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Libro Juventud Sin Futuro (JSF)

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JUVENTUD SIN FUTURO

JUVENTUD SIN FUTURO

Este libro ha sido impreso en papel 100% Amigo de los bosques, proveniente de bosques sostenibles y con un proceso de produccin de TCF (Total Chlorin Free), para colaborar en una gestin de los bosques respetuosa con el medio ambiente y econmicamente sostenible.

Licencia Creative Commons de Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 2.5 Espaa Usted es libre de copiar, distribuir y comunicar pblicamente la obra, y hacer obras derivadas bajo las condiciones siguientes: Reconocimiento. El material puede ser distribuido, copiado y exhibido por terceros si se muestra en los crditos. No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales. Compartir igual. Si altera o transforma esta obra, o genera una obra derivada, solo puede distribuir la obra generada bajo una licencia idntica a esta. Esto es un resumen legible del texto legal (la licencia completa) se encuentra disponible en http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/es/legalcode.es

Diseo de la cubierta: Adriana Fbregas Juventud Sin Futuro De esta edicin Icaria editorial, s. a. Arc de Sant Cristfol, 11-23 08003 Barcelona www. icariaeditorial. com Primera edicin: junio de 2011 ISBN: 978-84-9888-356-5 Depsito legal: BFotocomposicin: Text Grfic Impreso en Romany/Valls, s. a. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spain Impreso en Espaa. Prohibida la reproduccin total o parcial.

ndice

Nota editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prlogo Jvenes sublevados contra la juventud . . . . . I. Estaba pasando en todas partes . . . . . . II. Y nosotros qu . . . . . . . . . . . . . . . . . . III. Sin casa: qu pasa, que no tenemos casa IV. Sin curro. El contrato nos caduca antes que la leche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V. Sin pensin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI. Salvan los bancos, destruyen la educacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 VII. Sin miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIII. Algo habrn hecho bien. Una juventud sin futuro pero con estilo . . . . . . . . . IX. Cronologa de Juventud Sin Futuro . . X. Editorial de JSF: SIN Miedo! . . . . . . . XI. Tabla reivindicativa . . . . . . . . . . . . . . . XII. Entrevista de Viento Sur a Juventud Sin Futuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Biografa de los autores . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Nota editorial

Este libro est escrito intentando utilizar un lenguaje no sexista, que nos incluya a todos y a todas, haciendo uso del masculino y el femenino indistintamente y tratando de utilizar palabras no atribuidas a un gnero especfico. Entendemos que el uso genrico masculino del lenguaje es un reflejo de la sociedad sexista en la que vivimos, otra estructura ms del patriarcado para invisibilizar la vida pblica de las mujeres y su participacin en los espacios polticos y sociales. Por esto asumimos la transformacin del lenguaje como una forma de lucha ms para eliminar las desigualdades entre hombres y mujeres.

Prlogo
SANTIAGO ALBA RICO

Jvenes sublevados contra la juventud


Si hay un trmino que suena a propaganda es sin duda juventud. Los regmenes fascistas, de hecho, lo convirtieron en el centro simblico junto a raza y fuerza de la movilizacin de masas con la que estuvieron a punto de someter al mundo entero. Metfora de la renovacin permanente, de la nacin eternamente viva, del hombre siempre nuevo reverdecido contra la decadencia y la corrupcin, la Juventud marchaba, la Juventud luchaba, la Juventud construa el futuro, la Juventud rejuveneca a los que seguan los mandatos de la patria y del caudillo. El himno del fascismo italiano de 1922 se llamaba precisamente Juventud (giovinezza giovinezza primavera di bellezza). Y Hitler exalt la juventud como el molde esttico donde se refunda una y otra vez la indestructibilidad del Imperio. La mayor parte de los jvenes propuestos como espejo y fragua de inmortalidad en los aos 30 murieron brutalmente, sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial. Solo un modelo social ha insistido ms que el fascismo en las virtudes de la juventud; solo un modelo social ha despreciado ms que el nazismo la debilidad, la vejez, la imperfeccin, la biodegradabilidad: el mercado capitalista. La propaganda capitalista se llama publici7

dad. Todos los aos el mercado gasta en torno a 500.000 millones de dlares en impedir que envejezcan los objetos, en destruirlos antes de que parezcan usados; y en convertir a los propios usuarios en imgenes liberadas de los estragos del tiempo. Todos los reclamos visuales, todos los eslganes publicitarios, en las pantallas y en las vallas publicitarias, exaltan permanentemente, como el fascismo, la eterna juventud: mercancas siempre nuevas que humillan a los cuerpos y les exigen un esfuerzo de resurreccin permanente para no desentonar con los automviles, los electrodomsticos, los vestidos que los rodean. Las 400.000 operaciones de ciruja esttica practicadas todos los aos en nuestro pas junto a la ilusin de una prolongacin tecnolgica ilimitada de la vida individual indican hasta qu punto la juventud es la condicin misma de la reproduccin econmica y, con ella, de la integracin social, la autoestima y la satisfaccin personal. El culto a la juventud forma parte de la entraa material del sistema al mismo tiempo que define, ms que cualquier criterio ideolgico, tnico o religioso en otras pocas de la historia o en otros lugares del mundo, los criterios de la jerarqua antropolgica y social. El lugar que todo el mundo mira, o que todo el mundo mira durante ms tiempo, est poblado nicamente por jvenes: jvenes modelos o jvenes actrices, presentadores jvenes, jvenes deportistas, jvenes consumidores de yogurt, concursantes jvenes, jvenes redundantes que hacen publicidad de la juventud, la cual a su vez publicita el carcter eterno y natural del mercado. Como los cuerpos hierticos

y esculturales de Leni Riefenstahl en relacin con el Tercer Reich, cada destello de juventud en el metro o en la pasarela nos compromete activamente con la supervivencia simblica y material del rgimen de destruccin generalizado de cosas y cuerpos que llamamos confusamente libre mercado. Ninguna sociedad, pues, ha rendido un culto tan fantico a la juventud como la nuestra; y ninguna sociedad, sin embargo, ha despreciado tanto a los jvenes. Las cifras son tunecinas. Es cierto: ms del 40% de los jvenes espaoles estn en paro y los que trabajan lo hacen con contratos basura y con salarios bajsimos. Es cierto: 6 de cada 10 jvenes entre 18 y 30 aos vive con sus padres y el 55% depende de ellos para sobrevivir. Pero todo esto pareca soportable mientras lo soportaban. Por qu lo soportaban? La respuesta que dbamos desde la izquierda, con cierta displicencia y mucho pesimismo, tena que ver con ese largo proceso de despolitizacin emprendido en los aos setenta y asociado a lo que Pasolini llamaba el hedonismo de masas: acceso a mercancas y tecnologas baratas que alimentaban la soledad material y la imaginacin comn. La miseria vital, compartida en realidad con los jvenes sublevados en el mundo rabe, pareca amortiguada o compensada en Europa por los privilegios de un consumo menudo, de gadget y pizzas, de ipods y refrescos, que en realidad an ms que la represin promova la infantilizacin permanente de las nuevas generaciones. No s cuntos golpes puede soportar un cuerpo; pero hay un mucho desprecio en suponer que un alma puede aguantar
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o incluso reclamar un nmero ilimitado de caricias falsas. Los adultos pueden querer solamente dinero o sexo o comida; pero lo natural es que los jvenes quieran ser adultos y ser adulto, aunque el mundo no lo sea, aunque los padres no lo sean, ha significado siempre lo mismo: ser libre, independiente, digno, dueo del propio discurso. Qu es la juventud? La rebelin, no contra los mayores, sino contra la infancia; el deseo irresistible de abandonar la niez; la negativa radical a ser tratados como nios. Habamos menospreciado el deseo de los jvenes de ser adultos contra todo un entramado social, poltico y cultural que quiere retenerlos en la infancia. Materialmente, s, pues como recuerda la certera sntesis de Juventud sin Futuro, el capitalismo los priva de casa propia y de trabajo, dos cosas que los nios no necesitan y que, an ms, no deben tener. Pero una sociedad que los quiere retener en la infancia tambin polticamente, sustituyendo su derecho al lugar del padre digamos en trminos psicoanalticos por caramelos. No es extrao, pues, que la resistencia a ser tratados como mercancas integre al mismo tiempo un impulso social y una sublevacin moral cuya nica fusin posible es la reclamacin de democracia. Negarse a la mercantilizacin es afirmarse, frente a la futura infancia, como sujetos polticos y morales sin condiciones ni componendas. Los jvenes se han hartado de la Juventud Eterna, tirana de los mercados, y luchan maduramente contra ella. La juventud? Es la rebelda contra la infancia. La infancia? Es precisamente el capitalismo, que impone
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el tiempo pre-poltico y pre-social de la digestin como el nico posible. Solo a adultos pervertidos puede producirnos sorpresa que los jvenes quieran ser mayores en lugar de querer seguir siendo nios. Nos sorprende y nos indigna: Ninguna generacin ha vivido mejor, les regaan los peridicos y los polticos. Tambin es verdad que ninguna ha tenido menos perspectivas de futuro. Pero no es eso, no: es que quieren ser tratados como mayores de edad; y solo pueden serlo chocando objetivamente contra el mercado. Hay revueltas del pan y revueltas contra las golosinas, y las dos revelan los lmites del capitalismo. El da 7 de abril de 2011, casi por casualidad, me vi metido en una manifestacin convocada en Madrid por Juventud Sin Futuro. Yo vena de Tnez, donde haba vivido con sorpresa una revolucin, y lo que me sorprendi es que en realidad no me sorprendiera nada. Me pareci, al contrario, que segua en la avenida Bourguiba o en la Qasba, pues reconoc enseguida a esos jvenes bulliciosos, rabiosos, ingenuos y sin memoria que de pronto, platnicamente, descubran en sus gargantas consignas que no conocan, pero que emergan de una larga tradicin reprimida, al tiempo que se difundan en un medio nuevo, inventado por ellos con instrumentos flexibles y ligeros. Eran los mismos jvenes que en Tnez; las mismas miradas; la misma conciencia repentina de que las cosas no van bien y el mismo deseo de gritarlo; la misma conmocin casi orgsmica de una voluntad comn de muchas cabezas. Nada tiene de raro esta semejanza. En realidad, bajo el capitalismo en crisis, la juventud ya no es una franja
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de edad ni una emocin edpica; no es, desde luego, el futuro de la humanidad; homogeneizada por su particular vulnerabilidad dentro del mercado y por el uso de los mismos medios tecnolgicos (esa imaginacin comn desactivada hasta ahora por la dispersin espacial), la juventud se ha convertido, en Tnez y en Madrid, en Mxico y en Bombay, en una clase social global. Ser o no joven, ya no es una cuestin biolgica sino de clase: de la clase todos aquellos que quieren ser mayores de edad contra la juventud eterna del mercado y que estn descubriendo, en Tahrir, en la Qasba, en la Puerta del Sol o en la Plaa Catalunya, con la vieja memoria y la nueva imaginacin comn, que democracia y capitalismo son incompatibles; y que rebelarse por el pan y contra las golosinas es abrir ya la rendija poltica y moral por donde se colar de nuevo o por primera vez la humanidad. Se exagera al llamarlo revolucin? Se exageraba antes, cuando lo llambamos sumisin.

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I Estaba pasando en todas partes


LUCA ALBA, ISABEL SERRA Y JAVIER MENNDEZ

La historia es nuestra y la hacen los pueblos.


SALVADOR ALLENDE

Con cierto retraso en relacin a los inicios oficiales de la crisis (originada partir del crack financiero), estamos viendo un resurgir de las respuestas y resistencias sociales a escala euro-mediterrnea que ha tenido en la juventud a un actor protagnico fundamental. Una juventud que no se ha resignado a perder su futuro y que lo ha hecho rebelndose contra las polticas neoliberales de ajuste estructural, que han utilizado la crisis como coartada. Quizs el ejemplo ms paradigmtico sea el de las revueltas en los pases rabes y el Magreb. Un ciclo de movilizaciones que ha sido una fuente de inspiracin y un referente subjetivo sin el que sera muy complicado comprender las movilizaciones que se estn sucediendo en el conjunto del Estado espaol en estos momentos. En este artculo repasamos algunos escenarios de esas revueltas y la importancia de su componente juvenil.

Nous sommes le pouvoir. (Nosotros somos capaces)


El neoliberalismo pretende acabar con los derechos colectivos, pero Francia y Grecia nos ensean una vez ms que la huelga es nuestra arma ms potente.

La situacin griega a principios de 2010 reflejaba premonitoriamente las consecuencias ms directas de la


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crisis financiera europea. En enero, el gobierno sacaba a la luz la malversacin de las cuentas pblicas que llevaba desarrollndose en los dos ltimos aos, elevando el dficit griego en 2009 al 12,7% del PIB. Ante esto, la Comisin Europea pona inmediatamente bajo supervisin directa al pas. La respuesta gubernamental persegua atajar los efectos de la profunda crisis metiendo tijera a fondo a los derechos sociales y laborales. Ante el nuevo anuncio de ms recortes, sumada a la profunda precariedad y sensacin de desesperanza, amplios sectores del pueblo griego impulsan un perodo de movilizaciones buscando un cambio sustancial y urgente como salida alternativa a la crisis. Tres huelgas generales en mes y medio y dos rescates en cinco das visibilizan la complejidad e inestabilidad de una situacin que ha dejado al pas bajo unas perspectivas de futuro absolutamente inciertas. Francia, a partir de septiembre de 2010, conoce un fuerte movimiento en contra del nuevo proyecto liberal de Sarkozy de reforma de pensiones, que pretende retrasar la edad de jubilacin. Frente a estas medidas comienzan las primeras grandes manifestaciones y las primeras huelgas. Ocho jornadas con ms de tres millones de personas, en las que se multiplican las huelgas, los piquetes y las movilizaciones descentralizadas por todos los sectores econmicos, bloqueos de carreteras y accesos a aeropuertos. Pero quizs, lo ms paradigmtico de estas movilizaciones, las ms importantes en Francia desde 1995, fue la implicacin de los estudiantes y el bloqueo de las refineras. La implicacin masiva de los estudiantes, fundamentalmente de secundaria, en las manifestaciones y
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los bloqueos de los centros de estudio, prctica heredada de la movilizacin contra el contrato del primer empleo, marc la masificacin de la protesta y aport al movimiento una fuerte referencia simblica. Las refineras, por otro lado, se convierten en un smbolo de la movilizacin por la decisin de los trabajadores, convertidos en smbolo a su vez para toda Francia, dejando sin gasolina al pas por intervalos de tiempo. La amenaza del bloqueo total de la economa y la multiplicidad de acciones son la imagen que marca el movimiento. La insistencia del gobierno por la aprobacin de la reforma, a pesar de la resistencia expresada en la calle, y la violencia policial al pretender impedir el derecho a huelga, pone bajo sospecha la legitimidad de las instituciones.

Se ci bloccano il futuro, noi blocchiamo la citt. (Si nos bloquean el futuro, nosotros bloqueamos la ciudad)
Desde Italia hasta Inglaterra, un epicentro que se mueve por Europa con una velocidad imprevista.

Tanto el sistema universitario italiano como el ingls se han visto este otoo sometidos a nuevas reformas que suponen un paso ms hacia la conformacin de lo que el movimiento estudiantil ha denominado como Universidad-empresa. Mientras la patronal italiana presiona al gobierno para la aplicacin de la Ddl Gelmini (aumento de miembros de empresas en los rganos de representacin y recorte de un 90% del gasto pblico, as como la transformacin de las becas en un premio al mrito
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sin tener en cuenta la renta del estudiante), la universidad inglesa sufre una reforma de financiacin con un aumento de tasas altsimo. El discurso en favor de un verdadero Estado social que ofrezca el derecho al estudio y el rechazo a la socializacin de las consecuencias de la crisis es el comn denominador de ambas protestas. Las universidades de las ciudades italianas se bloquean, los encierros se extienden, y los/as estudiantes comienzan a recorrer las calles con el lema esta crisis no la pagamos. Mientras, se acenta la crisis poltica del gobierno de Berlusconi sometido en fechas cercanas al estallido a una mocin de censura. Los y las estudiantes bloquean la ciudad con el objetivo de llegar al Parlamento y mostrar su crtica a una clase poltica salpicada por asuntos de corrupcin que no les representa. Intento tras intento, la presin que est ejerciendo a finales de octubre el movimiento estudiantil con manifestaciones a las puertas del Congreso de los Diputados dificulta la aprobacin de la reforma. Mientras tanto, en Londres las protestas se radicalizan. El 10 de noviembre 50.000 estudiantes ocupaban la sede del Partido Conservador, mientras los sindicatos se negaban a convocar movilizaciones. Desde Italia hasta Londres, el Book Block (jvenes con escudos que simbolizan libros) protagoniza las manifestaciones estudiantiles: es la combinacin del ataque y de la fuerza con la importancia del conocimiento y del discurso; el libro como arma. El 14 de diciembre, la movilizacin se concentra en Roma en oposicin al gobierno de Berlusconi: son
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estudiantes, precarios/as, inmigrantes, trabajadores/as, parados/as, mujeres, artistas, el movimiento contra la privatizacin del agua o los/as trabajadores/as de la Fiat amenazados por una reforma laboral; los/as jvenes y estudiantes a la cabeza, protagonizan una jornada histrica que sita la revuelta en el centro de la opinin pblica del pas.

Portugal, Stop precariedad


El ao 2011 ha supuesto un punto de inflexin a la hora de generar nuevas formas de accin y construccin poltica.

Once ciudades portuguesas y concentraciones en multitud de embajadas y consulados de varios pases han sido el resultado de un nuevo modelo de convocatoria vehiculado a travs de redes sociales como el facebook, que ms tarde sera exitosamente acogido por el Estado espaol. 300.000 jvenes unidos/as por la precariedad, la falta de empleo, el costoso acceso a la vivienda y mantenindose rigurosamente al margen de partidos y sindicatos, conseguan transmitir su descontento e indignacin al resto del mundo. El segundo pas europeo con un mayor porcentaje de empleo temporal, en el que los/as parados/as de menos de 34 aos con estudios superiores superan el 40,5% y, con cuatro de cada diez jvenes viviendo con sus padres, ve cmo un movimiento joven, amplio y masivo demanda plena participacin democrtica y la no sumisin a la dictadura de los mercados.

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Islandia, la revolucin silenciada


Los medios de comunicacin callan por miedo a que tomemos un ejemplo real de que s se puede.

Vemos en Islandia el caso ms evidente de que la movilizacin es til, y de que la transformacin social es posible. Los efectos de la crisis financiera dejan un panorama terrorfico en Islandia: un Estado en bancarrota y cuya deuda supera varias veces su PIB. La dinmica poltica no se altera, en primera instancia: un cambio de gobierno anticipado, un rescate del FMI y la suspensin de la actividad burstil. Pero todo esto no es suficientes para sacar al pas de tan grave situacin. Islandia, fuertemente endeudada con los gobiernos inversores de Gran Bretaa y Holanda, vota en referndum rotundamente en contra de subsanar su deuda. Ante esto, el FMI congela las ayudas y la poblacin exige responsabilidades jurdicas a los culpables de la crisis. Tras detenciones de banqueros y altos ejecutivos. se elige una asamblea constituyente para redactar una nueva constitucin que recoja las lecciones aprendidas del proceso y perpetuar la victoria. Islandia se convierte, ante el miedo y la censura de los grandes medios, en un ejemplo para otras resistencias en otras latitudes.

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La revolucin es posible
Tnez, Egipto y la larga lista de pases que les siguieron, son, al igual que Francia, Italia, Grecia, Portugal y otros, vctimas de un mismo sistema y comparten caractersticas de fondo que hacen posible la comparacin.

Cuando se habla de la ola de revoluciones democrticas que han recorrido el mundo rabe desde comienzos de este ao se suele fijar la atencin en las particularidades de la regin y en las especificidades propias de los diferentes pases; mucho ms que en los elementos que los equiparan (no solo entre ellos sino tambin con los movimientos surgidos en Europa en los ltimos meses). Ms all de las diferencias existentes, debemos fijarnos en esos denominadores comunes que hacen que la lucha en Europa y en el mundo rabe sea la misma. Y cules son los rasgos que comparten zonas del mundo con caractersticas generales tan distintas? El primero, y ms evidente, son las polticas econmicas neoliberales, impuestas tambin en Tnez y en Egipto desde el FMI y los mercados internacionales. Unas polticas econmicas que aadan a la falta de derechos polticos causada por la dictadura, una falta cada vez mayor de derechos sociales bsicos. Prueba de ello es la altsima tasa de paro juvenil y el nivel de precariedad, combinada con la bajada de los salarios y la subida del precio de los alimentos. Todas condiciones que, adems, afectan en su mayora a los/as jvenes. El papel de la juventud en estos procesos es, por otra parte, el segundo factor que sirve de nexo entre las luchas rabes y europeas. Fueron los/as jvenes, sobre
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todo en Tnez y en Egipto, los/as que prendieron la chispa de la revolucin, por ms que luego su lucha se extendiera a otros grupos sociales. Por lo tanto, se podra decir que no fue el rgimen dictatorial, ni la represin policial, ni la falta de libertad de expresin lo que en primer trmino despert la indignacin de los/as jvenes tunecinos/as y egipcios/as, sino un panorama social cada vez ms problemtico que los/as jvenes europeos comprendemos y compartimos. El tercer factor comn es una falta de confianza en unas instituciones no representativas. Si en los pases rabes haba sistemas polticos dictatoriales abiertamente apoyados (sobre todo econmica y militarmente por los gobiernos europeos, que se tornaron dubitativos ante el florecer de las revueltas), el panorama poltico en Europa no es mucho ms democrtico. Dictadurabipartidismo. Dictaduras de los mercados. Pero el resultado ms significativo de este estallido democrtico, popular, juvenil ha sido la recuperacin de los espacios fsicos. El pueblo tunecino primero, y luego el egipcio, hartos ya de que sus voces no fueran escuchadas y llenos de desconfianza hacia los gobiernos dictatoriales y hacia los cauces institucionales ilegtimos, decidieron en un acto de demostracin de soberana popular tomar las calles y acampar en las plazas. Tahrir, y el otro Tahrir en Yemen, la plaza de la Perla en Bahrein, y la Qasba en Tnez fueron y siguen siendo ejemplo de recuperacin de la poltica por el pueblo y para el pueblo. En definitiva, nos encontramos ante un sistema que reduce a los/as ciudadanos/as a menores de edad, que
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los/as incapacita como sujetos activos de la poltica y la democracia. La miseria vital compartida por jvenes europeos y rabes es la causa de que, por encima de todas las reivindicaciones ms que justas que hemos podido escuchar en las revoluciones rabes, la ms repetida entre todas sea: dignidad. Una dignidad hecha rebelda frente al no futuro. Frente al horizonte siempre reductor de lo posible. Antes de que esta gran ola llegara, casi como un tsunami, a las calles de Madrid y otras ciudades espaolas, haba pasado ya por otros escenarios. Una ola que puso en pie a pueblos y multitudes. Una ola imparable contra la devastacin que origina la explotacin y el mal gobierno. All y aqu. Somos la misma cosa.

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II Y nosotros qu
ANDREA RABOSO Y ANDRS MERINO

De la resaca de Bolonia a la marea amarilla


Esto es solo el principio, mantente indignado/a
Lema utilizado en la web de JSF tras la manifestacin del 7 de abril

Al contrario de lo que muchas veces pueda parecer, los movimientos no surgen de la nada: los contactos y las rutinas que hacen posible que una indignacin se convierta en una asamblea se tejen y se maduran gracias a prcticas ya establecidas. Por ello, para empezar a hablar de Juventud Sin Futuro tenemos que remontarnos al movimiento anti-Bolonia, e incluso al movimiento V de vivienda. El movimiento anti-Bolonia agit durante unos aos la vida universitaria. Las asambleas y encierros se extendan por numerosas facultades, universidades e institutos. Las manifestaciones, debates con rectores y contracumbre de ministros de educacin europeos lograron que un conflicto que se inici en las universidades traspasara sus puertas y se instalara en la agenda poltica y en el seno de la sociedad. Por primera vez se logr una coordinacin a nivel estatal, algo que en otros pases europeos es casi una norma, pero que en el nuestro, hasta entonces, no haba sucedido.
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Ya se apuntaron, en aquel momento, formas de lucha hoy activas: la vocacin hacia los medios de comunicacin, organizacin interna del movimiento en asambleas y comisiones, complicidades y afinidades entre colectivos y asociaciones de estudiantes, etc. que seran la base de prximas luchas. Tras este auge de la lucha estudiantil, en la que el movimiento no alcanz ms victorias que las arriba descritas, un perodo de reflujo se apoder del movimiento universitario. Las personas ms activas se replegaron en las diferentes asociaciones estudiantiles de sus facultades, a la espera de que una nueva contradiccin abriera la puerta a nuevas movilizaciones. El 29 de septiembre fue nuestra primera prctica comn fuera de la universidad, dentro de este contexto de lucha contra la salida capitalista de la crisis. Ante la convocatoria de la Huelga General contra la Reforma Laboral, en la universidad decidimos acudir en un piquete propio visibilizando a nuestro sector: estudiantil, juvenil y precario. Tras esto, y ya iniciado el curso acadmico, decidimos vernos las caras convocando a una asamblea a todas las asociaciones estudiantiles de las que tenamos noticias. Queramos mantener un contacto mucho ms activo entre los diferentes colectivos y empezar a pensar en hacer algo que, ms all de los problemas de cada facultad, nos uniera en alguna respuesta comn. En primer lugar, algo que nunca puede faltar: una lista de correo, y un blog donde ir colgando algunas iniciativas y el compromiso de mantener reuniones un par de veces al mes.
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Durante el primer cuatrimestre algunas manifestaciones sacudieron las calles de Madrid en protesta por la crisis y sobre todo por las reformas que se estaban implantando para su salida. Medidas siempre encaminadas a que las trabajadoras, aquellas que no haban generado la crisis, se apretaran el cinturn. A todas ellas acudimos con pequeos bloques, intentando visibilizar que desde el sector estudiantil y juvenil tambin estbamos tratando de dar una respuesta. Incluso llegamos a convocar una manifestacin que acab en concentracin, por el escaso xito de la convocatoria, en el metro de Ciudad Universitaria. Estas pequeas experiencias significaron duras pruebas para el incipiente movimiento que estbamos creando. Sin embargo, el fracaso de las convocatorias y la escasa participacin en nuestros cortejos nos llev a pensar que la direccin que estbamos tomando quizs no era la adecuada. Pero el contexto de luchas europeas, que ya se estaban desarrollando con un marcado tinte juvenil, nos demostr lo contrario. Por aquel entonces, una posible convocatoria de una nueva Huelga General comenz a pulular por la boca de los representantes de los sindicatos. La noticia era esperanzadora. Por fin tenamos un horizonte claro sobre el que trabajar y movilizar. Pero en menos de 15 das el discurso cambi radicalmente, y en vez de una Huelga General nos encontramos con un pacto social totalmente desmovilizador y que algunas comparaban incluso con los pactos de la Moncloa. Pero para nosotras ya no haba vuelta atrs, el discurso lo tenamos cada vez ms elaborado: la preca24

riedad, el paro juvenil, la Reforma Laboral y la de las Pensiones que a nuestra generacin afectaba de lleno. Adems tenamos un contexto europeo a nuestro favor y, por si fuera poco, Tnez y Egipto comenzaban a despertar al calor de una juventud radicalizada. Afortunadamente nos dimos cuenta: los sindicatos mayoritarios no se iban a movilizar ante el pacto, los minoritarios, por desgracia, no tenan fuerza para ello y, por ltimo, los partidos tradicionales estaban ms que desprestigiados. Los nicos con la legitimidad suficiente como para intentar iniciar un ciclo de movilizaciones ramos nosotras: la juventud. Los ejemplos internacionales nos lo demostraban. Y de esta manera decidimos tirarnos a la piscina y salir a la luz con un manifiesto y una fecha de movilizacin.

Sin miedo, el grito del 7 de abril


De esta forma, el cambio de estrategia nos lleva a dibujar un sujeto activo y con un discurso destinado a movilizar no solo a nuestras compaeras de clase sino a toda la juventud precaria. De ah surgi nuestro lema Juventud Sin Futuro, Juventud Sin Miedo y un manifiesto que aunaba las diferentes posiciones de la asamblea. El consenso, los acuerdos y la unidad siempre fueron nuestros principales objetivos. Los lemas elegidos, sin vivienda, sin curro y sin pensin, definan las principales partes de nuestro manifiesto, pero adems buscbamos algo que expresara la accin colectiva y el derecho a disentir sin miedo. Con esta marca decidimos salir al pblico.
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En este punto result muy importante la influencia del movimiento V de Vivienda. De forma totalmente intencionada quisimos recuperar su estilo y fusionarlo con el nuestro. Y lo fue porque este movimiento sent un precedente en las luchas juveniles por un acceso social a la vivienda y, adems, apuntaba ya las contradicciones del modelo econmico espaol. Adems de aprovechar las posibilidades de difusin que ofrecen las redes sociales se disearon carteles y pegatinas. Como parte del trabajo de difusin y visibilizacin se llevaron a cabo acciones simblicas y una rueda de prensa presentando el manifiesto y convocando a la movilizacin. Los medios nos brindaron una amplia cobertura. En primer lugar porque estaban deseosos de noticias de este estilo en el Estado espaol y en segundo lugar porque el discurso que vertimos en ellos result muy cercano y comprensible. Un discurso que, rpidamente, cre empatas y cuaj en sectores muy amplios de la sociedad. De este modo, y con apenas una semana de campaa, nuestra primera manifestacin fue un rotundo xito en comparacin con las expectativas que tenamos. Es cierto que fue prcticamente universitaria pero supuso una primera toma de pulso al movimiento y a JSF. A partir de entonces los acontecimientos se precipitaron. No dej de acercarse gente a la plataforma, la pgina web no dejaba de recibir mensajes de apoyo, comenzaron a crearse Juventud Sin Futuro por muchas partes del Estado y nosotras ya nos encontrbamos enfrascadas en la prxima fecha de movilizacin: el 15 de mayo.
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El 15 de mayo surgi de una plataforma, Democracia Real Ya, que a travs de las redes sociales haba logrado aglutinar a muchas personas y colectivos indignadas con un discurso amplio referido a la calidad democrtica del sistema poltico. JSF decidi unirse a la convocatoria, ya que habamos dejado bien claro que el 7 de abril era solo el principio, y veamos imprescindible continuar con la lucha y apoyar cualquier iniciativa de este estilo. Ante esta nueva convocatoria, consideramos ineludible avanzar un pasito ms como movimiento. Ya no podamos mostrarnos en las mismas condiciones del 7 de abril. Ese da haba sido nuestra presentacin y muestra de ello era nuestro manifiesto pero ahora tenamos que definir un discurso y consensuar unas alternativas propositivas. Tenamos muy claro que no podamos quedarnos eternamente en el no. Debamos avanzar y crear nuevas propuestas definiendo muy bien nuestras posibles soluciones ante los problemas que denuncibamos. Tuvimos varias reuniones con DRY, para formalizar nuestra relacin y hacer un curro conjunto de cara al 15. Muchas de nosotras ya estbamos dentro de dicha plataforma, pero consideramos imprescindible mantener nuestra marca de JSF y adherirnos con ella a dicha manifestacin. No creamos conveniente diluirnos dentro de DRY, ya que habamos conseguido una potente firma capaz de movilizar a mucha gente con un discurso bien definido y afianzado. La manifestacin del 15 de mayo, la posterior acampada en Sol y la creacin del movimiento deno27

minado 15-M, ha sido algo inaudito, con lo que todas sobamos dentro de este contexto de desmovilizacin. Ha hecho del malestar indignacin y de la indignacin una accin poltica. Ha logrado poner en el orden del da la calidad de la democracia, las polticas neoliberales del gobierno y la dictadura de los mercados. Este movimiento ha sabido visibilizar toda la indignacin colectiva de todas aquellas que sufrimos una crisis de la que no nos sentimos culpables. En este contexto, JSF ha quedado totalmente desbordado, lo que demuestra que el movimiento es realmente masivo y en conjunto es capaz de generar sus propias estrategias y dinmicas. La propia manifestacin del 15 ya nos rebas, constituamos un pequeo grupo reconocible dentro de una marea ciudadana. Tal vez, nuestro movimiento, heredero de luchas y resistencias anteriores, haya sido precisamente eso: un primer aldabonazo para canalizar la rabia y el descontento que ha terminado por configurar un movimiento imprevisible.

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III Sin casa: qu pasa, que no tenemos casa


CRISTINA CASTILLO

Es hora ya de abrir un debate en profundidad sobre la imposibilidad fsica del crecimiento continuo en un mundo finito, y la necesidad de romper con la lgica del beneficio y de la mercantilizacin y acumulacin constante.
RAMN FERNNDEZ DURN, el Tsunami Urbanizador

El problema de la vivienda es el de un modelo econmico y social que ha puesto este pas al servicio de la especulacin inmobiliaria, con el objetivo de hacer negocio con el suelo y las viviendas, sin importar su coste social o medioambiental o si alguien las habitar. En este pas sobran viviendas para especular, y faltan viviendas asequibles para vivir. La vivienda, una necesidad social bsica, se ha dejado en manos del mercado. Es una mercanca ms con la que se especula, excluyendo de su acceso a los no rentables. Un mercado controlado por un oligopolio de propietarios del suelo, promotoras, constructoras y polticos corruptos que se forran a costa de hipotecar y atar a la precariedad a millones de personas de por vida, obligadas a aceptar condiciones precarias que dificultan el desarrollo de sus propios proyectos vitales en condiciones de igualdad y dignidad.
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Nos dicen que hacen falta ms viviendas y que se necesita urbanizar ms suelo para construirlas. La realidad es que sobran: hay ms de tres millones de viviendas vacas en el Estado espaol. La vivienda no es asequible porque se ha convertido en una mercanca ms con la que se comercia, se vende o se alquila, donde algunos se lucran a manos llenas a costa de una necesidad social bsica excluyendo de la vivienda a los que no resultan rentables para el mercado y encadenando al resto de por vida a una hipoteca. En el Estado espaol, la ltima dcada de fuerte crecimiento macroeconmico gener un aumento considerable de las desigualdades sociales y de renta, explicado en gran medida por el ciclo inmobiliario, la construccin y el encarecimiento de la vivienda. La riqueza del pas (el PIB) se duplic en estos aos, pero no todos nos beneficiamos en igual cuanta de este crecimiento. De hecho, mientras que la mayora de los trabajadores y trabajadoras y de la poblacin en general ha visto como se estancaba o empeoraba su poder adquisitivo y sus condiciones de vida, una minora de empresarios y especuladores ha visto multiplicarse sus beneficios a costa del esfuerzo de la mayora. En este pas hemos sufrido una gran conspiracin silenciosa: la mayor transferencia de renta de nuestra historia, en beneficio de una minora, un oligopolio de la vivienda, que controla la propiedad del suelo y la promocin y construccin de viviendas. Y en su labor cuentan con la colaboracin necesaria de las administraciones pblicas y con la creencia en el ideario colectivo de que la compra de una vivienda es la mejor
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inversin, con lo que las masas se suman gustosas a este capitalismo popular del ladrillo. Millones de proyectos de vidas estn siendo sacrificados. Lo que se hipoteca no son casas, son nuestras vidas. Mientras no se garantice el derecho efectivo y real a una vivienda y a una vida digna, la ocupacin de viviendas vacas y edificios abandonados para habitarlos o para convertirlos en centros sociales abiertos al barrio, seguir siendo un instrumento de resistencia legtimo frente a la exclusin vital que promueve el mercado.

Y lleg la crisis...
Todo lo que sube tiene que bajar. La crisis econmica lleg a este pas con la inminente subida de los tipos de inters y del ndice Eurbor por el que se calcula el valor de los crditos. Esto a nivel familiar o personal se traduce en que el dinero que tienes en el banco genera ms inters, pero que a la vez, si le debes dinero al banco este inters aumentar. Estamos comprobando el lado inhumano del sistema. Y esta no es una crisis pasajera, sino permanente. Este sistema deshumanizado e individualista tampoco ha fomentado la solidaridad comunitaria, y an resulta difcil que las comunidades vecinales se organicen para evitar el desahucio de otra gente. Aun con estas limitaciones, en los ltimos aos se estn generando nuevas experiencias organizativas fuertes, de lucha contra los desahucios y de ayuda a la gente que se queda sin vivienda. El caso es que alternativas no faltan.
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La crisis est resolvindose disminuyendo el gasto pblico y desmantelando los sistemas sanitarios y de proteccin social, promoviendo la privatizacin. Por eso es bsica la gestin pblica de los servicios frente a la introduccin de la lgica mercantil. Sin servicios pblicos no hay democracia ni hombres ni mujeres que puedan ejercer sus derechos en igualdad. La precariedad laboral y la especulacin financiera se interconectan para estabilizar una estructura que hace imposible el acceso a una vivienda digna de alquiler, y mucho menos a su compra. La ocupacin es un delito para la ley (delito de usurpacin de propiedad); el consumismo que nos rodea y la poca estabilidad y calidad laboral dejan muy pocas salidas para que los y las jvenes, y no tan jvenes, podamos hacer nuestra vida segn la forma de vida que nos establecen. El acceso a la vivienda es, junto con otras demandas, la pata de una misma mesa: el derecho a la informacin, a la movilidad, o a una renta digna. Todos estos derechos forman tambin parte de las necesidades de nuestro tiempo.

Casas sin gente, precarias sin casa: La precariedad como hilo conductor
Por ello, la lucha por el derecho a la vivienda digna es tambin una lucha contra la precariedad. Y as la defini en 2006 la Asamblea contra la Precariedad y por una Vivienda Digna, creada al calor de las movilizaciones de protesta que comenzaron ese ao, y que se extendieron por todo el Estado.
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La precariedad es un concepto amplio con muchas caras que cada vez abarca y limita un mayor nmero de aspectos de nuestra vida: precariedad en el trabajo, en los salarios, en la relacin laboral, en las relaciones sociales y en las redes de apoyo mutuo, en la lacra de los accidentes laborales, en la discriminacin laboral (por sexo, nacionalidad o edad), precariedad como debilidad y desmantelacin de los servicios pblicos y la proteccin social. Los colectivos afectados por esta precariedad son igualmente mltiples: parados y paradas, personas trabajadoras sin contratos ni derechos, temporales y precarias, becarios y becarias, falsos autnomos y autnomas dependientes, subempleo; jvenes, mujeres e inmigrantes sufren en mayor medida la explotacin laboral. La precariedad que antes era un peaje temporal a pagar por parte de los y las jvenes y que cada vez ms se generaliza a toda la poblacin como modelo econmico y social permanente, representa una profunda reforma laboral que est erosionando las conquistas sociales y laborales alcanzadas. La caresta de la vivienda (hipoteca y alquiler) y las malas condiciones laborales son dos factores que se retroalimentan: la obligacin mensual de hacer frente un pago desmesurado por alojamiento obliga a las personas a aceptar las precarias condiciones laborales que ofrecen los empresarios y a no protestar o reivindicar mejoras ante la amenaza del despido. Este chantaje obliga a aceptar recortes y condiciones laborales a la baja y la necesidad de dos salarios para poder sobrevivir, impidiendo conciliar la vida familiar y personal con la laboral.
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A da de hoy, lejos de mejorar, estos problemas se estn agudizando con la salida a la crisis que se promueve desde las instituciones europeas. En el Estado espaol, se ha visto traducido en un aumento de la precariedad y un descenso del nivel de vida como condiciones objetivas de la mayora de la gente.

Frente al problema, alternativas: Gente sin casa, a la calle!!!


Existe un hilo conductor que une las demandas expresadas por el Movimiento por una Vivienda Digna, con las demandas que articula la Plataforma Juventud Sin Futuro, pasando por las luchas en la Universidad contra el Plan Bolonia. Existe una continuidad y actualizacin de las luchas que genera vnculos entre distintos espacios y tiempos. Las demandas que se articulan a da de hoy en los espacios de movilizacin social abogan por un acceso ms justo de toda la poblacin, y no solo de una minora, a la riqueza generada entre todas y todos. La lucha contra la precariedad hay que enmarcarla en un proceso de mejoras sociales globales en este pas, ligado al impulso del mismo proceso en el resto del mundo. En una economa globalizada, las conquistas sociales se universalizan o perecen fruto de la lgica competitiva capitalista. Se debe abogar por otro modelo socioeconmico a nivel global, basado en mayores derechos sociales, econmicos y laborales para el conjunto de la poblacin, y surgido de una verdadera democracia real, consciente y crtica.
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Frente a este modelo de capitalismo basado en la especulacin, se debe reivindicar que el acceso a la vivienda digna, entendido como alojamiento y no como propiedad, sea un derecho universal, reclamable y equiparado a otros derechos fundamentales como la educacin o la sanidad. El objetivo debe ser que toda la poblacin que lo desee pueda acceder a una vivienda de alquiler social. Para garantizar este derecho hay que sacar a la vivienda de la lgica del mercado, son necesarios cambios legislativos, disponer de un amplio parque de alquiler social pblico y unas administraciones pblicas no corruptas, que dejen de estar al servicio de la especulacin inmobiliaria, para responder a las necesidades de todos y todas.

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IV Sin curro. El contrato nos caduca antes que la leche


LUIS GIMNEZ Y PABLO PADILLA

Todo lo que es social se nos ha vuelto extranjero. La sociedad es el nombre que recibido a veces lo Irreparable, lo Inasumible.
Cmo hacer? TIQQUN

El sistema educativo, desde el preescolar hasta los grados universitarios, pretende ensearnos qu es la realidad. Pero no aprendemos la realidad como el resultado de una construccin de la vida social, sino que nos es impuesta como la nica posibilidad, como algo que podemos criticar, pero no cambiar. Lo real es solo lo existente. Aquello que podra existir es solo una utopa, un no lugar. Crecemos, explicamos el mundo y nos construimos como ciudadanos a partir de esta idea. Despus atravesamos, con la cabeza baja y resignada aceptacin, la puerta de entrada al mundo del trabajo. Acercarse al trabajo supone, por un lado, la puesta en prctica de todo lo aprendido, del principio de realidad: la insana competitividad, la jerarqua, la obediencia ciega y el slvese quien pueda, en los que hemos sido educadas; y, por otro lado, el derrumbe de las primeras expectativas sobre nuestro futuro. Si el sistema educativo nos otorg expectativas, cuando vemos cmo
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nuestro futuro se tie de precariedad, comenzamos a preguntarnos si realmente podremos llevar a cabo ese proyecto de vida que inventaron para nosotras.

Ellos nos lo estn robando


La tasa de paro juvenil, a principios de 2011, se sita a la cabeza de los pases de la Unin Europea. Este dato es preocupante e intolerable. Preocupante, porque demuestra que este sistema no apuesta por nosotros los jvenes, convirtindonos en uno de los colectivos ms afectados por la crisis y por la salida que nos estn imponiendo. Intolerable, porque vemos cmo el aumento de los beneficios de unos pocos prima sobre nuestro derecho al trabajo. Sin embargo, los nmeros, aunque imprescindibles para conocer la realidad, solo presentan una cara del problema, por dura que esta sea. Pero hay ms, mucho ms. Acceder a un puesto de trabajo no significa ya hoy materializar el derecho a un trabajo digno: becas no remuneradas con abusivas condiciones, empleos temporales y, en muchos casos, sin cotizacin a la seguridad social, remuneraciones en negro, contratos de cuatro horas en los que curras ocho, jornadas partidas que impiden toda vida fuera del centro de trabajo, salarios de vergenza, clima de competitividad extrema, incertidumbre sobre las renovaciones, condiciones de psimo trato, ausencia de participacin en las decisiones... esto es lo que las empresas reservan para nosotros. Qu regalo! Por otra parte, no somos unos pocos. Muchos colectivos comparten la precariedad y la incertidumbre
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en mayor o menor intensidad: desde la cajera a la profesora asociada, del trabajador del McDonalds al que da clases particulares, todos tienen en comn que sus capacidades humanas y sociales estn al servicio de una economa que las ha condenado a trabajar bajo la lgica del neoliberalismo. Para los afortunados, todo comienza en el momento de formalizar el contrato, ese papel que la mayora desconoce. Con su lenguaje formalizado y casi indescifrable, el contrato contiene todos los derechos, obligaciones y condiciones del trabajo que estamos a punto de aceptar y que organizarn nuestras vidas. Pero no tenemos tiempo para descifrarlo y valorarlo. Es urgente firmarlo porque, finalmente, ese papel nos va a dar acceso al trabajo. Para los menos afortunados no existe un papel que medie entre ellos y la empresa. Las condiciones no estn claras, ni los horarios, ni los das libres, ni las vacaciones eso quien las tenga, ni el salario. Una situacin que aceptamos con una naturalidad plena, y que expresa, ahora s, la nica realidad existente: que para ellos somos mercanca muy barata y abundante, material favorito para la precariedad, para la subcontratacin, para el trabajo negro, para las subcontratas y las ETT.

Y nosotras seguimos de rodillas


Nuestro contacto con el trabajo es precariedad en el sentido ms amplio de la palabra: ausencia de cobertura legal, incertidumbre, sumisin, flexibilidad e intermitencia para nosotras. Los puestos de trabajo a los que
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accedemos las jvenes son precarios, al igual que lo han sido nuestra educacin, las formas en las que nos han enseado a socializarnos y nuestro ocio. As, es imposible deshacernos del estado precario una vez fuera del horario de trabajo que acaba por configurar nuestras vidas: la sensacin de angustia, el agobio, la soledad, la incertidumbre del mbito laboral nos acompaan fuera del trabajo. Los criterios de beneficio individual, egosmo e inmediatez se instalan en las formas en que pensamos, consumimos y sentimos. No son solo las condiciones en las empresas. El problema es que estamos solos. Los sindicatos tradicionales protegen y representan los intereses de unos trabajadores que no somos nosotros, en unos puestos de trabajo a los que difcilmente accederemos. En nuestros puestos estamos aislados, sin apoyo. Siguiendo las dinmicas establecidas por la empresa, los nuevos trabajadores precarios vemos pocas posibilidades para organizarnos de forma colectiva y establecer un nosotros enfrentado a la empresa. La ausencia del nosotros provoca que veamos al otro como un enemigo. Lo vemos en los puestos de trabajo, pero tambin cuando vamos en el metro por las maanas: caras tristes y personas que se empujan para entrar al vagn. La precariedad est destruyendo la solidaridad que existe entre los iguales. Entre nosotros. Entonces, lleg la Huelga General, una huelga que arranc herida de muerte antes de empezar. Por un lado, las polticas de pactos de las grandes centrales sindicales con el gobierno y el momento en que se hizo, cuando ya mucho estaba perdido. Por otro, unos sindicatos
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incapaces de dirigirse y movilizar al sector pos-fordista de la produccin, nosotras, las trabajadoras precarias. En esa huelga, los jvenes precarios, an poco articulados, decidimos participar. All acudimos a poner nuestros cuerpos frente a los de la polica, junto a los sindicatos mayoritarios. Pero nosotros no ramos ellos, ramos los jvenes precarios que entendimos que en ese momento los sindicatos que no nos representan iban a luchar, y nosotros lo haramos con ellos. Una vez ms, vemos como la solidaridad de lucha no es recproca. Pero no nos arrepentimos, nosotros permanecimos en la calle cuando ellos se encerraron en los despachos a firmar. Por todo esto, porque no estbamos representados y no nos resignbamos a que no se escuchara nuestra voz, y porque tenemos la responsabilidad de gritar el Ya basta!. Que no queremos seguir con estas condiciones laborales, con estos curros temporales de contratos basura, ni con estas prcticas no remuneradas. Y para entonar ese grito, para que se oyera fuerte, lo tuvimos que hacer entre muchos, entre muchos de nosotros: la Juventud Sin Futuro. Vuestra crisis no la pagamos, gritaban las paredes.

Pero ahora nosotras podemos


Nuestra crtica no est vaca de contenido. Sabemos bien a lo que nos enfrentamos, lo que rechazamos. Al mismo tiempo, fruto del trabajo colectivo, somos capaces de presentar nuestras demandas. Demandas que se tornan exigencias y que conforman una alternativa real. Una alternativa ms justa y equitativa.
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Lo que queremos es acabar con esta diferencia salarial que enriquece a los menos y condena a los ms. Desde la televisin se nos dice que tenemos que ajustarnos el cinturn, que esto lo arreglamos entre todos. Que no nos vendan la moto: los altos directivos y grandes accionistas de las principales empresas no han dejado de aumentarse los salarios y las bonificaciones. La realidad es que la crisis, hoy como ayer, la pagamos las de siempre. Aunque cueste creerlo, no solo entre distintas posiciones dentro de la empresa, sino entre dos personas del mismo rango podemos ver esta desigualdad. Obscena desigualdad que perpeta la brecha entre hombres y mujeres, iguales en derechos en las letras de la Constitucin pero desiguales a los ojos de un sistema econmico que tambin encuentra en el patriarcado su forma de extender la explotacin. Con un 34,4%, segn Adecco y la Escuela de Negocios IESE, Espaa es el cuarto pas europeo con mayor brecha salarial entre hombres y mujeres. Adems de la derogacin de la Reforma Laboral, no como causa sino como intensificador de nuestra situacin precaria, exigimos la creacin de un nuevo contrato que atienda a las necesidades de los jvenes en el momento de incorporarse al mundo del trabajo. Entendemos que el derecho laboral es una correlacin de fuerzas en las que claramente vamos perdiendo. Situacin que debemos revertir. La aparicin de una nueva forma contractual permitira combatir todas las situaciones precarias que caracterizan nuestra realidad laboral.
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Ser muchos ms
Para la reivindicacin y la lucha, tenemos que dotarnos de los instrumentos necesarios. Necesitamos configurar un sujeto y unas formas de organizacin que permitan a los trabajadores precarios articularse como nuevo foco de resistencia contra los recortes que sufrimos mientras ellos engordan sus bolsillos. Parece que empieza a haber aires de cambio. La Juventud Sin Futuro sabe que quiere acabar con todo esto, que la respuesta solo puede ser colectiva y que la lucha es el nico camino. Cada da somos ms. La ciudad ya lo sabe. En el FNAC se puede leer Violencia es cobrar 600 euros. En el muro de la facultad precario si no luchas nadie te escucha. Han sido demasiadas derrotas, ahora nos toca a nosotros.

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V Sin pensin
FABIO CORTESE, ANDRS BARRAGN E IRENE CRESPO

Si no puedo trabajar, cmo voy a cotizar (Pegatina JSF para el 7 de abril)


Nos han reprochado con dureza que reivindiquemos nuestro derecho a una pensin pblica y digna. Segn esta postura tendramos que preocuparnos, exclusivamente, por el presente y esforzarnos por encontrar empleo y salir adelante. Eso s, cada cual como pueda. Sin embargo, del presente nos inquieta y nos indigna el paro juvenil y la precariedad generalizada que nos rodea, pero tambin nos preocupa y nos indigna el recorte de derechos de nuestro horizonte (sin) futuro. Es necesario, por ello, poner de manifiesto la ntima relacin existente entre nuestra situacin presente y nuestro futuro: el aumento de la edad de jubilacin, medida estrella de la reforma de las pensiones, no consigue sino cerrar an ms las puertas a las y los jvenes a la hora encontrar trabajo. Se excluye de esta forma del empleo a aquellos que tienen necesidad de trabajar y se fuerza a continuar con su actividad a quienes tendran que tener el derecho de jubilarse y terminar sus das dignamente. La reforma del sistema de pensiones, realizada bajo el pretexto de su supuesta inviabilidad y encuadrable dentro del conjunto de recortes sociales, es tambin cosa de jvenes.
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Mirando hacia el pasado... en pie de lucha por el futuro


Los sistemas pblicos de pensiones forman parte de los derechos sociales, de ese contrato social europeo fundamentado en la solidaridad y la justicia, luchado y conquistado por las generaciones que nos antecedieron, sobre todo a partir de los aos cincuenta del siglo xx. Hoy nos encontramos, por el contrario, ante el progresivo desmantelamiento del conocido como Estado del Bienestar. El contexto de crisis actual est siendo utilizado como coartada para justificar la imposibilidad de su mantenimiento. Pero en la defensa de este modelo de bienestar, sabemos que hay en juego victorias histricas por los derechos sociales. Han sido estos ltimos aos los que han visto el mayor nmero de reformas de los sistemas de seguridad social en los pases europeos, con el denominador comn del aumento de edad de jubilacin. Si bien las reformas se han ido aprobando, el amplio rechazo ciudadano en contra de estas ha sido manifiesto: cabe subrayar las grandes movilizaciones sucedidas en Francia en el ltimo cuatrimestre de 2010, en las que el movimiento juvenil y en especial las y los estudiantes de institutos demostraron estar muy concienciados y en pie de lucha por su futuro. La lgica neoliberal, que transforma paradjica e interesadamente el logro humano y social que supone el aumento de la esperanza de vida en argumento tramposo omitiendo el crecimiento en paralelo de la productividad para promover el desmantelamiento del sistema pblico de
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pensiones, ha conseguido mucho eco en los medios de comunicacin. Sin embargo, podemos afirmar que no ha calado entre la mayora que se gana el pan de cada da con su trabajo.

Poderosos argumentos o argumentos de los poderosos?


En Espaa, el sistema de pensiones que se haba consolidado como una de las bases para nuestra democracia y nuestro Estado de bienestar, ha venido siendo puesto en cuestin por numerosos informes y estudios catastrofistas que han alcanzado gran repercusin meditica. Si sus predicciones hubieran sido acertadas, nuestro sistema pblico de pensiones ya habra quebrado en varias ocasiones a lo largo de los quince ltimos aos. Por el contrario, que a da de hoy, la seguridad social mantenga su supervit tiene en realidad una explicacin bien sencilla: estos estudios, financiados por bancos, entidades financieras y conglomerados empresariales, estn interesados en crear alarma sobre el futuro de las pensiones pblicas precisamente para favorecer e incrementar el espacio de mercado de los fondos privados de pensiones que estas mismas entidades ofertan. El objetivo parece claro: hacer de un derecho social bsico un suculento negocio con el que especular. Las reformas de los sistemas de seguridad social persiguen una nica consecuencia: ampliar las dificultades para cumplir el perodo de cotizacin y as reducir la cuanta de las pensiones obligando con ello a contratar planes de pensiones privados para as complementar las pensiones pblicas.
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Sin embargo, el control de las pensiones por parte de la banca no garantiza ni la disponibilidad a largo plazo, ni ante crisis y quiebras. Se oculta, por otra parte, a la ciudadana que estos planes de pensiones privados han sufrido los efectos de la crisis financiera, de manera que en la mayora de los casos los/as trabajadores/as han perdido parte de sus aportaciones. Los poderosos argumentos sobre la inviabilidad de las pensiones pblicas son ms bien los argumentos de los poderosos y se basan en anlisis acientficos y datos errneos, tal y como han puesto de manifiesto numerosos economistas e intelectuales durante los ltimos aos.

Sin presente, sin futuro


Bajo el paraguas de los argumentos de los poderosos, del pensamiento nico neoliberal para el que solo cabe dar una salida antisocial a la crisis, el gobierno comienza a anunciar desde febrero de 2010 la reforma de las pensiones que, promovida por la presin de las lites e instuciones econmicas de nuestro pas y de Europa, se materializa finalmente a finales de enero de 2011, con el beneplcito de la oposicin y los sindicatos mayoritarios. Los principales puntos de la reforma consisten en que la edad de jubilacin pasar de 65 a 67 aos y sern necesarios 38 aos y medio cotizados para conseguir el 100% de la pensin a los 65 y 37 aos a los 67, proceso que se completar en 2027, y en el aumento del perodo para el clculo de la base reguladora de la pensin que pasa de 15 a 20 aos. Estas medidas suponen un recorte histrico sin precedentes de derechos para el
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conjunto de los/as trabajadores/as que vern recortadas sus pensiones. Adems, esta reforma no nos tiene en cuenta, pues las y los jvenes vamos a pagar por partida doble estos recortes. Si actualmente nuestro panorama laboral es desolador, con la tasa de paro juvenil ms alta de Europa y para los/as afortunados/as contratos temporales en trabajos basura que nada tienen que ver con sus estudios y precariedad generalizada, la dilatacin del relevo generacional en el mercado laboral nos dificultar an ms la posibilidad de acceder a puestos de trabajo. Cmo alcanzar los 38 aos y medio de cotizacin necesarios para una pensin completa si nos incorporamos tarde al mercado laboral, si adems cada vez es ms complicado compaginar estudios y trabajo, si alternamos curros sin contrato con meses de prcticas en empresas, si se suceden meses de desempleo con becas mal remuneradas que encubren puestos de trabajo? Somos los eternos becarios: una beca y una prctica tras otra. Y de fondo, una reforma laboral que ha flexibilizado y ampliado estos tipos de contrato y que nos aboca a un horizonte en el que es imposible atisbar la estabilidad laboral. Y todava no est claro si los periodos transcurridos como becarios/as podran considerarse, al menos, como parte de la vida laboral. En definitiva, se trata de oponerse a la lgica de trabajar ms ahora y percibir menos en el futuro. Si para la juventud esta reforma supone un doble perjuicio, ser mujer aade un tercer factor discriminatorio en el acceso a la pensin. El sistema de pensiones derivado de esta reforma contina discriminando a las
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mujeres, perpetuando su situacin como sujetos econmicos no activos y dependientes de los hombres. Pese a que en el Pacto de Toledo se recoge por vez primera una recomendacin dedicada exclusivamente a la cuestin de gnero, esta solo plantea medidas que mantienen la dependencia de la mujer y no rompen con la lgica que sustenta la desigualdad entre hombres y mujeres. El nuevo sistema de pensiones sigue basndose en el modelo tradicional de hombre productivo y empleado y mujer cuidadora reproductora, beneficiaria de una pensin no contributiva. En concreto, la ampliacin del perodo de cotizacin de 15 a 20 aos resulta una condicin especialmente complicada para las mujeres. La conciliacin laboral est enfocada hacia las mujeres, siendo estas quienes renuncian al empleo para cuidar de nios, ancianos y personas dependientes, una importante carga de trabajo que los hombres no asumen. Por otro lado, los contratos temporales y a tiempo parcial, los bajos salarios y las altas tasas de paro, son realidades que afectan especialmente a las mujeres jvenes. Todo ello supone importantes lagunas de cotizacin que dificultan el alcanzar el cmputo de los 20 aos de cotizacin. Adems, en este contexto de recortes en derechos y prestaciones sociales, sobre las mujeres recae una mayor carga de trabajo invisibilizado y denostado en la esfera privada.

Hay alternativas
Nosotros/as somos conscientes de que, a da de hoy, nos ser difcil disfrutar de una pensin pblica y digna
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cuando nos jubilemos, si es que llegamos a la jubilacin. Hemos ledo y conocemos las falacias que se han escrito para intentar justificar esta reforma que, en la lnea del resto de recortes sociales, apuesta por recortar derechos a la mayora social y beneficiar a la minora responsable de la crisis y, de esta forma, apostar por el mismo modelo de crecimiento econmico que nos condujo a la crisis. Ante las perspectivas de futuro es importante que nuestra indignacin no se torne en resignacin e impotencia. De la misma manera que analizamos las medidas que se estn imponiendo, sabemos y reivindicamos que hay alternativas. Por qu no acometer una reforma del sistema financiero, en el que se origin esta crisis, en lugar de recortar derechos laborales y pensiones? Si ha habido dinero pblico y mucho para sanear bancos y cajas, cmo no lo va a haber para garantizarnos una jubilacin digna? Mientras en Espaa se encenda el debate sobre la viabilidad de las pensiones pblicas y se preparaba la reforma, en diciembre de 2010, al otro lado del charco pero en las antpodas de las dinmicas y narrativas polticas europeas, se promulgaba en Bolivia una ley que reduca la edad de jubilacin a los 58 aos. El presidente de Bolivia, Evo Morales, declar que la ley era prueba de un fortalecimiento democrtico, en el que los ciudadanos son protagonistas de las decisiones. A nosotros/as, por el momento, nos bastara con no ser sistemticamente ignorados/as. Y hay alternativas.

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VI Salvan los bancos, destruyen la educacin


EDUARDO RUBIO

Resulta necesario admitir que, pese a la intencin de JSF de nacer como referente de la juventud en su conjunto, su base social principal se ha encontrado desde el primer momento en las universidades. Han sido el conjunto de asociaciones universitarias repartidas por distintas facultades (muchas de ellas nacidas al calor de las movilizaciones anti-Bolonia) las que han compuesto mayoritariamente la plataforma. Por ello no es casualidad que la atencin a cuestiones relacionadas con la educacin en general, y la universidad en particular, hayan estado presentes en las reivindicaciones de la plataforma, jugando un papel de gran importancia. La lucha contra la mercantilizacin de la universidad se ha traducido en exigencias concretas de la plataforma, al tiempo que algunas de las asociaciones que participan en JSF han desarrollado, en lo local, actividades centradas en articular una respuesta a los ataques que sufre la educacin. Para entender la situacin crtica por la que atraviesa la educacin es necesario partir de dos puntos: 1. Proceso de aplicacin de Bolonia El plan Bolonia ha supuesto una descualificacin general de los ttulos universitarios. Por qu decimos
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esto? Primero, hagamos memoria al respecto: tras la Segunda Guerra Mundial era necesario formar a una gran cantidad de trabajadores cualificados debido a las demandas del tejido productivo. En la actualidad, la demanda laboral ha cambiado por completo, lo que ha resultado en una sobrecualificacin de la poblacin. Por ello, el mercado laboral ya no requiere tal cantidad de especialistas, sino que demanda trabajadores flexibles que sepan adaptarse a trabajos que requieren baja o nula cualificacin. Esto se evidencia en el espectacular crecimiento de la demanda de reponedores, camareros, dependientes, limpiadores, etc. que hemos experimentado en los ltimos aos. La universidad de masas deja as de ser necesaria y por ello se ve obligada a reconvertirse segn las nuevas demandas productivas. Esta reconversin ha trado consigo, por un lado, una descualificacin de los ttulos universitarios que se han visto vaciados de contenidos. As, por ejemplo, si anteriormente para ser doctor se requeran 12 aos de estudio como mnimo, en la actualidad se requieren 8 aos como mximo, con lo que un doctor actual es en la prctica lo que antes era un mero licenciado. Por otro lado, se ha producido la sujecin de la investigacin universitaria a las demandas de la economa, mediante la vinculacin de la financiacin pblica a la financiacin privada. Ahora el Estado invierte solo en aquello en lo que las empresas privadas han mostrado anteriormente algn tipo de inters. Las consecuencias son evidentes: aquellas reas que resultan indiferentes para el tejido productivo (como las letras o las ciencias puras) ven mermada da a da su financiacin, al tiempo
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que las investigaciones cientficas dejan de regirse por criterios acadmicos o de inters social para empezar a atender nicamente a aquello susceptible de ser vendido a las empresas. En resumen: del mismo modo que es ms rentable financiar cremas antiarrugas que vacunas para enfermedades raras en la Facultad de Farmacia, en las Ingenieras tambin se potenciara fabricar coches que queden obsoletos en pocos aos, lo que contradice aquello que se entiende por ser un buen ingeniero o un buen farmacutico. 2. La crisis econmica, los ataques a lo pblico y los recortes en educacin La crisis ecnomica ha servido para realizar recortes sin precedentes en educacin. Esto es aun ms grave en un pas que ya de por s destinaba uno de los presupuestos ms bajos de la UE a este mbito. Al tiempo que veamos como el gobierno de Zapatero, chantajeado por los mercados, dedicaba 70.000 millones de euros a salvar bancos y cajas de ahorro (lo cual, en la medida en que el dinero se dio a fondo perdido no puede entenderse ms que como un autntico robo a todos los ciudadanos) se recortaban 2.000 millones destinados a educacin. Un duro golpe para el sistema educativo pblico.

La UE2015: al ataque del gobierno y la financiacin de las universidades


Y, despus de la aplicacin de Bolonia y en pleno impacto de la crisis capitalista, nos topamos con la segunda parte de la reconversin universitaria. As, la llamada Estra52

tegia Universidad 2015 vea la luz tan solo unos meses despus de la implantacin definitiva de Bolonia en las universidades pblicas espaolas. En esta ocasin, la radicalidad de sus propuestas y su contundente lenguaje dejaban boquiabierto a todo aquel que encontraba esos documentos. Si bien en el movimiento contra Bolonia los estudiantes se esforzaban por rebuscar en los documentos oficiales los verdaderos planes de la lite econmica para la universidad, con EU2015 no hay lugar para la duda. Ya no es posible el negacionismo. Los documentos, que se pueden encontrar en la pgina del Ministerio de Educacin, dicen explcitamente que de lo que se trata es de poner la universidad al servicio de la economa. Pero qu se propone en esta EU2015 concretamente para la universidad? Nada mejor que, como venimos haciendo desde el movimiento estudiantil, acudir a un texto oficial. En este caso, de un organismo fundamental en la reconversin de la universidad espaola: la ANECA (Agencia Nacional de Evaluacin de la Calidad y Acreditacin). En un documento fechado en 2009 se afirma lo siguiente: Las instituciones deben competir y diversificar sus fuentes de ingreso; surgen nuevos proveedores (instituciones privadas, universidades corporativas; los estudiantes pagan aranceles y pasan a ser clientes; los profesores son contratados y dejan de ser funcionarios; las funciones institucionales se convierten en desempeos y sujetan a minuciosas mediciones; se enfatiza la eficiencia y el value for money; los modelos de negocio sustituyen en la prctica a los planes estratgicos; la gestin
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se racionaliza y adopta un estilo empresarial; el gobierno colegiado se transforma en corporativo al independizarse de los acadmicos e integrarse con representantes de los stakeholders externos; los investigadores son estimulados a patentar y los docentes a vender docencia empaquetada a las empresas; los incentivos vinculados a la productividad acadmica reemplazan las escalas salariales asociadas al cargo; los currculos son revisados y sancionados en funcin de su pertinencia laboral y evaluados por agencias externas en relacin a su calidad; las culturas distintivas de las instituciones y sus tribus acadmicas empiezan a ser tratadas como asunto de clima organizacional; las universidades son comparadas por medio de rankings locales y clasificadas geopolticamente a nivel global (he ah la realpolitik de los prestigios institucionales); se crea un mercado global para servicios de educacin superior y su regulacin se resuelve en las rondas del GATS (el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios), no en sede acadmica. En fin, la universidad ya no es ms un lugar tranquilo para ensear, realizar trabajo acadmico a un ritmo pausado y contemplar el universo como ocurra en siglos pasados. Ahora es un potente negocio, complejo, demandante y competitivo que requiere inversiones continuas y de gran escala. No se puede ser ms explcito. Nadie puede negar que nuestras crticas no disponen de base real: nos encontramos con un ataque a la universidad en su conjunto y que afecta a todos los sectores que la componen. As, tras la reforma de las titulaciones propia del proceso de Bolonia, dos son los objetivos que se propone en la
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EU2015:

reformar el sistema de gobierno de la universidad y cambiar el actual modelo de financiacin de las universidades espaolas.

La gobernanza
El documento de Gobernanza enmarcado en la EU2015 plantea remover por completo el sistema de gobierno de las universidades. Se pretende la sustitucin del actual modelo (ms o menos democrtico de la universidad), en el que la comunidad universitaria est representada en claustro y en las juntas y elige a sus correspondientes rector y decanos mediante sufragio, por un nuevo modelo piramidal de empresa. Para ello se prevee la creacin de una junta de gobierno formada por miembros externos (lase en su mayora empresas) nombradas a dedo por las autoridades gubernamentales y que tenga plenas capacidades ejecutivas. As, entre sus atribuciones se encuentra la de designar y remover al rector, que ya no tiene por qu ser un acadmico sino que ahora deber ser un mero gestor. A su vez se dotar al rector de libertad para designar y destituir a los decanos y estos a su vez a los jefes de departamento. Con ello no solo se produce una inversin del poder universitario sino que adems se produce una autntica injerencia gubernamental y empresarial en la universidad pblica. Ello destruye definitivamente el principio de autonoma universitaria. Segn este principio, el poder de la universidad recae sobre la comunidad universitaria para preservar la libertad cientfica-acadmica de posibles intromisiones interesadas. Esto representa un princi55

pio democrtico bsico que se encuentra al nivel de la libertad de expresin: la libertad de los acadmicos a realizar investigaciones segn criterios meramente acadmicos y por tanto desinteresados, al margen de cualquier influencia externa que desfigure la realidad. De la misma manera que nos parecera escandaloso que los jueces estuvieran al servicio de una determinada empresa o de un determinado gobierno, es esencial proteger la universidad y la investigacin del resto de poderes fcticos que podran doblegar su actividad. En sntesis, en lo relativo a la gobernanza de las universidades, esta reforma pretende acometerse de forma paulatina, incrementando las atribuciones de los actuales consejos sociales y dejando el papel del claustro universitario como meramente consultivo. En definitiva: la reforma de gobernanza no puede entenderse ms que como un autntico golpe de Estado en la universidad por parte de los poderes econmicos y la clase poltica dominante. Adems, esta reforma se agrava si tenemos en cuenta la aplicacin del nuevo Estatuto del Estudiante (que fue aprobado el 31/12/ 2010) por el que la representacin estudiantil se ve absolutamente mermada llegando al extremo de que el mximo rgano de representacin estudiantil est encabezado por el ministro de Educacin y cinco cargos vitalicios nombrados directamente por l.

El modelo de financiacin de las universidades


En el marco de la EU2015, ms all de los recortes progresivos en la financiacin pblica en favor de fondos
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pblicos vinculados a la inversin privada, el gobierno prev un aumento de las tasas de matrcula sin precedentes. Bajo el lema que paguen los vagos se pretende cobrar el 50% de los costes reales de una plaza en segunda matrcula y el 100% en sucesivas convocatorias. En la actualidad un estudiante paga un 15% de los costes reales de su plaza en una asignatura, con lo que en la prctica la reforma supone que su precio se triplique en segunda convocatoria y podra llegar a costar 800 en las sucesivas convocatorias. Estara muy bien que nuestros gobernantes cursaran alguna asignatura en las carreras ms exigentes (como medicina o ingeniera) donde el porcentaje de aprobados ronda el 25% y se atreviesen entonces a llamar al resto vagos. Por otra parte, el programa de becas que podra paliar esta subida de tasas se transforma en un sistema de prstamos bancarios que hipotecan el futuro de los estudiantes (becas prstamo con intereses fijos) o incluye umbrales de ingresos mnimos enormemente excluyentes. Con todo ello, evidentemente se termina definitivamente con el libre acceso a la universidad pblica. Un anlisis minucioso de EU2015 revelara otros muchos problemas que se enmarcan en esta lgica de mercantilizacin, descualificacin y precarizacin de la educacin que ya ha mostrado sus resultados con la aplicacin de la LOU, la LOGSE y el plan Bolonia. Es fundamental, adems, comprobar los efectos de este proceso en la educacin secundaria, primaria y preescolar. Pero si bien este breve artculo solo pretende ser una muestra del panorama educativo, los datos aqu expuestos s pensamos que son suficientes para demostrar la
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magnitud del ataque que sufre la Educacin en nuestro pas. Esperamos que pueda contribuir a transmitir la necesidad de articular una respuesta de la comunidad educativa en su conjunto (ya que se ve afectada en su conjunto). Por ello, hacemos un llamamiento a la lucha por defender la educacin pblica activamente. En concreto, animamos a los estudiantes a organizar asambleas que representen el punto de partida de un movimiento. El 15-M nos ha demostrado que es posible levantarnos contra los recortes sociales y la destruccin de nuestros derechos conquistados y resulta fundamental que este levantamiento tenga tambin reflejo de las reivindicaciones concretas de la comunidad educativa. La educacin no est en venta. Universidad: ni escuela de lites, ni fbrica de precarios/as.

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VII Sin miedo


RITA MAESTRE Y CARMEN ALDAMA

Adelante, adelante, ven a ver lo que es tu propia fuerza, mralo con tus ojos sin rostro y vers que no hay vas muertas, as que no es real la facilidad con que nos dan la respuesta, la proposicin de los Sin Rostro es una pregunta abierta.
Hechos Contra el Decoro La Danza de los Nadie

De lo concreto
El 7 de abril, tras muchas reuniones y asambleas previas, comenzamos. Una manifestacin de jvenes y no tanto, hartos de la precariedad, de los contratos basura, de los recortes de derechos, del cuento chino de la inevitabilidad de los ajustes; hartos de que apretarse el cinturn signifique, en la prctica, que los que ms perdemos somos los de siempre: los de abajo. La manifestacin desbord con creces las previsiones de la plataforma; el miedo, el desencanto, el malestar provocados por un presente basura y un futuro todava ms negro pueden provocar rabia e indignacin, pero tambin puede generar apata y egosmo. Esa sensacin difusa de que hagamos lo que hagamos no se puede cambiar nada: la lgica del slvese quien pueda. Si a eso le sumamos muchos aos de derrota ideolgica y de apologa del individualismo, las previsiones eran
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an peores. Pero resulta que algo estaba empezando a cambiar; resulta que poco a poco, gracias al trabajo de base, a una efectiva campaa de comunicacin y movilizacin de Juventud Sin Futuro, dirigida a los jvenes normales, a aquellos no movilizados, los que todava no saben muy bien por qu pero sienten que su derecho al presente y al futuro les est siendo robado, empezaba a dibujarse una lnea muy clara. Por un lado, entre nosotros: aquellos que sufrimos las dursimas consecuencias de una crisis que no hemos creado y que no encontramos cauces para cambiar el rumbo de las decisiones polticas de los gobiernos; y por otro lado ellos: los que se lucran, los banqueros, los especuladores, los gobernantes que han perdido su legitimidad democrtica porque no gobiernan para la ciudadana sino para los mercados. Resulta que el miedo se iba disipando, y calaba la conciencia de que ante una agresin colectiva como la que estbamos estamos sufriendo, solo caben respuestas colectivas: de todos, entre todos y para todos. Tras el primer tumulto decidimos continuar desarrollando nuestra tabla de reivindicaciones, amplindola, movindonos en las universidades, en los institutos, sealando a los culpables llenando de pegatinas los grises bancos. Al mismo tiempo, comenzamos a participar en la convocatoria de la Plataforma Democracia Real Ya que, a travs del trabajo y la discusin en la red, estaba promoviendo manifestaciones en todas las ciudades del Estado para el 15 de mayo. Mantenindonos como grupo independiente de esta, con nuestro discurso y nuestras propuestas, pero compartiendo el
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sentir general de la protesta que denunciaba (al igual que nosotros) que no es democracia un sistema en el que el ejercicio de la poltica se desarrolla por mandatos imperativos que privilegian minoras insaciables. Participando en sus asambleas organizativas en Madrid, en las asambleas ciudadanas abiertas en el parque del Retiro, debatiendo en los grupos de facebook y promoviendo la convocatoria, la hicimos tambin nuestra. El 15 de mayo recorrimos el centro de Madrid con un bloque colorido encabezado por un book block: smbolo de que nuestras luchas estn unidas con las de los estudiantes europeos, y con esto reivindicamos de nuevo que es a travs de la cultura y el conocimiento que se construyen las mejores sociedades. De nuevo desbordamos, junto a las decenas de miles de personas que ese da comenzaron a salir del letargo del desencanto y la confusin, la Plaza de Sol, y dejamos nuestra huella con una pancarta que gritaba: esta no es nuestra crisis, no estamos dispuestos a pagarla y hemos perdido el miedo a exigir un cambio en el sistema poltico y el modelo econmico.

Spanishrevolution
Y aqu empieza un captulo de la historia que est todava escribindose. Tras la masiva manifestacin, un muy numeroso grupo de personas sigui recorriendo las calles del centro, las mismas que hasta que comenz la acampada eran territorio de turistas y compradores. El objetivo era sealar a aquellos que se han lucrado a costa del sacrificio de las grandes mayoras, a aquellos
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que s que merecen (segn los gobiernos) un rescate millonario. As, cientos de ciudadanos recorrieron las calles, bloquearon el trfico, hicieron sentadas pacficas y, en definitiva, se adelantaron a lo que solo un par de das ms tarde se convertira en una prctica masiva. Al terminar esta manifestacin, tambin duramente reprimida por quienes an no entienden la consigna sin miedo, algunos cientos decidieron quedarse a dormir en la Puerta del Sol para continuar con la protesta. Ante el desalojo policial que se produjo un da ms tarde, de repente, todos a una, la ciudad de Madrid respondi con firmeza: se convoc una concentracin en el Kilmetro Cero que fue masiva, viva, rica, y que bajo el histrico grito, no nos movern, decidi mantener la acampada y convocar concentraciones todos los das a la misma hora. Y, ahora, ante nuestros ojos, tenemos un espectculo que nunca habramos podido imaginar: la Puerta de Sol tomada, durante una semana hasta la fecha por sus ciudadanos. Un campamento auto-organizado por miles y miles de personas, en el que la gente duerme, come, vive. Las labores en la acampada se realizan a travs de distintas comisiones que organizan la convivencia diaria, y tambin en grupos de trabajo que discuten en asambleas pblicas de cientos de personas varios ejes temticos y que tratan de articular una serie de exigencias y reivindicaciones a los poderes polticos y econmicos. No es este el lugar para enumerar ni las tareas concretas a las que miles de personas dedican sus horas para mantener la acampada, ni las cuestiones discutidas en los ejes de propuestas polticas. Pero s creemos necesarios dos
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apuntes al respecto. En primer lugar, que la acampada en Sol desmiente un pilar fundamental de la ideologa dominante: que el ser humano es egosta por naturaleza, que cada uno mira por sus propios intereses y solo acta si en el clculo coste-beneficio sale ganando. Poco ganan, aparentemente, los chavales que cada media hora, incluyendo las madrugadas, recogen la basura provocada por miles de manifestantes y barren el suelo de la plaza para que la acampada siga siendo un lugar agradable e higinico. Pero s ganan: porque han comprendido, o estn en proceso de comprender, que la cooperacin, la solidaridad, el espritu colectivo, no solo son ms satisfactorios que el individualismo y el miedo al otro, sino que adems son las nicas herramientas que han provocado el progreso en la historia de la humanidad. En segundo lugar, la dimensin de reapropiacin colectiva del espacio comn. En una ciudad hostil como la nuestra, tras aos de destruccin del tejido asociativo de los barrios y la privatizacin de los espacios comunes, es un hecho histrico que miles de ciudadanos hayan decidido desobedecer la ley que les prohbe tanto concentrarse como acampar en la Comuna de Sol y hayan convertido las plazas y las calles en lugares de discusin pblica y abierta. Y es que la poltica en la calle es la mejor poltica: cuando los ciudadanos recuperan el centro de la ciudad escaparate, cuando todos perdemos el miedo por encima de las contradicciones, cuando las paredes se llenan de ideas, de poemas, de consignas. Madrid rebelde, Madrid hermosa, Madrid sin miedo.
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a lo abstracto
El poder, como la relacin vertical que se establece entre dominantes y dominados, es antagnico respecto al poder establecido como la relacin horizontal que se deriva del actuar concertadamente. Y la poltica es expresin misma de la lucha por el poder. La degradacin de lo que la palabra poltica significa o el adoctrinamiento bajo valores individualistas nos impiden ser conscientes de las herramientas que podran cuestionar nuestra condicin de subordinados. Nos ensean a temer al otro para que, desconfiando de todos menos de uno mismo, no podamos descubrir y generar una identidad compartida. Desvirtuando las palabras, nos hablan de un sentido comn que es, en realidad, voluntad de una minora privilegiada. Y su miedo a que este se convierta en nuestro buen sentir, producto de una construccin colectiva que solo puede ser integradora, se esconde tras el monopolio de las mltiples expresiones de una violencia legitimada. El colectivo desobediente es, hasta la explosin de participacin, una anomala y su manifestacin es molesta para la poltica institucionalizada. La organizacin y el aprendizaje de nuevas formas de socializacin son el caldo de cultivo del poder popular. La recuperacin de los espacios comunes como ncleos de produccin de pensamiento crtico, el reclamar las calles en voz alta o la construccin de un nosotros innovador genera, cuando se extiende, la materializacin de este contrapoder. La movilizacin encauza, de esta forma, los objetivos mnimos de consenso que se intensifican con el
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zarandeo intenso de la rabia colectiva. Pero esta vez, ya producido el primer tumulto, el movimiento decide perpetuarse y romper con la apata de toda una generacin y, as, entonar cnticos de lo posible. Los pocos e inslitos indignados son ahora cientos, miles. Los que fuimos constantemente silenciados, ahora somos legitimados por la cuanta. Los nuevos transentes son los nuestros; y esta expresin quiere poner especial nfasis en la acepcin de pertenencia que el posesivo conlleva: son los nuestros porque les pertenecemos; son los nuestros porque rezuman aquella voluntad de cambio que hasta ahora ha dado sentido a nuestra apuesta poltica. El reproche social, como punto cardinal de un potencial discurso contrahegemnico, no puede ser dispersado por la coercin implcita al Estado; y el miedo ante lo inevitable no lo tenemos ya los dominados, sino que se convierte repentinamente en caracterstico de los dominantes que, despus de haberse acostumbrado a ejercer la poltica del absurdo, se miran atnitos y eluden valorar nuestra respuesta colectiva. En la Plaza, las prcticas cotidianas de los activistas se universalizan. La individualidad impuesta se difumina para convertirse en pertenencia colectiva. Dotarnos de voz nos exige aprender a escuchar, haciendo que tomemos conciencia de la apariencia del Otro. Las palabras y sus significados se redefinen. Aprendemos que el consenso se deriva de la capacidad de ceder, integrando las mltiples y variadas opiniones. El desarrollo progresivo de la toma de conciencia compartida se hace, as, cada vez ms slido y resistente.
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Nuestra generacin encarna la valenta de no subordinarse a las limitaciones impuestas ni al relato de las necesidades ilimitadas que han hecho, hasta ahora, que nos distanciemos y nos alienemos del Otro. Construyendo nos dotamos de un tejido asambleario que clama por ser parte vinculante de las decisiones para que, as, el poder constituido se entregue al poder constituyente. Desobedientes, damos origen a un nuevo tiempo que invade la Plaza. Hacer poltica se materializa en vivir la poltica, y hacer de ella una prctica participativa y comunitarista, a veces dulce, emocionante o incluso doliente. Sol se convierte en alegora y silueta de una microciudad que debe desahogarse mediante la ocupacin real de la metrpoli en su totalidad. La organizacin colectiva debe emigrar del smbolo a la personificacin para invadir los espacios que habitamos cotidianamente, hacindonos voceros de lo que podra ser un proceso de ruptura.

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Una juventud sin futuro pero con estilo


IIGO ERREJN

VIII Algo habrn hecho bien.

El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.
ANTONIO GRAMSCI

La iniciativa Juventud Sin Futuro tuvo su primera aparicin pblica el jueves 7 de abril de 2011 en Madrid, en una manifestacin que reuni a ms de 6.000 personas, y que encontr un gran eco meditico y atencin en las redes sociales. Al mismo tiempo, constituye un punto de referencia obligada en el comienzo de la escalada de crecimiento cuantitativo y cualitativo de las protestas contra la crisis y, finalmente, de impugnacin de las lites poltico-econmicas. El 15 de mayo, tras la manifestacin de Democracia Real Ya en la que particip Juventud Sin Futuro, se abri un masivo movimiento de autonoma popular que acamp en la Puerta del Sol y se extendi por las plazas de todo el Estado, desobedeciendo las prohibiciones de la Junta Electoral Central. Especialmente lo que muchos analistas han denominado la comuna de Sol constituye el catalizador de un movimiento que excede con mucho los objetivos de esta reflexin, y que est en marcha al momento de escribir estas lneas, con la imprevisibilidad y el vigor tpicos de los tiempos de aceleracin histrica. En el
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estilo discursivo se aprecian, no obstante, importantes similitudes con el de Juventud Sin Futuro, que no sern glosadas pero que pueden sustentar la hiptesis central del texto. El movimiento en marcha no solo es una expresin de la indignacin generalizada. La iniciativa Juventud Sin Futuro es una iniciativa que ofreci un modo concreto de articularla polticamente, que recibi un espaldarazo en su capacidad de introducir en la agenda cuestiones como la precariedad, la dificultad del acceso al derecho a la vivienda, o los recortes en sanidad y educacin antes vividas como naturales y ahora politizadas en el sentido de vividas como un problema con responsables, vctimas y una solucin potencial que pasa por la movilizacin. La crisis y su gestin poltica han brindado sobrados ejemplos de que la acumulacin de razones objetivas para la indignacin no basta por s sola, para generar movilizacin poltica con capacidad de masas. El anlisis del discurso de Juventud Sin Futuro puede ofrecer algunos elementos que ayuden a explicar las razones de su relativo xito: qu hicieron bien para salir de los crculos habituales de contestacin poltica e irrumpir en la agenda pblica, con una alta legitimidad y fuerza para contestar la representacin dominante sobre la crisis y sus damnificados. Estas conclusiones son altamente relevantes para la prctica de la poltica transformadora.

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El contexto poltico: el sentido comn de la resignacin


El paquete de contrarreformas adoptadas por el gobierno del PSOE desde mediados de la segunda legislatura de Rodrguez Zapatero para hacer frente a la crisis econmica apunta claramente a una socializacin de los costes entre las clases subalternas, que menos disfrutaron de los aos de bonanza econmica. En ese sentido, supone un programa de redistribucin regresiva de la renta y una agudizacin de una redefinicin del pacto social en beneficio de los ms ricos. Por otra parte, la invocacin de las necesidades de los mercados como causa objetiva que justifica a los gobernantes de la Unin Europea para incumplir los compromisos electorales adquiridos apunta a una redefinicin del contrato poltico. Adems de una expresin de la erosin de la soberana popular, modifica la naturaleza misma de la representacin democrtica, devalundola y preparando las condiciones para su crisis. Si bien esta posicin de los estados no constituye una novedad, s lo es, en cambio, que se normalice la invocacin de los mercados en el debate pblico para evitar la rendicin de cuentas de los gobernantes y, eventualmente, suspender la posibilidad de discutir sus polticas. En el Estado espaol, las contrarreformas han estado hasta ahora blindadas por un consenso entre los dos principales partidos polticos, la aquiescencia ms o menos forzada de los sindicatos mayoritarios y la convergencia de la mayor parte de expertos, analistas y
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acadmicos. Esta operacin, que Slavoj iek describira como pospoltica, ha naturalizado la gestin y la esencia misma de la gestin poltica de la crisis, precisamente despolitizndola. As, los motivos, las condiciones y los intereses favorecidos por los recortes quedaban fuera de la discusin poltica, que se reduca a quin y cundo interpretaba el que, a grandes rasgos, era el mismo guin. Todo el ruido en torno al cmo ha contribuido a suspender el qu y por qu por encima de la discusin poltica, hurtndoselo as a la voluntad popular. De esta forma, se obtiene as un consenso pasivo que acepta las medidas de ajuste como decisiones tcnicas sin alternativas viables, en medio de un clima de cinismo individual, fragmentacin y erosin de las identidades colectivas subalternas. Estamos ante el corazn de la hegemona neoliberal. El acuerdo PSOE-PP y el pacto firmado por la Patronal, el gobierno y las principales centrales sindicales constituyen los puntales de una maniobra poltica que alinea el campo poltico generando una gran mayora de orden y forzando a los sectores sociales ms golpeados por las contrarreformas a la resignacin o el aislamiento. De alguna forma es heredero y contina los pactos fundantes de la Transicin. El bloque dominante ha sido capaz as, en un contexto de erosin de los derechos adquiridos y a pesar de dejar un nmero creciente de demandas insatisfechas, de mantener el consenso sin aumentar apenas el nivel de coercin. Esta operacin poltica, fundamental para explicar la estabilidad poltica en medio de las turbulencias econmicas, se le ha escapado a la izquierda economicista para la que no
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cuadraban las cuentas: el empeoramiento de las condiciones de vida no se traduca, contra sus pronsticos, en una mayor agitacin social.

La capacidad de interpelacin de Juventud Sin Futuro


La manifestacin del jueves 7 de abril sugiri una posibilidad de erosin de este escenario. Las minoras ms conscientes y activas de los colectivos de facultad de las universidades pblicas madrileas fueron capaces de organizar una manifestacin que lejos de sucederse como una protesta ms, estuvo caracterizada por la enorme atencin meditica, una asistencia proporcionalmente muy superior a los recursos disponibles para la convocatoria, y el ambiente general de ilusin y euforia, de algo que comienza. La marcha estuvo atravesada por consignas, pintadas, levantadas en pancartas y carteles, y gritadas, que cuestionaban la naturaleza democrtica del orden actual, denunciaban la condena de toda una generacin a la precariedad y manifestaban el alejamiento creciente de la juventud de la representacin poltica y la confianza en las lites econmicas y polticas, identificadas crecientemente como una casta cuyas diferencias internas eran mucho menores que sus semejanzas y convergencias de fondo. Qu propici, en un contexto de desmovilizacin y cultura poltica de la apata, tal movilizacin? La causa quizs haya que buscarla en el discurso de la plataforma Juventud Sin Futuro. La manifestacin no convocaba a sujetos polticos ya constituidos. L@s precari@s
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no existen hoy en el Estado espaol como identidad poltica. La convocatoria, por esa misma razn, iba orientada a constituir este sujeto: la descripcin de las promesas insatisfechas para toda una generacin tena como objetivo seleccionar determinados elementos de lo social, inscribirlos en un discurso comn y agruparlos tras un nombre: la Juventud Sin Futuro. En la medida en que interpelaba a sujetos no representados como tales por los partidos y los sindicatos jvenes a los que se habla como consumidores o votantes, pero no en tanto que precarios o que generacin echada a perder construa y movilizaba una identidad poltica no integrada en el pacto de la salida regresiva a la crisis. Por eso poda impugnar, desde fuera, el escenario poltico de los recortes sociales y la precariedad. La movilizacin, de esta forma, podra funcionar como el punto de partida para una concatenacin de insatisfacciones, de demandas sociales que no solo no son solucionadas por las instituciones, sino que ni siquiera encuentran representacin en un escenario poltico considerablemente cerrado. Esta maniobra podra ser capaz de contraponer, al consenso de los de arriba, la desafeccin de los de abajo. Tal polarizacin solo puede beneficiar a quienes aspiran a transformar el orden poltico existente. Que la movilizacin, adems, haya encontrado un considerable eco meditico debe ser entendido como una prueba de su inteligencia. La reivindicacin de una generacin que, pese a su preparacin, afronta por primera vez en muchas dcadas que su futuro va a ser peor que el de sus padres, tiene un pie en el consenso hoy
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existente y el otro en el que se desea, en el del cambio. Por una parte, la protesta se ubica en una idea que goza de mucha popularidad, y que forma parte del imaginario meritocrtico que es formalmente la narrativa del xito en el neoliberalismo: una juventud preparada, que merece progresar, ve sus posibilidades de futuro bloqueadas. Por otra parte, al denunciar este bloqueo y hacerlo desde una perspectiva generacional, facilita la identificacin de muchos jvenes con la protesta, con relativa independencia de su adscripcin ideolgica previa. Que la precariedad sea el eje central del discurso de la protesta significa que esta es identificada como problema poltico, y por tanto resultado de una situacin negativa, que tiene responsables y que puede ser transformada. De esta forma, la identidad poltica Juventud Sin Futuro se realiza necesariamente por contraposicin a las lites polticas y econmicas responsabilizadas de la privacin de futuro a la juventud. La movilizacin obtiene tanto eco, as, por la relativa vaguedad o indefinicin de los dos polos que contrapone: de un lado la juventud, un trmino que puede designar sujetos muy diferentes y que es en s misma un valor del que ningn actor poltico querra privarse. Es, en consecuencia, un significante vaco extremadamente valioso: puede significar cosas diferentes, pero apropiarse de l constituye una victoria inequvoca. En ese camino est la movilizacin que quiere asociar juventud a precariedad y, por tanto, a movilizacin. Del otro lado, en este discurso, est el sistema, los poderosos, las lites que viven bien y deparan a la siguiente generacin un futuro de precariedad.
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Atreverse a vencer
Se puede objetar que la propia indefinicin de los dos polos, aunque facilita la resonancia meditica, posibilita la disolucin o la debilidad ideolgica del discurso de esta iniciativa. Esto es cierto, pero es el riesgo habitual de las movilizaciones que apelan a identidades polticas no constituidas, y solo estas pueden alterar la correlacin de fuerzas. La vaguedad, en este caso, es el signo de la lucha por la articulacin de nuevas mayoras polticas. Ninguna movilizacin poltica tiene un contenido ideolgico ms coherente que las que son exclusivamente para militantes. El inconveniente de estas es que son una foto fija: de cada actor poltico con la fuerza de la que dispone en el momento. Esta situacin esttica, parece evidente, no es muy halagea para la izquierda rupturista, hoy extremadamente minoritaria en la mayor parte del Estado espaol. La poltica hegemnica, que no da las posiciones por ancladas y pretende articular amplios bloques de un lado y aislar al adversario, se mueve siempre entre los abismos paralelos de la recuperacin-integracin o la marginalidad-sectarismo. De un lado, interpelaciones excesivamente amplias y difusas agregan mucho, pero crean solidaridades laxas y pueden ser fcilmente integradas por el sistema poltico cuando la demanda particular sea especfica. De otro lado, narrativas ideolgicas caracterizadas por un corpus doctrinal innegociable y en absoluta exterioridad y oposicin al consenso dominante, por muy satisfactorias emocionalmente para los fieles que puedan resultar, tienen escasas posibilidades
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de cambiar la correlacin de fuerzas, y muchas de acabar en la existencia testimonial y guetizacin ritual. En un caso, la posibilidad de ser mayoritario est amenazada por la de la prdida de contenido transformador. En otra, la inmaculada radicalidad de partida est amenazada por la marginalidad y la esterilidad poltica. Ambos peligros equivalen a la inexistencia como alternativa poltica al orden existente. La virtud poltica revolucionaria consiste, entonces, en moverse como un equilibrista a travs de la cuerda, buscando en cada situacin un equilibrio siempre inestable. Nadie dijo que fuera fcil. La movilizacin Juventud Sin Futuro, con sus interpelaciones generacionales amplias, su disputa del significante juventud y su dimensin expresiva de unas frustraciones de expectativas sociales hasta ahora polticamente casi invisibles, ha gozado de muchas posibilidades de crecer exponencialmente, en formas seguramente monstruosas, desordenadas e inesperadas. Lo mismo ha ocurrido con el significante democracia, que funciona como un terreno de batalla privilegiado en la disputa poltica actual en torno al movimiento desencadenado tras la manifestacin del 15 de mayo y las acampadas en las principales plazas espaolas. Lo llaman democracia y no lo es, de manera altamente reveladora, es uno de los contenidos centrales de la protesta, destinado a impugnar la legitimidad democrtica de unas lites crecientemente identificadas como una casta con los mismos intereses y escasas diferencias internas. En esta disputa es fundamental la atencin de los medios de comunicacin que son, por desgracia quizs
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para una parte de la izquierda rupturista, el campo de batalla ideolgica principal de nuestra sociedad, all donde se juegan las interpretaciones de la realidad y las creencias de la mayora de la poblacin. La evolucin a partir de ahora de Juventud Sin Futuro no puede ser pensada ya con independencia del movimiento general de indignacin frente a la crisis y la gestin que las lites realizan de ella. Un aspecto crucial de la disputa ser, como se ha sealado, la tensin entre la amplitud de las interpelaciones, de la que deriva su capacidad de masas hegemonizando palabras-fuerza vividas como apolticas democracia, juventud, futuro, pueblo y su necesaria concrecin para cristalizar un apoyo inicialmente difuso en torno a la lucha por objetivos especficos comunes. En todo caso, cabe la posibilidad de que la iniciativa Juventud Sin Futuro se vace totalmente de contenido ideolgico por una ampliacin radical que, al llamar a todos los jvenes, no movilice a ninguno en ningn sentido poltico. Puede suceder que se desgaste por ausencia de objetivos concretos materializables que proponerle a los manifestantes, o simplemente se estrelle contra el muro de un sistema poltico estable, la falta de sujetos relevantes con los que tejer alianzas, y la actividad desmovilizadora de los aparatos ideolgicos y represivos del Estado. Estas son las opciones ms plausibles, lo cual solo demuestra la dificultad de hacer poltica rupturista en estados fuertes. La manifestacin del 7 de abril de 2011 ha podido ser el inicio de un ciclo de movilizaciones que, en su defensa de un futuro digno para la juventud y las
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mayoras sociales, se opongan a la gestin de la crisis en ofensiva contra los derechos sociales y lo pblico. Este ciclo no tiene nada de necesario, no se producir si no se construye; los contenidos ideolgicos estn lejos de estar escritos o derivarse naturalmente de ninguna pertenencia social; su resultado, por ltimo, resulta impredecible. En todo caso, y ms all de cul sea en adelante su recorrido, la iniciativa Juventud Sin Futuro ha demostrado una importante capacidad de irrupcin en la agenda pblica mayor an si se pone en relacin con los medios a disposicin de los activistas que la impulsan de resonancia en los medios de comunicacin y de interpelacin a sectores sociales diversos y hasta ahora escasamente movilizados. Ha tenido, por tanto, la virtud de sealar posibles elementos para una poltica con pretensiones radicales y mayoritarias. Algo han hecho bien, y ese algo debe ser discutido, contado, incorporado a las culturas militantes. En este artculo se ha defendido que el estilo Juventud Sin Futuro no descansa tanto en los contenidos concretos de sus reivindicaciones como en la forma de interpelar a sujetos sociales hasta hoy en los mrgenes de la discusin poltica, integrndolos en una identidad poltica ms amplia. Las razones de la desproporcin entre las capacidades de partida y el impacto pblico de Juventud Sin Futuro habra que buscarlas, entonces, en su capacidad hegemnica: para leer las condiciones sociales y, a partir de ellas, representar los intereses particulares de la juventud precaria como encarnando los de las mayoras sociales, anclndolos en trminos vividos espontneamente como positivos en el sentido comn de
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su poca. Esta forma de construccin poltica, marcada por la tensin conflicto/consenso, es la que les ha granjeado la posibilidad de aspirar a ser, al mismo tiempo, radicales y mayoritarios. Enfrentan sin duda muchas amenazas y serias dificultades, pero es que la poltica es un deporte de riesgo. Los prximos tiempos sern, claramente, decisivos. Y revueltos.

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IX Cronologa de Juventud Sin Futuro


MIGUEL BERMEJO

La juventud precaria participa en un bloque piquetero en la manifestacin del 29-S contra la reforma laboral aprobada por el gobierno. El bloque se destaca por su fuerza y combatividad junto al resto de trabajadores y trabajadoras. Entre octubre y noviembre comienzan los primeros contactos entre el movimiento juvenil precario de Madrid para la organizacin y coordinacin. Las asociaciones universitarias comienzan a potenciar el movimiento en las universidades. En enero, el sindicalismo alternativo convoca una manifestacin contra los nuevos recortes neoliberales del gobierno al sistema de pensiones con un llamamiento a iniciar una nueva huelga general. De nuevo, la juventud precaria se deja ver en primera lnea de la lucha. A comienzos de marzo, tras mltiples reuniones de debate y varias apariciones como bloque en las movilizaciones, el grupo comienza a funcionar de manera estable dndose el nombre de Juventud Sin Futuro. Como primer objetivo del grupo, se convoca a una manifestacin el 7 de abril a toda la juventud precaria e indignada contra los recortes sociales de la crisis.
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El 31de marzo, rompiendo con las lgicas acumuladas de los movimientos sociales hasta entonces, el colectivo convoca una rueda de prensa a la que los medios acuden masivamente. La relacin con la prensa comienza a ser fluida, incluidos los medios convencionales, lo que multiplica la llegada del discurso a la gente. El 3 de abril se realiza la primera accin pblica de Juventud Sin Futuro. En una accin simblica, decenas de jvenes llenan de pegatinas la oficina del Banco Santander en el campus de la universidad complutense, el ms grande del Estado. La difusin viral a travs de la red (http://www.youtube.com/watch?v=NkHh_MaHoI&feature=player_embedded) se multiplica, y llega a tener ms de 10.000 visitas en un da. En los das cercanos a la manifestacin se multiplica el efecto vrico en las redes sociales. Facebook, Twitter, YouTube echan humo con la imagen de Juventud Sin Futuro llamando a la manifestacin. La gestin de las nuevas herramientas de comunicacin se demuestra vital para la difusin. La convocatoria del 7 de abril es todo un xito y desborda las expectativas de los/as organizadores. Miles de jvenes toman las calles de Madrid al grito de sin casa, sin curro, sin pensin: Sin miedo!. En la pancarta se poda leer: esto es solo el principio... Tras la manifestacin, un grupo decide continuar con un Reclama las Calles que la polica reprime desmesuradamente, y que se salda con siete detenidos. Despus de la movilizacin, el discurso de JSF recorre las redes sociales, consiguiendo llegar cada da a ms gente.
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Juventud Sin Futuro forma parte del acto inaugural del Foro Social de Madrid el 6 de mayo y participa en un taller que es todo un xito de convocatoria. JSF se suma a la convocatoria del 15-M realizada por la plataforma Democracia Real Ya con el lema No somos mercanca en manos de polticos y banqueros. Para la difusin, el grupo llama con su propio material caracterizado por el enfoque generacional. Una vez ms, las redes sociales facilitan la socializacin del discurso con un mensaje claro: organizar la indignacin. JSF lanza modelos de camisetas como forma de autofinanciacin. En pocos das se agotan y tiene que multiplicar la tirada. Una marea amarilla comienza a invadir las calles de Madrid. La autofinanciacin result clave para la independencia del movimiento. El grupo se suma al encierro de trabajo en la Facultad de filosofa convocado por la asamblea de filosofa y filologa de la Universidad Complutense de Madrid en la semana del 9 al 13 de mayo. Juventud Sin Futuro acude para sumar en la lucha contra EU2015. El ritmo de trabajo es trepidante para la preparacin de la manifestacin. El mrcoles 11 de mayo se realiza una rueda de prensa-performance donde un grupo de Juventud Sin futuro liber de manera simblica la democracia de los mercados y los recortes antisociales que la clase poltica aplica a el pas para salir de la crisis. La performance fue realizada a las puertas de una sucursal bancaria. Miles de personas en ms de 50 ciudades del Estado se manifiestan al grito de democracia real ya. Juventud Sin Futuro acude en bloque, inundando con
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sus consigna la manifestacin. Al finalizar la marcha, se despliega una macro pancarta en la Plaza de Sol. Miles de personas intentan seguir con la manifestacin, pero son brutalmente reprimidos por la polica, que detiene a 24 personas. Un grupo de personas, tras las cargas policiales, decide acampar en la cntrica Plaza de Sol a pasar la noche. Comienzan a organizarse grupos de trabajo y comisiones para organizar el trabajo. Poco a poco comienza a sumarse gente, y la asamblea del siguiente da suma cientos de personas. Al da siguiente, a altas horas de la madrugada y mientras la gente dorma, la polica desaloja con violencia el campamento. Se produce la solidaridad con los acampados que multiplica su fuerza. Esa misma tarde, en Sol, decenas de miles de personas deciden acampar frente a la impotencia del gobierno y su polica. La fuerza del movimiento se multiplica cada da. Las acampadas ocupan las plazas de todo el Estado y se suceden las muestras de solidaridad por todo el mundo. Comienza la revuelta!

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X Editorial de JSF: SIN Miedo!

Sin Miedo! Este es el grito que mejor resume la jornada del 7 de abril, y que recoge el sentimiento de l@s miles de jvenes precari@s que el pasado jueves salimos a las calles de Madrid y de otras ciudades del Estado para reivindicar un futuro para todas y todos. Salimos a clamar bien fuerte por nuestro derecho a un trabajo digno, a una vivienda, a una pensin y a una educacin pblica no mercantilizada, en contra de la respuesta que las lites polticas y econmicas europeas han dado a la crisis, imponiendo el sacrificio de las grandes mayoras e invocando hipcritamente el inters nacional y el bienestar colectivo para el rescate de los mercados. Pretenden hacernos creer que la salida a esta crisis, originada en la desregulacin de la actividad financiera, pasa por desregular tambin el mercado de trabajo imponiendo temporalidad y desempleo al conjunto de la sociedad, recortando derechos y servicios sociales y suprimiendo, en definitiva, las posibilidades de un futuro digno. Nosotras y nosotros creemos en la democracia. La identificamos como el resultado de siglos de luchas sociales por la participacin de las mayoras en los asuntos pblicos, por el reparto equitativo de la riqueza social, por la mejora de las condiciones de trabajo,
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por el acceso garantizado a la vivienda, la educacin, y la sanidad. Representa el derecho a una vida digna para todas y todos. Pero un sistema poltico en el que la ciudadana elige gobiernos que ms tarde se ponen al servicio de los mercados no puede ser democrtico. No es democrtico que las medidas polticas se tomen en nombre de instancias impersonales, como los mercados, que no tienen cara ni nombre ni rinden cuentas ante nadie, ni tampoco es democrtico aceptar que la responsabilidad de la crisis es de todos y que, por tanto, debemos ser sensatos y aceptar los sacrificios. Sensatez y moderacin salarial, pide el ministro de Trabajo, mientras la clase poltica europea rechaza una enmienda para congelar sus dietas de parlamentarios y mientras Telefnica, pese a declarar cuantiosos beneficios, anuncia una salvaje reduccin de puestos de trabajo. Sensatez? Sensatez y responsabilidad democrtica es sealar a los culpables de la crisis y desde Juventud SIN Futuro los sealamos sin miedo: banqueros, especuladores, agencias de rating, gobiernos que gobiernan para unos pocos y que condenan a la precariedad y a la miseria a tod@s los dems. Valoramos la primera movilizacin del jueves 7 de forma muy positiva: el nmero de asistentes desbord nuestras expectativas ampliamente, dejando claro que somos muchos y muchas quienes lucharemos por nuestro futuro. El xito de la convocatoria no se mide con cifras, que algunos medios de comunicacin reducen significativamente; no se mide con l@s 13 detenid@s del grupo espontneo que, una vez desconvocada la manifestacin, sufri la desmedida actuacin policial;
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creemos, sin embargo, que el xito se mide en que estudiantes y precarias, jvenes trabajadores, investigadoras y becarios, estudiantes de instituto y de FP, parados, profesores universitarios y sociedad civil salieron a la calle, rebeldes y concienciados, y expresaron su indignacin en un ambiente reivindicativo, irrumpiendo de esta forma en la agenda poltica y meditica. Volveremos a salir a la calle y volveremos a gritar sin miedo, junto a toda la sociedad civil, porque el pasado da 7 demostramos por vez primera que somos una generacin dispuesta a recuperar el futuro que nos han quitado. Por eso nosotras y nosotros vamos a seguir organizando y extendiendo nuestras reivindicaciones y propuestas: en los barrios, en las calles, en las universidades, o en los centros de trabajo. El domingo 15 de mayo volveremos a tomar colectivamente las plazas, sumndonos a la convocatoria realizada por Democracia Real YA, para demostrar que esta crisis no vamos a pagarla, que el futuro es nuestro y vamos a recuperarlo. Hemos despertado de nuestro letargo y queremos dejar claro que la primavera, nuestra primavera, no ha hecho ms que empezar.

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XI Tabla reivindicativa
JUVENTUD SIN FUTURO

Porque queremos reapropiarnos del futuro que nos habis robado, nos dirigimos de nuevo a vosotros, clase poltica y poderes pblicos. Somos conscientes de que las medidas de salida a la crisis econmica se han caracterizado por un constante recorte de nuestros derechos as como por una socializacin de las prdidas, materializadas en la entrega a la banca de miles de millones de euros. Prdidas de los mismos que apenas han sufrido sus consecuencias aunque hayan tenido la responsabilidad de la situacin. Ante esta salida de la crisis por la derecha, nosotras y nosotros, la Juventud Sin Futuro, exigimos nuestra salida de la crisis. Por ello, las demandas que incluimos a continuacin marcan el comienzo de una larga serie de reivindicaciones que muestran que es posible no condenar a toda nuestra generacin a un futuro ms que incierto. Esta generacin que se ve abocada a la temporalidad permanente, que apenas conoce el derecho constitucional de acceso a la vivienda digna y que est condenada a las ms bajas y tardas pensiones, es capaz de demostrar que otro camino es posible.

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Vivienda
1. Alquiler social universal: exigimos un alquiler social Universal mediante la creacin de un parque pblico, conformado por las viviendas en propiedad de los grandes especuladores bancos, cajas de ahorro, inmobiliarias, constructoras, que garantice el acceso social a una vivienda digna y aproveche, de esta forma, los cerca de 4 millones de viviendas vacas en el Estado espaol. 2. Regular la dacin en pago: reivindicamos la reforma de la ley que regula la dacin en pago, de tal forma que si una familia no tiene renta para pagar su hipoteca, pueda entregar la casa al banco para que quede saldada la deuda; as la familia, adems de quedarse en la calle, no tenga que hacer frente al pago de la hipoteca durante aos.

mbito laboral
3. Control de la brecha salarial: exigimos la prohibicin de la diferenciacin salarial entre personas de sexo diferente que cumplen el mismo trabajo. Adems exigimos el control de la diferenciacin salarial a travs de la fijacin de salarios mximos y el aumento de los salarios mnimos. 4. Defensa y transformacin de los cuidados: el reparto machista del trabajo hace que el mbito de los cuidados quede delegado nicamente a la mujer. Pedimos su reconocimiento como trabajadora asalariada con el objetivo de generar espacios comunitaristas de los cuidados.
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5. Reduccin de la jornada laboral a 35 horas: exigimos la reduccin de horas semanales de trabajo sin variacin salarial como medida redistribuidora de empleo, para permitir, adems, alcanzar niveles de produccin sostenible. 6. Derogacin de la reforma laboral: identificamos en ella un claro ejemplo de cmo el inters de las minoras econmicas se mantiene con el sacrificio de las mayoras sociales, que no solo condena a toda una generacin a la precariedad, sino que incide en profundizar la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres. 7. Revisin del marco contractual vigente: con el objetivo de garantizar una mayor proteccin a los trabajadores precarios (temporales y a tiempo parcial).

Pensiones
8. Derogacin de la reforma de las pensiones: el aumento del nmero de aos necesarios de cotizacin y la consecuente prolongacin de la vida laboral supone un nuevo ataque en el que son las/os trabajadores, una vez ms, las/os que deben cargar con las consecuencias de la crisis y las medidas que se estn imponiendo para combatirla. 9. Adelanto de la edad de jubilacin: para facilitar la incorporacin al mundo laboral de las/os jvenes, que ahora encuentra grandes dificultades para acceder a un trabajo digno.

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Educacin
10. Paralizacin de recortes en educacin, e incremento del gasto pblico. Nos oponemos a toda la financiacin privada, que est condicionada a criterios ajenos a los de la propia comunidad acadmica. 11. Cese de la subida de tasas: reivindicamos la congelacin y bajada progresiva de las tasas hasta conseguir garantizar el acceso a todas las capas sociales. 12. Paralizacin de modelos de enseanza elitistas: rechazamos el nuevo bachillerato de excelencia, propuesto en la Comunidad de Madrid por el gobierno de Esperanza Aguirre, por implicar una red mayoritaria de centros degradados y sin apenas recursos frente a una minora elitizada, que agudiza la desigualdad social y elude la garanta de una educacin pblica y de calidad. 13. Exigimos un aumento considerable de plazas de FP tanto superior como medio y rechazamos la creacin de plazas de FP a distancia que supone necesariamente la realizacin de prcticas en empresas en lugar de llevar a cabo el contenido prctico en el seno de las clases, que desemboca inevitablemente en la privatizacin parcial de la FP.

Redistribucin de la riqueza
14. Quien ms tiene que ms pague: exigimos una reforma fiscal eficaz que afecte a las rentas ms altas, a beneficios de entidades financieras, grandes
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empresas, rentas del capital y las SICAV. Abogamos tambin por la recuperacin de los impuestos de sucesin, patrimonio y donacin, la modificacin de los tramos del IRPF, logrando mayor progresividad y la reduccin del IVA que al ser un impuesto directo supone una mayor carga a las rentas bajas. 15. Grabar los flujos de capitales: exigimos la creacin de un impuesto sobre los flujos de capitales que sirva para hacer frente al dficit estatal, demostrando que los recortes de los derechos bsicos no son la nica solucin. Esta medida, al igual que la supresin de parasos fiscales, requiere de voluntad poltica y un esfuerzo europeo e internacional. Esta medida implicara una verdadera lucha contra el fraude fiscal y la economa sumergida. 16. Comisin de Investigacin en el Congreso de los Diputados: exigimos la creacin y puesta en marcha de una Comisin de Investigacin en el Congreso de los Diputados, rgano capacitado legalmente para hacerlo, que identifique a los culpables de la crisis y a quienes se estn beneficiando con las medidas de austeridad impuestas, con el fin de que puedan ser juzgados y condenados. An as, no queremos limitarnos a reivindicar a los poderes pblicos, sino que pretendemos ser actores de un motor de cambio que hasta el momento parece que no va a ser abrazado por la clase dirigente. Por lo tanto, instamos a emprender la movilizacin colectiva, a reapropiarnos de los espacios, a reivindicar nuestro derecho a disentir mediante la organizacin en los lu90

gares que habitamos cotidianamente: los barrios, los institutos, las universidades, las oficinas, las calles. Nos habis quitado demasiado, ahora lo queremos todo! Tabla reivindicativa completa en: www.juventudsinfuturo.net

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XII Entrevista de Viento Sur a Juventud Sin Futuro

Cmo se os ocurri la idea de Juventud Sin Futuro? Bueno, organizaciones de estudiantes de algunas universidades de Madrid, de la Complutense, de la Autnoma y de la Carlos III nos venimos reuniendo desde hace tiempo. A principios de este curso empezamos a pensar en hacer algo que, ms all de los problemas de cada facultad, nos uniera en alguna respuesta comn. S, desde principios de curso hemos participado en diferentes manifestaciones, en la Huelga General del 29 de septiembre, tanto en piquetes como en la manifestacin bais unidos? S. Tambin hemos formado cortejos en manifestaciones, como por ejemplo en la de Parmosle los pies, mostrando que los jvenes, los estudiantes tambin estbamos en esas luchas contra el pensionazo o la reforma laboral. Os llambais ya Juventud Sin Futuro? No, todava no. En el primer cuatrimestre lo que hicimos fue bsicamente estar presentes en esas manis, que se nos viera en ellas. Todos tenamos la esperanza de que iba a haber una huelga general en enero, estbamos
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agrupando fuerzas para participar en ella. Como no se convoc esa huelga general, los sindicatos firmaron el pacto social y por otra parte tambin hubo muchas luchas en Europa con participacin de jvenes en Portugal, Islandia, Francia, etc., pensamos que tambin aqu tenamos que dar una respuesta. De vuestros lemas, el que ms me gusta es el de Juventud Sin Miedo. Prefiero llamaros sin miedo, que sin futuro. Cmo sali esto? Normalmente los manifiestos de respuesta a la crisis no tienen esa voluntad expresa de desafo. Lo de sin vivienda, sin curro y sin pensin son como un resumen de las tres primeras partes del manifiesto. Pero adems buscbamos algo que expresara la accin colectiva y el derecho a disentir Lo de sin miedo surge cuando estamos acordando los otros tres lemas. Alguien aadi: sin miedo, porque nos estamos organizando, aunque sabemos que los ataques estn siendo brutales en todo el mundo. Tratbamos de hacer un juego con los ni, ni pero no cuaj. No hubo consenso, pero creo que hubiera estado bien responder: ni estudio, ni trabajo?, pues sers t, porque yo estudio, trabajo y lucho en la calle La parte positiva del discurso que se concentra ah: vamos a recuperar nuestro futuro porque no tenemos miedo. Sin futuro nos permite plantear: quin nos ha robado el futuro? Y todas las reivindicaciones en positivo las podemos concentrar en el sin miedo. Los medios han destacado el papel de las redes sociales. Pensis que la asistencia ha estado determi93

nada sobre todo por las redes, o por la cobertura que os dieron los propios medios, o por el boca a boca? Yo creo que el catalizador de la movilizacin ha sido la indignacin. La redes sirven para que conozcas una convocatoria, para que sepas que alguien est proponiendo algo y que a lo mejor coincide con los motivos por los que t ests cansado, hastiado, y te indignas y tienes rabia. Pero sin la rabia, sin que la gente perciba, a lo mejor no en clave poltica, por desgracia no en clave poltica, que estn ocurriendo cosas que perjudican a la mayora y que a una minora de estn beneficiando esto es lo que permite que la gente se quiera mover. Tambin es verdad que las redes sociales han servido para la difusin. Y tambin ver otras cosas, que en otros pases la gente se est moviendo. Creo que el xito de la convocatoria, ms all de los medios y las redes sociales, se ha basado en la apelacin general difusa, que es a la vez una herramienta muy til, pero tambin peligrosa. Yo s que en la manifestacin haba mucha gente que le preguntas: eres de izquierda?, y te dicen: bueno; ests contra el pensionazo?; bueno. Pero no han ido a la mani de la huelga general, ni a la del pensionazo. En cambio responden a la apelacin: soy joven, me lo he currao, lo veo muy negro y percibo que hay gente que se est aprovechando de la crisis y en cambio a muchos, los que estn conmigo en esta mani, nos estn machacando. Debemos tener en cuenta que con un discurso tan amplio podemos diluirnos en la apelacin generacional. Pero a la vez, si de repente cargamos las tintas con un contenido ideolgico muy claro, se nos
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puede ir esa gente que se nos han acercado pensando: estoy perdida, no tengo futuro Hay que introducir los temas ideolgicos, polticos, por supuesto sin engaarles, pero sin rollos del tipo: el gran capital est acabando con nuestras vidas, porque entonces esa gente se va, empieza a percibir que las manifestaciones de Juventud Sin Futuro como si fueran las de la CGT, y a las de la CGT no van. Yo sobre las redes sociales soy muy pesimista. Todava no tengo facebook Es que no me acabo de creer que por darle al me gusta alguien vaya a una manifestacin. Para m ha sido fundamental la cobertura meditica y nuestro propio discurso en esa cobertura meditica. No le quito importancia a la rabia, pero si hubiramos hecho un discurso muy de la contradiccin capitalista, ni cobertura meditica, ni nada. Pero hemos dado un discurso que a alguna gente le ha parecido mal (parece que sois conservadores, nos han llegado a decir) pero ha sido un discurso de gente normal, muy cercano que la gente poda pensar es que yo estoy igual, o mi hijo est igual, o mi nieto igual Muy cercano y muy de sentido comn. Si en la manifestacin tanta gente gritaba nuestro grito tpico: anticapitalistas!,que hemos gritado en manis mucho ms pequeas, era por eso, porque conectaba con las reacciones naturales de la gente que piensa que nos estn desmontando el Estado del bienestar. Ahora ser anticapitalista pasa por defender conquistas sociales y as conectamos con mucha gente Hay una cosa que me preocupa bastante. Recuerdo la experiencia de otras iniciativas que empeza95

ron con mucha fuerza, lograron un reconocimiento, pero con el tiempo, cuando empezaron a pasar las reivindicaciones de rechazo a las propuestas en positivo, aparecieron debates que se gestionaron mal, despus divisiones y finalmente se extinguieron. Tenis cemento suficiente para aguantar la campaa como movimiento unido? Porque creo que ah os la jugis. Ese es el problema fundamental, junto con que nos diluyamos en la nada. O sea que vayamos a un exceso de politizacin que nos haga perder gente y que nos dividamos los propios colectivos organizadores o que vayamos de manifestacin en manifestacin hasta que no quede nada. Creo que en el ncleo organizador s hay un consenso claro, con algunos problemas que no son demasiado importantes. El discurso est ya consensuado despus de varias asambleas y nos permite seguir avanzando. Ahora tenemos que buscar contenidos concretos para que la gente encuentre sentido en acudir a una manifestacin o ponerse un cartel de Juventud Sin Futuro en su habitacin. Eso es lo complicado, creo yo. Porque internamente hay muchas ganas de hacer cosas, pese a lo mal que estn los movimientos en Madrid y en todo el Estado. Y eso hace que todos cedamos mucho para llegar a acuerdos, sin tener que despojarnos de los planteamientos polticos de cada uno. Y de hecho nos est saliendo bien. Por ahora creo que no hay riesgos de que nos dividamos, no? Es verdad que pasar del discurso en negativo al discurso en positivo tiene riesgos. Eso pas con las movilizaciones por Bolonia, por poner un ejemplo fcil. En el no a Bolonia estaba todo el mundo. Cuando pasamos a plantearnos: qu universidad queremos?
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ah surgieron los roces. Qu hemos aprendido para lo de ahora? Pues hemos empezado con un no ms concreto y nos hemos sentado en la mesa para ponernos de acuerdo, buscando propuestas concretas para no quemar el movimiento en el no. Tenemos que buscar consensos cuidando de que las confianzas que se han labrado no se destruyan. Nos tiramos dos aos con el no a Bolonia y en cambio ahora, en la primera asamblea que hemos hecho despus de la mani, ya hemos empezado a buscar propuestas concretas. Tambin tenemos que saber que esto es fundamentalmente una movilizacin estudiantil. Hay que dar el paso a otros sectores juveniles, pero tambin apelar a la sociedad, porque a esto que planteamos tena que venir todo el mundo. Esa es la ilusin que tengo para la prxima manifestacin. Nosotros no tenemos capacidad de ir a cada barrio, pero ojal que gente en los barrios lea el manifiesto y lo haga suyo. Tenemos que apoyarnos en la crisis, identificar a sus responsables. La crisis genera un malestar difuso que puede hacer que gente diga: no se puede hacer nada, paso pero si hay una pequea herramienta que conecte con la gente que piensa: yo no he provocado esta crisis, no s por qu me la tengo que comer, aqu hay algo que falla eso puede llevar a que mucha gente encuentre en esa herramienta el modo de expresin de ese malestar difuso que nosotros tenemos que convertir en una indignacin ms activa, ms crtica. Es un camino complicado, al politizarlo podemos equivocarnos, pero ese es el camino que hay que seguir.
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Biografa de los autores

El contenido de esta obra, lejos de ser reflejo de la reflexin individual de sus autoras, es producto de la reflexin colectiva que se ha dado, y se sigue dando, en el seno de Juventud Sin Futuro; reflexin colectiva que cuenta con las aportaciones de todas nosotras y no puede ser atribuida a un nico individuo. Santiago Alba Rico. Escritor y filsofo. Lucia Alba. Estudiante de Filosofa de la UCM, miembro de la asociacin La Caverna y de Juventud Sin Futuro. Isabel Serra. Estudiante de Filosofa de la UCM, miembro de la asociacin La Caverna y de Juventud Sin Futuro. Javier Menndez. Estudiante de Filosofa de la UCM, miembro de la asociacin La Caverna y de Juventud Sin Futuro. Andrea Raboso. Estudiante de Historia de la UCM, miembro de la asociacin Unin de Historiadores Progresistas y de Juventud Sin Futuro. Andrs Merino. Estudiante de Ciencias Polticas y de la Administracin, militante de la Asociacin Universitaria Contrapoder y de Juventud Sin Futuro.
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Cristina Castillo. Licenciada en Ciencias Polticas, activista social, detenida en las movilizaciones por una vivienda digna y pendiente de juicio. Luis Gimnez. Estudiante de Periodismo UC3M, miembro del colectivo Rise UP y de Juventud Sin Futuro. Pablo Padilla. Licenciado en Sociologa en la UC3M, actualmente estudiante de Antropologa en la UCM, miembro de Contrapoder y Juventud Sin Futuro. Fabio Cortese. Estudiante de Derecho de la UCM, miembro de la asociacin Universitaria de Estudiantes progresistas-Estudiantes de Izquierdas y Juventud Sin Futuro. Andrs Barragn. Estudiante de Filosofa de la UCM, miembro de la asociacin La Caverna y de Juventud Sin Futuro. Irene Crespo. Estudiante de Sociologa UC3M, miembro del colectivo feminista Mantis, del colectivo Rise UP y Juventud Sin Futuro. Eduardo Rubio. Estudiante de Filosofa de la UCM, miembro de la asociacin La Caverna y de Juventud Sin Futuro. Rita Maestre. Estudiante de Ciencias Polticas y de la Administracin, militante de la Asociacin Universitaria Contrapoder y de Juventud Sin Futuro. Carmen Aldama. Estudiante de Ciencias Polticas, militante de la Asociacin Universitaria Contrapoder y de Juventud Sin Fronteras.
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Iigo Errejn. Doctor en Ciencia Poltica e investigador en la UCM. Joseba Fernndez (coordinador). Politlogo e investigador en la UPV, activista social y escritor de diferentes obras colectivas sobre el Movimiento Estudiantil. Miguel Urbn (coordinador). Historiador, activista social, miembro de la redaccin de la revista Viento Sur y escritor de diferentes obras colectivas sobre el Movimiento Estudiantil. Miguel Bermejo. Estudiante de Ciencias Polticas y de la Administracin, militante de la Asociacin Universitaria Contrapoder y de Juventud Sin Futuro.

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