Leeresmicuento13 Quijote
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Don Quijote
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Leer Capítulos I y VIII
MIGUEL DE CERVANTES
◆
AU TOR
Miguel de Cervantes
Editor
Iván Hernández
Coordinadora editorial
Laura Pérez
Ilustrador
Rafael Yockteng
Comité editorial
Consuelo Gaitán
Iván Hernández
Jorge Orlando Melo
Moisés Melo
José Zuleta
◆
Primera edición, 2016
ISBN: 978-958-8959-05-4
C AP ÍT ULO I
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo
don Quijote de la Mancha
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Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus
bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que
estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que
pudo, pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje,
sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un
modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de
celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de
una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto
deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad
con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer
de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que
él quedó satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva experiencia della,
la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
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Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más
cuartos que un real y más tachas que el caballo de
Gonela, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni
Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se
le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque
(según se decía él a sí mesmo) no era razón que caballo
de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese
sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele
de manera que declarase quién había sido antes que
fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues
estaba muy puesto en razón que, mudando su señor
estado, mudase él también el nombre, y le cobrase
famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden
y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así, después
de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió,
deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al
fin le vino a llamar Rocinante, nombre, a su parecer, alto,
sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue 13
rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero
de todos los rocines del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo,
quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento
duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don
Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión
los autores desta tan verdadera historia que, sin duda,
se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros
quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso
Amadís no sólo se había contentado con llamarse
Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y
patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula,
así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre
de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que,
a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la
honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su
rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa
sino buscar una dama de quien enamorarse: porque el caballero andante sin
amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por
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ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes,
y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le
venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se
hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida:
«Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien
venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote
de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para
que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante?
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este
discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que
se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen
parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende,
ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le
pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre
que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y
gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso;
nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás
que a él y a sus cosas había puesto.
S an ch o Pa nza
En estas líneas del capítulo VII el
autor cuenta quién es Sancho Panza.
9 789588 959054