La Voluntad de Saber Michel Foucault
La Voluntad de Saber Michel Foucault
La Voluntad de Saber Michel Foucault
El occidente conoció desde la edad clásica una profundísima trasformación de esos mecanismos
de poder. A partir de entonces el derecho de muerte tendió a desplazarse o al menos a apoyarse
en las exigencias de un poder que administra la vida, y a conformarse a lo que reclaman dichas
exigencias. Esa muerte, que se fundaba en el derecho del soberano a defenderse o a exigir ser
defendido, apareció como el simple envés del derecho que posee el cuerpo social de asegurar su
vida, mantenerla y desarrollarla.
Ese formidable poder de muerte parece ahora como el complemento de un poder que se ejerce
positivamente sobre la vida, que procura administrarla, aumentarla, multiplicarla, ejercer sobre
ella controles precisos y regulaciones generales. Las guerras ya no se hacen en nombre del
soberano al que hay que defender; se hacen en nombre de la existencia de todos; se educa a
poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre de la necesidad que tienen de
vivir. Las matanzas han llegado a ser vitales. Fue en tanto que gerentes de la vida y la
supervivencia, de los cuerpos y la raza, como tantos regímenes pudieron hacer tantas guerras,
haciendo matar a tantos hombres. Y por un giro que permite cerrar el círculo.
Desde que el poder asumió como función administrar la vida, no fue el nacimiento de
sentimientos humanitarios lo que hizo cada vez más difícil la aplicación de la pena de muerte,
sino la razón de ser del poder y la lógica de su ejercicio. ¿Cómo puede un poder ejercer en el
acto de matar sus más altas prerrogativas, si su papel mayor es asegurar, reforzar, sostener,
multiplicar la vida y ponerla en orden? Para semejante poder la ejecución capital es a la vez el
límite, el escándalo y la contradicción. sociedad. Se mata legítimamente a quienes significan
para los demás una especie de peligro biológico. Podría decirse que el viejo derecho de hacer
morir o dejar vivir fue remplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la muerte.
En el paso de un mundo a otro, la muerte era el relevo de una soberanía terrestre por otra,
singularmente más poderosa; el fasto que la rodeaba era signo del carácter político de la
ceremonia. Ahora es en la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza;
la muerte es su límite, el momento que no puede apresar. El suicidio llegó a ser durante el siglo
xix una de las primeras conductas que entraron en el campo del análisis sociológico; Esa
obstinación en morir, tan extraña y sin embargo tan regular, tan constante en sus
manifestaciones fue una de las primeras perplejidades de una sociedad en la cual el poder
político acababa de proponerse como tarea la administración de la vida.
Ese poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo xvii en dos formas principales:
Uno de los polos, al parecer el primero en formarse, fue centrado en el cuerpo como máquina:
su educación, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento
paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y
económicos, todo ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos de las
disciplinas: anatomo política del cuerpo humano. El segundo, formado algo más tarde, hacia
mediados del siglo xviii, fue centrado en el cuerpo-especie, en el cuerpo transido por la
mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los
nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad, con todas
las condiciones que pueden hacerlos variar; todos esos problemas los toma a su cargo una serie
de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la población. Las disciplinas del
cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se
desarrolló la organización del poder sobre la vida. El establecimiento, durante la edad clásica,
de esa gran tecnología de doble faz caracteriza un poder cuya más alta función no es ya matar
sino invadir la vida enteramente. La vieja potencia de la muerte, en la cual se simbolizaba el
poder soberano, se halla ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos y
la gestión calculadora de la vida. Desarrollo rápido durante la edad clásica de diversas
disciplinas -escuelas, colegios, cuarteles, talleres- de técnicas diversas y numerosas para obtener
la sujeción de los cuerpos y el control de las poblaciones. Se inicia así la era de un "bio-poder".
Las dos direcciones en las cuales se desarrollan son; las vertientes de la disciplina, figuraban
instituciones como el ejército y la escuela; reflexiones sobre la táctica, el aprendizaje, la
educación, el orden de las sociedades; y la vertiente de las regulaciones de población, figura
la demografía, la estimación de la relación entre recursos y habitantes, los cuadros de las
riquezas y su circulación, de las vidas y su probable duración.
La filosofía de los "ideólogos” constituye sin duda el discurso abstracto en el que se buscó
coordinar ambas técnicas de poder para construir su teoría general.
Ese bio-poder fue, a no dudarlo, un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo; éste
no pudo afirmarse sino al precio de la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de
producción y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos.
Pero exigió más; necesitó el crecimiento de unos y otros, su reforzamiento al mismo tiempo que
su utilizabilidad y docilidad; requirió métodos de poder capaces de aumentar las fuerzas, las
aptitudes y la vida en general, sin por ello tornarlas más difíciles de dominar
Los grandes aparatos de Estado, como las instituciones de gobierno y autoridad, fueron
fundamentales para mantener el orden en la economía y las relaciones sociales. En el siglo
XVIII, se desarrollaron nuevas formas de controlar y gestionar a la población, conocidas como
anatomo y biopolítica. Estas técnicas no solo se usaron en el gobierno, sino también en la
familia, el ejército, las escuelas, la policía, la medicina y la administración de comunidades.
Estas nuevas formas de poder influyeron en la economía y en cómo se desarrollaba, además de
afectar a las relaciones sociales, creando jerarquías y segregaciones. A través del biopoder, se
pudo organizar y gestionar mejor la población y el capital, haciendo que el crecimiento de los
grupos humanos y el desarrollo económico estuvieran alineados.
El biopoder ayudó a manejar la población de manera que favoreciera el crecimiento económico
y la distribución de la riqueza. Esto se logró a través de la valorización del cuerpo humano y la
gestión de sus capacidades. En resumen, la intervención en la vida de las personas y la gestión
de sus cuerpos se volvieron esenciales para mantener el sistema económico y las relaciones de
poder en la sociedad.
Lo que sucedió en el siglo xvii en ciertos países occidentales y que fue ligado por el desarrollo
del capitalismo, fue otro fenómeno y quizá de mayor amplitud que esa nueva moral que parecía
descalificar el cuerpo; fue nada menos que la entrada de la vida en la historia
La presión de lo biológico sobre lo histórico, durante milenios, fue extremadamente fuerte; el
desarrollo económico y principalmente agrícola del siglo xvii, el aumento de la productividad y
los recursos más rápido aún que el crecimiento demográfico al que favorecía, permitieron que se
aflojaran un poco esas amenazas profundas: la era de los grandes estragos del hambre y la peste
se cerró antes de la Revolución francesa; la muerte dejó, o comenzó a dejar, de hostigar
directamente a la vida. Pero al mismo tiempo, el desarrollo de los conocimientos relativos a la
vida en general, el mejoramiento de las técnicas agrícolas, las observaciones y las medidas
dirigidas a la vida y supervivencia de los hombres, contribuían a ese aflojamiento: un relativo
dominio sobre la vida apartaba algunas inminencias de muerte. El hombre occidental aprende
poco a poco en qué consiste ser una especie viviente en un mundo viviente
Por primera vez en la historia, sin duda, lo biológico se refleja en lo político; el hecho de vivir
ya no es un basamento inaccesible que sólo emerge de tiempo en tiempo, en el azar de la muerte
y su fatalidad; pasa en parte al campo de control del saber y de intervención del poder. Éste ya
no tiene que vérselas sólo con sujetos de derecho, sobre los cuales el último poder del poder es
la muerte, sino con seres vivos, y el dominio que pueda ejercer sobre ellos deberá colocarse en
el nivel de la vida misma; haber tomado a su cargo a la vida.
RESUMEN IDEAS PRINCIPALES
Derecho de muerte y poder sobre la vida
En este segmento de su obra, Michel Foucault analiza la transformación histórica del poder
soberano, que originalmente se manifestaba principalmente a través del derecho a decidir sobre
la vida y la muerte. Este poder soberano estaba centrado en la capacidad del gobernante para
ejercer la pena de muerte y demostrar así su autoridad suprema sobre los súbditos.
Evolución del Poder
A lo largo del tiempo, especialmente desde la Edad Clásica, el enfoque del poder comenzó a
cambiar. En lugar de centrarse únicamente en el derecho de muerte, el poder se reorientó hacia
la administración y regulación de la vida. Este nuevo tipo de poder, que Foucault denomina
"biopoder", no se basa en la capacidad de matar, sino en la gestión de la vida, abarcando
aspectos como la salud, la natalidad y la longevidad de la población.
Mecanismos del Biopoder
El biopoder se ejerce a través de diversas instituciones y técnicas desarrolladas en el siglo
XVIII, como la familia, el ejército, la escuela, la policía, la medicina y la administración
pública. Estas instituciones no solo imponen normas y reglamentaciones, sino que también
buscan mejorar y potenciar las capacidades de los individuos y las poblaciones. El biopoder, por
tanto, se manifiesta en la regulación y optimización de la vida en todas sus dimensiones.
Biopolítica
El término "biopolítica" describe este nuevo paradigma en el que el poder se enfoca en la
regulación de la vida. Las técnicas biopolíticas incluyen políticas de salud pública, regulación
de la población y otras formas de intervención estatal que buscan gestionar la vida de manera
activa. Estas intervenciones son esenciales para el funcionamiento del biopoder, que ya no se
trata solo de prohibir o permitir, sino de organizar, controlar y mejorar la vida de los individuos
y las poblaciones.
Conclusión
En resumen, Foucault describe una transición histórica del poder soberano centrado en la
muerte hacia un biopoder que administra y regula la vida. Este biopoder se ejerce a través de
múltiples instituciones y técnicas, y tiene profundas implicaciones para la sociedad moderna,
incluyendo la justificación de la guerra y el genocidio, y la problemática persistencia de la pena
de muerte. El biopoder representa una forma de poder que busca no solo controlar, sino también
potenciar la vida, ajustando así el crecimiento de la población y la expansión económica.