Rodriguez de Ayala, V - Pacto T - Kamparina
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PACTO TENEBROSO
V. Rodríguez de Ayala
—Tienes que prometerme esto como jamás en tu vida algo más has
prometido —me dijo de pronto, en un tono muy trascendente.
Y yo, que había bebido ya mucho whisky, y que cuando Dot adquiría
aquel tono no podía reprimir la risa, quizás porque sabía que le
dañaba en lo más íntimo, sin dejar de reír, y sin saber de qué se
trataba, le dije que sí, claro que sí, cómo no iba a prometérselo.
—¡Nadie!
Yo mismo tuve que repetirlo por dos veces para ser consciente de lo
que estaba diciendo:
Seguían y seguían sonando los mismos golpes, cada vez con mayor
apremio. Ni siquiera pregunté nada al llegar a la puerta. Descorrí los
dos cerrojos y mientras abría la puerta grité:
—Yo quiero seguir yendo a dormir al mismo piso —le dije a Ann, mi
mujer—, al menos durante este primer tiempo.
—Hay en la puerta alguien que pregunta por usted, Will. Dice que es
un viejo amigo suyo. Y es también muy anciano... Se llama Dot.