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La Oración Cambia Todo

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La oración cambia todo.

La oración te da acceso al cielo, te da acceso al


corazón de Dios e impacta el corazón del Rey. La oración de corazón
conforme a Su voluntad, crea un ambiente tan especial en el cielo, que el
mismo Padre no se puede resistir ante tanta benevolencia, tanto amor,
tanta dependencia de nosotros hacia Él.

La oración provoca que venga un cambio radical en nuestras vidas, pero


tenemos que aprender a orar. Si tú no sabes orar serán oraciones que al
final te cansarás, menguarás y te desilusionarás de no ver los resultados
esperados.
Tesalonicenses 5:17
17
Orad sin cesar.

El apóstol Pablo le está entregando la llave maestra a la iglesia de


Tesalónica. Les está diciendo: ustedes tienen que orar, permanecer
constante en oración, no pueden debilitarse, no pueden dejar de orar,
porque esto es lo que les da la garantía a ustedes no solamente de su
salvación sino de permanecer en la fe en Cristo Jesús. El apóstol Pablo les
está diciendo: yo les advierto que habrán problemas, habrán tormentas,
circunstancias difíciles y dolorosas en su vida, pero por eso no pueden dejar
de orar; habrán tiempos de gozo, de felicidad, de paz pero tampoco pueden
dejar de orar.

Nosotros somos dados a empezar a orar, pero no permanecemos en ese


sistema de oración. Cualquier motivo nos impulsa a desviarnos y a tomar
otra alternativa, y la oración pasa a un segundo plano. Y nosotros tenemos
que concientizarnos que para poder permanecer en la fe, en la fe de Cristo
Jesús, tenemos que estar bien cimentados y es a través de la oración.

orar como un estilo de vida que orar por una necesidad. Cuando tú oras
como un estilo de vida, a ti nada de preocupa, nada te atormenta, te
mantienes en perfecta paz y confianza porque sabes quién es tu Dios; pero
cuando oramos porque ya tenemos el problema, lo hacemos con la
intención equivocada, a ver si resulta, y muchas veces sin conocer al Dios
Todopoderoso.
Necesitamos pensar en la oración menos en términos de cómo
obtenemos las cosas que necesitamos de Dios y más en términos de
nuestra relación con Dios. Dicho sin rodeos, Dios no necesita la
oración. Él no cuenta con nosotros para que le hagamos ver nuestras
necesidades, y tampoco está esperando que le pidamos para Él actuar.
No, Dios es Dios, y Él es el gobernador soberano del universo. Pero
también es nuestro Dios, y ha entrado en una relación con Su pueblo,
convirtiendo en hijo Suyo a cada persona que confía en Jesucristo.
Dios ha dado la oración como
la oración es la forma en que nosotros nos comunicamos con Él. La
comunicación es crítica para cualquier relación y esto es
verdaderamente cierto en nuestra relación con Dios.
Dios también usa la oración para provocar cambios en nosotros.
Debemos orar en el nombre de Jesús, bajo Su autoridad (Jn 14:13) y
de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Jn 5:14). Seguir este modelo
bíblico de oración nos enseña a buscar la voluntad de Dios y a venir al
Señor con el deseo de que nuestras vidas reflejen la gloria de Dios y la
imagen de Jesucristo. Piensa en esto por un momento: ¿Qué tiene más
significado eternamente: que nuestras circunstancias cambien o que
seamos más como Jesús? Cuando miramos la oración bajo esta luz,
vemos el verdadero poder de la oración. La oración es un medio de
gracia que el Señor usa para moldearnos más y más a la imagen de
Cristo (ver Rom 8:29).
Finalmente, la oración es también un medio que Dios usa para traer a
cumplimiento Su voluntad, no porque Él dependa de la oración, sino
porque ha elegido usar la oración para ese fin. Un ejemplo de esto en
el Antiguo Testamento es el clamor de los israelitas en Egipto (Éx
2:23-25). El Señor ya había prometido liberar a Su pueblo de la
esclavitud (Gén 15:13-14), ya había afirmado esa promesa en Su
pacto, y aun así escogió usar las oraciones de Su pueblo para iniciar
Su liberación. Recordemos esto cuando estemos desanimados o nos
sintamos impotentes. Vayamos al Señor en oración y oremos para que
Él cambie tanto nuestras circunstancias como a nosotros mismos.
Un propósito primordial de la oración es descubrir la voluntad del Señor para
nuestra vida. Cuando buscamos sus caminos, Él trabaja en nuestros corazones
y mentes para guiarnos con su Palabra y desarrollar nuestro entendimiento de
la situación. Entonces nuestros ojos se abren a su perspectiva para que
podamos orar de acuerdo con su voluntad. Y cuando oramos para que su
voluntad se cumpla en su tiempo, nos sorprendemos por lo que Él puede
hacer.

La oración es un recurso poderoso por medio del cual Dios actúa en este
mundo. Lo asombroso es que el Señor nos ha dado el privilegio de participar
en su obra con tan solo hablar con Él. No es que cambiemos nada mediante la
oración, sino que Él ha escogido traer el cambio en conjunción con nuestras
peticiones. No tenemos la facultad de salvar a los incrédulos, sanar a los
enfermos, o vencer el mal, pero podemos orar y ver a Dios intervenir con
poder en nuestra vida, hogares, iglesias y mundo.

LA ORACIÓN DE ANA (1 Samuel capítulo 1)

Ana era una mujer atribulada teniendo en vista que su marido


Elcana tenía otra esposa llamada Penina, eso hasta que era
tolerable en la época, pero lo que la perturbaba incluso era el ser
estéril mientras su rival tenía hijos y se burlaba de ella
constantemente, en dado momento cuando la familia fue a Silo en
la visita anual al templo, Ana decidió derramar el corazón ante Dios
y dijo que si Él le concediera un hijo ella lo entregaría de buen
grado al servicio de Dios, su oración fue atendida y fue así que
nació Samuel, cuyo nombre significa: ‘pedido a Dios’.

LA ORACIÓN DE JOSAFÁT

También rey de Judá, Josafát estuvo ante una batalla para la que no
tenía medios para combatir, los pueblos vecinos habían hecho una
coalición para destruirlo, se estima que la multitud enemiga era de
más de un millón de soldados.

En ese momento Josafá cayó de rodillas y clamó al Dios de Israel


para que lo socorriera por que no había escapatoria, en medio del
pueblo surgió un profeta llamado Jaaziel que llevó la respuesta de
Dios al Rey en estos términos:

“No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande,


porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis
contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los
hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá
para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y
ved la salvación de Jehová con vosotros.” (2 Crónicas 20:15-17)

Josafát se llenó de confianza y mandó traer a los cantores que


fueran delante de su ejército alabando a Dios y su bondad, el
pueblo en pequeño número iba atrás y cuando se encontraron con
el enemigo, he aquí todos estaban muertos, durante la noche el
Señor había causado un alboroto en el campamento donde unos
se levantaron contra otros y cuando amaneció el día estaban todos
muertos.

El pueblo de Judá tardó 3 días para juntar todo el despojo de la


guerra que hallaron en el campamento enemigo.
Daniel
Existe un paralelo interesante entre las costumbres en la
vida de Jesús y una de las personas más impresionantes del
Antiguo Testamento: Daniel. Él es uno de los grandes
hombres de oración de la Biblia. Tres veces Dios le califica
de manera extraordinaria: "Tú eres muy amado" (Dn
9:23) (Dn 10:11,19).

Igual que nuestro Señor, Daniel estaba bajo observación


constante de sus enemigos envidiosos. A pesar de una
atención intensiva no pudieron descubrir ninguna falta en su
vida cotidiana, "porque era fiel" (Dn 6:5).

Finalmente, sus colaboradores le hacen caer en la trampa,


del mismo modo que a Jesús más tarde. Habían observado
atentamente sus costumbres de oración, y allí encontraron
el punto, donde hacer daño. Con hipocresía lisonjearon al
rey Darío y su vanagloria, presentándole una ley para que la
firmara, que exigía que durante 30 días ninguna persona en
el reino medo-persa pudiera pedir nada de nadie sino sólo
del rey Dario.

El rey, en su delirio de grandeza y andando por las nubes por


la idea grandiosa de ser adorado y reverenciado como un
dios durante un mes, cayó en la trampa y firmó la ley.

Los enemigos de Daniel podían darse con un canto en los


dientes: El hecho de orar acarrearía inmediatamente la pena
de muerte, y un hombre de oración como Daniel, si seguía
con sus costumbres de oración, sería echado al foso de los
leones por infringir la ley. ¿Qué hará Daniel? Esa era la
cuestión.

Estudio bíblico: Hombres y


mujeres de oración en la Biblia
y la historia -
Serie: La vida de oración de Jesús
Autor: Wolfgang Bühne

Email: estudios@escuelabiblica.com
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Hombres y mujeres de oración en la


Biblia y la historia
Samuel
La vida del profeta Samuel estaba enmarcada por la
oración. Su madre oró a Dios por él cuando estaba
desesperada, y luego le dio el nombre "lo pedí de
Jehová" o "Dios escucha". Ya de niño "adoró a
Jehová" (1 S 1:28), y siendo muy anciano, cuando el
pueblo de Israel le rechazó como juez, pidiendo un
rey "oró a Jehová" (1 S 8:6).

Después de haber ungido a Saúl como rey y


pronunciado su discurso de despedida para el pueblo,
no se le ocurrió retirarse como bien podía haberlo
hecho a su edad. No, sino que prometió al pueblo
reunido, que ya vislumbraba la pérdida de este
hombre de oración:

(1 S 12:23)"Así que lejos sea de mí que peque yo


contra Jehová cesando de rogar por vosotros..."

La costumbre de Samuel de orar por el pueblo de


Dios, digna de ser imitada, estaba tan arraigada en él,
que consideraba que era un pecado si cesaba de
interceder por ellos. Su intercesión no dependía del
barómetro de emociones del pueblo.

El (Sal 99:6) nos recuerda su importancia como hombre


que oraba: "Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y
Samuel entre los que invocaron su nombre; invocaban
a Jehová y el les respondía."

Daniel
Existe un paralelo interesante entre las costumbres
en la vida de Jesús y una de las personas más
impresionantes del Antiguo Testamento: Daniel. Él es
uno de los grandes hombres de oración de la Biblia.
Tres veces Dios le califica de manera extraordinaria:
"Tú eres muy amado" (Dn 9:23) (Dn 10:11,19).

Igual que nuestro Señor, Daniel estaba bajo


observación constante de sus enemigos envidiosos. A
pesar de una atención intensiva no pudieron
descubrir ninguna falta en su vida cotidiana, "porque
era fiel" (Dn 6:5).

Finalmente, sus colaboradores le hacen caer en la


trampa, del mismo modo que a Jesús más tarde.
Habían observado atentamente sus costumbres de
oración, y allí encontraron el punto, donde hacer
daño. Con hipocresía lisonjearon al rey Darío y su
vanagloria, presentándole una ley para que la
firmara, que exigía que durante 30 días ninguna
persona en el reino medo-persa pudiera pedir nada de
nadie sino sólo del rey Dario.

El rey, en su delirio de grandeza y andando por las


nubes por la idea grandiosa de ser adorado y
reverenciado como un dios durante un mes, cayó en
la trampa y firmó la ley.

Los enemigos de Daniel podían darse con un canto en


los dientes: El hecho de orar acarrearía
inmediatamente la pena de muerte, y un hombre de
oración como Daniel, si seguía con sus costumbres de
oración, sería echado al foso de los leones por
infringir la ley. ¿Qué hará Daniel? Esa era la cuestión.

Sabían muy bien que Daniel solía orar tres veces al


día en su cámara. Y lo hacía en voz alta, de forma que
los de fuera lo podían oír. Además con la ventana
abierta en dirección a Jerusalén, donde quedaban los
tristes restos del templo que una vez fue tan
magnífico.
La reacción de Daniel, que era de unos 80 años en ese
momento, es impresionante:

(Dn 6:10)"Cuando Daniel supo que el edicto había sido


firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de
su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba
tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su
Dios, como lo solía hacer antes."

Como era de esperar, sus enemigos estaban al acecho


y con placer malévolo, y aire triunfante por la
insensatez de su compañero aborrecido, que les hacía
la vida imposible, le acusan de delito de lesa majestad
y de infractor de la ley. Por segunda vez la trampa
funcionó.

¿Fue prudente que Daniel orara tres veces al día bajo


estas circunstancias? ¿No hubiese bastado una
oración antes del amanecer, cuando todos dormían
aún? ¿No se puede orar en silencio a Dios, sin ser
oído por los demás? ¿Tenía que orar precisamente en
el lugar de costumbre, en su cámara? ¿No pudo haber
cerrado las ventanas por lo menos, o echar unas
cortinas? ¿Por qué Daniel mordió el anzuelo, sabiendo
lo que iba a ocurrir?

Para Daniel la lealtad hacia Dios estaba por encima de


la lealtad al rey y era más fuerte que su instinto de
conservación. Él sabía que apartarse de sus
costumbres de oración hubiese sido una traición a su
Dios. Así que oró y dio gracias "delante de su Dios,
como lo solía hacer antes".

La vida de oración de Dano se fundaba en el principio de


"gana o desgana", sino en una costumbre conservada y
practicada fielmente durante muchos años con disciplina.

Spurgeon lo expresó así con acierto: "La fe de Daniel no fue


el resultado de una pasión, sino el fruto de principios
profundamente arraigados".

David
John Welch (1570-1622)

De este conocido predicador escocés se cuenta que su


ministerio tan bendecido como predicador y pastor era
debido a su vida de oración intensa. Una vez comentó: "No
concibo cómo un creyente puede pasar la noche entera en la
cama sin orar".

Cuando por las noches se levantaba para orar, tenía a mano


una manta con la que podía arroparse. Cuando su mujer se
quejaba cuando le veía llorando de rodillas en el suelo
contestó: "Ah, mujer, tengo la responsabilidad de tres mil
almas y de muchas de ellas no sé de qué pie cojean."

Para no molestar por la noche a los vecinos, más de una


noche la pasaba orando en su iglesia que se encontraba a las
afueras de la ciudad, porque allí podía orar en voz alta sin
ser molestado. Cuentan la siguiente anécdota de su vida:

Una noche acudió a su casa un monje itinerante que pedía


poder dormir una noche en su casa, lo cual Welch le
concedió con gusto. Pero el monje por la noche a penas pudo
dormir, ya que un murmullo constante le despertó y asustó.
Cuando el monje al día siguiente siguió su camino, se
encontró con un campesino que le preguntó donde había
pasado la noche. El monje respondió: "Donde el pastor de
los hugonotes. Pero me ha sentado mal, porque el diablo
vive en su casa; durante toda la noche oí un murmullo
constante y estoy convencido de que el hugonote estaba
hablando con el diablo."

Cuando el campesino le explicó que lo que había oido era la


oración de costumbre del pastor, se asombró no poco, pues
hasta entonces era de la opinión que los protestantes no
sabían orar. Así que volvió a John Welch y pidió poder
alojarse un par de días más. La noche siguiente oyó otra vez
el susurro, fue de puntillas hasta la puerta y oyó como Welch
oraba fervorosamente a su Dios.

Esta experiencia fue tan convincente para él que a la


mañana siguiente le explicó a John Welch que quería
hacerse protestante.

2. Juan Wesley (1703-1791)


stos pocos ejemplos de entre el gran número de hombres y
mujeres de la historia de la iglesia que oraban, están ahí
para hacernos ver el valor de una vida de oración
disciplinada. Y también nos deben animar a poner la oración
en el lugar que se merece en la lista de nuestras
ocupaciones y prioridades. Debemos dar más lugar a la
oración en nuestra planificación diaria.

Cómo orar a Dios para que me


escuche - ¡4 claves!

Por Yang Yang, China

9minutos de lectura

Todo hermano y hermana sabe bien que la oración


es un camino por el cual nos comunicamos con
Dios. Así que, además de en la mañana y en la
noche, también oramos antes y después de las
comidas, en reuniones, los domingos, y así
podríamos continuar enumerando momentos. Sin
embargo, ¿cómo deberíamos orar exactamente
para que nuestras oraciones sean aceptadas por
Dios y conformes a Su voluntad? Todo hermano y
hermana debería saberlo. De hecho, ya el Señor
Jesús nos ha dado la respuesta a esta pregunta.
Veamos este aspecto de esta verdad juntos:

Primero: Ten un corazón de la humildad,

Lucas 18:9-14 dice así: “Refirió también esta


parábola a unos que confiaban en sí mismos como
justos, y despreciaban a los demás: ‘Dos hombres
subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro
recaudador de impuestos’. El fariseo puesto en pie,
oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás hombres:
estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este
recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por
semana; doy el diezmo de todo lo que gano’. Pero el
recaudador de impuestos, de pie y a cierta
distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
‘Dios, ten piedad de mí, pecador’. Os digo que éste
descendió a su casa justificado pero aquél no;
porque todo el que se ensalza será humillado, pero
el que se humilla será ensalzado”. En la parábola
del Señor Jesús podemos ver fácilmente que al
Señor le agradó la oración del publicano y detestó
la del fariseo. Porque en la oración del fariseo
podemos ver enaltecimiento y auto-justificación. El
fariseo miraba con desprecio la oración del
publicano, realmente enumeró todos sus méritos
delante de Dios, llenos de pretensiones y auto-
justificaciones. Realmente no sabía de su posición
delante de Dios, no tenía una actitud de devoción
hacia Dios, se había posicionado igual a Dios, así
que Dios le aborreció. Pero la oración del publicano
era completamente diferente. Sabía perfectamente
que era un pecador con una identidad baja, así que
pudo orar a Dios en humildad, pudo tener una
actitud de devoción hacia Dios, estaba realmente
arrepentido, y oraba sinceramente a Dios pidiendo
el perdón de sus pecados, así que obtuvo la
misericordia de Dios. Si nos basamos en estas
diferentes actitudes, el Señor Jesús dijo: “Os digo
que éste descendió a su casa justificado pero
aquél no; porque todo el que se ensalza será
humillado, pero el que se humilla será ensalzado”.
Si queremos que nuestras oraciones sean
escuchadas por Dios, deberíamos evitar la oración
del fariseo y seguir el ejemplo del publicano,
permaneciendo correctamente en la posición de
una criatura de Dios. Al orar en la presencia de
Dios, deberíamos tener una actitud de piedad,
tratar a Dios como Dios, reconocer nuestras
maldades delante de Dios frecuentemente y
reflexionar acerca de que estas cosas no agradan
al Señor, y arrepentirnos verdaderamente y
confesarnos delante de Dios; y aún más, no ser
autosuficientes o presuntuosos. Solo de esa
manera nuestras oraciones pueden ser aceptadas
por Dios. Como Dios Jehová una vez dijo: “Y se
humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi
nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de
sus malos caminos, entonces yo oiré desde los
cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
Ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos
atentos a la oración que se haga en este lugar” (2
Crónicas 7:14-15).

Segundo: Ora al Señor sincera y honestamente

El Señor Jesús una vez enseñó a Sus discípulos: “Y


cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque
a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las
sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser
vistos por los hombres. En verdad os digo que ya
han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores,
entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
(Mateo 6:5-6). De este mandamiento del Señor
Jesús, sacamos en conclusión que el Señor Jesús
aborrecía las oraciones hipócritas de los fariseos.
Ellos a propósito hacían que sus rostros parecieran
tristes, hacían largas oraciones, para hacer ver a
las personas que ellos ayunaban y oraban. Sin
embargo en esas oraciones no había una buena
comunicación con Dios, sólo importaba las
ceremonias, para que los judíos pudieran ver que
eran leales a Dios, y así las personas les admiraban
y les respetaban. Esta clase de oración trataba de
engañar a Dios y no podía ser aceptada por el
Señor. Dios es el Creador. Cuando oramos ante Él,
nosotros, Sus criaturas deberíamos tener un
corazón reverente para con Dios y sinceramente
alabarle. Si, como los fariseos, oramos al Señor
durante varias horas al día, pero no le abrimos
nuestros corazones, sólo vamos a Él con
ceremonias religiosas y reglas, entonces esas
oraciones llegarán a Dios solo superficialmente,
tratan de engañarle y son aborrecidas por Dios. El
Señor Jesús dijo: “Dios es espíritu, y los que le
adoran deben adorarle en espíritu y en verdad”
(Juan 4:24). Así que cuando oramos, deberíamos
tener un corazón rendido al Señor, aceptar lo que
Dios nos dice, y decir a Dios lo que realmente está
en nuestros corazones. Solo de esta manera,
nuestras oraciones agradaran a Dios.

Tercero: Ora para que se lleve a cabo la voluntad


de Dios

Mateo 6:9-13 dice así: “Vosotros, pues, orad de


esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el
cielo […] Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal’”. Dios espera que más gente
pueda aceptar Su salvación y escapar del daño de
Satanás, para que la voluntad de Dios se pueda
hacer en la Tierra y el Reino de Cristo se
establezca en ella. Así que hemos de orar, no para
nuestros propios beneficios sino para estas cosas:
Que la voluntad de Dios pueda ser hecha en la
Tierra; que el Reino de Cristo se realice en la
Tierra; Que el evangelio de Dios se extienda; que
podamos extender el evangelio y que demos
testimonio de Dios; que lleguemos a ser de los que
buscan el corazón de Dios… Todas estas oraciones
son aceptadas por Dios. Justo como en el antiguo
testamento dice del rey David que propuso en su
corazón construir el templo a Jehová el Señor. Así
se convirtió en la persona que trajo gozo a Jehová
el Señor. Tales oraciones son aceptadas por Dios.
Y después de él, llegó el rey Salomón y Jehová el
Señor le dijo a Salomón en un sueño que podía
pedir lo que quisiera. Sin embargo, Salomón no
pidió riquezas ni una larga vida, sino que pidió
sabiduría para discernir justamente. Como
resultado, Dios no solo le dió sabiduría, sino que le
dió además todo lo que no pidió, larga vida y
riquezas. Hoy en día, si amamos a Dios con todo
nuestro corazón, nos importa la voluntad de Dios, y
oramos que el Reino de Cristo venga y que la
voluntad de Dios se lleve a acabo, entonces
nuestras oraciones seran aceptadas por Dios.

Cuarto: Ora al Señor con perseverancia y resolución y no


desmayes

Lucas 18:1-8 dice así: “Y les refería Jesús una


parábola para enseñarles que ellos debían orar en
todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: “Había en
cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni
respetaba a hombre alguno. Y había en aquella
ciudad una viuda, la cual venía a él
constantemente, diciendo: ‘Hazme justicia de mi
adversario’”. Por algún tiempo él no quiso, pero
después dijo para sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni
respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta
viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por
venir continuamente me agote la paciencia’. Y el
Señor dijo: ‘Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y
no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a
El día y noche? ¿Se tardará mucho en
responderles? Os digo que pronto les hará justicia.
No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga,
¿hallará fe en la tierra?’”. De esta parábola del
Señor podemos entender que no debemos estar
impacientes para ver los resultados pronto en todo
lo que pidamos a Dios, porque Dios es un Dios
práctico, que no hace cosas sobrenaturales. El
contesta las oraciones de acuerdo a Sus principios:
a veces Dios prueba nuestra fe y lealtad hacia Él, a
veces purifica nuestra más íntima contaminación.
De esta manera no importa qué dificultades
enfrentemos en nuestras vidas o en nuestro
servicio, deberíamos , igual que la viuda que pedía
al juez que le hiciese justicia, tener un corazón
perseverante, orar y buscar a Dios con frecuencia,
esperar que Dios revele Su voluntad a nosotros y
no desmayar. Justamente como los israelitas
sufrieron la opresión de Faraón en Egipto, ellos no
cesaron de orar y clamar a Dios para que les
libertara. Y aunque Dios no les contestó enseguida,
ellos no desmayaron, sino que confiaban y
dependían de Dios y oraban constantemente.
Finalmente Dios levantó a Moisés para que les
guiara a salir de Egipto y les condujera hasta la
buena tierra de Canaan. Si constantemente oramos
a Dios y no nos desanimamos, seremos iluminados
por el Espíritu Santo, y veremos las grandes obras
de Dios.

Si oramos de acuerdo a estos puntos cada día,


nuestras oraciones seran aceptadas

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