El Discurso de Jesus A Nicodemo. Comentarios Exegeticos.
El Discurso de Jesus A Nicodemo. Comentarios Exegeticos.
El Discurso de Jesus A Nicodemo. Comentarios Exegeticos.
El hombre por si solo rechaza aun las cosas menos difíciles de entender en cuanto
al mensaje de salvación. V 11-13
II. Jesús le habla a Nicodemo de cosas más difíciles de entender y le reta a creer el
mensaje.
Este era fariseo y miembro del Sanedrín. Era uno de aquellos que después de contemplar las
señales aceptaron a Jesús como maestro [p 156] divino. El Señor descubrió inmediatamente la
inarticulada pregunta que albergaba el corazón de Nicodemo. La pregunta era: “¿Cómo puedo
entrar en el reino de Dios?” En su contestación el Señor insistió en la necesidad de nacer de
nuevo. La expresión que empleó puede significar: nacer de lo alto o nacer de nuevo. Nicodemo
lo interpretó con un crudo literalismo. Entonces Jesús le hace ver que no está hablando de
nada físico, y que las diferencias físicas no tienen ningún significado en el reino de los cielos. Su
enseñanza es que la regeneración es una obra sobre la cual el hombre no tiene más dominio
que el que tiene sobre el viento. Nicodemo, evidentemente en tono de protesta, pregunta:
¿Cómo puede ser ésto?
Jesus la ha dando a Nicodemo una enseñanza sumamente importante. Naín.
Al parecer, Nicodemo dejó la conversación con Jesús sin haber experimentado la conversión
porque respondió con incredulidad (sin embargo, él se haría creyente más adelante, como se
indica en el capítulo 8 de esta obra). Su respuesta inicial tipifica a quienes rechazan el
evangelio. A fin de cuentas, la incredulidad que no se arrepiente es el pecado que condena a
los pecadores perdidos (cp. Mt. 12:31-32), porque a menos que confiesen el señorío de Cristo
y se arrepientan de todos sus pecados—inclusive el de intentar ganarse el cielo—, no se
pueden salvar. En este discurso sobre el significado de la salvación, Jesús se centró en el
problema de la incredulidad, le dio respuesta y advirtió sobre sus resultados. JM
I. ¿Cuál es la causa por la que la gente no recibe el evangelio?
EL PROBLEMA DE LA INCREDULIDAD. (3:11-12). JM
A. La veracidad de este testimonio
a. Hablamos de lo que sabemos Testificamos de lo que hemos visto
El diálogo se transforma ahora en un discurso. Jesús habla y Nicodemo
escucha. Jesús dice: De cierto, de cierto (cf. 1:51) te digo, lo que sabemos
hablamos, y lo que hemos visto testificamos. En contraste con el “sabemos”
de Nicodemo (3:2), conocimiento producido por la reflexión humana, el Señor
presenta su propio “sabemos”, que expresa un conocimiento resultante de su
estrecha comunión con el Padre (5:20; 14:10). Jesús, por consiguiente, quiere
que Nicodemo sepa que no existen dudas acerca de la doctrina de la limpieza
de pecados y de la regeneración que acaba de comentar, ni tampoco en
relación con la doctrina del decreto eterno de Dios para la salvación de
pecadores, que está a punto de desarrollar.
Jesús hace ver que la sorpresa de Nicodemo y de otros como él proviene de una
fuente: la incredulidad. Y entonces pregunta: “¿Si os he dicho cosas terrenales
(bautismo, regeneración), y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales (el plan
de Dios para la redención)?” El plan de la redención es aún más misterioso que el de la
regeneración, pues se preparó en el cielo y sólo lo puede revelar el que estaba allí
cuando se trazó y descendió para manifestarlo. Lo esencial de este plan es el decreto
de enviar al Hijo para que fuese levantado en la cruz para la salvación del hombre, del
mismo modo que la serpiente fue levantada en el desierto para el reestablecimiento
físico del hombre.
Aunque Nicodemo confesó dos veces su ignorancia sobre la enseñanza del Señor (3:4,
9), como ya se dijo, su problema real no era la falta de revelación divina. Era un
hombre bien instruido en el Antiguo Testamento (3:10) y había dialogado con el
Maestro que es la fuente de toda la verdad. Nicodemo no recibió la verdad que Jesús
testificaba porque se negaba a creerla. Pablo escribió: “El hombre natural no percibe
las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14). JM
Aplicación
Every minister of the gospel ought to be able to appeal to his own experience, and to say
that he knows the truth which he is communicating to others. Barnes
That we have seen - Jesus had seen by his omniscient eye all the operations of the Spirit
on the hearts of men. His ministers have seen its effects as we see the effects of the wind,
and, having seen men changed from sin to holiness, they are qualified to bear witness to
the truth and reality of the change. Every successful minister of the gospel thus becomes a
witness of the saving power of the gospel. Barnes.
Our witness - Our testimony. The evidence which is furnished by miracles and by the
saving power of the gospel. Men reject revelation though it is attested by the strongest
evidence, and though it is constantly producing the most desirable changes in the hearts
and lives of men.
Solo quien ha estado en el cielo puede saber verdaderamente cómo es el cielo. Pero los
seres humanos, que no pasan de la muerte, no tienen la posibilidad de visitar el cielo mientras
están confinados al tiempo y al espacio. Luego, Jesús dijo: “Nadie subió al cielo” (cp. Pr. 30:4),
porque es humanamente imposible hacerlo. Juan declaró en el prólogo de su Evangelio que a
Dios nadie lo había visto jamás, “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado
a conocer” (1:18). “No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha
visto al Padre” (6:46). Puede decirse que Lázaro regresaría de la muerte (11:23-24) y que
después de la crucifixión de nuestro Señor, las tumbas se abrieron y algunos santos regresaron
(Mt. 27:52-53). Estas son las excepciones que confirman la regla. El único acontecimiento
distinto a estos fue la visita del apóstol Pablo al “tercer cielo” (2 Co. 12:2). JM
El único que posee el conocimiento verdadero de la realidad celestial es el que descendió del
cielo; el Hijo del Hombre. “En estos postreros días [Dios] nos ha hablado por el Hijo, a quien
constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (He. 1:2). Él es “el pan de
Dios… que descendió del cielo y da vida al mundo” (Jn. 6:33; cp. 6:51). Él declaró en Juan 6:38
lo siguiente: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió”. En Juan 6:62 preguntó: “¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba
primero?”. En Juan 8:42 dijo a sus acusadores: “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me
amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él
me envió”. El prólogo de Juan al relato de cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos contiene
la
Este extenso párrafo se puede dividir en tres secciones: a. versículo 1, en el cual hace su
aparición Nicodemo; b. versículos 2–10, en los que él hace tres preguntas y recibe tres
respuestas; y
11.
En este versículo observamos un paralelismo: paralelo a “lo que sabemos” está “lo que hemos
visto”, que tiene más fuerza. Y de igual modo, “hablamos” queda explicado por “testificamos”,
que es también una expresión más poderosa y definida. (Véase 1:7 para los términos
testimonio y testificar.) Jesús habla en plural y no en singular. Con toda probabilidad no se
refiere a sí mismo y a los profetas.
Jesús continúa: … pero no aceptáis nuestro testimonio. Nicodemo había mostrado con sus
preguntas y con toda su expresión que no estaba preparado para aceptar las enseñanzas de
Jesús referentes a la [p 147] necesidad de la regeneración. Además, Jesús podía leer lo que
había en su corazón (2:25). Y Nicodemo no era el único que vacilaba en creer esa extraña
doctrina. Cristo usa el plural vosotros. Los miembros del Sanedrín rehusaron admitir que el
Bautista estaba en lo cierto al testificar sobre Jesús. Este cuerpo tampoco quiso creer que Jesús
era lo que decía ser. En consecuencia, todos estos pontífices, ancianos y escribas rechazaron la
enseñanza de Jesús acerca de la regeneración.
12. El Señor prosigue: Si os he hablado de cosas terrenales—implicando que ha estado
haciendo eso—y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? Jesús había estado
hablando de cosas terrenales; es decir, de cosas que, aunque de carácter y origen celestiales,
tienen lugar en la tierra; p. ej., la regeneración. Pero en 1:11, 26; 2:4, 9, se ve claramente que,
aunque tales verdades aparecen incluso en el Antiguo Testamento, fueron, no obstante,
rechazadas por hombres como Nicodemo. Tales doctrinas, en el mejor de los casos, eran
consideradas como muy raras. No eran bien recibidas.
Ahora bien, lo que Jesús hace resaltar es esto: si se consideran increíbles estas cosas
terrenales, que suceden dentro de la esfera de la experiencia del hombre (no decimos
experiencia consciente) y cuya necesidad debiera hacerse evidente de inmediato a cualquiera
que reflexionara sobre su propia incapacidad natural de agradar a Dios, ¿no se rechazarán con
mayor prontitud las cosas celestiales—p.ej., el plan eterno de Dios de enviar a su Hijo al
mundo para la redención de la humanidad (cf. 3:16)? Estas cosas celestiales están
completamente fuera del alcance de la experiencia del hombre. Son tan majestuosas y
trascendentes en su concepción y origen que nunca hubieran pasado por la mente finita del
hombre. Si, pues, las cosas terrenales han sido rechazadas, ¿cómo se puede esperar que se
acepten las cosas del cielo que son mucho más misteriosas? Esta pregunta sirve, al mismo
tiempo, como una llamada de atención a Nicodemo. Tenía que pensar y reflexionar. Hasta
ahora las enseñanzas de Cristo le parecían increíbles. ¿Podría ser que este silencio de
Nicodemo, es decir, su incapacidad para interrumpir con otro “cómo puede ser ésto” (3:4, 9),
muestra que la llamada de atención ha surtido efecto?
13. Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre. Para tener
información de primera mano sobre esas cosas celestiales se tiene que haber estado presente
en el salón del trono de Dios cuando se tomaron las decisiones. Pero, nadie ha subido al cielo.
Por esta razón, el decreto de Dios referente a la redención de su pueblo está totalmente fuera
del alcance del conocimiento del hombre a menos que le sea revelado. ¿No había realmente
nadie con el Padre cuando se trazó el plan que se centra en el decreto de enviar [p 148] al Hijo
al mundo para sobrellevar la maldición y libertar a los hombres? Sí, había uno, el que
descendió del cielo, a saber el Hijo del Hombre. (Referente a ὁ ἐκ τοῦ οὐρανοῦ καταβάς, véase
también sobre 6:41.) Sobre Hijo del Hombre véase 12:34. Sobre que está en el cielo, véase nota
458.
Su ignorancia sirve de ejemplo a la bancarrota espiritual de Israel (cp. Ro. 10:2-3). En palabras
de Pablo, los judíos no reconocieron “la justicia de Dios, y procurando establecer la suya
propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro. 10:3). Por lo tanto, su “celo por Dios… no
se [basaba] en el conocimiento” (Ro. 10:2, NVI), lo cual quiere decir que todo fue por nada. JM
Aunque nada sugiere en este pasaje la conversión de Nicodemo en aquella noche (y el v. 11
implica fuertemente que no ocurrió), él nunca olvidó su conversación con Jesús. Más adelante,
lo defendió audazmente ante el sanedrín (7:50-51) y ayudó a José de Arimatea a preparar su
cuerpo para la sepultura (19:38-39); acciones que indican la presencia de la fe genuina en su
vida. En algún momento posterior a aquella noche memorable con Jesús, pero antes de la
crucifixión, Nicodemo entendió la gracia soberana y experimentó la realidad del nuevo
nacimiento. JM
11 Por tercera vez en esta conversación, Jesús usa el solemne “En verdad, en verdad te digo”
(vv. 3 y 5). Esta vez no lo hace para enfatizar el nuevo nacimiento, sino para transmitir que sus
palabras son verdad y que, por tanto, deben creerlas. Solo ha hablado4 7 de aquello de lo que
tiene conocimiento (Goodspeed: «sabemos de lo que estamos hablando »). Nótese que la
referencia al testimonio se desdobla (ver el comentario de 1:7). Enfatiza la fiabilidad de lo que
Nicodemo ha oído. “Testimonio” denota la idea de un hecho objetivo, y no un conjunto de
opiniones que puedan ser debatidas. Jesús no se está inventando nada, sino que le está
hablando a Nicodemo de algo que conoce a la perfección. Es curioso que use el plural, sobre
todo si tenemos en cuenta que Jesús raramente asocia a la gente consigo mismo4 8. Además,
este pasaje debe referirse, al menos al principio, al conocimiento y al testimonio del Maestro.
Pero también podría ser que estuviera asociando a los discípulos consigo mismo. Westcott
cree que algunos de los discípulos estaban presentes (cf. el comentario de Cotterell del v. 2)4
9. No se menciona a ninguno de ellos, pero no podemos descartar esa posibilidad. Los que han
aprendido de Jesús y han experimentado el nuevo nacimiento, pueden hablarles a los demás
de la necesidad de esa transformación. Al hacerlo, dan testimonio de los que conocen. Pero
venga de quien venga el testimonio, que sea de Jesús o de sus discípulos, no es bien recibido.
“Pero vosotros no recibís (...)” es otro plural, es decir, que Jesús no se está refiriendo solo a
Nicodemo. Fueron los judíos en general los que no recibieron ese testimonio. Es importante
ver el tiempo presente del verbo. No se trataba de un rechazo ocasional, sino de un hábito
regular. Morris.
11. El diálogo se transforma ahora en un discurso. Jesús habla y Nicodemo escucha. Jesús dice:
De cierto, de cierto (cf. 1:51) te digo, lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto
testificamos. En contraste con el “sabemos” de Nicodemo (3:2), conocimiento producido por
la reflexión humana, el Señor presenta su propio “sabemos”, que expresa un conocimiento
resultante de su estrecha comunión con el Padre (5:20; 14:10). Jesús, por consiguiente, quiere
que Nicodemo sepa que no existen dudas acerca de la doctrina del bautismo y de la
regeneración que acaba de comentar, ni tampoco en relación con la doctrina del decreto
eterno de Dios para la salvación de pecadores, que está a punto de desarrollar.
En este versículo observamos un paralelismo: paralelo a “lo que sabemos” está “lo que
hemos visto”, que tiene más fuerza. Y de igual modo, “hablamos” queda explicado por
“testificamos”, que es también una expresión más poderosa y definida. (Véase 1:7 para los
términos testimonio y testificar.) Jesús habla en plural y no en singular. Con toda probabilidad
no se refiere a sí mismo y a los profetas. Es más natural que la referencia sea al mismo Jesús y
a Juan el Bautista. El término testificamos nos recuerda inmediatamente lo que se había dicho
con relación al Bautista (cf. 1:7, 8, 34). No hay que olvidar tampoco que 3:5 apunta a la obra
del precursor.
Jesús continúa: … pero no aceptáis nuestro testimonio. Nicodemo había mostrado con
sus preguntas y con toda su expresión que no estaba preparado para aceptar las enseñanzas
de Jesús referentes a la [p 147] necesidad de la regeneración. Además, Jesús podía leer lo que
había en su corazón (2:25). Y Nicodemo no era el único que vacilaba en creer esa extraña
doctrina. Cristo usa el plural vosotros. Los miembros del Sanedrín rehusaron admitir que el
Bautista estaba en lo cierto al testificar sobre Jesús. Este cuerpo tampoco quiso creer que Jesús
era lo que decía ser. En consecuencia, todos estos pontífices, ancianos y escribas rechazaron la
enseñanza de Jesús acerca de la regeneración.
12 Jesús vuelve a la primera persona del singular y les hace reflexionar sobre lo que Él mismo
hace. Él ha dado testimonio de “cosas terrenales”, y no le han creído5 0. La manera más simple
de entender esta declaración es interpretar que se está refiriendo a este mismo discurso.
Estaba teniendo lugar en la Tierra y se trataba de un proceso que tenía efectos visibles en ella.
Pero además, Jesús puede transmitir “cosas celestiales”, que es una enseñanza superior. Pero
si hombres como Nicodemo no pueden creer las cosas más simples, no podemos esperar que
vayan a creer algo que es más complicado5 1. Otra sugerencia consiste en interpretar que las
“cosas celestiales” es el discurso que Jesús está pronunciando, y las “cosas terrenales” serían
las palabras que Jesús había pronunciado con anterioridad. Los que así opinan, creen que
“cosas celestiales” describe mejor este discurso que “cosas terrenales”, y que con esta
interpretación es más fácil entender la incredulidad del versículo anterior. Sin embargo,
podemos tener nuestras reservas, ya que no contamos con ninguna evidencia de un contacto
previo entre Jesús y Nicodemo. Las palabras introductorias parecen indicar que esta era la
primera vez que se encontraban. En tal caso, no existe ninguna ocasión previa que pueda
equivaler a las “cosas terrenales”, por lo que esta expresión debe de referirse a la conversación
que estos versículos recogen. La hipótesis de que hay una referencia a una enseñanza anterior
es bastante improbable. Por tanto, adoptamos ºla primera interpretación. Morris
13 Jesús deja claro que, aunque nadie más pueda, Él puede hablar con autoridad de las cosas
celestiales. Ningún hombre ha subido5 3 al cielo (Pr. 30:4). Pero Él, Jesús, bajó del cielo5 4.
Durante todo el evangelio Juan insiste en que Jesús procede del Cielo. Esta es una de las
formas que usa para sacar a relucir que Jesús es el Cristo. En este texto, el origen divino de
Jesús le desmarca del resto de la Humanidad5 5. Tal y como Pablo lo plantea, la gente es “de la
tierra, terrenal” (1 Co. 15:47), pero Jesús es del Cielo. La gente no puede subir al Cielo5 6 y
penetrar en los misterios divinos. Es parte del pecado del “hijo de la aurora” que dijo en su
corazón “subiré al Cielo” (Is. 14:12-13). Pero no lo logró. Era tan solo una ambición, y todo
quedó en palabras. Pero Jesús sí que ha estado en el Cielo, y ha bajado consigo realidades
celestiales (ver el comentario de 1:51). Puede que esas palabras quisieran crear polémica, y
que estuvieran dirigidas contra aquellos judíos que enseñaban que los grandes santos podían
entrar en el Cielo gracias a su propia justicia5 7. Dado que en este contexto aparece la idea del
nuevo nacimiento, y que hay referencias a “ver” y “entrar” en el reino de Dios, quizá
deberíamos interpretar que ascender al Cielo es posible. Pero la única manera de conseguirlo
es a través del nuevo nacimiento que es “del Espíritu” y que, en cierta forma, es también obra
del Hijo del Hombre. No es algo que el ser humano pueda hacer por sí mismo. En cuanto al
“Hijo del Hombre” ver la Nota Adicional C. La expresión “que está en el Cielo” (mg.) no aparece
en algunos de los manuscritos más fiables5 8, por lo que quizá lo correcto sería omitirla. Si la
incluimos, tendremos un mayor énfasis en el carácter eterno del Hijo del Hombre. La
Encarnación no merma sus funciones, sino que las enriquece5 9. Tan solo una ubicación literal
y simplista del Cielo nos obligaría a concluir que Jesús tuvo que abandonar el Cielo para venir a
la Tierra. Morris
Que esta en el cielo.
Respecto a la pregunta, “¿Expresa 3:13b una verdad?”, la respuesta es muy fácil.
Ciertamente expresa una verdad bíblica sublime y excelsa: Jesucristo, el Hijo unigénito,
está siempre en el seno del Padre (1:18). Jesucristo (por su naturaleza divina) está
presente en el cielo incluso cuando (según su naturaleza divina y humana) está
presente en la tierra. Hendriksen.
Jesús le hablara a Nicodemo de las cosas celestiales. Naín.
En estos versículos vemos varias cosas que son celestiales, es decir, profundas.
I. Jesús tiene que morir para poder salvarnos.
A. 14, 15. El corazón y centro de este maravilloso plan de la redención aparece en
los versículos 14–18. Se presenta, no como algo completamente nuevo, sino
como algo que ya había sido parcialmente revelado en los tipos de la antigua
dispensación; y en particular el tipo que constituye la serpiente que Moisés
puso en alto para que todos pudieran verla. Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, asi es necesario que el Hijo del Hombre sea
levantado.
Relato de la serpiente de bronce.
10–21 II. Jornada desde Sinaí hasta las llanuras de Moab: una historia
de pecado continuo y de consiguientes fracasos hasta que Jehová, en
su gracia, hace que la serpiente sea puesta en alto. De ahí en adelante,
principalmente
2. Israel se había revelado otra vez. El pueblo había hablado contra Dios y
contra Moisés, diciendo: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que
muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene
fastidio de este pan tan liviano” (Nm. 21:5). Por eso Jehová había enviado
serpientes ardientes entre el pueblo, las cuales mataron a muchos.
3. Cuando el pueblo confesó sus pecados, Moisés oró por ellos. “Y Jehová dijo
a Moisés: ‘Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre una asta; y cualquiera
que fuere mordido, y mirare a ella, vivirá’. Y Moisés hizo una serpiente de
bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno,
éste miraba a la serpiente de bronze, y vivía” (Nm. 21:8, 9).
4. Ahora bien, en Juan 3:14 las palabras “… como Moisés … asi es necesario
que el Hijo del Hombre”, indican claramente que el acontecimiento [p 149]
narrado en Números 21 es un tipo del levantamiento del Hijo del Hombre.
Esto, sin embargo, no significa que ahora tengamos el derecho de suministrar
ingenuamente una larga lista de analogías entre el tipo y el Antitipo, como se
hace con frecuencia. En realidad, a nuestro parecer, en Jn. 3:14, 15 (cf.
también el versículo 16) sólo se mencionan específicamente, o están
claramente implícitos, los siguientes puntos de comparación:
a. En ambos casos (Nm. 21 y Jn. 3) la muerte amenaza como castigo del
pecado.
b. En ambos casos es Dios mismo el que, en su gracia soberana, provee
un remedio.
c. En ambos casos el remedio consiste en algo (o alguien) que debe ser
levantado a la vista de todos.79
d. En ambos casos todos los que, con corazón creyente, miran a lo que
(o, a aquel que) es levantado, son curados.
5. Aquí, como siempre ocurre, el Antitipo trasciende enormemente al tipo. En
Números el pueblo se enfrenta con una muerte física; en Juan la humanidad se
ve bajo la pena de muerte eterna a causa del pecado. En Números lo que es
levantado es el tipo; pero este tipo—la serpiente de bronce—no tiene poder
para curar. Apunta hacia el Antitipo, Cristo, que es el que posee ese poder. En
Números se subraya la curación física: cuando un hombre fijaba los ojos en la
serpiente de bronce, se le devolvía la salud. Pero en Juan lo que se concede al
que deposita su confianza en aquel que fue levantado es vida espiritual, vida
eterna.
6. El “levantamiento” del Hijo del Hombre se presenta como una necesidad (cf.
Mr. 8:31; Lc. 24:7). No es un remedio más; es el único remedio posible para el
pecado, pues sólo de esta forma se pueden satisfacer las exigencias de la
justicia y la santidad—¡y el amor!—de Dios.
Pero, ¿qué significa exactamente este levantamiento?
Por el contrario, el levantamiento en la cruz está ciertamente
incluido. De hecho, el término ser levantado (de ὑψόω) en el
cuarto Evangelio siempre se refiere a la cruz (cf. 8:28; 12:32,
34). Es, no obstante, muy significativo que este inspirado
escritor emplee un término que, aunque se refiere
indudablemente a la muerte de Cristo en la cruz, en los demás
libros se usa en relación a la exaltación de Jesús (Hch. 2:33;
5:31). La cruz nunca aparece aislada de los otros grandes
acontecimientos (como la resurrección, ascención y
glorificación) de la historia de la redención. Es el sendero que
conduce a la corona. Además ¿dónde resplandece con más
brillo la gloria de los atributos de Dios en Cristo que en la cruz?
(Cf. 12:28 con 12:32, 33.).
C. Aunque Cristo es levantado a la vista de todos, no salva, sin embargo, a todos.
Leemos que es para que todo aquel que cree tenga en él vida eterna. Del
mismo modo que el israelita se curaba por medio de la serpiente de bronce
(pues, aunque la serpiente no tenía poder para curar y era simplemente un
trozo de bronce, 2 R. 18:4, completamente indigno de adoración y veneración,
la bendición de Dios, no obstante, se obtenía mirando a esta serpiente), así
también por medio de Cristo, el gran Antitipo, los creyentes obtienen la vida
eterna. Dado que los principales conceptos del versículo 15 vuelven a aparecer
en el versículo siguiente, pasaremos inmediatamente al más precioso de todos
los pasajes de la Biblia: v 16.
II. Dios ama a todo el mundo. V 16-17
17. En estrecha relación con el anterior, el versículo 17 prosigue así: Porque Dios envió a su
Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de
él.
Según creían los judíos, cuando el Mesías viniera condenaría a los paganos. El Día del Señor
traería castigo para las naciones que habían oprimido a Israel, pero no para Israel. Amós ya
había censurado con gran severidad esta interpretación equivocada de las profecías (Am.
5:18–20), pero ellos nunca la abandonaron. Las palabras de Jesús van dirigidas contra este
exclusivismo judío. El versículo 17 indica claramente:
a. que el propósito redentor de Dios no se limita a los judíos, sino que abarca a todo el
mundo (hombres de toda tribu y nación, considerados en conjunto).
b. que el objetivo principal de la primera venida de Cristo no era el condenar sino el
salvar.
Es cierto que el verbo que se tradujo por condenar (κρίνῃ de κρίνω) tiene en el original un
sentido muy amplio. Nuestra palabra discriminar, que proviene de la misma raíz, nos señala
la idea básica: separar. De ésta, a su vez, viene la idea de seleccionar una cosa y no otra; y
de ahí, juzgar, decidir. Aunque en este mundo pecador juzgar significa con frecuencia
condenar, la palabra empleada en el original también puede tener ese sentido, que se
expresaría más exactamente con el término κατακρίνω. El hecho de que aquí, en 3:17,
tenga (o al menos se aproxime a) ese significado está demostrado por el antónimo: salvar.
La salvación, en el sentido más completo de la palabra (liberación no sólo del castigo sino
del mismo pecado, y la dádiva de la [p 154] vida eterna), era lo que Dios tenía preparado
para el mundo al cual envió su Hijo; no condenación sino salvación.
Esto hace surgir una pregunta: ¿Hemos de decir, entonces, que el propósito de la primera
venida de Cristo fue el traer salvación, mientras que el propósito de su segunda venida será
el de traer condenación (o juicio, por lo menos)?
Pero, como el versículo 18 indica, el asunto no es tan simple como parece. Nadie tiene
que esperar hasta el día de la gran consumación para recibir su sentencia. En aquel día, por
supuesto, sucederá algo muy importante: el veredicto será públicamente proclamado
(5:25– 29). Pero la decisión en sí misma, que es la base de esta proclamación pública, ya se
ha hecho hace mucho tiempo:
Jesús divide a todos los que oyen el mensaje de salvación en dos grupos, cada uno de
los cuales está representado por un individuo:
(1) El que permanece en Cristo por la fe no es juzgado; esto es, nunca se pronunciará
contra él una sentencia de condenación. Desde ahora aparece sin culpabilidad ante los
ojos de Dios.
(2) El que rechaza a Cristo y no cree en él como el Hijo unigénito de Dios (sobre este
término véase 1:14) no tiene que esperar al juicio final, como si el veredicto se
aplazara hasta entonces. Por el hecho mismo de su obstinada incredulidad, ya ha sido
condenado, y por lo tanto permanece en ese estado
14-15 Esta sección del Evangelio concluye con una declaración impresionante sobre el
propósito de la muerte de Jesús6 0. Jesús recuerda el episodio en el que Jesús mandó hacer
una serpiente de bronce y ponerla en un asta, cuando les atacaron las serpientes abrasadoras
(Nm. 21). Los que miraban6 1 a la serpiente de bronce, eran sanados6 2. Y Jesús dice que, del
mismo modo6 3 «que Moisés levantó la serpiente en el desierto, es necesario6 4 que sea
levantado el Hijo del Hombre». Esto debe referirse a “ser levantado” en una cruz, significado
que queda bastante claro por el contexto y por el uso que Juan hace de este verbo en los
demás lugares en los que aparece6 5. Aunque el significado de estaexpresión no se acaba aquí.
Estamos, probablemente, ante otro de los tantos casos en que Juan usa palabras que pueden
esconder más de un significado. El verbo denota también exaltación de la majestad. Se usa
para la exaltación de Cristo en Hechos 2:33 y, de nuevo, en Filipenses 2:9 (en un compuesto).
Parte del objetivo de Juan es demostrar que Jesús manifestó su gloria a través de las
humillaciones que pasó aquí en la Tierra, y no a pesar de esas humillaciones6 6. Esto se aplica,
sobre todo, a la cruz. Desde la perspectiva humana, la muerte en la cruz era la mayor de las
denigraciones, la muerte reservada para los criminales. Desde la perspectiva de la fe fue, y es,
la gloria suprema6 7. Morris
El propósito de la muerte de Jesús era dar vida a los creyentes. En cuanto a la importancia de
“creer” en este evangelio, ver el comentario de 1:12 y la Nota Adicional E. Todo aquel que cree
tiene (tiempo presente = posesión presente) vida eterna en Cristo6 8. Esto hace que el
concepto de vida esté estrechamente relacionado con Cristo. La vida que poseen los cristianos
no es independiente, sino que depende de Cristo. Se trata de una que está “escondida con
Cristo en Dios” (Col. 3:3). Esta es la primera vez que encontramos en este evangelio el
concepto de la vida eterna, concepto que para nuestro evangelista tiene un significado muy
amplio. En el prólogo nos informa de que la vida está “en” el Logos, y aquí volvemos a
encontrar más o menos la misma idea, con el añadido de que el levantamiento del Hijo de
Hombre es una parte integral del proceso por el cual da vida a los creyentes. La palabra que se
traduce por “eterna” (que en este evangelio, siempre acompaña al sustantivo “vida”) significa,
básicamente, “perteneciente a una era”6 9. Los judíos dividían el tiempo en la era presente, y
la era por venir, pero el adjetivo se usaba para referirse a la vida en la era por venir, y no en la
era presente. Por tanto, «la vida eterna significa la vida de la era por venir». Es un concepto
escatológico (cf. 6:40, 54). Pero como creemos que la era por venir no tiene final, el adjetivo
pasó a querer decir “infinita”, “imperecedera”. Vemos que es un concepto temporal. La vida
eterna nunca se acaba. Pero aún hay algo más, un matiz que es aún mucho más importante. Lo
maravilloso de la vida eterna no radica en la cantidad de tiempo, sino en la calidad7 0. En
palabras de Westcott, «no se trata de un estado que durará un tiempo ilimitado, sino un
estado en el cual ya no existirá el concepto de tiempo»7 1. La vida eterna es vida en Cristo, esa
vida que libera a la persona de la esfera y de las limitaciones terrenales. Tal y como vimos en la
primera parte de este capítulo, comienza por la acción divina, la acción de la regeneración, del
nuevo nacimiento. Es un regalo de Dios7 2, y no un logro humano. Morris
Nota al pie de página: Salmond dice que el adjetivo “eterna” se utiliza «no para
añadirle al sustantivo ‘vida’ la idea de perpetuidad, sino para expresar de forma más
completa la calidad de esa ‘vida’. En los escritos de Juan, la muerte es una condición
moral, la condición de fracaso y maldad en la que, por naturaleza, estamos inmersos
los hombres, y de la cual Cristo nos libra. La ‘vida’ a la que Juan se refiere es una
condición nueva, un estado espiritual, la relación con Dios a través de Cristo; y la ‘vida
eterna’ es esa ‘vida’ de calidad del orden divino, la vida que, por fin, coincide con la
idea original de la vida, la buena vida, la perfección de la vida, la satisfacción de la vida
en Dios». Además, añade: «La ‘vida eterna’, la vida regida por el orden divino, está
fuera del alcance del cambio, el deterioro o la extinción» (the Christian Idea of
Immortality [Edimburgo, 1907], p. 391).
Nota al pie de página: 72 La “vida eterna” siempre se refiere, en este evangelio, a la
vida del creyente. Nunca se usa para referirse al Padre o al Hijo. El Padre “tiene vida en
sí mismo”, y le ha concedido al Hijo la misma característica (5:26). El Hijo es “la vida”
(11:25; 14:6). Pero la “vida eterna” es el regalo de vida reservado para los creyentes.
2. Reflexión (3:16-21)
a. Algunos intérpretes acaban la cita después del v. 15
Todo el mundo está de acuerdo en que en este evangelio, de tanto en tanto nos encontramos
con las meditaciones del evangelista. Sin embargo, siempre es difícil determinar dónde
empiezan y dónde acaban. En el siglo I no había reglas de puntuación sobre cómo marcar las
citas o los discursos directos o indirectos. Así que somos nosotros los que tenemos que
averiguar el principio y el final de estas reflexiones. En este pasaje, Jesús empieza a hablar en
el versículo 10, pero Juan no nos dice dónde acaba su discurso. Lo que ocurre simplemente es
que el diálogo cesa. La mayoría cree que en algún punto pasamos de las palabras de Jesús a la
reflexión o comentario del evangelista. Quizá el cambio se produce al final del versículo 15,
donde aparece una referencia al Hijo del Hombre, expresión que, no solo aquí sino en todos
los evangelios, solo usa Jesús mismo. Así que parece bastante claro que fue Jesús el que
pronunció las palabras recogidas hasta el versículo 15. Pero en el versículo 16 se habla de la
muerte en la cruz haciendo referencia al pasado, y también encontramos marcas estilísticas
que nos hacen pensar que es Juan el que está hablando7 3. Parece ser que el evangelista,
después de recoger lo que Jesús dice sobre su propia muerte, añade unas reflexiones sobre
dicho tema. Esa muerte es un regalo de Dios, para liberar a los pecadores de la condenación. Si
perecen, es porque prefieren las tinieblas a la luz. El regalo está ahí. Ahora les toca a los
hombres aceptarlo, o rechazarlo. Morris
Nota al pie de página: 73 Juan es el único que usa el término monogenh,j (vv. 16, 18)
para referirse a Cristo en el Nuevo Testamento: 1:14, 18; 1 Jn. 4:9). La expresión
pisteu,w eivj to. o;noma (v. 18) y poie,w th.n avlh,qeian (v. 21) no aparecen en ningún
discurso de Jesús, sino que son expresiones puramente joánicas. El uso repetido de
ga,r, aunque no es concluyente (lo encontramos en algún discurso de Jesús), es
bastante característico de Juan. Morris