Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

TEMA 50 - El Quijote

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 14

TEMA 50: EL QUIJOTE

26 de septiembre de 1604, fecha en la que el secretario real de Felipe III


firmó el privilegio para imprimir por diez años en Castilla un libro titulado El
ingenioso hidalgo de La Mancha, primer trámite administrativo para poder
publicar un libro en España. En el verano de 1604 estaba terminada la
primera parte, que apareció publicada a comienzos de 1605, el éxito fue
inmediato. El responsable de la edición que consideramos prínceps (la de
1605), fue Francisco Robles, que a su vez encargó la impresión a Juan de la
Cuesta. Siguiendo el procedimiento habitual, Cervantes presentó ante el
Consejo Real no el manuscrito autógrafo, sino una copia realizada por un
amanuense profesional (copia que probablemente revisaría Cervantes una vez
que estuviera finalizada); más tarde fue enviado a los censores para su
aprobación y luego a la rúbrica del escribano Juan Gallo, por último, se
tramitaría la petición del correspondiente privilegio real de impresión.

La primera edición madrileña (1605) contiene numerosas erratas y descuidos,


atribuidos durante mucho tiempo a Cervantes, pero realmente dichos errores
son debidos en su totalidad al proceso de impresión, ya que los tipógrafos
trabajaban simultáneamente o en equipos que se iban turnando. Demuestra el
éxito de la obra las dos ediciones aparecidas en Portugal ese mismo año y una
segunda edición en España. Las dos variantes más significativas respecto a la
edición prínceps fueron con toda seguridad del propio Cervantes, según puede
inferirse por su características lingüísticas y de estilo. En este sentido, ha
llamado la atención de la crítica el hecho de que Cervantes no aprovechara la
oportunidad para corregir errores y erratas que se deslizaron en la primera
edición. Aunque se vendió con bastante éxito, no apareció una tercera edición
hasta 1608. Fue en los últimos meses de 1614, cuando Cervantes terminó la
segunda parte del Quijote, que el mismo editor y la misma imprenta sacaron a
la luz el otoño de 1615.

En un estudio fundamental sobre la composición del Quijote, Ramón


Menéndez Pidal (1973) recordó que, en el S.XII, Francia había difundido por
toda Europa un modelo de novela caballeresca en verso, partiendo de la
leyendas bretonas. A partir del S.XIII, a este género poético le sucede toda
una serie de novelas que emplea ya la prosa, introduciendo el amor como
tema literario y cuyo argumento se desarrolla en un mundo cortés y elegante.
La figura del ‘caballero andante’ se convierte en protagonista: ya no ocurre
como en la epopeya que encarna valores nacionales o políticos, sino que se
trata de personajes que, de modo individual, vagan por el mundo en busca de
aventuras. Para Pidal, el Quijote no es más que el último libro de una
larga serie caracterizada por la presencia de elementos cómicos en el
relato caballeresco.
Hacia 1492, Garci Rodríguez de Montalvo refundió una antigua novela cuyos
primeros testimonios datan de la segunda mitad del S.XIV: el Amadís de
Gaula. Tuvo tal éxito que en poco tiempo se multiplicó en diversas ediciones al
castellano y fue traducida a los principales idiomas europeos. Así, el género de
las novelas de caballerías, que durante la Edad Media no había producido en
España obras originales y que en Francia había sido olvidado, conoció durante
el Renacimiento un florecimiento que saltó las fronteras españolas. A
diferencia de los renacentistas italianos (Boiardo o Ariosto), Cervantes
contempla la materia literaria desde otra posición, la de criticar la
inverosimilitud de los lances caballerescos. Por lo demás, Cervantes elige la
prosa en forma de novela, lo que añade un nuevo motivo de distancia con sus
predecesores italianos.

Pata acercarnos al conocimiento de la génesis del Quijote, existe una pieza


dramática exhumada por Adolfo Castro en el S.XIX y conocida como Entremés
de los romances, cuyo argumento guarda numerosas similitudes con el
comienzo de la magna obra cervantina: es innegable este parecido con los
capítulos IV, V y VII de la primera parte del Quijote; abundando en la teoría,
Pidal sostiene que el entremés fue indiscutiblemente el modelo de esos
primeros capítulos del Quijote. Rechaza la hipótesis formulada por otros
críticos, que defienden que la redacción del Entremés es posterior a la del
Quijote. Lo que sí parece claro es que el Quijote se escribió a lo largo de un
extenso periodo de tiempo, que dio lugar a que la concepción de la obra
creciera y se fuera transformando. En la segunda parte, en cambio, nos
encontramos una mayor concentración de las aventuras y se despliegan
totalmente las personalidades de don Quijote y Sancho. El proceso de
elaboración fue más sereno y menos problemático. Solo la irrupción del
‘Quijote de Avellaneda’ pudo alterar hasta cierto punto el diseño segurísimo
de esta segunda parte.

Hay que relacionar el Quijote con el éxito que ya había tenido El Guzmán de
Alfarache: relatar la vida de un pícaro, es decir, lo que hace Mateo Alemán es
re-inventar la novela picaresca, que ya había sido anticipada por el Lazarillo
(1554). Cervantes, en su caso, estructura la novela de una forma itinerante, al
igual que en las novelas picarescas, como ocurre en un principio con el
Lazarillo de Tormes, al que imitan las obras de: Mateo Alemán El Guzmán de
Alfarache y, años después, la aparición de la Historia de la vida del Buscón, de
Francisco de Quevedo. Lo que plantea el éxito de este tipo de narraciones es
que hay un amplio mercado de lectores que buscan en la lectura una manera
de entretenimiento, a partir de estas obras, empiezan a aparecer obras de una
extensión mucho más amplias. El Guzmán y El Quijote comparten su amplia
extensión, al mismo tiempo que los planteamientos de verosimilitud son
parecidos, de igual manera que, proponen como protagonista a un antihéroe
que se encamina hacia una derrota para intentar ridiculizar los antiguos
pilares literarios, asentados en la historia de la literatura desde la Edad
Media. El Quijote tiene un gran sentido de la libertad poética, se trata de una
novela que se está haciendo constantemente, no estamos ante personajes
cerrados, son personajes que modifican su punto de vista mediante pactos,
por lo que la visión del mundo de la obra cervantina no es tan dogmática como
el resto de obras anteriores.

Martín de Riquer ha señalado ciertas obras que parodian la literatura épica o


caballeresca y que pueden considerarse como precedentes literarios del
Quijote, aunque no sean estrictamente fuentes, pues Cervantes pudo
desconocerlas. Este es el caso del Libro del caballero Zifar, que mantiene
curiosas coincidencias con la obra cervantina; no obstante, son obras de
naturaleza diferente, empezando por el hecho de que la caballería en el Zifar
es algo serio y sagrado, mientras que en el Quijote es objeto de continua
sátira. Tirante el Blanco (1460, versión cast. 1511) representa un caso
distinto, recordemos que es uno de los libros que se salva del fuego en el
escrutinio de la biblioteca de don Quijote. Le impresionó a Cervantes la
verosimilitud de la obra, ajena a los demás libros del género caballeresco,
además del humor que brota de sus páginas. Otro claro precedente quijotesco
lo hallamos en un episodio del Primaleón (1512, Salamanca) estamos ante un
claro antecedente de los amores del hidalgo con la pastora idealizada,
Dulcinea del Toboso; es probable que Cervantes leyera la obra o bien
recibiera la influencia de la Tragicomedia de don Duardos, de Gil Vicente. El
Romancero fue otra de las fuentes de inspiración para algunos episodios de la
obra, estas influencias son especialmente notables en la segunda parte, por
ejemplo: en el largo episodio de Sierra Morena encontramos, entre otras, la
figura de Cardenio, cuyo origen se halla en un romance de Juan del Enzina.
Otras de las aventuras de la segunda parte de la obra tienen su recuerdo en el
romancero, como ocurre con el Retablo de maese Pedro o el de la Cueva de
Montesinos.

En un principio, el título que ideó Cervantes para su obra fue El Ingenioso


Hidalgo Don Quijote de la Mancha: con el adjetivo ‘ingenioso’ se refería al
perfecto estado de la mente con el cuerpo, es decir, el equilibrio que había
entre los diferentes humores de la medicina hipocrática para una perfecta
salud del cuerpo. Con ‘hidalgo’ se refiere a causas sociales, los famosos
hidalgos que proliferaron en Castilla a lo largo de los Siglos de Oro. Se trataba
de gente de un determinado estatus social, que se dedicaban sobre todo a las
causas de limpieza de sangre; el nombre que le dio al personaje se refiere al
componente caballeresco heredado de épocas pasadas, por ese motivo, con
‘Quijote’ hace referencia a la armadura de los caballeros. La obra se inicia
con un verso de romance “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no
puedo acordarme…” lo que hace Cervantes es iniciar su narración como
cualquier otra novela, nos sitúa el transcurso de la obra en un lugar y un
espacio concretos y al mismo nos presenta al protagonista. Se trata de una
serie de sutilezas del propio autor como fórmula de dominio ante la obra; aquí
es donde podemos observar el inicio de la parodia de la propia obra.
El amigo (imaginario) de Cervantes en el Prólogo define al Quijote como una
invectiva o ataque contra los libros de caballerías, caracterizado por esa
voluntad de hacer daño con malicia. Se trata de un recurso típico de la
retórica latina; por eso en el Prólogo ya nos cuestionamos las actuaciones
irónicas de los personajes de la obra. Lo que realmente pretende hacer
Cervantes con su obra es ridiculizar la fama de los libros de caballerías y no
solo porque su propósito es hacer que se olviden, el papel que le corresponde
a Cervantes es poner en evidencia el conflicto entre los ideales de estos libros
y la realidad misma, por encima incluso de la comicidad que refleja tal
conflicto.

La novela en el S.XVII era, según el Tesoro de Covarrubias: “cuentos bien


compuestos o patrañas para entretener a los oyentes” hay que entender esta
definición con un componente oral, por eso habla de oyentes y
entretenimiento; el modelo que propone como ejemplo Covarrubias es
Boccaccio por los Cuentos que componen su obra. Para Cervantes la novela
es una ‘novedad’ se trata de una narración breve, es decir, las Novelas
Ejemplares en el sentido en el que los italianos entienden por novella. En
cambio, El Quijote se asemeja más a lo que los ingleses entienden por novel
(orígenes de la novela moderna). Lo que intenta hacer Cervantes es inventar
un argumento e incluirlo todo en una estructura superflua superior. Desde el
Humanismo también se atiende a otro campo en este tipo de creaciones, nos
referimos a las poéticas o reflexiones sobre la creación: la Poética de
Aristóteles, en la que se encuentra la teoría de narración, algo que se refleja
claramente en la obra de Cervantes y nos da a conocer que el autor barroco
tenía un amplio conocimiento de la literatura anterior y que sirvió de
precedente para dar estructura a su obra. Por otro lado, nos encontramos con
el Ars Poetica de Horacio, y la antigua retórica latina de Cicerón y Quintiliano.
Todos ellos, dan conceptos a la narración en la que los personajes discuten
sobre las formas de narrar y de contar la historia del Quijote. Cervantes no lo
hace esto desde una teoría poética sino que lo hace desde una ficción. Así el
Quijote es considerado por la Tª de la literatura como metaliteratura: la
mímesis es la base sobre la que Aristóteles hace su descripción de los
géneros literarios, se trata de la forma que tiene el autor de acercarse a la
realidad.

Menéndez Pelayo lo resumió así


De este modo, una amena y risueña fábula que había comenzado por ser
parodia literaria, y no del todo género caballeresco, sino de una particular
forma de él, y que luego por necesidad lógica fue sátira del ideal histórico que
en esos libros se manifestaba.

Julián Marías ha insistido también en la discontinuidad, en las sucesivas


“dilataciones” que se corresponden con las distintas salidas de don Quijote
Hay que imaginar las hojas manuscritas, sueltas, quizás desordenadas, difíciles
de releer y consultar; acaso dejaba [Cervantes] parte del original en un lugar y
se trasladaba a otro [para escribir]. Hay que representarse el Cervantes real
[viajó mucho por toda Andalucía, parando a dormir en diferentes sitios, así iría
escribiendo], no como un señor instalado en un despacho, rodeado de libros,
con tinteros y plumas. Por ello, lo probable es que Cervantes escribiera su libro
a lo largo de mucho tiempo y con muchas interrupciones.

Hay distintos tipos narrativos en el Quijote, que hacen que no se trate de


una narración lineal como cualquier otra, como lo solían ser las tradicionales
novelas de caballerías. La gran cantidad de digresiones y diálogos entre los
distintos personajes que aparecen a lo largo de toda la obra hacen que el
lector esté continuamente atento a lo que le sucede al protagonista y a su
escudero desde que salen de su pueblo a en busca de aventuras. Así este
relato cómico de la obra exige un lector inteligente, que sepa entender el
contexto en el que se desarrolla la obra y en el contexto en el que se publica
esta obra.

Dos salidas de don Quijote ocupan la primera parte de la obra; en la segunda


sale de su casa con Sancho, después del escrutinio y destrucción de su
biblioteca, llevado a cabo por el cura y el barbero, en presencia de su sobrina
y su ama de llaves. En esta primera parte, se nos cuenta también el hallazgo
de la historia de don Quijote escrita por un misterioso cronista árabe,
conocido como Cide Hamete Benengeli, descubrimiento que a partir de este
momento dará un importante juego a toda la obra. En el hilo constituido por
todas las aventuras del famoso hidalgo, que en cierta manera pueden llamarse
accesorios, relacionados con la historia del Quijote. Menéndez Pelayo afirma
que en estos episodios del Quijote podemos hallar todos los tipos de relatos
que aparecen en la producción novelística cervantina, de modo que solo en
estas historias intercaladas podría restaurarse toda la literatura de
imaginación de la época, incorporada y asimilada por el autor. La realidad es
abordada por Cervantes desde una gran variedad de ángulos distintos,
precisamente los que ofrecen los distintos géneros literarios que la tradición
ofrecía al escritor. Por lo demás, el Quijote se eleva por encima de “lo
literario” mediante el procedimiento de aludir continuamente a la literatura
conocida, pero también a la que podríamos denominar «virtual». Así, el
manuscrito de El curioso impertinente se encuentra dentro del mismo grupo
de los libros y novelas de caballerías y por el entonces todavía inédito
Rinconete y Cortadillo. Pero a partir de este momento la obra se halla tan
cargada de alusiones literarias que, reconocibles por los lectores, construye
Cervantes una historia nueva. Cuando Cervantes está escribiendo la
continuación de las aventuras del hidalgo, la tradición literaria se ha
enriquecido con un nuevo libro, El ingenioso hidalgo don Quijote de La
Mancha, publicado por él mismo, a lo que habría que añadir también la
continuación apócrifa de Avellaneda. Pero Cervantes da una última vuelta de
tuerca inventiva al hacer que los personajes de la segunda parte se enfrenten
con otro sacado del Quijote de Avellaneda, don Álvaro de Tarfe, mezclándolo
así con los personajes producto de su propia imaginación.
El Prólogo de Cervantes, se ha convertido en una pieza literaria obligada, ya
que responde una serie de tópicos, como la captatio benevolentiae, por lo que
se considera el prólogo como una institución propiamente dicha. Se trata de
un juego con la tópica de la época y es de lo que se sirve Cervantes para
comenzar su obra, lo que espera con este prólogo es hacer más interesante su
obra de cara a los lectores. Lo que nos presenta en esta pieza es un locus
amenus y es lo que le ha permitido componer su obra. Otra de las finalidades
de este prólogo es vender la originalidad del producto justificando lo que
escribe como que se lo pide un amigo, se trata de una serie de estrategias
para hacer mucho más interesante y atractiva su obra y su personaje
principal. Estamos ante un prólogo infieri, es decir, se está haciendo ante los
ojos del lector. Tiene una forma epistolar dirigido al propio lector, se trata de
una interpelación entre el autor y el futuro lector (dirigido al desocupado
lector).

Las novelas intercaladas dentro del Quijote son las secuencias narrativas en
las que el protagonista no se halla presente o no interviene o que están
protagonizadas por personajes ajenos a la trama principal. La acción principal
y la de los episodios difiere también desde el punto de vista estilístico. La
acción principal tiene un estilo llano, pleno de comicidad, mientras que los
episodios intercalados están escritos en un estilo elevado, abordan temas
‘serios’ y a veces con implicaciones trágicas. Ayala ha insistido, como cierta
parte de la crítica cervantina, en que las novelas intercaladas están
perfectamente integradas dentro de la obra. Otros cervantistas, por el
contrario, han considerado particularmente desacertada la inclusión de las
narraciones como el curioso impertinente y la historia del cautivo. No es
extraño que en la segunda parte de la obra, Cervantes haya aprendido la
lección y, sin prescindir de ellos, enlaza mucho mejor los relatos intercalados
con la narración de la historia central. Así, afirma en el capítulo XLIV (primero
en el que se separan don Quijote y Sancho)
Dicen que en el propio original de esta historia se lee que llegando Cide
Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él le había
escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo por haber
tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don
Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar
entenderse a otras digresiones y episodios más graves y entretenidos.

Francisco Márquez Villanueva (1975), en contra de la opinión de muchos,


sostiene la idea de que “el engranaje de tantos y tan diversos relatos da
testimonio de un torrencial desbordamiento de las facultades creadoras de su
autor. En este sentido se diría que la historia de don Quijote se le ha quedado
estrecha”, en otro momento también afirma: “el caballero andante,
anticipando desde este momento su reencarnación en la segunda parte,
comienza a volverse cauto y toma unas vacaciones en la sierra, so pretexto de
imitar la penitencia y la locura de Amadís”.
Francisco Ayala ha defendido inteligentemente la coherencia narrativa de los
relatos intercalados poniéndolos en relación con lo que él considera el fondo
del mito quijotesco, que no es otro que la presentación de un conflicto
cultural entre los ideales góticos (presentes en la forma estilizada de los libros
de caballerías) y un mundo completamente alejado de esa realidad ahora ya
meramente literaria.

[Estas narraciones] nos entregan, estilizada, la realidad histórica de


Cervantes, como vida problemática, cargada de ideales; pues ese
conjunto de ficciones, ya casi completamente desvanecidas para nosotros en
cuanto a su capacidad de aludir realidades, contiene el cuadro objetivado de la
experiencia más valiosa del autor, con la que va a enfrentar a su héroe
grotesco.

Colocándonos en la perspectiva de su tiempo, hay que recordar que el género


novelístico no estaba muy por entonces muy prestigiado. Antes al contrario,
era objeto de sospechas y de la desconfianza de las autoridades eclesiásticas,
producidas por el miedo de que esta literatura de entretenimiento pudiera
emanciparse de su control. Los episodios intercalados representan justamente
ese papel de búsqueda del equilibrio al dotar a la obra de un valor moral
añadido.

Entre las dos partes de la obra existe un paralelismo creativo: al principio de


ambas, tras unos capítulos iniciales introductorios, al protagonista le suceden
ininterrumpidamente una serie de aventuras; hacia la mitad su deambular se
detiene (en la venta en la I Parte y en el palacio de los duques en la II Parte) y
en ambas ocurren diversos hechos de carácter literario; y el final, también
simétrico en ellas, se muestra a don Quijote desengañado y derrotado que
regresa a casa. Pero a pesar de estas similitudes que se dan entre las dos
partes de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha existen marcadas
diferencias, tanto en la elaboración como en el planteamiento.

- I Parte: es mucho más espontánea, parece estar escrita sin un plan


inicial y contiene una mayor diversidad de elementos.
- II Parte: está mucho más pensada y hay una reflexión por parte del
autor, ya que responde a un plan trazado. Antes del desenlace, hay una
serie de capítulos, en los que no existe ese paralelismo con los de la I
Parte; en ellos, Cervantes responde a la publicación del falso Quijote (el
Quijote de Avellaneda) una obra apócrifa que aparece en 1614 en
Toledo, firmada bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda.
Este falso Quijote tiene una ínfima calidad literaria al compararla con la
magna obra de Cervantes (don Quijote es un loco vulgar que acaba en
un manicomio de Toledo y Sancho un rústico maleducado).

Estructura del Quijote


1ª parte 2ª parte
1ª salida 2ª salida 3ª salida
Cap. 1 - 6 Cap. 7 - 52 Cap. 1 - 74
- Historia de -Bodas de
Marcela y Camacho.
Grisóstomo
Historias - Historia de
secundarias Cardenio y
Luscinda
- El curioso
impertinente
- Historia del
cautivo
- Caracterización del -Preparación y salida. -Preparación y salida.
personaje. -Sale con Sancho. -Viaje al Toboso.
- Preparación y -Encuentro con los -Estancia en el palacio
salida. caballeros. de los duques.
- Alonso Quijano sale -Penitencia de don -Burlas de Altisidora.
Eje argumental solo. Quijote. -Estancia en
- Vuelve triunfante, -Carta a Dulcinea. Barcelona.
armado caballero -Búsqueda del cura y -Regreso de don
el barbero. Quijote.
-Diálogos con Sancho. -Muerte de Alonso
-Vuelve a casa Quijano.
enjaulado y
maltrecho.
- Arrieros en la -Los molinos de -Las cortes de la
venta. viento. muerte.
- Andrés y Juan -El vizcaíno. -El caballero del
Haldudo. -Los yangüeses. bosque.
- Los mercaderes. -El bálsamo de -El caballero de verde
Aventuras Fierabrás. gabán.
-Los rebaños. -Los leones.
-El cuerpo muerto. -La cueva de
-Los batanes. Montesinos.
-El yelmo de -El retablo de maese
Mambrino. Pedro.
-Los galeotes. -El rebuzno.
-Los cueros de vino. -El barco encantado.
-Clavileño.
-Sancho: Ínsula
Barataria.
-Los bandoleros
catalanes.
-Batalla naval contra
los turcos.
-El caballero de la
blanca luna.
-La piara de cerdos
Éxito de la I parte.
Supuesto autor de la Cervantes traductor
Escrutinio de la obra: Cide Hamete. de Cide Hamete.
biblioteca. Discurso sobre la Referencias al
Edad de Oro. Quijote de
Discurso sobre las Avellaneda.
Reflexiones armas y las letras. Proyecto de vida
literarias pastoril.
Álvaro de Tarfe.
Despedida de Cide
Hamete.

Julián Marías observa la perfecta continuidad entre las dos partes del Quijote,
pero percibe en la segunda un cambio de perspectiva; Cervantes observa el
propósito original de su creación, la sátira y la parodia de los libros de
caballerías, aunque lo más importante es que el autor olvida o desatiende
ciertos aspectos de la primera parte e introduce otros nuevos. En opinión de
Julián Marías, existen algunas diferencias entre las dos partes de la historia de don
Quijote: en la I Parte nadie sabe quién es don Quijote, excepto sus vecinos, mientras
que en la II Parte nos encontramos con un don Quijote que es toda una figura pública,
de modo que entre él y los demás [personajes y lectores] se interpone la fama.

Don Quijote y su escudero, Sancho Panza, son dos grandes mitos de la


literatura universal, no solo los símbolos de una pasión específica –amor,
poder, celos– sobre las que giran otras grandes creaciones literarias como don
Juan, Fausto u Othelo, sino que en sus dos modos de ser vienen a confluir
todas las actitudes humanas de la época. Pero lo que engrandece las dos
creaciones cervantinas es que la universalidad nunca se muestra
incompatible, sino muy al contrario, está perfectamente integrada en
existencias individuales y personales. El desengaño y las apariencias son
otros de los factores más destacados de la literatura barroca en general, los
personajes no son lo que parecen: primeramente se presentan de una manera
y más tarde se presentan los mismos personajes de una manera diferente. Se
trata de que los personajes racionales, que aparecen en la obra, entran en el
juego de la mentira creada por el propio protagonista, se trata de esa
deformación de la realidad y ver lo que uno realmente quiere ver, por lo que
no puede interpretarse correctamente pero mantiene el suspense en el lector.
La locura de don Quijote no es casual; así cuando don Quijote se va en busca
de aventuras nos hallamos ante una imagen irreal que don Quijote se hace en
su mente, estamos ante una parodia un tanto burlesca sobre la esencia de los
verdaderos libros de caballerías. Es un mecanismo en el que se emplea al loco
para decir verdades, por lo que no se le toma en serio. De manera que hay un
conflicto entre la locura y la cordura, entre don Quijote y los personajes que
juzgan sus acciones.

La independencia con la que actúan los personajes cervantinos ha sido


considerada por Lázaro Carreter como otro rasgo más de modernidad propio
del Renacimiento que tiene un probable antecedente en el comportamiento de
los protagonistas de La Celestina, es claramente visible en el Lazarillo y
adquiere forma definitiva en el Guzmán. Otro de los principios de modernidad
del Quijote es su capacidad para criticar las bases asentadas canónicamente a
través del personaje del cura, con el que se trata de un guiño irónico las
verdades aristotélicas, por lo que sabemos que el canónigo se ha leído todas
las aventuras de caballerías y las somete a la crítica desde un punto de vista
religioso, aunque admite que se trata de obras que son entretenidas y que
pueden leerse desde diferentes puntos de vista, siempre teniendo como
referente un único punto de partida que es la visión cosmopolita de la
actividad de dios. Los personajes cervantinos son una imagen de lo que era
España a principios del s.XVII, el mundo de la obra lo forman muy variados
tipos sociales y étnicos: pastores, campesinos, mozas, venteros, estudiantes,
hidalgo, clérigos, cómicos, criminales, moriscos, nobles… el caso de los
personajes protagonistas tienen un diseño complejo:

- Don Quijote: es un modesto hidalgo de un pueblo manchego, se


convirtió en un loco después de la constante lectura de los libros de
caballerías que tenía en su biblioteca, por lo que debido a esta
enajenación mental decide convertirse en caballero andante. Su extraña
figura resulta anacrónica para la sociedad de la época; sin embargo,
fuera de su locura en diversas ocasiones muestra su buen juicio y
expone opiniones precisas sobre temas muy diversos, incluidos los
literarios. El rasgo esencial de su carácter es la pertinaz defensa de sus
ideales (que sin saber ridiculiza), ideales que se exponen en los libros de
caballerías. Uno de los rasgos de transformación de Don Quijote en la II
parte es que el protagonista de la obra avanza hacia el desengaño, ya
que progresivamente vamos a encontrar ante un quijote cada vez más
desquijotado, hasta que al final de la novela se vuelve a convertir en
Alonso Quijano y muere cuerdo concretamente.
- Sancho Panza: es el escudero de don Quijote, la figura que en los libros
de caballerías acompaña al caballero en su aventuras. Sus rasgos y
carácter están perfilados por la tradición folklórica y literaria, ya que en
las obras de teatro y en los desfiles carnavalescos era muy frecuente la
presencia de la figura del hombre simple, rústico, enano, bobo y
gracioso. Pero su personaje es mucho más complejo, ya que Cervantes
elaboró una recreación ya que es Sancho el que encarna la sátira contra
los libros de caballerías. Una característica común a ambos personajes
es la transferencia de rasgos de uno al otro, tanto que hablamos de la
‘quijotización’ de Sancho, ya que en muchos momentos de la obra
Cervantes pone en boca de Sancho afirmaciones, dichos, sabiduría…
que el propio personaje debido a su condición iletrada no tiene.
- Dulcinea del Toboso: es el personaje imaginado por Don Quijote sobre
la figura de la labradora Aldonza Lorenzo. Convencido de que todo
caballero necesita una dama, Don Quijote, en su locura, crea en su
mente a Dulcinea, a quien atribuye numerosos dones y
parabienes. Dulcinea no aparece físicamente en la obra cervantina, pero
es fundamental para el desarrollo de la obra debido a la devoción que
siente el hidalgo por ella.
- Hay un personaje que cobra gran importancia y que viene siendo
arrastrado desde la primera parte; se trata de Cide Hamete que se
trata del narrador ficticio de la obra, por lo que Cervantes juega con esa
metaficción de la narratividad. Se trata de un personaje en sí, que se
construye en la primera parte como uno de los autores de la historia de
don Quijote.

El resto de personajes se mueven entre lo real, lo fingido y lo literario e


histórico. Además, algunos se ven influidos por rasgos de los dos
protagonistas. Son ejemplo de ello la forma de actuar de los duques ,
contagiados por la locura de don Quijote o el disfraz de caballero andante
que ha de adoptar el bachiller.

El perspectivismo conforma todo el Quijote hasta darlo todo el sentido


trascendental. Las novelas intercaladas cumplían con el propósito de alumbrar
desde distintos niveles la figura central del caballero andante y hemos visto
cómo Cervantes orienta en esta línea muchos procedimientos, técnicas,
elementos y personajes. Leo Spitzer considera que este perspectivismo está
potenciado por el nivel lingüístico de la obra. La inestabilidad y la variedad de
nombres con los que dota a algunos personajes parecen tener su razón de ser
en el deseo del novelista de no hacer una elección definitiva de los nombres o
las etimologías, esto es, podría decirse que Cervantes pretende mostrar con la
diversidad onomástica los diferentes aspectos que puede presentar un
personaje ante la mirada de los demás.
La manera que tienen los personajes en concebir las situación en la que están
envueltos puede no coincidir en nada con la manera de verlas Cervantes,
aunque esta última no parece estar muy clara para el lector. El perspectivismo
de Cervantes, sea lingüístico o de cualquier otra clase, le permitió en cuanto
artista estar por encima y a veces alejado de las falsas concepciones de sus
personajes.

Francisco Ayala, que, como especialista, ha desvelado inteligentemente


aspectos fundamentales sobre el Quijote, ha puesto también de relieve la
técnica de composición perspectivística hecha a partir de enfoques diferentes
y aparentemente incompatibles. En este sentido, Cervantes se convertiría en
el precursor de la concepción de la novela como arte de la estructura.

El propio Cervantes declara sus principios estilísticos en el Prólogo en el que


imagina la vista de un amigo, a quien trasmite sus preocupaciones sobre tal
asunto. Todo lo que se expone en el prólogo va a cumplirse a lo largo de toda
la obra: naturalidad (a la llana), propiedad (palabras significantes), sintaxis
adecuada (palabras bien colocadas), ritmo (periodo sonoro y festivo) y
claridad (sin intrincarlas y oscurecerlas). La multiplicidad de estilos, niveles y
usos lingüísticos manejados por Cervantes en su obra constituye uno de los
rasgos más evidentes de la obra. Como bien apunta Lázaro: en el Quijote se da
el fenómeno que Bajtin ha llamado _polifonía lingüística_. Durante mucho
tiempo la narrativa se había visto obligada a emplear una lengua muy alejada
de la cotidianeidad, retorizada y, por ello, incomprensible. En la literatura
española el Lazarillo y el Guzmán de Alfarache representan pasos decisivos
para que el lenguaje común y ordinario entrara en la literatura
Cervantes lleva hasta el límite aquel propósito suyo, expuesto en el prólogo, de
hacer perfecta imitación; que incluye, obviamente, no solo la de lugares,
acciones y caracteres, sino, sobre todo, la del lenguajes, la de los múltiples
lenguajes con que la vida se manifiesta.

El comportamiento lingüístico de los personajes, los comentarios del propio


narrador destinados a ridiculizar lo que está describiendo, la propia
caracterización y comportamiento de los personajes son medios de los que el
escritor se vale para crear esa atmósfera que envuelve toda la obra. Esta
polifonía se va haciendo más compleja en el transcurso de la novela y se
concreta en la variedad de estilos orales y escritos propios de su época, en su
gran mayoría reproducidos paródicamente. La presencia de la
intertextualidad es otro rasgo de modernidad del Quijote. La elección de la
parodia es una de sus concreciones, pues en este género las relaciones
intertextuales son más localizables. Por otro lado, hay que recordar que la
obra de Cervantes resume toda la cultura textual del periodo en el que se
escribió, armonizada por el arte de la escritura del autor.

Como advierte Martín de Riquer, la continuación de una obra no era en


absoluto un fenómeno raro en la época. Recuérdense, por ejemplo, los caso de
La Diana de Montemayor, coninuada por Alonso Pérez o Gil Polo; la segunda y
tercera partes de La Celestina y las dos continuaciones del Lazarillo. No
podemos olvidar tampoco que en la literatura caballeresca era muy corriente
tal costumbre, como pone en evidencia Montalvo en Las sergas de Esplandián
(continuación del Amadís). Por ello, no es raro que en 1614 apareciera una
segunda parte apócrifa del Quijote, llevada a cabo por un escritor escondido
bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda; esta segunda parte
apareció en Tarragona, como señala en el título, se propone como la
continuación de las historias de don Quijote: Segundo tomo del ingenioso
hidalgo de La Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de
sus aventuras, compuesta por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda,
natural de la villa de Tordesillas.

El caso de la continuación de Avellaneda manifiesta algunas notas peculiares:


primero, el autor se oculta bajo un pseudónimo y, además, la obra viene
precedida de un prólogo donde se insulta al autor de la primera parte. Por lo
que, existen algunos elementos fraudulentos en la actuación de Avellaneda.
En una clara alusión a Lope de Vega, afirma que uno de los medios de los que
se sirvió Cervantes para atacar a los libros de caballerías fue «… el ofender a
mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más
extranjeras y la nuestra le debe tanto, por haber entretenido honestísima y
fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e
innumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo, y con la
seguridad y limpieza que de un ministro de Santo Oficio se debe esperar». A
todas estas ofensas responde en el prólogo de su II Parte, que responde a una
auténtica pieza magistral llena de seguridad en sí mismo, de contención y de
ironía, en él Cervantes va respondiendo una a una a todas las acusaciones que
le hace este tal Avellaneda. No obstante, como afirma Menéndez Pidal, el
apócrifo de Avellaneda sirvió como fuente (por repulsión) a Cervantes para
terminar de componer la última y segunda parte de su Quijote.

El propósito explícito de la obra de Cervantes es, sin duda y como ya ha


quedado claro, la parodia de los libros de caballerías; por ello, durante los
siglos XVII-XVIII el Quijote fue leído como una obra cómica. Sin embargo,
desde el Romanticismo se han resaltado otros valores del protagonista: el
amor a la dama, el ansia de libertad, la búsqueda de la justicia, por lo que la
obra de Cervantes representaría la defensa de unos ideales en un mundo en el
que ya no tienen sentido. Por otro lado, el Quijote es una representación de la
sociedad de su época, como se ha apuntado con anterioridad. El autor barroco
a la vez que parodia los libros de caballerías y pastoriles, ofrece a los lectores
el inicio del declive político de España a través del hidalgo que trata de
cambiar su vida triste y mediocre por otra que considera más perfecta, pero
propia de un esplendor pasado. Finalmente, la obra cervantina es considerada
como una obra de crítica literaria y de teoría de la literatura, como podemos
observar en la cantidad de reflexiones metaliterarias que hay a lo largo de
toda la novela, pues los personajes hablan de literatura y aportan valoraciones
sobre autores, obras y géneros de la literatura conocida en su tiempo.

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha es el punto de partida de


lectores, creadores y críticos desde el S.XVIII, cumpliéndose así la frase
profética de Sansón Carrasco sobre el éxito de la obra “los niños la manosean,
los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”. A lo largo
del S.XIX el Romanticismo alemán descubre un nuevo Quijote romántico, que
representa esa lucha del espíritu humano que aspira a lo infinito. Además,
varias obras de la novela realista europea muestran su influencia, sobre todo
en los novelistas rusos, entre los que cabe destacar a Dostoievski.

El siglo XX español renueva el fervor por el Quijote, para Unamuno en su obra


Vida de don Quijote y Sancho, se convierte en el símbolo del espíritu español y
del anhelo de la inmortalidad. Y sus influencias abarcan desde la narrativa,
como ocurre con Tiempo de silencio (1962), a la cinematografía, la música y
los grabados de Gustavo Doré o Salvador Dalí.

También podría gustarte