El Teatro Medieval y Teatro Moderno
El Teatro Medieval y Teatro Moderno
El Teatro Medieval y Teatro Moderno
El teatro medieval era de calle, lúdico y festivo, con tres principales tipologías:
«litúrgico», temas religiosos dentro de la Iglesia; «religioso», en forma de misterios y
pasiones; y «profano», temas no religiosos. Estaba subvencionado por la Iglesia y, más
adelante, por gremios y cofradías. Los actores eran en principio sacerdotes, pasando
más tarde a actores profesionales. Las obras fueron en primer lugar en latín, pasando a
continuación a lenguas vernáculas.
TEATRO MODERNO
En torno a 1520 a mediados del siglo XVI, y manteniéndose hasta el siglo XIX, surgió en
el norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto,
predominando la mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín,
Colombina, Pulcinella (llamado en Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc.
Como principales dramaturgos destacaron Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino,
Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de Rojas, con su gran obra La
Celestina (1499).
Como género, mezcla elementos del teatro literario del Renacimiento italiano con
tradiciones carnavalescas (máscaras y vestuario), recursos mímicos y pequeñas
habilidades acrobáticas. Su aparición es contemporánea de la profesionalización de los
actores y la creación de compañías estables. Los argumentos más típicos, tramas muy
sencillas, suelen relatar las aventuras y vicisitudes de una pareja de enamorados (por
ejemplo Florindo e Isabella) ante la oposición familiar (Pantaleone o Il Dottore) o tipos
del entorno social como Il Capitano. Las intrigas, mimos y acrobacias corren a cargo de
los «zanni» ('criados'), que encarnan personajes tipo como Arlequín y su novia
Colombina, el astuto Brighella, el torpe Polichinela o el rústico Truffaldino.1
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Muchas de las claves de la «comedia del arte» fueron usadas por maestros clásicos
como Shakespeare, Lope de Vega o Molière. Tras su desaparición en el siglo XIX, tuvo
continuidad en géneros como la pantomima, el melodrama de estereotipos y la
vertiente teatral de los payasos. A finales del siglo XX se reconocía en claves esenciales
del teatro independiente, el cine burlesco y, como modelo didáctico, en la ideología de
un teatro completo (basado en el actor y el colectivo), recuperador del poder del gesto
y la improvisación, como se percibe en la obra de Meyerhold, Jacques Copeau, Jean-
Louis Barrault y, en especial, de Dario Fo
La comedia del arte, bien por razones político-religiosas, bien por su raíz ambulante,
no tardó en propagarse no solo por toda Italia sino por buena parte de Europa. Del
Reino de Nápoles saltó a la península ibérica y, cruzando los Alpes, se extendió por
toda Francia, llegando algunas compañías hasta el imperio austríaco, Alemania,
Inglaterra y, ya en el siglo XVIII, a Rusia.
Además de estos, hay otros elementos que definen el género y surgen de de la propia
vitalidad del teatro de la época. Uno de los rasgos fundamentales es el hecho de que
los actores empezaran a agruparse en torno a compañías, haciendo de su trabajo una
profesión estable.
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engaños. La necesidad de realizar giras y que en cada lugar el público deseara ver
distintos espectáculos obligaba a memorizar más los argumentos que los diálogos, los
cuales irían surgiendo del ingenio del actor.
TÉCNICA Y ESTRUCTURA
A pesar del carácter improvisado del género existía un orden determinado. Las
compañías tenían una especie de director de escena que creaba un sistema de
ejecución que venía fielmente reflejado en un libreto, situado al fondo del escenario.
Este director (concertadore, o corago, o capocomico) era también uno de los
intérpretes, generalmente el principal. Al comienzo de la representación explicaba el
argumento. Tras este prólogo, se desarrollaba la trama, generalmente en tres actos,
con sus intermedios, llenos de música, danza, acrobacias, canciones, mimo...
A grandes rasgos, la commedia dell´arte, está compuesta por una intriga que se enreda
y se desenreda sucesivamente. Las obras se basaban en un canovaccio, que da origen a
espectáculos sumamente irregulares, con momentos donde prima la palabra, o
momentos donde lo hace la canción y el baile.
Sale a escena un rico veneciano y alaba las alegrías del amor. Recibe una carta que le
arranca momentáneamente del lado de la hermosa cortesana. Pantalón y su criado
Zanni cortejan a la abandonada. Un noble español aparece como el rival más
privilegiado. Escenas de confusiones y palizas, serenatas mal dirigidas, batallas
quijotescas se atropellan entre sí. Al final hay una pacífica reconciliación, y actores y
espectadores se unen en un baile italiano.
Toman del clasicismo el eje principal: el amor, que engarza cualquier historia, pero
participan también de todos los géneros dramáticos: desde la tragedia a la simple
comedia, pasando por la tragicomedia y la comedia pastoril. Con una clara
desconexión con el realismo, al que se acude tan sólo para señalar circunstancias de la
actualidad.
Las compañías estaban formadas por unos diez o doce actores. Estos disponían de un
amplio margen para la improvisación, pero también estudiaban sus trabajos con todo
rigor, ejercitándose en todas y cada una de las artes que debían manejar. Existía la
tradición de pasar de padres a hijos, o maestros a discípulos, los papeles de Arlequín,
Brighella o Pantalón y los representaban de por vida, de aquí que la edad del personaje
adquiera la del actor. Las máscaras forman parte del actor y del personaje.
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En España
Cómicos ambulantes, una alegoría de Francisco de Goya pintada en 1793. Museo del
Prado.
Ya en 1538 se registra en Sevilla la visita del Mutio, compañía en la que pudo trabajar
un joven Lope de Rueda.9
En Francia
Con obras que se hicieron tan populares como Gargantua y Pantagruel,13 los franceses
ya habían dejado patente su gusto por la farsa y la sátira, continuando la tradición de
la literatura goliardesca sobre héroes del ámbito carnavalesco tan característicos de la
comedia del arte que en Francia se etiquetó el género como teatro de feria («Théâtre
de la Foire»). La presencia en 1571 de la compañía de «Zan Ganassa» actuando en la
corte del rey Carlos IX da una idea del arraigo que la comedia italiana tenía ya en la
segunda mitad del siglo XVI en Francia, donde la «Comédie à l'Impromptu» llegaría a
alcanzar una personalidad propia.
Variantes galas
Hay que considerar que un fenómeno teatral que duró más de tres siglos y que se
desarrolló con personalidad propia en varios países, no puede describirse con claves
absolutas y concretas... La máscara, por ejemplo, es un elemento característico de la
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comedia del arte, pero hay abundantes ejemplos y fuentes que demuestran que no
siempre se usó. El mismo criterio habrá que aplicar a las siguientes diez claves:
Personajes fijos.
Improvisación
Creación colectiva
Disfraces y travestismos.
Un entremés es una pieza u obra teatral cómica en un acto, escrita en verso o prosa,
que se solía representar entre la primera y la segunda jornada de las comedias del
teatro clásico español, y que fue creada por el autor Lope de Rueda fue uno de los
primeros actores profesionales españoles. Además, fue un dramaturgo de gran
versatilidad que escribió comedias, farsas y pasos (o entremeses). Se le considera el
precursor del Siglo de Oro del teatro en España. (1554-1681)
Eran habituales personajes (o, mejor que personajes, tipos) del entremés el bobo o
simple, malicioso aunque suele ser víctima de los engaños ajenos, y que en el
entremés ejerce muchas veces el papel de alcalde de pueblo o criado; entre los cargos
p:úblicos, los alguaciles, caricaturizados por sus sordos oídos y ciegos ojos ante la
gente del hampa que los soborna; los alcaldes rurales, caracterizados por su palurdez y
paletez y muchas veces identificado con el bobo e incluso con un actor cómico
característico, el gran Juan Rana; la milicia ofrecía los tipos del soldado pobre sin oficio
y huésped triste de los figones, rival en amores del sacristán y casi siempre desairado
en ellos; la milicia era también criticada, porque a ella iban a parar los segundones y
aquellos que, por no poderse adaptar al método y rigor del trabajo manual, buscaban
mejor manera de ganarse su sustento, o también aquellos que huían de cumplir algún
castigo o condena; muchos de ellos volvían al cabo de años cargados de heridas,
presunción y vanagloria y se incorporaban a la sociedad organizada sin hallar hueco a
su talante aventurero, terminando muchos de ellos como fanfarrones, camorristas o
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gorrones. El opuesto al soldado y su rival era el sacristán, que tenía más posibilidades
económicas que él y más aceptado por las mujeres; tras el bobo, es el personaje más
frecuente.
Los pajes entremesiles suscitan la risa con su hambre y glotonería sempiterna y con sus
embustes y burlas; son muchachos de ingenua torpeza y aguda picardía.
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Los hombres aparecen con una impronta de profesión u oficio, pero a veces también
con un rasgo de carácter dominante: avaros, gorrones, casamenteros o valientes o
bravucones que se confunden ya en el XVIII con el militar mismo y se arrugan siempre
cuando llega el momento de demostrarlo; son como el guapo de la obra y los
romances vulgares. En cuanto al hidalgo es de menguado buen trato en el entremés,
como lo fuera en la novela picaresca: pobre en el fondo, fanfarroneando opulencia,
digno de conmiseración más que de risa, y víctima de un concepto decadente y
deformado de lo que había sido una gloriosa clase social; a fines del XVII y en el siglo
xviii d. C. desaparece y es sustituido por el vizconde, que heredó todo lo que de
ridículo se había echado encima al pobre hidalgo y responde a un contacto menos vivo
con la realidad social.
En la corte se mezclaban además genes de todo pelaje y la más diversa condición: los
franceses eran frecuentes en los oficios de caldereros, amoladores, buhoneros y
castradores; los flamencos eran más raros; los indianos eran siempre ricos inocentes,
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caballos blancos que desplumar y siempre avaros; los portugueses, sin apenas
variantes, siempre enamorados y enamoradizos, bravucones, parlanchines, altaneros y
dados a cantar; los negros seseantes y de lenguaje tenebroso salen casi siempre,
cuando no son personajes, en los bailes, danzas y coplas; los gallegos son
caracterizados por su servilismo y avaricia; los gitanos, como los negros, salen
solamente cuando hay que bailar o en la cárcel, o con alguna gitanilla graciosa; los
montañeses, siempre a cuentas con su hidalguía y anticuados y risibles valores de
figurón. Todos ellos son ampliamente caracterizados por su lenguaje de sonidos mal
articulados o vocablos mal interpretados.
La mujer se daba en dos tipos: la recogida en los ambientes honestos del hogar y la
familia y sumisa y bondadosa en un ambiente de valores tradicionales, o la suelta que
iba a todas partes, pertenecía a cualquier clase social, que se impone por su
sensualidad o que es llevada a la vida alegre por la avaricia. Si eran de alta clase social
y tenían clientela urbana y de estado noble o distinguido eran cortesanas; si no, eran
busconas de calle que pululaban por las diversiones populares, incluidas las afueras del
corral de comedias. Se les caracteriza por su ingenioso lenguaje y facultad de animar el
cotarro con su ingenio chispeante y despejo y desenvoltura. En su fase final tanto unas
como otras van a dar en celestinas o alcahuetas. La buscona era zaherida por su
avaricia, vicio y artes.
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La beata hipócrita es también blanco de sátira más o menos directa. También tienen
lugar en el cosmos del entremés la mujer redicha, la hechicera, la gitana graciosa, la
mujer prudente (apenas representada), la graciosa, la embaucadora, la celosa.
En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores como Christopher Marlowe, Ben
Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran genio universal de
las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).7