de los Padres y tuvo una gran in-
fluencia en la Edad media, afirma que el pan y el vino se convierten en la sus-
tanda del cuerpo y la sangre de Cristo, por el mismo poder creador de Dios,
con lo que retoma y especifica la terminología de Ambrosio. Sin embargo,
sostiene que es un misterio que hay que entender con la mente y el corazón,
guiados por la fe.
Isidoro de Sevilla define el sacramento como algo corporal que esconde algo
sagrado y que ha de ser por tanto recibido santamente; menciona también la
presencia real de Cristo en el pan y el vino consagrados, que constituyen «la
sustancia de Cristo».

En conclusión

1. Los Padres prenicenos h a b la n solo d e la p re se n c ia d e C risto en las esp ecies e u -

carísticas: la E ucaristía es c a rn e y san g re d e N u e s tro S e ñ o r (so lo se re fie re n al qué).


Ju stin o a lu d e al p o d e r c o n s a c ra to rio d e las p alab ra s, m ie n tra s Ire n e o a firm a q u e el

pan se hace el c u e rp o d e C risto. Nos e n c o n tra m o s pues a q u í a n te el q u é , p e ro no

to d a v ía el có m o .

2. Los Padres posnicenos a firm a n q u e el p an y el v in o se convierten (m e ta b o lis m o ,

c o n v ers ió n ) en el c u e rp o y la san g re. C on estos té rm in o s se exp resa ya el cómo


está p re s e n te , a u n q u e la te rm in o lo g ía no está d e l to d o fija d a .

3. En el sig lo IV A m b ro s io u tiliz a el té rm in o «sustancia» y, en el s ig lo s ig u ie n te , ya se

h ab la d e «co n versió n en la sustan cia d el c u e rp o d e C risto» (Fau sto d e R iez, Isid o ro

d e S evilla).

4. La L itu rg ia y los Padres se re fie re n pues a una transformación de tipo ontológi-


co, e x p re s a d o con una m e ta fís ic a e s p o n tá n e a , q u e no c ris ta liza rá hasta el sig lo XII

con la fó rm u la d e la tra n s u s ta n c ia c ió n . Pero ya m u c h o a n tes se p la n te a la c u e stió n

d el c ó m o , y se p o s tu la un m o d o d e p resen cia o n to ló g ic a m e n te fu e rte .


Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• R ealism o y m e ta b o lis m o · S ig n o o s a c ra m e n to

• L e n g u a je s im b ó lic o · metabolé
• S ustancia

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué a rg u m e n to s b íb lico s p o d e m o s a d u c ir a fa v o r d e la p resen cia s ac ram e n -


tal?

2. ¿Q ué e le m e n to s e n c o n tra m o s en los te x to s p atrísticos?

3. ¿Q ué d ic e n los Padres p re n ic e n o s s o b re la p re se n c ia eucarística? ¿Y los p o s n i-

ceños?

4. ¿Q ué s ig n ifica q u e los Padres d e la Ig lesia e m p le a n una « m e ta fís ic a e s p o n tá -

rrea» <Wn<:toter ó e Va p re s e n c ia r e á ó e !lesucñsYo e n te tu c a fiS tte 'r

4.3. La presencia eucarística en la Edad Media

Las Iglesias orientales y la teología bizantina hablan igualmente de la dimen-


sión sacrificial y de la presencia real, con el término metabolé o cambio realiza-
do en las especies eucarísticas, a la vez que se insiste en que la consagración
se realiza en la epíclesis por la acción del Espíritu, y se utiliza también pan
fermentado, considerado como pan vivo, con «alma». Además, el concilio Π
de Nicea alude a la Eucaristía como el «icono por excelencia».
En occidente por el contrario, es considerado el fermento como un símbolo de
corrupción, lo cual origina una polémica que se enconará a partir del cisma
de oriente en 1052, con las disputas medievales entre los siglos XII y XTV. Pero
antes, en los siglos IX y XI, en la época carolingia de Pipino el Breve, Cario-
magno y Alcuino, se había dado una teología eucarística elaborada a partir de
comentarios a textos litúrgicos: habrá referencias al memorial-sacrificio y al
cuerpo místico, pero sobre todo se ocupará la presencia real y a la conversión
eucarística en una serie de disputas.
4.3.1. Prim era controversia (s. IX)

Amalario de Metz, obispo de la época de Carlomagno, viajó a Constantinopla


para conocer la Liturgia bizantina, y elaboró una interpretación alegórica de
la misa como saaa representatio; introdujo así novedades terminológicas, al
hablar -por ejemplo- del «cuerpo triforme de Cristo» (el histórico, el sacra-
mental y el eclesial).
Pascasio Radberto, santo benedictino de Corbie y verdadero teólogo euca-
rístico de la época carolingia, se preguntaba si la Eucaristía constituye la ver-
dadera carne de Cristo que nació de María; afirma que se da una mutación
interior del pan y del vino por la palabra, se cambia y convierte en el cuerpo
y en la sangre de Cristo. La Eucaristía -sigue diciendo- es figura y realidad
del cuerpo y la sangre de Cristo: Cristo está presente in mysterio, figura et
veritate (misteriosa, simbólica y verdaderamente), de un modo sacramental,
a la vez que la muerte de Cristo se renueva místicamente en la celebración
eucarística.
Aunque trae ejemplos de formas sangrantes, no se trata de una concepción
cafarnaítica sino simbólico-sacramental. Reduce la trilogía cuerpo histórico,
sacramental y eclesial de Amalario a un cuerpo histórico-sacramental y a uno
eclesial, es decir, el cuerpo eucarístico y el eclesial de Cristo. Habla de una
transformación física, corporaliter, corporalmente, que todavía requiere más
explicaciones.
Ratramno se distancia de Pascasio, quien era más agustiniano, en el sentido
de acudir más a la dimensión simbólica. Para él la verdad es lo que perciben
los sentidos. Por eso, en la Eucaristía se da un cambio espiritual, en el sentido
de invisible y místico, in mysterio et sub figura: misteriosa y simbólicamente.
Pero aquí se refiere más a la dimensión simbólica y figurativa, no una presen-
cia in veritate. Así el cuerpo y la sangre eucarísticos sería distinto del que nació
de María, murió y resucitó. Estamos pues ante una transformación in figura,
spiritaliter: simbólica y espiritualmente.
En una polémica posterior, unos apoyaban a Pascasio (Cluny) y otros a Ra-
tramno (Rabano Mauro y Duns Escoto). Ambos estaban de acuerdo en que
Cristo está presente en la Eucaristía de modo invisible, pero les dividía la dis-
tinta concepción de la verdad sobre la presencia real (realidad versus aparien-
cia). Pascasio había defendido la presencia simbólica y real Ratramno se equi-
voca al concluir que el cuerpo de Cristo en la Eucaristía es distinto del cuerpo
del Verbo encamado, y que tan solo los une una relación simbólica Pero más
adelante son sintetizados el realismo con el simbolismo (bajo el símbolo del
pan y del vino se da la realidad de un mismo cuerpo), a la vez que se hablará
de «sustancia» y «especies».

4.3.2. Segunda controversia (s. Xi)

Berengario de Tours afirmó que la presencia de Cristo en la Eucaristía era in


figura et similitudine, de modo similar y simbólico, al seguir la interpretación
agustiniana solo en su simbolismo. Hay un cierto apego a las apariencias y
los sentidos. Se daría entonces una especie de impanación o consustancia‫־‬
ción, pues el pan y el vino continúan siéndolo tras la consagración, pues así
lo parece: allí está el pan junto al cuerpo de Cristo, y el vino junto a la san-
gre de Cristo. Por tanto, niega la plena conversión eucarística: el pan sigue
siendo en parte pan, al rechazar que «desaparece por completo la sustancia
del pan».

En 1059 negó la presencia del cuerpo histórico de Cristo en la Eucaristía, al


afirmar que se da tan solo una presencia dinámica y figurativa. En definitiva,
rompe la unidad entre figura y ventas. Berengario sería así un primer ra-
cionalista y empirista: racionalista porque eleva la propia razón por encima
del valor del testimonio de la Escritura, la Liturgia y los Padres. Es también
un empirista por reducir la sustancia a aquello que pueden percibir por los
sentidos.

Una intervención del magisterio le obligó a firmar dos cartas: una de 1059,
impuesta por el cardenal Humberto, con un claro tono cafarnaítico; y otra re-
dactada en el Sínodo romano de 1079, en la que ya se habla por primera vez
de «conversión sustancial». Se trata por tanto del mismo cuerpo del Jesús
histórico, pero presente de un modo misterioso y no sensible.

Lanfranco alude igualmente a un cambio sustancial, mientras permanecen


las especies (sustantia-species): la sustancia cambia mientras los accidentes per-
manecen. Se funden aquí lo simbólico con la presencia real: la Eucaristía es
signo, sacramento y figura, pero contiene en su sustancia el cuerpo histórico
de Cristo. Existe una presencia de Cristo de modo sustancial, y no cafarnaítico:
sacramental y auténticamente real, no meramente simbólico.
En la piedad popular y como consecuencia directa del mencionado debate: se
unen la devoción a la cruz con la eucarística y se promueven distintas interpre-
taciones alegóricas. Se establece la elevación y la adoración de las sagradas espe-
cíes. Es entendida la Eucaristía como sacramento de la unidad entre Cristo y el
fiel, y no tanto de toda la Iglesia.
% 4.3.3. El siglo XII

Nos encontramos pues ante una explicitadón progresiva de lo que significa


la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía: un desarrollo orgánico e históri-
co en la formulación y definición del misterio eucarístico. Se llega así a la doc-
trina de la transustanciación como explicación de la presencia real de Cristo
bajo las especies del pan y del vino. El término «transustanciación» se deduce
directamente de las palabras de Cristo «esto es mi cuerpo».
En lo que se refiere a la devoción eucarística, ya a partir del siglo XI se habían
difundido los primeros sagrarios, colombas y tabernáculos, así como el uso de
la lámpara votiva para advertir de la presencia del Santísimo, lo cual denota una
conciencia clara de la presencia real de Cristo en las sagradas especies. El sínodo
romano de 1079 había hablado de substantialiter convertí, convertir sustancialmen-
te.

En el siglo XII se habla ya de «transustanciación» («conversión sustancial»


la habíamos visto en 1079) como paso de la sustancia del pan y del vino a la
sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo (es decir, de la conversión de la sus-
tancia del pan y del vino en la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo).
Afirma entonces ya la presencia no solo in figura, sino in veritate: no solo de
modo simbólico sino también real.
De esta manera, alude a la transustanciación como cambio ontológico: no es-
tamos tan solo ante un simbolismo, sino también ante un ontologismo, ante
una conciencia metafísica. Además, al hacerse la sustancia del cuerpo y de la
sangre de Cristo, se hace presente «todo Cristo», con su humanidad (cuerpo,
sangre, alma) y su divinidad, como repetirá más adelante Trento.
El primero en emplear este término es Rolando de Bandinelli, futuro Alejan-
dro ΙΠ (11051181‫)־‬, quien al plantear el problema de la comunión de los indig-
nos (manducatio impiorum), afirma a este propósito que no reciben beneficio
alguno de la comunión eucarística.
Hugo de san Víctor (+1141), prior y rector de la escuela de la famosa abadía
de San Víctor, en París, desarrolla la dimensión sacramental de la Eucaristía y
combate la concepción puramente simbólica de Berengario, combinando per-
fectamente la realidad y la significación sacramental.
Pedro Lombardo (+1160), fue profesor y obispo de París, y autor de una colee-
ción de sentencias de los teólogos más importantes, que fue el texto de referen-
cia para los estudios futuros hasta el Renacimiento. Su doctrina eucarística se
encuentra en el Libro de las Sentencias, IV: afirma sin ambages que sobre el altar
está el verdadero cuerpo y sangre de Cristo; está Cristo entero en cada una de
las especies, y la sustancia del pan se convierte en el cuerpo, y la sustancia del
vino en la sangre (cf. In Sent. IV, d.10,4: PL 192,861).
La conversión es sustancial, no accidental, aunque todavía no emplea el término
transustanciación. Los accidentes permanecen sin sujeto (sitie siibiedó), pues ahí
no hay más sustancia que la del cuerpo y sangre del Señor, en la cual no inhieren
sin embargo esos accidentes (cf. In Sent. IV d.12,1: PL 192,864).

Lotario de Segni, futuro Inocencio ΠΙ (1198-1216), redactó antes de ser elegido


papa un tratado sobre la Eucaristía, para salir al paso de los errores de Beren-
gario y de los espiritualistas que sostenían la inutilidad de los sacramentos
-entre ellos, el de la Eucaristía-, como valdenses, cátaros, albigenses, etc La
obra fue concluida siendo papa. La formulación de Inocencio III recoge prác-
ticamente las afirmaciones de Hugo de san Víctor; pero su precisión termino-
lógica pasará al magisterio de la Iglesia por medio del símbolo de la fe que re-
dactó para el concilio IV de Letrán (1215). Respecto al término transustancia-
dón, propone no todavía d sustantivo sino la forma verbal «transustanciar».

En conclusión

1. La p re se n c ia d e C risto es, al m ism o tie m p o , corporal (n o c arn a l, en s e n tid o c a fa r-

n a ític o ) y sacramental (n o en el s e n tid o m e ra m e n te s im b ó lic o ).

2. C risto está p re s e n te en la Eucaristía p o r la co n v ers ió n d el pan y d el v in o en su


c u e rp o y san g re. Esta c o n v ers ió n , lla m a d a ya transustanciación, es el paso d e la

sustan cia d e l pan y d el v in o a la sustancia d el c u e rp o y d e la san g re d e C risto.

3. Se p la n te a el p ro b le m a d e la comunión de los indignos (manducatio impiorum),


q u ie n e s re c ib iría n el c u e rp o d e C risto p ero no sus e fe cto s.

4.3.4. El siglo XIII

El concilio IV de Letrán (1215) en d decreto De fide catholica emplea por prime-


ra vez d término verbal «transustanciar»: «siendo d pan transubstanciado en
d cuerpo y d vino en la sangre por poder divino» (DH 802). Los 70 capítulos
se abren con una Profesión dejé en la que se exponen la doctrina católica frente
a los errores del momento; aluden especialmente a las corrientes espiritualis-
tas de cátaros, valdenses y albigenses, así como a las enseñanzas trinitarias y
escatológicas de Joaquín de Fiore y las opiniones de Berengario de Tours en
materia eucarística.
% «La carne y la sangre no se forman materialmente del pan y del vino, sino que la
materia del pan y del vino se cambia en la sustancia de la carne y de la sangre;
no se añade nada al cuerpo, sino que se transustanda en d cuerpo (transubstan-
tiatur in corpns)»: De sacro Altaris mysterio, 4,7: PL 217,860-861). Se da pues un
tránsito de sustancia a sustancia (del pan al cuerpo de Cristo, del vino a la sangre
de Cristo), mientras permanecen las mismas propiedades o accidentes del pan
y del vino.

El decreto Firmíter habla de la presencia real y de la vinculación de la Eucaris-


tía y la sucesión apostólica. La presencia eucarística no depende sin embar-
go de la dignidad del ministro. Además, el concilio Lateranense IV formuló
una serie de medidas para dignificar el sacramento, conforme iba creciendo la
conciencia -también racional- de una presencia ontológica intensa en la Euca-
ristía: que se custodie la Eucaristía y el santo crisma en los templos bajo llave
(c.20); la obligación de confesar y comulgar al menos una vez al año, por Pas-
cua (c.21); se manda que ninguna diócesis quede sin pastor más de tres meses,
y que en las catedrales se dé instrucción a los clérigos y confesores (c.10); que
se predique a los fieles en la lengua materna (c.9).
La primera procesión del Corpus Christi tuvo lugar en Canterbury, siendo ar-
zobispo Lanfranco, el Domingo de Ramos del 1085: dos sacerdotes llevaban
el tabernáculo con el cuerpo de Cristo. La primera del siglo XIII data de Lieja
(1246). Durante este siglo se dará un florecimiento de la piedad eucarística y
de estas procesiones. La Liturgia de la solemnidad del Corpns Christi es pues
consecuencia del pensamiento eucarístico de los siglos precedentes, pues ya
desde Cluny, se habían introducido signos y gestos específicos de adoración
eucarística (la genuflexión, la elevación después de la consagración, el uso del
incienso, etc).

Aparecen también abundantes relatos de milagros eucarísticos, que revelan una


piedad popular deseosa de «ver» para «adorar». Comienza la adoración eucaris-
tica fuera de la misa, a partir sobre todo de la institución de la fiesta del Corpus
Christi, instituida para la Iglesia universal por Urbano IV, en Orvieto, con la Bula
Transiturus (11.10.1264), fijada para el jueves posterior al primer domingo de pen-
tecostés. Este decreto representa la conclusión de un proceso iniciado antes en
Lieja, ciudad eucarística por excelencia.

Tomás de Aquino (1224/5-1274) fue el encargado de componer el oficio li-


túrgico; para esta ocasión compuso himnos como Lauda, Sion Salvatorem, el
Adoro te devote y, según algunos, también el Pangue lingua. El Aquinate ofrece
además una síntesis de la doctrina eucarística hasta el siglo XIII, y afirma que
solo cabe una conversión (CG 4,64) que no es aniquilación (STh ΙΠ q. 75 a. 3):
una fórmula que une simbolismo y realismo, pero no de un modo sensible o
cafarnaítico.
Entre el fisidsmo de Pascasio y el simbolismo de Berengario, se daría un cam-
bio sustancial e invisible, una conversión singular y milagrosa, un cambio
sustancial (como el leño se convierte con el fuego en ceniza), pero al revés:
cambiando la naturaleza muerta en naturaleza divina. La sustancia muerta
del pan se convierte en la sustancia viva del cuerpo de Cristo. Esto se puede
dar solo por un milagro, por el poder divino, tal como sostuvieron Ambrosio
y el Crisóstomo.

El conocimiento de este misterio se da solo por la fe unida a la razón (no a la


imaginación), ya que permanece oculto a los sentidos y a la sola inteligencia.
Además, la presencia se da por conversión, y no por movimiento local; consis-
te en un cambio metafísico aunque parece inalterado desde el punto de vista
físico.

1) Este consiste en un cambio de ente pero no de los accidentes: de una cosa


(pan, vino) pasa ser una persona (sustancia viva del cuerpo y de la sangre
de Cristo). En la Eucaristía, cambia la sustancia, permenecen los acciden-
tes y Cristo se mantiene inmutable (cf. Super Sent., lib. 4 d. 10 q. 1 a. 2 qc.
3 ad 3).

2) La sustancia del pan desaparece, pero no por aniquilación sino por cam-
bio (STh III q. 75 a. 2), mientras los accidentes permanecen.

3) El cuerpo glorioso de Cristo está en el sacramento per modum substantiae,


según el modo de la sustancia, como la sustancia está presente allí donde
están presentes los accidentes. Cristo está allí donde están los accidentes
del pan (STh III q. 76 a. 5; Super Sent., lib. 4 d. 8 q. 2 a. 1 qc. 4 co.).

4) La sustancia del cuerpo de Cristo se halla oculta bajo los accidentes del
pan: toda la entidad del pan se convierte en toda la entidad del cuerpo de
Cristo (STh III q. 75 a. 4 ad 3; Super Sent., Hb. 4 d. 8 q. 2 a. 1 qc. 4 ad 1).

5) El cuerpo de Cristo no es el sujeto de inhesión de los accidentes del pan y


del vino, sino que estos se mantienen milagrosamente sine subiecto (STh
III q. 77 a. 1). Permanece Cristo mientras permanecen los accidentes: si
los accidentes se corrompen y desaparecen, no por eso se tendrían que
corromper la presencia sustancial de Nuestro Señor: simplemente deja de
estar ahí

6) La sustancia del cuerpo glorioso de Cristo está illocaliter, sin ocupar lu-
gar, mientras subsisten esos accidentes. Por eso cuando estos dejan de sub-
sistir, Cristo deja de estar presente, no se corrompe ni aniquila
7) Por la doctrina de la concomitancia están presentes no solo el cuerpo y la
sangre del cuerpo glorioso de Cristo, sino también el alma y la divinidad
(STh III q. 76 a. 4). Donde está una parte de Cristo, está presente todo él en-
tero tal como está en el cielo con todas las propiedades de su vida gloriosa
Así, ex vi consecratione está presente solo el cuerpo de Cristo ("esto es mi
cuerpo"), mientras ex vi concomitantiae estaría presente toda la persona de
Jesucristo: también su sangre, su alma y su divinidad (Quolibet VII q. 4 a.
1 co).
En el mismo año en que moría Tomás de Aquino, el concilio II de Lyon (1274)
quería promover la unidad de los cristianos, una cruzada y la reforma de la
Iglesia. Allí Miguel el Paleólogo, el emperador de oriente, propuso que «el
pan se transustancia verdaderamente en el cuerpo, y el vino en la sangre de
nuestro Señor Jesucristo» (D 860). La fórmula de la transustanciación había
llegado también a oriente.

4.3.5. Los siglos XIV-XV

En d siglo XIV se iniáará también la costumbre de la exposición sacramental


con el ostensorio (exposición solemne) y las bendiciones con d Santísimo. Sin
embargo, en ese mismo siglo, Duns Escoto afirmaba que la transustanciación
no se puede deducir de las palabras de Cristo, por lo que prefiere la fórmula
de la «consustanciación», al parecerle más razonable y más fácil de explicar
de acuerdo con lo que perciben los sentidos: allí tiene que haber también pan
puesto que se ve pan. Pero admite la transustanciación por motivos doctri-
nales. Esta fórmula de la consustanciación significa sin embarrgo un derto
debilitamiento de la presencia ontológica en las especies consagradas.
A diferencia de santo Tomás, dice que la transustanciación no se puede deducir
sin más de las palabras de Cristo, independientemente de la tradición y de la
enseñanza de la Iglesia. Para Escoto, Cristo está presente en la hostia con la canti-
dad (extensión) interna de su cuerpo, no por la sustancia, pero sin extensión local
("inextensive", podríamos decir), debido a una intervención de Dios. Al milagro
de la presencia eucarística, añadimos un nuevo milagro. Santo Tomás afirmaba
que el cuerpo de Cristo está per modum substantiae, y la extensión se presentaba en
él cuerpo eucarístico de Cristo por los accidentes del pan.

Guillermo de Ockham (c. 1280/1288-1349) mantiene la doctrina de la tran-


sustanciación por la autoridad de la Iglesia, si bien está convencido de que
la consustanciación constituye también una fórmula más razonable. Cristo
está de manera circunscriptiva, es decir, con unas dimensiones («cantidad»)
concretas, solo en el cielo; o sea, allí es donde Cristo se encuentra según su pro- 99
pia cantidad (extensión). En la Eucaristía, sin embargo, Cristo está delimita-
do localmente (localiter), pero sin ubicación dimensional o limitación espacial
(como el alma en el cuerpo, con una presencia definitiva).
En conclusión, la presencia real, así concebida, se reduce a la mera relación
extrínseca a un lugar: ya no interesa tanto el «ser» (la Eucaristía es el cuerpo
y la sangre de Cristo) cuanto el «estar ahí» (en la Eucaristía está el cuerpo y la
sangre de Cristo). Sería algo así como afirmar: «el verdadero cuerpo de Cristo
está únicamente en el cielo; ahora bien, como Dios lo puede todo, puede hacer
que esté también en la Eucaristía». En Ockham se puede ver ya una prepara-
ción de la doctrina eucarística protestante, pues los precedentes nominalistas
de Lutero son bien conocidos.
En oriente, Nicolás de Cabasilas (c. 1320-1391), en su Comentario a la Divina
Liturgia, afirmaba que se da una metabolé que nos ofrece a Cristo y a su sacri-
ficio. El verdadero sacerdote es Cristo, quien ofrece su cuerpo y su sangre al
Padre. En el siglo XV el concilio de Ferrara-Florencia (1438-1442) supondrá
un acercamiento a los orientales: admite el pan fermentado como materia (DS
1303), las palabras de Cristo como forma (DS 1321), mientras sobre la epíclesis
mantiene un prudente silencio para evitar polémicas. En el siglo XVI se difun-
de el uso del sagrario.

En conclusión

1. En esta é p o c a se in siste so b re to d o en los modos de presencia, d e ja n d o las d i-

m e n sio n e s sacrificial y c o n v iv al en s e g u n d o té rm in o .

2. Nos e n c o n tra m o s a n te una presencia in veritate y no solo in figura·, es una p re se n -

cia v e rd a d e ra y no solo s im b ó lic a , sustan cial y c o rp o ra l - y no solo e s p iritu a l- del

m ism o C risto.

3. A p a rtir d e s an to Tom ás, se da una profundización y sistematización d e la d o c-

trin a e u c a rís tic a , fu n d a m e n ta d a en la d o c trin a a ris to té lic a d e la sustan cia.


100
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• Metabolé · C o n s u sta n c ia ció n

• P resencia in mysterio, figura etveritate · C a m b io sustan cial

• P resencia s im b ó lic a y real · T ra n s u stan c ia ció n

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué té rm in o s u tiliz a o rie n te para e x p lic a r el c a m b io q u e se da en la Eucaris-

tía?

2. ¿Q ué o rie n ta c ió n to m a la in v e s tig a c ió n te o ló g ic a d u ra n te la Edad m edia?

3. ¿En q u é con siste el a le g o ric is m o m e d iev al?

4. S in te tiz a r las d is p u ta s te o ló g ic a s d e los siglos IX y XI.

5. ¿Q uién fu e R o lan d o d e B ran d ielli?

6. R esu m ir la d o c trin a e u c arístic a d e P ed ro L o m b a rd o y Tom ás d e A q u in o .

7. ¿Q ué a firm a el c o n c ilio IV d e L etrán s o b re la Eucaristía?

8. R esu m ir la d o c trin a e u c arístic a d e D u ns Escoto y O c k h a m .

4.4. Reforma y Trento

Uno de los antecedentes de la Reforma es el nominalismo, en el que -como


acabamos de ver- se perdió la visión integral de la Eucaristía En efecto, la
doctrina de la presencia real no aparece directamente relacionada con la di-
mensión sacrificial, mientras las partes de la misa eran explicadas todavía
de modo alegórico. Además, la práctica religiosa dejaba bastante que desear.
Aparte del mencionado rechazo de la dimensión sacrificial y de la petición de
la comunión bajo las dos especies para los laicos, Martín Lutero mantiene al
principio la doctrina tradicional sobre la Eucaristía, pero a partir de 1520 niega
la transustanciación -que califica como «argucias de sofistería»- y sostiene la
fórmula de la consustanciación: el pan y el vino permanecen tras la consagra-
ción, tal como había mantenido antes Escoto y Ockham. En lo que se refiere a
la celebración litúrgica, el reformador alemán promovió sobre todo el canto,
las lecturas y la predicación, frente al énfasis en el culto eucarístico difundido !01
entre católicos.

4.4.1. Las interpretaciones de los reformadores

Pensando que el concepto de transustanciación procedía de la distinción


aristotélica entre sustancia y accidentes, Lutero no lo admite por su conod-
do rechazo de la filosofía escolástica y su actitud antimetafísica le parece un
concepto demasiado sustandalista y cosístico. La solución protestante será la
consustanciación: en la Eucaristía está Cristo en, con y bajo el pan y el vino
(in, mit und linter Brot und Wein). Allí ocurre como en la Encarnación: perma-
necen al mismo tiempo las dos naturalezas o, en este caso, mejor dicho, las dos
sustancias, por lo que se puede dedr «este pan es también Cristo». Sin embar-
go, en la Eucaristía no permanecen juntamente las dos sustancias, la del pan
y la de Cristo, de modo que no es verdadero pan sino el cuerpo de Cristo lo
que está allí presente. Así, respecto a los reformadores, podemos decir aunque
sea de modo sintético y en orden no cronológico, sino intensivo y ontológico:
Lutero afirma que el cuerpo de Cristo está en el pan eucaristizado: alude a una
presencia verdadera, real y sacramental -pero no sustancial- del cuerpo de
Cristo, que dura al menos mientras dura la acción eucarística (in usn). Por eso
recomendaba que se consumieran las especies tras la celebración.
Calvino está entre Lutero y Zwinglio: afirma que Cristo actúa en la Eucaristía.
La presencia real será tan solo in figura et signo, y niega tanto la transustanda-
ción católica y como la consustandación luterana. Cristo está solo en el cielo,
por lo que solo cabe una presenda virtual, spiritaliter, in potentia et mrtute: es-
piritualmente, de modo potendal y virtual.
En fin Zwinglio afirmaba que la Eucaristía significa el cuerpo de Cristo, por
lo que confiesa una presenda meramente simbólica, sobre todo a partir de
1524. «Esto es mi cuerpo» lo entiende como «esto representa a mi cuerpo»,
pues Cristo está en el délo y no volverá hasta el fin del mundo. La Eucaristía
es un símbolo vado, sin contenido real: es sin más un alimento espiritual para
el alma, que nos recuerda y evoca el don divino de la salvación.

4.4.2. El concilio de Trento

Por el contrario, el concilio de Trento afirma que la Eucaristía es la carne y


la sangre de Cristo (D 1651). En referenda a la presencia real, Melchor Cano
102 recuerda que la transustanciación es un término medieval (Lateranense IV,
1215), aunque su contenido ha estado presente en la tradición de la Iglesia des-
de un primer momento (Ambrosio, en el siglo IV). El texto conciliar contiene
varias afirmaciones en las que no canoniza sin más las fórmulas escolásticas,
sino que acude a la fe común y la expone. Así, como veíamos, Trento condenó
estos errores en la sesión XIII, en el Decreto sobre la Eucaristía de 1551, en el que
recordaba:
a) El capítulo primero habla de la presencia real (c. 1: vere, realiter et substantia-
liter. D 1363), donde condena a los llamados «sacraméntanos» protestan-
tes que veían en la Eucaristía tan solo un mero símbolo o figura (Zwinglio,
Calvino, Bucero, Ecolampadio...); este canon manifiesta la continuidad de
su doctrina con la de los Padres y de toda la Iglesia. Habla pues de presen-
d a real, verdadera y sustancial de Cristo, bajo la aparienda sensible del
pan y del vino.
b) El canon 2o condena la consustanciadón de Lutero y otros autores, y ex-
presa con la fórmula del aptissime (es decir, del modo más apto) la manera
con que la transustandón expresa la presencia de Cristo en la Eucaristía.
c) El canon 4o condena la proposidón que afirma la presencia de Cristo en la
Eucaristía nada más que en el momento de la comunión (in usu) y niega
su permanencia después de la comunión en las partículas o formas so-
brantes (extra usum). Por el contrario, la presencia de la sustanda de Cristo
permanecen mientras permanecen las especies del pan y del vino.
d) El canon 6o defiende la adoración eucarística, como consecuencia de lo an-
terior, así como las procesiones del Corpus Christi, que viene a ser una ma-
nifestación gráfica de esta continuidad de la conciencia de la presencia real.
e) El canon 7° defiende la reserva de la Eucaristía en el sagrario y su distribu-
ción a los enfermos después de la celebración, practicado ya por la Iglesia
desde antiguo. En este punto, el concilio no entra al desarrollo teológico
realizado por Tomás de Aquino y anteriormente visto, sino que lo deja a la
libre discusión de los teólogos.
Todo lo anterior conlleva una serie de consecuencias:
a) Cristo entero está en cada una de las especies (no habla de accidentes) y el
todo se encuentra en cada una de las partes, definirá Trento.
b) El Tridentino habla de la presencia de Cristo entero en las especies con-
sagradas ex vi concomitantiae (y no solo ex vi consecratione, en virtud de la
consagración): Cristo está presente con su cuerpo, sangre, alma y divini-
d a d Es decir, en la Eucaristía se encuentra la Persona entera de Jesucristo; !03
consiste pues en una presencia personal y sustancial al mismo tiempo.
c) Esta clara conciencia tendrá como consecuencia la doctrina sobre la posibi-
lidad de recibir la Eucaristía bajo una sola especie (sub una), pues en cada
una de ellas está toda la Persona de Cristo.
d) Nos encontramos pues ante una presencia de Cristo entero en cada una de
las especies y partes, no solo in usu o dentro de la celebración, sino también
extra usum o fuera de la celebración (a diferencia de otros sacramentos,
como el Bautismo o la penitencia, donde la gracia solo se obtiene en la
celebración).
e) Consiste pues en una presencia permanente mientras se mantengan las
especies (que es lo único que queda del pan y del vino), las cuales sin
embargo no se dice que permanezcan sine subiecto, tal como explicó antes
santo Tomás.
Por tanto, como hemos mencionado ya, Trento no utiliza explícitamente la
doctrina aristotélica de la sustancia y los accidentes adoptada por el Aquinate,
sino que define solo lo afirmado por la tradición de la Iglesia ya desde anti-
guo. Emplea así más bien una metafísica del sentido común que se expresa
en los siguientes términos.
Las palabras del Señor «esto es mi cuerpo... esta es mi sangre» significa que
toda la realidad del pan pasa a ser toda la realidad del cuerpo de Cristo, y por
eso hablan de «conversión sustancial» y «transustanciación»; no se mantiene
la sustancia del pan y del vino (consustanciación), sino sus especies; es decir,
no hay pan, sino apariencia de pan.
Cristo está presente en la Eucaristía vere, realiter et substantialiter, dice Trento.
No de forma física ni sensible, sino sustancial. Al hacer esto Trento se sirve
del término sustancia el que ya hablaron los Padres, a partir de Ambrosio, tal
como acabamos de ver. Alude sin más a aquel elemento diferencial que nos
hace decir: «allí hay esto o lo otro».

En conclusión

1. El a c e n to se sitú a a h o ra -e n la sesión X III d el c o n c illo d e T re n to - en la presencia


real, n o en su c a rá c te r d e s ac rificio d el q u e tra ta la sesión X X II.

2. La sustan cia se e n tie n d e c o m o «lo que esto es», co m o la re a lid a d q u e sub yace a

las a p a rie n c ia s , y no es c o m p re n d id a n e c e s a ria m e n te en s e n tid o a ris to té lic o .


104 3. T re n to in te rp re ta lite ra lm e n te las palabras de Cristo d e l s ig u ie n te m o d o : «C risto

está p re s e n te e n tre n o so tro s s eg ú n su su stan cia», y n o solo p o r su p o d e r y e fic ac ia .

Pero a la v e z a firm a q u e C risto solo p u e d e e star d e un m o d o m is te rio s o y al m ism o

tie m p o en el c ielo , en el a lta r y en el sag rario .

4. C risto está p re s e n te a su v e z en cada una de las especies y partes (D 1653).


5. Jesucristo está p re s e n te in usuyextra usum, durante y después de la celebración
(D 1 6 3 9 ).

6. T re n to u tiliz a la transustanciación para e x p re s a r la p re se n c ia d e C risto con una

rad ical in te n s id a d o n to ló g ic a : « m ara villo s a [y] s in g u la r c o n v ers ió n d e toda la sus-

ta n c ia d el pan en el c u e rp o y d e toda la su stan cia d el v in o en la san g re, p e rm a n e -

c ie n d o solo las esp ecies d e p an y d e v in o , c o n v e rs ió n q u e la Ig lesia c a tó lic a a p tí-

s im a m e n te (aptissime) llam a tra n s u s ta n c ia c ió n » (cap . 2: D 1 6 5 2 ). Por lo ta n to solo

h ay el c u e rp o d e C risto, y n ad a d e p an , c o m o ta m p o c o q u e d a n ad a d e v in o en la

san g re d e C risto.

7. Así pues c a n o n iza la fó rm u la d el L ate ra n e n s e IV sob re la tra n s u s ta n c ia c ió n c o n el

a p tis s im e : d el m o d o m ás a d e c u a d o p o sib le, pues nos e n fre n ta m o s s ie m p re con

un m is te rio , el de la p re se n c ia d e Jesucristo en la E u caristía.

8. A lu d e ta m b ié n c o m o co n s ec u en c ia p rá ctica a la adoración y reserva (D 1656 y

1 6 4 3 ), co m o m a n ife s ta c io n e s p rácticas d e la fe en la p re se n c ia real d e Jesucristo

en la E u caristía.

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• C o n s u sta n c ia ció n · P resen cia v e rd a d e ra , real y su stan cial,

• P resencia v e rd a d e ra , real, s a c ra m e n ta l · A d o ra c ió n e u c arístic a

• P resen cia v irtu a l · R eserva e u c arístic a

• P resencia s im b ó lic a · Intra usu, extra usum

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. S e m e jan za s y d ife re n c ia s e n tre las d o c trin a s d e L u tero , C a lv in o y Z w in g lio so-

b re la p re se n c ia e u c arístic a.
2. E x p o n er la d o c trin a d e l c o n c ilio d e T re n to s o b re la p re se n c ia e u c arístic a.

3. ¿Cuál es la fu n d a m e n ta c ió n d e estas enseñ an zas? ¿Hasta q u é p u n to a c e p ta las

p ro p u e s ta s d e la escolástica?

4. R esum ir las d em ás d isp o sicio n es trid e n tin a s sob re la E u caristía.

4.5. Los modelos explicativos del siglo XX

La teología y el magisterio seguirán profundizando en el modo de presencia


eucarística, de acuerdo con la evolución semántica del término «sustancia».
En los siglos XVI y XVII, a partir de la filosofía de Descartes y Leibniz, el con-
cepto de sustancia cambia y es entendido como res extensa: de ser un término
metafísico pasa a tener un significado solo físico y material. Por eso se llega
a pensar que el término «sustancia» referido a la Eucaristía debería dejar de
tener vigencia. Más tarde, en el siglo XX, las aportaciones de la física y la quí-
mica por un lado, y la fenomenología y el personalismo en filosofía por otro,
influyeron en el concepto de sustancia, pues ahora no preocupa el «qué es»
una cosa, sino «cómo funciona» esta. Habla pues de una presencia personal
y espiritual, pero no sustancial ni ontológica A partir de aquí surgen teorías
acerca de la doctrina eucarística que explican que, como el cambio no es ni
físico ni químico, tan solo se podría dar un cambio subjetivo (de significado,
finalidad, etc.). Pío ΧΠ critica en la encíclica Humani generis (1950) los nuevos
desarrollos en contra de la transustanciación, y recuerda que esta doctrina no
responde a un sistema filosófico determinado sino a la comprensión racional
de la fe.

4.5.1. Transignificación y transfinalización

Así, por ejemplo, algunos autores hablan de la transignificación: a un cambio


de significado, como una tela con determinados colores de una bandera signi-
fica ya un país (y no es una simple tela), el pan tras la consagración significaría
el cuerpo de Cristo. Nos encontramos así ante un cambio de significado, que
sin embargo no requeriría un cambio sustancial. En el fondo, se trataría de
una consustanciación dinámica; el pan eucarístico sigue siendo pan, aunque
con significado distinto. Los conceptos de transignificación y transfinalización
denotan una ontología más débil que pasa del ser-en-sí al ser-en-nosotros: de
la dimensión ontológica a la puramente funcional; pone además de manifiesto
106 una actitud subjetivista y lejana de la metafísica, pues el cambio de significado
no implica un cambio real: la tela se convierte en bandera, sin dejar de ser tela;
en definitiva, el pan significa ahora el cuerpo de Cristo, pero no necesariamen-
te se convierte en él. Es un criterio funcional o semántico, pero no ontológico.
La transignificación se da en otros sacramentos, como el Bautismo: el agua no
deja de ser agua, aunque cambie en el momento de bautizar de significado y pro-
duzca la gracia. Como todos los sacramentos, la Eucaristía es res et sacrmnentmn
-realidad y signo- antes que el mero cambio de significado . El cambio de signifi-
cado va unido, en el caso de la Eucaristía, al cambio de sustancia.

Así pues, una cosa no puede ser dos cosas a la vez (consustancia), ¿cómo pue-
de ser al mismo tiempo Cristo y pan y vino? ¿No sería más lógico pensar que
Dios ha cambiado las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado?, ¿que
solo Cristo está presente en una Eucaristía den por cien?
Pablo VI, en la encíclica Mysterium fidei (1965), afirma que transignificadón y
transfinalización (análogo cambio en la finalidad, pero no en la sustanda) son
conceptos insuficientes: hay en efedo un cambio de finalidad y significado en
las especies eucarísticas, pero esto se fundamenta en el cambio de la sustanda
Además enseña que:
a) Se trata de una «presencia sublime» superior a la presencia en la Palabra y
en la Iglesia, en el sacerdote y en la comunidad, en la oradón, en la caridad
y en el pobre. Pero no es solo una presenda tan solo espiritual o simbólica
b) Existe la necesidad de mantener el «lenguaje eucarístico» de la Iglesia,
que se fundamenta en una metafísica del sentido común, y no en la termi-
nología aristotélica.
c) La transustanciación es una «expresión justa y propia» que utiliza la Igle-
sia, y que va más allá de la transignificación y la transfinalizadón.
d) Pablo VI insiste en la naturaleza simbólica y ontológica a la vez de tal
cambio, a la vez que reitera una presencia sacramental-sustancial.
e) También afirma que bajo las especies sacramentales «todo Cristo está pre-
sente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera en que
los cuerpos están presentes en un lugar» (n. 6), lo cual recuerda la doctri-
na del illocaliter de santo Tomás (cf. STh III q. 76 a. 5co) o Trento.

4.5.2. Testimonios recientes

En cuanto al aspecto de la presencia real, el Catecismo sitúa la cuestión de la


presencia en relación con la actualización del sacrificio eucarístico, realizado
«por el poder de la Palabra y del Espíritu Santo». Resalta la singularidad de la
presencia en las especies eucarísticas recordando la doctrina de los concilios
Lateranense IV y Trento, así como de los papas sobre la «transustanciación».
Al ser una presencia «permanente», son lógicos la adoración y el culto a la
Eucaristía fuera de la misa, como expresión y alimento de la fe (n.1373-1381).
Juan Pablo Π habla de la presencia real y sustancial en la encíclica Ecclesia de
Eucharistía (2003). Tras citar a Trento en el n. 15, se refiere a un cambio ontoló-
gico en el in se de la especie sacramental, con lo que el concepto de transignifi-
cación resultaría insuficiente, por requerir una complementaria fundamenta-
ción ontológica. En el n. 25 recomienda la adoración eucarística.
Benedicto XVI se refiere en la exhortación postsinodal Sacramentum caritatis
(2007) a la «conversión sustancial» (nn. 6,11), a la vez que alude a la «transus-
tanciación» cuando alude a la acción del Espíritu sobre las ofrendas (n. 13).

4.5.3. El modo y duración de la presencia real

Como hemos visto, se trata de una presencia verdadera, real y sustancial, sin
que se multiplique la sustancia del cuerpo glorioso de Cristo resucitado. Cris-
to íntegro está presente verdadera, real y sustancialmente en cada elemento
de las especies sacramentales. La única, indivisible y no espacial presencia del
cuerpo de Cristo se hace presente entre nosotros a través de las especies euca-
rísticas. Lo que se multiplican son las especies, no la sustancia. Hay muchos
panes, pero un solo cuerpo. El Catecismo recuerda la necesidad de la fe para
entender ese modo de presencia en la Eucaristía:
«La presencia del verdadero cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, dice santo Tomás, sino solo
por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios". Por ello, comentando el texto
de san Lucas 22,19: "Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros", san
Cirilo declara: "No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las
palabras del Señor, porque él, que es la verdad, no miente" (S. Tomás de Aquino,
s.th. 3,75,1, citado por Pablo VI, MF 18): Adoro te devote, latens Deitas,/ Quae sub his
figuris vere tatitos:/Tibí se cor meum totum subiicit,/ Quia te contemplaos totum deficü»
(CCE 1381). Estas líneas podrían servir para recapitular lo anteriormente visto.

a) Presencia íntegra de Cristo bajo cada especie


No hemos de olvidar que el cuerpo de Cristo en la Eucaristía es el cuerpo
glorioso del Resucitado, lo cual podría explicar la ubicuidad y múltiple pre-
sencia en la Eucaristía: está presente en el cielo, en todos los altares donde se
celebra la Eucaristía, y en todos los sagrarios donde se reserva. Por ser glorio-
so, puede estar en todos los lugares donde se consagre el pan y el vino, pues
este cuerpo está glorificado: podría estar en varios lugares al mismo tiempo y
en distintos sitios a la vez bajo la forma eucarística.
Por eso la presencia de Cristo en la Eucaristía es una presencia no local (ñoca-
liier), es decir, el cuerpo glorioso de Cristo no está presente en la Eucaristía al
modo de un cuerpo que quien ocupa un lugar. Esto no quiere decir que el cuerpo
de Cristo no se encuentre en un lugar en el que esté el sacramento, sino que toda
la sustancia del cuerpo de Cristo está en cada una de las partes y en todo lugar
que ocupa el sacramento: está presente como la sustancia está en aquello que es.
En efecto, el modo de presencia es per modum substantiae -como está la sustan-
cia-, y no según la cantidad; es decir, el cuerpo de Cristo está bajo la apariencia
de pan y vino no como los cuerpos están en un lugar, sino como las sustancias
están en aquello que es: como la sustancia del pan está en el pan. No se limita
o cirscunscribe pues a las especies del pan y del vino, pero está allá donde ellas
se encuentran presentes. Como vemos, Cristo está presente allá donde hay
apariencia de pan y vino, pero no está encerrado o localizado en ese determi-
nado lugar. Trento lo explicó del siguiente modo:
«Y no se diga que hay contradicción en estos hechos: el de la presencia constante
de nuestro Salvador, en su estado natural [=con cuerpo glorioso], sentándose en
el cielo a la derecha del Padre, y el de la presencia sacramental de la sustancia
en muchos lugares. Esta razón sacramental de existir no puede expresarse debi-
damente con palabras, pero el pensamiento -ilustrado con la fe- sabe que entra
dentro de los cánones del poder de Dios» (D 874).

También Pablo VI lo expresaba con gran precisión: «convertida la sustancia o


naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, no queda ya
nada del pan y del vino, sino tan solo las especies: bajo ellas está presente en
su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera en que los cuerpos
están en un lugar», sino del modo en que la sustancia está allá donde se hallan
sus accidentes.
En síntesis, Cristo está presente en la Eucaristía vere, realiter et substantialiter.
No hemos de olvidar que la sustancia de Cristo está glorificada, lo cual podría
explicar la ubicuidad y múltiple presencia en la Eucaristía. Por tanto, la pre-
sencia de Cristo en la Eucaristía es la presencia de Cristo glorificado, que ha
recibido el efectivo poder sobre todo y el pleno ejercicio de la potestad sobre
todo el universo. Aunque este poder ya lo tenía durante su vida terrena en
Palestina, el ejercicio efectivo de su poder lo recibe del Padre al ser glorifica-
do. En este sentido, resulta ahora lleno de sentido el «os conviene que yo me
vaya...» que pronunció en la última cena (fn 16,7).
b) La permanencia de los accidentes del pan y del vino 109

En la Iglesia primitiva existía la costumbre de reservar la comunión para dár-


sela a los enfermos, o para comulgar después. San Justino, en sus dos referen-
cías eucarísticas -como sacramento de iniciación y en relación a la Eucaristía
dominical- alude a los diáconos que llevan los dones eucaristizados a los en-
fermos (Solano 1,93). Tenemos así el testimonio martirial de san Tarsicio, que
murió por no entregar a irnos curiosos la comunión que llevaba a los enfermos.
Novaciano señala la incoherencia de los que llevando consigo la Eucaristía
presencian espectáculos indignos, con lo que afirma de modo implícito la eos-
tumbre de llevar la Eucaristía a casa y mantener cierta reserva eucarística do-
méstica (cf. Solano 1,261).
Cirilo de Alejandría (s. IV) afirma que «no se altera Cristo..., ni se muda su
sagrado cuerpo, sino que se mantiene en él la fuerza, la potencia y la gracia
vivificante». Referencias a la reserva eucarística en las casas las hemos encon-
fiado también en Cipriano de Cartago y Basilio Magno.
De manera que la comunión de enfermos y fuera de la misa era una práctica
habitual desde los primeros cristianos, y existía la conciencia de su presencia
allí donde parecía que había p a n Es un primer testimonio inequívoco de la
firme creencia en la presencia entre los primeros cristianos.
Como hemos visto, Tomás de Aquino afirmó muchos siglos después que el
cuerpo de Cristo no es el sujeto de inhesión de los accidentes del pan y del
vino, sino que estos se mantienen milagrosamente sine subiedo (STh III q. 77 a.
1), como "flotando" encima de otra sustancia, podríamos decir. La presencia
sacramental consiste en estar contenido bajo las especies de pan y de vino, si
estos dejan de existir, el cuerpo deja de estar contenido y desaparece la presen-
d a sacramental de Cristo.

c) Duración de la presenda de Cristo en la Eucaristía


La presencia de Cristo en la Eucaristía permanece mientras duran las espe-
cíes eucarísticas El criterio es el siguiente: cuando los accidentes -las apañen-
d as- pierden la capacidad de representar su sustancia (pan y vino) dejan de
contener el cuerpo y la sangre de Cristo. Por esta razón, mientras las partículas
de pan (migas, migajas) sigan siendo especies propias del pan, han de con-
siderarse especies sacramentales; cuando, por el contrario, las partículas se
fraedonan tanto que se convierten en un polvo que pierde las características
del pan, entonces el cuerpo de Cristo ya no está allí contenido. Lo mismo ocu-
rre con el vino: la sangre de Cristo deja de estar presente allí donde la especie
sacramental ha desaparecido, por ejemplo, porque se ha disuelto en agua o
porque se ha corrompido convirtiéndose en vinagre.
De la presencia gloriosa de Cristo en la Eucaristía, se desprende la importancia
de la oración ante el sagrario. Allí se produce el encuentro personal de cada
cristiano con el Verbo encarnado, muerto y resucitado, realmente presente en
la Eucaristía. Podríamos decir que la conciencia de la presencia eucarística se
irá desarrollando progresivamente en el pueblo de Dios: primero practicará
de modo habitual la comunión de enfermos; después concedió una mayor
dignidad a la reserva eucarística y, por eso, esta se dispondrá en las iglesias y
tendrá lugar el culto eucarístico fuera de la celebración. En fin, descubrirá la
presencia silenciosa y eficaz en el sagrario, al mismo tiempo que el cristiano
era consciente de que la cumbre, el momento de mayor intensidad eucarístico
-por así decir- se encuentra en la celebración eucarística

En conclusión

1. El S eñ o r está en la E u caristía secundum modum sustantiae, n o solo secundum mo-

dum personae o actionis: es una presencia personal y sacramental, p e ro sob re


to d o real y sustancial, esto es, en su su s trato o n to ló g ic o m ás ín tim o .

2. A c e p ta r el c o n c e p to d e transustanción n o s u p o n d ría un a c to irra c io n a l, sino re -

c o n o c e r q u e a llí e x is te a lg o n o d el to d o c o n o c id o y sin e m b a rg o en p a rte co g n o s -

c ib le: nos h allam o s p re c is a m e n te a n te el m is te rio e u c arístic o .

Sinopsis

s. IX: A m a la rio d e M e tz p ro p o n e el a le g o ric is m o c o m o m o d e lo e x p lic a tiv o

Pascasio R a d b e rto acu ñ a la fó rm u la in mysterio, figura etveritate (m e ta b o lis m o )

R a tra m n o h ab la d e una p re se n c ia solo s im b ó lic a al re fe rirs e a una p resen cia in

mysterio etsub figura

s. XI: P e d ro L o m b a rd o h ab la d e «co n versió n sustan cial»

B e re n g a rio d e T o u rs a p u e s ta p o r el s im b o lis m o (in figura etsimilitudine), y co m o

p a rtid a rio d e la c o n s u s ta n c ia c ió n .

M a g is te rio (ca rta d e 1 07 9) h ab la d e «co n versió n su stan cial», y d e una presencia

in mysterio et non sensitive.

Se d es arro lla p ie d a d p o p u la r e n to rn o a la Eucaristía: d e v o c ió n a la c ru z ju n to

con in te rp re a c io n e s a leg ó ric as , se insiste en la n ecesid ad d e c o m u lg a r, es ¡ni-


ciad a la e le v a c ió n c o m o s ím b o lo sacrificial y p ro m o v id a la a d o ra c ió n e u c a rís ti- ‫ורן‬

ca, así c o m o la u n id a d u n id a d e n tre C risto y el fie l q u e se da d e m o d o e m in e n te

en la E ucaristía

s. XII: L o ta rio d e Segni h a b la ya d e tra n s u s ta n c ia c ió n ; es a firm a d a una p re se n c ia e u -

carístlca in figura et veritate, tra n s u s ta n c ia c ió n .

s. X III: el c o n c ilio IV d e Letrán (1 2 1 5 ) e m p le a la fó rm u la « s e tra n s u s ta n c la » , así co m o el

c o n c ilio II d e Lyón (1 2 7 4 )

La p ie d a d p o p u la r sig u e p ro m o v ie n d o a d o ra c ió n e u c arístic a con las p ro ce sio -

nes d el corpu s C h risti

Tom ás d e A q u in o h ab la d e tra n s u s ta n c ia c ió n y d e co n v ers ió n su s tan cial per

modum substantiae, al m is m o tie m p o q u e e x p o n e la d o c trin a d el sirte subiecto,


d e la c o n c o m ita n c ia y d e la p resen cia illocaliter

s. XIV: D uns Escoto y G u ille rm o d e O c kh a m se m u e s tra n p a rtid a rio s d e la c o n s u s ta n -

d a c ió n

En la p ie d a d p o p u la r se d ifu n d e el uso d e s ag ra rio , y d e la e x p o s ic ió n y la b e n -

d ic ió n con el S a n tísim o

s. XV: El c o n c ilio d e F erra ra -F lo re n c ia (1 4 3 8 -1 4 4 2 ) aclara la d o c trin a d e la m a te ria y las

verba Christi en té rm in o s a c e p ta b le s para los o rie n ta le s

s. XVI: L u tero se m u e stra p a rtid a rio d e la c o n s u s ta n c ia c ió n , p o r la q u e C risto está en


la Eucaristía; p ara C a lv in o en ella ta n solo C risto actúa, m ie n tra s q u e p ara Z w in -

g lio con siste ta n solo en una p resen cia s im b ó lic a: la E u caristía ta n solo significa

el c u e rp o y la san g re d e C risto. Por el c o n tra rio , para T re n to , con la fó rm u la d e la

tra n s u s ta n c ia c ió n , la Eucaristía es el c u e rp o y la san g re d e C risto.

s. XV II: D escartes y L e ib n iz e n tie n d e n la sustan cia c o m o res extensa

s. XX: S c h ille b e e c k x p ro p o n e la Eucaristía solo c o m o tra n s ig n ific a c ió n , m ie n tra s Pa-

b io VI h ab la d e la tra n s u s ta n c ia c ió n c o m o fu n d a m e n to d e to d a tra n s ig n ific a -

ción y tra n s fin a liz a c ió n .

4.7. La reserva y el culto eucarísticos

La comprensión del misterio de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía,


en el que la Iglesia ha creído siempre, fue desarrollándose orgánicamente a
partir del hoc est corpus meum pronunciado por el Señor en la última cena. La
conciencia eucarística va madurando de modo progresivo en la Iglesia, hasta
sacar el máximo rendimiento -por así decirlo- del misterio eucarístico. Como
escribió Ratzinger, «solamente cuando la luz de lo eterno prendió en las lám-
112 paras de las iglesias y el sagrario fue colocado junto al altar, entonces brotó la
semilla del misterio y, con esto, la plenitud del misterio eucarístico asumido
por la Iglesia».

4.7.1. La reserva de la Eucaristía

Respecto a la reserva de la Eucaristía en las iglesias, parece ser que al principio


se realizaba no junto al altar sino en una habitación cercana, especialmente
en la sacristía (en latín sacrarium, de donde viene «sagrario»). En la época de
los Padres no parece que haya habido culto de adoración a la Eucaristía. En
efecto, durante siglos, cuando los fieles van a orar a la Iglesia, lo hacen dando
vueltas por ella o besando el altar, pero no aparecen testimonios de que orasen
ante el Santísimo.
Como hemos visto, el concepto de presencia real va siendo entendido con ma-
yor profundidad y su formulación va siendo precisada cada vez más a lo largo
de la Edad media (algo ya enunciado, pero que ahora vemos con más detalle).
A partir del siglo XI y tras las disputas eucarísticas, en ciertos lugares de occi-
dente, el Santísimo pasa de la sacristía al interior de la Iglesia. El paso se hace
en pequeños vasos con forma de paloma (columbas), los cuales se cuelgan de
un baldaquino sobre el altar, no para dar la comunión, sino para asegurar la
presencia del Cuerpo del Señor sobre el altar.
En efecto, la postura errónea de Berengario en el siglo XI provocó esta reacción
doctrinal y devocional: cuando el Santísimo pasa a la nave central de la iglesia,
se coloca una alacena en el presbiterio, aunque no sea este el origen de nuestro
actual sagrario, una cavidad cerrada creada en una pared lateral, con el fin de
reservar la Eucaristía para después dar la comunión. No tenía, pues, el sentido
de favorecer la adoración. A partir del segundo juramento que tuvo que firmar
Berengario (1079), que insistía en la identidad del cuerpo histórico de Jesús y el
cuerpo eucarístico, surge la devoción que busca ver el cuerpo del Señor.

En conexión con esa devoción, los monjes de Cluny desarrollan un rito nue-
vo: la elevación. Este signo trajo consigo la actitud de adoración: cuando
se elevaba, se adoraba y de este modo era también destacada la dimensión
sacrificial. Así como Jesucristo fue levantado en la cruz para salvar a la hu-
manidad, así el sacerdote elevaba su cuerpo ante los fieles. Poco a poco se
introducen también otras costumbres, como el de tocar la campanilla dentro
de la Iglesia en el momento de la consagración o, incluso, tocar las campanas
fuera para que los que no participan de la Eucaristía adoren también inte-
riormente.
4.7.2. El culto eucarístico 113

Como veíamos, con la institución de la fiesta del Corpus Christi, por Urbano
IV (1264), adquiere más fuerza el sentido de adoración eucarística Aunque
la bula no dice nada de la procesión del Corpus, pronto se desarrolló estre-
chámente unida a este día. Inicialmente la procesión se realiza llevando el
Santísimo en una arqueta, oculto; pero el deseo de ver el cuerpo eucarístico de
Cristo, llevó a la aparición de la custodia en su forma actual. En el siglo XTV, a
la procesión se añade el dejar la custodia con el Santísimo sobre el altar, para
que la gente, después de la procesión, pueda ver y adorar el cuerpo de Cristo.
Nace así la exposición del Santísimo. De ahí se pasó a realizar la exposición
sin que hubiera procesión, y de ahí a la adoración del Santísimo en el sagrario.
Por el contrario, la Reforma negará la doctrina sobre la presencia eucarística En
el sacramentarismo protestante, tanto la presencia simbólica como la virtual son
transeúntes: solo permanece la significación o la fuerza mientras se celebra el rito.
Lutero, contra los sacramentarlos (Zwinglio, Bucero, Eoolampadio...), había afir-
mado la presencia de Cristo en la Eucaristía pero solo en el momento de la comu-
nión. Como veíamos, Lutero o sus sucesores afirmaron la presencia real pero ne-
gando la transustanciación; interpretaban las palabras «esto es mi cuerpo» como
«aquí -en el pan- está mi cuerpo». Es la mencionada doctrina de la consustan-
dación que, a nivel práctico, rehusó todo culto, reserva y adaraáón eucarísticos.
La modernidad traerá consigo también interesantes desarrollos de la devo-
ción eucarística. En el siglo XVII, san Alfonso María de Ligorio difundió las
visitas privadas al Santísimo en el sagrario. Los congresos eucarísticos tuvie-
ron su origen en Francia en la segunda mitad del siglo XIX y fueron inspirados
por la fe viva en la presencia real de la persona de Jesucristo en el sacramento
de la Eucaristía. Por consiguiente, el culto eucarístico se expresaba particular-
mente en la adoración solemne y en procesiones que manifestaban la discreta
presencia de la Eucaristía en este mundo.
La adoración a la Eucaristía fuera de la celebración litúrgica podría ser conside-
rada como un «eco» de la presencia que se da de modo principal y prioritario en
la celebración eucarística. Pablo VI la recordó en 1965 en la Mysterium fidei, pues
la Iglesia cree en la presencia real en el sacramento de fe y de amor: porque cree,
adora. Una vez más, la Eucaristía no es solo para comer, sino también para ver,
adorar y contemplar. Destaca también la dimensión ecuménica, al ser la Eucaris-
tía el signo de unidad entre los cristianos y poder ser un culto compartido con
otros cristianos de otras confesiones. En fin, la instrucción Eucharisticum myste-
rium (1967) de la Congregación del culto divino y disciplina de los sacramentos,
recuerda la unidad entre la celebración y la adoración eucarísticas. También Juan
Pablo Π lo recuerda en la carta Dominicae Cerne, n. 3.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• D e s a rro llo o rg á n ic o d e l d o g m a · C o lu m b a

• S a g rario · S a c ra m e n ta ris m o

• C u sto d ia · V isita y e x p o sició n con el S a n tísim o

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. Traza una b re v e h is to ria d e la reserva e u c arístic a en la h is to ria.

2. ¿Q ué d es arro llo s e n c o n tra m o s en el sig lo XI en lo q u e se re fie re a la d o c trin a


eu carística?

3. ¿C uándo surgen las p rocesiones d el Corpus Christi y la exp o sició n d el Santísim o?

4. ¿C óm o se d es arro lla la c o n c ie n c ia e u c arístic a en la M o d e rn id a d ?

5. ¿Cuál es la re lac ió n e n tre la c e le b ra c ió n y el c u lto eucarísticos?

6. Leer el s ig u ie n te te x to : C a te c is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 8 0 .

Ejercicio 3. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• T ra n s u s ig n ific a c ió n · lllocaliter
• T ra n s ig n ific a c ió n · Per modum substarrtiae

Ejercicio 4. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué re la c ió n e x is te e n tre tra n s u s ta n c ia c ió n , tra n s ig n ific a c ió n y tra n s fin a liz a ‫־‬

ción?

2. ¿C óm o d e fin e P ab lo VI la p re se n c ia e u c a rís tic a en Mysterium fidei?


3. ¿C óm o se e n c u e n tra Jesu cristo p re s e n te en la Eucaristía? ¿Q ué tip o d e c u e rp o

d e C risto e n c o n tra m o s allí?

4. ¿ C uán to d u ra la p re se n c ia eu carística? ¿Q ué in d ic a d o re s te n e m o s p ara v e rifi-

car su presencia?
Ejercicio 5. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conté-
nidos aprendidos:

«Así pues, creem os que las sustancias terrenas, q u e en la m esa del Señor se santifican

sag rad am en te por el m isterio sacerdotal, se convierten, in e fa b le m e n te , in co m p ren si-

b le m e n te y m ilag ro sam en te, en v irtu d de la d ivin a p o ten cia, en la esencia del cuerpo
del Señor, m a n te n ién d o se las m ism as apariencias exteriores [especies] y las otras cua-

lidades, de m odo q u e no aterro ricen al recibirlas cruda y c ru en tam e n te » (Lanfranco,

Libellus de Sacramento Corporis etSanguinis Domini, 10: PL 150,430B -D ).

«Hay q uienes dicen que la d o ctrin a d e la tran su stan ciació n es d ifícil creer; y yo d e he-

cho no la creí hasta q u e m e hice católico. No tu v e d ific u lta d en creerla nada más que

creí q u e la Iglesia católica es el lu g ar d o n d e habla Dios, y q u e ella ha d eclarad o q u e esta

d o ctrin a p erte n ec e a la revelación o rig in a ria . C oncedo q u e sea difícil y hasta imposi-
ble de imaginar; pero ¿por q u é ha de ser d ifícil de c re e r? ...

» Yo no p u ed o p ro b ar ese m isterio, no p u ed o d ecir cóm o es; p ero m e p reg u n to : ¿por

qué no podría ser así?, ¿qué lo im pide?, ¿qué sé yo d e la sustancia y la m ateria? Lo m is-

m o e xa ctam e n te que los m ás grandes filósofos: nada en abso lu to. [ ...]

» La d o ctrin a católica deja a un lado los fen ó m en o s. No d ice q u e los fen ó m en o s des-

aparezcan; dice, por el co n trario , q u e p erm an ecen; ta m b ié n dice [adem ás] q u e estos

fen ó m en o s se dan a la vez en varios lugares. Trata d e lo q u e n ad ie sobre la tierra sabe

una palabra: sobre las m ism as sustancias m ateriales» (John H en ry N ew m an ).

En 1977, Joseph R atzinger ab o rd ab a ta m b ié n en una en trevista la cuestión en to rn o

a la te rm in o lo g ía eucarística: ¿transubstanciación, tran s fin a liza ció n , tran significación?

«La ciencia m o d ern a -d e c ía a llí- se p reg u n ta tan solo: ¿cóm o fun cio n a una cosa?, ¿qué

pu ed o hacer con ella?; y ya no se p reg u n ta: ¿qué es eso? Esta p reg u n ta se considera

poco cien tífica, y en c u a lq u ie r caso no se p u ed e resp o n d er c ie n tífic a m e n te .

» A esta reo rien tació n del p en sam ien to p re te n d ían ajustarse los in ten to s de d e fin ir la

Eucaristía desde la esfera de su im p o rtan c ia y su fin a lid a d (tran sig n ificació n y tran sfin a-

lización). A u nq u e esto no es d el to d o falso, sí q u e es en c ierto sen tid o peligroso, pues

dice d em asiad o poco. Siem pre q u e se reducen los sacram entos y la fe a'fun cio n es', se

deja de hablar de D ios -q u e e v id e n te m e n te no es una ‫׳־‬fu n ció n - y cfef h o m b re, q u e

tam p o co es una función a u n q u e ten g a m uchas funciones».


116
TEMA LA EUCARISTÍA
. COMO COMUNIÓN
Tras ver el qué hay y cómo está Cristo en la Eucaristía, pasamos a ver
cómo entra en comunión con nosotros. La comunión eucarística supo-
ne el grado más alto de la unión con Jesucristo. Esto tendrá también sus
consecuencias, que iremos describiendo al ver las diferentes dimenslo-
nes de la Eucaristía, que pueden servir de recopilación de todo lo ante-
rlormente visto.

SUMARIO

5.1. LA UNIÓN TRANSFORMANTE EN CRISTO 5.1.1. Escritura 5.1.2. Padres de


la Iglesia 5.1.3. Teología y m agisterio · 5.2. EL CRECIMIENTO DE LA VID A EN EL
ESPÍRITU 5.2.1. El a u m e n to de la gracia 5.2.2. La lucha contra el pecado · 5.3. LA
EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA 5.3.1. Escritura 5.3.2. Padres d e la Iglesia 5.3.3. M agis-
terio · 5.4. DIMENSIONES CÓSMICA Y ESCATOLÓGICA · 5.5. LA PRACTICA DE
LA COM UNIÓN EUCARÍSTICA 5.5.1. Necesidad d e la Eucaristía 5.5.2. El sujeto d e
la c o m u n ió n sacram ental 5.5.3. La c o m u n ió n frec u en te 5.5.4. La c o m u n ió n d e niños
5.5.5. La c o m u n ió n d e enferm o s 5.5.6. La com u n ió n bajo las dos especies 5.5.7. La
c o m u n ió n espiritual 5.5.8. M inistro o rdinario y extrao rd in ario
La comunión eucarística constituye un momento importante de la celebración
eucarística desde el punto de vista subjetivo, si bien desde el polo objetivo
lo constituye la consagración, pues allí empieza a estar Jesucristo realmente
presente. Tenemos pues la ofrenda de la víctima agradable a Dios -el Hijo- en
la celebración, junto con el alimento, don de Dios, dirigido a nosotros. Vemos
así la unidad entre el memorial, la presencia y la comunión; entre el sacrificio,
el sacramento y el alimento, decíamos. En efecto, la Eucaristía es también para
comer, y no solo para verla, adorarla y contemplarla. Con la comunión euca-
rística consumamos progresivamente la comunión con Jesucristo y, «por Cris-
to, con él y en él» -como reza la Liturgia-, alcanzamos también la unión con el
Padre y el Espíritu, a la vez que renovamos la creación y nos preparamos para
la bienaventuranza eterna, como iremos viendo. Además, la Eucaristía «hace»
la Iglesia: la «construimos» sobre todo con la celebración y el culto eucarísti-
eos, y así podemos participar del «cielo en la tierra» que ella constituye.

5.1. La unión transform ante en Cristo

Veamos a continuación los efectos de la comunión eucarística: en primer lugar,


la dimensión cristológica, pues la Eucaristía no solo confiere la gracia, sino
que nos ofrece a Jesucristo, al mismo autor de la gracia. Al recibir el cuerpo
de Cristo en la comunión, se da una auténtica incorporación y configuración
con Cristo-Eucaristía como prolongación del misterio de la Encarnación, al
asumir la Persona divina del Verbo la naturaleza humana. Somos incorpora-
dos a Cristo no solo por la gracia, sino por su cuerpo glorioso y vivificante,
realmente presente en la Eucaristía. Y por medio de ella podemos santificar
todo lo nuestro: familia, trabajo, relaciones sociales.

5.1.1. Escritura

En primer lugar, hemos de recordar que, según la Escritura, al igual que parte
de los sacrificios del Antiguo Testamento, la Eucaristía es también comida de
comunión y banquete sacrificial. Los antiguos sacrificios podían ser también
de comunión, pues después era comida en comunidad parte de la víctima.
Por eso la misa es igualmente sacrificio y banquete, y resulta relacionado a su
vez -como veíamos- con el banquete pascual (Ex 12,1-14) y con los antiguos
sacrificios (Ex 24,4-8).
Además, en el Nuevo Testamento, Cristo quiso que los apóstoles participa-
ran en el banquete de la última cena al decirles «tomad y comed... tomad y
118 bebed» (Mt 26,26-29, Me 14,22-25, Le 22,14-20). En esta misma línea también
san Pablo destaca esta dimensión convival, comunitaria y escatológica, como
iremos viendo: «Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva» (ICo 11,25-26). Allí ha-
bla igualmente de la «cena del Señor», a la vez que menciona la «muerte del
Señor», por lo que de nuevo vemos unidas aquí las dimensiones sacrificial y
convival, comunitaria y escatológica.

Así, la Eucaristía es el sacrificio al que sigue un banquete, decíamos. La comu-


nión supone por tanto también el banquete eucarístico, al que sigue después
una presencia. La celebración eucarística es sacrifido y banquete, al relacio-
narse con el banquete pascual judío (Ex 12,1-14) y con los antiguos sacrificios
(Ex 24,4-8). De nuevo unidas las dimensiones sacrifiáal, convival y oomunita-
ria. La «cena de las bodas del Cordero» (Ap 19,7) es igualmente un banquete
que procede de un sacrificio; en este pasaje se unen además las dimensiones
nupáal y escatológica. Es el banquete escatológico en Isaías (25,6-9), recreado
en la cena de las bodas del Cordero (Ap 19,9ss.).

Cristo quiere instaurar pues el sacrificio de la Nueva Alianza, por el que obtie-
ne la comunión con nosotros. Existen algunos textos bíblicos donde se puede
apreciar la unión del comulgante con Cristo. En primer lugar, encontramos
la referencia en la parábola de la vid y los sarmientos (cf. Jn 15,7ss.), en la que
se afirma que Cristo nos proporciona la savia de la vida del Espíritu. Además,
vemos la afirmación inequívoca en el discurso de pan de vida («El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él»: Jn 6,56), donde ex-
presa esta unión íntima entre la Eucaristía, quien en ella se contiene y cada
uno que la recibe. Por último, la plena identificación con Cristo que aparece
también en Pablo, en las famosas palabras: «No soy yo el que vivo: es Cristo
que vive en mí» (Ga 2,20), cuya máxima realización se da de un modo pleno
en la comunión eucarística

5.1.2. Padres de la Iglesia

Las dimensiones convival y comunitaria, manducativa y escatológica de la


Eucaristía la encontramos sobre todo en autores del siglo IV. Clemente de
Alejandría afirma en Pedagogo 2,2 (Solano 1,159) que «beber la sangre de Jesús
es esto: ser hecho partícipe de la incorrupción del Señor. Pues la fuerza del
Verbo es el Espíritu, como la sangre lo es de la carne»: con la Eucaristía, partí-
cipamos de la eternidad de Cristo resucitado.
Cirilo de Jerusalén recuerda la dimensión cristológica, pues la Eucaristía nos
hace consanguíneos y concorpóreos con Cristo (Cathechesis mystagogicas 4,1:
PG 33,109; cf. Commentarium in Iohanne 11,11: PG 74,560).
También Hilario de Poitiers afirma que en la Eucaristía «se muestra la unidad
perfecta por medio del Mediador» entre Dios y el comulgante, «y así avanza-
mos en la unidad con el Padre» (De Tñnitate 8,15: PL 10 248).
Juan Crisóstomo afirma que, así como el cuerpo tomado de la Virgen se hizo
una sola cosa con Cristo, así-por este pan- nos hacemos una misma cosa con
Cristo (1η I Corintii 10,16: PG 61,200).
Agustín de Hipona acuña la famosa sentencia: «No me convertirás tú en ti
como carne de tu carne, sino que yo te convertiré en mí» (Confesiones 7,10,16:
PL32,724).
Léon Magno llama también «cristóforos» a los que han recibido a Cristo: son
los que llevan a Cristo allá donde van.
Cirilo de Alejandría habla de que no se trata tan solo de una relación afectiva,
sino de una «participación carnal o física» (In Johanne Ev. 10,2: PG 74,341). En
otro lugar recordaba que «por medio de cuya participación, recibimos las vir-
tud santificadora y vivificante de Cristo» (In Mat 26,27).

5.1.3. Teología y magisterio

Según la teología medieval, la res tantum eucharistiae es la conversión del hom-


bre en Cristo (cristificación) y, como consecuencia, la edificación de la Igle-
sia. He aquí pues unidos los efectos cristológico y eclesiológico del misterio
eucarístico: se da una verdadera transformación -cristificación- del creyente,
pues somos hechos «partícipes de la naturaleza divina» (2P 1,4); se obra una
verdadera «divinización», una cristificación, al ser hechos «consanguíneos y
concorpóreos con Cristo» (Cirilo de Jerusalén).
En el siglo XIII Tomás de Aquino escribió que el efecto propio del sacramento
es transformar al que la recibe en el mismo Cristo (In Sent. IV, d. 12 q. 2 a ls.).
En el siglo XIV y en ámbito oriental, Gregorio Palamas y Nicolás de Cabasi-
las hablan de la theoisis, de la divinización del cristiano en gracia, que se da de
modo eminente en la comunión eucarística. Así obtenemos de modo especial
la koinonía con Cristo. El concilio de Florencia en el siglo XV recordó que «el
efecto de este sacramento es la adhesión del hombre a Cristo» (D 1322). En el
siglo XVI Trento lo propuso como el alimento de la vida en Cristo (cf. D 1638).
120 En síntesis, podríamos decir que la Eucaristía a) no solo confiere la gracia,
sino que nos ofrece al mismo autor de la gracia; b) se da así una auténtica
incorporación y configuración con Cristo; y c) el efecto inmediato de la comu-
nión eucarística es la conversión del hombre en Cristo (por la cristificación),
en la que se da una transformación del creyente, al ser hechos «partícipes de
la naturaleza divina» (2 P 1,4).

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• U n ió n tra n s fo rm a n te · C ris tific a c ió n

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Q ué te x to s d e la E u caristía h a b la n d e la tra n s fo rm a c ió n e n C risto p o r la Euca-

ristía?

2. C ita r a lg ú n te x to d e los Padres s o b re la c ris tific a c ió n p o r m e d io d e la c o m u -

n ió n e u c a rís tic a .

3. A ñ a d ir a lg ú n te s tim o n io d e la te o lo g ía y d e los co n cilio s.

5.2. El crecimiento de la vida en el Espíritu

Tras la cristológica, veamos ahora la dimensión pneumatológica: la vida cris-


tiana es vida en el Espíritu, pues amor, gracia y Espíritu Santo son distintas
palabras para designar una misma realidad vista desde distintos pimíos de
vista. El Espíritu nos da la gracia, con la que viene el aumento la caridad.
Con la comunión eucarística crecen como consecuencia las virtudes teóloga-
les y los dones del Espíritu. San Efrén el sirio afirmaba que «el que lo [=el
cuerpo de Cristo] come con fe, come fuego y Espíritu», quien es la gracia in-
creada y causa de toda caridad (Sermo in hebnomadam sanctam 4,16). En ocd-
dente, san Agustín afirmaba de modo simbólico que «llegasteis a ser pan del
Señor», pues los granos de trigo -cada uno de nosotros- son molidos por la
penitencia, amasados con el agua del Bautismo y cocidos con el fuego del Es-
píritu, (cf. Sermo 229, NBA32/1, 404).
En Trento la Eucaristía es presentada como alimento (S. Th. III q. 79 a. 4) 121
y -al aumentar la gracia por la presencia del Espíritu- como antídoto que
nos limpia de los pecados veniales y nos preserva de los mortales (D 1638):
al aumentar la caridad, nos aleja de todo pecado, como veremos a continua-
ción.

5.2.1. El aumento de la gracia

La Eucaristía procura el aumento de la gracia santificante, al recibir a su mis-


mo autor, quien es fuente de todo amor y origen de la misión de la Iglesia
Junto al aumento de la gracia santificante y de la caridad, es concedido como
consecuencia al que comulga el perdón de los pecados veniales. Esta doctrina
ha sido conveniente recogida y sistematizada en el Catecismo. En primer lugar,
al actuar las tres divinas Personas, confiere la gracia de Dios (cf. CCE 1127).
Además, esta gracia no solo depende de nosotros, sino sobre todo de la inicia-
tiva y del poder divinos (cf. CCE 1128). En fin, la Eucaristía es el alimento na-
tural -el «pan de cada día»- de la vida espiritual, el cual conserva, acrecienta
y renueva la gracia recibida en el Bautismo (cf. CCE 1392).

5.2.2. La lucha contra el pecado

Tras sintetizar la enseñanza precedente, el Catecismo de la Iglesia católica recuer-


da que la Eucaristía constituye el mejor antídoto contra el mal (cf. CCE 1393).
En primer lugar, borra los pecados veniales e infunde las virtudes y los dones
dados por Dios (cf. CCE 1394). Así, la Eucaristía no está ordenada a perdonar
los pecados mortales, pues esto es propio del sacramento de la confesión; no
obstante, preserva de futuros pecados graves, es decir, ayuda a alejarlos y evi-
tarlos (cf. CCE 1395).
Así, «la remisión de los pecados» (Mt 26,28) requiere la unidad de los sacra-
mentos del Bautismo, penitencia y Eucaristía, que es la mesa de los reconci-
liados, no de los pecadores (cf. Ecclesia de Eucharistía, n. 37; cf. ICo 11,27-29;
Trento: D 1646-1647). También nuestro Señor lavó los pies a los apóstoles antes
de que pudieran recibir la Eucaristía, lo cual podría ser interpretado como una
prefiguración simbólica de la penitencia, recibida antes de la comunión cuan-
do se tiene conciencia de pecado grave. Para recibirlo dignamente no solo -de-
da san León Magno- necesitamos llevar «la vestidura blanca» del Bautismo,
sino tambiérrla «vestidura roja» de la gracia y la caridad.
122 En c o n c lu s ió n

1. La c o m u n ió n co n serva, a c re c ie n ta y re n u e v a la vida de gracia re c ib id a en el B au-

tis m o .

2. La re c e p c ió n d e la E ucaristía a u m e n ta en fin las virtudes teologales - la fe, la es-

p e ra n za y la c a rid a d - y los dones del Espíritu.


3. La c o m u n ió n nos separa del pecado: p e rd o n a los p ecad o s v e n ia le s y p re se rva de

p o sib les p ecad o s m o rta le s fu tu ro s .

4. Así, la E ucaristía se c o n s titu y e d e este m o d o en la fu e n te d e la g ra cia d e los d em ás

s ac ram e n to s . Por eso es el socromentum sacramentorum, el sacramento de los


sacramentos.
5. Es fin a lm e n te la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia (cf. LG 11, PO 5, SC 10),

el « ce n tro y la raíz d e la v id a d e l c ris tia n o » (Escrivá, Es Cristo que pasa, n n . 8 7 y 1 0 2 ),

c o m o v e re m o s e n s e g u id a .

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• A n tíd o to · P e c a d o le v e

• P ecad o g ra ve · Sacramentum sacramentorum

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿En q u é con siste la d im e n s ió n p n e u m a to ló g ic a d e la c o m u n ió n eu carística?

2. ¿Q ué a u m e n ta en la v id a d el c ris tia n o al re c ib ir la c o m u n ió n ? ¿Por qué?

3. ¿Q ué e fe c to s tie n e la c o m u n ió n so b re los p ecad o s leves?

4. ¿Cuáles son las d is p o s ic io n es c u a n d o u n o se e n c u e n tra en p e c a d o m o rtal?

5. Leer los s ig u ie n te s te x to s : a) C a te c is m o d e la Ig lesia C ató lica 1 1 2 7 . b) C a te -

cism o d e la Ig lesia C a tó lic a 1 3 9 2 . c) C a te c is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 9 3 . d)

C a te c is m o d e la Ig lesia C a tó lic a 1 3 9 3 . e) C atec is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 9 4 .

f) C a te c is m o d e la Ig le sia C ató lic a 1 3 9 5 .


5.3. La e d ific a c ió n d e ia Iglesia 123

También el misterio eucarístico contiene una dimensión eclesiológica: «La


Iglesia hace la Eucaristía, y la Eucaristía hace la Iglesia» (Juan Pablo Π, Ecclesia
de Eucharistía, n. 26). No solo simboliza la unidad sino que de verdad la crea.
Sin la Iglesia, no hay Eucaristía: ella la celebra y participa de ella. Pero la Euca-
ristía no solo es el centro, sino que alimenta y edifica la comunión eclesial. Los
cristianos "hacemos la Iglesia" sobre todo con la Eucaristía: por la Eucaristía
nos hacemos Iglesia y construimos la Iglesia. Esta sería el efecto propio de la
Eucaristía -la edificación de la Iglesia-, junto con la previa cristificación del
que recibe la comunión.

5.3.1. Escritura

Además del memorial de la Pascua del Señor, decíamos que la Eucaristía es


también comida de comunión: banquete que se celebra después de un sa-
crificio, y es -por tanto y a la vez- memoria del Jueves santo, memorial del
sacrificio consumado el Viernes santo y de la resurrección obrada el dominicas,
el domingo; y por eso la Eucaristía es también «fiesta de la resurrección». Esto
podemos verlo en algunos lugares de la Escritura, tan solo como muestra:
Hemos de partir de la experiencia eucarística comunional que aparece en
Hch 2,42 «Todos se mantenían firmes en las enseñanzas de los apóstoles, com-
partían lo que tenían y oraban y se reunían para partir el pan».
En san Pablo leemos: «Porque comemos de un mismo pan, formamos un solo
cuerpo» (ICo 10,17). De este texto paulino surge toda la eclesiología eucaris-
tica en los Padres y desarrollada después en la Edad media.
Veíamos también cómo el banquete eucarístico -que genera comunión- exige
a su vez una previa ética eucarística: «23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el
altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, 24 deja
tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano;
luego vuelves y presentas tu ofrenda» (Mt 5,2324‫)־‬.

5.3.2. Padres de la Iglesia

La Eucaristía simboliza y crea la unidad de los cristianos: el pan amasado


con espigas dispersas es símbolo de la unidad de la Iglesia (cf. Didaché 9,4).
La Iglesia es el pueblo de Dios que se reúne en tomo a la palabra y el cuerpo
de Cristo. Es esto lo que enseña la eclesiología eucarística, tanto en Oriente
como en Occidente, pues el núcleo más íntimo -el corazón, podríamos decir-
lo constituye precisamente el misterio eucarístico. Respecto a esta eclesiología
eucarística, encontramos abundante testimonios de los Padres.
Ignacio de Antioquía, discípulo de Juan y Pablo, alude al «pan de Dios, carne
de Cristo». La unidad de la Iglesia en tomo al obispo y a la Eucaristía, en sus
niveles visible e invisible: una carne, una sangre, un altar, un obispo es la se-
cuencia por él propuesta. Aquí vemos recordada igualmente la reladón entre
Eucaristía y apostolicidad; es lo que se suele llamar «monarquía episcopal»,
que presenta la relación entre la Eucaristía y la sucesión apostólica. La Eucaris-
tía es por eso también sacramento de unidad eclesial (Ad Philad. 3,4: PG 5,700).
Cipriano de Cartago habla de la unidad con Cristo y los demás cristianos sim-
bolizados en el agua unida al vino y en los granos de trigo: «Así como muchos
granos reduddos a la unidad y molidos y amasados juntos forman un solo
pan, así en Cristo, que es pan celestial, sabemos que hay un solo cuerpo al que
está unido nuestra diversidad» (Epistula 60,13,4). También habla de la mezcla
del agua y el vino como signo de la unión real entre Cristo y cada miembro de
la Iglesia (cf. Carta 63,13: PL 4,383-384).
Hilario de Poitiers habla de la unidad fontal de la Trinidad que, a través de la
Eucaristía, nos llega a todos nosotros (cf. De Túnitate 8,13: PL 10,245); es decir,
se da una triple y mutua implicación: Trinidad ó Iglesia ó Eucaristía. Pero tam-
bién la Eucaristía hace la Iglesia y nos permite el acceso a la Trinidad.
Juan Crisóstomo habla de la unidad con Cristo que se alcanza por medio de la
Eucaristía: «¿Qué es el pan? El cuerpo de Cristo. ¿En qué se convierten los que
comulgan? En el cuerpo de Cristo. No muchos cuerpos, sino un solo cuerpo»
(In ICor, hom. 24: PG 61,200). Al comulgar, somos asimilados al único cuerpo
de Cristo, del cual Él es la Cabeza.
Cirilo de Alejandría propone el misterio eucarístico como una consecuencia
directa de nuestra incorporación a Cristo por la Eucaristía (cf. Commentariwn
in Johanne 11,11: PG 74,560): por la Eucaristía hacemos la Iglesia y nos hacemos
Iglesia.
Pero será sobre todo Agustín quien hablará de una correlación entre Cristo, la
Iglesia y la Eucaristía. Como hemos visto, san Agustín retoma también el sim-
bolismo del pan y del vino a partir de los múltiples granos: somos el pan que
se amasa con el agua del Bautismo y se cuece con el fuego del Espíritu. Expone
de este modo su enseñanza de la Eucaristía como sacramento de unidad del
cuerpo místico de Cristo, del cual se desprende la eclesiología eucarística de
comunión, con una cierta identificación entre el pan eucarístico y el cuerpo de
Cristo de la Iglesia.

5.3.3. Magisterio

«Porque comemos de un mismo pan, formamos un solo cuerpo» (ICo 10,17):


de este texto paulino surge toda la eclesiología eucarística en la Edad media
que une a Cristo -la realidad contenida (res)-, con la Eucaristía (res et sacra-
mentum) y la Iglesia (res tantum). A pesar de ser una teología centrada sobre
todo en el problema de la presencia real, los teólogos medievales destacan
igualmente el aspecto de unidad en la Iglesia, en autores como Pascasio de
Radberto, Ratrammo, Hugo de san Víctor, Pedro Lombardo, Tomás de Aqui-
no...
La presencia eucarística de Cristo es la mayor realidad -su presencia más in-
tensa- que construye a la Iglesia como cuerpo de Cristo. La comunión euca-
rística simboliza pues también la comunión eclesial, como las gotas de agua
-derramadas en el vino y diluidas en él- representan tanto la unión del cris-
tiano con Cristo (significado cristológico) como la unión entre los miembros
del cuerpo de Cristo (significado eclesiológico), tal como puede verse en STh
Il l q .7 4 a.8 a d 2 .
Estas verdades serán recogidas por el magisterio eclesial. Esta presencia de
Cristo se aumenta sobre todo por el sacramento de la Eucaristía, en el que
está presente la misma res, la misma realidad de Cristo. Tanto Letrán (1215)
y Florencia (1439-1442), como Trento (D 1638) y la Mystici Corporis de Pío XII
ofrecen una visión de la Iglesia como como organismo sobrenatural, en cuyo
centro se encuentra la Eucaristía
Este simbolismo de la unidad se recoge también en el Vaticano II (LG 11, UR
2), que propone como símbolo de tal unidad la Eucaristía presidida por el
obispo (SC 41-42). La Eucaristía es signo de la unidad orgánica y jerárquica
que Cristo quiso para su Iglesia, pueblo de Dios y cuerpo de Cristo. La di-
mensión convival aparece en la GS 38, donde llama a la misa «la cena de la
comunión fraterna y la degustación del banquete celestial».
Juan Pablo Π en la carta Dominici Coenae (1980) alude a la participación dife-
rendada de sacerdotes y laicos en la celebradón. Además, publicó toda una
serie de textos para fomentar un mayor cuidado de la Eucaristía que constitu-
yen lo que algún autor ha denominado una auténtica «ofensiva eucarística»
en numerosos textos magisteriales.
También Benedicto XVI, en la exhortación apostólica postsinodal Sacramen-
tum caritatis (2006), aborda las dimensiones trinitaria y eclesiológica, misione-
ra y santificadora, así como la relación con la adoración, los demás sacramen-
tos como el Bautismo, la penitencia, el orden y el matrimonio.

En conclusión

1. De la unión personal a la eclesial: som os lo q u e re cib im o s. Por la E u caristía, so-

m os in c o rp o ra d o s a C risto, y fo rm a m o s con Él un c u e rp o m ístico , c o m o m ie m b ro s

vivos d e C risto, q u e es C ab eza n u e s tra . C u a n to m ás u n id o s a C risto p o r la c o m u -


n ió n e u carística estam o s, m ás u n id o s e n tre n o so tro s estare m o s.

2. La E ucaristía es p o r ta n to sacramento de unidad, p o r lo q u e una c o m u n id a d e u -

carística es una c o m u n id a d p le n a m e n te c ris tia n a . La Ig lesia u n iv ers al n o será o tra

cosa q u e una red d e c o m u n id a d e s eu c arístic as , en las q u e la a p o s to lic id a d -p r im a -

d o y c o le g ia lid a d -ju e g a n un p a p e l im p o rta n te .

3. La E u caristía es el centro de ia vida cristiana, y p o r eso e x ig e p re v ia m e n te la m e n -

c io n a d a é tic a p re v ia . E xige una c o n v ers ió n , q u e es n ecesaria p ara c o m u lg a r y q u e

el s a c ra m e n to h ace fru c tific a r en o b ras d e c a rid a d y en la p re d ile c c ió n los p o b res.

U na E u caristía sin co n s ec u en c ias éticas n o e sta ría v iv id a en p le n itu d .

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• D im e n s ió n c o n v iv a l · Res
• D im e n s ió n m a n d u c a tiv a · Restantum
• M o n a rq u ía e p is c o p a l · Res et sacramentum
• E clesio lo g ía e u c arístic a

Ejercicio 2. Guía de estudio


Cóntesta a las siguientes preguntas:

1. ¿En q u é c o n siste la d im e n s ió n e c le s io ló g ic a d e la Eucaristía?

2. ¿Q ué es la e c le s io lo g ía e u c a rís tic a p ro p u e s ta p o r san P a b lo y los Padres?


3. ¿Q ué te x to s d e la Escritura a valan esta d im e n s ió n social, c o n v iv a l y c o m u n ita -
ria?

4. C ita r a lg ú n te x to d e los Padres q u e a v a le la u n id a d d e la Ig lesia en c la v e e u c a -

rística.

5. Leer el s ig u ie n te te x to : C a te c is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 3 9 6 .

5.4. Dimensiones cósmica y escatológica

La Eucaristía contiene igualmente una clara dimensión cósmica: es -en cierto


modo- signo de transfiguración de la creación que dará lugar al final de los
tiempos a «unos nuevos cielos y una nueva tierra» (Ap 21,1). Creación y es-
catología se unen en la Eucaristía; se da así una auténtica transformación de
la Creación, una renovación de toda ella por medio del misterio eucarístico.
La Eucaristía renueva la Creación y la transfigura -por así decir-, a la vez que
anuncia el Reino futuro. Al ser el centro de la Iglesia, en la Eucaristía se con-
tiene también todo lo creado, una vez que ha sido redimido en Cristo. La Eu-
caristía es celebrada sobre el «altar del mundo», como decía san Juan Pablo II.
Junto a la dimensión cósmica, encontramos también la dimensión escatoló-
gica. Cuando Jesús habla del banquete del Reino, alude a que el sacrificio y
el banquete de la Nueva Alianza ha de consumarse de modo definitivo en
la eternidad, pues «el cielo en la tierra» anticipa el banquete escatológico de
las bodas del Cordero en la nueva Jerusalén. Igualmente el discurso de Ca-
farnaúm es bastante claro en este sentido: «El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,55). Pablo
alude también a esta dimensión futura contenida en la Eucaristía: «De manera
que, hasta que venga el Señor, proclamáis su muerte [del Señor] cada vez que
coméis de este pan y bebéis de esta copa» (ICo 11,26-27). En fin, en la mencio-
nada «cena de las bodas del Cordero» (Ap 19,7), decíamos que -en esta expre-
sión- se unen las dimensiones nupcial, convival, sacrificial y escatológica, que
recuerda el banquete escatológico en Isaías (25,6-9).
Los primeros cristianos vieron también en la Eucaristía un signo anticipador
de la gloria futura. Por ejemplo, Ignacio de Antioquía hablaba de la «medicina
de la inmortalidad, alimento contra la muerte, alimento de eterna vida en Je-
sucristo» (Ad Ephesios 20,2: PG 5,661). También san Ireneo en polémica con los
gnósticos afirma que se comulga la vida y la resurrección (cf. Adversas Intereses
5,2,2-3: PG 7,1124-1127). El alimento para nuestra esperanza es el cuerpo de
128 Cristo, quien la fundó en su resurrección. La Parusía constituirá una manifes-
tación visible de esa venida silenciosa en cada celebración de la Eucaristía. Es
el pignus gloriae futnrae, la «prenda de la gloria futura», la promesa de alean-
zar la vida eterna.
Tal como expresa también el concilio «alimentándolos de su cuerpo y de su
sangre para hacerles partícipes de la gloria divina» (LG 48), la Eucaristía se
constituye así en germen de resurrección, al ser el cuerpo de Cristo ya glo-
rioso: comulgamos también a Cristo resucitado. El Vaticano Π habla de la re-
lación entre Eucaristía y escatología: «en la Liturgia terrena pregustamos y
tomamos parte de la Liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Je-
rusalén» (SC 8). En el apartado VII del Catecismo de la Iglesia católica (el capítulo
dedicado a la Eucaristía), se la define como pignus futurae gloriae. Existe una
conciencia bastante difundida de esta idea ya entre los primeros cristianos.
Como hemos visto, en cuanto a los frutos de la comunión, el Catecismo subraya
algunos importantes: el fortalecimiento de la vida de la gracia y de la conciencia
de la misión, el alejamiento del pecado, el perdón de los pecados veniales y la
preservación de futuros pecados mortales, la edificación de la comunión eclesial y
el compromiso en favor de los pobres. Finalmente, trata la dimensión escatológica
de la Eucaristía tal como se expresa en la Liturgia, y como se ha explicado en la
tradición y el magisterio de la Iglesia.

Sinopsis general

Así, p o d e m o s s in te tiz a r las dimensiones propias d el m is te rio e u c a rís tic o q u e re c ib í-

m os en la c o m u n ió n e n las s ig u ien tes :

1. Dimensión cristológica al d arse la m á x im a id e n tific a c ió n con C ris to en la c o m u -

n ió n , p o r lo q u e la E ucaristía se c o n s titu y e n en el c e n tro d e la v id a c ris tia n a , así

c o m o e x ig e una é tic a p re v ia , co n una p rio rid a d p u es ta en la c a rid a d y la a te n c ió n

a los p o b res.

2. Dimensión pneumatológica al a u m e n ta r la v id a d e l E sp íritu , la g racia d e D ios, las

v irtu d e s infusas y los d o n e s d e l E sp íritu .

3. Dimensión eclesiológica p u es la Ig lesia h ac e la E u caristía, su fu n d a m e n to y a li-

m e n tó , s a c ra m e n to d e c o m u n ió n q u e da o rig e n a la m is ió n d e la Ig le sia.

4. Dimensión cósmica al d arse u n a re n o v a c ió n d e la C rea ció n .

5. Dimensión escatológica p o r ser pignus gloriae futurae et germen resurrectionis:


p re n d a d e la g lo ria fu tu ra y s e m illa d e resu rrecció n .
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresionesusadas:

• D im e n s ió n cósm ica · G e rm e n d e re su rre cc ió n

• D im e n s ió n e s c a to ló g ic a · Parusía

• Pignus gloriae futurae

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son los e fe c to s d e la Eucaristía? (E n u m erarlo s )

2. ¿Cuál es la "es tru c tu ra s a c ra m e n ta l" d e la E u caristía en la Edad m e d ia y en q u é

c ita b íb lic a tie n e su p u n to d e p a rtid a ?

3. ¿Q ué s ig n ifica u n ió n tra n s fo rm a n te ? In c lu ir al m e n o s una c ita b íb lic a , te s tim o -

nios p a trís tic o s y el c o n c ilio q u e lo e x p lic a .

4. ¿Cuáles son las tres citas b íb lica s e n q u e se a p o y a la « ec les io lo g ía eu c arístic a» ,

la u n ió n m u tu a e n tre los m ie m b ro s d e la Iglesia?

5. D is tin g u ir las re la c io n e s q u e e s ta b le c e n Ig n a c io d e A n tio q u ía , H ila rio d e Poi-

tiers y A g u s tín d e H ip o n a con re s p e c to a la "ec les io lo g ía eucarística".

6. B reve h is to ria d el m a g is te rio al re s p e c to d e la « ec le s io lo g ía eu c arístic a»

7. ¿C óm o concreta el C o n c ilio V a tic a n o II la frase pignus futurae gloriae ? (SC 8)

8. Leer los s ig u ie n te s te x to s : a) M t 2 2 ,1 -4 . b) C a te c is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 4 0 2 .


c) C atec is m o d e la Ig le sia C ató lic a 1 4 0 3 .

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conte-
nidos aprendidos:

El Catecismo del V aticano II en el n ú m ero 1391: «La com u n ió n acrecien ta nuestra unión
con Cristo. Recibir la Eucaristía en la com u n ió n da com o fru to p rin cip al la unión ín tim a

con Cristo Jesús. En efecto , el Señor d ice:"Q uien com e m i C arne y b eb e mi Sangre h ab i-

ta en m í y yo en él" (Jn 6,56). La vida en C risto en c u en tra su fu n d a m e n to en el b an q u e te

eucarístico: "Lo m ism o q u e m e ha en viad o el Padre, q u e vive, y yo vivo p o r el Padre,

ta m b ié n el que m e com a vivirá por m í"


130
En el Comentario a san Juan 26,1 3 (Solano 11,229), san A gustín se refiere a la relación

e n tre Cristo y el Espíritu, la Iglesia y la Eucaristía. «El cu erp o de C risto no p u ed e

vivir sino d el esp íritu d e C risto. D e a q u í q u e, h ab lán d o n o s el apó sto l san Pablo de este

pan, d ijo :"p o rq u e el pan es uno, som os m uchos un solo cuerpo" (1 C 0 1 0 ,17). ¡Oh sacra-

m en tó d e m isericordia! ¡Oh sím bolo de u n id ad ! ¡Oh vín cu lo de caridad! Q u ien q u iera

vivir, a q u í tie n e d o n d e vivir, tie n e de d o n d e vivir. A cérquese, crea, fo rm e p arte de este

cuerp o para ser vivificad o ».

«¡Sí, cósm ico! Porque ta m b ié n cuan d o se celeb ra sobre el p e q u e ñ o a lta r de una iglesia

en el cam po, la Eucaristía se celeb ra, en c ierto sentido, sobre el a lta r del m u n d o . Ella

une el cielo y la tierra. A barca e im p reg n a to d a la creación. El H ijo de Dios se ha hecho

h o m b re, para reco n d u cir to d o lo creado, en un suprem o acto d e alab an za, a A quél

q u e lo hizo de la nada. De este m odo, Él, el sum o y e te rn o Sacerdote, e n tra n d o en el

santuario e te rn o m e d ia n te la sangre de su Cruz, d ev u elve al C reador y Padre to d a la


creación redimida. Lo hace a través del m in isterio sacerdotal d e la Iglesia y para g lo ria

de la Santísim a T rin id ad . V e rd ad e ram en te, éste es el m ysterium fid e i q u e se realiza en

la Eucaristía: el m u n d o nacido de las m anos de Dios cread o r reto rn a a Él red im id o por

Cristo»

(Juan Pablo II, Ecdesia de Eucharistía, n. 8).

5.5. La práctica de la comunión eucarística

Hemos visto las distintas dimensiones (cxistológica y pneumatológica, eclesial,


cósmica y escatológica), en las que se aprecia el carácter de totalidad y cómo el
misterio eucarístico resume toda la salvación cristiana. Veamos en fin una serie
de cuestiones prácticas en torno a la comunión eucarística, que irán desde la
(relativa) necesidad de recibir la Eucaristía por parte del cristiano, hasta ver
quiénes pueden recibirla, con qué frecuencia, así como la posibilidad de red-
birlas bajo ambas especies o el valor de la comunión espiritual cuando-por di-
versos motivos- no puede recibirse físicamente. Con esto hemos llegado, como
decíamos, a la cumbre de la Eucaristía -sacramenta sunt propter ¡tomines- desde
el punto de vista subjetivo. La Eucaristía no es solo para ver y adorar sino
también para comer y beber, cuando se tienen las debidas disposiciones. Ahí
nos cristificamos y, con El, accedemos al Padre y al Espíritu, hacemos la Iglesia,
renovamos la Creación y recibimos la prenda de la gloria futura
5.5.1. Necesidad de la Eucaristía 131

La comunión eucarística decíamos que es el modo más excelso de cristifica-


ción y divinización del cristiano, aunque solo el Bautismo es absolutamente
necesario para la salvación. La Eucaristía no es totalmente necesaria, aunque
lógicamente altamente recomendable, pues la vida cristiana alcanza su pie-
nitud con ella. La comunión eucarística es en gran medida muy conveniente
para la salvación, pues en ella se da en plenitud ese proceso de divinización
que consumaremos -por la gracia y la misericordia de Dios, y por los méritos
de Jesucristo- en la gloria definitiva.
Así, en cuanto a la necesidad de la Eucaristía para la salvación, no es tan ne-
cesaría como el Bautismo, ya que los efectos de aquella se pueden recibir in
voto -como una promesa- en el primero de los sacramentos. Constituye así un
precepto que se desprende de las palabras del Señor: «haced esto en corane-
moración mía», así como resulta claro que la Eucaristía es necesaria para per-
severar en la gracia. Como veíamos, por la recepción eucarística, va dándose
una divinización progresiva y una actualización de todos los misterios de la fe
y de la salvación. Por eso resulta más que conveniente
El magisterio eclesiástico ha guardado históricamente en este punto un equi-
librio perfecto respecto a la necesidad de recibir la primera comunión. Con
estos datos debemos afirmar que no hay una necesidad absoluta de la co-
munión sacramental para salvarse, a la vez que, en la medida en que todo
bautizado está orientado objetivamente a la Eucaristía como a su fin, se pue-
de decir que nadie se salva sin un deseo implícito, al menos, de recibir la
Eucaristía.

5.5.2. El sujeto de la comunión sacramental

Hay unanimidad entre los autores a la hora de afirmar la necesidad de la fe


para participar de verdad en la Eucaristía. La conciencia de esta necesidad
hace que la expresión mysterium fidei, misterio de fe, utilizada inicialmente
para designar el misterio de la redención en su totalidad, acabe designando el
sacramento de la Eucaristía. Así, no puede haber en sentido estricto una ver-
dadera manducatio impiorum: la comunión de los que no tienen fe.
Hay también consenso a la hora de recordar la necesidad de purificación para
tomar parte en los misterios del Señor. Como decía san Gregorio Magno, hace
falta el traje de bodas -la túnica roja de la gracia y de la caridad- para poder
recibir al Señor.
132 Por tanto, solo el cristiano, con uso de razón y en estado de gracia, puede red-
bir fructuosamente la comunión eucarística. Intentemos sin embargo estable-
cer las condiciones de un modo más daro y sistemático, así, Desde el punto
de vista del que recibe la comunión, estas son las siguientes:
a) Bautismo y comunión eclesial, pues -como veíamos- el Bautismo seor-
dena a la Eucaristía, pues solo en comunión con Cristo puede comulgarse.
La comunión en la fe es requisito para redbir la comunión eucarística, por
b que resulta necesario pertenecer no solo al cuerpo de Cristo, sino estar
en su corazón (cf. LG 14), es decir, estar en estado de gracia; así como no
ser ni parecer un pecador público para evitar todo escándalo y estar libre
de censuras eclesiásticas.
La Eucaristía será pues un sacramento de vivos porque:
- Pueden redbir el sacramento de la Eucaristía solo los cristianos vivos, a
la vez que no se puede recibir válidamente la Eucaristía sin el Bautismo,
pues este sacramento d que abre al alma a la vida de la grada. Además,
una vez más, se requiere la ausencia de pecado grave en la condencia del
que recibe la comunión eucarística.
- Un no bautizado que se acercase al sacramento de la Eucaristía redbiría
solo materialmente el cuerpo de Cristo, sin ningún fruto espiritual ni si-
quiera ex opere operato.
b) Edad y uso de razón, pues se requiere un conocimiento adecuado sobre lo
que se va a redbir, y que sin embargo no es siempre necesario en las Igle-
sias orientales, pues administran la comunión también a los niños, incluso
cuando son lactantes bajo la forma del vino consagrado, tal como veremos
con más detalle un poco más adelante.
Además, para recibir con fruto la comunión eucarística, se requieren una
serie de disposiciones, tanto espirituales como corporales, que se podrían re-
sumir en las siguientes condiciones para recibir una c o m u n ió n fru c tu o sa :
a) El mencionado estado de grada, pues la Eucaristía borra tan solo los peca-
dos veniales y previene y preserva de los mortales, decíamos. Como conse-
cuencia, «quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre
la misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sa-
cramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad
de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un
acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto
antes» (CIC 916).
b) Ayuno eucarístico: a principios de siglo no se podía tomar nada desde la 133
medianoche del día anterior; pero las condiciones modificadas a tres horas
por Pío ΧΠ en la Constitución apostólica Chústus Dominus (1953), y más
adelante a una hora.

5.5.3. La comunión frecuente

Hasta el siglo XI la comunión era recibida dentro de la misa, pero más tarde
se difundió la costumbre de administrarla después de la celebración, para no
quitar espacio. Así, después de Trento se difundió la costumbre de adminis-
trar la Eucaristía fuera de la misa. Más adelante, con las ideas propuestas por
el movimiento litúrgico, volvió a ser aconsejada la comunión dentro de la ce-
lebración eucarística, para expresar la unidad entre el sacrificio y el banquete
(cf. CCE 1382).
Los Padres hablaban del «pan de cada día», de lo que se deduce una recepción
diaria; pero a partir del siglo IV se empieza a comulgar tres veces al año. Por
el contrario, según Tertuliano, el hecho de que la Eucaristía se celebre solo en
domingo no significa que solo se comulgue ese día; también se podía comul-
gar entre semana (cf. Solano 1,137). Respecto al magisterio, Trento por su par-
te recomienda la recepción a diario (D1747), mientras después el jansenismo
desaconsejó la comunión frecuente al parecerle poco reverente. A este error
reaccionó también el magisterio: «Desearía ciertamente el sacrosanto concilio
que los fieles asistentes a cada misa, comulgaran, recibiendo sacramentalmen-
te la Eucaristía» (Del Decreto de la S. Congr. del Conc., de 12 de febrero de
1679). Pío X promovió de nuevo la comunión frecuente, además de que esta se
recibiera dentro de la misa, para lo que remite a Trento. En fin, el Catecismo de
la Iglesia católica recomienda comulgar todos los domingos, e incluso a diario
(cf. n. 1389).
En cuanto al precepto anual o pascual, lo establecido por el Lateranense IV y
por Trento es «comulgar en pascua de resurrección», y se refiere a recibirlo fí-
sicamente (manducatio oralis). Es importante seguir recordando a los fieles que
este precepto se cumple en pascual, por el significado litúrgico y salvífico que
tiene. Así, el deseo de la Iglesia es la recepción frecuente de este sacramento.
Respecto a la comunión recibida dos veces en el mismo día dispone el derecho
canónico lo siguiente, fundamentándose en el sentido común: «Quien ya ha re-
cibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente
dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que
prescribe el canon 921.2» (Q C 917).
5.5.4. La com unión de niños

Hasta el siglo ΧΠ existió unanimidad entre la Iglesia latina y las Iglesias orien-
tales respecto a la práctica de administrar la comunión a los niños pequeños
(bajo la especie del vino) en el mismo rito en que recibían el Bautismo y la
confirmación. Ese uso se ha mantenido todavía en algunas Iglesias orientales.
En lo que se refiere a la primera comunión de los niños, la Iglesia establece
una edad de discreción en el IV concilio de Letrán (1215). En 1341, el papa
Benedicto ΧΠ condenó entre 117 errores de los armenios la proposición 58°,
que invalidaba el Bautismo no seguido inmediatamente de la confirmación
y de la Eucaristía, por lo que era admitida así la comunión para niños no
lactantes.
El concilio de Trento, en la sesión XXI, cap. 4o y canon 4o define que la comu-
nión eucarística no es necesaria a los niños antes de alcanzar el uso de razón. A
la luz de los decretos de san Ho X sobre la comunión frecuente Sacra Tridentina
Synodus (1905) y sobre la comunión de los niños Quani singulañs (1910), en la
preparación y celebración de los Congresos se promovían la comunión fre-
cuente de los adultos y la primera comunión de los niños. El Código de derecho
canónico no establece una edad, pero señala algunas condiciones, como son el
uso de razón y la adecuada formación.

5.5.5. La comunión de enfermos

La comunión de enfermos y como viático constituye -como hemos visto- uno


de los testimonios más antiguos de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
Existen abundantes testimonios de los Padres desde el siglo Π (Justino, Ter-
tuliano, Hipólito, Orígenes, Basilio...), que constituyen un primerísimo testi-
monio de la fe sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. La muerte
de san Tarsicio (+257 o 258) no solo constituye un testimonio de martirio, sino
también una confesión de fe eucarística.
En lo que se refiere al magisterio, el concilio de Trento establece algunas reco-
mendaciones sobre el viático («alimento para el camino») para los moribun-
dos y ratifica esta costumbre de dar la comunión a los enfermos (D 1654,1657).
El Vaticano Π por su parte establece las siguientes recomendaciones: en cuanto
a las condiciones recuerda que: «No debe retrasarse demasiado el viático a los
enfermos; quienes ejercen la cura de almas han de vigilar diligentemente para
que los enfermos lo reciban cuando tienen aún pleno uso de sus facultades»
(CIC 922).
Respecto a la frecuencia nos dice: 135
«1. Se debe administrar el viático a los fieles que, por cualquier motivo, se hallen
en peligro de muerte.

2. Aunque hubieran recibido la sagrada comunión el mismo día, es muy aconse-


jable que vuelvan a comulgar quienes lleguen a encontrarse en peligro de muerte

3. Mientras dure el peligro de muerte, es aconsejable administrar la comunión


varias veces, en días distintos» (CIC 921).

5.5.6. La comunión bajo las dos especies

Los apóstoles en la última cena comulgaron bajo las dos especies, y lo mismo
hicieron después los cristianos de los primeros siglos. La comunión bajo la
sola especie del pan, aunque no tan frecuente, no por ello es menos antigua: en
tiempo de persecución, los confesores recluidos en prisión, debía contentarse
con la comunión bajo esa sola especie, al igual que los enfermos. Después fue
abandonada la práctica de comulgar las dos especies por motivos prácticos y
sanitarios.
En efecto, es en la Edad media cuando se introduce en occidente la costumbre
de la comunión bajo una sola especie. Dicha costumbre se difunde por razo-
nes -como vemos- no teológicas, como la escasez de vino en los países nór-
dicos, el peligro de contagio en tiempo de epidemias, o el riesgo de verter el
contenido del cáliz. Jan Hus (siglo XV) declaró algo absolutamente necesario
el volver al uso primitivo, aduciendo incluso razones teológicas: la comunión
bajo las dos especies era necesario para la salvación.
El concilio de Constanza (1415) en su sesión XIII condenó este error, al mismo
tiempo que reconocía la antigüedad de la comunión bajo las dos especies, y
demostraba la legitimidad de la Iglesia romana al prescribir el uso de la comu-
nión de los fieles bajo una sola especie (sub una). Fue esta también una de las
reivindicaciones de Lutero, pues la consideraba una práctica más acorde con
la Escritura, siguiendo el pasaje de la última cena (a lo que se podría objetar
que eran los apóstoles quienes comulgaron). Llegó sin embargo a afirmar que
negar la comunión bajo las dos especies a los laicos, era negarles la salvación...
Trento lo discutió en la sesión XIII -en presencia de los delegados protes-
tantes- y estableció que Jesucristo estaba entero bajo las dos especies, por la
doctrina de la concomitancia. En la sesión XXI no se llegó a un acuerdo, pues
la mayoría pensaba que comulgar bajo las dos especies no era un mandato
divino ni necesario para la salvación, y que la Iglesia no se había equivocado
136 al proponer la comunión bajo una especie (D 1731-1732); solo resulta pues
necesario en el caso del sacerdote. De esta forma el Tridentino definió que:
a) Cristo, autor de toda gracia, se da todo y entero tanto bajo una sola especie
como bajo las dos, por tanto el uso latino no priva a los fieles de ninguna
gracia necesaria para la salvación.
b) No hay necesidad de medio ni de precepto de que el fiel comulgue bajo las
dos especies.
c) La Iglesia no se ha equivocado al introducir la práctica de la comunión
bajo una sola especie.
El concilio Vaticano Π , manteniendo firmes los principios dogmáticos enun-
ciados por Trento, afirma que la comunión bajo las dos especies puede conce‫־‬
derse a los fieles en los casos que la Santa Sede determine.
El Orden general del misal romano afirma que «Cuando la sagrada comunión se
hace bajo las dos especies el signo adquiere una forma más plena» (n. 281), a la
vez que «también bajo una sola de las dos especies se recibe a Cristo todo e inte-
gro y el verdadero Sacramento» (n. 282).

La instrucción Redemptioms sacramentum (25.3.2004) dispone que «no se adminis-


tre la comunión con el cáliz a los fieles laicos donde sea tan grande el número de
los que van a comulgar que resulte difícil calcular la cantidad de vino para la Eu-
caristía y exista el peligro de que" sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo,
que deba sumirse al final de la celebración";

» [...] o cuando no esté disponible un número suficiente de ministros sagrados


ni de ministros extraordinarios de la sagrada comunión que tengan la formación
adecuada, o donde una parte importante del pueblo no quiera participar del cá-
liz, por diversas y persistentes causas, disminuyendo así, en cierto modo, el signo
de unidad» (n 102).

Quedan por tanto pendientes las siguientes cuestiones: a) La posibilidad de


recibirla bajo una sola especie en circunstancias ordinarias, b) Los motivos
de tipo práctico o higiénico que han llevado a esta práctica casi universal de
distribuir la comunión bajo una sola especie, c) La posibilidad de recibirla bajo
las dos especies en circunstancias especiales.

5.5.7. La comunión espiritual

Cuando no se reúnen las condiciones para recibir la comunión eucarística,


siempre puede recibirse el sacramento de modo espiritual. La comunión es-
piritual obtiene los efectos in voto o como promesa, junto con los frutos es-
pirituales. Según santo Tomás, esta comunión espiritual consiste en hacer un
acto de fe sobre la presencia de Jesucristo en el santísimo Sacramento, después
viene un acto de amor y contrición por haberlo ofendido. Más adelante el
alma invita al Señor a venir a ella para que la haga suya del todo; y, en fin, da
gracias como si lo hubiera recibido sacramentalmente. La comunión espiritual
consiste, pues, según Tomás de Aquino, en «un deseo ardiente de recibir a
Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se
lo hubiera ya recibido» (STh nía, q 80).

Es decir, sería equivalente, en cuanto a los frutos, a recibir directamente al Se-


ñor por medio de una manducatio oralis, de la comunión norm al El concilio de
Trento recordó que la comunión eucarística plena no puede ser solo espiritual,
de manera que debe ser no solo una manducatio spiritalis sino también oralis
con las especies consagradas (c. 8: D 1648). La Eucaristía era no solo para ver,
adorar y contemplar; sino también para comer, hemos repetido. Así, el Triden-
tino establece tres modos de recibir la comunión eucarística:

a) Los que la reciben «solo sacramentalmente», como los gravemente peca-


dores que la reciben indignamente;

b) quienes la reciben solo espiritualmente, como los que, estando en gracia y


al recibir en deseo el Pan celestial con fe viva «a través del amor» (Ga 5,6),
gozan de sus frutos y se benefician de ella;

c) y los que la reciben tanto sacramentalmente como espiritualmente (c. 8):


son los que se preparan antes para acercarse a la Mesa divina, vestidos con
las vestiduras nupciales (cf. Mt 22, llss.) y le reciben en la sagrada comu-
nión.

d) Quienes -por diversos motivos- no pueden recibirla espiritualmente, pue-


den realizar la comunión de deseo, por la que se disponen a recibir el
cuerpo y la sangre de Cristo, cuando esas dificultades hayan desaparecido.
En este sentido, son necesarias ahora propuestas pastorales que permitan
acercarse al sacramento de la Eucaristía (recibiendo, por ejemplo, la bendi-
ción), al mismo tiempo que se respeta la dignidad de esta.
Ronald Knox escribe: «Sabemos que una comunión espiritual hecha sinceramente
puede producir los mismos efectos que la comunión sacramental». Los frutos son
pues aquí sobre todo ex opere operantis, en virtud de la obra obrada, a lo que añade
Juan Pablo Π la siguiente recomendación: «Es conveniente cultivar en el ánimo,
el deseo constante del Sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la
comunión espiritual» (Ecclesia de Eucharistía, n. 34).
5.5.8. Ministro ordinario y extraordinario

En lo que se refiere a la distribución de la comunión, todos aquellos que han


recibido el sacramento del orden -obispos, presbíteros y diáconos- serán mi-
nistros ordinarios. Puede haber sin embargo, en caso de necesidad, ministros
extraordinarios. En este caso, tal vez sea lo mejor ver cuáles son las prescrip-
ciones del derecho canónico, que se desprenden a su vez de una cierta tradi-
ción teológica:
«1. Son ministros ordinarios de la sagrada comunión el obispo, el presbítero y el
diácono.

» Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro


fiel designado según el canon 230.3: "según las prescripciones del derecho"», el
cual dice:

«Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden tam-


bién los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus
funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la Palabra, presidir las oraciones li-
túrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada comunión, según las prescrip-
ciones del derecho» (CIC 910).

Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• S a c ra m e n to d e vivos • Subuna
• U so d e razó n • Manducatio oralis
• E stad o d e g racia • Manducatio spiritales
• A y u n o e u c a rís tic o • C o m u n ió n e s p iritu a l

• P re c e p to a n u a l • C o m u n ió n d e d es eo

• Edad d e d is cre ció n

Ejercicio 2. Guía de estudio


Contestaa las siguientes preguntas:

1. ¿ Q uiénes son los m in istro s o rd in a rio y e x tra o rd in a rio d e la c o m u n ió n e u c aris-

tica?

2. ¿Cuáles son las c o n d ic io n e s p ara re c ib ir la Eucaristía?


139
3. ¿Q ué s ig n ifica "n ecesid ad d e m e d io " con resp ecto a la Eucaristía?

4. B reve h is to ria d e la d o c trin a acerca d e la c o m u n ió n fre c u e n te en la Ig le sia.

5. B reve h is to ria d e la d o c trin a acerca d e la p rim e ra c o m u n ió n en la Ig lesia.

6. B reve h is to ria d e la d o c trin a acerca d e la c o m u n ió n b a jo las dos esp ecies en la


Ig le sia.

7. ¿Q ué tip o s d e c o m u n io n e s eu c arístic as c a b e n en la Iglesia?

8. Leer los s ig u ie n te s te x to s : a) C ó d ig o d e D e re c h o C a n ó n ic o 9 1 1 . b) C ó d ig o d e

D e re c h o C a n ó n ic o 9 1 9 . c) C atec is m o d e la Ig lesia C ató lic a 1 5 2 4 .

Ejercicio 3. Comentario de texto


Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los conte-
nidos aprendidos:

Así p o r e je m p lo el IV Letrán afirm a: «Y este sacram en to n ad ie c ie rta m e n te p u ed e real¡-

zarlo sino el sacerd o te q u e h u b iere sido debidamente ordenado, según las llaves de

la Iglesia, que el m ism o Jesucristo con ced ió a los apóstoles y a sus sucesores».

(DS 802; FIC 535)

« M a n te n ie n d o firm es los p rincipios d o g m ático s declarad o s p o r el con cilio de Trento, la

com un ión b ajo am bas especies p u ed e concederse en los casos q u e la Sede A postólica

d e te rm in e , ta n to a los clérigos y religiosos com o a los laicos, a juicio de ios obispos,


com o, por ejem p lo , a los ordenados, en la m isa d e su sagrada o rd en ació n ; a los p ro fe -

sos, en la misa de su profesión religiosa; a los n eófitos, en la misa q u e sigue al Bautis-

mo».

(SC S5)
140 J

BIBLIOGRAFÍA
K_______________

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J 141

INDICE

PRESENTACIÓN .................................................................................. 8

INTRODUCCIÓN ............................................ ................................... 10


1. La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia........ 10
2. Diversas denominaciones de la Eucaristía..... ........................ 11
3. Sacramento de la Nueva Alianza ........ ..................................... 11
4. La Eucaristía, obra de la Trinidad..................... ........................ 12

Tema 1. LA EUCARISTÍA EN LA ESCRITURA 15


1.1. La Eucaristía prefigurada ......................... 16
1.1.1. La sangre de la Alianza ........................ 17
1.1.2. Tipos de sacrificios................................ 18
1.1.3. Las profecías sobre la Eucaristía...... 19
1.1.4. Tipos o figuras de la Eucaristía .......... 20
1.1.5. La cena pascual judía ........................... 21
1.2. La Eucaristía prometida ........................ ‫״‬...... 26
1.2.1. Estructura .................. 26
1.2.2. Interpretaciones........... 27
1.3. La Eucaristía instituida ......... 28
1.3.1. El contexto sacrificial de la Pascua judía ............. 29
1.3.2. El trasfondo judío de la última c e n a ..................... 30
1.3.3. Novedad de la cena celebrada por Je sú s............ . 30
1.3.4. La institución de la Eucaristía ................ .............. . 31
1.3.5. Sentidos de las palabras de Je sú s........................... 36
1.3.6. La Eucaristía en otros textos neotestamentarios . 39

Tema 2. LA EUCARISTÍA EN LA IG L E S IA ............................. 42


2.1. La Eucaristía celebrada ........................‫ ״ ״‬,‫ ״ ״‬.......................... 43
2.1.1. Breve historia de la celebración eu carística............ 43
2.1.2. Partes de la celebración eucarística ............ ............... 46
2.2. Materia y forma de la Eucaristía ............. .............................. 50
142 2.2.1. La materia eucarística ............................. ............................... 50
2.2.2. La forma de la Eucaristía ............................‫״‬....................... 51
2.3. Ministro y participación en la celebración eucarística ....... 52
2.3.1. El ministro de la celebración e u ca rística......................... 52
2.3.2. Al servicio de la Eucaristía ......................... .......... 53
2.3.3. La participación activa de todos los fieles........................ 54
2.3.4. Concelebración y aplicación de la m isa ........................... . 55
2.4. Eficacia, fines y frutos de la Eucaristía......................................... . 57
2.4.1. Eficacia de la Eucaristía ................................................ ........ 58
2.4.2. Fines de la Eucaristía ............ ................................................ 59
2.4.3. Frutos de la Eucaristía ............ ................. ........................... 60

Tema 3. LA EUCARISTÍA COMO MEMORIAL .......................... 61


3.1. La Eucaristía, memorial sacramental del sacrificio de la cruz 62
3.2. El memorial en la Antigüedad ...... .,.‫ ״ ״‬.......... .............................. 65
3.2.1. La forma de la Eucaristía ..................................................... 65
3.2.2. Los testimonios de los Padres .................‫״‬.......................... 66
3.3. El memorial en la Edad m e d ia ....................................................... 70
3.4. El sacrificio en el protestantismo ....................... ........................... 73
3.4.1. La doctrina luterana........................... ................................... 73
3.4.2. Zwinglio y Calvino ................................................................ 75
3.5. El magisterio de Trento y Vaticano Π ...............‫״‬......... ................. 77
3.5.1. El concilio de Trento ........................................... ................. 77
3.5.2. El magisterio en el siglo X X ................................................ 80

Tema 4. LA EUCARISTÍA COMO PRESENCIA ......... ................. 84


4.1. La presencia real en la Escritura ................................................... 85
4.2. La enseñanza de los P ad res........................................... ............... 85
4.2.1. Padres prenicenos ............................................. .................. 86
4.2.2. Padres posnicenos .......................................... .................... 88
4.3. La presencia eucarística en la Edad Media ............... ............ ,,, 91
4.3.1. Primera controversia (s. IX) .............................................. . 92
4.3.2. Segunda controversia (s. X I )........................... .......... . 93
4.3.3. El siglo XII ............................................................................... 94
. 4.3.4. H siglo X III.............................................................................. 95
4.3.5. Los siglos X I V - X V ............................................................... 98
4.4. Reforma y Trento .............................. .................................................... ..................... 100 143
4.4.1. Las interpretaciones de los reformadores.......................... ........................ 101
4.4.2. El concilio de Trento ............. ........................................................................... 101
4.5. Los modelos explicativos del siglo XX .......................................... ,‫ ״‬.‫ ״‬,‫ ״ ״‬............ 105
4.5.1. Transignificación y transfinalización ................................... ........................ 105
4.5.2. Testimonios recientes........ .......................................... ................................... 106
4.5.3. El modo y duración de la presencia re a l................................... ‫״‬................107
4.7. La reserva y el culto eucarísticos ...............................................,*,‫ ״‬.‫ ״‬.....................111
4.7.1. La reserva de la Eucaristía ‫״‬................................................... ........................ 112
4.7.2. El culto eucarístico ........................................................................................... 113

Tema 5. LA EUCARISTÍA COMO C O M U N IÓ N 116


5.1. La unión transformante en Cristo ......... 117
5.1.1. Escritura ............................................. 117
5.1.2. Padres de la Iglesia ........................ 118
5.1.3. Teología y magisterio .................... 119
5.2. El crecimiento de la vida en el Espíritu 120
5.2.1. El aumento de la gracia ‫״‬............... 121
5.2.2. La lucha contra el pecado ............... 121
5.3. La edificación de la Iglesia ....................... 123
5.3.1. Escritura ............. .............................. 123
5.3.2. Padres de la Iglesia ........................ 123
5.3.3. Magisterio ................. ...................... 125
5.4. Dimensiones cósmica y escatológica ....... 127
5.5. La práctica de la comunión eucarística ‫״ ״‬ 130
5.5.1. Necesidad de la Eucaristía.............. 131
5.5.2. El sujeto de la comunión sacramenta] 131
5.5.3. La comunión frecuente ..................... 133
5.5.4. La comunión de niños ...................... 134
5.5.5. La comunión de enfermos .............. 134
5.5.6. La comunión bajo las dos especies 135
5.5.7. La comunión espiritual ‫״‬............. . 136
5.5.8. Ministro ordinario y extraordinario . 138

B IB L IO G R A F ÍA ......................................................... 140

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