Escribir en La Universidad Un Desafio de
Escribir en La Universidad Un Desafio de
Escribir en La Universidad Un Desafio de
la universidad
Un desafío de creatividad
y pensamiento crítico
Renata Dessau
PA I D Ó S
Buenos Aires - Barcelona - México
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Í N
Nota de la editora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
D
tad al mástil de su nave. Tan intenso era su deseo
de oír el mágico canto de las sirenas, tan inmenso
el peligro de sucumbir a su encanto letal. Curiosa ana-
logía entre el sujeto que oye y este otro que trataremos en el presente
capítulo: el sujeto que lee. Incluso, si recordamos el estrecho lazo entre
palabra oral y palabra escrita que venimos de observar, sentiremos más
próximas ambas figuras, las de oyente y lector.
Muy bien, muy bien. ¡De acuerdo! Un vez más, ha sido atinada la pre-
gunta, y a decir verdad más que atinada crucial. Es el lector desde el
punto de vista del autor de textos académicos lo que nos interesa, ese
es el asunto que nos convoca realmente. ¡Muy oportuno su señala-
miento! En adelante, apreciaremos con más tino las intervenciones del
lector virtual, viendo que inciden notablemente en el curso de la propia
escritura. Así que retiro lo de “tipejos” y pongo un signo de admiración.
Por cierto, no nos ocuparemos del proceso de lectura desde el punto
de vista del lector. Nos ocuparemos, en cambio, de cómo y por qué al
autor, en su propio proceso de escritura, le conviene representarse al
lector. Cómo el autor habría de tener en cuenta al lector para que la
POR OBRA
DEL LECTOR
palabra escrita llegue, dicho gruesamente, sacando músculo a destino.
Este será, en efecto, el hilo de las páginas que siguen.
i. Calibres de lector
Decíamos antes que de alguna manera el lector es el activador del tex-
to, y lo es en la medida en que actualiza su sentido en el proceso de lec-
POR OBRA
DEL LECTOR
tura. No obstante, ése es el lector real, el que está fuera del texto. Por el
contrario, en el proceso de escritura el autor se representa no al lector
real, por ejemplo nosotros los que estamos leyendo, sino cierta figu-
ra de lector. Esta figura se fundamenta ciertamente en determinadas
referencias más o menos generales que el autor se habrá procurado
acerca del lector real. Ahora bien, el autor le confiere al lector distintos
tenores o calibres que operan de manera diferente en la producción
del texto. Estas distintas figuras intervienen en el texto según sea la
función que el autor les asigna en el proceso de escritura. Distinguimos
entonces dos calibres de lector, uno extratextual y otro intratextual. El
lector extratextual estará un poco “más cerca” del lector real, mientras
que la figura del lector intratextual corresponderá enteramente a un
lector virtual. Tratemos de precisar estas dos figuras.
a. Lector extratextual:
Como decíamos recién, la figura del lector extratextual no nos re-
mite al lector real y concreto, el que lee el texto efectivamente. Se
52 trata de una representación que lleva a cabo el autor, una prefigu-
ración de ese lector que el autor tiene en mente. Es el lector poten-
cial que el autor visualiza como posible destinatario de su texto.
Este lector extratextual que el autor se representa es generalmen-
te un lector colectivo, no un lector individual, aunque también
puede darse este caso. Por ejemplo, cuando un estudiante escribe
una monografía dirigida a un profesor o profesora con nombre y
apellido. En cualquier caso, la función del lector extratextual es la
de actuar para el autor como un regulador externo del texto.
b. Lector intratextual:
En cambio, el lector intratextual es un lector interno o una proyec-
ción del propio autor sobre su texto. Muy semejante, como decía-
mos antes, a aquel lector imaginario que nos asaltó con objeciones
y reclamos en el capítulo anterior, y el mismo que nos interpeló
hace unos momentos al principio de este parágrafo. Algo así como
una voz interior que interfiere el curso del continuado monólogo
del que está escribiendo. Este lector intratextual dialoga con el au-
tor, le formula preguntas y objeciones, pide explicaciones y hasta
le discute con furia. También muchas veces aprueba y reafirma lo
que el autor sostiene, como cuando conversamos fluidamente con
POR OBRA
DEL LECTOR
otros. El lector intratextual enfatiza lo que es relevante desde el
punto de vista del autor y así lo vuelve más perceptible a ojos del
lector. La función del lector intratextual es la de actuar como regu-
lador interno del texto para el autor.
Por supuesto, no decimos que deba existir una diferencia taxativa entre
estas dos figuras. No es un elenco de lectores que el autor ve alternarse
uno por uno en la película de su cabeza. Al contrario, lo más probable
es que a la hora de escribir, lector extratextual y lector intratextual se
le aparezcan al autor como un difuso tercero en general. Lectores rea-
les y virtuales, todos se apilan por igual en la pestaña del autor. Desde
allí caen tales o cuales sobre la hoja o el teclado, diseñando un azaroso
dibujo de fantásticos otros. Cabe añadir, así y todo, que este destinata-
rio nebuloso saltará sin duda sobre el texto si el autor se deja llevar por
la pura espontaneidad de la escritura, como si le escribiese una carta
a un destinatario sin nombre ni dirección. En ese caso, puede que el
texto interese casualmente, aquí y allá, a un salpicón indeterminado
de lectores, pero sin rozar el borde magnético de la lectura propia, de 53
atracción personal.
POR OBRA
DEL LECTOR
pensamiento necesita una mano de escritura que le dé forma legible
para otros. Por eso será conveniente anotar en el paquete del texto la
dirección completa: al frente, lector extratexual; contrafrente, lector in-
tratextual. Así, el lector real tendrá las coordenadas textuales para acu-
dir a la sala de lectura con la decisión y el entusiasmo del que asiste a un
magnífico concierto o –sin que nadie se ofenda– a un magnífico asado.
Perfiles de lector
a. Perfil del lector extratextual (o interlocutor externo)
• un crítico especializado
• alguien que jamás oyó hablar del tema
• un grupo de estudiantes
POR OBRA
DEL LECTOR
• un profesor
• un colega
• un profesional de otra disciplina
• un colectivo de curiosos
• etc.
Esta voz del lector intratextual, aun siendo proyectada por el propio
autor, lo pondrá de vez en cuando contra las sogas, aunque también lo
bañará en agua de rosas si dice por ahí algo de veras bueno. Esto último
puede sonar un poco absurdo, sabiendo que es el autor mismo el que
proyecta tales voces elogiosas. Y sin embargo, ese recurso le dará equi-
librio al texto, una sana alternancia entre palos y flores, por así decir.
También es cierto que si el lector percibe demasiado autoelogio, des-
POR OBRA
DEL LECTOR
confiará del excesivo narcisismo del autor y tal vez termine por quitarle
todo el crédito. Por eso son tan necesarios los interlocutores internos
de la oposición y de la diferencia. ¡Que saquen de a ratos al autor de ese
dorado cuadrilátero del yo!
Aclaración de conceptos 1
• explicacionesa, paráfrasisb
• analogíasc, ejemplosd
Apelaciones al lector
• indirectas
(“el lector encontrará más información en…”,
“quien sienta curiosidad por…”)
• directas
(“ustedes, que habrán oído hablar de…”,
“como recordarán seguramente…”)
Y ahora podemos ver cómo se las ingenia el autor para que el lector iden-
tifique o reconozca en alguna medida al lector intratextual que está
presente en el discurso.
Incisos explicativos
Entre comas, guiones o paréntesis, que funcionan como respuestas
a un hipotético pedido de aclaración.
POR OBRA
DEL LECTOR
El uso de la primera persona del plural se presta a confusiones (por
ejemplo “examinemos el caso en más detalle”, o “todos sabemos
que…”). 2
/////////////////////////////////////////////////////
Está claro, desde el principio, que semejante isomorfismo no existe entre nin-
1 gún par de seres humanos. Si existiera, los pensamientos de éstos no podrían
diferenciarse; para que esto fuese así, empero, esos seres deberían tener memorias
completamente indiferenciables, lo cual implicaría que han tenido que vivir una
58 y la misma existencia. Ni siquiera los gemelos idénticos se aproximan, en la más
remota medida, a este ideal.
¿Y en un mismo individuo? Cuando uno relee cosas que escribió pocos años
2 atrás, piensa “qué malo es esto”, y le sonríe divertido a la persona que uno
fue entonces. Mucho peor es cuando uno hace lo mismo con respecto a una cosa
escrita hace cinco minutos. Que eso ocurra demuestra que uno no comprende por
completo a la persona que se era minutos atrás. El isomorfismo entre el cerebro de
ahora y el cerebro de entonces es imperfecto. ¿Qué pasará, pues, con los isomorfis-
mos entre personas distintas, entre especies distintas…?
(Douglas R. Hofstadter, Gödel, Escher, Bach, una eterna trenza dorada,
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México, 1982)
2 Da para pensar esta diferencia entre los plurales de primera persona, que suelen de-
nominarse “plural de modestia” (o también “plural de autoría”). Desde nuestra pers-
pectiva, que presta especial atención a la participación activa del lector en el texto, se
crea una diferencia significativa si ese plural se expresa en modo imperativo: “veamos
más de cerca”, “hagamos la prueba”, “pongámonos en el lugar de…”, etc., o si lo hace en
modo indicativo: “todos sabemos que…”, “queremos subrayar que…”, “nos interesaría
indagar…”, “podremos advertir…”, etc. En el modo imperativo se invita al lector a “coo-
perar” con el autor; en el indicativo, el autor expresa con modestia –más o menos sin-
cera– su propio punto de vista, que expone ante el lector. Es nuestro propio supuesto.
POR OBRA
DEL LECTOR
Podemos advertir cómo en el primer párrafo el autor se ocupa especialmente de
1 perfilar un tipo de lector extratextual, atendiendo a algunos de los recursos que
hemos señalado. Los recursos empleados por el autor son:
Definición:
• “está claro, desde el principio, que semejante isomorfismo no existe entre ningún
par de seres humanos”
Analogía:
• “ni siquiera los gemelos idénticos se aproximan, en la más remota medida, a este
ideal”
Observación general
En primer lugar, es notable cómo aquí el autor se ha encargado de aclarar bien las
ideas para el lector extratextual (alter ego, digamos, del lector real). Definición, expli-
59
cación y analogía justamente vienen a precisar y delimitar los conceptos que él está
examinando. En segundo lugar, volviendo a nuestra anterior lista de ítems, este lector
extratextual corresponderá sin duda a un lector que entiende el tema en general, pero
que no es especialista, ni crítico, ni erudito, etc. A juzgar por el vocabulario sencillo y el
registro algo humorístico, podría tratarse más bien de un estudiante, por ejemplo, sin
excluir otras posibilidades.
En el segundo párrafo, el autor parece delinear con igual énfasis el carácter del
2 lector intratextual a través de algunos de los recursos que también señalamos.
Los recursos empleados por el autor son:
Observación general
En este párrafo, el autor ha formulado dudas, se ha preguntado y cuestionado a sí mis-
mo a través del lector intratextual (que es a la vez como su propio alter ego). Mirando
la lista correspondiente, el perfil receptor de este lector intratextual podría ser –sin
excluir otras posibilidades– el de un desconfiado moderado, pues sus dudas son genui-
nas, no “retóricas”, y son respondidas prontamente por el mismo autor.
60 /////////////////////////////////////////////////////
iii. En conclusión
Por tanto, a través de estos recursos que apelan al lector extratextual
e intratextual (pags. 56-57) señalados arriba, el autor puede suscitar
algo así como un diálogo potencial con el lector. Al menos el autor le
dará al lector suficientes elementos como para hacer posible ese diá-
logo. En efecto, por una parte el autor transmite al lector sus certi-
dumbres, supuestos y convicciones. Pero por otra le manifiesta sus re-
servas, su propia manera de cuestionarse a sí mismo para llegar más
profundamente al nudo de la cuestión. El autor se pone así –tanto fue-
ra como dentro del texto– en el lugar del lector.
Por supuesto, no decimos que el lector deba verse reflejado con lentes de
aumento en las palabras del texto, ni incitamos a ningún tipo de identifi-
cación entre autor y lector. Al contrario, más bien desearíamos enfatizar
la diferencia entre ambos. Como sostenía Hofstadter en el fragmento
antes citado, el “isomorfismo” entre dos mentes es del todo imperfecto
61
y en verdad imposible. Excepto que el autor se proponga crear un sé-
quito de émulos isomorfos (digamos, imitadores fanáticos), y no brindar
elementos para la formación de un lector crítico y creativo. Y aun así, no
logrará un verdadero isomorfismo entre él mismo y sus imitadores, sino
a lo sumo una especie de fotocopiadora de aplanados lectores.
Consignas
1. ¿Cuáles de los siguientes recursos perfilan al lector extratextual en el texto citado?
Ejemplifiquen con un extracto del texto.
Vocabulario:
Registro informal:
Analogías:
Apelaciones al lector:
Signos tipográficos:
3. Ahora elijan un posible lector extratextual (ver lista de págs. 54-55: “un crítico
especializado”, “alguien que jamás oyó hablar del tema”, etc.) y redacten una
paráfrasis del texto de Daniel Casany. Recordemos que una paráfrasis es la
reformulación de un texto dado, utilizando otras palabras pero conservando
esencialmente su sentido.
3 Se podría objetar, con toda razón, que en estos casos la inadecuación no es en rigor
semántica sino fonética o fonológica. En efecto, el emisor probablemente confunde no
el significado de las palabras (“paleta” / “oveja”), sino el sonido de sus significantes,
justamente a causa de una semejanza fonética (“pileta-paleta” / “oveja-abeja”).
POR OBRA
DEL LECTOR
oveja”) como con respecto al predicado (a. “en la paleta”). Lo que de
paso nos recuerda la relevancia del verbo en cuanto a la determinación
del espesor semántico del enunciado, como vimos en el capítulo anterior.
Inadecuación morfológica:
c. Fui mañana al museo.
d. La gente son muy amables conmigo.
Inadecuación sintáctica:
e. ¿Vienes tú dónde de?
f. Niños muchos vi en la calle.
Por último, para saldar toda duda acerca de la importancia del lector para
el autor de textos académicos, reafirmamos que el principio de rever-
sibilidad productivo-receptiva resulta pertinente en la medida en que
permite al autor representarse las operaciones receptivas del lector e
incorporarlas a su propio proceso de escritura.
POR OBRA
DEL LECTOR
ii. Ejemplo breve
Pero antes de pasar al ejercicio correspondiente, veamos el siguiente
ejemplo. Éste bien podría ser un extracto de monografía o parcial do-
miciliario:
ejemplo
/////////////////////////////////////////////////////
En el presente trabajo vamos a abordar a los jóvenes que ingresan en la universi-
dad y su escritura, porque todos sabemos que los años previos de la escuela secun-
daria no les brindó las herramientas correspondientes, por las cuales producen
una escritura rebosante de errores. No dejemos de olvidar que los jóvenes de hoy
han de ser los conductores del porvenir.
Ahora, analicémoslo por partes, copiando primero los enunciados o segmentos donde
se presentan las inadecuaciones gramaticales:
2. Los años previos de la escuela secundaria no les brindó las herramientas corres-
pondientes
POR OBRA
DEL LECTOR
• Inadecuación morfológica: no hay coincidencia de número entre el verbo y su
sujeto. El sujeto “los años previos de la escuela…” requiere un verbo en plural:
“brindaron”’. La versión correcta sería: “…los años previos de la escuela secundaria
no les brindaron las herramientas…”.
El error al que se tiende en estos casos es el de hacer coincidir el número y
persona del verbo con el sustantivo (o construcción sustantiva) más próximo
a él, y no con el número y la persona del sujeto que corresponde a ese verbo.
A menudo, el sujeto queda tan alejado del verbo –sobre todo en enunciados
demasiado extensos–, que el que escribe lo pierde de vista por el camino y toma
en su lugar el sustantivo que tiene más a mano. En este caso se ha tomado la
construcción sustantiva “escuela secundaria”, que es singular.
4. No dejemos de olvidar que los jóvenes de hoy han de ser los conductores del porvenir.
• Inadecuación semántica: la acumulación de palabras de matiz negativo (“no”,
“dejemos”, “olvidar”) produce un mareo semántico entre el sentido afirmativo
y el sentido negativo de lo que se pretende expresar. En este caso, lo que se
intenta decir es justo lo contrario: “No dejemos de recordar que los jóvenes…”,
o bien “No olvidemos que los jóvenes…”. Éste es, justamente, uno de los errores
clásicos de los jóvenes que ingresan en la universidad. ¡Pero no sólo de ellos!
/////////////////////////////////////////////////////
POR OBRA
DEL LECTOR
Y ahora sí, ya podemos ir corriendo a resolver el próximo ejercicio.
ejercicio 2
debajo.
Consignas
A partir de las opciones que se proponen:
1. Indiquen cuál es la alternativa correcta en cada caso, escribiendo una (C) al final
del enunciado o expresión correspondiente. En el enunciado o expresión incorrecta,
subrayen la expresión portadora del error. ¡Presten atención porque las alternativas
son parecidas entre sí!
RI
ii a. gracias a Internet, que las hizo utópica realidad
b. gracias a Internet, que hizo realidad lo que parecía utopía
c. gracias a Internet, que hizo utópica la realidad
RI
RI
RI
RI
RI
POR OBRA
DEL LECTOR
3. ¿Cómo lee el que escribe?
Dejemos de lado por ahora al lector y pongámonos, por un momento,
en el asiento de un improvisado autor imaginario.
Éste es uno que viaja en tren hacia la Puna y quiere empezar a escribir
en un cuadernito algo así como un diario de viaje. Como son muchas
las horas que pasa en el vagón, puede ver en el paisaje que corre por la
ventanilla el amanecer, el mediodía y el crepúsculo, y más tarde la luna
en todo su esplendor. Justamente prefiere la luz lunar, a ver si su musa
le inspira en la hora nocturna una pálida idea. Pues de día al autor le
ocupan la cabeza el calor, el traqueteo del tren, las vacas del camino
y unas casitas dispersas que brillan al sol como estrellas en el suelo.
Claro, se le ha apunado el cerebro aun mucho antes de llegar, porque
su espíritu es muy sugestionable. Por eso no le brota ni una palabra
de la triste birome y el cuadernito bosteza de vacío. Por suerte, gracias
al principio de reversibilidad productivo-receptiva que vimos nosotros
antes, el autor es a la vez lector, y siempre tiene a mano un par de bue- 71
nos libros. Y así es que nuestro autor imaginario saca ahora un libro, su
linternita china y se pone a leer. Quién hubiera dicho, pero increíble-
mente y tan pronto ¡hemos vuelto al lugar del lector! Se ve que es él
nuestro destino en este capítulo. ¿Y qué lee nuestro autor-lector? Lee…
un texto académico, más precisamente un ensayo filosófico llamado
Elogio y refutación del ingenio.
POR OBRA
DEL LECTOR
de la linternita, que es a la vez un marcador fluorescente? Los subra-
yados del lector nos interesan ahora como una primera pista sobre su
actitud de lectura. A ver… acerquémonos un poco más al libro trémulo.
Con luz de luna y todo alcanzamos a leer el siguiente pasaje, incluidos
los subrayados que va trazando a los tumbos nuestro sujeto:
POR OBRA
DEL LECTOR
Bueno, en principio no parece estar mal esta selección. Pero veamos
primero si nuestro autor-lector ha subrayado todo eso siguiendo algún
criterio de lectura o si lo ha hecho así al pasar, de forma aleatoria, se-
gún los tumbos y sacudidas del tren. Intentaremos averiguarlo de esta
manera:
POR OBRA
DEL LECTOR
I. Definiciones y afirmaciones taxativas4
a. jugar es un gasto fruitivo de energía
b. los pájaros tropicales, (que) cantan demasiado, sin finalidad
alguna
c. todos los organismos superiores disfrutan con actividades
derrochadoras
d. el pájaro cantor logra su máximo rendimiento artístico (…)
en el mismo estado de ánimo que el ser humano (…) cuando
produce juguetonamente
e. los animales realizan actividades inútiles en apariencia
f. hay en la naturaleza un gratuito afán de exhibirse y
deslumbrar
g. la vanidad no es una debilidad humana, sino una
característica zoológica
2. Acciones:
j. corretear en solitario alrededor de un árbol, o una piedra
k. cortejos y pavoneos
5 Decimos observables en el sentido de que estos casos (objetos, entidades, sucesos, ac-
ciones) son perceptibles empiricamente; es decir, podrían ser observados por el lector
en forma directa.
POR OBRA
DEL LECTOR
Volviendo ahora a leer los subrayados de nuestro sujeto a la luz del
listado anterior, se diría que estas “etiquetas” (I y II) reflejan un criterio
de lectura muy claro y que ordenan prolijamente la información que
ofrece el texto.
Ahora bien, ¿es sólo información lo que ofrece el texto? ¿Por qué acep-
taremos tan pronto que esas afirmaciones y definiciones corresponden
a alguna información? ¿Son ellas informativas por el solo hecho de pre-
sentarse en forma de definición o afirmación? ¿Son acaso esas defini-
ciones y afirmaciones todas del mismo rango?
¡Pues NO!
POR OBRA
DEL LECTOR
al mismo efecto intemporal: “uno debe…”). Es que esta forma de afir-
mar algo con tanta soltura y convicción le da a la definición ese carác-
ter confianzudo: escuchamos o leemos una definición o una afirmación
contundente y enseguida asentimos y la dejamos pasar, como si la co-
nociéramos de toda la vida. (Nótese cómo en el anterior enunciado he
seguido incurriendo en el mismo uso del presente intemporal: es, da,
escuchamos, leemos, asentimos, dejamos.) Mejor veámoslo en los su-
brayados de nuestro sujeto:
Por otra parte, para saber qué nivel de información exhiben esas de-
finiciones y afirmaciones, también debemos distinguir cuáles son las
voces que las enuncian. Pues no todas las voces afirmativas expresan
POR OBRA
DEL LECTOR
el mismo nivel de información, ni tienen la misma autoridad para ga-
rantizar lo que afirman en los enunciados respectivos. ¿Cómo se dis-
tinguen esas voces según sea la información o el conocimiento que
expresan?
No obstante, hay que decir a favor del autor del ensayo que sus afirma-
ciones se apoyan o fundamentan también en otros dos autores (Bu-
ytendijk y Darling). Así y todo, éstos no han sido incluidos en el subra-
yado de nuestro sujeto, y eso que el fragmento le dedica unas cuantas
líneas a cierta monografía de Darling sobre los ciervos. Mejor dicho, de
esa referencia sólo una palabra subrayó nuestro lector-autor: el sustan-
tivo “ciervos”. ¡Ciervos! La palabra es breve y el animal es tierno, pero el
subrayado, ciervos, no es trivial. Al contrario, es relevante precisamente
porque señala un observable. También sobre este punto volveremos en
el capítulo correspondiente. Por ahora, nos quedamos con el oído aten-
to sobre el efecto persuasivo de la definición.
POR OBRA
DEL LECTOR
Distribución de las voces afirmativas a través
de los subrayados
I. Autor del ensayo
• jugar es un gasto fruitivo de energía
• todos los organismos superiores disfrutan con actividades
derrochadoras
• los animales realizan actividades inútiles en apariencia
• hay en la naturaleza un gratuito afán de exhibirse y deslumbrar.
• la vanidad no es una debilidad humana, sino una
característica zoológica.
A decir verdad, tal vez sea otra la razón por la que subraya esos enun-
ciados. Incluso, al contrario de lo que suponemos, tal vez lo ha hecho
así porque no está de acuerdo con ellos y quiere tenerlos a la vista para
luego confrontarlos con otras fuentes, otros autores, etc. Sin embargo,
aquí nos atenemos a la hipótesis más sencilla e intuitiva, la que dice
que el sujeto subraya lo que considera verdadero o relevante. Es decir,
estamos también sosteniendo una conjetura a fin de facilitar la expo-
sición de un tema arduo.
POR OBRA
DEL LECTOR
En lo que nos atañe sobre este punto, diremos que esta confianza in-
mediata que suscitan por su sola forma enunciativa las definiciones y
las afirmaciones taxativas constituye un punto decisivo y álgido tanto
para la lectura como para la escritura de textos universitarios.
3. puede ser una opinión personal más o menos fundada (en la ex-
periencia propia, la introspección, la deducción, el testimonio de
otros, etc.).
6 Con “peso conceptual” nos referimos a la centralidad de las ideas con las que se
compromete el autor en su texto, sea para informar y exponer, sea para defender y ar-
gumentar.
POR OBRA
DEL LECTOR
Si hemos de ser ecuánimes y sinceros, antes de despedirnos de este
indócil parágrafo nos gustaría hacer notar a nuestro autor-lector cuál
ha sido, a su turno, la actitud de escritura del propio autor del ensayo.
Pues suponemos que pronto nuestro sujeto va a abrir de nuevo su pos-
tergado diario de viaje, y volverán a él sus vivas ganas de escribir y su
papel de autor ya no estará tan blanco. Entonces le convendrá prestar
atención a la manera de proceder de este autor, cuyo texto él mismo
está leyendo.
Por empezar, hemos advertido algunas actitudes del autor del ensa-
yo. Por ejemplo, cómo toma ostensiblemente posición con respecto al
asunto que lo ocupa y entretiene. Puede decirse que este autor expresa
con seguridad su propio y personal punto de vista. En este sentido, la
información efectiva que toma de otras fuentes viene a respaldar su
propia perspectiva, como corresponde a todo buen ensayo, filosófico o
del género que sea.
Por último, podemos notar cómo la oración compleja 7 (“no puedo dejar 83
de pensar que hay en la naturaleza un gratuito afán de exhibirse y deslum-
brar”), le permite introducir a continuación, cómodamente, una nueva y
última definición que constituye su propia y personal conclusión:
7 Oración compleja se refiere a la que consta de una oración principal y una subor-
dinada.
POR OBRA
DEL LECTOR
lla intelectual, por el hecho –admirable por lo demás– de
defender sus propias ideas y dar a conocer su propuesta
personal a los lectores del mundo?
Bueno, era casi previsible que en el asiento de al lado iba a viajar aga-
zapado algún lector imaginario. La verdad es que me distraje mirando
los subrayados y no lo advertí. ¡Ay, pero hay otro todavía en el asiento
de atrás!
Señores, hay que decir que esta vez no los asiste la verdad sino la apa-
Por lo demás, el autor de este ensayo filosófico hace muy bien en expre-
sar y defender su punto de vista, y lo hace con gracia, ciencia e ingenio.
Sólo decimos que es el lector el que debe estar atento para no dejarse
convencer así nomás, ¡pues la convicción del autor no es aún la del lector!
POR OBRA
DEL LECTOR
¡Sólo pedimos al lector un margen de prudencia antes de prestar con-
formidad a cualquier enunciado que le suene convincente!
Con toda atención lean este fragmento ya subrayado. Luego sigan las instrucciones
ejercicio 3
que aparecen debajo y respondan las consignas que figuran en la página siguiente.
Pero la ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que
ficción. Ese deseo no es un capricho de artista, sino la condición primera
de su existencia, porque sólo siendo aceptada en tanto que tal, se com-
prenderá que la ficción no es la exposición novelada de tal o cual ideolo-
gía, sino un tratamiento específico del mundo, inseparable de lo que trata.
Éste es el punto esencial de todo el problema, y hay que tenerlo siempre
presente, si se quiere evitar la confusión de géneros. La ficción se mantiene
a distancia tanto de los profetas de lo verdadero como de los eufóricos de
lo falso. Su identidad total con lo que trata podría tal vez resumirse en la
frase de Goethe (…): “La novela es una epopeya subjetiva en la que el autor
pide permiso para tratar el universo a su manera; el único problema con-
siste en saber si tiene o no un manera; el resto viene por añadidura”. Esta
descripción, que no proviene de la pluma de un formalista militante ni de
un vanguardista anacrónico, equidista con idéntica independencia de lo
verdadero y de lo falso.
Instrucciones
Repasen la siguiente lista de subrayados (que son los que están marcados en el texto).
Luego vuelvan a leer el fragmento con atención. Por fin, respondan las consignas que
figuran debajo.
86 Lista de subrayados:
• la ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que ficción
• no es la exposición novelada de tal o cual ideología, sino un tratamiento
específico del mundo
• se mantiene a distancia de lo verdadero como de lo falso
• identidad total con lo que trata
• Goethe: “La novela es una epopeya subjetiva en la que el autor pide permiso
para tratar el universo a su manera”
• equidista con idéntica independencia de lo verdadero y de lo falso
• Solienitsin como paradigma de lo verdadero
• para qué novelar algo de lo que ya se sabe todo antes
Consignas
1. Distribuyan los anteriores subrayados en algunas de las siguientes etiquetas o
categorías:
a. definición
b. afirmación taxativa
e. ejemplo
87
f. analogía
2. ¿Con qué criterio de lectura les parece que subrayó principalmente el presunto
lector: informativo o argumentativo? ¿En qué lo notan?
3. ¿Cuál sería la posición o el punto de vista propio del autor de este fragmento? ¿En
qué elementos lo advierten?
88
POR OBRA
DEL LECTOR
4. Leer con actitud
A decir verdad, la experiencia que hemos llevado a cabo con nuestro
autor-lector nos ha dejado algo perplejos. Con toda franqueza, así ha-
bíamos razonado nosotros: ya que ni una palabra asoma ni a sol ni a
sombra de su entraña de autor en el cuadernito ése, esperemos que al
menos como lector disponga de mejores recursos de lectura, fuera de la
linternita con punta de marcador.
Sin embargo, ése no fue el caso. Por eso ahora necesitamos pregun-
tarnos ¿por qué nuestro sujeto ha leído de manera tan crédula, asin-
tiendo a las afirmaciones taxativas como si fuesen instrucciones de un
manual? ¿Por qué ha creído en las definiciones como si fuesen revela-
ciones? ¿Por qué no ha advertido la habilidad ingeniosa del autor del
ensayo para abrocharse al lector en la solapa y llevárselo puesto?
Tal vez tengamos que considerar que no se trata de una cuestión tan
solo personal, de una limitación propia de nuestro sujeto, ni siquiera
de una cuestión circunstancial como lo habría sido tan agobiante viaje
89
en tren. En verdad, este reproche que le enrostramos a nuestro sujeto,
esta misma actitud de “tirar la toalla” al costado de cada definición y
rendirse a su efecto persuasivo nos asalta a todos como lectores en
general, como oyentes, como interlocutores. ¿No hay en el aire como
una brisa de credulidad que nos adormece el pensamiento? Creemos,
por ejemplo, en el presente intemporal de las definiciones cuando las
aceptamos de manera acrítica, como mascando pasto. “El ser humano
es ........... por naturaleza”. Hagamos la prueba de completar la línea de
puntos alternando pares de opuestos. Por ejemplo:
¿Qué creeremos? ¡Pues nada! Y sin embargo, es muy probable que va-
rios de nosotros asintamos hipnóticamente a todas estas definiciones
POR OBRA
DEL LECTOR
en distintos momentos, si se nos empuja la mente con un palito de
dos o tres “buenas razones”. La credulidad es una forma de obediencia.
¿Aceptaremos también esta definición?
Ella nos ha propuesto una serie de pautas para ejercitar una lectura acti-
va y participativa, crítica y creativa. Pautas que quitarán sin duda el velo
de la lectura hipnótica. En suma, de lo que se trata es de leer con actitud.
Recordemos que esta misma actitud será tomada en consideración por
el autor a la hora de escribir, pensando justamente en favorecer la recep-
tividad productiva del lector. Por tanto, se sugiere leer atentamente este
90 singular decálogo.
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Llegados a este punto, podemos poner a prueba nuestra propia actitud de lectura,
aplicando el “modelo abreviado” que acabamos de ver. Tomaremos para el caso un
texto muy interesante, de esos que probablemente nos tocará leer en la facultad.
El fragmento está extraído de un libro de Tzvetan Todorov, La conquista de América
(2008) donde el tema principal es el “otro”, el diferente, el extraño. Todo eso que se
resume en el término “alteridad” (del latín alter, otro). De paso, nos acercamos así a
un tema actualmente relevante, el de la discriminación. En efecto, la sociedad a me-
nudo discrimina o maltrata al que considera “diferente” (el inmigrante, el de distinta
religión, el de distinta ideología, el viejo, el loco, el enfermo, el pobre, el negro…). Este
mismo texto nos resultará igualmente útil para los conceptos que expondremos en el
próximo capítulo. He aquí el párrafo, que hemos simplificado para facilitar su lectura:
POR OBRA
DEL LECTOR
Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. Uno puede descubrir
a los otros en uno mismo. Porque los otros también son yos: sujetos como yo.
Sin embargo, esos otros también pueden pertenecer a otra sociedad, cercana
o lejana en el plano cultural, moral, histórico; o bien pueden ser desconocidos,
extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan extranjeros que dudo,
en el caso límite, en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie.
Y ahora sí, estamos listos para que nuestro íntimo lector virtual (Lector) tome la pala-
bra y dialogue con el texto (Texto).
He aquí la palabra: “otro”, y los conceptos que la atraviesan: semejante, diferente, ra-
dicalmente extraño. El lector se ha sumergido en la lectura, ha atravesado la super-
ficie discursiva y trae en la mano esas tres pepitas conceptuales. Es notable cómo ha
quedado tan intacto tras la aventura, peinado, prolijo y seco como Tarzán cuando sale
del río. Ha podido dialogar con el texto, como un auténtico “lector con actitud” y ha
logrado arribar a una conclusión propia, más allá de las palabras literales que ha leído.
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Por supuesto, las preguntas que ha formulado nuestro lector no se sa-
tisfacen ni se agotan en sí mismas. Al contrario, lo que se espera es que
esas preguntas realimenten no sólo la comprensión de lo que a conti-
nuación el lector deseablemente seguiría leyendo, sino sobre todo la in-
teracción entre su inteligencia lectora y el querer decir propio del texto.
POR OBRA
DEL LECTOR
En este sentido, puede decirse que las preguntas, dudas y objeciones
del lector se tienden como carriles de pensamiento por donde él va si-
guiendo la autopista del texto.
Es preciso insistir en que esta huella del andar del texto no siempre
coincide con las propias pisadas del autor. Pues el lenguaje acumula
tantas capas de antigüedad social que su poder de significación sobre-
pasa la voluntad expresiva del individuo.
Consignas
1. Al parecer, el autor hace una valoración positiva sobre la transición que se opera
hacia el final de la Edad Media y nota una nueva actitud en la gente de esa sociedad.
¿En qué consistiría esta nueva actitud?
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3. Lean el siguiente “diálogo virtual” con Norbert Elías acerca del párrafo leído. ¿Qué
podría haber respondido el autor en la pregunta final de este diálogo? Escriban en la
línea de puntos una posible respuesta a esa pregunta.
Autor: —
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4. Redacten un breve informe donde describan (tal como hizo Erasmo), a partir de su
experiencia personal, los modales y actitudes del público que actualmente va al cine
(o a un pub, o a la cancha, o a un recital, etc.).
POR OBRA
DEL LECTOR