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Dócil Al Trans

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Dócil al Trans – por Jacques-Alain

Miller – 2021-04-22
Publicado porPatricio Moreno Parra22 abril, 202125 abril, 2021Publicado en Sin
categoría

DÓCIL AL TRANS[1]

Por Jacques-Alain Miller

2021-04-22

La tormenta estalló. La crisis trans está sobre nosotros. Los trans están en trance
(situémoslo de inmediato que esto se esperaba) mientras que los psi, pro-trans y
antitrans, se agarran del entusiasmo de los partidarios de los Grandes Cascadores y
los Pequeños Cascadores de huevos en Gulliver.

Estoy bromeando.

Precisamente, qué indecencia bromear, reír y burlarse, cuando lo que está en juego
de esta guerra de ideas es lo más serio que hay, y que es nada menos que nuestra
civilización, y su famoso malestar, o incomodidad, diagnosticado por Freud a
principios de los años 30 del siglo pasado. ¿El modo satírico es adecuado para un
tema tan serio? Desde luego que no. Así que hago las paces. No lo repetiré. 

Escribí “guerra de ideas”. Este es el título del último libro de Eugenie Bastié. Volvió
a mí inesperadamente. No creo que ahí se encuentre la palabra “trans” ni una sola
vez. El libro concluye con la actualidad del feminismo radical y la guerra de los
sexos. Dado que esta joven y linda madre es también la más inteligente de los
periodistas, es seguro que el estallido de la crisis francesa de los trans es posterior de
la escritura del libro. Encontremos la fecha del estreno en las librerías, y sabremos
que, tres meses antes, esta crisis aún no era tan perceptible a un punto de vista
mediático tan agudo como la de Eugenie B.

Veamos. Preordené por Amazon La guerre des idées. Enquête au cœur de


l’intelligentsia française [La guerra de las ideas. Investigación en el corazón de la
intelligentsia francesa], y fue entregada el 11 de marzo. Así, a principios de este
año, lo trans aún no había entrado en lo que el autor, autora, autriz, llama “el debate
público”. Era invisible, o invisibilizado, para usar una querida palabra por los
queridos decoloniales y otros wokes.  ¿O tal vez todos nosotros éramos, no autores,
autoras, autrices, sino avestruces?

¡Otro juego de palabras! ¡He vuelto! ¡incorregible! Me estoy declarando culpable.


Pero con circunstancias atenuantes: una infancia difícil, una adicción al significante,
influencias perniciosas. No puedo ir más lejos en el asunto trans sin defender mi
caso.

Defensa pro domo

Desde muy joven, me gustaba jugar con y acerca de los nombres y palabras. Por
ejemplo, a Gérard, mi hermano menor, lo llamé Géraldine. Sin embargo, no se
volvió trans y ahora ostenta su barba en todos los canales de televisión. He estado
leyendo desde que era un niño muy pequeño, ¿y cuáles fueron mis primeros libros
favoritos? Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, y El escarabajo de oro, de
Edgar Poe, dos historias con un mensaje secreto para descifrar. Me encantaron las
listas de Rabelais, las bromas de Molière, las bufonerías de Voltaire, las letanías de
Hugo, los absurdos de Alphonse Allais (no la “filosofía del absurdo” de Camus),
Las Cuevas del Vaticano, de Gide (no Los alimentos terrestres), el “cadáver
exquisito” de los surrealistas, los “ejercicios de estilo” de Queneau.

Cuando conocí el latín, leí los clásicos, obligatoriamente, pero secretamente


atesoraba las sátiras de Juvenal. Al no ser helenístico (mi padre me había exigido
que aprendiera español, “tan extendido en el mundo”), sólo leí Lucien de Samosate
en francés. Nunca me perdí en Le Canard enchaîné las inversiones burlescas de
“Álbum de la Condesa”. Leí el libro de Freud sobre el Witz muy temprano.

Así que no tenía un ánimo muy serio. No respetaba a nadie, sino a los grandes
escritores, los grandes filósofos, los grandes artistas, los grandes guerreros y
hombres de Estado, o más bien personalidades de Estado, los poetas y los
matemáticos. Incluso había concebido como Stendhal un “entusiasmo” por las
matemáticas, puede que haya llegado a mí también el “horror por la hipocresía.”

Luego, a la edad de veinte años, tuve la desgracia de caer en las redes de un médico,
psiquiatra, psicoanalista, de 63 años, conocido como el lobo blanco por ser una
oveja negra. Con el tiempo se convirtió en una oveja galante (¡transición!). Vivía en
un sótano oscuro y de techos muy bajos, una madriguera, una verdadero antro, en un
edificio en el distrito VII donde había vivido el banquero de Isidoro Ducasse, por lo
que es el único lugar en París que estamos seguros de haber recibido una visita de
Lautréamont. El Dr. Lacan, porque estoy hablando de él, era considerado de gran
importancia. Me dijo la primera vez que me recibió en su consultorio, cuya
estrechez hacía imposible cualquier “distancia social” entre los cuerpos, obligaba a
una cercanía opresiva. 

Este personaje irregular, fuera de la norma, no escondía su juego. Mi horror


stendhaliano por la hipocresía no encontraba nada para reprocharle. Era un diablo a
cara descubierta, aparentemente burlándose de todo, entiéndase de todo lo que no
era él y no era su causa. En la edad avanzada, no se molestaba en decir a su
Seminario: “No tengo buenas intenciones”. La única vez que habló en la televisión
francesa, en horario estelar, dijo, refiriéndose al analista como un santo: ” (…) la
justicia distributiva, le importa un bledo […] no ven adonde lo conduce
eso”[2]. Empujó la imprudencia hasta el punto de alardear en público, poco antes de
su muerte, de haber pasado su vida “siendo Otro a pesar de la ley”. Una desgracia
para mí, no sólo me protegió bajo su ala, ala negra, ala demoníaca, sino que me
convertí en su pariente: me concedió la mano de una de sus hijas, la que tenía la
belleza del diablo, y a quien había llamado Judith, jugando allí también sus cartas
sobre la mesa: el hombre que gozaría de ella debía saber que pagaría con un destino
digno de Holofernes.

¿Cómo me atrapó? Al poner en mis manos Los fundamentos de la aritmética de


Gottlob Frege, Die Grunlagen der Arithmetik, 1884, la elaboración lógica del
concepto de número (según él, la aritmética se basaba en la lógica). Él mismo,
Lacan, había intentado tres años antes demostrar a sus followers la similitud que
existía entre la génesis dinámica de la serie de los enteros naturales (0, 1, 2, 3, etc.)
en Frege y el desenvolvimiento lo que él mismo llamó una cadena significante.
“Ellos sólo me han puesto trabas”, dijo, “vamos a ver si tú lo haces mejor”. Mi
sencilla presentación me valió un triunfo entre los psicoanalistas, sus discípulos, y al
mismo tiempo despertó muchos celos de su parte: “¿Pero cómo lo hizo? ¡Y pensar
que ni siquiera está en análisis!” Y ni siquiera era “el yerno” todavía, aunque ya se
había forjado un idilio, discretamente, entre Judith y yo.

Philippe Sollers, príncipe de las letras que empezaba a seguir el Seminario de Lacan,
“encantador, joven, robando todos los corazones después del propio”, me pidió mi
texto para su revista Tel Quel. Tenía la frente para rechazarlo, queriendo reservarlo
para el primer número, roído en la Escuela Normal, Cahiers pour l’analyse, que
acababa de fundar con tres camaradas, Grosrichard, Milner y Regnault. Un cuarto,
por otro lado, Bouveresse, miembro del mismo Círculo de Epistemología, todavía se
arrebataba veinte años más tarde, como profesor en el Collège de France, contra el
descaro que había tenido que lacanizar el sacrosanto Frege de los lógicos. Derrida,
por otro lado, mi caimán (tutor) de filosofía, ponía malas caras: consideró mi
demostración abstrusa (estaba poco encasquillada en la lógica matemática).
Curiosamente, por vías que ignoro, mi pequeña charla titulada “La sutura”, se
convirtió en un clásico de los estudios cinematográficos en los Estados Unidos (?). 

Así iba el mundo cuando el severo estructuralismo de Roman Jakobson y Claude


Lévi-Strauss pasó hacia el estado de epidemia intelectual en París y sus alrededores.
El episodio hizo mi reputación, la de un genio precoz de los estudios lacanianos.
Desde entonces se me señaló como una mariposa en el álbum de la intelligentsia
parisina: Papilio lacanor perinde ac cadaver. Así me encontré a merced de Jacques
Marie Émile Lacan, un gran pescador de hombres ante el Señor.

Cincuenta años después de los hechos, es hora de que Metoo confiese. Horresco
referens, es horrible decir, pero fui, durante años, víctima de abuso de autoridad por
parte de mi suegro, abusos indescriptibles e incesantes de autoridad, tanto públicos
como privados, constitutivos de un verdadero delito de incesto moral y espiritual.
Cedí hasta lo que más pude. ¡Incluso consentí en la vergüenza! como diría Adèle
Haenel -en tomar en eso un cierto placer, un placer cierto. Me quedé dividido para
siempre. 
El monstruo que estiró la pata hace cuarenta años, las repercusiones que
perjudicaron sólo tendrían un alcance simbólico, pero cuan decisivas para curarme
las heridas del alma y reparar el daño causado a mi autoestima.

Reservo los detalles de mi testimonio ante las autoridades judiciales. Pero quiero
que se lo sepa: como fue el polvo que lo compuso lo que habló a través de la boca de
Saint-Just, luchando contra la persecución y la muerte, no lo olvides, lector, que es
una proud victim, una víctima orgullosa, que habla a través de la mía. “Pero desafío
a que se me arrebate esta vida independiente que me he dado en los siglos y en los
cielos.”

Volvamos con nuestros trans. Son víctimas. Como yo.

La revuelta trans

Hay que creer que los actuales dirigentes de la Escuela de la Causa Freudiana, que
antaño fue dirigida por mí y los míos en las fuentes bautismales antes de ser
adoptadas por Lacan, tenían una nariz fina, ya que invitaron a tomar la palabra en las
Jornadas Anuales 2019 de la Escuela, en el Gran Anfiteatro del Palais des Congrès
de París, al famoso trans, Paul B. Preciado, coqueluche de los medios woke, quien
aceptó de buena manera.

¿Por qué esta invitación sin precedentes que sorprendió a la comunidad psi? La
crisis trans aún no había estallado, pero era predecible. De hecho, para tomar las
cosas en alto, para seguir a largo plazo el proceso que culmina hoy en Francia en la
revuelta de los trans, ¿qué vemos?

Digámoslo rápido. Debemos recordar que los enfermos, nuestros pacientes, todas
estas personas que sufren que se presentaban para ser atendidas  por cuidadores -los
que fueran: enfermeras, médicos, farmacéuticos, cirujanos, dentistas, acupunturistas,
osteópatas, fisioterapeutas, psiquiatras, psicólogos, psicoterapeutas, incluso
psicopomposos, por no hablar de los curanderos, videntes, brujas, tan
profundamente escrutados una vez por una Jeanne Favret-Saada -entonces
lacaniana- en un estudio memorable, los marabutos, sanadores, desencantadores,
etc., sin olvidarnos a nosotros, not least, los psicoanalistas, lacanianos y otros -esta
masa, por lo tanto, de demandadores de cuidados había permanecido pasmado
durante milenios ante el “saber-poder” (Foucault) de los dispensadores de cuidados.
No tenía derecho sino a callarse, excepto entre los psi, por supuesto, y otros
charlatanes de todo tipo. 

Un nuevo paradigma surgió después de la Segunda Guerra Mundial. Se les dio a


estos dominados, día tras día, año tras año, gobiernos de izquierda, gobiernos de
derecha, gobiernos de centro: “¡Hablen! ¡No se dejen callar! Tienen derechos. Por
estar enfermos, no son menos ciudadanos. Sólo hagan lo que hace todo el mundo:
¡Quéjense! ¡Reivindíquese! ¡Pidan que se les rinda cuentas! ¡Hagan que les
rembolsen su dinero! ¡Hagan que se les compense! ¡Se acabó la dictadura sanitaria!
¡Den paso a la democracia sanitaria!” 
“¿Qué creen que sucedió?”

“¿Qué creen que sucedió?” El pueblo acató: se rebeló. Los “trans” y sus aliados
recibieron el mensaje cinco de cinco, y ahora lo están empujando a sus últimas
consecuencias. A menudo, para rebelarse, se necesita coraje, incluso una
conminación venida desde arriba, desde el Gran Cuartel General. Ejemplo: La
Revolución cultural china. Fueron las instrucciones del presidente Mao las que
hicieorn formar en todo el vasto país las bandas de Guardias rojas que establecieron
el caos en toda la sociedad.

En Francia, los poderes públicos hicieron todo lo posible para, pusieron todo su
corazón, para borrar al antiguo “sujeto supuesto saber” que regía la orden médica.
¿Qué pasó? El S poder 3 se encuentra enroscado, desmonetizado, lacerado,
retorcido, torturado, arrodillado, con una gorra de burro, arrastrado por las calles
bajo los lazzis, arrojado por la ventana. Cae como Humpty Dumpty al pie de la
pared detrás de la cual las poblaciones que sufren estaban estacionadas, y aquí están
en mil pedazos, Humpty. El muro a su vez se derrumba. Los prisioneros se dan a la
fuga. Está en todas partes la Noche del 4 de agosto, el fin de los privilegios médicos
y de cuidados. ¡Y el orden hizo pluf! – lo que una vez, y todavía en el pasado, a
duras penas, prevaleció en los asuntos del culo.

Humpty Dumpty sat on a wall.


Humpty Dumpty had a great fall.
All the king’s horses and all the king’s men
Couldn’t put Humpty Dumpty together again.

Humpty Dumpty al muro subió.


Humpty Dumpty después se cayó.
Ni los caballos ni los hombres del rey
Pudieron a Humpty Dumpty recomponer

El respeto y la gentileza

En los asuntos del culo, es decir, en el campo de la sexualidad si prefieren hablar


finamente, ahora es un desastre. Ahora todo está patas arriba. La Butler y sus
Ménades han puesto un desastre no posible.  Interrogué a Eric Marty durante tres
buenas horas, y no llegué al cabo de los misterios del gender. Los Misterios de
Pompeya son juegos de niños al lado de esto. En resumen, se reducen a: “El falo, te
lo digo.” “Phalle, guiarás nuestros pasos”, como Zimmerwald una vez hizo. ¿Pero el
gender?  Al diablo con esa brújula. Todo el mundo pierde el norte. Más engañados
por cualquier cosa, la gente erra. Es la noche en que todos los gatos son grises, como
en el Absoluto de Schelling del cual Hegel se burlaba. Eso no impide que todo el
mundo esté hablando de ello. Cada uno tiene su propia idea. El género es ahora una
evidencia del “sujeto contemporáneo”.

Mi nieto, el último de los Miller, el heredero más joven del apellido, de 16 años,
activista verde, amante de la física matemática y La búsqueda del tiempo perdido,
me da una lección sobre el gender.   Tiene amigos trans en su clase. Hace medio
siglo, yo estaba en la misma escuela secundaria, a la misma edad, y no había trans
entre nosotros, a lo sumo uno o dos dandys un poco andróginos en los detalles que
se dandy-neaban para divertir al público. Éramos chicos. Sin chicas, sin trans. Mi
generación todavía usaba camisa en octavo grado. Escribíamos con una pluma
Sargento Mayor, el bolígrafo estaba prohibido. Era la Edad Media. 

El nieto: “Tú no debes decir, Jacques-Alain, que se convirtió en una chica. Es


molesto para él. No, él es una chica. –Y cuando tu gran amigo tan bien peinado te
dice que es una chica, ¿qué haces? – Acojo lo que me dice con respeto y gentileza”.
Aplausos. “¿No pasarán?”  Ellos y ellos han pasado, están bien y verdaderamente
pasados. “E pur si muove!” (la frase es apócrifa), lo que significa: a pesar de todas
las inquisiciones, todas las demostraciones, el gender, ¡funciona! ¿Una gata no
encuentra a sus pequeños? Eso no es un problema. Cuanto menos claro es, mejor
funciona, precisamente. Y se lleva todo a su paso.

MGTOW

La política nacional de salud pública desde 1945 ha allanado el camino para la


revuelta trans. Hay que reconstruir una cronología, paso a paso. Antes del epílogo
sobre las causas del acontecimiento, sobre todo no desestimemos los hechos -a
diferencia de Jean-Jacques en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la
desigualdad entre los hombres. Este es, creo, el escrito que más releí en mi
adolescencia, entre los 14 y los 18 años. El título resurgió durante mi análisis, en un
sueño, en la forma: “de la desigualdad entre hombres y mujeres“. El inconsciente
me había interpretado. Oportunidad para el analizante que yo era de una risa
inextinguible, seguido por el reconocimiento en él de un machismo disimulado
detrás del sesgo de la madre. En mi infancia, en efecto, cuando mi padre hacía
llorar a mi madre, que sufría de su donjuanismo compulsivo -que mantuvo como
Swann hasta que desapareció a los 93 años- yo estaba decidido a ponerme de su
lado, yo era el pequeño Caballero Blanco de su madre.

Desde entonces, el fantasma caballeresco en el hombre ha sido anclada y


clasificada. White Knight se ha convertido recientemente en una frase de ultramar
utilizada para estigmatizar a los salvadores de las mujeres en apuros, y a todos
aquellos que se declaran partidarios de la gender equality para, a su vez, ceder todos
los privilegios al género femenino. No son los clínicos los que han aislado el
fenómeno, sino activistas masculinos, defensores de una virilidad amenazada -creen
ellos- por el progreso del feminismo. Están agrupados en el movimiento
masculinista MGTOW, Men Going Their Own Way -más o menos: “Hombres que
siguen su propio camino.”

El vocablo “Way” tiene todo su peso. Recordamos a Sinatra crooner susurrando My


way. También está la expresión idiomática estadounidense, “My way or the
highway”.  Se traduce: “Tómalo o déjalo”, “Haz lo que te digo o te largas”, etc. La
expresión dio su título a la canción de una banda llamada de pimp-rock (rock de los
macarras). MGTOW es en cierta medida el Tao de los machos. 
El grupo de macarras se llama Limp Bizkit, y aprendo interrogando a Google que
este nombre es una deformación de Limp Biscuit, o “Bizcocho mojado”. Altamente
sugerente. Tener el bizcocho mojado sin duda significa un chulo el horror, el
desempleo, la vergüenza. Por lo tanto, esta nominación es apotrófica: la maldición
se conjura por el mero hecho de asumirlo with pride.  Esto es lo que hicieron los
homosexuales con el insulto “queer”.  

Hay más: al consultar The Urban Dictionary, cuya lectura me es siempre un plus-de-
goce para mí debido a la extraordinaria inventiva de la jerga callejera en los Estados
Unidos, me encuentro con la expresión Penis biscuit, que se refiere a una cierta
práctica que involucra el prepucio. Vayan a ver por ustedes mismos porque, como
solíamos hacer antaño para ocultar obscenidades, yo no podía reproducir la
definición sin traducirla al latín, y al estar mi khâgne muy lejos, ya no tengo a mi
disposición el vocabulario que se requeriría.

Sin embargo, basta con seguir en la Web mgtow.com, el sitio responsable de


difundir la filosofía del movimiento y sus principales actividades, para verificar que
desarrolla, como dice Wikipedia, una ideología misógina, antifeminista y odiosa.
Todavía no tenemos el equivalente en Francia.

Sólo veo el discurso de un Zemmour que podría pasar, a rigor, por la prefiguración
de un movimiento tal, o más bien por la expresión del deseo que existe. Pero el
polémico francés sigue siendo un tímido masculinista, que está lejos de mostrar a las
mujeres el odio -muy argumentado, hay que reconocerlo- que dedica a las minorías
de color que en sus ojos infestan el país y lo llevan a la ruina. Ve a los musulmanes
franceses como un futuro dominante, y hace temblar a la mayoría del Koufar al
predecir que se convertirá en una minoría inexorable. Lo que es perceptible es que
su retórica está calcada en la de estas personas decoloniales, gente del género y
woke que pone en la picota. Se contenta con invertirles los papeles. Es la época que
quiere eso: se impone la misma estructura de pensamiento a todos, a ustedes, a mí.
Este es el espíritu de la época, el Zeitgeist.

El axioma de supremacía

Si me detengo en MGTOW, es porque vemos a la obra en este movimiento, y al


descubierto, numerosos axiomas constitutivos del paradigm shift de los nuevos
tiempos. La palabra es de Kuhn, la idea le debe mucho a Foucault, que está en deuda
con Koyré, no asciendo más. 

¿Cuál es la noción inicial de este cambio de paradigma? Digamos por hipótesis que
es la injusticia distributiva. Esta vieja noción toma aquí la forma de lo que llamaré el
axioma de supremacía. Se entiende que la sociedad está completamente estructurada
por una matriz de dominación, dominación siendo una relación asimétrica entre dos
poderes de signo opuesto (¡binarismo!). Con MGTOW, no son los capitalistas y los
proletarios, ni las élites y el pueblo, ni los francos y los galos, en lo que sé, son
simplemente mujeres y hombres.
Según MGTOW, son las mujeres las que están en primer plano en la sociedad. Esto
se convierte en su beneficio exclusivo, y en detrimento de los hombres. Tienen,
clavado con sus cuerpos, el deseo y la intención de timar, saquear y castrar a los
hombres (Lacan, admitámoslo, a veces fue en esta dirección, pero ¡shhh! No
lanzaría esto sin muchas precauciones).

Tan pronto como uno decide enumerarlas, las pruebas de la supremacía femenina
son innumerables: en los divorcios o separaciones, los tribunales benefician
regularmente al segundo sexo; sobre la fe dada a ojos cerrados a la palabra
femenina, los hombres son acusados sin pruebas de acoso, incesto y violación,
mientras que no hay nadie que reduzca la inocencia masculina ultrajada. Todo
conspira para depreciar, ridiculizar y expulsar los valores viriles.

Aquí, un Alain Juppé -el bien llamado por antifrase- ha sufrido durante años por
haber proclamado una vez, cuando era primer ministro: “Soy recto en mis
botas”. Tuve la oportunidad de decirle un día de viva voz en su oficina del
municipio de Burdeos -donde vine a pedirle su ayuda para contrarrestar los negocios
de un jerarco de su partido que vio en el hecho de que no había un diploma estatal de
psicoanálisis un “vacío legal” para ser llenado- que la época ya no permitía a un
político jugarse el pellejo hablando de sus botas y de su “pararse recto” como un
falo erigido, ya que el Nombre-del-Padre había dejado hace mucho tiempo el rol de
nuestras sociedades para ser reemplazado por el Deseo de la Madre. Unos años más
tarde, el psicoanalista-periodista Michel Schneider, aunque anti-lacaniano, debió
bautizar excelentemente con un apodo orwelliano el significante metafórico: Big
Mother.

Con Macron, Francia tuvo que elegir hace cuatro años a un hijo de mamá del agua
más hermosa, casado muy claramente más allá del Edipo.

El axioma de separación

¿Significa esto que, a partir de ahora, todo no será sino benevolencia, dulzura,
ternura, en una palabra, care?  Este vocablo en inglés que se traduce por cuidado,
abarca la prudencia, awareness, tomar conciencia de las cosas, darse cuenta, prestar
atención a la ejecución de una tarea, proporcionar a un ser vivo los medios para
perpetuarse en el ser, etc.

¿Significa esto que saldremos de la lógica supremacista por medios pacíficos y


legales, gentilmente, por diplomacia y transacción, por el palabra, por el parlamento
y la negociación con los dominantes?

Eso existió. Pensemos en la “revolución del terciopelo” de 1989 en Checoslovaquia,


la sametovà revoluce. O incluso en la salida pacífica del apartheid en Sudáfrica, que
le valió a Nelson Mandela y al líder de la antigua minoría blanca dominante,
Frederik De Klerk, el recibir conjuntamente el premio Nobel de la Paz en 1993. Para
retroceder más en el tiempo, el movimiento de derechos civiles estadounidense en la
década de 1960 tuvo como canción de guerra la protest song We shall Overcome,
Nosotros triunfaremos, pero su inspiración no fue menos no-violenta, humanista y
universalista, como lo demostró el negro spiritual Kumbaya, my Lord, llamado a
Dios a regresar (kumbaya es una contracción de come back) para ayudar a los
involucrados, para responder a sus necesidades, take care en resumen. 

Esto existía, pero eso fue antes del paradigm shift.  Desde entonces, se impuso
irresistiblemente el segundo axioma, que yo llamaría de separación. ¿Qué dice?
Estipula cosas como estas: “No tendrás relaciones amenas con el partido adverso.
Irás por tu camino. No vas a hacer pacto alguno. Atesorarás como a ti mismo, no a
tu prójimo, sino a tu semejante. Amarás lo igual a ti mismo. Huirás del otro como
Satanás. Quienes se asemejan se congregan. Que nadie que no se asemeje entre
aquí.” 

Si quisiera complacer a mis amigos argentinos, diría que este es el axioma Perón. De
hecho, entre los grandes principios enunciados por el marido de Evita estaba el
siguiente: “No hay nada mejor para un peronista que otro peronista”.  ¿Qué
nombre propio podría asignarse al axioma de la supremacía? Ningún nombre de
marxistas. No, podría ser el axioma Gobineau.

Bajo la influencia del axioma de separación, muchos miembros de MGTOW van tan
lejos como para abstenerse de cualquier comercio sexual con el sexo opuesto, con el
fin de evitar exponerse a los inconvenientes que esperan aquellos que colaboran con
el enemigo, especialmente estas acusaciones falaces las cuales son familiares para
los malhechores de #Metoo.

El Genio lésbico de Alice Coffin, que hizo sobresaltar a casi toda la opinión
ilustrada del país en el otoño del año pasado, es sólo MGTOW invertido: FGTOW,
en cierto modo. Nada que no sea muy clásico.  

Pronto, retirándose a un reino horrible,

La Mujer tendrá a Gomorra y el Hombre tendrá Sodoma,

Y, arrojándose, desde lejos, una mirada irritada,

Ambos sexos morirán cada uno por su lado.

Vigny tenía ya a su manera este concepto de “monosexual” donde Foucault, en los


últimos años de su vida, depositó todas sus esperanzas de felicidad, y de donde sacó
su dicha de vivir, como demostró Eric Marty en El sexo de los modernos. La Coffin
tuvo el mérito de prestar su voz a lo que se susurra desde tiempos inmemoriales en
los círculos lésbicos más respetables y establecidos. La noticia es que estas palabras,
antaño susurradas en los oídos de las compañeras, ahora están siendo vociferadas en
público y en todas las ondas. ¿Por qué esta nueva tolerancia a la intolerancia?
Porque vivimos bajo el axioma de la separación. 

Y cuando Tartuffe y Tartuffa se expresan, gritan al ataque: “¡Dios mío, que se nos
aleje de los gustos repugnantes de estas tortilleras! “, y que más se les responde,
sino: “Olvídense, T y T, ¡olvídense, por el amor de Dios, si esto les repugna tanto!
¡Quédense entre vosotros!“

Valerie Solanas ya lo había dicho todo desde 1967 en el SCUM Manifiesto: “La
“vida” en esta “sociedad” es, en el mejor de los casos, terriblemente aburrida, y
ningún aspecto de la “sociedad” es pertinente para las mujeres, no les queda a las
mujeres comprometidas, responsables y aventureras sino la oportunidad de derrocar
al gobierno, eliminar el sistema monetario, instituir la automatización total y
eliminar al sexo masculino”. ¡Y pun!  ¡Y pun!  ¡Y pun! le dispara tres tiros a Andy
Warhol, el pobre hombre. Ella casi lo hace, y vivió su vida en el terror de Solanas.
Recibió una evaluación psiquiátrica y tres años de prisión. Murió en San Francisco
en 1988. En la misma ciudad, su obra, la cual había dado el manuscrito a Warhol,
Up your ass, o En tu culo, se presentó por primera vez en el 2000. Según la Village
Voice, ella había prometido eliminar a todos los hombres de la faz de la Tierra.
Norman Mailer la llamaba la Robespierre del feminismo (ver Wikipedia).

En este punto, Solanas o MGTOW, todo sigue siendo simple. Es la guerra de los
sexos, conocida desde los albores de los tiempos, sólo que enardecida, con
municiones reales (todavía no hay informes de asesinatos cometidos por MGTOW,
eso no tardará mucho tiempo).

Esta incandescencia refleja el irresistible ascenso, en su momento, del deseo de


segregación, por nombrarlo así. Para parodiar a Sully, el suprematismo y el
separatismo son los dos pezones de la segregación. Nos enrolla en su ola, a nosotros
en nuestra totalidad, los pros, los contras, los neutros, la derecha, la izquierda y el
resto.

Un escalofrío nuevo

Hugo escribió de Baudelaire a Baudelaire que había creado “un escalofrío nuevo”.
Así es.

Con la introducción del trans, personaje a menudo colorido de nuestra comedia


humana – (¿El trans en Balzac? Por supuesto, bajo la especie del andrógino,
Serafito-Serafita) – un escalofrío nuevo entra en la civilización.

Lo que trans trae es un trastorno. No un trastorno en el género, intrínsecamente


confundido, sino problemas, camorra, en la guerra inmemorial de los sexos.

Antes del trans, el monstruo era el hermafrodita. Él también perturbaba el orden


público sexual. Pero el hermafrodismo no es sino una cuestión de órganos. Un
hermafrodita es un caso biológico, raro de todos modos. La androginia, por otro
lado, es una criatura de mito, es una cuestión de look y lifesyte.  Una persona
andrógina es alguien cuya apariencia no te permite determinar a qué sexo pertenece.
Este ya era el caso en la antigua Grecia o en Roma: véase, de Luc Brisson, El sexo
incierto. No es como tal un trastorno de identidad sexual. Trans es otra cosa.

La prosopopeya trans
Al igual que Voltaire, a Foucault le gustaba jugar a los ventrílocuos. De buen grado
dio la palabra en sus libros a interlocutores, contradictores, [personajes] ficticios.
Inventaba argumentos para ellos, componía discursos para ellos, y luego renunciaba
a su voz de ventrílocuo para retomar su voz de gaznate con el fin de responder en su
propio nombre a sus marionetas. Él usa el proceso, si mi recuerdo es correcto, desde
el final de La historia de la locura.  Bueno, un activista trans hoy – editor, por
ejemplo, de uno de esos sitios bien hechos que han estado floreciendo en Internet
desde hace dos años, Vivre Trans o Seronet – si por casualidad le cayó ante sus ojos
mi conversación con Eric Marty, ¿cómo me daría una conferencia? Solamente
depende de mí inventarlo. 

Mi trans imaginario diría algo así como:

“Ni Marty ni tú, ni tampoco Butler, son trans. Ustedes hablan de gente trans. Los
trans son los objetos de sus parloteos, como lo han sido durante mucho tiempo ahora
los objetos del discurso médico, el discurso psiquiátrico, del discurso psicoanalítico.
Bueno, todo eso se acabó. Un cambio de fuerzas de una magnitud que no se puede
imaginar, de una naturaleza capaz de alterar la cultura y la civilización, ha hecho que
la gente trans tome la palabra – como una vez se tomó la Bastilla, decía Michel de
Certeau s.j. a propósito del 68 de mayo. Ahora, las personas trans hablan de
personas trans, hablan de personas trans a personas trans, hablan de personas trans a
personas no trans, que tienen mucho que aprender y mucho que perdonar. ¿Quién
más que un trans está calificado para hablar de un trans? “

Él o ella continuaría: “A pesar de lo que un pueblo vanidoso piensa y desea, no


daremos ni un paso atrás. El Genio no regresará a la botella. Así es. En el futuro
tendrán que contar con nosotros, con nuestra palabra, con nuestra sensibilidad, con
nuestras reivindicacioness y nuestras esperanzas, con nuestros sufrimientos tal
como los expresamos con nuestras palabras y no con las suyas, que, entre nosotros,
apestan a rancio. Ustedes ya no están crudos, están cocinados, ya no son creíble. El
uno juega al epistemólogo, Marty, profesor de literatura; el otro se hace el clínico,
Miller, de la Escuela Normal agregado de filosofía. Su epistemología como su
clínica no son sino los desechos de una ideología anticuada y agotada, que refleja
estructuras de dominación patriarcal y heterosexual que ahora son obsoletas. Ya no
somos los prisioneros, los rehenes indefensos de su detestable “saber-poder”. Las
palabras que tenemos no están destinadas a alimentar sus riñas críticas. Lo que
ustedes llaman su “clínica” es sólo un “zoológico humano”, digno de aquellos que,
en los días de las colonias, exhibían a los desafortunados que ustedes arrancaron sin
piedad su vida libre y salvaje, mucho más civilizada que la suya, para hacer de ellos
extraños en su propio país, indígenas y finalmente animales de feria.”

Conclusión: “Sólo tienen una cosa que hacer: callarse. Y luego, arrepentirse. Y
luego, una vez que se hayan quitado la culpa, ustedes irán a la escuela trans, donde
finalmente aprenderán quiénes somos, aquello de lo que no tienen la menor idea.
Aprenderán en qué términos deben dirigirse para hablar con nosotros y con qué oído
escucharnos. Perderán el hábito de hablar por nosotros. Y le darán la vuelta siete
veces a su lengua en la boca antes de contradecirnos, porque ¿quién sabe mejor que
nosotros cuál es nuestra experiencia, nuestro sentimiento trans?”
“¿Me caí bien?”

“¿Me caí bien?” La frase de Cécile Sorel, una noche de la década de 1930, entró en
el uso común. Salía de la Comedia Francesa hacia el Casino de París, e interpretó
por primera vez como editora de la revista, cuando apostrofó a Mistinguett -ésta
estrella confirmada del music-hall- como “las piernas más bellas del mundo”, ésta la
observaba celosamente desde el proscenio. Sorel acababa de caer con aplomo de la
gran Escalera Dorian del Casino, y según Google, “se rompió no solo un tobillo sino
una carrera como bailarina ligera”.

Y yo, ¿he interpretado al trans sin ningún error, sin torcer mi tobillo de un bailarín
ligero? -ya que es bailando que conviene escribir – ¿no es así? – como lo
recomendaba después de Nietzche mi buen amigo Severo Sarduy, el querido cubano
de François Wahl, editor de Lacan en Seuil, y que era para mí, antes de la disolución
de la Escuela Freudiana en 1981, un amigo fiel.

Si ahora yo fuera Mistinguett, y tuviera que evaluar la actuación de J.-A. M. como


un ventrílocuo trans, no le daría una calificación tan buena. ¿Diría un verdadero
trans que los vocablos psy “apesta a rancio”? Sí, es un hecho, apestan mucho. Allí
donde el viento que hacía soplar Lacan acerca de la psiquiatría y el psicoanálisis no
barrió las miasmas, no huele bien, como Deleuze y Guattari lo dijeron cruelmente
acerca del consultorio del analista. Pero es necesario ser un familiar de esos lugares
como yo lo soy y como Guattari lo era, para permitirse tales groserías. Un verdadero
trans no diría eso en esos términos, me parece. Sería más educado.

Preciado entra en escena

Sólo quiero demostrar la altura de miras reforzada por el rigor -un rigor ciertamente
un poco rígido a mi gusto- con el que Paul B. Preciado (FtoM) se dirigió al público
reunido para los 49na Jornada de Estudio de la Escuela de la Causa Freudiana. Hizo
esfuerzos meritorios para reeducarnos, y para persuadirnos de que el psicoanálisis no
tenía oportunidad de sobrevivir sino solo a condición de tomarlo, a él y sus amigos,
como guías, y abandonar su reverencia por un patriarcado muerto y enterrado desde
hace mucho tiempo sin que nos hubiéramos percatado en lo más mínimo. Eso fue
hace poco menos de dos años. Preciado estaba tan contento consigo mismo, y de
nosotros, que inmediatamente convirtió su conferencia en un libro, con un título
inspirado en Kafka: Soy un monstruo que les habla. Informe para una academia de
psicoanalistas, libro bajo el patrocinio de Judith Butler, a quien se lo dedicaba, y
que fue recibido por Olivier Nora en las prestigiosas ediciones de Grasset que dirige.

Sin duda, se puede reprochar a Preciado por haber desbordado el tiempo acordado
para su conferencia, media hora, que acortó la media hora destinada a la
improvisada conversación que iba a tener en el escenario con dos analistas que le
fueron delegados por la Escuela. El intercambio duró sólo ocho minutos, reloj en
mano. Sin embargo, durante ese breve momento, que admitió in fine,fue realmente
alentador para la profesión: “Pienso que van a poder mantener su sitio y el lugar que
han inventado históricamente, en la medida en que sean capaces de entrar en diálogo
y estar en relación con el presente, con la radicalidad política
contemporánea”.  Invitación cortés a un aggiornamento. La zanahoria desde del
palo. Pienso como usted: la profesión va con mucho retraso.

Su discurso del monstruo, el palo, lo han leído. Arenga sonora, militante,


vehemente. Usted nos habló como maestro, como un predicador, casi como profeta.
Sin embargo, nuestro colega Ansermet, uno de los dos miembros del ECF
encargados de debatir con usted, un psicoanalista lacaniano, profesor de psiquiatría
infantil de no sé cuántos departamentos y servicios universitarios y hospitalarios en
Suiza, autor de no sé cuántos libros, y el único miembro extranjero del Comité de
Ética francés, supo acoger su manifiesto con calidez y ecuanimidad: “Paul, gracias.
¡Entendemos que tenías algo que decirnos primeramente!”

Ya usted haya publicado su conferencia enseguida sin mencionar en absoluto el


intercambio conclusivo con Ansermet, que usted haya dejado que la prensa
simpática le presente como un perseguido, un maldito, abucheado por un público de
anticuados ariscos, lo puedo concebir (sé cómo hacerme el suizo, también, en mis
horas, como Ansermet se hace muy bien el francés cuando quiere). Usted tiene una
audiencia propia, y no deje que se desconcierte demasiado diciéndoles que ha sido
recibido por practicantes atentos, y desprovistos de la más mínima agresión hacia
usted. El público apreció la buena voluntad que manifestó al asistir a nuestra
invitación, y aplaudió calurosamente su elocuencia. Se escucharon dos o tres gritos
hostiles, hay que decirlo, en tanto sus oyentes eran tres mil quinientos. Y no me
digan que cada uno barre para su casa: las Jornadas de la Escuela siempre se filman.

Así, usted hizo trampa, Preciado. Yo diría que es una buena guerra, si estuviéramos
en guerra. Precisamente, no lo estamos, aun si eso le iría como un anillo al dedo que
lo estemos, porque usted necesita, ¿no es así?, de cocos atemorizantes para animar a
su tropa trans, que no es para nada del de todos los trans, sino del ala militante de
una comunidad que se crea precisamente avanzando por marcha forzada.

Yo también he conocido esas esperanzas. Y no había muchas de ellas, los barbudos,


cuando derribaron al dictador Batista en Cuba, e instalaron en el poder a la familia
Castro, que todavía está allí, de 1959-2021. Así, todas las esperanzas le están
permitidas.

Una demografía vertiginosa

Las personas trans, usted sabe, Preciado, con cualquier nombre que se las llame, nos
las encontramos más a menudo, como analistas y psiquiatras, especialmente ahora
que el número no cesa de crecer, conforme a la escritura sacerdotal del Pentateuco:
“Sean fecundos y multiplíquense”, verbos parah y rabah (Génesis, I, 28). Le digo
de inmediato que en este punto mi ciencia es nueva, y proviene de un artículo
reciente en la Nouvelle Revue thélogique [Nueva Revista Teológica], debido al Padre
Maurice Gilbert, s.j., exrector del Pontificio Instituto Bíblico de Roma.

A este respecto, señala que una tradición rabínica es que los mandamientos del
Génesis I, 28, se dirijan únicamente a los hombres, es decir, no se dirijan a las
mujeres. ¿Cómo diablos querían “multiplicarse”? Ya no lo sé. Misterio que ve tú a
saber. 

Una homilía, de la cual no se sabe si es de Basilio o Gregorio de Nysse, añade al


binomio verbal un tercer mandamiento: “Y colmen la tierra”. No se puede decir que
los judíos se beneficiaran de esta recomendación. E incluso si a veces se les cree el
tener el control del mundo, es sólo una gota de agua ya que son sólo 14 millones en
total y para todo, mientras los musulmanes son 1.600 millones, y serán casi 3.000
millones en 2050, entonces igualarán a los cristianos, que son, ellos, 2.000 millones
y tantos hoy. Al mismo tiempo, los judíos habrán crecido sólo 2 millones. Mis cifras
son de 2010, pero la fuente es confiable (el Pew Research Center).  

Un curioso entrecruzamiento, diría Foucault. A medida que la demografía del


pequeño “pueblo elegido” disminuye, el “pueblo trans” toma el relevo, y parece
estar en camino de “colmar la tierra”. Todos los indicadores van en la misma
dirección: cada vez más personas en el mundo se sienten y dicen que son trans. En
Francia, no se las ha contado- todavía no. No obstante, en 2011 se realizaron
estimaciones que dan la cifra de 15.000 personas que se identifican como
transgénero. En los EE.UU., por otro lado, se cuenta y se calcula. Hace cinco años,
la población trans estadounidense era de 1,4 millones de adultos, es decir, el 0,6% de
la población adulta. Cinco años antes, en 2011, este porcentaje era menos de la
mitad, del 0,3%, es decir, 700.000 personas (tomo tal cual son las cifras dadas en un
artículo de 2016 en el New York Times).

Para medir lo que representa tal tasa de crecimiento, comparémosla, por ejemplo,
con la población francesa. Sabiendo que la tasa de aumento de ésta es del 0,4%, la
curva que representa el logaritmo neperiano de 2 nos permite saber que en Francia, a
tasas constantes, la población tardaría 173 años en duplicarse, mientras que la
duplicación de la población trans estadounidense, para la que se dispone de datos
fiables y detallados, se efectúa, como hemos visto, en sólo cinco años.

De ahí el sentimiento difundido en la opinión no ilustrada de una “invasión”, de una


“epidemia” y de la tesis perniciosa difundida recientemente en los medios franceses
por cierta autoridad académica burguesa, según la cual habría “demasiadas”
personas transgénero. Juicio de valor biopolítico, formulado burdamente, carente de
cualquier cientificidad y expresando prejuicios en forma malsonante.

¿Es necesario, sin embargo, dar renuncia a la vanguardia trans de su discurso a


menudo triunfalista? Ella deja escuchar, parafraseando a Aragón, que lo trans sería
el futuro del hombre – y de la mujer, y de todos y cada uno, cada una.

El trans es hoy descrito de buena gana como un héroe de los nuevos tiempos por
haber aplastado el antiguo patriarcado y sus estereotipos odiosos con el fin de abrir a
la humanidad la vía radiante de la autonomía del género. El no-trans, por otro lado,
aparece como un vergonzoso trans, inhibido o neurótico, negando por cobardía,
estupidez y transfobia, el volverse-trans que sería la vocación de todo ser humano.
Basándose en la euforia demográfica generada por el crecimiento exponencial en el
número de personas trans cuya realidad efectiva vimos anteriormente, los dirigentes
del movimiento de emancipación trans ahora tienden a emitir enunciados que a
veces toman el giro de lo que podría calificarse como supremacismo trans.

Un bemol

Digo la palabra que va a doler: es la de Schwärmerei. La palabra es kantiana. Es un


intraducible. Se lo representa en francés de diversas maneras: entusiasmo o
exaltación del espíritu, fanatismo, divagación, extravagancia, iluminismo. Pongamos
los pies en la tierra. Tal vez los siguientes datos sean más admisibles por los líderes
trans cuando provengan de uno/una de los suyos/suyas y no de un(a) psiquiatra
profesor(a) de psicopatología. Leamos, por ejemplo, lo que Claire L. (MtoF)
escribió en su blog en mobilisnoo.org en 2018:

“Si sentimos la necesidad de contabilizar las personas trans, es ante todo porque esta
población tiene netamente más riesgos de suicidio que el resto de la población, y que
se necesitan tratamientos farmacológicos específicos, y en algunos casos,
tratamientos quirúrgicos”.

Ella precisa: “En comparación con los adultos cisgénero, los adultos transgénero
tienen tres veces más probabilidades de haber pensado ya en el suicidio y casi seis
veces más probabilidades de haber intentado suicidarse”. Por último, preocupada por
la buena gestión de la salud pública, ella preconiza “evaluar con un buen margen el
número de personas implicadas. Esta volumetría también permitiría adoptar medidas
administrativas adecuadas para estar en capacidad de gestionar, en un plazo
razonable, los cambios en el estado civil necesarios para una vida normal de las
personas transgénero”. Un recordatorio saludable de que no todo es color de rosa en
la tierra de las personas trans, y que antes de ser militantes de la causa trans, son
simplemente personas más frágiles que otras, más amenazadas y que sufren más.

La captura de las histéricas

Con los trans, ¿cómo se negarían los practicantes que proceden de Freud a
escucharlos cuando manifiestan su deseo, lo que no siempre sucede? Es bien sabido
que Freud en su tiempo supo escuchar a estas mujeres histéricas a las que los
médicos más atentos consideraban simuladoras y actrices. Charcot los mostró en el
escenario de su servicio en la Salpêtrière. Freud fue testigo de esto, y fue a formarse
con él desde octubre de 1885 a febrero de 1886. En esa pequeña calle de Le Goff, en
el Barrio Latino, donde Sartre, el mago de las Palabras, iba a pasar su infancia hasta
los doce años. Una placa colocada en el Hotel de Brasil recuerda la estancia que el
joven austriaco becado hizo allí.

De retorno a su país, Freud no emuló a Charcot, ni abrió un teatro vienés de la


histeria. A estas mujeres -algunos hombres también, no menos histéricos- las recibió
en su pequeño gabinete -convertido ahora en un lugar de recuerdo- y comenzó a
escucharlas una por una. El joven André Breton en 1921, cuando llegó
completamente estremecido al encuentro del descubridor del inconsciente, se
decepcionó terriblemente al descubrir “una casa de apariencia mediocre”, pacientes
“del tipo más vulgar”, y un practicante cuya modesta figura de “burgués tranquilo”
no tenía nada de dionisíaco (véase Lacan, Écrits, p. 642[1]). Seamos justos: treinta
años más tarde, Bretón renegó lastimosamente a su relato que había hecho de su
visita, donde situó su ceguera a cuenta de “un desafortunado sacrificio al espíritu
dadaísta.”

Porque fue desde este lugar de no tener buena pinta que debía partir un movimiento
que ganó a todo Occidente de cerca y lejos, y estremeció hasta los cimientos las
costumbres de nuestras sociedades. De hecho, es la introducción de un nuevo
personaje en la comedia humana, el psicoanalista, todo lo contrario del “Maestro”
cuya foto de Charcot da una representación caricatural -pensamos en un cuadro del
Museo de Bouville en La Nausée -el psicoanalista y su práctica de la escucha- que
no tiene nada en común con la práctica judicial de la confesión ni tampoco con la
práctica religiosa de la confesión, ni con disgusto con el Foucault de La voluntad de
saber– que se debió a la desaparición en toda la superficie del mundo, de estas
grandes “epidemias histéricas”, como las llamaban los psiquiatras, que se volvieron
la crónica en el siglo XIX. Una de ellas, en 1857, la famosa posesión demoníaca de
Morzine, un pequeño pueblo de Saboya, fue antaño objeto de una tesis en el
Departamento de Psicoanálisis que dirigí en París 8. 

Sin embargo, en la época de Freud, no había grupos militantes ni lobbies dedicados


a la emancipación de las histéricas, a su empowerment. Estas mujeres se acercaron a
él cada una en su propio movimiento, por su propia cuenta, y él las recibió una por
una, cara a cara, y luego inventó el diván acostarlas. No fue exactamente un “¡De
pie! ¡Maldita de la Tierra! ¡Levántate! ¡Condenadas del hambre!” Ninguno de los
fenómenos que caracterizan a los grupos o las masas, las “muchedumbres”, como
decía Gustave Le Bon, no vino a interferir allí. Esto no quiere decir que Freud pensó
que estos fenómenos estaban saliendo del campo que había abierto. Tuvo que
estructurarlos en términos metapsicológicos en su Massenpsychologie de 1921, que
Lacan nos enseñó a leer en 1964, en su Seminario de Los Cuatro Conceptos
Fundamentales del Psicoanálisis.  Más tarde, en los acontecimientos del 68 de
mayo, Lacan ofreció una nueva apertura de camino con su invención del discurso
del amo, como reverso del psicoanálisis, de ahí su idea de que “el inconsciente es la
política”, fórmula muy esclarecedora que ha sido poco comprendida.

Lacan elogió a Freud por mostrarse “dócil al histérico”. A mí también me gustaría


felicitar al practicante de hoy en día por haber sabido hacerse “dócil al trans”. ¿Es
este el caso?

Continuará.

[1] J.-A. Miller. Docile au Trans. [En Línea] : Jacques-Alain Miller, Dócil a trans –
La Regla del Juego – Literatura, Filosofía, Política, Artes (laregledujeu.org). Último
acceso: 2021-04-22.

[2] J. Lacan. “Televisión”, in Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 546.
[3] J. Lacan. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, in Escritos, tomo
2. México: Siglo XXI, 2009, p. 610.

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