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La Urbanidad

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“Año De La Unidad, La Paz y El Desarrollo.

POLICÍA NACIONAL DEL PERÚ

ESCUELA NACIONAL DE FORMACIÓN PROFECIONAL POLICIAL


ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR PNP_PUENTE PIEDRA

Curso: etiqueta social

Docente: superior. Salvatierra flores Jenaro

Tema: la urbanidad y la importancia de la pnp

Alumno: camizan cubas Yeltsin

Sección: 23

La urbanidad

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El hecho de poseer urbanidad radica en el hecho de poseer las actitudes
necesarias para la buena convivencia en sociedad el hecho de que alguien no
las respete significa la falta de cultura de educación.

¿QUE ES LA URBANIDAD?
El concepto de urbanidad equivale a otros, como civismo, buenas maneras o
simplemente buena educación. Independientemente del término que utilicemos,
se trata de convivir en comunidad. En otras palabras, consiste en tener una
actitud considerada hacia los demás. Como regla general, los principios de
urbanidad se aprenden en el ámbito familiar y de manera complementaria en la
escuela. Quienes no adquieren tales principios son considerados individuos
groseros, impertinentes y con poca educación.
Factores que influyen en la urbanidad
Al igual que otros valores la urbanidad es responsabilidad que debe ser
respetada. En ella pueden influir diferentes elementos.
Por una parte, es necesario usar un tono de voz amable y respetuosa.
Por otra, ciertas palabras y expresiones facilitan las relaciones sociales (por
favor, gracias, buenos días, no te importa si...). Como es lógico, el tono de voz
Y las palabras empleadas deben ir acompañados de un gesto amable.

BUENOS MODALES
La vida en sociedad sería un caos si no existiesen unas normas que las
personas respetan y ponen en práctica durante la mayor parte del tiempo. Las
normas de civismo son esenciales en relación con el comportamiento social
que muestra la responsabilidad de un ser humano en el cuidado del entorno.
Por ejemplo, es un signo de civismo dejar todo limpio tras haber organizado un
picnic en un
parque. A través de estas normas de responsabilidad social, las personas sonr
esponsables en la convivencia con los vecinos, también son responsables Enel
cuidado de los espacios naturales y de los lugares públicos

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Gestos de urbanidad
Algunos gestos de civismo con los
vecinos es evitar hacer ruidos en casa por
la noche porque pueden molestar a los
demás vecinos impidiendo su descanso.
Gestos tan sencillos como saludar a los
compañeros de trabajo, ceder el paso en
la puerta a otra persona para que pase
primero, ayudar a una persona mayor a
llevar el peso de la cesta de la compra,
hacer un buen uso de los servicios públicos (por ejemplo, cuidar los libros que
se toman en préstamo en la biblioteca para devolverlos en perfecto estado),
ceder el asiento en el transporte público para que se siente una persona mayor.
Estos gestos de civismo comienzan a aprenderse en la infancia gracias a
la educación recibida por parte de los padres y a la formación recibida en
el colegio, gestos de socialización a través de los que cualquier niño
aprende a relacionarse con los demás.

Reglas de urbanidad
 No tirar basura en el espacio público.
 Cuidar el agua.
 Usar el cinturón de seguridad,
 Respetar al peatón y los señalamientos viales.
 No conducir en estado de ebriedad.
 Cuidar el mobiliario urbano.
 No pintar ni grafitear lugares públicos y privados.
 Respetar espacios reservados para personas con discapacidad. No
ejercer contra mujeres violencia sexual en el transporte y vía pública.
 No tirar chicle en el pavimento ni las calles, y
 Recoger las heces de las mascotas.

3
La importancia de la policía
El orden público que protege la policía es el que resulta de la prevención y
eliminación de las perturbaciones de la seguridad, tranquilidad, salubridad,
moralidad, ecología y ornato público. Como consecuencia de la íntima, directa
y estrecha relación que existe entre el fin y el motivo de policía, es posible
afirmar de un modo general que constituyen motivo de policía todos los hechos
que amenacen o perturben el orden público, o sea la seguridad, tranquilidad,
salubridad, moralidad, ecología y ornato públicos. Los medios de policía a
través de los cuales los funcionarios administrativos alcanzan el mantenimiento
del orden público, se clasifican en jurídicos y materiales. Los primeros son los
actos que emanan de los funcionarios a quienes la Constitución o la Ley, ha
otorgado el poder de Policía y que son capaces de crear, o una situación
jurídica general o una situación jurídica individual.

La función policial

La función policial ocupa un lugar primordial en materia de seguridad


ciudadana. Por ello, la legitimidad y eficacia de las actuaciones de estos
agentes estatales son fundamentales para promover la seguridad, la justica y
los derechos humanos en las sociedades democráticas. La cuestión policial
justifica su trascendencia actual, pues, además de ejercer una función
indispensable de la administración del Estado, es un instrumento de
intervención social que tiene un efecto en las principales formas de relación
entre el Estado y la sociedad.

Desde esta perspectiva, la investigación que se expone analiza el ejercicio y la


normatividad de la función policial, para determinar si dicha función pública
cumple con los estándares mínimos que exigen los criterios en materia de

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derechos humanos o, en su defecto, para destacar los desafíos que en la
actualidad se presentan.

La función pública atribuida a los policías tiene como principales objetivos


mantener la seguridad y el orden en lugares públicos; hacer respetar las leyes
y proteger a los ciudadanos y sus bienes de peligros y actos delictivos. En
México, la función policial se divide en tres: municipal, estatal y federal.

Las dos primeras, es decir, las policías municipal y estatal, sólo tienen carácter
preventivo. Mientras, la policía federal tiene funciones mucho más amplias,
como salvaguardar la vida, la integridad, la seguridad y los derechos de las
personas; prevenir delitos; preservar las libertades, el orden y la paz públicos,
y, adicionalmente, investigar y perseguir a los presuntos responsables de
delitos de índole federal.

La función policial es un término cuya significación está impulsada por toda una
serie de variables que incluyen políticas públicas, factores culturales y
económicos, así como la infraestructura social y gubernamental de los Estados.
Los enfoques de esta función varían en casi todos los casos, desde una policía
con alto nivel de control, hasta lo que se ha denominado como policía por
consentimiento. “El primer tipo suele ser altamente centralizado,
preferentemente reactivo y de tipo militarista. El segundo puede ser
centralizado, pero interpreta la actividad policial más bien como una respuesta
a las necesidades de la comunidad local en cuanto a la detección y resolución
de los problemas que requieren intervención policial.”

El cumplimiento de esta importante responsabilidad supone un elemento


positivo para la satisfacción de las necesidades y para la tutela de las
libertades y derechos fundamentales de la sociedad. Pero, como es natural, el
ejercicio de estas facultades presenta simultáneamente la posibilidad de graves
abusos o trasgresiones a los derechos. Es precisamente en este supuesto
donde los derechos humanos deben reubicarse en la cima de la función
policial.

La erradicación de la corrupción, el abuso del poder, el uso excesivo de la


fuerza pública, las detenciones ilegales y arbitrarias, así como los actos de
tortura son algunos de los desafíos que plantea el ejercicio de la función policial
en nuestros días. Para poder establecer líneas de acción que permitan
combatir estas malas prácticas resulta indispensable analizar la función policial
desde sus orígenes, así como desde el ámbito normativo que determina los
límites legales con los que deben actuar los elementos de seguridad.
Asimismo, se debe advertir que los aspectos culturales, económicos y políticos
de los Estados constituyen variantes por considerar en cada caso concreto.

Los orígenes etimológicos de la palabra policía devienen del griego polis, que


significa ciudad o Estado y, más concretamente, del vocablo Politeia, que se
refería a lo relativo a la Constitución de la ciudad o del ordenamiento jurídico
del Estado. Posteriormente, se trasformó al término en latín política, para
finalmente convertirse en el término que actualmente conocemos como policía.

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En el Estado absolutista, el poder se encontraba monopolizado, a través de sus
instituciones y se ejercía, incluso, de manera ilegal o arbitraria. La función
policial -es decir, el orden y la fuerza públicos-, en aquel momento, se
concentraba en las fuerzas militares, lo cual generaba una confusión entre la
función militar y la función policial. Más tarde, con la Revolución francesa, el
actuar del Estado quedó limitado al ministerio de la ley, para poner fin al
despotismo y garantizar los derechos fundamentales, a través de su
reconocimiento normativo.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue el documento


de mayor importancia en aquel momento, dado su contenido protector de
derechos y libertades fundamentales. Éste estableció en su artículo 12 que: “la
garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza
pública. Esta fuerza se instituye, por tanto, para beneficio de todos y no para la
utilidad de aquellos que la tienen a su cargo”. A través de este
pronunciamiento, por primera vez, la fuerza pública como mecanismo de
coerción y orden social, quedó claramente encaminada hacia el bien común y
el aseguramiento de la dignidad de las personas.

Es posible ubicar tantos modelos policiales como países, dado que el


desempeño de la seguridad pública se vincula directamente con la historia y
cultura de cada sociedad. Sin embargo, resalta la similitud entre las mismas.
Dentro del contexto histórico, han destacado dos grandes modelos: el
continental o francés y el anglosajón o inglés. El modelo continental o de policía
del Estado se caracterizó por ser un sistema policial constituido desde el poder
hacia el pueblo, es decir, un poder centralizado, con estructura organizativa
militarizada, alejado de la sociedad y con un mayor uso de la fuerza física. Por
su parte, el modelo inglés fue un modelo descentralizado, legitimado y cercano
a la sociedad, al cual se le atribuyó un menor empleo de la fuerza física y de la
coacción, a cambio de un mayor enfoque en la función de prevención.

Las diferentes concepciones sobre la policía se deben a que este término se


encuentra estrechamente vinculado con las características sociopolíticas y
culturales de cada sociedad. A pesar de ello, podemos encontrar definiciones
que, con sus respectivas adecuaciones, se pueden utilizar para el presente
estudio.

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, la palabra policía refiere


a un “cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la
seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas”. Por
su parte, Sotelo define a la policía como “un organismo civil armado, que tiene
a su cargo velar porque se cumplan la Constitución, las leyes y los reglamentos
que de ella emanan, protegiendo la vida humana y la propiedad, para hacer
más segura, agradable y cómoda la convivencia social”.

Delgado Mallarino ha señalado que existen diversas acepciones del término


policía, dentro de las cuales podemos destacar: a) la policía como poder; b) la
policía como función; c) la policía como servicio; d) la policía como norma,
y e) la policía como institución.

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La policía como poder se refiere a la facultad que tiene el Estado a través de
sus agentes. Normalmente se le reconoce en los textos constitucionales la
capacidad de limitar las libertades y derechos, cuando esto implique el
aseguramiento de la comunidad. La policía como función, dice el autor, se
refiere a la actividad permanente y constante, tendiente a preservar la armonía
y el orden social. La policía como servicio es una obligación a cargo del Estado,
cuyo fin es satisfacer las necesidades de seguridad y mantenimiento de la paz
y el orden público de una nación. La policía como norma es el conjunto de
prerrogativas que facultan al Estado, a través de sus agentes, para llevar a
cabo acciones con el fin de impedir que se violen las normas en perjuicio de la
comunidad social. Finalmente, este autor entiende la policía como institución al
ser un cuerpo civil, de carácter permanente y que se encuentra a cargo del
Estado, con principios, objetivos, políticas e ideologías específicas.

Desde sus orígenes, el Estado se ha relacionado con el derecho, no obstante,


éste no siempre funcionó como un límite a la actuación estatal. El Estado de
derecho, según Márquez Rábago, logró su consolidación con el triunfo del
liberalismo francés, es decir, con el agotamiento del absolutismo. Esto dio lugar
a la primera república federal (en Estados Unidos de América, en 1787) y,
posteriormente, a la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

En cualquier Estado de derecho existen mínimos que deben ser atendidos en


cuanto a la estructura y funcionamiento de los gobiernos y del poder que aquel
detenta. Uno de los principales elementos que distinguen este tipo de Estado
es que todas las actuaciones deben de estar regidas bajo el principio de
legalidad. Pero, el hecho de que una sociedad se rija de acuerdo con sus leyes
no le garantiza vivir en un verdadero Estado de derecho. Se trataría de un
término más limitado, es decir, un Estado de legitimidad. Esta idea es
precisamente la que encierra Ferrajoli cuando afirma:

Para que una norma sea válida además de vigente, no basta que haya
emanado de las formas predispuestas para su producción, sino que también es
necesario que sus contenidos sustanciales respeten los principios y los
derechos fundamentales establecidos tanto en la Constitución como en los
cuerpos normativos internacionales. Es así como a través de esta evolución
jurídica se da un nuevo significado al constitucionalismo.

El Estado de derecho va más allá de un cuerpo normativo, conlleva una


relación estrecha entre derecho, democracia y derechos humanos. Su
cumplimiento exige el imperio de la ley, pero, además, que haya diferenciación
o separación en la actuación de los poderes. Asimismo, es necesario que se dé
la fiscalización de la administración, es decir, un control jurídico y un control
político, y que se cumpla con el irrestricto respeto de los derechos y libertades
fundamentales. Así, en palabras de Elías Díaz, el Estado de derecho puede ser
entendido como “aquel en que esas regulaciones normativas se producen hoy
desde la libre participación democrática, incorporando eficazmente los
derechos fundamentales”.

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