Principios Del Derecho Procesal Desde La Perspectiva Española
Principios Del Derecho Procesal Desde La Perspectiva Española
Principios Del Derecho Procesal Desde La Perspectiva Española
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Como es bien sabido, el Código General del Proceso se aplica directamente a los
procesos civiles, comerciales, agrarios y de familia, pero también de forma supleto-
ria a todas las actuaciones judiciales que no tengan un régimen especial. Así pues,
como ocurre con nuestra Ley de Enjuiciamiento Civil (en adelante, LEC) del 2000
(art. 4), el Código conscientemente está previsto como legislación procesal común,
aplicable subsidiariamente al resto de órdenes jurisdiccionales.
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2
El conocido informe Doing Bussiness 2013 del Banco Internacional para la Recons-
trucción y el Desarrollo y del Banco Mundial toma como caso de especial interés
la experiencia colombiana, resaltando la mejora en el coste y la facilidad de hacer
negocios, pero también la debilidad institucional, pues Colombia se encuentra en el
puesto 154 respecto a la protección procesal en materia contractual, con problemas
respecto al tiempo y al costo de los procesos. Vid. http://www.doingbusiness.org/~/
media/GIAWB/Doing%20Business/Documents/Annual-Reports/English/DB13-
full-report.pdf.
3
La experiencia nos demuestra, por otro lado que lo planteado como un Código,
como un conjunto sistemático de normas informadas por los mismos principios
generales que conforman un sistema lógico, tiene una escasa permanencia en el
tiempo. No me refiero obviamente al Decreto 1736 de 2012 de 17 de agosto, por el
que se pretende razonablemente una corrección de errores, sino a la experiencia ha-
bida con otros “Códigos” como el de Procedimiento Penal en Colombia, o la propia
Ley de Enjuiciamiento Civil en España, que son sometidos a una continua pesadilla
de reformas que casan muy mal con una idea real de codificación. Debería ser
obvio que la seguridad jurídica es un principio básico también en nuestros órdenes
constitucionales, por mucho que la realidad se imponga con frecuencia y obligue a
retoques y a alteraciones, aunque no siempre justificadas ni técnicamente loables.
Es un ejemplo de ello, el radical cambio al que se sometió a nuestro proceso civil en
España con la ley 13/2009, de 3 de noviembre, de reforma de la legislación procesal
para la implantación de la nueva Oficina judicial o la ley 37/2011, de 10 de octubre,
de medidas de agilización procesal.
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1. Principios estructurales
a. Sobre la jurisdicción
Aunque nos interesan de manera central las disposiciones estrictamente
procesales del Código General de Proceso, es evidente que estas se
aplicarán en un contexto determinado de reparto del poder público, que
es el fijado en la Constitución Política de 1991, y más ampliamente, en el
bloque de constitucionalidad. El equilibrio entre la libertad y la igualdad
que debe construirse y actualizarse sin pausa en un Estado constitucional
tiene como su centro los derechos fundamentales, que como derivación
de la normatividad de la Constitución (ar. 4 C. Pol.) adquieren su primacía
reconocida en el máximo nivel (art 5 C. Pol.). Cobra su sentido pleno
desde este punto de vista la importante proclamación de la prevalencia del
derecho sustancial por encima de las exigencias procedimentales4.
En último término tales derechos tendrían escasa eficacia práctica si no
hubiera un sistema orgánico encargado de ejercitar una potestad derivada de
la soberanía que es la jurisdiccional, que se atribuye a determinados órganos
para que, cada uno de ellos, según el ámbito de competencias determinado
de manera rígida pueda ejercitar la función de juzgar y hacer ejecutar
lo juzgado ante cada una de las pretensiones que les sean válidamente
planteadas respecto, en primer lugar, a los derechos fundamentales, pero
también, en segundo lugar, respecto al resto del ordenamiento jurídico.
4
Pero no es lo mismo hablar de prevalencia sobre las exigencias procesales, sobre
todo respecto a un sistema constitucional que se ha hecho consciente del carácter
esencial –o sustancial– de numerosas garantías procesales, cuyo desconocimiento
supondrían a su vez inadmisibles vulneraciones constitucionales.
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5
DE OTTO, I., Estudios sobre el Poder Judicial, Madrid, 1989, trazó con claridad la
evolución histórico-política del principio de unidad: en primer lugar, como fina-
lidad contraria a la desigualdad que implicaba los privilegios de fuero propios del
Antiguo Régimen, pero a partir de la implantación en España del Estado liberal,
como base reforzadora de la independencia de la justicia ordinaria. A su vez destacó
la estrecha relación entre el principio de unidad jurisdiccional y el de monopolio o
exclusividad de la jurisdicción. Este último no significa sólo la atribución de la ju-
risdicción al Estado como vertiente ad extra (QUINTERO, B., y PRIETO, E., Teoría
General del Derecho Procesal, 4.ª ed., Bogotá, 2008, p. 231, o PABÓN GIRALDO,
L.D. En VVAA, Derecho Procesal Contemporáneo, Medellín, 2010, p. 141) sino que
además tiene una vertiente ad intra por la que “se niega, en cambio, el ejercicio
de jurisdicción por órganos del Estado ajenos al Poder Judicial, fundamentalmente
por órganos incardinados en la Administración (p. 161). Como resume GIMENO
SENDRA, V., Fundamentos del Derecho Procesal, Madrid, 1981, p. 85, la exclusi-
vidad de la Jurisdicción comporta al mismo tiempo “dos importantes exigencias:
de un lado, es necesario que dicha facultad de resolución de las controversias sea
encomendada a un ‘único’ cuerpo de Jueces y Magistrados; de otro, reclama también
que la función en la que aquella facultad se concretiza, la ‘cosa juzgada’ sea atribuida
‘con exclusividad a los tales miembros que integran la Jurisdicción”.
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6
La preocupación por la imparcialidad está expresada con claridad en los artículos
140 a 147 CPG, al regular los impedimentos y recusaciones.
7
Como nos explica CALVO SÁNCHEZ, M.C., “La recusación de los Jueces y Ma-
gistrados (I)”, Revista Universitaria de Derecho Procesal, 1988, núm. 1, p. 75: “La
independencia e imparcialidad aparecen como caracteres de los momentos desde
los que puede ser contemplada la Jurisdicción. La independencia alude al momento
constitucional, a la Jurisdicción como Potestad; la imparcialidad al momento pro-
cesal, a la Jurisdicción como Función”. No puedo sin embargo negar las dificultades
prácticas de estas garantías, que quedan claramente ilustradas en las páginas de
NIETO, A., El malestar de los jueces y el modelo judicial¸ Madrid, 2010, pp. 130 y
ss., cuando habla de “la independencia como retórica”.
8
En este sentido ALMAGRO NOSETE, J., Derecho Procesal Civil, (con GIMENO
SENDRA, CORTÉS DOMÍNGUEZ y MORENO CATENA), Valencia, 1986, t. I,
vol. 1, afirmaba el carácter instrumental de la independencia judicial respecto a la
imparcialidad “que es, en realidad, el fin perseguido por las garantías en que aquélla
se manifiesta” y “A imparcialidade do juiz é uma garantia de justiça para as partes.
Por isso, têm elas o direito de exigir um juiz imparcial: e o Estado, que reservou
para si o exercício da função jurisdicional, tem o correspondente dever de agir com
imparcialidade na solução das causas que lhe são submetidas”.
9
Un factor de inseguridad, sin embargo, puede ser la llamada “competencia a preven-
ción” que generan estas autoridades administrativas en el ejercicio de funcionales
jurisdiccionales (art. 24. Parágrafo primero del CGP).
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“En el plazo de seis meses a contar desde la fecha de entrada en vigor de esta ley (8
de enero de 2001), el Gobierno remitirá a las Cortes Generales un proyecto de ley
sobre jurisdicción voluntaria”.
11
Vid. FERNÁNDEZ DE BUJÁN, A., Hacia una Teoría General de la Jurisdicción
Voluntaria (I) y (II), Madrid, 2007 y 2008, y LIÉBANA ORTIZ, J.R., Fundamentos
dogmáticos de la Jurisdicción Voluntaria, Madrid, 2012, pp. 37 y ss.
12
Es importante la visión crítica de RAMOS MÉNDEZ, F., “¿Cuánta dosis de jurisdic-
ción voluntaria necesitamos?”, Justicia. Revista de Derecho Procesal, 2006, núm. 3-4,
pp. 7-25.
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13
En mi opinión el artículo 117.4 de la Constitución Española (CE) permite que los
órganos jurisdiccionales mantengan algunos casos por la relevancia de las situa-
ciones jurídicas implicadas, en virtud de la atribución constitucional de ejercer las
funciones que legalmente les sean atribuidas en garantía de cualquier derecho, pero
en la gran mayoría de los supuestos sería razonable una amplia desjudicialización,
que no debiera llevar sin embargo necesariamente una privatización que conllevara
el encarecimiento de la actividad ejercitada.
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una enumeración de doce supuestos –con una cláusula final abierta a lo que
disponga la ley– en el artículo 577 CGP.
A su vez, en los artículos 577 y siguientes, se dedica el título único de
la sección cuarta del Libro III a los procesos de jurisdicción voluntaria es-
tablecen unas normas generales y unas disposiciones especiales para tiene
supuestos distintos. La diferencia entre la compleja y anticuada regulación
procedimental española y la muy simple colombiana –que incluye remisiones
a la regulación general como respecto a los requisitos de la demanda, art. 578
CGP– es notable.
Se trata de peticiones en la que no está implicada una confrontación entre
partes, sino simplemente una actuación del respectivo juez como garantía
del derecho o de la situación jurídica implicada. Tal vez con el tiempo deba
reflexionarse también en Colombia si no se sería más oportuna para una ade-
cuada distribución de medios en la administración de justicia atribuir a los
órganos jurisdiccionales los asuntos verdaderamente complejos, en los que
hay, por lo menos en apariencia, una controversia y dejar a otros funcionarios
públicos, con las debida formación y garantías, la homologación de negocios
jurídicos o la constitución de situaciones jurídicas que en puridad no debería
ser imprescindible encargar a los jueces.
14
La expresión “medio complementario” en lugar de “medio alternativo” es defendida
por MARTÍN DIZ, F., La mediación: Sistema complementario de Administración de
Justicia¸ Madrid, 2010, y por ARMENTA DÉU, T., Sistemas procesales penales. La
justicia penal en Europa y América¸ Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 2012, pp. 152
y ss.
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15
Como recuerda PÉREZ ESCOBAR, J., Derecho constitucional colombiano, 8ª ed.,
Bogotá, 2010, p. 323: real efectividad, no sólo por ser respetados y protegidos, lo
cual es relativamente fácil de conseguir en tratándose de derechos relacionados con
la libertad, sino también para hacer efectivos los derechos de contenido económico,
social y cultural o los denominados colectivos o de grupo”.
16
Conviene recordar que el Tribunal Constitucional español relativizó el alcance del
derecho a los plazos, lo cual ha sido criticado con razón por alguna doctrina: vid. por
todos, RIBA TREPAT, C., La eficacia temporal del proceso. El juicio sin dilaciones
indebidas, Barcelona, 1997.
17
RAMÍREZ CARVAJAL, D., “La polarización entre el derecho sustancial y el derecho
procesal”, en Derecho Procesal Contemporáneo, Op. cit., p. 43, resalta, entre otras
interesantes consideraciones, que “la sentencia se convierte en el eje prioritario
de estudio en el proceso, porque en la unión entre derecho procesal y derecho
sustancial, a través de un sistema de garantías”, y citando a SENTÍS MELENDO,
recuerda que “nada hay más sustancial en la vida del Derecho que el proceso, nada
más sustancial que una sentencia”. La cita del admirado profesor español es de su
libro La prueba, Los grandes temas del derecho probatorio, Buenos Aires, 1978,
p. 19.
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Todo ello al margen de las discrepancias doctrinales y jurisprudenciales que puedan
derivarse del principio de jerarquía constitucional, alas que se refiere, entre otros
VELÁSQUEZ TURBAY, C., Derecho Constitucional, Bogotá, 3.ª Ed, 2004, pp. 63
y ss.
19
Vid. DEVIS ECHANDÍA, H., Nociones Generales de Derecho Procesal Civil, Madrid,
1966, pp. 179-185.
20
La ley española 25/1986, de 24 de diciembre, había suprimido las tasas judiciales
en nuestros procesos. Pero algunas voces se mostraron críticas con una regulación
que era en realidad inequitativa, pues la administración de justicia –salvo por lo
que se refiere a la contribución vía impositiva- costaba lo mismo a quien disponía
de miles de millones que a quien no disponía nada, cuando es evidente que tiene
su coste (Vid. CALVO SÁNCHEZ, M.C., “El coste de la justicia: especial referencia
a las costas en los procesos declarativos de la ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil”,
Cuadernos de Derecho judicial. El coste de la justicia (Dir. V. MORENO CATENA
y S. PASTOR PRIETO), núm. 15, 2001, pp. 73-120). Así, la ley 53/2002, de 30 de
diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social, recuperó en el
ámbito de la Administración de Justicia la tasa por el ejercicio de la potestad juris-
diccional, cuya regulación fue objeto de algunas modificaciones parciales (por la ley
4/2011, de 24 de marzo, o la ley 37/2011, de 10 de octubre, de medidas de agilización
procesal). Más recientemente, la polémica ha venido por la promulgación de la ley
10/2012, de 20 de noviembre, por la que se regulan determinadas tasas en el ámbito
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c. Sobre el proceso
Si, para completar el panorama nos situamos ante el proceso como instru-
mento principal que proporciona el Estado para permitir el efectivo acceso a
la justicia, sin perjuicio de la coexistencia con otras modalidades de adminis-
tración de la justicia, nos encontramos con algunos rasgos característicos que
actúan como principios estructurales, no sólo del proceso, sino de cualquier
método razonable de resolver los conflictos.
Aunque es obvio que según el cauce de que se trate, e incluso la fase en la
que nos encontremos la dosis de cada uno de los principios va a ser desigual,
sí aparece diáfano que en el proceso –y por supuesto también en el proceso
común configurado en el CGP– se asegura la aplicación como líneas maestras
de los tres principios que de inmediato vamos a tratar.
i. Legalidad
Por mucho que estemos ante un conjunto sistemático de normas aplicable en
su mayor parte a derechos e intereses privados, se refuerza en este Código
General el carácter público de la legislación procesal21. Por ello no se deja en
manos de las partes en conflicto la determinación de los actos procesales,
sino que los jueces, en sus providencias, vienen sometidos al imperio de la
ley. Por si no quedara suficientemente claro, el último inciso del artículo
7 CGP determina que “El proceso deberá adelantarse en la forma esta-
blecida en la ley”. Pero no de una ley entendida en sentido rígido, como
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Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
22
La enumeración de elementos tan heterogéneos no debería hacer olvidar que en
esencia se trata de transitar a través del debido proceso legal, y solamente al efecto
de limar las asperezas de la ley ante determinados supuestos concretos habrá que
aplicar justificadamente los criterios de flexibilización que suponen especialmente
la equidad y los principios informadores que la jurisprudencia y la doctrina se
encargan de ir descifrando. Es una manifestación más de la prioridad de las dis-
posiciones sustanciales. La costumbre por su parte tiene sentido en una sociedad
como la colombiana todavía desigual y en buena parte rural. Pero a medida que se
aumente la urbanización de la vida social y las instituciones se fortalezcan en todo el
territorio, irá perdiendo sentido la consideración de la costumbre como fuente del
Derecho procesal, a favor de una más amplia aplicación de la legalidad –todo ello,
obviamente, al margen de las consideraciones acerca del Derecho indígena, en las
que es evidente que el Derecho consuetudinario cumple y seguirá cumpliendo una
función central-
23
Vid. TARUFFO, M., La motivación de la sentencia civil, Madrid, 2011, especial-
mente las pp. 293 y ss., y ALISTE SANTOS, T., La motivación de las resoluciones
judiciales, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 2011, pp. 137 y ss.
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ii. Contradicción
No hay expresamente en el Título Preliminar del CGP ninguna mención rela-
tiva al principio de contradicción. Sí puede entenderse incluida sin dificultad
de la proclamada aplicación de las exigencias del debido proceso “a todas
las actuaciones previstas en este Código” o, por ejemplo, en el necesario
traslado al demandado del auto admisorio de la demanda o del mandamiento
ejecutivo, salvo disposición en contrario (art. 91.I CGP). Realmente es una
proclamación innecesaria la de la vigencia de la contradicción, porque su im-
plementación debe darse por supuesta no sólo en el proceso, sino en realidad
en todo método heterocompositivo de resolución de conflictos24.
24
Como nos dice VÁZQUEZ SOTELO, J.L. “Los principios del proceso civil”, Justicia,
1993, núms.. III-IV, p. 607: “El principio de contradicción alude a que el proceso
tiene una construcción dialéctica y en el debate judicial las dos partes deben ser
oídas. La expresión ‘audiencia’, de tanto abolengo entre nosotros, hace referencia
directa a esa necesidad de oír o escuchar a las dos partes en conflicto, resultando
expresión más gráfica y expresiva que la de contradicción de partes”. Por lo que
estrictamente se refiere a la actuación probatoria PARRA QUIJANO, J., Manual
de Derecho Probatorio, reimpresión de 16ª Ed, Bogotá 2008, p. 76, describe que “la
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Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
Desde luego, ningún juez puede decidir sin haber dado la oportunidad de
que los interesados en la pretensión ejercitada sean oídos, pero este enun-
ciado se aplica tal cual para los procedimientos arbitrales, y parcialmente a
aquellos otros métodos autocompositivos en los que se deja la decisión a las
partes en conflicto, como los buenos oficios, la negociación, la conciliación
o la mediación, pero cuya efectividad va a depender también de una ade-
cuada aplicación de la contradicción. Precisamente podría decirse que estos
métodos complementarios lo que hacen es profundizar en ciertos aspectos
de la contradicción a los que el proceso ha dejado bastante de lado: el acer-
camiento de posturas, la reducción de tensiones, la finalidad constructiva de
las actuaciones.
Por lo que se refiere a la aplicación de la contradicción en las actuaciones
estrictamente procesales es necesario aludir a dos cuestiones importantes en
la nueva regulación: por un lado, las previsiones en torno a las partes y los
terceros, y por otro, la introducción de un procedimiento declarativo especial
que, desde la experiencia de otros países y entre ellos España, a pesar de su
escueta regulación está llamado a cumplir un papel importante en la práctica
del derecho procesal colombiano.
En relación a las partes y los terceros, en primer lugar conviene destacar
el importante catálogo de funciones que se asignan al Ministerio Público
en el artículo 46 CGP, con la relevante disposición del parágrafo de ese
artículo, que le permite actuar en el proceso como sujeto especial “con
amplias facultades, entre ellas la de interponer recursos, emitir conceptos,
solicitar nulidades, pedir, aportar y controvertir pruebas”, y en casos de
cumplimiento de una función específica, podrá también solicitar la práctica
de medidas cautelares.
Pero más interesantes son los artículos contenidos en el Título único de
la Sección segunda del Libro I (“Sujetos del proceso”). El artículo 53 amplía
el elenco de sujetos con capacidad para ser parte, aparentemente con una
amplitud menor que la del artículo 6 de nuestra LEC de 2000, pero sustan-
cialmente no tan distinta25, y el artículo siguiente refuerza precisamente la
parte contra la cual se postula, se opone o aporta una prueba, debe conocerla, y ella
(la prueba) no se puede apreciar si no se ha celebrado con audiencia o con conoci-
miento de esa parte. Al proceso no pueden ingresar pruebas en forma subrepticia,
escondida, o a espaldas de la contraparte”.
25
En realidad las principales diferencias están en el escasamente útil apartado séptimo
del artículo 6.1. LEC, relativo a determinados grupos de consumidores y usuarios
afectados por un hecho dañoso, que en Colombia están mucho mejor regulados en
la Ley de Acciones Populares y Acciones de Grupo de 1998; en el apartado 8º, rela-
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Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
valer sus derechos ante indicios de colusión, fraude o cualquier otra situación
similar en el proceso. Se trata de una intervención de tercero interesado, a
poder hacer valer sus derechos.
Influyen, naturalmente, en la efectividad de la contradicción la adecuada
aplicación de las normas sobre notificaciones de los artículos 289 y siguientes
CGP, que establecen la necesidad de comunicar las providencias judiciales n
sólo a las partes, sino también a los “demás interesados”, con la previsión
de que ninguna providencia producirá efectos antes de haberse notificado.
Por otro lado, es necesario destacar la introducción de la técnica mo-
nitoria27 en el Derecho colombiano, en la que la estructura procedimental
se configura para la rápida obtención de un título de ejecución, partiendo
de la premisa, que confirma la estadística por lo menos en España, de que
la mayor parte de oposiciones a la demanda tienen meramente finalidades
dilatorias. De este modo lo que se hace no es eliminar el contradictorio,
pero sí posponerlo. Se empieza con la demanda a la hay que acompañar un
apoyo documental y a partir de una apreciación prima facie por el órgano
competente se dictará el requerimiento al deudor, que deberá ser notificado
personalmente. Si no comparece en el plazo establecido se dictará sentencia
y se proseguirá la ejecución en los términos ordinarios. Pero el demandado,
una vez notificado del requerimiento de pago tiene la oportunidad, bien de
pagar, bien de oponerse “con explicación de las razones por las que consi-
dera no deber en todo o en parte, para lo cual deberá aportar las pruebas en
que se sustenta su oposición…”.
La estructura es prácticamente la misma en España, aunque con el tiempo
nos hemos ido alejando un tanto de ese modelo. Seguimos con la exigencia
de un documento, que ni siquiera es necesario que esté firmado por el
deudor, pero ha desaparecido el límite cuantitativo de la deuda dineraria,
líquida, determinada vencida y exigible. Por otro lado, una modificación
importante ha sido la atribución al Secretario judicial de la apreciación de
los documentos aportados y del consiguiente requerimiento de pago. En
27
Es esta una expresión acuñada por LORCA NAVARRETE, A.M., El proceso moni-
torio regulado en la Ley de Enjuiciamiento Civil con particular referencia al proceso
monitorio en materia de propiedad horizontal, Madrid, 2000, p. 29. Son importantes
los estudios teóricos en torno a esta materia de CORREA DELCASSO, J.P., El proce-
so monitorio, Barcelona, 1998, y ya con respecto a la regulación actualmente vigente,
de GARBERÍ LLOBREGAT, J., El proceso monitorio en la Ley de Enjuiciamiento
Civil, Barcelona, 2011. Entre la doctrina colombiana son destacables los estudios de
POVEDA PERDOMO, A., Manual del Proceso Monitorio. El modelo documental
español, Bogotá, 2006 y, más recientemente, COLMENARES URIBE, C., El proceso
de la Estructura Monitoria, Cúcuta, 2011.
280
Lorenzo M. Bujosa Vadell
caso de que no estime admisible la petición dará cuenta al Juez para que
resuelva lo que corresponda. Pero se mantiene, por supuesto, la inversión
del contradictorio que es la esencia de este procedimiento28.
iii. Igualdad
La contradicción tendría escaso sentido si no viniera acompañada de
una posición equilibrada de las partes procesales. Pero, con buen criterio
decimonónico nuestros Códigos procesales civiles se han preocupado del
aseguramiento de una igualdad puramente formal, como consecuencia de la
igualdad de todas las personas ante la ley que incluso ha sido formulada por
la mejor doctrina desde la perspectiva procesal como “igualdad de armas”29,
por la que las partes deben contar con las mismas posibilidades y cargas de
alegación, prueba e impugnación, básicamente.
Pero el CGP, de manera coherente con su preocupación por la sustancia,
más que por la forma, no se limita a ese aspecto sólo aparente de igualdad,
sino que exige del juez el ejercicio de las facultades que el Código le otorga
para lograr que la igualdad de las partes sea “real”30. Eso implica una posición
activa del juez, a la que me referiré más adelante y, por tanto sería incompa-
tible con un juez meramente espectador de la lucha adversarial de las partes.
Es curiosa la incoherencia de algunos entre los postulados que sostienen para
el proceso civil y aquellos que entienden adecuados para un proceso penal,
incluso teniendo en cuenta que, por definición, en estos últimos supuestos
el predominio del interés público es de ordinario claro y manifiesto, sin que
nada de ello pueda necesariamente derivarnos hacia un juez autoritario,
imprudente e intervencionista en el peor de los sentidos.
28
Vid. CALAMANDREI, P., El procedimiento monitorio, Buenos Aires, 1953.
29
Cfr. GIMENO SENDRA, V., Fundamentos..., Op. cit., pp. 183-187.
30
Como nos dice BERZOSA FRANCOS, V., “Principios del proceso”, Justicia, 1992,
núm. III, p. 575: “La conjugación del derecho de las partes a ser oídas con la exigencia
de serlo en régimen de igualdad configura un proceso contradictorio, instrumento
idóneo de la Jurisdicción y, por ello, garantía de la correcta aplicación del ordena-
miento jurídico, o de la tutela de los derechos e intereses de los ciudadanos”.
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Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
supuestos que deberán ser tramitados por el CGP es la libertad de titular de los
derechos la que determina el modo de protegerlos.
El acceso a la justicia es una de las opciones de la autonomía de la voluntad
y, ello tiene –como tenía ya– evidentes consecuencias en cuanto al inicio, la
continuación y la terminación anticipada del proceso, como manifestación
del poder de disposición del que aparece como titular del derecho material
ejercitado31.
Así, el proceso sigue iniciándose por demanda, en la que, entre otros datos
importantes, debe figurar “lo que se pretenda, expresado con precisión y
claridad” (art. 82.4 CGP), incluso en los procesos verbales sometidos a dis-
posiciones especiales (arts. 374 y ss. CGP) y también en aquellos proceso en
los que la posición del juez es todavía más activa, por ejemplo los procesos de
alimentos. La excepción la tenemos en el artículo 91 CGP, cuando en casos
especialmente graves, se permite al juez la promoción de oficio de un pro-
ceso sobre privación, suspensión o restablecimiento de la patria potestad, o
remoción del guardador. Sin que en ningún caso ello impida la formulación de
la demanda por el interesado. La predominancia del interés público en estos
casos justifica sobradamente la excepción y la atribución de esa función tuitiva
al propio juez, sin que ello pueda contaminar necesariamente la imparcialidad
que no puede abandonar al juzgador.
Otra demostración clara de los efectos procesales del poder de disposición
de las partes son las previsiones sobre terminación anticipada del proceso: el
allanamiento a la demanda, que dará lugar a dictar sentencia de conformidad
con lo pedido (art. 98.I CGP), pero que tiene el límite de los casos de fraude,
colusión o cualquier otra situación similar, y significativamente, también los
casos en que el demandado no tenga capacidad dispositiva (art. 99.1 CGP).
También en los artículos 312 y siguientes CGP donde se regula la transacción
(“En cualquier estad del proceso podrán las partes transigir la litis. También
podrán transigir las diferencia que surjan con ocasión del cumplimiento de la
sentencia”) y el que el Código llama “desistimiento”, y que desde la perspectiva
española sería la renuncia (art. 314.II CGP: “El desistimiento implica la renun-
cia de las pretensiones de la demanda en todos aquellos casos en que la firmeza
de la sentencia absolutoria habría producido efectos de cosa juzgada…”)32.
31
No podemos olvidarnos de los clásicos: Cfr. GÓMEZ ORBANEJA., E., El ejercicio
de los derechos, Madrid, 1975. Desde otra perspectiva, GUASP DELGADO, J., La
pretensión procesal, Madrid, 1981.
32
Efectivamente, el capítulo IV (“Del poder de disposición de las partes sobre el pro-
ceso y sobre sus pretensiones”) del Título I del Libro I de la LEC española establece
en su artículo 19.1 que “Los litigantes están facultados para disponer del objeto
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del juicio y podrán renunciar, desistir del juicio, allanarse, someterse a mediación
o arbitraje y transigir sobre lo que sea objeto del mismo, excepto cuando la ley lo
prohíba o establezca limitaciones por razones de interés general o en beneficio de
tercero”. Un ejemplo claro en que esta amplia facultad de disposición se limita es el
artículo 751, situado en el título relativo a los procesos sobre capacidad, filiación,
matrimonio y menores:
“Artículo 751. Indisponibilidad del objeto del proceso
1. En los procesos a que se refiere este título no surtirán efecto la renuncia, el allana-
miento ni la transacción.
2. El desistimiento requerirá la conformidad del Ministerio Fiscal, excepto en los
casos siguientes:
1º En los procesos de declaración de prodigalidad, así como en los que se refieran a
filiación, paternidad y maternidad, siempre que no existan menores, incapacitados
o ausentes interesados en el procedimiento.
2º En los procesos de nulidad matrimonial por minoría de edad, cuando el cónyuge
que contrajo matrimonio siendo menor ejercite, después de llegar a la mayoría de
edad, la acción de nulidad.
3º En los procesos de nulidad matrimonial por error, coacción o miedo grave.
4º En los procesos de separación y divorcio.
3. No obstante lo dispuesto en los apartados anteriores, las pretensiones que se
formulen en los procesos a que se refiere este Título y que tengan por objeto mate-
rias sobre las que las partes puedan disponer libremente, según la legislación civil
aplicable, podrán ser objeto de renuncia, allanamiento, transacción o desistimiento,
conforme a lo previsto en el capítulo IV del Título I del Libro I de esta ley.”
283
Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
33
Es importante recordar que toda la información suministrada es susceptible de
constituir una infracción penal, o por lo menos disciplinaria, en caso de falsedad
conforme al artículo 86 CGP.
34
Las consecuencias de la falta de contestación o de una contestación deficiente son
materialmente drásticas, pues harán presumir ciertos los hechos susceptibles de
confesión contenidos en la demanda, salvo que la ley le atribuya otro efecto. En
cambio en el Derecho español el comportamiento pasivo del demandado no exime
al demandante de la prueba de sus afirmaciones. No se produce, pues, en LEC una
alteración en el thema probandi sólo por la rebeldía del demandado (“La declaración
de rebeldía no será considerada como allanamiento ni como admisión de los hechos
de la demanda, salvo en los casos en que la ley expresamente disponga lo contrario”.
Art. 496.2 LEC).
35
Vid. VÁZQUEZ SOTELO, J.L.,“Los principios…”, Op. cit., p. 623: “La aportación de
parte más que en argumentos dogmáticos se funda en poderosas razones de conve-
niencia práctica”.
36
Una de las excepciones podría ser el ámbito de aplicación de las acciones populares,
en las que el interés implicado, por definición trasciende la mera individualidad de
los afectados y la complejidad de los litigios justifica una posición especialmente
activa del juzgador. Pero también aquellos otros supuestos en que a pesar de estar
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Lorenzo M. Bujosa Vadell
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Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
Entre los deberes y poderes del juez, sobre los que volveremos en el
apartado siguiente, encontramos algunos que nos interesan en este punto:
el artículo 42.4 CGP establece como deber del juez el “emplear los poderes
que este Código le concede en materia de pruebas de oficio para verificar los
hechos alegados por las partes; y en el apartado cuarto del artículo 43 CGP,
dedicado a los poderes de ordenación e instrucción, entre otras muestras de
la actitud pendiente del asunto que ha configurado el legislador colombiano,
está la de “exigir a las autoridades o a los particulares la información que, no
obstante haber sido solicitada por el interesado, no le haya sido suministrada,
siempre que sea relevante para los fines del proceso”.
Más directamente nos interesas varias disposiciones ya propiamente
incluidas en el denominado “régimen probatorio”, que examinaré breve-
mente aunque en distinto orden del dispuesto en el CGP. La regla general
nos la encontramos en el artículo 169 y es de una envidiable sencillez: “Las
pruebas pueden ser decretadas a petición de parte o de oficio cuando sean
titiles para la verificación de los hechos relacionados con las alegaciones de
las partes. (…)”. Es manifiesta la diferencia con los extraños desequilibrios
de la LEC española, la cual por un lado manifiesta la aplicación generalizada
de la regla de la aportación de parte y sólo excepcionalmente en los casos
previstos en la ley se premiará la iniciativa probatoria de oficio (art. 216
LEC “Principio de justicia rogada”, con la clara excepción del art. 752.1.II
LEC, dentro del ya mencionado título sobre los procesos en materia de
capacidad, filiación, matrimonio y menores, por el que “Sin perjuicio de las
pruebas que se practiquen a instancia del Ministerio Fiscal y de las demás
partes, el tribunal podrá decretar de oficio cuantas estime pertinentes”).
Pero por otro lado, se revela como una regulación que se arrepiente de lo
que acaba de establecer, cuando al final de la audiencia previa del juicio
ordinario permite al juez insinuar a las partes que algunos hechos pueden
quedar sin probar si no proponen ciertas pruebas de cuya existencia hay
noticia en el expediente42. Lo malo de esta técnica normativa es que no evita
el peso de la tradición pasiva del juez civil español y por ello el uso de esta
42
El artículo 429.1 LEC, de manera indirecta permite esta intervención tímida del
juez: “Si no hubiese acuerdo de las partes para finalizar el litigio ni existiera confor-
midad sobre los hechos, la audiencia proseguirá para la proposición y admisión de
la prueba.
Cuando el tribunal considere que las pruebas propuestas por las partes pudieran
resultar insuficientes para el esclarecimiento de los hechos controvertidos lo pondrá
de manifiesto a las partes indicando el hecho o hechos que, a su juicio, podrían verse
afectados por la insuficiencia probatoria. Al efectuar esta manifestación, el tribunal,
ciñéndose a los elementos probatorios cuya existencia resulte de los autos, podrá
señalar también la prueba o pruebas cuya práctica considere conveniente.
286
Lorenzo M. Bujosa Vadell
En el caso a que se refiere el párrafo anterior, las partes podrán completar o modifi-
car sus proposiciones de prueba a la vista de lo manifestado por el tribunal”.
43
No es menos importante resaltar las dos normas que aparecen en el segundo párrafo
del artículo 169 CGP, por las que, por un lado, las providencias que decreten pruebas
de oficio no admiten recurso, y por otro, los gastos que impliquen su práctica serán
de cargo de las partes, por igual, sin perjuicio de lo que se resuelva sobre las costas.
Disposición esta última que entiendo susceptible de discusión y crítica.
44
Vid, RAMÍREZ CARVAJAL, D.M., La prueba de oficio. Una perspectiva para el
proceso dialógico civil, Bogotá, 2009, pp. 240-241.
45
Cfr. PEYRANO, J.W., (Dir.), Cargas probatórias dinâmicas, Buenos Aires, 2004.
287
Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
46
La decisión del juez de proceder a la distribución de la carga probatoria no se pro-
duce sin apoyos normativos que permite alejar el riesgo de decisiones arbitrarias
en este punto: “La parte se considerará en mejor posición para probar en virtud de
su cercanía con el material probatorio, por tener en su poder el objeto de prueba,
por circunstancias técnicas especiales, por haber intervenido directamente en los
hechos que dieron lugar al litigio, o por estado de indefensión o de incapacidad en
la que se encuentre la contraparte, entre otras circunstancias similares”. El ejercicio
del deber de oficio del juez en estos, por tanto, está limitado con buen criterio por el
propio legislador.
288
Lorenzo M. Bujosa Vadell
el artículo 42 CGP: debe velar por su rápida solución, presidir las audiencias,
adoptar las medidas conducentes para impedir la paralización y dilación del
proceso y procurar la mayor economía procesal; hacer efectiva la igualdad de
las partes, usando los poderes que le otorga el Código; realizar el control de
legalidad de la actuación procesal una vez agotada cada etapa del proceso.
Para ello se le otorgan una serie de poderes, entre los que nos conviene
destacar los siguientes: rechaza cualquier solicitud que sea notoriamente
improcedente o que implique una dilación manifiesta; ordenar a las partes
aclaraciones y explicaciones en torno a las posiciones y peticiones que pre-
senten; ratificar o no, por el medio más expedito posible, la autenticidad y
veracidad de las excusas que presenten las partes o sus apoderados o terceros
para justificar su inasistencia a audiencias o diligencias.
Hemos mencionado ya en un apartado anterior la necesidad de proceder
al llamamiento de oficio cuando el juez advierta simulaciones procesales que
puedan perjudicar a terceros (“colusión, fraude o cualquier otra situación
similar en el proceso”: art. 72 CGP). Además, según el artículo 132, el juez,
agotada cada etapa del proceso, debe realizar el control de legalidad para
corregir o sanear los vicios que configuren nulidades u otras irregularidades
del proceso, y conforme al artículo 137, en cualquier estado del proceso el
juez ordenará poner en conocimiento de la parte afectada las nulidades que
no hayan sido saneadas. Por su parte, el artículo 282 CGP obliga a que, en
cualquier tipo de proceso, cuando el juez halle probados los hechos que
constituyen una excepción deberá reconocerla oficiosamente en la sentencia,
salvo las de prescripción, compensación y nulidad relativa, que deberán ser
alegadas tempestivamente por el demandado47.
Como ocurrió también con la ley española, el CGP regula también los
poderes correccionales del Juez, pero con mayor amplitud, para quienes le
falten al debido respeto en el ejercicio de sus funciones o por razón de ellas; a
quien impida u obstaculice la realización de cualquier audiencia o diligencia;
a sus empleados, a los demás empleados públicos y a los particulares que
sin justa causa incumplan las órdenes que les imparta en el ejercicio de sus
funciones o demoren su ejecución; a los empleadores o representantes lega-
47
Como decía DEVIS ECHANDÍA, H., Teoría General… Op. cit., p. 280, son éstos
presupuestos materiales de las sentencia favorable al demandado. Se trata de la
exceptiones iuris o excepciones materiales propias, que necesariamente deben ser
ejercitadas o hechas valer por su titular, frente a los hechos impeditivos o extintivos
que son excepciones in via facti o excepciones impropias o simples defensas, y que
deben ser acogidos de oficio, como nos recuerda VÁZQUEZ SOTELO, J.L., Los
principios…, Op. cit., pp. 616-617.
289
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a. Oralidad
La novedad más destacada es la implementación de un procedimiento en
dos audiencias (proceso verbal) o en una sola (proceso verbal sumario), con
el trámite de alegaciones por escrito en ambos casos –con la matización que
veremos–, para que así quede fijado de modo adecuado o que se pide y los
48
Vid. SERRA DOMÍNGUEZ, M., La Ley 1/2000 sobre Enjuiciamiento Civil, Barce-
lona, 2000, y RAMOS MÉNDEZ, F., Guía para una transición ordenada a la LEC,
Barcelona, 2000.
291
Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
49
Por otro lado, conforme a la reforma operada por la Ley 4/2011, de 24 de marzo,
“en los juicios verbales en los que se reclame una cantidad que no exceda de 2000
euros, el demandante podrá formular su demanda cumplimentando unos impresos
normalizados que, a tal efecto, se hallarán a su disposición en el tribunal corres-
pondiente” (ar. 437.2 LEC). La Instrucción 1/2000, de 5 de noviembre, del Pleno del
Consejo General del Poder Judicial, aprobó el impreso normalizado a que se refiere
este artículo. Del mismo modo, el artículo 491 CGP establece que “El Consejo
Superior de la Judicatura y las autoridades administrativas que ejerzan funciones
jurisdiccionales podrán elaborar formularios para la presentación de la demanda y
su contestación, sin perjuicio de que las partes utilicen su propio formato”.
292
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50
Es muy similar el contenido de la audiencia previa del juicio ordinario español, salvo
por lo que se refiere al interrogatorio de las partes y la práctica del resto de pruebas.
En concreto el artículo 414.1. III y IV establecen: “La audiencia se llevará a cabo,
conforme a lo establecido en los artículos siguientes, para intentar un acuerdo o
transacción de las partes que ponga fin al proceso, examinar las cuestiones pro-
cesales que pudieran obstar a la prosecución de éste y a su terminación mediante
sentencia sobre su objeto, fijar con precisión dicho objeto y los extremos, de hecho y
de derecho, sobre los que exista controversia entre las partes y, en su caso, proponer
y admitir prueba.
En atención al objeto del proceso, el tribunal podrá invitar a las partes a que intenten
un acuerdo que ponga fin al proceso, en su caso a través de un procedimiento de
mediación, instándolas a que asistan a una sesión informativa”. Este último párrafo
ha sido añadido por la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y
mercantiles.
51
Como afirmaba GIMENO SENDRA, V., Fundamento…, Op. cit., p. 223, debemos
entender por proceso oral “el proceso en el que tan sólo el material procesal
aportado oralmente al juicio puede ser apreciado en la decisión judicial; o lo que
es lo mismo, el proceso es oral si los fundamentos de la decisión jurisdiccional se
constituyen mediante las alegaciones orales deducidas en el juicio; es escrito si se
toma exclusivamente con arreglo al estado de las actas”.
293
Los principios del Código General del Proceso - perspectiva española
el sentido del fallo, con una breve exposición de sus fundamentos y deberá
emitir la decisión escrita en los diez días siguientes.
En cambio el proceso verbal sumario colombiano, tal y como sucede
con el juicio verbal español, será de una única audiencia. La demanda en
principio es la misma que la del proceso verbal, por tanto escrita según las
exigencias generales (arts. 82 y ss. CGP), pero también puede presentarse
verbalmente ante el secretario, que debe extender un acta que firmará tanto
el propio secretario como el demandante. La contestación es también escrita
en principio, pero cabe el mismo procedimiento a través del secretario que
con la demanda. Las excepciones previas deben alegarse mediante recurso
de reposición contra la admisión de la demanda, lo cual supone un rasgo
más de escritura que proporciona mayor seguridad jurídica.
En la única audiencia de que consta este procedimiento el juez simple-
mente “practicará las actividades previstas en los artículos 372 y 373 de este
Código, en lo pertinente”, por tanto las mismas actuaciones que en el verbal
ordinario se prevén para la audiencia inicial y para la de instrucción y juzga-
miento. Sin embargo, destacan en el artículo 392 los rasgos de sumariedad:
se limitan las pruebas (“No podrán decretarse más de dos testimonios por
cada hecho, ni las partes podrán formular más de diez (10) preguntas a
su contraparte en los interrogatorios”), no son admisibles la reforma de la
demanda, ni la acumulación de procesos, ni los incidentes, ni el trámite de
terminación del amparo de pobreza, ni la suspensión del proceso por causa
diferente a la del común acuerdo. Medidas todas que contribuyen a reforzar
también la concentración procedimental.
En todo caso, como dispone la regla sexta del artículo 107 CGP, las
intervenciones orales no podrán ser sustituidas por escritos. En el acta
se limitará a consignar el nombre de las personas que intervinieron como
partes, apoderados, testigos y auxiliares de la justicia, la relación de do-
cumentos que se haya presentado y, en su caso, la parte resolutiva de la
sentencia. Se prohíbe además la reproducción escrita de las grabaciones de
las audiencias, aunque por razones de seguridad se dejará duplicado en el
archivo del juzgado, bajo custodia directa del secretario hasta el momento
de sentencia firme.
b. Inmediación
Como suele ocurrir en las actuaciones orales, se exige la presencia del juez.
Con buen criterio, el punto importante es esa presencia ante la práctica de
la prueba. Por eso, el artículo 6 CGP establece que “El juez deberá practicar
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52
Como establece el artículo 37 CGP: “La comisión sólo podrá conferirse para la prác-
tica de pruebas en los casos que autoriza el artículo 171, para la de otras diligencias
que deban surtirse fuera de la sede del juez de conocimiento, y para secuestro y
entrega de bienes en dicha sede, en cuanto fuere menester”. Y además se dispone
que: “La comisión podrá consistir en la solicitud, por cualquier vía expedita, de auxi-
lio a otro servidor público para que realice las diligencias necesarias que faciliten la
práctica de las pruebas por medio de videoconferencia, teleconferencia o cualquier
otro medio idóneo de comunicación simultánea”.
53
Por cuanto se refiere al Derecho español, el artículo 137.2 LEC dispone: “Las vistas
y las comparecencias que tengan por objeto oír a las partes antes de dictar una reso-
lución se celebrarán siempre ante el Juez o los Magistrados integrantes del tribunal
que conozca del asunto” y el artículo 289.2: “Será inexcusable la presencia judicial en
el interrogatorio de las partes y de testigos, en el reconocimiento de lugares, objetos
o personas, en la reproducción de palabras, sonidos, imágenes y, en su caso, cifras y
datos, así como en las explicaciones, impugnaciones, rectificaciones o ampliaciones
de los dictámenes periciales”.
295
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c. Concentración
Como consecuencia de la organización del procedimiento en audiencias, rige
el principio de concentración, en el sentido de que los actos procesales no se
deben llevar a cabo de manera dispersa ni en el espacio ni en el tiempo, sino
de modo lo más próximo posible y sin paralizaciones que puedan suponer un
inconveniente para esa finalidad, salvo razones muy justificadas54.
El artículo 5 CGP exige al juez que se programen las audiencias y diligen-
cias de manera que el objeto de cada una de ellas se cumpla sin solución de
continuidad, y además dispone que no podrá se aplazada una audiencia o
diligencia, ni ser suspendida, salvo por las razones que expresamente autori-
za el propio Código. A ello debe añadirse la disposición que obliga a que las
audiencias y diligencias judiciales iniciadas en hora hábil podrán continuarse
en horas inhábiles sin necesidad de habilitación expresa.
Por su parte recoge estas ideas la regla segunda del artículo 107 CGP, al re-
gular las audiencias y diligencias, añadiendo que el juez debe reservar tiempo
suficiente para agotar el objeto de cada audiencia o diligencia. Si no lo hace
así, incurrirá en una falta grave, y por tanto se le aplicarán las disposiciones
correspondientes del régimen disciplinario. Una previsión importante a los
efectos es la de la regla tercera del mismo artículo, por al que se limita a las
intervenciones de los sujetos procesales a veinte (20) minutos, salvo disposi-
ción en contrario. Regla que también puede tener su flexibilización cuando,
atendiendo a las condiciones del caso y garantizando la igualdad el juez, de
oficio o a instancia de parte, decida autorizar un tiempo superior.
Contribuye también a la concentración la regulación de la perentoriedad
de los términos y oportunidades procesales en el artículo 117 CGP, así como
la exigencia a que el juez cumpla estrictamente los términos señalados en el
Código para la realización de sus actos, lo cual, dicho sea de paso sería una
completa novedad en el proceso español, donde campa a sus anchas el nocivo
concepto de “plazos impropios” para los que la ley señala al órgano jurisdic-
cional. En el mismo sentido puede señalarse la limitación de la duración del
proceso del artículo 121 CGP, con la drástica y efectiva consecuencia de que
pierde automáticamente competencia el órgano jurisdiccional que incum-
pla el límite, siendo además “nula de pleno derecho la actuación posterior
que realice el juez que haya perdido competencia para emitir la respectiva
54
Como señala BERZOSA FRANCOS, V., “Principios…”, Op. cit., p. 614: “El segundo
de los criterios consecuencia de la oralidad, en la medida en que es posible hablar de
prioridades entre ellos, es el principio de concentración, que constituye, sin duda, la
principal característica exterior del proceso oral y la que tiene mayor influencia en
la brevedad de los pleitos”.
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d. Publicidad
Como nos recuerda Picó I Junoy, a partir de la doctrina jurisprudencial del
Tribunal Constitucional español, la vigencia de este derecho implica que los
juicios puedan ser conocidos más allá del círculo de las partes, pudiendo así
tener una proyección general, que no puede hacerse efectiva más que con la
asistencia del público y de los medios de comunicación, en cuanto tal pre-
sencia les permite adquirir la información en su misma fuente y trasmitirla a
cuantos por diversas razones no puedan tener directo acceso56.
Conforme a la regla quinta del artículo 107 CGP las audiencias y dili-
gencias serán públicas, salvo que el juez, por motivos justificado, considere
necesario limitar la asistencia de terceros. Se trata de ponderar, por tanto, el
derecho a un proceso público con los derechos e intereses de los implicados
en el proceso, que pueden verse afectados por la exposición pública de los
debates57.
55
En ello está implicado también el principio de celeridad que, como nos dice BER-
NAL PULIDO, C., El derecho de los derechos, Bogotá, 2005, pp. 371-372: “también
integra el derecho fundamental al debido proceso”.
56
PICÓ i JUNOY, J, Las garantías constitucionales del proceso, Barcelona, 2ª ed., 2012,
p. 139.
57
Sobre la dimensión política del principio de publicidad vid. PEDRAZ PENALVA,
E., “Notas sobe publicidad y proceso”, Constitución, Jurisdicción y Proceso, Madrid,
1990, pp. 203-226. En concreto, en la p. 206: “Hoy en día se suele hablar de publi-
cidad procesal desde el punto de vista del derecho a la inmediata percepción de las
actuaciones verificadas por y ante el Tribunal por personas que no forman parte del
mismo”.
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En España se han sucedido diversos planes de informatización que han culminado
en la ley 18/2011 de aplicación de las tecnologías de información y comunicación a
la Administración de Justicia, cuya implementación está chocando con las dificulta-
des generalizadas de la profunda crisis económica.
298